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Memorias de violencia, espacio, tiempo y narracin Titulo
Blair Trujillo, Elsa - Autor/a Autor(es)
En: Controversia no. 185 (diciembre 2005). Bogot : CINEP, 2005 En:
Colombia Lugar
Centro de investigacin y educacin popular (CINEP) Editorial/Editor
2005 Fecha
Coleccin
Narrativa; Guerra; Relatos; Tiempo; Espacio; Memoria; Violencia; Temas
Artculo Tipo de documento
http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Colombia/cinep/20100925102035/memoriasContr
oversia185.pdf
URL
Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Genrica
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es
Licencia
Segui buscando en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSOhttp://biblioteca.clacso.edu.ar
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO)
Conselho Latino-americano de Cincias Sociais (CLACSO)
Latin American Council of Social Sciences (CLACSO)
www.clacso.edu.ar
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CULTURA Y SOCIEDAD
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* Artculo recibido en septiembre de 2005.Artculo aprobado en noviembre de 2005.
1 Sociloga. Investigadora. Miembro del grupo de Inves-tigacin Cultura, Violencia y Territorio del Iner de laUniversidad de Antioquia.
MEMORIAS DEVIOLENCIA.
ESPACIO, TIEMPO YNARRACIN*
POR ELSA BLAIRTRUJILLO1
La tica del siglo XXI en adelante,
tiene que hacerse siguiendo el ejemplo
del Angel de la Historia de Paul
Klee: con la mirada puesta en las
vctimas del tiempo.Si retiramos la mirada del dolor
de las vctimas dejamos de alimentar
el pensamiento que nutre la
verdadera tica.
Jos Ma. Mardones Reyes Mate.
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INTRODUCCIN
a aprobacin reciente por parte
del Congreso de la Repblica de
la Ley de Justicia y Paz, ha pues-
to sobre el tapete un problema
nodal del conflicto armado co-
lombiano: el que tiene que ver
con la verdad, la justicia y la re-
paracin de las vctimas de la violencia. Sin duda, el
esclarecimiento de los crmenes cometidos, el juicio
a los responsables y las reparaciones materiales y
simblicas a las vctimas, son condiciones impres-
cindibles a una eventual reconciliacin de la socie-
dad. A ese respecto muchos son los aspectos en
juego en un conflicto tan complejo como el colom-
biano. Sin embargo, ellos estn en estrecha relacin
con un problema de fondo: el de la memoria y/o la
reconstruccin de la memoria histrica en el pas.
De ah sus enormes dificultades. A ms de las con-
sideraciones polticas que ameritan mltiples es-
fuerzos como los que vienen haciendo diversas
organizaciones sociales y polticas frente a la ley y a
la bsqueda de mecanismos que conduzcan al hori-
zonte de la reconciliacin, el problema de la me-
moria invita tambin a una reflexin acadmica so-
bre el asunto. Muchos y muy diversos son los as-
pectos que habra que explorar sobre el tema de la
memoria ligada a las situaciones de la guerra. Para
efectos de este artculo, proponemos explorar, en
una aproximacin inicial, sus referentes espaciales,
temporales y narrativos.2 Con todo, es una reflexin
terica que necesitar de referentes ms concretos
en el terreno de la investigacin sobre memorias de
la violencia.
Cmo puede la memoria dar cuenta y, a lavez, ser producto de referentes espaciales, de tiem-
pos y de relatos, en contextos de guerra? La pregun-
ta cobra pertinencia cuando asumimos que como
ha sido puesto en evidencia por buena parte de la
literatura sobre el tema, la memoria no es el re-
cuerdo de un evento pasado, sino una construc-
cin que se elabora desde el presente y permite
reconfigurar el sentido de ese pasado (Ricoeur,
2003). Sin duda, toda huella del pasado es interro-
gada desde hoy y toda reconstruccin histrica se
realiza desde sucesivos presentes (Archila, 1998,
289). Ella es tambin una posibilidad de abrirle pers-
pectivas al futuro, esto es, de reconfigurar el tiempo
(Ricoeur, 2003). Si la memoria no tuviera la poten-
cialidad de recomponer el futuro no tendra sentido
y todo su potencial poltico, desaparecera. Los su-
jetos y las sociedades recomponen sus recuerdos
en el entendido de poder hacer algo con ellos en el
futuro. En efecto, es en este sentido que cobra per-
tinencia y que se ofrece como una va de indaga-
cin bastante fecunda y como un recurso poltico al
que han apelado distintas sociedades que han vivi-
do situaciones de guerra.
