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Dirección general del proyecto:Carlos Altamirano
Comité académico:Nora Catelli, Horado Crespo,
Arcadio Díaz Quiñones, lean Franco, Javier Garcíadiego,
Claudia Lomnitz, Sergio Miceli, Jorge Myers
Editores:Volumen 1:Jorge Myers
Volumen ll: Carlos Altamirano
Historia de los intelectualesen América Latina
Director: Carlos Altamirano
I. La ciudad letrada, de la conquista al modernismoEditor del volumen: Jorge Myers
• conocimiento
Primera edición, 2008
© Katz EditoresCharlone 216C1427BXF-Buenos AiresFernán González, 59 Bajo A28009 Madridwww.katzeditores.com
cultura Libre
© Carlos Altamirano
ISBN Argentina: 978-987-1283-78-1ISBN España: 978-84-96859-36-4
1. Historia Intelectual. 1. Altamirano, Carlos, dir.CDD 306.42
El contenido intelectual de esta obra se encuentraprotegido por diversas leyes y tratados internacionalesque prohíben la reproducción íntegra o extractada,realizada por cualquier procedimiento, que no cuentecon la autorización expresa del editor.
Diseño de colección: tholón kunstImpreso en la Argentina por Latingráfica S. R. L.
Hecho el depósito que marca la ley 11.723.
Índice
9 Introducción generalCarlos Altamirano
29 Introducción al volumen 1Losintelectuales latinoamericanos desde la coloniahastael inicio del siglo xxJorgeMyers
I. EL LETRADO COLONIAL
53 Gente de saberen losvirreinatosde Hispanoamérica(siglos XVI a XVIII)
Osear Mazín79 Hacia un estudio de las élites letradas en el Perú
virreinal: el caso de laAcademiaAntárticaSonia V. Rose
94 Brasil: literaturae «intelectuales" en elperíodocolonialLaura de Mello e Souza
11, ÉLITES CULTURALES y PATRIOTISMO CRIOLLO:
PRENSA y SOCIEDADES INTELECTUALES
lal El letrado patriota: loshombresde letrashispanoamericanos en la encrucijada del colapsodel imperio españolen AméricaJorgeMyers
145 Redactores, lectores y opinión pública en Venezuela a finesdel perlado colonial e inicios de la independencia (1808-1812)
PauletteSilva Beauregard
168 Losjuristas comointelectuales y el nacimientode los estados naciones en América LatinaRogelio Pérez Perdomo
184 ':4. la altura de las luces del siglo":el surgimientode un clima intelectualen la BuenosAiresposrevolucionariaKlaus Gallo
205 Traductores de la libertad: el americanismode los primeros republicanosRafael Rojas
227 Tres etapas de laprensapolítica mexicana del siglo XIX;
el publicista y los orígenes del intelectualmodernoElías I. Palti
242 Loshombresde letras hispanoamericanosy elproceso de secularización (1800-1850)
Annick Lempérierc
111. LA MARCHA DE LAS IDEAS
269 La construcción del relato de losorígenesen Argentina, Brasily Uruguay: lashistorias nacionalesde Yarnhagen, Mitre y BauzáFernando J. Devoto
290 El erudito coleccionista y losorígenes del americanismoHoracio Crespo
312 Intelectuales negros en el Brasildel siglo XIX
Maria Alice Rezende de Carvalho334 "República sin ciudadanos": historiay barbaries
en Cesarismo democráticoJavier Lasarte Valcárcel
IV. ENTRE EL ESTADO Y LA SOCIEDAD CIVIL
363 Tres generaciones y un largo imperio:fosé Bonifácio, Porto-Alegre y Ioaquim NabucoLilia Moritz Schwarcz
387 Nuevos espacios de formación y actuación intelectual:prensa,asociaciones, esfera pública (1850-1900)
Hilda Sabato412 El exilio de la intelectualidadargentina:
polémicay construcción de la esfera públicachilena (1840-J850)Ana María Stuven
441 Losintelectuales y elpoderpolítico: la representaciónde los científicos en México del porfiriato a la revoluciónClaudio Lomnitz
465 Maestras, librepensadoras y feministasen laArgentina (1900-1912)
Dora Barrancos
V. EXILIOS, PEREGRINAJES Y NUEVAS FIGURAS
DEL INTELECTUAL
495 Cronistas, novelistas: la prensaperiódica como espaciode profesionalización en la Argentina (1880-1910)
Alejandra Laera513 El modernismoy el intelectualcomo artista: Rubén Daría
Susana Zanetti544 Camino a la meca: escritores hispanoamericanos
en París (1900-1920)
Beatriz Colombi
,67 Colaboradores'73 Índice de nombres
Introducción generalCarlos Altamirano
Las élites culturales han sido actores importantes de la historia de América
Latina. Procediendo como bisagras entre los centros que obraban comometrópolis culturales y las condiciones y tradiciones locales) ellas desem
peñaron un papel decisivo no s6lo en el dominio de las ideas, del arte ode la literatura del subcontinente, es decir, en las actividades y las produc
ciones reconocidas como culturales, sino también en el dominio de lahistoria política. Si se piensa en el siglo XIX, no podrían describirse ade
cuadamente ni elproceso de la independencia, ni eldrama de nuestras gue
rras civiles, ni la construcción de los estados nacionales, sin referencia al
punto de vista de los hombres de saber, a los letrados, idóneos en la cultura escrita y en el arte de discutir y argumentar. Según las circunstancias,juristas y escritores pusieron sus conocimientos y sus competencias literarias al servicio de los combates políticos, tanto en las polémicas como enel curso de las guerras, a la hora de redactar proclamas o de concebirconstituciones, actuar de consejeros de quienes ejercían el poder políticoo ejercerlo en persona. La poesía, con pocas excepciones, fue poesía cívica.
El vasto cambio social y económico que posteriormente, en el últimotercio del siglo XIX, incorporó a los países latinoamericanos a la órbita dela modernización capitalista, existió antes, como aspiración e imagen idealizada del porvenir, en los escritos de las élites modernizadoras. La marcha hacia el progreso tomó diferentes vías políticas, desde la tórmula delgobierno fuerte a la república oligárquica más o menos liberal, pero todascontaron con su gente de saber y sus publicistas. Había que unificar elEstado y consolidar su dominio sobre el territorio que cada nación hispanoamericana reclamaba como propio, redactar códigos e impulsar la educación pública. Esas tareas no pudieron llevarse adelante sin la cooperación de "competentes", nativos o extranjeros, que pudieran producir yofrecer conocimientos, sean legales, geográficos, técnicos o estadísticos.
10 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
Tampoco sin quienes pudieran suministrar discursos de legitimacióndestinados a engendrar la alianza incondicional de los ciudadanos con "su"Estado -cnarrativas de la patria, de la identidad nacional, del pueblo enlucha por la nación en los campos de batalla-. Brasil, cuya independenciano había conocido las rupturas ni las vicisitudes de sus vecinos, se pusoinstitucionalmente a la par del resto de los países latinoamericanos en 1891,
al adoptar el modelo de la república y dejar atrás el orden monárquico.En el siglo xx la situación y el papel de las élites culturales varió de un
país al otro, según las vicisitudes de la vida política nacional, la complejización creciente de la estructura social y la ampliación de la gama de losproductores y los productos culturales. Pero, hablando en términos generales, digamos que desde fines del siglo anterior los indicios de diferenciación entre esfera política y esfera cultural se harían cada vez más evidentesy que la división del trabajo comenzó a desgastar los lazos tradicionalesentre los hombres de pluma y la vida política. El desarrollo de la instrucción pública amplió el mercado de lectores y poco a poco comenzó a germinar aquí y allá una industria editorial. Pero la literatura, al menos la literatura de y para el público cultivado, no se transformó por ello en unaprofesión -seguiría siendo una ocupación que no daba dinero- y los empleosmás frecuentes para quienes quisieran vivir de la escritura o del conocimiento disciplinado en estudios formales fueron el periodismo, la diplomacia y la enseñanza.
Nuestros países ingresaran can retraso en el mundo moderno y culturalmente continuaron desempeñando el papel de provincias de las grandesmetrópolis, sobre todo de las europeas, que funcionaban como focos decreación y prestigio de donde provenían las ideas y los estilos inspiradores. América había llegado tarde al banquete de la civilización europea,según afirmó en 1936 Alfonso Reyes,en una fórmula que se haría célebreporque resumía un sentimiento generalizado en las élites culturales deAmérica Latina. No obstante, aunque lejos de los centros en que se inventaban las doctrinas y se experimentaban las nuevas formas, hemos tenido,corno en otras partes, hombres de letras aplicados a la legitimación delorden e intelectuales críticos del poder, vanguardias artísticas y vanguardias políticas surgidas de las aulas universitarias. El APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), fundada en México en 1924 por un líderdel movimiento estudiantil peruano, Haya de la Torre, es sólo el ejemplomás logrado, pero no el único, de esas vanguardias políticas que estimulóa lo largo de América Latina el movimiento de la Reforma Universitaria.Las revoluciones del siglo xx en América Latina -la de México en 1910 y lade Cuba en 1959- interpelaron a los intelectuales y conmovieron sus modOl.
INTRODUCCiÓN GENERAL I 11
de pensar y de actuar, pero no sólo en esos países sino a lo largo de todoel subcontinente.
No resulta dificil, en suma, identificar Iaíebor de estasfiguras.Sin embargo,aunque sabemos bastante de sus ideas, no contamos con una historia de laposición de los hombres de ideas en el espacio social, de sus asociaciones ysus formas de actividad, de las instituciones y los campos de la vida intelectual, de sus debates y de las relaciones entre "poder secular" y"poder espiritual", para hablar como Auguste Comre. Hay excelentes estudios sobrecasos nacionales, por cierto, y el Brasil y México son los países que llevanla delantera en este terreno, pero carecemos de una historia general.
la historia de los intelectuales admite más de un abordaje y cada uno deellos puede contener su parte de verdad, aunque no sea la verdad completa.Por amplia que sea la concepción, difícilmente pueda hacer justicia a todoslos hechos dignos de ser considerados y algunos aspectos del tema quedarán en la penumbra. La historia de los intelectuales en América Latinaque presentamos aquí no escapa seguramente a tales limitaciones, peroserán sus lectores, no quienes la hemos hecho, los que se hallen en mejorposición para juzgarlas. Quisiera exponer brevemente los razonamientosy los criterios que orientaron la formulación inicial del proyecto del quenació la Historia de los intelectuales en América Latina y me valdré para eso,aquí y allá, de argumentos expuestos ya en otras partes. Desde que la ideaechó a andar a comienzos de 2005 tuvo varios momentos de reflexión colectiva y de ajustes. Más adelante voy a referirme a las etapas de ese trabajoque llevó del bosquejo preliminar a su forma actual.
Como nada es diáfano y unívoco en el vocabulario relativo a los intelectuales, tal vez sea necesario introducir algunas indicaciones sobre el sentido que le otorgamos a esta noción empleada hasta aquí sin mayor especificación. El término "intelectuales" no evoca multitudes en ningún lugar
del mundo -tampoco, por supuesto, en América Latina-. Al igual que encasi todas partes, también en esta región el espacio característico de losintelectuales es la ciudad..aunque su ambiente no sean únicamente las capitales o las grandes ciudades (el esquema de Edward Shils [19811 de "metrópolis" yvprovincias" en la vida intelectual resulta aquí muy pertinente). Lacondición urbana define igualmente el tipo de cultura en que ellos se forman, una cultura de patrón europeo occidental que, desde la conquista y
12 I HISTORIA OE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
la colonización ibéricas, tiene su sede y sus focos de irradiación en las ciudades (Romero, 1986). Los programas de autonomía cultural respecto deEuropa, que desde los años del romanticismo han nacido y renacido, unay otra vez, nunca implicaron la renuncia a la matriz occidental ni a laslenguas recibidas del Viejo Continente. Tampoco cuando los intelectualesy el Estado revalorizaron las culturas indígenas y la de los pueblos de procedencia africana, ni cuando se buscó en esas fuentes los orígenes de unaidentidad nacional o continental. En fin, la permanencia de aquella matrizpuede reconocerse sin esfuerzo en las disciplinas que cultivan las universidades latinoamericanas, en los géneros discursivos con que los escritores ponen en forma el deseo de expresión literaria yen elvocabulario desus debates ideológicos.
A fines del siglo XIX el conjunto de quienes en el continente podían clasificarsebajo la denominación de intelectuales era aún muy reducido. Tomemos el ejemplo que nos ofrece el crítico argentino Roberto Giusti al referirse a la creación delAteneo, la sociedad intelectual que se fundó a mediadosde 1892 para favorecer las actividades literarias y artísticas en Buenos Aires.La reunión promotora se llevó a cabo en la casa del poeta Rafael Obligadoy se mezclaron en ella integrantes de al menos dos generaciones, la del ochen
ta y la de sus sucesores. Fue muy numerosa, observará Giusti (1954: 54):
Concurrió tout Buenos Aires, todo o casi todo lo que la ciudad tenía derepresentativo en el campo de la cultura, escritores, artistas, músicos,aficionados a las letras, personas ilustradas que no desdeñaban, al margen del ejercicio de la actividad profesional o política, el buen libro, elbuen teatro o la plática culta e ingeniosa.
Ahora bien, la lista de asistentes que registra no alcanza los cincuenta nombres, entre los que no figura el de ninguna mujer. Una pequeña comunidad intelectual masculina en la ciudad que está a punto de convertirse, conla llegada de Rubén Dario, en la "capital del modernismo" para toda laAmérica hispana. Admitamos que la lista de Giusti podía ser selectiva (noincluía sino a los que consideraba prominentes) y que a la casa de RafaelObligado tal vez no hayan concurrido todos los habitantes posibles de larepública porteña de las letras. Los nombres que podrían añadirse, sinembargo, no alterarían básicamente las exiguas dimensiones de esa república. La situación no era demasiado diferente en las otras capitales latinoamericanas.
Ladelgada capa de personas cultivadas de fines del novecientos se ensanchó en la centuria siguiente, junto con el crecimiento demográfico de la
INTRODUCCiÓN GENERAL I 13
región, el desarrollo de las ciudades, la extensión del sistema de enseñanzayel afianzamiento de la educación superior, que ampliaron y diversificaronlas funciones y las profesiones intelectuales. En la segunda mitad del siglo xx, en particular en los años sesenta y setenta, el aumento de estudiantes y diplomados se volvió masivo. Este crecimiento continuado amplió eluniverso de donde se reclutan los intelectuales, mejor dicho, de quienes sonsocial y culturalmente percibidos como tales, un reconocimiento que no seextiende por igual a todos los que ejercen funciones y labores intelectualesen la vida social. Para hablar con los términos de Randall Collins (2000):
no todos se hallan en el "centro de la atención" ni igualmente próximos aese centro. Ese interés desigual refleja la estratificacián del campo intelectual, donde la autoridad (o el prestigio, o la reputación) no se halla parejamente distribuida -algunos individuos y algunos grupos alcanzan más atención que otros-. Hay siempre quienes desempeñan posiciones eminentes enla conversación intelectual, los que ocupan elcentro. Cuando se hace referencia a la influencia de los intelectuales, cuando se juzga si han tomado elpartido correcto o se les reprocha su abstención o su docilidad, se piensabásicamente en esa franja de mayor visibilidad y audiencia, una minoría respecto del entorno mucho más amplio de las profesiones intelectuales.
¿De dónde procede ese reconocimiento? De la opinión de la comunidad intelectual, pero no sólo de.ella. Un estudio de RodericA. Camp (1982)
sobre los intelectuales contemporáneos en México nos provee de un ejemplo. Para responder a la pregunta de quiénes son los intelectuales en estepaís, Camp llevó a cabo una encuesta entre tres grupos: académicos norteamericanos especializados en México, políticos mexicanos e intelectuales mexicanos, y a cada uno de los encuestados les solicitó una lista de laspersonalidades que consideran destacadas en la vida intelectual mexicanadesde 1920 a 1980. De las respuestas obtenidas confeccionó tres listas deacuerdo con los nombres más citados dentro de cada uno de esos grupos.Al analizar los tres conjuntos, Camp hará varias observaciones: que laslistas sólo concordaban parcialmente; que era mayor la coincidencia entrelos mencionados por los académicos norteamericanos y los intelectualesmexicanos, que los que surgían de las listas de políticos; que éstos apreciaban más a los abogados que a los literatos, y a intelectuales que se consagraban al servicio público que a los independientes, muy valorados, asu vez, por los intelectuales que respondieron a la encuesta; en fin, que enel juicio de los académicos norteamericanos pesaba mucho que los autores hubieran sido traducidos en los Estados Unidos. Sobre la base de losnombres más frecuentemente citados en las tres listas, Camp estableció elcuadro de lo que titula la élite intelectual mexicana entre 1920 y 1980, un
14 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
elenco de 53 figuras que encabezan JoséVasconcelos, Octavio Paz,VicenteLombardo Toledano y Daniel Cosía Villegas.
El número de los integrantes de ese vértice podría ser mayor (por ejemplo, si se sumaran todos los nombres citados en las respuestas de los tresgrupos encuestados por Camp), pues los límites del espacio central nuncason estrictos ni estables. Podría además ampliarse el foco y prestar atención no sólo al centro sino también a la periferia, o aun registrar sobretodo a los que desconocen o desafían la autoridad del centro. Ciertamente:poner en entredicho las jerarquías culturales instituidas y proclamar unalegitimidad alternativa, llamando la atención sobre obras o autores marginales, es una estrategia también practicada por los intelectuales latinoamericanos. De todos modos, siempre se trataría de la rehabilitación deindividuos y círculos restringidos. Que el reconocimiento no alcance porigual a toda obra y a toda trayectoria, que los laureles de la historia, comodice Carlos Monsiváis, se distribuyan sólo entre unos cuantos, es lo quehabilita el uso de la noción de élite intelectual, que no se emplea para juzgar una orientación ideológica aristocratizante -hay élites populistas ydesde la tercera década del siglo xx el populismo es una de las tradicionesintelectuales fuertes en América J atina sin..a para indicar un lugar en eldiferenciado espacio de la cultura.
Más allá de lo que enseñe sobre la vida cultural mexicana, el estudio deCamp nos hace ver igualmente algunos hechos de.akance más 8.enef'alin primer lugar, que el intelectual no tiene una sola audiencia, un solopúblico, y que los criterios de los propios intelectuales para juzgar la relevancia de sus pares no son los mismos que rigen para aquellos que, sibien se interesan por las ideas y discuten las definiciones sobre la marchadel mundo que producen los intelectuales, no giran en la órbita de la vidaintelectual. En segundo término, que el concepto de intelectual resulta irreductible al de una categoríasocioprofesional.pues con esetérmino seagrupay se identifica a un abigarrado conjunto de personas que poseen conocimientos especializados y aptitudes cultivadas en diferentes ámbitos deexpresión simbólica (literatura, humanidades, derecho, artes, ete.), y queproceden de diversas profesiones.
A manera de conclusión de estas consideraciones preliminares podemos extraer un perfil de los intelectuales, un esbozo que no vale sino comouna primera aproximación a nuestro tema, el de su historia en AméricaLatina. Los intelectuales son personas, por lo general conectadas entre síen instituciones, círculos, revistas, movimientos, que tienen su arena enel campo de la cultura. Como otras élites culturales, su ocupación distintiva es producir y transmitir mensajes relativos a lo verdadero (si se pre-
INTRODUCCiÓN GENERAL I 15
fiere: a lo que ellos creen verdadero), se trate de los valores centrales de lasociedad o del significado de su historia, de la legitimidad o la injusticia delorden político, del mundo natural o de la realidad trascendente, del sentido o del absurdo de la existencia. A diferencia de élites culturales delpasado, sean magos, sacerdotes o escribas, la acción de los intelectuales seasocia con lo que Régis Debray llama grajoestera -es decir, con el dominioque tiene su principio en la existencia de la "imprenta,los libros, la prensa-oSu medio habitual de influencia, sea la que efectivamente tienen o sea a laque aspiran, es la publicación impresa (Debray, 2001: 75). Los intelectuales se dirigen unos a otros, a veces en la forma del.debate, pero el destinatario no es siempre endógeno: también suelen buscar que sus enunciadosresuenen más allá del ámbito de la vida intelectual, en la arena política.Más aun, a veces quieren llegar a la sede misma del poder político. Comoescribió WolfLepenies (1992: 8): "El intelectual es un viajero, pero de tantoen tanto quiere hacer también de maquinista".
En América Latina y hasta avanzado el siglo XIX esa esfera de la culturaintelectual estuvo bajo el poder de los varones, fueran descendientes defamilias de fortuna, herederos de un capital cultural o autodidactas "hijosde sus obras", como Sarmiento. Las mujeres no.,partici.Rarían en ella sinomarginalmente. Sólo desde entonces, aunque lentamente, y sobre tododesde la segunda mitad del siglo xx, aquella supremacía comenzaría a reducirse. Por lo dicho hasta aquí, casi ni es necesario destacar que en esta visiónel intelectual no es una fis.,ura eterna que atraviesa las épocas y las culturas, sino una especie'rnoderna,
II
La noción de intelectual tiene una historia, una historia que se desarrollóen diferentes contextos sociales,culturales y políticos, yAmérica Latina fueuno de ellos. Tampoco aquí brotó de golpe, sin progenitores ni tradiciones. El hecho de que no contemos con una historia general de estos grupos en nuestros países no significa que no se haya hablado y escrito sobreellos, sobre su papel en el pasado y su misión en el presente. Por el contrario, en torno de estas cuestiones se han construido varias genealogíasque proporcionaron modelos e imágenes duraderos para la identificación de los intelectuales.
Al menos hasta mediados del siglo xx, la concepción del hombre deletras como apóstol secular, educador del pueblo o de"la nación, fue segu-
16 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
ramente el más poderoso de esos modelos que se encarnaban en ejemplos dignos de admirar como de imitar. El prototipo se forjó en la culturade la ilustración y les proporcionó a nuestros ilustrados una imagen de supapel social. El discurso americanista se entretejió tempranamente con esarepresentación de los hombres de saber y en el panteón de las personalidades del continente añadió, junto a los héroes de la emancipación -losLibertadores-, a los héroes del pensamiento. A veces, como en este pasajede Pedro Henríquez Ureña (1952: 25), los héroes de la palabra alcanzabanen ese panteón un lugar más elevado que los hombres de acción:
La barbarie tuvo consigo largo tiempo la fuerza de la espada; pero elespíritu la venció, en empeño como de milagro. Por eso hombres magistrales como Sarmiento, como Alberdi, como Bello, corno Hostos, sonverdaderos creadores o salvadores de pueblos, a veces más que los libertadores de la independencia.
Al hablar de americanismo nos referimos a la empresa intelectual de estudio y erudición destinada a indagar, valorizar y promover la originalidadde América Latina, tal como se la podía descubrir en su literatura y en loslegados de su historia cultural. Laoda Alocución a laPoesía, de Andrés Bello,aparecida en Londres en 1823,suele ser citada como acta de nacimiento delamericanismo, una tradición en que se inscriben los nombres de José MaríaTorres Caicedo en Colombia, el de Juan María Gutiérrez en la Argentina,ya la que el uruguayo José Enrique Rodó va a conferir sentido militante(Ardao, 1996). En el siglo xx, la continuación y el cuidado de esta empresatuvieron sus grandes nombres en Pedro Henríquez Ureña, Mariano PicónSalasy Alfonso Reyes.La vocación del americanismo no era conservadora.Se lo concebía como parte de una promesa utópica, la "utopía de América",que buscaba en el pasado no sólo valores a salvar del olvido, sino tambiénlos elementos que anunciaban su independencia intelectual o preparabanlo que debía ser su originalidad moderna. El agente por excelencia de esaobra era la "inteligencia americana", como llama Rodó -y Reyes despuésal cuerpo ideal de las minorías ilustradas, investidas de la misión de ofrecer luz y guía en un continente vasto, tumultuoso y rudo, inhospitalariopara el espíritu. Ellas debían operar la síntesis entre la cultura europea yla realidad natural y cultural de América.
La representación del hombre de letras como apóstol y visionario, quehonra a su país con sus obras y lo inspira con su pensamiento y su accióncívica, cristalizó muy tempranamente. Se la encuentra ya bajo la plumade Esteban Echeverría y Juan Bautis1a Alberdi en el Río de la Plata. La
INTRODUCCIÚN GENERAl I '7
imagen se convirtió en un paradigma influyente a la hora de evocar a losescritores y los pensadores de América Latina, al menos a los considerados mentores y guías, a los considerados Maestros. El modelo sirvió igualmente corno criterio valorativo para juzgar y eventualmente condenar aquienes no estuvieran o no hubieran estado a la altura de su papel. Fue loque hizo elescritor e ideólogo aprista Luis Alberto Sánchez, que en los añostreinta entabló un proceso a l<flíteratura modemistay sobre todo a los intelectuales que llama "arielistas" por su identificación con el credo idealistade Rodó: "Los arielistas tuvieron lo que en Rodó habría sido deseable: poder.Nuestros gobiernos indoamericanos están plenos de mandarines arielistas, que constituyen una clase cerrada de monopolizadores del saber" (Sanchez, 1933).En Balance y liquidación delNovecientos (1940), Sánchez amplióel dictamen. ¿Qué les reprocha a los modernistas en este libro polémico,un tanto repetitivo y apresurado en las generalizaciones, aunque tambiénlleno de ideas y de observaciones agudas? Inconsecuencia entre la palabray la acción, elhaber sido claudicantes ante los poderosos, y también su esteticismo, su horror a las muchedumbres, su desconfianza de la democracia,su europeísmo. Al elenco de los intelectuales desertores Sánchez opondría otro, el de los que consideraba verdaderos Maestros, denominadostambién como Maestros de la Juventud porque el movimiento de la ReformaUniversitaria los había tenido corno guías: Alejandro Korn y José Ingenieros, Emilio Frugoni y José Vasconcelos, entre otros.
No es necesario desconocer la gran obra que muchos estudiosos llevaron adelante bajo el signo del arnericanismo, para admitir que la imagende los intelectuales como grupo entregado a la salvación cultural de sus pueblos, idealización que iba asociada con la noción de "inteligencia americana", ya no corresponde a nuestras exigencias de conocimiento histórico.Elpunto de vista preceptivo en la consideración de los intelectuales ha tenidomás de una versión, pero cualquiera de ellas alienta un discurso edificante,no sólo cuando se despliega como elogio, sino también cuando tiene comopropósito la reprobación. Como lo muestra el libro de Sánchez mencionado: el panteón puede ser revisado, pueden quitarse algunas figuras o añadirse otras, pero sin romper con la concepción normativa,~e en cualquierade sus versiones gira en torno del valor sagrado de una misión intramundana. No se trata, en suma, de invertir el relato épico para alimentar elgénerohistoriográfico opuesto, el de la desacreditación de los intelectuales. Eldesafío de concebir actualmente una historia de los intelectuales latinoamericanos tiene como primera exigencia salir de esta problemática, que sehalla tan arraigada, y buscar otros ángulos de visión para elaborar los temasy los problemas de una historia más terrenal de estos grupos y sus figuras.
18 I HISTORIA DE lOS INTElECTUALES EN AMÉRICA lAllNA
111
Hay trabajos que enseñaron nuevos modos de enfocar la historia de los
intelectuales en América Latina, y no quisiera proseguir con estas consideraciones preliminares sin hacer mención a uno de ellos, el provocativo
ensayo de Ángel Rama, La ciudad letrada,que ha dejado una larga estela
en los estudios de historia de la literatura latinoamericana de los últimos
veinte años. Demos sólo unos pocos ejemplos de esa huella: "Temas yproblemas de una historia social de la literatura hispanoamericana" y "La
formación del intelectual hispanoamericano en el siglo XIX", dos largos
estudios de Rafael Gutiérrez Girardot (2001); el importante libro de Julio
Ramos, Desencuentros de la modernidad en América Latina (1989), que sedesarrolla en diálogo y debate con los juicios de Rama; la tesis de Magda
lena Chocano Mena, La fortaleza docta. Elite letrada y dominación socialen México colonial (siglos XVI-XVII) (2000), que somete a una validaciónhistoriográfica la idea central de La ciudad letrada.
¿Cuál es, a nuestro juicio, el mérito de este ensayo, tan elogiado como
discutido, Laciudadletrada? Recordemos brevemente la tesis central. Desdela fundación del régimen colonial hasta la mayor parte del siglo XIX, nos
dice Rama, las élites letradas formaron parte del sistema de poder.
Una pléyade de religiosos, administradores, educadores, profesionales,
escritores y múltiples servidores intelectuales, todos esos que manejaban la pluma, estaban estrechamente asociados a las funciones del poder
y componían lo que Georg Friederici ha visto como un país modelo de
funcionariado y de burocracia (Rama, 1984:33).
¿Cuál ha sido la función de esas élites dentro del sistema de poder? Pro
ducir discursos de legitimación del orden social, incluida la definición de
la cultura legítima, que no era otra que la de los mismos letrados. Sobre elfondo de esta prolongada continuidad que liga a la gente de saber con laestructura de la dominación social, se despliegan los cambios o disconti
nuidades en las modalidades de ese papel social y los discursos corres
pondientes de legitimación: por ejemplo, el cambio del discurso religiosode dominación a los discursos ideológicos modernos. De la empresa de
evangelizar se pasa a la de educar: "Aunque el primer verbo fue conju
gado por elespíritu religioso yel segundo por el laico, se trataba del mismoesfuerzo de transculturación a partir de la lección europea" (ibid.: 25).
La razón de la dilatada conservación de su preeminencia residió en que
durante siglos las minorías letradas retuvieron el monopolio de la escri-
INTRODUCCiÓN GENERAL I 19
tura en una sociedad analfabeta. La relación básica entre el universo de
la cultura escrita y el de la cultura oral, el de las minorías ilustradas y el
mundo popular, no cambiará con las revoluciones de independencia, ni
después, con la construcción de los estados nacionales ni con "ese segundo
gran parto continental que fue la modernización" (ibid.:146). Rama registra, por cierto, las mutaciones que experimentó la vida social y política de
estos países, así como la aparición de nuevas profesiones intelectuales y
nuevas formas de vivir de la destreza en la cultura escrita, desde el periodismo a la docencia y la diplomacia. Sin embargo, pese a los cambios, hasta
comienzos del siglo xx persistió en las filas de los Intelectuales moderni
zadores "la tenaz tendencia aristocrática de los letrados" (ibid.: 153). Esdecir, la reivindicación del "capital cultural", para emplear el lenguaje de
Pierre Bourdieu, corno factor de excelencia social. Sólo poco a poco, en
la primera y sobre todo en la segunda década del nuevo siglo comenzaríaa hacerse visible un nuevo escenario intelectual, particularmente en la
región del Río de la Plata, en concomitancia con la aparición de partidos
nacionales de base popular, el desarrollo de una cultura de masas (teatro,
literatura de folletín, música popular) yel surgimiento de escritores de origen más plebeyo que los tradicionales. En estos escritores, muchos de
ellos autodidactas y sensibles a las doctrinas sociales de la época, percibe
Rama el abandono de ese criterio de la superioridad social fundada en la
disparidad cultural.Bastan estas pocas indicaciones para ver la variación que Laciudadletrada
introducía en una tradición con la que el propio Rama estaba ligado, la
del americanismo.Aunque sus principios ideológicos eran otros, más radi
cales que los del liberalismo que había animado el pensamiento de los maestros del americanismo,la obra crítica de Rama en relación con la literatura
y la cultura latinoamericanas se conecta con esa tradición. Laciudadletrada,sin embargo, introduce un sacudimiento, es decir, algo más que la sola radi
calización de aquella empresa (que ya tenía, por otra parte, su ala izquierda).En contra del análisis marxista corriente, que concibe a las élites cultura
les como representantes, más o menos disimuladas, de clases definidas en
términos socioeconómicos, Rama subraya el margen de autonomía delos grupos intelectuales. Esas élites, observa, situándose explícitamente
en la huella de Karl Mannheim, no deben ser consideradas como simples
mandatarias de otros poderes (instituciones o clases sociales), porque se
perdería de vista "su peculiar función de productores, en tanto conciencias que elaboran mensajes, y, sobre todo, su especificidad corno diseña
dores de modelos culturales, destinados a la conformación de ideologías
públicas" (ibid.:38). Dicho de otro modo: ellas no sólo secundan a un poder,
20 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
sino que también son dueñas de unpoder. Para el Rama de La ciudad
letrada, el monopolio de la escritura representa un poder~ la mayor ymás I?rovocativa novedad de su ensayo radica en la relevancia 9..ue otorgaa esta dimensión sociopolítica de la cultura escrita en la interpretacióndel comportamiento de los letrados latinoamencanos-.
¿Seapartaba así de la tradición americanista? Probablemente Rama sólopensara que esa tradición no podía ser continuada sin romper con partede ella, es decir, sin rehacerla. Se le han formulado objeciones a la narrativa de La ciudad letrada. La más frecuente es que el poder descriptivo einterpretativo de la noción de "letrado", entendida corno categoría fun
cional al sistema de dominación política, se debilita a medida que el análisisse aleja del período de la independencia. Al prolongar su vigencia hastafines del siglo XIX, Rama le hace perder nitidez y penetración histórica. Esel reparo que formula, por ejemplo, Julio Ramos en Desencuentros de lamodernidad en América Latina. De todos modos, corno muestra el propioRamos, no es necesario suscribir sin reservas la visión de Rama para valorar lo que ella ha enseñado.
IV
En Hispanoamérica, escribió Tulio Halperin Donghi, el intelectual procede del letrado colonial, es decir, de quien ejercía en el viejo orden lastareas y la representación de la cultura savant. Entre aquel antepasado y elintelectual moderno latinoamericano no hay,sin embargo, una línea continua, sino transiciones, dislocamientcs, metamorfosis:
Esa metamorfosis -observa- no la atraviesan tan sólo quienes se sienten apresados en la figura del letrado, encerrada en límites ideológicosy de comportamientos rígidamente definidos; deben afrontarla tambiénquienes ven derrumbarse el contexto histórico que ha sostenido su carrerade letrados, y se adaptan como pueden a uno nuevo, que no siempreentienden del todo (Halperin Donghi, 1987: 55).
Las transformaciones conciernen, pues, tanto a la situación de las élitesilustradas, corno a las recontiguraciones del espacio social en que ellas desempeñan un papel y a las representaciones ideológicas de ese I?apel. Lahipótesis de Halperin Donghi tiene la virtud de que permite construir entorno de ella una génesis social del intelectual y los jalones de un itinerario.
INTRODUCCIÓN GENERAL I 21
Digamos que en un momento de ese recorrido se insertó el vocablo "inte
lectual" como término de definición y de autodefinición.En nuestros países, mejor dicho, en el discurso de sus escritores se regis
tra muy precozmente el empleo del término que en 1898 recibió su granbautismo político en Francia, con el caso Dreyfus. Se lo encuentra, porejemplo, bajo la pluma de Rodó, en una carta abierta al escritor venezolano César Zumeta de agosto de 1900 en que anuncia la inminente aparición de Ariel, el ensayo que habría de convertirlo en uno de los Maestros de América: "Es, como se verá, una especie de manifiesto dirigido ala juventud de nuestra América. [... ] Me gustaría que esta obra mía fuerael punto de partida de una campaña de propaganda entre los intelectuales de América" (Stabb, 1969: 61). Se lo halla igualmente en Manuel GonzálezPrada y en José Ingenieros, otros dos nombres asociados con el magisterio, entre espiritual y político, dellatinoamericanismo. González Pradadio a leer el r- de Mayo de 1905, en la Federación de Obreros Panaderosdel Perú, una conferencia dedicada al tema de "El intelectual y el obrero",consagrada a discurrir sobre las tareas y los deberes del hombre de cultura (González Prada, 1982:191). Probablemente haya sido Ingenieros quienle diera un tratamiento más recurrente a la cuestión del papel de los intelectuales, con variaciones que reflejaban los cambios de su juicio respectode la marcha del capitalismo, no sólo en la Argentina, sino en escala mun
dial (Falcón, 1985).
Ahora bien, datos como éstos, por cierto, no hablan por sí mismos y deben ser puestos en su contexto e interrogados para ver qué significado debemos atribuirle a su empleo. ¿Laaceptación temprana del término "intelectual" era el índice de un cambio en la situación efectiva de los escritores,un signo de autonomización de las prácticas intelectuales, separadas deotras actividades sociales y ejercidas por personas que eran ya reconocidas por su consagración a esas prácticas? ¿O sólo constituía una ilustración más de que nuestros hombres de letras pensaban -y se percibían a símismos- de acuerdo con las nociones de un lenguaje ideológico prestado? ¿O bien, se trataba de una mezcla de las dos cosas? Después de laPrimera Guerra Mundial, el uso del término intelectual se hace cada vezmás frecuente, sobre todo en los medios culturales de izquierda, y en losaftos veinte ya se,volverá.carricntc.
No es posible hablar de intelectuales sin hablar de ideas. ¿No es lo propio de estas figuras el producir y transmitir enunciados sobre el mundo?sin embargo, una historia de los intelectuales no puede reducirse a (ni confundirse con) una historia de ras ideas. Aunque se alimente de ellas,del discurso que la imaginación social de las élites ha puesto en forma, así como
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de las representaciones que éstas han forjado sobre sí mismas, tales elementos no pueden constituir la única materia, menos aun la única fuentede referencias de esa historia. No sólo los textos. sino el ejercicio mismo depensar y escribir textos en talo cual momento histórico resultan mejor comprendidos si no hacemos abstracción de sus condiciones de existencia. Perolos textos, conviene añadir, no se prestan sino raras veces al conocimientoinmediato, requieren por lo general del esfuerzo de la interpretación. Enotras palabras: la historia de los intelectuales no exime de sus tareas a la historia intelectual, que trabaja sobre los "hechos de discurso" bajo la idea deque ellos dan acceso a un desciframiento de la historia que no se obtienepor otros medios. Ese trabajo específico tiene instrumentos propios.
En los últimos diez, quince años, se asiste a un renacimiento de la historia política en América Latina, tal como puede apreciarse en la proliferación de estudios sobre ciudadanía, republicanismo, desarrollo del sufragioo surgimiento de una esfera pública en nuestros países. Este resurgimientoha vuelto a atraer la atención sobre el papel histórico de los grupos ilustrados, lo que no puede sino estimular la investigación sobre los intelectuales.Ahora bien, una historia de los intelectuales latinoamericanos, ¿podríacentrarse sólo en el papel político de las élites culturales? Este enfoque, quese apoya en una dimensión básica de la definición social de los intelectuales, probablemente sea hoy el más extendido. Aun los ensayos de sociología de la intelligentsia que se realizaron en nuestros países hacia fines de losaños sesenta y comienzos de la década siguiente contribuyeron a reforzaresta óptica, pues esos trabajos tenían como problemática la actitud de los.intelectuales respecto de la modernización (Bonilla, 1967; Marsal, 1971).
El hecho es, sin embargo, que los intelectuales no son actores políticossino en ocasiones. Por cierto, su actividad supone -y se halla en relacióncon- determinadas configuraciones de la vida social, corno el Estado, elpoder religioso y el sistema educativo, las divisiones de clase, las fracturasétnicas y la pluralidad de visiones del mundo. Selos encuentra muchas vecesenrolados y divididos en eldebate cívico. Pero ellos producen también escenarios propios, de menor escala, espacios creados por grupos y redes de congéneres (sociedades de ideas, movimientos literarios, revistas). Se reúnenallí, en esas microsociedades, para disertar, debatir, demostrar, aunque también para denunciar y rivalizar por controlar el centro de la atención.
Estos variados ámbitos o contextos pueden ser estudiados de manerasdiferenciadas, pero no hay por qué pensar que esas maneras diferentes seanobligadamente incompatibles o incomunicables entre sí. La reciprocidadde perspectivas diferentes puede ser productiva. Una historia de los intelectuales debería activar la exploración de diversas canteras y alimentarse
INTRODUCCiÓN GENERAL I 23
del aporte de varias disciplinas, más o menos próximas. Entre estas disciplinas vecinas, las más obvias son la historia de las ideas, la historia de laliteratura... la historia política y la sociología de los intelectuales. Pero hayotros campos de conocimiento menos obvios, aunque no por eso menosimportantes, como la historia de la prensa y la historia de la edición. Enotras palabras: una historia que tome en cuenta la diversidad de formasque adoptó la acción de los intelectuales a lo largo de dos siglos sólo puedeser fruto de la colaboración de estudiosos de diferentes disciplinas, desdela historia política a la historia de la literatura latinoamericana, pasandopor la sociología de la cultura y la historia de las ideas.
v
Definir y encauzar estos razonamientos generales en un proyecto de trabajo factible requería de compañeros de viaje, es decir, de colegas que sesintieran atraídos por la idea de una historia de los intelectuales en América Latina. Como nos parecía que la labor cooperativa era necesaria desdeel comienzo, es decir, en el planteo inicial de las líneas y los temas en tornode los cuales podría ordenarse la propuesta de una historia de los intelectuales, invitamos a varios estudiosos de diferente formación a integrar uncomité académico para elaborar el diseño de una obra que no quisiera sersimplemente una compilación de trabajos. Se constituyó así un comitéintegrado por Nora Catelli, de la Universidad de Barcelona, Horacio Crespo,de la Universidad Autónoma de Morelos, Arcadio Díaz Quiñones, de laUniversidad de Princeton, lean Franco y Claudia Lomnitz, de la Universidad de Columbia, Javier Garcíadiego Dantas, del Colegio de México, Sergio Miceli, de la Universidad de Sao Paulo, Jorge Myers y yo, de la Universidad Nacional de Quilmes. Un subsidio del Rockefeller Archive Centerpermitió financiar un taller de trabajo del comité, que se reunió en NuevaYork durante los dias II y 12 de mayo de 2006.
En esa reunión se acordó un recorte temporal, se trazaron las líneas deun temario y se acordó un cronograma de trabajo. Labúsqueda de los colaboradores se regiría por ese temario básico. El esquema de desarrollo adoptado tomó como punto de arranque el siglo XIX -en que se verifica, juntocon los movimientos de la independencia, el largo pasaje de las minoríasletradas tradicionales a las nuevas categorías intelectuales-. Para que se hicienn más evidentes tanto los elementos de herencia como la ruptura con ellItr.do colonial, nos pareció necesario que esta parte fuera precedida por
24 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
una sección consagrada a la gente de saber en la era colonial Todo estosería el objeto de un primer volumen, dedicado a lo que podríamos denominar las genealogíasdel intelectual en América Latina. En lo relativo al sigloxx, creímos que su estudio no debía extenderse más allá de los años ochentade la última centuria. No sólo porque fuera necesario un margen para laperspectiva histórica, sino también porque fue hacia fines de esa décadacuando comenzó a hacerse evidente que asistíamos a mutaciones de diferentes órdenes, desde políticos a tecnológicos y culturales, que indicaban elfin de una época y el comienzo de otra, también en la vida intelectual.
Algunos de esos cambios eran de alcance global, como la disgregaciónde la Unión Soviética y de los regímenes comunistas en la Europa del Este,desmoronamiento institucional, político e ideológico que puso fin a lo queEric Hobsbawm llamaría el"siglo xx corto", un siglo que, no sólo a su juicio, había comenzado en 1914, con la Primera Guerra Mundial. El colapsode los estados comunistas alteró el mapa del poder mundial surgido de laSegunda Guerra e infligió un golpe devastador a las fuerzas de la izquierdaoccidental, al menos al sector de la izquierda que los tenía por estados-guía.En los países de la Europa latina, donde los partidos comunistas eran másque grupos militantes, es decir, donde encarnaban la esperanza de millones de personas, la crisis los llevó a la búsqueda de una nueva identidad(como en Italia) o a la condición de menguadas minorías políticas (comoen Francia). América Latina no estuvo en el centro, pero su izquierdatampoco escapó a los efectos sísmicos de ese derrumbe. Salvajemente reprimida y perseguida bajo las dictaduras del Cono Sur, ella debió hacer lascuentas no sólo con el pasado inmediato, sino igualmente con ese vertiginoso cambio de los puntos de referencia. Todos los esfuerzos por designar nuevas ciudadelas avanzadas y nuevos custodios de la autoridad revolucionaria, así sea a escala regional, no han logrado motivar expectativasequiparables a las del pasado. La izquierda intelectual latinoamericana,como es obvio, tampoco podía sustraerse al sacudimiento.
Igual alcance general tienen otros hechos, como la mediatización de lavida política y la vida cultural, que desde los años ochenta es un tópico enlos análisis de la escena contemporánea en los países occidentales. También en América Latina los intelectuales son habitualmente consultadospor los medios de comunicación masiva a propósito de los acontecimientos más diversos, y tanto la idea como la imagen del intelectual mediáticose ha instalado igualmente en nuestros países,con el mismo valor crítico conque la noción segeneralizó en otras partes. A la rareza de la aparición mediética del intelectual de hace treinta años, se puede contraponer la intervención sobreabundante de la actualidad. Igualo mayor relieve aun debe
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atribuirse al conjunto de fenómenos que se reúnen bajo el término globalización y que alteran, como en todas partes, el paisaje social y políticoy cultural del subcontinente (Garretón, 2002). La dinámica globalizadorano ha dejado intactas las condiciones del trabajo intelectual y la figura delos intelectuales "en red" se hace cada día más frecuente. Paralelamente aestos signos de la llamada mundialización cultural, resalta el desarrollode los movimientos de identidades étnicas, uno de los hechos políticos yculturales más notables de las últimas dos décadas en América Latina. Estosmovimientos, que tienen sus grupos intelectuales, rechazan el proyectode la mestización que estaba en el corazón del pensamiento y la acción delindigenismo, pues el mestizaje implicaba la filtración y,finalmente, la disolución de las lenguas y las civilizaciones aborígenes en una cultura nacional de matriz occidental. Las corrientes "indianistas" quieren conservarsu lengua y su cultura, disponer de sus tierras y gobernarse de acuerdocon sus tradiciones y sus valores.
No creo que sea necesario continuar con este rápido inventario de impresiones sobre fenómenos recientes para que resulte claro por qué, dadoque los cambios aún están en curso, nos pareció aconsejable hacer de losaños ochenta del siglo xx la década en que se fijaría el límite de la indagación que debía abarcar el proyecto. La parte consagrada al siglo xx cortoserá el objeto del segundo volumen.
Sobre la base de estos recortes temporales, se trató de encontrar, en lamedida de lo posible, temas que "cruzaran" las sociedades, las culturas,los marcos políticos nacionales, y permitieran, sin traicionar la particularidad de cada uno de esos espacios, hacer visibles y comprensibles lasconvergencias y las diferencias entre las comunidades intelectuales, seandel área latinoamericana o ajenas al subcontinente. Obviamente, la preocupación por evitar la sumatoria de casos nacionales o regionales no podíallevar a ignorar la especificidad de algunas experiencias particulares, ya sealas de un país o las de un área regional. En otras palabras: corno se repitetanto en las descripciones como en los análisis de América Latina, cualquiera sea la dimensión que se considere, también en este caso hubo quehacer un balance entre eleje de los elementos comunes y el eje de la diversidad en el espacio regional. Todas estas aclaraciones no están destinadas,por supuesto, a eximirnos de la responsabilidad por las elecciones hechasenel terreno de los temas y por la representatividad acordada a ciertos casosya ciertas experiencias nacionales.
A la hora de pensar en los colaboradores, sólo tuvimos en cuenta trescriterios: la competencia del estudioso al que se invitara a escribir, elcrucede perspectivas disciplinarias diferentes y la mezcla de investigadores de
26 I I-JISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
más de una generación. No debe esperarse de esta obra, pues, la unidadde una ideología ni de un método. Buscamos, en cambio, favorecer encuentros de trabajo entre quienes contribuyeran a la escritura de la obra, hastadonde fuera posible dados los medios con que contábamos. El objetivono era homogeneizar sino favorecer la escucha mutua y la conversaciónintelectual. Con este propósito, el Programa de Historia Intelectual de laUniversidad Nacional de Quilmes organizó en noviembre de 2006 un coloquio de cuatro días sobre historia de los intelectuales en América Latina.Del coloquio participó una parte de los colaboradores de la obra, quienestuvieron ocasión de exponer y discutir las primeras hipótesis de sus trabajos. Con el mismo espíritu, Arcadio Díaz Quiñones impulsó la reunión"Towards a New History of Latin American and Caribbean Intellectuals",que se llevó a cabo en la Universidad de Princeton, en abril de 2007, con elapoyo del Program in Latin American Studies, el Department of Spanishand Portuguese Languagesand Cultures, el Department ofHistory, el DavisCenter for Historical Studies y el Princeton Institute for International andRegional Studies. Una parte de los colaboradores que no asistieron al coloquio anterior pudieron concurrir a esta reunión, en que sediscutieron algunos temas y perspectivas de la historia de los intelectuales.
Laorganización del primer volumen ha estado al cuidado de JorgeMyersy la del segundo a mi cargo. Debo hacer aquí una mención especial a Sergio Miceli, quien coordinó la colaboración de los investigadores brasileños. No puedo dejar de destacar la ayuda que he recibido de todos losmiembros del comité académico en la tarea de buscar e incorporar a laobra a estudiosos competentes. Por último, quiero agradecer a las instituciones cuyo apoyo ha hecho posible este emprendimiento: la UniversidadNacional de Quilmes y su Programa de Historia Intelectual, cuyas filasintegro desde hace más de una década; la Agencia Nacional de PromociónCientífica y Tecnológica, que ha subsidiado actividades del Programa deHistoria Intelectual; el Rockefeller Archive Center, que apoyó el primerencuentro del proyecto que dio origen a esta historia.
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Introducción al volumen ILos intelectualeslatinoamericanos desde la coloniahasta el inicio del siglo xxJorge Myers
Una pregunta central preside este primer volumen de la Historia de los intelectuales enAméricaLatina: ¿en qué consistió ser un "intelectual" en Amé
rica Latina antes de comienzos del siglo XIX? Ella no sólo recorre todos
los trabajos aquí reunidos, sino que organiza la propia estructura de estetomo. Sólo un análisis que privilegie la relación entre elcontexto sociocultural de una época dada y los significados posibles que podían emergerde ese contexto podrá dar nacimiento a una historia coherente, persuasiva,del particular desarrollo de la actividad de los expertos en el manejode la palabra escrita (o de las técnicas retóricas para el dominio del discurso oral docto) en esta región del planeta. Ese contexto estuvo marcadoen su origen por un hecho decisivo: la profunda ruptura cultural efectuadapor el sometimiento -mediante una guerra de conquista- a sus invasoreseuropeos de los habitantes autóctonos del continente americano. La historia americana posee raíces profundas que en el caso de las sociedadesmesoamericanas y peruanas se remontan a muchos siglos antes delcomienzo de la era cristiana: en la medida en que aquellas sociedades cuyosinstrumentos de escritura eran relativamente desarrollados -los pueblosmaya, los rnixtecas, los zapotecas, los nahuas- han sido estudiadas con profundidad cada vez mayor, la antigüedad profunda de la historia americanano ha podido dejar de tornarse más evidente.
El hecho de que la historia de la región que luego de la conquista se convertiria -lenta y contradictoriamente- en "América Latina" no comienzacon la llegada de los europeos es hoy un punto de partida ineludible para
cualquier historiador. La particular textura que adquirió aquella rupturaentre el universo cultural habitado por los pueblos indígenas -con sus forlb.. políticas, religiosas, "económicas" propias, con sus lenguas, sus hábi
b Ysus creencias también propios- y el nuevo universo cultural confor••do por la imposición de formas políticas. religiosas, económicas o
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culturales originadas en la región ibérica de Europa ha sido y sigue siendomateria de controversia: ¿cuánto de cambio radical y cuánto de continuidad y permanencia hubo? Por un lado, las culturas nativas no sólo nodesaparecieron con la llegada de los europeos, sino que en ciertas regiones -es el caso de la "lingue geral" hablada por los primeros pobladoresportugueses del litoral paulista y carioca, es también elcaso del bilingüismoparaguayo y de otras zonas del continente-la cultura indígena supo imponerse (al menos durante las primeras épocas de la colonización) a la delos conquistadores. Por otro lado, aun cuando en gran parte de las tierrasde conquista la cultura ibérica se convirtió en hegemónica por decisión desus nuevos señores -rnilitares, civilesy eclesiásricos-, con sus lenguas y susprácticas sociales y religiosas, las culturas autóctonas ejercieron una sistemática resistencia a aquella tarea de transformación cultural, y a vecesdemostraron una asombrosa capacidad de supervivencia bajo condiciones de vida por cierto deplorables. La historia de los intelectuales latinoamericanos no puede prescindir, por ende, ni del legado de las civilizaciones precolombinas ni de la continuada presencia indígena en el seno de lasnuevas sociedades surgidas del hecho de la conquista -una presencia queen regiones corno las de Nueva España/México o el Altiplano peruano hasido contundente hasta el presente-. Sostener, como algunos historiadores tradicionalistas lo han hecho, que la cultura intelectuallatinoamericana existe en una relación de perfecta continuidad con la tradición medieval de los pueblos de la península ibérica resulta hoy una posición, cuandomenos, poco convincente.
No es, sin embargo, posible reconstruir la historia sistemática de los"intelectuales" -es decir, de los expertos en el manejo de los recursos sim
bólicos- de aquellas sociedades precolombinas debido al simple (y lamentable) hecho de la insuficiencia del registro escrito que de ellas ha perdurado. Aun en aquellos casos en los que han llegado hasta nosotros ciertashuellas escritas acerca de su historia -los glifos mayas, cuyo desciframientoha avanzado velozmente en las últimas décadas, o los códices pictográficos de los pueblos de Oaxaca y del valle central de México-, la evidenciaque le ofrecen al historiador es demasiado fragmentaria como para permitir otra cosa que una historia eminentemente "especulativa" de sus pensadores y sus poetas. Es ésta la razón por la cual esta Historia de los intelectuales en América Latina se abre con la conquista y la posteriorcolonización ibérica de las tierras americanas: sin ninguna intención denegar la importancia del legado precolombino ni la ininterrumpida presencia hasta el presente de las culturas indígenas (y de las africanas, transportadas a esta región por el vehículo de la esclavitud), el análisis de las
INTRODUCCiÓN AL VOLUMEN I I 3]
prácticas culturales asumidas por los expertos de la palabra durante elrégimen colonial se ha concentrado casi exclusivamente en aquéllas desarrolladas por españoles y portugueses.
El carácter específico de las funciones intelectuales ejercidas en la primera etapa colonial (1492-1630/1650), así como del tipo específico de expertos encargados de su ejercicio, exige también una rigurosa atención al contexto cultural general de la época y a los recursos simbólicos y los sistemasconceptuales disponibles entonces. Si algunos de los exploradores, los conquistadores y los funcionarios reales de aquellos años poseyeron una cultura letrada relativamente sofisticada -cinspirada durante el siglo XVI enel ideal renacentista de "las armas y las letras': como en el caso paradigmático de Alonso de Ercilla-, los elementos básicos para la conformación deun espacio institucional letrado relativamente complejo (como aquéllosde Portugal y España) tardarían en cristalizar. Es por eso que en aquellaprimera época se estableció la tradición de perdurable arraigo en las sociedades latinoamericanas consistente en cierto monopolio eclesiástico de lasfunciones intelectuales. Como muestran los tres trabajos que dan inicio aeste volumen, los principales actores intelectuales durante los primerossiglos de dominación colonial fueron miembros del clero: desde Bartolomé de Las Casas, José de Acosta y Antonio Vieira hasta los curas revolucionarios de los primeros años del movimiento de independencia, lacultura letrada colonial -eun cuando experimentó cierta incipiente complejización y secularización en la segunda mitad del siglo XVIII- fue en granmedida consustancial al universo simbólico de las doctrinas del catolicisma. La"conquista espiritual e intelectual" de las poblaciones vencidas acomienzos del siglo XVI recayó exclusivamente sobre las espaldas de losmiembros del clero católico, y muy en particular sobre las del sector máspropiamente letrado de la Iglesia, conformado por las órdenes religiosas.Dominicanos, franciscanos y, luego de iniciado el siglo XVII, jesuitas asumieron toda una amplia gama de actividades intelectuales relacionadasdirectamente con la labor que ellos consideraban la única legítima desdeel punto de vista católico: el reemplazo de las religiones autóctonas poraquélla -que se pretendía universal- de los conquistadores ibéricos. Elestudioprotoantropológico de las costumbres, las creencias y los valores de losdistintos pueblos indígenas, el aprendizaje de sus lenguas con el fin de confeccionar los primeros diccionarios de las mismas y las primeras traducciones de algunas porciones del acervo bibliográfico doctrinal del cristianismo a tales lenguas, la docencia en aquellos idiomas tan distantes en su..tructura de las indoeuropeas, fueron sólo algunas de las tareas asumidas por los miembros del clero regular en aquel periodo.
32 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
Dos observaciones importantes se desprenden del cotejo de los trestrabajos que abarcan la era colonial en Nueva España, elPerú y las capitanías y los virreinatos lusoamericanos. Primero, que la exploración histórica del impacto "estructural" de aquella temprana hegemonía clerical dentro de la conformación del poder colonial, es decir, de las huellas de largaduración que pudo haber dejado en la práctica intelectual de los letradosiberoamericanos aun luego de consumada la progresiva separación entrela esfera de lo religioso y la esfera de lo secular, está aún por hacerse.Siguiendo la estelade las inquietudes esbozadas por Ángel Rama en su libropóstumo, La ciudad letrada (algunas de las cuales han sido retomadas y
reproblematizadas en la obra más reciente de Magdalena Mena Chocano,La fortaleza docta, mientras que otras ya estaban presentes ~al menos enparte- en obras anteriores, como la de Mariano Picón Salas,De laconquistaa la independencia),resulta lícito formular la pregunta histórica acerca dela relación entre el ejercicio del poder y el ejercicio de la autoridad en lapráctica de los intelectuales latinoamericanos aun después de consumadala ruptura con las madres patrias ibéricas, ya que el patronato espiritualejercido por los regulares sobre sus súbditos indígenas consistió más enuna relación de poderque en una semejante a la autoridad persuasiva quedesde los siglos XVIII y XIX ha tendido a ser considerada la principal herramienta con que cuentan los "intelectuales" para lograr efectos materialesen el mundo social que habitan.
Segundo, la lectura de los tres artículos -<leMazín, Rosey Mello e Souzahace emerger con gran fuerza la profunda desemejanza que marcó la respectiva evolución de las instituciones de la cultura intelectual en Hispanoamérica y en Lusoamérica durante la era colonial. Mientras que junto a lasórdenes religiosas volcadas a tareas misioneras España fundaba universidades e imprentas en todas las principales ciudades de sus dominios, Portugal sólo auspiciaba la presencia de aquellos expertos de la conversiónreligiosa, ne$ando sistemáticamente a sus súbditos de ultramar tantoimprentas cuanto instituciones universitarias locales. Mientras que undenso tejido institucional plantado en el seno de las prolíferas ciudadesque España sembró en los territorios de su imperio creaba las condiciones para una gradual ampliación del número y de la complejidad de lasactividades intelectuales desarrolladas en suelo hispanoamericano, en laLusoamérica de conformación más preponderantemente rural (otra diferencia significativa entre las dos regiones perspicazmente señalada ya en ladécada de 1930 por Sérgio Buarque de Holanda en su clásico libro Raízesdo Brasil) la formación de un primer "sistema literario" habría de versediferida hasta casi tmalizado el siglo XVIII. Mientras que la era barroca
INTROOUCCIÓN AL VOLUMEN I I 33
(1630-1750) presenció en Hispanoamérica los primeros intentos seriospor formar ámbitos de sociabilidad intelectual y literaria por fuera de unestricto marco eclesiástico -ecademias, cenáculos, grupos de lectura ydiscusión- y también la aparición de las primeras hojas volantes y los periódicos de la región, aquel doble proceso de expansión de las institucionesculturales relacionadas con las funciones intelectuales, y de "autonomización" frente a los poderes fácticos de la Iglesiay (en medida mucho menor)del Estado, se postergaría en el Brasil hasta un período muy próximo altraslado de la corte a Río de Ianeiro a principios del siglo XIX. Sibien huboescritores -letrados, poetas, historiadores, iluminados proféticos como elpadre Antonio Vieira- antes de la era de los árcades lusoamericanos, nohubo una cultura letrada plasmada en un sistemainstitucionaldurante casitodo elperíodo colonial-hecho que enfatiza Mello e Souza en su artículo-.
Ello implica un tercer elemento de desfasaje entre el ritmo de desarrollo de la cultura letrada lusoamericana v el de la América hispana. La cultura del barroco -marcada por una creciente intervención de letrados laicos en la producción artística, literaria e intelectual de la región- cedió pasoa la cultura de la ilustración de un modo más temprano y más contundenteen la segunda que en la primera de esas regiones. Si el pleno florecimientode los "gens de lettres"y los"gens de savoir" de la ilustración española reciénsedaría en el marco -y sobre todo como consecuencia posterior a su implantación- de las llamadas "reformas borbónicas" iniciadas en el reinado deCarlos 111 (1759-1788) y esporádicamente continuadas por su sucesor-Carlos IV (1788-1808)-, los primeros signos de un cambio de clima intelectual profundo se hicieron sentir ya desde mediados del siglo XVIII. En laNueva España -donde la ilustración hispanoamericana sin duda tuvo sucentro, su teatro de mayor auge-, toda una pléyade de escritores -conscientes de la temprana tradición de reflexión científica iniciada por precursores del siglo anterior, como el polímata Carlos Sigüenza y Góngorano sólo elaboraron un discurso ilustrado, sino que lo hicieron circularpúblicamente a través del vehículo de la prensa periódica local. Escritos yreflexiones de autores como Antonio Alzate, Antonio de León y Gama oAndrés del Río acerca de los nuevos debates científicos -como aquel entorno de la naturaleza del flogisto u oxígeno que enfrentó a Priestley y aLavoisieren la Europa de las Luces- o acerca de sus propios ensayos en distintas ciencias, contribuyeron a pluralizar la gama de tareas intelectualesque el contexto de la época tornaba disponibles. Coronada por la fundación del Colegio de Minas en la Ciudad de México, la cultura ilustrada dela segunda mitad del siglo XVIII hispanoamericano presenció la fundaciónde jardines botánicos, zoológicos, observatorios astronómicos y de toda
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una gama de nuevas sociedades "científicas", como las sociedades económicas (también llamadas de "amigos del pais"). La trama de la sociabilidadcultural de la época adquiría una densidad desconocida hasta entonces.Si la Nueva España -la colonia más rica en recursos materiales y simbólicos de todo el imperio- fue el epicentro de la nueva cultura ilustrada, laproducción de letrados compenetrados con los ideales de la ilustraciónibérica -que, a diferencia de la francesa o la inglesa, buscó conciliar losvalores de la fe heredada con aquéllos de la nueva ciencia de la naturalezay del hombre- proliferó en todas las colonias del vasto imperio. Nacía deeste modo, frente al letrado eclesiástico y/o evangelizador de la primeraetapa colonial-figura cuyo franco declive terminaría por confirmarse conla expulsión de los jesuitas en 1767-, y frente al letrado barroco del sigloXVII,
un nuevo conjunto de posibles ejecutores de las tareas intelectuales asumidas por las sociedades iberoamericanas en vísperas de la crisis definitiva del orden colonial: el del letrado patriota y el del publicista ilustrado
(que aunque muchas veces pudieron coincidir en una misma persona, nonecesariamente resultaban figuras equivalentes).
Prueba de este anisomorfismo de las dos nuevas figuras es el caso delos jesuitas americanos convertidos en letrados patriotas luego de su expulsión de los dominios españoles. Suspendidos entre dos universos intelectuales -el del catolicismo de la contrarreforma y el más reciente de laciencia moderna y de la ilustración-, aquellos escritores jesuitas -historiadores y apologistas de sus respectivas colonias de origen, como el mexicano Francisco JavierClavijero o como el abate Juan Malina de Chile- marcaron de algún modo un camino alternativo para el desarrollo de la funciónintelectual en América Latina. Como bien lo ha señalado Mariano PicónSalas en su clásico estudio de la década de 1940 antes mencionado, esemomento de la historia cultural e intelectual de América Latina -y pese alhecho de que desembocó en un callejón sin salida- no pasó sin dejar algunahuella en la práctica intelectual del continente (más allá de cuán discutible resulte su naturaleza específica).
Síntoma de la creciente crisis del orden imperial, tanto en Hispanoamérica cuanto en Lusoamérica la emergencia de un tipo de intelectual nonecesariamente enmarcado dentro de los parámetros de legítima actividad que sancionaban las sociedades de Antiguo Régimen -sea por desarrollar un discurso alternativo al emanado desde la metrópoli acerca de lospueblos americanos, sea por insinuar críticas a ciertos aspectos muy acotados del sistema imperante (de un modo sutil y que, como regla general,no confrontaba directamente con el universo doctrinal ni institucionalde la Iglesia Católicaj-, tanto el letrado patriota cuanto el escritor ilustrado
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experimentarían un brusco desplazamiento en 10que respecta al lugar queocupaban en el interior de las sociedades americanas como consecuenciadel derrumbe de los imperios español y portugués luego de la invasiónnapoleónica de 1807-1808. La sección más voluminosa de este volumen estádedicada a examinar en profundidad, y desde distintas perspectivas de análisis, los efectos que, derivados de esa revolución política y social, contribuyeron a modificar el lugar de los escritores públicos y la naturaleza delas funciones intelectuales que ellos fueron llamados a ejercer en un contexto tan distinto. Desde el punto de vista de la construcción social de laactividad intelectual en las sociedades iberoamericanas, un aspecto crucialseñalado en varios de los artículos aquí incluidos es el de los grupos sociales más proclives o mejor posicionados para ejercer tareas de "intelectual" dentro del nuevo orden postimperial. Si el clero fue la fuente parexcellence de los ejecutantes de las funciones del intelecto en la primera eracolonial y aun en la era barroca, si en los años de la ilustración y de la crisis imperial otros grupos sociales -corno los funcionarios de la Corona,los sabios especializados en alguna de las nuevas ciencias, los jesuitas descastados, o los abogados y los juristas- comenzaron a competir con los primeros por ese lugar de primacía, las primeras décadas posteriores alderrumbe español y portugués en lasAméricas presenciaron una crecientediversificación y modificación en la estructura de reclutamiento de los cuadros «intelectuales" de los nuevos estados. El grupo social conformado por
los especialistas en derecho -de creciente presencia en las postrimerías dela colonia, como lo señalan dos artículos centrados en la experiencia caraqueña, el de Rogelio Pérez Perdomo y el de Paulette Silva- pasó a convertirse en uno de los principales sostenes de la función intelectual duranteel siglo XIX. En todos los rincones del imperio, figuras como los Egaña,Mariano Moreno, José María Luis Mora -cuya doble condición de sacerdote y abogado sirve de indicio acerca de la complejidad de las transformaciones en curso durante la primera mitad de ese siglo-, José BonifaciodeAndrada e Silvay tantos otros, pasaron a ocupar un lugar central en laagitada discusión política que desencadenó la revolución de independencia, incidiendo en algunos casos de un modo decisivo en la construccióndel nuevo orden institucional de repúblicas e imperios. Antiguos funcionarios de la burocracia colonial-Belgrano en el caso delVirreinato del Ríode la Plata, Salas en el caso chileno, para dar sólo dos ejemplos- pasarona desempeñar también, en muchos casos, un rol central en los debates yen las confrontaciones surgidos de la ruptura del orden colonial: el sector"patriota" del antiguo funcionariado colonial se constituyó, junto al tradicIonal sector del clero v del más nuevo de los abogados y iuristas, en otro
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semillero de "intelectuales". Más importante aun para el futuro fue la aparición, también en el contexto agitado de los años de la lucha por la independencia y por la construcción de los estados sucesores de los dos respectivos imperios, de una nueva función social asociada directamente a unnuevo tipo de actor intelectual: el periodista político convertido en publicista crítico y doctrinario.
Si muchos de los periodistas activos en la primera mitad del siglo XIX oaun en los años intermedios de ese siglo -cuando la lucha por la construcción de un orden institucional estable culminó en la erección de estados-naciones como México, la Argentina, el Perú y aun (sostendrían algunos historiadores) el Brasil de la mayoría de edad de Pedro II~ llegaron aesa función desde posiciones profesionales sólidamente consolidadas enotros campos -ebogados, comerciantes, funcionarios, "carreristas de larevolución",militares letrados, clérigos-, hubo una tendencia marcada haciala configuración de un campo autónomo o semiautónomo de la prensa.Por un lado, en las primeras décadas del siglo XIX figuras como José Joaquín Fernández de Lizardi, Carlos María de Bustarnante, Antonio Nariño,Vicente Rocafuerte, Ignacio Núñez o los hermanos Juan y Florencia Varelacomenzaron a construir una figura pública cuya principal fuente de legitimidad provenía de su ejercicio tenaz y prolífico de la pluma aplicada alos periódicos políticos. Si casi todos los miembros de esa nueva cohortede escritores públicos pudo ostentar títulos profesionales en otros campos,fue la actividad periodística la que les franqueó el camino hacia una prominente visibilidad pública: hacia un lugar próximo al de los nuevos "notables" que habían tomado el relevo de los representantes del rey en la administración de las nuevas repúblicas hispanoamericanas. En algunos casos-es el temprano de Ignacio Núñez, el periodista "oficial" del grupo rivadaviano en la Buenos Aires de la década de 1820, es el más tardío de aquelperiodista por antonomasia, Domingo Faustino Sarmiento-, fue elpropiooficio de periodista el único título auténtico que esos escritores pudieroninvocar como fuente de su legitimidad en tanto actores en las discusionespúblicas que conmovieron a las sociedades latinoamericanas desamarradas de sus antiguas metrópolis europeas. En ocasiones -yen la primeramitad del siglo XIX, quizás en la mayor parte de las ocasiones-, como enel caso del mexicano Tornel, del ítalo-argentino Pedro de Angelis o demuchos periodistas del imperio en el Brasil, la escritura pudo estar al servicio del orden establecido, pero también, aunque de un modo más complejo y ambivalente de lo que algunas vecesse ha supuesto, comenzó a cristalizar una escritura de crítica y de oposición a los regímenes imperantes.La emergencia de un discurso de oposición a los poderes fácticos -cuyo
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ritmo estuvo regulado por los distintos regímenes de prensa adoptadosen distintas épocas y en los distintos estados de la región, en algunos delos cuales se enfatizó la censura oficial, mientras que en otros se enfatizóla relajación de controles externos- marca una clara ruptura con las condiciones socioculturales presentes en la época colonial. No porque no existiera la posibilidad de cierta crítica a las decisiones emanadas de la corteen elAntiguo Régimen iberoamericano -siempre existieron múltiples víasaltamente institucionalizadas para someter a cuestionamiento las decisiones del monarca o para recomendar cambios de política-, sino porqueesta crítica ahora circulaba públicamente. El nuevo periodismo, por su propia naturaleza, implicaba la existencia de un público y, más aun, de unpúblico indiferenciado. En vez de los escasos funcionarios (y quizás a vecesdel propio monarca) que habían constituido el único público legítimo parala recepción de discursos críticos durante el Antiguo Régimen, el periodismo político surgido durante las revoluciones de independencia y expandido sin cesar en los años posteriores presuponía la existencia de una masa(cada vez mayor) de lectores cuya opinión era reputada como políticamente importante. Lacentralidad de esta situación novedosa aparece reflejada en este volumen en el hecho de que los trabajos de Paulette Silva,ElíasPalti, Hilda Sabato, Ana María Stuven, Lilia Moritz Schwarcz, Maria AticeRezende de Carvalho, Alejandra Laera y Susana Zanetti examinan de unmodo más o menos directo el fenómeno del periodismo y de la nueva escritura pública, que se convirtió en la tarea "identitaria" -por así describirla- de los actores intelectuales latinoamericanos durante el largo sigloXIX. Más aun, muchos de los artículos que no se centran en cuestiones relacionadas con el ejercicio de la escritura pública aluden a este rasgo tan central de la actividad intelectual decimonónica.
Si la transformación de la estructura de los actores sociales que contribuían con sus "cuadros" a la actividad intelectual en los nuevos países dela región fue un rasgo que marcó al siglo XIX latinoamericano -ya que laemergencia de nuevas grupos profesionales, es decir, de nuevos tipos deespecialistas en saberes y prácticas poco visibles en la era colonial constituyó una ruptura significativa con el contexto anterior-, las transformaciones societales más amplias que en el transcurso de ese siglo comenzaron a desdibujar y aun a eliminar de manera contundente las institucionesy los sistemas de relación social heredados de la colonia también incidieron de modo decisivo sobre las condiciones de posibilidad para el ejercicio de una función intelectual en América Latina. En sociedades en lasque el dominio de la letra escrita era privilegio de unas pequeñísimas minorías, la muy tentativa y lenta expansión del universo de la escolarización
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infantil impulsada en la primera mitad del siglo XIX por los estados-sucesores -a pesar de su tan reducida dimensión en todos los países de la regióndesde la segunda década de ese siglo comenzaba ya a transformar las condiciones de circulación y recepción de los discursos escritos. Si resulta anacrónico y un tanto impreciso hablar, para aquellas épocas tan tempranas,de la existencia de una "esfera pública" tout court, algunos de los elementos correspondientes a esta herramienta heurística comenzaban a cristalizar: la expansión de una prensa periódica que algunas veces escapaba delas amarras de la censura, la consolidación de un pequeño -eunque apasionado- público lector cuyos límites no siempre coincidían con los delasélitesgobernantes, la perduración y transformación de espaciosde sociabilidad letrada por fuera de los recintos de la Iglesia y del Estado, algunosIncipientes amagos de asociaciones literarias, científicas o de discusión deideas -casi siempre efímeros y fracasados-, la iniciación de una intensaactividad parlamentaria en algunos de los nuevos estados.
Todos estos elementos, en gran medida desarticulados entre sí y con unapresencia esporádica y de escasa penetración social en el período anteriora los años 1840 y 1850, señalaban sin embargo un cambio frente a las condiciones socioculturales que habían definido los parámetros de la actividad intelectual en la época colonial. En aquella Sattelzeit de la era previaa las"reformas u organizaciones nacionales",las continuidades podían percibirse con tanta fuerza como las transformaciones -como nos lo recuerdaAnnick Lernpériere en su artículo, que, entre otras facetas de la vida intelectual en Chile en el siglo XIX, interroga la cuestión de la esfera pública-.Muchas veces -como ha sostenido Carlos Forment en su libro publicadoen 2003 sobre la esfera pública en México y en el Perú durante el siglo XIX,
Democracy in Latin America 1760-1900- los cambios y las transformaciones sesolapaban, presuponiéndose mutuamente: en ciertos contextos nacionales y en ciertas épocas, las prácticas de sociabilidad articuladas en tornode la Iglesia podían convertirse en vehículos de ruptura más eficaces aunque las nuevas formas de sociabilidad laicas que habían comenzado airradiarse por todo el continente americano a partir de las Reformas Borbónicas. En el marco de ese panorama signado por continuidades subterráneas y por rupturas espectaculares pero a veces poco profundas, elentorno socialde las prácticas intelectuales comenzaba sin embargo a modificarse de un modo decisivo. En la segunda mitad del siglo XIX, una versión de la "esfera pública" teorizada por Habermas a partir de las intuiciones de Constant, Tocqueville y Weber (entre otros) comenzó a cobrarsustancia en los principales países de la región: en Brasil, México. Chile,Argentina, Uruguay, Perú y algunos otros. Tanto en México como en la
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Argentina -como lo señalan, con distintos enfoques, Hilda Sabato y ElíasPalti- el espacio de la polémica pública y de la experiencia asociativa seexpandió por fuera del marco estrictamente estatal, aun cuando la relación entre las nuevas iniciativas surgidas de la sociedad y los nuevos dueños del poder político en América Latina fuera compleja y desde ningúnpunto de vista unilateral. El espacio para el ejercicio de la "autoridad" delpublicista, del escritor público, del sabio¡ experimentó una constante y
sólida expansión en la segunda mitad del siglo XIX, si bien sus límites permanecieron indefinidos y esporádicamente sometidos a la voluntad delos regímenes políticos. El incremento del número de periódicos publicados y de su tirada, la complejización de la oferta de géneros que acompañó el crecimiento del público lector, la lenta cristalización de u~ universo editorial articulado en torno de las leyesdel mercado, la multiplicaciónde espacios de sociabilidad por fuera del Estado y de la Iglesia, el auge cons
tante de un intenso movimiento asociativo, todos estos elementos marcaron un cambio decisivo en el contexto social y cultural en el que debíaactuar el escritor pública, el especialista en la función intelectual.
Inmediato preludio a esa transformación del contexto en cuyo interiordebían desenvolver sus actividades, elromanticismo literario y artístico leshabía ofrecido a los escritores del siglo XIX un conjunto de imágenes através de las cuales representar el lugar que ocupaban y las funciones quecumplían en un medio social latinoamericano. A partir de la década de1830, un conjunto de tópicos discursivos que enfatizaban la "autonomía"del pensador, del poeta, del artista. en relación con las convenciones vigentes en su sociedad, comenzaron a circular y a ser readaptados a las condiciones imperantes en los países de la región. La figura del "intelectual" latinoamericano se complejizó a través de alusiones al poeta nacional, vatede su pueblo, al intérprete de los rasgos culturales más profundos inscritos en la "psique" nacional, al historiador y al profeta de las nuevas naciones. Sipara Paul Bénichou el "tiempo de los profetas" correspondió sobretodo a aquella nutrida galería de reformistas sociales salidos a luz durantelos convulsionados años 1830 y 1840 en Francia, en América Latina eseoficio "profético" estuvo muy directamente emparentado con una disciplina, un campo de estudios, cuyo endeble nivel de desarrollo en casi todos10. países de la región preocupaba sobremanera a las élites intelectualeslocales: la historia patria, la historia nacional. En el Brasil, en México, enChile, en la Argentina, en el Uruguay, y en casi todos los demás países de la
NIlón, los historiadores ocuparon el lugar de los profetas "utópicos" deFrancia y Europa, ya que en países que necesitaban conocer con urgenciala respuesta a aquellas dos preguntas sarmientinas -¿de dónde venimos?
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¿a dónde vamos?- el futuro posible aparecía como una función del conocimiento adecuado del pasado nacional. Aquella historia, militante en elcontexto de una política que en todas las nuevas naciones, con mayores ymenores niveles de intensidad, demostró ser facciosa, prometía restituir alas élites letradas una clave borrada por la dominación colonial de Españay Portugal: una comprensión profunda de la naturaleza de las propias sociedades que permitiera pensar la manera de encaminarlas mejor hacía un destino -meta paradigmáticamente decimonónica- de progreso. En este volumen -y sin agotar las posibles vías de entrada a esta cuestión tan centralFernando Devoto ha cotejado la práctica de un conjunto de historiadoresnacionales en el sur del continente sudamericano, mientras que HoracioCrespo ha buscado indagar en las huellas del "americanismo" que también.concitaba a los practicantes de esa disciplina (y a todo un universo de actores sociales afines).
Sobre el final del siglo XIX, cuando la consol idación de los grandesrotativos de proyección continental -como La Nación de Buenos Airespermitía a los escritores ya los pensadores del continente imaginar la posibilidad de una profesionalización del oficio de escritor, y cuando la parcialliberalización de muchos regímenes políticos de la región insinuabala próxima aparición de un sistema político democratizado -un cambioque no cesaría de interpelar de distintos modos a los intelectuales delcontinente durante casi todo el siglo xx-, las condiciones precarias quehabían debido enfrentar los publicistas, los letrados, los escritores públicos durante gran parte del siglo anterior parecían volverse cada vez másremotas. Sin embargo, el desarrollo histórico del oficio intelectual en lospaíses de la región no puede ser adecuadamente analizado si se pasan poralto hechos como los exilios y las migraciones de los escritores o la existencia de grupos subordinados cuyo acceso a la imprenta y a los espaciosde discusión pública, aun cuando no totalmente vedado, padecía de importantes limitaciones. En Lusoamérica tanto como en Hispanoamérica lalucha política entablada entre facciones opuestas se vio acompañada pormomentos de represión y censura que derivaron en el exilio de individuos y a veces de camadas enteras de letrados y publicistas. El ejercicio dela pluma, al igual que en la Europa continental del siglo XIX, podía poneren peligro la vida y los bienes del escritor; y como en el viejo continente,los desplazamientos de los escritores y de los publicistas políticos les permitieron adquirir una conciencia más clara de la dimensión "europea" desu cultura literaria -como cuando Madame de Stael "descubrió" el romanticismo durante su viaje forzado a las tierras bañadas por elRin-, muchospublicistas y letrados del siglo XIX latinoamericano -Vicente Rocafuerte,
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Juan María Gutiérrez, Félix Varela, Rubén Darío- adquirieron su primeranoción acerca de la dimensión latinoamericana de la experiencia política,social y cultural por la que estaban pasando las distintas regiones del continente en la era postimperial. Fue en ciudades como Santiago de Chile,Valparaíso, Montevideo o Río de Ianeiro donde los escritores argentinosy uruguayos de la generación "romántica" lucharon por sobrevivir, establecieron sus primeras asociaciones más o menos permanentes, publicaron sus obras más célebres y dieron impulso a decenas de periódicos políticos y literarios durante las décadas de 1830 y 1840: al verse obligados avivir en sociedades distintas de la suya se sintieron impulsados por la fuerzade los hechos a establecer lazos con sus pares chilenos, brasileños o de otrospaíses, y a participar no sólo en los debates referidos a su propia patria sinotambién en aquéllos referidos a su tierra de refugio. Más aun -observaciónaguda formulada por Rafael Rojas en su artículo dedicado al exilio cubanoe hispanoamericano en Filadelfia durante las décadas de 1820 y 1830-, elexilio era muchas veces la condición necesaria, sine qua non, para poder"visualizar" a América Latina como una unidad -cultural, política, o socialy económica-o Es probable que el "amerícanismo" político de un VicenteRocafuerte nunca hubiera podido adquirir la precisión y la fuerza que destilan sus escritos sin la penosa prueba del exilio. El exilio ampliaba los horizontes intelectuales de los escritores públicos. les permitía formar lazostransnacionales Íntensos y duraderos -como aquéllos forjados entre muchosmiembros de la generación argentina de 1837y de la chilena de 1842-, yenmuchas ocasiones los ayudaba, finalmente, a mirar su propia patria, consus específicos conflictos y dilemas, con nuevos ojos. No es, por ende, retórica la siguiente pregunta: ¿hubiera podido Sarmiento haber escrito su célebre Facundo sin su experiencia previa del exilio chileno?
Además de las expulsiones y los exilios impuestos por la convulsionadavida política de los países latinoamericanos, también hubo migracionesespontáneas, decididas libremente por los propios escritores. Los motivosdetrás de una decisión por cierto drástica podían ser muy variados -razones económicas, la búsqueda de una ciudad-vitrina a través de la cual potenciar la propia fama, el deseo de viajar y conocer otros horizontes, cuestiones familiares y/o de salud, o el ejercicio de aquella función de Estado queya a fines del siglo XIX comenzaba a convertirse en la profesión por antonomasia de los intelectuales, la diplomacia-, pero como regla general sereducían a dos: la estrechez económica v/o la estrechez intelectual de la tierra de origen. En el caso de Rubén Daría -cuyos desplazamientos aparecen señalados en el artículo que Susana Zanetti dedica a ese escritor modernista-, su Nicaragua natal le ofrecía un medio demasiado provinciano y
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oscuro para el ejercicio de su indudable talento poético: Santiago, BuenosAires, Madrid se le antojaron, por ello mismo, destinos cosmopolitas ytan apetecibles como las capitales mundiales (como París) que más tardeincorporaría a su inquieto itinerario. Cada vez más letrados y escritores-sobre todo luego de los importantes avances en la regularidad y la velocidad de los traslados que la carrera del vapor inauguró para tantas ciudades latinoamericanas- escogerían instalarse en las metrópolis culturalesque les resultaban más accesibles.Nueva York,Nueva Orleéns, Filadelfia,Londres, Berlín, Roma y Madrid: todas estas ciudades se convirtieron enanfitrionas de importantes colectividades de intelectuales latinoamericanos. Paris.la capital intelectual del mundo enlos últimos años del siglo XIX,
durante aquella "Belle époque" de la "haute bourgeoisie" a la que pondríafin la Gran Guerra y sus secuelas, fue de todas ellas la que más intensamente suscitó el deseo de los escritores. Vitrina por excelencia, una temporada de residencia en París se convertía -ya en la década de 1870- en unrito de pasaje por el que debían atravesar todos los escritores e intelectuales dignos de tal apelativo. Más aun, sobre el fin del siglo comenzaron acongregarse en la ciudad-luz importantes comunidades de emigrados provenientes de todos los países de América Latina. En el seno de aquellascomunidades -con sus espacios y sus reglas de sociabilidad, con sus rituales y sus premios, con su peculiar adaptación de los usos de la bohemia,estudiados por Beatriz Colombi en este volumen- escritores peruanos ymexicanos, argentinos y brasileños, tejerían lazos más o menos permanentes con sus pares de otras ciudades y países; y en algunos casos -como eltan citado (y más tardío) de Miguel Ángel Asturias- descubrirían de unmodo fulminante la realidad de su propia patria de origen. Hacia el findel siglo XIX los desplazamientos -forzados o voluntarios~ se habían convertido en una parte .importante del currículo de los intelectuales latinoamericanos; más aun, en una marca de legitimidad.
La conformación del espacio de las actividades intelectuales no podíasino registrar la estructuración de las relaciones de poder en la sociedaden general. En sociedades donde la educación de las mujeres había estadolimitada casi exclusivamente a las hijas de las familias de la élite colonial,y aun en ese caso con el propósito de dotarlas de un mínimo barniz cultural que las preparara para la vida conyugal, las oportunidades para queaparecieran intelectuales mujeres eran escasas. Los casos de Sor JuanaInés de la Cruz y de un puñado de otras mujeres letradas a lo largo del período colonial ponen de relieve la ausencia casi completa de las mujeres de lafunción intelectual con anterioridad a la independencia. A lo largo del siglo XIX, esa situación cambiaría muy paulatinamente. Un número creciente
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de muieres, en México. en Chile, en el Perú, comenzaron a presidir "salones" en sus hogares, donde se reunían políticos y letrados para conversarde los temas más candentes del día: en algunos casos, como el de MariquitaSánchez de Mandeville (en la primera mitad del siglo XIX) o el de JuanaManuela Gorriti en el Perú en la segunda mitad del mismo, las propiasanfitrionas eran también "intelectuales".
Elespacio de la prensa periódica también les estuvo al principio vedado.En la primera mitad del siglo XIX algunas muieres lograron redactar periódicos efímeros, dirigidos a veces a un público que sepretendía femenino.Esasituación comenzó a modificarse de un modo más tangible en la segundamitad del siglo, como consecuencia de la expansión de las oportunidadeseducativas abiertas a las mujeres y elcrecimiento de un público lector femenino que ese cambio trajo aparejado. Proliferaron los "Álbumes de señoritas", las revistas de moda, los periódicos con "lecturas decentes" para lasmadres de familia y sus hijas. En sociedades en las que el dominio de laescritura seguía siendo un privilegio eminentemente masculino, algunasmujeres lograron destacarse como escritoras de folletines para los diariosde la época y corno traductoras. Hubo, sin embargo, un espacio culturaldonde desde un inicio se les adjudicó un lugar destacado a las mujeres:los nuevos sistemas de educación pública provincial y nacional impulsados por Sarmiento en la Argentina y por José Pedro Varela en el Uruguay.En la institución escolar se les abría a las mujeres un campo relativamenteamplio de actividades que -en sus niveles superiores, corno los colegiosnormales que debían formar a las maestras- implicaban un contacto intensocon los productos más complejos de la cultura letrada. Más importanteaun, el contacto diario entre los alumnos -riiños y niñas- y las maestras"sarmientinas'' o "varelianas" no pudo sino efectuar una lenta modificación en la representación social tradicional de la relación entre las mujeres y el universo de los saberes doctos. De ese modo, poco a poco la presencia de mujeres periodistas, de mujeres escritoras, de mujeres al frentede revistas y de grupos literarios dejaría de ser vista como una anomalíaen las sociedades latinoamericanas. Si en el siglo xx toda una pléyade demujeres pudieron incidir de un modo decisivo en la vida cultural de susrespectivos países -Rosario Castellanos}Victoria Ocampo, Cecilia Meireles, Clarice Lispector,Gabriela Mistral, v tantas otras- ello se debió en partea la lenta apertura de la esfera pública en los países latinoamericanos a laparticipación de las mujeres qua intelectuales en sus debates y actividades, durante el siglo anterior.
Otros grupos sociales, además de las mujeres, debieron lidiar con limitaciones muy específicas a su condición de escritores públicos. Si pocos
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fueron los escritores con antepasados indígenas que durante el siglo XIX
hicieron de su condición étnica una marca explícita en relación con el desempeño de sus actividades intelectuales, la situación de los descendientes delos africanos fue bien distinta. Inmersos en sociedades donde la esclavitud perduró hasta las últimas décadas del siglo XIX, y donde las restricciones que pesaban sobre los negros libres eran muchas, la condición racialse volvió para muchos escritores negros una cuestión central. Escritoresafrocubanos -como el poeta "Plácido", ejecutado por las autoridades coloniales, o José Luis Manzanero, el autor de un bello libro de memorias dela esclavitud- no podían eludir el tema de la identidad racial cuando intervenían en los debates públicos y en la vida literaria de su patria. En paísesdonde la ruptura del vínculo colonial había abierto el camino a la abolición de las diferencias de castas y de la esclavitud (abolición gradual, porcierto), la desigualdad racial también fue tema de discusión: en el Uruguayy en la Argentina, un nutrido grupo de periodistas que se identificabanante su público como negros editó en los años 1860 y 1870 una serie deperiódicos dedicados a combatir la discriminación racial y a abogar pormejores condiciones de vida para un sector de la sociedad que había contribuido con una cuota muy elevada de muertos en las guerras civiles y deindependencia. Algunos de estos periodistas"sociales" ingresarían a las filasdel anarquismo, que comenzaba a consolidarse como corriente militantea fines de la década de 1870.En elcaso del Brasil, la situación específica delos escritores negros tendió a poner de manifiesto la compleja ambigüedad de las relaciones sociales y raciales en aquella monarquía que habíalogrado la independencia sin necesidad de una revolución. Los tres escritores analizados por Maria Alice Rezende de Carvalho -el periodista abolicionista André Reboucas, el poeta simbolista Ioáo da Cruz e Sousa, y elnovelista de comienzos de la era republicana, Lima Barreto- ejemplificanen sus propias vidas las presiones intensas a las que estaban sometidos losintelectuales negros en una sociedad donde el hecho "esclavócrata" habíasido tan central. Suspendidos entre posiciones de élite -que ocupabanpor sus vínculos familiares, por su educación o por su actuación públicay posiciones de extrema marginalidad -a las que eran relegados por el colorde su piel-, la importante producción periodística y literaria de estos escritores se desenvolvió en el contexto de vidas desesperadas, vidas secas, cuyofinal no pudo sino ser, ineluctablernente, trágico. Quizás el más patéticode los tres finales esbozados en ese artículo es el de Lima Barreto, alcohólico y víctima de una enfermedad mental en sus últimos años de vida. Ensociedades cuya aceptación de la legitimidad del escritor negro era tanambivalente, el suicidio o la locura parecían ser el único destino legítimo
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para intelectuales que provenían de los grupos sociales más marginadosde su nación.
Hubo, sin embargo, oportunidades además de presiones en el nuevoorden social construido en el Brasil luego de la creación del imperio. Enun país donde nunca hubo una ruptura tajante con el orden colonial,sino una transición suave, gradual, hacia formas de gobierno postabsolutistas, guiada por los propios miembros de la élite esclavócrata que allí
gobernaba, el espacio para la discusión pública, para el debate político,para la propuesta de reformas y de cambios no cesó de ampliarse a lolargo del siglo XIX. Si la historia de los intelectuales brasileños -tan distintade aquélla de los hispanoamericanos en la era colonial- tendió a confluirhacia problemáticas y patrones semejantes a los de sus pares hispanoparlantes a lo largo de los siglos XIX y XX, importantes diferencias marcaronel ejercicio de la función intelectual en tierras lusófonas. En primer término, la existencia de una corte, con sus rituales, sus rangos y su pompa,ponía en el centro de la sociedad política y cultural a la figura de un árbitro colocado por encima de los demás ciudadanos. Como lo demuestra elartículo de Lilia Moritz Schwarcz, hasta 1889la figura del emperador -aunaquélla de ese Pedro II cuyas aficiones científicas y cuya inteligencia tantocautivaron a Sarmiento- fue central para el desenvolvimiento de la vidacultural. Los tres pensadores cuya trayectoria Moritz Schwarcz analiza -IoséBonifacio, Porto-Alegre y Ioaquirn Nabuco-, "cuyo pensamiento era euro-.pea pero cuya realidad era brasileña': no pudieron eludir la presencia delhecho monárquico -que legitimaba la continuidad de un orden estamental-, ni tampoco la ubicua presencia de la esclavitud en una sociedad quedesde la década de 1850 al menos se pretendía "liberal': A díferencía de la.mayor parte de los países de la América antes española, donde luego delderrumbe del imperio los letrados y los publicistas se hallaron arrojadosa una suerte de vacío institucional que les permitió cobrar un protagonismo que de otro modo quizás les hubiera sido escatimado, los intelectuales brasileños -desde los más descollantes, como aquéllos estudiadospor Moritz Schwarcz y por Rezende de Carvalho- debieron desenvolver&US actividades en el interior de marcos institucionales más sólidos yestables, y en un universo social donde las normas heredadas del Antiguo Régimen sólo se transformaban de un modo lento y -habrían dicho los defenlOres del "poder moderador"- elegante.
Hubo también importantes parecidos de familia entre los intelectualeslusófonos y los hispanohablantes de América, comenzando por el predominio de un tipo específico de intervención pública: el ensayo de discusíén política. En un universo literario donde las obras religiosas -rnísales,
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vidas de santos, manuales de devoción cristiana, etc.- seguían ocupandoun espacio muy importante en los anaqueles de las librerías, donde las obrascientíficas, aunque no del todo ausentes, tendieron a escasear antes de ladécada de 1870, donde las "bellas letras", aunque obtuvieran mayor resonancia pública que aquellos otros tipos de producción escrita, sólo comenzarían a tener una presencia indisputablemente sólida luego del advenimiento del "modernismo': el género que convocó a casi todos los letradosy publicistas del continente entre 1807 y 1880 fue el ensayo político. Casisiempre puesto en circulación en las páginas de los periódicos, antes de serreeditado bajo forma de folleto, los poetas, los médicos, los abogados, loscuras, todos ellos, si deseaban intervenir en los debates contemporáneos,debieron aplicar su pluma a la discusión política. No sólo los "especialistas"en política -Ios juristas, los políticos "prácticos" que se disputaban bancasparlamentarias y cargos de gobierno, los militares adeptos a la "carrera dela revolución"-, sino cuanto escritor que el pequeño público lector de laépoca asociaba con géneros más propiamente "literarios" como la poesía,la novela o el relato costumbrista -Fernández de Lizardi, Andrés Bello,JoséMármol, BlestGana, Machado de Assis,Justo Sierra, Melchor acampo,Mariano Otero, Guillermo Prieto, Vicente Fidel López. Juana ManuelaGorriri-. se vieron convocados a participar directamente en los debates concretos de su época. Ese ensayo de discusión política -género central en laproducción intelectual del siglo XIX- podía abarcar desde obras de carácter claramente periodístico -defensas de la actuación de gobierno del autoro del padre del autor, ataques ad hominem contra los enemigos políticos,libelos satíricos dirigidos contra grupos y partidos, reconstrucciones supuestamente imparciales de la última guerra civil o del último golpe de Estadohasta obras más complejas que a veces se solapaban con el naciente génerode la historia patria -las obras de Alamán y Mora, el Facundo de Sarmiento,las obras históricas de Vicuña Mackenna, de Barros Arana, de Mitre y deLópez. Um estadista do imperio, de Ioaquim Nabuco-. Fue sólo en las últimas décadas del siglo XIX cuando un desplazamiento desde esaposición tancentral comenzó a insinuarse: el renovado prestigio de las ciencias naturales y exactas, movilizado por los distintos positivismos que surgieron en elcontinente, llevó a que las obras de "ciencia social" compitieran por esa centralidad con aquéllas de índole más tradicionalmente política; mientras quela creciente complejización de los universos de lectura impulsados por laemergencia de un mercado editorial más sólido que antes abría espaciosa una nutrida literatura de ficción dirigida a un público lector popular, y aotros tipos de intervención en el debate político, aquéllos impulsados porlas nuevas militancias revolucionarias.
INTRODUCCiÓN Al VOLUMEN I I 47
CONCLUSIÓN
Para retomar la cuestión de las distintas figuras de intelectual que jalonaron el desarrollo de la "ciudad letrada" latinoamericana desde la coloniahasta comienzos del siglo xx, una importante mutación se produjo en lasúltimas dos décadas del siglo XIX, que de algún modo marcó el cierre denuestro corto siglo XIX latinoamericano y el comienzo de nuestro largosiglo xx. En el marco de un espacio social para la práctica intelectual quese ampliaba hasta abarcar sectores más amplios de la sociedad -en México,en el Brasil)en la Argentina y en el resto de los países de la región- surgieron cuatro nuevos arquetipos del intelectual latinoamericano -perfiles deintelectual que a veces coincidían en una misma persona, pero que podíanno hacerlo-: el "cícntífíco'; el intelectual militante de la revolución social,el intelectual modernista y el escritor "popular". Apoyándose en el prestigio que la filosofía positivista le había conferido al método científico -unprestigio que la teoría de la selección natural potenció aun más-, los intelectuales especializados en "ciencias de la sociedad" -la sociología de Comtey Spencer, la psiquiatría, la criminología, la medicina laboral, etc.-, pasaron a ocupar un lugar central en el debate público de las sociedades latinoamericanas durante las últimas décadas del siglo XIX. Si su relacióncon los regímenes políticos que entonces detentaban el poder fue comoregla general ambivalente -Claudio Lomnitz nos recuerda en su sutil estudio del discurso en contra de "los científicos" del porfiriato que su relación con el gobernante supremo fue bastante más compleja de lo que lapropaganda política emanada de la Revolución permitió entender-e, casitodos los grupos positivistas -en el Chile de la República Parlamentaria,en la Primera República Brasileña, en el México de Porfirio Diaz, en laVenezuela de Juan Vicente Gómez, en la Argentina del "Orden Conservador"- ocuparon espacios próximos a aquéllos habitados por las élites sociales y políticas de sus respectivos estados. Cabe subrayar, sin embargo, nosólo que esa proximidad estuvo siempre marcada por tensiones, sino quelas lecturas de sus obras que buscaran reducirlas a meras apologías de los
regímenes vigentes -como Javier Lasarte ha demostrado con precisión y
rigor en su artículo dedicado a examinar la obra más conocida de Vallenilla Lanz, Cesarismo democrático- acabarían por distorsionar y aplanar sucontenido mucho más de lo aconsejable: aunque a veces muy sesg,adas y
muy políticamente comprometidas, las obras de los "positivistas de gobierno" nunca dejaron de exhibir un alto grado de complejidad, ni de estarhabitadas por matices muy sutiles y apreciaciones ambivalentes de la realidad que buscaban describir. Al mismo tiempo que se consolidaba la figura
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del intelectual como "científico" de la sociedad, emergía en casi todos lospaíses de la región un nuevo tipo de intelectual, cuyo lejano antecedentedebería buscarse en los carbonarios y mazzínianos exiliados a la regiónen las décadas de 1820 y 1830: el intelectual militante de la revolución social.Con la aparición de los primeros núcleos de la "Asociación Internacionalde los Trabajadores" en Buenos Aires, en México, en Río, a partir de la década de 1870, cenáculos y pequeños grupos anarquistas y marxistas comenzaron a intervenir en el debate público con periódicos y panfletos. Dirigiéndose explícitamente a los sectores de clase obrera de las sociedadeslatinoamericanas, los dirigentes de aquellas primeras organizaciones socialistasy de círculos anarquistas -muchas vecesde un origen socialno obreroincluyeron tanto a mujeres cuanto a hombres. En el caso de la Argentina-como ha subrayado Dora Barrancos- la militancia anarquista fue otroespacio de gran importancia para la mujer intelectual. Devotos del libro-como ha subrayado Régis Debray en un artículo reciente, "Socialismand Print", publicado en la New Left Review 46, de julio-agosto del 2007-,
los miembros de las militancias articuladas en torno de la revolución social,y que en el caso del socialismo marxista pronto comenzarían a contar conpartidos políticos propios -el primero de ellos en América Latina, el Partido Socialista de la Argentina, fue fundado por Juan B. Justo en 1896-,
estuvieron siempre compenetrados con las tareas-que tradicionalmentese han asociado con el ejercicio de la función intelectual: la publicaciónde periódicos y libros a favor de su causa, la organización de centros deestudio y de adoctrinamiento, la intervención en los debates públicos nacionales con posiciones precisas ya veces contundentes.
Frente a los ambiguos encantos de la ciencia y de la revolución social,el intelectual modernista de Hispanoamérica (que en el caso brasileñocorrespondería a los simbolistas y parnasianos de las últimas décadas delsiglo XIX) invocó el placer de la literatura entendida como un fin en símisma. Nunca del todo desentendido de la realidad social y política quelo rodeaba -como han sostenido sus impugnadores-, la práctica de laliteratura, y sobre todo de la poesía, era representada como una tarea queexigía saberes especializados y el dominio de técnicas que no estaban alalcance de todos. La literatura, en vez de ser un simple pasatiempo -comosurge de tantos "álbumes de poesías" de señoritas románticas de México,de la Argentina, del Brasil-, era defendida como una práctica noble y exigente: tan noble y tan exigente que requería cierta autonomía frente a laspresiones políticas y sociales diarias que asolaban a las naciones latinoamericanas. (Que ello no implicaba un "apoliticismo" ha sido enfatizadopor Susana Zanetti en su artículo sobre Rubén Darto.) Si el "modernista"
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se dirigía de preferencia a élites letradas cuyo refinamiento literario les permitiría captar la perfección estética de su obra, otra figura consagrada a laliteratura como vocación profesional también surgía en las últimas décadas del siglo XIX: el escritor de literatura "popular': Siel argentino EduardoGutiérrez con su serie de novelas sobre "gauchos malos" -como JuanMoreira- pudo lanzar, gracias a la popularidad de su obra, toda una industria de "pulp fiction" gauchesca, fenómenos semejantes aparecían casi almismo tiempo en México, en partes del Brasil, en Chile, y en otros paísesde la región. Al igual que el militante de la revolución social, el escritor defolletines producidos en serie industrial, aunque presente ya en la esferapública de las naciones latinoamericanas del siglo XIX, era más un indiciode las transformaciones que la industria cultural y los medios masivos decomunicación operarían en el transcurso del siglo xx, que un auténticorepresentante de la práctica intelectual más típica del siglo XIX: es decir,mientras que antes de 1900 no pudo sino ser una anomalía, luego de esafecha se convertiría -lenta pero tenazmente- en la norma.
Todas estas figuras nuevas, que representaban los modos cada vez másdiversos con que se podía encarar la tarea intelectual, y que emergieronen los umbrales del siglo xx, se inscribían sin embargo dentro de unahistoria previa: una historia de larga duración. Es a la luz de esta historiaplurisecular que aparece con gran nitidez la especificidad de la intelli
gentsia latinoamericana. En muchos aspectos parecida a la intelectualidad francesa -cuyos representantes más destacados operaron, qué dudacabe, como modelos y arquetipos para los escritores latinoamericanosdurante gran parte del siglo XIX- el universo social conformado por losescritores y los publicistas latinoamericanos era sin embargo también distinto. Enmarcados en un contexto social, cultural y político muy alejadodel francés (o del europeo o norteamericano en general), los intelectuales del continente, aun cuando creían estar imitando un modelo galo oeuropeo, no podían sino adaptar y transformar en su propio accionar aaquella figura modélica. La relación que mantenían con su sociedad, conlos poderes institucionales y fácticos que se desarrollaron en la regióndesde la conquista hasta la Revolución Mexicana, con sus propios pares,respondía a presiones y exigenciassurgidas del propio medio en que debíanactuar, y a cuyas reglas y expectativas debían adaptar su discurso y suacción. Este volumen, sin pretender agotar todos los posibles enfoques ytemas que podrían estar presentes en una historia de los intelectuales latinoamericanos, propone, por ende, una serie de momentos, de figuras y
de problemas que analizan la historia específica, contextualizada, de losIntelectuales latinoamericanos. Atentos a la especificidad de cada época
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y de cada país, los artículos que lo integran han buscado ofrecer un panorama general de lo que ha sido la identidad y la función de los intelectuales en América Latina durante sus cuatro primeros siglos de historia.Si no todos los países ni tampoco todas las figuras descollantes han halladoalbergue en sus páginas, ello se debe al hecho de que ésta es una obra queha buscado abrir un campo, indicar interrogantes, plantear hipótesisque sirvan para orientar investigaciones futuras. La historia intelectualdel continente latinoamericano recién comienza, y este libro es un muestrario de sus primeros frutos. Dar un comienzo no es poco.
The Cloisters, 2008
1El letrado colonial
Gente de saber en losvirreinatos de Hispanoamérica(siglos XVI a XVIII)
Óscar Mazín
Los intelectuales no existieron como tales en los virreinatos de la NuevaEspaña y del Perú. A partir del célebre caso Dreyfus (¡894), que diera a lapalabra su sentido actual, nuestra noción del intelectual supone la posibilidad de hacer la crítica del Estado-nación de manera independiente.Ahora bien, esta última entidad tampoco se dio en las llamadas Indias occidentales entre los siglos XVI y XVIII. Nuestro enfoque debe, por lo tanto,prescindir de la consideración del origen y la consolidación del Estado ensu progreso lento pero inexorable. Recordemos que en aquellos siglos elpoder político no constituía una esfera pública distinta de una sociedadformada por cuerpos. Por el contrario, se hallaba siempre disperso y lajurisdicción del rey concurría con las de otras instancias de autoridad.Por lo tanto, es impensable entender la "posición intelectual" de aquelentonces sin una cosmovisión en la que intervenga un conjunto muy ampliode conocimientos, de ideas y creencias.
La extrema parcelación del conocimiento prevaleciente en nuestros díastampoco nos sirve para entender a sus exponentes de hace cuatro o cincosiglos. Esa fragmentación minimiza, y aun falsea, un ambiente otroraconvencido de la unidad del saber y de la pluralidad de las lenguas y de las"artes" que lo expresaban con orden, razón y concierto. De acuerdo conuna tradición ininterrumpida y sin solución de continuidad entre la Penínlula Ibérica y las Indias occidentales, desde muy antiguo se escogió en laprimera el modelo ideal de la "escuela de Atenas" y se reclamó para las.egundas su adscripción legítima a "las costumbres de España". Este solobecho es testimonio de movilidad y de contactos muy estrechos a lo largoCe siglos con el resto de la cuenca mediterránea, es decir con Grecia, conaizancio. incluso con el Oriente y con el norte de África. La imagen deIquella "escuela" no correspondió a la filosofía, sino al conjunto de las artestiberales cuyo conocimiento llevaba a una cosmología centrada en el horn-
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bre y su universo. No había, pues, separación de saberes, aunque sí unacierta especialización: un médico era al mismo tiempo gramático y filósofo natural; un jurista habría estudiado filosofía y teología e incluso matemáticas; un matemático conocería la astrología, la música y la filosofía.Pensamiento jurídico, filosófico y científico fueron, pues, las diversas facetas de un mismo saber (Rucquoi, 1998: 246). Nuestro propósito es trazaraquí las líneas maestras de esesaber en la Nueva España y en el Perú, echandouna mirada comprensiva a los personajes que lo profesaron de manerasobresaliente. A falta entonces de "intelectuales", nos parece que "gente desaber" es un término justo, pues aun cuando la voz "letrado" designó enlos siglos XVI y XVII a aquellos que ejercían las letras, ella acabó aplicandose con prioridad a los juristas abogados.
Es preciso añadir que la tradición del saber de origen mediterráneoantes evocada fue indisociable de una profunda convicción docente quehizo de la enseñanza una práctica medular. Convencidos de que "la ignorancia es madre de todos los errores", y por lo tanto de que el saber es undeber, los reyes hispánicos adoptaron las divisas de rex magistery de rexsapiens. La permanencia de las escuelas palatinas y el papel fundamentaldesempeñado durante siglos por la corte en la vida cultural -recordemos elreinado epónimo de Alfonso X elSabio, entre 1252y 1284, o la biblioteca del Escorial de Felipe II, cuyo reinado se extendió de 1556 a 1598- atestiguan que aquéllas no fueron meras invocaciones o un simple deseopiadoso. Soberanos y grupos dirigentes favorecieron el conocimiento yla enseñanza: de las grandes figuras de "hombres doctos" de la Hispaniavisigótica a las "escuelas" de traductores de los siglos XII y XlII; de la creación de las universidades a las disputas jurídico-teológicas en torno de lajusticia de la guerra; de las grandes compilaciones legislativas del siglo XIII
a la Recopilación de leyes de Indias; de los cosmógrafos, los humanistas ylos letrados de los siglos xv y XVI a los polígrafos y los biblíógrafos del saber americano del siglo XVIII.
Reiteremos. Sin solución de continuidad respecto de la Península, lasIndias de Castilla fueron un terreno no menos fértil para la expresión deesa honda vocación por el saber y la enseñanza. Díganlo, si no, la controversia sobre la legitimidad de la conquista y la naturaleza de los indios, laavidez de los frailes de conocer la religión y las costumbres de las sociedades autóctonas o la práctica del rey de España de conocer para gobernar,es decir, de "disponer de una información segura y detallada de las cosas delas Indias". Díganlo, en fin, los colegios primitivos y la fundación tempranade universidades en México y Lima (1551-1553); las enseñanzas de los jesuitasexpulsas o incluso de los funcionarios de la primera mitad del siglo XIX,
GENTE DE SABER EN lOS VIRREINATOS DE HISPANOAMÉRICA I 55
necesitados del conocimiento de las prácticas jurídicas, administrativas ycontables "coloniales".
La continuidad de la vocación por el saber y la enseñanza es aun másmanifiesta si consideramos que la vida de muchos de sus exponentes enla Nueva España y en el Perú transcurrió en ambas orillas del Atlántico.Sus orígenes, sus travesías de ida y vuelta, sus impresores, sus lenguas, losgéneros literarios de que echaron mano, sus redes, en fin, sus conocimientas, son representativos de una civilización inserta en el marco de unaentidad geopolítica a escala planetaria, la entonces llamada "monarquíaespañola". En consecuencia, el desempeño de los autores, pero también susobras, cobran sentido en el contexto de la movilidad, de la circulación, locual excluye definitivamente de nuestro enfoque las historias nacionalespor resultar, además de anacrónicas, estrechas. En la Península Ibérica losdesplazamientos repetidos a lo largo de siglos acostumbraron a las personas a concebir un mundo cuyos horizontes fueron siempre más vastos quelos de su terruño. De ahí la importancia esencial de los lazos de parentescoen eldesplazamiento de los hombres en dirección a ultramar y de regreso,o bien dentro del Nuevo Mundo. Recordemos la trayectoria de cronistascorno el inca Garcilaso, el dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón o juristas cornoAntonio de León Pinelo y Juan de Solórzano Pereyra; pero también la degente que viajó del virreinato septentrional al meridional o a la inversa,como el padre jesuita José de Acosta, eloidor Valdés de Cárcamo, el arquitecto Francisco Becerra, que trabajó en la fábrica de las catedrales de Puebla de los Ángeles y del Cuzco, o bien el barón de van Humboldt.
Por otra parte, el modelo familiar, empleado tradicionalmente comometáfora de la relación que unía al rey con sus vasallos, tomó todo su sentido en las sociedades de las Indias. Se pensó y se enseñó a pensar a la familia, tanto la nuclear como la extensa, como un todo solidario representado por el apellido. La presencia en ella de muchos menores acentuó laimportancia de la educación básica impartida en casa por padres, abuelos, tías y nodrizas durante los años primeros de la vida. Por lo demás, afalta de un verdadero poder central, en las Indias los hombres se hallaron abandonados a ellos mismos. Por lo tanto, las relaciones con individuos de prestigio y poder fueron casi la única vía de acceso a funciones,cargos y distinciones, y de ahí la importancia de las clientelas y del patrocinio que en su seno hallaron autores, docentes y artistas. La corte deMéxico, por ejemplo, resultó primordial para la obra de sor Juana Inésde la Cruz, quien se benefició del amparo y la protección de la virreina.Pero también resultó decisiva la correspondencia entre grupos animadospor el saber en diferentes regiones.
56 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA
En una monarquía de escala planetaria, gobernada por escrito y a distancia, es preciso considerar que las ideas, los textos y los objetos circularon rápidamente a través de territorios tan diversos como los Países Bajos,Italia o el Extremo Oriente. En 1556, menos de veinte años después dehaberse introducido la imprenta en la capital de la Nueva España, las prensas del colegio jesuita de Goa publicaron su primera obra, las Conclusiones philosophicas. El 12 de julio de 1605, seis meses después de su aparición, 262 ejemplares del Quijote zarparon de los muelles de Sevilla a bordodel Espíritu Santo para llegar a Veracruz tres meses más tarde. Ninguna otraciudad de las Indias acogió en el siglo XVII a tantos escultores y pintores
sevillanos como Lima (Mazfn, 2007).No obstante, los cambios de orientación introducidos al filo del tiempo,
las líneas maestras aquí trazadas se hacen eco de un sistema fincado en siete"artes" liberales; tres orientadas al lenguaje y cuatro a la naturaleza. Imbuidos de las estructuras y los supuestos de esa tradición milenaria, traductores, gramáticos, juristas, astrónomos, matemáticos, músicos, cronistasy poetas vertieron el néctar de las civilizaciones autóctonas en los odres delsaber antiguo. Y es que los virreinatos americanos no fueron menos tributarios de la vocación del saber y la enseñanza de cuño mediterráneo, quedel estímulo ejercido por el Nuevo Mundo y sus indios sobre la imaginación y la creatividad, principal incentivo para el surgimiento de un pen
samiento original.El encuentro con otras lenguas y horizontes no era inédito, contaba en
la Península Ibérica con un haber de siglos de contactos con el árabe y elhebreo. Así, la necesidad de traducir y de comprender nuevas realidadesen las Indias hizo que la gramática, primera de aquellas "artes", desembocara en la "ciencia del bien decir" o retórica, antes que en una dialécticade índole puramente especulativa asimilada a la lógica. Según veremos, elraciocinio seencaminó más bien a la filosofía natural y a las teologías moraly positiva. Se trata del celebérrimo trivium o cúmulo de disciplinas concebido como útil a las ciencias "civiles", o sea fundamentalmente al derecho, tanto el secular o "civil" como el canónico o eclesiástico heredadopor las escuelas de Roma; un saber práctico antes que especulativo que permitió la gobernación de los pueblos en la vida urbana. Análogamente alderecho, la medicina encontró un lugar en esa construcción, ya que elcuerpo humano era la representación del universo, el microcosmos quese integraba al macrocosmos. Este primer conjunto formó parte, pues, dela categoría de las obras didácticas específicas de lo que se conoce como la"tradición gramatical meridional" frente a las corrientes especulativas y
teóricas más características de la Europa central y del norte.
GENTE DE SABER EN lOS VIRREINATOS DE HISPANOAMÉRICA I 57
Pero si las materias del trivium debían "hacer al hombre bien razonado",las del quadrivium buscaban "hacer sabio al hombre", ya que por ellas semostraba"la natura de las cosas" y,aunque estas últimas hubiesen existidoantes de que se les diera un nombre, sólo se podía enseñar el quadriviumdespués del trivium porque "las cosas no se pueden enseñar ni aprenderde partida, sino por las voces y por los nombres que han" (Alfonso el Sabio,1930: 194)· Los saberes que permitían conocer el número y la medida delas cosas eran por lo tanto la aritmética, la música, la geometría y la astrología. Para este otro conjunto, el cosmos era una obra de arte preñada demisterios: enlaces ocultos, tramas invisibles de los fenómenos, relacionesnuméricas que explicaban su armonía. Así, la geografía, la náutica, la cronometría, la astronomía y las matemáticas coadyuvaron a determinar yexplicar la naturaleza y las dimensiones del Nuevo Mundo.
Laempresa consistente en construir reinos cristianos semejantes a los dela Península Ibérica fue determinante para que durante siglos prevalecieraen las Indias ese sistema de conocimiento y de enseñanza fincado en las"artes". Como lo muestra el método prescriptivo de los colegios jesuitasconocido como ratio studiorum (su versión definitiva data de 1599), esesistema incorporó igualmente el conjunto de las "humanidades" (studiahumanitatis) mediante el cual disciplinas como la poética, la filosofía moral,la pedagogía, la historia, la geografía. las matemáticas y la física fueron reivindicando cierta autonomía frente a los antiguos trivium y quadrivium.Algo semejante ocurrió en el terreno de las artes mecánicas conforme losartistas plásticos reclamaron un estatuto que diferenciara y enalteciera nosólo sus oficios, sino su enseñanza en "academias" (Iacobs, 2002).
Por otra parte, la historia del saber en las Indias no puede desvincularse de su red de ciudades, la más grande de la monarquía española, sólocomparable a la del imperio romano del siglo 11.Para el año 1580 el númerode fundaciones urbanas en las Indias llegaba al medio millar. Esa red requirió de unas mismas estructuras jurídicas y de gobierno, es decir de un
aparato administrativo que uniera los territorios entre sí (Calvo, 1999).Lasdisciplinas asociadas al derecho tuvieron, por lo tanto, una importancia
radical. Lo mismo se puede decir de aquellas vinculadas a la lengua sipensamos en el afán de cristianización en el seno de sociedades multirraciales producto de las corrientes migratorias, del mestizaje y de la inteBración cultural. Por eso el derecho, la lengua y la religión se identificaron entre sí,ysiguieron una misma evolución. Lacristianización no supusoen una primera época el aprendizaje del españolo del portugués sino porparte de las élites. Así, las lenguas autóctonas subsistieron, llegaron a escribirse y aun a enseñarse como lenguas de cultura. El sermón, clave de lec-
58 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
tura moral y de buen uso de la lengua, arma persuasiva y disuasiva porexcelencia, consagró su celebridad en las Indias.
Relatar y conservar los hechos consumados en el Nuevo Mundo e indagar la historia y las costumbres de los indios, previa a su cristianización,hizo de las crónicas y de las descripciones de índole etnográfica una necesidad esencial. Los viajes de descubrimiento y de conquista dieron lugar ala escritura de epopeyas, aunque también, según veremos, fueron numerosos los certámenes poéticos y las obras líricas en que autores diversosreflejaron las tensiones y las aspiraciones de las nuevas generaciones delos criollos, los "españoles de ultramar".
Disponer de información segura y detallada sobre las cosas de las Indiaspropició todo tipo de empresas científicas y tecnológicas, de encuestas yexploraciones durante las cuales geógrafos, astrónomos, botánicos, naturalistas y geólogos elaboraron por todas partes inventarios sistemáticos,según tendremos ocasión de ver de manera concreta en las páginas quesiguen. Por otra parte, al ser la implantación del cristianismo el principalcontenido del arte en las Indias occidentales, no se pudo prescindir de laenseñanza del sistema de códigos visuales y auditivos desarrollado durantesiglos en Europa: la representación de la figura humana, las convencionespara la construcción de espacios mediante la perspectiva, la utilización dela luz, el conocimiento de la técnica y la función del color, las tradicionesgestuales, el canto llano y la polifonía.
Las Indias no fueron ajenas a esas otras corrientes científicas modernas atentas a la regularidad y la recurrencia de fenómenos del mundo físicomediante la formulación de leyes. Ellas penetraron en ambos virreinatosal menos desde el primer tercio del siglo XVII. Sin embargo, los discípulosy los seguidores de Copérnico, de Galileo, de Descartes y de Newton descollaron de manera más decisivaa partir de la segunda mitad del siglo XVIII.
Con todo, ninguna de aquellas corrientes logró imponerse a la antigua tradición del saber y la enseñanza de raigambre mediterránea. Explica seguramente ese desfase el arraigo poderoso de dicha tradición en la formaciónde las sociedades hispanoamericanas, y no un simplista "atraso" de losvirreinatos españoles de América respecto de los paradigmas científicoseuropeos de índole mecanicista. Lainmensidad humana y físicadel NuevoMundo presentó un enorme desafío a la empresa de cristianización, poblamiento y gobernación. Tal reto exigió respuestas "sintetizadoras" dotadasde estabilidad y de permanencia con que abarcar la diversidad autóctonay asumir las expresiones hispánicas nuevas tanto en Mesoamérica comoen los Andes. Cuando a mediados del siglo XVIII el jesuita Francisco JavierClavijero (I737-1787) decidió soslayar los nuevos esquemas de clasificación
GENTE DE SABER EN lOS VIRREINATOS OE HISPANOAMtRICA I 59
propuestos por sabios europeos contemporáneos, como Carlos Linneo,esgrimió que los de tipo tradicional eran "más acomodados a la inteligencia de toda clase de personas" (Trabulse, 1994).
SABER Y LENGUAJE
Lenguas y géneros literarios
Lengua culta heredera de siglos de contactos con diferentes pueblos yreligiones, el español entró en su fase de apogeo a partir de la fundaciónde los reinos de las Indias. En ellos convivió con el portugués y con muynumerosas lenguas autóctonas. 1492, el mismo año del descubrimientode América, fue el de la aparición de la Gramática de la lengua española, laprimera de su género en Europa. Su autor, Elio Antonio de Nebrija (14441522), escribió en su prólogo que la lengua era la compañera del imperio. Pronosticó así su vigorosa expansión y su encuentro con otras lenguas hasta nuestros días. Pero aun si el español y el portugués fueron laslenguas oficiales de los reinos, bien lejos estuvieron de suplantar a las lenguas indias que, según vimos, llegaron a escribirse y a enseñarse en lasuniversidades. La cristianización de los indios, análoga a su hispanización, no supuso en una primera época el aprendizaje del español sinopor parte de las élites. En cambio hay que subrayar que la evangelización no se dio sin un esfuerzo de traducción. El núcleo de esa empresafue la adopción de la lengua latina, lo cual constituyó una revolución téc
nicay epistemológica. Gracias al latín, el clero procedente de la Península y las élites autóctonas aprendieron a escribir las lenguas del NuevoMundo, que hasta entonces no poseían sino una escritura ideográfica. Laescritura del náhuatl y de otras lenguas meso americanas en caracteresalfabéticos permitió la redacción en ellas de textos literarios y de documentos numerosos. La situación en la Nueva España fue diferente al Perúpor elhecho de que los aztecas o mexicas no habían impuesto el náhuatl,sino admitido y conservado la utilización de lenguas complejas como elmaya y sus variantes, así como el zapoteca, el mixteco, el tarasco y elotomí. Los incas, en cambio, privilegiaron el quechua y el aimara en detrimento de lenguas secundarias con tal de consolidar la unidad de su imperio. La Gramática o arte de la lengua general del Perú (Valladolid, 1560),
del dominico fray Domingo de Santo Tomás (1499-1570), es el primercompendio de filología y al mismo tiempo el primer diccionario dedicado al estudio del quechua.
60 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
¿Cómo conservar memoria de lo que se esfuma cada día cuando los ante
pasados no dejaron en los Andes nada comparado a los códices y las pinturas de los indios de la Nueva España? Dos fueron los objetivos del género
conocido con elnombre más bien vago de "crónicas": primero relatar y con
servar los hechos. Enseguida indagar las costumbres de las poblacionesautóctonas. Durante mucho tiempo, tales escritos fueron el único medio
para dar a conocer las Indias al Viejo Mundo. Constituyeron, pues, un primer puente entre ambas orillas del Atlántico. Mediado por las convencio
nes de la transmisión oral, es decir retóricas, el género evolucionó rápida
mente hacia formas más elaboradas, sobre todo la historia puesto que ella
fue desde antiguo uno de los temas favoritos de los españoles en la Penín
sula Ibérica. Entre sus autores figuran los mismos conquistadores; tanto
los grandes jefes como Hernán Cortés (ca. 1485-1547), como los soldadosmiembros de las expediciones. Al día siguiente de la derrota de Gonzalo
Pizarro (1511-1548) en el Perú, elInca sostuvo una larga entrevista con Pedro
Cieza de León (1520-1554), un soldado español apasionado por las cosas anti
guas que participó en la fundación de ciudades del Nuevo Reino de Gra
nada como Cartagena y Antioquia (actual Colombia). Cieza viajó despuésal Cuzco en busca de información para su Crónica del Perú, que empezó a
escribir en 1541. Se trata de una especie de recorrido geográfico, etnográfico e histórico que describe las costumbres y elmodo de vida de los indios.
Su segunda parte rastrea la historia y la genealogía de los soberanos incas y
relata la conquista del Perú y las guerras sucesivas entre los conquistadores.
Describir las "recitaciones" de los ancianos y los sabios del Cuzco o deMéxico- Tenochtitlán y sus respectivas provincias como "cantares, villanci
cos y romances" equivalía a atribuir a esos textos el carácter explícito de
narraciones históricas. Religiosos como fray Bernardino de Sahagún (ca.1500-1590) aplicaron encuestas a los indios ancianos de México a efecto de
recuperar el conocimiento de todos los aspectos de la civilización prehispénica, de todas las "Cosas de la Nueva España". Desde su travesía sobre el
Atlántico, fray Bernardino había emprendido estudios de náhuatl graciasa los príncipes aztecas que Cortés había enviado a España y que regresa
ban a México en el mismo barco que elfranciscano. Durante los casi treinta
años que duró esa gigantesca tarea, se habló en torno de ese fraile latín, español, náhuatl, otomí; se desplegaron pencas de agave cubiertas de signos mul
ticolores; los jóvenes indios letrados corrigieron los manuscritos que habían
comenzado a elaborarse años atrás. El Códice florentinoy la Historia de lascosas de Nueva España son una enciclopedia del mundo prehispánico,
Desde fines del siglo XVI hicieron su aparición autores nacidos en las
Indias como el célebre mestizo del Cuzco, Garcilaso de la Vega (1539~1616),
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hijo de un conquistador y de una princesa india. Sus Comentarios realesde los Incas (1609) y su Historiadel Perú (1617) lo consagran como el gran
historiador de los Andes. Los primeros mitifican el pasado prehispánico.
Al mismo tiempo, y bajo una mirada providencial ya cristiana, en la segunda
el autor exalta la implantación europea. Los jesuitas y Garcilaso constru
yeron una imagen del imperio incaico antiguo inspirado en el modelo dela Roma clásica, que proporcionó un marco o contexto explicativo a los
estudiosos de la cultura, la historia y la política. Subyacía a tal actitud no
sólo la continuidad de la tradición mediterránea del saber y la enseñanza,
sino el reconocimiento del imperio como una forma distinta y legítima
de gobierno para las Indias.Tanto entre los autores peninsulares como entre los de origen ameri
cano, la nostalgia del pasado se tiñó de una reflexión sobre la escritura,"maestra de la vida, luz de la verdad" y sobre la perennidad del recuerdo.
"Mi pluma, escrihió Cieza, no tiene la soltura ni la belleza de los bachille
res y letrados españoles, pero está impregnada de la verdad" (Bernand y
Gruzinski, 1993). Digamos de paso que la distinción entre lo "sabio" y lo
"popular" no funciona para gran parte de los siglos de los virreinatos, pues
presupone que quienes se adscriben a lo primero han estudiado, mien
tras que los "populares" no tuvieron nada que ver con la cultura. El estado
de la enseñanza y el número de aquellos que tuvieron acceso a ella en lossiglos XIX y XX no nos pueden servir de referencia, por mucho que sigamos
bajo la influencia de un positivismo que quiere que la cultura haya sido elprivilegio de unos cuantos para luego, a lo largo de la historia, haber sido
progresivamente arrancada por las "clases populares".
Las indagaciones, las idas y venidas del cronista mestizo Fernando de Alva
Ixtlilxóchitl (1578~1650) por las comarcas de la cuenca de México revelan laexistencia de verdaderas redes de letrados indios que mantuvieron el recuerdo
de las cosas de antaño hasta los albores del siglo XVII. Esos sabios recogían
las tradiciones orales, coleccionaban las pinturas o redactaban en españolo
en náhuatlla narración "de las grandes cosas acontecidas en estas tierras".
A esta memoria fija la acompañó una memoria viviente: a saber, unos ana
les ya de la época virreina! inscritos en la perspectiva mundial de la monar
quía católica. Fueron redactados por indios como elseñor chalea DomingoChimalpahin (r579~166o).El mundo de este autor consta de cuatro partes
con una capital mundial, Roma, y un señor universal, el rey de España.
Tales textos circularon y los"principados" indios los transcribieron haciendo
deellos una fuente de inspiración para las generaciones por venir.Inspirados a menudo en el romance, forma métrica castellana en ver
lOS octosílabos, los viajes de descubrimiento y las conquistas suscitaron la
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escritura de epopeyas. Sus autores tuvieron la impresión de ser los continuadores de las tradiciones peninsulares que, como el Poema de Mío Cid,cantaron las glorias de la antigüedad y la "reconquista". La más célebre es
La Araucana, de Alonso de Ercilla (1533-1.594), cuya primera parte vio laluz en 1569· Nacida de la resistencia india a la penetración española en Chile,describe minuciosamente los hechos y lasgestasde héroes españoles e indios.Esta obra, que ubica al lector en esa frontera del imperio, dio lugar a un subgénero, elde las guerras de Arauco, que contó con numerosos émulos.
En tanto género literario, laevolución del sermón corrió pareja en el Perúa la campaña de homogeneización lingüística. La publicación de piezasoratorias se vio nutrida por la de diccionarios y gramáticas. Sus contenidos sirvieron de base no sólo para la transmisión ora] de la cultura cristiana. Los sermones fueron igualmente esenciales para la alfabetizacióny su dominio se convirtió en un símbolo de prestigio en las ciudades. Lasgrandes piezas retóricas eran escuchadas en las catedrales y en las grandes parroquias; en palacio, en las iglesias del clero regular y en los claus
tros universitarios. El período 1550-1700, ° de esplendor de las letras hispánicas, correspondió a una predicación rica en conceptos que buscódespertar la sensibilidad y la imaginación del auditorio; de la gente sencilla tanto como de los letrados y de los artistas. Gracias a los sermones ypregones, la población iletrada no quedó al margen de la educación. Sehallaba expuesta a la lectura en voz alta, práctica de uso común en los barcos, posadas, plazas, iglesias y traspatios de las casas, lo que ayudaba aasimilar ideas y a transmitirlas. Miguel Sánchez (1.594-1674), Antonio deAlderete (su obra se conoció alrededor de 1650) y Pablo Salceda (1622
1688) fueron predicadores célebres del siglo XVII que arrobaron a las multitudes en la Nueva España. Juan de Espinosa Medrana (1632-1688), apodado el "Lunarejo"; fue el más grande predicador del Perú. A propósitode la utilización de las lenguas y literaturas griega y latina en la oratoriasagrada, Espinosa gustaba decir: "con las humanidades no probamos nada,aunque explicamos mucho". La evolución del género desembocaría en eldiscurso cívico del siglo XIX.
Fueron numerosos los certámenes poéticos, sobre todo en ocasión defiestas y ceremonias donde la agudeza y el concepto se ponderaban comolos máximos valores de un escrito. Tres poetas peninsulares, dos de los cuales viajaron a las Indias, se hallan entre los principales inspiradores de talesjustas: Garcilaso de la Vega (1501-1536, quien no cruzó elAtlántico), Gutierre de Cetina (1520-1557?) y Juan de la Cueva (1550?-1609). Diversos autores reflejaron en sus obras líricas las tensiones y los afanes de las nuevasgeneraciones criollas. Los hijos de españoles nacidos en América, como
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Bernardo de Balbuena (1562-1627), mostraron desde niños gran facilidadpara la composición de versos. Su Grandeza Mexicana (México, 1604)
destila el elogio entusiasta jamás dirigido a la capital de la Nueva España.Fue después de 1650, bajo e! signo de! barroco, que la poesía lírica dio enlas Indias sus mejores frutos. En ella los temas religiosos se mezclan conel sentimiento amoroso con frecuencia llevado a la hipérbole; el elogio ala retórica participa de los juegos del espíritu y del malabarismo verbal.Juan del Valle Caviedes (1652-1697), calificado a menudo de "Quevedoperuano", fue considerado elmejor escritor satírico de Lima. Sor Juana Inésde la Cruz (1648-1695), religiosa de la orden de San Jerónimo llamada el"Fénix mexicano", logró expresar su espíritu profano y su pasión por elsaber. Lo hizo desde una celda conventual seguramente de dimensionesgenerosas, ya que contó con una biblioteca de cinco mil volúmenes además de instrumentos astronómicos y musicales. Su obra es muy variada:numerosos poemas de circunstancia pero también de amor, sobre todosonetos, y un extenso poema filosófico, Primero sueño, intento de penetrar los arcanos del mundo mediante la intuición poética. Sor Juana escribió igualmente piezas de teatro sacro y profano.
Una de las primeras formas dramáticas fueron los autos sacramentales, representaciones de los misterios de la fe adaptados como instrumentos de evangelización en los claustros y en los atrios. El teatro, sin duda elmás célebre de los géneros del Siglo de Oro, se halló bastante extendido enlas Indias. Era elvehículo que expresaba la actualidad bajo diferentes apariencias imaginadas por la creatividad de los dramaturgos. Sin embargo,los autores prefirieron las representaciones que acompañaban los grandesacontecimientos, sacros o profanos, como el Corpus Christi y aquellas otrasfunciones concebidas para un público más reducido, los virreyes y su corteen palacio o los religiosos en sus conventos. Las piezas edificantes como Lavida y milagros de Santa Rosa del Perú, de Agustín Mareta y Cavana (1618
1669), alternaron con sainetes populares como La Clementina del peninsular Ramón de la Cruz (1731-1794). El arte dramático fue no sólo representado, sino también muy leído. Incluso se escribieron tratados o "artes"para la elaboración de comedias. Los textos se popularizaron no obstantela censura eclesiástica. Tres son los dramaturgos hispanoamericanos másrepresentativos: el "mexicano" Juan Ruiz de Alarcón (1581-ca. 1639), cuyaVerdad sospechosa inspiró el Menteur a Pierre Corneille; la ya mencionadasor Juana Inés de laCruz, cuyascomedias como Los empeños deuna casa suscitaron enérgicas reacciones del arzobispo de México, y Pedro de Peralta yBarnuevo (1669-1747), cortesano peruano fiel a la estética de la comediamitológica de escenografía compleja.
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ElderechoToda la organización social y política de las Indias se fincó sobre un ordennormativo y jurisdiccional sofisticado. El rey de España heredaba unatradición mediterránea que durante siglosvinculó el poder a un saber esencialmente jurídico en el que confluían tanto la potestad espiritual comola temporal. La justicia fue, de hecho, el principal atributo de la realeza.Dictar leyes y hacerlas respetar a dos mil leguas allende los mares constituyó un reto. Los ibéricos en uno y otro lado del Atlántico fueron los únicos en haber confrontado una empresa de tal envergadura. Diversas autoridades hacían las leyes en nombre del rey: las audiencias o los tribunalessuperiores, el virrey y los obispos reunidos en concilio a convocatoria delsoberano, en el nivel local; el Consejo de Indias como instancia supremade gobierno y de justicia en la corte del monarca.
La Facultad de Derecho, con cinco años de duración, estructuraba elpensamiento según las grandes tradiciones culturales del Occidente:Sagradas Escrituras, Padres de la Iglesia, concilios, derecho civil con susdos grandes núcleos (romano y justinianeo), derecho real, jurisprudencia y sobre todo el derecho eclesiástico o canónico en su apogeo medieval. Tanto en los claustros universitarios como en las bibliotecas, fue elderecho el saber predominante.
Desde los primeros tiempos, la legislaciónindiana tuvo una fuerte dimensión judicial y contenciosa en razón de las denuncias relacionadas con laspoblaciones autóctonas. La explotación de estas últimas fue denunciadadesde 1511 especialmente por los religiosos. Se suscitó así una larga controversia en ambos lados del Atlántico de la que fray Bartolomé de LasCasas(1474-1566) fue la figura sobresaliente. ¿Era legítima la conquista? ¿Con qué
derecho ejercía la Corona su dominio sobre el Nuevo Mundo? ¿Cuáleseran en consecuencia los límites y los fines de la empresa? Durante másde medio siglo, el debate alimentó la elaboración de un derecho específico para las Indias. Merecen mención aparte las Leyes Nuevas de 1542-1543promulgadas por Carlos Va instancias de LasCasasy de los teólogos tomistas de Salamanca como Francisco de Vitoria (14S3?-1546), que preveían,con la prohibición de la esclavitud de los indios, la supresión progresiva
de las encomiendas.Marcados por el peso de su expresión oral, es decir retórica, los textos
referentes a la controversia sobre la legitimidad de la conquista surgieronen los claustros de las universidades de México y de Lima, de Salamancao de Valladolid de Castilla. Ante todo, dichos escritos echaron los cimientos para diferentes proyectos de acción concreta. Los indios, en principioconcebidos con la ayuda de nociones instrumentales preestablecidas tales
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como el concepto medieval de guerra justa o el de infidelidad, contribuyeron a modificar esas percepciones hasta el punto de dar origen a lasprimeras normas del derecho internacional. De manera paralela, aqueldebate permitió reafirmar el principio cristiano de la unidad del génerohumano. Labula Sublimis Deusde 1537, dedicada a los indios del Nuevo Mun
do, extendió sus términos a todos los pueblos gentiles que aún quedabanpor descubrir.
Otros textos jurídicos fueron los cedularios o compilaciones de instrucciones, provisiones y ordenanzas reales dirigidas a todas las provincias delimperio, como la de Vascode Puga (?-1576) para la Nueva España, de 1563,o la Recopilación de lasOrdenanzasde la Audiencia de Santa Fe de Bogotáde 1573. Desde 1570 existió un proyecto para elaborar una gran recopilación de leyes,empresa en la que trabajaron los juristas del Consejo de Indias. Uno de sus autores más activos fue don Juan de Solórzano Pereyra(1575-1655), antiguo oidor de la Audiencia de Lima que llegó a ser consejero del rey. En 1647Solórzano hizo publicar un erudito tratado, la Polítíca indiana, basado en textos suyos anteriores redactados en latín (DeIndíarum Jure). Organizada en seis libros, esa obra expone los principalescriterios del orden social en las Indias. Comienza por los títulos que justificaron el descubrimiento y la apropiación de los territorios con el finde cristianizar a los indios; expone enseguida el principio de libertad deestos últimos y en consecuencia los límites impuestos por la legislación alos servicios personales de los naturales y a las diferentes cargas impositivas pagadas por ellos, sin olvidar los privilegios de los que eran beneficiarios. Solórzano reflexionó igualmente sobre el régimen de las encomiendas, su justificación y los problemas de usufructo y sucesión que planteaban.Trató igualmente de los diferentes poderes e instituciones en las Indias:empieza por las de índole eclesiástica, destacando el patronato del rey y lajurisdicción diocesana encabezada por los obispos. El gobierno secular ocivil es objeto de la parte quinta de la obra. En ella insiste en los municipios, núcleo político de la nueva sociedad al que según el autor deberíaestar subordinada la gestión de los virreyes y de las audiencias. La obra secierra con el tema de la real hacienda o real fisco y las diferentes fuentesde ingreso en las Indias.
El proyecto de gran recopilación progresó finalmente entre los deceniosde 1610 y 1630. Su publicación en Madrid, sin embargo, debió esperar hastael año de 1681 bajo el titulo de Recopilación deleyes de losreinos de lasIndias.Lasdisposiciones por entonces vigentes, con menciones sumamente escuetas de sus precedentes, fueron organizadas por libros a la manera de losgrandes cuerpos romanos de derecho como el de Teodosio y el de Iusti-
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niano; visigóticos como el Libro de los jueces o bien como las grandescompilaciones castellanas del siglo XIII, sobre todo las SietePartidas (1272)
bajo Alfonso X el Sabio.El derecho canónico estuvo principalmente caracterizado por la publi
cación de los concilios, cuyos contenidos privilegiaron los aspectos disciplinares y de pastoral que requería el régimen de cristiandad de las nuevas sociedades, antes que los de carácter dogmático y especulativo. Los másimportantes fueron los terceros concilios de Lima (1583) yde México (1585).
Filosofía y teologíaLa dialéctica, que lleva a la filosofía y a la teología, formó parte de las materias del trivium en el antiguo sistema de las artes liberales. Tanto en las casasyen los colegios de formación de las órdenes religiosas como en las universidades de todas las Indias se enseñaron la lógica, la filosofía natural y
la teología. Después de la gramática y la retórica venía la etapa dedicada a laformación filosófica, también conocida con el nombre de "artes", que empezaba por los estudios de lógica seguidos por los de física y metafísica.En lógica se analizaban las operaciones del intelecto, los conceptos universales, las nociones de identidad, de género y de especie. Los textos fundamentales fueron los de Aristóteles, expuestos o resumidos por comentaristas. En física los temas se agrupaban en tres libros: el que trataba de losprincipios intrínsecos de los cuerpos naturales, de su forma sustancial yde su unión en un todo; el referente a las causas externas de los cuerposnaturales y aquel que estudiaba el movimiento, la acción, el lugar, elvacíoy el infinito. De acuerdo con una tradición castellana de origen medieval,muchos profesores y autores insistieron en la filosofía natural como unintento de explicación racional de los fenómenos naturales. En ello eranherederos del saber de Tomás de Aquino y de sus discípulos. En metafísica,conocida como "filosofía ultranatural': se abordaba el ser, sus atributos, elser posible y el ser concreto, la sustancia y los accidentes, la subsistencia,los seres malos y quiméricos, los orígenes y el fin de las cosas, finalmenteel alma. No se consideraba la formación filosófica como una especialidaden sí misma, sino más bien como un ciclo propedéutico que proporcionaba los conceptos clave para las facultades superiores como derecho,teología y medicina. Hasta ahí llegaban los estudios de muchos alumnos,razón por la cual el bachillerato en artes fue la norma.
Ahora bien, la filosofía desempeñó en los virreinatos una función ancilar frente a la teología o estudio de la divinidad. Los cursos de esta últimareagrupaban dos ramas: la dogmática y la moral. La primera, de carácter
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especulativo, consistía en una reflexión sistemática sobre la revelación cristiana de acuerdo con las diferentes opiniones -todas generalmente demétodo escolástico~de las principales escuelas teológicas. Llevada a susúltimas consecuencias, esta rama conducía a la pura contemplación y seapartaba de la filosofía aristotélico-tomista. AlIado de esta teología especulativa, que por momentos llegó a parecer demasiado intrincada, sobretodo a los filósofos naturales, terminó por prevalecer la teología positiva,que insistía en la recopilación y la crítica directa de las fuentes: SagradasEscrituras, Padres de la Iglesia, el magisterio, es decir, las enseñanzas delos obispos, la historia de la Iglesia, el derecho canónico y la filología.
El problema central del pensamiento filosófico y teológico en los virreinatos se situó en el terreno de la conciencia, ahí donde los individuos realizan juicios de tipo moral acerca de lo bueno y lo bello, de lo verdadero y
de lo justo. Su formulación principal se hizo eco de una cuestión por entonces relevante en el pensamiento europeo: a saber, que las realidades humanas se interpretaban a partir de la distinción entre naturaleza y gracia divina.Por un lado, el hombre es un ser frágil con una inclinación natural al pecado;por el otro, esta misma naturaleza le otorga el poder divino para encontrar y seguir el camino de la salvación. Entonces, ¿cómo encontrar y justificar una vía intermedia entre el poder pleno de Dios y la libertad humanaque permitiera distinguir elbien del mal? El problema contraponía en realidad dos concepciones filosóficas y teológicas: una representada por sanAgustín y otra por santo Tomás de Aquino. Dicho de otra manera, el retofilosófico consistió en definir si se podía delinear una tercera vía entre posiciones que habían llegado a parecer irreductibles, pero que arrancaban dedos modelos perfectamente ortodoxos para la fe católica. En esta labor,los centros de enseñanza tanto de la Nueva España como del Perú jugaron un papel determinante, en particular los de los jesuitas y los dominicos. En consecuencia, numerosos teólogos, filósofos, juristas y predicadores enseñaron que había un espacio que Dios había determinado mantenerlibre a fin de que el hombre pudiera ejercitar su inteligencia. Reconocidoese lugar como lo propio del ser humano, se abrió el problema de losmárgenes en los que debía desarrollarse el ejercicio libre de la inteligencia. Ahora bien, al reconocer al menos parcialmente el legado de la escuelaclásica de los escépticos, esta doctrina, llamada probabilismo, mantuvo elprincipio de incertidumbre para apreciar las cosas humanas y de la naturaleza. Ella podía, por lo tanto, atentar contra las interpretaciones más radicales del principio de autoridad.
Las repercusiones políticas no se hicieron esperar. Las enseñanzas probabilísticas reforzaban las formas contractuales del poder político here-
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dadas de la Edad Media peninsular. Ellas no habian dejado de insistir, porejemplo, en que conforme al carácter compuesto, es decir distendido y plural de la monarquía, la Corona debía tomar en cuenta y asumir las circunstancias propias, es decir la individualidad de cada uno de los reinos. Esasenseñanzas, sin embargo, entraron en conflicto con los principios deldespotismo ilustrado de los Barbones, incluso les resultaron contrarias.Tales principios presuponen la existencia de un "norte fijo" o marco invariable de referencia que evita tomar caminos o vías de navegación erróneas. Se hallaba fincado en una interpretación rigorista tanto de las Sagradas Escrituras como del derecho, según la cual el probabilismo no invitabasino al libertinaje y a la relajación de la ley.Preocupados por poner a salvoun modelo filosófico que ante todo garantizara los intereses de la dinastíaborbónica, los obispos ilustrados lamentaron los efectos de las enseñanzas probabilistas: poder excesivo de los confesores sobre los súbditos,relajación de los votos monásticos y religiosos, todo tipo de subversión yhasta el regicidio. La relación con la autoridad debía, por lo tanto, serunívoca y rechazar toda diversidad de interpretaciones resultante del fueron interno de los súbditos (Zermeño, 2001).
Como doctrina y escuela de pensamiento, el probabilismo se inscribeen una tradición plurisecular de adaptaciones: las más notables son la realizada por Tomás de Aquino de la filosofia de Aristóteles y la que filósofosnaturales castellanos hicieron de este mismo pensador y de autores talescomo Avicena y Averroes. Intervenía igualmente en esa cadena la escuelajesuítica desarrollada por Francisco Suárez (1548-1617), de raigambre tomista,sumamente influyente en las Indias entre 1670 y 1723, fecha esta última enque se estableció en la Universidad de México una cátedra de teología suareciana. Algunos jesuitas de la Nueva España, como Antonio Núñez de
Miranda (1618-1695) y Pablo Salceda, produjeron libros de texto sobre lascientía media, como también se llamó a las doctrinas probabilistas.
MedicinaEn los cronistas e historiadores del siglo XVI como Gonzalo Fernández deOviedo (1478-1557), fray Bernardino de Sahagún o el padre José de Acosta(1540-1600) se hallan descripciones detalladas de prácticas médicas y terapéuticas que suelen echar mano de informantes indios médicos. En el Colegio primitivo de Santa Cruz de Tlatelolco de México (1536) existió ya unacátedra de medicina que dio lugar a la redacción de un primer texto de farmacología, el Herbario de la Cruz Badiano. Éste contiene remedios vegetales, clasifica los síntomas de algunas enfermedades y las agrupa en cua-
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dros clínicos que facilitan la identificación del padecimiento. De hecho lafarmacoterapia y la botánica estuvieron vinculadas de manera estrecha.
Desde sus inicios, las universidades de México y Lima contaron confacultades de Medicina y cátedras respectivas de Anatomía y Cirugía dedonde surgieron tratados de ambas ramas con remedios inspirados en laterapéutica autóctona, como el del doctor Francisco Bravo (publicado enMéxico, 1570). Lafacultad se centraba en el estudio de los tratados de Hipócrates y de Galeno, así como de los sabios árabes Rhazes y Avicena. Sinembargo, los médicos y los cirujanos fueron escasos en las Indias, razónpor la cual los ayuntamientos se vieron precisados a autorizar el ejerciciode la medicina a barberos cuyos conocimientos se fincaban en terapéuticas como sangrías y purgas. Por otra parte, como letrados universitarioslos médicos solían participar en el mantenimiento del orden y del buengobierno. Asistían a los virreyes en asuntos de "policía" que tocaban ciertos aspectos relativos a la salud. Establecido a partir del primer tercio delsiglo XVII, el tribunal del "Protomedicato" tuvo por finalidad asesorar a losvirreyes, examinar a los aspirantes a ejercer la medicina, la cirugía, la farmacia; vigilar la buena calidad y los precios de los remedios y las drogasque se expendían en las boticas, o establecer cuarentenas en ocasión delas epidemias. Sus miembros escribieron sobre temas como eluso del agua,los alimentos o el peligro de las epidemias, aunque se pronunciaron igualmente en materia de meteorología, sobre eclipses o los cometas y sus respectivas influencias astrológicas en la salud de los hombres.
Fueron los médicos el grupo de sabios más asiduo y consistente en losvirreinatos. No obstante, pocas veces llegaron a expresar nuevas teorías. Lacontinuidad de los principios aristotélico-galénicos fue manifiesta a pesarde la aceptación de la teoría de la circulación de la sangre, de la anatomíapatológica o de la química de la digestión. En consonancia con la orden defusión de los estudios de medicina con los de cirugía, desde la década de 1760
tuvo lugar la fundación de realesescuelasde esta última disciplina en ambosvirreinatos, así como la instalación de una academia pública de medicinacon aprobación de la universidad y del Protomedicato (Trabulse, 1994).
SABER Y NATURALEZA
Es en el conjunto del antiguo quadrivium donde se aprecian síntomastendientes a la especialización, sobre todo a partir del último tercio del sigloXVIII. Ellos se hallan asociados a la penetración de las corrientes científi-
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cas modernas de índole mecanicista y experimental. Sin embargo, tales síntomas no llegaron todavía a impedir que, por ejemplo, un agrimensorpudiera seguir siendo a la vez un hábil matemático "puro" o un astrónomoacucioso. Por otro lado, ciencias como la física no lograron todavía disociarse de los estudios de filosofía. La química se mantuvo vinculada aantiguas disciplinas como la farmacoterapia o la metalurgia. En su acepción más amplia, las comunidades científicas ilustradas, tanto peruanacomo mexicana, mantuvieron un carácter enciclopédico.
Astronomíay matemáticasLas civilizaciones prehispánicas de América alcanzaron logros en materiade numeración y de cómputos calendáricos. ¿Cómo olvidar el sistema vigesimal maya o los quipus con que se registraban los conocimientos astronómicos? No obstante, es indudable que dicho saber influyó poco en laciencia europea y en el sistema de paradigmas científicos del siglo XVII
(Trabulse, 1994). Las matemáticas especulativas o las aplicadas contarondesde el siglo XVI con estudiosos en ambos virreinatos; de Juan de PorresOsario (su obra se conoció alrededor de 1580) y fray Antonio de la Calancha (1584-1654) a Agustín de la Ratea a fines del siglo XVIII. Como en otrosdominios del saber, el perfil pragmático acabó por imponerse. Fue el delos ingenieros y los maquinistas el grupo que imprimió mayor alientomecanicista a sus escritos. También descollaron como fermento del cambio de una tradición científica a la siguiente. A causa de un interés práctico relacionado principalmente con la minería, apareció uno de los primeros libros científicos publicados en el continente americano. Se trata delSumario compendioso de lascuentasdeplata y oro que en losreinos del Perúson necesarias a los mercaderes y todogénero de tratantes, conalgunasreglastocantes a laaritmética (México, 1556). Este tipo de manuales, útiles en operaciones mercantiles, fueron de uso común por su provecho en la conversión de valores, en los cálculos del impuesto del quinto real y para diversas operaciones aritméticas.
En su libro Physica Speculatio (México, 1557) e! agustino fray Alonso de
la Veracruz (1507-1584), uno de los primeros catedráticos de la Universidadde México, dedicó la última parte a la astronomía. Es el más remoto testimonio de esa ciencia en la Nueva España. En él, Veracruz expuso el sistema del mundo según los cánones del gcocentrisrno ptolemaico. En el Perú,el antes mencionado padre jesuita José de Acosta vislumbró la existenciade una suerte de fuerza inmaterial que, a semejanza del magnetismo celeste,sustentaba a la Tierra en el espacio. Concibió un cosmos finito limitado en
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su parte externa por la esfera de las estrellas fijas cuyo centro era la Tierra.Por su parte, en 1638 e! fraile mercedario fray Diego Rodríguez (1598-1668)
determinó la longitud de la ciudad de México (101027' 30" al occidente deParís) con mayor precisión que el sabio alemán Alexander van Humboldten 1803. Los astrónomos elaboraban almanaques y calendarios o bien determinaban las posiciones geográficas de algunos puntos. Destaca la familiaZúñiga y Ontiveros, que en México contó con varias generaciones de impresores, astrónomos y matemáticos. Felipe, de la misma familia, observó en
esa capital e! paso de Venus por e! disco de! sol e! 3 de junio de 1769.
La náutica, tan estrechamente ligada a la matemática y a la astronomía,produjo obras importantes como la Instrucción náutica, para el usoy regimiento de lasnaos, su traray su gobierno ... (México, 1587) de Diego Garclade Palacio (?-1595), quien disertó sobre la esfera, las mareas y sus efectossobre la navegación. La celeridad con que las llamadas "artes de navegar"fueron traducidas a los idiomas de los rivales de España en el comercio interocéanico pone de manifiesto su importancia. Exponían de manera sucintalos conocimientos meteorológicos indispensables para los marinos.
Desde el primer tercio del siglo XVII se dejó sentir una corriente renovadora de los estudios matemáticos y astronómicos, si bien tímidamente. Sedebe en parte al ya mencionado fray Diego Rodríguez, con quien lograrondifusión y exposición en las aulas las teorías de Copérnico. Tycho Brahe,
Kepler y Galileo en astronomía y física; y las de Tartaglia, Cardano y Neper
en matemáticas. Fue Rodríguez el primer titular de la cátedra de astrología
y matemáticas erigida en la Universidad de México en 1637. Su homólogo enlos Andes fue el agustino fray Antonio de la Calancha, cuyas observacionesdieron lugar al conocimiento del cielo austral de la Cruz del Sur.Elmomentoculminante de las controversias obedeció al tema de los cometas y a su presunto carácter maléfico.Mientras que eljesuita Eusebio Francisco Kino (1645
1711) sostenía postulados de la astrología judiciaria, en su Libraastronómicade 1681, publicada en 1690, el criollo de México Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700) se mostró partidario de Copémico, Kepler y Descartes. Laconfrontación también se dio a mediados del siglo XVIII en torno de la naturaleza de los rayos y los relámpagos, aun cuando décadas antes el barómetro, el termómetro, la bomba neumática y el microscopio habían tomadocarta de naturaleza en las grandes capitales de las Indias. Si bien los jesuitasle contaron entre los principales propagandistas de las nuevas teorías, prevalecieron las reservas y las omisiones. El interés por los fenómenos físicosyla comprobación experimental se puso de manifiesto durante el últimotercio del siglo XVIII en los Elementa recentoris philosophiae del oratorianoBenito Díaz de Gamarra y Dávalos (1745-1783) (Trabulse.jccq).
72 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA lATINA
Música
En tanto que saber asimilado al antiguo quadrivium, la música fue unosde los medios privilegiados de la cristianización. La mayor parte de la quese conserva es religiosa y se halla en los archivos de las iglesias catedrales,de las órdenes religiosas o en los fondos de ciertas bibliotecas. En cambio,la música profana parece haber sido transmitida por tradición oral. Los instrumentos españoles como elarpa y la guitarra fueron rápidamente adoptados y dominados por los músicos locales. En el siglo XVII la guitarra fueel instrumento preferido gracias a la posibilidad de llevarla consigo a todaspartes. En razón de sus antecedentes africanos, americanos y en menormedida europeos, los instrumentos de percusión también fueron comunes entre la gente mezclada y los negros.
En el transcurso del siglo XVI el repertorio musical tuvo por fuente deinspiración las escuelas de Toledo, Segovia, Sevilla y Lisboa. Desde el principio aparecieron en las Indias los primeros repertorios de canto llano ogregoriano, procedentes en general de la catedral de Toledo, hogar de! cantomozárabe. El Nuevo Reino de Granada, la actual Colombia, poseyó muchoslibros de cánticos, seis salterios grandes de Toledo y,precediendo a la importante reforma de 1547, seis manuales de Sevilla. Hubo que esperar a la segundamitad del siglo XVI para que se verificaran dos fenómenos de importancia capital: por un lado, el ordenamiento del culto conforme al rito sevillano y, por otro, la aparición y el desarrollo de escuelas locales de composición de gran riqueza.
El3 de julio de 1547, e! papa Pablo IV promulgó una bula que privilegióel rito de la catedral de Sevilla en el ámbito de la polifonía vocal, en particular para el repertorio de la Semana Santa. Esta medida se extendió muyrápidamente a las catedrales de Santa Fe de Bogotá, Puebla de los Ángeles,Lima, El Cuzco y México. Los contactos estrechos de esas catedrales conlas de Toledo y Sevilla permitieron la difusión de las obras de los grandespolifonistas españoles. Se dieron, en consecuencia, movimientos e influencias determinantes en la formación de los compositores americanos.
Los indios asociaron hábilmente ciertas fiestas locales de los tiemposde su gentilidad con el calendario cristiano. Era un proceder tolerado, puesfavorecía la participación de los pueblos autóctonos en las fiestas de la nuevareligión. Fue a partir de esa participación en el culto, además de la adopción y la ejecución de los nuevos instrumentos, que la música de origeneuropeo incorporó algunas prácticas y carices musicales autóctonos y africanos, confiriéndole así un carácter original. Se sabe que desde 1543 elcabildo catedral de México reclutó instrumentistas indios como músicosde su capilla. En el siglo XVI se inventó uno de los artificios sonoros más
GENTE OE SABER EN lOS VIRREINATOS DE HISPANOAMÉRICA I 73
eficaces, el acompañamiento de coros por bajos de cuerdas. La correcta utilización de estos últimos -con encordadura muy gruesa a base de tripa dellama trenzada y arcos amplios y duros que exigen el ataque claro y brevede cada nota- permite una potente difusión del sonido a todos los espacios de las iglesias. Como en los coros de los Andes predominaban las vocessopranos y los niños cantores, y escaseaban las voces graves, recurrir aesos instrumentos de cuerda de gran calibre facilitó la difusión en recintos como las misiones jesuitas de Mojos y Chiquitos. Estudioso de la físicaen el campo de la acústica, el padre mercedario Francisco de Salamanca(1667-1737) ocupó la cátedra de Artes en e! convento del Cuzco (1687-1690).Allí construyó un órgano portátil de madera de cedro y compuso villancicos muy difundidos en el Perú. Además de músico, fue pintor diestro,poeta, catedrático y predicador de indios y mestizos.
En términos artísticos, hubo en el antiguo virreinato del Perú dos polosde atracción en el siglo XVII: en el sur, el de Potosí y Chuquisaca, nombreindio de la actual ciudad de Sucre que se llamó también La Plata; en la zonacentral, el eje Lima-Cuzco, que fue el más activo. Por razones tan diversascomo la alternancia de maestros de capilla, el prestigio de los músicos, lavariedad de encargos recibidos o la vitalidad de la emulación entre las grandes ciudades, la obra de los compositores se difundió por todos lados. Enlos siglos XVII y XVIII sobresalieron Cristóbal de Belsayaga (1575-1633),Juande Araujo (1646-1712), Roque Ceruti, (?-1760), José de Orejón y Aparicio(1706?-1765) y Tomás de Torrejón y Ve!asco (1671-1733) cuya ejecución dela Púrpura de la Rosa en 1701, en Lima, marcó la primera representaciónde una ópera en el Nuevo Mundo. En la época en que los colonos de Boston componían rudos "aires fugados", los maestros de capilla de las catedrales de la Nueva España producían una música extraordinariamenterefinada, desde Guatemala en el sur hasta las misiones de California en elnorte. Pocas metrópolis musicales de las Indias pudieron rivalizar en sofisticación y esplendor con México. A los grandes maestros polifonistas como
Hernán Franco (1535-1585) y Juan Gutiérrez de Padilla (1605-1664) se sumaron en e! siglo XVIII Manuel de Zumaya (1690-1755) e Ignacio de Jerusalén. Zumaya fue uno de los primeros músicos del Nuevo Mundo en componer una ópera, Parténope (1711) yuno de los primeros criollos designadoscomo maestro de capilla, primero en México (1715-1738) y luego en Oaxaca(1738-1755). Jerusalén nació en Lecce (Italia) en 1710 y sus contemporáneos lo describen como un "portento musical': En 1746ya componía paralacatedral de México, donde tres años después obtuvo el puesto de maestro de capilla, que conservó hasta su muerte en 1769 (Mazín, 2007).
74 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMERICA LATINA
Historia naturalLas tentativas de dar a las Indias un lugar en el mundo, de revelar sus secretos, remedios y maravillas, desembocaron en tratados de historia naturalsólo difícilmente discernibles de la "historia moral", conforme al estilo clásico grecorromano. Se trata de sumarios de los fenómenos más comunes,así como de inventarios de la flora y la fauna. Lasplantas del Nuevo Mundofueron tenidas por más numerosas, más abundantes y más eficaces quelas del Viejo. A indios y a eclesiásticos se deben algunas de esas encuestas.El ya mencionado franciscano fray Bernardino de Sahagún dedicó unaparte de su Historia general. .. a las plantas y los remedios de las Indias. Eseesfuerzo sólo puede compararse con la expedición encabezada por el médicoFrancisco Hernándcz (1517-1587), quien parece haber velado por la saluddel príncipe heredero, el futuro Felipe 1I (1527-1598). Enviado por estemonarca, recorrió la Nueva España entre 1570 y 1577. Sus descripciones ydibujos de zoología, mineralogía y botánica constituyen una suma excepcional que le valió el sobrenombre de "Plinio del Nuevo Mundo". Obrascomo ésta y la Historianaturaly moraldelasIndiasdel padre José de AcostaS. J. figuraron entre los informes primeros que se tuvieron en Europa sobrelas características y propiedades de las nuevas tierras. El segundo arribóal Perú en 1572. Durante su estancia de unos quince años en las Indias enseñóen la Universidad de San Marcos de Lima e hizo viajes científicos. A diferencia de otros autores, cuyas obras insisten en la descripción, Acosta dauna explicación de filiación aristotélico-tomista centrada en las causas ylos efectos. Justificó la autonomía de un proyecto científico juzgándolo"útil" para la empresa de la cristianización y el poblamiento. La indagación de carácter filosófico-teológico abordó cuestiones de historia moralcomo las derivadas del uso y la difusión del chocolate, que hicieran escribir a Antonio de León Pinelo (1590?-166o) un tratado curioso: Cuestiónmoral, si el chocolate quebranta el ayuno eclesiástico, trátasede otras bebidas, confecciones que se usan en variasprovincias (Madrid, 1636).
Una cierta especialización, aunque sobre todo el deseo de clasificar y sistematizar, se advierte en el siglo XVIII. Las Noticias americanas (1772) de
Antonio de Ulloa (1716-1795) íncluyen pormenores de flora y fauna de laNueva España. No obstante, el grueso de sus descripciones atañe a la América meridional. Desde su célebre viaje por ésta, en 1734, Ulloa había señalado la necesidad de investigar la parte septentrional para complementode la que él y Jorge Juan y Santacilia (1713-1773) realizaran en elvirreinatodel Perú. Con este fin ideó un cuestionario que abarcaba temas topográficos, físicos,botánicos, zoológicos, geológicos e históricos. Bajo la jefatura
de Charles Marie de La Condarnine (1701-1774) se autorizó a ingresar en
GENTE DE SABER EN lDS VIRREINATOS DE HISPANOAMERICA I 75
el virreinato del Perú a la primera misión geodésica francesa organizada en1735 por la Academia de Ciencias de París. Mediría un arco de meridianoen tierras equinocciales. Así,elconocimiento exacto de los diámetros terrestres permitiría confirmar la revolución del planeta sobre su eje, fenómeno estrechamente relacionado con el sistema celeste de Galileo.
Geografía y cartografía"Conocer mejor el espacio para gobernarlo mejor" fue una divisa del reyFelipe 11. Esta inquietud por la eficacia se llevó al extremo cuando la Coronaorganizó una gran encuesta en todas las Indias a raíz de otra ordenada añosantes para Castilla. Entre 1579 y 1586105 funcionarios de todos los territorios tuvieron que responder a un cuestionario de cincuenta preguntas. Másde doscientas respuestas han llegado hasta nosotros. Constituyen un géneromuy preciado conocido bajo el nombre de "relaciones para la descripciónde las Indias" o "Relaciones geográficas". Se refieren a la geografía, al temperamento y la calidad de las ciudades, al número de habitantes y al gradode integración cultural de los indios. Nunca cesó la descripción de los territorios, en particular la que privilegió la circunscripción diocesana comounidad, en razón de que la diócesis llenó el vacío que suscitaban la estrechez del territorio comprendido por las alcaldías mayores y corregimientos, y la jurisdicción sumamente vasta de las reales audiencias. Varias seriesde "relaciones geográficas" del siglo XVIII, semejantes a las del siglo de laconquista, se han conservado procedentes tanto de la Nueva España comode los virreinatos meridionales. Sólo que estuvieron diseñadas más parafines científicos especializados como el Jardín Botánico o elGabinete Realde Historia Natural, que para servir a propósitos de gobierno.
Desde las primeras décadas del siglo XVI se elaboraron los primeros planos cartográficos del continente americano. Partiendo de Zihuatanejo en1527, Alvaro de Saavedra y Cerón (?-1529) logró llegar hasta las islas deGuam, Mindanao y las Molucas. Dos brillantes gestas lograron Ruy Lópezde Víllalobos (1500-1544) y Miguel López de Legazpí (1503?-1572). El primero, al llegar a las filipinas, y el segundo al fundar Manila y enviar a frayAndrés de Urdaneta (1508-1568) a regresar del Asia a América. Por losaños de 1560a 1580 se realizaron una serie de otras empresas científicas y
de exploraciones. Pedro Sarmiento de Gamboa (1532-1592) exploró elocéano Pacífico a partir del Perú. Descubrió las islas Salomón y sobre todo, en1580,fue el primero en conseguir cruzar el estrecho de Magallanes a contracorriente, empresa cuyo itinerario narró en el Derrotero al estrecho deMa¡:allanes. Isídro de Antonio y Antillón navegó en 1603 el litoral de la Alta
76 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
California acompañado del matemático y astrónomo jesuita Eusebio Francisco Kino, quien levantó un mapa preciso de California demostrando queno se trataba de una isla. Pero la labor de los astrónomos también logrócompilar observaciones de eclipses, movimientos planetarios y posicioneslunares que fijaron con precisión las coordenadas geográficas de muchospuntos en ambos virreinatos. Finalmente, la expedición del barón e ingeniero berlinés Alexander van Humboldt constituye el modelo de los grandes viajes científicos de! siglo XVIII. Acompañado del médico y botánicofrancés Aimé Bonpland, se embarcó hacia las Indias en 1799. Durante loscinco años que duró elperiplo, desde los llanos de Venezuela hasta México,pasando por la cuenca de! Orinoco y la cordillera de los Andes, guió a lossabios el deseo de medir la naturaleza sin olvidar e! estudio de las sociedades de los países que atravesaban. Al describir al hombre americano, rectificó los errores de Buffon sobre la debilidad del indio y su uniformidadracial. Probó además e! origen asiático de los americanos autóctonos.
Minería y metalurgia
Los metales preciosos, masivamente exportados, sostuvieron buena partede la política de la Corona y aseguraron la defensa del imperio. Ningúnotro sector muestra de manera tan evidente corno éste el cariz pragmático característico del saber y la enseñanza en las Indias. El impulso a laextracción argentifera provino de un hallazgo científico: la introducción,por Bartolomé de Medina (1530-1580), del procedimiento de amalgamación a base de mercurio llevado a efecto en la Nueva España en 1555-1556,
que suplió el método de molienda y fusión. Aparecieron varios tratadossobre explotación minera y beneficio de metales; entre ellos, los de AlonsoBarba (1569-1662) y Juan de Oñate (1550?-1626) son los más importantes.El padre Alvaro Alonso Barba, llegado al Alto Perú antes de 1588, instalósu propio laboratorio en una hacienda jesuita próxima a Chuquisaca. Enél leía a los naturalistas clásicos y a los alquimistas del Medioevo. Estudiabala naturaleza de los minerales y en 1609 descubrió el procedimiento debeneficio de la plata por cocimiento. Escribió en el Potosí Arte de los meta
les en que se enseña el verdadero beneficio de los de oro y plata de azogue(Madrid, 1540).
La fundación del real Seminario de Minería en México y Lima, por losaños de 1790 y 1792, marca un momento crucial en la historia de la cienciay la tecnología, ya que cubrió los requerimientos de metalurgia mediantela impartición de química, mineralogía geológica y topografía. Pero, además, la metalurgia dio lugar a la enseñanza de disciplinas tan abstractas
GENTE DE SABER EN LOS VIRREINATOS DE HISPANOAMÉRICA I 77
como e! cálculo diferencial e integral, la geometría analítica y el álgebra,así como la dinámica, la hidrodinámica, la electricidad, la óptica y la astronomía. El Colegio de Minería de México contó con un selecto grupo decientíficos como Fausto de Elhuyar (1755-1833), su primer director.Andrés
del Rio (1764-1849), Francisco Antonio Bataller (1751-1804) y Luis Lindner (?-1805). Los dos primeros intentaron introducir bombas hidráulicasen diversas minas. En 1802 elbarón van Humboldt vio funcionar la que Del
Río calculó y construyó para las minas de Morán, en Pachuca, la primerade su especie construida en América.
CONCLUSiÓN
De lo aquí expuesto se desprende que la unidad del conocimiento y lapluralidad de lenguas y géneros que lo expresaron dio lugar, en Iberoamérica, a una república del saber fincada de manera prioritaria en la tradición antigua de las artes liberales y las humanidades. Se trata de una especie de sistema que asumió siempre el conjunto geopolítico y cultural de lasIndias, aun si sus autores se referían a una comarca en particular o a unosolo de los virreinatos. También en todo momento sus contenidos combinaron un perfil doble, el conocimiento y la enseñanza. Conscientes deese conjunto como parte de una misma monarquía, algunos sabios consagraron toda o una parte de su vida a dar cuenta de los logros culturalesindianos. Lo hicieron en la forma de grandes acopios bibliográficos. Figuran entre ellos el ya mencionado Antonio de León Pinelo, a quien se debeun Epítome de la biblioteca oriental, y occidental, náutica y geográfica ...
(Madrid.Ieac), Juan José de Eguiara y Eguren (1695-1763), quien en reacción a vituperios que denostaban la capacidad de los americanos para elconocimiento hizo publicar en 1755el primer tomo de su Bibliotheca Mexi
cana. Está finalmente Mariano Beristáin de Souza (1756-1817), que, apoyado en parte en la obra de Eguiara, construyó una Biblioteca Hispano
americana Septentrional (México, 1816-1821).
La historia de la cultura en las Indias de Castilla es impensable sinla circulación de hombres, escritos y objetos por los horizontes transoceánicosde las monarquías ibéricas. Los nacionalismos nos llevaron casi a perderde vista el conjunto y hoy requerimos de trabajos de síntesis que lo restituyan. El carácter práctico y docente, antes que especulativo y teórico, delos contenidos del saber, resultó imprescindible para la empresa plurisecular de poblamiento, gobernación y cristianización de escala continental.
78 I HISTORIA OE LOS INTElECTUALES EN AMERICA LATINA
Un proceso de tal envergadura demandó respuestas sintetizadoras capacesde abarcar la diversidad autóctona y de asumir la aparición de un NuevoMundo con un mínimo de estabilidad y permanencia. Creo que en estoúltimo radica una de las claves de relectura de la república de! saber queaquí intentamos esbozar. Marcada por su duración y su acción en profundidad -desde luego superior a la de los posteriores imperios inglés y
francés-, Iberoamérica virreinal es acaso la aventura más colosal y original que pueblos del Occidente europeo hayan jamás emprendido en ultramar. Se trata de una herencia que la independencia no pudo borrar.
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Hacia un estudio de las élitesletradas en el Perú virreinal:el caso de la Academia AntárticaSonia V. Rose
Seha afirmado a menudo que la historia intelectual del virreinato del Perúaún está por hacerse, aseveración que sigue siendo válida, pues han primado para la región los trabajos de historia institucional, económica y,en menor medida, los de historia política y etnohistoria. Sin embargo, e!campo de la historia intelectual ha comenzado a interesar cada vez más alos estudiosos, y a los trabajos fundadores de la primera mitad de! siglo xxse han sumado otros más recientes.
