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«Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón» BOLETÍN INFORMATIVO DE LA DIÓCESIS DE ORIHUELA-ALICANTE AÑO XVI N.º 350 3 - 16 de marzo de 2013

BOLETÍN INFORMATIVO DE LA DIÓCESIS DE ORIHUELA … · y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses,

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«Queridísimos hermanos, os doy las gracias

de corazón»

BOLETÍN INFORMATIVO DE LA DIÓCESIS DE ORIHUELA-ALICANTE AÑO XVI N.º 350 3 - 16 de marzo de 2013

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Noticias Diocesanas es una publicación de la Delegación de MCS del Obispado de Orihuela-Alicante Diseño y Maquetación: María Córdoba. Imprime: Servicio de Impresión de Levante, S. A. Depósito legal: A-578-1997.

8. Una tan rápida mutación, realizada con frecuencia bajo el signo del desorden, y la misma conciencia agudizada de las antinomias existentes hoy en el mundo, engendran o aumen-tan contradicciones y desequi-librios. Surgen muchas veces en el propio hombre el des-equilibrio entre la inteligencia práctica moderna y una forma de conocimiento teórico que no llega a dominar y ordenar la suma de sus conocimientos en síntesis satisfactoria. Brota también el desequilibrio entre el afán por la efi cacia práctica y las exigencias de la conciencia moral, y no pocas veces entre las condiciones de la vida co-lectiva y a las exigencias de un pensamiento personal y de la misma contemplación. Surge, fi nalmente, el desequilibrio en-tre la especialización profesio-nal y la visión general de las co-sas.Aparecen discrepancias en la familia, debidas ya al peso de las condiciones demográfi cas, económicas y sociales, ya a los confl ictos que surgen entre las generaciones que se van suce-diendo, ya a las nuevas relacio-nes sociales entre los dos sexos.Nacen también grandes discre-pancias raciales y sociales de todo género. Discrepancias en-tre los países ricos, los menos ri-cos y los pobres. Discrepancias, por último, entre las institucio-nes internacionales, nacidas de la aspiración de los pueblos a la paz, y las ambiciones puestas al servicio de la expansión de la propia ideología o los egoís-mos colectivos existentes en las naciones y en otras entida-des sociales. Todo ello alimenta la mutua desconfi anza y la hos-tilidad, los confl ictos y las des-gracias, de los que el hombre es, a la vez, causa y víctima.

8. Los desequilibrios del mundo, moderno

De la Constitución Pastoral Gaudium Et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual, 8

Exposición preliminar.Situación del hombre en

el mundo de hoy Benedicto XVI fue siempre un enigma para los «profetas de desdichas». En los pronósticos

de aquéllos, el teólogo bávaro – tí-mido y discreto – pasaría desaper-cibido junto a la inmensa fi gura de Juan Pablo II, el Grande. Se equivo-caban. Semana tras semana, la pla-za de San Pedro seguía llenándose, repleta de hombres y mujeres con hambre de escuchar la palabra del papa Ratzinger. Los italianos, que tienen una frase para todo, decían: «A los otros papas venían a verlos; a éste vienen a escucharlo». Algunos encontraron incluso un título para él: «el papa de la palabra».Los largos años de estudio y re-fl exión no han alejado a Ratzinger de la sencillez y la claridad del len-guaje. Su sólida preparación, muy

Las catequesis de los miércoles

al contrario, le permite expresar conceptos teológicos complejos con imágenes sencillas. A título per-sonal, recuerdo una homilía suya, pronunciada con motivo de la fi es-ta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María (8 de diciembre de 2005). A propósito del pecado origi-nal, decía el papa: «si refl exionamos sinceramente sobre nosotros mismos y sobre nuestra historia, debemos decir (…) que todos llevamos dentro de nosotros una gota del veneno de ese modo de pensar refl ejado en las imágenes del libro del Génesis. Esta gota de veneno la llamamos pecado original». La fe de la Iglesia, fruto de largas y complejas controversias, en labios del papa parecía fácil de com-prender y aceptar. Sencillamente genial. Además de sus homilías pronuncia-das con motivo de las distintas fi es-tas, Benedicto XVI ha desgranado su magisterio en las catequesis de los miércoles. Este género estaba bien consolidado en la actividad pastoral de sus antecesores, que nos regala-ron refl exiones de incalculable valor con motivo de la audiencia semanal. ¿Cómo olvidar, por ejemplo, las Ca-tequesis sobre el cuerpo y el amor

humano que pronunciara Juan Pa-blo II? ¿O las sencillas, pero pene-trantes refl exiones que Juan Pablo I dedicó a las virtudes teologales? Las catequesis eran una ocasión precio-sa para la enseñanza continuada, que Benedicto XVI ha sabido apro-vechar muy bien.Las primeras catequesis nos hicie-ron ver la profunda comunión de ideas y espíritu que existía entre Juan Pablo II y Benedicto XVI. La muerte del primero le había impedi-do terminar su proyecto de comen-tar los salmos de Vísperas, tarea que su sucesor asumió como propia. Sus primeras catequesis se dedicaron, por tanto, a la oración de la Iglesia. Tras completar esta tarea, Benedic-to XVI comenzó las catequesis sobre los Apóstoles, o más exactamente

sobre «la relación entre Cristo y la Iglesia, considerándolo a partir de la experiencia de los Apóstoles (…) A través de los Apóstoles, nos remon-tamos a Jesús mismo» (15 de marzo de 2006). Un año después, fi naliza-ba la serie dedicada a los apóstoles y los primeros cristianos del Nuevo Testamento, y se iniciaban las cate-quesis sobre los padres apostólicos, «la primera y la segunda generación de la Iglesia después de los Apóstoles» (7 de marzo de 2007). Benedicto XVI continuó desgranando la vida y pensamiento de los primeros es-critores cristianos, que con razón llamamos «padres de la Iglesia» por-que son maestros para la Iglesia de todos los tiempos: Justino, Cipriano, Basilio, Atanasio, Gregorio Nacian-ceno, Hilario de Poitiers, Agustín de Hipona… Pero la anchura de espíri-tu de Benedicto XVI se manifi esta, especialmente, en la inclusión de dos nombres sorprendentes: Ter-tuliano de Cartago y Orígenes de Alejandría. Ambos presentan doc-trinas complejas, que hacen que no reciban el nombre de «padres de la Iglesia», sino «escritores eclesiásti-cos». De Tertuliano destaca el papa su genialidad, pero lamenta su pro-

gresivo distanciamiento de la fe de la Iglesia. Su fi gura, afi rma «me hace refl exionar mucho. Se ve que al fi nal le falta la sencillez, la humildad para integrarse en la Iglesia, para aceptar sus debilidades, para ser tolerante con los demás y consigo mismo» (30 de mayo de 2007). La semblanza de Orígenes es bien distinta: en primer lugar, porque le dedica dos cate-quesis, como sólo hace con algunos padres especialmente importan-tes. Pero además, por los trazos tan elogiosos con que dibuja su fi gura. Nunca se refi ere a él como «padre» de la Iglesia, pero lo califi ca como un «maestro en la fe».A las fi guras de la Edad Antigua, su-cedieron los testigos de la fe y los grandes teólogos de la Edad Media, las grandes mujeres de la historia de la Iglesia y algunos santos de los tiempos más recientes. Tan sólo in-terrumpió estas series para dedicar veinte catequesis a San Pablo en el año dedicado al Apóstol de las Gen-tes. El gusto del papa por las sem-blanzas da que pensar. En mi opi-nión, hay que relacionarlo con otros escritos del pontífi ce. Así, en sus car-tas sobre el amor, la esperanza y la fe, no se contenta con una descrip-ción meramente teórica de estas virtudes; las presenta «encarnadas» en la fi gura de diversos santos. El 4 de mayo de 2011 inició una nueva serie de catequesis. En ellas, decía, «queremos aprender a vivir aún más intensamente nuestra rela-ción con el Señor, casi una ‘escuela de oración’». Benedicto XVI decidió interrumpirla al iniciar el Año de la Fe, para centrarse en los temas pro-pios de esta celebración: qué es la fe (el acto mismo por el que se cree), y cuáles son sus contenidos. Del Cre-do, tan sólo ha tenido tiempo de co-mentar el primer artículo: «Creo en Dios, Padre, Creador».¿Qué balance dejan estos casi ocho años de Catequesis? El texto de sus enseñanzas es, por sí mismo, de gran valor: partiendo de la oración de vís-peras, desemboca en una escuela de oración, pasando por los santos y la confesión de fe. Pero su aporta-ción va más allá de las letras de tinta y las páginas de papel. Pablo decía que las comunidades cristianas eran su mejor carta de presentación, una carta de Cristo escrita por el Apóstol con la tinta del Espíritu. Miércoles tras miércoles, con Benedicto XVI hemos ido comprendiendo mejor la belleza de seguir a Jesucristo y ha-ber creído en Él. ¿Qué mejor regalo podía hacernos un papa teólogo?

Domingo García Guillén

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benedicto 16Declaratio del Santo Padre Benedicto XVI

Vaticano, 10 de febrero 2013

Queridísimos hermanos,

Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran impor-tancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi concien-cia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer ade-cuadamente el ministerio petrino. Soy muy cons-ciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el

mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue enco-mendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confi ado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado,

por medio de quien tiene competencias, el cón-clave para la elección del nuevo Sumo Pontífi ce.Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministe-rio, y pido perdón por todos mis defectos. Aho-ra, confi amos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífi ce. Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.

BENEDICTUS PP XVI

Homilía del Santo Padre Benedicto XVI de la Santa Misa, Bendición e Imposición de la Ceniza

enerados hermanos, queridos hermanos y herma-nas. Hoy, Miércoles de Ceniza, comenzamos un nuevo camino cuaresmal, un camino que se ex-tiende por cuarenta días y nos conduce al gozo de la Pascua del Señor, a la victoria de la vida so-bre la muerte. Siguiendo la antiquísima tradición romana de las stationes cuaresmales, nos hemos reunido para la celebración de la Eucaristía. Esta tradición establece que la primera estación ten-ga lugar en la Basílica de Santa Sabina, sobre la colina del Aventino. Las circunstancias han acon-sejado que nos reunamos en la Basílica Vaticana. Somos un gran número en torno a la tumba del apóstol Pedro, para pedirle también su interce-sión para el camino de la Iglesia en este momen-to particular, renovando nuestra fe en el Supre-mo Pastor, Cristo el Señor. Para mí, es una ocasión propicia para agradecer a todos, especialmente a los fi eles de la Diócesis de Roma, al disponerme

a concluir el ministerio petrino, y para pedir un recuerdo particular en la oración.Las lecturas que han sido proclamadas nos ofre-cen algunos puntos que, con la gracia de Dios, estamos llamados a convertirlos en actitudes y comportamientos concretos en esta cuaresma. La Iglesia nos propone de nuevo, en primer lugar, la vehemente llamada que el profeta Joel dirige al pueblo de Israel: «Así dice el Señor: convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto» (2,12). Hay que subrayar la expresión «de todo corazón», que signifi ca desde el centro de nuestros pensamientos y sentimientos, desde la raíz de nuestras decisiones, elecciones y acciones, con un gesto de total y radical libertad. ¿Pero, es posible este retorno a Dios? Sí, porque existe una fuerza que no reside en nuestro corazón, sino que brota del mismo corazón de Dios. Es la fuerza de su misericordia. Continúa el profeta: «Convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas» (v. 13). El retorno al Señor es posible por la ‘gracia’, porque es obra de Dios y fruto de la fe que ponemos en su mise-ricordia. Este volver a Dios solamente llega a ser una realidad concreta en nuestra vida cuando la gracia del Señor penetra en nuestro interior y lo remueve dándonos la fuerza de «rasgar el cora-zón». Una vez más, el profeta nos transmite de parte de Dios estas palabras: «Rasgad los corazo-nes y no las vestiduras» (v. 13). En efecto, también hoy muchos están dispuestos a «rasgarse las ves-tiduras» ante escándalos e injusticias, cometidos naturalmente por otros, pero pocos parecen dis-puestos a obrar sobre el propio «corazón», sobre la propia conciencia y las intenciones, dejando que el Señor transforme, renueve y convierta.Aquel «convertíos a mí de todo corazón», es además una llamada que no solo se dirige al in-dividuo, sino también a la comunidad. Hemos escuchado en la primera lectura: «Tocad la trom-peta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión. Congregad al pueblo, santifi cad la asam-blea, reunid a los ancianos. Congregad a mucha-chos y niños de pecho. Salga el esposo de la alco-ba, la esposa del tálamo» (vv. 15-16). La di

Basílica Vaticana 13 de febrero de 2013VEste volver a Dios solamente llega a ser una realidad concreta en nuestra vida cuando la gracia del Señor penetra en nuestro interior y lo remueve dándonos la fuerza de «rasgar el corazón»

Imposición de las cenizas al Santo Padre el pasado Miércoles de Ceniza.

