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Publicación digital Nº 1 julio 2020 La Cámara de Conservación Archivos del acorazado Admiral Graf Von Spee 11 Voces olvidadas. Las viudas de Montevideo en la guerra contra Inglaterra de 1807 15 Editorial 03 Sobre el Archivo 04 SUMARIO BOLETÍN DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN DE URUGUAY Sede Histórica (Central) Convención 1474 CP 11100 Montevideo Tel.: (0598) 2900 7232* (linea en colectivo) Fax: 2908 1330 Sede Archivo Judicial: San Martin 2400 CP 11800 Montevideo Tel.: (0598) 2203 56 72 Fax (0598) 2209 28 10 www.agn.gub.uy Documento en la Cámara de Conservación 10 Documento destacado 24 08 Homenaje 190 años de la Jura de la Primera Constitución 26 Ministerio de Educación y Cultura Archivo General de la Nación

BOLETÍN DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN DE URUGUAY3 Editorial E l Archivo General de la Nación presenta a sus usuarios el boletín en formato digital bimestral a efectos de difundir

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Publicación digital Nº 1julio 2020

La Cámara de Conservación

Archivos del acorazado Admiral Graf Von Spee

08

11

Voces olvidadas. Las viudas de Montevideo en la guerra contra Inglaterra de 1807 15

Editorial 03

Sobre el Archivo 04

SUMARIO

BOLETÍN DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN DE URUGUAY

Sede Histórica (Central) Convención 1474CP 11100 Montevideo

Tel.: (0598) 2900 7232* (linea en colectivo)Fax: 2908 1330

Sede Archivo Judicial: San Martin 2400CP 11800 MontevideoTel.: (0598) 2203 56 72Fax (0598) 2209 28 10

www.agn.gub.uy

Documento en la Cámara de Conservación 10

Documento destacado 24

08

Homenaje190 años de la Jura de la Primera Constitución 26

Ministerio de Educación y Cultura

ArchivoGeneral de la Nación

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2 Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAYLUIS LACALLE POUPresidente

MINISTERIO DE EDUCACIÓN Y CULTURA

PABLO DA SILVEIRAMinistro

ANA RIBEIROSubsecretaria

PABLO LANDONI COUTUREDirector General de Secretaría

ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓNALBERTO UMPIÉRREZDirector

Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

Colaboraron en esta edición:

Lic. Mtra. Mary CombolLic. Alicia TonelloHéctor Embeita

Prof. María Beatriz Eguren de OliúLic. Juan Carlos Luzuriaga Contrera

Publicación Digital Bimestral Nº 1Julio 2020

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3Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

Editorial

E l Archivo General de la Nación presenta a sus usuarios el boletín en formato digital bimestral a

efectos de difundir parte de su patrimonio documental.

El objetivo es dar a conocer archivos, colecciones, documentos, novedades, publicaciones, técnicas de restauración aplicada, adelantos en materia de conser-vación y preservación..

El boletín digital del Archivo General de la Nación estará disponible en la página web contribuyendo de esta forma al acceso público del conocimiento de nues-tro acervo documental.

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4 Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

Sobre el Archivo

MISIÓN INSTITUCIONAL

El Archivo General de la Nación tiene como misión custodiar, proteger y servir los do-cumentos públicos, los privados de su pro-

piedad y los privados de interés público que se le confíen como instrumentos de apoyo a la admi-nistración, a la cultura, al desarrollo científico como elementos de testimonio e información del Estado y de sus habitantes.

Su objetivo es brindar acceso a los fondos documentales que conforman su patrimonio como elementos de construcción y afirmación de la nacionalidad y salvaguardia de dere-chos humanos.

SU HISTORIA INSTITUCIONAL

En 1827 a poco tiempo de la Declara-toria de la Independencia, el Gobierno Proviso-rio recién constituido decreta la creación de un Archivo General de carácter administrativo para conservar la documentación y facilitar “su pron-ta expedición”, constituyendo el antecedente más antiguo del Archivo General de la Nación.

En el año 1856 el Archivo se anexa a la Biblio-teca y Museo Nacional. Años después fue parcial-mente desmembrado cuando se traspasaron los ar-chivos de los antiguos Cabildos y de las Escribanías Públicas a las Juntas Económicas respectivas.

Más tarde se anexa a Escribanía de Gobierno y Hacienda.

En 1880 se decreta la creación del Archivo General Administrativo (AGA), con “un verdadero interés po-lítico y social” en tener concentrado en un solo lugar y de manera organizada, la documentación de las oficinas públicas “para informar a los Poderes Públicos, para realizar estadísticas y para poner a disposición de los historiadores”. Posteriormente se sumaron a los archivos de los primeros Ministerios (Gobierno, Hacienda, Gue- rra), de la Policía, de la Capitanía de Puerto y de la Tesorería de Real Hacienda, entre otros.

En 1909 se crea el Archivo Histórico Nacional por ley y en el año 1911 pasa a ser Archivo y Museo Histórico Nacional con cometidos que en parte eran similares a los del AGA. Éste en 1916 pasa a depender del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública.

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5Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

Ya en el año 1922 el AGA se instala en su nuevo edificio, hoy sede central del Archivo General de la Nación (AGN).

El 28 de octubre de 1926 en el Artículo 1º de la Ley 8015 se dispuso que el “Archivo y Museo Histórico Nacional entregará al actual Archivo Admi-nistrativo su caudal documental y bibliográfico denominándose en adelante Museo Histórico Nacional. El Archivo Administrativo se llamará Archivo General de la Nación, el Consejo Na-cional de Administración ordenará o gestionará la remisión al Archivo General de la Nación de los documentos de interés histórico que existan en otras oficinas públicas y que no sean necesarios para el despacho de las mismas”.

Con esta ley se decide centralizar de manera definitiva en una sola institución los documentos administrativos del Poder Ejecutivo (Presidencia y Consejo Nacional de Administración), del Poder Judicial y de sus respectivas oficinas y documentos privados de interés histórico.

En 1936 el Archivo General de la Nación pasa a depender del Ministerio de Instrucción Pública y Pre-visión Social, desde 1967 del Ministerio de Cultura y a partir de 1970 del Ministerio de Educación y Cultura.

NÓMINA DE DIRECTORES

Archivo General

José María Tabeyro: 1827/ ? Juan Manuel de la Sota: 1850/1852

Archivo General Administrativo

Pedro Mascaró y Sosa: 1880/1889 Isidoro de María: 1890/1904 Ángel G. Costa: 1905/1924 Alberto Jones Brown: 1925 (interino)

Archivo General de la Nación

Simón Lucuix: 1926/ ? Ángel H. Vidal: 1935/1945 Juan Carlos Gómez Haedo: 1946/1951 Juan Carlos Gómez Alzola: 1952/1969 Juan E. Pivel Devoto: 1971/1973 (interino) Homero Martínez Moreno: 1974/1975 Abelardo García Viera: 1975/2005 Alicia Casas de Barrán: 2005/2020Alberto Umpierrez: 2020/

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6 Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

EL ARCHIVO Y SUS SEDES

El Archivo General de la Nación es un archivo abierto que recibe la documentación del Estado y de los particulares que ameriten.

Su acervo documental se encuentra custodiado en dos sedes: Archivo Histórico – sede central – y Ar-chivo Judicial.

La sede del Archivo Histórico es un edificio de tres plantas y depósitos en seis niveles que fuera cons-truida expresamente para alojar al Archivo General Administrativo – antecedente del actual Archivo Gene-ral de la Nación – en 1922.

Dispone de una sala de consultas, mapoteca, biblioteca, taller de conservación preventiva y de restaura-ción y una sala de actos y conferencias.

Las oficinas administrativas están instaladas en la casa contigua adquirida en 1970, con disponibilidad de superficies para depósitos.

La sede del Archivo Judicial – que fuera en su origen una fábrica – dispone de tres plantas para sus depósitos, una sala de consultas y un área destinada para oficinas, con un anexo que permite ampliar la capacidad locativa.

FONDOS DOCUMENTALES AL SERVICIO DEL USUARIO

El Archivo Histórico contiene archivos administrativos, reflejo de las funciones de las instituciones, archivos privados de personalidades de diferentes épocas. y archivos gráficos que incluyen planos y mapas.

Custodia el patrimonio documental más antiguo desde el año 1724 a la fecha, desde el proceso funda-cional de Montevideo, época de la Colonia hasta nuestros días.

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7Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

Se ha incorporado en 2009 la Oficina de Información de Derechos Humanos (OIDDHH) que contiene documentación relacionada con la desaparición de los derechos humanos, dentro del período dictatorial del Uruguay, transferida de ESMACO, Ministerio de Defensa y de la Corte Electoral con documentos corres-pondientes al período de la dictadura militar (1973/1984).

El acervo del Archivo Judicial está integrado por fondos proveniente del Poder Judicial, Tribunal de lo Contencioso Administrativo, Tribunales Militares y Colección de Protocolos y Protocolizaciones desde 1730 hasta diez años de archivados.