Cabe, sin embargo, preguntarse el porqué del escaso interés que hadespertado la historia intelectual (en comparación al menos con los otroscampos ya mencionados). Una razón probablemente se encuentre en lanecesidad de trabajar con un corpus de textos de difícil acceso. No merefiero tanto a la falta de ediciones asequibles -que es, por otra parte, acucianre- como a la exigencia de adentrarse en una sociedad (la del antiguorégimen) con códigos, gustos y mentalidad muy lejanos de los nuestros.Como señaló lúcidamente Isaías Lerner (1998: 79), la formación actual delos investigadores no prepara para este tipo de trabajo, y de allí, por ejemplo, que e! corpus de textos en neolatín despierte tan poco entusiasmo enla investigación. Razones más complejas -que no cabe aquí sino mencionar-, subyacentes, explican este desinterés.
Una de ellas es elhecho de que el corpus artístico de las sociedades anteriores al romanticismo está alentado por el proyecto <iniciado por loshumanistas- de imitación de los clásicos, de exhumación, restauración y
conservación de su legado. Marcados aún por ideas de corte romántico,muchos críticos de los siglos XIX y XX se han sentido incómodos ante autores para quienes e! concepto de creación original carecía de sentido. Estasideas se han ido dejando de lado, como lo prueban los numerosos trabajos sobre la cultura letrada europea de los siglos XVI a XVIII que han aparecido en las últimas décadas. Sin embargo, estas ideas parecen tener una
80 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
vida más larga en lo que concierne a la cultura letrada en las Indias. Talvez esto se deba a que la actividad intelectual indiana fue juzgada -a partir del siglo XIX, cuando comienzan a aparecer los estudios, y durante elsiglo xx- como mero espejo o copia de la actividad de la metrópoli o-apartir de los años sesenta del siglo pasado-, corno una producción periférica, de segunda clase, artísticamente mediocre. De allí que gran parte delos estudiosos que se han dedicado a ella se esforzaran por disculpar, justificar o paliar esta dependencia, que permanecía -al igual que el juicio devalor que alentaba el planteamiento- incontestada.
Otro aspecto que ha motivado la actitud crítica de los estudiosos anteestos autores -o que los ha puesto ante la necesidad de disculparlos- es larelación de dependencia que tuvieron respecto de la Corona, la nobleza ola Iglesia.Criticar o defender esta situación, sin embargo, es ignorar o pasarpor alto el entramado dentro del cual funcionaba la creación artística enlas sociedades de antiguo régimen: el artista trabaja por encargo, dentrode un engranaje de mecenazgo secular o eclesiástico en el que busca ingresar. La crítica literaria que se ha ocupado del período de dominio políticoespañol ha tenido un acercamiento al fenómeno literario, ya sea exclusivamente estético y dominado por juicios de valor, ya sea estructuralistainmanentista, o bien, últimamente, neohistoricísta. En todos los casos, elloha influido no sólo en el canon de textos que la crítica literaria ha construido (pues es inevitable que se construya uno), sino en la interpretación y en el juicio sobre los mismos y sobre sus autores. Igualmente, hallevado a soslayar la relación del poeta con el poder y con la política, tantoen lo que hace a las relaciones de mecenazgo dentro de las cuales lleva acabo su labor como en su participación en políticas determinadas.
Sin embargo, este estado de cosas parece haber comenzado a cambiarcon la aparición de ciertos estudios sobre la cultura letrada en Indias. Menciono sólo unos libros representativos. Primero, el de Magdalena Chocano(2000) sobre las élites intelectuales de la Nueva España, que sepamos elprimer trabajo englobante sobre los letrados novohispanos que reflexiona sobre "el significado y los usos de la labor intelectual" en un contextohistórico definido. Igualmente consagrado a la Nueva España es el volumen editado por Raquel Chang Rodríguez (2002), que reúne una serie detrabajos sobre la Nueva España. Para el Perú, puede mencionarse la obrade Carlos García Bedoya (2000) y la de José Antonio Rodríguez Garrido(véase, por ejemplo, 2004). Tenemos igualmente noticia de un simposioorganizado por Pilar LatasaVassallo y Christian Büschges,dentro del marcodel XII Congreso de la Asociación de Historiadores LatinoamericanistasEuropeos, que tuvo lugar en Oporto en 1999,"Poder y sociedad: cortes
HACIA UN ESTUDIO DE LAS ÉLITES LETRADAS EN EL PERÚ VIRREINAL I 81
virreinales en la América hispánica, siglos XVI, XVll y XVIII". La publicación de las actas estaba anunciada para 2003 pero, que sepamos, las mismas no han visto aún la luz.
Dentro del proceso general de translación que caracteriza al períodode dominación hispánica de las Indias, es el trasvasamiento de una cultura letrada a los territorios conquistados lo que diferencia a España deotros poderes coloniales -cuyo auge fue posterior- tales como Inglaterra, Francia y los Países Bajos. La cuestión es central, pues es la participación en la cultura letrada la que permitirá a los distintos individuosingresar a los círculos de poder y formar parte de las élites dominantes-o, al menos, codearse con ellos-o En el caso de las Indias hispanas, losmedios institucionales de acceso a esa cultura han sido instalados en territorio americano por la Corona. En efecto, contrariamente al caso de lascolonias de América del Norte y del Brasil portugués u holandés, desdemediados del siglo XVI las Indias españolas solicitan y consiguen universidades, colegios e imprenta. Pueden recordarse algunas fechas que dancuenta de ello: la temprana real cédula de fundación de la Universidadde Santo Domingo, las de instauración, en 1551, de universidades en Limayen México, la implantación de imprentas en ambas ciudades -1539 parala segunda y 1583 para la primera-.
Este estado de cosas les abre a ciertos sectores de la población, prácticamente desde un comienzo, la posibilidad de una educación, la que, a suvez,hace posible su accesoa una serie de cargos dentro de la Iglesia,la administración o la universidad. Y aunque se trata de un ingreso restringido aciertos grupos, la situación no es, sin embargo, tan clara o esquemáticacomo suele creerse y requeriría más espacio del que es posible dedicarleaquí. Lacuestión de la exclusión del mundo indígena de la sociedad letradaes uno de los ejes del libro de Chocano (2000: 35), quien también menciona el problema de la exclusión de las mujeres.
Puede afirmarse, entonces, que la situación mencionada permite, eincluso anima, desde muy temprano, la formación de una élite letradaque habrá de gobernar y que será clave en la implementación del sistemapolítico hispánico en el nivel local. Dicha élite funcionará igualmente enel nivel imperial, inicialmente, debido a una movilidad relacionada con eltipo de ocupación que ejerce el individuo (letrado, comerciante, soldado),luego, debido a los cargos que ocuparán sus miembros en distintos reinosamericanos, asiáticos o españoles dentro de la administración. La movilidad y la importancia de estos agentes sociales, mediadores o passeurs, hasido planteada en la serie de coloquios organizados por Serge Gruzinski(cf. Ares y Gruzinski, 1997; Loureiro y Gruzinski, 1999,entre otros).
82 I HISTORIA o¡ LOS INHlECIUAlES EN AMtRICA LATINA
Para aprehender el fenómeno de translatio y de actualización del pensamiento europeo en Indias -proceso que constituye la base de la formación de la cultura iberoamericana- es fundamental el estudio de la con
formación, la preparación y la actividad de los individuos y los gruposque formarán las élites letradas. Si bien el fenómeno de translatio es reconocido y su existencia afirmada por los estudiosos, carecemos en granmedida de trabajos sobre sus formas y sus modalidades, así como sobre laextracción social, la educación, la mentalidad del grupo que habrá de dominar las instituciones civiles y religiosas, quienes serán los agentes de latranslación, es decir de los letrados. "Letrado" en su acepción generali
zada de jurista y abogado, pero también en el sentido de "hombre debuenas letras, el que es versado en buenos autores, cuyo estudio llamanpor otro nombre letras de humanidad", primer significado anotado porSebastián de Covarrubias (1995).
Nuestro conocimiento también es escaso en lo que respecta a los otrosvectores que hicieron posible el proceso de translación: las corporacionesdentro de las cuales funcionaron los letrados -es decir, la universidad, loscolegios realeso de las órdenes religiosas, las academias- y sobre los mediosde los que dispusieron para difundir sus obras y crear una república delas letras -es decir, la celebración de fiestas y exequias, de justas y certámenes poéticos, la imprenta yel comercio de libros-o Este último aspecto,por otra parte, ha recibido particular atención en los últimos años, luegodel impulso que a su estudio dieran Guillermo Lohmann Villena (1944) elrving Lconard (1949) (ef. Harnpc-Martínez, 1996;Gonzálcz Sánehez, 1999;Guibovich Pérez, 2001).
Este artículo se inscribe dentro de un proyecto de mayor aliento, queme ocupa de un tiempo a esta parte, sobre la creación de una repúblicade las letras en el Perú virreina] (véase Rose, 2006, 2005, 2003, 2000, 1999).El trabajo, centrado en los hombres (¿y las mujeres?) de letras que proyectaron la creación de una academia, estudia principalmente la relaciónde éstos con el poder y su deseo y necesidad de crear un espacio letradodentro del cual funcionar; como lo veremos más adelante, un espacio "antártico". (Para una biografía detallada de ellos, cf. Rose, en prensa.)
Los límites temporales de mi trabajo están dados por las fechas de composición de la primera y la última obra de quienes tuvieron como proyectola fundación de la academia: 1578 y 1617.Me refiero a El Marañón de Diegode Aguilar y de Córdoba -obra que permaneció inédita hasta el siglo xx y
cuya primera redacción data de 1578-, y a la Segunda Parte del parnaso
antártico, de Diego Mexía de Fernangil, cuyo manuscrito autógrafo fue firmado en Potosí en 1617. Dos de las cuatro obras de Pedro de Oña <otro
HACIA UN ESTUDIO DE LAS runs LETRADAS EN El PERÚ VIRRtlNAL I 83
hombre de Ictras que participó en el proyecto- son de fecha más tardía ypertenecen, en todo sentido, a otra época: su Vasauro (redactado hacia 1635)
y ElIgnacio de Cantabria (Madrid, 1636).Se trata igualmente de un período que se justifica históricamente. Su inicio coincide con el gobierno delvirrey Francisco de Toledo (1569-1581), es decir, elmomento en que, luegode cuatro décadas de anarquía intermitente, el reino es organizado política y económicamente y en el que se establece una estructura dentro dela cual las élites letradas pueden afirmarse y florecer. Su fin, unas cuatrodécadas después, coincide con los gobiernos del marqués de Montesclaros (1608-1615) -cuando ya se ha constituido una cultura de cortc-, y deFrancisco de Borja. príncipe de Esquilache (1615-1621) -quien la consolida-. Cabe recordar que este período es fundacional en más de un sentido: establecimiento del Tribunal de la Inquisición, llegada de la Compañía de Jesús y fundación de sus colegios, incluyendo el de hijos de caciquesa comienzos del siglo XVII, secularización de la Universidad de San Marcos (a la que se dotará de rentas bajo el gobierno de Esquilache), implantación de la imprenta, fundación del Colegio Mayor de San Felipe y SanMarcos y del Seminario Conciliar Santo Toribio.
En sentido amplio, la delimitación del ámbito está determinada por lazona de actuación de los poetas (en el sentido más amplio del términoen la época, es decir, los hombres de letras), lasAudiencias de Quito, Limay Charcas. Sin embargo, el fenómeno letrado es un fenómeno urbano y-sin negar que haya habido otras ciudades con una ingente vida cultural,al menos en un momento dado, como es el caso de Huánuco a fines delsiglo XVI, o del Cuzco- es Lima la que, por ser cabeza de reino y concentrar todos los poderes, será el centro de mayor peso. Aun cuando vivieranen otras regiones del reino, es en el espacio letrado limeño donde aspirana actuar los personajes asociados con el proyecto de la academia.
Mi objetivo en el presente trabajo es plantear la cuestión del estudio delas élites letradas en el reino del Perú, y para ello me centraré en el grupoque proyectó la creación de la Academia Antártica.
LA ACADEMIA COMO EJE DEL ESPACIO LETRADO
La creación de un espacio letrado en el reino del Perú y las prácticas desociabilidad que lo acompañan no es un proceso aislado. Por el contrario,está en consonancia con dos procesos paralelos que tienen lugar en Europaentre los siglos XIV y XVI: la creación de espacios letrados seculares y el sur-
84 I HISIORIA DE lOS INIElECTUALES EN AMtRICA LATINA
gimiento de la figura que, anacrónicamente, podemos llamar el intelectual
(cf. Viala, 1985; Chartier.rcvó: 45-80; Strosetzki, 1987; Iouhaud, 2000: Mer
lin, 1994: Miller, 1998).
Dentro de estos procesos, las academias cumplen una función clave.
Los estudios que se les han consagrado -en el caso español- datan de hace
más de treinta años y se centran en su funcionamiento, enfocándolas den
tro del ejercicio de la literatura en sentido estricto o de la actividad poética,
y fuera del espacio público al cual pertenecen. A los clásicos estudios de
losé Sánehez (1951,1961) Yde Willard F.King (1963: Anejo x), se suman loseruditos trabajos de Aurora Egida para las academias aragonesas (entre otros,
1984: 101-128). Sólo recientemente se ha comenzado a estudiarlas dentro
del espacio público, atendiendo a su función socio política dentro de éste y
a su relación con las estructuras de poder. Un enfoque interesante en este
sentido es eldeAnne Cruz (1995: 72), quien se acerca a las academias a través del estudio de sus determinantes históricos y sociopolíticos,
con miras a situarlas dentro de un campo cultural más amplio, cuyos
límites -aquellos que separan las esferas públicas y privadas- eran cons
tantemente transgredidos, tanto por la relevancia de los puestos políti
cos que ocupaban sus miembros como por las oportunidades que lasreuniones les abrían a sus miembros.
Como bien señala Cruz (ibid.: 72 y ss.), el estudio de las academias nos lleva
a la cuestión del mayor control que habrán de ejercer los círculos de podersobre la actividad poética durante el siglo XVll y -agregaría yo- la fun
ción de los hombres de letras en la politica del Estado. Iouhaud (2000), por
su parte, ha planteado la paradoja que surge de este estado de cosas, pues
es a comienzos del siglo XVII -cuando el intelectual ha ganado en indepen
dencia y en prestigio- que su dependencia de los círculos de poder secu
lares y políticos se vuelve más estrecha. Dicho en otras palabras. lo que seplantea es la relación entre el Estado moderno y el arte, elcontrol que aquél
ejerce -o intenta ejercer- sobre éste y la función de éste en la política de
aquél. Llevando la cuestión al plano de la poesía, Cruz (1995: 72 y s.) sos
tiene que es necesario dilucidar "de qué manera las academias llegaron a
influir y dar forma a la producción poética contemporánea y en qué grado
dicho control determinó los límites de su calidad estética al igual que surecepción". Por otra parte, el surgimiento y el auge de las academias se
encuentra en estrecha relación con el crecimiento de la burocracia -que
se nutre de las redes clientelares de los nobles que residían en la corte- y,
si bien dicho incremento es particularmente tangible desde la época de
HACIA UN ESTUDIO DE LAS ÉlITES lETRADAS EN El PERÚ VIRREINAL I 85
Felipe I1I,comenzó bajo Felipe 11 (cf Elliott, 1990: 259-260). El proceso de"institucionalización" de la poesía coincide con el mencionado incremento
de los puestos burocráticos, pues esta función exige un grado de erudición
y de cortesanía cuya posesión parece garantizar la pertenencia a una aca
demia. Es la academia -en tanto espacio de particulares que forman, porotra parte, una corporación- la que permite, en gran medida, a los indi
viduos que aspiran a cargos ya sea el ingreso a la élite gubernativa (tal el
caso de un funcionario), ya sea trabar relación con quienes pertenecen a
ésta (tal, generalmente, el caso del hombre de letras, aunque a menudo éste
y aquél son la misma persona). Iauralde Pou (1979) señala que "se preten
día en las academias la cualificación literaria por un alto grado de tecnifi
cación profesional. esto es, literaria" (citado en Cruz, 1995: 78). El ejerci
cio de la letra, pues, se convierte en medio privilegiado de movilidad social.Lo será también en el caso del reino del Perú. La presencia de letrados
se remonta al período inmediatamente posterior a la fundación del virrei
nato (1542), cuando se establecieron ciertas instituciones -Audiencía,Cabildo- para las cuáles ellos eran requeridos en la capital. Sin embargo,
no será sino hacia las últimas décadas del siglo XVI que el número deletrados se incrementará y que la élite letrada se consolidará en tanto tal,
mientras que su conformación étnica y social se irá volviendo más com
pleja a medida que transcurre el tiempo. En principio, es posible distin
guir dos ámbitos dentro de los cuales se mueven los letrados (aunque éstos
no estén tan separados como puede parecer): el eclesiástico y el secular.
Predominan en ellos -en la capital del virreinato-Jos peninsulares (ya sealos que residen por un número determinado de años en el reino, ya sea los
que permanecen y se arraigan, debido a su ingreso en redes locales, tantofamiliares como clientelares), y los criollos. aunque sin duda ingresan tam
bién mestizos. A los descendientes de los conquistadores y los primeros
pobladores -sean o no encomenderos-, se suman los funcionarios envia
dos por la Corona, además, por supuesto, de todos aquellos que dictan
cátedra en la universidad. El grupo de mecenas potenciales, por su parte,se irá igualmente diversificando pues a las élites gubernativas provenien
tes de la Península y a los beneméritos y notables locales, se les unirán
grupos ascendentes como los mercaderes, que se benefician del comercio
creciente no sólo con la Península sino con la Nueva España y las Filipi
nas, o los mineros y azogueros enriquecidos por la producción minera. (cf.Lockhart, 1982: Schroter y Büsehges [eds.], 2000).
Las redes clientelares irán, pues. cambiando su conformación y nucleándose en torno de diferentes personajes, tanto en la esfera secular como
en la religiosa. Para el ascenso social de estos grupos, la universidad y sus
86 I HISIORIA Df LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
colegios y los colegios de las órdenes serán instrumentales. La academia,corno ya lo hemos sugerido. será una puerta privilegiada de acceso a loscírculos de poder, y ello explica que, a fines del siglo XVI, un grupo dehombres de letras se decida a proyectar la creación de una de ellas en laciudad de Lima.
Los motivos de los hombres de letras para desear fundar o pertenecera una academia son múltiples. Uno de ellos, y no el menor, fue el deseo deintegrar esa comunidad erudita universal dentro de la cual se movían loshumanistas, y que les daba acceso a redes que hacían posible el establecimiento de amistades con las que se intercambian ideas, libros, objetos. Laacademia, en efecto, hacía posible al hombre de letras entrar en contactocon otros poetas y hombres de letras, pero también significaba la posibilidad de establecer relación con los notables, que les facilitarían la obtención de cargos burocráticos o puestos políticos de mayor o menor importancia, o que actuarían como mecenas, lo que les permitiría iniciar ocontinuar una carrera dedicada a las letras. Laacademia fue, pues, un medioal igual que un fin. en tanto que legitimaba la actividad del hombre de letrasuna vez que éste lograba ingresar a ella (cf. Egida, 1976: 130; Iauralde Pou,
1979: 740, nota 35)·Lo dicho anteriormente puede trasladarse del nivel personal al colee
tivo: la existencia de la academia da prestigio a una ciudad o a una región,la legitima y le depara un lugar en el mapa letrado imperial. Las academias españolas proliferan no sólo en la corte sino también fuera de ella,en los grandes centros urbanos: Toledo, Sevilla, Granada y en varias ciudades de Aragón, Cruz (1995: 80-81) reflexiona sobre la relación de estasacademias, alejadas geográfica y psicológicamente del centro del poderpolítico, con la corte madrileña, y señala que si bien su creación respondea la necesidad de paliar el aburrimiento de la provincia -así lo declaranalgunas-, el deseo de emular y sobrepasar la actividad cultural de la cortees claro en la mayoría de ellas.
Lasituación de alejamiento respecto del centro del poder no puede sinoser una cuestión central en el proyecto de formación de una academia enla ciudad de Lima: si Zaragoza se creía abandonada por la Corona y SeviHase sentia lejana de Madrid, ¿qué podia decirse de la ciudad de Lima y delreino del Perú a fines del siglo XVI? Para entonces, la ciudad cuenta ya conuna vida cultural en plena efervescencia y residen en ella, o la visitan depaso, una serie de letrados, artistas y poetas cuya presencia y actividades van creando un espacio dentro del cual funcionan. Lohmann ViIIen a(1990: IX-XIV) nos ha brindado un panorama de la vida cultural de la ciudad durante esta época (cf. también Chang Rodríguez. 1983; Bellini, 1988:
HACIA UN ESTUDIO DE LAS ÉllTES LETRADAS EN El PERÚ VIRREINAL I 87
112 Yss.). La construcción de dicho espacio comienza, así, nutrida por lasexigencias de reconocimiento, legitimación y valoración de las élites de unaciudad que intenta competir intelectualmente con la otra capital virreinal-la ciudad de México- y de una región que había ingresado al imaginarioeuropeo definida por sus riquezas y hasta entonces valorada exclusivamente por la abundancia de sus metales (cf. Colombí-Monguió, 1999: 75
91). El proyecto de formación de una academia en la ciudad de Los Reyessurge, pues, de dichas exigencias.
EL CASO DE LA ACADEMIA ANTÁRTICA
El nombre mismo de la Academia Antártica denota una doble vertiente:por una parte, la filiación clásica y peninsular, por otra parte, el enraizamiento en un espacio desde el cual se crea. Un espacio que, por lo demás,no existe y que hay que construir: un locus que está en proceso de creación y que comprende un territorio metafórico, unas obras, unos autores,es decir, un parnaso antártico o austral. No en vano el adjetivo (cf. Pirbas,2000: 191-213;2004) se repite en los títulos de las obras de sus miembros:La Miscelánea antártica, de Miguel Cabello Balboa, la PrimeraPartede laMiscelánea austral,de Diego Dávalos y Pigueroa. la PrimeraPartedel parnasoantártico, de Diego Mexía de Fernangil (seguida por una segunda parteque perpetúa el nombre). Emblema y signo a la vez, el proyecto de crearuna academia reclama y exige un reconocimiento de la labor intelectuallocal, a la vez que intenta demostrar que el Nuevo Mundo aporta al Viejono sólo riquezas materiales, sino también claros ingenios (cf. Rose, 1999).
Pero, a esta altura, cabe preguntarse qué sabemos de la existencia de laAcademia Antártica. Alberto Tauro del Pino (1948)-el único que le dedicóun libro- acentuó su elusividad ya desde el título: Eíusividady gloria de laAcademiaAntártica;Lohmann VilIena (1944: XII), por su parte, la ha calificado de "fantasmal" (d. también Miró Quesada, 1962: 77-136). En efecto,dado que -como ocurre en el caso de muchas otras academias- no existedocumentación sobre ella, yasean actas o correspondencia. no se sabe exactamente quiénes la conformaban, dónde se reunían, qué actividades llevaban a cabo en las supuestas reuniones, ni tampoco es posible determinar cuándo se iniciaron éstas o cuándo concluyeron. Sabemos de laexistencia de la Academia gracias a tres fuentes principales: a) elsoneto queGaspar de Villarroel y Coruña dedica, en nombre de la Academia Antár
tica, a Pedro de üña y que aparece en el paratexto del Arauco domado
88 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
(Lima, Antonio Ricardo, 1596); b) la mención que de ella se hace y el elogio con que se corona, uno a uno, a sus miembros en el "Discurso en loorde la poesía", cuya autora es la Poetisa Anónima y que fue publicado en elparatexto de laya mencionada Primera Parte delparnasoantárticode Mexíade Fernangil (Sevilla, 1608); c) el soneto de Pedro de Oña en nombre de laAcademia (en ibid.í,
Sin embargo, la inexistencia de datos sobre el funcionamiento puntualde la academia no parece esencial para el acercamiento que he planteadoanteriormente, es decir, para el estudio de los aspectos ideológicos y sociopolíticos del proyecto de academia dentro del espacio letrado que, porentonces, se está construyendo. Lo que cuenta es la existencia en el virreinato de un grupo de personas dedicadas al ejercicio de las letras, con intereses comunes, y, como veremos enseguida, con un proyecto común, queentran en relación con otros grupos de letrados, con los virreyes y con altosfuncionarios de quienes esperan el mecenazgo; un grupo muy móvil, quecircula por el virreinato del Perú, guarda contacto con la Nueva España ysigue activo en el ámbito cultural de la Península.
Sobre la base de los ya mencionados elogios que prodiga la Poetisa Anónima, Tauro (1948: 17) estableció una lista de diecinueve miembros, a loscuales añadió el nombre del capitán Pérez Rincón, cuyo soneto aparece alfinal de la ya mencionada Primera Parte delparnasoantárticode Mexía deFernangil. Partiendo de esta lista, podemos establecer tres grupos: a) autores de quienes existe al menos una obra conocida: la Poetisa Anónima,Diego de Aguilar y de Córdoba, Miguel Cabello Balboa, Diego Dávalos yFigueroa, Diego de Hojeda, Diego Mexía de Pernangil, Pedro de Oña, a
quienes podemos agregar los nombres de Enrique Garcés (más conocidopor haber introducido el azogue en el Perú que por sus traducciones) yde Juan de Miramontes y Zuázola, relacionados con la Academia; b) autores de quienes se conoce al menos una composición poética: Cristóbal deArriaga, Francisco de Pigueroa, Pedro de Montes de Oca, Luis Pérez Ángel,Cristóbal Pérez Rincón, Juan de Portilla y Agüero, Juan de Salcedo Villandrando, Gaspar de Villarroel y Coruña; c) autores que sólo conocemos porreferencia: Pedro de Carvajal-se conoce una epístola que le fue dirigida(cf Chang Rodríguez, 1977: 83-92)-, Antonio Falcón (señalado por la Poetisa Anónima como director espiritual de la Academia Antártica), DuarteFernández, Luis Sedeño, Juan de Gálvez.
En cuanto al programa de la Academia Antártica -que podemos reconstruir en sus grandes líneas a través de las obras de los autores-e, su objetivo fue llevar los studia humanitatis al Nuevo Mundo. Si los humanistasintentaron reconstruir el edificio de la sabiduría antigua, que considera-
HACIA UN ESTUDIO DE LAS ÉLlTES LETRADAS EN El PERU VIRREINAL I 89
ban se hallaba en escombros luego del Medioevo, la Academia Antárticase propuso trasladar el edificio de la cultura grecolatina ya actualizadapor el humanismo renacentista e implantarla en una región lejana y percibida como bárbara. En la yamencionada Primera Parte delparnasoantártico -"El autor a sus amigos't-, Mexía de Fernangil menciona explícitamente la "barbarie" cuando dice estar "barbarizando entre bárbaros" (1608).
Sin embargo, el término (cuyos ecos humanísticos son claros) no se refierelos indígenas, sino a los mismos españoles, quienes, según el autor, ya seapor incapacidad o por estar embebidos en actividades pecuniarias, no seocupan de las letras. Mencionemos sólo dos aspectos centrales del programa: la traducción y la difusión del saber y el cultivo de la historiografía y la construcción de una memoria antártica.
La traducción y la difusión del saberEs bien conocido que uno de los objetivos centrales del humanismo europeo -con miras a "debelar la barbarie"- era exhumar y revivificar los conocimientos que la humanidad había tenido en la época de la Antigüedadgrecolatina y que se habrían perdido durante la época medieval. Paralograrlo, había que volver a las fuentes originales, lo que requería la purificación de la lengua latina que había sido corrompida y, además, el desarrollo de una actitud crítica hacia los textos y las traducciones -actitudque llevaría al nacimiento del método filológico-o La búsqueda de versiones depuradas y fidedignas de textos llevó, claro está, a una preocupaciónnueva por la lengua y por las modalidades de la traducción. Por otra parte,el afán por difundir los conocimientos hizo de la traducción una tarea central -cabe mencionar, aunque sean demasiado conocidos, el proyecto deedición de la Biblia Políglota y el de traducción de Aristóteles que alentóel cardenal Cisneros en la Universidad de Alcalá y que quedaría inconcluso-. Las traducciones de textos clásicos y, posteriormente, italianos,no cesan a lo largo del siglo xvr. Beardsley Ir, (1970: 3-11) cuenta 154 obrasde la Antigüedad clásica traducidas para 1617.
La traducción, por otra parte, ocupa un lugar de importancia dentrode las obras conocidas de los autores cuyo proyecto fue el de fundar la Academia Antártica, dado que de un corpus de dieciocho obras que han llegado hasta nosotros, cuatro son traducciones y una incluye traduccionesde poesías. Las primeras, cronológicamente, son las tres traducidas porEnrique Garcés: Francisco Patricio de Reyno,y de la institvcion del qve hade Reynar (Luis Sanchez, Madrid, 1591); LosSonetosy Canciones del PoetaFrancisco Petrarcha (Madrid, Guillermo Droy, 1591); LosLvsiadas de Lvys
90 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
de Camoes(Madrid, Guillermo Drouy, 1591). Sigue la obra de Diego Mexiay Fernangil, la Primera Parte del parnaso antártico (Sevilla, Alonso Rodriguez Gamarra, 1608), traducción de las veintiún epístolas de amor, queincluye las escritas por heroínas de la Antigüedad a sus amantes o espososy las respuestas de tres de ellos, en tercetos, y de la Invectiva contra Ibis.Finalmente, la Primera Parte de la Miscelánea austral r... ]Con la Defensade Damas (Lima, Antonio Ricardo, 1602), de Diego Dávalos y Figueroa,incluye una serie de traducciones de composiciones poéticas de VittoriaColonna y de Tansillo, insertadas en los coloquios en verso y en prosa queintercambian dos interlocutores, Delio y Chilena, en su jardín de la ciudadde La Paz, y que versan sobre la poesía, el amor y otros tópicos.
El cultivo de la historiografíay la construcción de una memoria antárticaLa filología. y también la historiografía, constituyen las bases sobre lasque se fundó el humanismo europeo. La época del Renacimiento marcael desmembramiento de la ecúmene cristiana de la Edad Media y -aunque de modo diferente en los distintos reinos europeos- la gestación de losestados modernos. La preocupación de los humanistas por el pasado histórico no sólo se manifiesta en un cambio profundo en la manera dehacer historia, sino también en el surgimiento de la historia local o nacional -articulada o no con la historia universal-o La historiografía estará alservicio de la política de las ciudades-Estado -Milán, Florencia, Venecia,Népoles, el Vaticano- o de las familias que las rigen y,como consecuenciade ello, se cultivarán las historias dinásticas y las historias locales.
La reflexión sobre el pasado o la necesidad de dejar por escrito las hazañas de los contemporáneos está presente en varias obras de los miembrosde la Academia Antártica y se plasma en diversos géneros. El género historiográfico es utilizado por Diego de Aguilar y de Córdoba en su ya mencionada obra El Marañón, que trata precisamente de esa zona y narra laexpedición de Lope de Aguirre. La miscelánea permite a Cabello Balboaen su Miscelánea antártica tratar largamente la cuestión central del origendel hombre americano y la historia de los incas hasta la llegada de los españoles, y a Dávalos y Figueroa, en su Miscelánea austral, plantearse brevemente ciertos aspectos del pasado indígena. La poesía heroica, por su parte,fue practicada probablemente por Cabello Balboa (en la Volcánea, perdida),por Pedro de Oña en su Araucodomado y por Juan de Miramontes y Zuázola en sus ArmasAntárticas,poema que si bien trata la toma de Cajamarcay las guerras civiles se centra en las acciones cuasi contemporáneas de los
HACIA UN ESTUDIO DE LAS ÉLITES LETRADAS EN EL PERÚ VIRREINAL I 91
piratas Drake, Oxenham y Cavendish. y aunque la mirada histórica de losintegrantes de la Academia Antártica no se plasma en una historia del reino,toca cuestiones centrales para el mismo (el origen del indio americano, latiranía de Lope de Aguirrc, las guerras del Arauco, los ataques de los piratas) y contribuye así a la construcción de una memoria antártica.
CONCLUSIÓN
En las páginas anteriores he intentado plantear la cuestión del estudio delas elites letradas en el virreinato del Perú, sobre la base de uno de sus ejes-la academia-, y de un caso particular -el de la Academia Antártica-. En loque respecta a ésta, su estela se difuminó pronto: en 1629,Antonio de LeónPinelo menciona en su Epítome a tres de sus miembros; en 1732, Pedro dePeralta y Barnuevo, en su Lima Fundada, cita a uno solo y, en 1737 Barcia,en su edición ampliada del Epítomede Pinelo, recuerda a cinco. El interés dela Academia Antártica es, sin embargo, múltiple: por el valor intrínsecode las obras de sus miembros, por su laborde mediación de la cultura humanista y del italianismo en el virreinato del Perú, y, finalmente, por la función que cumplió en el establecimiento de una cultura de corte virreinal yen la construcción de un pensamiento letrado dentro de aquella sociedad.
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Brasil: literaturae "intelectuales"en el período colonial*Laura de Mello e Souza
PROBLEMATlZACIÓN, CONCEPTO, RECORTE
A diferencia de otras disciplinas que forman parte de las llamadas ciencias humanas (una denominación más abarcadora que "ciencias sociales",
pues da cabida a diversos campos del conocimiento dedicados al estudiodel hombre, de su cultura, de su acción, etc.), la historia es una disciplinacuya especificidad deriva de su intento por comprender fenómenos relacionados con la vida humana desde una perspectiva espacial y temporal(Braudel, 1969). Más que de la producción de teorías -una tarea imprescindible para muchos de sus parientes, corno los antropólogos, los psicólogos, los sociólogos-, el historiador se interesa por la vida humana engeneral, pero la sitúa en contextos específicos, con lo cual cuestiona lapertinencia y la viabilidad de aplicar conceptos -por principio, atemporales y generales, pues tienen un carácter eminentemente explicativo- independientemente de la dimensión temporal. Un buen ejemplo de esto es eldel concepto de capitalismo, que surgió en la época de apogeo del mundoburgués y fue aplicado, con bastante ligereza, a épocas en las que elcarácter de la riqueza no residía en eldinero ni en la necesidad de incrementarloconstantemente, ya sea sobre la base de la circulación de mercancías, ode su producción, o incluso sobre la base de la transformación del propiocapital -ese dinero que, según la formulación clásica de Marx, generamás y más dinero- en mercancía privilegiada. No hubo, pues, un capitalismo en Cartago, a pesar de que los cartagineses hayan sido notables comerciantes en la Antigüedad.
La perspectiva adoptada en este trabajo es esencialmente histórica y,portanto. se cuestiona acerca de la legitimidad de definir como intelectuales a
~ Traducido por Ada Solario
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aquellos que, en el pasado colonial del Brasil, tuvieron una actuación yun papel semejantes a los de los hombres que hoy podrían ser designadosde ese modo sin problema alguno. En efecto, como en el caso del concepto de capitalismo, el de intelectualfue acuñado en un momento histórico particular, entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo xx. Por cierto,a partir de los escritos del pensador marxista italiano Antonio Gramsci fueposible pensar en un concepto más amplio de intelectual, más referido alquehacer humano y menos tributario de la cultura letrada de las élites(Gramsci, 1979). Y es posible incluso que debido al peso y al prestigio delpensamiento gramsciano, algunos ilustres historiadores no hayan vaciladoen dejar de lado los escrúpulos mencionados, considerados tal vez rebuscamientos irrelevantes: así, Iacques Le Goff, uno de los mayores medievalistas franceses, escribió un pequeño e iluminador libro cuyo título fueLos intelectuales de la Edad Media (Le Goff, 1957). No obstante, en lasreflexiones que se desarrollan en este artículo se evita usar el concepto de
intelectualy se opta por el de letrado.El problema de fondo que se plantea, y que es central para los histo
riadores, es el del anacronismo: por un lado, los conceptos son históricosy,por lo tanto, específicos, limitados a las épocas en que fueron producidos; por otro lado, son atemporales y,en función de este atributo, deben sergenerales para poder explicar. Un problema análogo se plantea cuando sehace referencia al Brasil y al brasileño antes del surgimiento de la nación,que tuvo lugar con la independencia política en 1822.Resulta inexacto hablarde un pasado colonial brasileño pues la colonia (yen rigor, ¿no habríaque emplear el plural y decir las colonias?) no era brasileña, sino portuguesa, y sus habitantes no se veían, por lo general, como fundamentalmentedistintos de los del Reino, el lugar hacia donde casi siempre deseaban regresar (Souza, 2004: 347-361; Novais,1997: 13-39). Pero tornar ese camino puedellevar al nominalismo y,en última instancia, al pirronismo (Hazard, 1961),
con lo cual se echarían por tierra consensos sin lograr a cambio establecer
nuevos parámetros.Con la convicción de que la historia es, como dijo Edward P. Thomp
son (1981), la disciplina del contexto, se ha optado por encaminar el debateen torno de la designación que resulte más adecuada al período que se analice; esto es, una acepción más laxa para los tres primeros siglos de lacolonización portuguesa en América, y una más estricta para el siglo XVIII.
Por lo tanto, más allá de las variaciones y de los matices, se ha privilegiado el mundo de la cultura escrita y erudita con el propósito de comprender el papel que esos individuos tuvieron en la sociedad de su tiempo,asi como las relaciones que establecían con ellay entre sí.Para ello fue nece-
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sario hacer elecciones, establecer clivajes y destacar, del conjunto de las producciones literarias, aquellas en las que tales relaciones se manifestaronde manera más evidente.
¿Literatura brasileña?A partir de la independencia del Brasil y la instauración del imperio, en1822, los letrados del nuevo país se empeñaron en buscar en el pasado loselementos que mostrasen las raíces de una identidad nacional. Tanto lostributarios del pensamiento ilustrado corno los adeptos al romanticismoconcebían la historia como progreso y,por ello,en los fenómenos que observaban no podían dejar de ver la culminación o la consecuencia obvia defenómenos anteriores, con lo cual les conferían una racionalidad y unainteligibilidad que, por lo general, les eran ajenas.
En ese sentido, para esos intérpretes la literatura llevada a cabo en sueloamericano antes de 1822 contenía los gérmenes de la brasileñidad. o bien,
pura y simplemente, era ya brasileña. Los románticos desempeñaron unpapel muy importante en la génesis de esa tradición, como puede verseen el caso de Ioaquim Norberto de Sousa Silva y de los varios textos queescribió sobre la literatura brasileña, recientemente compilados en Históría da literaturabrasileira (Silva, [. N., s/f).
De Sousa Silva pensaba que" [u1n pueblo que no tiene una literaturadifícilmente llegará a ser una nación", pues la nacionalidad se nutría delas glorias pasadas y "de las tradiciones de sus mayores, cuyos nombres ypreciosos trabajos la literatura, como un eco inmortal, repetirá hasta lasmás remotas generaciones de la tierra" (ibid.: 112). A fines de la década de1850 y comienzos de la de 1860, defendía la existencia de una literatura brasileña ante aquellos que, como elgeneral Abreu e Lima, sostenían una posición opuesta. Para estos últimos, las manifestaciones literarias realizadasen el Brasil hasta ese momento (el general escribió acerca de este tema en1835) eran inexpresivas o, cuanto mucho, estaban subordinadas a la literatura portuguesa, ya de por sí bastante limitada (ibid.: 66-67). Por el contrario, para De Sousa Silva la naturaleza física del país, pródiga y grandiosa,era razón suficiente para explicar la necesidad de una literatura, que, porotra parte, ya había existido incluso entre los pueblos indígenas que habitaban el territorio antes de la llegada de los portugueses. Al sostener estaposición, De Sousa Silva también pretendía demostrar que la lengua y laliteratura no se hallaban obligatoriamente asociadas, ya que la literaturaera más la expresión de un carácter nacional que de una identidad lingüística: podía haber, por tanto, una literatura brasileña en lengua portu-
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guesa. Invocaba los testimonios de cronistas contemporáneos que, comoGabriel Soares de Sousa o el padre jesuita Pemáo Cardim (ibid.; Cardim,1978), habían registrado cantos y danzas entre los indígenas de los primeros tiempos, y tomaba partido por la capacidad poética de los Tarnoios,influida por la naturaleza "espléndida" y"portentosa" de la situación natural: la bahía de Guanabara (Cardim, 1978: 170).
Oliveira Lima -uno de los primeros autores brasileños que se ocuparon específicamente del período colonial-, si bien divergía con De SousaSilvapues ubicó el nacimiento de la literatura brasileña en la segunda mitaddel siglo XVIII, coincidía con éste en lo que respecta a la relevancia de loscuentos y los poemas indígenas, que, junto con las tradiciones africanas,consideraba decisivos para la elaboración de una literatura popular (Lima,1984: 79-83). Sin embargo, Oliveira Lima no se detuvo en la cuestión de laexistencia de una literatura brasileña en el período colonial.
Los presupuestos de De Sousa Silva tuvieron una larga vida en la historia de la literatura brasileña, aun cuando se manifestasen a veces de manera
algo subterránea. Alfredo Bossi, por ejemplo, consideró que Antonio Candido estaba equivocado al considerar que sólo fue posible una literatura brasileña a partir de fines del siglo XVIII, cuando ya se había constituido un sistema literario (Cándido, zooób; Bosi, 1980). Según Bosi, Gregório de Matosy el padre Antonio Vieira ya escribían literatura brasileña, pues tanto susensibilidad como sus modelos y el dialecto en que se comunicaban eranbrasileños. En la crítica a Can dido, planteó que eran las academias del sigloXVIII las que habrían proporcionado la materia con que se formó el sistemaliterario, y condenó esa perspectiva por considerarla eminentemente institucional. Sin embargo, para Candido, la idea de sistemaimplicaba la dialéctica entre la producción literaria y la sociedad en la que ésta se incluía, entreel producto y elpúblico lector -lo que sólo tuvo lugar a fines del siglo XVIII-,
por lo que su concepción trasciende el marco estrictamente institucional.También se encuentran ecos de la posición de De Sousa Silvaen JoséAde
raldo Castello, un importante investigador del Movimiento Academicista.En A literatura brasileira, el autor no encara una discusión más conceptual-no cuestiona si, de hecho, es posible pensar en una literatura brasileñaanterior al siglo XIX- y admite "como nuestro primer documento literariola Cartade Pero Vazde Caminha"; escrita en 1500, en el momento del arribode la expedición de Cabral a Bahía, pues allí se "anuncia el principio de lainteracción de las influencias externas e internas" (Castello, 2004: 51).
En uno de los más recientes libros generales sobre la literatura brasileña, su autor, Luís Roncari, torna la precaución, ya de entrada, de recordar que en 1500 los portugueses "llegaron a las tierras que hoy forman el
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Brasil", y no a un país. Y a continuación explica que prefirió que el primer capítulo se titulase "El Brasil en la literatura", y no "La literatura enel Brasil" -como lo había hecho Afránio Coutinho-, porque el Brasilsólo entra "como objeto de la narrativa", de modo tal que la Carta deCaminha discurre sobre la tierra y sus habitantes a los que toma, por tanto,
como objeto (Roncari, 1995: 19,26).
¿Intelectuales o letrados?Por lo visto hasta ahora, puede decirse que el objeto-Ia nueva tierra, su realidad específica, la esclavitud, la colonización, la naturaleza tropical, lainmensidad del territorio, la amenidad del clima, etc.- ha bastado paradefinir como brasileña la literatura practicada en el Brasil desde la llegadade los portugueses. Sin embargo, es necesario apreciar que, tanto comoen la relación establecida con el medio, el problema reside en la sensibilidad y en la conciencia de los autores, es decir, de los sujetos. Y éstos no sesentían brasileños, ya que, como observó Roncari, el Brasil no existía: losletrados de entonces, religiosos o seculares, eran Iusoamericanos, lusobrasiieños o,como solían autodenominarse,portugueses delaAmérica (Schwartz,2003; Souza, 2006). Debían obediencia al rey de Portugal, eran sus vasallos y no pensaban en la independencia: plantear la cuestión de maneradiferente es partir del resultado para llegar al origen.
Cuando el historiador tiene como objeto de estudio la literatura, esmucho lo que le debe al crítico en lo que respecta al análisis interno de lasobras y a la comprensión de los estilos y de las escuelas. Pero,a la vez,puedeayudar a entender los aspectos externos: el medio social en el que la literatura floreció, así como cuestiones relativas a los autores y al contexto histórico. En ese sentido, contaminados en todas partes por sentimientosregionales y por cierto malestar ante la dominación del reino, los habitantes de la América portuguesa pueden considerarse como lusoamericanos,pero sobre todo corno lusobrasileños: la primera denominación parece adecuarse más a la primera mitad del siglo XVIII, pero no obtuvo mayor resonancia; en cambio, la segunda, que se aplica mejor al último cuarto de aquelsiglo -cuando se fue configurando en el plano político la idea de un imperiolusobrusíleño-, sí ganó notoriedad (Lyra,1994;Souza, 2006). y lo mismopuede decirse acerca de la literatura que se producía: en lugar de hablarde la literatura brasileña del período colonial, o de la literatura colonialbrasileña, es posible referirse a la literatura lusoamericana y,con mayor precisión, a la literatura lusobrasileña, pues la denominación da cuenta, demanera simultánea, de la cronología y de la problemática.
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En elestudio del período colonial también se plantea la dificultad de considerar como intelectuales a aquellos que desarrollaban actividades vinculadas a las letras. Es sabido que el concepto tiene una historia, que se sitúaa fines del siglo XIX y comienzos del xx, más exactamente en el momentodel caso Dreyfus en Francia y del surgimiento de la idea del hombre de letraspolíticamente comprometido (la célebre carta de Émile Zola es de 1898).Con el propósito de no caer en elanacronismo, es preferible por tanto designar como letrados a los "intelectuales" del período en análisis: letradosíusobrasiíeños, hombres de condición secular o eclesiástica; poetas líricos,
épicos o satíricos; autores de tratados sobre la tierra, sus accidentes, su fauna,su flora, su población; historiadores de las órdenes religiosas o de la colonización portuguesa; moralistas; genealogistas; y,ya hacia el fin del período, autores de tratados de mineralogía, economía, agricultura.
En Portugal, al menos desde la segunda mitad del siglo xv, se llamabaletrados a las personas envueltas en diversas actividades: las de la literaturapropiamente dicha -la crónica histórica, la poesía-, pero también las de lajurisprudencia y la administración del reino (Rebelo, 1998; 113-133). Comohan demostrado algunos estudios recientes, ellos tuvieron un papel central en la construcción de la monarquía moderna. Ahora bien, este trabajono se ocupa de ellos, ni tampoco de los que llegaron a América en los dosprimeros siglosde la colonización, sino de quienes, bajo el impacto del nuevomedio, produjeron escritos más volcados a los objetos específicos que ya semencionaron, llevaron sus actividades hacia un espacio cada vez más públicoy contaron con un círculo cada vez más amplio de lectores; de aquellosque actuaron dentro de un sistemaliterario, según la concepción de Antonio Candido: hombres, por tanto, del siglo XVIII lusobrasileño.
LITERATURA Y VIDA SOCIAL
Limitacionesinstitucionales y socialesAdemás de las consideraciones que implican la caracterización y el recortedel sujeto histórico que luego se llamaría "intelectual", es necesario prestaratención a ciertas peculiaridades fundamentales, algunas derivadas de lapolítica colonial portuguesa en América, otras inherentes a la situación periférica del territorio, todas ellas importantes en la configuración de un contexto específico muy distinto del europeo. Por lo tanto, es necesario considerar al sujeto y elcontexto en su dimensión temporal y espacial, históricaygeográfica, a fin de lograr una comprensión lo más abarcadora posible del
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objeto en estudio: el "intelectual", o, mejor, el letrado lusobrasileño y lasrelaciones que estableció con la sociedad a lo largo del siglo XVIII.
En virtud de la condición colonial, de la situación periférica, de la política adoptada por el reino y del tipo de sociedad que se fue constituyendo,el universo cultural de la América portuguesa se organizó a pesar de unconjunto de carencias: estuvieron ausentes las universidades, las bibliotecas públicas, la prensa periódica y las editoriales, las cortes y la vida propiamente cortesana, la libertad intelectual -pues la censura de ideas y delibros se mantuvo activa todo el tiempo- y una red urbana uniformementedistribuida, ya que cada región -excepto la de Minas- sólo contaba conuna ciudad o villa digna de ese nombre, que en la mayor parte de los casosse situaba en la franja costera.
A diferencia de las colonias españolas en América, donde se crearonuniversidades desde la primera mitad del siglo XVI, en la América portuguesa no hubo instituciones de ese tipo antes del siglo xx. A pesar deque ha sido poco estudiado en profundidad, el tema fue y continúa siendoobjeto de controversias e hipótesis diversas; entre ellas, la teoría de queal obligar a las élites a estudiar en Coimbra la Corona buscó moldearlasde acuerdo con los parámetros portugueses, evitando así la circulación deideas heterodoxas y el desarrollo de un pensamiento crítico, lo cual, enúltima instancia, podría llevar a la independencia. El papel que deberíanhaber desempeñado las universidades quedó en parte a cargo de los principales colegios jesuitas del territorio, como el de Bahía -que en más de
una ocasión reclamó que se le concediese la equiparación con los estudios universitarios-, y de otras instituciones religiosas de enseñanza, comolos conventos de franciscanos, benedictinos y carmelitas, donde, ademásde la educación básica, se dictaban unos pocos cursos de educación superior (Villalta, 1997: 330-385).Tras la expulsión de los jesuitas en 1759, ganómayor importancia elSeminario de Olinda, en Pernambuco, donde se des
tacaron los padres oratorianos (Carvalho, 1960: 76-87; Neves, 1984). Detodas maneras, no es posible comparar el impacto social ni la función deesas instituciones con los de las universidades, lo que significó una granpérdida para el medio cultural de la América portuguesa, que permaneció más limitado, aislado y cerrado sobre sí mismo, en contraste notoriocon lo que ocurría en otras regiones americanas, como el Perú, México oNueva Granada.
Lo mismo sucedió con la impresión de libros y con la prensa periódica:el Brasil no contó con ellas hasta 1808,cuando la corte de Braganza se trasladó a Río de Ianeiro, huyendo de la invasión francesa de Portugal, y elpríncipe regente, ante la necesidad de hacer públicos los actos del gobierno,
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creó la Imprenta Regia (Moraes, 1993: 17-31). Más allá de ciertos intentosaislados, como el de Antonio Isidoro da Fonseca, en 1747, -que logró realizar en Río de Ianeiro un impreso sobre la entrada del obispo Don Antonio do Desterro en la ciudad-vía Imprenta Regia,creada mediante un edictoel 13de mayo de 1808, fue la primera que existió en el territorio (Monteiro, 1993).Así, todos los habitantes de la América portuguesa que desearan ver sus trabajos en letra impresa tendrían que hacerlo en el Reino, yfue allí donde se imprimieron las principales obras de la literatura lusobrasileña del siglo XVIII, como los sonetos de Cláudio Manuel da Costa ola Históriada América Portuguesa, de Sebastiáo da Rocha Pitta.
Sin embargo, muchos textos manuscritos circularon de mano en mano,y dieron lugar a lecturas compartidas, propiciaron discusiones, alimentaron nuevas ideas o simplemente popularizaron a ciertos autores en unatierra de escasos recursos intelectuales y de numerosos iletrados. Fue asíque la Clavis Prophetarum, del padre Antonio Vieira,llegóa fecundar extemporáneos sueños milenaristas en el primer cuarto del siglo XVIlI y en unmedio rudo y convulsionado, el de los primeros arrabales yasentamientos urbanos auríferos de la capitanía de Minas Gerais (Rorneiro, 2001). Estoconfirma la hipótesis de que se ha otorgado un peso exagerado al papelque los libros impresos tuvieron en las sociedades tradicionales (BauzaÁlvarez, 2002). En Bahía, se ha comprobado la existencia de talleres decopistas, por aquel entonces ya ausentes en Europa, lo que representa unasupervivencia de raíz medieval que encontró un suelo fértil en una sociedad corno la lusobrasileña, Por último, siempre restaba el subterfugio dehacer circular los propios libros, socializándolos y permitiendo que unnúmero mayor de lectores sacase provecho de un único ejemplar, comose hizo evidente en las inconfidéncias [conjuraciones1de fines del siglo XVIII
(Minas Gerais, 1789; Río de [aneiro, 1794; Salvador de Bahía, 1798),en lasque estuvieron presentes la posesión y la circulación de libros y panfletosprohibidos y sediciosos.
La circulación de libros socializaba su propiedad y así se buscaba sortear dos importantes obstáculos para la constitución de un público lectory de relaciones dinámicas entre la producción letrada y su consumo: la faltade bibliotecas y la presencia de la censura. En efecto, antes de 1808no hubobibliotecas públicas en la América portuguesa, y las que de algún modocumplieron ese papel fueron las bibliotecas de los conventos y los monasterios. Por esta razón, el traslado de la Real Biblioteca, luego de la llegadade la familia real, fue un hecho extraordinario y constituyó un símbolo almismo tiempo poderoso y ambivalente. Por un lado, confirma la gran relevancia que la dinastía otorgaba a los libros -acumulados a lo largo de los
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siglos por medio de compras y de donaciones-, lo cual ponía de relieveno sólo el interés de los gobernantes por la cultura, sino también el prestigio del que gozaban junto a las demás casas reinantes; por otro lado, manifiesta el carácter exclusivista que el gobierno y las élites atribuían al conocimiento, algo que sin duda dejó una marca indeleble en la historia delBrasil (Schwarcz, 2002). Ante la falta de bibliotecas públicas o de acceso alas de los conventos, las "librerías" -corno se las llamaba por entonces-e,aun cuando casi siempre fueran de pequeño tamaño, se multiplicaban entrelos particulares, y algunas de ellas llegaron a contar con una cantidad significativa de títulos, corno la del canónigo LuísVieira da Silva,en Mariana,
Minas Cerais, y la del padre Agostinho Comes, en Salvador, ambas en lasegunda mitad del siglo XVIII. Esas"librerías" solían estar ligadas a un usoprofesional y,entre las que se conocen, las de mayor tamaño apenas superaban los mil volúmenes (Frieiro, 1981; Villalta,1997: 330-385; 1999).A pesarde la censura, existente en Portugal desde el siglo XVI y ejercida en todo elimperio por tres instancias, dotadas de reglas y principios propios -la Inquisición, el Ordinário (un tribunal de jueces eclesiásticos) y la Mesa doDesembargo do Pa,o (tribunal superior del reino l-, los libros prohibidoscircularon con bastante facilidad entre las élites cultas, que muchas vecessolicitaban licencia para poder leer esas obras -Spinoza, Voltaire, Montesquieu.-, y que otras tantas lo hacían a escondidas. A partir de 1768,aúnbajo el gobierno del marqués de Pombal, la censura de libros y publicaciones quedó bajo la jurisdicción de un nuevo organismo, la Real MesaCensoria, pero con don Juan ya establecido en Río de [aneiro, el Desembargo do Pavo volvió a ocuparse del asunto (Neves, 1984). Sin embargo, lasbrechas encontradas para burlar esa vigilancia no impidieron que la malafama de la monarquía portuguesa circulase por la Europa culta, que veíaal país como retrógrado y oscurantista y hacía uso de los prejuicios habituales entre los pueblos del Norte cuando se refieren a los del Sur. A pesarde que los letrados lusobrasilenos más importantes solicitasen y obtuviesen la autorización para leer obras prohibidas, el hecho de que existieraninstituciones destinadas a combatir el libre pensamiento tuvo un peso innegable en la limitación del desarrollo de la sociabilidad letrada y del espíritu crítico, que se mantuvieron estrechos, vacilantes y confinados a círculos restringidos y temerosos de represalias y denuncias.
Por último, la transformación de ese universo estrecho y restringidotambién se enfrentaba a los obstáculos impuestos por las característicasdemográficas de la América portuguesa: una población escasa, discontinua y dispersa; pocas ciudades de cierto porte, y ausencia de algo semejante alas cortes locales, tan comunes en Europa (Novais, 1997). En ese con-
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tinente, el surgimiento en elMedioevo tardío de los letrados estuvo directamente relacionado con la administración y la sociabilidad de las cortesseculares y eclesiásticas, y muchos de ellos eran, en el ámbito del renací
miento del derecho romano, hombres de leyes.Laausencia físicadel Estado-cuya sede estaba en Lisboa-, así como la inexistencia, debido a las características de la administración del imperio portugués, de cortes virreinales -como las de Lima o México en la América española- o eclesiásticas(durante los dos siglos, en el territorio lusoamericano sólo hubo obispados en Bahía y en Olinda), limitaron considerablemente la acción de losletrados en la América portuguesa. Mientras que España transfirió a susterritorios conquistados instituciones del reino, y los dotó de tribunaleslocales del Santo Oficio, de universidades y de administradores agraciados con el título de virreyes y que tenían jurisdicción sobre circunscripciones territoriales consideradas como virreinatos, Portugal mantuvo unorden mucho más centralizador. Reos, herejes, estudiantes y decisiones,todo ello quedaba en manos del reino.
Sin embargo, aun cuando en rigor no hubo un estilo de vida cortesanoen la América portuguesa, es posible verificar momentos y aspectos de unasociabilidad de tipo cortesano en Bahía,antes de 1763,y,desde ese momento,en Río de Ianeiro.Ias dos ciudades que fueron sede del gobierno general ycuyos ocupantes, eventualmente, recibían el título de virreyes -cn realidad, más honorífico que efectivo-o Asimismo, sin dejar de reconocer elinmenso foso existente entre ambos lados del Atlántico, alguna que otracabeza de capitanía mostró cierta sensibilidad letrada de tipo cortesano,como, por ejemplo, Vila Rica entre 1763 y 1789.
Academias
En función de los límites que se han señalado, la sociabilidad letrada y lapráctica literaria del siglo XVIII se llevaron a cabo, en gran medida, en losespacios privados y en elámbito de las academias. Estasinstituciones, comunes en la Europa culta del siglo XVII, se multiplicaron a lo largo del sigloXVIII con la propagación de las Luces.
En el territorio lusoamericano, comenzaron a surgir a comienzos delsiglo XVIII, aunque a veces no llegaban a durar más que una única o apenas unas pocas sesiones: en 1711, en Río de Ianeiro, la Academia Científica; en los años 1724 y 1725, en Salvador de Bahía, la que fue la primera delas sociedades literarias, la Brasílica dos Esquecidos; también en 1725, peroen Río de Ianeiro, la de los Secretos, que sólo llevó a cabo una reunión; en1736, de nuevo en Río pero ya durante el gobierno de Gomes Freire de
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Andrade, luego conde de Bobadela, la de los Felizes; en 1752, también bajoel gobierno de Bobadela e incentivada por él, otra academia fluminense: lade los Seletos; en 1754 y en 1759, dos nuevos intentos en Salvador de Bahía:la de los Renascidos y la Brasílica dos Renascidos, respectivamente; porúltimo, otra vezen Río de Janeiro -ya sede del Estado del Brasily con administradores que, al menos nominalmente, ostentaban el título de virreyes-,la Científica, en 1771, fundada por médicos, reorganizada con el nombre deSociedad Literaria de Río de Ianeiro en 1786y que funcionó de maneraintermitente hasta 1795 (Castello, 1969, 2004: Candido, 2006b: 107).
En su mayoría, esas academias tuvieron una vida efímera y fueron, segúnAntonio Candido, "una especie de colectividad al mismo tiempo autora yreceptora de la subliteratura reinante", típica de un contexto en el que elpúblico lector y consumidor de literatura aún no se había constituido (Candido, 2006b: 77-78). Sus integrantes eran magistrados, clérigos, propietarios de tierras y de minas que en las horas libres se dedicaban a las letras.Por lo tanto, eran instituciones sin especialización alguna, si bien, ya haciafines del siglo, en la Academia Científica y luego en la Sociedad Literariafiguraron médicos con intereses científicos y técnicos. Además, algunas fueron capaces de crear redes de sociabilidades letradas interregionales, pormedio de socios supernumerarios, como ocurrió en la AcademiaBrasílicados Renascidos, con lo cual se daba un paso en el sentido de cierta autoconciencia, o, como afirmó Antonio Cándido, se verificaba un "primerremedo de conciencia literaria común" (Candido, 2006 b: 150; Kantor, 2004).
También sobresalieron las academias de circunstancia, u ocasionales,organizadas para celebrar nacimientos, casamientos y muertes, reales oprincipescos; ingresos de prelados, que llegaban a la sede de sus diócesis,o de enviados diplomáticos provenientes de otros reinos; fiestas religiosasen general, entre las que se contaban las organizadas por cofradías y her
mandades (Jancsó y Kantor, 2001: 170-195; Lara, 2001: 151-165; Ávila, 1971:113-125). Esas academias de circunstancia trascendían el ámbito eminentemente privado, más propio de las academias permanentes y temporarias,y se abrían hacia el espacio público, poniendo en escena fiestas y representaciones, empuñando carteles con dísticos, con lo que penetraban enla sociedad más amplia y,al mismo tiempo, neutralizaban, invertían y reforzaban jerarquías consagradas. De ese modo, ejercían una función ritualcapaz de quebrar el ritmo más lento de la vida cotidiana.
A título de ejemplo, fueron varias las Exequiasque dejaron material literario escrito, como las de don Juan V,en Sao loño del Rei (1750-1751) yenVila Rica (1751); las de la infanta doña María Francisca Dorotea, en Paracatu (1771). Todasrepresentaron ocasiones de congraciamiento y de refuerzo
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del poder de los reyes, que se encontraban separados de los súbditos porun océano pero necesitaban de esos ritos en la medida en que reforzabanel absolutismo monárquico. Asimismo, teatralizaban la idea bien barrocadel rasero: de que todos somos polvo, y al polvo volveremos. Reconociendoel dolor del rey don José J, que también era padre de familia, los versosfúnebres sobre la muerte de la infanta recuerdan ese destino común delos hombres:
Que és vivo, e que hás de morrer,
É certo, e ninguém o ignoraMas quando há de ser a hora,Nao o podereis saber (Souza, 2001: 170-180).*
EncomiosLospoemas en alabanza de lasautoridades no deben verse como mera emulación, sino también como expresiones de un tipo de sociabilidad circunscrita a la pequeña "corte" que gravitaba en torno de gobernadores de capitanías importantes -como Minas Gerais- o de la ciudad que, al menosvirtualmente, era la cabeza administrativa de la colonia -como Bahía yRío de Ianeiro-. Parte significativade la producción de los consagrados áreades Iusobrasileños -sobre todo Cláudio Manuel da Costa, pero también
Tomás Antonio Gonzaga yAlvarenga Peixoto- está constituida por ese tipode poesía, en la que se alababa no sólo la figura del gobernante sino también la de su familia, en un intento por "exaltar" un patrón "familista'' en
la acción colonizadora de los portugueses de América (Souza, 1999: 175-199).Por cierto, la alabanza a los reyes y a los poderosos fue una de las expre
siones del contexto ilustrado en Portugal y en sus conquistas, e incluso enestas últimas sirvió como una forma de llegar "a la reflexión sobre problemas locales" (Candido, 2006b: 110-111). Pero lo que interesa destacaraquí es el hecho de que la sociabilidad y el encomio se insertaron en unambiente que, aun cuando fuese muy limitado, tenia ciertos aires del espíritu cortesano consagrado en Europa desde el Renacimiento, y en el quela lisonja y el elogio no tenían el tinte peyorativo que a veces se les atribuyen desde una visión contaminada por concepciones actuales.
Los poemas laudatorios o encomiásticos marcaron la sociabilidad depor lo menos una de las villas mineras del siglo XVIIl, Vila Rica. Entre
• [Que estás vivo y que has de morir,! es cierto, y nadie lo ignora/ mas cuándo ha deser la hora,/ no lo podrás saber.)
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1763 Y1791, Cláudio Manuel da Costa y Alvarenga Peixoto practicaron el
género con cierta regularidad. En ese contexto, tuvo lugar un acontecimiento importante, en 1768, cuando Da Costa ofreció una pieza teatral y
poemas encomiásticos al Parnaso Obsequioso, academia de circunstancia
que también inauguró la Colonia Ultramarina de la Arcadia Romana (Can
dido, 2006b: uo-nr). En ese momento, el poeta se volcó hacia los proble
mas sociales, más concretos y palpables que la temática que lo había ocu
pado hasta entonces, sobre todo en los sonetos -las "dulces fatigas delamor">, e introdujo en la forma laudatoria cierto carácter de resistencia yde crítica (Candido, 2006b: 11O-IU).
En particular, en torno de uno de los gobernadores de Minas, don
Rodrigo José de Meneses, se constituyó un tipo peculiar de sociabilidadasentada en el encomio pero marcada con un fuerte tono afectivo. Cláu
dio Manuel da Costa, Gonzaga y Alvarenga Peixoto dedicaron varios poe
mas a la familia de don Rodrigo, pero ninguno al propio gobernante, loque se aparta de la mayor parte de la literatura del género. Esta particula
ridad parece indicar una re!ación más estrecha entre el gobierno y las élites locales: Da Costa había sido secretario de dos gobiernos anteriores y
era abogado; Gonzaga era el oidor de Vila Rica, yAlvarenga, luego de haber
ejercido el mismo cargo en la Comarca de Rio das Mortes, más al sur, ydonde se destacaba la villa de Sao joao del Rei, pasó a dedicarse a la explo
tación de sus minas y tierras particulares, y fue uno de los grandes pro
pietarios de aquella región (Maxwell, 1977). Más aun, gobernador y élites
locales buscaban soluciones comunes para el impasse económico de la capi
tanía, en la que el oro era cada vez más escaso. Por último, don Rodrigo
fue el primero de los gobernadores de Minas en hacerse acompañar porla familia: mujer, dos hijos nacidos en Portugal, un tercero en el viaje
hacia la colonia, y ya en Minas fue padre tres veces más. En ese contexto,
la sociabilidad literaria que se insinuaba en el palacio del gobernador, los
poemas laudatorios y la solidaridad horizontal que englobaba a miembros
de las élites y proyectos del gobierno local son caras de una misma moneda.
GenealogíasLas genealogías -r-O, como se decía en la época, las nobiliarquias- tuvieron
en la América portuguesa un objetivo social y político obvio: el enalteci
miento de las élites regionales. Al hacer público el engrandecimiento de lasfamilias más importantes, exaltando su tradición y sus hazañas, ellas tras
cendieron el espacio privado. Florecieron en el Nordeste -Pernambuco y
Bahía- y en la capítanía de Sao Paulo desde fines del síglo XVII ya lo largo
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de! XVIII, Yexpresaron la tensión entre las fuerzas regionales y los propó
sitos centralizadores y unitarios de la Corona portuguesa. No es casual, portanto, que hayan surgido en las capitanías de población más antigua ydonde
la función colonizadora estuvo a la par de las acciones armadas, lo que jus
tificó las eventuales aspiraciones de las élites a atribuirse tintes de nobleza
a la moda europea, conquistadora y guerrera. Tampoco es casual que en
las regiones de población más reciente, como Minas, surgidas ya bajo elsigno del comercio, nunca haya habido mayor interés por ese tipo de escri
tos y que e! tema de la "invención" de sus tradiciones sólo se manifestara
en el siglo XIX, cuando la sociedad se hizo rural en mayor escala. Otras
regiones, como Río de Ianeiro, a pesar de ser antiguas y belicosas por fuerza
de la codicia internacional que, desde el siglo XVI, había logrado estable
cer asentamientos franceses en la bahía de Guanabara, prestaron poca atención a la justificación escrita de sus glorias. En efecto, no hay nobílíarquias fluminenses que se remonten al período colonial, y las élires de allí
pronto se dedicaron a las gestiones comerciales, sobre todo las ilícitas, pre
firiendo actividades lucrativas, como el tráfico de esclavos, a los argu
mentos que fundamentasen una nobleza más que discutible.En el Nordeste, la lucha de los habitantes contra los invasores holande
ses sirvió de argumento para la elaboración de los más importantes escri
tos genealógicos de la América portuguesa. Los colonos fundamentaron sus
demandas de un reconocimiento real-mercedes, hábitos religiosos, ven
tajas pecuniarias, honores-- en el hecho de haber reconquistado el territo
rio al costo de su "sangre, vida y haciendas". Como elfenómeno ya fue admirablemente estudiado por Evaldo Cabral de Mello, se prefirió considerar
aquí el ejemplo de Sao Paulo, que además pone en evidencia los resenti
mientos de orden político y geopolítico, muy típicos del siglo XVIII, cuando
la antigua región azucarera se vio amenazada por elascenso del centro-sur
que produjo la explosión de la actividad mínera (Mello, 1986,1995).
En la segunda mitad del siglo XVIIT,dos autores paulistas yuno de MinasGerais de origen paulista produjeron obras en las que se registra el senti
miento de orgullo que los habitantes de Sao Paulo sentían por sus raíces:
Pedro Taques de Almeida Paes Lerne, fray Gaspar da Madre de Deus y Clau
dia Manuel da Costa, que escribieron la Nobiliarquia Paultstana, la MemóriaHistórica da Capitania de sao Pauloy el poema VilaRica,precedido de
un Fundamento Histórico (Candido. 196]: 161-191). Sao Paulo y Minas
eran regiones con una estructura social menos rígida que la del Nordeste,ya sea por el mestizaje de las élites paulistas, o por la rapidez con que se
produjo elpoblamiento de Minas, lo que impidió una estratificación social
más sedimentada (Souza, 2(06).
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Con el descubrimiento de las Minas, en gran parte promovido por paulistas, los antiguos y arraigados intereses agromercantiles de las zonasazucareras comenzaron a clamar contra el peligro del sur. El contextopernambucano, en el que Loreto Cauto y Borges da Fonseca construyeron imágenes edificantes sobre los héroes de la Restauración, era sustancialmente distinto del contexto de las capitanías centro-meridionales, donde los paulistas se empeñaron en embellecer las andanzas en los sertones(Castello, 2004: 96-97; Kantor, 2004; Mello, 1986, 1989: 268-269). En efecto,Pernambuco fue muy pronto una región neurálgica en la economía y enla política del imperio portugués de América, abierta a las grandes rutasmercantiles del Atlántico, dotada de una aristocracia consolidada, aportuguesada y, cuando no totalmente blanca, empeñada en serlo; en cambio,Sao Paulo se mantenía, si no excéntrica, más cerrada sobre sí misma y sobresu mestizaje, y allí se habló, hasta el siglo XIX, la lengua general indígena
(Russell-Wood, 1999: 100-118).
Tras haber perdido la autonomía administrativa por casi dos décadas,
los letrados paulistas procuraron recrear el pasado, idealizándolo y configurando ideológicamente aquello que, sobre todo en el siglo xx, pasó aser el "paulistanismo" En un intento por mostrar virtudes allí donde prácticamente sólo se veían vicios, la literatura de los linajistas paulistas también era, pero no sólo, una respuesta a la mala fama de los aventureros delos sertones, considerados como brutales cazadores de indios y de negrosprófugos. Si los pernambucanos eran vasallos reconocidos como especiales -ya en el siglo XVII tuvieron diócesis, obispo, ciudad, y, al expulsar alos holandeses, dieron pruebas inequívocas de fidelidad al rey-, los paulistas eran casi siempre una piedra en el zapato, y el arte de bien gobernarconsistía muchas veces en hacer que el Estado metropolitano lograse sacarprovecho de esos hombres difíciles.
Los primos Pedro Taques y Fray Gaspar pertenecían a las élites bandeirantes, al grupo de los primeros colonizadores de Sao Paulo y de loshombres que se internaron en los sertones expandiendo la frontera portuguesa, como Pernáo Dias Pais. Taques fue un funcionario real en la zonade la frontera, y su historia se confunde con la de los hombres turbulentos que marcaron los primeros tiempos de la ocupación de Mato Grossoy de Goiás. Con el tiempo, se vio decepcionado por no haber obtenidolas mercedes y los honores que le habían prometido como pago por susservicios (Taques, s/f: 10-13).
El regionalismo y el orgullo paulista, que ya eran muy acentuados enTaques, crecieron a medida que se arraigó en él el resentimiento por la fortuna y por las mercedes evaporadas, con lo cual también aumentó su ani-
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mosidad hacia la administración metropolitana. Mientras se lamentaba dever a Sao Paulo subordinada a Río de Ianeiro y juntaba papeles para, algún día, reivindicar en la corte lo que juzgaba ser su derecho, Pedro Taquestuvo que ganarse la vida, y como escribiente de la Intendencia, Comissariae Guardamoria del distrito del Pilar, vivió en Goias con su mujer -desdeentonces afectada por una malaria incurable- y un hijo pequeño. En 1755,realizó el viaje soñado, pero llegó a Lisboa días antes del terremoto y, acausa de la catástrofe, perdió una suma considerable de dinero y todos losdocumentos con los que pretendía comprobar sus derechos. Pero el mal,corno en el refrán, trajo algún bien: fue entonces que tuvo la oportunidadde conocer y convivir con Diogo Barbosa Machado, Antonio Caetano deSousa y Monterroyo Mascarenhas, que, sin duda, influyeron sobre sus estu
dios genealógicos (Taunay, 1953: 28-31). También en la corte obtuvo elcargoremunerado de tesorero mayor de la Bula de la Cruzada en las capitaníasde Sao Paulo, Goiás y Mato Grosso, con lo que logró una situación financiera desahogada durante algún tiempo (Taunay, 1953: 30). Pero entoncesacaeció una nueva desgracia. Acusado de desviar el dinero recaudado -loque de hecho hacía, ya que se lo prestaba a sus conocidos, usando los bienespúblicos como si fuesen propios-, fue suspendido en sus funciones, se leincautaron sus bienes y una vez más se vio sumido en la mayor pobreza.En ese período difícil, ya muy enfermo a causa de una parálisis casi general, se dedicó con más ahínco a sus obras, buena parte de las cuales -incluidauna historia de la guerra de los emboabas-" no llegó hasta nosotros.
A ese tiempo desdichado pertenece la Nobiliarchia, forma final del trabajo benedictino de una vida tras documentos esparcidos por varios archivos de América y de Portugal, fuente imprescindible para el estudio de lasociedad paulista del siglo XVIII pero, al mismo tiempo, fruto del resentimiento de un aristócrata decadente en la periferia del imperio portugués.En el marco del delirio grandilocuente característico de los linajistas, quesitúan a todas las familias en el tronco de reyes godos y merovingios, PedroTaques se muestra más comedido (Taunay,1953: 60). Sin embargo, elempeñopor conferir tintes de nobleza a la modesta sociedad de Sao Paulo del sigloXVIII raya en la ficción. En efecto,la valoración de la esclavitud yde los estatutos de la pureza de sangre revela que el linajista provinciano seguía elpatrón de la ideología dominante no sólo en Portugal, sino en toda la Penín-
* Entre 1707 y 1709, tuvo lugar la Guerra de los Emboabas, un conflicto entre losmineros paulistas, por un lado, y los comerciantes portugueses y de otras regiones,por otro, que pugnaban por acceder a las minas de oro de Minas Gerais. Estosúltimos recibieron el mote despectivo de emboabas (del tupí, aves con plumashasta los pies) en alusión a las botas que usaban. [N. de la T.]
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sula Ibérica, y que, en ese aspecto, estaba en perfecta sintonía con los juicios de la monarquía y del imperio. Como todos los hombres de su época,se vio atrapado por las contradicciones ineludibles de una sociedad que seconstruía sobre la base de la inequidad.Ia explotación, el mestizaje y la exclusión. Condenó las uniones de paulistas insignes con negras, cerró los ojosante el mestizaje con los indios y siguió adelante con su estima, absurda enaquel contexto, por la sangre pura (ibid.: 206). Fue el antepasado intelectual de toda una élite paulista habituada a invocar antecedentes indígenascuando los rasgos fisonómicos acusan un mestizaje inocultable.
Más allá de los vicios estructurales, laobra de 'laques reflejaladifícilcoyuntura de mediados del siglo XVIll y expresa una reacción ante los resentimientos de los plantadores de caña por la pérdida gradual de su preeminenciaeconómica. En efecto, aun cuando formaran parte de una banda de mestizos sanguinarios, rebeldes y alborotadores, los paulistas, así como las minasque descubrían, socavaban la esclavitud de los cañaverales y atraían hacia elSudeste el centro político de la América portuguesa. El linajista fue el primero en elaborar ideológicamente la respuesta a los ataques activados porel resentimiento de la élite azucarera del Nordeste (Taunay, s/f 48). Taquesy también su primo fray Gaspar revelan los rasgos inequívocos del regionalismo, una forma de sentimiento que, anterior al nacional, expresaba porentonces el amor a la tierra y daba indicios de la oposición a la metrópolis.
Apoyados en un rigor mayor y en la tradición de la erudición históricadel siglo XVII, éste es el sentido más profundo de la dura crítica que PedroTaques y fray Gaspar dirigen a Rocha Pitta, el historiador baianense (deBahía) de la América portuguesa, quien, según "laques, era proclive a escribir "sin la lección de los archivos, y más por vanidad que por celo", siguiendoinformaciones de personas apasionadas, "llevado por su fantasía y su eredulidad, sin hacer los exámenes necesarios" y,por ello, incurriendo en crasos errores al tratar aspectos de la historia paulista. Fray Gaspar da Madrede Deus acompañaba el juicio de su pariente: "no se fíen del autor de laAmérica portuguesa, que muchas vecesclaudicaba al salir fuera de su patria",o sea, de Bahía (ibid.: 34).
Desde una perspectiva forzada, si no programática, Taques se jactaba deuna nobleza análoga a la de cualquier aristócrata europeo, aferrándose a"nociones de jerarquía social" y al "prestigio de los privilegios de la sangre" (ibid.: 45). Si el sustrato histórico y concreto del que podía echar manoeran las lides predadoras en los sertones de los hombres del Planalto, unasveces exaltadas, otras detractadas por los demás habitantes de la Américaportuguesa así como por los del reino, los aires de nobleza configuraronen su caso el mito disponible para usos ideológicos.
BRASIL" lITtRATURA E "INTELECTUAlES" EN EL PERíODO COLONIAl I 111
Por más portugueses y fieles al trono que se sintiesen Pedro Taques yotros hombres de su tiempo, la visión que tenían de su vida cotidiana yde la sociedad en las regiones donde vivían sonaba, desde una perspectivaestrictamente metropolitana, incoherente, extravagante e incluso ridícula.Aun cuando tuviesen elementos comunes, que a la distancia se tornan másclaros para el historiador -incluso algunos historiadores pueden ver al conjunto de los linajistas como expresiones de una incipiente conciencia brasileña-, cada una de esas perspectivas resultaba ajena para la otra: la dePedro Taques para Rocha Pitta, y viceversa. Era difícil, por entonces, sepa
rar vicios y virtudes.Los casos de Sao Paulo y de Minas fueron algo diferentes. Para bien o
para mal, Sao Paulo contagió a Minas. Sin embargo, en Minas el sentidode exaltación fue distinto pues la región apenas llegaba a tener un siglo deexistencia: Cláudio Manuel da Costa tuvo que inventar una tradición, ypara ello acopló la nueva y poco sedimentada capitanía a la historia másantigua de Sao Paulo. Las hazañas de los bandeirantes y la antigüedad delpoblamiento paulista sirvieron de antídoto para el rápido y tormentosoproceso de ocupación del territorio de Minas. Al juzgar de manera positiva a los paulistas, se soterraban lasdescalificacionesque desde un comienzohabían incidido sobre los habitantes de Minas.
De esta manera se levantaban las bases del orgullo paulista, que fue lafuente inspiradora en la construcción de toda una historiografía. El regionalismo ufano fue la respuesta ideológica a la generalización de las descalificaciones o, por lo menos, a las ambigüedades. Como buena ideología,pulió las contradicciones inherentes al papel histórico de los paulistas ypuso de relieve, separándolas, las virtudes que hasta entonces siempre sehabían mostrado junto a los vicios.
LITERATURA Y CONCIENCIA DE LA ESPECIFICIDAD
Durante las guerras contra los holandeses (1642-1654), que fueron decisivas para su expulsión de las tierras del Nordeste, comenzó a aflorar entrelos habitantes de la colonia, si bien de manera intermitente, algo semejantea una conciencia de la diferencia o de la especificidad de la condición colonial (Mello, 1986; Schwartz, 2003: 217-271). En los dos primeros siglos dela colonización, el territorio tuvo dos denominaciones que se alternaronsegún elcontexto: Terra de Santa Cruz y Brasil (Souza, 2002: 61-86). Sibienterminó por imponerse la segunda, surgida en el ámbito del comercio de
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larga distancia del siglo XVI, hubo un interregno en el que los letrados pertenecientes a las academias de Bahía del siglo XVIII fortalecieron, inclusopor medio de recursos historiográficos, la idea de que el territorio constituía una América portuguesa (Kantor, 2004).
Aún no se ha estudiado la relación entre los diferentes nombres del territorio y el porqué acerca del uso de cada uno de ellos,ni cómo surgió paulatinamente el sentimiento de pertenecer a una esfera específica,distinta de laeuropea y que, en ellímite,podría tornarse incompatible con ella.Sinembargo,es posible afirmar que la conciencia de esa especificidad creció a lo largo delsiglo XVIlI, y que ello también tuvo sus manifestaciones literarias.
En relación con esta cuestión, resulta necesario retomar una de las ideascentrales que Antonio Candido plantea en Formariioda literatura brasileira:
en la segunda mitad del siglo XVIII, el arcadismo constituyó un momentoprivilegiado porque proporcionó el espacio en el que los hombres de letraspudieron expresar, en un contexto nuevo y específico, la tensión entre primitivismo y civilización (Candido, 2006b: 41-73). Poetas como CláudioManuel da Costa y Tomás Antonio Conzaga. nacidos ---como el primeroo residentes -como el segundo- en la capitanía de Minas Gerais, tradujeron esa tensión a buena parte de su obra. Cláudio Manuel da Costa fue particularmente sensible a la naturaleza montañosa de su tierra natal, y viviódividido entre el deseo de ser europeo y un sentimiento más profundo quelo ataba a Minas. En los versos siguientes es posible ver tanto esa sensibilidad hacia el paisaje corno su personalidad fraccionada. En el primer caso:
Destes penhascos fez a naturezaO berco cm que nasci! oh quem cuidara,Que entre penhas tao duras se criaraUrna alma terna, um peito sem dureza! (Costa, 1903: 151).*
y en el segundo:
Torno a ver-vos, ó montes; o destino
Aqui me torna a por nestes oiteiros;Onde um tempo os gabóes deixei grosseirosPelo Traje da Corte rico, e fino (Costa, '903: 133)."
~ [¡De estos peñascos hizo la naturaleza/la cuna en que nací! [Oh, quién cuidara,que entre rocas tan duras se criara/ un alma tierna, un pecho sin durezal]
** [Vuelvo a veros, oh montes; el destino/ me trae de regreso a estos oteros;! dondeun tiempo los gabanes dejé groseros/ por el traje de la Corte rico y fino.]
BRASil: LITERATURA E "INTELECTUALES" EN EL PERíODO COLONIAL I 113
Como también mostró Antonio Candido, el arcadismo, marcado por elmito de la edad de oro, hizo que en la colonia el "interés por la armonía ola desarmonía de la naturaleza" se sumase -o diese lugar- al "interés porla armonía o la desarmonía del universo social" (Candido, 2006b: 67). Hijode padre "brasileño", pero nacido en elReino, Tomás Antonio Gonzaga semostró más sensible respecto del tejido social que del medio físico de laregión minera. Crítico de la sociedad de arribistas que en muy breve tiempose había formado en la región -las minas fueron descubiertas en 1694 y,en el último cuarto del siglo XVIII, este estado ya contaba con casi 380.000habitantes-, Gonzaga opuso en un poema el cálculo mezquino del avaroy la actividad aleatoria, aventurera, de la minería, a las faenas del espíritu,sugiriendo que éstas no podrían florecer en aquel suelo:
Beije pois ° torpe avarentoAs arcas de barras cheias;Eu nao beijo os vis tesauros ... (Gonzaga, s/f: 34-3S).>t
Pero fue en las Cartaschilenas -cuya autoría se ha establecido con bastanteseguridad- donde Tomás Antonio Gonzaga profundizó la crítica a la sociedad minera de su época, a pesar de que los estudiosos de hoy destaquende ellas su carácter conservador (Furtado, 1997), el que de hecho existe,como puede percibirse en sus consideraciones sobre el supervisor de lasobras de la prisión que se construyó en Vila Rica en la década de 1780:
Preza-se de fidalgo, e nao se lembra,Que seu pai foi um pobre, que viviaDe cobrar dos contratos os dinheiros,De que ficou devendo grandes somas,Sinal de que ele foi um bom velhaco (Gonzaga, '995: 98)."
Pero Gonzaga también fue capaz de indignarse con el sufrimiento de losdesfavorecidos, como manifestó en su retrato de los presos:
Passam, prezado amigo, de quinhentosOs presos, que se ajuntam na cadeia.
~ [Bese,pues, el torpe avaro! las arcas de lingotes llenas;/ no beso yo viles tesoros ... ]~~ [Se precia de hidalgo, y no recuerda! que su padre fue un pobre, que vivía! de
cobrar de los contratos los dineros.z que quedó debiendo grandes sumas.z señalde que fuera un buen bellaco.]
114 I HISTORIA DE LOS INTELECTUAlfS EN AMÉRICA LATINA
Uns dormem encolhidos sobre aterra,Mal cobertos dos trapos, que molharamDe dia no trabalho: os outros ficamAinda mal sentados, e descansamAs pesadas cabecas sobre os bracos
Em cima dos joclhos encruzados (Gonzaga. 1995: 103).*
Nacido en Río de laneiro, Inácio José de Alvarenga Peixoto, otro poetaarcade, pasó parte de su vida en Minas, y fue, como Da Costa y Gonzaga,
incriminado en la Inconfidencia mineira (1789). A pesar de que su arteno alcanzó elnivel de los otros dos compañeros, uno de sus poemas poseegrandes cualidades: el Canto Genetíiaco, ya mencionado por su carácterencomiástico. pero cuya mayor importancia radica en que revela una comprensión rigurosa de los mecanismos de la explotación colonial, traspasando, en este sentido, los límites del reformismo ilustrado. Alvarenga vela relación entre el centro y la periferia del sistema en términos complementarios: las bellas obras de la cultura europea -"corintios palacios","dóricos templos", "jónicos altares"> se realizan gracias a los
lenhos duros,filhos desses sertóes feios e escures r... [.**
y el respeto que Europa rendía tanto a la monarquía portuguesa como asu poderío económico se debe sobre todo a las colonias, en particular aMinas, "tierra bárbara, pero bendecida", que hombres de razas diversas seesfuerzan para hacerlas rendir:
Eles mudam aos rios as eorrentes,rasgam as scrras, tendo sempre armadosda pesada alavanca e duro malhoos fortes bracos feitos ao trabalho (Lapa, 1960: 33-38).H*
[Pasan, preciado amigo, de a quinientos/ los presos, que se juntan en la circcl.zUnos duermen encogidos en la ttcrra.z mal cubiertos con los trapos, quemojaran/ de día en el trabajo; los otros,! todavía mal sentados, descansan/ laspesadas cabezas en los brazos/ sobre sus rodillas cruzadas.][leños duros,! hijos de esos sertones feos y oscuros ... ]¡Ellos cambian de los ríos las corrientes,/ rasgan las sierras, y tienen siemprearmados/ con la pesada palanca y el duro mazo/los fuertes brazos hechos altrabajo.]
BRASIL: LITERATURA E "INTELECTUALES" EN El PERíODD COLONIAL I 115
Durante el siglo XVIII, la literatura fue un vehículo importante para laexpresión de la conciencia de que los habitantes de América se iban tornando sustancialmente diferentes de los del reino, quienes vivían en lametrópolis de un imperio del que se consideraban sus señores y,por ello,mejores que todos los demás súbditos. Entre 1789 y 1798,en el contextode las revoluciones burguesas que sacudieron a tantos pueblos a amboslados del Atlántico, en la América portuguesa se produjeron tres movimientos, considerados entonces como Inconfidencias, en los que el sentimiento de la particularidad americana -en este caso, un sentimientoregionalizado que se expresó en Minas Gerais (1789), en Río de [aneiro(1794) yen Bahía (1798)- ganó cuerpo en los escritos, en las discusionesy, en grados variables, en la rebeldía de varios letrados importantes. Sibien no se va a evaluar aquí la radicalidad de esos movimientos, hay queseñalar que, a la luz de los estudios más recientes, parecería cada vezmás evidente que entre aquellos hombres eran pocos -si es que huboalguno- los que pensaban verdaderamente en la ruptura con Portugal.Más bien, pretendían una participación mayor y más efectiva en loscuadros de la administración americana, así como en la representación-según el modelo norteamericano- en los organismos que dirigían elimperio desde Lisboa. Entre 1789 y 1808,pensaron, con certeza, que el Brasil debería ser el gran socio de Portugal en la constitución de un imperiolusobrasileño.
En 1808, la llegada de la corte provocó grandes cambios. Las naves quetraían a la familia real también trajeron los cofres que contenían la mayorparte de la documentación burocrática esencial para el gobierno del imperio, las máquinas para la puesta en marcha de la Imprenta Regia, los librosque dieron origen a la Biblioteca Nacional, que aún hoy continúa existiendo. Los Braganza no trajeron consigo los cursos de enseñanza superior, que sólo fueron creados en el siglo XIX, pero, en cuanto al resto, estaban dados todos los elementos para que el espacio público se ampliase ysurgiese un nuevo tipo de "intelectual", como el periodista Hipólito Joséda Costa, que pasó buena parte de su vida escribiendo desde Londrespero contó con el apoyo de sectores de la monarquía: un intelectual másactivo,más comprometido, más radical. Pero si bien fue mucho lo que cambió, no cambió todo, y ello ni siquiera hubiese sido posible. Los hombresde letras aún permanecieron por más de un siglo aferrados al orden, a lasconvenciones, a las élites de las que todos habían salido.
Estas breves consideraciones sobre el letrado lusoamericano, o lusobrasilcño de los tiempos coloniales también pretenden constituir un aportepara profundizar, en una claveeminentemente histórica, la reflexión acerca
116 I KISTORIA OE lOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
del complejo papel del intelectual en la sociedad brasileña. Parte de loque hoy somos, con nuestras cualidades y con nuestros muchos defectos,viene, al parecer, de muy lejos.
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11Élites culturales y patriotismocriollo: prensa y sociedadesintelectuales
El letrado patriota: los hombresde letras hispanoamericanosen la encrucijada del colapsodel imperio español en AméricaJorge Myers
DEFINICIONES HISTÓRICAS: PATRIOTAS y LETRADOS
Entre la década de 1780 -cuando la independencia norteamericana, primero, y la Revolución Francesa, luego. conmovieron los cimientos del anti
guo régimen europeo y transatlántico- y la de 1820, cuando el derrumbedefinitivo de esa monarquía en suelo americano transformó súbitamenteel entorno institucional y político en cuyo interior ellos debían actuar, losescritores públicos hispanoamericanos, hasta ese momento enmarcadosdentro de las instituciones culturales y académicas del imperio español, y
constituidos en un estamento colocado al servicio de la monarquía y desus representantes en América, experimentaron una transformación profunda en su situación y en sus atributos. Esa transformación dio origen auna categoría particular de escritor público: el letrado patriota. Obligadosa pronunciarse acerca del futuro rumbo de sus respectivas tierras de origen -es decir, de sus patrias- como consecuencia de la profunda crisis generada en la monarquía española por la invasión napoleónica y la doblerevolución que siguió en su estela -la de los constitucionalistas de Cádiz yla de las insurgencias autonomistas y republicanas en suelo americano-e, losletrados se vieron arrojados hacia una situación inédita que los obligó a asumir la compleja tarea de actuar con cierta autonomía (relativa ysujeta a distintas intervenciones represivas) frente a los poderes públicos y a convertirse en artífices -más aun que en voceros- de las nuevas identidadesregionales que comenzaban a surgir de las ruinas del imperio caído. Elproceso mediante el cual surgió esta nueva figura de escritor público fuesumamente complejo y atravesó al menos tres etapas: la de los primerosdefensores de las cualidades positivas de los americanos frente a la críticao el desprecio peninsular -entre los cuales descollaron como grupo los jesuitas expulsados del continente americano-, la de los llamados "precursores",
122 I KISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
quienes en el contexto ambivalente y de incierto porvenir que se abrió conlos comienzos de la crisis del antiguo régimen defendieron primero la igualdad de los derechos de los súbditos hispanoamericanos del rey frente a losde sus súbditos peninsulares, para luego convertirse en los primeros voceros -aislados y de escaso impacto político- de una posible renegociacióndel pacto de dominación colonial-cuyas alternativas iban desde una mayorparticipación en las decisiones imperiales hasta la independencia plena-,hasta desembocar finalmente en la novedosa figura de los letrados al servicio del nuevo régimen, cuyo estatuto en relación con los nuevos poderesse habría visto sustancialmente modificado en elsentido de una mayor autonomía de maniobra (sin que los complejos lazos de subordinación a los mismos hubieran sido enteramente desatados). El elemento común a los tresmomentos de este proceso fue la constitución del escritor letrado en un"intelectual" cuya tarea se definía primordialmente por su calidad de "vocero"de lo que percibía como los intereses de su patria natal.
Si se examina cuidadosamente la trayectoria de una selección representativa de estos "patriotas letrados", una conclusión que emerge con granfuerza es que fue el cambiante contexto político y sociocultural -con susamenazas, sus presiones y también sus oportunidades- el que determinósu transformación en patriotas) y no el marco ideológico específico con elque ellos pudieron haberse identificado de antemano. Esta observaciónno implica que las opciones ideológicas les hayan sido indiferentes ni quelo hayan sido en relación con las consecuencias de su accionar -ellas sinduda ejercieron un papel central-, sino que su condición de "patriotas" surgió independientemente de aquellas opciones. Más bien, esas opciones surgieron como parte de la necesidad de negociar su posicionamiento en elinterior de un panorama marcado por cambios vertiginosos y de resultados inciertos. Cada uno de estos escritores, con los mayores o menoresrecursos culturales que pudo haber obtenido de su formación bajo la colonia, debió definir su identidad ideológica en elmarco de un universo sociocultural y político cuyos contornos se habían vuelto de pronto imprevisibles y ambiguos. Algunos, como los jesuitas que escribieron las primerashistorias reivindicativas del pasado americano -precolombino y/o colonial-, por ejemplo elnovohispano Francisco Javier Clavijero (1731-1787, exiliado en Italia en 1767), o elabate chileno luan Malina (1740-1829), articularon una descripción y la defensa de sus patrias de origen utilizandoexclusivamente las herramientas intelectuales que les ofrecía la herenciaintelectual católica -marcada en el caso de los jesuitas por una fuerte inflexión filosófica neoescolástica o suarista, y por una tradición de estudioshistóricos y filológicos moldeada en los cánones de la temprana moderni-
EL lETRADO PATRIOTA I 123
dad-o Otros. de aquella primera generación pero cuya obra fue elaboradaen un período algo posterior, como el también jesuita Juan Pablo Viscardo y Gnzmán (1748-1798) -pernano de origen y autor de la célebre Carta
a los hispanoamericanos publicada por el venezolano Francisco de Miranda(1750-1816) por primera vez -en francés- en 1799, lo hicieron empleandoun lenguaje y un sistema de referencias intelectuales que hundían sus raíces en la ilustración, razón por la cual David Brading lo ha apodado "unpatriota criollo y un philosophe". Entre los llamados "precursores", muchosde los cuales comenzaron su carrera pública corno parte de la segundacarnada de letrados patriotas antes mencionada y la concluyeron entre losiniciadores de la tercera, primó un clima de ideas fuertemente marcado porla ilustración y por los debates desencadenados por la Revolución Francesay sus repercusiones europeas: sin embargo, también entre este grupo aparecen figuras como el mexicano Fray Servando Teresa de Mier (1763-1827),
cuya formación académica inicial no se diferenció demasiado de la quepudo haber recibido cnalqnier letrado del "Siglo de Oro" o del barrocomaduro hispanoamericano. En el caso de este último letrado, su primercontacto sistemático con el cuerpo de ideas emanadas de la ilustración dieciochesca recién tuvo lugar durante su exilio en Filadelfia en la década de1820, cuando ya hacía muchos años que se había convertido en uno de losprincipales defensores letrados de la insurgencia mexicana e hispanoamericana. Finalmente, si las opciones por una u otra filiación ideológica.se
volvieron más complejas luego de 181011812,mientras que la relación entrelos propósitos perseguidos a priori por los letrados, los escritores públicos, y su preferencia por uno u otro sistema doctrinario -un republicanismo de raíz rousseauniana o un liberalismo inspirado en las doctrinas deBenjamin Constant, una consustanciación con la tradición constitucionalista de Cádiz o con el federalismo de raigambre norteamericana- se volvía más directa, más estrecha, no por ello dejaron de estar en gran medida
determinadas -opciones y relaciones- por su posición específica en elmarcodel nuevo sistema de alianzas y de enfrentamientos a que la revolución habíadado lugar. Si bien hubo algunos letrados -corno regla general una minoría, integrada en muchos casos por aquellos, como Mariano Moreno (1778
isu), que quedaron excluidos de un rol público en un momento temprano de la revolución- que se mantuvieron "fieles" a los principios queinicialmente habían sostenido, la tendencia más general fue hacia ciertopragmatismo, cierta labilidad doctrinaria. Los cambios bruscos de posición ideológica, el eclecticismo conceptual, la ambivalencia discursiva, fueron la marca dominante aun entre los miembros de la tercera camada depatriotas letrados. Trayectorias como las de Simón Bolívar (1783-1830),
124 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
Andrés Bello (1781-1865), Vicente Rocafuerte (1783-1847), el padre Félix
Varela (1788-1853), o (para tomar el ejemplo de un intelectual cuya trayec
toria corresponde al cierre del ciclo más que a su inicio) el padre JoséMaríaLuis Mora (1794-1850) estuvieron marcadas por constantes virajes ideológico-políticos en función de su relación concreta -en términos de su posicionamiento en elinterior de un campo de fuerzas en pugna- con la cambiante realidad política y en función también de la interpretación que
ellos hacían de la misma.Cabe subrayar además que si no todos los publicistas que contribuye
ron a redefinir la función intelectual del escritor público mediante su identificación con un ideal "patrio" fueron ilustrados ni emplearon herramientas intelectuales que hoy asociamos con una tradición "moderna" dediscusión, tampoco todos los intelectuales hispanoamericanos ilustradospueden ser considerados ni "precursores" ni "letrados patriotas", como confrecuencia ha ocurrido, sobre todo en la historiografía previa a los añosochenta. Un hombre político, un funcionario, fuertemente identificadocon las ideas de la ilustración, como luan Pablo de Olavide (1725-1803),
aristócrata peruano al servicio del rey, difícilmente puede ser considerado un publicista "patriota", y ello a pesar de su ruptura con la monarquíay su alineamiento con la Revolución Francesa luego de haber sido conde
nado por la Inquisición española como hereje.Aunque el elenco de "patriotas letrados" es vasto -por sólo mencionar
algunos autores, además de los ya referidos, están, entre otros, el venezolano Simón Rodríguez (1771-1854), el argentino Manuel Belgrano (1770
1820), el chileno Juan de Egaña (1768-1836), el peruano/argentino Bernardino Monteagudo (1785-1825), el "oriental" Dámaso de Larrañaga (1771-1848,
consejero durante un tiempo del caudillo José Gervasio de Artigas), el altoperuano Vicente Pazos "Kanki'' (1779-¿1851?), el colombiano Francisco dePaula Santander (1792-1840), los centroamericanos José Cecilia del Valle
(1776-1834) y Antonio José Irisarri (1786-1868), o los mexicanos Andrés
Quintana Róo (1787-1851),Manuel Crescencio Rejón (1799-1849), Lorenzode Zavala (1788-1836), Carlos María de Bustamante (1774-1848), entre muchí
simos otros-, este trabajo se organiza alrededor de un reducido númerode figuras, todas ellas emblemáticas de las distintas trayectorias posiblesque pudo haber seguido la carrera de un "letrado" entre 1780 y 1820: FrayServando Teresa de Mier, Vicente Rocafuerte, Mariano Moreno, y el "precursor" neogranadino, Antonio Nariño (1760-1823). Han quedado excluí
dos de esta exposición los "letrados patriotas" de la primera etapa por elhecho de que la problemática que suscitan implicaría la necesidad de untrabajo más largo y complejo de lo que las dimensiones de este libro per-
EL lETRADO PATRIOTA I 125
mitirían. También han sido excluidos de este texto los tres principales"patriotas letrados" de Venezuela -Francisco de Miranda, Simón Bolívary Andrés Bello- en función de consideraciones semejantes: la complejidadde su trayectoria política e intelectual haría demasiado extenso y complejoun texto que aspira a la síntesis expositiva -y ésta es también la razón porla que no aparecen otras importantes figuras rioplatenses, mexicanas o chilenas-o Cada uno de los tres patriotas venezolanos ostenta una carreratan amplia y de significados y repercusiones tan complejos que ofrecerlesmenos que un libro sería una injusticia póstuma.
UN PRECURSOR: ANTONIO NARIÑO y LA CAMBIANTE DEFINTCIÓN
DE LA IDENTIDAD DE LOS ESPAÑOLES AMERICANOS
Nacido en el seno de una familia de los sectores menos pudientes de la élitede Nueva Granada, Antonio Nariño hizo una carrera meteórica en la buro
cracia colonial de aquel virreinato: en 1789, a los 29 años, fue nombradotesorero real del virreinato por el virrey Ezpeleta (1789-1797), un funcionario vinculado al sector "ilustrado', y con quien en un primer momentoNariño mantuvo una estrecha relación. Casi al mismo tiempo se le encomendó el lucrativo puesto de director del estanco de quinina. Simultáne
amente con sus tareas de funcionario público participó activamente enla incipiente transformación de los espacios de sociabilidad intelectual. Enun momento en que los ámbitos de sociabilidad más tradicionales, comola universidad y las academias, comenzaban a perder algo de la centralidadque habían ostentado en épocas anteriores, Nariño ejerció un rol directoen la creación de "tertulias ilustradas", es decir, centros de reunión ubicados en casas particulares de miembros de la élite letrada donde se discutía la producción intelectual europea e hispanoamericana, y sobre todoaquélla vinculada con el movimiento de la ilustración. La "tertulia delCasino", por ejemplo, fundada en su casa en 1789, revistió un carácterpúblico. Otras tertulias públicas, como aquélla denominada por los contemporáneos la "tertulia Eutropélica"; en cuyas reuniones participó el célebre botánico José Celestino Mutis, llegaron a editar periódicos: uno de losprimeros periódicos neogranadinos, el Papel Periódico, una publicaciónde difusión del pensamiento ilustrado, pasó a ser editado por esa tertuliaa partir de su número 86 (1793). Junto a las tertulias abiertas al público
letrado en general, comenzaron a surgir en esa misma época -a veces enrelación con la expansión del movimiento masónico, a vecescomo centros
126 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
de conspiración inspirados en las propuestas de las revoluciones nortea
mericana y francesa- tertulias o asociaciones clandestinas, como la "tertulia del Santuario", formada por elcírculo áulico de la tertulia del Casino.
Miembros de ambas tertulias -Ia pública y la secreta- habrían fundado
en algún momento entre 1789 y 1793 una agrupación con fuertes tintesmasónicos, "el Arcano Sublime de la Filantropía". En sus reuniones, ade
más de Nariño y otros ilustrados neogranadinos, estuvo presente un fran
cés que más tarde sería acusado de conspirar contra el régimen estable
cido, Luis de Rieux. Fue en el contexto de esta emergencia de nuevospatrones de sociabilidad intelectual que Nariño tomó la decisión de publi
car en 1793 una traducción al español de Losderechos del hombrey del ciudadano promulgados por la Asamblea Nacional Francesa, una iniciativa
que marcaría el futuro rumbo del hasta entonces relativamente exitoso
burócrata colonial. Según ciertas versiones en que se amparó la posterior
acusación al funcionario, se habrían publicado 400 ejemplares. Según versiones favorables a la defensa de Nariño, se habrían destruido todos los
ejemplares excepto uno antes de entrar en circulación, o sólo se habría
llegado a imprimir un ejemplar antes de que las autoridades decidieranintervenir. Nariño fue inmediatamente colocado bajo prisión preventiva
mientras avanzaba su proceso, con lo que comenzó un peregrinaje por dis
tintas prisiones y confinamientos, marca común en la trayectoria vital degran parte de los "letrados patriotas" activos en los años de la crisis y del
derrumbe del imperio español. Recién en 1795 pudo presentar su defensa,
un alegato redactado por él, y que constituye el primer escrito políticoimportante del futuro presidente de Cundinamarca.
Más importante que elgesto -hasta el presente muy debatido en cuanto
a su intencionalidad última- de publicar un texto que, aunque mal visto
por las autoridades españolas, ya había conocido traducciones públicas
previas en periódicos de la Península, fue la argumentación desarrollada
en su defensa. Allí emerge con toda claridad que la condición identitariaque Nariño reconocía como propia era la de súbdito del monarca español
y por ende de ciudadano del imperio. Acerca de su publicación, objeto
del proceso a que fuera sometido, alegó lo siguiente (Nariño, 1946: 40):
res un] papel que nada contiene, que ya no esté impreso y publicado en
esta corte, donde se han impreso y publicado otros infinitamente peores, y todos corren libremente por elespacio inmenso de la monarquía.
Vuestra Alteza se dignará comparar, juzgar y decidir si a la vista de los
papeles que corren en la Nación, será un delito la publicación delos Dereehasdel hombre.Y si yo, por haberlo sólo querido publicar, hab" mere·
EL LETRADO PATRIOTA I 127
ciclo la dilatada prisión que ha cerca de once meses que estoy padeciendo,
y los infinitos daños que he sufrido en mis intereses, en mi familia, en
mi salud, mi honor, cuando los autores y redactores de semejantes escri
tos se hallan libres de tantas calamidades que a mí me afligen, quizá con
aceptación y fortuna por haberlos publicado. Uno es el piadoso Monarcaque a todos nos gobierna; unos mismos somos todos sus vasallos; unas
son sus justas leyes; ellas no distinguen el premio ni el castigo a los que
nacen a los cuatro grados y medio de latitud, de los que nacen en los cua
renta: abrazan toda la extensión de la monarquía, y su influencia bené
fica debe comprender igualmente a toda la Nación l...].
Es decir que en 1795, antes que considerarse a sí mismo un precursor de la
independencia -a diferencia de otros autores, corno Miranda o Viscardo,
que por esos mismos años ya comenzaban a enunciar públicamente esa
posibilidad-, se veía como un defensor de la igualdad de los derechos delos súbditos españoles de ambos lados del Atlántico. La"nación" a que per
tenecía era la "nación española", es decir el imperio. El otro argumento de
cierta densidad que contenía ese escrito, de menor importancia desde la
perspectiva que aquí se desea explorar, aunque sin duda un indicio claro
del punto de partida de su periplo ideológico de los años posteriores, fue
su afirmación de que no había nada que la Declaración contuviera que noestuviera ya consagrado por la "benéfica" tradición legal y constitucional
española. Sobre la base de este enunciado, si otro hubiera sido su destino
concreto podría haber desembocado a110s más tarde en una posición próxima a la de los constitucionalistas de las Cortes de Cádiz,
Sin embargo, considerando sin fundamento los argumentos que el reo
esgrimiera en su defensa, fue hallado culpable por el tribunal que lo juzgaba de sedición, traición y rebeldía contra el gobierno y sentenciado a la
confiscación de todos sus bienes, a un exilio perpetuo de Nueva Granada
ya prisión perpetua en un presidio del Viejo Mundo. Su abogado defen
sor, Ricaurte, también fue condenado, por supuesta complicidad con su
defendido, a diez años de prisión, durante cuyo transcurso falleció. Tras
ladado en 1796 a España, donde debía purgar su pena en el presidio de
Cádiz -entonces considerado uno de los más arduos-, Nariño logró escapar del buque que lo conducía al llegar éste a puerto, y se dirigió a Madrid,
donde peticionó directamente al monarca -Carlos IV (1788-1808)- para
que le permitiera ser juzgado por el propio Consejo de Indias. Godoy, elfavorito del rey, desaconsejó tal medida por imprudente. Desahuciado de
toda esperanza en España, huyó a la Francia republicana, y llegó a París
en julio de 1796. Permaneció en Prancia hasta mediados de 1797, con via-
128 I HISTORIA DE LOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA
jes intermitentes a Gran Bretaña. En París mantuvo contactos con un miembro importante del Directorio, Tallien, a través de la amante de éste, TeresaCabarrús, aristócrata española. Regresó de incógnito a Nueva Granada amediados de 1797 con la intención de fomentar una rebelión -convertidopor la fuerza de su propia circunstancia en "precursor" de la independencia-, pero al poco tiempo perdió toda esperanza de éxito -claro indicio delaislamiento social de los "precursores" en los años anteriores al colapsode 1808- y se vio obligado a entregarse a las autoridades el 19 de julio deese mismo año. En prisión en Nueva Granada desde 1797 hasta 1803, fuepuesto en libertad condicional por razones de salud durante ese últimoaño. Entre 1803 y 1807 libró una batalla judicial para lograr que al menosuna parte de sus bienes confiscados le fueran restituidos. Sin embargo, en1809 fue arrestado nuevamente por estar implicado en la creación en agostode ese año de la Junta de Quito. Condenado a muerte, permaneció en prisión bajo condiciones extremas hasta mayo de 1810. Puesto en libertad unavez más por motivo de su salud (aunque en este caso también pesara lain~ertidumbre creciente acerca de la situación política del virreinato), sedeclaró partidario abierto de la creación de la Junta de Gobierno en SantaFe de Bogotá el 20 de julio de 1810. Durante sus años en prisión habíaproducido varios escritos con propuestas concretas de reformas económicas y políticas (sólo publicados más tarde), y ahora se unió a la emergente falange de periodistas políticos que proliferaron al amparo de una
mayor libertad de prensa.A partir de 1810 comenzaba la etapa más activa de su vida como letrado
y como político. Dedicado a recuperar su salud y sus bienes entre diciembre de 1810 y julio de 1811, fundó entonces La Bagatela, un semanarioque duró 38 números, hasta su cierre en abril de 1812. De tendencia antifederalista, utilizó su periódico para colocarse a la cabeza de la oposiciónal primer presidente de Cundinamarca, Jorge Tadeo Lozano. A partir de suprimer número, La Bagatela insistió en la necesidad de una inmediata declaración de la independencia, prédica que contribuyó a la realización efectiva de la declaración de independencia del 20 de julio de 1813,cuando yael propio Nariño era presidente de Cundinamarca -una de las soberanías
políticas que emergieron del colapso del Virreinato de Nueva Granada(otras fueron, del lado patriota, las Provincias Unidas, la efímera República de Cartagena y la igualmente efimera de Tunja, mientras que del ladorealista otro conjunto importante de provincias se mantuvo leal al virrey,entre ellas Pasto y Panamá)-. En un clima de lucha política crecientementefacciosa y marcada por las tensiones generadas por la emergencia de la guerra entre «patriotas" y "leales", por un lado, y entre los propios "patriotas",
EL LETRADO PATRIOTA I 129
por otro lado, su periódico defendió la creación de un fuerte poder central emanado de un sufragio masculino lo más amplio posible -sostuvoque uno de los propósitos de la revolución había sido que hasta los artesanos y los zapateros pudieran votar como ciudadanos- y apoyado enuna amplia libertad de prensa. Otros periódicos que también contribuyeron a crear el nuevo espacio sistémico de debate público y de lucha de ideasentre los letrados fueron el Diario Político, también centralista y editadoen Bogotá, cuyos directores fueron Joaquín Camacho y Francisco José deCaldas -otra figura descollante entre la élite ilustrada de los últimos añosdel virreinato- (46 números aparecieron entre el 27 de agosto de 1810 y el10de febrero de 1811), y el periódico ElArgos, de tendencia federalista y editado en Cartagena.
Como resultado de su prédica periodística, el 19 de septiembre de 1811
Antonio Nariño se convirtió en el segundo presidente de Cundinarnarca,puesto que ocupó hasta 1814. En 1812 recibió poderes dictatoriales otorgados por la Legislatura para hacer frente a la amenaza simultánea de los secesionistas de la Confederación de Tunja y de los realistas que aún controlaban importantes zonas del territorio neogranadino. En 1813, se convirtióen general en jefe del ejército de Cundinamarca, a cuya cabeza marchó contra los realistas. Luego de una larga y desastrosa campaña militar, el ahorageneral Nariño debió rendirse, Yvolvió a prisión el 14 de mayo de 1814.Luegode una serie de prisiones en las Américas fue trasladado a la prisión de Cádiz,donde permaneció entre 1816 y 1820, cuando el gobierno liberal establecido como consecuencia del pronunciamiento de Riego lo puso en libertad. Retornado a su patria -aureolado por su fama de "precursor" y "fundador" de la patria neogranadina- fue nombrado por Simón Bolívar,quienveía en él a un político poco peligroso como rival pero de gran prestigio,vicepresidente en ejercicio de la presidencia de Nueva Granada entre 1821
y 1823. Es decir, ante la ausencia de Bolívar. entonces en campaña, se convirtió en el primer mandatario en ejercicio y en un freno para las ambiciones políticas de un enemigo del Libertador, Francisco de Paula Santander.En ese carácter, inauguró el Congreso de Cúcuta, que en 1821 redactó ypromulgó la constitución de la Gran Colombia. En 1823. como consecuencia de una lucha facciosa cuyo sentido ya no atinaba a comprender plenamente, debió hacer frente a graves acusaciones acerca de su gestión, que lo
llevaron nuevamente a un juicio, en el que fue absuelto, lo que le permitióasumir el cargo de senador nacional. A fines de ese año falleció.
130 I HISTORIA DE LOS INJELECTUiHES EN AM[RICA LATINA
DE FRAILE HEREJE A DEFENSOR DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA:
FRAY SERVANDO TERESA DE MIER
Si el entorno ideológico de! que había surgido Nariño estuvo marcado casi
enteramente por la circulación de las ideas de la ilustración y de los revolucionarios franceses, otro fue e! origen intelectual de uno de los princi
pales letrados patriotas mexicanos, Fray Servando Teresa de Mier. Nacido
en Monterrey, ciudad de provincia de! Virreinato de Nueva España -una
marca que se repetiría en e! caso de gran parte de los líderes insurgentes-.
procedía -como ha enfatizado Christopher Domínguez Michael (2O(4) ensu excelente biografía de este prócer- de un linaje emparentado con la élite
más encumbrada de su ciudad. Su padre, pariente lejano de una familia
del mismo apellido perteneciente a la nobleza española, realizó una exi
tosa carrera burocrática en la propia provincia natal del futuro Fray Ser
vando, mientras que su madre, según el hijo escritor -quien por cierto noera ajeno al arte de la fabulación-, habría sido una descendiente directa de!
rey azteca, Cuauhtémoe. A los 16 años se trasladó a la ciudad de México,
y allí, en 1779, ingresó en la Orden Dominicana, donde recibió una educación católica tradicional. En 1792, luego de completados sus estudios y
de haber entablado relaciones estrechas con algunos círculos de la élite ecle
siástica y civil, se le concedió la licencia para predicar. Consecuencia de suvertiginoso ascenso social y profesional, hasta formar parte de los secto
res eclesiásticos más próximos al virrey y al arzobispo, pronunció en 1794
ante éstos y todas las corporaciones eclesiásticas y civiles el célebre Sermón que, al igual que el gesto ilustrado de Nariño, marcaría el comienzo
de sus desgracias personales. Allí, enfrentado a la ortodoxia reinante en la
iglesia mexicana, y apoyándose por una parte en una extraña mélange defuentes donde aparecían desde escritos apócrifos de Santo Tomás, apóstol
de la India, hasta textos de Athanasius Kircher, y por otra parte en la inter
pretación de toda aquella tradición heterodoxa que había sido elaborada
por un oscuro personaje -Iosé Ignacio Borunda, una suerte de Menocchio
mexicano de clase media-, sostuvo que el propio Santo Tomás habría
sido el introductor del culto a la Virgen de Guadalupe en México -una vir
gen de tez oscura que pocos años después de la conquista había permitido una fusión sincrética entre el culto indígena a la diosa Tonantzín y e!
católico a la Virgen María-. La reacción de las autoridades fue contundente.
Se le suspendió la licencia para predicar y fue sometido a un proceso ecle
siástico. Pocos meses después, en 1795, fue condenado a pena de prisión,
primero en México y luego en el presidio de San Juan de UJú•. De .UI fuetransportado a Cádiz, donde luego de un breve periodo de libertad con-
El lETRADO PATRIOT¡\, I 131
dicional fue otra vez reducido a prisión, esta vez en la también notoria cár
cel de Las Caldas. Permaneció preso hasta 1800.
Luego de años sin que se dictara una sentencia clara en su contra, fue
puesto en libertad como consecuencia de una recomendación de la RealAcademia de la Historia, que consideró que si bien sus argumentos podían
ser erróneos no podían ser desechados a priori, ni considerados motivo
de prisión. Sin embargo, mientras se le preparaba un nuevo juicio, huyó
del convento en la ciudad de Burgos donde en el ínterin había sido confinado, para pasar a residir, al igual que Nariño algunos años antes, en la
Francia napoleónica, donde permaneció entre 1800 y 1802. Según su pro
pio relato ~que muchas veces es tan poco confiable que roza lo nove
lesco- habría sostenido allí una disputa teológica en un templo judío, cuyo
éxito fue tan fulminante que una bella, joven y muy rica mujer de aquella
colectividad le habría propuesto matrimonio: desenlace que por respetoa sus votos habría rechazado terminantemente.
En París conoció a Simón Rodríguez, el antiguo maestro de Bolívar, y
juntos abrieron una academia para enseñar español. Su primer contacto
directo con la cultura europea moderna se produjo entonces: hasta esa
fecha había habitado un universo cultural conformado enteramente porlas creencias y las enseñanzas del catolicismo. Para obtener recursos, tra
dujo el Atala de Chateaubriand, y a partir de ese momento comenzó una
serie de viajes, uno de cuyos resultados fue su transformación en un letrado
defensor de la independencia de los americanos. Para resumir, estuvo en
1802-1803 en Italia, donde fue secularizado. No se conoce bien el motivo desu regreso ese año a España, donde fue inmediatamente arrestado y pasó
en la cárcel los años 1803-1804. Puesto en libertad, permaneció en Españaentre 1804 y 1805. Finalmente, en la etapa final de ese tenso interludio entre
su vida de fraile y su nueva carrera de letrado patriota, entre 1805 y 1808
pasó a residir en Lisboa.
Su vida propiamente política comenzó entre 180S y 1811, cuando en calidad de capellán militar decidió unirse a la guerrilla catalana que luchaba
contra el invasor francés. Fue en ese contexto que, esta vez por brevísimo
tiempo, fue apresado por los franceses (1809). En 1811, crecientemente iden
tificado con la causa de la insurgencia mexicana y cada vez más enemistado con la actitud española ante el movimiento de creación de juntas en
las colonias americanas, decidió trasladarse a Inglaterra, donde residió
hasta 1814, y donde participó en una polémica con el liberal español JoséBlanco White acerca de la política seguida por los liberales españoles en
relación con las Américas. Durante su temporada inglesa, terminó de redac
tar su primera obra de gran envergadura. publicada en 1813: la Historiade
132 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
la revolución de Nueva España. En aquel texto -su segunda intervenciónpública como letrado defensor de la independencia arnericana-, luego dealudir a la grave crisis por la que atravesaba la lucha americana, procedióa defenderla con distintos argumentos, entre los cualeselmás enfático -queretomaba y actualizaba la posición de un autor muy admirado por él,Bartolomé de Las Casas- fue su señalamiento de la falta de títulos legítimos de la monarquía española a la posesión de sus territorios de América. Enfatizando que los rebeldes eran los descendientes de los indígenasdespojados de sus derechos soberanos a partir de la conquista, invocó el
clásico argumento humanista según el cual la conquista no genera derechos de parte del conquistador ni obligación política de parte de los conquistados. En 1814, convertido ya en una figura pública entre los emigrados hispanoamericanos, pasó brevemente a París, para luego retornar aLondres. Durante aquellos años llegó a aceptar, aunque sólo por muy brevetiempo, los argumentos del abate de Pradt en favor de la monarquía constitucional como mejor forma de gobierno para los nuevos estados americanos, y además se declaró -posición consecuente con la anterior- admiradar del sistema constitucional británico.
Sin embargo, a partir de su residencia (entre 1816 y 1817) en los EstadosUnidos, se convirtió lentamente -no sin reparos y con cierta vacilaciónen un republicano fervoroso. Junto con Francisco Javier Mina, uno de loslíderes militares de la insurgencia mexicana (que a partir de 1816 habíaingresado en una etapa de progresiva derrota), organizó y participó en unaexpedición militar contra el virreinato, cuyo fracaso lo precipitó una vezmás hacia el interior de una celda carcelaria. Su confinamiento duraría estavez más de cuatro años: de 1817 a 1821. Trasladado a La Habana ese últimoaño, pudo huir a Filadelfia,donde pasó a formar parte de la nutrida comunidad de exiliados hispanoamericanos (que en otro capítulo de esta obraestudia Rafael Rojas) que allí había fijado su residencia. Entregado a unafebril carrera como publicista -en favor de la república en principio, aceptando el imperio por pragmatismo si resultaba el único modo de concretar la independencia de México- finalmente regresó en libertad a Méxicocomo consecuencia del Plan de Iguala, que hizo de ese país un Estado independiente y de su autor, el general Agustín de Iturbide, emperador delmismo. En su Memoria Político-Instructiva, publicada en Filadelfia en 1821,
había resumido sus argumentos en contra de la monarquía -basándosemás en la iniquidad moral de los reyes bíblicos y su condena divina queen argumentos más recientes y laicos (aunque éstos, por cierto, no estaban del todo ausentes)-. Más aun, es en ese texto en el que había definidola identidad americana con la frase contundente: "todas nuestras madres
EL LETRADO PATRIOTA I 133
fueron indias",A diferencia del primer Nariño, para el Mier tardío la brecha que separaba a la "nación española" de la "nación americana" era con
tundentemente clara e irreparable.Más por pragmatismo político que por sus principios, aceptó en 1822
reconciliarse con el régimen imperial, y se convirtió en diputado al Congreso Constituyente Mexicano. Descubierto por los agentes del emperador en plena actividad conspirativa contra éste -ya que su republicanismo no había cesado de radicalizarse luego del retorno a su patria natal-,padeció entre 1822 y 1823 su última prisión. Como consecuencia de la caídadel efímero Agustín 1,pasó de la cárcel al segundo Congreso Constituyente,en calidad de diputado por Nuevo León (1823-1824).Alejadode la vida politica activa a partir de esa fecha, fue nombrado -tardía compensación porel acontecimiento que había dado inicio a su accidentada vida de perseguido político- "historiógrafo de la República mexicana" A diferencia deNariño nunca se casó, ni quedó en sus numerosos escritos ningún indiciode atracción alguna que haya sentido por alguna mujer. En 1827, convertido en un "prócer" del nuevo régimen republicano y con un aposento permanente en el propio Palacio Presidencial -que le había sido concedidocomo un premio por sus esfuerzos propagandísticos en pro de la inde
pendencia y de la república- falleció en 1827·
DE ARISTÓCRATA ILUSTRADO Y DIPUTADO DE CÁDIZ
A PATRIOTA HISPANOAMERICANO Y GOBERNANTE ECUATORIANO:
VICENTE ROCA FUERTE
Vicente Rocafuerte nació en 1783 en el seno de uno de los clanes aristocráticos más poderosos de su ciudad natal, Guayaquil. Su padre, españolde origen, había llegado a esa provincia en calidad de capitán del ejércitoreal, donde se casó con María Josefa Tecla Rodríguez de Bejerano y Lavayén, hija de un capitán español y de una criolla emparentada con las familias aristocráticas de la región. El hermano de su madre llegó a ser elgobernador colonial de la provincia. La familia de Rocafuerte poseía haciendasproductoras de caña de azúcar, tabaco y algodón y destilerías de aguardiente, y además de estar involucrada en varias empresas comerciales, eradueña de una empresa naviera. Según su propio relato, Rocafuerte se formóen un ambiente rodeado de esclavos, sirvientes y clientes familiares: unaeducación que, al parecer, sentía que lo preparaba para el mando. En 1793,
gracias al apoyo financiero de un tío ingresó al Colegio de Nobles Ameri-
134 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
canos en la ciudad de Granada, en España. De allí, a principios de 1800,
pasó al College de Saint-Germain-en-Laye, fundado por Napoleón parala educación de la nueva nobleza imperial, donde fue condiscípulo de[éróme Bonaparte, hermano del emperador, y de otros miembros de lanueva élite imperial francesa. Durante su residencia en París, conoció además a Simón Bolívar,de quien fue un amigo de juventud. En 1805, la derrotaespañola en la batalla de Trafalgar dejó a su familia sin medios para enviarleel dinero que financiaba sus estudios y su estadía en Europa, razón por lacual debió regresar a su Ecuador natal en 1807. Durante el curso de sus estudios, había recusado la carrera militar, para concentrarse en cambio en losestudios filosóficos, literarios y de lenguas clásicas y modernas.
Heredero de la hacienda paterna "El Naranjito" se mantuvo al margendel movimiento insurgente que creó la Junta de Quito en 1809. Aunque leofreció refugio a uno de los líderes de la misma luego de su supresión, todasu actividad de aquellos años indica que siguió formando parte del sectorde la oligarquía criolla leal a las autoridades de Sevilla, primero, y de Cádiz,luego. Dedicado a sus empresas entre 1811 y 1812, viajó a Europa en ese último año por placer, y durante su estadía en España, en 1813, fue nombradodiputado por la provincia de Guayaquil en las Cortes de Cádiz (en granmedida porque elCabildo de Guayaquil consideró que ese nombramientosuponía un importante ahorro de recursos del Estado). Sin embargo, comosu itinerario lo había llevado a visitar Inglaterra -donde financió la publicación del Discurso sobre lasmitasdeAméricade otro patriota letrado americano, José Joaquín Olmedo (1780-1847), que había sido pronunciado anteesas mismas Cortes-, Suecia, Noruega, Finlandia, y finalmente Rusia, hasta1814 no se enteró de su designación. Se integró a las Cortes -ya trasladadas a Madrid, como consecuencia de la restauración del rey Fernando VII.....:en abril de 1814 y cesó en sus funciones un mes después, como consecuencia de la restauración del régimen absolutista. Identificado, aparentemente, con el ideal liberal de la Constitución de 1812, rechazó la invitación a una audiencia con elrey,y eligió en cambio proferir elgesto simbólicode visitar a los diputados presos.
Enterado de que se había emitido una orden para su captura, huyó aFrancia: como aún no podía volver ni a España ni a Guayaquil decidió,tranquilamente, continuar su gira por Europa. Viajó extensamente por elsur de Francia, pasó seis meses en Roma, donde por influencia de suscontactos familiares elaún poco doctrinario liberal aceptó recibir la OrdenPapal de la Espuela de Oro, lo que lo convirtió en el primer hispanoamericano del siglo XIX que alcanzó tan alto honor. Nápoles era su albergueturístico cuando se enteró de que su gesto "contestatario" había sido per-
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donado y que podría regresar, sin temor a represalias, a Guayaquil. Aprovechó su viaje de regreso para conocer La Habana yPanamá y en 1817arribóa su ciudad natal. Entre ese año y 1819 se dedicó exclusivamente a la administración de sus negocios particulares, que prosperaron. Cuando se acercaba elejército de Bolívar a la Audiencia de Quito, abandonó una vez mássu patria, en esta ocasión para no volver hasta 1833. Como en elcaso de episodios anteriores, existen múltiples evidencias que apuntalan la hipótesisde que aun en momento tan tardío de la lucha por la independencia permanecía leal a la Corona española y -liberal muy moderado- prefería unrégimen monárquico a uno republicano.
Fue recién a partir del estallido del segundo levantamiento liberal enEspaña, esta vez en contra del propio Rey Deseado, cuando comenzó laverdadera carrera política de Rocafuerte. Residente en Cuba en ese rnomento, se relacionó con una sociedad secreta de patriotas cubanos. A partir de entonces sus tomas de posición se volverían más contundentes, y conel tiempo fue deslizándose hacia posiciones cada vez más reñidas con elliberalismo gaditano que había constituido su marco político-ideológicooriginal. La fuerza de las cambiantes circunstancias políticas y las presiones a las que ellas lo sometieron lo obligaron a desplegar sus -amplios~
recursos culturales, puestos al servicio de la propaganda revolucionaria.En Cuba, regida ahora según los términos de la Constitución de 1812, querestablecía la libertad de prensa, Rocafuerte emergió por primera vez comoun escritor público y participó intensamente en el debate político que seinició entonces. Su posición en el interior de ese campo de discusión erala de un defensor acendrado del régimen constitucional vigente y la de unenemigo igualmente acérrimo de la independencia. Según Rocafuerte, lalucha en Cuba no debía plantearse entre españoles y americanos, sino entrelos defensores del orden constitucional y los defensores del absolutismo.
Como consecuencia de su actuación pública, las sociedades secretas deLa Habana, en comunicación con sus pares de Caracas, propusieron aVicente Rocafuerte cuando Bolívar solicitó a sus aliados políticos en Caracas y en La Habana que buscaran a una persona idónea para entablar unanegociación diplomática con el nuevo gobierno español, con la intenciónde obtener un reconocimiento a la independencia de la Gran Colombia yun pronto fin de la guerra. En esa decisión tuvo un peso fundamental susimultánea amistad con Bolívar, por un lado, y con muchos de los diputados españoles a las nuevas cortes, por otro lado. A mediados de 1820 publicóen la prensa española diversos artículos urgiendo un pronto acuerdo: comoconsecuencia de la indiferencia o de la hostilidad de los diputados liberales y convencido de que -fruto de la lucha facciosa intensa que presen-
136 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
ciara en la capital imperial- el régimen liberal duraría poco, habría abandonado antes de finalizado el año toda esperanza de lograr su cometido.Desde ese momento se convirtió en un defensor sistemático de la independencia de América y en un enemigo de la continuidad del vínculo colonial con España. Luego de su regreso a Cuba en 1821,jamás volvería a pisarsuelo español. Tras una breve estadía en la Gran Colombia motivada máspor sus intereses económicos que por sus ideas políticas, aceptó el encargoque le ofreciera un grupo de mexicanos, opuestos a la creación de! régimen imperial en su país, de hacer campaña en la prensa extranjera encontra de la monarquía y a favor de la república. El contacto con los Estados Unidos -estuvo en lasciudades de Baltimore y de Filadelfia,donde estableció lazoscon los exiliados hispanoamericanos allí residentes- obró sobresu ideario de un modo tan fulminante como en el caso de Mier: el republicanismo doctrinario definiría desde entonces su pensamiento político(etapa de su vida activaque RafaelRojasanaliza extensamente en su artículoincluido en este volumen). En Filadelfia publicó la primera obra de reflexión política que revestía cierta envergadura -Ensayo político: El sistemacolombiano, popular, electivo y representativo, es el que más convienea laAmérica índependiente-, tratado en defensa del sistema republicano. Sostenía allí que la república hispanoamericana debía inspirarse en los principios norteamericanos sin por ello perder de vista su propio contexto.Además de sus referencias norteamericanas, ese texto traslucía cierto conocimiento de las obras de Montesquieu, Rousseau y Pilangieri, entre otros.Es en esa obra donde también aparece explicitada de un modo contundente la posición acerca de la identidad política de las nuevas soberaníasque definió la idiosincrasia de su propio patriotismo letrado: "la patria esAmérica': Como enfatizó Jaime Rodríguez O. (1975) en su importante estudio sobre este letrado y político, el rasgo distintivo del patriotismo de Rocafuerte fue su exaltado hispanoamericanismo. En sus escritos, quizá de unmodo más claro aun que en la obra de Bolívar -la cual debió responderde un modo más intensamente directo a los zigzagueasy las contorsiones desu propia actuación como político y como militar-, aparecía enunciada lanoción de una única patria hispanoamericana.
En 1823 abandonó los Estados Unidos para dirigirse a Maracaibo, enVenezuela, con la intención de obtener apoyo gran colombiano para lospartidarios de la independencia de Cuba -gestión que pronto fracasó-oDeregreso ese mismo año a México, donde se naturalizó como ciudadano,aceptó en 1824 el nombramiento como encargado de negocios -el más altocargo en ese momento- de la Legación Mexicana en Londres. En funciones diplomáticas hasta 1829, negoció el tratado de reconocimiento de la
EL lETRADO PATRIOTA I 137
independencia de México por parte de Gran Bretaña y la concesión de unpréstamo. Allí mantuvo vínculos con Bernardino Rivadavia, con AndrésBello,con e!liberal gaditano exiliado JoséCanga Argüellesy con otros españoles e hispanoamericanos que entonces se encontraban en Londres. Además de sus actividades diplomáticas, prosiguió allí su carrera de publicista,entregando a la imprenta londinense numerosas obras en defensa de laindependencia, del sistema republicano y del hispanoamericanismo. En1830 regresó a México, país donde permanecería hasta 1833. Aliado al sector más liberal de la élite política mexicana, publicó en 1831un Ensayo sobrela tolerancia religiosa que generó una importante polémica, y participó enuna discusión pública muy áspera con el entonces ya "conservador" LucasAlamán, político, periodista y futuro historiador de su país. Cabe señalarque al margen de su actividad como escritor político, Rocafuerte no descuidó sus negocios empresariales: en 1831construyó uno de los primerosedificios de la capital mexicana iluminados a gas, que contaba ademáscon un restaurante que se puso de moda. A partir de 1832, en medio deuna intensa lucha facciosa, Rocafuerte comenzó a transitar por una seriede condenas a prisión intermitentes, que lo decidieron a regresar en 1833
a su patria natal.Allífue nombrado de inmediato diputado al Congreso Nacional. Como
consecuencia de su apoyo a una rebelión militar en contra del primerpresidente ecuatoriano, el general Juan José Flores, se convirtió al pocotiempo en gobernador rebelde. Luego de numerosas peripecias -entre lascuales aparecen breves temporadas de exilio, prisiones y aun acuerdosefímeros con el gobierno de Plores-, Rocafuerte se convirtió en el principallíder de la oposición a ese caudillo. En 1835 alcanzó la magistraturasuprema de su república natal, al ser nombrado el segundo presidente constitucional (1835-1839). Alejado de la presidencia, fue ungido con el cargode gobernador (esta vez constitucional) de su provincia natal (1839-1843).
Durante el transcurso de ese mandato, se casó por primera vez (1842),
con Baltasara Calderón, mujer bella (según su retrato) de 36 años, proveniente de la aristocracia de Guayaquil y su sobrina en tercer grado. Diputado al Congreso Constituyente de 1843, su enemistad con Flores provocóun exilio de dos años en Lima, donde utilizó su pluma contra el gobernante ecuatoriano. Durante sus últimos años, luego de la caída de Floresen 1845 y su muerte en 1847, ocupó diversos cargos diplomáticos y la presidencia del Senado.
138 I HISTORIA DE lOS INHl¡crUALES EN AMÉRICA LATINA
DE PROTEGIDO DEL OBISPO DE CHARCAS A TRIBUNO
DE LA REVOLUCiÓN: MARIANO MORENO
Los principales datos de los que disponemos acerca de la vida de MarianoMoreno, el primer secretario de la Primera Junta de Gobierno de BuenosAires y primer editor del periódico oficial del nuevo régimen, La Gaceta,provienen de la biografía publicada en Londres en 1812 por su propio hermano, Manuel Moreno. Como fue el caso de numerosos letrados comprometidos con la causa patriótica en Hispanoamérica, Moreno era hijo depadre español y madre criolla: Manuel Moreno Argumosa, español de origen, y Ana María Valle, hija de un importante funcionario criollo, el tesorero de las Cajas Reales en Buenos Aires. El padre, según su hijo, proveníade una familia de la ciudad de Santander, "de pobres recursos", "que subsistía de su labranza", razón por la cuál emigró a Buenos Aires en 1766.Allí, mediante sus contactos santanderinos, obtuvo en 1767el nombramiento de "escribiente" en un buque comercial, que lamentablemente naufragó en Tierra del Fuego. Luego de meses corno náufrago, pudo ser rescatado, y juró nunca más pisar un barco, promesa que habría cumplido.Obtuvo un empleo subalterno en las Cajas Reales y se casó con la hija de susuperior. El primogénito de una familia de catorce hijos fue Mariano Moreno, nacido en 1778. De recursos modestos, elentorno familiar de Morenose caracterizó por la gravedad de sus hábitos y por su respeto al estudio y alas tradiciones establecidas. El joven sobresalió como estudiante de primeras letras, y logró atraer desde temprana edad una mirada favorable sobresu persona por parte de los curas más ilustrados de la ciudad. Los padres.muy católicos, deseaban que su hijo siguiera la carrera eclesiástica y sufrecuentación de los curas locales dio impulso a esa esperanza. Por ello,cuando el obispo San Alberto de Charcas visitó Buenos Aires, los protectores eclesiásticos locales de Moreno lograron que éste asistiera a su examen final (público y oral) en elReal Colegio de San Carlos -colegio secundario considerado entonces la máxima instancia educativa en la ciudad-oComo consecuencia, el obispo ofreció a la familia de Moreno convertirseen su protector, y financiarle los estudios en la distante ciudad universita
ria de Chuquisaca, a la que se trasladó en 1799.Interrumpido el viaje poruna grave enfermedad -a juzgar por los síntomas que describe ManuelMoreno, quizá se tratara del mal de Chagas-, pudo comenzar sus estudios universitarios recién en 1800, cerca de cumplir los 21 años de edad.Recibió alojamiento gratuito en la casa de un amigo del obispo, el canónigo Terrazas, y por consejo de éstos -que habían advertido la falta de vocación de Mariano Moreno- emprendió un doble curso de estudios, en teo-
EL LETRADO PATRIOTA I 139
logíay en derecho (sin informarles a los padres acerca de esta última carrera).Moreno obtuvo primero el título de doctor en teología, y luego se incorporó a la Academia para el estudio del derecho, donde obtuvo el grado debachiller pero no de doctor (pues el costo que esto implicaba era demasiado elevado). La noticia de esta decisión provocó, según su primer biógrafo, días de duelo en el hogar paterno, que se intensificaron cuando llególa noticia de que el hijo destinado a la sotana se había casado con la hijade una viuda residente en aquella ciudad altoperuana. Rasgo de época, la
esposa de Moreno tenía entonces tan sólo 14 años.Los primeros escritos de Moreno fueron redactados en el contexto de
su profesión de abogado. En ellos se perfilaba ya la marca de sus lecturasilustradas (llevadas a cabo en la biblioteca privada del obispo San Alberto,del canónigo Terrazas y en las de los conventos de la ciudad), entre las cuales, además de referencias a L'Encyclopédie, aparecían otras a obras deVoltaire, Montesquieu, Filangieri y Rousseau. Al igual que Narino y Rocafuerte -y ello a pesar de la diferencia en su respectivo origen social y en elcontexto académico en el cual se formaron-,la impronta ilustrada fue decisiva en el pensamiento de Moreno. En 1802 redactó una disertación jurídica dirigida al rey, "Sobre el servicio personal de los indios en general ysobre el particular de yanaconas y mitaxios", en cuyas páginas pedía la abolición de los servicios forzados. En relación con elyanaconazgo, declaraba:"Nada debe estar más distante de un buen ciudadano que la criminal hol
gazanería; pero nada debe estar más lejos de un hombre libre que la coacción y fuerza a unos servicios involuntarios y privados". Su conclusión-en el latín de rigor en tales escritos- era que la introducción de ese tipode servicio había sido lícita en su origen, pero que mudados los tiemposahora se hacía necesaria su abolición. Llegaba a la misma conclusión en
lo que se refiere a la legitimidad de la mita.Aunque tal escrito no le valió una persecución tan severa como la que
padecieran Nariño o Mier algunos años antes, elataque frontal contra unode los principales privilegios de los mineros de Potosí, al que se sumaronuna serie de conflictos con los jueces de su jurisdicción, creó un clima hostil en torno suyo, razón por la cual en 1805 decidió regresar a BuenosAires. Los próximos seis años, de cambios vertiginosos en el imperio y enel Virreinato de Buenos Aires, lo convertirían en uno de los primeros ideólogos empeñados en definir el sentido de la "Revolución de Mayo" de 1810.
Moreno -Ietrado en ambos sentidos de la palabra- se mantuvo en granmedida al margen de los acontecimientos provocados por las dos invasiones inglesas y por el derrocamiento de un virrey y el nombramiento deotro francés -aunque redactó un testimonio inconcluso acerca de las inva-
140 I KISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
siones que traslucía su lealtad al imperio español-o Fue sólo en 1809,Iuegode la entrada en Buenos Aires del último virrey, Baltasar Hidalgo de Cisneros, considerado por muchos un adepto al ideario de la ilustración,cuando Moreno se convirtió en un escritor público, como consecuencia desu célebre alegato en defensa del gremio de los hacendados y en contrade las pretensiones monopolistas del Consulado de Cádiz: una defensa que-cnmarcada por cierto en el contexto de la grave crisis imperial y la interrupción de las comunicaciones permanentes con España- incidió sobrela decisión del virrey de autorizar temporalmente y como medida de urgencia el libre comercio. Ese texto, armado sobre la base de fuentes ideológicas eclécticas, como fue el caso de casi todos los escritos de Moreno, defendía -citando a Adam Srnith, a Filangieri y a Iovellanos, entre otros- elderecho natural al libre comercio, por un lado, y los efectos benéficos delmismo -tanto para España cuanto para el Río de la Plata-, por otro. Redactado en septiembre de 1809,ese escrito le confirió un lugar de gran visibilidad pública en el preciso momento en que se intensificaba la actividadconspirativa en Buenos Aires, como consecuencia del derrumbe cada vezmás definitivo del gobierno provisorio con sede en Sevilla. Durante 1810participa en muchas de las reuniones de los distintos grupos que buscabandefinir el rumbo futuro del virreinato, cuyo supremo mandatario perdíadía tras día una nueva porción de su legitimidad. Fue así como, luego dehaber participado de manera destacada en los preparativos para las "jornadas de Mayo" de 1810, fue nombrado secretario de la Primera Junta deGobierno, y.más importante aun desde la perspectiva de su rol como escritor público, director y principal redactor del periódico oficial del nuevogobierno, La Gaceta de Buenos Aires.
En síntesis, Moreno interpretó los hechos de Mayo como una revolución -en el sentido moderno que comenzaba a adquirir ese términoque ponía fin al antiguo régimen (Halperín Donghi. 1961;Goldman, 1992).
Debía imperar a partir de entonces la libertad de imprenta, debían desaparecer los rangos de nobleza y las distinciones entre las castas raciales, debían suprimirse los honores al primer magistrado del Estado, pueséste era simplemente un ciudadano más en un pueblo de ciudadanos iguales entre sí. Más aun, en su fundamental artículo sobre la"Misión del Congreso" sostenía que el rey cautivo, Fernando VII, nunca aceptaría gobernar bajo un sistema constitucional, por lo cual las provincias del Río dela Plata debían adoptar una constitución propia, y, aunque no lo decíaexplícitamente, sugería que debían buscar la independencia. Finalmente,en el artículo donde proponía la publicación de una traducción al castellano del Contrato social de Rousseau, que debía servir como un manual
El lETRADO PATRIOTA I 141
de ciudadanía, expresaba a la vez sus convicciones ilustradas y su razonado escepticismo acerca del posible desenlace del movimiento iniciadounos meses antes:
Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cadahombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevasilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempoentre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos,sin destruir la tiranía.
Progresivamente enfrentado con el presidente de la Junta, fue separadode ella en diciembre de 1810, y,nombrado ministro ante las cortes de Inglaterra y Brasil, se le encomendó una negociación con esas dos potenciasen procura de su apoyo al nuevo régimen rioplatense. Para ello, partióde Buenos Aires en 1811 y en abril de ese año murió camino a su destino
londinense.
CONCLUSIONES
Elpropósito de los perfiles biográfico-intelectuales presentados en las pági
nas anteriores ha sido precisar con mayor nitidez los rasgos específicos dela figura de lo que aquí hemos denominado el "letrado patriota", figuradecisiva en el proceso de conformación de una nueva relación de poderentre la élite letrada y elpoder político en Hispanoamérica: una nueva relación que incidiría de un modo decisivo en la futura evolución de la figuradel "intelectual" en la región. De los casos examinados se desprenden lassiguientes conclusiones: primero, que el rasgo principal que definió a estetipo de escritor público fue su voluntad -esumida corno regla general deun modo reticente y sólo luego de una constatación (a veces en carnepropia) de la creciente crisis del orden imperial español- de convertirseen representante de la patria a la que pertenecía. Segundo, en tanto searrogaba el derecho de representar por escrito a la patria de su pertenencia, asumía también la tarea de definir cuál era la naturaleza de esa patria.Lasalternativas eran muchas, como lo demuestran las trayectorias intelectuales esbozadas: desde una identificación profunda con la monarquíaimperial como patria de todos sus ciudadanos, hasta una defensa acérrimade la ciudad y la microrregión por ella gobernada como la patria que debería convertirse en el nuevo sujeto de soberanía. Por otra parte, si los escri-
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tares públicos que adquirieron protagonismo durante los años transcurridos entre 1780 y la década de 1820 pudieron concebir que este rollesincumbía legítimamente, ello se debió precisamente a la crisis y al progresivo derrumbe de los encuadres institucionales que hasta ese momentohabían servido como marco de "contención" de la actividad intelectual:es decir, del sistema general de poder que había definido un complejoentramado de espacios de sociabilidad, jerarquías y vínculos de mando ysubordinación aceptados hasta ese momento como legítimos. En el contexto de esa crisis de legitimidad y de la creciente incertidumbre acerca dela diferencia entre un curso de acción lícito y otro ilícito, los escritorespúblicos pasaron ~de manera ardua y de ningún modo lineal, ya que eseresultado fue la consecuencia enteramente imprevista del proceso histórico general en que debió desenvolverse la intervención individual decada uno de ellos- de ser los agentes y aliados del poder público -agentesmuchas veces insumisos y aliados casi siempre incómodos- a ser actoresdotados de cierto grado de autonomía propia. Durante aquel período bisagra, cuando el orden antiguo se derrumbaba y los perfiles del orden nuevoaún estaban por definirse, los escritores públicos pudieron convertirse encompetidores por derecho propio con quienes tradicionalmente habíansido los encargados del poder en el mundo español-el monarca, sus ministros, los funcionarios de las burocracias civil,eclesiásticay militar-o Duranteun período relativamente acotado, el capital simbólico de los especialistasen el empleo del discurso escrito se convirtió -en algunas regiones al menos,y con variaciones significativas de un momento a otro en cada región- enun capital político real, al menos en elplano de la lucha por definir los contornos del nuevo orden que tan trabajosamente comenzaba a emerger. Esemomento del "letrado patriota" no perduró, pero dejó una marca profundaen la representación que de sí mismos construyeron los escritores públicos, los publicistas, los "intelectuales" de Hispanoamérica. En la décadade 1830, los hombres y las (escasas)mujeres de letras de las camadas "románticas" comenzaban ya a sentirse subordinados nuevamente ~y a veces deun modo que les parecía más brutal que bajo el antiguo régimen- a losnuevos poderes fácticos que habían consolidado (aunque más no fuera porbreve temporada) su dominio en el interior de las nuevas soberanías hispanoamericanas. Sin embargo, el imaginario del letrado agente de su propio destino y del destino de su patria forjado en los años anteriores siguióejerciendo una poderosa influencia sobre su modo de concebir el legítimo desempeño de la función intelectual.
EL LETRADO PATRIOTA I 143
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Redactores, lectores y opiniónpública en Venezuela a finesdel período colonial e inicios dela independencia (1808-1812]Paulette Silva Beauregard
La introducción de la imprenta en Venezuelasuele vincularse con los complejos y contradictorios procesos que llevaron a la declaración de la independencia a principios del siglo XIX. La imagen emblemática de esa asociación es la famosa y fallida expedición a Coro realizada en 1806 porFrancisco de Miranda (1750-1816). En efecto, una de las naves llevaba abordo una imprenta que le había servido al "Precursor" para la reproducción de sus proclamas, un arma de muy amplio alcance que, desde finesdel siglo XVIII, no dejará de intervenir de manera decisiva en los procesospolíticos en el hoy territorio venezolano.
Otras capitales coloniales habían tenido imprenta mucho antes de losmovimientos independentistas. En la Capitanía General de Venezuela,sin embargo, la introducción de la imprenta, de una manera legal y a unaescalaconsiderable, está efectivamente ligada a las luchas que tuvieron lugarcomo consecuencia de la invasión napoleónica y su repercusión en tierras americanas. Sin embargo, sobre este punto parece indispensable matizar. Por una parte, en estas descripciones no se suele considerar el hechode que había otras maneras de circulación de la información. Yme refierono sólo a las formas orales, sino también a otros modos de reproducciónde los escritos distintos de la imprenta. Por ejemplo, las cartas, muchasveces privadas, eran un espacio común para la difusión de noticias y latranscripción de documentos, fragmentos de libros e, incluso, de otras cartas que también transcribían pasajes de otros textos (con lo que se creabauna red de circulación difícil de calibrar en la actualidad). Lacopia manuscrita de varios ejemplares de un mismo texto también servía para estosfines (a veces se trataba de traducciones de obras no necesariamente prohibidas). Elotro matiz se refiere al hecho de que la primera imprenta oficial, la que publica en 1808 la Gaceta de Caracas (considerada el primerimpreso periódico venezolano), no puede asociarse en el momento de su
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aparición con la causa en favor de la independencia. Por el contrario, laGaceta de Caracas surge como un esfuerzo desesperado de las autoridades coloniales por contar (con) una versión oficial de la delicada y confusasituación que se vivía en la península, cuando no sólo había que vigilarposibles movimientos contra la Corona (como la expedición de Miranda),sino encauzar la interpretación de los hechos para mantener unidos a lossúbditos por lazos de fidelidad al rey.
Como puede seguirse en el trabajo de Pedro Crases (1981), el redactorde esta primera época de la Gaceta de Caracas fue Andrés Bello (1781-1865),quien se mantuvo en esta función hasta su partida a Londres en la misiónque emprendió junto a Bolívar en junio de 1810. De hecho, publica en losprimeros meses de ese mismo año y en el mismo taller elCalendario Manual
y Guía Universal de Forasteros en Venezuela para el año de 1810 (considerado elprimer libro publicado en Venezuela) y,junto con Francisco Isnardi,proyecta la edición de una revista, El Lucero. (Hay muy pocos datos sobrela vida de Isnardi, se sabe que nació en Piamonte y llegó al oriente venezolano a fines del siglo XVIII; su participación en el gobierno de la Primera República produjo su detención en 1812 y su muerte en Ceuta.) Apartir de estas consideraciones, creo necesario detenerme en el oficio deredactor que ejercieron Bello y los letrados que lo sucedieron en los primeros años de la Gaceta de Caracas (1808-1812). Sin embargo. quiero aclarar que no me interesaré por las "obras" que éstos produjeron como "autores", sino por la muy compleja red de intercambios de diversos tipos queplantea la labor que realizaron como redactores, aspecto que nos permitirá comprender su función como letrados más allá de las reductoras imágenes que han prevalecido en los estudios sobre el siglo XIX hispanoamericano. Supongo indispensable una indagación de este tipo pues en losestudios sobre el intelectual del siglo XIX se descuida con frecuencia unaetapa que juzgo decisiva: la de la introducción de la imprenta a una escalaconsiderable en territorios americanos. que no en vano es casi simultáneaen muchos casos a los movimientos independentistas, también asociados, como se sabe, a una intensa circulación de escritos (hasta la creaciónde los virreinatos de Nueva Granada y del Río de la Plata, en el siglo XVIII,
en la América hispánica había imprentas sólo en Perú y en Nueva España;sin embargo. en las primeras décadas del siglo XIX comienzan a abrirsetalleres de impresión en distintas ciudades y se registra un incremento del
número de impresos en los lugares en los que ya las había, como BuenosAires). De qué modo estos hechos modificaron la función y e! trabajo delletrado en un momento de cambio y de fundación de un nuevo sistemapolítico. son aspectos que aguardan por estudios detenidos.
REDACTORES, LECTORES Y OPINiÓN PÚBLICA EN VENEZUELA (lBOB·1Bll) I 147
Al menos tres problemas difíciles aparecen cuando se intenta realizarun trabajo de este tipo. El primero se refiere a la escasez de investigaciones sobre la circulación de impresos a fines del período colonial que dencuenta de las vías de penetración y de difusión de las ideas y que no se limiten a un país particular (por lo demás, las áreas de influencia y de intercambio durante la colonia no son las mismas que se crearon después dela independencia). El segundo se relaciona con la caracterización del intelectual del siglo XIX que ha construido la crítica, pues, como ha señaladoJavier Lasarte (2003: 48) sobre el "siglo XIX estrecho", si "algo predominaen las representaciones académicas sobre la post independencia es la figuración de! letrado de! XIX como un sujeto uniforme, rápidamente tipificado". La concepción que ha prevalecido es aquella que, inspirada por losestudios de Rama (1984), supone muy pocos cambios entre la colonia y elperíodo inmediatamente posterior, lo que lleva a pensar en un letradoaislado en una amurallada "ciudad escrituraría" al servicio de! nuevo podery, sobre todo, desligado de la ciudad "real" y oral. Por último, se encuentra la frecuente interpretación lineal y maniquea de los sucesos previos alos movimientos independentistas, que se suelen tener como antecedentes necesariamente vinculados a éstos, a partir de una división que entiendea la metrópolis como siempre tradicional, al margen de las nuevas ideasliberales, y a los americanos desde muy temprano independentistas y deslastrados de las concepciones tradicionales y coloniales (Guerra, 1994).
LA CIRCULACIÓN DE IMPRESOS A FINES DEL PERíODO COLONIAL
A pesar del interés que en los últimos años han despertado las historiasde la lectura y del libro. son pocas las investigaciones recientes que se detienen en los modos de circulación de las ideas y los muchos contactos queefectivamente hubo entre las colonias españolas y otros territorios a finesdel período colonial e inicios de la independencia. En elcaso de Venezuela,contamos con algunos estudios, como los de Pedro Grases, Ildefonso Leal,Elías Pino Iturrieta y Elena Plaza, que muestran muchas diferencias conrespecto al cuadro que presenta Subercaseaux (2000), por ejemplo, parael caso de Chile, entre las que se destaca la presencia en la Capitanía deVenezuela de un grupo importante de personas que poseían y leían impresos, no pocos de ellos prohibidos por la Inquisición, y no sólo dentro dela élite (Leal, 1998; Plaza, 1989,1990). Tal vez la situación geográfica deesta capitanía, así como su posición marginal dentro del sistema colonial
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sirvan para explicar la diferencia. En efecto, los estudios sobre la lectura yla circulación de impresos suelen presentar las zonas marginales de laCorona española como territorios especialmente vulnerables para la penetración de libros prohibidos y el comercio ilícito de impresos, sin contarcon que, como indica F. López (2003:346), a "Cédiz llegaban y se vendían,para España y América, casi todas las obras prohibidas por la Inquisición,y esto no era un secreto para nadie".
De hecho, se sabe que los ingleses iniciaron a fines del siglo XVIII unacampaña en favor de la independencia -no hay olvidar el apoyo que dieron a Miranda-, arremetida en la que participó muy activamente el gobernador de la isla de Trinidad y que levantó sospechas e investigaciones porparte del Santo Oficio de la Inquisición. Como destaca Pino Iturrieta (1991:31): "Al decir del propio Capitán General, ya para las postrimerias delXVIII la Provincia estaba inundada por 'multitud de gacetas, diarios y suplementos' repletos de absurdas proposiciones, muy emparentadas con lasideas 'diabólicas' que desde París pregonaban los revolucionarios". Al parecer, ya para 1789 el mal estaba hecho, como lo deja ver el siguiente fragmento del edicto que publicó el Tribunal de la Inquisición:
Sabed, que teniendo noticia de haberse esparcido, y divulgado, en estosReynosvarios Libros, Tratados y Papeles,que [... ] parecian formar comoun codigo teorico-practico de independencia l ...] hemos hallado, quetodos l ...] manifiestan ser producciones de una nueva raza de Filósofos (en Plaza, 1989: 331; en ésta y las siguientes citas mantengo la ortografía y la puntuación de la transcripción consultada).
Elena Plaza muestra, además, las numerosas dificultades que tuvo la Inquisición en esta capitanía, vinculadas no sólo con su ubicación geográfica, sinotambién con algunos obstáculos insalvables.como elhecho de que el importante puerto de La Guaira ofrecía muchos peligros para la navegación y eldesembarque y,por lo tanto, las labores de vigilanciay revisión de los buquesno podía realizarse según lo estipulado. Más aun, Plaza (1989: 350) cita undocumento en el que el vicario de La Guaira confiesa su fracaso al revisarlos buques, debido a "los peligros de! embarque, desembarque i abordagesen tan mal muelle i mala mar". Por esta razón, añade, en las inspecciones"solo saldrá a la luz un ramillete o libro de devoción, quedando así frustradotanto trabajo". De hecho, las autoridades intentaron controlar incluso la llegada de algunos objetos que "pasan por de moda" en los que habia imágenes a favor de la Revolución Francesa, como cajas de rapé y tabaco, relojeso brazaletes (Plaza, 1990: 341).Aparte de otros sucesos que involucran la
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circulación de papeles a fines del siglo XVIII, en 1806las autoridades inquisitoriales inician en Caracas una averiguación pues han tenido "noticia quemuchas personas de ambos sexos de esta ciudad retenian, y leian librosprohibidos", como señala el propio comisario, pero los resultados al parecerfueron infructuosos dado el"'desorden' que reinaba en Caracas" (Plaza,1989:350-351). Entre los libros prohibidos listados en esta pesquisa, se encuentran obras de Rousseau,Voltairey Condillac, y muy especialmente obras literarias (como la Julia, la Eloisa o el Eusebio). El examen realizado por Plaza(ibid.: 350)le permite llegar a esta conclusión: "La lectura de libros prohibidos parece haber sido una ocupación muy frecuente en Caracas".
Asimismo, el trabajo emprendido por Ildefonso Leal con testamentosy listas de pasajeros que se embarcaron en Sevilla con rumbo a las Indiasindica que desde muy temprano llegaron al territorio hoy venezolanomuchos libros, prohibidos o no, y que éstos pasaron por la vía del préstamo a muy distintas manos, no siempre de la élite. Leal (1979: 19) señala,incluso, que son "pocos, escasos, los testamentos donde no figure aunquesea una ligera mención de un libro, bien se trate de un cartulario, un silabario, un breviario, un catecismo o cualquier manual de rezo".A partir deestos documentos, Lealafirma que hubo un intenso intercambio de librosen el período colonial que contradice la visión habitual según la cual lasleyesy las reglamentaciones impidieron la circulación de impresos en América. Según Leal, la ficción, prohibida expresamente por las leyes de Indias,pasó casi libremente a la Venezuela colonial, razón por la cual El Quijote"figura como uno de los libros más vendidos en Venezuela en el año 1682"(ibid.: 59). Sin embargo, son los libros religiosos los que destacan en estaslistas, especialmente aquellos dedicados a las vidas de santos (ibid.: 42 ) .
Estos estudios permiten llegar a varias conclusiones. La primera es quedesde las últimas décadas del siglo XVIII circularon en Venezuela diversostipos de impresos relacionados de muy distintas maneras con las ideas ilustradas y/o independentistas. La difusión de estas ideas parece concentrarseen las élites, pero movimientos como el motín de José Leonardo Chirinos(1795) y la Conspiración de Gual y España (1797) revelan que tambiénhabían circulado en otros sectores, como el de los pardos, los negros libresy los esclavos. Por otra parte, la tenencia de impresos no indica necesariamente el contacto con nuevos ideales. Como se desprende del trabajo deLeal, hubo una importante circulación de impresos pero en su mayoríareligiosos. En este sentido, hay que agregar que se trata de textos asociadosa formas de lectura que favorecen la memorización para su empleo en rituales religiosos. Leal llama la atención sobre e! hecho de que esta bibliotecareligiosa (eI70% de los textos inventariados) se compone de libros que
150 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
tuvieron muchas generaciones de lectores, como es el caso del Catecismode Ripalda, editado por primera vez en 1616 y que aún se leía profusamentea lo largo del siglo XIX. Quizá lo más importante que haya que subrayarsobre esta literatura religiosa sea tanto su "lectura intensiva': que lleva a lamemorización, como su permanencia dentro de la cultura por períodosde muy larga duración, tal vez como efecto de ese tipo de lectura, asociada a ritos y prácticas cotidianas. Con esto no quiero desestimar la importancia de la difusión de libros prohibidos, sino recordar la presencia y elpeso de los textos religiosos que también circularon abundantemente enel territorio hoy venezolano y que se relacionan con modos de pensar yde sentir muy arraigados en la sociedad de ese entonces y que serán decisivosen los debates que veremos más adelante. Por otra parte, no debe pensarse que los libros que ofrecían ideas novedosas eran necesariamente perseguidos por lasautoridades coloniales,pues como apunta Simón Rodríguez
(1771-1854) en 1794, "[ cjada día se dan obras a la prensa por hombres hábíles sobre los descubrimientos que sucesivamente se hacen en la Agricultura y Artes, y éstos circulan en todo el Reino para inteligencia de los quelas profesan" (1979: 375).De hecho, esa división que coloca elconocimientode las nuevas ideas siempre en el bando de los patriotas y los revolucionarios tampoco se apega a la realidad, pues una institución tradicional comola Universidad de Caracas jugó un papel importante en la difusión de lasideas modernas. Bello,por ejemplo, tuvo en esta institución por profesor aRafael Escalona Arguinzonis, quien difundió "las ideas filosóficas de autores innovadores", conocidos gracias a "su profesor Baltasar de los ReyesManero, quien había iniciado a partir de 1778, en la universidad caraqueña,la enseñanza de la filosofía racionalista de Locke, Condillac, Newton, Spinoza, entre otras pensadores" (Cunill Grau, 2006: 21); entre los pocos datosque brinda Cunill Grau sobre Escalona Arguinzonis se menciona que tuvoa su cargo la cátedra de filosofía en la Realy Pontificia Universidad de Caracas. La universidad permite, así, comprender la heterogeneidad, las diferentes mezclas y las apropiaciones de textos que caracterizan el período.
LA APERTURA DE LA IMPRENTA
Puede conjeturarse que el aviso que publica la Gaceta de Caracas en su primera entrega, titulado significativamente "Apertura de la imprenta", salióde la pluma de Bello, el redactor de esa publicación en ese entonces. Lasprimeras líneas señalan con claridad el interés de las autoridades colonia-
REDACTORES, LECTORES Y OPINiÓN PÚBLICA EN VENEZUELA (1808-1812) I 151
les y los elogios que deben recibir por haber logrado una imprenta paraCaracas: "Se debe al espontáneo interés del gobierno ya la concurrenciade otras autoridades el logro de un establecimiento que por muchos añosha envidiado Caracas a otras poblaciones de menos consideración" (Gacetade Caracas, 24 de octubre de 1808, p. 1). El gobierno complace así los "justos deseos" de los caraqueños, quienes necesitaban una imprenta desdehacía mucho tiempo. La prensa pretende apuntar a una doble función: porun lado, atender necesidades colectivas, como la "instrucción pública" yla recreación (ambas asociadas en un mismo proyecto: ilustrar); ypor otro,satisfacer algunas demandas privadas. La primera aparece en el aviso delmodo siguiente: "La utilidad de un establecimiento de esta clase, en unaciudad como Caracas, no puede dejar de ser obvia a cualquiera de susilustrados habitantes, no sólo bajo los puntos de vista que ofrecen la Agriculturay el Comercio, sino también la Política y las Letras" (ibid.). Por estemotivo pide a "todos los Sujetos y Señoras que por sus luces e inclinaciónse hallan en estado de contribuir a la instrucción pública y a la inocenterecreación que proporciona la literatura amena, ocurran con sus producciones en Prosa o Verso, a la oficina de la Imprenta" (ibid.).
Llama la atención que elaviso incluya como posibles autores a las mujeres; de hecho, supone que entre las personas ilustradas e interesadas enlas letras hay mujeres, pero recordemos que aparecen también en las listas de los poseedores de libros, prohibidos o no. Sobresale la diferencia quehace entre las materias, entre las cuales distingue la "literatura amena': relacionada con la "instrucción" y la "recreación". Ilustrar y recrear son asídos objetivos centrales, incluso por encima de la religión que, significativamente, no aparece entre los temas para los posibles libros que proponeel aviso. El mercado que se vislumbra es el siguiente:
Se imprimirá cuanto se pida: Libros de uso común en lasAulas de la universidad, escuelas, conventos e Iglesias; estados, circulares, hojas deservicios y demás que se ofrezca en los tribunales y oficinas públicas;esquelas de convite, papeleras y todo cuanto sea necesario a los caballeros particulares (ibid.).
Aparte de los "Sujetos y Señoras" que quieran imprimir sus trabajos, seencuentra, entonces, un público potencial que echaba en falta la imprenta:los establecimientos de educación, la Iglesia, las oficinas públicas y la éliteque hace convites y necesita papelería. Los impresores muestran así la gamade intereses que pretendían cubrir y que, con seguridad, no surgieron repen
tinamente con la instalación de la prensa en Caracas.
152 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
Las condiciones en las que serán tratados esos temas -creferidos a las"Ciencias y Artes", y no a la religión- aparecen claramente en el aviso:
Al mismo tiempo que se solicita la asistencia de todas las personas instruidas en las Ciencias y Artes,se da al Público la seguridad de que nadasaldrá de la Prensa sin la previa inspección de las personas que al intentocomisione el Gobierno, y que, por consiguiente, en nada de cuanto sepublique se hallará la menor cosa ofensiva a la Santa Religión Católica,a las Leyes que gobiernan elpaís, a las buenas costumbres, ni que puedaturbar el reposo o dañar la reputación de ningún individuo de la sociedad, a quien los propietarios de la Prensa tienen en el día el honor depertenecer (ibid.).
La pertenencia al grupo de los propietarios es presentada corno garantía deque no habrá excesos y de que nada debe temerse, por tanto, de la nuevaimprenta (aunque en otro plano, podría decirse que lo mismo hará la Juntapocos años después cuando decida quiénes serán los electores para seleccionar a los diputados del primer Congreso de Venezuela). En este sentido,también es un aval la censura previa que establece el gobierno. El primerimpreso que se publica, La Gaceta de Caracas, muestra con claridad que secumplía meticulosamente con estos requisitos (aunque pronto alterará superfil): sus páginas están dedicadas a copiar documentos, cartas, noticiasde otros periódicos que muestran la condena "general" a Napoleón.así comoel valor y el patriotismo de los españoles que rechazan al invasor. Se trata,entonces, de una recopilación de fragmentos tornados de distintas fuentes,pero todas encaminadas a lograr una posición unánime frente a los acontecimientos (no debe pensarse que este deseo de unanimidad desaparece conla colonia, pues incluso en Simón Rodríguez [1990: 17] puede encontrarseuna visión unanimista de la opinión pública, como por ejemplo cuando dice"Hasta elente de la razón de la democracia, tiene que unificarse y decir: Lavoz delpueblo... y no lasvoces"). A esto se agregan algunas noticias locales:precios de los principales productos, llegada de buques a los puertos; yasuntos particulares: avisos de ventas de muebles e inmuebles o sobre la fuga deesclavos, pero también sobre la venta de libros o el anuncio de un maestroque ofrece sus servicios para la enseñanza de las primeras letras.
La Gaceta de Caracas se propone publicar por entregas una "relación"de lo acontecido en España a partir de la invasión napoleónica, presentandoasí una versión oficial de los hechos, elaborada a partir de los papeles oficiales, con el fin de crear una opinión favorable a las autoridades coloniales. Dice el redactor que" [p locos habrá sin duda que no hayan leido la mayor
REOACTORES, LECTORES Y OPINiÓN PÚBLiCA EN VENEZUELA (1808-1812) I 153
parte de ellos; pero serán muchos los que deseen poseer una colección taninteresante; y no hay un medio tan cómodo, para satisfacer sus deseos, cornoel de presentarla por partes en la gaceta" (Gaceta de Caracas, 24 de octubrede 1808, pp. 1Y2). Se trata, entonces, de la reproducción de textos yaconocidos por los lectores, pero que merecen coleccionarse y guardarse. Sirven,así, para reforzar la posición oficial y construir con cada entrega un relatoque permita poner algún orden en la historia que se está viviendo.
LECTORES, REDACTORES Y OPINiÓN PÚBLICA
Estos avisos que acabamos de citar muestran una situación muy compleja con relación a la circulación de los escritos en el momento en que seestablece oficialmente la imprenta en Venezuela. Por una parte, tenemosla existencia de posibles "autores", hombres y mujeres, que podrían estarinteresados en publicar sus textos para un público potencial que la imprentano tiene dudas en convocar también. Por otro lado, la existencia de unared de escritos que se conocen, se leen o se escuchan y seguramente se intercambian de muy diversos modos (orales y escritos), compuesta seguramente por libros, pero sobre todo por periódicos, hojas y cartas que llegan del exterior a través de los buques (y de cuyo movimiento se informaen la propia gaceta), o producidos en el mismo territorio. El trabajo delredactor se relaciona precisamente con esta red tanto escrita como oral-muchas veces se intenta salir al paso de los rumores que circulan en Cara
cas- y su tarea se enuncia de la siguiente manera:
Comprenderá este papel cuanto merezca a la noticia del público, resumiendo lo mejor y más interesante de los papeles públicos nacionales
y extranjeros, y de las cartas o papeles particulares; y se procurará quelas noticias que se inserten tengan el grado posible de autenticidad o
de probabilidad (ibid.).
Aunque predominarán las noticias políticas ligadas a los acontecimientosque ocurren en España, la Gaceta de Caracas se propone también dar otrotipo de información, como es el caso de "los descubrimientos relativos ala agricultura y a la industria de estas provincias" (ibid.). Estos otros intereses, así como el énfasis dado a los asuntos políticos, son muestras del pro
ceso de laicización y diversificación de la lectura que se da de un modocada vez más acusado en el mundo hispánico a partir del siglo XVIII. De
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hecho, el periódico mismo nos coloca de plano en un tipo de impreso"moderno", que favorece la llamada lectura extensiva, que va de un textoa otro. Y es aun más interesante que el trabajo del redactor en este caso serelacione directamente con este tipo de lectura, pues, como señalé con anterioridad, es el encargado de recopilar, clasificar, escoger, resumir y ponerorden en los materiales que recibe para formar con ellos un nuevo texto.Es él mismo un lector "moderno", que toma de varias fuentes, Saca deaquí y de allá, traduce de varias lenguas, calibra el crédito que se le puedadar a una información según las fuentes o los intereses en juego, para construir un nuevo discurso. Y a pesar de que al introducir una imprenta sebuscaba unanimidad, el periódico, así sea una gaceta oficial, puede implicar la presencia de varias voces. Incluso, podernos pensar que el periódicopuede borrar las fronteras entre autor y lector, al aceptar las colaboraciones, las cartas y los avisos enviados por los lectores. Inaugura, sin duda,un nuevo espacio en el que se convoca a participar a los lectores (el avisode apertura de la imprenta no deja dudas en este sentido). Esto quiere decirque se convierte en un terreno en el que se apela a un público cada vezmás amplio, pensado como un grupo anónimo y potencialmente en expansión, y no como un grupo cerrado y limitado. Aunque no debe exagerarse, pues los índices de analfabetismo eran efectivamente enormes, noestá de más insistir también en que el periódico busca la ampliación delpúblico en la medida en que su éxito económico, el poder salir con regularidad, depende de las suscripciones y las ventas. No se puede olvidarque la suscripción es un contrato en el que el lector se siente con derechoa exigir y en cierto modo lo coloca en una situación en la que puede participar, generalmente a través de cartas al redactor, cuando siente sus derechos vulnerados (hay avisos de este tipo en la Gaceta de Caracas).
Algunos ejemplos pueden servir para explicar mejor lo que indico. Enla entrega del 5 de mayo de 1809, encontramos un extracto de las noticiasmás importantes publicadas en los periódicos europeos, realizado por un"colaborador". Al principio se presentan las noticias tomadas de las gacetas del gobierno metropolitano C'copiaremos para satisfacer la curiosidad pública los extractos de las gacetas del gobierno hasta el 21 de Noviembre, formados por una persona inteligente, que las ha tenido a la vista enla isla de Puerto Rico, y se ha servido favorecernos con ellos" [Gaceta de
Caracas, 5 de mayo de 1809, p. 3]); pero luego se refiere a las que aparecenen otros periódicos europeos. La situación de guerra hace que no se puedan tener por ciertas todas lasnoticias publicadas,razón por la cual el colaborador señala:"Los papeles Holandeses, escritos, como se sabe, bajo la férulade Bonaparte, insisten esparciendo la noticia de la paz entre Francia yAus-
REDACTORES, lECTORES Y OPINiÓN PÚBLICA EN VENEZUELA {lBOB-1B12J I 155
tria; pero los periódicos Ingleses ofrecen conjeturas bastante fundadas yprobables para despreciar la aserción de los primeros" (ibid., p. 4)· Es unaverdadera guerra de información en la que se echa mano de cualquiertáctica para desenmascarar al enemigo. La importancia de la prensa parala guerra -de la prensa como parte de la guerra misma o de la prensa comoarma de guerra- puede seguirse en la relevancia que se le da a las cartas quese interceptan y se publican con el fin de mostrar que en otros periódicos sedan noticias inexactas: "Por una carta interceptada se sabe que es falsocuanto se ha dicho acerca de la venida de Bernadote a la Península conrefuerzos" (ibid.). Así, una forma manuscrita y privada sirve para desenmascarar a la prensa, revelación que se hace a través de la imprenta. Aunque el periódico reclame mayor credibilidad, parece incorporarse al circuito del rumor en una sociedad en la que este último debe haber tenidoun papel muy importante, y en un momento en el que con seguridad losrumores proliferaron y tuvieron un rol destacado en la formación de opiniones. Vemos, así, cómo la circulación de periódicos se inserta dentro deuna compleja red que incluye formas orales y escritas, privadas y públicas, con autoría y anónimas, oficiales y clandestinas.
