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Celeste y la banda de Moebius

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Título original: Celeste y la banda de Moebius. © Autor: Jorge Guerrero de la Torre Dgo., Méx., junio 2009 Primera edición, junio 2009. RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS Este libro cuenta con el apoyo del Programa Editorial del Instituto Municipal del Arte y la Cultura de Durango y del Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias I.S.B.N.: 970-9382913

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Celeste y la bandade Moebius

׀  JORGE GUERRERO DE LA TORRE ׀

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Primera edición, junio 2009.

Distribución mundial

Título original: Celeste y la banda de Moebius.

© Autor: Jorge Guerrero de la TorreDgo., Méx., junio 2009© Instituto Municipal del Arte y la CulturaDgo., Méx., junio 2009© Ilustración de la portada: José Solórzano López Dgo, Méx., enero 2008

RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS

Diseño: Ramiro García

Cuidado de la edición: Jorge Guerrero de la Torre

Este libro cuenta con el apoyo delPrograma Editorial del Instituto Municipal del Arte y la Cultura de Durangoy del Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias

Queda prohibida la reproducción total o parcialdel contenido de la presente obra en cualquier formaconocida o por conocerse, sin el consentimiento previo y por escrito del autor y editor de esta antología.

I.S.B.N.: 970-9382913

O.C.L.C.: 488-82-2878

Impreso y hecho en México / Printed and made in México

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PROEMIO

Debo declarar que este libro lo he escrito por un compromiso que adquirí conel Destino. 

Toda buena historia siempre trata sobre una mujer. Pues esta historiano es la excepción. 

Celeste   es   una   mujer,   y   la   banda   de   Moebius   una   cosa.   Ambosrepresentan lo mágico de este mundo.

Ella es una mujer de conocimiento, poseedora de una mente propia conla  que ve,  crea,  vive  y goza.  La banda de  Moebius es  una representaciónmatemática de la realidad, una realidad que es mucho mayor a la simple yplana en la que vive la mayoría de las personas. Todos creemos que existenposiciones diametrales en las cosas: el bien y el mal, el adentro y el afuera, lofrío   y   lo   caliente,   lo   vivo   y   lo   muerto.   Hemos   creado   un   edificio   deconcepciones basadas en algo que en verdad es ajeno a nosotros. Contrario alo que se nos ha enseñado siempre, los humanos somos seres con capacidadesenormes en alcance y profundas en potencia.

La banda de Moebius es una superficie que se puede formar con unacinta o tira de papel largo y rectangular, que al rotar uno de los extremos conuna pequeña torsión de 180 ° con respecto al otro y juntarlos se logra formaralgo   parecido   a   una   cinta.   La   banda   de   Moebius   es   una   superficiebidimensional que tiene una cara sola. Esto se puede comprobar dibujandouna línea a lo largo de la banda: la línea vuelve a pasar por el punto inicialdos veces más —una por el lado opuesto del papel, y la segunda al completarla línea. Es así como al lado de Celeste, he aprendido a comprender como elUniverso en verdad es: una gigantesca banda de Moebius, que se tuerce y giraen un espacio de muchísimas dimensiones, y en el cual, todo, absolutamentetodo pude suceder.

Alguien dirá  que esta es sólo una novela de género simbólico, otrosque es una extraña mezcla entre ciencia­ficción y misticismo. Yo digo que estaes una bitácora de mí andar con Celeste alrededor de la banda.

Demos pues vueltas por la banda, y veamos a donde nos lleva esteeterno avanzar.

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PRIMERA VUELTA

I.  La Bruja Celeste

«No existe lo desconocido, sólo lo temporalmente desconocido» 

Cap. James T. KirkStar Trek

Acabamos de regresar Celeste y yo de una serie de viajes de investigación enlas selvas y costas de la Península de Yucatán, en las montañas   deCentroamérica   y   en   los   desiertos   de   México.   Mucho   es   lo   que   hemosencontrado tanto aquí  mismo muy cerca de nuestra casa en Mérida, comotambién en alejados y salvajes ambientes. Deseo hablar de estas cosas pero nosé como comenzar a darle forma en estas páginas. 

Empezaré   comentando   que   la  vida  me   ha   otorgado   una   serie   detremendas experiencias. Y es que lo que sé no cabe ya en mí. Debo hacer algocon esto, iniciando de alguna manera a compartirlo.

Lo   único   que   sí   sé   y   sin   trazas   de   dudas,   es   que   lo   que   antesconsideraba totalmente irreal ahora me parece, por lo que he vivido, más realque lo que pensaba que era real.  Y aquello,   lo  que antes creía verdadero,ahora me parece más bien irreal, absurdo y ajeno a mi.

Quizás pueda comenzar a escribir mis ideas y descubrimientos a partirde cierto punto,  explicando que desde hace mucho soy más  que nada unexplorador. A favor de esto diré que he incursionado con igual curiosidad encosas   tales   como   la   física   cuántica,   la   brujería   y   la   parapsicología.Apasionadamente  he vivido agotadoras   jornadas  con chamanes,   silenciosasmeditaciones con gurús, me he devanado el seso estudiando en universidadesy   he   quemado   mi   espalda   bajo   inclementes   soles   en   expediciones   deinvestigación. 

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Inclusive en alguna ocasión formé parte de ashrams, logias, covens ysiempre he encontrado, ya sea aquí o allá un trozo del rompecabezas, siempreteniendo   conmigo   una   sensación   ingente,   como   si   tuviera   que   lucharferozmente contra algún enemigo invisible para arrebatarle de los dientes unpoco de entendimiento. 

Lo bueno que ahora tengo es que estas piezas, antes dispersas para mihan comenzado a tener un sentido y esto me ha dejado pasmado.

Si he de comenzar aquí a darle coherencia a lo que pretendo decir, loharé apoyado en un hecho: mi andar me llevó ante una verdadera bruja. Asíes, al buscar por el mundo conocí a una poderosa y extraordinariamente sabiamujer. Ella es heredera de una sapiencia antiquísima quizás latente en todaslas demás mujeres y hombres.  Celeste es su nombre, y todo lo que estoy pornarrar, todo, juro que es verdadero. 

Respiro calmadamente y por un momento me doy cuanta de que yaempecé; entre más escribo, más seguro me estoy sintiendo. Continuaré de estamanera por lo tanto, hablando de Celeste. 

Ella vive, entre otros lugares, en Yucatán. Es una mujer con carácterdulce, pero quiero que sepas que es capaz de obrar sin lástima ni compasiónalguna pues siempre sus palabras son honestas y claras. Quiero que entiendasque sostener una charla con Celeste puede ser insospechadamente adictivo, eincluso absorbente. Y es por eso que uno desear hablar con ella, aunque taldecisión   implique   estar   dispuesto   a   utilizar   toda   la   mente   y   aplicar   unprofundo acto de imaginación para comprender lo que ella nos quiere decir,pues esto paradójicamente resulta fácil y a la vez no, por que una vez que teretires de su lado te diré que tu cabeza quedará  dando fuertes latidos y elalma, bueno, esa la tendrás hinchada de gusto.

Celeste, la bruja, llega a cualquier lugar como torbellino, y aunque nodiga nada, dejará las cosas diferentes a como estaban. Te repetiré que es mássabia e inteligente a cualquier individuo que haya conocido en mi vida, perotambién es la persona adulta más sencilla y similar a una niña de la que yotenga conocimiento. 

Ella comprende infinidad de disciplinas y utiliza una inusual lógica, lacual me atrevo a creer que pocos humanos desafortunadamente poseen. Tediré que es como si ella logrará pensar en muchas dimensiones, elaborando

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sus procesos mentales en varios sentidos a la vez pero implicando todos enuno sólo. 

Te confesaré que al lado de esta excepcional mujer, viajera del mundo,he podido vivir y he sido guiado a las cosas más extrañas y fascinantes quepudiera imaginar. 

¿De dónde venimos? ¿Qué es lo que hacemos aquí? ¿Qué nos deparael futuro? Bueno, esas son las preguntas esenciales que de muchas formas ellame ha ayudado a confrontar y de las que hemos juntos comenzado a obtenerlas respuestas.

Celeste  me  abrió   los   ojos   ante   el   hecho  de   que   estamos  atados   apreceptos sin siquiera saberlo, a paradigmas que en vez de servir como puntosde referencia y respaldo para la Humanidad, sólo han sido  los grilletes denuestra esclavitud ante la ignorancia y el dolor.

Releo lo anterior y noto ya cierta fluidez en mi exposición. Si la musame asiste, y mi taza se mantiene con café caliente, y la música de Björk emanaen los altavoces, y un puro por ahí para fumarlo encuentro, entonces podré asícontinuar contento y claro. 

Te hablaré desde estás páginas de cómo he caminado por la Banda y loharé escribiendo primero sobre un niño llamado Alex que está por regresar,seguro trayendo consigo un increíble regalo. 

Esta   aventura,   una   de   ellas   pero   la   que   aquí   primero   plasmaré,comenzó   un   día   de   primavera   en   nuestra   casa   en   Mérida,   mientrasreposábamos   la   comida   descansando   en   frescas   hamacas   que   se   mecíandisipándo el calor de una tarde en el trópico.

Le estaba diciendo a mi esposa como me estaba sintiendo ante  lascosas que en esos momentos vivíamos. Le confesaba la ambigüedad de misemociones,  porque por un  lado me estaba  sintiendo muy contento  con  lacantidad de cosas  que estábamos descubriendo,  cosas   fascinantes.  En esosmomentos   de   nuestras   vidas   habíamos   logrado   aportarle   una   amplísimadivulgación a través de los medios de información, a nuestro hallazgo de unaextraña energía en el lugar en el que unos muchachitos habían visto y videograbado   a   un   insólito   ser   con   apariencia   de   extraterrestre.   La   prensa   semovilizó al saberse que ahí justamente hay fenómenos energéticos totalmenteinusuales. Incluso ya nos habían contactado unos productores de la televisión

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japonesa   para   pedirnos   que   participáramos   en   la   realización   de   undocumental respecto al suceso que ya era conocido como el “Caso Mérida”. 

En verdad todo esto resultaba excitante —le confesé a Celeste— peroa la vez a mi me era quizás un poquito abrumador. Personalmente me sentíaconfundido respecto a cómo procesar todo lo vivido, a cómo abordar nuestrasexperiencias para compartirlas con los demás. 

Necesitaba de un catalizador para unir todo, me urgía tener algo conlo cual lograr la asimilación y desde ella, desde esa comprensión hacer algocomo un libro.

 Así es, de estas cosas le hablaba a mi Celeste, buscando en ella apoyoy consejo.

Entonces ella simplemente me dijo: —Bueno,   quizás   esto   te   ayude   Jorge:   Sí,   el  mundo   es   inmenso   y

misterioso pero tú mi Jorge, tienes lo suficiente para decidir que harás con loque tienes entre manos ahora —y me dejó así,  pensando el sentido de suspalabras.

Luego durante el  atardecer,  en medio de  la  penumbra crepuscular,mientras estábamos sentados en cómodas mecedoras y recibiendo el aire deunos abanicos, ella me volvió a decir:

—Anda y haz Jorge, que ya miraste con tus propios ojos cómo estemundo   es   mucho   más   de   lo   que   se   cree.   Si   te   puedo   ayudar   para   queencuentres  la paz es diciéndote sencillamente que desees aquello que másanheles   ahorita.   Ya   me   contaste   que   deseas   ser   escritor;   entonces   terecomiendo que  sólo  pienses  desde   la  quietud de   tu  cabeza  qué  quisierascómo resultado final de ser un escritor y cuando   hayas aclarado eso en ti,déjalo   como   idea  dentro  de   la  matriz  misma  de   la  vida.  Verás   que  paramañana, en serio, lo que pediste llegará a nuestra puerta, tocará y sabrás queno tienes que andar por allí buscando el acomodo que necesitas. La  vida  tetocará a ti. Recuérdalo. Sólo suelta al aire tu deseo más importante, formúlalocon la  mente propia  y la  vida  se encargará de dártelo. Eso sí, sólo te pedirácompromiso. Sólo te pedirá responsabilidad con aquello que pediste. 

De   nuevo   me   dejó   pensando.   Y   es   que   antes   habíamos   vividoexperiencias en las que al aplicar precisamente eso que me indicaba Celeste,había visto ya el tremendo poder de la mente propia. 

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— Mira mi amorsote —comencé a decirle— ¿Sabes?, tienes razón yacepto lo que me dices. Me daré una vueltecita en mi cabeza para escudriñaren mi y ver que fregados me encuentro.

Cerré   mis   ojos   y   respiré   con   tranquilidad,   como   ella   me   habíaenseñado. Bajé con facilidad a mi interior en búsqueda de ese especial anheloy ya estando ahí no fue difícil encontrarlo por que ya lo sabía bien. Lo quedeseaba   fervorosamente   era   escribir   las   revelaciones  que   juntos   habíamosobtenido.

Quizás   la   idea  de  escribir  un  libro  en el  que  vaciara   todo de  estamanera me serviría primero para apreciar en perspectiva mejor las cosas. Másaún, podría compartir lo nuestro a quien quisiera conocerlo. Eso era muchomás importante.

Pero ese posible libro no podía empezarlo. Ni siquiera habría podidocomenzar   con   una   sola   palabra.   Me   imaginaba   a   mi   mismo   ante   lacomputadora, con el procesador de palabras esperando que escribiera algo. Yeso   me   había   pasado   ya,   por   que   justamente   al   abrir   un   día   un   nuevodocumento en blanco, sencillamente me quedé con la página en blanco frentea mí, retadora. 

Que   curioso,   la   creatividad   hervía   dentro   de   mí,   esperando   salirlujuriosamente   pero   sin   tener   la   virtud  de   la  manifestación.   Era   solo   unproyecto  flotando en el aire. 

Y   si   pensaba   un   poco   sobre   eso,   insistiría   en   que   debía   quizáscomenzar por lo menos con el título, pero la musa no me agraciaba con suinspiración para ir más allá, no lo sabía con certeza…aún.

Nada,   la   idea   de   creer   que   podría   escribir   algo   era   sencillamenteimposible,   inalcanzable.  Me veía  a  mi  mismo sin  nada  que  lograra   tomarforma necesaria y me trataba de convencer diciéndome a mí  mismo que sípodría, que poseía ya una infinidad de notas como una enorme cantidad deexperiencias vividas por los dos juntos ¿Pero cómo?, por que con tanto nosabía por dónde empezar.

—Te recomiendo que mejor pongas tu pedazo de la verdad y que cadaquien decida si lo toma o no —entonces Celeste intervino a favor mío, comoleyendo mis pensamientos. Sí,  Celeste me estaba ofreciendo la idea de quehiciera un acto de poder para resolver esto, entonces con calma tomaría lo quedecía   y   lo   haría   con   mucho   gusto.   Así   que,   aprovechando   ese   momento

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mágico del atardecer, entré en la calma y formulé desde lo más dentro de míel  deseo.  Lo  hice de   forma directa  y  clara.  Me dije   “si,  deseo hacer  unosexcelentes libros en los que plasme todo esto que ahora conozco. Lo deseohacer,   realizando   libros   que   sean   emblemáticos   y   hasta   inclusiveparadigmáticos de nuestros tiempos”. Después entregué mi deseo a la  vida,gozando en ese instante de una sensación de ligereza y casi algo parecido aun ligero mareo. 

Entonces al día siguiente una de las tantas cosas insólitas que suelenpasarme junto a mi Celeste,  ocurrió,  o más bien,  me llegó.  Por  fin podríavaciarme más ampliamente. 

Así comenzó este capítulo de mi vida.

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II. Iniciando un Viaje Hacia lo Desconocido

«Existe un viejo proverbio:'La fortuna ayuda a los audaces'.

Bien, veremos si es cierto»Capitán Benjamin Sisko

Star Trek DS9

Desperté con un sobresalto que casi hizo que me cayera de la hamaca en laque duermo. Al otro lado de nuestra ventana y desde el patio de unos vecinos,una gallina que no sé por que diablos estaba ahí, cloqueaba insistentementecomo intentando despertarme a la fuerza, mientras que su sonoros esfuerzosse sumaban con los timbrazos de una llamada entrando en mi celular. Porcostumbre dejo ese aparato a un lado en el suelo, junto a los anteojos, y de unmanotazo lo tomé y miré en la pantalla el número de quien me  llamaba tantemprano. Era mi amigo el profesor Silvestre Leal, apasionado y reconocidoinvestigador del fenómeno OVNI en Yucatán.

Al contestarle muy ceremoniosamente me saludó y disculpando la tantemprana llamada, con una voz llena de profundo entusiasmo me dijo: 

— Hola Jorge Guerrero, llamo para decirle que de último momentosalió un viaje a un pueblo cercano para investigar la desaparición de un niño.Ayer contacté  con la  familia del niño y están dispuestos a explicarnos quépasó   e   incluso  nos   van  a   llevar   al   lugar   en  dónde  ocurrió   todo.   El  niñodesapareció hace meses y aparentemente se esfumó en el aire. Le llamo parainvitarlo a que venga con nosotros.

— ¡Claro que sí! —le dije—, pero ¿cómo, ahorita, ya?— Si, todo resultó muy rápido y no encontré hasta estos momentos su

número. Sé que es algo precipitado pero me gustaría contar con su apoyo…yademás...

— ¡Claro que sí! —exclamé entusiasmado, interrumpiéndolo—. Si esya, ¿entonces en dónde nos vemos?

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— Venga a mi casa, aquí dejamos su vehículo y nos vamos en el mío.Es en un pueblo muy cerca de la ciudad, rumbo hacia Celestún.

— Salgo para allá.Así   pues  desperté   con  cuidado  y  delicadeza  a  mi  mujer.  Ella  muy

contenta  me escuchó y me dijo que prefería que yo fuera en esa ocasión sinella. Me dijo:

—Jorge yo pienso que con seguridad esto te está ocurriendo como unarespuesta clara que la  vida  te está  regalando ante tu deseo. Siento que esmejor que confrontes ti mismo la oportunidad. Yo mejor me quedó por queademás por algo son las cosas. Recuerda que alguien de los dos tiene que ir ala junta del colegio de Sebastián –nuestro hijo­ y él ya quedó con sus amigospara   que   vengan   a   la   casa   en   la   tardecita.   En   serio,   vé   tranquilo   no   tepreocupes que me quede tranquila. Vé con los muchachos y pásatela rico. 

Celeste y yo nos levantamos, comenzando a revisar juntos el equipoque llevamos a cualquier investigación, mientras algo apresurados tomábamosunas tazas de café. Finalmente todo quedó listo. 

Al salir y dirigirme a la camioneta, Celeste me acompañó con muchogusto y tranquilidad. Se veía radiante: 

—Mi Jorge, estoy segura que esto es lo que te va a dar tu tan esperadainspiración. Estoy segura que con esto que vas a vivir con los muchachos, sealo que sea que encuentren, te va a ayudar. Si lo pediste y te llegó es para quete dé una verdadera diarrea mental — y concluyó con estas palabras, riéndosealegremente   y   plantándome   un   vigorizante   beso—   Mira,   ya   se   acerca   elamanecer y la primera luz del alba pinta muy bonito. ¡Es un buen auguriopara ti! ¡Salúdame a los muchachos y haz con gusto todo lo que hagas!

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III. Diez Expedicionarios

«Quienes buscan la verdad merecen el castigo de encontrarla».

Santiago Rusiñol

Eran las 5:30 de la madrugada, y previo a la salida del Sol llegué a la casa deSilvestre Leal. Lo acompañaba el periodista Ariel Alonzo.

—¡Hola muchachos, buenos días! —saludé al descender del vehículo.Ellos dos revisaban de último momento las condiciones del coche Renault enel que nos iríamos.

—¡Jorge Guerrero! —exclamó gustoso el prof. Leal, mientras cerrabala tapa del motor—. Qué bueno que pudo venir. ¿Y su señora esposa, la Dra.Celeste?  —inquirió  él   al  notar   la  ausencia  de  mi  esposa— ¿Qué  no  va  avenir?.

— No pudo. Ciertas cosas del colegio de mi hijo exigen que uno de losdos vaya a atender eso. Es una de esa juntas de padres, ya vé usted como sonesos asuntos. Pero les manda decir de todas formas que nos desea muy buenasuerte y que para la próxima por aquí andaremos todos juntos con ella.

—¡A qué   lástima!  Ella  nos  había  ayudado  muchísimo en esto.  Ellaentiende muy bien como relacionarse con la gente maya, entiende su mundomágico. ¡Pues ni modo, Jorge, ahora te tocó a ti! —expresó Ariel.

No   reímos   los   tres   de   su   comentario   final.   Ariel   tenía   razón.   SinCeleste con nosotros en esta investigación, yo de alguna manera tendría quesacar a  lucir   lo que pudiera para establecer un diálogo más cercano a  lascreencias del mundo maya. 

—“A echarle ganas”—pensé tratando de acomodarme al reto.Partimos   dispuestos   a   buscar   respuestas.   El   caso,   según   me

extendieron más la información los muchachos, esencialmente constituía en lainsólita desaparición de un niño, hacia casi un año antes, cosa que ocurrió enun apartado lugar del estado de Yucatán. Mucha gente había ayudado para

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localizarlo,   pero   ni   con   dispositivos   de   avanzada   tecnología   ni   con   unaextenuante búsqueda se logró nada. Al final se dio por muerto al niño y seabandonó toda esperanza. Sin embargo, la familia del niño sostenía una seriede  aseveraciones  muy  raras,   las   cuales   sin   trascender  al   conocimiento  delpúblico, llegaron por los azares del destino hasta los oídos del periodista ArielAlonzo.  Iríamos primero al pequeño pueblo de Tetiz, para ahí a su vezreunirnos con miembros de la familia Koyoc.

Poco después del amanecer arribamos a nuestro primer destino y ahínos esperaban con evidente gusto varias personas. Después de saludarlos, mellevaron ante don Feliciano Koyoc, un hombre de unos 65 de edad. Era unhombre  de  baja  estatura,  pelo  blanco,  y  una  extraordinariamente  honestasonrisa   ­algo  desdentada­   con   la  que  me hizo   sentir  aceptado  en  primarainstancia. 

—Don Feliciano él es el parapsicólogo Jorge Guerrero —dijo Silvestreal presentarnos—, y nos ha hecho el favor de acompañarnos para tratar deayudar en su caso. Su señora esposa, con quien contábamos que acudiera paraayudarnos,  no  pudo  venir  pero   seguramente   en  unas   segunda  vuelta  quehagamos contaremos con su valiosa presencia.

— Por algo son las cosas, jóvenes. Quizás nada más tenían que venirustedes, o quizás no. ¡Ya veremos! —apuntó el anciano, con una exclamaciónenfática al final.

Ya a esa hora la tibia luz de la mañana nos cubría por completo. Todaesta   amable   gente,   miembros   de   la   etnia   indígena   de   los   mayas,   secomportaban de una forma excepcional rara al recibir abiertamente  la visitade gentes no tan conocidos como lo éramos nosotros. Pero en verdad no lesresultar tan desconocidos Ariel y Silvestre, el primero porque había acudidoen una ocasión anterior a cubrir la nota periodística de la desaparición delniño, y el segundo por que el día anterior había establecido contacto con estaspersonas.   Además,   para   ser   tan   más   fácilmente   aceptados   como   estabaocurriendo, había algo a favor que ellos y es el hecho de que son nacidos enYucatán,  mientras  que  yo no  lo  soy.  De   todos  modos,  por  encima de  esasituación personal lograba percibir en esta familia de mayas una aceptacióngenuina   hacia   mi   persona.   Esto   me   extrañaba,   por   que   era   una   actitudinmediata que estaban expresando hacia mí, siendo que por lo común para seraceptado  entre   ellos   sólo   se   podría   lograr   con  mucho  esfuerzo,   tiempo  y

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paciencia.  Más   aún,   cosa   que   también  me   resultaba   extraña,  me   estabanpermitiendo formar parte de su experiencia. Enfatizo esto por que los mayasson   una   sociedad   con   valores   y   cultura   muy   diferentes   a   la   del   mundooccidental.

Para crear un contexto en el cual lograr encajar muchas de las cosas delas he de hablar a lo largo de esta obra, me es muy importante aclarar que entodo el continente americano existen pocos lugares aún en donde aún habiteuna nación indígena con tanta población. Los mayas son un grupo de pue­blos indígenas que han habitado la parte occidental del istmo centroamerica­no, en los actuales estados mexicanos de Yucatán, Campeche, Quintana, Ta­basco y este de Chiapas, en la mayor parte de Guatemala y en algunas regio­nes de Belice, Honduras y El Salvador. Los mayas no conforman una culturahomogénea,   ya   que   los   distintos   28   grupos,   tienen   su   propia   lengua.Hoy los mayas viven como   campesinos   en   comunidades   y   caseríos   rurales,siendo todos ellos en la actualidad casi tres millones de individuos habitandoesta área de Mesoamérica, con una extraña mezcla entre costumbres antiguasy modernas. Dentro de esta situación, los mayas yucatecos mantienen en suscomunidades una actitud de rechazo a quienes no sean mayas, acrecentadacon todos aquellos que ni siquiera somos nacidos en la Península de Yucatán.Aún así, me sentía recibido con mucha hospitalidad. 

En esos momentos pensaba que quizás reaccionaban afables por queSilvestre les había prometido que llevaría a unos especialistas que podríanayudarles en su problema. En este caso se refería a mí, y por eso esperabaincluso de mí mismo tener algo que ofrecer para esclarecer el terrible enigmaque ensombrecía a   la   familia  Koyoc:  ¿Qué   le  había pasado en realidad alniño? ¿Por qué no habían ni siquiera encontrado sus restos?

Mientras charlábamos con don Feliciano, miré involuntariamente porun momento sobre su hombro, observando como se alistaba el vehículo quenos transportaría hacia nuestra aventura. Con ese vistazo me di cuenta de queera un antiguo y maltrecho camión de color rojo pero con cierto aire feroz ynoble. Le estaban revisando los neumáticos a solo unos metros de nosotros,con ruidosa algarabía. 

Don Feliciano, amable y cordial, se acercó y comentó, con tono afable:— Pues  parece   ser  un  buen  día  para  que  vayan.  Me   tendrán que

disculpar pero en este día es cuando más ventas tengo en la tiendita —dijo

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apuntando hacia el pequeño estanquillo, que servía como negocio de venta derefrescos,   cigarrillos,   frituras   y   algunos   enlatados—.   Me   voy   a   quedartambién.  Como ven  ya  somos  dos  que  no pudimos   ir  este  día  —comentórefiriéndose   a   Celeste—.   Pero   seguro   es   por   algo   —concluyó   sonriendomientras me ponía una coca­cola de un litro en la mano, la cual recibí congusto: sería mi desayuno en esa mañana del sábado 16 de abril de 2006.

Un   estruendo  del  motor   del   ruidoso  vehículo   se   dejó   escuchar.  Elcamión sería conducido por el joven Jorge Balam Chuc, amigo de la familiaKoyoc, quien afanoso dirigía las revisiones de último momento.

Don Feliciano nos contó lo que les había ocurrido once meses atrás,adentrándose en detalles que no conocíamos. Expresó que esperaba, que dealgún  modo  mi   intervención   lograra  aportar   algo  de  esclarecimiento  a   loocurrido. Eran escasos los antecedentes que conocíamos nosotros tres, peroacudimos impetuosamente por la sencilla razón de que cuando el  profesorSilvestre   Leal   decide   investigar   un   caso,   es   por   que   de   antemano   el   yapresintió que es algo serio y no un engaño.

Por  otro  lado no me  inquietaba  la  casi   total   ignorancia  que poseíasobre los detalles del caso. Fui gustoso a esa cita con el destino, por que deantemano sabía que ese era un regalo que la vida me había otorgado ante miprofunda petición,  un día antes,  y  que por eso  la  fuerza de  la  vida  habíarespondido entregándome en las manos esta nueva aventura. Esto haría querecordara varias veces durante esa jornada las palabras que siempre dice miamada Celeste:

—Cuando   sabes   qué   es   lo   que   quieres,   la  vida  se   encargará   dellevártelo hasta tu puerta —y hasta a mi celular, como fue en mi caso.  

Volviendo   a   don   Feliciano,   los   presentes   escuchábamos   atentos   lanarración de los hechos, mientras esperábamos el momento de la salida.

— En marzo del año pasado fuimos casi toda la familia a una pequeñapropiedad que tengo al norte de aquí,  cerquitas de El Palmar. Allá  no haypueblos o casas de nadie. Los ancestros mayas ibas para allá a recoger la mielde las abejas para dársela como ofrenda a los dioses. Un solo camino es el quete lleva hasta allá y nadie sabe que tan antiguo es. Desde siempre ha estadoese lugar para ir por miel. 

«Bueno, pues en aquella ocasión me llevé  a  los nietos para que meayudaran y fueran aprendiendo más del oficio. Se apicultor no es fácil por que

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el gobierno no nos ayuda con nada. Uno debe ir a trabajar con lo que tiene yla poca miel que sacamos, al venderla apenas nos sirve para recuperar losgastos. Pero eso sí, nuestra miel es muy buena.

«Pues   andábamos   por   allá   en   el   ejido,   que   se   llama  Chén1  Solís,trabajando desde temprano y ya como después del atardecer, los muchachitosestaban cansados. El más chiquito de repente se nos desapareció de la vista ypor mucho que lo buscáramos, no salió por ningún lugar. La gente de por aquínos ayudó mucho pero después ya no. Nada más que pasaron muchas cosasque yo no les puedo platicar. Por eso le pedí al señor aquí presente —e indicórefiriéndose a Ariel— que si él podía ayudarnos, se lo agradeceríamos en elalma. Hay cosas que no se le pueden ir contando por ahí a la gente por que nolas van entender y luego inventan historias. Mejor que se las platiquen ellosmientras van para allá —determinó él.

Eso que dijo me dejó con una ligera sensación indefinible en la bocadel   estómago.   Sin   embargo   ya   había   dicho   el   hombre   que   los   demás   seencargarían de ponernos al tanto de esos elementos ocultos alrededor de lahistoria. Quizás lo que tenía era un sentimiento similar al que deben de habersentido cientos de veces todos los arrojados aventureros del pasado antes deembarcarse en la búsqueda de la última frontera. Quizás eso llenaba mi alma.

De repente un enorme y territorialista guajolote de negro plumaje, feacara   y   agresiva   conducta,   intentaba  dejar  bien  definido  quién  era   el   quemandaba ahí. Amenazaba con hacernos algo, aunque no supe qué, por que yosólo lo miraba con curiosidad.

Se podía notar que aquella era una mañana especial en esa pequeñacomunidad rural en medio del calor  yucateco. 

Marcharíamos un total de 12 hombres hacia una zona de cenotes yselva baja a la que sólo podríamos llegar por medio de un cansado viaje de 4horas, transitando por un camino muy antiguo, muy difícil y muy rocoso. 

Con el afán de aclarar algo diré que casi nadie sabe algo sobre unaespecial característica geológica de la península de Yucatán, y es que toda ellaes una antiquísima gran roca calcárea, de lajas sobre lajas en una inacabablecomarca plana, sin colinas, sin depresiones, sin valles ni ríos. Todo es plano yverde  por  doquier   en  varios   cientos   de  kilómetros.   Esta   extensa  mole  de

1 Chén en lengua maya significa “pozo”. En el lugar hay un pozo queprovee agua a los trabajadores (N. del Autor).

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piedra caliza apenas sobresale unos pocos metros por encima del nivel delmar. Por debajo, en el subsuelo, la situación se hace más extraña, pues si lehiciéramos   a   la   Península   un   corte   transversal,   veríamos   que   se   pareceenormemente  a un gran queso gruyere, con cavernas y ríos subterráneos portodos  lados,  como si  un titánico  gusano se hubiera dedicado felizmente acrear esa extensa red de túneles.

Por otro lado diré que el clima es tórrido y muy húmedo y eso permiteque una gran cantidad de vegetación, densamente apiñada en una selva bajalo cubra todo. 

Todo   estuvo   al   fin   listo   para   partir   y   entonces   nos   indicaron   quesubiéramos al camión. Silvestre, Ariel y yo abordamos junto con otros a laplataforma del vehículo, agarrándonos de las redilas. Al trepar no dejaba depensar en que una fauna y flora exóticas nos rodearían al ir hacia Chén Solís,en pos de respuestas a un misterio que si bien no conocíamos en sí, de todasformas cubría a la región desde hacia casi un año.

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IV. La Extraña Desaparición de Alex

«El misterio es la cosa más bonita que podemos experimentar.

Es la fuente de todo arte y ciencia verdaderos».Albert Einstein

Ya en marcha y después de medio acomodarnos en la parte trasera del camión,el padre del niño desaparecido, el señor Luis Armando Koyoc Hon, retomó ladescripción de los hechos. Para no dejar nada a la deriva, fue muy preciso yclaro, seguramente motivado por  las pequeñas grabadoras que encendimosSilvestre y yo para registrar cabalmente todo lo que se hablara.

—Pues   si   señores,  mi  hijo  desapareció.  Todo comenzó   a  ocurrir  eldomingo 22 de Mayo de 2005. Nosotros somos todos originarios de aquí, delpueblo de Tetiz. Desde un día antes nos habíamos ido para Chén Solís con misuegro,   Don   Feliciano,   pero   al   mediodía  de   aquel   domingo   me   vine   conalgunos de mis cuñados para ir a jugar béisbol y echarnos nuestras cervecitas.Allá  en Chén Solís se quedaron mi esposa, sus hermanas y mi suegra pararezar  el  rosario.  También se quedó  mi  suegro con dos de mis  hijos.  Ellosestaban trabajando con las colmenas de abejas para sacarles la miel, por quenosotros la vendemos en Mérida y con eso nos ayudamos para los gastos de lafamilia. 

«Eran como las 4 de la tarde y mi suegro le pidió a mis hijos, Alex de10 años y Panchito de 16 que fueran a traerle un ahumador que estaba en lapalapa que usamos como bodega.

—Perdone Don Luis mi ignorancia, pero no sé que es un ahumador —interrumpí para preguntar eso.

—El ahumador algo para quemar hierba y echarle humo a las abejas,por que así se atontan y se calman. Sólo así podemos manejar más fácil lascolmenas. 

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«En ese día mi suegro se dio cuenta de que las abejas estaban muyenojadas, como si algo las estuviera molestando. El cielo se veía limpio y noparecía que fuera a llover, así que no supo por qué estaba de esa manera. Poreso necesitaba calmarlas con el humo.

«Entonces mandó a los muchachos a que fueran a recogerlo, y ya alvenir de regreso, Panchito, el mayor retó a mi hijo Alex a una carrera para verquién llegaba primero a con su abuelo. Entonces se pusieron a correr por elsendero y según dijo mi hijo Panchito, el  Sol estaba fuerte sobre ellos.  Sepusieron a correr muy recio y Panchito fácilmente aventajó  a Alex, por sermayor y por estar más acostumbrado a trabajar al aire libre. Iba corre y correPanchito, cuando volteó para atrás mientras tomaba una curva del sendero ypudo ver como Alex venía detrasito de él.  Pronto mi otro hijo llegaría a lacurva también. Entonces Panchito ya no miró más sobre su hombro, apenas síalcanzó a ver a Alex muy agotado, jadeando, pero continuó hasta llegar consu abuelo y le entregó el ahumador. 

«El abuelo notó en ese instante la ausencia de Alex, preguntándole aPanchito qué había pasado con su hermanito. Luego de enterarse que lo habíadejado atrás,   le  ordenó  que  fuera a buscarlo.   “No vaya a  ser  que hubieratropezado y se haya golpeado por ahí, anda vé a ver”, le dijo mi suegro. 

«Entonces diligentemente retornó  Panchito a donde él  pensaba queencontraría a Alex, pero no lo encontró. Lo llamó en voz alta y extendió unpoquito   más   su   búsqueda,   esperando   que   estuviera   por   ahí   escondido,simplemente jugándole una broma. Pero no lo encontró y entonces se inquietóun poco, así que pensó que de seguro Alex se fue a la otra palapa en dondeestaban las mujeres rezando el Rosario. Panchito quiso ir a ver si era cierta suidea   y   corrió   para   llegar   con   ellas.   Ya   cuando   llegó   las   interrumpió,preguntándoles   “¿han   visto   a   Alex…?”.   Ustedes   ya   saben   como   son   lasmujeres que luegito saltan como fieras si algo les pasa a los hijos; pues así sepusieron por que dejaron todo y salieron preguntándole algo asustadas “¡Perosi andaba contigo! ¿Pues en dónde lo has dejado, muchacho? ¿Qué andabanhaciendo?”.

«Panchito  les  explicó  que sólo  hacia  unos momentos  lo había vistodetrás de él, mientras ellos corrían juntos con rumbo hacia el abuelo. Ellas loregañaron por andar dejando a su hermanito solo y por andar obligándolo acorrer, cuando el niño con seguridad ya estaba cansado a esas horas.

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«Panchito corrió, ya asustado por ver como se había puesto su mamá ymi suegra, y se fue gritando el nombre de su hermano menor. Recorrió  elcamino otra vez, pero nada. A mi hijo Panchito le palpitaba de puro miedo elcorazón, por que una sensación le anunciaba que algo malo le había ocurridoa Alex.

«A mitad del camino se encontró  de golpe con su abuelo, quién yahabía  buscado por   su  parte,  pero  igualmente   sin  encontrar  nada.  Fue  ahícuando empezaron a sentir el frío de la desgracia».

—   Y   así   comenzó   una   extensa   búsqueda   de   25   días   —intervinodeseoso también de hablar un interesante hombre de duras facciones cruzadaspor una terrible y honda cicatriz. En algún momento del pasado algo lo hiriócasi  mortalmente  en  la   cara  y  parte  de   la   cabeza  — Perdón,  soy SilverioCuytún   y   soy   primo   de   la   esposa   de   él   —aclaró   mientras   miraba   lasgrabadoras encendidas. 

— Gracias por su cometario don Silverio —expresó Silvestre —. Todolo que digan nos va a ser muy valioso y si usted también lo permite, lo vamosa grabar también. Es para que no se nos pase algo de todo lo que digan. Porfavor. ¿Y qué más nos pueden decir?

Animado por la invitación hecha por Silvestre, Silverio prosiguió: —Sucede   que   como   no   encontraban   al   chamaquito   y   la   tarde   ya   estabaavanzada, mi tío, Don Feliciano, el abuelo de los niños decidió venirse paraacá al pueblo para pedir ayuda. Cuando llegó y nos dijo qué había pasado nosasustamos  por  el  niño.  Cuando  retornó  mi   tío  ya  venía  con un grupo devoluntarios, entre familiares y amigos. Con  nosotros se vinieron también ellos—dijo mientras señalaba hacia los dos jovencitos que venían en la cabina delcamión. Ese que va manejando se llama Claudio Balam Chuc y el otro es JorgeBalam­Chuc. Son mis sobrinos también —comentaré aquí que con este par demuchachos   trabaría yo después una cierta amistad—. También venían connosotros estos tres —y señaló a las otras personas que nos acompañaban en laparte trasera del camión.

—¿Y ustedes se llaman? —pregunto Silvestre mientras acercaba a ellosla grabadora. El de más edad respondió  hacia el aparato mientras sosteníauna amable mirada:

— Me llamo Alberto Balam Ek, pero para ustedes y para los amigossoy   Don  Beto  —acotó   gentilmente—.   Y   también   soy  de   la   familia  —dijo

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mientras giraba la cabeza hacia los otros dos que se quedaron sin saber quédecir. Es curioso ver como una simple grabadora o una videocámara nos hacesufrir de cierta parálisis, sin saber bien como actuar ante estos.

—Ándale dile como te llamas —apremió Luis.—Si, ejem, me llamo Carlos…este…Carlos Alberto Ruiz y soy amigo

de ellos —respondió con grave voz un hombre de unos 30 años que portaba alhombro una viejísima escopeta. Su rostro flaco y largo le daban un aire algosombrío.

—¿Y usted joven? —solicitó al último de ellos el profesor Silvestre—¿Nos pude decir su nombre?

—Yo me llamo José Feliciano Cuytún…y si, también soy de la familiade estos…je, je —terminó con una risita nerviosa. Era un muchachito con unatejana negra muy ajada y totalmente descalzo. También lucía una escopetasujetada al hombro con una delgada cuerda.

—¿Ya les sigo contando? —preguntó con ansiedad Luis, para lo cualnosotros respondimos al unísono con un movimiento de cabeza.

—Cuando  llegamos  a  Chen Solís  nos  pusimos  a  buscar.  Ya  era  denoche, entonces con lámparas y con mucho cuidando para no perder algunapista   nos   pusimos   a   rastrear   el   terreno.   Y   nada,   llegó   el   amanecer   sinencontrarlo. Yo empecé a perder las esperanzas, por que por aquí ya no sepuede tener ganado desde que hay ataques de jaguares que ahora rondan enel monte. No se me salía de la mente la idea de que una de esas fieras sehubiera llevado a mi niño. 

«Mi suegro se fue apenitas amaneció para ir a la ciudad más cercana, aHunucmá, para reportar a las autoridades municipales de allá la desapariciónde Alex. Ellos inmediatamente hablaron a las otras presidencias municipalesde   por   acá   y   luego   luego   mandaron   muchos   policías.   Vinieron   desdeHunucmá, Tetiz, Sisal, Kinchil, Caucel, Celestún y Mérida. Mientras nosotrosen Chén Solís, todos los de la familia, seguíamos desesperados buscando. 

«Como a  eso  del  mediodía,  mi  esposa  escuchó  un  sonido  a   la  vezfamiliar   pero   extraño,   era   un   sonido   grave,   constante,   ronroneante.   Seasombró  al  ver  un convoy de muchas camionetas  que estaban llegando allugar.

«Así comenzó la llegada de camionetas cargadas de policías y soldadosque venían para sumarse a las batidas de búsqueda.

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—   Yo   estaba   ahí   cuando   llegaron   —dijo   Don   Beto,   aportando   sutestimonio con una elocuente profusión de palabras—. Inmediatamente  losoficiales salieron de los transportes y con órdenes gritadas hicieron que todala   multitud   levantara   un   campamento   en   un   ratito.  Vi   como   los   policíasiniciaron sus pesquisas con todos los de la familia que asomáramos por ahí lacabeza,   preguntándonos   todo   cuanto   había   ocurrido.   Vi   también   comoarmaron antenas para  los   radios  y sacaban sus mapas en mesas que ellostraían. A mi me preguntaron si conocía bien el área y les dije que si,  quecontaran conmigo para lo que se les ofreciera. Entonces un comandante medijo que le ayudaría para hacer las estrategias de la búsqueda y me pidió queayudara organizando a los grupos.

—Aquí tengo anotado que el teniente Antonio Armenta, comandantede la Policía Estatal Preventiva y especialista en rescates —dijo Ariel Alonzoque sacando una libretita de apuntes, sumó  sus comentarios a la charla—,estuvo analizando con cuidado todos los elementos y las evidencias físicas. Éldictaminó muy determinante que ninguna fiera salvaje había atacado al niño.Declaró que en el área de la desaparición y sus entornos no fue encontradapor ninguna parte alguna de las huellas comunes a una escena de ataque porjaguar. Ni sangre o alguna evidencia de lucha, ni pelo de animal o huellas delniño y de su posible atacante fueron encontradas en el lugar. Les diré ademásque eso tenía muy extrañados a los investigadores en los días cuando cubrí lanota para la prensa —afirmó Ariel.

Con todo eso, me quedé meditando unos segundos sobre lo que estoshombres  declaraban.   Parecía   simplemente   como   si   la   selva   se   lo   hubieratragado.

Los testimonios y la descripción de los hechos continuaron, mientras elcamión se dirigía hacia las afueras del pueblo, llegando a una gasolinera paraabastecernos con combustible.

El padre y los demás nos hablaron de cómo los grupos buscaron conpaso lento y con una gran determinación a Alex. Se internaron machete enmano en la densa vegetación y con pasos sistemáticos avanzaron mientrasgritaban a viva voz el nombre del niño. 

Y   nada  que   el   niño   aparecía.   Entonces   tuvieron   que   solicitar  másapoyo. Fue así como la Policía Federal Preventiva y el Escuadrón Canino de laPolicía Ministerial acudieron a los pocos días para aportar su ayuda, enviados

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por   el   gobierno   Federal.   Ariel   explicó   que   la   prensa   cubrió   la   extensabúsqueda, informando a la angustiada población y que fotos del niño fueronvistan  por   innumerables  personas,   con  el   encabezado  de“¿Ha  visto  a   esteniño?”.

Yo mismo recordé que fue muy grande la preocupación de la poblaciónpeninsular, por que también me había enterado sobre el suceso. En aquellosdías gran cantidad de voluntarios llegaron a Chén Solís para ofrecer apoyo ypretender aunarse al cada vez mayor contingente. En total, nos indicó Luis, sereunieron en ese lugar oculto por la selva cerca de 400 personas que durantesemanas,  de día y de noche sin cesar, realizaron una minuciosa y extensabúsqueda de Alex, sin encontrar ni un rastro de él.

Don Beto recordó como uno de los policías que al principio llegó nodejaba de decir “¡Quizás se cayó en un cenote!”, lo cual en efecto era unabuena posibilidad.  En el   territorio yucateco,  dada su peculiar  geología,  noexisten ríos de  agua superficial,   todos son subterráneos.  El  agua de  lluviainfiltrada en el suelo rocoso origina los cenotes, que son sencillamente unosagujeros circulares formados por el hundimiento de los techos de las grutasque ponen al descubierto las aguas del subsuelo. Existen cientos, quizás milesde cenotes en Yucatán, escondidos en la maleza, algunos muy pequeños –apenas unos hoyos­ y otros muy grandes –enormes pozas de agua­. Pero laverdad es  que en  las   inmediaciones del  punto en donde Panchito  vio porúltima vez a Alex no hay cenotes.  Ni  siquiera uno recién formado. Eso  loconstataron los buscadores que recorrieron palmo a palmo la frondosa selva.El más cercano cenote es uno que está situado a poco más de 1.5 kilómetrosdel lugar, en el cual es común encontrar pequeños monos y aves bebiendo.Inclusive se había formulado la idea de que Alex se hubiera dirigido al “cenotede los changos”, que es como le llaman, para mirar a los monos y escapar unmomento de las labores en el campamento. Pero esa idea se descartó por lassimples razones de que Alex no sabía cómo llegar hasta ese lugar y además nohay sendero que lleve hasta allá. 

Por otro lado el niño ya presentaba indicios de una leve insolación,según se dedujo después de acuerdo a lo narrado por los protagonistas delsuceso. Así pues, el niño seguramente lo que más deseaba en los momentosprevios a su desaparición, sería beber mucha agua y echarse a descansar en

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una hamaca. Pero ni agua ni descanso obtuvo el muchachito. Simplementedesapareció casi ante los ojos de su hermano. 

La moral de todos en el campamento comenzó a bajar a lo largo de losdías. La impotencia y una sombra de abatimiento se cernían sobre las gentes.Retornaban   al   campamento   con   los   cuerpos   arañados   por   la   espinosavegetación y las manos vacías. Unos a otros trataban de infundirse ánimo yesperanza.

Pero sólo encontraban, con acrecentada impotencia nada.Al llegar las cosas a ese punto, las autoridades solicitaron un equipo

especial   para   intentar   llevar   la   búsqueda   a   otro   nivel.   El   personal   delcampamento para eso recibió órdenes de limpiar un área del terreno, pues unhelicóptero  de   la  Procuraduría  General  de   la  República   llegaría,   trayendoconsigo una cámara infrarroja de rastreo, con lo cual sería mucho más ágil yrápido desde el aire cubrir la zona.  Todos   en  el   campamento   centraban   suconfianza   en   ese   dispositivo,   como   en   la   tripulación   de   ese   helicópteroespecial. La nave fue y vino, sobrevoló y sobrevoló. Subió y bajó. Y nada.

Nada.Ni   los  400 mujeres  y  hombres,   con  sabuesos   rastreadores,   con   sus

avanzados GPS2,  cámaras infrarrojas y helicópteros lograron encontrar algoque  indicara qué  pasó   con Alex.  Nada.  Simplemente parecía que se habíaesfumado justo ahí  en dónde por última vez fue visto. Era una conclusiónabsurda pensar que se esfumó, pues nadie sencillamente desaparece sin dejarrastro.  Pero esto aquí  es  lo que había ocurrido,  como también esto ya hapasado antes, en infinidad de lugares y a lo largo de la historia humana.

Al escuchar la historia, no pude evitar que me llegara el recuerdo deuna lejana tarde de invierno, allá en Durango. En aquella ocasión mi Celesteme platicó de la desaparición de una familia entera de amigos de ella quepaseando por las faldas del volcán  El Ajusco, al sur del Distrito Federal, derepente perdieron el camino, tomando por equivocación por un camino deterrecería que, a los pocos minutos se encontró inesperadamente envuelto poruna   gris   niebla.   No   les   quedaba   otra   más   que   seguir,   de   manera   que

2 GPS, son las siglas en inglés de los sistemas de posicionamiento global,aparatos que proveen coordenadas y mapas digitales de cualquier lugar del planeta por medio de la recepción de señales emitidas desde satélites (N. del A.).

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avanzaron pero después de sólo unos minutos, de pronto creyeron distinguirunas casitas  a   la  distancia.  Se acercaron pero  al  hacerlo  notaron como  laneblina se disipaba tan rápido como llegó.  Descendieron del vehículo paraúnicamente encontrarse con la indescriptible sorpresa de estar en un lugarque para nada era algún pueblito del  Ajusco.  Llegaron,   sin poder aún serexplicado   como   a   una   aldea   en   el   norte   de   España.   Después   de   serinterrogados   infinidad  de   veces   por   las   autoridades   y   de  hacer  mil   y   unmalabares,  lograron regresar a México.  Por eso pensaba que si a ellos,   losamigos de mi mujer les había pasado, entonces ¿qué no le habría pasado aAlex?

En aquella distante y  fría tarde,  cuando ella me narró  esta  insólitahistoria me preguntó además:

—Estarás   de   acuerdo   conmigo   de   que   entre   más   estudies   física   yparapsicología, más asombroso y misterioso se torna el mundo, ¿verdad?

Ante lo cual podía sencillamente responder:—Sabes qué  Celeste,   ¡Tienes razón! Cada vez me abruma más este

mundo. Es increíblemente vasto y complejo…— No,  mi  Jorge,  deja te  digo.  En realidad es  sencillo,  pero eso sí,

asombroso y misterioso. Te compartiré que el verdadero truco de esta vida noes estar en lo conocido, sino simplemente estar en el misterio, en el asombro.

En aquel momento cuando ella me explicó eso no logré entender laverdad de sus palabras. Es más, ni le entendí nada en aquel entonces. Pero lavida  me deparaba  experiencias   suficientes  para  capturar   la   esencia  de   lasideas de Celeste.

Y justamente, ahí  sentado entre estos hombres y escuchando de suspropios   labios   la   historia   de   lo   ocurrido   dentro   de   la   selva,   allá   en   elcampamento  apícola,  me  percaté   de   estar  precisamente  ante  una  de  esasexperiencias que me regalaba la vida.

Mientras registraba lo narrado con la mini grabadora digital, mi menteimaginaba todo lo sucedido, apareciendo con desasosiego una y otra vez lainevitable pregunta: ¿Qué le pasó entonces al niño?

Y luego un torrente de más preguntas. ¿Porqué no había huellas de élo de su posible captor?,  ¿porqué  no encontraron  los restos de su cuerpo?,¿y…?

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Pero de golpe dejé de cuestionar. Tranquilicé mi mente y enfoqué miatención hacia mi labor: investigar y buscar explicación a lo acontecido. 

Luis terminó por el momento de hablar. Sus ojos delataban que suspensamientos estaban en otro lugar. 

Don Beto con cierta mirada perspicaz estaba atento a mis reacciones ycomentarios. Noté ese mirar, pero asumí equivocadamente que sólo era ciertogrado   de   desconfianza   que   él   pudiera   tenerme.   Al   anochecer   de   ese   díadescubriría que esa aguda mirada derivaba de otras intenciones.

Inesperadamente escuché que Claudio gritaba desde la cabina: —¡Listo, llegamos con mi tía! ¡Vámonos a ver para que nos habló!Salí de mi abstracción y me di así cuenta de que habíamos regresado

de nuevo al  pueblo.  No entendí  para que habíamos  ido otra vez.  Observécomo  cierto revuelo se alzó entre los vecinos que nos observaban llegar. Ahíestábamos los expedicionarios abordo del destartalado vehículo, mientras unarara emoción comenzaba a flotar en el aire. 

Pensé que de nuevo un grupo de búsqueda saldría hacia el ejido deChén Solís, yendo dentro de la tórrida selva, pero esta vez el grupo iría conuna actitud diferente a todas las anteriores. Yo por mi parte acudía con la ideade tratar de encontrar alguna pista sobre el niño; ellos, la familia con la ideade confirmar algo, algo insólito e inimaginable por mi. 

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V. En camino a Chén Solís

«El sentido común es esa colección de prejuicios

 que se adquieren cuando cumples 18 años».

Albert Einstein

Nos bajamos todos del camión y esa oportunidad fue aprovechada por Luispara acercarse al joven conductor e indicarle algo. Mientras el muchachollamado Claudio entro a la casa seguido por Don Beto. 

Jorge,   el   conductor,   al   mirarme   se   dirigió   mí,   diciéndome   muycategórico:

— Tú súbete acá. Te vas a venir con nosotros adelante.Ante lo cual obedecí. Ellos sabían como sería más conveniente hacer el

viaje.— Espérate aquí, ahorita venimos. Vamos a ver que quiere mi tía, por

que nos mandó un mensaje al celular —determinó Jorge. Cavilé un segundosobre el  tremendo impacto que hoy día vivimos de la tecnología, presentehasta en los más remotos o pobres lugares del mundo. Inclusive mis amigosmayas disponían de celulares.

Afuera el profesor Silvestre sostenía una animada charla con Silverio yAriel. No tardaron mucho en salir los demás de la casita, trayendo algo máscon ellos.  Por el  lado del conductor se subió  Claudio portando con ambasmanos una especie de paquete, que al ser algo que no encajaba con lo queíbamos a hacer durante unos momentos lo miré, tratando de reconocerlo. 

— ¿Es un pastel? —pregunté seriamente confundido el objeto sobre elregazo de Claudio. 

Los muchachitos traían cierta amargura en el talante. Serios y calladosabordaban  de  nuevo   el   camión.   En   efecto   en  una   especie   de   charola  deplástico cerrada traían un espléndido pastel. 

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— Si, es un pastel —contestó lacónicamente Jorge, mientras revisabapor los espejos que todos ya hubieran subido al vehículo.

— ¡Hasta luego tía! —gritó por la ventanilla hacia las gentes que nosdespedían desde la acera — En la noche venimos.

— ¡Adiós, que les vaya bien! —se escuchaba que decían mientras nosalejábamos.   El   camión   ofrecía   resistencia   para   aceptar   el   cambio   develocidades, pero con un fuerte movimiento Jorge forzó la palanca, mientrasle ordenaba escuetamente a su hermano: 

— ¡Agárralo! Y dijo además ella que cuidadito con que llegue mal.Elsencillo   hecho   de   traer   un   pastel   con   nosotros   me   generó   una   hondaextrañeza.   ¿Qué   pasaba?   Íbamos   diez   personas,   algunas   armadas   conescopetas,  equipados   con   lámparas,   comida  y  agua,   además  de  machetes,cámaras y dispositivos científicos, pero sobre eso tendríamos que ir cuidandoun enigmático  pastel  por   las   insólitas  órdenes  de  una  mujer.  Traspasé   elsilencioso recelo que percibía de los chicos y directamente les pregunté:

— Hola   soy   Jorge  Guerrero,   no  nos   han  presentado   y…  ¡primerodíganme por favor que pasa con este pastel!

Por la forma en como se vieron entre si los dos hermanos, supuse queestaban   compartiendo   una   asombrada   complicidad.   Soltando   una   francacarcajada  hicieron  que   la  pesadez  dentro  del   vehículo   se  disipara.  El  quesostenía la caja del pastel dijo, entre risas:

— Soy Claudio y este se llama Jorge como tu. Son tocayos. Eso esbuena señal. Y este pastel nos lo dio la mamá de Alex para dárselo a él allá endonde se fue. Hace unos días fue su cumpleaños y ella no le llevó para allánada. No se atreve ir desde que ellos se llevaron a Alex.  

Algunas de las cosas que dijo me quedaron claras, inclusive comprendíperfectamente que el pastel era una especie de ofrenda a la memoria del niño.Pero lo que dijo referente a que  ellos se llevaron  a Alex, eso si me extraño.Asumí  por un momento que quizás era algún giro gramatical propio de laregión, con el cual pretendían expresar la suposición de que una banda deraptores fueron los culpables del hecho.

En parte tenía yo algo de razón, pero más tarde descubrí que la teníade un modo insospechado.

Comenzamos a charlar mientras Jorge dirigió el vehículo para enfilarcon rumbo al puerto de Sisal, al noroeste de la Península de Yucatán. 

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Avanzamos por un camino recto y solitario por cerca de una mediahora,  hasta  que  en  cierto  punto  a  algunos  kilómetros  antes  del  mar,  nosdetuvimos para bajar hacia un lado de la carretera y tomar por un camino detierra y rocas. Pero antes de ingresar a la brecha Luis se dirigió  hacia unapuerta de metal que impedía el acceso, quitándole el candado y la cadena. 

Se  abría  de  ese  modo  la  puerta  hacia   la   aventura  y  ahí,  mientrasmanipulaba mis dispositivos, noté de pronto que el GPS que traía conmigoperdía toda recepción de las señales satelitales que con facilidad debería deestar captando. Eso no era usual pues en la planicie yucateca se logran recibircon   perfecta   intensidad   esas   señales.   El   aparato   sencillamente   dejó   defuncionar y fue justamente al pasar a través de la desvencijada reja. El aparatoanunciaba   con   centellantes   letras   en   su   pantalla   la   leyenda   “SEÑALPERDIDA”. Entonces tomé eso como un augurio. 

Claramente escuchaba en mi cabeza la voz de mi Celeste diciéndome«si el aparato se desconectó de la red satelital y no te puede decir en dónde estás,entonces eso quiere decir que a partir de este punto el camino no pertenece a estemundo». La manera de ver las cosas de mi esposa hasta aquí me acompañaba,gracias a Dios.

—   ¡Espérame   chamaco,   deja   cierro   la   puerta!   —gritaba   con   vozdivertida Luis,  que al  ver como el camión se alejaba, entendió   la pequeñabroma de Jorgito.

Así,  una vez que recorrimos algunas decenas de metros ya sobre labrecha, vi como el dispositivo volvía a funcionar de forma normal. Pero yo yaiba alerta, por que ese tipo de pequeñas cosas que ocurren en nuestro entornotodos los días, siempre nos anuncian cosas importantes que la vida nos tratade decir, pero ante las que estamos por lo común sordos y ciegos. El GPS, omás bien, una inteligencia invisible detrás del mensaje buscaban anunciarmealgo relevante,  y   con  los  argumentos  de   interpretación de  mi  bruja,   creíaentender el significado de esa sutil señal. Con esto se me estaba invitando acartografiar un territorio nuevo y desconocido, porque estábamos entrando enrealidad a otra dimensión.

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VI. Designios

«Hubiera dado el mundo por haber tenido valor

 para decir la verdad, para vivir la verdad». 

 Oscar Wilde

Este   viaje   y   la   investigación   que   durante   el   desarrollamos,   nos   permitióestablecer  una  positiva cercanía  con  los  más   implicados,  en este  caso,   losfamiliares y amigos del niño desaparecido. Así se logró labrar una confianzaque los abrió poco a poco ante nosotros. 

Todos   ellos   son   mayas   puros;   pero   Alex   Koyoc   se   diferenciafísicamente de los demás por ser inusualmente de tez un poco más clara quela de su familia, con un tinte ligeramente rojizo en el cabello. Ante los ojos dealguien externo a sus etnias, sería visto como un niño común entre los mayas.Pero esos rasgos que ellos sí perciben lo destacan, no de forma negativa, puesal aparecer ante sus miradas es el güerito del pueblo y eso lo distingue de unaforma más profunda.  En el  mundo maya, de acuerdo a lo que me explicódespués Celeste,  alguien con este tipo de apariencia que es muy relevantedentro de este contexto cultural, llega a ser considerado como un individuoespecial   ante   la   mirada   de   los   dioses.   Aclaro   que   aún   cuando   existe   elcatolicismo   como   religión   oficialmente   instaurada,   los   mayas   siguenasumiendo y no al margen de las cosas, la existencia de entidades de  índoleespiritual  con poderes misteriosos y mágicos que participan en los asuntoscotidianos. 

El hecho de que existen en nuestro mundo tales poderosas entidadesde naturaleza supra humana es  algo que fui  comprendiendo poco a poco,gracias a las muchas experiencias que hemos tenido juntos mi esposa y yo. Enparticular  comencé  a  entender esto desde el  día en el  que  fuimos allá  enDurango ­esto hace muchos años atrás cuando apenas comenzábamos nuestrarelación­,   a   un  bosque  de  eucaliptos   cercano   a   la   ciudad.  Fuimos   con   la

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intención de realizar juntos cierta ceremonia chamánica de contacto con lanaturaleza. Ya ahí me dijo que para los brujos, el bosque, la selva o cualquierparte de la naturaleza es en su todo un ser vivo, dinámico y principalmente,me reveló que también estaba dotado de conciencia. Esta conciencia anímica,según me hizo entender ella,  es  sensible  a  las acciones y actitudes de  loshumanos, e interviene directamente en la vida de los mismos. 

Celeste   y   yo   fuimos  aun  bosque  de  eucaliptos   y   álamos,   eso  hacetiempo en lejana mañana. Paseábamos y una curiosa nube de pequeñas motasblancas flotaba por todos lados. Eran las minúsculas semillas de los álamosque parecían algo así  como sutiles hadas. Caminábamos de la mano hastallegar a un paraje en donde un enorme árbol dominaba con su altura y grandiámetro al lado de un arrollo.  — Mira Jorge, este es el árbol del que tehablé. ¿No es hermoso? Crece abrazando con su cuerpo todo lo que hay. Venacá —me dijo mientras corría feliz como niña hacia la orilla del arroyuelo—.Quiero que veas esto, anda ven— me apremiaba llena de gusto y claro queaccedí, atraído por su radiante sonrisa—. Este es mi ahuehuete, mi anciano ypoderoso amigo árbol. Ven para que lo sientas y él a ti. 

En   verdad   mientras   más   me   acercaba   al   gigantesco   árbol   deahuehuete, más percibía una impresionante presencia. Me acerqué con unainconsciente actitud de reverencia. Ese viejísimo árbol realmente emanaba elaura que me imagino tuvieron los emperadores.

—A caray, Celeste! Siento como que se me paran los vellitos de losbrazos, ¿Qué onda oye? ¿Qué pasa?

—Ja, ja —reía ella. El arbolote me hacía saber que él estaba concientede   mí,   haciéndome   sentir   su   poder   —.   El   mi   árbol   que   te   saluda.   Venconmigo, abracémoslo, eso le encanta.

Y eso hicimos. En aquel tiempo Celeste me comenzaba a fascinar comomujer, atrayéndome por su belleza pero además por su especial  visión delmundo. Abrazar el gigantesco tronco fue más una experiencia emocional queotra cosa. Al hacerlo una re­vigorización corría por mis venas, como si algo desu savia  se  metiera en mí.  Eso  fue para mi,  sin saberlo,  una  iniciación almundo de los brujos.

— Jorge, mira, mira, mira, ven ahora para acá que te quiero enseñaresto...—   indicaba   Celeste   hacia   las   raíces   del   ahuehuete,   pidiendo   queobservara de cerca como se metían en parte dentro del arroyo.

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— ¿Ves? por eso te digo que mi amigo el árbol abraza todo con su ser.Mete sus raíces en el agua y la abraza. Mete sus raíces en la tierra y tambiénla abraza. Pero y mira esto también…—y me tomó de la mano para llevarmefuera de la fronda del árbol, corriendo con ligereza—. ¡Esto, mira! —exclamóal  voltear  y  ver  en  su  plenitud  todo el  gran  ramaje.  La  copa  se  extendíamajestuosa contra el azul profundo del cielo y Celeste lucía con esplendor enmedio de la escena, que aún guardo con cuidado bajo mis párpados.

— Es hermoso…lo veo…abraza también al aire y el cielo —musité,pasmado.

— Si, el me enseña que somos iguales, que abrazamos la vida, a unosy a otros. Que estamos unidos en algo más grande pero simple de lo quesabemos. ¿Verdad, mi Jorge?

Muchos años hace ya desde ese revelador día, cuando conocí las ramasy raíces de la vida que entran en mi y me unen con todo, y que es el día en elque me supe enamorado de Celeste.

Desde entonces, nutrido por nuestro mutuo aprendizaje e impulsadopor el amor, he comprendido que el bosque o selva son lo mismo. Es un serviviendo con pasión y profundidad,  un ser al  cual  los mayas  le  llaman  ElMonte.

Y   de  El   Monte  hablaban   mucho   los   muchachos   en   aquel   camión.Decían cosas como:

—Mira tú, el camión no se ha parado. Eso quiere decir que El Montenos   está   recibiendo   bien   y   nos   da   el   permiso   de   llevarlos   a   ustedes   —comentaba Claudio haciendo referencia al providencial buen funcionamientodel casi ruinoso camión. 

Hubo otro momento en el que ellos,  muy concientes de esa ubicuapresencia, la de  El Monte, expresaban su apreciación sobre ciertos pequeñossucesos que ocurrieron apenas entramos en el pedregoso camino. El primerhecho   que   cualquier   otro   hubiera   dejado   sin   importancia   fue   que   nosencontramos con dos aves de gran envergadura. Lo que nos sucedió fue que apocos minutos  de andar  en ese estrecho camino,  delante  de  nosotros  dosenormes   aves  negras   emprendieron   vuelo,   saliendo   como  catapultadas   enfrente nuestro y eso era porque nuestro ruidoso avance las asustó. A mi mesobresaltaron al verlas de pronto salir, pero los muchachos lo tomaron eso congusto por que ese sencillo encuentro entrañaba un significado para todos

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— Mira, Jorge —me informo Claudio, señalando hacia las aves quevolaban ya hacia lo alto—. Esos pajarotes se llaman “tapacaminos”, porquesiempre se van a dormir sobre los caminos solitarios. Si salieron dos volando,eso quiere decir que  El  Monte  nos está  “destapando” el camino. Ya no haynada que “tape” nuestro camino. Eso nos manda decir El Monte con su señal.

Asumí naturalmente el augurio y esto por que la primera persona queconocí que realiza ese tipo de valoraciones de las pequeñas cosas que pasan,es Celeste misma. Existen no sólo personas sino que también pueblos enteroscapaces   de   darle   un   significado   relevante   a   los   ­aparentemente­   ínfimossucesos de la vida cotidiana. Celeste les llama “lectores de señales” a todosaquellos con  la capacidad de comprender cómo la  vida  constantemente secomunica   con   cada   uno   de   nosotros.   A   la   acción   de   darle   un   sentidocongruente a estas señas, ella le llama “lecturaleza”, algo así como poder leerun lenguaje oculto, subyacente en todas las cosas.

Otra   señal   que   fue   vista   como   buen   presagio   fue   el   paso   de   unpequeño halcón. Los mayas de la región lo llaman “aguililla” y me percaté desu presencia al momento de escuchar los gritos de gusto de los demás quevenían  atrás   en   la   plataforma  del   camión.  Al   aproximarse   a  nosotros,   susobrevuelo se hizo más lento, logrando notar mejor su color. Tenía un tinterojizo en su plumaje y al fijarse en eso Luis, más gusto le dio.

— El Monte dice que vamos a lograr ver mejor las cosas. Todo lo quepase tendrá mucha fuerza —repuso Jorge, el conductor—. Las aguilillas venmejor que nosotros, y esta tiene el color del fuego. Eso dice que todo lo quepase será como el fuego. Transformará las cosas. Si, eso está diciéndonos  ElMonte.