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mensión comunitaria es un elemento esencial en la fe y en la vida cristiana. Cristo ha venido «para reunir a los hijos de Dios dispersos» (Jn 11,52). El «nosotros» de la Iglesia es la comunidad en la que Jesús nos reúne (cf. Jn 12,32): la fe es necesaria-mente eclesial. Y esto es importante recordarlo y vivirlo en este tiempo de cuaresma: que cada uno sea consciente de que el camino penitencial no se afronta en solitario, sino junto a tantos herma-nos y hermanas, en la Iglesia.El profeta, por último, se detiene sobre la oración de los sacerdotes, los cuales, con los ojos llenos de lágrimas, se dirigen a Dios diciendo: «No en-tregues tu heredad al oprobio, no la dominen los gentiles; no se diga entre las naciones: ¿Dónde está su Dios?» (v.17). Esta oración nos hace re-fl exionar sobre la importancia del testimonio de fe y vida cristiana de cada uno de nosotros y de nuestras comunidades para mostrar el rostro de la Iglesia y de cómo en ocasiones este rostro es desfi gurado. Pienso, en particular, en las culpas contra la unidad de la Iglesia, en las divisiones en el cuerpo eclesial. Vivir la cuaresma en una más intensa y evidente comunión eclesial, superando individualismos y rivalidades, es un signo humil-de y precioso para los que están lejos de la fe o son indiferentes.«Ahora es tiempo favorable, ahora es día de sal-vación» (2 Cor 6,2). Las palabras del apóstol Pa-blo a los cristianos de Corinto resuenan también para nosotros con una urgencia que no admite abandonos o apatías. El término «ahora», que se repite varias veces, nos indica que no se puede desperdiciar este momento, que se nos ofrece como una ocasión única e irrepetible. Y la mira-da del Apóstol se centra sobre la forma en que Cristo ha querido caracterizar su existencia como un compartir, asumiendo todo lo humano hasta el punto de cargar con el pecado de los hombres. La frase de san Pablo es muy fuerte: «Dios lo hizo expiación por nuestro pecado». Jesús, el inocen-te, el Santo, «que no había pecado» (2 Cor 5,21), cargó con el peso del pecado compartiendo con la humanidad la consecuencia de la muerte y de una muerte de cruz. La reconciliación que se nos ofrece ha tenido un altísimo precio, el de la cruz levantada en el Gólgota, donde fue colgado el

INTENCIONES DEL PAPA PARAEL MES DE MARZO

INTENCIONES DEL PAPA PARAEL MES DE MARZO

INTENCIÓN GENERAL

Que crezca el respeto por la naturaleza, obra de Dios confiada a nuestra responsabilidad.

INTENCIÓN MISIONAL

Que los obispos, sacerdotes y diáconos sean incansables anunciadores del Evangelio hasta los confines de la tierra.

na gracias a la predicación de la Palabra, de la que el mismo Apóstol es embajador; un llamamiento a que este camino cuaresmal se caracterice por una escucha más atenta y asidua de la Palabra de Dios, luz que ilumina nuestros pasos.En el texto del Evangelio de Mateo, que pertene-ce al denominado Sermón de la Montaña, Jesús se refi ere a tres prácticas fundamentales previstas por la ley mosaica: la limosna, la oración y el ayu-no; son también indicaciones tradicionales en el camino cuaresmal para responder a la invitación de «retornar a Dios con todo el corazón». Pero lo que Jesús subraya es que lo que caracteriza la autenticidad de todo gesto religioso es la calidad y la verdad de la relación con Dios. Por esto de-nuncia la hipocresía religiosa, el comportamiento que quiere aparentar, las actitudes que buscan el aplauso y la aprobación. El verdadero discípulo no sirve a sí mismo o al «público», sino a su Señor, en la sencillez y en la generosidad: «Y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará» (Mt 6, 4.6.18). Nuestro testimonio, entonces, será más efi caz cuanto menos busquemos nuestra propia gloria y seamos conscientes de que la recompen-sa del justo es Dios mismo, el estar unidos a él, aquí abajo, en el camino de la fe, y al fi nal de la vida, en la paz y en la luz del encuentro cara a cara con él para siempre (cf. 1 Cor 13,12).Queridos hermanos y hermanas, iniciamos con-fi ados y alegres el itinerario cuaresmal. Escuche-mos con atención la invitación a la conversión, a «retornar a Dios con todo el corazón», acogien-do su gracia que nos hace hombres nuevos, con aquella sorprendente novedad que es participa-ción en la vida misma de Jesús. Que ninguno de nosotros sea sordo a esta llamada, que nos viene también del austero rito, tan simple y al mismo tiempo tan sugerente, de la imposición de la ce-niza, que dentro de poco realizaremos. Que nos acompañe en este tiempo la Virgen María, Madre de la Iglesia y modelo de todo auténtico discípulo del Señor. Amén.

Imagen del presbiterio de la Basílica Vaticana el pasado Miércoles de Ceniza.

«Ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación» (2 Cor 6,2). Las palabras del apóstol Pablo a los cristianos de Corinto resuenan también para nosotros con una urgencia que no admite abandonos o apatías. El término «ahora», que se repite varias veces, nos indica que no se puede desperdiciar este momento, que se nos ofrece como una ocasión única e irrepetible

La reconciliación que se nos ofrece ha tenido un altísimo precio, el de la cruz levantada en el Gólgota, donde fue colgado el Hijo de Dios hecho hombre. En este descenso de Dios en el sufrimiento humano y en el abismo del mal está la raíz de nuestra justifi cación. El «retornar a Dios con todo el corazón» de nuestro camino cuaresmal pasa a través de la cruz, del seguir a Cristo por el camino que conduce al Calvario, al don total de sí. Es un camino por el que cada día aprendemos a salir cada vez más de nuestro egoísmo y de nuestra cerrazón, para acoger a Dios que abre y transforma el corazón

Hijo de Dios hecho hombre. En este descenso de Dios en el sufrimiento humano y en el abismo del mal está la raíz de nuestra justifi cación. El «retor-nar a Dios con todo el corazón» de nuestro cami-no cuaresmal pasa a través de la cruz, del seguir a Cristo por el camino que conduce al Calvario, al don total de sí. Es un camino por el que cada día aprendemos a salir cada vez más de nuestro egoísmo y de nuestra cerrazón, para acoger a Dios que abre y transforma el corazón. Y san Pa-blo nos recuerda que el anuncio de la Cruz resue-

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Audiencia General Sala Pablo VI Miércoles 13 de febrero de 2013

Queridos hermanos y hermanasComo sabéis —gracias por

vuestra simpatía—, he decidido renunciar al ministerio que el Se-ñor me ha confi ado el 19 de abril de 2005. Lo he hecho con plena li-bertad por el bien de la Iglesia, tras haber orado durante mucho tiempo y haber examinado mi conciencia ante Dios, muy consciente de la im-portancia de este acto, pero cons-ciente al mismo tiempo de no estar ya en condiciones de desempeñar el ministerio petrino con la fuerza que éste requiere. Me sostiene y me ilumina la certeza de que la Iglesia es de Cristo, que no dejará de guiar-la y cuidarla. Agradezco a todos el amor y la plegaria con que me ha-béis acompañado. Gracias. En estos días nada fáciles para mí, he sentido casi físicamente la fuerza que me da la oración, el amor de la Iglesia, vuestra oración. Seguid rezando por mí, por la Iglesia, por el próximo Papa. El Señor nos guiará.Hoy, miércoles de Ceniza, empeza-mos el tiempo litúrgico de Cuares-ma, cuarenta días que nos preparan a la celebración de la Santa Pascua; es un tiempo de particular empeño en nuestro camino espiritual. El nú-mero cuarenta se repite varias veces en la Sagrada Escritura. En especial, como sabemos, recuerda los cua-renta años que el pueblo de Israel peregrinó en el desierto: un largo período de formación para conver-tirse en el pueblo de Dios, pero tam-bién un largo período en el que la tentación de ser infi eles a la alianza con el Señor estaba siempre presen-te. Cuarenta fueron también los días de camino del profeta Elías para lle-gar al Monte de Dios, el Horeb; así como el periodo que Jesús pasó en el desierto antes de iniciar su vida pública y donde fue tentado por el diablo. En la catequesis de hoy de-searía detenerme precisamente en este momento de la vida terrena del Señor, que leeremos en el Evangelio del próximo domingo.Ante todo el desierto, donde Jesús se retira, es el lugar del silencio, de la pobreza, donde el hombre está pri-vado de los apoyos materiales y se halla frente a las preguntas funda-mentales de la existencia, es impul-sado a ir a lo esencial y precisamen-te por esto le es más fácil encontrar a Dios. Pero el desierto es también el lugar de la muerte, porque donde no hay agua no hay siquiera vida, y es el lugar de la soledad, donde el hombre siente más intensa la tenta-

Las tentaciones de Jesús y la conversión por el Reino de los Cielosción. Jesús va al desierto y allí sufre la tentación de dejar el camino indi-cado por el Padre para seguir otros senderos más fáciles y mundanos (cf. Lc 4, 1-13). Así Él carga nuestras tentaciones, lleva nuestra miseria para vencer al maligno y abrirnos el camino hacia Dios, el camino de la conversión.

Dios en mi vida? ¿Es Él el Señor o lo soy yo?Superar la tentación de someter a Dios a uno mismo y a los propios in-tereses, o de ponerle en un rincón, y convertirse al orden justo de priori-dades, dar a Dios el primer lugar, es un camino que cada cristiano debe recorrer siempre de nuevo. «Conver-tirse», una invitación que escucha-remos muchas veces en Cuaresma, signifi ca seguir a Jesús de manera que su Evangelio sea guía concreta de la vida; signifi ca dejar que Dios nos transforme, dejar de pensar que

¿Cuál es el núcleo de las tres tentaciones que sufre Jesús? Es la propuesta de instrumentalizar a Dios, de utilizarle para los propios intereses, para la propia gloria y el propio éxito. Y por lo tanto, en sustancia, de ponerse uno mismo en el lugar de Dios, suprimiéndole de la propia existencia y haciéndole parecer superfl uo. Cada uno debería preguntarse: ¿qué puesto tiene Dios en mi vida? ¿Es Él el Señor o lo soy yo?

para poner a prueba a Dios mismo; pero la respuesta es que Dios no es un objeto al que imponer nuestras condiciones: es el Señor de todo (cf. vv. 9-12). ¿Cuál es el núcleo de las tres tentaciones que sufre Jesús? Es la propuesta de instrumentalizar a Dios, de utilizarle para los propios intereses, para la propia gloria y el propio éxito. Y por lo tanto, en sus-tancia, de ponerse uno mismo en el lugar de Dios, suprimiéndole de la propia existencia y haciéndole parecer superfl uo. Cada uno debe-ría preguntarse: ¿qué puesto tiene

Refl exionar sobre las tentaciones a las que es sometido Jesús en el de-sierto es una invitación a cada uno de nosotros para responder a una pregunta fundamental: ¿qué cuenta de verdad en mi vida? En la primera tentación el diablo propone a Jesús que cambie una piedra en pan para satisfacer el hambre. Jesús rebate que el hombre vive también de pan, pero no sólo de pan: sin una res-puesta al hambre de verdad, al ham-bre de Dios, el hombre no se puede salvar (cf. vv. 3-4). En la segunda ten-tación, el diablo propone a Jesús el camino del poder: le conduce a lo alto y le ofrece el dominio del mun-do; pero no es éste el camino de Dios: Jesús tiene bien claro que no es el poder mundano lo que salva al mundo, sino el poder de la cruz, de la humildad, del amor (cf. vv. 5-8). En la tercera tentación, el diablo propo-ne a Jesús que se arroje del alero del templo de Jerusalén y que haga que le salve Dios mediante sus ángeles, o sea, que realice algo sensacional

Benedicto XVI en el Aula Pablo VI durante la audiencia.

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somos nosotros los únicos construc-tores de nuestra existencia; signifi ca reconocer que somos creaturas, que dependemos de Dios, de su amor, y sólo «perdiendo» nuestra vida en Él podemos ganarla. Esto exige tomar nuestras decisiones a la luz de la Palabra de Dios. Actualmente ya no se puede ser cristiano como simple consecuencia del hecho de vivir en una sociedad que tiene raíces cris-tianas: también quien nace en una familia cristiana y es formado reli-giosamente debe, cada día, renovar la opción de ser cristiano, dar a Dios el primer lugar, frente a las tentacio-nes que una cultura secularizada le propone continuamente, frente al juicio crítico de muchos contempo-ráneos.Las pruebas a las que la sociedad actual somete al cristiano, en efec-to, son muchas y tocan la vida per-sonal y social. No es fácil ser fi eles al matrimonio cristiano, practicar la misericordia en la vida cotidiana, dejar espacio a la oración y al silen-cio interior; no es fácil oponerse pú-blicamente a opciones que muchos consideran obvias, como el aborto en caso de embarazo indeseado, la eutanasia en caso de enfermedades graves, o la selección de embriones para prevenir enfermedades heredi-tarias. La tentación de dejar de lado la propia fe está siempre presente y la conversión es una respuesta a Dios que debe ser confi rmada varias veces en la vida.Sirven de ejemplo y de estímulo las grandes conversiones, como la de san Pablo en el camino de Damas-co, o san Agustín; pero también en nuestra época de eclipse del senti-do de lo sagrado, la gracia de Dios actúa y obra maravillas en la vida de muchas personas. El Señor no se cansa de llamar a la puerta del hom-bre en contextos sociales y cultura-les que parecen engullidos por la secularización, como ocurrió con el ruso ortodoxo Pavel Florenskij. Des-

pués de una educación completa-mente agnóstica, hasta el punto de experimentar auténtica hostilidad hacia las enseñanzas religiosas im-partidas en la escuela, el científi co Florenskij llega a exclamar: «¡No, no se puede vivir sin Dios!», y cambió completamente su vida: tanto que se hace monje.Pienso también en la fi gura de Etty Hillesum, una joven holandesa de origen judío que morirá en Aus-chwitz. Inicialmente lejos de Dios, le descubre mirando profundamen-te dentro de ella misma y escribe: «Un pozo muy profundo hay den-tro de mí. Y Dios está en ese pozo. A veces me sucede alcanzarle, más a menudo piedra y arena le cubren: entonces Dios está sepultado. Es ne-cesario que lo vuelva a desenterrar» (Diario, 97). En su vida dispersa e inquieta, encuentra a Dios precisa-mente en medio de la gran tragedia del siglo XX, la Shoah. Esta joven frá-gil e insatisfecha, transfi gurada por la fe, se convierte en una mujer llena de amor y de paz interior, capaz de afi rmar: «Vivo constantemente en intimidad con Dios».

