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BRUCOLACOS o VROUCOLAQUES Nombre que los griegos dan a los vampiros o espectros de los excomulgados. Están persuadidos que estos excomulgados no se pudren en los sepulcros y que se aparecen tanto de noche como de día, siendo muy peligroso el encontrarlos. León Allatius que escribía en el siglo XVI, entra sobre esto en pormenores asegurando que en la isla de Chio, sus habitantes solo responden llamándoseles dos veces porque están persuadidos de que los brucolacos solo pueden llamarles una vez. Creen además que cuando un brucolaco llama a una persona viva si esta contesta, el espectro desaparece, pero la persona muere al cabo de algunos días: lo mismo se cuenta de los vampiros de Bohemia y de Moravia. Para librarse de la funesta influencia de los brucolacos, los griegos desentierran el cuerpo del espectro y lo queman después de haber recitado sobre el algunas oraciones: entonces este cuerpo, reducido a ceniza, no vuelve a aparecerse. Ricaut, que viajó por levante en el siglo XVII, añade, que los turcos temen tanto como los griegos a los brucolacos, y cuenta un hecho que le había explicado un monje candiota, que se lo aseguró con juramento. Un hombre murió excomulgado por una falta que había cometido en la Morea, fue enterrado sin ceremonias en un lugar separado, y no en tierra santa, pero luego se vieron los habitantes aterrorizados por continuas apariciones que atribuyeron a ese infeliz. Abrieron su sepulcro al cabo de algunos años y se encontró su cuerpo hinchado, pero sano y bueno; las venas estaban henchidas de la sangre que había chupado, con lo que se le reconoció como un brucolaco. Después de que se discutió que es lo que se

Brucolacos o Vroucolaques

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  • BRUCOLACOS o VROUCOLAQUES

    Nombre que los griegos dan a los vampiros o

    espectros de los excomulgados. Estn persuadidos que

    estos excomulgados no se pudren en los sepulcros y que

    se aparecen tanto de noche como de da, siendo muy

    peligroso el encontrarlos. Len Allatius que escriba en el

    siglo XVI, entra sobre esto en pormenores asegurando

    que en la isla de Chio, sus habitantes solo responden

    llamndoseles dos veces porque estn persuadidos de que

    los brucolacos solo pueden llamarles una vez. Creen

    adems que cuando un brucolaco llama a una persona

    viva si esta contesta, el espectro desaparece, pero la

    persona muere al cabo de algunos das: lo mismo se

    cuenta de los vampiros de Bohemia y de Moravia. Para

    librarse de la funesta influencia de los brucolacos, los

    griegos desentierran el cuerpo del espectro y lo queman

    despus de haber recitado sobre el algunas oraciones:

    entonces este cuerpo, reducido a ceniza, no vuelve a

    aparecerse. Ricaut, que viaj por levante en el siglo XVII,

    aade, que los turcos temen tanto como los griegos a los

    brucolacos, y cuenta un hecho que le haba explicado un

    monje candiota, que se lo asegur con juramento. Un

    hombre muri excomulgado por una falta que haba

    cometido en la Morea, fue enterrado sin ceremonias en un

    lugar separado, y no en tierra santa, pero luego se vieron

    los habitantes aterrorizados por continuas apariciones que

    atribuyeron a ese infeliz. Abrieron su sepulcro al cabo de

    algunos aos y se encontr su cuerpo hinchado, pero sano

    y bueno; las venas estaban henchidas de la sangre que

    haba chupado, con lo que se le reconoci como un

    brucolaco. Despus de que se discuti que es lo que se

  • poda hacer, los monjes propusieron desmembrar el

    cuerpo, hacerle pedazos, y ponerlo a hervir en vino,

    porque as era como desde remotos tiempos se trataba a

    los brucolacos: pero sus parientes a fuerza de ruegos

    obtuvieron que se dilatase esta operacin y enviaron con

    premura a Constantinopla, para alcanzar del Patriarca la

    absolucin que necesitaba el difunto; entretanto fue

    colocado el cuerpo en la iglesia orndose todos los das

    por su reposo. Una maana mientras el monje celebraba

    la misa, se oy en el fretro una especie de detonacin; le

    abrieron, y se encontr el cuerpo disuelto, como

    acostumbra estarlo el de un difunto a los siete aos de

    enterrado. Se anot el momento en que se oy el ruido, y

    result despus, haber acontecido en el mismo momento

    en que el patriarca firm la absolucin pedida.

