BUCK - El Ultimo Gran Amor

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    Pearl S. Buck El ltimo gran amor

    EL LTIMO GRAN AMOREL LTIMO GRAN AMOR

    PEARL S. BUCK

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    Pearl S. Buck El ltimo gran amor

    LUIS DE CARALT EDITORESTitulo de la obra original: THE GODDESS ABIDESVersin espaola de M. C. DE AZPIAZUPrimera edicin: febrero 1974Impreso en Espaa

    Un poeta, cuya inspiracin le viene de la Musa, se enamora, plenamente,y su enamorada es para l la encarnacin de la Musa. En muchos casos lacapacidad de amar con tal plenitud se desvanece pronto; aunque slo seaporque la mujer no se esfuerza por conservar la gloria que ha conseguido alverse sabedora de su belleza y del poder que ejerce sobre su poeta amante.Se siente cohibida ante su propia gloria, la repudia, y termina convertida ensimple ama de casa o en una mujerzuela. El, desilusionado, se vuelve haciaApolo que, por lo menos, puede procurarle medios de vida y una distraccin

    inteligente... y desaparece de la circulacin antes de cumplir los veinticinco.Pero el poeta autntico, perpetuamente obsesionado por la Musa, sabedistinguir entre la Diosa que se le revela en el supremo poder, la gloria, laprudencia y el amor de una mujer, y la mujer particular en quien la Diosa vaa residir durante un mes, un ao, siete aos, tal vez ms tiempo. La Diosapermanece.

    LA DIOSA BLANCApor ROBERT GRAVESLa Nueva Repblica24 de junio de 1957

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    PRIMERA PARTE

    Haba estado leyendo demasiado tiempo y con escasa luz. Cerr el libro y

    se recost en su asiento. A travs de la pared de cristal de la casa, dondeviva sola, contempl la montaa El sol se pona a la derecha y losagonizantes rayos cubran el nevado pico infundindole un matiz rosa rojizo.Ms abajo se movan manchas de color, los ltimos esquiadores que sedeslizaban y zigzagueaban por las lisas pendientes blancas hasta perderse enlas sombras del negro bosque al pie del monte. Pronto se encaminaran alrefugio para situarse ante el fuego y, mientras sus hmedas ropasdesprendan vapor, beberan, charlaran, presumiran de su habilidad, luego sedirigiran a sus cuartos para tomar un bao y vestirse con cmodas ropas parala velada. Cenaran platos dignos de Garganta, volveran a sentarse ante el

    hogar, cantaran y seguiran hablando de esqu hasta que, medio dormidos, sefueran a acostar. Por la maana se levantaran para repetir el da anterior.Y ella, sola en su casa, tendra que prepararse ahora su solitaria cena, una

    pequea chuleta de cordero, ensalada, fruta, y tras de disfrutar de un par dehoras de msica se acostara en el amplio dormitorio que era tambin estudio.Pero antes tena que encender el fuego para la noche.

    Sin embargo segua all, contemplando cmo el blanco pico resplandeca,se transformaba en plata, luego en cenizas y por fin desapareca en la noche,a menos que, por obra y gracia de la luna, volviera a aparecer como unhermoso fantasma. Pero esta noche la luna tardaba en salir. Se levant y

    corri las cortinas ante el cristal. Prendi fuego a los leos de la enormechimenea de piedra... demasiado grande, demasiado grande, como le habadicho Arnold cuando ella le mostr el diseo de la casa.

    Cmo piensas poder cargar con los leos? le haba preguntado l.T los levantars haba respondido, riendo traviesa.Tal vez yo no est aqu siempre haba replicado l sin sonrer.Haba sido el primer aviso. Al volver la vista atrs, recordando,

    comprendi que l saba que estaba condenado a la muerte que le lleg diezmeses despus, una muerte cruel, con unos dolores que slo los sedantesms fuertes aplacaban y al final la inconsciencia. Pero durante seis meses casi

    no le haba dicho nada sobre la muerte, y cuando lo hizo fue slo para decirque esperaba que se volviera a casar. Durante todos los aos de sumatrimonio haba sostenido que era demasiado viejo para ella, y ella siemprelo negaba rotundamente.

    Los jvenes no me interesan contestaba siempre, al principio conligereza, luego con empeo, hasta que se hubo ido.

    S, ella haba insistido sobre la chimenea y era cierto, los troncos pesabandemasiado. Cuando Sam, un vecino y nativo de Vermont a quien pagaba paraalgunas labores, no vena los domingos, ella misma se preparaba una fogatade astillas. Pero los dems das l apareca a preparar el fuego que ella peda,invierno y verano, pues la enorme estancia sin fuego poda convertirse al caerla noche en una caverna primitiva y ella misma en un animal perdido en suoscuridad. El da conclua para ella con los ltimos rescoldos en la hoguera,pero luego encenda otra en su dormitorio. Y siempre se dorma antes de queeste segundo fuego se apagara.

    Se levant para prepararse la cena, notando de pronto un gran apetito,pues absorta en el libro se haba olvidado de comer al medioda.

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    Antes de poner la mesa conect, como de costumbre, el aparato paramsica estereofnica. Al enterarse de que Arnold morira antes de queterminara el ao, haba mandado preparar la casa para poder vivir en ellasola.

    Estanteras a todo lo largo de la pared norte, por favor, Sam haba

    ordenado. Necesitar muchos libros.Era cierto. Cuando viva Arnold acudan a Vermont un mes durante elverano y cuando los nios an eran pequeos venan tambin a pasar lasNavidades y a esquiar. Pero al enfermar Arnold haba dejado de esquiar, puesno haba querido dejarle. Y no haba vuelto a hacerlo... todava no. Tal vez noesquiara ya ms. Entretanto vivira en la vasta y antigua casa de Filadelfia,donde haba nacido y sido hija nica, y donde Arnold y ella haban vividodesde la muerte de sus padres.

    Sam haba hecho los estantes de la casa de Vermont segn susindicaciones y ella los haba llenado de libros que siempre haba querido leer y

    para los que nunca haba tenido tiempo mientras Arnold viva. Y msica, porsupuesto. Haba vuelto a revivir en su vida, ahora solitaria, no slo la msicade los grandes maestros, sino su propio talento musical, dormido despus deaos de ser esposa y madre y de la diaria labor de ser la mujer de Arnold. Asu muerte haba abierto el piano, que permaneca siempre abierto, invitacina disfrutar y practicar, y en el valle dio con un profesor de msica alemn yaretirado que haba vuelto a darle clases. Tambin senta anhelo de aprenderidiomas, muchos idiomas, quera dominar varias lenguas, de modo que unavez ms se haba puesto a estudiar francs; primero francs, se haba dicho,porque su abuela haba sido francesa, y luego espaol e italiano y quiz

    alemn. De las muchas ocupaciones que haba previsto para su vida ensolitario, podra escoger una y convertirla en una profesin, aunque Arnold lehaba dejado suficiente dinero. Le gustaban las joyas y la buena ropa, no pors mismas, sino como parte de la mujer que quera seguir siendo. Quin, sepreguntaba, era dicha mujer y cul sera su profesin?

    El volumen de la msica se ampliaba y llegaba hasta las altas vigas.Jams conseguirs elevar esas vigas al tejado le haba dicho Arnold.Eran cedros cortados del bosque que rodeaba la casa por tres lados. Ella

    haba mandado que los descortezaran y dejaran para que el sol, la nieve y lalluvia los pulieran de un tono gris plata.

    Yo har que suban haba insistido, y as haba sido gracias a Sam y uncontratista que haban montado una poderosa palanca con cuerda y unapequea gra.

    Ella misma haba diseado la vivienda y all no haba sitio para nios. Sehaba casado joven, haba tenido hijos de joven y haba sido una buenamadre. Haba cuidado de sus hijos durante su infancia y adolescencia, un hijoy una hija, hasta verles contraer matrimonio un tanto demasiado temprano. Yahora les consideraba ms bien como amigos, separados de ella, un hombre yuna mujer con sus propias preocupaciones. Ella misma se apartaba de ellos,pues necesitaba descubrir si la vida tena sentido fuera de ser madre oesposa. Haba gozado de sus funciones a su manera un tanto reservada, perohaba tiempo para todo y el tiempo haba llegado para algo ms.

    Pese a la msica, en medio del Andante, oy que llamaban con fuerza a lapuerta. Se volvi y, a travs de la puerta de cristal, vio la silueta de unhombre con ropa de esquiar.

    No deberas estar all sola le haban dicho sus hijos. Ahora que lamontaa se va transformando, toda la regin est cambiando. Toda clase degente...

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    Dej la barra, que era cuanto necesitaba como cocina, si bien Arnold habaprofetizado que pronto se cansara de no tener ms que aquel mostrador.

    Querrs volver a tus sirvientes y tambin a la casa grande.Pero se alegraba de sentirse libre, al menos por un tiempo, de la presencia

    opresiva de los sirvientes y lo que deseaba comer se preparaba con facilidad

    en un rincn de la enorme estancia. Mir con ms detenimiento por la puertaencristalada. La luz de la pantalla que haba en la mesa ilumin el rostro delhombre, un rostro joven, de ojos oscuros e intensos, de rasgos fuertes. Abrila puerta.

    Entre.El hombre se sacudi la nieve de las botas y dej los esques y bastones

    contra el muro exterior de piedra antes de entrar.Y bien? inquiri ella.El vacil, sonri y tendi la mano.Me llamo Jared Barnow y no soy atrevido..., slo estoy desesperado.

    S?Me han dicho que usted tiene la nica habitacin libre de toda estapoblacin y no tengo donde descansar la cabeza! No tena idea de que estaregin se vera tan abarrotada. Estoy solo y cre que sera fcil encontrar unrincn para un solitario.

    Tena un buen acento, modales, pero...Me temo que seria de lo ms inconveniente le replic con franqueza.El segua mirndole, esperando interrogantes los ojos oscuros e

    inteligentes.Jams he recibido a extraos en mi casa sigui ella, pero luego, a

    impulsos de su soledad, aadi: Qutese la ropa y tome algo por lo menos.Gracias.Se quit la chaqueta, luego un grueso jersey y ella observ que era

    esbelto, de estatura bastante ms que mediana, pero de figura proporcionaday fuerte, de movimientos rpidos y cabello rubio por encima de las oscuraspupilas.

    Querr usted lavarse. Ese es el cuarto de mi esposo y su bao..., lo era,quiero decir. No... vive.

    El joven fue all sin decir palabra y ella aadi otras dos chuletas al hornoy prepar otro cubierto en la mesa.

    ... no suelo tener muchas vacaciones deca l una hora ms tarde.Si se haba fijado que ella se haba puesto un vestido de lana de color rojo

    oscuro, sin mangas pero hasta los tobillos y de cuello alto, no dio muestras deello. Coma con apetito concentrado.

    Usted se ha educado en un internado coment ella.Cmo lo sabe? alz la vista.No tiene aire de estar deprimido sonri, pero tiene que comer a toda

    prisa, antes de que los dems le quiten la comida. Y ello slo significa otroschicos.

    No puede haber sido en el ejrcito?No lo creo. Tengo un hijo y lo s.Tiene razn ri. Internado. Luego colegio superior. Termin a los

    veinte aos.Ya estaba acostumbrada a jvenes taciturnos, pero ste no era tanto

    taciturno como absorto en s mismo. Hombre de ideas fijas, adivin, con unameta. Observ que tena manos hermosas y bien cuidadas aunque no en

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    exceso, manos masculinas, de dedos fuertes y palma hbil. Pareca lobastante joven como para ser su hijo... y no es que quisiera ms hijos!