La capacidad de oponerse a las li-sonjas ideológicas de su tiempo para elegir la búsqueda de la verdad y abrirse al descubrimiento de la fe está testimoniada por otra mujer de nuestro tiempo: la estadounidense Dorothy Day. En su autobiografía, confi esa abiertamente haber caído en la tentación de resolver todo con la política, adhiriéndose a la pro-puesta marxista: «Quería ir con los manifestantes, ir a prisión, escribir, infl uir en los demás y dejar mi sueño al mundo. ¡Cuánta ambición y cuán-ta búsqueda de mí misma había en todo esto!». El camino hacia la fe en un ambiente tan secularizado era particularmente difícil, pero la Gra-cia actúa igual, como ella misma subrayara: «Es cierto que sentí más a menudo la necesidad de ir a la iglesia, de arrodillarme, de inclinar la cabeza en oración. Un instinto ciego, se podría decir, porque no era consciente de orar. Pero iba, me introducía en la atmósfera de ora-ción...». Dios la condujo a una ad-hesión consciente a la Iglesia, a una vida dedicada a los desheredados.En nuestra época no son pocas las

conversiones entendidas como el regreso de quien, después de una educación cristiana, tal vez superfi -cial, se ha alejado durante años de la fe y después redescubre a Cristo y su Evangelio. En el Libro del Apo-calipsis leemos: «Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmi-go» (3, 20). Nuestro hombre interior debe prepararse para ser visitado por Dios, y precisamente por esto no debe dejarse invadir por los es-pejismos, las apariencias, las cosas materiales.En este tiempo de Cuaresma, en el Año de la fe, renovemos nuestro empeño en el camino de conver-sión para superar la tendencia a ce-rrarnos en nosotros mismos y para, en cambio, hacer espacio a Dios, mirando con sus ojos la realidad co-tidiana. La alternativa entre el cierre en nuestro egoísmo y la apertura al amor de Dios y de los demás po-dríamos decir que se corresponde con la alternativa de las tentaciones de Jesús: o sea, alternativa entre po-der humano y amor a la Cruz, entre una redención vista en el bienestar material sólo y una redención como obra de Dios, a quien damos la pri-macía en la existencia. Convertirse signifi ca no encerrarse en la bús-queda del propio éxito, del propio prestigio, de la propia posición, sino hacer que cada día, en las pequeñas cosas, la verdad, la fe en Dios y el amor se transformen en la cosa más importante.Saludos: Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Perú, México y los demás países latinoamericanos. Invito a to-dos en este tiempo de Cuaresma a renovar el compromiso de conver-sión, dejando espacio a Dios, apren-diendo a mirar con sus ojos la reali-dad de cada día. Muchas gracias.

Saludo del Card. Tarcisio Bertone, Secretario de Estado, al Santo Padre Benedicto XVI al fi nal de la Santa Misa

Beatísimo Padre:Con sentimientos de gran con-

moción y de profundo respeto no sólo la Iglesia, sino todo el mundo, han recibido la noticia de su deci-sión de renunciar al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor del Após-tol Pedro.No seríamos sinceros, Santidad, si no le dijéramos que esta tarde hay un velo de tristeza en nuestro cora-zón. En estos años, su Magisterio ha sido una ventana abierta a la Iglesia y al mundo, que ha dejado fi ltrar los rayos de la verdad y del amor de Dios, para dar luz y calor a nuestro camino, también y sobre todo en los momentos en los que las nubes se

condensan en el cielo.Todos nosotros hemos compren-dido que es precisamente el amor profundo que Vuestra Santidad tie-ne por Dios y por la Iglesia aquello que le ha llevado a este acto, reve-lando esa pureza de ánimo, esa fe robusta y exigente, esa fuerza de la humildad y de la mansedumbre, junto a un gran valor, que han dis-tinguido cada paso de su vida y de su ministerio, y que pueden venir sólo de estar con Dios, de estar a la luz de la Palabra de Dios, de subir continuamente a la montaña del encuentro con Él para después des-cender a la ciudad de los hombres.Santo Padre, hace pocos días, con

los seminaristas de su diócesis de Roma, usted nos dio una lección especial: dijo que siendo cristianos sabemos que el futuro es nuestro, el futuro es de Dios, y que el árbol de la Iglesia crece siempre de nuevo. La Iglesia se renueva siempre, renace siempre. Servir a la Iglesia con la fi r-me convicción de que no es nuestra, sino de Dios, que no somos nosotros quienes la construyen, sino que es Él; que podamos decir con verdad la palabra evangélica: «Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que tenía-mos que hacer» (Lc 17, 10), confi an-do totalmente en el Señor, es una gran enseñanza que usted, también con esta sufrida decisión, nos da no

sólo a nosotros, Pastores de la Igle-sia, sino a todo el Pueblo de Dios.La Eucaristía es dar gracias a Dios. Esta tarde queremos dar gracias al Señor por el camino que toda la Iglesia ha realizado bajo la guía de Vuestra Santidad y deseamos decir-le desde lo más íntimo de nuestro corazón, con gran afecto, conmo-ción y admiración: gracias por ha-bernos dado el luminoso ejemplo de simple y humilde trabajador de la viña del Señor; un trabajador, en cambio, que ha sabido en cada mo-mento llevar a cabo lo que es más importante: llevar a Dios a los hom-bres y llevar a los hombres a Dios. ¡Gracias!

«Convertirse», una invitación que escucharemos muchas veces en Cuaresma, signifi ca seguir a Jesús de manera que su Evangelio sea guía concreta de la vida; signifi ca dejar que Dios nos transforme, dejar de pensar que somos nosotros los únicos constructores de nuestra existencia; signifi ca reconocer que somos creaturas, que dependemos de Dios, de su amor, y sólo «perdiendo» nuestra vida en Él podemos ganarla. Esto exige tomar nuestras decisiones a la luz de la Palabra de Dios

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CARTA DEL OBISPO

Carta de agradecimiento al Papa MONS. JESÚS MURGUI

Alicante, 24 de febrero de 2013

Cuando en plena mañana del día 11 de febrero nos llegaba la noticia de vuestra renuncia al ministerio petrino, la reacción fue de incredulidad, no la creímos. Más tarde, cerciorados por la agencia de noticias de la Santa Sede, quisimos inmediatamente manifestar en nombre de nuestra diócesis, nuestro más profundo respeto a la decisión de vuestra Santidad.

Poco a poco, tras leer vuestras palabras de ese mismo día y escucharos en los días posteriores, fue creciendo en nosotros la convicción de que ha-bíais tomado tan trascendental decisión, después de largo tiempo de oración y refl exión ante el Señor, como acto de responsabilidad en vuestro servicio y desde la fe y el amor profundo a la Iglesia.Con este gesto deseáis seguir ofreciendo la vida al Señor y a su Iglesia de otro modo, después de todos estos años de ejemplar servicio como sucesor de San Pedro. Años en los que sólo vuestra Santidad sabe ante Dios el enorme esfuerzo que habéis realizado por cumplir vuestra misión al frente de la Iglesia. Unos años que han sido luminosos, en circunstancias no fáciles, gracias a vuestro magisterio precioso y a vuestro ejemplo constante. En vuestro servicio se ha manifestado la bondad de Dios para con su Iglesia. Ciertamente, nos habéis confi rmado en la fe y presidido en la caridad. Por todo ello, nuestra Iglesia Diocesana de Orihuela-Alicante os manifi esta su profunda gratitud, y da gracias a Dios por vuestra persona y ministerio.Con sentimiento de pérdida y reconocimiento profundo a vuestro ejemplar servicio hasta la última palabra y el último gesto, junto a la acción de gracias a Dios, a Él, Señor de la Iglesia, dirigimos nuestra plegaria en la confi anza total de sentirnos en manos de su providencia que seguro dará a su Iglesia el pastor que siga cuidando adecuadamente, como vos, a su pueblo.Aquí, Santo Padre, siempre tendréis nuestra gratitud, oración y afecto.

Jesús Murgui SorianoObispo de Orihuela-Alicante

GRACIAS, SANTO PADRE

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Fue una verdadera sorpresa para muchos que aquel Papa, que había sido caricaturizado por

los medios de comunicación como implacable inquisidor, escribiera su primera Encíclica precisamente sobre el amor, «una de las palabras más utilizadas y también de las que más se abusa». A los pocos meses de su elección se dio a conocer Deus caritas est (fi rmada el 25 diciembre 2005), una refl exión profunda e ilu-minadora en la que nos invitaba a comprender que la novedad de la fe bíblica reside en la comprensión de Dios como Amor. La Iglesia, en con-secuencia, no podía ser sino «comu-nidad de amor». Se trataba de una encíclica programática, que quería poner el amor en el centro de su ministerio y de la vida de la Iglesia: «El amor del prójimo es un camino para encontrar a Dios, y cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios».Dos años después, en el Adviento de 2007, publicó su segunda encíclica, Spe Salvi, «en esperanza hemos sido salvados» (Rom 8, 24). En ella urge

Benedicto XVI: la voz de sus enciclicas

a que los cristianos hablemos de nuevo de esperanza, en un mundo en el que tantas ideologías, desde la Ilustración al marxismo, han fraca-sado en su intento de construir una nueva justicia humana y en el que la ciencia y el progreso sin Dios ame-nazan con destruir a la humanidad y llevarla a los «abismos» del mal. Esta encíclica advierte sobre los viejos y nuevos horrores que la autosufi -ciencia del pensamiento científi co, del progreso y, de la razón humana desvinculada de la fe, pueden pro-ducir. Y subraya que, para el cristia-no, la esperanza no es una utopía, sino que tiene un rostro: «Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto».La tercera encíclica de Benedic-to XVI volvió a considerar el amor, pero en el contexto de las pobre-zas y desigualdades existentes en el mundo y de la actual situación de crisis económica. Caritas in veri-

Joseph Ratzinger llegó en abril de 2005 a la silla de Pedro cargado

de años, de profunda espiritualidad y de madurez intelectual. El ejercicio del Papado le ha permitido diagnos-ticar con lucidez los retos pastorales del momento y poner toda su capa-cidad espiritual e intelectual al servi-cio de la misión de la Iglesia.La calidad de su encuentro con Dios ha hecho de Benedicto XVI un pastor profundamente sensible a «las triste-zas y angustias» de los hombres de nuestro tiempo, especialmente de los más golpeados por la presente crisis. Toda la encíclica Caritas in ve-ritate del año 2009 es un ejercicio luminoso de discernimiento pastoral sobre una crisis que va mucho más allá de lo económico y fi nanciero y que hunde sus raíces en una defi cien-

Fe y Caridad

tate (29 junio 2009) será recordada como una de las grandes encíclicas sociales. «El amor –escribía- es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz». En esta larga encíclica, Benedicto XVI invita-ba a refl exionar sobre el sentido de la economía y su funcionamiento, subrayando que la economía tiene necesidad de la ética. Además, fren-te al capitalismo salvaje reclamaba introducir la gratuidad y la comu-nión en la economía, y refl exionaba sobre la necesidad de una autoridad mundial «comprometida en la reali-zación de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad».Después de haber hablado sobre el amor y la esperanza, Benedicto XVI comenzó a preparar una refl exión sobre la fe que, según se anunció, debía ser presentada con moti-vo del Año de la fe. La reciente re-nuncia ha impedido que podamos gozar de este texto, que vendría a completar su refl exión sobre las vir-tudes teologales.Además de las tres encíclicas, vale la pena destacar la importancia de las dos Exhortaciones Apostólicas que fueron fruto de las Asambleas ordinarias del Sínodo de Obispos de 2005 y 2008. En la primera, Sacra-

mentum Caritatis (22 febrero 2007), ofrece una profunda refl exión sobre la Eucaristía estructurada en tres partes: la Eucaristía es misterio que se ha de creer, misterio que se ha de celebrar y misterio que se ha de vi-vir. «Es necesario –advertía- que en la Iglesia se crea realmente, se cele-bre con devoción y se viva intensa-mente este santo Misterio». La se-gunda exhortación, Verbum Domini (30 septiembre 2010), está dedicada al tema de la Palabra de Dios, con-templada en sí misma (primera par-te), en la vida de la Iglesia (segunda parte) y en su misión (tercera parte). Esta refl exión prolonga y profundiza muchas cuestiones que el Concilio Vaticano II había tratado en Dei Ver-bum, con la intención de que la Pa-labra de Dios vuelva a ocupar un lu-gar central en la vida de la Iglesia. Se podría decir que con estas exhorta-ciones Benedicto XVI ha ofrecido a la Iglesia una refl exión sobre las dos Mesas, la mesa del Cuerpo de Cristo y la mesa de la Palabra de Dios.Estas encíclicas y exhortaciones son el legado permanente para la Iglesia que nos entrega este Papa de pala-bra profunda, fe fuerte y vigoroso pensamiento. Al tener noticia de su renuncia no podemos sino sentir una gratitud especial por su lumino-so magisterio.

Francisco Conesa

te antropología. En el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2013 el Papa llama la atención sobre la radi-cal dimensión humana del trabajo y el desempleo: «Uno de los derechos y deberes sociales más amenazados actualmente es el derecho al traba-jo… El trabajo es considerado una mera variable dependiente de los mecanismos económicos y fi nancie-ros. A este propósito, reitero que la dignidad del hombre, así como las razones económicas, sociales y po-líticas, exigen que se siga buscando como prioridad el objetivo del ac-ceso al trabajo por parte de todos, o lo mantengan. La condición previa para la realización de este ambicioso proyecto es una renovada considera-ción del trabajo, basada en los princi-pios éticos y valores espirituales, que robustezca la concepción del mismo como bien fundamental para la per-sona, la familia y la sociedad».En dos de sus últimos documentos

(motu propio del 11 de noviembre de 2012 sobre el servicio de la Cari-dad y en el Mensaje para la Cuares-ma 2013), el Papa va desgranando una hermosa y renovada teología de la Caridad:- El servicio de la Caridad es también una dimensión constitutiva de la mi-sión de la Iglesia y expresión irrenun-ciable de su propia esencia.-El primer responsable y animador de la diaconía de la Caridad es el obispo diocesano.-El ejercicio de la Caridad es un de-recho y un deber de cada bautizado que necesita ser organizado institu-cionalmente.- Todas las iniciativas caritativas que promueven los católicos en comu-nión eclesial, han de funcionar y ges-tionarse de acuerdo con los criterios y principios de la Iglesia.- La celebración de la Cuaresma en el Año de la Fe es una ocasión preciosa para seguir meditando sobre la ínti-

ma relación entre Fe y Caridad. La Fe precede a la Caridad pero encuentre en ella su culminación.- El encuentro con Dios en Cristo nos conduce naturalmente al amor al prójimo, pues la Fe actúa por la Ca-ridad.- La mayor obra de Caridad es el anuncio de la persona de Jesucris-to. La evangelización es la más alta e integral promoción de la persona humana.También en el terreno de la teología de la Caridad, el pontifi cado de Be-nedicto XVI ha sido un «kairós», un momento de gracia.«El Año de la Fe será también una buena oportunidad para intensifi car el testimonio de la Caridad… Gra-cias a la Fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el ros-tro del Señor resucitado» (Benedicto XVI, La puerta de la fe 14).