En ese instante reparé en la profunda forma de cómo estas gentes, másunidas a un entorno natural y que requieren mantener sus sentidos en unestado especial de afinación, poseen una capacidad que casi todos los demásen este mundo moderno hemos perdido. Celeste me ha explicado que estapérdida   es   parte   de   la   oscuridad   en   la   que   vivimos   la   mayoría.   Hemosincrementado   una   situación   de   aislamiento   y   soledad   al   romper,inconscientemente,  el  vínculo  con el   resto  de  la  Realidad.  El  escuchar   losmensajes  de  la  vida  es  una de  las  formas de recuperar el  contacto con  lamente propia. 

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Si estas personas con las que viajaba hacia el ejido Chén Solís poseíanese   grado   de   comprensión,   pues   diría   que   les   resultaba   fácil   realizarlecturaleza gracias a cualidades innatas desarrolladas por un entorno culturalque   favorece   este   tipo   de   pensamiento.   Nosotros,  no­indígenas,desafortunadamente   formamos   parte   de   una   superestructura   cultural   quesistemáticamente ha preferido impedirnos tal tipo de pensamiento unificador.Y   eso   es   algo   que   está   por   ser   confrontado   en   el   corazón   de   toda   lahumanidad.  El  retorno hacia  la  mente propia  es,  con seguridad,  el  caminohacia el cual todos vamos.

Por otro lado cavilé sobre la afirmación de mi tocayo Jorge. Él dijo quela   experiencia   que   venía   sería   algo   transformador.   Pensé   que   sería   en   elsentido   de   dar   respuesta   al   paradero   del   niño   y   que   gracias   a   nuestraintervención ayudaríamos a esta familia. O al menos eso todavía creía. Lasrespuestas ya habían sido dadas antes, pero en esto nosotros sólo tendríamosotra función que de antemano se había previsto, ignorantes nosotros de ella ypara la cual estábamos deparados.

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VII. Descansando en Hal­Há

«No todo lo que puede ser contado cuenta,

 y no todo lo que cuenta puede ser contado»”. 

Albert Einstein

La travesía continuó bajo un intenso calor. En la cabina los incontables saltosterminaron   por   tomar   cierto   ritmo   y   eso   me   permitía   una   excelenteoportunidad,  pues quería conocer la versión de  los hechos que ese par dejovencitos pudiera aportarme.

A   nuestro   lado   observaba   una   vegetación   desconocida,   de   tallosdelgados y espinosos. Todo tenía una apariencia algo terrosa, como si el polvose hubiera acumulado durante meses. Seguro sería por la larga temporada desecas que afectaba a la región. Pequeños  lagartos,  grises,  verdes,  plomizoscorrían por denso ramaje. 

—Claudio y Jorge, ¿me podrían platicar lo que ustedes vivieron de estecaso?  Lo que tengan para contar será muy importante para mí. Por favor,díganme.

Los  jóvenes se  turnaron para describir   los  hechos,  dándome casi   lamisma   información   que   ya   nos   había   entregado   su   tío   Luis.   Aún   así,discretamente   para   que   no   vieran   la   mini   grabadora   que   ocultaba   en   elbolsillo, pude grabar toda la conversación. Con ellos intentaba obtener datosnuevos que pudieran fluir sin que se sintieran presionados por la grabadora.De todas formas la historia coincidía.

En eso estábamos cuando de pronto vi algo que me llamó la atención:un objeto voluminoso que se encontraba de alguna manera envolviendo variasramas gruesas de un árbol. Esa cosa aparentemente estaba hecha de lodo ypara salir de mi extrañeza, le pregunté a Claudio que era eso. El me dijo queera un hormiguero. Entonces recordé que ciertas hormigas hacen sus colonias

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en las ramas como las abejas, pero no de cera sino de lodo y pulpa de lamadera que ellas trituran. En verdad era un lugar exótico. 

Por doquier ­además­ alcanzaba a ver entre la maleza ciertas áreas desuelo blanquísimo. No pude resistir la necesidad de verlas más de cerca y lespedí que nos detuviéramos un momento para bajar y observarlas mejor.

Todos lo tomamos con gusto ese breve alto, porque ya necesitábamosdescansar un poco de los saltos y movimientos bruscos.

Me bajé  y avancé  con cuidado entre la vegetación y a unos treintametros   del   camino   encontré   un   leve   hundimiento   lleno   con   arcillaspulcramente blancas. Detrás de mí  venía Ariel Alonzo, y al alcanzarme meencontró absorto desmenuzando un terrón seco. 

—Jorge   –murmuró   con   cautela—,   esta   es   una   dolina,   en   la   quedurante la época de lluvias se acumula el agua y cambia entonces su nombrepor el de aguada. Dicen las gentes de por aquí que a estos lugares hay queentrar con respeto, por que el espíritu del agua está  dormido dentro de latierra blanca. 

En ese instante llegó junto a nosotros Silvestre. Se inclinó y apuntandoal suelo dijo:

— Miren eso, parece como una membrana. O más bien como tela dearaña pegada a la tierra blanca. Está sobre toda esta arcilla —dijo con ciertoasombro en la voz.

— No te inquietes Silvestre, así se seca esto. Se le forman cristales portanto calcio que hay aquí.

En   eso   un   grito   que   llegaba   desde   algo   lejos   nos   sobresaltó.   Nosllamaban.

—¡Vengan pronto! —decía alguien— ¡Rápido caramba!Al llegar a donde el vehículo Luis lucía una amplia sonrisa y apuntaba

hacia delante en la espesura. Nos dijo haber visto un enorme venado macho.Y que eso era una excelente señal de El Monte pero no quiso en ese momentoexplicárnoslo.   Uno  de   los   muchachos  más   jóvenes   que   venía   en   la   partetrasera del camión salió corriendo detrás del rastro del venado, cargando alhombro su escopeta. Entre los mayas es muy común, quizás demasiado, lacacería del venado. Ese joven era Feliciano que andaba sobre el pedregal conlos pies descalzos. Corría como si trajera las más cómodas y protectoras botas

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y se le veía con unos movimientos ágiles yendo tras de su presa, feliz, como sinada más importara en el mundo. 

Entonces le pregunté al Luis si no estaba mal matar a un animal quefue enviado por El Monte para darnos una seña de nuestra expedición. 

Luis se rió, levantó las manos y dijo muy contento:— Ese venado no era un animal, eso era un viento. Feliciano no quiere

creer eso y sólo  lo buscaba para cazarlo y presumir con nosotros, pero enrealidad perderá el tiempo nada más.

— No lo vas a poder alcanzar muchacho, mejor ya vente —le gritó condeterminación Don Beto.

Ahí me percaté que en los más jóvenes miembros de esta cultura secomienza  a  dar  una  erosión gradual  de   sus   creencias  y  valores.  Felicianosencillamente ya empezaba a ser ajeno al pensamiento maya. 

Feliciano regresó, sin nada pero muy alegre. No le importó perder alvenado y mientras lo esperábamos, charlábamos de otras cosas y bebíamos unpoco de agua. 

— ¿Por qué el venado no era un animal? –preguntó Silvestre mientrasse paraba al lado de Luis—. ¿Cómo que era un viento?

— Un  viento  es  algo  que no es  de  este  mundo pero   si  es  de  estemundo. Tú dirías que es un espíritu —respondió tranquilamente Luis.

Pero antes de poder hablar más de eso, se escucho una voz familiar:— ¡Vámonos todos! — dijo con  fuerza Jorge, abordando el camión.Y el viaje continuó. Claudio mantenía con buen cuidado el pastel para Alex. Fueron pasando los minutos, las horas, los kilómetros y una ojeada al

GPS me indicó que apenas habíamos recorrido aproximadamente la mitad delcamino, trece kilómetros desde que pasamos por la reja. Fue un poco másadelante   cuando   alcancé   a   ver   una   construcción   rudimentaria.   Ahí   nosdetendríamos esta vez más tiempo para recuperar fuerzas.

Ese lugarcito extraviado en la jungla tenía un pequeño pozo de agua yuna   choza   que   servían   de   punto   de   descanso   y   abastecimiento.   Jorgeestacionó   el   camión   debajo   de   la   frondosa   sombra   de   un   árbol   y   nosdedicamos a caminar un poco para estirar las piernas.

Mientras,   los   cuatro   más   jóvenes   partieron   dentro   de   la   densavegetación,   internándose  entre   los  árboles   con   increíble   facilidad.  Ellos   se

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mantenían insistentes con la idea de cazar algo. Los mayores los vieron partirsin ningún reparo. 

Bajo el techo de la choza otro de los hombres que nos guiaban, DonBeto, comenzó a preparar con cierta actitud ceremoniosa un alimento mayamilenario: Sak­á. Mientras los demás mirábamos callados sus movimientos. Éltomó  de una bolsa  un puñado de masa húmeda de maíz molido,   lo pusodentro de un cuenco de huaje y le vertió agua que tomó del pozo. Levantó elcuenco sobre su cabeza y con la mirada en lo alto murmuró algo en maya.Después   supe   que   le   agradecía   a   Dios   la   oportunidad   de   ese   momento.Después metió los dedos en el agua y comenzó a diluir la masa, haciéndolocon un ritmo muy lento. Finalmente le entregó a Luis el cuenco con la lechosapasta.   Luis   sin   mediar   palabra   tomó   de   otra   bolsa   una   pizca   de   sal,poniéndosela   al   sak­á   y   con   sus   dedos  mezcló   un  poco   el   contenido  delcuenco, bebiéndolo hasta terminarlo. Don Beto preparaba mientras en esosmomentos otra porción de sak­á con otro cuenco, la cual fue para Silverio.Silverio tenía rato sin decir  ni  una palabra con ninguno de nosotros,  sólosostenía una escrutadora y profunda mirada. Tomó de manos de Don Beto susak­á y con dos pizcas de sal se lo bebió, yéndose a sentar con tranquilidad enel suelo de tierra. 

Llegó mi turno.El mismo procedimiento realizó don Beto, usando uno de los cuencos

ya vacíos. No le quitó los residuos del sak­á que quedaban en el fondo, sólo seremitió a ponerle agua e incorporarle masa de maíz. Yo miraba cada uno delos pasos con aire de respeto,  tratando de representar el papel de alguienrelajado y acostumbrado a lo que ocurría. La verdad estaba espantado porhaber mirado como el noble hombre preparaba todo con las manos desnudassin haber mediado nada de higiene. Con franqueza declaro aquí que tenía unpoco de repulsión. Pero ya estábamos en eso y era perfectamente conscientede   que   todo  eso  no   sólo   tenía   la   función  de   re­hidratarnos   y  otorgarnoselectrolitos   y   carbohidratos,   necesarios   para   la   calurosa   faena,   sino   queademás implicaba un importante acto ritualístico, una especie de actividad decomunión realizada entre todos nosotros para afrontar como una unidad lovenidero.   Bebimos   lo   mismo,   en   los   mismos   cuencos   y   lo   hicimos   encomunidad.  Don  Beto  me  entregó   el   cuenco  y   tratando  de  moverme  connatural soltura le puse un poco de sal marina. Lo bebí y es que aún todavía

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puedo recordar con facilidad su fuerte sabor. Tenía un gusto a fermento, cosainevitable por haber sufrido la masa húmeda de maíz el fuerte calor a lo largode la mañana.  El agua del pozo le otorgaba una consistencia no tanto acuosasino más bien pastosa. Si embargo no era desagradable, eso si, un poco fuerade lo común, pero a fin de cuentas uno como mexicano consume maíz de unaforma u otra. Pero este en especial era maíz “pinto”, del tipo de maíz original,sin ningún tipo de modificación genética o tratamiento con químicos. Era dela   misma   especie   de   maíz   del   que   con   seguridad   comían   los   ancestrosmesoamericanos.

Según así me lo hizo saber después Celeste, este maíz aún se cultiva enalgunos  pocos   lugares   y   su  uso  es  dirigido  a   la  preparación  de  un   sak­áparticular para rituales y actividades mayas en las que intervienen fuerzasmisteriosas,  pero  en  las  actividades   rurales  de   trabajo  agrícola,   los  mayascomunes solo consumen el preparado de maíz, sal y agua meramente comoun   alimento   durante   las   faenas   agrícolas,   no   confiriéndole   más   que   encontadas ocasiones un valor mágico o espiritual. 

En esta situación si se lo estábamos aportando tal valor, por que lo queíbamos a hacer correspondía a los intereses de la vida. No era para nada unaexpedición de búsqueda o de investigación. Era una jornada en la que fuerzasmayores a nosotros nos habían atrapado desde antes.

Mientras terminaba el mío, el otro cuenco servía para preparar el sak­áde Silvestre. En eso llegaron los jóvenes, acalorados y sedientos. De nuevo noencontraron nada que cazar. Don Beto les dijo:

— ¡Hey, muchachos! Vengan para acá  ya. Quiero que sepan que enesta ocasión las cosas son diferentes. Ya dejen de andar buscando, que es horade hacer lo que los mayores.

Entonces les preparó su sak­á y lo bebieron con gusto y tranquilidad.Mientras Silverio continuaba observándome en silencio. 

Ahí  me di  cuenta de que se nos estaba sometiendo a una serie  depruebas. Se nos habló primero de la desaparición y búsqueda de Alex. Desdeese momento ellos comenzaron a sopesar nuestras reacciones. Luego fuimos arecoger el pastel para ser entregado a una persona ausente. Después se noshicieron notar los pequeños sucesos que fueron denotados como señales. Senos   refirió   además   en   diversos   momentos   la   constante   atención   que   laconciencia de  El  Monte  tenía sobre nuestra marcha. Y hasta ese instante se

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sumarían   a   las   pruebas   la   manera   como   actuáramos   al   tomar   sak­á.Muchísima gente  respondería con actitudes como el  desdén,   la  burla  o  elrechazo franco.

Pero ahí, en un mediodía tropical y bajo el techo de ramas y palma dela palapa, una aceptación tácita nos fue otorgada como un especial méritomaya.   Adquirimos   la   categoría   de   individuos   capaces   de   compartir   supercepción del  mundo.  A partir  de ahí   comenzarían a revelarnos  aspectosfascinantes.

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VIII. Para pedir permiso al Lugar

«Pocos son los que ven

 con sus propios ojos y sienten

 con sus propios corazones».Albert Einstein

Iba   preparado   para   pedir   permiso   al  lugar  cuando   llegáramos   a   nuestrodestino. 

Pedir permiso en un lugar era algo que aprendí cuando, hace catorceaños, Celeste me introducía al mundo del  conocimiento. Fuimos de nuevo alsereno bosque de eucaliptos en Durango. Nos sentamos bajo nuestro amigo elahuehuete y ahí comenzó a explicarme que existen dos mentes dentro de cadauno de nosotros. Me dijo que una es totalmente nuestra, que la podemos escu­char pero la mayoría de las veces es apenas una pequeña voz. Esta mente pro­pia, aclaró, es la que aporta orden, sencillez, rotundidad y comprensión. Es laque nos trae siempre propósito pues sabe lo mejor para nosotros por que po­see una íntima unión con todas las cosas.  La otra mente es algo impuesto des­de afuera por algo en cierto modo ajeno a nosotros, y está ahí para manipular­nos utilizando la confusión, la desesperanza y el miedo. Me indicó que en eselugar, bajo la sombra de nuestro alto árbol podríamos aplicar nuestra mentepropia para hablar con la mente del lugar, la cual, es en sí el conjunto de cam­pos de información y energía de cada lugar. 

Mientras nos mirábamos directo a  los ojos,  Celeste enfatizó  que nopensara en términos de animismo, pues ella no hablaba de la creencia de sim­ples espíritus que animan todas las cosas. Ella se refería a una simple verdad,y es que todo el universo está constituido por energía que posee información einformación que constituye a la energía. Me sorprendió al explicar con tantasencillez conceptos modernos de la física cuántica. Pero así es ella, sorpren­dente, siempre tiene el entendimiento claro y simple de cosas muy complejas. 

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Sentaditos muy a gusto y sintiendo la delicada brisa me pidió que laobservara con atención, cosa nada difícil para mi, siendo algo que me encantahacer. Me sonrió y sacó de su bolso una pieza de chocolate de mesa. Luego larompió en varios pedazos y me dio la mitad del chocolate. A continuación ex­trajo de la bolsa un pequeño morral de color salmón que traía dentro tabaco.Tomó  un puñado y también me entregó   la mitad. Luego se puso de pie yorientándose hacia el poniente dijo:

— Mi Jorge, todo tiene ocho lados, simbólica y literalmente. Tú nuncapiensas en eso por que no lo sabes, como toda la gente. Si comienzas a reco­nocer esos lados en el mundo que te rodea, entonces comienzas a incorporar­los en ti. Los asumes y eres uno con ellos. Dejan de ser ocho lados para seruno al mismo tiempo. Ese lado es el de tu mente propia, en donde radica todatu  fuerza.

«Ahora, para que comiences a entenderme, he de hablarte de cosasque son muy importantes para mi:

«Cuando me conociste pensaste que yo soy simplemente una mujer.Luego poco a poco te hice saber que soy una bruja, pero en realidad soy másque eso. Son una mujer de conocimiento. Pertenezco a un linaje de mujeres yhombres que a lo largo de miles de años han buscado su mente propia. La hu­manidad hace muchísimo tiempo poseía una mente propia, pero algo terrible yque de alguna manera es no­humano llegó hace milenios y nos ha venido qui­tando desde aquel entonces todo nuestro poder. Ese algo que llegó es una razaque se alimenta de los campos de energía e información que conforman  nues­tra mente propia. 

«Nosotros, las mujeres y  hombres de conocimiento  luchamos por resta­blecer nuestras mentes propias, y así vivir en felicidad a través de nuestra fuer­za —dijo Celeste, quedando un extraño silencio entre los dos.

Escuchaba a mi Celeste con una sorpresa que desbordaba de maneraevidente hasta por mis orejas. Pero ella no cambiaba su profundo y tranquilohablar:

—Pero deja te digo, Jorge, que esta fuerza es algo que nos correspondepor derecho propio, pero ese algo que nos controla tiránicamente, lo hace  im­poniendo su mente sobre la nuestra. 

«Si, te estoy hablando de una potencia a la que todos los pueblos delmundo siempre se han referido como el Mal. Pero en si no es el mal. Más bien

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es su manera natural  de actuar.  Sencillamente,  entiéndeme por  favor,  sonunas inteligencias no­humanas mucho más antiguas que nuestra especie y quedesde el más extraordinario pasado han estado aquí, convirtiéndonos en frági­les esbozos de personas semi­conscientes de nosotros mismos. 

«No te asustes, deja de poner esa cara de espanto que me das risa, teves chistoso. No te estoy hablando del diablo. Eso como tal no existe. No hayinfierno ni cosas así. De lo que hablo es de la lucha de los fuertes sobre los dé­biles. Me refiero a simple supervivencia.

«Tu bien sabes que los científicos descubrieron hace décadas que todoesta constituido por energía. Ya ves, Einstein fue el primero que lo afirmó.Luego  otros   comprendieron  que   toda  esa   energía   forma  campos.  Despuésotros científicos determinaron que esos campos de energía están organizados,o sea, tienen orden. Y en donde hay orden hay un sentido, un propósito. Hayinformación inherente.

«Tú me hablaste en una ocasión de un tal David Bohm, discípulo deEinstein, y me dijiste que ese hombre afirmaba que todo esta constituido enúltima instancia por información coherente e implícita en la estructura delmundo. Me diste el ejemplo de las moléculas de ADN. Me explicaste que elADN es en sí un conjunto de átomos, o sea, energía organizada de manera ge­ométrica que logra contener cantidades grandiosas de información codificada.

«Reflexiona un poco sobre eso mi Jorge. Todo tiende a evolucionar enformas más organizadas, más complejas, con mayor información codificada.Pues hace muchísimo tiempo unos portentosos campos de energía evoluciona­ron dando origen a una raza de seres complejos y poderosos. No hablo de loshumanos, por que nosotros venimos después. Me refiero a seres mucho másantiguos que además no están constituidos por átomos, o por lo menos no deátomos como los tuyos y los míos. Te estoy hablando de las criaturas origina­les del Universo.

«Cuando esos seres, los primero autoconscientes de la creación apare­cieron, observaron que la materia y la energía de su alrededor obedecía a suspensamientos. Se percataron que los campos de energía que los rodeaban serevolvían agitadamente sobre sí mismos, entonces decidieron participar en laformación de nuevos campos de energía e información. Esos seres son los queconocemos como ángeles. Es una raza que ha fomentado, o más bien cuidadoque exista la evolución hacia formas más bellas y ordenadas en la vida del

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Universo. Ellos, la raza de los ángeles han ayudado en la condensación de lasenormes nubes de gases elementales y han tomado parte en la formación delas galaxias y estrellas. De alguna manera han estado ahí para que átomoscada vez más pesados fueran sintetizados en el núcleo de los soles y luegoemitidos al espacio, para formar después los planetas»

— Pero allá, en los reinos más antiguos del Cosmos —continuó expli­cándome Celeste—, los Primordiales, que es una de las maneras como les lla­mo se dieron cuenta de que faltaba mucho para que la fuerza vital se expresa­ra en formas físicas,  así  que actuaron como catalizadores  para que en  losmundos aparecieran los seres vivientes, hechos de materia, como nosotros.Ellos colaboran, e incluso intervienen directamente en estos procesos de evo­lución, mi Jorge. Esa raza antiquísima está ahí, pero ha dejado a todas las de­más razas posteriores que hagamos lo necesario para que por medio de la ex­periencia vayamos creciendo. Si hemos de tropezar y caer estrepitosamente,ellos no intervienen para evitarlo. Nos dejan tener esa vivencia y que de ellaaprendamos. Si se les pide ayuda, la otorgan en la cantidad que cada quienpida. Además están más allá de la generosidad y la bondad por que no se venrestringidos por los valores de la moral o de la ética; estas últimas son inven­ciones de los humanos confundidos y asustados. Los  Primordiales, o si así lodeseas, ángeles, forman parte de todo. Se han fundido hace mucho a la fuerzavital del Universo, pudiendo ser que en realidad ellos han sido esa fuerza des­de siempre. Eso si no lo sé. Pero lo que si sé es que la manera de contactar conellos es a través de nuestra  mente propia. Ella es el método, el instrumento,pero debemos de utilizarla conscientemente. La cuestión es que estamos des­vinculados de nuestra mente propia y no llegamos a vivir en un flujo constantecon la fuerza vital del cosmos. Sólo vivimos casi mecánicamente mi Jorge.

«Necesitamos de la  mente propia  para dialogar directamente con losPrimordiales.

«Ahora te hablaré de la raza no­humana que nos tiene sometidos. Ellosson una raza de guerreros. Tu sabes que un guerrero no ataca ni la mente nial cuerpo…ataca al corazón ¡Al corazón! Y es ahí  en donde radica nuestramente propia Jorge, y es ahí en donde se está librando la batalla. En el cora­zón de la humanidad.

«Quiero que sepas que si hay muchísima vida en todo el Universo, enincontables mundos, algunos son mundos más allá de nuestra comprensión y

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que de uno de ellos llegó esa raza que nos subyuga y que se hacen llamar losOscuros. Pero los ángeles o Primordiales que son como millones de gotas quejuntas forman un infinito mar plateado, se han tratado de oponer en ciertamanera a los Oscuros. Te preguntarás que cómo se oponen, y además pregun­tarás por qué permiten la tiranía de los Oscuros sobre nosotros. Es que en cier­ta forma los Primordiales, Oscuros y los humanos somos iguales. No es tantodestruir a unos para que prevalezcan otros. Más bien la cosa es que somoscomplementarios y para lograr el siguiente paso evolutivo desde hace muchí­simo que deberíamos de habernos integrado todos en una alianza, algo cerca­no a una simbiosis».

— Celeste, párale tantito sino se me va a explotar la cabeza. Dame tan­tito chance…a ver, estás afirmando una serie de cosas que me dices son total­mente verdad. Estoy acostumbrado a ideas exóticas por que me encantan loslibros de ciencia ficción, pero esto me lo estás diciendo con la mayor de lascalmas, como lo más natural del mundo. Quiero que sepas que a ti te creerétodo, pero esto ¡espera! está apunto de rebasar mis capacidades. No lo pondréen duda lo que me explicas, por que a tu lado he aprendido cosas extraordina­rias pero esto requiere que lo pueda, por lo menos, tragar.

— Está bien Jorge, tranquilízate si quieres pero esto tengo que revelár­telo todo y ya. No te puedo ocultar más estas cosas por que forman parte cen­tral del conocimiento. Y además tengo la forma de comprobártelas. 

«Desde hace muchísimo tiempo se viene peleado una guerra: la igno­rancia contra el conocimiento,  la estupidez contra la inteligencia, el miedocontra la certidumbre y la confusión contra el propósito.

«Todo la sabiduría, nobleza, honradez y creatividad de la que somoscapaces la hemos tenido que arrancar de las garras del enemigo. Es un enemi­go te digo, en verdad  formidable, temible. Ellos, los Oscuros son responsablesde la otra mente que habita en nosotros como un implante, como algo instala­do a la fuerza en nosotros. Pero esa mente a su vez es nuestra también. No lopuedo negar.

«Te insisto, por favor en que quites esa cara de susto. Respira tranquilopor que no vas a lograr nada permitiendo que el miedo te embargue en estosmomentos. Esa es una treta de la mente que estás acostumbrado a usar. 

— ¿Pero cómo ocurre esto? —le pregunté a Celeste con una total con­fusión. Sentía como una mano dura y fría atenazaba mi corazón.

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— Bien, pues deja te digo —y con un ademán breve, Celeste hizo algocon su energía que me comenzó a tranquilizar—. Tú bien sabes que existe elCalor y el Frío. Me has dicho que en física son considerados como cantidadesde energía positiva y negativa, respectivamente. Bueno, todo mundo está fa­miliarizado con el concepto de “calorías”. La gente dice “este alimento tienetantas calorías”, con lo que se refieren a la cantidad de energía que posee.¿Pero hay energía “negativa”?

—Si —respondí—. Claro, si hablamos de lo opuesto a las calorías, loconsideramos en términos de calentar un gramo de agua con el calor despren­dido de quemar algo, por ejemplo, de quemar un pedazo de pan. Así pues sedice que ese trozo de pan generó equis cantidad de calor que elevó en deter­minados grados la temperatura de esa agua que pretendemos calentar. Esasson las calorías de ese pan, pero si deseamos saber cuanta energía se necesitaquitar de esa agua para enfriarla algunos grados, pues esa energía retirada delagua es lo opuesto a las calorías y se le conoce como “frigorías”. Son comoanti­calorías o por decirlo así,  el frío que se le aplica para enfriar algo. Noexisten en realidad las frigorías pero se les considera meramente para realizarcálculos en física. No existe el frío como un algo en sí, es más bien la ausenciadel calor.

—Ándale, ese ejemplo me gusta. Además como te estoy pidiendo tucomentario, estoy logrando que te relajes y dejes a un lado el miedo —indicóella. 

—Pero si me preguntas si existe algo así como energía “negativa” —proseguí—, pues si. Es un concepto totalmente teórico. Algunos astrofísicos lellaman energía “fantasma”. Es algo así como una fuerza que actúa al revés dela gravedad. En vez de atraer a las cosas entre sí, las hace que se repelan. Lacosa rara que tiene es que con el paso de los millones de años del universo,cada vez se hace más y más intensa. En la época en la que apenas se estabaformando nuestro Sistema Solar esa energía fantasma apareció. Oye, que cu­rioso, nunca me había dado cuenta de esa coincidencia que te acabo de decir.Bueno, la cosa es que esa energía nadie sabe por que está y porque apareció,pero lo que se sabe es que como te digo esta creciendo exponencialmente.Hay un artículo que se publicó en la revista…

—Si mi Jorge, después si quieres me hablas de ese artículo, no quieroque te me quieras evadir de lo que te estoy diciendo. Quería que te calmaras y

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que fueras aceptando esto que te revelo. Me preguntaste que cómo ocurre quetenemos dos mentes. Son tuyas las dos, pero como hemos concentrado casitodo en la mente conocida, nos hemos desequilibrado. Este enorme desequili­brio lo estamos acrecentando todos juntos día a día y nos va a llevar a una si­tuación que no podemos eludir. Toda la gente de este mundo nos confrontare­mos con algo definitivo y de nosotros, de cada uno dependerá el resultado. Laguerra que se está suscitando en nuestros corazones es el producto natural deexistir, no es algo malo. No hay demonios malignos y ángeles bondadosos porahí, ni un Satanás peleando con Dios por nuestras almas. Nada de eso. El tre­mendo conflicto está dentro de nosotros pero ya es tan grande que lo materia­lizaremos en nuestras vidas cotidianas. Y será tan enorme que puede crear te­rribles tribulaciones. 

La mente propia es el producto de unir en nosotros la fuerza de los Pri­mordiales y de los Oscuros. Ellos son fuerza, poder pero en estos momentos dela historia del Universo ellos sólo tienen sentido de existir gracias a las cosasmateriales. Ellos son la salud y la enfermedad, el amor y el odio, la franquezay la hipocresía. Los Primordiales nos vivifican pero al refrenar nosotros su fluiren nuestro ser, creamos a los Oscuros. Todos ellos no son cosas, son entes. Y sicomprendemos esto que te digo muchas cosas buenas pueden ser.

«¿Tu acaso nunca has sentido desde lo más hondo de ti una voz quetrémula te pide la escuches? Esa voz es la que te puede dar sensatez y fuerza,es la que aporta sentido a todo lo que ocurre y le provee un sentido a lo quepasa. ¿Verdad que la has escuchado? Es una voz desconocida pero increíble­mente familiar. Es tu verdadero ser, con el que haz de unirte y ser por fin uno.Si lo logras, te aseguro Jorge que encontrarás pasión, paz y dicha. Tendrástodo aquello que es tuyo y tu camino será claro y recto. ¡Escúchame! Claro yrecto.

«Por eso venimos a este bosque. Para que hagamos lo necesario con locual escuchar a nuestra mente verdadera y obtener, aun que sólo sea por uninstante, una unión que todos buscamos pero no sabemos en dónde encontrar.Lograremos hacer una alquimia entre lo que tienen para darnos los  Oscuroscon la potencia de los Primordiales, ambos aquí alrededor y en nosotros —meexpuso Celeste.

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Mi cabeza latía con frenética violencia. Era algo que me fue explicadocon suma claridad y detalle, pero que no podía comprender. O más bien meresistía a aceptar.

— ¡Jorge!, ¡silencio! Calla ese barullo que traes ahí dentro. Tus emo­ciones están tan alarmadas que hasta acá las escucho —me dijo mientras, cla­vando en mí una mirada profunda y penetrante—. Quieres inmediatamenteentender todo, darle su lugar a las cosas. Esto que te digo es algo para refle­xionarlo, para incorporarlo. Estás tan acostumbrado a ser sometido por tusimplantes mentales, que para todo te resistes casi hasta la muerte. 

Se quedó parada junto a mí, la vista fija en la copa de los altos eucalip­tos. Frente a ella el ocaso desplegaba sus colores; luego volvió hacia mí y ha­bló de lo que haríamos. 

Dijo que no pensara en términos de ofrendas. Lo que entregaríamos enese lugar sería regalos, obsequios para lo que está afuera y que en realidadestá adentro. Para lograrlo tendríamos que acceder a la mente propia. Apun­tando hacia el Oeste, me explicó que era la dirección por la que comenzaría­mos. La hora en  a que la noche comienza es el momento de transición entrela luz y la oscuridad. Lo claro y lo confuso se funden, creando una condiciónespecial. 

— Mira, todo el día e igual la noche son especiales. Todo es poderoso.Pero tu mente, como la de cualquier persona, recurre a símbolos para com­prender el mundo. No creas que tu mente percibe al mundo tal y como es enrealidad. No. Lo que tu estás percibiendo y comprendiendo justo en este ins­tante, es únicamente una representación del mundo que construyes en tu inte­rior. Nunca vas a percibir lo que no conozcas, siempre ajustarás lo que ves oescuchas a lo que conoces previamente. Tú aplicas un cierto número de sím­bolos básicos en tus procesos para saber cómo es tu entorno. Si ante ti aparecealgo absolutamente nuevo, algo extraño, lo que harás es ajustarlo para quetenga parecido con cosas conocidas. Dirías algo como “esa cosa tenía cabezade perro, alas de mosca, olía como carne de pollo cocida y sonaba como untambor”. Seguramente la cosa exótica es en todo diferente a lo que describas,pero sólo lograrás darle una definición basada en cosas que desde antes for­man parte de tu realidad. 

«La Realidad como algo absoluto e inamovible, Jorge, no existe. Re­cuerda que el universo es campos de energía e información, pero quiero que

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sepas que es dinámico, cambiante. ¿Y sabes por qué cambia? Por que estoscampos de energías básicas son inteligentes. Son la energía que juntos los Pri­mordiales, los Oscuros y nosotros engendramos. Algún día, más adelante te ex­plicaré como muchas más cosas sobra la naturaleza de esas dos razas y su ínti­ma relación con los humanos, pero baste que sepas ahora que esos campos deenergía interactúan consigo mismos, creando nuevos códigos en la informa­ción que los constituye, o sea, nuevas formas y nueva información. «Yosé que todo lo que te digo, de alguna manera lo estás logrando entender, perosólo gracias a que estamos tomando poder de este lugar mágico. Luego, alrato cuando vuelvas hacia tus cosas, se te comenzará a hacer confuso, perotendrás que recuperar tu entendimiento, reflexionando lo que hemos habladoaquí. Pero más te he de pedir que mejor escuches a tu mente propia. Ahí estarála claridad que luego requerirás. 

Quedó en silencio unos momentos, como mirando algo más allá de misalcances. Luego se arrodilló, y con sumo cuidado depositó en el suelo el taba­co y el chocolate que traía desde varios minutos en las manos. Entonces escu­ché que musitaba por lo bajo, diciendo hacia algo o alguien para mí invisible:

— Te regalo lo que sé que te gusta. Recíbelo. Te lo doy con gusto. Tereconozco en mí, fuerza del Oeste. Yo soy la Paciencia. Los atributos del nobleoso son también míos.

Emulé lo que hacía. Ella volteó y dijo: —Jorge, por favor siente lo que estoy ahorita diciendo. Pidamos hacia

las direcciones, pero principalmente te lo estás pidiendo a ti. Al recibirlo de al­gún lugar, lo estas tomando de ti. Todo tiene poder, pero sólo si eres concien­te de que también tu lo tienes serás dueño de el. Deja de pensar que sólo estáfuera. Tú eres ese poder.

Se paró tranquila, con los ojos cerrados. Luego, mirando hacia el Nortevolvió a tomar de su bolso tabaco y chocolate. Me dijo con un movimiento dela cabeza que tomara también. Se arrodilló de nuevo, con el rostro hacia esadirección y dijo, casi como un murmullo:

— Te traigo  un obsequio. Tómalo. Te lo entrego gustosa. Sé que estásen mí, fuerza del Oeste. Yo soy la Fortaleza. Las cualidades del poderoso búfa­lo son también en mí.

En un momento dado dejé de recitar como robot lo que ella decía. Co­mencé a hablar pero no con algo externo. Más bien me permití aceptar por un

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instante que en verdad le hablaba a poderes inteligentes fuera y dentro de mí.Fue entonces que de pronto me sentí un búfalo dotado de enorme fuerza. Per­cibí con toda claridad como desde un “norte” en mi interior emanaba una sen­sación nueva que me envolvía. Fue como un breve estado más allá de la con­vicción. No estaba sugestionado, al contrario, me encontraba siendo la fortale­za misma. 

Celeste cambió de dirección. Volvió a poner en el suelo un puñado detabaco y chocolate. Pero ahora la escuchaba con mayor fuerza. Todo lo decíavehementemente.

— ¡Ten este presente! Te lo doy contenta por que sé que tu  fuerza,Este, también me conforma. Soy el Entendimiento. ¡Los atributos del águilaestán en mí!

« ¡Recibe mi regalo! Estoy feliz por saber que tu fuerza, Sur, tambiénme conforma. Soy el Discernimiento. ¡Las cualidades del coyote me constitu­yen!   –y puso un poco de chocolate y tabaco en el suelo, encarando esta di­rección.

Luego volteó hacia arriba y levantó sus manos, con gesto de entregaralgo. Después las bajó hacia sus pies, como mostrando el contenido de susmanos.

—El Cielo arriba y la Tierra debajo de mi —dijo—. Lo que tengan uste­des lo tengo yo también. Y a su vez ustedes tienen todo lo que yo poseo en mí.Al ofrecerles esto que me es valioso, reconozco mis valores uniendo así mi sercon todo el Universo —luego hizo un movimiento circular sobre sus pies, mos­trando al entorno sus manos extendidas para terminar llevándolas hacia supecho.

—Estas son las ocho direcciones de poder, las cuales siempre te recor­darán que su fuerza es tu fuerza. Adelante, atrás, derecha e izquierda, arriba,abajo, alrededor y tú centro. Obra siempre de acuerdo a reconocerlas en cadaacto y sentimiento que tengas. Esto que te pido no lo hagas nada más paracomplacerme. Te invito a que lo hagas sintiéndolo. No las adores ni las divini­ces a estas direcciones, y nunca las veas como algo únicamente externo y des­vinculado de ti. En realidad tú interpretas a cada dirección como parte de tuentorno, pero en verdad siendo tú uno con tu mente propia, estás en todos la­dos y eres el entorno, lo envuelves. Tendrás ocasiones suficientes para com­prenderlo. Te lo iré mostrando más y más cada vez.

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Y claro que me lo mostró, muy pacientemente en muchas ocasiones. Retorno en mi narración de los hechos al momento en que nos dirigía­

mos en el viejo camión por las selvas de Yucatán. Ese acto que describí de re­conocer la fuerza del lugar en nuestro interior es algo que estaba llevando ahía cabo, preparado para cuando llegáramos a Chen Solís, lugar de la desapari­ción de Alex, y expresarlo directamente. 

Según el GPS faltaría muy poco para arribar y por fin contactar direc­tamente con la mente del lugar. Jorge y Claudio revelaban en sus movimien­tos una inquietud que con seguridad era mucho menor que la mía propia.

— Ojalá y Celeste estuviera conmigo en estos momentos —pensé.

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IX. Arribando a Chén Solís

Después de viajar a lo largo de 50 kilómetros, 29 de ellos por rudo y casiinexistente camino, y 5 horas de intenso calor pero agradable camaradería,llegamos a nuestro destino. 

Descendimos   del   sobrecalentado   vehículo,   contentos   pero   muyentumidos. Una breve caminata y algunas flexiones y saltos nos reanimo atodos.

Con el uso del GPS pude saber que estábamos a pocos kilómetros de lacosta noroeste de la Península y también vi que el camino registrado en lapantalla del dispositivo tenía la apariencia de un trazo serpenteante. Decidímarcar   las coordenadas del   lugar,  haciendo que el  GPS  las  grabara en sumemoria interna.

Ya que estábamos ahí, lo primero que les pedí a los muchachos es queme permitieran pedir permiso respetuosamente al lugar.

Esa   solicitud   hizo   que   nuestros   amigos   mayas   tuvieran   un   leverespingo. Quizás el sobresalto fue de extrañeza ante un mestizo como yo, quesin   tener   desafortunadamente   ni   una   gota   de   sangre   maya,   se   atrevíapretender realizar una actividad propia de un H’meen3. O quizás fue en virtuda  las sutiles pruebas a  las que me sometieron,  que  logré  por fin constataralgún tipo de cualidad que de alguna forma ellos esperaban ver en mí. 

Más   tarde   respecto  a   la   verdad  de   su   tenue  exaltación  y  de  otrasmuchas cosas todavía ocultas, habríamos de enterarnos en su momento consorpresa. Pero sigamos con el ritmo de los sucesos.

Les explique a mis amigos mayas que a  lo  largo de los  años habíaconocido a mujeres y hombres practicantes de diversas disciplinas esotéricas yespirituales. Que inclusive llegué a ser fiel discípulo de varios de ellos y que alfinal, después de tanto meter las narices por ahí, encontré que la cosa era muysencilla en si misma:

3 H’meen, en lengua maya yucateca, chamán, guía espiritual de la comunidad o curandero (N. del A.).

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Que el  asunto del  cual  hablan en esencia  brujos,  chamanes,  gurús,curanderos y sacerdotes es de lograr silenciosamente la libertad de nuestroser.   No   sabía   en   esos   momentos   si   me   estaba   dando   a   entender,   peropretendía despojarme de cualquier calificativo que pudiera estar ganándomeante sus ojos. Simplemente deseaba participar aportando algo que es para mivalioso.   Pues   como   fuera,   ellos   no   objetaron   nada   y   se   dispusieroncalladamente para aunarse en mi esfuerzo.

Saqué un puñado de tabaco del interior de una bolsa de cuero, bolsaobsequiada de mi amigo Francisco McManus. Lo repartí por igual entre lospresentes y fue cuando más relajado me sentí al escuchar que don Beto decíacomprendiendo mi intención:

—¡Ah, es para darlo al Monte! —Los demás asintieron, dirigiéndoseautomáticamente a diferentes puntos del entorno. Ahí escogía cada quien unarbusto o árbol y entregaban con reverencia el tabaco. Recordaba a Celeste, lacual decía constantemente: 

—Todo   es   simbolismo   para   la   mente.   Nada   existe   tal   y   como   lopercibimos. En nuestra mente realizamos procesos de interpretación que noshacen ver las cosas tal y como creemos que son. Tu mente asume todo comopropio, como una proyección de sí misma. Y en realidad así es.

De acuerdo a esas palabras de mi mujer, si somos capaces de otorgarun   valor   sagrado   al   mundo,   entonces   nos   sacramentalizamos   nosotrosmismos. Reconocemos la divinidad de nuestro ser, de nuestras personas y denuestra vida. 

Mientras   todos   depositábamos   nuestra   ofrenda   de   tabaco   dejé   deverlos como individuos sólidos, y por medio de un acto de la conciencia, lossentí a mi rededor como nubes de energía. Eso duró apenas unos segundospero me llenó de regocijo y tranquilidad. Recordé una palabra maya y conprofundo   sentimiento   la   expresé   honestamente   hacia   mis   compañeros   deaventura.

— ¡Todos son mi suku’un4!A lo cual se despertó una alegre risa. — ¡Tú también! —dijo Claudio.

4 Suku’un, hermano, expresión de trato respetuoso para una íntima camaradería (N. del A.).

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El sol dejaba caer sus candentes rayos a plomo, pero en eso una frescabrisa, traída desde el cercano mar, recorrió con gentileza sobre las copas de laselva. Nos tocó, casi acariciándonos con su vivificante movimiento. Eso animómás a todos los expedicionarios.

— ¡El  Monte  está  contento! —dijo don Silverio. La profunda y viejacicatriz que surcaba su rostro no le impidió sonreír con evidente felicidad.

A continuación, luego de un buen trago de agua, me ajusté el cinturónen el  que portaba  los aparatos  de medición, revisándolos  de un vistazo,  ycaminando en dirección hacia donde don Beto nos comenzaba a guiar. Nosdirigió   inicialmente al  cobertizo de donde habían partido Alex y Panchito,dejando   ahí   a   su   abuelo   y   yendo   en   aquella   lejana   tarde   a   buscar   elahumador. Inicié las lecturas del electromagnetismo, como también realicé laslecturas   con   el   Geiger.   Avanzábamos   por   el   pedregoso   sendero   hacia   lapequeña   choza que funciona como almacén, atentos a lo que nos rodeaba.Fue   entonces   que   una   sensación   de   misterio   descendió   entre   nosotros.Después retornamos hacia el punto en donde estuvo el abuelo esperando a losjóvenes en aquella aciaga tarde.

Caminé con mucho cuidado, permitiendo que los aparatos tomaran suslecturas de las energías. Más en cierto punto me detuve, por que en donde elcamino trazaba una leve curva hacia la izquierda nos esperaba algo que measombró.

—   ¡Se   está   moviendo!   —dijo   don   Silverio—.   El   aparato   está“marcando” algo.

En efecto, el Geiger registró la presencia de partículas de alta energía.Podría   ser   una   de   varias   cosas,   pero   basándome   en   nuestras   previasexperiencias sabía que lo que fuera no era nocivo. Lo que fuera el origen de lapresencia de esos altos niveles de energía, era algo que no alteraba de ningúnmodo   la   vida   de   ese   lugar.   Plantas   y   animales   por   doquier   tenían   unaapariencia y conducta de lo más normal. Pero antes de llegar a conclusionesteníamos que ampliar nuestras pesquisas. 

En muchos otros lugares de México, especialmente en la Península deYucatán   habíamos   encontrado   Celeste   y   yo,   fuentes   extrañas  de   potentesemanaciones de energía que se lograban detectar por medio de dispositivosespeciales. Los fenómenos clasificados como sobrenaturales, parapsicológicoso  vinculados   con   los  OVNIS,  por   lo   común dejaban   tras  de   si   residuos  y

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anomalías   energéticas.   Por   lo   común   se   podían   encontrar   importantesvariaciones en  la  intensidad  local  del  magnetismo geológico,  como nivelesmuy   altos   de   partículas   de   alta   energía.   Por   esa   razón   llevaba   conmigoprecisamente dispositivos adecuados con los cuales investigar esos fenómenos.

Y sí, en un punto dado de aquel lejano caminito entre la selva baja deYucatán, había mucha energía. No pretendo entrar aquí en detalles de la físicaimplicada en eso. Simplemente valga decir que esa energía naturalmente nodebería de estar ahí. 

Pero así era, y eso maravilló enormemente a nuestros guías. Ellos nosabían a ciencia cierta que registraba, pero les era muy significativo que enese preciso lugar se comenzaran a encontrar cosas. 

Un breve silencio de expectativa fue roto por el papá de Alex, quienexplicó que en ese justo lugar sobre el que estaba, fue en donde por últimavez Panchito vio a su hermano, mientras corrían y antes de perderlo de vistapor la espesura de la vegetación.

El   hallazgo   me   llenó   de   sorpresa   y   gusto.   Nuestro   arribo   alcampamento apícola fue seguido por el rápido encuentro con las pruebas deque cosas que para nada eran normales, habían sucedido allí.

El magnetómetro mostraba como su aguja se movía frenética de unlado al otro, registrando campos magnéticos fluctuantes, como si un enormeimán se estuviera moviendo invisible a nuestro alrededor.

Estábamos  en  un   lugar  desolado,   lejos  de  cualquier  pueblo,  en  unpunto   de   muy   difícil   acceso,   y   ahí,   acompañado   de   estos   hombres,   meenfrentaba   ante   uno   de   los   varios   hechos   que   simplemente   ahí   estaban,esperando misteriosamente.

El  Geiger saltaba,  y  casi  podría decir  que  lo hacía con entusiasmo,contando las enérgicas partículas que manaban con generosidad. A unos dospasos de mi, don Luis continuaba observando, embargado por una silenciosaemoción.  Los demás nos rodearon para preguntar que pasaba. 

Reanudamos la marcha, llevándonos a recorrer el camino que tomaronlos muchachos, recreando de nuevo aquél día. Mientras noté que el senderoflanqueado  por  abundantes  árboles,   era  de   fácil  andar,  pero  que   intentarmeterse en la densa selva que a ambos lados nos cubría, parecía difícil, quizásimposible.   Arbustos   espinosos,   muy   apretados   unos   con   contra   otros

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bordeaban el camino. Pensé que realmente por eso habría sido muy difícil labúsqueda del Alex. 

Encontramos tres puntos entre si muy juntos, de los cuales el Geigernos indicaba que brotaba algo intenso. Sin embargo los dositómetros, que sonsensores   portátiles   que   traíamos   con   nosotros   para   observar   la   posiblecontaminación radioactiva que sufrieran nuestros cuerpos, nos indicaban quetodo estaba bien y que no habíamos aún acumulado nada dañino. 

A   mi   no   dejaba   de   maravillarme   la   naturalidad   con   la   que   seadaptaban  nuestros  guías   a   las   labores   que  desarrollábamos.  Observaban,comentaban y apoyaban de una manera abierta y dispuesta.

De esta forma resultó muy sencillo localizar las anomalías.Pero   nada   me   había   preparado   aún   para   lo   que   comenzarían   a

confesar estas sencillas y humildes personas. Nueva información emergió porfin y le dio a todo una dimensión más amplia como a la vez enigmática.

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X. Los Orgones y Alex

«La Fuerza, mi joven discípulo,es la energía que fluye

 en todos los seres vivos…la Fuerza es lo que mantiene

unida a la Galaxia y da vida a todo».Star Wars, Una Nueva Esperanza

George Lucas

Desde que Celeste y yo comenzamos a utilizar dispositivos de mediciónsensibles  a   las  energías  electromagnéticas,  pudimos  constatar   en   términoscuantitativos la teoría de los Orgones. 

Yo   me   enteré   por   primera   vez   sobre   la   existencia   de   esas   cosasnombradas con tan curioso nombre, al momento de que mi Celeste me hablóde los estudios que había cursado ella en la Ciudad de México. Ella obtuvo ungrado   de   maestría   en   psicoterapia,   especializada   en   terapias   alternas.   Sipostgrado le fue otorgado en el Instituto Wilhelm Reich. De esa manera gozóde los beneficios de una enseñanza basada en las investigaciones de ese granhombre que fue Reich. El doctor Reich fundó esa institución la cual divulgaciertas inortodoxas y brillantes ideas, entre ellas la del revolucionario hallazgodel Orgón. Los orgones son sencillamente cierto tipo de partículas medibles yomnipresentes. En esencia Reich determinó que toda la materia viviente de laTierra   es   animada   por   la   energía   de   los   orgones.   Pero   respecto   a   estostremendos   descubrimientos   hay   algo:   el   hecho   es   que   la   contundentedemostración de la existencia de este género de energía biológica ha pasadocasi   desapercibida.   Son  pocas   instituciones   y   por   lo   tanto  personas   en   elmundo que saben de esto y hacen algo con tal información.

Celeste me explicó  que desde hace muchísimo tiempo los  mujeres  yhombres  de conocimiento sabe de la existencia de esta energía vital; pero aReich se le puede otorgar la autoría del descubrimiento como logro científicocontemporáneo.

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Ella además me indicó que de acuerdo al conocimiento, ocurre que latotalidad del Cosmos, el medio ambiente y los seres vivos estamos formadosde orgones.

Los orgones fluyen a través de la atmósfera, como también en los ríosy mares. A su vez lo hacen dentro del suelo a  través de canales. Es como sihubiera líneas de conducción de esa energía por todos lados, algo así como loscables de distribución de electricidad. Celeste me pidió que me imaginara quehay chorros de orgones en el agua y en el aire, que se pueden mover libresserpenteando o con trayectorias espirales. También me mostró algo Celeste,algo que es fundamental.

—Mira  Jorge,  ven y  parate  aquí  —me pidió  una  vez,  hace   tiempocuando nos  encontrábamos en  nuestro  paraje   junto  al  enorme ahuehuete.Habíamos ido para yo que pudiera comprender directamente la manera cómose mueven los orgones.

— ¿Dónde,   aquí?  —le  pregunté.   Ella   asintió.   Llevaba  un  hermosovestido blanco que se agitaba alegre con las brisas. Me sonreía y dijo:

—Si,  acá,  vente…nada más parate aquí,  abajito de estas  ramas delárbol.

Hice   lo  que me pedía,  colocándome bajo   la  enorme  fronda que  seextendía.

— ¿Y ahora qué hago?—Bueno, nada más relájate, mira haz así, suelta tu cuerpo y relaja la

cadera   —me   indicaba   mientras   mostraba   cómo   debía   hacerlo.   Movía   susmanos hacia abajo, como si pretendiera sacudirse algo y giraba levemente suscaderas,  haciendo un círculo  pero  sin   levantar   los  pies  del   suelo  —Es unejercicio de bioenergética. Libérala tensión en los brazos y relaja el resto delcuerpo. 

— ¿Así? —volví a preguntar. Deseaba hacer las cosas bien.—Tu nada más relájate. Hazlo sintiéndote a gusto, no es una prueba ni

nada así. Te quiero mostrar primero como relajarte para lo que sigue. Ahorarespira profundo, pero al  hacerlo siente que  jalas desde el  vientre el  aire.Tranquilo, lentamente, jala el aire. Así  es como respiran los bebés y metenmás aire en sus pulmoncitos. No infles el pecho por que nada más llenarás amedias   tus   pulmones…si,   así…muy   bien…déjalo   salir   lentamente.   Sientecomo sale por tu boca y repítelo otras veces más.

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Al ir realizando lo que ella me indicaba, comencé a sentir un extrañocosquilleo   subiendo   por   mis   piernas.   Era   algo   ligeramente   parecido   a   lasensación que uno experimenta cuando se le está  durmiendo un miembro,pero esto era diferente. Era en vez de sentir pesado y torpe el cuerpo, darsecuenta   de   que   es   ligero   y   fuerte,   poderoso.   Entre   más   realizaba   esarespiración, logré percatarme de que mis rodillas por sí solas se doblaron unpoco y mi pelvis estaba más suelta. Sólo así fui conciente de la posición detensión   en   la   que   siempre   andaba.  Al   sentirme   tan  bien  proseguí   con   larespiración.

—Mi Jorge, eso que estás haciendo se llama respiración de poder. Estáspermitiendo que muchísimos  orgones  se   introduzcan  en   tu  cuerpo,  por   lanariz y por todos lados en realidad. Al llenarte con ellos ya verás el efecto.

Y si,  vi  el efecto. Sin esperarlo todo lo que me rodeaba comenzó  atener   una   extraña   mutación.   El   espacio   entre   los   árboles   se   llenó   deminúsculas luces, como si alguien hubiera soltado oro en polvo. Podía contoda claridad ver a través de eso pero sin embargo estaba ahí presente, comosi una neblina antes invisible se hubiera decido hacer notoria ante mis ojos.Las hojas, las ramas, los troncos de los árboles tomaban con un ritmo similaral de una oculta respiración ese enjambre de motas luminosas. La hierba bajonuestros   pies   incorporaba   ese   brillante   polvo.   Pero   al   verlo   másdetenidamente   no   era   polvo,   más   bien   semejaban   corpúsculos   pequeños.Como diminutas  burbujas  de  las  que salía una trémula  luz.  Las  rocas,   lasplantas y el arrollo tomaban esas cositas en sí, para después soltarlas, comodije parecido a un proceso similar a la respiración. ¡Todo estaba respirandoorgones! 

—Celeste, estoy viendo algo…y creo que son los orgones. Todo estáhecho de ellos y se comparten por doquier —y mientras decía eso voltee averla   a   ella   y   la   descubrí   en  un   esplendor  de   belleza  que  de  ella  nuncaolvidaré—. ¡Madre Santa de Dios! ¡Pero si estás brillando!

En efecto, Celeste irradiaba una luz hermosa producto de la gigantescacantidad de orgones que se sumaban a ella. Parecía un cúmulo de lucecitascon forma de mujer. Era increíble, con sólo respirar de cierta forma pude veresa otra cara de la realidad.

—   ¿Los   ves   mi   Jorge?   ¡Qué   bueno!   —exclamaba   Celeste,   dandopequeños brinquitos de gusto—. Ahora ve a lo lejos y mira.

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Al hacerlo me encontré con otro espectáculo quizás más sorprendente.En   el   aire,   entre   las   nubes   encima   de   nosotros   un   entramado   de   líneasluminosas fluía sin cesar. Era como ver una red de corrientes que llevaban unaenergía parecida a la luz, corriendo por toda la atmósfera. Vi también, conprofunda admiración como unos enormes pilares de luz brotaban de la Tierra,hechos de esa omnipresente energía orgónica. En el suelo, por todo el terrenoy hasta el  horizonte observé  con azoro algo parecido a una tela de arañaextendida por la superficie, luminosa y constituida por incontables motas deenergía. Apenas me cabía en la cabeza todo eso que ante mi se desplegaba.Celeste me había hablado de esto, incluso me había compartido sus libros ynotas sobre los estudios de Reich, pero verlo por mí mismo era diferente. Lopodía comprender por fin.

Lo  que mi  muy amada Celeste  me estaba  mostrando  era  algo quecualquiera pude también ver. En la Tierra los orgones se mueven formandolíneas   rectas,   algunas  de  unos  metros   de   largo   y   otras   de   centenares   dekilómetros, que parten en muchas direcciones siguiendo el orden de algunageometría sagrada. En los lugares donde se cruzaban se formaban los pilaresde luz y se les llama puntos de poder. Además Celeste me había explicado quea esos conductos en el suelo se le llaman en la actualidad líneas Ley, nombrepuesto hace casi un siglo por un  hombre de conocimiento, un inglés llamadoAlfred Watkins. En el mundo de los mayas después supimos que les llamanSacbés o caminos blancos. Me había ella enseñado que una extensa, vastísimared cubre al planeta entero y que a su vez se conecta con una red de orgonesmayor, universal.

— ¿Te das cuenta mi hermoso Jorge? —dijo ella con ternura infinita—Todo se está moviendo. Desde que te escuché hablar de que el universo esenergía producida por la forma de las cosas, me di cuenta de que me podríasentender esto que hoy te muestro.

Así  era.  Al  principio de nuestra relación pasamos  larguísimas horascompartiendo muchas cosas. Entre ellas le platicaba de la visión de Einstein,el cual descubrió que el universo está constituido por espacio y tiempo que securvan,   doblan,   arrugan   y   estiran,   creando   inimaginables   estructuras   conformas  de  muchas  dimensiones.  De   ello   emergen   las   fuerzas   del   cosmos.Einstein   fue   el   primero   que  determinó   que   cosas   como   la   gravitación,   laelectricidad y el magnetismo existen gracias a esas formas geométricas que

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adopta   esa   extraña   entidad   conocida   como   continnum   espacio­tiempo.Cuando le hablé  de eso a Celeste, quedó  fascinada con el concepto. Ahorapara  mí   ya  no   era  más  un  mero   concepto  matemático,   era  una   realidadpalpable. El espacio y tiempo también creaban en sus torsiones a todos losorgones que ante mi deambulaban libremente.

Reich descubrió que esas partículas, los orgones se encuentran en unamayor   concentración   en   todos   los   seres   vivos   y     que   estas   maravillosaspartículas   están   aquí   a   nuestra   disposición,   sólo   faltaba   nuestra   enteradeterminación de hacer uso conciente de ellos.

—Celeste preciosa, te veo llena de luz, ¡brillas! —manifesté arrobadopor la experiencia—. ¡Es facilísimo verlos!

— Claro que si, pero es mucho mas fácil hacerlo sobre un  lugar depoder. Estás parado precisamente en cima de uno. Por eso te traje aquí miamorsote, ¡para que pudieras sentir todo esto!

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XI. El Viejito

Podía concluir que las energías encontradas en Chen Solís eran tremendosflujos de orgones. Por lo tanto en donde había más eran puntos de poder. Paratener la certeza absoluta hice lo que aprendí en aquella distante ocasión enDurango,   junto   con   mi   querida   esposa.   Me   paré   e   inicié   la   respiraciónadecuada. Al momento se me reveló sin duda alguna la naturaleza del lugar.Ciertamente en donde desapareció Alex es un potente  punto de poder  de laTierra.

Mis amigos mayas de alguna manera se fueron dando cuanta de lo quediscretamente estaba haciendo y ante eso ello fueron tomando sus decisionespara   hablar   de   cosas   que   como   afirmé   antes,   de   todas   formas   no   meimaginaba.

Supongo que dada la naturaleza de lo que estaban por describirnos, noestuvieron seguros de hacerlo hasta convencerse de nuestra capacidad paraaceptar sin dudas sus palabras.

— Pues les vamos a decir algunas cosas que no salieron en el periódicoy que no quisieron comentar los policías —comenzó don Luis Koyoc, con vozfirme—.   Pues   lo   que   pasó   es   que   desde   el   segundo   día   de   la   búsquedaempezaron a pasar cosas. 

«Los grupos de rastreo regresaban al campamento que levantamos acá—y apuntó   en dirección de  un pequeño  claro—.  Llegaban callados,  comotristes por no hallar nada. Pero no era eso. Mi suegro al verlos así me dijo“estos cabrones están asustados, algo les salió en el monte”.

«Y si, llegaban y llegaban gentes para ayudar, pero luego de dar suprimera salida pa’ dentro de la selva, regresaban toditos con cara de mendigosusto, como que algo les salía pero no se atrevían a decirlo.

«Luego, pues nos tocó a nosotros. Buscamos y buscamos los primeritosdías y nada. Luego también lo vimos.

— ¿Qué vieron? –me atreví a interrumpido.— Pues lo que nosotros vimos creímos al principio que era un ja’as óol.— ¿Perdón, un que, es que no sé casi nada de maya? —pregunté.

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—   Un  ja’as   óol,   es   un…   ¿Cómo   se   dice   en   español?   —dijo   él,pidiéndole a don Beto que lo apoyara en la traducción.

— Un fantasma, un ánima, pero no, era otra cosa —explicó don Beto.— ¡A caray! —dije yo, sorprendido por la revelación.— Si, al principio todos creímos que era eso. Los policías y voluntarios,

al   meterse   en   lo   profundo   del   monte   comenzaron   a   ver,   luego   luego   alsegundo día una cosa que se movía entre las matas5. Parecía como que estabahecha de humo.  Pero  no,  era  de  otra  cosa.  Se  detenía  como para que  laviéramos y la siguiéramos, pero al tratar de alcanzarla se iba siempre muyrápidamente y se perdía —describió don Luis a la extraña silueta.

— Por  eso   regresaban  toditos   con  cara  de   susto.  Pensamos  que elMonte se enojó con tanta gente que llegó sin permiso, por eso mandamos traera un h’meen de Hunucmá. Y sí vino y ofrendó sak­á al Monte pero nos dijo queeso no era un ja’as óol.

— ¿Pues si parecía un fantasma pero no lo era, entonces qué fue? —preguntó Silvestre con una cierta inquietud.

— Pues ni el h’meen lo supo, porque a él le tocó ver como a partir deese día  la aparición comenzó  a  cambiar de forma —exclamó  don Silverio,excitado de pronto—. Se nos apareció cuando lo acompañábamos en el ritual.Salió de entre lo espeso del monte, como que viniendo hacia nosotros. Todaslas veces que había salido antes sólo parecía una nube blanca del tamaño deuna persona, pero sin forma…

— Si, pero ahí ante nuestros ojos le empezaron a brotar algo parecidoa  brazos  y  cabeza  —continuó  don  Luis—.  Clarito   se   le  notaban hasta   losdedos, pero no tenía cara, sólo una bola lisa en vez de cabeza. Se agitabacomo si el esfuerzo de cambiar le doliera. Todos mirábamos a  eso  sin decirpalabra, y sí, estábamos asustados. Luego como llegó se fue, metiéndose en laespesura.

Por unos momentos todos nos quedamos callados. Imaginar que cosasasí anduvieran posiblemente todavía a nuestro alrededor era algo impactante.

— ¿Y volvieron a verlo? —espetó nerviosamente Ariel.— Si. Volvía a salir. Todos los grupos que buscaban a Alex siempre

regresaban comentando que también les había salido a ellos. En el comedor

5 Matas, palabra con la que los pobladores de la Península de Yucatán se refieren a los árboles (N. del A.)

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que se puso por allá —respondió don Luis, señalando con una mano rígidahacia otra dirección—, a  la hora de comer y casi  siempre en  la noche,  aljuntarnos   para cenar comentábamos como nos había ido. Y después de unrato  alguien   siempre  preguntaba  a  quién  le  había   salido  aquello.  Eso  erasuficiente para que todos se soltaran hablando de por donde lo habían visto. 

«Había quienes decían que lo habían visto durante la mañana a unkilómetro al  norte del  campamento y que corría entre  las palmeras.  Otrosdecían que al mediodía les salió pero como a tres kilómetros al sureste delcampamento, junto a un pequeño cenote, moviéndose lentamente de un ladoa otro. Algunos más decían que a ellos les había salido y que hasta lo habíanperseguido   e   incluso   disparado   con   las   armas,   pero   que   se   les   escabullómientras lo seguían como a dos kilómetros al este de aquí. Por todos ladossalía  pero  no   se  dejaba  agarrar.  Siempre  aparecía   como  a  unos   cuarentametros de donde anduviéramos y haciendo todo para que lo viéramos. 

«Yo hasta llegué a pensar que era un wáay6, pero no, era otra cosa.—¿Y por     qué     un  wáay?  —pregunté—. Sé   que   son  hombres  con

poderes mágicos que pueden tomar forma de animales, pero eso que ustedesvieron siempre tuvo otra forma.

—Más   bien   se   parecía   a  Gasparín,   el   fantasma   que   sale   en   lascaricaturas —precisó el joven Claudio, el cual poseía una visión cultural másmoderna y citadina—; era igualito pero no tenía ojos ni boca.

—Si  es cierto. Tenía  toda  lisa  la  cabeza pero sin cara —puntualizósu hermano Jorge, haciendo un ademán sobre su rostro—, y de todos modossentías clarito como te estaba viendo.

—Estaba  rara  esa  madre —dijo  con  desprecio   Feliciano, mientrasse   tomaba   con   ambas   manos   su   vieja   tejana   negra—,   quién   sabe   quéchingados era.

—¡No digas eso! Tú no sabes nada —reclamó con expresión irritadadon Silverio, su padre—. Era el mismísimo Me'etan K'áax7. 

— ¡A chirrión! —expresé impresionado.

6 Wáay, término maya para referirse a cierto tipo de hechicero capaz de transformarse en animales (N del A.)

7 Me'etan K'áax, literalmente Dueño del Monte, nombre de una entidad espiritual maya custodio de toda la selva (N. del A.).

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En  una  ocasión,  meses   atrás,  habíamos   ido  varias  personas  a  otraregión en el  centro del  estado de Yucatán,  más precisamente a  Sotuta dePeón.   Entre   los   miembros   de   aquella   expedición   acudían   un   par   deinvestigadores  de  una  prestigiada   revista  norteamericana  de  Antropología,además un geólogo especialista en buceo en cavernas, un oceanógrafo, unalingüista,  Celeste y yo.  Nos proveyeron de valiosa ayuda varios   lugareños,cargando los equipos más pesados. Acudíamos en búsqueda de un cenote aúnno explorado y algunos de nosotros bajarían a su interior para bucear en el.Antes  de   ingresar  al   terreno,  Celeste  nos organizó  a   todos para solicitarlepermiso respetuosamente a las fuerzas inteligentes moradoras de ese lugar.Fue ahí cuando me enteré de que los mayas consideran como totalmente realla idea de que unas poderosas entidades que son las responsables de todo loanimado e  inanimado en  la selva.  Una de esas  entidades es el  custodio yadministrador de todo lo que vive o exista por sobre la superficie, el Me'etanK'áax,  el puede adoptar diversas formas concretas para expresarse ante lossimples  humanos.  Otra  entidad muy concreta  y   real  para  los  mayas  es  elMe'etan Sayab o Dueño de las Venas de Agua, al que se le observa dentro ocerca de los cenotes con la forma de una gigantesca serpiente de cascabel,descrita con decenas de metros de longitud y un grosor como el de un hom­bre. En el cenote de Sotuta no lo vimos ni a uno ni a otros de los Dueños, qui­zás en virtud a nuestro ingreso respetuoso y pacífico al lugar. Sólo después deretirarme ­ ya entrada la noche­ del cenote logré percibir con el borde de laconciencia  un sinuoso movimiento entre la jungla. Celeste me explicó que enverdad lo sentí gracias a que estaba en un cierto estado mental modificadopor los horrorosos martilleos de un fuerte dolor de cabeza, dolor que comenzóen la cercanía del cenote y que se difuminó al alejarme suficiente. Me explicóque cada lugar tiene un tipo de energía diferente, lo cual es obvio al observarlas diversas características entre un sitio y otro. Me aclaró en aquella ocasiónque podemos resonar armoniosamente con cada lugar pero que depende demi estado emocional y mental fundamentalmente. Si algo me disgustó en miestancia al lado del cenote, la poderosa energía de mis emociones colisionódesastrosamente con la fuerza del Me'etan Sayab, pero el Dueño del Monte merecibió consolándome. En efecto lo creo, pues mientras descansaba en uno delos vehículos pude ver a mí alrededor una enorme cantidad de motas de luzcon el tamaño de un puño, revoloteando alegremente con un sinfín de colo­

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res. Entraban y salían por las ventanillas, me rodeaban un par de veces y sealejaban, danzando. No era ningún tipo de insecto luminoso, pues de esos co­nozco  todos   los  de   la   región.  Era  algo más,   y  me gustaría  pensar  que  elMe'etan K'áax me estaba acompañando. Ahora, tiempo después mi caminose volvía a cruzar con la presencia del poderoso Me'etan K'áax.

