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PORTAFOLIO Carolina Díaz Pimentel Periodista y fotógrafa

Carolina Díaz

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Este es un poco de mi trabajo como periodista y fotógrafa.

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PORTAFOLIO

Carolina Díaz

Pimentel Periodista y fotógrafa

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Crónica Danzando entre

fantasmas

La historia de seres anónimos jugando a divertirse en el Toro-retrobar

(Concierto de Capital Cities)

Anonimato es una palabra complicada de pronunciar, no porque sea difícil en su

composición, es más bien por el hecho de que, algo en su esencia, transmite miedo. El

miedo que sientes cuando aquel escurridizo viento llega a hacerle compañía a tu nuca y

estás solo, mirando a la ventana. Adelina sabía a ciencia cierta que su nombre, por la

primera vocal, se parecía un tanto a aquella palabra de nueve letras. Ade, así le gustaba que

la llamaran, pero nadie parecía notarlo. Nunca lo dijo. Nunca nadie quiso preguntarle si tenía

un nombre. Sus estatutos estaban regidos a seguir viviendo por cinco horas en un mundo

impersonal donde ella brindaba un servicio y eso era todo. Estaba sentada encima de un

balde de Repsol color blanco humo y mientras hablaba tenía la mirada fija en todas las

chicas que entraban por aquella puerta grande color caoba la cuál aparentaba tener vida

propia, abriéndose sin parar, segundo a segundo. Las miraba como si fueran sus niñas

pequeñas. Como si en cada rostro desconocido hubiera un poco de su vida. Como si ellas le

dieran vida.

Hacían casi dos años y medio que había iniciado a trabajar en Toro. Para cualquier peruano

promedio de más de treinta años que “desconoce mayormente” y es adepto a la cantinas del

centro de Lima, solo queda explicar que Toro es un bar retro muy de moda que nació con

todo el furor de la moda indie que ha invadido Lima como una suerte de nuevo migrante.

Mientras que para dos de las chicas que se acicalaban frente al espejo este sería el día de

sus vidas, el día en que el podrían ver a sus ídolos “Capital Cities”, danzando como

bailarines de tijeras con sigiloso talento natural, entre instrumentos, humo asfixiante y luces

de neón. Para Adelina la adrenalina y las emociones fuertes estaban de más, este era un

viernes como otros tantos, en los que permanecía sentada pronunciando mecánicamente las

mismas frases, con aquellas arrugas que no le perdonaban años y que parecían contar

tantas historias como se las podía ver.

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-Cojan el papelito higiénico, lávense las manos, arréglense bonito (que no se note que están

borrachas) y regresen a portarse bien y, sólo si pueden, me dejan una propinita- Repetía una

y otra vez- Quizás pensando que era una suerte de Frida Coller y ellas, sus aprendices de

Miss Perú preparadas para salir a escena.

Mientras una especie de robot se apoderaba de Adelina, iniciaba otra escena y la

perspectiva de la realidad cambiaba. Cinco chicas se acercaban al espejo, las cinco,

llevaban falda negra y maquillaje en sus carteras, se miraban los ojos y sacaban sus

cosméticos para iniciar el proceso de retoque. –Puta Sandra, no quiero agarrarme al amigo

de Sergio- Decía una, mientras las miradas de desconfianza de la otras afloraban-¿Por qué

no huebona? Está buenaso- decía la tercera. Los ojos cómplices de la número dos se

hacían notar, mientras la tercera, le arreglaba el escote y la falda que, algo chuecas, harían

de puntos bonus, indispensables para lograr el objetivo tan deseado. Y después de un arduo

proceso de preparación para el ataque, las cinco salen sigilosamente a dar la pelea con un

semblante tal, que por un instante parecen ser parte del elenco de 300 (preparadas para la

guerra) y, aquello se nota por la dureza con la que azotan la puerta al salir.

Chicas así las veo todo el tiempo-Decía Adelina, mientras señalaba a la puerta vacía. Me

han pasado cosas tan raras que todavía me acuerdo-Sus ojos mostraban que, en ese

momento, estaba haciendo una suerte de recuento de todas las cosas dignas de ser puestas

en el libro de Record Guiness de las que había sido testigo ocular por más de 600 días.

Me acuerdo de lo más raro que me ha pasado. Una chica un día vino llorando al baño con

los ojos negros, llena de maquillaje en toda la cara. Vino y me dijo que su enamorado era

muy bueno con ella, que le parecía que era un estúpido por ser tan bueno. “Un día me voy a

hartar y lo voy a engañar por ser tan estúpido”, decía la chica. Así que lo llamó y lo insultó, el

chico se puso mal y ella se encerró en el baño como media hora. No pude sacarla.-Dijo.

Aparte también hubo una vez que otra como de veinte siete vino a llorar, estaba bien

borrachita la pobre y me contó que su enamorado le había dicho que estaba en su casa y se

lo había encontrado acá. Le dije que nunca es bueno llorar por nadie y que uno tiene que

vivir su vida. ¿Qué pasó? Terminó con el enamorado y se besó a cinco diferentes, los vi

atrás de la puerta, estuvo ahí todo el rato.- Contó exaltada.

Parecía como si en cada palabra quisiese decir: “Para los hombres las mujeres son piernas

y faldas, para mí son corazón”. Y realmente era así. Aunque no lo buscaba así, todas las

presentes en ese momento fueron testigos de cada uno de sus relatos y con el semblante en

alto, parecían reflexionar acerca de sus acciones. No hubo nadie más subiéndose la falda o

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arreglándose al escote, tampoco escándalos por pérdida de control. Muy a pesar de

experiencia y sentido, Ade continuaba siendo, nada más que la señora del baño, una botella

de agua a su lado, tal vez una de las canciones que escuchaba hacia afuera cuando tenía la

oportunidad de ver la puerta abrirse, canciones que no lograba identificar y algún recuerdo

de la niñez que de vez en cuando se le colaba en la memoria. Al fin y al cabo Adelaida era

como una mina en el buscaminas, como la vela número uno de tu cumpleaños, como el

botón extra que se adhiere al saco nuevo por si el otro se cae, acompañada, necesaria, pero

a la vez, totalmente solitaria y dispensable.

Cuando el instante de fotografía se descongelo, hubo que volver a la vida normal. Ade calló

y retiró la mirada. Se sentó y comenzó a examinar las comisuras de sus uñas por si había

restos de suciedad en ellas, pero no encontró nada fuera de lo normal. Observó su rostro por

un segundo y dijo: –Papelitos para el baño acá a mi costado, no boten nada al wáter y si

quieren me dejan una propinita-.

