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Diego de San Pedro y el descontento en la corte de los Reyes Católicos. Una lectura de Cárcel de amor JOSÉ-LUIS GASTAÑAGA-PONCE DE LEÓN Villanova University Resumen Este artículo presenta una lectura de Cárcel de amor (1492) de Diego de San Pedro en el contexto de las convulsiones políticas del último cuarto del siglo XV en Castilla. Sostiene que San Pedro, como otros letrados y conversos del mismo periodo, asumió una posición crítica frente a la corte de los Reyes Católicos después de 1478–1481. La trama de Cárcel de amor es una ilustración de las consecuencias negativas de una legislación excesivamente severa. En ella vemos que San Pedro nos propone su modelo de orden social en que el poder del rey es equilibrado por la presencia y acción positivas de otros estamentos. Abstract This article presents a reading of Diego de San Pedro’s Cárcel de amor (1492) within the context of the political turmoil of the last quarter of the 15th century in Castile. It contends that San Pedro, like other letrados and conversos of the period, assumed a critical position towards the court of the Catholic Kings after 1478–1481. The plot of Cárcel de amor illustrates the negative aftermath of excessively harsh legislation. In his book, San Pedro offers a model for social order counterbalancing the power of the king with the participation of other strata. No es ninguna novedad hacer una lectura política de Cárcel de amor. En las páginas que siguen me referiré a quienes han estudiado ese aspecto del libro. Lo cierto es que la llamada sección política de Cárcel de amor se extiende considerablemente, al extremo de hacernos olvidar que estamos leyendo una novela sentimental. (El propio Leriano, el enamorado frustrado de esta novela, lo olvida, recupera el juicio y se convierte en un acertado estratega militar). No debemos ver en esto una inconsistencia en el género sino más bien un rasgo de madurez puesto que este elemento contribuye a multiplicar las posibilidades de comprensión e inter-

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Diego de San Pedro y el descontento en la corte de los Reyes Católicos.

Una lectura de Cárcel de amor

José-Luis GastañaGa-PoNCE DE LEóN

Villanova University

ResumenEste artículo presenta una lectura de Cárcel de amor (1492) de Diego de san Pedro en el contexto de las convulsiones políticas del último cuarto del siglo XV en Castilla. sostiene que san Pedro, como otros letrados y conversos del mismo periodo, asumió una posición crítica frente a la corte de los Reyes Católicos después de 1478–1481. La trama de Cárcel de amor es una ilustración de las consecuencias negativas de una legislación excesivamente severa. En ella vemos que san Pedro nos propone su modelo de orden social en que el poder del rey es equilibrado por la presencia y acción positivas de otros estamentos.

Abstractthis article presents a reading of Diego de san Pedro’s Cárcel de amor (1492) within the context of the political turmoil of the last quarter of the 15th century in Castile. it contends that san Pedro, like other letrados and conversos of the period, assumed a critical position towards the court of the Catholic Kings after 1478–1481. the plot of Cárcel de amor illustrates the negative aftermath of excessively harsh legislation. in his book, san Pedro offers a model for social order counterbalancing the power of the king with the participation of other strata.

No es ninguna novedad hacer una lectura política de Cárcel de amor. En las páginas que siguen me referiré a quienes han estudiado ese aspecto del libro. Lo cierto es que la llamada sección política de Cárcel de amor se extiende considerablemente, al extremo de hacernos olvidar que estamos leyendo una novela sentimental. (El propio Leriano, el enamorado frustrado de esta novela, lo olvida, recupera el juicio y se convierte en un acertado estratega militar). No debemos ver en esto una inconsistencia en el género sino más bien un rasgo de madurez puesto que este elemento contribuye a multiplicar las posibilidades de comprensión e inter-

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pretación del libro. Sobre la complejidad de la ficción sentimental en general o de Cárcel de amor en particular se ha escrito bastante y quien tenga interés en profundizar en los distintos aspectos de su estudio encontrará valiosas sugeren-cias en la sección bibliográfica de este trabajo. En esta ocasión mi intención es explicar esa dimensión política del texto a partir de la relación que existe entre la novela y las circunstancias que se vivían en Castilla, en especial en la corte y en torno a ella, al momento de su redacción y publicación; es decir, entre 1482 y 1492, según veremos luego.