Custodia la documentación proveniente de los Juzgados, que atienden en todas las materias judiciales a nivel nacional y del Tribunal de lo Contencioso Administrativo. Cuando se suprimen los Cabildos, se crea el cargo de Juez de Primera Instancia, que ejercería en lugar de los Alcaldes de 1º y 2º Voto. Sus “artículos, útiles y existencias” pasaron a los precitados Jueces, junto con los archivos correspondientes de los Cabil-dos suprimidos. Un decreto posterior creó el cargo de Escribano Público que tuvo entre sus funciones la de custodiar los archivos públicos.

En el año 1827 el Gobierno Provisorio sustitu-yó a los Jueces de 1ª Instancia por los “Jueces Ordinarios que se los denominará Alcaldes” establecien-do uno en cada cabeza de Departa-mento. Los Jueces Ordinarios per-manecieron en su cargo a lo largo del tiempo según el Reglamento Provisorio. Sus competencias se modificaron en Reglamentos pos-teriores y por ley en 1856.

En 1878, bajo el gobierno del Cnel. Lorenzo Latorre, se creó el cargo de Juez Letrado Departa-mental. Con el paso del tiempo y el surgimiento de nuevos pueblos y ciudades, se incrementó el nú-mero de Juzgados Letrados.

Desde el año 1951 el Archivo Judicial guarda documentos pro-ducidos en todas las materias del área jurisdiccional a nivel nacio-nal, cuando el entonces Minis-terio de Instrucción Pública so-licita que sean incorporados al acervo documental del AGN los archivos judiciales, en especial aquellos que pertenecían a los antiguos Cabildos, que ejercían la función judicial en la Provin-cia Oriental.

Lic. Mtra Mary Combol

MATERIAL DE REFERENCIA:

Guía de Fondos del Archivo General de la Nación, edición 2017

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8 Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

La cámara de conservación es un recinto her-mético provisto de aclimatadores de aire que controlan no sólo la temperatura (T)

sino también la humedad relativa (HR) del aire. Fue adquirido a través del Fondo Presidentes, por una donación de la embajada de EEUU en el año 2012.

Los documentos que están conservados en la mis-ma, son los más importantes del acervo documental del Archivo General de la Nación: coloniales, arti-güistas y aquellos pertene-cientes a persona-l i d a d e s e n c u m -bradas de n u e s t r a h i s t o r i a nacional.

El am-b i e n t e dentro de la cámara a l c a n z a los 18-20 grados de temperatura y una humedad relativa de 55 grados, en un clima estable, que no admite fluctuaciones como es el clima real del exterior.

Como los soportes están limpios en un lugar os-curo, estabiliza detiene y evita que los riesgos bio-lógicos, químicos y físicos que generalmente atacan los soportes de papel y los deterioren.

Los documentos están guardados en unidades de conservación: cajas de cartón, cartón plast, cartulina y otros contenedores que fabricamos en el taller de restauración del archivo.

Para conocer el estado de conservación que tiene

cada documento se hace un Mapa de Riesgos y le colocamos un sticker de color verde, rojo o amari-llo de acuerdo al estado de cada unidad.

Mapa de Riesgos

El mismo consiste en que cada unidad de insta-lación, dossier o pieza luego de ser restaurada se le coloca un distintivo visible en el exterior de color

rojo, amari-llo o verde según co-rresponda.

El co-lor elegido nos muestra cual es el es-tado de con-servación de cada pieza.

El rojo p r e s e n t a manchas de h u m e d a d , letras ilegi-bles, tintas

ferrogálicas, soporte roto, débil e impercudido.El amarillo, papeles ácidos, aunque con buena

lectura y buen encuadernado.El verde, papel en buen estado, limpia la grafía,

entero el soporte.Los colores nos ayudan en el momento de de-

cidir nuevos tratamientos e incluso la atención que tenemos que prestarle al documento en cuanto a la periodicidad de la vigilancia y la total restricción del contacto con el público.

Más allá que la cámara tiene un panel exterior digital con los parámetros de T y HR, tenemos

La Cámara de Conservación

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9Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

datta loggers en su interior que nos marcan mi-nuto a minuto esos valores para poder hacer con-trol de calidad. El software que usamos y los da-tta loggers fueron proporcionados por el IILA, Instituto Italo Latinoamericano de Conservación.

Los documentos están digitalizados y son re-cuperables a través de la base de datos CAMARA

que contiene 330 regis-tros con sus imágenes y descripción archivística para poder conocer el documento y los datos más relevantes del mis-mo.

Acceso a los documen-tos

Esta documentación es altamente solicitada por los usuarios espe-cialmente los libros de Polícia de Montevideo por la entrada de pasaje-

ros en el Puerto de Montevideo entre los años 1829 y 1865. Se aclara que los años 1896 a 1953 están disponibles en la sala de consulta.

A través del correo electrónico de la institución se responde a los usuarios y se les envían las imáge-nes digitales de los originales que están guardados en la cámara.

Lic. Alicia Tonello

El acto de inauguración de la Cámara de Conservación contó con la presencia de la embajadora americana Julissa Reynoso, el ministro de Educación y Cultura Ricardo Ehrlich y la directora del AGN Alicia Casas de Barrán

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10 Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

BASE DE DATOS CAMARAMFN 023CAJA: 0002No. de Pieza en la Caja: 0023Título de la Pieza: Protocolo del Ceremonial.

Fondo/Colección/Serie: EX ARCHIVO GENERAL ADMINISTRATIVODescripción de la pieza: Decreto donde se dispone se observe el ceremonial que regirá el día de la Jura de la Constitución, orden de ubicación de los gobernantes, funcionarios de estado, extranjeros y público en general. Firmado por Lavalleja y Juan Francisco Giró. 1 folio.Fecha: 1830/07/13DESCRIPTORES: DECLARATORIACONSTITUCIÓN

Documento en la Cámara de Conservación

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11Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

Archivo Acorazado “Admiral Graf von Spee” Vapor auxiliar de guerra “Tacoma”

Graf Spee hundido el día 17 de diciembre de 1939

Se aplica decreto 5 de setiembre de 1939 para la observancia de la neutralidad y normas dic-tadas por las convenciones firmadas en La Haya el 29 de julio de 1899 y 18 de octubre de 1907.

El decreto del 30 de diciembre de 1939 declaró al barco de bandera alemana “Tacoma” buque auxiliar de flota beligerante fijándosele un plazo de 24 horas para que abandonara el puerto, transcurrido el cual, en virtud de su permanencia se procedió a su retención.

El Graf Spee fue construi-do de acuerdo con la especi-ficación del Tratado de Ver-salles lo que determinaba que en 10.000 toneladas se combi-naran velocidad y potencia de fuego.

Llevaba a bordo 44 oficia-les, 1050 suboficiales y mari-neros.

Su función era la de cor-sario, es decir debía ubicar buques mercantes de bandera enemiga y encargarse de hun-dirlos.

En el Rio de la Plata tres naves británicas y el célebre acorazado de bolsillo Graf Spee se trabaron en furioso combate.

La flota de guerra de su majestad británica tenía como objetivo prioritario la destrucción de este acora-zado.

Una flotilla al mando del almirante Harwood persiguió al Graf Spee hasta las aguas del Rio de la Plata y el 13 de diciembre de 1939 los cruce-ros británicos Ayax, Achilles y Exeter se trabaron en com-bate con el acorazado alemán quedando el Exeter fuera de combate luego de un segundo intercambio de fuego frente a Punta del Este.

El Graf sufre desperfectos que lo obligaron a buscar re-fugio en Montevideo hecho que derivó en la esfera diplo-mática.

Según las leyes de neutra-lidad la nave tenía 72 horas para abandonar las aguas ju-

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12 Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

risdiccionales y así se lo hizo saber el canci-ller Dr. Alberto Gua-ni al Capitán Hans Langsdorff.

Mientras tanto los británicos bajo la di-rección del Ministro Sir Eugene Milling-ton Drake buscaban ganar tiempo para permitir la llegada de buques de refuer-zo a las costas del Plata.

A bordo del Ta-coma la tripulación viaja a Buenos Ai-res donde algunos fueron internados, otros regresaron a Alemania y un por-centaje menor ter-minaron instalán-dose en Uruguay.

Ante la grave-dad de la situa-ción el Capitán del Graf decidió sacrificar el navío haciéndolo volar fuera de la rada de Montevideo.

Los marinos fallecidos del Graf fueron se-pultados en el Cementerio del Norte transpor-tados por los ómnibus de la empresa ONDA.

Los documentos que custodia el Archivo General de la Nación están ubicados en seis cajas, organi-zados por año, desde 1940 a 1951.

En la caja Nº 1 se han seleccionado documentos que se consideraron importantes o destacados como el identificado con el Nº 6

El contenido del Archivo del Graf Spee y Tacoma abarca lo relacionado con los tripulantes: internacio-nes, dadas de alta, estados de salud, seguimiento de tratamientos, fijación y traslados de domicilio, ante-cedentes de fuga, paradero y/o captura de marinos fugitivos. Existen expedientes con la recepción de los tripulantes en Sarandí del Yí. Se presentan relaciones de visitas (listados) a los tripulantes internados en las concentraciones alemanas. En los últimos años se presentan documentos con la formalización de matrimo-nios, traslados a residencias particulares, tramitación de documentos de identidad y cartas de ciudadanía uruguaya.