    A qu se dedica?Para ganarme la vida o para divertirme? pregunt l apartando el

    plato.

    Las dos cosas.Tengo suerte. Me gano la vida con aquello que me divierte.Y es?Supongo que no sabr usted nada de electrnica.Conozco la palabra. Mi padre era fsico.No! despert al punto. Cmo se llamaba?Mansfield. Raymond Mansfield.No, l...S.Caramba! dej caer la servilleta. Qu suerte tan increble! Doy con

    una casa y resulta que encuentro a la hija de Raymond Mansfield!Pero usted es demasiado joven para haberle conocido.He estudiado sus libros. Dios, ojal siguiera vivo! El sabra lo que quiero

    hacer.Qu?Cmo s que me va a entender? dijo mirndole con timidez y astucia a

    un tiempo.Tal vez le entienda.Ver, soy ingeniero, una especie de superingeniero, supongo. Pero..., mi

    verdadero trabajo es inventar. Tengo cosas que he inventado.

    Qu clase de cosas?Pues... la mir y se detuvo con brusquedad. No le interesara. Nointeresara a ninguna mujer.

    Quiz yo sea diferente.S, supongo...Levantndose se acerc a la chimenea y se qued contemplando la

    caverna ardiente.Le importara echar un leo? le llam ella. El cajn est en ese rincn.Eso es un cajn para madera? Crea que era una especie de armario.Se burla de m. Bueno, lo admito, tengo mana de grandezas.

    El busc un tronco, el ms largo y pesado y lo ech al fuego.Se alz una fuente de chispas.Pues usted no es muy grande. Quin toca el piano?Yo.Y yo.Ocup el asiento y sin esfuerzo ejecut un movimiento de una sonata de

    Beethoven. A medio camino entre la mesa y la fregadera, con las manosllenas de platos, la mujer escuch sorprendida. Un msico, un msico deverdad, que tocaba como no haba odo tocar a ningn hombre desde quemuriera su padre, con precisin, elegancia y profundidad! Nadie comprendade verdad la msica como no fuera un cientfico, haba declarado su padre, yno cualquier cientfico, oh, no, slo los autnticos, los tericos cuyo lenguajeeran las matemticas. Ella no haba comprendido las matemticas hasta quesu padre le haba explicado que eran el lenguaje simblico de las relaciones.

    Y las relaciones contienen el sentido esencial de la vida.Con cuidado dej los platos y de puntillas se dirigi a una silla. El joven

    toc hasta el ltimo movimiento antes del final. Luego se detuvo en seco y sevolvi a ella.

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    No toco el final. No encaja. Beethoven jams saba cmo terminar la granmsica y o bien se repite hasta desaparecer o concluye con un sbitoestallido. De alguna forma tena que terminar.

    Es usted un blasfemo ri, pero tiene razn. Es lo que yo haba pensadomuchas veces sin atreverme a decirlo.

    El se haba puesto a dar vueltas por la estancia inquieto y ahora se acerca la ventana. El borde de la luna reluca en el horizonte.Vive usted aqu todo el ao?No... slo desde la muerte de mi marido.Sola?S.Y los hijos?Ambos casados y viviendo su propia vida..., gracias a Dios!No le gustan sus hijos?Les quiero mucho, pero cualquier mujer que se respete quiere ver a sus

    hijos ya independientes. As sabe que ha ejecutado un buen trabajo.No tiene aspecto... maternal.Vive su madre? pregunt evadiendo el comentario anterior.No, ni mi padre. No les recuerdo. A decir verdad, jams les conoc.

    Se par junto al piano y repiti algunos compases de la sonata, volvi adetenerse, se acerc al fuego y se qued mirando las altas llamas que lamanla chimenea. Me he criado con un to, un viejo soltern que siempre parecesorprendido de verme en su casa, por mucho tiempo que lleve all.

    Qu hace?Est retirado..., desde que yo recuerdo. Amable y confuso..., escribe

    libros sobre poesa clsica francesa que nadie publica, pero no pareceimportarle. Ha sido buensimo conmigo, sobre todo puesto que jams hatenido la menor idea de lo que me interesa. Mi madre era su hermana.

    Musitaba distrado, como si hablara de algn otro.Est usted casado?No, pero pienso en ello..., de vez en cuando.Ya ha elegido a una chica?Bueno, ms bien dira que ella me ha elegido a m. Ella volvi a rer.

    Como viva sola, rer era lo que ms deseaba.Eso es lo que hacen ahora?

    Y es cosa buena aadi l sin sonrer. Dudo de que yo tuviera tiempode elegir por m mismo. La clase de trabajo que hago me ocupa todos lospensamientos.

    Y el corazn...El mir el reloj.Oiga, le importara que me fuera a la cama? Voy a levantarme temprano

    para salir pronto hacia el monte..., no altera sus planes? Me preparar mipropio desayuno. Echo otro tronco?

    No, y tambin yo madrugo.Se separaron con una inclinacin de cabeza y una sonrisa y una vez que

    ella hubo levantado la mesa y lavado los platos, se sent ante el piano y tocbajo hasta que el fuego se consumi en cenizas.

    ... Y ms tarde, una vez acabado su ritual del bao y cepillado del largocabello rubio, echada ya en la amplia cama de su dormitorio, mientras elfuego arda en la chimenea de piedra, cumpli con la misin final del da,tom el telfono y marc siete nmeros y luego esper hasta escuchar lasuave voz del anciano.

    Eres t, querida ma? pregunt la voz.

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    Yo soy.He estado esperndote..., una velada larga, esperando.Ests solo?Si. Henry tena que hacer un recado en el pueblo. He vuelto a leer mi

    ensayo sobre el mito en la mente abarrotada. La frontera entre el mito y la

    realidad es muy delicada. El mito es el sueo, la esperanza, la fe, la visin deuna posibilidad que crece con naturalidad hasta cuajar en un plan, por lo quela posibilidad est en verdad muy cerca de la realidad, hasta puede inclusoconvertirse en realidad en cualquier instante, y en eso consiste su inefablemagia, su atrayente encanto. Te aburro, amor mo? Me temo que ya slopuedo ser compaa para m mismo, y, sin embargo, nunca sabrs aquelloque eres capaz de darme... El rey David y su Betsab... dudo mucho de quehablaran, sabes! Yo imagino que era slo el calor del cuerpo joven de ellacontra el de l..., no tenan necesidad de hablar. A falta de lo cual, yo hablo...

    Se interrumpi para soltar una suave risa y ella ri con l.

    Te res de m? pregunt el hombre. No me importa, nia querida, contal de hacerte rer.No me ro de ti. Pensaba en lo que me va alegrar llegar a ser tan vieja

    que pueda tambin yo decir cuanto se me ocurra. Has tomado tu medicinahoy?

    Oh, s... Henry se cuida de ello.Dnde ests en este momento?Si quieres saberlo, mujer curiosa, acabo de salir de la baera y estoy

    envuelto en una gran toalla, mojando el suelo de gotas.Oh, Edwin, eres incorregible. S, si que lo eres, hablndome mientras te

    enfras! Ponte ahora mismo el pijama y vete a la cama. Ests usando el defranela?S, querida. Henry ha guardado los de verano. Los guard el primer da

    de octubre, como de costumbre, y luego empez a hacer calor, el veranillo deSan Martn, ya sabes, pero no quiso volver a sacarlos, as que me he estadoasando hasta que ha empezado a nevar. Pero ya sabes todo eso. No tehabrs olvidado de que maana es mi cumpleaos?

    Se me ha olvidado tu edad, si eso es lo que te preocupa!Setenta y seis, amor mo, y todava siento un estremecimiento en mis

    entraas cuando oigo tu voz.

    Edwin!Me reprochas?Buenas noches, buenas noches, y repito..., eres incorregible!Que Dios te bendiga, adorada! Cundo vendrs a verme?Pronto..., muy pronto.Dej el auricular y se ech en la almohada, sonriendo. Cmo poder

    explicar a nadie el consuelo de saber que era el centro del amable corazn deun anciano filsofo? Aquello era lo que ms haba echado de menos al morirArnold. Haba dejado de ser lo primordial para nadie, es decir lo primordialpara un hombre, siendo como era heterosexual. Si bien Edwin Steadley no lehaca estremecerse en sus entraas, le permita que la amara, aunque nopoda saber qu es lo que compona el amor a tal edad. Quiz no fuera sinouna frmula, palabras a las que se haba acostumbrado tanto durante lostreinta aos de feliz matrimonio con Elosa, su esposa, fallecida hacaveinticuatro, que las haba convertido en un hbito. El tiempo poda medirlocontra su propia existencia, pues a la muerte de Elosa ella era una jovencitade dieciocho aos que suplicaba a su madre que le dejara cortarse el pelo.An entonces haba considerado a Edwin como un anciano, aunque en

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    realidad estaba en el cenit de su carrera de famoso filsofo y ella era una desus alumnas en la escuela superior.

    Le haba encontrado guapo y viril, pese a su edad, lleno de un lan que nohaba asociado nunca con la filosofa hasta no conocerle. Sera difcil adivinarcunto de ello se deba a Elosa, pero sin duda era mucho, pues haba sido

    una mujer de ideas y palabras claras, ardiente y locamente enamorada de suesposo, y que sin duda haba desarrollado en l todos los elementos del sexo.Adivinaba que as habra sido, pues Arnold le haba desarrollado a ella en lamisma forma, sacndola de su virginal timidez y conducindola a la plenitudde su potencialidad como mujer, hasta que a su muerte haba sentido que lascorrientes de su sexualidad se detenan y protestaban. Pero segua intacta ladelicadeza original. Segua siendo el ser a quien haba que ir a buscar, no elque buscaba.

    El fuego iba apagndose tambin en el dormitorio y se qued dormida.

    Jared Barnow se haba ido y el tiempo haba pasado con tal rapidez que nopoda creer que el reloj marcara las ocho de la maana. Haban charladosentados a la mesa del desayuno hasta que de pronto el reloj dio la hora en elrincn y l se haba levantado de un salto.

    Dios mo, y yo que he venido a esquiar! Usted me hace olvidar. Hala, leayudar a recoger los cacharros.

    No, no...Pues claro que s.Pero al fin ella le haba convencido y le haba acompaado a la puerta,

    pero luego, al recordar algo, le haba llamado para decirle:

    Vuelva si no encuentra nada ms cerca de las pistas!Gracias! haba gritado el joven.Le mir bajar la colina hasta la carretera del valle donde torcera para

    ascender a la zona donde se esquiaba en el monte que quedaba frente a suventana. Ya fuera de la vista en el bosque que quedaba en medio, ella volvia entrar en la habitacin. Pareca extraamente vaca, una estanciademasiado grande, como siempre le haba dicho Arnold.

    Es una estancia para perderse le dijo una velada en que el fuegoproyectaba sombras hacia los rincones distantes. Y de pronto ahora, aunqueel sol brillaba por las ventanas, se sinti perdida.

    Acab de recoger los platos y luego fue al cuarto que perteneciera aArnold pero que ahora era para los huspedes. La cama estaba hecha y todoen orden. Pensara volver? De otro modo hubiese dejado la cama sin hacer.O, aunque la hubiera hecho, habra dejado fuera las sbanas. Por qu seguapensando en l? Llamara a Edwin y le contara lo del husped y as se libraraa s misma, quizs. Aquello era algo que haba aprendido estando sola, quepoda ponerse a darle vueltas a una cosa y preocuparse por ella hasta serincapaz de nada ms.