Cárcel de amor y una novedad en la novela sentimental

Mi intención es demostrar que en Cárcel de amor existe una manera novedosa de concebir el contenido de la narración sentimental que no es necesariamente el didactismo ni mucho menos el ánimo de entretener. a diferencia de lo que pasaba a mediados del siglo XV en Castilla, cuando mayormente se reproducía en castellano los contenidos de la ficción sentimental tal como se practicaba en otras lenguas,1 a fines de ese mismo siglo el género se revela ya maduro y sus autores lo suficientemente seguros de sí mismos para incluir en sus historias sus propias temáticas. tanto el reinado de Enrique ii como los primeros años del reinado de los Reyes Católicos son periodos de convulsión en Castilla y lo que se escribe no puede ser ajeno a las turbulencias del momento.

Cárcel de amor nos muestra las consecuencias amargas de la lucha política vinculada a la sucesión; además de ser prueba del descontento que la concentra-ción excesiva de poder en la corona despertaba entre los letrados. No apunto a decir que sea escrito característico de una voz conversa y menos sostengo que sea una proclama dirigida contra la inquisición. Únicamente señalo que los letrados de la época tenían mucho que decir sobre el tipo de poder que los trastámara estaban edificando, sobre todo a partir de 1480 cuando la inicial apertura de los Reyes Católicos hacia los letrados y el respeto a los méritos de los individuos, que favorece sobre todo a los conversos,2 son cuestionados por una aristocracia celosa de su posición como portadora de cargos influyentes. A esto hay que sumar la creciente desconfianza hacia los conversos (a quienes se acusaba de practicar en secreto su antigua fe), de la que participaban al parecer todos los estamentos (¡incluidos algunos conversos!).3 Cárcel de amor es un logro literario de extraordi-nario valor, pero su valía trasciende lo estético. La novela de san Pedro, además de ser la culminación de una larga tradición de literatura de tema amoroso así como un paso decisivo en la definición del género novelístico y la caracteriza-ción psicológica de sus personajes, es también una obra que despliega frente a

1 Me refiero a la dependencia del Siervo libre de amor (c. 1440) y de la Sátira de felice e infelice vida (c. 1449–1453) con respecto a modelos no castellanos discutida por antonio Cortijo ocaña en su estudio sobre el género. Para la datación de las obras sigo en general las fechas recogidas por Cortijo. Para las de Juan Flores me remito a Lilian von der Walde Moheno (2004) y a Sol Miguel Prendes (2004) para las de Diego de San Pedro.

2 Ladero Quesada (312–16) ofrece nombres de conversos notables en el entorno cortesano. 3 Elliott (107); Ladero Quesada (318–19); Edwards (72–73).

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nosotros una dinámica de diversos actantes sociales que ilustra las relaciones de los intelectuales con el poder en ese decisivo cuarto de siglo. así, entre esos actantes destaca la figura del Auctor que diseña planes de acción y se mueve con flexibilidad entre personajes más bien estáticos.

antes de Cárcel de amor, san Pedro había escrito el Tractado de amores de Arnalte y Lucenda (c. 1481–1482), que no fue publicado hasta 1491. Cuando leemos este Tractado descubrimos una intención didáctica bastante clara pues el autor se dirige a una audiencia, explícitamente femenina, a la que propone modelos de conducta muy concretos: el de la Virgen María y el de la reina isabel.4

Nos interesa ahora señalar que lo mismo no ocurre cuando pasamos del Tractado a Cárcel de amor, libros que el autor publicó casi al mismo tiempo pero que escribió con una diferencia de cerca de diez años. Los añadidos celebratorios dedicados a la Virgen y a la reina del primero se extrañan en el segundo; tenemos únicamente a los personajes y a sus conductas más o menos discutibles. ¿Cuál es la figura ejemplar? Quizá el Auctor más que Leriano o Laureola, la pareja protagonista. Y el auctor no es un enamorado — cosa que él mismo se encarga de recordarnos — es un político, un diplomático.

Dentro de la bibliografía dedicada a la novela sentimental y a Diego de san Pedro, el ensayo que Márquez Villanueva publicó en 1960 — ‘Cárcel de amor, novela política’ — ocupa un lugar de importancia porque permitió leer de otra manera un texto que había sido establecido como el prototipo del género.5 Esa nueva forma de leer el mismo libro no estaba reñida con la anterior, es decir, no se cuestionaba de ninguna manera la inclusión de Cárcel de amor en el conjunto de novelas o ficciones sentimentales, más bien se incrementaba su horizonte de lectura. Para Márquez Villanueva se trata de un ‘relato novelesco sentimental, como obra del todo inmersa en el análisis psicológico de una pasión amorosa’ (1966: 185), pero también de ‘un relato cuyo centro de gravedad se ha desplazado hacia el tema político’ (ibid.).

