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CANTA A LA VIDA - oje.es · de una sensación, de una pena, de una alegría, de una esperanza, de un abatimiento de un anhelo o de un desencanto. “CANTANDO, SIEMPRE CANTANDO”

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“CANTANDO, SIEMPRE CANTANDO“

José Ignacio

“No hay doctrina más profunda y luminosa que la que se da cantando“

Unamuno

Para ti Educador que trabajas con el más delicado de los materiales; modelando, labrando, cincelando, limando, puliendo el carácter, las actitudes, la personalidad del niño, del joven….

Vivimos tiempos de incertidumbre, de pesimismo, de

individualismo, de ansiedad; nunca la humanidad alcanzó tales cotas de bienestar, consumismo y autocomplacencia y jamás la juventud sintió tal sentimiento de insatisfacción, jamás ejerció tanto el hedonismo y jamás estuvo tan huérfana de ideales.

Con esta publicación que llega a tus manos, pretendemos

aportar un instrumento con que colaborar en la, cada vez más difícil, tarea de la Formación de la juventud. Formación en la que, cada día que pasa, juega un papel más importante el aprovechamiento correcto del tiempo libre. El Deporte, la Cultura, el Aire Libre, las Manualidades y… la Canción, son instrumentos a utilizar, y de su inteligente uso depende en gran medida la eficacia de la labor.

Y es de la canción de lo que aquí vamos a tratar .Canción

que ha servido, sirve y servirá como Llamada – Lamento - Protesta – Jubilo – Victoria – Derrota – Mensaje….

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“CANTANDO, SIEMPRE CANTANDO”

La canción ha sido, y sigue siendo, la exteriorización de un estado de ánimo. Es, ante todo, poesía o, por mejor decir, la expresión musicada de unos versos. La canción es la traslación de una sensación, de una pena, de una alegría, de una esperanza, de un abatimiento de un anhelo o de un desencanto. “CANTANDO, SIEMPRE CANTANDO”

Esa canción colectivamente entonada, esa canción emocionalmente escuchada, esa canción jamás cantada, esa canción no nacida, esas estrofas difuminadas en el aire para nunca regresar; esos versos musicados perdidos en el valle del olvido, esos mensajes de amor, justicia, hermandad, rebeldía o esperanza que quedaron para siempre en los aires del pinar tras las ardientes veladas de los fuegos de campamento “CANTANDO, SIEMPRE CANTANDO”

Canciones que enfebrecieron a las juventudes de uno ú otro signo y condición para enfrentarse en los campos del honor en defensa de causas no siempre justas. Canciones que aunaron a otras juventudes en la búsqueda y mantenimiento de una paz siempre anhelada. Canciones que fueron bandera de otros jóvenes en demanda de cambios políticos o Sociales. Canciones que calentaron alegres jornadas o que sellaron tristes desencuentros. Canciones, en fin, que serenaron los ánimos y cicatrizaron heridas en épocas de entre-guerras. “CANTANDO, SIEMPRE CANTANDO”

Cantan los Juglares a su dama; los Ejércitos sus gestas; los Clérigos sus plegarias; los niños sus hazañas, las niñas sus sueños; los coros su armonía; las plañideras a las ánimas ausentes; los pueblos sus peculiaridades y su folclore.

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“CANTANDO, SIEMPRE CANTANDO” Se cantan, sin música, la épica, las gestas, episodios o

epopeyas; Se canta: Al héroe . Cantar del Mío Cid. A la leyenda. La Canción de Roldán. “Chansón de Roland” A la mitología. El Cantar de los Nibelungos. “Nibelungenlied” Al amor. El Cantar de los Cantares. “CANTANDO, SIEMPRE CANTANDO”.

A lo largo de nuestra ya larga experiencia en la formación de la juventud, ha sido pauta constante el uso de la canción para transmitir actitudes, creencias, comportamientos y valores.

Así, hemos intentado transmitir: A Dios. Si madrugan los arqueros, Dios ayuda a los arqueros, si madrugan los arqueros, Dios ayuda a los arqueros. A España. Adelante caminos de mi España que florecen mi paso al avanzar. todo el oro creciendo en los trigales todo el verde del monte en el pinar. A la amistad. Es bueno ser amigos mirar hacia adelante tener por horizonte la luz de un mismo sol. Saber que nos empuja

la fe del caminante, la gloria del camino, el viento del amor.

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A la justicia. Mi vida voy dejando por la España de hoy, cantando por los pueblos, justicia, paz y amor. la lucha de la OJE consiste en hacer ver que España no está hecha y aún queda por hacer. A la naturaleza. Primeros pasos ya están rayando el alba una mochila y una esperanza, los girasoles saludan la marcha, el río salta y juega en el pinar. los girasoles saludan la marcha, el río salta y juega en el pinar. A la Paz. Llevamos en la mano la lumbre de otro día, el agua del mañana, la oliva de la paz. Si vienes con nosotros pondrá nuestra alegría su cántico en las ramas de un único olivar. A la Libertad. Adelante caminos de mi España, valles, ríos, montañas hacia el mar, donde todos los vientos de la rosa

nos enseñan justicia y libertad.

Al Servicio. Pon tu tienda en la montaña cerca, muy cerca del cielo. Haz del servicio una hazaña. para que emprendas el vuelo te abre horizontes España.

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A la Aventura.. Pinta tu carreta

y ven con nosotros, pinta tu carreta y ven, como un arco iris lleno de colores, pinta tu carreta y ven.

Por aquella sonrisa, por aquella injusticia, cuántas cosas por hacer. Canta, sueña y ven conmigo a buscar la primavera, pinta tu carreta y ven.

A la Verdad: Si no puedes tu solo dame a mi tu verdad, que con ella y la mía le pondremos afán al anhelo rotundo de crecer y lograr, y que a nadie le falte paz, amor, fe y pan.

Y puesto que con Unamuno iniciamos nuestra reflexión, con el maestro finalizamos “Música es el espíritu, y la carne es letra, y toda doctrina del corazón es canto”.

“CANTANDO, SIEMPRE CANTANDO”.

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INTRODUCCIÓN

Han sido muchas las instituciones docentes o los

profesores a título particular, que en los últimos tiempos han acudido a nosotros preguntándonos acerca de nuestra experiencia educativa en múltiples campos, conocedores sin duda, del vasto número de manuales a que hemos dado lugar; algunos de ellos irrepetibles (dicho sea de paso sin pecar de inmodestia). Curiosamente siguen hoy reproduciéndose mas o menos parcialmente sin nombrar su origen.

Aquí hoy abordamos una materia aparentemente intrascendente, la canción. Nosotros, como esperamos que quede claro al final de este trabajo, lo consideramos un instrumento de primer orden para la educación en la convivencia. Como decía ya el prólogo de un viejo cancionero juvenil de la OJE “…Ya estamos juntos. ¿Qué otra cosa podemos hacer, ahora, sino cantar?”.

A la hora de estructurar la presente guía o manual, decidimos que habría de tener dos apartados diferenciados.

Una primera parte en la que una serie de profesionales relevantes, desde la autoridad que les da su experiencia, mediante documentos originales, nos introducen en el amplio y sugerente mundo de la canción, siempre bajo el mismo prisma, el docente.

Así han colaborado: Inmaculada Ros, Directora de la Escuela de Animadores

Juveniles Fernando Soto en la Comunidad Valenciana, Profesora Asociada de Pedagogía de la Universidad de Valencia, Dirigente

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en activo de la OJE; nos introduce en la educación en valores y en la importancia de los medios no formales en nuestra función como educadores.

Ismael Quintanilla, Profesor Titular de Psicología Social

de la Universidad de Valencia, conocedor profundo del mundo del voluntariado, comunicador incansable, invitado asiduo a tertulias televisivas; nos escribe de la socialización, de cómo a través de la canción se puede enseñar a compartir valores.

Ángel Corpa, amigo, cantante, compositor, fundador del

Grupo Jarcha, Autor de algunas canciones que son un hito en la reciente historia de España, y que anda por este mundo desarrollando un proyecto como el nuestro, educar a través de la canción. Él nos cuenta algo sobre las motivaciones que tiene un cantor a la de hora de componer o de cantar.

Miguel Angel Chapí, nieto del célebre Maestro Chapí,

Catedrático de Música, compositor, colaborador en distintos proyectos de enseñanza de la música en el mundo de los discapacitados, ha musicado alguna canción de OJE: nos documenta algunos ejemplos de cómo la música y la canción son vehículo de la tradición y de la cultura en general.

César Pérez de Tudela, montañero, explorador, periodista,

escritor, comunicador nato, amigo de OJE y colaborador en mil proyectos; nos ofrece su visión de cómo la canción ha sido su compañera inseparable en la aventura.

Fernando Cabañas, musicólogo, fue Director de la

Escuela de Animación Juvenil de la OJE, Fernando Soto Campos en Castilla La Mancha, compositor también de algunas canciones de OJE, y hasta hace escasas fechas Director del Conservatorio de Música de Cuenca; nos aporta su visión sobre los efectos y beneficios de cantar con otros.

A todos ellos gracias por su colaboración desinteresada y

porque han dejado en sus aportaciones algo más que su saber académico, sino parte de su buen hacer.

Hasta aquí las aportaciones que suponen el soporte documental de una segunda parte, en la que a modo de guía se

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intenta abordar, sin ánimo de ser sistemático, lo que a nuestro entender son aspectos a tener en cuenta, a la hora de planificar un trabajo educativo que intenta ser riguroso.

Lo que aquí se refleja no es fruto de la improvisación, sino el resultado de años de experiencia de muchos educadores que, en labor callada, fueron mediante su acción formadora, -en palabras del Presidente Nacional de la OJE (José Ignacio)-, reflejando en cada joven las notas características de su genio y los rasgos diferenciadores de su personalidad.

Muchos son los que han colaborado en esta segunda parte, para ellos nuestro agradecimiento por el nuevo servicio de ordenar datos y experiencias.

Con el deseo de mantener según costumbre entre nosotros, la autoría colectiva de nuestras obras, puesto que a nadie en particular sino a todos es debido el saber que aquí reflejamos, diremos que ha sido mérito de la Organización Juvenil Española, a través, tanto de los que físicamente lo realizaron como de los que así nos lo enseñaron. Y si se tiene que personalizar en alguien el mérito de haber acertado con la palabra y los acentos tanto sintácticos como anímicos, diré que lo fue de Marga, nada más. Alguien conocida así entre nosotros y que para ti lector esperamos que sus palabras reflejadas en esta guía sean motivo de aliento y de reflexión.

Nosotros, las damos por válidas. Como decía Cervantes en el Prologo del Quijote “Con

silencio grande estuve escuchando lo que mi amigo decía, y de tal manera se imprimieron en mí sus razones, que sin ponerlas en disputa, las aprobé por buenas, y de ellas mismas quise hacer este prólogo…”.

Solo nos queda desearte, querido lector, que lo escrito te sea útil y pronto halles motivo de ponerlo en práctica. Y como termina el prólogo antes citado del Quijote. “Y con esto, Dios te de salud, y a mí no me olvide. VALE.”… quien sirve, claro.

En el IV Centenario de la Primera Edición del Quijote

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Como arcilla entre mis dedos, modelando tus sonrisas,

dibujando voy mis sueños con tus alas.

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LA EDUCACIÓN DE VALORES EN LA EDUCACIÓN INFORMAL

Concepción Ros Ros Prof. Asoc. de Pedagogía del Dep. Teoría de la Educación Fac. de Filosofía y C. de la Educación - Univ. de Valencia

CONCEPTO DE EDUCACIÓN La educación es tan antigua como el hombre. El hombre como ser vivo necesita aprender para desenvolverse en el mundo cambiante en el que vive, y la educación tiene que dar respuesta a esa necesidad humana y al mismo tiempo social. Por tanto la necesidad de la educación se hace patente en la experiencia humana, la construcción de la personalidad requiere de ella. La naturaleza indeterminada necesita de la acción educadora. Entendemos la educación como un proceso que dura toda la vida. La educación surge y se encuentra vinculada al contexto sociocultural y mediatizada por circunstancias concretas. El hombre busca en la educación la optimización del ser, el desarrollo de toda su potencialidad. Castillejo (1987) entiende la educación como proceso de construcción humana, siempre referida a un patrón valioso, potenciadora de acciones, que son

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en cierto modo las que contribuyen a la estructuración del sujeto. En la misma línea Dolch (1990) entiende la educación como las interacciones humanas en la forma y medida en que, a través de las mismas, se alcanza una mejora de la conducta. Toda educación se desarrolla siempre sobre un determinado horizonte de valores. Debe centrarse en la consideración del hombre como persona. El hombre progresivamente se adapta al contexto en el que se encuentra y que él mismo, culturalmente, es capaz de configurar y modificar. En resumen la educación es un proceso de mejora del hombre, en tanto que genera la construcción del hombre como ser humano, integrado en un marco sociocultural afirmándolo, así, como ser social que va desarrollando su propia individualidad y su sentido moral mediante la interacción con otros hombres (Rius, Cánovas, 1999). CARACTERÍSTICAS DE LA EDUCACIÓN La educación, como proceso dinámico, supone una finalidad, un resultado individual o social que pretende alcanzar. Como proceso está presente en todos los momentos de la vida del hombre e implica modificación, mejora. Podemos señalar, como características de la educación: acción, propositividad, optimización e idea de mejora, contacto humano-relación con el otro , organización y sistematización.

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La educación como acción La conducta humana se basa principalmente en acciones experienciales y en acciones inteligentes. Para el hombre tiene gran importancia la experiencia, para aprender de ella como forma de adaptación a las distintas situaciones. Las acciones inteligentes son aquellas que se realizan con ayuda de la función intelectual. Si hablamos de la acción educativa, nos referimos a acciones de tipo intencional, inteligentes, que tienen como finalidad la mejora del ser humano. Son acciones voluntarias, que implican una toma de decisiones La acción educativa se sitúa dentro de las acciones inteligentes que buscan y tienden a producir el efecto propuesto (educativo), y se ajustan a unas reglas específicas de acción. Es una acción intencional que pretende conseguir un fin. Propositividad La propositividad implica conocimiento de la meta o patrón a alcanzar, deseo de alcanzarla, para lo cual, tanto el sujeto que se educa, como el agente educativo (padres, profesores, educadores…) establecen los instrumentos, técnicas y normas para conseguirlo. Es necesario pues controlar en lo posible, aquellos factores que puedan desviar el proceso de construcción personal, de la consecución de dicha meta.

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El propósito activa al hombre a conducirse y comportarse de una manera concreta, a fin de conseguir las metas propuestas de antemano. Intenta ajustar su nivel real, al nivel ideal, lo que es a lo que aspira ser, de acuerdo a un patrón propuesto, que en educación será valioso. Optimización e idea de mejora El término optimización hace referencia al logro del mejor resultado posible de cualquier actividad o proceso, a través del aprovechamiento al máximo de sus posibilidades. La educación es un sistema abierto y dinámico, es receptiva a las informaciones que provienen del entorno sociocultural; la apertura, tanto del hombre como del sistema educativo, hacen que se constituyan en un sistema cambiante, según las interacciones que se produzcan entre dichos sistemas y el entorno. Esto supone una dificultad a lo hora de determinar los valores de cada variable, pues no siempre es posible cuantificarlos, asignamos valores cualitativos, que no son fáciles de determinar. Autores como Colom (1993) y Sanvisens (1987) señalan tres métodos de optimización aplicados a la educación: Feed-back u optimización adaptativa. Se aplica con el fin de regular el proceso y conseguir que el nivel de hecho coincida de modo aceptable con el nivel deseado.