    Aunque no debera emplear a Edwin slo para tranquilizarme musitpara s. Pero fue al telfono y marc el nmero. Las diez? Estara ante suescritorio, escribiendo sus memorias, la historia de una vida larga ydistinguida, transcurrida entre famosos hombres de letras y ciencias.

    A su odo son la voz:Si? Quin llama?Soy yo.Oh, querida ma, qu maravilloso orte al comienzo del da!No debera estar interrumpiendo tu trabajo, pero necesitaba or tu voz.

    La casa parece vaca.

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    Que me necesites me hace muy feliz.No, no hago bien en aprovecharme de l slo porque echo a alguien de

    menos pensaba, y adems a alguien a quien slo conoc ayer, y que es lobastante joven como para ser mi hijo. Slo es que no consigo acostumbrarmea vivir sola... an no.

    Cundo vienes a verme? pregunt la voz.Hacia tiempo haban convenido sin palabras que, cuando se reunieran, ellasera quien acudira donde l. Los incidentes de un viaje ahora le resultaban al excesivos, pero aparte de ello estaba la propia inclinacin de ella amantener la casa celosamente para l. Ni siquiera le gustaba recibir en ella asus hijos, y prefera acomodarles en la hospedera cercana. Esta casa erasuya, inviolada, ahora que Arnold se haba ido. Haba habido veces, que nohaba querido reconocer, en que hasta l le haba parecido un intruso. Peronunca se haba conocido a s misma tal y como era hasta no verse sola.

    Antes de quedarse viuda haba sido hija y hermana, esposa y madre,

    dividindose a la fuerza, aunque de buena gana, pues haba gozado de cadauna de aquellas relaciones y atesoraba los recuerdos. Ahora viva sola yconsigo misma, como si fuera una extraa, descubriendo nuevos placeres ycosas que le desagradaban, nuevas habilidades. Por ejemplo, libros..., loslibros le haban parecido algo para distraerse o divertirse. Pero ahora sabaque eran un medio de comunicacin entre mentes, la suya y las de otros,vivos o muertos. Tal comunicacin era la fuente del saber y ella senta sed desaber, sed que reviva al cabo de aos atareados como mujer casada.

    Tengo un husped dijo.Quin es?

    Not el eco de los celos en la voz de Edwin y se sinti divertida.Ests celoso!Por supuesto que lo estoy!Pero es absurdo.No, slo natural. Estoy enamorado de ti.Es una bobada.No, slo realidad. Djame que te explique una sorprendente verdad

    acerca del ser humano. Eres demasiado joven para saberla, pero yo laconozco. El secreto de la vida est en la capacidad de amar. Mientras unoama, ama de verdad, a otro ser humano, la muerte se mantiene aparte. Es

    slo cuando la capacidad de amar deja de existir cuando la muerte vienerpidamente. Gracias, amor mo, por permitirme amarte. Alejas a la muertede mi puerta.

    Le escuchaba como lo haca siempre, aceptando y creyndole. El era anel profesor y ella la alumna.

    Me ensalzas demasiado y es tan agradable.Bien, y quin es tu invitado?Se lo explic brevemente, casi con indiferencia, terminando:Y seguramente no volver. La aglomeracin de los fines de semana

    termina hoy y habr encontrado otro sitio donde estar.As lo espero. No me gusta que ests sola en casa con un desconocido.

    En estos tiempos nunca se sabe... y eres muy bella.Arnold no haba sido dado a ensalzar su aspecto, as que nunca se haba

    sentido muy segura de su hermosura. Haba sido celoso, s, pero sin motivo, ycomo haba sido posesivo, ahora se le ocurra que quiz siempre hubiera sidobella y l no haba osado decrselo.

    Slo te lo parece a ti, Edwin, pero me gusta ortelo decir. En el secreto demi corazn soy muy vana.

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    Nunca has pensado en ti misma. Yo siempre he sabido que eras bella.Recuerdo la primera vez que te vi. Era un da de septiembre y tu cabeza, deun dorado rojizo oscuro, brillaba entre otras morenas, rubias y castaas de lasestudiantes de primer ao. Ya entonces me fij en ti, sin pensar, porsupuesto, que un da te convertiras en mi vida. Vi tus ojos, claros de

    inteligencia. Esa va a ser mi mejor alumna, pens... y as lo fuiste. Y empeca planear sobre cmo tenerte en mi departamento y fracas, porque aquelbribn de Arnold Chardman se cas contigo demasiado pronto. El da queviniste a decrmelo casi llor. Lo recuerdas?

    Lo recordaba. Era cierto que se haba casado demasiado joven, pero sehaba sentido tan dichosa que no se haba fijado en los ojos del profesor, sloen su silencio.

    No me participa sus buenos deseos? haba preguntado, y recordaba lalarga pausa antes de que le contestara:

    Le deseo que sea feliz. Hallar usted la felicidad de muchas formas

    distintas. Ahora usted cree que est en el matrimonio. Bien, puede que assea. Pero llegar el da en que estar en otra cosa.Con tal de que no sea en otro haba replicado alegre.No limite la felicidad le haba contestado con gravedad. Hay que

    tomarla all donde se la encuentra.No haban vuelto a verse en aos y ella le haba olvidado. Pero un da,

    poco despus de la muerte de Arnold, entre las muchas cartas de psame,haba encontrado la suya. Le escriba como si slo se hubiesen separado lavspera.

    Recuerda lo que le dije sobre la felicidad? Una felicidad ha pasado, pero

    mantngase preparada para la siguiente, sea la que sea. Si no la ve en elhorizonte, entonces debe crearla donde est. Mientras viva puede encontrarfelicidad si la busca o crearla usted misma. Tal vez la misma bsqueda seafelicidad.

    Haba sido una carta larga en la que slo le hablaba de ella y del futuro, devida, no de muerte. Pero tambin l haba conocido la muerte, le recordaba,pues Elosa, su esposa, haba muerto muchos aos atrs. Ahora viva solo ensu casa de campo, donde haban pasado veranos, y se dedicaba a escribirlibros.

    Ella le haba enviado una breve misiva limitndose a decirle que sus

    palabras haban sido las ms consoladoras de cuantas recibiera. Pero no hayfelicidad en el horizonte haba aadido y no hallo la chispa creadora dentrode m.

    Entonces l le haba mandado un telegrama invitndole a visitarle y ellahaba acudido, encontrndose con que el anciano era el centro de una casallena de hijos mayores y de nietos que pasaban all unos das, y entre loscuales se haba sentado como invitada, vagamente bien venida, pero pocoimportante. El era quien le haba dado importancia, destacndola comoacompaante suya y haciendo que se quedara con l cuando los dems salanjuntos de excursin. Solos en la gran mansin familiar, l haba habladomientras ella escuchaba. Estaba escribiendo un libro sobre la inmortalidad y lehablaba de lo que escriba. Ella le haba escuchado con concentrado inters,pues Arnold no haba credo en la vida despus de la muerte. En medio de suangustia al verle morir, le haba admirado por su firme valor.

    Ya estoy muy cerca del fin le haba dicho Arnold. Y es el fin, queridama. Slo queda mi gratitud hacia ti. Por tu infinita variedad..., gracias!

    Aqullas haban sido sus ltimas palabras coherentes, pues el dolor lehaba invadido y haba muerto horas ms tarde casi atontado por la agona.

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    Durante la primera noche que haba pasado sola en la gran casona deFiladelfia, que ahora le perteneca slo a ella, haba considerado sus palabras.Era cierto, podra ser cierto, que nada quedaba de l sino el cuerpo enterradoen el cementerio de la iglesia donde yacan sus antepasados? Habaponderado confusa sus pensamientos, incapaz de llegar a una conclusin, sin

    querer creer que l tuviera razn pero casi obligada a temer que la tena. Ellano tena prueba alguna sobre la inmortalidad, pero tampoco l la haba tenidoen contra. Debido a su actitud mental, se haba sentido bien dispuesta, hastaansiosa, de or lo que Edwin tena que decirle.

    Los humanos somos las nicas criaturas capaces de pensar en nuestropropio final, sin duda ni fe.

    Haba afirmado aquello aquel da de su primera visita. Estaban sentadosen la terraza que daba a las distantes montaas y el ama de llaves les habatrado t y pastelillos y, despus de dejar la bandeja en la mesita que habaentre ambos, se haba retirado. A solas con l se haba atrevido a refutarle.

    Con la taza de t en la mano, haba negado con la cabeza.No est de acuerdo? le haba preguntado, sorprendido.Hasta los animales conocen su fin y lo temen. Fjese lo alocados que se

    ponen al tratar de escapar a la muerte! Tal vez no razonen ni piensen, peroluchan contra la muerte. Ha visto alguna vez un conejo en las fauces de unperro? Lucha contra la muerte hasta su ltimo aliento. Un pez sacado del agualucha por vivir. Los animales temen la muerte, y si la temen, es que laconocen.

    El escuchaba, sorprendido y complacido.Bien razonado, pero no confunda el instinto con la consciencia.

    Ella haba considerado un momento aquello, para preguntar acontinuacin:Cul es la diferencia entre el animal y el ser humano?La consciencia en s misma. El ser humano se declara a s mismo porque

    se conoce. Los animales? No. No se separan a s mismos del cosmos.Ya en aquella primera visita se haban sentido extraamente unidos y, con

    el transcurso del tiempo, haban llegado a depender cada vez ms el uno delotro, si bien ella reconoca que lo que senta por l no era amor, slo unin.Por parte de l era decididamente amor, el amor de un anciano, cuyanaturaleza le resultaba a ella poco clara. Fuera lo que fuese, el amor era algo

    dulce, y ella se asa a su persistencia.El era ms sabio que ella, y tambin aquello era agradable. Jams sehaba apoyado antes en nadie, pues Arnold, pronto se haba dado cuenta,jams la llegara a conocer del todo. Eran compatibles, pero ella era quientena ms sabidura.

    La voz de Edwin la sac de sus pensamientos.Sigues ah, Edith?Si, oh, s repuso con rapidez.Entonces no estabas escuchando!No del todo confes.Estabas soando!Slo pensaba... en ti y en m.Ah, entonces te perdono. Y gracias! No es bueno para m sufrir de celos,

    sabes... a ninguna edad.No tienes por qu. Y ahora vuelve a tu trabajo, cario.Dej el aparato y se enfrent al da, un da brillante de sol, en que

    zigzagueantes figuras vestidas de alegres colores bajaban como flechas porlas blancas laderas, y ella estaba desperdicindolo tontamente. Una multitud

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    de pequeas tareas le esperaba: un plato hondo de plata que tena quelimpiar para llenarlo de fruta, un viaje a la tienda del pueblo que ibaretrasando para poder sentarse junto a la ventana a contemplar de nuevo elmonte, tratando de imaginarse cul de aquellos puntos de color que volabansera el de Jared Barnow. Jams haba conocido antes a nadie llamado Jared y

    el extrao nombre aumentaba su atractivo. Algo nuevo, alguien nuevo habaentrado en su casa la noche anterior.Cuando el sol se hubo puesto y las sombras se deslizaron por la cumbre

    dejando slo el pico rosa-rojizo recortado contra el cielo, se puso a preparar lacena. Para dos? O slo para ella? No pondra la mesa hasta no saberlo.Mientras, preparara comida suficiente... dos pequeas chuletas, la msgrande para l. Y de pronto oy sus pasos, los pies que se sacudan la nieve yla puerta se abri sin previa llamada.