Puedo describir la tesis de san Pedro de la siguiente manera: tanto el amor como la honra mal entendidos o mal encaminados pueden cegar la razón.6 Me

4 además era importante para san Pedro mostrar su lealtad hacia isabel. Los téllez Girón, a quienes servía, habían militado hasta 1476 en el bando opuesto a los trastámara; el de Juana de Castilla, la Beltraneja. La alusión a Granada al inicio de Cárcel de amor puede ser una llamada de atención sobre la participación de los téllez Girón en la campaña de Granada. La dedicatoria a Diego Fernández de Córdoba, el alcaide de los Donceles, otro héroe de la guerra final de la reconquista, es también un dato significativo (Weissberger 1992: 308).

5 Estilísticamente lo es puesto que supera la sintaxis latinizante del Tractado. Ver Whinnom (1960).

6 Márquez Villanueva formula así la tesis de la novela: ‘San Pedro quiere dejar bien demos-trado su teorema psicológico, según el cual ni el esfuerzo más honesto puede sobreponerse al turbio apasionamiento de la sospecha y el prejuicio’ (1966: 187). Palabras que hago mías, aunque debo decir que no acepto el énfasis puesto por Márquez Villanueva en la voz turbado con la que se califica al rey Gaulo (ibid. 186). Yo pienso que el extremismo del drama vivido por los personajes de la historia requiere que el rey pueda justificar sus acciones.

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apoyo en el hecho de que el auctor, libre de ambas pasiones, actúa con acuerdo a la razón. Para ilustrar esta tesis no le basta a san Pedro con exponer los avatares de dos enamorados; es necesario además que muestre la dinámica de los distintos actores sociales presentes en la historia y cómo la comprensión o la incompren-sión de las acciones de unos afecta a otros. Después de todo, Laureola y Leriano no son los únicos personajes cuyo relieve psicológico se analiza. El rey Gaulo, padre de Laureola, también ve su comportamiento expuesto con suficiente detalle (v. Márquez Villanueva 1966: 187). Y junto con él, los móviles de la acción de Leriano, Laureola, el auctor, Persio y casi todos los demás puesto que en Cárcel de amor es raro encontrar un personaje que sea pasivo.

El intento mesurado, razonable y sano del auctor, de Laureola y del cardenal de Gausa fracasa, dando lugar a la respuesta apasionada de Leriano: la rebuelta; es decir, la guerra que éste levanta contra su rey para liberar a Laureola de la cárcel y de la muerte. Todo este hecho, el más significativo en el libro por el espacio que ocupa, es calificado por Márquez Villanueva como el ‘excursus político de la historia de Leriano y Laureola’ (1966: 191). Es tan considerable la presencia de la política en Cárcel de amor, que a partir de su lectura se pueden trazar las líneas generales del pensamiento político de su autor; hecho notable si consideramos lo poco que se sabe de la vida de San Pedro. Márquez Villanueva nos dice: ‘Los ideales políticos de san Pedro son, evidentemente, de un cariz muy medieval: una monarquía templada por la responsabilidad del rey ante la ética cristiana y bien limitada, de otro lado, por el poder de la nobleza feudal, y por la misión consultiva y orientadora de la iglesia’ (1966: 193). Este es precisamente el modelo pactista al que me referiré más adelante. A él se opone, a fines del siglo XV, el modelo absolutista, según el cual el rey reúne todos los resortes del poder.

al leer Cárcel de amor me pregunto, ¿hasta qué punto es el rey Gaulo un ejemplo de los defectos del modelo absolutista? Su caso parece una ilustración del fracaso del modelo frente a una situación concreta: la protagonizada por Laureola y Leriano. En esta circunstancia excepcional, el rey Gaulo actúa movido por el recelo y el temor; precisamente las cartas de la reina madre, de Laureola y del cardenal están dirigidas a subrayar las carencias del rey en distintos órdenes: amor paternal, sentido de la justicia, tolerancia. Nuestro libro debe leerse también como literatura que aborda el tema de las cualidades del gobernante. Debo aclarar que no se trata de convertir al rey Gaulo en un monstruo de crueldad por enviar a su hija a prisión y sentenciarla a muerte, hecho convencional en el género, como se aprecia en la novela Grisel y Mirabella (publicada en 1495 pero escrita cerca de veinte años antes) de Juan Flores; más bien, es importante que la novela explique las motivaciones que sustentan la severidad de sus decisiones. No es su natura-leza sino una circunstancia extrema lo que explica y hasta justifica su accionar.

si bien el pensamiento político puede permanecer inalterable, no ocurre lo mismo con su orientación pues ésta depende considerablemente de las circuns-tancias y, durante el último cuarto del siglo XV en Castilla, éstas son particu-larmente inestables. Las opciones políticas de san Pedro las podemos conocer a través de lo que sabemos de los señores feudales a quienes servía, los téllez

