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(50 HllíLIOGRAFÍA ARISTÓTELES. Retórica, Antonio Tovar. edición y traducción, Madrid, Centro de Esludios Constitu- cionales. 1990 CAMPUZANO, L. Las ideas literarias en el Satyricon. La Habana, Letras Cubanas. 1984 CARBONETTl, M. Mujeres que saben: Circe en Crotona, en Circe, de clásicos y modernos N" 2, Instituto de Estudios Clásicos, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de La Pampa,, pp. 57-70. 1997. FONTANILLE, i. Propuesta para una tópica narrativa de carácter antropomorfo, en Figuras y estrai tegias. En torno a una semiótica de lo visual. Gabriel Hernández Aguilar (comp.), México, Sigloi Veintiuno, pp. 175-201. 1994. GENETTE. G. Palimpsestos, Madrid, Taurus. 1984. - . t*j LAUSBERG, H., Manual de retórica literaria, Madrid, Credos. 1967. MONTERO HERRERO, S. Diosas y adivinas. Mujer y adivinación en la Roma antigua, Madrid, Ediciones Clásicas. 1994. PETRONE, Le Satyricon. A. Ernout, edición y traducción, Paris, Les Belles Lettres. 1962. POMEROY, S. Diosas, rameras, esposas y esclavas, R. Lezcano Escudero, traducción, Madrid, Akal. 1990. VEYNE, P. La elegía erótica romana. El amor la poesía y el Occidente, J.J. Utrilla, traducción, México, Fondo de Cultura Económica. 1991. * WINKLER, J. Las coacciones del deseo. Antropología del sexo y el género en la Antigua Grecia, H.' Pons, traductor, Buenos Aires, Manantial. 1994. 256 LA LÍRICA ERÓTICA HORACIANA APUNTES SOBRE UN DISCURSO AMOROSO María Delia Buisel Universidad Nacional de la Plata Partición genérica en sátira 1,10 En la sátira I, 10, 36 - 49, Horacio delimita los campos genéricos de cada uno de los autores amigos o conocidos; así revistan en la comedia Fúndanlo, del que nada ha quedado; en la épica Alpino o Furio Bibáculo como también Vario; la tragedia es dispensada a Folión y a Virgilio una canción molle atque facetum. Horacio esbozando una rápida poética de la sátira' se reserva el ludere con una obra de tono menor que no resuena ni en un templo por un certamen de poesía ni en un teatro (v. 37 - 39). Lo que falta para saber qué clase de ludere es, se retoma en los v. 46 - 49; se trata de lo que intentaron en vano Varrón de Átax y algunos, otros, es decir, la sátira, lo que él mejor podía escribir, pero inventare minar, dicho con risueña o burlona modestia, o mejor, con socrática ironía, como devaluando su obra^ o su origen social en referencia a Lucillo, el £vp£Tr¡aát\o en Roma y de cuna patricia. Importan los verbos y adjetivos caracterizadores de cada género y poeta. 1. Cf. von Albrecht, M1995. Storia della Letteratura latina, Torino, Einaudi, vol. 11, p. 715 - 788. 2. Cf. Anderson, W.S. 1968 The Román Sócrates: Horace and his Satires en Satire, ed. by J.-R SuUivan, Bloomington, Indiana University Press, p. 1 - 37. Este comentarista observa en el Libro I de la Sátiras la construcción de un yo autora' conformado como magister socraticum y para Sátiras II como magister deliberadamente inepíus, pero siempre imponiendo una actitud racional al fluir conversacional. 257

Buisel, D La Lírica Erótica Horaciana

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Sobre la poesía de Horacio

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HllíLIOGRAFÍA

ARISTÓTELES. Retórica, Antonio Tovar. edición y traducción, Madrid, Centro de Esludios Constitu­cionales. 1990

CAMPUZANO, L. Las ideas literarias en el Satyricon. La Habana, Letras Cubanas. 1984 CARBONETTl, M. Mujeres que saben: Circe en Crotona, en Circe, de clásicos y modernos N" 2, Instituto de Estudios Clásicos, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de La Pampa,, pp. 57-70. 1997.

FONTANILLE, i. Propuesta para una tópica narrativa de carácter antropomorfo, en Figuras y estrai tegias. En torno a una semiótica de lo visual. Gabriel Hernández Aguilar (comp.), México, Sigloi Veintiuno, pp. 175-201. 1994.

GENETTE. G. Palimpsestos, Madrid, Taurus. 1984. - . t*j

LAUSBERG, H., Manual de retórica literaria, Madrid, Credos. 1967.

MONTERO HERRERO, S. Diosas y adivinas. Mujer y adivinación en la Roma antigua, Madrid, Ediciones Clásicas. 1994.

PETRONE, Le Satyricon. A. Ernout, edición y traducción, Paris, Les Belles Lettres. 1962.

POMEROY, S. Diosas, rameras, esposas y esclavas, R. Lezcano Escudero, traducción, Madrid, Akal. 1990.

VEYNE, P. La elegía erótica romana. El amor la poesía y el Occidente, J.J. Utrilla, traducción, México, Fondo de Cultura Económica. 1991. *

WINKLER, J. Las coacciones del deseo. Antropología del sexo y el género en la Antigua Grecia, H.' Pons, traductor, Buenos Aires, Manantial. 1994.

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L A LÍRICA ERÓTICA H O R A C I A N A APUNTES SOBRE UN DISCURSO AMOROSO

María Delia Buisel Universidad Nacional de la Plata

Partición genérica en sátira 1,10

En la sátira I , 10, 36 - 49, Horacio delimita los campos genéricos de cada uno

de los autores amigos o conocidos; así revistan en la comedia Fúndanlo, del que nada

ha quedado; en la épica Alpino o Furio Bibáculo como también Vario; la tragedia es

dispensada a Folión y a Virgilio una canción molle atque facetum.

Horacio esbozando una rápida poética de la sátira' se reserva el ludere con una

obra de tono menor que no resuena ni en un templo por un certamen de poesía ni en un

teatro (v. 37 - 39). Lo que falta para saber qué clase de ludere es, se retoma en los v. 46

- 49; se trata de lo que intentaron en vano Varrón de Átax y algunos, otros, es decir, la

sátira, lo que él mejor podía escribir, pero inventare minar, dicho con risueña o burlona

modestia, o mejor, con socrática ironía, como devaluando su obra^ o su origen social en

referencia a Lucillo, el £vp£Tr¡aát\o en Roma y de cuna patricia.

Importan los verbos y adjetivos caracterizadores de cada género y poeta.

1. Cf. von Albrecht, M1995. Storia della Letteratura latina, Torino, Einaudi, vol. 11, p. 715 - 788. 2. Cf. Anderson, W.S. 1968 The Román Sócrates: Horace and his Satires en Satire, ed. by J.-R

SuUivan, Bloomington, Indiana University Press, p. 1 - 37. Este comentarista observa en el Libro I de la Sátiras la construcción de un yo autora' conformado como magister socraticum y para Sátiras I I como magister deliberadamente inepíus, pero siempre imponiendo una actitud racional al fluir conversacional.

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Así los dos épicos se distinguen: Alpinus turgidiis, vocablo que con cierta peyora­tiva resonancia contrasta con Variiis aceren dforte epos; el verbojugidat descriptivo, no del canto, sino de la acción de matar desangrando a Memnón se opone a ducit, propio de la épica y de los diwes en ella enaltecidos, atribuido al segundo; canit, verbo del genus grande se aplica a épica y tragedia, circunscribiéndose aquí a las 'prjoeiade Folión en trímetros yámbicos. Para la comedia de Fúndanlo tenemos garriré, charlar, propio del diálogo de meretrices, usureros, viejos regañones, siervos inescrupulosos", etc.

Lucillo fluye lutidentiLs ( I , 10, 50), fangoso o fairagoso, por la cantidad y falta de revisión de sus versos. Este adjetivo también se lo aplica en Sat. I , 4, 11 y Horacio lo adscribe a otro vocablo con el que caracteriza la escritura luciliana: libertas o '.rapprjaía, en sentido despectivo para señalar estilo llano, conversacional, sin disciplina ni autoconciencia artística o muy escasa, con anécdotas ingeniosas o invectiva pesada; no ,se trata de buena poesía con labor litnae, brevitas. variatio, concinnitas. urbanita.s, etc.

Horacio consiguió domar esta libertas y acotarla con sapientia y a eso tienden las distinciones señaladas, más allá de cualquier género.

A Virgilio las Musas o Camenas le consintieron, adnuenmt, ia poesía bucólica; ludere es el verbo que Horacio se aplica a sí mismo'*, ya usado por Lucilio para su obra sin grandes pretensiones en estilo llano o bajo'.

Tenemos un primer uso de ludere^, para caracterizar la sátira, don de la Musa pedestris ( I I , 6, 17), dispensadora de ese plus que la hace un iu.num poema ( I , 4, 63).

3. El modelo propuesto a Fúndanlo parece aludir no a Planto, sino a Terencio, puesto que Davus y Chremes, siervo y anciano, son personajes de la Andriaiui de Terencio.