El 8 de marzo de 2002 se solicita al Archivo General de la Nación una relación de los marinos alemanes

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13Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

del Acorazado “Ad-miral Graf von Spee” y del barco - Vapor auxiliar “Tacoma” in-ternados en el estable-cimiento o campo de internación en la Colo-nia “Sarandí del Yí” en el Departamento de Du-razno para confeccionar una placa en honor a sus tripulantes

Se extrae un listado de tripulantes de ambos barcos basado en:

a) un documento fechado el 14 de agosto de 1943 elevado al Sr. Director de la interna-ción de Sarandí del Yí, con un sello que dice: “por el Jefe de Policía” “Rodolfo A. Henestrosa” “Jefe División Asuntos Legales”.

b) un documento fechado el 17 de agosto de 1943 elevado al Sr. Mi-nistro del Interior Dr. Juan José Carbajal Victorica, con un registro final de nombre sin firma de “Juan Carlos Gomez Folle, Jefe de Policía de Montevi-deo”.

c) revisión de oficios elevados por diversos asuntos administrativos ubicados dentro del fon-do documental.

Si bien es un archivo que contiene solamente expedientes, es interesante observar el desarrollo de los acontecimientos vividos por los tripulantes del Acorazado “Admiral Graf von Spee” y del barco - Vapor auxiliar “Tacoma”.

Lic. Mtra. Mary Combol

MATERIAL DE REFERENCIA:

Documentos custodiados en el Archivo General de la Nación

Diario El Observador - Fin de semana, En portada, Sábado 20 de diciembre de 1997, págs 1 a 5 “El fin de un corsario”

Diario Ultimas Noticias. Información General, Sábado 17 de julio de 2004, págs 16 a 18 “El retorno de un gigante”

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14 Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

Nombre

GOTTERIED LUIK KERXHEMAN HERMAN LUMS SCHULE OTTO WALLCHUS NAYER WALTER WEIDMAN PASS KURT HOLZEL ALFRED HERMANN BARTEL FRITZ HUTSSCHKAU SAAGER JULlUS MAULEMBERG FRIEDRICH ADOLPH KUIK JOSEPH HUBER WAL TER HARTMANN GERARD KAKRSEWSKI WAL TER BROSEL PISKE KARL KALlNKUS

KURT GABRIEL GIMLER BRUNO SKIBBE BALTROCH HERBERT MEYER AREND OTTO ZANTON ERICH SCHLEGER MATIN JACOB MAINEL FRITZ SCHWER FRANZ SCHWARZ KOWALSKI JOHAN HEISS HEINZ HEERLEIN HERMANN HINER RUDOLF HAAG HEINRICH CHRISTIANSEN HELMUT GRUNOW LEIKIS

AUGUST BREMES WAL TER MULLER HEINRICH KOSTECKI LEO BYLlCKI STRICH HANSJAHN FRANZ BONGARTZ PAUL RIES BAUER GUNTER GOUFALL WILLI KAGEL REINHARD GOSSLlNG HERBERTPACHFURMANEK HERBERT JAKOB RUFPEL T ERICH MEYER PAUL LUBECK WALL WAL TER BUTTNER EBERT

Nombre

HAN S KENOW GRUDMANN FRITZ KRAUSE BEKER ERICH HORACK STEHLlNG FRIZ ROESNER DURING EGO N PELZER SCHWABE WAL THER FURTHMANN GURLlTT HERBERT GOEDEL OTTE EMIL A. FISCHER PINTER OTTO FALLER SUEBER WILHELM GRIEBEL KRUSE PAUL MARX WEIDNER ADOLF MEYER MEYER HEINRICH MEUWSEN KAN ANTON TSCHURCH JUNGNIKEL PAUL GOSCH HOLDMANN WILHEM JENSEN WRIEDT JOHANN KARL REICHEL

ERICH THAUTVEIN JANHACH HEINRICH SCHROEDER KNALSE WILHEM MEYER LOHMANN JOHANN SCHWARZ BRENNER FERNINAND •LENSCHOW GRICHEL KARL TOFELDE WESCHSEL MAX BERGHEIM FRANKE HELMUT BENDFEL BENDFELD JOHAN LANNIG DASCH KURT MOLLER HELFERT OTTO NATHAR ZAHN WILHELM LUHMANN KLANK GUANTHER LOSSNITZER MEWES WALTER GARLACH HANPTRIL WAL TER KRAUS NUERNBERG HERBERT MUHLACH HIRSCH WAL TER RECKWELLSZHRODER

WERNER SAITZ HINZTMANN FERDINAND PREUL HILDEBRAND PAUL RASMUSEN HASCH RUDOLF THODE HASCK GERHARD GUANDEL ~ISCHKE ERWIN LUEDDECKE AECHMBIDER WILHELM MICHELLES MACEROTH GEORG BOOMMGAARDEN EVERVIEN KURT JOHANNSEN ENGEWALD ERNEST ADERHOLD PAUL WERNER BRUSER VOGTLANDER HEINRICH WEILAND AGUSTAT AUGUST BUDZUN SCHMILDT GUSTAV HIRSCH HIRSCH GEORG BIERMAN BUELKEN CONRAD VOGT EDLER BRUNO HABAKUTH PACKHEISER

Lista de marineros militares alemanes del vapor “TACOMA” internados en el establecimiento de Sarandí del Yi.

Documento y listado de marineros militares del “Admiral Graf von Spee” y del “Tacoma” internados en el establecimiento de Sarandí del Yí.

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15Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

Juan Carlos Luzuriaga Contrera

Licenciado en His-toria y Magíster en Ciencias Humanas, opción Historia Rioplatense (FH-

CE-UdelaR).Docente en el IPA, CFE, IMES e Instituto Universitario ACJ. Miembro de la Asociación Uruguaya de Historiadores (AUDHI). Autor de varias publicaciones sobre historia colonial. Por la temática de sus investigaciones es un usuario frecuente del Archivo General de la Nación.

Voces olvidadas. Las viudas de Montevideo

en la guerra contra Inglaterra de 1807

Las Invasiones Inglesas al Río de la Plata

Las Invasiones Inglesas constituyeron un acon-tecimiento que con-

movió, por múltiples y obvias razones, a la sociedad colonial rioplatense. Fueron parte de las llamadas Guerras de la Revolu-ción y el Imperio. Guerras mun-diales que enfrentaron de un lado a Francia y del otro a Gran Bre-taña, junto a sus respectivos alia-dos del momento. Se enfrentaron en Europa, pero también en Asia, África y América. Se sucedieron en forma intermitente entre 1792 y 1815. En 1804 la ruptura de la paz correspondió a los británicos, quienes atacaron a una flotilla es-pañola cerca del cabo de Santa María, en el Mediterráneo. De ahí en adelante los hechos se dieron en forma vertiginosa, particular-mente para Montevideo. En 1805 desde su puerto se armó una flo-tilla corsaria que atacó con éxito al tráfico británico en las costas de África. En junio de1806 fue la invasión al Río de la Plata desde El Cabo por los británicos, con la ocupación de Buenos Aires y la reconquista de la misma, llevada

adelante por las autoridades de Montevideo con el auxilio de los vecinos de la ciudad. La Recon-quista de Buenos Aires fue el pri-mer capítulo. El siguiente sería en la Banda Oriental. Los británicos tomarían Maldonado en octubre y desembarcarían en las playas de Montevideo en enero de 1807. Derrotaron a los defensores en el combate del Cordón o del Cristo y asaltaron la ciudad el 3 de fe-brero. El tercer y definitivo capí-tulo sería nuevamente en Buenos Aires. En julio intentaron retomar la capital del Virreinato y fueron nuevamente derrotados. Cientos de españoles fueron muertos y he-ridos en esta guerra.

El esfuerzo de los montevideanos

El gobernador de Montevideo, el brigadier de la Real Armada Pascual Ruiz Huidobro, inme-diatamente convocó a la ciudad a la reconquista de la capital del Virreinato. Los vecinos respon-dieron con entusiasmo. Los veci-nos de Montevideo contribuyeron con vidas y haciendas a la defensa de su patria y su rey. El aporte económico y logístico, particu-larmente en naves, fue decisivo. Comerciantes, hacendados, viu-das y jornaleros, todos en defi-nitiva, apoyaron con entusiasmo y desprendimiento el esfuerzo bélico. Invocaron sinceramente la defensa de la religión católica frente a la protestante. Lo hicie-ron formando milicias y también con aportes en forma de donati-vos y préstamos de dinero, bie-nes, provisiones y alojamiento. Esta contribución fue fundamen-tal para posibilitar el equipamien-to en medios y el armamento de

la expedición. Permitió el trasla-do del personal con la aportación de elementos terrestres y navales. Les dio parte sustancial de las vituallas a veteranos y milicias. Tal vez quien lo expreso más cla-ramente fue el capitán de fragata de la Real Armada Juan Gutiérrez de la Concha, que refiriéndose al éxito de la Reconquista manifestó al ministro de Marina, Francisco Gil de Taboada: “… debido en mucha parte a los extraordina-rios esfuerzos y el patriotismo de aquellos fieles vasallos iba a dar la vela la división de mi mando en la tarde del 27 [desde Montevi-deo]…”.1

Fue el momento de mayor po-tencial económico del Montevi-deo colonial y ello se manifestó diáfanamente en este apoyo. Las autoridades del Cabildo sintoni-zaron políticamente con el go-bernador y lo nombraron máximo responsable en el Virreinato. Fue por lo tanto también el momento cumbre del poderío político. Al producirse la caída de la capital, Montevideo tomó para sí el estan-darte de la Reconquista.