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Girón. En el tiempo inmediato anterior a 1474, el año del ascenso de isabel al trono, los téllez Girón se encontraban en el bando de la Beltraneja y apoyando las pretensiones del rey portugués a la corona de Castilla (Ladero Quesada 50). Poco después, ya superados por isabel los disturbios que rodearon su difícil triunfo, y sobre todo cuando las cortes de 1476 y 1480 contribuyan a cimentar lo que luego sería un sólido reinado, vamos a ver a los téllez Girón acomodándose al nuevo orden y ganándose un lugar en el entorno de los Reyes Católicos gracias a su participación en la guerra de Granada. Los nobles a quienes dedica Cárcel de amor y a quienes menciona en sus preliminares pertenecen a esta familia (Miguel Prendes 223). san Pedro es un hombre de letras que sirve a esta nobleza; como él habían muchos otros.

Efectivamente, junto a esos nobles que sirvieron a la corona con hombres y armas en la guerra contra los musulmanes, se encontraba un contingente de letrados dispuestos a servir a la corona con la pluma, así como con sus habi-lidades para las finanzas y la diplomacia. Muchos de ellos eran conversos. Ese apoyo, sin embargo, no podía ser ciego e irrestricto; y conforme iba aumentando el poder de la corona, no era raro encontrar voces que manifestaban, a veces de manera abierta, a veces de manera velada, su escepticismo por el modelo. La historia de Cárcel de amor ilustra la necesidad de equilibrar el poder del rey con la participación de otros estamentos.

Márquez Villanueva hace notar el cambio que se verifica en San Pedro, según el cual nuestro autor pasa de ser una voz más en el coro de aduladores de la reina a convertirse en uno de sus críticos. Márquez Villanueva explica esto en función de un hecho en particular:

Entre 1477 y, poco más o menos, 1491 [fecha muy probable de redacción de Cárcel de amor], san Pedro ha cambiado pues, y de raíz, su orientación política. Cabría decir a priori que el único acontecimiento de esos años con envergadura suficiente como para producir tal efecto habría sido la implantación del Santo Oficio, mientras que el examen a posteriori del problema no viene sino a dar toda suerte de pruebas en el mismo sentido (1966: 197).

Me pregunto si es una reflexión sobre la Inquisición lo que hace que en Cárcel de amor la materia carcelaria tenga mayor peso que la amorosa. tanto Leriano como Laureola experimentan la reclusión, pero únicamente el tormento de Laureola es real; ella sufre cárcel y tortura física reales –no la cárcel alegórica con su tormento literario y convencional.

Personalmente, no me interesa leer Cárcel de amor como un alegato contra la Inquisición –lectura que además sería una simplificación de la tesis principal de Márquez Villanueva, según la cual san Pedro critica una medida de gobierno y propone un modelo de poder con responsabilidades compartidas por los distintos estamentos de una sociedad. Me interesa más bien entender por qué un género muy popular en su tiempo y con una vastísima tradición en latín y en otras lenguas romances llega a revestirse de un contenido político importante, hasta el extremo de convertirse en una crítica del reinado de los Reyes Católicos.

¿En qué consiste esa crítica? En términos generales, se señala con descon-

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fianza la excesiva concentración de poder. Podemos enumerar tres vertientes principales en que se manifiesta esta acumulación. Primero, al encargar puestos de importancia a letrados y juristas, los Reyes Católicos habían disminuido el campo de influencia de los nobles y acrecentado el suyo (Elliott 90; Ladero Quesada 306–07). Segundo, la lucha por el control de las órdenes militares, que se resolvió a favor de la corona, les dio un mayor poder económico y la posibilidad de usar ese control para encumbrar a los nobles de su entorno (Elliott 88–89). Finalmente, al conseguir de Roma el privilegio de nombrar autoridades eclesiás-ticas, el ámbito de su influencia no hizo sino crecer todavía más (Elliott 101–02). ahora abarcaba las esferas de lo político y de lo religioso, además de ser cada vez más fuerte en lo económico. Era demasiado poder acumulado y no es extraño que inspirara desconfianza y sospecha.

Como se desprende de distintos estudios históricos, el propósito de los Reyes Católicos no era crear un estado moderno sino acumular y concentrar poder. tal parece que el mérito de haber fundado un estado moderno, que con frecuencia se les atribuye, es más bien un subproducto, una consecuencia no planeada. una prueba de ello puede ser la necesidad de recurrir a la inquisición para resolver el llamado problema de los conversos judaizantes. ¿Es una medida moderna? ¿O es más bien un retomar medidas ya conocidas del medioevo para servir los inte-reses del día? Me inclino por lo segundo. Si en Cárcel de amor hay una crítica a la específica medida de gobierno de establecer la Inquisición, como quiere Márquez Villanueva, esta crítica debe verse como parte de una actitud contestataria de mayor envergadura: aquella que señala los problemas y defectos inherentes a la concentración excesiva de poder.