La puerta se cerró y Ade desapareció tras ella. Al otro lado, todo resultaba ser como una

suerte de dimensión desconocida: grandes letreros con colores psicodélicos, esculturas

abstractas en las paredes, personas luciendo la tenida más de moda, la música electro

zumbando en los oídos y una anfitriona vestida de negro avisaba a los de la parte vip que

repartía tickets para pedir Whisky gratis. Las caras de la “Very important people” se

iluminaron de repente y lo que, para hasta ese momento no era nada frente al bar, se había

convertido en un ordenado amontonamiento con miras a la ebriedad. Y, era evidente que

poco a poco iban logrando adormecerse más y más, con cada sorbo lento que tenía como

destino final: su boca, todo se tornaba oscuro y divertido.

Las imágenes danzantes de los presentes se dibujaban en la oscuridad: gritos, furor y

adrenalina recorrían sus extasiados cuerpos mientras sonaba la banda de turno. Era

sorprendente la manera en la que Capital Cities tenía el poder de hacer que todos

levantaran sus manos al unísono y cuál fans enamoradas de Servando y florentino en el 95’

llevarlos a corear sus canciones sin reparo alguno, como si el universo se hubiera

desfasado, como si su garganta mantuviera su voz allí, intacta, sin riesgo de pérdida. Sin

embargo, ellos no eran más que caras sin rostro, una mezcla de todos los demás fans de

aquella banda indie, jugando a formar parte de una sociedad conjunta pero siendo en

realidad, parte de nada. Las manos que uno a uno levantaban, serían luego confundidas con

unas manos de Florida, Pekín o Wimbledon, como reza el dicho: “Todos somos iguales”, el

poco original dicho que condenaba a esa manada de amantes del sonido a la calidad de

masa.

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Banda

“Capital

Cities”

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Banda

Indie

“Autobús”

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Reportaje

¿Ser o no ser?

El mundo de las lolitas Por: Carolina Díaz Para muchos, puede resultar algo nuevo oír de hablar acerca de ellas. Para otros que sepan

más de la cultura japonesa, no tanto. Si alguien ve las fotos podría pensar que sólo se trata de

un grupo chicas a las que les gusta disfrazarse, pero, sólo se necesita un minuto de conversar

con ellas parte darse cuenta que ser lolita es un estilo de vida: un movimiento cultura, con

ideología y estética.

Como muchas de las corrientes underground de Japón, esta moda surge a finales de los 70s y

se expande hasta llegar a todos los puntos de Tokio, Finalmente, el barrio japonés de Harajuku

se convierte en la famosa capital del lolita. Aunque algunas personas piensen mal al escuchar

la palabra en este caso se usa para describir a una persona inocente y súper femenina. Si se

acuerdan cuando les enseñaban la revolución francesa en el colegio, van a acordarse de María

Antonieta: la reina más controversial y bien vestida de toda la historia. Esta moda mezcla

corrientes juveniles con la tendencia aristocrática de siglos pasados, como la época en donde

vivía la reina y corrientes como el rococó y la era victoriana. ¿Sí o no que sus vestidos eran

espectaculares?

Un inicio complicado

En el Perú, por el momento solo hay un grupo de lolitas y está en Lima: Lolimafia. Pero ellas

esperan, que con el tiempo, se sumen los demás departamentos. Las primeras en iniciar la

moda en el Perú, la descubrieron navegando por internet a principios del 2007. No había más

que decir; para ellas fue amor a primera vista. Lo que les dio un poco de pena en esa época fue

que no había casi nada de información y fue con el tiempo que empezaron a volverse unas

expertas.

Lo primero que dijeron algunas al ver los outfits de la moda lolita por primera vez fue: “Hay que

increíble, me voy a vestir así” e iniciaron una nueva vida. Cuando comenzaron; como todo, eran

un desastre, no sabían maquillar, ni peinar. Pero, con el tiempo, se volvieron las diosas del

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mundo estilístico y ahora, sin bromas, serían la sensación si se animaran a abrir una

peluquería.

La mayoría no toma, ni fuma y prefiere vivir una vida libre de excesos, pero, si alguna lolita

ama el tabaco no tienen problema en aceptarla. La música no se relaciona con su estilo de

vestir, existen lolitas con estilo gótico que escuchan desde rock hasta baladas. Aunque, hay

algunas que sí llevan una vida llena de música clásica al mismo estilo de los años burgueses.

En cuanto a los chicos, les llueven, como mínimo cinco invitaciones de facebook diarias

rogando atención. Son las más pedidas para sesiones de fotos en sus universidades y el

inevitable centro de atención cuando caminan por las calles.

Al contrario de lo que se piensa,

ellas tratan de llevar una vida

normal dentro de tanta euforia

colectiva: Tienen reuniones en

grupo con fiestas de té, al mejor

estilo de un “Té de tías”, como

ellas lo llaman entre risas; y,

también, salen al cine, a comer

helados y van a reuniones con

sus otros grupos de amigos.

Con sus papás la cosa va bien,

en un inicio, como es obvio,

causó un poco de sorpresa su

cambio de estilo pero a muchas

las apoyan en combinaciones.

Algunas lolitas, como Valeria

Minaya; sweet lolita, se convirtió

en negociante y exportadora para

poder evitarle el gasto de comprar

vestidos a sus papás, ya que la

mayoría pasa de los cien dólares.

Al igual que Evelyn Ospina y María Lourdes Durand que comenzaron, una con un vestido y la

otra con una falda negra con la que hacía malabares para combinar prendas y hoy tienen

mucha más ropa.

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Algunas tuvieron que elegir entre el amor o ser lolita porque no las comprendían, a otras las

han insultado en la calle, las han perseguido para sacarse fotos con ellas y hasta les han dicho

“Freakis”. Pero ser lolita es más que sólo ser “diferente”. Para muchas, entrar a este mundo, las

ha ayudado a combatir sus propios miedos, como el clásico miedo al qué dirán. Todo se trata

de verse y sentirse preciosa, todo es una competencia contigo misma para ver que tan linda

puedes llegar a ser.