—A partir  de que  le  salieron brazos y cabeza siguió  cambiando —prosiguió don Silverio mientras elevaba más el volumen de la voz, exaltadopor la emoción—. Los escuadrones de soldados regresaban diciendo que yatenía   piernas;   luego   los   policías   que   traían   perros   del   Escuadrón   Caninollegaron   corriendo   por   que   los   animales   no   quisieron   entrar   más   y   sóloaullaban,   como asustados,  y  dijeron que ya  se   le  veía más  parecido a  unhombre. Después unos muchachos de un grupo de voluntarios se fueron porque lo vieron muy raro y les dio miedo: tenía una cabezota pelona y ojotesnegros con forma de almendra.

— ¡Si!, se fueron diciendo que parecía un “alien” de esos que salen enlas películas —confirmó Jorge Balam—. Igualito, 

— ¡A ver, a ver! ¿Cómo estuvo eso? —pregunté.— Si, hasta nosotros lo vimos así. No era muy  alto  y  tenía  la  piel

muy blanca. También nos dimos cuenta de que no tenía ni orejas ni nada depelo, y sus brazos eran muy largos y flacos —respondió el muchacho.

Este caso tenía ya muchos insólitos giros. Más tarde me preocuparía detratar   de   encajar   en   un   esquema   lógico   —si   es   que   podía­   toda   estainformación.

—Eso paso como a la segunda semana  de  buscar a Alex continuó donSilverio—. Nos metimos al monte por donde habían llegado los del EscuadrónCanino. Don Beto dijo que el sentía que debíamos ir para allá. Caminamos unrato de pronto nos salió.  Era así  de chaparrito —indicó   la  altura con unamano, levantándola a unos 120 centímetros del suelo—. Como que andabasubido en una mata de Carolino y al oírnos se bajó. Ahí se nos quedó viendo,así   como ven  los  gatos  salvajes,   luego pegó  a  correr.  No  lo seguimos porrespeto.

«Pero no siempre se apareció así. Poco a  poco  siguió  cambiando.«Al   día siguiente era menos chaparrito. Lo vieron los policías de Hunucmápor allá y según contaron era así de alto —dijo posicionando su mano un poco

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más arriba, como a 130 centímetros—. Y así se fue haciendo más como unhombre mediante pasaban los días. 

«Yo me figuro que estaba como formándose, así   como   si   estuvieracreciendo. Una vez vi el producto que perdió una mujer, un…—luego volteóla  cabeza hacia  don Beto y  le  preguntó  algo en maya,  como buscando  laexpresión en español—… ¿Chan paal ma’ síijki’?… ¿así se dice?... se parecía aun niño que no nació, a aun feto.

—¡Si, aun   feto, pero   del   tamaño   de   este! —secundó un poco enbroma uno de los jóvenes, señalando a Feliciano.

—Pero   como   que     iba     cambiando, iba     creciendo. El     Me'etanK'áax deseaba mostrarse como un señor, pero formó su cuerpo. 

— ¿Y luego? —preguntamos casi al unísono Silvestre, Alonso y yo.—Pues  bien  rápido, en  poquitos  días se  hizo como un viejito. Era

alto, así como tu, pero más grandote, más fuertote —detalló refiriéndose a larobustez del ente—. Después ya tenía una ropa blanca, hecha como de manta.Parecía muy viejo pero al mismo tiempo no. Su pelo era largo y blanco, susojos eran negros y se nos quedaba viendo muy extraño.

En mi mente apareció una imagen: Rubén, el poderoso chamán de unatribu de indios lakotas norteamericanos que podía ser descrito exactamentecon esos términos.  Alto,  robusto,  cabellera larga y blanca,  ropas blancas yholgadas de sencilla tela, pero con un porte impactante. Ese hombre me habíaotorgado   en   la   década   de   los   90’s   una   profunda   experiencia   detransformación.  Era  como  la  versión masculina  de  Celeste,  un hombre  deconocimiento. Recordaría por siempre aquellos ojos con los que por primeravez me escudriñó Rubén, el Heayocan, ojos negros como dos pedazos de car­bón y profundos como la noche. Sólo me quedaba en la mente la pregunta¿Por qué adoptaría esa apariencia el Me'etan  K'áax?

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XII. El Altar en la Selva.

Sentimos algo raro en el aire, como si de alguna manera la atmósfera hubieravibrado convulsivamente. Todo adquirió un sentido diferente, irreal. 

Nuestros guías se apartaron a un lado para que pudiera avanzar, loque me permitió ver perfectamente a la distancia, pues de alguna forma entrela maleza existía un ángulo perfecto desde el cual observar claramente un ob­jeto rojo, ondeando dentro de la espesura. No podía dar crédito a mis ojos,pero por una increíble coincidencia –o por alguna causa desconocida­ lograbaver entre todos los árboles y matorrales una cosa que danzaba, retándome a irhacia ella. Los demás retrocedieron un poco ante mi desconcierto, pero donBeto, tranquilamente se acercó a mi lado y me dijo casi en un susurro —esoque ves allá, es algo que nosotros pusimos para el Dueño. Pero no digas nada,al rato vamos, espérate, nada más.

— ¿Qué pasó, qué viste? —me preguntó Ariel, casi nervioso.— No, nada. Creí ver algo, pero a veces uno se imagina cosas.— Miren, vengan por acá  —repuso don Luis cordialmente acercándose

para tomarnos del hombro.Nos separaron de ese lugar y nos llevaron a otros puntos de interés.

Nos mostraron el claro que se hizo para permitir que descendieran los helicóp­teros. Luego nos llevaron a una tosca choza que sirvió como cocina. La vegeta­ción había crecido en todos esos meses y había cubierto casi la totalidad de lashuellas de la presencia de 500 personas. 

Silvestre Leal y Ariel Alonso se envolvieron en una fluida charla conlos muchachos más jóvenes, hablando de los  aspectos y pormenores de aquélcampamento.   Eso   permitió   que   nos   separáramos,   mientras   realizaba   mismediciones con los dispositivos. Estaba tomando nota de las lecturas cuandopercibí   con   el   rabillo   del   ojo   que   alguien   me   seguía.   Con   un   rápidomovimiento de cabeza constaté que se trataba simplemente de don Beto. Élcontinuó   con  su relato de  lo  ocurrido,  como aprovechando el   ruido de  laplática sostenida a lo lejos por los otros. 

— Tendrías  que  ver  que  pasó  con  el Dueño me murmuró a mediavoz.

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Me explicó que continuó apareciendo, siempre a unos 10 o 20 metrosde los abnegados rastreadores. Actuaba con un franco interés de hacerse ver,pero  su actitud era pasiva,   tranquila,  expectante.  Siempre se   le  observababrevemente parado junto a cualquier árbol o roca, otras veces sencillamenteavanzando con una libertad total por la jungla, como si las espinosas plantas olos   densos   matorrales   no   le   impidieran   caminar   por   doquier.   En   efecto,marchaba con un aire señorial, denotando que él era el Dueño del Monte.

Fue hasta que a don Feliciano Collí Cuytún, el abuelo de Alex se leocurrió que seguro ese señor deseaba ser visto, por que quería decir algo, sólohabía que interpretar su mensaje. Fue cuando asoció de golpe un patrón, queaún a nadie se la había ocurrido. Visualizó  las trayectorias descritas por laentidad y   se  asombró  de  encontrar  que   siempre  al  avanzar,   se  dirigía  enrealidad   a  un   punto,   sólo   era  necesario   prolongar   sus   andanzas,   y   darsecuenta de que todas sus trayectorias convergían en un único lugar. Ese lugar,su posible meta era en si el mensaje. Cuando descubrió esa pauta rápidamentele   avisó   a   don   Luis   y   a   don   Silverio,   para   pedirles   que   acudieran   ellossolamente con él a ese sitio. 

Mientras don Beto narraba esto, me observaba con una curiosa sonrisaimpregnada de tristeza, recordando seguro a Alex. Prosiguiendo con el relato,don   Beto,   don   Armando   y   don   Silverio   se   separaron   de   los   demásdiscretamente,   aún cuando   la  multitud  no   los   echaría  de  menos.  A   cortadistancia,  detrás de él   los otros dos  lo seguían estrechamente,  en silencio.Pronto llegaron al lugar, a un pequeño claro en medio de un bosquecillo decierto tipo de palmera llamada guano. Ahí no había nadie, pero con profundareverencia se acercaron. En ese instante de su narración don Silverio me dijohaber visto un par de veces mientras avanzaban con los machetes haciendo unsendero, que a lo lejos y por el espacio breve entre los árboles, a ese hombrede cabello blanco parado ahí, justo en ese claro al cual se aproximaban. 

Inmediatamente ellos asintieron, mirándose entre si, al ver a ese serahí y sin mediar palabra entre ellos, se dieron  cuenta de que ese boquecillo ysu claro eran de un valor fundamental en la desaparición de Alex.

Don Beto interrumpió en ese momento su descripción de los hechos,para decirme: — ¿Vamos?

Inmediatamente acepté, calándome instintivamente el cuchillo de cazaque   ya   estaba   en   su   funda   y   asegurándome   que   el   radio­comunicador

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estuviera encendido. Entonces le avisé a Silvestre por el aparato que iría a unlugar con don Beto. Él me respondió que mientras inspeccionaría otras partesdel área. Acto seguido don Beto hizo un breve movimiento con la mano, y deentre los matorrales a nuestro lado, salieron sin previo aviso don Silverio ydon Luis. Di un respingo de sorpresa al verlos salir así, pues no los esperabainternados en la maleza. Después supuse que me habían llevado sutilmente aese apartado recodo del sendero para ofrecerme la oportunidad de ir a conellos. No lo sé, pero ante lo que fuera, los seguí para internarnos en la selva. 

Sólo esforzándome por caminar rápido pude sostenerles el paso. Casiles  pisaba  los   talones  y noté  que su andar era  firme y seguro.  No existíasendero alguno. Con sumo cuidado rodeaban los árboles y me indicaban notocar esta o aquella rama, pues secretan resinas capaces de lastimar la piel. Lavegetación   de   Yucatán   es   sumamente   alcalina   y   es   muy   común   ver   pordoquier plantas venenosas que con sólo tocarlas con un rozón te dejan llagadala piel. Por eso procuro entrar a la selva con ropas de lona, mangas largas,guantes   de   carnaza   y   hasta   anteojos   de   acrílico   para   los   ojos.   Ellos   sólollevaban sus humildes ropas de campesino, pero su ruda vida los inmunizabaun poco de todo esto.

Al caminar, sentí mi atención dividida entre cuidar de no perderme –aun que llevaba el GPS­ viendo con detalle el entorno, y simultáneamentesosteniendo los sensores con ambas manos. Esperaba encontrar algún trazoanómalo   de   energías,   y   sí,   a   unas   decenas   de   metros   más   adelante   lasencontré. Ellos de pronto se detuvieron, caminando ahora muy sigilosamente,como con un profundo respeto. Me paré, mirando como me hacían señas ypidiendo que me acercara.

Me mostraban las raíces sobresalientes de un árbol y ahí, sobre unapiedra,   estaban   unas   hojas   de   tabaco   atadas   por  un   cordel   y   a   su   lado,semienterrada una botella de aguardiente. Inmediatamente me di cuenta deque estaba ante un altar y que esas eran ofrendas. Me dijeron, con voz queday aire grave que tenían ya varios meses depositando ahí tabaco y licor, y quecada 30 días volvían a entregar otra ofrenda. 

Sorprendentemente me percaté con el GPS que ese claro estaba a sólounos cien metros al norte de donde desapareció Alex. Por ahí debían de haberpasado muchas veces, buscando al chico. Aparentemente ese punto no tenía

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nada  de  peculiar,  más   algunas   sorpresas   se  nos  deparaban  para   en  unosmomentos más.

Nuestros amigos venían observando desde un principio, que siempreaparecía solamente el cordón suelto del atado de hojas de tabaco, y que labotella, siempre cerrada, quedaba después casi vacía.  Yo lo constaté, por queal llegar vi como ellos renovaban la ofrenda, mientras que dejaba con cuidadonuevas hojas de tabaco atadas al lado de los cordeles sueltos de anterioresofrendas. Los nudos con el que las sujetaban simplemente estaban deshechoslimpiamente. La botella dejada antes estaba cerrada y casi vacía No creo quealguien haga un viaje de 4 horas por un tortuoso camino sólo para retirar eltabaco y llevarse el licor.  La mayoría de la población de esta región es deorigen maya, ninguno de ellos iría a quitar estas ofrendas, y los que no losomos respetamos profundamente sus tradiciones y creencias. 

Así bien, por otro lado, los únicos que sabíamos de ese lugar y de loque   ahí   se   venía   dejando,   éramos   únicamente   los   cuatro   presentes.   Mequedaba considerar la posibilidad de que el señor que se había visto andandopor la selva, fuera lo que fuera, se había llevado agradecido los obsequios.

Pero ahí no terminaba esto. Les pregunté si me permitían hacer uso demis sensores, a lo cual me respondieron con un movimiento afirmativo decabeza, casi como niños expectantes. 

En verdad me sorprendí pues no esperaba encontrar lecturas tan altas.En  la   investigación realizada sobre el   lugar  en el  que se video grabó  unaextraña   entidad   no   humana,   en   la   ciudad   de   Mérida,   caso   conocidomundialmente   como   el   “Extraterrestre   de   Mérida”,   habíamos   encontradotambién niveles de energía electromagnética muy elevados, como también lapresencia  de otras  energías  poco estudiadas por   la  ciencia.  Ahora  en esteremotísimo   lugar,   el   Geiger   estaba   como   loco,   moviéndose   la   aguja   delaparato  se  un  lado a  otro.  Teníamos ahí  una clara relación,   testimonial  yfísica, entre el Caso Mérida y el Caso Chen Solís.

 En ese preciso instante entró una transmisión al radio comunicador,que por ser inesperada nos sobresaltó. Llamaba el prof. Leal, diciendo:

—Jorge Guerrero, Jorge Guerrero… ¿en dónde están?... ¿por dóndeandan?...

Al escucharlo, bastó para provocar en los hombres unos segundos dedesconcierto e indecisión que pasaron de inmediato, calmándose.  Supieron

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que era conveniente compartirle a los demás compañeros de la expedición laexistencia de este importante lugar. 

Me alejé unos convenientes pasos y les di la dirección y coordenadaspor el radio comunicador, para que con el otro GPS nos situaran. Les pedíademás que acudieran a nuestra posición con sumo sigilo y respeto, pues eraun sitio con profundo sentido espiritual, y apagué la radio.

A  unos  minutos  de  esto,   llegaron  Silvestre  y  Ariel,   caminando  conextremo cuidado entre la peligrosa maleza. Los llamé a donde las ofrendas, ylos puse al tanto. Entre susurros les mostré el Geiger y apunté hacia el cordeldesanudado   y   hacia   la   botella   vacía.   Los   hombres   estaban   aturdidos,perplejos; Silvestre, recuperó la serenidad casi en el acto.

Todos   volvimos   la   atención,   casi   hipnotizados   al   aparato,   queplácidamente movía rítmicamente su aguja indicadora, ahí en el suelo, a unlado de las ofrendas.

Don Beto continuó con su relato — Pues   si,   hemos   venido  más   o  menos   cada  mes  para  darle   una

buscadita a Alex….y de paso traer esto para acá. Siempre deja Me'etan  K'áaxtodo así  —dijo  apuntando a   los   cordeles  y   la  botella—.  Pues  ha  de  estarcontento.

Él nos describió como en una de esas ocasiones, alcanzó a ver un pocomejor   al   enigmático   personaje.   Andaba   dando   un   recorrido   por   losalrededores  cuando advirtió  un movimiento,  aun antes  que  la  distancia   lepermitiera ver que ocurría. Era algo blanquecino que se movía rápidamenteentre la maleza, casi corriendo pero sin hacer ningún ruido. Silencioso, veloz,se desplazaba como si no hubiera por todos lados espinosos obstáculos quedominan el entorno. Don Beto se escondió  detrás de un árbol,  escuchandoatento para esperar qué ocurría. Desde ahí  lo volvió a mirar, ahora muchomejor: era un ser con apariencia de hombre entrado en los 60 o 70 años,dotado de una fuerte complexión, larga cabellera y ojos profundos y serenos.Estaba   en   pie,   sin   andar,   al   lado   de   un   gran   árbol.   Parecía   que   estabapermitiendo que lo mirara un poco, antes de seguir con su carrera; luego semarchó casi como alma que lleva el diablo, internándose en lo espeso de laselva.

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Don Beto sólo atinó a levantar las manos como para protestar, paraexigirle razón de Alex, pero enseguida cambió de parecer y tomó su caminoencogiéndose de hombros. Ya tendría oportunidad de cruzarse con él después.

Mientras   terminaba   su   relato,   los   demás   nos   movimos   un   pocoinquietos, pues era muy fuerte una sensación imperante en el ambiente, eracomo   si   una   presencia   invisible   nos  mirara   simultáneamente   desde   todoslados, como si estuviera a punto de ocurrir algo sorprendente.

Don Beto nos miró, y dijo llanamente: — Bueno, pues vámonos.Así, nos retiramos, pero antes de hacerlo, me quedé para expresar mi

agradecimiento a los seres invisibles en ese lugar y les entregué todo el tabacoque me restaba, esparciéndolo en el sitio.

Desde ahí nos dirigimos hacia unos de los cobertizos del campamento,siguiendo   a   nuestros   amigos   que   poseen   un   sentido   de   orientación   máspreciso que el mismo GPS. Ellos directo nos llevaron hacia allí, y al salir a lavera del sendero, Ariel se dio cuenta de que una pequeña toalla –la cual legustaba mucho­ se le había perdido mientras salíamos de entre la vegetación.Él dijo que la traía para secarse el sudor del cuello, y que en ningún momentola había dejado de agarrar. Inmediatamente nuestros amigos mayas le dijeronque si era algo que a él le gustaba, entonces que se tranquilizara, por que esahabía sido su ofrenda al lugar y que la habían tomado con agrado los seresinvisibles   de   ahí.   Los   ámbitos   de   la   Ovniología,   lo   Paranormal   y   laParapsicología se ven, comúnmente, mezclados como una sola cosa. Por esono me resultaba extraño concebir que este misterioso caso de desapariciónrepentina  de un niño,  estuviera  impregnado de  tantos  aspectos  mágicos  yhasta espirituales.

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XIII. ¡Un torbellino de fuego se lo llevó!

Anduvimos todavía un poco recorriendo el área, pero en eso el Sol arreció yfue mejor irnos a refugiar bajo la fresca sombra de una palapa. Los  másjóvenes se habían marchado, yendo a buscar algún venado para cazarlo. Suconstante   impulso   de   internarse   a   cazar   quizás   se   remonta   a   la   remotamemoria genética de nuestros ancestros, acechando hace milenios a su presa.

Don  Beto   le   entregó   a   cada  uno   sólo   dos   cartuchos.   Les   dijo  queperdían su tiempo por que ahí no les saldría nada. Que los venados estabanocultos,   como  tantas   cosas   en  esa   selva.  Aún así,   entusiastas   se   fueron  ynosotros mientras nos comimos unos trozos de carne de cerdo asada en unpequeño fuego.

Es   muy   importante   beber   pequeñas   cantidades   de   aguaconstantemente en esta región, so peligro de insolarse severamente. Comimosy   charlamos   plácidamente,   y   como   la   tarde   ya   estaba   muy   avanzada,   elestupor del sueño vespertino nos cayó encima. Decidí irme a tomar una brevesiesta   dentro  de   la   cabina  del   camión,   pero  una   inacabable  nubecilla   demoscas   chupasangre   no   dejaba   de   posarse,   insistente   sobre   mí   cansadocuerpo. Decidí salir a caminar otro poco y tomar de nuevo más lecturas de laenergía.

El Sol se enfiló hacia el horizonte y los muchachitos retornaron. Traíanlas manos vacías pero aún así estaban contentos.

Don   Luis   nos   llamó   a   todos,   diciéndonos   que   había   llegado   elmomento de entregarle a Alex ­simbólicamente, claro­ el rico presente que lemandó su madre. 

— “El pastel” —pensé al recordar ese encargo. —Claro vamos —exclamó alguien.Así   pues  nos  dirigimos  al   lugar  de  donde  desapareció  Alex  con  el

pastel en las manos de su padre. Don Luis depositó en el suelo el pastel y fueahí cuando me pidieron que dirigiera de alguna manera unas palabras. Esome   tomó   por   sorpresa,   pues  me   sentí   indigno  de   ese   privilegio.  Aún  asímanifesté a viva voz mi deseo de que él estuviera bien, y que las entidades

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que se manifestaban en ese lugar nos permitieran saber que el niño estababien.

Mientras hacíamos entrega del pastel,  era inevitable la pregunta ¿Yqué pasó con Alex? ¿Por qué razón se aparecía ese extraño ser? ¿Por qué lainsólita energía del lugar? A final de cuentas, ¿qué demonios pasa ahí?

Y   las   respuestas,   por   lo   menos   algunas,   llegaron   al   escuchar   misinterrogantes internas.

Decidió don Luis que comiéramos del pastel, lo cual hicimos con gustoy placer. Sólo la mitad la dejamos para que fuera devorada por los animalesde la jungla, y quizás los extraños seres que por ahí deambulaban se acercarana tomar un poco.

La noche se cernió velozmente sobre nuestras cabezas obligándonos apreparar nuestro retorno cruzando en plena noche ese difícil camino de variashoras por la selva. 

Así   me   di   cuenta   de   que   este   tipo   de   cosas   tienen   un   ritmo   derevelación dramático, paulatino.

Es como esperar que el mundo esté preparado para enterarse de las di­versas capas que la verdad tiene, pero en realidad nunca está preparado. Almundo hay que forzarlo. De la misma manera como la vida me ha forzado aentender que este mundo es muchísimo más grande y misterioso de lo quehaya concebido.

José Feliciano sirvió como medio para que todo el conocimiento queellos tenían del caso, brotara espléndidamente. Este jovencito, de descalzospies y firme andar se acercó tranquilo al resto del grupo. Recogíamos en esosmomentos las pocas cosas que por ahí pudiéramos haber dejado regadas. Nosmiró y tomándose con una mano el ala de su raído sombrero negro comenzó:

— Pues fíjense ustedes que a Alex ya sabemos quién se lo llevó.Su   firme   afirmación   nos   tomó   por   sorpresa.   El   sobresalto   sólo   se

restringía   a   nosotros   tres,   los   investigadores.   Los   demás   miembros   de   laexpedición mostraban una calma extraña, como de mutua complicidad

— “Changado” —pensé—, “estas gentes tan recelosas nos han dadotodo a cuenta gotas”.

—   ¿Pues   cómo   está   eso?   —dije,   quizás   con   un   tono   demasiadonorteño, ya con un tinte de cierta molestia en la voz.

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Con   la   espesura  de   la   noche   rodeándonos  de  pleno,   el  muchachosiguió hablando. Prácticamente no se veía nada en medio de esa enigmáticaselva. 

— Se lo llevó un remolino rojo, como de fuego. Yo lo vi. ¡Tú tambiénlo viste, y tú! —reclamó con un dedo extendido hacia los otros.

— Si, casi todos lo vimos antes de que se llevara a mi hijo —dijo donLuis con cierta voz tenue y lúgubre —y mi mujer me dijo aquel día que no lotrajera pa’ acá, por esa cosa andaba buscando a alguien.

— Deja que yo les diga de eso, Luis —pidió conciliadoramente donBeto—. Desde como un mes antes de que se lo llevaran, nosotros comenzamosa ver una cosa que venía del cielo, como buscando algo. Nosotros le decimosen maya  moson chak8… ¿cómo se dice en español muchacho? —preguntó aJorge la traducción.

— Remolino rojo —contestó aquel.—Un remolino rojo, pero parecía de fuego —prosiguió don Beto—. Yo

he visto a veces remolinos en la televisión de esos que se hacen en Texas. Mihijo que se fue pa’ los Estados Unidos nos platicó  que una vez vieron unograndote en el  campo, pero era de aire y tierra.  Y esos remolinos que losgringos tienen rompen todo. Ni son de lumbre tampoco. El que nos salió en elmonte era colorado y como que traía candela9. Echaba un ruido raro, como unwo’oj muy fuerte.

Esa palabra, con la que se refería al sonido, ya la conocía pero siempreme confundía al momento de intentar traducirla apropiadamente. Según elcontexto en la que se aplicara, poseía dos significados: uno era para decirzumbido de abejas, y el otro para indicar el sonido creado al vaciar agua deuna vasija a otra. Para no obtener una interpretación incorrecta decidí pedirque me lo aclarara eso.

— Perdone que lo interrumpa, pero me haría el favor de hacer esesonido, para que lo escuchemos.

8 Literalmente se referían todos los testigos a un objeto muy similar a un remolinode viento de color rojo e ígneo, pues usaron para referirse a este fenómeno lasfrases MOSON CHAK (torbellino rojo) y MOSON CHAKJOLE’EN (torbellino defuego), utilizadas en maya en diversas ocasiones (N. del A.).9 Palabra de uso regional para referirse a brasas y chispas (N. de A.).

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— Claro   que   si   Jorge  —concedió   él.   El   sonido   que   reprodujo   esasimilar   a   un   zumbar   sostenido.   Claudio   apuntó   que   el   también   habíaescuchado ese sonido y que se parecía mucho a de los motores eléctricos. 

— La  primera   vez  que  nos   salió   andábamos  metidos   por   allá  —yapuntó con un dedo hacia la lejanía—, buscábamos unas plantas medicinalescuando de pronto se oyó un  wo’oj. Venía de arriba, se escuchó al principiopoco a poquito y luego se hizo muy fuerte. Nos asustamos por que creíamosque eran las abejas que nos venían a picar. Pero al ver pa’ arriba ahí estaba elmoson chakjole’en. Bajaba desde el merito cielo hasta casi tocar los árboles.Traía candela y se movía como una culebra. La parte de abajo tenía un hoyo,como si fuera una boca y parecía que buscaba algo. Este y yo nos quedamosparados,   sin   movernos   pero   el  moson   chak  se   dio   cuenta   de   nosotros   ycomenzó a ir pa’ donde estábamos escondidos. No hablamos ni hicimos ruidosy pasó encimita de nosotros. Así me fijé que parecía como una trompa queandaba oliendo el monte, rastreando algo. Luego se fue volando haciendo másfuerte  wo’oj.   Cuando   regresamos   al   campamento,   fui   con   Feliciano   —refiriéndose al abuelo del Alex— y le platiqué  que vimos. Él  sólo dijo quecomo eso andaba buscando algo, entonces volvería.

Luego nos salió a nosotros como una semana antes de que se llevarana Alex—continuó Claudio—. Nos fuimos temprano a buscar venado. Íbamosestos y yo —declaró refiriéndose a Jorge y al joven Feliciano—. Mi papá nosdio pocos cartuchos esa vez. Él dijo que no habría de todos modos nada quecazar, que algo acechaba en el monte. Nos fuimos sin creerle nada pero almediodía todo se puso muy raro. Ningún animal hacia ruido. Todo el montese quedó quieto, muy callado. Luego escuchamos el sonido. Yo creí que era unhelicóptero. Los he visto cuando pasan para Celestún. Pero el ruido se hizomás fuerte y llegue a pensar que se iba a caer encima de   nosotros. En eso,éste — e indicó hacia su hermano con un leve movimiento de cabeza— gritóque algo pasó volando encima de nosotros. Ahí lo vimos pasando arriba de lasmatas y le vimos un agujero en la punta de abajo. Adentro sólo tenía lumbrepero no sentíamos nadita del calor de ese fuego. Las matas casi ni se movían,como   si   el   remolino   no   estuviera   ahí.   Yo   también   creo   que   parecía   unatrompota que buscaba algo. Hace mucho en Mérida fuimos al circo y ahí teníaun elefante para que se acercaran  los  niños y   lo  tocaran.  Yo  le  agarré   latrompa y el animal me olió con ella. Pues igual el remolinote se movía como

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la trompa del elefante, como buscando algo. Feliciano le quiso disparar, peroJorge   lo   detuvo   y   le   dijo   que   se   calmara,   sino   esa   cosa   nos   agarraría.Estábamos  muy asustados  pero  no  nos  movimos  nada.   Luego esa  cosa   secansó y se fue volando muy rápido hacia las nubes, haciendo el zumbido másfuerte. Luego el monte volvió a estar normal. Parecía como si alguien hubieraprendido de  nuevo  los   sonidos  de  los  animales.  De ahí  mejor  nos   fuimoscorriendo por miedo de que volviera otra vez esa cosa. Mi papá y mi tío nosdijeron que ya no fuéramos a cazar por un tiempo. 

— Y después de ellos, a nosotros, dos días antes de lo que le pasó aAlex, también vimos el moson chak pero ya de noche —intervino don Luis—.Todo el  día  estuvimos  batallando con  las  colmenas,  pues  todas   las  abejasestaban muy molestas y no podíamos calmarlas con nada. A mi suegro no lopicaron pero a mi, muchas veces. Por eso se nos hizo tarde para irnos a Tetiz.Estábamos trepando algunas cosas al camión, cuando en eso todo quedó muycalladito. Mi suegro y yo nos quedamos en silencio, por que cuando el montese calla, es que algo va a pasar. Luego empezó a brillar por allá. Parecía unincendio en el monte, pero la luz tenía algo diferente. Muy rápido nos alcanzóhasta acá esa luz y así pudimos ver clarito el moson chakjole’en. Se parecía aunas víboras rojas que se llaman  wol poch’, muy peligrosas por su ponzoña.Parecía que buscaba a su presa, moviéndose con cuidado, acechando algo conla parte de abajo. El ruido era igualito al de muchos enjambres molestos, perotambién no. Sonaba algo raro, no sé, diferente. Se paseó por todos lados, perono bajaba hasta el suelo, sólo por arriba de las matas. Mi suegro me dijo asícon la mano —luego la agitó  lentamente— que me sentara en el suelo. Éltambién se sentó y nos pusimos a rezar, mientras eso se iba. Paso así un ratobusque y busque algo, pero no encontró nada que le interesara y se fue paraarriba, así como si lo hubieran chupado desde lo alto. Después el monte volvióa sonar vivo y todo se puso normal. De ahí nos fuimos con mucho cuidado.

— Y luego volvió  eso por Alex —murmuré.  El comentario nos hizoquedar callados por otro instante. Miré a derecha e izquierda, escrutando laoscuridad. En el aire tranquilo, los movimientos de cualquier sonido, por levesque fueran, se oían a distancia.

  Los extraños aspectos de este caso iban en  crescendo,  construyendoalgo así como una enorme torre de Babel. Cada vez entendía menos y cadavez la complejidad del asunto ascendía a dimensiones menos humanas.

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—   Eso   creemos   —dijo   don   Beto,   rompiendo   el   pesado   silencio   ytomando para si  mi  comentario—. Ese día en el  que desapareció  el  niño,nadie vio ni oyó al moson chak, pero si estuvo muy raro aquel domingo. Desdela mañana en que llegamos no se escuchaba nada en ningún lugar. Ni  lasaves, ni las bestias, ni los árboles hacían ruido. El viento estaba calmado, niuna   brisa,   nada.   Pero   las   abejas   estuvieron   muy   intranquilas,   casi   todasestaban   adentro  de   las   colmenas   y   no   salían  para  nada.   Sólo   se  movíaninquietas…muy inquietas… 

La mirada de aquel hombre se tornó diferente, como evocando algodistante y oculto para mi.

Todavía   faltaba   mucho   para   que   apareciera   la   Luna,   y   aún   noterminaba de emerger toda la fantástica historia de lo ocurrido en ese remotoparaje, por que a ciencia cierta yo no sabía en esos momentos si el remolinode fuego se había llevado al niño, pues nadie me habían dicho todavía quehubiera algún testigo de  esa posibilidad.  Pero  existía algo en  la   forma encomo nos habían contado las cosas que me hacia pesar que ellos tenían dealgún modo   la   certeza  de  que  así   había  ocurrido.  En  varias  ocasiones   sehabían referido claramente  al  hecho de  que al  niño se   lo  habían  llevado.Dejando aparte la posibilidad de una errónea interpretación gramatical por miparte,   era   claro   también   por   sus   actitudes   que   en   verdad   pensaban   queindividuos o entidades no humanas eran los responsables directos de todosestos   sucesos.  Esos   seres  actuaban  con  una   razón,  por   lo   tanto   son   seresposeedores de  inteligencia,  pero es obvio que un tipo de  inteligencia muydiferente  a   la  nuestra.  Pensemos  en  que   esto  no   forma  parte  de  nuestromundo de cosas conocidas, de que desde el punto de vista de la ciencia oficialno hay nada que sea capaz de poseer una apariencia nebulosa y que despuéseso se troque gradualmente en algo similar  a un hombre anciano,  el  cualademás pueda deambular libremente entre una espesa, venenosa y lacerantevegetación. No podemos explicar también la ausencia total de huellas y trozosde tela de ese enigmático personaje. 

Como   encajar   en   nuestras   concepciones   “racionales”   el   innegablehecho del literal desvanecimiento de Alex, del cual nada quedo, simplementeuna ausencia total de él o algún vestigio de su presencia. Sumemos a esto eltestimonio de estos humildes campesinos mayas que atestiguan la existenciade   un   incomprensible   torbellino   de   fuego   inocuo   dotado   de   aparente

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intención,   como   si   fuera   dirigido   por   una   desconocida   inteligencia.Incorporaré a esto nuestro hallazgo de potentes energías que nada deberíande estar haciendo en ese lugar, pero que sin embargo emanan como silenciosaprueba de que algo que pertenece a otro reino ocurre allí. 

Celeste tuvo toda la razón al decirme, enfática, que la vida respondecon firmeza a los más honestos deseos. Tenía ante mí un caso extraordinarioque me permitiría elaborar un escrito en el cual podría, finalmente, plasmaren un libro las experiencias obtenidas desde este lado enigmático y fascinantede la realidad. Celeste siempre me indicaba que las palabras deben de serclaras y contundentes para que el futuro las escuche. Deben ser dichas con elcuerpo y el corazón. La intensidad de mi vivencia al lado de estas personasera tal, que me insuflaba de esa necesaria contundencia con la que diría envoz y escritura mis palabras.

—   ¿Ves   esas   nubes   que   pasan   rápidas?   —me   preguntó   contranquilidad don Beto, separándome unos pasos de los demás mientras quedon Luis llevaba hacia el camión al silvestre y Ariel—. Te hablaron a ti antesque a mí. Hay otros que han sido llevados antes por el moson chak. Y uno deellos, el más sabio nos explicó todo lo que está pasando aquí. Pero además noshabló de ti, dijo que ya sabía él que todo esto pasaría, que ustedes vendrían yque tú tendrías que hacerle saber a todos los demás estas verdades —rematócon esas frases su insólita declaración.

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XIV. Mensajero.Cómo, qué quiere decir con eso? —exclamé sumamente confundido.

— Mira Jorge, nosotros ya sabíamos desde hace meses que ustedesvendrían. Deja te digo por que. Como no aparecía el niño, Luis fue a pedirleayuda a los h’meen. Primero vinieron unos de Hunucmá y Sisal, pero apenasllegaron, uno se puso muy mal. Vomitaba y gritaba como loco; el otro sintióalgo y tuvo miedo. Mejor los regresamos pa’ sus casas pero no nos dijeron queles  pasó.  Solo   lloraban  y  decían que  con  eso  de  aquí  no  podían.  Luis   secomenzó a desesperar y fue a muchos pueblos para encontrar algún h’meenque quisiera venir. En todos lados le decían lo mismo, que lo que paso aquíera algo con lo que no podían hacer nada.

— ¿Y no daban alguna razón, algo? —— Nada.  Hasta   que   le   dijeron  que   fuera   a  un  pueblito   cercano   a

Halachó, con don Raúl. Que él nos ayudaría a encontrar a Alex. Narraré con mis propias palabras todo lo que me reveló don Beto, con

la intención de hacer fluida la exposición. Me platicó como fueron don Luis y su esposa Ximena hasta el pequeño

poblado de Cepeda, al sur del estado de Yucatán, muy cerca de la ciudad deHalachó. Apenas llegaron a la casita en donde vive, Ximena se puso a llorarsin consuelo. Don Raúl, al escucharla así le dijo que dejara de hacerlo, queentraran y se sentaran. El anciano hombre no habla ni una pizca de español yúnicamente utiliza su lengua natal, el maya para comunicarse con todos. DonLuis   y   su   señora   esposa   naturalmente   al   ser   bilingües   ­hispano   y   mayahablantes­ lograron establecer una plática normal y fluida con él. Les dijo queal niño no  le gustaba verla  llorando,  que por eso tenía que calmarse.  Lospadres hicieron inmediatamente silencio, no entendiendo por que hablaba asíese anciano. Él les ofreció asiento y fue ahí cuando se dieron cuenta de queera ciego. El hombre tendría más de 80 años pero su cuerpo se veía aún fuertey ágil. El lugar era como cualquier choza maya, constituida por una simplehabitación ovalada de paredes de roca y techo de hoja de palma. La notableescasez de muebles no les extraño, era algo común en las regiones apartadas.El  h’meen  les   informó  que  él  ya  estaba enterado de   todo el  caso,  que  nonecesitaban decirle nada. Ante eso ellos pensaron que con seguridad alguienenterado de que ellos irían, le había notificado de toda la situación sin que

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ellos se dieran cuenta. Pero no, despejaron de sus mentes esa suposición: donRaúl era considerado en toda la península uno de los más poderosos h’meen,sino el que más. 

Prosiguió don Raúl, diciéndoles:— El niñito está bien, está vivo. Yo sé que lo volverán a ver con bien,

por que los que se lo llevaron son los mismos que me llevaron a mi hacemuchos años.

Los padres, de por sí  ya impresionados, recibieron esta informacióncomo el impacto de una ola

— Sí,  ya  sé  qué  piensan pero  dejen que  les  explique:  me  llevaroncuando  tenía 16 años. Yo estaba con mis amigos jugando afuera del pueblo.Era el  día del patrono del pueblo, y había fiesta desde temprano. Toda lagente iba y venía, entrando y saliendo de la capilla.  En eso estábamos losmuchachos y yo corriendo en las afueras del poblado cuando todos hicimossilencio por que de lo alto, desde adentro de una nube oscura salió una cosamuy rara. Yo nunca había visto algo así, pero los mayores ya sabían algo sobreeso. Todos comenzaron a correr, muy asustados. Era el moson chak que bajabade los cielos para buscar al que debía de llevarse. Todos nos quedamos ahí,parados sin saber qué  hacer. La boca que tiene abajo el  moson chakjole’ensoltaba fuego, pero no llegaba a caer hasta el suelo. Emitía un sonido muyfuerte,  como de millares de abejas al  mismo tiempo, pero sonaba como siestuvieran   adentro   de   tu   cabeza.   Llegó   directo   hacia   mí,   y   me   jaló,metiéndome en su panza para llevarme con los señores.

«De repente vi todo oscuro y sentí como si todo mi corazón se voltearaal revés. 

«Cuando recuperé el sentido estaba tirado al otro lado del pueblo y yaera  de   tarde,  pero   todo   se   veía  extraño,   como si   las   cosas  de  mi  pueblohubieran cambiado.

«No podía entender que pasaba por que vi a mucha gente corriendohacia  mí   y  me   asusté  mucho,   por   que   de   alguna  manera   me   resultabanfamiliares pero al mismo tiempo no. Todos se veían de una forma que nopodía comprender, pues mis amigos se veían más altos y fornidos, con bigotey ropas diferentes. Las casas también se veían muy extrañas. Como más viejas.Miré un árbol al que yo me trepaba y con miedo me di cuenta de que estabamucho más grande.

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«   ¡Todo   parecía   que   había   envejecido,   como   si   el   tiempo   hubierapasado de pronto muy rápido, pero sin haberme dado cuenta! Los demás merodearon   con   igual   temor;  no  dejaban  de  mirarme   con   sorpresa.   Estabanmudos. Era como si estuvieran viendo a una persona sin cabeza pero viva. 

«Grité lleno de terror, preguntando qué estaba pasando. Mi madre seabrió  paso entre el gentío y me abrazó,  diciendo mi nombre mientras quelevantaba   la   vista   hacia   el  moson   chakjole’en  que   se   alejaba  hacia   arriba,metiéndose en una nube. Escuché en ese momento como mi madre dijo “Estávivo. Me lo regresaron igual que cuando se fue”. 

«En ese momento me di cuanta claramente de que había pasado. Nocomprendía  como,  pero  mientras  esa  cosa  me  tomó,  para  mi   sólo  habíanpasado únicamente unos instantes y para todos los demás habían trascurridomuchos meses, quizás años. Me retornaron dos años y medio después del díaaquel en que me llevaron, sin sufrir yo ningún cambio en mi apariencia y sinpoder recordar en donde había estado. 

«Sin embargo me sentía cambiado de alguna manera muy profunda,algo ya no era lo mismo dentro de mi. 

«Y lo supe en esos momentos, mi cabeza y mi corazón vivían diferenteal de los demás, Era ya un h’meen. No importaba como, pero sabía cosas queantes de ser llevado no conocía y que ni siquiera me imaginaba. 

«Además podía escuchar en mi mente una voz que me decía “no tratesde recordar en dónde estuviste todo este tiempo”. Algunos años después recordétodo lo que viví en esos dos años y medio y te pudo decir Luis, que si te locuento, entonces regresan, y a ti y a mi nos llevarían para siempre». 

— ¿Pero a mi hijo, también se lo llevó el  moson chakjole’en, verdad?Nosotros lo vimos acechando para llevárselo —interrogó el padre.

— ¿Y  lo van a regresar como a usted? ¿Está bien mi niño? ¡Hay Diosmío! —exclamó emocionada la madre, reclamando respuestas.

—Si. Él está bien, muy bien. Está vivo y lo van a regresar cuando sea elmomento. Mientras, a él también lo están preparando, lo están cambiando —así  respondió don Raúl—. Va a poder curar a las personas y muchas cosasmás. Las habilidades que él tendrá serán especiales. Va a ayudar a los demáspor que  hay muchos  problemas  en el  mundo;  hay gente  mala que  quiereextender su mal para todos lados, y si se lo llevaron es para hacer a Alex unhombre de bien que haga algo por la gente. 

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— Mi hijo, mi Alex, ¿Por qué al él? ¿Por qué no a otro? ¿En dónde lotienen? —volvió a preguntar la madre.

— No se cómo le hacen para escoger a quien se llevan. El niño fueescogido y ya. Además te diré a él está en otro lugar que no es de este mundo.

«El  niño puede venir,  y   lo hace,  pero es   invisible.  Se mete por   lasnoches a la casa de usted, pero no lo pueden ver. Les deja señas de que el estábien. Él la vé a usted pero no le gusta verla llorando. Por eso no llore. Sepaque Alex está bien.

« Al día siguiente que se lo llevaron, Alex fue a la casa de ustedes, peroen la forma de un viento10. Se metió a la casa y se paseó. Les dejó una marcade su presencia en algo que a él le gustaba mucho. Sólo acuérdense —dijo elanciano   de   forma   enigmática,   dejando   un   breve   instante   para   que   ellosasimilaran un poco todo— ».

En efecto, don Luis me explicó que al día siguiente de la desapariciónde  Alex,  en   su   casa   solamente   se   encontraba  Ana,   la  hermana  menor  deXimena. Ella tenía la responsabilidad de alimentar a los animales del corral:gallinas,   guajolotes   y   unas   cuantas   cabras.   Al   dirigirse   temprano   con   lacomida para cumplir su tarea, encontró, para espanto de ella, que una de lascabras había sufrido durante la noche una extraña mutilación. Al animal lefaltaba completamente la oreja derecha, como si alguien la hubiera cercenadolimpiamente, sin dejar tan siquiera un rastro de sangre alrededor de la herida.Según contó después la sorprendida mujer, el animal se comportaba de formaextraña, como si estuviera medio dormido y no comió durante algunos días.Lo más  particular  del  asunto es que esa cabra había sido regalada a  Alexpocos   días   antes   de   su  desaparición.   El   niño   insistió   tanto   en   que   se   laobsequiaran, que al padre no le quedó remedio. El niño se iba a encargar delos cuidados del animal al cual de cariño le puso el mote de “orejoncito”, porser una cabra precisamente de orejas muy largas.

Esta  misteriosa  amputación  fue   ignorada   totalmente  por   la   familia,hasta   el   momento   en   el   que   don   Raúl   les   dio   a   entender   que   esa   erajustamente la señal del niño a la que se refería.

Una   vez   que  don  Raúl   percibió   en   ellos   un  deje   de   comprensión,prosiguió con sus revelaciones.

10 En forma de Viento: Modo coloquial en la cultura maya para referirse a una entidad etérea, sutil o de índole espiritual (N. del A.).

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— Alex como les digo está  bien. Cuando regrese es posible que nopueda recordar exactamente en donde estuvo, o qué pasó mientras. O puedeser que si. Durante muchas generaciones, desde hace muchísimo tiempo, elmoson chakjole’en ha venido para llevarse a niñas y niños de la nación maya.Se los leva a con los señores para ser transformados. Siempre regresan comolos  verdaderamente  más  poderosos  h’meen.   Los  demás  h’meen  que  no sonllevados son solo aprendices de los que sí.

« Así, cuando fuimos traídos de regreso, fue cuando estaban muchospara ver al moson chakjole’en bajar desde las nubes y soltarnos con cuidado enel suelo. Los verdaderos  h’meen  tenemos que ser vistos regresando así paraque nuestro pueblo crean en nosotros, para que con toda certeza sepan quefuimos traídos por los señores y que traemos un regalo.

«Alex va a ser regresado, no sé cuando ni en dónde; pero lo que si sées que lo dejarán a plena luz del día enfrente de muchísima gente, para quetodos vean el portento y crean en lo que trae el niño. Regresará también conla misma apariencia con la que se fue. No habrá crecido ni un día, pero todoslos  demás   sí  —luego   se   interrumpió   el   hombre   ciego,   como   si   necesitaraescuchar una lejana voz que le decía algo—. Él será retornado en medio deuna gran multitud… la gente…el mundo deberá de enterarse del suceso. Lodejarán en un  lugar  diferente  al  que   fue   tomado…si…en una ciudad conmucha gente…y en medio de las tareas y los trabajos de todos será devuelto».

Lo dicho por el anciano h’meen había sobrecogido a los padres de Alex.El   simple   acto   de   pensar   que   su   hijo   estaba   en   manos   de   entidades   nohumanas,   y   siendo   preparado   de   manera   inimaginable   para   un   destinoinsospechado,   era   algo   muy   difícil   de   hacer.   Eran   cosas   que   en   muchosobrepasaban su pequeño mundo de campesinos.

Pero lo que tenía que decir don Raúl aún no había concluido.—   Ustedes   como   padres   debe   d   ayudar   al   niño.   Sólo   espérenlo

regresar. Tengan calma y fe en que todo estará bien. Cuando sea devuelto elnecesitará  de toda la protección y cuidado que  le puedan dar.  Recuerden,cuando él regrese no recordará en donde estuvo y estará muy confundido. Yoen esos día ya no estaré en este mundo y por eso no lo podré ayudar, peroustedes si.

« Para que su camino esté más abierto para cuando él retorno, habráalguien en quien tendrán ustedes que confiar. Es un hombre que no es maya.

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Pero como si lo fuera. Entenderá de nuestras costumbres y creencias y llegarádentro  de   algún   tiempo.  No   lo   busquen,   pues   ese  hombre   los   buscará   austedes. Se acercará para tratar de saber qué pasó y para ayudarlos. Ustedesmuéstrenle poco a poco la verdad de lo ocurrido. Comprueben si desean suidentidad, pero una vez que sepan que él  es de quien les hablo,  entoncesdeberán de revelarle todo lo que sepan sobre Alex. Incluso díganle esto mismoque les digo ahora. Algo que les ayudará a saber quién es, será ver que usamáquinas para confirmar la presencia de los vientos y de los señores. Él podráver al Me'etan  K'áax, usando máquinas que cargará por el monte. 

« Pues a ese hombre díganle de todo lo que ustedes sepan, por que élya   fue   escogido   desde   antes   que   todo   esto   pasara.   El   fue   escogido  parahablarle al mundo sobre Alex, el moson chak y el Me'etan  K'áax, para que elmundo este preparado para recibir al niño cuando lo retornen».

Eso fue cuanto dijo don Raúl,  el  h’meen  ciego de Cepeda, antes demandar a los aturdidos padres de Alex de nuevo a su casa.

Y esto es lo que me terminó de aportar don Luis, rodeados de nubes demosquitos y a punto de subir al vehículo. Una tempestad de pensamientos seabatía dentro de mí, tratando de darle cabida a todo lo descubierto duranteese extraño día. Sentía un terrible peso sobre mis hombros.  Me veía a mímismo   del   tamaño   de   un   minúsculo   átomo   siendo   llevado   por   enormescorrientes   de   fuerza   hacia   ignotas   direcciones,   desprovisto   de   cualquiercontrol sobre mi vida.

— ¡Está bueno ya! ¡Vámonos que ya es tarde! —se escucho el grito dealguien, con tal fuerza que me lanzó de lleno contra la nocturna realidad queme rodeaba. 

Horda enteras de insectos amenazaban con meterse por nuestras bocasy nariz y mientras los demás ya había abordado el viejo camión.

— ¡Bueno, vámonos ya! El camino es muy largo —con ese segundogrito reconocí la voz de Jorge, quien nos urgía a don Luis y a mi para subir —Acá siguen platicando, ¡vámonos!

— Si Jorge Guerrero, eres tú el escogido para hablarle al mundo sobretodos estos  portentos.  Debes de hacerlo para que  la  gente vea más allá  ycomiencen a comprender la verdad. 

«  Por eso a ti   te hablaron las nubes que pasan,  antes que a mi —terminó don Luis mirando hacia el cielo.

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XV. Vision Quest

Después de un extenuante viaje de retorno hasta Mérida, compartí con miscompañeros ufólogos la información recién revelada. Coincidimos en que eraimportante formalizar la investigación, incorporándole más datos y análisis. Alllegar a la casa del profesor Silvestre me despedí, dejando a un lado el pesadosueño   que   aplastaba   a   mis   párpados   con   el   tremendo   esfuerzo   de   lasanteriores 24 horas. 

Me dirigí decidido a nuestra casa para hablar con mi esposa; me urgíahablar con ella de toda  le experiencia   y comenzar juntos a acomodar  lascosas que me desbordaban. 

El amanecer me iluminaba mientras estacionaba fuera de casa. No sécomo   supo   que   ya   iba   a   llegar,   pero   Celeste   ya   estaba   levantada   yesperándome.   Al   escucharme   llegar   salió   muy   contenta   a   recibirme.   Micorazón aleteaba de contento. La abracé y le dije:

—Celeste, ¡Está bien cabrón este caso! ¡Tiene de todo!—A   ver,   vente,   ya   tengo   agua   para   hacernos   un   cafecito   —me

respondió ella.Tomamos asiento ante la mesa de nuestra cocina y comencé mi relato.

Le hablé  del niño y su desaparición. Le detallé   lo referente al los extrañosseres   y   cosas   raras   que   haya  pasan.   Y   me   concentré   en   todo   lo   que   enparticular me implicaba directamente como divulgador de esos hechos.

Celeste  me  escuchaba  muy  atentamente,   haciéndome preguntas   enocasiones para aclarar ciertos detalles.

Al terminar la historia, ella se levantó y salió por la puerta al frente dela casa. Clavó su mirada en un frondoso naranjo que tenemos en el jardín,encendió otro cigarrillo y a continuación inhaló profundo, con calma. Y medijo:

— ¿Ves mi Jorge?, te dije anteayer en la tardecita que si deseaban congran honestidad lo que deseas, lo podrías obtener. ¡Me da gusto que veas quelas oportunidades incluso llegan hasta la propia puerta! 

«  Esto  que   fuiste   a   vivir   allá  me   recuerda  otras   cosas  que   te  hanpasado, pero llegaste ya a un punto al que te habías resistido a arribar. Tienes

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que vaciar lo traes en ti y compartirlo, para que así puedan llegarte nuevascosas. Ya te mandó decir ese viejito maya, don Raúl, que debes de hablar deeso al mundo. «Tienes muchos años aprendiendo cada vez nuevas cosas, perote has resistido muy tercamente a sacarlo. Si no lo haces vas a tronar y van atronar todas las cosas de tu vida. Nada más te digo una cosa: si vas a hablarde esos seres  que ser  llevaron al  niño,  acuérdate de  lo que te pasó  en  la“vision”. No se te olvide lo que hablamos en aquella ocasión en la sierra, paraque no le vayas a dar a todo el asunto un giro del cual después te arrepientas.Si lo vas a divulgar más que nada siente con ganas lo que tengas que decir.

«Esos seres mágicos de los que hablan los mayas no son diferentes ensu esencia a los otros que hemos visto o sabido de ellos. El Universo es unlugar vasto y misterioso y eso lo hace más interesante ¿no crees?

«A mí se me hace que quienes se lo llevaron no fueron extraterrestresen el sentido habitualmente entendido. O sea, no se lo llevaron seres de otroplaneta que hubieran llegado en sus naves a raptar a alguien. 

«Por el mensaje que te mandó don Raúl, diciendo que ese remolino selo llevó  para transformar al niño en alguien poderoso y capaz de hacer elbien, entonces pienso que fueron sencillamente los Primordiales, llevándolo aalgún nivel de la realidad desde la cual Alex obtendrá sus nuevas capacidades.¿O tú qué crees? —preguntó finalmente ella.

—En todo eso tienes razón. No lo había pensado así ni de ninguna otraforma.   Simplemente   me   vi   forzado   a   captar   datos   y   apenas   alcancé   aconsiderar que juntos razonaríamos esto —dije—. 

Celeste se refería claramente a una intrigante experiencia que tuvimoshacia   algunos   años   atrás,   en   el   norte   del   país.   En   aquella   ocasión   laoportunidad de establecer  un contacto directo con algo venido desde otroreino fue para nosotros contundente.

Aquello comenzó en una fría mañana a principios de febrero de 1995.Éramos un grupo de 20 personas motivadas por el mismo objetivo. Unidos poruna estrecha amistad conjugaríamos durante cinco días nuestros esfuerzos.Todos los que  íbamos nos apresurábamos a bajar de los vehículos que noshabían   llevado   hasta   aquel   hermoso   lugar   en   la   serranía   duranguense.Estábamos muy contentos  por que estableceríamos un campamento en eseprecioso claro,   rodeado por altísimos pinos y encinos,  con  la  intención de

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realizar una práctica ceremonial de los indios Lakotas, pobladores ellos de lasmontañas al sur de Canadá. 

Primero levantamos las casas de campaña y dispusimos cuales seríanlas áreas de servicio. 

Celeste y yo fuimos invitados para formar parte de este evento, y conel fin de aprovechar la vivencia al máximo, nos preparamos desde hacia variassemanas  antes.  Celeste  me  proveyó   de   todo   el   apoyo   físico,   emocional   ymental que necesité para darle cara a todo esto, que más que ser una fuerteprueba, era una etapa necesaria en nuestros desarrollos personales. 

— Tomemos esto con calma y gocemos lo que hagamos. Deja a unlado las expectativas que traigas. Hagamos lo mejor que podamos las cosas yveamos que pasa —me dijo ella.

Una vez establecido el campamento, esperamos que los organizadoresdeterminaran   el   mejor   punto   para   levantar   una   pequeña   construcciónespecial: en ella se desarrollarían funciones esenciales de la ceremonia, puesahí tendríamos un Temazcal. Se le conoce como temazcal tanto a una cúpulade ramas que ahí levantaríamos, como también con el mismo nombre a unapráctica indígena milenaria. 

Celeste y otras personas de conocimiento pidieron permiso al Lugar, yunan vez que sentimos que se nos otorgó comenzamos los preparativos paraentre todos a levantar   una cúpula. De una de las camionetas descargamoscomo 40 varas largas de sauce, previamente escogidas de la rivera de un río yperfectamente limpias de ramas y hojas. Después se nos asignó a algunos denosotros que hiciéramos dieciséis hoyos en el duro suelo. Celeste y otra de lasmujeres de conocimiento, Marilú, pusieron en el fondo de esos agujeros unasbolsitas de cuero con tabaco y pequeños cristales de cuarzo. Después algunosde   nosotros   tomamos   con   sumo   cuidado,   casi   amorosamente   cada   vara,metiendo un extremo en un hoyo cada quien. Una vez que introdujimos varasen los agujeros di unos pasos atrás y miré con gusto un círculo de delgadasvaras que se levantaban rectas hacia arriba. El círculo tendría algo así comotres   pasos   de   lado   a   lado.   Para   mantenerlas   firmemente   enterradas,   loscompañeros les ponían en los huecos de los hoyos algunos guijarros y tierraapretados. 

— Ayuda con esto, vamos a doblarlas con cuidado —me dijo alguien.Se  me estaba   indicando que  tomara  con   firmeza  una de   las  varas,  y  que

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apoyándola en mi espalda, tendría que arquearme con lentitud hacia delantepara permitir que se doblara con suavidad. La vara comenzó así a formar unarco hacia el centro del círculo mientras que la vara de enfrente era dobladasimultáneamente por mi amigo y hermano de espíritu, César. 

Así,   logrando que se tocaran sus extremos, Celeste, Polo y otros lasamarraron, entrelazándolas para obtener la forma de una especie de bóvedade ramas. 

Mientras, afuera de ese domo descansaba uno de nuestros guías, Jorge“La Borrega”  junto con otro  hombre de conocimiento,   Jorge  Iriarte.  Habíanterminado de hacer una cavidad en el centro del círculo. Les tomó un ratopara lograr darle el tamaño deseado a ese hoyo en la tierra, pues la idea eraque pudiera contener unas 40 rocas volcánicas del tamaño de un balón defútbol. Los dos tomaron algo de aliento y se alejaron para buscar leña.

En medio de un bosque de coníferas la leña abundaba, pero debíamosde apilar un montón muy grande de madera, pues una vez iniciado el fuegode una gran fogata, tendríamos que mantenerlo prendido durante cinco días.

Celeste  me había  dicho en  muchísimas  ocasiones  que   los  humanossomos seres que fundamentalmente funcionamos con símbolos.  Todo en sípara las personas no es real y objetivo en forma plena, más bien es percibido ycomprendido a partir del valor o significado que posee en nuestras mentes.Por ejemplo, el fuego que ahí haríamos tendría que ser considerado como unarepresentación de nuestra fuerza interior, algo así como una expresión directade nuestra alma. Por ende debería de estar siempre prendido mientras duraratoda la ceremonia, cinco días por lo tanto. 

La tarde caía con rapidez y un tibio calorcillo nos animaba a continuar.Terminado de afianzar el temazcal, lo cubrimos con lonas y mantas para dejarsu interior totalmente a oscuras.

Los participantes  en  la  ceremonia del  Temazcal   ingresan con ropasligeras y con una profunda actitud de tranquilidad al interior del domo, alcual   también  llamábamos   “casita”∙.  Antes  de  entrar   se  nos   limpió   el  aurautilizando para ello humo de un manojo de salvia encendida. Estábamos enhilera en aquel helado ocaso, las mujeres con un vestido sencillo y holgado ylos   hombres   en  pantaloncillos.  Uno   a  uno   fuimos   limpiados   áuricamente,entrando a un espacio delimitado dentro de un amplio círculo de piedras querodeaba   a   la   casita.   En   un   lugar   del   círculo   un   intenso   fuego   calentaba

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pacientemente una pila de rocas. Me acerqué, como cada uno de los otros alfuego, sintiendo en mis pies descalzos la tierra seca y casi quemante. Entoncesdirigí mi mirada al interior de esa hoguera y miré a las piedras, las cualesdesde   las   entrañas   del   fuego   me   regresaron   la   mirada.   Arrojé   los   másrespetuoso  que pude una  pizca  de   tabaco  hacia   las   llamas,  dirigiendo  un“gracias” honesto hacia ellas. Después, me coloqué de rodillas ante la entradade  la casita del  temazcal y por unos  instantes puse mi frente en el  suelo.Luego dije con fuerte voz:

—¡Con todas mis relaciones! —indicando así  mi deseo de que yo ytodo   mi   mundo   personal   se   vieran   favorecidos   por   los   beneficios   de   laceremonia.

Al ingresar al temazcal observé que su interior era oscuridad y apenasalcancé   a   escuchar   los   murmullos   apagados   de   los   primeros   que   habíanentrado.  —Tú te sientas en el fondo, tú en el lado cerca del sur y tú tesentarás en…—indicaba Jorge “La Borrega”a cada uno, asignando el lugar endonde nos sentaríamos. 

Por mi parte me encontré asumiendo una posición tranquila y relajada,con el  suelo pedregoso debajo de mí,   logrando ver  por  la pequeña puertacomo ingresaba la rojiza luz de la enorme fogata. Ahí dentro poco a poco mimirada se habitúo a la pesada oscuridad y logré distinguir, algo indefinidas,las siluetas de los demás. Una no declarada expectación se mezclaba con elaire   de   las   frías   ráfagas   que   desde   afuera   se   colaban,   girando   alrededornuestro. 

Uno  por  uno   fuimos  entrando,   todos  debíamos  de  hacerlo.  Todos,excepto José Muñoz que se quedó afuera como el responsable de cuidar elfuego y meter,  una a una  las porosas rocas  incandescentes.  Cuando JorgeIriarte se lo indicó, José las fue sacando de entre las llamas con un tridente,cuidando  que  no   cayeran   al   suelo.  Calentadas  hasta   el   rojo   vivo   emitíanenigmáticos   destellos.   Una   a   una   fueron   ingresadas,   y   al   hacerlo,   lasrecibíamos   con   gusto,   considerándolas   de   algún   modo   vivas.   Ya   adentrofueron colocadas en el hoyo que desde el centro del temazcal las esperaba. Laatmósfera se comenzó a calentar instantáneamente; Jorge ceremoniosamentecolocó en cada brillante roca un poco de resina de copal y hojitas de cedro,que al quemarse  dejaron emanar unos intensos humos aromáticos. 

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Inhalé   esos   vapores   y   sentí   como   un   fresco   escozor   llenaba   mispulmones. Era como sentir que algo se lava dentro de tu pecho. “La Borrega”le pidió a José, el Hombre Fuego, que cubriera totalmente la puerta, tapándolacon mantas y dejando bajar un lado de la lona. Era como estar literalmentedentro del vientre de la Madre Tierra: todo era oscuro y cálido, pero el centro,ante nosotros un corazón carmesí de roca y calor pulsaba con un desconocidoritmo.  No pude evitar  que mi  mente   se  volcara   totalmente  dentro  de  esaprimigenia   imagen,   sintiendo   como  era   remontado  hacia  una   antiquísimaépoca   en   la   que   el  mundo  era  así,   igual.   La   abstracción   terminó   cuandoescuche el potente sonido de un caracol siendo tocado desde la distancia. Allá,afuera, en algún lugar estaba José   soplando el  caracol ceremonial.  Algunamemoria racial se habría despertado en mí en esos momentos, pues dejé desentirme yo mismo, para percibir las cosas con la sensación de ser un guerreroindígena del pasado. Preparándose para la batalla. De pronto el siseo ardientedel   agua   cayendo   sobre   las   rocas     incandescentes   se   transformó   en   lapresencia de vapor caliente, apenas soportable. Más y más agua caía y más ymás subía el calor. No se debía luchar con el vapor. Era mejor buscar la formade encontrarse en sintonía con el, cosa difícil de explicar con palabras, porque te debes de encontrar en un estado tal de predisposición en la que sinpreconcepciones, simplemente te fundes con el vapor caliente, dejándote ir,acallando tus voces internas. No era huir mentalmente del lugar, ni negar loque se siente, es más bien mirar hacia adentro de ti, centrarte en el corazón,en su frenético latir, escucharlo.

“La Borrega” comenzó a entonar una antigua canción indígena, con lacual se le pide al  Gran Espíritu, dentro de uno, la fuerza y calma necesariospara vivir. Celeste estaba a mi lado y le escuchaba sostener una respiraciónprofunda y concentrada. Cantamos…

Después de cierto tiempo, ¿veinte minutos?,  no sé,  Jorge gritó  unaorden a José. 

— ¡Puerta!La lona que cubría la entrada se abrió, dejando entran algo de aire frío

que nos reconfortó al momento. Una bruma cubría todo y eso destacaba aúnmás la brillante luz que como un rayo casi sólido,  ingresó  directo hasta elfondo   del   temazcal.   Jorge   le   pidió   al  Hombre   Fuego  más   rocas,   y   él   lerespondió introduciéndolas.

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— ¡Roca caliente! –anunciaba con fuerte voz al acercar a la puertacada   piedra.   Esta   vez   estaban   aún   más   brillantes,   casi   de   color   naranja.Adentro recibieron igual trato que las anteriores, sumándose en un cada vezmayor montón. La experiencia del temazcal no nos era nueva a ninguno delos presentes, con varias decenas en el haber de cada uno, por lo menos. Sinembargo   era   nuevo,   como   lo   es   cada   amanecer.   Se   cerró   la   puerta   yproseguimos con el peregrinar al interior propio.

El proceso de liberar vapor, cantar, meditar, y abrir la puerta se repitióotras dos veces más. En cada ocasión se llenaba con más calientísimas piedrasel hoyo y de igual forma dejábamos algo de nosotros en ese lugar. Nuestro serse alistó para el siguiente paso.

Y es que todo eso lo estábamos realizando como parte de una vivenciamucho mayor, conocida como Vision Quest11. Para explicarla diré que la VisionQuest es un ritual de pasaje en algunas culturas nativas de las Américas. En loparticular seguíamos los pasos tradicionales de la cultura Lakota, etnia del surde Canadá. Los Lakotas se refieren a este rito como Hanblecheyapi12. La VisionQuest sería realizada por nosotros como búsqueda interna, llevando a cabo unviaje en soledad dentro de un entorno natural y salvaje, para ahí desproveer­nos de las ideas que de nosotros mismos poseíamos y esperar obtener, quizás,alguna revelación de valor personal, otorgada por la vida misma.

Se requiere de un impulso firme para dejar el área de todo lo conocidoy cómodo para uno, aún cuando un sentimiento de locura intente hacerte de­sistir. Sin embargo, el buscador normalmente supera el auto­refreno, por me­dio de parar de vagar en pensamientos inútiles. Uno debe de convencerse encierto momento de que no se morirá durante la prueba, de que en verdad unoes insospechadamente fuerte y resistente. Y eso, el terminar con bien la prue­ba es suficiente logro para cualquiera, ahora que no siempre se obtiene la re­velación espiritual, la cual, si ocurre llegaría por medio inclusive de las mismacosas o de los animales. Se espera que sea un contacto con la mente propia, lacual, por medio de símbolos hará saber al buscador información fundamentalpara su actual etapa de vida, con la cual se podrá apoyar seguramente.

11 En inglés, Búsqueda de la Visión (N. del A.)

12 búsqueda de la visión interna (N. del A.).

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Por eso todo ese día habíamos ayunado, con la intención de adecuar­nos física y mentalmente para la vivencia.

La ceremonia del Temazcal que hicimos desde el ocaso duró, sin perca­tarnos del tiempo, hasta casi la medianoche. Al salir estábamos en tal estadoque no sentíamos el helado aire del exterior. Una fuerza pura y simple corríapor los nervios y venas. Algunos se vistieron con ropas más abrigadoras perootros, los que nos quedaríamos dentro del bosque —los buscadores de la visión— tomamos entre varias cosas una manta, con la cual nos cubrimos. Yo ade­más me calcé con mis viejas botas. El atuendo de los buscadores era de índoleespecial. Estábamos vestidos como danzantes del sol, practicantes de otra cere­monia Lakota.  Esta   indumentaria   ritual  constaba  del  uso  por parte  de   loshombres de un faldellín de tela roja y las mujeres con un vestido blanco y sen­cillo, como también unas protecciones de salvia. Estas protecciones las trataréde describir: unas se colocan alrededor de las muñecas, otras en los tobillos.Son de salvia fuertemente apretada con cordeles de algodón y envuelta contela roja. Tienen la forma de donas rojas que colocadas en las extremidadesaportan una protección contra lo que es llamado por los indígenas espíritusmalos. Otra igual, pero más grande es puesta alrededor de la cabeza. En estaprotección además  de sitúan sobre   las   sienes un par  de  plumas de  águilaapuntando hacia arriba, significando la capacidad para dirigir al ser internohacia planos más altos.