Efectivamente, en Castilla hay una larga tradición de legislación formulada con el propósito manifiesto de crear un contrapeso al poder omnímodo del rey. Las Siete Partidas alfonsíes reconocen el derecho a la resistencia armada contra el rey que no quiera o no sepa cumplir con sus deberes, como recuerda Márquez Villanueva (1976: 154). El mismo autor trae a colación la figura de fray Fran-cisco de Eximénez (1383–1408), que ‘enseñaba que el rey notoriamente malo o incumplidor de sus juramentos puede ser depuesto por la fuerza’ (ibid.) pero, sobre todo, resume, con palabras del historiador Gutiérrez Nieto, ese derecho a la insurgencia en términos muy cercanos al argumento de nuestra novela ‘[…] dicho principio se objetivaba principalmente en la licitud del recurso a las armas por el noble que no ha sido escuchado conforme a derecho o que ha visto su alegato claramente menospreciado’ (ibid.). Es justamente lo que ocurre entre Leriano, Persio y el rey Gaulo. ¿Es éste último un mal rey? La verdad es que el drama del rey-padre condenando a su hija-heredera, heredera única para más señas, necesita de un rey más o menos justo; caso contrario se pierde el drama-tismo y el rey Gaulo pasa a ser un monstruo de maldad, bueno para caricaturizar los excesos del poder pero insuficiente para articular una propuesta política a favor del equilibrio de poderes.

Barbara Weissberger se ha detenido también en el tema político. Parte del supuesto de que hay una relación muy estrecha entre los géneros ideales y senti-

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mentales (en inglés romance) y el orden social del que surgen, en tanto que repro-ducen las estructuras jerárquicas de una sociedad dada (con la aristocracia como grupo dominante) al tiempo que esconden o maquillan los aspectos más duros de ese orden social (como la violencia de los enfrentamientos armados o el carácter inhumano del matrimonio feudal) (1992: 307–08). Weissberger resume así las líneas centrales de su artículo:

I will argue that the ‘novela sentimental’ and the ‘novela política’ are but two sides of the same cultural coin, put into circulation in order to legitimize the dominance of the aristocracy at a time of rapid social and political change. […]. I will show […] that the value of this currency is fundamentally patriarchal, resting as it does on a masculine rivalry to control a woman who can provide access to wealth, status and power. (ibid. 308–09)

Donde creo necesario matizar tanto los supuestos generales como la lectura particular de Cárcel de amor como texto que ilustra la afirmación del orden aristo-crático y patriarcal en la Castilla del siglo XV. En términos generales, Weissberger sostiene que las novelas sentimentales — el romance — sirven al propósito de la aristocracia de proponerse a sí misma como modelo de vida y de perpetuar sus valores. su lectura de Cárcel de amor se circunscribe casi con exclusividad a deter-minar el modo patriarcal en que Laureola es interpretada y silenciada por los personajes masculinos de la novela. Hasta ahí de acuerdo pero, ¿qué se sigue de ello?, ¿qué es entonces lo que dice Cárcel de amor a sus contemporáneos? Aunque comparto las conclusiones de Weissberger, debo indicar que ellas no contri-buyen a explicar el importante aspecto del libro que vamos discutiendo. De la misma manera, no permiten apreciar la articulación de un discurso contesta-tario que se manifiesta precisamente en un género de amplia lectura al interior de la corte.

tradicionalmente, la corona era la mejor defensa que podían encontrar judíos y conversos frente a los prejuicios de los otros estamentos (Ladero Quesada 302). Cuando los Reyes Católicos instauraron la inquisición aquéllos supieron que su peor pesadilla se había hecho realidad: el poder que habían ayudado a erigir se volvía contra ellos de la manera más amarga. Esto por supuesto generó malestar y manifestaciones en contra; algunas de ellas alcanzaron la imprenta. Por la ya vista importancia de su contenido político, sostengo que Cárcel de amor debe leerse en este contexto de tensión interna favorable a la acción contestataria opuesta a la corona y probablemente opuesta a isabel en particular puesto que con ella se identificaba el establecimiento de la Inquisición y el celo excesivo contra el llamado problema de los conversos judaizantes. De hecho, con la muerte de Isabel en 1504 surge la esperanza de que Felipe I termine con la Inquisición, pero esto no ocurre. un nuevo intento tendrá lugar en la época de Carlos i (Ladero Quesada 330 y 332).