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Ensayo periodístico

Cholo soy, y no me compadezcas, reza con ferviente devoción un famoso vals de Luis

Abanto Morales. Y, quizás, necesitemos escuchar esa canción para darnos cuenta de la

realidad que ahora vivimos. Realidad, que no por llamarse así es necesariamente sólo de

ahora o, diciéndolo mejor “recién nacida”, más bien viene dándose a lo largo de siglos de

“evolución”, si se puede llamar así. Para iniciar este ensayo que abarcará muchos temas,

quiero proponer dos preguntas que planeo responder más adelante y, que creo que serán

centrales en el desarrollo de la paradoja que vengo analizando: ¿Los medios de

comunicación nos están ayudando realmente a unificar al país? ¿O se están comportando

como un organismo centralista más? Vendría bien analizar varios casos para darnos

cuenta de ello. Pero primero, propongo que viajemos en el tiempo, más precisamente a la

época de la conquista.

Si nos ponemos a pensar, desde que pronunciamos la oración: Cristóbal Colón descubrió

América, nos colocamos en una posición de subordinados. ¿La razón? Creo que nunca

me había puesto a pensar en esto antes, pero con decirlo estamos aceptando que no

éramos nada hasta antes de que aquel joven viniera con su Niña, su Pinta y su Santa

María. Igualmente, que no teníamos ninguna importancia relevante, es más, que

representábamos una X en el mapa mundial y que, a partir de que los socios de la

conquista “nos eligieron” para volvernos, ¿Cómo se podría decir? ¿Civilizados? Nos

convertimos en algo.

Cuando ingresé a estudiar a la universidad me tocó el curso de Historia del Perú en el que,

naturalmente me tocaba estudiar a fondo que era lo que había pasado en la época de la

conquista española. Antes de mi examen parcial llegó a mis manos una lectura, esta se

llamaba: “Mitos y verdades en la historia de la conquista del Perú”, tal fue mi sorpresa al

descubrir que muchas de las cosas que me había enseñado en el colegio quizás no eran

ciertas que mi mente se puso en blanco. La verdad acerca del Tahuantinsuyo se posicionó

ante mis ojos como si fuera una revista de prensa amarilla, era increíble. Pues, ¿Qué era lo

que decía esta lectura? Lo que decía era que no debíamos creer que la vida en el

Tahuantinsuyo era un cuento de hadas, no era cierto que “todos eran como hermanos”,

había muchas peleas que no convenía sacar a la luz para que la gente se sienta orgullosa

de un legado lleno de perfección imaginaria. La verdad de todo era que los españoles

habían usado la inteligente táctica de divide y vencerás, convenciendo a algunos

pobladores que no estaban de acuerdo con el trato de subordinados que se les daba y

prometiendo una vida mejor. Naturalmente, ellos lo creyeron y así, con pobladores de el

lado español luchando por la independencia prometida, se inició una guerra, una guerra

con el final que todos conocemos.

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Lo cierto es que, nada de lo que prometieron fue cierto y que, más de lo que estaban, los

dueños de esa tierra a la que llamaban “Tahuantinsuyo” se vieron puestos en un trampa y,

en ese momento más que nunca, serían los subordinados, lo más bajo, unos simples

esclavos.

Fue en ese momento que la falta de moral se hundió en los corazones de aquellos que

confiaron y que fueron traicionados. Esa falta de moral podemos verla en las caras de

todas aquellas personas que hoy, confían en que saldrán de los problemas y que en algún

momento dejarán de ser los otros, para convertirse en “parte de”. Pero la solución va más

allá de esperanzarse o rezar, va más allá de cualquier posibilidad, pues es como un chip

que se ha implantado en el cerebro de algunas personas, como un tubérculo que fue hace

muchos siglos cultivado y que ha venido desarrollándose satisfactoriamente dentro de la

tierra y nada lo puede parar. Quizás, la solución tampoco sea desentenderse, quizás sea

poco a poco cambiar esa mentalidad alicaída que nos viene persiguiendo desde que

España vino a por nosotros.

Con la llegada española vinieron animales nuevos, nuevas costumbres, pero sobretodo

algo que revolucionó toda forma de vida antes pensada: la escritura. Todo lo que antes

estaba dicho desde ese momento había cambiado. Pero, no pensemos erróneamente, no

creamos que lo importante fue la escritura o el papel que esta tuvo en la sociedad a partir

de ese momento. Lo realmente importante (ya llevo mencionando en varios trabajos para

no olvidarlo), es la transformación que la sociedad tuvo a partir de que esta cobró

importancia. Como decía Mcluhan: El medio es el mensaje.

Todo lo que dije acerca de los españoles y la conquista suena a que les estoy echando la

culpa de todo lo que ha pasado, pero, lo cierto es que no necesariamente son los malos de

la película. Siempre se pudo hacer algo para cambiar la historia, todos se pudieron unir en

contra de ellos y ganarles si hubieran querido. Lo que pasó nos evidencia envidia y

rivalidad en personas de una misma comunidad y, no es que esas actitudes sean buenas

ya que se pueden considerar como algo instintivo, como parte de un mecanismo adaptativo

que puede aflorar en los momentos en los que uno se siente intimidado. Sin embargo,

cobró un papel de vital importancia en las decisiones de los pobladores sobre lo que

acontecería luego.

Lo cierto es que llegó el papel y con él muchos cambios. Incluso, la historia nos demuestra

tristemente que los primeros juicios no fueron contra criollos ni contra españoles sino contra

los “indígenas”1, lo hacían debido a que era más fácil inculpar a personas que: 1. No sabían

hablar el español, 2. No tenían ningún papel probatorio (algo que era obvio, si nos damos

1 Indígena: Palabra que con los años ha adoptado un significado peyorativo, pero, que realmente quiere decir: el

que es natural del país, provincia, ó lugar de que se trata”

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cuenta que los que trajeron el papel fueron los que enjuiciaban) y 3. No representaban

importancia alguna en la sociedad por ser considerados inferiores.

Pero, ¿es válido pensar que los europeos efectivamente discriminaban racialmente a los

“indígenas”?, o realmente el hecho de separar por castas según el color de la piel y las

uniones era una simple justificación para sentirse superiores cuando la verdadera razón era

que ellos solo querían las riquezas que descansaban en nuestro pueblo. Sea cuál fuera la

respuesta, el estigma de llamar indígenas o indios a los peruanos, el creer que todos son

ladrones, sucios, violadores, entre otros, ha descansado sobre nuestras espaldas por

muchos siglos y creo yo que va a ser muy difícil de borrar.

Por entregar una razón muy factible por la cuál es casi imposible dejar los prejuicios a un

lado vayamos nuevamente al pasado. Cuando los europeos llegaron se creó un

sentimiento de superioridad dentro de la raza “blanca” (el significado de “raza blanca” es

muy ambiguo ya que no puede ser estrictamente pura pues es casi seguro que cada familia

tuvo mezclas de distintas nacionalidades), la cual argumentaba ser superior a cualquier

otra. Con los españoles llegaron los africanos, con ellos los italianos, croatas, ingleses,

Alemanes, chinos, japoneses, entre otros, de origen inicialmente humilde, pero que, con los

años (la gran mayoría), lograron hacerse camino en los negocios, con la apertura de

bodegas, empresas textiles y/o bancos.