4. Cf. Rudd, N. 1966 The Satire.s of Horace. Cambridge University Press, cap. IV, Horace and LiicUius, p. 86 - 131. También van Rooy, C.A. Sludies iii Classical Satire and related liierarv Theory. Leidcn, Brill. 1966, cap. Ul, p. 5 Ü - 8 9 .

5. Warmington, E.H. 1957 Remains of Oíd Latín, London, Loeb Classical Library, vol. 111, p. 338 - 339. Se trata del frag. 1039 de la Sátira 111 del libro XXX, ubicado aproximadamente ent.-e 129 y 125 a.C, proveniente de Nonius 320, 25:

Cuius vultu acfacie ludo ac sennonilius nostris virginis hoc pretiiim atque Itunc reddebanms • honorem.

A Warmington le resulta novedoso, notice. que Lucilio llame a sus sátiras ludo, menos extraño le parece sennonibus. tal vez por el empleo po.sterior en Horacio.

6. Ludere equivale al griego naíl^eiv, a menudo empleado para el verso teinds; el sustantivo /raíyviov vale por ludus, tusus. ludicrum, pero fundamentalmente para poesía de amoi' o poesía que no es ni épica ni tragedia; la literatura latina es rica en ejemplos, en Odas IV, 9, 9 Horacio lo aplica a la poesía de Anacreonte, anteriormente Levio lo hizo equivalente de sus Erotopaegnia, Catulo de sus epigramas en 50, 2, Virgilio de sus bucólicas en Georg. IV, 564, Ovidio se presenta a¡ inicio de su Tristia autobiográfica, IV, 10, 1 como leuerorum lusor amorum. Cf. también Wagenvooit, 1956H. Ludus poeticus en Studies in Román Lilerature. Culture and Religión. Leiden, p. 30-42 y Smitli, R Poetic teiisions in the horatian 'recusatio' en Am. J. Ph. 89, 1968, p. 56- 65.

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Es evidente que esta primera partición sólo nos explica el Horacio surgido de Lucilio y enfrentado con él, pero al pasar a las Odas, el panorama se torna más com­plejo para deslindar lo programático, pues la nociones de género y especie en la lírica horaciana transitan por encima de cualquier esquema.

Modalidades líricas horacianas

Entramos en el campo de la lírica, yévoa Xmtóv o genus tenue con distintos tonos, sublimis o elevado y humdis o menor, más recogido y sencillo, con una noiKiXía temática asombrosa desplegada en una polaridad, más de integración' que de tensión u oposición, que abarca tanto la azaaicoTiKápéÁr] como la XvpiKá jdéXq, lírica civi l o individual.

Es evidente que el impacto de la lírica arcaica griega lo ha elevado en tono y tema sobre el arte miniaturístico de cuño helenístico, del cual, sin embargo conserva los mejores recursos, pero aplicados a una estética, no del lepos^ como los neotéricos, sino del decus.

Ludere y Lusus. Oda 1,32 = . , , .. . , ,;ví , .•. ••

Esta oda nos permite una cierta orientación programática y metaliteraria en este frondoso bosque que se mueve entre los polos de la lírica civi l e individual.

Dedicada a la lira modulada por su paradigma lírico por excelencia, aunque no el túnico, Alceo, el ciudadano de Lesbos, preocupado por el destino de su patria y cantor de sus avalares, feroz guen-ero, que sin embargo entre el fragor de las armas, habiendo amarrado su nave circunstancialmente a la orilla o por su errar de exilado, se hacía tiempo para poetizar... ¿qué y a quién?

Liberum et Musas Veneremque et illi semper haerentem puerum canebat et Lycum nigris oculis nigroque crine deconim^. (v. 9 - 12) ;

7. Cf Santirocco, M. 1986 Unity and Design in Horace' s Ocles, Chapell Hil l , Univ. of North Carolina Press, y Galinsky, K. 1996 Augustan Culture, Princeton Univ. Press,, cap. V, Horace, p. 253 - 261. Ambos autores aconsejan no enfatizar una esfera a expensas de otra, sino más bien buscar la armo­nía en la interrelación para hacer justicia a la variedad y complejidad de su lírica. En ese sentido hay que leer todas las referencias y alusiones alcaicas contenidas en las odas.

8. Cf. Granarollo, J. 1971 D' Ennius á Catulle, Paris, Les Belles Lettres,. 9. Oda 1, 32, 9 - 12

cantaba a Líber, a las Musas, a Venus y al niño a ella siempre adherido y a Lyco, bello por sus negros ojos y su negro cabello.

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Como Lesbius civis, Alceo ha escrito PaoiAiKá \xéXy\, así CÜIHQ Horacio en cuanto Romanus civis (aludida en la oda I I , 13, 26 - 28'", pero aquí siílo oblicuamente con dicha expresión), pero también se hizo tiempo para una poesía siinpótica y amorosa incluyendo también el epuq naiSiKÓq

Este campo queda acotado por el vocablo lusimus, v. 2, con el que invita al barbiton alcaico a entonar un Latimim carmen concretado en la mención de temas vinculados con el luciere; este verbo, aquí con régimen de acusativo, trata según D. Bo" de studiis poeticis. expresión muy general, aún cuando analice en su Lexicón, la rica polisemia de ludere, y no contempla la ubicación específica en un campo poético de temática circunscripta dentro de la lírica distinto del canere épico o trágico o del atribuido a Alceo'- .

En cuanto al alcance de Latinum carmen las opiniones se dividen . obre si se trata de la misma I , 32'\ la siguiente I , 33'^ de todas las que siguen, de la totalidad, sólo de las odas romanas o civiles o de las dedicadas a personajes renombrados'^; esto limita o extiende también el campo del lusimus, referido a la poesía anterior hasta incluir la escritura en griego, luego rechazada por él, o a las odas anteriores o sólo a las de tipo ;rcí/yvía: de tono más ligero'^. 'i.

10. Horacio se imagina en el Hades, a causa de la caída de un árbol de su linca, caída que estuvo a punto de aplastarlo, y allí transportado, se ve en medio de las almas y de dos de sus poetas amados. Safo y Alceo; a éste lo escucha entonar más plenamente con su plectro de oro

dura navis. dura fugae mala, dura belli.

. También en oda IV. 9, 7 recuerda las - Alcei minaces

Canienae: Cf. también Kiessling, A.- Heinze.R.- Burck, E. 1958 Q. Horatius Flaccu.^. Oden uiul Epoden, Berlín, Weidmann Verlags, p. 135 - 138.

11. Bo, D. \96hLexicon Horatianum. Hildesheim, G.OIms, vol. 2, p. 24 - 25. 12. Para Kilpatrick, 1969 R.S. 7wo Iwratians proems: Carm. I, 26 and!. 32. Yale Classical Studies 21,

p. 215-39. se trata de un uso de modestia convencional. 13. Esta es la convicción de Nisbet, R y Hubbard, M. A1970 Commentary on Horace Odes. Oxford

Clarendon Press, book I , p. 359 - 368, the right answer is I. 32: the poem does not introduce another. bul siniply refers to itself.

14. En desacuerdo con Nisbet y Hubbard cf. Kilpatrick, R.S. artículo citado ut .uipra. quien propone por el contrario la estrecha relación existente entre 1, 32 y 1, 33 mostrando que el Latiiuini carmen no sólo es de contenido amoroso, sino que al modo alcaico es delimilador de dos modalidades líricas eróticas: la horaciana y la elegiaca.

El canto latino para Kilpatrick no está desplegado en I , 32, sólo anunciado allí y suelta su velamen en 1, 33 con valor programático, funcionando 32 como proemio y 33 como desarrollo; analogía seme­jante se da entre I , 26 y I, 27.

15. Cf. Turolla, E. 1963 Q. Orazio Placeo. Le Opere, Torino, Loescher, p. 556. 16. Cf. Fraenkel, E . 1966,í/orace, Oxford Clarendon Press, p. 173-176. , ,

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El ludere de las odas se orienta al disfrute y a la poesía de vino, mujeres y ,- cunto, lograda en el espacio del otiwn concedido por el negotium de la polí t ica" y las : armas, sin interferir con sus obligaciones y deberes patrióticos, los que cnmo Alceo ^jnnoniza en su lírica civi l .

El paradigma alcaico de la oda 32 abraza la polaridad lírica horaciana con claridad, sólo aludiendo a la axaoiwxiKá, pero todavía no nos orienta con la misma evidencia para distinguir su lírica amorosa de la del Virgilio de las Bucólicas o con

fmás precisión, de la de Catulo y los elegiacos, algo no siempre tan sencillo en este í último caso como veremos. I Dos corrientes presenta la poesía de amor hasta Horacio, inauguradas'"en la. tardía república por Lucrecio y Catulo; para éste y los neotéricos, el amor total, espi-ntual y sexual, es la mayor experiencia del hombre; la pasión se centra en una domina con la que se concierta un aeternum foedus amicitiae, al margen de una legalidad jurídica, porque no es posible, si la amante es casada, o no se desea una relación conyugal legalizada. Esta línea se continúa en la elegía amorosa de Tibulo y Propercio añadiendo una intensificación del vínculo erótico con el servitium amoris.

