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NIETZSCHE Y LA ESCRITURA FRAGMENTARIA*
Maurice Blanchot
Es relativamente fcil acomodar los pensamientos de Nietzsche VHJ~QXQDFRKHUHQFLDGRQGHVXVFRQWUDGLFFLRQHVVHMXVWLFDQ\DVHDjerarquizndose o ya sea dialectizndose. Hay un sistema posible
virtual donde la obra, abandonando su forma dispersa, da lugar
a una lectura continua. Discurso til, necesario. Entonces lo com-
prendemos todo, sin quebrantos y sin fatigas. Es tranquilizador que
semejante pensamiento, ligado al movimiento de una busca que es WDPELpQODEXVFDGHOGHYHQLUSXHGDSUHVWDUVHDXQDH[SRVLFLyQGHFRQMXQWRHVRQRVGDVHJXULGDG$GHPiVHVXQDQHFHVLGDG,QFOXVRHQVXRSRVLFLyQDODGLDOpFWLFDHVWHSHQVDPLHQWRWLHQHTXHGHSHQGHUGHODGLDOpFWLFD,QFOXVRGHVSUHQGLGRGHXQVLVWHPDXQLWDULR\HPSHxDGRen una pluralidad esencial, este pensamiento debe designar todava XQFHQWURDSDUWLUGHOFXDO9ROXQWDGGH3RGHU6XSHUKRPEUH(WHUQR5HWRUQR QLKLOLVPR SHUVSHFWLYLVPR SHQVDPLHQWR WUiJLFR \ WDQWRVotros temas separados, vayan unos hacia otros y se comprendan se-
gn una interpretacin nica: aunque fuere precisamente como los GLYHUVRVPRPHQWRVGHXQDORVRItDGHODLQWHUSUHWDFLyQ
+D\GRVKDEODVHQ1LHW]VFKH8QDSHUWHQHFHDOGLVFXUVRORVyFRHOGLVFXUVRFRKHUHQWHTXHpODYHFHVGHVHDOOHYDUDVXFXOPLQDFLyQ
3XEOLFDFLyQRULJLQDO1LHW]VFKHHWOpFULWXUHIUDJPHQWDLUHLa Nouvelle Revue franaiseQ3DUtVGLFLHPEUHGHSSQHQHURGHSS19-32. Luego ser retomado por Blanchot en /(QWUHWLHQLQQL, Pars, Gallimard, 1969, pp. 227-255.
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componiendo una obra de envergadura, anloga a las grandes obras
de la tradicin. Los comentaristas la reconstruyen. Se pueden
considerar sus textos sueltos como elementos de este conjunto. El
conjunto conserva su originalidad y su poder. Se trata de esa gran ORVRItDHQGRQGHYXHOYHQDHQFRQWUDUVHOOHYDGDVDXQDOWRJUDGRGHLQFDQGHVFHQFLD ODV DUPDFLRQHV GH XQ SHQVDPLHQWR WHUPLQDO (Vposible entonces preguntarse si mejora a Kant, si lo refuta, lo que le GHEHD+HJHOORTXHQRDFHSWDGHpOVLHVGLDOpFWLFRVLHVDQWLGLDOpF-tico, si concluye la metafsica, si la reemplaza, si prolonga un modo
existencial de pensar o si es esencialmente una Crtica. Todo ello, en
cierta forma, pertenece a Nietzsche.$GPLWiPRVOR$GPLWDPRVTXHHVHGLVFXUVRFRQWLQXRVHDHOWUDV-fondo de sus obras divididas. Pero queda que Nietzsche no se con-
tenta con ello. E incluso, si una parte de sus fragmentos puede ser UHODFLRQDGDFRQHVDHVSHFLHGHGLVFXUVR tQWHJURHVPDQLHVWRTXHpVWHODORVRItDPLVPDHVVLHPSUH\DVXSHUDGRSRU1LHW]VFKHTXHpOORVXSRQJDPiVELHQTXHORH[SRQJDDQGHKDEODUPiVDOOiGHacuerdo con un lenguaje completamente distinto, no ya el del todo,
sino el del fragmento, de la pluralidad y de la separacin.
Es difcil captar esta habla del fragmento sin alterarla. Incluso
lo que Nietzsche nos ha dicho de ella la deja intencionalmente
recubierta. Sin duda, semejante forma marca su rechazo del siste-
ma, su pasin por el inacabamiento, su pertenencia a un pensamien-
to que sera el de la Versuch y de los9HUVXFKHU y est ligada a la movilidad de la busca, al pensamiento viajero (el de un hombre que SLHQVDFDPLQDQGR\GHDFXHUGRFRQODYHUGDGGHOFDPLQDU7DPELpQes verdad que esta forma parece cercana al aforismo, pues se ha FRQYHQLGRTXHHQODIRUPDDIRUtVWLFDHVGRQGHpOGHVWDFD El aforis-PRGRQGHVR\HOSULPHURGHORVPDHVWURVDOHPDQHVHVXQDIRUPDGHHWHUQLGDGPLDPELFLyQHVGHFLUHQGLH]IUDVHVORTXHRWURGLFHy no diceHQXQOLEUR3HURHVUHDOPHQWHpVDVXDPELFLyQ\HOWpUPLQRaforismo es la medida de lo que busca?1RHVWR\ORVXFLHQWHPHQWHacotado como para un sistema QLVLTXLHUDSDUDPLVLVWHPD. El afo-rismo es el poder que acota, que encierra. Forma que tiene forma de
horizonte, su propio horizonte. Por aqu, se ve lo que aquella habla WLHQHWDPELpQGHDWUDFWLYRVLHPSUHUHWLUDGDHQHOODPLVPDFRQDOJRde sombro, de concentrado, de oscuramente violento que hace que
se parezca al crimen de Sade completamente opuesta a la mxima,
aquella sentencia destinada al uso del bello mundo y pulida hasta
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volverse lapidaria, mientras que el aforismo es tan insociable como
un guijarro [Georges Perros] (pero una piedra de origen misterioso,
un grave meteoro al que, apenas ha cado, le gustara volatilizarse).
Habla nica, solitaria, fragmentada pero, a ttulo de fragmento, ya
completa, entera en esa parcelacin, y destellante sin remitir a nada HVWDOODGR5HYHODQGRDVtODH[LJHQFLDGHORIUDJPHQWDULRTXHHVGHtal ndole que la forma aforstica no podra convenirle.
(OKDEODGHIUDJPHQWRLJQRUDODVXFLHQFLDQRHVVXFLHQWHQRse dice con miras a ella misma, no tiene como sentido su contenido.
Pero tampoco se compone con los dems fragmentos para formar un
pensamiento ms completo, un conocimiento de conjunto. Lo frag-
mentario no precede al todo, sino que se dice fuera del todo y tras pO&XDQGR1LHW]VFKHDUPD1RH[LVWHQDGDIXHUDGHOWRGR aun-que crea que nos aligera de nuestra particularidad culpable y que WDPELpQUHFXVDHOMXLFLRODPHGLGD\ODQHJDFLyQSXHV no se puede MX]JDU HO WRGR QLPHGLUOR QL FRPSDUDUOR QL VREUH WRGRQHJDUOR VLJXHVXFHGLHQGRTXHFRPROD~QLFDYiOLGDDUPDGHHVWHPRGRODFXHVWLyQGHOWRGR\UHVWDXUDODLGHDGHWRWDOLGDG/DGLDOpFWLFDHOVLV-tema, el pensamiento como pensamiento del conjunto recobran sus GHUHFKRV\IXQGDQODORVRItDFRPRGLVFXUVRDFDEDGR3HURFXDQGRdice: Me parece importante que nos desembaracemos del Todo, de
OD8QLGDGHVQHFHVDULRGHVPLJDMDUHO8QLYHUVRSHUGHUHOUHVSHWRDO7RGR entra entonces en el espacio de lo fragmentario, asume el riesgo de un pensamiento no garantizado ya por la unidad.