    Los griegos y los turcos se imaginan que los

    cadveres de los brucolacos comen durante la noche, se

    pasean, hacen la digestin de lo que han comido y se

    alimentan realmente. Cuentan tambin que desenterrando

    a estos vampiros se les encuentra con un tinte colorado, y

    teniendo tirantes las venas por la cantidad de sangre que

    han chupado; que cuando se les abre el cuerpo salen

    surtidores de sangre tan fresca como la de un joven de

    temperamento sanguneo, cuya opinin popular est tan

    generalmente esparcida, que todo el mundo cuenta de ello

    historias circunstanciadas.

    La costumbre de quemar los cuerpos de los

    vampiros es muy antigua en muchos otros pases.

    Guillermo de Nebrija, que viva en el siglo XII, cuenta

    que en su tiempo se vio en Inglaterra, en el territorio de

    Buckingham, un espectro que se apareca en cuerpo y

    alma y que fue a espantar a su mujer y parientes, quienes

  • solo se defendan de este ataque haciendo gran ruido

    cuando se les acercaba: adems se mostr a ciertas

    personas en medio del da. El obispo de Lincoln reuni

    para esto su consejo, quien le dijo que semejantes cosas

    haban acontecido frecuentemente en Inglaterra y que el

    nico remedio que se conoca para semejante mal, era

    quemar el cuerpo del espectro. No quiso el obispo

    admitirle, por parecerle cruel, pero escribi una cdula de

    absolucin, que fue colocada sobre el cuerpo del difunto:

    se volvi tan fresco como en el da en que muri, y desde

    entonces no volvi a aparecer el fantasma. El mismo

    autor aade que las apariciones de esta clase eran

    entonces muy frecuentes en Inglaterra.

    En cuanto a la opinin esparcida por levante de que

    los espectros se alimentan, se encuentra tambin en boga

    desde muchos siglos en otras regiones. Hace mucho

    tiempo que los alemanes estn persuadidos de que los

    muertos mastican como chanchos en sus sepulcros, y que

    es muy fcil orlos gruir devorando lo que comen1.

    Felipe Rherius en el siglo XVII y Michel Raufft a

    principios del siglo XVIII, han publicado tratados sobre los

    muertos que comen en sus sepulcros. Despus de haber

    hablado de la creencia en que estn los alemanes de que

    hay muertos que devoran los lienzos y todo cuanto pueden

    alcanzar y aun su propia carne; advierten estos escritores

    que en algunas comarcas de Alemania, para impedir a

    los muertos el mascar, se les pone en el fretro un

    1 Los antiguos crean tambin que los muertos coman; no se dice si les oan mascar, pero es cierto que se debe atribuir a la idea que conservaba a los muertos la facultad de

    comer, la costumbre de los fnebres banquetes que se servan, de tiempo inmemorial,

    en todos los pueblos, sobre la tumba del difunto. En su origen los sacerdotes daban sepultura, a los manjares durante la noche, lo que fortificaba la opinin mencionada,

    porque los verdaderos comilones no lo referan. Entre los pueblos un poco

    despreocupados; los parientes del difunto se coman los banquetes- de los funerales.

  • montoncito de tierra debajo la barba, que se les mete en la

    boca una moneda de plata y una piedra y que otros les,

    atan fuertemente el cuello con un pauelo, y citan algunos

    muertos que se han devorado a s mismos en el sepulcro.