Muchas de las personas que salen en las revistas Caretas u ¡Hola!, son descendientes

directos o indirectos de estos inmigrantes. La historia nos ha enseñado que el estigma de

ser “cholo” ha seguido persiguiendo a ciertas clases sociales durante muchos años y como

dije antes, no por tener precisamente el tono de piel sino por las costumbres, vivienda,

apellido, etc. Es comprobado que el estigma se ha creado y es muy difícil de borrar por el

simple hecho de que siempre se relaciona todo lo anterior con el tono de la piel y está

prácticamente instituido.

En muchos de estos migrantes se creó un sentimiento de superioridad que fue trasmitido a

sus descendientes y estos a los suyos en un teléfono malogrado que dura hasta la

actualidad. En el siglo XX personas de los altos sectores económicos ya marcaban

distancia y propugnaban el sectarismo de la sociedad en base a dinero y apellidos

anglosajones o españoles señoriales, con agravantes como el prejuicio o la burla con

respecto a las clases inferiores. Por ello, desde que las castas desaparecieron, la sociedad

peruana ha olvidado las líneas divisorias notorias. Sin embargo, debemos aceptar que

dentro de la sociedad están instituidas líneas invisibles que demarcan la importancia o no

de cada persona según su status social. No es válido separar a las personas en sectores

sociales, pues se está encasillando y obligando a esta a situarse permanentemente en el

mismo lugar por el resto de su vida, claro, inconscientemente.

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Paternalismo televisivo y mediocridad recurrente

Sobre los sectores sociales, recuerdo una vez escuchar a una señora en el bus decir sobre

las personas de bajos recursos: “Siempre todo quieren que se lo den gratis, siempre piden

apoyo y así no debe ser, deben buscarse las cosas, luchar por lo que quieren, no pueden

esperar sentados a que les den todo a la mano”. Pues, si bien la apoyo en su afirmación de

que siempre quieren que se les de todo porque es algo indudablemente cierto, no apoyo

que se diga que es una aptitud innata. ¿Esto se les atribuye gratuitamente a ellos? En

realidad, puede decirse que se les atribuye a personas con ideas paternalistas que

pensaron en algún momento pensaron que podían comprar votos o aprobación regalando

cosas que, a la larga no iban a tener ninguna relevancia para las personas que las recibían.

Entre ellos, tenemos al ex presidente Alberto Fujimori que en su candidatura regalaba

polos, toma-todos, entre otras cosas sin importancia alguna, para captar a la población

menos favorecida ofreciendo que si votaban por él, iban a tener más que eso. Siendo más

puntuales le hecho la culpa también a los programas televisivos, aquellos que avivaron las

llamas del escándalo y que fortalecieron las bases para formar una cultura llena de

mediocridad. En ellos, tenemos a los programas de Laura Bozzo (1990- actualidad), los

cuales fomentaban las peleas, como se llamaban en esa época “de callejón” (por atribuir de

esta manera a las personas que vivían en condición humilde). Este programa contribuyó de

alguna manera a fomentar el rechazo por una cultura televisiva que luchaba por alcanzar el

tan ansiado raiting a cualquier precio. Gracias al programa de Laura Bozzo, se creó un

estereotipo, un estigma más acerca de las personas de condición humilde, se entendía a

ellas como personas “sin educación”, que todo el tiempo buscaban fomentar la violencia.

Otro de los programas que a mi parecer fomentaba el paternalismo y llamaba a las

personas de condición humilde de ridiculizarse por unos billetes es el llamado: Trampolín a

la fama (1967) conducido por el fallecido Augusto Ferrando. No concuerdo de ninguna

manera con las personas que creían que era un programa de sano entrenamiento. Tuve la

mala fortuna de toparme con algunas imágenes de este programa en la televisión, como

parte de algún tipo de nota informativa que recordaba a los programas de antaño. Y, puedo

decir que condeno fervientemente la política que aplicó este señor para jugar con la

necesidad de la gente.

Como estos dos programas ha habido muchos que “ayudaban” a las personas a tener una

vida mejor. Regalando los clásicos carritos sangucheros, camas, dormitorio completo, la

clásica cocina a gas, la promesa de algún trabajo bien remunerado o alguna operación de

tipo urgente que hayan requerido. Se podría pensar que diciendo esto estoy condenando la

ayuda que se les da a las personas que no tuvieron la suerte de nacer en un hogar con

mucho dinero y posibilidades, pero la verdad es que, lo que apoyo es el hecho de crear

mejores condiciones para el desarrollo de toda persona que no cuenta con las necesidades

básicas, como por ejemplo, dar capacitaciones para carreras técnicas, mejorar la

educación pública de colegios y universidades, dar la posibilidad de entregar becas para

estudios en las mejores universidades a los estudiantes destacados, mejorar la seguridad

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ciudadana, entre otros. Los cambios a largo plazo y no los que sirven para sacar pecho y

gritar que eres una persona “solidaria” para así tener uno puntos y muchos televidentes son

los que finalmente imperan en el desarrollo de una sociedad, como es la persona.

El paternalismo es totalmente condenable, el creer que hay personas cuyas decisiones no

son importantes y no los llevarán a nada bueno es mentira, puesto que toda persona (a

menos que desgraciadamente no cuente con la totalidad de sus facultades mentales o

padezca de algún problema cerebral) puede opinar sobre su futuro y tomar sus propias

decisiones en aras del desarrollo de su presente y futuro.

Todo este tema me recuerda a una anécdota que viví hace algunos años. Tuve una chica

que trabajaba en mi casa desde que yo tenía nueve años y mi hermana recién había

nacido. Cuando yo era pequeña y ella tenía unos dieciséis años mi mamá le dio todas las

facilidades para estudiar en el colegio. Lo que yo no entendí en ese momento era porque

cuando terminó sus estudios no siguió alguna carrera, ni siquiera se preocupó por postular

a una universidad nacional o estudiar alguna carrera técnica (por los bajos recursos con los

que contaba). Cuando yo crecí, ella tenía unos veintitrés y seguía trabajando en mi casa.

Me parecía extraño como nunca tuvo ninguna intención de continuar sus estudios, era

como si algo la detuviera. Y así como a ella, a muchas chicas y chicos les pasa lo mismo.