Ya alistados nos dirigimos en grupo hacia lo denso del bosque, subien­do una colina.  Nos alejábamos del  campamento en medio de la oscuridadguiados por las estrellas; esa noche la Luna no nos acompañaría. 

Después de un rato de caminata, Leopoldo, decidió que al lado de unagran roca sería en donde se quedaría. Cada uno de los buscadores debía de lo­calizar un lugar del cual emanara una energía especial y única, que nos permi­tiría estar seguros y protegidos. 

Para lograr sentir esa sutil energía habíamos pasado por todo el largoy pesado proceso del día, particularmente nos ayudó el Temazcal. Ahí, en ellugar de poder sentido, se quedaría cada quien en un estrecho espacio dentrode un pequeño corral.

Cada uno de los buscadores traía consigo los elementos para construirrápidamente su propio corral. Cargábamos cuatro varas de un metro que des­pués de clavarlas en el suelo, las rodearíamos con un largo cordel. En cordel

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había amarradas 104 bolsitas de tela con tabaco dentro. En estas bolsitas sepodría considerar que iban oraciones al Gran Espíritu. 

Una vez que dejamos en su corral o  área de protección  a Leopoldo,avanzamos más en el bosque para esperar que el siguiente encontrara su pro­pio lugar de poder.

Imaginese usted la escena, personas dejadas en pleno bosque a solas,con un duro invierno sobre ellas y debajo de algún árbol o al lado de unaroca. Solos dentro de un extraño y minúsculo cercado y protegidos con pocomás que un taparrabos y una sencilla frazada. Los  buscadores  seríamos deja­dos ahí con nuestros pensamientos y miedos por tres días, sin agua ni comida.Totalmente solos y casi desnudos, cansados por el extenuante trabajo de todoese día, hambrientos por el previo ayuno y deshidratados por el calientísimotemazcal. Cada uno fuimos dejados así por el resto del grupo, literalmente en­tregados a nuestra suerte. 

Myriam, estudiante de psicología y una de nuestras compañeras quetambién se iba a quedar en algún lugar, me dijo algo nerviosa mientras cami­nábamos en fila.

— Si en mi casa supieran en realidad qué ando haciendo por acá, memeterían así ¡Tris!, al manicomio. Dirían que estoy loca y que estoy padecien­do alucinaciones mágico­religiosas. ¡Ja, ja!, ya me imagino así, internada en elpsiquiátrico —ante su comentario no hice más que retornarle una muda sonri­sa. 

Fuimos dejando a cada uno. Deambulábamos por ahí  sin un rumbopreciso,  esperando que cada quien sintiera  intuitivamente una señal de endonde quedarse.

Así, fui el último al que ayudaron a instalarse. Para clavar las varas ypoder colocar correctamente el  cordel  con el  que me vería encerrado,  misacompañantes me iluminaron con la exigua luz de un minúsculo fuego queencendieron a un lado. Al retirarse extinguieron la pequeña llama, cosa quehabían repetido con  todos  los demás  Vision Quester.  La noche estaba muyavanzada y el rocío se condensaba, congelándose casi al instante. 

— Bueno, que te vaya bien, ahí te quedas —dijo Jorge, extinguiendo elfueguito.

— Pues si, pero todo va a estar bien, yo desde acá te voy a ayudar. Seque podemos hacerlo juntos —escuché que me decía Celeste con ese especial

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timbre de voz, cargado de poder y paz que en muchas ocasiones importantesutiliza. Todo el trabajo conjunto realizado por años ha logrado forjar un po­tente vínculo entre ambos, muchas veces llegando a sentir que somos un indi­viduo con dos cuerpos. Ella me platicó después, que durante las noches llegó asentir un terrible frío que apenas lograba quitarse cubriéndose con todo a lamano, y que durante el día la perseguía una sed y un hambre incontenibles.Sin embargo por mi parte pude sobrellevar bastante bien las exigencias de laprueba. Eso era resultado de la íntima unión que poseemos.

Esa noche en que fui dejado debajo de un frondoso pino, mi esposa sedirigió  hacia el campamento siguiendo las posiciones de las estrellas comoguía para su camino, acompañada por Silvia, la esposa de Leopoldo. Los de­más se negaron a ir por allí, alegando que “ese no era el camino, que estabanequivocadas”, así que tomaron ellos otra dirección. Entonces Celeste y Silviaavanzaron solas con seguridad entre colinas, bosques y peñascos hasta llegaren efecto, con facilidad al campamento. Ya ahí se instalaron cómodamente al­rededor del fuego, mientras le colocaban más leña para avivarlo. Celeste sepreparó un café caliente y se dispuso a mentalizarme con los ojos cerrados,enviándome fuerza y calor. Silvia se quedó contemplado las llamas, dejandoque su mente se alejara libremente de ahí.

Mientras, los otros caminaron hacia donde ellos creían que estaba elcampamento, siguiendo un resplandor que ellos interpretaron como la luz dela fogata. Después de casi tres horas y ya cercano el amanecer se dieron cuen­ta de su error de juicio: se habían dirigido hacia la dirección errónea y habíanllegado hasta el pie de una carretera, siguiendo la luz de los camiones de car­ga. Desandaron sus pasos y regresaron con la luz de la alborada más directa­mente y en mucho menos de tres horas, logrando ver mejor su entorno. Justoal amanecer llegaron al campamento para encontrase, con sorpresa que Celes­te y Silvia había llegado con bien. Las encontraron profundamente dormidasal lado del fuego sagrado, que ya para esos momentos era sólo un montón derescoldos y pavesas. Las mujeres habían llegado tan agotadas que el sueño lastomó por completo y nadie, durante el resto de la madrugada, había alimenta­do  más a la fogata. Rápido se abalanzó José a arrojar leños en las brasas, su­mándole hojarasca seca. El fuego se avivó inmediatamente, elevándose comoun titán recién liberado.

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Pero menciono esto último por que tiene una relevancia en particular.Durante cada una de las diferentes paradas que se hicieron, con el fin de dejara los diversos buscadores, se requirió hacer a un lado de cada uno de nosotrosunos pequeños fuegos con algo de varitas y hojas. Bueno. Eso ya le mencioné,lo que aún no explico es un hecho extraño que ocurrió y que no puedo dejar ala casualidad, en virtud a todas las cosas maravillosas de las que hemos habla­do.  Pues bien, sucedió que al retirarse de mi lado mi querida Celeste y losdemás, me percaté poco a poco y luego con una velocidad vertiginosa que mehabía quedado pasmosamente sólo en el bosque. Sentí como las tinieblas meenvolvían irremisibles y como las estrellas, trémulas, giraban sobre de mi. Y elmiedo, ese eterno acompañante que espera silencioso desde algún rincón, sal­tó hacia mí yugular, atenazándome con férrea fuerza. 

En mi pequeño espacio, de un metro cuadrado, en el que suponía de­bería sentirme protegido, me vi forzado a ver dentro de mi alma. 

¿Pero qué chingados encontré ahí dentro para apoyarme en ello? Puesnada. Pura madre que había algo. Estaba sólo como un tremendo loco encue­rado, temblando de frío, cansadísimo y para acabarla de amolar, asustado.

Ya había hecho antes la prueba de la Vision Quest, pero nunca con laintención de quedarme 3 días. La última vez fueron solo dos. Y ahí estaba, conun verdadero amasijo de preguntas, agolpándose todas a la vez en mi cabeza.Claro, ahora después de los años ya sé que esa es una parte del proceso, quees lo más natural sentirme precisamente como me sentí.

Lo que no es común que ocurra, es que deseando fervorosamente unpoco de luz y calor se encienda de la nada, a un lado de ti una pequeña flama.¡Plaf! 

— ¿Fuego? ¡A caray! — dije en voz alta, mientras observaba absorto ladanzante flamita, con su lindo color naranja.

Durango es conocido mundialmente como la tierra del cine, por ser unlugar provisto de tan diversos entornos naturales que ha permitido la filma­ción de cientos de películas en sus muchas locaciones. En los sets de filmaciónes habitual mirar desde atrás de la cámaras, como al realizarse la escena delos vaqueros en medio de una fogata y justo antes de que el director grite “AC­CIÓN”, cómo es que brota de en medio de un círculo de roca —falsas— un be­llo y constante fuego, alimentado por tubos que desde abajo llevan gas. Es un

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fascinante efecto especial que los cineastas realizan para crear la ilusión deuna fogata verdadera.

Pues así me sentía, en un estrafalario set de filmación y en una pelícu­la dirigida por quién sabe que director oculto. La lumbrecilla, delgada como lade un encendedor de cigarrillos, se mantenía juguetona y tranquila a la vez,haciéndome compañía. Sospeche, luego de un silencioso rato que en realidadese era el pequeño fuego que habían hecho al dejarme y que se había reaviva­do. Lo que no lograba entender era como estaba tan localizado, sin tener elnatural comportamiento de extenderse a todas las hojas y varitas combusti­bles. Y vaya que había para donde extenderse, en un bosque lleno de hojaras­ca seca en medio del invierno. Pero no, así se quedó, quietecito. Entonces meenvolví lo mejor que pude con mi cobija y traté de dormir. No se cuanto ratotuvo que pasar pero al final logré conseguir caer en un hondo sueño.

Poco antes del amanecer me despertaron las aves matutinas que consus graznidos anuncian el nuevo día. Ese fue el momento preciso para retirar­me de encima una delgada capa de escarcha que se formo durante la noche yver, mientras me levantaba a dar pequeños saltitos, como el fuego que celosa­mente me cuidó, se extinguía como si alguien por debajo le retirara el com­bustible. ¡Fuif! Se apagó la lumbre. 

Después, al platicarle a Celeste mi experiencia al respecto, me habló delo que a su vez a ellas le había ocurrido con el fuego, como casi se extinguiótotalmente y la forma en que tan espectacularmente se encendió, coincidiendoella conmigo en que esos fuegos se prendían y apagaban de forma sospechosa­mente diferente a cuantos habíamos visto. Mi esposa concluyó que este fuego,al ser especial y consagrado, estaba dotado de una vitalidad única. En un mo­mento dado, al encontrarse sólo este fuego­entidad decidió proyectarse haciadonde tuviera más evidente su función. Debo de decir que sorprendentemen­te, los otros ocho buscadores tuvieron también su propia llamita acompañán­doles, igual que a mi. El fuego al verse realimentado al amanecer, en su em­plazamiento original del campamento, se retiró de con nosotros, cumpliendosu cometido de proveernos cuidados. 

Es extraño en verdad, pero lo remito como uno de los varios sucesosde esta vivencia. 

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Celeste, amiga, maestra y amada compañera, me dijo que era sorpren­dente ver al amanecer como el pequeño arroyo apareció con la superficie con­gelada, mientras que nosotros estábamos vivos y sin síntomas de hipotermia. 

Diré además que la cálida luz del amanecer es una de las cosas másdulces que he experimentado en mi vida. Tímidamente fue descendiendo esaluz por las laderas, colándose entre las ramas para llegar hasta ti, que ávidocomo flor esperaba su tibia caricia, dentro de mi infranqueable  corralito.

Pero claro, totalmente abandonados no estábamos, de vez en cuandode manera sagaz y discreta, nuestros amigos del campamento iban a vernos,cuidando no descubrirse para estar al tanto de nuestro estado. Además entrelos varios títulos que Celeste posee, está el de ser médico. Si a cualquiera denosotros le sucediera algo importante ella se encargaría de dar los primerosauxilios mientras fuera llevado al hospital rural más cercano. Pero todo trans­currió bien, o por lo menos libre de incidentes de naturaleza médica. 

En ocasiones durante el día yo usaba un pequeño silbato con el cualproducía un agudo sonido que atrae a las águilas. Está hecho con un hueso deala de águila. Lo llevaba en todo momento colgado en el cuello con un cordelrojo.

Durante el día me la pasé dormido y en las noches muy despierto, per­cibiendo los variados sonidos nocturnos. El  extraño rumor de los animalesnoctívagos se añadía al del viento trascurriendo por los ramajes. Los árbolesse balanceaban con crujidos similares a lamentaciones. Por lo tal no era fácilen esas últimas dos noches adquirir la calma para tan siquiera dormitar, porque más bien desde esa espesa negrura brotaban los temores y las incertidum­bres. Vacilé un centenar de veces y apunto de irme corriendo de ahí me en­contré en todas esas ocasiones. Realmente la búsqueda de la visión interna es­taba sometiéndome a la confrontación con mis debilidades. Estaba desprovistode todo lo que siempre me había dado estabilidad y seguridad en la vida: mistatus quo, títulos académicos, la pertenencia a una familia y hasta inclusomis atributos físicos, como la fuerza o la salud eran cosas que me di cuentaque siempre habían estado ahí para proveerme de un sentido de continuidad yconfianza. En ese apartado lugar, sin posesiones ni nombre propio me encon­traba en contacto con la verdadera naturaleza de mí ser. Yo.

Y ahí dentro tendría que hallar mi mente propia, a mi alma.

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Logré dar breves cabeceos en esas largas y frías noches, en las que elvalor del agua y el cobijo se me revelaron en total magnitud. 

Además llegué a sentir que mi árbol protector, bajo el cual estaba, ex­tendía durante las noches sus ramas para cubrirme. Alguien más ortodoxo ensu pensar afirmaría que estaba sometido a un profundo estrés y que eso mehacía ver y sentir cosas que sólo ocurrían en mi mente. En realidad a estas al­turas del libro con lo que hemos compartido, apreciado lector, ya no estamoscomo para resistirnos a las percepciones de ese lado alterno del mundo, o seael otro lado de la banda de Moebius. 

Llegó pues la madrugada del último día. Arreció pronunciadamente elhelor del viento. Todo parecía salido de algún estrambótico sueño, pues unacargada neblina descendió sobre todo y todos. Así me encontraba en un esta­do de abandono en el que me sentía libre de angustias, como flotando. Al­guien con mente clínica diría que seguramente la química de mi cuerpo se en­contraba sumamente alterada, pero más allá de eso mi mente asumió la direc­ción de mi circunstancia. Una serie de tormentosas confrontaciones consecuti­vamente más fuertes dentro de mí ser me llevaron a ese nivel, desde el cualpodía conseguir mi visión interna. 

Pero no me preocupaba ya si la alcanzaba o no, sencillamente estabaen paz conmigo mismo.

En esos momentos la sensibilidad que poseían mis ojos para ver algodentro de las lúgubres condiciones era excepcional, a tal punto que podía ob­servar las formas de los objetos más cercanos a mí. Más allá de unos cuatrometros todo era difusamente gris pero las rocas del suelo, las ramas de mipino y los detalles de mi corral eran simplemente claras. De las estrellas ni ha­blar; no había ninguna visibilidad del cielo invernal, que a esas horas deberíatener a Marte descendiendo hacia el poniente, en el cenit a la hermosa estrellaArcturus y por encima del oriente, apenas saliendo a Venus y Júpiter. Peronada de la Luna, la cual saldría mucho después del amanecer. No traía conmi­go ningún tipo de reloj, excepto uno que de manera natural funciona siempredentro de mi cabeza, quizás por los largos años como astrónomo, no sé. Puesestimo que serían las 4:30 AM y no logré de ningún modo dar explicación auna sutil claridad que iba incrementándose momento a momento con un levetono de luz lavanda. Era un espectáculo en verdad bello; todo se iluminó uni­formemente como si de la misma neblina emanara esa luz.

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Y toda  la  murmurante  actividad de   la  madrugada,   insectos,  aves  yviento cesaron como si de nuevo el disimulado director cinematográfico hu­biera bajado un interruptor, quedando todo sumido en un silencio neblinoso yazul. 

Sin previo aviso salió desde algún excepcional reino un ser que nuncaolvidaré. 

Era un sujeto de enorme cabeza calva, desprovisto de orejas y con unalevísima nariz. Sus ojos eran enormes, dotados de un color negro azabache ycon la exquisita forma de almendras. Los labios en esa boca imposible apenaseran perfilados por unas delgadas líneas y su mentón, una prominencia casiinexistente se movía con un ligero temblor, como si musitara algo por lo bajo.

Este increíble ser caminaba con un paso grácil y fluido, posando unatras otro sus descalzos pies sobre la hojarasca. Su cuerpo menudo y enjuto te­nía un delicado color lechoso. Mil veces me he asegurado la idea de que si lohubiera tocado, su piel hubiera sido como la seda a mi tacto. Pasmado, notéuna especie de aleteo parpadeante en sus ojos, como si un delgado párpadotranslúcido hubiera subido y bajado. Tendría en su pequeñez algo así comouno veinte de altura. Pero lo más extraño de este evidente SINH13,   era suatuendo. Era lo más absurdo que hubiera visto en mi vida, pues llevaba puestoel mismo atavío que yo. Es decir, realmente iba vestido como danzante del sol,con su faldellín rojo, sus protecciones de ramas de salvia alrededor de los tobi­llos, muñecas y sienes, rematando su tocado con un par de excelentes plumasde águila y algo colgando en el delgado  cuello, muy parecido a mi silbato dehueso.

El SINH caminó hasta quedar a medio paso del corral. Me miró, lade­ando un poco la cabeza, haciéndolo con una mezcla casi humana de curiosi­dad y ternura. Aún que parecía estar diciendo algo susurrante, ni un solo soni­do brotaba de su boca. Noté muy detalladamente la estructura aparentemente

13 SINH, es al acróstico de Ser Inteligente No Humano, término acuñadopor Celeste y yo originalmente en nuestro libro “Propuesta de OtraRealidad, análisis del Caso Mérida”. Usamos este término para buscarenglobar más precisamente a los seres que generalmente se consideranpor lo común de naturaleza extraterrestre, siendo en realidad originariosde una realidad más vasta que la interplanetaria (N. del A.).

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ósea bajo su piel, viéndole lo que parecían clavículas y pómulos que resalta­ban como los de un niño. Mi mente no podía razonar, solo ver.

Ese breve instante, durante el cual el SINH se mantuvo allí parado ami lado, es un instante que me ha acompañado toda la vida. Luego el ser sealejó con aire de tranquilidad, como quien fue a mirar a su amigo para com­probar que todo esta bien. Caminó luego hacia mi izquierda introduciéndosede lleno en la bruma, que seguía brillando con limpidez. 

Ahí fue cuando me repuse con un sobresalto, diciendo:— ¿Qué chingados fue eso? Toda la quietud que había logrado conquistar en esos tres días aciagos

se fue de un solo golpe, derribada como castillo de arena por el mar. Un es­pantoso desasosiego me agarró por el centro de mi abdomen, apretujándomepor dentro. Tuve miedo de que ese ser volviera y me llevara consigo hacia nosé que destino. El frío, la sed y el hambre se volvieron nada comparadas conla intensa emoción que me llenaba ya incontrolable. Yo me quería ir de ahí,así que esperé hasta el amanecer y me marché casi corriendo, tomando comopude las varas de mi corral, también mi cobertor y demás objetos de poder. En­tonces me marché dejando atrás un sospechoso camino de ramas aplastadas,ofrendas de tabaco tiradas e hilos arrancados de mi atuendo. 

Cuando llegué al campamento, luego de deambular sin dirección du­rante horas, Celeste me vio y ella con los demás corrieron para ayudarme.

— ¿Qué te pasó?— ¿Te salió una manada de coyotes?

— ¿Te mordió acaso…una víbora de cascabel? ¿O un escorpión? —preguntaban todos casi al unísono.

— No, no fue eso, es que…me salió algo…— ¡A, entonces tuvo su visión! —dijo uno de ellos, no recuerdo quien

—, déjenlo que se recupere, denle un poquito de té caliente y nada más. Tápa­te bien —ordenó.

—A ver Jorge —me indico Celeste, mientras me tomó dirigiéndome  aun lado, junto al fuego— ¿Dime, qué pasó? Platícame y te ayudaré para queentiendas lo que viste.

Le detallé temblando entonces los pormenores de mi experiencia. Co­mencé por decirle como me había sentido tranquilo y victorioso por sobre lasnecesidades físicas y emocionales después de los duros días y luego le narré la

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manera en como apareció ese insólito ser ante mi. Concluí hablándole comosalí huyendo de aquello.

Finalmente me sentí un poco más calmado por su atención, como porla tranquilidad conciliadora que le emanaba a ella. Eso me motivó a quererencontrarle sentido a todo eso.

— ¿Pero y por qué pasan esas cosas tan extrañas? —le pregunté a miCeleste,   percibiendo   un   feo   desespero   en   el   alma—.   Nada   de   eso   tienesentido, es… ¡Absurdo!

Celeste  me pasó  otra  segunda  taza de   té,   se  acomodó  mirándome,encendió un cigarrillo y empezó a hablar, fluida y apasionada a la vez.

— Primero, comencemos aceptando que esas cosas pasan a diario, portodo el  mundo y  desde  hace  incontables  años.  Todos  los  humanos hemostenido que lidiar con este tipo de encuentro. El sinsentido los ha caracterizadopor siempre, pero ahí están, y continúan —comenzó Celeste, formulando unarespuesta—.   Hay   quienes   platican   sobre   sus   encuentros   con   fantasmas,vampiros, ángeles, duendes y todo tipo de cosa que parecen meros productosde la enajenación mental. Se consideran que son simplemente alucinaciones,delirios   mientras   que   otros   dicen   fervorosamente   que   son   visiones   yencuentros verdaderos. Entonces, ¿que son?

«Estas cosas desean ser vistas, pero lo hacen con una marcada inten­ción de aparentemente preferir permanecer sutiles, casi inasibles —prosiguióella—. Nos aparecen así como te ocurrió a ti, en lugares desolados o momen­tos inusitados, haciéndolo precisamente en donde a final de cuentas, puedenser vistos».

Prestaba total atención a sus palabras. Sus movimientos se volvieronserenos. 

Ella hizo una pausa, cerró los ojos, tomó un sorbo de su café y le diouna chupada a su cigarrillo. Sentados como estábamos sobre el suelo, ella conlas piernas cruzadas y yo cubierto con varios cobertores, continuó mientrasmirábamos las crepitantes flamas del fuego.

— Esos seres, los SINH hay quienes mayoritariamente dicen que des­cienden de naves o que salen en medio de luces o de neblina. Pero eso sí, alllegar como sea siempre se presentan impactando a los testigos que no lograndespués asumir fácilmente lo vivido. Generan dudas, especulaciones y toda

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clase de ideas locas. Entonces tenemos que discriminar lo visto y  lo que noshacen pensar tales apariciones.

«Mírate a ti: tú que buscabas una revelación desde tu interior se te pre­sentó el un extraño ser. No te está eligiendo para nada superior o sobrehuma­no. Sólo te agarró ahí para que dentro del contexto de tu prueba, adquirierasu visita ante ti un sentido mayor.

«Además estas inteligencias no dejar pruebas concluyentes y concretasde su presencia. Más bien parecen buscar que se fomente como sea, el que se­pamos que existen. A esas entidades no les preocupa para nada que hablemosde ellos con rumores, dudas, sospecha o esperanza. Aún cuando estemos enor­memente sumidos en una confusión respecto a su origen o intenciones, lo quesi es seguro es que en nuestras mentes está presente en algún lugar la idea desu existencia.

«Pero esto se trata de algo más allá que creer o no creer. Yo consideromi Jorge que no son extraterrestres que vengan a salvarnos o a conquistarnos.Nada de eso. Yo creo que sí existen como individuos pero a su vez como partede nuestra propia naturaleza mental y emocional. Mira, para que me entien­das ¿Te acuerdas de un cuento de Jorge Luis Borges? Ese en el que un magosoñaba a un joven, y que en sus sueños lo iba formando y luego le dio vida aese imaginado hijo. Pues recordarás el final, cuando el soñador se da cuantade que él también está siendo soñado por alguien más que lo está formando—preguntó ella.

 —Si Celeste, me acuerdo, creo que se llama “Las Ruinas Circulares” —respondí, un poco aturdido en realidad.

— ¡Ese!, pues bien, con ese cuento Borges trata de decirnos lo mismoque te he venido explicando desde hace mucho —continuó mi Celeste—. No­sotros creamos nuestra realidad, seamos conscientes de eso o no, pero lo ha­cemos. Lo que está en nuestra mente, lo que sentimos, como reaccionamos almundo,   todo eso es   llevado por nuestro poder hacia   la   realización de  losanhelos, las creencias e ideas. Todo lo que portas en ti se utiliza para darleforma a la energía básica del Cosmos, y así tu realidad es justamente la quevienes creando. Te repito, prácticamente no somos conscientes de eso. Peroaún hay más en eso: los demonios y ángeles, los fantasmas y extraterrestresson soñados por nosotros, pero lo cabrón en esto es que ellos también nossueñan a la vez a nosotros. Nos co­creamos mutuamente.

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—¡En toda la madre! ¡Ahora si que se me tronó el cerebro, Celeste!¡Eso está de la rechingada de cabrón! —repliqué mientras sentía de nuevo eltemblor pasmódico en mis extremidades.

—Tranquilo —dijo ella—. Calmado. No lo asumas así luego luego, me­jor piénsalo y a ver como lo sientes después. Ahora nada más deja te sigo di­ciendo: en realidad como todos los seres del Universo estamos tan íntimamen­te vinculados, nuestras conciencias se influyen profundamente entre sí. Anteesto si tu sabes dirigir hacia donde desees tus sueños y pensamientos lo queobtendrás es que tu mundo, toda tu realidad sea y esté poblada por lo quequieras. Esa es la Magia verdadera y eso mi Jorge es a lo que pretendo llegarcompleta, y si tu quieres, los dos juntos en eso. 

«El ser que viste es real, pero a la vez es un sueño. Más dentro de loque te digo, para el ser tú fuiste un sueño y al mismo tiempo le fuiste real.Mundos, dimensiones, todos estás unidos y se conjugan en un eterno círculode co­creación —luego se interrumpió mi esposa a si misma, y miró más agu­damente directo al fuego.

— ¿Sabes? Lo que te acabo de decir se parece mucho al grabado queme encanta de Echer. Una mano dibujada saliendo del papel para dibujar des­de el mundo real otra mano, la cual a su vez hace lo mismo con la primera,¿Quién dibuja a quién? Te lo plantearé de otra forma: ¿Tú que decides dibujarpara que eso te dibuje a ti? —concluyó Celeste, dando un largo y profundosuspiro. De pronto, sin aviso se levantó como resorte para ir a por una taza decafé   más.   La   miré   mientras   se   desplazaba   con   sus   rápidos   movimientoscaracterísticos y pensé que quizás ella sabía el resto de las respuestas.

*                    *                      *

Retorno aquí en mi narración al momento en que me encontraba conCeleste luego de hablar del caso del niño Alex y de que ella me remitió haciael pasado. La cascada de los recuerdos de aquel aciago encuentro cara a caracon lo desconocido, en la serranía duranguense, se mezclaba con el fluir de

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pensamientos que corrían en mi mente en este momento. Celeste había muyatinadamente   dirigido   mi   atención,   como   siempre,   hacia   aspectos   quenecesitaba comprender. La encomienda encargada a mí  por  las  inhumanasinteligencias que estaban detrás de don Raúl  se tornaba perturbadora antetodo  lo  que  me había  dicho  Celeste  hacia  años.  Ella   tenía   razón,  deberíaandarme con mucho cuidado y no dejar que me convirtieran en una especiede predicador. Debería ante todo mantener una actitud calma, vivir con gustotodo esto, para que sin desear servirle a nadie, y únicamente actuando deacuerdo a los designios de mi corazón pudiera realizar lo deseado. Me recordóde nuevo que en verdad no importaba si esos seres esperaban algo de mi, ni silos podría llegar a defraudar. Eso no importaba, me dijo ella. Importaba vivircoherentemente con mi profundo deseo,  que era en esos  momentos poderescribir un libro con fuerza en el que compartiera mis experiencias. Así, enrealidad  todo quedaría en una perspectiva muy diferente.  Formule con micorazón un anhelo. Mi alma si hinchó como vela al viento por la potencia demi   petición   y   desde   adentro,   mi  mente   propia  atrajo   las   circunstanciasnecesarias para tal realización. 

Recorrería ese  camino confiando en mi  corazón.  Por  ahí   caminaríaatravesando todo su largo. Mirando, buscando la verdad.

Y miraba en esos momentos la ágil silueta de mi Celeste que me dejabaasí con el incesante latido del recuerdo de esos extraños seres, recuerdo queno podría sacar nunca de mi mente y del cual buscaría un sentido en nuestrasvidas.

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XVI. Buscando a don Raúl

Un viaje al sur del estado de Yucatán era necesario. Necesitaba ver a donRaúl, el sabio h’meen de Cepeda.

Así que unas semanas después de regresar de Chén Solís, nos organizamospara ir en su búsqueda.

Nos fuimos hacia el poblado de Halachó, en los límites de Yucatán yCampeche.  En el  pequeño cochecito  íbamos de nuevo el  prof.  Silvestre,  elarquitecto Jorge Castro y yo. En esta ocasión mi Celeste determinó no ir connosotros.

—Esta es una cita que tú tienes de antemano con el Destino. Ve paraque te concentres en eso y apliques sin ninguna expectativa toda tu atención—explicó  ella— Quizás si  vamos juntos en esta ocasión, te distraigas y noencuentres bien lo que te corresponde. Ya en otra vez iremos.

Así  pues,   forrados con mucha determinación transitábamos bajo unintenso sol  rodeados por  la exuberancia  de  la selva.  En el  camino  íbamoscharlado   animadamente,   contentos   por   tener   a   alguien   con   quienestableceríamos contacto para encontrar al chamán.

A media tarde llegamos a Halachó, a la casa del prof. Juan BautistaTzuc,   maestro   jubilado,   apasionado   investigador   del   fenómeno   OVNI   yexcelente   conocedor   de   la   lengua   maya.   Apenas   llegamos   y   nos   recibióafectuosamente, expresando la pena que tenía por que no nos iba a poderllevar con don Raúl. Nos dijo que don Raúl no deseaba que lo interrogáramos,pero que le había permitido a Juan otorgarnos todo tipo de información opruebas que le pidiéramos. Eso nos desanimó un poco al principio, pero JuanTzuc tenía varias cosas por mostrar. 

Muy contento por nuestra visita nos llevó, primero y sin explicarnospara qué,  a la casa de su hijo, esto a sólo unos 40 metros de la suya. Nospresentó y le pidió a su hijo Juan Tzuc Tzeel que nos explicara lo que habíaocurrido de extraño antes ahí.  El  hombre nos miró  con curiosidad por unbreve instante pero sin mediar palabras nos dirigió al centro de su casa.

Mirábamos el suelo, como esperando encontrar algo especial. Yo no vinada.   Era   un   piso   recién   colocado,   de   lindas   losetas   de   cerámica.   Me

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concentré   para  dar   la   apariencia  de  alguien  que   sabia  que  hacía.  En   esemomento me pasó por la mente la idea de que quizás me parecía a algunos delos   súbditos   del   cuento   “el   traje   nuevo   del   rey”,   que   sin   ver   nada   delinexistente  traje   lo alababan por  temor a  ser  reconocidos  como estúpidos.Pues así me sentí, como alguien que por no ver nada fuera a ser consideradotonto. 

El   callado   hombre   se   percató   de   nuestro   embarazo,   y   comenzó   ahablar.

— Hace unos meses que le puse piso a esta habitación —dijo él—.Poco después de que lo instalaron, una noche me levanté para tomar  un pocode agua. De pronto comencé a escuchar un ruido muy raro, tan fuerte quetemí que fuera a despertar a todos. Pero nadie se despertó. Me di cuenta deque salía desde abajo, como si algo se moviera por dentro de la tierra. Pero noera posible, acá no hay topos o animales de ese tipo, por que miren —y señalóhacia el patio trasero, que a través de una gran ventana se lograba ver conclaridad—. Todo es  piedras,  abajo  hay piedras    más  piedras,  no como enTabasco que allá si hay muy muchísima tierra— refiriéndose a la geología dela región.

« El ruido se hizo mucho más fuerte y yo pensé que era un temblor, oalgo así. Pero nada se sacudía. De pronto el suelo bajo mis pies comenzó aquebrarse, pero muy raro, por que sólo era en una línea. Vi como se hacia lafractura y me di cuenta muy clarito de que parecía como si algo, no se que, semoviera exactamente por debajo de las losas. Era como si una bola estuvieraentre el suelo firme de concreto y las losetas. No se como explicarlo, pero asíse veía. A quienes se lo he platicado, me han mandado a la chingada por queno me quieren creer. Mi papá  si, pero por que él es un hombre que sabe.Cuando eso terminó ya se había levantado mi mujer, pero ella no vio a la cosa—luego hizo un movimiento con la mano, como trazando la ruptura que sehizo.

— ¿Hace cuanto que lo cambiaste? —interrogó Jorge Castro—, y dimecon que  lo  pegaste   el   suelo  anterior.  Además,   ¿no  hay  grutas  aquí   abajodirectamente? Dinos todo lo que sepas, para tratar de descubrir que hizo esto.

Mientras   que   el   joven   le   respondía   al   arquitecto,   yo   saqué   losinstrumentos de medición. Inmediatamente me di cuenta de que existía en ese

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lugar   una   constante   emisión   de   magnetismo,   intenso   y   además   pulsátil.Precisamente se lograban lecturas de esa energía por donde estuvo la fractura.

— Pues no, dice él que por lo menos con lo que ellos saben, aquí nohay grutas directamente abajo. El piso lo cambió  casi  inmediatamente y elmétodo para adherir  las  losetas sí  es el correcto —se acercó  en eso Jorge,indicándome lo que le manifestaron—. ¿Tú qué encontraste?

— Magnetismo, algo así  como si aquí  abajo estuviera enterrado ungran   refrigerador   que   funcione   a  plena  potencia.   Imagínate   la   fuerza  delcompresor de un aparato así, pero solo en esta línea. Mira ven —dije mientrasle mostraba el sensor—. No sé qué, pero aquí sí ocurrió algo muy raro.

Entonces se me ocurrió preguntar qué le habían hecho al material quequitaron,  a  lo  que contestó  que por alguna razón,  no sabía cual,   lo   teníaapilado en el patio trasero. Eso nos entusiasmó y casi en tropel corrimos haciafuera para ver el montón. Inmediatamente comencé una serie de pruebas, pormedio de las que nos dimos cuenta de un fenómeno muy intenso que anteshabía visto en otros lugares. 

¡Las losetas estaban magnetizadas, pero cesaba su magnetismo cuandolas alejábamos del lugar! Es decir, mientras estuvieran a menos de un metroalrededor  de   la  pila  de escombros,   cualquier   trozo de   las   losas  emitía  uncampo magnético  que  pulsaba  con  un   ritmo de  47.8  Hz,  es  decir,   en  unsegundo  emanaba casi 48 pulsos de campo magnético. Encontramos ademásque si los trozos eran alejados fuera de esa área, al instante el campo caía acero. 

En un santiamén caí en cuanta de algo. Si prolongaba literalmente lalínea en la que se formó la grieta, y si la llegaba a extender hacia fuera de lacasa,   entonces   justamente   pasaría   por   el   lugar   en   el   cual,   casualmente,estaban  los  escombros.  A este  tipo de  líneas de energías magnéticas  se   leconoce, como me lo indicó tiempo atrás Celeste, Líneas Ley. A lo largo de estaslíneas, que recorren por doquier el mundo entero, fluye un tipo de energíaque se expresa con magnetismo y electricidad, pero cuyo componente esencialescapaba   aún  a  mi   entendimiento.  Celeste   en  muchas   ocasiones   trató   deayudarme a comprender su naturaleza, como también sus usos.

Pues precisamente el piso nuevo de esta casa había sufrido el dañoprovocado por un inusual paso de energías por esa enigmática línea. Celesteme   hizo   realizar   una   investigación   detallada   en   libros   y   publicaciones

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electrónicas,   para   que,   como   ella   dice,   mi   cabezota   de   científico   pudieraentender esta maravilla. Según me explica ella, los pueblos de la antigüedad,por todo el planeta sabían de la existencia de estas estructuras naturales de laTierra. Las reconocían y podían usar las fuerzas que por ellas corren. Me hadicho  infinidad de veces que el  día en que la ciencia  moderna se deje dependejadas y  tome el  conocimiento  milenario de  los  pueblos  de  tradición,entonces sería el día en el que las cosas comenzarían por fin ser claras para lahumanidad. 

De acuerdo a  lo que he aprendido con ella,   la  Tierra  se encuentratotalmente  unida   a   los   ritmos  de   la   actividad  del   Sol.   Es   hasta   hoy   quereconocemos esta verdad, pero las mujeres y hombres de conocimiento desdemucho tiempo que lo saben. Estos ritmos actúan de muchas formas, y una deellas es que propician que el  grosor   físico de estas venas conductoras,   laslíneas Ley, se incrementa al llevar como un río caudaloso mucha más carga.Justo por esa casa pasaba una de estas líneas Ley que, de una forma muy pocofrecuente, daño algo. Celeste me ha aclarado en posteriores ocasiones que esasituación en   realidad  se  debió   a   la   suma de  otros   factores,   entre  ellos   laactitud hacia la vida que el dueño de la casa tiene. Creó algo a lo que ellallama resonancia psíquica. Pero luego habrá   lugar para hablar de esto.  Enesencia por ahí   la  fuerza pasaba,  posiblemente por una  línea de cientos  omiles de metros.

Para confirmar que no hubiera algo menos exótico dentro o debajo delmontón   de   cascajo,   procedimos   a   quitarlo   entre   todos.   Con   las   manosretiramos   los   trozos,  arrojándolos  a  otro   lugar  del  amplio  patio   sólo  paraencontrar que  la energía seguía presente sin el  escombro.  Los  pedazos delosetas perdieron su cualidad magnética en el nuevo lugar. Comprobamos quela línea continuaba por el patio hasta las casas contiguas.

Mientras Jorge Castro videogrababa todo lo que ocurría, con el fin deposeer un documento registrado.

Fue así que me percaté de la emoción que tenía Juan Tzuc. El hombresorprendido nos llevó de nuevo a su casa, haciéndonos despedir abruptamentede su hijo. 

Ya en su casa y con el ocaso muy avanzado, nos dijo que tenía algomás que mostrarnos. 

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— ¡Miren! Esto es muy importante y debo mostrárselos —exclamó conentusiasmo. Se dirigió  a  una gaveta y de ella  sacó  una pequeña cajita demadera. Al abrirla extrajo con mucho cuidado un paño rojo, que al desatarlomostró un par de pequeñas piedras perfectamente esféricas. Cada una cabíaperfectamente en el cuenco de la mano. 

Las miré  con detenimiento mientras él   las sostenía y consideré  queserían de cantera labrada. 

— Estas me las dio don Raúl. Me las entregó por que él dice que soy suaprendiz, pero yo pienso que es mucho compromiso serlo…bueno, lo que sea.Estas me las entregó don Raúl como parte de mi aprendizaje. Me dijo que undía sabría para qué son, pero en realidad no tengo ni la menor idea de su uso.Cuando me la dio me habló de que la encontró entre una ruinas mayas. Elcree que algún antiguo sacerdote las debió de haber utilizado.

Nos miró con una amplia sonrisa en el rostro, contento como niño deenseñar su tesoro. Sus ojos nos recorrieron y fue así como obtuvo una idea.

— ¡Ya sé! Vamos a ver si tienen energía como la que está en la casa demi hijo.

Acto seguido las colocó sobre una mesa y me pidió que las revisara conmis aparatos. Naturalmente accedí.

Nada. Quizás estábamos haciendo algo mal.  Los aparatos  indicabanuna ausencia total de campos, como es común en cualquier roca. El prof. JuanTzuc   me   miró   de   una   forma   extraña,   como   tramando   algo,   para   acontinuación inhalar profundo y comenzar a decir algo con murmullos. Laactitud que asumió  era  la de alguien elevando plegarias,  con voz queda yademás en maya.  Palabras con sonidos exóticos comenzaron a flotar en elambiente, adquiriendo cada vez un volumen mayor. Se estableció al instanteuna atmósfera sobria y serena. 

Y fue justo cuando dijo en maya “les pedimos que se manifiesten…porfavor”,  que maravillosamente  las agujas de  los  sensores  de radiación y deelectromagnetismo se movieron, rítmica y alegremente, haciéndonos ver quealgo como una especie de respuesta nos era otorgada. El prof.  Tzuc no sepercataba de lo que ocurría, pues sus ojos estaban cerrados, pero todos lospresentes no cabíamos con nuestra sorpresa. En los momentos en los que élcallaba,   los   sensores   retornaban   a   cero,   y   cuando   proseguía   en   maya   seregistraba de nuevo la actividad energética en ese par de esferitas. 

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Cuando abrió los ojos, se exaltó pero en un segundo comprendió quéestaba ocurriendo y volvió a un estado de profunda calma y concentración.Prosiguió con sus peticiones pero ahora en español, pidiendo a esas fuerzasinvisibles que se expresaran abiertamente por medio de los aparatos. Y esasfuerzas misteriosas, de las que me ha hablado Celeste como las energías queinsuflan   de   vida   al   Universo,   se   expresaron   a   través   de   esa   especie   decomunión, por medio de tecnología y magia, de ciencia y espiritualidad. 

El hecho ocurrió ante siete personas y una videocámara.Después otro de los hijos del prof. Tzuc pidió la oportunidad de hacer

una pregunta, ante lo cual se movieron varias veces las agujas de los aparatos;eso lo interpretamos como una afirmación. El  joven la formuló  de maneramental, y obtuvo su respuesta. Concordamos con que el movimiento pulsátil yveloz era un si, y el no moverse de las agujas era una negación. Los demáshicimos una serie de preguntas, algunas realizadas verbalmente y otras con elpensamiento.  Yo  pregunté   algo  que  de  manera   insistente   resonaba  en  micabeza, como un tambor percutiendo. La pregunta hecha fue “¿debemos ir alas ruinas en donde se habían encontrado las esferas de piedra?”. La preguntaera arrebatada, porque aunque no sabía hacia que dirección estaba ese lugar,yo intuía que tenía que ver directamente con la línea Ley sobre cruzaba alpueblo.  Vi  entonces que se movieron los  indicadores  de los dispositivos  aldetectar esa sutil y especial fuerza que a modo de electromagnetismo brotabadesde las piedras, emergiendo desde alguna ignota realidad.

Quedó claro. Les externé a todos mi pregunta y la respuesta entregada.La repetí en voz alta y se nos volvió a confirmar, casi diciéndonos “sí, vayan aese  lugar”.  El  prof.  Tzuc nos   indicó  entonces  que esas   ruinas quedaban aalgunos kilómetros de ahí, en las inmediaciones del pueblito de San AntonioSihó.  Juan Tzuc sólo esbozó una sonrisa y dijo:

 – ¡Con razón! Precisamente quedan rumbo para allá las ruinas, paraadonde apunta esta línea de energía que nos dices. ¡Pues vamos!

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XVII. La Certeza en las Ruinas de Sihó

Era tanta la euforia, que nos atrapó con fuerza ese sentimiento de excitación.No nos cupo importancia de que la noche ya hubiera caído.

— Ya les he comentado que muchos atribuyen a nuestros sacerdotes mayas elpoder de abrir el paso a otros mundos— dijo de buenas a primeras el prof.Tzuc mientras nos dirigíamos hacia los vehículos.

Ante tan abrupta declaración dijimos casi al unísono:— ¡No, no nos ha dicho aún nada de eso!— Bueno  pues,   se   lo   explicaré  más   tarde,   allá   en  Sihó   –concluyó

enigmáticamente.  A continuación abordamos  los  vehículos,  yéndome  juntocon él.

Anduvimos   por   estrechos   caminos   y   al   llegar   a   las   cercanías   delpoblado llamado San Antonio Sihó, nos detuvimos para observar con miedoreverencial un amplio incendio que consumía una gran extensión de la selvabaja.  Gentes   desde   el   pueblo   se   dirigían   a   enfrentarlo,   apoyados   por   losbomberos de otras localidades cercanas. Escuchábamos el crepitar de las altasllamas, sumidos en un silencio hondo e incómodo. 

En ese momento el prof. Tzuc dijo algo más que sería como especie depreámbulo a lo que estábamos por encontrar. 

— Pues bien, algunos creen que de vez en cuando los h’meen dejanuna   entrada   abierta…No   obstante,   cabe   la   posibilidad   —continuó,incorporándose un poco sobre el volante, como para mirar directo el fuego—de que el desenlace de lo que hoy hagamos no sea tan malo como yo lo temo;y es que es un feo augurio este; o puede ser muy bueno, todo depende decómo tomemos esta oportunidad —agregó,  mientras  la  luz danzaba en surostro, que no presentó la más mínima alteración, manteniendo el mismo airesombrío y triste ante la vista de el Monte quemándose.

No   dijo   más   y   continuó   manejando   su   coche.   Unos   kilómetrosadelante,   dejando   el   terrible   incendio   muy   atrás,   nos   detuvimos   en   unsombrío paraje y a la vera del estrecho camino estacionamos los vehículos.Bajamos nuestros equipos, cámaras, sensores, lámparas y demás, y con sumorespeto nos dirigimos tras los pasos de un callado Juan Tzuc, que nos hizo

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avanzar a paso rápido por un casi   inexistente sendero en plena selva.  Asíanduvimos unos cientos  de  metros  en  la  húmeda  jungla.  Las   lámparas demano nos ofrecían con sus haces un poco de claridad, pero preferí el uso deun visor nocturno infrarrojo que me permitía a la vez mirar con perfección entoda la redonda y sentirme por eso que no alteraba de alguna manera al lugarcon algún potente rayo de luz. Comentaré que este tipo de visor ofrece unaimagen clarísima en plena  oscuridad,   sin   intervención de  alguna  lámpara.Podía   moverme   con   sigilo   y   libertad,   por   lo   que   me   quedé   algo   atrás,dejándolos avanzar.  El sendero era estrecho y apenas visible.

Caminamos y caminamos,  comenzando así  a  vislumbrar  algo a mislados que parecían montículos similares a colinas, quizás de unos 20 metrosde alto y como de 300 de largo. Fue cuando me percaté de que ahí no podíahaber ninguna colina, no como en mi tierra natal, en donde hay montañas pordoquier.   Me   había   dejado   llevar   por   una   vieja   impresión   inconsciente,ajustando lo que veía a lo que conocía. En la amplia comarca de la Península,plana  como una enorme plancha  de   roca,   sólo  hay   leves   colinas  hacia   laregión de  Ticul,   lejos  de donde andábamos.  Entonces,  eso  que  miraba enmedio de la jungla baja no podían ser colinas. Pasó un instante para entender:¡Eran enormes construcciones antiguas! ¡Vestigios de inexploradas pirámides!

Allá adelante los demás se hallaban detenidos esperándome, un pococonfundidos por mi retraso. Los alcancé y le pregunté al prof. Tzuc que si esospromontorios  cubiertos  de maleza eran pirámides.  Me lo confirmó   con unsimple gesto,  inclinando la cabeza hacia un lado y dirigiendo la luz de sulámpara para iluminar de pleno el costado ruinoso y lleno de vegetación deuna alta   construcción.  Nos  detuvimos   todos,  elevando nuestras   luces  paraobservar   mejor   ese   portento   de   la   antigüedad.   Una   hermosa   pirámide,semienterrada   por   el   tiempo   y   casi   olvidada   por   todos   nos   esperaba,majestuosa y milenaria a la vez.

Antes  de  subir,  murmuré  una petición de permiso para ascenderla,pidiendo a las inteligencias del lugar que desde su nivel de dimensionalidadnos   permitieran   el   acceso.   Inmediatamente   trepamos.   Ya   en   lo   alto   unaplataforma de roca, con pequeñas columnas medio derruidas nos recibió.

La visión que teníamos de todo era impresionante. Tuve la impresiónde que miraba algo que no tenía derecho de ver, algo sagrado. 

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Por   alguna   razón   por   nosotros   desconocida,   las   instituciones   dearqueología mexicanas no habían hecho aún ninguna acción para rescatar esteenorme centro arqueológico, tan grande como Mayapán o Dzibilchatún.

La Vía Láctea destacaba, brillante, en la cúpula del firmamento, y laoscuridad   quedaba   salpicada   por   innumerables   puntos   de   luz   estelar.   Laquietud nos rodeaba por doquier.

Esa   gran   ciudad   esperaba   su   momento   para   revelar   su   esplendor,oculta entre el verdor, guardando sus secretos.

Los  mayas  erigieron una de   las  primeras  grandes  civilizaciones  delmundo. En el año 750 d.C. vivían 13 millones de personas en todo el Imperio.Desde Guatemala en el sur hasta Yucatán en el Norte. De pronto, casi toda esagente  desapareció,   sin  dejar   rastros  de  a  dónde o  porqué   se   fueron.  Estoconstituye   uno   de   los   grandes   misterios   de   la   historia.   Eso   me   lleva   apreguntar, incitado por las palabras del prof. Tzuc sobre las puertas a otrosmundos, ¿se habrán ido a otro lugar o a otro momento del Universo? 

Durante esa hermosa noche, en ese lugar sentía que gozaba de un granprivilegio. 

Cada quién comenzó a hacer sobre esa plataforma de roca lo suyo. ElArq. Castro filmaba. El prof. Silvestre observaba con detenimiento el entornoy hacía preguntas.  Juan Tzuc retomó el hilo de lo que nos había comenzado aexplicar, mientras yo escuchaba y tomaba lecturas de las energías.

Escuchamos   sus   narraciones   de   leyendas   con   las   que   queríasimplemente ilustrar, por medio de analogías, las enseñanzas que tenía. Sumaestro, el anciano h’meen don Raúl  de alguna manera se hacía presente,implícito en la experiencia. 

Mirando   los   rítmicos   movimientos   de   las   agujas   de   los   sensoresanalógicos,   y   los   periódicos   cambios   de   los   números   arrojados   por   losmedidores digitales, fui sintiendo la casi ominosa presencia de las enormesmoles   de   roca   alrededor   y   percibiendo   intuitivamente   la   presencia   deinvisibles conciencias no humanas.

Fue que de pronto, con un tremendo destello de claridad mental quecomprendí la clave del uso de esas energías. 

Si, así fue. Sobre esa viejísima construcción y entre la densidad de unaobscura   selva   que   entendí   que   las   estas   energías   primordiales   que   nosintegran   responden   al   llamado   de   cualquiera,   indistintas   a   quien   sea.

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Simplemente   colaboran   con   nosotros   para   darle   forma   a   la   realidad   quemomento a momento creamos. Mi profundamente amada Celeste me lo habíacomenzado a mostrar desde aquél lejano bosque de eucaliptos, bajo la frondade nuestro querido ahuehuete y aunque vi la fuerza de la vida desplegadaante  mí,   no  había  obtenido   el   ansiado  entendimiento  de   cómo usar   esasfuerzas. Ni en el bosque ni en el volcán Teopán.

¿Pero y cómo es entonces eso? ¿Cómo usarlas en plenitud? Pues   Celeste   me   ha   explicado   con   suma   paciencia   e   infinidad   de

ejemplos eso que ahí, apenas y con enormes esfuerzos logré, iluminadamentecomprender. Con ella he discutido sobre la naturaleza de la realidad. Le dijeen un principio que todas las cosas que nos rodean son en sí mismas entidadesfísicas independientes a nosotros. Ella me hizo reformular mi entendimientode la física cuántica y sus directas implicaciones. Primero me lanzó al rostro,de manera dulce y delicada pero contundente e  irremisible, que yo no sabíaen realidad nada de física. Que mis años de estudio fueron en vano, pues loúnico que había hecho era memorizar conceptos y ecuaciones, pero que nuncalogré antes por medio del razonamiento propio, indagar en las profundidadesde la física. Aún cuando eso fue un terrible golpe para mi imagen personal,ella nunca lo hizo con intención de lastimarme. Necesitaba ayudarme a quitarlos prejuicios e ignorancia que me cubrían. 

Volví   a   recordar   lo   que  me  decía,   que  el   verdadero   truco  de  unapersona  de  conocimiento  no   es   estar   en   lo   conocido   sino   en   el  misterio.Aceptando esto como premisa todo sería más fácil. Mi mente logró por fin,percibir ese lado que a todos les es oculto. 

 — Así que, ¿por qué sigues viviendo las mismas realidades Jorge? —me ha preguntado ella una y otra vez. Celeste, tu mágico mundo es un mundomuy distante a la ilusión en la que los demás vivimos. El tuyo es el mundoreal.

Y me sigue preguntando ella, viéndome directo al alma, entrando pormis ojos

— ¿No es increíble Jorge que tengamos opciones y potenciales que existenpero   de   las   que   no   estamos   conscientes?   ¿Es   posible   que   estemos   tancondicionados a nuestra vida diaria, tan condicionados a la forma como creamosla vida diaria que aceptamos la idea de que no tenemos control alguno?

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En esa viejísima pirámide, sintiéndome un explorador de las regionesmás desconocidas de nuestro mundo, pude comprender de golpe todo eso queCeleste   me   comparte.   Vi   bajo   las   cintilantes   estrellas   como   estamoscondicionados a creer que el   mundo externo es más real que el interno. Elnuevo modelo científico dice justo lo opuesto. Dice que lo que ocurra adentro,creará lo que ocurra afuera…y por fin, ahí entre mis amigos y bañado por laenergía de las convergentes líneas Ley lo empecé a entender.

Comprendí esto:Si me concentro, en verdad con mi mente y mi corazón a que algo sea,

entonces la materia y la energía confabularán a mi favor. Vi en el ojo de mimente propia como los antiguos se quisieron ir, y al unísono, los 13 millonesde mayas del siglo IX hicieron resonar sus convicciones a un nivel tal, quedesde un plano cuántico establecieron puertas de acceso a otras realidades,abriendo accesos hacia  otras regiones del  cosmos.  Los  residuos de energíapulsátil  ahí  siguen, medibles por cualquiera, diciéndonos que se aprovechótodo lo que  la realidad cuántica ofrece,  todo  lo que  los hermosos orgonesregalan desde el cosmos.

Ante mi recién adquirida comprensión un elemento inesperado llegó, yse hizo una extraña mezcla. Comprensión y miedo me llenaron. Un poco demiedo por el abismo ante el cual me asomaba, pero acepté   ese miedo y loinvité a que me acompañara, para transformarlo en plena curiosidad y deseo.

Sentí   además,   por   un   solo   instante,   que  había   una   red   mayor  decampos de energía que se extendía oscilante y veloz, creando un entramadode inteligencia y sentimiento. Capté que si bien existen seres no humanos pordoquier, muchos de ellos son afines y respetuosos de nosotros. Que sus actosaunque   incomprensibles,   estaban   dirigidos   a   promover   el   desarrollo   y   lacreatividad en los humanos. Recordé  a Celeste advirtiéndome de la guerraantigua entre dos poderosos bandos, y que lo mejor era asegurarse de estar enel lado correcto. Del lado de nuestro corazón.

— Si las cosas las haces siguiendo tu mente propia, tú alma, entoncesestarás bien –afirmaba siempre ella.

Me sentía parte de una reunión de conspiradores, uniendo esfuerzospara   propiciar   desde   cada   uno   de   nosotros   un   cambio   en   la   forma   demanifestar la realidad. Y creo que el viejo h’meen, don Raúl, esperaba que porlo   menos   alguno   de   nosotros   entendiera   eso.   Lo   creo   por   que   vi   en   su

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discípulo, Juan Tzuc una rápida mirada de gusto y tranquilidad. Él, siento yo,se había dado cuenta de mi estado.

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XVIII. La Espiral Mágica que une a Todo

«...he aquí que apareció ante ellos un carro de fuego con caballos de fuego

...y Ezequiel subió al cielo en un torbellino». 2 Reyes 2:11

Luego de algunas semanas después de regresar del sur de Yucatán, Celeste yyo analizábamos la información sobre el caso. Habíamos tenido que hacer unviaje a nuestra ciudad natal de Durango por razones de índole familiar y paraeso retornamos a una casa que en ese lugar tenemos. Ahí nos planteamos lanecesidad de valorar cuidadosamente los resultados de la investigación.

Entonces a Celeste fue que se le ocurrió una brillante idea.— Jorge, Jorge —me dijo apenas despertábamos. El sol entraba tibia­

mente y algo tímido por a través de las cortinas del dormitorio—. He estadoteniendo un sueño desde hace días, pero no te lo comentaba por que no eraclaro aún. Pero hoy ya se me resolvió por fin. Todo en el sueño se me revelóperfectamente… ¡debemos ver todo como espirales!

— ¿Cómo? —dije yo, abrumado por la impetuosidad de sus palabrasque arrasaban mi apenas semi­despierta conciencia matinal — ¿Qué? ¿Cuálesespirales…en dónde verlas? ¡Espera, dame chance por lo menos de terminarde despertar! Te veo abajo, voy a preparar café —dije.

De tal manera comenzamos ese día, con ella dando explicación a sudescubrimiento. Afuera la actividad matinal de aquel sábado comenzaba conun cierto rumor sonoro.

Ya con una buena taza de café en la panza y la mente funcionando óp­timamente, me abrí a entenderla.

—Pues la cosa está de esta manera: ¿estás totalmente de acuerdo con­migo de que en todo hay geometría sagrada? ¿Seguro totalmente? —preguntóefusiva ella. Yo me sentí un poco consternado por la pregunta—. Dime Jorge.

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—Claro, sin duda alguna. Pero a ver ¿Por qué me lo preguntas así?¿Qué pasa? —ya me encontraba habituado a que ella me planteara así las co­sas.

—Mira, sencillamente veo que las espirales son una clave muy impor­tante en esto. Estuve soñando con mis espirales de cobre que hago —dijo ellarefiriéndose a espirales hechas por ella misma con alambre grueso de cobre.Según habíamos logrado constatar podían por sí mismas generar un potentecampo de energía magnética similar a la energía encontrada sobre las pirámi­des de las antiguas ciudades mayas de Chen Hó, en Mérida y en San AntonioSi Hó. Al hacer que las espirales de dos brazos girasen sobre el suelo, emana­ban un constante y medible flujo de energía. El principio desde el cual partíaCeleste es que la energía posee forma, y que a su vez las formas son el mediode manifestación de las energías. Así por ejemplo, la energía electromagnéticay la gravitacional son ondulaciones, olas ascendentes y descendentes que semueven de manera rítmica y armoniosa.  Desde la más remota antigüedadlos filósofos y sabios han especulado sobre la naturaleza de la energía, del ca­lor, de la luz y concluyeron una y otra vez que existía en el mundo una enti­dad con doble apariencia: la energía, fuera cual sea su tipo, y las formas geo­métricas equilibradas. 

Observaron aquellas personas del pasado que las águilas podían man­tener su vuelo siendo sostenidas por corrientes de aire caliente que subían, lo­grando apreciarse que el aire ascendía en forma de espirales al mirar como elpolvo es arrastrado hacia arriba   Pero también el movimiento de esas aves,precisamente cuando se disponen a caer sobre su presa, se ajusta a una espiralque se va cerrando cada vez más y más hasta atraparla. El filósofo Descartesnotó que las arañas tejedoras hacen su red partiendo desde el centro haciafuera, tejiendo con su hilo una espiral. 

Celeste me hacía entonces referencia a esta elegante y común formageométrica, pero en lo particular hablaba de un tipo de espiral que posee cua­lidades prácticamente mágicas. Se refería a la espiral logarítmica, la cual esuna clase de curva espiral que aparece frecuentemente en la naturaleza. Se leha llamado Spira Mirabilis, "la espiral maravillosa”. 

Matemáticamente una espiral logarítmica de 0 grados de curvatura esun círculo; y una espiral logarítmica de 90 grados es una línea recta.

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Se   sabe   además   que   se   pueden   construir   espirales   logarítmicas   de17.03239 grados, utilizando los números de Fibonacci o la proporción áurea.

También es conocido el hecho de que los insectos se aproximan a laluz de una lámpara moviéndose según una espiral logarítmica.

Además, de acuerdo a las observaciones de los astrónomos, los brazosde las galaxias espirales son aproximadamente espirales logarítmicas. Es tam­bién un reciente descubrimiento que nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, po­see cuatro brazos espirales mayores cada uno de los cuales es una espiral lo­garítmica de unos 12 grados de curvatura.

También puedo hablar de otros ejemplos, mencionando que los brazosde los huracanes  tropicales forman espirales logarítmicas y que de acuerdo alos biólogos, son frecuentes las estructuras muy aproximadamente iguales a laespiral logarítmica, siendo entre ellas los patrones de crecimiento de las célu­las en un tejido y el desarrollo de una población de organismos en un ecosiste­ma, ajustándose estos  a   pautas de índole espiral.   Las hojas y ramas de lasplantas nacen y crecen  de acuerdo a espirales de Fibonacci y mencionaré porultimo que las conchas de los moluscos poseen la forma de estas casi omnipre­sentes espirales. 

—¡Jorge, Jorge escúchame por favor! Son las espirales el patrón inteli­gente que une los acontecimientos. Te pido que abras tu mente y verás quetodo lo que ha sucedido en torno a la desaparición de Alex está unido por es­pirales. ¡En serio! Vamos a la computadora para que veamos.

Acto seguido nos dirigimos a donde la computadora y me pidió queabriera el programa Google Earth para obtener una panorámica fotográfica dela Península de Yucatán. Con ese programa se proyecta en la pantalla una re­presentación tridimensional de la Tierra, pudiendo obtener por medio de unossimples controles un modelo fotográfico que, de manera virtual nos daba ac­ceso a imágenes tal y como si observáramos el mundo desde arriba, desde elespacio, logrado esto con detalladas fotos obtenidas desde satélites artificialesque constantemente levantan mapas de la superficie del planeta. 

—¿Y ahora? —pregunté esperando sus indicaciones.—Ahora acerca  la  imagen sobre Yucatán…si,  así,  para acá   sobre el

área en la que se fue Alex. Acércalo…más…¡Si!...¡Ahí está lo que te digo, mí­ralo! —exclamó Celeste con suma alegría. Algo de enorme importancia se es­

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taba desenvolviendo ante sus ojos, pero para mí, de nuevo, se me escapabanlas pautas sutiles, los patrones ocultos de la realidad.

—Pero por Dios, ¿qué veo? Sólo veo los puntos marcados en el mapa—dije casi exasperado por mi incapacidad de ver tan profundo como ella—¿Qué ves? ¿Dime, por favor que salió ahí?

—Mi Jorge —musitó tranquilamente ella, mientras sus ojos se casi de­sorbitaban por la euforia —Estoy viendo la mano de Dios uniendo todo. Dichoeso me dejó ahí parado, mientras una expresión mezcla de incomprensión yazoro se plantaba en mi cara. Rauda como ella es, Celeste corrió a donde enotra mesa teníamos unas hojas de papel, tomó una y la puso directo sobre elmonitor. Luego agarró de un manotazo un lápiz y comenzó a trazar una línea.A través del papel se traslucía la vista área de la zona poniente de Yucatán.

—Cierra por favor las cortinas y apaga la luz para ver mejor –me pidióCeleste imperativa, con una mirada cercana al trance. Yo  lograba ver a travésdel papel sin ninguna dificultad las marcas de los puntos geográficos que ha­bíamos puesto en el mapa del Google Earth, y observaba el movimiento fluidoy seguro de la mano de Celeste uniendo los puntos. Uno a uno los unió con unsólo trazo del lápiz obteniendo así algo sumamente conocido... algo sencillo,elegante y muy conocido.

—¡Esto es! ¡Aquí está! ¿Ves que sí? ­exclamaba Celeste con una frené­tica alegría que inundó toda la habitación, mientras agitaba como estandartela hoja con el dibujo ante mis ojos, poniéndola consecutivamente sobre el mo­nitor y luego casi sobre mi cara. Y al ponerla enfrente de la pantalla veía cómode manera justa cada punto sobre el mapa coincidía en la línea curva dibuja­da. Para mí inacabable sorpresa una maravillosa espiral, pura y limpia uníacada uno de los sitios que había visitado durante mi investigación, comenzan­do el bello camino espiral a partir de un centro verdaderamente mágico, co­menzando a desenvolverse desde donde Alex desapareció, creciendo la inexo­rable espiral envolvente hacia afuera, tocando el lugar en donde el abuelo es­tuvo esperando el retorno de los jovencitos con el ahumador, luego proseguíala curva pasando por encima del pequeño almacén de las herramientas, conti­nuando  hacia la palapa en dónde estuvieron rezando las mujeres de la fami­lia de Alex durante la tarde de la desaparición. Miré como el trazo mágicocontinuó girando suavemente hasta atravesar el punto en donde aún se en­cuentra el Altar de la Selva.  Pero la revelación no terminaba ahí. Durante esa

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mañana Celeste y yo proseguimos trabajando en la computadora14, encontran­do que al ir ampliando más y más la espiral, esta llegaba a pasar precisamentesobre el campamento de Hal Há, luego por encima del inicio de aquel difícilcamino en donde perdí por momentos la señal del  GPS, como también pasa­ba luego por el pueblo en donde nació Alex, Tetiz. La espiral creció determi­nante hasta  pasar por sobre la semienterrada pirámide de San Antonio Sihó,llegando hasta la casa de Juan Tzuc en Halachó. El insólito patrón se prolongógiro  tras  giro,  cruzando  la  ciudad de Mérida y proyectada en matemáticoavance que dejaba evidente una causa innegablemente superior  a  la de  lamera humanidad. Celeste y yo confirmamos que la visión que ella tuvo en sue­ños era verdadera, que todo estaba unido por una sutil y potente espiral, sien­do esta la pauta geométrica que demostró que algo grandioso estaba ocurrien­do ante nuestros ojos. En 1999 Albert­László Barabási15  formuló una revolu­cionaria teoría, a la que se le conoce como Modelo de Redes de Escala Libre,la cual sencillamente propone que todos los eventos, cosas e incluso las perso­

14 Cualquiera con acceso a una computadora con conexión al Internet oquien disponga de un mapa detallado del estado de Yucatán, podráconfirmar lo aquí dicho, pues simplemente deberá de introducir en elcitado programa, el Google Earth o colocar sobre el mapa los siguientespuntos geográficos, para luego verificar que efectivamente una espirallogarítmica de grado 10 une limpiamente todos esos lugares. Lascoordenadas geográficas son: Lugar de la desaparición 21° 0'2.58"N /90° 9'31.80"W; Colmenares 21° 0'0.65"N / 90° 9'33.09"W; Bodega 21°0'5.58"N / 90° 9'29.10"W; Mujeres rezando 21° 0'4.32"N / 90° 9'28.53"W;Altar de la Selva 21° 0'3.90"N / 90° 9'37.38"W; Hal-Há 21° 3'25.32"N / 90°0'53.40"W; Casa de Juan Tzuc 20°28'42.96"N / 90° 4'39.30"W; PirámidesSan Antonio Sihó 20°29'36.12"N / 90°10'31.80"W; Mérida 20°58’18’’N /89°37’05’’ (N. del A.).

15 Albert-László Barabási, nacido el 30 de marzo de 1967 en Rumanía. Esprofesor de Física en la Universidad de Notre-Dame. Se ha dado a conocerpor sus investigaciones acerca de redes libres de escala y las redesbiológicas.

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nas estamos unidos por una serie de súper­vínculos aparentemente invisibles,que en conjunto conforman un entramado de energías, causas e informaciónque propulsa y da forma al mundo. A esto los antiguos místicos le nombraronLa Rueda del Tiempo para denotar el carácter de íntima unión que todas lascosas tienen entre si. 

Parado ahí, mirando casi con reverencia esa mágica espiral que revela­ba la ausencia de casualidad entre todo lo sucedido, recordé una frase mayaque en ese momento poseía un mayor significado: "In lak'ech, A lak'en", "Túeres mi otro yo". Con esa afirmación comprendí mejor como todos los lugares,personas y sucesos tenían una parte en sí de mi mismo. Todo evidentementeestaba unido.

