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Casas, Kevin- Para nadar con tiburones

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8/18/2019 Casas, Kevin- Para nadar con tiburones.

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PARA NADAR CON LOS TIBURONES-

SOBRE EL LIDERAZGO POLÍTICO Y SUS PELIGROS.

Hace algún tiempo, mi buen amigo Jorge Rodríguez me pidió contribuir con un texto al relanzamiento de esta históricapublicación, SURCO. Aparte de sentirme honrado por la solicitud, creí importante hacerlo. Este esfuerzo es unsímbolo muy potente de la tarea fundamental que debe emprender cada nueva generación del Partido LiberaciónNacional: la de hacer suya la historia y la identidad del partido para adaptarla a una nueva época. SURCO es ahorauna publicación electrónica. Ya no debe, ni puede, publicarse de la misma manera que en sus primeros días. Eso seríacondenarla al fracaso. Lo mismo pasa con las ideologías.

Pensé entonces en escribir una larga disquisición sobre el futuro de la socialdemocracia o, tal vez, uno de esos floridostextos que cantan loas a la juventud y su idealismo. Al final decidí hacer algo distinto, bastante más prosaico, perotambién más genuino y útil. Quisiera en este texto transmitirle a jóvenes líderes como ustedes algunas enseñanzasprácticas sobre los peligros del liderazgo político. Estos peligros se mencionan con poca frecuencia, porque son laáspera contracara de las líricas invocaciones habitualmente empleadas para convocar a la juventud a asumir suresponsabilidad con la patria. Cuando se le dice a los jóvenes que la política involucra los más altos ideales y se lesllama a participar en su realización, se les dice una verdad a medias. No cabe duda de que hay ideales en la política,

mucho más de lo que se imaginaría quien nunca ha participado activamente en ella.

Pero la política también se hace con el barro de las ambiciones y las luchas por el poder, que son las másencarnizadas de todas. Negarse a aceptar esto es tan necio como infantil. Y si se trata de alguien que aspira a unaposición de liderazgo, negarlo es simplemente suicida.

Sospecho que quienes esto leen conocen razonablemente bien mi paso por la política nacional, cuyo inicio fue casi taninesperado y abrupto como su final. Por ello, no los cansaré con los hechos. Nomás interesa recordar que en febrerode 2006, a los 37 años, fui electo Segundo Vice-Presidente de la República, como parte de la fórmula presidencialencabezada por el Dr. Oscar Arias. En septiembre de 2007 fue sustraído de mi correo privado y ventilado públicamenteun documento de mi co-autoría, cuyo contenido, en algunos aspectos, he lamentado desde entonces.Exactamente dos semanas antes del referéndum en torno a la ratificación del TLC con Estados Unidos, Centroaméricay la República Dominicana, renuncié, en medio de una gran tormenta política.

¿Qué lecciones pueden extraerse de mi experiencia y del episodio, personalmente muy doloroso, que concluyó con mirenuncia? Son muchas y de muy diversos tipos. Algunas las conocía desde antes de entrar a la política y lo que metocó vivir simplemente confirmó mis intuiciones.Otras lecciones las aprendí desde cero en formas muy duras.Quisiera compartir aquí ocho de ellas. Tengo buenas razones para pensar que estos consejos le darán a casicualquier persona una mejor oportunidad de sobrevivir frente a los tiburones que, con toda seguridad, nadan en laalberca de la política. De hecho, deben ustedes preocuparse mucho en el momento en que no avisten tiburones en lavecindad. Eso sólo quiere decir que no están haciendo nada que valga la pena atacar. Eso significa que sonsimplemente irrelevantes.

Primera lección – El poder formal no equivale al poder real. Las circunstancias más aleatorias pueden hacer que

alguien les confíe un puesto, incluso un alto puesto, o que ustedes, sin buscarlo, lleguen a él. La autoridad, sinembargo, es un asunto enteramente distinto. La autoridad hay que ganársela. Nunca cometan el error de confundir supuesto en una organización con el poder que ostentan en ella. Si aspiran a influir en las personas para que hagancosas que de otro modo no harían –esa y no otra es la esencia del poder—sólo tienen a su disposición losinstrumentos de la convicción y la coerción. En otras palabras, deben ganarse su respeto o su temor. Ambos dependende su reputación. Desarrollar una reputación es un proceso que depende de la acumulación de tiempo y de conductas,no del hecho puro y simple de ostentar una posición.