El habla donde se revela la exigencia de lo fragmentario, habla QRVXFLHQWHSHURQRSRULQVXFLHQFLDQRDFDEDGDSRUVHUDMHQDDla categora de la realizacin), no contradice el todo. Por un lado,
hay que respetar el todo y, si no decirlo, por lo menos realizarlo.
Somos seres del Universo y por ello girados hacia la unidad todava
ausente. Dice Nietzsche: KDFHPRVYRWRVSRUVRMX]JDUHO8QLYHUVRPero hay otro pensamiento y otros votos completamente diferentes
verdaderamente eso no es un voto. Todo est ahora ya como reali-
zado, el Universo es nuestro premio, el tiempo ha concluido, hemos VDOLGRGHODKLVWRULDSRU ODKLVWRULD(QWRQFHVTXpTXHGDWRGDYtDSRUGHFLUTXpTXHGDWRGDYtDSRUKDFHU"
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El habla fragmentaria, la de Nietzsche, ignora la contradiccin.
He aqu algo que es extrao. Hemos notado, siguiendo a Jaspers,
que no se comprende bien a Nietzsche, que no se le hace justicia a VXSHQVDPLHQWRVLFDGDYH]TXHpVWHDUPDFRQFHUWH]DQRVHEXVFDODDUPDFLyQRSXHVWDFRQODTXHHVWDFHUWH]DHVWiHQUHODFLyQ
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GRVUDVJRVGLIHUHQWHVHVKDEODGHDUPDFLyQTXHQRDUPDQDGDPiVTXHHVRGHPiV\HVDGHPDVtDGHXQDDUPDFLyQDMHQDDODSRVL-ELOLGDG\VLQHPEDUJRGHQLQJ~QPRGRFDWHJyULFDQLMDGDHQXQDcertidumbre, ni planteada en una positividad relativa o absoluta,
mucho menos an diciendo el ser de una manera privilegiada o di-FLpQGRVHDSDUWLUGHOVHUVLQRPiVELHQ\DERUUiQGRVHGHVOL]iQGRVHfuera de ella misma, deslizamiento que la reconduce hacia s, en el
murmullo neutro de la impugnacin.$OOtGRQGHODRSRVLFLyQQRRSRQHVLQRTXH\X[WDSRQHDOOtGRQGHODyuxtaposicin da junto lo que se sustrae de toda simultaneidad, sin
no obstante sucederse, ah se le declara a Nietzsche una experiencia QRGLDOpFWLFDGHOKDEOD1RXQDPDQHUDGHGHFLU \GHSHQVDUTXHSUHWHQGHUtDUHIXWDUODGLDOpFWLFDRH[SUHVDUVHFRQWUDHOOD1LHW]VFKHno deja, si llega el caso, de saludar a Hegel o inclusive de recono-FHUVHHQpOFRPRWDPELpQGHGHQXQFLDUHO LGHDOLVPRFULVWLDQRTXHle arrastra), sino un habla distinta, separada del discurso, que no QLHJD\HQHVHVHQWLGRQRDUPD\TXHVLQHPEDUJRGHMDTXHHQWUHlos fragmentos juegue, en la interrupcin y la detencin, lo ilimitado
de la diferencia.
Hay que tomar en serio la despedida dada por Nietzsche al
pensamiento del Dios Uno, es decir, del dios Unidad. No se trata SDUDpO~QLFDPHQWHGHLPSXJQDUODVFDWHJRUtDVTXHULJHQHOSHQVD-miento occidental. No basta tampoco con concordar los contrarios
antes de la sntesis que los reconciliara, ni siquiera con dividir el
mundo en una pluralidad de centros de dominio vital cuyo principio, SULQFLSLR WRGDYtD VLQWpWLFR VHUtD OD 9ROXQWDG GH 3RGHU $OJRPiVDXGD] \ TXH KDEODQGR FRQ SURSLHGDG OH DWUDH DO GpGDOR GHO GHV-vo antes de exaltarlo hasta el enigma del retorno, tienta aqu a 1LHW]VFKHHOSHQVDPLHQWRFRPRDUPDFLyQGHOD]DUDUPDFLyQHQGRQGHHOSHQVDPLHQWRVHUHODFLRQDQHFHVDULDPHQWHLQQLWDPHQWHconsigo mismo mediante lo aleatorio (que no es lo fortuito), relacin HQGRQGHpOVHGDFRPRSHQVDPLHQWRSOXUDO(OSOXUDOLVPRHVXQRGHORVUDVJRVGHFLVLYRVGHODORVRItDTXHKDHODERUDGR1LHW]VFKHSHURDTXtGHQXHYRHVWiODORVRItD\ORTXHQRVHFRQWHQWDFRQODORVRItD(VWiHOSOXUDOLVPRORVyFRFLHUWDPHQWHmuy importante, puesto que nos recuerda que el sentido es siempre YDULRVTXHKD\XQDVXSHUDEXQGDQFLDGHVLJQLFDFLRQHV\TXH8QRsiempre se equivoca, mientras queODYHUGDGFRPLHQ]DHQGRV de all la necesidad de la interpretacin que no es desvelamiento de
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una nica verdad oculta, incluso ambigua, sino lectura de un texto
en varios sentidos y que no tiene tampoco otro sentido que el del
SURFHVRHOGHYHQLUque es la interpretacin. Hay por tanto dos cla-VHVGHSOXUDOLVPR8QRHVORVRItDGHODDPELJHGDGH[SHULHQFLDGHOVHUP~OWLSOH'HVSXpVHVWHRWURH[WUDxRSOXUDOLVPRVLQSOXUDOLGDGQLunidad, que el habla de fragmento lleva consigo como la provocacin
del lenguaje, aquel que todava habla incluso cuando ya todo ha sido
dicho.
(O SHQVDPLHQWR GHO VXSHUKRPEUH QR VLJQLFD HQ SULPHUDinstanFLD HO DGYHQLPLHQWR GHO VXSHUKRPEUH VLQR TXH VLJQLFD ODdesaparicin de algo que se haba llamado el hombre. El hombre GHVDSDUHFH pO HVTXLHQ WLHQHSRUHVHQFLD ODGHVDSDULFLyQ'HHVWHPRGRVyORVXEVLVWHHQODPHGLGDHQTXHSXHGHGHFLUVHTXHpOQRKDcomenzado todava. /D KXPDQLGDG QR WLHQH WRGDYtD QDO (kein Ziel).3HUR VL ODKXPDQLGDG VXIUHSRU IDOWDUOHXQQDO QR VHUiSRUTXHWRGDYtDQRKD\KXPDQLGDG"$SHQDVHQWUDHQVXFRPLHQ]RFXDQGR\DHQWUDHQVXQDOFXDQGRFRPLHQ]DDDFDEDU(OKRPEUHHVsiempre el hombre del ocaso, ocaso que no es degeneracin, sino, por
el contrario, la falta que se puede amar, que une, en la separacin
y la distancia, la verdad humana con la posibilidad de perecer.