¿Y qué más podría concluir? ¿Pues a dónde llevaría todo esto? Puespienso que a lo siguiente: Primero podremos considerar en donde reaparecerá Alex, luego  que el

Moson Chakjole'en, el torbellino de fuego descienda de los cielos portando ensí al niño ahora transformado en un poderoso brujo. Si seguimos atentos elcaminar de la espiral trazada en el mapa, podremos encontrar con facilidadun lugar sagrado idóneo para que Alex tenga muchísimos testigos de su retor­no. Según la profecía que emitió don Raúl, el niño volvería en un lugar conmuchísimas personas presentes, para que ante el prodigio todos ellos no al­berguen dudas respecto a lo trascendental de la misión de Alex en nuestromundo. Él no será de ningún modo alguien que asuma una imagen mesiánica,para nada. El niño, Alex, cuando retorne será un ejemplo del proceso de evo­lución de la humanidad. Alex al retornar poseerá poder y habilidades superio­res que lo definirán como miembro del siguiente escalón del desarrollo denuestra especie. Así, si todos estamos unidos por una enorme espiral de vida,podremos reconocer en Alex nuestra capacidad para también ser superiores,extraordinarios.  Nuestros cálculos  nos permiten ver que el  retorno de esteniño maya será en el milenario centro arqueológico de Chichén Itzá el cual esvisitado todo el año por enormes cantidades de personas de todas las nacio­nes, y regresado el niño en alguien transformado más allá que lo que nosotrossomos, como lo ocurrido al comandante David Bowman en la novela 2001Odisea del Espacio.

Las potentes entidades que están actuando sobre nosotros no son dis­tantes visitantes de otros mundos que obran por amor a nosotros los habitan­

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tes de esta Tierra, ni tampoco celestiales dioses que requieran adoración. Laspotentes entidades que están actuando sobre nosotros son las   fuerzas básicasde la vida, son los motores naturales de la existencia, son para decirlo clara­mente algo constituido por la suma de la fuerza de todos los átomos de mate­ria y todos los campos de energías de nuestro mundo. Los árboles, las monta­ñas, los mares, los animales, el Sol, la Luna, las nubes y cada una de las perso­nas, todos en una totalidad constituimos una super­red de redes, entrelazadosa niveles cuánticos de una forma tal que por eso constatamos el "tú eres miotro yo". Todo está  constantemente evolucionando,   cambiando a través desaltos que vivenciamos todos nosotros, por que todos como especie somos unaentidad. Nuestros cuerpos son las vestiduras de Dios, nuestras almas el depó­sito de sus Memorias y en definitiva nuestros espíritus su Corazón. Los increí­bles sucesos aquí presentados nos están retratando a usted lector y a mi, ha­blándonos del profundo cambio que estamos experimentando y que los enten­damos o no, nos están llevando hacia una luminosa etapa que nos es mejorentrar en ella conscientemente. Alex es un instrumento de la vida para quedesde una realidad se logre la identificación con otra realidad, más vasta.

Todo estaba encajando para mí por fin.Así era, todo lo que habíamos logrado descubrir durante esta aventura

adquiría sentido ante mis ojos de una forma tal que hasta incluso otras gran­des aventuras que Celeste y yo habíamos tenido juntos poseían ya todo el sen­tido del mundo. Por lo tanto para compartir toda la visión completa, realizare­mos  otros  movimientos   en   la   Gran   Banda  de  Moebius.  Hablaré   entoncesdespués de eso.

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FIN DE LA PRIMERA VUELTA

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SEGUNDA VUELTA

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XIX. Doña Tere Notulp

“Si supiese que es lo que estoy haciendo, no lo llamaría a esto investigación, ¿verdad?” 

Albert Einstein

Una tremenda tormenta de aire, agua, fuego y tierra había cruzado por encimanuestro durante las últimas 30 horas. El horripilante ruido de la tempestadsería algo que me acompañaría por toda mi vida, con el eco incesante de cosasque se rompían por doquier, como si se rasgara el mundo alrededor. Salimoscon mucho cuidado de la pequeña estructura de metal que milagrosamentesoportó   el   vendaval.   Todo   afuera   estaba   indescriptiblemente   destruido   ycubierto por cenizas.

La plena potencia de la Madre Tierra fue sentida por todos nosotros enaquella pequeña isla, en un lago de El Salvador. 

Todo  comenzó  una   semana  antes,   cuando   llegamos  a  este  país  miesposa   Celeste   y   yo,   con   el   objetivo   de   realizar   estudios   y   hacer   ciertasprácticas en un especial centro de poder terrestre situado en el islote del lagoCoatepeque,   en   el   municipio   de   Santa   Ana,   allá   en   aquella   repúblicacentroamericana. 

Optamos no irnos en nuestra camioneta, para lo cual realizamos unviaje en autobús desde Chiapas, en México, haciendo varios transbordos. 

Nuestro   hijo   Sebastián   para   no   interrumpir   sus   estudios,   se   habíaquedado en la casa de una familia de amigos nuestros, los MacManus. ConFrancisco y Pía, y más con sus hijos él se la pasaría bien, protegido y contento.

Francisco nos dijo antes de subir al autobús:—No se preocupen que él se la va a pasar bien mientras ustedes se van

a sufrir por allá. Pero no se crean, que en realidad envidia me da verlos tancontentos yendo hacia la aventura. Pinche trabajo de burócrata que me tieneatrapado aquí —decía mientras reía y movía de un lado a otro la mano, ensigno de despedida.

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El viaje fue tranquilo y al arribar a esa tierra encontramos una regiónincreíblemente hermosa, cubierta por una exuberante vegetación selvática yrodeada por   inmensos  volcanes.  El   islote  en el  que  vivimos   la  esencia  denuestra aventura es conocido por lo lugareños como la “Isla del Cerro”, lugaren el que los indios Pipiles tuvieron un templo y un monolito consagrado auna diosa. Justamente ahí es en donde, según me lo había explicado Celesteen nuestra casa, se presentan las mejores condiciones del planeta para encarartus demonios y fantasmas internos, como para encontrar las semillas de tugrandeza. En realidad así es, pero nunca hubiera imaginado de qué forma lodescubriría.

Nos bajamos del ruidoso camioncito de pasajeros que llevaba señorascon gallinas y cajas con mangos, para encontrarnos con la increíble vista deun cuerpo de agua contenido en una amurallada y verde cuenca. Su calmasuperficie reflejaba esplendorosamente las algodonosas nubes del cielo. Lospicos volcánicos a la lejanía cubrían tímidamente sus puntas con blanquísimoscelajes que flotaban con toda la calma del mundo. Un caminito partía de lacarretera, para bajar sesgadamente hacia uno de los pueblitos allá abajo, en laorilla de las aguas.

El  aire  se   respiraba diferente,   con una  franca  cualidad vigorizante.Celeste casi saltaba como una niña, llena de gusto por retornar a ese ancestralsitio. La pañoleta que le había regalado ondeaba al viento, cubriendo en partesu cabeza y en parte anhelando salir volando con la brisa. Un precioso tucán,salido de no sé dónde voló por encima de nosotros, enrutando hacia el lago.Entonces Celeste dijo, levantando la mirada hacia mí:

— Nos dice el ave que avancemos, que se nos recibe con bien.Ante esta aseveración no pude más que decir en voz baja, observando

al paisaje:— Gracias por recibirnos.Así   pues,   comenzamos   a   descender   con   cuidado  por   el   pedregoso

sendero hacia el caserío. Al bajar, alcanzaba a ver mejor más y más detalles. Alo largo de la costa se podían encontrar fincas, pequeños hostales, muelles ytoda una pequeña industria ecoturística que aprovechaba las bendiciones dellugar. Poco a poco se fueron mezclando los sonidos naturales con las voces dela gente y los ruidos de los botes. En verdad eso era entrar en otro mundo,

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como ir introduciéndonos en una gran vasija por su inclinada y pétrea carainterior. 

Después de un lento avanzar, yendo a fotografiar un arbusto floreadopor aquí o deteniéndonos a mirar unas aves por acá, nos fuimos acercandopoco a poco a un pueblito. Inclusive nos entretuvimos, contentos, mientrasayudaba a Celeste a subir en un árbol para que cortara una enorme cantidadde tamarindos, por los cuales ella enloquece. Así, con el gusto de unos niñosarribamos al pueblo “El Porvenir”. Desde ahí   la vista era dominada por unjuego entre los tonos azules y verdes. Aguas de un lago que llenaban desdehace   milenios   una   caldera   volcánica,   la   cual   se   formó   con   inconcebibleserupciones que con seguridad, en su tiempo estremecieron al mundo. Estelugar es considerado, y con razón, uno de los diez más bellos lagos de todo elmundo.

Celeste siempre me había hablado de la enorme energía que existe anuestra disposición en los volcanes, aún en los ya extintos.

Pequeños botes de pescadores, gente en kayak o navegando en embar­caciones de vela se movían con gracilidad sobre la límpida superficie. Una at­mósfera de profunda calma nos envolvía, serenándonos. Una enorme parvadade aves lacustres emprendió al unísono el vuelo, cubriendo el cielo como unaondulante nube. Era la visión de un paraíso.

Celeste dijo:— Pues este es el lugar. Vine aquí hace como 20 años y se mantiene

aún tan hermoso. Te dije que te encantaría Jorge. Mira, por acá es en dondevivían mis amigos, esperemos aún encontrarlos por aquí. 

Y  me  tomó  de   la  mano,   jalándome con  infantil   regocijo.  Cargandonuestras mochilas que ya se sentían menos pesadas, avanzamos por las callesempedradas, enfilando hacia las afueras del pueblito. Después de algunos pa­sos encontramos, y con el atardecer cayendo veloz, la blanca casita de doñaTere. Un techo de palma y encaladas paredes nos esperaba. Al tocar a la puer­ta y con el ladrido de los perros callejeros, una gentil anciana abrió la puerta.Con profundos y escrutadores ojos nos observó y con un brillo de reconoci­miento, exclamó, contenta:— ¡Celeste, has venido! —dijo abrazándola con efusividad. Se estrecharon du­rante unos segundos, revitalizando un viejo vínculo—. Mi chiquita, que buenoque estás aquí…pero pasen, pasen, los esperaba.

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— ¿Nos esperaba? — confundido pregunté con un susurro a Celeste.Se suponía que no habíamos anunciado nuestro viaje. Pero en el mundo deCeleste siempre lo inesperado es lo que primero llega.

— Si joven, los esperaba. Hace días que un pajarito se paraba sobre laalbarrada de piedra y me cantaba “Vie­nee­ce­lees—teeee… Vie­nee­ce­lees­teeee”. Me la estaban anunciando. Eso me dio gusto, pues nada más la he vis­to a ella durante todos estos años en mis sueños.

— ¿Cómo? —interrogué sorprendido—. ¿Un pajarito cantaba eso?— Si joven. Todo habla, sólo hay que saber escuchar. ¿No se lo has en­

señado eso aún? —dio volteando hacia Celeste.— Claro madrecita, muchas veces. Él es mi Jorge y tenemos un hijote

hermoso que se llama Sebastián. Se quedó en Mérida con unos amigos nues­tros. ¡Teresita me da mucho gusto verla! —expresó otra vez llena de contentomi Celeste, abrazando de nuevo a la señora.

— ¡Ja, ja, ji! —estalló la viejecita con una alegre risa—. ¡A qué mucha­cha esta!¡Te casaste mi linda Celeste, me da gusto mi niña! Y lo bueno es queestán juntos. 

«Deja te digo que aquí también han pasado muchas cosas desde que tefuiste. Pero mira, aquí ando todavía, de cabrona, je, je.

Doña Tere Notulp nos pasó al interior de su humilde casita, ofrecién­donos una silla a cada uno. Un sencillo mobiliario, constituido por una viajacama en un rincón, una hamaca cruzando de pared a pared, un ropero, la es­tufa, una par de mesitas y un altar era todo con lo que ella vivía feliz y en paz.Una foto en el altar recordaba la memoria de su fallecido esposo. 

— ¿Y su hijo Manuel? ¿Siempre sí se fue para Estados Unidos? —pre­guntó Celeste.

— Si, el santo muchacho se fue y ya no regresó.  Allá le está  yendobien, hasta donde sé. No se ha vuelto a acordar de su madre, pero eso no im­porta, mientras que esté feliz. Lo único que me gustaría mucho sería ver unafoto de su hija, por que allá se casó con una gringa y ya tiene una chamaca,que ha de ser toda una señorita ya —respondió con un deje de tristeza en lavoz. 

— Ya verá que si se la va a mandar —dije, intentando reconfortarla.—Bueno, ¡fuera penas!, estamos de fiesta por que han venido. A ver,

¿ya cenaron?, tengo frijolitos y pescado. Ahorita se los frío. 

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— ¡Pues a ver si puedo comer! —dijo Celeste—. ¡Me jambé todas lasfrutas que me encontré en los árboles!

— ¡Ja, ja, ja! —nos reímos todos.Luego de una excelente cena, animados por la plática, le explicamos a

la señora nuestra razón para ir hasta allá.—Muy bueno, me parece muy bueno. Estos días van a ser los mejores

para eso. Todo se está acomodando para estar de cara ante los días que vie­nen. Je, je… Hay cosas que ver en el altar de la diosa…ji…ji…Todo se ha es­tado acomodando para eso y llegan justo a tiempo para participar de lo que seva a dar aquí. Algo grande se está acercando desde abajo y por arriba, y pron­to va a llegar. Lo he estado viendo anunciado…ji, ji…ya verán porqué.

De nuevo no entendí que me estaban diciendo, siempre tan enigmáti­cas estás gentes, pero bueno, así se me daban las cosas.

Continuamos charlando sobre temas diversos, un poco de esto y deaquello.

— ¿Y cómo encuentras todo por aquí, mi niña? —preguntó la anciana.— Es extraño, por que veo cosas iguales pero otras muy cambiadas. A

usted, por ejemplo, la encuentro igualita, no ha cambiado nada, como si eltiempo no le hubiera pasado. Pero al lago, a ese sí lo veo diferente. Ya haymuchas más casas…hoteles y cosas así. Antes sólo se veían pescadores, y aho­ra hasta pequeños yates y motos acuáticas. Pero también me llamó mucho laatención, le comentaba a Jorge cuando llegamos, que se nota menos agua enel lago, como si hubiera estado bajando de nivel durante todo este tiempo. Alvenir para acá me fijé que ya no llega el agua hasta el árbol de amate en don­de usted iba a lavar. Le dije a Jorge que si se fijaba en un muro de contención,vería los niveles que el agua ha ido dejando marcados mientras ha bajado —detalló  Celeste mientras volteaba hacia mí—. ¿Qué  está  pasando? Antes elmuelle apenas sobresalía y hoy le vi las bases que lo sostienen.

— Hay, mija. Los del gobierno vienen y dicen que es por que ha llovi­do menos, o por que se está bombeando mucha agua. Hay otros que dicen quese   está   evaporando   el   lago,   pero   no   es   eso…ji,   ji…para   nada…¿Tú   quecrees?...

—¡Pues que el agua se está yendo para abajo? ¿Verdad?—¡Pues claro mi niña!, que no se nos olvide en donde estamos.

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En eso tenía la sabia mujer toda la razón. Nos encontrábamos en elborde de un enorme cráter  ­de unos 8 km de diámetro­ que se formó por unaserie de erupciones explosivas hace 72 mil y 57 mil años. Luego ese gigantes­co hueco en la tierra se inundó con el agua captada por los volcanes tierrasarriba. La simple idea de que el agua se pudiera infiltrar hacia el subsuelo eraalgo fácil de imaginar, considerando las desconocidas grietas y cavidades enlas profundidades subterráneas. No dejaba de sorprenderme la incansable ne­cedad de los científicos y autoridades que demuestran constantemente al nover las cosas obvias y dar explicaciones que rayan en lo estúpido. Algo le esta­ba pasando, evidentemente al fondo del lago.

Después de un rato, doña Tere nos dijo que nos tendríamos que levan­tar antes del amanecer para ir a la isla. Que ahí comenzaríamos el trabajo.Como yo no tenía una idea clara de en realidad que estábamos haciendo enese país, pero fiel a seguir las peticiones de Celeste, convine prepararme paradescansar del largo viaje. Pusimos nuestras bolsas de dormir en el suelo, yapenas metí dentro mi adolorido cuerpo, caí en un profundo sueño.

Y soñé…Soñé que un gigantesco pez hacía un monstruoso ruido, como un rugi­

do, y que amenazaba desde dentro de las aguas de un agitado lago, con salir ycomerse al mundo entero. Vi en el sueño que nosotros tres nos quedábamostranquilos para confrontarlo, calmándolo…

Luego desperté en plena madrugada, sudando. Escuché que afuera unamiríada de ranas elevaba su croar en un casi estruendoso coro. Pero al con­centrarme más en sus sonidos, sorprendentemente callaron todas de golpe,como si se hubieran molestado por espiarlas. Pero en realidad algo diferente amí las silenció, algo lejano y muy viejo, algo que se acercaba irremediable­mente, con firme trote.

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XX. Un lago dentro del gran cráter

 “Si una idea no es absurda al principio, entonces no merece la pena considerarla”

Albert Einstein

Un pequeño foco se encendió, trayéndome de nuevo a la conciencia. Celeste ydoña Tere ya se habían levantado. El café estaba listo y platicaban  muycontentas. Las saludé mientras me salía del capullo en el que dormí. Me puselas botas y salí a buscar un lugar en el cual orinar. Afuera el fresco aire de lamontaña entró  a   raudales en mis  pulmones.  Le noté  en esos   instantes  unextraño gusto a la brisa, pero no supe identificarlo.

—“Quizás es el olor del lago” —pensé.Mientras   regresaba   a   la   casita,   Celeste   estaba   afuera   fumando   su

acostumbrado cigarrillo de la mañana, con una taza de café caliente en unamano. 

— El cafecito está muy bueno. Ya te puso una taza Tere —dijo ella.Entre y vi a  la señora muy atareada cambiando las veladoras de su

altar. Escuché como con una voz muy bajita decía sus plegarias. Decidí  nointerrumpirla y mejor me salí para acompañar a Celeste.

Era una madrugada ligeramente fría, en la que la atmósfera estaballena del canto de  innumerables aves que se  llamaban con su gorjeo paraquien sabe qué  cosas.  Desde  la casita se dominaba  la vista de  la  inmensacaldera volcánica que hace muchísimo tiempo contuvo lava incandescente, yque ahora,  ya  apagada,   sólo  portaba una  plácida  agua.  Los  pescadores  seapresuraban para adentrarse en el lago  Coatepeque  aprovechando la suavebrisa  que bajaba desde   los  cercanos  volcanes.  Todo era dulce  y  tranquilo.Fumé   con   Celeste,   encendiendo   el   penúltimo   puro   que   me   quedaba.   Lanubecilla de un Romeo y Julieta ardiendo en la punta, se elevó sutilmente.

—Pues vamos a ir a visitar a la diosa Itzcueye. Los indios de esta regiónson descendientes de los antiguos aztecas y se llaman a si mismos los Pipiles.Ellos cuidan allá, en aquella isla —y luego apuntó hacia las oscuras aguas, en

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donde suponía yo que estaría el  islote al que ella refería—, un importantecentro de poder, del cual emana una fuerza muy especial, que pronto serádespertada y que comenzará a recorrer al mundo. Desde allí seremos testigosde esta llegada.

Antes de que pudiera interrogarla sobre el significado de sus palabras,salió doña Tere, que cubriéndose con un chal, dijo:

—Muy bien muchachos, metan las tazas, ahí déjenlas en donde sea porque ya nos vamos. ¡Anden, andes!, que nos deja Carolino…

La obedecimos, para comenzar a seguirla por las calles del pueblito.Con las mochilas a la espalda y equipo en mi cintura, avanzamos silenciosos.Los pescadores ya se dirigían hacia el centro del lago, pero entre dos barcazasviejas y con hoyos en el casco, nos esperaba Carolino. 

Carolino es un hombre de mediana edad, moreno y de cuerpo enjuto,pero dotado de un excelente sentido del humor, que fácilmente participaba alos  demás  con una sensación de  agrado.  Estaba  parado sobre  su pequeñalancha a motor, con la que nos llevaría hasta la Isla del Cerro, presentandouna destentada sonrisa. Dejamos que las mujeres se acomodaran a bordo, yluego de subir mi mochila, empujamos entre ambos la lancha hacia las aguas,con un impulso rápido. De un salto también abordamos, no sin antes mojarmetoda la pierna derecha, hasta el muslo. 

—Sácate el  agua de  la bota —dijo doña Tere—, todavía falta parallegar y es mejor que trates de secarla. Allá vamos a caminar un rato y notendrás chance de quitártela.

Así lo hice, y mientras secaba mi pie extendido sobre la proa, busquéotro calcetín. La lancha se movía con tranquilidad, como si dispusiéramos detodo el tiempo, sin prisas y Carolino parecía no necesitar de ninguna luz parasaber por dónde íbamos. Toda su vida había transcurrido en ese lugar y eso leotorgaba el privilegio de ser uno con el lago. Así, sin temor a chocar con untronco o alguna roca escondida conducía como un maestro, transportándonoscon el acompañamiento de sus chistes y comentarios graciosos. 

De ese modo, entre risas y el sonido de un desafinado motor fuera deborda, surcábamos en un derrotero trazado por el ignoto sino. 

Encima   sólo   alcanzaba   a   distinguir   los   rojos   destellos   del   planetaMarte, que muy cerca de las Pléyades intentaba iluminar a la negra noche.Una fantasmal bruma comenzó a envolvernos, cada vez más y más. 

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Cuando yo estaba a punto de encender una potente linterna de mano,pues   la   inquietud  de  no  ver  nada  comenzó   a  embargarme,  Carolino  dijo,anticipándose a mis movimientos:

— Ya llegamos, sólo apago el motor para acercarnos.Acto   seguido   el   monótono   ruido   de   la   propela   en   el   agua   cesó.

Mientras, por encima del volcán Santa Ana, al cual los indios llaman Llamate­pec16, se empezó a dibujar una brillante aura, como si algo fuera a brotar bri­llando desde su interior. De pronto justo cuando tocábamos tierra con la qui­lla, la estrella Sirio se dejó ver por entre la niebla, como posándose arriba dela gran montaña de fuego y creando una extraña escena, surrealista.

— Ahora si ya llegamos Teresita —anunció Carolino—. Nada más ba­jen con cuidado.

La anciana descendió de la lancha con un ágil movimiento, que paranada encajaba con la apariencia de su viejo cuerpo. Con rápidas zancadas sealejó, adelantándosenos unos metros. En la oscuridad alcancé a ver como seinclinaba, postrándose de rodillas. Celeste y yo nos detuvimos expectantes, ensilencio.

Mientras Carolino, sin decir nada, sencillamente se alejó, empujandode nuevo su bote hacia las aguas. Alcancé a oír el chapoteo de un remo, queusaba el hombre para irse calladamente.

En ese instante quise sacar de la funda en mi cinturón, el fiel visor in­frarrojo,  con el  cual pretendía obtener  imágenes de nuestro rededor y veralgo, pero Celeste sintió mi intención de usar ese aparato y me detuvo conuna suave mano. 

— Todavía no —susurró—. Mejor intenta ver por ti mismo.Me sentí un poco estúpido en ese momento, por no ser capaz de ver en

esa tremenda oscuridad algo con mis, de por si, miopes ojos. Pero sin embar­go, una cálida sensación de confianza comenzó a tener lugar en mi pecho. Eracomo si una voz me dijera:

— “Mira, presta atención…sólo intenta ver”.Y eso hice. Me calmé y concentré tranquilamente mi atención en la

apenas notable silueta de doña Tere Notulp. Celeste, a mi lado, tomó mi manoy la llevó hacia su pecho, estrechándomela finalmente con sus dos manos. De­cía algo y quería que sintiera el ritmo de sus palabras, que me sintonizará con

16 En legua náhuatl, Montaña Madre (N. del A.).

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el latir de su corazón. Y fue como de golpe, sin aviso, que todo se hizo inexpli­cablemente claro. 

Vi como la neblina emitía una delicada luminiscencia, similar a la deuna nube de luciérnagas con un cierto tinte verdoso. De la señora Tere brota­ba algo así como un vaporcillo fosforescente, como si le saliera luz en formade humo. Miré impresionado a Celeste y también ella tenía ese humo lumino­so alrededor de su cuerpo. ¡Algo excepcional estaba pasando!

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XXI. La gran bruja del lago volcánico

"En las profundidades de nuestro inconsciente hay una obsesiva necesidad

 de un universo lógico y coherente. Pero el universo real se halla siempre

 un paso más allá de la lógica"Muad'Dib

 Dune.

En ese momento supe que doña Tere Notulp era una poderosa mujer deconocimiento. De hinojos tomaba la energía de ese lugar y con ella nutríadirectamente  nuestras  mentes  propias.  Nuestra  capacidad de  percepción sehabía   incrementado   más   allá   de   lo   usual.   Por   medio   de   algún   complejoproceso psíquico movió fuertemente nuestros rangos sensoriales hasta podermirar con facilidad en algún nivel electromagnético fuera del espectro visible.Meses después encontré una posible explicación científica a ese fenómeno. 

Algo que ciertos animales pueden hacer de forma natural, doña Terelogró que nosotros tres pudiéramos realizar aún cuando se supone que loshumanos  no  tenemos  esa  cualidad  fisiológica.  Veíamos nítidamente  en unentorno desprovisto casi de luz. Estaba observando todo un espectáculo pormedio de la activación de ciertas partes, en mi cuerpo o en mi mente, quenunca había usado.

Era   fácil   moverse   en   esas   condiciones,   todo   era   claro   y   con   unainusitada limpidez, como si alguien hubiera ajustado las texturas y los colores.Sin embargo no era como el acto común de ver con las luces a las que estamoshabituados, ya fuera la del Sol o cualquier otra. Era eso, sí, ver con los ojos,pero explícitamente de una forma fascinante y bella.

De   nuevo   comento   que   esa   situación   puede   ser   recreada   en   unlaboratorio,  con condiciones controladas,   llevándolo a uno a  un estado decambio   cuántico   tal,   que   permite   esa   y   muchas   cosas   más.   Pero   eso   lodetallaré más adelante. 

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Doña  Tere  se   irguió,   imponente,  afirmando con una voz profunda,plena de intensidad:

— El permiso ha sido otorgado. Se nos ha recibido con la bendición dela  visión.   Los  antiguos  que   habitaron   esta   tierra   nos   dan   la   bienvenida.Caminemos pues, vengan. 

Absorto en la experiencia, caminé detrás de ellas. Nos dirigimos conandar   firme y   tranquilo  por  un estrecho sendero.  La  esponjosa  y  húmedatierra se hundía mullida bajo nuestros pies y el intenso aroma de los helechosmojados por el rocío de la madrugada flotaba entre los altos árboles. Por micabeza pasó la idea de obtener lecturas con mis dispositivos de medición, perocomo respuesta escuché unas palabras en mi mente:

— “Libérate, no racionalices, sólo siente. Todo en su momento será”.Con eso fue suficiente para entender. Escuchaba así mi mente propia.Ascendíamos por una leve ladera hasta lo alto de un cerro y miraba

por doquier árboles de alaís, aguacatillo de montaña, culebro y mano de león.Con sólo verlas sabía sus nombres locales y la función que les corresponde enel sistema ecológico bosque. ¿Cómo lo sabía? En realidad nunca había ni si­quiera visto de cerca este tipo de árboles, más no me inquieté por mi profusoy nuevo conocimiento. Estaba conectado directamente con el campo mórfico ypor eso obtenía los datos que quisiera. Orquídeas, bromelias, aráceas, musgosy líquenes crecían sobre los gruesos troncos de altísimos cipreses y el suelo enocasiones dejaba evidente su origen volcánico, mostrando flujos de lava hacíamucho enfriada, que a modo de pétreas escalinatas utilizamos para subir. 

Recordé que colgado con una correa alrededor de mi cuello, el GPSregistraba cada uno de mis movimientos, guardando en su memoria internalos vericuetos del camino. Si algún día quisiera caminar de nuevo por allí, conel registro electrónico de este aparato lo lograría con facilidad. O con mayorsimpleza si recurriera a mi mente propia, ella me guiaría mejor. 

Finalmente  y   libres  de  cualquier   cansancio   llegamos  a   la   cima  delcerro. Doña Tere volteó hacia mi, diciéndome algo que ahí mismo descubrípor mi mismo. 

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— Ya sé  que sabes que estamos en un pequeño volcán. Ahora estáapagado y todos le dicen el “Cerro”, pero nosotros le llamamos por su nombrede poder: Teopán17.

«Y ahora quiero que veas eso. Algo que mi niña ya vio hace tiempocuando la traje aquí —y a continuación sacudió delante de mis ojos una largapluma de gavilán cola dorada.

Lo que después ocurrió lo podría tratar de describir como una especiede   vivísima   escena   que   se   desplegó   ante   mis   ojos   y   que   me   absorbió,llevándome a una situación en otros tiempos. De ninguna manera fue unaalucinación, fue real…a su modo.

Primero  escuché  una  música  muy dulce,  ejecutada  con  tambores  yflautas.   Los   sonidos   parecían   más   como   el   latir   de   un   enorme   corazónacompañado   por   el   delicado   canto   de   aves.   Los   músicos   danzabanrítmicamente, y al hacerlo, agitan semillas ahuecadas de ayoyote que chocanentre   sí,   sujetas   a   tiras   de   cuero   de   venado  dispuestas   alrededor   de   sustobillos,  para  crear  algo parecido al   sonido del  agua en un arrollo.  En  ladistancia dos atronadores rugidos respondían, como formando parte de unagran orquestación. Por un lado, hacia el poniente el gran volcán Llamatepec,que con sus emanaciones eruptivas enviaba una densa nube a lo alto. Hacia elotro, en dirección del este, una negrísima nube de tormenta se acercaba confieros vientos y potentes relámpagos. La cúspide de Teopán remataba con uncráter, del cual salían chorros de gas, polvo y vapor ardientes, y en el bordedel   que   me   encontraba   justo   parado.   El   suelo   estaba   caliente   pero   noquemaba y por doquier había detritus volcánico. Las laderas estaban cubiertaspor árboles de mediano tamaño, indicando que el infante volcán tenía algúntiempo sin erupcionar.

El grupo de hombres y mujeres subía despreocupados, felices, sumidosen un éxtasis. Iban ataviados ricamente con tocados de plumas, joyas de oro yjade.  Vestían coloridas  prendas de  algodón y  su actitud era  festiva,  comoniños alegres. Evidentemente eran indígenas, pero no podía identificar a quénación pudieran pertenecer, por que sus cuerpos eran muy altos y fuertes,tanto en los hombres y las mujeres. Parecían miembros de algún grupo étnicodel norte del continente, pero había algo en sus ropas. De alguna manera me

17 ahí supe gracias al campo mórfico que Teopán significa “Templo” en náhuatl (N. del A.).

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recordaban a los aztecas pero el perfil de sus rostros y la forma de sus cabezassemejaba más  a   los  mayas.  Los  bellos  penachos  emplumados  sin embargotenían un parecido al de los incas del sur. En mi mente apareció clara unarespuesta.

—«Somos Aztlantes…la cuarta humanidad…tus ancestros». Impactado por la naturaleza de su origen, sólo los miré, pasmado y me

di cuenta que una joven mujer, de piel morena y ojos aceitunados me veíafijamente  mientras   tocaba  una   flauta.   Sentía   como  ella   lograba  hablarmedirectamente con sólo pensarlo.

De   improvisto  un  bramido  profundo   y   largo   resonó   sobre   el   lago,ensordeciendo   pero   no   acallando   la   festiva   música   sobre   el   Teopán.Llamatepec alzaba con orgullo una columna gris de humo y cenizas hasta másallá  de la vista, disparando rocas que aún a la distancia podría fácilmentenotar como trazaban en el aire sus trayectorias mientras volaban, alcanzandola   estratosfera.   Al   observar   mejor   la   formidable   montaña   de   fuego,   notéinmediatamente algo diferente en ella: era más alta, mucho más de lo que yola había visto antes. De nuevo la incomprensión me asaltó.  ¿Cómo, porquéestaba más alto ese volcán? ¿Por qué toda la escena no correspondía a miconocimiento de los sucesos históricos? ¿Este pueblo, los Aztlantes quieneseran?   ¿Pipiles,   mayas,   quechuas?   Y   además,   ¿Por   qué   los   volcanespresentaban una apariencia  mayor,  más  activos  y el   lago se  veía extraño,diferente? 

Al  pensar en eso dirigí   la  mirada hacia un  lado del Llamatepec,   laMontaña Madre sin encontrar por ningún lado el contorno del volcán Izalco.Moví la cabeza, desesperado hacia todos lados, buscando algún punto de refe­rencia más familiar.

La joven entornó los ojos, clavándomelos como lanzas en los míos. Mepetrificó como con un golpe seco en el pecho y la escuché de nuevo, como sialguien me hubiera puesto unos audífonos estereofónicos sobre los oídos. Diá­fana su voz me dijo:

— «Has venido desde tu tiempo, 52,000 años atrás de tu época. Ahorala mitad del mundo está cubierta por el hielo y este lago apenas terminó denacer hace un milenio. Teopán, El Templo, acaba de emerger desde el fondode Coatepeque. Has llegado a un momento de purificación y comienzos».

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La fuerte conexión con el campo mórfico ahí la experimentaba de unaforma dispareja,  para nada parecida a  la que sentía antes de desplazarmehasta ese tiempo. No podía obtener datos y entendimiento de mi entorno consolo desearlo,  pero sin embargo estaba ahí,   realmente  estaba ahí,  parado,proyectando mi sombra en el suelo rocoso y oliendo el sulfuro de las entrañasterrestres. Era muy inquietante pero todo ello me fascinaba a la vez.

Sentí mientras ellos subían hacia lo alto del pequeño volcán Teopán,una   vibración   bajo   mis   pies,   cada   vez   más   intensa.   Ronca   y   fuerte,fortificándose.

Entonces todos los presentes al llegar al borde del cráter cesaron degolpe la música y el baile, y se postraron en la misma posición en la que sehabía puesto doña Tere antes de que subiéramos: Una rodilla en el suelo, lamano  derecha   tocando   el   suelo   y   con   la   izquierda   el   corazón.   Sus   carasestaban inclinadas hacia abajo y sus ojos los mantenían cerrados, musitandofrases inaudibles. El profundo rumor de la tierra se incrementó, como si ungigante se alistara para irrumpir en la superficie. Y de pronto una sacudidacomo nunca he sentido, me derribó, lanzándome hacia un lado. Entre tantolos demás, conservaron sus posturas, incólumes, elegantes.

Los   árboles   agitaron   sus   ramas   con   violencia   junto   con   algunospeñascos que se desprendieron de una ladera, cayendo ruidosamente.

Fue  entonces  que  desde  mi  penosa  perspectiva,   tumbado sobre   losguijarros apenas logré ver como una enorme roca, del tamaño de un coche,salía  expelida   con   increíble  velocidad  por   el   orificio   central  del   cráter  deTeopán. El   incandescente bólido subió  unos centenares de metros en líneavertical, dejando tras de si una cauda de humo blanco. Luego se fue frenandohasta detenerse y comenzar a caer. Su acelerada caída lo dirigía directo haciael grupo de Aztlantes, que inconmovibles seguían en hinojos a unos metros demí. Yo no supe que hacer y ni siquiera un pobre grito alcancé a soltar. La rocase  impactó   con un poderoso estallido que  lanzó  esquirlas  de piedra comoferoz metralla,  siendo mi cuerpo aventado hacia el  suelo por la explosión,cayendo con la cara en el suelo y envuelto por la onda de choque, sintiendoque mi sombrero de fieltro salía arrancado de mi cabeza. Con un trallazo dedolor   afilados   trozos  de  obsidiana   se   clavaron   en  mi  mano.  Pedacitos  detezontle y piedra pómez medio cubrieron mi cuerpo.

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Después sólo escuchaba un seco zumbido y el cuerpo me dolía por losgolpes…Temía  por   las  otras   personas,   ellos   estaban  muy   cerca  de  dondereventó la roca y únicamente podía ver polvo por todos lados. Me levanté ycorrí hacia en donde deberían de estar, llenándose mis pulmones con una finaceniza que me hizo toser desaforadamente. De pronto la nube se disipó conuna ráfaga  enviada  desde   la   tormenta,  que cada  vez  más  cercana  dejó  aldescubierto   una   escena   fascinante:   todos   estaban   aún   de   rodillas,majestuosos, sin tan siquiera polvo encima. Sus rostros estaban vueltos haciadelante   y   centraban   las  miradas  en  una  hermosa  mole  de   roca,  porosa  ycandente, que parecía palpitar cadenciosamente. Uno de ellos, el más ancianose levantó acercándose a la enorme piedra volcánica, y dijo con viva voz:

— Tus hijos en esta tierra, te agradecemos todos que nos enviaste untrozo de tu corazón, Pachamama…

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XXII. Pachamama y los Oscuros

"…ella es la Figura de la Tierra, una semidiosa cuya misión especial esproteger a las tribus contra los poderes de la violencia… Es la Reverenda

Madre de las Reverendas Madres... Responde a ese fuerte deseo humano demisterio. Es la prueba viviente de que lo analítico tiene sus límites. Representa

la tensión última…"

Santa Alia del Cuchillo. Dios Emperador de Dune

Una tremenda bola de piedra, roja de incandescencia pura y bella hasta loúltimo estaba ante todos nosotros. Reina y objeto, simple y total. El anciano lanombró   como  el  Corazón  de   la  Pachamama  y  en  efecto   lo  era.  La   cálidaradiación que la rodeaba se podía sentir como una especie de abrazo que ellanos regalaba, besándonos a todos en ese cráter. 

Estaba   más   que   pasmado.   Todos   estábamos   bien,   sin   heridas   deningún tipo, bueno excepto yo que tenía un corte en la mano, pero eso erairrelevante. La roca latía, podía darme cuenta de eso, no sé cómo, pero losabía. Un colosal retumbar del todo el suelo se dejó de nuevo apreciar, comoel   saludo   que   con   orgullo   entregaban   Llamatepec.   Abajo   las   aguas   seencresparon y un maravilloso relámpago partió desde la tormenta para dardirecto en las faldas de Teopán, atronando con ensordecedora fuerza. Todosaludaba a la gran roca.

Yo no hacía más que mirarla, con azoro y de pie frente a ella.El anciano caminó, acercándose más aún a la abrasadora mole. De una

pequeña bolsita de piel vi como sacaba algo, que con movimientos delicadosde la mano, casi como si pretendiese acariciar la roca, esparció sobre su casifundida superficie. De inmediato un aroma profundo y conocido se extendióen el ambiente. Era resina de pino que se evaporó al instante. Era una ofrendaque en nombre de todos los Antiguos el hombre le entregaba al Corazón. 

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Escuché de nuevo la voz de la joven mujer dentro de mi cabeza. Giréel rostro hacia ella y continuaba mirándome, diciéndome:

—«El Corazón que bienvenido es, se llamará Izcueye. Ha llegado la espo­sa y compañera de Quetzalcoatl.

« Con la obsidiana de su seno dará ímpetu a este mundo, que de entre loshielos y las aguas, de entre los fuegos y los vientos emerge, brioso. Llevaremos lacivilización a todos los rincones, y aún con tropiezos llegaremos lejos, hasta con­vertirnos poco a poco en ustedes. 

« Pero cuando eso sea, serán tiempos en los que los hombres y las mujerestendrán que asumir la reacción de sus emociones y pensamientos. Todo lo repri­mido,   lo vergonzosamente ocultado,  todo aquello  a  lo que secretamente se  letema, brotará con fiereza y amenazante se erguirá contra la raza humana. Loque habite en la mente y en el corazón de las gentes de tu tiempo pesará más quesus actos. La gente de tu tiempo será reactiva ante lo que posea en su interior ydejarán que eso las moldee, perdidos en la más espantosa Oscuridad del alma. 

«Todo lo que hagan se sumará a todo lo que hayan pensado, a todo en loque crean. Y eso determinará su destino.

«La Pachamama siempre   los  acompañará  y  prodigará  de bendiciones,pero de ustedes, de tu gente dependerá nada más el desenlace de las cosas. Tienenque aprender a utilizar las fuerzas de Cosmos para crecer, no para sufrir».

Y así, sin más, dejando de escucharla y nublándose todo ante mí, meencontré tirado sobre uno arbusto, entre Celeste y Teresita.

Todo era penumbroso y entre la bruma matinal apenas vislumbraba laluz de la alborada. La mágica luminiscencia que doña Tere había generado sehabía esfumado totalmente, para lo cual Celeste había encendido una lámpa­ra, iluminándome de lleno. 

— ¿Cómo estás? —dijo ella, ayudándome a levantar.—Espérame tantito, ¿Pues qué pasó? —pregunté, confundido, sujetán­

dome la mano en la que efectivamente tenía una cortada. Desde ahí una pun­zada latía intensa, lacerante. 

— ¿Estás bien? —volvió a decir ella.—Sí, creo que si —dije mientras buscaba mi sombrero, en un acto re­

flejo de protección.

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—Toma, aquí está —escuche que decía Celeste, alcanzándomelo y to­mándome del brazo—. Ven, vamos para acá –y me llevó hacia un lado, debajode un enorme árbol—. Descansa un poco, ¿Ya te sientes mejor?

—Si mi Celeste, gracias, gracias —y la abracé para encontrar en ellamás calma. Nos estrechamos unos momentos y me soltó, explicándome:

— Que bueno, ya regresaste. ¡Y ya lo viste todo!, eso me da muchogusto, tenías que verlo por ti mismo, no te lo podía yo llegar a decir de ningu­na forma. Ahora ya puedes entender muchas cosas que te he tratado de expli­car, pero que siempre me quedaba corta, sin palabras. ¡Ya lo viste!

— ¡Si Celeste!, vi, ya lo vi. No sé cómo pero vi y escuché cosas que pa­saron aquí mismo, hace mucho.

 De pronto, sin previo aviso una náusea incontenible me invadió, ape­nas pudiendo ladear mi cuerpo lo suficiente para vomitar lejos de Celeste. Meapoyé con la mano sana contra un árbol y en su base solté el líquido de mi es­tómago, vaciando enteramente mi tremendo susto.

Mientras Celeste me miraba, con aire divertido, riendo como una niñaante mi involuntaria deposición. Con un pañuelo limpié las comisuras de mislabios y ella me extendió la cantimplora, llena de café aún caliente. Eso de al­guna manera eliminó el dolor en mi mano.

— Hay Jorge, siempre te pasan estas cosas. Hay, hay, hay, apenas mepuedo aguantar la risa. Siempre te asustas y te pones mal —expresó entre ri­sas sin dejar de ver mi cara—. Nada más te vieras, ¡Estás amarillo!, ja, ja.

No pude más que reírme con ella, pues tenía razón, siempre me poníamal ante cosas que con ella vivía. Pero creo, si quiero un poco justificarme,que no es para menos. Con Celeste cosas de lo más inverosímil llegan a pasar.

— ¿Y Tere? —pregunté al reparar en que ya no la vi de pronto —¿Adónde fue?

— Espera, ahorita viene, mientras te voy a explicar qué pasó.—Si, por favor háblame que está pasando aquí. En mi visión me habla­

ron y me dijeron los nombres de este cerro y de una roca, pero en náhuatl yellos decían ser más viejos que los aztecas…y no entiendo.

— Claro Jorge, los nombres tu los entendiste en esa lengua, pero teaseguro que en realidad originalmente no eran nombres náhuatls. Algunas co­sas que uno vé en ese estado, son interpretadas de una forma un poco familiarpor tu mente. Pero la esencia es la misma. Seguro eran de otra forma pero tu

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mente los vinculó con su equivalente en algún idioma que tú conozcas. Perobien, eso está bien.

«Mira, primero te diré  que la Historia de la Humanidad no es paranada como nos la han enseñado en la escuela. Toda es muchísimo más larga ycompleja. América no fue poblada poco a poco por gente mongoloide llegadadesde Siberia, a través del Estrecho de Bering. En estos años han sido descu­biertas pruebas que constatan lo que te digo, pero tardará todos los demáscientíficos en aceptar las contundentes conclusiones por estos pocos encontra­das. 

«Lo que se sabe, que está en esencia correcto, es que nuestros ances­tros humanos aparecieron inicialmente en el continente africano. Yo los lla­maré los Antiguos, por ser los primeros de nuestra especie.

«Si revisas tus conceptos de historia que son como los ya hondamentearraigados en la concepción popular, verás que se nos ha hecho creer, erróne­amente, que los primeros humanos apenas aparecieron hace unos 70 o 50 milaños apenas. Eso es incorrecto, y ya verás que así es, pues algunos verdaderoscientíficos, curiosos y atrevidos han ofrecido pruebas físicas de que somos mu­cho, pero mucho más viejos.

«Pues bien, los Antiguos aparecieron en el mundo hace 800,000 años.Ya sé que te suena absurdo, pues es tremendamente antes que lo que te ense­ñan en la escuela. Sólo escucha, y después ya lo razonas y lo discutimos. Sóloescucha por favor. 

«África ha sido en dónde aparece nuestra especie, y en donde se ha po­dido recuperar  de   las  múltiples  destrucciones  consecutivas  que ha sufrido.Esto sucede así Jorge, gracias a las especiales características de la energía quenuestro planeta posee ahí.  Cierto tipo especial de líneas Ley convergen enEtiopía, al Este y en Mauritania, al Oeste. Es ahí en donde pisamos por vezprimera este mundo. Después te hablaré de cómo llegamos los humanos ahí. 

« Los Antiguos se establecieron en la rivera de los caudalosos ríos quehubo en medio de grandísimas planicies.  No pasó  mucho tiempo para quemagníficas ciudades fueran levantadas, despuntando en el horizonte con subelleza y majestuosidad. ¡Ja, ja! , me estás mirando con esos ojos con los quedices “esta marciana está loca”, hay mi Jorge. Ábrete a pensar por un momen­to en lo que te digo, y después sacamos conclusiones.

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«Bueno, te decía que aquellos antiquísimos ancestros nuestros llegaronde otro lugar, aun no te diré de dónde ni tampoco te diré cómo lo hicieron.Basta decirte que durante muchísimos años aplicaron su conocimiento sobrela mente y su directa influencia en la realidad. Hablo de lo que tú conocescomo física cuántica, pero íntimamente unida con la psicología y el arte. Nodesesperes, me irás entendiendo cada vez más, sólo escucha.

«Hasta hace 580,000 todo fue bien para esa suprema raza, hasta quetocaron puertas que no sabían que debían de estar cerradas. Abrieron un acce­so a este mundo a seres que no corresponden a nuestra realidad, pero que sinembargo llegaron y se han mantenido desde entonces. Si, hablo de los Oscu­ros. Irrumpieron en este plano de existencia, arrasando con los Antiguos. El ni­vel de ondas theta de sus cerebros, actividad cerebral de la que ya te he habla­do en muchas ocasiones, era un nivel muchas veces más elevado que el nues­tro. La intensidad de sus campos Psi, como lo llamas tú, era un enorme y ape­titoso manjar para los Oscuros. Rápidamente la guerra entre los Antiguos con­tra los Oscuros llegó a un punto en el que todas las personas fueron reducidasa meros animales sin mente, vacíos. La gente deambulaba en hordas salvajespor las llanuras y las abandonadas ciudades cayeron en la ruina. Todo se vinoabajo para nuestros primeros padres.  Al  perderse  la coherencia del  campomórfico humano, hubo una espantosa resonancia sobre toda la Tierra. Aque­llos que antes detentaron poder sobre la materia y la energía, sobre el espacioy el tiempo, eran sólo unas piltrafas bestiales y dementes. El mundo comenzóa enfriarse muy rápido, rematando a los Antiguos. Pero unos pocos, un mano­jo de ellos quedaron con vida como caricaturesco recuerdo de aquella podero­sa raza. Y mientras que todo quedaba blanco por el hielo y la nieve, los Oscu­ros  se aposentaron en un largo sueño, del cual periódicamente despertaban,sólo para azotar al mundo en busca de comida.

«Esa fue la primera exterminación casi total de la humanidad que re­ducida a la barbarie más abyecta, durante 2000 siglos medró penosamente ensólo un rinconcito de la Tierra. 

«Luego, hace 380,000 años terminó el terrible congelamiento que apri­sionaba gran parte de las tierras y los mares. Un gradual recalentamiento ge­neró ciertas condiciones en la energía del campo mórfico y propinó un empu­jón en la mente de lo cuasi­humanos de aquel entonces. Se dio un salto cuán­

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tico en el desarrollo genético, dirías tú. De nuevo la humanidad volvía a pose­er un campo Psi. La mente propia, la conciencia volvió a los ancestros.

«Fue así como la segunda humanidad tomó su lugar en el orden de lascosas. Ellos repoblaron al continente madre, África y luego emigraron hacialugares con mejores condiciones climáticas. Llegaron a Europa y Asia, asen­tándose en aldeas que luego crecieron hasta ser grandes ciudades.

«De esa forma, durante 195,000 años avanzaron con grandes pasos,recuperando mucho de lo que antes se poseyó. De haber salido de un embru­tecimiento abismal, siendo sólo primitivos con herramientas de madera, huesoy piedra, llegaron a ser una raza que dominaba el uso de los metales. Se trans­formaron en una raza de sabios, artistas y místicos buscando un sentido tras­cendental de la vida. Fue una hermosa civilización de varias naciones unidaspor el intercambio económico y cultural, obteniendo un nivel similar al de lospueblos del Mediterráneo de nuestra edad de Bronce. Se encontraban en losalbores de otro salto cuántico en la conciencia que los hubiera llevado a las al­turas de los Antiguos.

«Pero los Oscuros despertaron de su prolongado letargo y nadie estabapreparado para eso.

«La gente comenzó a enloquecer, dividiéndose en grupos que peleabanhasta la muerte por ideas irreconciliables, muchas de ellas ideas egoístas y es­túpidas. La percepción del respeto y la igualdad se fueron al demonio. Todosse abalanzaban en pos de seguir a caudillos sedientos de poder. La gente esta­ba enceguecida y perseguían todo lo que, a final de cuentas los destruía. Eldesamor y el miedo aplastaron a poblaciones enteras. Y en el Sol una fuerzaincreíble fue emanada hacia la Tierra. Si la gente no hubiera sufrido el ataquede los Oscuros, habrían podido usar esa energía para dar el salto cuántico a ni­veles de conciencia mucho más altos, en los que las ondas theta de sus cere­bros serían mucho más intensas. Pero no había nadie listo para eso, todos es­taban  corrompidos  en   su  comportamiento.  Si   a  una  persona   le   afectas   labioquímica de su cerebro con alguna sustancia o alterando sus fundones celu­lares, obtendrás cualquier tipo de anomalía, que puede ser en muchos casosreflejada en su comportamiento. Eso propicia por ejemplo las drogas. Puesimagínate el terrible daño que las gentes de aquellos tiempos sufrieron porculpa de los Oscuros, que se comían en todos lados la energía de las mentes.Sencillamente nadie podía pensar o sentir de manera natural. Les faltaba algo

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y esa espantosa deficiencia se evidenció también en sus cuerpos. Sus sistemasendocrino e inmunológico se volvieron muy frágiles, padeciendo de muchasenfermedades. Murieron por millones, asesinados entre ellos mismos o porepidemias imparables. 

«Y no solo eso. Al desequilibrarse otra vez el campo mórfico, el climase afectó totalmente. El frío regresó y el mundo se vio cubierto rápidamentepor grandes macizos de nieve y hielo. En pocas décadas los continentes se he­laron y los mares descendieron. Los ríos y lagos fueron transformados en cuer­pos congelados, inertes. Este cataclismo diezmó a las naciones humanas deEurasia y como ves, se repitió la historia. Sólo muy pocos quedaron al final enlas regiones más cálidas de África. Pero este continente fue perdiendo vertigi­nosamente a sus pobladores por las larguísimas sequías, aniquilándolos conespantosas hambrunas y enfermedades. La segunda humanidad, que durantecasi 200 milenios había reinado sobre la Tierra, brillando con su inteligencia ycreatividad, murió. O casi, pues minúsculas tribus quedaron dispersas en elSudán. Se mantuvieron en condiciones precarias, subsistiendo con una formade vida retrógrada y primitiva, retornado de nuevo al uso de herramientas depiedra. Todo el conocimiento y logros se volvieron perdieron irremediable­mente.

«Así estuvieron durante 60 mil años, miserables y al borde de la extin­ción. Pero se mantuvieron aferrados a la existencia hasta que nuestro planeta,junto con el Sol, entró en una región de la galaxia en la que cierto tipo deenergía favoreció el renacimiento de la conciencia humana.

«Eso ocurrió hace 140,000 años. Y fue simultáneo, y no desvinculadoal hecho de que el hielo comenzó a retirarse. Al mejorar las cosas y con estenuevo empuje en el espíritu humano, la tercera humanidad nació.

«Ellos se extendieron otra vez hacia el norte, retornando a una Europacubierta por bosques y ríos. Asia era un vergel de tierras amplias y ricas parala agricultura. Rápidamente, en pocos siglos avanzaron por territorios que an­tes, mucho antes fueron de sus antepasados. Nuevos pensadores, mercaderes,inventores y reyes nacieron, fundando grandes y bellas ciudades. La luz de lacivilización existía majestuosa, brillante.

«Sus navíos llegaron hasta remotas regiones, aún no exploradas pornadie. Aventureros y estudiosos arribaron a América y Australia, establecien­

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do colonias. De esa forma una enorme civilización global, unida por el respetoy la cooperación, vivía en paz con un profundo equilibro con la naturaleza. 

«Durante 75,000 años caminaron hacia la grandeza, levantándose deentre los escombros que la gran catástrofe que los había sumido en las som­bras. Eran una sola nación planetaria, poderosa y digna. La tercera humani­dad se erguía orgullosa con los ojos puestos en las estrellas, buscando incesan­te como ir más allá.

«Su ciencia y su sociedad no tendrían parangón con cualquiera de lasnuestras. Prácticamente nos rebasaban por mucho en casi todas las áreas.

«Pero sus planes de exploración hacia otros mundos fueron interrum­pidos abruptamente. 

«Cambios convulsos descendieron desde lo alto y brotaron desde laTierra.

«El Sol, centro de vida y fuerza para nuestra Tierra nos situó en unacondición que la tercera humanidad no pudo de ningún modo aprovechar.

«Un periódico proceso natural de nuestra estrella proyectó hacia todoel Sistema Solar energías en gran cantidad, incluso fuerzas que hoy apenas co­mienzan a medio identificar. Esto podría haber sido usado por aquellas anti­guas personas, pero al iniciar el incremento de sus funciones cerebrales losdurmientes se agitaron y otra vez despertaron. Estos seres van a volver a ata­car a la humanidad mientras nosotros no lo evitemos. Ellos impedirán siempreque logremos alcanzar el nivel de conciencia que desde hace muchísimo noscorresponde, pero ellos sólo nos ven como un árbol cargado de frutos madu­ros. Solo despiertan para comenzar la cosecha. 

«Los Oscuros, como ya te lo he dicho, forman parte de las criaturas dela Tierra. Ellos se adaptaron y ya se quedaron, pero no son malos en esencia.Simplemente su naturaleza les dicta actuar como lo hacen. Sin embargo sonnuestros más terribles enemigos. Nos comen hasta casi acabar con todos, y yallenos a rebosar, dejan a unos poquitos para que repueblen otra vez al mundo.Como dijo alguien antes, somos un suculento comedero y no nos van a dejarhasta que los detengamos.

«La oportunidad energética que nos obsequió nuestro Sol fue aprove­chada por los Oscuros, que al percibir las recuperadas capacidades mentalesde la tercera humanidad, como nube de langostas cubrieron las almas, comen­zando su ciclo de   alimentación. Ya sabes el resto. La gente se comportó de

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una forma, que si no te has percatado como cual, fue idéntica a la que tene­mos ahora. En unos momentos quiero retornar sobre esto para hablar de ello.Mientras te dirá que el mundo en esa ocasión no se congeló inmediatamenteen una edad glaciar. No, en ese tiempo el mundo se calentó desde dentro ypor fuera. Los mares elevaron sus temperaturas y poderosos huracanes golpe­aron con una fiereza sin igual. Mientras en otros lugares extensas sequías aso­laron vastas regiones del mundo. Pero te dije que el interior de la Tierra se ca­lentó y así fue. Temblores de enormes proporciones destruyeron regiones en­teras. Los volcanes despertaron, algunos incluso aumentando titánicamente sutamaño y comenzaron a aparecer en el mar muchos nuevas islas, que eran enrealidad volcanes naciendo desde el lecho marino.

«Piensa en eso unos instantes. Te diré que finalmente estos grandesvolcanes estallaron de una forma en la que tú no te podrás imaginar nunca.Grandísimas olas llegaron a las costas de todos los continentes, barriendo conlas ciudades humanas que existían en ese entonces. Quiero que sapas que lapoblación se encontraba asentada en su mayoría a orillas del mar, y por esosufrieron una destrucción inconmensurable.

«Luego los cielos se cubrieron por densas nubes de polvo y detritus,impidiendo que la luz y el calor llegaran al suelo. Visualiza ese escenario. 

«Al final todo comenzó a congelarse, iniciado una nueva edad glaciar.Del hielo habíamos emergido y al hielo retornábamos. Se cerraba un ciclo. 

«Otra vez la cantidad de gente diminuyó, hasta casi no quedar nadievivo. Minúsculos grupos errantes sobrevivieron por aquí y por allá, en mediodel frío, de las sequías, erupciones volcánicas o de los huracanes.   

«Pero entre toda aquella destrucción y tierras inhabitables algo emer­gió. En el transcurso de un par de milenios el nivel de los mares descendió yla gran cantidad de  islas volcánicas en el Atlántico quedaron descubiertas,aquietando poco a poco su eruptiva actividad. Europa, Asia, Norteamérica y lamitad de Suramérica estaban congeladas. 

«Más en esos días no todos perdieron la mente. Hubo muy poquitos,como 100 personas que fueron protegidos por una especial convergencia de lí­neas Ley en dos lugares. Su energía creó en esos puntos una especie de barre­ra contra los Oscuros, y eso salvó a esas gentes. No fueron atacados y cuandodespués de años esos seres se fueron a dormir, estas gentes emergieron de susrefugios, encontrándose con un mundo arrasado por la destrucción humana y

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natural. En ambos sitios mantuvieron aldeas en esos sagrados lugares y muylentamente fueron incrementando su población, teniendo hijos e hijas posee­dores de conciencia. En esa ocasión no murió el alma humana, sino que semantuvo en un pequeño reducto. 

«Los lugares en donde se escondieron quedan en donde es hoy el Sa­hara occidental, al sur de Marruecos y el otro en el centro de Australia. Fue­ron de esa manera los dos únicos grupos humanos supervivientes. Los de Áfri­ca fueron  al cabo de unas décadas suficientes para emigrar a regiones más se­guras. Ahí la falta de agua los empujaba para ir a otras tierras mejores. Y sefueron, pero no al resto de África ni de Eurasia, pues allá no había nada másque muerte. 

«Los australianos no quisieron salir de la gran isla, decidiendo quedar­se únicamente ahí, viviendo alrededor de su montaña protectora, Uluru, quees de donde emana la fuerza que nulifica a los Oscuros. Ellos, los Anangu nun­ca tomaron contacto con los sobrevivientes de África, pero quizás eso estuvode alguna manera bien. De ellos descienden de forma directa los actuales abo­rígenes australianos, con los cuales hace años estuve aprendiendo mucho enuna comunidad cerca de Uluru, o Ayers Rock que es como le llaman los blan­cos modernos. 

«El camino natural para los africanos fue irse sobre pequeñas barcazashacia el Oeste. En aquella época se había formado un inmenso archipiélagoentre África y América. Islas grandes y pequeñas se extendían a través delocéano, con sus climas cálidos, abundante agua y tierras muy fértiles. El em­bate de las feroces tormentas en los trópicos disminuyó hasta niveles normalesen esa época.

«Quiero que sepas que de la mayoría de aquellas islas, sólo quedan enla actualidad las que forman los archipiélagos del Caribe, las Canarias y CaboVerde. Las demás se hundieron en épocas más recientes por otro enorme cata­clismo, retornando al lecho marino. Ya de algunas de esas islas se han hechodescubrimientos, pero como te digo, aún con las pruebas en las manos loscientíficos se van a resistir en aceptar esto que te digo. Pero eso no importa.Lo que si es importante es que aquella gente, los pocos que quedaban en lacosta oeste de África, emigraron gradualmente hacia esas islas, cubriéndolascon poblaciones en más y más lugares.

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«Al ir estableciéndose, llegaron hasta América de nuevo, y se emplaza­ron en donde hoy es el centro de México, en Centroamérica, Colombia y nortede Brasil. Naturalmente en Cuba también, por que se encontraba unida por unmacizo de tierra con la Península de Yucatán. 

«Toda esa gran civilización casi totalmente insular desarrollada hacemás de 70,000 años se llamó a sí misma “Hijos del Océano”, renacida desde lacasi total extinción mundial de la tercera humanidad. Las condiciones para lacontinuidad de la especie y su posterior  crecimiento en todos los sentidos selograron gracias a esa tira de islas templadas y muy cercanas entre sí,  queofrecieron a nuestra raza la posibilidad de escapar a las inclemencias de Áfri­ca, Asia y Europa. 

«Los Hijos del Océano como los Anangu tenían un profundo respeto dela naturaleza, pues se sabían parte integral de ella. El individualismo dentrode una conciencia   comunitaria les permitió vivir en paz. Fue una época degrandes avances y redescubrimientos, dejando de ser los recolectores semisal­vajes en que se habían convertido después de la catástrofe que destruyó a laanterior civilización. Los  Hijos del Océano  encontraron el camino para, otravez, inventar la agricultura y la domesticación de animales. Volvieron a sabercomo trabajar los metales. Todo ocurrió para ese pueblo, por cuarta ocasión,con un destello de inventiva tecnológica y evolución social. Aún así hubo pe­queños grupos dispersos de humanos que avanzaron, independientes, hacialas zonas frías. Esas tribus apartadas de los Hijos del Océano no pasaron de laedad de piedra en los yermos y helados lugares a los que llegaron. Por eso enEuropa, Asia y Norteamérica se han encontrado artefactos de piedra que hanhecho creer lo que los arqueólogos hoy afirman, que en esas épocas apenas sihabía cavernícolas. 

«Sin embargo la gran civilización de los  Hijos del Océano  se mantuvosólo hasta hace 17,500 años, cuando las mismas circunstancias volvieron a re­petirse.

«Primero la enorme actividad del Sol, luego la posibilidad de tomaresa fuerza como impulso evolutivo y después el retorno de los Oscuros. 

«Los sabios de aquella época únicamente vieron venir eso, sin poderhacer nada…o casi nada, pues trataron de proteger lo mejor, más fuerte y be­llo de su cultura. Sabían qué había pasado antes, pero desconocieron tambiéncomo evitarlo y liberarse del flagelo de los Oscuros. ¿Te digo por qué? Por que

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aún cuando todas las experiencias previas estaban grabadas en el campo mór­fico, la solución no nos era permitida verla, pues esos parásitos han sabidocomo nublar nuestro entendimiento. La única alternativa a disposición de losHijos del Océano para evitar la inminente caída fue enviar a diversas partes delplaneta grupos de personas capaces de reiniciar la civilización. Si te das cuen­ta, por eso persiste en todos los pueblos del mundo la idea de un gran cata­clismo que barrió al mundo, y que según dice esa leyenda se logró salvar lavida por medio de que una familia humana con algunos animales y plantasviajaron en una barcaza. Es el origen del mito universal de un Noé y su Arca.

«Como ves Jorge, nos hemos visto al borde de la total desaparicióncomo especie y sin embargo hemos logrado mantenernos, resucitando literal­mente como el Fénix.

«La extraordinaria actividad solar no aprovechada por nadie, afectó almundo entero de forma dramática. Esta vez fue mucho peor que las otras an­teriores. El clima se hizo imposible. Recuerda que estaban en un periodo gla­ciar y en las zonas congeladas, gigantescos glaciares de kilómetros de espesorcomenzaron a descongelarse rápidamente, creando inundaciones titánicas quearrasaron con todo en su camino. En América del Sur y África se agudizaronmonstruosamente las sequías que ya antes estaban.

«Y en todo el gran grupo de islas inter­atlánticas comenzó el caos. Hu­racanes de proporciones nunca vistas recorrían una y otra vez sobre esos terri­torios. La población insular no aguantó el embate de esas tormentas, de in­gentes fuerzas. Las muertes fueron incontables en un solo año. 

«Pero aquello se tornó todavía en un infierno. Pues el núcleo de la Tie­rra se convulsionó,  porque impulsos de energías gravitatorias y magnéticasagitaron las entrañas geológicas, propiciando espantosos terremotos. El fondomarino se sacudió una y otra vez, vigorizando potentemente los antes apaga­dos volcanes. Estallidos furibundos de las montañas de fuego se sucedieron encadena y sismos dentro del mar elevaron olas de asolación, que al llegar a lascostas cubrieron lo que encontraban con muchos metros de aguas.

«La energía que llegaba a la Tierra en forma de tormentas solares, en­volvía al planeta. Oleadas de gases magnetizados anularon al campo magnéti­co terrestre y en el cielo luces de las auroras, antes sólo en el norte y sur, seveían en cualquier latitud.

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«Y también eso, Jorge, hizo que algo le pasara al sistema endocrino delas gentes de aquellos días, cosa que muchísimo antes ya había pasado, peroesta vez fue algo mucho peor. Se afectó severamente todo el delicado equili­brio eléctrico de la atmósfera y la gente comenzó a enfermase, de forma quesufrían desordenes psíquicos y sus cuerpos se debilitaron, siendo muy procli­ves a las infecciones.

«Los Hijos del Océano iban muriendo por millones y así se convirtió esoen la cuarta catástrofe sobre la humanidad. 

«Al final, en tres años sólo quedó un puñado de gentes, rota cualquierforma de comunicación, con la gloriosa civilización de los  Hijos del Océanotransformada en ruinas. La decadencia se cernió abriendo como cuervo susnegras alas sobre ellos.  Pequeñísimos grupos humanos quedaron dispersos,distantes unos de los otros y con únicamente retazos de conocimiento y tecno­logía. 

«Del gran fuego brillante de desarrollo y belleza que la humanidad ha­bía logrado, siempre quedaban solo pobres rescoldos y débiles pavesas. Tuvie­ron que empezar de nuevo, penosamente. Y lo hicieron, poco a poco hasta for­mar a todas las naciones que la historia reconoce y de las cuales, oficialmentevenimos.

«La arqueología marca como límites de la pre—historia justo cuandorecomenzamos desde la desaparición de nuestros más inmediatos ancestros,los  Hijos del Océano. Para la ciencia ortodoxa en las épocas de las que te hehablado sólo existían primitivos cavernícolas. No fue así.

«La gran roca que viste salir del cráter de Teopán fue entregada a loshumanos en los principios del ascenso de los Hijos del Océano. De esa roca selabró la imagen de Itzcueye. El monolito sobrevivió hasta nuestros días y hoyse encuentra en un museo de aquí, en El Salvador.   Itzcueye posee una cuali­dad que aquellas gentes del pasado remoto le reconocieron, una capacidadpara concentrar la energía mental y ayudar a darle forma a la realidad. Perocon el paso de los milenios lo olvidaron, llegando al punto en el que no supie­ron que hacer para confrontar la última gran catástrofe.

«Hoy has visto y escuchado cosas que van en contra de tu rígida for­mación académica. Todo esto tendrás que constatarlo por ti mismo. Tendrásque recurrir además a pedir ayuda a otros que ya están tras la pista de aquelloque fundamentará todo lo que hoy aquí has conocido.

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«Ahora ya vámonos, ahí viene Teresita y debemos regresar a su casa.Allá si quieres luego hablamos. Por ahora es suficiente para que no te me pon­gas otra vez mal…ja, ja, ja… ¡mira nomás la cara que tienes! ¡Si te la vieras,mi Jorge! Vente, vamos también para curarte esa mano.