También es necesario examinar la importancia que reviste la fuente dela información en un momento en que una noticia podía cambiar significativamente el curso de los acontecimientos, pues promueve el distanciamiento de la palabra impresa (quién enuncia, en qué circunstancias y conqué objetivos). De hecho, el periódico alienta una actitud crítica y distanciada que, seguramente, no estaba entre las motivaciones que llevaron a lasautoridades coloniales a introducir una imprenta en Caracas. En otras palabras: al valerse de la imprenta y publicar un periódico para controlar lainterpretación de los hechos, se estaba introduciendo también un caballode Troya,pues la lectura de periódicos, así sea de un mismo periódico, produce semejante distanciamiento en la medida en que el lector puede comprobar cómo cambia el carácter de una noticia al pasar el tiempo (Briggsy Burkc. 2002: 87); Ymás aun si se vive en una situación de guerra, cuandola palabra impresa forma parte del arsenal para combatir al enemigo. Laprensa introduce así una situación en la que se hace imposible no entenderla corno parte de la guerra, como indica el colaborador en el fragmentoantes citado, a pesar de que intente imponerse a los medios tradicionalesde comunicación (rumores o pasquines). De hecho, lo que se produce deuna manera inmediata es una mezcla de estos medios, razón por la cualencontramos con mucha frecuencia en la Gaceta de Caracas cartas "privadas" o respuestas a rumores que se publican para mantener informados alos lectores. Pero de este modo se amplía, sin duda, el número de los que
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pueden acceder a esa información -la lectura de gacetas en voz alta paraun público no alfabetizado era una práctica común-o La gaceta publicaba,por ejemplo, informaciones orales de los viajeros que llegaban al Puerto deLa Guaira, como la siguiente: "o. Mariano Campins que vino de pasajeroen la misma lancha, añadía decirse en Barcelona que el ejército de Iosefhabía sido batido el 15 de Octubre". E inmediatamente se agrega: "El silencio del Sr. Gobernador de la Trinidad, del de Cumaná y del Comandante
de Barcelona no permiten todavía dar ascenso a esta noticia" (Gaceta deCaracas, 23 de diciembre de 1808, p. 4). De este modo tenemos la publicación de un rumor, pero, al mismo tiempo, el distanciamiento con respectoa lo que se indica, así sea debido a que se espera una confirmación oficial.
Es esta situación en la que ya la prensa -y no me refiero sólo a la Gacetade Caracas, sino a los otros impresos que seguramente llegaban en cada vezmayor abundancia y que precisamente ésta trataba de controlar ofreciendouna versión oficial- había creado un espacio para el intercambio. el distanciamiento y la discusión, lo que permitió la acogida de los periódicosliberales españoles, con lo que, según F. X. Guerra (1994), se produce la"mutación ideológica" y la aparición de voces abiertamente distintas pormedio de la prensa. Éste es el caso de la publicación en febrero de 1810(antesde los sucesos de abril, conviene destacarlo) de un resumen del prospectode El voto de la naciónespañola, periódico de tendencia liberal y que F. X.Guerra menciona entre los impresos españoles vinculados a "la mutaciónideológica" que favoreció la causa de la independencia. El resumen del prospecto aparece con elsignificativo título "Literatura patriótica", y señala queen una gaceta anterior:
Dijimos que los periódicos procuraban fijar en España la opinión públicade un modo conveniente, y creemos por lo mismo oportuno dar idea deuno de estos papeles que ha llegado a nuestras manos, con el fin de demostrar que ninguna clase de servicio es ajeno del patriotismo (Gaceta deCaracas, 16 de febrero de 1810, p. 3).
Como queda claro, ya se habla aquí de "opinión pública"y del trabajo quese dan los periódicos para fijarla. en este caso con conocimiento de causa,pues Bello no hacía otra cosa como redactor de la gaceta. Poco después,la Gaceta de Caracas (27 de abril de 1810, p. 1) abre con estas palabras:"Cuando las sociedades adquieren la libertad civil que las constituye entales es cuando la opinión pública recobra su imperio". El redactor seescuda en el hecho de que son los periódicos españoles los que intentanfijar la opinión pública para entregar un resumen de un periódico deten-
REDACTORES, LECTORES Y OPINiÓN PÚBliCA EN VENEZUELA (1808-1812) I 157
dencia liberal (no podré detenerme en las discusiones sobre este concepto;para el período que trabajo, conviene revisar el libro de Guerra) Lempériere et al. [19981). De este modo, muestra claramente en qué consistía sulabor, lo que podría tenerse como un guiño, aunque seguramente no lohaya sido, en la medida en que parte del reconocimiento de su propio trabajo para fijar la opinión pública. Un periódico liberal español era acogido, entonces, nada menos que por el órgano oficial del gobierno colonial, como el encargado de fijar la"opinión pública" en Caracas (se continúala entrega en la edición del ie de marzo, precisamente con un artículo titulado "La libertad de la Prensa es la base principal de la instrucción pública").
Algunos meses después, en octubre de 1810, esto es, cuando Bello ya seencontraba en Londres, aparece en la gaceta una carta que merece especial atención. Me refiero a la "Carta del Protoescritor de Anónimos", dirigida al redactor del periódico. Comienza así:
Carta del Protoescritor de AnónimosSeñor Redactor: La nueva Aurora que apareció en el horizonte de
Venezuela desde el 19 de abril de este año, ha causado en mí tal furor yflujo de ensuciar papel y dirigir circulares a todas partes, que ha llegado el caso de variar mi forma natural de letra [... ]. Me falta tiempo
para multiplicar las copias de tantas cartas y papeletas que me dirigenlos amigos, y de los manifiestos y proclamas que yo trabajo con el finde sembrar la cizaña en todo el territorio de Venezuela (Gaceta de Caracas, 9 de octubre de 1810, p. 2).
Después de mostrar las posibilidades de circulación de sus escritos queabren los sucesos de otras regiones americanas, señala la necesidad que tiene de acceder a los beneficios que brinda la imprenta:
Me es insoportable el gasto de escritorio; yo debo abstenerme de escribientes para evitar el descubrimiento [... J. He creído, pues, oportunoacudir a V. para que tenga la bondad de ahorrarme tanto trabajo pormedio de su periódico. Olvide V. las injurias con que le hayan lastimado mis manuscritos (ibid., pp. 2-3).
El periódico también permite el anonimato, pero además la carta adoptaa veces un tono tan jocoso y ambiguo que no permite una interpretaciónclara: ¿se trata de una estrategia para conseguir más lectores? ¿Es la cartauna invención que busca la protección de quien la escribe? Sin duda, pero¿quién escribe?: ¿el redactor de la gaceta? Podría ser: la estrategia del dis-
158 I HISTORIA. DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA.
fraz fue común entre los escritores de! siglo XIX, lo que incluye el uso deseudónimos y la invención de supuestos lectores que envían cartas a laredacción. Sin embargo, e! "protoescritor de anónimos" pide al redactorque olvide las ofensas que le había hecho en su periódico manuscrito. Estaspreguntas, entonces, no tienen respuestas precisas. En cualquier caso, laaparición de una voz disonante, claramente distinta (incluso, en elsupuestode que sea la del mismo redactor que se desdobla en esta carta), mereceuna revisión. Es la posibilidad de mostrar otras perspectivas con relacióna los acontecimientos lo que justamente reivindica:
Son tan notorias las utilidades de este nuevo periódico, que parecesuperfluo referirlas. Por su defecto ha carecido el público de la satisfacción de haber visto entre otros papeles importantes, la carta de la Marquesa de Carballo [... ], la papeleta de la batalla de Ronquillo [... ] yotras que se ha circulado por Caracas, Valencia y Puerto Cabello.
Se hubiera visto impreso el famoso Treno [... ] que escribí por centuplicado a costa de una resma de papel, menos diez cuadernillos, y circulé a Barinas y demás lugares dignos de semejante pieza, en cuya composición desplegué y apuré todos los resortes de la elocuencia (ibid., p. 3).
La censura, como es de suponer, había limitado la circulación de escritoscontrarios al gobierno colonial, por lo que se necesitaron estrategias comoésta para burlarla. Propone, cuando ya las circunstancias permiten pensaren salir de la circulación manuscrita -aunque no del anonimato-, abrir unasuscripción aparte para otra serie de la gaceta que saldría con sus producciones y las que recibe de sus "corresponsales". Como muestra de lo quepodría ofrecer, presenta un "Capítulo de Cartas escritas desde Cádiz por unEuropeo vecino de Caracas a una persona de su amistad y confianza" (ibid.).La carta se refiere a la situación en España y se detiene al final en los conflictos, incluso en los rumores, que han surgido contra e! reconocimientode la Regencia como depositaria de la soberanía. Dice:"Solo Puerto Rico hareconocido hasta hoy la Regencia" (ibid., p. 4). El anonimato permite así laaparición de una voz abiertamente a favor de la independencia y la libertad y,lo que es más importante, que reivindica la rebeldía:
Yoescribo verdades desnudas. Tal es la de ser peligroso que los pueblosapetezcan su libertad, e independencia; esto es, que aborrezcan la tiranía y el despotismo, atribuyendo a este principio la ruina de los espíritus rebeldes, la caída de los hombres sabios, y el trastorno de los máspoderosos imperios (ibid., p. 3).
REDACTORES, LECTORES Y OPINiÓN PÚBLICA EN VENEZUELA (1808-1812) I 159
Podría tratarse, entonces, de la expansión, gracias a la imprenta, de unacomunidad de lectores que se comunicaban a través de cartas, pero también de la utilización de un género -el epistolar- que se mantiene, talvez como estrategia retórica que se refuncionaliza, a pesar de que ha cambiado e! medio. Sería, así, otra muestra de las diversas mezclas que se danentre sistemas de circulación diferentes, que se cruzan, conviven y se mantienen en tensión durante largos períodos. También de la apropiaciónque hace la imprenta de los sistemas anteriores, lo que permite la ampliación de una comunidad de lectores que comparten textos, así sea de
manera desigual.
EL REDACTOR Y LA "PROPIEDAD LITERARIA"
Lo primero que debe señalarse sobre la "autoría" en la Gaceta de Caracases que el papel del redactor es anónimo. Ahora bien, en el anonimato hayuna dimensión con textual, relacionada con el entorno cultural e histórico,que reclama atención, pues es posible que el nombre del redactor fuesedel dominio público y por eso mismo innecesario o redundante colocarlo en elperiódico, lo que no quiere decir, por supuesto, que no sea importante considerar si el nombre aparece o no en elescrito. El redactor, cuandofirma, siempre emplea esa fórmula: "El Redactor". El trabajo de producirlos textos, o, mejor, de escogerlos, resumirlos, traducirlos, compendiarlos, en fin, el proceso de composición y producción de cada una de lasentregas a partir de muy diversos materiales estaba a su cargo. Una disputapor la propiedad de la Gaceta de Caracas, que se produjo en 1812entre Francisco Isnardí y Jaime Lamb -crespectivamente, el redactor de la gaceta y elpropietario de la imprenta para eseentonces-, permitirá comprender mejoreste problema (se conoce muy poco sobre la vida de Lamb. Se sabe quellegó a La Guaira junto con el impresor M. Gallagher en 1808). El asuntointeresa porque se trata de una disputa legal por los derechos de propiedad intelectual que, para elcaso de un periódico que resumía o tomaba deotros periódicos buena parte del material que publicaba, no resulta fácilde establecer, pero sobre todo porque el trabajo de redactor se podía confundir con el de impresor. El hecho, asimismo, es revelador de las polémicas que abrieron tanto el nuevo sistema de gobierno como los nuevosideales asumidos por sus impulsores (no está de más subrayar sobre esteasunto que las polémicas sobre los derechos de autor suelen tenerse comoun indicador del proceso de profcsionalización de los escritores).
160 I HISTORIA DE LOS INTELECTUHES EN AMÉRICA LATINA
La disputa comienza por un reclamo hecho por Isnardi debido a queLamb seniega a pagarle sus honorarios como redactor del periódico. Lamb,a su vez, reclama sus derechos como propietario de la gaceta: "Los dueños solos tienen el derecho y privilegio de emplear un Editor, si el caso lorequiere; el cual es sola y justamente considerado como los demás empleados de la Imprenta, y puede ser despedido o detenido, según se juzga necesario" (Grases, 1981: 191). Grases aclara que Lamb, quien no hablaba español, emplea la palabra "editor" en el sentido que tiene en inglés (cercanoa "redactor" en español). La palabra "redactor", también importante enesta pesquisa, aparece por primera vez en el diccionario de la Real Academia en 1817 -lo que no deja de ser significativo- con la siguiente definición: "El que redacta" (Real Academia Española, 1817: 738). "Redactar"es definida en el mismo diccionario del siguiente modo: "Poner por ordeny por escrito autos, providencias, noticias, avisos &. Redigere" (ibid.). Demodo que Bello e Isnardi "redactaban" la gaceta, esto es, "ponían orden"a los muchos textos que, como hemos visto a lo largo de este trabajo,recibían y escogían -hasta podría decirse que hacían digest-, mientras queLamb imprimía el producto final de ese trabajo. La controversia, además, muestra con claridad que el oficio de redactor debía ser remunerado,tanto en el período colonial como después.
Las autoridades se inclinan a favor de Isnardi, a quien se le concede lapropiedad de la gaceta, pero Lamb invoca los principios liberales que seirán adoptando a partir del 19 de abril de 1810 para que se revise esadecisión y se queja de que el"Gobierno transfiera la propiedad del dueñoa la persona Empleada por él" (Grases, 1981: 192). Más adelante agrega:"El derecho de propiedad es la base de la Libertad, y se respeta religiosamente entre todas las naciones civilizadas" (ibid.). Estos argumentosno estaban lejos de los ideales republicanos, pero los problemas no sólose relacionaban con la propiedad intelectual de la gaceta sino tambiéncon el hecho de que ésta era para ese momento el periódico oficial de lanueva república, razón por la cual pasaba por un proceso de revisión yde censura. Es por este motivo que Lamb finaliza su exposición conestas palabras:
Que se les permite continuar sin molestación en su derecho de propiedad [... J; que si ellos están obligados a pagar un Editor, que a lo menostengan el derecho de escogerlo; que si no se les concede lo que piden,que tengan la libertad de imprimir su Gaceta como antes, sin la interposición del Gobierno, bajo las reglas y reglamentos de "La Libertad dela imprenta" (ibid.: 193).
REDACTORES, LECTORES YOPINiÓN PÚBLICA EN VENEZUELA (1808-1812) I 161
"La Libertad de la imprenta" a la que se refiere Lamb fue un decreto queapareció poco después del sde julio de 18n-prontitud que revelala importancia que le daban los independentistas a este asunto- en el que se abolía la reglamentación colonial sobre esta materia (apareció en la Gaceta deCaracas del 6 de agosto de ese mismo año). Lamb reclama un derechoque le da, precisamente, el nuevo sistema político, pero que, como aclaraIsnardi en el informe que elabora sobre las peticiones del primero, noprocede para el caso del periódico "oficial" del nuevo gobierno:
El Impresor quiere valerse de los principios de los demás países libresdonde cada uno hace la Gaceta que quiere [... ]; pero no estamos en casoporque el Gobierno naciente de Venezuela debe crear, dirigir y sostener la opinión pública dentro y fuera del país con un periódico bajo sudirección, y redactado por persona de su entera confianza. Sielgobiernoquisiera usar de estos principios del Impresor, bien pronto lo arruinaría porque privada su Gaceta de los documentos oficiales,discursos, proclamas, providencias y noticias extranjeras que solo el Gobierno recibey de la ventaja de ser tomada por los jueces, párrocos y empleados, talvez no existiría la tal Gaceta, y el Gobierno haría la suya que sería sinduda la más acredilada (ibid.: 194).
Aparecen así los límites que tenía la libertad de imprenta en la PrimeraRepública: las exigencias y las restricciones que en esta materia hace elgobierno al disponer de buena parte de las noticias -tanto porque las recibecomo porque es un productor "natural" de información) aun más en eseperíodo de inestabilidad política-, de los recursos económicos y de lospotenciales lectores o compradores (los empleados del gobierno). Isnardiseñala también las condiciones en que fue contratado Lamb bajo el régimen anterior: tenía el monopolio de la imprenta en Caracas bajo un contrato que, a pesar de no responder a los intereses del nuevo gobierno, ésterespetó hasta la fecha de su vencimiento. Lamb pretende, entonces, mantener la situación ventajosa que le había dado la administración colonial:
Bajoestosprincipios, quiere elImpresor tener derecho a escogerel Redactor a su arbitrio para que se someta el Gobierno a la elección de unImpresor en materia tan importante l...] fundado en el abuso con queel Gobierno antiguo lo fundó, sometiendo al que tiene el trabajo mental y la responsabilidad al que sólo hace lo mecánico o material de laobra, por cuyo trabajo el Impresor que embolsa sin duda 6000 pesosanuales por la Gaceta quiere tener a su salario al Redactor de Gobierno,
162 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA
que hace, trabaja y acredita elpapel con la mezquina recompensa de 600
pesos anuales mál pagados (ibid., p. 194).
La pretendida injusticia económica salta a la vista en esta acusación: elredactor, quien hace el trabajo "mental" y acredita la publicación, sólo
percibe un pequeño porcentaje de lo que gana el que realiza el trabajo "mecánico" (el hecho de que acredite la publicación hace pensar que su nombre
era conocido entre los lectores y oyentes, a pesar de que no aparezca en las
páginas del periódico). En efecto, Isnardi distingue claramente entre un
trabajo mental y uno mecánico -división que traza el límite entre redac
tor e impresor-o El abuso en que se sostenía el contrato anterior descansa
en una inversión: el que hace el trabajo mecánico quiere someter al quehace el trabajo mental. Es justamente esta diferencia la que permite dis
tinguir entre la propiedad inteIectual-de la "edición literaria", en palabras
de Isnardi- y la propiedad de la imprenta: "Queda en mi concepto demos
trado que si el Impresor fue propietario indebidamente de la Edición lite
raria de la Gaceta hasta el io de abril de 1810 l ...] nada tiene ya que recla
mar sino el derecho de imprimir la Gaceta" (ibid., P.195). De este modo, eldesconocimiento de la propiedad intelectual a favor de los intereses del
impresor forma parte de los abusos cometidos por el régimen colonial.
Finaliza Isnardi señalando que el gobierno quiere proteger a los "Artis
tas" (en el sentido que tenía en la época, esto es, artesanos) extranjeros,
razón por la cual él se someterá a la decisión que tome, aunque no deja de
advertir que a Lamb le corresponde sólo su derecho "como Artista, y nocomo Editor, ni Redactor, que no puede ser quien no sabe más que impri
mir" (ibid.). La resolución de este conflicto estuvo en manos de Juan Ger
mán Roscio (1769-1821), quien coincide con Isnardi con relación a la pro
piedad intelectual de la gaceta, distinta a la propiedad de la imprenta. Los
cambios políticos acarreaban también transformaciones en el régimen de
propiedad de los escritos, entre las cuales quiero destacar el reconocimientode la autoría "literaria", en oposición a los privilegios que fundaron elnego
cio de la imprenta en el período colonial.
LA LIBERTAD DE CULTOS Y LA LIBERTAD DE PRENSA
El 19 de febrero de rsu la Gaceta de Caracas publica el artículo "Tolerancia
de cultos", del irlandés William Burke (entre los pocos datos biográficos
que he podido encontrar sobre este autor, destaca el hecho de que se tras-
REDACTORES, LECTORES Y OPINiÓN PÚBLICA EN VENEZUELA (1808-)812) I 163
ladó a Caracas después del 19 de abril con cartas de recomendación firma
das por Miranda), trabajo que desata la que puede considerarse la pri
mera gran polémica en el periodismo venezolano. Se trataba, evidente
mente, de un asunto espinoso que las nuevas autoridades no se atrevieron
a plantear abiertamente, pero que Burkc, escudándose en su procedenciairlandesa y su religión católica, puso sobre el tapete. El gobierno, previendo
una reacción adversa, invita a la "impugnación pública del escrito por quien
lo creyese necesario" (Pino, 1991: 135). Las reacciones de los sectores católicos más tradicionales no se hicieron esperar. En pocos meses aparecie
ron varias respuestas, especialmente la Apología dela intolerancia religiosa...y Laintolerancia político-religiosa vindicada... ,cuyos títulos mismos no de
jan dudas sobre la dirección a la que apuntaron los tiros. El primero fue la
respuesta de los franciscanos de la ciudad de Valencia y el segundo fue un
encargo que hizo el Claustro de la Universidad de Caracas al presbítero JuanNepomuceno Quintana (en los estudios sobre esta polémica aparecen muy
pocos datos sobre Quintana. Se sabe que en 1797 obtuvo el título de maestro en Teología y en 1801elde doctor en Teología en la Real y Pontificia Uni
versidad de Caracas [Felice Cardot, 1959: 761). Ahora bien, más que refe
rirme a los argumentos que se esgrimieron en esta polémica, me interesa
destacar la mezcla de ideas tradicionales y referencias modernas que se dan
en estas respuestas. La comunidad franciscana, por ejemplo, abunda en
citas bíblicas y de autoridades de la Iglesia para refutar a Burke, pero tam
bién echa mano de Rousseau, Montesquieu y la Enciclopedia:
No ha mucho tiempo que salió a la luz su Contrato Social, piedra angu
lar del patriotismo y humanismo modernos. [Pues en ella tienen los que
josos de la intolerancia una sentencia o decisión política, que debería tapar
les la boca para siempre! [... ]. Este crimen de insociable contra las leyes
lo explica en otras partes sobre unas palabras de Montesquieu [... [. Cual
quiera que haya conocido y practicado los dogmas de la religión del paísdonde nació, y después se porte como no creyéndolos, tiene, por senten
cia del mismo Rousseau, pena de muerte [...1también en elgrande tesoro
de impiedad, a titulo de Enciclopedia, se receta pena capital (les faire périr),si no hay otro remedio de reprimirlos (Burke. 1959: 224 y 225)·
Losargumentos tomados de Rousseau apoyan ciertamente a quienes defien
den la intolerancia. Además, al calor de la polémica, emplear las más carasarmas del enemigo parece la mejor manera de desarmarlo. No otra cosa
hace Roscio, desde el otro bando, con ElPatriotismo de Nirgua, y abusodelos reyes, folleto que, a pesar de no hacer referencia a Burke, se inserta
164 I HISTORI~ DE LOS INTELECTU~LES EN ~MÉRIC~ L~TIN~
dentro de la polémica. Su objetivo principal es mostrar que la república noes un gobierno contrario a la religión católica, para lo cual acude a muchasreferencias tornadas de los textos religiosos. Destaca que los reyes se hanvalido de los sacerdotes para "engañar a los pueblos" y hacerles "creer quesu autoridad venía inmediatamente de los cielos" (Burke, 1959: 389). Eltexto parece una versión republicana de las historias sagradas, un verdadero catecismo republicano: "Viene al mundo el Mesías prometido, no conla idea de fundar monarquías, sino una república de salud eterna" (ibid.)
Y"La doctrina de Jesucristo era una declaración de los derechos del hombre y de los pueblos" (ibid.: 394).
A pesar de que el empleo de las armas del contrario parece una acertada estrategia retórica, quiero destacar que la polémica permite constatar la existencia de una plataforma común compuesta por textos que secomparten de muy diversas maneras (Rousseau es "piedra angular delpatriotismo y humanismo moderno" según nada menos que los franciscanos), lo que produce diversas mezclas, en un momento en el que elprestigio de los textos religiosos se mantiene en pie y, al mismo tiempo,las ideas modernas e ilustradas han conquistado mucho terreno. Esta polémica deja ver el esfuerzo realizado por los diferentes sectores para movilizar a la opinión pública a través de la imprenta, con lo que se acepta unespacio común para la discusión. En este sentido, quiero resaltar la paradoja que implica esta aceptación por parte de los sectores opuestos a lalibertad de cultos, pues al atender el llamado del gobierno republicano adefender sus ideas a través de la prensa (ocasión que aprovechan para cuestionar la libertad de cultos y pedir que se impida la circulación del artículode Burke), se ven reducidos al mismo terreno del contrario. Se trata de unaparadoja inherente al nuevo espacio de confrontación que crean la prensay las medidas democráticas impulsadas por el nuevo gobierno con relación a la libertad de imprenta, puesto que la prensa es un arma que se puedeemplear para promover ideales contrarios, como la intolerancia y la censura, pero al mismo tiempo lleva las disidencias al terreno de la confrontación pública de ideas, permitiendo así la pluralidad de opiniones.
Entre los sectores más conservadores, la existencia de opiniones divergentes es percibida como un verdadero cisma que pone en jaque los dogmas. No de otra manera el obispo de Caracas, Narciso CoIl y Pratt (1754
1822), interpreta los acontecimientos que tienen lugar en octubre de 1810,
cuando la Junta sofoca una contrarrevolución urdida en Caracas. Aunque en sus Memoriales... Coll y Pratt relata todas lasestrategias que empicópara combatir a la Junta (incluso, pagó la impresión de la refutación a Burkehecha por los franciscanos), no pierde ocasión para criticar también la
REDACTORES, LECTORES Y OPINiÓN PÚBLICA EN VENEZUELA (1808-1812) I 165
actuación de los realistas, como es el caso de esta conjura, pues para éljustificó la aparición de opiniones confrontadas entre americanos y europeos: "Hasta entonces las innovaciones tenían alguna semejanza con lasacaecidas en las instalaciones de las Juntas de diferentes provincias de laPenínsula" (Coll y Pratt, 1960: 140). Pero la contrarrevolución abrió la división, esto es,"las opiniones públicamente discordantes entre aquellos habitantes nacidos en uno u otro mundo" (ibid.: 139). Lasconsecuencias de estapluralidad tienen que haber sido entendidas de un modo particularmentenegativo por el obispo, dado que se consideraba corno un pastor cuyafunción era "formar en su rebaño una sola opinión religiosa, que favorezca
las costumbres, y una sola opinión política y civil que sostenga la dependencia en el Estado" (ibid.: 123). Es más: al igual que el "Protoescritor deanónimos", el obispo actúa corno el "redactor" de otra red clandestinaque se mostrará más poderosa que la de los independentistas al final dela Primera República. A ello se refiere cuando señala que, a espaldas de laJunta, envía cartas a los curas para que combatan a Burke desde el púlpito, el confesionario y las conversaciones doctrinarias, pues la «tolerancia de los cultos era el medio poderoso que el Irlandés empleaba para queatrayendo la población, la fuerza, el comercio y las artes, mantuviesen laindependencia" (ibid.: 154). Incluso, idea un guión casi teatral para que ély un cura de su confianza Jo interpreten en la Catedral (manda a imprimir el texto), de tal modo que se impugnen las ideas de Burke sin siquiera
mencionarlo y burlar así la cercada vigilancia de la Junta (ibid.: 156).
Coll y Pratt emplea el mismo procedimiento clandestino cuando temepor las posibles consecuencias del alzamiento de los esclavos en Barloventoen 1812. En efecto, si bien había logrado a través de sus cartas, leídas porotro cura de confianza a las "esclavitudes", que los esclavos se inclinasen afavor de los realistas -y no de Miranda, que les había ofrecido liberarloscomo una medida desesperada para salvar la república-, no había conseguido que algunos negros y pardos renunciasen a la aspiración de libertad como recompensa por los servicios prestados. El estandarte de la virgen del Carmen que llevaban las tropas de Monteverde parece que obrómilagros al decir de Coll y Pratt, así como el terremoto del jueves santo de1812, que permitió a la iglesia "confirmar" que Dios estaba de su parte yno de los republicanos, como había querido Roscio.En efecto,para elobispoel sismo dejó "confirmadas en nuestros días las profecías siempre vigentes reveladas por Dios a los hombres sobre las antiguas ciudades impíasy orgullosas: Babilonia, Jerusalén y la Torre de Babel" (ibid.: 56). A pesarde que para una perspectiva actual resulta fuera de Jugar hacer mención deestas intervenciones "divinas", se sabe que muchos compartieron esta inter-
166 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
pretación de la "palabra" de Dios por algunas medidas desesperadas quetoma el gobierno para combatirla. El peso de la tradición hacía que losdebates interpretativos no se mantuvieran en elplano "terrenal" de las ideasexpresadas en los periódicos,
Al igual que los redactores de la gaceta, Coll y Pratt no podía mantenerse en una atrincherada "ciudad escrituraria", y lidia también con diferentes modos de circulación de las ideas, pero su acción se dirige, a diferencia del "Protoescritor de anónimos", a mantener la tradición e imponerla unanimidad, y no a promover la disidencia, la rebeldía o el distanciamiento. No podemos subestimar el peso que tuvo la palabra del obispo(por más que en sus escritos exagere su poder) dentro de la pluralidad deopiniones, ni extrañar que la balanza se haya movido a favor de la virgendel Carmen y los mensajes divinos explicados por los "legítimos" intérpretes. Los árboles de la libertad y las alegorías de Venezuela erigidos por lospatriotas a propósito de la instalación del primer congreso (C. Leal,1998)mostraron su debilidad, al igual que el espacio abierto por la prensa, antela "llama de nuestra Madre Patria" que se encendió "en este pueblo aterrado por dichos temblores y no menos devoto de la Santísima Virgen"(Coll y Pratt, 1960: 57). No estaba tan desencaminado el obispo cuandocalificó esta primera república de "imaginaria" (ibid.: 67)-recordemos queBolívar la tildó de "aérea"-, pero en el sentido de que descansaba sobreun imaginario que no contaba con la fuerza que tenía el de la tradiciónreligiosa en ambos bandos. Sin embargo, ya el"cisma" creado por la introducción de la pluralidad de opiniones no tenía marcha atrás, ni la quemade libros sirvió para evitar la propagación de la "peste",Por muy imaginaria que haya sido la república, el obispo teme por el curso de los acontecimientos y entre las medidas que toma después del triunfo de Monteverdcse encuentra la de remover a muchos eclesiásticos"de sus Curatos, porquepodrían alterar la tranquilidad pública en sus Pueblos con sus opinionesde Independencia a lo Criollo" (ibid.: 75).Ya la pluralidad de opiniones noestaba sólo en los impresos de los redactores republicanos y los dardos delpúlpito no apuntaban siempre al mismo objetivo.
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corregida y aumentada, Santiago, LüM Ediciones.
Los juristas como intelectualesy el nacimiento de los estadosnaciones en América LatinaRogelio Pérez Perdomo
En las sociedades del presente vemos a las personas con formación jurídica fundamentalmente como profesionales, es decir, como personas quetienen determinadas destrezas que les permiten realizar actividades considerablemente especializadas, como elaborar contratos o litigar en los tribunales de justicia. Pueden ser considerados trabajadores intelectuales enel sentido de que su trabajo no es manual, pero difícilmente los llamaríamos intelectuales por el hecho de tener una formación universitaria en derecho. Por lo general, estimamos que las escuelasde derecho proveen una formación considerablemente estrecha y técnica, que no acredita para entraren la categoría de intelectual, como tampoco un médico radiólogo lo es.Entre los juristas, reservaríamos la categoría de intelectual, o, tal vez, másapropiadamente, la de académico o scholar, a aquellas personas que piensan sobre el derecho y escriben sobre él, que generalmente se desempeñancomo profesores universitariosy que frecuentemente también escriben ensayos o artículos de opinión sobre temas considerablemente generales.
A comienzos del siglo XIX la situación en América Latina era distinta.El derecho también se estudiaba en las universidades, pero los graduadosno eran concebidos como profesionales o como técnicos. Por el contrario, eran los letrados por excelencia. En las universidades, los estudios degrado eran en teología, medicina y derecho. Los estudios de derecho yteología se conectaban a través del derecho canónico y eran los principalesen las universidades. La decadencia de losestudios en teología y en derecho canónico, y el surgimiento de la ingeniería como carrera universitaria, son parte de la transformación que se produjo en el siglo XIX. Estetrabajo se propone explicar las transformaciones de los estudios jurídicosy el lugar de sus graduados en su relación con el surgimiento de los estados nacionales en América Latina. Por ahora es importante destacar quelos graduados en derecho se mantuvieron como letrados durante buena
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parte del siglo XIX, pero se acentuó el carácter político, o de ciencias políticas, en su formación.
A comienzos del siglo XIX, los bachilleres, los licenciados o los doctoresen derecho podían obtener el título adicional de abogado, otorgado por untribunal mediante el cumplimiento de determinados requisitos,pero su ocupación principal no era el litigioen los tribunales ni la negociacióny la redacción de contratos. Para ello, tanto en la sociedad colonial como en las décadas posteriores a la independencia existían procuradores, escribanos ytinterillos. Esta situación se mantuvo durante todo el período en estudio.
La formación de los estados nacionales en América Latina fue un proceso lento. Puede afirmarse que antes de la independencia, especialmenteen lasdécadas finalesdel período colonial,había una cierta conciencia nacional, y que la independencia impulsó el proceso. Sin embargo, sería unerror considerar que el Estado nacional quedó construido cuando sepublicóla primera constitución nacional. Como todo proceso histórico, éste fuemucho más lento. Las autoridades nacionales tardaron en tomar el control del territorio nacional, y lo que podríamos llamar la construcción ideológica, es decir, el surgimiento de una conciencia nacional y de ciudadaníase demoró aun más. Los procesos pueden haber tenido velocidades distintas. A los efectos de este trabajo, podemos considerar que la construcciónde los estados nacionales es particularmente intensa en siglo XI~.
Durante este siglo, los graduados en derecho podían calificar como intelectuales en el sentido de que se los consideraba en posesión de un sabersuperior que es general, o poco especializado, y que tenían habilidadescomo la de hablar y escribir bien. Nuestro interés es explicar cómo adquirían esas habilidades y conocimientos y la relación de los juristas con lapolítica y, en particular, con la tarea de construcción de la nación. Entrelos juristas, prestaremos especial atención a aquellas personas reconocidaspor tener en grado sumo el conocimiento y las destrezas que aporta el estudio del derecho -como aquellos que escribieron libros de derecho y política o se desempeñaron como profesores en las universidades-o
En la primera parte del trabajo analizaremos la formación jurídicadurante la colonia y su relación con el proceso de independencia. En lasegunda, los cambios que aportó la independencia a la educación jurídicay elpapel político de los abogados en la construcción de los nuevos estados nacionales. Por último, destacaremos en particular a aquellos juristasque formaban la cima intelectual del grupo y caracterizaremos el conocimiento que producían o difundían. Las dos primeras partes del trabajo seapoyan en Pérez Perdomo (2004, 2006a). La tercera parte recoge resultados preliminares de una investigación en curso.
170 I rllSTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
LA FORMACIÓN JURÍDICA EN LA COLONIA
Y LA CRISIS DE LA INDEPENDENCIA
El análisis del currículo formal de los estudios jurídicos en las décadasfinales del régimen colonial contiene muchos elementos de sorpresa paralas personas familiarizadas con los estudios universitarios en la AméricaLatina de hoy.Curiosamente, comparte ciertos rasgos con la educación jurídica de los Estados Unidos. El derecho era un estudio mayor, que hoy llamaríamos de grado o de posgrado. Para comenzar los estudios jurídicos,se requería de los estudiantes el título de bachiller en filosofía, que era elprimer título universitario. Estos estudios consistían en latín, gramática,retórica y matemáticas. Básicamente, los estudios jurídicos consistían enderecho romano y derecho canónico (Pérez Pcrdomo, 2006a, 1981).
Conforme a la tradición que venía de la Edad Media, el estudio consistía en entender y manejar ciertos libros fundamentales. El derecho romanose suponía contenido en la gran obra de lustiniano, el Corpus Iuris Civílis.Dentro de ese corpus, había dos obras fundamentales, el Digesto y las Instituciones. El Digesto era la compilación ordenada de las opiniones de los llamados jurisconsultos clásicos, es decir, de los grandes juristas de la Romade la época de Augusto y de los tres siglos posteriores. que en el siglo VI
[ustiniano (o su ministro Triboniano) habían considerado las más relevantes. Las Institucionesera un libro mucho más breve, concebido especialmente para la enseñanza y con el cual se comenzaban los estudios jurídicos. Nótese que el derecho estudiado en las universidades no era elformalmente vigente. Los reyes de la época se cuidaban de ordenar la aplicación de sus propias compilaciones legislativasy no daban ningún lugaral derecho romano, pero éste era el derecho estudiado en las universidades.
Elderecho canónico sesuponía contenido fundamentalmente en la compilación de cánones o reglas realizada por Graciano en el siglo XII, llamadael Decreto. Por supuesto, había obras posteriores generalmente ordenadaso autorizadas por los papas. El derecho canónico era algo más parecído aun derecho vigente y concernía fundamentalmente a la organización dela Iglesia y lo que hoy llamamos el derecho de familia y de sucesiones.
Las monarquías española y portuguesa siguieron políticas educativasdistintas. Los reyes españoles establecieron universidades y estudios jurídicos en América desde el mismo siglo XVI. En cambio, los reyes de Portugal no aceptaron crear universidades en el Brasil, razón por la cual losbrasileños que querían estudiar derecho debían hacerlo en Coimbra. Unascuatrocientas personas lo hicieron antes de la independencia, mientras quelos graduados en la América española superaban largamente el millar. Esas
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diferencias en la política educativa no son relevantes para el contenido ylos métodos educativos, pues ellos eran fundamentalmente similares enCoimbra y en las universidades de la América española.
Durante el siglo XVIII, la educación jurídica sufrió grandes modificaciones. Las Instituciones se convirtió en un libro mucho más importante,mientras que el Digesto, concomitantemente, perdió importancia. Larazónseguramente residió en la difusión de las ideas del racionalismo. Las Institucionesde Justiniano era un libro sucinto bastante bien organizado, enbuena parte porque estaba destinado a la enseñanza introductoria. Enel siglo XVII, Vinnius hizo una edición con comentarios que incorporamucho del esfuerzo sistematizador de la jurisprudencia humanista, y enel siglo XVIlI Hcinneccius, un conocido representante de la llamada Escueladel derecho natural y degentes, incorporó nuevos comentarios que acentuaban la racionalidad del derecho. El Digesto, más casuista y menos organizado, perdió prestigio e importancia. Ambos -Ias Instituciones y el Digestoestaban escritos en latín y se estudiaban en latín.
La segunda novedad importante a fines del siglo XVIII fue la incorporación del estudio del llamado derecho real o derecho patrio, sobre todogracias a la obra de Juan de Salas (Ilustraciones de Derecho Español), queseguía el plan de las Instituciones y citaba las compilaciones, especialmenteLas sietepartidas, obra jurídica del siglo XIII que tomaba mucho de lasreglas del derecho romano.
Más importante que el contenido de lo que se estudiaba era cómo seestudiaba. En primer lugar, se lo hacía en latín, el lenguaje culto por excelencia. En una sociedad largamente analfabeta, quienes estudiaban derecho no sólo sabían leer y escribir, sino que podían hacerlo en latín. Ensegundo lugar, el método educativo o escolástico utilizaba intensamentelas disputas, por lo cual los estudiantes se entrenaban para la discusión. Elentrenamiento jurídico era un entrenamiento para la distinción de conceptos y para argumentar de manera persuasiva.
Los juristas eran hombres de lecturas y de libros. Entre sus lecturas figuraban también los libros prohibidos, aunque, como personas conscientesde los peligros de los enfrentamientos directos con la Inquisición o conlas autoridades eclesiásticas, hicieron gala de discreción.
El origen social de estos hombres (las mujeres estaban excluidas de losestudios jurídicos y tenían prohibido el ejercicio de la abogacía) era muyelevado: por lo general, se trataba de familias criollas acomodadas. Paraingresar a la universidad se requería un certificado de pureza de sangre yser cristiano viejo, con lo cual se excluía a las personas de origen indígena, africano, moro o judío. En la práctica, un número de mestizos pudo
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ingresar, fundamentalmente porque la definición racial dependía de determinadas reglas legales y no necesariamente del color de la piel. Los estudios universitarios y el título de abogado podían elevar la posición social,lo que le permitía al graduado posicionarse mejor para un buen matrimonio que incrementaría su fortuna personal.
En resumen, se trataba de hombres de los estratos elevados de la sociedad colonial y que por su educación adquirían un nivel cultural superior.Sin embargo, las reglas de la dinastía borbónica excluían a estos hombresbien educados del ejercicio de los cargos públicos en sus países de origen.Los "hijos del país", por ejemplo, no podían ser oidores en las audienciasni desempeñar ningún otro alto cargo político. En la práctica, las reglas, y
sobre todo las redes informales dentro de la corte española, operaban afavor de los peninsulares. Cuando la monarquía española se vio sacudidapor la invasión napoleónica y las altas autoridades del Consejo de Indiasprestaron obediencia a José Bonaparte, el movimiento autonomista y luegoindependentista cobró gran fuerza.
Varios trabajos han destacado el importante lugar que tuvieron los juristas en el proceso de independencia. En el pasado, se había visto que los líderes de la independencia fueron criollos y que las ideas de la ilustración(Grocio, Heineccius, Locke, Monstesquieu, Mably, Filangieri, Rousseau)habían sido muy influyentes. Sin embargo, las ideas no se mueven por sí mismas, hay personas que son sus portadoras. Entre los criollos, fueron ciertamente los más educados quienes tomaron elliderazgo. Esasí que un númeroelevado entre los líderes civiles de la independencia eran graduados enderecho. Por ejemplo, en elCabildo Abierto del 22de mayo de 1810 en Buenos Aires, los 22 abogados presentes votaron por la expulsión del virrey yninguno por su continuación. Fue el de los abogados el grupo más decidido en favor de la independencia (Levene, 1959: 11-12). De los 35miembrosque integraban la Junta de Gobierno de Bogotá, establecida el 27 de juniode 1810, 14eran abogados (Uribe Uran, 2000: 47). En México, el liderazgo delproceso de independencia contó con 12abogados, el tercer grupo ocupacional después del de los eclesiásticos y los militares (Domínguez. 1980).En
Venezuela, 14de los 42 firmantes del acta de la independencia del 5de juliode 1811 eran abogados (López Bohórquez, 1984: 148-149). Como estos números no incluyen a los juristas que no eran abogados, es bueno tener en cuentaque aunque frecuentemente los eclesiásticos tenían formación en derecho,no podían ser abogados, y es por eso que muchos de quienes aparecen en lanumerosa lista de los eclesiásticos también eran juristas.
Estas observaciones no pretenden señalar que todos los juristas abrazaron la causa de la independencia. Como en todo grupo social, hubo
lOS JURISTAS (OMO INTElECTUAlES I 173
una variedad de posiciones: hubo juristas que permanecieron leales a lamonarquía, otros con cambios importantes de bandería, incluyendo aalgunos claramente oportunistas, y hubo un número importante que mantuvosu lealtad al movimiento independentista a costa de persecuciones o inclusode la vida. No es el juicio moral individual lo que interesa ahora. El hechoes que entre los líderes civiles importantes -como miembros de congresos constituyentes y redactores de proclamas, actas y constituciones- esta
ban los juristas.Estos señalamientos no son de poca importancia. En la independencia
de la América española con frecuencia se destacan los aspectos militares,los intereses económicos en juego y la coyuntura política e internacional.Se señala también las ideas de libertad, de soberanía popular y los derechos del hombre como causa de la independencia. A nuestro juicio, el
aspecto ideológico no se ha destacado en toda su dimensión. Lo que sepuso entonces en juego fue un cambio de legitimidad. La monarquía española era un régimen teocrático. La legitimidad del poder político residíaen el orden divino. La Iglesia católica tenía un papel fundamental, ya seacomo aparato ideológico o también como parte del aparato represivo (PérezPerdomo, 2006b). La independencia no sólo significó la separación respecto de España sino la búsqueda de un nuevo tipo de legitimidad, jurídico-democrática. De allí la enorme importancia de la instrumentaciónjurídica de la independencia, de los congresos, las constituciones y las leyesque acompañaron el proceso. Esto es lo que confiere importancia a losjuristas en el proceso de la independencia. Fueron los grandes ideólogosdel nuevo régimen y también los organizadores de los nuevos estados.
Citaremos un solo ejemplo del papel de los juristas como ideólogos:
Juan Germán Roscio (1763-1821). Jurista distinguido, profesor de derechoromano en la Universidad de Caracas a fines del siglo XV1I1 y comienzosdel XIX, llegó a obtener altas posiciones, incluyendo la de fiscalde la Audiencia, cargo generalmente reservado para peninsulares. En 1810, cuando enCaracas se desconoció la autoridad del Consejo de Regencia, Roscio actuóprimero como diputado del pueblo en elCabildo de Caracas, y luego, cuando se constituyó la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII,corno secretario de la Junta, un cargo con enorme poder. Es ésta la Juntaque designó a Bolívar como parte de la misión a Londres en busca del reconocimiento de Inglaterra para la causa independentista o autonomista. Enesa época, Roscio no se carteaba con Bolívar sino con Andrés Bello, jefede la misión. En los años posteriores, Roscio sufrió prisiones, huidas yexilios, y produjo la obra capital de critica a la legitimidad teocrática de lamonarquía española -El triunfo de la libertad sobre el despotismo (1817)-.
174 I HiSTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMERICA LATINA
En 1819 Y1821fue un miembro prominente de los congresos constituyentes de Angostura (1821) y Cúcuta (1821). Por supuesto, Roscio reconoció elliderazgo de Bolívar, pero se contó entre los líderes parlamentarios quelograron eliminar del proyecto bolivariano de Angostura los aspectosmás conservadores y autoritarios (como el senado vitalicio y el podermoral). Es claro que no estamos hablando de un personaje secundario enel proceso de la independencia.
El papel de los juristas en la independencia es tan importante que, certeramente, Carvalho (1980) les atribuye la creación de distintos estadosen la América española y sólo uno en la portuguesa. En la primera había
un número de universidades con estudios jurídicos, generalmente ubicadas en las sedes de lasaudiencias -importantes centros gubernativos duranteel período colonial-, lo que tuvo como consecuencia que las elites regionales tuvieran escasa comunicación entre sí. Es decir que los abogadosdel Perú se formaban en Lima -y cuando se creó la nueva república fueron ellos los llamados a hacerlo y a constituirse en sus cuadros-, los abogados de Venezuela se formaban en Caracas y los de Chile en Santiago, demanera tal que el mapa de los nuevos estados corresponde a las jurisdicciones de las audiencias con escuelas de derecho. Bolívar trata de crearColombia con las actuales repúblicas de Colombia, Ecuador y Venezuela,pero como había audiencias y estudios jurídicos en Bogotá, Quito y Caracas, la ilusión ilustrada de Bolívar fenece (Castro Leiva, 1985). No habíaestudios jurídicos en la Audiencia de Guadalajara y no se forma un Estadoindependiente. En el Brasil, la élite política estaba constituida por brasileños formados en Coimbra. Era una élite cohcsionada. con muchos vínculos entre sí.Cuando nació el imperio no hubo dificultad en mantener unidoa un país que por su tamaño y su diversidad geográfica habría podido darlugar a varios estados. No se trata de algo mecánico. En la Argentina, laaudiencia estaba en Buenos Aires y los estudios jurídicos en Córdoba. Enel territorio de la Audiencia de Guatemala, donde también estaba la Universidad de San Carlos de Guatemala, se formó la Confederación Centroamericana, pero pronto se dividió en cuatro estados nacionales.
CAMBIOS EN LA EDUCACiÓN JURíDICA y EN EL PAPEL DE LOS JURISTAS
Dada la importancia de los juristas en el período de la independencia y laconcepción de los nuevos estados, el papel de los abogados y de la educación jurídica pasó a ser un tema de enorme interés en la discusión pública.
LOS JURI~TAS COMO INTELECTUALES I 175
Una vez percibido el carácter polémico del tema, los juristas y los actorespolíticos principales fueron llamados a tomar importantes decisiones enla materia. Nos proponemos aquí destacar cuál fue la discusión y las razo
nes de que el tema fuera considerado tan polémico.Al plantearse la cuestión de la construcción de estados nacionales sobre
las ruinas de una monarquía teocrática, uno de los temas centrales fue elde la formación del personal de los nuevos estados o, dicho de otra manera,el de la formación de la élite política. Los estudios jurídicos fueron consi
derados la escuela para formar esa élite.La discusión más clara se produjo en el Brasil, pues carecía de univer
sidades y de estudios jurídicos como consecuencia de la política expresade la monarquía de concentrar la educación universitaria en Coimbra.Cuando se optó por la independencia, fue claro que Coimbra no podíacontinuar siendo el lugar de formación de la élite política brasileña. Poresa razón se resolvió crear escuelas de derecho y,dado el tamaño del país,se decidió muy pronto que las escuelas deberían estar situadas en Sao Pauloyen Recife,ciudades muy importantes del Sur y del Nordeste. Obviamente,fue una decisión pensada, pues lo esperable era la elección de Río de Ianeiro.
capital del nuevo imperio.La decisión de crear las escuelas de derecho y sobre todo de confeccio
nar su plan de estudios se convirtió en un tema de la mayor importancia.En 1823,elcongreso que tuvo como tarea la redacción de la primera Constitución brasileña también se encargó de discutir el plan de estudios delderecho y de determinar cuáles serían los textos que usarían profesores yestudiantes. Era un tema de enorme importancia, pues estaba claro queuna educación basada en los derechos romano y canónico era insuficiente.Pero entonces, ¿qué debía enseñarse y cuáles serían los textos de enseñanza?La formación de la élite política no era un tema a ser dejado a autoridades universitarias y a profesores. Era algo de la mayor importancia política y generó debates apasionados (Bastos, 2000).
No se trataba de un problema sencillo. La educación jurídica debía sermodernizada, pero ¿eran apropiadas las obras hasta ese momento consideradas subversivasy heréticas? Éstees el planteamiento del vizconde de Cairú:
¿Puede un gobierno tolerar que en sus salones de clase se enseñe, porejemplo, las doctrinas del Contrato Social del filósofo de Ginebra, o ElSistema de las Naciones o la Filosofía Natural de escritores ateos quecorromperían la juventud que son la esperanza de la nación para quesean sus legisladores, maestros y magistrados en la Iglesia y el Estado?
(citado por Bastos, 2000; 30-31).
176 I HISTORIA DE LOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA lATINA
En definitiva, lo que resultó de la discusión es que conforme al primer plande estudios brasileño (1827) se incluyó derecho natural, derecho internacional, derecho civil nacional, derecho criminal nacional, derecho comercial, derecho público eclesiástico, derecho público, constitución imperial yprocedimiento teórico y práctico (Bastos, 2000; Pérez Perdomo, 2006a: 71).Como se ve, estamos lejos de una enseñanza que sólo contemplara elderecho romano y el derecho canónico.
En ]826se estableció en Colombia un plan de estudios que incluyó legislación universal, derecho constitucional, ciencia administrativa y estadística, derecho civil romano y nacional, economía política y estadísticascolombianas, y derecho internacional. En México, en ]834, las asignaturasfueron derecho natural, derecho público, principios de legislación, derecho romano, derecho civil, derecho criminal, derecho canónico y"academia", una denominación para el derecho nacional y práctico (Mendieta yNúñez, ]956). Como puede apreciarse, las distintas reformas del plan deestudios se realizaron siguiendo la misma tendencia, aunque es probableque en esa época no hubiera mucha comunicación entre los países de América Latina.
Los libros de texto adoptados fueron aproximadamente los mismos entoda América Latina, pues se trataba de los autores modernos portadoresde la nueva ciencia. Para legislación universal, inicialmente se adoptó Principiosde legislación universal, de Iererny Bentham; para derecho constitucional, el Curso de derecho político,de Benjamin Constant; para economíapolítica, la obra de Jean-Baptiste Say;para derecho español y nacional.Iuande Sala; para derecho canónico, Berardi y Murillo. Muy pronto, asignaturas y textos se convirtieron en temas polémicos. Bentham, en particular,fue satanizado y prohibido en varios países. La asignatura, que cambió denombre y de texto, está en elorigen de lo que hoy se denomina introducción al derecho. Las asignaturas derecho constitucional y economía política fueron consideradas subversivas por los conservadores más radicales,pero defendidas por los liberales y por conservadores moderados comoAndrés Bello (Pérez Perdomo, 2006a). En definitiva, estas asignaturas lograron sobrevivir y los de Constant y Say se convirtieron en textos utilizadospor largos años para derecho constitucional y economía política.
Estas nuevas asignaturas y estos nuevos textos eran necesarios porqueel propósito de los estudios jurídicos era la formación de los funcionariospara los nuevos estados. Adviértase que los estudios jurídicos no estabanrepletos de temas y de obras estrictamente jurídicos, como en la actualidad,sino que se quiso la formación amplia que se requería para aquellas personas que formarían las huestes del Estado, como lo indica el mismo titulo
LOS JURISlAS COMO INTELECTUALES I 177
de la excelente obra de Gaitán Bohórquez (2002). Pero los mismos propósitos fueron cuestionados por las implicaciones que tenía el esfuerzo de formar una élite política. Básicamente, la crítica apuntaba en dos direccionescercanas: en primer lugar, la idea de que cuando las personas formadas paradesempeñarse como funcionarios de Estado no encontraran colocaciónen éste, para mejorar su situación personal se convertirían en factores de«revoluciones". En segundo lugar, las universidades producirían personasllenas de verbosidad, ociosidad y demagogia y no ciudadanos realmente útiles. Por ello, según los críticos, las escuelas técnicas debían tener la priori
dad en la formación de los jóvenes (Pérez Perdomo, 2006a: 79).Quienes dirigieron los estudios jurídicos a la formación de la élite polí
tica no se equivocaron. En la práctica, las escuelas de derecho fueron loscentros de formación de quienes luego se desempeñarían como funcionarios del Estado y, en segundo lugar, no fueron realmente abogados enel sentido ocupacional sino mucho más tarde, en el siglo XIX y en el xx.
Barman y Barman (1976) estudiaron la élite política del Brasil impe
rial. Según las épocas, entre el 47 Yel 83 por ciento de los ministros delgabinete ejecutivo tenían formación jurídica. En lo que respecta a los senadores, las cifras variaban del 52 al 81 por dento. Los militares figuran ensegundo lugar, pero muy distantes respecto de los abogados. Carvalho(1980) distingue entre abogados y jueces (en realidad "desembargadores" o jueces superiores) en la ocupación previa a formar parte del Senadoo de los gabinetes ministeriales. Aunque era posible pasar de la ocupaciónde abogado al ejercicio de los altos cargos del Estado, la carrera más ortodoxa incluía la judicatura como un momento intermedio. Lo que resultaclaro es que el ejercicio de la ocupación de abogado no era una actividaddemasiado lucrativa y más bien se era abogado en las etapas de receso enel ejercicio de cargos públicos (Coelho, 1999; Pérez Perdomo, 2006a: 92).En esas etapas, estos hombrespúblicosno pasaban enteramente a la actividad privada, sino que dedicaban tiempo al periodismo y a otras for
mas de actividad política.En el México del siglo XIX el atractivo de la abogacía no residía en el
ingreso conforme a una Vindicación de la abogacía, de Rodríguez de SanMiguel, pero el ejercicio de cargos públicos ofrecía una alternativa conveniente. Camp (1996),que estudió a la élite política, mostró fehacientementeque los estudios jurídicos, aún en el siglo xx, especialmente en la Universidad Nacional Autónoma de México, eran la puerta más obvia. Por ejemplo, en 1905 el 81 por ciento de los integrantes del gabinete de PorfirioDíaz eran abogados. Moreno (1979) estudió a los abogados activos en elsiglo XIXY concluye que relatar la historia de los abogados en México es
178 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
en gran medida relatar la historia de la nación, en virtud del papel prominente que tuvieron en la vida pública.
Historias muy similares pueden contarse para Colombia (Uribe Uran,
2000; Gaitán Bohórquez, 2002), Chile (Serrano, 1994; de la Maza, 2001),
Costa Rica (Arias Sanchez, 1976),Argentina (Bagú, 1961; Imaz, 1964),Vene
zuela (Pérez Perdomo, 1981; 2006a). El hecho de que las personas con for
mación jurídica integraron la élite política de América Latina desde la inde
pendencia hasta la segunda mitad del siglo xx no parece sujeto a discusión.El punto es saber por qué.
Una respuesta obvia es que los estudios universitarios proveían una for
mación que la sociedad apreciaba y que era considerada valiosa para la participación en política. La teología y el derecho canónico perdieron impor
tancia porque la organización política dejó de ser teocrática y la Iglesia
católica perdió poder en el siglo XIX. El derecho pasó a ser la disciplina
política por excelencia y el derecho político (luego llamado derecho cons
titucional), una disciplina nueva, pasó a tener un lugar central. El dere
cho romano y el canónico perdieron importancia frente al estudio de lasdistintas ramas del derecho nacional.
Esto sigue siendo válido para las sociedades del presente: una forma
ción en derecho puede ser útil para la participación política y, de hecho,
muchos políticos del presente la tienen. Pero la comparación con el pre
sente nos indica que tal vez la formación en economía, en gerencia, en
políticas públicas, puede ser tan apreciada, si no más, para el desempeño
político. Por supuesto, las universidades no ofrecían esa formación en elsiglo XIX Ylo más cercano a un grado en ciencias sociales, incluyendo laeconomía, era el derecho.
El derecho no era un campo demasiado especializado. Los libros de derecho político o constitucional se dirigían al público en general y no sólo a
los estudiantes de derecho. Una persona educada tenía una educación jurí
dica y de hecho hubo juristas importantes que no estudiaron derecho en
ninguna universidad. El caso más notorio es el de Andrés Bello (1781-1865),
uno de los juristas más distinguidos del período que analizamos a pesar deque nunca obtuvo ningún título universitario en derecho. Su trabajo como
redactor principal del Código Civil de Chile, con enorme influencia en
los demás países de América Latina, ya sería una credencial suficiente, pero
no puede olvidarse que también escribió una obra didáctica muy influ
yente en derecho internacional público y una en derecho romano, que
fue una adaptación de Heineccius. Bello no fue sólo un jurista. Su Gra
máticade la lengua castellana es un hito en la historia de la gramática y ade
más se aprecia su obra sobre literatura y lingüística.
LOS JURISHS COMO INTELECTUALES I 179
El caso de Bello no es único. Una buena formación general debía incluirelderecho. Pero en general los autores de obras jurídicas que no se habían
graduado antes en derecho fueron la excepción. La universidad o escuela
de derecho tenía la importante función de reunir a las personas interesa
das en derecho y en las demás ciencias sociales de la época. La clave tal vez
no sea la enseñanza misma, sino la reunión de un grupo de personas que
leían los libros pertinentes y discutían los temas que preocupaban en el
momento. Por ello los estudiantes y los graduados en derecho hacían tam
bién periodismo, literatura, historia y participaban en reuniones políticas
yen sociedades secretas (Venancio Filho, 1977:136; Adorno, 1988; Bravo
Lira, 1998: 644). Las biografias de los abogados de la época generalmentedestacan que hablaban muy bien o que escribían para el público. Eran,
pues, letrados, hombres públicos, intelectuales.
LOS GRANDES JURISTAS
Cuando señalamos que los juristas eran letrados o intelectuales hacemos
una afirmación muy general. Seguramente los hubo anónimos, sin mayor
interés por la política o por la literatura y sin nada que hoy permita recor
darlos. Lo que afirmamos como hipótesis es que casi todos los intelectua
les tenían formación jurídica, generalmente un grado en derecho. Probar
tal hipótesis requeriría hacer un listado de los intelectuales e investigar cuálera su formación intelectual, algo que está fuera de nuestro alcance reali
zar en este momento. Pero existen algunos estudios que pueden ser útiles
para fundar la hipótesis. Por ejemplo, Stockhausen (1982) estudió a los perio
distas venezolanos del siglo XIX y confirmó que la presencia de los aboga
dos en esa actividad fue muy importante.
Lo notable de la significativa presencia de los juristas en el rango de los
intelectuales y los políticos al que nos hemos referido es que el número de
juristas no era grande. En Colombia de 1839eran 331; en Venezuela de 1840,
120; en el Brasil de 1850, 1.383; en Chile de 1854, 282; en la Argentina de1869,439. En cifras relativas, esto representaba aproximadamente entre 10
y 20 por 100.000 habitantes, lo que indica que un buen porcentaje de ellos
hacían periodismo, política, literatura.
Side la cima de los juristas observamos a aquellos que tuvieron una carrera
especialmente distinguida, podemos evaluar la calidad de su contribución
politica. Ya hemos mencionado dos excelentes ejemplos, Juan GermánRoscio y Andrés Bello.Otras figuras de primera magnitud son los argentinos
180 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
Juan Bautista Alberdi (1810-1884) y Domingo Faustino Sarmiento (18n1888).Alberdi se opuso a la dictadura de Rosas, lo que lo llevó al exilio ene! Uruguay, y luego a Chile. En 1852 publicó Bases y puntos de partidaparaLa organización poLítica deArgentinacon un proyecto que se configuró corno
la influencia fundamental en la Constitución argentina de 1853.Fue un juristay diplomático de gran prestigio cuyas obras completas, que ocupan muchosvolúmenes, conciernen a las ciencias sociales y a la política en general. Sarmiento no tuvo una educación jurídica formal y su obra generalmente estáclasificada dentro del área de la política, las ciencias sociales y la educación,pero sus Comentarios a La Constitución de la Confederación Argentina (18S3)
tuvieron un enorme impacto y se convirtió en uno de los clásicos del derecho constitucional argentino. A ella respondió Alberdi polémicamente consus Estudios de La Constitución argentina de 1853 (18S3), obra de rico análisis sociojurídico. Sarmiento tuvo una destacada actuación pública que lollevó a ocupar la presidencia de la república.
Las grandes obras políticas del siglo XIX, escritas fundamentalmentepor juristas o por intelectuales que tenían una buena formación jurídica yprestaban atención al derecho, pueden considerarse obras de derecho constitucional-o de derecho político, para usar la denominación de la época-oNo debe pensarse que son obras académicas o de investigación en el sentido que hoy les damos a estos términos, sino que están dirigidas a un públicono especializado con la intención de tener un impacto político. Tambiénhubo obras más dirigidas a la enseñanza universitaria, cuya misión era adaptar las obras canónicas europeas a las necesidades de los nuevos estados deAmérica Latina y al carácter católico de las nuevas naciones. Un buen ejemplo de obra didáctica es el derecho internacional público (Principios dederechodegentes, 1832) de Andrés Bello.Sibien su intención fue hacer una adaptación de Heineccius, logra más que eso y la obra se convierte ella mismaen canon para la enseñanza del derecho internacional público en varios países de América Latina. Entre las obras dirigidas al gran público la variedades considerable: desde los catecismos políticos, que se proponían la enseñanza más elemental, hasta obras que hoy nos sorprenden por su vigor ypor la profundidad y la claridad de sus planteamientos. Entre ellas está e!Manualpolítico delvenezolano (1839), de Francisco Javier Yanes(1777-1842),jurista muy importante -uno de los iniciadores de la historia de Venezuelacomo disciplina- que tuvo una destacada carrera política.
El hecho es que estas grandes obras jurídico-políticas latinoamericanas del siglo XIX pueden considerarse constitutivas de nuestra tradiciónrepublicana liberal, lo cual es perfectamente consistente con la mismatradición de! derecho constitucional (Botana, 1984).Si bien e!derecho cons-
lOS JURISTAS COMO INTELECTUALES I 181
titucional se ocupa específicamente de la distribución del poder dentro delEstado y de los derechos de los ciudadanos, ello no implica que todos losjuristas hayan sido republicanos liberales. Los hubo que tuvieron reservasrespecto a la vía que tornaban los nuevos estados y,en algunos casos, puedeque esto los haya llevado a guardar un silencio prudente. Felipe FermínPaúl (I774-1843) es un buen ejemplo por su gran importancia política yacadémica. Doctorado tanto en teología corno en derecho canónico, enseñaba latín en la Universidad de Caracas y le correspondió ser el primerprofesor de economía política después de la independencia. Fue uno delos firmantes del acta de la independencia y de la primera constitución.Luego cambió de bando y fue asesor de! general Morillo, jefe de! ejércitoexpedicionario español. En 1820 fue diputado a las cortes españolas. Después de la independencia regresó a Venezuela, se reincorporó a la Universidad de Caracas y fue su rector durante el período 1823-1825. Bolívar lodesignó su abogado para que atendiera sus intereses personales. Hacia elfin de su vida, en 1837, fue ministro de Interior y Justicia.
Paúl fue pues un jurista académico muy distinguido, pero claramenteera un conservador muy vinculado a la Iglesia católica. Aunque su conservatismo lo llevó a tornar partido por la monarquía española, se adaptóa la nueva situación del país. Lo notable es que no haya dejado obra escrita,con excepción de un discurso en honor del obispo Méndez en 1828. El ejemplo de Paúl muestra no sólo que había juristas que no eran republicanosliberales, sino que el prestigio como jurista y como académico no se fundaba necesariamente en la escritura. El profesor no tenía necesariamenteque escribir artículos o tratados, pues realmente se esperaba de él que explicara la obra en la que estaba contenida la verdad.
Con el paso del siglo XIX puede apreciarse que algunos juristas hacenexplícitas sus reservas respecto de la tradición republicana liberal. El pensamiento positivista europeo fue de ayuda en el replanteamiento de lostemas juridicos. El chileno Valentín Lete!ier (1852-1919) fue profesor dederecho y rector de la Universidad de Chile, donde inició cambios educativos muy importantes. También fue parlamentario y uno de los fundadores e ideólogos del Partido Radical, cuya tendencia hoy llamaríamossocialdemócrata. Entre sus obras jurídicas están Génesis del Estado y desusinstitucionesfundamentales (I917) y Génesis del derecho y de Las institucionesciviles fundamentales; estudiode la socioLogía jurídica (1919), que ya ensu título muestran las nuevas influencias y la ambición de repensar el derecho y e! Estado.
Otros juristas que repensaron la política y la historia valiéndose de la
aproximación positivista fueron partidarios de la dictadura. Fue el caso
182 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
de Emilio Rabasa (1856-1930), quien colaboró con Porfirio Díaz y luego,cuando éste ya no estaba en el poder, justificó su dictadura en una obrafundamental, La Constitución y la dictadura (1912). Aunque más tarde seopuso a los revolucionarios mexicanos, su gran prestigio como constitucionalista lo llevó a tener una influencia importante en la Constituciónmexicana de 1917. También fue autor de cuatro novelas. Un caso similares elde José Gil Fortoul (1861-1943), historiador, literato, autor, entre muchosotros libros, de un tratado de esgrima, de una conocidísima Historia constitucional de Venezuela y de una Filosofía constitucional (1890), que lidiacon la tensión entre la constitución y las realidades políticas en Venezuela.Posteriormente, fue uno de los más importantes colaboradores de JuanVicente Gómez, bajo quien fue presidente del Congreso, ministro y presidente encargado de la república.
El apoyo que estos grandes juristas constitucionalistas dieron a dictadores plantea una disonancia cognitiva importante. Lasconstituciones sonfundamentalmente instrumentos de distribución y limitación del poderpolítico. Que los juristas hayan asumido colaborar con dictaduras y hastajustificarlas plantea un problema de investigación de la mayor importancia. No es la tarea de este trabajo dilucidarlo. La conjetura con la que concluimos es que a comienzos del siglo XIX los juristas se tomaron en seriosu tarea de guardianes de la legalidad y se propusieron construir los estados conforme al modelo de cuño político liberal, si bien en países comoMéxico y Venezuela, donde el Estado se implantó sobre una base no liberalo autoritaria, el positivismo dio instrumentos para repensar la relación entre política y derecho. No fue necesariamente así para todos losautores: otros juristas positivistas se opusieron a las dictaduras en esos mismos países. La recuperación del drama intelectual de los grandes juristasde la época es una tarea que aún está por hacerse. Talvez porque en América Latina ésta sigue siendo una herida abierta: elEstado de derecho todavía encuentra dificultades para realizarse. Es difícil considerar sin pasiónla vivencia de nuestros antepasados.
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"A la altura de las lucesdel siglo": el surgimiento de unclima intelectual en la BuenosAires posrevolucionariaKlaus Gallo
La actuación de Bernardino Rivadavia (1780-1845) como ministro deGobierno de Buenos Aires entre 1821 y 1824 es especialmente recordada porlas variadas reformas que su gobierno promulgó en las esferas política, económica, social y cultural de esa ciudad. Su proyecto reformista dio lugaral surgimiento de un denominado "grupo rivadaviano", integrado por políticos, publicistas y profesores universitarios cercanos al ministro, cuyo principal propósito era dar coherencia a las mencionadas reformas a partir dela difusión de algunas de las ideas centrales de ciertos pensadores europeos. Consideraban que este objetivo era primordial para lograr afianzarun orden republicano estable luego de los avatares políticos sufridos en elRío de la Plata durante la década anterior. Por tal motivo, tanto la actuación de los diputados del llamado "Partido del Orden" -que, funcionalesa los intereses del gobierno, operaban en la nueva Legislatura de BuenosAires-, como las notas y los artículos de publicistas rivadavianos aparecidos en diarios "oficialistas", como El Centinelay ElArgos, y las enseñanzasimpartidas por algunos profesores leales al gobierno en la recientementecreada Universidad de Buenos Aires fueron los principales medios de difusión del ideario político-cultural del grupo rivadaviano.
El objetivo de este trabajo es poner de manifiesto la manera en quefueron irradiándose los postulados de algunas de las corrientes filosóficaseuropeas ligadas a la tradición iluminista del siglo XVIII, consideradas funcionales a las reformas y que contribuyeron a generar un clima de debatepolítico-académico de mayor altura que el prevaleciente durante la décadaanterior en el ámbito porteño. Uno de los propósitos del "Partido del Orden"
fue promover una armoniosa convivencia en el seno de la nueva Legislatura porteña con el fin de establecer el "antagonismo de opiniones', y asíerradicar los traumáticos faccionalismos propiciados en el antiguo Cabildo,que habían derivado en innumerables actos de violencia política. Este objc-
EL (LIMA INTELECTUAL EN LA BUENOS AIRES POSREVOlUCIONARIA I 185
tivo estaba en sintonía con el intento de los publicistas rivadavianos de promover una nueva "cultura literaria" (Myers, 1998: 31-48) a partir de la introducción de la Ley de Prensa sancionada por el gobierno, que permitiría laemergencia de un mayor número de diarios considerados indispensablesa la hora de anunciar las nuevas reformas y otras medidas significativassancionadas por el gobierno, así como la difusión de las nuevas ideas ligadas a corrientes europeas, como el sensualismo, el utilitarismo y la ldéologie, que serían el sustento teórico de algunas de las reformas. El otro ámbitoen el que también debían difundirse los principios ligados a estas corrientes era la Universidad de Buenos Aires, donde buena parte de los profesoresaliados con el gobierno tenían el firme propósito de impartir este tipo deenseñanzas con el fin de relegar la difusión de la teología en el nuevo cen
tro de altos estudios de la ciudad.Corno se ha sugerido más arriba, en buena medida el promotor de estas
innovaciones en el ámbito político-cultural de Buenos Aires fue Rivadavia, a quien sus viajes por España, Francia y Gran Bretaña durante 1814
1820 le habían permitido acceder a ciertos círculos académicos y culturales, especialmente en Londres y en París, que lo llevaron a "aggiornarse"de las corrientes filosóficas en boga en los más elevados ámbitos educacionales de esos países y a establecer contactos directos con algunos de losprincipales referentes de estas corrientes, como certifican sus encuentrospersonales con pensadores de la talla de Ieremy Bentham (1748-18J2), JamesMili (1773-1836), Destutt de Tracy (1754-1836) y Dominique de Pradt (17591837), también conocidos por sus escritos políticos, caracterizados, engeneral, por sus fuertes críticas al "establishment" político de sus respec
tivos países.El análisis de la relación epistolar que mantuvo Rivadavia con algunos
de los mencionados permite observar en qué medida estos hombres procuraron inculcarle la creencia de que el Río de la Plata, más allá de las vicisitudes políticas experimentadas allí durante la primera década de convivencia independiente,era una región en la que estaban dadas las condicionespara promover la expansión de ideales político-filosóficos que permitiríanir configurando el por ellos tan ansiado modelo de la "república ilustrada':A su regreso a Buenos Aires para incorporarse al nuevo gobierno, Rivadavia parecía convencido de la necesidad de impulsar reformas que estuvieran en consonancia con los principios sostenidos por estos pensadores, para
ser aplicadas en los ámbitos político, social y cultural de la ciudad con elfinde plasmar aquel ideal. Si se considera el énfasis con el que se procurabadar definitivamente por tierra con cualquier vestigio del legado colonial aúnpresente en algunas instituciones politicas y culturales rioplatenses, puede
186 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
afirmarse que el impulso reformista suponía, de alguna manera, la puestaen marcha de un ideario regeneracionista.
El efecto suscitado en Buenos Aires por estas reformas dio lugar a un"debate" en torno de los objetivos regeneracionistas impulsados por elgobierno, lo que se vislumbra especialmente en aquellos que se desarrolIaron en la Legislatura y en los principales diarios como consecuencia dela controvertida reforma de la Iglesia, en 1821, y también en las disputasentre algunos profesores y la máxima autoridad de la Universidad de Buenos Aires en torno del contenido de los nuevos cursos que comenzaron adictarse, discusiones todas que permiten apreciar el surgimiento de fuertes clivajes entre las esferas clerical y secular durante el efímero períodode 1821-1827, comúnmente llamado "la feliz experiencia".
Sin embargo, es importante destacar que durante los años previos a lainstalación del gobierno de Buenos Aires se percibía ya un clima de fricción cada vez más apreciable entre ambas esferas, especialmente a partirde la creación del Colegio de la Unión del Sud, en 1819, y del dictado deun curso de filosofía por Juan Crisóstomo Lafinur (1797-1824).
Al promover en su curso los principales lineamientos teóricos del sensualismo y de la Tdéologie, este joven profesor proveniente de la provincia
de San Luis fue quien en buena medida desató un clima de "debate intelectual" que se potenciaría con las reformas impulsadas por el"Partido delOrden" y la creación de la Universidad de Buenos Aires en la décadasiguiente. Más allá del hecho de que durante el transcurso de "la feliz experiencia" no se asistiría aún al desarrollo de áreas científicas, fue en la décadade 1820 cuando se establecieron los cimientos que casi diez años despuéspermitieron propiciar la emergencia de una "intelectualidad" criolla.
"LA FINURA DEL SIGLO DIEZ Y NUEVE":
DIFUSIÓN DE LA FILOSOFÍA EN BUENOS AIRES
La ausencia de un clima de debate universitario en Buenos Aires, más alláde que la fundación de su Universidad ya había sido aprobada por el Directorio de Juan Martín de Pueyrredón (1777-1850), ponía de relieve las limitaciones del panorama académico porteño en aquellos tiempos. Impulsada por Bernardino Rivadavia, la fundación de la Universidad de BuenosAires un año después se debió esencialmente a la necesidad de paliar estedéficit. Paradójicamente, para aquel entonces Lafinur ya no formaba partede la nueva institución universitaria.
EL CLIMA INTELECTUAL EN lA BUENOS AIRES POSREVOLUCIONARIA I 187
Como es sabido, los únicos centros universitarios existentes en el Río dela Plata antes de 1820 eran los de Chuquisaca y Córdoba. Esta última ciudad, en la que Lafinur había comenzado a cursar sus estudios poco tiempodespués de declarada la Revolución del 25 de Mayo, atravesaba en aquellos tiempos un momento de inflexión, debido a los planes de reformaintroducidos por el deán Gregario Funcs (1749-1829), que permitieronadvertir, por ejemplo, de qué manera la enseñanza de la filosofía iba a estarcada vez más marcada por la incorporación de nociones vinculadas conlas ciencias modernas, lo que motivaría una progresiva declinación en laenseñanza de la teología. fue en este particular ámbito que Lafinur conoció al poeta Juan Cruz Varela (1794~1839) y a Salvador María del Carril(1799-1833), futuro gobernador de San Juan, quienes durante la década de1820 se vincularon muy estrechamente con los gobiernos de Rivadavia.
El clima de reforma universitaria en Córdoba, sumado al proceso revolucionario iniciado en el Río de la Plata en 1810, contribuyó sin duda aque los estudiantes del exiguo ámbito universitario rioplatense de esos añostomaran contacto con diversos autores de las corrientes filosóficas europeas. A pesar de ello, Lafinur -según Delfina varela Domingucz de Ghioldisería expulsado de esa universidad en 1814"por sus costumbres liberales"(Lafinur, 1938:46), acontecimiento que la mencionada autora vincula implícitamente con la salida de Funes -quien para aquel entonces se había convertido ya en un referente de la política revolucionaria en Buenos Airesde la Universidad de Córdoba y el consecuente deterioro en la calidad delos estudios (Varela Dominguez de Ghioldi, 1938: 96).
Pocos años después, Lafinur llegó a Buenos Aires, donde gracias a suamistad con Juan Cruz Varela tornó contacto con personajes vinculados alos círculos literarios y teatrales porteños, como el poeta Esteban de Luca(1786~1824) yel actor Ambrosio Morante (1772~1837) y formó parte de laSociedad para el Fomento del Buen Gusto en el Teatro integrada por elpropio De Luca, Camilo Henriquez (1769~1825),Valentin Gómez (1774~
1833) YManuel Moreno (1790-1857), entre otros. A comienzos de 1819,Lafinur ganó el concurso para dictar el curso de filosofía en el Colegio de laUnión del Sud, lo que lo obligó a postergar sus actividades periodísticas yteatrales. Como refleja el siguiente testimonio de Juan María Gutiérrez(1809~1878),Lafinur intentó promover un audaz giro en las modalidadesde enseñanza dentro del ámbito educativo porteño:
Lafinur no se proponía en su curso formar filósofos meditativos ni psicólogos que pasasen la vida leyendo. como faquires de la ciencia, losfenómenos íntimos del yo. Quería formar ciudadanos de acción, por-
188 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
que sentía la necesidad de levantar diques al torrente de los extravíossociales que presenciaba y de preparar obreros para la reconstrucciónmoral que exigía la Colonia emancipada (Gutiérrez, 1998: 99).
Aunque apreciaban los esfuerzos de Lafinur por ampliar el arco de conocimientos a impartir en sus cursos de filosofía, algunos de sus colegas académicos también dejaban entrever que ello no necesariamente debía ir endetrimento de las enseñanzas religiosas. En este sentido, Cosme Argerich(1784-1846)-profesor y fundador de la Escuelade Medicina de BuenosAires-le haría saber a través de un artículo publicado en un diario de la época:
Estoy bien persuadido, que los sentimientos y principios del Sr. Catedrático Lafinur, a quien aprecio infinito por su literatura y buen gusto,son los mismos que yo sigo, y que nada de lo que llevo insinuando lepuede tocar ni remotamente; pero, si es permitido a un hombre de honory alguna edad proponerse a sí mismo por modelo, podría hacerle presente, que enseñando a mis discípulos la fisiología, ya ha once años, enla discusión del análisis del entendimiento les expliqué estas mismasopiniones perfeccionadas con la continua lectura de Cabanis yde Destutt Tracy, pero proponiéndolas siempre con el correctivo insinuadode prescribir exactamente los límites hasta donde puede llegar la filosofía, debiendo esperar de la ciencia sagrada los restantes conocimientos (ElAmericano,1 de octubre de 1819).
Por otro lado, su amigo Juan Cruz Varelaconsideraba un ejercicio algo fútilla persistencia con la que Lafinur buscaba imponer algunos principios filosóficos en las aulas, como quedaría reflejado en una poesía dedicada a él(cf. Korn, 1983:162):
Oh Lafinur, tú pierdesSensiblemente el tiempoRevolviendo los librosDe autores mil diversos,Yen pos de inútil cienciaAfanoso corriendo.Porque, dime, querido,¿Qué te importa en efecto,Que el hombre sólo pienseA fuer del sentimiento,O que piense, movidoDe principio diverso?
EL CLIMA INTELECTUAL EN LA BUENOS AIRES POSREVOLUCIONARIA I 189
Gutiérrez (1998: 98) ha señalado que "antes de él [Lafinur] los profesoresde Filosofía vestían sotana: él con el traje de simple particular y de hombre de mundo, secularizó el aula primero y enseguida los fundamentos dela enseñanza".
En el transcurso de 1820, los cambios de usos y costumbres introducidos por Lafinur en aquella casa de estudios generaron una fuerte tensiónen el ámbito académico eclesiástico, que coincidió con el clima cada vezmás álgido de tensión política que se vivía en ese momento en el ampliocontexto territorial rioplatense, pero sobre todo en Buenos Aires. La situación de creciente ebullición político-social se puso especialmente de manifiesto en esa ciudad en el transcurso del mes de agosto, momento en el quela llamada "anarquía del año 20" entró en una etapa de definiciones. Fueprecisamente durante ese mes cuando se llevó a cabo el evento organizadopor Lafinur que registra Gutiérrez (1998: 99-100) en el siguiente relato:
El 31 de Agosto de 1820 se convocó al público de Buenos Aires a asistira una función literaria en el templo de San Ignacio. Allí se llevó a caboun examen de oratoria entre los más destacados estudiantes del cursode filosofía del Colegío de la Unión del Sud dictado por Juan Crísóstomo Lafinur. El acto fue cerrado por un discurso pronunciado por elmismo Lafinur quien "improvisó una refutación a la famosa tesis sostenida ante la Academia de Dijon por Juan J. Rousseau, en el cual pretendió demostrar este filósofo que las ciencias han corrompido al hombre y empeorado sus costumbres".
Durante las semanas previas a la mencionada función literaria, se palpabaun clima de tensión, que quedaría reflejado en la publicación de textosen los que algunos clérigos de renombre pusieron de manifiesto su indignación por el modo en que en sus clases de filosofía Lafinur abusaba deun espíritu que consideraban extremadamente laicista y proenciclopedista, con el agravante de que en sus llamadas "funciones" el mencionado profesor trasladaba sus enseñanzas a una dimensión de la esferapública mucho más amplia. Las críticas a Lafinur, publicadas sobre todoen diarios y en panfletos editados por el controvertido cura Francisco dePaula Castañeda (1776-1832), se caracterizaban por sus ingeniosas e irónicas diatribas, especialmente dirigidas contra ciertos miembros de la élitepolítico-intelectual porteña que simpatizaban con ese tipo de orientaciónfilosófica. Ya en mayo de ese año, en su DespertadorTeofilantrópico Misticopolitico, Castañeda había dedicado a Lafinur un sarcástico poema (cf.
Lafinur, 1938: 178):
190 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
La finura del siglo diez y nueve
Es la finura del mejor quivcve:
Diga yo novedades
Aunque pronuncie mil barbaridades:Dale que dale
La pura novedad es la que vale:
Dele que dele
Dios, si hubiere remedio, lo revele:Dile que dile
Si le crece la lana que se trasquile;
Correrá bien la vola
Con maíz morocho, y con zapallo angola:y en caso de que no corra
Mezclen el piquillín con mazamorra:A dios señores
El dianche somos ya los escritores.
El siglo diez y nueve
Al cumplir los veinte años mucho hiede:Hiede como guanacoPorque el que no es filósofo, es chacuaco;Por no ser teocráticoSe ha vuelto macarrónico y maniático;Los padresaborrece
Por quedarse en sus quince, y en sus trece,y aunque ya peine canas
Se muere por voleras y tiranas;
Que salga con la suya
Pero yo no le enbidio su aleluya.
Por otro lado, a principios del mes de agosto Castañeda manifestó de manera
más explícita su enorme fastidio por lo que consideraba una excesivainfluencia de las enseñanzas de filósofos franceses e ingleses, en detrimento
de los tradicionales valores hispanos (en Desengañador Gauchi-Politico,4 de agosto de 1820):
Hágase una hoguera en medio de la plaza, y entre en ella Voltaire con
sus setenta tomos, que para nada los necesitarnos; después que siga cha
muscándose Juan Santiago en compañía de Volney, de Payne, del cita
dor, y cuantos libros embrollones han transformado vuestro juicio. Refórmese Buenos Ayres sacrificando los días de fiesta, convirtiendo los cafés
EL CLIMA INTELECTUAL EN LA BUENOS AIRES POSREVOlUCIONARIA I 191
en escuelas, y las baraias en cartillas y catones, que si seriamente trata
mos de nuestro remedio seguramente quedaremos remediados en todoel decurso de la década venidera. De no hacerlo así no queda más recurso
que el del hijo pródigo; sí señores, la España, de quien nos han separado
no la rebelión ni la perfidia, sino las circunstancias, y la deserción escan
dalosa de sus reyes; la España de quien jamás hemos estado tan quejo
sos como de nosotros mismos; la España y su regazo será el único asilo
donde podremos acogernos cuando por nuestra inmoralidad el hijo per
siga al padre con un puñal, las hijas a la madre y cuando un huésped no
esté seguro de otro huésped a causa de ser todos ladrones.
El mismo grado de fastidio era perceptible en el Cancelario de Estudios del
Colegio de la Unión del Sud, el arcedeán Andrés Florencia Ramírez (1781
1827), quien pocos días antes de llevarse a cabo el concurso literario en
San Ignacio envió una nota de queja al gobierno por lo que consideraba
una inaceptable conducta y una falta de respeto hacia su persona por partede Lafinur, cuando éste reaccionó a la amenaza de Ramírez de denunciarlo
por haber tocado el piano y cantado en su cuarto en horas de clase, y por
ende haber dejado abandonados a sus estudiantes en el aula (en Lafinur,
1938: 184-185):
En vez de disculparse [Lafinur] con la moderación debida, me replicó
lleno de elación que el voto público le haría justicia; que su reputa
ción estaba mejor parada que la mía, y que con el sufragio de los alum
nos, y de los hombres de bien me desmentiría, si pensaba desairarlo o
envolverlo en aquella nota: que mirase lo que hacía, que mejor estaría
volverle sus estudiantes, y evitar con él todo rompimiento en un tiempo
en que ya había caducado la aristocracia cimpluxo de los pulsillos. Yodial desprecio con no poca mortificación la pedantería de su parlado, y
procuré despedirlo, diciéndole, que el era quien le estaría mejor no ser
atrevido, y enseñar a sus discípulos máximas de moralidad, y respeto
a nuestra religión: que era un escándalo, que no los hubiera presentado
una sola vez a comunión de regla en los dos años de curso que llevaba:
que si los presentaba, me daría por satisfecho; y quedaría todo tranzado. Aquí soltó una carcajada: lamentó la pobreza de mi moralidad,
y tratándome de fanático, visionario, se mandó a mudar dejándome
con la palabra.
Laanécdota refleja hasta qué punto a Lafinur no parecían hacerle mella los
enfáticos reclamos que en contra de su comportamiento manifestaba la auto-
192 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
ridad de ese establecimiento educativo. Por el contrario, el hecho de queese hombre proviniera del ámbito eclesiástico parecía incentivar aun mássu actitud de marcada irreverencia y desprecio hacia su autoridad. Lafuerteconvicción en los fundamentos filosóficos que difundía entre sus alumnosy el sistemático rechazo por cualquier enseñanza vinculada con la teologíahacían de Lafinur un símbolo en el seno de una sociedad en la que, comola porteña de aquel entonces, se harían sentir cada vezmás las quejas de algunos clérigos contra las actitudes irrespetuosas de un creciente número dejóvenes provenientes de los sectores más cultivados de la élite porteña.
Con frecuencia Lafinur ha sido vinculado a corrientes del pensamientofrancés surgidas de su tradición enciclopedista, e incluso se ha sostenidoque él fue el introductor en el Río de la Plata de la ldeologie, cuyos principales referentes eran Destutt de Tracy, Pierre Cabanis (1757-1808), PierreDaunou (1761-1840) yVolney (1757-1820), entre otros. Esta asociación untanto esquemática se debe en parte a afirmaciones vertidas en trabajoscomo los de Varela Dominguez de Ghioldi (1938: 95-100), quien ha expresado, por ejemplo, que "con lecturas de Destutt de Tracy y Cabanis, planeó[Lafinur1las exposiciones de su cátedra. A una acentuada información filosófica sobre Descartes, Locke y Condillac agrega una personalísima agitación ética que no pasó inadvertida entre las generaciones de jóvenes quelo tuvieron como maestro". Y luego agrega que "a Lafinur se le debe el primer empeño por abandonar la expresión escolástica. El vino a romper [... ]una trama filosófica asentada sobre bases religiosas" (ibid.). Unas décadasantes, en su estudio sobre los orígenes de la enseñanza superior en Buenos Aires, también Gutiérrez había subrayado la utilización por parte deLafinur de algunos conceptos de la Idéologie.
Poco tiempo después del fin del dramático período conocido como la"anarquía del año 20", Lafinur se vio forzado a abandonar Buenos Aires,en buena medida debido a su permanente confrontación con las autoridades educativas provenientes del clero porteño. Resulta casi paradójicoque mientras el profesor "puntano" se alejaba de la capital hacia la regiónde Cuyo, Rivadavia llegaba a Buenos Aires, para incorporarse al nuevogobierno creado en esa ciudad como consecuencia de la estructura confederada que se había dispuesto para el Rio de la Plata.
El nuevo ministro retornaba después de casi cinco años de estadía enEuropa, donde, más allá del fracaso de la misión diplomática que se le encomendara, había establecido contactos con algunos referentes de corrientes filosóficas francesas, como la Idéologie. cuyos principios, como ya hemosdicho, durante esos mismos años eran difundidos por Lafinur en el principal centro de educación porteña.
El (lIMA INTELECTUAL EN LA BUENOS AIRES POS REVOLUCIONARIA I 193
UTILITARISMO E IDÉOI.OGIE, NUEVOS REFERENTES PARA
LA CONFIGURACiÓN DE UNA "REPÚBLICA nUSTRADA"
Durante sus años de desventuras diplomáticas en Europa, Rivadavia pudoestablecer relaciones personales con algunos destacados referentes de laintelectualidad parisina y londinense. En la capital francesa, ciudad en la queresidió durante la mayor parte de su misión en Europa, trabó amistad conintelectuales franceses de la talla de De Pradt y Destutt de Tracy, mientrasque en la ciudad de Londres, que visitó en tres ocasiones, hizo lo propiocon Bentham y James Mili, cuyo Principies of politiealeconorny él mismo
tradujo- más tarde. Los contactos establecidos en Europa adquirieron visible importancia en Buenos Aires a partir de 1821, una vez puesto en mar
cha el itinerario reformista del Partido del Orden.Más allá de las enseñanzas impartidas por Lafinur, la creciente presen
cia de la ldéologie y del utilitarismo en el Río de la Plata en los años posteriores se debió en gran medida a los contactos personales establecidos
por Rivadavia. La posterior adopción de ciertas pautas ligadas a estas doscorrientes filosóficas, tanto en el ámbito político como en el de la Universidad de Buenos Aires,es significativa, pues permite apreciar en qué medidaalgunos miembros de la clase política y de la incipiente "intelectualidadporteña" parecían inclinarse en favor de principios más deudores del concepto de "utilidad" que de aquellas nociones teóricas vinculadas con las
ideas rousseaunianas y con los principios basados en los derechos naturales, que habían tenido un lugar destacado en la cultura política riopla
tense durante la década independentista.El término "utilitarismo" se vincula con aquella tradición de teoría ética
que establece, directa o indirectamente, la validez del conjunto de nuestrasacciones y decisiones según el grado de bienestar que proporcionen a losindividuos que se ven afectados por ellas. La filosofía de Bentham planteaesencialmente dos postulados: uno de carácter fáctico y otro de carácternormativo. El primero establece que los individuos persiguen su propiobienestar; el segundo, usualmente relacionado con el principio de utilidad,determina que las acciones humanas deben ser juzgadas según elgrado dedaño o placer que proporcionan a la comunidad. Bentham define el dañocomo "toda sensación que un hombre preferiría no sentir" y elplacer como
"toda sensación que un hombre preferiría sentir".El principio utilitario o del mayor bienestar de la mayoría está especí
ficamente destinado a los legisladores, a quienes Bentham considera responsables de la administración de la sociedad. Las personas deben perseguir su propia felicidad siempre y cuando esta búsqueda no afecte a otras
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personas y al bien común. Para posibilitar la concreción de ese objetivo,sostiene Bentham, los medios más idóneos que el legislador tiene a sualcance son los premios y los castigos.
Rivadavia conoció a Bentham por mediación de Antonio Alvarcz[onte(1784~1820), agente chileno radicado hacia un tiempo en Londres (Willifcrd, 1980: 20). Por aquel entonces, Bentham se hallaba sumamente interesado en la situación de las antiguas colonias españolas en América. Habíatrabado amistad con numerosos diplomáticos y comerciantes sudamericanos e incluso había escrito acerca de lo impracticable y perjudicial queresultaría para España mantener las colonias americanas que aún poseía,y, lo que sería para él más incomprensible aun, que intentara recuperaraquellas que ya se habían emancipado. Por otro lado, textos de Benthamcomo el Tratado de legislación, publicado en 1802, y las Tácticas de lasAsambleasLegislativas, de 1817-en sus versiones francesas, traducidas del inglésy editadas por elpublicista ginebrino Etienne Dumont (1759-1829)-, habíansido divulgados ya en algunos círculos políticos y literarios de Sudamérica,razón por la cual es probable que para aquel entonces más de un publicistao político rioplatense hubiese entrado en contacto con alguno de esostrabajos. Ciertamente, por esos años el filósofo inglés disfrutaha de unimportante prestigio en América Latina, a tal punto que en 1824 el afamadoescritor inglés WilIiam Hazlitt (1778-1830) sostenía irónicamente que aBcntham se lo conocía más en las minas de México y de Chile que en lapropia Gran Bretaña (Dinwiddy, '992: 294).
Ya en ese entonces Bentham abogaba con insistencia en favor del sistema republicano de gobierno, que debía consistir de una estructura unicameral democráticamente elegida, en detrimento de sistemas monárquicos o aristocráticos que, en su opinión, atentaban contra los interesesde las mayorías. Este afianzamiento de su postura republicana lo acercarácada vez más al grupo de radicals más atemperados, como Francis Place(1771-1854), afamado viajero y ensayista inglés, pionero del movimientocartista, por aquellos años uno de los principales referentes de los círculos frecuentados por miembros de la intelectualidad radical inglesa. Eraprecisamente la librería del subsuelo de una sastrería de su propiedad, ubicada en Charing Cross Road, cercana a la zona de Westminster, el lugar dereunión de algunos de los más renombrados reformistas ingleses durantelos años de estadía de Rivadavia en Londres.
Sin embargo, los escritos de Bentham también eran objeto de un sinfínde críticas provenientes de ciertos círculos whig, e incluso de los radica/s.Entre éstos, algunos eran más extremistas, como WilIiam Cobbett (1763
1835), que despreciaba las ideas utilitaristas, y en el Pub/ir Register de 1818
EL CLIMA INTELECTUAL EN LA BUENOS AIRES POSREVOLUCIONARIA I 195
sostuvo que los escritos de su principal mentor eran "puzzling, tediousandbeyond mortal endurance", en una clara alusión al estilo por demás densoy confuso que según no pocos predominaba en los escritos de Bentham(Dinwiddy, 1992: 8I). Por otro lado, importantes referentes whig comoSamuel Romilly (1757~1818) le reprochaban a Bentham su republicanismoapenas encubierto, que se traslucía en sus ataques al gobierno inglés, mientras que James Mackintosh (1765~1832), elcélebre historiador y politico deesafacción, publicaba una fuerte crítica del proyecto de reforma parlamentaria de Bentham en un número de la Edinburgh Review publicado en1818 (cf. Dinwiddy.rcsz: 124-125; Fontana, 1985: 150). En ese artículo, anticipándose a los resquemores que años más tarde aquejarían a Iohn StuartMili (1806~1873) y a Alexisde Tocqueville (1805~1859), Mackintosh alertabasobre el hecho de que la instauración del sufragio universal impulsadapor Bentham podía generar una tiranía de la mayoría (cf. Dinwiddy, 1982:
125). Otros colaboradores de la Edinburgh Review -que gradualmente setransformó en elprincipal órgano de difusión de las ideas whigy de las sostenidas por los liberales- tampoco tuvieron reparos en catalogar a JamesMili como un "jacobino", ni en atacar a Bentham por sus ideas que -sostenían- carecían de sentido común (cf. Fontana, 1985: 92-93). Esta miradacrítica dirigida a los principales referentes del utilitarismo fue compartida por algunos de los asiduos concurrentes a aquel bastión de la "inteligencia whig" denominado Holland House. A diferencia de Bentham, elanfitrión de esta célebre casa de debate político y literario -lord Holland(1773-1840)- no era proclive a invitar a su salón a agentes sudamericanos,pero sí a liberales españoles exiliados en Londres, como JoséMaría BlancoWbite (1775~1841), editor del diario El Español,que seguía muy de cerca laevolución de la política en los países sudamericanos y que en la capitalinglesa se había vinculado con varios agentes diplomáticos y con hombres de letras sudamericanos, como fue el caso de Andrés Bello (1781-1865).
Sin embargo, el venezolano sólo tuvo contactos muy superficiales conHolland House. No hay evidencias de posibles contactos en Londres entreRivadavia y Bello, ni tampoco entre Rivadavia y Blanco White, y es muyprobable que dada la escasa propensión de la Holland House a recibir aagentes sudamericanos, el rioplatense no haya tenido oportunidad defrecuentar ese círculo.
En el plano académico, a fines de la década de 1820 Bentham sevio involucrado en la creación de la Universidad de Londres, pues fue uno de losprincipales accionistas ligadosa este emprendimiento. También tuvo algunaparticipación en la creación del University College de esa nueva universidad, aunque no fue su fundador, como comúnmente se cree. Por otra parte,
196 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
era notorio el desdén de Bentham por los dos más jerarquizados establecimientos académicos de Inglaterra -Oxford y Cambridge-o En una cartadirigida a Simón Bolívar (1783-1830) en agosto de 1825, Bentham los definió como "two great nuisances" que eran "storehouses and nurseries ofpoli
tical corruption", poniendo de relieve su rechazo por cualquier tipo deinstitución educativa de carácter elitista (Fuller, 1998: 5-7).
No cabe duda de que el contacto, por vía directa o indirecta, de Rivadaviacon círculos político-intelectuales durante su estadía en Londres fue clavepara su posterior intento de promover un entorno cultural semejante enBuenos Aires poco tiempo después de su retorno. La aparición en Londresde journals -como Edinburgh Review, Quarterly Review o WestminsterReview- era un fenómeno novedoso en la esfera cultural británica de entonces. Esasrevistas de carácter académico-literario publicaban fundamentalmente reviews escritos por autores anónimos -aunque, como ya hemosdicho, generalmente muy prestigiosos- acerca de textos correspondientesa los géneros literario, político, filosófico, relatos de viajes, etcétera.
Yapara la década de 1820 era posible consultar algunos de estos jour
nals en las asociaciones de residentes británicos en Buenos Aires, y aunque aún no había allí versiones locales, la "crítica" como género asomaríade manera cada vez más visible en El Argos, La Abeja, El Centinela, entreotros diarios editados por conspicuos miembros del círculo rivadaviano.En sintonía con la aparición de la incipiente esfera universitaria en Buenos Aires, el objetivo de estos publicistas fue promover un clima de debatecultural más elevado, semejante al que presenció Rivadavia en Londres y
en París, ciudad en la que también residió durante bastante tiempo.En los primeros cinco años de la Restauración borbónica en Francia,
iniciada en 1814, Rivadavia tuvo oportunidad de observar cómo se configuraba el nuevo escenario político. Eran los inicios del gran débat, que tendría a Prancois Guizot (1787-1874) como una de las figuras políticas másdestacadas del doctrinarismo liberal, facción que en la nueva Asambleaejercía una fuerte oposición al gobierno. Asimismo, en su calidad de profesor de historia en la ancienne Sorbonne, Guizot también fue un encumbrado referente del estimulante clima académico que se vivía entonces enParís, donde se asistía al avance del socialismo utópico ya la emergenciade la "fisiología social" propiciados por Saint-Simon (1760-1825).
El epistolario que mantuvo Rivadavia con importantes personalidades de la esfera político-intelectual de ese país nos permite apreciar su acercamiento a referentes del republicanismo, como el marqués de Lafayette(1757-1834), De Pradt, Traey y Pierre Daunou, entre otros. Como ya se hamencionado, fue con Tracy con quien el rioplatense mantuvo el con-
EL CLIMA INTELECTUAL EN LA BUENOS AIRES POSREVOLUCIONARIA I 197
tacto más estrecho en Francia. Probablemente fue en su afamado Salan
donde Rivadavia tomó contacto con destacadas figurasde la intelectualidad parisina, y donde se fue nutriendo de primera mano de los principios esenciales de la Idéalogie, que había surgido como corriente de opinión política en la década de 1790, durante el período del Directorio, enel entorno literario de Madame Helvétius (1722-1800), Condorcet (1743
1794)YMirabeau (1749-1791), yque desde aquel momento contó con Traeycomo uno de sus principales referentes. Durante los años de la Restauración, los miembros de este grupo se dedicaron a elaborar teorías quedesafiaban la retórica política dominante. Dada la histórica relación entrela monarquía y el privilegio en Francia, veían con gran resquemor el restablecimiento del principio monárquico hereditario, motivo por el cualbuscaron reafirmar su republicanismo, así como los medios más eficacespara impulsar una variante política más radical que pudiera conciliarsea su vez con las nociones de "utilidad" y de "bienestar general". Más alláde su fuerte afinidad con la tradición revolucionaria francesa, Traey y otroseminentes idéologues, como Pierre Cabanis y Daunou, pretendían establecer un quiebre con esa retórica y promover en cambio un ideal republicano más moderado. En definitiva, la mencionada corriente filosóficafrancesa, con muy marcadas reminiscencias del utilitarismo inglés, favorecia la idea de promover el bienestar y la utilidad bajo un sistema republicano, y sustentaba sus principios teóricos en un fuerte rechazo a latradición de los derechos naturales, sobre la base de que los derechos sonconsecuencia de sistemas de leyes confeccionados por los hombres, y node leyes preexistentes de la naturaleza.
Como sostiene Cheryl Welch, en su muy sugerente estudio sobre laIdéologie, el objetivo de Traey y de su principal aliado intelectual-Cabanis- era desarrollar un método útil para el estudio de las ciencias sociales,una metaciencia: "la théorie des théories". Al igual que los utilitaristas ingleses, los idéologues intentaron proyectar la filosofía del sensualismo y de laasociación de ideas del siglo XVIll con el fin de crear una ciencia del hombre. Por lo tanto, procuraban seguir el ejemplo de los físicos de la cienciadel lnstitut national-ereado en reemplazo de las academias por la Convención Nacional en 1795, durante los años de agitadas turbulencias políticas ysociales en Francia-, quienes prestaban particular atención al detalle y a la investigación empírica, tendiente a cumplir con el objetivo deesta nueva institución académica: unir la amplia gama del conocimientohumano, una encyclopédie viviente. Allí, Tracy y Cabanis dictaron clases y
elaboraron sus teorías acerca de las sensaciones y las ideas, y también fuealli donde, con el fin de evitar las connotaciones un tanto limitadas de pala-
198 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
bras como "fisiología" y "metafísica", Tracy sugirió el neologismo idéologie para designar a la ciencia derivada del análisis de las sensaciones y lasideas (Welch, 1984: 33-36).
En materia política, y en clara sintonía con los lineamientos del utilitarismo de Bentham, los idéologues hicieron particular hincapié en la necesidad de ampliar los niveles de libertad de expresión, que según ellos debíaser el ingrediente esencial de un gobierno democrático yel vehículo apropiado para la consolidación del ideal de la "república ilustrada" (ibid.:107-116), que se plasmaría bajo la guía conductora de un Estado que también debía fomentar el progreso y la difusión de las artes y la ciencia. Elimpacto que sobre Rivadavia tuvieron los principios del utilitarismo y dela Idéologie se percibió con nitidez poco tiempo después de su regreso aBuenos Aires, cuando, integrante ya del nuevo gobierno porteño, puso enmarcha una vasta agenda de reformas.
Según Welch (ibid.: 2), tal como ocurría con las teorías de Jeremy Bentham y de James MilI en Inglaterra, las perspectivas políticas y sociales contenidas en los escritos de Tracy y de Daunou fueron adoptadas y adaptadas por diversos grupos de seguidores para diseñar una argumentaciónracional en favor de la democracia. Una afirmación parecida hace VarelaDominguez de Ghioldi (1938: 47-64) cuando dice que esta escuela politica hacía de la ciencia un instrumento de la democracia, concepto quefue especialmente tomado en cuenta por los reformistas y los publicistasrivadavianos durante la década de 1820.
LE MOMENT RIVADAVIA. BUENOS AIRES Y LA "FELIZ EXPERIENCIA"
Con la incorporación de Rivadavia como ministro de Gobierno de BuenosAires -cargo que desempeñó durante el período 1821-1824- se puso en marcha un intenso programa de reformas que abarcó las esferas política, eclesiástica,militar y cultural. Entre otros objetivos,aquéllas apuntaban a ampliarel marco de participación política (a través de la implementación del sufragio universal masculino) y de la opinión pública (a partir de la introducción de una ley de libertad de expresión), además de acotar las funcionesde la Iglesia y del Ejército y ampliar la dimensión de las actividades culturales en la ciudad -en este caso, a partir de la creación de la nueva universidad y del impulso de ciertas actividades artísticas y culturales, como se evidencia en la creación de la Asociación Literaria, la Escuela de Dibujo y deArquitectos y también por las innovaciones introducidas en el teatro-.
EL CLIMA INTELECTUAL EN LA BUENOS AIRES POSREVDLUCIONARIA I 199
Tras los objetivos de esta inocultable tendencia reformista del gobiernose apreciaba elferviente deseo de muchos de sus miembros -especialmentede aquellos civiles y clérigos asociados al círculo rivadaviano, como [ulián
Segundo de Agüero (1776-1851), Valentin Gómez, Manuel Garcia (17841848), Juan Cruz Varela, Ignacio Núñez (1792-1846) y Juan Fernández deAgüero (1772-1840), entre otros- de erradicar todo vestigio de remanentes hispánicos de las instituciones, de las prácticas culturales y de la dimensión estético-urbana de la ciudad. Elobjetivo regeneracionista de este grupopodía apreciarse, por ejemplo, en medidas tales como la supresión delCabildo, la prohibición de las corridas de toros y la emergencia de ciertasinnovaciones urbanísticas.
De todas las reformas impulsadas por elgobierno de Buenos Aires probablemente sea la eclesiástica la que generó más debates y polémicas. Elespíritu de esta reforma cuadraba plenamente con el latiguillo de raigambre neoclásica, al que hacían alusión frecuente algunos de los más conspicuos integrantes del entorno rivadaviano, que exhortaba a "estar a la alturade las luces del siglo",y en el que estaba implícita la firme voluntad de este
grupo de constreñir a la Iglesia a sus funciones específicas. Esto quedaríareflejado en ciertas restricciones impuestas a la Iglesia católica por elgobierno de Buenos Aires, como la supresión de casi todas las órdenes religiosas, la Ley de Reforma del Clero de noviembre de 1822, que entre otrascosas establecía la abolición de los tributos eclesiásticos, y, dos años mástarde, la introducción de una ley que garantizaba la libertad de cultos.
La reforma eclesiástica dio lugar a innumerables discusiones, tanto enel seno de la Legislatura porteña, donde los clérigos del entorno rivadaviano como Agüero y Gómez se "trenzaban" con acérrimos opositores ala medida -es el caso del obispo provisor Mariano Medrana (1766-1851)
como en las confrontaciones "mediáticas" que enfrentaron a publicistas
"rivadavianos", como Ignacio Núñez y Juan Cruz Varela, con el padreCastañeda, panfletista y enconado enemigo del gobierno. Esteúltimo denunciaba en los siguientes términos el modo en que, a su criterio, el Partidodel Orden se proponía "impregnar" en la sociedad porteña valores y enseñanzas asociados con la ilustración europea en lugar de los tradicionalesvalores hispanos y clericales:
A fuerza de golpes desengañémosnos, y confesemos que carecíamos desabios antes de la revolución, y que en el discurso de ella solo hemoslogrado proveernos de sabios al revés, o más bien diré, de sabios monosde los extranjeros, esto es de sabios que nos quieren hacer andar a lafrancesa, a la inglesa, y a la diabla, solo porque fueron baúles, y vinie-
200 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
ron baúles de Francia, o de Inglaterra: desengañémosnos, y confese
mos lo que dijo Beresfor cuando conquistó esta plaza, a saber, que lailustración de Sud-América estaba en el clero: y yo añado que en el clero
está también la prudencia, y el concepto público que los patriotas jamás
tuvieron, y que aún cuando lo hubiesen tenido antes de la revolución,
seguramente lo hubieran perdido en los diez años de ir y venir, hacer y
deshacer, caer y levantar, robar, e intrigar (Weinberg, 2001: 219-220).
La defensa de los valores asociados a la reforma eclesiástica obligó a "los
rivadavíanos" a elaborar una serie de argumentaciones, tomadas en gran
medida de los textos de diversos filósofos europeos, con el doble fin de
difundir estos ideales entre un público más amplio a través de los diarios,
y de responder a la necesidad de contar con las "herramientas teóricas" que
les permitieran enfrentar los duros embates provenientes de los sectoresopositores. Es a la construcción de esta suerte de discurso oficialista por
parte de los publicistas cercanos al gobierno a lo que Myers (1998: 31-48)llama «cultura literaria" del núcleo rivadaviano.
Aunque centrado en un tópico específico -la reforma de la Iglesia-, eldebate que se generó en torno de este asunto trajo aparejada la difusión
cada vez mayor, tanto en los diarios como en los panfletos, de teorías abs
tractas y principios filosóficos estrechamente vinculados con el "debateintelectual" europeo. En este sentido, tanto diarios como panfletos de alguna
manera cumplían el rol de los journalsingleses dentro del espacio de debatepolítico-teórico en Buenos Aires y, pese a que sin duda su nivel era apre
ciablemente inferior, contribuyeron sin embargo a poner en conocimiento
de un público cada vez mayor las distintas corrientes de pensamiento y
las diversas escuelas de interpretación filosófica entonces en boga en Europa.
A Castañeda le preocupaba especialmente cómo estas ideas, contenidas enlos "libros con pasta dorada", circulaban entre jóvenes de "botas lustro
sas") algunos de los cuales ya se habían incorporado al nuevo ámbito de
educación superior porteña. Eran aquellos irreverentes jóvenes quienes
desplegaban una serie de actitudes que también atraían la atención de algu
nos viajeros ingleses, como se lee en Un Inglés, donde se las define como
"completamente voltairianas', en alusión al clima de creciente secularización que el autor percibía en la ciudad durante esos años.
En su Historiade la Universidad de BuenosAiresTulio Halperin Donghi
definió a la recientemente creada institución como "imprecisamente dibu
jada", pese a lo cual concluye que su fundación fue "una de las piezas maes
tras de la reconstrucción del Estado que comienza precisamente en 1820",
debido al hecho de quc la nueva universidad venía a suplir el "hueco
El CLIMA INTELECTUAL EN lA BUENOS AIRES POSREVOLUCIONARIA I 201
inmenso" generado por la desintegración de algunas instituciones de la
vieja estructura colonial, claves para la difusión de la enseñanza, tales como
el Cabildo y el Consulado de Comercio. A su vez, la laicización de la vida
pública, reforzada por la reforma eclesiástica y por elhecho de que elEstado
de Buenos Aires se hacía cargo de un cada vez más variado conjunto deactividades sociales, restringía considerablemente la influencia de la Igle
sia sobre la educación (Halperin Donghi, 2002: 27-31).
Más allá del hecho de que durante sus primeros años de vida la estruc
tura de la universidad fue bastante escuálida -sobre todo debido al escaso
número de alumnos que ingresaban a ella-, la creación de cátedras como
Derecho Civil y Filosofía traería aparejada la inclusión de distintas variantes del pensamiento utilitarista en su plan de estudios. Pedro Somellera
(1774-1854), profesor del primero de los citados cursos, basaba sus clasesen un texto de su autoría titulado Principios dederecho civil-practicamente
una réplica del Traitéde législation de Bentham-. Asimismo, el texto del
curso dictado por Fernández de Agüero -Principios de ideología, elemental,abstractiva y oratoria- se fundamentaba en las premisas básicas estable
cidas por el sensualismo y la Idéologie, inspiradas en las ideas de Condillacy Tracy, entre otros. El diario oficialista El Argos celebró la creación de la
cátedra de Filosofía afirmando que dicho curso permitiría a los jóvenes
estudiantes desprenderse "de aquella multitud de principios ominosos, que
nos había consignado el fanatismo de los tiempos de las tinieblas y a los
que se nos creía vulgarmente obligados a prestar ascenso como verdades
emanadas del cielo y dictadas por la sana razón" (Romero, 1976: 223-224).
Sin embargo, es importante aclarar, como ya lo han hecho numerosos
autores, que la emergencia de la nueva universidad no dio lugar a un inme
diato surgimiento de corrientes de pensamiento original autóctono o de
nuevas escuelas científicas locales. Es claro que, al igual que la difusión
de ideas y de debates acerca del entorno político-intelectual europeo pro
movida por algunos editores y publicistas en diarios y panfletos porteños,también los cursos dictados en la nueva universidad se nutrían de una serie
de aseveraciones teóricas tornadas de pensadores foráneos (Chiaramonte,
'997: 179-183).De todas maneras, el curso de Filosofía, cuyo dictado comenzó en 1822,
enseguida generó toda suerte de controversias. El rector de la Universidad,
el también clérigo Antonio Sáenz (1782-1862) -según el cual las enseñanzas impartidas por Fernández de Agüero se correspondían con «las doctri
nas impías y contrarias a la Religión Santa del estado que enseña"- decidió
separarlo de su cátedra (cf. Fernández de Agüero, 1940: 28-29; Gutiérrez,
1998: 103).Sin embargo, ella le fue restituida poco después por el gobierno
202 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMtRICA lATINA
bonaerense, seguramente debido a su cercanía con el círculo rivadaviano,como evidencia el hecho de que en 1823, cuando fue elegido diputado, Fernández de Agüero se plegó a dicha facción en la Legislaturaporteña. Latrascendencia que tuvo este asunto en la incipiente "opinión pública" porteñase vería reflejada en los comentarios de ElArgos(4 de agosto de 1824):
El rector ha usado de una autoridad que no le compete, y á la verdadque nosotros lo que esperábamos era si el gobierno lo consentía definitivamente para ocuparnos de ello,y no de las doctrinas, cuyo examen,aprobación o desaprobación en la universidad sabemos que nada importa cuando es tan cierto que cada literato en Buenos Aires tiene ensus estantes erigida una cátedra de la misma o peor naturaleza. Respectode las doctrinas repetimos, lo único que hemos admirado es, que aúnse insista en este tiempo en adoptar el medio de proscribirlo para sostener intacta la religión de Jesucristo, sin considerar que esa intolerancia infernal ha sido su mayor azote. Por lo demás en medio de la satisfacción con que advertimos la nueva posición que el gobierno haocupado en este negocio, nos lisonjea la esperanza de que continuarádando pruebas prácticas de que sabe que él está allí para mandar y nopara obedecer, sino a la ley.
Este episodio puso claramente de manifiesto las tensiones existentes en elincipiente ámbito académico porteño, debido a la introducción de cursoscuyos contenidos eran considerados por las autoridades de la universidadvinculadas con el clero como excesivamente nocivos y contradictorios conlas orientaciones más tradicionales de la enseñanza. Tal como había ocurrido unos años antes con las clasesde filosofía impartidas por Lafinur enel Colegio de la Unión del Sud, denotaban un profundo grado de malestar y desconfianza entre aquellos miembros del clero porteño más cercanos allegado hispánico y muy críticos de las ideas y las enseñanzas provenientes de las nuevas vertientes filosóficas llegadas fundamentalmente deGran Bretaña y Francia.
En su primer número de 1823, ElArgosfelicitaba al gobierno de BuenosAires por su desempeño durante el año anterior, que con las numerosasreformas sancionadas le había permitido imponer los valores de la ilustración europea, y lo alentaba a seguir por el mismo camino:
[Epocaventurosa! en que empezó a cumplirse la máxima del célebre Platón: los pueblos son felices cuando gobiernan los filósofos, o filosofanlos que gobiernan. Ciudadanos, no defraudemos á nuestros dcscendien-
El CLIMA INTELECTUAL EN LA BUENOS AIRES POSREVOLUCIONARIA I 203
tes de tan gloriosas esperanzas. La ilustración y la firmeza han distinguido vuestros pasos en la brillante carrera del 22. La ilustración y lafirmeza deben ser nuestra divisa en el 23. Habéis colocado ya las primeras piedras del suntuoso edificio social: que el año 23 vea el complemento (El Argos, 1 de enero de 1823).
El sentimiento de estar siendo "gobernados por filósofos" que el periódico se propuso transmitir reflejaba de algún modo el ferviente deseo dela claseletrada porteña y de los círculos rivadavianos de que, efectivamente,en la Buenos Aires de la"feliz experiencia" se asistiera a un clima de expansión cultural impulsado por el Estado y por el nuevo gobierno. Y aunquetal expectativa no tardaría demasiados años en desvanecerse, lo cierto esque esa suerte de "clima intelectual" que emergió en la ciudad durante esadécada -más allá de los avatares políticos que el Río de la Plata experimentódurante las décadas siguientes- significó, de alguna manera, el inicio deuna tradición académico-intelectual en la Argentina.
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El destino de América era seguir la tendencia democráticadel siglo y ser republicana; nos importaba uniformarel sistema gubernativo en todo el continente, para formarentre todas las nuevas naciones independientes una comunidadde principios, de intereses, de paz, de orden, de economía
y de prosperidad.Vicente Rocaluerte, 1843
La historia de los intelectuales en Hispanoamérica, región poscolonialpor excelencia, no sería concebible sin una reconstrucción de los desplazamientos migratorios y políticos, de los viajes y los exilios de las élitesletr~das. (Un estudio similar, aunque en sentido inverso, sobre las representaciones del mundo hispánico en la historia intelectual de los EstadosUnidos se encuentra en Iván laksic, 2007: 15-27.) Desde sus orígenes, a principios del siglo XIX, el movimiento independentista del continente estuvoencabezado por intelectuales (Francisco de Miranda [1750-1816], SimónBolívar [1783-1830], Mariano Moreno [1778-1811], Bernardo O'Higgins[1778-1842], José Maria Morelos [1765-1815]) que, provenientes del clero, elejército o la jurisprudencia, defendieron la separación de la metrópoli paraconformar nuevas soberanías nacionales sobre la base del gobierno representativo. La independencia, además de una guerra, era una revoluciónintelectual, un asunto de ideas y de lenguajes políticos: era preciso abandonar el modo antiguo de pensar la comunidad para organizarla republicanamente (Palti, 2007: 245-258). Corno se observa en los casos de Miranda,Bolívar y O'Higgins. el viaje, la traducción y el contacto directo con lasmonarquías parlamentarias de Europa, además de la lectura de clásicosde la ilustración, fueron experiencias formativas.
206 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
En las páginas que siguen, intentaremos reconstruir un momento singular de los primeros exilios hispanoamericanos: la colonia de intelectuales y políticos, conformada en Filadelfia, durante la tercera década del siglo
XIX. Los años en que el mexicano Fray Servando Teresade Micr (1765-1827),
elperuano Manuel Lorenzo de Vidaurre (1773-1841), el ecuatoriano VicenteRocafuerte (1783-1847) y el cubano Félix Varela (1787-1853) coinciden enFiladelfia son, también, los de la campaña del Perú, la transición del imperio de Iturbide a la República Federal en México, la posibilidad de una invasión separatista a Cuba yPuerto Rico y la formulación de la Doctrina Monroe, en los Estados Unidos. Se trata, pues, del momento en que se decide lapropagación regional de la forma republicana de gobierno, exceptuando lasAntillas y el Brasil,y se produce un discurso de la arncricanidad, hasta entonces inédito, y que a partir de 1830 será rebasado por los nacionalismos hispanoamericanos y lasestrategias hegemónicas de las nuevas potencias atlánticas (véanse Granados y Marichal, 2004: 11-38; Sepúlveda. 2()QS: 59-62).
Elpapel de aquellos intelectuales en la difusión del americanismo republicano fue decisivo. Desde Filadelfia, Rocafuerte, Mier, Vidaurre y Varelaescribieron textos en favor de la idea republicana y comentaron o tradujeron documentos básicos de esa tradición, como los textos de ThomasPaine, la Declaración de Independencia de las Trece Colonias, la Constitución de los Estados Unidos, el Manual depráctica parlamentaria de Thomas Iefferson o los discursos de [ohn Quincy Adams.los folletos, los librosy las publicaciones editados por aquellos intelectuales se embarcaron rumboa las más importantes capitales de Hispanoamérica, concitando rechazos,desatando polémicas y provocando adhesiones. De aquella pedagogía republicana, que propagó nuevas prácticas y nuevos discursos políticos en laregión, emergieron las primeras estrategias de construcción del Estadonacional y los primeros intentos de constitución de una ciudadanía moderna(véase, por ejemplo, la difusión del discurso republicano-americanista en
la Argentina, en Myers, 2002: 277-285).
LA AMERICANlDAD BOLIVARIANA
Entre 1810 Y1830, es decir, durante las dos décadas que abarcan las guerrasde independencia y el establecimiento de las nuevas repúblicas en América Latina, las modernas identidades nacionales de la región aún no estaban plenamente configuradas. A mediados del siglo XIX, países como laArgentina, el Uruguay y el Paraguay surgieron de l. fragmentación del
EL AMERICANISMO DE LOS PRIMEROS REPUBLICANOS I 207
Virreinato del Río de la Plata. El Perú, Colombia y México preservaron enbuena medida el territorio primordial de sus antiguos virreinatos -Perú,
Nueva Granada y Nueva España-, aunque algunas jurisdicciones subor
dinadas a los mismos, como Centroamérica, Panamá y Quito, dieran lugara nuevas entidades políticas. Chile, Venezuela yGuatemala nacieron de vicjas capitanías generales y un país como Bolivia fue resultado, como ha vistoRobert Harvey (2002: 523-530), de la reorganización administrativa y jurídica del Alto Perú virreinal (véanse también, Kaplan, 1969: 199-229; Halperin Donghi, 1978: 184-223; Lynch, 1989: 9-43 y 336-350; Bethell, 1991: vol.
VI, 42-104; Rodriguez O., 1996: 256-282; Chevalier, 1999: 550-55 8).
La creación de identidades políticas nacionales en América Latina
durante la primera mitad del siglo XIX fue un proceso sumamente complejo que, en efecto, demandó de las nuevas élites un esfuerzo de ingeniería simbólica para "imaginar" e, incluso, "inventar" las nuevas naciones(Anderson, 1983: 47-64; O'Gorman, 1958: 134-136). Algunos historiadores-como Anthony Pagden (1990: 133-153), Francois-Xavier Guerra (1999: 43
68) YAntonio Annino (1994: 229-253), entre otros- han insistido en quela independencia produjo un vacío en el imaginario borbónico de la soberanía imperial que intentaron llenar las viejas identidades regionales ylocales de los pueblos, las ciudades y las provincias. La fuerza de una ovarias ciudades en un territorio ex virreinal determinó, en buena medida,el tránsito hacia regímenes unitarios, como en Colombia y Venezuela, ofederalistas, como en la Argentina y México, que asumieron el pacto republicano más como una distribución de competencias políticas y administrativas entre el centro y la periferia que como un contrato entre el ciu
dadano y la nación o entre el individuo y el Estado.Las naciones latinoamericanas, tal y como se conocen desde mediados
del siglo XIX, eran, por tanto, entidades simbólicas inexistentes en los
años previos y posteriores a la independencia. Los proyectos de integración política promovidos por estadistas, como Simón Bolívar y LucasAlamán (1792-1853), y por instituciones continentales, como los Congresos de Panamá (1826) y de Tacubaya (T827), se inspiraron, por un lado, enesta ausencia de soberanías nacionales y, por otro lado, en la localizaciónde enemigos (Fernando VII y la Santa Alianza) y de aliados (Gran Bre
taña y los Estados Unidos) comunes. Aquellos proyectos de unión fracasaron, sin embargo, porque apelaban a una institucionalidad federal, ajenaa Hispanoamérica, como reconoció Bolívar, y a un sentimiento de perte
nencia continental también inexistente.Lasvoces"América" y "americanos" fueron usadas por los primeros polí
ticos de Hispanoamérica con singular polisemia. En México, por ejemplo,
208 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
los insurgentes Miguel Hidalgo (1753-1811), Ignacio López Rayón (1773-1832)
y José María Morelos se referían a la "nación americana", a la "independencia y libertad de América" o a la "ciudadanía de la América Septentrional" como localizaciones históricas de un sujeto ambiguo: el "americano"(Tena Ramírez, 1964: 21, 23, 29 Y31). Unas veces, el significado del gentiliciosólo incluía a los criollos de la Nueva España y sus regiones aledañas, esdecir, a los nacidos en ese inmenso territorio que la Constitución de Cádizllamaba América Septentrional: "Nueva España con la Nueva Galiciay Península de Yucatán,Guatemala, provincias internas de Oriente, provincias internas de Occidente, isla de Cuba con las dos Floridas, la parte española de laisla de Santo Domingo y la isla de Puerto Rico [... ]" (ibid.: 61). Otras veces,se extendía a todos los españoles residentes en la parte más orgánica de esaAmérica, esto es,a los peninsulares y a los criollos de la Nueva España, NuevaGalicia, provincias internas de Oriente y Occidente yYucatán,
La noción de lo americano, contrapuesta a lo europeo, remitía, en unazona del discurso separatista, a una entidad simbólica mayor, que comprendía toda Hispanoamérica, desde la Patagonia hasta Nuevo México. Estaimplicación es notable, sobre todo, en el imaginario plenamente republicano del separatismo que compartieron caudillos como José María Morelos y Simón Bolívar. En los Sentimientosde la nación (1813) de Morelos seestablecíaque "laAmérica es libre e independiente de España y de otra nación,gobierno o monarquía", a diferencia del Acta solemnede la declaración deindependencia, de ese mismo año, que hablaba de la "América Septentrional" o de la Constitución de Apatzingan, del año siguiente, en la cual ya aparecía el nombre más específico de ''América Mexicana" (ibid.: 29-32). En elcaso de Marcias, esa tendencia a referirse a la ''América'', sin adjetivos, coincidía con el nativismo antiespañol-"que los empleos los obtengan sólo losarnericanos"-, motivado, en parte, por un recelo ante posibles amenazas ala seguridad de la nueva república -"que no se admitan extranjeros, si noson artesanos capaces de instruir, y libres de toda sospecha"- (ibid.: 30).
La americanidad de Bolívar, en cambio, se perfiló en la Contestación deun americano meridional a un caballero de esta isla (1815) yen el Discursoante el Congreso de Angostura (1819) como un concepto de identidad queenglobaba a toda la región latinoamericana, esto es, Hispanoamérica másBrasil, Haití, Jamaica o cualquier otra pequeña nación del Caribe francés,
holandés y británico. Aunque en el Discurso Bolívar se dirigía a un públicointegrado por "ciudadanos de Venezuela") su mensaje intentaba presentarla constitución de la república venezolana como un paso previo a la integración confederal de aquella América. De ahí que al eshozar la posible"unión" justificara la misma con el argumento de que América Latina era
EL AMERICANISMO DE LOS PRIMEROS REPUBLICANOS I 209
una región culturalmente discernible dentro de Occidente y, como recomendaba Montesquieu en el libro XIX del Espíritude las leyes, una naciónen estado de naturaleza que debía ser constituida políticamente de acuerdo
con sus tradiciones y costumbres. Dice Bolívar (1999: 124):
Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni elamericanodel norte, que más bien es un compuesto de África y de América, que unaemanación de Europa, pues que hasta España misma deja de ser Europapor su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos.
La ambigüedad de la civilización latinoamericana, según Bolívar, provenía de ese tejido cultural heterogéneo que la identificaba. Esta certidumbre bolivariana de que América Latina era un sujeto cultural en busca deuna morfología política ya se había plasmado cuatro años antes en laContestación de un americano meridionalo CartadeJamaica. Sólo que aquíla idea de institucionalizar políticamente la comunidad latinoamericanaaparecía como un imposible o una utopía, debido a la constatación, talvez demasiado exhaustiva, de las diferencias entre los miembros virtualesde ese nuevo organismo histórico. La"América Meridional" de Bolívar, queabarcaba desde Panamá hasta el Perú, así como la "América del Sur" de SanMartín o la "Septentrional" de Iturbide, eran fragmentos geográficos deun todo político americano más que entidades culturales contrapuestas a unotro (los Estados Unidos) o entre sí. Pero si se leen con cuidado algunospasajes de aquel texto se tiene la impresión de que Bolívar (ibid.:88) usabauna retórica utopista con el fin de tantear históricamente la posibilidad
de la integración:
Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo unasola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con eltodo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederaselos diferentes estados que hayan de formarse; mas no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteresdesemejantes, dividen a la América. ¡Qué bello sería que el istmo dePanamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojaláque algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congresode los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones
de las otras tres partes del mundo.
210 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
Es curioso, sin embargo, que Bolívar vislumbre un parlamento latinoamericano con "representantes de repúblicas, reinos e imperios". Esto significa que en su proyecto de integración no quedarían excluidos los gobiernos monárquicos que se formaran en el continente. En ese mismo texto,Bolívar (1999:84) recomendaba, en contra de la opción monárquica defendida por el publicista francés Dominique de Pradt en su obra Descolonieset la révolution actuelle d'Amérique (1817), la creación de un conjunto derepúblicas unitarias, ya que, a su juicio, no eran aconsejables ni el "sistema federal", por "ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos políticos muy superiores", ni la "monarquía mixta de aristocracia y democracia': El primero, naturalmente, remitía al modelo norteamericano y, elsegundo, al británico. Aunque Bolívar sugería un tipo de república centralista que sintetizara lo mejor de ambas formas de gobierno, es evidenteque su visión de los nuevos estados nacionales era flexible y que, tal vez,con el Brasil de don Juan en mente, no descartaba la alianza confederal demonarquías y repúblicas.
Bolívar puso a prueba esta flexibilidad en octubre de 1821 al enterarsede la entrada triunfal del Ejército Trigarante en la ciudad de México, trasla firma de los Tratados de Córdoba por el virrey de la Nueva España,Juan O'Donojú, y elgeneral Agustín de Iturbide. Entonces, Bolívar se apresuró a felicitar a Iturbide por la "independencia del pueblo mejicano" y areconocer el "Gobierno Supremo del Imperio Mexicano",acreditando comoministro extraordinario y plenipotenciario de Colombia en México al veracruzano Miguel Santa María, quien propondría un "tratado definitivo queasegure la libertad e independencia de ambos países y les restituya a la fazdel mundo la importancia política a que son acreedores por su población
y riquezas" (Valle, 1993: 29 Y32-33). Sin embargo, mientras propiciaba estosprimeros contactos diplomáticos, Bolívar (ibid.: 31)transmitía a San Martín su preocupación ante la posibilidad de que Fernando VII aceptara elPlan de Iguala y los Tratados de Córdoba y se trasladara a México, con el finde encabezar el nuevo imperio:
Este nuevo orden de cosas me hace creer, con fundamento, que si el gabinete español acepta el tratado hecho en México entre los generalesIturbide y O'Donojú, y se traslada allí Fernando VII u otro príncipe
europeo, se tendrán iguales pretensiones sobre todos los demás gobiernos libres de América, deseando terminar sus diferencias con ellos,bajo los mismos principios que en México. Trasladados al Nuevo Mundoestos príncipes europeos, y sostenidos por los reyes del antiguo, podráncausar alteraciones muy sensibles en los intereses y en el sistema adop-
El AMERICANISMO DE LOS PRIMEROS REPUBLICANOS I 211
tado por los gobiernos de América. Así es que yo creo que ahora másque nunca es indispensable terminar la expulsión de los españoles detodo el continente, estrecharnos y garantirnos mutuamente, para arrostrar los nuevos enemigos y los nuevos medios que pueden emplear.
En carta al general Carlos Soublette, Bolívar (1999:35) reiteraba sus temores ante la instauración de un gobierno monárquico en México: "el tronode México tendrá constantemente pretensiones sobre su limítrofe Colombia, cuyo sistema debe alarmarlo': Yagregaba: "son innumerables los mediosy recursos de un gobierno fuerte y enérgico, como elmonárquico, para atacar a un vecino que no lo es tanto". Aun así, Bolívar persistió en su defensadel régimen republicano centralista para Sudamérica y, a la vez, intentópromover una alianza diplomática con el imperio de Iturbide, Para ellodesignó al político veracruzano, Miguel Santa María, un republicano convencido, como ministro plenipotenciario de Colombia. Santa María fuerecibido por elsecretario de Relaciones Exteriores del imperio, José ManuelHerrera, en marzo de 1822, y durante los dos primeros meses de su gestión intentó promover una diplomacia cuidadosa, capaz de sobreponersea las diferencias de ambos países en cuanto a la forma de gobierno y deavanzar en un proyecto de "liga de paz y perpetua amistad entre la República de Colombia y el Imperio de México" (ibid.: 38).
En sus primeras comunicaciones al secretario Herrera, Santa María insistía en presentar la alianza entre Colombia y México como un paso decisivo hacia la creación de "un nuevo orden de relaciones que necesariamentedebe subsistir en lo sucesivo, entre países antes incomunicados por el régimen de un sistema colonial" (ibid.: 39). A pesar de que el mayor temor deBolívar residía en que elrégimen monárquico establecido favoreciera la instalación de un príncipe borbónico en México, la coronación de Iturbide,en mayo de 1822, enturbió estos primeros acercamientos diplomáticos. Ya enseptiembre de ese año, el secretario Herrera se quejaba, ante su homólogocolombiano Pedro Gual, de la actitud de Santa María, quien rechazó la investidura imperial de Irurbide, "mostró absoluta denegación en presentarse aciertos actos de pura urbanidad"y, sobre todo, estuvo implicado en la conspiración republicana del verano, que culminó con la disolución del Congreso (ibid.: 45;véanse también Arma, 1991: 112-114; Ávila Rueda, 2001: 196-203).
En una nota diplomática, el secretario general de Gobierno de Colombia, Sr. J.G. Pérez, lamentó que Santa María se hubiera "complicado en lospapeles públicos en negocios ajenos a su misión y aun ajenos al espíritu dejusticia que rige al Gobierno de Colombia" y anunciaba su repatriación a
Colombia (Valle, 1993: 47). Sin embargo, el gobierno colombiano no llegó
212 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
a verificar el regreso del diplomático, ya que en diciembre de 1822 Santa María se unió al Plan de Veracruz, encabezado por Antonio López de SantaAnna (1794-1876), que proclamó la forma republicana de gobierno, en contra de Iturbide, y unos meses después, tras la caída del imperio, fue reinstalado corno ministro plenipotenciario de Colombia en México. La historiografía no ha esclarecido aún cuán ajustada a las directrices diplomáticas deColombia fue aquella actuación francamente opositora de Santa Maríadurante el imperio de Iturbide. Lo cierto es que al instalarse el triunviratoprovisional de Mariano Michelena, Miguel Domínguez yVicente Guerrero,en julio de 1823,Bolívar se apresuró a felicitar a los mexicanos por el"triunfode las leyes contra los hombres, de la república contra el emperador":
El pueblo mexicano se ha cubierto de gloria en la lucha desesperada quesostuvo contra la España en doce años de sangreyde suplicios. Elgalardón de estos heroicos servicios era la libertad absoluta, bajo las leyesinexorables de una sabia república, y así la ha obtenido con gloria detoda laAmérica independiente que veía manchado su suelo con las tablasde un trouo de usurpación (en Valle,1993: 49).
A partir de 1823 las relaciones diplomáticas entre Colombia y México seafianzaron sobre esta identidad republicana, que era asumida por Bolívarcomo un principio de defensa geopolítico frente a España y la Santa Alianza.En el artículo segundo del Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua entre México y Colombia, firmado en octubre de aquel año porMiguel Santa María y Lucas Alamán, ambos países suscribieron un "pactoperpetuo de alianza íntima y amistad firme y constante para su defensacomún, obligándose a socorrerse mutuamente y a rechazar en común todoataque o invasión que pueda de alguna manera amenazar la seguridad desu independencia y libertad" (ibid.: 51). Y en los últimos artículos, ambasnaciones anunciaban su propósito de extender dicho pacto a los "demásestados de la América antes española" y a convocar a una Asamblea General de Estados Americanos, con representantes plenipotenciarios de cadapaís, que debería reunirse, primero, en el istmo de Panamá y, luego, enMéxico, «por su posición central entre los Estados del Norte y del Medio
día de esta América antes española" (ibid.: 54).Aunque en el texto de aquel Tratado, los firmantes se cuidaban de refe
rirse a México como nación y no como república, ya que en ese momentoaún no se había aprobado la nueva constitución federal, es evidente queel pacto con Colombia reforzaba la idea de una americanidad republicana.Desde un inicio, sin embargo, esa identidad quedó circunscrita a la"Amé-
El AMERICANISMO DE lOS PRIMEROS REPUBLICANOS I 213
rica antes española", es decir, a Hispanoamérica. En nombre de ese republicanismo hispanoamericano, Bolívar, a través de Santa María, solicitó algobierno de Guadalupe Victoria auxilios pecuniarios para la campaña delPerú, en 1824, y el Congreso federal de México, a petición de Fray ServandoTeresade Mier, concedió al Libertador la ciudadanía honoraria, ya que "porsus tratados de íntima alianza entre todas las Repúblicas de América, es ymerece serlo ciudadano de todas" (ibid.: 58-60).
En diciembre de 1824, semanas antes de la victoria de Ayacucho, desdesu condición de Dictador Supremo del Perú, Bolívar redactó una invitación formal al Congreso de Panamá dirigida a los gobiernos de las repúblicas de Colombia, México, Río de la Plata, Chile y Guatemala.Alli hablabade un "sistema de garantías que, en paz y guerra, sea el escudo de nuestrodestino", el cual debía "consolidar el poder de este gran cuerpo político"por medio del "ejercicio de una autoridad sublime (una asamblea de plenipotenciarios, nombrados por cada una de nuestras repúblicas) que dirijala política de nuestros gobiernos" (ibid.: 63). ¿Qué significaba ese "cuerpopolítico" en términos geográficos y administrativos? La respuesta de Bolívar era ambigua: una asamblea de los gobiernos confederados del "mundo
de Colón" (ibid.: 64).
FILADELFIA Y LA RADICALIZACIÓN REPUBLICANA
En la historia intelectual y política de Hispanoamérica es discernible unprimer momento republicano, entre 1814y 1830, que arranca con la restauración del absolutismo borbónico y el fracaso del liberalismo gaditano yculmina con el nacimiento de las soberanías nacionales y la frustración delproyecto bolivariano. En aquellos años, la consumación de la independencia en casi todos los países de la región se dio acompañada por intentosconstitucionales de inspiración republicana que convergían en cuatro principios básicos: la soberanía popular, el gobierno representativo, la electividad de la primera magistratura y los derechos ciudadanos. En la Constitución venezolana de 1819, en las de las Provincias Unidas argentinas de1819,1825 Y1826, en las chilenas de 1822, 1823 Y1828, en la peruana de 1823
yen la mexicana de 1824 se establecía claramente que el tipo de régimen
adoptado era republicano.Además de una concepción republicana de los derechos y deberes de la
ciudadanía, plasmada en los títulos primero, segundo y tercero del textodeAngostura, aquellas constituciones tenían un perfil antimonárquico,
214 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
que se manifestaba en la afirmación de que las nuevas naciones, independizadas de España, "no eran patrimonio de una familia o persona". En eldiscurso de presentación de la Constitución de 1828, el vicepresidentechileno Francisco Antonio Pinto expresaba la naturaleza perfectible de
aquel texto constitucional con un argumento típicamente republicano, quetenía como fuente DeIespíritudelasleyes de Montesquieu (1987: 7-25; véasetambién Manin, 2002: 13-56): "los congresos futuros darán sin duda códigos análogos a las instituciones políticas de nuestro país. Veremos entonces desaparecer esa monstruosa disparidad que se observa entre las necesidades de una República y las leyes anticuadas de una Monarquía".
Un componente fundamental del imaginario republicano fue la visiónentusiasta de los Estados Unidos, en tanto nueva nación americana, surgida a partir de un pacto republicano y federal. Laconocida frase de Lorenzode Zavala, Manuel de Viya y Cosío y Epigmenio de la Piedra en el mensaje del Congreso General Constituyente a los "habitantes de la federación",
que sirvió de preámbulo a la Constitución federal de 1824, en el sentidode que la representación mexicana "felizmente tuvo un pueblo dócil a lavoz del deber, y un modelo que imitar en la República floreciente de nuestros vecinos del Norte", no fue una declaración aislada en el contexto hispanoamericano (Tena Ramírez, 1964: 163). Más adelante, los congresistasmexicanos incorporaban esa admiración por los Estados Unidos a unaclara defensa de la homologación del gobierno republicano en el conti
nente americano, "con exclusión de todo régimen real":
Un pacto implícito y eternamente obligatorio liga a los pueblos de laAmérica independiente para no permitir en su seno otra forma degobierno, cuya tendencia a propagarse es para él irresistible y para aquéllos peligrosa. El Nuevo Mundo en sus instituciones ofrece un ordendesconocido y nuevo, como él mismo, en la historia de los sucesos grandes que alteran la marcha ordinaria de las cosas; y como la caída de losCésares afirmó en Europa el gobierno monárquico, después de las sangrientas revoluciones políticas y peligrosas que le precedieron, así en elcontinente de Colón debía necesariamente dominar al fin el democrático, resucitado con mejoría de las repúblicas antiguas, a fuerza de lasinspiraciones vivificadoras de los genios modernos (ibid.: 165).
Esta idea monroísta fue compartida por la mayoría de los intelectuales ylos políticos de la primera generación hispanoamericana. En sus memorias-Un americanolibre(1843)-, escritas para defenderse de los ataques dela prensa quiteña, favorable al dictador Juan José Flores, el ecuatoriano
EL AMERICANISMO DE LOS PRIMEROS REPUBLICANOS 1 215
Vicente Rocafuerte narró la biografía intelectual de aquella generación,en la que figuran el mexicano Fray Servando Teresa de Mier, el peruanoManuel Lorenzo de Vidaurre, el venezolano Andrés Bello (1781-1865) y loscubanos Félix Varela y José María Heredia (1803-1839). Se trata, comodescribe Rocafuerte (1947: 30-41), de un grupo de intelectuales y politicosdel primer tercio del siglo XIX hispanoamericano que sigue un itinerariosimilar: autonomismo criollo, liberalismo gaditano, separatismo, masonería, republicanismo. Letrados que empiezan leyendo a Suárez y Vitoria, aGrocio y Filangieri y terminan leyendo a Montesquieu y Rousseau, a Paineya los federalistas norteamericanos.
El propio Rocafuerte, como es sabido, no sólo jugó un papel decisivoen la caída de Iturbide y en la transición a la república federal en Méxicopor sus fuertes vínculos con conspiradores republicanos como MiguelSanta María, Miguel Ramos Arizpe y Lallave, sino por su intensa obra dedifusión ideológica del republicanismo, la cual consistió, por una parte,en traducciones de la Historia de la independencia de Norte América delabate Raynal, del Espíritu de las leyes de Montesquieu, del Contrato socialde Rousseau, de la Declaración de Independencia de 1776, de la Constitución de los Estados Unidos de 1787, de discursos de Washington, Iefferson y John Quincy Adams y,por la otra, en la escritura de varios ensayos en defensa de esa forma de gobierno, como Ideas necesarias a todopueblo que quiere ser libre (1821), Bosquejo ligerísimo de la revolución deMéxico, desdeel grita de Iguala hasta la proclamación imperial (1822) y Elsistemacolombiano, popular, electivo y representativo eselque más convienea la América independiente (l823) (ibid.: 32-36).
Para Rocafuerte, "la gran cuestión de América bajo su verdadero puntode vista" era la homologación política continental bajo la forma republicana de gobierno. Laindependencia hispanoamericana era, ni más ni menos,la oportunidad histórica de abandonar el "axioma del divino origen de lasoberanía de los reyes" y constituir nuevos estados nacionales de acuerdocon "los principios más extensos de las teorías del liberalismo, descubiertas, explicadas y desarrolladas por Montesquieu, Mably, Filangieri, Constant, Franklin y Madison" (Rocafuerte, 1821;1822; 1962: 15; véase tambiénRodríguez O., 1980: 10-32). Esta idea de la construcción de una nueva comunidad republicana en Hispanoamérica supeditaba las identidades nacionales a la identidad americana continental y, a la vez, afirmaba a los Estados Unidos como modelo ideológico e institucional de los nuevos estados.Dicha condición modélica o paradigmática hacía de los Estados Unidosuna entidad histórica ambivalente: cercana y distante, propia y ajena. Deahi que Rocafuerte terminara su genealogía del liberalismo con dos repu-
216 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
blicanos norteamericanos, Franklin y Madison, y más adelante reseñara
con estas palabras su exilio en Washington durante el imperio de Iturbide:
No soy, ni pretendo ser un literato, soy un simple patriota lleno de entusiasmo por la libertad, la gloria y prosperidad de América, mi patria. Por
no presenciar la tiranía que va a oprimir a la deliciosa ciudad de México,
he abandonado las risueñas vistas del precioso valle de Tenochtitlán por
las márgenes del Potomac, en cuyas cercanías está el sagrado sepulcro
del héroe de los siglos, el grande, el inmortal Washington. Venid aquí
¡oh valientes mexicanos', a consultar sus venerandas cenizas y a su aspecto
volveréis a templar vuestras almas. Este es el oráculo verdadero de la vir
tud y la libertad (Roeafuerte, 1962: 17).
En un texto menos conocido, Ensayo sobre tolerancia religiosa, Rocafuerte
desarrolló aun más esta visión entusiasta de los Estados Unidos que com
partieron los primeros republicanos de Hispanoamérica. Allí el liberal ecuatoriano establecía una distinción entre el "viejo" y el "nuevo" mundo, entre
Europa y América, a partir de la contraposición de dos historias de la liber
tad. En una curiosa inversión de los tópicos antiamericanos de la ilustra
ción y el romanticismo europeos, Rocafuerte pensaba que la diferencia
entre ambos mundos, a cada lado del Atlántico, era física y moral. Mien
tras la historia cultural europea había producido, desde el Renacimiento
y la Reforma, la idea de que "la libertad de conciencia" conducía a la "liber
tad política", en América se había producido la secuencia contraria: "hemosestablecido la libertad política, la que envuelve en sus consecuencias la tole
rancia religiosa, y así por diversos caminos que los europeos llegaremos al
mismo resultado de civilización" (ibid.: 159).La libertad religiosa, que en México y en otras nuevas repúblicas his
panoamericanas se veía, a su juicio, limitada por el legado de la Constitu
ción de Cédiz, no era, según Rocafuerte, una consecuencia del avance delsaber o de la falibilidad de la fe.Su aproximación al tema dificilmente podria
asimilarse a Kant, Locke o Voltaire, sino que provenía directamente de los
republicanos y los federalistas norteamericanos: "toda religión dominante
es opresora", pensaba Rocafuerte, cuando obstruye el funcionamiento de
otras esferas de la civilización, como la industrial, la política o la artística
(ibid.: 162-168). De ahi que la libertad religiosa debería agregarse a las libertades "política" y'tmercantil" corno uno de "los tres elementos de la moderna
civilización, que forman la base de la columna que sostiene al Genio de la
gloria nacional, bajo cuyos auspicios gozan los pueblos de paz, virtud,
industria, comercio y prosperidad" (ibid.: 161).
EL AMERICANISMO DE LOS PRIMEROS REPUBLICANOS I 217
Ese "genio de la gloria nacional", según Rocafuerte, sólo se había mani
festado plenamente en los Estados Unidos, y las nuevas naciones hispanoamericanas debían ser fundadas a partir de la misma articulación de liber
tades religiosas, políticas y económicas. Casi todos los republicanos de la
América hispana que pasaron temporadas en Nueva York, Washington o
Filadelfia durante la primera década poscolonial, llegaron a ideas simila
res a las de Rocafuerte, aun cuando algunos de ellos, como Mier y Varela,
fueran sacerdotes católicos. La experiencia migratoria en esas ciudades delos Estados Unidos, en un momento en que todavía se escuchaban los
ecos de la epopeya fundadora, a fines del siglo XVIII, y de la última guerra
contra Gran Bretaña, en 1812, además de las amistades políticas y los vínculos masónicos con funcionarios norteamericanos y diplomáticos hispano
americanos, afianzaron el republicanismo de aquellos intelectuales.
Aunque muchos de ellos vivieron la mayor parte del tiempo en Nueva
York, la ciudad donde publicaron y conspiraron fue, sobre todo, Filadelfia.
Este puerto, que fuera la primera capital de la nueva federación, todavía en
las primeras décadas del siglo XIX era el más importante de la costa nordeste de los Estados Unidos. Con una población de más 60.000 habitan
tes, Filadelfia había sido el centro legislativo de la revolución de las trece
colonias durante casi dos décadas, y la ciudad principal de Pennsylvania,
el estado con más representantes ante la Unión. Allí se habían reunido el
primero (1774) yel segundo (1775) Congreso Continental, se habían deba
tido y firmado la Declaración de Independencia (1776), los Artículos de la
Confederación (1777),la Constitución de 1787y se había experimentado untípico proceso de ilustración, con nuevas formas de sociabilidad y una esfera
pública impresa, conformada por folletos, libros, periódicos y revistas (Remer,
1996: 23-45; véase también Weigley, 1982: 312-330). Filadelfia fue la ciudaddonde Benjamin Franklin editó la Pennsylvania Gazettey el Poor Richard'sAlmanack,dos de las publicaciones precursoras de la ilustración americana,
y donde a fines del siglo XVII! fue fundada la Franklin Society, una fraternidad masónica de impresores que aún existía en la década de 1820 (Constitution of the Franklin Society, 1792: 1-15;Fohlen, 2000: 277-290).
En las citadas memorias -Un americanolibre-, Rocafuerte contó la lle
gada a Filadelfia de los republicanos de su generación. Hasta 1822, su bio
grafía era muy parecida a las de Mier, Varela y Vidaurre: juntista en 1808,
diputado ante las Cortes de Cádiz por la provincia de Guayaquil, peregri
nación por Europa tras la restauración del absolutismo en España, iniciación en la masonería. exilio bolivariano en Filadelfia y Nueva York (Roca
fuerte, 1947: 19-31). Pero la instalación en aquellas ciudades norteamericanashabía sido fraguada en La Habana, un año antes, donde coincidieron, por
218 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
lo menos, tres de ellos, Mier, Vareta y Heredia, y donde, a través del poeta
argentino José Antonio Miralla y el político colombiano José FernándezMadrid, se habían relacionado con una sociedad secreta que conspiraba a
favor de Bolívar y la independencia hispanoamericana (Domínguez Michael,
2004: 593-596). Como ha escrito este autor, durante la década de 1820 "el
corredor Habana-Filadelfia sustituyó al eje Londres-Cádiz" en aquellas
redes de conspiración intelectual, política y masónica (ibid.: 594). Hasta
el peruano Vidaurre tuvo su experiencia cubana, ya que entre 1821 y 1822
vivió en Puerto Príncipe, Camagüey, donde se desempeñó corno oidor de
la Audiencia (Pérez Bonany, 1964: 20-40).
Entre 1821 y 1822, la figura central de la colonia hispanoamericana en
Filadelfia era Manuel Torres, ministro y "purchasing agent" de la Gran
Colombia en los Estados Unidos, quien residía en aquella ciudad desde
fines del XVIII. Torres no sólo tenía contactos diplomáticos regulares conMonroe y Adams sino que había hecho amistad con importantes persona
lidades de aquella ciudad, como e! banquero Nicholas Biddle, e! magnate
naviero Stephen Gerard, el comerciante Richard Meade y el editor de TheAurore, el principal periódico de Filadelfia (Domínguez Michael.aooa: 593
396; véanse también Rodríguez O., 1980: 17-18;y Bowman [r., 1968: 234--'246).
Torres, corno es sabido, alojó y ayudó a Rocafuerte y a Mier y los intro
dujo en círculos masónicos, políticos y periodísticos de la ciudad. Las
cartas entre Torres y Mier, recogidas por YaelBitrán Goren (1992: 267-287),
dan una buena idea de la relación de aquellos intelectuales con los impre
sores de Filadelfia y de la prioridad que Torres concedía a la edición y el
embarque de libros y folletos hacia Hispanoamérica.A la muerte de Torres,
en 1822, Rocafuerte heredó aquella red y la puso a disposición de otros
hispanoamericanos que llegarían a Filadelfia a fines de ese año y en 1823,
corno el peruano Manuel Lorenzo de Vidaurre y los cubanos Félix Varelay José María Heredia.
Uno de los impresores que, a instancias de Torres y Rocafuerte, respaldó
a los hispanoamericanos fue [can Francois Hurtel, conocido como Iohn
F.Hurtel o Juan Francisco Hurtel, descendiente de una familia de colonos
de Alabama, quien editaba traducciones de libros franceses y españolesen Filadelfia desde la segunda década del siglo XIX. En 1817, por ejemplo,
Hurtel publicó el popular manual de la época del imperio napoleónico,
Art of dancing, Rulesof deportment and descriptions ofmanners ofcivility,de J. H. Gourdoux-Daux, y comenzó a interesarse en la cuestión hispa
noamericana con tres impresos: El triunfo de la libertad sobre el despotismo. Réplica de loshebreos después del cautiverio de Babilonia, la Homilíadel CardenalChiaramonti, del caraqueño Juan Germán Roscio, y Reply
El AMERICANISMO DE LOS PRIMEROS REPUBLICANOS I 219
to the Author of the Letter on South America and Mexico, un folleto diri
gido al presidente Monroe y atribuido al propio Manuel Torres (Roscio,
1996: 264-271; Henry, 2006: 1-8).Además de una reedición de la Brevísimarelación de ladestrucción de las
Indias de Las Casas, Hurte! publicó tres textos básicos del primer republicanismo hispanoamericano: la Memoriapolítico-instructiva (1821),de Mier,
y las Cartas americanas, politicas y morales (1823a) yel PlandelPerú (,823b),
de Vidaurre. La plataforma doctrinal de estas obras, como es sabido, era
la misma que la de Rocafuerte en Ideas necesarias (1821) -a la que el ecua
toriano había agregado como apéndices traducciones de Paine, del dis
curso de Adams del 4 de julio de 1821,de la Declaración de Independencia,
de los Artículos de la Confederación y de la Constitución de 1787- y también coincidía con la estrategia bolivariana y monroísta: la defensa de la
forma republicana de gobierno para Hispanoamérica. Más explícito que
Rocafuerte y Mier en cuanto a sus lecturas filosóficas, Vidaurre dejaba ver
su entusiasmo por textos clásicos de la independencia norteamericana,
como Common Sense (1776)y RightsofMan (1791), de Thomas Paine, y por
la reciente crítica a la monarquía católica española lanzada por José Blanco
White en sus Letters from Spain (1822).
Vidaurre, quien al igual que Vare1a todavía era fernandista en 1821,radi
calizó su republicanismo durante la breve estancia en Filadelfia, que coinci
dió con el fin del "trienio liberal" y e! avance de la gesta separatista (Peralta
Ruiz, 2007: 1-23). Esto es notable en la factura del texto del Plande Perú, ini
cialmente escrito en 1810, en España, cuando era diputado a las Cortes deCádiz, y titulado PlandelasAméricas. En la versión original de aquel escrito,
el peruano se apoyaba en la tradición ilustrada del monarquismo representativo (Montesquieu, Beccaria y Pilangieri. sobre todo) para defender elauto
gobierno de los reinos de ultramar y para identificar el absolutismo con una
forma despótica de gobierno. Sin embargo, ya en la edición de 1823 y, sobre
todo, en Lascartas americanas, sin abandonar aquellas referencias ilustra
das, incorpora el enfoque republicano, citando a Maquiavelo, Bentham yPaine, y proponiendo, incluso, una abolición del fuero eclesiástico, muy a
tono con la "denuncia de la cruel tiranía de las leyes clericales" sostenida
por Blanco White (,972: 88-94; cf. también Vidaurre, 1823a: 40-4'
y 74).La edición de! PlandelPerú de Filadelfia, en 1823, no dejaba dudas sobre
el giro republicano que daba el intelectual peruano: el libro aparecía dedi
cado a Bolívar y en el mismo se insertaba, además de su "renuncia" comofuncionario de la Audiencia de Puerto Príncipe, una exposición de "los
motivos políticos que obligan a la isla de Cuba a declarar inmediatamente
su independencia" (Vidaurre, t823b:197-225). La rápida radicalización repu-
220 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
blicana de Vidaurre. así como la de Rocafuerte, Mier y Varela, debe enten
derse, como ha señalado Roberto Breña, no sólo como un efecto de larestauración absolutista en España, del triunfo militar de la causa inde
pendentista o del respaldo de los Estados Unidos a la misma, sino tam
bién como consecuencia de la traductibilidad doctrinaria y constitucio
nal que aquellos letrados establecieron entre sus lecturas ilustradas y sus
lecturas republicanas. El liberalismo antiabsolutista era una plataforma
giratoria, que lo mismo podía desembocar en la abierta defensa de la repú
blica que en lo que Vidaurre llamaba un "acomodo de ideas republicanas
a una monarquía moderada" (Peralta Ruiz, 2007: 21; Breña, 2006: 456-490).
Otro de los impresores de Filadelfia que se interesó en el tema hispanoamericano fue el católico irlandés William Stavely, dueño, primero, de la
editorial Stavely & Bringhurst y luego de Stavely & Ca. Durante décadas,
Stavely publicó, en su imprenta del número 70 de Third Street, múltipleslibros católicos, como los "reportes pastorales" de la Iglesia de la Epifanía
(Pastoral Reports of the Church of Epiphany, 1840-1857), y varios textos dehistoria natural. Cuando el padre Félix Varela llega a los Estados Unidos,
en diciembre de 1823, establece contacto muy pronto con Stave1y, proba
blemente no por la vía de Rocafuerte, sino por la de sus conocidos en la
comunidad católica de Nueva Yorky por el respaldo del obispo de La Habana,
Juan José Diaz de Espada y Landa, y del recién nombrado obispo de NuevaYork, el francés lean Dubois, quien intentaba relacionarse con la cada vez
más creciente colonia irlandesa (Obispo Espada, 1990: 122-143; Estévez,1998:
55-64). Alaño siguiente, residiendo ya en Filadelfia, Varela publica en la editorial de Stavely la segunda edición de sus Lecciones defilosofía (1824), en las
que defendía una idea del "entendimiento humano" a partir de Locke y Con
dillac, y los tres primeros números de ElHabanero, una revista política, cien
tífica y literaria, redactada íntegramente por el sacerdote cubano (Varela,
1991: vol. 1,177-246; Y1997: IX-XXXIV).
Así como en sus Cartas americanas Vidaurre había seguido el modelo
de las Letters from Spain, inspiradas, a su vez, en las Cartas persas de Mon
tesquieu, Varela aprovecharía la experiencia de El Español, la revista edi
tada por Blanco White en Londres, para la concepción de El Habanero. A
pesar de lo que anunciaba elprospecto de la revista, el contenido de la mismaapenas estuvo dedicado a la ciencia y la literatura. En el primer número apa
recieron breves artículos sobre la "temperatura del agua del mar a conside
rables profundidades", la "acción del magnetismo en el titanio", la "propa
gación del sonido" y sobre los experimentos del "profesor Silliman en el
Chryoforo de Wollaston", unas pruebas de globos aerostáticos bajo la nieve
(Varela, 1997: 35-46). A partir del número siguiente, la sección de "ciencia y
EL AMERICANISMO DE LOS PRIMERDS REPUBLICANOS I 221
literatura" prácticamente desapareció -sólo en el tercer número se publicó
una viñeta firmada por Mr.]. Newman, dando la noticia de «una máquina
inventada para medir con la corredera lo que anda un buque"- y la publi
cación se concentró en los temas de Cuba, la consumación de las indepen
dencias en Hispanoamérica y la posibilidad sobre el auxilio de México y
Colombia a la descolonización de las islas caribeñas (ibid.: 134~135).
A diferencia de lo que la tradición nacionalista de la historiografía cubana
ha establecido, la posición de El Habanero sobre este último terna fue fle
xible. Luego del resuelto apoyo a una separación republicana de España,
que dejaba atrás visiones fernandistas y autonomistas -en diciembre de 1818,
Varcla habia leido un elogio de Fernando VII en la Sociedad Patriótica de La
Habana y todavía, en febrero de 1823,había presentado un proyecto de gobierno autonómico para las provincias de ultramar, en las Cortes de Madrid-,
elsacerdote y filósofo cubano se opuso a una invasión de México y Colom
bia en favor de la independencia antillana (Varela, 1977: 247-258 y 277-281).
En los primeros números de ElHabanero, Varela argumentó que una "revo
lución interviniendo una fuerza extranjera" sería "funestísima" porque la
"nación invasora" demandaría una "recompensa más allá de los límites dela obligación" y se manifestaba "contra la unión de Cuba a ningún gobierno':
ya que "deseaba verla tan Isla en política como lo es en la naturaleza". Sin
embargo, en los números quinto y sexto de aquella publicación, VareIa (1997:
91-95) parecía aceptar esa solución, por considerarla mayoritaria: "¿es nece
sario, para un cambio político en la isla de Cuba, esperar las tropas de Co
lombia o México? En mi opinión no, en la de muchos sí; y como en casos
semejantes conviene operar con la opinión más generalizada, si ésta lo fuese,
yo contra la mia me conformo a ella" (ibid.: 168).El dilema de Varela terminó a principios de 1826, cuando el gobierno
de lohn Quincy Adams, en vísperas del Congreso de Panamá donde Bolí
var pensaba tratar el asunto, estableció una posición contraria al auxilio
de la independencia de Cuba y Puerto Rico. En el último número de ElHabanero, Varela reprodujo un discurso del presidente Adarns, con el que
concordaba, en el que se argüía el peligro de que la invasión provocara
que las islas cayeran en las manos de otra potencia europea, que no fuera
España (ibid.: 224). En el momento en que Varela concluyó su publicación,ElHabanero se había convertido en una lectura de referencia entre los sepa
ratistas cubanos. Varios alcaldes, regidores y síndicos de Puerto Príncipe
impugnaron la revista desde la isla y el cónsul español en Filadelfia, Hila
rio de Rivas Salmón, y el ministro de España en Washington, Francisco
Tacón, redactaron informes contra el sacerdote, que enviaron a Madrid y
a Roma (Varela, 1977: 282-2H8). En la primavera de 1825,Fernando VII emi-
222 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
tió un decreto para "impedir la introducción en la península e islas adyacentes del indicado folleto, que no contento con excitar a los fieles vasallos de S. M. a la rebelión, lleva la osadía al punto de querer vulnerar elsagrado carácter de su legítimo Soberano" (Varela, ]997: 178).
Los últimos números de El Habanero aparecieron cuando Varela sehabía trasladado de Filadelfia a Nueva York. Sin embargo, el sacerdotecubano mantuvo por algún tiempo la colaboración con Stavely,ya que lanovela histórica Jicoténcatl, la primera del género en Hispanoamérica, fueeditada, a instancias de Varela, en esa imprenta en 1826. La novela, cuyaautoría ha sido atribuida al propio Varela y, sobre todo, al poeta cubanoJosé María Heredia, quien también se había exiliado por su implicaciónen la conjura masónica "Soles y Rayos de Bolívar': narraba la historia delhéroe de Tlaxcala, que decide abandonar la alianza con los conquistadores y unirse a la resistencia que encabeza Cuitláhuac, pero es descubiertopor Cortés y ahorcado en Texcoco (González Acosta, 1997: 119-196). Porsu épica anticolonial, el texto se inscribió cómodamente en el corpus bibliográfico republicano, conformado en Filadelfia y difundido en las nuevascapitales hispanoamericanas.
Las redes afectivas y políticas de Rocafuerte y Varela son perceptiblesen la articulación de aquel centro difusor de ideas republicanas. El jovenHeredia, autor de la Oda al Niágara yel Himno del desterrado, amigo deambos, pasó todo 1824 y la primera mitad de 1825en Nueva Yorky realizó,por lo menos, una visita a Varela en Filadelfia en abril del 24. En sus cartas familiares, Heredia contó el viaje de Nueva York a Filadelfia, a travésde! río Delaware, admirado siempre por el orden y la tranquilidad de lospueblos de la costa este. Al llegar a la confluencia de Crosswicks Creek,Heredia divisó Bordentown, el lugar donde José Bonaparte había levantado su mansión Point Breezey donde viviría hasta 1832. Lavisión de Heredia sobre el ex rey de España estaba muy lejos, ya, de aquel odio a PepeBotella,el usurpador de 1808. Como otros republicanos de Filadelfia,Heredia sabía que Bonaparte era aceptado en los círculos masónicos de los Estados Unidos, que era amigo personal de Henry Clay, Daniel Webster y elpresidente Adarns, que recibía visitas del general Lafayette y que, en 1817,
había rechazado el ofrecimiento del trono de México que le hizo FranciscoJavier Mina antes de embarcarse, fatídicamente, en Galveston rumbo alas costas de Tamaulipas (Hcredia, '939: vol. JI, 54-62; Connelley, 1968:70
87; Levasseur, 1829:137-139).
Desde NuevaYork, Varelacontinuó aquella labor de promoción del rcpublicanismo hispanoamericano. La primera edición de las poesías de Heredia fue gestionada por elpresbítero cubano, en 1825,en la casa editora Behr
EL AMERICANISMO DE LOS PRIMEROS REPUBLICANOS I 223
y KahI,de esa ciudad (Heredia, 1825: 4~1O). El volumen, así como la novelahistórica Jiconténcatl, fue elogiosamente reseñado por el poeta norteamericano William Cullen Bryant, quien tradujo, además, la Oda al Niágara
al inglés (Moore, 1950: 41-46). Junto a su misión pastoral y su trabajo conla comunidad de inmigrantes irlandeses. a pesar del fracaso del Congresode Panamá y de la persistencia del orden colonial en la isla, Varela continuó editando y traduciendo textos republicanos. En 1826 tradujo el Manual
of Parliamentary Practice de Thomas lefferson (1826) y entre 1828 y 1831,
con su discípulo y amigo José Antonio Saco, también exiliado en NuevaYork, emprendió la edición de El Mensajero Semanal, otra publicación que,aunque crítica del régimen colonial español, se acercaba más a una posición reformista que separatista (Hernández Travieso, 1949: 140-173).
Hacia comienzos de la década de 1830, casi todos los exiliados menoslos cubanos se habían repatriado, involucrándose fuertemente en la vidapública de sus países. Mier fue diputado por Nuevo León al CongresoConstituyente de 1823-1824, donde defendió una fórmula intermedia entreel federalismo norteamericano y el centralismo bolivariano. Vidaurre llegóa ser presidente de la Corte Suprema del Perú y, tal vez, e! escritor político más reconocido de su época. Rocafuerte fue gobernador de Guayaquil y presidente de Ecuador, entre 1835y 1839. En sus memorias, escritasal final de una carrera política de medio siglo, evocó con nostalgia los añosde Filadelfia:
En aquella felizépoca todos los americanos nos tratábamos con la mayorfraternidad; todos éramos amigos, paisanos y aliados en la causa comúnde la independencia; no existían esas diferencias de peruano, chileno,boliviano, ecuatoriano o granadino que tanto han contribuido a debilitar la fuerza de nuestras mutuas simpatías (Rocafuerte, 1947: 29).
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Tres etapas de la prensapolítica mexicana del siglo XIX:
el publicista y los orígenesdel intelectual moderno'Elías J. Palti
Se trata, por lo tanto, de una historiaque tiene por función restituir problemasmás que describir modelos.Pierre Rosanvallon, Por una historia conceptual de lo político
José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827), José María Luis Mora (1794
1850) e Ignacio Ramírez (1818-1879) encarnan, respectivamente, tres tiposdiversos de periodismo político. El paso de uno a otro género periodístico que ellos representan resulta indicativo de cambios más amplios en losmodos en que se ejercía la práctica política, que derivarán, a su vez, en formas muy distintas de concebir la idea de un sistema republicano de gobierno fundado en la "opinión pública", los modos de su constitución y su dinámica. Elestudio de las transformaciones en la prensa periódica nos permitirádescubrir el tipo de interacción particularmente activo que se establecióen elsiglo XIX entre prácticas y discursos políticos. Esto se ligacon -y resultailustrativo de-la naturaleza de una figura particular de intelectual, quede alguna manera engloba a los tres tipos aquí analizados, y que llamaremos, retomando la terminología de la época, el publicista. Y nos revelarátambién la ambigüedad que define su espacio social, la cual hace manifiesta menos alguna supuesta "hibridez" local resultante de un proceso demodernización incompleto que un problema inherente a ese mismo proceso de modernización.
~ Agradezco los comentarios de Carlos Altamirano a una versión preliminar
del presente trabajo.
228 I HISTORIA DE lOS INHlECTUALES EN AMÉRICA LATINA
EL PUBLICISTA Y SUS FORMAS
Como señaló Rafael Rojas (1991: 35-67)en un trabajo reciente, Fernándcz
de Lizardi personifica una figura nueva que surge a fines del régimen colonial y desaparece al poco tiempo de instaurado el nuevo orden: elpanjletista político. Se trataba de un personaje complejo y siempre conflictivo,situado entre el pueblo y la élite, con débiles sustentos sociales y políticos,por lo general de escasa educación y caprichosa cultura (Fernández deLizardi, poseedor de cierta ilustración, era más bien excepcional en esteaspecto, lo que lo situaría por encima del promedio, aunque sin apartarsede las pautas propias de este género periodístico). Los panfletistas solíanescribir, imprimir y vocear sus propios periódicos, que tenían tirada, formato, temática y circulación variadas e irregulares. Su característico estilo(uso de la jerga vulgar, giros grotescos, parábolas, diálogos, apelación a personajes populares típicos, ete.) servía para establecer una suerte de complicidad tácita con sus lectores (las alegorías rara vez se hacían explícitas,lo que revela la existencia de ciertos códigos compartidos, hoy en granmedida irrecuperables).
Su reinado sobre la opinión sería, sin embargo, efímero. Dicho génerosirvió durante los años de crisis del orden colonial para aglutinar informalmente, sobre todo, a los sectores radicales de la opinión pública popular, hasta que, luego del saqueo del Parián (1828), la élite, preocupada porel cariz que comenzaba a adquirir el debate político, decidió limitar suaccionar. Su perseguidor más implacable fue Francisco Molinos del Campo(miembro desde 1822 de la logia escocesa y más tarde colaborador deMora en El Observador),quien, como presidente de la Junta de Protección de la Libertad de Imprenta, prohibió en 1823 el voceo de los panfletos. Y este hecho resulta ya revelador de cómo comienza a imponerseun nuevo género de periodismo político con el desarrollo de un sistemade prensa que acompañará, a su vez, la afirmación de un conjunto denuevas prácticas políticas.
Mora, en efecto, es ya un típico representante de una primera generación de escritores posteriores a la independencia, compuesta básicamentepor abogados, que formaban una especie de clase profesional flotantedestinada, en un principio, a ocupar una posición en elaparato administrativo colonial y que se vería súbitamente arrojada por una revolución ala arena política. Esta generación se dedicaría, entonces, a tratar de aplicar en ellalas habilidades propias de su oficio-la abogacía-, tal como habíanaprendido en las universidades. Las proclamas de Mora en favor de lturbide, por ejemplo, son claros ejemplos de ejercicio de técnica oratoria, con
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sus partes (exordium, diégesis, narratio,peroratia) perfectamente diferenciadas, y siguiendo, en sus usos de los topoi, los patrones del género forense(el primero de los tres en que estaba tradicionalmente dividida la retórica, junto con el deliberativo y el epideíctico o laudatorio).
La elaboración de estos escritos está así menos rígidamente determinada por sus contenidos ideológicos que por las demandas internas delgénero. De hecho, era común en los albores de la independencia que estosabogados recibieran un pago por sus servicios, e incluso que defendierancon la misma elocuencia causas políticas diversas y hasta opuestas entresí, lo que era, por otra parte, su deber como profesionales: el punto culminante de la enseñanza retórica lo constituía, precisamente, la argumentación in utramque partem, esto es, demostrar la capacidad de alegar conigual contundencia en favor de ambos bandos en litigio.