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Feed-before u optimización proyeciva: Intenta adaptarse a una meta a través del control proyectivo o de anticipación sobre la línea de actuación del sistema. Cuando se obtiene un resultado que se acerca al patrón previsto, lo que haremos es reformular un nuevo patrón o meta a alcanzar de superior complejidad y dificultad. La regulación como adaptación interno-funcional del sistema: (optimización introyectiva). Referida a la mejora del sistema educativo. Contacto humano. Relación con el otro Todo ser humano necesita unirse afectivamente a los demás, aunque sea con distinta intensidad. El comportamiento humano es un comportamiento aprendido fundamentalmente, en un contexto social. El ser humano tiene la necesidad de establecer relaciones interpersonales duraderas.

Como resultado de su interacción con otros se desarrollan patrones de percepción, actitudes y valores personales al identificar y asimilar los del grupo. Otro de los procesos que aparecen en el ser humano como consecuencia de la tendencia y necesidad de contacto humano son los procesos de imitación. Aquellos estilos educativos que permiten o suponen inhibición, abandono afectivo, inconsistencia normativa, pueden desviar el proceso educativo del sujeto, provocando la aparición de sentimientos de

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inseguridad, baja autoestima, creando dificultades y conflictos, que hacen que el sujeto no tenga una actitud de apertura que le permita resolver y enfrentarse a cualquier tipo de problemas. Organización y sistematización

Se organiza para preparar la realización de

algo, es decir, disponerlo ordenadamente con miras a una función o uso determinado. Sistematizar significa estructurar y organizar con coherencia y lógica. Debe existir una finalidad u objetivo conocido (propositividad) con el fin de ser alcanzado para que podamos hablar de organización y sistematización. Pero no podemos olvidar que aunque la educación sea un sistema organizado y sistemático, debe tener un cierto grado de flexibilidad, si no, no podría ser innovador y abierto al cambio.

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DIFERENTES ÁMBITOS DE LA EDUCACIÓN La educación abarca diferentes ámbitos, según el contexto en que se dé. Esto se debe a que la educación se ha ido extendiendo a medida que las necesidades, desarrollo y educación del hombre avanzan cubriendo parcelas que no pueden ser atendidas en la escuela. Es a partir de la década de los años setenta cuando Coombs y Ahmed (1974), utilizan y establecen las diferencias entre estos tres tipos de educación: formal, no formal e informal. Se trata de tres tipos o formas de educación que en la práctica pueden darse simultáneamente, configurando con la unión de las tres, una globalidad del hecho educativo.

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Pero es difícil definir donde empieza un tipo de educación y otro.

Educación formal La educación formal es un tipo de educación

claramente intencional que acontece en una estructura sistemática institucionalizada (Sarramona, 1995) , cronológicamente graduada y se extiende desde los primeros años de la escuela hasta la universidad. Constituye el sistema educativo de cada país

La educación formal según Quintana (1989) se

caracteriza por los siguientes aspectos: Es institucional en su actitud, consciente en su actividad, configurativa en sus propósitos, sistemática en su realización y limitada en su duración.

Además se caracteriza por ser una forma

colectiva y fundamentalmente presencial de enseñanza aprendizaje, la definición de un espacio propio (la escuela como lugar), el establecimiento de unos tiempos prefijados (horarios, calendario lectivo) la separación institucional de los roles (maestro-alumno), la preselección y ordenación de unos contenidos (currícula).

La educación formal trata de educar bajo unas

estructuras dinámicas, institucionalizadas, que intervienen directamente en el proceso educativo y actúan en tal sentido. La educación formal ofrece modelos, normas de conducta, pretende explicar

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conocimientos y valores tendentes a la acción (Quintana, 1976).

Educación no formal Educación no formal es también intencional,

metódica, con objetivos definidos pero no circunscrita a la escolaridad convencional. Se refiere a todas aquellas instituciones, actividades, medios, ámbitos de educación, que no siendo escolares, han sido creados para satisfacer determinados objetivos educativos. Puede abarcar desde programas de alfabetización no escolar, actividades de reciclaje profesional, enseñanza a distancia. También los movimientos asociativos juveniles de tiempo libre, podemos considerar que ofrecen educación no formal pues desarrollan algunos cursos de proeles, timoles y especialidades; talleres, estudios de técnicas de animación sociocultural que tienen como objetivo el perfeccionamiento de sus educadores y educandos.

La educación no formal nace como un

complemento de la enseñanza formal dentro del esfuerzo total de la enseñanza de cualquier país (Coombs, 1978).

La educación no formal es flexible en cuanto a

sus planteamientos, integra profesionales y especialistas de distintos ámbitos, y forma parte de programas con objetivos sociales más amplios.

Las características de la educación no formal

son diversas según si nos fijamos en las finalidades y objetivos que suelen ser más concretos y a corto

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plazo; los educandos son de edades muy variable, tienen un nivel de motivación intrínseca; los educadores, son profesionales de distintos ámbitos; los contenidos muy diversos y dispares; la metodología no es específica, se suelen utilizar metodologías activas e intuitivas; la evaluación más personalizada, tiende a valorar la labor realizada.

Podemos decir, que a través de la educación

no formal, el hombre adquiere contenidos, valores, actitudes, normas de conducta, procedimientos, estilos de vida con estímulos directamente educativos, es decir, intencionales y estructurados, en un marco no estructurado por el sistema educativo formal (Rius, Cánovas, 1999).

Educación informal La educación informal podemos decir que es un

proceso que dura toda la vida, durante el cual las personas adquieren y acumulan conocimientos, habilidades, actitudes en relación con el medio sociocultural en el que se desarrolla.

Quintana (1993) la define como una educación

no intencional, inconsciente, generalmente no sistemática, contínua en su acción, dimanante de varios factores sociales. y que en ocasiones puede tener el riesgo de ser deformante.

Para delimitar el término “informal”, tendremos

en cuenta dos variables fundamentalmente, la intencionalidad del agente educador y la conciencia del sujeto educando. La intencionalidad aparente es

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mínima por parte del educador y mínima la conciencia por parte del educando que se educa, entendiendo por intencionalidad el propósito o voluntad manifiesta de realizar una acción.

Al hablar de intención educativa debemos

recordar que nos referimos no a si un proceso educativo en general, está o no dirigido u orientado hacia algún fin, sino, si el agente que genera el proceso educativo tiene el propósito de dirigirlos educativamente hacia un fin o patrón

Por tanto para que un acto educativo esté

presidido por una intencionalidad educativa, el agente -como por ejemplo los monitores de movimientos juveniles-, debe saber de antemano qué efecto quiere producir en el educando. Es decir, existe intención educativa en una acción cuando el agente la realiza con el propósito de educar y además es consciente de tal propósito.

El tiempo libre disponible es el que ofrece al

hombre mayores posibilidades de construcción. Una de las actividades que ocupan el tiempo libre de los niños es oír música (Pérez Alonso-Geta, 1993). Si ésta es utilizada con una intencionalidad educativa, estaremos conformando actitudes, conductas y valores en los educandos

Señalamos a continuación las características

de la educación informal (Albert, 2000): ! La educación informal no se ajusta a

unas formas educativas determinadas.

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! No tiene lugar mediante formas educativas expresamente concebidas y dispuestas para educar.

! No exige un lugar fijo, puede ser llevada a cabo en cualquier lugar, en la calle, en casa, en un campamento, etc.

! No presenta rigidez en la estructuración del tiempo ni de contenidos, ni participantes, se va amoldando al educando de forma espontánea.

! No se da intención educativa en el agente ni voluntad de educar; aunque existe cierta educación informal que es intencionalmente generada como puede ser el caso de la literatura infantil, los movimientos asociativos de tiempo libre, que tienen una clara intencionalidad pedagógica, y están dentro de la educación informal.

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APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE VALOR La relación del hombre con los valores hunde sus raíces en lo genuinamente antropológico. El hombre como ser biológicamente indeterminado en su adaptación al medio, en su vivir ha de elegir, optar y elige y opta porque a esa elección le atribuye una cualidad porque prefiere, porque valora. Tener valores es propio del hombre. Existen pocos períodos históricos en los que los hombres no se hayan interesado por el tema de los valores en general. Es un referente que siempre se ha planteado el hombre, aunque con distintas denominaciones.

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Pero hay, en la sociedad que nos toca vivir, parece que la problemática de los valores ha aumentado, debido a la crisis de valores que experimenta el hombre actual y las distintas sociedades. Como señala el profesor MARÍN (1981)”Se trata de una afirmación que se ha convertido en un haber común: <<Vivimos una crisis total de valores>>”. Y es evidente que esta crisis de valores repercute, en la sociedad, en la personalidad individual y, en concreto , en la educación. Como dice Gervilla (1993), nuestra sociedad, más allá de la modernidad, la sociedad postmoderna, es globalmente irracional, como resultado de muchas racionalidades parciales. Esta disolución crea una situación de temporalidad en las vinculaciones sociales, des-orientación cara al futuro, y una desvalorización de aquellos valores que anteriormente eran considerados como supremos. “Vivimos en una sociedad sin valores –como a veces oimos comentar-, más bien vivimos en una sociedad que, al poseer otros valores, hace inválidos los de la generación precedente. O mejor, quizás, sería decir que al convivir unos y otros, se hace difícil distinguir con claridad el valor del antivalor”(.Gerrvilla 1993) Son muchos los autores y los estudios realizados en torno al concepto de valor, de entre ellas vamos a centrarnos en las que nos puedan resultar más significativas desde la perspectiva psico-pedagógica que nos interesa.

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Para Gervilla (1993) el término valor tiene un significado polivalente, que hace necesaria la precisión. En su obra Postmodernidad y Educación formula la siguiente definición: “El valor es lo bueno, real o ideal, deseado o deseable, para la persona y/o la sociedad”. El profesor Marín(1990) define el valor como la dignidad o perfección, real o ideal, existente o posible, que rompe nuestra indiferencia y provoca nuestra estimación porque responde y conviene al ser, necesidades y tendencias del hombre, individual o socialmente considerado. Explica que los valores son ideales que rigen nuestra conducta, son ideales, que valen lo mismo, se cumplan o no. Los valores, por ser ideales, nunca los alcanzamos, pero siempre nos empujan más allá. Son normas de perfección, estímulos incesantes para obrar, nunca logrados del todo y siempre incitándonos a que les demos la existencia. “El valor es aquello que todos pretenden, lo que rompe su indiferencia y les mueve a obrar” Rokeach (1973) nos dice que “valores son un tipo de creencias que llevan al sujeto a actuar de una manera determinada; son creencias que prescriben el comportamiento humano”. Escámez (1988), basándose en Rokeach, define el valor como “una creencia duradera de que un específico modo de conducta o un estado final de

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existencia es personal y socialmente preferible a otro modo de conducta o estado final de existencia opuesto o contradictorio”. El valor es una creencia prescriptiva y perdurable, porque es una concepción de lo deseable y no algo meramente deseado, es una preferencia específica que incluye la cualidad de la obligatoriedad, que es aprendida dentro del sistema social, es decir, por la influencia social hacia modos de conducta o estados finales que son considerados buenos para el grupo. Los valores son convicciones de lo preferible, obligatorias en tanto en cuanto producen satisfacción, puesto que llevan al sujeto a considerarse como competente y moral, ya que ello exalta el autoconcepto que de sí mismo se ha formado por la influencia de la sociedad. Los valores al mismo tiempo que perdurable, son suficientemente flexibles para permitir recolocaciones de las prioridades preferibles, como resultados de los cambios en la cultura, en la sociedad y en la experiencia personal. ”El hombre, sin dejar de serlo, va configurándose como distinto y los valores, siempre referentes al hombre, a cada hombre, se presentan como nuevos o desde una nueva dimensión. En esto consiste la dinamicidad histórica de los valores así como su progresivo descubrimiento” (Escámez, 1983). Los valores son muy variados en función de la situación y preferencias de cada individuo o grupo. Cada época, pueblo o clase social posee valores diferentes y en un mismo período histórico se da multiplicidad de valores, a veces en conflicto.

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No podemos sentirnos indiferentes ante el valor ni podemos dejar de establecer un orden jerárquico, anteponiendo unos y posponiendo otros en caso de conflicto (Marín, 1993) El sistema de valores que un sujeto posee podemos considerarlo como un plan general para evaluar, resolver conflictos y tomar decisiones. A partir de las definiciones recogidas de diversos autores, y en un intento de dimensionar, en lo posible la concepción de valor, podemos identificar los principales rasgos que los caracterizan:

! Forman parte de la estructura cognitiva del sujeto, pues constituyen un sistema de ideas/creencias, prescriptitas (no todas las ideas/creencias son valores), sobre lo que es deseable, que explican tanto la conducta del individuo como de la sociedad. El valor permite al ser humano interpretarse a sí mismo, y interpretar, valorar y ordenar el mundo social y físico que lo rodea.

! Cumplen una función orientadora y adaptativa.

Orientadora de la conducta, que explica tanto el comportamiento individual como el colectivo. Adaptativa del ser humano a la sociedad. El ser humano en su interacción con el contexto social, aprende los valores sociales, pero además puede ser artífice del cambio social.

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Consecuentemente la educación tiene una tarea ineludible en la educación en valores y actitudes. De forma manifiesta y categórica la sociedad demanda de las instituciones educativas una intervención pedagógica que atienda a la educación en actitudes y valores. Educar en valores Los valores no se imponen, deben transmitirse en un clima de libertad. Debemos ser conscientes de que el entorno y el ambiente son condicionantes a la hora de establecer la propia jerarquía, pues cada cultura ya está aceptando y transmitiendo unos valores. Conocemos los valores a través de las vivencias propias y de la información que recibimos desde cualquier ámbito. Es importante el contenido y el clima de estas vivencias Sin duda los valores se aprenden, de ahí la necesidad de dar el apoyo necesario a los educandos para que sean capaces de escoger sus propios valores, enseñarles a ser autónomos. Para ello debemos proporcionarles la información necesaria, ya sea a través de las vivencias o de contenidos; hay que procurar suscitar el reconocimiento o estimación de unos valores determinados; fomentar la actividad, aplicación o expresión de ese valor.

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Los principales métodos y estrategias para educar en valores Actualmente, estamos en una sociedad pluralista que no acepta una única jerarquía de valores. Los educandos han de seleccionar por sí mismos una jerarquía. Los educadores debemos ayudarlos a descubrir las alternativas posibles, a pensar las consecuencias de dichas alternativas; reflexionar sobre ellas y ser coherentes entre lo que se elige y la propia conducta. Queremos indicar algunos de las principales estrategias y métodos para transmitir los valores Tradicionalmente se ha educado en valores a partir de las normas establecidas en juegos, a través de la literatura infantil (los cuentos clásicos), las canciones, y por supuesto a través del ejemplo, pues en la sociedad había una gran homogeneidad a la hora de fomentar un tipo de valores, ya jerarquizados, se estaba dentro de un sistema axiológico (mundo de los valores) muy definido. Pero actualmente a pesar de la pluralidad existente, no debemos descartar estas técnicas. ESTRATEGIAS EJEMPLOS El juego Juegos tradicionales,

deportivos, de mesa, cooperativos, etc.