La otra arranca de Lucrecio "arraigada en la doctrina epicúrea considerando la experiencia amorosa sexual como un hecho riesgoso que hace peligrar la á t a p a ^ í a propia de los espíritus superiores, abogando por lo tanto, por una relación que no comprometa el intelecto del hombre de modo perdurable, mejor si fugaz, en un discur­so masculino sobre el amor™ y en ésta se inscribiría Horacio con las debidas modulaciones del discurso poético asistemático sobre el filosófico.

17. Actitud semejante se observa en IH, 8, 13 - 28 en la invitación a Mecenas exhortándolo a compartir un conviviiwi despreocupándose de los asuntos políticos de la Urbe y de los peligros exteriores.

IS. Decimos inauguradas porque de Lucrecio y Catulo tenemos obra completa, pero sabemos de una lírica amorosa preneotérica, bastante artificiosa como buena heredera de la poesía alejandrina, re­presentada por Lutacio Cátulo, Valerio Aedito y Porcio Licino, de los que nos han llegado, vía Cicerón y Aulo Gelio, escasísimos fragmentos epigramáticos, insuficientes para una valoración de conjunto. Cf Granarollo, J, Op. cit.. p. 1-152.

19. Cf. Lucrecio. De rerum imtura IV, v. 1058-1287, en particular los v. 1075-6 Nam certe purast sanis magis inde voluptas quam iniseris.

El amor pasional es una causa de rapaxijo perturbación que se confabula contra los verdaderos place­res de la mente, aunque el deseo sexual es natural y legítimo, pero debe ser satisfecho con el amor comercial

Para la relación Lucrecio-Epicuro en este tema cf. el comentario a este pasaje en la ed. de C.Bailey, Oxford Clarendon Press, 1963, vol. I I I , p. 1302 - 1304.

20. En esta línea está el Virgilio bucólico; recordemos las fallidas experiencias amorosas de los amantes de las églogas I I , VIH y X con la salida por la desesperación, el suicidio o la hechiceria, las más notorias, rechazadas estructuralmente por Virgilio, según P. Maury, O. Skutsch y otros. Su resolución amorosa tal como se ve aisladamentee en cada égloga, es muy distante de la horaciana, pero no ocunre así cuando dichas bucólicas se examinan en el conjunto estructural del poemario, imponiendo el discurso virgiliano un predominio del rjdo^ sobre el jtádo;, donde parece darse precisamente una lectura inversa.

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Volviendo a la estrofa citada, la mención de los dioses y del joven apunta a las variantes específicas: para lo convivial Líber o Baco, para lo erótico Venus, Cupido (con imagen derivada del arte helenístico) y Lyco, el 7iai5iKÓ(;, al parecer registrado en algunos fragmentos por Cicerón-' , además las Musas para unir ambas esferas que de por sí se suponen recíprocamente, como para la poesía. Sin embargo el campo de Venus no abunda en precisiones distintivas.

Lírica amorosa horaciana . . • , . . . . . :,ií<':

Horacio diversifica en sus odas las relaciones amorosas del yo autoral lo que significa que no hacemos atribución de todos estos amores al hombre Horacio, por mucho que de él haya o hay en ellas, sean experiencias propias o ajenas; tampoco creemos que sean puramente literarias.

Este dato es clave porque si hay un rasgo que caracteriza su lirismo erótico es la distancia marcada por el poeta como observador alejado de los amores presentados incluyendo los propios, como en I , 11; el venusino juega el rol del magister amorum ya sea con una perspectiva seria, paródica, ingeniosa, patética o ridicula, etc., asu­miendo varias voces y desdoblándose a veces con una alterlocución femenina.

Según Brian Ark ins" el Horace' s role ofdetached observer is highly original and has no real counterpart in Greek or Latin literature. It is cdso poetry of the very highest quality de lo que no dudamos.

Pero este rasgo no se da con carácter absoluto, ya que hay odas que lo muestran víctima de una pasión destructiva de la que no puede separarse, siendo además la amada indigna de un amor tal como se da en muchas elegías eróticas, con lo que se palpan las interferencias entre una y otra especie lírica^-'.

Si la elegía latina es, en la expresión de Fedeli, un carmen mixti generi, aún con la debida atenuación, casi lo mismo podría decirse de la lírica erótica horaciana, aun­que ambas especies presenten rasgos polarizados que permiten una delimitación, ya que en Horacio a veces es muy evidente la necesidad de distinguir su poesía amorosa de la de los elegiacos, con todas las diferencias que deban hacerse entre cada elegista y a su vez en el itinerario poético de cada uno de ellos.

21. Cf. Cicerón. Disputationes Tusculanae IV, 71 y De natura deorum I , 79. 22. Cf. Arkins 1993, B. The cruel joke of Venus: Horace as love poet en Horace 2000: A celebration.

ed. by N. Rudd, London, Duckworth, p. 106-119. 23. Las especies líricas no se dan en estado puro, hecho advertido y comprobado por Wilhem Kroll

quien habló de un cruce de géneros o una mezcla digna de tener en cuenta al analizar la poesía antigua. Véase la discusión suscitada a raíz de la comunicación de V. Poschl Horace et V élégie y las intervenciones de R Fedeli y J.Granarollo en el coloquio de 1979 sobre L ' élégie romaine, Bulletin de la Faculté des Lettres de Mulhouse, fase. X, 1980, p. 157 - 166.

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Las mujeres horacianas, muy numerosas, difieren de las presentadas en Catulo o los elegiacos; en éstos vemos un pertil femenino más concreto, de una intensidad afectiva y pasional únicas, y sabemos que su nombre poético encubre uno real identificable histó­ricamente; los pseudónimos horádanos no ayudan a develar ninguna identidad valedera, en general no apuntan a ennoblecer al amor de turno, aluden a una debilidad o a un rasgo negativo, ej. Lalage, Leuconoe, Lyce, etc., además la cantidad de estos amores literarios o no, atenta contra la intensidad y la profundización de los mismos.

Así como I , 31 y 32 se enlazan suavemente con la citara que cierra y abre respectivamente cada oda, la testudo que en composición anular clausura la 32, grata en los convivios olímpicos y teiTcnales como confortación de sus fatigas apunta tanto al otium creador de esta lírica lúdica como por su lenimen a la función consolatoria de la oda siguiente. Por este lenimen entraremos a demarcar ciertas fronteras líricas.

Lírica y elegía. Oda I , 33

Si I , 32 deslindó la lírica civi l de la lúdica con sus variantes simpóUca y amoro­sa, en I , 33 avanzamos un paso más en cuanto a la modalidad de lo erótico horaciano en confrontación con lo erótico elegiaco.

Está dedicada a consolar y aconsejar a Tibulo^*, el elegiaco con el que, al pare­cer, Horacio mejor congeniaba

,,, Albi, ne doleas plus nimio memor inmitis Clycerae neu miserabilis decantes elegos, cur tibi iunior

i laesa praeniteat fule". (v. 1-4) . .

De entrada le brinda una doble advertencia mediante un discurso persuasivo: que no se entregue a un inmoderado dolor por la infidelidad de Glicera ni poetice sus lamentos con quejosas elegías en una reacción que algunos críticos-'' han considerado antirromántica o antielegíaca. . •,, , •.>r!,

El dolor excesivo por la deslealtad de la amada no condice con las característi­cas del amor tal como Horacio lo expresa en su poesía:

24. Los comentaristas no dudan de que Albio es el poeta elegiaco Tibulo basados en las referencias transmitidas por el gramático Diomedes y por los antiguos escoliastas del venusino, Porphyrio y el Pseudo Acron.

25. Albio, no le duelas más en exceso memorioso . . de la cruel Glycera ni cantes elegías por demás . ; i; , quejosas de por qué uno más joven , > te eclipsa, vulnerado el juramento.

26. Lyne, R.O.A.M 1989. The latin love poets. Oxford Clarendon Press, cap. VII a IX, p. 190 - 238.

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1. Es un irracional intratable al que hay que tratar racionalmente para no ser destruido.

2. Es mortal, empieza y termina o hay que terminarlo.

3. No es para siempre, tiene un tiempo: la juventud, de allí su efimereidad.

Con todo podernos hallar alguna excepción, de modo que no son aseveraciones absolutas, pero sí bastante generales y muchas veces bien deliberadas.

La desaprobación del amor tibuliano se empareja con el rechazo del discurso elegiaco, así el decantes-'^ con el de intensivo señala un lamento más allá de lo tolerable plus nimio, propio de una sensibilidad enfermiza y clausurada en su problema, tal vez no siempre dispuesta a la aceptación de una voz no complaciente como la autoral.

Por otra parte el empleo del presente de subjuntivo en la prohibitiva ne doleas implica con su matiz de permanencia un rechazo constante y perentorio al lamento elegiaco, incluso más allá del destinatario mismo, lo que no ocurre en la prohibitiva con que se abre I , 11 dirigida a Leuconoe

Tu ne quaesieris...

donde el pretérito perfecto de subjuntivo arrastra un matiz de transitoriedad o de consejo circunstancial tal vez debido a la docilidad de la amante.