El hombre de ltimo rango es el hombre de la permanencia, de la
subsistencia, aquel que no quiere ser el ltimo hombre.
Nietzsche habla del KRPEUH VLQWpWLFR WRWDOL]DGRU MXVWLFDGRU Expresiones notables. Este hombre que totaliza y que tiene por lo WDQWRUHODFLyQFRQHOWRGRELHQVHDTXHpOORLQVWDXUHELHQVHDTXHpOWHQJDVXGRPLQLRQRHVHOVXSHUKRPEUHVLQRHOKRPEUHVXSHULRU(OKRPEUHVXSHULRUHVHQHOVHQWLGRSURSLRGHOWpUPLQRHOKRPEUHtQWHJURHOKRPEUHGHOWRGR\GHODVtQWHVLV$KtHVWila meta que necesita la humanidad. Pero Nietzsche en el Zaratustra dice WDPELpQ(OKRPEUHVXSHULRUQRHVWiORJUDGR (missgeraten). El no es defectuoso por haber fracasado, ha fracasado porque ha tenido p[LWR KD DOFDQ]DGR VXPHWD 8QD YH] OOHJDGR D WXPHWD VREUHWXFLPDKRPEUHVXSHULRUHVGRQGHW~WURSH]DUiV3RGHPRVSUH-guntarnos cul sera, cul es el lenguaje del hombre superior? La UHVSXHVWDHVIiFLO(VHOGLVFXUVRWDPELpQtQWHJURFRPRpOHO logos TXHGLFHHOWRGRODVHULHGDGGHOKDEODORVyFDORSURSLRGHOKRPEUHsuperior es la seriedad de la probidad y el rigor de la veracidad):
habla continua, sin intermitencia y sin vaco, habla de la realizacin
lgica que ignora el azar, el juego, la risa. Pero el hombre desapare-
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ce, no solamente el hombre fallido, sino el hombre superior, es decir, ORJUDGRDTXpOHQTXLHQWRGRHVGHFLUHOWRGRVHKDUHDOL]DGR4XpVLJQLFDSRUWDQWRHVWHIUDFDVRGHOWRGR"(OKHFKRGHTXHHOKRPEUHGHVDSDUH]FDHVHKRPEUHYHQLGHURTXHHVHOKRPEUHGHOQDOKDOODVXSOHQR VHQWLGRSRUTXHHO TXHGHVDSDUHFH HV WDPELpQHOKRPEUHcomo todo, el ser en quien el todo en su devenir se ha hecho ser.
El habla como fragmento tiene relacin con el hecho de que
el hombre desaparezca, hecho mucho ms enigmtico de lo que
se piensa, puesto que el hombre es en cierta forma lo eterno o lo
indestructible y, siendo indestructible, desaparece. Indestructible: GHVDSDULFLyQ
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HQVXSOXUDOLGDG/HQJXDMHODDUPDFLyQPLVPDDTXHOODTXHQRVHDUPD\DFRQPRWLYRGHRFRQPLUDVDOD8QLGDG$UPDFLyQGHODdiferencia, pero sin embargo nunca diferente. Habla plural.
La pluralidad del habla plural: habla intermitente, discontinua TXH VLQ VHU LQVLJQLFDQWH QR KDEOD FRQ PRWLYR GH VX SRGHU GHrepreVHQWDU\QLVLTXLHUDGHVLJQLFDU/RTXHHQHOODKDEODQRHVODVLJQLFDFLyQODSRVLELOLGDGGHGDUVHQWLGRRGHUHWLUDUHOVHQWLGRaunque fuere un sentido mltiple. Ello nos lleva a pretender, quiz
con demasiada prisa, que esa habla se designa a partir del entreds,
que est como en guardia en torno a un punto de divergencia, espa-
cio de la dis-locacin que esa habla busca acotar, pero que siempre ODGLVFULPLQDDSDUWiQGRODGHHOODPLVPD LGHQWLFiQGRODFRQHVWHapartamiento, imperceptible desfase, donde siempre vuelve a s mis-PDLGpQWLFDQRLGpQWLFD
Sin embargo, incluso si esta especie de acercamiento est en par-
te fundado no podemos todava decidir acerca de ello, nos damos
cuenta perfectamente de que no basta con reemplazar continuo por
discontinuo, plenitud por interrupcin, conjuncin por dispersin,
para acercarnos a esa relacin que pretendemos recibir de ese
lenguaje distinto. O, ms precisamente, la discontinuidad no es el VLPSOHUHYHUVRGHORFRQWLQXRRFRPRRFXUUHHQODGLDOpFWLFDXQPR-mento del desarrollo coherente. La discontinuidad o la detencin de
la intermitencia no detiene el devenir sino que, por el contrario, lo
provoca o lo llama en el enigma que le es propio. Esta es la gran in-H[LyQTXHHOSHQVDPLHQWRUHDOL]DFRQ1LHW]VFKHTXHHOGHYHQLUQRHVODXLGH]GHXQDGXUDFLyQLQQLWDEHUJVRQLDQDRODPRYLOLGDGGHun movimiento interminable. La desmembracin el desgajamien-
to de Dinisos, he ah el primer saber, la experiencia oscura en
donde el devenir se descubre en relacin con lo discontinuo y como el MXHJRGHpVWH
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(OKRPEUHGHVDSDUHFH(VXQDDUPDFLyQ3HURHVDDUPDFLyQVHGHVGREODLQPHGLDWDPHQWHHQSUHJXQWD(OKRPEUHGHVDSDUHFH"
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KRPEUHGHVDSDUHFHDUPDFLyQTXHHVFRQGXFLGDKDVWDVXVOtPLWHVFXDQGRVHGHVGREODHQODSUHJXQWDHOKRPEUHGHVDSDUHFH"
El habla de fragmento no es el habla en donde ya se dibujara
como punteado en blanco el lugar en donde el superhombre
tendra sitio. Es habla de entreds. El entreds no es el mediador
entre dos tiemSRVHOGHOKRPEUH\DGHVDSDUHFLGRSHURGHVDSDUHFHHOKRPEUH"\HOGHOVXSHUKRPEUHDTXpOHQTXLHQHOSDVDGRHVWiSRUYHQLUSHURYLHQHHOVXSHUKRPEUH\SRUTXpFDPLQRV"(OKDEODGHfragmento no junta a uno y a otro, ms bien los separa, es, todo el
tiempo en que ella habla y, al hablar, se calla, el desgarro movedizo GHOWLHPSRTXHPDQWLHQHKDVWDHOLQQLWRDXQDGHODRWUDODVGRVJXUDV HQ GRQGH JLUD HO VDEHU'H HVWHPRGR DO VHxDODU SRU XQDparte la ruptura, le impide al pensamiento pasar gradualmente del
hombre al superhombre, es decir, pensar de acuerdo con la misma
medida o incluso de acuerdo con medidas solamente diferentes, es
decir, pensarse a s mismo de acuerdo con la identidad y la unidad.