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XXIII. Un francés y el Contrapunto de la Historia Humana

“El Universo nos pone en sitios donde podemos aprender,

 nunca son sitios fáciles,pero sí los indicados.

 Estemos donde estemos, es el momento y el sitio indicado.

 El Sufrimiento que sentimos a veces, es parte del proceso

 de estar naciendo constantemente.” Deleen

Babylon 5

Acababa de recuperar el ritmo normal de mi respiración al bajar de Teopán,cuando encontramos de nuevo a Carolino con su sonrisa, tranquilamentefumando a un lado de su lancha. Una plácida claridad matinal lo cubría todo,calentando   gradualmente   el   interior   de   la   enorme   caldera.  Coatepequedesplegaba su enorme belleza, despertando para el mundo. Había mucho quedigerir. Mucho que poner en su lugar. Celeste me había puesto algunas hojasde una planta silvestre que curaría mi cortada. Me sentía mucho mejor entodos los sentidos, algo mareado pero mejor ya.

— Gracias mi Celeste por traerme acá. Sabes bien que a donde sea yovoy contigo, más nunca me imagine que viviría esto.

—Y lo que viene, ya verás, ya verás Jorgito —dijo doña Tere mientrasse   subía   con   aire   enigmático   al   botecito,   mientras   soltaba   un   profundosuspiro. 

—Vamos a desayunar, tengo un hambre que me comería hasta un león—dijo Celeste.

El   retorno   a   la   casa  de  doña  Tere   fue   lento,   acompañados  por   lamúsica   del   remo   de   Carolino   entrando   y   saliendo   del   agua.   Callados   y

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pensativos hacia la costa del lago avanzamos. Mi mirar se perdía una y milveces en mis visiones.

Celeste   rodeaba   mi   brazo   con   los   suyos,   en  un   cariñoso   y   eternoabrazo. El amor que nos une me nutría para pensar en la revelación que meotorgaron, tratando de entenderla.

—“Ahora si, razona” —decía mi corazón, como musitando.La   cabeza   me   giraba   con   un   incesante   torbellino   de   reflexiones,

llevándome a   recordar  viejos   libros  y  nuevos  descubrimientos.  Trataba  deajustar en un contexto racional y científico lo recién revelado.

Primero ingresó en mis recuerdos la copia de un manuscrito que cayóen nuestras manos hacia algún tiempo. Esta copia nos la regaló un queridoamigo,  Eliseo. Él es un monje franciscano y médico que se ha desempeñadocomo misionero en países musulmanes del Sahara. 

En nuestra casa, él nos ofreció en medio de una plática animada con elcafé, queso y vino, sus aventuras en aquellas exótica regiones.

—Dinos querido Eliseo como te fue por África —comenzó apremiantey curiosa mi Celeste—. Me imagino que algo difícil, pero a ver, platícanos.

—Todo este tiempo he estado pensando mucho en ustedes, por todo loque he vivido y las cosas extrañas que por allá vi.

«Les voy a explicar en dónde estuve, para que se lo imaginen mejor.Me mandaron desde la coordinación de la orden en París hasta una pequeñaciudad muy al sur de Argelia. Mientras la avioneta en que llegué se acercaba ala pista de aterrizaje,  hicimos una especie de maniobra de acercamiento ypude ver claramente como la población crecía alrededor de un oasis. Todo ala distancia no era más que desierto. Cuando supe que me mandaban a unlugar en medio del  Sahara,  me asusté,  pues no sabía como iban a ser  lascosas. Pero Dios sabe por qué lo lleva a uno por caminos desconocidos. 

«La ciudad se llama Tamanghasset y tiene cierta importancia por quepor allí pasa un camino milenario que comunica las ciudades del norte con elrío Níger, que está  mucho más al sur. Desde siempre ha sido un punto detránsito para mercaderes, aventureros, buscadores de tesoros, mercenarios ytodo   tipo   de   gente.   Ahí   estaba   yo,   un   franciscano   en   la   tierra   de   losmusulmanes. Pero una minoría católica aún existe, desde mediados del sigloXIX, cuando los franceses conquistaron a esta nación. Pero lo que me atraíamás  de  ahí  no  eran  los  otros   católicos,   sino  la  posibilidad de  ponerle   las

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manos encima al arte sagrado de las pequeñas capillitas de la región. Sabíaque   allí   podría   encontrar   verdaderas   reliquias   de   las   épocas   del   imperioBizantino.

— ¿Cómo qué tan viejas serían esas obras de arte? —le pregunté, unpoco ignorante.

—Pues  por  ahí   supe  que  había  piezas  de   los   siglos  VIII   y  XI,   ¿Teimaginas? —dijo Eliseo con un brillo entusiasta en los ojos—. Yo me ofrecípara  ir  a   restaurarlas.  Me encontré  pinturas  de vírgenes,   íconos   sagrados,retablos,   bueno   hasta   un   órgano   de   viento   precioso.   Mientras   estuve   enArgelia me fue muy bien.  Los párrocos me ayudaban, y hasta hice amigosentre los lugareños. Poco a poco fui aprendiendo árabe, pero me interesabamás saber hablar el bereber, que es la lengua original de ellos. De esa manerame   relacioné   con   la   gente   del   pueblo.   En   francés   puedes  hablar   con   laspersonas cultas al estilo europeo, pero esos no tenían nada que compartirme.Buscaba más bien las tradiciones y costumbres de los nativos, de aquellos queson los verdaderos habitantes del Sahara. Con sólo pensar que estaba en estastierras me llenaba de gusto y excitación, mi espíritu se alborotaba por  losolores  y sonidos de  las ciudades del  desierto.  Mientras estuviera con ellosaprovecharía la oportunidad para aprender y hacer cosas nuevas. 

«Un día llegó a mi taller de restauración un mercader, que según él eradescendiente   de   los   hermanos   Barbarroja,   que   fueron   piratas   y   reyes   deremotos   tiempos.   El   tipo   era   raro,   se   comportaba   como   si   trajera   algoprohibido escondido entre sus ropas. El muchacho que lo había llevado se fuerápidamente, dejándonos a solas a nosotros dos. Yo me sospechaba que seestaba haciendo más bien el misterioso, para tratar de venderme con sus airesde   drama   alguna   baratija   como   si   fueran   las   perlas   de   la   virgen.   Missuperiores no lo sabían pero yo me había conseguido una pistola, que por silas dudas traía conmigo.  En aquellas partes del  mundo las cosas  son muydiferentes,   y   un   monje   católico   no   es   visto   con   buenos   ojos   por   losmusulmanes. Así que aprovechando una ganga me compré un revólver quefácilmente ocultaba en mi pantalón. Con una mano apreté la empuñadura delarma mientras escuchaba al insólito tipo. Si hubiera problemas ya despuésvería como me las arreglaba, pero no dejaría que me atacaran por que sí. Estose   los   cuento   a  ustedes,  muchachos   por  que   cuando   regresé   a  París,  meconfesé  hasta ese entonces con mi superior y a él   sí   le dije esto,   lo de  la

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pistola,   pero   no   se   enojó   conmigo,   sólo  me   amonestó   y  me  dijo   que  nosobraba cuidarse por uno mismo, pero que lo mejor era encomendarse a Dios.Con una sonrisa apenas esbozada en sus labios me dio la bendición.

«Pues bueno,  volviendo a  la historia.  El   tipo no dejaba de decirmecosas en árabe que no le entendía, con una que otra palabra en francés apenascomprensible.   Le   dije   que   yo   hablaba   un   poquito   de   bereber   y   esomágicamente lo tranquilizó. Me respondió en esa lengua, preguntándome quede dónde era,  que yo no parecía francés.  Le respondí,  diciéndole que soymexicano, cosa que lo sorprendió. Exclamó que los bereberes y los mexicanosteníamos mucho en común, pero no supe en ese momento comprender lo quedecía. Me abrazó con un furor que casi me asustó y sacó con un movimientofugaz un envoltorio de entre su ropa. Al mostrarme su contenido vi que erauna bolsa de piel, muy ajada por los años, y en su interior muchas hojas depapel, viejas y maltratadas, con muchos dibujos y anotaciones. Me las entregó,exhalando un suspiro de profundo alivio.  Me explicó  que había escuchadocosas   buenas  de  mí,   y  pensó   que  podría  hacer  una  buena  venta  de   estedocumento. El hombre, cuyo nombre dijo era Huari, lo había encontrado enuna casa en las afueras de la ciudad de Ghardaïa, al norte. Por la forma encomo me detalló las cosas, me di cuenta de que en verdad lo había robado,pero no se lo iba a reclamar eso. Me detalló como lo había intentado venderen varias ocasiones, pues el llegó a pensar en un principio que era algo muyvalioso. Pero nadie se lo compraba. Un día se lo mostró a un anticuario, elcual le dijo que no valía nada, que era solamente la bitácora de un viajerofrancés, en donde narraba sus descubrimientos de una tribu muy antigua quepartió del Sahara hacia América, y que había fundado un gran imperio en lostiempos antes del diluvio. El anciano sabio le recomendó a Huari que mejor sedeshiciera de esa basura por que ni un loco se interesaría en ella. Pero Huaricomprendió la gran importancia que podría tener este diario. 

«Ocurre, amigos, que las tribus del Tuareg, que es como ellos le llamanal Sahara, tienen una leyenda cuyo origen se pierde en los principios de lostiempos. Nadie sabe antropológicamente de donde vinieron los Bereberes yellos afirman que desde siempre han estado ahí. Pues bien, Huari me habló deesa leyenda y eso le hizo a él saber que el autor de esas notas había sido unhombre bendecido por Alá. Por alguna razón, las notas de ese investigadorpasaron de mano en mano hasta llegar a Huari, y él se sentía responsable de

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hacerlas   llegar   a   su   vez   a   alguien   capaz   de   comprender   su   profundosignificado. Huari trato de leerlas, pero apenas con su escaso francés logróentender que ahí se ofrecían pruebas de que una vez, hace muchísimo tiempo,los ancestros de los Bereberes habitaron unas grandes islas, hoy desaparecidasy que estuvieron en el gran océano Atlántico. Cuando Huari me dijo eso, conlos ojos desorbitados abrió el manuscrito, mostrándome unas páginas en lascuales el autor narraba sus hallazgos. Al leerlas con atención me di cuenta deque   el   hombre   decía   la   verdad.   Esa   bitácora   contenía   las   notas   de   unexplorador europeo en las que precisaba sus increíbles descubrimientos. Entreellos se encontraban pruebas de que una vez una gran nación habitó desdeÁfrica   hasta  México,   extendida  a   través  de  un   gran   archipiélago  pobladodensamente. 

«Huari me pidió que yo me encargara de proseguir con los trabajos deese hombre, por que así se cumpliría un antiguo designio, el que su puebloocupara el  digno  lugar que  le correspondía entre las naciones del  mundo,como madre de todas las demás. Una vez que me hizo jurar que protegeríaeste documento, me lo entregó jubiloso y se fue casi corriendo, dejándome ahíparado y pasmado  con una viejas hojas en las manos.

«He leído y estudiado muy a fondo este diario y casi abandoné  sindarme cuenta mi trabajo de restauración en Tamanghasset. Pasados algunosmeses, y sin volver a saber nada de Huari, me trasladaron de nuevo a París. 

«Ya en Francia tuve de esa manera la oportunidad de buscar más sobreel  autor  de esa  investigación.  Fue de esa manera que supe que él  era  unexcéntrico millonario francés, que a principios de los años 1920’s se puso aviajar   por   todo   el  mundo  para   comprobar  una   extraña   teoría.   Estuvo   enArgelia y Marruecos, en Grecia   y Turquía, en China y Corea. Inclusive sedesplazó  en los 30’s a México pretendiendo obtener el apoyo del gobiernopara realizar sus estudios. André­Bonnet Leonard era su nombre y su objetivoencontrar la respuesta de un profundo enigma. Él había hallado pistas de unamisteriosa civilización que se extendió por el mundo  en épocas prehistóricas.Bonnet descubrió que entre las pocas cosas que aún les sobrevivían se podíacontar una multitud de elementos mitológicos presentes de manera comúnentre pueblos tan distantes y diferentes como son los antiguos egipcios, losmayas, quechuas, etruscos, caldeos y los más primitivos chinos. 

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«Encontró además, como elemento común que esos pueblos utilizaronen el  pasado un método oracular,  que por su  índole sagrada sólo  era  delconocimiento de las castas sacerdotales. Este oráculo siempre se encontrabaconstituido por íconos o imágenes plasmados en tablillas de arcilla u hojas deoro. Afirmaba Bonnet que ese sistema de símbolos encerraba en sí un acervode conocimientos de índole extraordinariamente trascendental. Incluso llegó apensar que el moderno Tarot, de supuesto origen egipcio, se había derivadodirectamente de ese conjunto de imágenes oraculares originales de esa extintacultura mundial.

«A este señor, Bonnet, sus viajes por el mundo le permitieron crearuna vasta acumulación de referencias que apuntaban a que en un momentodado del remoto pasado,  una comunicación física   intensa y directa  existiócomo medio para la propagación de tal conocimiento.

«Además la aplicación de tal oráculo permitía, según así lo considerabaél,  entre muchas cosas la previsión de los acontecimientos por venir, comotambién   la   definición   de   la   naturaleza   mental   y   espiritual   de   cualquierindividuo que con la ayuda de ese oráculo, en cualquiera de los lugares endonde   se   aplicaba,   podría   claramente   trazar   su   derrotero   de   desarrollopersonal.   Según   descubrió   Bonnet   durante   sus   indagaciones,   ese   oráculocontenía el potencial para ser aplicado aún en la actualidad, con la generaciónde enormes beneficios para la población.

«Supe también que Bonnet determinó que el total de iconografías erade   25,   y   que   cada   una   de   ellas   se   encontraba   definida   por   estructurasarquetípicas   a   la   humanidad»   —y   con   una   mirada   de   inusitada   alegría,nuestro amigo Eliseo hizo una pausa, tomando un largo sorbo de su vaso convino.

Celeste no cabía de contenta y yo tuve que cerrarme con una mano laboca, porque mi mandíbula pendía libre y con el riesgo de que se me metierauna mosca.

Celeste se levantó para encender un cigarrillo, mientras que abría lapuerta hacia el jardín y dejaba entrar el fresco de la noche. El humo subía envolutas lentas y elegantes, mientras ella las miraba ascender, llevando no seque peticiones hacia el cielo. 

Eliseo me miró, y soltando una sonora carcajada, sin querer dejó caersu bocadillo. Yo me sentía como aturdido o algo así.

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—A ver muchachos, que nos dé el aire para agarrar más vuelo y que túnos sigas hablando de ese señor y su trabajo —precisó Celeste.

Luego de servirnos unas aromáticas tazas de café,  nos acomodamospara continuar con el relato.

—Pues   Bonnet   no   pudo   concluir   como   él   lo   deseó   toda   suinvestigación —comenzó Eliseo con un tono más fluido en su voz—, pues elmundo en el que él tuvo la oportunidad de vivir, se encontraba convulsionadopor   revoluciones,   intrigas   políticas   y   guerras.   Sin   embargo   su   apasionadaentrega   lo   transformó   en  un  importante  pionero  del   reescribir   la  historia.Incluso   podría   decir   yo   que   él   fue   el   primer   occidental   en   apuntarcorrectamente en la dirección del uso de la sabiduría arcaica para solucionarlos problemas de hoy. Les digo esto por que desde que inicié a estudiar susnotas, me di claramente cuenta que él estaba hablando de cosas que ustedessiempre han dicho. Como Bonnet hacía constante referencia a el oráculo delos   antiguos,   y   en   la   forma   en   como   él   lo   relacionaba   con   cosas   másmodernas, pues más pensaba en ustedes.

«Dejen les explico por qué. Bonnet consideró seriamente que el actualTarot   estaría   totalmente   desarrollado   a   partir   de   una   derivación   de   eseantiquísimo oráculo que él  descubrió.  Y como ustedes dos, Celeste y Jorgesaben   mucho   del   Tarot,   pues   por   eso   me   urgía   hacerles   llegar   estainformación. Les pude haber escrito un correo electrónico,  pero necesitabadecírselos   personalmente.   Además   aquí   les   traigo   estas   fotocopias   delmanuscrito y atrás le he escrito la traducción. En unos días me tengo que ir aIsrael y necesito dejarles esto. Ustedes sabrán más que hacer con todo lo queles he hablado. Me sentía raro allá en Argelia pensando en tales cosas, peroustedes me han hecho ver que el mundo está constituido por muchas verdadesaún desconocidas. Hoy creo en lo que Bonnet encontró y hay que hacer algocon sus trabajos. Tengan, aquí  están —y sacó  de su morral un paquete dehojas   engargoladas—,   son   las   copias.   Si   no   se   le   entiende   a   algo   de   latraducción, entonces ahí si me escriben a mi correo electrónico, es…

«…punto com. ¿Ya lo apuntaste Jorge? Bien. Quiero que sepan que lasinvestigaciones de Bonnet no están en el olvido, simplemente no han tendidola adecuada divulgación. En Francia si se llegaron a publicar sus trabajos, peropara muchos son solamente tonterías. Tenemos que continuar de algún modocon  eso.  Por   algo  Dios  me   llevó  hasta  esa  apartada   ciudad  para  que  ese

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hombre  de   fe,  Huari,   confiado   en   sus   leyendas  me   entregara  uno  de   losmanuscritos  originales  de Bonnet.  Todo es  por algo en verdad,  como diceCeleste…»

*              *               *

Y sí, todo es por algo, pensaba en lo revelado en aquella velada connuestro amigo Eliseo. Mis pensamientos eran acompasados por el ritmo delremo en las aguas.   Ahí  sobre esa barcaza entendí  por que mi Celeste mehabía pedido que viniéramos hasta El Salvador.

¿Pero   cómo?   ¿Entonces   Bonnet   tenía   razón?   En   mi   visión   sobreTeopán se me dijo que ellos, los antiguos creadores de la gran civilizacióninter­atlántica se llamaban a sí mismos los Aztlantes. 

No pude evitar la pregunta y rompí nuestro no concertado silencio.—Celeste, ¿sabías tú cómo se llamaban a si mismos los antiguos de la

cuarta humanidad, como se decía en su lengua Hijos del Océano?—A si. Aztlantes —respondió como sí cual cosa—. Cuando Eliseo fue a

la casa y nos habló de ellos, supe inmediatamente que lo que yo también vi,pero como hace 20 años allá en Teopán, era algo que ya tenía que proseguiren mí. Cuando Teresita me trajo aquí, me ayudó a ver y también vi, como tú elnacimiento de Izcueye. Se me dijo lo mismo que a ti,  que aún no me hasplaticado nada de ello pero yo ya lo sé.  Es  como una especie de mensajegrabado en el campo mórfico para que alguien lo viera. 

«Cuando Eliseo habló de todo lo que descubrió Bonnet yo no les hablede mi experiencia con los Aztlantes. Supe que sería mejor para los dos que túmismo lo experimentaras. Por eso te insistí tanto para que viniéramos a ver aTeresita. La visita de Eliseo fue para mí una muy clara señal de que ya habíallegado el momento de hacer algo como lo pidieron los Aztlantes. 

Venimos   aquí   para   participar   en   el   inicio   de   la   oportunidad   paranosotros,   la  quinta  humanidad,  de  dar   el   salto   cuántico.   Seguro   tambiénseremos testigos del despertar de los Oscuros.  

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XXIV. Toba, Eva y el Nuevo Sol

“Hay seres en el universobillones de años mayores que cualquiera

 de nuestras especies, que en un tiempo no hace mucho

 caminaban por las estrellas como gigantes, inmensos e inmortales,

 ellos enseñaron a los más jóvenes…exploraron más allá de la frontera y

crearon imperios, pero todo tiene su fin…durante más de 1 millón de años

Los Primeros se fueron,algunos pasaron más allá de las estrellas

y no volvieron,otros simplemente desaparecieron.”

 Embajadora DeleenBabylon 5

Ya no hablamos más durante el resto del derrotero. Eso permitió que pudieravolver a concentrar los recursos de mi asombrada cabeza. Pensé también quela forma actual del antiguo oráculo descubierto por Bonnet, y que hoy estáexpresado en el Tarot, en realidad contiene un poder que de ser reconocidopodría dar un servició gigantesco a todas las personas de este mundo. Yo losabía muy bien,  porque por que por medio de   las  enseñanzas de Celeste,desde hacia muchos años había comenzado el estudio aplicado y profundo delTarot. Ahora comprendía porque la sabiduría del antiquísimo oráculo de losAztlantes es tan poderosa, reflejada en el moderno Tarot. Desde que entré encontacto con el Tarot, me di cuanta de que es una herramienta de alcancesapenas entendidos. Durante años lo apliqué, y aún lo hago. Uso el Tarot comomedio   para   asistir   a   las   personas.   Pero   para   nada   de   la   maneracomercialmente difundida en la cultura esotéricoide y banal que por todos

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lados abunda. Hoy en la televisión aparecen payasos disfrazados de psíquicosque prometen soluciones mágicas de los problemas, o que emiten absurdaspredicciones cargadas de engaños y datos confusos. La cultura actual de lomístico existe gracias a nuestra ingente necesidad de salir del maldito hoyo dela mediocridad y la incertidumbre. El Tarot no sirve para lo que todos hancreen con sus concepciones pintadas de pseudo espiritualidad de color rosa. 

El Tarot es en esencia un camino para establecer un diálogo con lamente propia. Se conecta directamente con el campo mórfico del universo, conel mar de posibilidades cuánticas. 

Celeste de antemano lo sabía,  pero dejó  que  lo descubriera por mímismo en los cientos, quizás miles de lecturas que he realizado. Poco a poconació la sospecha de que al mirar esos crípticos dibujos de las cartas del Tarot,mi  mente   se   lograba   enfocar   en   aspectos   de   la   realidad  de   otra  maneraocultos, otorgándoseme la facultad de comprender con una inusual claridad ladescripción en espacio y tiempo de los procesos de vida de cada quien. Pormedio del Tarot he llegado a ver de mis consultantes sus miedos, alegrías,logros,   capacidades   y   ante   mi   se   ha   desplegado   multitud   de   veces   unadescripción de sus circunstancias actuales y de los caminos posibles que seabren   ante   ellos.   Pero   principalmente   he   visto   qué   mecanismos   internostienen que ser movilizados en cada uno de mis consultantes para dirigir susenergías hacia tal o cual alternativa. Nunca he visto un futuro predeterminadopara  nadie,   sólo  he  visto  que   realidades,   incluso   las  más   inverosímiles   sepresentan para cada quien. Es como decir que en cada uno existen, desde elalma, necesidades que buscan realizarse, satisfacerse a plenitud, y cada uno,con sus limitaciones e ignorancia natural la cual nos acompaña a todas partes,puede encauzar recursos de poder y motivación en pos de esa satisfacción ocómo   por   necedad,   podemos   abocarnos   férreamente   hacia   el   dolor   y   laoscuridad. Quizás convenga imaginarse una especie de mapa que te indica “Site escuchas, te darás cuenta de que esto quieres, esto tienes y esto puedes.Con   ello,   así,   si   avanzas   con   este   pensamiento­emoción   tendrás   comoresultados   estás   circunstancias,   y   si   actúas   desde   este   otro   pensamiento­emoción puedes tener estas otras consecuencias. 

El   Tarot   permite   determinar   desde   dónde   vienes,   cómo   vienes,   adónde en realidad has llegado y a partir de ahí poder ver, fuera de un tiempo

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lineal, los caminos por los que puedes andar. Y siempre el Tarot funcionarádesde la premisa de ser responsable de ti mismo. No te resuelve nada desde elmomento de que te hagan una lectura de las cartas. Tienes tú  mismo queapreciar profundamente lo que se te revela y a partir de todo lo que se aclaraejecutar actos precisos de acuerdo a lo que tu, en unión con tu mente propiaconjuguen.  Algunos  pocos  también han visto   lo mismo que aquí  expongo,como por ejemplo el chileno Alejandro Jodorowsky, con su uso del Tarot parasu metodología de sanación alterna conocida como Psicomagia, o aún antesque   él,   Carl   Jung,   estudioso   del   Tarot   desde   una   concepción   psicológicasumamente innovadora.  Entonces estoy firmemente seguro de que Bonnet,por   medio   de   este   antiguo   oráculo,   conocido   entre   los   aztecas   comoTonalámatl, logró una fuerte unión con su mente propia, pudiendo por esodescubrir importantes trozos de la verdad.

La   idea  de  una  civilización más  vieja  que  cualquier  otra  era  en   símisma alucinante, casi descabellada. Claro, sin pensaba en esa idea con todoslos prejuicios que la educación dogmática que recibí me dictaba. De nuevo meconfrontaba con un hecho  llegado a mí  por  mediación de Celeste  que noencajaba con nada de lo que conocía previamente.

El remo continuaba con su chapoteo y Celeste, a mi lado me dijo, casisusurrando:

— Mira, ya llegamos —y luego me dio un cálido y húmedo beso—. Aque mi Jorge, todavía no aterrizas, ji, ji.

En la costa las barcazas de los pescadores ya estaba de regreso. Nobajamos como si nada hubiera pasado y antes de despedirme, me acerqué aCarolino.

—Carolino, te quiero dar esto, muchas gracias —le expresé mientras leentregaba unos dólares—. De verdad muchas gracias compadre.

—Por nada Jorgito, gracias a ti.Luego alcancé  a   las  mujeres.  Antes  de  llegar  a   la  casa  de  Teresita

fuimos   juntos   con  unos  pescadores   que  nos   ofrecieron  muy  baratos  unoscangrejos recién sacados del lago. Constituyeron un excelso desayuno comonunca había probado uno.

Después de tomar un rico café de la región, Celeste se acostó en lahamaca mientras doña Tere iba a regar sus tomates y chiles, que en el patioesperaban ya su porción de cuidados.

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Mi querida Celeste me dijo que más tarde hablaríamos de todo lo queestaba   ahí   ocurriendo,   luego   se   acomodó   y   se   durmió   casi   en   el   acto,permitiéndome obtener  una profunda  inspiración mientras  la veía mecersecon tranquilidad. Mientras dormía soñaba con sólo Dios sabe que maravillas yyo   arrobado   la   observaba.  Saqué   la   pequeña   computadora  portátil   de  mimochila y me dirigí hacia fuera de la casita. Una vez ahí extendí una pequeñaantena parabólica que situé en dirección del satélite SATMEX—5. Obtenida laseñal activé el modem satelital y la comunicación inalámbrica con la laptop.Ya logrado eso me sentía más tranquilo al poseer un enlace satelital con lainternet. Celeste decía que sin el internet me comportaba igual a si estuvieradesnudo en la calle.  En la computadora accedí  a una búsqueda precisa deinformación.

En   alguna   ocasión   había   leído   en   la   revista  American   Science  unartículo sobre una casi extinción masiva de la humanidad, suceso acaecidohace  algunas  decenas  de  miles  de  años.  Como no  me  podía  acordar   concerteza   sobre   el   contenido   de   esa   publicación,   lo   más   conveniente   eraactualizar mi conocimiento.

Luego de unos segundos, la bendición del internet me prodigó con susregalos:

Los   artículos   y   otras   referencias   hablaban   de   una   serie   dedescubrimientos   fascinantes  que permitían  formular  una atrevida  teoría.  Aesta hipótesis se le conocía como la teoría de la catástrofe de Toba y estableceque la evolución humana fue afectada por un reciente evento de tipo volcáni­co. Fue propuesta por Stanley H. Ambrose, de la Universidad de Illinois en Ur­bana­Champaign. En la suma de artículos los especialistas aclaran que el co­nocimiento sobre la prehistoria humana es fundamentalmente de naturalezateórica, pero que está basado fuertemente en las evidencias obtenidas de fósi­les, como también en los descubrimientos de la arqueología y en todas las re­cientes evidencias obtenidas de la investigación genética de los humanos. Pue­do resumir que de acuerdo a estas publicaciones científicas, se considera queen los últimos tres a seis millones de años, tras la separación de los linajes dehumanos y simios del tronco común de homínidos, la línea humana se ramifi­có en varias especies. Dentro de todo esto, la teoría de la catastrófica de Tobaestablece que una masiva erupción volcánica cambió el curso de la historia alproducir una casi extinción de la población humana. La consideración central

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de esta teoría estiba en el hecho geológico confirmado de que hace 75.000años antes de nuestra era, sucedió que un volcán de gigantescas proporciones,como ninguno que exista en el presente, el súper­volcán Toba, que estuvo enel norte de la isla de Sumatra, en Indonesia, explotó como una caldera volcá­nica con una fuerza 3.000 veces superior a la erupción del Monte Santa Hele­na,  dejando una enorme cicatriz  en  la  Tierra  que   todavía existe   conocidacomo el Lago Toba. En el enorme cráter de 100 kilómetros de largo que quedóhoy hay nada más que agua. Me detuve en la lectura e imaginé esa monstruo­sa cosa, muchas veces mayor que el lago Coatepeque a orillas del cual nos en­contrábamos. La holocáustica destrucción que se desató cuando los poderesterrestres se acumularon en las entrañas del súper­volcán  Toba, hicieron sal­tar por los aires  toda aquella montaña, sacudiendo con la onda sísmica al pla­neta entero, incluso proyectando con seguridad miles de toneladas de rocashasta el espacio exterior.  Ni todas la armas nucleares que la humanidad aconstruido, estallando al mismo tiempo podrían generar toda la fuerza libera­da en esa hiper­erupción. Casi hubiera parecido que el mundo se partiría endos. 

De acuerdo a los cálculos del Dr. Ambrose, este desastroso evento pro­dujo una disminución de las temperaturas en todo el globo de 15°C en prome­dio, lo que representa un cambio drástico en el ambiente que produjo la extin­ción de las varias especies humanas que debían existir en la época. Este cam­bio condujo finalmente al fin de todas las especies humanas menos una, de lacual descendemos los humanos actuales. Esta idea considera que quizás el mi­núsculo grupo de personas que sobrevivieron ascendía a unos mil individuos.

Una combinación de evidencias geológicas y de modelos computacio­nales actualmente desarrollados por diversos grupos de investigación, apoyanla factibilidad de la teoría de la catástrofe de Toba. Pero esto se hace muchomás contundente cuando se aúnan pruebas de otra disciplina científica,   lacual es la genética. El estudio de cierto tipo de material genético muy especialque todos los humanos poseemos en unos corpúsculos dentro de las células,llamado ADN de las mitocondrias, sugiere que todos los humanos actuales, apesar de la aparente variedad que tenemos entre nosotros, provenimos de unmismo tronco formado por una población muy pequeña 

Utilizando las tasas promedio de mutación genética, algunos genetistashan estimado que esta población humana original vivió en una época que con­

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cuerda con el evento de Toba. Esta teoría establece que cuando el clima yotros factores fueron propicios, los humanos nuevamente se expandieron apartir de África, migrando a otros lugares.

Esto coincidía perfectamente con lo que los Aztlantes, Celeste y Eliseome habían dicho. Además hallé un artículo de geología que hablaba de losprocesos que había experimentado la región volcánica en donde estábamos.Se había determinado que la explosión del Toba había ocurrido casi al mismotiempo que sucedió la erupción del volcán que estuvo en donde hoy está ellago Coatepeque. Entonces ahí estuvo otro volcán que también saltó por losaires. El artículo indicaba que la segunda vez que ese volcán, ahora ya desapa­recido, volvió a erupcionar de forma definitivamente devastadora, fue hace57,000. Por eso los Aztlantes de mi visión afirmaron que tenía poco de habernacido el lago. Otro dato que me impresionó era que el volcán Llamatepechace 52,000 años, en la época de mi visión,   era mucho más alto que hoy yque el volcán Izalco no existía en ese entonces, por que se formó apenas hacetres siglos. Todo esto venía a confirmar de muchas maneras la increíble histo­ria que aquí comparto.

Trataba de aquietar las mareas de mis pensamientos escuchando algode música. De las minúsculas bocinas del reproductor emergían delicados so­nidos de una flauta china. 

De alguna forma la vida sintió mi desasosiego, creado por la estrepito­sa confrontación de mis antiguas creencias contra lo recién revelado. Algunospocos científicos elevaban sus voces demostrando cosas que parecían venidasde la fantasía. Percibí que Celeste se levantaba, saliendo al patio para ver quéestaba haciendo yo ahí. Me alcanzó, medio dormida todavía y poniendo susmanos sobre mis hombros, me dijo:

— ¿Y bien, mi Jorge; qué has encontrado? Ya me imaginaba que ibas acorrer a buscar en el internet más información sobre todo esto.

— Estoy que no quepo de gusto —comencé a responderle—; hay unatremenda cantidad de datos que consolidan todo lo que me dijeron los Aztlan­tes y tú. Con esto creo que puedo comprender más las cosas. No es que dudede ti, ni mucho menos, pero ya me conoces, soy también hombre de ciencia ynecesitaba conjugar ambos lados de la verdad. Con estas pruebas podremoshacer algo, por ejemplo, compartírselo a los demás. Es muy importante que la

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gente sepa las respuestas a ¿Quiénes somos?, ¿De dónde venimos?, y a ¿Quénos depara el futuro? ¡Estoy feliz!

—Pues más vas a estar cuando te enseñe este correo que me envío elotro día nuestro amigo Eliseo ¡Y hasta se te van a caer los calzones de la im­presión!

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XXV. Los Antiguos

“Lo único que interfiere con mi aprendizaje

 es mi educación.”Albert Einstein

La miré a los ojos y pensé:

—“Esta mujer a veces me da miedo, hasta creo que es extraterrestre ode otra dimensión”.

—Otra vez pusiste cara de asustado. No te he contado todo antes devenir para que no pusieras tus habituales barreras. Además lo que aquí vamosa aprender y vivir juntos va a ser mucho más intenso e importante que todo loanterior. De aquí en adelante nuestro camino va a quedar muy definido y sólotendremos que actuar  comprometidos con  la  vida.  Sólo  así  el   trabajo seráfácil.

— Me tienes,  como siempre  sacadote  de onda,  mi  Celeste,  pero yaestoy acostumbrado. A ver, enséñame por favor el correo de Eliseo.

Entonces ella entró  a su cuenta de correo electrónico y desplegó  elmensaje, el cual rezaba así:

«Hola muchachos:Espero que estén bien, haciendo esas cosas tan locas que sólo a ustedes se

les ocurren. Pues quiero que sepan que desde la última vez que nos vimos, en la casa

de ustedes,  me he quedado por una parte tranquilo pero por otra incómodo.Después de pensar largamente sobre el asunto supe que me inquietaba dejarles austedes solos este asunto, sobre Bonnet, y decidí buscar más por mi parte. Acá enEuropa   es   algo   más   sencillo   encontrar   muchas   cosas,   que   en   México   no   sepueden, ni siquiera en Estados Unidos. Me refiero a libros e información sobreconocimientos de vanguardia en cualquier área.

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Pues decidí acudir con un amigo mío, un señor muy viejito y muy sabio.Él  tiene muchos doctorados, es un jesuita muy estudioso y hasta sabe muchosobre Historia y Antropología. Él me dijo que una parte de sus investigaciones lasdirigió hacia la constatación científica de la existencia verdadera de Eva y Adán.Para   él   ese   era   un   asunto   crucial,   no   sólo   para   la   Iglesia,   sino   para   laHumanidad en general. El señor, que hasta ahorita me doy cuenta no les hedicho el nombre de él, se llama Joseph Radellí, me explicó que aún participa enproyectos   de   investigación   interdisciplinario   para   tratar   de   extender   nuestroentendimiento actual sobre el origen de la Humanidad. Joseph me habló de unosimportantísimos hallazgos que la comunidad científica no ha querido aceptar,pero que son contundentes e increíbles.

Él me dijo que participó en 1997 en una expedición realizada a Etiopía,para realizar estudios sobre ciertos huesos fosilizados encontrados en la región.Me explicó que no se pudo quedar mucho tiempo por que su presión sanguínea selo impidió, pues le subió mucho y se tuvo que regresar a Francia. Él vive en laactualidad en una congregación religiosa en Lyon. Pues él de todos modos semantuvo en contacto con los otros investigadores para saber que iba pasando.Los   resultados   que   obtuvieron   fueron   fascinantes,   a   un   grado   tal   querevolucionan todo lo que hasta hoy se sabe respecto a los orígenes de nuestraespecie. Joseph me aclaró que la ciencia oficial tiene la idea de que los humanosapenas aparecimos sobre la faz de este planeta apenas hace 20,000 años comolos hombres de Cro—Magnon que algunos han querido erróneamente consideraruna especie aparte de la nuestra, pero siendo en realidad, según la consideraciónde   gente   con   Joseph,   verdaderos   humanos   como   nosotros.   Pues   lo   que   seencontraron   estos   cuates   en   Etiopía   eran   huesos   muy   viejos,   de   ancestrosnuestros de hace mucho tiempo. Lo sorprendente del asunto es que de acuerdo alos  análisis  que  les  han hecho a esos huesos,  corresponden a humanos comonosotros pero de hace ¡160,000 años atrás! Imaginen ustedes la sorpresa y elgusto con el que Joseph me hablaba de eso. Eran esas personas muchísimo másantiguas que cualquier otro grupo humano descubierto. Al principio los datosparecían no encajar, pues creían que quizás era un error, o hasta un fraude, perono,  esos  huesos  han  sido  analizados   exhaustivamente  por  muchos  grupos  decientíficos   de   diversas   universidades.   Tanto   Joseph   como   yo   estábamosimpactados  por   eso.   Él  me  dijo   que  a   ese   grupo  de   humanos   se   les   dio   la

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clasificación taxonómica de Homo Sapiens Idaltu, por que Idaltu quiere decirAnciano en el dialecto amhárico de esa zona de Etiopía. 

¿No les sorprende como a mí? Joseph me insiste en que él pertenece algrupo de aquellos que piensan que el Homo Sapiens Idaltu es sólo un ser humanode  la  actual  especie  y  que  mantienen  ligeros  rasgos  morfológicos  arcaicos  enrelación a  otros   fósiles  que   son  indiscutiblemente   también de  Homo SapiensSapiens,   o   sea   como   se   le   conoce   a   nuestra   especie   actual.   Joseph   ademásdefiende a capa y espada la concepción de que los Homo sapiens idaltu son losespecímenes más antiguos de la especie humana presente, y que en tal caso esprobable que hayan aparecido, por lo menos, hace unos 250.000 años, lo cualsituaría nuestra presencia en este mundo más de diez veces atrás en el tiempo delo que hasta ahorita hemos creído. Cuando salí del monasterio en el que estáenclaustrado Joseph me encontré con valiosas respuestas pero con más preguntasen mi corazón. Por eso decidí escribirles esto y orar para que encuentren más deesta verdad.

Me despido por el momento, anhelando verlos pronto de nuevo.EliseoP.D. Les agrego una referencia que me hizo Joseph a una revista en la

que se publicó hace poco un artículo sobre este descubrimiento. Él me dijo que esuna revista muy seria y famosa de ciencia, hasta luego.

La referencia que les digo es:

Revista Nature, número 42, año 2003, páginas: 742­747.Nombre del artículo: "Pleistocene Homo sapiens from Middle Awash, Ethio­pia18".Autores:  White  Tim D.;  B.  Asfaw; D.  DeGusta;  H.  Tilbert;  G.D.  Richards;  G.Suwa; and F.C. Howell».

De esa manera terminaba la sorprendente carta. Celeste sostenía unaespléndida sonrisa de oreja a oreja mirándome con plena alegría.

18 “Homo Sapiens del Pleistoceno a partir del medio inundado, Etiopía” (N. del A.).

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— ¡A como eres cabrona! —le dije lleno de gusto— Tienes razón, sólohasta ahorita, aquí después de haber visto lo que me mostró Teresita en Teo­pán puedo darle el valor enorme que esto tiene. ¡Está  en verdad más quechingón! Esto acomoda todas las piezas del rompecabezas Celeste, las pone ensu lugar —exclamaba, casi gritando por la excitación—. 

—Si mi Jorge, además si te fijas, mira esto—indicó mientras pulsabaalgunas teclas en la computadora. La música del reproductor llenaba el airecon la música de Björk. Oceanía era la canción y decía en ese momento, comoafirmando las cosas:

«…You show me continents, I see the islands, you count the centuries, I blink my eyes…19».

De pronto se desplegó en la pantalla una serie de referencias geológi­cas muy detalladas sobre los más recientes eventos de glaciación que han ocu­rrido en los últimos millón de años. En la pantalla podía leer los momentos enlos cuales comenzaron y cuanto duraron, así como los nombres que poseían cada uno de esos periodos. Aquí los podría sintetizar con la siguiente lista:

— Primera glaciación del periodo Cuaternario. la conocida como deGünz,  que   comenzó   hace  1.1  millones  de  años  y   finalizó   hace750.000.

— La glaciación llamada como Mindel que se calcula dio inicio hace580.000 años y finalizó hace 390.000. Fue la glaciación en la queel hielo alcanzó su mayor extensión.

— La glaciación conocida como de  Riss  que comenzó hace 200.000años y terminó hace 140.000, y

— La glaciación de Würm que se considera inició hace 80.000 años yterminó hace 10.000. Alcanzó su máximo hace 18.000 años.

Revisé una y otra vez los datos y se acomodaban de manera perfecta ala crónica que me había compartido Celeste. Los tiempos de existencia y deca­dencia de las anteriores humanidades se ajustaban de forma precisa en todoeste esquema de sucesos. Veía claramente como el nacimiento de la civiliza­

19 “…Tú me enseñas continentes., yo veo las islas, tú cuentas los siglos, yo parpadeo mis ojos…”, refiriéndose ella en la letra de la canción a la forma en como nos ha de ver el gran océano que envuelve al mundo (N. del A.).

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ción de los Antiguos, los primeros, cabía muy bien con la idea de un mundorecién poblado por gentes que arribaron cuando terminaban los grandes hie­los de la glaciación de Günz.

—   ¿Hace   cuanto   que   me   dijiste   que   llegaron   a   este   mundo   losAntiguos? —pregunté solicitando ese dato a Celeste.

—Hace casi 800,000 años —respondió—. Todavía en Europa y otraspartes habían enormes capas de hielo que cubrían los valles. Pero en África,como te expliqué estaba habitable y el mundo se veía muy diferente al de hoy.El mar tenía un nivel más abajo que en el presente.

— Es muy importante que la gente sepa esto.—Ahora  quiero   que   te   acuerdes   bien  de   lo   que   fuimos   a   ver   con

Francisco McManus y Pía cuando los acompañamos a Eknakan, para visitar elcenote Papa’kal20. Me fijé que tú no le diste importancia pero en realidad esalgo que entra dentro de todo esto.

— ¿De qué me hablas?, no me acuerdo de algo importante que hayapasado. Fuimos a ver un cenote, pero allá en Yucatán hemos visto muchos. Yome metí  en  la  boca de   la  caverna:  bajé  con unas    sogas a  buscar  algunaestalactita rota, pero no llegué muy abajo, nada más estuve colgado un rato.Estaba   fascinado   viendo   la   caverna   y   sacándole   fotos   desde   ahí,   hastaalcanzaba  a  ver  a  unos  buzos  adentro  en el  agua,  pero  de   los  que hablóFrancisco no me acuerdo, ¿qué fue? —repliqué defendiéndome.

— Cuando estabas abajo colgado, se nos acercó un muchacho de laSociedad   de   Espeleología   de   Yucatán.   Ellos   andaban   ahí   haciendo   susinmersiones de fin de semana. Cuando saliste te lo presenté pero tú te fuiste aver cómo habían salido tus fotos. Bueno, la cosa es que…

— ¡A sí! Este Roberto… ¿Hashimoto?, si, si, ya me acordé —exclaméintentando conciliar la situación.

— A ver, ¿de qué te acordaste? —preguntó ella, con cierto aire humo­rístico ante mi desplante de nervios.

20 El cenote Papa’kal está situado a 45 km al sureste de Mérida, Yucatán. Su nombre significa en maya "Manchas de Lodo" (N. del A.).

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— Me acuerdo de unos extraños huesos que se habían encontrado enuna de las cavernas más profundas. Él comentó que a ellos les encanta meter­se a los cenotes para explorar y ver si, de pura casualidad se encuentran algúntesoro o algo. Si, nos habló de unos huesos que estaban muy adentro en unade las cavernas y que había ofrendas de los mayas, y también…

—¡Aja, no te acuerdas de lo mero importante! —exclamó divertida aldescubrirme. No lo hacía por molestar, sencillamente le resultaba chistoso vercómo evitaba aceptar que no había prestado atención en aquella ocasión. Sifuera sincero conmigo mismo, me evitaría estar embrollándome inútilmente,pues a Celeste no le preocupaba para nada que simplemente no hubiera pres­tado atención. Si hubiera algo importante ella me lo haría saber, así de senci­llo.

— Bueno, si, no sé que ondas con esos huesos. ¿Qué tienen que vercon esto? —reclamé innecesariamente airado. 

—Pues mucho, mi Jorge —señaló ella mientras me colocaba los brazosalrededor del cuello y mirándome plácidamente a los ojos—. El chavo este,Roberto nos platicó muy entusiasmado de que hace años él y otros investiga­dores, se metieron para ver hasta dónde llegaba la caverna. Cuando habíanrecorrido muchísimos metros dentro del agua, bajaron no sé cuanto y alcanza­ron un punto en el que la caverna se estrechaba y formaba un pasaje. Erancuatro buzos pero sólo se metieron por allí dos de ellos, y ya adentro evitarontocar el suelo o las paredes para no enturbiar el agua con el lodo suelto. Ro­berto era uno de los que se metieron y nos platicó que de repente su compa­ñero se fijó en algo que parecía cenizas en el fondo. Le sacaron fotos pues eraevidentemente una fogata antigua y luego también vieron huesos. Con cuida­do los fotografiaron para registrar sus posiciones y luego los tomaron. Habíade muchos tamaños y cuando salieron el jefe de la expedición, un señor que sino me acuerdo mal se llama Dr. Andrew Pitkin21, se los mostró a un antropó­logo que los acompañaba. Entre los dos determinaron que eran restos de laactividad de gente que se abría metido ahí dentro cuando la caverna no teníaagua, seguramente hace miles de años. Catalogaron los huesos y se los lleva­ron a los laboratorios de la Universidad de Yucatán. Fue en ese entonces quelograron identificar los huesos por medio de diversos análisis y concordaronque eran huesos de humanos, pero sorprendentemente los estudios arrojaban

21 Miembro de la Cambrian Foundation de USA (N. del A.).

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una edad de más de 20,000 años. Eso no checaba para nada con las teoríasmodernas sobre cómo se pobló América. Según las ideas actuales los humanosllegaron hasta Centroamérica mucho más recientemente. Pero lo que les hizodar un salto de asombro, o de miedo, no sé, fue que lograron determinar dequé animales eran los huesos largos y raros. La cosa es que son huesos de ¡ca­mellos! Dime tú qué chingados estaban haciendo camellos de África en Méxi­co hace veinte mil años. Que no vayan a salir con la babosada de que vino elcirco o algo así. 

— A cabrón de eso si no me acordaba. Creo que ni oí esa parte por an­dar con la cámara —proferí.

— Si no me crees busca esa información o mándale un e­mail a McMa­nus para que él te lo aclare.

— No, no, no, ni falta que hace. Yo te creo, nada más estoy muy saca­dote de onda. Por todos lados hay muchísimas evidencias de que la cienciaesta equivocada, apoyándonos en muchas ideas que no queremos soltar, esome enoja, chingado.

— Jorge no ganas nada con enojarte. Si quieres enójate, pero ten muyclaro contra qué. Los científicos no lo hacen de mala fe. Es lo único que ellospueden hacer, apegarse miedosamente a lo que conocen.

«Mejor, ¿tú  qué haces con ese enojo? Úsalo, atrévete a ir más lejos, nonada más te me quedes renegando encabronado para nada».

Como siempre, mi Celeste tenía razón.

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XXVI. Las Oscuros

“El que quiera seriamente disponersea la búsqueda de la verdad,

deberá preparar, en primer lugar,su mente para amarla." 

 John Locke

Doña Tere Notulp se acercó, canturreando algo. El sol tibio de la mañanatransformaba a toda la escena en algo esplendoroso. Nos vio hablando  ylevantó ambas manos, saludando.

— ¿Cómo se sienten mis muchachos? —preguntó.— Pues aquí, ayudándole a Jorge para que acomode todas las cosas.

No es fácil bajar de Teopán y asimilar todo lo que ahí a uno le regalan —explicó Celeste.

— Si Teresita, esto está de la fregada de grueso. Son un montón decosas que todavía me siento mareado —convení con Celeste.

— A ver, dejen que les haga gallo22. Te dije, mijo, aquí muchas cosas sevan a revelar, y no sólo para ti. A Celeste la llevé hace tiempo por que lasseñales  que recibí  me dijeron que ella  necesitaba saber.  Todo  llega en sumomento y ahora esto es algo con lo que ustedes, juntos, podrán hacer algo. 

— ¿Pero hacer qué Teresita? —inquirí impotente.— Pues primero quedarse aquí  unos días más.  Las cosas todavía ni

siquiera empiezan. Ahora sabe lo mismo y deberán de apoyarse muchísimopara salir adelante. Los augurios dicen que ya están por llegar, tanto  unoscomo los otros. 

— ¿Quiénes doña Tere? ¿Qué quiere decir? —volví a interrogarla.— Pues quienes más, hijo —indicó volteando a ver a Celeste con una

mirada de complicidad—. Pues los merititos Antiguos y los Oscuros. ¿Qué noves que estamos en guerra?

22 Forma coloquial salvadoreña para decir “los voy a acompañar” (N. del A.).

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— ¡A cabrón!, o sea, ¿todo se va a poner gruesote? ¿Verdad? Eso es loque  hemos  venido  hablando  desde  hace  mucho  ella   y   yo  —dije  mirandotambién a Celeste.

— Si mijo. Así es. No hay tiempo para seguir haciéndose pendejo, todoviene muy rápido. Pero por ahorita tranquilitos, sigan con sus cosas. O mejoracompáñenme para que  les dé  el  aire   tantito y no se me vayan a quedarembotados, más tú Jorgito.

Guardé   el  equipo y  entonces  nos   fuimos   juntos   caminando por   lascalles del pueblo, viendo las actividades matinales. Unos lavaderos públicosestaban atestados de mujeres que en medio de intensas charlas, compartían suquehacer cotidiano. Chismes, risas y piezas de jabón pasaban de un lugar aotro.   Los   niños   jugueteaban   correteando   en   aquella   mañana   de   sábadomientras que doña Tere paseaba junto con dos extranjeros. Sonrisas afables ysaludos honestos nos eran entregados con generosidad a cada paso. Llegamosa una pequeña plaza, en la cual una banca nos esperaba sola debajo de unaamplia sombra. Parecía que alguien nos la estaba apartando por que todas lasdemás  bancas   estaban  ocupadas  en  esos  momentos.   Fue  que  ya   sentadosTeresita retomó el tema.

— Miren a aquellos niños, ellos son la semilla de la nueva humanidad.Las cosas se pueden volver a repetir, como ocurrió hace mucho y varias veces,o puede ser cambiado.

— Teresita lo que quiere decir es que se avecina inevitablemente otragran confrontación entre la humanidad y los oscuros. La Pachamama nos estáregalando todo lo necesario para lograr el próximo paso en la evolución, peroasí como vamos es muy seguro que volvamos a morir casi todos y el mundovuelva a sumirse en la irremisible destrucción. Pero ahora quizás sea peor queen todas las anteriores ocasiones y puede que nos tardemos muchísimo máspara volver a levantarnos. Pueden llegar a pasar muchísimos miles de añospara que dejemos de ser cavernícolas. No es un juego y sin embargo, muchagente sabe esto de una manera u otra pero no hacen nada.

— Si, así es mija, pero con lo que vamos a hacer aquí ustedes podránaprender más y compartírselo a los otros.

De  pronto,   con   estrepitoso  escándalo,   toda   la  perfecta  quietud  delpueblo de Progreso se vio desgarrada con la música a todo volumen que salía

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de un pequeño coche amarillo. El vehículo se acercaba con alta velocidad,amenazando con atropellar a cuando se pusiera enfrente. 

— Ya llegó este cabrón y anda bien bolo23. No le hagan caso, ahoritalos alejo —indicó Teresita con un extraño énfasis en la voz. Las facciones se leendurecieron y adoptó  otra vez la poderosa actitud que asumió  al  llegar aTeopán. Parecía más un felino del monte que una mujer anciana.

El coche se detuvo y de él bajaron unos cuatro tipos. Tenían todo elaire   de   pandilleros.   Temí   lo   más   lógico:   que   fueran   Maras   Salvatruchas.Tatuajes por todos lados, hasta en la frente los distinguían y sus cabezas casirapadas no dejaban de bambolearse siguiendo el ritmo de la música. Al ladistancia   de   los   hechos   considero   que   estaban   drogados   además   dealcoholizados. Esa gente no se anda con rodeos, asaltan con violencia y sindiscriminación.   Y  no  nos   veían   con   buenos   ojos.   Para   ellos   éramos   unosturistas a los cuales poder despojar de todo, sin antes incluso torturarnos ymatarnos. Eran más que intimidantes, eran absolutamente aterradores.

El  que  parecía  el   jefe   se   adelantó  hacia  nosotros   rodeado  con   suscompañeros.   En   la   frente   detentaba   con   un   gran   orgullo   enormes   letrastatuadas: MS—13. Eran de los más peligrosos en la región. Hasta ese día nonos habíamos topado con ningún Mara, pero en ese en particular las cosaseran diferentes.

Tere los confrontó más rápida que un rayo, y antes de que pudieraactuar para intentar protegerla, Celeste me detuvo con un gesto que ya leconocía. “Calmate, todo está bien”, parecía decirme mientras me agarraba delbrazo.

— A echar las pulgas a otra parte —dijo enérgicamente Tere, con unafrase común de la región para hacerles saber que no eran bienvenidos.

— Machete estate en tu vaina, vieja — respondió con desprecio el jefe,realizando un movimiento para sacar una brillante daga —. ¿Qué compa? Nome quiero achucuyar a tu bicha esta. Anda, haz la cabuda para una botanica24

—volvió a decir. No le entendí nada y solo cerré mis puños. Sin que Celeste lo

23 Palabra coloquial de El Salvador, significa ebrio (N. del A.)

24 Métete en tus asuntos, vieja. ¿Qué amigo? No me quiero arrimar a tu novia. Anda, coopera para que compremos una botella de licor (esa seríala traducción del dialecto de los Maras, N. del A.).

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supiera había comprado a un guardia fronterizo, al ingresar al país, un discre­to revólver calibre 22 que ocultaba cuidadosamente en mi bota. En esta regióndel mundo las cosas desde hace mucho que andan muy mal y no iba a expo­ner a mi mujer y a mi ante algún riesgo como este, aún cuando a ella no legustaran las armas.  Aparentemente ninguno de los tipos traía una pistola, nien las manos ni en la cintura y eso me otorgaba una pequeña ventaja que nodejaría pasar si las cosas se ponían negras. El jefe mostraba intimidante lahoja del cuchillo, haciéndola ir de una mano a la otra.

—No seas  bayunco  —contestó  doña  Tere  con  esa  extraña  voz  queparecía salida desde otro mundo—. Te va a llevar candanga conmigo. ¡Qué!Eres un chichipate de mierda Te veo y siento ashisha. Mas te vale que agarresa tus pinches choleros y te largues25 pendejo.

A lo cual uno de los pandilleros exclamó con asombro:— ¡A la chucha!, el la bruja.—No te ahueves cabrón —vociferó Teresita con llameantes ojos, arra­

sando a los cuatro pandilleros—, llegaron de con los pinches gringos y se cre­en muy chingoncitos, pero son la misma mica con distinta cola que cuando sefueron26.

— ¡Vámonos ahí vienen los cuilios! —alertó con apremio otro de ellosapuntando a la patrulla de soldados que se acercaba al pueblo.

— Te voy a caer en tu chifurnia y…—amenazó trémulamente el jefe,pero Teresita más se enfureció.

—A mi casa no vas a ir, engendro. Vete si no te corto lo coyoles… aver ¡presta pa’ca ese chaparro! —dijo Tere dirigiéndose de un salto hasta unode ellos que estaba como petrificado. Teresita le arrebató de la mano una bo­tella de aguardiente, bebiendo un largo trago. Otro segundo trago lo escupiósobre ellos, esparciéndolo con potente chorro—. Los maldigo ¡Ja! Cómo quesos nigua27.

25 No seas loco. Te va a llevar el demonio. Eres un borracho de mierda, teveo y me das mucho asco. Más te vale que agarres a tus pinchessirvientes y te largues.

26 No te acobardes, cabrón, llegaron desde los Estados Unidos y se creenustedes muy superiores. Pero son iguales que cuando se fueron.

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Los   tres  esbirros  del   líder  salieron corriendo como si  el  mismísimoSatanás hubiera salido del averno por ellos. El jefe, con la tez amarilla por elmiedo dejó caer su cuchillo y tropezando, huyó con tropiezos sin mirar atrás.

— Sólo así aprenden —repuso Teresita con una voz dulce y tranquila,tal y la que tenía cuando recién la conocí. Todos los demás presentes la veíancon una mezcla de admiración y profundo respeto. Yo no dejaba de temblarpor las intensas emociones encontradas de miedo y furia contenida. MientrasCeleste me agarró de la mano y tirándome de ella me dijo:

—Te dije,   tú   tranquilo que Doña Tere  puede con eso  y  más.  Ellosmanejan la violencia pero ella tiene el poder. Aquí la conocen en todo el lago ysaben   que   es   muy   poderosa.   No   ves   que   ella   desde   siempre   ha   sido   lasanadora y todas las mamás siempre le han traído a sus hijos para que loscure. La gente de aquí ha confiado muy poco a poco en los doctores, pero noolvidan sus tradiciones ancestrales. Ella es la responsable de todo el poder quehay aquí. No por nada pudo mandarte con los Aztlantes por que ella se nutrede ahí, de Teopán. Es más, hasta algunos presidentes y militares de alto rangohan venido a verla cuando más necesitados han estado. Ella puede saber cosasque a los ojos de los demás son invisibles y logra manejar esas fuerzas comopocas  personas  que  yo   conozca.  Por  eso,  mi   amorsote,  aunque   sé  que   tupuedes protegerme hay que saber con que enemigos te metes y con cualespuedes,   con   cuales   no.   Violencia   con   violencia   no   es   la   mejor   solución.Resuelves las cosas sólo por un rato, pero después se ponen peor. 

—Si mijo, con esos demonios no se debe intentar pelear por que salesmuerto. Mejor hay que aplastarlos con poder —afirmó Teresita, con una carade   tierna   y   débil   viejecita.  Quien   creería   que   ella   es  mucho  más   que   suapariencia—. Y miren lo que les quité a esos. ¡Su botella y la daga! —dijosoltando una carcajada mientras levantaba como un trofeo el aguardiente y elcuchillo.

— Es  que  con eso   les  va  a  hacer  un  trabajo  —explicó  Celeste.  Sereferían a un encantamiento, hechizo o como quiera decirse. Sencillamenteutilizarían la afinidad entre esos objetos y los Maras para repelerlos utilizandopara eso el poder. 

27 Vete si no te corto los testículos…¡dame esa botella!…¡Ja! Como queustedes son llorones y cobardes.

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—Vámonos para la casa, ya se me antojó  un cafecito —pidió  DonaTere con una suspicaz sonrisa en el rostro y con una serenidad, como si nadahubiera pasado ahi—. Así te lavas de paso la cara Jorgito para que te quitesese color. ¡Ja, ja, te la haz pasado asustado, enojado y cayéndote desde quellegaron! ¡A que mi muchacho este!

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XXVII. Trabajos, Einstein y Schumann

“La Fuerza de Gravedad no es responsable

 de que la gente caiga en el amor."

Albert Einstein

n efecto  les hizo un trabajo para alejarlos.  Ella no deseaba hacerlesdaño,   pero   pretendía   nulificar   su   conducta   violenta.   Según   nosplaticaba Teresita mientras hacía algo con los objetos en el altar, el jefe,

Jonny  como se hacía llamar había llegado desde  la ciudad de Los Ángeleshacia menos de un mes, deportado por las autoridades norteamericanas. Sulíder más inmediato lo envió a la zona del lago para reclutar más jovencitos ymantener   su   presencia   en   el   municipio   de   Santa   Ana.   Los   tres   que   loacompañaban   eran   muchachos   enajenados   por   las   drogas   y   la   falta   deoportunidades para desarrollarse. Durante más de tres décadas Centroaméricaha   sufrido   guerras   civiles,   narcotráfico,   tiranías   militares   y   un   casi   totalabandono del crecimiento social, condiciones que como un profundo cáncerhan destruido el alma de las gentes. Pero en realidad Los Maras existen comoresultante de otra causa:

E

— Me duele ver como la ambición de unos pocos, ya sean políticos,militares o maleantes, avanza consumiendo a las pobres gentes, acabando conpueblos y naciones —expresé, lleno de rabia e impotencia.

— Si mi Jorgito, tienes razón, pero eso no es lo que nos tiene a todosjodidos. Las gentes no somos por naturaleza ni malos ni estúpidos. No mijo.Estoy segura que Celeste te lo ha venido explicando por años pero como quetodavía no agarras la idea, ¿verdad?

—¿Cómo? —pregunté desorientado e incluso incómodo por que misargumentos   sociológicos   sencillamente   me   los   estaba   despreciando   —¿Entonces qué es Doña Tere?

— Hay mijo, ¿pues qué ves? Pero si te lo hemos estado diciendo. Sonlos Oscuros que enturbian nuestras mentes y corazones, hasta convertirnos en

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cascarones vacíos que sólo actuamos por el miedo y odio. ¿Qué no viste a esosmuchachitos? Son monstruos ya que viven sólo escuchando a la otra mente. Yeso pasa no sólo aquí, en todos lados, en las grandes ciudades, en las fábricas,en las casas e iglesias. El mundo es cada vez más como ellos. ¿Y por qué? Porque los  Oscuros  están despertando y se preparan para la gran comilona —asentó con fuerza la poderosa mujer—. Entiéndelo mejor de una vez, somosunas pinches marionetas sin voluntad propia, haciendo lo que más nos pudra,lo que más acalle a la mente propia, al alma.

«Una vez, hace tiempo llegó a mi casa una linda muchachita de ojotesgrandotes. Venía de muy lejos y no sabía bien qué buscaba. La vida me la trajopara que le enseñara. Estaba llena de inquietudes y preguntas, y un día mepreguntó llena de inocencia “¿Soy un alma vieja Doña Tere? Por que eso medijo una vez un señor en México”. Me dio ternura esta criatura y le respondí“No importa si eres una pinche alma joven o vieja, mijita. Eso no sirve de nadasaberlo. A ver, ¿Cuántos jodidos viejillos conoces que no sirven para nada, quenada   más  medran   y   chingan?   ¿Muchos?  Y   ahora   dime,   ¿Cuántos   cabronesmuchachillos conoces que son igual de jodidos e inútiles? ¿Muchos? Pues es lomismo. Esa supuestamente importante edad del alma es un absurdo, una ideanada más para engañarte y que si la crees es para hacerte sentir más chingonaque los demás, en vano. Por ti misma niña comprueba esto: lo único importanterespecto a tu alma es que ahí está”,  le dije picándole dolorosamente con undedo en el centro de su pecho. “Tu alma está  pidiendo formar una unidadpotente   y   feliz   contigo.   Escúchala,   es   tu   mente   propia   y   ella   sabe   todo   lonecesario para que vivas feliz. En verdad, hazlo y verás por ti misma mejor lascosas mi niña”. Eso es lo que le revelé a esa mujercita de ojazos negros queahorita tienes a tu lado como esposa. 

— Si, ella me tomó en un momento de intensa búsqueda —manifestóCeleste—. Me vine  a  Centroamérica  movida por una  imparable necesidad.Quería  encontrar   respuestas  a  preguntas  que  ni  yo  misma sabía   formular.Doña Tere no las expresó  esas preguntas por mí,   sino que me recibió  conmucho amor y me hizo sentir confiada. Aquí es de donde tomé el sentido demi vida, de este sagrado lugar, de la energía que aquí hay.

— Esa energía, como ella le dice, Jorgito, es el poder de la Tierra, de laPachamama que nutre a todas las cosas, que entra en todos y nos une. Peroesa energía no es utilizada totalmente por nosotras las personas. Esto que te

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digo  muchos  creen  que  es   filosofía  o  espiritualidad.  No,  no  es  eso,  ni   esesoterismo ni religión. Es la simple verdad. ¿Tú crees en la Ciencia Jorgito? 

— Sí,  como  un proceso para la adquisición y refinación del conoci­miento del universo natural. Claro —dije.

— Pues bien, esto que te digo es lo mismo. Si quieres piensa en estocomo cosas que la Ciencia aún no conoce del universo natural. Pero debes desaber que en esto utilizas todo el coco, no nada más una parte —aclaró dán­dome un golpecito en la sien izquierda—. Han querido entender todo divi­diéndolo en partes y aplicando nada más una minúscula parte de la mente. Lamente no sólo son tus pensamientos y recuerdos. Son tus emociones, actos,pasiones e instintos. Todo tú eres mente. ¿Pero entonces reconócelo? ¡A ver­dad, no es fácil! Con sólo saberlo no logras nada. Es un engaño de los que di­cen que sólo cambiando tu manera de pensar vas a estar mejor. ¡Mentira! Túeres una unidad y debes de actuar como tal, no partido en torpes pedazos ycubriéndote   con   ideas   vacías.  Pensar   de   forma   positiva   es   una   ideamaravillosa. Pero lo que normalmente significará es que tengas únicamenteuna ligera capa de “pensar positivo” que cubre una inmensa masa de pensarnegativo. “Pensar positivo” no es realmente pensar positivo. Es disfrazar elpensar  negativo que  tenemos,   ignorando con eso  lo que en verdad habitaadentro nuestro. 

Mientras veía como Teresita y Celeste acomodaban las cosas obtenidasde los pandilleros en una disposición especial sobre el altar. Celeste escuchabamuy atenta pero sin decir nada. Encendieron unas veladoras mientras cerra­ban los ojos. Estaban encauzando poder hacia esos cuatro tipos para atacar alnúcleo de su enojo. 

Durante muchas veces había visto a Celeste hacer ese tipo de cosas, in­cluso llegando a ayudarle en ellas.  Había desarrollado una teoría de cómofuncionaban tales trabajos de magia y poder. Esta hipótesis me era inevitabledesplegarla para intentar, entre intuitiva y racionalmente buscar comprendercómo funcionaban los actos de poder. Pero a final de cuentas no tendría estoningún valor sin integrar estas ideas conmigo, tal y como lo pedía doña TereNotulp.

Me trataba de apoyar en ciertos conceptos de la física moderna y entreellos consideraba que uno, el llamado Principio de No—localidad Cuántica,esbozado por Einstein y extendido teóricamente por Bell, me permitiría defi­

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nir la manera de cómo la mente puede alterar circunstancias situadas inclusoa mucha distancia. La idea básica se pude explicar a través de considerar quetodas las cosas materiales como dagas, paredes, coches, gente y planetas estánconstituidos por átomos. Pues bien, todos los átomos a su vez están conforma­dos por pequeñas cositas muy diminutas llamadas partículas subatómicas. Lasituación se torna más simple si se imagina que todas esas pequeñísimas partí­culas subatómicas están vibrando, como si fueran diapasones. Pues ocurre quecada partícula subatómica tiene su vibración o “sonido” muy característico.Bien, ahora tendríamos que visualizar como al acercar un diapasón que vibraa otro que no vibra, juntándolos pero sin que se toquen directamente, se pre­senta un fenómeno en que el primer diapasón transfiere vibraciones al segun­do, propiciando que este también gradualmente comience a vibrar. A esto sele llama fenómeno de resonancia. Es algo muy común a un grado tal que for­ma parte de nuestra vida cotidiana y por eso no siquiera nos percatamos con­cientemente de que sucede. Bueno, pues al tocar cualquiera de nosotros algo,cualquier cosa digamos una botella de aguardiente, le transferimos a sus áto­mos y partículas subatómicas las vibraciones de nuestro cuerpo. En nosotrosexiste algo muy especial que vibra de la manera más fantástica hasta hoy des­cubierta. Ese algo en nosotros es nuestro cerebro. Este fascinante y complejoórgano no sólo se encuentra encerrado dentro de nuestros cráneos, sino quese extiende por todo nuestro cuerpo, dentro de músculos, huesos, tejidos y de­más a través de los nervios. En efecto, lo plenamente maravilloso de nuestroscuerpos es en esencia el vasto sistema nervioso que en cada uno vibra con tri­llones de electrones en movimiento. Los electrones son también partículas su­batómicas y vibran con las oscilaciones particulares de nuestro ser. En física aesa vibración específica se le conoce como estado cuántico. Correcto, prosiga­mos con mi teoría. Sucede que el estado cuántico de todos los electrones ennuestros nervios y cerebro es muy característico. Sería muy complejo en extre­mo tratar de definir con una ecuación matemática la expresión que representeese estado cuántico de todos nuestros electrones que corren por los nervios, osea, si sumamos la manera de la vibración de cada electrón que circule ennuestros nervios, al final tendríamos una fórmula que explicaría como “sue­nan” en conjunto todos los diapasones microscópicos de nuestra mente. Lamente es algo muy sutil y abstracto pero a la vez muy físico y concreto. Noso­tros mismos, como personas de carne y huesos somos nuestra propia mente.