Para enfrentar la amenaza de la escuadra británica y, a la vez, di-

1.- AGN, ex AMHN, caja 6, 26/6.

Fuente: montevideo.gub.uy

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16 Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

rigirse a reconquistar Buenos Ai-res, Montevideo debió armar dos ejércitos. Las milicias de recien-te creación, menos adiestradas, quedarían detrás de los muros, en tanto diversos voluntarios releva-ban a la marinería, destacados en las embarcaciones del Apostadero destinadas a transportar al ejér-cito. Las milicias montevideanas se desempeñaron en buena forma durante toda la campaña de la Re-conquista. Lo mismo puede decir-se de las defensas en 1806 y 1807 de Maldonado y Montevideo. Las milicias de Colonia y su coman-dante se destacaron en el asalto a la Catedral de Buenos Aires. Un detalle relevante es que, a dife-rencia de las de Buenos Aires, las milicias que formaban el previsto Batallón de Infantería y los Vo-luntarios de Caballería existieron realmente. Tal vez eso sucedía por la gran cantidad de peninsula-res que integraban sus cuadros de jefes y oficiales y por cómo se ha-llaban vinculados con los cuadros de tropa veterana.

Las tropas profesionales britá-nicas a las que debían enfrentar-se eran notoriamente superiores a las milicias criollas e incluso a las fuerzas veteranas locales, en los combates a campo abierto. Los combatientes de la Banda Oriental fueron coherentes con el esfuerzo económico que sus vecinos habían hecho. Es que el desempeño de la fuerza militar de una sociedad en un momento histórico determinado no puede ser muy distinto de su concepción

política y su escala de valores. Las fuerzas militares son el reflejo del entorno donde se encuentran, de su idiosincrasia y sus motiva-ciones. Aquí se manifestó clara-mente el carácter multitudinario del rechazo a los invasores. Puede asimilarse al espíritu de guerra popular que el historiador britá-nico Geoffrey Best atribuye como algo propio del pueblo español.2 Hace hincapié en el papel del cle-ro como articulador muchas veces de la rebelión popular en la agi-tación y conductor de las peque-ñas comunidades parroquiales. Coincide en líneas generales con las características de los sectores populares en los tiempos de la Re-volución y el Imperio que señala Agustín Guimerá:

… la reacción popular espa-ñola contra el enemigo fue gene-ralmente dura, mucho más clara y visceral que la de las elites. La defensa a ultranza del hogar, la familia, el sustento cotidiano y el modo de vida movían los resor-tes emocionales de la población. Alejadas de la Corte, con escasos recursos bélicos, estas comunida-des portuarias se enfrentaban con ardor al enemigo que interrumpía sus labores de pesca, ahogaba un cabotaje tan necesario para sus alimentos de primera necesidad, apresaba los navíos del gran co-mercio, alteraba los ánimos con terribles rumores y amenazaba sus costas con alarmas frecuentes o golpes de mano, cuando no con un bombardeo.3

Le agregamos como motivo de esta reacción la profunda fe cató-

lica del pueblo español de la épo-ca que estimulaba el rechazo a los soldados de un rey protestante.

En este caso se trataba de la voluntad y el entusiasmo de los montevideanos, que eran en bue-na parte peninsulares. Como ha-bía sido en las islas Canarias, en la defensa de Tenerife en 1797, con gran participación de las mi-licias, ante una fuerza de asalto británica a las órdenes de Horacio Nelson. Incluso en cierta forma pasó algo parecido en 1801, en la defensa del apostadero y arsenal de El Ferrol ante una incursión británica.

Como vemos, el ardor del que hizo gala Montevideo —también Maldonado y Colonia— contra los británicos se inserta en el pa-norama de patriotismo que ma-nifestaban armas en mano otras poblaciones portuarias de la coro-na española por entonces. Como sucedería menos de dos años des-pués en Europa, los sectores po-pulares españoles no dudaron en acometer a los franceses, primero en Madrid y luego en el resto del país.

El capitán de Dragones José de Espina manifestó su propia percepción, primero señalando a las tropas veteranas, para luego referirse a los montevideanos:

Fueron los [sargentos, cabos, marineros, etc.] valerosos que li-bertaron del yugo británico a la Capital, y decidieron de la suer-te de esta América Meridional amante de su Religión, de su Rey y de su Gobierno […] [Además] debemos expresar en honor de la

2.- Geoffrey BEST, Guerra y sociedad en la Europa revolucionaria, 1770-1870, Madrid, Ministerio de Defensa de España, 1990. En el subcapítulo titulado “La guerra popular: algo muy español”, págs. 156 158. Best funda-menta sus argumentos al comparar la rápida reacción de los españoles ante los franceses, con la pasividad de otros países ocupados por Napoleón Bonaparte.

3.- Agustín GUIMERÁ, “Bloqueos navales y operaciones anfibias: la perspectiva espa-ñola”, en Guerra naval en la Revolución y el Imperio: bloqueos y operaciones anfibias, Madrid, Marcial Pons Historia, 2008, pág. 97.

Fuente: http://dgcultura.legislatura.gov.ar/

Fuente: Pinterest.com

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justicia que el prest de la acción correspondió a la Plaza de Mon-tevideo. Ésta, hallándose blo-queada, se desprendió de la mejor parte de su guarnición para con-currir á tan importante empresa y, si fuera permitido, sus habitan-tes en masa la hubieran abando-nado para socorrer a su amada Capital. La alegría con que en el rigor del invierno un pequeño ejército compuesto de soldados y de vecinos sufrió la rigidez de los temporales y de la intemperie, a pie desde las Conchas, y sin tien-das ni bagaje en todo su tránsito: el haber despreciado generosa-mente los inmensos obstáculos y peligros que fue preciso superar en toda la marcha, el haber sido este Ejército el que comenzó y concluyó todas las acciones de armas hasta la rendición de la guarnición inglesa. ¿Quién puede dudar de la pertenencia a Monte-video de esta Corona cívica? Una nación forma un Ejército, este se compone de compatriotas, es pa-gado y sostenido por todo el Es-tado y, con todo eso, el General y las Tropas se ciñen los laureles adquiridos, porque la vida es per-sonalísima de cada individuo y el mayor sacrificio que puede tribu-tarse a la honra.4

Similares palabras tuvo al res-pecto el comandante de la Recon-quista, el capitán de navío de la Real Armada Santiago de Liniers:

[…] Montevideo tiene el tim-bre de haber concebido el subli-me designio de libertar su capital encadenada por el tirano de los mares y de haber dado el ser a una falange de bravos que con-sumaron la obra de la propuesta restauración.5

El 12 de agosto de 1806, cuando el general William Carr

Beresford rindió su espada a Li-niers, fue a nuestro entender el cenit del Montevideo colonial. Esto es, cumplir el objetivo para el cual había sido creado ochenta años atrás el presidio de la bahía de Montevideo, protegido luego por las fortificaciones y el Apos-tadero.

Esas mismas fuerzas militares de Montevideo debían incremen-tarse ante la amenaza de invasión a la propia ciudad, luego de la caída de Buenos Aires. La dupli-cación de las fuerzas llegó de la mano del esfuerzo económico del empresariado montevideano, que proporcionó los medios materia-les para que cientos de volunta-rios se sumaran a la lucha contra los británicos. Esta proyección de Montevideo como sociedad de frontera en guerra cristalizó en la Reconquista que, no olvidemos, fue en esencia una acción militar.

La acción de la Reconquista no fue anecdótica para los mon-tevideanos, su Apostadero y sus fuerzas veteranas. Por el contra-rio, fue el momento de la verdad para todos aquellos profesionales que, luego de mucho tiempo de guarnición y adiestramiento, de-bían responder por sus jerarquías. Algo similar puede decirse de las milicias disciplinadas, después de años de entrenamiento domingo a domingo.