Lucio Arnaiz

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9DEL 3 AL 16 DE MARZO DE 2013

Un pontifi cado puede quedar para la historia por muchas ra-

zones. Al de Su Santidad Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) no le faltan motivos para ello. Pero sin duda, una de esas razones, ha sido que ningún otro Pontífi ce como él –en tiempo moderno–, ha sabido devol-ver a la teología, como ciencia al ser-vicio de la fe, el protagonismo que se merece en la vida de la Iglesia. Y ello no sólo porque Ratzinger era uno de esos pocos cardenales que no necesitaban ser elegido Papa para ocupar un lugar destacado en la vida de la Iglesia, ya que lo tenía por título propio, debido a su tra-yectoria como profesor de teología, siendo como era ya uno de los últi-mos grandes teólogos del siglo XX, reconocido por todos. Sino también porque a lo largo de su pontifi cado, ha sacado de sí la mejor de la teo-logía que conoce, para ponerla al servicio de su misión de pastor de la Iglesia Universal, confi riendo así un nuevo brillo y fulgor a la enseñanza magisterial que brota de la cátedra

de Pedro, sumándole a ésta, además de la autoridad apostólica inheren-te, la autoridad teológica de su pe-ricia personal.Un ejemplo de ello lo constituye su obra, en tres volúmenes, Jesús de Nazaret, largamente deseada como teólogo y que ha visto su publica-ción, precisamente, durante sus seis años de Pontífi ce, acompañándolos así como testigo excepcional y re-frigerio íntimo. Y es que la elección como sucesor de Pedro no inte-rrumpió su deseo personal de en-tregarse, al fi nal de su vida, a un pro-yecto muy íntimo y particular, como testimonia la carta que escribiera el 12 de marzo de 2005 –prácticamen-te un mes antes de su elección– al amigo teólogo español Olegario González de Cardedal: «consagrar los años que Dios me dé a un libro de meditaciones sobre Jesucristo en la línea de los que fue la grande obra de Romano Guardini». El libro es un deseo cumplido. «Tras mi elec-ción para ocupar la sede episcopal de Roma, he aprovechado todos los momentos libres para avanzar en la obra» –dice en el prólogo.Por ello Joseph Ratzinger ha que-rido publicarla con su nombre de pila, sin más autoridad doctrinal que aquella del teólogo, que com-parte sus logros con sus colegas en un intercambio franco de ideas y pensamientos, y la del creyente, que comparte sus inquietudes con los demás seguidores del único Maestro que es Jesús de Nazaret. El libro, por tanto, «no es un modo al-guno un acto magisterial –dice en el primer volumen–, sino únicamente expresión de mi búsqueda personal del «rostro del Señor» (cf. Sal 27,8)». Confesión ésta elocuente y estre-mecedora, que nos sumerge en la intención que el autor tiene al verter en estas páginas no sólo el cúmulo de conocimientos bíblicos y exe-géticos sobre la vida de Jesús, sino –lo más importante–, la meditación cristiana de los relatos evangélicos de su persona. Y es que el libro, por encima de cualquier interés añadi-do, está destinado a convertirse, a la luz de los efectos suscitados en el panorama teológico y eclesial, en el testamento teológico y espiritual a la vez, que pone fi n a una trayecto-ria teológica marcada por un estilo y

método propio, en los que se refl eja su propia concepción del quehacer teológico.En efecto, para él, la teología no es sólo una cuestión de academia, sino un impulso consecuente con la vida de fe. Esta concepción está presente en el método que sigue en el libro. Y es que para el investigador y es-pecialista, el interés y la importancia de estos libros no está sólo en los contenidos (lo que dice), sino tam-bién en cómo están compuestos, en su método e intención (por qué lo dice), puesto que en ello se refl eja el «estilo» teológico de Ratzinger, es decir, el servicio personal que él ha ofrecido a la ciencia teológica. Al in-terpretar la vida de Jesús, Ratzinger lo hace tejiendo minuciosamente todas las perspectivas del testimo-nio creyente que nos ofrecen los evangelios, ampliando así los már-genes en los que, como límites, han podido caer los métodos que ope-raban exclusivamente desde puntos de vista históricos y críticos, al apli-carse a la investigación de la vida de Jesús. Éstos, concretamente, al con-ceder valor sólo a lo que la ciencia histórica podía demostrar de Jesús, abrían una separación entre el tes-timonio histórico y la interpretación eclesial posterior dentro de los rela-tos evangélicos. La imagen de Jesús que alcanzaban así se distinguía, se-gún diversas medidas, con la que se desprende de la simple lectura del evangelio.Sin ir contra este tipo de exégesis moderna, sin embargo Ratzinger amplia este horizonte de compren-sión e interpreta los evangelios desde su misma naturaleza, esto es, desde lo que son: relatos en los que no solo cuenta la historia, sino también la fe; es decir, se suma la historia y la fe; el dato, con la mis-ma interpretación que de él hace el destinatario de esa historia vivida y escrita, y que es toda la comunidad cristiana. De esa manera, su méto-do de lectura (exégesis) incorpora como elemento esencial, no sólo el sentido «literal» e histórico del re-lato, sino el sentido «espiritual» del mismo, obteniendo de esa manera no sólo una interpretación «diacró-nica» del argumento, sino «sincróni-ca» del mismo, interpelante aún hoy a todo aquel que se interesa por este argumento. Este tipo de lectu-ra, espiritual o teológica, la obtiene al poner en marcha varios criterios de lectura como son: la unidad es-trecha de toda la Escritura (el argu-mento global del relato), la tradición viva de la Iglesia (la tradición inter-pretativa posterior) y la analogía de la fe (la concordancia del testimonio bíblico y el dogma confesado por la Iglesia). De esa manera, la imagen

de Jesús del libro de Ratzinger in-tenta ser la misma que ofrecen los evangelios, sin aditivos ni recortes al texto evangélico, el cual sigue sien-do así el verdadero «canon» a seguir. «Para mi presentación de Jesús esto signifi ca, sobre todo, que confío en los Evangelios» –confi esa abierta-mente. A partir de esta declaración concluye rotundamente al empezar el segundo volumen: «Una cosa pa-rece obvia: en doscientos años de trabajo exegético la interpretación histórico-crítica ha dado ya lo que tenía que dar de esencial». Su traba-jo, por tanto, está destinado a can-celar todo un período anterior de investigación científi ca sobre Jesús y abrir una nueva época de estudio de la fi gura de Jesús más afín a la fe y a la confi anza en los evangelios.Ratzinger presenta una fi gura de Je-sús, por tanto, accesible a todos: es la misma imagen del Jesús del evan-gelio, pero contemporánea a nues-tro vivir ahora. Así lo confi esa al fi nal del segundo libro: «El Cristo junto al Padre no está lejos de nosotros; si acaso, somos nosotros los que esta-mos lejos de Él; pero la senda entre Él y nosotros está abierta». Esta sen-da es la oración, el contacto íntimo con Cristo vivo hoy. De hecho, con-sidera que sólo la oración es la puer-ta siempre abierta para conocer a Jesús, para entrar en su misterio y descubrir su personalidad. La teolo-gía de Ratzinger –y ésta es su segun-da característica más notable–, a la vez que poderosamente científi ca es vigorosamente espiritual, sapien-cial. Se asemeja al teologar de los Santos Padres y Doctores de la fe de la era primera del cristianismo, cuyo contacto con el origen y las fuentes de la fe les hacía refl exionar con una lozanía imperecedera. Así es su teo-logía, envuelta siempre en una fres-cura alentadora, capaz de regenerar cualquier pensamiento acerca de la fe, precisamente al considerar el ob-jeto de ésta vivo y personal.Y es que la fe, y por tanto la teolo-gía, para Ratzinger, tiene un rostro personal y vivo: Jesucristo, que a través de estos libros nos ha ense-ñado a contemplar y amar. Desde dos orillas distintas, pero no contra-dictorias, como son su vocación teo-lógica y su vida pastoral, este Papa ha mantenido la mirada fi ja en Jesu-cristo y de ese modo ha hablado, a la Iglesia y al mundo, de lo que lleva en su corazón. Todas estas palabras que, a partir de ahora, fecundarán generaciones enteras de cristianos, también serán a la vez regadas con el silencio meditativo propias del anciano que sabe contemplar la vida con ojos de sabiduría.

Pedro Luis VivesRector del Teologado

«Fijos los ojos en Cristo» (Hb 12,2). Benedicto XVI y Jesús de Nazaret

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10 DEL 3 AL 16 DE MARZO DE 2013

dossier

El Obispo Emérito de Orihuela-AlicaPalmero, celebra el XXV Aniversario

EEl día 24 de enero se cumplió el veinticinco aniversario de la Ordenación Episcopal de

D. Rafael Palmero Ramos, Obispo emérito de Orihuela-Alicante, re-cibida en la Catedral Primada, tras su nombramiento como Obispo Auxiliar de Toledo, por el Beato Juan Pablo II. Fue consagrante principal el Cardenal Marcelo González Martín, Arzobispo de Toledo, al que tan unido estuvo D. Rafael durante toda su vida. Le acompañaban Mons. Antonio Bri-va Mirabent, Obispo de Astorga, y Mons. Rafael Torija de la Fuente, Obispo de Ciudad Real, con otro grupo numeroso de Obispos. Con este motivo, la Diócesis de Orihuela-Alicante quiso organizar diversos actos conmemorativos de esta fecha tan signifi cativa. El primer acto fue la presentación del libro «Cum Ipso. Con Él. Escri-tos Pastorales», en el que se reco-ge una selección de los escritos pastorales de D. Rafael, referidos especialmente a su etapa como Pastor de esta Iglesia de Orihuela-Alicante. La presentación tuvo lugar en la Concatedral de San Nicolás de Alicante. El acto estu-vo presidido por nuestro Obispo diocesano, D. Jesús Murgui So-riano, acompañado por D. Rafael Palmero y por el Vicario General,

D. Francisco Conesa. El Sr. Obispo explicó que esta publicación que-ría ser un gesto de reconocimiento de la Diócesis de Orihuela-Alicante hacia D. Rafael y, al mismo tiempo, expresión de comunión y afecto ha-cia quien ha sido su pastor en estos últimos años. Por su parte, el Vicario general, encargado de la edición de este libro de 511 páginas, expuso el orden de los diversos capítulos en los que se ha distribuido la mate-ria, subrayando algunos elementos particularmente signifi cativos. «En cada una de las páginas de este libro –señaló- se refl eja, por un lado, la vida de nuestra Iglesia de Orihuela-Alicante, con sus deseos y anhelos, sus problemas y sus difi cultades, sus proyectos e inquietudes. Junto a ellos late muy cercano el corazón del Pastor, que corrige cuando es con-veniente, que ayuda a enderezar los pasos, que guía con cayado fi rme y que ofrece siempre impulso y alien-to al rebaño que se le ha confi ado». Finalmente, D. Rafael Palmero dirigió unas sentidas palabras de agradeci-miento al Sr. Obispo de la Diócesis y a todos los que habían hecho posi-ble la edición del libro. Sobre los tex-tos que se recogen en este su último libro, deseó que «iluminen los pasos de quienes los lean ya que son signo evidente y manifi esto de fraternal comunión y afecto».Seguidamente, tuvo lugar un Con-cierto homenaje a cargo de la Or-questa Joven de la Provincia de

Alicante (OAPA), en la misma Conca-tedral. Se contó con los solistas Pepa García, soprano, y José Sempere, Rafael Vázquez y Juan Gallego, te-nores. Orquesta y solistas ofrecieron un bello concierto con piezas de C. Saint-Saens, G. Caccini, G.Puccini, F.Schubert y P.Mascagni.El sábado día 16 de febrero tuvo lu-gar en la Concatedral de San Nicolás una solemne Eucaristía de acción de gracias. La Eucaristía fue presidida por D. Rafael Palmero, el cual estuvo acompañado por numerosos sacer-dotes y fi eles. Junto a D. Rafael esta-ban Monseñor Murgui, Obispo de la Diócesis, y Mons. Renzo Fratini, Nun-cio del Santo Padre en España. Le acompañaban también otros Obis-pos: Mons. Victorio Oliver, Obispo emérito de Orihuela-Alicante; Mons. Braulio Rodríguez Plaza, Arzobispo de Toledo; Mons. Angel Rubio Cas-tro, Obispo de Segovia; Mons. José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena; Mons. Manuel Sánchez Monge, Obispo de Mondoñedo-Ferrol y Mons. Enrique Benavent, Obispo auxiliar de Valencia. Asistie-ron también numerosos familiares y amigos. La celebración comenzó con unas palabras de bienvenida y saludo por parte de D. Jesús Murgui, como Obispo diocesano. En su ho-milía, D. Rafael expresó la gratitud a Dios por su ministerio: «Han pasado 25 años desde mi ordenación epis-copal. Parece que fue ayer. Un cuarto de siglo al servicio de la Iglesia Ma-

dre, como sucesor de los Após-toles. Este título me conmueve siempre internamente. Os invito a mirar, en esta mañana, más allá de mi persona: es conmovedor sentir que el Señor continúa man-teniendo vivo el cuidado solícito de su Iglesia». Al fi nal de la Misa, el Sr. Nuncio dirigió a D. Rafael unas cariñosas palabras de fe-licitación. A continuación, el Sr. Vicario general leyó la bendición que el Papa Benedicto XVI había mandado especialmente para esta ocasión. Felicitó también en nombre del presbiterio diocesano a D. Rafael y presentó el recuerdo con el que éstos habían querido obsequiarle: una vidriera con su escudo episcopal y las fechas de su episcopado que permanecerá en la Concatedral como recuerdo de su ministerio. La vidriera, situa-da en la ante-sacristía, ha sido di-señada por un sacerdote de nues-tra Diócesis, D. Ramón Martínez Ramón. Al fi nalizar la Misa, todos los concelebrantes se acercaron a la vidriera, que fue bendecida por D. Rafael.Terminada la celebración, se ofre-ció un aperitivo en el Claustro de la Concatedral. Allí concelebran-tes, familiares y fi eles pudieron felicitar personalmente al home-najeado. Con ello se puso punto fi nal a los actos de celebración de las «bodas de plata» episcopales de Mons. Rafael Palmero Ramos.