Por otra parte, seala algo ms que la ruptura. Si la idea de la su-
peracin entendida sea en un sentido hegeliano, sea en un sentido
nietzscheano: creacin que no se conserva sino que destruye no
podra bastarle a Nietzsche, si pensar no es solamente ultrapasar, VLODDUPDFLyQGHO(WHUQR5HWRUQRVHFRPSUHQGHHQSULPHUOXJDUFRPRHOIUDFDVRGHODVXSHUDFLyQQRVDEUHHOKDEODIUDJPHQWDULDDHVD SHUVSHFWLYD" QRVSHUPLWHKDEODUHQHVDGLUHFFLyQ"7DOYH]SHURGHXQDIRUPDLQHVSHUDGD$TXHOODKDEODQRHVODTXHDQXQFLD HO FRUUR SRU HQFLPD GH OR TXH HUD DTXt DOOi \ HQ FXDOTXLHU RWUDparte HOODQR HVDQXQFLDGRUD HQ VtPLVPDQRDQXQFLDQDGDQRUHSUHVHQWDQDGDQRHVQLSURIpWLFDQLHVFDWROyJLFD&XDQGRHOODVHenuncia, todo ha sido ya anunciado, comprendida la eterna repeti-FLyQGHOR~QLFRODPiVYDVWDGHODVDUPDFLRQHV6XSDSHOHVPiVextrao. Es como si cada vez que lo extremo se dice, ella llamara al SHQVDPLHQWRDODIXHUDQRPiVDOOiVHxDOiQGROHSRUVXVXUDTXHel pensamiento ya ha salido de s mismo, que est fuera de s, en
relacin sin relacin con un afuera de donde est excluido en la
medida en que cree poder incluirlo y, cada vez, necesariamente, lo FRQYLHUWHYHUGDGHUDPHQWHHQ OD LQFOXVLyQHQGRQGHpOVHHQFLHUUD
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y si a Nietzsche le hace entender que el Eterno Retorno (en donde se DUPDHWHUQDPHQWHWRGRORTXHVHDUPDQRSRGUtDVHUOD~OWLPDDUPDFLyQQRHVSRUTXHHOODDUPHDOJRPiVHVSRUTXHODUHSLWHHQel modo de la fragmentacin.
En ese sentido, est conchabada con la revelacin del Eterno 5HWRUQR(OHWHUQRUHWRUQRGLFHHOWLHPSRFRPRHWHUQDUHSHWLFLyQ\el habla del fragmento repite esta repeticin desalojando toda eter-
nidad. El eterno retorno dice el ser del devenir, y la repeticin lo
repite como la incesante cesacin del ser. El eterno retorno dice el
eterno retorno de lo Mismo, y la repeticin dice el desvo en donde ORRWURVHLGHQWLFDFRQORPLVPRSDUDOOHJDUDVHUODQRLGHQWLGDGde lo mismo y para que lo mismo llegue a ser a su vez, en su retorno
que lo desva, siempre distinto a s mismo. El eterno retorno dice,
habla extraa, maravillosamente escandalosa, la eterna repeticin
de lo nico, y la repite como la repeticin sin origen, el recomienzo HQ GRQGH UHFRPLHQ]D OR TXH VLQ HPEDUJR MDPiVKD FRPHQ]DGR
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superhombre que viene sin venida, e inversamente, al superhombre
ya desaparecido, al hombre an no llegado: alusin que es el juego GHORREOLFXR\GHORLQGLUHFWR&RQDUVHDHOODHVH[FOXLUVHGHWRGDFRQDQ]D 'H WRGD FRQDQ]D GH WRGD GHVFRQDQ]D FRPSUHQGLGDDKt OD IXHU]DGHOGHVDItRPLVPR
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WHHQORTXHKD\TXHSHQVDU3HURODIXHU]DHVFDSDGHODOX]QRHValgo que solamente estara privado de luz, la oscuridad que aspira WRGDYtDDOGtDHVHVFiQGDORGHORVHVFiQGDORVDOJRTXHVHHVFDEXOOHGHWRGDUHIHUHQFLDySWLFD\HQFRQVHFXHQFLDDXQTXHVLHPSUHDFW~Hexclusivamente bajo la determinacin y en los lmites de una forma,
siempre la forma la disposicin de una estructura la deja escapar.
Ni visible, ni invisible.
&yPR FRPSUHQGHU OD IXHU]D R OD GHELOLGDG HQ WpUPLQRV GHclaridad y oscuridad? (Jacques Derrida). La forma deja escapar
la fuerza, pero lo informe no la recibe. El caos, la indiferencia sin
orillas, de donde se desva toda mirada, ese lugar metafrico que
organiza la desorganizacin, no le sirve de matriz. Sin relacin al-JXQDFRQODIRUPDLQFOXVRFXDQGRpVWDVHUHIXJLDHQODSURIXQGLGDGamorfa, negndose a dejarse alcanzar por la claridad y la no clari-GDGVLOD IXHU]DHMHUFHVREUH1LHW]VFKHXQDWUDFWLYRKDFLDHOFXDOpOWDPELpQVLHQWHUHSXOVLyQ5XERUL]DUVHSRUHOSRGHU es porque ella LQWHUURJDDOSHQVDPLHQWRHQWpUPLQRVTXHYDQDREOLJDUORDURPSHUFRQVXKLVWRULD&yPRSHQVDUODIXHU]D"FyPRGHFLUODIXHU]D"
La fuerza dice la diferencia. Pensar la fuerza es pensar en virtud
de la diferencia. Esto se entiende en primer lugar de una manera VHPLDQDOtWLFDTXLHQGLFHODIXHU]DODGLFHVLHPSUHP~OWLSOHVLKX-biera unidad de fuerza, la fuerza no se dara. Deleuze ha expresado
este hecho con una sencillez decisiva: Toda fuerza est en una re-
lacin esencial con otra fuerza. El ser de la fuerza es plural, sera
absurdo pensarlo en singular. Pero la fuerza no es solamente plu-
ralidad. Pluralidad de fuerzas quiere decir fuerzas distantes, que
se relacionan entre s por la distancia que las pluraliza y que est
en ellas como la intensidad de su diferencia.'HVGHORDOWRGHHVHVHQWLPLHQWRGHGLVWDQFLD dice Nietzsche, uno se arroga el derecho GHFUHDUYDORUHVRGHGHWHUPLQDUORVTXpLPSRUWDODXWLOLGDG") De HVWHPRGRODGLVWDQFLDHVORTXHVHSDUDODVIXHU]DVHVWDPELpQVXcorrelacin y, de una manera todava ms caracterstica, no sola-
mente es lo que desde fuera las distingue sino lo que desde dentro
constituye la esencia de su distincin. Dicho de otro modo: lo que las
mantiene a distancia desde fuera es nicamente su intimidad, eso
por lo que actan y son afectadas, el elemento diferencial que es
el todo de su realidad, no siendo por tanto reales dado que no tienen UHDOLGDGHQVtPLVPDVVLQRVyORUHODFLRQHV UHODFLyQVLQ WpUPLQRV
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$KRUDELHQTXpHVOD9ROXQWDGGH3RGHU"1LXQVHUQLXQGHYHQLUsino un pathos: la pasin de la diferencia.