Los porteños los recibieron como libertadores. Lo eran. Des-pués de haber visto entrar a las tropas de Beresford prácticamen-te sin oposición en Buenos Aires

y tras más de cuarenta días de ocupación británica, los vecinos de la capital anhelaban ver a la expedición que se rumoreaba lle-garía desde Montevideo. Un bo-naerense escribió “Cuando esta-ba próxima a llegar la expedición que Uds. enviaron, se clavaba a todas horas este pueblo sobre las barrancas a atraerla con los ojos y con el aliento”.6

Larrañaga recordaba a los bo-naerenses y sus emociones cuan-do arribó el ejército:

[…] Al día siguiente, martes, [5 de agosto] entramos en San Isidro. Es indecible el numeroso gentío que por esta parte encon-tramos, parecía que toda la ciu-dad estaba abandonada. Que de vivas y aclamaciones nos recibía a nuestro ejército de este numero-so vecindario que andaba prófugo pasando mil incomodidades […] A mí se me saltaban las lágrimas sin poderlo remediar, y todos con-cebimos un nuevo ardor, y nuevo deseo de mejorar la suerte de tan-tos infelices. Esa noche dormimos también al raso como la anterior y no podíamos hacer fogones por temor al enemigo […].7

Los reconquistadores no los defraudarían. Si el número y el ar-mamento alentaban esperanzas, el victorioso combate del Retiro del domingo 10 de agosto provocó un entusiasmo generalizado. Los porteños sintieron que era cierta la posibilidad de derrotar a los británicos. Las dos noches de es-caramuzas y el continuo retroce-so de las fuerzas enemigas serían coronadas por el asalto a la ciu-dad en la mañana del martes 12.

4.- AGN, ex AGA, Montevideo, 23.6.1808, li-bro 165, Informe del capitán José Espina, re-frendado por el también capitán de Dragones Ambrosio Pinedo. ff. 113 y 114.

5.- AGN, ex AGA, Buenos Aires, 20.8.1806, libro 50, Certificación de Liniers al teniente Cristóbal Salvañach, f. 78.

Fuente: wikiwand.com

6.- José Manuel PÉREZ CASTELLANO, José Manuel: “Memoria de los acontecimientos de la guerra actual de 1806 en el Río de la Plata”, en Selección de escritos. Crónicas históricas, 1787-1814, Biblioteca Artigas, col. Clásicos Uruguayos, vol. 130, Montevideo, 1968, pág. 101.

7.- AGN, ex AMHN, caja 195, Buenos Aires, 16.8.1806. Carta a Berro. Escritos de Larra-ñaga, carpeta 5 - Reconquista de Buenos Ai-res.

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Los vecinos de Buenos Aires los auxiliaron de diferentes formas. Fueron conscientes de lo que vi-vieron y los expedicionarios a su vez fueron conscientes del hecho histórico que habían protagoni-zado, tanto en lo colectivo como a título individual, en el que mu-chos se habían jugado la vida y algunos la habían perdido. Como ciudad sumó el esfuerzo de sus habitantes de toda condición en las fuerzas reconquistadoras y en las que quedaron para su defensa. Podemos estimar en toda la guerra por lo menos unos 350 muertos entre todos los pobladores de la Banda Oriental. Más de 250 fue-ron montevideanos, vecinos y de la guarnición, mayoritariamente caídos en el Cristo y en la defensa de la ciudad, en que fueron mayo-ría junto con algunos paraguayos. Puede decirse que uno de cada 20 hombres de la ciudad resultó muerto y posiblemente otros dos fueron heridos de diversa entidad.

Fue una victoria memorable contra un enemigo secular, al que se temía y respetaba. Lo expresó un protagonista, Duclós Guyot, quien escribió su alegría en carta a Pérez Castellano:

La victoria ha sido nuestra; los famosos ingleses son todos pri-sioneros nuestros […] Quisiera que Ud. hubiera visto la plaza de Buenos Aires esta mañana, des-pués de la victoria; los soberbios ingleses, todos, en nuestro poder desarmados. Todas las azoteas coronadas de mujeres, gritos de ¡Viva el Rey! ¡Viva el General!; fue uno de los espectáculos más hermosos.8

Todos los participantes pidie-ron a la autoridad, al poco tiempo de los hechos, la extensión de los certificados en que se expresa su “servicio por Dios, la Patria y el Rey”. Decenas de solicitudes lo

atestiguan. Al describir las accio-nes bélicas es común olvidar que la muerte de cada soldado solía dejar viudas, huérfanos y madres que perdían a sus hijos. Las mu-jeres vivían intensamente los do-lores de la guerra y la incertidum-bre sobre el destino de sus seres queridos en el frente de batalla. Muchas a la distancia, algunas acompañando a las tropas, unas pocas como combatientes. Pocos documentos nos han quedado de su papel en las múltiples situacio-nes dramáticas que les tocó vivir.

Los heridos también signifi-caban pesar para la familia y la sociedad. Ello se manifestó en diversas pensiones y en los gas-tos que debía sobrellevar cada fa-milia para sostener a los heridos hasta su recuperación y a los in-válidos de por vida.

Los contemporáneos sentían la necesidad de resaltar el papel de Montevideo en las invasiones inglesas. Las palabras del Cabil-do fueron claras: “… para que no quede sepultado en el olvido y se perpetúe en la memoria…”.9 Por nota del Cabildo, a los vecinos de la ciudad protagonistas de la gue-rra contra los ingleses se les soli-citó que presentaran sus méritos, por oficio del 31 de mayo de1808.

La Reconquista no fue anec-dótica en el devenir de la América meridional. El papel de Monte-video y de la Banda Oriental no solo fue formidable en el episo-

dio concreto, sino también en la defensa de su ciudad en 1807. La campaña montevideana fue una derrota táctica para España, que significó una victoria estratégica. Importa destacar la relevancia de la demora, desde octubre de 1806 a febrero de 1807, en que varios contingentes ingleses en-cararon una trabajosa ocupación de la Banda Oriental: Maldona-do, Colonia y fundamentalmente Montevideo, para luego proyectar un ataque a Buenos Aires con las espaldas cubiertas. En términos estratégicos, le dieron a Buenos Aires tiempo, el necesario para preparar sus milicias y planificar su defensa, lo que sin duda resultó decisivo para derrotar a los ene-migos en julio de 1807. Esta de-fensa de la capital del Virreinato tuvo como uno de sus logros más señalados el desalentar a los bri-tánicos respecto de aventuras mi-litares y coloniales en el Río de la Plata, mostrándoles que el cami-no más favorable para incidir en estas comarcas era el comercio y la diplomacia.

Ese momento también consti-tuye el cenit por el esfuerzo rea-lizado aún en la derrota. Fue el sacrificio que inició el fin de las expectativas de muchas fortunas coloniales: Batlle, Magariños, Maciel, entre otras. Fueron tam-bién estas duras jornadas una es-cuela de guerra para las milicias rioplatenses. En el caso de las de la Banda Oriental, fueron la base para las fuerzas que se enfren-tarían, esta vez entre sí, a partir de 1811. No obstante, queremos hacer hincapié en el evento cir-cunscripto a los montevideanos de 1806 y 1807, sus protagonis-tas en esas cruciales jornadas. Que mayoritariamente, lejos de anticipar revoluciones e inde-pendencias, lucharon por Dios, Patria y Rey en la órbita de la corona española. Cumplieron en forma cabal el cometido para el

8.- José Manuel PÉREZ CASTELLANO, ob. cit., págs. 64 y 65.

Fuente: revistaelcanillita.com.ar

9.- AGN, ex AGA, Montevideo, libro 167, 26.01.1808, f. 124.

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cual ochenta años atrás se había establecido Montevideo.

Este impacto social y econó-mico hirió a la ciudad. El comer-cio inglés, establecido durante siete meses en ella, fue una fuerte bocanada de aliento para los so-brevivientes. De ahí en adelante se esperaban de la corona los re-conocimientos traducidos en ma-yor autonomía, que complemen-taran el uso en la heráldica de las banderas tomadas a los invasores y el título de Muy Fiel y Recon-quistadora.

Los contemporáneos fueron conscientes de su trascendencia. No obstante, los acontecimientos de 1808 y posteriores, en lo polí-tico y en lo social, dieron un des-tino poco esperado a los montevi-deanos, protagonistas de la guerra con los británicos, que se vieron envueltos en situaciones impensa-das pocos años atrás, relegando al olvido la Reconquista de Buenos Aires, momento cumbre del Mon-tevideo colonial.

El sacrificio de los montevideanos

La marcha de Montevideo a Colonia, en invierno, bajo lluvia y descansando al raso fue el primer obstáculo que soldados y vecinos debieron superar. El cruce del río en una tormenta fue el siguiente. Luego llegó la hora de la verdad, el combate y sus incertidumbres. En todas las acciones reseñadas murieron cientos de montevidea-nos, fernandinos y colonienses. Incluso reconquistando y defen-

diendo la capital del Virreinato. Sumemos. Una decena de mili-cianos en la Reconquista, igual cantidad en la defensa del este de la Banda Oriental. En 1807 empe-zaron a caer en el Buceo y en los Saladeros. Sobre el combate del Cristo y el asedio y asalto a Mon-tevideo, hay varias estimaciones, dado que no se registraron o no se conservaron detalles de las bajas debido a los enterramientos apre-surados y el posterior asalto bri-tánico. Lo expresó claramente un antiguo oficial de los Cazadores de Montevideo en carta a Mateo Magariños “… me consta, pues lo he presenciado, que el número de muertos y heridos de este cuerpo es mucho más que el que denota el adjunto extracto”.10 Por nues-tra parte, estimamos no menos de 50 y 250 muertos respectivamen-te. Unos cuantos vecinos, marinos y soldados fueron a Buenos Aires y contribuyeron a la victoriosa defensa de julio.