LA CRÓNICALA CRÓNICA

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11DEL 3 AL 16 DE MARZO DE 2013

dossierante, Monseñor Rafael o de su Ordenación Episcopal

BENDICIÓN PAPALAL Venerable Hermano

RAFAEL PALMERO RAMOSObispo emérito de Orihuela-Alicante,

gustosamente felicitamos en sus Bodas de Plata Episcopales, al tiempo que recordamos su fructífero ministerio pastoral, su fi delidad a la Sede Apostólica y al Magisterio de la Iglesia, así como su diligente trabajo en la Conferencia Episcopal Española, con la protección de la Santísima Virgen María, le impartimos de corazón Nuestra Bendición, garantía de gracias celestes y signo de fraterna caridad en Cristo.En la Sede Vaticana, día 8 de Enero, en el Año de la fe 2013.

Benedicto XVI, Papa

BENDICIÓN PAPALBENDICIÓN PAPAL

HOMILÍA DE D. RAFAELHOMILÍA DE D. RAFAEL

Nuestro querido Papa Benedicto XVI me invitó en noviembre del año 2005, a venir a esta ‘terreta, la millor del món’

N t id P B di t XVI i itó i b d l ñ 2005

COLABORACIÓN, AYUDA Y ACCIÓN DE GRACIAS

S. I. Concatedral de San Nicolás

16-II-2013

Is 58, 9b-14Sal 85, 1-2. 3-4. 5-6

Lc 5, 27-32

Con mi saludo cordial para todos, mi sincera gratitud por vuestro acompaña-

miento en este día de gozo com-partido.Gracias a Ud., Sr. Nuncio, que no sólo hace cercano, sino también presente al Santo Padre. Gracias a los obispos presentes, hermanos y amigos. Gracias, querido Don Jesús, Obispo de esta Diócesis, por el interés que has tenido en que celebráramos juntos mis bo-das de plata episcopales. Gracias al Vicario general y a los Vicarios episcopales, al Deán y al Cabildo, a todos los sacerdotes, diáconos, seminaristas, miem-bros de la Vida consagrada y fi e-les seglares, que habéis podido venir esta mañana. Gracias a las corales de ayer y de hoy y a la co-munidad de San Nicolás que tan delicadamente habéis prepara-

do todo. Gracias a las autoridades y grupos de cofradías y hermanda-des, movimientos y asociaciones, y a mis familiares que también habéis hecho un esfuerzo por venir. Sé que vivís lejos. Gracias a todos los que participáis en esta hermosa celebra-ción. «Enséñame Señor tu camino para que siga en tu verdad» (Sal. 85, 11). Ésta ha sido nuestra oración rei-terada al Señor. Hemos orado con las palabras del salmista, que Dios mismo le inspiró. Esta petición sus-tenta todo el itinerario de una voca-ción cristiana, sea cual sea después su concreción. El Señor ha respondi-do a nuestra oración en el Evangelio proclamado. Nos ha dicho a cada uno de nosotros, al decírselo a Leví: «Sígueme» (Lc 5, 27). Y nosotros he-

mos sentido, una vez más, la nece-sidad de responder a esta llamada, dejándolo todo y poniéndonos en pie, para comenzar, hoy mismo, un seguimiento más cercano al Señor. También hemos experimentado la necesidad de hacer fi esta con Él para agradecerle el don de su llama-da. Es una fi esta que compartimos con los más cercanos, pero también con todo el que quiera aceptar la in-vitación.Al celebrar esta fi esta, en la que el propio Jesús nos preside, resuena, con rotunda claridad una palabra de Dios, que nos llama a ampliar el horizonte de nuestra vida, en este tiempo cuaresmal, uniendo ayuno y limosna: «Cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago

del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía» (Is 58, 10). Estas pala-bras que el Señor dirige a toda la Iglesia tienen hoy una resonan-cia concreta en nuestra Asam-blea. Celebramos la Eucaristía para agradecer al Señor el don del ministerio episcopal que me concedió por pura gracia y que, en mi persona, se la entregó a la Iglesia. En la Liturgia de la Palabra de este sábado, me resulta fácil reconocer el camino que Dios me ha marcado en mi vida.

1.- Bodas de plata episcopales. Han pasado 25 años desde

mi ordenación episcopal. Parece

(sigue)

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que fue ayer. Un cuarto de siglo al servicio de la Iglesia Madre, como sucesor de los Apóstoles. Este título me conmueve siempre in-ternamente. Os invito a mirar, en esta mañana, más allá de mi per-sona: es conmovedor sentir que el Señor continúa manteniendo vivo el cuidado solícito de su Igle-sia. Suscitando sucesores de los Apóstoles. Mirando a cada uno de aquellos doce, llamados por el Señor Jesús «para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar» (Mc 3, 14-15), ha suscitado a dia-rio aliento y responsabilidad en mi oración y en mi vida.Han sido 25 años viviendo inten-samente esta gozosa responsabi-lidad. Llegan tras otros 25 largos –27 exactamente– en que me ejercité antes como sacerdote.Celebrar este logro en el ministe-rio episcopal equivale a recordar y revivir lo acontecido. Sí, porque recordar es actualizar nuevamen-te lo que ya es historia y vida. ¿Para qué? Para revivirlo otra vez. Pasar por el corazón, recordar, es revivir, es volver a vivir. No es ex-perimentar nuevamente lo que ha dejado huella en el alma. En nuestro caso y en este momento, es poner sobre la mesa del altar y presentar al Señor el Sacrifi cio hoy concelebrado, que tantas veces ofrecimos en los pasados años. Recuerdo en este momento las palabras del querido Juan Pablo II a los jóvenes en Madrid: «Os doy mi testimonio: fui ordenado sacerdote cuando tenía 26 años. Desde entonces han pasado 56. Al volver la mirada atrás y recor-dar estos años de mi vida, os pue-do asegurar que vale la pena de-dicarse a la causa de Cristo y, por amor a Él, consagrarse al servicio del hombre. ¡Merece la pena dar la vida por el Evangelio y por los hermanos!»1.A quienes aún estáis por decidir el proyecto de vuestra vida, des-de la certeza que da la experien-cia de tantos años vividos para el Señor y para los hermanos, os animo a que estéis atentos a la llamada que el Señor os dirige: su proyecto para vosotros será siem-pre la fuente de la felicidad más duradera. A quienes aguantáis el peso del sol y la fatiga del trabajo en la viña del Señor que es nues-tra Iglesia y nuestro mundo, os aseguro: vale la pena tanta dedi-cación, que «a jornal de gloria no

hay trabajo grande». A quienes sentís que el Señor sigue llaman-do también en el atardecer de la vida, os ofrezco mi experiencia de cada día: es reconfortante con-cluir cada jornada en el gozo del Señor, habiendo procurado ser durante el día siervo bueno y fi el.Están por tanto hoy, sobre la mesa del altar, los gozos y las ale-grías, las satisfacciones comparti-das, las penas y difi cultades que han ido tejiendo mi vida. ¡Solo el Señor las conoce! Solo Él puede anticipar lo que veremos y vivire-mos en el día defi nitivo de nues-tra existencia, cuando Dios nos diga a cada uno lo que alguien expresa con estas palabras: «Tus ojos, Señor, mirarán todas mis llagas… Te contaré después toda mi vida… ¡Aunque ya la co-noces! Y Tú, para dormirme, len-tamente, me contarás un cuento que comienza: Érase una vez un hombrecillo de la tierra… Y un Dios que le quería con locura».

2.- Fui ordenado obispo tras el nombramiento del Beato Juan

Pablo II, en la catedral de Toledo, por la imposición de manos y pa-labras consecratorias del cardenal D. Marcelo González Martín, y de un numeroso grupo de obispos, el 24 de enero de 1988. Se celebra ese día la fi esta de Nuestra Seño-ra de la Paz, y la Iglesia honra tam-bién en esa fecha a San Francisco de Sales, el obispo de la manse-dumbre. Expliqué entonces mi lema episcopal: «Cum Ipso», con Él, en una estampa recordatorio de la Virgen Blanca:«Decid mi nombre al Señor y a la Señora –decía– y ayudadme cuanto podáis, hoy y siempre, a ejercer el ministerio episcopal «CUM IPSO», con Él.Con Jesús niño, gozoso y confi a-do, alegre en brazos de su Madre.Con el Papa de la evangelización siempre renovada, que me in-corpora en este Año Mariano al Colegio de los sucesores de los Apóstoles.Y con nuestro Cardenal Arzobis-po de Toledo, Don Marcelo, del que soy colaborador y que ahora me llama hermano».La gracia que como a cristiano se me ha dado es para mi bien, pre-cisa San Agustín; la dignidad de Obispo que ahora se me otorga, es para vuestra salud… Cami-no nuevo, viajero nuevo, cánti-co nuevo… Si nos mantenemos

Con vosotros me he movido en los últimos años y con vosotros he aprendido mucho, más de lo que he podido enseñar. Aquí seguimos, Señor, en tu Presencia y a tu servicio. Tratando siempre de madurar humana y espiritualmente

1 Juan Pablo II, Discurso a los jóvenes en el Aeródromo de Cuatro Vientos, Madrid, 3 de mayo de 2003.

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unidos a Cristo –garantiza el pas-tor de Hipona, experimentado como pocos–, estamos seguros y somos el regocijo de la Iglesia Madre, porque en la unidad que formamos con Él en el Espíritu está la caridad, está la paz, está la salvación».Puedo aseguraros que he palpa-do con frecuencia esta cercanía de muchos hermanos y herma-nas. En la Diócesis de Toledo se-guí siendo profesor de teología pastoral en el Seminario y como obispo trabajé cuanto pude. Siempre fi el a esta indicación su-perior:«Continuaremos el camino em-prendido, querido obispo auxiliar; trabajaremos por las vocaciones sacerdotales, para que incluso puedan ir sacerdotes a países her-manos de América (en esos años un centenar). Trabajaremos por la formación litúrgica de nuestras comunidades de fi eles, en todas las Parroquias. Trabajaremos por los pobres y marginados; pero sin que quieran convertirnos en un sindicato, que no es eso la Iglesia; ni es una instancia resolutiva de problemas humanos, que ella no puede solucionar, porque perte-necen a instancias civiles, propias

del Estado que ha ido asumiéndo-las, y que tiene fuerza y medios para atenderla. Trabajaremos por mante-ner cada vez más fi rme esta íntima cohesión, esta unidad profunda que se manifi esta hoy aquí y que es para todos un motivo de gozo»2.

3.- Años más tarde, en enero de 1996, fui nombrado por el mis-

mo Papa obispo de Palencia. Otro ambiente, otras gentes, otra tierra, pero la misma Iglesia evangelizado-ra por defi nición y a evangelizar, por mandato de su Fundador.Castilla y León es mi tierra de origen. Allí me encontré a gusto y allí reco-rrí en diez años todas las parroquias de la Diócesis, algunas en repetidas ocasiones.Don Manuel González, Obispo del Sagrario abandonado, predecesor mío, fue para mí en aquellos años, y sigue siéndolo hoy, modelo de com-portamiento. Viví empeñado como él en una tarea noble y con una sola ocupación:«Desde la mañana a la noche y des-de la noche a la mañana, en públi-co y en privado, en el interior de su Iglesia y en medio de las plazas, de sus manos, de sus pies, de su boca, de su corazón y de su cabeza: hacer el bien sin esperar nada… ¿No es

esto lo que cada segundo del día hace con cada alma el pastor calla-do del Sagrario?»3.Cerca, muy cerca de la capital de la Diócesis, tuve al hermano Rafael, monje trapense cuyas huellas pisé, año tras año, con centenares de jó-venes. Él me convenció de esta ver-dad, que guía y orienta los pasos de muchos: «No hay nada difícil para la Señora»4.

4.- Nuestro querido Papa Bene-dicto XVI me invitó en noviem-

bre del año 2005, a venir a esta terreta, la millor del món. Levante será tu casa, me profetizó un sacer-dote antes de llegar aquí. Sí, lo ha sido y seguirá siéndolo. Con voso-tros me he movido en los últimos años y con vosotros he aprendido mucho, más de lo que he podido enseñar. Aquí seguimos, Señor, en tu Presencia y a tu servicio. Tratando siempre de madurar humana y espi-ritualmente.De otros hermanos obispos, al-gunos aquí presentes, de nuestro presbiterio, de los miembros de Vida consagrada, de las familias cris-tianas, de los seglares Iglesia en el mundo –recordamos el Congreso Diocesano de Laicos–, he recibido múltiples ayudas de toda índole,

tes, los que me lo daban y el que lo recibía, que era la Iglesia la que tiene que custodiar el Evangelio. El Obispo no está para hacer in-terpretaciones singulares ni per-sonalistas de ese Evangelio, sino para servirle dentro de la Iglesia en la cual lo recibe… De tal ma-nera que al dar tanto a un Obispo, es mucho más lo que éste reci-be, porque es consciente él de su indignidad para recibir tanto como la Iglesia le da»5. «Splendo-re fulgeas animarum», me dijo D. Marcelo el día de mi ordenación. «Que brilles con el resplandor de las almas».