La intimidad de la fuerza es exterioridad. La exterioridad as DUPDGDQRHVODWUDQTXLODFRQWLQXLGDGHVSDFLDO\WHPSRUDOFRQWL-nuidad cuya clave nos la da la lgica del logos el discurso sin dis-
cursus. La exterioridad tiempo y espacio es siempre exterior a s
misma. No es correlativa, centro de correlaciones, sino que instituye
la relacin a partir de una interrupcin que no une. La diferencia es ODUHWHQFLyQGHODIXHUDHODIXHUDHVODH[SRVLFLyQGHODGLIHUHQFLDdiferencia y afuera designan la distancia original el origen que es
la disyuncin misma y siempre disyunta ella misma. La disyuncin,
all donde tiempo y espacio se juntan disyuntndose, coincide con lo
que no coincide, es lo no coincidente que de antemano desva de toda
unidad.
Tal como alto, bajo, noble, innoble, seor y esclavo no tienen en VtPLVPRVVHQWLGRQLYDORUHVHVWDEOHFLGRVVLQRTXHDUPDQODIXHU]DHQVXGLIHUHQFLDVLHPSUHSRVLWLYDpVWDHVXQDGH ODVPiVVHJXUDVanotaciones de Deleuze: nunca la relacin esencial de una fuerza con
otra es concebida como un elemento negativo), igualmente la fuerza
siempre plural parece, si no para Nietzsche s por lo menos para el
Nietzsche solicitado por la escritura fragmentaria, ser propuesta slo
para someter el pensamiento a la prueba de la diferencia, no siendo pVWDGHULYDGDGHOD8QLGDGQLWDPSRFRLPSOLFiQGROD'LIHUHQFLDTXHno puede sin embargo llamarse primera, como si, por inaugurar un
comienzo, remitiera, paradjicamente, a la unidad como segunda. 6LQRGLIHUHQFLDTXHVLHPSUHGLHUH\HQHVDIRUPDQRVHGDQXQFDen el presente de una presencia, o no se deja aprehender en la vi-VLELOLGDGGHXQD IRUPD'LULHQGRHQFLHUWD IRUPDGHGLIHULU\HQHVHUHGREODPLHQWRTXHODVXVWUDHDHOODPLVPDDUPiQGRVHFRPRla discontinuidad misma, la diferencia misma, aquella que est en
juego all donde acta la disimetra como espacio, la discrecin o
distraccin como tiempo, la interrupcin como habla y el devenir
como el campo comn de esas otras tres relaciones de dehiscencia.
Puede suponerse que si con Nietzsche el pensamiento ha tenido
necesidad de la fuerza concebida como juego de fuerzas y ondas
GHIXHU]DVpara pensar la pluralidad y para pensar la diferencia, a riesgo de exponerse a todas las trabas de un aparente dogmatis-
mo, es porque tiene el presentimiento de que la diferencia es mo-
vimiento o, ms exactamente, determina el tiempo y el devenir en
Nietzsche y la escritura fragmentaria
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GRQGHHOODVH LQVFULEH WDO FRPRHO(WHUQR5HWRUQRKDUiSUHVHQWLUque la diferencia se experimenta como repeticin y la repeticin es GLIHUHQFLD/DGLIHUHQFLDQRHVUHJODLQWHPSRUDOMH]DGHOH\(VFRPRORGHVFXEUH0DOODUPpSRFRPiVRPHQRVSRUHVDPLVPDpSRFDel espacio en cuanto se espacia y se disemina y el tiempo: no la KRPRJHQHLGDG RULHQWDGDGHO GHYHQLU VLQR HO GHYHQLU FXDQGR pVWH VHHVFDQGHVHLQWLPDse interrumpe y, en esa interrupcin no se FRQWLQ~DVLQRTXHVHGHVFRQWLQ~DGHGRQGHKDEUiTXHFRQFOXLUTXHla diferencia, juego del tiempo y del espacio, es el juego silencioso de
las relaciones,HOP~OWLSOHGHVSUHQGLPLHQWR que rige la escritura, ORFXDOHTXLYDOHDDUPDUDXGD]PHQWHTXHODGLIHUHQFLDHVHQFLDO-mente, escribe.
El mundo es ms profundo de lo que el da piensa. Con ello
Nietzsche no se contenta con convocar la noche estigiana. Sospecha
PXFKRPiVLQWHUURJDPiVSURIXQGDPHQWH3RUTXpGLFHHVDUHOD-FLyQHQWUHHOGtDHOSHQVDPLHQWR\HOPXQGR"3RUTXpORTXHGHFLPRVGHOGtDORGHFLPRVWDPELpQFRQFRQDQ]DGHOSHQVDPLHQWRO~FLGR\HQHVDIRUPDFUHHPRVWHQHUHOSRGHUGHSHQVDUHOPXQGR"3RUTXpODOX]\HOYHUQRVSURSRUFLRQDUtDQWRGRVORVPRGRVGHDSUR[LPDFLyQFRQORVTXHTXHUUtDPRVTXHHOSHQVDPLHQWRpara pensar el mundo HVWXYLHVHSURYLVWR"3RUTXpODLQWXLFLyQODYLVLyQLQWHOHFWXDO nos HVSURSXHVWDFRPRHOJUDQGRQTXHOHVIDOWDUtDDORVKRPEUHV"3RUTXpYHUODVHVHQFLDVODV,GHDVSRUTXpYHUD'LRV"3HURHOPXQGRHVPiVSURIXQGR
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esto quiere decir que la luz se oculta, ah reside su carcter malicio-
so. La luz aclara: lo que es aclarado se presenta en una presencia LQPHGLDWDTXHVHGHVFXEUHVLQGHVFXEULUORTXHORPDQLHVWD/DOX]ERUUDVXVKXHOODVLQYLVLEOHKDFHYLVLEOHJDUDQWL]DHOFRQRFLPLHQWRdirecto y asegura la presencia plena, mientras ella misma se retiene
en lo indirecto y se suprime como presencia. Su engao consistira HQWRQFHVHQVXVWUDHUVHHQXQDDXVHQFLDUDGLDQWHLQQLWDPHQWHPiVoscura que ninguna oscuridad, puesto que la oscuridad propiamente
suya es el acto mismo de la claridad, puesto que la obra de la luz slo
se realiza all en donde la luz nos hace olvidar que algo como la luz HVWiDFWXDQGRKDFLpQGRQRVWDPELpQROYLGDUHQODHYLGHQFLDHQTXHella se conserva, todo lo que ella da por supuesto, esa relacin con
la unidad a la cual remite y que es su verdadero sol). La claridad: la QROX]GHODOX]HOQRYHUGHOYHU/DOX]HVGHHVWHPRGRSRUORPH-nos) dos veces engaosa: porque nos engaa sobre ella y nos engaa
dando por inmediato lo que no lo es, como simple lo que no es simple.