Esta característica formal se relaciona con eltipo específicode lógica quepreside esta modalidad particular de discurso. Los abogados, típicamente,trataban de (y aun debían, según era su obligación) concentrar su atención en «elpunto particular en cuestión" (amphisbetesis). De hecho, a ningún abogado puede cuestionársele que en su alegato actual contradiga algoque él mismo argumentó en algún juicio anterior: para éste, cada caso esparticular; los argumentos no son relevantes, ni pueden ser evaluados desprendidos del contexto litigioso específico en que fueron esgrimidos. Elrégimen veritativo aquí en funcionamiento no es elde episteme, sino eldephrónesis: el conocimiento práctico de las circunstancias relevantes parael tema en cuestión y las condiciones particulares de contención.
Dicho género de discurso se rearticularía entonces en función de unobjetivo político preciso. Esta primera generación de pensadores buscará,básicamente, conformar una clasegobernante. Los medios de prensa debíanservir de ámbito para que un dispar elenco ahora en elpoder pudiera comunicarse y relacionarse más allá de sus diferencias en cuanto a filiacionespolíticas, origen regional u orientación profesional. Pero esta empresa sedesplegará en diversos terrenos, que aparecerán estrechamente asociadosentre sí.A diferencia del panfletista, para quien el periodismo era su actividad política casi exclusiva (raramente podía aspirar a acceder a puestosoficiales), lo que solía darles una imagen algo exagerada de su importancia y su papel como voceros de la opinión pública -Pemández de Lizardi(1991: 477) llega a afirmar que la sola publicación de su Sueño de 1825 sirvió para desbaratar los planes restauracionistas que entonces se tramaban-, el tipo de periodismo político que encarna Mora constituye sólo unapieza dentro un juego político más vasto. Particularmente, la confluenciade este nuevo género con laslogiassupondría un modo radicalmente diverso
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de intervención política que, al mismo tiempo que limita la independencia del periodista, confiere otra proyección a su prédica.
Lalogia escocesade la cual los órganos de prensa que funda Mora seríansus voceros cumplió en un primer momento acabadamente su función,lo que se expresa en la llamada "política de amalgamación" ensayada porel primer presidente Guadalupe Victoria, cuyo mandato va de 1824 a 1830.
Sin embargo, el solo surgimiento en 1825 de la logia yorkina resultaría yademoledor para su mismo objeto. Apesar de su rechazo inherente a la luchafaccional, la élite mexicana terminará, en los hechos, escindiéndose endos bandos mortalmente enfrentados. Elantagonismo que entonces se instala, y que no dejará de profundizarse, terminará alterando drásticamentelos modos de concebir la práctica política, lo que obligará también a reformular el sentido y el objeto de los órganos de prensa, dando lugar a unnuevo tipo de periodismo político.
Ignacio Ramírez es un ejemplo característico de una segunda generación de figuras intelectuales en elMéxico decimonónico, surgida ya al calorde las luchas facciosas. Ése es también el período de auge de la prensapolítica periódica -que luego cederá su lugar a un nuevo género de periodismo: la prensa de noticias- (Lombardo, 1992). En dicho contexto, estanueva generación de escritores desarrollará un nuevo tipo de expertise, queen esos años se volverá algo muy valorado (de hecho, los periodistas seránmuy solicitados, y son frecuentes y reiteradas las quejas de los editorespor la escasez de mano de obra calificada en este rubro). Lo cierto es queel valor de los escritores se medirá ahora en términos, ya no tanto o solamente de su capacidad para componer textos doctrinarios que sirvan paradar una orientación al accionar político o legitimar los proyectos en pugna,sino, fundamentalmente, de su habilidad para, a través de su práctica periodística, construir o desarticular redes políticas, tramando intrigas, orquestando campañas, cte. En fin, los órganos de prensa ocuparán entonces unlugar central en la escena partidaria básicamente como instrumentos paraoperar políticamente e intervenir materialmente sobre ella.
En efecto,los llamados "trabajos electorales"a que seencontrarán mayormente abocados consistirán, básicamente, en diseñar y llevar a cabo permanentes estrategias y contraestrategias (y contra-contraestrategias ), articulando alianzas, y también desarticulándolas, dando así lugar aconstelaciones políticas y a redes partidarias sumamente complejas (y
también precarias y fugaces) que atraviesan y comunican las diversasinstancias de poder (el Ejecutivo, el Congreso, los estados, los clubes, etc.).Una reconstrucción más precisa de los diversos (y complejos) modospor los cuales dichos medios operaron escapa al alcance del presente tra-
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bajo (véase Palti, 2003: 941-978). Lo que importa señalar aquí es cómoestos profesionales de la palabra escrita abrazarán, por intermedio de laprensa periódica, una serie de funciones que van mas allá de la mera difusión de ideas. Por otra parte, la élite mexicana del período cobrará perfecta conciencia de esta variedad de funciones, además de la exclusivamente referencial, adheridas a los usos públicos del lenguaje. Y ello darálugar, a su vez, a una particularmente estrecha vinculación entre prácticas y discursos políticos. En fin, desde el momento en que los textos dejande ser concebidos corno meros vehículos para la transmisión de ideas ypasan a ser percibidos como constituyendo ellos mismos hechos políticos,la acción periodística instalará un nuevo orden de prácticas que atravesará la oposición entre la acción material y la acción simbólica. El valorde un escrito no se medirá ya sólo por su contenido veritativo, sino porsu eficacia material para generar acciones. Y ello, como veremos, reconfigurará la dinámica del espacio público mexicano, modificando en consonancia los conceptos relativos al lugar de las ideas (y sus portadores)los publicistas) en la articulación de un sistema de gobierno republicanofundado en la "opinión pública".
"OPINIÓN PÚBLICA" Y GOBIERNO REPUBLICANO
Los diversos géneros periodísticos aludidos, que se expresan, respectivamente, en tres figuras características de "intelectuales" en el siglo XIX, setraducirán, a su vez, como señalamos, en tres modos igualmente diversos de concebir la esfera pública y el sentido mismo de un sistema republicano de gobierno (aspectos ambos que se encontraban íntimamente asociados en el pensamiento de la época).
En un artículo incluido en Los espacios públicos en lberoamérica AnnickLempériere (1998) ofrece un relato del origen del concepto "moderno" deopinión pública que nos ayuda a comprender cómo éste se desprende yen qué se distingue de sus antecedentes clásicos. Ciertamente, las ideas deopinióny publicidad no surgen a fines de siglo XVIII; ellas formaban partefundamental del discurso político precedente. "Idealmente", dice Lempé
riere (ibid.: 63), en el antiguo régimen "cualquier conducta debía estar enel caso de ser 'pública' porque la publicidad garantizaba su rectitud moral':La "opinión pública" fungía así al modo de un "tribunal", censurando oaprobando públicamente las conductas individuales, fijando, en fin, una"opinión social" o reputación, Éste es también el concepto al que apelan
232 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
los primeros patriotas. Los escritos de Fernández de Lizardi ilustran cómose produce esa torsión por la que dicho concepto se convertiría en la basepara minar el régimen colonial.
Siguiendo una pauta tradicional, en los escritos de ElPensador Mexicano(también su seudónimo preferido) la "opinión pública" aparece como unasuerte de reservorio de máximas consuetudinarias transmitidas de generación en generación mediante el ejemplo, en fin, como una doxa o sabersocial compartido en que se encarna el conjunto de principios y valoresmorales sobre los que descansa la convivencia social. En ellos se condensa, a su vez, una inclinación al bien innata en el hombre y se hace manifiesta su naturaleza racional. El error, por el contrario, expresa una desviación de las sanas costumbres, producto o bien de una mala apreciaciónde las normas sociales, o bien de alguna perversión congénita (como elegoísmo, la codicia, ete.). Pero éste sólo puede afectar a los hombres individualmente considerados; nunca puede convertirse en principios de conducta socialmente compartidos. Losescritos de Fernández de Lizardi revelan una confianza, si no en la probidad de los ciudadanos en tanto queindividuos, sí en el sistema de los controles sociales que protegen y preservan a los sujetos de las pasiones -Ias cuales en privado pueden desplegarse libremente (de allí el consejo de "el coronel" a su hija, Prudenciana,en La Quijotitay suprima, de que evite elcontacto con los hombres en privado, dado que, "cuando no tenemos testigos de nuestras debilidades", "laspasiones no se pueden sujetar a la razón") (Fernández de Lizardi, 1990:
211)-. Como señala Lempériere, sólo la publicidad de las acciones haríaposible distioguir e!bien de! mal-la falsavirtud, decia Fernández de Lizardi(1990: 206), "no puede ser constante" y, al final, siempre se descubre-o
Sin embargo, Fernández de Lizardi introduce un giro fundamental enesteconcepto desde elmomento en que en nombre de esta"opinión pública"interpela a las propias autoridades coloniales. De este modo, las coloca enun pie de igualdad con el resto de los mortales ("todos los que nos gobiernan y han gobernado -dice- son hombres, receptáculos de vicios y virtudes") (1991: 664). Al error de los individuos, que es ahora también el deun poder despojado ya de sus misterios y su dignidad, Fernández de Lizardiopone aquí las verdades colectivas (sociales), en cuyo representante se erige.La"opinión pública" se instituye así como un reino de transparencia enfrentado al ámbito de la oscuridad de los sujetos particulares (en el que seincluye a los funcionarios reales). Y ésta raramente erraba:
Laopinión pública, por lo común, siempre es certada [sic], porque comoal hombre le es innato apetecer el bien y huir del mal, se sigue que,
TRES ETAPAS DE LA PRENSA POLITICA MEXICANA DEL SIGLO XIX I 233
queriendo el bien de todos, los más lo saben distinguir y casi siemprees buena la opinión pública (Fernández de Lizardi, 1973: 64)·
Surgía así la noción del "tribunal de la opinión" como juez supremo delas acciones del poder y al mismo tiempo fuente de su legitimidad. El escritor público podría entonces erigirse en su vocero. Ésa sería, en fin, la misiónque le había sido conferida:
Señor Pensador: [... ] Con el derecho que cada uno tenernos de repre
sentar, unan con ustedes sus justísimos clamores con los míos y con losde la voz de! pueblo y e!évenlos al gobierno. [... 1Tomen ustedes sobresí la representación de los síndicos, si acaso los nuestros duermen (Fer
nández de Lizardi, 1968: 129).
Sin embargo, el concepto lizardianc de opinión pública guardaba aún unsupuesto de matriz claramente "premoderna" Sólo tras la independenciahabría de quebrarse también este supuesto, dando verdaderamente lugara la emergencia de lo que podemos llamar elconcepto jurídicoC'moderno'')
de opinión pública.Para Fernández de Lizardi, el pueblo portaba colectivamente una suerte
de saber intuitivo, tenía un acceso inmediato a la Verdad, la cual resultaría manifiesta, al menos para aquellos cuyo entendimiento no se encontraba ofuscado por las tinieblas de las pasiones personales. "La Verdad esSeñora, pero muy familiar con todo el mundo", le confiaba ésta, sin el menorpudor, a ElPensador; "yo bien deseo que todos me vean, me conozcan, metraten y me amen; para esto me hago demasiado visible" (ibid.: 464). Lavisibilidad de las normas sociales de conducta derivaba, en última instancia, de su apriorismo. La Verdad, las máximas fundamentales de moralidaden que descansa la comunidad, se imponía a sus miembros, al igual que losdogmas de la religión a los creyentes, corno algo dado; su establecimientono suponía elección alguna ni reflexión, ya que ésta se mostraba a sí mismaa quien quisiera verla. No cabía aquí diversidad de pareceres: sólo existíanquienes conocían laverdad y quienes la ignoraban. En definitiva, para dichoautor el universo ético se encontraba en la misma relación de trascendencia respecto de la sociedad que tenía elpoder en el antiguo régimen.
Roto elvínculo colonial, este presupuesto se tornó insostenible. La sociedad civil se convirtió entonces, de ámbito de la unidad moral, en espaciode disenso. Y esto quebraba la idea de la transparencia de la Verdad. Laoscuridad abandonaba así su reducto en el ámbito privado para abrazartambién el espacio público, frustrando toda posibilidad de un orden polí-
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tico estable. La reformulación del concepto de opinión pública que realiza la generación subsiguiente de pensadores toma ya como su punto departida esta idea de la relativa oscuridad de la Verdad. Para pensadorescomo Mora, ésta, sin embargo, lejos de aparecer como destructiva de todaposibilidad de funcionamiento estable del ordenamiento institucional secular, será justamente la que abra las puertas al progreso humano:
Si fuese tan fácil aprender como ver, el estudio perdería todo su valor.Esnecesario que una especie de oscuridad y de barreras fuertes nos hagansentir el gozo y el honor de disipar la una y allanar las otras. La virtuddejaría de excitar nuestro interés, nuestra veneración, nuestro entusiasmo, si no tuviese que vencer a las pasiones, y luchar contra la desgracia (Mora, 1830: 42).
Encontramos aquí un primer punto de inflexión a partir del cual habríade desplegarse un nuevo lenguaje político. La Verdad ya no resulta inmediatamente visible, ni la virtud un mero dato, sino algo que debe lograrseesforzadamente, en su lucha permanente contra las certidumbres aceptadas atávicamente. La opinión pública deja, en fin, de aparecer como la premisa para convertirse en un resultado de la politikii(entendida corno publicidad): es ésta la que eleva la opinión puramente subjetiva (doxa) aconvicción racionalmente fundada (ratio), convierte la mera opinión enopinión pública ("la opinión pública -decía El Obscrvador- es la vozgeneraldetodoun puebloconvencido de una verdad, quehaexaminadopor mediode la discusión") (Mora, 1828: 370).
Se incorpora de este modo un nuevo ámbito a la política.Son los propios sujetos los que deben dictarse a sí mismos, por medio de deliberaciones colectivas, las normas que habrán de regir su vida comunal. llegamos así a la segunda redefinición fundamental que se produce en elconcepto liaardiano, y que señala su verdadero punto de fisura. La ideade la inmanencia de las normas (la inexistencia de Dios o de autoridadsuperior alguna que pueda conferirlas), que abre las puertas a la politización de la propia esfera pública (en el concepto lizardiano la política, comovimos, se veía reducida a una cuestión, en última instancia, puramenteética), condensa el núcleo problemático inherente a todo sistema degobierno postradicional (y que, en definitiva, ninguna teoría política habráde resolver).
En efecto, el aspecto crucial que la crisis abierta tras la independenciaplantea es que ésta resultaría demoledora no sólo del supuesto de la transparencia de las normas que gobiernan la sociedad, sino también de la idea
TRES ETAPAS DE LA PRENSA pOLíTICA MEXICANA DEL 51GLO XIX I 235
de su trascendencia (obietividad). El Plan de la Constitución politica de laNación Mexicana expresa esto claramente:
A la época en que una nación destruye el gobierno que la regia, y establece otro que la subrogue, los pueblos, viendo que son obra suya lascreaciones políticas, comienzan á sentir sus fuerzas, se exaltan y vuelven dificilessu administracion. Lasvoluntades adquieren un grado asombroso de energía. cada uno quiere lo que juzga mas útil: todo tiende ála división, todo amenaza destruir la unidad (Briseño Senosiain, Sola
res Robles y Suárez de la Torre, 1985: 87).
El modelo jurídico (t'moderno") de la opinión pública nace, en fin, de la
crisis de aquel doble supuesto en que descansaba el concepto que Pcrnández de Lizardi tenía de la misma: la transparencia y la trascendenciade los valores y las normas. No obstante, el mismo contendrá una ambigüedad inherente. Presupone todavía, de hecho, la idea de una Verdad (la"verdad del caso"), que no es otra que aquel conjunto de principios yvalores fundan tes de la comunidad dada, su nomos constitutivo. Éste,como decía Aristóteles en su Retórica (I354a-b), no puede él mismo volverse materia de controversia sin que la comunidad dada se destruyacomo tal; se encuentra, pues, en una relación de trascendencia respectodel campo de la "opinión pública". En efecto, privados de una Verdad, eljuego de las interpretaciones se prolongaría de manera indefinida sinun anclaje de objetividad que permitiera asirlas y alcanzar eventualmenteun consenso asumido de manera voluntaria. Sin embargo, una vez quese instala el antagonismo en su seno, escindido el campo de lo social enfacciones mortalmente enfrentadas, elEstado ya no podrá asumir la tareade articular la totalidad comunal sin traicionar su imagen de neutralidad(es decir, sin convertirse en gobiernode partido), pero tampoco esta Verdad podrá arrojarse al ámbito de la publicidad sin convertirse en sucontrario, es decir, sin volverse de fundamento comunal en fuente ellamisma de controversias; en fin, sin politizarse. Su institución supondrá,pues, la delimitación de un cierto campo de saber que se recorte del restode la sociedad, conformando un ámbito social paradójico, que no es,sin embargo, una instancia suya, que se encuentra en una relación de pliegue: inmanente y trascendente a la vez a losocial(al reino de la "opinión").De allí la naturaleza ambigua y problemática de la figura del intelectualpúblico (el publicista). Éste designa un lugar paradójico; es, en últimainstancia, el índice de su propia imposibilidad, que no es sino expresiónde otra imposibilidad aun I11i.Ís radical: la de toda comunidad postradicio-
236 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
nal, privada ya de toda garantía trascendente, de constituirse plenamentecomo tal.
El modelo de publicista que encarna Ignacio Ramírez surge, precisamente, del socavamiento del conjunto de idealizaciones en que este concepto "jurídico" de la opinión pública se sostenía (que determinará, a suvez,la quiebra de la idea de totalidad social articulada en torno de una Verdad). Loque se pondría entonces en cuestión es la existencia misma de unaopinión pública. Para Ramírez, lo que se observa en la práctica es una diversidad de opiniones particulares, ninguna de las cuales puede reclamar parasí la representación legítima de la voluntad general:
Podemos también asegurar que hay opiniones públicas diversas, que lashay contrarias, y finalmente, que algunas de ellas no tienen eco maslejano que la voz de un pollino del rancho donde suena ... Siendo estoasí: ¿sedeberá respetar la opinión pública? ¿Cuál de tantas, deberá respetarse? (Ramírez, 1984-1989: 277-278).
Llegada a este punto) la cuestión resultaría indecidible; determinar cuálde todas era la que verdaderamente representaba la opinión pública sevolvería ella misma también una cuestión de opinión:
Mientras el órgano oficial se esfuerza en persuadir a la opinión pública,que la opinión pública está por el gobierno, nosotros daremos sobre laopinión pública en general nuestra opinión privada, dejando a cada unoen particular, que opine sobre la misma opinión y sobre el gobierno,como se le antoje (ibid.: 277).
El espacio social entonces se desgarra, albergando pluralidad de opinionesy de interesesparticularesque no pueden reducirsea una racionalidadcomún.y ello replantea la cuestión relativa a los modos de articulación de lo social.La totalidad comunal no se organizará ya, pues, a partir de una Verdadunificada, sino de un biencomún que surge de la mutua compatibilizaciónde pluralidad de interesesy voluntades. Su principio de unidad ya no seconstituye discursivarnente, sino estratégicamente) supone una acción materialoperada sobre elcuerpo social.Elámbito público seconvierte de este modo,de un foro para el debate de ideas, en una suerte de campo de intervenciónpara la definición de las identidades subjetivas colectivas.El uso público delas palabras asumirá, en fin, la forma de una acción proselistista.
Esto supondrá un desplazamiento conceptual de fundamental importancia. En efecto, lo que se descubre entonces es que para que surja una
TRES ETAPAS DE LA PRENSA pOLíTICA MEXICANA DEL SIGLO XIX I 237
opinión pública es necesario conformar antes el sujetode la misma, constituir una sociedad civil.El desplazamiento del foco de la opinión hacia lasociedad civil redefinirá de manera radical la función del escritor públicoy los modos de ejercerla. Esta reformulación puede definirse, en términosde géneros retóricos, como un tránsito que lleva de una idea de la esferapública que la imagina a partir de las pautas de la modalidad retóricadeliberativa-forense, a otra articulada en función de un concepto oratorio de matriz epideíctica.
El género epideíctico (la tercera de las formas en que tradicionalmentese dividía la oratoria) se asocia, en efecto, con un concepto de la acciónpolítica como orientada a la conformación de las identidades subjetivas,dentro de un sistema que ofrece -y confronta-distintas definiciones alternativas posibles de las mismas, mediante procesos en los cuales la apelación a factores no racionales -tales como alentar el orgullo, provocar vergüenza, etc.- resulta aun más decisiva que la argumentación racional (véaseKennedy, 1963: 153 y ss.). En la tradición clásica, éste se convertiría en ungénero "sospechoso", en la medida en que se orientaba a movilizar a laaudiencia despertando sus instintos y sus emociones, antes que dirigirsea sus facultades intelectuales, en fin, que se encontraba más estrechamenteconectada con elpathos que con el lagos. Sin embargo) como señalan hoylos estudiosos de la tradición retórica clásica (véase Beale, 1978: 225), losdiscursos epideícticos cumplirían un papel crucial en la identificación yla transmisión de los valores -nomos- que, supuestamente, constituían auna comunidad dada. En los discursos fúnebres (que es el tipo más característico de este género), los individuos se convierten en tipos que encarnan valores que la sociedad particular aprecia como tales. Ésta puede versea sí misma reflejada en ellos e identificarse entonces como tal. De allí lafunción constitutiva de sentidos de comunidad de dichos discursos. Elorador fúnebre no se dirige, pues) a una audiencia preconstituida, sino que letoca a él mismo conformarla como tal en la propia acción oratoria.
El tipo de acción periodística que entonces surge, entendida como instrumento de intervención práctica, puede también ser inscrita dentro deesa lógica que podemos llamar proselitista -como decía Francisco Zarco(1829-1869), «la misión del periodista) por más pretencioso que pueda sonar,es no sólo la de expresar las opiniones [sino la de1conducir a la opiniónpública"- (Zarco) 1857: 1). Esto suponía ya cierta conciencia por parte dela élite local respecto de 10 que nosotros llamaríamos la "performatividad"de la palabra, esto es, de que las palabras son acciones, inciden materialmente en la realidad. El periodismo aparecerá así corno un modo de discutir y al.mismo tiempo de hacerpolítica. La analogía que en esos años se
23 8 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA. LATINA
populariza y que asocia los medios de prensa con las banderas en los cam
pos de batalla ilustra esto. Las banderas, se señala, no tienen meramente
la función de representar las fuerzas en pugna, sino que reúnen materialmente a los ejércitos en los combates. Lo mismo ocurría con la prensa enel terreno de las batallas políticas. Ésta no "representa" a una "opinión
pública" preconstituida, sino que cumple un papel fundamental en la definición de las identidadescolectivos, permitiendo a los sujetos identitica~se
como miembros de una determinada comunidad de intereses y valores.Sin embargo, esta acción política no se pensaba como emanando de una
instancia colocada por fuera de la propia sociedad. En última instancia, la
prensa encarnaría el modo básico de autoconstitución de lo social, el trabajo de la sociedad sobre sí misma:
La prensa -decía hacia esos mismo años el argentino Bartolomé Mitre
(1943: 117)~ es el primer instrumento de civilización en nuestros días, y
ha dejado de ser un derecho político, para convertirse en una facultad,
en un nuevo sentido, en una nueva fuerza orgánica del género humano,su única palanca para obrar sobre sí mismo.
Se consolida así un nuevo régimen de la palabra escrita que atraviesa la dis
tinción entre acción material y acción simbólica. La figura del escritor público
deja de aparecer meramente como la del portador de un saber y pasa a aso
ciarse estrechamente a un conjunto de dispositivos intrasocietales, que exceden el plano estrictamente deliberativo de conformación de una "opinión
pública", por los cuales la sociedad toma su consistencia. Y esto nos con
duce a una última consideración respecto de la naturaleza de la figura del
publicista, a cierta ambigüedad que define y atraviesa su espacio social.
EL PUBLICISTA, LOS ORÍGENES DEL ESPACIO PÚBUf:O MODERNO
y sus AMBIGÜEDADES
Siguiendo cierto modelo estándar que concibe la modernización como un
proceso de autonomización creciente de esferas de sociabilidad, esta con
fusión de ámbitos de realidad, la colusión entre política y saber que se
encarna en la figura del escritor público suele ser interpretada como reveladora de un proceso aún incipiente de modernización social. Constitui
ría una formación híbrida o transicional respecto de un tipo ideal de inte
lectual que sólo se impondrá más tarde. Esto coincide con cierta visión que
TRES ETAPAS DE LA PRENSA pOLíTICA MEXICANA DlL ~llíLO XIX I 239
los propios contemporáneos tenían de sí. Un observador agudo de la socie
dad y la cultura mexicanas de mediados del siglo XIX observaba ya estedéficit. Según sen alaba el español José Zorrilla (1955: 68)
De las dos clases de ingenios que producen las carreras literarias, es decir:
los hombres de fe y de independencia que hacen su profesión de las letras,
y los de talento literario positivo, pero que aplicándole a la política, ganan
honrosamente por él merecida consideración y acomodada posiciónsocial, México solo ha producido de los segundos. Prieto, Lafragua, Car
pio, Payno, Pesado y otros, han debido a su reputación literaria el haber
llegado a ser ministros, diputados, embajadores, etc., pero ¿dónde está
el poeta mexicano, que cantando con fe a la hermosura, la gloria, la nacio
nalidad de su patria, se ha hecho con ella popular, y ha obligado con ella
a aplaudirlo, a los editores a comprarle sus manuscritos, a los teatros a
franquearle la escena y a los gobiernos a respetar su independencia, comoBretón y Larra en España, como Victor Hugo y Dumas en Francia?
Ignacio Altamirano (1834-1893) destacó, a su vez, cómo esta confusión de
esferas, la introducción de consideraciones extrañas a su ámbito, frustraría
su proyecto de articular una república de las letras, esto es, de recortar una
especie de campo neutral en el que los intelectuales mexicanos pudieranreunirse y valorar mutuamente su dotes de tales con independencia de sus
diferencias sociales, ideológicas, ete. "Aquél grupo de entusiastas obreros
-señaló luego con desazón- fue dispersado por el huracán de la política"
(Altamirano, 1986: 29). Esa perspectiva coexistirá, sin embargo, con una
visión opuesta. A lo largo del siglo XIX, la modernidad va a concebirse, de
hecho, como inescindiblemcnte asociada con la emergencia de un conjuntode nuevos medios de interlocución entre el escritor y su público, que per
mitirán a las ideas abandonar elclaustro o elgabinete del estudioso y con
vertirse en una fuerza social activa, impregnando así los más diversos ámbi
tos de la vida pública. La figura del publicista encarnaría, precisamente,
este nuevo régimen de la palabra. Desde esta otra perspectiva, la confusión
de esferas antes señalada no significaría ningún defecto o falla en el pro
ceso de modernización social sino, por el contrario, señalaría su rasgo máscaracterístico. Dicha figura, en fin, no representaría meramente un estadio
transicional en la realización de otro modelo de intelectual moderno que
luego emergerá, sino que constituiría su expresión más pura y acabada.
Esta ambigüedad puede verse incluso en el propio Altamirano. Con la
modernidad, dice, la literatura de ficción, convertida en novela, cobra
una dimensión desconocida para los antiguos:
240 I HISTORIA OE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA
La novela hoy ocupa un rango superior, y aunque revestida con las galasy atractivos de la fantasía, es necesario no confundirla con la leyendaantigua, es necesario apartar sus disfraces y buscar en el fondo de ellael hecho histórico, el estudio moral, la doctrina política, elestudio social,la predicación de un partido o de una secta religiosa: en fin, una intención profundamente filosófica y trascendental en las sociedades modernas. La novela hoy suele ocultar la biblia de un nuevo apóstolo el programa de un audaz revolucionario (Altamirano, 1986:39).
Es que ella abre hoy campos inmensos a las indagaciones históricas, yes la liza en que se combaten todos los días las escuelas filosóficas, lospartidos políticos, las sectas religiosas; es elapóstol que difunde elamora lo bello, el entusiasmo por las artes, y aun sustituye ventajosamente ala tribuna para predicar el amor a la patria, a la poesía épica para eternizar los hechos gloriosos de los héroes, y a la poesía satírica para atacar los vicios y defender la moral (ibid.: 48).
Su surgimiento, por otra parte, está estrechamente ligado al del periodismo.Ambos géneros son, en definitiva, consustanciales al desarrollo de mediosmasivos de edición:
Ciertamente -decía-la imprenta ha sido la verdadera madre del periodismo y de la novela. [... ] Los otros géneros de literatura pudieron vivirfácilmente sin la imprenta. [... ] Solamente la novela no podía vivir así,y necesitaba de la imprenta para su desarrollo (ibid.: 40-41).
En todo caso, esta ambigüedad -la coexistencia de dos ideales, en principio, opuestos de modernización social y política- no puede atribuirse simplemente a una falta de madurez del medio local o a una incomprensióndel ideal de modernidad. Considerarla así conduce a velar aquel aspecto-crucial, a mi entender- que la misma hace manifiesto: hasta qué puntola emergencia del intelectual moderno, si bien conlleva la delimitacióndel ámbito del saber respecto de la política, supone también un fenómeno previo (y, en un sentido, contradictorio con aquél) por el cual ésteva a cobrar una capacidad nueva de dirigirse a la sociedad y así su prédicaganar una dimensión política desconocida hasta entonces y sencillamenteimpensable en elantiguo régimen (yque lo distingue, a su vez,del"experto").Cabría así más bien decir que el espacio de surgimiento del intelectualpúblico se abre a partir de la arista formada por la intersección entre estasdos tendencias contradictorias. De allí las dificultades para definirlo, pues
TRES ETAPAS DE lA PRENSA pOLíTICA MEXICANA DEL SIGLO XIX I 241
no referiría a ninguna sustancia, no lo identifica ningún conjunto de rasgas que puedan fijarse conceptualmente, sino que indica, básicamente,un problema (la articulación de un determinado modo de accionar político que, para ser efectivo, debe, al igual que otros, negarse como tal e inscribirse en el horizonte de una razón objetiva e impersonal; la delimitación de una esfera de publicidad inmanente y trascendente a la vezal ámbitode la opinión); señala, en fin, una inflexión local de una aporética genérica moderna (inherente a todo orden postradicional), en cuyos orígenesla figura del publicistapermite internarnos e indagarla.
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Los hombres de letrashispanoamericanos y el procesode secularización [l800-1850)Annick Lernpériere
INTRODUCCIÓN
Entre las cuestiones clave planteadas por las mutaciones culturales queacompañaron la revolución política de la primera mitad del siglo XIX enHispanoamérica, la del papel desempeñado por la religión y la Iglesia enla vida política, social y cultural de los regímenes republicanos ocupa unlugar destacado. En este artículo nos interesa elucidar cómo los hombresde letras protagonizaron y pensaron el proceso de secularización en función de su especificidad como grupo social.
Ahora bien, ¿en qué consistía la especificidad de los hombres de letrascomo grupo social? Dicho muy sencillamente, eran los poseedores y/o loscreadores de los conocimientos cultos y de los artefactos literarios propios de su tiempo y de las sociedades en que vivían. Dedicaban una parteo la totalidad de su actividad a adquirirlos y a discutirlos (fuera o na enun sentido crítico), y, en la medida de lo posible, buscaban transmitirlosa las nuevas generaciones, difundirlos en el público y conferirles una utilidad social o política. Como grupo social, no se distinguían sólo por surango o por sus rentas, sino también por su funcionalidad y sus conocimientos, así como por las instituciones en las que se desempeñaban. Lasvariables a través de las cuales examinaremos el modo en que se planteóen su caso específico la secularización, entendida como proceso y comoproblema, serán, por lo tanto, sus prácticas de sociabilidad, los espacios ylas instituciones de que disponían para transmitir y difundir sus producciones culturales (que no se limitaban a las ideas), y su actividad reflexivasobre sí mismos y sobre su entorno social y cultural.
Sin embargo, hay que considerar una variable adicional que envuelvetodas las demás: la variable temporal. En efecto, entre fines del siglo XVIII
y mediados del XIX, Hispanoamérica sufrió mutaciones objetivas de tal
HOMBRES OE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECULARIZACiÓN (1800-1850) I 243
amplitud que ningún grupo social pudo pretender atribuirse la responsabilidad o el origen de su advenimiento. Setrata del derrumbe de la monarquía española, de la revolución política y de las luchas independentistas,acontecimientos que, entre 1808 y 1825,desembocaron en la creación de lasnaciones hispanoamericanas. Se trata, pues, de un antes y un después:una ruptura política innegable e irreversible, que separa el tiempo de lamonarquía de la era republicana (Guerra, 1992).
¿Dónde y cómo interviene la variable temporal? En primer lugar, en laépoca de la revolución la búsqueda de argumentos capaces de proporcionar legitimidad a la emancipación de la metrópoli implicó una rupturasimbólica con el tiempo anterior a la propia revolución. Este pasado fuedefinido como monárquico, inquisitorial y colonial, o sea como una triple sujeción que, una vez lograda la independencia, se volvió una herencia indeseable por esos tres motivos. Sin embargo, en la medida en quelos regímenes republicanos se fundaron en el principio de la soberaníadel pueblo, se confirió al catolicismo, en calidad de religión del pueblo, elprivilegio constitucional de ser la religión exclusivade la nación cuyo cultoera protegido por el Estado. Ello creó una tensión, que fue creciendo a lolargo del tiempo, con la idea de que la emancipación había sido elcomienzode una nueva era. En segundo lugar y con respecto a los hombres de letras,la revolución política afectó profundamente a su perfil sociológico y a susprácticas culturales. Además, en el lapso de este medio siglo se sucedierony convivieron más o menos tres generaciones de hombres de letras quetuvieron percepciones muy diferentes entre sí del alcance y de la significación de la ruptura con el pasado. Ahora bien, a diferencia de lo que ocurrecon la mayoría de los grupos sociales,nuestros conocimientos sobre su historia como grupo social, sobre su actuación en la historia de su tiempo,sobre su relación con el pasado, el presente y el futuro derivan en gran partede lo que ellos mismos escribieron acerca de sus percepciones e interpretaciones de los acontecimientos y de los cambios. A ello se añade el hechode que los historiógrafos de fines del siglo XIX y numerosos historiadoresprofesionales del siglo xx se consideraron a sí mismos como sus herederos espirituales y, a menudo, escribieron sobre ellos con el afán de afianzar su propia genealogía intelectual y cultural, progresista y secularizada.
En suma) la variable temporal remite al hecho de que los grupos sociales, o sus individuos, no sólo viven en el tiempo, sino que también construyen una relación con el tiempo -el pasado, el presente y el futuro-,una relación que, por cierto, cambia constantemente de signo y de significado. Los hombres de letras que nos ocupan no escapan de este fenómeno. Más aun, en aquella época la construcción de su relación con el
244 I HiSTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
pasado y con el futuro fue una dimensión clave e íntima de su protagonismo en el proceso de secularización. Y, probablemente, éste es el mayordesafío al que se enfrentaron los hombres de letras de la primera mitaddel siglo XIX: secularizar su propia relación con el pasado, condenándolohasta donde fuera necesario para volver plausible la invención de una genealogía cultural que les permitiera arraigarse en las "luces del siglo" y en la
"civilización moderna".
SECULARIZACIÓN, CIVILIZACiÓN Y SOCIABILIDAD
El concepto de secularización cubre un elenco de hechos y de procesos históricos de gran complejidad, que revisten múltiples dimensiones -sociales,políticas, culturales y, obviamente, religiosas-o La definición de la secularización como "desencantamiento del mundo" (Gauchet, 2005) remite a
sus rasgos propiamente filosóficos, útiles aquí en cuanto dibujan, a granescala, lo que está en juego desde el siglo XVIII cuando se habla de la religión y de las creencias en términos de una cosmovisión culta, de desafíospolíticos y de imaginarios colectivos.En este sentido, "secularización" abarcadesde la desvinculación entre la política y la religión (la soberanía delpueblo en lugar del origen divino del poder) hasta el afianzamiento de lacosmovisión que imagina la sociedad como el producto artificial de unaasociación contractual entre los individuos que la componen, en lugar deser el reflejo de la creación o de un orden natural; desde la afirmación de lapreeminencia de la razón sobre la autoridad y la tradición, por consagradas que éstas sean, hasta la creencia en la perfectibilidad del hombre; desdela reivindicación de la felicidad en este mundo antes que en el más alláhasta la aceptación del pluralismo religioso y la privatización e indivi
dualización de las prácticas del culto.Ahora bien, los hombres de letras no tenían a su disposición la pala
bra "secularización", ya que ésta aún pertenecía ex oficio al vocabulariode las instituciones eclesiásticas (un fraile, por ejemplo, se secularizabacuando abandonaba su orden religiosa para volverse miembro del clerosecular). Sin embargo, plasmaron el concepto mediante el uso muy difusode otros dos: "civilización" y "sociabilidad". Durante siglos, la «civilidad"o "policía cristiana" ocupó el lugar del concepto de civilización en la mentede las élites cultas. Fue a partir del siglo XVIII cuando la palabra "civilización" se impuso para significar un variado abanico de concepciones acercadel devenir terrenal de las sociedades humanas. Era "civilización" el de-
HOMBRES DE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECULARIZACiÓN (18DO-18S0) I 245
sarrollo de las artes, de las manufacturas, del comercio y del lujo; el crecimiento y el refinamiento de las prácticas de sociabilidad; la concienciahistórica de vivir un presente cada vez más alejado de las preocupaciones del pasado y disponible para un porvenir de progresos infinitos apoyados en la razón, la voluntad y el avance de los conocimientos científicos. Como corolario de ese conjunto de representaciones, originariamentepropias de los europeos cultos sobre sí mismos, vino la jerarquización delos pueblos y de las naciones en una suerte de escalafón en cuya cima unpuñado de países europeos ocupaba el primer rango.
Si bien desde fines de la época colonial se actualizaron todas estas significaciones en el pensamiento de los hombres de letras hispanoamericanos, se entabló una relación privilegiada entre "civilización" y"sociabili
dad". La sociabilidad, o sea la propensión supuestamente natural de loshombres a juntarse para vivir y actuar, asume formas históricas muy diversas según las épocas. Desde diversos ángulos teóricos de índole liberal,ya sea a partir de Tocqueville o de Habermas, los historiadores de las mutaciones políticas y culturales propias de la modernidad euroamericana(Agulhon, 1984; Forrnent, 2003; Furet, 1976; González Bernaldo, 2000;
Guerra, 1992; Guerra y Lernpériere, 1998) han historizado el concepto desociabilidad identificando el surgimiento, durante los siglos XVIII y XIX,
de nuevos tipos de asociaciones y de reuniones que descansaban, al menosidealmente, en principios inéditos de convivencia social. Laadhesión voluntaria de los socios, la igualdad del trato entre los mismos independientemente del origen y de la posición social de cada uno, el uso de la razónmediante la discusión sobre las producciones culturales y los asuntos políticos, la publicidad y la diversidad de las opiniones, incluso religiosas, todosestos comportamientos contrastaban con la organización social, las cos
tumbres y la religiosidad propias del antiguo régimen.Principales protagonistas de los cambios en las formas de sociabilidad
durante este medio siglo, los hombres de letras hispanoamericanos lasconsideraron como los puestos avanzados de la "civilización" en mediode la barbarie, y corno otros tantos espacios de aprendizaje y difusión delas "luces"."Civilización", "luces" y "sociabilidad" formaron así parte íntegrante del ideario y del imaginario liberales. Designaban de manera sintética un abanico de proyectos y voluntarismos progresistas, pero también de realizaciones y creaciones en el campo del asociacionismo, de laprensa, de la educación, todos ellos orientados hacia una meta: alcanzarel nivel de cultura atribuido a las supuestas "naciones civilizadas'; es decir,
Francia e Inglaterra. Junto con la educación, la sociabilidad fue un dispositivo clave de la estrategia de "reforma social" o de "reforma de las cos-
246 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
tumbres" que permitiría llegar al estado civilizado (Forment, 2003). Porlo mismo, su presencia o ausencia se volvió un criterio para evaluar elgrado de civilización alcanzado. Como trasfondo del éxito de estos conceptos yacía la convicción de que, en Hispanoamérica, la cultura de lasélites sociales y las costumbres del pueblo delataban su "atraso" en comparación con las naciones civilizadas. La modernización de la enseñanzasuperior, la expansión de la educación popular, e! saneamiento y la racionalización de las creencias y del culto y, según los ideólogos más radicales, el confinamiento del clero dentro de los estrictos límites de sus templos, fueron considerados como condiciones imprescindibles para alcanzarla civilización moderna.
GENERACIONES INTELECTUALES Y GENEALOGÍA CULTURAL
DE LAS REPÚBLICAS HISPANOAMERICANAS
En un artículo donde examinaba las condiciones del surgimiento del "intelectual moderno", el historiador argentino Tulio Halperin Donghi (1982) distinguió, para el caso hispanoamericano, varios tipos transitorios e híbridos de hombres de letras: el rioplatense Deán Funes (1749-1829), "letradoentre dos mundos", y su homólogo novohispano Fray Servando Teresa deMier (1765-1827), quien "nace del letrado colonia!"; Manuel Belgrano (1770
1820), "ya el intelectual de un mundo nuevo"; por fin aparecería, "sólo amediados del siglo",con Sarmiento (1811-1888) y sus compañeros de generación, "el nuevo tipo de intelectual, que 10es ya más plenamente de lo quelo había sido el letrado colonial". Halperin Donghi dejaba entender que, delletrado del antiguo régimen al intelectual moderno, se trataba de unaevolución globalmente lineal y unidimensional en la que, sin embargo, destacaban fuertes personalidades: Belgrano, o Sarmiento, habrían encarnadohitos cualitativos en la progresiva conformación del "intelectual moderno".De esta propuesta retornaremos aquí la identificación intuitiva de tres generaciones de hombres de letras que llamaremos, respectivamente, por lasfechas de nacimiento de sus componentes: la generación de las Luces, yamadura en 1810; la generación de la Revolución, que en algunos casos individuales participó en ella pero que se distinguió sobre todo por su contribución a la organización institucional y cultural de las nuevas naciones;la generación de Jos años J840, o de! momento democrático, que sin haberconocido el antiguo régimen o siquiera la revolución y las guerras de losaños 1810, se encontró en la situación de fijar un ojo crítico sobre dos déca-
HOMBRES DE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECULARIZACiÓN (1800-1850) I 247
das de gobierno independiente mientras tenía elotro clavado en los "progresos" de las naciones civilizadas de ultramar.
Los letrados de fines de la época colonial y los publicistas de la eraindependiente compartieron por 10 menos un rasgo común: el monopolio de la palabra escrita e impresa fue a lo largo del período el sustratoimprescindible de su pretensión a ejercer un magisterio sobre la sociedad. No obstante, los hombres de letras sufrieron notables mutacionessociológicas a la par que cambios trascendentales en sus prácticas de sociabilidad. Bajo la monarquía, los letrados clásicos eran "doctores", "licenciados" y "bachilleres" en teología, en jurisprudencia o en "ambos derechos",civily canónico. No pocos de ellos eran clérigos seculares o regulares,y todos estaban vinculados profesional y culturalmente a un conjunto deinstituciones corporativas: universidades y colegios, cofradías y congregaciones devotas, cabildos civiles y eclesiásticos. Ahora bien, el proceso detransición, iniciado antes de la revolución, se expresó por medio de unnuevo léxico. A fines del siglo XVIII, los hombres de letras que se involucraron en actividades novedosas en aquel entonces -la publicación de gacetas, la creación de academias o de sociedades económicas- empezaron aautodcnominarse "sabios", "ilustrados", "publicistas", "escritores públicos"o "políticos". A estas denominaciones correspondían no sólo modos dis
tintos de oficiar y de insertarse en la sociedad circundante, sino tambiénconcepciones inéditas sobre cuáles eran los conocimientos más útiles alEstado y a la sociedad, cómo se debían jerarquizar los valores de autoridad,fe y razón, cuáles eran los criterios del accionar social civilizado. Llegadala era republicana, los sabios ilustrados, todos publicistas pero ya no todos"doctores", se congregaban en los institutos públicos de enseñanza y enlos gabinetes de lectura, en las imprentas de los periódicos y en las tertulias de los cafés,en las sociedades literarias o científicas y, a veces,en los salones literarios, otras tantas instituciones que ellos mismos habían creado,con o sin el apoyo de los gobiernos pero dentro del marco constitucional ylegalque estipulaba las condiciones de libertad de imprenta y de asociación.
Con el cambio de "doctores" a "sabios ilustrados", pasaron a pensarse,de manera distintiva, como vanguardistas en su modo de concebir los VÍnculos sociales, y librados de las "preocupaciones" del vulgo ignorante y de laplebe sometida a los dictámenes de la más rancia superstición. Consideraron que su vocación propia era elejercicio de un magisterio sobre el pueblo con el propósito de reformar sus costumbres y civilizarlo. El chocantee!itismo de estas convicciones era, por cierto, plenamente asumido, y semantuvo como un rasgo sobresaliente de las élites culturales hasta bien
entrado el siglo xx.
248 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
Por lo general, los historiadores del siglo xx asumieron -pues así lo plan
tearon sus antecesores de fines del siglo XIX- que hacia 1830, 1840 °1850,
los jóvenes hombres de letras nacidos durante la revolución o un poco des
pués se ubicaban a sí mismos dentro de una genealogía intelectual y cul
tural bien definida, orientada por el progreso continuo de las "luces" den
tro de su propia categoría social. Así, identificaron claramente a sus"precursores" como los gérmenes y los promotores de la emancipación cul
tural y política que sobrevendría a raíz de la revolución y de las luchas inde
pendentistas. Pero, en realidad, no sucedió así. Aunque las tres generacio
nes identificadas más arriba llegaron, a través de no pocos de sus integrantes,
a coexistir físicamente durante dos o tres décadas después de las indepen
dencias, nunca formaron un conjunto homogéneo. Ni siquiera encarnaron una sucesión armoniosa en la que los más jóvenes habrían ostentado
una respetuosa devoción hacia sus mayores inmediatos. Los hombres de
letras de las distintas generaciones diferían entre sí en cuanto a su sensi
bilidad política y, también, a su percepción de los vínculos que los unían
al pasado. Yasea que se trate de sus sentimientos de filiación intelectual, o
de su respectiva relación vital e ideológica con la época anterior a la revo
lución, o simplemente de su conocimiento práctico de esa época, existían
brechas que sólo fueron colmadas décadas más tarde por los hombres dela tercera generación, ya en su madurez, o bien por las generaciones siguien
tes. Esa reanudación del vínculo simbólico entre el antes y el después de
la revolución, que trasformó la era republicana en porvenir del pasado
colonial, coincidió con el triunfo hegemónico de la historiografía elabo
rada por los liberales vencedores en las luchas políticas postindependen
tistas. Ellos fueron quienes construyeron la narración ya del todo secula
rizada, de corte whigy progresista, que en su tratamiento del pasado colonialenfatizaba cualquier señal cultural o social que se supusiese anunciadora
y portadora de progresos y adelantos ulteriores, y quienes por tanto iden
tificaron a todos los precursores necesarios para la construcción de una
genealogía cultural de las naciones republicanas.Hasta mediados del siglo XIX,la percepción del pasado por parte de los
hombres de letras fue, por el contrario, muy heterogénea. La generación
de las Luces y la siguiente habían sido educadas y habían iniciado su vida
adulta y sus actividades de hombres de letras en el pasado monárquico
católico. Vivieron también la experiencia de la ruptura política con la monar
quía, y muchos de sus componentes participaron en los acontecimientos
revolucionarios y bélicos. Los que sobrevivieron pudieron percibir con bas
tante claridad, llegada la era independiente, el alcance de los cambios a lavez que la amplitud de las continuidades. Aunque lo lamentaran, sabían
flOMBRES DE LETRAS fllSPANOAMERICANOS y SECULARIZACIÓN (1800-1850) I 249
que la incompletitud de la revolución, desde el punto de vista social ycultural, era un hecho contra el cual era inútil rebelarse. Por lo tanto, opta
ron por una actitud al mismo tiempo crítica y prudente con respecto a las
costumbres antiguas, cuya vigorosa persistencia justificaba el lento gra
dualismo de las reformas y el carácter sociológicamente restrictivo de la
participación política en los nuevos regímenes republicanos.No fue así para quienes, como el ya citado Sarmiento u otros más jóve
nes como los integrantes de la "Generación del 42" en Santiago de Chile,llegaron a la edad adulta en las décadas de 1830 y 1840. Ellos presenciaron
un mundo que les resultaba incoherente e ininteligible: el mundo de las
repúblicas católicas, en las que el legado del pasado se estaba fragmentando,
estaba perdiendo su coherencia pero sin dejar de estar presente y, según
ellos, de estorbar la marcha hacia el porvenir y la civilización. Esta gene
ración fue la que, sea en Chile, en el Río de la Plata o en la Nueva Granada, entabló más radicalmente la lucha cultural e ideológica en contra del
pasado, ei "coloniaje cultural" y sus secuelas. En calidad de causa inmediata
de! atraso cultural en el presente, e! pasado encarnó la nefasta asociación
entre el despotismo monárquico y el catolicismo. En efecto, el pasado
gravitaba sobre el presente bajo la forma de costumbres y hábitos que
enajenaban la capacidad del "pueblo" para volverse el sujeto político de
repúblicas auténticamente modernas y elprotagonista de su progreso mate
rial y cultural.La invención del "coloniaje cultural" (la expresiva fórmula fue forjada
por un joven liberal chileno en los años 1840), concepto que se volvió obse
sivo en la nueva generación de la década de los cuarenta, fue una manera
de rebasar la inevitable decepción ocurrida al constatar que la emancipación política no había sido suficiente para cambiar las costumbres del pue
blo y volverlo acreedor del uso de sus derechos políticos. "Costumbres", o
sea: falta de instrucción, ignorancia de la ley civil y deferencia hacia la auto
ridad clerical, confusión entre moral pública y moral religiosa, adicción a
las devociones ostentosas y al fanatismo intolerante, falta de interés por las
escasas propuestas educativas existentes. El pueblo soberano se exhibía tancatólico como ignorante. Este estado de cosas se asimilaba, sin muchas cir
cunlocuciones, al "feudalismo" y a la "barbarie". Sólo la "filantropía" pro
pia de la ilustración, y más tarde el "amor por el pueblo" bajo el influjo
del romanticismo social y político, muy presente en el contexto chileno
(Stuven, 1991), templaban el sentimiento de profundo gap cultural exis
tente entre élites cultas y clases populares.
250 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
EL LABORATORIO CHILENO
Tales fueron los rasgos comunes y muy generales de los planteamientosque compartió el conjunto de los hombres de letras hispanoamericanos
durante la primera mitad del siglo XIX. Ahora bien, las distintas provincias
americanas del imperio español y luego las jóvenes entidades nacionales
desarrollaron, respecto de estos procesos, idiosincrasias singulares y espe
cíficas. Mientras el Perú y Nueva España, en calidad de virreinatos másantiguos, más poblados y más ricos, llegaron a fines de la época española
dotados de instituciones culturales del antiguo régimen altamente desarro
lladas, los territorios más tardíamente integrados en la ecúmene impe
rial, como el Nuevo Reino de Granada o el Río de la Plata, empezaron a
estructurarlas sólo a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Debido a
que esa organización coincidió con los inicios del movimiento de reformas culturales impulsadas por los dos últimos Barbones, Carlos III y
Carlos IV,estos territorios llegaron a figurar con alguna altanería en la ge
nealogía de la ilustración hispanoamericana, y en ese marco se distin
guieron la Expedición científica y el Jardín Botánico en Santa Fe de Bogotá
(Silva, 2002), o las "Luces católicas" bonaerenses (Chiaramonte, 1989, 1994).
Sin embargo, tempranos o tardíos, esos desarrollos culturales anteriores a
la revolución no condicionaron de manera alguna la naturaleza de los avances ulteriores en términos de institucionalización cultural y de seculari
zación del espacio público. Mientras la república mexicana seguía mos
trando un dinamismo especialmente pujante en materia de prácticas
modernas de sociabilidad y de debates ideológicos, el Perú se sumergía en
el letargo cultural (Forment, 2003). El Río de la Plata, bajo la tutela de Rosas
en Buenos Aires (González Bernaldo, 2000) Yde los caudillos en las provincias interiores, veía apagarse provisionalmente la chispa ilustrada y revolucionaria bajo un conservadurismo autoritario.
La capitanía general y luego república de Chile ofrece un cuadro cuya
excentricidad lo hace precisamente muy adecuado para analizar estos procesos sin prejuicios deterministas y teleológicos. No se trata de que el caso
de los hombres de letras que se desempeñaron en Chile sea más ilustrativoque otros con respecto a las variables de nuestro planteamiento, pero ese
país, o mejor dicho su capital política, Santiago, junto con su puerto Valpa
raíso, puede ser considerado corno un laboratorio, en el sentido verdade
ramente experimental de la palabra, respecto de cómo los hombres de letras
hispanoamericanos fueron llevados, mediante sus actuaciones en el campo
cultural, a pensar su relación imaginaria e ideológica con el"coloniaje cultural" y, por lo tanto, su genealogia intelectual y la de la república.
HOMBRES DE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECULARIZACiÓN (1800-1850) I 25]
La excentricidad chilena se basa en el hecho de que este territorio apc
nas poblado por un millón y medio de habitantes y geográficamente muy
alejado de todos los centros culturales importantes de la época, fuesen americanos o europeos, vio llegar a sus orillas, desde fines de los años 1820, una
pléyade de hombres de letras venidos de otros rumbos del mundo hispá
nico, así como un número relativamente importante de comerciantes, sabios
y aventureros europeos no hispánicos y no todos católicos, que de pronto
confirieron a esa lejana comarca un fragor de cosmopolitismo y un empujecultural sin par en el resto de Hispanoamérica. El contraste con la situación
de fines de la época española no podía ser mayor. Al respecto baste señalar,
por el momento, que Santiago fue la última capital americana en llegar a
tener imprenta y periódico, ya iniciada la revolución, allá por 1812.
En 1844, un estudiante llamado Francisco Bilbao (1823-1865) fue con
denado, en medio de un escándalo público y de un alboroto juvenil, a pagaruna multa de mil pesos bajo los cargos de "blasfemia" e "inmoralidad", yluego expulsado de la universidad, debido a la publicación de un artículo
suyo que llevaba por título Sociabilidad chilena (Iaksic, 2007: 246; Stuven,
1991; Iobet, 1955; Subercaseaux, 1981). Lo que en la república mexicana
probablemente habría sido, por las mismas fechas, un incidente insignifi
cante entre decenas de escándalos y polémicas de la misma índole, ha lle
nado centenares de páginas en la historiografía y en la ensayística chilenas desde el siglo XIX hasta nuestros días. Lo mismo ocurrió con las
asociaciones creadas por Bilbao y sus compañeros de generación, la"Socie
dad Literaria" en 1842 y la "Sociedad de la Igualdad" en 1850 (Gazmuri,
1998). Tales hazañas llevaron a que Bilbao fuese considerado por la poste
ridad como un icono de la "lucha por la democracia" y un "apóstol de la
libertad". Sin embargo, no tuvo carrera política sino que llevó la vida aza
rosa de un proscrito político: vivió en Europa entre 1844 y 1849, y, a partirde 1851,definitivamente en un exilio que lo llevó del Perú a Europa ya Bue
nos Aires y durante el cual no dejó de escribir y publicar sobre los temas
políticos candentes de la época. La intransigencia radical de Bilbao con
trasta con la acomodación lograda por su compañero de la Sociedad lite
raria, José Victorino Lastarria (1817-1888), dentro del establishment liberal chileno de la segunda mitad del siglo XIX. Como diputado de muchas
legislaturas, Lastarria se hizo defensor de las reformas políticas que libe
ralizaron el Estado y la sociedad, sin renunciar nunca a su vocación de
hombre de letras dedicado a la promoción de la "literatura nacional". Ahora
bien, la paradoja del caso es que Sociabilidad chilena, un panfleto mal escrito
pero mucho mejor pensado de lo que se le suele reconocer, analizaba ydenunciaba la supervivencia de la sociabilidad tradicional, católica y auto-
252 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
ritaria, en un período de auge de las prácticas modernas de sociabilidad,de las que el mismo autor era un protagonista particularmente activo.
Al año siguiente Domingo Faustino Sarmiento, en aquel entonces exiliado en Santiago por su decidida oposición al régimen de Rosas, publicóel libro que iba a ser el primer gran clásico, internacionalmente aplaudido,de la literatura hispanoamericana decimonónica: Facundo. Civilización ybarbarie, cuyo séptimo capítulo llevaba por título "Sociabilidad': Ahora bien,y haciendo caso omiso de sus respectivas cualidades literarias, la proximidad temporal y temática de Sociabilidad chilena y Civilización y barbarie noresulta casual. En los mismos años José Vicrorino Lastarria transitaba losmismos senderos en su Discurso de inauguración de la Sociedad Literaria, y
en su menos afortunada pochade.El manuscrito deldiablo, publicada en 1849.
En el aún escueto mundo letrado de Santiago de Chile, estos temas eranampliamente difundidos y compartidos: no era otra cosa que la vertientereflexiva de las prácticas de sociabilidad entonces nacientes. Así lo recuerdaJacinto Chacón, contemporáneo y amigo del autor de Sociabilidad chilena,de quien dijo que "no había hecho otra cosa que expresar y dar forma a las:,deasmismas de los miembros avanzados de la 'Sociedad Literaria''', ideasque eran el tema constante de [sus] discusiones" (Chacón, 1924: 197).
Sociabilidades santiaguinasen la década de 1840: retratodegrupoLa Sociedad Literaria no nació en medio de un completo desierto en tér
minos de sociabilidades culturales. Incluso los más jóvenes ya habían empezado a desarrollar sus propias prácticas, como lo recordaba el ya citado J.Chacón. Hacia 1838-1839, él Ysus amigos, de 18 o 19 años de edad, se reunían "en la chacra de [su] padre"y fundaban "un periódico político-literario, quese repartía manuscrito en la ciudad" (Chacón, 1924: 194). Elhechode que la "Generación del 42" pueda ser identificada como «la primera pro
moción intelectual más o menos homogénea posterior a 1810" (Subercaseaux, 1981:56) se debe ante todo a la educación recibida en las instituciones de enseñanza pública que habían ido consolidándose a lo largo de ladécada de 1830. Lastarria, después de ser alumno del Liceo de Chile -fundado en 1828 por un sabio español de ideas liberales exiliado en Chile, yque fue cerrado poco después por razones políticas-, cursó la carrera deLeyes en el Instituto Nacional cuando éste empezó a beneficiarse de lasreformas institucionales y de la influencia intelectual de Andrés Bello (1781
1865) (Serrano, 1993). Nativo de Caracas, donde había cursado brillantesestudios de filosofía y leyes y desempeñado cargos administrativos de altonivel, Belloes sin duda uno de los representantes más destacados de la gene-
HOMBRES DE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECUlARIZACiÓN (1800-t850) I 253
ración de la revolución en toda Hispanoamérica. En 1810 la junta revolucionaria caraqueña lo envió a Londres con un cargo diplomático, y durantesu estadía en Inglaterra adquirió un conocimiento tan profundo como extendido de todo lo que se producía entonces en Europa en materia de derecho y legislación, economía política y filosofía social. Llegado a Chile en1829, puso su inteligencia, su cultura y su capacidad de trabajo al serviciode la organización administrativa y jurídica del régimen de Portales, exponiendo sus talentos de publicista en elperiódico ElAraucano(Iaksic, 2007).
Se dedicó asimismo a la modernización de los estudios superiores y secundarios, especialmente en el Instituto Nacional, donde promovió los cursosde economía política, derecho de gentes y legislación. Con estas reformasquedaron desplazados tanto los docentes eclesiásticos como los cursos deteología y derecho canónico que dispensaban a los alumnos. Fuera del recintoacadémico, BeUo dedicó tiempo a los estudiantes más brillantes (entre ellos,Lastarria) a quienes acogía en su casa para leer y comentar a Locke y aBenjamín Constant, a Bentham y a Stuart Mili (Subercaseaux, 1981).
Por lo tanto, el "Vosotros que sin guía, sin amparo) sacándolo todo devuestro solo valor, os congregáis para ilustraros e ilustrar con vuestrostrabajos", lanzado por Lastarria a los socios fundadores de la Sociedad Literaria, no era más que una muestra de presunción generacional y una falsedad. El Instituto Nacional, que fue incorporado a la Universidad de Chilecreada en 1843 bajo los auspicios intelectuales de Bello (Serrano, 1993),
había contribuido a fomentar nuevos usos de convivencia de los que sebeneficiaron los jóvenes literatos. La Sociedad tenía los rasgos típicos deuna asociación cultural de corte moderno y liberal. Contaba con unos cuarenta socios (entre ellos, dos de los hijos de Bello), de 20 a 23 años deedad. Los socios se reunieron con regularidad entre marzo de 1842 y agostode 1843, y dejaron constancia de sus sesiones en unas actas que muestranla variedad de las materias puestas en discusión (Subercaseaux, 1981: 56).
Asimismo, la creación de la Sociedad coincidió con la publicidad dadaa una serie de discusiones y polémicas en la prensa capitalina (Stuven, 1991).
La multiplicación de los periódicos permitía el desahogo público de lostemas de discusión que constituían el objeto de las conversaciones privadas en las tertulias y los salones que Chacón, otra vez, recuerda muy vividamente y que, una vez más, involucran a Bello:
El señor Bello, amigo entusiasta de la juventud estudiosa, reunía en sucasa a los miembros más distinguidos de la "Sociedad Literaria", y allípasaban las noches reunidos en familia, discurriendo sobre los últimosadelantosde la ciencia, o improvisando charadas) que aguzaban el inge-
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nio y hacían amena la sociedad,o leyendo,en fin,poesíasde Byron,Lamartine y Víctor Hugo, poetas en boga en esa época (Chacón, 1924: 196).
En contraste con la amenidad del trato dentro de los espacios de sociabilidad privados o asociativos, las polémicas públicas en torno de temasliterarios, históricos y políticos que se sucedieron en Santiago a lo largode la década (Stuven, 1991; Iaksic,2007) involucraron constantemente, poruna parte, a Bello,y, por otra parte, a contendientes más jóvenes que el ilustre venezolano: Sarmiento y sus compañeros de exilio rioplatenses, y luegoLastarria, Bilbao y demás representantes de la "generación del 42", quemediante las polémicas entraron en franca rebeldía contra su maestro ymentor intelectual, particularmente sobre el tema de la historia ----del pasadocolonial- en el caso de Lastarria (Jaksic, 2007) y sobre el tema de la sociabilidad en elde Bilbao. Sociabilidad chilenaprovocó incluso un distanciamiento entre Sarmiento y Bilbao, cuya diferencia de edad era menor, puesel primero se vio ofuscado por la radicalidad ideológica del segundo. Esdecir que, aun en el contexto educativo favorable y abierto creado porAndrés Belloen el Instituto y en la Universidad, era difícil sostener la comprensión mutua entre las percepciones diversas del presente y del pasado.La rebelión de los jóvenes en contra del magisterio cultural de sus mayores no dejó de acentuarse hasta principios de la década siguiente. Peroello constituía, después de todo, una forma de relación, por antagónica quefuera. Con respecto a lo que había sido la escasa generación de la ilustración en Chile, la ruptura era mucho más grave.
Manuel de Salas, sabio ilustrado sin herederosAl fallecer en 1841 el anciano e ilustre chileno Manuel de Salas,que habíanacido en 1754, Andrés Bello y Domingo Faustino Sarmiento escribieronsendas necrológicas que revelan profundas diferencias de sensibilidad político-cultural entre ambos autores: mejor dicho, entre dos estratos temporales del liberalismo decimonónico. Desde laspáginas de ElAraucano, Belloretrató a Salascomo a un ilustrado católico, sin mencionar siquiera su largaactuación como político desde el inicio de la revolución. Recordó al "hombre benéfico" y su "puro amor al género humano"; al hombre "ilustrado"que "propendió siempre a la difusión de los conocimientos útiles" y quededicó "la influencia de su ejemplo y de sus consejos al sostenimiento dela causa del orden"; al "cúmulo de virtudes domésticas" del jefe de unanumerosa familia. En El Mercurio, Sarmiento fue mucho más prolijo. Sibien insistió, como Bello, sobre la personalidad amena y "ejemplar" de
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Salas,recordó explícitamente cómo "se echó con todo su corazón en la gloriosa lucha de la revolución, en que prestó eminentes e importantes servicios". Mientras Bello habló de Salas como de un bienhechor caritativocuya vida "fue especialmente consagrada al alivio de los menesterosos, alsocorro de la clase indigente y desvalida",Sarmiento elogió una "prenda"-que suena más romántica que ilustrada- que "aún no es muy común entrenosotros, ese amor entrañable por elpueblo que le distinguió siempre [... ]era un filántropo, un patriota".
Al terminar su artículo, Bello hacía una breve pero explícita alusión "alcultivo de la piedad religiosa, que en su COrazón estuvo siempre asociadaa la beneficencia y el patriotismo". Por el contrario, Sarmiento describióprolijamente las ocupaciones altamente profanas y seculares a lasque Salasdedicaba su tiempo durante los últimos días de su vida: "Rodeado de susamigos, se hacía leer los periódicos"; "Dos cosas fijaban profundamente suatención en sus últimos momentos. La una era el cultivo de la morera y lacría de gusanos de seda [... ]. La otra eran las desgracias de la RepúblicaArgentina, que le afligían profundamente". Para Sarmiento, a la hora de lamuerte la cuestión del más allá no era asunto de piedad y de fe, sino dereflexión y conocimiento:
Liberal en sus ideas y principios, y quizás un poco dominado de la incredulidad del siglo XVIII [ ... ], no ha querido salir de este mundo sinsaber a qué atenerse con respecto al otro. Atribuimos a este motivo supredilección por la lectura del Evangelio en triunfo, que se hacía leer diariamente, y cuyos raciocinios filosóficos sobre las creencias religiosas ylas discusiones a que ellas dan origen le preocupaban profundamente.
A pesar de sus diferencias, ambos textos sorprenden por la misma razón:su indefinible vacuidad respecto de la actuación de Salasantes de y durantela revolución y, más aun, por su silencio sobre la obra escrita del difunto.Asimismo, llama la atención el hecho de que fueron dos publicistas deorigen extranjero quienes escribieron sobre uno de los patriotas fundadores de la república chilena. Ambos confesaban que no tenían a su alcancelos datos y Josdocumentos que les hubieran permitido escribir una necrológica más nutrida. Pero aquí se observa otra diferencia entre Bello y Sarmiento. El primero hacía un llamamiento a los lectores para que comunicaran cualquier información en su posesión, mientras que el segundointerpelaba a"los jóvenes que gozan hoy de los inestimables beneficios quelos esfuerzos y sacrificios de patriotas como el que nos ocupa les han proporcionado': para que "empleasen sus nacientes talentos ¡...] en reunir
256 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
cuantos datos puedan obtenerse sobre la vida de este ciudadano eminente,interrogando para ello las actas públicas, las reminiscencias de sus amigos,las tradiciones populares': En otras palabras, los invitaba a volverse los historiadores de uno de los grandes hombres de la patria.
Estos datos dicen mucho acerca de lo que fue, al contrario de lo que daa entender la historiografía producida a partir de la segunda mitad del sigloXIX, la precariedad de la transmisión cultural entre la generación de lasLuces hispanoamericanas y las dos inmediatamente posteriores a las quepertenecieron respectivamente Bello y Sarmiento. Cuando la Universidad
de Chile publicó en '9'4 Losescritos de Don Manuel de Salas, estos papeles llenaron tres tomos y cerca de mil cuatrocientas páginas. Muchos de losdocumentos habían sido ya utilizados y citados, muy tardíamente, porMiguel Luis Amunátegui en la mediocre biografía que dedicó a Salas endos tomos publicados en 1895,y por elgran historiador Diego Barros Aranaquien, con el profesionalismo que lo caracterizaba, reconstituyó en variostomos de su HistoriaGeneral de Chile (1884-1902) las actuaciones de Salascomo innovador ilustrado antes de 1808 y como actor político durante larevolución y después. De estas dos obras, Salasemergía, por fin y conformea los votos de Sarmiento, como un verdadero "precursor" intelectual de la
emancipación de Chile. Cabe subrayar que, mientras vivió, el mismo Salasno contribuyó a su propia entronización simbólica como "fundador de larepública", ya que no dejó memorias y se contentó con llevar la carrera deun perfecto servidorpúblico. A partir de 1810 se puso del lado del procesoautonomista y luego independentista, y fue representante en varios congresos. Tras la independencia, ya anciano, fue diputado en el congreso de
1823 y luego se dedicó sobre todo al fomento de la beneficencia pública.El análisis del contexto cultural en el que Manuel de Salas se desempeñó
como sabio ilustrado a fines de la época colonial proporciona sobradasrazones para entender por qué era muy difícil que los jóvenes de la generación de los años 1840 lo reconocieran como un eslabón destacado en lagenealogía cultural del Chile independiente. También esclarece la relación existente entre este contexto, la reflexión colectiva en torno a la "sociabilidad chilena" y el proceso de secularización.
LA SOCIABILIDAD DEL ANTIGUO RÉGIMEN Y LA ILUSTRACIÓN
Debido a que cierto número de los ilustrados -como es el caso de Manuelde Salas en Chile, o de Manuel Belgrano (1770-1820) en Buenos Aires- fue-
HOMBRES DE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECULARIZACiÓN (lBOO-1850) I 257
ron protagonistas relevantes de la revolución de los años 1810,se les ha conferido la calidad de precursores, trasformándolos a menudo en revolucionarios, independentistas y liberales avant lalettre. No obstante, la seductora perspectiva progresista de fines del siglo XIX pierde mucho de su validezsi se toma en cuenta la especificidad de las condiciones sociológicas y delcontexto cultural en los que los ilustrados desarrollaron su labor intelectual antes de la revolución. Por 10tanto, la suerte de Manuel de Salas y desus escritos, desconocidos por los sabios chilenos de los años 1840, no esmás que un ejemplo que vale la pena ubicar en una perspectiva más amplia,comparándolo con otros casos de supuestos precursores, en particular conBelgrano, con quien comparte más de un rasgo, y comparando el contexto cultural sureño de fines del siglo XVIII con otros de la misma época.
En primer lugar, recordemos que la imprenta hizo su primera apariciónen Buenos Aires en 1780, y en Santiago en 1811. De este solo dato se desprende toda la distancia cultural que separaba los territorios meridionales de América de, por ejemplo, Nueva España. Este virreinato tenía universidad e imprenta desde mediados del siglo XVI y se caracterizaba, a finesde la época colonial, por la variedad y la calidad de sus colegios y seminarios, presentes en todas las capitales de provincia, así como por elnúmerode sus imprentas (por lo menos una media docena en la capital virreinal
y otras tantas en otras ciudades). La ciudad de México había tenido suprimera gaceta impresa entre las décadas de 1720 y 1730, mientras que ElTelégrafo Mercantil, el primer periódico bonaerense, apareció en 1800, y LaAuroradeChile, en 1812. En Nueva España, los periódicos de corte ilustradohicieron su aparición a fines de los años 1760. Sus promotores, José Antonio Alzate y Ramirez (1737-1799) y José Ignacio Bartolache (1739-1790) seadelantaron mucho a la generación de los ilustrados sureños, y fallecieron en el momento en que el movimiento ilustrado novohispano empezóa institucionalizarse sólidamente en torno de nuevos establecimientos deenseñanza, el Colegio de Minería y la Academia de San Carlos (Lempériere, 2004), cuya calidad y recursos suscitaron la admiración del viajerocientífico alemán Alexander von Humboldt.
En contraste con la situación novohispana, en Buenos Aires y en Santiago de Chile las prácticas y las producciones ilustradas encontraronun único espacio donde desplegarse: los consulados de comerciantes, creados en 1795en Santiago y Buenos Aires, donde Salas desempeñaba el cargode síndico y Be1granooficiaba como secretario, respectivamente. En tornode estas instituciones gremiales y de sus empleados letrados se formaron los muy pequeños grupos de hombres versados en los nuevos conocimientos, en particular la economía política (Collier, 1967: 40; Chiara-
258 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA
monte, 1989: 106 y ss.}. De allí surgieron algunas iniciativas para renovarlos estudios, como la de Manuel de Salas, que creó, con fondos proporcionados por varias corporaciones civiles de Santiago, la Academia deSan Luis donde se enseñaba dibujo y algo de geometría, y también lasmemorias en las que se proponían medidas para fomentar la agricultura,la industria yel comercio. En Buenos Aires, se logró dar alguna publicidad a las nuevas ideas mediante la edición de periódicos, por lo demás decorta duración (Bonardi, 2006). Pero en Santiago, tras su lectura en lasesiónpública, las memorias redactadas por Manue! de Salas o por los sucesivossecretarios del Consulado quedaron sepultadas entre los archivos del gremio y los papeles privados de sus autores. Hasta bien entrada la era de larevolución, no hubo en Santiago escritos impresos de los contemporáneosde Salas, también considerados representantes de la "ilustración chilena",
Juan de Egaña (1768-1836) o Camilo Henríquez (1769-1825), fundador deLaAurora de Chile. No obstante, esto no impedía que circularan noticiase ideas manuscritas, o que hubiera intercambios entre los ilustrados de distintas comarcas, como lo descubrió Barros Arana (1886: 417):
Salas tenía la costumbre invariable de enviar copia de todas esas memorias a don Manuel Belgrano, secretario entonces del consulado de HA
r...] cuya inteligencia y cuyo interés por todo lo que se relacionaba cone! progreso industrial de ese país, ofrecen no pocas semejanzas con el
carácter de su corresponsal de Chile.
Según una paradoja sólo aparente, fue el molde corporativo de viejo cuñoel que ofreció espacio a las primeras formas de sociabilidad moderna enAmérica del Sur. Los consulados de mercaderes fundados en diversas capitales americanas periféricas alrededor de 1795 fueron autorizados por laCorona, que, al responder favorablemente a antiguas demandas de loscomerciantes locales, aprovechó la oportunidad para ampliar las funciones de estos gremios más allá de lo judicial y les encargó que procurasen
por todos los medios posibles el adelantamiento de la agricultura, lamejora en elcultivo y beneficio de los frutos, la introducción de las máquinas y herramientas más ventajosas, la facilidad y la circulación interior,
y, en suma, cuanto parezca conducente al mejor aumento y extensiónde todos los ramos de cultivo y tráfico (Barros Arana, 1886: 84).
Asimismo, la formación académica de los miembros de esos grupos fuela de los letrados tradicionales: Manuel de Salas era bachiller en sagra-
HOMBRES DE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECULARIZACIÚN (1800-1850) I 259
dos cánones de la Universidad de Lima, donde recibió el título de abogado en 1774; su compatriota Juan de Egana cursó derecho en la Universidad de San Felipe en Santiago; Belgrano comenzó sus estudios en el convento de Santo Domingo y los siguió en el Real Colegio de San Carlos enBuenos Aires, al igual que Luis Hipólito Vieytes (1762-1815), otro ilustradorioplatense. En el sur de América, la generación siguiente, la de los próceres de la revolución <por ejemplo, en Buenos Aires, Mariano Morenoo Castel1i-, se benefició de la creación de la Academia Carolina de Charcas, en el Alto Perú, donde se renovaron los estudios de derecho y dondese forjaron redes personales que fueron decisivas a la hora de la revolución. En cambio, Belgrano se graduó de bachiller en derecho en la Universidad de Salamanca y permaneció durante siete años en España, donde
también había residido Salas entre 1777 y 1782.Tanto para Belgrano comopara Salas el viaje a España fue la primera circunstancia que los convirtió de letrados clásicos en figuras sociales híbridas (Bclgrano cuenta ensu autobiografía que en España se dedicó "al estudio de los idiomas vivos,de la economía política y del derecho público"). En efecto, en la península y fuera de los recintos universitarios ambos pudieron familiarizarsecon las nuevas corrientes de pensamiento mediante lecturas autodidacras, un rasgo común a todos los sabios de aquella época. Y aun cuandoquedasen enmarcados por elorden corporativo (Salas se desempeñó además como regidor de! ayuntamiento) pudieron llegar a ser también empresarios culturales gracias a las posibilidades abiertas por los recién crea
dos consulados.Ahora bien, fueron empresarios culturales, pero dotados de muy poca
autonomía a causa de los lentos mecanismos jurídicos de decisión (como,por ejemplo, cuando quisieron crear nuevos institutos de enseñanza), dela etiqueta corporativa -las memorias se leían cada año en los consulados durante una sesión solemne presenciada no sólo por los comerciantes sino también por elvirrey o el capitán general- yde la escasez de recursos. Además, también participaron de los prejuicios sociales de su época.La lista de los papeles de Salases esclarecedora al respecto: "Defensa","Solicitud", "Representación" eran algunos de los alegatos que tenía que redactar para defender el honor de su padre o su actuación como administrador, o bien para mantener la Academia de San Luis a salvo de las antipatías
de otras corporaciones.En otras palabras, cuando brotaron las Luces en distintos puntos de la
América española, el régimen vigente de publicidad y de sociabilidad nosólo era el producto del absolutismo monárquico, sino también de un sisterna cultural profundamente arraigado que estructuraba de manera espe-
260 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
dfica las relaciones sociales. El orden corporativo, jerarquizado por susecuela de estatutos y privilegios y siempre envuelto en ritos religiosos(juramentos, misas del Espíritu Santo, culto a los santos patronos ... ), expresaba una cosmovisión católica ya que había sido concebido para reproducir en forma terrenal el orden de la divina creación, que consagraba ladesigualdad de las condiciones y de los méritos (Lcmpériere, 2004). Segúnla cultura escolástica imperante, en tanto parte del orden sagrado de lanaturaleza, la sociedad humana y elmundo terrenal eran datos intangiblese inalcanzables para la acción transformadora de los hombres (Gauchet,2005). Por lo tanto, las formas corporativas de sociabilidad no constituíanespacios en los que se pudiera discutir el orden imperante, sino que, porel contrario, tenían la vocación de conservarlo y de reproducirlo. Concretamente, el régimen antiguo de sociabilidad descansaba en un ordenamiento teológico-jurídico formado por la acumulación multisecular decódigos, glosas, sumas, recopilaciones ... , y otras tantas autoridades consagradas que constituían el conjunto de los conocimientos propios de losletrados. Estaba sostenido, además, por un régimen de publicidad cuyosfundamentos eran al mismo tiempo teológicos y jurídico-políticos. Segúnlos primeros, la publicidad más deseable era la del culto y de la devoción:la de la catolicidad. Según los segundos, los "papeles públicos" y los impresos estaban puestos bajo la estricta vigilancia de las autoridades civiles yeclesiásticas, que en América dispensaron siempre con sumo cuidado laslicencias y los privilegios necesarios para dar a luz a cualquier publicación.Se consideraba imprescindible garantizar en las publicaciones impresasel carácter de ejemplaridad y edificación que presidía también a la publicidad del culto (Lempériere. 2004: cap. VI), y sin lugar a dudas éste fue unode los campos en los que la soberanía absoluta del monarca español, conla ayuda de las autoridades eclesiásticas, se ejerció de la manera más eficaz.Tras la revolución, esto dio lugar a las recriminaciones torrenciales en contra del "oscurantismo't ydel "fanatismo"que habrían caracterizado al "despotismo español".
En los años 1830 y 1840, en Chile, donde la ilustración no había dejadoninguna huella impresa o institucional, los jóvenes cultos se aferraron ala idea de que la herencia española se limitaba efectivamente a la antiguacuItura monárquica-corporativa-católica. Sin embargo, no era así. LaCorona, desde arriba pero apoyándose en los letrados más jóvenes y enlos actores económicos más dinámicos (mineros y comerciantes), habíadado el primer impulso al proceso de secularización dentro del reino delcatolicismo absoluto. Ese impulso consistió en favorecer -mediante lareforma de instituciones tradicionales, como los consulados comerciales,
HOMBRES DE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECULARIZACIÓN (1800-1850) I 261
las asociaciones de nuevo tipo, como las sociedades económicas de amigos del país, y las reformas educativas~ la circulación de ideas que enfatizaban los intereses temporales de la monarquía y de sus vasallos -lo quese llamaba genéricamente la "economía política"-. El Prospecto que anunciaba en 1800 la próxima publicación de El Telégrafo Mercantil en BuenosAires rozaba la blasfemia y la herejía ya desde su primera frase: "Éste es elclamor de todos los filósofos: el deseo de ser feliz es el primero y únicomóvil de los hombres". Pero la "utilidad temporal" y la felicidad en estemundo se habían vuelto el nuevo credo de los altos funcionarios madrileños y de los ilustrados hispanoamericanos.
El estallido de la crisis monárquica en 1808 y la consiguiente revolucióncortó de raíz los desarrollos que sin duda este movimiento podría haberconocido. Pero el alcance social extremadamente restringido que tuvo ensu momento de auge, debido entre otras cosas a las trabas impuestas a laamplia difusión de los impresos y al control estrecho de todas las formasde sociabilidad, explica también que predominara en la generación de 1840
el sentimiento de que la monarquía no había dejado nada que valiera lapena recordar. Como decía Lastarria en 1842: ''Apenas ha amanecido paranosotros e118de septiembre de 1810,estamos en la alborada de nuestra vidasocial, y no hay un recuerdo tan sólo que nos halague, ni un lazo que nosuna al pasado antes de aquel día. Durante el coloniaje no rayó jamás la luzde la civilización en nuestro suelo", En México, donde el movimiento ilustrado se había institucionalizado sólidamente, el hito cultural fue muchomenos contundente después de la independencia. No fue así en Chile, dondelas vegetativas instituciones educativas de fines de la época española desaparecieron por decreto del Congreso revolucionario sin poder dar lugarde inmediato a instituciones republicanas duraderas.
SOCIABILIDAD CHILENA: LA CATOLICIDAD COMO SISTEMA CULTURAL
La publicidad dada a las discusiones sobre la sociabilidad en el Chile deprincipios de los años 1840 era tanto una manera de justificar las novedades que se estaban consolidando en elcampo cultural, corno una ofensivaideológica. En palabras de Lastarria de 1842, se trataba de "un plan de ataque contra los vicios sociales, a fin de hacerse dignos de la independencia':El alcance crítico de los textos se diferenció en función del punto de vista
adoptado respecto de la existencia, ° no, de formas tradicionales de sociabilidad durante el antiguo régimen yen el presente. Por un lado estaba
262 I HISTDRIA DE lDS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
Lastarria, quien, en su Discurso de 1842 y con elpropósito de resaltar la osadía de los jóvenes literatos, lamentaba la ausencia de cualquier forma desociabilidad en Chile, tanto en el pasado como en el presente. Esa manerade ver lo hacía partícipe de una corriente muy mayoritaria del pensamientoliberal, que consideraba que la "sociedad': en el sentido de libre asociación de individuos, había aparecido en Hispanoamérica sólo a raíz de larevolución y de la emancipación. Por otro lado, estaba Bilbao, quien en supanfleto de 1844 deploraba la persistencia en la sociedad chilena contemporánea de las prácticas socioculturales arcaicas heredadas de la EdadMedia y fundadas en la cultura católica: "La edad media era una verdaderasociedad, porque tenía una unidad de creencias l...J. Así vemos la unidadde fe, de tradición, de autoridad, dominar y formar el verdadero carácter
de nuestra sociedad".Bilbao entendió y escribió, más claramente que nadie a pesar de su
deplorable estilo literario, que la sociabilidad no era un rasgo propio dela modernidad política y cultural, y que existía una sociabilidad específica de la cultura católica (que él llamaba la "síntesis católica"). La sociabilidad de corte católico se mantenía viva en el nivel más profundo de lasociedad chilena: el de la familia. Y en esto residía precisamente la audacia crítica de Bilbao. En primer lugar, había identificado perfectamente,aunque fuera de manera intuitiva, lo que quedaba en pie de la concepción, o mejor de la mentalidad católico-escolástica de la sociabilidad: laconvicción de que existía una sociabilidad natural, no sólo la del "animalpolítico" de Aristóteles, sino la de la familia, la unidad orgánica originaria. "Empezaremos por la familia",escribía con clarividencia: en la medidaen que "la autoridad y la tradición se debilitan por las novedades", la familia se cerraba en torno a un "aislamiento misantrópico [.. ,] la visita, lacomunicación debe desecharse a no ser con personas muy conocidas: nohay sociabilidad, no se admite gente nueva ni extranjera", La jerarquíainterna propia de cualquier agrupación orgánica afectaba a las relaciones entre padres e hijos, entre hombres y mujeres, caracterizadas por sudesigualdad y su autoritarismo. Sociabilidadchilenaapuntaba a la incompatibilidad y el antagonismo entre dos sistemas antropológicos, el antiguo basado en los grupos primarios, supuestamente naturales, como lafamilia o la pequeña comunidad de habitantes, y el "sistema individual"en el que el individuo "procura apoyar elvínculo social en otra base y bajootro sistema de relaciones que admitiese los hechos que la síntesis católica apartaba", es decir, la libertad de cada uno de escoger sus vínculossociales. En segundo lugar, según Bilbao el autoritarismo en los gruposfamiliares afectaba también a la esfera política, puesto que "como horn-
HOMBRES DE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECULARIZACiÓN (1800-1850) I 263
bres de la familia política llamada sociedad, son lo que son en la familia.La autoridad es la fuerza, y la fuerza es la autoridad". Y en tercer lugar, alno ubicar la vigencia de la antigua sociabilidad católica en algún gruposocial en particular, sino en las familias, y al hacer referencias explícitasal "feudalismo" que, según él, regía las relaciones de propiedad y de trabajo, Bilbao eximía al "pueblo" de la responsabilidad del arcaísmo de lascostumbres y del atraso cultural, para hacerla recaer en las élites sociales.
Atribuía al atraso gencral de la comunicación y del intercambio de todotipo, incluso económico, la ausencia en Chile de una bourgeoisie (voca
blo de Bilbao) que, como en Europa, "preludie la libertad".Sarmiento describió en el séptimo capítulo de Facundo, con una pluma
infinitamente más talentosa que la de Bilbao, la sociabilidad tradicional enuna ciudad de la provincia rioplatense, Córdoba, a fines de los años 1820,
y cuáles eran sus fundamentos corporativos y escolásticos. Sin embargo,la Defensa, que redactó en 1843 para responder a las insinuaciones que leprodigaba un rabioso publicista chileno sobre la humildad de sus orígenessociales (Halperin Donghi, 1982), resulta mucho más interesante para nuestro propósito, en tanto deja ver claramente cómo su concepción secularizada de la naturaleza de las relaciones sociales afectaba íntimamente a larepresentación del sentido de su propia vida. En el curso de su Defensa,Sarmiento contrasta sistemáticamente lo que llama su "aislamiento" con
su afición a los estudios:
No son muchos los jóvenes de mi edad que puedan vivir solos, mesesenteros encerrados en un pobre gabinete; [... 1en la infancia, en los viajes, en el destierro, en los ejércitos, en medio de las luchas de los partidos, en la emigración en fin, no he conocido más amigos que los librosy los periódicos; no he frecuentado más tertulias que las de hombres
de instrucción.
Como Bilbao, Sarmiento está convencido de que sí había sociedad y sociabilidad en el mundo tradicional, y son precisamente las modalidades deesta sociabilidad de las que huye a lo largo de sus andanzas: «Son pocos
los jóvenes que sin mendigar la protección de nadie, ni andar prodigandovisitas, y sin fortuna, puedan bastar a sus cortas necesidades, y tengan elvalor de despreciar las exigencias de la sociedad",o sea la búsqueda del favory del patronato que limitan la libertad individual. En el momento de hablarde sí mismo en un tono más íntimo, parece adherirse a la concepciónmás tradicional, al asumir no haber tenido "más vínculos que me liguen ala sociedad que los de hijo, hermano y amigo, y creo haber desempeñado
264 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
mis obligaciones de un modo aceptable a Dios y a los hombres': Pero enlo que sigue: "Desde la temprana edad de quince años he sido el jefe de mifamilia. Padre, madre, hermanas, sirvientes, todo me ha estado subordinado, y esta dislocación de las relaciones naturales, ha ejercido una influencia fatal en mi carácter. Jamás he reconocido otra autoridad que la mía",encarna la subversión de la jerarquía interna del grupo primario, cuyasimplicaciones en cuanto a la democratización socialy política Bilbao había,por su parte, entendido perfectamente.
CONCLUSIÓN
Loque se jugaba en los debates sobre la sociabilidad entre los jóvenes liberales chilenos de los años 1840 era la definición de las condiciones queharían posíble la ampliación de los derechos políticos del pueblo ciudadano y la instauración de una verdadera democracia. Ésa fue la prioridad en la agenda de los jóvenes adultos liberales que en Nueva Granada,en México o en Buenos Aires se encontraron a mediados del siglo XIX enla situación de relevar en el mando a los representantes de la generaciónque había hecho la revolución. En los contextos nacionales en que cristalizaron estas coyunturas político-culturales, el tema de la democratización fue asociado con otros, tales como la separación entre la Iglesia y elEstado, la expropiación de los bienes de la Iglesia y el derrumbamiento delos vestigios del viejo orden corporativo. La contribución de los hombres de letras a este proceso no fue en modo alguno homogénea. La generación que hemos llamado de los años 1840 o "del momento democrático" encarnó la corriente radical del liberalismo de mediados de siglo.Desde el punto de vista cultural, se apoyó en la búsqueda de la emancipación intelectual respecto de los maestros de las generaciones anteriores y en una condena del pasado prerrevolucionario mucho más radicalde la que había sido corriente hasta entonces. He ahí cuando fueronderrumbados en la ciudad de México algunos conventos que habían sidojoyas de la arquitectura barroca, dándole a la reforma liberal los rasgosde una revolución cultural. Sin llegar a estos extremos, los liberales chilenos de la generación de Lastarria y de Bilbao encarnaron una de lasdimensiones del proceso de secularización: la reducción de las relaciones sociales a las interacciones entre individuos libres y soberanos. llegar a ello supuso, entre los hombres de letras, no sólo el desarrollo de prácticas de sociabilidad que descansaban en el mismo principio, sino también
HDMBRES DE LE1RAS HISPANOAMERICANOS y SECULARIZACiÓN (lBOO-1850) I 265
una extrema simplificación ideológica de lo que había sido el pasado español. Desde este punto de vista, el proceso de secularización se completócon la asunción de la historiografía liberal que, en la segunda mitad delsiglo, construyó la genealogía cultural de la república, escogiendo entrelos hombres de letras del pasado colonial a quienes pudieran encarnarmejor los albores del progreso en Hispanoamérica.
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IIILa manha de las ideas
La construcción del relatode los orígenes en Argentina,Brasil y Uruguay: las historiasnacionales de Varnhagen,Mitre y BauzáFernando J. Devoto
La construcción de relatos del pasado que exploraban las raíces y las singularidades de distintos grupos humanos, ya sea organizados bajo una forma
estatal o bien que se esperaba lo fuesen en el futuro, es una característica del
siglo XIX en Europa o en América. Generados por letrados, en ocasiones alservicio del Estado, en otras opuestos a él, espejan la emergencia de distintos nacionalismos a la búsqueda de alcanzar o reforzar la cohesión, ahorajuzgada deseable y necesaria, de ciertos grupos humanos. En ese marco, lahistoriografía podía brindar instrumentos cohesivos e identificatorios bajola forma de un relato de los orígenes, entendido como una especie de "auto
biografía" de la nación, esa palabra que los nuevos tiempos ponían de moda(Febvre, 1996: 156-157). Así, las curvas de los nacionalismos y de las historias nacionales se desplegaron a menudo en forma paralela. Las necesidades de los primeros fortalecieron el rol de las segundas, dándoles un reconocimiento, una influencia y una «utilidad" mayores que en el pasado.
Marc Bloch y Arnaldo Momigliano observaron, de manera semejanteaunque con desarrollos diferentes, que la historiografía moderna habríanacido de la confluencia entre las técnicas eruditas de los monjes de SaintMaur (Mabillon) o de Port Royal (Tillernont} y los esquemas provistos porla ilustración (Voltaire, Montesquieu), confluencia que para el segundo
se habria realizado en la obra de Gibbon (Bloch, 1970; Momigliano, 1950:
285-315) aunque se han propuesto cronologías más antiguas (Ginzburg,2006: 14-38). Si esa operación a su vez implicaba un giro en el papel de lahistoria, de la erudición anticuaría a la utilidad pragmática, ahora estaúltima iba a aplicarse al culto de la "nación': Desde luego que la historiadecimonónica no puede subsumirse totalmente en ese papel ni tampocodebe atribuírsele a ella un rol exclusivo, y ni siquiera dominante, entre elconjunto de instrumentos homogeneizadores que élites estatales o élitesalternativas empicaban para lograr sus objetivos.
270 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
En dichos contextos, el presente trabajo confrontará tres historias nacionales: la Historia geral do Brasil (la ed.: 1854-1857; 2a ed.: 1877), de Francisco Varnhagen (1816-1878); la Historia de Belgrano y de la independencia
argentina (la ed.: 1858; 2 a cd.. 1859; Y ed.: 1877; 4a ed.: 1887), de BartoloméMitre (1821-1906), y la Historia de la dominación española en el Uruguay
(1" ed.: 1880-1882; 2" ed.: 1895-1897). de Francisco Bauzá (1849-1899).
La elección de esos autores y de esas obras responde a ciertos criteriosque deben ser explicitados desde el comienzo, ya que es posible sostenerrazonablemente que podrían haberse elegido otros y otras. Loscriterios deselección son problemáticos, ya sea en relación con el problema de quédebe entenderse por "historias", ya sea con respecto a la representatividadde cada autor en el contexto de la respectiva historiografía nacional. Encuanto a lo primero, es visible que en buena parte del siglo XIX no existían (y tampoco existen hoy) consensos unánimes acerca de los deslindesentre la historia y otros géneros. Por poner un solo ejemplo, ¿cómo considerar el imaginativo Facundo de Sarmiento, que contiene una inteligentelectura del pasado (además de muy influyente en la Argentina posterior)y que, sin embargo, no reposa sobre una investigación original y elude completamente la operación erudita? La mayoría de los contemporáneos novieron allí un libro de historia y ese criterio se extendió y se consolidó luegoentre los historiadores posteriores a medida que la historiografía definíacon claridad creciente su territorio y sus diferencias con otros géneros,como la "crónica", el "ensayo" o la literatura. Sin embargo, esa obra sirvióde excusa para que el Instituto Histórico de París incluyese a Sarmientocomo miembro correspondiente o para que el mismo Mitre consideraseconveniente proponerle al autor del facundo que escribiese un "Corolario" a la segunda edición de su Belgrano (Sarmiento, 1859). Entre criteriosamplios o restringidos nos hemos inclinado por los segundos, sin convertirlos en un dogma de fe y admitiendo que otras alternativas eran posibles.
El mejor argumento a nuestro favor es la comparabilidad de las obrasescogidas. Desde Marc Bloch en adelante se admite entre los historiadores que los estudios comparativos -un juego de semejanzas y diferenciasrequieren una cierta similitud y contemporaneidad de los objetos a observar que hagan lícita la comparación, y, sin duda, también una cierta desemejanza de los ámbitos en que se desenvuelven que la haga iluminadora (Bloch, 1963: 17-18). Similitud es entendido aquí, en primer lugar, enlo que respecta al género. Como sus mismos títulos lo indican, se trata de"historias", en el sentido convencionalmente admitido en el siglo XIX, esdecir, de narraciones desplegadas cronológicamente que intentan explicar el presente por el pasado y que lo hacen a través de la presentación de
LA CONSTRUCCiÓN OEL RELATO DE LOS ORíGENES I 271
una abundante serie de hechos "comprobados", según los criterios eruditos de verificación entonces imperantes. En cuanto al método, las tres pueden enmarcarse en la tradición abierta por aquella confluencia a la que aludían Bloch y Momigliano. En segundo lugar, ellas son "nacionales" por elpropósito (justificar y/o exaltar el propio Estado o la propia nación, encontrando en el pasado los elementos que lo legitiman ante otros) y porel objeto: eldesarrollo del relato se despliega en un espacio que engloba elterritorio bajo dominación del Estado respectivo, en el momento contemporáneo a la producción de la obra, y aquellas áreas vecinas que fueron contenciosas. Sin embargo, es necesario apuntar una distinción en relación con el último punto: mientras las obras de Bauzá y de Varnhagenpertenecen plenamente al género de las historias nacionales, la de Mitrebascula entre dos modelos que a menudo eran considerados diferentestambién en el siglo XIX: la "biografía", historia de un hombre, y el precedente, historia de un pueblo (Enders, 2000). Con todo, y más allá del eclecticismo de origen, el carácter de "historia nacional" será crecientementedominante en Mitre a medida que aparezcan las sucesivasediciones ampliadas de la obra. Asimismo, en buena medida, sus autores también comparten una preocupación por un "estilo", entendido como el pertinente parauna obra de historia que la distingue de otros géneros: lahistoria como ramode la crítica, no de la elocuencia y por ello necesariamente lacónica, en eldecir de Varnhagen (]906: XII). Finalmente, las tres, aunque no estrictamentecoetáneas, se despliegan en un cuadro cronológico breve (menos de treintaaños separan sus primeras ediciones): el tercer cuarto del siglo XIX, que lesbrinda suficientes elementos de homogeneidad en relación con climas culturales e historiográficos más generales en el mundo euroatlántico.
Una segunda cuestión remite, como señalamos, a la representatividad.Aun partiendo del recorte que hemos escogido, pueden presentarse variasalternativas. En el caso brasileño, es posible señalar la obra precedente deRobert Southey o la de Ioáo Francisco Lisboa, uno de los mayores polemistas de Varnhagen. La primera puede descartarse por diferentes razones. No tanto porque su autor fuese un poeta inglés, sino porque la misma(escrita a partir de 1806 y publicada en Londres desde 1810 y en el Brasilen 1862), que culmina su narración en ]808, con el arribo de Juan VI aPortugal, fue ideada y publicada no sólo antes de la independencia, sinoantes de la transición a ella, con lo cual es una historia del Brasil colonialy no el estudio del surgimiento de un nuevo Estado. En el caso de la obrade Lisboa, ésta es fragmentaria o está centrada en dimensiones regionaleso individuales y difícilmente pueda englobarse bajo la etiqueta "historianacional". En el caso argentino, la alternativa más visible es la que repre-
272 I HISIORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
sentaron los trabajos más tardíos de Vicente Fidel López. Aunque la obrade éste gozó de una considerable fortuna, igualo tal vez aun mayor quela de Mitre en el período comprendido entre 1880 y 1910, los años posteriores decantarían el balance claramente en favor a Mitre, no sólo por eljuicio de la historiografía académica, sino porque ella parecía presentar unretrato del pasado que congeniaba más con el imaginario de la Argentinamoderna. En el caso uruguayo, la obra de Bauzá emerge casi sin rivales enel género "historia nacional". Aquello que Carlos Real de Azúa propusocomo la "línea crítica disidente" (el"Bosquejo Histórico" de FranciscoBerray sobre todo, a principios del siglo xx, los "Anales"de Eduardo Acevedo),no dejó de ser algo claramente diferente como operación historiográficay notoriamente minoritario en cuanto a su difusión (Real de Azúa, 1990:
222-225). Así, no parece arbitrario afirmar que las convenciones admitidas por las élites culturales de los tres países tendieron a considerar a nuestros tres autores elegidos como fundadores o "padres" de la historia en sentido moderno (como Capistrano de Abreu dijo de Varnhagen, BlancoAcevedo y luego Juan Pivel Devoto de Bauzá, o Rómulo Carbia, y sus congéneres de la Nueva Escuela, de Mitre) y que esas obras constituían el primer esfuerzo erudito de pensar el pasado de sus respectivos países y originaban la reflexión sistemática acerca de sus orígenes.
Desde luego que los relatos escogidos no pueden considerarse comoun punto cero, ni tampoco corno perspectivas que no tuviesen contradictores entre sus contemporáneos y entre los historiadores posteriores, y sufortuna no fue uniforme a lo largo del tiempo. Una larga serie de críticasenfrentó la obra de Varnhagen ya durante el imperio o la "República Vieja"(de Ioao Francisco Lisboa a Manoel Bonfim), o la de Mitre aún antes dela aparición del revisionismo histórico (de Alberdi a V. F. López y a L. A.de Herrera). Así, su lugar fundador no deriva de que ellas no sufrieranembates y discusiones, sino de que les correspondió la precedencia temporal en el género erudito, y también porque de ellasderivó por un tiempomayor o menor la construcción del relato canónico de los orígenes de lasrespectivas naciones, y ello puede justificar la elección.
TRES HISTORIADORES Y SUS CONTEXTOS
Elcontexto sudamericano, en los tres casos (Argentina, Brasil y Uruguay)que analizaremos, presenta algunas singularidades en relación con el europeo que es preciso señalar desde ya. Una reside en que, esquemáticamen-
LA CONSTRUCCiÓN DEL RELATO DE LOS ORíGENES I 273
te, en Europa puede distinguirse entre los relatos que surgen en el ámbitode estados territoriales antiguos en vías de pasaje hacia el nuevo "Estadonación" y aquellos que emergen entre letrados que representan, o se arrogan la representación de, a minorías étnicas o lingüísticas y, en general,se articulan con movimientos políticos opositores que luchan por lograrla construcción de una entidad política independiente. En cambio, y conlas debidas diferencias que remarcaremos entre el Brasil y los dos paísesplatenses, en los casos analizados en este trabajo la situación es más ambigua. Se trata de relatos surgidos en estados recientes, no consolidados opoco consolidados, pero en el seno de las élites de poder y no entre otrasalternativas a él. La segunda diferencia es que esos mismos límites de losestados sudamericanos influía en las debilidades (Brasil) o en la ausencia(Argentina y Uruguay) de aquellas instituciones inherentes y necesariaspara la labor erudita, esto es: ámbitos académicos de enseñanza superioren los que hubiese una acumulación de saberes, archivos que reflejasen unasólida tradición estatal y una articulada burocracia, bibliotecas o colecciones documentales que exhibiesen una rica y articulada sociabilidad intelectual e incluso tradiciones intelectuales consolidadas.
En ese cuadro de conjunto y en esos planos, la situación del Brasil erabastante mejor que la de los dos países sudamericanos. La naturaleza dela transición del antiguo régimen al Estado independiente permitió la continuidad de las estructuras estatales, a la vez que evitó la completa desorganización de la administración colonial, que sí se produjo en el ámbitodel antiguo Virreinato del Río de la Plata. A su vez, el papel de la corte,que directa o indirectamente promovía la actividad intelectual (dentro deuna concepción tradicional). Un modo de observar el problema es presentar el itinerario del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño creadoen Río de [aneiro en 1838 y del cual Francisco Varnhagen formará partedesde 1840.Surgió por iniciativa de la "Sociedade Auxiliadora da Indústria Nacional", en el momento en que proliferaban las revueltas separatistas, como una clara afirmación de principios centralistas, monárquicos y moderados. Se trataba de una típica "société des savants", querecordaba a las academias ilustradas del siglo XVIII, aunque entre susmodelos estuviese también el Instituto Histórico de París nacido en 1834(Salgado Guimarñes, 1988: 5-27). Sin embargo, pronto los miembros delnuevo Instituto buscarían la protección y el patrocinio del poder real. Así,en la primera sesión ordinaria se nombró protector de la misma al emperador, cuya influencia desde entonces sería creciente, como lo exhibiránlos nuevos estatutos aprobados en 1851. El Instituto terminó funcionandoen una sala del Palacio Imperial, en la que el mismo Pedro JI presidió las
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reuniones. Asimismo, el emperador financió la mayor parte de su presupuesto, a la vez que brindaba otros apoyos extraordinarios vinculados alas necesidades de los investigadores. Estos apoyos no estuvieron desprovistos de consecuencias, en tanto ayudaron a perfilar otro tipo de hombre de letras, análogamente a lo que ha señalado Roger Chartier (1996)para el siglo XVIII europeo: aquel que no necesita para vivir del éxito mayoro menor de sus obras (es decir, del mercado de editoriales y libros), sinoque puede apelar al mecenazgo del poder. Es el caso, efectivamente, deVarnhagen. De este modo, buena parte de la investigación histórica pasabaa estar integrada en las lógicas de una sociedad cortesana y de la estructura de poder imperial.
El Instituto tenía como propósitos promover elestudio del pasado brasileño, recopilar y editar documentos y publicar una revista (tareas todasque llevaráadelante con regularidad). Laeficaciay la continuidad con las quelogró desarrollar su cometido reposaron tanto en el mecenazgo real comoen la legitimidad exclusiva que le brindaba el Estado imperial como ámbitoexclusivo para producir la historia nacional. Con todo, es difícil considerar de manera optimista (como lo hacía Voltaire) las ventajas del mecenazgo real por sobre las del mercado editorial, y más aun en un contextocomo el brasileño. Las expresiones que utilizó Varnhagen en la dedicatoria al emperador de su Historia ("chego aos pés do Throno da VossaMajestade") son suficientemente reveladoras.
El caso rioplatense es muy diferente. Ciertamente, en 1843, detrás delmodelo del Instituto de Río de laneiro, Andrés Lamas emprende la creación en Montevideo de un efímero Instituto Histórico y Geográfico delRío de la Plata. Los ocho miembros fundadores fueron designados por elGobierno de la Defensa, y ellos eligieron a cuatro más (entre los cuales secontaba Bartolomé Mitre). Sin embargo, las dificultades derivadas de laguerra y del sitio a la ciudad provocaron que el Instituto cesara prácticamente toda actividad ya en 1844.Con la caída de Rosas, el peso de las iniciativas se traslada a Buenos Aires, donde en 1854 Bartolomé Mitre promoverá la fundación de otra entidad, el Instituto Histórico y Geográfico delRío de la Plata en el contexto de la multiplicidad de iniciativas asociativasque caracterizan a esos años. Sin embargo, la nueva creación, que sólocomenzará a funcionar en 1856 y que se distinguía de las precedentes porser una libre "asociación de setenta y un hombres de letras, ciencias y artes':
también tendrá vida efímera. Toda actividad parece haber cesado en 1859.Aunque esta entidad se distingue de las precedentes en que está desligadade todo vínculo formal con el estado de Buenos Aires, no puede ignorarseque su promotor era una figura política de primer plano en él.
LA CONSTRUCCiÓN DEL RELATO DE LOS ORiGENES I 275
Espacios semejantes al Instituto brasileño, con continuidad en el tiempo,
deben esperarse en la Argentina hasta la creación de la Junta de Historia yNumismática en 1898, entidad que funcionaba nuevamente como una asociación libre de estudios con alguna semejanza con el salón dieciochescoeuropeo, ya que las reuniones se hacían en la casa de su promotor: Bartolomé Mitre. Empero, si a ello agregarnos el reconocimiento y la financiación estatal, en la Argentina habrá que esperar aún hasta principios delsiglo xx, con el patrocinio que recibirá la Junta de Historia y Numismática gracias al ministro del Interior, Joaquín V.González, durante la segundapresidencia de Roca, y en el Uruguay hasta 1915, con la recreación del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, subsidiado desde elaño siguiente
por el Estado (Zubillaga, 2002: 87-89).
Emblemático, quizá, de las características de la situación en el Río dela Plata es el itinerario de la primera colección de documentos surgidaallí, por iniciativa del napolitano Pedro de Angelis (1784-1859). Ideada en1830 (seguramente bajo el modelo de las Antiquitates ltalicae de Ludovico Antonio Muratori), comenzará a publicarse cinco años después. DeAngelis, que diseño la colección y actuó, a la vez, como editor e impresor,logró financiarla, no a través del gobierno de Rosas, a cuyo servicio estabaya quien se la dedicó con muy elogiosas palabras de "su más obsecuente yobediente servidor" (que si recuerdan las de Varnhagen no llegan hastalas de éste), sino a través de la venta de suscripciones. A cambio de ellas,los abonados recibían periódicamente fascículos de treinta páginas queluego se agrupaban en volúmenes. La obra cesó en ]837 por la escasez depapel (Sabor, 1995). Los papeles que le sirvieron a De Angelis para su colección y para su biblioteca terminaron vendidos al gobierno del Brasil. Losremanentes de la primera edición de la Colección fueron vendidos al pesocorno papel para envolver. Un destino no menos irregular tuvo la colección rival, la Biblioteca del "Comercio del Plata", publicada inicialmentepor Florencia Varela en Montevideo a partir de 1845,que, completadamás tarde por Valentín Alsina y Vicente Fidel López, no tendría una vidamenos fragmentaria y episódica que la anterior.
Silos breves cuadros presentados enfatizan las diferencias entre la situación en los paísesplatenses y la del Brasil,la cuestión puede también mirarsedesde otro ángulo si volvemos a las premisas anotadas al comienzo deeste apartado. Si se varían los términos de la comparación, debe señalarseque la vida académica entendida como vida universitaria que potencialmente podía enmarcar y a la vez brindar un lugar de enunciación para eldiscurso historiográfico, tal cual ocurriría crecientemente en varios países europeos a lo largo del siglo XIX, estaba en los tres casos sudarnerica-
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nos casi totalmente ausente. El mismo mundo universitario brasileño presentaba notables déficit e incluso no han faltado las comparaciones desfavorables entre éste y el de otras realidades hispanoamericanas, aunqueno con los casos rioplatenses. Éstos presentaban un panorama quizá másdesolador (en el mejor de los casos equivalente) que el existente en elBrasil. La decadencia en que se encontraba la Universidad más antigua(Córdoba) era complementada por la precariedad y el carácter recientede las universidades de Buenos Airesy de la República en Montevideo. Enel Brasil, además, debe señalarse que las limitaciones de las institucioneseran en parte compensadas por el papel que desempeñaba la Universidadde Coimbra. Con todo, debe recordarse que los tres historiadores aquí analizados fueron excéntricos a esos ambientes universitarios. Varnhagen ciertamente tenía una formación más sistemática adquirida en Portugal (enelReal Colegio Da Luz y en la Academia de Marina) pero no en Coimbra.Mitre, por su parte, carecía de toda formación regular (lo que le fue reprochado muchas veces) y luego siguió manteniéndose ajeno a los claustrosuniversitarios. Bauzá,por su parte, que había comenzado estudios de jurisprudencia en el Uruguay, pronto los abandonó y sus relaciones con losambientes universitarios montevideanos (en especial con el Club Universitario), tras una fugaz participación inicial, fueron siempre distantesy aun tensas.
Más allá del nivel de las instituciones formales, de su perdurabilidad odel papel que el Estado jugó en ellas, debe prestarse atención a otros ámbitos informales que ocupaban un lugar no menos importante en la construcción de un campo erudito. Finalmente, las instituciones partían deespacios de sociabilidad preexistentes y subsistentes. En ellos, las diferencias entre la situación platense y la brasileña eran menos marcadas. Entodos los casos, esos espacios reposaban en criterios de afinidades sociales y amicales mucho más amplios de los que podrían presuponerse a uncomún interés por el pasado, y como resultado el nivel de especificidad ode "profesionalidad" era bastante bajo y la heterogeneidad intelectual muygrande. Ciertamente, eso llevaba a que fuesen ámbitos visibles de prestigio más que reuniones de sabios interesados en un objetivo común, característica que perduraría durante mucho tiempo en los tres países.Con todo,de ello podía extraerse una ventaja para los estudios históricos: dado quelas fuentes o la bibliografía que necesitaban los aspirantes a ocuparse delpasado se encontraban mucho más en ámbitos privados que en repositorios públicos, los lugares de sociabilidad formales o informales facilitabanlos préstamos y los intercambios. Por otra parte, debe recordarse que eseproceso de recopilación de documentos y otros restos del pasado que en forma
LA CONSTRUCCIÓN DEL RElA10 DE LOS ORIGtNES I 277
pública o privada se llevaba a cabo tenía por objeto producir historias, perotambién consagrar, a través de su conservación, en el objeto mismo, lamemoria nacional.
Las tramas sumariamente presentadas son apenas una parte de vínculos mucho más extendidos que no requerían de la interacción interpersona! sino que reposaban en los lazos epistolares a la distancia. En este planouna vasta red internacional de relaciones se estableció entre aquellos quesí tenían interés en la historia conformando, como le escribía BartoloméMitre a Francisco Bauzá, en diciembre de 1884, una imaginaria «República Literaria de! Río de la Plata" (Archivo Francisco Bauzá [AFB]: c. 116,13)·
A través de ellos circulaban préstamos, donaciones, intercambios o ventas de libros, manuscritos y los tan apreciados catálogos. Más aun, ellasconstituían capítulos interesantes en elejercicio de la crítica a través de lacual se construían consensos y se fortalecían o se debilitaban reputaciones. Ejemplar en este sentido es la correspondencia entre Mitre y dos corresponsales chilenos, Diego Barros Arana y Benjamín Vicuña Mackenna(Archivo del General Mitre, 1912: xx, 9-92; XXI,9-62).
La posición que los tres historiadores ocuparon en los ámbitos de las élites letradas fue muy diferente, y ello deriva tanto de su colocación dentrode las mismas como del tipo de actividades que desarrollaron. Varnhagenes quien presenta un perfil más "profesional" (a la medida de entonces),no sólo porque participaba como miembro pleno (aunque en un lugar nocentral) de los ámbitos de socíabílidad letrada en e! Brasil y en Portugal,sino porque, además, reforzaba y ampliaba sus vínculos gracias a su laborcomo funcionario diplomático del imperio, o a los apoyos que de éste recibió para sus viajes de investigación, que facilitaron sus desplazamientospor los países europeos y sudamericanos. Todo ello le permitía el establecimiento de vínculos interpersonales con académicos de los dos continentes y parecía dar a su sociabilidad un perfil a la vez burocrático y erudito.Mitre, en cambio, que procedía de una familia relativamente marginal alasélites porteñas, fue un constructor de sí mismo tanto como de los ámbitos de sociabilidad letrada rioplatenses, formales e informales, de los cuales fue el principal impulsor y animador. Ese papel puede vincularse conla clara percepción de Mitre de la necesidad de lograr a partir de ellasespacios de legitimidad para su propia obra historiográfica, en un contexto tanhuérfano de estructuras estatales como lo sugiere el hecho de que incluyese, al menos desde las primeras ediciones, debajo de su nombre, la pertenencia a los Institutos del Río de la Plata y de Montevideo junto a la Sociedad de Anticuarios del Norte de Copenhague y la Sociedad Geográfica deBerlín. El hecho, por lu demás, no pasó inadvertido para Juan Bautista
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Alberdi (1996: v ) que lo señaló maliciosamente en su panfleto contra elhistoriador de Belgrano. Desde luego) la centralidad de Mitre no derivabasustancialmente de esas membresías, sino de su lugar preeminente en elperiodismo y de su papel de figura política de primer nivel en la políticaargentina y aun regional. Ciertamente, esa asociación entre historiador ypolítico eminente no dejó de tener efectos negativos sobre la percepciónde la historia de Mitre cuando sus acciones bajaron en la política argen~
tina. No casualmente, en la década de 1880 los intelectuales y los políticosemergentes apoyaron financieramente la publicación y la difusión de lahistoria de su mayor rival, V. F.López.
Bauza, por su parte, aunque perteneciente a una familia mejor ubicadaen el ámbito del patriciado uruguayo, fue permanentemente una figuramarginal dentro del mismo. Su colocación en la galaxia del Partido Colorada, dominante desde 1865 en la política uruguaya, era balanceada porsu condición de católico militante, que 10colocaba en pugna con los climas dominantes en el país. Así, su carrera política -diputado, senador,ministro de Gobierno y diplomático de su república- no alcanzó nuncahasta los niveles mayores de decisión y lo mismo ocurrió con su carreraacadémica, ya que su aspiración a ocupar la cátedra de Historia Americanay Nacional en la Universidad, en 1885, fue vetada por Carlos María Ramírez, entre otros (Pivel Devoto) 1967: 226-227). De mayor importancia aunes que esa colocación obstaculizó los vínculos de Bauzá con los ámbitoseruditos cuyo perno rioplatense era la relación entre Mitre y Andrés Lamas.La relación con ambos fue formalmente cordial pero distante y, más alláde facilitaciones ocasionales (en especial por parte de Mitre), Bauza nopudo acceder al enorme archivo reunido por Lamas, del que una breveparte había sido publicada en Montevideo en 1849.Sin embargo, debe recordarse que, aunque en los márgenes, es claro que Bauza formaba parte delas élites dirigentes uruguayas.
Las obras fundadoras del relato de los orígenes pueden a su vez relacionarse con contextos y climas políticos en el seno de las élites letradascontemporáneas al momento de su producción. Aunque aquí sería necesario hacer algunas distinciones entre las diferentes ediciones y sus respectivos momentos, nos detendremos sólo superficialmente en el tiempo deproducción de las primeras. La obra de Varnhagen ha sido colocada porAmo Wehling (1999: 32-39) en el clima del segundo reinado, conocido como"regresso" Es decir, en el contexto del giro centralizador, conservador yautoritario que coincide con el fin de la regencia y el comienzo del reinado de Pedro 11 (1840). La observación es justa e incluso podría enfatizarse, señalando que aun dentro del Instituto Histórico y Geográfico Bra-
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sileño Varnhagen representaba la lectura más conservadora y exaltadorade la Casa de Braganza. La obra de Mitre -lo hizo ya José Luis Romeroha sido ubicada en la crisis abierta entre 1852 y 1860, cuando dos estadosindependientes, Buenos Airesy la Confederación Argentina, conviven tensamente (Romero, 1943). Que en ese marco el líder de la facción política"nacionalista" de Buenos Aires escribiera un libro que historiaba los orígenes comunes de la Argentina y que fundamentaba la necesidad de unfuturo compartido (tema que Mitre, asimismo, había defendido en laAsamblea General Constituyente del estado de Buenos Aires en 1854) nopuede considerarse casual. La de Bauza, por su parte, ha sido relacionada, a la vez, con la situación interna -Ios intentos de "modernización",la guerra civil y los esfuerzos por superarla-, expresada por los gobiernos autoritarios primero de Latorre y luego de Santos, y con la situaciónexterna -la viabilidad del Uruguay, puesta en entredicho por otros intelectuales uruguayos como Juan Carlos Gómez, o argentinos, como Miguel
Cané- (Caetano, 1992: 82-84).
Sin embargo, más allá de la innegable persuasividad de esos argumentos, es necesario recordar que las obras son producto de un proceso dereflexión más largo que el momento en que son editadas y, a la vez, pueden reflejar horizontes ideológicos e historiográficos de los autores másperdurables. En ese sentido, los esquemas interpretativos pueden venir deantes (Mitre) o perdurar después (Varnhagen). Por ejemplo, en el casode este último, el espíritu de su obra puede remitir a la vez al clima político del momento de su gestación y a una tendencia de más largo plazopresente en un autor cuyas simpatías oscilaban, antes y después, entre los"liberales doctrinarios" y los reaccionarios del tipo del "inimitable" DeMaistre o, luego) de Donoso Cortés (Varnhagen, 1906: LIV; Wehling, 1999:
100-104). Inversamente, en el Mitre pensador la matriz romántico-republicana y democrática de su formación -en la que confluía la influencia desus lecturas francesas (Lamartine, entre otros) yde sus intercambios montevideanos con la tradición de Mazzini y sus discípulos-lo orientaban haciaotro lugar. En Bauzá, las cosas son más ambiguas pues se combinan, entensión, la necesidad de orden y jerarquías socialesprocedentes de su matrizcatólica con los motivos igualitarios, liberales y democráticos procedentesde su ambiente formativo y de la cultura política uruguaya. Esa heterogeneidad se refleja en elcatálogo fragmentario supérstite de su Biblioteca, enel que junto a los clásicos de la tradición liberal emergen los estudiososcatólicos, de Balmes a Le Play (AFB: c. 15, 2).
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TRES LECTURAS
Las tres obras tenían una unidad de propósito: destacar la singularidad delproceso histórico de su propia "comunidad': y podrían ser consideradashistoricistas en la medida en que partían de perspectivas individualizadoras que, por sobre la búsqueda de tipos universales, enfatizaban las dimensiones singulares e irreductibles del propio caso estudiado. En este sentido,también, las tres obras proponían resaltar la homogeneidad de las experiencias desarrolladas en el decurso temporal en el ámbito de un espaciocoincidente con las dimensiones de una unidad político-territorial, ya alcanzada o pronta a alcanzarse. Lanación presente, vista como resultado de esaunidad de experiencias, era proyectada hacia sus mismos orígenes.
Las tres obras tenían asimismo un propósito "pragmático": cimentar launidad por el conocimiento de ese pasado y a partir de allí favorecer el"patriotismo", lo que aparece claramente explicitado en las declaracionesde los tres autores acerca de sus obras y no sólo en la mirada de los con
temporáneos -Mitre (1864: 145): "fue escrito para despertar el sentimientode la nacionalidad argentina, amortiguado entonces [1858] por la división de los pueblos"; Varnhagen (1906): "Ern geral busquei inspiracóes depatriotismo [... ] e procurei ir disciplinando produtivamente certas idéiassaltas de nacionalidade"; Bauzá (1967: 1,segunda parte, 160): "si me he atrevido a emprender la tarea es por <instinto patriótico'">. Todo ello acompañado de argumentos en favor de la verdad histórica, del conocimiento
progresivo del pasado y de la imparcialidad del historiador, cuya tarea eracomparada a la del juez que dicta sentencia y no a la del abogado querellante. El énfasis puesto en los documentos originales a los que se alude oque se incluyen en forma de "Documentos de prueba" va en el mismosentido, además de en el de proveer otro principio de legitimidad al relato.
Nada hay de singular aquí. Ese propósito de servir, a la vez, a la verdady a la patria está presente en la gran mayoría de las historias nacionales enel siglo XIX y en (al menos) la primera mitad del siglo xx. Como señalamos al comienzo, las necesidades instrumentales de los estados nacionales explican en gran medida la voluntad de escribir esas historias a la vezque garantizan su éxito. Varnhagen, Mitre y Bauzá conocen y divulgan loshechos del pasado nacional y a la vez lo construyen como "lugar de memoria" por medio de sus obras que, en este sentido, cumplen el papel de"monumentos" que las consagra. Sin embargo, no deberían enfatizarseexclusivamente los elementos comunes. La obra de Varnhagen ensamblaperfectamente con las necesidades y los requerimientos del imperio y entanto tal puede considerarse una forma de "historia oficial". La de Mitre,
LA CDNSTRUCClÓN DEL RELATO DE LOS OR(GENES I 281
a la que tantas veces luego le fuera atribuido el mismo carácter, tiene, sinembargo, una colocación más ambigua. Seguramente es funcional a lasnecesidades políticas que él mismo encarna (Alberdi señalaba que Mitreescribía la historia y a la vez la hacía). Pensar en una escisión completa entre
el historiador y el político es imaginar pobremente el rol del segundo. Sinembargo, es difícil admitir que en los distintos grupos dirigentes argentinos existiesen consensos uniformes y la posición de Mitre en el sistemapolítico sólo fue hegemónica en un período relativamente breve. Por otraparte, en el campo historiográfico Mitre parecía inclinarse a un ecumenismo mayor que el de su facción política. Por su parte, la obra de Bauzá,
que no es producida por iniciativa oficial, puede ser considerada la másautónoma de las tres (si bien tuvo un apoyo financiero más bien modestodel Estado uruguayo para la segunda edición). Sin embargo, y más allá dela indiferencia mayor o menor que acompañó la aparición de la obra, nopuede no señalarse que ella refleja nuevos consensos existentes en losgrupos dirigentes acerca de hechos y figuras del pasado, como es el casode la reivindicación de Artigas (Pivel Devoto, 1967: 222-225).
Otra diferencia no menor procede del público al que está destinado laobra y ello implica una idea de Estado y de sociedad. Mitre imagina supúblico no sólo entre los eruditos, sino en un espacio más popular, queincluye los ámbitos escolares. En las palabras que a modo de "Prefacio"colocó en 1859: "un libro popular, que se lea en las escuelas, que ande entodas las manos, y forme con su ejemplo varones animosos" (Mitre, 1859:
12). Del mismo modo opinaba Bauzá en agosto de 1876, pocos años antesde dar a luz a su historia, en una carta a Florencia Escardó: "Nuestros deberes de ciudadanos nos imponen la obligación de enseñar a nuestros niñoscon nuestros libros", enseñar, ante todo, "la primera condición de progresosocial y político para los pueblos [que] es el conocimiento de la historia"
(RevistaHistórica, 1972: 356-357). Evaluar en qué medida esos objetivos secumplían requeriría conocer tanto las tiradas de los libros como la circulación de las obras. El único dato que poseemos al respecto es el referidoa la primera edición de Bauza, provisto por la Memoria de A. Barreiro yRamos presentada en la testamentaria: de los 643 ejemplares entregadosal librero encargado de la venta, éste había vendido 377 y entregado 200
gratuitamente al gobierno nacional para su distribución (AFB: c. 125, e. 3).Por poner un término de comparación, la segunda edición de la Historiade Beigrano, de Mitre, reunió 329 suscriptores. En cualquier caso, el espacio entre las distintas ediciones sugiere que el público de las mismas no fueextenso. Varnhagen, por su parte, excluye aquellos ámbitos pedagógicos eimagina en camhio que su historia está destinada -además de a Pedro JI y
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a exaltar la gloria nacional-, a "suministrar datos aproveitaveis na administracao do Estado", ya sea el administrador, el jurisconsulto o el diplomático (Varnhagen, 1906: xx).
Desde luego que en ninguno de los tres casos puede subsumirse la obraen la funcionalidad de la misma, ni el patriota absorber plenamente al historiador. Exaltar a la nación no requiere el ingente esfuerzo de recopilación de fuentes y el acopio de datos que ellos hicieron. Más allá de cualquier otra consideración, la historia era algo que les interesaba en sí mismo,yen ella veían tanto un lugar en el campo de las letras como una vocación. Los denodados esfuerzos destinados a reunir los dispersos restosdocumentales o el tiempo que dedicaban a la labor historiográfica sonclaramente reveladores de que consideraban la labor historiográfica, enbuena medida, un fin en sí mismo.
La forma de construcción del relato por parte de los tres autores presenta diferencias en lo que respecta a sus condiciones de producción y ellaspueden relacionarse con su posicionamiento profesional. Varnhagen esquien desarrolla, acorde con aquellas diferencias de contexto de inserciónantes aludidas, la estrategia más "profesional". Su obra reposa no sólo sobrelos materiales disponibles en el Brasil, sino también sobre una consultabastante sistemática de bibliotecas y archivos públicos europeos (Lisboa,Simancas, Sevilla, El Escorial, Biblioteca Colombiana, entre otros), financiada directa o indirectamente por la monarquía brasileña. Él mismo, además, nunca aspiró a ser otra cosa que un estudioso y un funcionario. Bartolomé Mitre y Bauzá, carentes de instituciones de soporte efectivas,debieron recopilar como pudieron los documentos a partir de redes privadas (en este plano, Mitre tenía muchos más vínculos con estudiososargentinos, uruguayos y chilenos que Bauza) y apelando secundariamentea los caóticos archivos públicos existentes en sus respectivos países. Asimismo, ambos eran, aunque con distinto relieve, figuras polifacéticas,que otorgaban un lugar relevante a la política activa y al periodismo. Esasdiferencias, sin embargo, iluminan limitadamente el producto. Desdeuna mirada posterior, la diferencia entre sus relatos en cuanto a la erudición y a los usos que de ella puede hacerse no es tan evidente. Aquí el contexto temporal compartido y las posibles influencias recíprocas puedencolaborar para explicar homogeneidades. Mitre y Bauzá intercambiaroncorrespondencia, pero no consta que lo hubieran hecho con Varnhagen(AFB, Correspondencia; Catálogo del Archivo Privado de Bartolomé Mitre,2007). Empero, desde luego Mitre conocía su obra y seguía atentamentelas actividades del Instituto brasileño. En los vínculos originales desempeñó un papel importante Andrés Lamas, miembro correspondiente de
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ese Instituto, que actuaba como mediador entre éste y otros estudiosos-como surge de la correspondencia entre Mitre y Diego Barros Arana enlos años 1864y 1865 (Archivo del General Mitre, '912: xx, 26, 39)-. Asimismo, en ocasión de una visita privada de Mitre a Río de Ianeiro, a finesde 1871,el Instituto Histórico y Geográfico lo designó socio honorario. Porsu parte, no es claro si Bauza había leído la obra de Varnhagen cuando escribió el primer tomo de la primera edición de su obra. Al menos, la referencia conocida es que la habría recibido recién en 1882 (junto con la deSouthey) aunque es probable que ya hubiera tomado contacto con ella, almenos en su misión diplomática a Río de [aneiro del año anterior. En cualquier caso, en la "Reseña preliminar" agregada a la segunda edición, en laque evalúa críticamentecrónicas e historiografía, concede un lugar importante al libro "notable" de Varnhagen, si bien lo considera sumamente parcial en favor de Portugal. En cuanto a préstamos intelectuales, si es posible realizar analogías con la obra de Varnhagen (como ha señalado Pivel),su referencia mayor se encuentra en Mitre, no sólo porque compartenuna problemática en buena parte común sino, a la vez, porque aquél provee un modelo historiográfico conocido de interlocución y un esquemainterpretativo con el que debatir. Sin embargo, todo ello no suprime losfactores individuales, sea en cuanto a la formación intelectual, sea de carácter idiosincrásico. Por poner un solo ejemplo, Varnhagen, el más "profesional", tenía, sin embargo, un sesgo polémico mayor que los rioplatenses.
En cualquier caso, las obras tienen, superficialmente, un aire de familia. El eje vertebrador es la dimensión política e institucional (aunquecon mayores aperturas a la geografía en Varnhagcn y Bauza). Aunque todosellos tuviesen clara la distinción entre cronología e historia y todos consideraban que se ocupaban de la segunda, no de la primera, ésta brindabael soporte del relato (por otra parte, no se trataba en ningún caso de unahistoria sólo ni principalmente de "grandes hombres"). Operaban asimismocon una dualidad argumentativa: por un lado, los hombres hacían la historia con sus aciertos y sus errores, pero por otro lado existía algo parecidoa leyes ineluctables que convertían el presente en un resultado inevitabledel pasado y la voluntad de los hombres en vana si chocaba con esas tendencias profundas. Éstas se hacen más visibles en la segunda edición deVarnhagen, en cuyo nuevo prólogo creyó conveniente incluir una frasede Tocqueville según la cual "Los pueblos resienten eternamente de su origen. Las circunstancias que los acompañaron al nacer y que los ayudarona desarrollarse influyen sobre toda su existencia", o criticar a Ioáo Lisboa
por ignorar el método de la "sociología" (Varnhagen, 1906:507). Esosmotivos son asimismo l11<lS visibles en las sucesivas ediciones de Mitre, en con-
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sonancia con los cambios de clima intelectual e historiográfico europeodel tercer cuarto del siglo XIX. La presentación de "leyes" de la evoluciónsocial aparece con claridad en la introducción sobre la sociabilidad argentina, agregada ala edición de 1876-1877, yen los capítulos adicionales a partir del capítulo xxx. En cualquier caso, ya en las primeras parece estar presente esa tensión entre acontecimiento e historia profunda, y en este puntola afinidad con la concepción de Guizot, que operaba con esa dualidad(Rosanvallon, 1988:881-887),ya ha sido señalada para elcaso de Varnhagen
y probablemente debería indicarse también para el caso de Mitre. En Bauzá,la fecha comparativamente tardía de su publicación hace que los motivos"sociológicos" estén presentes desde las primeras obras, en especial en los"Apéndices críticos" que acompañan la culminación de cada período. Ellosreflejan, además, un interés por los estudios sociales presente desde antesyen los que puede ser visible la influencia de ensayistas europeos decimonónicos de la tradición del catolicismo social, como Le Play (Bauza,1876). Lasegunda edición, a su vez, no introduce innovaciones conceptuales sino que agrega nuevos hechos y modifica las interpretaciones sobrealgunos sucesos y personajes.
Las tres historias tienen cuadros cronológicos diferentes y es bien sabidoque la elección de los mismos contiene ya una interpretación. En la primera edición Varnhagen comienza su relato con el descubrimiento, y elperíodo colonial ocupa toda su extensión, ya que termina en 1820, es decir,inmediatamente antes de la proclamación de la independencia formal delBrasil. Como ha sido señalado, en la primera edición los pueblos originarios aparecen recién en el octavo capítulo. Luego, a partir de los debatesacerca de la cuestión y de su opción inicial, Varnhagen alteró el orden delos primeros capítulos para incluirlos en el capítulo segundo (César, 2006:
30-31). Bauzá comienza con los "habitantes primitivos del Uruguay", y elperíodo colonial ocupa la mayor parte de la obra, que culmina en 1821.
Mitre, a excepción de! ensayo introductorio incluido en la edición de 1877,
que brinda un panorama de conjunto sobre el período colonial, arranca afines del siglo XVIII y finaliza, en la segunda edición de 1859, en 1816,
momento de la declaración de la independencia. En las sucesivas ediciones ampliará el cuadro cronológico hasta 1821,para hacerlo coincidir conla muerte de Belgrano, el fin de la guerra de independencia y la disolución del poder central. El grueso de su relato se concentra en la primeradécada independiente. Muchas pueden ser las razones de esas opcionesdiferentes. En Varnhagen están ligadas a la narración de un proceso de continuidad lineal y sin rupturas desde los mismos orígenes hasta la independencia, vista en clave de continuidad con la época anterior. En Bauza,
LA CONSTRUCCiÓN DEL RELATO DE LOS ORíGENES I 285
se vinculan con la búsqueda de la irreducible especificidad uruguaya encausas más profundas que los avatares del proceso de independencia rioplatense. En Mitre, finalmente, es necesario recordar, a la vez, que en suorigen era una biografía de Bclgrano delimitada cronológicamente por elciclo vital de su héroe y que lo que trata de narrar es el proceso de la revolución independentista leído en clave de ruptura con el pasado colonial.En este punto reproduce bastante bien el esquema cronológico propuestopor la historia de Mignet, que fue uno de sus modelos (Mignet, 1892).
De todos modos, en aquellos períodos en los que se solapan existencoincidencias en relación con la mirada acerca del mundo colonial, en elque todos buscan la singularidad de la propia nación (esto es visible también en el Mitre de la introducción de 1877). Esa mirada es tendencialmente favorable a esa época, aunque lo sea por distintas razones. En lostres, el proceso de conquista es un proceso civilizatorio que proyecta a lamás avanzada Europa sobre el más atrasado mundo americano preibérico.Ese mundo es mirado sin ninguna simpatía por Varnhagen (no susceptible de historia sino de etnografía). En ese contexto, los indígenas sonclaramente excluidos de la construcción nacional en Varnhagen, en oposición con otros relatos ("románticos") que buscaban dar de ellos unaimagen positiva, no en tanto pueblos primitivos sino "decaídos", lecturaspresentes incluso en e! seno del Instituto Histórico y Geográfico (Turin,2006: 95-97). Asimismo, y a los efectos de negar cualquier derecho a losindígenas del Brasil derivado de su condición de originarios, Varnhagenimaginó a los tupí como ocupantes también procedentes de movimientos ultramarinos, y propuso para ellos una genealogía (apoyada en bizarros argumentos etnolingüísticos que fueran criticados por Mitre) que los
emparentaba con los antiguos egipcios. Una mirada igualmente hostil alos pueblos originarios se encuentra en Mitre, quien, a los efectos de resaltar las ventajas rioplatenses en relación con otros contextos sudamericanos, enfatiza la característica dominante de la población blanca que, a través de la mezcla con los indígenas, pronto fue capaz de absorber, étnica yculturalmente, a aquéllos, dando como resultado una nueva raza conrasgos típicamente europeos. Por otra parte, de su hostilidad a los indígenas considerados en estado de barbarie y a la posibilidad de incluirlosen cualquier imaginario fundador de la Argentina dejó numerosos testi
monios, como por ejemplo en cartas a Juan María Gutiérrez y a Joaquínv. González (Archivo de General Mitre, 1912: XXI,208-220; González, 1912:
1,9-11). En ambos planos, más allá de matices, Mitre y Varnhagen estabanbastante cerca en este punto. Para los dos autores e! proceso civilizatorioes posible en tanto la civilización blanca europea es capaz de absorber y
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diluir a los "salvajes".Más matizado aparece el terna en Bauzá,por las razones aludidas en e! párrafo anterior. La búsqueda de la especificidad uruguaya requería incorporar a ella a los indígenas de la banda oriental y juntoal carácter primitivo atribuirles también innegables virtudes positivas(raza varonil, indómita, leal, de "buenas costumbres", de buenos sentimientos como el"amor a la familia y la generosidad con los vencidos", yaptos para ser redimidos por los misioneros jesuíticos). Más aun, ello lollevaba, en otra forma del tema de la "excepcionalidad" positiva característica de los relatos nacionales, a contraponer sus virtudes con los defectos de otros pueblos indígenas que poblaban el territorio brasileño ("antropofagos, geófagos y pederastas ... falsos, hipócritas, traidores y desleales"[Bauza, 1967: 1, segunda parte, 206-2471). Por otro lado, la "fealdad" deestos últimos contrastaba con la relativa belleza de los primeros. Así, adiferencia de los otros dos autores, Bauzá contribuirá signif1cativamente(en paralelo con Zorrilla de San Martín) a la introducción de! perdurable mito "charrúa" en el imaginario histórico uruguayo.
Las miradas son, en cambio, fuertemente divergentes en el períodopost 1810, y la comparación sistemática de ellas puede brindar elementosde interés. Baste aquí con sugerir que ellas parecen operar con ideas denación diferentes. Si en Varnhagen la concepción del Brasil remite a la capacidad del Estado brasileño, es decir de la monarquía lusitana, de ejercer elpoder en un territorio, y la justificación de sus fronteras deriva de una aplicación estricta de la razón de Estado (véase la lectura de la cuestión guaranítica), el argumento de Bauzá reposa antes en una supuesta identidadcultural que precede, justifica y delimita la nación posterior. En Mitre, finalmente, las cosas se plantean en un terreno más ambiguo, entre los argumentos presentados en la versión de 1877, abundantes ya en referenciasacerca de leyes históricas ("del tiempo y del espacio", "orgánicas") yaquellos más visibles en la primera edición, cercanos a la idea francesa de naciónpolítica derivada de la voluntad de los actores.
Las miradas divergentes reposan también en otros elementos. En primer lugar, debe recordarse que Mitrey Bauzá intentan explicar un procesorevolucionario que implica una ruptura con el pasado colonial. En especial para Mitre, esa revolución es a la vez dos revoluciones -una política yotra social-, que con el tiempo encontrarán su conjunción y su equilibrioen una sociedad democrática. Esa idea lo aleja de una comparación conlos ejemplos provistos por las revoluciones inglesa y norteamericana, y loacerca a los modelos provistos por las historias "terrnidorianas" de la Revolución Francesa. Nuevamente, aquí es central el esquema de Mignet de dosrevoluciones en una revolución que, sin embargo, era un proceso unita-
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rio juzgado en conjunto positivamente. Para Bauza, también se trata deuna revolución producida por fuerzas sociales que una vez en movimientoson difíciles de controlar y también está dispuesto a contraponer el igualitarismo plebeyo de la revolución oriental al aristocratismo de la de Buenos Aires. Empero, más conservador y preocupado por el problema delorden, ese conflicto es organizado mucho más en torno de dos tendenciasantagónicas que no son sociales sino políticas (o, mejor, que son leídas enclave política antes que social): aquella republicana (y el término es antepuesto al de federal), encarnada en Artigas y el movimiento uruguayo, yla monárquica, encarnada en Buenos Aires. En Varnhagen, finalmente,no se trata de explicar ninguna revolución sino de condenarlas (ejemplo:su mirada de la "calamidad" de la revolución pernambucana) y alabar la
continuidad sin rupturas del proceso histórico brasileño (Mitre, 1945:
681-715; Bauzá, 1967: v, 228-234; Varnhagen, 1906: cap. LTI). Más aun, elproceso revolucionario constituye parte de ese antimodelo que para él sonlas repúblicas sudamericanas. Cuánto debe ese proceso a la mirada sobreel modelo inglés es un tema a profundizar, lo que parece fuera de discusión es la antipatía por el ejemplo francés.
Una reflexión final remite a la recepción de las obras en las épocas posteriores y a la perdurabilidad de sus relatos en los imaginarios sociales yen las tradiciones historiográficas respectivas. Elprimer problema es excesivamente complejo y quizás irresoluble, más allá de la conjetura. En relación con el segundo, una mirada general sugiere que la interpretación deBauzá vertebra de manera perdurable las lecturas hegemónicas de la historiografía uruguaya en el siglo xx (en un contexto tan dividido por tradiciones políticas opuestas, su autor tenía una envidiable ambigüedad entanto colorado pero católico, y, además, el artiguismo del que fue uno delos precursores parecía cuhrirlo todo). La obra de Mitre resiste firme almenos hasta la década de 1960. La opción a su favor de la Nueva EscuelaHistórica y posteriormente de los nuevos historiadores sociales no puedesubestimarse en este plano. Menos perdurabilidad en el largo plazo parecepresentar la lectura de Varnhagen, confrontada ya desde fines del siglocon el republicanismo de la "Republica Vieja" y luego con las transformaciones de la historiografía desde la década de 1930, alejadas de la estadolatría de Varnhagen, y con nuevos imaginarios sociales que, discursivamentcalmenas, introducían en la síntesis originaria a los indígenas americanosy a los pobladores de origen africano.
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El erudito coleccionistay los orígenes del americanismoHoracio Crespo
Recientemente ha comenzado a interesar la constitución en Europa, amediados del siglo XIX, del "americanismo" como campo científico novedoso dedicado principalmente, al menos en sus comienzos, al estudiode las antiguas culturas del Nuevo Mundo (López-Ocón, Chaumeil yVerde Casanova, 2005; un importante antecedente es Comas, 1974). Nuestro trabajo está dirigido a explorar caminos de ese proceso en AméricaLatina y a señalar <por medio de algunos ejemplos~ la presencia de untipo particular de intelectual erudito que ocupó un espacio medular enese montaje, así como en la fundación de la historiografía de los nuevospaíses iberoamericanos en el siglo XIX. SUS antecedentes se confundencon la propia "invención" de América, para utilizar la feliz fórmula deEdmundo O'Gonuan, y sus prolongaciones recorren toda la pasada centuria, con su herencia presente en el reconocimiento, la valoración y lapreservación del patrimonio documental y bibliográfico. Estos estudiosos hicieron de esa actividad uno de los ejes centrales de su trabajo,aunque la dimensión erudita y coleccionista que protagonizaron no losapartó en la mayoría de los casos de la participación política y el compromiso ideológico, tan característicos de los actores intelectuales decimonónicos.
Aquellos momentos iniciales de la actividad americanista se caracterizaron por un tono de marcada hibridez disciplinaria -se entrecruzabanconocimientos históricos. antropológicos, arqueológicos y filológicos-, porlas metodologías heterodoxas y por temáticas cuyos asuntos y tratamientos llegaban a ser improcedentes o anacrónicos vistos desde las recientesperspectivas positivistas que sistematizaban las nuevas ciencias de la sociedad. La mayoría de los trabajos realizados no podía ocultar la falta de anclajedisciplinario específico de la "americanística"; como se la denominaba enel momento, lo que constituía un problema creciente en la medida en que
El ERUDITO CDlEC(lDi'lISTA y lOS DRIGEi'lES DEL AMERICANISMO I 291
cada una de las ciencias sociales particulares lograba destacarse nítidamente y alcanzar plena legitimidad.
A la persistencia de antiguos temas, algunos de ellos acuñados en eldebate ilustrado del siglo XVIII acerca de la naturaleza y del hombre americano (Gerbi, 1960), se agregó la particularidad de ser formulados sinrespetar las reglas básicas de rigor académico legitimadas por elnuevo paradigma científico. Así, en las primeras reuniones del Congreso Internacional de Americanistas se discutió sin ninguna inhibición acerca tanto delas manifestaciones de budismo en América en el siglo v y las posibles comparaciones filológicas entre el chino y el otomí, como de la evangelización del Nuevo Mundo por santo Tomás, la problemática existencia de laAtlántida, la presencia de fenicios, hebreos, fineses y etruscos en la América precolombina, o de pigmeos, africanos o surnerios, el Diluvio universal y su manifestación americana, el origen del hombre en las Américas y sus relaciones con otros continentes, los viajes precolombinos, y
conjeturas diversas acerca del proyecto y las travesías de Colón, su personalidad, iconografía, procedencia y otros aspectos menudos. Heterogeneidad y tentación por "las tesis más arriesgadas", como diría medio siglo después Paul Rivet, que sin embargo ocasionaron fuertes reacciones favorablesa la delimitación del objeto, a la rigurosidad metodológica y a la aplicaciónde juicios científicos que más o menos lentamente se fueron abriendo paso,especialmente hacia la arqueología, la lingüística y la etnografía, y finalmente hacia la mayoría de las ciencias sociales y humanísticas (Comas,
1974: '5-20, e índice de trabajos presentados 1875-1972: 137 y ss.).La comunidad científica que protagonizó estos primeros intentos -carac
terizada por elya citado Riveten 1949 como una conjunción de "entusiasmo,juventud e inexperiencia"~ se fue consolidando paulatinamente mediantela formación de asociaciones (Société Américainede Frunce; SoctétédesAméricanistes dePatis, 1895; Ibero-Amerikamsches Forchungsinstitut, Bonn; IberoAmerikanisches tnstitut, Berlín, 1930; Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla,1944), la publicación de revistas especializadas (Revueorientaleet américaine; Archives de la Société Américainede Franco. 1875; Archives duComité d'archéologie américaíne, 1893; Ioumol de la Société desAméricanistes de París, 1896; Ibero-Amerikanisches Archiv, 1924; Anuario de EstudiosHispanoamericanos, Sevilla, 1944) y la realización de una reunión bianual,el Congreso Internacional de Americanistas, que sesionó por primera vez
en Nancy en 1875 y que desde entonces ha mantenido su regularidad (en2006 tuvo lugar en Sevilla la versión quincuagésima segunda). Sobre la basede antiguos intercambios, también comenzaron a anudarse redes intelectuales transatlánticas cada vez más sofisticadas entre Europa, los Estados
292 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
Unidos y los países de Iberoarnérica, que sin embargo no estuvieron exentas de conflictos. Entre éstos, el más notable giró en torno de la realizaciónde congresos de americanistas en el Nuevo Mundo, pretensión a la que seopusieron tenazmente muchos núcleos de estudiosos europeos, y que sólose logró en 1895 con la celebración del congreso en México y con la aprobación de los nuevos estatutos en 1900 (Comas, 1974: 13-44).
LA REVELACIÓN DEL NUEVO MUNDO
La actividad en torno al estudio del Nuevo Mundo tiene antecedentes lejanos, cuyo examen orgánico hasta hoy apenas se ha esbozado. Atentos alas repercusiones inmediatas de la expedición colombina, diversos centrosde saber convocaron a los primeros núcleos de estudiosos y,a partir de allí,poco a poco se fue aclarando la confusión cosmológica y los problemashumanísticos generados por las crecientes novedades que traían las sucesivas exploraciones. En primer lugar, el trabajo se organizó en torno a laidentificación geográfica de los nuevos territorios y su representacióncartográfica, lo que tuvo vitales consecuencias estratégicas y diplomáticas, cuyas repercusiones polémicas han llegado hasta el americanismo delsiglo xx (Levillier, 1948;O'Gorman, 1951).
Los cartógrafos de la corte portuguesa -usufructuando la tradición delos portulanoscatalanes e italianos, confeccionados desde el siglo XIV sobrela base de la experiencia de reconocimientos y navegaciones. y no de creencias y fábulas, y la renovación cartográfica superadora de Ptolomeo realizada a partir de mediados del siglo xv especialmente en Alemania- fueronlos primeros, por razones evidentes, en dedicarse a la interpretación de datosvelozmente cambiantes y audazmente renovados por los exploradores. Rodeados de secreto, intrigas y espionaje, su actividad formó parte de la"política del sigilo" inaugurada por Enrique el Navegante, tal como adecuadamente la definió elhistoriador Jaime Cortesao. Luego, fueron emulados porlos pilotos de Indias y de la Casa de Contratación de Sevilla.
En este proceso de adquisición de conocimientos destacan Juan de laCosa, con su carta del mundo confeccionada en Cádiz en 1500, Juan Vespucci -el sobrino de Américo-, los cartógrafos portugueses, genoveses, florentinos yvenecianos, y la fundamental escuela de Sto Dié, el Gimnasio Vosagense, bajo la tutela del cardenal-duque Renato II de Lorena (Cortesáo, 1935;Nebenzhal, 1990: 26-71). Esta célebre institución, cuyos integrantes seguíancon gran interés las noticias de los descubrimientos de ultramar, contó
EL ERUDITO COLECCIONISTA Y LOS ORíGENES DEL AMERICANISMO I 293
con el concurso de Martín Waldseemüller, alemán de Friburgo (1474-1520),
autor de los mapas más notables de la época: la serie llamada hoy por loseruditos Lusitana-Germánica e inaugurada por el Universales CosmographiaeSecundumPtholomei Traditionem etAmericiVespucii AliorumqueLustrationem, impreso en Estrasburgo en 1507, en elque se bautizó a América,un acto equívoco que lanzó una polémica de cuatro siglos (Waldseemüller,2007; del Carril, 1991: 18-46). Deben también agregarse los centros cosmológicos de Nuremberg y Viena, e inclusive el interés que este movimientodespertó en Estambul -el otro polo fundamental de poder en la épocadonde se confeccionó el también célebre mapa de Piri Re'is, en 1513, aparentemente sobre la base de dibujos efectuados por el mismo Colón.
Estos estudiosos de gran nivel científico configuraron así la primera redde investigadores acerca de América, cuya síntesis puede verse proyectadaen una primera etapa, entre otros, en los mapamundis de Pedro Apiano de1520 y en el de! portugués Diego Ribero, piloto mayor de Indias, publicado en Sevilla en 1529 yen 1538 por e! célebre cartógrafo flamenco GerardoMercator (1512-1594). Por último, su hijo Miguel Mercator dibujó en 1630
el mapa de América, "el más importante de la época moderna" (del Carril,1991: 58). Cosmólogos, geógrafos, humanistas y ciertamente los mismosexploradores deben inscribirse entre los actores más interesantes de estaprimera etapa de acercamiento europeo a lo americano. Además, elansiade conocimiento y el impacto de la novedad, desatados por la enormecirculación de crónicas y opiniones, junto a la cada vez más enconadadisputa en torno a los habitantes, las tierras y los derechos a sojuzgarlos ya ocuparlas, atraparon a teólogos y juristas y motivaron tratados, pareceres y dictámenes. El cargo de cronista de Indias se asoció muy rápidamentea las preocupaciones por la historia y la etnografía del Nuevo Mundo (BarrosArana, 1910; Gerbi, 1978).
Todas estas elaboraciones que resultaron de las actividades inauguralesdel estudio de América pasaron luego a ser norte de afanosas búsquedasde coleccionistas y eruditos que dieron cuerpo a la tradición, fueron diseñando una disciplina científica e inauguraron en el siglo XIX la americanistica moderna. La figura del erudito, coleccionista apasionado de librosy documentos, muy pronto se asoció con lo americano, ya que el hijo delAlmirante, Hernando Colón (Córdoba, 1488-Sevilla, 1539), fue uno de losmayores bibliófilos de su tiempo, a punto tal que en su testamento legó asu sobrino Luis, con claras indicaciones sobre su destino y conservación,15.370 libros, una cantidad enorme para la época. Su objetivo era reunirtodas las obras editadas en cualquier lengua, y para ello realizó viajes, seconectó.con mercaderes genoveses y estableció una red de agentes en Roma,
294 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
Nuremberg, Venecia, Amberes, Lyon y París, además de hacer cuantiosas
inversiones e, inclusive, lograr el apoyo real de Carlos V. Ideó también un
sistema de catalogación, referencia e información bibliográfica que anti
cipaba de manera notable los sistemas modernos. Pese a los descuidos, las
pérdidas y el abandono, dos terceras partes de los importantes fondos deHernando Colón aún se mantienen en Sevilla (Torre Revello, 1945: 19-34).
Su saber, inaugurando una práctica extendida en el siglo XIX yen la
que entre otros se inscribirían De Angelis, Barros Arana, el perito Moreno,
Manuel Ricardo Trelles y Estanislao Zeballos, fue utilizado en las contien
das diplomáticas de su época por cuestiones de límites. Así,junto con Sebas
tián Gaboto y Juan Vespucci, don Hernando asistió en 1524 a una conferencia lusitano-castellana, realizada en Badajoz y Yelves, en la que se
discutieron las consecuencias del tratado de Tordesillas respecto de la juris
dicción de las islas Molucas. A causa de sus vastos conocimientos cosmo
gráficos, desde 1527 cooperó, por orden real, con la Casa de Contratación
de Sevilla en el perfeccionamiento de las cartas de navegación hacia las
Indias Occidentales y en la elaboración de un mapamundi en el que figurasen las tierras del Nuevo Mundo. Aunque la empresa no llegó a su tér
mino, Colón aprovechó la ocasión para recabar de la Casa gran cantidad
de cartas de navegación, derroteros, relaciones y otros documentos que
agregó a su biblioteca, y que fueron reclamados en 1569, muchos años
después de su muerte, por Felipe 11. También en esto fue un adelantado
de las prácticas non sanctas de muchos de los coleccionistas que le sucedie
ron en sus afanes en el transcurso de las centurias siguientes. Su controvertida obra Vida del Almirante don Cristóbal Colón configuró luego un
momento decisivo en la historia de la revelación americana al mundo occi
dental (Torre Revello, 1945:35-51; O'Gorman, 1951: 93-127).
BOTURINI y su MUSEO AMERICANO
Dos siglos después, la ilustración trajo consigo una larga y enconada polé
mica de múltiples actores que despertó nueva atención sobre América, su
naturaleza, sus habitantes originales, su cultura. El exilio jesuítico, tras la
expulsión de 1767, cumplió una función principalísima en esta etapa, esen
cial para la construcción de una identidad diferenciada, fundada en buenamedida en la valoración de las grandes culturas precolombinas. La preo
cupación científica y las nuevas grandes exploraciones y sus resultados -La
Condamine (París, 1701-1774), Antonio de Ulloa (Sevilla, 1716-León, 1795),
El ERUDITO COLECCIONISTA Y LOS ORiGEN ES OEL AMERICANI5MO I 295
José Celestino Mutis (Cádiz, 1732-Bogotá, 1808), Alejandro Malaspina
(Palermo, 1754-Pontremoli, 1809), Humboldt (Berlín, 1769-1859), entre
otros- fueron además un componente esencial de la nueva fisonomía posi
tiva de América luego de las deprimentes elucubraciones de De Paw y susseguidores (Gerbi, 1960).
En los prolegómenos de este renovado marco de interés apareció una
decisiva figura inaugural en la historia del coleccionismo americanístico
ilustrado y moderno: el caballero lombardo Lorenzo Boturini Benaduci
(Sondrio, c. 1695-Madrid-c. 1755), autor de la Historia General de la América Septentrional(Torre Revello, 1926,1933; Ballesteros Gaibrois, 1990). Los
azares de un destino desventurado asociado a fervores piadosos y científicos lo llevaron, en palabras de su biógrafo Ballesteros Gaibrois, desde "los
salones imperiales de Viena a los calabozos de México, y de allí a la sentina
de un buque o a una casa modesta madrileña", donde lo alcanzó la muerte.
José Imbelloni lo reconoce, con justicia, como "el infortunado fundador de
la arqueología mexicana". De origen lombardo, educado en Milán, eximio
latinista, llegó a España en 1735, y de inmediato realizó una peregrinación
a la Basílica del Pilar en Zaragoza. El conocimiento del canónigo novohispano Joaquín Codillos alimentó pronto en él una encendida devoción a la
virgen de Guadalupe. y, comisionado por una dama de origen mexicano
para cobrar rentas en su país, embarcó sin permiso y arribó ese mismo
año a Veracruz. Sorprendido por la intensidad y la extensión del culto
guadalupano en la Nueva España -elemenro clave en el desarrollo secular
y cultural de la identidad criolla que culminaría cincuenta años más tardecon el sermón catedralicio del "heterodoxo guadalupano" Fray Servando
Teresa de Mier (O'Gorman, 1981)-, Boturini concibió el proyecto de coro
nación de la Virgen, a la vez que abordó elestudio del náhuatl y de los sabe
res matemáticos y astronómicos de los antiguos mesoamericanos. Simul
táneamente inició su gran colección de manuscritos, códices, copias de
cantares, tradiciones y otros muchos objetos vinculados a las culturas indígenas que constituirían su célebre Museo, según Chavero (1984: 1, LIV), "elarchivo más importante que ha existido sobre nuestras antigüedades".
En su empeño guadalupano y ayudado por sacerdotes jesuitas en Roma,
consiguió un breve pontificio que autorizaba su proyecto y -sin el visto
bueno del Consejo de Indias exigido por el real patronato español- comenzó
a recibir donativos para la realización de la corona virginal. En conoci
miento de estos hechos, el conde de Fuenclara, nuevo virrey de México,ordenó su aprehensión en 1743, y aquí comenzaron las penurias sin cuento
de Boturini. Su llamado "Museo" o sea la excepcional colección de anti
güedades, fue secuestrada. La preocupación por sus papeles -nunca ya
296 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
recuperados- pasó a convertirse en "obsesión", como lo dice su biógrafo
Ballesteros. Después de un penoso encarcelamiento fue enviado a España,
donde fue capturado por ingleses y confinado en Gibraltar. Finalmente lle
gado a Madrid, publicó en 1746 su Idea de una nueva Historia GeneraL delaAméricaSeptentrional; fue reivindicado y nombrado cronista en Indias,en el mismo año, para redactar su proyectada Historia General de la que
elaboró el tomo primero, la cronología, que se imprimió recién en 1949.
A pesar de sus intentos, no logró regresar a América y recuperar sus teso
ros, y murió pobre y endeudado en Madrid, probablemente en 1755.
La obra científica de Boturini se desglosa en dos tipos de actividades
relacionadas pero específicas: coleccionista e historiador, y en esto se muestra como un claro precursor de los americanistas del siglo XIX. Él mismo
comentó su esfuerzo a Fernando VI; "tantos desvelos, tantas peregrina
ciones, tantos gastos empleados en juntar un Archivo prodigioso de Monu
mentos celebérrimos" (citado por Ballesteros Gaibrois, 1990: un). Presi
dida por la arquitectura filosófica de Vico, su historia, aunque inconclusa
y afectada por algunas elucubraciones caprichosas, es valiosa por el rigu
roso método comparativo de fuentes empleado, por la valoración de testimonios mesoamericanos y el uso crítico de fuentes coloniales indígenas
e hispánicas, y por la erudición clásica que exhibe. Boturini ignoró la excep
cional obra de Fray Bernardino de Sahagún (Sahagún, León, c. 1499-México,
1590),cuyos primeros manuscritos fueron encontrados a fines del siglo XVIII
por Juan Bautista Muñoz (Valencia, 1745-Madrid, 1799)y sólo fueron edi
tados en Madrid en 1906 por Francisco del Paso y Troncoso (Veracruz,
iaaz-Plorencia, 1916) -gran protagonista del americanismo moderno, maes
tro de la recuperación científica de fuentes documentales y equivalente
mexicano de José Toribio Medina (Santiago, 1852-1930) y José Torre Revello (Buenos Aires, 1893-1964)-. Sin embargo, sí supo utilizar, y a menudo
con un claro sentido crítico, las obras de Fray Juan de Torquemada (Cas
tilla laVieja, 1557?-México, 1624),Domingo Francisco de San Antón Muñón
Chimalpahin, (Amecameca/Chalco?, 1579-México,1660), Fernando de Alva
Cortés Ixtlilxóchitl (Texcoco, 1568?-Ciudad de México, 1648), Carlos de
Sigüenza y Góngora (Ciudad de México, 1645-1700).Lacolección del caballero Boturini finalmente nunca regresó a sus manos.
Confiscada por el virrey Pedro de Cebrián y Agustín en el momento de su
arresto en 1743, fue depositada en la oficina de la secretaría del virreinato.
Los documentos quedaron abandonados por años y fueron objeto de robos
y despojos. Aunque en 1747 fue autorizado a recogerla, las dificultades pecuniarias le impidieron regresar a América a recuperar su archivo. El virrey
siguiente, Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, cedió al anticuario
EL ERUDITO CD[fCCIONISTA y LOS ORíGENES DEL AMERICANISMO I 297
Pcrnández de Echeverría y Veytia (el amigo de Boturini que lo asistió en
Madrid) los documentos que había solicitado para sus propios estudios.A su muerte, éstos pasaron a manos de Antonio de León y Gama quien, a
su vez, al fallecer en 1802los transmitió a sus herederos. Poco antes de ese
episodio, Alejxander van Humboldt había adquirido dieciséis documen
tos durante su visita a México entre 1802 y 1803. Humboldt, cuyo interés
se había despertado a partir de informaciones de Clavijero, encontró algu
nos materiales supervivientes en muy malas condiciones en elpalacio virreinal y, más tarde, los publicó en Vues descordiiíéres et monuments despeupLes indigénes d'Amérique. Los originales de estas piezas se encuentran en
la actualidad en la Biblioteca Nacional de Alemania, en Berlín. Otra parte
de la colección pasó luego a manos del padre José Pichardo, un anticua
rio aficionado. Poco antes de la independencia, el resto de la colección fue
transferido a la Universidad de México, y desde entonces hasta 1823 pasaron al Conservatorio de Antigüedades.
Aún en relación con la colección Boturini, otro personaje relevante entra
ría en escena un par de décadas más tarde: loseph MariusAlexis Aubin (Tou
rettes-lcs-Paíences, 1802-París, 1891). Aubin estudió matemáticas y dibujo,
yen 1830 participó activamente en las luchas revolucionarias parisinas.
Ese mismo año, tomando distancia de los acontecimientos políticos, desem
barcó en México con el propósito de emprender investigaciones físicas yastronómicas por cuenta de la secretaría francesa de instrucción pública.
Apasionado él también -como el caballero italiano- por las antigüedades
mesoamericanas, empezó por aprender el náhuatl. Luego, abrió un cole
gio en México siguiendo el modelo del liceo francés, comenzó a reunir todos
los documentos pictográficos y fuentes originales posibles sobre la histo
ria del México antiguo y,sobre todo, adquirió poco a poco buena parte de
los remanentes de la enorme coIccción Boturini. En 1840, tras eludir la
aduana mexicana, regresó a Francia con su cuantiosa colección. Aunque
criticado por su excesiva reserva y su celo respecto de sus materiales y porlas pocas publicaciones que realizó, Aubin estudió progresivamente el acervo
que había reunido y fue un precursor de los estudios de escritura prehis
pánica. Su obra -Mémoires sur lapeinture didactiqueet L'écriture figurativedes AnciensMexicains, publicada parcialmente en París entre 1849y 1851, Y
por entero en 1884- fue la primera investigación sólida sobre pictografíamexicana (Giasson, 2002: VII-XIV). La colección de Aubin fue vendida a
Eugene Goupil, personaje de ascendencia franco-mexicana, quien la donóa la Biblioteca Nacional de Francia, en París; bajo el nombre de ColecciónAubin-Goupil constituye hoy uno de los mayores acervos de códices mexi
canos prehispánicos y coloniales conservados (Cohen, 1998).
298 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
El año de la llegada de Aubin a México se corresponde con el inicio delproyecto de lord Kingsborough (1795-1837), quien por su propia cuenta ibaa dar a conocer, en Londres, nueve volúmenes de facsímiles de códices. Por
cierto, este noble irlandés reúne en su persona los atributos más destacados del curioso tipo de intelectual americanista de la época: excentricidadtemática y pasión coleccionista. Convencido de que los antiguos mexicanos descendían de una de las tribus perdidas de Israel, adquirió importantes manuscritos y códices para lograr demostrar su hipótesis, y los editóeruditamente en una colección fastuosa de nueve volúmenes -dos de ellos
póstumos-, Antiquities of Mexico. La edición fue tan costosa que sus proveedores de papel lo denunciaron por deudas impagas, y Kingsboroughfinalmente fue a dar a la cárcel, donde murió a la temprana edad de 42 años.Gracias a él, por primera vez se reprodujeron y se dieron a conocer joyas
tan importantes como el Códice Dresdc.Muchos otros estudiosos fueron articulando el mundo de objetos y
manuscritos, de códices y formas artísticas exhumadas por la incipiente
arqueología para enriquecer los nuevos repositorios que el racionalismounido al experimentalisrno diseñaba en un americanismo naciente. Auncuando el americanismo español, tan importante y todavía poco explorado en su desarrollo, excede los límites de este trabajo, debemos señalarque la obra histórica y la colección de Boturini pusieron sobre el tapete lanecesidad de estudiar la historia antigua de México. Así, en 1784 el reyordenó el envío de esos materiales históricos a España justamente en elmomento en que el último cronista de Indias, Juan Bautista Muñoz, recibía la encomienda de redactar una historia de América. El legado fundamental de Muñoz fue la enorme colección de materiales etnográficos e históricos americanos que lleva su nombre, junto con la fundación del Archivode Indias de Sevilla en 1785. Cada uno de los importantes repositorios españoles concita en sí mismo una cargada relación de colecciones e investi
gadores que deberían ser objeto de estudios particulares.
PEDRO DE ANGELlS y El. COLECClONISMO EN EL PLATA
Acorde con la importancia adquirida por Buenos Aires en el último tercio del siglo XVIII, traducida en términos culturales en la instalación deuna imprenta en 1780y en la fundación del Real Colegio de San Carlos en1783, comenzaron a reunirse algunas buenas bibliotecas cuya descripcióne historia realizó Torre Reveno en una obra imprescindible (Torre Reve-
EL ERUDITO COLECCIONISTA Y LOS ORíGENES DEl AMERICANISMO I 299
110,1965). La más apreciable fue la de Juan Baltasar Maziel (Santa Fe, 1727Montevideo, 1788), de quien se dice que su pasión por los libros "era talque, no obstante el elevado precio de los mismos y las dificultades paralas compras, muchas veces arriesgó todo su crédito y no titubeó a recurrira préstamos para pagar las cuentas de libreros españoles" (Buonocore, 1959:285).También aparecen, según este último erudito citado, incipientes anticuarios dedicados a agenciarse "antiguallas" tales como papeles, objetos ylibros, que formaron las primeras colecciones del género en la región. Iulián
de Leyva (1749-1818) no sólo obtuvo algunos documentos esenciales comolos manuscritos de la Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia delParaguay de Lozano y de LaArgentina de Ruy Díaz, sino que también realizó anotaciones a este último. Prestó libros a Félix de Azara y al Deán Funespara sus respectivos trabajos y facilitó algunas fuentes para las edicionesde De Angelis. José Ioaquín de Arauja (Buenos Aires, 1762-1834) reuniópapeles originales, copias de documentos, códices, piezas de historia natural ymonedas americanas. Gaspar de Santa Coloma (España, 1742-BuenosAires, 1815) inició también una valiosa colección documental acerca de lahistoria marítima, comercial, religiosa, social y política del Plata. Pero detodos ellos, el más importante fue el canónigo Saturnino Segurola (Buenos Aires, 1776-1854), célebre introductor de la vacuna contra la viruela.Según Buonocore, su archivo y su museo fueron los más notables de suépoca, provenientes en buena medida de las colecciones jesuíticas, y en susfondos investigaron el Deán Gregorio Funes, Pedro deAngelis y BartoloméMitre. Tras su muerte, los documentos se donaron a la Biblioteca Nacional, y los libros se remataron en 1854,muchos de los cuales fueron comprados por Andrés Lamas (Montevideo, 1817-BuenosAires, 1891) y ManuelRicardo TreIles (Buenos Aires, 1821-1893) -de quien se dice que "su granamor, casi fetichismo, era el de los documentos", "apasionado coleccionistade papeles, libros, cuadros, reliquias históricas, medallas, monedas, grabados, muebles"-, dos bibliófilos fundamentales, junto con Mitre, de lasiguiente generación (Buonocore, 1959: 286-287; 298-299, 328-329).
Yde inmediato aparece en elPlata la figura más importante de la épocatemprana del americanismo en elsur del continente: Pedro de Angelis(Nápo
les, 1784-Buenos Aires, 1859),coleccionista, anticuario, bibliógrafo, historiador y periodista, cuya actuación sigue envuelta en la polémica y cuyavaloración continúa siendo, por lo menos, cuestionada, en buena medidapor las pasiones políticas en las que se vio envuelto, a menudo a su pesar.Perteneció a una familia liberal, masónica y bonapartista y él mismo lo fue.Republicano, se vio forzado al exilio a causa de la restauración borbónicaa partir de 1814 y vivió en esa condición en Ginebra y en París, y luego
300 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
todos su años restantes en el lejano Río de la Plata. Hizo sus primeros ensayos de erudición en París en algunos de los diccionarios biográficos monumentales tan de moda en la época, lo que le valdría luego un hiriente escarnio de Esteban Echeverrfa, uno de sus enconados enemigos ideológicos.
Contratado por orden de Rivadavia como redactor del periódico oficialde su presidencia, Crónica Política y Literaria del Plata, al llegar a BuenosAires en 1827 se encontró rápidamente sin trabajo como consecuencia de ladesaparición del poder central. Las circunstancias lo empujaron a dedicarse a tareas periodísticas diversas,en ElLucero, ElMonitory LaGaceta Mercantil, en las que defendió con pluma fácily polémica -pane lucrando- distintos proyectos políticos del momento, lo que le ha acarreado hasta hoyfama de oportunista. Fue administrador y propietario de la Imprenta de laIndependencia y desde 1832 arrendó la Imprenta del Estado. De Angelislamentaría amargamente durante el aún largo resto de sus días la decisiónde viajar a Buenos Aires.En esto se asemeja a Paul Groussac (Toulouse, 1848
Buenos Aires, 1929) -agresivo, como muchos, con De Angelis-, otro intelectual europeo afincado en e! Plata. Pero a diferencia del caso del napolitano,el traslado de! francés -que llegóa ser director de la Biblioteca Nacional yensu momento una autoridad intelectual indiscutible- se produjo sin que mediara persecución alguna en su país, lo que impregna a sus jeremiadas y sushostilidades contra el medio de adopción de un dejo paradojal y ambiguo.
A partir de 1834, liberado en parte de sus trabajos periodísticos de temapolítico, De Ange!is dedicó más tiempo a sus propias tareas de investigador y todo su interés y actividad se centraron en lo que será su principalobra y la de mayor trascendencia de su vida intelectual: la Colección deobrasy documentos relativos a la historiaantiguay moderna de lasprovinciasdelRío de la Plata,publicada en 1836-1837 en fascículos reunidos en seis volúmenes y un séptimo no concluido, para la que comenzó a compilar materiales desde 1829. La recopilación consta de 70 libros y documentos, de loscuales 57 eran inéditos, a los que debe agregarse un conjunto de proemios, discursos preliminares y advertencias introductorias, noticias biográficas, relaciones geográficas e históricas, vocabularios, bibliografías,tablas corográficas, además de prolijos índices y materiales auxiliares, todosde su autoría. La calidad tipográfica y de diagramación es excelente, loque ha llevado a señalarlo como el verdadero artífice inicial del arte tipográfico rioplatense. De Angelis recurrió para integrar su material a las colecciones de Segurola, Tomás Manuel de Anchorena, Baldomero García y Luisde la Cruz, a la Biblioteca Pública, así como a los archivos del Fuerte deBuenos Aires (residencia oficial de gobernadores y virreyes, de los poderes nacionales cuando los hubo, y del gobernador de Buenos Aires), el
EL ERUDITO COLECCIONISTA Y LOS ORíGENES DEL AMERICANISMO I 301
Archivo General de la Provincia de Buenos Aires y el del DepartamentoTopográfico. Pero básicamente utilizó los materiales de su propia biblioteca, basada en adquisiciones a las familias de Cerviño, Cabrer y Zizur, pro
minentes exploradores y demarcadores de límites con los dominios portugueses en los últimos años de la dominación hispánica.
La indole del trabajo de De Angelis está perfectamente descrita por élmismo a su corresponsal y amigo uruguayo Floro Castellanos:
Ud. debe creer que no he tenido un solo instante á mi disposición paracontestarle hasta ahora. Hay condiciones en la vida muy desgraciadas,y las que me han cabido en suerte no son de las peores, pero tampocomuy holgadas. La obra que he emprendido [la Colección... ] me tieneocupado incesantemente, porque, á mas de mi intervención como editor, o impresor, tengo que decir algo por mi cuenta, y hacer mis recherches, para acertar con lo que tengo que decir. Agregue Ud. la escasez deobras de consultas, de hombres versados en esta clase de disquisiciones; y por fin la brega que tengo con los amanuenses, los impresores,los lenguaraces, los vocabularios imperfectísimos de idiomas indios, ydecida Ud. si sobran motivos para enloquecer a un viviente.
Por fin, ya no hay más que hacer que ir adelante. Lo que me animaes la protección del público, que esta vez se ha mostrado generoso conmigo. Es verdad que, sin atribuirme otro mérito, puedo creerme con elde sacar del olvido, y preservar de la destrucción a una porción de documentos importantes que yacían sepultados, hace siglos, en los rinconesmás retirados del mundo. Su publicación derramará una gran luz sobrela historia del país, y los que quieran ocuparse de ella, no sentirán la faltade materiales y noticias, como ha sucedido hasta ahora.