La recusatio comporta aquí una devaluación de dicho discurso amoroso donde irracionalidad se opone a razón, inexperiencia a madurez, amor para siempre a rela­ción no perdurable, idealidad a realidad, ingenuidad a sofisticación, etc.

Sin embargo Horacio no moraliza con Tibulo cuya desdicha consiste en el aban­dono de su querida, pues Glicera ha traicionado t\ amicitiae (laesafide, v. 4) al vincularse a un amante iunior^^; con esto se presenta el primero de los tres triángu­los amorosos que juegan en la oda.

Para el amante desdeñado la acción de Glicera se manifiesta como un hecho inacional. La respuesta a modo de consolado consiste en mostrarle en las estrofas 2 y

27. Expresión análoga a I I , 9, 9 donde recomienda a Valgio no llorar más al difunto Mistes con flebilíbus modís. dejarse de mollium querellarum cambiando una llorosa elegía por el canto a los nuevos triunfos de Augusto o sea. proponiendo lírica civil o épica..

En I , 6 H. se excusa frente a Agripa por no componerle un canto épico, pero un poeta tenuis (v. 9 ) , de imbellis lyrae (v. 10) no intenta grandia, canta sólo convivía y proelia virginum.

Fedeli añade con mucha acuidad que H. canta materia de amor no sólo cuando urii de pasión como los elegiacos, sino a diferencia de ellos cuando está vacuus o sea libre y despreocupado, rasgo destaca­do ya por Fraenkel como condición del ludere horaciano de 1,32.

Cf. Fedeli, 1992 P. Canni d' amore di Orazio. Un percorso didattico en .Aufidus n° 18, p. 59-73. 28. luvenis/iunior: en lenguaje elegiaco se usan pro marito et saepiuspro amatare según el léxico de

R. Pichón De sermone amatorio apud Latinos elegiarum scriptores, Paris, 1902. Es observable que Tibulo ha sido desplazado no por un amante rico y viejo, típica situación elegiaca,

sino por uno más joven. ... ,. ,„ > . . . . . . , - ,

264

3 la irracionalidad o la fatalidad de los vínculos en una cadena amorosa sin reciproci­dad, redondeada con la correspondiente YVü)|iri

Insignern tenui fronte Lycorida-' Cyri torret amor, Cy'rus in asperam decUnat Pholoen: sed prius Apulis

iungentur capreae lupis quam turpi Pholoe'"peccet adultero. Sic visiim Veneri. cui placel ímparis formas atque ánimos siib tuga aenea

saevo mittere cum ioco-'K

La voluntad o el capricho de Venus, parodiando una fórmula épica sobre los designios divinos, resulta cruel, con malicia y sin lógica aparente al someter con un juego malévolo almas sufrientes por falta de reciprocidad, o a menos que pensemos en la complementariedad de los opuestos con su juego de razón - sinrazón.

Esta peculiaridad de Venus, ejemplificada con el segundo triángulo, debe sere­nar al poeta traicionado, porque explicaría la relación de Glicera con un amante más joven, invirtíendo el tópico elegiaco del amante viejo y rico.

Pero falta el trabajo práctico para lograr la persuasión del destinatario y esto se da en la estrofa final . . . .

• • ; • Ipsum me melior cum peteret Venus, •''•"' ;:^- '£';.> , , v;. ; grata detinuil compede Myrtale '••••^-f ' / . V - Í ? ; , Í . • '.j^u'^ ¡ •

19. En la serie de amantes los nombres tienen un valor simbólico por la carga de alusiones que conlle­van; ¿quién al leer Lycorida no pensará en la amante de Cornelio Gallo, el elegiaco perdido, que bajo un ambiguo nombre apolíneo, velaba a su amada, la actriz Cytheris?

En cuanto a Ciro y Fóloe los encontramos en las odas siempre con el rol de amantes; Ciro es un nombre de origen bárbaro, con lo que se enfatiza la fealdad y la brutalidad del hombre visto en la comparación como un lobo; Fóloe es siempre una amante fugaz y esquiva que rechaza a los que se le acercan, en consonancia con la imagen de aspereza y dificultad que presenta la montaña griega de Elida y Arcadia de igual nombre.

30. C f Quinn, K1963. Latin Explorations: Critical Studies in Román Literature. New York, p. 155 -158. El autor cree que esta Pholoe sea la de Maratho en la elegía I , 8, 69 de Tibulo, por lo que se multiplican las alusiones al amigo elegiaco corroborando sin duda para Quinn la identidad del Albio horaciano con el poeta, en lo que también coincide R. Ball 1983, en su Tibullus the Elegist, Gottingen, Vandenhoeck und Ruprecht, p. 133. , ,

31. A la sin par Lícoris de tersa frente la coiuume el amor por Ciro: Ciro se vuelve . . . -.; .5 , hacia la intratable Fóloe; pero a los lobos ^r-t- . • apulios se unirán las cabras antes que Fóloe falte con un horrible adúltero. Así le ha parecido a Venus a quien le place enviar ^ , ... con juego cruel bajo yugo de bronce .. , cuerpos y espíritus dispares.

265

(V 5 - 12)

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libertina, fretis acrior Hadriae cuivantis Catabros sinus. (v. 13 - 16)

con el tercer triángulo amoroso que incluye el propio e jemplo del yo poético requerido por una melior Venus, y sin embargo subyugado arbitrariamente por Myrtale, una liberta agueiTida y más brava que los oleajes adriáticos (en clara oposición a Glicera, la dulce).

Este ejemplo es otra muestra de la iiTacionalidad de los vínculos amorosos, tal como los maneja la predilección caprichosa de Venus'", sin mediar una cierta razonable elección como se deduciría por el atributo melior de la innoininada tercera en discordia".

Aduciendo el punto de vista del elegista y poniéndose en él, Horacio elabora un discurso antielegíaco^'', no sobre la traición, motivo elegiaco y de cualquier lírica amo­rosa, sino sobre la irracionalidad de los vínculos eróticos vistos desde una perspectiva racional y... masculina.

El empleo del discurso elegiaco con mensaje antielegíaco crea una gran distott sión, pero Horacio consigue el equilibrio de ambos códigos con la afirmación de su peculiaridad lírica, sin dejar, por eso, de transitar por el filo de la navaja.

En suma, Tibulo debe admitir la fugacidad del amor, no hacerse ilusiones sobre ningún lazo perpetuo y no entregarse al servitium amoris.

Para coiToborar lo aparentemente ilógico de su relación con la liberta, el nomr bre Myrtale^^, no parece escogido sin deliberación; etimológicamente deriva de myrtiis, árbol consagrado a Afrodita y aunque aparece en literatura como apelativo de cortesa­nas, también pertenece a la vida real. Sin embargo el poema involucra a mi juicio, otra asociación no etimológica, pero sí eufónica con el teinpestuoso mar, que en la parte noroccidental del Egeo rodea a la isla de Myrtos^', al sur de Eubea erizada de escollos; Myrtale es tan turbulenta y bravia como el Adriático rugiendo y batiendo sin cesaren los golfos de Calabria. , - :,

Imagen que más de un comentarista asociando agua y viento, interpreta como los impulsos de la pasión sexual femenina^'.

32. Cf. Nisbet. R. and HLibbard, M, Op. cú., p. 368 - 376. 33. Cf. la oda I I I , 9. 34. Cf. Davis, G. 1991 Polyliymnia. The rlietoric of horatian lyric discourse, Berkeley, Univ. of

California Press. Con otras palabras el autor denomina este proceso como de desafiliación del discurso elegiaco estig­matizado y reafiliación al mismo en función persuasoria, o de reprobación y asimilación, p. 39-43.

35. Cf. Bo, D. Lexicón Horatianum, vol 2, p. 36. Cf. el mar de Myrtos de la oda 1, 1, 14 terrible por los naufragios originados en sus furiosas

rompientes. 37. Cf. Minadeo.R. 1975, Sexual Symbolism in Horace' s Odes, Latomus 34, p. 392 - 424.

266

Como magister amonan adopta la perspectiva elegiaca para que su argumenta­ción tenga validez; a Tibulo le pasa lo que a cualquier de los nombrados en la cadena amorosa que se apasionan sin reciprocidad, por lo tanto debe aceptar con resignación, aunque a él lo inortifique, la unión dispar^* que place a Venus, entre Glicera y el amante más joven, equiparable con ciertas restricciones a la suya con Myrtale.

El atributo melior conferido a la Venus innominada carece de limitación; no sabeinos por qué es mejor: si por belleza, juventud, temperamento, carácter, condicio­nes eróticas, clase social'''o por ese no sé qué, que place a los enamorados.

Hasta aquí las perspectivas de la consolatio que podría invitar a la resignación o a la búsqueda de otro amor, sin mencionar aquí para nada estas conductas; basta con su propio ejemplo como persuasión activa.