El da es un falso da no porque hubiera un da ms verdadero sino
porque la verdad del da, la verdad sobre el da, est disimulada por HOGtD~QLFDPHQWHFRQHVWDFRQGLFLyQYHPRVFODURFRQODFRQGLFLyQde no ver la claridad misma. Pero lo ms grave en todo caso, lo ms
cargado de consecuencias sigue siendo la duplicidad con que la luz QRVKDFHFRQDUQRVDODFWRGHYHUFRPRDODVHQFLOOH]\QRVSURSRQHla inmediatez como el modelo del conocimiento, mientras que esa PLVPDOX]VyORDFW~DKDFLpQGRVHDKXUWDGLOODVPHGLDGRUDPHUFHGDXQDGLDOpFWLFDGHLOXVLyQHQGRQGHQRVEXUOD
Parece como si Nietzsche pensara o, ms exactamente, escribiera
(cuando vuelve a la exigencia de la escritura fragmentaria) bajo una
doble sospecha que le inclina a un doble rechazo: rechazo de lo inme-GLDWRUHFKD]RGHODPHGLDFLyQ4XHORYHUGDGHURQRVYHQJDGDGRSRUel movimiento desarrollado del todo o en la simplicidad de una pre-VHQFLDPDQLHVWDTXHVHGHVSHMHDOQDOGHXQGLVFXUVRFRKHUHQWHRTXHVHDUPHGHHQWUDGDHQXQKDEODGLUHFWDSOHQD\XQtYRFDHVRverdadero que es en cierto modo inevitable, he ah de lo que debemos
intentar apartarnos, si queremos,QRVRWURVOyVRIRVGHOPiVDOOiPiVDOOiGHOELHQ\GHOPDOSRUIDYRU hablar, escribir en direccin de lo desconocido. Doble ruptura, tanto ms dominadora puesto que
jams puede realizarse, puesto que slo se realiza como sospecha.
Nietzsche y la escritura fragmentaria
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SUHRFXSDFLyQ
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LQWURGXFLUXQVHQWLGRSDUDTXHSXHGDKDEHUXQKHFKR Sin embargo, HQQXHVWURIUDJPHQWR1LHW]VFKHGHVWLWX\HHOTXLpQ3, no autoriza ningn sujeto interpretativo, no reconoce la interpretacin ms que
como el devenir neutro, sin sujeto y sin complemento, del interpre-
tar mismo, el cual no es un acto sino una pasin y, a ese ttulo, posee
el Dasein un Dasein sin 6HLQcorrige Nietzsche de inmediato. El interpretar, el movimiento de interpretar en su neutralidad, hay ah
algo que no puede tenerse por un medio de conocimiento, el instru-
mento del cual dispondra el pensamiento para pensar el mundo.
El mundo no es objeto de interpretacin, tal como no le conviene a
la interpretacin darse un objeto, aunque fuere ilimitado, del cual HOODVHGLVWLQJXLUtD(OPXQGRHOLQQLWRGHOLQWHUSUHWDURLQFOXVRLQWHUSUHWDUHOLQQLWRHOPXQGR(VRVWUHVWpUPLQRVVyORSXHGHQVHUdados en una yuxtaposicin que no los confunde, no los distingue, no
los pone en relacin y, as, responde a la exigencia de la escritura
fragmentaria.
1RVRWURVOyVRIRVGHOPiVDOOiTXHVRPRVHQUHDOLGDGLQWpU-pretes y augures maliciosos; a quienes nos ha sido dado estar coloca-
GRVFRPRHVSHFWDGRUHVGHODVFRVDVHXURSHDVDQWHXQWH[WRPLVWHULR-VR\D~QQRGHVFLIUDGR Se puede comprender que el mundo es un WH[WR\TXHVHWUDWDVRODPHQWHGHOOHYDUVXH[pJHVLVDEXHQWpUPLQRcon el objeto de que revele su sentido justo: trabajo de una probidad OROyJLFD3HURHVFULWRSRUTXLpQ"(LQWHUSUHWDGRHQUHODFLyQFRQTXpVLJQLFDFLyQSUHYLD"(OPXQGRQR WLHQHVHQWLGR HO VHQWLGRHVLQWHULRUDOPXQGRHOPXQGRHODIXHUDGHOVHQWLGR\GHOQRVHQWLGR$TXtSXHVWRTXHVHWUDWDGHXQDFRQWHFLPLHQWRLQWHULRUDODKLVWRULDlas cosas europeas, aceptamos que ostente una especie de verdad. 3HUR VH WUDWD GHO PXQGR"
Nietzsche y la escritura fragmentaria
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VROXFLyQ GH WRGRV ORV HQLJPDV VL pO HV OD GLIHUHQFLD TXH HVWi HQMXHJRHQHOPRYLPLHQWRGHLQWHUSUHWDU\FRPRORTXHHQpVWHOOHYDVLHPSUHDGLIHULUDUHSHWLUGLULHQGRVLHQQHQHOLQQLWRGHVXdispersin (en eso Dinisos), en el juego de su fragmentacin y, para VHUPiVH[DFWRVHQHOGHVERUGDPLHQWRGHORTXHORVXVWUDHDUPDHVHPiVGH ODDUPDFLyQTXHQRVHPDQWLHQHEDMR ODH[LJHQFLDGHuna claridad, ni se da en la forma de una forma, entonces ese texto
que ciertamente no ha sido an escrito, tal como el mundo no ha sido
producido de una vez por todas, ese texto, sin separarse del movi-
miento de escribir en su neutralidad, nos da la escritura o, ms bien, SRUpOODHVFULWXUDVHGDFRPRDTXHOORTXHDODOHMDUHOSHQVDPLHQWRde todo visible y todo invisible, puede liberarla de la primaca de ODVLJQLFDFLyQHQWHQGLGDFRPROX]RUHWUDLPLHQWRGHOX]\TXL]iliberarla de la exigencia de la Unidad, es decir, de la primaca de
toda primaca, puesto que la escritura es diferencia, puesto que la
diferencia escribe.
$OSHQVDUHOPXQGR1LHW]VFKHORSLHQVDFRPRXQWH[WR(VXQDPHWiIRUD"(VXQDPHWiIRUD$OSHQVDUHOPXQGRDHVDSURIXQGLGDGque el da no alcanza, introduce una metfora que parece restaurar HO GtD HQ VXV GHUHFKRV SXHV TXp HV XQ WH[WR" 8Q FRQMXQWR GHfenmenos que se manWLHQHQEDMR ODYLVWD \TXpHVHVFULELUVLQRGDU D YHU KDFHU DSDUHFHU FRQGXFLU D OD VXSHUFLH" 1LHW]VFKH QRtiene buena opinin del lenguaje. (O OHQJXDMHHVWi IXQGDPHQWDGRVREUH ORV SUHMXLFLRV PiV LQJHQXRV 6L QXHVWUD OHFWXUD DO OHHU ODVFRVDVGHVFXEUHSUREOHPDVGHVDUPRQtDVHVSRUTXH pensamos en la forma del lenguaje y desde ese momento ponemos nuestra fe en la
HWHUQDYHUGDGGHODUD]yQSRUHMHPSORVXMHWRSUHGLFDGRHWF'H-jamos de pensar desde el momento en que queremos no pensar bajo
la pauta del lenguaje. Dejemos de lado la objecin segn la cual es
todava en forma de lenguaje como Nietzsche denuncia el lenguaje.