¿Cómo es que sus aspiraciones no son tan grandes? Un día me di cuenta de que es como

si la sociedad les gritara: si tú naciste ahí ya no puedes hacer nada, no puedes pretender

ser superior, tienes que volver a tus orígenes. Entonces, comprendí que el hecho de tener

bajos recursos los limite y los coloca en una posición subordinante y temerosa con respecto

a si podrán lograr lo que se proponen. Viendo la realidad, se rinden al darse cuenta (o creer

erróneamente) de que en este mundo lleno de poder e influencias ellos no tienen lugar, por

lo que se quedan en lo que inicialmente fueron. Lo mismo quizás pasa con las personas

que suben a los buses a vender caramelos y cantar, con los que piden limosna en la calle,

perdieron las fuerzas y las esperanzas.

Como dije párrafos arriba, no es que el día de hoy existan estratos sociales marcados en el

Perú o mejor conocidas como líneas demarcatorias, estas son en realidad ondulantes y

frágiles. Es como si las personas con sentimiento de superioridad se acercan a las que

creen inferiores para recordarles que no son bienvenidos o que son pertenecen al mismo

círculo.

Oralidad, escribalidad y electronalidad

Estos son tres conceptos muy importantes ya que mediante estos resolveremos cuales,

además de las anteriormente presentadas, son las paradojas que acercan, pero a la vez

alejan a un determinado grupo de personas a formar parte importante de la sociedad.

Inicialmente, antes de la llegaba de los españoles la oralidad era lo que predominaba en la

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sociedad. Es realmente sorprendente como con la llegaba de la escritura, lo oral pasó

inmediatamente al segundo plano. Ahora, todo lo que tenía que ver con la cultura oral se

consideraba estar lejos, en un mundo no perteneciente. Lo que me recuerda una frase del

tristemente célebre José Portillo: “Papelito Manda”. Ahora es cierto, si no tienes un papel

que funcione, algo así, como tu testigo, no puedes probar nada. Con la escritura el papel

pasó a ser “la temible fuerza” para los que no tenían importancia. Es, como ahora, en el

caso de los habitantes de pueblos pequeños que no se encuentran debidamente

empadronados en la base de datos del gobierno, por lo que, si muriesen, sería como si no

hubiera muerto nadie. ¿Se imaginan? ¿Morir sin que se sepa que siquiera exististe? Si nos

ponemos a pensar, cuando un gobierno de turno va a finalizar saca a la luz todas las obras

de último minuto que ha realizado y, adicionalmente, siempre dice (como Alan García en su

último gobierno), el porcentaje de pobreza que se ha reducido esta vez. Si tomamos en

cuenta que hay muchos peruanos en condición de pobreza y pobreza extrema que no son

tomamos en cuenta por no estar inscritos en el registro nacional, ¿la pobreza reducida es la

real?, ¿es cierto que Alan redujo de 48% a 31.4% la pobreza?

Como dijo Guillermo Nugent en su libro El poder delgado:

“El papel fue, durante muchos siglos, una fuerza excluyente que aparentemente

ha sido neutralizada en gran medida, por la aparición de otros modos de

comunicación de un mayor componente participativo. Es decir, el terreno de los

medios audio-visuales”.

Resalté el término aparentemente, porque es un término que no es atribución de Guillermo

Nugent, más bien es de atribución mía. Para empezar, si es cierto de que de algún modo

entrar a una cultural electronal a favorecido a que muchas personas que inicialmente no

tenían voz puedan decir lo que piensan. Un ejemplo claro de ello es, el hecho de que “la

cultura blogger” se haya difundido con mucha fuerza en el país. Ahora todos tenemos la

posibilidad de generar debate, de crear nuestra propia opinión, de ser no sólo

consumidores de medios sino también prosumidores: es decir, producir nuestra propia

información, tomar nuestras propias fotos, ser incluidos en el proceso.

Sin embargo, aunque todos estemos muy felices por el gran salto al desarrollo de las

comunicaciones que ha experimentado el país, siguen habiendo desacuerdos notorios en

cuanto a las posibilidades que tiene toda persona para decir lo que piensa. ¿Una persona

de una localidad poco conocida de Huancavelica tiene las mismas posibilidades de dar su

punto de vista que una de Lima? ¿Se han puesto a pensar que absolutamente todos los

canales de televisión están en Lima? ¿Qué todos los programas son grabados aquí, con

excepciones de algún programa cultural de viajes que muestre las riquezas de nuestro

país? Gracias a lo que veo todos los días ha quedado demostrado que los medios y las

mismas políticas de gobierno, ponen a lima como el centro, como el gran todo. Cuando

vemos las noticias, vemos siempre que los periodistas critican al gobierno de tener siempre

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políticas centralistas pero no se dan cuenta y es más, nadie se ha dado cuenta que ellos

también las tienen. Esto se debe a que todo modelo de gobierno de corte liberal en el caso

de las comunicaciones tiene el principio de que la competencia y la cobertura se rigen de

acuerdo a la rentabilidad de las zonas geográficas. Es decir, venden en las zonas donde la

gente tiene más dinero y les va a comprar más (todo favorece a intereses económicos

aunque lo nieguen).

Los periódicos de corte amarillista no ayudan en lo absoluto, tales como: El chino, Ajá, La

razón, Ojo, etc. Los periódicos que mencioné en la línea de arriba son los famosos

periódicos que forman parte de la lista representaciones de la cultura chicha. Este tipo de

periódicos que apela al morbo popular nació en los estados unidos y fue importado al Perú

en el siglo XX. Si se dan cuenta, por sus coloridas portadas, lo que mayormente se muestra

en estos periódicos son escenas violentas y escandalosas.

En el caso de la televisión, el primer noticiero en favorecer a la cultura chicha fue el canal 2

con “90 segundos”. Fue el tiempo en que comenzaron a mostrarse cadáveres en la pantalla

y a una agitada reportera que perseguía a sus entrevistas con tenacidad pocas veces vista.

En un libro que Juan Gargurevich presentó para una ponencia en el año 1999 llamado:

Perú: Cultura Chicha y Comunicación Masiva, puso al descubierto una investigación que el

sociólogo Juan Luis Vargas hizo sobre este tema para una tesis. Vargas elaboró una lista

de temas de Talk-shows: “Abandoné a mi hijo”, “No creo en los hombres”, “Me inicié en un

prostíbulo”, “Mi padre me violó”, “Maridos borrachos”, “Me avergüenzo de mi madre”. Como

sabemos, todos estos temas hacen inmediatamente alusión a las vidas de personas de

bajos recursos que eran invitadas a los sets de televisión para contar sus desgracias.