Este artculo pretende problematizar la re-
flexin en torno a estos tres componentes que juz-
gamos constitutivos de la memoria: espacio, tiempo
ynarracin, a la manera de tres ejes analticos
para ser interrogados en contextos de guerra. A juz-
gar por la literatura revisada, estos tres ejes son los
encargados de estructurar la construccin social de
la memoria: el primero, porque da cuenta de las
referencias espaciales (o las espacialidades) de los
procesos de memorializacinque hacen las pobla-
ciones de sus vivencias de la guerra pero, as mis-
mo, porque permite interrogar el papel que ellas,
las referencias espaciales, juegan en la construccin
de los relatos; el segundo, porque permite indagar
por las temporalidadesde la memoria con respecto
a los hechos violentos y al juego, no siempre claro,
que se establece entre pasados, presentes y futuros
de la memoria en relacin con la guerra; pero tam-
bin porque permite indagar por las temporalida-
desde las narrativas con las cuales se construye la
memoria, es decir, permite esclarecer una cierta
cronologa de los relatos que parece no ser, preci-
samente, la de la secuencia lineal del tiempo, sino
ms bien la que se estructura en funcin de lo que,
por lo pronto, podramos llamar eventos signifi-
cantes que tejen los recuerdos frente a esos he-
chos; y el tercero, finalmente, porque la narracin
parece ser no slo la forma de construccin de la
memoria, sino tambin su mejor expresin.3 En
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brado en la regin del Pacfico colombiano como
una transformacin de los lugares y regiones en
paisajes del miedo con unas articulaciones espacia-
les especficas que rompen de manera dramtica, y
frecuentemente imprevisible, las relaciones sociales
locales y regionales (Oslender, 2004). Por sus refe-
rentes espaciales son tambin la expresin de lo
que algunos investigadores han llamado una topo-
grafa de la muerte (Taussig, 1995) y/o una carto-
grafa del terror (Castillejo, 2004) o geografas del
terror y paisajes de miedo (Oslender, 2004) para
referirse a esos lugares que quedan marcados por
las situaciones y/o eventos violentos que trae la
guerra. Es lo que, desde otro lugar, plantea Pcaut
al decir que a menudo, el relato de las vctimas del
terror es el de una trayectoria espacial (Pcaut,
2001, 251).
Estas referencias espaciales ponen en eviden-
cia, al menos en un primer momento, un asunto
muy importante a nuestra indagacin: que la espa-
cialidades un componente de la memoria. Sin em-
bargo, es preciso esclarecer aspectos como los si-
guientes: De qu naturaleza es ese componente?
Cmo l estructura la memoria? Es posible construir
relatos y/o memorias sin referencias espaciales o cul
es el lugar que el espacio juega a la hora de construir
memorias? El referente espacial es slo un compo-
nente de inteligibilidad del evento o qu papel juega
en la construccin misma del recuerdo y la memo-
ria?4 Qu importancia tiene el espacio y/o la repre-
sentacin que nos hacemos de l, en los procesos de
memoralizacin? O, en otras palabras, qu signifi-
can los lugares a la hora de la memoralizacin?
efecto es por la va de la reconstruccin de los
relatos por donde diversas sociedades han imple-
mentado la puesta en pblico del dolor y el sufri-
miento de las vctimas de situaciones de guerra
(Blair, 2002,12-14).
El propsito, al intentar clarificar estos tres
componentes es el de poder desarrollar a futuro
ejercicios de memoriasen y con poblaciones sitia-
das por la guerra que permita, de un lado, abrir un
espacio para escuchar a las vctimas de las situa-
ciones de violencia, pero de otro lado o, ms bien,
al mismo tiempo, pueda contribuir al proceso, por
lo dems necesario, de reconstruccin de las me-
morias de la violencia que ha vivido el pas en las
ltimos aos, y con las cuales la sociedad colombia-
na podra, eventualmente, hacer la reconstruccin
de su memoria histrica.
LOSESPACIOSDELAMEMORIA
Diversos testimonios de pobladores que habi-
tan zonas de violencia estn inundados de referen-
cias espaciales en sus relatos: Dondemataron a.
Aqufue la masacre de. Toledo quedo olien-
do a muerte y muchos otros. Todos ellos expresa-
dos a travs de lugares y/o de adverbios de lugar.
Ellas son la expresin de una serie de significacio-
nes construidas por las poblaciones en torno a los
espacios habitados y que, en los ltimos aos, han
sido tejidas por la guerra. Lo que Oslender ha nom-
2 Este artculo surge de reflexiones emprendidas en el marco de elaboracin de una propuesta de investigacin sobre el tema y pretendeesclarecer, al escribirlos, algunos de los ejes que juzgamos importantes con relacin a la memoria. l se nutrio enormemente de lasdiscusiones que sobre el tema sostuve con Emilio Piazzini, aun as la responsabilidad del texto es exclusivamente ma.