Por otra parte, además de la consolatio, está el desafío literario de un tipo de lirismo erótico, el horaciano, frente a la supremacía de la elegía para los asuntos del corazón desgarrado*. En suma, esta oda es bien definitoria de la distinción entre dos especies líricas eróticas.

Ambas reposan sobre una diversa apreciación del amor.

Antes de continuar veamos la reaparición de la imagen del iugum que une a las parejas con un tratamiento más risueño en oda I I I , 9.

El contrapunto entre Lydia y Horacio, antiguos amantes enlazados al presente con Calais y Chloe respectivamente supone al final la posibilidad de reiniciar la anti­gua/¡'awo/i, porque la prisca Venus (v. 17) vuelve a unirlos con iugo aeneo (v. 18), sólo que la relación de 1,33 es inás creíble al presentarse como real y vigente, mientras que en I I I , 9 es virtual e hipotéticamente futura.

Esta oda provee el único ejemplo de alterlocución, ya que el discurso amoroso, si bien está desdoblado en una especie de canto amebeo a dos voces, a ambas las provee el yo poético con una coincidencia demasiado uniforme en un paralelismo sin variatio, como para no sospechar de que se trata de una sola voz, la voz autoral de intención inequívocamente masculina. La elegía irá un poco más lejos en esta ficción de las distintas voces y Ovidio en sus Heroidas, por ej. prestará convicción a las quejas femeninas creando una lograda intimidad ilusoria. Se deben analizar en todo caso las elegías de Sulpicia en el Corpus Tibullianum y ver hasta dónde se llega con una perspectiva femenina creíble y que no nos obligue como quería Coleridge a una suspensión of disbelief como en los casos anteriores'".

38. Para los elegiacos la correspondencia amorosa debe darse entre pares, como por ej. Propercio I , 5, 2 et sine nos cursu quo sumus iré pares.

39. 0. Davis. op. cit., supone que la melior Venus es de clase social superior con cualidades de fideli­dad y dulzura que no poseeria la tumultuosa liberta.

40. Cf. Kilpatrick, R.S. Op. cit., p. 215 - 239. 41. ¿Podemos hablar de una poética intersexual como se habla de una narrativa Idem en la que el

escritor varón habla por boca de un personaje femenino o una escritora emplea la voz de un persona­je masculino? Cf. Weber, Bruce. Audacias y pudores de la narrativa intersexuai. La Nación, 20-2-99.

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Conviene ahora examinar I , 19

Amor: sinrazón y razón. Oda 1,19

Donde Horacio muestra al amor en la persona de Venus, mater saeva Cupidinum como una potencia irracional ante la cual sucumbe

¡n me tota ruens Venus Cyprum deseruit ' (v. 9 - 10)

O queda destruido o debe pagar un alto precio; esa experiencia dolorosa le enseña que la irracionalidad del amor debe enfrentarse con lucidez racional, sobre todo porque ni en Horacio, ni en los elegiacos, ni en el Virgilio de las Bucólicas se trata del amor conyugal; todos estos enamorados son amantes en situaciones difíciles, cuando no imposibles de legalizar*-, pero que se manejan con salidas distintas; es evidente que la razonabilidad con que el autor intenta conducir la relación con sus circunstanciales amantes literarias significa una desvinculación de la actitud elegiaca; una oda como I , 19, en la que los celos de Afrodita, es decir, la pasión enardecida, llegan al extremo de impedirte toda lírica civi l , muestra hasta qué punto la relación con la amante de tumo se vuelve más que conflictiva, incontrolable para el yo originando una poesía erótica centrada en estas tensiones entre lo irracional y lo racional.

I , 19 se cierra con un verso de un contenido difícil de hallar en la elegía latina amorosa, entre otros motivos por la carencia de convicciones religiosas no üterarias en los degistas. El subyugado reacciona racionalinente advirtiendo que la única forma de doblegar a la caprichosa y autoritaria divinidad, al menos, para que se vuelva menos belicosa reside en la plegaria''^ y la ofrenda sacrificial''\e la salida lúcida requiere un acto de pietas para acallar las turbulencias que lo aniquilan o para transi­tar de la saevitia inicial de Venus a su eventual lenitas

Mactata veniet íenior hostia.''^

42. A partir de Catulo, el amor en la lírica no se concreta en el matrimonio 43. Súplica semejante, pero más atenuada se observa en la oda [11, 18, 3 en la que se pide a Fauno, el

compañero de Venus que venga y se vuelva lenis. En Propercio I I , 28 el amante ruega a los dioses, pero para recuperar la salud de Cynthia enferma: en Tibulo I I , 1, 79 hallamos la siguiente expresión

at Ule felix cui placidas leniter adflat Amor

donde el Ule felix no es precisamente el amante sufriente sino una tercera persona cuya plácida vida amorosa dista lejos de los tumultos que embargan al yo. Plegarias suplicando por la llegada pacífica de la divinidad se encuentran en Anacreonte 357, 6-7 o Séneca, Phaedra, v. 437. ' "

44. Actitud más emparentada con la épica que con la lírica. 45. Sacrificada la victima, vendrá más clemente. ' •.. • • • :¡- , ,

268

Oda I, 5

Una situación semejante se da en I , 5. La famosísima oda a Pyrrha despliega iinbién un yo autoral configurada como un experto que aconseja como en I , 33, pero quí sin la problemática polémica de género y especie literaria subyacente en ella; el •'onsejado es un anónimo joven credulus (v. 9) e ingenuo, un amante como de elegía •de sus llorosos ritmos, con una advertencia sobre los riesgos que puede correr con una amada tan deslumbrante como falaz y calculadora.

Él puede contarlo porque ha alcanzado a liberarse"''y a reaUzar un voto: ofren-j;u- su vestimenta húmeda en el templo de Neptuno al haberse salvado del naufragio no precisamente marino, sino amoroso y haber recuperado el dominio de si mismo

Me tabula sacer votiva partes indicat uvida

suspendisse potenti vestimenta maris deo'".

Nuevamente una decisión tomada con lucidez y corroborada con una acción de gracias devuelve el equilibrio al yo y es de esperar que la experiencia pueda ser apro­vechada por el casi seguro náufrago. , > •.::;<'•.>• M, . : , ;

Oda I I I , 26

En el otro extremo de la colección (libros I - I I I ) , también a cinco odas de la final, en simetría"** no casual con I , 5, la oda a Cloe, la arrogante nos muestra al magister amorum jactándose de que antaño bien capacitado batalló non sine gloria IV. 2) con muchachas en amorosos proelia, pero ahora en el muro del templo de \enus, como en I , 5 en el de Neptuno, ha suspendido todas sus armas, despidiéndose del amor, al parecer de modo más tajante que en su simétrica.

No es la veste húmeda como en 1, 5, sino el arsenal de combate con el que enfrentó a las puellae que pudieron resistírsele (antorchas, palancas para forzar puer­tas, arcos) lo ofrendado, más el barbiton, símbolo de su poesía erótica; la oda podría

46. El adiós al amor es un tópico de la lírica erótica y de la epigramatística griega desde Mimnermo hasta la Antología Palatina, en particular Leónidas de Tarento; pero en esta oda el adiós no parece nada definitivo, no al amor, sino sólo a un amor concreto y fugaz. , ; , . Í¡ . •

El muro sagrado ' con su tableta votiva señala que he colgado t ' mi vestimenta húmeda al dios soberano del man 48. También W.Wili, R. Minadeo y M. Santirocco en las obras ya citadas señalan esta simetría.

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terminarse allí, y sin embargo eso no ocurre; en un final á7ipOo5óKTjTOv o imprevisi ble, con una impetración de rencorosa lucidez, no precisamente para aplacar a Venus sino para azuzarla, le ruega que por una sola vez hiera con su látigo, o sea con sus fuegos, a la desdeñosa Cloe, haciéndola delirar por uno que no la ama; este en la línea de I , 5, pero con la debida variatio, a cierta distancia de Pyirha, para la cual la oda no expresa ni odio, ni venganza, sino un desprendimiento ya desapasionado.

Regina, sublinii Jlagello tange Chloen semel arrogantem. •. •

El enfrentamiento con Venus supone la derrota, que en I , 33 es la del propio yo poético y en I I I , 26, con cierto rencor, se transfiere a Cloe, ya que ahora le toca perder y sufrir a ella.

Cuando el amante es incapaz de controlar su relación ocurre lo que se muestra en

Oda 1,8 Wk La entrega total y continua a una mujer ocasiona una obnubilación que l l e v ^

la pérdida del sentido común y de las relaciones habituales,

Lydia, dic, per oinnis I B te déos oro, Sybarin cur properes amando ájJH

perderé, (v. 1 - 3) " ^ B

ese temor nacido de la experiencia propia o ajena o de las adhesiones doctnnales, fl advierte sobre la pérdida de la hombría y de los virilis cultus (v. 15 - 16) como^B ocun-e a Síbaris enceguecido por los lazos atrapantes tendidos por Lidia*'por l a q M ha abandonado austeras y varoniles costumbres deportivas y militares; este v a c M miento de la identidad masculina es para Horacio un hecho gravísimo de suma irracio*. nalidad, ejemplificado con el mito del joven Aquiles*", disfrazado de mujer y ocultado en Scyros por su madre para que no cumpliese su destino, pero en una dimensión más

49. El nombre exótico y oriental de Lydia sugiere la lujuria y voluptuosidad de una hetaira o cortesana comunes en el tópico helenístico del joven noble y desprevenido enredado por una amante bella e inescrupulosa, tantas veces visto en Planto.