¿Cómo nació la cultura Chicha? Según mi punto de vista hay dos grupos distintos que

exponen las representaciones de esta cultura. Primero, está la población que vino como

inmigrante a Lima en el siglo XX en busca de oportunidades y un mejor nivel de vida, como

tanto se vendía en aquella época. Lo que pasó con estas personas es que se encontraron

con una realidad muy distinta de la que pensaron. Nadie les daba la mano y muchas

personas se aprovechaban de su poco conocimiento de las “actitudes” que se debía tomar

en la ciudad, prácticamente recién solo burlas e insultos, sin contar que comenzaron a ser

marginados por una “clase media-alta” que estaba en contra de relacionarse directamente

con personas que no eran de su círculo ni tenían sus costumbres. Los inmigrantes se

vieron obligados a juntarse, creando así una especie de comunidad. Juntaron todas sus

costumbres y con esfuerzo y lucha crearon representaciones propias de sus lugares de

origen y al mismo tiempo tomaron actitudes propias de Lima, creando así la cultura chicha.

Una mezcla de representaciones culturales que logró que estos pobladores se sintieran

pertenecientes y revolucionarios en su campo, como es el caso de los conciertos de música

andina, la creación de la chica o cumbia (como fusión de distintos ritmos), la creación del

sistema de carteles de colores para promocionar conciertos, las invasiones de terrenos, la

cultura del transporte público: micro.

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Es claro que algunos medios de comunicación vieron a esta, como la oportunidad de ganar

más dinero y decidieron lucrar con la cultura chicha, adecuándose a su modo de vida y

costumbres. Estos transformaron a esta cultura por completo, mostrando una cara menos

agradable y por consiguiente, dejando a estas personas como indeseables. Tal es el

ejemplo de los periódicos que mencioné, los talk-shows (como cuando hablé de ferrando y

de Laura Bozzo), etc.

En mi opinión una de los principales factores por los cuales la sociedad peruana se

encuentra tan dividida y encontramos en los medios de comunicación opiniones tan

desiguales y discriminatorias como las expresiones: “Los lugares más alejados del país” o

“Ayudemos a los hermanos de…” es la creación de esta cultura chicha como medio de

comunicación constante.

Inicialmente, la palabra chicha no representaba ninguna concepción negativa. Significaba

únicamente ese trago llamado “chicha de jora” que representaba a la sierra peruana. Pero,

de algún modo la palabra chicha comenzó a adoptar su significado negativo a partir de dos

niveles: Aparece como un manifiesto social, a partir de que se crea la música chicha. El

significado negativo se asociaba con el ambiente chichero: fiestas que generalmente

terminaban en pleitos, a quienes se les identificaba como “achorados”, “gente del mal vivir”.

¿Y quienes participaban de estas fiestas? Generalmente jóvenes de sectores sociales

bajos, de barrios populosos, muchos de ellos migrantes andinos pobres o “nuevos

limeños”. En el segundo nivel, en el plano de los valores, el término adquiere un

significado negativo teniendo como cimientos al desprecio al indígena, al serrano, al cholo,

producto del racismo criollo del siglo XIX, el racismo republicano, del cholo frente al blanco.

No es raro admitir que hoy en día el racismo forma parte de nuestro inconsciente colectivo,

y es una característica de la manera en la que nos han formado culturalmente. Este

racismo fue creciendo a partir de los años cincuenta en adelante con el aumento de

migrantes andinos en la ciudad.

Si nos damos cuenta es como si nos programaran a lo largo de la historia para repudiar a

las clases bajas. Un caso que nos acerca más a esta realidad es el de “las tías de la

molina” que fue largamente difundido en el Programa cómico “El especial del humor” de

Jorge Benavides y el renunciante Carlos Álvarez que actualmente intenta hacer algo

parecido en el canal nueve. Pero la realidad es que, fuera de las pantallas este caso no

tenía nada de humorístico.

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Sobre mi cadáver

Reportaje sobre feminicidio en el Perú

“Esta va a ser la última vez”, fueron las últimas y falsas siete palabras que escuchó Soledad

decir de José. Ella tiene ahora treinta y dos años, vive en Chorrillos y, para ese momento

considera que era una persona muy ingenua. Mientras mira a la sombra de la ventana de su

sala, recuerda como conoció a José: Fue en una fiesta de familia en el noventa y seis, cuando

ella rondaba los dieciséis. Recuerda entre lágrimas como confió en que valía la pena, en cómo

sus padres estuvieron de acuerdo con la relación, parecía hombre de bien hombre- dijo.

Soledad guarda aquellas marcas que no la dejan dormir y las que son fruto de innumerables

cuestionamientos por parte de sus tres menores hijos: ¿Qué te pasó mami, te caíste?, gracias a

dios que ellos no estaban cuando me golpeó- balbucea.

La primera vez que fue violentada su primera hija, Mari Carmen, tenía apenas un año y los

demás no habían nacido. Todo ocurrió a raíz de que se malogró la refrigeradora, yo no tenía

plata para arreglarla y se lo dije, el estaba con la cabeza caliente y reaccionó mal, yo no estuve

de acuerdo con su actitud y me jaló de los pelos. Esa fue la primera vez- Afirma. Soledad mira

hacia un punto fijo y no a los ojos, por vergüenza, porque está arrepentida de no haber tenido

firmeza, de haber soportado tanto.

Es común en las mujeres maltratadas por sus parejas, pensar que quizá es mejor darle una

oportunidad, pero las oportunidades pasan, segunda, tercera, cuarta y los golpes llegan, llega

quizás la muerte, el desamparo de los hijos y la impunidad. ¿A partir de qué punto el amor se

transforma en sangre? Soledad desarrolló inevitablemente el “Síndrome del esclavo”, según el

ministerio de la mujer, es muy común en estos casos que la pareja agresora intercale

momentos de abuso con algunos momentos de recompensa o reconciliación. La víctima

necesita a su “poderoso” hombre y establece un fuerte vínculo afectivo con él. Es por eso que

se aferra a los momentos momentos de calma y tranquilidad, y cree que él por fin “va a

cambiar”.

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Aquella lúcida y jovial ex señora no está más, solo recuerda pedazos de aquel infierno, pues el

trauma cerebral le ayuda a borrar obligatoriamente las escenas del pasado que repercutirían

más en su futuro, es natural. El cerebro tiende a borrar las escenas traumáticas de nuestra vida.