La tesis de Márquez Villanueva, según la cual Cárcel de amor es una reacción a una medida de gobierno en particular (el establecimiento de la inquisición), puede aceptarse o no; lo que no se puede negar es que hay entre los letrados y conversos ligados a la corte de los trastámara una larga tradición de escritos satí-

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ricos, críticos y burlescos.7 Cuando isabel asciende al trono, su medio hermano Enrique iV ya había sido blanco de innumerables críticas, algunas verdadera-mente soeces. Junto a esta tradición contestataria habría que situar el desarrollo de teorías políticas sobre la naturaleza del poder real; teorías que fueron formu-ladas y defendidas, entre otros, por autores prominentes dentro del género senti-mental, entre ellos el mismo San Pedro (Ladero Quesada 104 y ss.).

Márquez Villanueva, cuya tesis sobre Cárcel de amor he presentado, considera a san Pedro un converso. a la tesis de Márquez Villanueva se opone la de Keith Whinnom (1972, en su edición de Cárcel de amor). El talón de aquiles de la tesis de Márquez Villanueva, según Whinnom, es que no se ha demostrado feha-cientemente que san Pedro haya sido descendiente de conversos o él mismo un converso; más allá de eso encuentra el conjunto de la tesis aceptable. Whinnom resume así el planteamiento de Márquez Villanueva: ‘[…] todo lo interpreta como la reacción de un autor converso a la arbitrariedad de la recién establecida inqui-sición’ (ii, 61). Bien, pero deja de lado el otro componente de la argumentación: la condena de una medida de gobierno. Whinnom dice ‘[…] el héroe desesperado, caballero perfecto también, se lanza a la rebelión sólo después de haber agotado todos los recursos razonables y legítimos’ (ibid.). Lo que me gustaría agregar es que esos ‘recursos razonables y legítimos’ y ‘las maniobras diplomáticas’ (II, 63) representan, como hemos visto ya, no sólo la iniciativa del auctor sino la acción concertada de todas las fuerzas vivas capaces de actuar para equilibrar el poder real; sobre todo en las circunstancias descritas en Cárcel de amor, donde el rey responde precipitadamente ante el riesgo de ver dañada la honra de su hija Laureola y con ella la suya propia. La crítica de este celo excesivo no tiene que venir necesariamente de una voz conversa. Es más, la crítica del poder real en Cárcel de amor proviene de distintas personas y estamentos. sólo la parcialidad de Persio está dispuesta a cerrar filas en torno al rey; y Persio es claramente un traidor, un intrigante, el personaje más negativo del libro.

Resalta Whinnom que es el auctor y no Leriano quien diseña el plan de acción legal destinado a facilitar la liberación de Laureola, y hace bien. Yo me permito añadir que es importante que sea el auctor, un extranjero, quien reúne las virtudes políticas, no en su persona, porque no son leyes extranjeras que él trae consigo, sino las leyes locales que él se encarga de reunir e impulsar. También es importante señalar que la figura del Auctor representa la posibilidad de una mirada foránea sobre la política local. Contra lo que dice Whinnom, me gustaría retomar la tesis de Márquez Villanueva porque sería interesante que sea un converso el que se convierta en el abanderado de la ley y el sentido común en cuestiones de política interna. Aunque no se puede afirmar categóricamente que san Pedro o su personaje sean conversos, debemos reconocer que la hipótesis enriquece la comprensión del libro. El auctor, un español en la corte de sura, es tan extranjero en Macedonia como lo es un judío converso en la corte castellana después de 1480. Las cortes de 1476 (Madrigal) y 1480 (Toledo) fueron decisivas para el fortalecimiento del poder de los Reyes Católicos. En ellas se sentaron las

7 Ver Weissberger (2004).

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bases de la concentración de poder a la que ya he aludido; y en ellas, además, se tomaron medidas contra los conversos que anunciaban ya la drástica resolución de 1492 (Ladero Quesada 306). La tensión política que se representa en la corte del rey Gaulo recrea las tensiones locales de la corte castellana contemporánea a la escritura de Cárcel de amor.