3 Pese a la imbricacin que existe, al parecer necesaria, entre los tres componentes aqu explorados, ellos estn estructuradas separadamen-te con la pretensin de abordar la especificidad de cada uno de ellos y perfilar las preguntas que sera preciso resolver en cada uno,incluso si al intentar esclarece rlos vuelve a ponerse de presente la imbricacin entre unos y otros. Por ejemplo, la que de manera muy clarase establece entre tiempo y narracin .
4 Diferenciamos, en trminos de Aug, el recuerdo de la memoria donde el primero se asume como huella mnsica, como una impresin,y la segunda como una construccin narrativa (Aug , 1998, 22). De alguna manera creemos que esta diferenciacin alude a la queestablece Ricoeur entre memoria pasiva (el recuerdo) y la memoria activa (la rememoracin), esto es, en trminos de Ricoeur, la verdaderamemoria (2003).
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Un segui-
miento a estosprocesos en elterreno concreto
de las narrativasde la memoria,ayudara a preci-
sar el lugar deesta suerte deespacialidad
que estructura lamemoria, y quepodramos lla-
mar con Piscite-lli, recuerdosg eo g r f i c o s (Piscitelli, 1998,73) ayudara, sinduda, a esclare-cer la naturaleza de ese componente espacial liga-do a las experiencias de la violencia, y ayudaratambin a esclarecer el papel que el espacio cum-ple en los procesos de elaboracin de las memo-rias. Pero sobretodo, y en trminos polticos, ayu-dara a resemantizaresos lugares. En efecto, si comocreemos, los lugares quedan marcados por lasexperiencias de violencia, un esfuerzo de recons-truccin de las memorias, debera dirigirse al prop-sito expreso de que las poblaciones puedan resigni-ficarlos, es decir, lograr la de-construccin de estasrepresentaciones tejidas por la guerra y la re-cons-truccin de nuevas significaciones o nuevos sentidosde lugarde los espacios habitados. Esto es, apuntar ala construccin de nuevas espacialidades que, en tr-
minos de Castillejo, son el producto, en tanto meca-
nismos para organizar el mundo, de formas socialesde buscar orden e inteligibilidad en un universo ava-
sallado por la ambigedad, resemantizandolo ycreando nuevos espacios (Castillejo, 2004).
Otras espacialidades?
Ahora bien, otra pregunta a hacerse en el te-rreno de la espacialidad de la memoria es si el espa-
cio y, en conse-
cuencia, las refe-rencias espacia-les que sostienen
y/o coadyuvan ala memoria sonslo espacios f-
sicos-geogrfi-cos. La preguntacobra pertinen-
cia cuando sabe-mos que, en tr-minos antropol-
gicos, el espacio,ms que una rea-lidad geo-fsica,asociada a los lu-gares, es unaconstruccin cul-
tural que hace de l un espacio vivido, percibido ysignificado? En efecto, la antropologa ha puesto enevidencia que el espacio geogrfico se transformamediante la accin humana en territorio. Que el terri-torio es ms bienun espacio socializado y culturi-zado de tal manera que su significado socioculturalincide en el campo semntico de la espacialidad(Garca, 1976, 27). En esa medida, estas construc-ciones sociales del territorio, es decir, las manerascomo l se significa, intervienen tambin en las es-pacialidades de la memoria.
La pregunta por la naturaleza de la espaciali-dad cobra ms pertinencia an cuando, siguiendo aotros autores, es posible pensar incluso en la espa-cialidad de los cuerpos. En efecto, para autores como
Jos Luis Pardo la espacialidad no se agota en sus
componentes geofsicos o geogrficos y ni siquieraen sus componentes antropolgicos. El cuerpo es
tambin toda una espacialidad que, adicionalmen-te, cobra un lugar prominente en las situaciones dela guerra. Dice Pardo:
El hecho de que nuestra existencia sea forzosa-
mente espacial tiene, sin duda, que ver con el
hecho de que somos cuerpo(s), de que ocupamos
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lugar. Pero ocupar lugar es slo posible porque
hay un lugar que ocupar, nuestro cuerpo mismo
es espacio, espacialidad de la que no podemos
liberarnos(Pardo, 1992, 16).
Mientras Bernard Waldenfels, por su parte, enun interesante artculo titulado Habitar corporal-
mente en el espacio, deja ver la importancia del cuer-po en las formas de vivir la espacialidad: el aqu y elahora, lo cercano y lo lejano, el adentro y el afuera
experiencias que asumimos como espaciales, sonfundamentalmente vividas desde el cuerpo y expre-sadas a travs de toda una simblica corporal (Wal-
denfels, 2004).Si partimos, pues, del presupuesto del cuerpo
como espacialidad y atendemos a la apreciacin deRicoeur de que existe un vnculo entre memoriacorporal y memoria de los lugares (Ricoeur, 2003,65) podremos interrogar esta relacin entre cuerpo
y lugares de la memoria en la guerra. El cuerpo dice Ricoeur constituye, a este respecto, el lugarprimordial, el aqu respecto del cual todos los otroslugares estn all. En este sentido es completa lasimetra entre espacialidad y temporalidad: aqu yahora (ibd.). La transicin de la memoria corporala la memoria de los lugares est garantizada, dice,por actos tan importantes como orientarse, despla-zarse, y ms que ningn otro, vivir en.... as, lascosas recordadas estn intrnsecamente asociadas alugares. No es casual que digamos que lo que acon-teci tuvo lugar (ibd., 63).