Segunda lección – El poder es una sustancia volátil. El poder político y los privilegios que vienen con él son sustanciasextremadamente volátiles. Lo que Dios nos regala hoy, nos lo puede quitar mañana. Me sorprende la frecuencia conque las personas olvidan que en la política la suerte puede cambiar en un segundo. Darse cuenta de la transitoriedaddel poder político tiene muchas implicaciones. Una particularmente crucial es que uno siempre debe tratar a las

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personas con respeto: jamás humillen a nadie. Hay muchas razones para ello, pero una importante es que una vez queustedes pierdan su armadura –y eso pasará inevitablemente—aquellos polvos darán paso a los lodos másdesagradables; toda humillación que hayan infligido se volverá contra ustedes. Siempre tengan clara la diferencia entre

la identidad de ustedes como personas y su identidad como detentadores de una cierta responsabilidad pública.Nunca caigan en la trampa de creer que ustedes son la razón de todo el afecto que reciben, de todo el respeto que leses profesado y de todos los privilegios que disfrutan. Con seguridad casi todo aquello se desvanecerá como el rocío enel momento en que ya no estén ostentando una posición de poder. Mientras estén ocupando un cargo, tengan siempreun pie en la puerta y cultiven una vida satisfactoria más allá de su trabajo. Eso les protegerá cuando el poder se hayaido, en particular si ocurre un brusco cambio de suerte.

Tercera lección – Eviten la vanidad. Estar en una posición de liderazgo no implica ser siempre el más inteligente delsalón o el centro de todo lo que ocurre. La vanidad nos expone; incomoda aquienes nos rodean y nos pone en la mirade los envidiosos. La vanidad nos hace hablar más de lo conveniente y cuando lo hacemos muy fácilmente nosmetemos en problemas, habida cuenta de que una regla básica en la política es que todo lo que sale de nuestra bocay nuestra pluma va a ser utilizado para dañarnos. Fue la vanidad la que me convenció de que no sólo debía escribir unácido documento para enderezar una campaña fracasada, sino también poner mi nombre en él para asegurarme que

el Presidente supiera que yo lo había escrito. Eso se llama vanidad y es un pecado cardinal si se está en una posiciónde liderazgo. Con frecuencia ser líder implica callarse, preguntar, escuchar y esperar.

Cuarta lección – Tengan paciencia. No cabe duda de que mi rápido ascenso a la cúspide de la política nacional activópoderosas envidias de parte de muchos que sintieron que por largos años habían esperado su turno. En la políticacostarricense, con frecuencia esta gente son objeto de desprecio y se les denomina, con sorna, “los que estánhaciendo fila por un cargo”. Sin embargo, he llegado a la conclusión de que la institución de “la fila” tiene mássabiduría de la que usualmente le atribuimos. Si he de darle un solo consejo a un líder joven o a cualquiera que aspirea ser un mentor de líderes jóvenes, le diré que es mucho mejor tener un ascenso gradual hacia el liderazgo. Cuandose trata del liderazgo tengan mucho cuidado con los atajos. Un ascenso gradual nos permite aprender las reglasbásicas del oficio a lo largo del camino. Asimismo, nos mantiene protegidos por más tiempo. Los inevitable errores quecometeremos sucederán cuando aún estamos bajo el radar, no bajo el reflector. Finalmente, y esto es crucial, unascenso gradual nos permite forjar las relaciones y alianzas que pueden apoyarnos cuando el camino se pone cuesta

arriba. Si llegan a tener la posibilidad de ocupar una posición de poder, en ese momentodeben mirar dentro de sí y preguntarse si están listos para estar en la primera línea. Y si aún no lo están, entonces denun paso al costado, sin importar cuán grande sea la tentación frente a ustedes.El más básico de los preceptos socráticos continúa vigente: conócete a ti mismo. Al volver la mirada cinco años atrás,veo claro que aunque quizá estaba intelectualmente preparado para ocupar la Vice Presidencia, no lo estaba, niremotamente, desde el punto de vista emocional y político.La tentación me hizo cometer un error. Por difícil que pueda parecer ahora, en aquel momento debí declinarcortésmente la oferta que mi hizo el Presidente Arias. Recuérdenlo: conozcan sus limitaciones y tengan paciencia.

Quinta lección – Expandan su base de apoyo. Ya he mencionado la importancia de forjar alianzas a lo largo de la ruta.Mi recuerdo dominante de los días del escándalo que condujo a mi renuncia es la total soledad en la que de repenteme encontré. Hasta aquel momento mi único apoyo político había sido, en realidad, el del Presidente Arias.

Eso era todo. No había tenido ni el tiempo ni la disposición para expandir mi base política. Probablemente consideréque tener un solo aliado muy poderoso era suficiente para llegar lejos. No podía estar más equivocado. Cuando latormenta se desató caí en la cuenta, para mi horror, de que mi casa política estaba construida sobre un único pilar. Unade las tareas más cruciales para cualquiera que llegue a una posición de liderazgo es ampliar cuanto antes sus basesde apoyo. Cómo líderes ustedes pueden o no necesitar aliados super-poderosos,pero ciertamente necesitan muchos aliados.