No tenemos pruebas de que san Pedro haya sido converso pero, además de sus escritos, lo poco que sabemos de él no dista mucho de lo que sabemos de otros conversos de la época. su conducta así lo muestra: su posición en la corte la debe a su habilidad profesional (escritor, político, militar) y no a su apellido; es un intelectual y un artista refinado (Cárcel de amor es una de las cumbres de la prosa artística española); apuesta por la política imperial de los Reyes Católicos y finalmente vive su propio desengaño cuando estos reyes instauran la Inquisición y fomentan la marginación de los conversos. Cuando Whinnom dice ‘El autor (¿o el Autor?) se preocupa menos por la justicia (o la severidad de la Inquisición) que por las maniobras diplomáticas’ (ii, 63), olvida que de ser san Pedro converso no hubiera podido aspirar nada más que a hacer una alusión indirecta de esa injusticia en sus escritos — como de hecho hace — sobre todo en Cárcel de amor que, a diferencia de otros, se preparó para la imprenta. El Tractado estuvo mucho tiempo escrito antes de ser publicado; Cárcel de amor se publicó casi al mismo tiempo de su redacción, lo que nos muestra un deseo expreso por parte del autor de difundir su obra. Como la dedicatoria a la Gramática de la lengua castellana de Nebrija o el llamado prólogo al diario del primer viaje de Colón, hay en Cárcel de amor, también de ese importante año de 1492, una conciencia de estar viviendo un tiempo crucial. sólo hay que hacer la salvedad de que el poder que Nebrija y Colón celebraban, no auguraba nada bueno para san Pedro.

De otro lado, no podemos permitir que hacer o no de san Pedro un converso sea una finalidad impostergable de la crítica; bien podría ser que, sin ser converso, se sintiese cercano a ellos o identificado con ellos. Si no sus hermanos de sangre, eran sin duda sus iguales, sus mejores interlocutores.8 téngase en cuenta el estudio de Regula Rohland sobre la relación de los conversos con la novela senti-mental a través del concepto marxista de mediación. al establecer cuáles son las inquietudes sociales que se manifiestan en el género hace dos afirmaciones que son de utilidad aquí. Primero, que en el estrato social en el que se ubican letrados y conversos la integración está ‘muy avanzada a mediados del siglo XV’ (136). Segundo, que los ejes temáticos que definen al género — tal como éste está representado por las obras de Flores y san Pedro — insisten en las nociones de igualdad y sinceridad, dos conceptos fundamentales para definir la dinámica entre cristianos viejos y nuevos en el siglo XV (143).

8 aunque no concuerdo con quienes han propuesto una literatura en clave conversa, debo resaltar el trabajo de Kaplan que conjuga con solidez factores literarios, históricos y socio-lógicos en el estudio de las obras de los conversos. Ver en especial pp. 106–15 para su lectura de Cárcel de amor.

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Política y literatura

No podemos decir pues que la inclusión de preocupaciones políticas sea ajena al género. En Grisel y Mirabella de Juan de Flores hay también un interés grande por la figura del rey y el juicio de sus acciones. Justamente se ha visto un posible enfrentamiento de dos tendencias opuestas sobre el tema en san Pedro y Flores. alcázar y González Núñez, editores modernos del Grisel, sostienen que ‘Diego de san Pedro en su Cárcel se muestra partidario de la rebelión contra el Rey y defensor de la tradición de la monarquía feudo-vasallática. Flores, hombre menos medieval y más cercano a los postulados políticos renacentistas, se decanta, según creemos, por la monarquía autoritaria de los Reyes Católicos’ (citados en Cortijo 171). si aceptamos las fechas propuestas para la redacción de Grisel y Mirabella, es decir, 1474–1475 (Walde Moheno 21), veremos que se ubican justo en el momento en que isabel se consolida como reina de Castilla. De otro lado, el hecho de que san Pedro haga evidente en su libro su relación con los téllez Girón, que ya hemos mencionado, sería un intento por señalar la importancia de las familias nobles en el escenario político dentro del modelo feudo-vasallático.

son precisamente éstas las dos concepciones del Estado — pactista y absolu-tista — existentes durante el reinado de los Reyes Católicos descritas por Ladero Quesada:

una es la pactista, basada en el reparto de poderes y funciones entre rey y reino, configurado este último en estamentos — nobleza, clero, estado llano — que actúan unida o separadamente, siempre bajo el dominio de grupos sociales dirigentes, verdadera ‘sociedad política’ que emerge sobre el conjunto de la ‘sociedad civil’. La otra posibilidad lleva al absolutismo regio, a la superación del reparto de poderes con los estamentos del reino, a su concentración en la Corona, dueña de la sobe-ranía, de la ‘preeminencia y señorío real absolutos’ — según se lee en documentos castellanos del siglo XV […]. (103)

Nótese que el modelo pactista ofrece en Cárcel de amor justamente la salida que encuentra el auctor a una situación particularmente difícil.