Cr. Kiessling, A. - Heinze, R. - Burck, E. Op. cit.. p. 4 5 - 4 7 , recuerdan que dicho nombre entró en la poesía latina amorosa con la Lydia de Valerio Catón y tal vez encierre aquí una alusión a Omphale, la princesa lidia que subyugó a Heracles.

50. La mención de Aquiles al cierre de la oda le confiere una elevación de tono a esa experiencia-humana de la caída en la trampa y la vuelve paradigmática para los incautos jóvenes romanos. ' í

Cf. Syndikus, H.P1975. Die Lyrik des Horaz, Darmstadt, Wlssenschsft. Buchgeselischaft, Band 18 1989, p. 106 - 109.

270

^realista no se trata de no ir a la guerra, sino más sencillamente de no perder el hábito ^saludable de los ejercicios en el Campo de Marte. i;-, Horacio enfrenta la absolutización destructiva de la pasión, que no deja de ser .'íuna realidad humana general y, por supuesto, de su propia vida, con módulos de valo­

ración racional con los que busca una perspectiva y el dominio de sí mismo.

En I , 13 empieza pagando tributo a su pasión y a sus celos, pero termina tratando de poner distancia entre sentimientos y lucidez.

| i i La racionalidad había sido intentada por Horacio en el mundo de las Sátiras

Est modus in rebiis. siml cení denique fines, quos idíra citraque ñeque consistere rectitm^'. 1,1,106-7

y en particular, en lo referente al amorren la I , 2, 27 - 139, defendiendo el 'justo medio'" que pasa no por los amores adúlteros con matronas y maridos punitivos", ni por los amores consolidados legalmente^\i tampoco con comediantas y meretrices'*' que atenían contra la buena reputación, sino con los menos riesgosos y sin atadura permanente habidos con las libertinae o libertas" desprovistas de la protección social de la upper class, dicho de otro modo con la merx in classe secunda (v. 47), expresión de un discurso masculino^* bastante discriminatorio, aunque explicable en boca del hijo deun liberto, de modo que en I , 33 la relación con la liberta Myrtale no es lógica

51. Hay una medida en las cosas, existen límites bien definidos, más allá o más acá de los que no puede darse la virtud.

52. Cf. Gigante.,M. 1993. Orazio. Una misura per V amore. Lettura della sátira seconda del primo, libro, Venosa. Ed. Osanna,

53. El tema es una constante horaciana como se ve en la oda 11, 10 con la defensa de la /^eaóOrjg o áurea niediocritas.

54. El antiguo derecho marital dejaba al marido el rol de vengador justiciero de su hombría y la libertad de infligir al adtiltero el castigo a su elección.

55. El matrimonio legal no parece probado ni adecuado al modus vivendi del yo autoral, pero no es desdeñado ni objetado por el poeta, más, las odas muestran dentro del lirismo individual el elogio de los amores legales y fieles, como en 1, 13, 17-20

Felices ter et amplias quos inrupta tenet copula nec medís

divolsus querimoniis . i suprema cltius solvet amor die. "' '

o en I I , 12, 13-16 alabando los recíprocos amores de Mecenas y Licymnia, su mujer o la exhortación en I I I , 7, 29-32 a Asteria para que pemianezca fiel a Gyges no entregándose adúlteramente a Enipeo. Todo esto armoniza con la política marital de Augusto recogida en las odas romana o en el Carmen saeculare. J. P. Sullivan adelantaba esta adhesión a la época de la sátira I , 2 analizando los versos sobre las consecuencias del adulterio con las matronas en su recordada conferencia de Córdoba en 1992.

56. Aunque estas aparezcan entremezcladas con las libertas a lo largo de las odas. 57. Tampoco se da la posibilidad de vincularse a una ¿ocia p«e//a, ausente como ideal.

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desde el punto de vista del elegista, pero puede serlo desde el discurso antielegíaco^' donde libertina ocupa un lugar destacado en el inicio del verso.

La perspectiva de 1, 8 y 1,33 con la que se analiza el amor, hecho problemático y desestructurante, lo lleva en general, a distanciarse con recursos paródicos del amor elegiaco, incluso en poemas de colección temprana como el epodo 11, donde una pa­sión se cura con otra.

En las odas, además de lo examinado, se dan otros tópicos parodizaios como:

1. La idea del amante protegido milagrosamente por Venus en I , 22, oda de interpreta­ción cuestionada*.

N . Zurawalt*"' distingue entre el sanctus amatar elegiaco y el sanctus amatar poeta, lo propiamente horaciano, indicando que allí se produce una integración, la del sacrosanto poeta de amor, protegido no en cuanto enamorado, sino como poeta de amor

2. El lamento ante la puerta cerrada o 7tapaKXaTJOÍ6ijpov en 111,10 donde la resolu­ción ,se aparta del TÓTIOÍ; convencional; la requerida Lyce, casada con un marido com­placiente, vinculado a su vez con una macedonia, resulta más cerril que una encina» una serpiente maura, no se compadece del aterido amante, por lo que éste corta por sano y se aleja señalando el final de su buena disposición para soportar las incleme cias del tiempo*-, lo que ya es bastante.

Basta cotejar este final con el de Catulo o los elegiacos para ver cómo Horaci se impone un límite a su voluntad de conmover el corazón de la cruel Lyce. En 1,25 se combina con el motivo de la mujer vieja que no quiere renunciar al sexo.

58. Son pocas las odas que presenten un discuRO femenino, ej. 111, 9 en un contrapunto de tipo amebeo; pero: esto es relativo porque se trata de enunciar una voz femenina desde una supuesta alterii'ad de origen ma.sculino; se debe esperar hasta las Heroidas de Ovidio para encontrar una perspectiva con cierta conünui-dad.

59. Cf. Lyne, R.O.A.M. Op. cit.. cap 1 Traditional altitudes to love, the moral and social background donde revisa el estatuto del matrimonio romano señalando diferencias entre la teoría y la práctica,., distancia que se estrechaba no con las prostitutas, sino con las mujeres semi profesionales del demi-1 monde o las damas romanas convertidas en amaieurs o, agregamos nosotros, con las libertas de bajo perfil.

60. Algunos comentaristas, ej. Kiessling y cia, p. 100-103, Syndikus, p. 225-232, han tomado la oda en, serio y le han dado al arranque integer vUae un valor absoluto y solemne, en la línea de I , 17, 13-14'

Di me luenlur dis pietas mea et Musa cordi est. , . _

o 11,17, 13-32 o m, 4, 17-20, pero otro críticos, ej. Nisbet and Hubbard, p. 261-273 la examinan con' una connotación más restrictiva acotándola más que al amante, al poeta amoroso, que con su can-' ción aleja los males, no por la protección de Venus.

61. Zumwalt. N.K. Horace. C. I, 22: Poetic andpolitical integrity en T.A.Ph.A. 105, 1975, p. 417-431.' 62. El tópico del exclusus amatar se convirtió en un estereotipo literario, particularmente en los epi­

gramas alejandrinos o alejandrinizantes (cf. Antología Palatina) introducido en la literatura latina de la n>ano de los neotéricos, como se ve en Catulo 67 o en Propercio [II, 25. -v.

272

r

£1 tiempo del amor í

3. El amor horaciano empieza y termina, como vimos, con la juventud; su l ^ i ^ mortalidad se debe a su insistencia en lo sexual. La imagen paradigmática, presente en |'Í'

el lirismo griego, de las estaciones como metáfora de la vida y de la primavera como te estación única del amor, se da exaltada en el venusino. ¡ti{: , Los amantes elegiacos no parecen afectados por las estaciones; todo reverdece l ' ; V siempre para ellos; los horádanos suelen tener la pretensión de transgredir esos límites ¡ cronológicos deseando la continuidad del amor en el invierno, tremendo error: el amor '• sensual no es para los viejos, y si eso ocurre, las cosas se complican; la desubicación i, erótica produce una tensión trágica, resuelta melancólica o paródicamente, incluso

^ cuando le atañe al yo poético, no exento entre los 40 y los 50 años de apasionadas y desesperantes caídas ante ainores más jóvenes, ej. IV, 1 y 10.

Así IV, 11 tiene una resolución dolida y casi resignada porque Phillis, la tañedora ;' joven, meorum finis amorum, enamorada de Telepho (de superior nivel social) que f tampoco la requiere deslumhrado por otra, no le corresponde y no acepta '

f Ultra /quam licet sperare nefas" (v. 29-30) ' '••¡;-,-. : . . ¡ , . . . • *' ' í

El realismo de esta poesía no deja jamás de manejarse con la noción de límite, * invocada ya en la sátira I , 1, v. 106-7. j

Los consejos a las jovencitas para que rindan su doncellez como en I , 23 en el : . riempo adecuado no exponen más que una suave y comprensiva ironía sobre el temor ' ^ inicial, no así los sarcasmos dirigidos a las mujeres viejas no dispuestas a renunciar a su conducta sexual, porque la pasión aún alienta bajo los estragos del tiempo.