Sexta lección – Dediquen tiempo a la reflexión. Cuando se es Vice Presidente y Ministro y se trabaja 16 horas al día, lomás probable es que para el final de la jornada uno no tenga una disposición reflexiva. Todavía recuerdo vívidamentela pregunta que un amigo politólogo, muy inteligente, me hiciera unas cuantas semanas antes de que estallara elescándalo: “¿Qué querés conseguir jugando un papel tan visible en la campaña por el TLC?” No fui capaz en aquelmomento de darle una respuesta coherente porque, en realidad, no me había detenido a pensar en ello. En el fragor

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de la batalla política terminé arrastrado por una delirante dinámica colectiva que dictaba que el tratado debía serratificado (o derrotado) a cualquier costo, lo cual, por supuesto, era una convicción tan estúpida como peligrosa. Esvital dedicar tiempo a pensar en lo que ustedes están haciendo, por qué lo están haciendo, qué están tratando de

lograr y cuáles pueden ser las consecuencias. Parte de ese tiempo deben usarlo a solas. La política es una actividadque con gran frecuencia ocurre dentro de una burbuja, en la cual todas las voces se alimentan mutuamente la mismainformación, los mismos prejuicios y las mismas histerias.La presión del grupo opera en muy pocas actividades humanas con semejante intensidad. En consecuencia, es fáciltener por reales cosas que no lo son en absoluto. Escapar de la burbuja con regularidad es esencial para la claridadde nuestro pensamiento estratégico.

Sétima lección – Nadie es indispensable. Una de las trampas más comunes del liderazgo es el mito de laindispensabilidad. Tendrán multitud de voces a su alrededor que les dirán a todas horas que ustedes sonirremplazables; que si no hacen ustedes las cosas nadie más las hará; que ustedes son los únicos capaces deenderezar la torcida madera de la especie humana. Todo ello es un peligroso espejismo, que nos conduce acomportarnos temerariamente. Puedo decirles con certeza que algunas de las personas que me persuadieron de lanecesidad de asumir un papel muy visible en la campaña del TLC sabían exactamente lo que estaban haciendo;

sabían perfectamente los enormes riesgos políticos que implicaba para mí entrar en una campaña terriblementepolarizada. Sabían que con gran facilidad podría tropezar y precisamente por ello invirtieron tiempo persuadiéndomede que era esencial para el gobierno que yo asumiera unpapel más activo en la campaña. En aquel momento fui muy ingenuo, lo creí así y pagué un precio prohibitivo por ello.La percepción de indispensabilidad tiene otro destructivo efecto: nos convence de que acabaremos por ser protegidosde nuestros propios errores porque, en última instancia, no podemos ser sustituidos. Eso nunca es así. En miausencia el referéndum se ganó y la Administración Arias no sólo continuó, sino que hizo cosas notables por el país. Aquienes estabanen el gobierno les fue estupendamente bien sin mí y, en esa medida, me obligaron a aprender una invaluable lecciónde humildad. El General De Gaulle llevaba razón: el cementerio está lleno de hombres indispensables.

Octava lección – No confíen en nadie. Hacia el final de la gran novela de Robert Graves, Yo, Claudio, el Rey Herodes

visita a su amigo de infancia, Claudio, el recién coronado Emperador de Roma y último descendiente del gran Augusto.El consejo de Herodes para el ingenuo líder es muy directo: “No confíes en nadie, amigo mío, en nadie. No confíes enel más agradecido de tus servidores, ni en el más íntimo de tus amigos, ni enel más adorado de tus hijos, ni en la esposa que abrazas en tu pecho.No confíes en nadie.” Esta es, de hecho, la lección más importante de todas. Vivir de acuerdo con esta regla nospuede parecer brutal, pero ya es hora de que lo tengamos claro: el ejercicio del liderazgo y el poder no es para losdébiles de carácter. Me tocó descubrir de la manera más severa la importancia de esta lección. Con gran dolordescubrí que cuando estamos en una posición de liderazgo la mayoría de nuestros amigos son falsos, pero nuestrosenemigos, en cambio, son todos reales. Descubrí que en la mayoría de los casos nuestros peores enemigos estánmuy cerca de nosotros. De hecho, la capacidad de nuestros enemigos para hacernos daño es directamenteproporcional a nuestra cercanía con ellos. Hay una lógica implacable en esta regla, pues son aquellos más cercanos anosotros quienes mejor conocen nuestras debilidades y

tienen acceso privilegiado a nuestra información más privada. No ofrezco aquí una receta para vivir paralizado por laparanoia y el temor, sino tan solo un prudente recordatorio de que la sed de poder hace a las personas, aun a laspersonas que creemos conocer muy bien, comportarse de la manera más impredecible.

Dejo hasta aquí estas reflexiones. No hay nada científico en estas ocho lecciones, pues en última cuenta no existeciencia alguna capaz de desentrañar los misterios más profundos de la naturaleza humana. Para ello la poesía deShakespeare es mejor que cualquier tratado. Aúnsiendo tentativas estas lecciones, pienso que hubiera estado muy agradecido si alguien me las hubiera transmitidoantes de aventurarme en la política. No hay en esto afán de reclamo ni desilusión. Como lo advirtió el grandramaturgo griego Esquilo, “la recompensa por el sufrimiento es la experiencia.” Y eso, en verdad, me parece un buentrato, por cuanto el sufrimiento se desvanece, pero la experiencia se queda con nosotros. Y no existe ningún tiburón,por grande que sea, que nos la pueda arrebatar.