Los cuentos (narraciones orales, escritas, en imagen) las narraciones,

Toda la narrativa oral o escrita, así como las películas, tebeos,

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el cine… revistas. La literatura infantil actual recoge valores actuales, que anteriormente no aparecían como el cuidado de la salud o el respeto al medio ambiente.

Técnicas de dinámica de grupo

Role playing, clarificación de valores, el dilema moral, etc.

Las canciones Infantiles, juveniles, pop, etc…

Precisamente de la transmisión de valores a través de las canciones es de lo que nos ocupamos en este manual, pero de ello os hablarán otros. BIBLIOGRAFÍA CASTILLEJO, J.L., ESCÁMEZ, J., MARÍN, R.: Teoría de la Educación, Anaya, Madrid 1981, ESCÁMEZ, J., ORTEGA, P: La enseñanza de actitudes y valores, NAU llibres, Valencia, 2ª edición 1988. GERVILLA CASTILLO, E.: Postmodernidad y educación, Dykinson, Madrid, 1993.

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LÓPEZ BARAJAS, E.; VIDAURRETA, M.;ALBERT, Mª J.; RUIZ, M.: Introducción a las Ciencias de la Educación, UNED, 2000. MARÍN IBÁÑEZ, R.: Los valores, un desafío permanente, Cincel, Madrid 1993, PÉREZ ALONSO-GETA, P.Mª: “Ocio y tiempo libre en los niños: actividades”, en PÉREZ ALONSO-GETA, MARÍN IBÁÑEZ, R., VÁZQUEZ GÓMEZ, G.: Los valores de los niños españoles 1992, Ediciones SM, Madrid, 1993, págs.16-17. ROKEACH, M: The Nature of Human Values, Jossey Bass, San Francisco, 1973. VARIOS, Teoría de la Educación, Límites, Murcia, 1983, pág. 73 VV.AA.: Filosofía de la educación, hoy, Dykinson, Madrid, 1990,

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MÚSICA Y VALORES Ismael Quintanilla Pardo

Profesor Titular Psicología del Dep. Psicología Social Fac. de Psicología - Univ. de Valencia

El hombre no es más que una caña, la

más débil de la naturaleza, pero es una caña pensante. No es preciso que el universo entero se arme para aplastarle: un vapor, una gota de agua basta para matarle. Pero aun cuando el universo le aplastara, el hombre sería todavía más noble que lo que le mata puesto que sabe que muere, y de la ventaja que el universo tiene sobre él el universo nada sabe.

Blaise Pascal (1625-1662) Pensamientos MÚSICA Y VALORES. Allegro ma non troppo

Cuando Schiller escribió el Himno a la Alegría no sabía que

doscientos años más tarde se iba a constituir en un éxito de ventas. Efectivamente, Miguel Ríos lo tradujo del alemán y, con los arreglos oportunos, la música del cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven se escuchó llegando a muchas personas para las que antes era absolutamente desconocida y, lo que fue más importante, se entendió, se pudo comprender lo que se decía.

Ludwing van Beethoven fue de los primeros músicos en

considerar la dimensión social de la música y la que atañe a los seres humanos. Con su música (especialmente la que se refiere al tercer periodo, a partir de 1815) no sólo se transmitieron -y se siguen transmitiendo- emociones, también fue una confesión personal nacida de su propio ser, desde el que se defendía la libertad, la solidaridad y la igualdad. Una triada emblemática de valores. De esta forma la música iba más allá de la libertad de

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sentir para transmitir una forma de ser y de estar en el mundo. Es decir, se transformó en un vehículo de socialización y transmisor de valores.

Sin embargo, de una forma y otra, esto siempre ha sido así.

Desde los antiguos trovadores hasta los cantautores actuales la música ha sido un influyente medio de comunicación social. Ha sido y es un potente transmisor de significados sociales, ideas, conceptos, hábitos, conductas, actitudes y valores. La música es cultura y, además, la cultura es esencial para el desarrollo de la persona. Lo es por cuanto le facilita medios, conocimientos y emociones que se pueden relacionar con su progreso intelectual y psicológico. Este progreso depende muy directamente de la capacidad del contexto para propiciar el florecimiento científico, el crecimiento económico, la propagación de nuevas ideas, la solidaridad, las artes, el bienestar colectivo y, aún, otras muchas cosas.

Se conoce, sabemos de la importancia que aquel contexto

cultural y económico ejerce sobre el comportamiento, las actitudes, las preferencias y las costumbres de los ciudadanos. Hoy con la llegada de la denominada sociedad red la música ocupa un lugar destacable en nuestras vidas. En la mayor parte de nuestras casas la televisión tiene su lugar junto con el resto de electrodomésticos músicales, a los que hay que añadir el ordenador y los recientes sistemas de MP3.

Todos los días escuchamos música y su influencia es reflejo

de un esquema de valores que vamos construyendo y que nos construye. Una reprocidad por la que adquirimos y desarrollamos actitudes y valores que más tarde refleja la propia música y las voces que la acompañan.

Hay estudios que ponen de manifiesto que existen algunas

relaciones entre las letras de las canciones y ciertos comportamientos de los ciudadanos. Parece que un aumento de elementos pesimistas en las letras se relaciona con sentimientos similares en los ciudadanos.

Es decir, letras con determinados contenidos verbales es

posible que vayan generando sensibilidades colectivas que se

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manifiestan lentamente y un poco más tarde. También, recíprocamente, las letras de las canciones reflejan sentimientos sociales resultado de acontecimientos históricos o situaciones de mayor o menor optimismo social. Música, valores y sociedad se encuentran complejamente relacionadas entre sí, en mutua y recíproca influencia.

No sorprende, todos de una forma u otra

tenemos nuestra canción y muchos sucesos de la historia están relacionados con una música. La Revolución Francesa con la marsellesa, los movimientos estudiantiles de los sesenta con el no nos moverán y se podrían ir añadiendo ejemplos en una lista interminable y que sugiero a cada lector que vaya rememorando a su entender y según sus experiencias. Estas canciones nos hacen pensar invariablemente en las actitudes, valores y conductas que las acompañaron. No sólo es memoria, muchas de estas canciones se han revelado como fuertes transmisores de ideas, significados y creencias. CREENCIAS, ACTITUDES Y VALORES. Molto vivace

Una creencia es la acción o efecto de creer y

creer es dar por cierta una cosa que no está comprobada o demostrada, tener fe en los dogmas de una religión o pensar, juzgar o conjeturar. Es decir, una creencia es una concepción establecida respecto de un asunto de hecho y que, por tanto, no incluye una evaluación. Eso sí, puede evolucionar al pensar, juzgar o conjeturar respecto de aquello en lo que se cree.

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Una actitud es una organización relativamente duradera de creencias alrededor de un objeto o de una situación que predispone a una persona a responder de cierto modo preferencial. Abarcando un mayor espectro social aparecen los valores que son un tipo de creencia localizado centralmente en el sistema total de creencias de una persona respecto a cómo debe o no comportarse respecto a algún estado final de la existencia que vale la pena o no vale la pena alcanzar.

En consecuencia, un ciudadano cualquiera

adopta una creencia cuando piensa o declara que hay que ser solidario con los demás. Esta creencia se convierte en una actitud cuando el mismo ciudadano afirma: creo que debo ser solidario con los demás. Finalmente esta actitud se convierte en valor cuando esta misma persona se comporta siendo solidario con los demás, pensando y demostrandose a sí mismo que eso es lo mejor que puede y debe hacer.

Es más que probable que este ejemplo suscite

alguna duda. Sin embargo, lo esencial queda reflejado: muy difícilmente se puede transformar o cambiar un modo de actuar sin que se opere un cambio similar en las creencias, las actitudes y los valores. Se puede cambiar de dos maneras: por coacción (prohibición castigo) o mediante la reflexión personal (pensando, juzgando o conjeturando).

Este último ejercicio intelectual es la vía

acertada. Pongamos un sencillo ejemplo, un tanto alejado de lo que vamos tratando pero que nos parece muy clarificador. Supongamos una persona con miedo

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a volar. Puede evidentemente no volar nunca y hasta es posible que crea que esta es la mejor solución. Puede acomodarse a este miedo y transformarlo en creencia para después justificarla o llevarla más lejos declarando que nadie debería volar y que existen otros sistemas. Puede también, aunque no es lo más probable, que estableciera una regla interiorizada por la cual afirmara que ninguna persona debería volar por ser esto poco natural. Lo que debería hacer la gente es viajar en en tren o en su propio coche, dirá. Serán creencias y actitudes que se manifestarían a través de ciertas conductas y serían, por muy extraño que nos pareciera al resto de personas, sus creencias al respecto.

Presumamos ahora que la persona en cuestión,

por las razones que fuere (podrían ser ciertos las emociones que acompañan la escucha de cierta canción en la que se describe un vuelo muy agradable, una experiencia placentera y muy atrayente), quiere superar el miedo a volar. Pues, sintetizando mucho aparecerían dos alternativas: a) la implosión y, b) la desensibilización.

La primera de estas alternativas sería obligarle a

subir al avión esperando que la permanencia de la situación acabara por extinguir el miedo lo que, conviene precisar, no deja de ser un resumen algo burdo pero bastante clarificador.

En la segunda se seguiría un lento proceso de

desensibilización al miedo mediante la información, la simulación de situaciones imaginarias y técnicas de relajación. La primera se basa en la adaptación

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obediente aun a riesgo de efectos secundarios y la segunda lo hace actuando sobre la comprensión del fenómeno.

Es decir, para cambiar de actitud es preciso que

se produzca un acontecimiento especial (espontáneo o premeditado, natural o artificial) que de alguna forma conlleve una reflexión a la que acompañe alguna emoción y que luego se manifieste a través de una conducta. Tres son las componentes: a) cognitiva, b) emocional y, c) conductual.

Una nueva información puede producir algunas

reacciones emocionales como por ejemplo sorpresa, alegría, confusión o zozobra (componente emocional). En general, si estas emociones alcanzan un punto imaginario de activación, la persona iniciará un proceso de reflexión (componente cognitiva), pensará al respecto, buscará información, consultará y debatirá con otras personas, y si de nuevo alcanza un nivel adecuado de concienciación comenzará a cambiar su actitud y con ello sus comportamientos (componente conductual). Al principio será titubeante, pero lentamente se irá consolidando para dar lugar a un valor consistente y profundamente arraigado.

Desde luego no se le escapa al lector avispado

que el estímulo puede ser la música o la letra de una canción. En consecuencia, el uso de la canción, sea espontáneo o premeditado, puede ser un excelente medio para reforzar ciertos valores, asentar algunos otros y cambiar, si así lo deseara la persona, aquellos moderadamente consistentes o inadecuadamente elaborados.

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En la música se pueden encontrar todo tipo de

emociones. Yo mismo estoy escribiendo estas notas mientras suena Vivaldi, lo que me permite abstraerme de otras inquietudes y sentimientos que podrían afectar negativamente mi concentración. Pero en las canciones, la música -que se puede sentir de similar manera al ejemplo anterior- se acompaña de palabras mediante las que se expresan ideas y argumentos. Razón por la cual sería muy difícil que pudiera escuchar a Serrat, Brassens o Serrano mientras escribo, sí que podría oír su música pero no atender a sus palabras.

En la canción la comunicación se hace sencilla y

brevemente, es una de sus grandes virtudes. Otra, no menos importante, es la concordancia entre la música y las palabras, tornándolas en más memorables y por ello más afianzadas en nuestra memoria y en nuestros pensamientos. Que son, como hemos podido comprobar, la antesala de las actitudes y los valores.

Por si fuera poco, una canción puede escucharse

muchas veces, puede compartirse con los demás y puede ser interpretada por cualquiera que tenga las habilidades adecuadas. En la mayor parte de los casos, basta con un guitarra, una voz, el coro de algunos amigos y la compañía del resto. Así pues, al igual que ocurre con otras artes, la música y las canciones son un excelente medio de socialización y de desarrollo personal. SOCIALIZACIÓN Y DESARROLLO PERSONAL. Adagio molto e cantabile

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El desarrollo personal puede concebirse como un

proceso bidireccional que tiene presentes las influencias del contexto cultural sobres las personas (socialización) y las de éstas sobre aquél (innovación). Esta ideación se ajusta bastante bien a lo que ya he apuntado en párrafos anteriores: la reciprocidad continuada en la conformación de los pensamientos y los comportamientos de los seres humanos.

Por lo tanto, la música es reflejo de un esquema

de valores que vamos construyendo (innovación) y que nos construye (socialización). Un intercambio por el que adquirimos y desarrollamos actitudes que después refleja la propia música y las palabras que la acompañan.

Es decir, las personas aportan sus conocimientos

y habilidades para la consecución de ciertos objetivos sociales: el bienestar colectivo, por ejemplo. Al mismo tiempo se integran esperando alcanzar sus metas y fines personales y profesionales.

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El primer aspecto conforma la dimensión innovadora: poner al servicio de un proyecto común la creatividad para resolver problemas específicos de

manera diferente y original. El segundo aspecto constituye el proceso de

socialización: los principios y normas del contexto social son asumidos por las personas en similar medida en que éstas satisfacen sus objetivos personales. Esto último configura su trayectoria o desarrollo personal, que se entiende como el conjunto de las diversas etapas que las personas van alcanzado y superando según los diferentes patrones existentes en la sociedad. Esto es, socialización y desarrollo personal van unidos.

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Efectivamente, la cultura, y con ella la música en

sus más diversas manifestaciones, se puede conceptuar como el conjunto de valores, ideas, creencias, comportamientos, normas y símbolos creados por una sociedad, a la que caracterizan, y que son transmitidos de una generación a otra, regulando así la conducta humana.

Ya hemos comprobado que este proceso de

transmisión se denomina socialización y supone una asimilación progresiva y continua por parte de los individuos de los elementos que conforman el sistema cultural. A través de diversas instituciones y manifestaciones socioculturales como la familia, la escuela, el municipio, el Estado o el lenguaje, los seres humanos asumen las normas sociales, enraízan sus valores y aprenden las pautas de su comportamiento.

Lo que ocurre es que hoy nuevas palabras,

iconos, mapas y arquitecturas mentales, sonidos e imágenes aparecen en muchas ocasiones de forma efímera, muy rápidamente y sin apenas tiempo para su acomodo social. Acompañando la sociedad red, mostrativa, virtual, global, de la información y de la instantaneidad, todos ellos rótulos que pretenden su conceptuación, se están generando grandes transformaciones que por estar produciéndose ahora y constantemente son verdaderas transiciones.

Estamos pasando de un modo de ser y/o de estar a otro muy distinto. Desde el cambio de valores que estamos experimentado se pone un mayor énfasis sobre las necesidades de pertenencia,

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autoestima y autorrealización. Lo que supone una alteración de los temas políticos conflictivos dando, ahora, una mayor importancia a las cuestiones relacionadas con la calidad de vida.