    He vuelto.Le esperaba.

    Se le acerc y ante su propia sorpresa y casi horror sinti el impulso deecharle los brazos al cuello. Se contuvo. A cuntos absurdos era capaz dereducirle su propia soledad! Tena que tener cuidado. Aquel impulso era unaexperiencia nueva, pues hasta entonces slo haba tenido que cuidarse de losdems. Su propio sentido crtico (frialdad, lo Llamaba a veces Arnold cuandoestaba irritado con ella) haba sido hasta el momento su arma. Dentro de smisma saba que no era fra, tal vez reservada en un espacio que nunca habacompartido con nadie, un espacio interior.

    Como ve, he vuelto repiti el joven.No ha tenido suerte de encontrar habitacin?

    No lo he intentado repuso soltndose las botas.Me alegro. Me hace sentirme parte de la vida en la montaa.Nunca esqua?Oh, s, cuando era joven me encantaba.Nunca es tarde, sabe.Me temo que s.Bobadas! Parece..., yo dira que unos veinticinco!Aada diez aos ms y luego otros siete ri. Tengo cuarenta y dos!No!Si!

    No vuelva a mencionarlo jams orden y levantndose fue al cuarto deinvitados. Voy a lavarme un poco y a peinarme.Todo est listo.Se detuvo sin entrar.Me esperaba?Tena la esperanza.Se miraron; luego l entr al cuarto y cerr la puerta. Y ella qued

    inmvil, incierta. Se cambiara para ponerse el traje de lana oscuro? Pero silo haca, pensara l que era de una coquetera absurda? Decidi nocambiarse y luego se alegr, media hora ms tarde, pues nada ms sentarsea la mesa l se puso a comer sin ambages y con un silencio que a ella lepareci casi de ingrato. Pero al observarle decidi que estaba hambriento tanslo..., hambriento y tan joven. Sera absurdo ponerse el vestido rojo largo...o el negro adornado de plata, slo para un muchacho hambriento.

    Cunto tiempo piensa quedarse en el monte? pregunt al fin paraquebrar el silencio. No estaba preparada a que l se fuera, dejndole con elorgullo herido al recordar el loco impulso que haba resistido.

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    Tengo que estar de vuelta maana. Me espera un trabajo en unlaboratorio. Bueno, es ms que eso. Es una oportunidad... una ocasin dedescubrir... de hacer quizs algo propio... en Brinstead Electronics.

    Buena compaa.La conoce?

    Mi padre era una especie de agregado.Ojal le hubiese conocido!Muri mucho antes de que tuviera usted edad de conocerle.Las palabras le hicieron dao en el corazn. Cuando l naci ella ya haba

    salido de su infancia y era una jovencita que discuta con su paciente madrepor la largura, o brevedad, de las faldas y que defenda su derecho a volver acasa despus de medianoche cuando sala con Arnold.

    Todo el mundo le conoca sigui l.As lo supongo.Por qu era tan difcil hablar? Se senta deprimida, aparte, casi hostil

    hacia l, porque era tan joven. Sin embargo la velada anterior la conversacinhaba fluido entre ellos fcilmente, con comprensin mutua.Involuntariamente alz la cabeza y se dio cuenta de que lo haba hechoporque l la miraba con ojos muy oscuros bajo las cejas. Al cruzarse susmiradas, l dijo bruscamente:

    Me gusta usted. Y no slo porque es bella. Ya estoy acostumbrado a eso.La chica con la que salgo es muy bonita. Pero usted tiene algo...

    Aos... eso es todo!El no ri. Ms bien dijo con irritacin:Me gustarla que no hablara de su edad! A mi me avergenza ser

    estpidamente joven. Siempre he sido demasiado joven para lo que hequerido hacer... demasiado joven para ir a la universidad, demasiado jovenpara trabajar. A los quince aos me escap, slo para pasar el tiempo hastaser algo mayor. Termin los estudios demasiado joven. Siempre he hechotodo demasiado joven.

    Adnde se escap?Viaj, vagabunde, sera mejor decir, por todo el mundo durante dos

    aos.As que ahora tiene...Veinticuatro.

    Volvi a herirse a s misma.Hbleme de su chica.El frunci el ceo y volvi la cabeza a la ventana. Sobre el perfil de la

    montaa una fina luna nueva colgaba suspensa, como si fuera una decoracinen el cielo.

    No es exactamente mi chica dijo al fin con irritacin.Por qu no?El joven apart el plato, se levant y fue a la ventana. All se qued

    mirando el monte oscurecido y la luna colgante.Me encuentro en una situacin extraa.Si? su voz invitaba a seguir.Siempre soy demasiado joven para lo que quiero hacer, pero soy

    demasiado viejo para... para chicas.Entre los dos qued suspenso un momento de silencio, tan tenue, tan

    estremecido como la luna nueva que brillaba entre las nubes que ahora secernan sobre el monte.

    No comprendo del todo lo que quiere decir coment ella por fin consuave voz.

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    Tampoco yo cort abrupto, y volviendo a la mesa se sent. Ms caf,por favor. Por cierto, cmo se llama? Su nombre de pila, quiero decir.

    Edith.Edith. Edith? Nunca he conocido a nadie con tal nombre. Mi madre tena

    un nombre tonto... Ariadna. Sin embargo, es bonito. Como ya le dije, no la

    recuerdo, pero mi to dice que era muy gentil.Qu fue de ellos? sigui en el mismo tono de voz.Murieron en un accidente de coche cuando yo tena dos aos. Si, creo

    recordar a alguien como mi madre, alguien dulce, bonita... pero seguramenteno la recuerdo, en realidad, quiz sea slo un sueo o tal vez puraimaginacin.

    Y no hubo nadie que le sustituyera?No. Mi to no se ha casado nunca. No se lo he dicho? Supongo que tiene

    alguna amante escondida en alguna parte. Nunca hablamos de esas cosas.Nadie ha ocupado el lugar de su madre?

    Nunca he buscado a nadie. Las madres son insustituibles, no?.Si contest con firmeza, y al cabo de un momento. Pero y la chica?Es realmente ms joven que usted?

    No tanto en aos, pero lo dems... Se encogi levemente de hombros.S, es bastante lista, inteligente y todo eso. Pero yo soy viejo para ella. Soyuna carga hasta para m mismo.

    Oh, vamos! ri.S, lo soy el no core su carcajada. Me interesan muchas cosas, no la

    gente. Hay tantas cosas que quiero hacer! No tengo tiempo para... paracasarme y todo eso y esto es lo que esa chica desea.

    Est enamorada de usted?Eso dice.Y usted?Yo? Cuando estoy con ella soy lo bastante normal para sentirme

    estremecido, ya sabe. Pero dentro de m me conozco bien. Te aburriras deella, eso es lo que me dice algo dentro. Me considera loco?

    No. Slo prudente.No me importara serlo menos.No diga eso. Se le ha concedido como herramienta para lograrlo.Qu?

    Lo que desee hacer.Penetrar los secretos del universo!Se inclin hacia delante, los codos en la mesa, los ojos relucientes,

    mirndole, y ella se sinti consolada, casi elevada, por alguna razn que noquera comprender.

    Tengo que irme maana dijo l de improviso y con igual brusquedad sesent al piano y se puso a tocar.

    La nieve caa sobre la nieve, fra y silenciosa. Empez cuando l sali decasa a la maana siguiente, con un cielo gris y el monte cubierto de niebla. Elinvierno se cerna sobre la costa oriental. Tambin nevaba en Filadelfia, oyella por radio.

    Odio tenerme que ir de esta casa tan caliente coment Jared.Estaba en el umbral, envuelto en su chaquetn con la capucha sin poner.Se deja los esques en la bodega. Eso quiere decir que volver.S, pero ahora me refera a esta maana.Esta maana repiti Edith.

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    No poda decirle lo que pensaba, lo que siempre pensaba cuando caa lanieve. Arnold yaca bajo la nieve! Por supuesto, ya se haba acostumbradopara entonces, si es que alguna vez lograba acostumbrarse, claro est. Y porqu sera la nieve? En primavera podra contemplar la tumba sin agona y enotoo las brillantes hojas que caan de un arce vecino sobre la fosa casi

    volvan alegre el cementerio de la ciudad. Pero la nieve? La plena concienciade su muerte, desolada y final, le haba llegado con la primera nevada yestaba sola all, en la casa. Haba estado junto al amplio ventanal,golpendose los nudillos de su apretado puo derecho mientras las lgrimascorran por las mejillas. Oh, Arnold, ah solo bajo la nieve!

    Y parte de la misma desolacin le invada ahora.La casa habase llenado de esta presencia joven y desconocida, aunque l

    ya no era para ella un desconocido, nunca lo haba sido ni podra serlo. Habaalgo que compartan, algo ms que la msica, pero qu? Se haba mostradomuy contento por la maana, casi como alegrndose de irse, hasta el

    momento en que se haba detenido ante ella, tan alto, y ella haba vistosorprendida e incrdula la mirada de sus ojos.Si, me gusta usted haba dicho y tan de pronto, como si hubiera

    efectuado un descubrimiento, que ella haba redo.Encantada de saberlo haba respondido animada, y por supuesto

    volver. La cosa es saber cundo.Ya se lo comunicar.La mir un momento ms y luego dio media vuelta y sali, cerrando con

    firmeza la puerta a su espalda. Ella permaneci un segundo contemplando lapuerta cerrada. La casa estaba silenciosa a su alrededor. Y vaca.

    ...Las puestas de sol resultan siempre ms hermosas cuando ests aqu deca Edwin.

    Ella estaba sentada junto a la redonda mesita del ventanal del grande ycuadrado saln. En la distancia las cordilleras elevaban los agudos picachoscontra el resplandeciente cielo de poniente. Era el sitio que ocupabahabitualmente cuando acuda a la vasta morada por las tardes, y si el cieloestaba claro rara vez se perda el ocaso. Hoy, segundo da de su visita, habaestado muy claro. Haba pasado horas con tu viejo Filsofo, como l mismose titulaba hasta que, una hora antes, el anciano haba sentido uno de sus

    ataques de fatiga y haba subido a su cuarto a dormir.Pero ahora haba despertado y acudido otra vez a su encuentro.La puesta del sol siempre es ms hermosa despus de la nevada

    replic Edith.Sinti las manos del hombre en sus hombros, su mejilla que se apoyaba

    suavemente en su cabello.El indescriptible consuelo de tu persona, de tenerte en mi casa

    musit.Aqu siempre me siento feliz repuso sin moverse, clavada la vista en el

    firmamento.Los matices cambiaban; la violencia del carmes y el oro se suavizaban en

    rosa y amarillo plido.No te muevas le dijo l en el momento en que iba a levantarse. Tengo

    algo que pedirte.S, Edwin?Le tena a su espalda, no le vea, pero senta an las manos en sus

    hombros. En silencio volvi la cabeza y vio que una ternura poco corriente leiluminaba la cara al mirarla a los ojos.

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    Es algo disparatado? sonri.Me pregunto si t lo considerars as. Pero no... t lo comprenders. As

    lo creo. A tu manera eres una artista, con la honradez del artista.Quiz sea mejor que me prepares.Apartndose, fue a sentarse frente a ella ante la mesita. Su cabeza de

    cabello blanco y bien recortado bigote, la piel clara y sana, los brillantes ojosazules, le convertan en un hermoso retrato contra el fondo del cielo que seoscureca.