Pero no olvida su primer viaje a la comisaría. Su primer paso por la comisaría de Villa, con

fuerza de voluntad ella se acercó a la primera autoridad que vio y le preguntó en qué parte

podía denunciar violencia familiar.

No tienes golpes- Le dijo el policía. Ella respondió firmemente: Habían golpes, ahora queda el

problema psicológico que me está causando el soportarlo y si no hago algo, van a haber más

golpes. Tenía todas las intenciones, realmente lo estaba haciendo, como cuando resuelves el

problema de matemática que no te salía en el examen, lo estaba logrando. Dionisio (recuerda el

nombre del policía por la placa que tenía en el pecho), la miró con aire inquisitivo, llena este

papel y nos vemos en un rato, voy a estar por acá- le dijo. Pero Dionisio no estaba a los veinte

minutos, ahora salía por la puerta el Inspector Jefe Martínez, que le preguntó qué era lo que

venía a hacer. Le pareció de lo más raro que no se informaran entre ellos sobre lo que estaba

pasando, ya que ella consideraba que era algo importante, para ella y para su familia. Le volvió

a contar la misma historia a Martínez pero este reaccionó de un modo reacio y puso un gesto

extraño, demostrando que no le estaba creyendo, ahorita vemos lo que pasa- Afirmó. Tras la

oficina se escuchó un bajo- “Qué la habrá hecho al marido para que la trate así”. Soledad

estaba sola.

La oración que Martínez pronunció a lo lejos parece haber salido sacada de un libro. Nos

remonta a aquella página de Abril Rojo de Santiago Roncagliolo, cuando el fiscal Chacaltana

pensó: “Los esposos no violan a sus esposas: les cumplen”. Y es precisamente, el germen

machista el detonante y motivo por el cual, en el Perú, La violencia contra la mujer, que lleva en

algunos casos, inevitablemente al feminicidio, es muy difícil de parar.

Existen complejas estructuras de dominación masculina que explican estos fenómenos. No solo

el feminicidio, sino la violencia contra la mujer (aquí y en todo el mundo) es indisociable de

mecanismos de socialización sostenidos en el género. Sin embargo, tanto en sociología como

en criminología (no olvidemos que el feminicidio es un hecho criminal) casi ningún fenómeno es

reductible a una sola causa. Por eso para comprenderlo hay que ir un poquito más allá de los

estudios de género.

Lo que Soledad y muchas mujeres en Perú parecen olvidar es que El artículo 6 de la ley 26260

dice claramente que uno puede ir a la Policía o a la Fiscalía para denunciar violencia familiar y

que ellos serán los encargados de investigar los hechos hasta su culminación. La ley también

dice que la Policía y la Fiscalía nos darán las garantías para resguardar nuestra integridad.

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Por lo tanto si se ve que no están cumpliendo lo que dice la ley, hay que hablar con el Jefe de

la Policía o el Fiscal para exigir que hagan su trabajo. Pero Soledad no hizo eso quizás por

temor, por cansancio, porque creía que podía cambiar, porque pensaba que si en esa comisaría

no le habían hecho caso ¿Qué sentido tenía ir a las otras cinco? ¿Con quién seguiría dejando a

sus hijos chiquitos?

Ella dió el primer paso, pero en el Perú la realidad es otra. Solo tres de cada diez mujeres

denuncia el maltrato de su pareja. Eso hace que sea más complicado lidiar con el problema.

Siete de cada 10 mujeres decide no denunciar los maltratos que recibe de su pareja. ¿Por qué?

Sienten vergüenza, miedo a más agresión, divorcio o separación, no saben adónde irían, no

quieren dañar a su agresor, piensan que los daños no son serios, que de nada serviría sentar

una denuncia, o incluso, llegan a sentirse culpables.

“La violencia familiar es un grave problema de salud pública. Es alarmante que solo tres de

cada diez mujeres denuncie situaciones de maltrato, ya que tiene consecuencias profundas y

directas en la salud sexual y reproductiva de la mujer. El reporte corresponde al último censo

que hizo el INEI y otro indicativo es que en el Perú cada dos minutos una mujer es maltratada”,

expresó Manuel Saravia, director del Instituto Guestalt de Lima.

Otras mujeres violentadas, como soledad, no muestran marcas corporales pero,

inevitablemente tienen muchas huellas internas, huellas que no son fáciles de borrar. La mujer

golpeada experimenta el síndrome de fatiga crónica. El desequilibrio emocional le produce

agotamiento e insatisfacción, ansiedad, disminución de la concentración, falta de memoria y de

voluntad, además de debilidad física y mental. Suele desubicarse en el espacio temporal luego

de un episodio violento. Es con esto que se entiende quizás, el porqué de la no decisión de la

mujer agredida cuando se ve en el dilema de denunciar o no denunciar. Sin embargo, no es un

factor determinante si se acude a una tercera persona de confianza para encontrar apoyo.

Una situación similar la vivió Tatiana de 20 años. A su corta edad ya ha experimentado el

maltrato en su máxima expresión. Cubre su rostro mientras habla porque quizá se siente

confundida y avergonzada, no quiere mostrar sus golpes. Rony, como le decía de cariño, a su

ex enamorado Ronald Arellano, siete años mayor que ella, la amenazó de muerte. Pero,

lamentablemente, no fue sólo una amenaza, este intentó cumplirla. Ella aún lo ama y no

entiende porque lo ha perdonado, sin embargo, decidió acabar con la relación el 20 de enero de

este año porque sentía que podía ser peor. La primera vez que le pegó, tenían solo cinco

meses de relación y en anteriores oportunidades le había levantado la mano. No lo denuncié a

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pesar de la indignación de mi madre, por amor y porque yo también tenía la culpa, no le podía

echar todo el pato a Ronald- Dice Tatiana.

Celos que matan

La suerte que tuvieron Soledad y Tatiana no es para todas, pues es común en el día a día ver

portadas en los periódicos y reportajes televisivos hablando de mujeres asesinadas,

generalmente por sus parejas. El feminicidio no está desconectado de los ejercicios de violencia

regulares contra las mujeres. De hecho, en al menos 40% de los casos reportados por el

Ministerio Público, las víctimas habían denunciado a la Policía maltratos físicos y psicológicos.

Eso es señal de que algo anda muy mal en la protección de esas víctimas.

No hay un perfil ni de las víctimas ni de los victimarios y, por supuesto, sería un gran aporte

tener uno. La información pública disponible se ha centrado en la relación de la víctima con el

victimario. Lo relevante es que la mayoría de victimarios eran personas conocidas por las

víctimas. Y precisamente eso es lo que los últimos estudios destacan contra muchos sentidos

comunes: el peligro real está más dentro de las casas, no afuera. Explica Diego Tuesta

Reátegui, sociólogo egresado de la PUCP.