    Es de admirar que algunos sabios hayan encontrado

    algo de prodigioso en una cosa tan natural. Durante la

    noche que sigui a los funerales del conde Enrique de

    Salm, se oyeron en la iglesia de la abada de Haute Seille,

    en que se enterr, unos gritos sordos que los alemanes

    hubieran sin duda tomado por el gruido de una persona

    que mascaba, y al otro da, habiendo abierto el sepulcro

    del conde se le encontr vuelto de espaldas, habindosele

    enterrado de cara. Lo enterraron vivo. Tambin se debe

    atribuir a una causa semejante, la historia que cuenta

    Raufft de una mujer de Bohemia, que el ao de 1345 se

    comi en su atad la mortaja. En el ltimo siglo habiendo

    un infeliz sido enterrado con demasiada precipitacin en

    el cementerio, se oy durante la noche algn ruido en su

    sepulcro, lo abrieron al otro da y vieron que se haba

    comido la carne de los brazos; este hombre haba sido

    enterrado vivo por haberse embriagado de aguardiente.

    Una seorita de Augsburgo cay en tal letargo, que

    se la crey muerta; se coloc su cuerpo en un sepulcro

    profundo sin cubrirlo de tierra y se oy pronto algn

    ruido en el sepulcro, en lo que no se hizo atencin. Dos o

    tres aos despus muri algn otro de la familia, se abri

    el sepulcro y se encontr el cuerpo de la seorita junto a

    la losa que cerraba la entrada, la que en vano haba

    intentado levantar, y sin dedos en las manos, pues los

    haba devorado de desesperacin; pero volvamos a los

    brucolacos o vampiros griegos.

  • Tournefort cuenta, en el tomo 1 de su viaje a

    levante, el modo como vio exhumar el cadver de un

    brucolaco de la isla de Micona donde se hallaba el ao de

    1701. Era este un aldeano de un natural triste y

    querelloso, circunstancia que es menester tener presente

    en estos casos; que fue muerto en el campo, sin saber por

    quien ni como. Dos das despus que se le hubo

    inhumado en una capilla de la poblacin, corri la voz de

    que se le vea pasear durante la noche, y que iba a las

    casas a derribar muebles, apagar luces, abrazar a las

    personas por la espalda, y hacer otras mil nieras. Al

    principio solo fue motivo de risa, pero el asunto se hizo

    serio, cuando los ms honrados empezaron a quejarse.

    El espectro continuo hasta que en una reunin de los

    principales de la poblacin, sacerdotes y religiosos, se

    decidi que se esperaran (segn no se qu ceremonial)

    los nueve das despus del entierro. Al dcimo se celebr

    una misa en la capilla en que estaba el cuerpo para echar

    al demonio que se crea encerrado en l. Concluida la

    misa, se desenterr el cuerpo y se pusieron en estado de

    sacarle el corazn, lo que excit los aplausos de toda la

    reunin. Ola tan mal el cuerpo que se vieron precisados a

    quemar incienso, pero entremezclado el humo del

    incienso con el hedor del cuerpo, aun aument este y

    empez a calentar los sesos de aquellos infelices y se

    llen su imaginacin de visiones. Les dieron por decir

    que sala un denso humo del cuerpo, y no nos atrevamos

    a asegurar, dice Tournefort, que fuese el del incienso.

    Solo se oan los gritos de Broucolacos!, en la capilla, y

    en la plaza. Se esparci la voz por las calles, y aquel

    nombre pareca conmoverlo todo.

  • Muchos concurrentes aseguraban que la sangre era

    aun del todo colorada, y otros juraban que era caliente, de

    lo que se conclua que el muerto hizo mal en no morirse

    de veras, o por mejor decir de haberse dejado reanimar

    por el demonio, y esta es precisamente la idea que se

    tiene de los brucolacos o vroucolacos. Los que le haban

    colocado al suelo, supusieron haber advertido que no

    estaba tieso cuando se le transport del campo a la iglesia

    para enterrarlo, y que por consiguiente era un verdadero

    brucolaco.