No respondamos tampoco designando en el habla, potencia de falsi-FDFLyQHVDEXHQDYROXQWDGGHLOXVLyQTXHVHUtDSURSLDGHODUWH/DSULPHUDREMHFLyQQRVDUURMDDODGLDOpFWLFDODVHJXQGDQRVUHPLWHD$SRORTXHHVWDQGRGXUDQWHWDQWRWLHPSRGLVSHUVDGRHQ'LyQLVRVQRpodra ampararnos e impedir que perezcamos si chocamos alguna
vez con lo verdadero. (Tenemos el arte para que la verdad no nos
haga perecer. Palabras que seran las ms despectivas que puedan
pronunciarse nunca sobre el arte si no se invirtieran inmediatamen-WHSDUDGHFLU3HURWHQHPRVQRVRWURVHODUWH"
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ODYHUGDGDXQTXHIXHUHDFDPELRGHSHUHFHU"
Nietzsche y la escritura fragmentaria
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cin. De ello no se desprende que ese mundo sea indecible, ni que
pueda expresarse en una manera de decir. El slo nos advierte que,
si estamos seguros de no tenerlo jams en un habla ni fuera de ella,
el nico destino que conviene es que el lenguaje, en perpetua pro-
secucin, en perpetua ruptura, y sin conocer otro sentido que esta
prosecucin y esta ruptura, ya se calle o ya hable, juego siempre MXJDGRVLHPSUHGHVEDUDWDGRSHUVLVWDLQGHQLGDPHQWHVLQSUHRFX-parse por tener algo el mundo que decir, ni alguien el hombre
con la estatura del superhombre para decirlo. Como si no tuviera
otra oportunidad de hablar del mundo ms que hablndose segn
la exigencia que le es propia y que es la de hablar sin cesar y, segn HVWDH[LJHQFLDTXHHVODGHODGLIHUHQFLDGLULHQGRVLHPSUHGHKD-EODU(OPXQGR"8QWH[WR"(OPXQGRUHPLWHHOWH[WRDOWH[WRWDOcomo el texto remite el mundoDODDUPDFLyQ del mundo. El texto: VHJXUDPHQWHXQDPHWiIRUDSHURTXHVLpOQRSUHWHQGHVHJXLUVLHQGRla metfora del ser, no es tampoco la metfora de un mundo liberado
del ser: metfora todo lo ms de su propia metfora.
Esta prosecucin que es ruptura, esta ruptura que no
interrumpe, esta perpetuidad de una y de otra, de una interrupcin
sin detencin, de una prosecucin sin alcance, ni progreso de un
tiempo, ni inmovilidad de un presente, perpetuidad que no perpeta
nada, no dura nada, no cesa nunca, retorno y rodeo de un atractivo VLQDWUDFFLyQHVHVRHOPXQGR"HVHVRHOOHQJXDMH"HOPXQGRTXHQRVHGLFH"HOOHQJXDMHTXHQRWLHQHPXQGRTXHGHFLU"(OPXQGR"8QWH[WR"
$xLFRV IUDJPHQWRV D]DU HQLJPD 1LHW]VFKH SLHQVD HVDVpalabras juntas, particularmente en el Zaratustra. Su tentacin es
entonces doble. Por una parte, siente una especie de dolor, errante
entre los hombres, por verlos slo bajo la forma de cascotes, siempre WURFHDGRVHVSDUFLGRVFRPRHQXQDPDVDFUHRXQDFDUQLFHUtDVHSUR-SRQHHQWRQFHVPHGLDQWHHOHVIXHU]RGHODFWRSRpWLFR OOHYDUMXQWRVe inclusive conducir hasta la unidad la unidad del porvenir esos WXPXOWRV SDUFHODFLRQHV \ D]DUHV GHO KRPEUH pVWH VHUi HO WUDEDMRdel todo, la realizacin de lo ntegro.8QGGDVLVWPHLQ'LFKWHQXQG7UDFKWHQGDVVLFKLQ(LQVGLFKWHXQG]XVDPPHQWUDJHZDV%UXFKV-WUFNLVWXQG5DWVHOXQGJUDXVHU=XIDOO
Maurice Blanchot
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ORTXHHVVyORIUDJPHQWRHQLJPDKRUURURVRD]DU Pero su'LFKWHQ VXGHFLVLyQSRpWLFDWLHQHWDPELpQXQDGLUHFFLyQFRPSOHWDPHQWHGLV-WLQWD5HGHQWRUGHOD]DUWDOHVHOQRPEUHTXHUHLYLQGLFD4XpVLJQL-FDHVWR"6DOYDUHOD]DUQRTXLHUHGHFLUKDFHUORHQWUDUHQODVHULHGHODVFRQGLFLRQHVHVRQRVHUtDVDOYDUORVLQRSHUGHUOR6DOYDUHOD]DUHVFRQVHUYDUORDVDOYRGH WRGR ORTXH OH LPSHGLUtDDUPDUVHFRPRel azar espantoso, eso que la tirada de los dados no podra abolir. (LJXDOPHQWHGHVFLIUDULQWHUSUHWDUHOHQLJPDVHUtDVLPSOHPHQWHhacer pasar lo desconocido a lo conocido, o todo lo contrario, quererlo
como enigma en la misma habla que lo elucida, es decir, abrirlo, ms
all de la claridad del sentido, a ese otro lenguaje no regido por la
luz ni oscurecido por la ausencia de luz? Segn esto, los aicos, los
fragmentos no deben aparecer como momentos de un discurso toda-
va incompleto, sino como ese lenguaje, escritura de fractura, por el FXDOHOD]DUHQHOiPELWRGHODDUPDFLyQVLJXHVLHQGRDOHDWRULR\el enigma se libera de la intimidad de su secreto para, al escribirse,
exponerse como el enigma mismo que mantiene la escritura, dado TXHpVWDORUHFXSHUDVLHPSUHHQODQHXWUDOLGDGGHVXSURSLRHQLJPD
Cuando Nietzsche escribe:
Nietzsche y la escritura fragmentaria
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do con una razn que sera nicamente suya, sino porque slo hay
realmente cosmos, el Universo, el todo, por la sumisin a la luz que
representa la realidad humana, cuando ella es presencia mientras
que all donde conocer, escribir, quiz hablar, advienen, se trata
de un tiempo absolutamente distinto y de una ausencia tal que la
diferencia que la rige perturba, desconcierta, descentra la realidad
misma del Universo, el Universo como objeto real del pensamiento?
Dicho de otro modo, no habra solamente incompatibilidad entre el
hombre y el poder de comunicar que es su exigencia ms propia, sino
entre el Universo sustituto de un Dios y garanta de la presencia
humana y el habla sin huellas a donde la escritura sin embargo nos
convoca y nos convoca en cuanto hombres4.
,QWHUSUHWDUHOLQQLWRHOPXQGR(OPXQGR"8QWH[WR"(OWH[WRel movimiento de escribir en su neutralidad. Cuando, al plantear HVRVWpUPLQRVORVSODQWHDPRVFRQHOFXLGDGRGHPDQWHQHUORVIXHUDde s mismos sin, no obstante, hacerlos salir de s, no ignoramos
que pertenecen todava al discurso preliminar que ha permitido, en FLHUWRPRPHQWRDGHODQWDUORV$UURMDGRVGHODQWHHVRVWpUPLQRVQRse separan todava del conjunto. Lo prolongan mediante la ruptura:
dicen esta prosecucin-ruptura en virtud de la cual, movimiento GLVMXQWRHOORVVHGLFHQ$LVODGRVFRPRSRUGLVFUHFLyQSHURSRUXQDGLVFUHFLyQ\DLQGLVFUHWDGHPDVLDGRPDUFDGDVHVXFHGHQ\ORKD-cen en tal forma que esta sucesin no es una sucesin, puesto que, al
no tener ninguna otra relacin que un signo de puntuacin, signo de
espacio, por el cual el espacio se indica como tiempo de indicacin, VHGLVSRQHQWDPELpQ\FRPRHQIRUPDSUHYLDHQXQDVLPXOWDQHLGDGUHYHUVLEOHLUUHYHUVLEOHVXFHGLpQGRVHSHURGDGRVMXQWRVGDGRVMXQ-WRVSHURDSDUWHVLQFRQVWLWXLUXQFRQMXQWRLQWHUFDPELiQGRVHVHJ~Quna reciprocidad que los iguala, segn una irreciprocidad lista siem-
pre a invertirse: llevando as a la vez y rechazando siempre tanto
las maneras del devenir como todas las posiciones de la pluralidad HVSDFLDO /R TXH SDVD HV TXH DTXHOORV WpUPLQRV VH HVFULEHQ TXHaqu, designados por la escritura, designan esta escritura explcita e
implcitamente, al venir de ella que viene de ellos, retornando a ella
del mismo modo que se desvan de ella mediante esa diferencia que
siempre escribe.