Una vez, pensé que me iba a matar y a meter en una maleta, como esa chica que salió en la

televisión- Dice Tatiana entre lágrimas. Y en realidad era así, ella estuvo a cinco minutos de la

muerte un viernes cinco de abril del 2010. Era las 3 de la tarde y su mamá había salido, era

normal que se quedara viendo la televisión cuando no tenía clases. Algunos días, Ronald

llegaba para acompañarla y la veían juntos. Ese día, su ex enamorado tenía otros planes para

ella. El detonante: Los celos. Un amigo en común le había contado que la había visto

conversando con un hombre por más de treinta minutos en una fiesta el fin de semana anterior.

Su enamorado llegó a recriminarle en el momento, no le preguntó como estaba, ni la saludó. No

tocó el timbre, casi me rompe la puerta, hasta rompió la luna, me acuerdo que vi su mano toda

llena de sangre, yo le abrí y me asusté, lo abracé pero él me tiró al suelo y me gritó: ¿Me has

hecho cachudo acaso? – Cuenta.

Manuel Saravia, explica que una de las principales razones por las que un hombre maltrata a su

pareja son los problemas económicos, la infidelidad, los celos, pautas de crianza, hábitos de

convivencia, consumo de sustancias y alcohol. Por lo que el ex enamorado de Tatiana, preso

de los celos por sospechar de un posible engaño de la entonces menor, había intentado quitarle

la vida. Cogió un cuchillo y se aproximo a la víctima en un relato que quizás sonaría muy acorde

con una película de terror. Sin embargo, la puerta de la entrada lo detuvo, cuando se dio cuenta

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de que la mamá de Tatiana había llegado y lanzó el cuchillo tras el mostrador de la cocina,

intentando actuar como en una escena de la cotidianidad.

Los celos de pareja son el principal detonante feminicida. El jefe del Observatorio de la

Criminalidad del Ministerio Público Juan Huambachano, reportó que entre enero y mayo de este

año, 26 mujeres han sido víctimas de feminicidio en nuestro país, lo que hace una suma total de

435 en los últimos cuatro años. Según el Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público, el

31 % de los 92 feminicidios cometidos en el 2012 tuvo a ese sentimiento como factor

determinante, mientras que el 16 % fue motivado por la resistencia a continuar con la relación

de pareja. Las formas más comunes de agresión son las de: Asfixia o estrangulación (30 %), el

ataque con cuchillo (29 %), los golpes (21 %), el disparo con arma de fuego (41 %) y el

envenenamiento (4 %).

Así como Ronald, muchos hombres están libres en este momento, habiendo violentado a sus

parejas y/o relativas o incluso mujeres desconocidas. Habría que preguntarse, hasta que punto,

en este caso, el amor es sano y en qué momento se convierte en obsesión. Si el común dicho

popular “Más te pego, más te quiero” ha calado en lo más hondo de nuestra sociedad para

convertirse en una especie de ley de la jungla. Sin embargo, esto no es más un juego o un mito:

es la realidad.

El feminicidio es un crimen que debe ser atendido por el estado. No tiene actores ni coyunturas

únicas; en consecuencia, cualquier mujer puede ser agredida hasta ocasionarle la muerte. Por

otra parte, los autores de los crímenes no responden a una particularidad, pueden ser

realizados por personas conocidas o vinculados con las víctimas (familiar, sentimental o

amicalmente), así como del entorno laboral o de estudios; además de ex convivientes o ex

cónyuges o desconocidos. Aunque las cifras explican que, en su mayoría los asesinos eran

personas relacionadas directa y sentimentalmente con la víctima en cuestión.

La tipificación del feminicidio como delito autónomo es una de las acciones que se consideran

fundamentales para prevenir y sancionar esta expresión extrema de la violencia contra las

mujeres. Sin embargo, No puede afirmarse que la creación de leyes garantice el acceso a la

justicia de las mujeres que han sufrido violencia como vimos en el caso de Soledad. Sin

embargo, la existencia de una norma específica puede dar mayores herramientas para

sancionar adecuadamente la violencia contra las mujeres, además que posibilita la realización

de acciones de incidencia con autoridades, en la movilización por el cumplimiento de las

normas.

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Hablar de feminicidio es útil para visibilizar la magnitud y consecuencias de la violencia de

género y plantea una desmitificación de la violencia contra la mujer, evitando que se romanticen

los hechos, se patologice al agresor o se naturalice la situación. Un feminicidio es un crimen

contra las mujeres. No es un crimen pasional ni es perpetrado por un enfermo mental. El

problema es mucho más complejo y se vincula directamente con las relaciones de dominación

que han existido y existen en nuestra sociedad- Afirma el Centro de la mujer peruana, Flora

Tristán.

“La terapia es una buena opción, ya que permite soluciones en un 90% de los casos. Deben

acudir a terapia tanto el maltratador como la mujer golpeada a fin de determinar razones

psicológicas implícitas (...) esta permite controlar los impulsos, desarrollar habilidades para

negociar y aprender a no lastimarse”- Dice Saravia. Y, de cierto modo es verdad, nadie ha

pensado en esta posibilidad como opción, pues, generalmente, se involucra al maltratador en el

problema pero no en la solución y la solución tiene que ser algo conjunto. Es claro que en el

caso de agresores que tienen que ver con las mujeres, convendría arrancar el problema desde

la raíz, pues un hombre agresivo no está bien de la cabeza y lo mejor sería

tratarlo antes de recluirlo y que salga a seguir haciendo lo mismo. La solución no está en

cuántas penas se aumenta, en cuantas leyes de crea, la solución está en manos de la

psicología.

“¿Qué te pasó mami, te caíste?,

Gracias a dios que ellos no estaban

Cuando me golpeó- balbucea Soledad”.

“Una vez, pensé que me iba a matar

Y a meter en una maleta, como esa

Chica que salió en la televisión”-

Dice Tatiana entre lágrimas.

“El común dicho popular “Más te pego,

más te quiero” ha calado en lo más hondo

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de nuestra sociedad para convertirse en una

especie de ley de la jungla”.

“Lo abracé pero él me lanzó al suelo y me gritó:

¿Me has hecho cachudo acaso? –

Contó”.

“Solo tres de cada diez mujeres denuncia el

maltrato de su pareja. Eso hace que sea más

complicado lidiar con el problema”.

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Retrato

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Fotos varias

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Concierto Monsieur

Periné

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