En forma conservadora pode-mos decir entonces que los veci-nos montevideanos tuvieron algo más de 300 muertos en toda esta campaña. Un número algo mayor recibió heridas de diversa entidad.

Viudas y huérfanos

Pocos son los testimonios de quienes vivieron la invasión y la guerra que ésta provocó. Se sintieron sus consecuencias por años y años. En una sociedad y un tiempo en que los contem-poráneos son mayoritariamente analfabetos nos quedan pocos tes-timonios de primera mano. Siem-pre son escasas las voces que nos llegan de los sectores más despro-tegidos de la sociedad del siglo XIX: los pobres, las mujeres y niños. La emergencia de la guerra nos dio la posibilidad de conocer

sus reclamos. Una aproximación a esta realidad nos la proporcio-na el análisis de los “Certificados de Viudedad a favor de las con-yugues de los fallecidos en la De-fensa de la Plaza de Montevideo durante la Invasión Inglesa”. Se encuentran en el libro del Archivo General de la Nación, ex Archivo General Administrativo 455.11 A ellos nos referiremos.

Las autoridades de la ciudad llamaron públicamente a los deu-dos de los caídos a presentarse e indicar por quién se presentaba y en qué situación había muerto en combate. Se debía hacer un trámi-te y presentar testigos. No era lo mismo quien había caído en la de-fensa de Montevideo y un oficial atestiguaba su fallecimiento en acción de quien simplemente se suponía muerto en la lucha en la segunda defensa de Buenos Aires.

Viudas, huérfanos, madres que habían perdido su único sostén cobran vida en la documentación sobre pensiones o ayudas solici-tadas. “En honor del soberano y defensa de la Patria” es una frase que se repite en muchos de los certificados expedidos. De los datos de la veteranía —más de 25 años de servicio— también surge la relativamente avanzada edad de los soldados españoles, muchos

Fuente: laizquierdadiario.com.bo

10.- AGN, ex AGA, Montevideo, libro 167, 30.1.1808, Dionisio Antonio de Soto a Mateo Magariños. El adjunto señalaba siete muertos, ocho heridos y cinco inválidos, ff. 59 61.

Fuente: es.aliexpress.com.

11.- AGN ex AGA, Libro 455, Certificados de viudedad, durante la invasión inglesa, 1807.

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de ellos de más de 45 años. Otra constante es la presencia de nu-merosos suboficiales -sargentos, sargentos primeros-, lo que sugie-re por un lado, que estuvieron en la vanguardia con sus hombres, por otro el afincamiento definitivo de estos peninsulares en Montevi-deo, casados con pobladoras de la ciudad.

En enero de 1807, el 24, María Magdalena Jaime, madre de Joa-quín Arias, solicitaba la pensión por su hijo caído en la Reconquis-ta, con la certificación de Antonio de Arraga, capitán de una embar-cación y su tripulación:

Joaquín Arias fue uno de los individuos que en clase de mari-nero dotaron dicha lancha […] en el día doce de agosto […] se dis-tinguió entre los de su clase por el valor que en ella se manifestó, haciéndose acreedor a la reputa-ción y buen concepto que hubiera [correspondido] a no haber sido herido en la cabeza por una bala de fusil de que le resultó la muer-te, y a pedimento de su madre como único hijo que tenía para suministrarle los alimentos nece-sarios […] firmo la presente a fin que haciendo constar un mérito tan singular […] pueda ser una de las agraciadas en las pensio-nes que se dispensaron a las de igual caso.

Fue en setiembre de 1807, luego de la recuperación de la ciudad, tras la ocupación británi-ca, cuando las autoridades, para premiar a sus defensores, se dis-pusieron a reconocer los nuevos y diferentes servicios prestados. En consecuencia, comenzaron a sur-gir en gran número las solicitudes de pensión. A título de ejemplo:

María Concepción Rivero, viu-da del sargento 2o Isidoro Blanco, de la 3a compañía del 2o batallón del Regimiento de Infantería de Buenos Aires, por ella y por su hijo Juan: […] a usía suplica se sirva recomendar al huérfano y a la suplicante a la piedad del sobe-

rano a fin de que recaiga su mag-nificencia […].

Del mismo batallón y regi-miento, pero otra compañía, la 5ª era el sargento 1o Mateo Nieto, con más de 35 años de servicio, quien dejó a su mujer, Margarita Villarreal, con seis hijos menores huérfanos.

Miguel de Granada, ayudante mayor del Batallón de Volunta-rios de Infantería, informó el 20 de setiembre que en la jornada del Cardal:

[…] murió […] Andrés Ojeda […] esclavo del capitán de la 7a Compañía […] constándome por haberlo visto morir, que fue el pri-mero que le tocó aquella desgra-cia, quedando su viuda, Ramona Texeda, negra libre, con dos hijos […] y no tiene cómo sustentarse.

Cuatro días después el capitán Fernández Saavedra, ha pedido de la viuda Teresa Farías, certificó que el subteniente Juan de Jara, quien se había destacado recha-zando una incursión británica en la playa del Cerro el 9 de setiem-bre de 1806, en la defensa del 3 de febrero:

[…] fue herido de los […] enemigos; de cuyas resultas mu-rió. Asistió a toda la defensa de la plaza, manifestando mucho valor y deseos de sacrificar su vida en honor del soberano y defensa de la patria […]

El mismo día, el capitán José Martínez y Bustamante atestiguó a pedido de María Arias, viuda

del cabo Agustín Salas, muerto en el asalto, así como respecto de Francisco Villaplana, “dragón de mi compañía y marido que fue de doña Simona Vilar, [quien] murió en la Brecha”. Antonia Bardia se dirigió a las autoridades en su carácter de viuda del soldado Ra-món Pereyra, quien:

[…] falleció en la noche […] en que fue asaltada esta plaza […] muerto como buen compa-triota en defensa de Dios, del rey y de la patria, y habiendo queda-do la que expone desamparada de todo y además de haber sufrido la muerte del finado haber padeci-do el gran robo que el enemigo le hizo en su entrada de haberle dejado desnuda [y además] quedó con dos criaturas.

Algunos obstinados defen-sores, luego de caído Montevi-deo, habían continuado la lucha en Buenos Aires. Tal fue el caso del vecino de la ciudad y sargen-to Marcos Rosario Muñoz, como lo atestiguó el 25 de setiembre su viuda, Joaquina, al dirigirse a Ra-món Echevarría, alférez de Tro-pas Ligeras:

[…] suplico que necesito ha-cer constar cómo lo vieron muer-to en Buenos Aires el día cinco de julio […] quedándome yo emba-

Fuente: pinteres.com.mx

Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Manue-la_PedrazaDocumento sobre Manuela Pedraza, que se encuentra en el Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires.

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razada de seis meses y sin tener socorro alguno […].

También solicitó su pensión, Josefa Zubillaga, joven viuda del sargento Remigio Ruiz, que indi-có haber quedado:

[…] en suma pobreza, con un hijo de menor edad y huérfana de padre y madre; por tanto y por el mérito de veinte y cinco años que su referido esposo sirvió a S. M. […]

Tres días después se informó que Ruiz había combatido en el Cordón:

[…] salió al ataque contra los enemigos en las alturas de esta plaza el día 20 de enero […] de cuya acción salió herido de un balazo en el pecho de cuyas resul-tas murió […] manifestando […] mucho valor y deseos de sacrifi-car su vida en honor del soberano y defensa de la patria […].

Dos meses y medio después, el 6 de diciembre, Josefa contrajo matrimonio nuevamente, esta vez con Francisco Farías, un vecino de la ciudad.

Algunas viudas adujeron ser hijas legítimas de pobladores de esta ciudad, como Manuela Fer-nández, quien el 29 de setiembre solicitó pensión por el artillero Pedro Mendoza, quien murió en el Cordón conduciendo un cañón agregado al Fijo.

También en ese mes cinco me-nores de edad —Juana, Isabel, José, Claudio y María— recorda-ban la muerte de su padre y herma-no, ambos llamados Juan Núñez,

el primero en la batería que estaba más abajo del portón de San Pe-dro, mientras que su hijo, destina-do en la batería de San Carlos, se halló muerto frente a las bóvedas. Explicaban que como único am-paro les había quedado el de una hermana casada y con seis hijos.