Mis únicos deseos son conservar mi salud y mis suscriptores; porque cualquiera de los dos que me abandonase, ya estaría del otro lado.Los gastos y los trabajos son inmensos, y si no me ayudan con eficacia,perezco de necesidades.
De Montevideo y su gobierno tengo infinitos motivos de gratitud yagradecimiento. Amigos y desconocidos han acogido con bondad missúplicas, y, en proporción de la población, los suscriptores de Montevideo son más que los de aquí. Sin embargo, procure Ud., entre sus relaciones, de hacer reclutas para ponerme en estado de agregar a mi colección los planos y mapas, que por falta de recursos, no me es posiblecostear por ahora. Lo que haga en este ramo, es un ataque a mi propiabolsa, y no es justo que trabaje y que se gaste (carta sin fecha, de finesde 1835, citada en Becú y Torre Revello, 1941: XI.JV-XLV).
302 I KISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMERICA LATINA
Junto con este trabajo de investigación y reunión de materiales, el estudioso napolitano inauguró todo un campo de estudios, que luego ocupará un lugar importante en el desarrollo del americanismo: la lexicografía indígena y el estudio de sus lenguas. El trabajo de De Angelis eneste rubro se concreta en fichas sobre elvocabulario abipón y toba, el arteyel vocabulario de la lengua toba, el vocabulario pampa, las lenguas tama
naca, quichua y aymara. así como las lenguas del Orinoco: mapipure ysaliva. Todos estos originales se encuentran en la Colección Juan ÁngelFarini en el Archivo General de la Nación, en Buenos Aires. Tambiénredactó un Diccionario español-guaraní, que se ha perdido (Sabor, 1995:57,nota 55). Hasta esa fecha nadie se había interesado en el país por esostemas, y es por ello que Luis María Torres (1909: 1, VII) dice en el "Prólogo" al Catálogo de lenguas indígenas de Bartolomé Mitre: "Se continuará, pues, la obra iniciada por Pedro de Angelis en nuestro país hace
dos tercios de siglo".De Angelis es autor, además, de una Bibliografía del Río de la Plata, un
manuscrito inédito también conservado en elArchivo General de la Naciónen la capital argentina. En este trabajo intentó reunir la referencia de todolo publicado sobre el territorio del antiguo virreinato, lográndolo especialmente en relación con la Argentina y el Uruguay, y en menor grado en
cuanto a Bolivia y el Paraguay.Labiblioteca de De Angelis -"sueño y orgullo de su propietario" "pasión,
colección y pérdida" como deseo y trayectoria de su vida intelectual (Sabor,1995: 159)- fue la más importante colección de obras y documentos reunida en el Plata, destacada por su valor respecto de cuestiones de límitesy de la historia de las misiones jesuíticas, y,dadas sus características, imposible de volver a reunir. Derrotado Rosas, el bibliófilo se vio acosado pordificultades económicas y debió venderla, lo que logró finalmente hacer ala Biblioteca de Río de [aneiro, no sin largas tratativas anteriores con elgeneral Urquiza para que las adquiriera el Colegio de Concepción del Uruguay, en las que se interpuso infelizmente Vicente López y Planes hastafrustrarlas. Un historiador brasileño, Jaime Cortesáo, especialista en lacolección De Angelis,comenta que la obtención de la biblioteca de De Ange
lis por parte del Brasil fue
un magnífico trofeo de la batalla de Caseros. Basta lanzar una miradasobre la lista de obras, redactada por De Angelis, para comprender suenorme importancia. Hasta causa cierto espanto que un archivo comoaquel, que en su mayor parte perteneció a la Provincia Jesuítica del Paraguay, pudiera haber sido adquirido por un particular, hubiera salido del
El ERUDITO COlECCIONISTA Y lOS ORíGENES DEL AMERICANISMO I joj
territorio argentino y fuese vendido tan fácilmente a un país extranjero (citado en Sabor, 1995: 160).
La historia de la formación de la biblioteca de De Angelis es tan complejay oscura como la de todos los grandes fondos y colecciones particulares,aunque se ventiló mucho más debido a la pasión política desatada en elPlata en los años de la actuación del napolitano y a su papel sobresalientecomo "el más importante de los escritores del rosismo"; "el propagandistaculto más eficaz con el que podia contar el régimen" (Myers, 1995: 37-38).Aun cuando el propio De Angelis argumentó abundantemente para defenderse de las múltiples acusaciones de dolo que había recibido, existen indagaciones muy documentadas acerca del proceso de adquisiciones que muestran a las claras los variados métodos utilizados para conseguir las obrasdeseadas: compra a libreros -el inglés [ohn Russell Smith era su mayor proveedor, aunque no el único- y a particulares, encargos a corresponsaleseuropeos, trueques con instituciones oficiales, copias de documentos, regalos recibidos, transacciones dudosas y sustracciones a los archivos públicos, en particular respecto del tesoro de manuscritos reunidos. Por estorecibió muchas acusaciones de parte de los exiliados en Montevideo: "bribón", "mal italiano", "ladrón", son algunos de los epítetos referidos a él enla pluma de Florencio Varela y de Rivera Indarre, sus acérrimos enemigospolíticos. Pese a ello, Varela no se privó de utilizar hasta el hartazgo sus trabajos sin citarlo, algo que luego se volvió casi costumbre entre los eruditos y los historiadores liberales, que constantemente lo descalificaron intelectual y éticamente (Sabor, 1995; Becú y 'torre Revello, 1941). Mitre, sinembargo, llegó a considerarlo respetuosamente luego de la caída de Rosas,y la Junta de Historia y Numismática Americana fundada por él y convertida en 1938 en Academia Nacional de la Historia acuñó una medalla conla efigie de De Angelis al cumplirse el centenario del inicio de la publicación de la Colección... en 1936.
Sin embargo, los defensores del bibliómano no llegan a ser lo suficientemente convincentes y es, por tanto, completamente fundada la opiniónfinal de Sabor en cuanto a que el proceso de reunión de su biblioteca noes claro y a que en muchas ocasiones es evidente la apropiación indebidade materiales valiosos. Incluso Rosas manifestó su desconfianza acerca dela honestidad de su publicista preferido respecto del manejo de las obrasy los documentos que le prestaban en los repositorios oficiales.
304 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
JOSÉ FERNANDO RAMÍREZ
Elerudito mexicano Joaquín Garda Icazbalceta (México, 1825-1894) escribía en 1850 a su no menos calificado corresponsal José Fernando Ramírez(Parral, isoaBonn, lS71):
Haceya algunos años que comencé a mirar con interés todo lo que tocabaa nuestra historia, antigua o moderna, y a recoger todos los documentos relativosa ella que podía haber a las manos, fuesen impresos o manuscritos. El transcurso del tiempo en vez de disminuirla fue aumentandoesta afición que ha llegado a ser en mí casi una manía. Mas corno estoypersuadido que la mayor desgracia que puede sucedcrle a un hombrees errar su vocación, procuré acertar con la mía, y hallé que no era escribir nada nuevo, sino acopiar materiales para que otros lo hicieran; esdecir allanar el camino para que marche con más rapidez y con menosestorbo el ingenio a quien esté reservada la gloria de escribir la historiade nuestro país (carta a José Fernando Ramírez del 22 de enero 1850,citada en Martínez, 1950: 35).
Tanto García Icazbalceta como Ramírez llegaron a ser grandes coleccionistas de libros y manuscritos. Ahora bien, e! programa de trabajo descritopor Carda IcazbaIceta reposa sobre la idea de la historia como una construcción progresiva, acumulativa, cuya función primordial en aquelmomento era reunir la infraestructura documental. Su aseveración resultasugerente porque, más allá de las importantes obras históricas que tantoél como Ramírez realizaron, refiere a una pasión -iel espíritu del bibliófilo coleccionista- y a una forma de relacionarla con la tarea historiográfica específica, modelo que con matices aparece en muchos de los mayores historiadores americanistas decimonónicos. Recordemos aquí, porejemplo, a Mitre, a Vicuña Mackenna y a Barros Arana, en el extremo surdel continente. Me detendré en e! corresponsal de don Joaquín, teniendoen cuenta que representa a muchos de sus colegas mexicanos en el paradigma definido por García Ieazbalceta: losé Maria Lafragua (Puebla, IS13
México, 1875, que reunió la más importante colección de folletería del sigloXIX, hoy en la Biblioteca Nacional y en Puebla), Manuel Orozco y Berra(México, 1818-1881, su aportación fundamental fue la colección de mapas),Juan Evaristo Hernández y Dávalos (Aguascalientes, 1827-México, 1893,reunió documentación acerca de la independencia mexicana), Alfredo Chavero (México, 1841-1906), entre otros, y en buena medida al coleccionistapor antonomasia: el librero, historiador y bibliómano estadounidense
EL ERUDITO COLECCIONISTA Y LOS ORíGENES DEL AMERICANISMO I 305
Hubert Howe Bancroft (lS32-191S), cuya biblioteca llegó a la cifra de uncuarto de millón de volúmenes y fue vendida a la Universidad de California en 1905, dando origen a la Bancroft Library. Una cita de su Autobio
grafía compendia su deseo: "El apetito era voraz, combinado por e! gustodel alimento. ¡Libros! ¡Libros! Me intoxicaba con los libros. Después decomprarlos y venderlos, después de haberlos surtido a otros durante todami vida, ahora los gozaba" (Bancroft, 1890: 172).
José Fernando Ramírez nació en Parral en 1804y se radicó desde niñoen Durango, donde se graduó de abogado y se dedicó a la política y losnegocios. Dueño de fortuna y de índole ciertamente aristocrática y tendencias liberales moderadas, periodista, jurista, preocupado por cuestiones de educación, hizo una nutrida carrera como funcionario: secretariode Gobierno de Durango (1S35), presidente del Tribunal Mercantil en suciudad (lS41), director del Periódico Oficialde Durango (lS44), diputadoen el Congreso Federal (1833y IS42), rector del Colegio de Abogados deDurango (lS37 y 1849), miembro de la Junta de Notables (1843), senadorde la Repúblíca (lS45 y lS47), presidente de la Junta de Industria, consejero de Estado (1846),ministro de Relaciones Exteriores en dos ocasiones(lS46-1S47 y lS51-IS52), ministro de la Suprema Corte de Justicia (IS51),
ministro de Relaciones y presidente de! Consejo bajo e! imperio (18641866).Su cursum honorum se completó con cargos académicos importantes: presidente de la Junta de Instrucción Pública (1842), conservador ydirector del Museo Nacional de Antigüedades (IS52), director de la Biblioteca Nacional (I857-1862). En su ciudad, formó una importante bibliotecaque sirvió de base a la que después sería la Biblíoteca Pública del Estado.Su interés por la historia y la arqueología fue cada vez mayor, y publicóimportantes estudios sobre e! calendario azteca y sobre el cronista Motolinía. Durante el gobierno del presidente Mariano Arista, fue nuevamentesecretario de Relaciones y, corno liberal moderado, se unió al Plan deAyuda. Entre IS57 y IS62 fue director de la Biblioteca Nacional, y se preocupó por diseñar un proyecto institucional que reuniese los fondos de losantiguos colegiosy conventos desamortizados, muchos de los cuales conocía bien pues en ellos había obtenido copias de materiales importantes ologró adquirir buena parte de su propio acervo bibliográfico en el momentode su disolución y dispersión.
Ramírez se vio conmocionado por el crecimiento de la anarquía y la"ingobernabilidad. y, a pesar de sus convicciones republicanas -expresadas claramente en 1846 y 1847- Yliberales -manifiestas en su apoyo alplan de Ayutlaen 1854, lo que motivó su primer exilio desterrado por SantaAnna en 1855-,aceptó finalmente la presencia de Maximiliano con la idea
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de que lograría una administración ordenada y un futuro estable paraMéxico. Presa de la adulación y tentado por el oropel del imperio, aceptófinalmente ser ministro de Relaciones Exteriores del archiduque austríaco.Sin embargo, anticipando el desastre, en 1867 aconsejó a Maxirnilianoque abdicara y marchase al extranjero, lo que él mismo hizo: tras un breveviaje a Francia y a España, se radicó en Bonn, donde falleció en 1871. A sumuerte, se remató en Londres su magnífica biblioteca.
Ramírez perteneció a numerosas sociedades científicas extranjeras. En1852 fue nombrado académico honorario de la Academia de la Historiade Madrid, dos años después The NewYorkHistorical Societylo hizo miembro correspondiente, en 1856 la Academia Romana de Arqueología lo eligió también miembro correspondiente y 10 mismo hizo en 1860 la American Ethnological Society; en 1862 la Sociedad Humboldt lo sumó a susmiembros distinguidos. Todos estas distinciones muestran la variedad decontactos de Ramírez y la difusión de sus trabajos historiográficos entreuna extensa red de corresponsales. Culminando esta carrera de distinciones académicas, en 1863 fue nombrado conservador del Museo y directorde la Biblioteca Nacional.
Alfredo Chavero, destacado historiador, que adquirió buena parte dela biblioteca de Rarnírez cuando éste marchó a su segundo y definitivo exi
lio, escribió que Ramfrez fue, junto con Orozco y Berra, el responsable dela renovación de la historiografía mexicana. En efecto, luego de la generación de los grandes historiadores políticos de la ruptura colonial y el surgimiento de la vida nacional-Mier, Alamán, Zavala, Mora y Bustamante-,la nueva historiografía se dirigió básicamente a apoyar la investigación yla exposición del pasado sobre fuentes documentales. Y Ramírez, comoafirma su biógrafo Ernesto de la Torre Villar (2001: 1,15), fue presa de un"insaciable deseo de encontrar documentos y libros". Véase al respecto eltestimonio inmediato de Chavero (1981: 1, LIX):
Dedicóse desde luego el señor Ramírez a acopiar cuanto libro se refiriese a nuestra historia, a juntar cuanto manuscrito importante hubiesesobre ella y a estudiarlos todos; al grado que a pesar de las graves ocupaciones que lo agobiaron en los altos puestos que constantemente desempeñó, en su biblioteca que después fue nuestra, no encontramosun libro interesante que no estuviese anotado de su mano, y muchosmanuscritos estaban copiados de su puño y letra.
En el transcurso de su vida Ramírez formó dos importantes bibliotecas.Entre 1830 y 1850, en Durango, con compras casi simbólicas logró adqui-
EL ERUDITO COLECCIONISTA Y LOS ORíGENES DEL AMERICANISMO I 307
rir parte muy selecta de los fondos del antiguo colegio de la Compañía deJesúsde esa ciudad -cerrado desde 1767-, que habían sido alojados en bodegas insalubres. Ramírez salvó así de una destrucción casi segura verdaderas joyas bibliográficas acerca de religión y teología, derecho público, legislación y economía, derecho romano, civil y canónico, historia universal,cronología, geografía y viajes, historia y documentos americanos, historiaeclesiástica, logrando reunir cerca de ocho mil volúmenes, entre ellos unpar de valiosos incunables. Vendida al gobierno del estado de Durangocuando Ramírez se trasladó a la capital del país en 1851, aún permanecereunida, cuidada y muy bien catalogada.
Ramírez también conservó una buena cantidad de libros sobre historia de México y los manuscritos, y sobre esta base fue reuniendo su segundagran biblioteca. Para 1858, poseía nueve mil obras muy especializadas,crónicas religiosas, folletos rarísimos, códices mexicanos, incunables ynumerosos manuscritos; "la biblioteca se había transformado en la mejorbiblioteca histórica de México, equiparable a la de su amigo Garda Jcazbalceta" (De la Torre Villar, 2001: IV, 19). Ramirez, como vimos, se comprometió gravemente con el gobierno de Maximiliano, marchó a susegundo exilio antes de ser arrastrado en la caída de la aventura imperial, y su biblioteca terminó dividida entre lo que logró llevar consigo y
10 que quedó en la capital mexicana. Libros, manuscritos, documentoscopiados, catálogos, apuntes sobre numerosas obras se distribuyeronentre Alfredo Chavero, José María Andradc, José María de Ágreda y Sánchez, Manuel Orozco y Berra y el gabinete de manuscritos del MuseoNacional. El primero de ellos adquirió la mayor parte, y utilizó algunasde las notas de Ramírez en sus propios trabajos. Finalmente vendió labiblioteca a un bibliófilo, Manuel Fernández del Castillo, quien no cumplió con la cláusula estipulada de no traspasarla al extranjero, y mal aconsejado por un ex imperialista, el padre Agustín Pisher, llevó una buenaparte a Londres, donde fue rematada, conservándose un catálogo elaborado por el librero Bernard Quaritch (Alemania, rsic-Londres, 1899; elmismo citado por Borges en Tlon, Uqbar, Orbis Tertius) de 524 valiosostítulos, el verdadero núcleo de la colección de Ramírez. La oportunidadde la venta fue aprovechada, como ya dijimos, por algunos coleccionistas e instituciones relevantes, tales como Bancroft, la Biblioteca del MuseoBritánico, los libreros Quaritch y Trubner, el conde de Heredia y unos
pocos más.
308 I HISTORIA OE lOS INTElECTUALES EN AMÉRICA LATINA
COLECCIONES, BIBLIOTECAS E HISTORIOGRAFÍA
EN AMÉRICA LATINA EN EL SIGLO XIX
La mayor parte de los historiadores latinoamericanos del siglo XIX fueroneruditos que reconocieron, en consonancia con las corrientes historiográficas europeas más novedosas, la importancia de la documentación y lacrítica de fuentes para construir sus obras. Sin embargo, la dificultad paracumplir con este mandato del oficio fue grande, ya que las condiciones enque surgieron las nuevas repúblicas no permitían a sus gobiernos prestaratención alguna a los repositorios documentales. La asignación de recursos a archivos y bibliotecas públicas, donde los hubo, fue escasa. La mayorparte de la documentación seguía en manos privadas o de conventos y colegios bajo tutela eclesiástica.Las reformas liberales que afectaron a las órdenes religiosas en varios países ocasionaron a veces una importante dispersión y la pérdida de materiales, aunque también fue una oportunidad parala adquisición de libros y otros materiales de gran valor por parte de particulares interesados en la historia o en la cultura antigua de América.
A su vez, los avatares biográficos -generalmente exilios u otras desventuras políticas-, golpesadversos de fortuna, o simplemente la muerte, hicieron que muchas de estas grandes colecciones bibliográficas y muchos deesos archivos se dispersaran, y en numerosos casos fueran adquiridos porextranjeros, especialmente europeos, aunque con el correr de las décadastambién se hicieron presentes cada vez más los coleccionistas y bibliófilosestadounidenses (Thomas, 1974). De esta manera, y en una historia compleja que aún debe ser conocida con mayor amplitud, también se fueronconstruyendo -en París, Londres, Berlín, Austin, Nueva York,Berkeley-Iasgrandes instituciones externas a América Latina, colectoras del ínapreciable material documental del americanismo, que junto con las bibliotecasy los archivos españoles y portugueses -Archivo de Indias, de Sirnancas,Biblioteca del Palacio Real, Depósito Hidrográfico de Madrid, Real Acade
mia de la Historia, Torre de Tambo en Lisboa, entre los más importantes- son insustituibles para la historiografía, la etnografía, la geografía, laarqueología y las ciencias naturales americanas.
Con diferencias, especialmente respecto de la proyección de la propialabor como historiador y de su sentido en relación con la consolidaciónde la identidad nacional, el coleccionismo es una actitud que podemosencontrar en casi todos los eruditos americanos del siglo XIX. Mitre yBarros Arana fueron, entre muchos otros ejemplos, no sólo los autoresde sendos monumentos historiográficos, sino también eminentes bibliófilos, lo que pone de manifiesto la estrecha vinculación existente entre el
El ERUDITO COLECCiONISTA Y LOS ORíGENES DEL AMERICANISMO I 309
oficio del historiador y la pasión del coleccionista. Inclusive, al analizarla obra y la trayectoria de este sector de intelectuales latinoamericanos,el acento debe ponerse en el deseo, como disparador de la obra intelectual e historiográfica, algo que muy atinadamente observó Georges Duby.y este deseo no fue otro -como lo dice en su carta citada el sabio mexicano García Icazbalceta- que eldel coleccionista depapeles viejos. Asídefinieron muchos de ellos mismos el objeto de sus desvelos, que, en la competencia por la adquisición de los documentos o impresos, los llevaría ala intriga, a difíciles estrategias y aun a gastos desmedidos que en algunos casos, como el de Estanislao S. Zeballos, los arruinaron económicamente. García Icazbalceta vuelve a proporcionarnos un ejemplo interesante: el ansia de acercamiento, o lo que hoy podríamos llamar el ansiade participar en una red intelectual, que permita el acceso a coleccionesdocumentales consideradas decisivas en la conformación de la propia, lollevó a traducir la Historiade la conquistadel Perú de Prescott con la únicafinalidad de tener un pretexto para acercarse al escritor estadounidense,trabar conocimiento y lograr la oportunidad de copiar algunos de losdocumentos en su poder.
De allí que una de las principales tareas que se fijaron fuese la formación de catálogos, repertorios, descripciones de fuentes, puntillosas versiones críticas, bibliografías. Y, por supuesto, la formación de enormesbibliotecas y colecciones de documentos inéditos, en originales o copias,que están aún hoy entre los fundamentales repositorios para la investigación, como instituciones singulareso integrados a lasbibliotecas más importantes. Lahistoria de estos intelectuales coleccionistas, todavía por hacerseen el sentido esbozado en este texto, contribuirá a conocer mejor no sóloesta curiosa y exquisita práctica erudita, sino también la construcción delamericanisrno como disciplina científica y sus grandes resultados institucionales en museos, bibliotecas y archivos que contribuyeron a dar cuerpoa las nacientes identidades culturales de los países latinoamericanos.
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se publicó en 1947.J
Intelectuales negrosen el Brasil del siglo XIX*
Maria Alice Rezende de Carvalho
UN TEMA Y DOS PRESCRIPCIONES
El hecho de que el imperio esclavista brasileño haya sido el ambiente deproyección de un gran número de intelectuales negros y mulatos -a diferencia de lo que ocurrió durante la república, cuando este segmento conoció un retraimiento notable- merece la mayor atención. El fenómeno esaun más destacable cuando se observan la América hispánica y las ex colonias francesas del Caribe) donde, con la excepción de Haití, el protagonismo cultural y político de ex esclavosafricanos, o de descendientes directos esclavos o de libertos estuvo prácticamente ausente en el siglo XIX.
Es cierto que Martinica se haría conocida por obra de sus intelectuales,con Aimé Cesaire y Franz Fanon al frente. Pero se trataba ya de mediadosdel siglo XX, de una inteliigentsia negra de origen francés que integrabauna comunidad de autores y de textos con gran audiencia y, sobre todo,de un mundo marcado por el humanismo de posguerra, cuyos principiosigualitarios se enfrentaban contra las experiencias de subordinación queaquellos intelectuales describieron de manera sobresaliente. Por último,en tanto departamento francés, la Martinica de Cesairey de Fanon formabaparte del campo intelectual más influyente de la cultura occidental deaquella época.
Lasituación del Brasildecimonónico era por completo otra. Yel desafíode reflexionar acerca de la proyección de intelectuales negros y mulatosbrasileños es aun mayor cuando se presta atención a la precocidad de esefenómeno en el ámbito del subcontinente, en una geografía materialmenteesclavista y espiritualmente alejada del núcleo dinámico del pensamientoeuropeo.
.. Traducido por Ada Solario
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Por lo tanto, al recortar como tema de estudio la intelectualidad negraen el Brasil del siglo XIX, surge una primera indagación concerniente alambiente institucional del país y a las condiciones que promovieron laemergencia de aquellos personajes. La cuestión es demasiado amplia y nopuede encararse por completo dentro de los límites de este texto. Sinembargo, el hecho de poner el foco en el numeroso contingente de negrosy mulatos cultos, situados en los estratos inferiores o intermedios de lasociedad y originarios de provincias alejadas de la corte, obliga a revisarla comprensión dominante en la sociología histórica brasileña, que tiendea enfatizar el predominio de un orden estamental cerrado e impermeablepara los intelectuales ajenos al mundo relativamente homogéneo de las élites señoriales. En otras palabras, los diagnósticos acerca de una sociedadestancada por la coacción estructural del latifundio esclavista y de un escenario adaptado a esa rigidez no pueden entablar un diálogo satisfactoriocon las cuestiones que suscita el recorte temático aquí propuesto.
La primera prescripción de este texto -determinada por exigencias decarácter empírico- consiste en afirmar que el énfasis político colocadosobre los fundamentos unitarios y centralizadores -que se remontaban apreceptos del territorialismo lusitano, de larga tradición- requirió que elimperio brasileño adoptase una buena dosis de pragmatismo en su relación con las provincias más distantes y con los súbditos alejados de la frontera de la agroexportación. Así,de manera aparentemente paradójica, cuanto más centralizado políticamente, más permisivo fue el imperio respectode las prácticas habituales y regionales de vida conyugal, incorporación deterritorios, adquisición de saberes, movimientos de la población yestructuración de los núcleos sociales locales.
La hipótesis no es nueva: fue esbozada por Capistrano de Abreu (1976),
en una obra llamada Capituios de historia colonial, de 1907, y retomadapor Oliveira Vianna (1975) -sobre la base de trabajos monográficos deviajeros y estudiosos de la vida provincial brasileña- antes de 1920, el añode la primera edición de su libro Populaiiies meridíonaís do Brasil. Con estosautores, es posible sostener que la dinámica social de las provincias consideradas irrelevantes en función de la división internacional del trabajofue decisiva para la frecuente presencia de negros y mulatos cultos en elsiglo XIX, quienes tuvieron el amparo de redes familiares muy extensas ymuy heterogéneas, tanto desde el punto de vista económico como delcromático, que hacían posibles la instrucción, la profesionalización y, enno pocas ocasiones, la migración de aquel contingente rumbo a la corte.Más aun, si es fácil vislumbrar el efecto de esa dinámica provincial en elelevado número de intelectuales negros y mulatos que llegaron a la Rua do
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Ouvidor," la extensión del fenómeno sólo puede ser correctamente valorada si se contabiliza a todos aquellos que permanecieron en sus municipios de origen, engrosando las sesiones locales de las ampliamente diseminadas asociaciones literarias.
La percepción del peso demográfico de la intelectualidad negra del sigloXIX obliga, por lo tanto, a explicitar los criterios de selección de los tresintelectuales que participan de este artículo. En efecto, si son tantos ¿cómoelegirlos? ¡Por qué Machado de Assis (1839-1908), por ejemplo, quedaráexcluido de este análisis sobre la intelectualidad negra decimonónica? ¿Ypor qué Lima Barreto (1881-1922) forma parte de esa composición, si eldrama de su existencia y las condiciones de producción y recepción de suobra se dieron en el marco de la república?
Las respuestas a estas preguntas siempre son opinables. Sin embargo)la importancia de formularlas reside en la posibilidad de extender la investigación hacia regiones extrasociológicas, o por lo menos situadas más alláde una sociología de la cultura cuyo propósito central consiste en descifrarlas condiciones de estructuración del campo intelectual, es decir, de uncampo de relaciones sociales, coacciones y sanciones concernientes a laactividad de los intelectuales como grupo (Miceli, 2001). En esa sociología, el proyecto más relevante es el de la atribución teórica de una identidad colectiva razonablemente homogénea e independiente de la conciencia que los intelectuales tengan de sí mismos y de su lugar social, y que seencuentra más allá de lo que escriben, del contenido de sus teorías o delas polémicas que mantuvieron entre ellos.Ahora bien, en este trabajo, quepone de relieve la situación particular de algunos intelectuales -el hechode ser mulatos o negros, pobres o casi pobres-, la configuración del grupoestá determinada empíricamente y, por consiguiente, es anterior a unaestructuración basada en la teoría.
Por lo tanto, además del interés por el contexto institucional que propició el surgimiento de ese grupo de intelectuales en el Brasil esclavista,también está el de relevar las obras y las gramáticas seleccionadas por losautores, así como sus inscripciones en el debate público y la complexiónde sus alianzas. En rigor) el hecho de hablar del manejo de repertorios enboga en el mundo señala, de entrada, una vía de articulación entre el contexto institucional y la experiencia de los autores, ya que tal manejo no sóloda muestras del acceso a aquellos repertorios, sino que también retrata laproximidad o el alejamiento de determinados intelectuales respecto de
>1- Calle tradicional de Río de Ianeiro que se convirtió en lugar de cita de las elites.[N. de la T.]
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las formas por entonces dominantes de comprender las instituciones delBrasil. De esta manera, ontológicamente identificados, los intelectualesnegros pueden ser distinguidos de manera analítica recurriendo a unasociología que se detiene en el análisis de sus respectivos modos de lidiarcon las ideas y de constituir interlocutores (Collins, 2000). En ese caso, latrayectoria de Lima Barreta, si bien tiene lugar en otro contexto institucional, contiene algo de la estructuración del campo político-intelectualque lo precedió, mientras que Machado de Assis, sin duda el intelectualnegro más importante del siglo XIX brasileño, puede ser agrupado en unacomunidad de sentido que discrepa de aquella que se articuló en torno delas experiencias de fracaso descritas por los intelectuales aquí analizados.
Laelección de los intelectuales considerados en este artículo es por tantoresultado de una intención. Se trata, en efecto, de echar luz sobre la construcción de una visión del Brasil distinta de aquella que fue articulada porla crítica más influyente del imperio -Ia del reformismo de la generaciónde 1870-, que tuvo como perspectiva una aceleración modernizadora capazde constituir en el país un Estado de derecho y un mercado libre (Alonso,2002). Igualmente críticos e igualmente cosmopolitas, los intelectuales seleccionados fueron los que llevaron a cabo la aclimatación local de la gramática europea de la incertidumbre respecto del signo positivo de las transformaciones en marcha en Europa, es decir, las transformaciones relativasa la organización liberal del Estado y del mercado. En sus obras dominanlas referencias a experiencias libertarias anteriores al liberalismo (Skinner,1999), las nociones protosocialistas y la dicción decadentista, además de unamplio conjunto de otros elementos sintomáticos de la crisis estructuralde las sociedades europeas bajo la Restauración. Sin embargo, la victoria delreformismo de 1870 fue de tal envergadura que terminó por apagar la historia política e intelectual de sus oponentes, aun cuando algunos vestigiosde ella continúen operando de manera irreflexiva en la imaginación socialyen algunas tramas de nuestra sociología académica.
En la organización de este trabajo incidió, por lo tanto, el interés porremontarse hasta el origen de cierta perspectiva acerca del Brasil, que setraduce en las diversas modalidades que asume, aún hoy, el diagnósticosobre nuestra incompletitud, sobre el carácter inacabado del BrasiL RicardoBenzaquen de Araújo (1994)dio visibilidad y dignidad sociológica al temaa partir de su exhaustivo análisis de Casa grande & senzala, de GilbertoFreyre. En esta obra, afirma Benzaquen, la opción por un modo antisistematico de tratamiento de la sociedad esclavista brasileña simula corresponderse, en el plano cognitivo, con la "apertura" característica de nuestra ontología, esto es, con el orden inestable y en movimiento de la vida
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brasileña. Sin embargo, no es un hecho desconocido que la institucionalización de la sociología en el Brasil le dio un contenido diferente al diagnóstico sobre nuestra civilización. Y, en ese sentido, el desplazamiento delproyecto freyreano de una modernidad alternativa puede entenderse comouna nueva etapa de la negación infligida a la perspectiva adoptada por losintelectuales en consideración.
En otras palabras, se pretende comprender un tipo de imaginación socialque, vigente en elBrasil desde el último cuarto del siglo XIX, discrepa bastante de la que dio origen a las ciencias sociales y al orden liberal que nossirvió de espejo, y que puede ser,de manera temeraria, sintetizada en la ideade una apuesta en la modernización que no contempla la clausura, la llamada "jaula de acero" weberiana. Moderno y occidental, el Brasil queaparecía en la letra de los intelectuales negros y mulatos aquí retratadosfue resultado de la utilización de un repertorio propio de la modernidadeuropea, pero ampliamente soslayado por el programa cognitivo y normativo del liberalismo burgués en avance en el viejo continente. En el contexto de una geografía periférica, la vivencia de la crisis del imperio brasileño estaba enmarcada por otra crisis -la que dio origen a la modernidadoccidental-, cuyos temas, términos, esquemas interpretativos y anhelosfueron seleccionados por los intelectuales periféricos del Brasil.
Tomados como grupo, aun cuando estén separados entre sí por intervalos de dos décadas, la unidad atribuida a los intelectuales analizadospretende subrayar la permanencia de cierto proyecto para elBrasil, su derrotaen diferentes contextos y los efectosde esasderrotas en cada uno de los autores. En ellos se destaca, en primer lugar, la adhesión al tema de la movilidad. En efecto, el estancamiento y el inmovilismo brasileños parecían seradversos para estos mulatos o negros ubicados siempre cerca de la pobreza,ya sea por inscripción social o por afinidad. Sin embargo, podían presentirque el rechazo del ambiente institucional que permitía las posiciones delas que gozaban y, más aun, la dirección que adoptaba la impugnación delorden encabezada por segmentos de lasélitesimplicaban un riesgopara ellos.Por lo tanto, las tensiones propias de su inserción en el mundo explican nosólo la búsqueda de esquemas de pensamiento que no naturalizasen lomoderno, sino también la resistenciaa aliarsecon lasvertientescríticasdominantes en el Brasil.En ese marco, la operación intelectual posible implicabaelelogio del dinamismo, pero sin una sustantivación de lo que debería generarse como consecuencia. Ejercitaban pues, para usar los términos de Arantes (1992), una "tosca dialéctica': en la medida en que para ellos elobjetivodel cambio aparece como un acto deliberativo del espíritu, que no planteaba una divergencia completa con la realidad ni una exigencia de sintesis.
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Es posible entender la existencia de un partido intelectual de ese tipo.que hizo del dinamismo un ideal, como un esfuerzo de contención delnuevo proyecto civilizatorio diseñado para el Brasil.Sin embargo, ocupados sólo en la dimensión negativa del programa cognitivo y normativo dela modernidad, sus autores se mantuvieron confinados en el plano filosófico, cuando el mundo ya se alineaba en la construcción de teorías socialesque reprodujesen su dinámica. Como consecuencia, la dimensión política de sus intervenciones no fue percibida o, si lo fue, no pasó a formarparte del acervo reflexivo acerca de los impasses de la constitución delBrasil; antes bien, se perdió como una expresión marginal de intelectuales negros y mulatos identificados con elimperio. La reconstrucción de esepartido ha orientado la selección de los tres intelectuales que se presentana continuación.
TRES TRISTES NEGROS
André Pinto Reboucas (1838-1898), baiano, mulato, ingeniero y profesor;loáo da Cruz e Sousa (1861-1898), negro, catarinense, funcionario públicode la línea ferroviaria Estrada de Ferro Centraldo Brasily poeta; y AfonsoHenrique de Lima Barreta (1881-1922), mulato. cario ca, funcionario delMinisterio de Guerra y escritor, pertenecieron a tres generaciones distintas de intelectuales, vivieron modestamente y tuvieron vidas breves a causadel suicidio, la tuberculosis y la locura, respectivamente.
Caminos brasileñosReboucas nació en 1838 en la ciudad de Cachoeira, una pequeña localidad situada en el Recóncavo Baiano, hijo de madre blanca y padre mulato,que aún joven había ganado gran prestigio en la corte de Pedro 1comohéroe de la resistencia provincial contra la ocupación portuguesa deBahía, tras la independencia (1822). En el año del nacimiento de AndréReboucas. Bahía se encontraba nuevamente agitada por una de las insurrecciones regionales que caracterizaron el período de la minoridad dePedro 11, y una vez más su padre, Antonio Reboucas, combatió del ladode las fuerzas del orden.
En medio de la inestabilidad que acompañó la formación del Estadonacional hasta 1850, la provincia de Bahía era, en realidad, una de las regiones más importantes del país, lo que se explica debido a su condición de
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antigua sede del gobierno colonial. Había llegado al siglo XIX con unaeconomía vigorosa, basada en la exportación de azúcar, algodón, aguar~diente y tabaco, con una capital de más de sesenta mil habitantes, con lasegunda mayor representación parlamentaria en la corte, una red urbanacomparable a la de Minas Gerais y una sociedad compuesta básicamentede negros y mulatos, esclavos o libres -más de 70%, en 1808- que se distribuían en actividades diversas, incluso como pequeños propietarios detierras, y contaban con facilidades evidentes de ascenso social (Matoso,1992). Para tener una dimensión de las posibilidades que se abrían a lasfamilias negras y mulatas en la Bahía del siglo XIX, la historia de los Reboucas es bastante ilustrativa. Iniciada por el sastre portugués Gaspar PereiraReboucas y por la africana liberta Rita Brasília dos Santos, llevó a cabo lasiguiente trayectoria: un hijo músico, formado en París y que pasó a serprofesor de armonía en el Conservatorio de Bolonia; un hijo médico,profesor de la Escuela de Medicina de Bahía, y, finalmente, el hijo menor,Antonio Rcboucas, padre de André, que comenzó su vida profesional comoasistente de escribiente en escribanías de Salvador, y llegó a ser jurista, secretario de gobierno de la provincia de Sergipe, parlamentario en la corte yconsejero del imperio (Spitzcr, 1989).
Ioáo da Cruz nació en Desterro, la actual Florianópolis, capital de la provincia de Santa Cetarina, en 186], hijo del maestro albañil Guilherrne daCruz y de Carolina Evada Conceicao. ambos esclavosdel coronel GuilhermeXavier de Souza, quien, al igual que el padre de Reboucas, gozaba de unenorme prestigio en la corte en el momento del nacimiento de Ioáo a causade sus acciones militares contra Manuel Oribe (]792-1857) en la región delPlata. Sin hijos, el coronel y su esposa se hicieron cargo de la educación deCruz e Sousa, que vivió con ellos hasta la muerte del militar, a los 51 años,que en ese entonces ya había ascendido a mariscal por sus actos de corajeen la Guerra del Paraguay. Tras su muerte, los padres y el hermano de Ioáoda Cruz pasaron a vivir con él en la mansión del mariscal Guilherme, underecho que recibieron como herencia, además de un lote de tierra y unasuma de dinero (Magalbaes Ir., 1975). En esa época, cuando tenía 9 años deedad, el niño Ioño da Cruz agregó "Sousa'' a su apellido.
La provincia de Santa Catarina era muy diferente de Bahía. Sin gran proyección económica y dedicada a la producción de bienes de subsistenciaen pequeñas propiedades, era en todos los sentidos sumamente limitada.Su representación política en la corte se reducía a sólo dos diputados, loque pone de manifiesto su condición de "lugar de pasaje",de frontera avanzada de un poder central que debía hacer frente a la permanente siruación de inestabilidad del sur. En la década de 1870, cuando Cruz e Sousa
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comenzó a cursar la enseñanza media, Santa Catarina sólo contaba conuna escuela pública, dos pequeños clubes cívicos, donde se reunían losjóvenes instruidos, y no más de tres diarios, de carácter absolutamentelocal. Era una sociedad de pequeños productores independientes, pocodiferenciada y poco bulliciosa, con reducidos contingentes de esclavos y denegros en general, en la que se respiraba tranquilidad. Allí, el movimientoprovenía de los "extranjeros": inmigrantes de diferentes procedencias,gobernadores y funcionarios enviados por la corte, algunos científicos,sobre todo botánicos interesados en estudiar la flora regional, como Charles Muller, discípulo de Darwin y profesor de Cruz e Sousa, además de ingenieros contratados por el Estado para la restauración de puertos y fortalezas, entre ellos, André Reboucas, que estuvo en 1862, un año después delnacimiento de! futuro poeta (Carvalho, M. A., 1998).
Por último, Lima Barreta. Nació en Río de Ianeiro en 1881,y fue el primogénito de Manuel Ioaquim de Lima Barreta, mulato, y de AmáliaAmandaBarreta, hija de una esclava liberada por la familia Mendes de Souza. Supadre era un tipógrafo que había aprendido la profesión en el Imperial Instituto Artístico, y su madre, maestra pública, murió cuando él tenía 7años.Proveniente, al igual que Reboucas y Cruz e Sousa, de familias marcadaspor la esclavitud, Lima Barreto, a diferencia de ellos, nació en la corte, enun contexto bastante agitado por la desagregación del imperio, cuyos síntomas se agudizaban cada vez más desde 1870.Estos síntomas, constitutivos de la crisis estructural del binomio latifundio-esclavitud, se traducíanpolíticamente en los desmesurados cambios de gabinete que daban lugara la también desmesurada rotatividad de los cargos públicos, incluso de losmás modestos, ya que a éstos sólo se accedía por indicación de los políticos en el poder. El pequeño Afonso Henrique pudo percibir cómo su propio padre resultó víctima de esa circunstancia (Assis Barbosa, 1954).
Ahora bien, debido a la existencia de mecanismos de comunicación entre
las élites políticas y e! mundo popular (Carvalho, I. M, 1987), e! camino deascenso de mulatos pobres a la corte no estaba en absoluto vedado. Porejemplo, el padre de Lima Barreta llegó a ingresar en la Escuela de Medicina, aunque tuvo que abandonarla cuando formó su familia. Sin embargo,a diferencia de lo que sucedía en las provincias, no sólo el ascenso socialera allí bastante selectivo, en virtud de la naturaleza fortuita de los encuentros entre el mundo oficial y los agentes individualizados de las capasinferiores, sino que también la captura de pobres en esas redes de protección no mostraba la horizontalidad presente en las interacciones típicas delas familias extensas del interior del Brasil. En la corte, en la medida enquela protección familiar era funcionalmente sustituida por el brazo polí-
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tico de las élites en el poder, el ascenso de los pobres también representaba un camino de subordinación.
Así,en la década de 1870, Manuel loaquim de Lima Barreta trabajó comotipógrafo en el periódico A Reforma, órgano de reunión de los liberales queimpulsaban transformaciones políticas e institucionales en la monarquíabrasileña. Allíconoció al vizconde de Ouro Preto, que fue padrino de AfonsoHenrique y lo protegió incluso después de ser expulsado del Brasil tras laproclamación de la república. Este paraguas protector resultó una granayuda para la trayectoria juvenil de Lima Barreta, quien pudo ingresar enla Escuela Politécnica junto a miembros de la élite brasileña, en un momentoen que la ingeniería dejaba de ser, como en la generación de Reboucas, unarama de la formación militar y el destino de los jóvenes pobres e instruidos que allí se dirigían en busca de una profesionalización superior. Sinembargo, en su condición de mulato y marcado por el estigma de su estatus subalterno, para Lima Barreta el pasaje por los bancos de la nueva Politécnica constituyó el nido de su resentimiento y, de hecho, no llegó a completar los estudios.
De los tres, Reboucas y Cruz e Sousa presentan una trayectoria muy parecida en sus comienzos. Ambos pertenecieron a familias, por su descendencia y su perfil, de elevado prestigio en sus provincias de origen e inclusoen la corte, como consecuencia de los éxitos militares de sus padres enepisodios clave de la formación y la consolidación del Estado nacional brasileño: Antonio Reboucas, en el ámbito de las luchas por la independencia, y elmariscal Guilherme Xavier de Souza, en elcontexto de la acentuadacentralización política que la Guerra del Paraguay contribuyó a afirmar.Ambos provenían también de provincias bastante distantes de la corte, sibien, desde el punto de vista de la relevancia de cada una de ellas, representaban polos casi opuestos: en efecto, Bahía era una provincia consolidada, con historia, tradición y peso demográfico y político en el imperio,mientas que Santa Catarina era sólo una región considerada estratégica enel marco de la política imperial en la región del Plata.
Las diferencias en los recorridos de Reboucas y Cruz e Sousa comienzan a hacerse más evidentes en el movimiento que realizan en dirección ala corte. Reboucas partió hacia allí a los 8 años de edad, en un momento deascenso familiar y cuando ya se avecinaba la victoria de la llamada políticaSaquarema, el largo período de estabilización política del imperio y defortalecimiento de sus instituciones. En ese sentido, su vida profesional coincide con la época de mayor impulso económico y político del SegundoReinado. En cambio, para el pequeño Ioáo da Cruz, la muerte del mariscalGuilherme representó el inicio de una trayectoria precozmente declinante.
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y al perder sus oportunidades de una mejor inserción en los círculos cultivados de la provincia se decidió, finalmente, a abandonarla empleándoseen una Compañía Teatral que pasaba por allí a comienzos de la década de1880. Cruz e Sousa volvió algunas veces a Desterro, donde trabajó en periódicos abolicionistas, hasta su partida hacia Río de Ianeiro en un momentoen que el imperio ya se estaba agotando. Así, la suerte de ambos no derivósólo de sus respectivas inserciones familiares y de su capital cultural. Ensus oportunidades de éxito también pesó el hecho de haber llegado a la edadadulta en contextos diferentes: en el momento de ascenso del imperio, enel caso de Reboucas, y en el de su crisis final, en el de Cruz e Sousa.
Al pensar la evolución política brasileña vis tI vis la trayectoria de estosintelectuales, se abre una vía para comprender el tipo de relación establecida entra la corte y la periferia del imperio. En efecto, la gran influenciafrancesa en la ilustración brasileña no produjo una centralización semejante a la de la Francia pre y posrevolucionaria, con sus provincias acicateadas por el centro político. Heredero de la tradición absolutista portuguesa -que contrarió el tópico hobbesiano de la consolidación del poderdel rey sobre la base de la destrucción de la red de derechos corporativosy comunitarios del mundo feudal-, el Estado imperial brasileño rearticuló,en pleno siglo XIX y bajo un nuevo ropaje, un principio similar de preservación del dominium de los súbditos con el incremento simultáneo delpoder del rey mediante la anexión de otros espacios materiales y simbólicos que el derecho tradicional no podría disputar. En otras palabras: "el reyabandona el enfrentamiento directo con los poderes establecidos y la realidad de la tradición, abriendo nuevos campos de actuación situados fueradel orden tradicional" (Barboza Pilho, 1999:80).
Así, si en el siglo XVI ese precepto se tradujo en la incorporación de nuevos territorios en África, América y Oriente, en el contexto del Estado imperial consistió en la doble prescripción de la defensa de la unidad territorial-que brindaba reservas de soberanía al monarca- y de la creación deespacios simbólicos de poder exclusivos del rey, como dan testimonio suspolíticas destinadas a la ampliación de los cuadros de la función públicaya la democratización del acceso a éstos, sobre todo en la rama militar, alaconcesión de dignidad nobiliaria a individuos sin un linaje conocido, a laexpansión del alcance de la instrucción pública, con la formación de arteAnos y trabajadores gráficos, y, por último, a la construcción de agenciasele organización de los intelectuales y los artistas según el patrón de las academias. Es en ese marco, por tanto, que puede comprenderse la facilidad conque, en un Estado unitario y centralizado, las provincias pudiesen respirar tan libremente e incluso oxigenar a la corte.
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En suma, puede decirse que, al operar con una concepción estratégicadel poder, el Imperio brasileño combinó dos tradiciones: la modernizante,fruto del iluminismo tardío de las monarquías administrativas del período de la Restauración, y la más antigua, del renacimiento lusitano, que preconizaba la preservación de la realidad señorial mediante la creación deotras fuentes de poder real. El hecho es que, en ambas, la atribución de unadimensión pública a la actividad intelectual-un artificio monárquico parasortear disputas jurisdiccionales con las clases dominantes- también fueuna puerta de oportunidades para aquellos que estaban en condicionesde atravesarla. Éste es el marco institucional que permite explicar la arti
culación entre política y cultura a lo largo del siglo XIX y, principalmente,la presencia de intelectuales negros y mulatos que, a pesar de las restricciones del medio, manejaban con destreza el repertorio cultural en circulación en el eje dinámico del Occidente moderno. Este marco no logrósobrevivir a la caída del imperio y la llegada de la república.
Desde ese punto de vista, si la fortuna no iluminó la trayectoria de Cruze Sousa, menos aun lo hizo con la de Lima Barreto. Bajo la Primera República, las oportunidades de movilidad social de los negros y mulatos instruidos de la capital federal Sevieron desplazadas en la medida en que lacreciente afirmación del mercado como coordinador de la vida social, sibien no eliminó los nexos tradicionales entre las élites y el mundo popular, removió la centralidad del Estado en la organización de la cultura yde la actividad intelectual. En ese sentido, la reivindicación de Lima Barretaen favor de una "literatura militante" refleja el sentimiento de la necesidad de recuperar la dimensión pública en el ámbito de las artes comocondición de posibilidad de su propia existencia. Más aun, el imperio esclavista no había conocido la tematización de la cuestión racial. Surgida enel Brasil republicano bajo el envoltorio vistoso del cientificismo, la problemática racial alcanzó una posición reflexiva, puesta de manifiesto en losdebates que involucraron a médicos, crimínalistas y políticos, así como ala psicología social en boga en el período (Schwarcz, 1993), lo que tuvo efectos insoslayables para la intelectualidad negra brasileña.
En conjunto, por lo tanto, Reboucas, Cruz e Sousa y Lima Barreto representan cierta orientación del proceso de individuación de intelectualesnegros y mulatos en el Brasil. Dado que vivieron en tres momentos diferentes, sus posibilidades de inscripción en el mundo también fueron muydistintas. Semejantes en cuanto a su origen, diferentes en cuanto a la tramade sus vidas, volvieron a encontrarse como expresiones de una perspectivaintelectual y políticamente derrotada.
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Caminantes sin punto de llegadaA mediados de la década de 1870, en los comienzos del movimiento refor~
mista, Cruz e Sousa era un niño y Lima Barreto aún no habla nacido. Rebou
cas, en cambio, con 30 años de edad ya había experimentado éxitos y frustraciones como ingeniero y concesionario de obras públicas. De los tres,él fue quien vivió las tensiones más agudas inherentes a la posición en
que se hallaban.André Rcboucas pertenecía a un linaje intelectual-al que pertenecie
ron importantes sectores de la intelectualidad latinoamericana y cuyocaso más elocuente es el de Domingo F. Sarmiento (1811-1888)- en el
que el elogio de América del Norte era expresión del rechazo por la ViejaEuropa (Werneck Vianna, 1997). Fue un colaborador asiduo del periódico Novo Mundo, editado por brasileños residentes en los Estados Unidos. Allí publicó una biografía de Benjamín Franklin, a quien consideraba el genio modelador de una sociedad que, desde sus orígenes, nohabía contrariado la naturalidad de los apetitos humanos y había sabidoreconocer en el interés individual la base del desarrollo colectivo. Desdeesa perspectiva de cuño tocquevilleano, el autointerés no era tomado comosinónimo de aislamiento, indiferencia social o egoísmo del hombre común,sino, antes bien, como indicador de una energía productiva que, si se latrabajaba de manera acertada, podría favorecer la cooperación in terpersonal e inaugurar formas más creativas y sólidas de vida comunitaria. Éste fue el aspecto central de la reflexión de Reboucas en la décadade 1870, que se expresó en la defensa de un cambio profundo en la organización social brasileña con el propósito de hacerla semejante a la civilización norteamericana, esto es, de liberar la energía constructiva delhombre común de la esfera del control del Estado y de su pesada arqui
tectura institucional.De allí que, examinado en perspectiva, el desencuentro entre las con
cepciones dominantes en el campo reformista y las expectativas de AndréReboucas derivaba fundamentalmente de sus diferentes planos de enunciación. Ambos esgrimían argumentos en contra del orden político excesivamente centralizado y de los efectos institucionales, intelectuales y morales de la dominación Saquarema, a la que hacían responsable de la existencialetárgica del imperio brasileño. Divergían, no obstante, por elhecho de quelos reformadores se atenían al proyecto de modernización de las instituciones políticas, mientras que para Reboucas elproblema residía en la propia ontología social brasileña. Su participación en elcampo político-intelectual del reformismo se enfrentaba a la dificultad de que, en realidad, loconsideraba inocuo. Para Reboucas, se trataba de refundar la sociedad libe-
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randola de su rigidez ontológica, la que también se manifestaba en el bloqueo a sus iniciativas empresariales innovadoras.
En aquel contexto, la posición de Reboucas se hallaba bajo la tensión del
carácter doble de su inserción. Por un lado, circulaba con desenvoltura entre
los miembros de la élite en virtud del prestigio de su padre, de sus propios
méritos, incluso militares, demostrados en la Guerra del Paraguay, y de la
gracia del vizconde de Itaboraí, ministro del imperio y admirador del joven
mulato, al que llamaba "mi inglés" (Carvalho, M. A,1998). Como consecuencia, frecuentaba el círculo social más elevado de la corte, cultivaba amista
des y enemistades entre parlamentarios de ambos partidos y disfrutaba de
una situación modesta, pero confortable, fruto de su actuación como empre
sario de la construcción civil. Por otro lado, era ingeniero militar, lo cual,
en su generación, significaba una diferencia importante respecto de la clase
dominante, vivía acosado por una constante inestabilidad económica, ya
que era el sostén económico de la familia y responsable del sustento de sobrinos huérfanos, alimentaba una disfrazada inclinación por la Iglesia refor
mada en un ambiente en el que el estatus estaba asociado a la conviccióncatólica y, por último, era un asiduo lobbysta en la Cámara de Diputados,
instancia en la que se confirmaban las concesiones de obras públicas.Jo
que se traducía en constantes rituales de humillación dado que en el Brasil
esa práctica carecía de la dignidad legal que sí tenía en los Estados Unidos.
Por aquella época, Reboucas se definió como republicano. En 1872, cono
ció la biografía de James Harrington y se sumergió intelectualmente en laveta más radical del republicanismo de la guerra civil inglesa del siglo XVII
(Pocock, 1973: 104-147). De esa incursión extrajo una noción de libertad
anterior al liberalismo, considerada como sinónimo de la autonomía polí
tica del productor-propietario; en rigor, una libertad fundada sobre bases
materiales y a la que veía como el fundamento de la energía social presente
en la civilización norteamericana desde su colonización por los puritanos
ingleses que allí realizaron su proyecto de frontera agraria abierta. Para
Reboucas, América era puro movimiento, riesgo e innovación. Así, junto asus fracturas de naturaleza social, Reboucas experimentó los impasses deri
vados de esa adquisición intelectual. En efecto, para el ingeniero, como para
los reformistas brasileños, la paz civil constituía un imperativo y, por ello,
también un límite para el igualitarismo de cepa harringtoniana, que situaba
la cuestión agraria inglesa en la clave revolucionaria de la plebe en armas.
El movimiento abolicionista, avivado a comienzos de la década de 1880,
llegó en su ayuda. No sólo porque se presentó como una causa nacional yen ese sentido favoreció la participación de actores que, como Reboucas,
mantenían cierta distancia respecto del campo dominante del reformismo,
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sino principalmente porque las convicciones radicales de Reboucas se
moderaron gracias a la amistad que entabló con Ioaquim Nabuco (1849
1910), lo que le proporcionó una salida para los impasses de su pensamiento.
Como agitador del movimiento abolicionista y responsable de la organi
zación de conferencias públicas, Reboucas tuvo una relación cotidiana con
Nabuco. De esa convivencia surgió su convicción en cuanto a la posibili
dad de una monarquía republicana, cuyo ejemplo -la Inglaterra de sus
días- representaba la adecuación de dos principios aparentemente irreconciliables: la jerarquía y la democracia, esto es, la preservación de las ins
tituciones monárquicas, pero abiertas a la incorporación gradual de los
anhelos progresistas que habían irrumpido en el mundo con el surgimientorevolucionario del Tercer Estado.
La propuesta de Nabuco.Ia idea de cambio/conservación, se ajustaba a
la perfección al campo de la reforma, al tiempo que daba muestras de suclarividencia en cuanto al funcionamiento de la política imperial. El resorte
fundamental del imperio, que separaba gobierno y Estado -este último
representado por el Poder Moderador-, contemplaba la preeminencia polí
tica y social de las élites señoriales, pero también confería un papel activo
al monarca, cuyo poder se ejercía en vistas del bien común o, según la defi
nición corriente en la época, de la defensa del interés de todos (los súbdi
tos) en detrimento del particularismo de los pocos (los señores). Para
Nabuco, por tanto, la monarquía brasileña podría ser una república (Car
valho, M. A., 2003: 72-85). Reboucas asumió esa idea yen la década de 1880,
cuando la propaganda republicana hizo estallar los límites del reformismo,fue uno de los más activos defensores del imperio y del emperador en con
tra de los dueños de los cafetales de Sao Paulo, cuya idealización republi
cana, al no alterar el estatuto del monopolio de la tierra, cancelaba elcurso
de la democracia, un presupuesto del planteo de Nabuco. En ese con
texto, el diagnóstico de Reboucas fue el siguiente:
Nuestra república, la república ideal llegará a su debido tiempo, cuando
ya no haya más landlords, cuando hayan desaparecido los monopoli
zadores de la tierra, cuando sea imposible la impunidad feudal. De no
ser así, es infinitamente mejor la monarquía popular y democrática de
Ioaquim Nabuco, rica de aspiraciones nobles y altruistas, que sabe bien
y es muy consciente de que no debe haber Irlandas en el continente ame
ricano (Carvalho, M. A., 1998: 170).
La sentencia contiene una torsión. Sitúa a Reboucas alIado de Nabuco,
pero le recuerda a éste que, aun en Inglaterra, la derrota del campo popu-
326 I HISTORIA OE LOS INTELECTlJALES EN AMtRICA LATINA
lar había tenido consecuencias nefastas. Por lo tanto, el tiempo dilatadode la revolución brasileña, tal como Nabuco le había señalado, sólo seríaviable cuando se eliminase la concentración de la propiedad de la tierra,en cuyo caso el Brasil estaría en condiciones similares a las de la sociedadnorteamericana, donde la marcha ininterrumpida y expansiva del principio democrático se debía a la libre apropiación popular de la tierra.
Reboucas, por tanto, deja de ser republicano para hacerse amigo delemperador, cuyos movimientos, tras la abolición de la esclavitud (1888),daban muestra de una preocupación creciente por la cuestión territorialbrasileña y de una posible revisión de la ley agraria. La proclamación dela república (1889)interrumpió, según el ingeniero, la marcha de la democratización del imperio, y ello lo llevó a embarcarse rumbo a Europa condon Pedro n cuando éste fue expulsado por los militares. La historia delingeniero se cierra en su autoexilio, luego de muchas cartas intercambiadas con Nabuco, a quien le exige una posición más firme respecto de laesclavitud, ahora también de blancos -colonos sin derecho a la tierra-, ycon la certeza de que la civilización brasileña, como la de la Grecia antigua, se había extinguido. Murió en Punchal, Cabo Verde, tras arrojarse deun peñasco en el Océano Atlántico, en 1898.
El momento de mayor agitación en la corte, 1888, fue también el delarribo de Cruz e Sousa a Río de Ianeiro, adonde llegó con un dinero quele había prestado Germano Wendhausen -diputado y líder abolicionistaen la Asamblea Legislativa Provincial de Santa Catarina- y con una cartade presentación para el senador Alfredo Taunay, del Partido Conservadory, como Nabuco, amigo íntimo de André Reboucas, con quien compartíasus preocupaciones acerca del futuro del imperio. Taunay había sido pre
sidente de la provincia de Santa Catarina en 1876 y diez años después fueelecto como diputado general por el Primer Distrito de aquella provincia. En ese mismo año, tras la muerte del barón de Laguna, único representante de la región en el Senado, pasó a ocupar su banca como senador.Por esa razón, sus electores, amigos de Cruz e Sousa, lo recomendaron alpolítico. Pero el contacto entre ellos no prosperó: "Ni siquiera me hizoentrar, yese proceder me autorizó a no volver más a la casa de dicho señor.Aunque necesite hacer una carrera, no necesito, sin embargo, ser maltratado" (Muzart, 1993: 31).En esa misma carta dirigida a Wendhausen se percibe cuál era el círculo de relaciones que Cruz e Sousa mantenía en Desterro, capital de Santa Catarina: todos intelectuales abolicionistas de buenaposición social, además de los miembros de la Sociedade Carnavalesca Diaboa Quatro, una institución más democrática que congregaba tanto a ricoscomo a pobres del lugar.
INTELECTlJALES NEGROS EN El BRASIL DEL SIGLO XIX I 327
La partida de Cruz e Sousa a Río de [aneiro fue resultado del impulsode un joven socialmente aplomado, a pesar de ser pobre, que sueña con lasoportunidades que brinda la gran ciudad. Según los testimonios que dancuenta de su trayectoria en Desterro, Cruz e Sousa cultivaba a comienzosde la década de 1880 las características del dandy: extravagante Yfantasioso en la forma de vestir, caprichoso y excéntrico, cosmopolita en una provincia periférica, desdeñoso con el fariseísmo local, como lo eran los poetas malditos del simbolismo francés. También lo describen como una personade buen humor y con esperanzas de triunfar (Magalhaes [r., 1975)· Se veíaademás como ario, debido a su filiación a la gran cultura, y es probableque sólo en la corte haya percibido que era negro. Desde allí, en una cartaa su amigo Virgílio Várzea, de enero de 1889,señaló: "No hay por dóndeseguir. Todas las puertas y los atajos están cerrados al camino de la vida ypara mí, pobre artista ario, ario sí porque adquirí, por adopción sistemá
tica, las cualidades elevadas de esa gran raza" (Muzart, 1993: 34)·El joven poeta no tuvo acceso al escenario de una Río de Ianeiro recien
temente convertida en capital de la república. No había participado de lasluchas abolicionistas en la corte, que lo habrían acercado a los círculos másdemocráticos y acogido a las entidades que estructuraban ese campo, talescomo periódicos, cafés, revistas literarias y clubes cívicos. Por el contrario,pasó por ellos sin llegar a asentarse al circular por varias ciudades brasileñas,de Porto Alegre a Recife, animando la propaganda antiesclavista. Tampocologró acercarse a los cuadros políticos influyentes del fin del imperio, comoTaunay, ni obtener algún beneficio práctico de sus buenas relaciones conotros ex políticos de Santa Catarina, como Gama Rosa, por ejemplo, quetambién había sido presidente de aquella provincia en 1881 y,una vezal frentedel gobierno, se había rodeado de jóvenes intelectuales locales, entre ellosCruz e Sousa, y que más tarde se radicó en Río de Ianeiro con el cargo dedirector de la Imprenta Nacional y secretario de la Escuela Nacional de BellasArtes. Los grupos cerrados de literatos y periodistas, casi familias, y la presencia de una crítica que como nuevo órgano republicano blandía la divisade la literatura nacional cerraban el espacio para la recepción de los extranjeros. y Cruz e Sousa era, en todo sentido, un extranjero: por su lugar de procedencia, por su color de piel, en un momento en que bullían las controversias raciales, por su reconocida insolencia (Andrade Muricy, 1961: 17-64)en una sociedad afectada y por elmanejo de la estética simbolista o, comose decía en la época, por su esteticismo europeizante. De modo que, a diferencia de André Reboucas, no se vio acosado por las ambigüedades derivadas de su posición social: totalmente excluido y hostilizado, Cruz e Sousaelaboró su obra en un enfrentamiento radical con sus contemporáneos.
328 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
Es posible que "enfrentamiento" no sea el término; más adecuado parecería ser "incomunicabilidad". Y en esta corrección está presente la confluencia entre vida y obra del autor, ya que la experiencia vivida por Cruze Sousa se desliza fácilmente hacia elplano de su expresión simbolista, cuyaaspiración programática consiste en lidiar con lo inexpresable, lo incomunicable. El malestar respecto del mundo no se tradujo en él en una denuncia explícitamente política de las instituciones o de la sociedad, como enel caso de Reboucas, ni tampoco lo llevó a organizar una intervenciónpública en favor de una literatura militante, como lo hará Lima Barreto.De manera diferente, se caracterizó por su registro lírico de un mundo desviado, que vaga erráticamente a la espera de un nuevo lenguaje, asociandoasí las razones de su exilio con las que castigaban a toda la humanidad. Enese sentido, modulaba el sentimiento de exclusión a partir del tópico dela espera, del momento en que todos los hombres rememorarían su trascendencia por medio del único instrumento capaz de despertarlos: la poesía. Y ello le confería a él, como poeta, un papel superlativo y una vía desublimación de su precariedad.
Ahora bien, el aspecto más importante para tomar en cuenta es la opciónque lleva a cabo por una gramática simbolista que, en Europa, procurócaracterizar la faz lunar, demoníaca, de la naciente experiencia moderna.y lo hizo tanto respecto de la trama como de la estructura de la trama, enla medida en que no sólo anunciaba el caos y la miseria que produjeron laderrota del Tercer Estado y la rutinización del mundo burgués, sino quetambién denunciaba corno algo miserable el intento de tratarlos con el lenguaje disponible, esto es, con los recursos cognitivos producto de aquellamisma rutina. En el análisis que realizó de la obra de Cruz e Sousa, Bastide (1943)llama la atención hacia su filiación al simbolismo literario francés y hacia el platonismo que operaba como un cimiento invisible sobreel cual se equilibraba aquella poética. La cuestión que se plantea, pues, esla de la exigencia de un retorno a la Unidad ~el arché-, al que sólo se llegapor medio de la experiencia extática, y no mediante la racionalizacióndominante en la modernidad. En síntesis, el simbolismo problematiza larepresentación, libera a la poesía de las amarras del naturalismo y, en esadimensión, también problematiza la historia. Ésa fue la poderosa críticafilosófica al incipiente orden liberal-burgués, crítica que llegó al Brasilcon Cruz e Sousa y que alimentó una percepción estética de los impassesde la modernidad en la periferia del capitalismo.
Por lo tanto, aquí se considera la crítica a la racionalización del mundo
como una vía de acceso a la poesía de Cruz e Sousa -una vía sociológica,por cierto, que hace del poeta un crítico de la cultura avant la lettre-, En
INTELECTUALES NEGROS EN El BRASIL DEL SIGLO XIX I 329
su poema titulado "Emparedado" [Enjaulado], de! libro Evocaroes, publicado postumarnentc, se entrevé un diagnóstico acerca del desajuste brasileño en relación con el único lenguaje funcional para la imposición delorden y la previsibilidad modernos: la ciencia. Una crítica de la cultura,pues, asumida como una fractura del poeta:
El temperamento que rugía, bramaba dentro de mí, ese, que si se operase, necesitaba, pues, tratados, toda la biblioteca de Alejandría, unaBabel y una Babilonia de aplicaciones científicas y de textos latinos parasanar... Se hacía forzoso imponerle un compendio [... ] de geometría.El temperamento se desviaba demasiado hacia ellado de África, era necesario enderezarlo por completo hacia el lado de la Regla, hasta que eltemperamento se regulase exacto corno un termómetro.
Cruz e Sousa vivió diez años en la capital federal. En 1893 se casó con Gavita,negra como él y víctima de recurrentes crisis nerviosas que la llevaron a lalocura, y se empleó corno archivista en la Estrada de Ferro Centraldo Brasil. Tuvo cuatro hijos, tres de ellos murieron en la infancia y el último, alos 15 años de edad. Publicó tres libros en vida y en 1898,a 10s37años, muriótuberculoso en la más absoluta indigencia.
Con el cambio de régimen político, el Brasil del que se despidió Cruz eSousa y que fue el ámbito de la producción literaria de Lima Barreto también experimentó un cambio en sus élites dirigentes. Con excepción de loscasos de adaptación reflexivamente justificada, como elde Ioaquím Nabuco,yde algunas cooptaciones inevitables de cuadros de la élite imperial, la proclamación de la república puso en escena una legión de intelectuales denuevo tipo, proveniente de las capas medias urbanas e identificada generacionalmente con la ciencia y la modernización económica y social delpaís. Si el imperio había puesto de relieve los temas concernientes a la política, a la institucionalización de los mecanismos de poder, al ordenamientodel mundo público, la república prestó mayor atención a la sociedad, a lasrelaciones mediadas por el mercado y a los patrones de diferenciación-incluso racial- que intervienen en la estructuración del orden moderno.
Por tanto, el contexto en el que se inscribe Lima Barreto es, desde unpunto de vista fenomenológico, muy distinto de! de Reboucas y e! de Cruze Sousa. Habían cambiado el ritmo de la sociedad, las expresiones de la cultura material, los criterios de identificación social, la experiencia de la vidaurbana, y, bajo el rótulo de la regeneración nacional, se habían extinguido las tendencias reformistas que caracterizaron la veta dominante dela generación de 1870(Sevcenko, 1983). La idea de un Brasil completamente
330 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
nuevo, en ruptura con el pasado, había alzado vuelo y alcanzado elestratode los intelectuales, que, de ser un grupo inmerso en el ámbito público,pasó a alinearse de acuerdo con las expectativas de constitución de un mercado de bienes culturales.
Sin embargo, en el plano fenomenológico, el mundo en el que se movióLima Barreta fue otro, en sincronía con el tiempo de sus predecesores. Enprincipio, por la percepción de su propia identidad corno intelectual, a laque consideraba ni autónoma ni determinante de los rumbos del país,como lo hacían sus pares. Él exigía,más bien, un Estado ético, que premiasea la inteligencia y de ese modo la liberase del utilitarismo y del arribismode los advenedizos. Por otra parte, Lima Barreta se mantuvo existencial eintelectualmente inmerso en el mundo popular, en aquella fracción de lasociedad que, vuelta progresivamente invisible a causa de la reforma urbanay del aburguesamiento de la capital federal, era la base profunda sobre laque se asentaba determinado manejo intelectual de la tradición. Por último,su humanitarismo y la importancia que le confería a la solidaridad perdida rearticulaban con una tonalidad propia, por un lado, la inclinaciónde Reboucas por un imperio integrador que no expulsaba lo diverso y,por el otro, como en Cruz e Sousa, la idea de una literatura rememorativa
que el Brasilhabía perdido al identificarse con una civilización europea que,justificada por la ciencia y por el precio del acero, destruía culturas másantiguas y más vastas, como las de África y Asia (Sevcenko, 1983).
Como es sabido, la obra de Lima Barreta es tan amplia como la críticaque se dedicó a ella, lo cual impide que en el movimiento final del presentetexto se haga un examen razonable de sus temas, personajes y sintaxis.Sin embargo, hay que destacar un último argumento en refuerzo de la ideade su filiación al campo político e intelectual de Reboucas y de Cruz e Sousa.Se trata de la relevancia que Lima Barreta otorgó al uso de la ironía, a laque se atribuye el valor de articular la crítica y la crisis presente en su obra(Arnoni Prado, 1989).
En efecto, la ironía es un recurso de lo cómico y una construcción integradora, en la medida en que desestabiliza la verosimilitud de cualquier tipode antagonistas mediante la exageración de sus cualidades -lo excesivamente bueno y lo excesivamente malo-. Con ello procura atenuar el horrorque resultaría del enfrentamiento y la ruptura, al tiempo que opta por comprender la disputa como un síntoma de un mundo en desorden. En eseplano conservador, en Lima Barreta la ironía no sólo destacó su ideal deintegración social y racial en el Brasil, sino que también señaló una operación crítica marcada por la autocontención, es decir, una crítica que deseasu inclusión dentro del sistema. Pero la ironía no es sólo un recurso conser-
INTElEClUAlES NEGROS EN EL BRASil DEL SIGLO XIX I 331
vador que desautoriza la existencia del héroe y evita la revolución. Es también un modo de autoconocimiento social, que desafía la jerarquía de lospropios lugares del discurso, basada, por lo general, en relaciones socialesde dominación (Hutcheon, 2000). La ironía permite, por tanto, desarrollaruna pasión negativa por las representaciones dominantes en elmundo, quese vale de la intimidad con esos discursos para combatirlos mejor, para relativizar la autoridad y la estabilidad de la que gozan y,por último, para apropiarse de su poder. En ese plano, la ironía de Lima Barreta muestra que larisa, el alivio por la reconciliación, no es un punto de llegada sino en verdad una crisis, una toma de conciencia respecto del conflicto de representaciones y, por lo tanto, una demostración de la naturaleza construida dela realidad, con lo cual se les abre a los hombres la posibilidad de modelarla.ASÍ, si la ironía nos reconcilia con los límites del mundo, es también por ellaque se avanza en contra del orden existente en busca de un nuevo mundo.En esa tensión dentro-fuera yen su irresolución reside el tema de la incompletitud, de la apertura de la ontología social brasileña, que Lima Barretaasume como condición de posibilidad de su propia existencia.
Lima Barreta vivió 41 años, dividido entre las actividades de amanuensedel Ministerio de Guerra y de escritor. Su vida estuvo marcada por la exclusión, la soledad, el resentimiento, el alcoholismo y, finalmente, la locura.Murió en 1922, el año en que la Semana de Arte Moderno revistió, alegóricamente, el deseo de las élites brasileñas de ponerse en hora con el reloj
moderno.
CUATRO BREVES NOTAS FINALES
Pensados de manera alineada, Reboucas, Cruz e Sousa y Lima Barretoconfiguran, más allá de sus diferencias, una imagen del mundo que discrepade la que fue asimilada como modernidad occidental, con su ontología socialcentrada en el individuo maximizador y en elmercado autorregulado. Rechazaron la naturalización de los hechos, la adhesión a una ética social utilitaria y la adaptación intelectual respecto de una representación homogéneadel mundo, que eran la pauta de la nueva civilización que se afirmaba. Enese sentido, la tragedia de estos tres tristes negros es una evidencia de suinconformismo frente a la rigidez de la imaginación pública brasileña.
También configuran el curso de la trayectoria de negros y mulatos cultos en el Brasil entre el fin del imperio, en el último cuarto del siglo XIX, yla estabilización institucional de la república, tras una década de conflic-
332 I HISTORIA OE lOS INTELECTlJALES EN AMÉRICA LATINA
tos sangrientos y el exterminio de Canudos (1896-1897) en los sertones deBahía, que constituyó la cima de la violencia del nuevo Estado republicanocontra el mundo popular. En ese curso, la expresión del desajuste de aquellos intelectuales conoció un camino de subjetivación progresiva. En unpasaje que va del tribuno, como Reboucas, al exiliado del mundo, comoCruz e Sousa y,por último, al loco, como Lima Barreta, la experimentación de cada uno de ellos en el terreno de la crítica es ilustrativa del debilitamiento de la dimensión pública que el imperio había otorgado a la organización de la cultura y de los intelectuales, de la dinámica que su políticaintegradora produjo y de su impacto sobre la convivencia de la periferiasocial y racial brasileña con libros, ideas y sueños.
Configuran, además, una representación del Brasil y de los brasileños acontrapelo de la percepción de las élites locales, que, como un reflejo de loaquim Nabuco, afirmaron que un océano entero nos separaba de la imaginación. "En el siglo en que vivimos -dijo Nabuco-- el espíritu está del otrolado del Atlántico; elNuevo Mundo, para todo aquello que es imaginaciónestética o histórica, se encuentra en la soledad." En Reboucas, Cruz e Sousay Lima Barreto, la imaginación encuentra otra morada: atraviesa el océano y se localiza en elBrasil,donde todo es construcción, invención y apuesta.ASÍ, la imaginación de la que hablan deja de ser el fondo de su experienciacomo intelectuales para extenderse también a las figuras de su creación: elindividuo políticamente autónomo, en Reboucas, despierto del sueño delmundo, en Cruz e Sousa, y solidario, en Lima Barreto. Libre, reflexivoy solidario, el individuo brasileño modelado por la imaginación de aquellos intelectuales es el esbozo constructivista de otro mundo posible.
Configuran, por último, un legado de ideas aún en circulación en la vidabrasileña. Contra la síntesis liberal-burguesa esbozada en el republicanismode los dueños de los cafetales paulistas y ensayada en la Primera República (1889-1930), la imaginación social de Reboucas, Cruz e Sousa y LimaBarreto se inclinó, cada uno a su modo y a su tiempo, por una ontologíasocial abierta, en movimiento, que dejaba a los hombres del futflrc la misiónde rememorar la tradición para, de ese modo, reinventar el Brasil.
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"República sin ciudadanos":historia y barbaries enCesarismo democráticoJavier Lasarte Valcárcel
Los códigos que consultaban nuestros magistrados, no eran
los que podían enseñarles la ciencia práctica del gobierno,
sino los que han formado ciertos visionarios que, imaginándose
repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política
presuponiendo la perfectibilidad dellinaje humano. Por maneraque tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación,
dialéctica por táctica y sofistas por soldados ... De aquí nacióla impunidad de los delitos de Estado [... J.Simón Bolívar, "Manifiesto de Cartagena" (1812)
CONTEXTO Y TRADICIÓN(ES) DEL CESARISMO
1
A ~nes del siglo XIX se abre en América Latina un escenario tomado por elasiento de la modernización, expresado -de modo diverso- tanto por fe
nómenos propios de la urbanización, como por el surgimiento de nuevos
actores sociales: el "rey burgués" o sectores medios, inmigrantes y obre
ros. Otro escenario lo intersecta: el de la inserción del subcontinente en un
orden mundial donde gana terreno a pasos agigantados el "vecino delNorte". Sea por efecto de las presiones generadas por los cambios internos,
sea por las amenazas provenientes del exterior, diversos intelectuales lati
noamericanos se comprometen con el diseño de "superpolíticas" (Rama,
J985: 118) y, con frecuencia, fungen de filósofos de la historia (Gutiérrcz
Girardot, 1982: 503) empeñados en realizar balances, críticas o ajustes de
los proyectos de sus antecesores, para afrontar las novedades "escénicas"de lo real.
HISTORIA Y BARBARIES EN (fSARISMO DEMO(RAJ/(O I 335
Si en la política de entonces el panorama favorecerá internamenteal "predominante autoritarismo latinoamericano" (Halperin Donghi,
1975: 299) y externamente al triunfo del gendarme del destino manifies
to y elbigstick (ibid.: 284-292; Romero, 1986:248), en el orden de las ideasfueron excepcionales soluciones progresistas como las de Martí (1853
1895) o González Prada (1844-1918), pioneras de un populismo más omenos radical, aunque compartiesen con su época la figuración de la
patria/continente como cuerpos grotescos ~"Éramos una visión, con elpecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño" (Martí, 1977:
30)- o enfermos -"el Perú es organismo enfermo: donde se aplica eldedo
brota pus" (Gonzálcz Prada, J985: 107)-. Predominará en cambio la volun
tad de controlar, unificar y regenerar sociedades azotadas por crisis y peli
gros diversos.
Sea por el reconocimiento de la dificultad de construir naciones estables o porel temor que inspirase el advenimiento de la masificación y la de
mocracia, intelectuales de muy distinta orientación coincidieron en la nece
sidad de apelar a fórmulas centralizadoras y jerárquicas, en las que, por
estar focalizadas en el gobierno político o espiritual de hombres superio
res, se daban la mano el tirano honrado y la"uristarquia" intelectual (Rodó,
1985: 32), sea el caso de "mentes" que, gracias a una "selección espiritual"
tibid.: 30), preservasen "el papel reservado en la historia a la superioridadindividual" (ibid.: 28) Ymarcasen rumbos opuestos a los de la mediocre
masa, o el de caudillos capaces de re-fundar sociedades llenas de rémoras
(históricas y/o raciales) que impedían el sueño del progreso.
Con un cierto sabor a cambalache, nombres como los de Francisco Bul
nes (1847-1924), Justo Sierra (1848-1912), Emilio Rabasa (1856-1930), LucasAyarragaray (1861-1944), José Enrique Rodó (1871-1917), Carlos OctavioBunge (1875-1918), José Ingenieros (1877-1925), Alcides Argucdas (18791946) o Francisco García Calderón (1883-1953), llenarán de diverso modolos contenidos de esas patrias verticales, y constituyen el contexto discur
sivo en el que se inscribe una propuesta como la de I.aureano Vallenilla
Lanz (1870-1936) en su Cesarismo democrático (1919), suerte de clásico indeseable en la historia de las ideas por su abierta defensa del "gendarme nece
sario". José Luis Romero, por ejemplo, para concluir su descripción de lastendencias oligárquicas y dictatoriales de la época, elige citar la tesis cen
tral de Cesarismo... :"en casi todas esas naciones de Hispanoamérica, con
denadas por causas complejas a una vida turbulenta, el caudillo ha cons
tituido la única fuerza de conservación social" (Romero, 1986:314;Vallenilla
Lanz, 1991:94). Y no obstante, quizá la justificación más sistemática -porsu recorrido continental- del "césar democrático" -en los mismos térmi-
336 I HISTORIA OE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
nos "democráticos" de Vallenilla~ fue la del peruano Francisco García Cal
derón, suerte de "idealista pragmático", en Lasdemocracias Latinas deAmérica (1912).
[Qué hacer, entonces, con un clásico como éste?Aunque atenuar hoy losefectos políticos de un discurso como elde Vallenilla Lanz resulte temerario, limitarlo a la condena histórica no parece suficiente. Acaso quepa considerar el gesto de Gutiérrez Girardot (2001: 135) al incorporar a la historia intelectual el pensamiento conservador -Cabriel Rcné Moreno
(1834-1908), Miguel Antonio Caro (1843-1909) y José de la Riva Agüero
(1885-1944)-, por servir de "indispensable complemento" en la construcción de la modernidad cultural latinoamericana. En ese sentido, se intentará una lectura que inserte un libro como Cesarismo... en su contexto yseñale su significación en los procesos discursivos, más allá del juiciopolítico que suele suscitar su Cesarismo... El trazado no se detendrá en elproblema del positivismo en Venezuela y en América Latina o en la relación que éste guarde con las lecturas de Stuart Mill, Spencer, Cornte o Taine
(cf., entre otros, Zea, 1980; Harwich, 1991; Cappelletti, 1992; Plaza, 1996),
ni considerará afirmaciones según las cuales el positivismo fue la expresión ideológica de los intereses de las burguesías latinoamericanas -Zea-,tempranamente discutidas por generalizadoras (Soler,1959: 22-31). Tratará,sí, de ofrecer otras claves contextuales para este "clásico" del positivismovenezolano, en un espíritu cercano al de Abelardo Villegas cuando, a propósito de Justo Sierra, se hacía eco de "la necesidad de rectificar los criterios historiográficos con que han sido examinadas las figuras salientes delliberalismo hispanoamericano", para abandonar "visiones maniqueas [... 1que oscurecen una cabal comprensión histórica" (Villegas, 1985: IX).
2
Aunque publicado en 1919. Cesarismo democrático tiene algunos antecedentes. Nikita Harwich (1991: XIII) advierte que desde 1899 puede apreciarse en textos de Vallenilla Lanz tanto su "agudo desencanto con la sociedad venezolana", como "el lenguaje del Cesarismo". Refiere Harwich que losprimeros borradores de Desintegración e integración. Ensayo sobre la formación de la nacionalidad venezolana (1930) están fechados en 1903 y queese mismo año publica el capítulo inicial de ese libro en la revista LaSemana("La influencia de los viejos conceptos"). Por su parte, Elena Plaza (1996:
76) da noticias de que, hacia 1904, Vallenilla tiene en mente un libro que
llegó a escribir durante su estadía como cónsul en Europa, con el título"Estudios sobre la vida social y política de Venezuela", y que, en 1909, en
HISTORIA Y BARBARIES EN ([SARISI10 DEMOCRÁTICO I 337
Caracas, buscaba editor. Tras fracasar en el intento, gracias en parte a la crítica que Vallenilla hiciese de los viejos historiadores (ibid.: 90 y ss.), "Estudios ... " daría origen, años más tarde y con la anexión de otros ensayos, ados libros que fueron concebidos como unidad y que daban cuenta delperíodo colonial (Desintegración ... ) y del republicano (Cesarismo... ).Por lo que tiene que ver específicamente con Cesarismo democrático, se sabeque e11 de octubre de 1911 aparece en El Cojo Ilustrado una versión de "Elgendarme necesario" y que el 9 de octubre de ese año Vallenilla dicta unapolémica conferencia en el Instituto Nacional de Bellas Artes de Caracasque causaría revuelo, publicada luego como folleto por Empresa El Cojoen 1912: La guerra de nuestra independencia fue una guerra civil, tesis conla que se abre el libro. Así, cuando aparece Cesarismo democrático, sus lec
tores están ya familiarizados con él.Las lecturas que se han hecho del libro de Vallenilla se distinguen por
una polarización ajena a los matices. Con frecuencia ha sido visto como una
apología de la dictadura gomecista (Pino Iturrieta, 1978; Miliani, 1985;
Cappelletti, 1992). Por ello fue atacado apenas publicado el Cesarismo ... ;algo que no perturbó el ánimo de Vallenilla, como consta en las polémicas sostenidas con E. Santos, L. Gómez o M. FaIcao Espalter (VallenillaLanz, 1991: 151-208). Dicha crítica fue, en más de un sentido, productiva.Cesarismo democrático dio pie a otro clásico nacional, mucho menos frecuentado: La interpretación pesimista de la socioLogía hispanoamericana(1938), de Augusto Mijares (1897-1979),quien, en su idea de historiar la tra
dición civilista venezolana desde la colonia, concibió su libro como la refutación tanto de la tesis vallenillesca del gendarme necesario como de surepresentación de la independencia o los usos que el apologista de la dic
tadura hiciera de Simón Bolivar (1783-1830).Sin embargo, en rigor, la formulación de soluciones cesaristas se pro
dujo más de una década antes de la llegada al poder de Juan Vicente Gómez
(1857-1935) en 1908. Así, en Pasiones (1895),novela de José Gil Fortoul (1861
1943) -asociado al positivismo-, uno de sus personajes-intelectuales, elLodi, al hacer balance de la gestión del "tirano" Estrella -Antonio Guzmán Blanco (1829-1899) en la historia-, declaraba: "La dominación absoluta de un hombre es, hasta cierto punto, un bien relativo, cuando lasprobabilidades hacen temer, o la anarquía, o un nuevo despotismo. [... J
y entre ambos males es preferible el de la tiranía, con tal que el tirano nosea demasiado cruel ni demasiado ignorante" (Gil Fortoul, 1956: 166-167)·
Pero también en una novela con ciertas veleidades anarquistas, Todo unpueblo(1899), de Miguel Eduardo Pardo (1868-1905), el narrador, al hablar
de Guzmán Blanco, se refiere a él como:
338 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
famoso caudillo, a quien llamaban "el tremendo nivelador", y cuya manovigorosa al par que progresista supo construirlas l'tmaravillas'': "Carreteras y Academias, ferrocarriles y Ateneos, restaurantes y colegios, tiroal blanco y cerveza nacional, hipódromo y prensa periódica, catedralesromanas y tranvías modelos... "[. a despecho de los fanáticos y los retrógrados, sobre los escombros de una secular hilera de conventos.
Bajo sus cesáreas l...] órdenes, en aquel pueblo habituado al desbarajuste, marcharon siempre temblando y sin chistar, administradores,diputados, jueces, ministros [... ] cónsules [... ] alcaides de cárcel [... ].
A los jefes levantiscos que se la pasaban dando carreras del Club conspirador al monte vecino para armar revoluciones [... j aquel inexorable reformador los sometió bajo su mano de hierro y llevóde esta manera
tranquilidad a los pueblos [... 1.
Hombre político, sagaz, diplomático, enérgico [... l algo teatral y algojactancioso en su porte y en sus mismas costumbres, pero conocedorprofundo del pueblo que mandaba, era el único capaz de someter y hacertemblar a aquel pueblo pendenciero y alborotador, incorregible y medio
loco (Pardo, 1981: 53-54).
Por cierto, Elena Plaza glosaría los manuscritos de Vallenilla Lanz dedicados a Guzmán Blanco en términos muy parecidos a los de Pardo:
Guzmán fue nuestro gran centralizador en el siglo XIX, y no el Libertador. Y ello fue posible porque actuó con un espíritu muy pragmático:disciplinó la barbarie, organizó la Hacienda Pública, inicio el progresomaterial del país [... j y acentuó más el despotismo personal [... l. Guzmán Blanco consolidó el régimen de gobierno natural de la sociedadvenezolana, elcesarismo democrático, la igualdad absoluta bajo un jefe.Los medios empleados para realizar esta obra no difirieron de los empleados por Rosas en la Argentina (1996: 215).
Es difícil entender estas manifestaciones nostálgicas del régimen guzmancista, habida cuenta de la resistencia que encontró "el Ilustre Americano" durante su mandato entre diversos sectores de la intelectualidadvenezolana. No obstante, esos años noventa aportan datos que pueden ayudar a entender el viraje. Tras su elogio de la labor civilizadora del caudillode Villabrava (Caracas), Pardo pasa a describir el cuadro de "descomposición" de una ciudad ganada por el juego de las armas, la picardía corrupta
HISTORIA Y BARBARIES EN (f5ARI5MO DEMO{f(ÁT/(O I 339
de su estamento político, el apogeo de una "literatura pirotécnica", la pasiónpor el salón y las celebraciones o las ardorosas poses cosmopolitas de unainédita "aristocracia de guardarropía" (Pardo, 1981: 56-66). Es la mismasociedad caraqueña sobre la que el peruano Francisco García Calderón, enLas democracias latinas de América, diría: "La democracia, voluble y feme
nina, quemó lo que habia adorado" (1979: 55).
El cuadro ofrece una versión más cruda de aquella pintura irónica que,veinte años antes, hiciera de la frívola Caracas José Martí en su "Viaje aVenezuela" pero parece funcionar como texto previo de elaboraciones muyposteriores, como la de Mariano Picón Salas en Los días de Cipriano Cas
tro, que medio siglo después retratase aquellos años como una desconcertante mezcla de "barbarie autónoma y decadentismo importado" (1953:
224), expresada la primera por la figura del polvorín corno norma de vidaen el interior del país, y elotro por una Caracas que, en 1905, "huele simultáneamente a brillantina, a brandy, a polvos de arroz" (ibid.: 248). Sería,dice Picón Salas, "la época más risueñarnente cursi en todo nuestro proceso republicano, si más allá de los globos de color, las comparsas y carrozas de Carnaval y prosa azucarada de los periódicos, no palpitase la angustia y frustración de dos millones y medio de hombres" (ibid.: 257). Por lodemás, el mismo cuadro es ampliamente documentado por otras dos nove
las de la época: Ídolos rotos (1901), de Manuel Diaz Rodríguez (1871-1927),
cuyo cierre sentencia el"finispatriae". del que hace responsable nada menosque a "¡Nuestra santísima Democracia!"; o El hombre de hierro (1907), deRufino Blanco Fombona (1874-1944), que en su conclusión también aludealegóricamente a la grotesca decadencia de la nación.
Algo que llama la atención de estos textos que preparan la cristalizaciónde una actitud presente en Vallenilla Lanz es que muchos de ellos achacanla "descorn posición" a los actores sociales que disfrutan del poder políticoo social-políticos, burgueses e intelectuales- y no a los sectores populares que, aunque no dejarán de ser ignorantes o bárbaros, ahora, ante laominosa presencia de un enemigo mayor -el rey burgués-, son vistosmás como víctimas e instrumentos del mal reinante. En "La ley del cabestro" (1902), César Zumeta (1860-1955) llamaría a esta élite política la "turbadirigente" (1961: 136). Desde una posición civilista,y a propósito de la décadade 1890, que conocería seis presidentes y alzamientos sinfín, Zumeta culparía a esa élite militarista y demagógica por la "franca regresión vertiginosa a la barbarie" y la"absoluta desaparición de las virtudes cívicas" (ibid.:
135). En 1899, desde posiciones liberales moralistas, Vallenilla Lanz, quienentonces se presentaba a sí mismo como defensor de "la pluma" y"laciencia" unte "los sectarios de la fuerza bruta buenos para ser encumbra-
340 I I-JISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
dos en los tiempos del feudalismo y no en una República democrática", criticaba en la prensa periódica el recurso personalista a la violencia de facciones partidistas -"instrumentos de tiraníe"- y de "hombres sin principios [que] pasan de una a otra bandera sin más objetivo que el lucropersonal", cuItores de la guerra civil, hacedores de miseria en una "sociedad política [... ] [que] no encontrará reposo sino al abrigo del despotismoy no respetará otros gobiernos que aquellos que la hieran, y no tendrámás derechos que aquellos que le conceda la voluntad del sable que ladomine" ("Por la paz pública", ElMonitor Liberal, 25 de septiembre de 1899,
en Plaza, 1996: 43-44).Tal percepción de la realidad política no será exclusiva de Venezuela.
Desde México, esta imagen era reproducida enfáticamente: a inicios delsiglo xx, Justo Sierra, en su Evolución política del pueblo mexicano (1900
1902), perdía la compostura del científico, que "debe vedarse la emoción yconcentrarse en la fijación de los hechos" (1985: 157), para dar curso a la
ironía amarga, tras ver cómo
Abundan los períodos de nuestra historia en que las repeticiones de losmismos errores [... [, con su lúgubre monotonía, comprimen el corazón de amargura y de pena. ¡Cuánta energía desperdiciada, cuánta fuerzaderramada en la sangre de perennes contiendas, cuánto hogar pobreapagado [... j, cuán infinita cantidad de vejaciones individuales preparando la definitiva humillación de la patria! El salteador que pululabaen todos los caminos se confundía con el guerrillero, que se transformaba en el coronel, ascendiéndose a general, de motín en motín, yaspirando a presidente, de revolución en revolución; todos traían unacta en la punta de su espada, un plan en la cartera de su consejero, clérigo, abogado o mercader; una constitución en su bandera, para hacer
la felicidad del pueblo mexicano [... ] (ibid.: 158).
3Uno de los pocos autores que no descalifica la figura de Vallenilla Lanz esArturo Uslar Pietri, escritor de la vanguardia histórica venezolana; de hecho,en su novela Las lanzas coloradas (1930), consignará una visión de la guerra independentista que bebe de la fuente de imágenes y tesis del Cesarismodemocrático. Uslar Pietri, en el capitulo "El despertar positivista" de susLetrasy hombresde Venezuela (1948), señala como uno de los principaleshallazgos de ese movimiento la renovación del pensamiento historiográfico. Uslar explicaba esta renovación como la respuesta de un segundo
HISTORIA Y BARBARIES EN CESARISMO DEMOCRÁTICO I 341
momento positivista desencantado ante el inestable fin de siglo, deslastrado del idealismo de la generación anterior y más dado a los tonos pesimistas o a las actitudes pragmáticas (1978: 241). En 1904, en una carta privada, VallenillaLanz testimoniaría el cambio que ya se había producido enél respecto de sus primeros años como hombre público:
Después que mi criterio se ha fortificado con el estudio concienzudo denuestra evolución social,he visto que mi padre, como casi todos los hombres de su generación, educados en una escuela de idealismos políticos yde constitucionalismo abstracto, fue un extranjero en nuestro medio r...1.Yo no creo que los idealismos salven ningún pueblo (en Plaza, 1996: 50).
Poco después. en carta a su hermano Baltazar, de 1908, VallenillaLanz hacíaexplícito su paradigma autocrático que, fundado en el Bolívar de la Constitución Boliviana, se concretaba en el"Gobernante ideal de Hispano-América": Porfirio Díaz (1830-1915). Dicha elección era la respuesta confesa desu "más absoluto pesimismo respecto a todos los ideales jacobinos quetanto daño han causado en toda Hispanoamérica", y que sólo han proporcionado al pueblo una "libertad vestida de harapos" y no "una dichaque empiece por el estómago" (ibid.: 59).
El caso es que una vez disueltas las ilusiones del período guzmancista,la percepción de intelectuales positivistas y modernistas era que "[alntesus ojos el país halbía] regresado a formas políticas personalistas de unprimitivismo bárbaro" (Uslar Pietri, 1978: 241). Ello propiciará la reorientación de la lectura de la historia, centrada ahora en "la explicación delfenómeno histórico y [en] buscar en el pasado social las raíces del fenómeno caudillista", y aunque, como acotase Uslar, "De la explicación a laaceptación no [hubiese] más que un paso" (ibid.).
La percepción predominante en esos intelectuales es que de la modernización se había asumido sólo el gesto vacío, incapaz de disimular el verdadero rostro de la patria, dibujado con tosquedad por la corrupción de susgobernantes, la frivolidad de sus élites y la ignorancia y la miseria de lasmasas, ajenas a las promesas del sueño republicano. Por eso Zumeta se dolía del círculo vicioso trazado por las" [e]ien revoluciones en setenta añosde vida republicana" (1961: 141).Ypor lo mismo, Vallenilla Lanz, a lo largo de
Cesarismo... , rondará la idea de que la colonia pervivió en la república, yabrirá el libro repitiendo palabras cercanas a las de Simón Rodríguez enSociedades americanas,casi un siglo atrás, al hablar de la "paradoja de unarepública sin ciudadanos" (1991: 20), el mismo "organismo que apenas sipodía llamarse nación"al que se refiriese Sierra para hablar del México pre-
342 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
vio al porfirismo. Éste es el contexto más próximo a Vallenilla Lanz y suCesarismo democrático, una intelectualidad que, si no "inventó" a Gómcz,
fundó el gomecismo.La fórmula de Vallenilla Lanz para el "llenado" de la república restau
rará sin cuestionar soluciones de larga data: "población para dejar de ser
un miserable desierto y hacer efectiva la democracia por la unificación de
la raza, y educación para elevar elnivel moral de nuestro pueblo" (1991: 1920); ideas rechazadas en su momento tanto por Simón Rodríguez (1769
1854)como por Martí o González Prada. Pero será su tesis central, el "gen
darme necesario", como vía política para lograr la postergada construcción
de la república, lo que más escozor causará entre sus críticos. Aquí con
viene tener en cuenta (y no corno disculpa de Vallenilla) algo que hoy parecerescatarse del olvido: la larga vida (no sólo venezolana) de las soluciones
cesaristas a lo largo de la historia republicana, esto es, desde los primeros
días de las declaraciones de independencia hasta los de nuestro presente.
Visto así, sería discutible su atribución a los discursos y prácticas de los lla
mados "positivistas", cuya "visión l ...] se instala en la reflexión política
venezolana en la última década del siglo XIX para ser visiblemente [... J
hegemónica, durante las tres primeras décadas del siglo xx" (Plaza, 2001).
El "momento positivista" sería, así, otro capítulo (estelar) de una larga
tradición que quizás aún esté lejos de disolverse en el aire.
Para justificar el cesarismo, Vallenilla Lanz apelará con frecuencia a su
interpretación de la historia, pero el mayor efecto legitimador lo encon
trará en la vuelta a los orígenes republicanos: la inédita relectura que haráde cierta zona de los discursos de Simón Bolívar, en especial de aquellos
en que el Libertador fustigara sin piedad a los librescos y "aéreos" defen
sores del federalismo, incapaces de comprender la necesidad de un gobierno
fuerte para lograr exitosamente la superación del régimen colonial. EnCesarismo... , de algún modo, se "inventa" otro Bolívar (cesarista) y otra
historia, propiciadores éstos de la convicción vallenillesca sobre la inevi
tabilidad del gendarme en un presente aún arraigado en las pulsiones colo
niales, puestas de manifiesto en la guerra civil que fue la independencia.
La historia republicana del siglo XIX será "leída", entonces, si no como un
tiempo congelado, tal como sugiriese Picón Salas (1984), pues en ella Vallenilla marcará hitos modélicos -Iosé Antonio Páez (1790-1873) y Antonio
Guzmán Blanco-, sí como una sucesión de fracasos, labrados en la desaten
ción de las "enseñanzas" del Libertador. También aquí, para cuando apa
rezca, Cesarismo.. , conseguirá un terreno abonado.
En su Historia constitucional de Venezuela (vol. 1: 1907), José Gil Por
toul recogía las polémicas entre los primeros republicanos, cuyas post u-
HISTORIA Y BARBARIES EN {fSARISHO DEHO(RA"TICO I 343
ras oscilaban entre los extremos de la defensa de la anarquía (Coto Paúl,
en Gil Fortoul, 1956: 245) y la defensa del dictador, de la que tanto Fran
cisco de Miranda (1750-1816) como Bolívar fueron sus mejores ejecuto
res; posturas que conformaron la conocida disputa entre federalistas y cen
tralistas, es decir, entre la consecución de la más perfecta constitución para
la naciente república y un gobierno fuerte capaz de contener la anarquía
que pudiera desbridarse con el cambio (ibid.: 269 y ss.). Gil Fortoul consignará que una de las primeras declaraciones públicas sobre la inutilidad
de la más avanzada constitución -federalista- y la necesidad de establecer
poderes centrales que garantizasen eléxito del gobierno independiente fue
la de Miranda, por "no esta]r] ajustada con la población, usos y costum
bres de estos países", tal cual consta en acta de protesta firmada al pie de
la primera carta magna venezolana (ibid.: 285)·Esta idea del "ajuste" o la "adecuación" o la "adaptación" de las leyes a la
realidad será "teorizada" por Bolívar, tal como lo presenta Vallenilla Lanz,
desde su despiadada crítica de las federalistas "repúblicas aéreas" en el "Ma
nifiesto de Cartagena" (1812), donde urge a que "el Gobierno se identifi
que [... ] alcarácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres quelo rodean" (Bolívar, 1977a: 133). Y aunque Vallenilla hará residir en Aristó
teles el origen olvidado de esta proposición bolivariana, más ajustada resulta
la pista de una cita de Montesquieu, que Bolívarhace en su "Carta de Jamaica"
(1815), cuando hayan fracasado ya los dos primeros conatos de república.
La idea de la "adaptación" será la base de su pronóstico para las naciones
de esta América en la "Carta de Jamaica", así como del proyecto centralista de gobierno en su "Discurso de Angostura" (1819}, coronado por la idea
de un Senado hereditario y un Poder Moral. En este último texto, Montes
quieu adquiere un espacio más definido como apoyo teórico cuando Bolí
var pida a los gobernantes atención -y"adaptación"~a "lo físico del país,
al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de
vida de los pueblos [... ] a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones,a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus modales", y concluya, en
un estilo de sentencia que repetiría mucho después Martí: "He aquí el Código
que deberíamos consultar, y no el de Washington!" (Bolívar, 1977b: 112). De
ahí que"la excelencia de un gobierno no consist]a] en su teoría, en su forma,
ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la
nación para quien se instituye" (ibid.: 117).La idea de la fuerza que, en consecuencia, deben tener los poderes polí
ticos centralizadores presente en Bolívar, aunque no signifique lo mismo
en éste que en Vallenilla, en virtud de su enunciación en dos situaciones
histórico-políticas bien diferenciadas, es, pues, un rasgo inocultable de
344 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
sus discursos que Vallenilla decide resaltar y, en cierta forma, recortar y
extrapolar. En Bolívar, su horror ante la tentación de querer fundir "idea"y "realidad" fue respuesta ante la amenaza cierta de la reconquista colonial yal caos generado por los cambios drásticos; en Vallenilla lo fue a lanecesidad de establecer internamente un régimen de control para la gobernabilidad. En lo que Bolívar verá como amenazas políticas, Vallenillaencontrará perversiones sociales instituidas casi a modo de una indeseada cultura política nacional. No obstante, diversas zonas del discurso bolivariano, hay que reconocerlo, resultarán bastante dúctiles para los "usos"bolivarianos de Vallenilla.
El pánico de Bolívar a la condición "aérea" de los nuevos republicanoslo llevaría a verificar, por ejemplo, en el propio "Discurso de Angostura",que-¿fatalmente?-los más grandes países de la historia, incluyendo la Francia y la Inglaterra de su tiempo, "han sido o son aristocracias y monarquías"(Bolívar, 1977b: ]11). El "Discurso de Angostura" tendrá su expresión másradical en ]826, cuando Bolívar presente el proyecto de Constitución de laRepública de Bolivia, la "Ley boliviana" -donde postula la necesidad de unpresidente vitalicio-, que Vallenilla elogia extensamente en el capítulo deCesarismo democrático "Los principios constitucionales del Libertador",principios rastreados por Vallenilla desde su "Manifiesto de Cartagena".En ellos, Bolívar clama por una adecuación de ley y realidad, para defender -y esto es fundamental- la necesidad de sus tesis autocráticas. A estazona del pensamiento bolivariano recurre Vallenilla Lanz para legitimar elsuyo. (También se sirve en este capítulo de citas de intelectuales de su presente, como Alcides Arguedas o Careta Calderón, y de extensos fragmentos de "Nuestra América" de Martí, con el que Vallenilla se siente ¡identificadol) Por lo demás, elrecurso a la"fuente"capital, paradigmática -Bolívar-,no se limita al mencionado capítulo: cruza Cesarismo. . . de cabo a rabo.
Según Gil Fortoul-otro de los "constructores" del Bolívar cesarista-, lapreocupación de Bolívar por un "sistema de gobierno diferente de los europeos" le fue inducida desde su temprana juventud por su maestro SimónRodríguez, para quien estos países "ni pueden ser monárquicos, como loeran, ni republicanos como se pretende que lo sean", Ahí ve Gil Fortoul elorigen de que "Bolívar [quisieseJ a veces practicar con la imposición deun régimen mezclado de autocracia, o más bien una especie de tutela legalconferida al hombre más eminente de la patria" (Gil Fortoul, 1982: 339). Loque parece claro es que la idea de "contrato social" fue descartada por pensadores corno Rodríguez y Bolívar; y aun más lo fue para Vallenilla, puesRousseau -como todo tipo de jacobinismo- será "enemigo" predilecto desu discurso. Tampoco es éste rasgo exclusivo del pensamiento vcnezo-
HISTORIA Y BARBARIES EN ([SARISMO DEMOCRAT/CO I 345
lano. Ricaurte Soler (1959: 151) apuntaba: "Desde mediados del siglo XIX
es frecuente encontrar, entre los autores hispanoamericanos, críticas severas a la noción de sociedad-contrato".
Sin embargo, no es cosa de pasar por alto la idea de "adaptación"/"ajuste" I"adecuación" corno marca distintiva en el pensamiento venezolano desdeesa primera mitad del siglo XIX, pues ella sirvió para asentar un deslindediscursivo -político y cultural- respecto de los modelos metropolitanos. Suhuella puede rastrearse en Simón Rodríguez, pero también en Andrés Bello(1781-1865), Fermin Toro (1806-1865) o incluso en el costumbrista DanielMendoza (]823- ]867) y, por qué no, en la reflexión sobre el cesarismo enVallenilla Lanz. En Venezuela, corno en Latinoamérica, la idea estuvo al servicio de distintos tipos de nacionalismos o latinoamericanismos (utópicoso desencantados; democráticos o autocráticos), pero, con frecuencia, funcionó corno suerte de emplazamiento político-cognoscitivo que establecióuna impronta en la que parecía entrar en juego el famoso dilema de Rodríguez: "inventarnos o erramos". Es casi obvia la adscripción a esta idea en elfin-de-siglo del Martí de "Nuestra América". Quizá no lo sea tanto la resonancia de esta "actitud teórica" en otras zonas y momentos del continente,
No extraña la oposición del mexicano Fray Servando Teresa de Mier(1765-1827) a la adopción del federalismo al modo de los Estados Unidos,consciente como era de los peligros que significaban España y los EstadosUnidos (cf. Sierra, ]985: ]33-134). Pero sí, tal vez, un pasaje poco frecuentado del Facundo (1845), en el que Domingo F.Sarmiento (1811-1888) descalifica la desfigurada imagen europea de un Bolívar de "frac", para optarpor la sorprendente grandeza de su "traje americano", que lo aproxima mása la figura del "caudillo popular" y lo hace surgir de la "vida bárbara, americana pura", "barro" del que nacerá "su glorioso edificio" (]977: 17-]8). Ola cita que Vallenilla Lanz hiciese de un pasaje de las Bases.. , de Juan Bautista Alberdi (]81O-]884), otro de sus fundamentos "teóricos":
En Sudamérica el talento se encuentra a cada paso; lo menos común quepor allí se encuentra es lo que impropiamente se llama sentido común,buen sentido o juicio recto. No es paradoja sostener que el talento hadesorganizado a la República Argentina [.. ,] La presunción de nuestrossabios a medias ha ocasionado más males al país que la falta de ilustración de nuestros caudillos [... 1El simple buen sentido de nuestros hombres prácticos es mejor regla de gobierno que las pedantescas reminiscencias de Grecia y de Roma. Se debe huir de los gobernantes que muchodecretan como de los médicos que prodigan las recetas. La mejor administración como la mejor medicina es la que deja obrar a la naturaleza.
346 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
I...] Un hombre que tiene mucho talento para hacer folletines, puedeno tenerlo para administrar los negocios del Estado. [... ] Gobernar [... ]es comúnmente un don instintivo que puede existir y a menudo existeen hombres sin instrucción especial (en Vallenilla Lanz, 1991: 112-113)·
No en balde, en la década de 1950, Ricaurte Soler, a propósito de AndrésLamas (1817-1891), Esteban Echeverría (1805-1851), Alberdi y Sarmiento,establecía un vínculo entre la reflexión sobre la centralidad del fenómenodel caudillismo y la formación de un pensamiento propio y diferenciado:"Explicar la dictadura rosista y el 'caudillismo' determinó ¡...1, parcialmente, la temática de una 'sociología nacional' original y fecunda': Desdeotra posición y otra situación, VallenillaLanz fijará obsesivamente su atención en la figura del caudillo, para verla ahora no como un mal, sino cornocondición inevitable en nuestras sociedades para reparar el costoso entuertode una "república sin ciudadanos" (Soler, 1959: 153)·
UN PROBLEMA DE LECTURA: CONSERVADURISMO
E HISTORIOGRAFÍA CRÍTICA
I
Pocas figuras como la de las masas tienen protagonismo similar en el finde-siglo XIX. Aunque el uso del término es anterior, adquiere entonces unanormalidad inédita, pues suele marchar en pareja con el temor ante losefectos de la democratización -nuevo Calibán- en las sociedades finiseculares. Atribuir ese temor allebonismo de los positivistas, que se servíande esa amenaza para prohijar sus políticas cesaristas (cf. Fell,1994), recortaría sus alcances. Las masas de la democratización, por ejemplo, tuvieron su clásico en el Ariel (1900) de Rodó, donde esa"nueva barbarie" seríala más firme expresión de la "mediocratización" de la vida; pero también
resonaron, con mayor complejidad, en pasajes de Martí donde la "inteligencia al alcance de todos" movilizaría la nostalgia por la hazaña o por losgrandes hombres, o la imagen de las masas fuera de quicio supondría unpunto de quiebre discursivo. Ello,claro, no supone regatear mérito algunoa los representantes del positivismo y sus alrededores, entre los que la figuraamenazante de la masa, multitud o muchedumbre se ajustaría perfectamente para dar cuenta del mayor obstáculo que se le ofrecía al gobiernode nuestras sociedades. Así, Sierra observaría en su Evolución política delpueblo mexicano:
HISTORIA Y BARBARIES EN CESARISMO DEMOCRÁTiCO I 347
Hidalgo se esforzaba en mantener su ascendiente sobre aquellas masasindisciplinables, que como sucede con todas las multitudes humanas,comprimidas de generación en generación, se dilataba repentinamente,al cesar la presión, en efervescencias salvajes; la libertad, para aquellosgrupos, no era un derecho, era una embriaguez; no era una actitudnormal, era una expresión de odio y alegría; aquella era indisciplinable, incontenible, tenía el aspecto de una fuerza de la naturaleza entoda su violencia: tromba, huracán, inundación (1985: 107).
Importa rescatar esta cita de la Evolución política... de Justo Sierra, unade tantas en la época, no sólo porque es formalizada en un registro próximo al de Vallenilla Lanz, sino porque se refiere además a la época de laemancipación, espacio medular del Cesarismo democrático.
Respecto de la representación de lo que Vallenilla llamase la"masa popular': Cesarismo... exhibe una -eólo aparente- oscilación que no es inusualen los discursos del siglo XIX. Vallenilla conferirá inédito protagonismo alpueblo-soldado, al presentarlo como el fiel de la balanza en el resultado dela guerra independentista. En el primer capítulo dellibro, "Fue una guerracivil': a través de testimonios de los bandos opuestos, Vallenillu mostrarácómo elconcurso de los llaneros, primero con JoséTomás Boves(1782-1814)
y luego con Páez, será no sólo decisivo para el curso de la guerra, sino marcadamente superior al desempeño de las tropas patriotas de los primerosaños o al de las tropas venidas de España tras 1814. No obstante, las caracterizaciones positivas de las masas casi siempre serán indirectas y relativas.
De hecho, la caracterización primera de la multitud quedará asentadadesde la misma introducción a la "catástrofe" independentista. Como consecuencia del "error de psicología" (Vallenílla Lanz, 1991: 6\) Yde políticade la élite criolla, "el alma popular" verá liberada toda "contención': Vallenilla lo representará en una imagen inicial, marcadamente fóbica:
Cuando el alma popular se siente sacudida por una conmoción repentina y violenta, lanza a lo lejos su grito o su sollozo, como el tañido deuna campana que repercute en el espacio; pero como la liga del metalque vibra, el sentimiento popular es siempre impuro. El vaso donde secondensan los sentimientos de las multitudes tiene en el fondo un sedimento que toda sacudida puede hacer subir a la superficie cubriendode una espuma de vergüenza el licor brillante y generoso. Eso es lo quesucede en todos los grandes trastornos de la naturaleza: en los ciclones,en los terremotos, en las revoluciones. Todos los pueblos han sufridoesa dolorosa experiencia: los hombres que permanecen en la sombra en
348 I HISTORIA OE lOS INTELECTUAlES EN AMtRICA LATINA
tanto que el orden impera, se rebelan, desde que el freno social desaparece, con sus instintos de asesinato, de destrucción y de rapiña (Vallenilla Lanz, 1991: 24).
El "momento" independentista será el fundamento del ensayo de interpretación de la nación venezolana: "En nuestra guerra de Independencia lafaz más trascendental, la más digna de estudio es aquella en que la anarquía de todas las clases sociales dio empuje al movimiento igualitario queha llenado la historia de todo este siglo de vida independiente" (ibid.). A lavez, la imagen de la "masa popular" será la base para "interpretar" el restodel siglo, en tanto Vallenilla entiende que no se puede comprender su presente sin tomar en cuenta las contradicciones del orden colonial, que afloraron con la independencia y no lograron disolverse durante la república:
En la evolución histórica de Venezuela se observa [... ] cómo estallabana cada conmoción los mismos instintos brutales, los mismos impulsosde asesinato yde pillaje;y cómo continuaban surgiendo del seno de nuestras masas populares las mismas hordas de Bovesy de Yañes,dispuestasa repetir en nombre de los principios republicanos los mismos crímenes que en nombre de Fernando VII, e igualmente ignorantes de lo quesignificaba el gobierno colonial o el gobierno propio. Yes porque a pesarde todas nuestras teóricas transformaciones políticas, el fondo íntimo denuestro pueblo continuó por largos años siendo el mismo que durantela Colonia. Las pasiones, los móviles inconscientes, los prejuicios hereditarios, tenían que continuar siendo en él elementos de destrucción y
de ruina, contenidos únicamente por los medios coercitivos que tanampliamente ha tenido que ejercer el Jefe de Estado, sin sujeción posible a las soñadas garantías escritas en las constituciones [... J (ibid.: 85).
La representación de esas "masas populares" en Vallenilla Lanz encontróencarnadura en lo que por entonces era ya considerado el tipo nacional: elllanero. Sien elcapítulo inicial de Cesarismo... se exaltaba su lealtad, su arrojoy su destreza para la guerra, en el resto del libro sobre este "guerrero insigne"(ibid.: 79) apenas -y por vía de cita ajena-se hace ocasional reconocimientode otro "valor" cuando se refiera la condición nómada del"llanero beduino":"el amor a la independencia individual es un sentimiento noble, moral,cuyo poder procede de la humana inteligencia; es el placer de sentirse hombre; el sentimiento profundo de la personalidad" (ibid.: 106). Predominará,en cambio, la representación de su ignorancia, su virulenta y bárbara irracionalidad, su tendencia a la rebelión y la anarquía, que harán de él un agente
HISTORIA Y BARBARIES EN CESARISMO DEMOCRAJ/cO I 349
fuera de control, amenazante y desestabilizador. Si ya en el capítulo inicialse introduce un sintomático pasaje sobre el Negro Primero, en el que se dejaclaro cuáles eran los móviles de su incursión en la guerra ~la codicia y losuniformes brillantes-, en el capítulo "Psicología de la masa popular" Vallenilla Lanz construye una galería de rasgos que hacen del llanero un representante del mal: ferocidad, ingobernabilidad, criminalidad; en el mejor de loscasos, es "desconfiado, suspicaz" (ibid.: 83) o es falso. Políticamente su adscripción será clara: un "gran peligro para la tranquilidad pública" (ibid.: 85).Incluso, Vallenilla quiere que la ferocidad de los caudillos españoles acriolIados pueda pensarse como un efecto del "contagio" con la vida del llanero:
En los inmensos crímenes atribuidos exclusivamente a España, la mayorresponsabilidad corresponde sin duda alguna a los realistas venezolanos y a los españoles y canarios que como Boves,Yañes, Roseta, Calzada,estaban establecidos en el país desde hacía largos años, ejerciendo losmismos oficios de las clases bajas y participando naturalmente de susinstintos y sus pasiones (ibid.: 29).
Por lo demás, cuando Vallenilla se refiera a otros tipos sociales, "la masade la población urbana", dominada por el mulato, su discurso se volveráracista -con una pequeña ayuda de Sarmiento-: "[ ... ) de imaginaciónardiente, individualista, nivelador, trepador y anárquico, 'raza servil y trepadora' [Sarmiento] [... ] sin ideas ni sentimientos colectivistas, sin espíritu de sociabilidad"; el mulato será la presa dócil de "los principios demoledores y niveladores del jacobinismo imperante" (ibid.: 99).
La activación de los discursos sobre la barbarie es obvia. También lo seráel"movimiento" discursivo mediante elcual la violencia anárquica -Iatentco manifiesta- de la "masa popular" es la palanca básica para justificar ylegitimar la necesidad del gendarme. Este tipo de representaciones, además de inocultables (aunque algunas lecturas las obvien: Harwich, 1991;
Plaza, 1996), bastarían para descalificar el libro de Vallenilla entre ciertoscírculos críticos actuales. Sin pretender excusarlos, quisiera además señalar otros aspectos de Cesarismo... de ValIenilla Lanz que tal vez sean susceptibles de otro tipo de valoración en esta lectura, si cabe, dual.
2
Pocas veces, en el caso de Vallenilla, se toma en cuenta la significación quetuvo la constitución de un discurso historiográfico moderno en textos delas primeras décadas del siglo xx. No obstante, hay consenso en señalar el
350 I KISTORIA DE LOS INTtLECTUALES EN AMÉRICA LATINA
abismo existente entre las idealizaciones de la historiografía romántica yel nuevo pensamiento, que apuntaría a la conversión de la "Epopeya enHistoria" (Picón Salas, 1984: 133), es decir, a la constitución de "la historiacomo ciencia" (Uslar Pietri, 1978: 244), desarrollada bajo "un criterio multidisciplinario de totalidad y no como una simple crónica" (Harwich Vallenilla, 1991: XVI). El cambio revelaba, por un lado, un proceso de modernización discursiva (e institucional) que tuvo por objetivo fundar la memoria
de la nación desde una metodología, una óptica y un lenguaje que se quisieron "científicos"; por otro lado, aunque VallenillaLanz se enorgullecieraabiertamente de su condición de aurcdidacra, el indicio de una profesionalización que convertiría al "letrado" en "intelectual" (Ramos, 1989): "Alorador y al poeta [que 'discurseaban' sobre la historial de épocas anteriores vino a sustituirle el sociólogo. Ya no se escribían disertaciones, sinoque se pretendía realizar estudios" (Uslar Pietr i, 1978: 244).
Nikita Harwich recordaba cómo Vallenilla Lanz, durante su estadía enEuropa (1904-1909), no sólo se hace con un importante arsenal teórico(Langlois, Seignobos, Renan, Taine -a quien debe la idea de "gendarrne"-.Le Bon, Ratzel, Gumplowicz, Sorcl, Laboulaye -de quien toma el término"césar dernocratico"-, Simmcl o Durkheim), también mostraba cómo sedistanciaba de algunas tendencias dominantes en ese entonces; por ejemplo, de aquellas que exaltaban el valor del documento y el armado del"archivo": "La afirmación de que la historia se hace con documentos, aceptada en bloque, ha inducido a errores lamentables. Nada valeen sí un documento si aquel [... ] llamado a utilizarlo carece de los conocimientos f ..• ]
necesarios para su examen crítico" (en Harwich Vallenilla, 1991:xvr). Asimismo, se distanciará del fatalismo de pensadores racistas al sentenciar labarbarie a la que estaban condenadas las "razas inferiores" o "mestizas':Así, refutando ideas de Gobineau, Darwin, Le Ron o Ingenieros, sobre lainferioridad de las razas mestizas y la superioridad de la raza blanca, Vallenilla Lanz dirá en un ensayo posterior, Disgregación e integración (1930):
Si fuéramos a aplicar a nuestros pueblos r...] las teorías de Gobineau[... ] destruiríamos las más brillantes páginas de nuestra historia, desconoceríamos el valor de muy altas personalidades que ha producidola América Latina; y poseídos del más tenebroso pesimismo nos cruzaríamos de brazos ante esa fatalidad irredimible que nos condenaría sinremedio a la fatalidad y a la muerte (1991: 327).
Por lo mismo afirmará que "la teoría de la raza [... J ha conducido r... 1 aconclusiones completamente erróneas" (ibid.: 333; cf. Pell, 1996). Por lo
HISTORIA Y BARBARIES EN ([5AR/5MO DEMOCRÁTICO I 351
demás, antes de su viaje a Europa, en un texto de 1903 que servirá de apertura a Disgregación e integración, Vallenilla asentaba ya su distancia respecto de la historia tradicional: "Todo parece surgir de nuestra historiacomo por arte de magia [... ] y con lamentable ligereza se han venido atribuyendo al azar, o a influencias puramente individuales, fenómenos quetienen sus orígenes en las fuentes primitivas de nuestra sociedad" (1991:
222). Esta apuesta por un cierto espíritu analítico y crítico instalaba el estudio de la historia en modalidades discursivas próximas a las que predominarán a lo largo del siglo.
Junto a la renovación del aparato discursivo, uno de los aspectos sintomáticos de la nueva actitud historiográfica fue la producción de imágenes que trasgredían las construidas por la tradición del siglo XIX. YVallenilla Lanz no fue el único en transformar el imaginario histórico. Un casoilustrativo fue la crítica radical del culto a los héroes como base para explicar la historia nacional. Entre otros ejemplos posibles que la ilustran, puedecitarse lo afirmado por Pedro Manuel Arcaya (1874-1958), en su Estudiossobre personajes y hechos de la historiade Venezuela (1911), sobre el estudiodel principal objeto del culto romántico a los héroes patrios: "Pensamosque es tiempo de prescindir, para estudiar la personalidad de Bolívar, delcriterio metafísico que ha venido informando [... 1 nuestra literatura histórica" (en Uslar Pietri, 1978: 242). Ya Gil Portoul había causado ciertorevuelo con la publicación del primer tomo de su Historia constitucionalde Venezuela (1907), por mostrar ciertos pasajes oscuros en la vida deBolívar -el Decreto de Guerra a Muerte o el ajusticiamiento de Piar-o Otrobuen ejemplo es, sin duda, la tesis de Vallenilla según la cual la guerra deindependencia fue ante todo una guerra civil, introduciendo así una lectura "desmiriculizada'' de ese momento crucial de la historia patria. Vallenilla plantea de entrada el asunto en términos que expresamente contra
vienen una lectura "patriótica":
(... ] es casigeneral la creencia de que en aquella lucha, se destacaron [... ]dos bandos perfectamente definidos: de un lado "los americanos queluchaban por independizarse de un poder extraño, de una nación extranjera. usurpadora de sus más sagrados derechos" y del otro, "los españoles, los extranjeros representantes de aquella horrible tiranía, que luchaban por mantener el ominoso yugo".Y se ha creído siempre un deberpatriótico ocultar los verdaderos caracteres de la revolución que fue [... ]la primera de esa larga serie de contiendas civiles que han llenado el primer siglo de vida independiente en todas estas naciones (VallenillaLanz,
1991: 29-30).
352 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA lATINA
Esa voluntad de escapar de las lecturas heroicas y de proponer otra actitud ante e! conocimiento de la historia lo llevará, por un lado, a arriesgartesis inéditas sobre la historia y la sociedad venezolanas, y, por otro, a volver sobre los "pasos perdidos", e! origen de! que el proceso republicano sehabía desviado: un Bolívar pragmático, cuya guía intelectual presidirá eldiscurso de Vallenilla,pero que, por lo mismo, será descartado como modelodel gobernante ideal.
3En Cesarismo democrático, del análisis de los grupos sociales existentes yel estado de la sociedad antes de la declaración independentista saldrá e!sustento para su idea sobre el carácter social de aquella guerra. Las pulsiones sociales -el racismo de la nobleza criolla y los odios por él desatados- pervivirán, para Vallenilla, más allá de su momento, de tal formaque a lo largo del siglo XIX serán las que expliquen su re-flotamiento y laprecariedad del proceso republicano. Su lectura de la guerra de la independencia, no exenta de contradicciones y reducciones, representada comotrágico "incendio", catástrofe social, juego funesto de ideas irresponsablesy "resentimientos", fijará la idea de que sus efectos perdurables sobre la
anarquía reinante hasta el presente sólo podrá ser controlada por la figuradel caudillo, e! gendarme necesario.
Habría que destacar la representación, para Vallenilla, de los dos factores del orden colonial, desbridados por la explosión emancipadora, a la vezagentes principales de la nación (ausente) y justificadores de la solucióncesarista: las ya mencionadas "masas populares" y la nobleza criolla. Aun
que en sintonía con la crítica que hiciera Martf de los proyectos liberales,Vallenilla activa ciertas zonas de su tradición local: la de la crítica de la "tiranía doméstica activa y dominante" que hiciese Bolívar (en Vallenilla Lanz,1991: 87), pero imprimiéndole un giro particular. No deja de llamar la atención una pregunta retórica que se hace Vallenilla ante la actuación de unaélite criolla ganada por el desprecio al grueso de la sociedad: "¿quiénes eranen Venezuela [... J los verdaderos opresores de las clases populares?" (ibid.:45), o su calificación de "oligarquías 'opresoras y tiránicas en las ciudadesde Venezuela, que constituían ya no una clase sino una CASTA, con todoslos caracteres propios de esta institución" (ibid.: 60). Vallenilla no sólo niegala función "iluminadora" que tuvo la élite criolla en la emancipación, seempeña más bien en mostrar cómo su activo racismo en los años de lacolonia y su caprichosa y súbita adopción de ideas "exóticas", con el finde desplazar a la monarquía del poder, fueron los responsables absolutos
HISTORIA Y BARBARIES EN (fSARISHO DEMOCRÁTICO I 353
de la "tragedia" independentista, para cuestionar la legitimidad de esa éliteletrada en términos que aún hoy resultan provocadores:
Los primeros legisladores de la República, los revolucionarios de! 19 deabril y los constituyentes de 18n, salidos de la más rancia aristocraciacolonial, "criollos indolentes y engreídos" que "gozaban con el populacho de una consideración tan elevada cual jamás la tuvieron los grandes de España en la capital del Reyno" proclamaron, sin embargo, eldogma de la soberanía popular, llamando al ejercicio de los derechosciudadanos al mismo pueblo por ellos despreciado (ibid.: 38).
Y añade:
[... ] pretendieron levantar el edificio de la República democrática. Segúnestos principios, la tradición colonial desapareció para siempre e! díamismo en que fueron proclamados los derechos de los venezolanos.De modo que, política y socialmente, los hombres de la Independenciavenían a la vida a la edad que contaban, pues al golpe mágico de larevolución, habían dejado entre las ruinas del "oprobioso régimen" todoel legado hereditario de tres siglos de coloniaje y de miles de años anteriores a la Conquista (ibid.).
Asimismo, cuestionará el proceso de asimilación de las ideas que, unasdécadas atrás, dieran pie al "incendio" (ibid.: 30) de la Revolución Francesa, que "los criollos adoptaban sin examen y profesaban con entusiasmo"(ibid.: 39). Su juicio a la élite criolla recordará la crítica martiana del "aldeano vanidoso" y el "letrado artificial":
Toda la generación que proclamó la Independencia había sido educada en aquellas prácticas [según el patriota Miguel José Sanz llenasde: "máximas de orgullo y vanidad"] "propias solo para formar hombres falsos e hipócritas" [... ]; política de astucias, de disimulo, de sor
das intrigas, de procederes ambiguos, que tenía por únicas miras la absoluta dominación del país, elejercicio, en virtud de un legítimo derecho,de la "tiranía doméstica activa y dominante" que dijo más tarde el Liber
tador (ibid.: 47).
Vallenilla no desperdiciará la oportunidad de desenmascarar su objetivoreal: "en todo el proceso justificativo de la revolución no debe verse sinola pugna de los nobles contra las autoridades españolas, la lucha de los pro-
354 I HISTORIA Df lOS INTElECTUALES EN AMÉRICA lATINA
pietarios territoriales contra el monopolio comercial, la brega por la domi
nación absoluta" (Vallenilla Lanz, 1991: 50). Si hoyes pan cotidiano la crítica "calibanesca" de la ciudad letrada, habría que incluir a Vallenilla Lanz
como un antecedente -por más que lo sea al servicio de una solución
conservadora o reaccionaria-o
Si las "masas populares" eran peligro temible para Vallenilla, la elite crio
lla será su principal enemigo, pues fue la encargada de soliviantarlas, en
vez de cumplir con su función contentiva. Esta enemistad, por supuesto,tendrá un doble filo. Los criollos independentistas, según Vallenilla, fija
ron tradiciones funestas para el futuro de la república: la consagración del
constitucionalismo ingenuo como panacea política y el verbo jacobino alen
tador de revueltas. En un texto de 1912 publicado en El Cojo Ilustrado, "Los
peligros del cesarismo", Vallenilla asienta lo que podría entenderse como
uno de los enemigos ocultos del presente enunciativo de Cesarismo... Allímostrará cómo la herencia española, indígena y africana "impone la nece
sidad del cacique o el césar democrático, pero a la vez resulta ser "un terreno
abonado para que germinen las ideas socialistas, produciendo frutos tan
amorfos, como ésos que estamos recogiendo y que son en mucha parte
producidos por Rousseau" (en Plaza, 1996: 348). Este texto de 1912 ayuda aentender no sólo cómo las figuras de la historia (masas, élites, Rousseau)
funcionan como metáforas de la modernización y de sus expectativas demo
cratizadoras, sino cómo esta situación propicia la relectura de la historia.
Pero aun hay otra "operación" en el centro de su tesis cesarista, que, creo,
tiene algún interés. La imaginación de una suerte de vuelta de tuerca a lavez populista y conservadora.
Descartada la "masa popular" por su peligrosidad a flor de piel y la élite
criolla por su exotismo, sus prejuicios de clase y sus ambiciones mezquinas,
un tercer factor, el del liderazgo, resultará crucial para contener la secular
amenaza que representan los factores de la nación, fundar el orden y pen
sar en el progreso. Tal visión desencantada de la historia, casi reducida a larepresentación de la barbarie popular y la barbarie letrada, funcionará como
justificación para la solución cesarista del "gendarme necesario". Es la ima
gen histórica de la no-existente-nación la que enseñará la fatal superiori
dad de las "constituciones orgánicas" sobre las "constituciones escritas"
(Vallenilla Lanz, 1991: 95). Esa enseñanza permitirá entender también lainviabilidad del "Grande Hombre" (ibid.: 22), el césar ideal (Bolívar), en
un territorio no unificado, heterogéneamente explosivo, y resaltar en cam
bio la fignra del caudillo de extracción "popular': pero "ilustrable" y bené
fico, esto es, el "césar democrático": "como una necesidad fatal [... ) elCau
dillo ha constituido la única fuerza de conservación social" (ibid.: 94).
HISTORIA Y BARBARIES EN ([SAR/SMO DEHOCRAJ/CO I 355
Según Vallenilla, la zozobra y la criminalidad desatadas por la irrupción
de la guerra hicieron posible su "nacimiento": "Los bandidos no pueden
someterse sino a la fuerza bruta; y del seno de aquella inmensa anarquía
surgirá por primera vez la clase de los dominadores: los caudillos, los
caciques, los jefes de partido" (ibid.: 66). Luego, tras su culminación, unasociedad tan inconexa y frágil, reino de "la supremacía del más fuerte, del
más sagaz, del más vigoroso, del más valiente", cuya estructura de relacio
nes se basaba en "el compromiso de hombre a hombre, el vínculo social
de individuo a individuo, la lealtad personal sin obligación colectiva" expli
caría la necesidad de su figura para pensar en metas "más altas": "llegar,
por una evolución necesaria, al reconocimiento de un JefeSupremo comorepresentante y defensor de la unidad nacional" (íbíd.: 106).
Sorpresivamente la presencia omnímoda en el discurso de Cesarismo... ,Bolívar, el ideal indiscutido y la fuente principal del conocimiento sobre
el "carácter real" de la nación, desaparecerá como opción de las solucio
nes políticas, y serán, precisamente, su "impopularidad", su origen y su
"altura" como letrado los que, para Vallenilla, lo inhabilitarán:
r... 1 sus altas nociones de justicia y de moral; su pulcritud, jamás puestaen duda ni por sus peores enemigos; su educación y su estirpe, que lealejaban por completo de aquella nivelación oclocrática l...J, todo con
tribuía a poner al Libertador en choque abierto con los hechos emana
dos del determinismo histórico, condenándolo necesariamente a la más
absoluta impopnlaridad (ibid.: 101).
Páez, en cambio era
[ ... 1 el representante legitimo del pueblo de Venezuela, como el Jefe nato
de las grandes mayorías populares r... ] el representativo de su pueblo,
[ ... ] el genuino exponente del medio social profundamente transformado por la revolución y más aún por la fuerte preponderancia del
llaneraje semibárbaro. r... ]. A la estructura moral de Don Simón Bolí
var, no podía ajustar esta investidura semibárbara. l ...J. El no era ni
podía ser el hombre representativo (ibid.).
El haber surgido del seno de las "hordas llaneras" será la condición indis
pensable para asegurar el éxito en la gestión de autoridad, pues de su viven
cia de la barbarie derivará su "representatividad democrática':Este giro del paradigma de gobernante, pensable en un momento que
tiene por expectativa central la democratización, y que llama la atención
356 I HISTORIA OE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA lATINA
por venir de un "letrado" cuyo pensamiento lo lleva a cuestionar todo "pro
gresismo", aun proveerá al lector de alguna otra pequeña sorpresa: la identificación de Páez con el caudillo realista Boves. En el cotejo, la diferenciaapenas radicará en la temprana muerte del primero y la adaptabilidadrespecto de valores e ideales ilustrados o civilistas de la que el segundo,según Vallenilla, siempre dio muestra. Ambos, sobre todo, lograron darcon la "virtud" políticamente "necesaria": la aceptación de la "masa popu
lar". Respecto de Boves, Vallenilla rescatará su imagen de la leyenda negraconstruida por la historiografía tradicional:
La psicología de aquel "hombre pavoroso" no ha sido estudiada aún concriterio libre de prejuicios, ya por el empeño que han tenido nuestroshistoriadores en adulterar el verdadero carácter de guerra civil quetuvo la revolución [... ] como porque la tradición y la leyenda enseñoreándose de la imaginación nacional, han venido dando a la figura delheroico soldado relievesabsolutamente caprichosos; y [... ] arrojan sobresu solo nombre y sobre los de algunos otros de sus subordinados españoles y canarios "toda la execración del patriotismo herido" (VallenillaLanz, 1991: 69).
En este sentido, concluirá que
si el mismo Boves hubiese permanecido al servicio de la Independencia [... ], nadie con más títulos habría alcanzado los grandes honorescon que la Patria estimuló el valor y premió las hazañas de los Libertadores. Ynuestra literatura epopéyica tendría páginas recargadas de ditirambos para exaltar las glorias del heroico soldado, del mismo modoque tiene anatemas para execrar sus abominables crímenes (ibid.: 75).
Ajustando su imagen a las necesidades discursivas de la tesis cesarista,Vallenilla recurrirá, pues, a otros "modelos" de la historia. Contra su imagende bárbaro, dirá: "Su mismo valor heroico [... ] lo llevó en muchas ocasiones a realizar actos de generosidad y hasta de clemencia. Su intelectualidad no era inferior a la de la mayoría de los caudillos patriotas";" [r]edimiólos esclavos de la servidumbre y fue el primero en comenzar la igualación
de las castas elevando a los zambos y mulatos de su ejército a las altas jerarquías militares [... 1. Cuando Juan Vicente Gonzalez, lo llamó 'el PrimerJefe de la Democracia venezolana', penetró muy hondo en las entrañas denuestra revolución" (ibid.: 68). Pero también recurrirá a otras fuentes documentales, excluidas por la historiografía tradicional. Así, Francisco Tomás
HISTORIA Y BARBARIES EN CESAR/SMO DEMOCRAr/CO I 357
Morales (,17811-1845), lugarteniente de Boves,proveerá a Vallenilla de elementos que lo legitimen como caudillo popular, a visualizarlo como ante
cesor del gendarme representativo:
Tuvo la fortuna l...J de penetrar los sentimientos de éstos y adquirirun predominio sobre ellos r... [. Dominaba con imperio a los llaneros,gente belicosa y tal, que es preciso saber manejar para aprovecharse desu número y de su destreza [... ]. Los soldados lo adoraban y lo temían,y entraban en las acciones con la confianza de que su valor y denuedohabía de sacarlos victoriosos (ibid.: 70).
La in-diferencia de Bovesy Páez, la asentará Vallenilla en diversos pasajes:"[ ... ] en el fondo oscuro de su mentalidad y de sus afecciones, el Mayordomo Páez era el heredero legitimo del Taita Boves"(ibid.: 85). Sin embargo,tampoco Vallenilla desperdiciará oportunidad para marcar el potencialde "ilustrable" de Páez:
Instintivamente inclinado a la vida civilizada, había comenzado su educación imitando a los ingleses que llegaron a Apure el año 18 y en roceconstante desde entonces con los hombres más notables de la época,habia adquirido ya todas las ideas y todos los hábitos del hombre degobierno, demostrando la enorme capacidad de adaptación que ha caracterizado a los grandes caudillos venezolanos (ibid.: 89)·
y justamente serán su coqueteo con la oligarquía conservadora y el aleja
miento y la severidad que aplicase a sus conmilitones de guerra los quesentencien su caída ante los ojos de la"masa popular". El relievede ese rasgoa la hora de pensar en el gobernante "necesario" -no del letrado populista, sino del personaje popular en vías de ilustración- es lo que permitirá a Vallenilla recomponer la imagen fragmentada y caótica de la patria:
Páez era el único hombre capaz de contener con su autoridad y su prestigio, a las hordas llaneras l...J y ser al mismo tiempo [... ] una especiede providencia para los numerosos elementos realistas que hasta últimahora combatieron contra la Patria [...1... era por tanto el más llamadoa unificar bajo su autoridad a todos aquellos núcleos (íbid.: 63).
Tal "giro" resonaría en una novela de esos años como En este país (1920),
d. Luis Manuel Urbaneja Achelpohl (1874-1937), pero la convicción de quela articulación viva entre gobierno y pueblo era condición indispensable
358 I HISIORIA DE LOS INTElECTUALES EN AMtRICA LATINA
en la praxis política para lograr la estabilidad nacional y hacer posible latransformación modernizadora fue una tesis que tuvo involuntaria acogida incluso entre los más acervos opositores de la obra y la figura de Vallenilla Lanz -por ejemplo, el luego presidente Rómulo Betancourt (1908
1981), fundador del partido Acción Democrática-. Aunque, de modoparadójico, la idea está en la base de las ideologías y las políticas populistas del último siglo en Venezuela y en América Latina.
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IVEntre el Estado y la sociedad civil
Tres generaciones y un largoimperio: José Bonifácio,Porto-Alegre y Joaquim Nabuco*Lilia Moritz Schwarcz
INTRODUCCiÓN: EL GRUPO DURO DEL EMPERADOR
El imperio brasileño representa un período fundamental para la comprensión de la estructura actual del Brasil. De 1822 a 1889 con dos monarcas y
una experiencia de regencia entre ambos, esa monarquía tropical tuvo enun comienzo problemas para lograr su reconocimiento. tanto en el planointerno como en elexterno. Por un lado, el Brasil era un territorio inmenso--casi un continente incrustado en el medio de América del Sur- y estabaatravesado por diferencias económicas y regionales. Por otro lado, se trataba de una monarquía cercada por repúblicas, lo que daba lugar a otrosinconvenientes. También en el Viejo Mundo pareció algo extraño la existencia de esa realeza, liderada por un hijo de la casa de los Braganza portugueses y de los Habsburgo españoles y austríacos que se transformaba enun soberano tropical. Además, dos limitaciones imperaban en el momentode constitución del régimen, que permanecieron bastante intactas hastasu final: el monocultivo agrario y la mano de obra esclava. No es pura coincidencia que ese sistema haya sido abolido en mayo de 1888y que la república comenzara en noviembre de 188~, lo que pone de manifiesto hastaqué punto el imperio estuvo asociado al trabajo esclavo, que se extendió alo largo de todo el territorio. Esos pilares implicaron proyectos de cuñoautoritario y definieron, asimismo, las perspectivas de la élitc intelectualque gravitaba en torno del rey.
Es necesario destacar, además, que los primeros institutos, facultadesyla misma prensa local datan de comienzos del siglo XIX, pues habían eslado prohibidos hasta la llegada de la familia real en 1808, y que en un primer momento surgieron sujetos a la lógica de la monarquía que en gran
* Traducido por Ada Solati.
364 I HISTORIII DE LOS INTELECTlJALES EN IIMÉRICA LIITINII
medida los financiaba. La realeza era por tanto el Iocus de la vida cortesana reunida en el Palacio Imperial, el Paco, primero en torno de Pedro 1y luego de Pedro lI. En efecto, el advenimiento del imperio planteaba lanecesidad de crear no sólo una red institucional, sino también nuevas normas y leyes, distintas de las del modelo de la ex metrópolis portuguesa.Con ese fin, tuvo lugar un intenso reclutamiento que llevó a que hom.bres de diferentes provincias pasaran a formar parte de la elite de letrados: del imperio. Este grupo, formado en su mayoría en las áreas del derecho, la medicina y la ingeniería, se vio llevado a participar ya sea en lapolítica, sea en la función pública. Pero aun cuando la carrera políticaera la más atrayente, la mayoría terminó por encontrar un lugar en elEstado, a menudo el único empleador disponible. Ésa era, en los términos de la época, la "lla¡¡a del funcionariado".
Las particularidades de ese Estado implicaron, pues, fuertes límites a laimplantación de una doctrina liberal en el Brasil, en la misma medida enque condicionaron la traducción de proyectos civilizatorios u obstaculizaron un proceso efectivo de modernización. En ese ambiente condicionadopor tantas limitaciones de orden económico y político, un conjunto deintelectuales, unidos como por un cordón umbilical al mecenazgo del emperador, actuó de manera al mismo tiempo conservadora y radical. Conservadora" pues se trataba de mantener el statu qua -evitando el desmembramiento del territorio nacional, corno había ocurrido en el resto de AméricaLatina- y de administrar la intervención del Estado, así como de ahuyentarelfantasma de la rebelión de los esclavos."Radical': en los términos de Antonio Candido (1988), pues, como contrapeso del pensamiento conservador(que nunca dejó de dominar), se procuró encontrar salidas "progresistas",sin que esa posición implicase medidas efectivamente revolucionarias o queaspirasen a la caída del Estado y de los principios que lo orientaban.
El escenario intelectual de la corte estuvo, entonces, dominado poruna élite conimbricense, no sólo bastante homogénea en cuanto a su extracción social, sino también regulada en su formación profesional y que, locual es de importancia, se autorreconoció como tal. Como ya demostróJosé Murilo de Carvalho (1996), la homogeneidad ideológica y la formación fueron características notables de esa élitepolítica, criatura y creadoradel Estado. La dialéctica que habría de imponerse a partir de entoncesfue, por lo tanto, de preservación y de transformación, todo ello en nombre de evitar el desgarramiento del país. La perpetuación de la unidad, lacentralización (a despecho de las reivindicaciones provinciales), el bajonivel de representación política, la consolidación de un gobierno estable,la reducción del conflicto, así como de la movilidad y la movilización socia-
TRES GENERACIONES Y lJN LARGO IMPERIO \ 36;
les y políticas, representaban una especie de modelo pragmático que sepa
raba al Brasil de las repúblicas vecinas.Es posible, asimismo, comprender varias de esas características del siglo
XIX brasileño mediante el análisis del perfil y de la actuación de su élite política e intelectual, dominante ya desde la época de la emancipación políticaen 1822 y cuya creación se remontaba a la formación colonial portuguesa.La homogeneidad ideológica y de capacitación, brindada por cierta socialización específicaque pasaba por la formación social,la educación en Coimbra (y marginalmente en París), la ocupación en la magistratura y la carrerapolítica, dio lugar a una comunicación estricta, pero ambigua, entre elEstadoy la élite intelectual. Envueltas en esa relación, que de cierto modo las autoalimentaba, las élites producidas por ese mismo Estado fueron perspicacesen su capacidad para fortalecerlo al mismo tiempo en que se fortalecían.
El resultado fue una evidente elevación de la figura de aquellos intelectuales que dependían del mecenazgo del rey, todos ellos con "manía dedoctor", haciendo ostentación de algún tipo de ennoblecimiento y delprestigio del título de "bachiller". En teoría, bachiller era aquel que poseía
un diploma de derecho (si bien existían bachilleres en matemática y enletras); sin embargo, en la práctica, con el progresivo aumento de losgraduados de derecho respecto de otras posiciones en la magistratura,además de un evidente excedente de esos profesionales, el grupo tendióa asegurar una situación simbólicamente destacada, cuya imagen era asociada ala representación más amplia de profesionales liberales. Los"meda
llones'; tan bien descritos en los cuentos de Machado de Assis (1988[1881]),
eran profesionales liberales en una sociedad que a duras penas admitíaese tipo de ocupación, así como la autonomía que derivaba de su localización social. El Estado era el gran dador de empleo y el que condicio
naba la actuación de la élire que lo rodeaba.Además, como destacó Sérgio Buarque de Holanda ('977), este grupo
era, en buena parte, adepto a los francesismos y a las ideas provenientesdel exterior, que tendrían en el Brasil un efecto casi mágico. "Mucho lastre para poca vela", sintetizó el historiador, en referencia al emperadorPedro 11, una expresión que bien podría servir para definir a los intelectuales que lo rodeaban. Como mostró Buarqne de Holanda (1979 [1936]),elvicio del bachillerismo llevaba a la exaltación de una personalidad indi
vidual, al prestigio de la palabra escrita. de las frases lapidarias, de la ora
lidad =.\1ada y barroca.Sin embargo, en el suelo tropical, la fascinación por los extranjerismos
'noera de fácil traducción. ¿Cómo aplicar los principios liberales en unaIOciedad atravesada por la esclavitud? Las contradicciones que mante-
366 , HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
nian la estructura indivisa del país exigían una clara pirueta cultural porparte de esas élites intelectuales, que llegaban al Brasil cargando en elequipaje las ideas liberales que tenían éxito en las universidades en las que sehabían formado. "Somos, todavía hoy, unos desterrados en nuestra tierra", se lamentaba Sergio Buarque de Holanda en Raízesdo Brasil, en 1936,resumiendo así los ímpasses de esa y de otras generaciones de intelectuales brasileños. Con su sola presencia, la esclavitud ponía de manifiesto lainadecuación de las ideas liberales, que sin embargo, como mostró RobertoSchwarz (I977: 16), terminaron por orientar todo el movimiento: "La esclavitud desmiente las ideas liberales; pero insidiosamente el favor,tan incom
patible con ellas como con la primera, las absorbe y desplaza originandoun patrón particular".
No se trata de entrar en ese debate o de discutir si las ideas "estaban ono fuera de lugar" (cf. Carvalho franco, 1975). Lo que interesa es pensarde qué modo se produce una relectura específica cuando el liberalismopasa de ideología del Estado a moneda de prestigio: un tipo de lustre conferido a ciertas personas y teorías. El resultado es un evidente carácter ornamental del saber, cierto desacuerdo entre la representación y el contexto."Las ideas liberales no podían practicarsc, pero al mismo tiempo eran indesechables", resume Roberto Schwarz (1977: 22), mostrando así cómo en ladinámica de esas ideas la falsedadera su parte más verdadera. De esa manera,con la intención de entender al Brasil, aquella élite realizará una serie dedesplazamientos conceptuales, pero a la vez llevará una ropa demasiadoajustada para estar a la altura de la fiesta en la que intentaba participar.
Considerando, entonces, la extensión del período imperial, así como delterritorio, y la relevancia del pensamiento social de esa elite intelectual, seescogieron tres personajes que pueden dar cuenta de manera ejemplardel escenario y del grupo que se pretende retratar. Son tres autores que,en momentos y en lugares diferentes del imperio, pusieron su empeño enhallar salidas para los obstáculos a la modernización brasileña y debieronhacer frente a las contradicciones locales: José Bonifácio, Manuel AraújoPorto-Alegre y Ioaquim Nabuco. Podría afirmarse que en los tres pensadores la imaginación era europea) mientras que la realidad era brasileña,
y que ese descompás daba lugar a soluciones inesperadas (d. Nabuco, 1988).
El recorte tiene sus propios límites internos. En primer lugar, se seleccionó deliberadamente un determinado grupo intelectual bastante homogéneo: una elite intelectual blanca que, a pesar de provenir de diferentespartes del imperio, tuvo actuación en la corte, se alimentó de un universode relaciones personales y se mantuvo asociada al rey.Éseera elgrupo durodel emperador, o la "panelinha de Sao Cristovéo" (como se llamó a estos
TRES GENERACIONES Y UN LARGO IMPERIO I 367
pensadores en tiempos de Pedro JI): frecuentadores asiduos del Paco imperial. Comedido y poco proclive a las rupturas, "el grupo duro del emperador" tendía a la conciliación, al mantenimiento del orden y de las instituciones, y a cierto pragmatismo, hoy conocido con elnombre de fisiologismo.Por cierto, éste no era el único circuito intelectual existente, pero sin dudael grupo áulico llegó a ser uno de los más influyentes. En segundo lugar,utilizamos una definición más extendida de intelectual, que comprendeno sólo la producción de obras escritas, sino también el trabajo de publicistas, novelistas, artistas y arquitectos, cuyos lazos y amarras socialeseran bastante claros. Llamarlos "intelectuales' es en cierta manera unasalida anacrónica, pues lo mejor sería considerarlos como "letrados" quegravitaban en la corte, a la vez que colaboraban en las funciones jurídicasy administrativas. Sin embargo, ellos fueron figuras híbridas que, comose verá, dieron nuevos sentidos al término, al crear, tal vez por primeravez en el Brasil, una literatura sobre la tierra patria, que en el transcursodel imperio dejaría de ser lusobrasileña para tornarse "nacional". Es posi
ble verlos por tanto como pensadores de transición, que asumieron, demaneras inusitadas, funciones que los aproximaban al papel de intelectuales. Como Antonio Candido (I957: 10) puso de relieve,se trató de una generación "empeñada", cuya producción "comprometida" tenía un destino bastante inmediato. Laactividad era entendida como una "misión", una especiede modelo civilizatorio que celebraba el carácter particular, pero también
universal, de aquella realeza tropical. No es mera coincidencia que buenaparte de esa producción literaria portara la alcurnia de ser "brasileña", loque era por cierto más una construcción que una realidad. Amenazadospor la pobreza, en una sociedad que valoraba los títulos de doctor y denobleza) aquellos intelectuales se valieron de esas formas de prestigio socialcon e! propósito de construir un país y una imaginación, que invariablemente se sujetó a la autofagia del imperio y de! propio soberano, de quien,
en último término, siempre dependieron para sobrevivir.
1. rosá BONIFÁCW: LA ILUSTRACIÓN COMO FORMA DE CIVILIZACIÓN
José Bonifácio de Andrada e Silva (1763-1838) fue el intelectual más promi
nente a nivel nacional del período inmediatamente anterior y posterior ala independencia. Científico formado por la ilustración, Bonifácio se revelócorno un observador atento de la realidad nacional y fue responsable dela introducción de una serie de proyectos civilizatorios cuyo objeto era la
368 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
creación de un país europeo en el medio de América. Provenía de una delas familias más ricas e influyentes de Santos (ciudad del litoral de la poraquel entonces provincia de Sao PauIo) yen 1783ya había dejado su pequeñaprovincia colonial para ir a estudiar a la Universidad de Coimbra. En elViejo Mundo, estudió en la universidad ciencias naturales y derecho, y llegóa destacarse como mineralogista, especialización que le permitió publicarestudios en revistas francesas e inglesas de ese campo. En Portugal, Bonifácio formó parte del grupo de ilustrados lusitanos, liderados por Rodrigode Sousa Coutinho, que intentaban promover la modernización del Estadoportugués, así como sacar al país de la crisis económica y política. Entreestos intelectuales, que se consideraban herederos de la política "iluminista" del marqués de Pombal, había una serie de brasileños, que en esemomento no promovían una política separatista para el Brasil. Bonifac¡ollegó a formar parte incluso de la Academia de Ciencias de Lisboa -rmpor
tante centro del pensamiento ilustrado portugués- y, en 1812, fue nombrado secretario de la institución. Los ensayos que escribió en aquel contexto ponen de manifiesto su visión del papel del Brasil como coadyuvantede un imperio mayor, pues su concepción separatista sólo surgió más tardeal regresar a la tierra natal.
El científico volvió al Brasil en 1819, cuando ya tenía 56 años, y pasó aactuar en su país aplicando los lentes y el conocimiento adquiridos en sularga estadía en el Viejo Continente. Su carrera política en el Brasil fuemeteórica y breve. En 1821 fue nombrado vicepresidente de la Junta Provisoria de Sao Paulo, provincia en la que su familia había llegado a tenergran prominencia. Las juntas habían sido organizadas por la élite colonial que adhirió a la Revolución Liberal de Porto, movimiento que estallóen aquel año en la metrópolis y que, en un primer momento, las elitesbrasileñas saludaron positivamente. En particular, Bonifácio vio en ella nosólo un movimiento capaz de limitar el poder absolutista de Juan VI -convirtiéndolo en un monarca constitucional-, sino también una iniciativaque tal vez asegurase la autonomía que el Brasil había conquistado con lalarga permanencia de la familia real en los trópicos americanos.
Sin embargo, con el curso de la revolución fueron tomando forma másdefinida algunas pretensiones de las cortes lusitanas, y fue quedando claroque la revolución era "liberal" para Portugal, pero que en lo que concernía al Brasil aspiraba a la recolonización, disfrazada o incluso abierta. Así,si en un principio no era posible comprender las pretensiones de las cortes, progresivamente las verdaderas motivaciones fueron quedando claras:las élites lusitanas se mostraban en efecto partidarias del constitucionalismo, pero en cuanto al constitucionalismo brasileño, éste debería subor-
TRES GENERACIONES Y UN LARGO IMPERIO I 369
dinarse al portugués. Y ello tuvo una primera reacción positiva en la colonia, que de inmediato comenzó a seleccionar sus diputados para aprobaruna nueva constitución. La base de la representación brasileña se fijó segúnlos términos que regían el acuerdo más general, y el cálculo de la población se llevó a cabo tomando como base el año de llegada de la corte aRío de Ianeiro.Io que dio como resultado una cifra de 2.323.386 habitantes y, como consecuencia, de 65 diputados (Oliveira Lima, 2003: 149-150).
Los diputados de Pernambuco fueron los primeros en llegar a Lisboa,seguidos por los representantes fluminenses y los de Bahía. Pero fue la bancada de Sao Paulo la que se mostró más preparada para lo que habrían de
enfrentar. Liderados por Antonio Carlos Ribeiro de Andrada Machado eSilva (posiblemente el más talentoso de los hermanos de José Bonifacío),el grupo llevaba instrucciones en las que se reconocían la pluma de Bonifácio y sus temas predilectos; entre ellos, la abolición de la institución ser
vil y la catequesis de los indígenas.Sin embargo, las instrucciones tuvieron poca utilidad, ya que, apenas
llegados a Portugal, los representantes brasileños se encontraron con lafalta de consenso. Las cortes ya habían comenzado a reunirse, y las primeras medidas apuntaban a la subordinación de los gobiernos locales aLisboa, así como a la revocación de los tratados comerciales de los tiempos de don Juan. Para aquellos que habían viajado a Portugal con la esperanza de encontrar allí un debate basado en principios igualitarios -untema muy apreciado por Bonifácio-, la realidad se mostraba opuesta y elBrasil no pasaba de ser, para muchos, "una tierra de macacos, de bananasy de negritos apresados en las costas de África (Fausto, 2002: 132).
Fue en ese contexto que la figura de José Bonifácio pasa a tener presencia nacional: comenzaba la carrera política de este personaje que luego seríaconocido como el"Patriarca de la Independencia'. Hacia fines de 1821,Bonifácio asumió la tarea de congregar a los sectores de la élite nacional quepretendían frenar las pretensiones recolonizadoras de las cortes de Lisboa,a la vez que reunió bajo su liderazgo al grupo más conservador, opuesto ala separación política que defendían los radicales del círculo de IoaquimGoncalves Ledo. No se pretende resumir aquí los ímpasses que llevaron ala independencia, sino sobre todo mostrar el papel que Bonifácio desempeñó en ella. En enero de 1822, fue convocado por don Pedro para que integrara su ministerio, y con ello pasó a ser elverdadero articulador de la independencia, tras convencerse de que, definitivamente, su antigua salida
política era insostenible.Ahora bien, Bonifácio logró la proeza de coleccionar enemigos por todas
partes. A pesar de que su ministerio cayó en julio de 1823, desde mayo de
.170 I HISTORIA DE LOS INTHECTUALES EN AMÉRICA LATINA
aquel año había asumido su banca corno diputado en la Asamblea Constituyente, con el objetivo de dar una constitución al Brasil. No hay paísindependiente que no cuente con un cuerpo de leyes autónomos, y Bonifácio se dedicaría a darle una impronta liberal a la brasileña, si bien elesfuerzo resultó bastante poco fructífero dado que el emperador acabódisolviendo la Constituyente en 1823. El ex diputado resultó preso y deportado, y desde París escribió buena parte de sus textos políticos. En 1831tuvouna breve reaparición en elescenario político nacional, cuando asumió unanueva banca de diputado y la tutoría del príncipe don Pedro, tras la abdicación de Pedro I. Pero permaneció poco tiempo en la función: los mismos liberales que habían forzado su salida de la Cámara de Diputados lodestituyeron en 1832 de la tutoría. Bonifácio fue juzgado en rebeldía yabsuelto en ]835, con lo que finalizó su breve pero rimbombante carreraen la política local.
La actividad política de Bonifácio se caracterizó por la ambigüedad deun pensador conservador y, al mismo tiempo, radicaL En un continenteconfigurado por la alternativa republicana, Bonifácio luchó por la monarquía constitucional, el único régimen que, según su visión, "nos llevaría ala civilización': También se dedicó a la constitución de un imperio brasileño, cuya permanencia deberían garantizar la monarquía y la figura simbólica del rey, evitando así la fragmentación que se observaba en el restodel continente. En principio contrario, pero luego francamente favorablea la emancipación política, el diputado paulista tuvo una actuación central en la salida conservadora que definió a la independencia brasileña.En plena América federalista, Bonifác¡o combatió por la centralización,por la unidad y por la monarquía.
También como científico y pensador, Bonifácio dejó un legado de lamayor importancia. Partidario de la creación de una nación homogénea,única manera de combatir los "vicios coloniales y la pereza que imperabaen el país", el Patriarca de la Independencia defendió el fin de la esclavitud, la necesidad de la creación de mecanismos de apoyo social y la integración de los indígenas. Según su opinión, elmestizaje era la única salidapara la creación de una "raza brasileña", capaz no sólo de conducir a lahomogeneidad sino también a la ciudadanía. En sus textos aparece una crítica recurrente dirigida a las "consecuencias nefastas de la persistencia dela esclavitud en el territorio nacional", no sólo para los negros sino, sobretodo, para la élite blanca. Pensaba que la esclavitud llevaba a la violencia ya la ignorancia, e impedía la ciudadanía y la modernidad. "El mal ya estáhecho [decía, dirigiéndose a las élites], pero no lo hagamos cada vez mayor;aún hay tiempo de cambiar de dirección:' Y continuaba:
TRES GENERACIONES Y UN LARGO IMPERIO I 371
Generosos ciudadanos del Brasil que amáis a vuestra patria, sabed quesin la abolición total del infame tráfico de la esclavitud africana el Brasil nunca firmará su independencia nacional ni defenderá y asegurarásu Constitución liberal, nunca perfeccionará las razas existentes. [... J
Sin libertad individual no puede haber civilización ni riqueza sólida; nopuede haber moralidad y justicia (en Dolhnicoff 1998:6.J y 82).
En sus ''Apontamentos sobre as sesmarias'; el autor también hizo una defensade la reforma agraria como la única vía para alcanzar la modernidad. Su
proyecto preveía la confiscación y la venta de tierras improductivas algobierno y la colonización de las mismas por parte de indios, mulatos,negros libertos e inmigrantes europeos. Asimismo, como científico denunció la destrucción de los bosques y los prejuicios que causaba al Brasil.
Sin embargo, aun cuando Bonifácio fuese un "radical" en sus proyectos sociales, sostuvo con insistencia que el liderazgo de ese proceso debíapermanecer en manos de un "gobierno de sabios", liderado por una monarquía constitucional organizada en torno del Parlamento. Sólo un Estadomoderno tendría la capacidad de administrar los conflictos, preparar laemancipación gradual de la esclavitud y mediar en las relaciones entreseñores y esclavos.
Pero sus proyectos reformistas tropezaron con intereses concretos, y supolítica tuvo más adversarios que aliados. "lemas como la abolición, la protección de los indígenas, la reforma de la propiedad y la injerencia del Estadoeran irritantes para las elites locales, a las que Bonifacio pretendía guiar.No existía la "elite ciudadana" que Bonifácio idealizaba, y ello daba lugara una contrariedad que no tardó en manifestarse:
El brasileño es ignorante, pero vanidoso; antes de la independencia sóloapreciaban a Portugal, hoy se consideran mejores que los portugueses.[... ] Los brasileños gozan de ser curas, rábulas, escribientes, porque sonmodos de vida en los que no falta el trabajo soportable y de buena conducta; ser labrador y negociante exigiría de ellos más actividad yeconomía, cosa que detestan (en Dolhnicoff, 1998:136).
El"Patriarca de la Independencia" fue entonces tanto un reformista osadocomo un rehén de la monarquía constitucional que había ayudado a implantar. Al mismo tiempo en que proponía proyectos audaces para la época,priorizó la intervención del Estado y la permanencia de los intereses de losgrupos dominantes y esclavistas. Constituye un buen ejemplo de los intelectuales que dominaron los primeros momentos del imperio, los cuales, a
372 I HISTORIA DE lOS INHléCTUAlES EN AM~RICA LATINA
lavezque pretendían -con el lápiz y e!papel- imaginar una monarquía civilizada, se hallaban bloqueados tanto por las limitaciones impuestas por lasélites dominantes como por las estrechas fronteras de la realeza que en definitiva había liderado la emancipación. La imaginación política y la formación iluminista reclamaban medidas que eliminasen la desigualdad existente en la basede la sociedad.Ahora bien, los marcos teóricos permanecieronsujetos a la inserción de clase de un autor que, aun cuando tuviese comoobjetivo actuar como un "guía ilustrado para una élite ciudadana", nuncapretendió malquistarse con ella y, menos aun, con la realeza.
Se percibe así un abismo entre representación y realidad} y los textosde Bonifácio adolecen de la distancia existente entre la idealización y sudifícil realización. La"independencia" no era un proceso conocido sino unmovimiento inventado, e incluso improvisado, en toda América del Sur.Palabras como "descolonización" o "neocolonialismo" no formaban partede la jerga de la época, y la propia experiencia europea, a pesar de constituir un modelo, en nada se parecía a nuestra realidad. Por lo tanto, se trataba de inventar nuevos proyectos imaginativos}que no tenían que ser meraimitación o reproducción de Jos discursos europeos (Pratt, 1999).Y Bonifacio quedó en el medio. Su carrera política fue corta y sus discursos seríanobjeto de relectura, y tendrían mayor impacto, sólo en tiempos futuros,cuando e! combate a la esclavitud, a mediados de la década de 1870, pasóa ser una cuestión imposible de soslayar o de tergiversar.
2. PORTO-ALEGRE: EL ARTE COMO PROYECTO DE CIVILIZACIÓN
Manuel Araújo de Porto-Alegre (1806-1879), barón de Santo Ángela, fueuno de los talentos más paradójicos de la élite intelectual que dominó laescena de mediados del Segundo Reinado, el período de apogeo del imperio. Pintor, caricaturista, historiador del arte, poeta, diplomático, autordramático, periodista, Porto-Alegre se destacó en una serie de actividades) a la manera de buena parte de su generación, que se desdobló paraactuar en todos los espacios que podía ocupar. Pero fue a partir del arteque construyó su proyecto de nacionalidad. En particular en las llamadas"bellas artes" -la arquitectura} lapintura, la estatuaria y la escultura-, PortoAlegre encontró su forma central de actuación y dio lugar a lo que se anunciaba como una nueva "brasileñidad''
Totalmente volcado al mecenazgo de don Pedro He-cuyo "cuartel general" y punta de lanza de su proyecto cultural fue el Instituto Histórico y
TRES GENERACIONES Y UN lARGO IMPERIO I 373
Geográfico Brasileño, fundado en 1838 en Río de Ianeiro en el Segundo Reinado-, Porto-Alegre fue e! responsable de buena parte de la simbología delimperio y que resultó fundamental para su propia efectivización. Tuvoasí que hacer frente al desafío de su grupo, es decir, pensar en las particularidades del imperio brasileño, al mismo tiempo que intentaba incluirloen el conjunto de las naciones civilizadas.
Oriundo de Rio Pardo, en Rio Grande do Sul, Porto-Alegre llegó aRiode Ianeiro en 1827y de inmediato pasó a ser miembro de la primera camadaque frecuentó la Academia Imperial de Bellas Artes, fundada en 1826. Seespecializó en pintura histórica y fue discípulo dilecto de lean BaptisteDcbret, a quien acompañó a París en su regreso a la tierra natal. Asimismo,formó parte de la primera leva de estudiantes de la que luego sería conocida como la Misión Artística Francesa, un grupo de formación neoclásicay ligado a las guerras napoleónicas que llegó al Brasil, en 1816, con el propósito de crear una academia y dar una nueva representación a la colonia.Si bien la misión fracasó respecto de su primer objetivo, Porto-Alegre llegóa ser un nombre importante en la historia de laAcademia Imperial de BellasArtes. Con anterioridad había realizado su formación académica en Francia con Gross y,junto con sus amigos Goncalves de Magalhaes y Franciscode Salles Torres Homem, fundó la revista Nitheroy, considerada como elmarco inicial del romanticismo literario en el Brasil.
Este grupo, al que luego se sumaron el poeta Goncalves Días yelliteratoIoaquím Manuel de Macedo, y con el que elartista mantuvo estrechos lazosde amistad, tuvo un papel fundamental en el regreso de Porto-Alegre alBrasil. El grupo de colegas ocupó una serie de lugares en las institucionesde prestigio de la corte -como el Instituto Histórico y Geográfico Brasileño y el Imperial Colegio Pedro 1I- y se dedicó a escribir, sobre todo, enlas áreas de historia, geografía, literatura y enseñanza. Además, e! círculode amigos se benefició de la proximidad con Pedro Il, a quien a menudodedicaron sus obras y que los financió en varias ocasiones.
Pero fue por medio de su arte que Porto-Alegre ganó definitivamentela gracia del Paco. Don Pedro 1 había valorado positivamente un estudiorealizado por el artista para un cuadro en conmemoración de los nuevosestatutos de la Academia de Medicina. Tras ese primer contacto, y luegode! viaje a Europa, el pintor fue convidado a realizar una serie de retratosde la corte, y esa posición le aseguró, en 1837, el puesto de profesor en laAcademia de BellasArtes. A partir de allí despegó su carrera, y en 1838 fueinvitado a ejercer la enseñanza en el recientemente fundado Imperial Colegio Pedro I.L(institución dilecta del emperador y un verdadero trofeopara todo aquel que ingresase en ella como profesor o director).
374 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
Porto-Alegre contó también con la protección de uno de los hombresmás influyentes del Paya, Paulo Barbosa da Silva,que había sido nombradomayordomo de la Casa Imperial, en 1833, tras el fin de la tutoría de Bonifácio. Junto con Aureliano de Sousa Coutinho, por aquella época Barbosarodeaba al joven príncipe y llegó a ser un personaje clave en el momentode la proclamación de la mayoridad de Pedro Il. Ésta fue la llamada Facción Áulica (o elgrupo de la Ioana)," que, además de ocuparse de las finanzas de la Casa Imperial, tenía incumbencia en la definición de las fiestas ydel calendario de la corte. Así, debido a sus buenas relaciones personales,Porto-Alegre fue convocado a actuar en el principal ritual que el imperiose disponía a celebrar: la consagración de Pedro JI en 184 0 .
Como orador oficial del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño, PortoAlegre pronto se vinculó con el proyecto romántico de la institución -laelevación del indígena como alegoría mayor de la nacionalidad brasileñay tuvo como meta la creación de una 'identidad" local. En efecto, la unificación política pasaba por una unificación cultural, y nuestro artista sededicó a la tarea con los instrumentos que poseía. Se destacó como el responsable del proyecto para la consagración del monarca, que debería serel momento capital en la imaginación política del imperio. Allí se iba a realizar el gran teatro de la nueva nación y de una élite empeñada en construiruna representación idealizada de la monarquía. Porto-Alegre se dedicóespecialmente a la construcción de un gran edificio provisorio acoplado ala Plaza del Paya, conocido como "Veranda'; y que fue la sede de las grandiosas fiestas de coronación de Pedro 11. Las obras se llevaron a cabo a lolargo de seismesesy emplearon materiales yprofesionales destacados: maderas, telas, vidrios, tintas, herrajes, fuegos artificiales, carpinteros, pintores,costureras, artistas consagrados yaprendices. Manuel de Araújo Porto-Alegre elaboró y dirigió el proyecto y su ejecución, por lo que recibió unagratificación mensual de 250.000 réis. Además, él mismo pintó las obrasmás relevantes de la decoración y orientó los trabajos de un grupo de discípulos. Arañas de cristal, apliques, globos, docenas de copas de vidrio, fino
parqué, oro y plata para dorar y platear, torneados, inscripciones, tallas,bordados, franjas, cordones, empapelados, terciopelos, damascos y sedas,guarniciones y galones de oro, telas de oro y plata, tapices ... son descritosy listados en el documento de rendición de cuentas de la famosa Varanda(cf Arquivo Nacional, Fundo Casa Imperial, documentos relativos a la consagración y la coronación de don Pedro 11).
" El nombre de la asociación se debe a que sus reuniones se llevaban ..1 cabo en la casadel mayordomo Paulo Barbosa, situada en los márgenes del río loana. [N. de la '1: I
TRES GENERACIONES Y UN LARGO IMPERIO I 375
La Varanda era en realidad un edificio provisorio, construido especialmente en la Plaza del Paco, pero que tendría un lugar destacado en la simbología del imperio. De grandes proporciones, estaba ligado al Paco y a laCapilla Imperial y ocupaba todo el espacio entre ambos edificios, y fue dividido en tres partes principales: un templo y dos pabellones a cada lado,con sus respectivas galerías que los comunicaban con el templo central. Elartista creó símbolos y alegorías con el propósito de representar los anhelos de la élite política y el perfil que el joven Pedro debería exhibir ante lanación y, paralelamente, ante el imperio: la imagen del nuevo reinado. Enprimer lugar, ya el término "templo", como se llamó a la parte central deledificio donde se ubicaría Pedro 11 tras la coronación, tenía un sentido deculto religioso, de exposición divina y de respeto. En un plano más físico,se destaca el nombre dado a los pabellones laterales: Amazonas y Plata, enhomenaje a los gigantescos ríos, señaladores de fronteras e inmensos comoel imperio, que fueron representados por medio de dos estatuas colosales.
El proyecto de Porto-Alegre apuntaba a unir lo particular y lo universal, y así el artista reunió alegorías del Viejo Mundo con referencias alBrasil. Junto a los leones instalados al pie de la escalinata del Pabellón Plata-y que representaban la fuerza y el poder- o a las estatuas de la Justicia yde la Sabiduría con la inscripción "Dios protege al Emperador y al Brasil",el decorador oficial introdujo escenas de la monarquía, e incluso referencias a las tribus indígenas locales. Yen una mezcla de cosmologías, dispusodcllado del Brasil un monumento de oro con la esfera de sus armas. Además, a fin de fortalecer la imagen del predestinado soberano, grandes medallones representaban a Carlomagno, Francisco 11, Napoleón y Pedro elGrande junto con las armas de Portugal y de Austria. Por último, en lamisma sala del trono, la gran y apoteótica propuesta a los destinos históricos del país: el emperador Pedro ll, investido del ejercicio de sus derechos constitucionales, "expulsaba los vicios, las calamidades y los crímenes que habían desgarrado al imperio durante la minoridad". La imagenresumía la representación de la sabiduría y de la virtud del nuevo régimen:mientras que los vicios se retiran, "las ciencias, las artes y las virtudes cívi
cas llegan en su lugar". Por las galerías y los pabellones, se representabanhomenajes y hechos históricos -el día del "Pico"; la independencia y pró-
" E19 de enero de 1822 el entonces príncipe regente don Pedro, contrariando lasórdenes de las cortes portuguesas que exigían su regreso a Portugual, decidiópermanecer en el Brasil e hizo la famosa declaración que da nombre a la fechaconmemorada: "Se é para o bem de todoseJelicidadc geralda Nacao, cstoupronto!Digam ao pavo que fico" [Si es para el bien de todos y la felicidad general de la
Nación, [estoy preparado! Díganle al pueblo que me quedo]. [N. de la T.]