También cambios en el apoyo a las instituciones

nacionales establecidas. Lo que supone un declive de la legitimidad del Estado-nación y el surgimiento de lealtades supranacionales y tribales. Esto último es también resultado de un aumento en la proporción de la población que tiene suficiente destreza como para implicarse socialmente. Lo que conlleva cambios en los diferentes tipos de participación social. Cada vez con mayor necesidad de implicación, protagonismo y compromiso. HACIA UN NUEVO ESQUEMA DE VALORES. Presto

Y es que el sistema, nuestro sistema, está cambiando. Se está produciendo, como se decía, un tránsito desde un esquema de valores a otro nuevo y distinto; bien diferente. Andamos hacia un nuevo mundo y una nueva sociedad, para algunos potencialmente capaz de acabar consigo misma, para otros en vías de transmutarse en otra nueva, en otra civilización. ¿Habrá que poner límites al crecimiento?, ¿es posible contaminar la mitad generando el doble de recursos?

Las respuestas a estas preguntas componen las alternativas que algunos ofrecen ante el panorama desalentador de la primera opción. A mi parecer, la segunda se supedita a estas réplicas y potenciales

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soluciones. Las alternativas reales que se tomen ante los problemas actuales y a su progreso exponencial que se avecina: contaminación ambiental, desnutrición y pobreza, alienación, merma de los recursos naturales, deforestación y disminución de la capa de ozono. La principal cuestión que se dilucida en esta expiración milenaria es si todo esto es irremediable. Y no lo es. Presto. “O Freunde, nicht diese Töne!”

Recientemente, a través del Eurobarómetro mensual de la Unión Europea (ver Ervin Laszlo, 2004, Tu puedes cambiar el mundo, Madrid: Nowtilus) se preguntó a una muestra significativa de quince países miembros sobre sus preferencias y estilos de vida. Se trata, precisamente, de unos indicadores muy relevantes de los esquemas de valores. Los resultados son parecidos a otros estudios similares realizados en Estados Unidos de Norteamérica y Canadá, mostrando dos grandes grupos de creencias y valores: los modernos y los creativos culturales.

Los modernos (48%) son mayoritariamente hombres en el margen de la clase media-alta y que pretender ascender por la escalera del éxito con pasos medidos, hacer o tener mucho dinero, tener buen aspecto físico, seguir la última moda y que los medios de comunicación los entretengan. Entre sus creencias más relevantes destacan las siguientes:

1. El cuerpo es como una máquina.

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2. Las grandes empresas o los grandes gobiernos tienen el control, y ellos saben qué es lo más conveniente.

3. Lo más grande es lo mejor. 4. Lo que vale es lo que se puede medir. 5. Analizar las cosas punto por punto es la mejor

forma de solucionar un problema. 6. La eficiencia y la rapidez son las prioridades

fundamentales: el tiempo es dinero. 7. La vida puede compartimentarse en esferas

separadas: trabajo, familia, socialización, sexualidad, educación, política y religión.

8. Preocuparse por las dimensiones profundas y espirituales de la vida es superfluo e irrelevante para el negocio real de la vida.

Los creativos culturales (24%) son

mayoritariamente mujeres, en proporción de dos a uno, pertenecientes a las clases medias y altas. Poseen un esquema de valores, creencias y aspiraciones distinto a los modernos y, adoptan, consecuentemente, diferentes estilos de vida. Pueden destacarse los siguientes aspectos:

1. Compran más libros y revistas que los modernos, escuchan más la radio, preferentemente noticias y música clásica, y ven menos la televisión.

2. Consumen arte y cultura, acostumbrados a involucrarse en estos asuntos ya sea como aficionados o como profesionales.

3. Quieren conocer la historia completa de cualquier cosa que caiga en sus manos. No les gustan las descripciones de productos o los anuncios que sean superficiales, quieren

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saber cómo se originan las cosas, cómo se han elaborado, quién las hizo y qué pasará con ellas cuando ya no sirvan.

4. Desean bienes y servicios reales. Lideran la crítica contra los productos que consideran falsificaciones, imitaciones, desechables, estándar o simplemente de moda.

5. No compran por impulso sino que investigan lo que consumen, leen las etiquetas y se aseguran de que obtienen lo que quieren; no se limitan a comprar los últimos artilugios e innovaciones que salen al mercado.

6. Son consumidores de experiencias intensas, instructivas o vivificadoras como talleres de fin de semana, reuniones espirituales, actos de crecimiento personal y vacaciones experimentales.

7. Desean que sus casas mantengan el equilibrio ecológico tanto como sea posible, evitan la exhibición de su estatus y quieren que su hogar esté lleno de rincones y huecos interesantes; les gusta trabajar en casa.

8. Se caracterizan por su holismo (doctrina que propugna la concepción de cada realidad como un todo distinto de la suma de las partes que lo componen), mostrado su preferencia por los alimentos completamente naturales, el cuidado de su salud, el sistema completo de información y en su equilibrio holístico entre el trabajo, el asueto, el consumo y el crecimiento interior.

9. Y, en lo relativo a los productos materiales, prefieren aquellos que sean eficientes y ecológicos, como un combustible eficiente o

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un coche que sea relativamente no contaminante, y que también puedan reciclarse.

Por otra parte, los creativos culturales aspiran a

lograr un cambio de valores mediante su desarrollo personal y su comportamiento público. Desean modificar la cultura del mundo mecanizado y fragmentado de los modernos.

Dos esquema de valores, más o menos

contrapuestos, más o menos discutibles. En todo caso dos opciones, dos posibilidades. ¿Cuál es la tuya, querido lector? ¿Es una de las dos o una personal combinación de ambas?

Se puede responder o no responder a estos

interrogantes, esto no es lo fundamental, lo que pretendo señalar es que la reflexión sobre el esquema de valores de cada cual sigue siendo un ejercicio esencial para nuestro desarrollo personal.

Un sistema y un medio adecuado, así lo hemos

dilucidado en este escrito, puede ser la socialización de valores a través de la canción. A condición, claro está, de que esta reflexión se base en la información y la introspección, con la consecuente libertad para la aceptación o el rechazo de las ideas que se transmiten a través de la letra de aquellas canciones que nos hagan reflexionar al respecto. Poniendo mucho cuidado.

Erich Fromm ya lo anunció, tenemos miedo a la

libertad por las responsabilidades que ésta conlleva y

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que hemos de asumir. En frecuentes ocasiones los seres humanos convertimos lo que nos es útil en verdadero por mera conveniencia, sin pararnos a pensar en los demás. Como decía Juan de Mairena, profesor apócrifo, creado por Antonio Machado “Lo corriente en el hombre es la tendencia a creer verdadero cuanto le reporta alguna utilidad. Por eso hay tantos hombres capaces de comulgar con ruedas de molino”.

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LA CANCIÓN, MEDIO DE

TRANSMISIÓN DE CULTURA Y DE TRADICIONES

Miguel Ángel Chapí Orrico Catedrático de Música

Inst. S. Vte Ferrer de Valencia

Todos sabemos que la música es un arte temporal. Sobre este tema hay tanta literatura que no parece necesario insistir.

También sabemos que la música forma parte del patrimonio cultural de los pueblos, pero quizá este punto es el que se nos escapa, a causa precisamente de su carácter temporal.

Vamos a poner un ejemplo:

Todos los habitantes de determinado pueblo saben que esa ermita que tienen a las afueras es importante, que vienen a verla muchos forasteros y que deben cuidarla.

Casi nadie entiende no obstante que esa canción con que las madres han dormido tradicionalmente a sus hijos en el pueblo, que ya nadie canta y que sólo se sabe una viejecita que vive en la calle mayor, es tan patrimonio cultural como su ermita y que, si se pierde, se habrá perdido sin remedio una parte de su cultura.

Es cierto que hoy tenemos musicólogos concienciados con este tema que van por toda nuestra geografía recogiendo grabaciones de todas las canciones populares que después escriben editan y graban.

Pero esta conservación no concierne sólo a los musicólogos, nos concierne a todos, como a todos nos concierne la conservación de nuestro patrimonio cultural.

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Con las canciones se transmiten ideas y sentimientos, por sus textos conocemos los refranes, personajes, mitos, costumbres de los pueblos. “Dime como cantas y te diré como eres”.

Pero no sólo eso. Los giros melódicos nos hablan de los pueblos que han dejado su huella en una determinada cultura. Basta observar superficialmente el folklore español para ver claramente si en una comunidad hay influencias árabes o celtas, por poner un ejemplo. Un análisis más profundo nos permitiría rastrear sus antecedentes casi como si se tratase del A.D.N.

También los instrumentos nos hablan del desarrollo de su artesanía, de los tipos de materiales disponibles y de los giros melódicos empleados.

Nuestra Señora de los Arqueros, de las alturas la

más hermosa flor.

Vela los pasos en nuestro

empeño, seguir las huellas de una canción.

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La relación instrumento melodía es estrecha y de mutua influencia. Por una parte se intentan construir instrumentos capaces de realizar los giros melódicos utilizados en las canciones y, por otra, en las canciones se utilizan los giros melódicos que se pueden realizar en los instrumentos.

Es por esto que la organología forma parte importante de los estudios musicológicos.

Hagamos un poco de historia.

Nos remontaremos a la Grecia antigua, ya que es el origen de nuestra música.

Los griegos, como pueblo conquistador importaron cultura de los países conquistados. Entre otras cosas importan los instrumentos musicales y con ellos, los giros melódicos que les eran propios, las letras de las canciones que se interpretaban, las formas musicales, es decir los “nomos” e incluso el origen que se atribuía a dicho instrumento y que solía ser mitológico.

La unión entre el instrumento y la melodía es tan estrecho que algunas de las notas la música de la Grecia antigua, debían su nombre al dedo con el que se tocaban en la cítara.

Otra vez la temporalidad de la música nos priva de conocer las melodías que se usaban en la cultura griega. Conocemos nombres de aedos importantes como Píndaro. Sabemos que la historia de Ulises, la Guerra de Troya y tantas otras hazañas, no eran narradas sino cantadas. Sabemos que la tragedia era un espectáculo musical, en él participaban el corifeo, los auletas y la danza, acompañando los cánticos de los actores, pero estas melodías se han perdido.

¿De qué modo contribuyó la canción a la creación de estas obras literarias?. Es difícil de precisar. Lo cierto es que mientras los textos se han conservado no ha ocurrido lo mismo con la música.

¿Es que los griegos no sabían escribir la música?. Nada de eso. Los filósofos griegos nos legaron los tratados musicales en los que se ha basado toda nuestra teoría musical, pero tan sólo

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se conservan unas pocas partituras grabadas en piedra en túmulos funerarios.

Quizá pensaron, como nos pasa a nosotros hoy en demasiadas ocasiones, que la música estaba allí como algo lógico y evidente y que allí estaría siempre aunque no se escribiese.

Ya en la edad media, la música profana y la canción se desarrollan mano a mano con la poesía. Las formas musicales son el resultado del acoplamiento de la música a una formas estróficas y van a estar íntimamente unidas.

También como con la lírica griega, los cantares de gesta han conservado su texto y perdido la música, pero ¿hasta qué punto debemos sus historias a la canción juglaresca?.

Los juglares vagaban por todo el país de feria en feria con sus cánticos que llevaban de un lado a otro, las noticias guerreras de la reconquista.

Sin duda nuestros más célebres cantares de gesta son el producto de la recopilación de noticias, escuchadas por varios lugares de boca de los cantores errantes.

Un documento excepcional a este respecto son las Cantigas de Santa María. Alfonso X fue quizá el primer erudito que se dio cuenta de la pérdida cultural que supone el olvido de la música popular.

La idea de hacer recopilar las canciones españolas de su época, nos revela una previsión y una claridad de ideas fuera de lo común. Ha habido y habrá en el futuro musicólogos que han dedicado toda o una gran parte de su vida al estudio de las Cantigas.

¿Qué nos han transmitido estas canciones?. Las formas musicales de la época, los giros melódicos, las formas estróficas, los modismos idiomáticos, las lenguas y, por supuesto, los instrumentos.

La claridad del monarca español, le llevó a ilustrar los márgenes de los libros con figuras instrumentales, de los instrumentos relacionados con las canciones. La luz que arrojan estos datos sobre la organología medieval es impresionante.

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Y todo esto a causa de las canciones, transmitido por unas coplas que alguien cantaba en las plazas de los pueblos, a cambio de unas monedas, los días de feria y escuchadas, a veces con desdén por unas gentes que deseaban únicamente algo de diversión.

A partir del S. XVII la música profana se culturiza y parece que la música popular pierde el interés de los músicos y musicólogos. Es cierto que muchos compositores incluyen temas populares en sus obras, desde Vivaldi en sus “4 estaciones” a Schubert en su cuarteto “La trucha”, pasando por la producción de Haydn, pero se trata de usar melodías populares con un tratamiento sinfónico, no de analizar la música popular ni de extraer los mensajes que encierran.

No es hasta finales del S. XIX que los compositores retornan su mirada a la música popular. Esto ocurre en toda Europa. Había comenzado con Chopin y Listz y se afianza con las escuelas nacionalistas.

Veamos como ejemplo lo que ocurre con la guitarra. Un instrumento que renace a la música seria a finales del XIX, pero ¿de dónde procede?. Parece claro que de las antiguas vihuelas y laúdes, pero entre la guitarra y estos instrumentos hay diferencias difíciles de explicar, parece que hay un eslabón perdido que la relaciona con la guitarra morisca y con los instrumentos populares.

Es pues un legado de la música popular. Después de un siglo XIX en el que investigadores como Périnet, Böhm, Sax, etc. habían perfeccionado los instrumentos de la orquesta, nos encontramos con uno de los instrumentos más bellos que poseemos y que simplemente evolucionó en manos de los músicos populares.

El nacionalismo da un paso más hacia la música popular. Los músicos están ya traspasando los límites de la tonalidad y están receptivos ante cualquier giro melódico o cualquier nueva armonía.

La técnica musical es muchas veces consuetudinaria. Se usan combinaciones cuyo resultado se conoce de antemano y que han usado antes otros compositores, pero las posibilidades

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combinatorias son infinitas. De hecho Schoemberg afirma que “la tonalidad es un vicio del oído” de modo que los músicos populares, ajenos a las soluciones convencionales, pueden aportar combinaciones interesantes y sorprendentes.

Pongamos como ejemplo los giros y acordes procedentes del flamenco y que Falla utiliza en su música. Estos acordes proceden de la guitarra y son muy naturales en este instrumento, pero no constan en los tratados de armonía convencionales. Acordes como

Muchos músicos han enriquecido su lenguaje en las fuentes de la música popular: Kodaly, Bartok, Dvorák, Smetana y un largo etc.

En nuestro país es Pedrell uno de los primeros musicólogos que miran hacia la música popular y tras él una larga lista de compositores que constituyen la escuela nacionalista. Más tarde los músicos buscan sus raíces en la música de su comunidad autónoma, pero siempre en la música popular.

Ya hemos visto que la música popular y la canción nos han transmitido evidentemente, un lenguaje musical: giros melódicos, acordes ritmos, etc., instrumentos, mitos, historias, poemas..., pero ¿qué encontramos en la música popular que hoy tenemos a nuestro alcance?.

- Toponímicos que pueden haber cambiado su denominación o que en cierta población se estaban usando en un determinado momento,

- Mercados y ferias que se celebraban en determinados lugares.

- Juegos infantiles ya olvidados.

- Juguetes que ya no se utilizan.

o

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- Personajes entrañables que ya han desaparecido: vendedores ambulantes, reparaciones ambulantes que ya no se hacen...

- Platos, aunque sólo sea la cita y no la receta.

- Construcciones que pueden haber desaparecido, vienen citadas en las canciones y pueden ser buscadas a partir de estos datos.