    Cmo puedes tener ese aspecto! exclam Edith.Cmo te parezco?No voy a decrtelo. Ya eres bastante presumido.Es decir... soy atrayente? Quiero decir, para ti?Naturalmente. Ya lo sabes. Cada vez que me lo preguntas te lo repito.Ah, pero tengo que preguntrtelo se lament.Para que yo tenga el valor de confesarlo!

    De nuevo bordeaban la verdad, ms all de lo cual nunca se atrevan. Oquizs es que ella no estaba preparada para la verdad, y tal vez nunca loestuviese Lo que senta por l era una emocin totalmente distinta del amorque haba sentido gozosa por Arnold. Pero aquel amor haba terminado,cortado por la muerte, y de pronto, durante algn tiempo, no haba tenido aquien amar. Durante los largos meses en que haba sabido que l tendra quemorir, se haba preguntado sobre el amor. Continuara cuando el ser amadoya haba muerto? Podra algo tan fuerte seguir alimentndose slo delrecuerdo? Ahora saba que no. La costumbre de amar se converta ennecesidad de amar y segua viva en su ser, como un ro contenido en una

    presa. Y ahora volva a fluir, no con tanta plenitud, no de forma inevitable,sino cautelosa y suavemente hacia este hombre sentado ante ella, deespaldas al poniente. El hombre empez a hablar con su tono pensativo, deestar filosofando, los ojos, tan penetrantes en su tono azul, fijos en el rostrode ella.

    La necesidad de amar y ser amados dura hasta que exhalamos el ltimoaliento, y de la necesidad viene el poder. Est en ti, est en m. Cmo puedeser eso, te preguntars. Porque, nia ma, mi querida y nica, el amorsustenta el espritu y el espritu sustenta la vida. Si el amor es mutuo,entonces las dos personas viven mucho tiempo. Pero, aunque slo ame uno,

    quien ama recibe sustento. Es dulce ser amado, pero ser capaz de amar esposeer la fuerza vital. Yo te amo. Por tanto soy fuerte. Sea cual fuere miedad, me sostiene mi propio poder de amar. Qu afortunado soy al tener aquien amar! Porque yo soy difcil, cario! No todas las mujeres son amadas...al menos por m.

    Se sinti llena de una confusin totalmente nueva, pues en aquel instantehaba en l algo nuevo. Tal vez debido a la luz del firmamento a su espalda oal resplandor que le brotaba de dentro, por un momento se transfigur, surostro pareci muchsimo ms joven, los ojos chispeantes, las mejillaslevemente encendidas. Impulsivo, se inclin hacia ella.

    No tengamos reservas! Te deseo plenamente. Quiero darme a tiplenamente.

    Qu quieres decir, Edwin?Se senta apresada por su mirada, por las manos que asan las suyas con

    inesperada energa.Puedo ir a tu cuarto esta noche? pregunt con brusquedad, como si de

    un solo golpe derribara una barrera.

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    La pregunta qued suspendida entre ambos, increble, pero dicha. Habahablado. No poda haber duda de que haba hablado, y la pregunta exigarespuesta. Senta obligada por la mirada que no haba cambiado. Ante susilencio, l volvi a hablar, esta vez con dulzura, como con un nio.

    Habitamos estos cuerpos, amada. Son nuestro nico medio de transmitir

    amor. Hablamos, desde luego, pero las palabras slo son palabras. Besamos,s, pero un beso no es sino la caricia de los labios. Existe todo el cuerpo pormedio del cual puede transmitirse el mensaje. Y para qu alimentamos elcuerpo con manjares, bebidas, sueo y ejercicios sino para transmitir amor?

    Y como ella vacilara, clavada con repentina timidez, ri, pero bajo.No temas, nia! Hace diez aos que soy impotente. Slo deseo yacer en

    silencio a tu lado en la oscuridad de la noche y saber que por fin somos uno,para no separarnos ms, por lejos que estemos.

    Por fin pudo hablar. Se oy pronunciar palabras tan increbles como lasque l acababa de decir. Y sin embargo las dijo.

    Por qu no? Por qu no?...Se separaron como de costumbre, despus de la habitual cena tarda.En presencia de Henry, el mayordomo, se dieron las buenas noches conformalidad y tan como de costumbre, que ella se empez a preguntar si no sehabra imaginado la escena a la puesta del sol. Pero saba que no, porque conun instinto, largo tiempo muerto, ya en su cuarto se puso a buscar entre suropa hasta hallar un camisn adornado de encaje. De da se vesta trajessencillos, pues la simplicidad le iba bien con su rostro clsico, pero en secreto,a la noche, desde que se quedara sola, ahora que Arnold haba muerto, habacomprado y se pona aquellas prendas frgiles y exquisitas que a l le haban

    desagradado. Sola decirle que los pijamas le sentaban mejor, por esosiempre los haba usado hasta que muri. Y entonces, y quin seria capaz deentenderlo, al mismo da siguiente del funeral haba acudido a la mejor tiendade la ciudad y se haba comprado una docena de camisones, copos de encajey seda y, a solas, se adornaba cada noche para dormir.

    Y as lo hizo ahora, tras un bao perfumado, y mirndose ante el espejo secepill el largo cabello rubio, lo trenz como de costumbre y subi a laelevada y antigua cama como si nada fuera a suceder y aguard, latindole elcorazn con expectante calma que casi a su pesar era placentera. Deberadormir... podra dormir? Mientras meditaba sobre ello qued postrada sin

    darse cuenta. Su voz la despert. Estaba inclinado sobre ella, con una velaencendida en la mano.He llamado, querida, pero no has contestado. As que he entrado,

    esperando verte bella en el sueo, como lo he hecho desde hace cincominutos. Ahora ya s lo que el sueo hace a tu amado rostro. Casi sonreas.

    Puso la palmatoria en la mesilla, se acost junto a ella como si ya tuvieracostumbre de hacerlo y deslizando su brazo derecho bajo la cabeza de lamujer la apoy en su hombro.

    As estamos cmodos; verdad? Y somos lo que deberamos ser, unhombre y una mujer echados uno al lado del otro con mutua confianza. No tepedir que te cases conmigo, amor mo. No sera justo para contigo. Soydemasiado viejo.

    Y si yo te lo pidiera? le pregunt, ella. Un consuelo dulce y profundoflua por sus venas.

    Ah, sa sera la cuestin.Pero no, pens Edith, nunca se lo pedira. Casarse? No lo deseaba. El

    matrimonio le hara pensar en Arnold. Tena que explorar esta relacin conEdwin libre de recuerdos!

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    De pronto l apart la ropa que les cubra y se sent a mirarla.Qu es esta cosa tan preciosa que tienes puesta, esta prenda sutilsima,

    esta telaraa de plata?Te gusta? sonri ante su placer y agrado.Mucho, pero...

    Se interrumpi y ella sinti que sus manos le apartaban con destreza elencaje de los hombros, de los senos, de la cintura y los muslos, hasta que laprenda que la cubriera qued a sus pies en suave montn.

    Benditos sean nuestros cuerpos, pues son el medio por el que seexpresa el amor! suspir Edwin.

    Ella no contest, sino que prefiri que l la condujera como quera,tratando slo de descubrir si senta desagrado. Pero no sinti ninguno. Nadade cuanto conociera la haba preparado para su gracia, su delicadeza, laseguridad de su caricia. La filosofa del amor! Le salt la frase alpensamiento. Fuera lo que fuese, esto era algo ms que fsico. Luego l se

    quit la bata que le cubra y volvi a tenderse a su lado.Ahora ya nos conocemos. A partir de esta hora jams volveremos a serextraos el uno para el otro.

    Y as en la noche yacieron la una en brazos del otro, apasionados y sinpasin. La luna ascendi brillando por la gran ventana y ella vio el cuerpo delhombre, bello incluso a su edad, derechos los hombros, liso el pecho, laspiernas delgadas y fuertes. Haba cuidado respetuoso de su cuerpo y ahorareciba la recompensa. Cuntas mujeres habran amado aquel cuerpo? Eraimposible que una belleza mental y fsica tan poderosas no se hubierancombinado con frecuencia en el acto amoroso! Pero no sinti celos. Era su

    hora, su noche. Y era cierto que, conocindose como se conocan, ya jamsvolveran a estar separados.S dijo con voz alta y clara.S qu, amor mo?S, te amo.El suspir hondo y la estrech hacia s.Doy gracias a Dios. Gracias a Aquel a quien no he visto. Una vez ms,

    antes del fin, amar y ser amado! Qu ms puedo pedir!Y as qued dormido con ligero sueo. Pero ella sigui despierta, an en

    sus brazos, despierta y pensando en lo extrao que era estar en brazos de

    Edwin, en este cuarto, en su casa. No senta el menor remordimiento. Lo quel haba dicho era cierto, estaba bien, pero aun as resultaba extrao. Y depronto se olvid de dnde estaba y en cambio se puso a pensar en JaredBarnow. Volvera alguna vez? Por qu iba a hacerlo? Y adems, ahora ya nole importaba si volva o no. A la luz lunar el perfil de Edwin era blanco como elmrmol, puro y perfecto. Sinti una nueva reverencia por la hermosura deaquel cuerpo y el esplendor de sus pensamientos. Era un honor haber sidoelegida por amor por aquel hombre, un hombre famoso a quien incluso ahoravisitaban hombres y mujeres de todas partes del mundo. Y si su tranquiloamor era capaz de aadir un da a su vida, palabras a sus pensamientos,fuerza a su cuerpo, no era acaso tambin aquello cierta clase de alegra?

    Al da siguiente regres a su casa del monte y esper el fin de semana. Lanieve caa y sigui cayendo noche y da, hasta que en el lado norte de la casallegaba casi a los aleros. Sam, que traa leos, tuvo que cavar un tnel a laentrada de atrs.

    Cmo podr venir la gente a pasar el fin de semana, aunque sea aesquiar? pregunt ella.

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    Vendrn porque las carreteras estarn abiertas le sonri el vecino. Lagente de aqu sabe que la nieve es la que les da de comer.

    Tranquilizada, esperaba el fin de semana. Entonces l vendra. JaredBarnow... pronunci para s el nombre en voz alta y se escandaliz. Cmopoda pensar en l despus de lo que haba sucedido con Edwin? Busc en su

    corazn, en su mente, para descubrir recuerdos, no tanto de culpabilidadcomo de desagrado. No los haba. Sera posible que estuviera buscandocompletarse de alguna otra forma? De qu forma? Y qu tena que verEdwin con Jared? Y por qu hacerse preguntas, sobre todo cuando nodeseaba respuestas? Que la vida la condujera donde quisiera! Se sentaflotando, pasiva, esperando algo, a alguien, no saba qu o quin, no querapreguntar.