376 I HISTORIA DE lOS INTElECTUAlES EN AMÉRICA LATINA
eeres de la patria tenían sus nombres grabados en piezas sostenidas por
columnas-, y algunos indígenas bien seleccionados eran citados por susnombres: Caramuru, Araribóia, Tibirica. Como puede verse, mediante ese
recorte temporal y de los acontecimientos, Porto-Alegre fortalecía y daba
lugar a los presupuestos de una historia oficial que era "nacional" por ser
indígena y tropical, pero también común al mundo civilizado europeo,pues estaba liderada por un monarca de origen europeo.
Porto-Alegre se ocupó también de diseñar las ropas que llevó elmonarca
durante la ceremonia y de conducir buena parte del ritual, lo que le valió
el nombramiento de pintor de la Imperial Cámara, el 28 de julio de 1840.
A partir de entonces, el artista prácticamente dominó solo todas las actividades relacionadas con las "bellas artes": en 1842 fue nombrado director
de la sección de "Numismática, Artes Liberales, Arqueología, Usos y Cos
tumbres de las Naciones Antiguas y Modernas" del Museo Nacional y, en
el mismo año, realizó el cuadro oficial "Coronación de Pedro 1I". En 1843
diseñó la decoración de las bodas imperiales de don Pedro 11 con Teresa
Cristina, y en 1845 se le encomendó la tarea de uniformizar la estética delPaco de Sao Cristováo y la arquitectura interna del Palacio de Petrópolis,
siempre privilegiando una lectura al mismo tiempo "tropical y universal"
para el Brasil. Ésa era la arquitectura mestiza de Porto-Alegre, también
conocido como el introductor de motivos brasileños en el arte decorativoy arquitéctonico local. En Petrópolis, el artista haría un "festín": entre los
modelos clásicos europeos y los símbolos de la familia imperial (la Corona,
las iniciales de los emperadores, los dragones de los Braganza) aparecenfrutas como ananás, cajús, pitangas, ararás y guayabas. En la alcoba matri
monial, amapolas -las famosas "adorrnideras"-, que deberían inspirar el
sueño de Sus Majestades. Al fin de cuentas, y según la documentación
que legó el artista, éramos la más tradicional de las monarquías -formada
por una dinastía Braganza y Habsburgo- pero también la más original: por
su naturaleza y sus naturales (específicamente los indígenas y no los esclavos, que fueron olvidados en la representación oficial).
Porto-Alegre también fue reconocido por la reforma que llevó a cabo
en la Academia Imperial de Bellas Artes (entre 1854y 1857), cuando fue
propuesto directamente por Pedro 11, como se manifiesta en el discurso
dado en esa institución en 1855, ya como nuevo director: "Señor, nada seré
sin la inmediata protección de Vuestra Majestad: tengo las espaldas hela
das y las necesito más calientes; porque quiero tenerlas y poder aun quemar el garrote que me postra". La reforma, la mayor promovida hasta
entonces, también se vio limitada por el mecenazgo de las relaciones impe
riales. Pero el artista, que deseaba tener sus "espaldas calientes': se vio afee-
TRES GENERACIONES Y UN LARGO IMPERIO I 377
tado por la llegada de nuevos grupos yen 1857 fue obligado a renunciar
a su puesto de director. A partir de entonces, vivió fuera del Brasil, desempeñando funciones oficiales: fue cónsul brasileño en Berlín, y luego en
Dresden y en Lisboa en 1867. Sin embargo, la vida de Porto-Alegre sólo
parecía tener sentido si estaba vinculada a la corte, verdadero centro neu
rálgico de aquel contexto. Murió pobre en 1879,en Lisboa, y fue enterrado
en una bóveda prestada.En realidad, el estatus social que había conquistado con su trabajo junto
al monarca, o los títulos que recibió por sus servicios prestados al impe
rio, brindaron a Porto-Alegre un sustento mucho más copioso que las gra
tificaciones o los salarios. Además de ser barón, a partir de 1874 -sin grandeza, como la mayor parte de los títulos concedidos por el monarca Pedro 11
fue comendador de la Imperial Orden de Cristo y dignatario de la Impe
rial Orden de la Rosa. Adepto a las mercedes y a los honores como todo"buen monárquico", como solía definirse, Porto-Alegre vivió de los esce
narios frágiles que creó y del seno de la corte que compartió.
Todo su trabajo apuntaba a la elevación de una monarquía constitu
cional dedicada a un juego de emulación y de contras.tes recíprocos. Así,pretendía realizar una especie de síntesis entre la exaltación de un impe
rio ilustrado y civilizado y un reino particular, es decir, tropical y exótico.
Por un lado, era necesario dotar de antigüedad a la monarquía y, para
ello, Porto-Alegre se ocupó de instalar escenarios que parecían europeos
y arcaicos. Por otro lado, se trataba de encontrar una "esencia local", sur
gida de las "gentes brasileñas" (es decir, los indígenas transformados enbuenos salvajes) y de la naturaleza de los trópicos. Con ese propósito, Porto
Alegre colocó en sus decoraciones tribus indígenas y frutos como mara
cuyas, cajás y pitangas, y al mismo tiempo no desechó las alegorías clási
cas. Tal era el desgarramiento de su generación, que intentó hacer de su
actuación un gran teatro. Asimismo, el artista se ocupó de elaborar los pri
meros ensayos sobre "arte brasileño" así como de crear una tradición pic
tórica local, que, según él, se encontraba en los temas reconocidamente«nacionales". En su empeño por formar un arte local, marcado por el bino
mio naturaleza y civilización, nuestro autor creó un verdadero repertorio
de artistas y de obras (Squeff, 2004).
Porto-Alegre representa un ejemplo de la polivalencia que caracterizó
a esa generación y de los vínculos entre la intelectualidad decimonónica y
el poder, sobre todo en el momento de mayor estabilidad del imperio. En
este caso, se llegaba a un proyecto de nacionalidad y a la elevación del Estado
por medio del arte. Más aun, en este caso los compromisos con un artepalaciego hicieron del autor un prisionero áulico; en efecto, si en ciertas
378 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
piezas teatrales o en los proyectos de reforma urbana que elaboró PortoAlegre puso de manifiesto alguna contrariedad respecto del gobierno, suverdadera "misión" pareció ser su proyecto artístico para el Paco y, en esesentido, el artista fue por encima de todo un intelectual orgánico preocupado por garantizar la continuidad del, Estado, El artista fue un modelode la intelectualidad que rodeó al emperador y que vivió, junto con él, elapogeo de un sistema que siempre procuró ocultar la realidad de su juventud o la penetración de la mano de obra esclava. Para Pedro 11 y sus intelectuales, el país era exótico en su exterioridad, pero tradicional y europeo en su verdadera esencia y en su identidad.
3. JOAQUlM NABUCO y LAS AMBIGÜEDADES DE UNA GENERACIÓN
Por último, resta analizar elcontexto del desmontaje del imperio y el papelque esta intelectualidad asumió a partir de entonces. La década de 1870 y eltérmino de la Guerra de! Paraguay delimitan e!apogeo y,paradójicamente,el comienzo de la declinación de la monarquía. El apogeo, pues en su primer año la contienda trajo muchos beneficios al imperio y a su mayor líder,ya que el monarca, convertido en "rey guerrero", se hacía aun más popularen el imaginario local. Pero ése es también e! comienzo de la declinación:la guerra no resultó ser tan corta como lo habían imaginado el soberano,sus ministros generales e incluso sus aliados, la Argentina y el Uruguay.Por otro lado, en esos años, el gobierno se dedicó de manera tan intensa alconflicto que apenas restó tiempo para llevar a cabo las reformas internas.Además, la guerra tuvo un costo económico enorme: 6]4.000 cantos deréis, es decir, onces veces el presupuesto gubernamental para el año 1864,
lo que generó un déficit que se prolongó hasta 1889 (Doratioto, 1996:7).La guerra se convirtió, pues, en una divisoria de aguas en la historia del
imperio y tras su final, en 1870, ganó cuerpo la campaña en favor de la república y, sobre todo, de la abolición de la esclavitud. Por ejemplo, en elcomienzo de la década de 1870 se crearon el Partido Republicano, la "Sociedad de Liberación" y la "Sociedad Emancipadora del Elemento Servil".Ade
más, el 28 de septiembre ~f~8;yse aprobó la Ley del Vientre Libr~, que, apesar de su perfil conservador, significaba un paso importante-hacia el término de! cautiverio en el Brasil.
Sin embargo, y a pesar de la creciente presión internacional, e! imperiono asumió la conducción del proceso abolicionista. Tras la Guerra de Secesión en los Estados Unidos y con la victoria de la Unión en ]86'), el Brasil
TRES GENERACIONES Y UN LARGO IMPERIO I 379
pasó a ser, junto con Cuba, uno de los últimos países que permitían la esclavitud en su territorio. De esta manera se producía una fractura en la imagen exterior de! país, pues, al mismo tiempo que en los almanaques europeos se difundía la representación civilizada de la monarquía brasileña,ésta era también asociada a una guerra sangrienta y a la idea de que pos
tergaba la abolición definitiva de la esclavitud.En ese contexto, la actuación de Ioaquirn Aurélio Barreta Nabuco de
Araújo (1849-1910) -el político más emblemático cuando se evoca e!ocasode! Segundo Reinado brasileño- pasó a tener peso a nivel nacional. Nacidoen Recife, Nabuco vivió en el seno de una familia influyente en el ámbitolocal. Su padre, José Tomás Nabuco de Araújo -futuro senador, consejero de Estado y ministro del imperio-, provenía de una familia bahianaque había dado senadores al imperio desde el Primer Reinado. La madre,Ana Benigna de Sá Barreta, provenía de una familia tradicional de la región-los Paes Harreto-, que desde hacía más de dos siglos gozaba de prestigio económico, social y político en Pernambuco y que estaba vinculadacon Francisco Paes Barreta, último beneficiario del mayorazgo del Cabo
y marqués de Recife.Nabuco no pasó su primera infancia en compañía de los padres, pues
éstos se habían mudado a la corte. Así, pocos meses después de su nacimiento ]oaquim Nabuco pasó a vivir con los padrinos, Ioaquim AurélioPereira de Carvalho y Ana Rosa Palcáo de Carvalho, en el ingenio Massangana, donde pasó los primeros ocho años de su vida. La estadía lo marcóprofundamente, al punto de que en sus Memorias comenta: "Los primeros ochos años de mi vida fueron, en cierto sentido, los de mi formación,instintiva o moral, definitiva". Esos años de la infancia en un ingenio esclavista también habrían echado en su espíritu e! germen de la reacción contra una de las más sólidas instituciones brasileñas de la época: la esclavitud. Massangana es asimismo el nombre de uno de los famosos ensayosde Nabuco, escrito en el exilio, donde el autor revela sus inclinaciones aun mismo tiempo radicales y conservadoras: la esclavitud es la cuestióncentral, pero la salida de Nabuco es progresista, nunca revolucionaria.Por un lado, se opone a la esclavitud y exige su condena; por otro lado, percibe una "docilidad" en la relación entre el señor y el esclavo:
La esclavitud permanecerá por mucho tiempo como la característicanacional del Brasil. Ella desparramó por nuestras vastas soledades unagran suavidad; su contacto fue la primera forma que recibió la naturaleza virgen del país y fue la que él conservó; con sus mitos, sus leyen
das, sus encantamientos (Nabuco. 1995: 2R).
380 I HISTORIA DE LOS INTElECTUALES EN AMÉRICA lATINA
Tras la muerte de su madrina, en 18S7, Nabuco se mudó a Río de laneiroy fue a vivir con los padres. En 1866, comenzó sus estudios en la Facultadde Derecho de Sao Paulo. Elambiente mostraba una temperatura políticaelevada, pero en ese entonces Nabuco, aún llamado por su apodo, Quinquim, era sobre todo un dandy que seguía la moda, dedicado a las fiestasya las mujeres, y sofocado bajo la sombra del padre. Sin embargo, la vidafinanciera de la familia en la corte no era de las más fáciles y, en 1869,loaquim Nabuco se vio forzado a seguir sus estudios en la Facultad de Derecho de Recife, donde actuó como abogado defensor de un esclavo acusado de homicidio doble, para escándalo de la élite pernambucana. Enesa facultad dominaban los estudios raciales del grupo de Silvia Romero,pero Nabuco se mantuvo apartado de ese debate y se transformó en unportavoz, aún tímido, de la abolición en el Brasil. En esecontexto, y haciendocoro con las demás presiones que tomaban forma más definitiva tras elfin de la Guerra del Paraguay, Nabuco escribió en ]870 A esaavidao.
Pero todo indica que Nabuco, de temperamento ciclotímico y propensoa la melancolía, quiso apartarse del mezquino contexto intelectual local.En 1873 buscó una nueva formación en el extranjero y, con la ayuda de laherencia recibida tras la muerte de sus tíos, hizo el primero de sus muchosviajes a Europa. Este tipo de experiencia situó a Nabuco en un dilematípico de muchos de los intelectuales brasileños del siglo XIX: por un lado,el amor reverencial por la cultura europea Yl por el otro lado, la necesidad de pensar nuevos proyectos para la madre patria. inspirado por lasvivencias en el Viejo Mundo.
Con ese espíritu, en 1878 Nabuco inició su carrera política, cuya baseelectoral fue la provincia de Pernambuco. Los relatos de la época hablande la oratoria arrebatadora del joven político y de su inesperada victoriaen su primera elección como diputado. Sin embargo, la vida en el Parlamento resultaría diferente del púlpito popular y, allí, su aguerrida batallacontra la esclavitud terminó por impedir su reelección al año siguiente.
Como consecuencia, entre los años 1840 y 18so, el joven estadista sededicó a estudiar la política pernambucana, en la misma época en que eljuez José Tomás Nabuco de Araújo, su padre, actuaba en el partido conservador. Ése fue el período decisivo para la construcción de su proyectoabolicionista, que pretendía alcanzar un equilibrio entre liberales y conservadores. Curiosamente, en 1840 los argumentos más contundentes deNabuco eran disputados tanto por los liberales como por los republicanos y los conservadores. Nabuco se preparaba entonces para asumir sulugar en el abolicionismo legal, es decir, predicaba e! fin de la institución,pero sin la transformación radical de la estructura vigente y contando
TRES GENERiHlONES y UN lARGO IMPERIO I 3M1
con la intervención del Estado. En 1877 obtuvo su primer cargo público,el de agregado de la delegación en los Estados Unidos, que le proporcionó un mayor conocimiento del país, contactos y estudios en Nueva Yorkyen Washington. En su residencia, organizó la Sociedad Brasileña contrala Esclavitud y asumió el rol de bardo de la causa.
Sin embargo, la suerte no estaba de su lado y en las elecciones de 18821883 fue derrotado. Desilusionado, partió una vez más hacia Europa y
allí escribió O abolicionismo, su obra más divulgada y que sintetiza susaños de combate a la esclavitud. El libro es tributario en gran medida delaprendizaje que Nabuco hizo en sus viajes al extranjero. En efecto, con e!diplomático e historiador Oliveira Lima estudió los problemas legadospor la herencia colonial ibérica; del contacto con el grupo Anti-Slavery
-una asociación inglesa que fomentaba la formación de filiales y acogíaadeptos para actuar, en especial, en las colonias inglesas- adquirió el panteón de ideas abolicionistas inglesas; a partir de su trabajo en la prensainglesa, sobre todo con Picot -director del Jornal do Comércio en Europa-,y como corresponsal de ese periódico aprendió e!estilo límpido y directoque impera en la obra.
Es interesante notar que, al igual que otros intelectuales brasileños,Nabuco pudo escribir su obra de mayor importancia en e!destierro, cuandosufría por la "nostalgia de! hogar" pero mantenía su pensamiento libre delas injerencias partidarias -bien lejos de los intereses que combatían en laescena política nacional-. En O abolicionismo, loaquim Nabuco presentaun verdadero libelo contra la herencia legada por los portugueses: "laafricanización del Brasil" derivada de la esclavitud. Al igual que Bonifácio, vislumbraba e! surgimiento de una raza brasileña formada por mestizos y por la conciliación de todos los pueblos constructores de la nacionalidad. Pero el político no incluía a la monarquía dentro del paquete deinstituciones que deberían ser desmontadas. Juzgaba que la aboliciónsólo sería posible a la manera inglesa, con una realeza capaz de garantizarla unidad territorial y política.
Durante su estadía en Londres, Nabuco fue cincelando su obra, mientras se mantenía como corresponsal del Jornal do Comércio y de La Razón,
de Montevideo, además de estar empleado en la 5ugarFactortes, una compañía vinculada a la fabricación de! azúcar en e! Brasil. Pero nuevamentelo asaltó el deseo de hacer política en su tierra y entre 1878 y 1885 no sóloelaboró una teoría sobre la esclavitud brasileña, sino que también se involucró en disputadas campañas electorales. A partir de ese momento, lacuestión de la abolición ocupó todo el escenario nacional y se convirtióen un tema suprapartidario.
382 I HISTORIA DE LOS INHLECTUAlES EN AMÉRICA LATINA
En la campaña para las elecciones de 1884, loaquirn Nabuco alcanzó sumayoría de edad política. El ideario expuesto en las páginas de O abolicionismo ganó alma y visibilidad en sus discursos, que eran cuidadosamentetaquigrafiados y luego publicados. En sus pronunciamientos, en la Recifede fin de siglo, Nabuco defendió una nueva ley agraria y publicó A campanha abolicionista no Recife: eleicóes de 1884. En junio de 1885 obtuvo lavictoria con el apoyo de los militantes de los movimientos abolicionistaspernambucanos reunidos en diversas asociaciones civiles.
En septiembre de 1887, Nabuco asumió su tercer mandato en la Cámarade Diputados y vio, al fin, concluida la liberación de los esclavos. Con lapromulgación de la escueta ley del 13 de mayo de 1888,la leyÁurea, que enuna sola frase consideraba extinta la esclavitud en el Brasil, se concretabaelsueño del Patrono de la Raza Negra. Lejosde los proyectos radicales -quepreveían la inserción de la mano de obra esclava-o y de los más conservadores -que anhelaban la indemnización de los ex propietarios-, la leyeraconcisa y sólo liberaba un porcentaje reducido de los pocos esclavos quea esa altura se encontraban en tal situación. Pero el Patrono era definitivamente propenso a los cambios psicológicos, y en los últimos años se produjo su acercamiento al soberano y al propio sistema monárquico. EnMinha [ormocao definió lo que consideraba como el carácter singular dela realeza: "la pompa, la majestad, todo el aparato de la realeza formabaparte, para mí, de los artificios necesarios para gobernar, satisfacer la imaginación de las masas, cualquiera sea la cultura de la sociedad" (Nabuco.1995: 28). Estaba embriagado por la realeza y creía que la ley Áurea, promulgada por la princesa Isabel, sería el acto más popular capaz de garantizar la supervivencia del imperio. Pero el abolicionista resultó ser un malheraldo y no previó el final casi inmediato del sistema que tanto defendía.Así,en 1889, desilusionado por la caída del imperio el político se alejó voluntariamente de los asuntos públicos y se convirtió en uno de los autoexiliados del imperio.
En 1889 contrajo matrimonio con Evelina Torres Soares Ribeiro,hija delbarón de Inhoá y hacendado en Marica, en la por entonces provincia deRío de [aneiro, lo que le dio mayor estabilidad financiera. Sededicó entonces a escribir sobre su experiencia política y publicó, sucesivamente, Porque sou monarquista (1891), O deberdos monarquistas, Balmaceda. A intervenplo estrangeira na Revolta de 1893 y Um estadista no lmpério: Nabucode Araújo (1895-1896), y en 1896 participó, junto con Machado de Assis,en la creación de la Academia Brasileña de Letras. El político se habíaconvertido en un pensador y separaba claramente la idea de la abolicióndel proyecto de la república: "La expulsión del Emperador me abatió 1TI.1s
TRES GENERACIONES Y UN LARGO IMPERIO I 383
profundamente que todas las caídas de tronos o catástrofes nacionales que
acompañé de lejos" (Nabuco, 1995: 35).El romance con el nuevo gobierno republicano tardó en concretarse, y
sólo en 1899 Nabuco aceptó defender al Brasil en la cuestión de los límites con la Guayana inglesa. Al año siguiente publicó Minha [ormacao, unlibro en el que rehace su memoria personal y política. Allí recuerda suvida en el ingenio, ensalza la memoria del padre y recupera su itinerariointernacional, mostrando su preferencia por Londres, sobre todo en comparación con Nueva York. La obra es un verdadero viaje sentimental y enella, melancólicamente, el intelectual radical hace del pasado su paraísoperdido. Su vida ya no pasaba por Recife;decía ser "un espectador más desu siglo que de su país [... ] para mí, la obra es la civilización, y se está representando en todos los teatros de la humanidad" (Nabuco, 1995: 35).
Aun así, en 1905 aceptó elcargo de embajador del Brasil en Washington,donde tuvo un papel destacado no sólo en la organización de la 11 1Conferencia Panamericana, realizada en Río de [anciro en 1906, sino tambiéncomo gran defensor de una política panamericana basada en la antiguadoctrina Monroe. A su muerte, en 1910, ya era considerado como un verdadero estadista, tal vez el mayor que el Brasil había tenido.
Aún resta mencionar los diarios de Nabuco, escritos corno un legado ala inmortalidad. En el libro Minha [ormacáo confesaba que "entre nosotros, el sentimiento es brasileño. La imaginación es europea". Y, en efecto,toda la reflexión del escritor parece construida a partir del diálogo entre losviajes que realizó y las conclusiones que extrajo de ellos. "Viajar es ver",escribió Nabuco en sus Diarios, revelando su tendencia a observar otrasrealidades y, a partir de ellas, pensar en su propio país. En los Diários (tresmil ochocientas páginas en dos volúmenes) se reconoce el estilo del autor)que siempre combinó el activismo político con elconocimiento del mundoy con mucha reflexión personal. Los Díários también muestran que paraNabuco todo parecía ir quedando con un aire del pasado. Al comparar elpasaje de los siglos con la confluencia de dos ríos, el polemista admite queno sabe nadar: "quedo inmóvil en el margen en el que nací". Se resignabaasí a una especie de ostracismo, al tiempo que denunciaba la censura y elarbitrio de la república, un régimen al que consideraba "infame y bárbaro".Los tiempos eran otros, y con la sordera que había desarrollado pasaba a
ver "el mundo corno una gran pantomima".Nabuco es, pues, un intelectual marcado por las ambigüedades de su
época. De activista radical, mentor del abolicionismo legal y de proyectosque alentaban reformas sociales, con el tiempo paso a ser un partidariointransigente de la causa monárquica. Su carrera estuvo marcada por un
384 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
gran giro, condicionada por el recuerdo del padre y del modelo conservador, o por su papel corno defensor del panamericanismo. Latrayectoria deNabuco es emblemática de las élites imperiales, modernizadoras y conservadoras. En sus libros y panfletos, el estadista abordó temas corno lasoberanía, la ciudadanía, las reformas social e institucional; sostuvo la ideade que el país debería organizarse según el modelo inglés, y propuso coninsistencia la remoción de la institución que consideraba como el mayorobstáculo para el ingreso del capitalismo. Sin embargo, y al mismo tiempo,fortaleció y promovió un modelo de modernización conservadora sobrela base de la elección del régimen monárquico y de la intervención delEstado. Observó el modelo europeo y sostuvo siempre que "los brasileñospertenecemos a América por el sedimento nuevo, fluctuante de nuestroespíritu, y a Europa por sus capas estratificadas" (Nabuco, 199.5: 35).
UNA ÉLITE INTELECTUAL COMPROMETIDA
La defensa de la unidad, de la centralización -a pesar de las diferenciasregionales- y de la monarquía en plena América fue una apuesta fundamental de la élite intelectual perteneciente al círculo monárquico y firmemente vinculada al Estado. Los tres intelectuales seleccionados representaron, cada uno a su manera, tipos ejemplares del pensamiento deuna élite decimonónica brasileña, que tenía en la corte de Río de Ianeirosu eje y su punto de referencia. Dado que no es posible abarcar la totalidad de los pensadores de la época monárquica, se optó por establecer unadivisión que cubriese el largo período imperial-el primer intelectual representa la generación que actuó en la independencia y durante el Primer Reinado; el segundo simboliza el apogeo del Segundo Reinado y su puestaen escena política; y, por último, el tercero refleja el lado más radical y almismo tiempo conservador del fin del imperio y del comienzo de la repú
blica-, así como su diversidad, que se refleja en las diferentes élites provenientes de distintas provincias -Sao Paulo, Río de [aneiro, Porto Alegre yRecife-, aun cuando todas convergieran en su actuación en la corte. Porotro lado, se los consideró como parte de una élite intelectual orgánica, fielcompañera del Estado, a un mismo tiempo su artífice y su resultado.Viviendo del llamado "bolsillo del emperador", esegrupo intelectual se vioescindido entre un modelo civilizatorio europeo y la realidad local, constreñida por la esclavitud y por la propiedad latifundista. Por ello, todos fueron "radicales", en el sentido de que propusieron proyectos de moderni-
TRES GENERACIONES Y UN LARGO IMPERIO I 385
zación, pero sin cuestionar nunca ni la monarquía ni su lugar central. Susmodelos preveían rupturas, pero sobre todo continuidades.
Ellos fueron los intelectuales de la corte que, a falta de un ambiente cortesano más autónomo, crearon una vida intelectual en ambientes efímeros, o bien optaron por la seguridad del Paco y asumieron puestos destacados en la jerarquía del Estado. En un país de colonización mestiza,estas élites intelectuales se blanquearon, así como intentaron blanquearla nacionalidad que imaginaban. Como Euclides da Cunha dijo en su libroA margen da historia, el Brasil tal vez sea la única nación fundada poruna teoría política. Los intelectuales locales nacieron de la crisis del Estadocolonial y como figuras de transición para los nuevos tiempos, y vislumbraron, ya sea por medio de la "copia" o de la "traducción", un mundomoderno. Constituyeron un cuerpo híbrido de pensadores, una red queaglutinaba arquitectos, historiadores, abogados, administradores y coleccionistas de lo exótico. Naturaleza y civilización constituían el par ide.alpara crear no sólo identidades noveladas, sino también las institucionesque intentarían dar forma a la nueva nacionalidad. Si bien la selecciónhecha aquí quizá haya sido arbitraria, no fue sin embargo aleatoria; conella se buscó delinear un perfil básicamente coherente de una élite intelectual por cierto conservadora. pero que desempeñó un papel central enla imagen que se construyó durante el imperio de un país, a partir de enronces, llamado Brasil.
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Nuevos espacios de formacióny actuación intelectual: prensa,asociaciones, esfera pública[1850-1900)Hilda Sabato
EL TEMA Y SUS LÍMITES
En elheterogéneo panorama político e institucional que presentan las naciones de Hispanoamérica en la segunda mitad del siglo XIX se distinguen, sinembargo, algunos procesos compartidos. Así, la centralización y la consolidación del Estado fue una característicade esteperíodo en toda la región, aunque con diferentes ritmos y resultados. En paralelo con esta transformación,tuvo lugar eldesarrollo de una sociedad civil relativamente autónoma, cuyosíntoma más evidente fue laexpansión de la actividad asociativay de la prensaindependiente, sobre todo en las principales ciudades, desde México hastaBuenos Aires. Asociaciones y prensa no actuaban solamente en el campolimitado de la representación, la defensa o la protección de los intereses ylas opiniones específicos de sus propias bases, sino que constituían tramasconectivasque atravesaban yarticulaban vertical yhorizontalmente a la sociedad. Creaban, además, espacios de interlocución con el Estado y las autoridades, constituyendo instancias decisivasen la formación de esferas públicas, propias de las repúblicas liberales en formación (Sabato, 1999, 2001).
En la gestación y la expansión de estas instituciones jugaron un papelfundamental quienes contaban con el capital y las destrezas intelectualesrequeridos para desempeñarse en la vida pública. Publicistas y letrados dediversos niveles encontraron un campo de acción en esos ámbitos, losque a su vez se convirtieron en lugares de entrenamiento, formación y desempeño de nuevos "intelectuales". Me propongo en este artículo analizar
esos espacios institucionales de surgimiento y de actuación de nuevas figuras letradas, así como el papel que ellas cumplieron en la constitución y elfuncionamiento de una esfera pública en la segunda mitad del siglo XIX.
La principal fuente de información e inspiración para este análisis es labibliografía reciente. En el marco de la renovación que en las últimas dos
388 I HiSTORIA DE LOS INTELECTUAlES EN AMtRICA LATINA
décadas ha tenido lugar en los estudios de historia política, intelectual y
cultural de América Latina, varios de los temas que aquí confluyen hansido materia de investigación y debate. Contamos con una producción relativamente amplia sobre las formas de sociabilidad, el asociacionismo, laprensa periódica y,más en general, la esfera y los espacios públicos, en diferentes lugares y momentos. Aunque los interrogantes que guían muchosde los trabajos disponibles difieren de los que orientan este texto, sus indagaciones, los materiales que reúnen y sus interpretaciones históricas seránla materia prima fundamental en este caso.
Esta opción impone algunos límites temáticos, temporales y geográficos a mi análisis, en la medida en que la literatura existente no ofrece unacobertura pareja en esos planos. Por lo tanto, en el tratamiento de lasdiferentes dimensiones tomaré aquellos casos para los que cuento conmayor densidad historiográfica. En principio, el énfasis estará puesto enlas ciudades, y entre ellas, serán México, Buenos Aires y Lima las que fungirán como fuentes y como ejemplos principales para la construcción delproblema, pero existe y he consultado bibliografía sobre otros lugaresque abonan en buena medida lo que aquí proponemos. Al mismo tiempo,el énfasis de este texto estará puesto en la búsqueda de rasgos compartidos por distintas sociedades latinoamericanas del período, por lo que lasdiferencias que sin duda existen entre ellas en relación con los aspectosaquí tratados quedarán ocultos o minimizados.
PRENSA PERIÓDICA Y ASOCIACIONES
Tanto el tema del asociacionismo como el de la prensa forman parte de laproblemática de la transición del antiguo régimen a la modernidad socialy política. Ya en el marco de propuestas más generales como las de IürgenHabermas (1965) y Reinhart Koselleck (1972), ya en el de formulacionesmás específicas, como las de Prancois-Xavier Guerra (1992; Guerra, Lempériere et al.,1998), la historiografía latinoamericana ha prestado atencióna esos temas en sus indagaciones sobre las décadas que siguieron a las revoluciones de independencia. Esos estudios revelan experiencias muy complejas y nada lineales de creación y difusión de nuevas formas de sociabilidad, así como de desarrollo de la imprenta y de una prensa escrita.
A partir de mediados del siglo XIX, en ambos planos los cambios resultan evidentes. En buena parte de América Latina se produjo una expansión sostenida de la actividad asociativa y de la prensa periódica que, aUTI-
PRENSA. ASOCIACiONES, ESFERA PÚBLICA (IB50-1900) I 389
que siguió mostrando altibajos y diferencias regionales, se convirtió enun dato fuerte de la vida social y política del período. Si bien no todas lasinterpretaciones consideran esta expansión como síntoma de la crecienteautonomía de la sociedad civil frente al Estado y de la formación de unaesfera pública, ellas coinciden en señalar el cambio cualitativo y cuantitativo que experimentaron estas instituciones en la segunda mitad del siglo.
«La asociación es la ideaque marchaa la vanguardiade la civilización universal... "Estas palabras del presidente de la Sociedad Tipográfica Bonaerense refieren a varios de los pilares de un ideario ampliamente compartido en elmomento en que fueron pronunciadas (1862) y que tenía sus antecedentes en las décadas anteriores (Sociedad Tipográfica Bonaerense, 1862).
Desde los tiempos de las revoluciones de independencia, por "asociación"se entendía la asociación voluntaria, que reunía individuos libres y autónomos, iguales entre sí, unidos por vínculos de tipo contractual en tornode un objetivo común. Eran formas de sociabilidad nacidas al calor de lamodernización social y política inaugurada por las Luces, y que se distinguían de las regidas por criterios de adscripción y tradición, como lascofradías y los gremios artesanales. propias de las sociedades del antiguorégimen. Para las élites ilustradas hispanoamericanas, estas nuevas asociaciones constituían espacios decisivos para la expansión de los valoresy las prácticas de la civilidad y de la vida cívica, en fin, de la "civilización".Por lo tanto, habían considerado la promoción del asociacionismo comoun aspecto decisivo de su misión civilizatoria, de sus acciones en pos dela construcción de un pueblo que pudiera hacerse cargo de las responsabilidades que habrían de corresponderle en el nuevo orden social y polí
tico impulsado por ellas.La cita es, sin embargo, bastante posterior, y para mediados del siglo XIX
las mismas palabras habían adquirido nuevos sentidos. Por entonces, lasasociaciones se expandían no sólo por la voluntad y el voluntarismo delas élites, sino cada vez más por iniciativa de quienes, desde diferentes lugares del espectro social y cultural, las entendían como instancias efectivasde autoorganización para atender a problemas concretos de la esfera privada y para intervenir en la vida pública. Como espacios autónomos, igualitarios, autogobernados y solidarios, se los consideraba baluartes en laconstrucción de una sociedad libre, republicana y fraterna. Por lo tanto,no s610eran escuelas de civismo y civilidad, sino también ejemplos ("van
guardia") de funcionamiento republicano.
390 I HISTORIA DE LOS INTEUCTUALES EN AMERICA LATINA
Si bien esta concepción tuvo sus variantes y sus límites sociales, geográ
ficos y temporales, lo cierto es que alimentó un entusiasmo asociacionista
que marcó las décadas centrales dc la segunda mitad del siglo XIX. En lasprincipales ciudades, surgieron y se desarrollaron cientos de iniciativas, que
abarcaban esferas muy diferentes de la actividad social. Así se crearon socie
dades de ayuda mutua, clubes sociales, culturales y deportivos, logias masó
nicas, asociaciones de inmigrantes, círculos literarios, sociedades profesio
nales, agrupaciones festivas, organizaciones de beneficencia, asociacionesde empresarios, y también comisiones y comités de índole más efímera
(Agulhon, Bravo Lira et al., 1992;Del Águila, 1997;Forment, 2003; Garete
Bryce, 2004; Gazmuri, 1992; González Bernardo, 2000; Guerra, 1992;Guerra,Lcmpériere et al., 1998; Gutiérrez, 1995; McEvoy,1997;Muecke, 2004; Myers,
1995;Palti, 20°3, 2005; Romero, 1997;Sabato, 1998,2002).
Desde la temprana década de 1850,la actividad asociativa atraía a gentes muy diversas. En Lima, por ejemplo, por entonces un grupo de médi
cos creaban la Sociedad de Medicina Legal, algunos músicos organizaban
la Sociedad Filarmónica Santa Cecilia, inmigrantes italianos y franceses
formaban, respectivamente, la Sociedad Beneficencia Italiana y la Société
Francaise de Secours Mutucls y los tipógrafos se reunían en una sociedad
de socorros mutuos (García-Bryce, 2004: 1I6-117). Esta diversidad se amplia
ría en las décadas siguientes, al compás de la expansión de las iniciativas.Algo semejante ocurría en México y en Buenos Aires, Santiago de Chile y
Bogotá, entre otras. Es difícil saber cuánta gente se involucró en estas prác
ticas, pues no existen cifras confiables de participación y cobertura. Los
datos disponibles hablan del crecimiento sostenido en el número de las
asociaciones y de los asociados, así como de una presencia institucionalactiva y visible en la vida pública.
Según Carlos Forment (2003: 239-243), entre 1857 y 1881 se crearon enMéxico alrededor dc mil cuatrocientas asociaciones de las que él denomina
cívicas. Más de la mitad habían surgido en la última década de ese perío
do, pero ya en 1867El Monitor Republicano observaba: "Por todas partes
brotan sociedades artísticas, congresos científicos, asociaciones de obre
ros ... " (Palti, 2005: 307-3(8). En el Perú,las cifras son menores; entre 1856y 1885, Forment (2003: 285-290) encuentra unas trescientas cincuenta socie
dades de ese tipo, la mayoría de las cuales también habían surgido durante
los últimos diez años. No tenemos datos equivalentes para la Argentina,
pero se habla de más de doscientas sociedades de ayuda mutua existentes
en Buenos Aires a fines de la década de 1880, y la información cualitativadisponible sugiere una actividad asociativa intensa para esos años, no sólo
en la capital sino también en otras ciudades y pueblos del país (Sabato, 1998).
PRENSA, ASOCIACIONES, ESFERA PÚBLICA (1850-1900) I 391
A medida que se afianzaba, la actividad asociativa funcionaba comoun tejido conectivo a través del cual sectores amplios de la población podían
satisfacer necesidades concretas surgidas de las nuevas relaciones econó
micas y sociales, construir lazos de pertenencia y solidaridad, representar
y defender intereses sectoriales, desarrollar actividades recreativas, festi
vas y culturales, actuar colectivamente en el espacio público. Al mismo
tiempo, las asociaciones en general trascendían sus objetivos específicos y
aspiraban a inscribirse en el movimiento progresivo que suponía el asociacionismo corno propuesta civilizatoria.
Dada la cantidad y la variedad de asociaciones que funcionaron enton
ces, así como las diferencias existentes entre lugares y momentos aquí con
siderados, es difícil generalizar acerca de sus características. Se pueden
subrayar, sin embargo, algunos de los rasgos más sobresalientes para lasdécadas centrales de la segunda mitad del siglo XIX.
En primer lugar, la difusión de las prácticas asociativas se dio entre
sectores muy diversos, tanto social corno culturalmente. Hubo, sin embargo,
una mayor predisposición para asociarse entre la población urbana ubi
cada en los niveles intermedios de la pirámide social y un predominio masculino, pues las mujeres estaban directamente excluidas de muchas enti
dades y en otras sólo ocupaban lugares marginales.
En segundo lugar, desde el punto de vista de su composición social, lamayor parte de las asociaciones aspiraban a cruzar verticalmente parte
del espectro social y a abarcar varios de sus tramos. Así ocurría, por ejem
plo, con la mayoría de las sociedades de ayuda mutua, de gran importan
cia en este período. Las que agrupaban a sectores artesanales en generalincluían a todo el escalafón de la actividad respectiva, y las que fundaban
los inmigrantes buscaban atraer a todos los integrantes del grupo nacio
nal respectivo, sin distinción de clase (García-Bryce, 2004; Illades, 1996;
Sabato, 2002). Las logias masónicas, las sociedades patrióticas o aun algu
nas asociaciones profesionales, mantenían también alguna heterogenei
dad social en su reclutamiento y composición (Forment, 2003; Palti, 2005).En ese contexto, las entidades que, corno algunos clubes sociales, se recor
taban en términos de clase eran más la excepción que la regla.
Existía, en tercer lugar, un cuidado compartido por la organización y el
funcionamiento de cada institución, que se suponía debía fundarse sobre
reglas de juego democráticas. La igualdad de derechos no impidió, por
cierto.Ia cristalización de jerarquías, y el cuarto aspecto a señalar es, precisamente, la constitución de dirigencias en el interior de cada nuclea
miento y la frecuencia de conflictos entre grupos que aspiraban a alcan
zar ese lugar.
392 I HISTORIA DE LOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA
Finalmente, un rasgo fundamental del asociacionismo fue que ocupóun importante lugar en la vida pública nacional. Lamayor parte de las asociaciones se proponían cumplir con sus objetivos iniciales pero desarrollaban a la vez una serie de actividades más generales que las transformaban en actores de esa vida pública. Más allá de su composición y de susfines específicos, aspiraban a intervenir en los debates que referían al conjunto social. Las instituciones y sus dirigencias fueron definiendo así espacios comunes de actuación e interconexión; dialogaban entre sí y generaban un intercambio y una circulación interasociativos muy intensos, queen muchos casos alcanzaban dimensión nacional. Cada sociedad se reconocía parte de un movimiento asociativo mayor, plural pero a la vez unificado en torno a principios de organización y acción comunes.
Hacia fines de! siglo XIX, las prácticas asociativas eran, en casi todas partes, cada vez más vigorosas, involucrando a sectores que hasta entonceshabían permanecido en sus márgenes (sociales, espaciales). Al mismotiempo, comenzaban a hacerse evidentes algunos cambios en los que habíansido hasta entonces sus rasgos distintivos. Si bien esa expansión se hizosiguiendo la matriz organizativa previa, fue acompañada por una crecientefragmentación. Lasasociaciones parecían representar cada vezmás los múltiples y variados intereses particulares de una sociedad civil que día a díase hacía más compleja. En el plano interno, cada una de ellas fue recortando su perfil social o corporativo de manera más estricta y concentrandosu actividad en la defensa sectorial. Así, al calor de las transformacionesen los lenguajes y en las prácticas políticas del fin de siglo, las asociaciones actuarían en la vida pública más en función de sus metas singularesque en nombre de algún movimiento que las subsumiera. O en todo caso,sus afiliaciones en algún espacio mayor se harían a partir de negociaciones e identificaciones que no se fundaban ya en e! credo asociativo civilizatorio sino en afinidades e intercambios más específicos (Sabato, 2002;
Palti,2005)
"Por todas partes brotan diarios... "
Éste era en 1871eldiagnóstico del periódico mexicano El Mensajero (Palti,2003: 941). Poco antes, La Tribuna daba cuenta del mismo fenómeno enla Argentina cuando apuntaba que "hay algo extraordinario y maravilloso en el rápido desarrollo que ha experimentado la prensa en los últimos años" (La Tribuna, 12 de abril de 1865). Expresiones semejantes seencuentran en toda la región y reflejan no sólo un dato empírico comprobable sino también una aspiración, la del florecimiento de una insti-
PRENSA, ASOCIACIONES, ESHRA PÚBLICA (1850-1900) I 393
tución que aparecía como "primer instrumento de civilización" (La Tri
buna, 12 de abril de 1865). También en este caso, como en el de las asociaciones, ese prestigio se remontaba a las primeras décadas del siglo XIX y ala aparición de la "opinión pública" como figura clave para las élites ilustradas posrevolucionarias en sus ensayos de construcción de nuevas comunidades políticas fundadas sobre el principio de la soberanía popular. Enese marco, el periodismo puede pensarse, según Julio Ramos (20 03: 125),
como "el lugar donde se formaliza la polis, la vida pública en vías de racionalización". Para la segunda mitad del siglo, a la vez que ese prestigio original comenzaba a horadarse, surgían nuevos estímulos y razones para la
expansión de la prensa escrita.Durante las últimas décadas coloniales habían circulado algunas hojas
manuscritas e impresas oficiales y de tipo informativo en varios lugaresdel espacio hispanoamericano. Fue, sin embargo, en la etapa revolucionaria yen el período subsiguiente cuando la prensa experimentó unimpulso fuerte, en principio como mecanismo de propaganda y de apoyoal nuevo gobierno. Más tarde, hubo prensa oficial, paraoficial y, en algunos momentos, opositora, pero siempre estuvo muy ligada a las élites políticas y letradas en sus diversas manifestaciones. La publicación de periódicos fue muy irregular y estuvo sujeta muchas veces a controles oficiales,censuras e intimidación. Asimismo, aun cuando hubo momentos y lugares en los que se multiplicaban las ediciones, habría que tener en cuentael alcance de su distribución. La mayor parte de las publicaciones erande muy corta vida y escasa circulación, limitada con frecuencia a los sectores más acomodados de la población. De todas maneras, su influenciatrascendía el círculo estricto de quienes las compraban y podían leerlas.En primer lugar, porque funcionó como un espacio de expresión política,tanto cuando elconflicto se expresaba directamente en sus páginas, comocuando la censura admitía sólo el discurso oficialista. También, porquelos periódicos no eran leídos de manera exclusivamente individual. Así,en cafés y en sociedades de lectura se generaban sesiones de discusión delos artículos de la prensa, mientras que algo semejante ocurría en laspulperías y en las chicherfas, o aun en la calle, donde no faltaba quienleyera en voz alta para beneficio de la mayoría analfabeta. Finalmente,porque algunos periódicos también cumplían otras funciones no vinculadas a la política, que podían ser útiles para cierto público, como porejemplo la de informar sobre comercio y navegación, o la de difundir noti
cias extranjeras, entre otras.El florecimiento de la prensa llegaría en la segunda mitad del siglo XIX,
con la multiplicación de diarios, periódicos, revistas e impresos de diverso
394 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES eN AMÉRICA LATINA
tipo, aunque esa expansión no se dio de manera lineal y tuvo sus altiba
jos. Carlos Forment (2003: 385-387, 404-405) contabilizó para México entre1857 y 1886 un total de 1.104 periódicos, la mayoría de los cuales aparecieron entre 1867 y 1881. Para el Perú, por su parte, encontró un total de 211
fundados entre 1856 y 1875, con una caída importante después de esa fechacomo consecuencia de la guerra del Pacífico. En la Argentina, los datos paraBuenos Aires son los más confiables. Allí, el entusiasmo editorial despuésde las restricciones a la prensa sufridas durante la gobernación de don JuanManuel de Rosas fue inmediato. Elmismo año de su desplazamiento (1852),
se editaron treinta periódicos en la ciudad, la mayoría de corta vida (Myers.1995).Veinticinco años más tarde, Ernesto Quesada (1883: 87) daba la cifrade 83 publicaciones, algunas de las cuales alcanzarían larga duración y sostenido público. Para 1887, dos de esos diarios, La Nación y La Prensa, tiraban 18.000 ejemplares cada uno, mientras los demás periódicos estabancasi todos por debajo de los 10.000. En conjunto, las cifras son sorprendentes: se producía un ejemplar de diario por cada cuatro habitantes porteños, lo que ponía a Buenos Aires entre las ciudades del mundo mejorcubiertas en ese terreno (Sabato, 1998: 62).
"Aquí todo elmundo lee los diarios [... 1desde elmás encumbrado personaje hasta el más humilde changador, todos leen gacetas." Esta imagende Quesada (1883: 75) puede ser exagerada, pero lo cierto es que el públicolector tenía que ser bastante amplio para consumir la cantidad de periódicos que se publicaban en Buenos Aires. La población que sabía leer yescribir iba en aumento. Aunque con variaciones importantes entre unlugar y otro, el alfabetismo crecía también en los demás países de la región.Aumentaba, por lo tanto, el público potencial, aunque su ampliaciónreal dependía sobre todo de la capacidad de la prensa para convertirse enun escenario de debates, información e intercambios y de crear su propio público.
Pero, ¿quién editaba tanto periódico? Y ¿para qué? La prensa fue, sobretodo, una pieza clave de los proyectos de modernización social y políticadel siglo XIX. Por un lado, como vimos, en términos normativos, era considerada un instrumento fundamental para eldesarrollo de las formas republicanas de gobierno, así como de difusión de la racionalidad y la culturaletrada. A ella correspondía representar a la vezque forjar la opinión pública.La libertad de prensa iba asociada a esa función, de manera que fue muchasvecesproclamada y otras tantas vulnerada, pero estuvo siempre en el debatepúblico. Por otro lado, en los diarios se desplegaba el discurso político. Eldiálogo y la discusión entre personajes y grupos tenía lugar en la prensa;los dirigentes o aspirantes a dirigentes solían escribir en los periódicos, lo
PRENSA, ASOCIACIONES, ESFtRA PÚBLICA (1850-1900) I 395
que los constituía en un verdadero escenario de la vida política. Ésta, porsu parte, se hizo pública a través de los diarios. La palabra y hasta la imagen de los políticos (retratos, caricaturas) llegaban así a sectores más ampliosque los que estaban involucrados en el juego partidario. Cada diario generaba su comunidad de lectores, reforzando entre ellos una identidad política previa o contribuyendo a crearla. Finalmente, los diarios eran ellosmismos actores políticos en la medida en que sus intervenciones estaban"destinadas a generar hechos políticos, esto es, tramar intrigas, generar
alianzas, o bien minadas, etc," (Palti, 2003: 968).
Por todo ello, la prensa se convirtió en un instrumento insoslayable nosólo para los gobiernos (y sus diferentes sectores) sino también para cualquier personaje, grupo o partido que quisiera tener un lugar en la vida politica. Todos ellos hacían esfuerzos enormes para editar un diario propio, ala vez que presionaban y cultivaban a otros editores para conseguir espacios y apoyos en otros periódicos. Durante décadas, los subsidios oficialesy las suscripciones fueron el sostén económico de la mayor parte de estaspublicaciones, lo que contribuía a atar la suerte de las mismas a sus relaciones con el mundo político. Al mismo tiempo, las necesidades de éstecreaban oportunidades para quienes, sin pertenecer a él, comenzaron ahacer del periodismo una profesión y hasta un negocio. Las crónicas de laépoca abundan en denuncias y críticas a esta prensa política consideradatemible por su poder, mercenaria por su disposición a cambiar de bandoy escandalosa por su propensión a inflar polémicas y disputas. Y cada vezmás alejada del modelo ilustrado de la opinión pública. Así, un personajede El cuartopoder le aconseja burlonamente al protagonista, por iniciarseen el periodismo: "Nada, no abrirá usted la boca sin que sea en nombrede la tal señora [la opinión públicaJ, que es persona decente, por más que
ande en manos de todo el mundo" (Rabasa, 1949: 42).Este panorama de una prensa prolífica, pero a la vez dependiente de la
competencia y de los conflictos en el seno de las élites políticas, propio demediados del siglo XIX, pronto comenzó a experimentar cambios. En primer lugar, fueron surgiendo publicaciones que tenían otros orígenes yaspiraciones: periódicos comerciales, científicos, literarios, de colectividadesextranjeras, de grupos de artesanos y de asociaciones diversas tuvieron creciente presencia en los principales centros urbanos. Éstos ya no eran necesariamente el producto de iniciativas de las élites políticas letradas, ni esta
ban atados a ellas, pero no eran ajenos a los debates sobre la vida nacional.Se amplió así elespacio de discusión pública, donde circulaban ahora nuevas opiniones y se expresaban intereses diversos. Para 1875, el diario argen
tino La Tribuna encontraba que
396 I ~ISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
No hay gremio social ni político que no tenga su órgano propio en laprensa de Buenos Aires. Liberales, reaccionarios, gubernistas, anarquistas, gentes sensatas e ilustradas, tilingos, todos, enteramente todos,hasta los diversos grupos de pobladores estrangeros tienen su periódicorepresentante o encargado de representar sus intereses (12 de septiembre de 1875).
Esta cita referida a Buenos Aires podría aplicarse también a otros lugaresde América Latina, donde editar un periódico se convirtió en un mediopara actuar en un debate público ampliado, que ya no estaba monopolizado por la élite letrada.
En segundo lugar, los mismos diarios "políticos" fueron cambiandosus formatos y sus contenidos. Sibien siempre hubo un lugar para los órganos de combate, propios de tiempos electorales, los principales periódicos de origen partidario se convirtieron en artefactos bastante más complejos. La cobertura se amplió de manera que, además de los editoriales ylas notas sobre política, con el sesgo correspondiente, empezaron a incluirinformaciones locales y noticias del exterior, secciones sobre movimientomercantil nacional y de ultramar, piezas literarias, en general bajo la formadel folletín, y avisos comerciales y sociales. Se aspiraba a llegar a un públicomás vasto que el constituido por los simpatizantes y los militantes de laparcialidad respectiva, no sólo como táctica para atraer adhesiones políticas sino como método para ganar lectores. Éstos integraban ese públicoal que los periódicos cortejaban, pues su prestigio y también sus ventasdependían de él. Para aumentar las fuentes autónoma" de ingreso, se modificaron los sistemas de distribución y venta, y aunque suscripciones y
subsidios siguieron operando fuerte, muchos diarios instrumentaron laventa callejera.
De esta manera, hacia la década de 1870 en varias de las principalesciudades de América Latina encontramos una prensa bastante más diversificada y compleja que veinte años antes. En los veinte años siguientes,esta prensa experimentaría un nuevo proceso de cambio o de "modernización", como lo denominan los estudiosos del caso. Se produciría entonces un quiebre en las relaciones entre política y prensa, así como entreliteratura y prensa, siguiendo un camino de especialización que habría dellevar a una mayor autonomía para los dos términos de ambas duplas. Elencumbramiento de la noticia y la aparición de la figura del reporter asociados al deber de informar de manera autónoma darían a los diarios defin de siglo nuevas funciones, mientras que la introducción de nuevastecnologías y métodos de trabajo los convertirían en verdaderas ernpre-
PRENSA, ASOCIACIONES, ESfERA PÚBLICA (18)0-1900) I 397
sas. Los lectores habrían de devenir así en clientes en un mercado competitivo en que los distintos periódicos ofrecerían sus servicios. Claro que loscambios no fueron tan abruptos. Y si bien diarios como La Nación en laArgentina o EL Imparcial en México sin duda eligieron elcamino de la modernización arriba descrito, no por ello cortaron sus vínculos políticos. Enel caso del primero de ellos, esa conexión se dio con muchas mediaciones, mientras que en el del segundo, se ha señalado que la innovación queintrodujo EL Imparcial en el periodismo mexicano fue posible gracias alsubsidio recibido de la Secretaría de Hacienda del gobierno nacional(Ramos, 2003; Sabato, 1998; Piccato, 2005: 169)
Cuadros institucionales y dirigencias cívicasLa expansión de la vida asociativa y de la prensa periódica fueron procesos paralelos y a la vez interconectados. En efecto, periódicos y asociaciones surgieron crecientemente de la iniciativa de autoorganización de sectores diversos de la población de las principales ciudades latinoamericanas,pero también por estímulo y acción estatales. Estas instituciones coincidían en un conjunto de principios y metas relacionadas con el lugar queles correspondía en la república liberal y en la sociedad moderna. Compartían, además de un público potencial, parte de sus bases efectivas y desus dirigencias. Su accionar no sólo estaba dirigido a atender a sus asociados, sino también a movilizarlos para actuar en un terreno que trascendiera a cada institución individual bajo la figura colectiva del público. Ensu nombre, diferentes sectores expresaban sus opiniones y presentaban susreclamos a través de sus asociaciones y sus periódicos y también de maneramás directa, desplegando una presencia física en los espacios cívicos delas ciudades. Se constituían así, como dijimos, tramas conectivas que atravesaban la sociedad, a la vez que establecían complejos diálogos y relaciones con el Estado y el poder político.
En la creación y puesta en marcha de asociaciones y prensa la organización fue un aspecto fundamental. Mucha gente se volcaba a las instituciones por su propia y libre voluntad. Pero la iniciativa provenía de un conjunto más reducido de personas que ejercían una suerte de liderazgo cívicoque en todas partes fue el motor de la vida institucional. En el caso de lasasociaciones, la igualdad de todos los miembros, la libertad de expresióny de deliberación y la elección de autoridades a través de procedimientosdemocráticos constituían la base sobre la cual se fundaba el credo institucional. Pero esa igualdad fundacional no excluía la cristalización de jerarquías, la formación de verdaderas élites y aun la consolidación de cliente-
398 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
las en torno de ciertas figuras. Esa estratificación se vinculaba sobre todocon las capacidades y los recursos desplegados por los actores en el pro
ceso mismo de organización asociativa. En esos lugares se destacaron
muchas veces quienes contaban con algún capital intelectual previo <pro
fesionales, escritores, publicistas, maestros- y quienes articulaban redes de
relaciones sociales, como comerciantes locales, oficiales artesanos, médi
cos y farmacéuticos, entre otros. Ellos constituyeron las dirigencias de cada
asociación y del movimiento asociativo en su conjunto. La ocupación deesos lugares requería, a su vez, del ejercicio y el despliegue de destrezas inte
lectuales, pues los dirigentes debían saber hablar en las reuniones, presi
dir una sesión, escribir un documento, además de moverse con cierta sol
tura en la vida pública. A su vez, la propia práctica en ese mundo podía
brindar, a quienes no contaban con formación previa, los canales y los ins
trumentos para adquirirla.En cuanto a la prensa, su historia es algo diferente, pues desde sus comien
zos fue el ámbito por excelencia de actuación de las elites letradas. Los perió
dicos de América Latina fueron, durante la primera mitad del siglo, un espa
cio de producción intelectual e intervención política de toda una generación
de publicistas y letrados, desde Florencio Yarda (1807-1848) y Juan Bau
tista Alberdi (1810-1884) en el Rio de la Plata hasta Fernández de Lizardi
(1776-1827), José Maria Luis Mora (1794-1850) e Ignacio Ramírez (1818-1879)en México. También en las décadas siguientes la prensa seguiría albergando
ese tipo de producción, pero la creciente intervención de los diarios como
actores de la lucha política y la necesidad consecuente de intensificar la pre
sencia en el debate público abrieron espacios para la expansión de figuras
menos visibles hasta entonces, la del redactor y periodista profesional y la
del editor o empresario de periódicos. Así, habría cada vez más lugar enla prensa para figuras como Juan de Quiñones, el protagonista ficcional
de la novela de Rabasa (1949),o como los personajes reales citados por Tulio
Halperin Donghi (1985: 145),que tuvieron la profesión periodística
como marco irrevocable para sus carreras, fuesen éstas l ...] las de empresarios de periódicos -asi, Federico de la Barra, Evaristo Carricgo. Fran
cisco Bilbao o Héctor Varela- o de trabajadores de la pluma que sólo
episódicamente se emancipaban de la dirección ajena, desde Olegario
Andrade hasta Agustín de Vedia.
Al mismo tiempo, la creación de una prensa que no se originaba en elmundo político alimentaba otros circuitos de formación y reproducción
de redactores y editores. La publicación de un periódico no era tarea sen-
PRENSA, ASOCIACIONES, ESfERA PÚBLICA (1850-1900) I 399
cilla y exigía de sus promotores conocimientos y dinero. Podían recurrira imprentas de terceros para eludir los problemas técnicos, la compra de
máquinas y la contratación de trabajadores especializados, o iniciar una
empresa propia. Pero en cualquier caso, para montar un periódico relati
vamente exitoso tenían que conocer o aprender "las reglas del género" (Hal
perin Donghi, 1985). La índole de la tarea atraía, en principio, a quienes
contaban con algún capital intelectual inicial. A su vez, la práctica mismade escribir regularmente, el contacto con gentes de distintos ambientes y
lugares: y una visibilidad pública permanente eran exigencias cotidianas
que los productores de periódicos debían cumplir, más allá de sus destre
zas originales. La prensa se constituía así no sólo en un espacio de entre
namiento profesional sino también en un canal de formación intelectualen sentido más amplio.
La transformación de la prensa a fines del siglo XIX traería otros cam
bios, como la mayor profesionalización (y proletarización, dirán algu
nos) de los periodistas. una creciente tecnificación de los procesos de
producción, una organización empresaria más moderna y, finalmente, la
articulación más estrecha con un mercado en consolidación. Sobre todo,la relativa autonomización del campo intelectual modificaría las relacio
nes entre la prensa y los intelectuales.
NUEVOS "INTELECTUALES"
Este recorrido por las instituciones que fueron parte de procesos (más o
menos exitosos, según el caso) de construcción de esferas públicas en la
región ha tenido por objeto llamar la atención sobre ciertas estructuras
materiales y redes institucionales que tuvieron un lugar en la formación y
la actuación de publicistas y letrados en la segunda mitad del siglo XIX.
No fueron las únicas, pero sí las que caracterizaron una etapa que trajonovedades importantes en los mecanismos y las trayectorias que se abrían
para la adquisición y el ejercicio de capacidades, saberes y destrezas inte
lectuales. La consolidación de la república liberal abrió espacios para esa
transformación, en la medida en que la generación de opinión pública y
la expansión de la participación política en el marco de disputas por la
construcción de un orden hegemónico crearon demandas crecientes en eseterreno. Surgieron así nuevos "intelectuales", diferentes a los tradicionales
letrados, tanto por su proveniencia como por su formación y su actua
ción (Grarnsci, 1966).
400 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
De los ejemplos posibles para ilustrar esta parte de nuestra historia delos intelectuales elegí tres casos que refieren a las posibles trayectorias abier
tas por las nuevas instituciones de la esfera pública. No trato aquí de dar
cuenta de las carreras de los publicistas más prestigiosos de la época, pues
sus mecanismos son los más conocidos. Me interesa, en cambio, abrir la
interrogación sobre los caminos menos estudiados, aquellos que se abrie
ron para quienes no pertenecían a las élites políticas y culturales pero quea través de la experiencia institucional y la actividad cívica se formaron
como una suerte de nuevos "intelectuales" y se integraron a los circuitos
ampliados de la esfera pública.
Un artesano de Lima
Las asociaciones de ayuda mutua de artesanos tuvieron su momento de
esplendor en el Perú liberal de las décadas de ]860 y 1870. Su objetivo cen
tral era el de reunir fondos entre sus miembros para crear, para ellos y
sus familiares, mecanismos de asistencia en materia de salud y enferme
dad, protección en casos de desempleo e invalidez y, a veces, ahorro y
apoyo educativo. Como en otros lugares de América Latina, la primera
de estas sociedades que perduró en el tiempo fue la Tipográfica de Auxi
lios Mutuales, fundada en 1855, que quince años más tarde reunía unosquinientos miembros, entre los cuales figuraba una amplia gama de tra
bajadores de oficios vinculados a la industria de la edición, e incluía tam
bién a editores y directores de periódicos. Otras siguieron, relacionadascon diferentes oficios, además de las más abarcadoras Sociedad de Arte
sanos de Auxilios Mutuos y Sociedad Fraternal de Artesanos, creadas en
]860 (García-Bryce, 2004: 116-119: Muecke, 2004: 48-49).
El éxito de estas instituciones se vinculaba no sólo con su capacidad para
atender necesidades específicas, sino con el papel que estaban llamadas a
cumplir en la vida de la república. En ellas se cruzaban tres motivos caros
a varias de las vertientes del liberalismo en boga por entonces: el asociacionismo, la ayuda mutua y la figura del "artesano". A los principios de soli
daridad a los que referían los dos primeros, se sumaba la evocación del tra
bajo productivo encarnado en la última. Ésta remitía a un 'actor social
concreto, los trabajadores de diferentes oficios que, habiendo roto con
sus identidades pasadas vinculadas a los gremios coloniales y de las prime
ras décadas posrevolucionarias, buscaban redefinir su identidad colectiva
a la vez que su lugar social en sociedades en plena modernización capitalista. Pero también evocaba, para las élites liberales y también del propio
movimiento asociativo, una figura política y social ideal, pues represen-
PRENSA. ASOCIACIONES, ESFfRA PÚBLICA (1850-1900) I 401
taba el ciudadano trabajador moderno, productivo, titular de derechosen la república y partícipe de la vida política.
En el Perú, como en otros lugares de América Latina, esta combina
ción reformulaba una ecuación anterior explosiva. A mediados de siglo y
como eco de las revoluciones del '48, sectores radicalizados de las élitespolíticas e intelectuales de Lima, Bogotá y Santiago de Chile, entre otros
lugares, habían apelado a sectores trabajadores identificados con la tradi
ción del artesanado para protestar contra el orden establecido. Protago
nizaron entonces violentas protestas que fueron en general reprimidas.
Una década más tarde, y con otro escenario político y social, los artesanos
de Lima se organizaban pacíficamente en torno a las sociedades de ayuda
mutua, mientras las dirigencias políticas recurrían a ellos y a sus figurasideales para forjar nuevas combinaciones en la era del civilismo.
En ese marco, las asociaciones de artesanos hicieron ayuda mutua pero
también contribuyeron a redefinir una identidad colectiva, en tanto tra
bajadores colocados "dentro de los confines de la sociedad respetable", por
encima de la "plebe" y de los sin trabajo (García-Bryce, 2004: 12]). Ade
más, establecieron estrechos contactos personales e institucionales consectores de la élite limeña, así como con el resto del espectro asociativo
de la ciudad. Participaban en ceremonias cívicas, conmemoraciones patrió
ticas y otras celebraciones colectivas. Finalmente, tuvieron una interven
ción directa en la vida política, especialmente a través de sus conexiones
con el Partido Civilista, que llevaría al poder al presidente Manuel Pardo
(1872-1876). Varios importantes dirigentes asociativos integraron las hues
tes de ese partido y llegaron a ocupar lugares en el Congreso de la Nación(McEvoy, 1997: Muecke, 2004).
Las sociedades de artesanos fueron espacios materiales de formación yadquisición de capital intelectual de nuevas figuras públicas y políticas.
Entre muchas otras, la trayectoria de José Enrique del Campo resulta ilus
trativa. Nacido en 1836, su padre había sido fiscal y su madre venía de una
familia con estudios. Aunque quería ser médico como su tío, dificultades
financieras se lo impidieron y lo llevaron por otros caminos. Aprendió eloficio de tipógrafo y trabajó corno administrador de imprentas. Fue unode los fundadores de la Sociedad Tipográfica de Auxilios Mutuos, donde
lo eligieron presidente permanente. También fue editor y redactor de ElObrero, periódico semanal publicado entre 1875 y 1877que sucedía a ElArte'lano, ambos vinculados a la Tipográfica y a la Sociedad de Artesanos. Se
trataba de un órgano que proclamaba ser la voz de los trabajadores, a la
\feZ que buscaba incidir sobre sus ideas, sus hábitos y sus identidades polí
ticas y culturales. Abogaba por una participación activa de los artesanos
402 1 HISTORIA DE LOS INTELECTUALES HI AMERICA LATINA
en la vida ciudadana y los incitaba a involucrarse en ella de manera autónoma. Sin embargo, y en tensión con esa postura, desplegaba una adhesión clara a los valores liberales. Para sumarse a la marcha del progreso,los trabajadores debían cultivar su espíritu, modificar hábitos cotidianosy combatir rituales y costumbres no acordes con la civilización. Tambiénlos incitaba a sumarse a las filas del Partido Civilista.
Desde sus orígenes en las capas medias-bajas de la sociedad peruana,Del Campo recorrió el camino que lo llevó desde uno de los oficios máscalificados y respetados en la época, el de tipógrafo, a organizador de laasociación de ayuda mutua y editor de periódico. Como intelectual "orgánico" ligado a los artesanos, reales e ideales, a quienes buscó a la vez formar y representar (Gramsci, 1966), se convirtió en una figura pública importante que se vinculó a la vida política más allá de su grupo de origen. Fuereclutado por el civilismo, en cuyo seno llegó hasta los órganos ejecutivosdel partido, y murió (1881) en ejercicio de una función cívica y patrióticapor excelencia, mientras servía en la Guardia Nacional durante la Guerra
del Pacífico.
Una colectividad y una causaA partir de mediados del siglo XIX la inmigración dio a la ciudad de Buenos Aires su carácter distintivo. Muy pronto, más de la mitad de sus habitantes habían nacido en el extranjero; una mayoría provenía entonces dela península itálica, otros muchos de España y el resto de Francia, Irlanda,Alemania y otras regiones de Europa, y en menor medida de América.
No sorprende pues que en el paisaje asociativo de la ciudad de BuenosAires se destacaran desde temprano las sociedades de ayuda mutua organizadas por inmigrantes. Las primeras de este tipo surgieron a mediadosde siglo, creadas por franceses yespanoles, pero a poco andar las que nucleaban a la población de origen italiano fueron las más numerosas. En 1858
se fundó Unione e Benevolenza, que aún existe y que surgió como institución "italiana" antes de que Italia se constituyera como Estado unificado.Algo más tarde las iniciativas se multiplicaron y para 1880 había unascuarenta y cinco mutuales italianas, que asociaban alrededor-de un terciode los hombres italianos adultos residentes en la ciudad (Sabato, 2002: 108;
Devoto, 1994). Si bien incluían a gentes de todos los sectores sociales, predominaban los trabajadores manuales y no manuales calificados por sobrecomerciantes y profesionales, que en cambio tenían una presencia importante en el nivel dirigente. Aunque minoritarios, estos últimos fueron relevantes en la construcción institucional, así como en la inserción de las aso-
PRENSA. ASOCIACIONES, E}FERA PÚBLICA (1850-1900) I 403
ciaciones en la vida pública porteña. Algunas figuras pioneras eran, además, emigrados políticos de las guerras de unificación en Italia.
Como en el caso de las sociedades de artesanos de Lima, las de inmigrantes italianos en Buenos Aires fueron parte de un movimiento asociativo que se inscribía en una propuesta civilizatoria compartida por ampliossectores de la población. Desde el principio, su campo de acción fue muchomás allá del propósito explícito de la ayuda mutua, para abarcar esferas másamplias de la vida social y cultural de su base societaria y para interveniren la vida pública, así como para dar unidad y organización al heterogéneo conjunto de los inmigrantes (Cibotti, 1988; Sabato y Cibotti, 1990).
La prensa fue un actor fundamental en toda esta historia. En los primeros tiempos, la dirigencia asociativa encontró en periódicos porteños cornoLa Tribunay La Nación Argentina (y más tarde La Nación), un lugar parala promoción de sus ideasy de sus objetivos, relación que se mantuvo durantedécadas. A partir de fines de la década de 1860, iniciaron la edición de diarios propios: La Nazione Italiana, fundado a fines de 1868; L'Operario Italiano, en 1872;LaPatria, en 1877,denominado LaPatria Italianay más tardeLa Patria degliItaliani; L'AmicodelPopolo. en 1879; La NazioneItaliana,en1882y en 1889 el matutino Roma (Cibotti, 1994). Estos periódicos alcanzaron una alta circulación entre los inmigrantes a la vez que formaron partedel circuito de la prensa local: sus informaciones eran retomadas por otrosdiarios, se establecían diálogos entre unos y otros, sus redactores eran, enfin, reconocidos partícipes del espacio periodístico porteño.
Como se ve, en Buenos Aires se formó una densa trama de instituciones que aspiraban a nuclear y a representar a los inmigrantes italianos, y
fueron exitosas en reunir a una base amplia y en movilizarla tanto en tornoa causas propias, como alrededor de cuestiones que concernían al conjuntode los porteños. Los dirigentes de la colectividad mantenían además estrechos contactos con políticos, intelectuales y publicistas argentinos, con frecuencia cimentados por afinidades ideológicas. En varias oportunidades,esa cercanía llevó a algunos sectores a participar directamente de la vidapolítica local, una actitud que originó más de una fractura en el seno dela colectividad.
Este entramado de instituciones y de relaciones fue un campo importante de formación y actividad de un conjunto de figuras dirigentes. Entreellos, hubo quienes se orientaron decididamente a la acción organizativainstitucional, como Achille Maveroff, comerciante próspero que encabezó Unione e Benevolenza. Otros, en cambio, como Basilio Cittadini(¡843?-1921) y Gaetano Pezzi (1828-1888), hicieron de su actuación intelectual el foco de una vida pública que incluyó una intensa labor perio-
404 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMERICA LATINA
dística, de construcción institucional y de búsqueda de liderazgo político
y presencia pública.Una breve referencia a la trayectoria de Pezzi mostrará su complejo per
fil de hombre de pensamiento y de acción (Cibotti. 1992). Llegó a BuenosAires junto con su hermano Felipe en 1858, desterrados del Reino del Piamonte por su actividad política. Provenían de una familia ilustrada y republicana de Faenza y desde jóvenes se afiliaron a la jovenItalia,participandoen las luchas lideradas por Garibaldi y Mazzini, hasta su prisión y destierro. Ya en Buenos Aires, a través de sus contactos con dirigentes mazzinianos exiliados se ubicaron rápidamente en la sociedad local. Consiguieron empleo en la Compañía de Gas, una empresa en la que Gaetanoascendería hasta ocupar la secretaría de administración.
A poco de llegar se afiliaron a Unione e Benevolenza, la recién creada
mutual italiana, cuyos primeros dirigentes mostraron simpatías republicanas. Los Pezzi se abrieron camino, adquiriendo creciente influencia enla asociación, mientras ésta se volcaba decididamente a la propagación ydefensa de la causa republicana. En función de ello, mientras las relaciones con el consulado piamontés en Buenos Aires se hacían cada vez mástirantes, se estrechaban los lazos con sectores del liberalismo porteño. Eldiario La Tribuna se abría para Unione y para los Pezzi, Gaetano pronunciaba discursos en actos y movilizaciones públicas, escribía para los diarios y se movía institucionalmente: a principios de 1860 fue designado para
presidir la asociación.A medida que los mazzinianos profundizaban la politización institu
cional y los vínculos con figuras locales, crecía la tensión dentro de Unioney entre ésta y el consulado. También el republicanismo pronto mostraríasus grietas, y a mediados de 1865 los Pezzi tuvieron que alejarse de la asociación. Fundaron entonces la Societa republicana degli operai italiani paraseguir con su prédica y su apoyo al partido de Mazzini, que incluía aportessignificativos en dinero. Gaetano contribuía, además, a otras colectas públicas que se realizaban en Buenos Aires, y pronto retomó sus donativos a lapropia Unione. Era generoso con su dinero, que para entonces había logradoacumular a partir de exitosas operaciones de inversiones y préstamos.
A [mes de la década de 1870, muerto ya su hermano, Pezzi fundó, juntocon Marino Froncini (1821-1895), el Centro Republicano Italiano y elperiódico L'Arnico del Popolo. ambos destinados a fomentar el ideario mazziniano. A través este último, Pezzi no sólo intervenía en los actos patrióticos y en las disputas políticas en el seno de la colectividad sino que tambiénlo hacía en los debates más generales, incluso en aquellos que remitían il
conflictos políticos locales, siempre en favor de la causa republicana.
PRENSA, ASOCIACIONES, ESFERA PÚBLICA (lB50-1900) I 405
Gaetano Pezzi murió en 1888, a los 59 años, quebrado como consecuencia de un desfalco a la Compañía de Gas de cuyas consecuencias sehizo responsable, hipotecando sus bienes. Su honor quedó salvado. Másde 150 carruajes acompañaron el féretro cubierto por la bandera tricolor dela Asociación Republicana Universal. Los principales diarios publicaronsu obituario: rendían homenaje a una reconocida figura pública. Un periodista uruguayo evocaba así su último encuentro: "Me invitó a visitarlo enBuenos Aires, para saquear a placer su biblioteca, como hacíamos cuandoen los bellos años de nuestra juventud". Movido por su pasión política,Pezzi había adquirído y desplegado capacidades de un intelectual de colectividad y de partido, primero, y luego de una causa más amplia, la republicana, en pos de la cual intervino a través de su palabra, de su pluma yde su acción en la vida pública de Buenos Aires (Cibotti, 1992).
Un hombre de imprentasLa prensa fue, en la ciudad de México, una presencia fundamental. Aundurante períodos en que la acción se imponía a la palabra, como durantela guerra de Reforma y la que siguió a la intervención francesa, el periodismo ocupaba un lugar importante en la vida política y pública mexicana. y en los años de la república restaurada y del primer porfiriato, elnúmero de publicaciones no hizo sino multiplicarse tanto en la capital
como en el resto del país.Los grandes diarios de la época, como El Siglo XIX (1841-1896, con inte
rrupciones) y El Monitor Republicano (1844-1896),se inscribían en la tradición liberal del periodismo político. En sus páginas, escribían los másimportantes publicistas y letrados del momento, corno Ignacio Altamirano, Justo Sierra y Francisco Zarco, entre muchos otros. De amplia circulación, estos diarios no se limitaban a su función política sino que cubríancrecientemente diferentes áreas de interés público. El florecimiento de laprensa en México tuvo también otras manifestaciones, desde la llamada"prensa obrera", con órganos importantes como El Socialista (1871-1888) yEl Hijo del Trabajo (1876-1884), hasta los periódicos cíentificos, literarios,o los destinados a los niños (Clark de Lara y Speckman Guerra [eds.], 2005).
Era éste un mundo muy heterogéneo tanto respecto de los contenidos y delas formas de la materia publicada, como de los orígenes, la duración y laperiodicidad de cada órgano.
Lo cierto es que, en su diversidad, la actividad abrió espacios a nuevascarreras, oficios y profesiones. Y si bien buena parte de la tarea que implicaba la producción de estas publicaciones estaba a cargo de personas que
406 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA
se desempeñaban en otros campos y sólo secundariamente se ocupabanen ella, fueron surgiendo demandas específicas que dieron lugar a la especialización. Además de las tareas técnicas que llevaban a cabo los tipógrafos y otros obreros del ramo, ahora el trabajo de elaboración del periódico lo hacían periodistas, redactores y editores que con frecuenciaencontraban en esa actividad una forma de ganarse la vida y de iniciarseen una "carrera" letrada. Es ese mundo que, para la ciudad de México, tanbien ha pintado Eduardo Rabasa en sus ficciones.
Quisiera introducir aquí, por mi parte, un personaje algo diferente,pero real, fundador de periódicos, director, redactor, editor, periodista ytambién impresor, escritor, compilador, en fin, hombre de imprentas:Mariano Villanueva y Francesconi. Nacido en España, llegó a Méxicosiendo niño, a principios de la década de 1840,acompañando a su madre,una actriz contratada por la Compañía de Teatro Principal. Dado que lafamilia no disfrutaba de una situación económica holgada, Mariano trabajó desde joven, primero en tareas vinculadas a la empresa teatral dondese desempeñaba su madre, y luego empleado en la imprenta de Francisco yVicente Segura Argüelles, donde se editaba ElOmnibus (1851-1856).Además de su labor en el taller, Mariano empezó a abrirse paso con laescritura hasta que fue nombrado encargado de redacción del periódico(Vieyra Sánchez, 2003).
También desde muy temprano se acercó al conservadurismo y con elapoyo del obispo Clemente Jesús Murguía compró una imprenta propia.Allí iniciaría, en 1861, la redacción y publicación del diario ElPájaro Verde,que se convirtió en un órgano importante de difusión de ideas y de apoyoa políticas y a sectores conservadores. En su primera etapa, fue parte delo que Erika Pani (2005) ha llamado el "momento conservador" para laprensa que se oponía a las posiciones y a los gobiernos liberales, y quehabía tenido una primera expresión en las publicaciones exclusivamentereligiosas de la primera mitad del siglo y más tarde-de 1870a 191O-latendría en los periódicos católicos.
El Pájaro Verde tuvo una vida un tanto accidentada. Apareció despuésde la guerra de Reforma, poco antes de que Benito Iuárez entrara a la ciudad. En los agitados años que siguieron, sufrió varias interrupciones pordiversas causas, entre las que se cuentan un incendio intencional a laimprenta por parte de los liberales y una prohibición oficial de circular portreinta días en 1864,entre otras. Luego de la caída del imperio hubo unlargo intervalo, entre mayo de 1867 -cuando el diario dejó de salir- y 1872cuando, después de la muerte de Iuárez, volvió a publicarse hasta su definitivo cierre en agosto de 1877 (Castro y Curiel, 2003: 419-434).
PRENSA, ASOCIACIONES, ESFERA PÚBLICA (IB50-1900) I 407
Sibien eldiario puede inscribirse claramente en los marcos de la prensapolítica, en sus páginas se desplegaban diferentes secciones con variadostemas. Su subtítulo inicial,Relijión, política, literatura, artes, ciencias, industria, comercio, medicina, tribunales, agricultura, minería, teatros, modas,revista general de laprensade Europa y del Nuevo-Mundo, revela los ambiciosos propósitos de su editor y también, en parte, los contenidos reales dela publicación, pues ofrecía notas informativas y de policía, trascripciónde leyes,reproducción de notas de otros periódicos, un folletín yabundantes avisos. Cuando los tiempos políticos hacían poco aconsejable la inclusión de los editoriales políticos "que con tanto gusto lesdedicábamos antes':la venta se sostenía gracias a esa amplia cobertura. En sus intervencíonespolíticas, por otra parte, el diario era consecuente con su orientaciónconservadora y católica, al mismo tiempo que se movía con cierta flexibilidad frente a los problemas concretos. En varias ocasiones, Villanuevaseñaló su posición contraria a los partidos en general y, en particular, sudistancia con el Partido Conservador, mientras aclaraba que era "moderado" y pertenecía a "la categoría de los que no están por la conservaciónde todo lo pasado, pero por la de una parte". En la segunda etapa, el diario y su editor continuaron con su defensa de la religión y la Iglesia, frentea las medidas propuestas por los liberales, pero también se manifestaron, apartir 1876, a favor de la separación de los asuntos de la Iglesiay del Estado.Por entonces, Villanueva se sumaba a los partidarios de la candidatura dePorfirio Díaz para la presidencia y enrolaba al diario en las filas del "partido conservador progresista",mientras aconsejaba al nuevo presidente queestableciera una dictadura. Finalmente, daba por concluida la publicación de ElPájaro Verde, "porque los tiempos son otros y la reconstrucciónde nuestra sociedad exige [... ] otras prácticas decisivasque acaben por fijarlos destinos de nuestra patria" (Castro y Curiel, 2003:419-434).
Ladedicación de Mariano Villanueva a la empresa periodística no habíacesado, sin embargo, durante los momentos de interrupción de su principal criatura. Así, hubo otros títulos que reprodujeron con variaciones elformato y los contenidos de aquélla, o ensayaron algún otro camino, comoElReeopilador (1868-1869), La Regeneración Social (1869-1870), El FénixdeAmérica (1870), El Continental (1873) y La Bandera Nacional (1877-1878)(Vieyra Sánchez, 2003: lOO: Castro y Curiel, 2003: 309-311, 477-480). Villanueva mantuvo así una presencia constante en el mundo de la prensa escritamexicana de las décadas de 1860 y 1870,como parte de ese conjunto depublicaciones de orientación conservadora que, como ha señalado ErikaPani (2005: 130),"representaron [... ] un elemento dinámico dentro de laesfera pública':
408 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
La pasión editorial de nuestro personaje tuvo también otras manifestaciones. Intentó la literatura y con suerte dispar publicó cuatro obras, queno han merecido demasiado reconocimiento posterior. Pero su mayor productividad fuera del periodismo estuvo en su labor de editor. En su colección titulada Biblioteca Universal,"que buscaba popularizar el conocimientoy contribuir al desarrollo cultural del país",Villanueva publicó veinte títulos muy diversos entre los que incluía varios de contenido religioso, otrosde ficción, textos de historia y hasta un Manual del perfumista. Se embarcótambién en la edición y publicación de calendarios y recopiló información
para su Manual de medicina doméstica o tratado de las enfermedades más
comunes al alcance de todos, que publicó en 1883, destinado a las familiasde pocos recursos con escasasposibilidades de acceder a un servicio médico.Hacia el final de su vida, en 1892, dio a conocer su obra Verdades y cuentos
de Juan Verdad, una miscelánea de "juicios políticos, artículos sobre moral,derecho constitucional y consejos sobre la factura de las bebidas alcohólicas" (Vieyra Sánchez, 2003: 93-100).
Así,Villanueva fue un hombre de imprentas, que dedicó su vida al cultivo del arte de la edición en diversas formas. Con un capital social y cultural inicialmente reducido, a través de su dedicación al periodismo, supoadquirir las herramientas y las capacidades para convertirse en un profesional de la escritura y en un intelectual parcialmente al servicio de la causaconservadora.
Del Campo, Pezzi y Villanueva tuvieron, sin duda, vidas muy diferentes.Pero las historias que acabo de relatar revelan trayectorias comparablesen cuanto a su desarrollo e inserción en las tramas culturales y en la vidapública latinoamericana de la segunda mitad del siglo XIX. Ninguno de lostres pertenecía a las élites locales, pero contaban con algún capital social ycultural inicial que les permitió entrar en carrera. Los tres se insertaronen los espacios abiertos por la expansión de la prensa y el asociacionismo,espacios que a su vez contribuyeron a ampliar y desarrollar. Ellos les sirvieron de punto de apoyo para su formación así como de plataforma paratrascender más allá de sus ámbitos sociales e institucionales específicos yhacer de la labor intelectual el foco de su accionar en el campo político. Ylos tres se construyeron así como figuras de la vida cultural y pública delas ciudades en las que les tocó, o eligieron, vivir.
PRENSA.. ASOCIA.CIONES. ESFERA PÚBLICA. (1850-1900) I 409
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El exilio de la intelectualidadargentina: polémicay construcción de la esferapública chilena [1840-1850)Ana María Stuven
Las ideas, señor, no tienen patria.
Manuel Montt a Domingo Faustino Sarmiento, 1841
Las ideas, los principios admitidos, regularizan nuestra conducta y se
hacen sentir a pesar nuestro, en todos los actos de la vida. Ellas hacenvariar los Estados de una manera inconcebible, trastornan el orden exis
tente y originan esas revoluciones que cambian el aspecto del mundo...
La religión, el gobierno, las costumbres, la industria, ¿qué son, sino la
expresión de las ideas.Ias convicciones, los principios generalmente reci
bidos en un pueblo? Antonio Varas, "Memoria anual del Instituto Nacio
nal", en Anales de la Universidad de Chile,1845-1846.
Esta declaración, de 1845, es un categórico reconocimiento de la función del
pensamiento en la configuración de la esfera pública chilena. Pertenece a
Antonio Varas (1817-1886), en ese entonces rector del Instituto Nacional,
pilar fundacional del proyecto republicano del país. Ni la guerra externa ni
los conflictos internos que se sucedieron desde la independencia merecie
ron el lugar atribuido a las ideas en el desarrollo moral, político, religioso
y económico de la nueva república por quien tuviera probablemente unade las visiones más pragmáticas sobre el poder en la década de 1840 en Chile.
Una serie de sucesos hacían posible esa irrupción de pasión intelec
tual, seguramente contenida hasta ese momento por los acontecimientos
que desde 1810 habían exigido más acción que reflexión. No sólo la sepa
ración de España, sino la incertidumbre del nuevo sistema político y sus
consecuencias sociales ocuparon las energías físicas y mentales de quie
nes tuvieron que conducir el tránsito de los códigos de autoridad y representación, vigentes bajo la monarquía, hacia el nuevo orden republicano.
Conflictos entre facciones se resolvieron en clave autoritaria en 1831,dando
EXILIO ARGENTINO Y CONSTRUCCiÓN DE LA ESFERA PÚBLICA CHILENA I 413
inicio al llamado régimen portaliano; varios ensayos constitucionales cul
minaron en la aprobación de la Constitución de 1833. La incorporación
de las riquezas mineras de Chanarcillo en 1837 y el triunfo decisivo sobre
la Confederación Perú-Boliviana en 1839 inspiraron confianza en la clase
dirigente chilena respecto de su futuro. Cuando Manuel Bulnes (1799-1866),
el general del ejército victorioso en la batalla, asumió la presidencia de la
república, parecía inaugurar una nueva era. Andrés Bello (1781-1865), afin
cado hacía algunos años en Chile, saludó al nuevo mandatario desde laspáginas de El Araucano con una pregunta que marcaría la década:
El estado lamentable de casi todos los países sudamericanos, ¿no hablará
constantemente a nuestros corazones y a nuestra razón, exigiéndonos
imperiosamente el sacrificio de todas nuestras pasiones por la conser
vación de una paz tan cara y en la que se fundan todas nuestras esperanzas? (Barros Arana, 1905: vol. 1, 218).
Chile era una excepción en el concierto de las naciones hispanoamerica
nas: su posición promisoria permitía que una institucionalidad estable
cida con mano de hierro por la influencia de Diego Portales sobre elgobierno
del general José Joaquín Prieto (1831-1841) internalizara en su clase diri
gente una sensación de seguridad y de responsabilidad cívica. Ese territorio, de los menos codiciados durante la administración hispana, se había
tornado lugar de expectativas y experimentación, no sólo para los chile
nos, sino para muchos otros que ansiaban un espacio en que las teorías y
las prácticas políticas pudieran dialogar. Colombianos, peruanos, ecuato
rianos, pero especialmente argentinos, encontraron en Chile el lugar que
en sus propios países les era negado, y del cual por fin podían vanagloriarse
los chilenos. Aunque algunos de ellos ya estaban en el país antes de 1840,
el fracaso de la expedición del general Lavalle y la represión de Juan Manuel
de Rosas contra los jóvenes agrupados en torno de la Asociación de Mayofueron decisivos para que la "provincia Argentina flotante" se integrara al
debate nacional chileno. Nada les hacía presagiar que su estadía sería corta,
y por ello, y aunque la Argentina estuviera en sus corazones y en sus men
tes, su sede profesional e intelectual se instaló en Chile.
Este capítulo se centrará en el análisis de una forma específica de función
intelectual en América Latina, aquella vehiculizada por los "intelectualespedagogos", cuya cercanía al poder les permitió, al mismo tiempo que pres
tigiar su rol social, prestar un servicio a la autoridad republicana para defi
nir el nuevo campo político -la ciudadanía, la representación y los alcances
414 I HISIORIA DE lOS INTEUCIUALES EN AMÉRICA lATINA
de la soberanía popular- así como el campo cultural chileno, incluyendoen él la literatura, la historiografía, el lenguaje, el papel de la religión y laeducación. Domingo Faustino Sarmiento (1810-1888), Vicente Fidel López(1815-1906), Félix Frías (1816-1881), Juan Bautista Alberdí (1811-1884), Bar
tolomé Mitre (1821-1906), Juan María Gutiérrez (1810-1878), Mariano Fraguciro (1795-1872) son algunos de los argentinos exiliados por el gobiernorosista. Con su diálogo, a veces belicoso, con Andrés Bello, José VictorinoLastarria (1817-1888), Jacínto Chacón (1820-1898), José Joaquín Vallejos(Jotabeche) (1811-1858), Francísco Bílbao (1823-1865) y Salvador Sanfuen
tes, entre otros, llenaron el vacío en el espacio cultural de la nación chilena para el cual un orden político estable era sólo un ingrediente. Al privilegiar la prensa como medio permitieron que los imaginarios de la naciónse convirtieran en tema de polémica y afloraran los problemas inherentesa la consolidación nacional republicana.
EN "LAS PLAYAS HOSPITALARIAS DE CHILE"
Con un gran dejo de orgullo, El Mercurio tituló así un artículo en el quedaba cuenta de la llegada de algunos argentinos exiliados a Chile, DomingoFaustino Sarmiento entre los primeros (El Mercurio, 7 de junio de 1841).La oleada continuaría hasta 1844,cuando desembarcó en elpaís Juan Bautista Alberdi, quien ya contaba con suficiente prestigio intelectual comopara que El Mercurio informara de su llegada como un acontecimientocultural y anunciara la publicación de sus impresiones de un reciente viajepor Italia, Suiza y Francia. De hecho, la Revista de Valparaíso (vol. 1, No.6, julio de 1842) había publicado ya su obra "Algunas vistas sobre Ja lite
ratura americana". Además de las numerosas obras que publicó en Chile,incluyendo sus famosas CartasQuilIotanascontra Sarmiento, y sus Basesy puntos de partida para la organización política de la República Argentina, aparecida en Valparaíso en 1852, fue redactor del mismo diario quele dio la bienvenida. Lehabían abierto elcamino Félix Frías, también redactor de El Mercurio; Juan María Gutiérrez, quien llegó a ser director de laEscuela Naval y luego redactor literario de La Tribuna en Santiago; Domingo Faustino Sarmiento, que publicó su Facundo en El Mercurio, delcual fue redactor, además de ser el fundador de ElProgreso -el primer diario santiaguino- y de haber escrito en quince periódicos. Vicente FidelLópcz fue redactor de La Revista de Valparaíso -desde la cual se enfrentócon Salvador Sanfuentes, que escribía en ElSemanariodeSantiago- y luego
EXILIO ARGENTINO Y CONSIRUCCION DE LA ESFERA PÚBLICA CHilENA I 415
de LaGaceta delComercio. También se incorporaron otros exiliados argcntinos, provenientes de las provincias de Cuyo, Catamarca, La Rioja, Saltay Iujuy, quienes tuvieron menos resonancia pero no menos importancia.Mariano Fragueiro, por ejemplo, autor de "Observaciones sobre el Proyecto de Estatuto para el Banco Nacional de Chile", publicado en ElAgricultor (N° 50), en 1845,fue el detonante de una reflexión sobre e! papeldel Estado en la economía, al postular la restricción de la ingerencia estatal, lo que El Mercurio (281211845) defendíó como "muy liberar'. Gabriel
acampo (1798-1882), "uno de los ornamentos más dignos de! foro argentino", el abogado José Barros Pazos (1808-1877), su "compañero de desgracia" ("Correspondencia", ElMercurio, 7 de junio de 1846),Gregario Beéche(1800-1878),quien estableció numerosas bibliotecas con Ocampo; ManuelZapata (1803-1869), fundador del Colegía de Zapata, y Carlos Tejedor (1817
1903) YDomingo Oro (1800-1879) también ejercieron influencia intelectual en sus distintos ámbitos. Zapata fue educador de la élite chilena yperuana. Durante el gobierno de Mitre en la Argentina, fue nombradodirector del Colegio Nacional de Buenos Aires. Oro residió en Copiapó,donde se relacionó con Vicente Pérez Rosales. Según Benjamín VicuñaMackenna (1863: 254) estuvo a la cabeza de un círculo de emigrados entrelos que figuraban los argentinos Enrique Rodríguez y Carlos Tejedor, además del colombiano Juan García del Río, el guatemalteco Hermógenesde lrisarri y el boliviano Casimiro Olañeta, si bien Oro era "de ley harto
más baja".Indalecio Martínez en Coquimbo, y Pedro Ortiz Vélez en Concepción
ejercieron la medicina; Mariano Sarratea (1774-1849),Nicolás RodríguezPeña (1775-1853), el general Gregorío de Las Heras (1780-1866), el canó
nigo Navarro, Miguel Piñciro, Francisco Delgado, José Santiago de Melayel poeta Juan Alberto Godoy ejercieron sus oficios en e! servicio públicoo en la práctica privada. Hacia el final del exilio argentino, en 1849, llegóBartolomé Mitre. Desde las páginas de El Comercio y de El Progreso seinvolucró en la Revolución de 1851, por lo cual fue detenido yencarce
lado con Vicuña Mackenna.La gran mayoría de los exiliados se relacionó socialmente con la clase
dirigente chilena, para lo cual existían vínculos previos, como el matrimonio del presidente Francisco Antonio Pinto (1775-1858) con la argentina Luisa Garmendia, y el de su sucesor, Joaquín Prieto, con ManuelaWarnes, de Buenos Aires. Enriqueta, hija de Pinto, fue la mujer del presidente Bulnes. También Diego Barros Arana (1830-1907) era hijo de unaporteña. Los vínculos, que continuaron estrechándose durante todo elsiglo XIX, permitieron establecer amistades duraderas entre Mitre, Sar-
416 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AM[RICA LATINA
miento, Rodríguez Peña, el general las Heras y los chilenos José VictorinoLastarria, Benjamín Vicuña Mackenna (183]-]886), [aviera Carrera (1791
1862), Emilia Herrera de Toro, Diego Barros Arana y Martina Barros deOrrego (1850~1944), de lo cual dan fe numerosos epistolarios y anécdotas, entre las que destacan las que relata esta última. Asistente asidua a tertulias masculinas, a las que accedía como excepción a las normas vigentes, y organizadora de una en su propia casa, Martina logró ocuparposiciones en un debate intelectual del que seguían estando excluidas lamayoría de las mujeres. De allí surgió su amistad con Sarmiento y conMitre, contertulios de Domingo Fernández Concha, de los hermanos Gregario Víctor y Miguel Luis Amunátegui (1830-1899 y 1828-1888), de Lastarria, de Barros Arana, de Alberto Blest Gana (1830-1920) y del maridode Martina, Augusto Orrego Luco (1848-1933). Según Martina, Sarmientose imponía por su presencia, pero especialmente por su palabra: "Puedodecir sin exagerar, que de su garganta brotaban a veces rugidos de león yen otro arrullos de paloma" (M. Barros, 1942).
Aunque sería justo referirse a la influencia de los exiliados argentinos enla consolidación de las profesiones, en la expansión de la cultura más alláde la capital y del puerto de Valparaíso y en las relaciones bilaterales, suinflujo más definitivo se dio en la consolidación del campo cultural chileno, sustento de la definición de una identidad nacional, y en el debateque le dio forma. En ese sentido, las figuras descollantes fueron Sarmiento,Alberdi, López y, en menor medida, Frías y Gutiérrez, todos ellos miembros de la generación argentina de ]837, que, como afirma JoséLuis Romero,influidos por la sociología francesa, habían descubierto el enigma que precede a la cuestión política: la realidad social (Romero, 1963). Antes de suderrota por Rosas, en el Salón Literario de Marcos Sastre ya habían leído elFragmento Preliminar al estudio del Derecho de Alberdi, donde éste buscaba y reconocía las raíces del apoyo social al tirano, para concluir que lospueblos americanos iniciaban una nueva era en la cual, rechazando 10extranjero, fundaban lo original de sus naciones. Con ello expresaba la creenciacomún a su generación de que la política debía responder a la realidad social,que la oposición entre civilización ybarbarie que hizo tan famoso el Facundode Sarmiento, o el "desierto" que inquietaba a Alberdi, sólo podían superarse con el progreso, la educación yel rechazo a la tradición hispánica.Recién cuando estuvieran sentadas las bases del nuevo edificio nacional,podría la república pasar de la potencia al acto.
EXILIO ARGENTINO Y CONSTRUCCIÓN DE LA ESFERA PÚBLICA CHILENA I 417
LA OPINIÓN PÚBLICA Y EL "INTELECTUAL PEDAGOGO"
Diego Barros Arana dio importancia al cambio de atmósfera intelectualque se produjo en el país en ]841, atribuyendo a la tranquilidad política el"movimiento de los espíritus" que buscaban nuevos horizontes, desde laconquista del territorio hasta la conquista de las mentes (Barros Arana,]905: 278). Así retrató el historiador el tránsito de un contexto en el que laprensa reproducía las posturas que se debatían en campos de batalla formales, a la polémica que articulaba y combatía con ideas que se dabancita en las páginas de los periódicos, en obras históricas, novelas, poesías,revistas y cuanto medio ponía la imprenta y las primeras casas editorialesa su disposición. Este fenómeno, por el lado chileno, era atribuible a la conciencia de los ilustrados que pensaron inicialmente la república. Ya en 1810,
Juan de Egaña había recomendado la publicación de un periódico para"uniformar la opinión pública a los principios del gobierno" (Godoy Urzúa,
1982: 250).Así, tempranamente surgieron LaAurorade Chile, que completó58 ediciones, El Monitor Araucano y El Amigo de la Ilustración. Luego deconsolidada la independencia vieron la luz ElCensor delaRevolución, TizónRepublicano, El Liberal, El Patriota Chileno, ElSemanario Republicano, ElLiberal, ElSufragante,ElAmigodelaConstitución. Bastaría repasar los nombres para percibir que las primeras preocupaciones republicanas se concentraban en el nuevo régimen político, en los derechos que debía consagrar, en la ideología que debía inspirarlo y en su forma institucional.
Debieron transcurrir dos décadas para que una generación, la del >42,
hija de los forjadores de la república, pudiera convertir estos medios en unaherramienta para la construcción de la nación en sus campos político, socialy cultural. En ese entonces, el país contaba con poco más de 1 millón dehabitantes, y Santiago, la capital, tenía alrededor de 65 mil; sin embargo,Valparaíso, segunda ciudad en población y primera en comercio, se con
virtió en sede de las primeras imprentas: en ]840, la de Santos Tornero, y
en 1841,la de Rivadeneira, lo que permitió la publicación de los primeroslibros editados en suelo chileno. El mismo Santos Tornero fundó las dosprimeras librerías del país, en Santiago y en Valparaíso; en 1845, comopropietario de El Mercurio, organizó también las librerías de El Mercurio,con sucursales en Copiapó, La Serena y San Felipe. Según Bernardo Subercaseaux (2000), en la década de ]840 hubo una verdadera eclosión de librerías debido a la demanda de una élite que se sentía llamada a participar activamente en la organización de la vida política e institucional del país. Laproliferación de medios de prensa -sólo entre 1838 y 1840 aparecieron másde quince periódicos- es también signo del vuelco que vivió Chile luego
418 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
del asesinato del ministro Portales y el paulatino regreso de las libertadespúblicas, entre ellas la de imprenta. Laprimera lcyde imprenta se dictó en1828. La segunda más importante, promulgada en el contexto de mayoreslibertades públicas que siguió a la desaparición de Portales, es de 1846. Porotra parte, en su artículo 121a Constitución garantizaba la libertad de publicar opiniones a través de la imprenta sin censura previa, aunque permitíael inicio de juicios de imprenta para calificarlos abusos. Más aun, elgobiernopodía participar activamente en la designación de los jurados. Según JoséPeláezy Tapia (1927), entre 1828 y 1851 se publicaron 152 periódicos con másde un número, y en la década de 1840 sepublicó la mayor cantidad de periódicos, que alcanzaron unos 140 números cada uno. Por otra parte, en 1840el número de imprentas llegó a 9 en Valparaíso, y hubo otras tantas enSantiago, dedicadas especialmente a imprimir periódicos (Subercaseaux,2000).Alcompás de esa expansión, creció elnúmero de tipógrafos en Chile,que entre 1845 y 1865 se incrementó de 221 a 370.Según los datos presentados por Subercaseaux, en 1875 ya eran alrededor de 700.
Este vehículo de socialización de una nueva palabra permite constatarla liberación de un espacio público que <corno escribió Francois-XavierGuerra sobre los primeros años de la independencia en Hispanoaméricaposibilitó socializar opiniones con fines de pedagogía cívica y de propaganda (citado en Sabato, 1999: 53). Los artículos de prensa no estabandirigidos primordialmente a un público lector que se sabía escaso, sinomás bien a los pares de la ciudad letrada, distinta del público moderno.Miembros de esta ciudad-comunidad, que tenían un origen social y educativo común -casi todos los chilenos eran alumnos del Instituto Nacional-, disponían indudablemente de un nuevo y valioso recurso para discutir sobre las formas que debía asumir la nueva sociedad. Ellos eran losrepresentantes del interés general, reunidos en una suerte de "asambleade papel" que hacía las veces de nación, mientras ésta adquiría las condiciones para reconocer y conferir la autoridad correspondiente a cada unode sus individuos-miembros.
En forma paralela al auge de la palabra impresa, y para poder actualizar la república, el Estado emprendió una verdadera cruzada por la educación, condición necesaria para que la opinión escrita se convirtiera enpública, y eslabón que desde el poder se consideraba corno la posibilidadde unir al hombre pre-republicano con el siglo del progreso. Ello contribuyó a un incremento tangible en el número de estudiantes chilenos: entre1831 y 1855, se elevó de tan sólo 5.700 alumnos en todo el país a 36.000(Loreto, Núñez y Salinas Álvarez, 2003). Cabe enfatizar que aunque elaumento fuera significativo, en 1854 la población alfabetizada 110 excedía
EXILIO ARGENTINO YCONSTRUCCiÓN DE LA ESFERA PÚBLICA CHILENA I 419
el 140/0, dato que confirma que los primeros habitantes de la ciudad letradachilena fueron aquellos que disfrutaron de las posiciones más altas dentro de la esfera social y que, por razones obvias, cumplían funciones culturales cercanas a las estructuras de poder. Esa expansión del número delibros y periódicos en circulación facilitó la puesta en evidencia de ciertosaspectos de la complejidad ideológica de esa élite -hasta entonces ocultatras el consensuado liberalismo conservador de carácter católico-. Másaun, permitió que, ocasionalmente, pudieran hacerse oír acordes disidentes, como los de Francisco Bilbao en 1844, que ese mismo año publicóen el periódico El Crepúsculo su "Sociabilidad chilena", donde denunciabaa la Iglesia por antidemocrática y al gobierno por conculcar los derechosdel pueblo y de la mujer. Ello le valió ser sometido a juicio de imprenta yser condenado por inmoral y blasfemo (Stuven, 2000).
Ángel Rama sostiene que en los albores de repúblicas casi analfabetasla propiedad de la palabra escrita daba una supremacía que permitía que lacomunidad del intelecto republicano adquiriera su prestigio y su utilidad. Para matizar esta afirmación, es necesario agregar que este derechono se hacía extensivo a quienes franquearan los límites permitidos dedisenso, como lo hizo el mismo Bilbao, quien debido a ello perdió todosu ascendiente intelectual en el país. Indudablemente, para consolidar nuevas esferas de influencia era importante tener acceso a redes sociales y a losinstrumentos de comunicación que permitieran poner en circulación lasideas y los discursos de los intelectuales. En una sociedad más comunitaria que individualista -como la chilena del siglo XIX-, donde la capacidadde representación estaba dada por la pertenencia a la clasedirigente, exclusiones como la de Bilbao se tornaban factibles. En ese sentido, las asociaciones y las sociedades que nacieron desde mediados del siglo XIX dantestimonio de la necesidad de establecer redes para la comunicación, y también confirman que, al menos en la década de 1840,en Chile el intelectualautónomo aún no había encontrado su lugar (Rama, 1984). José Victorino Lastarria, fundador de La Sociedad Literaria en 1842, demostró coincidir con esta visión cuando en "Noticia de la sociedad" afirmó que "acometer esta empresa individualmente era imposible" (Lastarria, 1967).
En su discurso inaugural, Lastarria asumió el carácter pedagógico delasociacionismo republicano y postuló la necesidad de que la nación alcanzara su madurez antes de avanzar en la senda de la participación. "Somosinfantes en la existencia social", sostuvo. "La democracia, que es la libertad,no se legitima, no es útil ni bienhechora sino cuando el pueblo ha llegadoa su edad madura, y nosotros no somos todavía adultos" (Lastarria, 1967).La metáfora es clara para someter el pensamiento al" [... 1pausado curso
420 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
de la severa experiencia [... ]".No obstante, como Alberdi en su Fragmentopreliminar, Lastarria abrió la puerta para el ingreso del nuevo actor republicano. La medida del progreso debía ser el avance de la sociedad hacia lacivilización, que se expresaba en la literatura, la historia y las artes, comoproductos culturales. "La literatura -dijo, citando a Artaud- es como elgobierno: eluno y la otra deben tener sus raícesen el seno mismo de la sociedad, a fin de sacar de él continuamente eljugo nutritivo de la vida".Cuandolas ideas circulan libremente, ponen en contacto al escritor con el públicoy expanden la civilización consolidando la nación. Así como el gobiernodebía representar a las fuerzas sociales, la literatura nacional debía ser elmedio de expresión de la cultura. Ésta, fruto de la interacción social. teníapor lo tanto repercusión tanto frente al Estado como para la nación..
Andrés Bello fue la figura descollante en el momento de surgimientode la generación del '42 chileno. Este "constructor de instituciones", intelectual, miembro de la Sociedad Literaria y maestro de generaciones, llegóa Chile procedente de Caracas en 1829. Director de El Araucano desde1830 hasta su retiro, en 1853,senador y redactor del Código Civil promulgado en 1855.éstas son sólo algunas de las funciones que ejerció en los campos cultural y político chilenos (Stuven, 2000; Cussen, 1992). Por su parte,Domingo F. Sarmiento, que había llegado a Chile en 1841, se incorporóinmediatamente como interlocutor al proceso de apertura política y cultural que vivía el país. No es casual que en 1842, Manuel Montt, ministrode Instrucción Pública y del Interior, nombrara a Bello primer rector dela Universidad de Chile y a Sarmiento, activo en el periodismo desde elañoanterior, director de la recientemente establecida Escuela Normal de Preceptores. La formación de maestros y el desarrollo intelectual de la nación,pilares ambos del desarrollo educacional para la consolidación de la nación,fueron el lazo que unió a los dos gigantes de la palabra. La influenciasobre el devenir de la educación y su cercanía a la autoridad política fueron las trincheras desde las cuales tanto Bello como Sarmiento defendieron su creencia en que la educación era el requisito para la consagraciónde las libertades republicanas. En 1843,en su "Discurso inaugural de la Universidad de Chile" Bello estableció el itinerario para todas las materiasque se consideraban involucradas en la formación de la nación: derecho,literatura, arte, moral, filosofía, y religión. La discusión intelectual tendría allí su sede siempre que no se confundieran la libertad con la licencia,y se respetaran las costumbres y las instituciones. En esesentido, ambosejercieron como "pedagogos" en una doble acepción: aquella que impartelos conocimientos necesarios para ingresar a la república de las letras, y laque abre la puerta de la república de la participación. Ambos ejercieron el
EXILIO ARGENTINO Y CONSTRUCCiÓN DE LA ESFERA PUBLICA CHILENA I 421
periodismo, espacio donde la racionalidad. la ilustración y la cultura debatían la separación entre civilización y barbarie, esenciales para que emergiera la figura del ciudadano, habitante por excelencia de la república y dela nación modernas. Los maestros, legitimados por el poder, se expresaron, como afirma Julio Ramos (2001), desde distintas posiciones: Bello,apoyado en una articulación clásica, inserta dentro del proyecto institucional chileno, y confiado en el poder de la ley,no sepermitía excesosexpresivos y combatía toda idea que pudiera desviar la senda gradual del progreso nacional. Sarmiento, en cambio, más espontáneo y belicoso,denunciaba las carencias y no temía las consecuencias que sus palabraspudieran tener sobre la opinión pública.
EL CAMPO poLÍTICO: CIUDADANÍA, REPRESENTACIÓN Y SOBERANÍA
¡Viva la polémica! Campo de batalla de la civilización,en que así se batenlas ideas como las preocupaciones, las doctrinas recibidas como el pensamiento o los desvaríos individuales. El pueblo escucha, cree al principio lo que cada uno de los contendientes alega, la duda sobreviene, seestablecen comparaciones, yel juicio propio aleccionado concede la victoria a quien o más razón lleva, o más profundas impresiones deja.
Imposible mejor representación de la función pedagógica que la que Sarmiento atribuía al debate intelectual en 1842, aunque los antagonistas seinfligieran "heridas profundas y duraderas" (Sarmiento, "El comunicadodel Otro Quidam", El Mercurio, 3 de junio de 1842).
Consolidado el orden administrativo e incólume el orden social, en ladécada de 1840 tomó curso un segundo momento identitario nacional,para el cual la polémica intelectual fue fundante. (El primero había tenidolugar en torno de la independencia cuando los organizadores de la república, conscientes de que el nuevo estatuto político implicaba la existencia de una soberanía nacional, y,por lo tanto. de una "nación" como entidad legitimadora del poder, privilegiaron la institucionalización del Estado
como prerrequisito para la misma.)Se trataba ahora de dar forma a un cuerpo político moderno, inspi
rado en los dogmas republicanos de la libertad y la igualdad. Se trataba,por lo tanto, de pensar la figura del individuo, del ciudadano y de la representación de ellos en la nueva polis, a fin de transitar desde la república"epidérmica" -para usar el término que le dan JoséAntonio Aguilary Rafael
422 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
Rojas-, del momento en que la república "no es sino una forma de gobiernoantitética de la monarquía", a la república "densa" o "sustantiva" que presupone, además de la existencia de un Estado libre,"ciudadanos libres capaces de determinar autónomamente sus propios fines" (Aguilar y Rojas,2002; Pettit, 1999).
En Chile, a medida que el conservadurismo perdía prestigio por sudefensa de las prerrogativas clericales, el republicanismo inicial tendió aasociarse cada vez más con el liberalismo, sin por ello perder su carácterautoritario. Sarmiento fue claro cuando en ElMercurio (26 de febrero de1841) defendió las ideas "l ...] que los progresos del espiritn humano hanhecho brotar en todos los puntos del globo en que la civilización europeaha penetrado y que l ...] forman el catálogo que ha recibido el nombre deideas liberales': Este tipo de afirmaciones no debe entenderse como la consagración del liberalismo en el seno ideológico de las clases dirigentes. Elcontenido del republicanismo sustantivo aún permitía diferencias fundamentales en su concepción de la libertad entre el liberalismo europeo decimonónico y quienes se llamaban liberales en Hispanoamérica (Barrón,2002, en Aguilar y Rojas, 2002).
En claverepublicana, esa diferencia se expresaba en la creencia por partede las clases dirigentes de que los derechos ciudadanos podían ser conculcados en beneficio de la comunidad, o del bien común de ella,hasta queel pueblo, sujeto de la soberanía, se encontrase en condiciones de ejercerla.Esésta la razón que explica el énfasis puesto en la interrogación a la nociónde soberanía y a la de su sujeto, el pueblo. Cuestiones corno ésas (o cornoaquellas referidas a la ciudadanía y a sus representantes) fueron el centrode la polémica que convirtió a este incipiente campo cultural en unoesencialmente político.
En primer lugar, se hizo necesario situarse ante el pasado español:
La sociedad toda no respiraba más que añejas preocupaciones. La civilización estaba estacionada, los estudios abandonados a la rutina de lasaulas; no se hacía más que plagiar, imitar servilmente los modelos antiguos, y bajar la cabeza al oír el nombre del que había escrito algún cartapacio o traducido una oda latina,
diagnosticó El Crepúsculo (1 de enero de 1844). No obstante, el argentinoFélix Frías, entonces editor de El Mercurio, alertó también contra" [... 1
las tentativas de innovar la Constitución y la forma política de las sociedades hispano-americanas [... ]" (ElMercurio, 28 de febrero de 1844). Comotambién sostenían BelloySarmiento, elcambio debía ser gradual para evi-
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tar que la expresión institucional de las ideas pudiera provocar alteraciones indeseadas. Había que respetar el tiempo de transición, que prescribía cautela. Es decir, para evitar el caos era aceptable que la repúblicadiferenciara entre las teorías y las prácticas políticas, entre lo de fondo ylo formal, como entonces se decía. Lo primero era la educación y la civilización. Luegovendría, como ya lo había pronosticado Portalesen la décadaanterior, el cambio político (EL Mercurio, 28 de febrero de 1844).
Así escribía El Mercurio en 1844 (28 de febrero): "El Gobierno democrático se perfecciona a la par con el pueblo: según los grados de ilustración en la generalidad así suben los progresos del gobierno popular. Estaes su esencia; y no puede ser de otro modo, cuando la soberanía reside en
la nación".Esa soberanía, reconocida en la forma, no implicaba en el fondo que
en una república igualitaria la ciudadanía asumiera necesariamente la centralidad que le correspondería, expresada en el sufragio. Frías lo admite
desde El Mercurio (28 de febrero de 1844):
Elpueblo que ha adoptado elgobierno popular representativo no puedemenos que consignar en sus leyes fundamentales, las autoridades, enquienes deposita el ejercicio de la soberanía, que reside esencialmenteen él.Revestidasestasautoridades, no pueden llamar a juicio sino cuando,infieles a su compromiso, hayan separado de la senda trazada. En talesgobiernos, se tropieza con el inconveniente de las elecciones. Llegadaesta crisis cada ciudadano se cree con derecho para ser electo jefesupremo; y de aquí las maquinaciones e intrigas [... [.
Entre las prioridades establecidas, el ejercicio de los derechos políticosexpresados en la ciudadanía podía postergarse. Por lo tanto, era posible
una incongruencia entre fondo y forma:
Nuestra faz exterior, nuestras instituciones, son democráticas, son republicanas; nuestras costumbres, nuestras inteligencias, las condicionestodas de nuestra situación actual, no lo son: de aquí resulta que nuestrademocracia esté en las apariencias y no en elhecho, no en la vida social("Cómo entender la democracia', ElMercurio, 30 de diciembre de 1843).
La república era tan amada como temida. En 1842, Sarmiento anticipabaque se movía por "un camino estrecho y resbaladizo; abismos por amboslados; el despotismo por uno; y la anarquia por el otro [... ]" (ElProgreso,17 de diciembre de 1842). Larepública ponía una encrucijada donde, corno
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escribió Bello,"[ ... ] medidas abstractamente útiles, civilizadoras, progresivas adoptadas sin consideración a las circunstancias, podrían ser pemiciosísimas y envolvernos en males y calamidades sin término" ("El gobiernoy la sociedad'; El Araucano, 1843. También en Bello, '883: vol. VIII, 288).
Más gráfico aun fue Sarmiento:
Las cuestiones sociales después de ventiladas por el pensamiento [... ]pasan a ser ventiladas por las pasiones, por las bayonetas, hasta caerrodando a los pies de las masas, tribunal sin apelación, que decide aplastando bajo su pie la cuestión y los litigantes, cuya sangre bebe, cuyasentrañas desgarra y cuyas cabezas alza en picas y pasea por las callescon horrible algazara. Esta es la historia abreviada de todos los cambios sociales ("Escuela Normal", El Mercurio, 18 de junio de 1842).
El campo político que describió Sarmiento, congruente con la postura deAndrés Bello y la de los periódicos que conducían a la opinión pública, sedebatía en la incertidumbre entre la libertad y el temor a la anarquía, loque justificaba la limitación de la participación ciudadana. El temor habíasido alentado por Juan Bautista Alberdi cuando, de regreso de sus viajes,alertó contra el«espíritu de cuerpo" de "los pobres" chilenos, incompatible, a su juicio, con los fines de la república (El Mercurio, 6 de mayo de1845.) En ese sentido, a medida que avanzaba la década, a medida quesurgía una oposición más articulada contra el gobierno de Bulnes y comoconsecuencia del doble hecho de la aparición de periódicos opositores querepresentaban al artesanado, yde que estas nuevas fuerzas sociales amenazaban con presionar sobre la ciudad oligárquica, el espíritu optimista yabierto a la polémica fue cediendo.
"[Polémica! ¿y para qué? No, no; lo que sí haremos será poner el piecon energía sobre la mecha que continuamente aplican los que querríanver incendiado el país" (El Mercurio, 12 de diciembre de 1845). [Cuán distinta a la de Sarmiento era en 1845 la percepción de este editor de El Mer
curiosobre la polémica! Por cierto, los tres años transcurridos, y especialmente elnúcleo de polémicas que se dieron en 1844 -incluyendo los ataquesde Juan Nepomuceno Espejo y de Bilbao en El Crepúsculo-, despertaronuna voz de alerta hacia las consecuencias sociales y políticas del debate intc
lectual (Juan Nepomuceno Espejo, 1844; Bilbao, 1844). En 1846,el presidente Bulnes fue reelecto no sin una oposición abierta, acusaciones denepotismo. motines en Valparaíso, diarios opositores y una prensa declaradamente combativa, incluso dirigida al mundo obrero, que desafiaba adiario la autoridad.l.as polémicas de 1846entre ElArtesanodel Ordeny El
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Artesano Opositor -cuyos nombres son e1ocuentes- mantenían los ánimos permanentemente exaltados. El '48 francés también alertó sobre losriesgos de la democracia, logrando que el discurso republicano de cuñomás liberal sufriera un retroceso. Las noticias sobre el "48 francés" llegaron en dos etapas: en mayo se conocieron los sucesos de febrero, despertando gran admiración y espíritu de emulación. En junio se reaccionó cncontra de la revolución por los excesos que se habrían cometido en Francia (Stuven, 2000).l.a fundación del Club de la Reforma en 1849 y de laSociedad de la Igualdad en 1850 fueron por ende consideradas por la élitegobernante otros tantos ejemplos de la que se consideró funesta influencia francesa, que amenazaba con subvertir el orden social sobre el que reposaba toda democratización social.
El problema de la representación fue un detonante de mayores conflictos (Stuven, 2001): "Queremos [... ] ver en la representación nacional verdaderos representantes del pueblo, y esto sólo se conseguirá nombrandonosotros hombres de nuestra clase para que nos representen, del mismomodo que esos señores prefieren a los de la suya para ser representados"(El Artesano Opositor, 7 de enero de 1846). Esta demanda, junto a presiones para suprimir incluso el Poder Ejecutivo, pusieron en jaque el tránsito gradual hacia la concreción de la soberanía popular. El temor a que lanación, como escribió el editor de ElArtesanoOpositor, se dividiera" [... ]en artesanos productores, nueve décimas de la población; y el otro décimo,escaso, de directores que consumen en todo respecto", y que" [... ] la sumadel poder social y la verdadera existencia de la nación [...1se encontraraen manos del artesanado" ponía en jaque la hegemonía social de la clasedirigente (ElArtesano Opositor, 14 de junio de 1846). Ante la amenaza, elpoder social imponía su autoridad a través del Estado, asignando al gobiernola representación del interés general. Incluso los parlamentarios elegidosdentro del sistema censitario y con intervención del gobierno vieron puestaen duda su legitimidad cuando algunos de ellos apoyaron a la Sociedadde la Igualdad. El ejercicio de la pedagogía republicana por parte de asociaciones que no fueran partidarias explícitas del orden social y políticofue condenado abruptamente: no hay representación si ésta se ejerce comopedagogía popular y no como eficiente gestora del Estado. Es, en ciertamedida, un fracaso temporal de la pedagogía emprendida por Bello y porSarmiento. "El pueblo (las masas) no tiene ideas, no tiene principios quele sirvan de premisas para la solución de sus instintivas deliberaciones"(ElMercurio, 10 de noviembre de 1845).
En este contexto. surgen las paradojas del republicanismo chileno de ladécada de 1840, que expresan las dificultades y las incoherencias del pro-
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ceso de transición de una nación que sólo incluye a los que detentan elpoder y a la ciudad letrada, que es la que define y construye el discursopolítico de institucionalización gradual de las libertades y las igualdadesque el sistema asegura. Los mismos conceptos que legitimaron la revolución contra el antiguo régimen y que se definieron en clave republicana,especialmente los que se refieren a la ciudadanía, la representación y lasoberanía popular, revierten su uso, aunque no su significado, en claveautoritaria: "Yaes ocasión que nos convenzamos de que no es libertad loque nos hace falta sin orden, como no es tampoco la justicia lo que másriesgo corre entre nosotros sino la autoridad; y que por consiguiente, losmejores ciudadanos son aquellos que contribuyen [... J a robustecer éstal ...1", escribió el editor de El Progreso en 1846 con motivo de unos motines en Valparaíso mientras se articulaba la oposición a la reelección delpresidente Bulnes (El Progreso, 3 de junio de 1846). En 1851, cuando ya laSociedad de la Igualdad había postulado la autonomización del pueblo,Antonio Varas,ministro del Interior, argumentó desde una definición republicana de la representación contra la legitimidad de la misma. Se preguntóentonces: "Hay diputados de sobra para tratar los intereses generales, o¿acaso cada diputado viene a representar solamente el interés de un departamento y no los intereses generales?". Y se respondió: "La integridad dela representación no depende de esteo aquel diputado. Essiempre la misma':Por un lado, Varas rechazaba el mandato imperativo de los pueblos yreconocía la existencia de una representación moderna, pero, por otro lado,depositaba ésta, como interés general, en el gobierno. En realidad, apelaba a una protolegitimidad que tenía que ver, finalmente, con la unidadsocial. El representante ejerce una función pública; es, como lo llama ElMercurio, "el recto juicio de la nación". El pueblo, en tránsito hacia la civilización, primero debía incorporarse como miembro de la sociedad civila través de la educación, antes de asumir su rol ciudadano en la sociedadpolítica. De ahí que sociedad civil y sociedad política, derechos civiles yderechos políticos, se definieran como instancias independientes, y querespecto del sufragio se leyera a Rousseau como el autor de una separaciónconceptual entre la voluntad "racional" y la voluntad "nacional", la cualpermitía asumir que aún no todos los miembros de la sociedad eran "racionales". De allí que la voluntad "nacional" debía ser entendida como representada por los miembros de la clase dirigente que asumieron el poder des
pués de la independencia.
EXILIO ARGENTINO Y CONSTRUCCiÓN DE LA ESFERA PÚBLICA CHILENA I 427
EL CAMPO CULTURAL
En la definición del campo político no existieron mayores diferencias entreargentinos y chilenos durante toda la década de 1840. No fueron sino lasmismas que a ratos, durante el siglo XIX, diferenciaban ese campo ideológico incierto donde conservadurismo y liberalismo alternaban con másacuerdos que diferencias doctrinarias (Stuven, 2002). Eserelativo consensoproducto del realismo político de ambos bandos no generó verdaderosconflictos hasta 1851, cuando se produjo una rebelión contra la elecciónde Manuel Montt a la presidencia de la república. En ese momento, sí, Sarmiento acompañó la pluma con el sable para defender a su amigo y protector. Sin dudas, hubo disidencias y polémicas entre los intelectualeschilenos y los argentinos desde comienzos de la década en lo que respectaa la definición del campo cultural. La lengua y su uso, la literatura, la historia y la historiografía, fueron sometidas a intenso escrutinio yevaluadas como generadoras de discursos que aportaban definiciones sobre lanación y sobre sus sustentos éticos y políticos. Julio Ramos, por ejemplo,entiende este proceso como el resultado de una "modernización desigual"de la literatura hispanoamericana, en tanto no alcanzaba los niveles deautonomización logrados en Europa (Ramos, 2001).
Desde 1842,las llamadas polémicas ortográficas enfrentaron a Bello y aSarmiento en dos ocasiones. El detonante fue un trabajo publicado en laprensa por el profesor de latín, Antonio Fernández Garfias, donde criticaba la introducción de neologismos ortográficos en el uso del castellanoamericano. Sarmiento defendió el derecho del pueblo a expresar su "soberanía" en el uso del idioma, condenando a los"gramáticos" por actuar como«elsenado conservador [... ] partido retrógrado, estacionario" ("Ejerciciospopulares de la lengua castellana", El Mercurio, 27 de abril de 1842). Bellorespondió bajo seudónimo -Un Quidam- defendiendo al legislador ortográfico, del mismo modo como en otros aspectos había dado prioridad allegislador en su rol de regulador de las costumbres y distribuidor de derechos y deberes: "En las lenguas como en la política, es indispensable quehaya un cuerpo de sabios, que así dicte las leyes convenientes a sus necesidades, como las del habla en que ha de expresarlas; y no sería menos ridículo confiar al pueblo la decisión de sus leyes, que autorizarle en la formación del idioma", sentenció, dejando claro que ambos concedían que enla discusión sobre el lenguaje se debatían aspectos sociales e institucionales relevantes para la nueva nación.
Que Chile y su cultura eran considerados un campo político interrelacionado quedó de manifiesto cuando, al igual que en oportunidad del
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debate sobre los derechos políticos, se introdujo en la discusión una separación entre el campo formal y el de fondo. Dijo entonces Sarmiento: dejen"[ ... J las cuestiones de palabras para quienes no están instruidos sino enpalabras". Ésas eran las formas; en el fondo "los pueblos en masa y no lasacademias forman los idiomas". A lo que Bello replicó:
¿Yen qué se mengua esa soberanía, o de qué modo la pierde un pueblo, porque se le prescribe hablar como hablan las personas bien educadas, las personas cultas, que son las únicas que pueden reducir el hablaa un sistema de signos y de combinaciones sancionadas para la comúninteligencia?
Los dardos estaban lanzados y fueron retomados cuando Sarmiento presentó a la Facultad de Humanidades de la Universidad de Chile su Memo
ria sobre ortografía americana, origen de su futuro Silabario, donde confirmaba sus posturas anteriores, retomaba su crítica desenfadada a España yplanteaba la revolucionaria propuesta de adaptar la ortografía a la pronunciación. Proponía, en definitiva, que la cultura americana se autonomizara, que superara" [... ] el miedo, el rubor, (la) vergüenza (de) querer seramericanos en algo': Lo más novedoso de la postura de Sarmiento en estapolémica fue que también incluyó una posibilidad de autonomización popular para la participación, discusión que dijo querer abordar de "mil amores": "Para los letrados, los literatos, los hablistas, el Latín como guía; paralos demás, para el comerciante, elhacendado, las mujeres, los escolares [... ]"se hacía necesario facilitar su inserción en la república de las letras y por endesu participación en la esfera pública (ElMercurio, 3 de julio de 1842).
Aunque sobraron insultos en la polémica -Sarrniento llegó a proponerelostracismo para Bello y Minvielle le cobró las atenciones dispensadas porlos chilenos-la sangre no llegó al río, y elargentino vio coronados sus esfuerzos con la decisión de la Facultad de adoptar "con reservas" y en forma paulatina la reforma propuesta. El triunfo fue completo cuando en 1844 elgobierno ordenó que toda obra de enseñanza pública llevara la nueva ortografía. Simbólicamente, Laconciencia delniño,traducida para lectura infantil por Sarmiento, fue la primera obra publicada con la nueva ortografía.
Chilenos y argentinos volvieron a enfrentarse con motivo del romanticismo literario, título que asignaron a una discusión que trascendía conmucho lo literario y la corriente romántica. Alberdi definió el verdaderosentido de la polémica en un artículo -''Algunas vistas sobre la literaturaamericana"- publicado en la Revista de Va/paraíso (6 de julio de 184Z), alabordar los alcances del concepto de literatura. Ésta era
EXILIO ARGENTINO Y CONSTRUCCiÓN DE lA ESFERA PÚBLICA CHilENA I 429
[ ... j cristiana por sus creencias sociales; espiritualista por Su moral;social y civilizadora, de apostolado y propaganda, por su misión; progresiva, por su fe en el dogma filosófico de la perfectibilidad indefinidade nuestra especie; profética por su Íntima creencia en el porvenir de laAmérica y del mundo [... ] democrática y popular, por sus formas deestilo y de lenguaje; atenta al fondo más que a la forma del pensamiento,cuidadosa del valor y peso de las expresiones, más bien que de la purezade su origen gramatical [... ].
También la literatura debía expresar" [... ] la extensión de los principios denuestra revolución democrática" y ser liberal como el arte. Esta declaración de principios sitúa el contexto de la polémica sobre el romanticismo, en tanto son los principios políticos que evoca su contenido los queentran en conflicto. Asimismo, de acuerdo con Sarmiento el llamado a lalibertad frente a los cánones lingüísticos españoles convertía a los argentinos que participaron de este bando en campeones de la batalla final porla emancipación de la adscripción a los cánones culturales españoles. SegúnAlberdi, él había iniciado a Esteban Echeverría y a Juan M. Gutiérrez enlas doctrinas de la Revue Encyclopédique, cuyas doctrinas fueron volcadaspoco más tarde en el Dogmasocialista de Echeverría (Orgaz, 1950).
Lastarria ya había asignado un rol utilitario a la literatura en su discursoinaugural de la Sociedad Literaria, pronunciado también en 1842. AntonioGarcía Reyes,redactor del prospecto de ElSemanariode Santiago, en tornoal cual se agruparon los "anti-románticos"; había expresado su coincidencia al sostener que el fin de la literatura era "educar al pueblo y proporcionarle un medio sano y cívico de expansión". Como años más tarde sostuviera el crítico uruguayo José Enrique Rodó (1967), se trataba de reivindicarla "autonomía literaria': que no era sino la autonomía intelectual.
Los desacuerdos surgían cuando se trataba de precisar la función cívicade la literatura. Durante la década de 1830,Andrés Bello había sostenido quela literatura, como arte, se liberara de los estrictos cánones que le imponían los "procederes" del arte dramático. Sin embargo, su actitud cambióen 1842, cuando el argentino Vicente Fidel López, joven abogado exiliadocomo sus compatriotas, quien actuaba como editor de la Revista de volporaíso, publicó su "Clasicismo y romanticismo", donde acusaba a la clasedirigente chilena de retrógrada y enemiga de toda innovación. La réplicaprovino de Salvador Sanfuentes, y estuvo dirigida hacia los factores revolucionarios y desestabilizadores del orden social contenidos en el textoromántico. Declarando su respeto por Victor Hugo, Sanfuentes se pronunció incapaz de comprender que éste juntase en el Ruy Blasa un lacayo
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con una reina: "Semejantes monstruosidades no existen en la naturaleza':
escribió en El Semanariode Santiago (21 de julio de 1842). Al ruedo ingresóprontamente Sarmiento, quien, luego de declarar la muerte del romanti
cismo en Europa y su reemplazo por "la escuela socialista o progresista",
encargada de" [... ] favorecer las tendencias liberales, de combatir las preo
cupaciones retrógradas, de rehabilitar al pueblo [...1", confirmó los temo
res de Sanfuentes: el romanticismo llevaba en su seno no sólo la propuesta
de una democratización institucional, sino también la de una búsquedade la igualdad social. Aunque el RuyBias fuera exagerado, "hay poesía, y dice
a cualquier plebeyo: tú puedes amar a una reina o puedes ser presidente de
Chilc'" (ElMercurio, 28 de julio de 1842).La polémica acabó con un llamado
generalizado a la fijación de límites para la discusión; según García Reyes,
se "estaba a punto de abandonar el ámbito literario que le había dado lugar
y posibilidad': Sarmiento se declaró triunfante: "Bajo la apariencia de unacuestión literaria, se han desarrollado principios sociales [... J se han des
pertado (las tendencias) del progreso (y del) status qua" ("Segunda corres
pondencia de un imparcial", El Mercurio, 7 de agosto de 1842).
En un texto escrito mucho tiempo después del fin de su exilio en Chile,
Juan María Gutiérrez atribuyó a Juan Crisóstomo Lafinur --elfilósofo y edu
cador de la era rivadaviana, profesor en el Colegio de Ciencias Moraleshaber secularizado, "[ ... ] primero las aulas y luego los fundamentos de la
enseñanza" (Cutiérrez, 1915). Esa educación habría entregado a sus colegas
intelectuales de la generación del '37 las herramientas intelectuales que uti
lizaron para plasmar sus primeras obras, aquellas que prepararon el terreno
para su intervención en la vida cultural chilena. Alberdi lo resumió escri
biendo que la ley del progreso, incluyendo el de la nacionalidad, requería:"[ ... ] primero, la investigación de los elementos filosóficos de la civiliza
ción humana; segundo, el estudio de las formas que esos elementos deben
recibir bajo las influencias particulares de nuestra era y nuestra tierra' (Wein
berg, 1977: 141). Desde una mirada del presente, la lectura filosófica de los
procesos históricos era un desafío a la historia llamada narrativa, cuyo textodebía ceñirse al estricto desarrollo de los hechos en el interior de un deve
nir fijado por la Providencia. Desde ese punto de vista, era una visión secu
larizadora; para Alberdi, la historia era producto de la razón y la observa
ción y no de la fe; tampoco era fruto de alguna inspiración trascendente.
El debate histórico que vio la luz en 1844 hizo aflorar un problema esen
cial para la modernidad republicana, el cual se había infiltrado ya entre losintelectuales de la generación del '42. Precisamente ese año de 1842, el MuseodeAmbasAméricas, cuyo redactor era el intelectual colombiano Juan García
del Río, dedicó diez artículos a pasar revista a todas las tendencias de la filo-
EXILIO ARGENTINO Y CONSTRUCCION DE LA ESfERA PÚBliCA CHilENA I 431
sofía de la historia. Su conclusión era que la moral de la historia debía fun
darse "en el respeto debido a la autoridad legal [... ] a nombre del pueblo,
en una república" (ElMuseo deAmbasAméricas, vol. 1,N° 8: 321-322). Influido
por el positivismo comtiano, también José Victorino Lastarria (1967:103)
llegó a la conclusión de que la historia debía liberarse de interpretacionesprovidencialistas y ponerse al servicio de la república. "La verdadera crí
tica confrontará continuamente la literatura y la historia, comenzará la una
por la otra, y comprobará las producciones de las artes por el estado de la
sociedad", aclamó en su discurso inaugural de la Sociedad Literaria.Vicente Fidel López le dio el nombre al problema comentando el dis
curso y celebrando que Lastarria hubiera ingresado en la senda del progreso social, que "ha hecho resaltar en la historia de la humanidad la cien
cia nueva: esa ciencia, propiedad de nuestro siglo, que se llama filosofía
de la historia". La nueva disciplina consistía, para López, en la compren
sión del pasado en función del presente y del porvenir (LaGaceta delComercio,31 de mayo de I842). Tan relevante fue este desafío que Andrés Bello lomencionó en su "Discurso inaugural de la Universidad de Chile", dándole
marco institucional al cultivo de la historia y expresando su admiración
por Herder y demás filósofos de la historia, pero también fijando sus lími
tes. (Fue en ese marco institucional que en 1844 se publicó la Memoriahistórica de Lastarria, en la que entabló una polémica implícita con la posi
ción fijada por Bello.) Según Bello, la función principal de la historia era
la narración de los hechos, contra lo cual reaccionaron quienes, como Sar
miento, consideraban que había llegado elmomento de colocar los hechos"[ ... ] en el orden progresivo de los desenvolvimientos de las sociedades"
(El Mercurio, 7 de junio de 1841). O como Vicente Pide! López, en "Clasi
cismo y romanticismo": "La historia es pues la expresión de los movimien
tos, sucesos, innovaciones, con que al paso que se hace palpable la partefundamental e inamovible de la naturaleza humana, se hace resaltar su
parte libre y progresiva [... ]" (citado en Pinilla, 1943)·Lastarria continuó desafiando el lugar institucional asignado a la defi
nición de los cánones historiográficos con su "Investigaciones sobre la
influencia de la conquista y del sistema colonial de los españoles en Chile",
primer discurso histórico leído ante la Universidad de Chile en 1844 y queluego sería publicado como la primera Memoria histórica de una larga serie.
Según Lastarria, la principal tarea del historiador era definir la utilidad de
la historia como posibilidad de adquirir un conocimiento "filosófico" del
carácter de una época. La historia se convertiría de ese modo en una peda
gogía para el presente. La aplicó definiendo el pasado hispánico como un
período de guerra y servidumbre, del cual la nueva república debía des-
432 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
prenderse si quería avanzar hacia el progreso. Esa servidumbre, además,habría continuado, afligiendo "hoy en día l...] a los cuatro quintos de nuestra nación" (Lastarria, 1868). Sarmiento criticó por inoportuna la posturade Lastarria frente a España, y Bello se mostró molesto por el diletantismo ideológico de su alumno; reaccionó contra su crítica social, confiando en la capacidad de la legislación para modificar las costumbres heredadas. Cuatro años después, Lastarria se presentó nuevamente ante launiversidad en ocasión de un certamen literario con su "Bosquejo histórico de la Constitución del gobierno de Chile durante el primer períodode la revolución, desde 1810 hasta 1814". Este escrito se proponía colaborara"nuestro progreso democrático" a través de la tesis de que elfin de la PatriaVieja (1810-1814) se debió a que los primeros años de gobierno criollo norealizaron una verdadera revolución regeneradora del "espíritu de la sociedad". Su nuevo intento interpretativo de la historia tampoco fue bien acogido. Ni sus amigos más cercanos, como Vicente F. López, García del Río,Alberdi y Sarmiento, le dieron su apoyo pues consideraron que demostraba excesivo desdén por los hechos. Ésta es otra demostración de que lacultura se desenvolvía al filo de dos paradigmas: por un lado, el de la historia social, cultural, "total", que cuestiona elpasado desde el presente, tra
duciéndolo culturalmente, y, por otro lado, el de la historia narrativa, queprotegida por el relato de hechos, reduce la posibilidad interpretativa dela misma. Fue el caso de Sarmiento, quien en 1844 había escrito que" [... ]se ha pedido a la historia razón del desenvolvimiento del espíritu humano[... ]" porque "Filosofía, religión, política, derecho, todo lo que díce relación con las instituciones, costumbres y creencias sociales se ha convertidoen hístoria" (El Progreso, 2 de mayo de 1844). También López (1845) habiasostenido en su Memoria presentada a la Universidad que "La historia noes otra cosa que la lucha recíproca que sostienen los que quieren detenerel progreso con los que quieren desatar los lazos que le impiden volar sinobstáculo sobre las alas de la libertad". Bellole dio el golpe de gracia al refutar el Prólogo de la obra, escrito por Jacinto Chacón, en dos artículos devastadores publicados en ElAraucano. Chile, a su juicio, no tenía una historiografía madura. En ese contexto, no tenía ningún sentido discutir sobresi el método ad probandum era superior al ad narrandum. Primero habíaque aclarar los hechos y luego interpretarlos filosóficamente, e incluso enesa instancia la filosofía de la historia no permitiría conocer el carácter deun pueblo determinado. No sería posible aplicar leyes universales a larealidad chilena, afirmación con la que se echaba por tierra el caráctersociológico de la interpretación de Lastarria y su posibilidad de legitimarsu rol de intelectual desde esa postura.
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EL EFECTO SECULARIZADOR
La Constitución de 1833 protegía institucionalmente a la religión católicae impedía el culto público de otras denominaciones. No obstante, la generación dellaz, a través de su gestión cultural, dio curso a un proceso secularizador de la sociedad de efectos impensados por sus actores. Tambiénparticipó de él la clase dirigente en general por su confianza acerca de laconsolidación del orden social, y acerca de su control hegemónico delEstado. Aunque las posturas anticlericales del gobierno se hicieron evidentes recién en la década de 1850, desde el campo intelectual pudo percibirseuna tendencia crítica hacia el influjo de la Iglesia sobre los asuntos públicos. El republicanismo "epidérmico" no se había planteado hasta la fechael problema de la autonomía de lo público, pero a medida que el liberalismo de algunos exponentes adquiría consistencia ideológica, las repercusiones del discurso de las libertades y del imperio de la razón hicieronevidente el surgimiento de un desafío para el orden social católico. Monseñor Rafael Valentín Valdivieso, primer arzobispo de Santiago, lanzó lavoz de alerta con la fundación de la RevistaCatólica, en 1843, para defender la visión eclesiástica desde el uso de las mismas tribunas que la modernidad ponía a su disposición. Justificaba su postura en las tensiones surgidas con el gobierno, por el deseo de éste de recortar las prerrogativaseclesiásticas, vistas cada vez más como una amenaza a la república. Ejemplo de ello fue el conflicto por la designación -sin consulta previa algobierno- de José Ignacio Víctor Eyzaguirre corno vicario capitular luegodel fallecimiento de monseñor Manuel Vicuña, la promulgación de unaley de matrimonio de disidentes y la ley de régimen interior del Estado,que colocaba a los párrocos bajo la jurisdicción de los intendentes. Además, hubo denuncias contra el diezmo, "última raíz de la agotada malezadel feudalismo", según escribió El Progreso (25 de noviembre de 1842). Lacensura contra un libro del francés Aimé Martin sobre educación para lasmujeres no sólo puso en duda la conveniencia de prohibir ciertas lecturas, sino que también abrió un debate de larga duración sobre el rol socialfemenino (Aimé Martin, 1844). Juan Nepomuceno Espejo, desde las páginas de ElCrepúsculo (N° 10, 1 de febrero de 1844) llamó a educar a las mujeres permitiéndoles franquear algunos de los límites de la domesticidad, omás bien mejorar su desempeño dentro de éste. Recomendó sacudir a lamujer de los principios de una religión" [... ] empolvada con el fanatismoque le transmitieron sus abuelos", y educarla en "las ideas de patria y libertad". Su llamado iba dirigido a reconocer que la mujer debía cumplir unrol cívico: "Ilustrada la mujer, el pueblo será más feliz y venturoso".
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La publicación de "Sociabilidad chilena" por Francisco Bilbao, en unambiente enrarecido por el contenido explícito y simbólico de las polémicas culturales, activó todos los mecanismos de defensa, tanto de la Iglesia como de los católicos. Ese mismo año de 1844había fallecido el patriotaJosé Miguel Infante y hubo intentos eclesiásticos de prohibirle un funeralcatólico por sus posturas disidentes. Sin embargo, el fervor popular impidió que la Iglesia se arriesgara con sanciones tan radicales. Las discusiones ortográficas, los desafíos a la memoria de la Madre Patria, las amenazas a la estructura de clases contenidas en la lectura del romanticismo, lasdiscusiones sobre el rol del Estado en la educación, las críticas al diezmo,los intentos de sacar a la mujer de rodillas de la Iglesia y el rol de la prensacomo tribuna para socializar las opiniones sobre verdades alternativas ala oficial católica, habían sido voces de alerta sobre la presencia de intelectuales activos en el cambio de los valores sociales. El rol asignado a lasideas y a la transferencia hacia la nación de la iniciativa sobre su configuración ética, social y religiosa gatilló las defensas institucionales e inclusohizo dudar de sus implicaciones a quienes habían sido sus principalesimpulsores. La Revista Católica publicó en 1844diez artículos para refutarlos "errores religiosos y morales del artículo 'Sociabilidad chilena". El juicio de imprenta lo condenó, y muchos de los amigos de Bilbao, como antesa Lastarria, lo abandonaron. Andrés Bello, Vicuña Mackenna, Sarmiento,Lastarria, Mariano Egaña y el mismo López expresaron -con distintos sesgos y matices- su repudio institucional y público, sancionando así las contradicciones entre el liberalismo dcmocratizante de Bilbao y el espíriturepublicano "epidérmico". Lahegemonía social que había sido denunciada
evocaba nuevamente el paradigma de la tradición: hubo acuerdo en la neccsidad de mantener inalterable aspectos del orden tradicional ante las denuncias de Bilbao contra la familia, las estructuras políticas, sociales y económicas y,especialmente, contra la Iglesia, que habría sido según él la fuentelegitimadora de un sistema de opresión e injusticia.
El desenlace ideológico del desarrollo de las polémicas trascendió susdesafíos abiertos hacia los órdenes puntuales que las provocaron. Éste fueel resultado de todas las polémicas, pero especialmente, o más explícitamente, de las que definieron nuevos paradigmas filosóficos para la interpretación del presente y del pasado, como aquéllas protagonizadas e impulsadas por Bilbao y Lastarria. Su contenido secularizador suscitó reaccionesante la tal vez primera revolución modernizadora y racionalista que afectaba a la república. Ello justificó plenamente que la Revista Católica considerara que las ideas de Bilbao rompían "todos los vínculos religiosos,morales y políticos que ligan al hombre en sociedad': También Al Mcrcu-
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rio reaccionó contra "las doctrinas irreligiosas recientemente propagadaspor e1liberalismo más indiscreto", y sostuvo que "solo la religión va a daraltura moral al roto, al gaucho, al indio" (El Mercurio, 28 de julio de 1844).Reacciones semejantes aparecieron en la mayoría de los medios de prensa.En el caso de Lastarria, su concepción de la filosofía de la historia implicaba una lectura racional de la misma y, por lo mismo, la expulsión de laprovidencia como motor del desarrollo humano. Al sostener que Dios"ha establecido al hombre como una divinidad en la tierra", y que no existeun "orden fatal", superior a la "soberanía de juicio y de voluntad", Lastarria postuló la preeminencia de la libertad humana sobre lo que llamó la"fatalidad". Más adelante, en sus Recuerdos literarios, el autor defendió supostura sosteniendo que las concepciones teológicas de la historia hacendesaparecer la libertad y el progreso (Lastarria, 1967:200).
Ambos autores pusieron sobre el tapete de la política el concepto desoberanía nacional, apelando al pueblo como su depositario, sin sujecióna autoridades con poder trascendente. Ambos, como los demás intelectuales de su generación, asignaron a la "sociedad", entendida como la naciónsoberana, el lugar primordial entre los agentes de cambio, transfiriendola autoridad desde la clase dirigente hacia los representantes del pueblo.Más aun, Bilbao concebía una unión entre sociedad civil y política, desprendidas ambas de un sistema de creencias. Desde ese punto de vista, noera indiferente socialmente que el catolicismo fuera la religión oficial si erauna religión que lanzaba "una montaña de nieve sobre el fuego de la dignidad individual". En "Sociabilidad chilena" (1844) escribió:
El Catolicismo es religión simbólica y de prácticas, que necesita y creauna jerarquía y una clase poseedora de la ciencia. Religión autoritariaque cree en la autoridad infalible de la Iglesia, es decir, en la jerarquíade esos Hombres [... ]. Religión simbólica y formulista que hace inse
parable la práctica de la forma, del espiritu de la ley.
De allí surgía necesariamente la necesidad de una institucionalidad queaboliera esa dependencia para que -como le respondió al fiscal que lo acusaba- pudiera realizarse "la idea más grande del mundo [... ] la del pueblo soberano" (ibid.).
Tanto Lastarria corno Bilbao llevaron al intelectual al terreno de la acción,como socializadores de las ideas que la razón conoce autónomamente y delas que surge la propuesta de una nueva legitimación del orden político y
social. Y llevaron las ideas hacia la sociedad civil, ámbito privilegiado deentrenamiento político y de transformación histórica. La discusión ideo-
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lógica se convirtió para ellos en un aspecto fundamental de la práctica política. En ese sentido, estos primeros intelectuales liberales, que se permitieron traducir las polémicas culturales en proposiciones políticas y sociales concretas, desafiaron el poder desde el saber que 10 constituía y quemantenía su cohesión. El catolicismo, más que la fe verdadera para los creyentes, era una visión del mundo que aportaba coherencia a la acción política. El desafío que le habían lanzado los intelectuales liberales era una propuesta de secularización social que dejaba a la sociedad a la deriva al liberarlade sus elementos de contención. Según estos escritores, el saber racionalera suficiente impulso para la acción y para su arraigo en la historia. Elintelectual, el letrado, como mediador entre el mundo del conocimientoyel mundo de la acción, aceptaba correr el riesgo de asumir su plenaautonomía. Fue a partir de esa asunción de un nuevo rol por parte de losintelectuales que en la década de 1840 habría nacido la república "sustancia}", sobre la cual la clase dirigente aún tenía mecanismos de control.
CONCLUSIÓN: LA CULTURA POLÍTICA
El debate de ideas -necesarias para la definición de la nación chilena y laconsolidación de su república- que se dio durante la década de 1840 fueproducto de la liberalización de las trabas que el autoritarismo portaliano impuso sobre la expresión de la disidencia política y sobre la prensa.La llamada generación del '42, portavoz de la nueva palabra, estuvo integrada por aquellos chilenos que fueron el primer producto de la educación republicana a través del Instituto Nacional fundado en 1813,y por losargentinos exiliados de la tiranía de Juan Manuel de Rosas. Ellos interactuaron, usando la terminología de Pierre Bourdieu, en un incipiente campocultural o intelectual que les sirvió de escenario y en cuyo interior se enfrentaron e hicieron circular sus ideas, es decir, en un campo constituido porlas instituciones culturales que cobijaron sus planteamientos y por lossoportes políticos y sociales que les permitieron establecer vasos comunicantes entre sí. Con su sede en las ciudades de Santiago y Valparaíso -lasdos capitales de la ciudad letrada chilena-, éstas fueron la prensa periódicaque acogió la contribución argentina, especialmente aquella de Alberdi,Sarmiento, Frías y López; las instituciones educacionales, especialmente laUniversidad de Chile, y las asociaciones fundadas para la pedagogía y eldebate cultural, entre las cuales destaca la Sociedad Literaria. También,como sostiene Bourdieu, este campo cultural en formación gozó de una
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autonomía relativa con respecto al campo del poder, consustanciado eneste caso con el gobierno de Manuel Bulnes (1841-1851). Este campo se desarrolló en un contexto marcado por la hegemonía cultural de la clase dirigente, una hegemonía construida sobre la base de una definición restrictiva de los derechos ciudadanos, del predominio de la élite sobre el camposocial y político y de la legitimación moral de su poder a través del discursocatólico. La ampliación del campo intelectual con la llegada de los exiliados argentinos y el auge del periodismo hizo posible que la juventud educada en el Instituto Nacional pudiera incorporar nuevos productos culturales, establecer nuevas combinaciones sociales entre sí y adecuarlas ala construcción de una cultura política crecientemente republicana (Burke,2000). Fue ésa la principal característica de la que puede ser consideradala primera generación de intelectuales-pedagogos en Chile: la generación
de 1842.
En su intento por ir adecuando el discurso ideológico a la modernidadrepublicana y al liberalismo, los intelectuales de esta generación dieron curso,en muchos casos involuntariamente, o al menos sin medir las consecuencias, a un proceso de secularización social que fue percibido por la clase dirigente como una amenaza al orden social y asumido como riesgo de vacíoético para enfrentar los nuevos tiempos. Aunque el Estado ya había dadoinicio a su lucha contra la ingerencia eclesiástica en los asuntos públicos, notenía ninguna intención de poner en duda el sustrato católico de la sociedad. La porción más liberal de la generación del'42, para la cual lo mássustantivo era la emancipación de la conciencia -y que incluía entre otrosa Lastarria- atacó la religión implícitamente al atacar el providencialismohistórico o al proclamar que la inteligencia no podía sujetarse a "doctrinasresueltas a priori", pero no lo hizo explícitamente (Lastarria, 1846). Tal vezsólo Bilbao y Espejo osaron agredir más directamente el credo religioso, conel castigo consiguiente que afectó al autor de "Sociabilidad chilena': No obs
tante, al buscar legitimar su rol de intelectuales lograron que el liberalismo, al menos simbólicamente, pareciera una corriente ideológica consustancial con la modernidad. De esta manera, estos "pedagogos cívicos"dieron inicio a un camino que hallaría su culminación en el siglo siguiente,cuando asomó la posibilidad de reemplazar la religión tradicional en susantiguas funciones políticas por nuevas corrientes ideológicas que en algunos casos supieron vehiculizar la vocación republicana por la libertad y laigualdad. Fue de este modo que el accionar de la generación de 1842 contribuyó a satisfacer la necesidad funcional de una incipiente racionalizaciónde la vida social, que en la década de 1840 fue sentida como urgente tarea,y por la cual se jugó aquel grupo de intelectuales-pedagogos.
438 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
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Los intelectuales y el poderpolítico: la representación delos científicos en Méxicodel porfiriato a la revolución'*Claudia Lornnitz
Una de las características notorias de la Revolución Mexicana es el odioextendido que los revolucionarios expresaron hacia los denominados científicos, la élite tecnocrárica de la dictadura. Todos los revolucionarios utilizaron el término con aversión, convirtiéndolo prácticamente en sinónimode traidor y corrupto. "Nadie", escribió Francisco Bulnes (1916: 103),
ni siquiera quienes tuvieron sólo una comprensión superficial de la Revolución Mexicana, y ni uno solo de los habitantes de México capaz detener una opinión sobre asuntos públicos, puede ignorar el hecho de queel origen de la revuelta que derrocó al dictador Porfirio Díaz fue elodio hacia los científicos, revelado en elgrito general y profético "[Mueran los científicos!". Incluso hoy, en 1915, para la imaginación popularmexicana, el científico es el enemigo acérrimo del pueblo, más criminalque el parricida, el asesino de niños inocentes, o el traidor.
Es posible que los más vehementes en este sentido hayan sido los gruposradicales de anarquistas y socialistas -entre los que se encontraban tantornagonistas como zapatistas-, ya que concibieron la revolución como unarebelión justificada frente a los abusos de los científicos:
Elejemplo que el pueblo Mexicano acaba de dar en estos momentos reconquistando sus libertades usurpadas, ha sido admirable, el pueblo luchósin apartarse un ápice del camino que le señalan las leyes;agotados todoslos medios legales, después de haber sufrido persecuciones, calumnias,injurias, atropellos, arbitrariedades, asesinatos, etc., etc., y agotada la
I Agradezco a Carlos Bravo, Friedrich Katz y Jorge Myers por sus sugerencias.* Traducido por Leonel Livchits.
442 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
paciencia hizo uso de la fuerza, precipitado por el nefasto partido Científico, y por todos los caciques y sátrapas de la administración Porfiriana ("El Amigo del Pueblo: por el Pueblo y para el Pueblo",Cuernavaca,
9 de julio de 1911,citado en Espejel, Olivera y Rueda, 1988: 101-104).
En efecto, hacia 1910el sentimiento anticientifico estaba tan extendido queni siquiera elafable Francisco Madero (1976), interesado en reclutar a variosde estos tecnócratas para su propio gobierno, pudo escapar a la expresiónpública de al menos algún improperio. En el "Plan de San Luis" del 5 de
octubre de ese mismo año, en San Luis Potosí, afirmaba:
Conciudadanos: Si os convoco para que toméis las armas y derroquéisal gobierno del General Díaz, no es solamente por el atentado que cometió durante las últimas elecciones, sino por salvar a la patria del porvenir sombrío que la espera continuando bajo su dictadura y bajo elgobierno de la nefanda oligarquía científica, que sin escrúpulos y agran prisa están absorbiendo y dilapidando los recursos nacionales.
Por su parte, los principales constitucionalistas fueron categóricos en surechazo a los científicos, y en efecto justificaron algunos de sus principalesartículos legislativos, como la reforma agraria, remitiéndose a los abusosde los científicos. En su discurso pronunciado el29 de enero de 1917en Querétaro, Luis T. Navarro (1969) afirmaba:
Hemos visto por dolorosa experiencia, que siempre que ha habido movimientos armados en la República, a su triunfo, todos los ricos, los científicos, los convcnencieros, se han unido a los jefes de los movimientoso a los que están cerca de ellos, para valerse de ellos y así salvar susderechos y conservar en su poder las tierras que legítimamente corres
ponden al pueblo.
En ciertos aspectos, la intensidad de estas expresiones tiene un paraleloen el odio hacia la aristocracia de la Francia revolucionaria (Furet, 1992:
10-14). Ahora bien, al igual que la aristocracia, los científicos eran unafracción de la élite, y no la élite en su totalidad. De modo que al dirigir elodio de clase hacia los científicos, otras fracciones de la élite quedaban librespara construir y conducir movimientos con una amplia base popular. Unsíntoma de esta dinámica es el hecho de que el odio hacia los cientijicossolía ser más intenso que las opiniones negativas sobre el dictador PorfirioDíaz. Por ejemplo, en un artículo publicado en El Partido Democrcitico, el
INTELE(lUAlES y PODER pOLíTICO. LA REPRESENTACIÓN DE lOS UENTlF/C05 I 443
24 de julio de 1909, el ideólogo revolucionario Luis Cabrera (2002: 8) ubicaba a Dfaz en un lugar distinto al de los científicos: "Acuso al Lic.Ordí dehaber injuriado gravemente al general Díaz y haber insultado la memoriasagrada de Iuárez yOcampo, llamándolos científicos". En efecto, la denuncia de los científicoscomo el peor aspecto de la dictadura de Díaz siguesiendo aún casi un reflejo pavloviano entre los historiadores mexicanos,incluso entre quienes han exigido una reevaluación del porfiriato. En unensayo que bosqueja la historia de la corrupción mexicana, el historiadorliberal Enrique Krauze (1982: 18-19) sostiene:
De Porfirio Díaz pueden decirse muchas cosas, pero no que fueracorrupto. Cierto, dio negocios y prebendas a los cientfflcos y prohijóuna bárbara acumulación y un saqueo despiadado con la Ley de Baldíos. Pero lo hacía, al menos en parte, por las mismas razones ideológicas que guiaron a los liberales en la política de desamortización.
¿Qué tipo de fenómeno fue el sentimiento anticientifico? La pregunta esmás desconcertante de lo que parece. En vísperas de la Revolución, el término científico solía remitir a la nueva burguesía modernizadora mexicanay, por tanto, el odio hacia los científicos se ha presentado como un odio declase liso y llano. Sin embargo, no lo fue en los hechos, ya que combinó elodio de clase con destilados de sentimiento nacionalista particularmenteautoritarios, e implicó también la denuncia de una variedad de doctrinasy un tipo de anticosrnopolitismo.
Mucho antes de ser representados como fracción de una clase social,los científicos fueron identificados con la élite educada de una nueva generación, que formó parte de las primeras promociones de graduados de unainstitución de educación superior verdaderamente liberal. En 1867, después de la ejecución de Maxirniliano de Habsburgo, el presidente Benito[uárez nombró ministro de Instrucción Pública a Gabino Barreda, estudioso de Auguste Comte, y le pidió que refundara la educación superiormexicana. La Universidad de México, la más antigua del continente (fundada en 1551) junto con la Universidad de Lima, había sido cerrada porser esencialmente un brazo de la Iglesia católica. Barreda, que se convirtióen el ideólogo de los liberales triunfantes, fundó en su lugar la EscuelaNacional Preparatoria.
Los logros más memorables de los científicos fueron la construcción yla modernización institucionales. Así fue como uno de los científicos másprominentes, Justo Sierra, se convirtió en director de la Escuela NacionalPreparatorin y luego, como ministro de Educación de Díaz, refundó la Uni-
444 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
versidad de México como institución secular y liberal, bajo el nombre de
Universidad Nacional de México (la UNAM aún hoyes considerada la principal universidad latinoamericana).
También hubo otros científicos no menos distinguidos. El historiador
Friedrich Katz (2007: 1), simpatizante de los revolucionarios populares de
México y crítico riguroso del Porfiriato, describe a José Yves Limantour,otro científico destacado, como "tal vez el tecnócrata más grande que México
haya producido". Otros científicos fueron notables hombres de letras, cien
tíficos y médicos, criminólogos y juristas, y muchos de ellos siguieron siendomuy respetados incluso después de la Revolución.
El objeto real del "odio a los científicos" es notoriamente difícil de deter
minar, y a veces parece apuntar a una idea o a una ideología abstracta antes
que a un grupo diferenciado de personas, o bien se confunde con una doctrina abstracta -el positivisrno-, con políticas específicas (como la defensa
de la inversión extranjera) o con los privilegios ilegítimos de una clase
social. El resultado es que el discurso anticientífico podía apuntar de maneradiscrecional a una variedad de blancos.
Así, por ejemplo, Justo Sierra nunca fue demonizado del modo en que lo
fueron Limantoury Francisco Bulnes, aunque Sierra fue el ideólogo más des
tacado del grupo. Los positivistas que sentaron las bases del sistema sanitario, la criminología, la educación y elderecho modernos a menudo eludie
ron el vituperio, y su influencia se extendió a la década de 1920 sin producir
escándalo entre los revolucionarios. Es más, los intelectuales posrevolucio
narios tendían a convertir el positivismo en anatema, incluso a pesar deque abrazaban ideas de positivistas como Andrés Malina Enríquez y Emi
lio Rabasa, lo que sugiere que el positivismo quizá no fuera rechazado persecon tanta virulencia como pareciera si nos concentramos sólo en los escritos de la llamada generación de 1915.(Sobre la influencia de Emilio Rabasa
en el constitucionalismo mexicano, véase Hale, 2000; sobre el darwinismo
social de Malina Enríquez y su influencia respecto de la conceptualización
de la reforma agraria, véase Kouri, 2002, y sobre el carácter conservador de
la universidad nacional durante la revolución, véase Garcíadiego, 1996.) Enefecto, muchos intelectuales revolucionarios icónicos, como el antropólogo
Manuel Gamio y el jurista e ideólogo Luis Cabrera, ofrecieron a sus segui
dores porciones generosas de doctrinas positivistas así como de darwinismo
social combinados con sus programas revolucionarios. Como sugirió Char
les Hale, las concesiones mutuas entre los ideólogos del ancien régime y sussucesores revolucionarios fluyeron más libremente de lo que se suele admi
tir, y hubo cierto reconocimiento de la obra de los científicos después de la
revolución, cuando ya no constituían una amenaza política. Hasta al vili-
INTELECTUALES Y PODER pOLíTICO: lA REPRESENTACiÓN DE LOS (lENTlflCOS 1 445
pendiado ideólogo Francisco Bulnes se le permitió escribir una columnasemanal cuando regresó de su exilio cubano en 1920, y líderes revolucio
narios como Cabrera mantuvieron correspondencia con él en un tono
respetuoso, si bien disidente (Cabrera, 1975).
También hay múltiples excepciones a la acusación de que los científicosfueron excesivamente corruptos. Al contrario de la práctica habitual en
América Latina, el ministro de Finanzas JoséYvesLimantour dejó 63millo
nes de pesos en el tesoro al traspasar el ministerio a los agentes del nuevogobierno de Madero. Es más, en ocasiones la mácula de la corrupción de
los científicos parece borrarse con relativa facilidad. Así, por ejemplo, el pro
pietario de lahacienda yucateca Olegario Malina, acusado sistemáticamente
por los revolucionarios de ser dueño de esclavos y agente de intereses esta
dounidenses, fue rehabilitado tras su muerte en 1925 y repatriado desde
Cuba para un entierro público espectacular en Mérida (Joseph, 1988: 54).
El decano de los historiadores del porfiriato, Daniel Cosía Villegas (1972:
753), fue algo contradictorio respecto de la corrupción de los científicos, alafirmar, como hizo, que la "antipatía" hacia los científicos fue provocada
por su presunción snob de ser los únicos acólitos de la verdad científica,
pero "en una medida mucho mayor aun, a que buen número de ellos se
enriquecieron a la sombra del gobierno, usando, y aun abusando, de sus
posiciones oficiales". Sin embargo, Cosío reconoce luego que esta acusación no es aplicable a Sierra, ni a Limantour ni a Bulnes, y que si bien no
cabe duda de la corrupción de los gobernadores Enrique Creel y OlegarioMalina, esto fue en cierta medida un fenómeno de la época (ibid.: 846847). Es más, Cosía afirma que en la cima de su poder, en 1909, sólo había
tres gobernadores científicos (en Yucatán, Chihuahua y Sinaloa), y que no
era científico ninguno de los jefes políticos ni de los presidentes munici
pales de la nación (notoriamente corruptos y vilipendiados) (ibid.: 853854). Por tanto, la corrupción de los científicos, donde existía, se hallabaante todo en concesiones y comisiones obtenidas por mediar entre el
gobierno y los intereses comerciales extranjeros, terreno que siempre fue,
y sigue siendo, lucrativo, pero también menos visible para la mirada pública
que las extorsiones de los caciques locales.
Sólo es posible aclarar estas ambigüedades e inconsistencias examinandocómo un grupo de tecnócratas liberales llegó a estar tan presente en la Revo
lución Mexicana como lo estuvo la odiada aristocracia de la Francia revo
lucionaria. ¿Cuál es la relevancia de este sentimiento para comprender
aquello que Arnaldo Córdova denominó -de un modo que puede indu
cir a error- "la ideología de la Revolución Mexicana"? Éste es el interro
gante que intento responder a continuación.
446 I HISTORIA. DE LOS INTELECTUALES EN AMERICA LATINA
WUIÉNES FUERON LOS CIENTÍFICOS?
El primer aspecto intrigante del sentimiento anticientífico es la inestabi
lidad del referente del término "científico". Emiliano Zapata (1987: passim),por ejemplo, llamaba "científicos" a toda la aristocracia terrateniente del
estado de Morelos. Luis Cabrera (2002: 19), por otro lado, caracterizó a
los científicos como financistas e intermediarios con empresas extranjeras
y los contrastó con la clase terrateniente conservadora:
Elgrupo neoconservador es esencialmente patriota y antisajonista, mien
tras que elcientífico es sajonizante decidido, yes más ilustrado. Los inte
reses ncoconservadorcs están formados principalmente por la gran pro
piedad rural mientras que los científicos lo están por la gran propiedad
industrial y financiera consistente en las acciones de las nuevas sociedades monopolizadoras.
Facciones de la élite en competencia dentro del gabinete de Díaz (nota
blemente los reyistas) se refirieron sistemáticamente al "partido científico",
así como lo hicieron los radicales magonistas. Y ambas agrupaciones poli
ticas aludían a los científicos como un partido político.
Estas visiones contrastan con la propia visión de sí que tenían los cientificos. Por ejemplo, José Yves Limantour (1965: 236), ministro de Finan
zas de Díaz y supuesto líder del "partido científico", describió su partici
pación en el grupo en los términos siguientes:
Hay un mundo de distancia entre la situación que realmente ocupé en
el Gobierno con relación al grupo de los "científicos", y la que se suponía en la opinión general. Pocos, muy pocos se fijaron en que mi acti
tud quedaba suficientemente explicada por los vínculos, no de la polí
tica activa, sino de orden intelectual, que me unieron durante muchos
años con un pequeño número de hombres que recibieron la misma
instrucción que yo, y fueron educados en las mismas doctrinas politico-socialcs.
En muchas ocasiones Limantour (ibid.: 235) negó que el grupo constitu
yera un partido, o siquiera un bloque político muy activo, y mucho menos
que él fuera el líder del mismo:
En efecto, ¿sobre qué descansa la creencia de que fui el jefe, o uno delos jefes del partido "científico"? Prescindo desde luego, para no entrar
INTELECTUALES Y PODER pOLíTICO. LA REPRfSENTACIÓN DE LOS [lENTiFl(OS I 447
en pormenores que se presten a largas discusiones, de la demostración
de que jamás ha existido el tan mentado partido político más que en la
imaginación de aquellos que quisieron dar la apariencia de cuerpo polí
tico a un cierto número de individuos para combatirlos más fácilmente
ante la opinión pública haciendo de dicho cuerpo elblanco de todos los
tiros; y contesto sencillamente la pregunta diciendo: que la expresadacreencia sólo se debe al hecho de haber sido yo el primero, entre los
que firmamos el Manifiesto de la Unión Liberal en abril de 1892 y fui
mos designados por ironía con ese sobrenombre de "científicos", que
formara parte del gabinete.
Estas líneas fueron escritas desde el exilio político parisino en 1921, muchos
años después de la muerte de Dtaz, y su intención era la publicación póstuma una vez que hubieran transcurrido varios años. No hay motivo para
sospechar insinceridad sobre este punto en particular. Otros científicos des
tacados, como Francisco Bulnes y Agustín Aragón, también describieron
al grupo como una aristocracia intelectual antes que como una clase social
o un bloque político (Bulnes, 1916: 103; Aragón, 1962: Introducción). Explicar el desplazamiento del referente es una de las claves para entender tanto
las causas como la productividad política del sentimiento anticientífico.
ORÍGENES DE LOS CIENTÍFICOS
El año 1892 fue testigo de la tercera reelección consecutiva de Porfirio Díaz,
y de su cuarto mandato presidencial. Fue un momento delicado para Díaz,
pues si bien es cierto que en general se le atribuían la paz y la prosperidad
alcanzadas, en 1890 hubo problemas financieros mundiales que afectaron
a México. Pero más delicado, tal vez, fue el hecho de que estas elecciones
contradijeran la propia plataforma de Díaz de 1876 contra Lerdo de Tejada:Sufragio efectivo, no reelección. La tercera reelección consecutiva fue con
siderada en general como la consolidación de una dictadura, progresista
quizá, pero opuesta al antiguo credo liberal así como a las normas referi
das a la reelección vigentes en los Estados Unidos. Una serie de rebeliones
aisladas en pueblos pequeños de la periferia rural subrayaron este hecho
(Reina, 1984; Katz y Lloyd, 1986).Por estos motivos, Díaz creía que se justificaba organizar algún tipo
de manifestación popular en favor de la reelección, en especial porque las
elecciones mismas no gozaban de mucho prestigio como indicador de la
448 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
voluntad popular. Como lo expresó Francisco Bulnes (1904: 655-656) congran colorido:
En México es considerado como el colmo de la estupidez, de la locura,de la ridiculez, morir o perder un miembro defendiendo a balazos lainviolabilidad del sufragio en una casilla electoral previamente asaltada por la policía. Con semejantes ideas generales en todas las clases,el voto político mexicano, cuando lo hay, tiene menos importancia queel maullido de los gatos en las noches tibias y calurosas.
Como la elección misma sería un signo poco convincente de clamor popular por la reelección, Díaz le pidió a un grupo de talentosos jóvenes liberales (positivistas) conducidos por Justo Sierra que organizara algo parecido a unas elecciones primarias al estilo estadounidense, para ellanzamiento de su campaña.
Sierra y un grupo selecto de amigos así lo hicieron, con un brío y unéxito notables. Organizaron una estructura cuasi partidaria, la Unión Liberal, y una convención nacional, con setenta delegados provenientes decada estado de la república, y lanzaron la candidatura de Diaz con unmanifiesto, escrito por Sierra y firmado por Manuel de Zamacona, Sóstenes Rocha, Rosendo Pineda, Carlos Rivas, Pedro Díez Gutiérrrez, PabloMacedo, José Yves Limantour, Francisco Bulnes, Vidal Castañeda y Najera.y Emilio Alvarez (Rice, 1979).
En este manifiesto, Sierra habló en nombre de la nación, expresandosu satisfacción por el progreso porfiriano, pero también sus deseos parael futuro próximo. Las demandas se centraron principalmente en losdesafíos fundamentales para el progreso y el crecimiento económico, loque incluía un interés pormenorizado por la reforma administrativa. Enel" Manifiesto de la Convención Nacional Liberal a favor de la reelección"
([1892] '974: 4), se afirmaba que la nación "desearía que no hubiera tregua en el empeño de sacar nuestro régimen tributario del período puramente empírico, proporcionándole en el catastro y la estadística sus basescientíficas".
Burlándose de la pretensión de establecer una base científica para laadministración política, desde entonces se trató satíricamente a quieneshabían firmado la proclama de la Unión Liberal como los científicos. Noobstante, el término fue ambiguo desde su origen, ya que se refería tantoal reducido grupo de ideólogos que habia organizado la Unión Liberalcomo al partido que buscaba construir. En efecto, si bien los cienttficos apoyaban la reelección de Díaz, también promovían reformas diseñadas para
INTELECTUAlES Y PODER pOlíTICO: LA REPRESENTACiÓN DE LOS (fENríFlCOS I 449
conducir la dictadura hacia un sistema institucional moderno, y estas reformas incluían el establecimiento de un sistema judicial independiente, lacreación de la vicepresidencia y la formación de un partido político.