Gonzalo Snchez, por su parte, evidencia tam-bin la importancia del cuerpo en los procesos dememoria. Y si bien su referencia parte de la resea
que elabora sobre otro texto, sus reflexiones al res-
pecto no dejan dudas de su pertinencia. Dice: Lamemoria es asunto de procesos mentales pero tam-
bin es, y muy esencialmente, asunto de marcas yprocesos corporales(Snchez, 2004, 85), y a partir
de ciertos testimonios como los de Primo Levi, o los
que trae la propia publicacin que est reseando,dice: Es la huella de una experiencia fsica indele-ble la que crea la necesidad tambin fsica de con-
tar: de dar testimonio, en busca de alguna forma desimbolizacin de lo real que permita salir de lamarca de la memoria en bruto(ibd., 86).
La pregunta por el cuerpo, en relacin con lamemoria y con la guerra, se hace importante en lareflexin aqu propuesta por dos razones: la prime-
ra para esclarecer si en esos contextos, l formaparte o no de la espacialidad y de qu manera. Lasegunda, por el lugar que el cuerpo viene jugando
en las situaciones de la guerra. Cuando sabemosque la violencia fsica es ejercida literalmentesobrelos cuerpos qu pasa entonces con el cuerpo a lahora del recuerdo? cmo se involucra l en la na-rracin de la violencia? Y si tambin es espacio,cmo involucrarlo en un anlisis sobre la espaciali-dad de la violencia? Cmo la guerra hace tambindel cuerpo una espacialidad y/o un lugar de me-moria?5 Qu hacer con las referencias espacialesque involucran el cuerpo como espacialidad? Estambin el cuerpo y en ese caso cmo un soportede la memoria? La pretensin en este terreno seraentonces la de desentraar ese lugar del cuerpoen los procesos de memoria o, dicho en otros tr-minos, de desentraar la espacialidad corporal enlos procesos de memorializacin de las poblaciones
vctimas de la guerra y de la violencia.Habra pues necesidad de indagar por las for-
mas concretas como las corporalidades participanen la guerra y/o son obligadas a insertarse en sudinmica. Interrogar, por ejemplo, la manera comolas tramas de la vida cotidiana y de la guerra se
tejen con ciertas corporalidades que bien podranser espacios de luto (Ferrndiz, 2004, 35) o, entrminos ms genricos, un espacio herido6 queconstruye la violencia y que alude a un tenso espa-
5 La expresin, por supuesto, es alusiva al trabajo del historiador francs Pierre Nora.
6 El concepto de espacio heridoes tomado de Ferrndiz quien lo explora en su libro Escenarios del cuerpo(2004) y lo toma, a su vez, de M.Blanchot, 1986, The Writhing of the disastery de L. Langer (sobre el holocausto, 1991).
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cio sociolgico, geogrfico, corpreo, simblico y
existencial articulado en las sombras de la sospe-
cha, la criminalizacin, el estigma, la muerte y el
duelo (ibd.,188-89). Indagar tambin por la manera
como los cuerpos pueden ser espacios de someti-
miento pero tambin espacios de hegemona o
resistencia en (y a) la guerra. Adicionalmente al
asumir el cuerpo un lugar tan prominente en las
formas de violencia ms reciente, indagar por este
lugar del cuerpo en la guerra, ayudara a desentra-
ar muchos de los efectos concretos de la guerra
sobre las poblaciones.
El esfuerzo que habra que hacer entonces con
la puesta en marcha de ejercicios de la memoria,
sera tratar de precisar los aspectos que permitan
interrogar la espacialidaden sus diversas dimensio-
nes: fsica o geogrfica, antropolgica o significada
y, finalmente, corporal.7 Esta aproximacin permiti-
ra no slo saber cmo, con qu, desde dnde fun-
ciona la memoria, sino tambin identificar esas otras
dimensiones espacialesde la guerra que creemos tras-
cienden, con mucho, sus componentes geofsicos e
involucran componentes ms simblicos y ms in-
materiales, que tienen que ver con los procesos de
significacin del territorio, esto es, con las territo-
rialidades, en trminos antropolgicos pero que,
igualmente, involucran el cuerpo, material y simb-
lico como una espacialidaddonde tambin se de-
sarrolla la guerra y acta la memoria.