    No te veo en esta casa, sabes le dijo Jared.Haba llegado el viernes por la noche, exactamente como le aguardara,

    cosa que haba estado haciendo y no, esperando que vendra y no

    esperndolo a un tiempo.Durante el primer ao ms o menos tendrs que tener cuidado le habadicho Amelia. Amelia, su amiga de la infancia, cuya casa de Filadelfia eracontigua a la suya heredada de padres y que viva all desde su propiainfancia, soltera y sola en una mansin llena de servidores heredadostambin. Se lo haba dicho menos de una semana despus de la muerte deArnold y ella no haba podido pronunciar en alta voz el nombre de su marido.Pero Amelia careca de tacto y deca lo que le pareca en todo momento. Sehallaban en la salita de arriba, donde las dos haban recortado muecas depapel, haban acumulado discos, haban diseado vestidos, se haban

    encontrado un ltimo instante antes de la boda y ahora volvan a encontrarseen la muerte de Arnold.Qu quieres decir, Amelia?No es que hable por experiencia, claro le haba contestado Amelia

    levantando los hombros, pero he odo decir a mam que a la muerte de pap(yo tena slo tres aos) se senta tan sola que senta tentaciones de casarsecon el primero que se lo pidiera. Cuando hubo pasado el primer aocomprendi que no quera casarse con nadie.

    Tampoco yo querr casarme haba musitado.Por mucho que confiara en Amelia para distraerse, jams haba sido capaz

    de contrselo todo, sobre todo porque Amelia, que no era muy bonita y sdemasiado franca, jams se haba enamorado, que ella supiera. La crudeza delas observaciones de Amelia haba permanecido en su memoria, sin embargo,y ahora, al contestar a Jared, la recordaba.

    Cmo me ves?En alguna mansin grande y hermosa en algn sitio repuso con

    presteza, como si ya hubiera pensado en ello. Te imagino con sirvientes quete atienden. Detesto que ests aqu sola. No quiero que me hagas eldesayuno. Me hago la cama porque no soporto la idea de que tengas t quehacerla. Slo cuando te veo ante el piano o frente a la amplia chimenea, a laluz del fuego, es cuando me parece verte de veras.

    Gracias dijo conmovida por sus palabras. Y no sabes cunto meayudas. Saba que tendra que volver a la gran casa, pero me faltaba valor.Me march al morir mi marido y he seguido aqu, temiendo el tener quevolver sola...

    Yo estar contigo le interrumpi. Lo que quiero decir es... Vendr averte inmediatamente y pasar por lo menos un fin de semana de vez encuando, si me lo permites.

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    Pues claro. Me siento muy conmovida y no debes por ningn motivoconsiderarlo necesario. Una vez que est all estar bien... despus de un parde das. Mi marido y yo crecimos en aquel vecindario. Tengo amistades en lacasa contigua. A decir verdad, cuando nos casamos, todo fue cuestin de siviviramos en su morada familiar o en la ma. Pero la ma estaba vaca... mi

    padre muri poco despus de mi matrimonio y mi madre haba muerto antes.Yo era hija nica, as que todo qued para m y tengo mucho cario a la casa.Hablaba sin interrumpirse, tratando de explicarlo todo a la vez, sin saber

    muy bien qu era lo que quera explicar. El escuchaba atento hasta quetermin.

    Perfecto. All es donde quiero verte, en una casa de tu ambiente. Esto?Extendi el brazo hacia la austera estancia. No!

    Y entonces, como si hubiera concluido una discusin, se fue bruscamenteal piano y se puso a ejecutar una sonora polonesa de Chopin, en tanto queella se hunda en la profunda butaca ante el fuego y escuchaba, arrebatada

    por su nueva interpretacin de aquella msica familiar. Con su nfasis leliminaba toda insinuacin enfermiza que pudiera subrayar la msica y enlugar de ello la converta en una triunfal afirmacin de vida.

    Qu hubiera pensado Chopin de eso? le pregunt Edith cuandoconcluy con la misma brusquedad con que empezara y fue a plantarse anteella clavados los oscuros ojos en su rostro.

    Yo convierto en ma toda la msica replic sin apartar la vista.Y ella sigui sonriendo, medio tmida medio asustada. No le conoca.

    Segua siendo un desconocido. Por ello era ms peligroso aquel poderosoatractivo que no se basaba en el conocimiento. Le hubiera gustado

    preguntarle en qu pensaba, pero no se atrevi. Y l le contest sin serpreguntado.Quiero que maana vengas a esquiar conmigo.Imposible! la respuesta brot instantnea.Por qu no?Bueno, para empezar no tengo esques.Los alquilaremos.Hace aos que no esquo.Ms a mi favor... y adems va a ser la ltima nieve buena del ao.No es nieve buena. Sam dice que las pistas estn heladas... el sol clido

    las funde de da y se hielan de noche.Puede que nieve esta noche. La cumbre est cubierta de nubes.Y brilla la luna!Por la maana terminaremos la discusin.La respuesta ser la misma.No, si nieva durante la noche... no, no hables! No te lo permitir.Le puso la mano en la boca mantenindola all hasta que, ahogndose de

    risa, ella se apart.Dios, qu boca tan suave tienes! exclam admirado.De no haber sido tan dura te hubiera mordido la mano. Y no quiero

    esquiar.Cllate o volver a hacerlo. No aceptar un no por respuesta.Pues tampoco tendrs un s.Entonces, por esta noche, no ser ni s ni no.Se levant, medio asustada. El segua mirndola, especulando, pero

    acerca de qu? Edith retrocedi un paso y l movi la cabeza.No lo creo.Qu?

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    Tu edad.Tienes que creerlo.Volvi a negar con la cabeza y de pronto le tom la mano, la volvi y le

    bes en la palma.Nunca lo creer.

    Ella no prest resistencia, atnita, con aquel beso en la mano como unregalo inesperado. El la solt con suavidad y la mano cay a su costado.Buenas noches salud brusco y se fue a la puerta de su cuarto. All se

    detuvo. Rezar para que nieve dijo y cerr la puerta....Durante la noche nev. Edith despert al cabo de unas horas de inquieto

    sueo, se levant de la cama y descorri las cortinas rosadas de las puertasde cristal que daban al monte. La luz de su mesilla de noche se reflej en unvelo de suaves copos de nieve que caan densos. La terraza de fuera estabarecin cubierta. Jams sera capaz de resistir a la determinacin del joven y,sumisa ya, se volvi al lecho y durmi.

    Mis oraciones siempre son escuchadas declar l por la maanamientras desayunaban.Sigo sin ropa de esquiar.Ms divertido! Te equiparemos en la tienda al ir de camino. Vamos,

    date prisa, nada de entretenerte con el caf, por favor! El sol estascendiendo con rapidez! Pero habr como quince buenos centmetros denieve...

    La verdad es que eres bastante dominante!Es mi manera de ser repuso con animacin. Mientras hablaba se

    levant, recogi los platos y los fue lavando y secando mientras ella le

    observaba divertida y terminaba su caf.Eres muy experto.He acampado por todo el mundo. El ao pasado en el Himalaya.Haciendo qu?Estudiando rayos csmicos. Has odo hablar de un tipo llamado Tesla?Naturalmente. Quera electrificar el globo, no?, y procurar una fuente

    eterna de energa elctrica.Cielos, eres muy culta.Soy hija de mi padre. El crea que Nikola Tesla era un cientfico

    infinitamente ms grande que Edison. A decir verdad, escribi artculos sobre

    Tesla... y a veces le present a benefactores millonarios.Tendremos que hablar de Tesla esta noche, ante el fuego. Ahora elmonte nos aguarda.

    La atosig sin piedad, impaciente, inquieto, y a la media hora se hallabanen la tienda de equipos de esquiar, donde l se puso a pedir ropa con todaexperiencia, negndose a aceptar las ltimas novedades, pidiendo cosas delas que ella no haba odo hablar durante los aos transcurridos desde queenseara a esquiar a sus hijos.

    Ropa que se ajuste a la piel orden. Especial para das como hoy. Escomo si no llevaras nada puesto. Como una segunda piel.

    Cuando ella sali del probador cubierta con el apretado traje que la cubradel cuello a los tobillos, la examin con ojo crtico. Pellizc lo que le sobrabaen la cintura.

    Una talla menor es lo que necesitas. Tienes la cintura de una nia.La mand adentro, ella se puso un nuevo traje y sali para la inspeccin.Perfecto. Ahora ropa de abrigo. Hoy en da no se lleva ropa interior

    larga! Ms bien uno se tapa con una especie de traje espacial... Y los esques,tambin son nuevos, ncleo de plstico y fibra de cristal, buenos para

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    cualquier clase de nieve, hielo, grava, polvo. Botas, por favor, seorita a lasorprendida dependienta. De cuero por fuera, de espuma por dentro, yhebillas sencillas, aunque en mi opinin la bota perfecta an no se haconseguido. Tal vez un da se me ocurra algo.

    Por fin estuvo lista y juntos subieron al telefrico. Haba dejado de nevar

    pero el cielo tena de nuevo color de plomo, aunque quiz no descargara hastael atardecer. Esquiaron todo el da y ella se sinti infantilmente orgullosa dever que an retena su habilidad. El la alababa, pero tambin criticaba.

    Tus movimientos no son perfectos... mira, tienes que hacer tres cosas aun tiempo, ves? Plantar el bastn, impulso hacia arriba, alternar el esqu dedelante, As! Pero mantn los esques en la nieve... impulso hacia arriba muyleve!

    Se lo demostr con una serie de hbiles giros y ella vio que era tanmagnfico esquiando como en el piano. Todo el da estuvo ensendola y ellase esforz por perfeccionarse, haciendo que su cuerpo gil respondiera a las

    nuevas exigencias.Tu transversal es un poco torpe. Olvdate de los hombros. Lo que tienesque cuidar es la cadera... Echa hacia atrs la cadera que va cuesta abajo ytodo lo dems, el cuerpo, los hombros, todo... se prepararnautomticamente.

    Practic una y otra vez y hasta la puesta del sol no se dio cuenta de queestaba exhausta y an entonces l fue quien lo reconoci primero.

    Te he dejado agotada, soy un estpido perfeccionista. Esquasmaravillosamente y lo que yo he insistido no son sino los toques finales.

    Pero tambin yo soy perfeccionista, y me encanta! protest.

    Buena compaera! le ech el brazo sobre los hombros. Vamos a casaa cenar ante una buena fogata.As lo hicieron; l as las chuletas al fuego en tanto que ella aliaba la

    ensalada en la gran ensaladera de teca birmana.Comieron en silencio y luego l enchuf la msica estereofnica que

    escucharon en silencio, hasta que el sueo pudo con ellos.Tengo que acostarme musit ella, entrecerrados los ojos.Y yo confes el otro.Se levantaron, vacilaron un momento y por un adormilado instante ella

    imagin que iba a besarla. Pero en lugar de ello el hombre se enderez y se

    retir.Buenas noches, dulce amiga.Nada le contest, y tampoco hubiera podido hacerlo, pues necesitaba

    todas sus fuerzas para dominarse a s misma. No, no le invitara al beso, puesno poda predecir a dnde conducira y ahora no se atreva a preguntar.

    Buenas noches repuso, y todava medio dormida cruz la estancia y fuea su cuarto.

    Durante la noche le despert el chapoteo de la lluvia en el tejado. As queera el fin de la nieve, y del esqu. Maana l se habra ido y ella volverla aestar sola. Estar sola ahora le pareca intolerable. Se marchara para volver aFiladelfia.

    ...Cuando acudi a desayunar segua lloviendo. Jared ya haba preparadotodo, puesto la mesa donde esperaban el zumo de naranja, el jamn tostadoy la tortilla hacindose en la sartn.

    Los cielos se muestran crueles salud, pero tal vez sea mejor. Tengoque volver al laboratorio. Iba a robar otro da, luchar contra mi conciencia,pero ya no lo necesito. Ests cansada?

    Un poco... no, cansada no, con agujetas.