Díaz, por su parte, adoptó el relato ideológico construido por Sierra ycolocó a numerosos miembros del grupo en cargos clave, pero rechazópor completo las tres previsiones que establecían límites a su poder personal. Por tanto, no iba a haber ni sistema judicial independiente, nivicepresidencia, ni partido político. (Para detalles sobre estas iniciativas,véase Hale, 1989: caps. 2-4.) Sin un fundamento partidario, los científicosestaban destinados a ser, hasta el fin de la dictadura, un círculo, una élite
intelectual y tecnocrática.Limantour (1965: 95) sintetizó la actitud de Díaz del siguiente modo:
Los "científicos" tuvieron al principio pocas oportunidades de ponerseen contacto con el señor Presidente. [... ] el señor general Díaz abri
gaba cierto recelo de que tornando el grupo mayor impulso, podríaadquirir una influencia tal en la gestión pública, que le permitiera seguiralgún día en línea de conducta distinta de la oficial. Este temor se fundaba en el notable empuje que habían mostrado los aludidos jóvenes,no sólo en la organización de "La Unión Liberal", sino en la iniciaciónde las reformas que en el espíritu y en el sistema de gobierno pretendieron ellos implantar, y cuya realización no se logró por el motivo indi
cado en el capítulo primero.
FORMACIÓN TEMPRANA DEL SENTIMIENTO ANTICIENTÍFICO:
EL CASO DREYFUS y LA GUERRA HISPANO-ESTADOUNIDENSE
Hay tres factores relevantes para comprender la consolidación del sentimiento anticientífico: las tensiones entre la vieja generación de los llamados liberales jacobinos y la nueva generación de positivistas progresistas,la competencia intragubernamental por la sucesión de Diaz y la reactivación de las divisiones «tradicionales" entre católicos y liberales. Un cuarto
factor, el odio de clase, sólo después jugaría un papel.La reputación del grupo de jóvenes positivistas mejoró notablemente
en la década de 1890, lo cual se debió no sólo a la brillantez de sus miembros individuales, sino también al prestigio acumulado por los éxitos deLimantour como ministro de Finanzas. Bajo su liderazgo, México pagó susdeudas y obtuvo crédito internacional, eliminó su antiguo sistema de
450 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
impuestos estatales (alcabalas) y construyó carreteras a toda velocidad,en tanto que la inversión extranjera experimentó un boom. Hacia 1900,Justo Sierra publicó México. Su evolución social, una obra en tres volúmenes y ricamente ilustrada, que era un catálogo del progresismo porfiriano, fenómeno que abarcaba de la modernización del transporte a lareforma educativa, sanitaria, policial y carcelaria.
Junto con el mayor poder y prestigio, también creció la influencia ideológica del grupo. Organizado inicialmente a fines de la década de 1870entorno del periódico La Libertad, de Justo Sierra, hacia la década de 1890los científicos llegaron a tener elcontrol de ElMundo, ElSiglo XIX y ElImparcial. Este último periódico, fundado en 1896, fue el primer diario comercial moderno de México y recibió un subsidio del gobierno para hacer lasveces de órgano oficial. Como consecuencia de los éxitos del grupo, y también del innegable vínculo entre su habilidad y el prestigio creciente de lapresidencia de Díaz, las tensiones entre los positivistas, la vieja generación de liberales y los bloques de poder rivales dentro de la dictadura sehicieron endémicas.
Por otro lado, el mismo Porfirio Díaz buscó limitar el poder del grupoy construir facciones alternativas. Esta dialéctica política perseguiría a loscientíficos durante los dieciocho a110s restantes de la dictadura: sin autorización para formar un partido, su poder independiente, basado en logrostécnicos e intelectuales, y en algunos casos en la riqueza particular, los mantendría en cargos jerárquicos, pero también en una condición de vulnerabilidad ante los ataques ideológicos de los liberales y los ataques políticosde los favoritos alternativos de Diaz. Al menos así ocurrió hasta las vísperas de las elecciones de 1910, cuando la inminencia de la muerte de Díaz
llevó a la consolidación de un bloque político en torno de la figura del vicepresidente Ramón Corral, candidato de los científicos para la sucesión.
Curiosamente, sin embargo, la primera invectiva pública frontal sostenida contra los científicos no provino de los "jacobinos" o de alguna de lasfacciones internas del círculo de Díaz que competían con aquéllos. Latemprana virulencia anticientífica surgió de una escaramuza entre católicosconservadores -que no formaban parte del régimen de Díaz- y liberales,ocasión en la que los católicos eligieron a los científicos como instrumentopara atacar la política gubernamental, en tanto evitaban la confrontacióndirecta con el dictador. El contexto fue el del caso Dreyfus, y los motivosla Guerra Hispano-Estadounidense y la conexión de México con el catolicismo y con una alianza católica panlatina.
El caso Dreyfus fue un acontecimiento mediático internacional. Contar con una visión personal sobre el asunto, a favor o en contra de Drey-
INTELECTUALES Y PODER PDlITICO: LA REPRESENTACiÓN DE lOS (fENTlF/COS I 451
fus, era signo de civilidad. Como expresó Justo Sierra (1948: vol. 7, 93) aun amigo francés que cuestionó su postura:
No tengo la culpa, no tenernos la culpa los extranjeros de interesarnoscasi apasionadamente en los asuntos de Francia; depende eso del geniocomunicativo, expansivo y simpático de que los franceses se vanaglorian; depende de nuestra educación; depende de que todos los latinostenemos dos patrias y la segunda es siempre Francia.
Es más, Sierra (ibid.: 95) agregó:
Estábamos todos, en todas partes, aquí en México, con la misma facultad con que los escritores franceses suelen juzgar a Santa Anna, a Maximiliano, a [uárez o al general Díaz, [estábamos o no estábamos en nuestro derecho de decir: el honor de Francia y la justicia y la civilizaciónexigen que ese proceso sea revisado?
En el transcurso del affaire, los escritores más elocuentes entre los científicos -en especial Justo Sierra y Francisco Bulnes- adoptaron elbando dreyfusiano, y los periódicos dominados por los científicos, ElMundo y ElImparcial, adoptaron de manera predominante la línea pro Dreyfus, que fuetambién una posición en contra de la Iglesia, del militarismo y de la alianza"latina" impulsada por el papa León XIII, por Francia, España y numerosos gobiernos latinoamericanos. (Para un análisis de la postura de Sierra,véase Anhaldt, 2003.)
Los periódicos católicos, por su parte, se sirvieron del caso Dreyfus nosólo para "defender a Francia" -y, de paso, a todas las "naciones latinas"de los traidores judíos y sus aliados estadounidenses y británicos, sino también para asociar a los científicos, así como a la prensa porfiriana, al judaísmo, Mediante la defensa del honor del Ejército abrieron una brecha entreel poder civil burgués de los científicos y los militares, representados por elgeneral Díaz, el general Reyes, y otros.
En Francia, elcaso Dreyfus tuvo que ver ante todo con elhonor del Ejército. En México, la prensa católica utilizó el apoyo científico a Dreyfuspara separar aun más a este grupo del Ejército. En tanto red social, el grupooriginal de científicos era la generación más joven de una fracción de civiles liberales que había apoyado al ex presidente Sebastiáu Lerdo de Tejadacontra Porfirio Díaz en 1876-un grupo que se congregó en torno de lafigura de Manuel Romero Rubio-. El grupo que apoyaba a Diaz en 1876,conocido como los tuxtepecanos, estaba compuesto principalmente por
452 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
generales liberales del Ejército. Tras la reconciliación de estos dos grupostras la figura de Díaz, los generales se volvieron cada vez más recelosos dela influencia de Romero Rubio, y luego de la de los científicos. Al asociar alos cíentíficos con el judaísmo, la prensa católica implícitamente estaba apoyando el patriotismo y el honor del Ejército mexicano -incluyendo a Díazmismo- contra la facción civil-liberal.
Periódicos católicos como EL Tiempopresentaron el caso Dreyfus con unlenguaje antisemita tradicional, comparando a Dreyfus con un Judas lscariote moderno. Así, en enero de 1895 las noticias estaban plagadas de frases como: "El Judas Iscariote [Dreyfus] que, según la frase de Coppée, haintentado vender su patria por treinta dineros, no ha tenido valor, diceMariano de Cavia, para matarse, librándose así de tanta vergüenza" C'ElJudas francés", El Tiempo, 16de enero de 1895).O bien, algunas semanasdespués: "El delito del capitán judío es de aquellos que no se perdonan. 1... 1Pero vence a todos [los crímenes l, en cobardía y en repugnancia, el deltraidor a su patria. Es elasesino de todos" (t'Paris" El Tiempo, 29 de enerode 1895).Las noticias sobre el tema en los principales periódicos católicos de México por lo general tienen este tenor en sus comienzos, y muchasson bastante peores. Los diarios católicos aprovecharon para escribir directamente notas acerca del odio judío hacia elcristianismo, de las venganzasy traiciones judías, de la degeneración judía, etc. (Véanse, por ejemplo, losartículos aparecidos en El Tiempo: "La raza judía", 2 de abril de 1895; "LaFrancia judía", 4 de enero de 1895; "El cáncer del periodismo", 18de enerode 1898; "Guerra a los judíos", 22 de enero de 1898; "Jesuitas y judíos") 1demarzo de 1898; "Judíos, protestantes y franc-masones", 5de marzo de 1898;"De Fuera. Dificultades para salvar al traidor. Miedo a los judaizantes", 14
de septiembre de 1898; "La aristocracia y los judíos", 14 de noviembre de1900. Otros periódicos católicos o procatólicos, como El País y El CorreoEspañol, adoptaron una línea antisemita similar, si bien no solía ser tanagresiva como la de El Tiempo.) Cuando quedó claro que el caso giraba entorno de la forma más abyecta de traición -la traición a la patria- perpetuada por un vástago de la raza de los eternos traidores -los judíos- porun motivo en ellos habitual-el oro-, acto con el que perpetraban su odiohacia el cristianismo, los periódicos imputaron una alianza entre el dinerojudío, los protestantes y los francmasones) asociados todos para destruir aFrancia en tanto baluarte de las naciones católicas latinas y en favor denaciones protestantes como Alemania) Inglaterra y los Estados Unidos.
En México, la discusión sobre el caso Dreyfus se volvió relevante parala posición sobre la Guerra Hispano-Estadounidense (1898).El gobiernode Díaz permaneció neutral en esta contienda, pero la prensa oficial ten-
INTELECTUAlES Y PODER pOLíTICO: LA REPRESENTACiÓN DE lOS (IENTiFlCOS I 453
dió a aliarse con los nacionalistas cubanos, y también con los estadounidenses. En contra de esta postura, el periódico pro español ElCorreo Españoly los periódicos católicos se sirvieron de Dreyfus para acusar a los científicos -y a sus periódicos- de ser los judíos de México, que vendían elpaís a una potencia extranjera, los Estados Unidos, en vez de aliarse consu propia sangre latina y su propia religión católica.
De este modo, por ejemplo, al referirse a la prensa dreyfusiana francesa, ElTiempo se quejaba diciendo: "En el asunto del traidor judío la prensa(¡palanca social!) ha hecho en París un papelito muy triste; tanto hablar ytanto escribir han sido obra del oro) del chantage y de una corrupción delperiodismo llegada al minimum" ("Elcáncer del periodismo': 18de noviembre de 1898).De manera similar, en México, a pesar del avance de la prensa,«Ensalzar a Dreyfus da el lado malo de la prensa, como lo ofrece el hecho)evidente ahora) de mendigar una subvención del gobierno" (ibid.). Dehecho, la prensa católica se quejaba de que los periódicos (científicos)subsidiados por el gobierno de México apoyaran a Dreyfus y traicionarana sus hermanos latinos de Francia y España: "El periódico El Imparcial ysu hermano mayor ElMundo últimamente han estado publicando artículos casi hostilescontra España y hostilescompletamente contra Francia"
("Hostilidades", El Tiempo,1 de marzo de 1898).En México, advertía El Tiempo,"no hay sinagogas, ni judaizantes orto
doxos que se congreguen para celebrar sus fiestas y sus ritualidades; perohay sí la preponderancia del dinero y el dominio que sobre la masoneríaejercen los enemigos natos e impenitentes del Crucificado': Esmás, el periódico llegó a afirmar que los judíos habían sido los fundadores de la tradición anticlerical mexicana: "En México fue la masonería un elemento deljudaísmo anticatólico. La Reforma, las persecuciones al clero vinieron deaquellos acuerdos de la Sinagoga anticristiana" ("Guerra a los judíos") 22
de enero de 1898).La prensa de los científicos, a la manera de Dreyfus, estaba dando puña
ladas por la espalda a México, y a Porfirio Díaz, de un modo cobarde yegoista: "El Mundo y El Imparcial no han dado hasta la fecha prueba algunade guardar aquella actitud correcta que caracterizaba a los órganos oficiosos del gobierno, en épocas anteriores. ¿A qué se debe esto? Debe dehaber muchas causas; unas visibles y otras ocultas" ("Un artículo notablede Le Courrier du Mexique", El Tiempo,4 de marzo de 1898).
Entre las causas visibles, alegaba el periódico, estaba la voluntad de loscientíficos de imitar a los Estados Unidos (inclinación que en México eraun insulto al nacionalismo), y su creencia de que todos los "intelectuales"estaban del lado de Zola. De hecho, los periódícos católicos ídentificaron
454 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
a los científicos con esa nueva categoría social, "el intelectual", y satirizaron sus vanidades y pretensiones. Sin embargo, aclaraba el periódico, "noes intelectual (inteligente) quien quiere serlo, y los sabios subvencionadosjuzgaron oportuno el momento para echarse en brazos del intelectualismo",
La ciencia de estos sabios se compone en parte de su propia petulanciay en parte de la ignorancia ajena; el público inteligente ya comienza aconvencerse que sólo conocen de Taine, de Stuart Mili, de Spencer, MaxNordau, sabios que citan sin ton ni son, lo que puede conocer y saberun desocupado papanatas) que se pasa las horas frente a los escaparates de las librerías; y lo que han leído entre las páginas, sin cortar, dealgún libro; que se les ha indigestado (El Tiempo, 4 de marzo de 1898).
Finalmente, intentaron abrir una brecha entre Díaz y los científicos:
El Gobierno mexicano tiene perfectamente bien establecida, su reputación, para que se dude de su perfecta lealtad; pero si a alguien se leocurriese pensar que el Tesoro mexicano, paga mercenarios para queinsulten a Francia y a España, no se podría menos de creer; y de hacerconstar con grande asombro que esos mismos mercenarios que estánpagados por el Tesoro mexicano, insulten a la Francia y a la España,ambas naciones, amigas de México C'Dreyfus en Francia y Dreyfus enMéxico': 17 de marzo de 1898, reimpresión de La Vozde México).
La VozdeMéxicoy ElCorreo Español expusieron elasunto de un modo mássucinto. Alaliarse con los Estados Unidos en contra de España, los jacobinos mexicanos eran traidores de su raza y de su religión, convirtiéndoseen "nuestros Dreyfus": "Los Dreyfus de acá traicionan a su patria favoreciendo a su invasor pasado, presente y futuro, y traicionan su sangre, predicándola odiosa, y conspirando en pro del enemigo de ella y de su raza"("Dreyfus en Francia y Dreyfus en México", 17 de marzo de 1898, reimpresión de La Vozde México).
La derecha católica fue la primera en presentar a los científicoscomotraidores y judaizantes. Las injurias específicas que se les imputaban fueron: sentimiento anticatólico y antiespañol (traición a la raza y a la religión); sentimiento antifrancés (que Francisco Bulnes a menudo expresó,si bien no era compartido por Sierra ni por Limantour); sentimiento proinglés o pro estadounidense; el hecho de recibir, favorecer o hacer corretaje de capital estadounidense (judaizado); y el hecho de socavar el honory el prestigio nacionales del general Díaz mientras tomaban su dinero. Ade-
INTELECTUALES Y PODER POlÍTICO: L¡I. REPRESENTACiÓN DE LOS (IENTiFl{OS I 455
más de estas acusaciones, se encontraba la invectiva antiintelectual propia de los antisemitas, por la cual se acusaba a los científicos de repetir librosleídos a medias, de pretenciosidad infantil y de falsedad científica. En esteaspecto, se parecían a su admirado Émile 201a,quien, según ElCorreo Español, no fue más que un degenerado.
SUCESIÓN PRESIDENCIAL Y CONSOLIDACIÓN
DEL SENTIMIENTO ANTICIENTÍFICO (1900, 1904, 1910)
La derecha católica estableció la gramática básica del sentimiento anticientífico en torno del caso Dreyfus y la Guerra Hispano-Estadounidense. Estaconfiguración ideológica fue adoptada por otros grupos durante los añosposteriores. Para la época de la revolución, los científicos se habían convertido en el chivo expiatorio preferido de la religión nacionalista mexicana y,como veremos, en piedra angular del nacionalismo revolucionario mexicano.
La historia de cómo ocurrió esto es casi tan compleja como la trascendencia misma del fenómeno. Comienza en elperíodo inmediatamente posterior a la Guerra Hispano-Estadounidense, en los meses previos a las elecciones presidenciales de 1900. Díaz había filtrado la idea de retirarse de lavida política y de que su sucesor sería el presunto líder del "partido científico", el ministro de Finanzas José Yves Limantour. La respuesta de loscompetidores de Limantour adoptó la forma de ataques en periódicos,impulsados y costeados por el ministro de Justicia) Joaquín Baranda, cuyosseguidores acusaban a Limantour de tener origen extranjero y de favorecer a los especuladores financieros desde la época de la intervención francesa, y por tanto de ser inelegible para la presidencia (Limantour, 1965:126
128; Bulnes, 1960: 215; Tapie, 2000).
Estos ataques se repetirían, y se volverían más severos, en los períodoselectorales subsiguientes de 1904 y 1910, pero en esta ocasión por parte deescritores pertenecientes al campo del general Bernardo Reyes, competidor de Limantour. Las difamaciones revistas contra los científicos combinaron todos los tópicos de los católicos en la Guerra Hispano-Estadounidense con la estrategia extranjera diseñada por Baranda, a cuya combinaciónse agregó otro elemento: la acusación de que los científicos habían traicionado los principios honrados por el liberalismo mexicano. Este último elemento se cristalizó como un recurso político en los años 1903 y 1904.
Hemos mencionado que, desde el comienzo, los científicos enfrentaronla hostilidad de una generación anterior de liberales, quienes los conside-
456 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
raron oportunistas y tal vezhayan sentido su propia obsolescencia al enfrentarse con esta nueva generación. La joven generación de jacobinos queformó el Partido Liberal Mexicano (PLM) en 1902 continuó el discurso deestos viejos liberales de manera mucho más virulenta. Los radicales delPLM, Yen especial los hermanos Flores Magón, aborrecían a los científicosy dirigían críticas contra ellos que se hacían eco de ciertos elementos de lacrítica católica. Obviamente, el PLM no acusaba a los científicos de seranticatólicos o antiespañoles. Sin embargo, los magonistas los acusaban deser financistas, de estar vinculados al oro extranjero, de traicionar la verdadera tradición patriótica y de oprimir al pueblo mexicano:
Los científicos, que desprecian la Constitución, que no buscan másque dinero, que no tienen ningún principio honrado, cuando se juntan para adular a un prócer, se dan el pomposo título de "Unión Liberal",y"EI Imparcial", que por embrutecer a los mexicanos recibe muchosmiles de pesos, se llama a sí mismo liberal ("Las evoluciones de los nombres", El Colmillo Público, vol. 2, N° 56,2 de octubre 1904).
El volumen de sus críticas se incrementó en 1904, cuando Francisco Bulnes, el polemista más exuberante de los científicos, publicó El verdaderoluárez, libro donde atacaba el mito de Benito [uárez, La publicación de Elverdadero luárez se produjo poco después del discurso en el que Bulneslanzó la campaña de reelección de Díaz en 1903. Este discurso había sidouna pieza de oratoria ingeniosa y escandalizadora que combinaba el panegírico con la crítica, en la que Bulnes se había atrevido a sugerir que Díazera un dictador y que la tierra no estaba en paz. El discurso abrió las puertas a un aluvión de ataques contra los científicos desde el interior del gobiernode Díaz, en especial de los reyistas, que formaban parte de la facción alternativa más fuerte, en tanto que por supuesto no logró conferirles el prestigio de constituir la oposición.
En efecto, el libro contra Iuárez brindó una oportunidad política aunmayor a los rivales de los científicos, ya que tocó a la figura sagrada del granhéroe de la "segunda independencia" de México, Benito [uárez, en lugar dela del dictador Díaz, desencadenando así un enfrentamiento intenso entrereyistas y magonistas, que competían por ocupar el lugar de mayor lealtada los principios del liberalismo mexicano.
De este modo, Ricardo Flores Magón ("Anakreón") escribió en El Colmillo Público: "Los liberales hemos visto con profundo desagrado la mistificación, el embaucamiento que fragua el reyismo para hacerse pasar porliberal, cosa que consigue entre ciertas personas superficiales", y agregaba
INTELECTUALES YPODER pOLíTICO: LA REPRESENTACIÓN DE LOS {lENTiflCOS I 457
que "si alguien no tiene derecho para protestar contra ellibro de Bulnes, ésees el reyismo" ("El lobo con piel de oveja",vol. 2, N° SS, 25 de septiembre).
La lucha por la legitimidad que proporcionaban el liberalismo mexicanoy Benito [uárez fue tal que muchos científicos, entre ellos el mismo Justo Sierra, se vieron obligados a entrar en eldebate y a alejarse de Bulnes. El sentimiento anticientífico desarrollado en este período en el campo reyista se convirtió en el modo hegemónico de la retórica anticientífica y estableció lasbasespara el discurso revolucionario sobre el terna. El siguiente es un ejemplotornado de los escritos de uno de los publicistas reyistas más virulentos, quien
en gran medida estableció el tono del género, Pedro Didapp (1904: 595-596):
Si se habla de bancos, los "científicos" son únicos concesionarios; si decaminos de fierro, ellos intervienen corno contratistas; si de empresasagrícolas, a nadie permitan que meta mano. ("Gobiernos Militares"). El"científico" mexicano es el tipo primordial del judío. [... ]
En el país no ha habido peor plaga social que la colectividad "científica";los conservadores pudieron ser -y de hecho fueron- escarnecidos traidores a la república, los clericales constituyen una facción político-socialaltamente nociva; pero los "científicos", mezcla de unos y otros, lleganal colmo de todo lo punible; teniendo por única mira la especulación,no conocen sentimiento alguno noble. [... 1
Las naturalezas "científicas" están metalizadas, como lo está la conciencia del judío, siempre que se hable de la materia prima, base de las transacciones comerciales: para éste, el honor, la patria y todo lo que indique sensaciones de un orden superior, está sometido al tanto por cientode cambio, y para aquél, descendiente del segundo, acontecerá lo igual.
En vísperas del estallido de la Revolución, el consenso sobre este asuntoera tal que Luis Cabrera no tuvo reparos en definir a los científicos comoun avatar del judío eterno. Los científicos, sostenía, no formaban parte delpartido conservador ni reformista o liberal. Antes bien, pertenecían al grupocobarde y calculador universalmente presente, y que se alía de manera oportunista con aquel que esté en el poder, a fin de fomentar sus propios inte
reses financieros:
Éste es el verdadero Mefistófeles de cuyo cerebro han nacido las intervenciones extranjeras llevadas a cabo más tarde por uno u otro de lospartidos. Éstos se llamaron en Francia los emigrados y no se llaman los
458 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
traidores, porque han sido bastante hábiles para eludir la responsabili
dad de las traiciones con que se manchan los pueblos. Éste es el grupo
de los judíos, en suma, porque no tienen patria fija. Salidos de Venecia
o de Suiza, sus abuelos fueron españoles, sus padres franceses, sus nie
tos americanos y sus bisnietos alemanes, y la ortografía de su apellidoevoluciona conforme cambia la potencia de las naciones. Son admira
dores de las costumbres de los extranjeros, entre los que educan a sus
hijos, y son partidarios de las tutorías internacionales para la conservación de la paz (Cabrera, 2002: 15-16).
Obsérvese que con esta alusión apenas velada a Dreyfus, Cabrera se revela
como un antidreyfusiano, fortaleciendo así la hipótesis de que una de lascorrientes del nacionalismo revolucionario mexicano siguió una vía de
desarrollo análoga a las formas totalitarias y antisemitas del nacionalismoque se estaban incubando en Europa.
Más adelante, Cabrera sintetiza el carácter judaizante de los científicosen los siguientes términos: "Los científicos han estudiado sociología, y como
consecuencia de sus estudios, han comenzado a predicarnos un peligrosocosmopolitismo, totalmente contrario a la idea de Patria" (ibid.: 20).
Enfrentado a los ataques de invectiva anticientífica, Díaz hizo todo lo
posible para mostrar su propia independencia. Limantour (1965: 175) resumebien la situación:
El Presidente, acosado por la oposición que le echaba en cara de mala fe
el que se hubiera dejado dominar por los "científicos", multiplicaba sus
esfuerzos para demostrar, por medio de declaraciones yde actos inequí
vocos, que los tan mentados "científicos" no ejercían sobre él la menor
influencia, cosa que produjo una recrudescencia muy vigorosa de la Guerra sin cuartel que se les hacía a todos los motejados con ese nombre, de
donde resultó que el Gobierno fue perdiendo, con eldesaliento de estos
últimos, uno de sus más leales y firmes apoyos, sin adquirir, en cambio,el de ninguno de los partidos o grupos que lo estaban atacando.
LA ESTRATEGIA ELECTORAL DE DÍAZ, LA CONSOLIDACIÓN DE LA UNIDAD
NACIONAL Y LA LARGA SOMBRA DEL ODIO A Las CIENTÍFICOS
La estrategia de Porfirio Díaz basada en el principio de "divide y reina
rás", así como su voluntad de seguir siendo el presidente y hombre fuerte
INTELECTUAlES Y PODER POllTICO: LA REPRESENTACiÓN DE LOS (lENTiFlCOS I 459
de México hasta su muerte, convirtieron el sentimiento anticientífico enun recurso nacional. El blanco de la retórica anticientifica superó en mucho
al grupo de intelectuales y políticos que se reconocían entre sí.
Por ejemplo, en el "Plan" del 28 de noviembre de 1911,en Ayoxustla, Pue
bla, Emiliano Zapata (1998) acusó a Madero de conservar una alianza con el
antiguo régimen (algo que hizo, por supuesto), y utilizó el término científico como el modo más poderoso e insultante de apuntar a su continuidad:
[ ••• J declaramos al susodicho Francisco I. Madero, inepto para realizar
las promesas de la revolución de que fue autor, por haber traicionado
los principios con los cuales burló la fe del pueblo y pudo haber esca
lado el poder, incapaz de gobernar por no tener ningún respeto a la ley
ya la justicia de los pueblos y traidor a la Patria por estar humillando a
sangre y fuego a los mexicanos que desean sus libertades, por complacera loscientíficos, hacendados y caciques que nos esclavizan.
Pocos años después, tras la caída de Madero, Francisco Villa se sirvió de la
retórica anticientífica para deslegitimar a Venustiano Carranza (quien fue,
en sus orígenes, un revista, y por tanto no era él mismo ajeno a la retórica
anticientífica). En su "Manifiesto de Agua Prieta" del 5 de noviembre de
1915. Villa (s/f 164) proclamaba que:
l... J el reconocimiento de Carranza [por los Estados Unidos1no hará
la paz de la República, que ensangrentará mucho más todavía elangus
tiado suelo de Cuauhtérnoc, y que ese reconocimiento será sencilla
mente, no la garantía del triunfo para Carranza sino la base más segura
de su ruina completa y de su desprestigio, porquees la obrade loscientíficos y de los judíos; y principalmente porque es en realidad la acepta
ción del protectorado yankee, defraudando con esto los ideales de la
Revolución y manchando la historia nacional que ennoblecieron More
los, [uárez y cien titanes más.
Los carrancistas, por su parte, también se sirvieron del sentimiento anti
científico en momentos políticos clave, mucho después de la caída de
Díaz y de los científicos. Así, en el Congreso Constitucional de 1917, una
amplia gama de posiciones se justificaron alegando que una legislación
deseada era buena porque se oponía a la práctica científica.En la 16° Sesión Ordinaria sobre elartículo 4 -una propuesta para prohi
bir la venta de bebidas alcohólicas, el juego, la prostitución, las corridas
de toros y las riñas de gallos-, el diputado Ibarra sostuvo que los cíentíji-
460 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
cos habían fomentado la degeneración y la estupidización del pueblo mexicano por medio del estímulo de estos hábitos, y que por tanto se los debíaprohibir (sin mencionar que Bulnes, Sierra y otros compartían el horror
por el alcoholismo y los deportes sangrientos, posición habitual entre losliberales de la época).
En la 18° Sesión Ordinaria (20 de diciembre de 1916),en el debate delartículo 7 sobre la libertad de prensa, se mencionó al "científico RamónCorral" por haber dado instrucciones personales al director de la cárcelde Belén sobre cómo maltratar a los periodistas (nuevamente, otros científicos como Limantour, Sierra y Bulncs se enorgullecían de haber defen
dido a la prensa de los asesinatos que caracterizaron a las presidencias anteriores de Díaz): en el debate sobre este mismo artículo, el diputado FélixPalavicini, editor de El Universal, fue acusado de científico, y su periódicode ser un periódico científico.
En el tratamiento del artículo 9 -eobre la libertad de asociación-, las restricciones al derecho de los extranjeros a la libre asociación política se legitimaron remitiendo a la aprobación y la tolerancia de estas prácticas por partede los científicos. En la 35°Sesión -sobre los requisitos de residencia exigidos para asumir un cargo público-, se cita la práctica de los científicos comoun contraejemplo de la legislación propuesta. En la 38° Sesión, los argumentos opuestos al sostenimiento de la vicepresidencia se hicieron citandoel apoyo científico a la misma. En la 48° Sesión -sobre la ley antimonopólica-, se citó el caso del científico Olegario Malina corno un ejemplo negativo para hacer aprobar la legislaciónpropuesta. Losargumentos que en otrassesiones invocaban la (presunta o real) práctica de los científicos para fortalecer la posición opuesta incluyeron la legislación propuesta para eliminarlos ministerios de Educación y del Interior. Finalmente, en el argumento contra elotorgamiento de la ciudadanía mexicana a hijos de extranjeros, se citaron para justificar la legislación propuesta los casos de Limantour y de todoslos científicos -a quienes se consideró, en el debate, falsos mexicanos-o
En síntesis, la acusación de científico proporcionó un método sencillopara desacreditar a los oponentes políticos. Zapata lo utilizó contra Madero,Madero contra Díaz, Villa contra Carranza. Y los carrancistas se sirvieronsistemáticamente de la figura como un recurso retórico útil para la aprobación de distintas leyes.
¿Cuál es la relevancia histórica de esta modalidad antisemita de la retóricaanticientífica? Se pueden observar aquí dos amplios componentes en juego.
En primer lugar, el material que presenté desafía la creencia, muy extendida, de que no hubo en México un antisemitismo moderno o, expresado
INTELECTUALES Y PODER POLiTICO: LA REPRESENTACiÓN DE LOS CIENTiFlCOS I 461
en otros términos, que el antisemitismo mexicano es un prejuicio católicoarcaico,según elcual los judíos son las figuras míticas que asesinaron a Cristo.
El sentimiento anticientífico, según pude mostrar, adoptó la forma del
antisemitismo moderno, y de hecho fue forjado en su mismo fuego, elcaso Drevfus, y con una utilidad política similar, si bien no idéntica: unnacionalismo intensificado aliado a un catolicismo reaccionario dirigidocontra el poder angloamericano y alemán, y contra grupos internos diferenciados. Al igual que el antisemitismo de fines del siglo XIX en Francia,el sentimiento anticientífico sirvió para respaldar el poder del Ejército, laoposición a la prensa y a las masas, fórmula que sería perfeccionada por
los nazis (Arendt, 1994:cap. 4).Es interesante observar que la escasez de verdaderos judíos entre los cien
tificos no parece haber tenido mucha importancia. La presencia de judíosen México para la época era bastante limitada, si bien su número real esdifícil de calcular. Sobre la base de apellidos de tipo judío, Corinne Krauze(1987: 104) ha calculado que entre 1877y 1910 se naturalizaron como mexicanos 140 "judíos", esto es, 5% del número total de extranjeros que adoptaron la nacionalidad mexicana en el período. La cantidad de judíos nonaturalizados debe haber sido considerablemente mayor, pero es probableque su número fuera bastante modesto. Su primera congregación religiosase fundó en la ciudad de México en 1908, más de diez años después del
inicio del escándalo Dreyfus.Si bien los historiadores judíos enumeran a algunos de los financistas
del porfiriato como descendientes de judíos alsacianos -una lista que segúnCorinne Krauze incluye a familias prominentes como los Scherer, Limantour y Noetzlin-, el hecho es que sus descendientes científicos no fueronidentificados como judíos, ni se identificaban a sí mismos como tales (ibid.:69-71). Dejando de lado a Limantour, ningún otro científico ha sido considerado judío ni siquiera por los historiadores judíos. Sierra, Bulnes,Macedo, Pineda, Casasús y -si extendiéramos el círculo- Crccl, Corral,Diez Gutiérrez, Malina: ninguno de ellos era judío. La ausencia de identificación entre los científicos y los judíos reales es tal que Corinne Krauzesólo registró un antisemitismo mínimo en su revisión de la prensa del período. No menciona el caso Dreyfus como relevante para la situación de losjudíos de México ni registra los tonos antisemitas de las invectivas contralos científicos (ibid.: cap. 6). Por su parte, los científicos consideraban quela acusación de judíos hecha en su contra era metafórica.
No obstante, el sentimiento anticientífico fue una forma virulenta deantisemitismo moderno. A los científicos judaizados selos consideraba representantes del capital financiero, aliados de intereses foráneos (francmaso-
462 I HISTORIA D¡ lOS INTtlECTUAlES EN AMÉRICA LATINA
nes y/o anglosajones), como personas sin ningún vínculo con la nación, quecarecían de un sentimiento nacional, y como intelectuales astutos y falsosque utilizaban su conocimiento para socavar todo lo bueno, puro y nacional. Estas acusaciones a menudo se oponían a la práctica real de los científicos; Limantour, por ejemplo, fue sistemáticamente antiestadounidense ensus políticas, y tendió a favorecer al capital francés e inglés siempre que fueposible; todos los principales científicos eran nacionalistas mexicanos.
Un segundo conjunto de implicaciones está vinculado al rol que el sentimiento anticientifico tuvo en el nacionalismo revolucionario. Jugar lacarta anticientífica fue el último recurso para elrechazo de un argumento,
una práctica o un individuo en la Convención Constituyente de 1917, y entérminos más amplios, en la arena política. El sentimiento anticientíficoen su modalidad antisemita moderna fue consentido por muchos de losmás prestigiosos estadistas e ideólogos de la revolución.
En un nivel más fundamental, esto significa que el antisemitismo, consu apelación a la emoción, al gesto irracional y al sentido de pérdida constitutivo de la experiencia moderna, fue un recurso clave en la formaciónde los regímenes autoritarios construidos a partir de la Revolución Mexicana, todos íntimamente familiarizados con una forma de política nacionalista basada en alianzas entre fracciones de la élite y la acción de lasmasas.
Una implicación ancilar es que la atención adecuada al sentimiento anticientífico puede ayudar a reenmarcar el estudio de la violencia contra los
chinos y los mormones en el período, así como el del antisemitismo en ladécada de 1930, y la compleja historia de inclusión y exclusión que marcóel proceso de asimilación de exilíados españoles de la Guerra Civil y,luego,de exiliados chilenos, uruguayos y argentinos. Expresado crudamente, elantisemitismo moderno es una piedra fundamental en eledificio del nacionalismo revolucionario mexicano, y moduló las actitudes y las políticashacia los extranjeros, el cosmopolitismo y la corrupción.
CONCLUSIÓN
Durante la última década de la dictadura de Díaz, el sentimiento anticicntífico se convirtió en un discurso unificador, con una función similar a la quetuvo elodio a la aristocracia en la Franciarevolucionaria, pero alineado inclusomás estrechamente con el uso nacionalista contemporáneo del antisemitismo europeo. A diferencia del antisemitismo europeo, sin embargo, la políticadel sentimiento anticientífico no ha sido sometida a un escrutinio crítico.
INTELECTUALES Y PODER pOLíTICO: LA REPRESENTACIÓN DE lOS CIENTíFICOS I 463
El objetivo de este ejercicio no sería reivindicar el prestigio de los científicos, si bien dicho esfuerzo en algunos casos puede ser meritorio. Loscientíficos fueron un pilar del régimen de Diaz, con todas sus múltiples
incquidades. Reivindicar el papel de los cientiiicos en ese régimen requeriría una evaluación del porfiriato como un todo. Ese examen no se puedeintentar sin una historia comparada de los regímenes modernizadores
del período, y la tarea escapa a mis intenciones.Lo que me interesa, en cambio, es señalar que la política del sentimiento
anticientífico ha tenido ramificaciones profundas, incluso en elperíodo contemporáneo: durante décadas la legitimidad de la xenofobia impuesta legalmente bajo el nacionalismo revolucionario pasó sin ser cuestionada; la vulnerabilidad de los intelectuales cosmopolitas, con sus efectos concomitantesque llevan a favorecer las expresiones nacionalistas de los esfuerzos culturales y científicos locales, es aún una dimensión relevante de la vida pública; ytambién lo es,de hecho, la baja visibilidad de la discriminación racial hacialos extranjeros. Loscientíficos fueron probablemente laélite tecnocrática máscosmopolita que México haya tenido; es interesante observar que en el nacio
nalismo revolucionario mexicano ocuparon el lugar de los judíos.
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Maestras, librepensadorasy feministas en la Argentina(1900-1912)*Dora Barrancos
El objetivo de este trabajo es mostrar los vínculos entre l~ agencia f~mi
nista, que se abre paso a fines del siglo XIX, y ciertas vertientes del librepensamiento inscritas en buena medida en la masonería. Se trata de unarelación en la que reverberan dispositivos seculares, filiados en el proyectoilurninista, que se corresponden con ciertas ideaciones letradas muy difundidas. Tórnase evidente que en ese cambio de siglo la condición subalternade las mujeres amplía los términos del debate acercade la ciudadanía. Comoseverá, se asiste a un despliegue de reivindicaciones por los derechos femeninos, a una acción instructiva destinada a superar la situación de inferioridad que padecen las mujeres, a la apuesta por el despertar de su conciencia) cifrada en actos reflexivosy en impulsos de la razón para desterrarlas emociones en las que habla alto la sensibilidad religiosa, clavede la entelequia del "ser femenino" que le impide la autonomía. Pero a~t~s de ingresar al foco de la cuestión, auscultaré el significado de la actividad femenina en la producción de las letradas desde comienzos del siglo XIX.
MAGISTERIO FEMENINO: FORJA DE LETRADOS
No puede sorprender la invisibilidad que sufren las mujeres en esa sa~a
toda vez que la historiografía ha demorado el reconocimiento de la participación femenina más allá de la vida doméstica. Pero resulta ir.refutableque gran parte de la tarea pedagógica estuvo en m~nos ~ememnas,.aunantes de las transformaciones iniciadas con la presidencia de Domingo
.. La autora agradece la valiosa colaboración de Eugenia Bordegaray y Adriana
Valobra.
4 6 6 I HiSTORIA DE LOS IflTEl¡:erUALES EN AMÉRICA LATlflA
Faustino Sarmiento en la década de 1860. En efecto, durante el períodocolonial, una ciudad corno Buenos Aires disponía de un cierto númerode maestras -a las que se reconocía bajo el apodo de "amigas"- que recibían en sus propias casas a grupos de párvulos de ambos sexos (en el casode los niños varones de mayor edad, debían completar algunos años conprofesores de sexo masculino). Hay muchas evidencias sobre el escaso nivelque en general tenía este magisterio incipiente, pero no eran mejores losdocentes varones. Con las transformaciones republicanas se avizora interés por la instrucción femenina -Manuel Belgrano será uno de sus promotores-, pero es especialmente a partir de las reformas rivadavianas que seamplían un tanto las alternativas; el Colegio de Huérfanas que dependede la Sociedad de Bencficiencia amplía su labor, pero los progresos son lentos. Luego de Caseros, batalla que como es sabido decidió la caída de Rosas,la oferta de enseñanza elemental sin duda creció y no eran pocas las maestras que también enseñaban a los varones mayores; además, se sumaronalgunos profesores extranjeros, cuestión que preocupaba a figuras como
Rosa Guerra (?-1864),egresadade la escuela para huérfanas, maestra y destacada publicista, en cuya opinión aquéllos no enseñaban adecuadamenteni la historia ni la geografía nacional. Sus preocupaciones en torno deuna ajustada instrucción "nacional" seguramente se anticipan al aún ralomagisterio de la época. Fue preciso esperar a las iniciativas educacionalesde Sarmiento, quien no dudó en apostar a la docencia femenina como
una herramienta central en la transformación de las aptitudes populares.El gran propulsor de la educación estaba convencido de que las mujeresofrecían calidades superiores para el desempeño del magisterio, que susfunciones como procreadoras propendían a un mejor conocimiento delalma infantil y que sus atributos como guías principales de la enseñanzaen la esfera del hogar las colocaba en una condición excepcional:
En los más apartados extremos de la República, en la ohscuridad y desamparo de las aldeas, en los barrios más menesterosos de las ciudadespopulosas, laescuelita de mujerestá como débillamparilIa manteniendola luz de la civilización, que sin ella desapareciera del todo para millares de infelices, abandonados al embrutecimiento (citado en Guerrero,1960: 34).
Sarmiento no dudaba en propiciar la enseñanza como un excelente ejercicio para el propio desarrollo de las mujeres, y sus viajes al exterior, sobretodo a los Estados Unidos, lo convencieron aun más de la contribución quepodían ofrecer las maestras en la tarea de elevación educativa y cultural,
MAESTRAS. LIBREPENSADORAS Y FEMINISTAS EN LA ARGENTlflA I 467
garantía de la civilización-es muy conocida la carga semántica del concepto- aun para aquellos países en los que ésta mostraba ya toda su eficacia contra la barbarie. A Sarmiento se le deben los primeros proyectos deescuelas normales en las que había que incorporar las vocaciones femeninas, y también el plan de radicar maestras norteamericanas, consideradoun recurso para contribuir de manera urgente a derramar los beneficiosde la instrucción pública. De modo que en la década de 1870 el magisterioargentino estaba compuesto por un número mayor de mujeres, que se desempeñaban en diversos lugares del país, presencia que menguaba notablemente en los colegios nacionales dedicados a la enseñanza media y
que se tornaba inexistente en cualquiera de las dos universidades, la de Buenos Aires y la de Córdoba.
Las transformaciones suscitadas en 1884 por la Leyde Educación Comúnse debieron en gran medida a la contribución de docentes del sexo femenino. Resulta paradójico designar -con abuso de sesgo sexista- a "losmaestros" como los protagonistas de la enseñanza pública que permitió el accesoa la alfabetización de las clases populares. En el marco de América Latina,este acontecimiento tuvo en la Argentina un desarrollo singular, sólo comparable con el del Uruguay, cuyo magisterio también tenía un gran númerode figuras femeninas. Hay que concluir que lasmaestras fueron artífices de
los letrados.El censo de 1895 puso en evidencia que eran mujeres la mayoría de los
ocupantes de las profesiones destinadas a la instrucción en todas las provincias: en la capital de la república, ellas representaban más del setenta porciento; en la provincia de Buenos Aires, el ochenta por ciento, y aunque lasproporciones disminuían un poco en Mendoza, LaRioja,Catamarca, dondelos varones podían representar el cuarenta por ciento de los docentes, habíaáreas como Santiago del Estero donde más del noventa por ciento del magisterio era femenino. Tampoco eran tan escasas las profesoras extranjeras, apesar de que el mayor número de personas dedicadas a la enseñanza queno habían nacido en el país eran varones. En la ciudad de Buenos Aires, secontaban algo así como 1.300 extranjeros cuya profesión era la de educar,y poco menos de la mitad eran mujeres; pero en Córdoba, el número delas instructoras extranjeras superaba al de los varones, y otro tanto ocurríaen Mendoza. Así, la feminización de la educación no era una novedad acomienzos del siglo xx, pues era un fenómeno anterior a la vida republicana. Lo nuevo fue el aumento notable de ese magisterio, cuya expansióndecisiva ocurrió a partir de la primera década del siglo xx.
La mayoría de las mujeres del grupo sobre el que hace foco este trabajoformaba parte del magisterio y,por lo tanto, seguramente participó en el
468 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
proceso de creación de figuras letradas. Y si muchas memorias pudieronreconocer el papel de las primeras maestras, a las que se les otorgó un lugarprivilegiado en el paisaje inaugural de las primeras letras, del primer contacto con los libros, la genealogía de la estirpe letrada ha soterrado aquella raíz. Es que la proyección pública no alcanza a las mujeres, aun cuando,paradójicamente, sus actos hayan resultado indispensables para la arquitectura de esa esfera. Durante el siglo XIX -eobre todo durante las últimasdécadas-, la diferenciación de los ámbitos doméstico y público se hizo mástajante, y el significado crucial de esta divisoria sin duda "moderna" volvió casi obligada la localización femenina en las funciones reproductivas.Privadas de los derechos conferidos a los varones, tal como fue sancionadopor los códigos civiles latinoamericanos que exhibían la institucionalidadrepublicana, las mujeres fueron, sin embargo, las verdaderas proveedorasde las personalidades que abogarían por la secularización y por las libertades laicas. Es notable la contradicción entre el papel fundamental asignado a la familia en la construcción republicana y la simétrica desvalorización de la mujer, y también lo es que se desconociera el significado desu participación allí donde ellas producían valores en la esfera más cotizada. La ilusión patriarcal de un hacerse con prescindencia de la intervención cultural de las mujeres -a quienes se tenía por seres débiles, menosinteligentes y absolutamente emocionales-. se cuenta entre las marcasmás paradójicas del solipsismo masculino en el orden público, vedado porderecho a la condición femenina.
LIBREPENSADORAS FEMINISTAS A COMIENZOS DEL SIGLO xx
Me ocuparé de las maestras feministas y librepensadoras representadas porel grupo que editó en primer lugar la publicación Nosotras, a comienzosde 1900, y que, coincidiendo con el Centenario, prosiguió ese empeñocon La Nueva Mujer. Un conjunto de indicios abona la idea de la identificación de las principales cabezas de estos emprendimientos editoriales conel amplio surco del librepensamiento y la masonería. En efecto, es esta hermandad el mayor organismo de adscripción y de sociabilidad para quienes descubren inclinaciones hacia el pensamiento secularizado, y luego-o concomitantemente- se sitúan las fuerzas políticas e ideológicas partidarias: liberales de toda laya, socialistas, anarquistas. En cualquier caso, lamasonería parece ser la regente de las devociones, del sistema de creencias y de las prácticas de reciprocidad que ligan esencialmente a los varo-
MAESTRAS, LIBREPENSADORAS Y FEMINISTAS EN LA ARGENTINA I 469
nes contrarios al orden sacramental eclesiástico, y sostenedores de la razónpara descifrar los misterios del mundo. La incorporación de las mujeres ala masonería es con certeza la culminación de un camino de adoctrinamiento librepensador, pero lleno de adversidades. En otro lugar (Barrancos, en prensa) he recogido aspectos de la saga femenina para ingresar alas logias masónicas, una larga impetración que hunde sus raíces en la bajaEdad Media y que de modo zigzagueante se recupera en el siglo xvm-eomoun fermento fugaz del iluminismo-, para hacerse casi imperceptible hastasu nuevo surgimiento a fines del siglo XIX. Es entonces que el reclamo porla participación de las mujeres se enlaza con la proclamación de derechosque lleva adelante el feminismo. Y debe admitirse que la masonería seencuentra dividida, no tanto frente a los reclamos generales de equidad,sino ante la más concreta incorporación igualitaria de las mujeres a susfilas. No hay duda de que una buena parte de la masonería adhirió a laobtención de los derechos civiles y cívicos femeninos y que juzgó inadmisible el sujetamiento a la norma del padre y del marido. Entre los anarquistas masones, como es bien conocido, no se trataba de un reordenamientojurídico, algo de lo que abjuraba su posición iconoclasta, sino de una transformación igualitaria de la sociedad. Pero muchos representantes de lamasonería recelaban de la extensión a las mujeres del derecho a sufragarpues aseguraban que ellas, bajo la influencia de la Iglesia y proclives a excesos de espiritualidad religiosa, orientarían su voto hacia las candidaturasmás conservadoras, algo que había que evitar a toda costa. No obstante,un segmento importante reconocía la necesidad de extender la ciudadanía a las mujeres. Una fracción moderada creía que este pasaje debía producirse de manera sucesiva, comenzando por la habilitación en el planomunicipal, para luego, una vez que las mujeres estuvieran más capacitadas y menos contaminadas por las influencias recalcitrantes del clero, acceder al sufragio nacional. Finalmente, otro grupo abogaba por la completaigualación civil y cívica de las mujeres. En éste se hallaban los liberales radicalizados y la enorme mayoría de los que adherían al socialismo, y aunque es difícil estimar la fuerza de esta fracción, es muy improbable que parael período bajo estudio pudiera asignársele el carácter de principal agencia en el país entre las logias masónicas. Una figura descollante fue Belénde Sárraga (1873-1951) (cf. Vítale y Antivilo, 2000), la española que recorrióla mayor parte de los países de América Latina asistiendo a los congresosde librepensamiento, pronunciando conferencias, aleccionando a propios y ajenos en una ardiente campaña en favor de los derechos de las mujeres, sobre todo elde sufragar. Su influjo fue notable entre las primeras feministas, al menos en la Argentina, el Uruguay, Chile, el Perú y México.
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Entre las librepensadoras rioplatenses que adoptaron elcredo feministase encuentran María Abella Ramírez (1866-1926) -de cuyas ideas y publicaciones se ocupará centralmente este análisis-: Iulieta Lanteri (18731932) <una de las figuras precursoras del feminismo-; Justa Burgos de Meyer(?-1961) -destacada maestra y socialista platense, una de las primeras mujeres que integró el Secretariado del Partido Socialista; Alicia Moreau (1885
1986) -una de las más notables líderes del feminismo y del socialismo argentino-: Carolina Casas de Santa Olaya -conocida docente que dirigió elLiceo Platense de Señoritas y masona declarada-; Teresa Salanova, Margarita G. de Mendy, María Bahamonde de Sánchez Caballero, Luisa GallardoÁlvarez, Adelina Martínez de Lantero, Ana A. de Montavo, María Caminos, Isabel Crens, Josefina Durbec Routin, Luisa Gladel, María Josefa Gonzalez, Juana Cassini, Beatriz C. Hunter.
TÓPICOS RECURRENTES EN NOSOTRAS Y EN LA NUEVA MUJER
Antes de ingresar al tratamiento de las cuestiones que marcaron editorialmente a las publicaciones mencionadas, resulta imprescindible unabreve presentación. Ambas se deben a la iniciativa de María Abella Ramírez y surgieron en La Plata. ¿Quién era María Abella Ramírez? Nacida en
el Uruguay, llegó a nuestro país a fines del siglo XIX para instalarse en LaPlata. Maestra de profesión, viuda de Leandro Iardi, contrajo nuevo matrimonio con Antonino Ramírez, también uruguayo y de profesión escribano, que se desempeñaba en la Argentina. (Se registran diferencias enla manera de consignar el nombre de nuestra publicista feminista: en ocasiones se la designa con la preposición "de", a la que obligaba la ley matrimonial, y, más a menudo, al apellido de soltera se le agrega directamenteel del marido.) María participó del grupo que reunía a la ilustre educadora Mary Graham, una de las norteamericanas traídas por Sarmiento,y al pedagogo de origen uruguayo Francisco Berra. Feminista militante,comulgó de modo notable con el ideario del librepensamiento y participó en la masonería. Tuvo intervención directa en los congresos del librepensamiento de 1906, 1908 Y1910, Ysu alocución en el segundo de ellosestuvo referida a los derechos políticos de las mujeres. Integró organismos como el Comité de Librepensamiento de La Plata, en cuyo órganode conducción fue la única mujer. En mayo de 1909 fundó la Liga Perninista Nacional y se le debe una acción ininterrumpida en favor de los derechos civíles y políticos de las mujeres en ambas orillas del Río de la Plata.
MAESTRAS, liBREPENSADORAS Y FEMINISTAS EN LA ARGENTINA I 471
En cuanto a La Plata, en esta ciudad, trazada a fines del siglo XIX, que parecía asegurar una apuesta a la modernidad y a la secularidad, el designiode proyectar la ciencia tuvo un momento alto con la creación de la Universidad (cf. Vallejo, 2005), que congregó a intelectuales y a especialistasde gran relevancia.
Nosotras apareció en agosto de 1902, cuando elconcepto de "feminismo"ya se había irradiado y un grupo de mujeres de más alta formación educativa -dncluía a las primeras universitarias- abrazó la lucha por los derechos. Hasta junio de 1903, momento en que dejó de aparecer, se publicaron treinta dos números. Aunque no es posible discernir las razones de estafugaz existencia -lo cierto es que no aparecen signos claros de agotamiento-,podría conjeturarse que fue la radicalidad de la publicación lo que distanció a una parte de las suscriptoras y tornó imposible resolver el problema de su sostén económico. En efecto, el alegato secular que mantuvola dirección -al que se sumaron voces anarquistas y socialistas- en un debateque se extendió durante varios números parece haber sido la razón del alejamiento de un cierto número de seguidoras. El público de Nosotras seguramente se concentraba en las mujeres letradas de clase media, y aunqueen varias notas no faltaban consideraciones sobre la situación de las obreras y de otras trabajadoras, eran aquéllas, sin duda, sus destinatarias. Elobjetivo de la publicación residía en despertar su conciencia para que abandonaran el estado de esclavitud patriarcal:
El pueblo es esclavo y el pueblo se revela y empieza para él un períodode evolución. La mujer es también esclava, esclavade la ley y las costumbres que la reprimen, de las preocupaciones tradicionales que la atan.y la mujer empieza a rebelarse,
escribía Silvana Fredes -probablemente el seudónimo de María AbellaRamírez- en el primer número de Nosotras (cuyas citas, en todos los casos,han sido adaptadas a la ortografía actual). La misma autora no dudaba enembanderar el propósito rector de la empresa con el feminismo, término(d. López, 1901) que tuvo una recepción muy importante con la alocución de Ernesto Quesada (1858-1934) -un intelectual de singular erudiciónque se desempeñó en varios campos- en el cierre de la Sección Femenilde la Exposición Internacional de 1898. Las señoras de la élite que integraban el Patronato de la Infancia -organismo encargado de dicha Secciónhabían realizado una adopción "naif" del término, designando corno "feminista" la tarea de exhibir las producciones típicas del género -bordados,costuras, utensilios, etc.>. El discurso de Quesada (d. Barrancos, 2005;
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López, 1901) se convirtió en un parteaguas entre esta noción y otra, másadecuada, referida al reclamo de derechos para las mujeres:
¿Qué quiere el feminismo? Preguntan las mujeres y también algunoshombres, acaso temerosos de compartir el cetro del poder y de cuyomonopolio están tan satisfechos. ¿Qué quieren las feministas? -lanzaba de modo ilocutivo-. Y nosotras contestamos: Queremos nuestralibertad, queremos el goce de todos los derechos sin más restriccionesque las que la naturaleza nos impone como mujeres madres ¡...J.
Otra nota editorial, titulada "La emancipación dela mujer" (Nosotras, Afio1, N° 2, 15 de agosto de 1902), se refería a las actitudes despectivas, y especialmente a la sorna con que a menudo se trataba a quienes abogaban porlos derechos femeninos. La idea de ridículo o de fuera de lugar acompañaba a las feministas en Europa y en América del Norte, pero
las heroicas mujeres que han soportado burlas, menosprecios e insultos [... 1 han formado un importante partido, han conquistado muchasventajas. En cambio nosotras -eseguraba-. las sudamericanas, la retaguardia del progreso, no tenemos más que un íntimo sentimiento deprotesta, algo que instintivamente nos dice que con nuestro sexo secomete una injusticia, que no disfrutamos de toda la libertad [... J.
Más adelante se interrogaba: "Pero ¿cuál la ruta que debemos seguir? .. Nolo sabemos todavía: por eso ponemos nuestra pequeña revista a disposición de todas las que quieran expresar su pensamiento; por eso pedimosa los hombres intelectuales buenosquenosayudena descubrir nuestro camino"(ibid., mis cursivas). No debe sorprender esta inflexión de los principiosantipatriarcales que da lugar a la preeminente figura del intelectual, cuyoinflujo modcrnizante debería asociarse con la causa de las mujeres, unailusión que todavía animaba a muchas librepensadoras.
Como se verá, la cuestión de los derechos femeninos constituyó elimpulso central de Nosotras, y esto la convierte en una publicación pionera en materia de identidad feminista. Aunque durante el siglo XIX no faltaron ediciones sostenidas por mujeres y órganos periodísticos que adoptaron puntos de vista en favor de la liberación femenina, éstos rechazaban laidentificación con el feminismo -como fue el caso de La Vozde la Mujer.publicación sostenida por el anarquismo-o Nosotras fue el primer medioque adoptó sin ambages el concepto y se propuso su propagandizacióncomo objetivo central; el nombre mismo aparecía seguido del subtitulo
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Revista Feminista, Literaria y Social, lo que significaba una confirmación desu esencia y de su razón de ser. La publicación exhibía textos a la manerade opiniones y ensayos y también disponía de una Sección Literaria. Susucesora fue La Nueva Mujer, que apareció entre mayo de 1910 y mayo de1912 mostrando un significativo avance de la corriente, pues el colectivose había convertido ya en una organización. En efecto, elnuevo periódicose constituyó en un órgano de "partido" al servicio de la Liga FeministaNacional, lo que significó que la enorme mayoría de las colaboradoras fueran no sólo simpatizantes del feminismo, sino que adhirieran con un compromiso militante. Con elcomienzo de la década siguiente, LaNueva Mujeratrajo a protagonistas importantes de la lucha por tales prerrogativas, comoes el caso de [ulieta Lanteri -cuya tentativa de obtener la ciudadanía y elderecho a sufragar la publicación celebró como un ejemplo- y Alicia-Moreau, una destacada socialista. Hay que señalar que su aparición coincidía con el desarrollo, en mayo de 1910, del Congreso Femenino Internacional, auspiciado entre otros grupos por las universitarias, y que expresaba un momento singular de alza de la agencia feminista en el país. Devida algo más extendida que la primera, no es posible identificar las razones de la extinción de esta revista, pero también en este caso puede conje
turarse que los problemas económicos fueron decisivos.Los enunciados reiterados que delatan un orden de prelación y que
son coincidentes en ambas publicaciones se refieren a los siguientes problemas: los derechos de las mujeres; la ilustración femenina y la oposición a la confesionalidad religiosa. En el caso de La Nueva Mujer, la cues
tión de los derechos femeninos es un tópico casi dominante.
Losderechos de las mujeresSancionada por el Código Civil de 1868-adaptación del Código napoleónico de 1904,con rasgos sobrevivientes del antiguo régimen y la incorporación de algunos trazos de la normativa prusiana-, la inferioridad jurídica de las mujeres significó que éstas permanecieran subordinadas a susmaridos. Participaban de la misma incapacidad que los menores y los alienados, no podían gerenciar sus propios bienes y hasta para elegir educación y profesión dependían de la autorización de los cónyuges. Sin duda,fue éste el aspecto más controvertido vinculado a la condición femeninaa medida que arribaba elnuevo siglo, cuando a las expresiones de las mujeres que protestaban por su condición se sumaron las voces de juristas, políticos y ensayistas. María Abellade Ramírez produjo textos de carácter emancipatorio al menos desde la década de 1890, en los que proclamaba la
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necesidad de reformar la normativa legal, y podría decirse que el problemade los derechos civiles ocupa un lugar destacado en la brega de Nosotras.No puede sorprender que en la primera década del siglo xx la cuestióndominante entre las feministas argentinas fuera la de la inferioridad civily que ella se situara por encima de la cuestión de los derechos políticos.Para muchas, el sufragio podía situarse en una línea progresiva, por etapas, es decir que bastaba en primer lugar el otorgamiento del derecho enel nivel municipal, como creía entonces la propia Alicia Moreau. Entiéndase bien, la gran mayoría de las feministas coincidía en la necesidad deequipararse a los varones en todos los derechos -civiles y políticos-, peroconsideraban que lo más urgente era comenzar por los primeros, y quepodía marcharse por jalones en relación con los segundos. YAbella Ramírez no era una excepción. Por ello, en una nota editorial titulada "El votode las mujeres" (Nosotras, Año 1, N° 4, 5 de septiembre de 1902) expresóque aunque resultaba de la mayor importancia la presencia femeninapara transformar la legislación, y que la exclusión política "era la pruebamás evidente de su situación de menor de edad, pues sólo a ella y a los niñosse les niega el derecho a votar", se imponía necesariamente una lenta evolución para obtenerlo. Reconocía que
La acción de la mujer debería hacerse sentir en el hogar de que ufanas(sic) se proclaman reinas, sacudiendo la apatía con que los padres, losesposos, los hermanos, los hijos acogen ese recurso con que los favorecela Constitución del país. Que voten nuestros padres, nuestros esposos,nuestros hermanos mientras llegala hora en que nosotras podamos gozarde ese derecho, en un porvenir en que nuestro sexo haya evolucionadoen el sentido de la libertad de su conciencia. El voto femenino, debe ser,pues, una conquista futura. En efecto, la mujer, en su mayoría, no estáen el presente preparada para disentir sobre asunto tan trascendental.
Hay que agregar que esta posición no disentía con la opinión masculinamás generalizada en los círculos del librepensamiento.
Las contribuciones más frecuentes en Nosotras se referían entonces alsometimiento que sufrían las mujeres debido al imperio de las leyes civiles y de las costumbres, y la publicación cifraba el gran cambio para elsexo femenino en la doctrina del "feminismo científico" -una caracterización muy empleada en esos primeros años del siglo-, en cuyo sostenimiento se comprometió. En "La mujer moderna o feminista" (Nosotras,Año 1, N° 5, 15 de septiembre de 1902) se intentaba defenestrar los lugarescomunes, antojadizos, referidos el feminismo, la extendida idea de
MAESTRAS, LIBREPENSADORAS Y FEMINISTAS EN LA ARGENTINA I 475
que la mujer feminista desconoce completamente la poesía del hogar; queno tiene belleza física, ni elegancia, ni ninguna de las gracias y monadas femeninas, en una palabra que es una especie de ser sin sexo, inútilpara el amor y la maternidad, ser ridículo del que los hombres debenhuir con horror y las mujeres abrumar con desprecio.
El texto defendía exactamente lo contrario, sin duda con cierto patetismo,
cuando aseguraba que
gran número de las mujeres modernas o feministas son esposas adoradas y madres arnantisimas; reinas de hogares ricos o pobres [... ] sonmodelo de buen gusto y entre las jóvenes feministas las hay hermosísimas [... ], que aun las feas tienen por lo general un trato exquisito y espi
ritual y que nunca les falta un hombre que las ame.
Se sostenía que el rechazo manifestado por "la mujer antigua" respecto de"la nueva mujer" se debía a que se sentía humillada por ésta, "yen vezde elevarse, encuentra más cómodo estorbar a su contraria". Se trataba de
poner en contrapunto las características de ambos perfiles de mujeres, yla "antigua" tenía todos los atributos de las buenas burguesas que vivíandespreocupadas, atentas apenas a lo suntuario, resentidas por los valores
que expresaba "la nueva mujer":
No es por ternura ni amor a los suyos, condiciones que también tienela moderna; sino que acostumbrada a lucir en la primera fila, sin másmérito que el lujo, se siente humillada ante la superioridad de la nuevamujer y en vez de hacer esfuerzos para elevarse a su vez, encuentra más
cómodo estorbar a su contraria.
Se aseguraba que "los honores que se le tributan se deben únicamente albuen nombre o la fortuna del padre o del marido". La manera en que seconfrontaban los dos tipos femeninos es bastante paradójica, pues nuestras feministas no dudaban en atribuir a los varones el reconocimientodel que gozaba el grupo de las denostadas, y hasta se permitían tratarloscomo víctimas de sus esposas. En la posición renovada se hallaban las mujeres inteligentes, las profesionales, "que no abrumaban a los varones de lafamilia","los hombres de buena sociedad que cada vez van escarmentandomás la cruz del matrimonio" porque sus mujeres querían figurar "a fuerzade dinero y con el lujo y las exigencias sociales", lo que hacía más difícilpara los cónyuges sostener a la familia. Pero esta concesión parecía corre-
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girse: "Bien sabemos -aseguraba esta nota editorial- que hay maridos o
aspirantes a tales que temen el progreso femenino [... ]': Eran muchos los
que pensaban "que si la mujer se hace tan instruida como el hombre (... ]
ya no se conformará con la obediencia pasiva y protestará". Yla nota se pre
guntaba: "¿Esconveniente para la felicidad de la familia la obediencia pasivade la esposa?". En respuesta, se comparaba esa obediencia con elservilismo
a un tirano, algo que ninguna mente republicana sostendría:
Así como un gobierno digno no teme, sino que fomenta la instrucción de sus gobernados, también un hombre inteligente y recto no tiene
nada que temer, sino motivos de pláceme en la capacidad de su mujer
en la que hallará, además de una amada, una amiga que sepa comprenderle, una consejera incomparable [... J.
Entonces, era necesario confiar en las mujeres renovadas, instruidas, que
podían criar sólidamente a los hijos "para formar una generación de gran
des hombres". Era preciso instruirse, en lo posible profesionalizarse, hacerse
conocedora de los derechos. La nota las instaba: "Sed mujeres modernas
y dejad que murmuren las antiguas [... ] que como mariposas viven un día
para quedar después convertidos en gusanos, que no pueden vivir sino a
costa del hombre y que cuando este les falta se derrumban [... ]",condenaque tendrá un giro, sin duda cuando se advierte la contradicción:
Perdónenme las antiguas: ya sé que no tenéis vosotras toda la culpa de
no tener alas y no poder elevaros; que eso se debe en gran parte a la defi
ciente educación que os han dado, a las ideas que habéis bebido en la
leche y que muchas ya no estáis en edad ni en condiciones de cambiar;pero a lo menos no seáis egoístas: no desacreditéis por envidia a la mujer
moderna y dejad que vuestros hijos lo sean.
Nosotras abrió eldebate para que pudieran expresarse las mujeres que así lo
deseaban y que componían el público de lectoras. No sorprende que parti
ciparan algunas comulgantes de la religión junto con aquellas que se iden
tificaban con el socialismo, el anarquismo y,desde luego, con las que seconsideraban librepensadoras, principal filón de la identidad de la revista.
El punto de vista de quienes opinaron como anarquistas anclaba en la nece
sidad de abjurar de los marcos legales; una de ellas sostenía que "las leyesson
un absurdo y no preservan ni salvan del malestar general" (Nosotras, Año 1,
N° 8,5 de octubre de 1902), de modo que no era por allípor donde se podía
avanzar en la condición de las mujeres. En otra intervención se afirmaba que
MAESTRAS, LIBREPENSADORAS Y FEMINISTAS EN lil. ARGENTINA I 477
la sociedad anárquica "gozará libremente de todos los derechos", y agregaba
más adelante: "En cuanto al hombre, bien podrá conformarse si la mujerprefiere ocuparse en cualquier trabajo en vez de estar al cuidadode la casapues el único trabajo que hace ella, y no puede hacer el hombre (salvo que
sea un fenómeno) es amamantar los hijos': En una ocasión, una represen
tante de "la Redacción" respondió que aunque se estuviera de acuerdo con
ciertas apreciaciones sobre las leyes -que en efecto atentaban contra la
libertad-, había que evitar la confusión. Para llegar a una sociedad sin leyes"sería preciso que llegáramos a una civilización muy avanzada -decía la
autora de la carta-, sería preciso que cada uno de los ciudadanos fueran (sic)
educados, morales razonables y justos" (Nosotras, Año 1, N° 9, 25 de octu
bre de 1902). Una sociedad sin leyes sería caótica, porque "la mitad de la
humanidad [... ] se obstinaría en vivir según el régimen del pasado". "Si labarca que nosconduce está en mal estado, la medidaquedebemos seguir, noesdestruirla y arrojarnos al océano, sino refaccionarla porpartes"-subrayaba-.Nuestra feminista cifraba la expectativa de cambios en la sociedad en la nece
saria unión de todos los disconformes tras un "partido electoral"; esa fuerza
"conseguiría corregir una ley mala, otro día cambiaría otra, y así poco a
poco ... " Y, haciendo uso de un esperanzado tono condicional, agregaba:
Más tarde los hombres, llevados por un sentimiento de justicia, ¿harían
a la mujer un sitio a su lado en el Congreso y las leyes se irían perfec
cionando cada vez más por la voluntad de los dos factores y con arre
glo a las nuevas necesidades de época, y serían perfectas y justas en lo
posible, hasta que paso tras paso, llegaremos a una época dichosa, en la
que estando toda la humanidad perfectamente educada, no se necesi
tarían las leyes escritas porque cada persona las llevaría grabadas en elfondo de su alma y sería un juez para sí misma?
El interrogante aquilataba o restringía la esperanza de lograr una situa
ción de equidad con el género masculino, pero el acento utopista prevale
cía. Esa especie de "carta abierta': probablemente escrita por la misma María
Abella Ramírez, ya que su estilo resulta inconfundible, hacía un lugar a laley del divorcio, que acababa de ser tratada por los legisladores. Las edito
ras de Nosotras destacaron una serie de materias en defensa del divorcio vin
cular, proyecto presentado por el diputado Carlos Olivera en 1901 y debatido acaloradamente en el Congreso al año siguiente -la iniciativa perdió
por escasos votos-, coincidiendo con la aparición de la publicación. Fue
ron sobre todo las feministas socialistas y las librepensadoras las que se
lanzaron en defensa de la medida, mientras que los representantes más cons-
478 I HISTORIA DE LOS IHTE[E(]UAIES EH AMÉRICA LATIHA
picuos de la Iglesia desarrollaban diversos ataques para impedirla. En lacarta de referencia, firmada por las editoras, no se vacilaba en sostener que
La ley del divorcio por la que no ha mucho se luchaba en el Congresopodrá ser todo lo imperfecta que se quiera, pero si se hubiera conseguido eldivorcio absoluto, siempre sería un paso adelante, porque habría
quedado una puerta abierta para escapar los que gimen en las cadenasde un matrimonio desgraciado, que actualmente tiene que ser perpetuo. La esclavitud en el amor es la última cadena que nos falta romper;sin duda, algún día [... ] el amor será libre, pero entre tanto bueno seráobtener un paliativo a los males del presente.
El divorcio estaba pues entre las prerrogativas más valoradas por las feministas del librepensamiento. Lapedagoga socialista Justa Burgos de Meyer,integrante del grupo editor, había señalado la importancia de tres proyectos presentados en el Parlamento: el del diputado Belisario Roldán, quedebía mucho a otra destacada socialista, Gabriela Laperriere de Coni (18661907), referido a la protección de las víctimas de accidentes de trabajo; elde Luis María Drago, relacionado con la emancipación jurídica de las mujeres.y el de Carlos Olivera sobre el divorcio vincular, acerca del cual Burgos Meyer afirmaba "que se trata de una cuestión de orden social queinteresa a la mujer tanto más que al hombre, pues los graves inconvenientes de la ley actual gravitan sobre ella y no sobre él que siempre encuentrael medio de eludir el cumplimiento de la ley impunemente". Yaseguraba:"La cadena de una ley atrasada, lectoras mías, no es la que ha de sujetar lavida del hombre amado, es el lazo de vuestro amor desinteresado y firmelo que os lo va a conservar': Se escandalizaba ante "el triste cuadro de lasenceguecidas, firmando listas en contra de una ley" -como había propiciado la Iglesia-. En relación con la iniciativa de Roldán, no obstante, aseguraba que el monto de las indemnizaciones era insuficiente, ¿qué haríauna viuda con un gran número de hijos pequeños frente a esa "tacañería"? En fin, Burgos Meyer proponía mejorar este aspecto de la propuesta.Yen cuanto al proyecto Drago, decía: "Es esencialmente feminista, él libraa la mujer casada de esa eterna condición de menor de edad, dándole el
derecho de administrar sus bienes, función hoy privativa del marido" (Nosotras, Año 1, N° 1, 15 de agosto de 1902).
En algunas ocasiones aparecían voces masculinas, corno la de Elan Ravel-un librepensador libertario bastante conocido- que solía colaborar enNosotras manifestando una posición, desde luego, provocadora: "No estoy
de acuerdo con los que quieren limitar elmovimiento feminista a una lucha
MAESTRAS, liBREPENSADORAS Y FEMINiSTAS EN lA ARGENTINA I 479
intersexual" -planteaba (Nosotras, Año 1, N° 1}, 5de diciembre de 1902)-,
"dirigido y concretado a la conquista del voto, de los empleos y profesiones liberales, procurando hacer la competencia al hombre [... ]".y más ade
lante sostenía:
Hay una cosa en esto del movimiento feminista que no alcanzo a comprender bien [... ] y es el afán que la mujer quiere obtener el derecho avotar y otras cosas que con toda injusticia, por cierto, se ha conservadoexclusivamente para sí el hombre. Ante la condición social en que el trabajador se encuentra [... ] ¿para qué quiere elvoto la mujer? ¿Mejorará
esto su condición? Yo creo que no ...
Y casi al final, Ravel confesaba: "En cuanto a las demás aspiraciones delfeminismo me parece que nada remedian; al contrario, creo que económicamente emplearían (sic) las condiciones del trabajador". En otro extensotexto-publicado a lo largo de tres números- bajo el título de "¿Feminismo?"(Nosotras, Año 1, N° 16, 5 de enero de 1903), luego de exorcizar a la religión "que ha predicado la mansedumbre", el mismo autor decía: "Para
que una mujer se independice socialmente se precisa que ante todo tienday procure conseguir la independencia económica", y ahora confesaba sinambages: "Aunque no soy feminista, soy ardiente y entusiasta partidariode la dignificación de la mujer; partidario de que se la instruya en todo[... ] y se le concedan los mismos derechos, deberes y responsabilidades
sociales que el hombre".Otro varón que también realizó contribuciones polémicas fue Constan
tino Franco, un joven librepensador que sustentaba ideas más cercanas alanarquismo. En su opinión, las mujeres de Nosotras debían acercarse a lasmujeres obreras, a las más pobres, a las sufrientes sin esperanzas. El divorcio no traería la emancipación, lo decisivo era la ilustración, el avance de lasapiencia y la razón, sostenía en "La mujer que reacciona" (Nosotras, Año 1,
N0 28, 5 de mayo de 1903): "Un arma potente marca su itinerario destruyendo las marañas de la ignorancia, alumbrando su sendero: La Ciencia".
Finalmente, otro varón, Manuel Meyer González -figura destacada delsocialismo platense- se vio obligado a intervenir en eldebate para defenderel punto de vista de su fuerza política en relación con la condición femenina:
Los socialistas, modestamente, nada tenemos que reservar a la mujerpara la sociedad futura ni para la vida eterna: pensamos que en elordennatural y fisiológico su papel será siempre más contributivo de esfuerzos y molestias que el de su compañero, para evitar lo cual no conoce-
480 I HISTORIA D, LOS INTElECTUALES ,N AMÉRICA LATINA
mos omnipotencia alguna, y en elorden sociológico la llamamos desdeluego a nuestro lado para que luche a la par del hombre para la conquista de progresivos mejoramientos para ambos, hasta llegar a la completaemancipación económica, dentro de la cual no tendrán cabida los egoísmos y exclusivismos de que hoy la mujer es víctima más sacrificada queel hombre (Nosotras, Año 1, N° 11, 15 de noviembre de 19 0 2).
Un aspecto de Nosotrasque llama la atención es que no faltaron notas relacionadas con la violencia ejercida contra las mujeres -dimensión no tanpresente en las reivindicaciones de la época-o A vecesse comunicaban aberrantes crímenes contra mujeres producidos por maridos celosos a quienes cabían las atenuantes de la ley.
En el caso de La Nueva Mujer, si bien se reiteran los motivos del adoctrinamiento feminista, los artículos parecen tener una mayor elaboración yocupa un lugar central la perspectiva de la organización. Con la firma M.A.R-que apenas disimula la identidad de la principal conductora de estaempresa-, hay una nota corta que se propone aclarar el concepto de "feminismo", al que define como "amigo del progreso femenino"; con cierta
sorna, se permite retar al Centro de Universitarias Argentinas -principalorganizador del Congreso Internacional Femenino llevado a cabo en mayode 1910- porque no se animó a declararlo claramente feminista: "Que sedeje de contemplaciones con la gente que no entiende" -talla admonición-. No obstante, la revista fue una gran propagandizadora de los resultados de este encuentro, en el que sobresalieron las exposiciones de Abella Ramírez. El Congreso (d. al respecto, entre otros, Lavrin, 2005; Feijóo,1980; Carlson, 1988; Vasallo, 2000; Barrancos, 2002) fue un hito precursoryen él se solicitaron los derechos civiles y políticos de las mujeres -Iniciativa de la que una de las autoras fue Abella Ramírez-, así como una seriede medidas de bienestar y de protección de la maternidad, especialmentepara las madres obreras, y para la niñez desamparada. Otro largo texto, éstesí firmado por María Abella Ramírez, está dedicado a defender los derechos políticos femeninos, y debe admitirse un giro en relación con las posiciones de Nosotras: ahora el tono en favor de la obtención del sufragio esmucho más explícito. Nuestra autora expresa la necesidad de que las mujeres estén representadas en el Parlamento para que el progreso no detengasu marcha, y reflexiona sobre la escasa acción femenina en este sentido:
Las mujeres no hemos solicitado aquí nuestros derechos y los hombreshan pensado que así estábamos bien. La libertad no se regala, el polluelo
MAESTRAS, LIBREPENSADORAS Y FEMINISTAS EN LA ARGENTINA I 481
para salir del huevo tiene que romper la cáscara, y la oruga rasgar lacrisálida para convertirse en mariposa (La Nueva Mujer, Año 1, N° 2, 7
de julio deI9IO).
Como he dicho, La Nueva Mujer fue el órgano de expresión de la LigaFeminista Nacional, fundada en mayo de 1909 a instancias María Abella Ramirez y que sin duda resurgió como consecuencia de la realización del aludido Congreso. En julio del mismo año, y bajo elliderazgo de Iulieta Lanteri,se fundó la LigaNacional de Mujeres Librepensadoras. Aunque ambas feministas solían cooperar entre sí, las agrupaciones que forjaron caminabanpor andariveles separados -el examen de los acercamientos y los distanciamientos (estos últimos posiblemente suscitados por diferencias de estrategia) entre estas dos grandes figuras del feminismo asociadas al librepensamiento y a la masonería aún está por realizarse-o En la "Declaración
de principios" de la Liga Feminista Nacional se decía:
Considerando que el sexo femenino no disfruta de toda la libertad y elbienestar que como ser humano le corresponde y que esta esclavitudde la mitad de la especie es perjudicial al progreso social, nos unimospara trabajar por la emancipación de la mujer (La Nueva Mujer, Año 1,
N° 1, 10 de mayo de 1910).
Su"programa máximo" estaba contenido en cuatro puntos: 1)Que elmatrimonio no haga perder a la esposa ni uno solo de sus derechos civiles; 2)
Derechos políticos a la mujer; 3) Divorcio absoluto; 4) Protección a la niñez.El"programa mínimo" contenía una serie de reivindicaciones, tales comoque el contrato nupcial estableciera que la mujer administrara sus propios bienes, que a falta de bienes de la mujer se pactara la cuota mensualque el marido debía pasarle ya que "las necesidades físicas,morales e intelectuales de la mujer no pueden quedar a merced de la más o menos generosidad del marido", que eldomicilio se fijara de común acuerdo entre loscónyuges, que la mujer que hubiera dejado el hogar no fuera obligada aregresar por la fuerza, que la patria potestad fuera compartida y que todoslos hijos, matrimoniales o ilegítimos, tuvieran los mismos derechos. Lacarta de principios abogaba por que la prostitución fuera tolerada, "perono reglamentada", y si bien éste era un punto en común con otras corrientes feministas, algunas demandas que engarzaban con presupuestos dellibrepensamiento más radicalizado no figuraban en otros programas, almenos no tan explícitamente. Es el caso de la solicitud para que las autoridades municipales tuvieran la potestad de visitar los"conventos de enclaus-
482 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
tradas" -sin duda para verificar su condición-, o de que los crímenes cometidos contra las mujeres no pudieran ser atenuados por "los celos, porquela naturaleza nos demuestra que los celos -aseguraba el manifiesto- no
impulsan jamás al macho contra la hembra, sino contra el rival" (La Nueva
Mujer, Año r, N° i, 10 de mayo de 1910). No hay duda de que alguna vulgata del evolucionismo obraba en esta rotunda afirmación, seguida poresta otra: "El dar derecho al marido a matar a la esposa pillada en adulterio, no es otra cosa que dar derecho al amo de disponer de la vida de laesclava:hacer del marido un señor feudal de horca y cuchillo, [sólo los canallas pueden aprovecharse de semejante derecho!".
En efecto, la norma jurídica penal protegía dos tipos de bienes: cuandose trataba del adulterio del marido, se atendía a los asuntos patrimoniales,yen el caso del adulterio de la mujer, la cuestión de fondo era el honor delcónyuge, razón por la cual la actuación criminal del marido para restituirlomenguaba la pena. En un breve pensamiento María Abella afirmaba: "Sehorrorizan algunos al pensar que si se establece el divorcio, los hombrespuedan abandonar a las pobrecitas mujeres, pero no les causa horror reflexionar que algunos hombres pueden asesinar a su mujer sólo por el gustode quedar libres" (La Nueva Mujer, Año i, N° 6, 15 de agosto de 1910). Enocasiones, sus posiciones parecieron abonar la idea de la"unión libre",comopreconizaban los anarquistas, y aunque no faltaban notas en defensa de lafamilia, lo más frecuente eran las críticas al modelo patriarcal.
Es necesario reparar en que la cuestión del divorcio vincular y la defensaa ultranza del estatuto femenino frente al divorcio también fueron tópicos r~iterados en La Nueva Mujer. No hay duda de que el grupo editor, yespecialmente su cabeza regente, María Abella Ramírez, hizo de la defensa
de l.os derechos femeninos la justificación de la existencia de ambas publicaciones. Los retos llegaron al controvertido Enrique Perri, quien, comoes sabido, en su visita al país confrontó con el Partido Socialista pese aque había desestimado la posibilidad de la existencia de una fuerza socialista en la Argentina. Las diatribas también se encendieron contra las femi~istas. En una conferencia en Rosario, Ferri había sugerido que el instinto de conservación a menudo ocluía los deberes de la madre, mostrando
como torpe a la condición femenina. En una nota que tituló "Inferioridad mental de la mujer. .. " (La Nueva Mujer, Año i, No 8,30 de septiem
b~~ de 1910) Abella de Ramirez respondió enérgicamente alegando que elvisitante "se dejaba llevar por prejuicios"; "Yaque está tan atrasado de noticias el célebre Ferri -cronizaba.; nos permitimos decirle que hasta ahora
no está averiguado que la diferencia de sexo sirve para otra cosa que parala reproducción de la especie y que la mente no tiene sexo".
MAESTRAS, LIBREPENSADORAS Y FEMINISTAS EN lA ARGENTINA I 483
A casi dos años de vida de la publicación se presentó una conferenciade Iulicta Lanteri en la Logia Masónica ")2 de Octubre", en la que la destacada feminista incursionaba en las características del ser femenino ydel ser masculino, y, mientras ponderaba la capacidad de sentir de lasmujeres, subrayaba la sensualidad, la materialidad de los varones, llamados a desvalorizar a aquéllas y a dominarlas. "Dueño de la mujer sehizo dueño de su prole" -sostenía Iulíeta- (La Nueva Mujer, Año 2, N° 32,
1}de mayo de 1912). "Obligó a la mujer a la pasividad más completa haciéndole producir los frutos que él quisiera, y cuando el fruto era hembra,como ésta no era útil para la guerra la maldecía al nacer y la destinaba ala vulgar reproducción, corno la ternera al corral." Su percepción la llevaba a sostener que la mujer era "un foco de luz", pero que no se conocíaa sí misma, y por ello seguía
amarrada a la cadena que el amo le pusiera, le da los hijos que élquiere,sufre las leyes que él le impuso, come el pan que él quiere darle, vivedonde él quiere que viva, se prostituye para que la bestia no asalte la propiedad ajena, esconde su propio nombre, iY tolera que la llamen el sexodébil! ¡Pobre la mujer! ¡Pobre la mujer! ¿Llegará un día en que la luzsahrá que ella es luz? (ibid.)
Casi al finalizar, Iulieta se entusiasmaba con la promesa de la gran trans
formación:
La mujer levanta la bandera del libre pensamiento, ella no quiere serpatrona ni admite amos. Para ella todos son iguales, todos son uno enla raza y en la especie. Para ella no existe la propiedad, no quiere matarpara conservarla. Para ella, la tierra es su patria.
Años más tarde, a fines de la década de 1930, en Tresguineas Virgina Woolfsostendría el mismo apotegma modificando un tanto los términos en juego:como las mujeres no han participado absolutamente en la construccióndel derecho, ni tienen derechos, "su patria es el mundo':
La educación femeninaNo debe sorprender el permanente tratamiento de esta cuestión en laspublicaciones bajo análisis, pues, como se sabe, la educación prometíauna economía cifrada en el progreso y era la clave maestra de la razónevolutiva. Algunos de los textos considerados anticipan la obsesión en
484 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
torno del camino ilustrado, a veces superior a cualquier situación dederecho toda vez que las feministas adherían con enorme convicción alcredo letrado. Con reiterada frecuencia azuzaban a las congéneres paraque abandonaran las tinieblas de la ignorancia e ingresaran a la luz delconocimiento. Es probable que ninguna se sustrajera al crédito rotundopuesto en el saber para acceder a una nueva conciencia, capaz de rechazar el antiguo ropaje del sometimiento. Véase la retórica de Teresa Salanova, integrante del comité editorial y probablemente también maestra,en un artículo titulado "Ala mujeril (Nosotras, Año 1, N° 4, 5 de septiembre de 1902):
Cultivad la mente. Dad preferencia al juicio, pues así será como si hicierais un ascenso entre espesuras y recovecos. Mirad desde allíy descubriréis resquicios para ahuyentar muchas preocupaciones; clarividenciapara vislumbrar muchas verdades y asidero para arribar a muchas convicciones. Mirad bien y aprenderéis que la supremacía del hombre sobrela mujer es un tema convencional, derivado del hecho permanente decosechar solito en ese campo donde la savia ha fructificado, ora en laciencia, las artes, la mecánica y les brinda el monopolio de sus flores yfrutos, y le subordina a los vanos títulos de amo, dueño, señor, y otrosmás o menos oportunos.
Algunas notas cifraban las desventuras de las mujeres por la escasa educación en la incuria de los padres:
Entre los padres de familia hay unos pocos que tratan de dar a sus hijasuna buena educación: pero los más dedican todos sus esfuerzos únicamente a la instrucción del varón, ya las niñas, si los medios sobran, seles da cuanto más una educación de adorno (Nosotras, Año 1, N° 11, 15
de noviembre de 1902).
Otro segmento de esa misma nota editorial decía:
¡Ah! La influencia de la mujer en la sociedad es corno la de la raíz de laplanta; no se ve,pero es la parte importante. Querer tener pueblos adelantados y progresistas cuidando sólo del desarrollo físico e intelectualdel hombre, es como pretender árboles frondosos sólo de los gajos. Dedonde se deduce que a la mujer, sin perjuicio de enseñarle prácticamentelos quehaceres domésticos, debe dársele una instrucción tan grandecomo la que se da al varón.
MAESTRAS, LIBREPENSADDRAS y FEMINISTAS EN LA ARGENTINA I 485
Más adelante, casi al finalizar, se amonestaba a las propias mujeres:
Los padres de familia para llenar dignamente su misión y los gobiernos para aprovechar las inteligencias femeninas [... ] tendrían que estimular la educación de la mujer, y nosotras mismas tenemos que tratarde elevarnos y asegurar la felicidad de nuestro porvenir, sirviéndonosademás de los colegios normales, de los nacionales, de las universidades, de las bibliotecas públicas y de muchos elementos más que no aprovechamos, no porque nos rechacen, sino porque nosotras mismas nosexcluimos. Ayudémonos nosotras y nos ayudarán también los padresy gobiernos.
Nosotras se hacía eco de los conceptos del profesor Ramón Melgar, figuravinculada a la Universidad platense, quien afirmaba:
Lamujer es susceptible de una educación superior lo mismo que elhombre; su evolución ontogénica es más rápida, si se quiere y sus facultadespsíquicas despiertan más temprano; la simple observación de un maestro comprueba esto y no hay fundamento científico que pruebe terminantemente la inferioridad de la mujer (Nosotras, Año 1, N° 24, 25 demarzo de 1903).
No faltaron las manifestaciones en pro de la educación de lasobreras. Frentea las iniciativas para extender la educación y la cultura de los trabajadores~por lo general, en manos de las agencias ideológicas y políticas identificadas con el proletariado- que pululaban en muy distintas latitudes, la líneaeditorial de nuestras publicaciones abogaba por iguales oportunidades paralas trabajadoras. En la nota "Escuelas nocturnas para obreras" (Nosotras,
Año 1, N» 25, 5 de abril de 1903) la directora de la revista aseguraba que"no era una novedad para nosotras ni para nadie, la afirmación de que lapropaganda de las nuevas ideas se estrella contra la ignorancia del pueblo".
Los hombres -continuaba la nota editorial- buscando el remedio, asíque han visto el mal, establecen escuelas nocturnas para adultos del sexomasculino; el estado por su parte sostiene varias de esas escuelas, parahombres puramente, como si nosotras no valiéramos la pena [cursivasen el original] de que se nos eduque.
Las reflexiones continuaban: "La mujer es ignorante en general, pero laobrera lo es especialmente ¿Y cómo no hemos nosotras, que estarnos
486 I HISTORIA DE LOS INTELEC!UALES EN AM~RI[A LATINA
empeñadas en levantar el nivel intelectual de la mujer [... ], prestar todala atención que asunto tan importante merece?", Incluso se llegó a abogar por la educación técnica de la mujer, aunque no se trataba de lasmismas ramas que se enseñaban a los muchachos, sino de perfeccionarlas tareas propias del género. En todo caso, la enseñanza era un grave problema y era preciso proponer medidas para mejorarla. Hacia 1911, laLiga Feminista Nacional modificó su programa mínimo para incluir unprimer artículo que rezaba: "Educación física, intelectual y moral igualpara ambos sexos", y, en segundo lugar, "que todas las profesiones queestán abiertas a la actividad del hombre, lo estén también para la mujer".En un artículo titulado "La educación de la mujer" (La Nueva Mujer,
Año 2, N° 30, 15 de febrero de 1912), un jurisconsulto, José Jorge Loaysa,aseguraba que era necesario que la educación no fuera un adorno sino"práctica aplicación en las emergencias de la vida"; según este autor, erafundamental que se asegurara la emancipación femenina con la posibilidad de ganarse la vida.
La oposición a la confesionalidad religiosa
Las posiciones en pro de la secularización resultan pródigas en las publicaciones analizadas. La inscripción de la vertiente feminista en el librepensamiento era un parteaguas absoluto en relación con los grupos que, enocasiones, se autodefinían como practicantes del "feminismo sano': orientados hacia las fuerzas conservadoras y con devoción por la Iglesia. Esbienconocida la prédica antiecJesiástica de la masonería y su oposición a losrepresentantes católicos, aun cuando mantuviera simpatías por otras víasespirituales que consideraba menos opresoras o más racionales.
José María Pérez, director del periódico Tribuna Liberal (1909-1911)
-en cuyas páginas no faltó el aliento a la emancipación de las mujeres y
que tuvo especial interés en animar una cruzada secularizadora-, fue unimportante miembro de la masonería, convencido de que en la búsquedade autonomía y de racionalidad las mujeres debían liberarse de los influjos de la Iglesia. Partidario de la centralidad del trabajo educativo y depersuasión en torno del significado perturbador de la religión para elverdadero conocimiento, idea muy difundida en las filas del librepensamiento, difundía en su periódico (Tribuna Liberal,19 de junio de 1909) estasuerte de "credo liberal":
No contraer matrimonio religioso.No bautizar los hijos.
Mi\.ESTRAS, LIBREPENSADORAS Y FEMINISTAS EN LA ARGENTINA I 487
No aceptar padrinazgos de casamiento, bautismos ni confirmaciones.No confiar a la Iglesia ni a sus adeptos la educación de los hijos.
Hacerse enterrar civilmente.No celebrar funerales, ni asistir a ellos,ni pedir oraciones por los muertos.No dar a la gente de la Iglesia dinero bajo ninguna forma o pretexto
con fines aparentes de beneficio o caridad.No asociar, ni prestigiar, directa o indirectamente, ninguna creencia reli
giosa de ninguna secta.Mantener lejos del hogar y de la familia a los llamados ministros del
Señor.
Abella Ramírez fue una de las voces que participó en un número especialque en octubre de 1910 Tribuna Liberal dedicó a la cuestión de la religión,
y, en reciprocidad, La Nueva Mujer dedicó al menos tres números a reeditar aspectos centrales de la edición del periódico de identidad masona. Esnecesario admitir que mientras la estrategia de Nosotras consistió en no
atacar directamente a la Iglesia, ya que el contrapunto tomaba la formade un debate abierto con elpúblico, haciendo ingresar a otras y otros columnistas, en La Nueva Mujer el antagonismo se planteaba de manera explícita y a través de la pluma de las mismas editoras. También es preciso señalar que en la casi una década que separaba a ambas publicaciones se habíaproducido un aquilatamiento del feminismo, afianzado por su singularcrecimiento. A propósito de la participación en Nosotras de una "católicatransigente" -tal la autodenominación de quien había escrito abogandopara que no se abandonara la idea de Dios, aun cuando su pluma parecíaalejada del dogmatismo-, "una librepensadora" respondió (Nosotras, Año
1, N° 11,15 de noviembre de 1902):
Dice Ud. que Dios es el principio de toda verdad y que negar a Dios esuna aberración del espíritu ... ¡pero qué manera de discutir la de loscatólicos! hacen afirmación falsa (o por lo menos no ha sido probada)y luego la ponen como base de sus razonamientos. Para decir que Dioses el principio de todo hay que probar primero su existencia [... ]. Ud.misma en una de las muchas preguntas que me dirige afirma que nosabe cómo fue creado el mundo y en eso no procede Ud. como católica; pues los católicos, partiendo de la base de que Dios es el principiode toda verdad, y de las explicaciones de la Biblia y de que todo se haceporque Dios quiere o no quiere, no hay cosa que no se expliquen.
Con ironía, la autora de la respuesta proseguía:
488 I <ISTORIA DE lOS INTElEC1UAlES EN AMÉRICA lATINA
Sin duda Dios era feminista, porque no nos quiso formar como elhom
bre, del tosco barro, sino de la mejor de las carnes, y partiendo de la base
que creó primero a los irracionales y después al hombre, quiere decir que
Dios ha perfeccionado su obra y,siendo lo último que fabricó la mujer,
nosotras las mujeres, según los católicos, somos la más grandes de las
perfecciones; no me explico cómo los clérigos quieren colocarnos bajo
el dominio de nuestro inferior, el hombre, sólo porque nos aventaja enfuerza bruta ... !
Entre las notas que La Nueva Mujer dedicó al problema de la religión como
obstáculo para la liberación de las mujeres, una de ellas pretendía deslin
dar los principios éticos de sus presupuestos providenciales. Se aseguraba
que moral y religión eran en verdad términos contradictorios, porque elprimero "supone el esfuerzo individual siempre renovado para mejorar las
condiciones de vida social; mientras el otro implica sumisión, ignoran
cia, abandono" (La Nueva Mujer, Año 2, N° 18, 25 de septiembre de 19B).Se hacía hincapié en el origen etimológico de ambos para considerar a la
religión -con el apoyo de un conjunto de pensadores clasicos-. como una"creencia", "pero nadie llama creencia al saber de la ciencia que se apoya en
fundamentos". La creencia respondía a un temor infundado que era la causa
de la superstición, y ésta era "el elemento explotable por los intérpretes de
todas las religiones". Aunque se exceptuaba el budismo, en conjunto aqué
llas se basaban en "un árbitro absoluto de todo", y esto no era sostenible.
La moral -según un texto firmado por M. R. Navas- se refería a un acto
que despierte el deseo de averiguar la verdad, inspire amor a las cien
cias y produzca deleite ante la contemplación de las obras bellas, naturales o artificiales. Es moral todo aquello que ofrece estímulos a los indi
viduos y a las sociedades para que luchen con los obstáculos de la vida
y realicen grandes empresas en beneficio de la generalidad r...].
Quien así se expresaba no dudaba en oponer estos rasgos de lo que se con
cebía corno moral a la forma contraria: "Es inmoral todo hecho, toda creen
cia, todo juicio, toda ley que perjudique el desenvolvimiento íntegro del ser
humano, o menoscabe el ejercicio de la libertad o contraríe el progreso".
Sin embargo, en la mayoría de los casos la proclama laicizante no sig
nificaba ateísmo, ni siquiera agnosticismo, aunque ésta fuera la fórmulamás extendida para dar cuenta de actitudes secularizadas. Muchos _y
muchas-librepensadores adherían al credo panteísta, al modo racional
de encontrar en lo humano, yen todo el orden natural, señales de la poten-
MAESTRAS. LIBREPENSADORAS Y fEMINISTAS EN lA ARGENTINA I 489
cia divina, como solicitaba el filósofo Baruch Spinoza, de enorme influjoen esas posiciones proseculares. La propia María Abella Ramírez soste
nía: "Dios está en la naturaleza entera y muy especialmente en el ser
humano, el más inteligente y noble de todos los seres creados. Dios es el
alma del universo y el alma humana es un pedazo de Dios" (Nosotras,Año
1, N° 10, 5 de noviembre de 1902). Este auto de fe resultó el signo de unaidentidad apegada a la razón, una de las señales del humanismo que cam
peaba en el librepensamiento, del que también hacían gala las mujeres
de las dos publicaciones que expresaron el magisterio feminista a comien
zos del siglo xx.
EPíLOGO
Una importante vertiente del feminismo inicial en la Argentina ancló en
el librepensamiento y divulgó sus posiciones a través de dos publicacio
nes aparecidas en La Plata, ciudad donde residía la cabeza del grupo, la
maestra de origen uruguayo María Abella Ramirez, Nosotras apareció en
1902 y debe considerarse como la primera hoja destinada a difundir losprincipios y las concepciones del feminismo en la Argentina; su sucesora,
La Nueva Mujer, apareció casi una década más tarde y fue el órgano de la
Liga Feminista Nacional. Se trata de una pedagogía femenina que final
mente continuaba la larga saga formadora de espíritus letrados, pues fue
ron sobre todo las mujeres quienes estuvieron a cargo de la alfabetiza
ción en el país, las que desarrollaron la educación de base -y por cierto nosólo en la Argentina, sino en el resto de América Latina-. En este caso, su
empeño se dirigió a formar en las mujeres una nueva conciencia que les
permitiera escapar de la inferioridad, liberarse del poder patriarcal, del
sujetamiento doméstico, de la tutela clerical. La brega por los derechos de
las mujeres encuentra un cauce hondo en ambas publicaciones, especial
mente en lo que atañe a la igualdad civil, aunque no dejaron de manifes
tarse en torno a los derechos políticos, cuestión que se planteó de maneramás acuciante en La Nueva Mujer. Para el grupo editor, la ilustración feme
nina es un instrumento decisivo para acceder a la nueva capacidad de razón,
premisa que muestra intensos motivos iluministas tan típicos de la fe en
el derrotero del evolucionismo de comienzos del siglo xx. Las feministas
librepensadoras confían en elconocimiento y en la ciencia como arietes de
la emancipación de las congéneres. Concornitantemente, se reclaman lasccularidad de las conductas, el destierro de las creencias, la fe en el pro-
490 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AME RICA lATINA
greso. La"nueva mujer" debe vencer las tinieblas de la superstición sustentada por la Iglesia y afianzarse en el camino de la razón sin rodeos. Es ellaquien marcha adelante en procura de la emancipación del padre, del maridoydel cura. Pero esbien sabido que la razón dominante, anclada en la matrizde la modernidad, en gran modo encontraba a las mujeres "sin razón" -oal menos muy limitadas en el ejercicio de la inteligencia-, cuestión paradójica de la que nuestras mujeres, maestras y editoras feministas, parecieron no percatarse.
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PUBLICACIONES PERIÓDICAS
La Nueva Mujer,AflO 1: N° 1,10 de mayo de 1910; N° 2,7 de julio de 1910; N° 6,.15 de agosto de 1910; N° 8, 30 de septiembre de 1910; Afio 2: N° 18, 25 de septiembre
de 1911;N° 30, 15 de febrero de 1912; N° 32, 13 de mayo de 1912.
Nosotras, Afio 1: N° 1, 1Sde agosto de 1902; N° 4,5 de septiembre de ]902; N" 5,15 de septiembre de 1902; N° 8, 5 de octubre de 1902; N° 9, 25 de octubre de 1902;
N0 10, 5 de noviembre de 1902; N° 11,15 de noviembre de 1902; N° 13,5 dediciembre de 1902; Año 2, N° ]6, 5 de enero de 1903; N° 2S, S de abril de 1903;
N° 28, 5 de mayo de 1903·
Tribuna Liberal,]9 de junio de ]909·
VExilios, peregrinajesy nuevas figuras del intelectual
Cronistas, novelistas:la prensa periódica comoespacio de profesionalizaciónen la Argentina (1880-1910)Alejandra Laera
Frustrada en los tiempos del romanticismo por motivos políticos y habitualmente datada su consolidación en los tiempos del Centenario, laprofesionalización de los escritores en la Argentina encuentra la coyuntura propicia para su emergencia, más precisamente, a lo largo de la década
de 1880, cuando se hace posible reconocer la constitución de un mercado de bienes culturales. La prensa periódica, protagonista de la constitución de ese mercado y de la configuración de un nuevo público lector,le ofrece entonces al escritor un espacio mutuamente conveniente de publi
cación y un medio de distribución de amplio alcance. A través de la prensa,
los escritores tienen -en el arco que va de la década de 1880 a los años delCentenario-la posibilidad de dedicarse de manera sostenida a las letras,o bien trabajando como periodistas, o bien aprovechando su participación en los periódicos para construirse una posición literaria específica,como la de novelista. El periódico es, en el último cuarto del siglo XIX, elpuente para llegar al mundo de los libros.
Si bien los escritores profesionales vinculados con la prensa periódicano responden totalmente al modelo de intelectual entendido como aquelque sostiene, elabora o debate un conjunto de ideas -en el que sí podíanreconocerse algunos letrados decimonónicos como Domingo F.Sarmientoy en general todos los llamados publícistas-, los periodistas, los cronistas y los folletinistas integran el pelotón intelectual de fines del siglo XIX
y comienzos del xx, y las actividades que llevan a cabo están comprendidas dentro de las profesiones intelectuales del momento. Los vaivenes ylas tensiones entre los deseos de ser profesional y la necesidad de intervenir en la vida pública, por un lado, y la escritura periodística y la producción literaria, por otro, explican ese largo proceso por el cual los escritores alcanzan finalmente una situación de profesionalización -aun aexpensas deunperfil intelectual más nítido- y también empiezan a adver-
496 I HIS10RIA DE LOS INHlECTUALES EN AMÉRICA LATINA
tir, paradójicamente, que es un logro incompleto, no siempre definitivoy que les acarrea nuevos conflictos.
EL ESPACIO DEL FOLLETÍN
Con su habitual ironía, Domingo Faustino Sarmiento (1810-l888) explicalos motivos que lo guiaron, a mediados de 1839,a fundar en San Juan elperiódico ElZenda:"La necesidad de vivir de algo sin robar, ni matar, ni cometer otros pecados es, pues, la única causa que nos mueve a esta empresa"(Sarmiento, 1839). Sólo que, de los treinta mil habitantes de la provincia-dice-, apenas se juntarán unos cincuenta lectores que compren su ejemplar. En esta suerte de editorial de la primera de las empresas periodísticas de Sarmiento, el tono irónico sirve para poner en evidencia la escasaganancia que dejan las letras, la casi inexistencia de un público lector,pero también la apuesta a conformar ese público y a convertir la escrituraen un medio de vida. Hay ya a esta altura, en el proyecto sarrnientino, unafuerte intuición de que la prensa periódica debe superar las "vicisitudespolíticas" para convertirse, a la vez que en un "medio de instrucción", enun "vehículo del comercio, las artes y las ciencias", todo lo cual se transformará en convicción en los tiempos del exilio (Sarmiento, 1839, 1841).Asícomo la insistencia en la necesidad de comprar el periódico y el tratamientode temas para fomentar la curiosidad de los lectores son dos rasgos importantes del ElZonda, en la prensa chilena, a la que se incorpora pocos añosdespués, Sarmiento presenta su herramienta preferida para garantizar lasventas y aumentar las suscripciones captando la atención de un públicovariado: la creación del espacio del folletín.
"Nuestro folletín -anuncia en un conocido artículo de 1842- será parael solaz del espíritu lo que los postres son para el regalo del paladar" (Sarmiento, 1842a). y, desde otra perspectiva, el folletín es la solución paraque la "lectura, hacienda, historia, etc." dejen de ser "títulos fastidiosos quehacen caer un periódico de las manos" (Sarmiento, 1841).Concebido ensus orígenes simplemente como un espacio material que ocupa el pie depágina del periódico, el folletín de Sarmiento sigue ese modelo: sus protagonistas son el teatro, la moda, las tertulias, los conciertos, las noticias dela Sociedad de Agricultura y de la Sociedad Literaria, y también los ensayos literarios de los jóvenes y los folletines de diarios franceses y españoles. Entre todas las opciones, son estas dos últimas, es decir las que se corresponden con la idea de literatura compartida en ese momento, las que
lA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PROFESIONALIZACIÓN I 497
terminan siendo predominantes. Así lo demuestra el Facundo (1845) delpropio Sarmiento, pero sobre todo la publicación de novelas, como Losmisteriosde París y Eljudío errantede Eugene Sue,o las nouvelles de Georges Sand, que generan tanto la imitación como la resistencia de otros diarios ante elfolletin (Sarmiento, 1842by 1845).Afines de la década, de hecho,al clasificar el tipo de libros que circulan en Chile, Sarmiento (1849) menciona, además de los tratados de educación y de los libros impresos por elEstado, "las novelas que se colectan de los folletines, de las cuales circulan
ya en el país millones de ejemplares".Lamentablemente, las mismas "vicisitudes políticas" que se empeñaba
en superar dejaron en estado de intuición la confianza sarmientina en elaspecto literario del periódico y,por lo tanto, quedaron truncas tambiénlas expectativas de profesionalización que la prensa podía deparar a loshombres de letras. Diarios que cierran por falta de suscriptores, diarios quecierran por intereses políticos, acoso de las calumnias yde la censura, juntocon la propia labor política del "escritor público", hacen imposible la necesaria continuidad para constituir un mercado cultural con lectores yescritores en el Río de la Plata. Una evidencia de esta situación la da VicentePide! Lópcz (1815-1903), eolega y amigo de Sarmiento, al referirse al diarismo no como un espacio propicio sino como un obstáculo para la producción literaria, justamente para él, cuyo sueño era escribir novelas his
tóricas al estilo de Walter Scott. También [osé Mármol ('8'7-'87')' fundador,en elexilio montevideano, del periódico La Semana, pone en evidencia la
tensión entre la literatura y el periodismo desde el momento en que éstedepende por completo de los acontecimientos políticos transcurridos enla ciudad de Buenos Aires y hace de todo su contenido, incluida la novelaAmalia (185J-1855), un arma de combate contra el gobierno de Juan Manuel
de Rosas (Laera, 2003).Si a partir de mediados de la década de 1850,con la caída de Rosas, y en
particular en la de 1860, con la unificación nacional, los conflictos políticos se ven atenuados, ello no tuvo un impacto tan rápido y directo en laprensa periódica, que siguió ligada -en buena medida debido al enfrentamiento de la ciudad de Buenos Aires con la Confederación Argentina- acuestiones de partido, incluso en diarios de larga continuidad como El
Nacional (1852-1893) y La Tribuna (1853-1884) (Roman, 2003). Influye enesto, en parte, que los mismcs'tescritores públicos" que en elexilio se habíandedicado al periodismo pasan a ocupar cargos públicos y a tener una relación menos abarcadora y estrecha, más puntual y ocasional, con la prensa,como ilustra inmejorablemente la trayectoria de Sarmiento hasta mediados de los años J870,ya terminado su período presidencial. La incorpora-
498 I HISTORIA DE lOS INTElECTUALES EN AMÉRICA lATINA
ción de los letrados al seno del Estado a través del cargo oficial (preferentemente como ministros, diplomáticos, profesores) hace que la actividadliteraria quede relegada a un segundo plano, dando lugar, ya en la décadade 1880, a la figura del escritor gentleman (Villas, 1964), cuya contracaraserán los primeros profesionales.
Desde la perspectiva de su relación con la política, entonces, será sóloen la década de 1870cuando seobserve un claro declivede la llamada "prensafacciosa"y una reorientación de los emprendimientos periodísticos, juntocon la consecuente aparición de varios proyectos de mediano plazo quemuestran mayor voluntad de autonomía. Aunque todavía lejos del poderde captación de un público diversificado, la prensa es concebida, antesque como arma de combate político e instrumento partidista, como espacio para el debate de ideas y la formación de una opinión pública, acercándose a los términos con los que Iürgen Habermas (1994) caracteriza losperiódicos ingleses y franceses a partir de fines del siglo XVIII. La creacióndel diario La Nación en J870 por Bartolomé Mitre (1821-1906), así como laelección del eslogan "tribuna de doctrina" -ambos resistentes por casi sigloy medio a la acción del tiempo- son un emblema de ese pasaje. Tambiénhabla de este cambio radical el hecho de que, en plena década del 80, ungrupo de hombres públicos creen un diario como el Sud-América (1884
1892) con el objetivo de apoyar la candidatura presidencial de Miguel luá
rez Celman y se planteen para ello estrategias propias de la prensa de opinión (e impensables para una prensa facciosa) que incorporan propuestasde esparcimiento para los lectores, como el folletín. Un artículo pionerosobre la prensa argentina escrito por Ernesto Quesada (1883:78) a comienzos de los 80 expone, con la ayuda de algunos datos y estadísticas, loscambios que empiezan a observarse desde fines de la década anterior, mientras destaca cómo los periódicos "jamás -salvo raras excepciones, y esto enel diarismo-, producen lucro suficiente para poder exigir la atención completa de sus redactores".
Complementariamente, desde la perspectiva de la relación entre prensay tecnología, en laArgentina de la década de 1870 seanuncia, en ciertos aspectos, la transformación en las relaciones entre espacio y tiempo propia delperiodismo moderno de fin de siglo, caracterizado por la importancia dela información, la apuesta a la segmentación de los contenidos y el cambioen la gráfica. En otros términos, por entonces -yen esto es fundamental laintroducción del telégrafo de la mano de nuevos diarios como La Prensa
(1869) y La Nación (1870)- el periodismo empieza a diferenciarse cada vezmás de la prensa política de opinión para -retomando una diferencia ya clásica propuesta por Georges Weill (1992)- acercarse a la prensa de informa-
LA PRENSA PERiÓDICA COMD ESPACIO DE PRDfESIONAlllACIÚN I 499
ción. Resta todavía, sin embargo, la conformación de un público más extendido y variado que elexistentehasta entonces (que coincidía en buena medidacon el grupo de los propios escritores y estaba previamente comprometidoen el debate de ideas). Ésa es una de las grandes apuestas de los diarios, ylas nuevas funciones que asumen, por ejemplo a través de la labor de nuevas figuras como el corresponsal y el repórter, tienen ese objetivo.
En ese punto en que el periódico cede a la información y al entreteni
miento antes que a la opinión y al debate, a la distracción antes que a lo intelectual, se hace patente el valor del folletín: mientras el espacio folletinescose presenta sumamente apto para la inclusión de géneros y temas variados,la publicación folletinesca permite sostener laatención a lo largo de las sucesivas entregas. Si un género resulta particularmente apropiado al formatodel folletín, ése es la novela; de allí que halle en él un nicho lo suficientemente lábil como para encontrar albergue. El único requisito para que esteencuentro sea productivo y se convierta en un hábito es la continuidad delmedio periodístico. En líneas generales y en el marco de la autonomización gradual de la prensa, cabe decir que mientras la prensa partidista atentaba contra la publicación de novelas folletinescas, la prensa que se desvincula de las coyunturas partidarias, o incluso las excede, requiere no sóloredactores entrenados para cubrir las necesidades básicas del periódico, sinotambién un género corno la novela, que resuelve la ocupación de uno desus espacios más importantes en el mediano plazo. Al potenciarse mutuamente, ambas necesidades hacen ya posible la elección tanto de novelas parasu publicación folletinesca, como, más adelante, de redactores o autores queemprendan la escritura folletinesca. Ésa es la rendija que abre carnina a laprofesionalización del escritor a través del trabajo periodístico.
En principio, el repertorio folletinesco más habitual en la prensa rioplatense sigue con algunas variantes el recorrido que había tenido en Inglaterra y en Francia, donde se originó la publicación por entregas en los periódicos. Una vez asociado a la novela o a la crónica novelada y desvinculadode la crónica de ocasión o del relato breve, el folletín publica primero nove
las ya editadas en libro y después ~ovelas escritas especialmente para elperiódico (Adamowicz-Hariasz, 1999; Meyer, 1996). El caso rioplatense_y frecuente en la América hispana- presenta la particularidad de que lasnovelas deben ser traducidas para su publicación, lo que implica la necesidad de contar entre los redactores del periódico con alguien que manejeotra lengua y sea capaz de reconvertir el original (generalmente francés)al castellano. Así -como lo muestra el ejemplo pionero de Sarmiento-,resulta que Sue es traducido casi contemporáneamente a su salida en Francia, como también lo será Émile Zola a partir de fines de la década de
500 I HISTORIA DE LOS INTElECTUALES EN AMtRICA LATINA
1870. El manejo de lenguas y la traducción se convierten, de ese modo, endestrezas del periodista en vías de profcsionalizacíón. como lo deja en claroRoberto Payró (1909) cuando relata que su ingreso al diario La Patria Argentina hacia 1885se debió al hecho de haberle jurado a su director que dominaba más de cinco idiomas. Además de los novelistas europeos -todos ellosprofesionalizados hacia mediados de siglo-, también resultan colaboradores privilegiados del folletín los hombres y las mujeres de letras que encuentran allí un espacio lo suficientemente hospitalario como para alojar, eventualmente, una novela o relatos de carácter misceláneo en los quepredominan la crónica de viaje y la fantasía científica. Excepcional porsus resultados, en este sentido, resultó Una excursión a los indios ranqueles(IS70), de Lucio V.Mansilla (1831-1913),publicado por el diario La Tribuna,de los hermanos VareIa.
Sin embargo, la explicación de este proceso sería incompleta si no setuviera en cuenta el hecho de que la prensa, en su misma consolidación, setransforma en el motor de la constitución de un mercado de bienes culturales (Laera, 2004). En efecto, a medida que se va conformando, el mercado presenta ciertas inclinaciones o exigencias en relación con los contenidos y con las formas de procesarlos. Frente al interés más acotado queprovocan los artículos de costumbres o los relatos cortos, por ejemplo, laspreferencias recaen decididamente en el suspense que maneja el novelista.Si bien es cierto que hay algunos casos de autores que, aun escribiendotextos de lectura independiente, han generado expectativas entre el públicoe incluso convocado a sus propios lectores (como las causeries del mismoMansilla en el diario Sud-América entre 1888 y 1890 o, ya más adelante, lasfamosas "aguafuertes" escritas por Roberto Arlt desde fines de la décadade 1920 ya lo largo de la de 1930 para El Mundo), el recurso folletinescomás eficaz -en términos del mercado- es el suspenso novelesco.
Por último, es imprescindible considerar también que si la prensa se convierte en motor de ese mercado cultural es porque excede en mucho laspocas páginas impresas del periódico. La prensa ofrece, además del espacio de publicación y la retribución económica, un aparato de distribucióny una circulación impensable para el ámbito del comercio de libros. Auncuando todavía se maneja con suscripciones antes que con la venta callejera, aun cuando todavía apuesta al incremento de la compra de ejemplares antes que a lo recaudado por los avisos publicitarios, la tirada que tieneyel público al que llega hacen posibles tanto las modificaciones internasde la propia prensa (organización de la empresa, formato, contenidos) comoel impulso dado a la constitución de un mercado de bienes culturales. Deallí que pueda decirse -como lo advirtió tempranamente Ernesto Que-
LA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PROFESIONAlIlACIÓN I S0l
sada (1883) y como lo estudió Adolfo Prieto (1988) al analizar la "configuración de los campos de lectura" en el lapso que nos ocupa- que el públicoargentino ha sido, desde sus inicios, un lector de diarios y periódicos.
Todos los elementos y factores mencionados (prensa y mercado, escritores y público, géneros y formatos) convergen en la década de 1880y hacenposible la emergencia de los profesionales de las letras a través de la prensaperiódica de una manera que no se ha dado en otros países latinoamericanos. En Chile, por ejemplo, además de la temprana constitución de unasociedad civil, se vivió un proceso de interacción de la Iglesia y el Estadoen la formación de un público nacional que requirió figuras de autor profesionales desde mediados del siglo XIX (Poblete, 2003); en el Brasil, paradar un caso muy distinto, la rápida y exitosa introducción de los folletines europeos desde los años 1830 formó un público consumidor de novelas que fue decisivo en la posterior demanda de periódicos (Meyer, 1996).
En la Argentina, en cambio, se trata de un momento muy definido, quefunciona a modo de umbral de la constitución de un mercado editorial
propiamente dicho y que acarrea, por su misma intensidad, nuevos conflictos. Como si se concentrara en unos treinta años un proceso que enFrancia o Inglaterra había llevado mucho más tiempo -por citar sólo losdos modelos paradigmáticos de la modernización cultural occidental paraAmérica Latina-, el campo cultural rioplatense parece ponerse en sincronía con la escena cultural europea y entrar en el tiempo de la modernización que habían soñado en vano los letrados románticos. Era posible, final
mente, hacer de las letras una profesión.
PROFESIONALES EN LA PRENSA
"El periodista -escribe Martín García Mérou (1862-1905) en un artículopublicado en 1893- es, ante todo, un improvisador." Y describe enseguidasu tarea: "En el corto espacio que media de un día a otro, debe afrontartodas las cuestiones, analizar todos los problemas, formular un juicio sintético y acertado sobre asuntos que se suceden y varían como las figurasde un caleidoscopio" (García Mérou, 1893:17). García Mérou -que, antes dededicarse a la diplomacia, animó con sus críticas literarias, a través de laspáginas del diario Sud-América, las más importantes polémicas culturales de los 80- da una definición del periodista en elmomento en el que estafigura se encuentra en plena transformación. Aunque ignore el aspectolaboral o mercantil de su tarea, la definición da cuenta de dos rasgos de la
502 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA
figura del periodista, uno de larga pervivencia y otro en retirada, que suponen la instancia de profesionalizacíón: la noción de improvisación como
una característica opuesta al estudio o a la preparación previa, que ingre
sará al imaginario en torno del periodista oponiéndolo al hombre de letras
o al escritor; y la idea de la disponibilidad total, que con la modernizaciónprogresiva de la prensa y la creciente especialización pronto perderá vigen
cia. La convivencia de estos rasgos que responden a imágenes de efímera
compatibilidad en el interior de la prensa es el síntoma de una situación
excepcional para quien trabaja en un periódico. Es en ese momento cuando
el periodista es todavía un hombre de letras y tiene disponibilidad total, o
sea ese momento en que se abren las puertas de la profesionalización,cuando el redactor puede convertirse en escritor.
Ahora bien: iquiéncs son esos escritores que pueden convertirse en pro
fesionales? ¿Quiénes son aquellos que tienen disponibilidad para dedicarse
al periodismo y quiénes aquellos que están en condiciones de dar el salto
que los convierte en escritores profesionales? ¿Qué posición ocupan en el
campo de la sociedad y de la cultura? Si bien es cierto que quienes ejercenel periodismo son en buena medida aquellos que ven la prensa como un
espacio donde ejercer una confrontación de ideas que complementa prác
ticas políticas más específicas, algo ha cambiado para los hombres de letras
que se dedican a esa suerte de periodismo modernizado del último cuarto
del siglo XIX. Los que se profesionalizan son aquellos escritores que, por mo
tivos diversos que combinan lo político con lo privado, se han colocado fuera
de la esfera del Estado y que, como consecuencia de su propia posición socialde origen, se hallan a partir de entonces en una posición de disponibilidad
laboral total para entregarse al trabajo periodístico. Entre ellos, los que están
en condiciones de dar el salto que los convierte en escritores profesionales
son aquellos que, mientras prueban o inventan temas, estilos y géneros enla práctica periodística cotidiana, abandonan progresivamente los conteni
dos más coyunturales y se dejan llevar por intereses más literarios.
En la década de 1880, la profesionalización del hombre de letras tiene
dos inflexiones básicas: el periodista profesional y el escritor profesional.
Por entonces, ser un trabajador del periodismo implica la consagración al
espacio de la prensa: selección y elaboración de los contenidos, trabajo decampo o de archivo, redacción de todas las secciones, dominio de la opi
nión y de la información, traducciones, diseño y edición de cada entrega.
El escritor profesional, en cambio, es quien, desde o a través del espacio
de la prensa, se constituye en un escritor diferenciado respecto del traba
jador del periodismo: en primer lugar, se distingue por tener a cargo cier
tos textos que elabora y redacta de modo que su condición periodística (en
lA PRENSA PERiÓDICA COMO fSPACIO DE PROfESIONAllZACIÓN I 5°3
general son crónicas de costumbres y faits divers preferentemente policiales) se reconvierte en condición literaria (en general crónicas literarias o
folletines); en segundo lugar, gana un nombre de autor e ingresa como talen el mercado de las letras que, en el mismo movimiento, está contribu
yendo a formar. Lo que tienen en común, fundamentalmente, es que ambos
reciben un salario por su trabajo para eldiario que se mide en relación con
el tiempo que se le dedica y el caudal de material que se entrega en ese
tiempo. La profesionalización pasa ante todo, en este momento inicial, por
la retribución económica a cambio de un trabajo específico.Aunque estrechamente vinculados en la prensa rioplatense del último
cuarto del siglo pasado, el periodista profesional yel escritor profesional
no deben, sin embargo, ser confundidos. Por un lado, el periodista resulta
ser la condición de la emergencia del escritor profesional, en la medida en
que éste se configura a partir de aquél. Pero, por otro lado, en cuanto elmercado incipiente de bienes culturales empieza a constituirse en térmi
nos de mercado editorial, ambas figuras se independizan, si bien un mismo
escritor -y esto es bastante frecuente- puede ocupar ambas posiciones ala vez. La relación entre periodista y escritor en el marco profesional que
da la prensa, y de acuerdo con una cierta periodización de estas figuras
entre 1880 y 1910 aproximadamente, tiene diversas variantes.La instancia inicial habilita, precisamente, la diferenciación: un redac
tor consagrado a la prensa y en total disponibilidad, o sea un periodista
profesional, se posiciona como autor reconvirtiendo ciertos géneros perio
dísticos en literarios y dedicándose de allí en más a esa nueva tarea en laprensa, o sea la de escritor profesional. El paradigma de este movimiento
es Eduardo Gutiérrez (1851-1889), quien escribió casi treinta novelas folle
tinescas entre 1879 y 1886 para La PatriaArgentina (1879-1885) y La crónica (1883-1886), diarios en los que trabajaba como periodista de tiempocompleto. El camino abierto por Eduardo Gutiérrez para el periodista
que consigue hacerse escritor profesional a través de la prensa periódica
culmina hacia el Centenario con una figura emblemática como la de Roberto
Payró (1867-1928), quien trabajó durante treinta años como cronista de
La Nación,publicó parte de esa producción en volumen y aprovechó ciertas circunstancias propicias para la escritura de obras teatrales y novelas.
Esta variante de la relación -la más extendida, productiva y reciclada a lo
largo de los años- presenta a un periodista profesional en el sentido fuerte
del término que construye en el interior del diario un espacio propio reco
nocible, generalmente por la escritura de crónicas o de alguna sección idio
sincrásica, y que, gracias a eso pero paralelamente, crea una zona exterior
a la prensa reservada a una literatura pretendidamente no periodística.
504 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
Junto con estas configuraciones de escritor, que suponen prácticas específicasde escritura como el trabajo en la oficina de redacción y la entrega diaria, también la prensa busca sus propias figuras de autor, sus firmas, afuerade las páginas impresas. Hay allí otra variante -rarnbién extendida, aunquecon otras inflexiones, a la actualidad- de la relación establecida entre elperiodista y el escritor que ha caracterizado sobre todo a la prensa finisecular yque asume características particulares: elescritor se define como artista y suactividad periodística está de entrada acotada a una colaboración especialcomo la escritura de crónicas (que se convierten, de hecho, en crónicas deautor). La instancia del periodismo se pretende, en estos casos, desvinculada por completo de la producción artístico-literaria, pero elartista se apoyaen ella,en definitiva, para sostener esa misma obra literaria. Si bien muchosescritores latinoamericanos se manejaron con ese doble perfil que se aglutinó alrededor del éxito finisecular de la llamada crónica modernista (ManuelGutiérrez Nájera, Enrique Gómez Carrillo.Manuel Ugartc), evidentementela figura de Rubén Daría (1867-1916) es en este caso ejemplar. Su prolíficaparticipación de más de dos décadas en La Nación con sus crónicas desdeEspaña o desde Francia, con sus crónicas de costumbres y con sus retratosliterarios, presentan una conflictiva situación de profesionalización parael escritor artista, dado que no depende de la producción que considera másgenuina sino de la producción condicionada por el mercado.
Mientras que en el caso ilustrado por Eduardo Gutiérrez hay una suertede reversibilidad entre el periodista y el escritor (y, más específicamente,entre el cronista y el novelista), en el caso que representa Payró la relacióntiende a producir una traumática frustración, y en el que ejemplifica Daríaes de paradójica dependencia. Ahora bien: ¿cuáles eran exactamente losconflictos", ¿por qué el dramatismo con que se vivían estas situaciones? Sinos centramos en las circunstancias del escritor que trabaja en la sala deredacción, y dejamos de lado la especial situación del artista que colaboraen él-de la que no nos ocuparemos particularmente aquí-, se observancambios graduales entre 1880 yel Centenario vinculados con la diversificación de las funciones a cumplir en el diario pero no con la dedicaciónde tiempo completo, a lo que se suma la transformación del formato deldiario, que pasa a tener muchas más páginas.
Así,tanto la labor como la escritura periodística se presentan como prácticas cada vez más inconciliables con la producción estrictamente literaria, que esdonde elprofesional parece tener puesto su deseo.Eduardo Gutiérrez nunca llegó a imaginar, probablemente, la posibilidad de ponerse aescribir por fuera del periódico, pero fue justamente su temprana muerteal finalizar la década la que alimentó la imagen del hombre consagrado a
lA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PRDFESIONALllACIÚN I 505
los ritmos de la escritura y la publicación periodísticas que terminaron consumiéndolo (Rojas, 1960: 11). Es cierto que la oficina donde se hacía La
Patria Argentina no puede compararse con la agitada sala de redacción deLa Nación, pero Payró -que conoció ambas- se quejó a lo largo de toda suvida de la intensa dedicación que le demandaba la labor periodística. Encierto modo, los cambios introducidos en la prensa entre 1880 y 1910 parecen no haber surtido el suficiente efecto en los escritores o, a la inversa, lamisma profesionalización abrió un horizonte de expectativas que los diarios ya no podían cumplir ni en lo económico ni en lo artístico-literario.
Comparado con las empresas personales de publicistas como Sarmientoo Mármol, y con las empresas familiares de los Varela (La Tribuna), losGutiérrez (La Patria Argentina, La Crónica) o los Mitre (La Nación), eltrabajo en un periódico totalmente ajeno implica una situación de dependencia que, así como abre las puertas a la autonomía respecto del cargooficial, tiende a volver a cerrarlas en el marco, ya no del Estado, sino delmercado (cf. Ramos, 1989). En ese punto, emerge otro de los grandes conflictos que atraviesan la relación entre el perfil periodístico y el perfil literario del escritor: el antagonismo entre el móvil artístico y la mercantilización, que surge en la discusión alrededor de Eduardo Gutiérrez, elprimer
profesional de la Argentina, y sus novelas folletinescas.
EDUARDO GUnÉRREz EN LA PATRIA ARGENTINA:
LAS NOVELAS POPULARES
Si el periodista profesional está en condiciones de pasar de la caza de noticias a la redacción de las diferentes partes del periódico, del registro de loshechos al ejercicio de la imaginación, de la selección de contenidos al trabajo de edición, ¿por qué no sería posible que ese periodista que debe ocupar el espacio del folletín a pie de página lo haga, eventualmente y dadas
ciertas circunstancias, escribiendo él mismo una novela?La trayectoria, breve pero intensa, de Eduardo Gutiérrez funciona a
modo de respuesta explicativa para esa pregunta. Proveniente de una familia dedicada, entre otras actividades, al periodismo, Gutiérrez encuentra allíun medio de rápida inserción. Sin embargo, al igual que sus tíos y hermanos, Eduardo no hizo del periodismo, hasta fines de 1879,una labor excluyente. En su juventud, entre fines de la década de 1860 y comienzos de la de 1870,
Gutiérrez probó suerte en la prensa pero, enseguida, optó por dedicarse ala carrera militar (Rivera, 1967). Después de participar en la lucha de fron-
506 I HISTORIA OE LOS INHLEmALES EN AMÉRICA LATINA
teras contra el indio, cuestiones políticas y diferencias partidistas irreconciliables lo llevaron a desvincularse por completo del ejército enviandouna carta pública de renuncia. Retorna entonces al seno del periodismo,haciendo de él su medio de vida desde el momento en que, hacia fines de1879,ingresa como redactor al matutino LaPatria Argentina, que había crea
do José María Gutiérrez y del que participaban todos sus otros hermanos.Eduardo Gutiérrez entra definitivamente a la prensa en un momento muyparticular: cuando se producía una decidida modernización tecnológica y
se daba un aumento de las capas lectoras, aunque las condiciones de trabajoaún no se habían modificado. LaPatria Argentina apunta a un público nuevoy ampliado que anticipa en la Argentina las búsquedas que definen la prensapopular al usar estrategias vinculadas con el entretenimiento de los lectores, el gusto por el escándalo y el atractivo de los hechos asombrosos opoliciales, antes que con la presentación de noticias de interés general y deartículos políticos (Williams, 2003). Pero 10 hace sin cambiar el diseño tradicional de los periódicos y sin contar con suficiente infraestructura.
La tarea de Gutiérrez como redactor era, en ese contexto, totalmenteindiferenciada (hacía un poco de todo y no firmaba sus textos), aunque ala luz de los folletines que escribiría poco después es posible identificaralgunas de sus primeras contribuciones. La sección de las "Variedades policiales",que responden al modelo de los faits divers franceses, estaba a cargode Gutiérrez y es la que dará inmediato origen a las novelas folletinescas,además de introducir la temática policial, que será uno de los platos fuertes del diario. Si, por combinar el asombro ante la causalidad monstruosacon la autonomía respecto del resto del periódico (Barthes, 1967),la "variedad" o faits diverscaptura el interés de distintos tipos de lectores y abre elcamino para la crónica policial, también resulta un buen ejercicio de imaginación y un fuerte entrenamiento narrativo. Cuando Gutiérrez ya hayapasado a La Crónica, el jovencísimo Payró que ingresa como traductor aldiario se hará cargo enseguida de las crónicas policiales a pedido de JuanGutiérrcz, ya sea tornándolas de Tribunales, copiándolas de la prensa extranjera o, incluso, inventándolas. Pese al rechazo que más tarde le provocaese tipo de historias, Payró (1889)capta su inmensa eficacia:"y sin embargo-rccuerda en un artículo periodístico- no dejo de comprender que el modode don Juan era excelente, en lo comercial al menos, pues LaPatriaArgentina se vendía como pan bendito, sobre todo los lunes, día en que no aparecían los otros diarios de la mañana':
Ése es el contexto en el que está escribiendo Eduardo Gutiérrez y en elque se convierte en novelista profesional. El proceso es rapidísimo y todaslas condiciones están dadas para su éxito. Gutiérrez inaugura la sección
LA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PROFESIONALIZAClÓN I 507
"Variedades policiales", que ocupa las dos últimas columnas de la primera página, el 2 de noviembre de 1879 con la historia del bandido español Antonio Larrea, que había asolado Buenos Aires unos años antes. Alterminar su relato en dos entregas, inicia la historia de "la mujer degollada"protagonizada por un súbdito inglés, que abarca la sección del lunes 10 yel martes 11 de noviembre. Es entonces cuando descubre nuevos datos dela vida de Larrea y retoma el relato que supuestamente había terminadouna semana antes, expandiendo la historia a lo largo de más de una semana.En ese mismo momento, como aprovechando las posibilidades de "relatonovelado de lo real cotidiano" propias de los faits divers (Meyer, 1996:94),la variedad policial se convierte en una novela folletinesca, aunque no ocupetodavía el pie de página. Para hacer aun más patente este proceso, y mientras el 15de noviembre el diario promete para la sección "otras interesantísimas y no menos verídicas historias", el "redactor especial" suspende una
entrega porque debe cubrir una noticia periodística en la campaña. Segúnanuncia a su regreso y al tiempo que retoma la historia de Larrea, en eseviaje encontró material para una nueva historia: la vida de Juan Moreira,el célebre gaucho perseguido por la justicia a mediados de la década. Comopuede verse, las "variedades policiales" no son noticias de actualidad y su
punto fuerte es que narran casos excepcionales. El nuevo viraje que les daGutiérrez al escribir su famoso folletín JuanMoreira es que ya se tratan denovelas populares con gauchos (Laera, 2004).
Dos cuestiones definen la transformación final: las historias pasan a ocupar el espacio del folletín con el título "Dramas policiales'ly después se editan en libro, y Eduardo Gutiérrez deja de ser un anónimo "redactor especial" para convertirse en autor. Por un lado, LaPatriaArgentinausufructúa
eléxito de las historias -que se traduce en los once mil ejemplares a los quetrepa la tirada en poco más de dos meses- pasándolas al pie de página y
haciéndose cargo la imprenta de la publicación de las historias en folletodurante los casi cuatro años en los que Gutiérrez trabaja allí. Por otro lado,más allá del móvil periodístico inicial que pudo haberlo guiado, Gutié
rrez se convierte en novelista, como se hace evidente en la última entregade Antonio Larrea, o sea un día antes de dar inicio a la historia de Moreira,
cuando por primera vez pone su firma al final del relato:
Ésta es la biografía, escrita a grandes rasgos, que compendia la vida criminal del bandido que nos ha ocupado más de 20 días. La ofrecemosa nuestros lectores, como el prólogo de las muchas historias de estegénero que seguiremos publicando. Eduardo Gutiérrez (jueves 27 denoviembre de 1879).
508 I HiSTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
Ahora bien: ¿en qué radica lo estrictamente profesional del novelista?Partiendo de la plataforma del periodista profesional, el novelista se identifica como tal tanto por la continuidad que hace posible la composiciónde casi treinta folletines en seis años como por un ritmo de trabajo intrínseco a la escritura y a la publicación folletinescas. Según el recuerdo de suhermano, Gutiérrez
escribía mientras tenía pluma, tinta y papel, sin detenerse [... ]. Así sehacía folletín para varios días, el que llevaba a la imprenta, y estaba frescopara sus otros trabajos. Cuando le avisaban que el original del folletínse había agotado, leía el último folletín publicado ycon sólo esto se poníaal corriente y continuaba (Rojas, 1960: n, 94-95).
Después de La PatriaArgentina, donde publicó, además de Juan Moreira.otras exitosas novelas populares con gauchos como Juan Cuello (1880) yHormigaNegra (1881) y folletines como Eljorobado (1880) YDomingaRivadavía (1883), Gutiérrez pasó a integrar el diario La Crónica, dirigido porsu hermano Carlos, cuyo gesto tempranamente modernizador para elRío de la Plata incluyó la división en secretarías de redacción especializadas y la diversificación de funciones (Roman, en prensa). Allí, donde permaneció hasta el final de su vida, Gutiérrez ocupó la secretaría de la sección literaria y publicó muchísimos folletines agrupados en temas diversos(policiales,históricos, militares), como Cario Lanza(1884),EI Chacha (1884),Pastor Luna (1885) e Ignacio Monges (1886).
Como demuestra Raymond WilIiams (2003) en su análisis de la prensapopular en Gran Bretaña, la expansión lectora que estimula las ventas y-podernos agregar para el caso argentino- contribuye a la profesionalizació n del escritor, no puede explicarse únicamente por la alfabetizacióncreciente. Más bien, esel encuentro entre un nuevo público disponible (incipientemente masivo) y un género original (la novela popular de terna nacional) en el espacio de la prensa lo que provoca la expansión lectora y, con elconsecuente aumento de la demanda, la paulatina constitución y consolidación de un mercado editorial en términos modernos. Basta confrontarlas efímeras colecciones de pretensiones populares que surgieron entre 1878y 1885, cuyo material "no buscaba ajustarse al gusto del nuevo público lector" sino al revés (Pastormerlo, 2006), con el éxito sostenido -en folletín yen folleto- de las novelas populares de Cutiérrez, en las que el protagonista privilegiado fue elgaucho y uno de sus objetivos el afán de justicia.
En el caso de Gutiérrez, la prensa no sólo recorre el circuito completoque hace la novela popular del diario al libro (producción, publicación,
LA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PROFESIONAllZACIÓN I 509
distribución del folletín, y edición y recepción de la novela), sino quetambién se hace cargo de la retribución material y de la retribución simbólica del novelista. Si, teniendo en cuenta el ritmo febril de producción,la primera parece haber sido insuficiente, algo distinta fue la suerte de lacompensación simbólica en vida del escritor. Es cierto que Gutiérrez nologró acumular ningún capital simbólico que lo sobreviviera y superara
las críticas a sus folletines: presentan un "interés enfermizo': declara Martín García Mérou (1886: 15),exhiben una "rara laboriosidad", señala JuanA. Piaggio (1889: 125), "están escritos sin principal preocupación de arte",dice todavía en 1902 Ernesto Quesada (1983: 137). Sin embargo, los dosdiarios en los que trabajó acompañaron la salida de las novelas con unasuerte de aparato crítico que constaba de reseñas, sueltos, avisos y cartasde lectores que lo avalaron y cuya culminación es un suelto dcl zo de marzode 1880 en que se lo declara el "creador del romance popular".
Desde ya,si bien las condiciones de la profesionalización del escritor estándadas, esto no sucede ni con todos los hombres de letras o periodistas, nien todos los medios de prensa. Teniendo en cuenta que los procesos noson necesariamente evolutivos, sino graduales, con sus ciclos, vaivenes ymatices, resulta más claro detectar la posición profesional que asumen ciertos escritores en el campo cultural que la de las figuras de escritores profesionales bien definidas. Eso explica mejor la participación de Julio Llanosy de Rafael Barreda en La Patria Argentina: casi desconocidos en la actualidad por su labor literaria, ambos escribieron largos novelones folletinescos con escasa suerte literaria pero con un éxito entre el público que recogíael caudal dejado por Gutiérrez.Asimismo, las novelas escritas por LucioV.López, Paul Groussac y el propio Garda Mérou para Sud-América a mediados de los años 80 no implican que ellos hayan sido novelistas profesionales, sino que entre sus estrategias como redactores de un diario para captar mayor cantidad de público, y aun en carácter de instrumentos políticos(Esposito, 2006), decidieron escribir folletines, cuyo móvil periodísticoquedó rápidamente obliterado por su pertenencia a la cultura letrada.
En definitiva: es cierto que hacia elCentenario la figura del escritor pro
fesional-ya sea autor de crónicas, de relatos o de novelas- aparece más claramente delineada, pero se trata de un momento culminante que difícilmente puede entenderse en toda su complejidad si se lo desvincula delproceso de profesionalización iniciado en la prensa periódica a comienzos de la década del 80. De hecho, no sólo Eduardo Gutiérrez sino también
Roberto Payró y Fray Mocho (José S. Álvarez) se formaron en La PatriaArgentina.Ese período de formación, no por ser fugaz en comparación consus respectivas trayectorias en el diario La Nación o en la revista Caras y
510 I HISTORIA DE lOS INTElECTUALES EN AMÉRICA LATINA
Caretas, deja de ser una matriz de los modelos de escritor profesional que
fueron perfilándose en las décadas siguientes. A la vez, tampoco puede
comprenderse la dimensión de la profesionalización en la Argentina delCentenario si se pierde de vista que, pese a la estampida del mercado de bie
nes culturales entre 1880 y 1910 de la mano de la prensa periódica, de allíen más Josperíodos de alto profesionalismo serán intermitentes, el mundo
editorial sufrirá muchos altibajos, y la tensión entre las pretensiones de
autonomía, los reclamos de la política y la cooptación del Estado seguirán pautando la producción intelectual.
CRONISTAS DE FIN DE SIGLO
Es tan injustificado separar la figura del escritor profesional-tal como sela observa en el Centenario- de su emergencia en la década de 1880, como
lo es separarla del escritor artista. Además de que se trata de dos posicio
nes de escritor posibles de ser asumidas hacia el fin de siglo, cada figura
ofrece de la otra su propia versión. Y,en ambos casos, el periodismo se presenta como un recurso compartido para vivir de la literatura.
Rubén Daría -acosado permanentemente por la necesidad de cumplir
encargos de la prensa para solventar su producción artística- se refirióinnumerables veces a la labor periodística."Un intelectual no encontrará
en la tarea periodística sino una gimnasia que lo robustece" -edvierte en
un texto enviado a La Nación desde París y publicado el ro de abril de 1901-.
El repórter tiene una misión que parece modesta y,sin embargo, es inte
resantísima y vasta. Lo que sí hay que tener presente es que el repórter
ha de saber su oficio, y una de las principales condiciones de su oficio
es escribir bien. El repórter puede tener un estilo. Una noticia ganaráen novedad yen interés, como esté mejor escrita (Daría, 1977:81).
No importa tanto si sus declaraciones -que a veces contradicen las opinio
nes vertidas en su correspondencia privada- se deben a la condescendencia frente al trabajo del colega o a la convicción, sino el hecho de que fue
ron ampliamente leídas por sus contemporáneos y por el público en sus
escritos para la prensa periódica. La importancia que le otorga a la escritura por encima de las constricciones impuestas por el medio en elque se
escribe le permite detectar el "estilo" que distingue al artista, tal como lo
hace en el prólogo a las Crónicasdel boulevar de Manuel Ugarte (1903: 1):
LA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PROFESIONAlIZACIÚN I 5Il
"Es una labor de periodista, pero no extrañéis si encontráis a veces al filó
sofo en el corresponsal, y en el rcpórtcr al poeta".
Roberto Payró, por su parte, defiende los derechos del escritor-perio
dista sobre su obra, pero ello no obsta a que vea en esa tarea, que es la
suya propia, una producción devaluada que atenta contra una producción
independiente. En la "silueta" que escribe a la muerte de Fray Mocho, conquien se inició en la prensa, muestra todas las variantes de una verdadera
vida de escritor-periodista: la redacción en un periódico.la venta de artícu
los, elfracaso de los ensayos literarios, la falta de público, la escasez de bene
ficios económicos, la renuncia a la consagración. Pese a todo, "el que escribe
tiene que caer al periodismo, secarse en la tarea ramplona, deprimente y
destructora, o reventar" (Payró, 1931:87).
Todas estas opiniones, que pueden ampliarse con las alusiones del pro
pio Fray Mocho, con los escritos periodísticos de Manuel Ugarte y algo después oc Horacio Quiroga, o con los recuerdos de Roberto Giusti y de Manuel
Gálvez, tienen como telón de fondo el estado del campo cultural del fin de
siglo alCentenario y los conflictos que conlleva la progresiva distinción entre
la actividad periodística y la actividad literaria. Por lo menos cuatro son las
cuestiones centrales y en ellas se evidencian las modificaciones respecto de
la etapa anterior: los modos de acceso al periodismo, los tipos de periodistay su vinculación con la actividad literaria, las nuevas formas de agrupación
entre escritores, y la relación con el mercado de bienes culturales.
En cuanto a los modos de acceso a la prensa, las formas tradicionales
conviven con las modernas (Altamirano y Sarlo, 1983: 78). El ingreso de
Payró a La Nación responde a estas últimas: entre 1891 y 1892, José Miró lo
presenta a Julio Piquet, secretario de redacción del diario, quien tras mucho
insistir le consigue un encargo como repórter que cumple tan bien queentra a trabajar en la redacción. Por un lado, el acceso de Payró muestra
que diferentes ideologías y proyectos de escritor pueden compartir sin con
flictos un mismo campo cultural, ya que el introductor es Miró, quien
con el seudónimo de Julián Marte! había publicado con éxito su novela
La Bolsacorno folletín de La Nación, era redactor del diario y, sobre todo,
tenía puestas sus expectativas en la poesía y se haría muy amigo de Daríaen su inminente estada en Buenos Aires; por otro lado, la escena subraya
que la obtención del puesto en el diario responde a la meritocracia y no a
las recomendaciones, ya que es el éxito del primer reportaje de Payró. al
que Piquet califica de "periodismo moderno': lo que motiva el ofrecimiento
laboraL Ambas características del acceso de Payró a la prensa muestran que
lo nuevo es fundamental en este ingreso, pero no entendido como un corte
con lo anterior, sino como una inflexión que subraya la profesionalización
512 I HISTORIA DE lOS INTElteTUAlES EN AMÉRICA lATINA
del campo. Es oportuno recordar que, entre su iniciación en La PatriaArgentina (y su paso fugaz por otros diarios) ysu trayectoria en LaNación,Payró probó suerte montando su propia empresa periodística con elpequeño capital que heredara de su padre. Así, creó La Tribuna, un diariode provincias que fue un fracaso empresarial, si bien parte de los artículos escritos por entonces los recicló después en colaboraciones esporádicas para otros diarios. Payró no abandonará nunca una suerte de búsquedade cómo insertarse en e! periodismo: cuáles son las tareas, cuáles los derechos, cuál es el reconocimiento, cómo se construye en la prensa la figurade autor. Las crónicas que escribe en LaNaciónsobre todo después del 900
vuelven una y otra vez sobre esas reflexiones e incluso con ese sentido pueden pensarse los variados y numerosos seudónimos que usa a lo largo desu carrera (en los 90, entre otros, Iulian Gray, Tomasito Buenafé, GustavoCollier; más tarde, Arlequín y Riquet, y el ya paródico Magister Prunumhacia el final de su vida).
Otra variante de inserción periodística es la de Fray Mocho, quien alternael perfil de un periodista moderno con formas tradicionales de sostén económico como el puesto oficial (en su caso, por ejemplo, como comisario).Como periodista, Fray Mocho conoció la disponibilidad total: en La PatriaArgentina escribe noticias, monografías y hasta folletines; paralelamente,vende artículos sueltos a otros diarios; prueba suerte también con un parde colecciones de cuentos en el exiguo mercado editorial mientras insisteen el diarismo desde La Nación; finalmente, se destaca por el emprendímiento del novedoso y exitoso magazine Caras y Caretas (1898-1941),dondecontribuye también con sus artículos de costumbres. Como director de este"semanario festivo, literario, artístico y de actualidad': José S. Álvarez abreun nuevo camino para elescritor profesional, que encuentra en la colaboración para las revistas un espacio de producción y de publicación.
Ahora bien, una forma tradicional de ingreso al mundo de la prensa,que convive con el uso de cartas de presentación, es utilizar las conexiones familiares, como sucede diez años más tarde con Manuel Galvez, quien,quizá por eso mismo, prefiere dar en sus memorias una versión totalmenteopuesta. Según recuerda, se dirigió "vestido un poco a lo bohemio", antee!secretario de redacción de LaNación, llevándole un artículo sobre el primer libro de Ricardo Rojas, al que caracterizó de "alegórico, simbólico,un poco raro"; por eso, y"aunque era muy malo", fue publicado enseguida,de lo cual se enorgulleció "pues no era fácil, para un muchacho, colaboraren La Nación" (Gálvez, 1961: 38).
Por último, hay un acceso circunstancial -vinculado tanto con la recomendación como con el nombre de autor- que es el que propician hacia
LA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PROFESIONAllZACIÓN I 513
fines de siglo los suplementos dominicales y los nuevos magazines. Escritores como Leopoldo Lugones (que se inició en el trabajo periodístico antesde optar por elcargo oflcial ) o, en las primeras décadas de! siglo xx, Horacio Quiroga (que sostendrá paralelamente su trabajo como articulista ocomentador), ofrecen sus relatos a diversos medios, en especial revistas, y
tienen una presencia importante en la prensa debida a su producción
literaria, que después será recogida en volumen.Como se desprende de lo anterior, también la gama de posiciones profe
sionales ha variado, ya que hay más chances para el escritor de contribuir ala profesionalización a través de la prensa sin ser un trabajador del periodismo. Mientras el escritor-periodista sigue asociado a la figura del cronista por medio de sus nuevas derivaciones, como el repórtcr y el corres
ponsal, en la medida en que logra sacar provecho del género crónica oreportaje en tanto autor, el articulista -en particular cuando hace costumbrismo- es más proclive a ser identificado con la literatura que con el periodismo. A estas actividades se suman otras de claro cuño periodístico peroligadas al mundo intelectual, como la reseña o comentario y la traducción.
Al mismo tiempo, existe la posibilidad de asumir la posición de colaborador free-lance y participar de la prensa en tanto escritor, es decir, hacer elcamino inverso del cronista. No se trata de seleccionar entre la producciónperiodística aquella que puede pasar al libro y convertirse en [iteratura.comoLa Australia Argentina de Payró (publicada en el diario La Nación y enlibro en el mismo año de 1898).Tampoco se trata de ser contratado por undiario para, en carácter de autor, ser una suerte de corresponsal en losEstados Unidos o en Europa y escribir crónicas, como fue costumbre deLa Nación,diario pionero en el reclutamiento de firmas importantes conla de José Martí a comienzos de los 80. Se trata -como ya indicamos- deseleccionar de la producción literaria aquello que puede pasar por la prensaantes de recalar en el libro. Tan demandante puede ser este camino profesional que hay casos, como el de Quiroga, en el que muchísimos cuentosnunca fueron, por diversos motivos, recogidos en libro por su autor.
Quizás el cambio fundamental respecto de los años 80 es que si en laetapa anterior del proceso de profesionalización la condición era la retribución económica fija y continuada a cambio del trabajo del escritor, enlos primeros años del siglo xx el aspecto puramente económico (que serávisto, por otra parte, como el camino a la mercantilización de la literatura)es insuficiente. Como señalan Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo (1983: 80),la profesionalización fue acompañada "de un movimiento vasto de refle
xión acerca de la propia actividad literaria, del surgimiento de nuevasformas de sociabilidad entre intelectuales, de la imposición de instancias
514 I HISTORIA OE LOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA
de consagración y cooptación, de polémicas sobre la legitimidad cultural".Ante todo, de lo que habla este cambio es de la posibilidad de encontrar medios genuinos de profesionalización que no deriven del trabajoperiodístico. Si bien esto es una vía que, a futuro, no obstará para que sigaexistiendo la figura del escritor-periodista, la constitución hacia el Centenario de un mercado editorial en el sentido moderno plantea un nuevoestado del campo cultural.
En esemarco hay que ubicar lacreación de la Sociedad de Escritores, unode cuyos protagonistas -y primer presidente provisorio- es Roberto Payró,quien en carta a Rubén Daría del 6 de diciembre de 1906 declara haber tenidola iniciativa para formar la sociedad y haber redactado los estatutos:
Tú debes escribir una correspondencia a La Nación saludando el advenimiento de esta grande obra común, que ha de dilatarse y engrandecerseen lo futuro -le pide en la carta-o Hazlo y pronto, mi querido Rubén,que los desheredados de la fortuna, al par que multimillonarios del cerebro, te lo sabrán agradecer (Ghiraldo, 1946: 418-419).
Ni "camarilla literaria", ni "academia", ni "clan", la sociedad da cuenta deuna sociabilidad entre escritores que están en condiciones de institucionalizarse, aunque habría que esperar para ello la instauración de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) en 1928, con Lugones y Quiroga cornopresidente y vicepresidente respectivamente.
Más allá de eventuales enfrentamientos y de las diferencias generacionales, entre fines de la década de 1890 y elCentenario, casi todos los protagonistas del campo cultural argentino han compartido, en algún momento,proyectos editoriales, redacciones de diarios, comidas periódicas o encuentros en cafés. Esa escena cultural, junto con el terreno apto para la profesionalización que había aprovechado la prensa periódica contribuyendo ala constitución de un mercado editorial, presenta ya nuevas necesidades,nuevas injusticias, nuevos reclamos, entre los que no serán menores larelación entre consagración y éxito y los riesgos de la mercantilización,
ROBERTO PAYRÓ EN LA NACIÓN: LAS CRÓNICAS DEL REPÓRTER
Probablemente la "Crónica de estas 'Crónicas": con la que Roberto Payró
(1909: 7-9) abre el volumen donde recopila parte de sus contribucionesperiódicas para La Nación durante 1906, sea el texto que mejor expresa
LA PRENSA PERiÓDIcA COMO ESPACIO DE PROFESIONAlIZACIÓN I 515
tanto su relación con el periodismo y la literatura como sus conflictos. Enesa suerte de prólogo, escrito a fines de 1908 desde Barcelona, donde seencontraba temporariamente radicado con su familia, Payró explica elmotivo que guía la publicación del volumen. No se trata, dice, de buscar"ganancias materiales" ni de "meter un poco de ruido": ni la hora del dineroni la de la fama han llegado aún para el autor argentino. Una buena razón,en cambio, es que -según opinión de sus amigos- el público debe comprobar sus "condiciones periodísticas", aunque difícilmente lo haga si ignoraque "esto no es sino una parte de mi tarea diaria, hecha a tambor batiente,improvisada y febril". Sorprendentemente, Payró coincide con Carda Mérou
al describir la tarea periodística, y quizás ello explique que el verdaderomotivo que declara para la publicación es tanto su cariño por esas crónicas, pese a las circunstancias periodísticas que les dieron lugar, como elgusto de ver sus manuscritos "en letras de molde".
El mismo esfuerzo que pone Payró en unir periodismo y literatura, osea en la publicación de las crónicas en formato libro, revela, a través delas explicaciones sobre esa publicación, la franja que los separa. Esuna escisión que aparece a lo largo de toda su trayectoria y que Payró sólo logracomponer ocasionalmente (en especial cuando escribe desde Europa sunovela Divertidas aventuras de Juan Moretra, en 1910), pero no termina desaldar nunca. La caracterización de la escritura y la publicación periodís
ticas, en el mismo prólogo, lo muestra:
Quiero a estas Crónicas, porque en ellas he puesto mucho de mi alma,todo lo que cabía dentro del impersonalismo normal en el diario alque estaban destinadas, y que las honró prohijándolas como prenda propia. Si yo hubiera sido el único responsable de ellas, claro está que semostrarían más sueltas de cuerpo, más atrevidillas -sin faltar al decoro-,y muchísimo más mías; pero ya eran harto desenvueltas y personalespara la correctísima y selecta compañía en que se presentaban, y parael diario que se hacía responsable de ellas, y como padre, debo agradecer a La Nación la indulgencia demostrada a las traviesas hijas de mi
escaso ingenio (Payró, 1909: 8).
Más que un hogar, en esta descripción el diario viene a ser una suerte defórceps sobre el estilo, mientras que la noción de autor resulta conflictiva.[De quién son las crónicas, parece preguntarse el escritor? ¿Son del autoren tanto éste se reconozca como periodista? ¿Pero es acaso el periodistapor completo un autor, en el sentido en que puede serlo quien se dedica a
la literatura?
516 I HISTORIA OE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
Pese a todo, los agradecimientos al diario son insistentes, y en buena
medida se vinculan, aun sin hacerlo explícito, con la existencia de un público.
El desinterés manifestado por Payró a la hora de publicar el volumen de
crónicas ("sin pensar en ulterioridades de reembolso o gloria") se explica
por tratarse de una publicación más "sin público o poco menos". En ese
punto, la ausencia de público del libro no puede no confrontarse con elpúblico que sí tiene la crónica al ver la luz en el diario. Sólo eso explica que
al referirse al "espíritu de sana crítica" que inspira y unifica las crónicas des
taque que han sido influyentes: las críticas fueron escuchadas, se llevaron
a la práctica algunas iniciativas, se subsanaron algunos errores. «Ya sé que esa
eficacia no es tanto de mi palabra cuanto de la gran tribuna en que resonó,
dándole una autoridad incomparable -agrcga-; pero, en mi inmodestia,
re-objetaré que, en resumidas cuentas, por mucho que a la tribuna toque,
algo ha de quedarme a mí" (Payró, 1909: 9). En definitiva, Payró no espera
obtener ni lucro material ni lucro simbólico con los libros, que es lo que,
malgréfui, sí obtiene con su trabajo como periodista profesional.
Los temas tratados en las crónicas, por otra parte, adquieren relieve en
la medida en que su origen es periodístico: abolición de la pena de muerte,
defensa de los consumidores, relaciones diplomáticas con los Estados Uni
dos, funcionamiento de la justicia, ética periodística, legislación laboral
para mujeres y niños, derechos gremiales, profesionalización del escritor.
Lo que más llama la atención, en cualquier caso, es que entre las críticas
mencionadas conviven aquellas sobre la visita de un ministro ("Antes del
espectáculo", "La carne es flaca","God save the queen") con las que defien
den, en el interior del diario, los derechos de periodistas y escritores ("Una
nueva profesión", "Los derechos del repórter" "La casa de los que no la
tienen", "El hogar intelectual"). Más allá de lo traumático que parece resul
tarle a Payró la escisión entre periodismo y literatura, ambas actividades
comparten las reivindicaciones de una misma "ideología profesionalista"(Altamirano y Sarlo, 1983: 91).
La reflexión sobre la propia práctica se ha dado con frecuencia en Payró,también, a través de la ficcionalizacíón del conflicto entre periodista y lite
rato. Yaen su primera novela, cuyas condiciones de publicación revelan la
posición del periodista profesional que se convierte en escritor, se deli
nean las principales cuestiones. Publicada como folletín en el diario La Opiniónpero suspendida por el propio Payró frente al cambio de dueños,Antí
gana es editada en 1885 en los talleres del diario Sud-América gracias a la
suscripción levantada por sus amigos. Allí, tempranamente, aparecen tópi
cos que serían recurrentes pese al paso del tiempo: la falta de interés de los
editores, la venta por suscripción a los conocidos y la entrega en consigna-
lA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PROfESIONALlZACIÓN I 517
ción a los libreros, la ausencia de lectores, el gusto por los temas escanda
losos. Y aparece también la imposibilidad de la conciliación entre literatura
y periodismo: la escasa paga por los artículos sueltos anula el único "medio
de ganarse la vida escribiendo, y sin dejar de estar libre" (Payró, 1885: 116).
Sobre estos temas volverá Payró en otros textos publicados tanto en LaNacióncomo en volumen. Primero, en los cuentos "La paradoja del talento"
y "Mujer de artista", escritos a fines de siglo y reunidos en Violines y toneles,de 1908. Después, de manera particularmente dramática, en la obra teatral
El triunfo de losotros (publicada en folletín y en volumen, y representada
en 1907), donde propone varias alternativas a la triste situación del hom
bre de letras que, para sobrevivir, debe "vender" su escritura a políticos o a
falsos artistas: el puesto en el Estado, el éxito teatral o elempleo en un perió
dico. Si el puesto estatal es, al menos en este planteo, una actividad admi
nistrativa que daría el sustento necesario para una paralela y parcial dedi
cación a las letras, el éxito teatral resulta el único trabajo genuino de las
letras, como lo muestra la propia escritura de El triunfode Los otros. En cam
bio, elperiodismo no deja de ser una modalidad de negociación que depende
del vínculo establecido entre escritura periodística y nombre propio.
Aunque se haya dedicado en un momento de su vida a la actividad tea
tral, aunque haya escrito varias novelas, aunque sus relatos costumbristas
hayan alcanzado el éxito, todavía en 1928, a su muerte, la Dirección de la
revistaNosotros (1928: 135) define al"hombre de letras" que fue Payr6 diciendo
que "nació del periodista, cronista fecundo, infatigable, observador atento
y severo de hombres y cosas". Y su amigo Julio Piquet, secretario de redac
ción de La Nación,declara, también en el mismo homenaje a su memoria,
que "en Payró se confundían las dotes del periodista y las del escritor".
POSICIONES INTELECTUALES
Si la profesionalización terminó provocando -a expensas de su impulso
inicial-la separación entre el periodista y el escritor, también implicó un
distanciamiento del modelo tradicional de intelectual. Sea por los ritmos
agitados de la prensa, sea por los riesgos de la mercantilización, el hecho
es que el trabajo en los periódicos fue visto en oposición a la actividad inte
lectual. Sin embargo, es indudable que el repertorio de profesiones intelec
tuales incluyó a quienes se dedicaban, en términos más o menos estrictos,
al periodismo, e incluso que muchos de ellos estaban en condiciones de
cumplir ciertas funciones intelectuales que permanecían vacantes.
518 I HISTORIA DE LOS INTElECTUALES EN AMÉRICA LATINA
A comienzos del siglo, Rubén Darío (1920:17) registra en varias ocasio
nes el debate francés al respecto y pone como ejemplo de la relación entre
el intelectual y el periodismo a Émile 201a: "ir a la acción es el deber del
verdadero pensador de nuestro tiempo" y esa acción, agrega, fue llevada a
cabo a través de la prensa y conocida en el mundo por medio de los diarios que difundieron su obra. El telón de fondo de la discusión es, en buena
medida, la ola de calumnia a la que se había visto sometido 201a por su
participación pública en el affaire Dreyfus (1898), situación que Darío
comentaría en varias oportunidades. Ya antes había defendido Daría las
posibilidades dadas por el periodismo -en particular en un prólogo escrito
en 1896 para una obra de Payró-, en la medida en que se lo usara, nocorno "galera de los intelectuales" o "presidio de los literatos", sino como
"campo de batalla" (Darto, 1907: 10).
Si bien es cierto que no toda toma de partido pública a través de la prensa
por parte de un escritor remite a la figura del intelectual, hay que subra
yar que muchos de los primeros escritores profesionales asumieron una
posición en el marco del periodismo que les permitió cumplir una función intelectual que otros hombres de letras no podían cumplir con la
misma eficacia. Es fundamental, en este sentido, que la prensa se erige en
este período corno un espacio liberador respecto del Estado, como una
salida que ofrece una relativa independencia, al menos hasta que asumesin distingos las imposiciones del mercado.
El final de la trayectoria de Eduardo Gutiérrez resulta bastante ilumina
dor al respecto. En su último folletín, Ignacio Monges, de 1886, narra la
historia del autor del atentado al presidente Roca ocurrida ese mismo año,
cuando es golpeado en la cabeza con una piedra durante el acto público
que inauguraba anualmente las sesiones del Congreso. Monges es encarcelado y se inicia entonces una discusión acerca de su responsabilidad en
el hecho, discusión que está impregnada de los temas médicos y crimino
lógicos que son cada vez más candentes en el último cuarto del siglo. Tanto
es así, que Monges no sólo será objeto de una serie de noticias en los dia
rios y de dibujos caricaturescos en los que se lo describe corno el autor de
un "asesinato político", sino que el mismo Cesare Lombroso lo presenta
ría como un caso de epilepsia histérica en su libro Losanarquistas (1894).En definitiva, Monges no es un caso policial más o una historia de circu
lación local, sino que, por la naturaleza de su acción y por el contexto en
el que la lleva a cabo, tendrá una proyección internacional.
Gutiérrez torna la historia de Monges en el mismo momento en que se
lo está juzgando por el atentado, y su elección, previsiblemente, es narrar
su vida de manera novelesca: su ingreso voluntario al ejército para parti-
lA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PRDFESIONAlIlACIÚN I 519
cipar en la Guerra del Paraguay, su valentía y su entrega a la patria, su com
promiso con el partido liberal y, finalmente, el modo en que el Estado ~oabandona sin darle la retribución simbólica y económica que merece. Sin
embargo, Gutiérrez. hace algo más que narrar la vida de Monges apastando
al género de la novela popular que él mismo había creado. Después de haber
escrito unos treinta folletines, en Ignacio Monges recupera algunos de los
recursos utilizados al escribir Juan Moreira, su primer folletín con gauchos:
presencia fuerte de su figura de periodista o cronista, inte~vención,de~idida en la actualidad, debate con otros diarios, tono de abierta polémica
con el gobierno e interpelación al Estado. Al revés que en su pasaje a la pro
fesionalización Ysu conversión en novelista (donde abandonaba progresivamente las marcas periodísticas), en este último folletín recupera, a
medida que se acerca a la actualidad del relato, esas mismas marcas. En
otros términos: Cutiérrez, elprimer novelista profesional yel novelista más
popular de esos años (el escritor legitimado, si no por la crítica, por el
público diverso que consumía sus folletines), asume públicamente la defensa
del gaucho autor del atentado al presidente Roca. Más todavía: no lo defiendeatenuando su responsabilidad, sino poniéndola de manifiesto, e interpela
al Estado con toda su carga de novelista popular defensor del "gaucho malo':"Desde el primer momento -escribe- aquel hombre extraordinario asu
mió toda la responsabilidad del hecho, asegurando que era él el único
culpable, y que no tenía cómplices, pues no había obedecido a otras suges
tiones que las de su propio corazón:' "¿Estaba loco aquel hombre que de
semejante manera se expresaba? No" -responde Gutiérrez- (1933: 10).Si algo caracteriza la defensa de Gutiérrez aparte de su sostenida apuesta
por la narración novelesca, es que desmedicaliza el caso a la vez que lo
repolitiza. Aunque -pese a Lombroso- el de Monges no haya sido un
caso de anarquismo, sí se trata de un episodio de confrontación en la figuradel soberano. De allí que la noción de responsabilidad sea fundamental y
que, más allá de la función divulgadora y de denuncia p~riodístic~~ue
hace Gutiérrez en el folletín, haya que considerar su manejo de un npicoterna de debate intelectual. Esto no significa que Gutiérrez posea un capi
tal intelectual superior al estándar, pero sí advierte sobre una suerte defunción vacante que sólo puede cumplir un cierto tipo de escritor que
puede interpelar al Estado porque se ha desvinculado de él (co~o lo hizoGutiérrez al renunciar públicamente a su carrera militar en 1879,Justo antes
de consagrarse al periodismo). Lejos de la actitud programática propia
de los verdaderos intelectuales, y hasta con cierta ingenuidad en elcarác
ter de los planteos, la intervención de Gutiérrez muestra que le es posibleasumir una posición de corte intelectual por ser un novelista profesional
520 , HISTORIA Ol: LOS INTELECTUALES EN AMtRICA lATINA
y cumplir una función crítica gracias a su capital simbólico, a su nombrepropio y a su independencia respecto del poder del Estado.
Este hecho es un breve anticipo de las posibilidades ofrecidas por laprensa al escritor profesional, que Roberto Payró aprovechará mucho másen su tarea de repórter y culminará con el episodio protagonizado endiciembre de 1915, mientras vivía en Bélgica y era corresponsal de la Primera Guerra Mundial para La Nación, donde publicaba las entregas delDiario de un testigo. Payró, para ese entonces, era un escritor muy popular, contaba con la simpatía de diferentes sectores del campo cultural (elmismo al que había contribuido a consolidar desde fines del siglo XIX) yhabía pasado por el partidismo político militando en el socialismo. Nosólo había publicado ya buena parte de su valiosa obra periodística enlibro, sino que también había logrado escribir y publicar varios volúmenes de ficción que, aunque independientes de la prensa, están completamente en sintonía con esa obra periodística (como su novela Divertidasaventuras del nieto de Juan Moreira).
Es en ese contexto que llega la noticia de que Payró ha sido apresadoen su domicilio y se dejan de recibir noticias de él durante más de unasemana sin que se conozca su paradero, además de que se le secuestranlos archivos y el material literario. El efecto de este hecho se multiplica alo largo de los días y la noticia de la desaparición de Payró pasa a ser unade las protagonistas de la prensa. Así, mientras varios periódicos transcribcn las noticias que se dan en La Nación, éste, a su vez, transcribe las noticias tomadas de los diarios franceses. Lo más llamativo del episodio esque la figura de Payró deja definitivamente de estar asociada al partidismolocal y pasa a corporizar un conjunto de ideas universales como la honestidad, la valentía, la libertad y el compromiso. Más todavía, cuando JulioPiquer (1928: 168) lo recuerde en ocasión de su muerte, dirá que en Bélgica Payró "dio la medida de su capacidad para el sacrificio".
La actitud de Payró ante la guerra, sus artículos y la respuesta que provocan, así como la reacción que desata todo el episodio, resultan posiblesno porque Payró sea un especialista en el manejo de bienes simbólicos-para seguir la definición de intelectual de Bourdicu (1995)-, sino por loscontenidos sociales y el alcance popular de sus escritos periodísticos yliterarios. En la misma operación que pretende la neutralización del debatede ideas secuestrando los escritos, se produce un doble movimiento desacrificio y victimización, Al sacrificarse por sus ideas, Payró resulta victirnizado, y asume entonces una de las posiciones intelectuales más frecuentes a lo largo de la historia: la de aquel que se convierte en víctima porquesu cuerpo porta ciertas ideas que lo hacen peligroso para el poder.
LA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACID DE PROfESIDNALIZAClÚN I 52 1
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El modernismo y el intelectualcomo artista: Rubén DaríaSusana Zanetti
Dos figuras, José Martl y Rubén Daría, presiden las dos etapas principales del modernismo, el primer movimiento literario articulado concretamente entre los artistas de todo el ámbito hispanoamericano, que lograigual proyección en España mediante encuentros, revistas, artículos deunos escritores sobre otros, etc. Ambos encarnan el acelerado pasaje delletrado decimonónico que, focalizado en la actividad intelectual, cambiade centro, pasando del privilegio de lo político -el deber con la independencia de Cuba acalla al poeta José Martí- a la afirmación de la autonomía y del saber del arte, sostenidos por el poeta Rubén Daría como únicorespaldo para intervenir en el mundo de las ideas.
Desde esta otra orilla instala Daría con fuerza la polémica autoridadde un nuevo tipo de intelectual, el intelectual artista, actuando con elacopio de su presencia institucional y discursiva bien diversa (en géneros,en instituciones, en centros nacionales, etc.), para insistir en la primacíadel trabajo intelectual fundado en todas las posibilidades de la palabra.Las palabras son las casas de las ideas, son su carne, "vivientes, activas"(Dario, 1938),dice en un breve texto publicado en la RevueI/lustrée du Riode la Plata,y enseguida afirma en las "Palabras liminares" de Prosas profanas (l896): "La música es solo de la idea, muchas veces". Expresará estaconcepción en muchos de sus textos críticos, entre ellos, el aparecido enLa Nación el io de diciembre de 1905 en "Los nuevos poetas de España",donde discute con Miguel de Unamuno sobre la condición intelectual delartista: "Un escritor de gran valer, el Sr. Unamuno, se enreda en eso delas ideas, desdeña las ideas, sin ver que ellas son nuestra única manifestación, el único fruto que da constancia de la existencia del árbol humano".Más tarde, en "Dilucidaciones", prólogo a El canto errante (Daría, 197T
302), vuelve a defender su estética:
524 I HISTORIA O¡ LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
No es como sospechan algunos profesores y cronistas, la importaciónde otra retórica ... Y, ante todo, ¿se trata de una cuestión de formas?No. Se trata, ante todo de una cuestión de ideas. Elcliséverbal es dañosoporque encierra en sí el clisé mental, y juntos, perpetúan la anquilosis,la inmovilidad.
Otra orilla que, sin embargo, recibe atenta la lección de Martf, reconocible con sólo recordar algunas frases del famoso prólogo de 1882 al Poemadel Niágara, del venezolano Juan Antonio Pércz Bonalde (1851-1892), conla que dialoga la recién citada de Daría: "La perfección de la forma seconsiguecasi siempre a costa de la perfecciónde la idea", y asimismo,"¿Quiénno sabe que la lengua es jinete del pensamiento, y no su caballo?" (Martí,1975: 7, 234-235.
Sin embargo, la reacción dariana por la muerte de Martí en los iniciosde la guerra por la independencia de Cuba en 1895divide aguascon un manifiesto de ese quiebre, inscrito en el proceso incierto y difícil de constitución tanto del intelectual crítico como del artista moderno en Hispanoamérica. Me refiero a la necrológica de Darío (1952: 195) en La Nación deBuenos Airesdel 1 de junio de eseaño (enseguida incluida en Losraros),queconsidero el más notable manifiesto del período en demanda de la autonomía del arte. Es la más audaz manifestación de lasque, con distinta envergadura, hicieron los modernistas contra el sometimiento del artista a losimperativos de la nación, porque el texto en sí se enuncia en un territorioestético, en tanto se publica en un marco hispanoamericano que celebrabael heroísmo del cubano. El párrafo siguiente es un buen ejemplo:
[Los tambores de la mediocridad, los clarines del patrioterismo, tocarán dianas celebrando la gloria política del Apolo armado de espadas ypistolas, que ha caído, dando su vida, preciosa para la Humanidad y parael Arte, y para el verdadero triunfo de América, combatiendo entre elnegro Guillermón y el general Martínez Campos!