NADACOMO LAMEMORIAPARA
DESORDENARELTIEMPO
Un segundo componente muy importante de
la memoria que queremos interrogar aqu es el de
su temporalidad. De hechola memoria es tiempo
(Ricoeur, 2003). En efecto, la memoria se construye
desde el presente, sobre el pasado y hacia el futuro.
O, en trminos de Gonzalo Snchez, el pasado se
vuelve memoria cuando podemos actuar sobre l
en perspectiva de futuro (Snchez, 2003, 25). En
este sentido, ella tiene la posibilidad, de reconfigu-
rar el tiempo (Ricoeur, 2003) o, en trminos nues-
tros, de desordenarlo. Este desorden y/o estaspro-
blemticas temporalidadesde la memoria tampoco
terminan de esclarecerse. Podramos preguntarnos
cul es la relacin que se establece entre tiempo y
memoria cuando aludimos a ella como: a) una re-
construccin del pasado, b) que se construye desde
el presente, c) que debe invocarse solamente en
trminos de futuro posibles? (Todorov, 2000 y Ri-
coeur, 2003) Cul es, pues, la cronologa de la
memoria o de qu desrdenes temporales8 esta-
mos hablando al abocar el tema de la memoria? Sin
duda, la compleja relacin entre tiempo, historia y
memoria, tan ampliamente explorada por Ricoeur
(1999 y 2003), adquiere aqu todo su significado.
En estrecha relacin con este problema surge
otro: cul es la temporalidadde la narracin al cons-
truir o reconstruir memorias? Cul es el juego o el
desplazamiento posible entre estos tiempos y/o cu-
les son los otros ordenes temporales que el relato
construye? Cul es la relacin que se establece entre
el tiempo de la memoria y el tiempo de la narracin?
Y, finalmente, dnde se anidan esos hitos que
marcan el relato? Cmo evidenciar la emocin y la
subjetividad en su condicin constructora de refe-
rentes significantes como marcadora de tiempos?
Aqu, al introducir el problema de la subjetivi-
dad, se hace importante retomar la diferenciacin
establecida por Gonzalo Snchez entre las pretensio-
nes objetivadoras de la historia y, por el contrario, el
carcter militante de la memoria. Dice Snchez:
La historia tiene una pretensin objetivadora y
distante frente al pasado que le permite atenuar
la exclusividad de las memorias particulares (...)
La memoria, por el contrario, tiene un sesgo mi-
litante, resalta la pluralidad de relatos, inscribe,
almacena u omite y, a diferencia de la historia,
es la fuerza, la presencia viva del pasado en el
presente. La memoria requiere del apoyo de la
historia pero no se interesa tanto por el aconteci-
miento, la narracin de los hechos o su recons-
truccin como dato fijo sino por las huellas de la
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experiencia vivida. (...) Lo que se olvida y se re-
cuerda[dice retomando a Aug] no son los he-
chos mismos sino la impresin, el sello que han
dejando en la memoria(Snchez, 2003, 24-25).
Esta dimensin subjetiva de la memoria es tam-
bin resaltada por otro autor, Alejandro Portelli,
quien viene trabajando, a travs de la historia oral,
en la recuperacin de las memorias de la guerra en
Espaa. Dice Porteli:
La paradoja principal de la historia oral y de las
evocaciones es de hecho que las fuentes son per-
sonas, no documentos. La motivacin para na-
rrar consiste precisamente en ex-
presar el significado de la expe-
riencia a travs de los hechos:
recordar y contar es ya interpre-
tar(Portelli, 1994).
Las preguntas por la tempora-
lidad de y en la memoria cobran,
pues, pertinencia y no es fcil des-
entraar el asunto. Pasados, presen-
tes y futuros recorren las reflexio-
nes de diferentes autores sin que
haya claridad sobre su respectivo
papel en la construccin de la me-
moria. El pasado desde su condi-
cin de posibilidad de la memoria.
Sin duda, la anterioridad constituye la manera tem-
poral por excelencia de la cosa recordada, de lo
recordado en cuanto tal. As el referente ltimo
de la memoria sigue siendo el pasado(Ricoeur,
2003, 22-23). El presente desde la posibilidad de
resignificar el sentido de ese pasado y poder dejar-
lo atrs9 (de ah las demandas de justicia) y el futu-
ro, desde las potencialidades y/o los beneficios de
la memoria, al permitir poner el acento en el futuro.