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Entonces la vibración de nuestra mente se trasfiere a las cosas que nos rode­an, haciendo que nuestros entornos entren en resonancia con nuestros senti­mientos, emociones, instintos, deseos, miedos, sueños y pensamientos. Hace­mos incluso que nuestro corazón, piel, sangre y demás resuene con lo que estáen la mente, por eso somos la encarnación física de la mente. Es algo maravi­lloso y real. Enormes cantidades de investigaciones realizadas a lo largo dedécadas y por científicos de diversas disciplinas lo confirman. Lo que yo creoante esto es que Celeste y Dona Tere van a utilizar la resonancia, o vibracio­nes que dejaron en sus cosas Jonny y sus amigos. Si que ellos sepan que estosfantásticos procesos ocurren, han dejado una especie de huella muy personalen la daga y la botella. Las brujas, mujeres de conocimiento ambas, alteraríanel estado vibratorio de los átomos de ese par de cosas, para crear así una espe­cie de enlace. Al hacer vibrar de una manera diferente los  ínfimos “diapaso­nes”, transmitirían esa misma nueva vibración hasta los muchachos. O sea,con las palabras que en una ocasión le escuché decir a Celeste “Influyo parabien mutuo en las vibraciones de tu ser a través de influir en las vibracionesque has dejado en este objeto”.

¿Y en dónde entra Einstein en esto? Él sabio alemán definió que si unpar de partículas subatómicas comienzan a vibrar de manera idéntica, por me­dio de que una hace resonar a la otra, llamándosele a eso entrelazado cuánti­co, creamos un par íntimamente unido de una forma muy especial, pues si lasseparamos a cualquier distancia, inclusive miles de millones de kilómetros en­tre ellas,  el entrelazado sigue manteniéndose. Es una sencilla expresión deamor en realidad a niveles elementales de la naturaleza. Esto queda evidenteal momento de tomar a cualquiera de las dos partículas de esta especial pare­ja, luego le cambiamos a esa por medios físicos la manera de su vibración yocurrirá que sin importar la distancia o lo que las separe, la otra, su compañe­ra comenzará a vibrar de exacta igual forma. Las dos en un principio se abra­zaron en un profundo abrazo de mutua identificación, compartiendo su vibra­ción como diapasones resonando. Si las separamos ese indestructible lazo lasmantiene unidas, más allá del espacio o el tiempo. Podríamos llevara a unapartícula a otra galaxia lejana y aún así  seguir vibrando igual. Sus estadoscuánticos las convierte en una bella unidad. Si a cualquiera le pasa algo quepretenda cambiar su estado cuántico, inmediatamente, al instante, más allá dela velocidad de transferencia que la luz la otra partícula “siente” que le está

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pasando a su amada y para no romper el vínculo también cambia como sucompañera, sin que nada ni nadie se lo esté aparentemente comunicando. Escomo una expresión de telepatía pero es algo más allá, el la manifestación deque dentro de sí, todas las cosas de este universo están totalmente unidas. 

Excelente, hemos llegado a este punto de la explicación. Este hecho fí­sico ha desconcertado a los físicos pero no así a los místicos, los cuales ven enesto la constatación de lo que siempre han dicho: “Todos formamos parte deun gran círculo”. Con razón Doña Tere dice que el mundo de los brujos es enrealidad un mundo de conocimiento que tarde o temprano comprenderá  laCiencia, pero lográndolo con una mente diferente. 

Celeste y Teresita buscarían afectar por eso el estado vibracional cuán­tico de los artículos sobre los cuales trabajaban. Si en un momento dado esasdos cosas resonaron con los Maras, entonces los átomos se habían enlazadocuánticamente con ellos. De tal manera, si ellas lograban cambiar la vibraciónde esas partículas en lo que ellos cuatro dejaron, por medio de inducir suspropias vibraciones electro­nerviosas harían que a su vez las partículas de losnervios y cerebros de los Maras entraran en otra vibración mejor para ellos.Por eso las palabras que les escuchaba decir a las dos “cambio algo en unacosa tuya para llegar, para bien así a ti”. 

Esto es algo que me permitía formular una explicación científica de loque estaba ocurriendo, pero a final de cuentas mis intentos de explicacióneran irrelevantes, por que quizás las cosas suceden por otras razones. Simple­mente me daba calma tratar de poner dentro de un contexto racional las ma­ravillosas cosas que con Celeste vivía. Lo que ellas hicieran a final de cuentasserviría, sin importar tales o cuales teorías de la No­localidad Universal y de laTransferencia   Hiperlumínica   de   Información   Cuántica.   Términos   muyrimbombantes  para  algo que asombrado veía como realizaban con  fluidezambas brujas.

Pero ante esto hace meses, allá en nuestra casa de Mérida le preguntéa Celeste por que esto no es una práctica más común que conscientementeutilicemos todos para transformar beneficiosamente la realidad física. Celesteme respondió así:

—Que bueno que lo preguntas Jorge. Pues ocurre que la mayoría de lagente no influye en la realidad consciente y consistentemente por que no creepoder  hacerlo.  Fíjate  en esto,  hoy  hay  por   todos   lados   libros  y  cursos  de

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desarrollo personal, además están las diversas terapias alternas de psicologíay   sanación.   La   gente   acude   a   ese   tipo   de   conocimiento   ¿y   que   hacen?.Escriben una intención y después la borran por que creen que es tonta o sesienten incapaces de realizarla. Después vuelven a escribirla y la borran. Porel tiempo invertido,  el resultado es mínimo. En realidad todo radica en elhecho de sentirse incapaces de hacerlo. Sistemáticamente se nos ha amputadola capacidad de sabernos capaces de transformar directamente la realidad. Sialgún día lo llegamos apenas a soñar, inmediatamente se nos orilla hacia laduda.   Nos   vemos   desprovistos   de   tal   poder.   ¿Por   qué?   No   es   nada   másproducido por los valores culturales de la época, siempre ha sido así. Esto vamás allá  mi Jorge, esto tiene su origen en la precisa forma de control quesobre nosotros han venido ejerciendo los Oscuros. Todos somos engendradoscon esa facultad pero desde el desarrollo intrauterino recibimos una profundaimplantación de cosas que alteran el contacto con nosotros mismos. Es algoque hacen los Oscuros los para evitar que nos les escapemos. Cuando llegue eldía en que alguien recontacte con ese sentir su propio poder, entonces ese díaya no será alcanzable por los Oscuros. Así de simple. Se encontrará ese que lologre en un estado que ya no es compatible, por así decir, con la capacidad delos  Oscuros  para  comerse   tu  mente.  Pero  vuelvo a  decírtelo,  ellos  no  sonmalévolos   como  nosotros   los   imaginamos,   sencillamente  obran  así   por   sunaturaleza, igualito a nosotros sobre los animales y plantas que nos comemos.Los manipulamos sin misericordia para que nos produzcan ricos y nutritivosalimentos. Nada más es eso. Pero de todos modos no nos vamos a dejar ¿o si?

— Me queda claro, pero lo que no entiendo aún es cómo es que esosseres le hace para manipular a la gente. Nos reducen a un estado de idiotez ymezquindad terrible. ¿No me digas que puedes aceptar que la gente seamostan absurdos y contradictorios? Somos grandiosos en unos actos pero abyectosen otros.  Yo sé  que soy capaz de cosas hermosas, de sentimientos e ideasmaravillosas, lo sé por que los he vivido. Pero también sé en mi la posibilidadde cosas ruines y despreciables. Tú mejor que nadie me conoces y has vistoesas partes. Pero te diré que son cosas de las que yo, por lo menos, no mesiento orgulloso en relación a esos lados ocultos. Hay quienes no los ocultan,que viven entregados a esas negruras. Tanto ellos como yo de todas formashemos actuado,  dejando  a  un  lado  moralismos  y  valores   relativos,  hemosactuado y sido egoístas, perversos y bajos. Te digo de nuevo, aún así ¿por qué

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Celeste?   No   creo   que   en  nuestra  naturaleza   exista   de   manera   natural   lamaldad. 

—Jorge,   existe,   sólo  que  ésta  es  en   realidad,  desde   su  origen  unafuerza creada únicamente por que se frustra nuestra necedad de bienestar. Enrealidad deseamos dirigir nuestros esfuerzos hacia la obtención del bienestarpero   los   caminos  directos   están   cerrados,   totalmente   bloqueados.  No  nosqueda más que avanzar por caminos tortuosos, llenos de dolor, miedo y odio.Te lo vuelvo a repetir: no escogemos al Mal, sino que lo confundimos con laFelicidad. Estamos inducidos a confundirnos asi.

Cuando Celeste me dijo eso me dejó meditabundo sobre ello por días.Aún hoy apenas lo alcanzo a comprender. Sé que es algo sencillo pero a vecesme atolondro yo sólo. 

—   Está   bien   —repliqué   en   aquella   ocasión,   deseoso   de   obtenerrespuestas—. Pero no me has dicho cómo chingados le hacen los Oscuros paramantenernos tan jodidos. Dime lo que sepas.

—   Te   lo   diré.   También   es   sencillo.   Sólo   actúan   por   medio   demanipular   el   campo   electromagnético   de   la   Tierra.   Es   una   energía   quesiempre está ahí y de la cual muy profundamente dependemos. Únicamenteintervienen los Oscuros en esa fuerza metiendo algo parecido a los virus de lascomputadoras para que llegue y nos afecte.

— ¡A cabrón! ¿Cómo? —exclame hondamente sorprendido.— Si mi Jorge. A cómo me divierte verte con esa cara de asombro.

Deja te lo explico:«Cuando estaba estudiando la especialidad de Patología en Torreón,

supe   a través de uno de mis profesores algo muy impresionante que desdeaquel entonces he estado pensando.  El  maestro nos  llevó  al  anfiteatro delhospital por que ahí teníamos cadáveres para las clases. Al llegar vi que habíauna mujer en la plancha y comenzó a cortarle con una sierra los huesos delcráneo. Luego retiró con mucho cuidado el cerebro y lo puso en una bandeja.Mientras  que  hacía   la  exposición de   la   clase,   seccionaba   los   tejidos  hastallegar   a  partir  el   cerebro  en  dos.  Nos  dijo  que  viéramos  con   cuidado   lasdelicadas formas del hipotálamo, el cual es una parte que está en la base delcerebro. Nos mostró como cortaba con sumo cuidado en ese tejido hasta sacaruna pequeña glándula,  la hipófisis.  Ese era su objetivo, mostrarla y hablaralgo de ella, pues la puso en su palma y explicó que según estudios hechos

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desde la década de los 1950’s, los campos eléctrico y magnético naturales delplaneta influyen totalmente en las funciones de esa glándula. Nos indicó queunos   físicos,   los  Dr.  Schumann  y  König  y  un  médico,  el  Dr.  Ankermüllerdescubrieron   en   aquellos   años   un   efecto   de   resonancia   entre   la   energíaeléctrica y magnética de la Tierra, del aire y de una capa muy elevada de laatmósfera llamada Ionosfera. Esos científicos encontraron entre varias cosasque existe una vibración eléctrica natural en el aire que es igual a la vibraciónde las ondas cerebrales humanas. A esas oscilaciones en nosotros se les llamanondas Alfa. Pues fíjate que  la velocidad con la cual vibra ese enorme campoeléctrico del planeta es también característico de la frecuencia de vibración delos pulsos eléctricos del hipotálamo, pero no nada más de las personas, sinotambién de todos los mamíferos.

— O sea, ¿los perros, ratones y ballenas tienes esa vibración en losnervios de su cerebro? —pregunté, intrigado.

— Si Jorge, también ellos,  pero más precisamente en esa parte delcerebro que te digo se llama hipotálamo. Bueno, deja te sigo contando. Esafrecuencia tanto de la Tierra como su expresión en nuestros cuerpos es unaconstante normal biológica, y funciona como una especie, digámoslo así demarcapasos para nuestro organismo.  Sin  la  existencia  de esa frecuencia  lavida en los mamíferos no sería posible. El maestro nos detalló  que esto secomprobó con los primeros viajes realizados al espacio fuera de la ionosferaen donde los astronautas, tanto los rusos como americanos, volvían de susmisiones   espaciales   con   complicados  problemas  de   salud,  esto  por  que  alsometerse un  tiempo  fuera de  la   ionosfera  les   faltaba  la  pulsación de esafrecuencia vital. En el caso de los astronautas se buscó  como solucionar elproblema lográndolo a través de generadores de ondas Schumann artificiales.Ahora,  ¿qué  pasaría   si  no   te  encuentras  dentro  de  ese  campo de  energíaeléctrica pulsante de la Tierra? Bueno, se te producirían problemas de salud:al   principio   dolor   de   cabeza,   falta   de   coordinación,   disminución   de   laconcentración   y   luego   alteraciones   importantes   en   metabolismo   y   en   losniveles de hormonas, como también anomalías en el ritmo cardiaco, pérdidadel   sueño,  una  profunda confusión y  cambios  en   la   conducta.  Entre  elloscomenzarías   a   experimentar   un   agudo   estado   de   irritación   emocional,llegando a convertirse en un estado de enojo crónico. Es como si todo se fueraal   carambas   en   ti.   Tus   células,   tejidos   y   órganos   perderían   así   todos   los

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delicados equilibrios que te mantienen vivo.  «Nuestro profesor terminósu exposición indicando que sería muy buena idea si nosotros nos abriéramoshacia campos de investigación más allá de nuestra especialización médica, porque   de   esa   manera   nos   toparíamos   con   desconcertantes   misterios   quemerecen   ser   estudiados.   Un   ejemplo   claro   era   todo   lo   que   faltaba   pordescubrirse en el área de lo que descubrieron Schumann y sus colegas».

— ¿Y luego? Quizás se me pasó algo pero aún no sé cómo carajos losputos  Oscuros  utilizan   el   campo   electromagnético   de   la   Tierra   paramanipularnos —dije con total vehemencia.

—Pues   déjame   terminar,   alborotado   este   —pidió   ella,   mientrasaprovechaba para sorber un poco de café de su taza.

— Si está bien, te escucho.— La cuestión es que descubrí  hace poco, analizando esos estudios

sobre la frecuencia de Schumann y con todo lo que me has explicado de físicay  cosas  así,  algo  con  lo que he  podido poco a  poco elaborar  una posibleexplicación. Me he apegado en el proceso a escuchar lo que mi mente propiame ha dicho para ir develando ese misterio.

— Si, si, cómo, dime…—interrumpí ansioso.— La idea que tengo es que ellos, los  Oscuros  están interviniendo la

pulsación natural de la Tierra. Eso se me ocurrió un día cuando me estabasexplicando como funciona el radio de FM.

— O, si, aquella vez que me preguntaste el significado de “FM”, o sea“frecuencia modulada”. Te dije que es el sistema de transmisión de radio en elque la onda de radio se modula o manipula de forma que su frecuencia varíesegún la señal de sonido que se está transmitiendo. ¿Y eso que a qué te llevó?

— Pues   la   cuestión es  que   al   explicármelo   tú   con  dibujitos   y   conmuchos ejemplos, pude ver que eso es lo mismo que le ocurre a la frecuenciacon la que pulsa la Tierra. Investigué y supe que no es exacta siempre, si noque tiende a poseer unas minúsculas variaciones. Lo que supe es que nuestrohipotálamo y el campo eléctrico de la Tierra pulsan a una velocidad de 7.8vibraciones por segundo, pero que la frecuencia de la Tierra sí cambia muypoquitito, con una variación apenas medible en su frecuencia. Entonces pensé“ah,   esa   variación  pude   ser  porque  alguien  está  modulando   la   frecuenciaSchumann para meterle alguna señal o algún código”. Ahora dime tú si eso escorrecto, si eso puede ser posible.

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— ¡Órale!, tienes razón. Con medios muy poderosos se podría lograreso   y   de   hacerse   se   estaría   introduciendo   sutilmente   un   cambio   en   lasfunciones de nuestro hipotálamo. ¡Sería la forma de estarnos desde siemprereprogramando para que no seamos más que  lo que ellos  quieren!  Tienesrazón, tienes toda la razón —expresé dando saltos de gusto y dándole besosen el rostro—. ¡Malditos hijos de la chingada! Le diste al clavo Celeste. Yapodemos saber cómo jodernos a esos güeyes —no cabía en mí de felicidad.Celeste de nuevo había logrado revelar algo muy importante.

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XXVIII. En medio de la Señal

"He sido un niño pequeño que,jugando en la playa,

encontraba de tarde en tarde un guijarro más fino

o una concha más bonita de lo normal. Mientras el océano de la verdad se extendía,

 inexplorado, delante de mi."Isaac Newton

Ahí en la pequeña casa de Dona Tere veía a las dos realizando el trabajo conel que se deseaba el efecto sobre los pandilleros. Ellos seguramente enviaríana alguien por su coche que dejaron abandonado a media calle. Doña Tere yCeleste irradiaban una fuerza profunda y envolvente. Cuando terminaron lesdije, a modo de pregunta:

— Ya una vez Celeste me explicó que la gente no puede hacer este tipode cosas no por que no puedan, sino por que no se sienten capaces. Pero loque no entiendo es cómo se van a poder sentir capaces si los Oscuros no nosdejan.

— La cosa es que,  mi querido Jorge,   los Oscuros no nos controlantotalmente. Únicamente nos inducen en realidad. Es como ponernos un ruidoconstante para que no te puedas concentrar. Son poderosos pero viendo lobien, no tanto. Es como un bichito, un microbio, se te mete en el cuerpo ydespués le empieza a decir a tu organismo como deje de hacer una sola cosa yque haga mejor otra. El cuerpo obedece a esa orden porque el microbio supoen medio de qué  otras ordenes correctas meter la suya propia. Piensa quetodo en este universo es información ¿Lo sabes no? —respondió precisa DoñaTere.

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—   Si   Teresita,   Celeste   me   ha   ayudado   a   saber   eso.   Supimos   quealguien   le   llama  a   toda   la   información  que  ordena  al   cosmos  el   “CampoMórfico”.

— Oye, ese nombrecito no lo conocía. Suena bonito. “Campo Mórfico”—repitió   ella,   como   saboreando   el   sonido   de   esas   palabras—   Esta   bien,llamémosle así. Si tu intervienes en las instrucciones naturales de tu cuerpo,instrucciones que te hace vivir, ¿que crees que pasará? Pues tu funcionas enalguna parte mal ¿Verdad? Eso es lo que hacen los  Oscuros, meter órdenesincorrectas para que en ves de ir por un camino vayas por otro.

— Ves, te lo dije. Eso lo descubrimos hace poco Teresita —intervinoCeleste llena de euforia—. Lo dedujimos viendo muchas cosas juntos.

— Muy bien muchachitos,  muy bien.  Así   se hace.  Los Oscuros hanvenido   actuando   desde   siempre   de   esa   forma,   pero   la   Pachamama   estámandando, junto con el padre Sol una información nueva, más poderosa. Enlugares como este, al lado de Teopán la fuerza de estas órdenes para el serson más poderosas. Pero es aquí  en donde precisamente, como en  lugaresparecidos en donde más intensa se hace la pugna con los  Oscuros. Aquí poreso vivo, yo soy la guardiana de este bendito lugar.

— ¿Y por que de aquí nacieron los Maras? ¿No se contradice eso? —pero apenas formulé mi interrogante me di cuanta de la respuesta. De todasformas Teresita nos respondió.

— Pues hijo, por que aquí es en donde comienzan a contaminar más laenergía de  la Madre Tierra. Aquí  ponen más  intensamente sus órdenes deconfusión y desesperanza. En donde tú veas más bajeza, odio y pobreza másintensa es la intervención de la fuerza de vida. Es una pugna terrible que hanvenido ganando los  Oscuros.  Pero te recuerdo que esto va a entrar en unaetapa diferente. Nuestras almas están más débiles y el mundo está lleno degente, cosa favorable para el festín de los Oscuros. Sin embargo, nuestro desa­fío, el de todos es llevar el conocimiento verdadero a la práctica cotidiana, in­tegrarlo a nuestra vida de todos los días. Vivimos en un universo de energíadinámica, inteligente y sensible, en el que las expectativas y los deseos de losOscuros se irradian para influir en nosotros. Por lo tanto, la siguiente etapa ennuestro viaje para vivir la nueva conciencia, la de la  mente propia  es ver elmundo humano como energía e información vivas, tal como es, y aprender autilizar este mundo de una manera más efectiva. No se puede negar el dolor y

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miedos que existen por doquier, no se debe hacer. Sin embargo reconociendoque estamos en un momento de suprema importancia para la humanidad, qui­zás algo podamos hacer. Y les diré en donde se encuentra ese quehacer: en losniños.

«Todos los niños están desde el vientre materno recibiendo más pura­mente la nueva información que se está extendiendo por el mundo. Esto lesda una gran ventaja que debe ser aprovechada. Los niños escuchan menos elensordecedor ruido que hacen los  Oscuros  y eso les faculta para dar el gransalto que la humanidad a estado esperando desde hace un millón de años».

— ¿Cómo ayudar en eso? —solicité, necesitado de respuestas.— Para que sea fácil primero Jorgito debes de reconocer, con todo tu

ser que no debes de doblegar ni intentar romper el espíritu de un niño. Todosnosotros hemos crecido con muchísimos azotes en nuestra alma.

—Eso que está diciendo usted me hace recordar algo que escribió unhombre al que admiramos mucho Celeste y yo. Inclusive guardo aquí en micartera…déjeme ver…una hojita en la que dice algo que concuerda con lo queusted nos está diciendo. Mire aquí está, se la voy a leer si me lo permite.

—Si  Jorge,   léesela,   le  va  a  encantar  —ratificó  Celeste.  Los  ojos   lebrillaban de forma especial a ella.

—Bueno,   dice   esto:  —y   aclaré   la   garganta   para   comenzar   a   leer:“Primero: Dios es sacrificio. Sufre en esta vida, serás feliz en la próxima.Segundo: quien se divierte es infantil. Vive bajo tensión.Tercero:  los  otros  saben más   lo  que nos  conviene,  porque  tienen más

experiencia.Cuarto:   nuestra   obligación   es   satisfacer   a   los   demás.   Es   preciso

agradarles, aún cuando esto signifique hacer renuncias importantes.Quinto: es preciso no beber de la copa de la felicidad; podría gustarnos

demasiado, y no siempre la tendremos a nuestro alcanceSexto: es preciso aceptar todos los castigos. Somos culpables.Séptimo: el miedo es una señal de alerta. No hemos de correr riesgos…Éstos   son   los   mandamientos   que   ningún   guerrero   de   la   luz   puede

obedecerPAULO COELHO”.— ¡Ay carambas, Santo Niño de Atocha, que bonito! Ese hombre sí que

escucha su mente propia —exclamó impresionada de verdad Doña Tere—. Ese

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hombre es un poderoso hombre de conocimiento. Lo dice clarísimo, que cosasson las que nos han metido en el alma los  Oscuros  y que todos los demásafirmamos impotentes. Los niños de hoy son los guerreros de la luz que laMadrecita Tierra y el Padre Sol están haciendo nacer. Ellos son ya la mitad detoda   la   gente   que   vive   en   este   mundo,   y   al   ser   tantos   ellos   podránconfrontarse con el miedo y la infelicidad. 

«¡Eso es! Ese hermoso hombre ha definido las órdenes que nos metenlos Oscuros y lo ha puesto todo de la forma más simple. Mis muchachitos yasaben entonces qué hacer para aprovechar esta fortísima luz que se nos estáregalando. Por ustedes y por su hijo Sebastián no sigan esos mandamientos,sino lo precisamente opuesto.

«No hay más que decir, ahora vamos ha hacer de comer, ¡por que yame chilla la panza!».

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XXIX. Las otras Señales

"La mente intuitiva es un regalo sagrado

 y la mente racional es un fiel sirviente.

 Hemos creado una sociedad que rinde honores al sirviente

 y ha olvidado al regalo." Albert Einstein

Y me corrieron de la casita, argumentando que yo para ayudar en la cocinano serviría más que como estorbo. No quise rebatir a Dona Tere hablándole demis dotes de cocinero. Quizás deseaba ella en realidad hablar con Celeste dealgo. “Quizás cosas de brujas”, pensé.

Así que me salí de nuevo al patio y reinstalé la antena para el internetsatelital.   Conecté   la   computadora   y   me   acomodé   muy   a   gusto   sobre   untroncón tirado debajo de la amplia fronda de un árbol. El cielo se reflejabalímpidamente   en   el   lago   y   a   lo   lejos,   sobre   el   Llamatepec   una   delgadacolumna de elevaba hacia lo alto. Desde que llegamos el día anterior el volcánya estaba con su fumarola, pero esta tenía un color con cierta ligera diferenciaal de las fumarolas del  Popocatepetl,  en México. Cuando llegué  a  ir en loreciente al Distrito Federal, tuve la oportunidad de ver como de “Don Goyo”brotaba una nube prístinamente blanca,  mientras que  las emanaciones delLlamatepec  eran ciertamente  amarillentas.  Me   le  quedé  viendo  extrañado,tratando por medio de sostener la mirada, de encontrar una posible respuesta.Así estuve un rato, medio azorado con el imponente espectáculo. De prontoun   curioso   olor   llegó   deslizándose   hacia   mi,   y   digo   curioso   por   que   enmomentos parecía el olor de los huevos podridos para de pronto, sin aviso,cambiar al riquísimo aroma del café recién tostado. Este último matiz en elolor me hizo saltar como resorte de mi tronquífero asiento.  Casi  como un

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perro tras su presa olisquee el aire buscando en dónde se estaba preparandoel grano de café. Por allá en las montañas de El Salvador producen un café delcual no quería perderme. Mi nariz se enganchó con los aromas y me arrastróhacia   la  casa  vecina  a   la  de  Teresita.  Ahí   en el  patio  una  amable   señoratostaba  los  granos y al  mirarme parado como tonto,  se sonrió  y  dijo muyafable:

—Hola señor, buenas tardes. ¿Le gusta el café?Ante   lo   que   sólo   respondí   con   un   torpe   movimiento   de   cabeza,

asintiendo como si fuera mudo.—Si quiere al ratito le regalo un poco. Es de la hacienda en la que

trabaja mi esposo. Siempre se trae un costalito, ya vé, para tomar aquí y estesalió muy bueno.

De  nuevo   respondí   como bobo,   con   la   cabeza  extasiada  dentro  deaquél providencial olor y con una mano extendida como remedo de saludo.

La mujer se rió  con una cristalina voz,  lo cual ayudó  a salir de miprofunda   fascinación   por   el   café   y   ya   pude   responderle   mediocivilizadamente:

— Señora,  gracias…yo…o si,  buenas tardes también a usted…si,  simuchas  gracias  por  el   cafecito,  es  que  huele   riquísimo hasta  allá  —decíasegún yo para explicarme y disculpar mi entorpecimiento.

— No se preocupe por que ya tenía rato viéndolo ahí sentado mientrasque usted miraba para el volcán. Si, a mi también me encanta verlo pero aveces le tengo un poco de miedo. ¿Sabe?, mi hijo anda mucho por allá y temoque le pueda pasar algo. Hace poco, no crea, casi y no regresa. Pero gracias ala virgencita mi hijo está bien y a ella se lo encomiendo mucho. 

— ¿A poco le pasó le pasó algo? Pues qué bueno que está con bien elmuchacho   —respondí   tratando   de   solidarizarme   con   la   gentil   señora.   Lapromesa de un poco de café me alegró.

— Perdone que se lo diga, pero usted me recuerda un poco a mi hijo.Siempre anda con la mente en las nubes, o más bien, en los cerros. Es quedesde chiquito siempre le llamaron la atención los volcanes. ¿Usted no es depor   acá,   verdad?   —y   con   cierto   orgullo   añadió—.   Por   que   no   parecesalvadoreño.

— Ah, si señito así es. Mi esposa y yo somos de México, pero ya vé quetodos a final de cuentas somos hijos de la misma tierra.

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— Si lo creo, eso es lo que siempre dice Teresita.Un llamado con mi nombre al principio rompió nuestra charla:— ¡Jorge! ¡Que ya te vengas a comer! —gritaba mi mujer.— Esa es Celeste, mi esposa. Bueno senito ya me voy, ya me están

hablando.— Ándele, que le vaya bien. Yo al ratito voy y les llevo cafecito ya

molidito, para que lo prueben después de comer.—Se lo voy a agradecer en el alma. Al rato la veo, con permiso.Yendo para la casa de doña Tere Notulp pensé en dos cosas. Una en la

tremenda amabilidad de las gentes humildes de los pueblos, que siempre teabren de buenas a primeras el corazón y te ofrecen de lo poquito que tienen.A  donde   fuéramos  Celeste   y   yo,   siempre  nos   trataban   igual,   con  honestagenerosidad.  La otra  cosa  en  la  que  pensaba era en el  hijo  de   la   señora,tratando de  imaginar a qué   se dedicaría para que fuera peligroso para él.Después le preguntaría quizás a la amable señora.

— Mira,  vamos a  comer acá   afuera.  Ve y  sácate  la  mesita  de alláadentro —pidió  Teresita—. El  día está  bonito para que vean el   lago y  losvolcanes.  Además  hijo  no quiero  que   tengas  que  quitar   tus  aparatos  paraentrar a comer. Me imagino que te tardas en poner y quitarlos.

— Gracias Teresita. Para nada, es re fácil hacerlo.— Ta’bien, de todos modos tráigase la mesa pa’ca, ándele —ordeno

maternalmente.  Después de comer y calmar al león, como dice Celeste, nos pusimos acharlas de cosas irrelevantes. Fue ahí cuando silenciosamente se nos acercó lagenerosa vecina.

— Teresita buenas tardes tenga usted —dijo saludando con respeto ycariño—. Aquí les traigo este cafecito, se lo prometí aquí al señor —explicómientras  depositaba  en  la  mesita  una  bolsa  con un aromático  café   reciénmolido. Los ojos se me salían de sólo verlo—. Nada más a eso venía, haydisculpen la interrupción.

—No esperese tantito, ande vengase a platicar con nosotros —invitómi Celeste,  que como siempre hacia una  fiesta con todos—. Para que nosplatique como le va a usted aquí. Ándele, aun que sea un ratito quédese connosotros —insistía Celeste—. A ver, díganos para empezar ¿Cómo se llamausted?

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—   Soy   Juanita   señito.   Y   si   me   quedo,   está   bien   pero   no   quieroimportunarlos.   Yo   me   imagino   que   vinieron   hasta   acá   con   Teresita   paraestudiar —expresaba la mujer tímidamente, mientras tomaba el asiento que leofrecí—. No, no se levanté —dijo ella apenada—. Ande.

— Siéntese, no hay problema. yo me tengo que levantar para que nose me aplaste la panza. ¿No vé que comí mucho? Así tengo el pretexto paraacomodar la barriga.

Las mujeres se rieron por mi ocurrencia. Eso relajó a Juanita que a lospocos minutos, y motivada por la exuberante y festiva forma de hablar de miesposa, se sumó a la animada charla de sobremesa. Chistes y comentarios ibande un  lugar  a otro,  mientras  que yo me metía a   la casa para preparar elansiado café. 

Uff. La gloria. Era en efecto un café excelente, mejor que muchos quehubiera tomado.

En   eso   estábamos,   degustándolo   cuando   llegó   alguien   muyapresuradamente.   Un   jeep   con   emblemas   del   gobierno   se   detuvoruidosamente frente a la casa de Juanita y del vehículo descendió un hombrejoven, con poco más de treinta años y vestido con ropas manchadas por algode color gris. Se acercó presuroso a nuestra mesa y saludó afectuosamente aTeresita, como alguien que la conoce de toda la vida. Se le veía excitado poralgo.

— Dejen que les presente a mi hijo Leopoldo. De él le hablaba hacerato. Es geólogo y trabaja para el gobierno. Qué bueno que viniste hijo.

— Madre hola,  buenas tardes a ustedes ¿Cómo están? —respondióalgo  protocolario  y   rígido  el  hombre   con  una   leve   inclinación  de  cabeza.Nosotros nos presentamos y al hacerlo le estrechamos la mano. También leofrecí algo de comer, pues nos había quedado bastante pero Leopoldo declinóel   ofrecimiento   y   además   se   le   veía   algo   inquieto,   como   si   alguna   cosasilenciosamente lo afectara.

—A   este   muchachito   lo   ayudé   a   nacer.   Desde   chiquito   estuvoenamorado   de   los   volcanes   y   no   dejaba   de   hacer   preguntas   sobre   ellos.Cuando creció se fue a la capital y después muy lejos para estudiar, ¡y aquíestá mi chiquito, todo un sabio de la Tierra y los volcanes! —exclamó doñaTere poniéndole cariñosamente una mano en la mejilla.

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— Hay madrecita, siempre tan exageradilla. Me encanta la geologíapero no soy el sabio que usted dice —replicó Leopoldo—. Mis profesores de launiversidad, ellos sí que saben mucho.

—Hijo, no te sirve de nada ser tan modesto. Acéptate por favor comoeres y deja de estar comparándote con otros. Date cuenta de que el único queanda siempre aquí estudiándolos eres tú, y nadie más. Ya sé que vienen otroscientíficos pero se quedan una temporadita y luego se van.  Acuérdate quecuando tú  naciste Izalco y Llamatepec hicieron ruidos. Para mi eso fue unaugurio sobre ti, y desde que tenías 8 años te ibas tú solito caminando hastaellos,  tratando por ti  mismo de llegar a sus cimas,  ¡Y mírate,  hoy todavíaandas   trepado   siempre   en   los   volcanes!   —concluyó   Teresita   mientras   lesacudía un poco el polvo de las ropas a Leopoldo.

En efecto, Leopoldo poseía una Maestría en Sismología y un Doctoradoen Vulcanología, el cual estudió en uno de los países con más volcanes en elmundo, Islandia. Allá adquirió el conocimiento para entender el sutil lenguajede   las   montañas   de   fuego.   Prácticamente   fluía   mejor   en   la   relación   quesostenía con las rocas y los cráteres que con las gentes mismas. A la gente casini la entendía, a excepción de Teresita. Con ella iba cuantas veces podía parahablar largas horas sobre los sonidos de la Tierra, el color de las fumarolas yel significado del nivel del agua en el lago.

Y sobre  lagos quería él  hablar,  pero se sentía cohibido por nuestrapresencia por que nunca discutía sus hallazgos con turistas o visitantes. DoñaTere, percatándose de eso le dijo, tranquilizándolo:

— Polito —que es como ella le decía de cariño—, ellos son mis amigosy entienden muy bien de las cosas que nosotros hablamos. Ellos también soncientíficos como tú  y estudian la naturaleza igual, con el corazón. Veo quetraes algo y te mueres por decirlo, ¡desembucha muchacho, si no vas a tronar,ja, ja, ja! —y movió Teresita las manos como representando una explosión.

— Oye Polito  —preguntó  directamente  muy  interesada  mi  Celeste,utilizando un tono dulce y relajador—, ¿Qué pasa, es cierto se te vé comoasustado o algo así? ¿Qué viste allá arriba? 

—Si Doctora…—Llámame por favor Celeste y de tú, mejor así.—Gracias,   pues   mira   Celeste   —contestaba   Leopoldo   mirándonos

alternadamente a los cuatro, con un tono acelerado en la voz—, es cierto, me

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la paso más allá arriba que en el pueblo. Y es que han estado pasando cosasmuy raras. Santa Ana, o como nosotros le decimos por aquí, Llamatepec hacomenzado   desde   hace   pocos   meses   a   despertar.   Para   que   mejor   meentiendan, la última vez que hizo erupción fue hace mucho, en 1920 y luegoquedó tranquilo. Pero ahora desde el día 16 de Junio se ha puesto más activo.Ese día hizo explosión y fue algo fuerte, por que dejen les sigo como está lacosa: adentro del cráter se ha juntado el agua de las lluvias y con el paso deltiempo se ha formado un pequeño lago. Claro, no es tan grande ni para nadacomo Coatepeque pero si tiene de todos modos mucha agua».

En esos momentos noté que Leopoldo tomaba más ímpetu al hablar,brotándole en torrente las palabras y prosiguió:

—La   cosa   es   que   empezaron   inesperadamente   unos   pequeñostemblores de tierra que apenas se sentían, pero que resquebrajaron el fondodel lago y el agua se fue filtrando poco a poco, hasta que en Junio el aguallegó hasta una gran cantidad magma dentro del volcán. Entonces imagínensequé   pasó   cuando   el   agua   toco   al   magma   ¡Hirvió   en   un   instante   y   setransformó en vapor! Todo ese vapor súper caliente buscó por dónde salir yaventó   todo  lo que se encontró  en su camino.  De repente se escuchó  unatremenda explosión cuando aquello estalló.  Los vulcanólogos calificamos lafuerza de una erupción con una escala del 1 al 7, algo así como le hacen paradeterminar la fuerza de un huracán. Pues esa erupción fue afortunadamentesólo de grado 1, sin embargo eso ya es una erupción en forma. No salió lavapero si muchos gases venenosos y no pasó  a mayores. O por lo menos enaquél día por que desde entonces no ha dejado de tener pequeños sismos.

«Cuando se puso más seria la cosa fue a finales de Agosto, por quecuando fuimos unos colegas y yo a ver nos encontramos dentro del cráter unagran cantidad de rocas que estaban ya incandescentes por el calorsote de unosagujeros por los que salen esos gases calientísimos.  Yo nunca había visto esaactividad de  las  fumarolas.  Eso ya es mucho decir  para un volcán que haestado casi dormido durante más de 80 años.

«Lo que me preocupó  desde esos días es la altura de los gases queforman   lo   que  nosotros   llamamos  penachos.  Están   ya   llegando   a   casi   unkilómetro de alto y son penachos casi de puros gases sulfurosos. A la gente sele hace muy lindo ver al volcán echando “humito”, y hasta incluso el gobierno

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municipal promueve el turismo para que vean al volcán así como si fuera algoromántico, o no sé que. 

«Ahorita   los   del   ejército  no  dejan   subir   al   volcán  desde  hace  unasemana pero no lo dicen a la población. Si alguien se acerca para trepar, comolos turistas acostumbraban a hacer, ya no los dejan y les dicen que se estábuscando a unos narcos escondidos allá  arriba ¡Vayan ustedes a creer eso!Cuales narcos ni que nada. Yo puedo ir y venir por que tengo permiso oficial.

—¿Gases   sulfurosos?   —exclamé   con   cierta   sorpresa—.   Con   razóndesde hace rato me llegaba como el olorcillo de huevos podridos.

—Exactamente. La brisa de la montaña está bajando los gases hastaacá.

«Hace una semana estaba poniendo un equipo en el borde del cráter yde repente comenzó a sonar todo muy raro, como si alguien hubiera prendidoun motor gigante. Era un tremor que duró mucho rato y mientras, para misorpresa ante mis ojos el agua del laguito en el cráter se puso de color marrónoscuro, así como el de ese café —dijo señalando hacia mi taza—; y ayer queandaba arriba en el cráter de pronto vi algo que me asustó. De repente toda elagua se puso verdosa ¡pero en un instante!, y de las grietas caían rocas casifundidas mientras se escuchaba un fuerte zumbido eléctrico en el aire. 

«Esas cosas ya las he visto en otros volcanes, pero pasan con mayorlentitud. Aquí no y por eso me bajé casi corriendo. Tengo que reportarme conmis superiores y decirles que declaren estado de emergencia. Que evacuen yatoda el área alrededor de los volcanes por que esto va a tronar. ¡Y va a tronarya!

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XXX. Designios ignotos

"Di la verdad aunque sea amarga.Di la verdad aun contra ti mismo."

Mahoma

Ante esta nueva revelación otorgada por Leopoldo, muchas cosas comenzarona encajar justamente en su lugar. Como obteniendo una visión en perspectivade la situación, pude comprender todo lo que nos estaba sucediendo. Desdenuestra llegada hasta este instante se habían sucedido una serie deacontecimientos que formaban parte de un esquema en el que por algo aúndesconocido, Celeste y yo entrábamos a formar parte.

De nuevo la vida nos había llevado hacia experiencias en las que pococontrol   tendríamos   y   de   las   que,   a   final   de   cuentas,   obtendríamos   másconocimiento de nuestras mentes propias.   Nuestro recién amigo Leopoldo descubrió  la  inminente erupción delSanta Ana de la cual él temía una gran destrucción. Ya antes habíamos estadonosotros en las cercanías de volcanes activos, por ejemplo en Puebla, en unpequeño poblado, pero nunca a tan poca distancia como lo estábamos en esosmomentos. A menos de 10 kilómetros de nosotros se erguía con una mezclade orgullo y amenaza el gran Llamatepec. Si esa mole de roca y fuego desearáestallar, con seguridad a nosotros nos mandaría directo al cuerno.

—“Con razón Dona Tere dijo cuando llegamos, que algo poderoso yviejo se acercaba por arriba y por abajo” —pensé mientras sentía como eserecuerdo se ensamblaba en su lugar con un casi sonoro click. 

Todo se acomodaba muy bien entre sí: primero nuestro viaje a estastierras realizado por seguir una corazonada de mi esposa, luego el llegar conTeresita, después Carolino, la ida a Teopán, la visión de los Aztlantes y de lagran roca Izcueye, el conocer a las otras humanidades, los Maras y la carta deEliseo. También se metió en mi, presurosamente el recuerdo de esas palabras“veremos como despiertan los  Oscuros”, mientras que todo se fundía con lapróxima explosión del Llamatepec.

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Todo. Ahora si entendía que estaba pasando. La   tremenda  energía   regalada  por   la  Madre  Tierra   y   el  Padre  Sol

estaban confluyendo, reuniéndose en un gran crisol en el cual los humanosquedaríamos   en   el   centro.   Cómo   utilizáramos   ese   inconcebible   poderdependería únicamente de nosotros, las personas.

— Compadre, si quieres utilizar mi laptop. Está con enlace satelital alinternet y quizás así te sea más rápido hacer tu reporte. No sé, di dinos en quete podemos ayudar —manifesté.

— A caray, muchas gracias. Yo creo que si lo voy a hacer por que ibaya   para   la   presidencia   municipal,   en   la   ciudad   de   Santa   Ana,   pero   losburócratas son una peste y de aquí a que me den chance de hablar con eldirector de protección civil ya habrán rete­erupcionado todos los volcanes deCentroamérica —dijo él,  mientras me seguía hacia el equipo—. Lo primeroque voy a hacer es reportar la actividad con los cuates del  Global VolcanismProgram28,   y   del    U.S.   Geological   Survey29,   por   que   ellos   son   de   unasorganizaciones norteamericanas que estudian a los volcanes y pueden hacermás presión que yo solo, para que así nuestro gobierno evacue toda la regióna tiempo. Ya estamos en alerta amarilla, pero les aseguro que mucha de lagente que vive a orillas del lago ni sabe en cual estamos, menos del riesgo quehay.

Leopoldo comenzó rápidamente a elaborar su reporte y ya terminadoen segundos lo mandó por e­mail a sus colegas. Pero ni aún la velocidad deun correo electrónico sería suficiente para mover al gobierno. “En todos ladoses igual”, pensé mientras veía al vulcanólogo hacer su trabajo.

Una vez terminada esa labor se despidió veloz como ventisca y se fue atodo lo que pudo en rumbo a con sus jefes. Ojalá y no le pasara lo mismo quele   ocurrió   al   personaje   de  El   Proceso,   de   Kafka.   Allá   perdido   entre   loslaberintos   inacabables   de   la   maquinaria   burocrática   mientras   nosotrosesperábamos acá quietecitos nuestra sentencia de muerte.

28 Siglas en inglés del Programa Mundial de Vulcanismo, del Instituto Smithsoniano de Boston (N. del A.).

29 Siglas en inglés de la Supervisión Geológica Norteamericana (N. del A.).

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Ya habiéndose marchado Leopoldo, un pesado silencio se quedo sobrenosotros. La primera en romperlo fue Juanita que ya se levantaba para irse asu casa.

— Nunca  había visto  a mi  hijo  así.  Ni  en Julio cuando nos  dio elsustote. Si él dice que va a tronar, entonces va a tronar feo —remarcó.

— ¿Entonces que hacemos? —cuestioné muy inquieto— ¿Corremos lavoz y organizamos a la gente para irnos? No creo que sea bueno quedarse ya.

En ese momento una sonrisa enigmática, como una que le había vistomuchas veces antes a Celeste, cruzó entre Teresita y Celeste. La complicidadera evidente y no supe si tranquilizarme o asustarme más.

— ¿Qué pasa, qué traen? —interrogué evidentemente nervioso. Amo ami   esposa  pero   como  mujer   de   conocimiento,   a   veces   va   más   allá   de  micomprensión y me llega inquietar. Me confronta con cosas de su mundo, quehoy  es  mío   también  pero  en  el  proceso  mis  barreras   intelectuales   se  venduramente  hechas añicos.  Al   final  eso me gusta,  pero  mientras  me sientocomo aguilucho cayendo del nido: no sé si podré volar o me estrellaré contrael suelo. Incluso he llegado a pensar que todas las mujeres son como Celeste,pero o no lo dicen, o no lo saben todavía.

—¿Qué  vamos a hacer? Esto ya se puso muy peligroso Teresita —volvía a preguntar, mirando a ambas mujeres mientras Juanita casi llegaba asu casa.

—   Pues   lo   que   haremos   será   actuar.   Toda   esta  fuerza  que   laPachamama nos está por dar hay que aprovecharla, mijo. Pero esas cosas, losactos de poder se hacen con huevos. Se hacen para ayudarse uno y a todos losdemás, sino no se hacen.

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XXXI. Luces en todos lados

Martes 28 de Septiembre, 20052:36 AM

13º50’44” N89º31’54” W

Faltan sólo 3 días.

Mira hijo —comenzó diciéndonos Teresita— cuando la Madre Tierra y elPadre Sol dan su fuerza, nosotras las personas comenzamos a sentirnos mal.Realmente nos deberíamos sentir bien, pero como algo en nosotros está tanacostumbrado a digerir mal esa energía regalada, pues nos cae mal. Ve comohan estado ustedes, cada día están menos bien. 

En efecto, con el paso de los días una extraña serie de síntomas sehabían comenzado dejar sentir. Quién empezó a padecerlos fue mi Celeste,seguramente por que ella es muchísimo más sensible que yo. Primero se leinflamó el intestino, creándole un incómodo malestar. Luego se le alteró elsueño por que no podía dormir a sus anchas en la noche y lo que hacía erasalir largas horas a mirar como la Luna iluminaba los penachos emanandodesde el Llamatepec. Finalmente, durante este último día le aquejaban unasensación en la boca del estómago, muy similar a una intensa angustia juntocon la incesante visión de pequeñas luces. Estas lucecitas yo ya las alcanzaba aver, a partir de esforzarme durante la noche anterior.

Celeste   tenía   rato  afuera,  pues  a  medianoche  me  desperté   y  pudedarme cuanta de que no estaba en su bolsa de dormir. Eso me preocupó y salía buscarla.

Estaba ella afuera, callada y tranquila fumando un cigarrillo. La miré yfui hacia ella para colocarle sobre los hombros mi rompevientos, poniéndoleun brazo alrededor de la cintura. Celeste me dijo muy quedito “gracias”, comoevitando espantar algo si hablaba más alto.

—¿Qué pasa mi amorsote?

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—Mira eso mi Jorge, ya tengo rato viéndolo, ¿lo alcanzas a ver? —preguntó ella señalando hacia arriba. Al tornar la mirada hacia lo alto pudenotar   como en el cielo las nubes pasaban muy rápido y algo translúcidas,dejaban pasar la luz de la Luna. Si uno la miraba fijamente hasta llegaría aparecer que la Luna era la que se movía velozmente y no las nubes. Claro esoera un efecto óptico que ya conocíamos,  pero  lo que era nuevo tenía unaapariencia diferente. Muy diferente en realidad. 

—Como que alcanzo a ver algo…pero no sé…parecen como bolitas oalgo —respondí—. Parecen más bien muchas luciernaguitas volando junto conlas nubes, como si el aire allá arriba llevara esas cosas…pero no estoy seguro.Si fijo mucho la mirada se me van, pero si me relajo tantito las comienzo aver…¿tu qué ves?

—Tengo desde anteayer que cuando salgo en la noche las veo, perohoy en la  tarde me di cuanta de que también con la luz del  Sol salen —explicaba ella—. Parece como si estuviera mirando una muy fina, como muypequeña lluvia constante. Ahorita las veo a esas cosas pero van muy rápido,como que algo las jala para algún lugar.¿Qué crees que son?

— Pues se me figura que lo más seguro es que sean un chorrote deorgones, ¡pero muchísimos! —afirmé.

—Es lo que vengo pensando desde ayer. No te lo dije porque no estabamuy segura, pero hace rato ya me iba a meter corriendo para despertarte ypedirte  que vinieras  a ver  conmigo.  Yo creo que me sentiste y por  eso  tedespertaste.

«¿Sabes?, no me inquieta que sean orgones, por que naturalmente losveo siempre hasta en el día, pero lo que me preocupa es que sean tantos ycómo se están moviendo. 

«Sí son muchos y siento raro al verlos. Como que advierten de algomuy feo que está por venir pero nadie nos damos cuenta. Desde el otro díaque vino Polito y nos habló de lo que está pasando allá arriba, me di cuentade   que   en  parte   por   eso  no  me   sentía   tranquila.   En   realidad  desde   quellegamos sentí muy pesada la atmósfera, pero pensé que era por otras cosas.

«No sé por que me quise confundir por que todo era muy claro, quizáspor que nunca había estado en un lugar con tanta energía.

«Mi Jorge no te preocupes por mi, más bien debo de aprender a noagarrarme tanto de mis miedos y soltarme. Yo sé que nuestro Sebastián está

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seguro con Francisco y Pía en Mérida, pero no dejo de inquietarme. Es comosaber que algo muy grande y feo está por pasar, y no sabes qué es —concluyóella. El Miedo, como platicamos hace rato, está luchando en mí para que sólolo ve a él, pero esa lucha me pone algo mal.

Entonces la abracé, tratando de hacerle sentir calma con mi corazóncerca del suyo, mientras le pasaba los dedos por el cabello en delicada caricia.Ella es Aries y su cabeza es el principal centro de equilibrio en su energíapersonal.

Yo   también   traía   algunos   días   sintiéndome   no   del   todo   bien.   Mepercataba de que dentro mío había una extraña e intensa tensión, de la cualme daba cuenta que crecía más y más sin control. Captaba en mis entrañasuna potencia iracunda lista para saltar como fiera. Por afuera mostraba unaactitud   sosegada   y   tranquila,   e   incluso   naturalmente   sorprendido   por   lasnuevas cosas que iba sabiendo. Pero por adentro un enojo hervía vehementedesde que nos confrontamos con Jonny y sus cuatro cabrones. Una ardientecombinación de   furia  y   temor  me hacia  pensar  continuamente  en ellos,  yhasta a ratos pensaba en escabullirme e ir absurdamente a buscarlos. Deseabapelear   con   alguien   y   Jonny   sentía   que   sería   con   quien   satisfacerla   misemociones.   Por   alguna   loca,   salvaje   e   irracional   causa   creía   muyprofundamente que podía matarlo. En efecto soy más alto y robusto que él,pero en realidad con mucho Jonny me superaría en habilidad para pelear.Quería   agarrarlo   y   con   mis   propias   manos   romperlo   como   una   caña.   Loreconozco,   era   un   arranque   estúpido   por   que   no   llegaría   ni   siquiera   aacercarme ni un poco a ellos antes de que me sometieran. 

En los momentos cuando me descubría a mi mismo pensando en eso,me llegaba a sentir avergonzado por sostener esa clase de ideas. Otras vecesestaba seguro que Celeste y Teresita ya sabían de estas emociones en mi; sinembargo, eran muy potentes y emergían espontáneas, como queriendo tomarvida propia y hacerse realidad trascendiendo todo aquello que yo creyera. 

Al analizar en la intimidad de mi mente esta casi obsesión, llegué a laconclusión de que con seguridad me sentí humillado ante los pandilleros pordejar que una anciana nos hubiera protegido. En verdad no podía soportar eserecuerdo,   viéndome  a   mi   armado   con   un   revólver   pero   salvado   por  unaviejecita. Algo en mí no estaba correspondiendo a la sensatez y lógica de lascosas. Si Teresita actuó fue porque ella era la capaz de ahuyentar a los Maras,

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y no yo con mi enojo y mi pistola. Razonaba todo esto pero una vocecita,pequeña y trémula me insistía, diciendo: “No, no es por eso. No es por creerteminimizado…Estás   furioso   como   resultado   de   viejo   vicio…Debes   saberaprovechar la nueva energía…Habla de esto con Celeste…háblalo y lo resolveránjuntos…Ella ya te explicó como hacerlo…anda….dile…”.

A todo esto se juntaba un taladrante dolor de cabeza que durante elanterior día, hasta acostarme me había aquejado. Ya en la tarde Celeste meayudó, pidiéndome que me quitara las botas mientas caminaba un poco enorilla del lago. Dejé que las frías aguas mojaran mis pies mientras mi Celestese carcajeaba por los brincos y gritos que yo daba. Fue divertido y me ayudómuchísimo a bajar la dureza del dolor. Pero todavía seguía levemente alojadodetrás de mis ojos, latiendo como un gusano parásito. 

Teresita nos explicó durante la cena, que la fuerza otorgada por el Soly la Tierra era un bien, un regalo y que sería muy importante poder aprendera incorporarla en nosotros para vivirla como bienestar. La cosa radicaba enque nadie  prácticamente  en este  mundo sabe  hacerlo  y  que   lo   único  quehacemos con ella es invertirla para acrecentar nuestras sombras internas. Nosdijo que el mundo se puede ir al carajo como ya le ocurrió antes a las otrashumanidades, si no le paramos primero a usar mal la energía y que, mejorcomo niños aprendamos a gozarla, vivificándonos placenteramente con todaesa energía.

— ¿Y cómo le hacemos para eso madrecita? —pedí que nos aclarara?—Por que si me lo permite decir,  suena muy bonito e impactante pero noentiendo como hacerle para aprovechar esa energía. En efecto, cada vez meestoy sintiendo más mal y no sé como hacerle. Ya me dieron té y nos pusimosa hacer cosas, pero no se me ha quitado sólo se me a calmado un poco. Y mimujer mírela como está. Ella no dice nada, pero ya la conozco y le duele algo.¿Verdad Celeste?

—Si me siento algo mal,  pero ya  te  dije  que es parte del  proceso.Necesitamos aprender a sentirnos a nosotros mismos, no a los demás.

—Pues   si   Celeste   —repliqué   algo   incómodo—,   pero   no   te   heentendido. No tengo la culpa de ser medio tarado —agregué ya molesto.

—No mi Jorge, no eres tarado. Nadie lo es. Sólo no sabes como usarlaesa energía. Espera, tranquilo, deja te lo digo de este otro modo. Tu estarás deacuerdo conmigo que puedes digerir cosas como por ejemplo, ese pan —luego

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señaló hacia una hogaza sobre la mesita. Teresita nos miraba con ojos calmosy brillantes.

— Si, si puedo. Mi cuerpo es capaz de hacerlo. Naturalmente.—¡Aja!   “Naturalmente”   —exclamó   Celeste—.   Entonces   comprendes

que en tu naturaleza existe esa habilidad, la de digerir cosas. —Claro,   pero  no  puedo  digerir  madera,   por   ejemplo,   así   como   lo

hacen las termitas.—¿Y porqué? —cuestionó ella.—Pues por  que mis  células  no recuerdan como hacerlo.  Yo sé  que

nuestros más remotos ancestros de hace miles de años eran los insectos. Ellospueden digerir cosas que yo no. 

—¿Pero y por qué, dime? —volvió a preguntar ella, insistente.—¿Porque no puedo? Por que en mis genes ya no está esa información

genética que le diría a mis células como hacer esas cosas. No puedo respirarbajo el agua por que los genes de mis ancestros peces ya no están. Las célulasde los peces están diseñadas para que su cuerpo sepa como formar branquiasdesde antes de nacer, y siguen a lo largo de sus vidas sabiendo cómo hacerfuncionar esas branquias. ¿Qué me quieres decir Celeste? ¿Qué acaso yo no séutilizar esa energía nueva, por que perdí la información de mis genes en laque se me decía cómo hacerlo? O sea, ¿alguna vez, algún animal ancestronuestro tenía el ADN necesario para aprovechar esa energía?

—¡Ja, ja, ja! —rió ella festivamente. Siempre le daba risa verme tantenso, como si me estuvieran haciendo un examen oral. Ella me decía que metomaba demasiado a pecho las cosas y no me sabia relajar. Seguro tenía razónella.

—Eso mero mi Jorge — manifestó  Celeste con evidente gusto en eltalante—. Por ahí va la cosa. Tu cuerpo no sabe como aprovechar esa energíapor  que  no  está   la   información  en   ti.  O  más  bien   si   está,  pero   la   tienesdormida.

—¡A cabrón! espérate otra vez —dije  pidiendo  tregua.  Siempre mehacia Celeste esto. Me hacia razonar a través de una impecable lógica paraarribar a conclusiones sorprendentes —. Cómo que está dormida. Yo creí queestaba  perdida  o  cortada  de  nuestros  genes…si  dices  eso,   ¡entonces  estásinsinuando que también no hemos perdido  los genes para respirar bajo elagua o comer comida! Es así.

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—Si   mi   Jorge,   eso   es.   Tu   sabes   que   están   analizando   toda   lainformación de los genes de los humanos. Es un trabajo titánico en verdad,pero  como todo es  nuevo están  llegando a  conclusiones  muy  locas.  Estánpensando con modos viejos e inútiles. Mira, una cosa que se han encontradouna y otra vez es que en el ADN humano hay trozos de información que serepiten   muchas   veces.   Los   genetistas   han   creído   que   eso   es   por   que   lanaturaleza es tonta y necesita hacer muchas copias de respaldo por si algosale mal. No es así. Otra cosa que no han logrado entender es que unos genesque ellos llaman “genes basura” no son basura. No les han podido encontraralguna función y luego luego dicen que entonces no sirven. Chingado, no eseso. Toda la información de nuestros genes sirve, pero el cuerpo la lee de unaforma totalmente diferente a lo que linealmente los científicos creen. Esa es laclave,  el  modo de  leer  nuestra   información.  La  mente  propia  es   la  que seencarga de eso y hay que ayudarla.

—Pero vuelvo a la misma pregunta —dije empezando a desesperarme.Un   torrente   de   frustrado   enojo   corría   por   mi   sangre,   sazonado   por   laadrenalina.   Sentía   un   fuerte   calor   emanando   de  mi—.   ¿Cómo   jodidos   leayudo a mi pinche cuerpo a leer esa información, Celeste?

—Jorge ya sé que te pasa. Ahorita si quieres hablamos de eso. Peromientras cálmate tantito, respira hondo. Ya sé que quieres saber cómo. Pueseso el lo que te he venido explicando desde que nos conocemos. La cosa esque   antes   tu   y   todos   traían   la   cabeza  metida   en  otras   cosas,   leyendo   lainformación al revés. Hoy es diferente, sé que te a costado mucho lograr iraceptando y entendiendo todo esto, pero acuérdate que tus esfuerzos seráncada vez menores, por que se está  enriqueciendo el campo mórfico con elesfuerzo  de  muchos  más  que   como  nosotros  quieren  vivir   felices.  Poco  apoquito y cada vez más se está formando una masa de mentes que generanuna nueva vibración en  el campo mórfico, y eso permite que todos los demáspuedan avanzar más rápido en el recontactar con sus mentes propias. Mi Jorgeprecioso, reconoce tu enojo, no lo niegues por que de él mucho bueno puedessacar   —al   escucharle   esto   último   me   sentí   brevemente   descubierto   peroinmediatamente desvié la atención al punto del ADN.

—Te diré. La súperclave de todo es la atención. EL acto conciente dever e interpretar algo es el centro de todo. Es la palanca de Arquímedes paramover el mundo en una dirección o hacia otra. Piensa en todas les veces que

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hemos   tenido   que   tomar   la   decisión  de   apreciar   las   cosas   de  una   formadiferente. Sucede que la humanidad está muy conectada con la energía de lasemociones conjuntas de de todos, al mismo tiempo. Las emociones que sientesla mayoría de las veces no son las tuyas propias, son las de la gente en tuentorno. Los humanos en estos momentos somos incapaces de definir cualesson las emociones propias, las individuales. Estamos formando parte de unasuperestructura   de   emociones   definidas   por   “los   demás”.   Es   decir,   somoscomo una masa enorme y amorfa que crea cada día estados emocionales quenos atontan o nos inquietan. Vivimos en una época de muchísimos miedos:miedo a perder el trabajo, miedo a dejar de ser amados, miedo a enfermarnos,miedo a que alguien nos asalte, miedo a esto pequeño y a esto grandote. Puromiedo. Esa es la emoción alrededor de la cual estamos girando como cada vezmás rápido. Esa es la cárcel de la Luna. Es como un estado en que la energíade  la  humanidad   se   encuentra  empotrada.  El  proceso  humano actual  nosdirige hacia la individualización emocional, hacia sentirte a ti mismo y viviresa enorme intensidad de tu alma personal. El campo mórfico que le da formaa   las   cosas   es   pura   información,  mi   Jorge,   y   las   emociones   también   soninformación. La cosa es que nos estamos conectando con un nivel del campomórfico   del   que   obtenemos   información   en   forma   desordenada.   Por   esovivimos las personas tanto caos. Hay gente que es adicta al alcohol, a la coca oa la mota, o a tener relaciones todas jodidas. De todo hay, muchas adicciones.La cosa es que la droga no es esas cosas. La droga de la gente es el caos. Seapegan hasta la muerte al caos, ¿Y sabes porqué?, por que cree que en élfinamente encontrará el orden. Todos estamos hechos de tal manera que paravivir   necesitamos   buscar   información  que  nos  diga   que  hacer.   Tu   cuerponecesita de la información que está en tu ADN para existir, por que ahí estántodas las órdenes que hacen funcionar a tus células. Si lee una información demanera incorrecta, entonces funcionará a su vez incorrectamente. Por eso hayenfermedades, pero escúchame bien Jorge, no son por que esté algo mal entus   genes,   es   por   la   manera   en   que   se   dirige   el   proceso   para   leer   lainformación que necesitas. Tu cuerpo hace muchísimas cosas el solo, sin quetú intervengas directamente. Por ejemplo por sí mismo digiere esta cena sinque tú controles todos los procesos bioquímicos que están ocurriendo ahoritaen   ti.   De   eso   te   hablo,   de   que   hemos   dejado   que   ocurran   las   cosas   sinenviarlas hacia donde en verdad queremos.

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«Piensa un momento en esto: ¿a cuantas personas hemos escuchadodefender la idea de que comer carne les hace daño, que es mala y que por esodebemos de ser todos vegetarianos? Muchas veces. ¿Y tendrán la razón? ¡Puesclaro que sí, pero a la vez no!

— ¿Cómo? en parte te entiendo y en parte estoy más confundido —dije.

—Bueno, deja te digo más, por que hay viene lo grueso. En esta épocaen la que la palabra “Terror” aparece una y otra vez en los medios, nuestramente la toma y la mete como un clavo golpeado por un martillo más y más.Pensamos hasta sin darnos cuenta en términos de “Terror” y nos volvemosansiosos   y   neuróticos,   preocupados   todos   los   posibles   factores   que   van   adañarnos   irremediablemente.   En   serio,   a   cada   rato   se   nos   recuerda   quecualquier cosa que pueda ocurrir o que forme parte de nuestro entorno esmala y nos va a dañar. Ya hemos vivido en muchas ocasiones experiencias quenos han confirmado que la mente crea la realidad. Pues toma eso que es muyimportante y llévalo en la dirección que te va a dar utilizar como modelo paraformar, el pensar desde el miedo. Y no es que tengas que negar el miedo quesintamos.  Es  real,   lo podemos tocar.  Pero ese miedo es  sencillamente unafuerza ciega que ahí está no porque la queramos, sino por que es lo único queencontramos como punto de partida. Los Oscuros han hecho cierto cambio enel  ADN de nuestra  alma para  que,  al  querer  nosotros   leer   la   informacióncorrecta,   lo   que   interpretemos   sea   erróneo   y   con   eso   le   demos   formainadecuada a la vida misma. Tenemos el potencial para hacer cualquier cosavivida sobre esta Tierra. Tenemos, para decírtelo de otra manera, el ADN delas demás plantas, insectos y animales del mundo, aquí está en ti y en mí,pero únicamente le estamos dando la expresión de meros humanos frágiles ydelicados. Jorge somos capaces de cualquier cosa. Pero para lograrlo lo quedebemos hacer es cambiar nuestras certezas. Date cuenta de que si le vamos atemer a “algo”, es simplemente el acto de tener la certeza de que ese “algo” esdañino.   Piensa   en   eso.   Somos   seres   de   certezas.   Las   células   leen   lainformación que dispongan en  el  ADN por  que,  por  así  decirlo,   tienen   lacertidumbre de encontrar ahí información correcta. Es un mecanismo naturalel que nos apliquemos en cosas con supuesto orden. Pero y si ese orden no esel que necesitamos. Te digo que somos adictos al caos, pero el caos en sí noexiste   como   tal,   tú   me   lo   has   explicado   desde   el   punto   de   vista   de   las

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matemáticas modernas, que consideran al caos como una expresión complejadel  orden.  Por   lo   tanto   somos  adictos,  dependientes   a   algo  que  no   tienesimplemente   el   orden   necesitado,   pero   como   no   hay   otra   fuente   deinformación pues no nos queda más que agarrarnos del caos hasta la muerte.

Orden, mi Jorge es lo que necesitas implantar en ti, para que tu vidasea espléndida, plena y feliz. El mundo está lleno de magia por que está hechode magia. Si empezamos a saber esto lo podremos usar. ¿Cómo, volverás adecir? No pretendas llenar tu cabeza con pensamientos positivos, sólo pondrásun barniz de linduras positivistas por encima. No mi Jorge, lo que debemoshacer es dirigir nuestra atención hacia lo que sí  deseamos, hacia lo que sianhelamos, hacia cada uno de nuestros más íntimos y locos sueños. Piensascosas tales como: este pedazo de bistec me va a hacer daño, me va a intoxicary va a frenar mi evolución interna. No al carajo con eso, piensa en esto que eslo  que  en   realidad quieres:   este  pedazo  de  bistec  me va  a  dar  un  rico  ydeleitable sabor, me va a nutrir, me llenará de beneficios, me hará más fuerte.Pero al pensar en eso hazlo desde la convicción de que así es. Visualiza esosbeneficios que sabes te dará  a ti eso que hagas. Siente esos beneficios aúnantes de que ellos lleguen. Es la forma directa de decirte, ¡ADN de mi ser, demi cuerpo y  alma, esto es lo que vamos a vivir!»

Celeste jadeaba con la excitación que esto le provocó al detallarlo tanprofusa y pacientemente.