Se reclama la específicaautoridad del sujeto literario, se discute y se rechazala sujeción del artista a valores y prácticas ajenas al arte así como a una retórica anquilosada, en una etapa en la cual la dominante son losgobiernos fuertes,rodeados por una dirigenciade raigambrepositivista,devota de la racionalidad moderna como instrumento para dar solucionesa la"cuestión nacional':que exigíaa los textos diseñar una identidad integradora que incluyeray controlara la movilidad poblacional traída por la modernización -yen la Argentina sobre todo por los inmigrantes, entre los cuales se cuenta Dario-.
El MODERNISMO y fL INTEUcrUAl COMO ARTISTA: RUBÉN DARlo I 525
LA "JOVEN AMÉRICA"
Recordemos que Varío (1867-1916) nació en Nicaragua, en un ámbitocultural y social arcaico. Integrante de sectores medios modestos, consólo 15 años inicia en la prensa de Managua (donde ya se han publicadomuchos poemas suyos) una carrera caracterizada por la firme decisión dealejarse de prácticas provincianas, llevada adelante primero en ciudadescentroamericanas vecinas y muy rápidamente en las hispanoamericanasmás modernas, en busca de espacios propicios para una trascendencia másallá de lo regional.
Aunque no lo consigne sistemáticamente por razones de espacio, lasconcepciones y las prácticas darianas son indicativas de las de los demásmodernistas, si bien podemos reconocer en elmovimiento cambios y diferencias en la escritura y en sus elecciones tanto estéticas como ideológicas, dada su concreción en un extenso territorio y en un largo período(1882-1910), en el que cumplieron una intensa puesta al día del discursoliterario en lengua española, unida a su labor de difusión de la literaturamoderna, no limitada a Occidente. El artista, el poeta, ponía su sello enesta actividad visualizada y difundida en elmarco del heterogéneo discursodel periódico sobre todo a través de la singularidad de un género tambiénheterogéneo, la crónica modernista. Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895)
la defiende y la define, distanciándose de la estética del consagrado maestro Manuel Ignacio AItamirano (1834-1993):
No se estima bien en México el valor de estas crónicas elegantes; no seaprecia como debiera el arte de narrar cosas frívolas con cierto esmeroliterario. El género, por su misma delicadeza, es muy difícil. Es necesario que la pluma del cronista tenga alas de colibrí y que sus dientes muerdan de cuando en cuando sin hacer sangre (Gutiérrez Nájera, 1959: 263).
Como esos jóvenes escritores -"la Joven América", se dijeron algunos yse reconocieron en el mote de modemistas-, la formación de Daría fueprácticamente la del autodidacta, abastecida por libros de las bibliotecaspúblicas o religiosas -la de los jesuitas, la Biblioteca Nacional de Managua, en su caso-, deudora sobre todo del desarrollo incipiente de la industria cultural y cumplida por fuera de los sectores ilustrados (con estudiosregulares y que han frecuentado como alumnos y profesores las aulas universitarias). Si bien no logran liberarse de la necesidad del favor político(los cargos diplomáticos en Daría y en muchos otros) y del mecenazgo,hacen del mercado el instrumento de su formación intelectual y de la
526 I HISTORIA DE lOS INTElECTUALES EN AMERICA lATINA
captación de un público para el arte, buscando independizarse de la tutelaque pretende encerrar su discurso en lo hispánico y/o lo nacional.
El desplazamiento dariano hacia el sur, a Chile en 1886, también indicael desplazamiento de lasexperienciasestéticasdel primer modernismo -especialmente las mexicanas de Manuel Gutiérrez Nájera, con sus crónicas, susCuentosfrágiles (1883) y la revista Azul (1894-1896). Experiencias compartidas por muchos otros, entre quienes se destacan el colombiano José Asunción Silva(1865-1896), los cubanos Iulian del Casal (1863-1893) y José Marti(1853-1895) -Ismaelillo (1888), Versos sencillos (1891)-. Si, por una parte, las"Crónicas norteamericanas" de José Martí son textos fundamentales parasopesar la modernización de los Estados Unidos y sus efectos en AméricaLatina, otros -c'Madre América" (1889), "Nuestra América" (1891), etc>-concretaban explícitamente sus propuestas políticas, pensadas a partir de laconformación de una nueva dirigencia, más consciente de la necesidad deunión hispanoamericana, basada en la revisión de injusticias, prejuicios y
concepciones de los derechos ciudadanos, capaz también de evitar las guerras civilesy el encierro en disensiones provincianas.
Todo ello coloca las prácticas martianas decididamente en las del hombre público, pero diferente del que acompañara la constitución de los estados nacionales, por la densidad de su crítica a (y de su seducción por) unamodernización vertiginosa, expresada recurriendo a estilizaciones deexcepcional audacia, como puede apreciarse en "Un drama terrible", largacrónica para La Nación de Buenos Aires (de la que Martí era correspnnsal en los Estados Unidos), aparecida a fines de 1887, sobre el ajusticiamiento de los anarquistas de Chicago, dentro de la serie de textos sobreel tema obrero; sobreescritura de los relatos del periodismo norteamericano por un sujeto de la enunciación que vuelve a narrar los hechos, resumidos, ampliados, desde perspectivas y focalizaciones diferentes, al tiempoque se va consustanciando con los condenados, penetrando en su interioridad o en su historia individual hasta hacerla concordar, en muchos fragmentos, con la propia. El sello del estilo martiano se perfila al mismotiempo en sus reflexionessobre una literatura hispanoamericana moderna,que se compaginaba bien con los análisis del arte moderno, algunos deellos destinados a presentar a importantes figuras de la literatura angloamericana (Osear Wilde, Walt Whitman), desconocidas hasta entonces enel mundo hispanohablante.
Daría se convertirá en jefe de ese grupo cultural que basa sus discursos, de firmes convicciones cosmopolitas, en definirse como artistamoderno, conflictivamente instalado en las tensiones entre vocación ymercado. Sometidos al pluriempleo y a la rápida profesionalización, los
El MODERNISMO Y El INTElECTUAL COMO ARTISTA: RUBÉN DARíO I 527
modernistas son responsables, si bien no sólo ellos, de una nueva configuración del trabajo intelectual en Hispanoamérica. Escribe en 1881 ManuelGutiérrez Nájera (1959: 65): "Hoy han cambiado algo los tiempos. Laliteratura es en Europa una carrera en toda forma, tan disciplinada comola carrera militar. [... ] Los escritos, corno todas las mercancías, sufren laley de la oferta y la demanda".
Los textos de Daría se impregnan en Chile con las lecturas de las corrientes francesas del arte que, en su largo y meduloso comentario del 22 y 29
de octubre de 1888 a Azul (1888), el novelista y crítico literario españolJuan Valeradefiniera como "galicismo mental': Azul revoluciona la prosa,dando nacimiento al cuento moderno en español, tanto como a la críticaa la ignorancia del nuevo rey, el burgués, a su vulgaridad y fascinaciónpor el dinero, que condena al artista a la marginalidad:
A más de los cisnes, tenía una vasta pajarera, corno amante de la armonía, del arrullo, del trino y cerca de ella iba a ensanchar su espíritu,leyendo novelas de M. Ohnet, o bellos libros sobre cuestiones gramaticales, o críticas hermosillescas. Eso sí: defensor acérrimo de la corrección académica en letras, y del modo lamido en artes: alma sublimeamante de la lija y de la ortografia (Dario, 1983: 128).
Azul señala el inicio de su afirmación rotunda del rol del artista, y de losmodos de intervención del arte en las discusiones acerca de la sociedad yla cultura modernas -la estetización del espacio interior y la estilizaciónde la crítica a la modernización-o
EN BUENOS AIRES
A partir de 1893, es evidente que afianza su conocimiento de la literaturaextranjera, de parnasianos, simbolistas, prerrafaelitas, etc., que, sumadoa su temprana e intensa lectura del legado español, están en la base de surenovación, posibilitada además por la inserción en las ciudades más modernas de Hispanoamérica, en un período de rápido rediseño de las áreasurbanas y rurales, donde es ya bien visible la ampliación de las bases sociales de las dirigencias políticas y gremiales y de los miembros de las élites intelectuales y artísticas.
Justamente ese año se traslada Daría a Buenos Aires, donde se irá convirtiendo en cronista estrella de La Nación, diario en el cual trabaja como
528 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMtRlO lATINA
corresponsal hasta su muerte. Colabora además en LaQuincena,pero sobretodo en El Tiempo, La Tribuna y la Revista de BuenosAires:
Asqueado y espantado de la vida social y política en que mantuviera ami país un lamentable estado de civilización embrionaria, no mejor entierras vecinas, fuc para mí un magnífico refugio la República Argentina, en cuya capital, aunque llena de tráfagos comerciales, había unatradición intelectual y un medio más favorable al desenvolvimiento demis facultades estéticas,
recordará en La Nación (1913), en uno de los artículos más tarde recogidos en "Historia de mis libros" (1976: 165).
En términos generales, no está tan sometido a fuertes presiones del poderpolítico como sucedía con algunos modernistas, entre otros intelectualesdel período. Baste recordar a los venezolanos -modernistas como ManuelDíaz Rodríguez (1871-1927) o que apoyaron el movimiento como JoaquínGil Fortoul (1862-1942)-, que fueron funcionarios importantes durante ladictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935).
El tráfago de las mesas de redacción se estrecha con el tráfago de lamoderna Buenos Aires. "La bohemia fue una imposición, no una elección", dice Ángel Rama (1985: 22), pues fueron los modernistas "encarnizados trabajadores [... 1capaces de alta productividad [... ] forzados deltrabajo como lo eran las clases baja y media a pesar del mote de bohemios". Daría sabe que aunque deba sacar "el pan del tintero", ese pan traeconsigo las buenas (aunque trabajosas, logradas) migas con elAteneo deBuenos Aires (inaugurado poco antes de su llegada a Buenos Aires, loincorpora enseguida entre sus miembros) y con otros literatos consagrados. También es evidente cómo con el tratamiento de los cambios de tono-y de tema- dosifica hábilmente sus cuidados con el medio porteño: suescritura transgresora se ampara en un cronista agresivo, irónico, y a lavez confidente y zalamero.
Pero sus simpatías y sus amistades se inclinan hacia los jóvenes con losque puede hablar de sus inquietudes:
En la cervecería de Luzio teníamos elsalón de los suizos, en lo de Monti,un jardín grande como un pañuelo, en el Aue's Keller -reservada paranosotros- una inmensa mesa de roble macizo. [... ] Los comensales éramos, con Rubén Daría, Leopoldo Lugones, Roberto Payró, Eugenio DiazRomero, el panameño Daría Herrera, Armando Vasseur [... ], el vascoGrandmontagne y, a veces, el malogrado poeta Carlos Ortiz, el ele-
EL MODERNISMO Y EL INTELECTUAl COMO ARTiSTA RUBÉN DARía I 529
gante Leopoldo Díaz o elgrave y bondadoso Luis Berisso. l...!eran infaltables dos espíritus más que traviesos, endemoniados: el terrible AlbertoGhiraldo y el abominable Pepe Ingenieros [. .. ] (Galtier, 1973: 42).
Ese bullicio se aplaca en pocos años, para dejar traslucir el camino escabroso de un poeta potente y un hombre débil, a quien el alcohol empieza
a destruir desde muy joven, casi un adolescente.Entre esos amigos algunos eran socialistas -Roberto J. Payró (1867-1928),
Ricardo [aimes Freyre (1868-1933) o José Ingenieros (1877-1925)- Yanarquistas, como Alberto Ghiraldo (1875-1946), nuevos actores que atrajeron aDarfo, corno puede verse, entre otros ejemplos, en el tratamiento del socia
lismo de Leopoldo Lugones (1874-1938) en la critica a su poesia de 1896:
Yo soy su amigo: y, a mi vez, convencido e inabordable aristo, cuandollego a mi casa, tengo cuidado de guardar bajo tres llaves mis princesasy príncipes, mis duques y duquesas, mis caballeros y mis pajes; pongomis lises en lo más oculto de mi cofre y me encasqueto, lo mejor que
puedo, una caperuza encarnada (Daría, 1938: 103)·
Como ocurre con algunos otros modernistas, y con expresiones fluctuantes y contradictorias, no decae en Darío el interés por los movimientossociales modernos, el anarquismo entre ellos: desde la temprana censurade "Dinamita", en La Tribuna en 1893, hasta las referencias a la anarquíaespañola, en 1905, basados en textos de Alejandro Sawa y en la información obtenida de un reportaje, que parafrasea, sobre el anarquista Fermín
Salvoechea, y que concluye así:
No hay duda que es respetable ese fanatismo por el bien ajeno, cuandovivimos en la continua e irremediable lucha de intereses, de odios mutuos,de envidias, de recelos de pitanzas, de prebendas, de gloriolas, de pequeñeces que componen la tarea feroz de lupino rebaño humano. Si la revolución soeialIlega -y todo parece anunciar por distintos lugares quellegará- tendrá sus mártires, sus santos, sus figuras venerables. Entonces en España l ...J colocarán en buen lugar la efigie de Fermín Salvoechea, Hasta que venga a echarla abajo, destruyendo lo logrado, el triunfode otro desconocido, o muy viejo principio; otra nueva revolución social
[... 1(Darío, 2006: 451) .
Ya desde sus años chilenos, insiste en la crítica al colonialismo y al imperialismo de Inglaterra y los Estados Unidos, especialmente cuando invo-
530 I HISTORIA OE lOS INTELECTUALES EN AMtRICA lATINA
lucran a Nicaragua, como puede verse en "Iohn Bull for ever!" condenaa las pretensiones inglesas sobre la costa nicaragüense de Mosquitos. Eltexto muestra también una escritura preponderantemente informativa,objetiva, despojada de los recursos retóricos que acostumbra en sus crónicas. Como muchos otros que podrían servir de ejemplo, evidencian queno soporta censuras significativas de La Nación, si bien alguna vez, ya enlos últimos años de su vida, la dirección del diario lo reconvino señalándole que "no era ¡...J un escritor independiente sino un asalariado quedebe atender las órdenes del jefe de redacción", según consigna Noel RivasBravo (1998: 18). También evidencian un oficio consciente del manejo delas variadas estrategias de su estilo.
En Buenos Aires culmina el primer período de su trayectoria de escritor con dos libros aparecidos en 1896. El uno, Prosasprofanas, responsable de una profunda renovación de la poesía en español, cuyas "Palabrasliminares", magistralmente audaces para el entorno literario de entonces, son el inicio de sus manifiestos, verdaderos actos de política culturalque comparte con otros similares de los modernistas. Allí repite la definición de su estética ~y la del modernismo- basada en la libertad, queapunta tanto al rechazo de las escuelas literarias como del pensamientosometido a principios irrevocables -principios por cierto no ajenos alpositivismo y al naturalismo dominante-:
Yono tengo literatura "mía" [... J para marcar el rumbo de los demás:mi literatura es mía en mí; quien siga servilmente mis huellas perderásu tesoro personal y,paje o esclavo,no podrá ocultar sello o librea. Wagner, a Augusta Hclmes, su discípula, dijo un día: "Lo primero, no imitar a nadie, y sobre todo, a mí': Gran decir (Daría, 1977: 179).
La ironía y el humor caracterizan sus continuas intervenciones en laprensa periódica referidas al mundo de las ideas, no sólo en los textossobre arte y literatura, también en aquellos sobre temas diferentes, si biensus perspectivas privilegian los dones de la impronta estética. Esta actitud, típica de Jos modernistas, cobra en Daría una densidad poco frecuente por la variedad de temas y de procedimientos que ponen en escenael refinamiento, la propensión al despliegue de las pretensiones aristocráticas del artista moderno. Su ar istocratismo, componente típico dela actitud de los intelectuales -perfilarse al margen de los grupos sociales-, aquí como integrantes de los "aristas" del arte, responde a los modosen que los modernistas visibilizan una singularidad que se planta frentea la vulgaridad y el filisreísmo, pero que, en niveles concretos, como señala
El MODERNISMO Y EL INTELECTUAL (OMO ARTISTA: RUBtN DARío I 531
Ángel Rama, trasladan la información al público de masas -en el cualbuscan también modelar un nuevo lector moderno-o Darío lo puntualiza al incluirse en el "proletariado intelectual" y cuando más tarde, ensu desafiante afirmación del "Prefacio" de Cantos de vida y esperanza,
reconoce el goce de las formas en ese público masivo: "Hago esta advertencia porque la forma es lo que primeramente toca a las muchedumbres. Yo no soy un poeta para las muchedumbres. Pero sé que indefectiblemente tengo que ir a ellas" (1977: 243). Se distancia del aristocratismode las élites sociales tradicionales y de las posturas magisteriles inclinándose, como muchos modernistas, a burlarse del empaque de los ilustrados. Como en otras muchas ocasiones, en la breve introducción a Opiniones (1906: 6) dice: "No busco el que nadie piense como yo, ni semanifieste como yo. ¡Libertad! ¡libertad!, mis amigos, y no os dejéis ponerlibrea de ninguna clase". Insiste en el tema en "Dilucidaciones", antescitada: "No creo preciso poner Cátedra de teorías de aristosoAristas, paramí, en este caso, significa, ante todo, independientes. No hay mejor excelencia" (1977: 302).
Voluble muchas veces, no reacio a satisfacer la atracción por la trivialidad y los chismes que pedía el mercado, matizan sus crónicas el tratamiento de la anécdota, el entretejido entre ficción y representación delentorno cotidiano, entre impresiones y fantasías de evasión. El sujeto dela enunciación inscribe su pertenencia en la de sus destinatarios, es decir,el público de Buenos Aires, sobre todo, pero buscando atraer a un lectorado más amplio, que favorezca su ambición de insertarse en la repúblicamundial de las letras, y afirmando siempre, como Gómez Carrillo entreotros, una pertenencia múltiple. En ese movimiento construyó Daría undiscurso y una imagen muy próxima al lector, como él "sentimental, sensible, sensitivo", según dice en su célebre «Yo soy aquel", poema inicial deCantos de vida ycsperanza (1905). Será éste un modo de definirse y de definir una cosmovisión vertebrada en ese pasaje de experiencias conflictivas, propias del artista moderno que, en su caso, suaviza las aristas de lacontradicción, del encierro en lo antitético y lo binario, quebrado porlos nexos copulativos, que instalan la convivencia de lo simultáneo frentea los subordinantes, junto a las continuas gradaciones sonoras, rítmicas,simbólicas. Un ejemplo (1977: 245):
Todo ansia, todo ardor, sensación puray vigor natural; y sin falsía,y sin comedia y sin literatura ... :si hay un alma sincera, esa es la mía.
532 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AME RiCA LATINA
Diversa envergadura cobran sus intervenciones intelectuales, presentadasmuchas vecescomo oblicuas tomas de posición: su artículo en La Nacióndel 2 de abril de 1894introduce la figura de Nietzsche por primera vez enel ámbito hispanohablante, pero lo hace dentro de "los raros", entre esosartistas modernos que diseña corno una ilusoria cofradía en respaldo desus postulaciones, opuestas a los intelectuales de la generación del ochentaya los positivistas en el campo de la cultura argentina.
Losraros, recopilación de textos aparecidos en La Nación, es elotro librode 1896.Valiéndose de los nuevos recursos, corno fueron a fines del sigloXIX el reportaje o la biografía, para destacar la importancia de artistas eintelectuales, articula una caleidoscópica argumentación para expresar susconcepciones estéticas, sostenidas por una galería de retratos de artistasmodernos (Poe, Vcrlainc,Lautréarnont, Ibsen, etc.) a la sombra de los cuales se autodefine, procurando a la vez disolver, con el sello de su estilo, lapeligrosidad endilgada a los decadentes para revelar la empresa de aristocracia espiritual que llevan a cabo y que es, asimismo, la propia ("gustabandel buen vino, y eran poco afectos a las caricias de la diosa Morfina; [... ]preferían beber en vasos, como el común de los mortales, y no en el cráneo de sus abuelos; y [... ], por la noche, en vez de ir al sábado de los diablos y las brujas, trabajaban") (Daría, 1952: 90).
El refinamiento de la sen~ibilidad a través de la sensación y la percepción, tamizadas por el trabajo con la sugerencia, alimentaba el sueño yelensueño, creaba nuevos espacios a la imaginación, a la intimidad, al "reinointerior", así como alentaba el placer y el erotismo, haciendo de la energíasexual el principio rector del universo. "Está por estudiarse el efecto queen el imaginario latinoamericano produjo la modernización': dice ÁngelRama (1985: 101), señalando el recurso a "las obligadas máscaras exóticasdel deseo" como modo de puesta en escena de Darlo:
En un tiempo en que elmaterialismo regía a la sociedad desde su cabeza,proponía de hecho el placer y al mismo tiempo lo burlaba con un irnplacable régimen de prestaciones, la fantasía alimentada por el ardientedeseo que construye la obra literaria, mal podía instalarla en su inmediatez donde la propia conciencia le decía a voces que era imposible, ydebía ubicarla más allá del tiempo y del espacio donde pudiera ser soñadacomo posible, tuviera una eventualidad de realización que hiciera gratala ensoñación desean te.
EL MODERNISMO Y EL INTELECTUAL COMO ARTISTA RUBÉN DARíO I 533
LA CONSTRUCCIÓN DE UNA COFRADíA MODERNISTA
El modernismo construyó, con eficacia, su propio territorio en niveles concretas y simbólicos. Para hacerlo posible, tendió una red que lo ayudaba aenfrentar la censura y el peso de la dirigencia política, del pensamientopositivista (enemigo de las concepciones acerca del goce de los sentidos odel conocimiento surgido del universo sugerente -"impreciso"- del trabajo con la palabra), así como a sortear la presión religiosa de las éliressociales y culturales tradicionales, además de la divergencia con las perspectivas fundamentalmente nacionales de realistas y naturalistas, quienes
pocas veces asumen la dimensión americana.Buscaron espacios alternativos, utilizaron estrategias de intervención
similares para quebrar -como pregonaban- el estancamiento estético y elvacío que afectaba a todos los órdenes de la cultura latinoamericana, marcada por la falta de conocimiento recíproco entre autores y entre éstos y
el público. Laactividad de los modernistas en ese sentido fue más que notable. Especialmente desde los años de residencia en Buenos Aires, muchasprácticas darianas responden a tal convicción, propicíando una cofradíahispanoamericana, que promueve mediante múltiples dedicatorias, prólogos, conferencias y a través de comportamientos y relaciones personales afianzadas en la correspondencia. Sigueaquí modelos señeros de1letradorepublicano en el tendido de vínculos -sea Juan María Gutiérrez (1809
1878) o Ricardo Palma (1833-1919)-. A ello se agrega una tarea intelectualdariana prácticamente única por su persistencia en el tiempo, que, tomandodistancia de concepciones esencialistas, se dedica a la difusión de la cultura de los distintos países latinoamericanos, a articular sus legados y suslazos concretos. Así lo evidencian sus continuos artículos al respecto. Enel mismo plano debemos colocar un objetivo todavía no logrado: me refieroa su defensa del lugar del español en el concierto de los idiomas de Occidente, que incluye el apoyo a los reclamos que a nivel internacional pre
sentan intelectuales y hombres de ciencia.Aprovechando las posibilidades ofrecidas por la industria cultural, los
modernistas se apoyan para su trabajo en la prensa periódica. Recordemosque, además de producir fenómenos de coetaneidad en América Latina porelsimultáneo desarrollo de condiciones de producción y recepción, la prensase constituye en el principal agente de religación del período, pues abre laposibilidad de una red extensa e intensa de vínculos entre escritoresy público.Al mismo tiempo, apuestan a la incidencia de las revistas literarias en los
ámbitos intelectuales. Echarán mano de los aportes de la ilustración y deldiseño para singularizarlas corno objeto artístico. Fue dificil sostener esta
534 I HIS10RIA DE lOS INlEIECTUAIES EH AMtRICA IATIHA
empresa para la Revista deAmérica (1894Lfundada por Daría y Ricardo Iai
mes Freyre (1868-1933), que sólo publica tres números. Con más sólido
respaldo económico contó una de las más importantes revistas de la primera etapa del modernismo,Azul (1894-1896), de México, dirigida por Gutiérrez Néjera y Carlos Díaz Dufóo. Allí, al mecenazgo del poeta Jesús Valen
zuela -bien colocado además en elámbito social, cultural y político- facilitó
la continuidad de la Revista Moderna (1898-19°3). En Montevideo, José Enrique Rodó (1871-1917), responsable de la Revista Nacional deLiteratura y Ciencias Sociales (1895~1897), asume la común tarea de auspiciar "la unidadintelectual y moral de Hispanoamérica", al igual que Cosmópolis (1894- 1895),dirigida por Pedro César Dominici (1872-1954),Pedro Emilio Coll (1872
1946) YUrbaneja Achelpohl (1874-1937), en Caracas, ciudad donde el magazinEI Cojo Ilustrado (1892-1915) difundirá por largos años no sólo el moder
nismo sino la literatura hispanoamericana en su conjunto, atento al sentido
que a tal empresa se concede, explicitado por José Gil Portoul en 1904:
La contribución de Venezuela a la literatura hispano-americana escopiosa, variada y rica; mas no se distingue aún con caracteres esenciales del movimiento literario que se observa desde México hasta Buenos Aires y Santiago. Que Rubén Daría nació en Nicaragua [... ], Rodó
en el Uruguay, Casal en Cuba, Vargas Vila en Colombia, Díaz Rodríguez en Venezuela, sólo se sabe por las noticias biográficas, pero ninguno de ellos pertenece, hasta ahora, más a su patria que a toda América Latina (El Cojo Ilustrado, vol. 22, N° 289, 1904, p. 24).
A esta actividad se ha sumado el hecho de que los primeros modernistas
murieron jóvenes. Estas muertes tempranas, y aun trágicas, proporciona
ron al movimiento un capital simbólico -Jos "mártires de! arte"-, que leotorgaba un espesor inesperado y colaboraba a cohesionar a sus miem
bros. El "padre Mart¡" y el "hermano Casal" sustentan las afiliaciones de
la familia modernista y dejan como legado, también, modelos del "apostolado del poeta': Iulián del Casal y José Asunción Silva encarnaron la ima
gen del dandy y del "exilio interior" frente a la sociedad hostil, extremando
la actitud propia de los intelectuales de colocarse por fuera de los sectoressociales, antes mencionada. En el caso de Casal, apunto sólo dos momen
tos de estas configuraciones. Escribe Martí (1975: 5, 221) en Patria,en ]893:"Murió, de su cuerpo endeble, o del pesar de vivir, con la fantasía ele
gante y enamorada, en un pueblo servil y deforme". Y Daría (1928: 162),
en La Habana Elegante al año siguiente: "La vida de Casal he dicho que
fue una vida de martirio: la imposible realización de un ideal que se levanta
EL MODERNISMO Y EL INTELECTUAL COMO ARTISTA.: RUBÉN DARía I 535
sobre todas las fases de la sociedad presente (Casal nunca despertó de su
sueño, no quiso nunca despertar) r... ]".Las lógicas de la amistad prevalecen sobre las poéticas grupales -dis
putan pero conviven-, especialmente cuando en sus países de origen care
cen de instituciones capaces de sostener sus prácticas, como ocurre con
Silva o con e! mismo Daría, quien se respaldará no sólo en los contactos y
en la difusión por la prensa, sino en la edición continua de sus obras,sobre
todo cuando ya es corresponsal de La Naciónen Europa (pocos escritoressignificativos de entonces lo logran de este modo).
Importa señalar que, en términos generales, los modernistas emigraron
a las ciudades modernas nacionales o extranjeras en busca de horizontes más
propicios para sus prácticas artísticas durante períodos más o menos exten
sos. Este desplazamiento señala francas diferencias entre los que viven en su
país, más atados a las presiones políticas, sociales y morales, corno ocurre conGutíérrez Nájera, Casal, Silva, Rodó, Leopoldo Lugones o Luis G. Urbina
(1868-1934) (entre muchos otros), vividas en buena medida por quienes
destinaban sus textos al ámbito nacional, aun cuando permanecieran años
en Europa (Amado Nervo [1870-1919] es un buen ejemplo). En algunos esta
situación se hizo definitiva, por el exilio -y es el caso de Martí o de Vargas
Vila (1860-1933)-, en otros porque no renunciaron a intervenir en dimensiones mucho más amplias (Ricardo [aimes Freyre). Rubén Daría (como
Gómez Carrillo) representa un caso extremo de ese alejamiento del pequeñomundo natal, facilitado en cierta medida por el hecho de que su país no les
ofrecía respaldo en el presente -ni por su historia, su cultura o su produc
ción artística-o En este sentido el desplazamiento dariano es radical, porque
lo inicia siendo adolescente, y porque tangencialmente Nicaragua es objeto
privilegiado de su producción poética e intelectual-no busca allí a sus pareso a su público y ocasionalmente vuelve a ella-oNo es un exiliado ni un inmi
grante, es más bien un migranrc. no se establece de modo definitivo en nin
gún lugar, es un extranjero, a quien no le es ajena la discriminación.
Errancia y pertenencia fundada en la escritura definen un territorio
escriturario propio desde el cual Daría aconseja, opina, discute, ironiza o
escandaliza, respaldándose en una larga tradición acerca de la riqueza
que gana el conocimiento en el peregrinaje, que la modernidad insufla conlos valores del cosmopolitismo y del universalismo, pero sin disolver sen
timientos de extranjería, expresados con frecuencia, como en este frag
mento (1977; 345) de "Epistola a la señora de Leopoldo Lugoncs":
y me volví a París. Me volví al enemigo
terrible, centro de la neurosis, ombligo
536 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
de la locura, foco de todo surmenage
donde hago buenamente mi papel de sauvage
encerrado en mi celda de la rue Marivaux,
confiado solo en mí y resguardando el yo.
Esaerrancia, sin embargo, legitima su diálogo con un extenso mundo letrado,
con el que modula distancias, apoya, convalida o discute concepciones estre
chas, responde oblicua o abiertamente a las críticas, configurando con múltiples gestos imaginarios, ficciones de audacia notable algunas veces, los
simbólicos alcances de su consagración: en el cuento-crónica, publicado en
1892, «Historia de un sobretodo", referido al abrigo que logra comprarse
en su etapa chilena y que, ya viejo y gastado, termina protegiendo del frío
a su modelo predilecto, Paul Verlaine, o bien en otro cuento publicado en
1915,"Huitziloploxtli" también presentado como autobiográfico. que con
figura una imagen suya de excepción entre los intelectuales no mexicanosde esos años, pues aparece compartiendo el campamento de Pancho Villa
y los alucinógenos. Una de las consecuencias de este rasgo alienta en elsiglo
xx el mito de Daría como el poeta moderno hispanoamericano (exilio, con
tradicciones ideológicas entre arte y política, marginación, etcétera).
Compartida con otros modernistas -ypor supuesto con muchos intelec
tuales de principios del siglo xx, en un momento de multiplicación de loslazos internacionales de los hispanoamericanos-, su presencia en las insti
tuciones de los distintos centros de América, España o París, aun de los Esta
dos Unidos, son índices de su afirmación de un saber que lo habilita para
intervenir en las preocupaciones características que hacen suyas los inte
lectuales, a través de sus interpretaciones tanto sobre la vida social y el des
tino político y cultural de lo hispanoamericano, como sobre elvalor del arteen la conformación de la sensibilidad y de la experiencia humanas.
LA PERSPECTIVA HISPANOAMERICANA
Tiene mucho de cierto la reflexión de Tulio Halperin Donghi (1987: 61)
sobre sus textos periodísticos:
Su intuición de poeta le ofrece acceso a una comprensión privilegiada
del proceso histórico. Alarma ante la guerra que se viene, presagio de una
nueva derrota de una Francia que frívolamente repudia su condición de
primogénita de la Iglesia, desafío, en nombre de una Hispanoamérica a
El MODERNISMO Y EL INTELECTUAl COMO ARTISTA: RUBÉN DARía I 537
la vez india y latina, a Roosevelt, rudo representante de la otra América
bárbara y violenta, o -cuando la guerra finalmente estalla- invocación
a una América unida de Norte a Sur bajo el símbolo de la paz, lo que
Darío ofrece puede ser la traducción en verso sonoro de los editoriales
leídos esa mañana; esa operación dota a esos lugares comunes de unaverdad y una profundidad nuevas, y ello no solo a sus ojos, sino tam
bién a los de su público.
Tiene mucho de cierto si subrayamos en ella el carácter inquisitivo de sus
artículos a partir de la perspectiva específica arriba anotada:
¿Qué es lo americano? ¿Qué es lo moderno? ¿Cómo encontrar la moder
nidad? ¿Cuál es la función del arte? ¿Quiénes son los modernos? ¿Cuál
es el triunfo de Caliban? ¿Qué significa lo nuevo americano? ¿Qué repre
senta el crepúsculo de España? (Daría, 1989:9).
Más ligadas al campo de las ideas, las crónicas que incluye en España con
temporánea (1901) son ejemplo significativo de su actividad intelectual a
partir de 1898, cumplida ahora dentro de sus obligaciones de correspon
sal, ya que es enviado a España por La Nación para dar cuenta de los efectos de la pérdida de las últimas colonias en América. Hay que tener pre
sente aquí que escribió algunas de estas crónicas en un momento de fuerte
crisis, mientras se discute en París el tratado que legaliza la pérdida de lasúltimas colonias americanas, Cuba y Puerto Rico) además de Guan y Fili
pinas, cerrado definitivamente el u de abril de ese año. Indudablemente,
es consciente de los cuidados que, corno extranjero, debe considerar para
intervenir en el debate que involucra a los hispanoamericanos, pues, corno
señala Tulio Halperin Donghi (1987: 84), España "debe definir de modonuevo su relación con el ultramar hispánico". Los fundamentos de su pos
tulación de la unidad cultural latinoamericana, basada en la afirmación de
los lazos con España, y, por ella, con las naciones que se pensaban herede
ras de la cultura latina, suponen vínculos en relación de igualdad. sin
tutelas lingüísticas, estéticas o culturales.Corno generalmente hace, acuerda o critica de modo franco y explícito,
refrendado por los coloquialismos, también preñado de alusiones y sim
bologías clásicas o modernas, con fuerte recurrencia de voces y citas en lengua extranjera -que sacan de quicio a los intelectuales más comprensivos-.
Buenos Aires le daba un asidero real en tanto destinataria de sus textos, a
pesar de que deja la ciudad a fines de 1898y si sólo vuelve circunstancial
mente su presencia constante es sostenida por sus crónicas y sus libros. Pero
538 I KISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
su cosmopolitismo le brindaba siempre un territorio escriturario, nuevo,moderno, y amenazador para la pureza del castellano según un buennúmero de integrantes de las élites intelectuales y políticas criollas argentinas y de las españolas. Los denominará "patriotas del consonante" y amantes del "amor patrio gramatical': Además de su uso lexical libre, son muchoslos artículos dedicados a la defensa del español americano, como en estefragmento muy citado de España contemporánea (1901: 334):
Los glóbulos de sangre que llevamos, la lengua, los vínculos que nos unena los españoles no pueden realizar la fusión. Somos otros. Aun en lo intelectual, aun en la especialidad de la literatura, el sablazo de San Martíndesencuadernó un poco el diccionario, rompió un poco la gramática.Esto no quita que tendamos a la unidad en el espíritu de la raza.
Entiende que es preciso emprender como causa común revertir el desconocimiento en Europa tanto de España como de Hispanoamérica, señalado especialmente después de ]900, cuando se desvanece el espejismodel deseo de París, esa capital del arte donde ha ansiado vivir, como tantos extranjeros: "Yo he sido más apasionado y he escrito cosas más parisienses, antes de venir a París que durante el tiempo que he permanecidoen París. Yjamás pude encontrarme sino extranjero entre estas gentes" (LaNación, 21 de agosto de 1907). Comprueba que "el castellano y su literatura no cuentan, puede decirse, en el movimiento intelectual del mundo"(Darío, 1968: 1,165). Revertir esta ignorancia es propósito también de Mundial Magazine, revista dirigida por Darlo que publicó cuarenta números(1911-1914). Lujosamente editada, ilustran la portada y el interior conocidos pintores de la época. Colaboran un buen número de los hispanoamericanos contemporáneos a Darlo, y él mismo participa con crónicas, poemas y cuentos, algunos muy similares a otros yapublicados en La Nación.Se vendía en París, en España y en Hispanoamérica. Su actividad estaráligada continuamente a ese diálogo intercultural e intercontinental propiciado en sus textos tanto mediante el cruce de referencias a los mundosdiversos que busca relacionar como mediante su actuación en instituciones o por vínculos personales a ambos lados del Atlántico.
Las varias maneras utilizadas para referirse a la actualidad (crónica deviaje al mismo tiempo que información) se traman con análisis encaminados a revisar sus convicciones, tanto como las de los intelectuales españoles de la denominada "generación del 98", convirtiendo a la crónica enun fragmento de la interpretación de problemas políticos y sociales generales. Está presente en textos aparentemente guiados sólo por las obliga-
EL MODERNISMO Y EL INTELECTUAL COMO ARTISTA: RUBÉN DARíO I 539
ciones del corresponsal entendido en temas estéticos (la "salonografía",llama Daría a los comentarios sobre exposiciones de arte). En su visita alPalacio de la Exposición, los cuadros dan pie a su crítica a las guerras, unode los ejes vertebradores de España contemporánea y de muchos textos desus últimos años. Partiendo de las significaciones sociales que encierra laindiferencia del público y de los pintores por los temas, se ocupa de la gue
rra en Cuba:
Entre todos los cuadros de esta exposición, fuera de una escena de hospital militar y ciertas sentimentales consecuencias de la campaña noparece que se supiese la historia reciente de la humillación y el descuartizamiento de la patria. Esto tiene más clara explicación. La guerrafue obra del gobierno. El pueblo no quería la guerra, pues no consideraba las colonias sino como tierras de engorde para los protegidos delpresupuesto. La pérdida de ellas no tuvo honda repercusión en el sen
timiento nacional {Darlo, 1901: 145)·
En buena medida, el éxito de sus textos reside en los asuntos escogidos paracada crónica, en las significaciones que extrae de las miradas estereotipadas de lo español (el toreo, la España negra, ete.), en la singularidad de losmovimientos que organiza entre una y otra crónica. Calibra los modos deintroducir las cuestiones, corno puede verse en el constante comentarioacerca de la significación del cosmopolitismo y de la modernidad, en cuantoguías de la nueva colocación de España ante Europa y América, de la América española ante España, apremiadas ambas por la relevancia, vivida comoespiritual y cultural, decididamente antagónica de lo anglosajón y, aquí,de la nueva potencia de los Estados Unidos. Tiene importancia ahora sunacionalidad nicaragüense y el fracaso, por rivalidades y disensiones, deuna unión centroamericana, a la que no deja de aludir, poniendo cadavez más énfasis en la amenaza que entraña el imperialismo norteamericano. Un ejemplo es "El fin de Nicaragua", extensa crónica informativapublicada en '9'2 en La Nación,"El triunfo de Calibán" (El Tiempo,20 demayo de 1898) y la aparición en 1901 de España contemporánea, muestrasde su intervención intelectual en torno de ese núcleo fuerte que constituye
la derrota de España en 1898 en elámbito hispanohablante.Privilegiacomo cuestión básica la modernización de España para enfren
tar la crisis con una actitud muy distante de la magistral de José EnriqueRodó y del ámbito recoleto escogido en su Ariel (1900). En España contemporánea y en Peregrinaciones, crónicas también reunidas en volumen en 1901,
Darlo expone sus ideas sobre los lazos entre España e Hispanoamérica,lazos
540 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMtRICA LATINA
que implicaban el reconocimiento en España de su condición de poetamoderno yjefedel primer movimiento literario hispanoamericano: "Elmovimiento que en buena parte de las flamantes letras españolas me tocó iniciar, a pesar de mi condición de 'meteco',echada en cara de cuando en cuandopor escritores poco avisados [... ]",dice en "Dilucidaciones" (1977: 301).
Las operaciones para lograrlo activaron la relación con los escritoreshispanoamericanos ya instalados en España y con los que adhirieron ocompartían concepciones estéticas similares (Benavente, Valle Inclán,Salvador Rueda, Manuel y Antonio Machado), junto con los jóvenes queacababan de descubrirla, como Juan Ramón Iiménez. Daría publica textos en la prensa y en revistas literarias, y reedita los dos libros de 1896-Prosasprofanas (1901) y Los raros (1905)-, los más urticantes para los escritores españoles consagrados, que atacan y se burlan del modernismo, y deDaría -uno de ellos, Leopoldo Alas (Clarín), en el Madrid Cómico-.
Evidente, su presencia en Madrid -y luego en París- afianza vínculosconcretos entre intelectuales hispanos e hispanoamericanos, que veían enambos centros la posibilidad de edición y de proyección amplia. Comienzan aquí los años más significativos de su intervención en las concepciones de la "Iatinoamericanidad" desde fines del siglo XIX, que construye apoyada en nuevos lazos de solidaridad y unión, partiendo del respeto mutuo.Respeto bien visible en sus criterios de intelección, de sus cofradías ilusorias o reales y de sus elecciones poéticas, que confirma, y en parte reformula, en los últimos años.
Varían también los temas y los tonos de sus artículos y sus crónicas,que seguirán singularizándose por el tratamiento de los "fait divers". Norenuncia a las trasposiciones de arte o a las posibilidades que la pintura yla escultura daban al tratamiento de la impresión y la composición, peroahora aparecen seducidas por las imágenes que provienen de la decoracióndel "art nouveau" de los prerrafaelitas, o de otras de los medios de comunicación masiva, como el cartel de propaganda o la ilustración yel diseñode las revistas modernas. En vez de impresiones hablará de "instantáneas" y de "films"; en sus logrados "Film de París", como titula muchas crónicas a partir de 1910. Estas modalidades no responden sólo a obligaciones profesionales, ya que también sus textos poéticos buscan alcanzar unlectorado amplio y diverso -baste recordar los distintos niveles de significación que tienen poemas archirrepetidos, como "Sonatina"-r-, Escribemuchísimas crónicas de viaje, sin duda por requerimiento de La Nación,sistemáticamente reunidas en volúmenes que amplían su mirada haciatemas antes no abordados -sobre los armenios y los jóvenes turcos, la inmigración, el colonialismo inglés, sobre los gitanos españoles y, al mismo
EL MODERNISMO Y EL INTElECTUAl COMO ARTISTA: RUBÉN DARía I 541
tiempo, chismes y peculiaridades del mundo aristocrático y de la alta burguesía que también encontramos en otros cronistas hispanoamericanosde entonces-o Escribir tajes crónicas livianas e irónicas lo divierte, yesos
sectores lo fascinan. También lo fascina ese mundo marginal de artistas,de autores de canciones populares y el circo.
A partir de su residencia en Europa se acentúa la recurrencia a la argumentación, entre otras flexiones que estrechan las distancias con un discurso más intelectual, ligado a estos cambios en su pensamiento respectodel papel del poeta. El prólogo ya mencionado a El canto errante ironizacon la indiferencia de los poderosos hacia la poesía, "las más ilustres escopetas dejan en paz a los cisnes", a pesar de que el desinterés por la literatura que palpa en ese presente ya sombrío lo encontrarnos en muchos poemas de Cantos de vida y esperanza, acentuados luego en Poemas de otoño(1910). Sigue por cierto afirmando la labor ya hecha, desafiando las críticas españolas: en 1905, como ya se dijo, reedita Los raros, que fomenta sufama de decadente afrancesado, libro que incluía además la necrológica deMartí, censurado por insurrecto en España.
Es éste, además, un momento de revisión de sus ideas sobre la literaturasocial, palpables en las notables necrológicas de Gorki y 201a, de 1902.Alreferirse a la novela La barraca, de Blasco Ibáñez, manifiesta, por ejemplo:"como a todos los pensadores contemporáneos, preocúpale el áspero problema del hombre y de la tierra y está naturalmente con los de abajo, conlos oprimidos. [... ] Libros como éste no se hacen por puro culto al arte,sino que llevan hondos anhelos humanos" (Daría, 1901: 223). Al mismotiempo, a 10largo de las primeras década de 1900 son cada vez más sólidossus artículos de crítica literaria, como por ejemplo "José Martí, poeta" (LaNacion, 29 de mayo de 1913), sin dudas elmás valioso análisis cuando acabade aparecer ese año la edición de los inéditos Versos libres; o la dedicada a"Los hermanos Machado" (La Nación,15 de junio de 1909), entre muchosotros más centrados en la difusión de la literatura hispanoamericana.
Siempre desde su autoconfiguración del intelectual artista, del Poeta conmayúscula que no renuncia a representar, su última producción se deslizahacia la ironía, bien visible en su célebre "Epístola a la señora de Lugones",confesión de la condición del artista moderno que, sin embargo, se apoyaen los estatutos de la alta poesía, de la epístola clásica, desde Horacio hastala herencia del Siglo de Oro. En franca disidencia con otras perspectivasideológicas o estéticas, defendió las posibilidades de la palabra cuando nose la somete a estatutos ajenos a sí misma, fundado en significaciones delarga tradición que hacen del poeta una figura del conocimiento, presenteen innumerables ejemplos, especialmente en ese diálogo filosófico que es
542 I HISTORIA DE lOS INTElECTUALES EN AMÉRICA LATINA
"El coloquio de los centauros" y en casi todos los incluidos en la segundaedición de Prosas profanas. Esta convicción se ensombrece más tarde enlas dudas de los nocturnos y en "Lo fatal" de Cantos de vida y esperanza,
pero siempre destacando la significación intelectual de sus textos. Melancolía y pesimismo que no quiebran la invitación al canto de celebraciónante la enigmática belleza del mundo, que, como todos recordamos, expresa,entre otros, su poema "Filosofía", del mismo libro (1977: 276):
Saluda al sol, araña, no seas rencorosa,
Da tus gracias a Dios, oh sapo, pues que eres.El peludo cangrejo tiene espinas de rosay los moluscos reminiscencias de mujeres.Sabed ser lo que sois, enigmas siendo formas;dejad la responsabilidad a las Normas,que a su vez la enviarán al Todopoderoso ...(Toca, grillo, a la luz de la luna; y dance el oso.)
Estas últimas cuestiones singularizan y complejizan el itinerario intelectual dariano, caracterizado en buena parte de su recorrido por tomas firmes de distancia entre una y otra condición -poeta (artista) e intelectual-,lo que justamente vuelve importante el cruce, si no se cercenan en contenidos y conductas las contaminaciones entre ambos discursos yambas configuraciones, a las que no parece renunciar.
BIBLIOGRAFÍA
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Camino a la meca: escritoreshispanoamericanos en París(1900-1920)Beatriz Colombi
Entre el 1900 Yla Primera Guerra un contingente de escritores hispanoamericanos convergió en París conformando una colonia estable, que habríade engrosar sus filas y modificar su perfil a lo largo de las tres primerasdécadas del siglo. Si bien existen numerosos antecedentes de viajes y exilios letrados en la centuria precedente, esta migración constituye el primeringreso masivo de la inteligencia hispanoamericana en un concierto internacional. Los motivos de la diáspora fueron de diverso orden, algunosllegaron por elección voluntaria, otros arrastrados por la expatriación, lagran mayoría en búsqueda de un espacio que alojaba la promesa de triunfoy de reconocimiento. Un rasgo distintivo de la cultura de fin de siglo fuesu carácter cosmopolita y metropolitano, lo que propició la intensa movilidad de los creadores de todo elmundo hacia las grandes capitales; el hechoafectó de modo particular a los latinoamericanos, procedentes de socieda
des que experimentaban una relativa prosperidad pero que estaban rezagadas en términos del desarrollo de un mercado moderno. La nuevademanda de especialización y la urgencia de inserción en el presente favorecieron el desplazamiento de diferentes sectores de profesionales, diplomáticos, secretarios, corresponsales y cronistas, traductores, educadores,estudiantes y escritores. El cambio de escenario fue visto como el carninamás expeditivo hacia la profesionalización y el encuentro de condicionesmás favorables para desplegar sus proyectos.
El grupo inicial se instaló entre dos ciudades donde concentraron susactividades y operaciones: París y Madrid. En este eje intelectual (Ugarte,1951) se proclamaron como una nueva élite representativa del continenteamericano. Pero la significación de estos dos polos no fue la misma: mientras que Madrid fue vista como puerta de ingreso a Europa, la meta de llegada siempre fue París. El imaginario en torno de esta ciudad la convertíaen una verdadera meca del peregrinaje artístico, y su centralidad fue indis-
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cutida para los contemporáneos, condición que Walter Benjamín expresóal definirla con el sintético epíteto "ciudad capital del siglo XIX" y que,más recientemente, Pascale Casanova (2001) puso de relieve al señalar sufunción en aquella época de epicentro de la República Mundial de las Letras.Para los latinoamericanos, París tuvo connotaciones aun más viscerales quecomprometían sueños y deseos postergados por generaciones y que setornaban imperativos para las nuevas promociones. Fue varias veces referida como "la patria espiritual" y arbiterdel gusto, del pensamiento y de lamoda. Y fue, sobre todo, el más importante mercado de bienes simbólicosde ese momento. Alcides Arguedas (1879-1946), integrante del enclave de1900, sostiene en sus memorias que al individuo que se distingue en París-sea poeta, filósofo, artista, inventor, sportman o bandido- se le abre
un vasto campo de actividad, "un mercado" en términos corrientes, cuyademanda puede producirle un casi repentino cambio en las condiciones de su vida material. Algo más obtiene todavía quien triunfe en París,según la concepción romántica: se ve rodeado de prestigio, cobra famamundial, goza de preeminencia, recihe el homenaje de los mejores yentra a gozar de todos los bienes morales y materiales acordados en
recompensa a los privilegiados (Arguedas, 1959: 692 ) .
Así,obtener validación en ese circuito fue la motivación principal que con
dujo a la confluencia parisina.Podría pensarse que la utopía perseguida era la de establecer una ciu
dad letrada extraterritorial, lejos de las acometidas de la ciudad real y desus transacciones. En un gesto de máxima autonomía, muchos de estosactores pretendieron independizarse de los condicionamientos políticos,estéticos y lingüísticos, provinciales y nacionales, para incorporarse a lasreglas del arte parisinas, siempre de difícil aprendizaje. Aspiraron a reconocerse en otro universo donde las leyes, las prácticas y los valores leseran ajenos, cuando no desconocidos, y,casi siempre) hostiles. No obstante,
la escena exterior facilitó la adquisición de nuevos lenguajes y competencias y les permitió proyectarse como apropiadores, traductores y mediadores de normas y paradigmas metropolitanos. Las pautas de sociabilidad letrada así como las elecciones de todo orden fraguadas en el laboratorioparisino se ofrecieron como modelos modernos y deseables para los espa
cios nacionales de procedencia.La situación de exterioridad favoreció la definición de relatos suprana
cionales, como el latínoamericanismo, el hispanoamericanismo o el iberoamericanismo, en el marco de pactos nuevos y necesarios resultantes del
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avance del imperialismo y de la urgencia por fundar narraciones de autonomía incluyentes y al mismo tiempo homogeneizadoras del subcontinente. La prédica de estos discursos asumió un carácter generalizado entrelos emigrados, en consonancia con los nuevos roles del escritor quecomienza a intervenir en los asuntos públicos en nombre de los valoresinsoslayables de una cultura. Si bien el antiimperialismo fue el horizontecomún para todos, la primera congregación parisina estuvo lejos de serhomogénea en términos ideológicos; en efecto, en ella circularon posiciones críticas del cesarismo o afines a los gobiernos fuertes, proclives al nacionalismo o defensoras de la democracia y el socialismo. En la posguerra,este relato Íatinoamer-icanista, proyectado casi hiperbólicamente y sometido a una infatuación por exceso en el período previo, perdió su énfasiso recibió revisiones críticas que lo moderaron notablemente, y su lugar fuecapitalizado por las adhesiones a otras causas, como la Revolución Rusa ola Guerra Civil Española.
En términos estéticos, tampoco primó la concordia. La polémica entreexotistas y americanistas, hispanistas y latinistas, cobró nuevo impulso, yla estadía parisina promovió en lasprimeras décadas del siglo xx una vuelta
temática hacia América, con proyecciones de un modernismo residual eincorporaciones de propuestas emergentes como el arte de vanguardia.La migración también produjo un doble movimiento con referencia a losusos lingüísticos, ya que la necesidad de hacer circular los textos competitivamente en el ámbito periodístico y literario francés impuso el bilingüismo, y muchos apuntaron a las ventajas de una diglosia que garantizabala llegada a un público diverso a un lado y otro del Atlántico. La adopcióndel francés Como lengua literaria fue común entre varios residentes, comoFrancisco Contreras, Francisco García Calderón o Vicente Huidobro, quealternaron uno y otro código en sus escritos; en algunas oportunidades, elescaso prestigio del castellano llevó a la opción definitiva por el francés,como es el caso del cubano Armand Godoy. Al mismo tiempo, se produjola revalorización de los matices regionales y nacionales del idioma, dandocomienzo a la incorporación de estos registros en la lengua literaria.
La integración al contexto fue relativa o escasa y la colonia funcionómuchas veces como ghetto. En los testimonios, las cartas y las memoriasabundan los lamentos de extranjería y el sentimiento de saberse intrusosen París. Gonzalo Zaldumbide, escritor y diplomático ecuatoriano asentado en Europa por largos años, señaló en "Vicisitudes del descastamiento"(1914) que, dada su marginalidad, el escritor latinoamericano recoge tansólo los ecos del pensamiento contemporáneo, pero si converge en el cenotro de la irradiación del mismo, se ve condenado a la soledad, la exclusión
CAMINO A LA MECA' ESCRITORES HISPANOAMERICANOS EN PARls I 547
y la pérdida de toda raigambre, de modo que siempre "flota ansioso entredos mundos". La inestabilidad y la transitoriedad fueron la marca distintiva de esta experiencia, aun para aquellos que fijaron su destino de mododefinitivo en el viejo continente.
LA CONFORMACIÓN DE LA COLONIA, LOS OFICIOS
Manuel Ugarte (1875-1951) llamó al contingente que se integró en París en1900 la "generación viajera"y recuperó estos años en varios libros -El dolorde escribir (Confidencias y recuerdos) (1933), Escritores iberoamericanos del900 (1941) YEl naufragio de los argonautas (1951)- en los que la evocación
personal corre pareja con la justificación grupal. En estas memorias argumentó que, lejos de cualquier especulación en sentido contrario, la emigración había sido productiva ya que esta generación "dio su mejor frutoen elextranjero", apartada de la sofocante atmósfera intelectual americana.Lo cierto es que el enclave europeo posibilitó que las historias individuales se entrecruzasen en una trama común, al mismo tiempo que la perspectiva nacional cedió terreno a una percepción continental de los problemas que aquejaban al conjunto. El primer grupo con relaciones másconstantes estuvo formado por Rubén Darío, Amado Nervo, Enrique GómezCarrillo, José Santos Chocano, José María Vargas Vila, Francisco Contreras, Rufino Blanco Pombona, Alcides Arguedas, Hugo Barbagelata.Alejandro Sux, Francisco y Ventura García Calderón, Joaquín Edwards Bello,Manuel Ugarte. Según este último, los rasgos comunes fueron la expatriación voluntaria por razones políticas o por incompatibilidades de distinto orden con el medio de origen, la fidelidad hacia los precursoresamericanistas, la búsqueda de una literatura nueva y propia, la necesidadde profesionalización, la defensa de un programa continental, la conciencia antiimpenalista y la intervención pública en los sucesos de la época.Estos puntos resumen en buena medida un perfil al que las distintas siluetas se ajustan. De acuerdo con el balance de Ugarte, pese a las conquistasy a los logros alcanzados, muchos sufrieron el desprestigio debido a laausencia en sus respectivos países, o bien padecieron un desenlace prematuro o trágico. Rubén Darío murió en estado de gran deterioro pese asu edad, Francisco García Calderón terminó sus días en un hospicio enLima, Francisco Contreras combatió la tuberculosis en la estrechez parisina, y el mismo Ugarte, presumiblemente, se suicidó en Niza. Este relatode una suerte de generación malograda recorre usualmente las memorias
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de otros testigos de la época y construye, como en el caso de Ugarte, unaépica trágica del grupo, que redunda, previsiblemente, en la justificaciónde estas trayectorias desviadas de su destino nacional.
Otros nombres de migrantes temporarios o visitantes ocasionales se vansumando al primer grupo hasta la Primera Guerra. Los argentinos Ángelde Estrada, Ricardo Güiraldcs, Enrique Larreta, Juan Pablo Echagüe, Eugenio Díaz Romero, Martín Aldao y Leopoldo Lugones, los venezolanosManuel Diez Rodríguez, Pedro César Dominici y César Zumeta, el boliviano Franz Tamayo, la chilena Gabriela Mistral, los colombianos Guillermo Valencia y Pedro Emilio Coll, el ecuatoriano Gonzalo Zaldumbide, los mexicanos Luis Urbina,Alfonso Reyesy José Juan Tablada. Entrelos más reconocidos artistas plásticos, Diego Rivera,Ángel Zárraga y el Dr.Atl (Gerardo Murillo) de México, el venezolano Tito Salas, y en la pos~
guerra el uruguayo Pedro Figari y la brasileña Tarsila do Amaral. Peroesta enumeración es apenas aproximativa a la gran cantidad de nombresque se congregan en distintos momentos y que conforman un elenco sorprendente por su amplitud y relevancia.
La comunidad parisina prolongó las prácticas de la bohemia, como unamarca residual decimonónica, pero incorporó rápidamente todos los ritualesde la moderna sociabilidad letrada: empresas editoriales, prólogos, siluetas, homenajes, banquetes, salones y el imprescindible café literario. En elcomienzo del siglo frecuentan el ambiente literario de los cafés -dondepueden encontrar a Iean Moréas o Catulle Mendes- como Napolitain, Calisaya,Soufjlet, Vachette, Café d'Harcourt, así corno los restaurantes y salones, el mentado Bullierdel Barrio Latino, o los cenáculos en Montparnasse,como el que convoca Paul Fort en el café Claserie des Lilas, muy concurridopor los hispanoamericanos. En los años veinte, el centro se desplaza decididamente hacia los cafés de Montparnasse: Le Dome, la Coupole, Régencey LaRotonde,lugar de cita del círculo de Maurice Maeterlinck y del círculodadaísta de Tristan Tzara, Max Iacob y Pierre Reverdy,del que también sonasistentes asiduos César Vallejo y Vicente Huidobro.
El intercambio epistolar entre los residentes parisinos, consistente encartas o en rápidas esquelas, revela un vínculo continuo a través de invitaciones a encuentros informarles, conferencias, pedidos de prólogos, resefías, recomendaciones, intermediaciones ante editores, así como el inter
cambio de textos breves para el periódico, sobre todo notas, ficciones,poesía y crónicas de viaje. Las cartas recibidas desde América solicitan alos escritores asentados en París encargos de todo orden, desde encontrar destino para sus manuscritos, hasta una bibliográfica que puede aportar promoción, como la carta de presentación y la escueta biografía con
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que José Enrique Rodó acompaña su envío de Ariel a Manuel Ugarte en1900. En estos contactos se establecen afinidades electivas que propiciarán la emergencia de simpatías, propósitos comunes y nuevas afiliaciones. En sus memorias, Alcides Arguedas anota que la "peña intelectual"de los comienzos deviene luego una sociedad letrada con instituciones y
prácticas específicas:
Pero no es sólo en torno a la mesa de los restaurantes que se afirmanlas relaciones. Las salas de redacción se abren también. Primero es Mun
dial; luego La Revista de Américae Hispania,de Londres, sin contar losmuchos periódicos diarios del continente que solicitan nuestra cola
boración (Arguedas, 1959: 644)·
Laseditoriales francesas corno Garnier Hermanos, Editorial Viuda de Bouret, Pau} Ollendorff, E. Flammarion y Michaud, inauguran colecciones paralos libros hispanoamericanos que tenían un mercado garantizado en Españayen América Latina (Villegas.jose). Los editores abren sus puertas a lostraductores del castellano, otra fuente de trabajo importante para estosescritores. Este movimiento editorial se vio favorecido por el nuevo interés estratégico cultural de Francia hacia los países latinos, que se incrementó después de la guerra, y que se manifestó en la creación de instituciones promotoras de reuniones, conferencias, banquetes y publicaciones,tales como elComité France-Amérique (1909) Yla Association París-Amé
rique Latine (1925). En la posguerra se crea el Institut d'Études Hispaniques en la Sorbona y su revista Hispania (1918),bajo la dirección de ErnestMartinenche, un activo gestor de propuestas culturales que incorporan a
los hispanoamericanos (Patout, 1988).Algunos escritores, como Amado Ncrvo, Enrique Larreta, Francisco y
Ventura Garda Calderón, A1cides Arguedas, Gonzalo Zaldumbide, AlfonsoReyes,ocupan cargos en las legaciones diplomáticas -lo que César Vallejollamó la "esfera oficial" de los escritores en París-, una actividad que limita
su autonomía y los compromete con un mundo de boato y figuración, usufructuado pero también padecido y criticado por estos mismos actores.Es asimismo notable como aun aquellos distantes de cualquier cargo consular asumen el rol de embajadores culturales, aspirando a ejercer delegaciones simbólicas de comunidades nacionales, más allá de los gobiernosde turno. Con todo, fue el periodismo la actividad más corriente y, muchasveces, el motivo del traslado a Europa para hacerse cargo de la corresponsalía para diarios americanos y españoles. En la Exposición Internacionalde París de 1900 convergen Rubén Dario, Amado Nervo, Manuel Ugarte y
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Gómez Carrillo, convocados para cubrir el evento cumbre del giro delnuevo siglo, donde se dan cita el progreso científico, tecnológico, bélico,y,especialmente, la indiscriminada autocelebración de la expansión colonial por parte de las potencias europeas, según la óptica crítica sobre esteacontecimiento, como puede leerse en Peregrinaciones (1901) de Daría oen Crónicas de Bulevar (1902) de Ugarte.
Los diarios americanos reclamaban la crónica parisina, y los escritorescultivaron el género pues veían en él tanto la posibilidad de subsistencia,como un nicho periodístico que no interfería con los objetivos literariossino que, por elcontrario, les permitía luego volver al circuito letrado a partir de la recopilación de estos textos en libros -corno Frívolamente... (sensaciones parisienses) (1909), de Ventura Garda Calderón, uno de los másreconocidos entre tantos otros- precedidos del imprescindible prólogo dealguna firma de fuste. Con una prosa más flexible que profunda, la crónica no intenta competir con la noticia y alimenta el imaginario de un Parísdeseado, enigmático y excitante, con la promesa de éxito literario y tam
bién de experiencias nuevas, contadas desde una plataforma privilegiada:la terraza de algún café en el bulevar. Muchos de estos textos cultivaronese "complejo de París" que Pedro Salinas definió como una relación pulsional e inexcusable de los artistas con la ciudad: "Esa atracción, compuestade múltiples y variados resplandores, que París ha estado ejerciendo más deun siglo, sobre las mocedades de millares de artistas, desde Rusia a la Argentina" (Salinas, 1957: 32). Este relato parisino pautado sobre temas fundados por las fisiologías del siglo XIX se desplaza desde el deslumbramientohasta el tópico inverso, la decepción de París, produciendo en las primerasdécadas del siglo una nueva narración desmitificadora de la centralidadparisina y que, poco a poco, empañará el fetichismo metropolitano.
Enrique Gómez Carrillo (1873-1927), el más famoso entre los cronistas,fue investido como el príncipe del oficio. Llegado a París en 1891 por consejo de Darfo, establece pronto contacto con escritores franceses, se haceun nombre en la prensa e ingresa en la prestigiosa editorial Garnier. Porsu antecedencia en el terreno y también por su indiscutible habilidadpara las relaciones sociales, Gómez Carrillo ofició como puente de accesoa las editoriales y al periodismo, y también como intermediario en la sociabilidad del café, lugar donde introduce a los hispanoamericanos recién llegados ante los escritores de fama. Junto a la crónica, género de máximademanda, surge la interview, nueva modalidad que se impone en los medios.Juan José de Souza Reilly, considerado como el rey de los reporters, esenviado por el magazine Caras y Caretas de Buenos Aires para entrevistara notables, "de monarcas a lustrabotas", perfeccionando el arte que Gómez
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Carrillo aplica al mundo literario. El réquiem de la crónica coincide conel inicio de la Primera Guerra, momento en que se produce una primeraretirada del escenario europeo. Si bien hacia la década de 1920 la crónicaparisina deja paso al artículo más sesudo o a la nota de actualidad, la actividad en el periodismo siguió siendo la principal vía de ingreso a París yla fuente de trabajo y profesionalización más segura para los nuevos residentes, como César Vallejo, Miguel Ángel Asturias o León Pacheco.
Algunos de estos escritores se abocaron a la literatura de ideas, en notable desarrollo a partir de la progresiva institucionalización en las sociedades americanas de disciplinas tales como la filosofía, la sociología, la historia, la etnografía, el psicoanálisis o la literatura. Desplegaron así una obrade divulgación del pensamiento europeo y americano y,al mismo tiempo,elaboraron teorías interpretativas del continente. Dos figuras se destacanen este sentido: Manuel Ugarte y Francisco García Calderón. Manuel Ugartefue uno de los primeros en fijar su domicilio en París, donde trabaja comocorresponsal de la prensa americana y española y llevaadelante una medianatrayectoria literaria, aunque se destaca fundamentalmente por su militancia y prédica contra los imperios. Advierte -como otros hispanoamericanos: José Ingenieros, César Zurneta, José María VargasVila o Rufino BlancoFombona-la rivalidad existente entre los países más poderosos por la hegemonía sobre los dominios coloniales y emprende una persistente campaña contra el expansionismo norteamericano. Desde "El peligro yanqui"(1901), primera nota dedicada al tema, sostiene la complicidad entre capitalismo e imperialismo, que comenzaba a visualizarse a comienzos del sigloxx. En La patria grande (1922) reúne sus propuestas principales, que consisten en la crítica a la doctrina Monroe, la denuncia de la política exteriorde los Estados Unidos y la refutación de la tesis positivista sobre las razasinferiores que era funcional a las agresiones y a las invasiones en AméricaLatina. Pero más que un ideólogo, Manuel Ugarte es un formador de opinión que acude a nuevas formas de intervención y propagación de sus ideascomo la carta abierta, la gira continental y la conferencia en recintos universitarios. Así emprende un tour continental en lo que llama su "campañalatinoamericana", y en 1912 recorre las principales capitales del continentepara llevar su mensaje ante grandes auditorios de universitarios y trabajadores, para lo cual cuenta con el prestigio que le da su base parisina.
El peruano Francisco García Calderón (1883-1953), considerado discípulo y continuador de José Enrique Rodó, fue visto como una de las vocesmás sólidas de la intelectualidad en elextranjero. Instalado en París en 1906,
reside en esa ciudad por más de cuatro décadas. Su trayectoria vital es similar a la de Manuel Ugarte en varios aspectos: alta extracción social, migra-
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ción voluntaria a Europa, desempeño en la diplomacia, antiimperialisrnoy una temprana consagración parisina seguida del olvido y clausurada porun desenlace penoso. Sus dos ensayos americanistas publicados en París,Lesdémocraties latinesde l'Amérique (1912) y La creación de un continente(1914), revelan la adopción de nuevas herramientas de análisis histórico,social y psicológico. Lesdémocratíes latinesde l'Amérique-título que aludea Tocqueville, con quien fue comparado- se publicó en francés y tienepor objeto dar a conocer al mundo una versión moderna y positiva de estas
nuevas sociedades. En este trabajo pondera las fuerzas sociales más diná
micas, los criollos y los mestizos, responsables respectivamente de los dosmomentos cruciales en la historia del continente: la independencia y larepública. Con una perspectiva histórica revisionista respecto de los hombres fuertes de la tradición americana, es favorable a los caudillos pacificadores y propone asimismo, como contrapeso a los excesos del nacionalismo y en prevención del expansionismo, la formación de confederacionesde naciones afines por sobre la utopía bolivariana de unidad continental. Enel siguiente libro, Lacreación de un continente,analiza un tema central paralos debates de la hora; la inserción de América Latina en el mundo a partir de tres grandes conglomerados culturales -panamericanismo, paniberismo y panlatinismo-, argumentando en favor de un alineamiento bajoeste último rótulo.
García Calderón se ubica en elcontingente de los nuevos sociólogos finiseculares, algunos profesionales, otros amateurs -como Francisco Bulnes,
JoséEnrique Rodó, José Ingenieros, JoséMaría Ramos Mejía, César Zumeta,Manuel Ugarte. Rufino Blanco Fombona, Manuel Oliveira Lima y OctavioBunge-. Dentro del colectivo parisino, se desempeña claramente corno eldivulgador de las nuevas corrientes filosóficas -"Las corrientes filosóficasen América Latina" (1908)- introduciendo categorías que darán aire notan sólo a sus escritos, sino también al ensayismo latinoamericano de lasprimeras décadas del siglo.Así,adopta de Gabriel Tarde eloptimismo haciael porvenir latino -enjuiciado corno decadente por las corrientes positivistas- y la ley de la imitación, que, trasladada a las condiciones americanas, autoriza a pensar que la imitación, el entrecruzamiento, la combinación y la transmutación de los modelos llevarán a la originalidad ya lainvención propiamente americanas. Por otra parte, el conocimiento deWilliam James, Henri Bergson y Émile Boutroux, a quienes lee, entrevista,frecuenta y difunde en textos recopilados en Hombres e ideas de nuestrotiempo (1907), Profesores de idealismo (1909), Ideologías (1917), lo familiariza
con los conceptos de pluralismo, perspectivismo, intuición, relativismo,contingencia, síntesis y armonía. Abre de este modo una nueva biblioteca
CAMINO ti LA MECA ESCRITORES HISPANOAMERICANOS EN PARls I 553
del pensamiento idealista que da a conocer en artículos publicados en Larevista de América,que dirige en París, y en los medios americanos, comoElFígaro de La Habana, La Nación de Buenos Aires y El Comercio de Lima.
EL ESPACIO LITERARIO
En términos de liderazgo literario, Rubén Daría (1867-1916) fue durantemucho tiempo la personalidad más reconocida de la colonia parisina. Habíaalcanzado el lugar más encumbrado que un escritor americano podía ambicionar y era la figura que mejor encarnaba la tan ansiada condición deartista, lo que llevó a Ventura García Calderón a señalar que con Daría y
por primera vez en América Latina un poeta se proponía no ser nada másque un poeta. La unánime admiración por Daría -no exenta de polémicas y distanciamientos, como los que mantuvo en estos años con RutinaBlancoFombona y con Manuel Ugarte,críticos rigurosos del primer modernismo- servía de desagravio frente a la ignorancia del ambiente parisinorespecto del poeta nicaragüense. Daría, que frecuentaba exclusivamente alos hispanoamericanos, ofreció una de las respuestas más extremas a lasituación del desarraigado: la reclusión y el gueto. Pese a esta circunstancia, y a su personalidad naturalmente retraída, lideró una red modernista-esteticista que nucleó a los escritores canonizados y a las nuevas promociones del movimiento, a quienes apoyó con presentaciones y prólogosdecisivos para su ingreso en el mundo literario. Todo recién llegado debíacumplir el ritual de su visita, como un nuevo acólito en busca de la dispensa del oficiante, quien a menudo actuaba como guía por los lugaresmíticos de la ciudad. Sus crónicas y correspondencia están plagadas de estostestimonios, así como del progresivo desengaño parisino que empaña sujuvenil entusiasmo de los años chilenos. Con el paso del tiempo, los nuevos residentes ponen distancia del entorno más estrechamente dariano.Así, en una carta a Pedro Henríquez Ureña. Alfonso Reyes confiesa que semantiene al margen de la "repugnante" Mundial, dirigida por Daría, yque se resistió a visitar al poeta en su primera estadía en la ciudad. Después de la guerra y con la muerte de Daría, ningún otro escritor ocupó esteespacio, y el liderazgo se atomizó en los distintos recintos y esferas de laactividad capitalina. Solamente Ventura García Calderón cultivó una actitud protectora hacia los nuevos. "No hay muchacho de América -poeta,pintor, músico- que al llegar a París no busque el ala de Ventura", es el tes
timonio que da en 1923 el joven ingresante César Vallejo.
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Frente a la debilidad de una cultura que aún no alcanzaba su personeríaen el mundo de las letras, la tarea de estos escritores fue ingente. Definieron un objeto que sólo se reconocería como disciplina universitaria, campode investigación y mercado de circulación de obras en el siglo que se iniciaba: la literatura hispanoamericana. De este modo, dispusieron nuevosparámetros de valoración de un capital cultural desconocido y en formación para sus propios practicantes. Sidestinaron una gran cantidad de librosa la divulgación de la literatura universal, como el pionero Los raros (1896)de Daría, Literatura extranjera, estudios cosmopolitas (1894), de EnriqueGómez Carrillo, o Los modernos (1909), de Francisco Contreras, compilaciones que daban a conocer a los nuevos escritores europeos, también promovieron las letras latinoamericanas con variadas iniciativas. Y en ello lacrítica ejercida desde París tuvo un papel fundamental, ya que consagrabaa los jóvenes, tanto a los modernistas tardíos corno a los nuevos novelistasy a los escritores de la vanguardia, provenientes de distintas experienciasestéticas y generacionales. Varios libros se encargan de dar a conocer unpanorama de los escritores latinoamericanos desde la primera década delsiglo, como Lajovenliteratura hispanoamericana, antología deprosistas y poetas (1906), de Manuel Ugarte, Letras y letrados de Hispano-América (1908),
de Rufino Blanco Fombona, Lajuventud intelectual de laAméricaHispana(1911), de Alejandro Sux, y Lesécrivains contemporains de l'Amériqueespagnole (1920), de Francisco Contreras, selecciones que solían generar polémicas por exclusiones o celos literarios entre los asentados en París y los escritores de los respectivos campos nacionales. Ventura García Calderón publicaen París en 1938 la Biblioteca de la cultura peruana, una antología en trecevolúmenes que, con algunas notorias omisiones, difunde la literatura peruanadesde la conquista hasta el presente. El trabajo de afirmación y delimitaciónde una literatura propia fue fundamental, pese a los olvidos y a las falsasapreciaciones que la distancia y las discordias impusieron a esta empresa.
En este terreno, merece particular atención la columna de "Letras hispanoamericanas" de la revista Mercure de Prance, una de las publicaciones más prestigiosas de las letras francesas de su tiempo. La sección, destinada a la producción del continente, fue creada en 1897 por Remy deGourmont y estuvo a cargo sucesivamente de Pedro Emilio Coll, EugenioDíaz Romero y, durante más de veinte años, del chileno Francisco Contreras (1877~1933). Contreras llega en 1905 a París, donde lo une una granamistad con Darfo, al punto que es considerado su discípulo, y escribe unade las biografías más completas sobre el nicaragüense en 1930. Su patrimonio personal, como en el caso de otros latinoamericanos (Manuel Ugarte,Francisco y Ventura García Calderón), le permite solventar los primeros
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pasos de esta aventura. Pero luego, el acceso a la sección crítica del Mercurede France lo identifica como la pluma más autorizada de la crítica latinoamericana en París, y sus notas son reproducidas en publicaciones detoda América Latina, como Nosotros y Carasy Caretas (Argentina), ZigZag (Chile), Cuba contemporánea (Cuba), Revista de Revistas (México),estableciendo así un doble circuito de consagración de los autores tanto en
el ámbito parisino como en el continental.En París se dirimen polémicas que ya tenían su antecedente en el espa
cio americano. Desde luego, la tensión entre el modernismo, en su primeraversión decadentista, y el arte social alcanza aquí su clímax. La corrientemás constante en el primer enclave de escritores es la reconciliación conlas raíces culturales hispánicas, nueva orientación resultante de la debacleespañola tras la guerra de Cuba (1898) y la política panamericanista de losEstados Unidos, ejemplo de lo cual es Cantos de vida y esperanza (1906),
de Rubén Daría. Pero otra rivalidad cultural se instala en e! campo: entre
hispanismo y latinismo. Migue! de Unamuno, e! agente más relevante delpanhispanismo, le dio voz al reclamo español ante la hegemonía francesa,manteniendo lazos estrechos con los hispanoamericanos a través de correspondencias, encuentros, y también desencuentros, como la relación tensaque siempre mantuvo con Rubén Darío. Las posiciones de Unamuno sonrefutadas por Valéry Larbaud en El Nuevo Mercurio de abril de 1907, enun artículo titulado "La influencia francesa en las literaturas de lengua castellana". Para Larbaud, tal influencia estaba sobredimensionada ya quelos escritores españoles y americanos eran desde luego originales, y propone que debe primar en las letras, más que este tipo de debates, un sentido de universalidad. Valéry Larbaud sostiene un criterio internacionalpara las letras, contrapuesto al nacionalismo literario de otros intelectuales franceses como Maurice Barres o Charles Maurras. Pero, al mismo
tiempo, aconseja a los jóvenes escritores latinoamericanos:
Yoles diría de buen grado que, en efecto, es deseable frecuentar lo másdistinguido de París y esa élite es sobre todo la de las letras, sin dudaalguna. Pero ya que ellos también piensan un poco en su público, noles pedimos poemas del Barrio Latino ni notas que dejen comprenderque han sido escritas en la terraza de un café a la moda del bulevar.Exigimos de ellos las visiones de villas tropicales, blancas y voluptuosas ciudades de las Antillas, villas de conventos en elcorazón de los Andesnegros, las verdegueantes perspectivas de avenidas acariciadas por ráfagas de aire tibio de México y Buenos Aires; la vida de estancieros y gauchos, una bella silueta de vaquero de las provincias fronterizas de la
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República Argentina, y por lo tanto, el espectáculo de la naturaleza, la
nota exótica, la tristeza, la melancolía y asimismo el tedio que se desprende de ciertos paisajes andinos.
La cita expresa la expectativa de representación de lo americano que sub
yace a la perspectiva metropolitana, siempre asociada al exotismo, aun en
aquellos actores que postularon como ideal una comunidad universal delas letras, como es el caso.
El reclamo por un poeta que encarne al Whitman sudamericano, for
mulado tanto por José Enrique Rodó como por Paul Groussac al Darío
de Prosas profanas,encuentra eco en Alma América,de! peruano José Santos Chocano, proyectado en el ámbito parisino como ejemplo de una nueva
sensibilidad americana, notoriamente pomposa y fatua. Se hace visible la
consigna de una estética posmodernista que es llamada tanto americanismo (Rufino Blanco Fombona) como mundonovismo (Francisco Con
treras). Este último publica en 1917 en el Mercure de France el artículo "Lemondonovisme", donde sostiene:
El movimiento que triunfa hoy en las letras hispanoamericanas, elMun
donovismo, viene a adaptar a nuestro espíritu y a nuestro medio las ver
daderas conquistas realizadas por e! movimiento anterior, el Moder
nismo. No se trata naturalmente, de instaurar un arte local o siquiera
nacional, siempre limitado, sino de interpretar esas grandes sugestiones
de la raza, de la tierra o del ambiente que animan todas las literaturassuperiores, sugestiones que lejos de anular la universalidad primordial
en toda la creación artística verdadera, la refuerzan diferenciándola. Se
trata sencillamente de crear el arte del Mundo Nuevo, quiero decir, dela tierra joven y del porvenir.
Ubica en esta tendencia a Enrique GonzáIcz Martínez (México), a Baldo
mero Fernández Moreno y Ricardo Güiraldes (Argentina) ya José Eguren
(Perú). Pero para Contreras el mundonovismo pretende ir más allá de lo
meramente temático y, por ello, releva en estos autores el "efecto de sor
presa" que Apollinaire reclamaba para el arte moderno, o los procedimientos de extrañeza, disonancia e irritación propios de un arte vanguardista.
Luego, en l'esprít de I'Amérique (1931) identifica una nueva generación de
p~osistas, Manuel Gálvez, Pedro Prado, Alcides Arguedas y el avant-gardeRICardo Güiraldes, quienes, más allá de sus procedimientos de escritura,
buscan en sus países la inspiración y la materia de sus creaciones. Las letras
asumen, en la óptica del crítico chileno, un rol fundamental en la afirma-
CAMINO A LA MeCA. ESCRITORES HISPANOAMERICANOS EN PARís I 557
ción de la personalidad continental. De este modo, la ficción autóctona seimpone en las producciones parisinas: Alcides Arguedas publica Raza de
bronce (1919), Ventura Carda Calderón incursiona en elcuento indigenista
con La venganza del cóndor (1924), y el propio Francisco Contreras lohace con Elpueblo maravilloso (1927).
El progresivo imperio del americanismo fue más acorde a los intereses
de la distribución de áreas y de la tipificación de la literatura desde París,en el mismo sentido en que unas décadas más tarde consagrará la estéticadel "realismo mágico". Mundonovismo y americanismo, propuestas impul
sadas por estos escritores, responden a una demanda en elescenario de la
literatura mundial y se articulan con los nuevos productos que se generan en los campos nacionales. La vuelta a lo americano alcanza tanto a la
novela de la tierra como a la vanguardista. En los años veinte, César Vallejo
reclama por una auténtica sensibilidad aborigen y no tan sólo una litera
tura prctcndidamente indigenista, mientras se impone el criollismo en
las vanguardias argentinas y se debate el nacionalismo en las mexicanas.
Por otra parte, eldesarrollo de la etnología y la antropología despertará elinterés de los académicos y del público francés por las culturas precolom
binas, que serán difundidas en conferencias, traducciones y estudios uni
versitarios, de impacto en la obra de Miguel Ángel Asturias.
INSERCIONES
Las transformaciones en el propio campo intelectual francés se reflejaron
en las fluctuaciones de la colonia, que frecuenta desde los simbolistas tar
díos reunidos en torno de la Plume y del Mercure de Prance, los cultores delnacionalismo (Barres, Maurras), los partidarios de un arte internacionalista
(Valéry Larbaud), los propulsores de la vanguardía (Marínetlí, GuillaumeApollinaire. Reverdy), hasta, en la década de 1920, los grupos dadaístas y
surrealistas. En las artes plásticas, el fauvismo y el cubismo ganan nume
rosos y tempranos adeptos, y la París cubista, como la llama Alfonso Reyes,
se impone entre los jóvenes pintores. Con todo, si el objetivo de este des
plazamiento fue, corno dijimos, la obtención de mayor visibilidad y parti
cipación en la República Mundial de las Letras, lo que muchas de estas tra
yectorias revelan, salvo excepciones, es el anonimato y la marginalidad, asícomo la imposibilidad de superar el trauma del rechazo y la exclusión.
Rastas, rastaquere, metecos, colonos: la extranjería recibió muchos nom
bres y pocas explicaciones convincentes. Los hispanoamericanos padecían
558 I HISTORIA DE lOS IflTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
la confusión, fomentada por la propia ideología capitalina, entre las familias adineradas que acudían a París para exhibir sus capitales nacidos de la
industria de la carne y del cuero, y las más modestas condiciones del sec
tor medio letrado, que convergía igualmente en el mismo espacio en busca
de otro tipo de capital. Si bien Blanco Pombona quiso invertir el sentido,
argumentando que el rastacuero era, finalmente, un ser cosmopolita, libe
ral y viajero, elestigma no desapareció. "París no nos conoce en absoluto",
se lamentaba Dario, mientras que Manuel Ugarte (1951: 28) sostenía: "Nosotros no éramos nada. Peor que nada. Nosotros éramos anónimos 'rastas' (la
palabra 'metéque' no había nacido aún)': José Vasconcelos (1983: JI, 1073)
atribuyó el motivo de la exclusión al mestizaje, que los relegaba a ocupar
los últimos estratos de la inteligencia en París: "El meteco disfruta de con
sideración que no alcanzamos los simples mestizos americanos".
Aunque las quejas se reproducen, no todos corren la misma fortuna, yaque las relaciones personales van por otro cauce. Enrique Larreta mantiene
una relación cercana con Maurice Barres y asiste al salón de la condesa Ana
de Noailies. Enrique Gómez Carrillo frecuenta los círculos literarios de
notoriedad, como el de Maurice Maeterlinck. Francisco Contreras obtieneuna mediana inserción en el campo intelectual y su casa se vuelve, hacia
1920, punto de reunión de artistas, músicos y plásticos franceses. Alfonso
Reyes traba una productiva amistad intelectual con Valéry Larbaud y
adquiere renombre en su segunda residencia parisina: "Famosos escrito
res de Francia, jóvenes y viejos, frecuentaban la modesta casa del ministro
poeta, uno de los pocos mexicanos que han logrado interesar a la críticafrancesa por sus propias producciones y sus estudios de Góngora, de
Mallarmé'' (Vasconcelos, 1982: IJ, 466).
Pero lo cierto es que un reducido número de escritores franceses fue
sensible a las letras hispanoamericanas y a sus representantes en Francia
(Molloy, 1972). Entre los que más proximidad tuvieron se puede citar a Remy
de Gourrnont, Iules Romains, Paul Fort. Paul Adam, Gustave Khan, Maurice Barres y Valéry Larbaud, que establecieron contactos a partir de viajes
por América y colaboraciones en las revistas publicadas en París. Una figura
notable en este exiguo diálogo fue Remy de Gourmont, gran erudito, ensa
yista y crítico, animador desde su fundación, junto con Alfred Vallete, delMercure de France y colaborador de La Nación de Buenos Aires. Será uno
de los autores predilectos de Darío, que le dedica poemas y artículos, y su
Lelivredesmasques está presente en la concepción de Los raros. A pesar de
su conocimiento rudimentario del español, fue el traductor de Lagloria dedonRamiro,de Enrique Larreta, y también fue la visita insoslayable para todo
nuevo peregrino a la meca literaria, lugar que ocupará, después de su muerte
CAMINO A lA MECA: ESCRITORES HISPANOAMERICANOS EN PARís I 559
en 1915,ValéryLarbaud. Laproximidad de Larbaud con la colonia fue fecunda:
apoya la publicación en Gallimard de DonSegundo Sombra, de Ricardo Güi
raldes, y de Los de debajo, de Mariano Azuela, así como de Visión de Anáhuac,de Alfonso Reyes, y así revaloriza la tarea de la traducción. De hecho,los traductores y los críticos, como Francis de Miomandre, el hispanista [ean
Cassou, a cargo de las Lettres espagnoles en el Mercure de Prancc. o Georges
Pillement, secretario de La Revue de l'AmériqueLatine, se vincularon más
con la cultura hispanoamericana que otros escritores de fama (Patout, 1988).
LAS REVISTAS
Uno de los índices de la vitalidad de este enclave y de sus operaciones deautopromoción fue la publicación de revistas de signos diferenciados. La
primera empresa fue ElNuevoMercurio, dirigida por Enrique GÓmez.Ca~ri
110, mensuario publicado entre enero y diciembre de 1907. En su editorial,
se propone estrechar lazos entre intelectuales de España y América para
mitigar el desconocimiento y, sobre todo, superar los enconos, fijando la
lengua como patria común de los escritores a un lado y otro del Atlántico.La revista tiene una tendencia marcadamente hispanista, en la línea del
paniberismo promovido por el Congreso de Madrid de 1890, y cuen~a conla asidua colaboración de Miguel de Unamuno. El modelo de la revista es
el Mercure de Prance y ambiciona ocupar el lugar que esta publicación tenía
entre los lectores hispanoamericanos. Adapta la enquete al ámbito hispá
nico, lo que posibilita nuevos intercambios entre editor, escritores y público.
La primera enquéte estuvo orientada a hacer un balance del movimient~modernista y la segunda, afín con su lazopeninsular,a interpelar a los escn
rores franceses sobre la presencia de España en sus letras. En la revista
prevalece la marca cosmopolita sobre la americanista, y la literaria sobrela política. Promueve un programa tibiamente americanista, enfáticamente
hispanista, activamente internacionalista, al tiempo que irradia criteriosde profesionalización del escritor incorporado al mercado editorial, al tra
bajo de traducción y a la crónica periodística.Mundial Magazine(1911-1913) estuvo a cargo de Rubén Darío, quien tam
bién dirigió Elegancias (1911-1914). La revista se caracterizó por una pre
sentación lujosa, con gran despliegue de reproducciones, láminas y foto
grafías, que apuntaba evidentemente al gran público del magazine, antesque al reducido lector literario o académico. Entre sus íntimos, Darío con
fiesa que quiere una publicación latinoamericana, "sin gringos", y, a José
560 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
E~rique ~odó, que aspira a que la revista sea el "punto de cita" del pensamiento hispanoamericano de la hora. Daría está a cargo de editoriales de
dicados en cada número a un país diferente, y de la columna "Cabezas",
después recogida en libro, donde traza rápidas siluetas, muchas de ellas de
los mismos escritores con asiento en París: Leopoldo Lugones, José EnriqueRodó, Manuel Ugarte, Francisco García Calderón, Enrique Gómez Carrillo,
Ricardo Rojas, Amado Nervo, Craca Aranha, Federico Gamboa. Colaboran
en Mundial, además de estos nombres, Alcides Arguedas, Rufino Blanco
Fombona, Ventura García Calderón, Enrique Larreta, Manuel Gálvez, José
Sant~s Chocano. Mundialescenifica de modo frecuente el homenaje, la celebración, elbanquete corno prácticas habituales de promoción, e introduce
la gira de su propio director como modo de obtener lectores y suscripciones, con distintas escalas: Barcelona, Madrid, Río de [aneiro, Sao Paulo,
Montevideo -donde dirige el homenaje a Herrera y Reissig, que había fallecido en 1910, y consagra a la joven Delmira Agustini- con punto final en
Buenos Aires. El efecto del conjunto es adocenado y casi crepuscular, de
un modernismo residual, que defiende sus viejos baluartes: la bohemia, lamercantilización de París, el resentimiento. La presentación de los países
hispanoamericanos -que suele tener cierto empaque diplomático~convivecon fotografías de las grandes prime donne de la ópera.
La Revista de América fue dirigida por Francisco García Calderón, se
publicó entre 1912y 1914 Yfue interrumpida a causa de la guerra. LaRevista~e ¿mérica impulsó una red arielista-parisina, de marcada impronta panlattrusta, antiimperalista y elitista. Propulsó un nuevo perfil del intelectual uni
versitario-académico con visibilidad social, calcado sobre su propio direc
tor, que convoca a colaboradores afines a esta pauta. En todos los camposSe privilegia la especialización de las disciplinas, remarcando las nuevas
tendencias en oposición a un pasado informe, poco profesional, volcado a laimp~ovisación o al diletantismo. El editorial del primer número proclama
la existencia de una "elite intelectual de ultramar': que inaugura un nuevo
tiempo lejos de las querellas locales que silenciaron a los "profesores de ame
rícanismo" del siglo XIX. El programa propone como meta la autonomía cul
tura.l y advierte sobre el vasallaje a los modelos extranjeros, pero no estig
matiza la imitación; por el contrario, sostiene que "la imitación ha de prepararla futura invención, la originalidad necesaria", dando una salida esperanza
dora a un problema que apremiaba a la inteligencia finisecular.
Pero lo que La Revistade Américaexhibe como su más preciada novedad es la presencia de columnistas de los diversos países, de México a
Buenos Aires. En efecto, estableció un corte y un cuadro del pensamientolatinoamericano, con más de ochenta escritores reconocidos o cmergen-
CAMINO A LA M[CA, eS[R110RES HISPANOAMeRICANOS eN PARls I ;61
tes, en lo que configura una red excepcional en comparación con las otras
publicaciones. El sistema incluye una articulación continental, con corres
ponsales a distancia, y otra parisina-americana. Acoge así a la vanguardia
de los ateneístas mexicanos, Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyesy Antonio Caso; a la generación de críticos literarios y ensayistas finiseculares,
José Enrique Rodó, Baldomero Sanín Cano, Víctor Pérez Petit, Francisco
García Godoy y José Veríssimo, y entre los nuevos escritores profesionali
zados y ligados estrechamente al nacionalismo, a Manuel Gálvez y a José
de la Riva Agüero. Una característica remarcable. si se compara con las otras
revistas publicadas en París, es la presencia de colaboradores del Brasil,
como José Vcrfssirno, Greca Aranha, Luis Cuimaraes y,en especial, ManuelOliveira Lima, ministro del Brasil en Bélgica y autor de Panamericanismo,texto crítico de la hegemonía norteamericana cuya tesis era compartida
por la redacción. La revista da particular importancia a la nueva sociolo
gía e incorpora contribuciones de los argentinos José Ingenieros y Raúl
Orgaz, de los venezolanos Julio César Salas y Laureano Vallenilla Lanz,
del boliviano Alcides Arguedas. También afirma una tradición intelectualpropia -"Tenemos ya nuestros clásicos"-, proponiendo la primacía de
Moreno sobre Iovellanos, de Alberdi sobre Guizot, de Lastarria sobre Lamar
tine, o de Daría sobre Gautier. Este movimiento de construcción de un
canon propio puede observarse en artículos destinados a figuras que son
catapultadas como héroes culturales latinoamericanos: Bolívar, Montalvo,
Silva, Machado de Assis o Justo Sierra.
Otras iniciativas tuvieron poca proyección, como la RevueSud-Américaine (1914) de Leopoldo Lugones o Ariel de Alejandro Sux. En la posgue
rra, las publicaciones periódicas conducidas exclusivamente por hispa
noamericanos fueron escasas y ocasionales. La revista Nord-Sud (1917), de
Pierre Reverdy con la colaboración y el financiamiento de Vicente Hui
dobro, o Favorables París Poema (1926), dirigida por César Vallejo y Juan
Larrea, sobrevivieron a pocos números. Otras iniciativas fueron la de Enrique Gómez Carrillo, que dirigió Parisina (1926), y la de José Vasconcelos,
La Antorcha (1931). Mucho más importante fue, en cambio, la participa
ción de este colectivo en una serie de revistas francesas especializadas en
América Latina que se publican a partir de 1900 y en las que aparecen como
colaboradores y también, en muchos casos, como objeto de estudio: la yamencionada Mercure de France, la RevueHispaniquedirigida por el biblió
filo y erudito Raymond Foulché- Delbosc, que convoca a especialistaspara números especiales sobre cada país, y, sobre todo, la Revue de l'Amérique Latine, a cargo de Ernest Martinencbe, que alojará constantemente
artículos de y sobre los hispanoamericanos entre 1922 y 1932.
562 I HISIORIA DE LOS INTEUCTUAlES EN AM~RICA LATINA
AUTORREPRESENTACIONES
París es el mayor catalizador de los relatos de la vida de escritor. En el finde siglo prevalecen los tópicos de la bohemia, corno una rémora del viejomito del artista pobre y desavenido, inmortalizado por Escenas de la vidade bohemia de Hcnri Murger, abecedario de la estudiantina y del arte porel arte que ofrece el Barrio Latino. Desde luego, entre los hispanoamericanos y dado el"complejo de París" pesa el síndrome del provinciano enla capital, que remite al Luden de Un gran hombre de provinciasen París,de Balzac. Fundidas con estas imágenes, palpita un imaginario alimentadopor el dandysmo y el esnobismo. Las leyendas escabrosas o folletinescasdan un tinte hiperbólico a los diarios íntimos de Rufino Blanco Fombona(1975), a Treinta añosde mi vida (1920), de Enrique Gómez Carrillo, y hasta
alcanza a pasajes de las Memorias (l983), de José Vasconcelos. El culto a lapersonalidad y a la individualidad propio de la órbita modernista reposidona la imagen del escritor en el espacio americano, sensible a la modaproveniente de París.
En el novecientos, el escritor comienza a ser también una figura modelada por la curiosidad de la prensa.adquiriendo visos de personaje o, incluso,de divo, como lo recuerda Alcides Arguedas (1959: 648): "Hoy es moda, sobre
todo moda inglesa, publicar en la prensa o en el libro todo lo que se relaciona con la vida de los hombres célebres o notables': Del mismo modo sepopulariza la difusión del retrato, y de allí el copioso archivo de fotografíasdonde se destaca el disfraz o la composición de una pose, que puede ser circunspecta (Contreras), mística (Nervo), aventurera (Santos Chocano), melan
cólica (Dario) o dandy (Gómez Carrillo). Las leyes del mercado reclaman
la fotografía del escritor en performance, así como historias de orden sorprendente, y hasta escandaloso. Nadie más expuesto a este uso que RubénDaría, cuyas anécdotas parisinas de timidez y cortedad -que Ventura GarcíaCalderón atribuye a su origen mestizo-e, condimentadas de miseria yalcoholismo, lujo y bancarrota, ocupan más espacio en la prensa que su propiaobra, y resulta un pasaje común en las memorias de sus contemporáneos.
En contacto con la metrópolis, los escritores migrantcs modificaron susprácticas y sus imágenes tradicionales, y aun las recientemente adquiridas.El mito moderno del éxito en el mercado, cuyo arquetipo es Martin Eden(1909), de Iack London, se impone. El personaje de London representa laobstinada persecución de la fama, la inversión desaforada en el sueño devivir de la literatura. Este empeño capitaliza las expectativas de los latinoamericanos, que se insertan súbitamente en un gran mecanismo de ofertay demanda de trabajo en medios europeos y americanos. La experiencia
CAMINO A lA MECA" ESCRITORES HISPANOAMERICANOS EN PARls I 563
parisina se impuso como un barómetro literario donde "conquistar París"es la meta, y el anonimato cuenta como fracaso, y por ello se vuelve untópico en las novelas y prosas de la época. El argentino Aníbal Ponce fuecrítico de esta espejismo que arrebataba tanto a escritores honestos cornoa inescrupulosos. advirtiendo que "no habrá un escritor que triunfe sinoa condición de ser francés o de haberse identificado tan precozmente conel alma francesa que deje de ser cubano, como Heredia, o que olvide sergriego, como Moréas" (Ponce, 1956: 72). El éxito fue visto como rec~m
pensa del "rastacuerismo intelectual", y elprecio del mismo era ~onv~rt1rse
en un "escritor francés de América Latina", un híbrido, lo que implicaba,
entre otras cosas, la renuncia a la lengua.Las prácticas metropolitanas ofrecen también otra faceta prontamente
incorporada, la intervención pública. En contacto con los modelos queobserva en Anatole France, [ean Iaures. Émile 201a o Henri Barbusse,Manuel Ugarte propone una nueva ideología del escritor con participación en la vida pública de las sociedades. En contra del elitismo intelectual o del artepurismo. el escritor contemporáneo debe, según su criterio,ocupar resueltamente un lugar en la opinión y en el combate y ser autónomo respecto de los poderes políticos, financieros o religiosos. En estesentido, adopta nuevos gestos de confrontación, como la carta abierta aThomas Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos, similar alapóstrofe del poema «A Roosevelt" de Rubén Darlo, ambos sintomáticosde una colocación que trascendía los lugares habituales del escritor hispanoamericano para instalarlo en el debate de los graves asuntos internacionales y en la defensa de valores trascendentes. En la huella del "Yoacuso"de 201a, estas colocaciones apuntaron a generar denuncias y un clima deopinión adverso a las maniobras expansionistas norteamericanas, a la parque investían a los hombres de letras que las asumían de un nuevo podermoral ante la comunidad hispanoamericana, en cuyo nombre hablaban.Los posicionamientos políticos y públicos en París fueron la tónica demuchos escritores, como Víctor Raúl Haya de la Torre o César Vallejo,que adhiere al Partido Comunista peruano Yviaja en repetidas ocasionesa Rusia, situaciones que le ocasionan la expulsión de París en 1930 hasta
1932 , cuando es autorizado a reingresar.Paralelamente, comienza a imponerse el perfil del escritor con compe
tencia académica y fueros para pronunciarse en las distintas disciplinas.En efecto, muchos acuden a París con una formación universitaria y frecuentan las aulas de la Sorbona donde son invitados a dar conferencias,como Manuel Ugarte, Francisco García Calderón O Alfonso Reyes, o bienson oradores ante públicos selectos y académicos, como en las veladas de
564 I HISTORIA DE lOS INTElECTUALES EN AMÉRICA lATINA
la Asociación General de Estudiantes Latinoamericanos, fundada en 1925
con el fin de promocionar a América Latina en Europa, donde hablanJosé Vasconcelos, Víctor Raúl Haya de la Torre y el propio Miguel ÁngelAsturias, impulsor del centro, entre otros estudiantes residentes.
RETORNOS Y NUEVOS ANCLAJES
Del París frívolo del bulevar, los latinoamericanos pasaron al París del desa
bastecimiento y la guerra. Algunos residentes se alistan en el ejército francés, como José García Calderón, dibujante, hermano de Francisco y Ventura, que deja un diario del frente, y Hernán de Bengoechea, ambos muertosen combate. Pero la nómina de voluntarios es mucho más extensa, así cornolos movimientos de simpatía y adhesión a la causa, según registra Alejandro Sux en Losvoluntarios de la libertad. Contribución de los latinoamericanasa lacausa delos aliados (1918). Laguerra también ocupa a Francisco Contreras en Lesecrívains hispano-américains et laguerre européenne (]917) yaFrancisco García Calderón en Ledilemme de laguerre (1919), y hasta Enrique Gómez Carrillo adapta sus temas y tonos a la nueva circunstancia yescribe sobre el frente en Campos debatalla y campos deruinas(1915). AlfonsoReyesayudará a evacuar a los hispanoamericanos parisinos desde su cargoen la legación mexicana en ]914. Muchos escritores vuelven a su país o seradican temporaria o definitivamente en España, meca alternativa consolidada por el largo trabajo de religación con la cultura hispánica que habíainiciado la generación modernista. Éste fue un primer corte de la colonia,que sumó nuevos integrantes sólo después de superado el conflicto.
La vida literaria del París de la posguerra no tuvo el brillo de la belle époque ni este asentamiento volvió a retomar el brío y la vocación continentalista de los primeros años. La idea de una elite con un programa de preocupaciones compartidas se ba1caniza en diversas propuestas, dondeprevalecen las individualidades. Para muchos de los partícipes del primernúcleo que optaron por permanecer en París esta elección arrastró el ostracismo del marco nacional, donde algunos corrieron la suerte de los réprobos -lo que Francisco Contreras llamó una "espléndida impopularidad"en su país de origen-, y el fantasma del descastado aún sobrevuela sus imá
genes. En el París de los años veinte, muy accesible para los latinoamericanos dada la depreciación del franco, confluyeron: Alfonso Reyes en susegunda estancia corno ministro del gobierno callista) y José Vasconcelos,exiliado por elmismo gobierno; de Perú, César Moro) Víctor Raúl Haya de
CAMINO A LA MECA: ESCRITORES KISPANOAMERICANOS EN PARiS I 565
la Torre y César Vallejo;de Cuba, Alejo Carpentier y LydiaCabrera; de Venezuela, Teresa de la Parra y Arturo Uslar Pietri; de Guatemala, Miguel ÁngelAsturias y Luis Cardoza y Aragón; de Chile, Gabriela Mistral; y tambiénllegan los brasileños Tarsila do Amaral y Oswald de Andrade.
Los latinoamericanos seguirán afluyendo en las sucesivas generaciones, en contingentes cada vez más numerosos y variados de artistas, artesanos, músicos, plásticos, pensadores, académicos, políticos, cuya profusiónsería imposible reseñar en pocas líneas. Pero la centralidad parisina se irádiluyendo a lo largo del siglo xx para ceder protagonismo a otros ámbitos -México, La Habana, Buenos Aires, Barcelona-, nuevas plataformas deoperaciones para las élites intelectuales latinoamericanas. Paradójicamente,la globalización de comienzos del siglo XXI ha multiplicado la figura delintelectual migrante y cancelado la idea misma de meca literaria.
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Colaboradores
Altamirano, Carlos (Argentina, 1939). Es investigador del CONICET. Ensena en la Universidad Nacional de Quilmes, donde dirige el Programa de Historia Intelectual. Hapublicado Frondizi: el hombredeideas mmo político (1998), Peronismo y culturadeizquierda(2001), Bajo el signode las masas, 1943-1973 (2001), Para un programade historiaintelectual (2005) e Intelectuales. Notas de investigación (2006). En colaboración con BeatrizSarlo escribió Literatura/sociedad (1983) y Ensayos argentinos: de Sarmientoa la vanguardia (1997). Tuvo a su cuidado la edición de la obra colectiva Argentina en el sigloxx(1999) Yla dirección del diccionario Términos críticos de sociología de lacultura (2002).
Integra el Consejo de Dirección de Prismas. Revistade historia intelectual.
Barrancos, Dora (Argentina, 1940). Es socióloga y doctora en historia por la UNICAMP
de Brasil. Es investigadora principal del CONICET y profesora consulta de la Universidad de Buenos Aires. Dirige el Instituto lnterdisciplinario de Estudios de Género de laFacultad de Filosofía y Letras de la UBA y ejerce la Secretaría de Posgrado de la Universidad Nacional de Quilmcs. Posee una obra numerosa dedicada a la historia social y cultura\, especialmente a la historiografía de género y de las mujeres. Su último libro esMujeresen la sociedad argentina. Una historiade cincosiglos (2007).
Colombi, Beatriz (Argentina, 1952). Es doctora en letras, investigadora en el Institutode Literatura Hispanoamericana y profesora de la cátedra de Literatura Latinoamericana 1 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ha sidodocente en la Universidad de La Plata, en la Brown University y en el Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónomade México (UNAM). Ha editado y prologado antologías de la obra de Horacio Quiroga,Delmira Agustini, Machado de Assis, Julio Cortézar y Paul Groussac, y es autora de Viajeintelectual. Migraciones y desplazamientosen América Latina 1880-1915 (2004).
Crespo, Horacio (Córdoba, 1947). Es licenciado en letras por la Universidad Nacionalde Córdoba y doctor en estudios latinoamericanos por la UNAM, donde se desempeñacomo profesor en la facultad de Filosofía y Letras y en el Posgrado de Estudios Latinoamericanos. Ha impartido clases en varias universidades argentinas, mexicanas y europeas. Obtuvo la beca Guggenheim en 1998. Es autor de libros y artículos sobre historiaeconómica y relaciones entre intelectuales, cultura y política en la América Latina delsiglo xx.
568 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA
Devoto, Fernando (Buenos Aires, 1949). Es doctor en historia y profesor titular deTeoría e Historia de la Historiografía en la Universidad de Buenos Aires. Ha sido profesor visitante en numerosas universidades europeas e hispanoamericanas. Entre suslibros se encuentran Nacionalismo, fascismoy tradicionalismo en laArgentina moderna.Unahistoria (2002), Historiade la inmigración en laArgentina (2003), Brasil-Argentina,Um ensaiode historiacomparada (2004, en colaboración con Boris Fausto).
Gallo, Klaus (Argentina, 1961). Es doctor en historia moderna por la Universidad deOxford, Gran Bretaña. Realiza su tarea docente y de investigación como profesor ;1S0
ciado en la Universidad Iorcuato Di Tella, donde actualmente es director del Departamento de Historia. Es autor de De fa invasiót¡ al reconocimiento. Gran Bretaña y el Ríode la Plata1806~1826 (1994; traducido al inglés como Creat Britaínand Argentina.Fromínvasíonto recognition ssoc-iszc, 2001) y de Thestruggle[aran enlightenedrepublic. BuenosAiresand Rivadavía (2006); editor de Las Invasiones Inglesas (2004), y coeditor, conNancy Calvo y Roberto Di Stefano, de Loscurasde la Revolución (2002) y,con GracíelaBatticuorc y Jorge Myers, de Resonancias románticas(2005).
Laera.Alejendra (Argentina, 1965). Es doctora en letras por la Universidad de BuenosAires, donde se desempeña como docente de Literatura Argentina, y es investigadoradel CONICI'.T. Escribió El tiempo vacíode la ficción. Las novelasargentinas de EduardoGutiérrezy Eugenio Cambaceres (2004), y compiló, entre otros, los volúmenes Lasbrújulas del extraviado. Una lectura integralde Esteban Echeverría (2006, en colaboración
con Martín Kohan) y Elvalorde la cultura.Arte, literaturay mercadoen América latina(2007, en colaboración con A. l-ernéndcz Bravo y L. Cércarno-Hucchante).
Lasarte valcárcel, Javier (Venezuela, 1955). Es doctor en filosofía y letras por la Universidad Autónoma de Madrid. Es profesor titular de la Universidad Simón Bolívar
y profesor visitante en universidades de Venezuela, los Estados Unidos, España y Francia. Sus trabajos se centran principalmente en los siglos XIX y xx en Venezuela yAmérica Latina, y en los últimos tiempos han hecho eje en las representaciones de la nación.
Lempériere.Annick (Francia, 1953). Es doctora en historia por la Universidad de Paris I
Sorbonne, donde se desempeña como profesora investigadora de Historia de AméricaLatina. Ha publicado numerosos artículos sobre la historia política y cultural de Amé
rica Latina, especialmente de México. Sus principales obras son Lesdercsde la nation.lntellectuels, État et societe au Mexique au xx" siécle (1992), EntreDíeu et le Roi, la républiouc. Mexica, XV¡"-X1X(' siéctes (2004). Actualmente, escribe una Historia de AméricaLatina, siglos XIX-XXI.
Lomnitz, Claudio (Chile/México, 1957).EsWilliam H. Ransford Professor de Antropología en la Universidad de Columbia, en Nueva York, y director de su Centro de Estudios sobre Etnicidad y Raza. Es autor de varios libros sobre cultura y política en México,entre los que sobresalen Lassalidasde/laberinto: cultura e ideología en el espacio nacional mexicano (1995) y,el más reciente, Idea de la muerte en Méxiea (2006). También es
editor de la revista Puhlic Culture, y escribe una columna semanal en el periódicoExcdsior,de la ciudad de México.
Mazín, Osear (México, 1954). Es doctor en historia y civilización por la Escuela deAltos Estudios en Ciencias Sociales, París. Desde el año 2000 se desempeña como pro-
(OlA80RAOOREI I 569
tesar investigador en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, dondeactualmente dirige la revista Historia Mexicana. Ha impartido clases en diversas universidades de México y del extranjero. Sus numerosos trabajos se centran en dos campos: la Iglesia y la sociedad en la Nueva España yla inserción de esta última en el impe
rio español de los siglos XVI a XIX.
Mello e Souza, Laura de (Brasil, 1953).Es profesora titular de Historia Moderna en laUniversidad de Sao Paulo (usn), donde hizo sus estudios de grado y posgrado, y dondeenseña desde 1983. Fue profesora visitante en varias universidades extranjeras, en lasque dietó seminarios, conferencias y cursos. Publicó varios libros sobre la historia delperíodo colonial en elBrasil, que abarcan desde la historia social ycultural hasta la his
toria de la vida privada y la historia política renovada, a la que se ha dedicado en losúltimos años. Es autora, entre otros libros, de Desclassificados do ouro, O diabo e aterra de Santa Cruz, íníerno atlántico y Norma e conjtito, y cornpiladora de Cotidianoe vida privada na América Portuguesa (volumen 1 de la colección História da vida pri
vada no Brasil).
Myers, Jorge (Argentina, 1961). Es licenciado y maestro en historia por la Universidadde Cambridge (Reino Unido) y maestro y doctor en historia por la Universidad deStanford (Estados Unidos). Es profesor titular e investigador en el Programa de Historia Intelectual de la Universidad Nacional de Quilmcs, e investigador en la carrera deciencias sociales del CONICET. Ha sido Tinker Visiting Profcssor en la Universidad de Chicago (2007-2008) y profesor visitante en numerosas universidades argentinas y latinoa
mericanas. Ha publicado Ordeny virtud:eldiscurso republicano delrégimenrosista (1995)y compilado (en colaboración con Klaus Gallo y Gracicla Batticuorc) Resonancias románticas: historiaculturaldelRío de la Plata 1820-1890 (2005). Su trabajo se centra en la his
toria intelectual y cultural de Ja Argentina y de América Latina en los siglos XIX y xx.
Palti, Elías José (Argentina, 1956). Es doctor en historia por la Universidad de California en Berkelcy, Realizó estudios posdoctorales en El Colegio de México y en la Universidad de Harvard. Actualmente se desempeña como docente en la Universidad deOuilmes y como investigador del CONICET en la Argentina. Publicó numerosos arüculos en revistas especializadas en doce países. Es autor de Girolinguistica e historia intelectual(1998),Aporías. Tiempo, modernidad,historia, sujeto, nación, ley (2001), La nacióncomo problema. Los historiadores y la "cuestión nacional" (2003), Verdades y saberes delmarxismo. Reacciones de una tradiciónpolítica ante su "crisis" (2005), la invención deuna legitimidad. Razón y retórica en el pensamiento mexicano del sigloXIX (Un estudiosobre lasformas del discurso político) (2007), El tiempo de la política. El sigloXIX reconsiderado (2007) yElmomento romántico. Nación,historiaylwguajes políticos en laArgen
tina del siglo XIX (en prensa).
Pérez Perdomo, Rogelio (Venezuela, 1941).Es maestro en derecho por la Universidad deHarvard y doctor en Ciencias por la Universidad Central de Venezuela. Es decano de laFacultad de Estudios Jurídicos y Políticos de la Universidad Metropolitana de Caracas.Ha sido profesor en la Universidad Central de Venezuela y en el IRSA (Caracas) y ha dirigido el Instituto Internacional de Sociología Jurídica (Oñati, España) y el Sranford
Program for International Legal Studies (California). Entre sus principales obras figuran Los abogados en Venezuela (1981),Justicia y pobrezaen Venezuela (1987) y Losabo~il/J(lS de América Latina (2004).
570 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA
Rezende de Carvalho, MariaAlice (Brasil, 1954).Es licenciada y maestra en historia, ydoctora en sociología por el Instituto Universitario de Investigaciones de Río de Ianeiro(ruaant), donde desde 1999es profesora titular de sociología. Sus principales trabajosson: Cidade6- fábrica. A construraodo mundo do trabalhana sociedadc brasíleira (1984),Quatrovezes cidade(1994), O quinto século. AndréReboucas ea construrao do Brasil (1998),Carpoealma da magistraturabrasileira (1998), y ludicíalizacaoda políticae das relar6essociais no Brasil(2000).
Rojas, Rafael (Cuba, 1965).Es doctor en historia por El Colegio de México y profesore investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (eIDE). Es autor,entre otros libros, de Cuba mexicana. Historiade una anexión imposible (2001, Premiode Historia Diplomática), La escritura de la independencia.Elsurgimiento de la opiniónpública en México (2003), Tumbassin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano (2006, Premio Anagrama de Ensayo), y Motivos de Anteo. Patriay naciónen la historia intelectualde Cuba (zoca).
Rose, Sonia V. (Perú). Es doctora por la Universidad de la Sorbonne-Nouvelle, ParísIII y habilitada por la Universidad Paris-Sorbonne, donde es profesora titular desde 1994.Codirige la colección académica "Textos y estudios coloniales y de la Independencia"(Madrid, Editorial Iberoamericana). Ha organizado una serie de congresos en Franciay Alemania y tiene numerosas publicaciones sobre historiografía indiana y sobre lacultura letrada en las Indias dentro del marco político. Ha editado varios volúmenescolectivos y es autora de ElParnaso antártico:laformación de una república de lasletrasen el Perúvirreina! (de próxima aparición).
Sabato, Hilda (Argentina, 1947).Es historiadora, profesora de la Universidad de Buenos Aires e investigadora del CON1CET. Trabaja en temas de historia política y socialargentina y latinoamericana del siglo XIX. SUS últimos libros son La política en lascalles. Entreel votoy la movilización.BuenosAires1862-1880 (1998Y2004; en inglés: Themanyand thefew. Political participation in republican BucnosAires,2001); Pueblo y política. La construcción de la república (2005) y ha compilado Ciudadanía política y formación de naciones. Perspectivas históricas de AméricaLatina (1999).
Schwarcz Moritz, Lilia (Brasil, 1957).Fue profesora visitante en las universidades deOxford, leiden y Brown. Es investigadora de la Guggenheim Memorial Poundation yforma parte de la Junta de la oficina brasileña de la Universidad de Harvard. Esautora,entre otros, de Retrato em bronco e negro (1987),O espetáculo das raras (1993, y ParrarStrauss & Giroux, 1999),Rara e diversidade(1997),Negras imagens (1997),As barbasdoImperador: D. Pedro 1I,um monarca nos trópicos (1999,Premio Iabuti, y Farrar Strauss& Giroux, 2004), No tempo das certezas (2000), Racismo no Brasil (2001), A longavía
gem da biblioteca dos reis (2002), O livro dos livrosda Real Biblioteca (2003), Registrosescmvos(2006). Coordinó el volumen 4 de la Historia da vida privada no Brasil(1998).
Silva Beauregard, Paulette (Venezuela, 1961). Es licenciada en letras por la UniversidadCentral de Venezuela, maestra en literatura latinoamericana y doctora en letras por laUniversidad Simón Bolívar.Es profesora titular y directora de Estudios. RevistaticInvestigaciones Literarias y Culturales del Departamento de Lengua y Literatura de la Universidad Simón Bolívar. Ha publicado Una vasta morada de enmascarados. Poesía. culturay modernización en Venezuela a finalesdel siKlo xrx (1993), De médicos. idiliosy otrashis-
COLABORADORES I 571
torias. Relatos senúmentoiesy diagnósticos defin desiglo, 188o-19/() (Premio "PensamientoLatinoamericano" del Convenio Andrés Bello,2000) y Las tramas de los lectores. Estrategiasde la modernización cultural en Venezuela (Premio Fundación para la CulturaUrbana, 2007), además de diversos artículos en libros y en revistas especializadas.
Stuven,Ana María (Chile, 1950).Es maestra en estudios latinoamericanos y doctoraen historia por la Universidad de Stanford (Estados Unidos). Esacadémica del Institutode Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha sido profesora visitanteen universidades norteamericanas y ejerció la Cátedra Neruda en la Universidad de laSorbonne, París 1lI. Sus investigaciones se centran en la historia intelectuallatinoamcricana, sobre todo chilena. Ha editado y coeditado varios libros. Es autora de La seducción de un orden: Laselitesy la construcción de Chileen laspolémicashistóricas y políticasdel siglo XIX (2000) Y Chiledisperso, elpaís en fragmentos (2007).
Zanetti, Susana (Argentina, 1933). Fue profesora titular de Literatura Latinoamericanaen la Facultad de filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente esprofesora consulta de esa Facultad y profesora titular de Literatura Latinoamericana Ien la Facultad de llumanidades de la Universidad Nacional de La Plata, donde ademáscoordina el Comité Asesor del Doctorado en Letras y dirige la revista del Centro de Teoría y Crítica Literaria, Orbis Tenius. Ha dictado seminarios y cursos en distintas universidades argentinas, latinoamericanas y europeas (especialmente en España y Alemania). Esautora de Legados deJosé Marü en lacrítica latinoamericana (2000), Ladoradagarrade la lectura. Lectoras y lectores de novelaen América Latina (2002), Rubén Dorioen La Nación de BuenosAires (2004) y Leeren AméricaLatina (2004). Publicó numerosos artículos en libros y revistas de la Argentina y del extranjero.
•Indice de nombres
Abella Ramirez, María: 470, 471, 473,
474,477,480-482,486,489Abrcu e Lima, José lnécio: 96
Acevedo, Eduardo: 272
Acosta, José de: 31, SS,68, 70, 74
Adam, Paul: 558
Adamowicz-Hariasz, Maria: 499
Adams, Iohn Quincy: 206, 215, 218, 219,
221, 222
Adorno, Sérgio: 179Agreda y Sénchez, José María de: 307Agüero, Segundo de: 199Aguilar, José Antonio: 42J, 422
Águila Peralta, A. del: 390Aguilar y de Córdoba, Diego de: 82,
88,90
Aguirre, Lope de: 90, 91Agulhon, Maurice: 245,390
Agustín de Hipona: 67Agustín 1:133
Agustini, Delmira: 560Alemán, Lucas: 46, 137, 207, 212, 306
Alas, Leopoldo, conocido como"Clarín": 540
Alberdi, Juan Bautista: 16, 180, 272, 277,
278,281,345,346,398,414,416,420,424,428-43°,430,432,436,561
Aldao, Martín: 548
Alderete, Antonio de: 62
Alfonso X el Sabio: 54,57,66
Alonso, Ángela: 315
Alsina, Valentín: 275
Altamirano, Carlos: 227 n., 511, 513, 516
Altamirano, Ignacio: 239, 240, 405, 525
Alva Cortés lxtlilxóchitl, Fernando de:61,296
Alvarcnga Peixoto, Inácio José de: 105,
106, 114
Alvarcz, Emilio: 448
Alvarez Ionte, Antonio: 194
Alzate y Ramtrez, José Antonio: 33, 257
Amaral, Tarsila do: 548, 565
Amunátegui, Gregario Víctor: 416
Amunátegui, Miguel Luis: 256, 416
Anchorena, Tomás Manuel de: 300
Anderson, Benedict: 207
Andrada e Silva, José Bonifacio de,véase José Bonifácio
Andrada Machado e Silva, AntonioCarlos Ribeiro de: 369
Andrade, José María: 307
Andrade, Olegario: 398
Andrade, Oswald de: 565
Andrade Muricy: 327
Angelis, Pedro de: 36, 275, 294, 299, 300,
302,303
Anhaldt, Nadda G. de: 451
Anna, Timothy E.: 211
Annino, Antonio: 207
Antivilo, Julia: 469
Antonio y Antillón, Isidro de: 75
Apiano, Pedro: 293
Apollinaire, Guillaume: 5S6, 557
Aragón, Agustín: 447
Aranha, Graca: S60, 56]
Arantes, A.: 316
Araujo, José Joaquín de: 299
Araujc, Juan de: 73
574 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMERICA LATINA [NOICE DE NOMBRE\ I 575
Arcaya, Pedro Manuel: 351Arendt, Hannah: 461
Ares Queija, Berta: 81
Argerich, Cosme: 188
Arguedas, Alcides: 335, 344, 545, 547,549,
556,557,560-562
Arias Sánchez, Osear: 178
Arista, Mariano: 305
Aristóteles: 66, 68, 89, 235, 262,343Arlt, Roberto: 500
Arnoni Prado, A.: 330
Arriaga, Cristóbal de: 88
Artigas, José Gervasio de: 124, 281, 287
Assis Barbosa, E: 319
Asturias, Miguel Ángel: 42,551,557,
564,565
Aubin, Ioseph Marius Alexis: 297, 298
Augusto, Julio César Octaviano: 170Averroes: 68
Avicena: 68, 69
Avila.Alfonso: 104
Avila Rueda, Alfredo: 211
Ayarragaray, l.ucas: 335
Azara, Félix de: 299
Bagú, Sergio: 178
Bahamonde de Sánchez Caballero,María: 470
Balbuena, Bernardo de: 63
Ballesteros Gaibrois, Manuel: 295, 296Balmcs, Jaime: 279
Balzac, Honoré de: 562
Bancroft, Hubert Howe: 305, 307Baranda, Joaquín: 455
Barba, Alvaro Alonso: 76
Barbagelata, Hugo: 547
Barbosa da Silva, Paulo: 374
Barbosa Machado, Diogo: 109
Barbaza Pilho, Rubem: 320
Barbussc, Henri: 563
Barcia, Pedro Luis: 91
Barman, lean: 177
Barman, Roderick: 177
Barra, Federico de la: 398
Barrancos, Dora: 469, 471, 480Barreda, Gabino: 443
Barreda, Rafael: 509
Barreiro y Ramos, A.: 281
Barres, Maurice: 555, 557, 558
Barreto, Amália Amanda: 3]9Barros, M.: 416
Barros Arana, Diego: 46, 256, 258, 277,
283,293,294,304,308,413,415-417Barros de Orrego, Martina: 416Barthes, Roland: 506
Bartolache, José Ignacio: 257Bastide, R.: 328
Bastos, Aurélio Wander: ]75, 176Bataller, Francisco Antonio: 77
Bauza, Francisco: 269-289Beale, Walter: 237
Beardsley Ir., Theodore S.: 89Beccaria, Cesare: 219
Bccú, 'Ieodoro: 300, 303
Beéche, Gregorio: 415
Belgrano, Manuel: 35, 124, 246, 256, 257,259,278, 285,466
Bellini, Giuseppe: 86
Bello,Andrés: ]6, 46, 124, 125, 137,146,
150,15 6,157,160,173, ]76, 178, 179, 180,
195,215,252-256,345,413,414,420-422,
424,425,427-429,431,432,434Belsayaga, Cristóbal de: 73
Benavente, Jacinto: 540
Bengoechea. Hcrnén de: 564Bénichou, Pau]: 39
Benjamin, Walter: 545
Bentham, Icremy: 176, 185,193-196, 198,201, 219,253
Benzaquen de Araújo, Ricardo: 315Berardi, Carlos Sebasrién: 176
Bergson, Henri: 552
Berisso, Luis: 529
Beristain de Soúza, Mariano: 77
Bernand, Carmen: 61
Berra, Francisco: 470
Betancourt, Rómulo: 358
Bethell, Leslie: 207
Biddle, Nichoias: 218
Bilbao, Francisco: 251, 254, 262-264, 398,
414,419,424,435,437
Blanco Acevedo, Pablo: 272
Blanco Fombona, Rufino: 339, 547, 55]-
554,556,558,560,562
Blanco White, José: l31, 195, 219, 220Blasco Ibáñez, Vicente: 541
Blest Gana, Alberto: 46, 416
Bloch, Mare: 269~271
Bolívar, Simón: 123,125,129, 131, 1}4-136,
146,166,173,174,196,205,207-213,Bonaparte, Iéróme: 134
Bonaparte, José: 172,222
Bonaparte, Napoleón: 134, 152,154,375
Bonardi, L.: 258
Bonfim, Manoe!: 272
Bonilla, Frank: 22
Bonpland, Aimé: 76
Bordegaray, Eugenia: 465
Borges, Jorge Luis: 307
Borges da Ponscca: 108
Bor]a,Francisco de, príncipe deEsquilache: 83
Borunda, José Ignacio: 130
Bossi, Alfredo: 97
Botana, Natalio: 180
Boturini Benaduci, Lorenzo: 294-298
Bourdieu, Pierre: 19, 436, 520
Boutroux, Émile: 552
Bouza Álvarez: 101
Hoves,José Tomás: 347-349, 356, 357Bowman Ir., Charles H.: 218
Brading, David: 123
Braganza, María Francisca Doro teadc: 104
Brahe, Tycho: 71
Braudel, Pemand: 94
Bravo, Carlos: 441 n.Bravo, Francisco: 69,
Bravo Lira, Bernardino: 179,39°Breña, Roberto: 220
Bretón de los Herreros, Manuel: 239
Briggs, Asa: 155
Briseño Senosiain, Lilian: 235
Buarque de Holanda, Sérgio: 32, 365, 366
Buffon: 76
Bulnes, Francisco: 335, 441, 444, 445, 447,
448,451,454-457,460,461,552
Bulnes, Manuel: 413, 415, 424, 425, 437
Bunge, Carlos Octavio: 335, 552Buonocore, Domingo: 299
Burgos de Mcyer, Justa: 470, 478
Burke, Peter: 155,437Burke, William: 163-]65Büschges, Christian: 80,85
Bustamante, Carlos María de: 35,
124,306Byron, George Gordon, lord: 254
Cabanis, Pierre: 188, 192, 197Cabarrús, Teresa: 128
Cabello Balboa, Miguel: 87, 88, 90
Cabral, Pedro A.: 97
Cabrera, Luis: 442, 444-446, 457, 458Cabrera, Lydia: 565
Caetano, G.: 279
Calancha, Antonio de la: 70, 71
Caldas, Francisco José de: 129
Calderón, Baltasara: 137
Calvo, Thomas: 57
Camacho, Joaquín: 129
Caminha, Pero Vaz de: 98
Caminos, María: 470
Camp, Roderic A.: 13,14,177
Campo, José Enrique del: 402, 408
Candido, Antonio: 97, 99, 104-107, 112,
113,364,367
Cané, Miguel: 279
Canga Argüelles, José: 137
Capistrano de Abreu, Ioáo: 272,313
Cappelletti, Ángel: 336, 337Carbia, Rómulo: 272
Cardano, Gerolamo: 71
Cardim, Pernáo: 97
Cardot, Felice: 163
Cardoza y Aragón, Luis: 565
Carlomagno: 375
Carlos III: 33, 250
Carlos IV:33, 127, 250
Carlos V: 64, 294
Carlson, Marifran: 480
Carpentier, Alejo: 565
Carpio Hernández, Manuel E.: 239
Carranza, Venustiano: 459, 460
Carrera, Javiera: 416
Carriego, Evaristo: 398
Carril, Salvador María del: 187, 293
Carvajal, Pedro de: 88
Carvalho, José M. de: 174,177, 319Carvalho, Laerte R. de: 100
Carvalho, M. A.: 319, 324, 325Carvalho Franco, Maria Sylvia de: 366
Casal, Iulién del: 526, 534, 535
Casanova, Pascale: 545
Casas de Santa Olaya: 470
Casasús, Joaquín de: 461
Caso, Antonio: 561
Casson, lean: 559
576 I HISTORIA DE LOS INHLECTUAlES EN AMtRICA LATINAíNDICE DE NOMBRES I 577
Cassini, Juana: 470
Castañeda y Néjera, Vidal: 448
Castellanos, Floro: 300
Castellanos, Rosario: 43
Castelli, Juan José: 259
Castelio, José Aderaldo: 97, 104, 108Castro, M. A.: 406, 407
Castro Leiva, Luis: 174
Cavendish, Thomas: 91
Cavia, Mariano de: 452
Ceruti, Roque: 73Cesaire, Aimé: 312
César, T.: 284
Cetina, Cutierre de: 62
Chacón, Jacinto: 252, 253, 414, 432Chagas, Carlos: 138
Chang Rodríguez, Raquel: 80, 86, 88
Charcas, Alberto de: 138, 139Chartier, Roger: 84, 274
Chateaubriand, Francois-Rcné de: 131Chaumeil, Pierre: 290
Chavcro, Alfredo: 295,304,306,307Chevalier, Prancois. 207
Chiaramonte, José Carlos: 201, 250,
257,258
Chimalpahin, Domingo Francisco San
Antón Muñón:: 61, 296
Chirinos, José Leonardo: 149
Chocano Mena, Magdalena: 18,3 2,80,81
Cibotti, Ema: 403-405
Cieza de León, Pedro: 60, 61
Cittadini, Basilio: 403
Clark de Lara, B.: 405
Claro, Miguel Antonio: 336
Clavijero, Francisco Javier: 34, 58, 122, 297Clay, Henry: 222
Cobbett, WilIiam: 194
Codillos, Joaquín: 295
Coelho, Edmundo c.: 177
Cohen, Monique: 297
Coil, Pedro Emilio: 534, 548, 554CoIl y Pratt, Narciso: 164, 165Collier, S.: 257
Collins, Randall: 13,315
Colombí-Monguió, Alicia de: 87
Colón, Cristóbal: 213, 214, 291, 293Colón, Hernando: 293, 294
Colonna, Vittoria: 90
Comas, Juan: 291, 292
Comte, Auguste: 11,47,336,443Conceicño, Carolina Eva da: 318
Condiliac, Étienne Bonnot de: 149,150,192,201,220
Condorcet, Nicolas de: 197Connelley, Owen: 222
Constant, Benjamín: 38, 123,176, 2]5, 253
Contreras, Francisco: 546, 547, 554, 556-558,562,564
Copérnico, Nicolás: 58,71
Coppéc, Prancois: 452
Córdova, Arnaldo: 445
Corneille, Pierre: 63
Corral, Ramón: 450,460,461Cortés, Hernán: 60, 222
Cortesáo, Jaime: 292,302
Cosa, Juan de la: 292
Cosío Villegas, Daniel: ]4, 445
Costa, Cláudio Manuel da: 105-107, 111,
112,114
Costa, Hipólito José da: 115Coto Paúl: 343
Coutinho, Afránio: 98
Covarrubias, Sebastián de: 82
Crecl, Enrique: 445, 461Crens, Isabel: 470
Cruz, Anne: 84-86
Cruz, Guilherme da: 318
Cruz, Juana Inés de la: 42, 55, 63Cruz, Luis de la: 300
Cruz, Ramón de la: 63
Cruz e So usa, Ioño: 44, 317-323,326-332Cuauhtémoc, rey azteca: 130
Cueva, Juan de la: 62
CuUen Bryant, William: 223
Cunha, Euclides da: 385
Cunill Grau, Pedro: 150
Curiel, G.: 406, 407
Cussen, Antonio: 420
Darlo, Rubén: 12, 41, 48, 504, 510, 514,518,
523-543, 547,549,550,553-556,558-563Darwin, Charles: 319, 350
Daunou, Pierre: 192, 196-198
Dávalos y Pigueroa, Diego: 87, 88, 90De Paw,Corneille: 295
Debray, Régis: 15,48
Debret, lean Baptiste: 373
Delgado, Francisco: 415
Descartes, Rcné: 58, 71, 192
Desterro, Antonio do: lOl
Destutt de Tracy: 185,188, 192, 193,
196-]98,201
Devoto, Fernando: 402
Días Pais, Perneo: 108
Díaz, Leopoldo: 529
Díaz, Porfirio: 47, 177,182,341, 407, 441
443,446-454,456-458,460,462,463Dlaz, Ruy: 299
Díaz de Espada y Landa, Juan José,
obispo: 220
Díaz de Gamarra y Dávalos, Benito: 71Díaz Dufóo, Carlos: 534
Díaz Rodríguez, Manuel: 339, 528,
534,548
Díaz Romero, Eugenio: 528, 548, 554
Didapp, Pedro: 457
Díez Gutiérrez, Pedro: 448, 461
Dinwiddy, Iohn: 194, 195Dolhnicoff, Miriam: 371
Domínguez, Miguel: 212
Domínguez Michael, Christopher:
130,217,218
Dominici, Pedro César: 534, 548Donoso Cortés, Juan: 279
Doratioto, Francisco: 378
Drago, Luis María: 478
Drake, Francis: 91
Dreyfus, Alfred: 21, 53, 99, 449-455, 458,461, 518
Dubois, lean: 220
Duby, Georges: 309
Dumas, Alejandro: 239
Dumont, Btienne: 194
Durbec Routin, Josefina: 470
Durkheim, Bmile: 350
Echagüe, Juan Pablo: 548
Echeverrla, Esteban: 16, 300, 346, 429
Edwards Bello, Joaquín: 547
Egaña, Juan de: 124, 258, 259, 417
Egaña, Mariano: 434
Egido, Aurora: 86
Bguiara y Bguren, Juan José de: 77,556Elhuyar, Fausto de: 77
Elliott, Iohn H.: 85
Enrique el Navegante: 292
Brcilla, Alonso de: 31, 62
Escalona Arguinzonis, Rafael: 150Escardó, F1orencio: 281
España, José María: 149
Espejo, Juan Nepomuceno: 424,433,
437,442
Espinosa Medrana, Juan de: 62
Esposito, Fabio: 509Estévez,Felipe: 220
Estrada, Angel de: 548
Eyzaguirre, Víctor: 433
Ezpeleta, José de: 125
Falcao Espalter, Mario: 337
Falcón, Antonio: 88
Falcón, Ricardo: 21
Fanon, Franz: 312
Parini, Juan Angel: 302
Fausto, Boris: 369
Febvrc, L.: 269
Peijóo, María del Carmen: 480
Felipe II: 54,74,75,85,294Felipe III: 85
Fell, Eve-Marie: 350Pernández, Duarte: 77
Fernández de Agüero, Juan: 199, 201, 202
Fernández Concha, Domingo: 416
Pernández de Echeverria y Veytia: 297
Peméndez de Lizardi, José Joaquín: 35,
46,227-229,232,233,398Pemándcz de Oviedo, Gonzalo: 68
Fernández del Castillo, Manuel: 307
Fernández Garfias, Antonio: 427
Pemández Madrid, José: 218
Fernández Moreno, Baldomero: 556
Fernando VI: 296
Fernando VII: 134, 140, 207, 210, 221,348Ferri, Enrique: 482
Pigari, Pedro: 548
Figueroa, Francisco de: 88
Pilangieri, Gaetano: ]36, 139, 140, 172,
215,219
Pirbas, Paul: 87
Fisher, Agustín: 307
Flores, Juan José: 137, 214Flores Magón, Enrique: 456
Flores Magón, Jesús: 456
Flores Magón, Ricardo: 456
Fohlen, Claude: 217
Ponscca, Isidoro da: 101
578 I HISIORIA DE lOS INTELECTlJAlES EN AMÉRICA LATINA íNDICE DE NOMBRES I 579
Fontana, B. M.: 195
Porment, Carlos: 38, 245, 246, 250, 390,
391,394Port. Paul: 548,558Poulché-Dclbosc, Raymond: 561
Fragueiro, Mariano: 415
Prance, Anatole: 563
Francisco 11: 375
Franco, Constantino: 479Franco, Hernán: 73
Franco, lean: 23
Pranklin, Benjamín: 215-217,322
Fray Mocho, José Alvarez, conocido
como: 509, 5Il, 512Preyre, Gilberto: 315
Frías, Félix: 414, 416, 422, 423, 436Priederici, Georg: 18
Prieiro, Eduardo: 102
Frugoni, Emilio: 17Puenclara, Pedro de Cebrián y Agustín,
conde de: 295, 296Puller, Catherine: 196
Punes, Gregorio: 187, 246, 299
Puret, Prancois: 245, 442
Furtado, Joaci P.: Il3
Gaboto, Sebastién: 294
Gairén Bohórquez, Julio: 177, 178
Galeno de Pérgamo: 69
Oalllei, Galileo: 58,71,7')
GaUagher, M.: 159
Gallardo Alvarez, Luisa: 470
Galtier, Lisandro Z.: 529
Gálvez, Juan de: 88
Gálvez, Manuel: SIl, 512,556, 560
Gamio.Manuel: 444Carcés, Enrique: 88, 89
Careta, Baldomero: 300
Garda, Manuel: 199
Garda Bedoya, Carlos: 80
Garcia-Bryce, L: 39°,391,400,41
Careta Calderón, Francisco: 335,336, 339,
546,547,549-554, 560, 563, 565Careta Calderón, José: 564
Garcfa Calderón, Ventura: 547, 549, 550,
553,554,557,562,564García de Palacio, Diego: 71
Garcla del Río, luan: 430, 432
García Godoy, Francisco: 561
Garcla Icazbalceta, Joaquín: 304,
3°7,309
Careta Mérou, Martín: 501, S09, 515
García Reyes, Antonio: 429, 430
Carctadiego Dentas, Javier: 444
Garibaldi, Giuseppe: 404Garmendia, Luisa: 415
Garretón, Manuel Antonio: 25
Gauchet, M.: 244,260
Gazmuri, c.:251,390
Gerard, Srephen: 218
Gerbi, Antonello: 291, 293, 295
Ghiraldo, Alberto: 514, 529
Ciasson, Patrice: 297Gibbon, Edward: 269
Gil Portoul, José: 182,337,344,351,
528,534
Ginzburg, Carlo: 269
Giusti, Roberto: 12, 511
Gladel, Luisa: 470
Gobineau, Ioseph Arthur de: 350
Godoy, Armando: 546
Godoy, Juan Alberto: 415
Godoy, Manuel: 127
Godoy Urzúa, Hernán: 417
Coldman, Noemf 140
Gomes Preire de Andrade, conde de
Bobadela: 103, 104
Comes, Agostinho: 102
Gómez, luan Carlos: 279
Cómez, Juan Vicente: 47, 182, 337,
342, 528Gómez, L.: 337
Córnea, Valentín: 187,199
Cómez Carrillo, Enrique: 504, 531,535,
547,550,551,554,558-562,564
Concalves de Magalháes, Domingos: 373
Goncalvcs Dias, Antonio: 373
Goncalves Ledo, Ioaquim: 369
Góngora y Argote, Luis de: 558
Gonzaga, Tomás Antonio: 105, 106,
I!2-114
Conzalez, Joaquín V.: 275, 285
Gonzálcz, Juan V.: 356
Gonzalez, María Josefa: 470González Acosta, Alejandro: 222
González Bernaldo de Quiroz, P.:245,390
Conzélez Martínez, Enrique: '>56
Gonzálcz Prada, Manuel: 21,335,342González Sanchez, Carlos Alberto: 82
Goren, Yael Bitrán: 218
Corki, Máximo: 541Gorriti, Juana Manuela: 43, 46
Goupil, Bugene: 297Courdoux-Daux, J. H.: 218
Gourmont, Remy de: 554, 558
Graciano: 170
Graham, Mary: 470Gramsci, Antonio: 95, 399, 402
Granados, Aimer: 206
Grandmontagne, Francisco: 528
Grases, Pedro: 146, 147, 160
Grocio, Hugo: 172,215
Gross, Antoine-Iean- 373
Croussac, Paul: 300, 509, 556Cruzínski, Serge: 61,81
Cual, Manuel: 149
Gual, Pedro: 2]]Güemes y Horcasitas, Juan Francisco
de: 296Guerra, Prancois-Xavier: 147, 156, 157,
2°7,243,245,388,39°,418
Guerra, Rosa: 466Guerrero, Vicente: 212,466
Guibovich Pérez, Pedro: 82
Ouimarñes, Luis: 561
Güiraldes, Ricardo: 548, 556, 559Guitérrez, Juan María: 201
Guizot, Prancois: 196, 284, 561
Gumplowicz, Ludwig: 350
Curiérrez, Carlos: 508Gutiérrez, Enrique: 49, 503, 504, 505-510,
518,519
Cutiérrez, José María: 41, 506
Gutiérrez, Juan María: 16, 187, 188, 189,
192,285,390,430,414,416,429,533Gutiérrez de Padilla, Juan: 73
Gutiérrez Girardot, Rafael: 18, 334, 336
Gutiérrez Nájera, Manuel: 5°4,525-527,
534,535Guzmán Blanco, Antonio: 337, 338, 342
lIabernnas, lürgen:38,245,388, 498
Hale, Charles: 444, 449Halperin Donghi, Tulio: 20, 140, 200, 201,
207,246,263,335,398,399,536,537Hampc-Marttnez, Tcodoro: 82
Harrington, James: 324
Harvey, Robert: 207
Harwich Valenilla, Nikita: 336, 349, 350Haya de la Torre, Víctor Raúl: 10, 563-565
Hazard, Paul: 95
Hazlitt, William: 194
Heineccius: 171,172, 178, 180
Henriquez, Camilo: 187, 258Henrtquez Ureña, Pedro: 16, 553, 561
Heredia, José María: 215, 218, 222,
3°7,563Hernández, Francisco: 74
Hernéndez Travieso, Antonio: 223Hernéndez y Dávalos, Juan Evaristo: 304
Herrera, DaTÍo: 528
Herrera, José Manuel: 211
Herrera, 1. A. de: 272Herrera de Toro, Emilia: 416
Herrera y Reissig, Julio: 560
Hidalgo, Miguel: 208,347
Hidalgo de Cisneros, Baltasar: 89,140
Hipócrates de Cas: 69
Hobsbawm, Eric: 24
Hojeda, Diego de: 88
Holland, lord: 195Holmes, Augusta: 530
Horacio: 541Hostos, Eugenio María de: 16
Hugo, Victor: 239, 254, 429Huidobro, Vicente: 546, 548, 561
Humboldt, Alexander von: 55, 71, 76, 77,
257,295,297Hunter, Beatriz c.: 470Hurtel, Iean Francois: 218, 219
Hutcheon.L: 330
Ibsen, Henrik: 532
IIIades, c. 391
Imaz, José Luis de: 178
Infante, José Miguel: 434Ingenieros, losé: 21,335,350,529,551,561
Irisarri, Antonio losé: 124Irisarri, Hemógenes de: 415
Isnardi, Francisco: 146, 159-162Iturbide, Agustín de: 132, 209-211, 215,228
jacob, Max:548
Iairnes Freyre, Ricardo: 529, 535
laksic, Iván: 251, 253, 254
580 I HiSTORIA DE LOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA íNDICE DE NDMBRES I 581
James, WilJiam: 552Iancsó, Istvan: 104
Iardi, Leandro: 470
lauralde Pou: 85, 86
Jaures, lean: 563
Iefferson, Thornas: 206,215,223Jerusalén, Ignacio de: 73
Iiménez, Juan Ramón: 540
Iober, J. c.: 251
José Bonifacio: 45,366,367-372,374,381José 1:105
Ioseph, Gilbert: 445
Jouhaud, Christian: 84
Iovellanos, Gaspar Me1chor de: 140, 56]Juan V: 104
Juan VI: 102,210,271,368
Juan y Santacilia, Jorge: 74
Iuarez Celman, Miguel: 498
Iuarez, Benito: 406, 443, 451, 456, 457Iustiniano: 170
Justo, Juan B.: 48
Kant, Immanucl: 215
Kanror, tris: 104, 108, 112
Kaplan. Marcos: 207
Katz, Friedrich: 441 n., 444, 447Kcnnedy, George: 237
Keplcr, Iohannes: 71
Khan, Custave: 558
King, WilIard E: 84
Kino, Eusebio Francisco: 71,76
Kinsborough, lord: 298
Kircher, Athanasius. 130
Korn, Alejandro: 17, lRR
Koselleck, Reinhart: 388
Kouri, Emilio: 444Krauze, Corinne: 46]
Krauze. Enrique: 443
LaCondamine, Charles Marie de:
74,294Laboulayc, Édouard René Lefevrc de: 350
Lacra, Alejandra: 497,500, 507
Lafayctte, marqués de la: 196, 222
Lafinur, Juan Crisóstomo: 186-189, 191,]9 2,202,430
Lafragua, José María: 239, 304
Lamartine, Alphonse de: 254, 270, 561
Lamas, Andrés: 274, 278, 282, 299, 346
Lamb, Jaime: ]59, ]60-162
Langlois, Charles-Vicror: 350
Lanteri, Iulieta: 470,473,481,483Lapa, M. R.: 114
Laperriere de Colón, Gabriela: 478Lara, Silvia H.: 104
Larbaud, Valéry: 555,557-559Larra, Mariano José de: 239Larrañaga, Dámaso de: ]24
Larrea, Antonio: 507
Larrca, Juan: 561
Larreta, Enrique: 548, 549, 558, 560
Las Casas, Bartolomé de: 31, 64, 132, 219
Las Heras, Juan Gregario de: 4]5, 416Lasarte, Javier: 147
Lastarria, José Victorino: 251-254, 261,
262,264,414,416,419,420,432,434,435,437,561
Latasa Vassallo, Pilar: 80
Latorre, Lorenzo: 279
Lautréamont, Isidore Lucien Ducasse,conde de: 532
Lavalle,Juan: 413Lavoisier, Antoine: 33
Lavrin, Asunción: 480
Le Bon, Gustave: 350
Le Goff, Iacques: 95
Le Play, Frédéric: 279,284
Leal, c.: 166
Leal, Jldefonso: 147-]49
Lempériere, Annick: 156, 231,245, 257,260,388,390
León Pinelo, Antonio de: 55,74,77,91León XIII: 451
León y Gama, Antonio de: 33, 297Leonard, 1rving: 82
Lepenies, Wolf: 15
Lerdo de Tejada, Sebastián: 447,451Lerner, Isaías: 79Letelier, Valentín: ]81
Levene, Ricardo: 172
Levillier, Roberto: 292
Leyva, Iulién de: 299
Lima Barreto, Henrique de: 44, 314, 315,
317,319-323,328-332
Lima Barreta, Manuel Ioaquim de: 319
Limantour, José Yves: 444-446, 448, 449,
454,455,458,460-462Lindner, Luis: 77
Linnco, Carlos: 59Lisboa, [oáo Francisco: 271, 272
Llspector, Ciarice: 43
Llanos, Julio: 509
Lloyd, Iane-Dalc: 447
Loaysa, José Jorge: 486
Lockc, Iohn: 150, 172, 192, 215,220
Lockhart, James: 85
Lohmann Villena, Guillermo: 82, 86, 87
Lombardo Toledano, Vicente: 14, 230
Lombroso, Cesare: 518, 519
London, Iack: 562
López.Blvira: 47], 472l.ópez, E: 148
López, Lucio V.: 509
López, Vicente Pidel: 46, 272, 275, 278,
414,416,429,431,432,434,436,497Lópcz Bohórquez, Alí E.: 172
López de Legazpi, Miguel: 75
López de Villalobos, Ruy: 75
López Rayón, Ignacio: 208
López y Planes, Vicente: 302Lópcz-Ocón, Leoncio: 290
Loreto Couto: 108,418
Loureiro, Rui Manuel: 81
Lozano, Jorge Tadeo: 128
Lozano, Pedro: 299
Luca, Esteban de: 187
Lugones, Leopoldo: 513,514,528,529,
535,541,548,560,561
Lynch, Iohn: 207
Lyra, Maria de Lourdes: 98
Mabillon, Iean: 269
Mably, Gabriel Bonnot de: 172,215
Macedo, Ioaquim Manuel de: 373
Maccdo, Pablo: 448,461
Machado, Antonio: 540, 541
Machado, Manuel: 540, 541
Machado de Assis, Ioaquim: 46,314,315,
365,382,561
Mackintosh, James: 195
Madero, Francisco: 442, 445, 458, 460Madison, James: 2]5, 216
Madre de Deus, Gaspar da: 107, 108, 110
Maeterlinck, Maurice: 548, 558
Magalháes lr., R.: 318,327
Magallanes, Fernando de: 75
Maistre, Ioscph de: 279
Malaspina, Alejandro: 295Mallarmé, Stéphane: 558
Manin, Bcrnard: 214
Mannheim, Karl: 19
Mansilla, Lucio v.: 500
Manzanero, José Luis: 44
Maquiavelo, Nicolás: 219
Marichal, Carlos: 206
Marinctti, Pilippo Tomrnasso: 557
Mármol, José: 46, 497, 505
Marsal, Juan E: 22Martel, [ulián: 5]]
Martí, José: 513,342-344, 346, 352, 523,
524,526,534,535,541
Martín, Aimé: 433
Martinenche, Brnest: 561
Martfnez, Indalecio: 415
Marrinez, Manuel Guillermo: 304
Martínez Campos, general: 524
Martíncz de Lantero, Adelina: 470
Marx, Karl: 94
Matos, Gregório de: 97
Matoso, K.: 318
Maurras, Charles: 555,557
Maveroff, Achille: 403
Maxirniliano de Habsburgo: 306, 443, 451Maxwell, Kenneth: 106
Maza, Íñigo de la: ]78
Maziel, Juan Baltasar: 299
Mazín, Óscar: 56, 73
Mazzini, Giuseppe: 279,404
McEvoy, Carmen: 390
Meade, Richard: 218Medina, Bartolomé de: 76
Medina, José Toribio: 296
Medrana, Mariano: 199
Meirelles, Cecilia: 43
Melgar, Ramón: 485
Mello e Souza, Laura de: 98
Mello, Evaldo Cabral de: 107, 108, 1ll
Melo, losé Santiago de: 415Mendes, Catulle: 548
Mendieta y Núñez, Lucio: 176
Mendoza, Daniel: 345
Mendy, Margarita G. de: 470
Meneses, Rodrigo José de: 106
Mercator, Miguel: 293Merlín, Hélene: 84
Mexía de Pcrnangil, Diego: 82, 87-90
582 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA ¡NO ICE DE NOMBRES I 583
Mcyer Gonzálcz, Manuel: 479, 499,
501,507
Miceli, Sergio: 314
Michelcna, Mariano: 212
Mignet, E: 285,286
Miliaru, Domingo: 337
Mill, James: 185, 193, 195, 198
Miller, Shannon: 84
Mina, Francisco Javier: 132, 222
Minvielle, Rafael: 428
Miomandre, Prancis de: 559
Mirabeau, Victor Riqueti, marqués
de: 197
Miralla, José Antonio: 218
Miramontes y Zuázola, Juan
de: 88,90
Miranda, Francisco de: 123,125, 127, 145,
146,148,1 65,205,343
Miró, José: 5Il
Miró Quesada, Aurelio 87
Mistral, Cabricla: 43, 548, 565
Mitre, Bartolomé: 46, 238, 269~289, 299,
302-304,3°8,414,415,498,515
Melina, Juan: 34, 122
Molina, Olegario: 445, 460, 461
Melina Enriquez, Andrés: 444
Molinos del Campo, Francisco: 228
Molloy, Sylvia: 558
Momigliano, Armando: 269,271
Monges, Ignacio: 518, 519
Monroc, James: 206, 218, 219, 382, 551
Monsiváis, Carlos: 14
Montavo, Ana A. de: 470, 561
Monteagudo, Bernardino: 124
Monteiro, Rodrigo B.: 101
Monterroyo Mascarenhas, J. E: 109
Montes de Oca, Pedro de: 88
Montesclaros, marqués de: 83
Montesquieu: 102, 136, 139, 163, 172, 214,
215, 219, 220, 269 , 343
Monteverdc, Domingo: 165, 166
Montt, Manuel: 412, 420
Moore, E. R.: 223
Mora, José María Luis: 35, 46, 124,
228- 23°,234,306,398
Moraes, Rubens B. de: 101
Morales, Francisco Tomás: 356, 357
Morante, Ambrosio: 187
Moréas, lean: 548, 563
Moreau de Justo, Alicia: 470, 473
Moreira, Juan: 49,5°7
Morelos, José María: 205, 208, 459
Moreno, Gabriel René: 336
Moreno, Manuel: 138, 187
Moreno, María: 259
Moreno, Mariano: 35, 123, 124, 138-141,
177,205,56]
Moreno, Francisco Pascasio,
perito: 294
Moreno Anguinosa, Manuel: 138
Moreto y Cavana, Agustín: 63
Morillo, Pablo: 181
Moro, César: 564
Muecke, U.: 390, 400, 401
Muller, Charles: 319
Muñoz, Juan Bautista: 296, 298
Muratori, Ludovico Antonio: 275
Murger, Henn: 562
Murguía, Clemente Jesús: 406
MuriJlo Velarde, Pedro: 176
Murillo, Gcrardo, conocido como"Dr. Atl": 548
Mutis, José Celestino: 125,295
Muzart, Z. L.: 326, 327
Myers, Jorge: 185, 200, 206, 302, 390, 394,
441 n.
Nabuco, Ioaquim: 45, 46, 325, 326, 329,
332,366.378-384
Nabuco de Araúio, José Tomás:
379>380
Nariño, Antonio: 36, 124-126, 128-131,
133,139
Navarro, Luis T: 415, 442
Navas, M. R.: 488
Nebrija, Elio Antonio de: 59
Neper, Iohn: 71
Nervo, Amado: 535, 547, 549. 560, 562
Neves, Guilherme P.das: 100, 102
Newman, J.: 221
Newton, Isaac: 58.150
Nietzsche, Priedrich: 532
Noailles.Ana de: 558
NoetzJin, Edouard: 461
Nor~au,Max: 454
Nováis, Fernando: 95, 102
Núñez, Ignacio: 36, 176. 199, 418
Núñez de Miranda, Antonio: 68
O'Donojú, Juan: 210
O'Gorman, Edmundo: 205, 2°7. 290,
292,294,295
Obligado, Rafael: 12
Ocampo, Gabriel: 415,443
Ocampo, Melchor: 46
Ocampo, Victoria: 43
Ohnet, M.: 527Olañeta, Casimiro: 415
Olavide, Juan Pablo de: 124
Olivcira Lima, Manuel de: 97,369,
31h,552
Oliveira Vianna, F. J. de: 313
Olivera, Carlos: 442, 477, 478
Olmedo, José Joaquín: 134
Oña, Pedro de: 82, 87, 88, 90
Oñate.Iuan de: 76
Orejón y Aparicio, José de: 73
Orgaz, Raúl: 429, 561
Oribe, Manuel: 318
Oro, Domingo: 415
Orozco y Berra, Manuel: 304,
306,307
Orrego Luco, Augsuto: 416
Ortiz Vélez, Pedro: 415
Otero, Mariano: 46
Oxenham, Iohn: 91
Pablo IV, papa: 72
Pacheco, León: 551
Paes Barreto, Prancisco: 379Páez, José Antonio: 342, 347, 355-357
Pagdcn, Anthony: 207Paine, Thomas: 190, 206, 215, 219
Palavicini, Félix: 460
Palma, Ricardo: 533Palti, Elias: 205, 230, 390-392, 395
Pani, Erika: 406,4°7
Pardo, Manuel: 401
Pardo, Miguel Eduardo: 337-339
Parra, Teresa de la: 565
Paso y Troncoso, Francisco del: 296
Pastormerlo, Sergio: 508
Patout, Paulette: 549,559
Paúl, Felipe Permín: 181Paula Castañeda, Francisco de: 189, 190,
199,200Paula Santander, Francisco de: 124, 129
Payno, Manuel: 2.\9
Payró, Roberto: 500, 503-506. 509,
511-518, 520, 529,
Paz, Octavio: 14
Pazos, Vicente, conocido como
"Kanki": 124
Pedro el Grande: 375
Pedro 1: 317,364,370Pedro 11: 36,273,278,281,326,364,365,
367,372-378
Peláez y Tapia, José: 418
Peralta y Barnuevo, Pedro de: 63, 91
Peralta Ruiz, Víctor: 219, 220
Pcreira Reboucas, Gaspar: 318
Pércz, J. G.: 211
Pérez, José María: 486
Pérez Ángel, Luis: 88
Pérez Bonalde, Juan Antonio: 524
Pérez Bonany,Alfonso: 218
Pérez Perdomo, Rogelio: 169, 170, 173,
176-178
Pérez Petit, Víctor: 561
Pérez Rincón, Cristóbal: 88
Pérez Rosales, Vicente: 415
Pesado, José Joaquín: 239
Pczzi, Felipe: 404Pezzí, Gaetano: 403-405, 408
Piaggio, Juan A.: 509
Piar, Manuel: 351
Piccato, P.: 397
Pichardo, José: 297Picón Salas, Mariano: 15,3 2,34,35,339,
342,350
Picot, E: 381Piedra, Bpigmenio de la: 214
Pillement, Georges: 559
Pineda, Rosendo: 448, 461
Pinilla, Norberto: 431
Pino, Alberto Tauro del: 87
Pino lturrieta, Elías: 147, 148, 337
Pinto, Enriqueta: 415
Pinto, Francisco Antonio: 214,415
Piñeiro, Miguel: 415
Piquet, Julio: 511,517,520
Pivel Devoto de Bauzé, Juan: 272, 278,
281, 283
Pizarra, Gonzalo: 60
Place, Francis: 194Plácido, Gabriel de la Concepción
Valdés, conocido como: 44
584 I HISTORIA DE lOS INTElE(TUAlES EN AMÉRICA LATINAíNDICE DE NOMBRES I 585
Platón: 202
Plaza, Elena: 147-]49,336,340-.142,
349,354Poblere, Juan: 501
Pocock, J. G. A.: 324
Poe, Edgar Allan: 532
Pornbal, marqués de: 102,368
Ponce, Aníbal: 563
Porres Osor¡o, Juan de: 70
Portales, Diego: 253,413,4]8,423
Portilla y Agüero, Juan de 88
Porto-Alegre, Manuel de, barón
de Santo Ángelo: 45,366,372-378
Prado, Pedro: 556
Pradt, Dominique de: 132,185, ]93, 196, 210
Pratt, Mary Louise: 372
Prescott, William: 309
Pricstlcy, Joscph: 33
Prieto, Adolfo: 501Prieto, Guillermo: 46
Ptolomco: 292
Quaritch, Bernard: 307
Quesada, Ernesto: 394, 471, 498,5°0,
501, 509
Quevedo, Francisco de: 63
Quintana, Juan Nepomuceno: 163
Quintana Roó, Andrés: 124
Quiroga, Horacio: 511,513,514
Rebasa, Emilio: 182,335,395,398,406,444
Rama, Ángel: 18-20, 32, ]47, 334, 419,
528,53 1
Ramfrez.Andrés Piorencio: 191
Ramtrez, Antonino: 470
Ramírez, Carlos María: 278
Ramírcz, Ignacio: 227,236,398
Ramírez, José Fernando: 304-307
Ramos, Julio: 18,20,35°,393,397,421,
427,505
Ramos Arizpe y Lavalle, Miguel: 215
Ramos Mejía, José María: 552
Ratzel, Pricdrich: 350
Ravel, E1an: 478,479
Raynal, Cuillaume: 215
Real de Azúa, Carlos: 272
Rebelo, Luis: 99
Reboucas, André: 44, 317-332
Reboucas, Antonio: 317, 318, 320
Reina, Leticia: 447
Rejón, Manuel Crescencio: 124
Remer, Rosalind: 217
Renan, Ernest: 350
Renato II de Lorene: 292
Rcverdy,Pierrc: 548, 557, 561
Reyes, Alfonso: 10, ]6, 548, 549, 553,
557-559,561,563,564
Reyes Marrero, Baltasar de los: 150
Rhazes: 69
Ribero, Diego: 293
Rice, Jacqucline Ann: 448
Rieux, Luis de: 126
Río, Andrés del: 33, 77
Ripalda. Jerónimo: 150
Riva Agüero, José de la: 336, 561
Rivadavia, Bernardino- 137,184,187,
192-203,3°0
Rivas,Carlos: 448
Rivas Bravo, Noel: 530
Rivas Salmón, Hilario de: 221
Rivera, Diego: 505, 548
Rivera Jndarte, José: J03
Rivet, Paul: 291
Roca, Julio Argentino: 518, 519
Rocafucrte, Vicente: J6, 40, 41, 124,
133-137,139,206, 215,217,219,220,
222,223
Rocha, Sóstencs: 44~Rocha Pilla, Sebastiáo da: 101, 110, III
Rodó, José Enrique: 16,17,2],335,346,
429,535,539,549,551,552,556,559,
560,56 1
Rodríguez, Diego: 71
Rodríguez, Enrique: 415
Rodríguez, Simón: ]31, 150, 152,341,342,
344,345Rodríguez de Bejarano y Lavayén, María
Josefa Teda: ]33
Rodríguez de San Miguel: 177
Rodríguez Gamarra, Alonso: 90
Rodríguez Garrido, José Antonio: 80
Rodríguez O., Jaime: 136, 207, 215, 218
Rodríguez Peña, Nicolás: 415, 416
Rojas, Rafael: 132, 1]6, 228, 421, 422
Rojas, Ricardo: 505, 508, 512, 560
Roldan, Belisar¡o: 478
Reman, Claudia: 497, 508
Rornciro, Adrlana: 101
Romero, José Luis: 12,279,416
Romero, Silvia: 201, 335, 380, 390
Romero Rubio, Manuel: 4.51, 452
Romilly, Samuel: 195
Roncari, Luís: 97, 98
Rooscvelt, Thcodore: 537
Rosanvallon, Pierre: 284
Rosas, Juan Manuel de: 180,25°,252,274,
275,302,303,338,394,413,416,436,
466,497Roscio, Juan Germán: 162,163, 165,173,
179,218, 219
Rose, Sonia: 82, 87Rousseau, Iean-Iacqucs: 136, 139, 140, 149,
163,164,172,189, 190, 215,344, 354, 426
Rucquoi, Adelinc: 54
Rueda, Salvador: 442, 540
Ruiz de Alarcón, Juan: 55,63
Russel Smith, Iohn: 303Russell-Wood, A. J. R.: 108
Sá Barrero, Ana Benigna de: 379
Saavedra y Cerón, Alvaro de: 75
Sabato, Hilda: 387, 390-392, 394, 397, 402,
403,418
Sabor, 1.: 275,3°2,3°3
Saco, José Antonio: 223
Sáenz, Antonio: 201
Sahagún, Bemardino de: 60,68,74,296
Saint-Simon: 196
Salamanca, Francisco de: 73
Salanova, Teresa: 470, 484
Salas, Juan de: 171
Salas, Julio César: 561
Salas, Manuel de: 254-259
Salceda, Pablo: 68
Salcedo Víllandrado, Juan de: 88
Salgado Cuimarács, M.: 273
Salinas, Pedro: 550
Salinas Alvarez, Cecilia: 418
Salles Torres Homem, Francisco de: 373
Salvoechea, Permin: 529
San Martín, José de: 209,538
Sánchcz.Iosé; 84
Sénchcz, Luis Alberto: 17, 89
Sánchez, Miguel: 62
Sánchez de Mandevillc, Mariquita: 43
Sand. Gcorges: 497Sanfucntcs, Sulvudor: 414. 42 l)
Sanin Cano, Baldomero: 561
Santa Anna, Antonio L. de: 212, 305, 451
Santa Col ama, Gaspar de: 299
Santa María, Miguel: 210-2]3, 215
Santos, E.: 337
Santos, Máximo: 279
Santos, Rita Brasília dos: 318
Santos Chocano, José: 547, 556, 560, 562
Santos Tornero: 417
Sanz, Miguel José: 353
Sarlo, Beatriz: 5Il, 513, 516Sarmiento, Domingo Paustino: ]5, 16, 36,
41,43,45,46,180,246,252,254-256,
263,270,322,345,346,349,420-425,
428-430,432,434,436,465,466,470,
495-497,499,505
Sarmiento de Gamboa, Pedro: 75
Sárraga, Belén de: 469
Sarratea, Mariano: 415
Sastre, Marcos: 4]6
Sawa, Alejandro: 529
Say, Jean-Baptiste: 176
Schróter, Bernd: 85
gchwarcz, Lilia Moritz: 102, 322
Schwartz, Sruart B: 98,111
Schwarz, Roberto: 366
Scotr, Walter: 497
Sedeño, Luis: 88Segura Argüellcs, Prancisco: 406
Segura Argüelles, Vicente: 406
gegurola, Saturnino: 299,300
Seignobos, Charles: 350
gepúlvcda, Isidro: 206
Serrano, Sol: 178, 253
gcvcenko, N.: 329, 330
Shils, Edward: 11
Sierra, Insto: 46, 335,340, 346, 347, 4°5,
443,444,448-451,454,457,460,461,56]
Sigüenza y Góngora, Carlos: 33, 71, 296
Silva, José Asunción: 526, 534,535, 561
Simmel, Georg: 350
Skinner, Quentin: 315
Smith, Adam. 140
Soarcs de Sousa, Gabriel: 97
Solares Robles: 235
Soler, Ricaurtc: 336, 345, 346
Solórzano Pereyra, Juan de: 55, 65Somcllcra, Pedro: 201
Sordo Gcorgcs: -,So
586 I HISTORIA DE lOS INTElECTUALES EN AMÉRICA lATINAíNDice OC NOMBRCI í 587
Soublettc, Carlos: 2It
Sousa, Antonio Caetano de: 109
Sousa Coutinho, Aureliano de: 374
Sousa Coutinho, Rodrigo: 368
Sousa Silva, Ioaquim Norberto de: 96, 97Southey, Roben: 271, 283
Souza, Guilherme Xavier de: 95, 105, 107,111,318,320
Souza ReiJly, Juan José de: 550Speckman Guerra, E.: 405
Spencer, Herbert: 336, 454
Spinoza, Baruch: 102, 150, 489Spitzer, L.: 318
Squcff Leticia Ce 377Staél, madame de: 40
Stavcly, William: 220, 222
Stockhausen, Elke: 179
Strosetzki, Christoph: 84
Stuart MilI, Iohn: 253, 336, 454
Stuven, Ana María: 251,253, 254, 419, 420,425, 427
Suérez de la Torre, Laura: 235Suérez, Francisco: 68, 215
Subercaseaux, Bernardo: 147, 251,253,417,418
Sux, Alejandro: 547, 554,561, 564
Tablada, José Juan: 548Tactón, Francisco: 221
Taine, Hyppolite: 336, 350, 454Tallien, Iean-Lamberr: 128
'famayo,Franz: 548
Tansillo, Luigi: 90
Taques de Almeida Paes Leme, Pedro:107-111
Tarde, Gabriel: 552Tartaglia: 71
Taunay, Alfredo: 109, ItO, 326Tejedor, Carlos: 415
Tena Ramírez, Felipe: 208, 214Teresa Cristina: 376
Teresa de Mier, Servando: 123,130, 133,
136,139,206,213-215,217,218,220,223,246,295,30 6,345
Terrazas, canónigo: 138,139Tbomas, J.: 308
Thompson, Edward P.:95
Tillemont, Louis-SébastienLe Nain de: 269
Iocqueville, Alexis de: 38, 195, 245, 283, 552Toledo, Francisco de: 83
Tomás de Aquino: 59, 66-68
Topic, Steven C. 455Torne': 36
Toro, Fermín: 345
'lbrquemada, Juan de: 296
Torre Revello, José: 294, 295, 296, 298,300,303
Torre Villar, Ernesto de la: 306, 307
Torrejón y Velasco, Tomás de: 73Torres, Luis María: 302
Torres, Manuel: 218, 219
Torres Caicedo, José María: 16
Torres Soares Ribeiro, Eveiína: 382Trabulse, Ellas: 59, 69-71
Trelles, Manuel Ricardo: 294, 299Triboniano: 170
Trubncr: 307
'Iurín, Antonio Ricardo de: 88, 90Tzara, Tristan: 548
Ugarte, Manuel: 410, 504, 5U, 544,
547-554,558,560,563Ulloa, Antonio de: 74, 294
Unamuno, Miguel de: 523, 555, 559Urbaneja Achelpohl, Luis Manuel:
357,534
Urbina, Luis G.: 535,548Urdaneta, Andrés de: 75
Uribe Uran, Víctor Manuel: 172,178
Uslar Pietri, Arturo: 340, 341, 350, 351,565
Valdés de Cárcamo: 55
Valdivieso, Rafael Valentín: 433Valencia, Guillermo: 548
Valenzuela, Jesús: 534Valera, Juan: 527
Valle, Ana María: 138
Valle, Heliodoro Rafael: 210-213Valle, José Cecilio del: 124
Valle Caviedes, Juan del: 63
Valle Inclén, Ramón del: 540
Vallejo, César: 471, 548, 549, 551,553, 557,561,5 63, 565
Vallejos, José Joaquín, conocido como"Iotabeche'': 414
Vallenilla Lanz, Laurcano: 47, 33S-3J8,340-358,561
Vallete, Alfred: 558
Valobra, Adriana: 465
Varas, Antonio: 412, 425
Varela, Félix: 41, 124, 206, 215,217, 218,
220- 223
Varela, Plorcncio: 36, 275, 303, 398Varela, Héctor: 398
Varela, José Pedro: 43
Varcla, Juan Cruz: 187, 188, 199Varela Domínguez de Ghioldi, Delfina:
187,192,198
Vargas Vila, José María: 531, 534, 535,
547,551Varnhagen, Francisco: 269-289
Várzca, Virgílio: 327
Vasallo, Alejandra: 480
Vasconcelos, José: 14,17,558,561,562,564
Vasseur, Armando: 528
Vaz de Caminha, Pero: 97
Vedia, Agustín de: 398Vega, Garcilaso de la: 62
Vega, Inca Garcilaso de la: 55, 60, 61
Venancio Filho, Alberto: 179
Verissimo, José: 561
Veracruz, Alonso de la: 70
Verde Casanova, Ana: 290
Verlaine, Paul: 532, 536Vespucci, Américo: 292
Vespucci, Juan: 292, 294
Viala, Alain: 84
Vico, Giambattista: 296
Victoria, Guadalupe: 213,230
Vicuña, Manuel: 433Vicuña Mackenna, Benjamín: 46, 277,
304,415,416
Vidaurre, Manuel Lorenzo de: 206, 215,
217-220, 223
Vieira, Antonio: 31, 33, 97, 101Vieira da Silva, Luís: 102
Vieyra Sánchez: 408
Vieytes, Luis Hipólito: 259
Villa, Francisco: 459, 460, 536Villalta, Luís Carlos: 100,102
Villanucva y Francesconi, Mariano:
406-408
Villarroel y Coruña, Gaspar de: 87, 88
Villegas, Abelardo: 336
Vinnius: 171
Viñas, David: 498
Viscardo y Guzmán, Juan Pablo: 123,127
Vitale, Luis: 469
Vitoria, Francisco de: 64, 215
Viya y Cosfo, Manuel de: 214
Volney, conde de: ]90, 192
Voltaire: 102, 139, 149, 190, 215,269, 274
Wagner, Richard: 530
Waldseemüllcr, Martin: 293
Warncs, Manuela: 415
Washington, George: 215,216, 343
Weber, Max: 38
Webster, Daniel: 222
Wehling, Arno: 278, 279
Weigley, Russell F.: 217
Weill, Georges: 498
Wcinberg, Félix: 200, 430
Welch, Cheryl: 197,198
Wendhausen, Germano: 326
Werneck Vianna, L.: 322
whitrnan, Walt: 526, 556
Wilde, Osear: 526
Williams, Rayrnond: 506, s08
Williford, Miriam: 194
Woodrow Wilson, Thomas: 563
Woolf, Virginia: 483
Yanes, Francisco Javier: 180
Zaldumbide, Gonzalo: 546, 548, 549
Zamacona, Manuel de: 448
Zapata, Emiliano: 446, 458, 460
Zapata, Manuel: 415
Zarco, Francisco: 237, 405
Zarraga, Angel: 548
Zavala, Lorenzo de: 124,214,306
Zea, Leopoldo: 336
Zeballos, Estanislao: 294,3°9Zermcño, Guillermo: 68
Zola, Émile: 99,453,455,499,518,
541, 563Zorrilla, José: 239
Zorrilla de San Martín, José: 286
Zubillaga, c.: 275
Zumaya, Manuel de: 73
Zurriera, César: 21,339,341,548,551,552Zúñiga y Ontiveros, Felipe: 71