Existen cientos de canciones relacionadas con las tareas del campo que nos definen como eran estos trabajos, el ambiente que reinaba en ellos e incluso a qué velocidad se trabajaba. No olvidemos que las canciones de faenas agrícolas acompañaban a estas tareas y ritmaban la actividad.

Tenemos canciones de siega, de siembra, de trilla, de minas e incluso en alguna, se nos relata la recolección de hierbas de monte (Venim de fer herbetes -Elx-).

En las canciones y danzas de cortejo, no sólo vemos las ceremonias que se usaban para cortejar a las jóvenes, sino también el papel de cada uno en la ceremonia.

Hay danzas de cortejo en las que la mujer apenas si tiene relevancia y permanece estática mientras el hombre danza a su alrededor pavoneándose, en otras sin embargo la mujer y el hombre danzan intentándose atraer mutuamente. Todo esto nos proporciona una idea aproximada del rol que los distintos sexos desempeñaban en esa sociedad, al menos en lo que a la relación de pareja se refiere.

Las canciones y danzas religiosas, nos ponen al día de los ritos y de los santos a los que los pueblos eran más devotos, de sus festividades, de cómo afrontaban el duelo. Recordemos esa preciosa dança del velatòri, una danza funeraria pero alegre que servía para enterrar a los niños y que transmitía el gozo por la seguridad de que el inocente estaría en el cielo.

No queremos hacer una enumeración demasiado prolífica de canciones y de situaciones, tan sólo tratar de hacer ver la cantidad de información referida a tradiciones y cultura popular que se nos transmite por medio de las canciones.

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No nos gustaría terminar este escrito sin plantear un par de reflexiones. La primera referida a la pureza del folklore.

Nuestra preocupación se centra en los riesgos de la adulteración de la música folklórica, pero por otra parte, en un mundo marcado por el desarrollo de los medios de comunicación, el pensamiento cambia con enorme velocidad y es posible que, una música folklórica pura y anclada en el pasado, ya no sea reflejo del sentimiento popular y caiga en desuso.

Por supuesto que eso no justifica la adulteración, pero quizá sea conveniente combinar grupos que se afanan por la investigación y la conservación de la música folklórica más pura, con grupos que realizan una música de fusión en la que se mezclan las ideas musicales de ayer y de hoy y que serán objeto de estudio mañana, porque representarán la manera de sentir del pueblo actual.

Otra preocupación es que a través de la música se transmiten demasiado bien las ideas, incluso con algo de falacia.

La música es un lenguaje de contenido no semántico que conecta directamente con los sentimientos, por tanto puede salvar con cierta facilidad el filtro de la razón.

Los comunicadores conocen esto perfectamente y eligen con mucho cuidado la música que acompaña a la publicidad y que puede entrañar de algún modo mensajes subliminales.

Si esto es así es nuestra responsabilidad, cuidar las ideas que transmitimos en nuestras canciones ya que pueden calar muy hondo en la formación de los jóvenes que las escuchan.

Por supuesto que no vamos a atacar desde aquí la libertad de expresión, nada más lejos de nuestro propósito, nos ha costado mucho de conseguir y es un tesoro a conservar.

Sólo queremos recordar que libertad implica

responsabilidad y recomendar a los excelentes juglares de hoy que transmitan siempre en sus canciones los valores con los que estén sinceramente de acuerdo y no cualquier cosa que pueda venderse bien.

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LA PASIÓN DE CANTAR Ángel Corpa

Cantautor

Si se calla el cantor, calla la vida.

Porque la vida misma es toda un canto. Horacio Guaraní

No creo que nadie en su sano juicio pueda poner en cuestión la importancia de la música en la esencia del ser humano. Hay quienes llegan a afirmar que sin la música los humanos no habríamos alcanzado el grado de desarrollo que tenemos, no habríamos descubierto el universo sentimental del que gozamos, o que la raza humana necesitó desde sus más ignotos orígenes de algo consustancial a ella misma: la Música.

Tradicionalmente hemos dado por buenas las teorías de que, en los albores de la especie humana, elementales figuras rítmicas (palmas y patadas contra el suelo) y la oportuna adecuación a esa rítmica de sonidos guturales provenientes de otras acciones comunicativas, conformaron el gran basamento donde pudo asentarse el origen de lo que hoy conocemos como Música

Para los defensores de estas teorías, sin duda

han debido de pesar sobremanera los hallazgos

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descubiertos en el sur de Francia que nos informan de la existencia de tubos agujereados (Flautas) confeccionados a partir de tibias de grandes aves y con una antigüedad superior a los 70.000 años.

Esto nos lleva a pensar que ya en aquellas fechas, los humanos eran capaces de construir instrumentos que tuviesen la facultad de emitir sonidos con diferentes alturas tonales. En definitiva, eran capaces de concebir y crear melodías por elementales que pudieran haber sido.

Aquellas melodías, inimaginables para nosotros, han estado inmersas en los complejos y profundos campos de la evolución que, milenio a milenio, ha dado como resultado el maravilloso conjunto de obras musicales que podemos disfrutar en nuestros días con sólo apretar un botón.

Hoy sabemos perfectamente que no hay

absolutamente nada de lo humano que no tenga su reflejo y traducción en el ámbito musical. Se ha compuesto música en todos los rincones del planeta, en todos los tiempos, por todas las razas, para lo religioso, para lo pagano, para los humildes, para los poderosos, para la guerra, para la paz, para la alegría, para la pena... para todo.

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Dentro de las distintas variantes y formas

musicales en que se han ido decantando aquellas primitivas melodías, ha sido la canción, por su simplicidad, accesibilidad y belleza, la que con más pujanza se ha convertido en la forma musical más extendida y usada por toda la especie humana en cualquier rincón del mundo.

Todos los grandes compositores no han podido resistirse ante esa fórmula magistral y han incluido entre sus obras inolvidables canciones, fascinados por la belleza y la magia de la voz humana.

Ante tal avalancha de canciones y con la certeza de que tienen el poder de alterar, negativa o positivamente, la vida emocional, la Asociación Mundial

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de Psicomusicoterapia Evolutiva (A.M.P.E.), enumera todos estos tipos de canciones: Relajantes, Estimulantes, Psicoafectivas, Creativizantes, Motivadoras, Psicoexpresivas, Positivizantes, Energetizantes, Catárticas, Psicodramatizantes, Espirituales, Dinamizantes, Folklóricas, Humorísticas, Infantiles, de Mimo, de Comedia, Proyectivas, Negativizantes, Satánicas, Misteriosas, Robóticas, Obnubilantes, de Miedo, Inexpresivas...

Como vemos, no hay una sola actividad o

estado de ánimo del ser humano que no tenga una respuesta musical.

A la luz de la clasificación expuesta, podemos afirmar rotundamente que existen canciones que producen efectos positivos y otras que los producen negativos. Las hay que incitan al bien y las hay que incitan al mal. Descendiendo a nuestra realidad, encontramos canciones que contienen el mundo de los Valores en los que debe descansar cualquier sociedad democrática; como ejemplo, la obra mayoritaria de los cantautores. Frente a estas canciones están aquellas que contienen los Contravalores que desintegran y pudren las sociedades; sirvan de ejemplo las canciones que se están escribiendo en países como México y Colombia, en las que se cantan las oscuras hazañas de los grandes capos de la droga.

Afirmaba el genial poeta Federico García Lorca

que una obra de teatro no estaba terminada hasta que no se producía su representación en público, es decir, hasta que no intervenían los actores dando vida a todos y cada uno de los personajes y proyectando en el público sus miserias y sus grandezas. Del mismo

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modo, se puede afirmar que una canción es como un cuerpo dormido que necesita un alma para despertar. Ese alma es la Voz que le insufla el aliento vital necesario para convertirla en algo mágico y lleno de poderes.

Cualquiera que cante ha podido disfrutar la

placentera sensación de comprobar cómo un cierto magnetismo fluye de sí cuando interpreta alguna canción. Yo lo sentí desde muy niño y desde entonces no he podido resistirme a esa pasión, LA PASIÓN DE CANTAR. Está claro, por otra parte, que esa es una facultad que no poseen todas las personas, por lo que se pueden nominar como escogidos a los que tienen ese don, y es comprensible que el público los admire y los tenga como referente, por tener la facultad de hacer algo que todos necesitamos casi de una forma vital.

Visto este fenómeno desde el prisma de la

educación y el respeto a nuestros semejantes, siempre he creído que los poseedores de esa capacidad teníamos la obligación de ponerla generosamente al servicio de la colectividad, conscientes de la importancia capital que tiene en la vida diaria de las personas (¿han pensado alguna vez cómo sería un día sin música?); y eso es lo que he hecho desde que me inicié, en mi temprana juventud, en este apasionante oficio de pellizcar el alma.

Mi andadura artística como profesional, comenzó en el seno del grupo JARCHA, del cual fui fundador, compositor de muchas de sus canciones y componente durante veinticinco años

.En el año 1971, como educador del colegio menor Santa María de la Rábida de Huelva me hice

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cargo de las actividades culturales, y entre otras, me pareció que podría tener gancho entre los colegiales la creación de un grupo de Música Folk que, al estilo del grupo "Nuestro Pequeño Mundo", se interesara en recoger las canciones populares que nutren el inigualable patrimonio cultural de la provincia de Huelva.

También nos interesaron sobremanera las experiencias que llevaba a cabo el grupo "Agua Viva", musicando grandes poemas de los poetas más importantes. En esta línea abordamos el montaje de canciones compuestas mayoritariamente por mí a partir de hermosísimos versos de Bertoldt Brecht, Nicolás Guillén, Miguel de Unamuno, Blas de Otero, Miguel Hernández, Jesús Arcensio, Eduardo Álvarez Héyer, etc.

Como síntesis de estas dos corrientes musicales, empezamos a componer canciones originales en letra y música como forma de expresión del rechazo que producía en nosotros la situación que emanaba de la carencia de las más elementales libertades que un pueblo necesita para ser dueño de su futuro.

Durante los veinticinco años que fui miembro

activo de JARCHA, participé en cerca de 3.000 conciertos en España y Europa, para los que tuvimos que hacer más de 2.500.000 kilómetros; innumerables entrevistas en los medios de comunicación hablados y escritos, y muchísimos programas en televisiones españolas y extranjeras. Fuimos merecedores de muchos premios y trofeos, pero el mejor de todos fue contar con el cariño cómplice del público que siempre nos siguió de forma incondicional haciéndonos el honor

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de elegir "Libertad sin Ira", de Pablo Herrero y Rafael Baladés, como canción de referencia para las libertades durante la Transición y para exigir el fin de la violencia terrorista durante el actual periodo democrático. ¿Qué más se puede pedir?.

El abultado equipaje de vivencias y sensaciones que fui acumulando durante ese tiempo ha ido proporcionándome el mejor rumbo para llegar al puerto de la madurez artística y humana que son las bases donde descansa todo mi proyecto creativo e interpretativo.

La estructura interna de funcionamiento de JARCHA nos obligaba a pasar mucho tiempo juntos. Hay que tener mucha dedicación para hacer que un grupo de voces suene afinado, ensamblado, ágil y fresco. Estas necesidades que se traducían en muchas horas diarias de ensayo, nos llevaron, casi sin proponérnoslo, a encontrarnos viviendo en un esquema de comuna donde siempre había tiempo para la música. La comuna fue para mí una fantástica escuela de convivencia, porque cada día teníamos que hacer un ejercicio de respeto, de tolerancia y de amor para que aquello funcionase, evitando así la contaminación que destruye por la vía del egoísmo cualquier forma de convivencia.

Todo esto, además de hacernos mejores artísticamente, también nos hizo mejores personas, más sensibles y solidarios con la realidad que nos circundaba y más responsables con las obligaciones que día a día íbamos sintiendo como nuestras. Para mí fue el pistoletazo de salida para una carrera en cuya meta está el sentido de mi vida, que no es otro que ser feliz aportando a la sociedad el arte que se ha ido

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decantando dentro de mí y sirviendo a mis semejantes de faro en la tristeza y en la confusión.

Con relativa frecuencia tenemos una gran

dificultad para expresar lo que sentimos como cotidiano, porque no solemos dar importancia a lo que sabemos cercano y accesible y de esa forma no guardamos mucha información sobre ello. Poco importa que sea considerado de gran valor por las personas que nos rodean. Esta es la primera vez que

las circunstancias me llevan a hacer una profunda reflexión sobre lo que he hecho durante toda mi vida: Cantar.

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De dos formas me he acercado y me acerco a la canción. Una, profesionalmente y otra, por amor al arte, excluyendo de éstas las que realizo solidaria y regularmente en festivales y actos benéficos.

Cada una tiene su ritual, más inmediato cuando canto para amigos que cuando lo hago sobre un escenario.

Cantar para amigos, siempre ha supuesto un gran placer para mí. Cuando empieza a sonar la guitarra o el piano, uno nota una cierta transmutación en sus caras que es el reflejo de los cambios que comienzan a producirse en todos y cada uno de ellos y que pueden concretarse en una mayor capacidad de concentración, por tanto de audición; mayor sensibilidad y propensión al placer del disfrute musical.

He podido comprobar que raramente en esas fiestas canto lo que más me puede gustar, y no porque el ambiente no se preste. Creo que, con el tiempo, he ido decidiendo sin darme cuenta, que me daba más placer hacer felices a mis amigos con la interpretación de las canciones que más pudieran gustarles, que satisfacer mis gustos personales que, en el fondo, no distaban tanto de los suyos.

En esos momentos y cantando esas canciones eternas llenas de poesía y de magia, he podido sentir cómo mis amigos se emocionaban dando rienda suelta a las manifestaciones de esa emoción en forma de ojos cerrados, de piel de gallina o de alguna furtiva lágrima. Para mí es un doble proceso de regeneración: energética, porque me quedo vacío, y artística, porque me quedo sin repertorio.

La capacidad de modificar el estado de ánimo de

una persona por medio de una canción es un pequeño

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milagro que te onnubila cada vez que la ejerces sabiendo que es toda un arma cargada de futuro; pero siempre tiene un "efecto boomerang" y en ocasiones es tan fuerte el torrente sentimental que te envía la audiencia, que terminas compartiendo todos y cada uno de los sentimientos de tus oyentes. Entonces, con la euforia del momento, entiendes que juntos formamos un todo, que ese todo no podrá estar completo si alguno falta, y que juntos tenemos la capacidad y la fuerza de alcanzar la meta que nos propongamos.

Las consecuencias de estas reuniones son una borrachera de versos y melodías y una indigestión de diálogo vivo y lúcido al calor de los grandes maestros que a mí me gusta interpretar en esos lugares. Salimos plenos, renovada nuestra fe en la humanidad, más solidarios, más responsables, con más amor, más pacíficos, más justos y más libres.

Es bastante frecuente que en este tipo de reuniones haya más de uno que le duela el cante y lo sepa decir; en ese caso tengo la maravillosa oportunidad de poder escuchar lo más intensamente que puedo, tratando de llenarme de esa canción y esa voz para poder enviar al que canta, lo más directamente posible, el cúmulo de sensaciones que ha sido capaz de despertar en mí.

Cuando canto profesionalmente, el trabajo comienza en el mismo momento en que se confirma la actuación. Me gusta ver en el mapa dónde se encuentra mi próximo escenario; me interesa saber cuántos habitantes tiene, a qué se dedican, de qué color político es su ayuntamiento, si tiene buenas comunicaciones...