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    Mejor as; que no tengamos tentacin de subir de nuevo.De nuevo comieron en silencio y ella se pregunt, con leve resentimiento,

    si l estara en guardia. Despus de todo, ella no le haba besado. Alcontrario! Pero aquella maana gris ambos se mostraban serios.

    Vas a quedarte mucho ms? pregunt Jared cuando, acabado el

    desayuno, se dispuso a marchar.No. me ir, tal vez maana. Y todava resentida aadi. Seguramenteprimero ir a pasar unos das con un viejo amigo, Edwin Steadley.

    Bueno, adis dijo l sin inmutarse. Y luego, de manera que a ella lepareci poco amable, aadi: Por supuesto, volveremos a vernos.

    Por qu no?

    Segn el curso de los acontecimientos humanos deca Edwin, no puedoya vivir mucho ms tiempo. No procedo de una familia longeva y, en asuntosde vida o muerte, la herencia cuenta. Ya he vivido ms que mis padres. Mi

    madre muri con sesenta y cuatro aos, tras de sobrevivir tres a mi padre. Eltenla cinco aos menos que ella. La relacin entre ambos fue extraa. Enalgunos aspectos mi padre era para ella como un hijo.

    A m no me gustara una relacin as afirm Edith decidida.Ah, eso es porque t tienes un viejo amante. Yo casi podra ser tu

    abuelo. Pero la verdad es, amada ma, que los jvenes no saben en verdadcomo amar a una mujer. El joven piensa ante todo en poseer a la mujer parasi mismo... es decir, en impregnarla. A mi edad, el hombre sabe que tal cosaes imposible, por eso se eleva al puro amor de la mujer, sin pensar en smismo. La contempla con delicia, como yo a ti. Le da placer, en tanto que ella

    acepta su caricia, que ahora es hbil, pero en todo ello slo piensa en lamujer. Querida ma, a la luz de la luna, que gracias a cierta magia celestialbrilla en este instante sobre tu lecho, tu hermoso cuerpo parece una estatuade oro plido. Cun afortunado soy de que me admitas as en tu estanciaprivada!

    No consigo comprender cmo ha podido suceder repuso sonriente entrela nube de cabello claro suelto en la almohada.

    Porque tuve el valor de pedrtelo.Lo pediste muy confiado ri. No observo en ti la menor falta de valor.

    Pero cmo es que yo lo tuve para aceptar y cmo es que no me parece

    extrao, y desde luego nada mal, que te encuentres aqu? Jams he tenido unamante. Entonces, por qu ahora?Necesidad de darlo todo y aceptarlo todo.Y por qu no me siento nada tmida? pregunt con autntica sorpresa.Somos uno. Nuestras mentes fueron una primero y entonces result

    necesario que completsemos esa unidad.Continuar?Hasta que sienta que la muerte se me acerca. Cuando suceda ese

    momento, te lo har saber. No trates de consolarme o detenerme. Deboprepararme para ese paso solitario. Y necesitar todas mis fuerzas. Por eso...

    Hizo una pausa tan larga que, llena de ternura, ella le estrech entre susbrazos.

    Tienes miedo?Pero l no iba a aceptar su compasin, ni siquiera una compasin tierna.

    Se solt de sus brazos y se inclin sobre ella, apartndole el largo cabello dela frente para mirarle a los ojos. Sobre la mesilla la llama de la vela seestremeci en la leve brisa de la ventana abierta, proyectando luces ysombras que jugueteaban en la cara de la mujer.

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    No tengo miedo. Pero tengo algo que decirte y quiero decirlo ahora,mientras soy capaz de comunicar toda la verdad de lo que siento. Quin sabecmo ser cuando se acerque el fin? Puede que me halle agotado por el dolor.La muerte puede vencerme en un instante y no darme tiempo. Dime, amormo, te hallas en paz ahora? En este momento? Estamos completamente

    solos en mi vieja casa. He mandado al ama de llaves a la suya, tena algnaniversario familiar, y Harry se ha tomado una breve vacacin. No hay nadiebajo este techo ms que nosotros. Puede que nunca ms volvamos a estartan a solas. Puedo decirte lo que quiero que sepas y que recuerdes en tantoque tengas vida?

    Dime.Entonces l se ech a su lado, sin tocarle ms que para tomar su mano

    izquierda y sujetarla entre las dos suyas sobre el pecho. Aquella noche, allavarse, a instancias de un inexplicable impulso, Edith se haba quitado laalianza y ahora, al acariciarle l la mano, lo not.

    No tenas que haberte quitado la alianza, amor mo dijo llevndose lamano a los labios.No s por qu lo he hecho repuso un tanto confusa.Instinto.De culpabilidad?De honor, pero totalmente innecesario. El amor jams es culpable. Llega

    a nosotros, para ser bien venido de cualquier fuente, en cualquier momento.Un amor no desplaza otro. Cada amor es riqueza que se acumula.

    Pero poda yo haber aceptado tu amor, como lo hago, si...? se detuvoy l convirti la pregunta en respuesta.

    Si Elosa, mi esposa, y Arnold, tu marido, hubieran vivido? Yo lo hubieraexpresado de forma diferente, t lo habras aceptado de otra manera. No noshallaramos tumbados ahora bajo la luna. No hubiera sido necesario como loes ahora, al menos para m, y creo que para ti, o si no, no me habrasaceptado. Pero tal y como son las circunstancias, yo, porque siento prxima lamuerte, t, porque la muerte llam a tu casa, sentimos necesidad de uncontacto corporal antes de que llegue la separacin final, como llegar, cario.Por eso, deja que te diga lo que quiero decir.

    Dime...El hombre suspir hondamente, cerr los ojos y empez, con la mano de

    ella siempre asida entre las suyas, sobre su propio pecho.Quiero decirte cmo te amo. Quiero decrtelo ahora, mientras estoy bienvivo, mientras mi cerebro retiene su claridad, mientras me late el corazn ytengo palabras en la lengua. Te amo. Siempre te he amado. Te amaba antesde conocerte, antes de que nos encontrramos. Te amaba porque saba laclase de mujer a la que siempre amara, a la que siempre tendra que amar, ycuando te vi, supe que eras aqulla. Por supuesto que amo tu cuerpo porquees tuyo y porque me agrada. Pero amo tu cuerpo porque tu espritu mora enl, porque tu cerebro incomparable habita en tu bella cabeza, porque tu almaest acogida en tu corazn. No puedo imaginar tu cuerpo separado de tuesencia. Pero tampoco puedo imaginar lo que hay de esencial en ti en otramorada. Eres completa en todo tu ser. Lo amo todo de ti: tu cabello largosuelto, tus manos y tus pies, tus pechos adorables, tu cintura, tus muslos, laforma en que caminas y el porte de tu cabeza. Amo tu voz, la mirada de tusojos... tienes idea de cmo habla tu alma a travs de tus ojos? No, nocontestes! Tengo ms que decirte. Si no me hubieras permitido amarte (tehas fijado en que nunca te he pedido que me amaras?) hubiera sentido temorde descender solitario a la tumba. Pero as mi amor por ti me sustenta. Nada

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    temo. Voy a lo desconocido con paso firme, pues en mi corazn oigo el amorpor ti. El amor es la antorcha que ilumina mi camino. Oh, Muerte, dndeest tu aguijn? Oh, Fosa, dnde est tu victoria?.

    Su voz resonaba en la noche. Se llev la mano de ella a los labios y lamantuvo all.

    Pero Edith la retir con suavidad, se incorpor a su vez y le tom la cabezaentre sus palmas para besarle los labios.Me siento honrada. Mientras viva, me siento honrada. Jams lo

    olvidar... jams, jams!

    ... Se hallaba de nuevo en casa. Edwin y ella se haban separado con msfacilidad. Aquello que posean era en cierto modo eterno. Toda impacienciahaba desaparecido. Una profunda unidad exista entre ellos, mantenida por lacorriente de sus cartas.

    Te escribir cuando se me ocurra le haba dicho Edwin en el ltimo

    momento, pero no te sientas obligada a contestar. Me hace bien transcribirmis pensamientos, cristalizarlos en mis cartas hacia ti. Siento que una vez quete los he dado se vuelven permanentes. Si algo me ocurre, si una maana nodespierto, siempre tendrs contigo al hombre esencial. Puedes hacer de m loque quieras.

    Con aquellas palabras inici una correspondencia, cartas que llegaban casia diario. Sin intentar responderlas, ella las reciba, las absorba, y cuandosenta necesidad de comunicacin escriba a cualquier hora del da o de lanoche sobre aquello que ocupaba su mente en ese instante, tanto si erarelevante como si no. l le escribi:

    Me quedo atnito al darme cuenta de que cuanto ms medito en lamuerte ms me sostiene una nueva confianza en la persistencia de la vida enel ms all. Puede que no sea ms que mi deseo de que as suceda, pero creoque no. O puede que, infiltrado como estoy de amor (gracias a ti, queridama), creo que la muerte final es irracional, por ende moralmente errnea, portanto imposible. Afirmo la imposibilidad por una nueva fe en la inmortalidad. Yno es por m por quien hago tal afirmacin. Es por ti, a quien tomo como a laperfeccin, por lo que insisto en que es moralmente errneo que la criatura dela perfeccin concluya en mero polvo. No es posible que todo el ser dependaas de una manifestacin temporal, es decir, del marco humano, compuesto

    de agua y un puado de elementos qumicos. La capacidad de amar tiene quetener un significado, con toda seguridad tiene que contener una promesa. Sinamor es fcil creer que la muerte sea final, pero con l... imposible! El mismodeseo de creerlo sugiere persistencia.

    A lo cual ella contest:La primavera ha llegado. Los viejos arces, que ya de nia me parecan

    viejos como la eternidad, estn revestidos de verde tierno. La casa estenriquecida de rosas tempranas. El jardinero se especializa en ciertas flores ylas rosas son parte de ellas. En medio de todo este color y gloria, tu carta escomo msica, o mejor an, una voz, que pone en palabras la promesa de laprimavera inmortal. Aunque intervenga el invierno, la vida comienza de nuevoen primavera. En cuanto a m, permanezco ociosa, limitndome a disfrutar,sin pensar en mucho, demasiado perezosa hasta para visitar a mis amistades.Ellas me visitan. Las tolero con afecto, pero sin entusiasmo. Me siento felizconmigo misma.

    Pero aquello no era del todo cierto, se dio cuenta mientras cerraba elsobre. En medio de su ordenada vida de cada da, se senta consciente de unainquietud secreta, de una duda que no quera profundizar: El aire era an

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    fresco. Ningn viento, ninguna tormenta alteraban el aire dorado. Jamshaba parecido la casa ms cmoda, los jardines tan acogedores, con lossuaves cspedes bien cortados de su primer verdor, los arbustos podados, losrboles con hojas y capullos. Y sin embargo, en medio de todo aquello acuanto estaba habituada, esperaba algo ms y, ms todava, se daba cuenta

    de su espera.Haba recibido una breve nota de Jared Barnow dndole las gracias porhaberle dejado estar en la casa de Vermont. No le haba contestado. Paraqu? Una hospitalidad casual, una breve nota de gratitud, una invitacin dadasin importancia, una semipromesa de aceptacin... aquello era todo, y no erams que una telaraa.