    Finalmente fueron de parecer de quemar el corazn

    del difunto, que no por eso fue despus ms dcil que

    antes; se le acus de azotar a las personas de noche, de

    derribar las puertas, destrozar los vestidos, y vaciar

    tinajas y botellas; muy sediento deba de estar el tal

    muerto. Creo, aade Tournefort, que solo perdon la casa

    del cnsul en la que habitbamos.

    Pero, todo el mundo tena acalorada la imaginacin;

    era una verdadera mana tan peligrosa como la rabia; se

    vean familias enteras abandonar sus casas, llevando sus

    colchones a la plaza para pasar en ella la noche, y los ms

    sensatos se retiraban al campo. Los ciudadanos un poco

    celosos por el bien pblico, aseguraban que se haba

    faltado en el punto esencial de la ceremonia, puesto que

    solo se deba celebrar la misa despus de haber quitado el

    corazn del difunto, suponiendo que con esta precaucin

    necesariamente debieran de haber cogido al demonio, que

    sin duda se hubiera guardado de volver; en vez de que,

    habiendo empezado por la misa, haba tenido tiempo do

    retirarse y luego volver a entrar en l.

    Se hicieron sin embargo procesiones por la ciudad,

    durante tres das y tres noches; se oblig a los curas a

  • ayunar; se les vean correr a las casas, con el hisopo en la

    mano para arrojar agua bendita y lavar con ella las

    puertas, y hasta llenaban de ella la boca del pobre

    brucolaco a quien se acusaba de haber cometido los ms

    abominables pecados. Se determinaron a acechar durante

    la noche, se prendi algunos vagabundos, que sin duda

    tenan parte en todos estos desrdenes, pero se les puso

    en libertad demasiado pronto, y dos das despus, para

    desquitarse del ayuno que haban hecho en la crcel,

    volvieron a empezar a vaciar las tinajas de aquellos que

    haban dejado su casa por la noche; por tanto fue preciso

    acudir de nuevo a las oraciones.

    Una maana, cuando se recitaban ciertas preces,

    despus de haber plantado gran numero de espadas

    desenvainadas sobre los huesos del cadver, al que se

    desenterraba tres o cuatro veces al da, segn el capricho

    del primer llegado, he aqu que a un albanes, que se

    encontraba casualmente en Micona, le pareci bueno

    decir, con acento doctoral, que era ridculo servirse en

    semejantes casos de espadas de cristianos. No veis,

    ignorantes, aada, que la guarnicin de estas espadas,

    formando con el puo una cruz, impide al demonio salir

    de este cuerpo? Por qu no os servs de sables turcos? El

    consejo no sirvi de nada, pues no fue ms tratable el

    brucolaco, y no saban ya a que santo encomendarse,

    cuando se resolvi unnimemente quemar todo el cuerpo,

    hecho lo cual desafiaban al demonio a que encontrase

    donde meterse.

    Se prepar, pues, una hoguera con brea en uno de

    los extremos de la isla de San Jorge y los restos del

    cuerpo fueron consumido; el 1 de Enero de 1701. Desde entonces no se oy hablar ms del brucolaco; todos

  • decan que esta vez haban burlado al demonio y se

    compusieron canciones ridiculizndole.

    En todo el Archipilago, aade Tournefort, estn

    bien persuadidos de que el demonio nicamente reanima

    los cadveres de los griegos que siguen el rito nacional.

    Los habitantes de Santorini creen mucho en esta especie

    de espectros; los de Micona, disipadas sus visiones,

    teman igualmente las persecuciones de los turcos y las

    del obispo de Tina. Ningn sacerdote quiso encontrarse

    en San Jorge, cuando se quem el cuerpo, por miedo de

    que el obispo exigiese alguna cantidad de dinero, por

    haber hecho desenterrar y quemar el muerto sin su

    permiso, y en cuanto a los turcos, es muy seguro que a la

    primera visita no faltarn en hacerles pagar a la

    comunidad de Micona la sangre de este infeliz aparecido,

    que de tal suerte fue la abominacin y horror de su pas.

    Esta ancdota es sin duda un poco larga, pero es

    muy importante para la historia del vampirismo. Vase

    Vampiros, excomulgados, etc.