Cuando conozco el recinto, me gusta saber su capacidad, los medios técnicos y humanos de que

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dispone, si tiene buena acústica, si está fuera de zona de ruidos...

Todos estos factores comienzan a caminar por mi mente con el propósito de ir detectando posibles problemas y adelantando posibles soluciones. Intuyendo cómo puede ser el público, a la luz de las informaciones obtenidas, mi mente va soñando cómo se va a ir desarrollando todo. Las palabras con que saludaré a la audiencia, si tengo que transmitir algún mensaje, si tengo que decir algo o callarlo; escoger, atendiendo a los gustos que intuyo, el repertorio a interpretar que saldrá única y exclusivamente de mi repertorio general...

Atiendo a razones como: analizar la tonalidad de la canción anterior y siguiente para tratar de que no coincidan y evitar la monotonía; jugar con los ritmos para que sea más ameno el concierto; tener en cuenta los contenidos poéticos de los temas a interpretar para no saciar al público; si la canción va acompañada de piano o guitarra; si es más o menos conocida; si hay una petición extra, qué canción interpretar... En definitiva, me gusta controlar todos los detalles de mi maravilloso oficio, porque todos juntos me proporcionan la seguridad que me permitirá abandonarme en la interpretación tratando de desarrollar todo mi potencial técnico, artístico y sentimental.

Lo digo de broma a mis amigos, pero es verdad, me gusta hasta preparar la maleta; hacer una ruta de viaje que incluya a ser posible una suculenta parada gastronómica, conocer el estado de las carreteras por las que voy a transitar, tener cumplida información de las predicciones meteorológicas, poner a punto el vehículo en el que se va a hacer el desplazamiento...

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Mención aparte merece el estado de los equipos

técnicos y, naturalmente, mis instrumentos. La certeza de saber que un cable en mal estado te puede amargar un concierto, hace mucho tiempo que me ha convertido en un experto en detectar fallos y averías y encontrar la forma de subsanarlas. No descanso hasta que compruebo que el sonido, desde que pulso la cuerda de la guitarra hasta que la escucho por los altavoces, es claro, nítido y con potencia, pero sin molestar.

He hecho un repaso por los elementos y circunstancias que rodean el ejercicio de cantar; voy a tratar de explorar ahora los oscuros rincones de la mente y del sentimiento de donde nacen los verdaderos elementos que forman una canción.

Un conjunto de palabras con sentido, con ritmo, que tengan una belleza sonora y que cuente algo que pueda interesar a alguien puede ser la letra de una canción. Buscando su mejor sonoridad, habitualmente se construyen con la misma técnica que algunas estrofas poéticas de rima consonante. Es muy habitual en este género musical trabajar con poemas preexistentes de poetas de reconocido prestigio que, no sólo aportan sus calidades literarias a la futura canción, sino que la dotan de una profundidad y agudeza que son el resultado del estudio, la meditación, la estética y el análisis; elementos definitorios de la actividad poética.

Hay quien afirma que los poetas tienen la facultad de iluminar las sombras y despejar caminos que, aún hollándolos cotidianamente, no somos capaces de reconocerlos o encontrarlos hasta que nos son revelados. Siempre he creído que los cantautores necesitamos de los poetas, no sólo por los poemas que

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podemos musicar y convertir en canciones, sino por la capacidad que han tenido desde siempre de contar e interpretar lo cotidiano, por hacernos asequible lo complejo y por su entrega vital, con todas sus consecuencias, a su pasión creadora.

¿No se han parado a pensar cómo es posible que, pese a ser tan minoritaria la población que disfruta con la poesía, tengan los poetas tanta repercusión en la historia de la humanidad?.

Pero si hay algo indispensable para construir

una canción, eso se llama Melodía. Es el conjunto de sonidos ordenados en el tiempo, concebidos para ser emitidos por la voz humana y consecuente con sus limitaciones.

Si contemplamos las obras de los artistas plásticos, pintores, escultores y arquitectos, podemos darnos cuenta de que una vez que el artista estampa su firma en el lienzo, la madera, el bronce, la piedra o cualquier otro material, da por concluido el proceso de creación; y esas formas, colores y volúmenes serán las señas de identidad de sus obras por los siglos de los siglos. Otra cosa será el efecto que produzcan en nosotros y que puede cambiar en función de nuestro estado anímico y sentimental, pero la obra permanece y sólo la pueden alterar los rigores del paso del tiempo.

Las canciones, a pesar de que se mantengan inalterables la melodía y las palabras, se rehacen cada vez que se interpretan. Podemos afirmar rotundamente que para gozar de ellas hay que recrearlas cada vez que las necesitemos. Incluso la mejor grabación, no deja de ser una interpretación más, que será diferente de cualquier otra realizada por el mismo intérprete.

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Cuando tenemos las palabras y la melodía, sólo necesitamos la Voz para hacer realidad una canción. Sin ese componente no hay vida. La voz es el mecanismo, es la facultad fundamental por la que accedemos al maravilloso mundo de la comunicación con los seres que nos rodean. En la voz hemos aprendido a volcar todos los matices de nuestra rica sensibilidad, de tal forma que cualquier sonido que emitamos tendrá un significado que activará diferentes resortes de comportamiento en quien lo escuche con arreglo a unas pautas que hemos ido decantando siglo a siglo.

Una canción es un complejo mundo que es

necesario explorar en toda su extensión para comprenderlo, conocer sus paisajes, sus habitantes, (en las canciones habitan personajes) con los cuales hay que charlar para saber de dónde vienen, qué esperan, cómo piensan, qué les emociona... Saber quién fue su autor, en qué momento fue creada, con qué intención, cuándo se canta, con qué fin... Todos estos conocimientos se hacen altamente necesarios para poder transmitir al público el universo de sensaciones que conforman el contenido y la propia esencia de una canción.

Este ejercicio de conocimiento y de exploración, creo que nunca se acaba porque cada vez que uno entra en una canción, tanto si la canta como si la escucha, descubre matices en los que antes no había reparado. Es necesario llenarse mucho de una canción, conocerla en toda su extensión y ponerse a su servicio para transmitir toda la intensidad que en ella está contenida.

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He insistido mucho en la Voz como parte fundamental de una canción viva; todos sabemos que detrás de la voz humana hay una persona en la que necesariamente se mezclan los contenidos sentimentales de la canción con sus propios sentimientos. Es como un choque entre dos mares, muy violento al principio para ir lentamente dulcificándose hasta llegar a una situación de aguas uniformes y mansas en las que es imposible reconocer orígenes distintos. Desde la perspectiva que tengo como intérprete, estoy en condiciones de asegurar que esos procesos son elementos claves para que una canción llegue a lo más recóndito de nuestro ser.

Todos hemos comprobado alguna vez que hay canciones que nos llegan, o no, dependiendo de la voz en la que las escuchemos. Las canciones, a pesar de que se mantengan inalterables la melodía y las palabras, ya he afirmado repetidamente que se recrean cada vez que se interpretan, porque, a diferencia de otras artes, no tenemos más remedio que participar activamente de ellas cada vez que queremos el disfrute que nos proporcionan.

El gran reto que tenemos los que nos dedicamos

a este maravilloso oficio, aparte de mantener una actitud de continuo aprendizaje en los aspectos técnicos de la música, es llenarnos de contenidos, de vida y de sentimientos con los que potenciar las calidades éticas y estéticas de la canción. Esto supone un gran estudio interior para reconocer los aspectos en los que uno debe mejorar, una interminable meditación sobre las grandes preguntas de la vida que nos ayuden a clarificar el presente y despejar el camino futuro y un compromiso con nuestros semejantes y con todo lo que

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hay que cambiar para conseguir aquellos legítimos sueños, frutos de nuestra racionalidad. También comporta una elevada apuesta por la sinceridad porque sabemos que la mentira nos lastra y nos impide levantar el vuelo hacia la cima donde está la plenitud artística.

Teniendo en cuenta estas reflexiones, parece necesaria la tarea de dar coherencia a lo que cantamos y a lo que vivimos; evitar escenarios de esquizofrenia que pueden distorsionar la calidad del mensaje interpretativo que siempre debe ser el gran objetivo a conseguir.

Con frecuencia vemos a artistas que han

consagrado toda su existencia a un afán de búsqueda en las esencias mismas del arte, sumidos en un proceso de depuración vital y artística que ha dado como resultado el hallazgo de caminos expresivos sin los cuales resultaría imposible entender la vida tal y como la sentimos en la actualidad. Ese proceso tan enloquecedor como tratar de encerrar al mar entre nuestras manos, en muchas ocasiones ha dado lugar a existencias difíciles y tormentosas. Artistas que han tenido que pagar peajes muy elevados a costa de su bienestar, incluso a costa de su propia vida. Digo esto para tratar de explicar actitudes artísticas que nos parecen inexplicables y muy lejanas de lo que entendemos que debe ser el papel de los artistas en la sociedad.

Cuando abandoné el grupo JARCHA en octubre

de 1997, entre otras cosas, tuve la necesidad de plantearme en qué dirección iba a encaminar mis solitarios pasos artísticos después de una inercia de

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veinticinco años. Pero tuve muy claro desde el principio que mi fortuna artística descansa en el compromiso con la realidad de los más débiles y para ellos planteé una de las actividades que más satisfacciones me ha producido en mi, ya dilatada, carrera profesional.

Esa actividad se llama "Educación en Valores a través de la Canción". Trato con ella de descubrir el inmenso potencial de ciertas canciones en la fundamental tarea de transmitir, especialmente a los jóvenes, la necesidad de llenar sus vidas de los Valores imprescindibles para lograr una vida plena.

La inicié en Sevilla en el año 2000 en los IES de la capital, dentro del programa de actividades extraescolares que cada año oferta la Delegación de Educación del Ayuntamiento de Sevilla. La Educación en Valores, a pesar de la aparente voluntad legal, no está plenamente asumida por el mundo educativo, y muchos centros tienen la tendencia a tratar el tema puntualmente y vinculado a alguna fecha especial. No debemos olvidar que un amplio sector del profesorado tiene una formación en la que prima la instrucción en materias educativas tradicionales sobre el nuevo papel de educador para el que no tiene fundamento ni motivación.

Con mi consejo, los profesores la han planteado como un acto de obligada asistencia para todos los alumnos, después de detectar el primer año que si no era así, los alumnos preferían ocupar esa hora en menesteres de carácter bien distinto a los que se podían plantear en un aula.

Desde el primer concierto vi que tenía en mis manos un arma muy eficaz para conectar con la realidad sentimental de los jóvenes, porque las canciones que interpreto en esta labor están cargadas de los mismos sentimientos que llenan sus corazones.

La actividad la presento como un concierto comentado en el que las canciones son las llaves que permiten abrir las puertas de su mundo sentimental a la luz de los Valores.

La Educación en Valores contiene objetivos muy abstractos que no hacen fácil su transmisión a través del lenguaje

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en función de su naturaleza histórica, filosófica y ética. Conceptos como la justicia, la paz, la tolerancia, la libertad..., tienen una difícil traducción en simples objetos de enseñanza. Soy de los que piensan que para hacer sentir y entender el amor, la amistad, la solidaridad..., es más efectiva la poesía que el ensayo, porque la poesía contiene la capacidad de emocionar.

La emoción es el mejor lenguaje en la Educación en Valores, la que hace creíble y amable el mensaje, la que pone al servicio de su comprensión el mundo de los sentimientos, y la que abre las puertas de los santuarios donde los jóvenes guardan celosamente sus mejores tesoros. La música, y más concretamente la canción, me parece uno de los medios más idóneos por los que transmitir Valores desde su ámbito abstracto hasta la realidad diaria por las razones que voy a exponer.

La primera va dirigida a los jóvenes, en el convencimiento de que la canción ha sido siempre una vía de comunicación y transmisión de sentimientos de primer orden. No creo necesario demostrar la importancia y el impacto social que han tenido a lo largo de los siglos, los cantantes de sólidas convicciones éticas comprometidos con los valores de una sociedad democrática. Cuando se presenta ante los jóvenes un concierto en directo donde se funden de forma armoniosa unas canciones de profundos contenidos con una voz que sea capaz de transmitirlos, se produce el milagro de sentir cómo afloran los sentimientos, se renueva nuestro espíritu y los corazones se vuelven receptivos y favorables a los mensajes recibidos.

La segunda, va dirigida a los profesores que encuentran en esta actividad, que funde Canción y Educación en Valores, unas motivaciones nacidas en lo más noble de su ser que les rejuvenece, que les hace sentir que no están solos en esa descomunal y poco reconocida tarea de formar los hombres y mujeres del futuro y que ante los sentimientos que les despierta esta actividad, renuevan voluntaria y libremente su compromiso con una realidad que supera el ámbito educativo, más allá de imperativos jerárquicos ó legales.

Me agrada enormemente poder constatar la importancia de la magnitud cultural que tiene esta actividad como medio de difusión entre los jóvenes de unas canciones con un valor incalculable, porque desde el punto de vista social demostraron con creces su valía y en el ámbito artístico, el tiempo, único juez

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del arte, ha hecho de ellas clásicos atemporales que cada vez que se cantan con fe y se escuchan con atención, cobran toda su vida y esplendor.

Por todo lo que llevamos visto creo que podemos atribuir a

ciertas canciones manifiestos efectos terapéuticos porque tienen la capacidad de cambiar nuestro estado de ánimo, razón por la cual ciertos colectivos las incluyen en su rutina diaria. Cuando un amplio grupo de personas canta junto, es muy difícil que sienta algún tipo de temor porque la complicidad que se establece, crea una corriente solidaria y mágica que inflama los corazones y ahoga todos los miedos en las bravas aguas de la euforia.

Todos hemos sentido cómo la sangre impetuosa golpeaba nuestras venas al cantar juntos ciertas canciones que lanzaban al viento nuestros sueños, nuestras aspiraciones y nuestras esperanzas.

No fue ninguna casualidad que el 25 de Abril de 1974, los jóvenes oficiales que hicieron posible la Revolución de los Claveles que terminó con la dictadura de Marcelo Caetano en Portugal, utilizasen la canción "Grandola Vila Morena" como contraseña para iniciar las acciones revolucionarias. Ni que en el estadio de Santiago de Chile en 1973, aquellos militares machacasen con sus culatas las manos, la boca y la vida de Víctor Jara para evitar que la esperanza que volaba en sus canciones despertase en sus compañeros el sagrado compromiso con la justicia y la libertad.

No quisiera dar por concluido este artículo sin rendir el

tributo de admiración, gratitud y reconocimiento que todos debemos, en justicia, a esa legión de Cantautores que generosamente nos regalaron sus mejores años enfrentándose a todas las dificultades imaginables.

Ellos fueron ariete contra el muro de la intolerancia, volcanes luminosos de la esperanza, palomas mensajeras de paz, apóstoles de la justicia, embajadores del amor y profetas de la libertad.

La banda sonora de la Transición no estaría completa sin ellos, artistas eventuales y cantantes anónimos que salieron silenciosamente por la puerta del olvido para integrarse en el seno del pueblo al que tanto amaron.

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Quiero concluir esta reflexión agradeciendo a la Organización Juvenil Española la oportunidad que me ha brindado al permitirme ilustrar una publicación sobre Educación en Valores. Espero que mi riqueza emocional y sentimental haya podido más que mis torpes palabras y que todos y cada uno de ustedes sienta más cercana mi perspectiva de lo que es La Pasión de Cantar.