Al año siguiente, en el mes de enero, el ya referido Martínez y Bustamante certificó que el dra-gón Manuel López había muer-to en el combate de San Carlos, dejando tres hijos. El teniente del Fijo Agustín Martínez dio cons-tancia a Juana Arias, cónyuge de Lorenzo Marques, quien falleció por esquirlas de una bomba ene-miga en la ciudadela cuando lle-vaba municiones. Juana Izaguirre se presentó reclamando pensión para sí y sus cuatro hijos, a cuenta de su esposo, Andrés Pereyra, de las Milicias de Extramuros; debió invocar a un camarada que lo vio morir, ya que no había un oficial presente:

[…] hallándose en la batería de San Juan cuando el enemigo asaltó y tomó esta plaza en cuya defensa mi citado esposo rindió aquel infausto día su vida, en obsequio de la religión, del rey y de la patria; siendo por casuali-dad testigo de su muerte Agustín Puentes el único […] testigo ocu-lar por haberle visto expirar en las bóvedas donde ya moribundo fue conducido como también el citado testigo: y crea usía que el encontrarse este hombre que pue-da decir yo vi morir a Andrés Pe-

reyra; en día de tanta confusión y horror, en día que se inmolaron tantas víctimas a la lealtad [el fa-llecido] sólo con su trabajo per-sonal sustentaba y mantenía a mí y a cuatro hijos […].12

El 22 de enero de 1808 el co-mandante de Milicias de Monte-video, Francisco García de Zúñi-ga, certificó el fallecimiento del voluntario Cristóbal Arias, quien sirvió desde el 1o de julio de 1806 hasta su muerte, durante el asal-to. Su viuda, María Magdalena Jaime, había perdido un hijo en la reconquista de Buenos Aires y quedaba con otros niños de poca edad.

El capitán de fragata Joaquín Ruiz Huidobro, el 23 de enero de 1808, confirmó que José Conde, “hombre de mar de la matrícula de este puerto de la clase de in-válidos”, fue muerto de un balazo por los enemigos en la madrugada del asalto, en el muelle, dejando a su viuda, Juana María Azaya, y tres hijos pequeños. También Ruiz Huidobro informó sobre Miguel Martínez, soldado de la 5a Compañía de Húsares Volun-tarios caído en el Cardal, para que la iglesia favoreciese con la limosna a su viuda, María de Sa-nabria, y a sus tres hijos menores de edad. Esto ocurrió el 2 de mar-zo de 1808, porque dicho soldado nunca había regresado y tampoco se había encontrado su cuerpo.

Otros pedidos demoraron años en aprobarse, por no hallarse tes-tigos o dudarse del estado civil de la peticionaria. Fue el caso de Se-bastiana Barrios, que el 17 de di-ciembre de 1807 inició el trámite por su marido, el sargento retira-do Joaquín del Pino, incorporado como voluntario en la Reconquis-ta y fallecido en la caída de Mon-tevideo; recién en junio de 1811 se resolvió concederle las dos ter-ceras partes de los siete pesos de que gozaba su marido, mientras

12.- AGN, ex AGA, libro 166, f. 242.Fuente: irizar.org

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que el importe adeudado quedaba para cuando la Real Hacienda tu-viera disponibilidad…

Algunas mujeres, al partir su cónyuge, supieron que ya no vol-verían a verlo. Le sucedió a Mar-garita Viana al despedirse de su esposo, el alférez de fragata reti-rado Agustín Abreu, cuando éste le manifestó su convicción de que, si se encontraba con el ene-migo, no regresaría vivo. Abreu murió a consecuencia de las he-ridas recibidas en el combate de San Carlos. Margarita buscó con-suelo junto a su hermana Teresa, viuda a su vez de Tomás Estrada, muerto en el Cardal.

El dolor llegaba también a las británicas. Quien también lloraba desconsolada en Montevideo era la viuda del capitán Johnson. Em-barazada y con tres hijas peque-ñas, había acompañado a su espo-so en la expedición del brigadier Craufurd. Johnson, un militar con muchos años de servicio, había muerto en las calles de Buenos Aires en julio de 1807. Conmo-

vido, el general Gower acompañó su nota de pésame a la viuda con 100 libras. Igualmente sensibles, los comerciantes británicos de la ciudad organizaron discretamente una colecta para ella. No obstan-te, la tristeza se acabaría pronto para la mujer y sus hijas: morirían de regreso a Gran Bretaña, en el naufragio del Alexander.13

Perspectiva y conclusiones

La guerra siempre es una instan-cia límite que golpea a la sociedad en su conjunto. Habitualmente se hace hincapié en los hombres muertos en batalla y en los even-tos políticos y económicos que acompañan victorias y derrotas. Pocas veces se visualizan en una perspectiva en escala y sensibili-dad humana de las consecuencias

del conflicto armado. Las solicitu-des de auxilio hechas a las autori-

dades reflejan que la guerra había golpeado en todos los ámbitos de la sociedad. Esposas descendien-tes de primeros pobladores, vete-ranos, voluntarios y esclavos se-ñalan las carencias materiales que las aquejan. Este artículo es una aproximación a esas realidades vividas por las viudas y huérfanos del Montevideo colonial.

Fuente: activaweb.com.ar

BIBLIOGRAFÍA Y FUENTESLibros

ALBI DE LA CUESTA, Julio: La defensa de las Indias, Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana, Ediciones de Cultura Hispánica, 1992.BAUZÁ, Francisco: Historia de la dominación española en el Uruguay, tomo IV, Montevideo, Biblioteca Artigas, col. Clásicos Uruguayos, 1965.BEST, Geoffrey: Guerra y sociedad en la Europa revolucionaria, 1770-1870, Madrid, Ministerio de Defensa de España, 1990.BEVERINA, Juan Bartolomé: Las Invasiones Inglesas del Río de la Plata (1806-1807), tomo I, Desde la organización territorial hasta la Reconquista de Buenos Aires, y tomo II, Reconquista de Buenos Aires, Buenos Aires, Editorial Círculo Militar, 2008 (1884). — El Virreinato de las Provincias del Río de la Plata. Su organización militar. Buenos Aires, Círculo Militar, Biblioteca del Oficial, 1992.FORTÍN, Jorge L. R.: Invasiones Inglesas. Colección Pablo Fortín, Buenos Aires, Editora Cía. LAMSA, 1967.HUGHES, Ben: The British Invasion of the River Plate 1806-1807. How the redcoats were humbled and a nation was born. Barnsley, Gran Bretaña, Pen & Sword Military, 2013.KEEGAN, John: El rostro de la batalla, Madrid, Ediciones Ejército, 1990.LUZURIAGA, Juan Carlos: La Reconquista de Buenos Aires. El cenit del Montevideo Colonial, Montevideo, Editorial Planeta, 2017. — Las Invasiones Inglesas en su bicentenario. Testimonios, revisiones y perspectivas, Montevideo, Torre del Vigía, 2007. — Una gesta heroica. Las Invasiones Inglesas y la defensa del Plata, Montevideo, Torre del Vigía, 2004.ROBERTS, Carlos: Las Invasiones Inglesas del Río de la Plata (1806-1807), Buenos Aires, Emecé, serie Memoria Argentina, 2ª ed., 2000.

Lic. Juan Carlos Luzuriaga Contreras

13.- Revista Histórica, tomo VI, (publicada por el Archivo Histórico Nacional), Montevi-deo, El Siglo Ilustrado, pág. 214.

(Nota: Las imágenes no están incluidas dentro del texto original del autor)

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23Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

Capítulos de libros

GUIMERÁ, Agustín: “Bloqueos navales y operaciones anfibias: la perspectiva española”, en Guerra naval en la Revolución y el Imperio: bloqueos y operaciones anfibias, Agustín GUIMERÁ GRAVINA y José María BLANCO NÚÑEZ (eds.), Madrid, Marcial Pons Historia, 2008. — “Guerra y sociedad en el siglo XVIII Canario”, en Curso: Sociedad y Milicia en Canarias, Siglos XVI-XIX, Santa Cruz de Tenerife, Centro de Historia y Cultura de la Zona Militar de Canarias y Universidad de la Laguna, Vicerrectorado de Extensión Universitaria, 2001.VIDAL, Daniel: “El espíritu patriótico en La lealtad más acendrada y Buenos Aires vengada (1808) de Juan Francisco Martí-nez”, en En torno a las invasiones inglesas, Ana FREGA y Beatriz VEGH (comps.), Montevideo, Universidad de la República, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Departamentos de Historia del Uruguay y de Letras Modernas, 2007.VILLEGAS, Juan José, S.J. : “Fe y Cultura en las Invasiones Inglesas, 1806-1807”, en A Doscientos años de las Invasiones In-glesas al Río de la Plata, Edición de la Academia Uruguaya de Historia Marítima y Fluvial y del Centro de Estudios Históricos Navales y Marítimos, Montevideo, 2007.

Artículos de revistas

AGUERRE CORE, Fernando: “Lealtad, riqueza y autonomía en el Montevideo de las Invasiones Inglesas”, Humanidades, Revista de la Universidad de Montevideo, año 6, número 1, Montevideo, 2006.ÁLVAREZ MASSINI, Rubén: “Del Buceo al Cristo. Apuntes sobre las operaciones británicas en los alrededores de Montevideo, 1806-1807”, Boletín Histórico del Ejército, nos 291-293, Montevideo, 1996.