    Tena que comprenderse pues a si misma. La soledad era inevitable y nopoda mitigarse con cualquiera que pasara. Tena que mantenerse ocupada,primero con la casa. Ahora era slo suya. Poda cambiarla, mejorarla,renovarla. Despus de todo, una casa debera cambiar con las generaciones

    cambiantes, transformarse en el marco de una nueva personalidad.Nueva personalidad? Ella misma... no otra! Ahora podra ser unapersona distinta, alguien a quien no haba conocido, menos tmida, menosreservada, ms preocupada por su aspecto, por su mente... en resumen, porcrecer. A su manera, Arnold haba sido un retiro. Al cobijo de su edadsuperior, de su xito como famoso abogado, no haba sentido ms estmuloque el de ser como l quera que fuera, su esposa, la madre de hijosinteligentes y relativamente razonables, anfitriona encantadora, una figuracorrecta a la manera convencional en la sociedad convencional y correcta deuna ciudad antigua y conservadora. Ella misma no haba sentido grandes

    deseos de ser otra cosa, pues Arnold no le haba frenado, No se haba dadocuenta de tener una ambicin incumplida y en conjunto haba disfrutado consu estado de ser. Saba que, a su manera, Arnold la haba amado ms queella a l, pero le haba amado, sin echar nada en falta, y supona que larelacin entre ambos haba sido la corriente entre personas en las mismascircunstancias vitales.

    Pero ahora se le ocurra que poda ser una persona totalmente distinta y lacuriosidad le iba invadiendo. Suponiendo que llegara a convertirse en alguientotalmente nueva? Suponiendo que empezara a hacer cuanto de verdadquera hacer, decir lo que deseaba decir, ir donde anhelaba ir? Todava no era

    capaz de definir tales ansias, pero es que estaba acostumbrada a ser comoera. Y si estudiara sus propios deseos tal y como iban apareciendo, se decaa s misma, dejndoles rienda suelta? De pronto se le ocurri que en realidadera una reprimida, aunque sin haber tenido conciencia de su represin. Lacasa, por ejemplo. Si no se le ocurra lo que quera, poda empezar porrechazar lo que no quera.

    Recorri lentamente las vastas habitaciones, mirando cada uno de losobjetos, hasta que poco a poco se dio cuenta de que no quera nada. No eraen absoluto la idea que ella tena de una casa para s. Abuelos y padres lahaban levantado, la haban llenado de muebles de su poca, valiosos,pesados, inamovibles. Los vendera, no, regalara toda la casa, la llenara dehurfanos o ancianos, personas sin hogar a las que cobijara como le habacobijado a ella.

    Cmo se libraba uno de un cobijo? Dnde volver a edificar? Y qudebera edificar, qu podra edificar cuando ni siquiera saba quin era? Niquin quera ser! Para Edwin era la mujer a quien amaba y por la que,amando, prolongaba su vida. Para Jared Barnow no era nada, apenas unaconocida. De pronto record su decisin. Hara lo que deseaba hacer... as

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    haba decidido. Pero tena que hacerlo en seguida, antes de que la decisin sedesvaneciera segn el antiguo hbito protector. Tena que hacerlo deinmediato. Rpida atraves tras cuartos y en la antigua biblioteca en sombrasse sent ante el escritorio de caoba de su abuelo y escribi una breve nota.

    Querido Jared Barnow:

    Mi casa ya no me gusta. Me he cansado de ella. Quiero construir otranueva. Pero qu? Esta es una ocasin para inventar, no?

    Busc hasta hallar su nota con la direccin. Echara la carta cuando fuera acomer a casa de Amelia Darwent, al lado. Pero ya en el buzn, con la carta enla mano, cambi de idea. Qu iba a pensar? Meti la carta en el bolso y locerr con firmeza.

    Pero por qu construirte otra casa? pregunt Amelia.Ambas almorzaban solas en el comedor oval. Amelia, hija nica, seguaviviendo en la gran morada que haca esquina sobre un amplio terreno de laMain Line, en medio de veinte acres, que era lo que quedaba de tres milacres, cedidos a sus antepasados en tiempos de William Pean comorecompensa de favores ya olvidados. Amelia se sentaba delgada y tiesa alextremo ovalado de la mesa, con un atractivo peinado en su cabello plateadoque tan bien le sentaba. Rose, la muchacha irlandesa, una Rose ya mayor yreseca les serva.

    Porque quiero librarme de viejos trastos.

    No puedes librarte de una herencia persista Amelia. Prob el caldo ymir a Rose con reproche. No est caliente!Si bien recuerda seora, no ha venido cuando he llamado repuso la

    mujer con truculencia.Oh, bueno...Amelia alz la taza y tom el consom como si fuera caf.Qu ms?Pollito asado, como me ha dicho, seora.Pngalo a punto en la mesa, sirva la ensalada y djenos.S, seora.

    A solas con Amelia, Edith despleg el plano de una casa, un sitio todavapoco claro en su mente.He conocido a un joven...Aj exclam Amelia triunfante. Ya me lo pareca! Pareces diez aos

    ms joven. No hay nada tan cosmtico para una mujer como un joven, almenos as me han dicho.

    Amelia, eres repulsiva repuso con severidad.Querida, cundo no hemos sido sinceras? Desde que has vuelto de

    Vermont has estado ms bella que nunca.Amelia, quieres callarte?Pues no finjas, Edie!Las dos mujeres se miraron por encima del cuenco de plata lleno de

    pequeas rosas de invernadero. Los ojos negros de Amelia rean y Edithapart su mirada azul.

    No s por qu te tolero, Amelia Darwent.Porque sabes que jams dir a nadie lo que t me digas, Edith

    Chardman.

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    No hay nada que decir. Edith alarg la mano para acariciar una rosa.No comprendo cmo es que tus rosas siempre son ms lucidas que las mas.

    Abono orgnico. Qu tiene que ver el joven con la casa?Nada Edith se sirvi un pollito tomatero.Nada repiti Amelia.

    Slo que le he pedido sugerencias se corrigi su amiga. Pero eso no esnada.Entonces no hablemos de l. Hablemos de ti. De ti s que hay que

    hablar! Querida, cmo vas a divertirte?Edificando la casa, por supuesto.Pero, dnde?En alguna parte..., junto al mar.Improvisaba al hablar. No haba pensado en una casa junto al mar, pero

    en el momento de pronunciar las palabras supo que, naturalmente, era lo quehaba deseado durante aos. Incluso se lo haba mencionado una vez a Arnold

    haca largo tiempo, pero l haba rechazado la idea.La marea golpeando toda la noche! No podra dormir.T no podras dormir, para m sera cancin de cuna.T duermes en cualquier sitio le haba respondido con una de sus leves

    sonrisas, nunca desagradable, pero siempre con cierta irona. Resultabasiempre el macho superior, actitud que ella atribua a la combinacin deelementos ingleses y alemanes en su genealoga, que databan del matrimoniode un antepasado ingls con una Mdchen alemana. El ambiente habadesarrollado los ancestrales rasgos. No se haba sentido impresionada por losbrillantes resultados de ella en su ltimo ao en Radcliffe. Y ahora le iba a

    costar tiempo recuperarse de la presin atmosfrica de su matrimonio.Como si le adivinara el pensamiento, Amelia habl.Sabes, siento gran curiosidad por ti, Edith.Por qu?Arnold te sujetaba con mano tan firme. Sigui echando sal y pimienta

    con vigor a la ensalada. Estar observndote, con cario, por supuesto,porque te aprecio muchsimo, para ver cmo floreces. Porque no me cabeduda de que vas a florecer, querida, con tantos rasgos encantadores comotienes. Existen jvenes que prefieren mujeres de ms de cuarenta. Oh, s, loshay..., no te sorprendas tanto!

    Parezco sorprendida?Escandalizada, quiz.Por un instante pens si confiar a Amelia, su vieja amiga, la asombrosa

    noticia de su nueva e inesperada relacin con Edwin. Al punto decidi nohacerlo. Jams haba sido dada a confidencias y, adems, estaba segura deque Amelia sera incapaz de comprender la calidad de dicha relacin. Ameliase reira o hara comentarios burlones sobre viejos verdes, comentarios quesin duda seran aplicables a la mayora de los hombres ancianos, pero no a unhombre tan inteligente, tan sabio, tan prudente como Edwin Steadley. ParaAmelia amor era igual a sexo, como quiera que lo llamasen los dems. Enlugar de la confidencia, respondi con leve evasin.

    Yo no me doy cuenta de que vaya a producirse en m ningn grancambio.

    Monstruosa mentira, se dijo nada ms pronunciar las palabras, puessegua siendo increble que hubiera aceptado a Edwin, que le hubiera admitidorealmente en su lecho y con aquel sencillo acto hubiera afirmado su propiaindependencia de los pasados aos durante los cuales no haba conocidontimamente a otro hombre que a su marido. Y a nadie poda explicar, ni

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    siquiera a s misma, por qu la intimidad con Edwin, plena y no consumada aun tiempo, no resultaba una infidelidad hacia Arnold, vivo o muerto.

    Cada experiencia del amor le haba dicho Edwin una noche en laoscuridad, es una vida en si misma. Cada una tiene que ver con lo que anteshaya sucedido o vaya a suceder de nuevo. El amor nace, prosigue su curso

    distinto, un mundo sin fin, transmutado en energa vital.Dudo de volver a amar a nadie ms le haba respondido ella en laoscuridad. En aquel instante amaba profundamente al bello anciano. Jamshaba conocido otra mente como la suya, cristalina en su pureza. Aqulla erala sorprendente calidad. Incluso cuando la estrechaba contra s, la calidad nocambiaba. Edith haba amado tambin a Arnold, pero haba sido un serdividido: por un lado el hombre inteligente, aunque no creador, un hombreseguro de s, decidido, calculador, a quien ella haba amado y en quien habaconfiado; por otro lado, el hombre callado, posesivamente apasionado, queapareca con regularidad y sin prembulos en el dormitorio de ella a satisfacer

    su necesidad primaria. No poda imaginarse a s misma charlando en la nochecon Arnold sobre la vida y la muerte y la posible comunicacin entre ambas.Arnold daba por descontado que la muerte era el final absoluto.

    Ya observo cierto cambio en ti declaraba Amelia en aquel momento,metiendo los dedos en un aguamanil de cristal veneciano.

    Dime qu ves.Animada, Amelia encendi un delgado purito y sigui:Vers, eres menos tensa, ms desenvuelta, hasta en tu forma de andar.Supongo que antes siempre me senta inconscientemente consciente de

    ser esposa de Arnold.

    Te criticaba demasiado. El tono de Amelia reflejaba su poco agrado porArnold.No realmente. Siempre era amable conmigo.Carioso como el hierro! ri Amelia.Quizs es que yo necesitaba hierro repuso humilde.Para si decidi que Amelia no le gustaba tanto como pensara, o quiz

    fuera que ahora, al vivir sola y sin Arnold, a quien volverse en busca de apoyomasculino, su amiga le resultaba agresiva y dominante. En tanto que Ameliaabra camino hacia la sala, segua reflexionando que no tena que caer en elerror de verse envuelta con amigas, siempre mujeres, y sus intereses cada

    vez ms estrechos en s mismas y en las dems del grupo. Tena queemprender alguna actividad intelectual, descubrir algn inters individual, solay para s misma. En ese momento le pareca que la casa, construidaenteramente para si sola, satisfara la inmediata respuesta a la incgnita. Peroqu bsqueda intelectual, qu actividad mental? Permaneci media hora msen casa de Amelia, sin embargo, siempre amable y atenta, con aquellapersonalidad que Arnold tanto admiraba y que, por sup