5.- Con esta Misa, celebrada y vivida con vosotros, vamos a

seguir y seguir hasta que Dios quiera6. Sin volver la vista atrás y sin mirar a los lados… Fijos los ojos en Él, en el Señor Jesús. De la mano siempre de Santa María: la Majestad (Astorga), Virgen Blanca (Toledo), de la Calle (Palencia), del Remedio (Alicante), Montserrate (Orihuela), Virgen María, la de San José.«Nos hacemos semejantes a Cris-to, el Perfecto, –aseguró un día en Pavía Benedicto XVI ante la tum-ba de San Agustín–, en la medida más grande posible cuando nos convertimos, como Él, en perso-nas de misericordia»7.«El deber de celebrar la Eucaristía –recordaba el Beato Juan Pablo II– es el cometido principal y más apremiante del ministerio pasto-ral del Obispo»8. Que nos encon-tremos mañana y tarde con fre-cuencia, y en ocasiones también por la noche, junto al Sagrario de vuestras Parroquias, capillas y oratorios. Y ante el Señor expues-to en las cinco capillas de Adora-ción perpetua que juntos hemos sembrado en la Diócesis.Pido con vosotros y ante vosotros lo que pedía un sacerdote ami-go citando a fray Luis de Grana-da: Señor, «que ni quede pecado sin penitencia, ni benefi cio sin agradecimiento»9. Conscientes todos de que «nadie recibe ayuda (del Señor), si él no colabora»10. Amén.

Rafael Palmero Ramos

2 Marcelo González Martín, Gozo y esperanza, homilía sobre el sacerdocio, Toledo 2010. Homilía en la ordenación episcopal de D. Rafael Palmero Ramos, 120-121.3 Rafael Palmero Ramos, Don Manuel González García. Obispo de Palencia (1935-1940), Palencia 2001, 184.4 Hermano Rafael, Obras completas, Montecarmelo y Monasterio de San Isidro de Dueñas, 1998, C (188)-97989.5 Marcelo González Martín, Gozo y esperanza, 96-97.6 Hermano Rafael, Obras Completas, ES (107)-443.7 Benedicto XVI, Pavía, 22 abril 2007.8 Juan Pablo II, Pastores gregis, 37.9 Bernardo y Hortensio Velado Graña, Introibo. Miscelánea. Barcelona 2011, 358.10 San Agustín, Sermón 156, 11, 11.

Que nos encontremos mañana y tarde con frecuencia, y en ocasiones también por la noche, junto al Sagrario de vuestras Parroquias,

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Que nos encontr con frecuencia, y por la noche, ju de vuestras Par

capillas y oratorios. Y ante el Señor expuesto en las cinco capillas de Adoración perpetua que juntos hemos sembrado en la Diócesis

por lo que estoy muy agradecido. He querido trabajar con todos y a todos sigo queriéndoos. «No he ve-nido a llamar a los justos, dice San Lucas en el Evangelio de hoy, sino a los pecadores a que se conviertan» (Lc 5, 32).Por eso, sin hacer balance alguno, lo dije en mi despedida, ofrecemos al Señor que es buen pagador los sudores y las fatigas, las difi cultades y las pruebas, los fallos, los fracasos, los logros y los aciertos. «El día que me consagraron Obispo, confesaba Don Marcelo en el 25 aniversario de su ordenación episcopal, me die-ron el Libro de los Evangelios, me dijeron que lo custodiase; pero me lo dieron en la Iglesia, dentro de la Iglesia, desde la Iglesia, y conscien-

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l pasado día 11 de Febre-ro, lunes, hacia las 11’30 de la mañana, todos quedábamos sorpren-

didos por la noticia de la renuncia del actual Papa, Benedicto XVI, a su ofi cio como Romano Pontífi ce. Y sor-prendía sencillamente por lo inusual de la noticia. Nunca lo habíamos es-cuchado. Y desde ese momento al-gunas personas se preguntaban: ¿es que puede el Papa hacer eso? ¿pue-de renunciar? Ciertamente, como decimos, resulta inusual. Muy pocos Papas han renunciado a lo largo de la historia. Pero tampoco se trata de algo imposible, sino que está previs-to en las normas de la Iglesia Univer-sal, es decir en los Cánones del Códi-go de Derecho Canónico. Leemos en concreto en el parágrafo segundo del Canon 332: «Si el Romano Pontí-fi ce renunciase a su ofi cio, se requiere para la validez que la renuncia sea li-bre y se manifi este formalmente, pero no que sea aceptada por nadie». Esas dos condiciones las ha cumplido exactamente Benedicto XVI al anun-ciar formalmente su renuncia, y ma-nifestar expresamente que lo hacía

La elección del nuevo papa

con plena libertad y con absoluta conciencia de la gravedad de su de-cisión. Hecha efectiva esa renuncia, se abre el período de nombramien-to de su sucesor. El Canon 349 del mismo Código determina que «Los Cardenales de la Santa Iglesia Roma-na constituyen un Colegio peculiar, al que compete proveer a la elección del Romano Pontífi ce, según la norma del derecho peculiar». Por tanto las nor-mas concretas que regulan el proce-dimiento a seguir para la elección del Romano Pontífi ce se encuentran en una legislación específi ca para este tema. La última normativa al respec-to fue publicada por el Papa Juan Pablo II el día 22 de Febrero de 1.996 mediante la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, que recogía y a su vez modifi caba en parte las publicadas por Pablo VI en el año 1.975 (Romano Pontifi ci eligendo). La elección del nuevo Papa por los Cardenales viene de muy antiguo en la Iglesia. Para encontrar su origen deberíamos trasladarnos al siglo XI, más concretamente al pontifi cado de Nicolás II. El lugar de reunión sabemos que es la Capilla Sixtina.

caso afi rmativo, a continuación se le pregunta con qué nombre desea ser conocido en su Pontifi cado. Una vez aceptada la elección ya es el nuevo... Papa de la Iglesia Católica, Obispo... de Roma y Cabeza del Colegio Epis-copal. En ese momento todos los Cardenales se acercarán a él para expresarle respeto y obediencia. A continuación se produce uno de los momentos más característicos y es-perados en la elección de un nuevo Papa: la famosa fumata blanca, me-diante la cual se anuncia al mundo que ya ha sido elegido y ha acepta-do el cargo, lo que quedará procla-mado desde el balcón principal de la Basílica de San Pedro mediante la conocida frase: ‘Habemus Papam’,

e

dándose a conocer a continuación la identidad del mismo y el nombre para su Pontifi cado. El nuevo Papa imparte entonces desde el mismo lugar por primera vez la Bendición Apostólica a la ciudad y al mundo.Será el próximo 28 de Febrero a partir de las 20 horas cuando se haga efectiva la renuncia del Papa Benedicto XVI, tal como él mismo lo anunció. Desde ese momento se abre un período en que los Cardena-les se congregan para iniciar el cón-clave. La Constitución Apostólica de Juan Pablo II concreta ese período entre 15 a 20 días desde que la Sede de Pedro ha quedado vacante. Para todos los creyentes es un período, ante todo, de profunda gratitud a Dios por el fecundísimo Pontifi cado de Benedicto XVI a lo largo de los últimos casi 8 años, al que acompa-ñamos con nuestro afecto y oración. A la vez es momento de fe y espe-ranza renovadas, porque la Iglesia siempre está asistida por El Buen Pastor, Jesucristo, que nunca aban-dona a su querido rebaño, y nos da la seguridad de que a través del Es-píritu Santo suscitará, inspirando a los Cardenales electores, el Romano Pontífi ce que la Iglesia y el mundo necesitan en el momento actual de su Historia. En el marco de la Cua-resma y del Año de la Fe, los aconte-cimientos mismos nos adentran en un tiempo de profunda oración, en-cendida Fe, y ferviente Esperanza. Y todo ello como base y expresión de nuestro Amor a la Iglesia de Jesús.

Miguel Angel Cremades Romero

...es momento de fe y esperanza renovadas,

porque la Iglesia siempre está asistida por El Buen

Pastor, Jesucristo, que nunca abandona a su

querido rebaño

A ese encuentro de los Cardenales que van a elegir al nuevo Papa se le llama ‘cónclave’, palabra que viene de dos términos latinos: ‘cum-clavis’, y que podemos traducir ‘bajo llave’. El mismo nombre nos da clara idea del riguroso enclaustramiento a que se someten los Cardenales electores. Está regulado que deben evitar todo contacto con el exterior, incluso por los modernos medios de la técnica, así como que personas ajenas al cónclave puedan contactar con ellos durante ese período de elección. En el cónclave pueden participar como electores los Cardenales que no hayan cumplido aún 80 años. El procedimiento para la elección será el de escrutinio por medio de voto secreto, y para ser elegido es ne-cesario alcanzar la mayoría de dos tercios de votos. Una vez alcanzada la mayoría necesaria, el candidato elegido debe expresar de inmedia-to su aceptación o no. Este punto quedaba ya expresado por el Canon 332 en su parágrafo 1: «El Romano Pontífi ce obtiene la potestad plena y suprema en la Iglesia mediante la elección legítima por él aceptada». En

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«

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EDUCACIÓNEDUCACIÓN

Haciendo un recorrido por el Pontifi cado del Santo Padre, hay una face-ta que destaca entre las muchas que envuelven la vida y la trayectoria

de Benedicto XVI, que no es otra que su función docente y su interés por la educación, una palabra profética a favor del encuentro con Dios por los caminos de la razón y de la belleza. Sorprende que Benedicto XVI con su personalidad y quehacer humilde, servicial de mirada y gestos de profun-da mansedumbre interpela al mundo y a los cristianos en la Iglesia a «una emergencia educativa». Deteniéndonos en su quehacer y estilo, sin duda el Papa no nos ha llamado al nerviosismo o improvisación en este ámbito de la vida social y eclesial. En su trayectoria como Cardenal y luego como Papa, sirviendo de puente humano entre la razón y la Fe ha hecho una llamada de profundidad, de ámbito privilegiado y de atención primordial al campo de la educación marcándolo como uno de los caminos a recorrer en la nueva evangelización. De los mensajes y discursos pronunciados por el Papa se entresaca un Decálogo referidos a la Educación. Es un pequeño ápice de la inmensa riqueza del Magisterio proclamado durante su pontifi cado, que lógicamente ni abarca ni agota todo su pensamiento y trabajo magistral.Destacamos algunas orientaciones del educador y la educación en el magis-terio de Benedicto XVI:

1.-  El primer y fundamental ámbito de y para la educación es la confi anza, la cercanía y el amor.

2.-  El educador –todo educador- ha de saber que para educar ha de dar algo de sí mismo y que solo así ayudará a sus alumnos a superar los

egoísmos y para capacitarse ellos mismos en el amor.

3.- El educando, ya desde su infancia, está permanentemente reclamando respuestas, deseando saber y comprender. De ahí que el educador no

deba limitarse a dar nociones e informaciones sino que también ha de con-tribuir a dar respuesta a la gran pregunta acerca de la verdad.

4.- También el sufrimiento forma parte de la vida. Esto signifi ca que no es educativo ocultar y escamotear a los niños la difi cultad y el dolor, pues, a

pesar de las buenas intenciones, se corre el riesgo de crear personas frágiles y poco generosas. El sufrimiento madura y hace crecer en el amor.

5.- Es necesario encontrar en el quehacer educativo el equilibrio entre li-bertad y disciplina. Sin reglas de comportamiento y de vida, no se forma

el carácter y no se prepara paran afrontar las pruebas de la vida.

6.- La educación no puede prescindir del prestigio, que hace creíble el ejercicio de la autoridad.

7.- El educador debe ser un testigo en primera persona de la verdad y del bien.

8.- La educación requiere una conciencia clara de su misión y solo puede ser acometida con garantías de éxito desde la responsabilidad.

9.- Toda la sociedad debe contribuir a la educación, creando para ello un clima  favorable para que los educadores puedan cumplir su misión. Esto

es, la educación requiere una corresponsabilidad social de todos los miem-bros de la sociedad.

10.- Solo una esperanza fi able puede ser el alma de la educación y de toda la vida. Se trata de una esperanza fundada en la verdad y en el

bien, fundada en Dios que se ha revelado en Jesucristo.

Benedicto XVI y la emergencia educativa después de su servicio como sucesor de Pedro. En su retiro se dedicará a «estudiar y rezar»

Educar bien y educar en el bien es hoy también posible, necesario y apremiante.

De su rico magisterio cabe destacar algunas de estas intervenciones que sin duda seguirán siendo referencia y horizonte para una educación re-novada y evangelizadora y fi el a la misión encomendada por Cristo a su Iglesia:

-Jesús es el Señor, educar en la Fe, en el seguimiento y en el testimonio (2007).-Hay que dar respuesta a el exigen-cia educativa (2010).-Mensaje a la diócesis de Roma so-bre la tarea urgente de la Educación. (2008)-Conferencia a los profesores de Religión de las escuelas italianas (2009)-Audiencia general sobre el munus docendi (2010).-Discuros en las sesiones plenarias de la Academia Pontifi cia de Ciacias sociales (2006-2009).-Encuentro con educadodres católi-cos en Washintong (2008).-Discurso a la Congregación para la Educación Católica (2008).-Encuentro con el mundo de la cul-tura en Francia, Alemania (2006-2009).-Catequesis entorno a Santo Tomás de Aquino (2010).-Discurso de apertura de la Asam-blea de Consejo Pontifi cio de la Cul-tura (2013).-Mensajes de los viajes apostólicos y en las JMJ, resaltando la última ce-lebrada en Madrid, donde tuvo un especial encuentro con profesores universitarios (2011).

Finalmente, sólo nos queda agrade-cer al Santo Padre su preocupación y esfuerzo por transmitir a Cristo al mundo y recordarnos el papel tan importante que juega la Educación, junto a la familia, en dicha transmi-sión. Tal es la importancia en su vida la relación fe-razón que él mismo ha dicho recientemente en la última audiencia que «ahora en su retiro se dedicará a hacer el mejor estudio, que es la oración».

Este gesto al fi nal de su pontifi cado, sin duda, marca una referencia muy clara para todos, en especial para los educadores, de cuál es la fuente de la sabiduría y el quehacer de un buen maestro. Gracias Santo Padre.