Fuentes Archivo General de la Nación

Archivo General de la Nación, Archivo y Museo Histórico Nacional (AGN, ex AMHN).Archivo particular, caja 3, carpeta 6, capitán de fragata Bernardo Bonavía.Archivo General de la Nación, fondo documental del antiguo Archivo y Museo Histórico Nacional, caja 6.

Archivos

Caja 215 - MisceláneasExpediente formado por el Cabildo de Montevideo para hacer constar los servicios que prestó esta Plaza en la época de la Inva-sión de los Ingleses.

Escritos de Larrañaga

Caja 195Carpeta 5 - Reconquista de Buenos Aires.

Archivo General de la Nación, ex Archivo General Administrativo (AGN, ex AGA).

Libro 50, Invasión Inglesa, Defensa de la plaza de Montevideo y toma de la plaza por los Ingleses 1806-1807.Libro 165, Expediente. Reconquista Buenos Aires 1806, tomo 1.Libro 166, Expediente. Servicios en la guerra contra los Ingleses. 1807-1808, tomo 2.Libro 167, Expediente. Servicios en la guerra contra los Ingleses. 1807-1808, tomo 3.Libro 455, Certificados de viudedad, durante la invasión inglesa, 1807.

Fuentes editas

PÉREZ CASTELLANO, José Manuel: “Memoria de los acontecimientos de la guerra actual de 1806 en el Río de la Plata”, en Selección de escritos. Crónicas históricas, 1787-1814, Biblioteca Artigas, col. Clásicos Uruguayos, vol. 130, Montevideo, 1968.

Anónimas

“Diario de la expedición del Brigadier Crauford” (anónimo), en Revista Histórica (publicada por el Archivo Histórico Nacio-nal), tomos V, VI, VII, VIII y IX, Montevideo, El Siglo Ilustrado, 1912, 1913, 1914, 1916 y 1918.

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24 Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

Documento destacado

JURA DE LA CONSTITUCIÓN

Escribanía de Gobierno y Hacienda Caja 146, Nº 56

Este documento se encuentra conservado en la Cámara de Conservación con temperatura y humedad relativa adecuada, a efectos de esta-bilizar su deterio.

Con el cometido de mantener la estructura del fondo documental se ha dejado un testigo en la unidad de instalación original

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Homenaje:190 años de la Jura de la Primera Constitución

Dentro de los repositorios d o c u m e n -

tales del Archivo Gene-ral de la Nación, se en-cuentra el libro Nº 1400 perteneciente al fondo documental “Historia de la Administración”1

que contiene el homena-je que las Instituciones bancarias de 1930 qui-sieron hacer a los Cons-tituyentes de 1830.

Para recordar tan magno y significativo acontecimiento, que continuó con el largo proceso emancipador de nues-tro país, nos vamos a valer de este fondo, como ma-nera de “rememorar a la primera Constitución que tuvo nuestro país” “el más hermoso y cohe-rente sistema constitu-cional del que haya dis-puesto el país”, según Jiménez de Aréchaga; hasta la afirmación de que su inadecuación po-lítica es la causa de to-dos los males del siglo XIX; opiniones extre-mas que resultan de es-tudiarla desde ángulos diferentes: el jurídico y el hecho histórico.

Así como en 1830 los cronistas de época describen el sentimien-to de alborozo que vi-vieron los coetáneos, por ejemplo, uno de los relatos pertenece a Isidoro de María quien fuera también director de nuestra Institución, ya sexagenario, recuerda el domingo 18 de julio de 1830 así: “La plaza Matriz estaba transformada por las decoraciones con magníficos arcos de triunfo en las cuatro esquinas y el gran tablado levantado en el centro con escaleras, una con frente del Cabildo y

otra en la Matriz (Iglesia) flotando en cada esquina del tablado, la bandera nacional, la argentina, la brasilera y la inglesa. Se ofreció un Tedeum y las supremas autorida-des y altos dignatarios prestaron juramento a la Constitución, después el pueblo congregado en el lugar, que subía por grupos al estrado don-de el alcalde les tomaba la promesa. Las fiestas populares continuaron por la tarde, por la no-

che iluminación extraordinaria, pirotecnia, fogones, función de gala, en la casa de comedias. Estas fies-tas que comenzaron en la mañana del domingo 18

se prolongaron hasta el miércoles 21 y continua-ban con bailes familiares y regocijos públicos, y continua el narrador, el día 27 la policía se vio en la necesidad de publicar un decreto para poner fin a los festejos”, hasta ahí Isidoro de María

Y es así que a partir de ese momento el ideal constitucionalista quedó como una larga dura-ción en la idiosincrasia del colectivo uruguayo, se imbricó un ideal de respeto constitucional profundo en todos los actores de la sociedad.

Cien años después de ese fasto día, los hombres del centenario quisieron también re-cordar y simbolizar ese

acontecimiento. En 1930 ya no estaba en vigencia la Constitución de 1830, pero los actores sociales de la época quisieron hacer múltiples festejos para recordar ese hecho histórico.

El 23 de junio de 1930, bajo la convocatoria de Alberto Gallinal se reunieron los gerentes de la ban-ca uruguaya y programaron la adhesión a las fiestas 1.- AGN. Montevideo. Inventario de los Fondos Documentales del

AGN.III Catálogo de libros Historia de la Administración. Libro 1400

En el momento de descubrirse el monumento.25 de agosto de 1938

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27Boletín del Archivo General de la Nación de Uruguay

que se realizarían con motivo del “Primer Centena-rio de la República.”

Se encargó al escultor José Luis Zorrilla de San Martín presentara un proyecto para la construcción de un obelisco que sería ofrecido al gobierno como una de las adhesiones a las fiestas del cen-tenario, a los días siguientes, según consigna el acta que se encuentra en el Archivo General de la Nación, el 16 de junio de 1930 se acepta su proyecto.

Actas posteriores, muestran la sucesi-va adhesión pecu-niaria de los bancos de plaza para pro-yectar la adhesión de la banca urugua-ya al “Primer Cen-tenario de la República”, como lo consideraban los actuantes.

Las Actas consignan que pasa el tiempo, y recién en 1938 con la insistencia del Dr. Gallinal, verdadero impulsor y controlador de la obra, se da cuenta que está terminada, y se procederá a su inauguración.

El 25 de agosto de 1938, se pasó a “descubrir” las tres estatuas del obelisco y simultáneamente se soltaron 300 palomas mensajeras, mientras tanto las bandas militares ejecutaron la diana de Palleja y una batería de artillería hizo la salva de 21 cañonazos.

Acto seguido los coros del Sodre entonaron el Himno Nacional, acompañados por la banda muni-cipal y luego el Dr. Gallinal en nombre de los bancos de Montevideo pronunció su discurso e hizo entrega del monumento a las autoridades de la Nación.

El Ministro de Instrucción Pública Jacobo Váz-quez Varela habló en representación del Poder Eje-cutivo. Luego desfile de las escuelas militares y las sociedades criollas.

Ocho años después de la iniciativa se culminó el Obelisco a los Constituyentes de 1830.

Los diarios de época dan cuenta de la algara-bía de los presentes, ante el descubrimiento de las estatuas que simbolizaban el arduo camino de la li-bertad.

El diario La Mañana del 29 de abril de 1938 ex-presaba: “atenuada la impresión brusca del primer contacto, el obelisco de los constituyentes se iden-tifica rápidamente con el panorama urbano, impo-niendo sin violencia su alarde de verticalidad, en un punto donde la ciudad parece aplastarse, olvidando la agitación febril de sus calles en la serena exten-sión de un gran parque. Dentro de pocos días será

un complemento familiar a ese punto y llegaremos a extrañarnos al pensar que antes no estuvo allí… Y si alguna memoria perdura en nuestro pueblo con fervorosa evocación, es la de los constituyentes que

redactaron nues-tra primera carta magna”.

El monumen-to ubicado en la intersección entre 18 de julio y Bu-levar Artigas (lue-go de una vasta discusión donde sería el empla-zamiento defini-tivo), de granito “sólido como los cimientos de la patria” consta de tres estatuas que expresan los sen-timientos más caros de la Repú-blica: La libertad,

la fuerza y la ley, como decían las actas de la época “concebida la libertad, escribió la ley, y tuvo fuerza para hacerla cumplir y respetar”.

Cuarenta metros de altura, con alegorías señeras al ser nacional, Zorrilla de San Martin, glorificó a los hombres que redactaron la Constitución, y como símbolo mayor de los procesos consolidatorios de nuestra identidad nacional: el Obelisco a los Cons-

tituyentes de 1830 fue inaugurado un 25 de agosto: el principio y el fin de nuestra gesta libertadora, se unieron simbólicamente ese día.

El Sr. Intendente Municipal arq Horacio Acosta y Lara pronunciando su discurso.

25 de agosto de 1938

Prof. María Beatriz Eguren de Oliú