La posibilidad de responder, o al menos, de
problematizar la reflexin en este terreno pasa, en
primer lugar, por la interrogacin a la Historia como
disciplina y/o a la capacidad de la historiografa para
esclarecer el problema del pasado (y con l el del
tiempo), pero remite tambin a los presentes desde
donde se reconstruye el sentido de ese pasado; un
pasado que solo es posible reconstruir en el pre-
sente. Y remite tambin, finalmente, y de manera
muy importante a los futuros posibles, esto es, a
las dimensiones polticas de la memoria en tanto
son ellas las que estructuran estas
posibilidades. Como lo plantea
nuevamente Gonzalo Snchez:
un intento de respuesta a las pre-
guntas sobre la memoria, el olvi-
do, la reparacin tiene que estar
condicionado a un gran esfuerzo
de historia critica, de contextuali-
zacin (...) que nos permita ha-
cer la seleccin de lo memorable.
Un proceso de reapropiacin del
pasado que nos devuelva el sen-
tido de identidad y de pertenen-
cia y la confianza en el futuro (...)
(Snchez, 2003, 20).
Futuro que est, obviamente, en relacin con
la utilizacin que se haga de ese pasado, esto es,
con los usos sociales de la memoria y, en ultimo
trmino, con el papel que el pasado debe desempe-
ar en el presente (Todorov, 2000, 17-18), lo que le
7 Es posible pensar incluso que, a la hora de su abordaje, se invierta el orden de prioridad de estas dimensiones espaciales y sea precisoiniciar la bsqueda por la espacialidad corporal.
8 Con desordenes temporales aludimos a los tiempos que juegan en un sentido distinto al tiempo cronolgico que conocemos: pasados,presentes y futuros.
9 En esta posibilidad se asientan no slo los procesos de elaboracin del duelo en lo individual (lo psquico), sino los procesos histricos deajustar cuentas con el pasado en el caso de las naciones y las sociedades (Ignatieff, 1999).
El pasado se
vuelve memoria
cuando podemos
actuar sobre l, en
perspetiva de
futuro
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confiere, sin duda, su carcter problemtico y pol-
tico a la hora de resignificar ese pasado con pers-pectivas de futuro, dado que aqu se juegan no slolas distintas versiones del pasado que como lo se-
ala Jelin (2002, 6), es una lucha de memorias con-tra memorias, sino asuntos tan disputados como la
verdad histrica. Por lo dems, y en trminos de la
resignificacin de ese pasado, y sus perspectivasde futuro ya conocemos las llamadas de atencinde Todorov sobre los usos y/o abusos de la me-
moria y la diferenciacin que establece entre lamemoria literal y la memoria ejemplar donde laprimera se queda presa del pasado y la segunda,
en cambio, se convierte en principio de accin parael presente y es potencialmente liberadora (Todo-rov, 2000, 30-31).
Con todo, el asunto no termina de esclarecer-se. Para Vsquez pasado, presente y futuro [debenser] contemplados no como simples segmentos deun vector cronolgico, sino como componentes deuna temporalidad significativa. Hacer memoria, dice,no es proceder siguiendo una secuencia lineal deacontecimientos en el tiempo. Mediante nuestra me-moria, mediante la construccin que hacemos delpasado y de los acontecimientos conectamos el pre-sente con el pasado y, eventualmente, con el futuro.O, cuando afirma de manera ms concluyente, quela memoria evoluciona mediante rodeos y desviacio-nes construyendopara el momentoel relato y su tem-poralidad. (Vsquez, 2001,124-5). Esto es, su poten-cialidad estara dada en el presen-te. O tambin porque, como loplantea Jelin, ubicar temporal-mente a la memoria significa ha-
cer referencia al espacio de la ex-
periencia en el presente. Una ex-periencia de hombres y mujeres
concretos que actan y sufren yque obligan a establecer de otramanera los sentidos de la tempo-
ralidad: el presente contiene yconstruye la experiencia pasada
y las expectativas futuras. (Jelin,
2002, 12-13).
Esclarecer, en trminos tericos, estas dimen-siones temporales de la memoriasupone, pues, unjuicioso ejercicio de elaboracin de una reflexinque pueda dar cuenta de las relaciones que se esta-blecen entre historia y memoria y, de manera muyimportante, las que se establecen entre memoria ytiempo (Ricoeur, 2003). Sin duda, la posibilidad deinsertar las memorias individuales en un relato his-trico que les d sentido, pasa por darle lugar a unacierta periodicidad de los hechos que ayude a con-textualizar sus temporalidades.