Delegación de Educación en la Fe

Este gesto al fi nal de

su pontifi cado, sin

duda, marca una

referencia muy clara

para todos, en especial

para los educadores,

de cuál es la fuente de la

sabiduría y el quehacer

de un buen maestro»

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vida consagrada

El Papa a las jóvenes religiosas:Del discurso del Papa en El Escorial (JMJ 2011). Presenta las bases de la Vida Consagrada: «Queridas jóvenes religiosas: Dentro de la Jornada Mundial de la Juventud que estamos celebrando en Madrid, es un gozo grande poder encontrarme con vosotras, que habéis consagrado vuestra ju-ventud al Señor […]

Carisma y evangelioQueridas hermanas, cada carisma es una palabra evangélica que el Espíritu Santo recuerda a su Iglesia. No en vano, la Vida Consagrada «nace de la escucha de la Palabra de Dios y acoge el Evan-gelio como su norma de vida. En este sentido, el vivir siguiendo a Cristo casto, pobre y obediente, se convierte en «exégesis» viva de la Palabra de Dios… De ella ha brotado cada carisma y de ella quiere ser expresión cada regla, dando origen a itinerarios de vida cristiana marcados por la radi-calidad evangélica»

La radicalidad evangélicaLa radicalidad evangélica es estar «arraigados y edifi cados en Cristo, y fi rmes en la fe» que en la Vida Consagrada signifi ca ir a la raíz del amor a Jesucristo con un corazón indiviso, sin anteponer nada a ese amor con una pertenencia esponsal como la han vivido los santos, al estilo de Rosa de Lima y Rafael Arnáiz, jóvenes patronos de esta Jornada Mundial de la Juventud.

La ConsagraciónEl encuentro personal con Cristo que nutre vues-tra consagración debe testimoniarse con toda su fuerza transformadora en vuestras vidas; y cobra una especial relevancia hoy, cuando «se constata una especie de «eclipse de Dios». […] Frente al re-lativismo y la mediocridad, surge la necesidad de esta radicalidad que testimonia la consagración como una pertenencia a Dios sumamente amado.

Benedicto XVI con la Vida Consagrada-La renuncia de Benedicto XVI-

«Sí, de enorme importancia, que no dudo en defi nir como un ‘gesto profético’, para la sociedad y la misma Iglesia: el testimonio de una gran libertad de espíritu. Una decisión que se toma en la

intimidad de la oración delante de solo Dios, de quien ha recibido la misión, con un gran sentido de responsabilidad eclesial, discerniendo lo que es mejor para la Iglesia,

cuando siente que las fuerzas disminuyen y se debilita el vigor corporal.»

(Elías Royón, Presidente de CONFER)

(Imagen del Encuentro del Papa con la Vida Consagrada en El Escorial durante la JMJ 2012)

La ComuniónDicha radicalidad evangélica de la Vida Consagra-da se expresa en la comunión fi lial con la Iglesia, hogar de los hijos de Dios que Cristo ha edifi cado. La comunión con los Pastores, que en nombre del Señor proponen el depósito de la fe recibido a tra-vés de los Apóstoles, del Magisterio de la Iglesia y de la tradición cristiana. La comunión con vuestra familia religiosa, custodiando su genuino patri-monio espiritual con gratitud, y apreciando tam-bién los otros carismas. La comunión con otros miembros de la Iglesia como los laicos, llamados a testimoniar desde su vocación específi ca el mis-mo evangelio del Señor.

Para la misiónFinalmente, la radicalidad evangélica se expresa en la misión que Dios ha querido confi aros. Desde la vida contemplativa que acoge en sus claustros la Palabra de Dios en silencio elocuente y adora su belleza en la soledad por Él habitada, hasta los diversos caminos de vida apostólica, en cuyos sur-cos germina la semilla evangélica en la educación de niños y jóvenes, el cuidado de los enfermos y ancianos, el acompañamiento de las familias, el

compromiso a favor de la vida, el testimonio de la verdad, el anuncio de la paz y la caridad, la la-bor misionera y la nueva evangelización, y tantos otros campos del apostolado eclesial.Este es el testimonio de la santidad a la que Dios os llama, siguiendo muy de cerca y sin condiciones a Jesucristo en la consagración, la comunión y la mi-sión. La Iglesia necesita de vuestra fi delidad joven arraigada y edifi cada en Cristo. Gracias por vuestro «sí» generoso, total y perpe-tuo a la llamada del Amado. Que la Virgen María sostenga y acompañe vuestra juventud consagra-da, con el vivo deseo de que interpele, aliente e ilumine a todos los jóvenes».

Con el recuerdo de este discurso, expresamos al San-to Padre, nuestro agradecimiento por el regalo de su Magisterio, la generosidad con que ha servido a la Iglesia y las palabras y atenciones dirigidas a la Vida Consagrada. Lo acompañamos en esta etapa de su vida con nuestro afecto y oración.

Ángel Larrañaga, sdb, Delegado de la Vida Consagrada

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17DEL 3 AL 16 DE MARZO DE 2013

LAICOSpara que deis más fruto

En la JMJ de Madrid 2011...

El que permanece en mí como yo en él, ese da mucho fruto

(Jn 15,5)

En esta jornada memorable, del verano de 2011, es muy rico y abundante el magisterio de

nuestro querido papa Benedicto XVI. Hay un elenco de citas intere-santísimas que se podrían poner a continuación, aunque más que eso intentaremos resaltar algunas acti-tudes de fondo que se transparentan de sus discursos e intervenciones.Benedicto XVI ha sido un «gran es-

...el Papa de la palabra ¿qué dijo?Algo que ha caracterizado la presencia del Papa en Madrid en la Jornada Mundial ha sido sin lugar a dudas la entrañable esperanza que deposita en el futuro, en los jóvenes. Solía comenzar sus palabras hacia ellos, expresando su «inmensa alegría» por estar reunido con ellos: «mi corazón se llena de gozo pensando en el afecto especial con el que Jesús os mira»; «rezo por vosotros con todo el afecto de mi corazón» (homilía en la Santa Misa del 21 de Agosto en Cuatro Vientos) ¿De qué otra forma se puede interpretar, la insistencia del P . apa por querer permanecer con los jóvenes en la vigilia, aun durante la tormenta? Concluía al fi nalizar la vigilia «Hemos vivido una aventura juntos.» «Igual que esta noche, con Cristo podréis siempre afrontar las pruebas de la vida. No lo olvidéis. Gracias a todos.»

cuchador» a la vez que observador de la realidad. Parece destacable la hondura del conocimiento que de-mostró durante la JMJ de algunos de los problemas más importantes que afrontamos en nuestro país junto con otros países de Europa y del mundo entero. En las palabras de acogida o despedida con auto-ridades civiles, o al ser preguntado, como gran buscador enamorado de la verdad, no le temblaba la voz para recordar constructivamente, como por ejemplo, «la dimensión ética no es algo exterior a los problemas eco-nómicos, sino una dimensión interior y fundamental»; y citaba al venerado Juan Pablo II: «La economía no debe medirse según el máximo benefi cio, sino según el bien de todos» (a los pe-riodistas durante el vuelo de Roma a Madrid, 18 de Agosto). ¿Será el secreto de este papa de la palabra, el escuchar esmeradamente y con atención antes de intervenir, el guar-dar un silencio humilde, receptivo y atento hacia quien dirigirá después la palabra?

Y en tercer lugar, podríamos resaltar de esta JMJ, como característico de Be-nedicto XVI, su sabiduría evangélica. Todo su magisterio durante la Jornada Mundial esta imbuido de referencias a la Sagrada Escritura, inspirado por la Palabra de Dios y exhorta en numerosas ocasiones a los jóvenes a hacer de ella, un acompañante indispensable, por ejemplo en sus palabras nada más aterrizar en Madrid: «¿Por qué y para qué han venido esta multitud de Jóve-nes a Madrid? Aunque la respuesta deberían darla ellos mismos, bien se puede pensar que desean escuchar la Palabra de Dios, como se les ha propuesto en el lema para esta Jornada Mundial de la Juventud, de manera que arraigados y edifi cados en Cristo, manifi esten la fi rmeza de su fe»

Concluimos igualmente, con unas palabras pronunciadas durante el vuelo, que recogen este vivir y creer la Palabra de Dios: «La siembra de Dios siempre es silenciosa. No aparece inmediatamente en las estadísticas, y esa semilla que el Señor siembra con la JMJ es como la semilla que habla el Evangelio: una parte cae en el camino y se pierde; una parte cae en la piedra y se pierde; una parte cae en las espinas y se pierde; pero una parte cae en tierra buena y da mucho fruto. […] Ciertamente se pierde mucho, no podemos decir que a partir de mañana re-comienza un gran crecimiento de la Iglesia. Dios no actúa así. Crece en silencio. […] Y nosotros confi amos en este crecimiento silencioso, y estamos seguros de que, aunque las estadísticas no hablen mucho de ello, realmente crece la semi-lla del Señor. Y para muchas personas será el inicio de una amistad con Dios y con los demás, de una universalidad de pensamiento, de una responsabilidad común que realmente muestra que estos días dan fruto.»

Secretariado de Pastoralde Infancia y Juventud

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18 DEL 3 AL 16 DE MARZO DE 2013

Damián L. Abad IrlesDIRECTOR DEL SECRETARIADO DE CULTO DIVINO

Liturgia

Sólo he tenido una ocasión de ver en persona a S.S. Benedicto XVI siendo Papa. Fue en el verano de 2008, durante una peregrinación

parroquial a Roma. Al ser el mes de agosto, el Papa no se encontraba en Roma y, en principio, no estaba previsto que realizara la tradicional au-diencia de los miércoles, pero, ante la solicitud de numerosos peregrinos, fi nalmente se anunció que se celebraría la audiencia en la Palacio ponti-fi cio de Castelgandolfo. Allí lo pude ver de cerca. Su catequesis fue sencilla y profunda; nos habló de dos testigos de la fe: Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) y San Maximiliano Kolbe. Tuve la impresión de estar viendo y escuchando a un hombre arraigado en una profunda comunión de vida con Dios.De todos es conocida la inmensa y fecunda obra de Benedicto XVI como teólogo y como pastor. Hace apenas unos meses se ha publicado en es-pañol el primer volumen de sus Obras completas, dedicado a la Teología de la Liturgia. Él mismo presenta el volumen inaugural de sus escritos, y, recordando que el trabajo del Concilio Vaticano II comenzó por el texto sobre la sagrada Liturgia, dice: «Mediante este comienzo con el tema de la liturgia se ponía inequívocamente de manifi esto el primado de Dios y la primacía del tema Dios: Primero Dios, es lo que nos dice el comienzo por la liturgia. Cuando la mirada hacia Dios no es lo determinante, todo lo demás pierde su orienta-ción. […] Para mí no se trata de los problemas es-pecífi cos de la ciencia litúrgica, sino siempre del anclaje de la liturgia en el acto fundante de nues-tra fe y, así también, de su lugar en el conjunto de nuestra existencia humana».Primero Dios. Lo ha dicho el Papa en muchas oca-siones y de distintas maneras, es sus homilías,

Benedicto XVI: el arte de celebrar

EL DÍA DEL SEÑOR

Si no da fruto, la cortas 3 de marzo - Domingo III de Cuaresma

Ex 3, 1-8a.13-15 «He visto la opresión de mi pueblo». 1Co 10, 1-6.10-12 El que se cree seguro ¡cuidado!, no caiga. Lc 13, 1-9 «...si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo».

Es la respuesta del Señor a los lamentos de Israel que sufre la injusticia en tierra extranjera. Dios escucha las plegarias de aquéllos que le imploran

y, lejos de desentenderse, sale a su encuentro. Su ofrecimiento es libre. Esa promesa trasciende todo tiempo y espacio, porque se realiza en presente, se realiza en nosotros. Su decisión no cambia conforme a su antojo. Lo que dice lo hace. ¿De qué nos salva Jesús? -Preguntaba un niño en la Eucaristía dominical. La respuesta es: del infi erno, de la esclavitud del pecado, de la muerte eterna. Él nos conduce en esta vida con su santa providencia hacia la salvación, y si miramos atentamente a nuestra historia, veremos su mano guiar nuestros pasos con su delicadeza y su respeto a nuestras decisiones. Por eso es importante recordar qué es lo que ha hecho por nosotros, para dar respuesta sincera a su amor. Él no ha venido a condenar sino a salvar, y espera la respuesta de cada uno. La advertencia que Jesús nos hace tiene sentido desde la misericordia divina: el deseo que Dios tiene de que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Y es que es-tamos acostumbrados en muchas ocasiones a relacionar misericordia con permisividad. Dios se ha tomado en serio la vida de los hombres, y ha envia-do a Cristo para dar su vida en rescate por muchos. Durante esta cuaresma podríamos emplear las armas de la penitencia que más que hacernos ganar méritos, nos conducen a la verdadera conciencia de lo que Dios nos da.

Este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida 10 de marzo - Domingo IV de Cuaresma

Jos 5, 9a.10-12 «Hoy os he despojado del oprobio de Egipto». 2Co 5, 17-21 El que es de Cristo es una criatra nueva. Lc 15, 11-32 «Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti».

Ellos lo escuchan con fe, buscaban la vida y la encontraron, como dice San Pedro: «¿a dónde iremos? Señor, tú tienes palabras de vida eterna». El

domingo pasado escuchábamos la advertencia que el señor nos daba para que nos convirtiéramos para no perecer. Hoy nos encontramos con su obra redentora que da cariño y enseña a los pecadores el camino de la salvación. Deben pues, alegrarse los que están en el Señor, ya que este es el síntoma de aquéllos que están en el Señor cuando saben de una conversión: «hay mas alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por mil que no ne-cesitan convertirse». La parábola del hijo pródigo es un claro ejemplo de la alegría de la conversión. La reacción del padre es un abrazo y un estallido de alegría por haber recuperado a su hijo. Es justamente lo que ocurre cuando nos acercamos humildemente al Señor en el sacramento de la Penitencia. Al mostrarle nuestras faltas, nuestra vergüenza, nuestra iniquidad nos acoge, no como siervos, sino como hijos. Así es Dios, sus caminos no son nuestros caminos. Su amor por nosotros supera nuestra lógica, su paternidad es per-fecta y su dedicación es plena. Que nuestra vida sea para gloria de Dios.