En el artículo ya citado, Regula Rohland ha equiparado a Flores y san Pedro en tanto que sus novelas insisten en las nociones de igualdad y sinceridad, dos conceptos fundamentales para definir la dinámica entre cristianos viejos y nuevos en el siglo XV. Por mi parte, creo que hay que establecer diferencias. Lo puedo intentar a partir del contraste entre las damas de Grisel y Mirabella y Cárcel de amor. En Laureola, a diferencia de Mirabella, no hay falta, sino únicamente la sospecha de ella (Rohland 139). En esto concuerdo por supuesto pero debo añadir que es ahí precisamente donde se marca la diferencia entre Flores y san Pedro. La mirada negativa de la sociedad que Regula Rohland ve en Flores corresponde a una situación de tensión al interior de Castilla anterior a la coronación de Isabel; cosa que afirmo tomando en cuenta la datación de sus obras. San Pedro, en cambio, tiene un proyecto más urgente y más inmediato: criticar la excesiva acumulación de poder en la corona a partir de 1476.

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si comparo someramente los argumentos de estas dos novelas, puedo apreciar diferencias que apuntan a lo que vengo sosteniendo en estas páginas. Por ejemplo, si el juicio en Grisel y Mirabella se basa en una falta real, en Cárcel de amor basta una acusación malintencionada para despertar la sospecha. ¿No es esto relevante entre quienes asisten al establecimiento de la Inquisición en Castilla? Si en la novela de Flores las tensiones entre hombres y mujeres se encaminan inevita-blemente hacia la muerte y la destrucción, en la de san Pedro hay un personaje foráneo que propone soluciones. ¿No es esto lo que hacían los letrados que eran conversos en situaciones privilegiadas como Hernando del Pulgar? Finalmente, si en Grisel y Mirabella el debate central está en manos de personajes nobles o cercanos a la nobleza, en Cárcel de amor tenemos al auctor que actúa como un mediador, alguien que se mueve entre dos bandos con facilidad. ¿No es la diplo-macia un oficio típico de letrados y conversos? Por lo expuesto, no pondría a Flores y san Pedro en el mismo grupo. Hay algo que los separa y a mi modo de ver se trata de la percepción que tiene san Pedro de la inédita acumulación del poder en manos de los Reyes Católicos.

Ya he señalado que Ladero Quesada (104 y ss.) menciona entre los autores de doctrinas políticas de fines del siglo XV a tres nombres relacionados con nuestro género y la literatura del siglo XV: alfonso de Cartagena, Juan de Lucena y Diego de san Pedro. No es, pues, aventurado subrayar la inquietud política de la lite-ratura de la época. Es un periodo capital en la historia del desarrollo del Estado español y lo que se hizo y dejó de hacer durante el reinado de los Reyes Católicos tuvo una influencia perdurable sobre territorios vastos.

¿Hay en el conjunto de recuestadores del padre de Laureola un intento por reflejar fuerzas políticas vivas? De ser así, en su apoyo a una monarquía feudo-vasallática, san Pedro ofrece una suerte de balance o equilibrio de poderes como modelo del Estado ideal. Leriano cuenta con la ayuda y simpatía de diversos estratos del cuerpo social: otros caballeros como él, la iglesia y también los fami-liares del mismo rey. Del lado del rey encontramos únicamente al clan de Persio, presentado bajo una luz negativa. Entre las exhortaciones dirigidas al rey, la de la iglesia es la más solemne. Es una cuestión de decoro literario que este discurso le corresponda al cardenal, pero también es necesario decir que esta carta exhor-tatoria subraya la importancia del elemento religioso en una sociedad como la española, donde la religión acompañaba y justificaba toda maniobra militar o política. Guicciardini decía de Fernando el Católico que cubría ‘casi todas sus ambiciones con el color de un celo honesto de la religión y de santa intención por el bien común’ (citado en Ladero Quesada 111) y Maquiavelo se refería al mismo rey de esta manera: ‘[a]legando siempre el pretexto de la religión para poder llevar a cabo mayores hazañas, recurrió al expediente de una crueldad devota’ (ibid. 112).

No debe extrañar que san Pedro haya puesto especial cuidado en la carta del cardenal, que es la más extensa y además la que sitúa el caso en el contexto general de los deberes y virtudes de un rey justo. Era importante que la autoridad religiosa se pusiera del lado de la tolerancia y es de esta manera como la repre-

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senta el autor9, en contraste con la imagen que emana de las citas de los historia-dores italianos antes citados. Veo en esto la voluntad de san Pedro por mostrar su idea personal de lo que debía ser la armonía en el poder: un equilibrio de fuerzas que impidiera la concentración excesiva de poder y sirviera de contrapeso a las decisiones en extremo severas que pueda tomar la corona en situaciones límite, como la descrita en Cárcel de amor.

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37:1–15.

9 Y si fuese converso — hasta ahora sólo una conjetura — la iglesia sería el escudo ideal con qué proteger sus opiniones.

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