La elaboración del motivo del amante rechazado que con su discurso despechado j preanuncia la decadencia de la mujer altanera y desdeñosa y el tópico del discidium o i separación, comienza en los epodos 8 y 12, pero la sexualidad y la pérdida de la belleza están explícitas sin ningún atenuante; cuando pasamos a las: odas (1,25; I I I , 15 y IV, 13), las mujeres recuperan una cierta identidad, aunque sea simbólica o irónica: Lydia, Cloris (la verdeante), Lyce (con la misma raíz de XiJKoq= lobo), pero el trata­miento está algo más suavizado; los estragos de la vejez están menos focalizados y más terrible que los dientes negros, las consabidas arrugas y el cabello blanco es el i desequilibrio entre la apetencia sexual y el paso aniquilador del tiempo; las tres odas j presentan una gradación en la estrategia destructiva de la cortesana o de la prostituta que envejece marcada por el acrecentamiento de circunstancias agravantes de la mujer desubicada que transgrede el código amoroso. ., „

63. Sacrilego es esperar más allá de lo permitido.

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En I , 25 Lydia va perdiendo la juventud y cada vez menos es convocada porl amantes que se turnaban a la puerta de su casa; arrepentida de sus desdenes, coiriTS' árida frondis (v. 19), buscará los hombres no en la calidez de su casa, sino en un í calleja oscura bajo el viento del invierno, para ser a su vez desdeñada por los qu¿ buscan hederá virenti o pullo myrto (v. 17-18). i

n i , 15 pone en juego a Cloris, la mujer casada con un hombre virtuoso que compite con la hija; el desenfreno amoroso no le cuadra a ella, cercana a la muerte sino a Pholoe, la hija.

IV, 13 reitera la competencia entre la cortesana vieja y la joven. Lyce se asegura la derrota provocando con sus danzas y su ebriedad a Cupido que favorece a la joven Chia, sin embargo no aflora un resentimiento mordaz.

Las preguntas del ubi suntl tienen un tono melancólico y pleno de dolida nostal­gia; es que, aunque el Horacio de la oda pidió a los dioses el envejecimiento de Lyce, también él se ha vuelto viejo, el rencor se diluye y evoca la hermosura perdida que lo cautivó después de Cinara, la amante que murió joven, pero esplendorosa; los años a Lyce concedidos sólo vislumbran una antorcha dilapsam in ciñeres (v. 28). ,

4. La desubicación amorosa de las mujeres no es única, también le atañe directa­mente a él o al yo autoral no inmune a una conducta inapropiada, ya sea por enamo-i rarse maduro y otoñal de una muchacha aún verde para el amor, ej. 1,23; I I , 5; I I I , l l | o de un efebo desdeñoso y pagado de si mismo como Ligurino en IV, I y 10.

5. Los síntomas físicos del amor sarcásticamente evocadores de Catulo 51 y de Safo 31, mezclan las lágrimas, la pérdida de lucidez y color y el alma torturada con el hígado enardecido y bilioso por los celos, de modo satírico y realista en I , 13,4

Fervens dijflcili bile lumel iecur ' ' > ' . ..> _

Oda analizada por V. Poschl''''como fronteriza con actitudes y expresiones elegiacas, porque el rol de consejero distante que hemos visto, desaparece en esta poema y los celos lo consumen ferozmente como a un elegiaco; no puede .«ustraerse ai; los eiTibates pasionales y en lugar de resignarse, buscar otra Venus, como ya hemos visto en el epodo 11, se esperanza pensando que Lydia puede dejar a Telepho y volver a él, anhelo compartido con ios degistas, desdeñados aspirantes a un amor perdurable

Felices ter et amplius Quos inrupta tenet copula nec malis . . . .

Divolsus querimoniis Suprema citius solvet amor die. (v. 17-20)

64 Poschl, V. Op. cit.. p. 157-160.

274

Syndikus, en cambio está empeñado en diferenciar y por hilar dem.:siado fino quiere extremar distingos menos perceptibles''^; para este comentarista el final''*' no debe equipararse con el ideal elegiaco, pues no hay en estos versos apoteosis del amor pasional y de sus vaivenes, sino el anhelo de una tranquila satisfacción, que si no es propia del mundo elegiaco, puede serlo del amor conyugal cotidiano y normal.

En cuanto a Nisbet y Hubbard*"^ no le conceden sentimientos auténticos al yo autoral en esta y otras odas eróticas, ya sean propios o apropiados de experiencias ajenas; el empleo de la T persona despista, pero vocablos como arguens apuntan a un observador alejado, y sólo se trataría de un poema ubicable dentro de las convenciones de la epigramatística alejandrina que se adueñó del catálogo sáfico de la patología ainorosa y del tópico de los celos con Calimaco, Apolonio de Rodas, Teócrito, etc.

Fedeli"'* subraya que el final con la bienaventuranza o ).iaKapio|ió<;de los amantes contiene un motivo presente en Catulo, Tibulo y Propercio.

Es preciso aceptar el cambio de roles, admitiendo que a veces el yo poético puede jugar un poco al elegista expresando sentimientos auténticos, sean suyos o aje­nos y que es común estar librado a una pasión que no tolere infidelidad alguna.

Oda I I I , 7 , '

Esta oda estratégicamente ubicada después de las odas romanas C0;istituye un ejemplo práctico de la adhesión del poeta a la política matrimonial de Augusto y a su legislación contra el adulterio, según el consejo dado a Asterie, pero su interpretación ha sido cuestionada viéndola más o menos elegiaca.

Vocabulario, imágenes, personajes y modvos elegiacos abundan, pero no siempre en la estructura de la oda funcionan elegiacamente. Asterie y Gyges son amantes separa­dos por un viaje de negocios, que a él lo ha llevado lejos a Orico; la situación es propia de la elegía, pero no exclusiva, como el oficio de comerciante de Gyges. Éste en tierra extraña pasa su insomnio en lágrimas sin ceder a las insinuaciones y provocaciones de la posadera que lo aloja, enamorada de él. El autor parangona esta conducta con la de amantes míticos como Belerofonte y Peleo que resistieron indemnes a sus seductoras.

Sin embargo no parece muy seguro de Asterie, tal vez más débil para resistir el asedio de Enipeo que al anochecer la corteja sub cantu querulae tibiae.

65. Syndikus, H.P Op. cit., p. 156-161. 56. Felices tres veces y más a los que los posee un lazo indisoluble y a los que el amor indestructible a las querellas malvadas no los desatará antes del último día. 67. Nisbet, R.-Hubbard, M . Op. cit., p. 169-178. 68. Cf. Fedeli. Op. cit., p. 65-66. , -

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Syndikus" muestra la tensión, mayor aún que en 1, 33, entre el lenguaje elegía co y el fi60(; antielegíaco o como concluye G.Davis™ I I I , 7 is a minor masterpieceSf generic disavüwaí that refuses to admit elegiac discourse.

Esta oda por su objetivo pasa a integrarse con la lírica c ivi l del venusino y por su compromiso con la moralidad pública constituye al decir feliz de F. Cairns" the seventh 'Román ode', después del poco prometedor panorama de la oda I I I , 5. En última instancia no hay contradicción o tensión política aquí, sino literaria, ni tampoco hipocresía dado que Horacio no se casó y, al parecer, murió obstinadamente soltero según la observación de Cairns basada en Suetonio.

1,38: ¿Oda programática? •

Hemos examinado en varias odas la concepción horaciana del amor y la poética que de ella se desprende de mayor o menor proximidad o lejanía con otros discursos amorosos y no amorosos.

Una conclusión más ajustada debe obtenerse del examen total de la lírica erótíé horaciana ya que polarizando encontramos ejemplos que abonan ambas tesis'-, sin em­bargo en los límites estrechos de una elección restringida buscamos lo más caractenzador, con el objetivo de extraer ciertas conclusiones válidas. . .-• „

De modo que se impone revisar el corpus erótico del venusino que abarca por lo menos:

Epodos 11, 14, 15. • ' • •• • ' . -Sátira I , 2. Odas: I , 5, 8, 9, 11, 13, 16, 17, 19, 22, 23, 25, 27, 30, 32, 33, 36, 38. Odas I I , 4, 5, 8, 9, 11, 12. ' • .. , V5 I I I , 7, 9, 10, 11, 12, 15, 20, 26, 28. ; • ' '- • • • .. '. | . IV, 1, 10, 11, 13. '• • • • -t

Puede haber variaciones según se consideren amorosas odas también convivíales, pero este listado casi no se discute. ;„,„;.

El amor en los epodos es violento, casi grosero y de un realismo sin atenuantes; podemos decir a veces ofensivo. Sin embargo la invectiva furibunda se diluye en las odas y los rencores están más calculados.