5HFRUGHPRVHVWDLQGLFDFLyQGH1LHW]VFKH ...hay que desmigajar el universo.
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Palabras yuxtapuestas, pero cuya distribucin se confa a signos
que son modos del espacio y que convierten el espacio en un juego GH UHODFLRQHV GRQGH HO WLHPSR HVWi HQ MXHJR VH ORV OODPD VLJQRVde puntuacin. Comprendemos que no estn all para reemplazar
frases de las que ellos tomaran silenciosamente un sentido. (Tal
vez, sin embargo, se los podra comparar con el misterioso sive de
Spinoza: GHXV VLYH QDWXUD FDXVD VLYH UDWLR LQWHOOLJHUH VLYH DJHUHpor el cual se inaugura una articulacin y un modo nuevos, espe-
cialmente en relacin con Descartes, incluso si parece haber sido WRPDGRGHpO(OKHFKRGHTXH VHDQPiV LQGHFLVRV HVGHFLUPiVambiguos, no es lo importante. Su valor no es un valor de repre-VHQWDFLyQ1RVRQJXUDGHQDGDH[FHSWRGHOYDFtRTXHDQLPDQVLQdeclararlo. Lo que ellos retienen con su acento es, en efecto, el vaco GHODGLIHUHQFLD LPSLGLpQGROHDpVWDVLQGDUOHIRUPDSHUGHUVHHQODLQGHWHUPLQDFLyQ3RUXQODGRVXSDSHOHVGHLPSXOVRSRUHORWUR(y es lo mismo), de suspenso, pero la pausa instituida por ellos tiene FRPRFDUiFWHUQRWDEOHHOQRSRQHUORVWpUPLQRVFX\RSDVRDVHJXUDQo detienen, pero tampoco deponerlos: como si la alternativa de lo po-VLWLYR\GHORQHJDWLYRODREOLJDFLyQGHFRPHQ]DUSRUDUPDUHOVHUFXDQGRVHTXLHUHQHJDUORHVWXYLHUDQDTXtSRUQHQLJPiWLFDPHQWHURWDV6LJQRVTXHHQWLpQGDVHELHQQRWLHQHQQLQJ~QYDORUPiJLFRTodo su galardn (aunque estuvieran suprimidos o no inventados
todava, y en cierto modo desaparezcan siempre en lo accesorio o el
accidente de una grafa) procede de la discontinuidad la ausencia LQJXUDEOH\VLQIXQGDPHQWRFX\RSRGHUQROOHYDQVLQRPiVELHQVRSRUWDQDOOtGRQGH OD ODJXQDVHKDFHFHVXUDGHVSXpVFDGHQFLD\TXL]iFRQMXQFLyQ$UWLFXODUHOYDFtRPHGLDQWHHOYDFtRHVWUXFWXUDU-OR HQ FXDQWR YDFtR H[WUD\HQGR GH pO OD H[WUDxD LUUHJXODULGDG TXHVLHPSUH ORHVSHFLFDGHVGHHOSULQFLSLR FRPRYDFtRSRUHVDYtDHVpor la que los signos de espacio puntuacin, acento, separacin, ULWPRFRQJXUDFLyQSUHOLPLQDUHVGHFXDOTXLHUHVFULWXUDOHKDFHQel juego a la diferencia y estn comprometidos en su juego. No quiere
esto decir que esos signos sirvan para traducir el vaco o para hacer-
lo visible, a la manera de una notacin musical: al contrario, lejos
de retener lo escrito en el mbito de las trazas o huellas que deja o
de las formas que concretiza, su propiedad es indicar en ello la des-
garradura, la ruptura incisiva (el trazado invisible de un trazo) por
la cual el adentro retorna eternamente al afuera, mientras queda
ah designado el poder de dar sentido, y algo as como su origen, el DSDUWDPLHQWRTXHVLHPSUHORDSDUWDGHpO
Nietzsche y la escritura fragmentaria
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Diferencia: la no identidad de lo mismo, el movimiento de
distancia, lo que lleva consigo desllevando, el devenir de interrup-FLyQ/DGLIHUHQFLDOOHYDHQVXSUHMRHOGHVYtRHQGRQGHWRGRSRGHUde dar sentido busca su origen en el apartamiento que lo aparta de pO(O GLIHULUGH ODGLIHUHQFLDHV OOHYDGRFRQVLJRSRU ODHVFULWXUDSHURQXQFDTXHGDLQVFULWRSRUHOODH[LJLHQGRGHpVWDSRUHOFRQWUD-ULRTXHHQ~OWLPRWpUPLQRQRVHLQVFULEDTXHVLHQGRGHYHQLUVLQinscripcin, describa un vaco de irregularidad que ninguna traza HVWDELOL]DLQIRUPD\TXHWUD]DGRVLQWUD]DVyORHVWpFLUFXQVFULWDpor la borradura incesante de lo que la determina.
Diferencia: ella slo puede ser diferencia de habla, diferencia ha-
blante, que permite hablar, pero sin venir ella misma, directamente, DOOHQJXDMHRYLQLHQGRDpO\UHPLWLpQGRQRVHQWRQFHVDODH[WUDxH-za del neutro en su desvo, aquello que no se deja neutralizar. Habla
que siempre de antemano, en su diferencia, se destina a la exigencia
escrita. Escribir: trazo sin traza, escritura sin trascripcin. El trazo
de escritura no ser entonces nunca la sencillez de un trazo capaz de WUD]DUVHFRQIXQGLpQGRVHFRQVXWUD]DVLQRODGLYHUJHQFLDDSDUWLUGHODFXDOFRPLHQ]DVLQFRPLHQ]RODSURVHFXFLyQUXSWXUD(OPXQGR"8QWH[WR"
7UDGXFFLyQGH,VLGUR+HUUHUD
Estas pginas estn escritas al margen de los libros de Michel Foucault, Gilles
Deleuze, Eugen Fink y Jean Granier (/DVSDODEUDV\ODVFRVDV1LHW]VFKH\ODORVRItD/DORVRItDGH1LHW]VFKH(OMXHJRFRPRVtPERORGHOPXQGR(OSUREOHPDGHODYHUGDGHQODORVRItDGH1LHW]VFKH), y de varios ensayos de Jacques Derrida, reunidos en el libro: La escritura y la diferencia.