Con todo, a las dificultades de dilucidar el asun-to se le suman las complejas relaciones entre tiem-po y memoria cuando se trata de procesos ligados asituaciones violentas, dado que de lo que se trataah es de una memoria de sufrimientos ms que deacontecimientos (Pcaut, 2003, 125). Pero cmoestablecerle una temporalidad al sufrimiento? Adi-cionalmente porque en el caso colombiano habra
que dilucidar tambin sus temporalidades, al pare-cer comprometidas, en lo que Pcaut llama el pre-sentismo, una mera secuencia de acontecimientos
que va a la par con la discontinuidad temporal. Loque conducira a una especie de memoria atempo-ral, una memoria que apunta a ubicar a los muer-
tos por fuera de cualquier temporalidad y en lacual no se diferencia lo presente de lo pasado (ibd.,118,120). Una atemporalidad que se manifiesta en
la confusin de tiempos, una memoria mtica de larepeticin frente a una violencia pasada que nunca
ha logrado llegar a ser efectiva-
mente pasado. (ibd.,122 y ss.).Esa discontinuidad y/o confusinde tiempos tendra asiento en la
inmediatez con la cual se vive el
evento violento, que se repite casiinmediatamente llegando a des-
plazar al anterior sin dar ningunaposibilidad de construir relatoscolectivos, esto es, de hacer me-
moria del hecho y por esa vade integrarlos progresivamenteen la historia (ibd., 122). De al-guna manera, y en trminos de
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las temporalidades del fenmeno, la violencia de
hoy estara cargando con la no inclusin de laVIOLENCIA en el pasado y su percepcin de pre-sente perpetuo, comprometiendo an ms la po-
sibilidad de la memoria. Una violencia pues que,hoy como ayer, arrasa sin las debidas contextuali-zaciones histricas y por tanto sin tiempos. As las
cosas, la pregunta a hacerse es cmo esclarecer,en este caso, la temporalidad de la memoria ligadaa la violencia?
LAS NARRATIVASDELAMEMORIA
Un tercer problema, ligado al del(os) espacio(s)y el(os) tiempo(s) de la memoria pero a otro nivel,en tanto los atraviesa a ambos, y que quisiramosexplorar es el que tiene que ver con la narrativa y/o con el carcter narrativo de la memoriacomo elmecanismo privilegiado de su construccin. Es po-sible atribuirle un carcter exclusivamente narrativoa la memoria? Es el relato, el elemento diferencia-dor entre el recuerdo y la memoria? Para algunosautores, en efecto, la memoria no existe si no esnarrada (Vsquez, 2001). Esta afirmacin es refor-zada por Aug, cuando dice que un recuerdo comoimpresin, como huella mnsica, an no constituyela memoria. Al recuerdo (en la psiquis individual)privado, le hara falta palabra, relato para construirmemorias. O, cuando plantea claramente que cuan-do habla de relatos, no alude solamente a las for-mas literarias consagradas, sino tambin a los rela-tos10 que adornan cada vivencia individual, cada
vida en trance de vivirse y de narrarse (Auge, 1998,61). Quiz por eso nos parece ms acertada la pala-bra Re- Memorar, utilizada por Ricoeur, que pareceunir, en su forma incluso, el recuerdo a la memoria;
la impresin, con el relato que se construye sobre
ella. Relato o narracin que, por lo dems, le da sudimensin pblica al recuerdo. (Ricoeur, 2003, 169).
Y que acompaa, de alguna manera, las memorias
corporales. Dice Ricoeur: la memoria corporal pue-de ser actuada (...) pero las pruebas, las enferme-dades, las heridas, los traumatismos del pasado, in-
vitan a la memoria corporal a fijarse en incidentesprecisos que apelan fundamentalmente a la memo-ria secundaria, a la rememoracin e invitan a crear
su relato (ibd., 62).Para Aug el carcter narrativo de la memoria
es todava ms contundente. Para l existe una di-
mensin narrativa en toda existencia. La vida realque vivimos, se pregunta, no se presenta acasocomo un intrincado tejido de historias, intrigas, acon-tecimientos que afectan a la esfera privada o a laesfera pblica, que nos narramos unos a otros conmayor o menor talento y conviccin? (Aug, 1998,39). Esta dimensin narrativa de la existencia huma-na es an ms clara en relacin con la memoriacuando dice que en cuanto nos alejamos del rela-to, en cuanto renunciamos a plasmar en forma derelato lo que denominamos recuerdo, nos alejamosquizs tambin de la memoria (ibd., 29).
As mismo Flix Vsquez insiste en el carcternarrativo que tendra la memoria en tanto es la na-rracin la que articula los acontecimientos (Vsquez,2001,108), aprovechando, dice retomando a Ri-coeur, la virtualidad que tiene de poder reconfigu-rar el tiempo. El recurso narrativo permite que la
memoria quede integrada dentro de la prctica cons-tructiva humana y las personas adquieran sentido yprotagonismo al incluirse en el relato. (ibd., 109).