69. Syndikus, H.P. 1990. Op. cit., Band 2, p. 98-102. 70. Davis, G. Op. cit., p.43-50. Valiosas y muy ajustadas las observaciones de este comentarista. 71. Cf. Cairns, F. 1995. Horace, Odes 3. 7: Elegy, Lyric, Myth, Learning and interpretation en Homage

to Horace, ed. by S. J. Harrison. Oxford Clarendon Press, p. 65-99. Magnífico, exhaustivo y ejem­plar análisis de esta oda por uno de los más destacados defensores de la noción de género aplicada a la poesía romana.

72. Alfonsi, L. 1979. Orazio e V eiegia en Studi in onore di Anthos Ardizzoni. Ateneo & Bizzarri,. Alfonsi basa su análisis en 1, 33, Arte Poética v. 75-78 y I I , 9 dedicada a Valgio.

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Volvamos-'para cerrar estas observaciones a 1, 38

Pérsicos odi. puer, apparatus, displicent ne.uie ptiilira coronae. mitte sectari, ros'a quu locoriirn ' , . • .

sera moretur ' ,; , • . Symplici inyrto nihil adlabores . sedulus, curo: ñeque te niinislrimi dedecet mvrtus ñeque me sub arta ,

vite bibentem'''. ' ' ;-' • •

Bajo su brevedad y aparente limpieza, esta oda se encubre una compleja inter­

pretación. Nisbet y Hubbard" se quejan de que la oda es the victim of symbolical

interpretation, pero los vegetales mencionados trascienden una lectura superficial con simbolismos no excluyentes y oposiciones muy alusivas: por un \íi.áophylira y rosa sera, por otro myrtus y vitis. En una primera lectura se puede ver una oda simpótica porque las coronas mencionadas son usadas en los convivios; existe además un contraste básico entre lo sofisticado y lo simple implicando una preferencia tanto ética como estética'* en la línea de I I , 16 o sea una correlación entre me/iM íe««w y gem« í e n u e " . :.

Pasquali"* ve una doble afirmación: vida simple en la línea de Epicuro e interés en la poesía erótica y simposíaca; interpretación semejante brindan Kiessüng" et alii o Nisbet y Hubbard que excluyen todo lo que no sea ideal de vida simple.

Fraenkel sostiene que con el segundo par de oposiciones se privilegia la simpli­cidad de estilo literario, frente a un modo retórico oriental o asiático más rebuscado y

73. He analizado I , 38 en relación con el simbolisino de las coronas poéticas horacianas en Buisel, M.D 1997. Horacio y la coronación del poeta en Auster n° 2, U.N..L.P, Centro de Estudios Latinos, p. 65-89.

74 . Detesto, muchacho, los ornamentos persas. . . ' , me desagradan las coronas trenzadas con fílira. " ' -:!'', deja de buscar en qué lugar la rosa • , . ' , se demora tardía. ; Al simple mirto, solícito nada añadas-me preocupa-: de ti que me sirves .' ' ' t - í ' ' . : . i .

no es indigno el mirto ni de mí que bebo "•' • ' '.• •::•: . '• ;¡, bajo la densa vid.

75. Cf. Nisbet, R. and Hubbard, M. Op. cit.. p. 422. 76. Cf. Santirocco, M . Unity and design in Horaces Odes, Chapel Hill , University of North Carolina

Press, p. 80-81. Para este crítico más que de un modo de vida se trata de an implicit manifestó of Callimachean aesthetics.

77. Cf. Mette, H. J. 1972 'Genus tenue' und 'Mensa lenuis' bel Horaz en Wege zu Horaz, Darmstadt, Wissenschaft. Buchgessellschaft, p. 167-182.

78. Cf. Pasquali, G. 1966Ci/-azio lírico. Firenze, Le Monnier, , p.324. 79. Cf. Kiessling, A. et alii. Op. cit., p. 159-160; Nisbet, R. and Hubbard, M. Op. cit.. p. 422.

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artificioso dado por la corona de rosas, no las de estación, sino las últimas y escasas del verano tardío, signo de un lujo chocante, y creemos válida su afirmación.

El mismo comentarista sugiere un contraste con la misma poesía horaciana de factura más extensa y docta, pero también puede implicarlo entre poesía propia y ajena.

Es indudable que la vid es báquica, por lo tanto simpótica y que las rosas y el mirto, además de convivíales son atributos de Venus, sinónimos de lírica erótica, sien­do ésta la oposición a profundizar.

G. Davis"*" afirma que la oda nos constriñe a una interpretación simbólica y en sí comporta a kind of miniature Ars poética sin excluir la referencia a un modo de vida; estilísticamente veamos cada símbolo:

/. Nexae philyra coronae caracterizan al poema de objetivo ambicioso y textura grandilocuente, irónicamente representado, según Davis, por la oda 1, 37.

2. Rosa sera implica una violación al decorum exigido por el genus tenue y uri deleitarse en el ornato, el preciosismo y la incontinencia expresiva.

En suma, 1 y 2 comportan la recusatio o desaprobación.

3. El siinplici myrto es la composición unificada, concisa, ni varia ni multiforme que pone en primer plano la lírica amatoria de Horacio enmarcada dentro de un decus propio. Comporta la retórica de asimilación en su vocabulario. ••¡ •'

Hasta aquí compartimos este anáUsis, pero creemos que todavía puede hacerse una distinción más como un pequeño aporte nuestro: la comparación entre la rosa y el-mir to , ambos con valencia erótica, apuntan a discernir entre dos tipos de lírica amoro­sa, la elegiaca y la propia.

La rosa representa a la primera en una velada recusatio de sus extralimitaciones-pasionales y sus esplendores esdlísticos de raigambre alejandrina; el mirto su propia modalidad amorosa en estilo llano arraigada en la expresión clásica y contenida del" lirismo sáfico-alcaico; imagen la 1° consonante con la desaprobación de la elegía pre­sente en I , 33 y en I I , 9.

En suma, I , 38 es otra oda programática dentro del campo de las especies eróti­cas, pero con distinta imaginería; tampoco es casual que clausure el libro I en relación con la hiedra ( I , 1) y la vid, símbolos báquicos y convivíales, y que además se enlace con I , 19 ubicada en el centro del libro I , dominado por la irrupción tempestuosa de una Venus que de algún modo, plegaria y sacrificio mediante, puede ser domeñada para no destruir con su irracionalidad.

80. Cf. Davis, G. Op. cit.. p. 118-126.

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Lírica amorosa y métrica

Un elemento digno de observtu' es la métrica. Horacio que ha extremado la variatio rítmica bajo la advocación de'Melpomene, la moduladora ( I I I , 30) y ha empleado todos los metros posibles a lo largo de su poesía modificando incluso sus cesuras, sin embargo ha omitido el empleo del dístico elegiaco, aún en sus odas más cercanas al tratamiento elegiaco del amor, marcando formalmente una distancia con dicho discurso.

Reconociéndose princeps en el Aeoliiim carmen plasmó la expresión del amor en un lirismo de prosapia clásica pleno de un equilibrio, una riqueza y una mesura que tal vez faltasen en la erótica elegiaca tributaria de la inspiración helenística; de las dos líneas derivadas de Catulo, Horacio elige la de los polimétricos y no la epigramática, por mucho que deba en recursos a la estética calimaquea.

Conclusión ' - ' , , , j i ,

El discurso horaciano sobre el amor es cuantitativamente importante en su obra y dentro de su lirismo individual, es definitorio de su concepción sobre el amor, pero no es lo más significativo de su poesía; la falta de voz y de caracterización de las mujeres cantadas, las vuelve más bien tipos femeninos sellados con un nombre simbólico, sin autonomía propia, salvo contadas excepciones y con discurso prestado, sin un amor que se enaltezca como el 5ií/?wítí»¡ paradigmático; son tan numerosas las mujeres que desfi­lan en su obra que no hay perdurabilidad de sentimientos, ni lazos para un aeternum foedus, ni intensidad que revele un compromiso de todo su ser, sólo una experiencia precaria y fugaz con libertas, hetairas o prostitutas, legítima en la primavera de la vida, desubicada en la vejez, pero que arranca acentos lacerantes cuando no es correspondida y una doliente melancolía al recordar una pasada aunque breve felicidad.

A Horacio no le interesa profundizar la emoción amorosa, sino la concucta de los amantes, incluyendo en una alta ironía la suya propia, por eso en su poesía, el amor es múltiple, transitorio y profano, frente al elegiaco que lo reclama único, eterno y sagrado*'.

La pasión por la pasión en sí, al modo idealista elegiaco es rechazada y, por ende, la expresión de la misma; Horacio deslinda deliberadamente su lírica amorosa de la elegiaca controlando, pasión y poesía con racionalidad, realismo y modus o medida, es decir, poniendo la relación amorosa en perspectiva, finalizándola cuando no se sostiene y distanciándose con un yo autoral presentado como magister amorum, aun­que esto no siempre se dé, tal vez por la desigualdad entre amada y amante, desigual­dad que no concede voces distintivas a ninguna de las fugientes amadas.

81. Cf. Arkins, B. Op. cit.. p. 118.

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