"el viento está llamando a despedida,

y apenas somos tiempo que pasa por la vida. jamás me pone triste una partida,

pues no se va del todo quien ha cantado un día"

Fernando Porta/ José A. Trellez

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EDUCAR A TRAVÉS DE LA CANCIÓN

César Pérez de Tudela y Pérez Explorador alpino y escritor

Doctor en Ciencias de la Información y Abogado Académico de la Real Academia de Doctores de España

El buen gusto, es decir el estilo, la calidad de las estrofas, en un cantar armonioso. La canción del grupo, en los atardeceres de la montaña, mirando al fuego de la chimenea, siguiendo a las voces dominantes. Con la canción nace el sentimiento, surge la promesa, renace el recuerdo, se fortalece el deseo. Las distintas voces son notas musicales que nos elevan el alma, y esta alcanza la dignidad. La tensión arterial baja, la garganta se potencia y la amistad, entre los compañeros se fortalece. En la canción, como en tantas otras actividades de la vida, hay que plantarse con claridad y reciedumbre, ante las canciones groseras, soeces y vulgares; canciones que pueden ser castizas y hasta populares, pero que no expanden alegría, ni contribuyen a la dignidad del alma. Hay que saber distinguir las canciones. La canción tiene que ser poesía. Composición en verso que se canta. Música que se entona. El canto es también oración y plegaria. La canción es el viejo nombre de la composición poética. Oda, cantar de gesta, elegía. Si la canción no es poema no es canto. La canción es poesía.

Y como León Felipe me dijo una tarde en México*, tirando la poesía al viento: la luz será nuestra si cantamos.

La canción que acoraza el espíritu, que descarga la

emoción, que produce escalofríos... casta en los pensamientos, honesta en las palabras, enamorada de la concordia del mundo...

*yo pongo México con <x>

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Ya estás con esa canción. Cantar es un impulso muy

cerca de lo irreprimible, cuando la alegría nos invade. Es una adhesión a los demás. La melodía que se repite...

Cantor, cantarín, verseador... Cantar es realizar un sueño y preparar el alma para la

próxima vicisitud del viaje de la vida. La canción es el eje de la vida sublime.

Las leyes tendrían que ser canciones para que llegaran a la conciencia de los ciudadanos.

Cantar es una alegre forma de rezar y elevar los deseos, y aún los sueños, frente a la vida y ante los demás. Se canta cuando tienes miedo y elevas la plegaria, se canta cuando la superación te ha llevado a la paz. Se canta cuando estás vencido y cuando has ganado.

Se canta para recibir a los amigos y para despedirlos... Para aflorar a la conciencia el sueño callado y secreto. El canto es la meditación olvidada y prohibida: <el adiós

del que nunca volvió> <el canto de la soledad> <los recuerdos de la infancia> <las consejas de la madre> <la tierra callada> <la promesa de la novia> <los dolores del paisano> <las esperanzas del pueblo>

Cantar es caminar por la hierba alta entre los grandes silencios...

Yo canto para vivir, yo canto para sufrir. Cantalé tu pena al viento y el viento la cantará, dice

Yupanqui. <Lo que anda mal es la vida, que sangra por sus heridas

cuando es mentira el amor> <El viento me hizo cantor. Y en una noche serena he de

dormirme cantando la pena que me quedó> <Quiero morirme cantando mi destino de cantor> El pueblo que canta se fortalece, ganando la mayor

riqueza que se puede ambicionar: la educación, que es la confluencia del <sentimiento> con la <razón>

Canto es existencia que busca la esencia.

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Y el cantor nos reintegra al <ser>, haciendo compatible la <razón> con los <sentimientos>. Los que cantan son los seres que se adentran en el mundo de lo abierto, al viento y al riesgo, que sostenía Heidegger, cuando descifraba la metafísica poética de Rilke.

La canción es el medio de traer la luz al espíritu cuando todo es confusión, buscando el <renacimiento del ser>: el reencuentro.

En los tiempos de catástrofe, desesperación y angustia, solo los cantos del poeta pueden ayudar a encontrar el camino...

<Nunca estaremos solos si cantamos> <Van caminando firmes y resueltas...>

<Para burlarnos de la mala suerte> La canción de promesa, susurro de melodía: en la guerra, en el calabozo, en la ermita, siempre la armonía y el gemido del verso, susurro...

Yo he cantando en todas las latitudes de la Tierra, sobre

las cornisas de cien paredes y aristas, perdido en la inmensidad de los Andes, en las perfiladas agujas de la Patagonia, en los difíciles Alpes, en los altos picachos del Himalaya, en los Cárpatos cardenos, en las cimas blancas del Caúcaso...

Y la canción me ha traído sosiego, fuerza, ilusión... Las estrofas del amor lejano, la sonrisa del amigo que

murió... La canción me ha traído, al fin, esa <esencia> que

buscamos en los versos de Hölderlin. “Allí dónde está el peligro, nace también lo que salva”

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LA FUERZA DE LA CANCIÓN

Fernando J. Cabañas Alamán Musicólogo

Y sin preocuparte por el alimento báñame con suaves aires lidios,

casados con el verso inmortal para que así el alma pueda perforar sus notas.

y con muchas librar sinuoso combate de dulzura enlazada, largamente prolongado.

John Milton: L’Allegro (1632) Aquel día aprendí el verdadero valor de la canción… o al

menos eso creo. Era un frío domingo del mes de diciembre de 1971. Concretamente el 12 de diciembre de 1971.

EN EL COMIENZO DE MI HISTORIA. Pocos días atrás, nuestro profesor del cuarto curso de

Educación General Básica, la añorada EGB, nos había conducido hasta las oficinas de la Organización Juvenil Española en Cuenca. D. Telesforo, que así se llamaba nuestro profesor, llevaba semanas hablándonos de las bonanzas y ventajas que tenía el hecho de afiliarse a la OJE.

Nos había hablado de las marchas que se realizaban, de

los campamentos de verano, de los albergues navideños y semanasanteros, de lo a gusto que se trabajaba en grupo en los hogares juveniles, de la posibilidad que ofrecía de asistir regularmente a proyecciones de cine que se ofrecían allí mismo y encima prácticamente gratis, de la suerte que tenían sus afiliados al poder visitar lugares cercanos y otros que no lo eran tanto, de participar en competiciones deportivas, de descubrir nuevas aficiones,… pero sobre todo insistió en que lo más importante que uno podía encontrar en la OJE era la posibilidad de encontrar nuevos amigos con los que pronto estableceríamos

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relaciones personales tan fuertes que difícilmente se truncarían con el paso del tiempo.

Nos había metido la ilusión en el cuerpo… ¡y de qué

manera! Y con tal certeza impactaron en mí aquellas entusiastas

palabras de D. Telesforo, que durante días enteros, mis escasos nueve años y la insistencia con la que un niño a esa edad suele plantear las cosas, se convirtieron en mis principales aliados para que, un día tras otro, a la hora de desayunar, de comer, de cenar, de hacer los deberes o de ir a la cama, diese constantemente tal paliza en casa solicitando la autorización paterna pertinente para “hacerme de la OJE”, que no sé si al final, en casa, decidieron no poner impedimento alguno sospechando que así, al menos, yo dejaría de molestar insistentemente con el mismo asunto.

Por fin, el 7 de diciembre de 1971 conseguí ser el afiliado

número 417.685 de la OJE. En ella no buscaba, a mis 9 años de edad y al margen de las siempre retorcidas y maledicientes mentes, otrora puestas de moda, otra cosa que desarrollar al máximo las inconmensurables ganas que ya en esa edad tenía de hacer muchas y variadas cosas. Ah, y sobre todo, quería ver hechas realidad todas y cada una de las ilusiones que en mí había metido D. Telesforo.

Y mi primera alegría me la llevé ese mismo día 7 de

diciembre. Resulta que cuando fui con mis compañeros del colegio a entregar mis fotos, mis fichas y todo el papelorio que era preceptivo cumplimentar para ser un flechilla de la OJE, allí había un señor muy alto, pero mucho mucho, ¡eh!, con un rostro muy serio y con una cara que, inicialmente, parecía que irradiaba mala leche por todas partes. Era el Jefe de la OJE de Cuenca. ¡Mal comenzamos, me dije! Esto no parece que vaya a ser como apuntaba D. Telesforo. Incluso, pensé seriamente en ese momento en “desapuntarme” casi antes de apuntarme, como proponía uno de mis compañeros, que afortunadamente y llevado por mis consejos, pero también inesperados apuros, dio marcha atrás. Y es que yo no quería quedarme sólo ante ese peligro que, a mis cortas entendederas, nos acechaba.

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Pero de pronto, Lidio Jiménez Jiménez, que así se llamaba aquel señor tan alto, nos dijo: “El domingo vamos a hacer una marcha a Molinos de Papel, aquí cerquita. Vamos a ir muchos y lo pasaremos muy bien. ¿Os apetece venir?”.

Y un coro de niños, sin ensayo previo alguno, contestó al

unísono: “¡Sí!”. — “Pero, ojo, que hay que abrigarse bien, llevar calzado en

condiciones, buscarse una mochila y cargar con la comida de todo el día y con una tienda de campaña. ¿Seguro que vais a ser capaces de aguantar tanto esfuerzo?”

— “Claro que sí”, volvió a entonar unánimemente la

improvisada escolanía una vez que cada uno de sus miembros se había visto tocado en lo más profundo de su amor propio.

Nos dio la información necesaria, nos recomendó cómo

debíamos calzar nuestras medias de montaña, nuestras botas… y nos fuimos dando botes de alegría.

Creo que si en alguna ocasión he dormido especialmente

poco tiempo y mal, al tiempo que durante varios días seguidos, sin duda fue entre las noches que separaron el 7 y el 12 de diciembre de 1971. Y es que durante esos días los nervios y la ilusión por vivir aventuras desconocidas pero sí imaginadas, no me dejaron conciliar el sueño.

A pesar de haber quedado a las 9 de la mañana del día 12,

antes de las 8 de aquel domingo, en el que yo debutaría como potencial montañero dispuesto a subir a las cumbres más altas, ya tenía todo preparado y estaba muy inquieto.

Y empezó la marcha. Una marcha que para mi familia no

tenía nada de especial pues, precisamente, Molinos de Papel era el pueblo natal de mi padre y hasta él nos íbamos todos los fines de semana. Pero aquella era una ocasión única, tan singular que, además, nada tenía que ver con ir hasta él en coche y con los bártulos en el maletero. “Se viajaba mejor andando y con una mochila a cuestas”, me dije plenamente convencido de ello.

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El frío empezó a arreciar. Y Lidio, acompañado con un perro pequeñajo que contrastaba grotescamente con su enorme tamaño, se convirtió en nuestro padre adoptivo por un día. En fila, para evitar despistes, accidentes y caídas, empezó la marcha.

Pero sin haber transcurrido más de 200 metros, nuestro

Jefe, pues era así como todos le llamábamos, nos propuso aprender una canción que, según él decía, nos ayudaría a que el camino se nos hiciese más corto, lo recorriésemos con más alegría, vitalidad y, eso lo descubrí yo por mí mismo, con enorme amor propio.

¡Y qué razón tenía! ¡Por algo era el Jefe! Si es que hacía frío, que realmente lo hacía, si es que era

duro el camino, que también lo era… aprendida la primera estrofa de la canción y cantada a grito pelado por un desafinado e improvisado coro de medio centenar de niños, el frío y la dureza desaparecieron por arte de birlibirloque.

Cuando cargues las mochilas dentro de nuestro autocar y desees que nunca llegue el momento de marchar, sabrás que el adiós es triste. Más nuestras señas serán: un lema, Vale Quien Sirve, y una fuerza: Lealtad. Entonemos las canciones que un día nos reunirán. Que ruja el león rampante, que retumbe hasta en las piedras nuestro canto de amistad.

De hecho, a partir de entonces y como un resorte que de manera espontánea se activaba desde lo más dentro de mÍ, durante muchos años, cada vez que me encontraba en situaciones de potencial cansancio físico o de desmoralización,

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aquellas dos canciones salían de mi boca casi sin darme cuenta, convirtiéndose en el mejor antídoto jamás inventado para combatir los agotamientos físico y mental.

Marcharás, marcharás, sin miedo a tropezar, que cuando tú llegues te seguiremos más. Marcharás, marcharás, ve sin desfallecer que la ruta se hace con un mejor hacer. Cuando era pequeñito tres palmos no medía, mi mente preguntaba: ¿dónde está la alegría? La tengo que encontrar muy cerca de mi Dios y dentro de la OJE, un mando me enseñó.

A estas alturas de mi historia he de hacer notar que en

diciembre de 1971 yo llevaba ya la friolera de casi cinco años estudiando música en el Conservatorio de Valencia. Tocar el piano varias horas al día y cantar bastante rato cada tarde eran, por tanto, dos prácticas que para mí eran cualquier cosa menos ajenas o extrañas. Sin embargo, hasta ese fantástico 12 de diciembre de 1971, no descubrí que cantar, y además en grupo, tenía unas cualidades ilusionadoras, curativas, preventivas, estimulantes… y no sé cuantas cosas más, en las que a pesar de mi experiencia musical yo no había caído hasta entonces.

..hasta ese fantástico 12 de diciembre de 1971, no descubrí que cantar, y además en grupo, tenía unas cualidades ilusionadoras, curativas, preventivas, estimulantes…

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A pesar de que llevaba años cantando de manera casi

mecánica, ese día descubrí que realmente me gustaba cantar… y si era con mis amigos y compañeros, más aún. Recuerdo cómo, al término de la jornada, en casa se quedaron asombrados cuando les dije que ni me había cansado, ni había pasado frío, ni me dolían los pies… y todo ello a pesar de las ampollas que tapizaban el empeine de los dos pedestales sobre los que se sustentaba mi lógicamente frágil cuerpo por aquellos tiempos y de los sabañones que adornaban mis manos.

A pesar de que llevaba años cantando de manera casi mecánica, ese día descubrí que realmente me gustaba

cantar… y si era con mis amigos y compañeros, más aún.

Posiblemente, el fantasma de la esencia de una parte de la

letra —“Tout finit par des chansons”— con la que Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais contribuyó a que las mozartianas Le Mariage de Figaro alcanzasen el inconmensurable prestigio que ya nadie podrá arrebatarles jamás, se hizo presente en mí aquel día de tal manera que forma ya parte indisoluble de mí mismo. Y ello gracias a la OJE.

No hay música para instrumentos que pueda compararse con la que producen

las voces de los hombres. William Byrd: Salmos, sonetos y canciones (1588)

EL SUEÑO DE COVALEDA. En mis tiempos jóvenes, ya lejanos pero no tanto como

algunos puedan pensar, Covaleda se dibujaba en nuestros horizontes como algo grandioso, casi inexpugnable, sólo adecuado para los mejores, para los más osados y para aquellos

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que fuesen capaces de dar mucho más de lo que, a todas luces, podrían recibir jamás. Habíamos oído tanto hablar de Covaleda, que ser cadete y no dormir en sus tiendas durante al menos veinte días, era algo que ya no sólo estábamos seguros de que nadie nos perdonaría; es más, sabíamos que nosotros mismos jamás podríamos mirar a la cara a un afiliado de la OJE sabiendo que tal reto no lo habíamos superado.