Víctor Ferrer García

catequesis, escritos… Y eso es lo que él mismo transparenta cuando celebra la sagrada Liturgia: la primacía de Dios. Muchas veces he podido se-guir a través de los medios de comunicación las celebraciones presididas por el Santo Padre, y quiero destacar que verlo celebrar es una cons-tante catequesis litúrgica viva para todo el pueblo

de Dios: pastores y fi eles. Benedicto XVI encarna perfectamente el «ars celebrandi» –el arte de ce-lebrar–; como celebrante trasluce la autenticidad de quien accede al Misterio de Dios con total re-verencia y verdadero espíritu de adoración. La grandeza de un hombre se percibe cuando éste se muestra pequeño ante Dios. La grandeza de Benedicto XVI como celebrante se muestra, sobre todo, cuando lo hemos visto adorando a Cristo Eucaristía.Con su actitud humilde y auténtica ante el Miste-rio celebrado se convierte en verdadero «mista-gogo»: nos lleva como de la mano y nos introdu-ce en la presencia de Dios para realizar un culto «en Espíritu y en verdad», un culto auténtico que transforma la vida. Su modo de proclamar las ple-garias, haciéndolas verdadera oración; de realizar los gestos litúrgicos con noble sencillez; de estar en silencio, acogiendo la Palabra de Dios o en ac-titud orante y contemplativa, todo ha favorecido, a mi entender, la participación activa, consciente y fructuosa en la liturgia.La última de sus celebraciones como Sumo Pon-tífi ce fue la Santa Misa del pasado miércoles de ceniza en la Basílica de San Pedro. Un detalle nos muestra la actitud que ha guiado siempre a Bene-dicto XVI en las celebraciones: después de las pa-labras que le dirigió el Emmo. Sr. Cardenal Secre-tario de Estado, el Papa concluyó el largo aplauso que le dedicó toda la asamblea con un sencillo «Gracias. Regresamos a la oración». Así nos mos-traba una vez más su deseo de poner a Cristo en el centro de todo; nos mostraba una vez más la profunda y personal persuasión de quien siempre ha querido menguar para que el Señor crezca.Gracias, Santo Padre, por recordarnos lo esencial: Primero Dios, y siempre, en el centro, Cristo.

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19DEL 3 AL 16 DE MARZO DE 2013

cáritas cáritasCáritas Diocesana

VOCABULARIO BÁSICO

OPCIÓN PREFERENCIAL POR LOS POBRES IV

Dentro de la gran mayoría planetaria de empobrecidos

existen aquellos colectivos que están afectados por lo

que sociológicamente se ha llamado la pobreza extrema o severa que se encuentran muy por debajo del ‘umbral

de la pobreza’, es decir, los últimos de los últimos. La

refl exión compartida de la Confederación de Caritas

Española, expresada en el primer plan estratégi-co hizo una opción por

orientar su acción pastoral diaconal a esa franja más

radicalmente excluida de la sociedad, hasta el punto de

reconsiderar la dedicación que desde Caritas se hace

a personas que están en la franja de vulnerabilidad pero no han llegada aún a

la exclusión. Nos referimos a aquellas personas y colec-tivos cuya situación de ex-

clusión se cronifi ca ante las limitaciones del sistema de

protección, ante la ausencia de recursos y procesos de

inserción alternativos a los generados durante los últi-mos años. Y la de aquellos barrios, pueblos, ciudades, regiones,..., y en ocasiones

países enteros, que quedan al margen de los procesos

de desarrollo. Así lo vio san Pablo cuando escribía que lo necio del mundo...y

lo débil del mundo;... y lo plebeyo y lo despreciado, se

lo escogió Dios ... de modo que ningún mortal pueda

engallarse delante de Dios (1 Cor 1,26-29).

La relación entre estas dos virtudes (fe y caridad) es análoga a la que existe entre dos sacramentos fundamentales de la Iglesia: el bautismo y la

Eucaristía. El bautismo (sacramentum fi dei) precede a la Eucaristía (sacramentum carita-tis), pero está orientado a ella, que constituye la plenitud del camino cristiano.

Análogamente, la fe precede a la caridad, pero se revela genuina sólo si culmina en ella. Todo parte de la humilde aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe

llegar a la verdad de la caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Co 13,13).

(Del Mensaje del Papa para la Cuaresma 2013)

Ante la noticia de la renuncia a su ministerio como Obispo de Roma hecha pública por

el Papa Benedicto XVI, Cáritas Espa-ñola expresa su profundo agradeci-miento al Santo Padre por estos casi ocho años de fructífero Pontifi cado en el que ha situado la caridad como uno de los ejes de su magisterio.Si ya en la primera de sus encíclicas, Deus caritas est, Benedicto XVI seña-la con claridad meridiana el amor de Dios como el corazón mismo de la fe cristiana y la opción fundamental de la vida del cristiano, en su tercera encíclica, Caritas in veritate, va más allá al exclamar que «el amor —’cari-tas’— es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a compro-meterse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz».Esa misma enseñanza, que no ha dejado de expresarse en los distin-tos espacios donde el Papa ha pro-puesto su rico magisterio, se ha ma-nifestado de manera específi ca, en lo que supone para la identidad de la acción de Cáritas, tanto en sus su-cesivos Mensajes para la Cuaresma como en los encuentros anuales con los miembros del Pontifi cio Consejo «Cor Unum», del que forma parte el presidente de Cáritas Española, Ra-fael del Río Sendino.La Confederación Cáritas en España, al tiempo que comparte el senti-miento de orfandad por esta deci-sión manifestado por el cardenal An-tonio María Rouco Varela, presidente de la Conferencia Episcopal, acoge también «con reverencia fi lial» la vo-luntad del Santo Padre y expresa su

Cáritas agradece a Benedicto XVI su luminoso Magisterio sobre la Caridad

confi anza plena en la fuerza del Espí-ritu para que bendiga al futuro Papa y a toda la Iglesia.El luminoso camino mostrado por Benedicto XVI acerca del ejercicio de la diakonía de la caridad será siem-

pre fuente de inspiración para Cá-ritas en el desafío que nos lanza la opción preferencial y evangélica por los pobres, una misión especialmen-te urgente en esta encrucijada de la historia.

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TUS SUGERENCIAS Y OPINIONES NOS INTERESAN ENVÍALAS A [email protected]

Noticias Diocesanas agradece su colaboración a:

3 de marzoJornada de Hispanoamérica.Encuentro Diocesano de Catequistas.Ejercicios Espirituales para jóvenes.

4 de marzoVicaría IV: Retiro Cuaresma sacerdotes.Comienzan ejercicios espirituales para sacerdotes.

8 de marzoDía de la Mujer Trabajadora. Finalizan ejercicios espirituales para sacerdotes.

Aagenda

9 de marzoEncuentro de Alumnos ERE (Secundaria).Retiro CONFER.

11 de marzoVicaría II: Retiro Cuaresma sacerdotes.

15 de marzoCelebración Penitencial Año de la Fe.

16 de marzoConsejo presbiteral.

Como una necesidad. Como un ejercicio de mirada inte-rior para encontrarse con la

desnuda realidad personal. A veces tan real que socava nuestros cimien-tos y nos debilita el alma misma. Es verdad que hay que contar con el Espíritu, y confi ar en Él. «Cuando soy débil, entonces soy fuerte», dirá Pablo (2Cor 12,10). Y contando con la oración permanente al Padre: «lí-brame de esta carga. No, te basta mi gracia» (2Cor. 12, 8-9). Él nos hace fuertes en la debilidad.Sin embrago, cuando la debilidad se enseñorea de nuestras pocas fuerzas; cuando la debilidad es más fuerte que la voluntad de servicio, puede con todas nuestras fuerzas. Y se convierte en una especie de «quicio» destructora. Nos purifi ca de nuestras miserias, contagiadas de maldad, pero se come y destruye las pocas fuerzas que nos quedan. Y ahí es donde surge la decisión de la renuncia como un gesto de valentía. Benedicto XVI había llegado, segu-ramente, al límite de su resistencia.A la refl exión personal, meditada y rezada, sobre sus propias fuerzas, se una la tarea, la inmensa tarea de lle-var el timón de una nave, la Iglesia (con su maquinaria curial) que nave-ga por un mar conmovido, agitado por fuerzas contrarias. Unas desde dentro, defendiendo una iglesia desde posturas encontradas y sola-padas en corrientes de diversidad. También desde dentro, por las exi-gencias de una misión que reclama fuerzas, ánimo, decisión, empuje, valentía y alegría. Precisamente lo que falta cuando las fuerzas se debi-litan, o desaparecen. Y es entonces cuando uno siente en su interior, para poder permanecer, algo pare-cido a lo que sintió Jesús en el de-sierto de las pruebas: «No tentarás al Señor tu Dios».Tal vez Benedicto XVI sentía algo así. Era la prueba. Y se le pedía una res-puesta personal.Desde fuera, porque la experiencia de traiciones y problemas te dejan el alma transitada de dolor, pena y desamparo. Y es, en esa imagen donde la Iglesia te muestra su rostro más humano y pecador. Esa huma-nidad sangrante de sus miembros: sus traiciones, sus pecados, sus co-bardías. Todo fue convirtiéndose en

una carga pesada e insoportable.Tal vez otro Papa, otro Joseph Ra-tzinger, con otro carácter, le hubiese permitido seguir adelante sin soltar la cruz. Pero no a todos les permite el espíritu cumplir la misión con es-tas fuerzas. No a todos. El espíritu sopla como quiere, cuando quiere y con quien quiere. Y la bondad de Dios Padre, cuando esas fuerzas te han dejado, te sostiene en sus bra-zos y se convierte en el refugio con-solador de todas las debilidades.Benedicto XVI ha sentido en su ora-ción personal, larga, sincera, y pro-funda, una luz, la que el Espíritu ha querido comunicarle. Él se ha pues-to cara a cara con Dios desde su debilidad. Y, con Dios, ha nacido su decisión: NO PUEDO MÁS.Por eso, Benedicto XVI, o Joseph Ra-tzinger, ha hecho frente a su propia debilidad. Y ha luchado con ella y la ha meditado,, para encontrar un resquicio de fuerza. Pero no la ha encontrado, o no le quedaba, o se sentía incapaz. Porque no le ha falla-do el seguimiento de Jesús, la obe-diencia a la voluntad del Padre, la confi anza en el Espíritu. Le ha falla-do la confi anza personal, la fortaleza interior, para la misión de la Iglesia. Una nave para cuyo gobierno se sentía impotente. Aquí el Espíritu es necesario. Pero no se puede tentar a Dios. Y las manos que sostenía el timón eran las manos de Benedicto XVI. Unas manos, que, según si pro-pia confesión, se habían debilitado. ¿Cómo exponer la nave de la Iglesia, con su misión en el mundo, a unas manos débiles?La confi anza en Dios la tenía. La que fallaba era la confi anza en sí mismo. Y tomó la decisión. Lo hizo. Lo pen-só, lo meditó, lo rezó… y lo hizo. Él lo presenta como sencillo y huma-no. Como si Dios le hubiese conce-dido el «placer». Sólo Dios lo sabe.Fue un gesto de valentía, ante sí mismo y ante la Iglesia. Un ejemplo de bondad, humildad y sinceridad. Además lo dijo sin ninguna duda: el 28 de febrero a las 20:00h. renuncio a la Sede de Pedro. Me marcho.Personalmente, pienso que ha sido

una gran decisión. Para la Iglesia, una gran enseñanza.

Benedicto XVI, la fuerza de la debilidad

PUNT FINALLUIS LÓPEZ

PUNT FINAL

JUAN MIGUEL CASTELLÓ

Muchos han hablado de la renuncia de Benedicto XVI como un gran gesto. Es

cierto que es admirable lo que ha hecho, pero hay un detalle que no podemos dejar escapar: es un ges-to de grandeza de Dios. Lo que ha sucedido no es un mensaje del Papa a la humanidad sino una nueva ac-ción poderosa de Dios que guía la historia. Creo que esta es la verda-dera perspectiva de lo que ha su-cedido: Dios ha actuado. Y lo ha he-cho a su estilo. Sus intervenciones siempre son novedosas, creativas, excepcionales y sencillas. En este momento límite de nuestra historia, en el momento en que la huma-nidad ansía una «tierra nueva», el Buen Dios ha hablado mediante un pobre servidor de su viña. Ha ofre-cido la respuesta defi nitiva. Es un mensaje con melodía de Magnifi cat. ¿No vemos detrás de esta renuncia al Dios que derriba de trono a los poderosos? Si muchos creían que el Papa era de ese grupo ya han podi-do comprobar que no. El poder de Dios y de sus discípulos es distin-to. Es poder pero en otro «campo semántico» distinto: el amor. Por tanto dentro de este «campo» ca-ben acciones como la que estamos contemplando estos días. No es un Dios airado que golpea y arrastra con su fuerza a los poderosos, sino la singular batalla del amor del Dios

que nos ha revelado Jesucristo. Un Dios que nos ama y que nos vuelve ofrecer su mano. Creo que detrás de esta histórica renuncia hay algo de todo esto. Y quizá un poco más.Benedicto XVI ha sido un instru-mento elegido precisamente para este gesto. Muchos comentaban que se le recordará por su renuncia. Yo creo que tienen razón. Pero con el mismo matiz que decía anterior-mente. Se recordará este momento como intervención de Dios que ha-bla en lo escondido, en lo pequeño, en lo que no cuenta para nadie. En la «locura» de un Papa anciano se ha manifestado de nuevo Jesucristo. ¿Donde está el Señor en esta vorá-gine de nuestro tiempo? Quizá nos lo está señalando Él mismo en estos días y no nos damos cuenta. ¿No estará en el silencio? ¿No estará en el último lugar? ¿Será su sitio la os-curidad de la tierra donde fecunda la semilla? Posiblemente siguiendo estas huellas que nos deja nuestro querido Papa podemos encontrarle hoy y siempre. Ojalá tengamos esta mirada teo-ló-gica más allá de los análisis periodís-ticos. Ojalá escuchemos hoy la voz del Señor en este gesto. El timón está en sus manos. ¿No escuchamos cómo algo nuevo está surgiendo?

Ensalza a los humildes