Es por otra parte lo que podemos concluir de
la apreciacin de Ricoeur sobre lo que llama lamemoria declarativadel testimonio que, por lo de-
ms, considera como lo mejor para asegurarnos deque algo ocurri (Ricoeur, 2003, 191-192). Testi-
10 Esta concepcin sobre el relato parece coincidir con la de Paul Ricoeur para quien el relato es: una composicin que rene unaserie completa de aconte cimientos conforme a un orden especfic o [donde] dicho orden nos posibilita hablar del discurso narrativo(Ricoeur, 1999, 92 ).
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monios que se vuelven relato, narrativa. De hecho,
va a plantear que la actividad de testimoniar revela
entonces la misma amplitud y el mismo alcance que
la de narrar en virtud del claro parentesco entre
ambas actividades (ibd., 212-213). Tambin para
Jelin la memoria o el acontecimiento memorable
se expresa en una forma narrativa. De ah su afir-
macin de que las vivencias pasadas que no pue-
den ser integradas narrativamente, que conllevan
grietas en la capacidad narrativa, son huecos en la
memoria (Jelin, 2002, 27-28), silencios, traumas.
Con todo y este acuerdo en que la forma narra-
tiva (y/o el relato) parece ser la expresin privilegia-
da de la memoria, esto es, que no existira la memo-
ria sin relato, la reflexin en este terreno no resulta
para nada simple. La discusin en torno a la narrativa
ha involucrado no slo a los lingistas, (como lo ex-
presa toda la gama de aproximaciones y enfoques
desde quienes propugnan por el estudio de las es-
tructuras internas de la lengua como sistema, pasan-
do por las relaciones entre el uso del lenguaje y el
contexto, hasta los anlisis del discurso que apuntan
a la construccin social del sentido, entre otros deba-
tes), sino tambin a los historiadores (como lo dejan
ver, por ejemplo, las discusiones sobre el estatuto
epistemolgico de la Historia (White, Foucault); la
de la ligazn profunda entre la historia y su relato
escrito, as como las relaciones complejas entre el
manejo del tiempo en el discurso histrico (Ricoeur);
las diferencias entre la historia como realidad y la
historia como discurso o el discurso historiogrfico,
(Todorov); las implicaciones del discurso histrico
en relacin al hacer la historia y/o al contar la
historia (De Certeau). Esto sin dejar de lado que el
tema ha sido abordado tambin, y de manera muy
extensa y muy profunda, desde la filosofa herme-
nutica por Paul Ricoeur, quien le debe al problema
de la narrativa, sus mejores obras.11
Sin pretender abordar aqu una reflexin que
apenas comenzamos (y que por lo dems sabemos
que habra que explorar ampliamente si queremos
desentraar la naturaleza de este componente de la
memoria), la pregunta por la forma narrativa de (y
en) la memoria podra permitirnos, por lo pronto,
sealar uno de los aspectos fundamentales del pro-
blema. El que tiene que ver con elpoder comunica-
tivode los relatos y/o las narrativas en su doble
dimensin como acto de narrar y como produc-
to (el enunciado narrativo); pero tambin con sus
significaciones y resignificaciones y, finalmente, con
los usos y los efectos sociales, simblicos y cogniti-vos de esas narrativas. (Mumby, 1993 citado por
Contursi y Ferro, 2000, 100). Lo que para efectos
del desarrollo de ejercicios de la memoria, v.gr.
de la posibilidad de producir actos de habla y re-
cuperar los testimonios presentes en esas narrati-
vas; con la posibilidad tambin, en trminos de sig-
nificaciones, de resemantizar a travs de ellas ese
pasado violento en tanto se trata de la memoria,
como ejercicio de resignificacin del sentidode ese
pasado (Ricoeur, 2003) y con los usos polticos o
las perspectivas de futuro que de ellas puedan
derivarse, reviste una importancia fundamental en
la construccin y reconstruccin de la(s) memoria(s)
producida en contextos de guerra.
PALABRASFINALES
Con estas tres preguntas o problemas quere-
mos, pues, intentar esclarecer, tericamente, la na-
turaleza de estos tres componentes: espacio, tiem-
po y narracin, para poder abordar con mayor
precisin el papel que ellos juegan en los procesos
de memorializacin que hacen las poblaciones en
el contexto de la guerra. Creemos que esto ayudara
a perfilar, a futuro y con mayores posibilidades de
realizacin, diversos ejercicios de la memoria y a
11 Sin duda, para el problema que nos ocupa este autor es referencia obligada. No solamente los textos ya citados, sino tambin Tiempo yNarracin.
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esclarecer, con mayor precisin terica, sus mo-
dos de funcionamiento. Ayudara tambin a poten-ciar, con mayores posibilidades, sus usos polticos.Permitira pues, en sntesis, indagar por el juego de
las espacialidades y las temporalidades, puestas enobra en la reconstruccin de las memorias de laguerra y ayudara, finalmente, a desentraar el ca-
rcter narrativo o no de la memoria.
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