Pronto supe que yo, de una manera u otra, tendría que ver

cómo mis zapatos de suela de tanque pisaban firmemente el Raso de la Nava. Quería firmemente formarme como educador de jóvenes, me gustaba el trato con niños y los retos más duros siempre habían despertado en mí unas ganas de trabajar y de sobrevivir que se retroalimentaban como ninguna otra sensación interna. Además, tenía enormes ganas de ver directamente su gran portada, sus monolitos y sobre todo el Cristo de Fernando Soto del que tanto había oído hablar durante años.

Y la suerte, como en otras muchas ocasiones, me

acompañó. Un día de la primavera de 1977 me enteré de que se convocaba el curso al que, todos los cadetes con vocación educadora, solían asistir desde hacía lustros. Y yo, sin dudarlo, me inscribí en él aún sin contar con la preceptiva autorización paterna. ¡Mi ilusión no sabía de barreras ni obstáculos!

Era el único de mi ciudad que deseba ir ese año a Soria lo

que, en cierto modo, se convirtió en un nuevo aliciente pues así, a mi regreso, yo mismo podría contar al resto que lo de Covaleda de verdad existía y que no era un cuento chino.

Jamás olvidaré aquellos veinte días en Covaleda. Nunca

podré olvidar cómo nuestro Jefe de Curso, el maño Fernando Orte Zamora, supo, nuevamente a través de canciones, y más canciones, y danzas, y actividades culturales trufadas con mil vivencias musicales, y multitud de artimañas que sólo su enorme experiencia le había ayudado a acumular y sobre todo a saber transmitir magistralmente a un puñado de quinceañeros, hacernos olvidar el horrible frío que pasamos ese verano en un lugar en el que los múltiples comentarios que sobre su dureza yo había escuchado durante años se quedaron cortos en el mismo

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momento en el que baje del autobús y puse un pie en aquella maravillosa tierra de indudable pura cepa castellana.

Y una vez más, como en otras muchas anteriores y más

aún posteriores, la canción, nuestras canciones de siempre, las populares, las de animación, las de marcha, las de moda… estuvieron con nosotros uniéndonos siempre ante los cada vez más duros y frecuentes retos que ante el camino de aquellos mocetes que querían dedicarse en el futuro a la ilusionante labor de formar niños, estaba obligado Orte Zamora a poner en su camino.

¿Qué habría sido de esa tormentosa ascensión que al

nacimiento del río Duero, en plenos picos de Urbión, realizamos con una cruz potenzada a cuestas, de no haber sido por la fuerza interior que nos dieron las mil y una canciones que nos acompañaron en tan arduo peregrinar?

En Covaleda estamos ya, en Covaleda para acampar. en sus praderas el pino crece, brilla el río Duero, la flor se mece. Que lindo el aire, que bello el sol, azul el cielo, se siente a Dios. En Covaleda formamos ronda, ronda de tiendas, ronda redonda, ronda de anhelo, ronda de acción, ronda redonda, ronda de acción.

Y llegó el momento triste de regresar a mi Cuenca natal. Y

yo no quería dejar la Covaleda que ya, para siempre, sería algo mía. Pero afortunadamente conmigo volvieron cientos de vivencias irrepetibles y un buen puñado de nuevas canciones que, durante un año, mis jóvenes arqueros aprendieron ilusionados a la espera de que un año después, tal y como ocurrió, yo regresase a Covaleda en busca de nuevas

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experiencias y, ¡como no!, nuevas canciones con las que vivir nuestras apasionadas correrías.

Además, fue por entonces cuando asumí voluntariamente

la vocación casi sacerdotal de, a partir de entonces y allí donde estuviese con niños o jóvenes, dedicar siempre una parte de mi tiempo a enseñar a cantar. Sin saberlo conscientemente, estaba plenamente convencido de la sabiduría que emanaban las certeras palabras de William Byrd, en las que él mismo se interrogaba sobre las causas que podían llevar al ser humano, dado el hecho certero y confirmado de que el canto tanto ayuda y estimula al ser humano, a no cantar por sistema. ¡Pues peor para el que no cante!, me decía una y otra vez.

Cuando compongo una canción no me propongo hacer música sino,

lo primero y más importante, hacer justicia a las intenciones del poeta.

He intentado que el poema se revele por sí mismo y alzarlo en verdad a un poder más elevado.

Edvard Grieg: Carta a Henry T. Fink CORRERÍAS ALMOGÁVARES.

En 1979, y a pesar de mis diecisiete años de edad, llevaba

ya varios de ellos dedicado de lleno a mi labor de educador. Cursos y más cursos para formarme, foros culturales, cursos de educador, etc. todo ello para aprender a enseñar cada día mejor. Y de pronto me dije que, al menos en ese año, debía cambiar mi rumbo.

Alguien me había contado que existía una actividad, la

Almogavería, que, dura donde las hubiese, estaba pensada especialmente para aquellos que realmente se sentían atraídos por la aventura. He de reconocer que medio me asusté al principio… pero pronto salió de lo más hondo de mi ser lo más granado de mi amor propio plantando formalmente cara al pensamiento dubitativo que inicialmente se había apoderado de mí.

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Y si alguna duda, aunque esporádica y muy tímida, aún me quedaba, cuando me enteré que ese año las correrías almogávares asentarían sus blanquernas por la riojana Sierra de Cameros, cerca de Covaleda, y que el Megaduque encargado de guiar los destinos de los aspirantes a caballeros y damas almogávares sería mi admirado Fernando Orte… la certeza de que ese verano dormiría nuevamente junto a la Laguna Negra, en los pequeños pueblos de Cameros y en el Raso de la Nava fue total y absoluta incluso a tres meses vista.

Mi sino, desde hacía años y dado que mis estudios

musicales me llevaban desde niño irremediablemente hacia la profesionalidad en esta manifestación artística, estaba, allí donde yo acampase, siempre ligado a la música. Y he de decir que, a veces, la cosa ya me cansaba.

Pero lo de la almogavería fue otro cantar… y posiblemente

pocas veces se haya empleado este término con mayor oportunidad… o quizá oportunismo. No sé.

Si canciones y duros retos siempre habían estado unidos

en todas y cada una de las actividades que había hecho con la OJE, ¿qué no sé podría esperar de la actividad estrella? ¡la almogavería!

Si eran las 5 de la mañana y el cuerno del otro Fernando,

el medio leonés y medio riojano Fernando Blanco, sonaba y nos despertaba tras unas pocas horas de sueño malogrado,… allí estábamos los aspirantes a caballeros y damas almogávares levantándonos con una sonrisa en la cara y una canción, siempre una canción atronadora, en nuestras gargantas.

¡Desperta ferro, la espada junto al labio! ¡Desperta ferro, la espada cara al sol! Soy almogávar y soy doncel de España. Es mi camino la senda del honor. Como el acero se forja en nuestra estirpe, fuego en el alma y sol en el mirar. Va mantenida mi idea con coraje, marca mi paso mi afán de caminar.

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¡Desperta ferro! Se oye en mi campamento. ¡Desperta ferro! Es mi grito y señal. Soy almogávar, me gusta lo difícil, mi senda pasa siempre por la Polar.

Si a las 3 de la mañana todavía no habíamos dado por

finalizada la actividad del día y, todos juntos en torno al fuego, esperábamos ansiosos concluir la jornada con un sorbo del enigmático o’zurrón que de manera oculta preparaba el Megaduque, decenas de cantos montañeros, juveniles, populares, de ronda y, por supuesto, almogávares, calentaban nuestros ánimos alcanzando temperaturas superiores a las que el líquido elemento nos prestaría posteriormente de manera fugaz al atravesar nuestras gargantas camino de nuestros helados estómagos.

Si algo era consustancial allí y entonces, en los montes

riojanos y castellanos y en aquel agosto de 1979, eran nuestros cantos que atronaban allí por donde nuestros pasos nos guiaban. Éramos de la OJE, almogávares… y jóvenes con ganas de comerse el mundo.

Y como no podía ser de otra manera, aquel año recibí el

encargo de los “Fernandos”, bien es cierto que medio oficial medio oficioso, de canalizar la imaginación de todos los caballeros y damas almogávares de aquella promoción, de manera que, para el resto de los tiempos, quedase como recuerdo de aquellos quince días de aventuras sin igual una canción que narrase nuestras fazañas, camuflase nuestras travesuras y enarbolase nuestras ilusiones. Éramos Quijotes y Dulcineas en busca de un Cervantes que proclamase a propios y extraños la singular experiencia vivida por tierras no precisamente manchegas.

Así, desde el tercer o cuarto día, noche tras noche, sin

perdonar el frío ni el calor, los futuros almogávares ejercitamos, tal y como durante siglos lo hicieron nuestros antepasados, el noble arte de la improvisación musical volcando sobre el soporte de una melodía un texto que hablara de nosotros y de lo nuestro. Así surgió, muchas veces en torno al fuego, y otras acurrucados

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en lo más hondo de nuestros refugios de fortuna, una canción que, muchos años después, oí cantar a un joven cadete al que yo no conocía y que, según él y al ser preguntado por la razón de la misma, me dijo que era el himno de una de las más famosas almogaverías de cuantas se habían celebrado nunca en los tiempos modernos. ¡Pocas veces me he sentido más envidiado que en aquella ocasión!

Una vez más una canción, ¡nuestra canción!, era el

recuerdo imborrable e imperecedero de una aventura que ya dormía, y de hecho duerme para la historia de la OJE, desde hace la friolera de un cuarto de siglo.

Almogávar es mi estilo, almogávar mi canción. mis leyendas son hazañas, almogávar mi ilusión. … Una noche en las Tenadas la santa niebla bajó, renovamos nuestra sangre en lo alto del mojón. … En la sierra de Cameros tuvimos celebración, bebimos licor pantera y después el o’zurrón. Llegamos a la laguna bajando desde el Urbión. Montamos nuestras blanquernas cada uno en un peñón. Tremendos gritos de guerra rasgan nuestro cielo azul. ¡Que se escapan ya las mulas! ¿Chivinaca, chiwoya!.

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Bajamos a Covaleda cantando con ilusión, marchando todos unidos cantando nuestra canción.

Y nuevamente, una sentencia byrderiana viene a servirme

de inigualable expresión para poner de manifiesto que “el ejercicio de cantar es delicioso para la naturaleza y bueno para preservar la salud del hombre; fortalece las partes del pecho y abre las vías”. Y si no, ¡que se lo digan a los almogávares de 1979!

Gorjea, niño; halaga mis oídos. William Shakespeare: Trabajos de amor perdidos

UNA AVENTURA… UNA CANCIÓN. Transcurridos algunos años desde que, posiblemente de

manera improcedente, pero seguro que no definitiva, arrinconé mi mochila, me cuesta pensar en una única actividad juvenil, vivida en el seno de la OJE, en la que una o más canciones no hayan quedado para el recuerdo, en mi mente, especialmente asociadas a ella.

¿Qué otra cosa, sino las danzas y canciones con textos

onomatopéyicos, podían haber unido, tal y como lo hicieron, a más de tres centenares de acampados, provenientes de más de una treintena de países, en el Európolis que celebramos en 1985 en Los Palancares, en plena serranía conquense?

Por cierto, no puedo dejar de sonreír al recordar cómo, en

aquella actividad y ante la recepción oficial que en el Palacio Provincial nos dispensó el entonces Presidente de la Diputación Provincial, el Alcalde de Európolis me pidió, casi con sollozos, que hiciese lo que fuese pero que sacase a esos más de trescientos jóvenes de un lugar en el que ya sobrábamos desde

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hacía un buen rato. Y claro, como las palabras no valían… habían que agudizar la imaginación.

Pues la solución fue una canción africana: Elala eliyo. Fue

ponernos a cantarla y bailarla un puñado de jóvenes españoles y el resto, como si de un imán se tratase, se unieron a nosotros haciéndose en menos de cinco minutos el milagro que desde más de una hora atrás llevaba deseando el desesperado Alcalde.

¿Y las peregrinaciones a Santiago de Compostela? ¿Qué

habría sido de ellas sin nuestras canciones? Y eso que en la de 1982, precisamente por el tema de las canciones, la peregrinación castellano manchega poco menos que vivió un duelo en el que, como no podía ser de otra manera, yo resulté perdedor. Y es que Julio Navarro, nuestro llorado Julito Navarro, no tenía parangón. Puestos uno y otro, frente a frente, tanto a cantar como a enseñar a cantar… Julito era único y sin par que le igualase.

Por cierto, de los recuerdos que con más cariño me vienen

cuando de OJE y canciones se trata de hablar, están los que me unen a Julio Navarro ya que, fruto de aquella amistad y posterior

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colaboración, nacieron varias canciones que hoy, para suerte suya y mía, ya no son nuestras… sino de la Organización Juvenil Española, nuestra OJE. Y esa es la grandeza a que debe aspirar toda canción e incluso autor que se precie de serlo.

Cuando una melodía es cantada por muchos e

insistentemente, sin que ninguno de ellos sepa quien la creó, realmente empieza la inmortalidad de un canto. Es ahí, precisamente, donde radica la grandeza de la música de raíz popular o tradicional.

Por ello, a punto de concluir estas líneas, cargadas por

cierto de sólidas dosis de emoción, recuerdos, nostalgia, ilusión y ciertamente también dolor, quiero recurrir a unas líneas que, como aventuraba pocas líneas arriba, marcan a fuego lo que para Julio Navarro, para mí y para miles de jóvenes, siempre representó una canción entonada a pleno pulmón en lo más granado de la juventud.

Nacen versos y canciones que, nuevamente acampados y de todos los rincones, a un mismo afán convocados, nacen los cantos mejores. Tus caminos guiarán por la noche las estrellas, la Cruz del Sur, la Polar… durante el día las huellas de ayer, que tuyas serán. Campamento nacional, los claros colores de la aurora dan al único mástil la luz y el calor del Hogar. Campamento nacional, la música joven vibrante entonad: ¡campamento nacional!

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Es el saber ser y estar la tarea encomendada. cincel que en ti dejará la ilusión mejor labrada para mañana enseñar. Pon tu tienda en la montaña cerca, muy cerca del cielo. Haz del servicio una hazaña. para que emprendas el vuelo te abre horizontes España. Campamento nacional…

Pero no me resisto a dar por terminadas estas líneas sin

recurrir nuevamente, tal y como ya hice años atrás al editar un cancionero para el Centro “Fernando Soto Campos”, a una parte del Prólogo del Cancionero Juvenil que, con motivo de la realización de la XXV promoción del Curso de Cadetes Especialistas en Música, organizado dentro de la I Universidad de Verano de la Organización Juvenil Española, se celebró en Tarragona en 1962. Ya entonces, pero también hoy, estas líneas resumían las intenciones que puede perseguir el hecho mismo de cantar cuando, además, esta manifestación se da de manera desenfadada, espontánea y, sobre todo, corre a cargo de jóvenes gargantas:

Ya estamos juntos. ¿Qué otra cosa podemos hacer, ahora,

sino cantar? Cantemos canciones del pueblo, para sentirnos más

pueblo; canciones de Dios, para llenar de Dios el aire;… canciones de marchar, de caminar, de avanzar, para que nuestro paso se haga firme y deje estela; canciones de ronda, que colmen de amor balcones y ventanas.

Sea este cancionero breve “para tener algunas alegrías y poder dulcemente recordarlas”.

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TU HORIZONTE Letra: Julio Jesús Navarro Molina Música: Fernando J. Cabañas Alaman

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