Doña Tere únicamente nos observaba, tranquilamente sentada en sumecedora, y dijo al fin:

—Muy   bien   mi   chiquita.   Has   entendido   lo   que   empezamos   hacemuchos años. Y lo que más feliz es que se lo compartes desde tu corazón alcorazón de tu hombre. Él —y me señaló— es un poco lento, pero los tres yasabemos por qué. Le hacia caso a la otra mente, como todos los demás. Peroesto   ya   se   acabo,   ¿verdad   mijo?   ¿Verdad   que   eso   que   sientes   te   estáempujando cada vez más adentro? Ahora desde ahí, en donde estás tienes laoportunidad para entender muy claro estas verdades. Y tu sabes que no tequedará otra más que actuar, o si no te vas a morir.

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XXXII. La Furia como Poder

Celeste y Teresita tenían razón. Ahí, en plena madrugada mientras abrazaba ami esposa volví a sentir el golpe de la migraña pateando desde adentro de misojos. No pude evitar soltar un gemido de dolor que al escucharlo Celeste, seseparó de mis brazos y me preguntó, inquieta:

—¿Te sigue doliendo, verdad? Mi Jorge, acuérdate que es pura energíacontenida que ahí adentro traes.   ¡Como eres terco, güerco30 este! —expresóella.

—Si me duele, pero no te enojes.—No, no me enojo, lo que pasa es que te veo sufriendo para nada. Yo

te he dicho que me está pasando por que así me es más fácil resolverlo. Meescucho al hablártelo y me puedo entender mejor. Además al escucharme medas   tu   respaldo   y   juntos   podemos   pensar   y   entender   esto   mejor.   Si   noscompartimos sin lástimas ni compasiones vanas lo que sentimos, podremosjuntos resolverlo. Te invito a que lo saques eso que traes ahí adentro antes deque te dañe más. Ahorita es el momento y lugar. Anda, en serio te invito. Tuya sabes que yo nunca te he de juzgar…el que se está juzgando aquí eres tú,mi Jorge. A ver, que traes, dime.

Decidí   abrirme   con   ella,   dejando   a   un   lado   los   aspectos   de   miimportancia   personal.   En   verdad   nunca   me   había   juzgado   ella,   y   nocomenzaría a hacerlo. Lo que estaba haciendo era refugiarme detrás de unadefensa inútil, imponiéndole a  Celeste la imagen de quien se burlaría de mí.El que se estaba humillando en efecto era yo mismo ante mi, cosa absurda deantemano pero real.  Tenía que pararle  ya a estar  sintiéndome víctima. NiJonny me estaba haciendo algo, ni nadie. Si ahí había mucho enojo, algo teníaque sacar de provecho de el.

—Celeste —comencé—, si me estoy sintiendo muy raro. Es más, muymal.   Me   estoy   sintiendo   que   estoy   a   punto   de   estallar…traigo   un   corajerabioso buscando el menor pretexto para salir y desmadrar todo —mientras,

30 Coloquialismo del norte mexicano, significa hombre, tipo, sujeto (N. del A.)

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al ir diciéndole eso, un temblor incontrolable me invadió—. Siento vergüenzay también ganas de vengarme, pero no se de quién. Me llegan a la cabezamuchas imágenes del pasado. Me veo en todas las ocasiones cuando me hanherido o me han humillado y no puedo parar esas imágenes. Cuando hanabusado de mi, eso…me duele mucho…y me enfurece, Celeste y me da miedoporque   apenas   puedo   controlarlo.   Traigo   una   pistola   que   compré   en   lafrontera, en La Tachadura. Cuando tu te fuiste al baño se me acercó un policíade la aduana y me la ofreció, dizque se la había incautado a alguien y me dijoque sería buena para nuestra protección. Me la dejó barata, casi regalada ydesde que la traigo me siento con ganas de usarla, de tener la oportunidad depelear contra alguien y sacarla. Perdóname por no decírtelo, ya sé que es algomuy peligroso pero ahorita creo que no la compré para protegernos, sino paraprobarme algo a mí mismo…no sé. Hasta he traído ganas de ir a echarme aesos pinches cabrones y al tal Jonny.

«Celeste no lo voy a hacer, ya sé que es una estupidez, pero así meestoy sintiendo, enloquecedoramente encabronado ­concluí.

—Mi Jorge precioso, yo ya lo sé. Te conozco muy bien y te he vistodesde que entramos a este país cuidando que no me fijara en tu bota. Penséque traías un cuchillo escondido o algo, pero da igual. No le tengo miedo a lasarmas,   sino   a   la   reacción   que   ejercen   en   las   gentes.   Nos   hace   sentirinvencibles.

«Mi Jorge no niegues ese enojo ¡encáralo! porque algo te quiere decir¡escúchalo!  ¿qué  quieres  destruir  que  te  ha estado dañando  toda  la  vida?¡Velo, por Dios! Esta es una gran oportunidad para ti. Si vas y matas a alguienno resolverás lo que traes adentro. Traes mucho enojo, yo te lo siento desde elotro día,  pero lo  importante, mi Jorge es que lo utilices,  que lo canalices,¿pero para qué?, te preguntaré entonces esto para ayudarte ¿qué quieres enrealidad? ¡Dime! ¿qué quieres? Si reconoces lo que tu corazón pide, mi Jorge,entonces obtendrás al momento, mira sí ¡tris! lo que quieras, tendrás lo que terealice y te haga feliz.

En eso, Doña Tere salió de la casa. Con seguridad la despertamos contanto hablar y decidió salir a ver qué pasaba. Se acercó cruzándose un chalsobre la cabeza y dijo:

—Mijo, esto que está pasando nunca le ha ocurrido a la humanidadactual.  Todos  nuestros  ancestros  de  otras  eras   vivieron   lo  mismo pero   se

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dejaron sucumbir por lo mismo que estamos sintiendo. Eso puede volver aocurrir o no, todo depende de qué decidamos hacer los que ahorita vivimos. Siestá  llegando toda esa energía desde el Padre Sol, pues es como ya te dijepara que la usemos, no para que nos chingue. Yo le llamo aliento de vida. Espara darle vida a nuestros sueños, no a las pesadillas. Todo eso es algo quedebemos   comprometernos   a   usar   para   nuestro   personal   bienestar,   elverdadero bienestar. Si actúas egoísta esa es otra cosa, pero si lo haces porseguir los designios de tu corazón eso el lo correcto.

«Mijos escuchen esto que me pasó el año pasado, cuando vino a vermeel gobernador del departamento de Sonsonete. Llegó  con una caravana deguardias a mitad de la noche, así como a estas horas. Se bajó muy majestuoso,como un pequeño rey, con sus guardaespaldas alrededor. Yo salí a ver quiénera   y   al   mirarme   me   dijo   que   venía   a   consultarme   algunas   cosas   muyimportantes para el gobierno. En realidad eran cosas personales, nada más.

«Lo hice pasar pero le indiqué “Nada más entras tú,  no quiero a tusguardias adentro”. Se quedó por un momento viéndome pero accedió. Se leveía muy urgido por hablar conmigo. “Pásele”, le dije. Ya adentro se sentó ymuy nervioso me dijo que quería que le revisara a sus enemigos políticos, porque algo tramaban contra él. Le leí entonces los asientos del café y le expliquélo que ahí veía. Cosas como intrigas y traiciones, alianzas y promesas fue loque salió. Al final se levantó muy tranquilo y me dió una buena cantidad dedólares.  Me miró  y  como queriendo hacerme saber que él  era  un hombrebueno y muy desarrollado del alma, me dijo:

“—Acabo de regresar de Francia y allá pude ver al Dalai Lama en unaconferencia   que   ofreció.   Habíamos   muchas   personas   de   diversas   partes   delmundo y todo fue muy sagrado y espiritual.

—A que bueno. Ahora deja te pregunto algo —le respondí  al hombreese.

—Si, dígame doña Tere —me respondió con una vanagloriada voz.—La pregunta que te quiero hacer es: ¿Y?—¿Cómo? —contestó sorprendido con unos ojotes que casi se le salían.—Si,  o sea,  ¿Y qué   chingados tiene eso de importante? —le dije con

fuerza. El otro sólo se quedó con cara de pendejo mirándome.—Así es, qué bueno que lo has visto, pero ¿le entendiste algo? —continué

—. La energía que de seguro te compartió, ¿la aprovechaste para tu bienestar?

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¿Eres  a  partir  de   eso  una persona  más   responsable  de   tus  deseos,   eres  máscreativo o más generoso? ¿Has trascendido tus mediocres límites? ¡Dime, parasaber si eso fue tan grandioso como me lo quieres hacer creer! Ese hombre delque me hablas es un gran chingón, y seguro lo que él quiso es que tú también loseas, güey.”»

— ¿Y qué más pasó Teresita? —dijimos al unísono Celeste y yo. Nocabía en mi de la impresión.

— ¿Pues  qué  más  hijo?   Lo   corrí.  Él   ya   sabía   las   respuestas   a   suspreguntas y yo no tenía tiempo de escuchar a un altanero. Gente como éldeambula   por   todos   lados,   movidos   por   oscuras   codicias   e   irrefrenablespasiones,   que   además   pretenden   apabullar   a   los   demás   con   sus   aires   desuperioridad espiritual. El espíritu es sólo grande cuando gozas con franquezay vives con amor desinteresado. Eso se los puede decir cualquier niño que porahí encuentren.

«¿Y por que salgo y me meto en lo que hablan, contándoles esto? Sepreguntarán ustedes. Pues por que lo mismo es estar vivo en estos días y noaprovechar los grandes regalos que la vida nos da. Nadie puede andar por ahíufanándose de tener según él  un grado de evolución espiritual  mayor queotros y la razón es simple: el cuerpo, la mente y todo lo que le ves a alguieneso es su espíritu. El espíritu hijo, es todo tú y lo que puedes hacer con el eshacerlo más fuerte para que vivas amando y que te amen. Es para que conasombro   y   confianza,   con   toda   tu  pasión   y   creatividad   vivas   y   hagas.   Elespíritu, hijo, es lo que sientes debatiéndose dentro de ti, queriendo romperde una vez y por todas esa cárcel de costillas en el que lo tienes encerrado —yapuntó con un dedo hacia mi turbulento pecho—. Todos en el mundo estamossintiendo eso mismo que tú,  algunos lo niegan y otros lo dejan salir comoodio; pero toditos hemos de tener que aceptarlo y dirigirlo para bien, el de laPachamama y el de cada uno de nosotros. Por que si no, como ya te dije hacerato, si lo dejamos convertirse en miedo y violencia, entonces eso nos mataráa todos.

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XXXIII. La lluvia desde el Sol.

Todo esto no es fácil de entender a la primera. Lo acepto. Y creo que por esola vida nos tenía deparadas muchas cosas por delante para ambos, a modo delecciones, para lograr comprenderlo del todo.

Teresita se metió a su casa una vez terminó de hablarnos sobre estascosas, dejándonos con nuestros pensamientos y envueltos por la bruma de lamadrugada. Celeste me preguntó si ya me iría para seguir durmiendo a lo quele contesté que seguiría mejor con ella hasta que se fuera a acostar de nuevo. 

— ¡Jorge! —exclamó súbitamente —. ¡No hemos visto como está elSol!

— Ay carambas, es cierto. Desde que nos venimos de México no hemosvisto como está. Vente, vamos a ver. 

Entré con silencio a la casa. Doña Tere roncaba plácidamente, sumidaen   los   sueños  que   los   brujos   sueñan.   Saqué   la   laptop  de   la  mochila,   loscigarrillos de Celeste y me salí sigiloso. Después nos dirigimos al lado de lacasa a en donde tenía colocada la antena satelital para el internet. En la tardela habíamos sujetado a una vara larga y la aseguramos en una de las paredesde la casa. Así podríamos conectarnos cuando quisiéramos al enlace satelital.

Mientras la máquina se encendía, entre otra vez ahora por nuestrosabrigos. Celeste mientras metía las manos en los bolsillos del rompevientos. 

—Ten,  póntelo.  Por  andar  de alborotado ni  cuenta me di  que estáhaciendo  más   frío.  Yo   creo   que  nos   vamos   a   quedar  un   rato   acá   afueratodavía. 

—Gracias  mi   Jorge.  Si   sentía   frillito  pero  no  quería  entrar  por   losabrigos por que vi a Teresita muy cansada. 

—No te preocupes. Entré muy quedito y ni cuenta se dió. Mira ya secargó esto —. Indiqué mientras la computadora anunciaba que estaba lista laconexión con el internet. Abrí la carpeta de páginas más usadas y accedí a dosen   lo   particular   que   nos   interesaba   en   esos   momentos.   En   la   barra   dedirecciones   del   explorador   apareció   el   código“http://www.lmsal.com/solarsoft/latest_events/”, mientras al mismo tiempo seabría   otra   pestaña   con   dirección   web   hacia

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“http://www.solarmonitor.org/index.php”. De inmediato se desplegaron en lapantalla un par de páginas de la NASA, presentando información detalladasobre la actividad que el Sol tenía. Pasábamos de una página a la otra por queen  ellas   se  podían observar   fotografías  de  nuestra   estrella,   ofreciendo   lasdiversas apariencias que poseía al ser visto por medio de cámaras especiales. 

Veíamos la cara del  Sol que es desconocida para la mayoría de laspersonas.   La   energía   ultravioleta,   los   rayos   X,   ondas   de   radio   y   camposmagnéticos emitidos por el Sol mostraban aspectos que indicaban el estadoactual del astro rey. 

La gente vemos día a día al Sol simplemente como un disco blanco­amarillento, con una luz muy brillante y uniforme. Pero la realidad es otra. ElSol,   como   cualquier   otra   estrella   posee   una   monstruosa   actividad,produciendo cantidades de energía apenas imaginables. Es una masa de gasesy fuerzas miles de veces más grande que la Tierra y el hecho de que nosotrossólo seamos conscientes sólo de su linda luz, no impide que los astrónomosestudien   muchas   otras   facetas   de   este   gigantesco   cuerpo.   Galileo   Galileidescubrió hace 500 años que en la superficie del Sol hay manchas, las cualeshoy se sabe son grandísimas áreas con menor  luminosidad y con elevadoscampos   magnéticos.   Al   pasar   de   los   años   se   han   ido   implementandodispositivos   capaces   de   proveernos   de   información   muy   valiosa,   que   demanera continua es enviada desde hacia la Tierra por satélites que portansensores   adecuados.   La   NASA,   entre   otras   instituciones   científicas   en   elmundo   procesan   todos   estos   datos,   que   a   su   vez   son   compartidos   a   lacomunidad mundial. 

Celeste y yo revisábamos esa información, pero interpretándola de unamanera algo diferente a la establecida. Pretendíamos encontrar pautas quesignificaran  la  posibilidad de acontecimientos   importantes  en  la  Tierra.  Lainfluencia   del   Sol   sobre   nuestro   planeta   apenas   está   siendo   estudiada   ynosotros posemos un modelo con el  cual buscamos  indicaciones de ciertosfenómenos. La actividad humana, física y psíquica forma parte inseparable detodo lo que sucede en la Tierra. A su vez el Sol activa e influye totalmente enestos procesos, los del planeta y de la gente. Al analizar al Sol nos topamoscon elementos inquietantes:

— Mi Jorge, oye, ¿ya viste esto? Mira como se elevó esta energía…¡ymira, ve esto, están rarísimas estas  líneas,  están todas abiertas!...y el  mira

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estos gráficos, parece una cuerda chicoteando y el viento se subió muchote…Dios…desde anteayer, con razón nos hemos sentido así.

Mientras yo sólo afirmaba con la cabeza, una y otra vez. Mi esposa seestaba refiriendo a la inusual forma en como se estaba comportando el Soldesde hacía algunos días. Del Sol nos llegan siempre grandes cantidades deun gas muy tenue que se encuentra electrificado.  A ese flujo de gas se  leconoce como viento solar. La velocidad promedio de ese viento, en periodosde baja  actividad como era  en el  que nos  encontrábamos,  es  de    de 300kilómetros por segundo, algo muy rápido en realidad pero ante  lo cual  laTierra   está   naturalmente   habituada.   Celeste   se   sorprendió   por   que   nosestaban llegando “ráfagas” de viento solar más fuertes, con una velocidad de440 km/seg. Además constantemente la Tierra es bañada por la fuerza de uncampo magnético venido desde nuestra estrella. Pues bien, la cosa era quetambién desde hacía algunos días ese campo magnético había adoptado unatendencia a cambiar de polaridad con fuerza y sin ningún ritmo. Es decir, elcampo de energía magnética que nos llega desde el Sol mientras sea de tiponegativo   está   bien,   pero   al   ser   de   tipo   positivo   afecta   al   propio   campomagnético de la Tierra, provocando entre otros efectos de electrificación de laatmósfera.  Eso  era precisamente  lo que Celeste  me había dicho unos díasantes. Ella me habló de cómo los cambios en el campo magnético de la Tierray la electrificación de nuestra atmósfera afecta directamente en el ritmo de laresonancia Schumann.Además, Celeste con su increíble capacidad para entender el mensaje ocultodentro de las cosas, lograba ver en la forma de las curvas y en los patrones demovimiento de las gráficas cosas que hablaban del porvenir. Mi bruja Celesteabría su alma, su mente propia al lenguaje embebido dentro de las imágenesdel Sol. Ella veía lo que el Sol decía. 

Sus   ojos   se   perdieron  profundamente   en   la   tremenda   faz  del   Sol,brillando con destellos lejanos. 

Celeste   ampliaba   una   foto,   luego   otra.   Iba   más   allá   del   mero   ysuperficial significado astrofísico. Celeste escuchaba. 

Y ella me dijo que el Sol estaba haciendo sonar, como un tambor, losdelicados campos de energía de la Tierra, y lo hacía de forma que nuestromundo resonaría con un ritmo diferente, alterado. No era algo malo, para

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nada, pero podría serlo si toda esa energía no era adecuadamente tomada porla gente.

Y ese era el problema: No sabemos hacerlo.Celeste luego me dijo con profunda calma en su voz:—Vamos a poner ahora las páginas de los huracanes —de esa manera

se refería al  Tropical Cyclone Forecast and Advisories31—. Quiero ver por quéestán tan locas las nubes —manifestó mientras elevaba la mirada, escrutandoel cielo nocturno.

Así lo hice. Abrí otra ventana del explorador y lo mandé a la página re­querida: “http://www.nhc.noaa.gov/”. 

Al cargarse inmediatamente nos llamó con terrible sorpresa lo que ahíse decía. Un tremendo huracán, Rita, que había llegado a la categoría cincohabía cruzado pocos días antes por el Golfo de México. El reporte refería queen su camino golpeó con fuerza las islas del Caribe, Cuba y Florida. 

— ¡Otro de categoría cinco! —exclamamos casi al mismo tiempo.  Ape­nas poco más de un mes atrás, una depresión tropical se había convertido enel devastador huracán Katrina había destruido y matado a lo que encontró ensu paso. New Orleans será una herida entre muchas que le dejó al mundo.Con los preparativos del viaje, la última vez que habíamos revisado esas pági­nas había sido a mediados de Septiembre. Rita obtuvo su increíble potencia el22 de ese mes y hasta ahora veníamos sabiendo que ocurrió. Desde que co­menzamos el viaje no habíamos ni siquiera reparado en las más recientes noti­cias y hasta ahorita nos veníamos enterando de este reciente huracán.

Pero Rita no era la causante de las rápidas nubes sobre nuestras cabe­zas. Eran nubes que flotaban casi como espectros llevados hacia algún extrañolugar.

Y los cúmulos de pequeñas lucecitas que apenas alcanzaba a ver. Orgo­nes o lo que fueran, no sé. Pasaba, sólo pasaban.

—Esto es Jorge, ahí está —concretó con un gesto mi mujer. Celeste se­ñalaba en la pantalla a donde se notificaba que “Una Onda Tropical asociada aun fuerte sistema de Baja Presión se localiza en el mar Caribe, entre Jamaica yHonduras, y se encuentra en movimiento con dirección Noroeste. Posee potencial

31 Siglas en inglés de Supervisión y Aviso de Ciclones Tropicales, es un área de la Administración Nacional de la Atmósfera y el Océano, de USA (N. del A.).

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para seguirse desarrollando y convertirse en Depresión Tropical. Paralelamente,otra Baja Presión ubicada en las costas Pacíficas Salvadoreñas y asociada a laZona de Convergencia Intertropical, generan la posibilidad de intensas lluvias ychubascos sobre todo el territorio salvadoreño, principalmente en el oriente delpaís, la franja sur y la franja central para las primeras horas de este día.” 

—Entonces nos va a llover al ratito. Pero antes de meter los aparatosdéjame ver una cosita. Nada más ponme esa página en la que sale como estánla nubes. Quiero ver cómo se mueve.

Dispuse en la pantalla lo que me pedía. Entramos a la página del Glo­bal Hydrology and Climate Center32, y desplegué a su máximo tamaño el  Mo­saico Global de Vapor de Agua. Con esa foto satelital podíamos observan contodo detalle la manera en la que se encontraba conformada la nubosidad entodo el planeta. Celeste podía mucho mejor que cualquier meteorólogo encon­trar los patrones de formación y movimiento de las nubes. Haciendo a un ladolas complejas ecuaciones que describen sus dinámicas, mi bruja logra captarcon plena claridad como es que se desenvolverán los sistemas climáticos. Yaquisieran más de 1000 meteorólogos poseer la capacidad que ella tiene. Seabstrajo por unos momentos, contemplando serenamente el gráfico mundialcon todas las nubes y como si fuera la cosa mas obvia, por que para mi por lomenos no lo es, dijo:

—Si Jorge, van a formarse otros huracanes, y de estos el primero queviene va a ser peor que Katrina.  Y si los dejamos nos van a dar en la torre.

32 Siglas den inglés del Centro de Climatología e Hidrología Global, de la NASA (N. del A.).

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XXXIV. Tormentas y Temblores.

Apenas nos metimos y comenzó a llover. Afuera la fuerza de la lluvia, comoun crescendo musical fue subiendo de intensidad, hasta llegar a ser casiensordecedora. Teresita, despertada por el tremendo ruido se despertó y nospidió que mejor nos durmiéramos, que durante la mañana ya descansadosveríamos qué se tendría que hacer con lo que se venía encima.

Así  pues  nos  acostamos  y  a   regañadientes   tratamos  de  conciliar  elsueño, a sabiendas de que grandes fenómenos naturales estaban comenzandoa   reunirse   a   nuestro   rededor.  Pero   si   era  necesario   recuperarnos,  pues   adormir se ha dicho. Por otro lado, luego de rememorar cuidadosamente loocurrido,   creo   que   en   realidad   Teresita   nos   hizo   algo   para   dormir   justocuando nos ordenó conciliar el sueño, pues nebulosamente recuerdo que elladijo   muy   quedito,   casi   apenas   audiblemente   tres   veces   una   enigmáticapalabra: "onk".  

Pero ya dormido, tuve otro extraño sueño. Me soñé de nuevo en elbosque de eucaliptos y álamos en donde mi amorsote Celeste y yo vamos, enDurango, a visitar a nuestro amigo el árbol, el ahuehuete gigante. En el sueñoveía   como  volaban   libres   las  pequeñas   semillas  de   los   álamos,   que   comopelusillas flotaban de manera parecida a la de las semillas de diente de león.Una  densa  nube  de  esas  motas   algodonosas   cubría  por  doquier   al   aire   yapenas deja ver algo a la distancia. Celeste y yo caminábamos hacia el vetustoahuehuete y de pronto el árbol se fue achicando, hasta quedar transformadoen una roca casi esférica de un metro de diámetro. Al acercarnos la pude vercon mayor claridad para darme cuenta de que era una escultura monolítica.Parecía una mujer a punto de dar a luz. Sus senos rubicundos se veían conclaridad   sobre   ambos   brazos   que   cruzados   cubrían   con   amor   un   enormevientre lleno de vida. El rostro labrado en la roca era evidentemente el de unamujer indígena. Su mirada estaba tornada ligeramente hacia arriba y en suslabios   de   notaba   una   leve   mueca,   similar   a   un   gesto   de   dolor   apenasesbozado.  La   roca  gemía  muy quedamente,   como apenas  comenzando   losdolores del parto. Celeste y yo nos tomamos de la mano y caminábamos haciala escultura parturienta. En ese momento todas las semillitas de álamo que

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flotaban   se   comenzaron   a   arremolinar   juntas   en   un   torbellino   de   luz,cubriendo  totalmente   la   roca.  Repentinamente  desapareció  el  vórtice  y  enlugar de un monolito estaba parada una mujer, casi una niña. Su piel morenaestaba cubierta por un hipil con forma de mariposa y su falda era de dagas deobsidiana. De su ropaje se desprendían destellos vítreos negros e iridiscentes.Era una joven indígena que iba a dar ya a luz, y amorosamente esperaba elnacimiento. 

—“Soy Itzcueye, la vestida con obsidiana, nacida de las entrañas de laMontaña Madre, moradora del Cerro de las Serpientes y guardiana del Templo.Vine como la hija y hoy soy la madre, pero sigo siendo el corazón de la Diosa” —exclamó con una reverberante voz.

El  lugar cambió  y todo se convirtió  de nuevo en la escena sobre elpequeño volcán Teopán, en el islote del lago. Pero sólo estábamos la jovenmujer, Celeste y yo. El Llamatepec rugía y arrojaba cenizas y rocas. En el lagoun fuerte viento rizaba la superficie de las aguas. 

Y de nuevo la joven mujer embarazada, mientras se sujetaba el vientrecomo para tolerar los dolores cada vez más intensos, dijo:

— “Ella es mi madre” —y señaló hacia el Llamatepec—, “esta soy comohija” —luego indicó hacia la gran roca que había caído entre los Aztlantes yyo en mi visión—, “esta era mi morada” —dijo mientras con un amplio gestoseñalaba a todo el lago Coatepeque—, “y este era mi templo” —y apuntó haciael pequeño volcán Teopán, sobre el que estábamos. Luego caminó con el pasográcil y poderoso de una emperatriz, dirigiéndose a nosotros dos mientras nosmiraba con  tiernos ojos.  Casi  al   llegar  con nosotros  extendió   las  manos ytocándonos el pecho a ambos, exclamó con fuerza:

—“Hoy  soy  la  Madre,  ustedes  mis  Hijos,   su  mundo mi  Morada y   sucorazón mi Templo…sépanlo, por que así es…”

En ese  instante me desperté,   sobresaltado y sudando dentro de mibolsa. Afuera la noche se mezclaba con el agua de la torrencial lluvia, con unoque otro trueno que resonaba sobre el lago.

— ¿Qué pasó Jorge? —me preguntó Celeste mientras acercaba más subolsa a la mía, abrazándome pacificadoramente 

— ¿Qué viste? —volvió a preguntar.

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— Tuve un sueño…muy raro y fuerte. Soñé con una roca que se hizomujer. Estaba por dar a luz y dijo que era el Corazón de la Pachamama…quenos decía que ella es nuestra mamá…que habita en nosotros…y que…

—Espera mi Jorge —y me silenció con un apretado abrazo. Sentía elcuerpo   de   Celeste   muy   tenso,   como   cuando   un   coyote   se   detiene   paraescuchar algo muy a la distancia.

—Espera   tantito…   ¿sientes?...está   temblando…la   tierra   estátemblando…

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XXXV. Tiempo de Actuar.

Tiembla, y a lo lejos el sonido de la tormenta se confundía con el de untremor, grave, profundo. Abrazaba a Celeste y ella me decía “escucha, sóloescucha…mañana comenzaremos a hacer algo…por que lo que viene es muyduro y alguien tiene que comenzar a hacer algo…”. Mecido por el ritmo de suvoz y el latir de nuestros corazones, me volví a dormir.

Y mientras, alguien al otro lado de la habitación murmuraba como unconjuro. "Onk...onk...onk, mis niños, duerman..."

Supongo que un poco antes del amanecer, Teresita se levantó de suhamaca y salió fuera de la casita. Me desperté cuando ella retornó.

— “Ya me voy a despertar” —pensé,  mientras  que cuidadosamenteretiraba el brazo de Celeste que envolvía mi cuello —“la dejaré dormir tantitomás…que descanse mi preciosa…” —me dije.

—Teresita, ¿cómo amaneció usted? —le pregunté en voz baja. Ella mesaludó con una sonrisa, respondiéndome con un “bien, ¿y tú?”.

Le   ayudé   haciendo   un   poco   de   café,   y   mientras   lo   bebíamos,mirábamos por la ventana. Afuera la lluvia seguía.

— Hace rato fui a ver a mi vecina —comenzó diciéndome doña Tere—. Ella tiene televisión y andan diciendo en las noticias que muchos de losríos se están comenzando a desbordar. Dos ríos que están al sur de aquí, el ríoCeniza y el Sensunapán están llevando mucha agua, por que durante la ma­drugada, ya ves, a estado llueve que llueve en la cordillera Volcánica. Estándando la alarma por que también están creciendo los ríos Grande de San Mi­guel, Jiboa y otro que se llama Goascorán. También dijeron en la tele que lagente que viva a las orillas de los ríos, que mejor se fueran a las partes más al­tas, que mejor todos busquen refugio por que las presas se van a tener que va­ciar pues durante la noche se llenaron y tienen que tirar agua para que no serompan los diques. Cuando veíamos eso en las noticias, Juanita me platicóque Polito le habló al celular y le dijo que los del gobierno no le están hacien­do nadita de caso con lo del volcán. Ya oíste en la noche como comenzó a so­nar como si algo se le tronara por dentro.

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— Madrecita, ¿y que esperamos?, mejor ya vámonos de aquí. Si no espor el volcán, es por el agua, pero aquí se va a poner rete feote. No entiendopor que usted y Celeste están tan tranquilas y dicen que vamos a hacer algo.¡No se puede hacer nada! Mejor vámonos hasta que esto se ponga bien —ex­clamé con desesperación. Teresita no dejaba de verme con ojos de diversión.Algo en mi le resultaba sumamente cómico.

— No mijo, pues para esto vinieron ustedes. ¿Qué  no ves que todopasa por algo? Me los trajo el viento y ahora se van a quedar para que meayuden.

— ¿Pero a qué? —insistí— ¡No entiendo!— Para dirigir lo mejor que podamos toda esta fuerza. Eso viejo y po­

tente que se acerca no se puede parar, bueno por lo menos nosotros tres nadamás no podemos pararlo, pero lo que si podemos hacer es canalizarlo mi mu­chacho para que no pegue tan recio. Mientras la gente va entendiendo queesto en realidad entre todos lo estamos provocando, tenemos que ayudar aque sea menos duro. No debería ser feo, pero así están las cosas. Nos la hemospasado ignorando todo respecto al poder de nuestros pensamientos. Lo que to­dos y cada uno está pensando, en lo que creemos y lo que tememos está cre­ando todo esto, mijo, y si la vida me los trajo entonces es para que juntemosnuestro  poder. Las cosas no son por la casualidad, entiéndelo por favor porque lo que ocurre forma parte de un esquema del que nosotros somos a finalde cuentas totalmente responsables.

Y yo, por enésima vez miraba con cara de idiota a la sabia mujer. — ¿Responsables, doña Tere? —inquirí.— Si, chingado, si. Jorge, si insistes en querer encajar con tu mente

habitual lo que aquí está sucediendo, entonces estás jodido. ¡Jodidísimo!Con el sonido de nuestra acalorada charla, Celeste comenzó a remo­

verse en su bolsa de dormir, despertando. — Hola…buenos días —atinó a decir mientras, como ella dice, el alma

se le metía al cuerpo—. ¿Qué pasa?— Pues que este muchachito está de necio y no deja de usar su forma

de pensar vieja e inútil. Mi niña te admiro por que le haz tenido mucha pa­ciencia, pero quiero que tú, Jorge que me escuches bien, con todo tu ser. To­dos en este mundo estamos recibiendo la bendición de una gran fuerza queestá presente en el mundo. Si estás aquí es por que debes de usar ya, sin nin­

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guna duda en ti, a toda tu mente propia. Nosotros tres debemos hacerlo a par­tir de ahora y por lo que quede de nuestras vidas. ¿Y sabes algo? También de­ben de hacerlo los demás. Los que quieran abrirse un poquito a escuchar quetomen la decisión de unirse a estas palabras. El mundo está cambiando, sequiera o no, y lo que está por suceder depende únicamente de toda la huma­nidad.

Celeste se levantó y fue al pequeño bañito de la casa. Al salir estabamuy calladita y escuchaba, muy atenta. 

— Mire Teresita, es lo que tengo diciéndole desde que lo conozco peroespero que aquí termine de agarrar ya la onda. Mi Jorge —intervino Celeste alretornar, sirviéndose una taza de café— es cierto. Si estamos aquí es por quealgo nos está pidiendo la vida que hagamos. Si aquí están pasando cosas muypeligrosas, es lo mismo que va a ocurrir en todo el planeta. Entiéndelo comoquieras, con la ciencia o con la magia, como sea, es lo mismo, pero entiénde­lo. La fuerza que nos está llegando de todos lados es para usarla y crecer, noes para dejar que nuestros monstruos nos acaben.

— Pero, ¿y como vamos a actuar? —pregunté, abrumado.— Hijo, la mejor forma de actuar es simplemente actuando —respon­

dió Teresita— En toda la bendita Tierra hay poder y con él vamos a trabajar.Aceptando que podemos tomar ese  poder  comenzaremos. Terminen de des­pertar bien, tomen café o lo que quieran y luego hablamos. Mientras voy avolver a salir, tengo algo que hacer.

— ¿No quiere que la acompañe, doña Tere? —dije un poco avergonza­do por la reprimenda—. Todavía está oscuro y está lloviendo mucho.

— No hijo, gracias. Yo me sé cuidar bien y esto lo tengo que prepararsolita.

Acto seguido se puso un viejo impermeable y salió con actitud fuerte ydecidida hacia la tormenta.

Celeste al momento me preguntó sobre mi sueño, sin referir nada so­bre pequeño percance recién ocurrido.

— Jorge, platícame del sueño que tuviste. Te despertaste gritando yanoche no te entendí nada de lo que decías, sólo balbuceabas cosas. ¿Qué vis­te?

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Le describí con profusión de detalles todo lo que recordaba del sueño.Al terminar Celeste cerró los ojos, dejando que las imágenes tomaran formaen su mente. Ella encontraría sentido en lo que para mi era caótico.

—Pues es muy claro el mensaje —comenzó Celeste—, Jorge, sólo tie­nes que verlo. Desde que subiste a Teopán se te reveló lo mismo que a mí ytienes que ver que nada más lo que te bloquea es tu miedo. Tienes miedo aque nos pase algo malo, lo sé. Y gracias por protegerme pero el modo es dife­rente. Convéncete de que lo que está en tu mente y en tu corazón es lo que leda la forma a tu realidad. Tu mejor que nadie lo entiendes, eres físico y ya mehas hablado muchas veces de cómo los científicos descubrieron desde hacemucho que la mente sí influye sobre las cosas, así, directamente y con sólopensar. Si albergas en tu mente miedo, estás aceptando que lo que está pasan­do entonces es malo, pero malo no es lo que esta en el fondo ocurriendo. Si,lo sé, antes todas la humanidades sucumbieron por su ignorancia y los actua­les humanos estamos creo que peor. Pero a la vez no estamos tan peor mi Jor­ge, recuerda cuanta gente conocemos que está de verdad empeñada en haceralgo para mejorar las cosas. Y los niños, todos los nuevos chiquitos que estánllegando forman parte de la gente que sí es capaz de entender. Así, mientrasque algunos pocos logren convencerse hasta el tuétano de que la mente le daforma a la realidad, entonces con eso será un gran comienzo. Se irá creandouna resonancia nueva y más fuerte en el campo mórfico. Si el Sol y la Tierraestán con mucha más energía, entonces recuérdalo que es para nuestro bien,para que lo aprovechemos. No sólo hay que pensar “bonito”, primero reconocetus miedos y enojos, no los niegues para nada y de ellos podrás drenar poder.Tu  poder. Piensa en lo que sí anhelas, en todo aquello que amas. Piensa eneste momento en todo eso y métete de lleno en sentir a plenitud lo que tehace feliz, lo que sea, anda hazlo ahorita —y me tomó de las manos mirándo­me con profundos ojos directo a los míos.

Comencé a visualizar, dentro de mi lo que me llenaba: veía a mi espo­sa y a mi hijo conmigo, los tres felices gozando las muchas cosas de la vida.Escenas de instantes bellos llegaron a mí. Sentimientos de alegría intensa co­rrieron por mi alma. Me vi encarando retos, fluyendo, como río hacia la reali­zación de sueños. Me sentí vigorizado por el amor hacia mi vida y mis talen­tos. Algo raro me pasaba. 

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Entonces comprendí. Con una absoluta claridad que nunca había expe­rimentado percibí una vibración que subía por mis pies y llenaba mi cuerpo.En el aire que respiraba capté algo que entraba por mi nariz, haciendo quealeteara mi pecho. ¡Era la energía que se nos estaba regalando! ¡Mi mente sesilenció y pude darme cuenta de lo que me estaba vigorizando! 

Por fin podía actuar.

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XXXVI. Llegando el Huracán: algo Viejo y Poderoso por Arriba

En efecto, comprendía que se tenía que hacer.

No me interesaba si mis ondas cerebrales Theta se estaban elevando, osi mi campo Psi se fortaleció. Lo que entendía era simple: 

Yo vine a este mundo a vivir en plenitud y con gozo. Si dentro de míexistían sombras terribles, tenía que agarrar un cuchillo y cortar con ello. Mediría: “muy bien, ahora ya estoy completo”.  Debía dejar de amargarme yosólo,   cesar   de   golpe   mi   auto­conmiseración.   Si   alguien  me   lastimó   en   elpasado era ya el momento de recuperar toda le energía que había invertido enmantener vivo ese recuerdo y ese dolor.  En mí  el pasado pesa por que  lomantengo vivo y ya no deseo creer que de eso me nutro. Si este día en laacción tenía que morir,  entonces  sería un muy buen día para hacerlo.  Mimiedo  dejó   de   ser   algo  amenazante  por  que  mientras   viviera  asumiría  elgobierno de mi poder. 

No era un momento de euforia vacía. Era la sencilla convicción de quemi mente si ejerce influencia sobre el mundo físico. No tenía duda. Más alláde ser una realidad física comprobada, mi mente lo aceptaba como un hechonatural y corpóreo, tan natural como respirar.

—Actuemos —afirmé.En ese instante entró Teresita en medio de ráfagas iracundas. El agua

salpicó toda la habitación.— Pues bien —exclamó doña Tere, dando un fuerte palmazo contra la

mesa—, ¡Ya está todo listo! Vamos.Al   salir,   lo   hicimos   cubiertos   con   unos   grandes   impermeables   que

Teresita nos prestó. Había ido a pedirlos prestados y a buscar a Carolino. Nosdirigimos con ella de nuevo hacia la orilla del   lago,  en medio del   intensovendaval. A momentos arreciaba, arrojándonos ramalazos de agua helada. Elviento soplaba con vigor, agitando las altas copas de los árboles. 

— ¡Vamos! ¡Carolino no espera! —gritó Teresita entre el ruido.Ya no me inquietaba a dónde o para qué fuéramos con ella. Lo que

sucediera sería hecho con corazón y para que todo estuviera bien. Adelantepues.

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Al llegar a la orilla del agua, el nivel ya había subido notoriamente casimedio metro desde el día anterior. El gran cráter en donde esta el lago seestaba llenando poco a poco. Carolino, con su imperdible sonrisa nos esperabaen   otra   pequeña   lancha.   Un   motor   esta   vez   nos   propulsaría.   Mientrasllegábamos el hombre sacaba con un recipiente el agua acumulada dentro delbote. 

—¡Súbanse! —ordenó por encima del sonido de la tormenta—. ¡Tú!¡Ten, achica! —dijo pasándome el recipiente para que yo continuara sacandoagua. Dentro del bote el agua no dejaba de juntarse. 

Celeste y Teresita se acomodaron como pudieron y nos fuimos. Estavez el motor no llevó con rapidez, sin embargo el oleaje agitó muchas vecesnuestro bote. Parecía que encima de nosotros se estaba conjurando un diluvio.Apenas se podía ver algo alrededor.

—¡Órale cuates! Llegamos —indicó Carolino al subir la proa del botepor la pequeña playa. 

— Aquí nos quedamos, tú vete, yo te mando llamar…ya sabes…anda—ordenó Teresita a nuestro barquero.

El flaco hombre se alejó sin voltear atrás. Él también formaba parte delos mágicos habitantes de ese lugar.

Pequeños   arroyos   bajaban   desde   lo   alto   del   pequeño   Teopán,corriendo hacia el lago. 

—Síganme,   no   se   separen   de   mí   —se   escucho   la   imperativa   deTeresita, mientras iniciábamos el ascenso—. Vamos, vamos.

El ruido de los cielos atronaba sobre nosotros cual si fuere la potenciamisma de  Zeus.  Celeste  caminaba como si  de antemano ella  ya supiera adonde íbamos.   

Pero no subimos por el costado del volcancillo, sino que avanzamospor la playa. Mientras las arboledas crujían con los azotes del viento y nuestropaso era lento pero contrastantemente sereno.

—¿Pero a donde vamos? —pedí que me aclararan, abrumado.—Usted calladito muchacho. —dijo Teresita, reclamando calma— En vez deandar de preguntón venga y ayúdeme con esto: agarre esa piedra y póngalaen ese árbol, entre las dos ramas.La mujer señaló hacia un árbol que a la altura de mis ojos abría un par degruesas ramas en forma de “v”. Con algo de dificultad cargué la pesada roca y

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la  coloqué     en  la  horquilla  por  el  árbol   formada.  Obedecí   esperando unaexplicación.

—Ya está. Con eso será suficiente para que no nos caiga un rayo —aclaró Celeste— Es un antiguo hechizo, mi Jorge.

— ¡Vamos,  por   acá   que  el   tiempo apremia!— gritó  Tere  haciendoescuchar su voz por encima del vendaval. El agua chorreaba sobre nuestrosimpermeables. 

Así avanzamos, pisando con cuidado hasta llegar a una casa. Celesteme había dicho que en el islote existían algunas pequeñas fincas que eranvisitadas  durante   los   fines  de   semana  por   sus  propietarios,  pero  desde  ElPorvenir no las había alcanzado a ver. La casa a la que arribamos había tenidoun techo de tejas, pero ya hacia un rato que fueron arrancadas por las ráfagas.La casita veraniega tenía en su frente un pequeño atracadero flotante que erasacudido violentamente.   Al fondo se podía ver un frondoso árbol derribadoque con su caído ramaje cubría parcialmente una curiosa estructura de tubosmetálicos. 

—   ¡Mira   Jorge,   todavía   continua   el   domo   ahí!—exclamó   Celesteapuntando hacia la extraña construcción. De alguna manera me recordabaalgo conocido.   Quizás en algún libro de geometría vi una vez por ahí unafigura parecida, pero con la cortina de lluvia y las enormes ramas del caídoárbol que se agitaban sobre ese domo,   poco era lo que en efecto   lograbaverle. 

—  ¡Hemos llegado! Y miren cómo el viento ya nos limpió  primerotodo. Por lo tanto las cosas están listan—expresó Tere con una misteriosa voz,mezcla   de   alegría   y   sobriedad.   Ante   nosotros   se   erigía   desafiando   a   latormenta   una   amplia   estructura   metálica   casi   esférica   que   se   asemejabatremendamente a una pelota de fútbol. Al mirarla con detenimiento descubríque en los bordes de la estructura se encontraban sacudidos por el viento losnegros jirones de una redecilla plástica   para cubrir viveros. Al observar conmás detenimiento, pude confirmar mi sospecha de que esa cosa rara tenía lafunción de ser un vivero en forma de curioso domo. Adentro tenía algunospesados macetones volcados con las plantas destrozadas y la tierra regada.Una toma de agua sujetaba tenazmente a una manguera de riego. ¡Entonceseso sí era lo que quedaba de un invernadero! ¿Pero que buscábamos hacerahí? Pronto lo sabría.

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XXXVII. Llegando la Erupción: Algo Viejo y Poderoso porAbajo

"La verdad es totalmente interior. No hay que buscarla fuera de nosotros

 ni querer realizarla luchando con violencia con enemigos exteriores." 

Mahatma Gandhi.

En nuestro rededor, el viento lanzaba cosas con fiereza, desatando ululantesalaridos. El fantasmal escenario era iluminado por los destellos de losrelámpagos y el agua fría caía ya no como lluvia, sino más bien comopretenciosa cascada que con la intención de inundar al mundo, buscaba cubrirlas cosas. 

— ¿Y que chingados hacemos aquí? —pregunté con uno de los tonosde mayor desconcierto que haya hecho en mi vida —esto está todo roto y nospuede pegar alguna cosa —vociferé mientras señalaba a los objetos que vola­ban peligrosamente hacia todos lados — ¡Si algo nos pega nos va a llevar lajodida!

—¡Calmado, aquí vamos a trabajar! —me ordenó enfática doña Tere yluego añadió con un tono totalmente tranquilo—.  Este parece un vivero peroes un potente captador de la energía…es algo muy cabrón que usaremos.

—Si mi Jorge —indicó más conciliadora Celeste—. Lo construyó el se­ñor que vive en esta finca, pero de seguro él ya huyó a la ciudad. Y que buenoque se fue, por que no nos hubiera dejado entrar aquí. Luego te explico —con­cluyó ella ignorando al tremendo vendaval.

Entramos con cuidado al extraño domo y al hacerlo me pude fijar aúncon la lluvia contra mis ojos de algunas de sus características. Una notabletranquilidad descendió en mí, seguramente dada por la fuerza de Celeste yTeresita. Dejó de asustarme el gran peligro circundante y sólo así pude descu­brí que la estructura del domo estaban construida con barras de cobre macizo,fuertemente soldadas en sus uniones. No eran las comunes barras de acero o

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aluminio, eran de cobre algo verdoso y eso es lo que me hizo comprender quebuscábamos ahí. ¡Era un enorme acumulador de orgones!

Razonaba esto con el bramido de la tormenta casi imponiéndose a mispensamientos,  mientras  unos   tremendos  goterones  de   lluvia  golpeaban mipasmado cuerpo ahí dentro de arrasado invernadero. De inmediato algo gol­peó mi corazón, y fue la certeza y el entendimiento de que ni uno de nosotros,ni Tere, ni Celeste y ni yo mismo íbamos a salvar a nadie o a algo. Cada unode nosotros se encontraba ahí para obtener su propio crecimiento, su propialibertad. Nos conectaríamos por todos los medios con nuestras mentes propiasy desde ahí obraríamos sobre el entorno. Yo ahora que aquí plasmo nuestraexperiencia, no intento decirle a nadie que debe de hacer en sus propias vidaspara confrontarse con lo que le suceda, sencillamente comparto nuestra aven­tura tal y como ocurrió. 

—Ponle algo para que se siente tu mujer —ordenó Teresita al momen­to de que ella misma se acomodaba sentándose sobre un macetón vuelto al re­vés. Agarré otra maceta grande, y quitándole la tierra de adentro, se la di aCeleste y luego me busqué algo también para sentarme. Ya sentados dentrodel domo y mirándonos a las caras, mientras el cielo color plomo se caía sobrenosotros, Tere dijo:

—Hija, ¿traes un poco de tu loción de conciencia? —preguntó con sere­nidad a Celeste. 

—Si, aquí está —contestó Celeste, sacando de entre sus mojadas ropasuna pequeña botellita de cristal de roca. Con mejor luz se habría podido ob­servar que contenía un denso líquido de color violáceo. Entonces Tere indicócon un conciso gesto a Celeste que la destapara. Ella obedeció retirándole de­licadamente el tapón de plata. La botellita en cuestión era una exquisita anti­güedad que habíamos conseguido hacía ya hace mucho en Denver, Colorado,y que había pertenecido a una anciana gitana de Hungría. En esa botella tanhermosa y rara, la gitana guardaba pociones de gran poder. Y ahora Celesteera la guardiana de ese recipiente mágico. El líquido que pedía Teresita con elsugestivo nombre de loción de conciencia, era una sustancia que Celeste elabo­raba para ser utilizada en muy especiales circunstancias. Su intenso aroma ycolor eran producto de sus ingredientes: muérdago, pirul, gobernadora, na­ranjas, duraznos, violetas, rosas blancas, lavanda, éter y alcohol, todo prepa­rado con una larga serie de procesos dedicados para obtener esa loción que se

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conservaba dentro del trozo de cuarzo labrado que es en sí la botella. Celestesolía decir, refiriéndose a su loción mágica que únicamente servía para reco­nocer concientemente que tú no estás dentro del mundo, sino que en realidadel mundo está dentro de ti mismo. 

—Ponte un poco y luego nos la pasas —ordenó Tere, para lo cual Ce­leste se frotó un poco de ese líquido violeta en las sienes y la frente. Aún conel tormentoso viento y todo lo demás, el profundo aroma llegaba desde la bo­tellita hasta mí. Teresita se puso un tanto y luego después me tocó ponermeyo.

Al retornar la loción con Celeste, ella tomó otro poquito más entre lamano izquierda y la arrojó en el espacio entre nosotros, abriendo ella con esegesto una puerta a otro mundo. Entonces un inesperado silencio  lo cubriótodo, los truenos cesaron y la lluvia de repente terminó. Hasta casi parecíaque todo había pasado ya. Pero no era así. 

—Ahora, así sentaditos como estamos, vamos a extender nuestros sen­tidos y abrámoslos para percibir lo que ocurre alrededor nuestro. Quiero quecomencemos a limpiar todas nuestras interpretaciones y así comenzaremos aver las cosas como verdaderamente son —pidió Teresita—. Tu Celeste, queeres la más sensible de los tres, dinos  ¿qué ves?

Celeste que estaba en una actitud atenta, callada y receptiva, cerró losojos,   inclinó   ligeramente la cabeza hacia atrás y puso ambas manos en sunuca. La tormenta entonces de nuevo prosiguió, arreciendo su fuerza y aúncuando enormes gotas le caían en su rostro, pude notar como su expresión de­notaba una profunda paz. Alcancé inclusive a notar como estaban un poco en­treabiertos sus ojos y que los ponía en blanco, como si intentara mirar algodentro de su frente. 

—Yo...lo que veo es muy diferente a lo que parece ser. Todo está gi­rando y hasta siento como calambres en los dedos...todo se ve como una ne­blina brillante.

Y así era. De nuevo la extraña bruma verde y brillante nos estaba en­volviendo, tornándo al lugar en algo casi fantasmal.

Al momento las cosas se dejaron de manifestar como objetos del mun­do físico y retornaron a un estado elemental, a ser solamente campos de ener­gía que vibraban incansablemente. 

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Érase pues una vez que en las faldas de un minúsculo volcán llamadoTeopán nuestra manera de entrar en contacto con el mundo y sus cosas, cam­bió. Y al lograrlo fuimos consciente de las gigantescas entidades que eran ensí los dos eventos catastróficos que nos rodeaban amenazantes: el peligrosoSanta Ana y el destructivo Stan. Este par se descubrió ante mi  mente propiacomo enormes hijos de la grandiosa diosa Tierra y a la vez productos directosde una ingente desgracia creada por nosotros los humanos. Estos gigantescosfenómenos no eran simplemente de la mera Naturaleza, también eran produ­cidos por nosotras las personas con toda la energía que derramamos desdeque perdimos el propósito de nuestras vidas, el sentido de nuestras existen­cias. Nuestros verdugos, de los que somos aparentemente frágiles víctimas sonlos productos de haber olvidado el conocimiento de uno mismo. 

Veía gracias al par de brujas y a sus mágicos procedimientos como cla­ramente eran engendrados esos dos eventos cataclísmicos por estar soltandonosotros los humanos nuestra energía de eso a lo que Celeste define como el“ir junto con tu ser”. Calmadamente comprendía eso, y como respuesta inme­diata de la vida, miré a través de la misteriosa bruma verde el giro de las velo­císimas ráfagas de viento, arremolinándose sobre las aguas para formar untornado, que bajando voraz hacia el lago se tragó millones de litros de agua,transformando aquello en una extraña tromba que parecía brillar desde su in­terior con una luminiscencia rojiza, que agitándose vertical parecía más dra­gón de agua y fuego.

Mi profundo estado de comprensión me permitió  entender que hoyexiste en nosotros, la humanidad, una profunda tensión resultante de entregartodo nuestro poder personal a las expectativas externas. Ante mis ojos se reve­ló cómo hemos crecido en un mundo que nos exige una total rendición a suscondiciones, reclamándosenos que esperemos que cosas cómo el dinero, elstatus quo, las instituciones, esas cosas nos llegarán a resolver las necesidadesfundamentales de ser plenos, realizados y felices. Esto último ya lo sabemos olo intuimos, pero lo que no aún es que esa titánica frustración existencial detodos y cada uno de los individuos de la Tierra es una fuerza viva. En ese esta­do de conciencia alterada, pude ver ante mí una especie de película constitui­da por imágenes que aparecían a modo de destellos y en ellos observaba a lagente creyendo plenamente en los argumentos con los que nos alimentan ynos hacen crecer lejos de nuestra mente propia. Se me mostró que ahora vivi­

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mos muchísima gente en este mundo, mucha más que en cualquier otro mo­mento de la larga historia de nuestra especie y que eso implica una cantidadtan elevada de energía de todas las mentes individuales que de ser utilizadapara lo que es en realidad, entonces este mundo sería otro mundo. En el cen­tro de la visión noté que la suma de todas las frustraciones, de los más de seismil millones de anhelos de vida negados y aplastados que coexisten simultá­neamente en el planeta Tierra, es una suma que a su vez se aúna al procesode transformación que ya comenzó. Y algo ahí llegó como un golpe feroz queimpactó contra mi frente: vi que los sismos, huracanes, erupciones volcánicas,tornados, tormentas de hielo, tsunamis, sequías y tormentas geomagnéticasson una expresión de nosotros mismos y son a la vez también expresión de laconvulsión que se está experimentando aquí y allá. El planeta y nuestro Sol,como también nuestra Galaxia y en realidad todo este universo están justo enuna etapa de transformación más que crucial. Por alguna razón que todavíaahí no alcanzaba a saber, un proceso de cambios enormes está ocurriendo ynosotros los pequeños habitantes del planetita Tierra no somos ajenos a ello.Si ya antes se me había revelado en la cima del pequeño Teopán como otrashumanidades anteriores no pudieron aprovechar las condiciones para dar elsalto cuántico, en ese instante sabía que en realidad no hubo tal pérdida de al­guna oportunidad. Es decir, todas las anteriores vivencias de desarrollo y casiextinción de la humanidad fueron realmente etapas necesarias y naturales,por que en cada una de ellas la gente nos confrontamos con un decisión, y fuela de dejar que unos pocos manipularan las fuerzas del mundo u optar porque cada uno de nosotros nos hiciéramos directos participantes y responsablesdel uso de esas fuerzas. De nuevo hoy estamos pisando ese terreno, el de esco­ger correctamente y así deberá ser…

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XXXVIII. Mente Propia y Poder

Viernes 30 de Septiembre, 20056:52 PM

13º50’44” N89º31’54” W

Faltan sólo 1 día.

se me informó desde aquella bruma verde que nos envolvía en Teopán, quelos tiranos de la humanidad y los pobres victimizados humanos éramos enrealidad  los  extremos  unidos  de una misma cosa.  No había  en esencia  nimalos   ni   buenos,   ni   pobres   pendejos   explotados   ni   malditos   cabronesexplotadores dentro de este universo. Más bien estamos coaligados en unarelación de mutua dependencia,  así  profundamente corrompidos,  habiendoperdido   nuestro   propio  poder.   Desde   miles   de   generaciones   estamosrepitiendo   con   terrible   inercia   los   mismos   pensamientos   y   las   mismasemociones,  manteniendo   viejos  moldes   en   los   que   las   energías   puras   delcosmos   se   condensan.  Nuestro   bendito   cuerpo   físico,   instrumento  para   laexperimentación del  mundo  tridimensional  ha  sido  satanizado,   trocado enuna cosa fea y despreciable. Se nos ha hecho ver que estos nuestros cuerposfísicos   nos   esclavizan   y   que   nos   obligan   a   satisfacer   necesidadesrepugnantemente bestiales. Se nos ha enseñado hasta la locura que nuestroscuerpos   deben   de   ser   sensuales,   atractivos   sexualmente   y   que   debemoscuidarlos   contra   todos   los   males   y   enfermedades   que   existen.   Se   nos   hainculcado hasta el embrutecimiento que el cuerpo es únicamente para obraren   el   mundo   y   que   a   través   de   mantenerlo   bello,   sano   y   socialmenteaceptable,   sólo   así   podremos   ser   felices   y   libremente   realizados.   Pero   almismo  instante  se  nos enseña que el   cuerpo es  un recipiente de  instintosprimitivos y de deseos pecaminosos; se nos ha obligado a creer que el cuerpoes   totalmente   vulnerable   ante   todo   lo   que   existe   en   el   mundo.   Creemosfirmemente que el cuerpo es esto que he dicho, y nada más. Pero es benditopor que es parte de la mente propia. Y es bendito por que la Divinidad no sólo

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habita en él, sino que es la Divinidad misma. 

Más ahora, cuando escribo esto es que logro entender mejor lo que co­mencé a saber allá en el lago Coatepeque, porque ahora que estoy aquí senta­do tecleando se han sumado ya muchas experiencias con las que me sientopor fin capaz de comprender lo que estoy aquí plasmando. 

Ahora pregunto, ¿Qué habría ocurrido si las gentes de Centroamérica yMéxico lo hubieran sabido y entendido esto también, que sus cuerpos son ben­ditos por que nos permiten experimentar gozosamente el mundo tridimensio­nal? Si así hubiese sido, si la gente lo comprendiera esto, entonces yo piensoentonces que las terribles desgracias ocurridas por la catástrofe no habrían su­cedido.

¿Pero por que no lo entendemos esto entonces? ¿Acaso todos somostan estúpidos como para crearnos situaciones tan terribles? ¿Estamos locos oqué?   Celeste   me   ha   dicho   simplemente   que   somos   profundísimamenteignorantes de nuestro poder. Somos dioses que olvidamos nuestra naturalezaesencial.

El grandísimo pedo dentro del que estábamos los tres era el resultadode nuestra ignorancia y de ceder todo nuestro  poder personal  a pendejadasexternas, tales como el sostener el miedo en nuestras vidas. Con un enormevolcán   sacudiéndose   sísmicamente   a   punto   de   explotar   sobre   nosotrosviolentamente  y que podría arrastrar nuestras nalgas hasta la estratosfera, ycon un huracán  llegando por arriba  tan devastador  y   tan mortal  como elhuracán Katrina33, con ese par era suficiente como para que yo comenzara aser conciente de la magnitud de nuestra pérdida del poder personal. 

Llovía de una manera como nunca había visto. El cielo era oscuro, casinegro pero cruzado por gigantescos relámpagos que descargaban su podercon   atronadores   truenos.   Mientras,   nosotros   tres,   exploradores   de   lodesconocido, manteníamos nuestras mentes en un estado de conciencia muy

33 Huracán Katrina, gran ciclón tropical de categoría 5 y el sexto huracán másfuerte desde que hay registros. Provocó daños materiales y cerca de 2700muertes en el Caribe y sur de los Estados Unidos en agosto de 2005. Asoló,inundó y destruyó la ciudad de Nueva Orleáns (N. del A.).

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profunda   y   a   nuestros   cuerpos   en   un   estado   de   tranquilidad   y   hondarelajación. Sabía que mi cuerpo estaba más mojado que un pez en el mar,pero eso no me inquietaba ni en lo más mínimo. No tenía hambre, cansancioo sed y sabía que aun cuando el mundo estallaba alrededor, nada malo nosocurriría…todo estaría bien.

Y el mundo estallaba a nuestro rededor. Los sueños perdidos, las ideasaplastadas, los deseos acallados, las necesidades negadas y las palabras quenunca   se  han  podido  decir,   todo  ello  había  estado  acumulando   como ungrandísimo depósito de basura. Las incontables fracturas de todas las almasde   mis   hermanos   de   la   región,   se   habían   juntado   hasta   formar   unosmostruosísimos entes. Por que así  es como ocurren estas cosas, por que alnegar lo que mi ser desea y obligarme a ser y hacer algo ajeno a mi, entoncessin saberlo envío todo mi verdadero deseo que obligatoriamente acallo haciaun nivel de la realidad en el cual la potencia de ese deseo se torna en un sercon alma propia. El dolor, el miedo, la culpa, la vergüenza, la mentira y lasoledad, son con lo que negamos a nuestra mente propia. 

Pero aún pretendiendo —como siempre   lo  hemos  hecho— destruirnuestros deseos profundos y honestos,   lo único que hacemos es hacer quenazcan y crezcan los  Oscuros.  Que ellos sean los que tengan en sí  mismosnuestro poder.

Comprendí entre el temblar inacallable de la tierra bajo nuestros pies,que la necesidad de ir hasta ese especial centro de poder y meternos dentro deuna estructura mágica de cobre nos ayudaba a reconectarnos limpiamente conlas fuerzas del universo. Nuestra mente propia fluía profundamente. 

Yo le participo a usted lector que entendí con gran claridad, al lado demi Celeste, allá en El Salvador, que yo Jorge   le estaba otorgando todo mipoder  a todo lo que me rodeaba. Se lo estuve dando a la gente con la queconvivía y de la que creía se derivaban las cosas buenas; se lo otorgaba a lasciudades en las que me gustaba vivir, a las cosas que consideraba me darían elbienestar y la libertad. Vi que toda la vida me la he pasado dándole mi podera mi conocimiento, a Dios, a mis tradiciones y a las instituciones. Inclusivereconocí  que le he dado todo el poder a mis creaciones, como si ellas mefueran a dar lo que necesito más profundamente. Al demonio con eso. Mesentí asqueado con la actitud repugnante de carencia que he tenido. Le he

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dado mi poder a cosas tales como la pobreza y lo hice para sacar y mostrarmemi creatividad e inteligencia. 

Desde   ese   calamitoso  día  he   sido   capaz,  momento   a  momento  dereconocer que me invento cuentos y escondo mis verdaderos motivos detrásde pretextos  y   justificaciones.  No  se  tú,   lector,  pero  yo  he  absorbido estaexperiencia para mi crecimiento.

Aclaro   absolutamente   que   para   nada   niego   el   dolor   que   vivieronespantosamente más de un millón de personas en Centroamérica y sur deMéxico por Stan, y menos llegaré a ignorar las ingentes pérdidas de 5,500vidas  humanas.  Allá  miles  y  miles  de  gentes  padecieron   la   catástrofe,   lasinundaciones, las explosiones piroclásticas, las toneladas de rocas que cayerondel   cielo,   las   avalanchas   de   lodo   y   cenizas,   los   edificios   y   casas   que   sederrumbaron y los deslaves de laderas que todo cubrieron la comarca conmuerte y miedo.  Sólo  nosotros  supimos cuando las  fuerzas  de  los  Oscuroscorrían libres por doquier. No eran demonios emanados desde el averno, no,en realidad eran  los engendros de nuestros infiernos personales que salen aeste mundo para reflejarnos las fracturas de nuestras almas. 

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XXXIX. Cenizas, Agua, Fuego, Viento…

Sábado 01 de Octubre, 20057:46 AM

13º50’44” N89º31’54” W

Se levantaron los Poderes...

La noche pasó con nosotros en su vientre. Pasó pero la tormenta aún no y losríos seguían creciendo, tragándose al mundo al paso de su desbordado cauce.

—Escucha   eso   —dijo   Celeste   apenas   abriendo   los   ojos.   La   mirédándome cuenta de su empapada apariencia, rebosante de calma por encimade todo—. Es como si un gigantesco corazón palpitara. 

Hice el intento de agudizar mi oído y alcancé apenas a oír algo muydistante. Podría decir que me pareció como el sonido producido por el potentesistema de  audio de  un coche pasando a  la  distancia,   con alguna  rítmicamúsica a todo volumen. Era un sonido sordo,  pulsante,  efectivamente casiorgánico.

—Ahí viene ya. Ahora si ya se van a juntar —manifestó escuetamentedoña Tere—. Y van a tronar hasta muy alto —terminó por decir.

Entonces todo se silenció absolutamente por un instante que parecióno terminar; simplemente dejó de llover y el viento cesó. Era como un granpreámbulo, como una dramática pausa para esperar algo, descorriéndose elcortinaje de las nubes.

Y sucedió.Un estruendo como ningún otro se liberó, cubriendo con su titánico

bramido  a   todo  el   cuenco  en  donde  estaba  el   lago.  Sentía  que   se  estabarasgando por la mitad todo el planeta.

El volcán explotó, lanzando una nube de humo y cenizas que ascendióen forma de una negra y altísima columna. Por uno de los costados del volcánbajo   una   nube   piroclástica,   arrasando   con   todo   a   su   paso,   quemando,aplastando.   Entonces   ví   como  unas   rocas   tan   grandes   como  una  persona

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salieron   expelidas   violentamente   del   interior   del   cráter,   trazando   unatrayectoria primero hacia arriba y luego irremisiblemente hacia abajo, muylejos del volcán. Podía verlo todo viniéndosenos encima como avalancha defuego   revuelto   con   agua.   Temí   por   nosotros   pues   parecía   que   todos   losmortales desapareceríamos. La nube subió hasta devorarse lo último de la luzdel Sol, sumiéndonos en la más espantosa oscuridad. De pronto la tierra seestremeció tan violentamente que sentí como los árboles eran arrancados deraíz   y   las   montañas   se   caían;   cada   unión   y   cada   eslabón   se   rompieron,liberando   a   las   entidades   Oscuras.   Era   casi   como   si   un   gigantesco   loboestuviera abriendo su terrible hocico, tanto que la parte inferior de su quijadapudiera raspar contra la tierra y la parte superior de su quijada presionandocontra   el   cielo.   Entonces   las   llamas   del   volcán   destellaron   como   losmonstruosos ojos de una bestia que buscaba a quién incinerar y del fondo dellago se escuchó una doloroso desgarramiento, como si de lo profundo de lasaguas fuera a levantarse una serpiente que viniera torciéndose y girando enfuria sobre sí misma, tratando de azotar con todo su poder contra la Tierra. 

Con la cataclísmica conmoción pensé que enormes grietas se tragaríantodo   el   lago,   imaginándome  por   un  breve  momento   como   se   vaciaría   latotalidad  de   las   aguas   en  medio  de  una   espantosa   vorágine,   llevándonoshorriblemente con ellas hasta el centro del mundo.

Pero  no se  abrió  el   fondo del   lago,  más   lo  que si   se  abrió   fue uninconmensurable penacho de negra ceniza que crecía hacia el  cielo más ymás, cada vez más y más. El huracán se fundió con el volcán, unidos cualapasionado abrazo con único objetivo de abrir un portal. Los polos se unieron,fuego  y  agua,   tierra   y   aire,   siendo  uno   sólo  para  engendrar  de  nuevo  almundo, para abrir la antiquísima caja.

Y de ella de la caja­hecatombe marcharon implacables el ejército delos  Oscuros, incinerando los bosques a su paso. Rocas de todos los tamañosllovían   sobre   las   aguas   que   nos   rodeaban   y   hasta   llegué   a   pensar   quenavegaría hasta nuestra precaria isla una nave mortal en forma de arrolladoraola. Pero mi aterrorizada cabeza se quedó corta en imaginación por que uningente y breve tsunami comenzó a recorrer por sobre el lago, lanzando por laerupción toda el agua, agua que irremisiblemente nos aplastaría.

Teresita sabiendo mi pavor dijo tranquila:

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–O le haces caso a tus miedos, o te centras en tu  mente propia…tudirás…por que si no el único muerto aquí serás tu…

Le entendí  de  inmediato.  Entonces controlé  el  ritmo de mi agitadarespiración y cerré   los ojos, concentrándome en la idea pura de saber quenosotros   estábamos   bien.   Mi   cuerpo   vibraba   en   un   estado   de   transición,tomando todos los orgones que yo deseara de aquel bendito  lugar de poder,respirando tal y como Celeste me lo había mostrado hacia mucho atrás.  Yvolví a ver:

Vi  que en esos precisos momentos la humanidad como un todo, portoda el planeta estábamos llegando a un estado en el que éramos capaces dedar un salto hacia arriba en nuestra conciencia y para lograrlo tendríamos queenfrentar nuestro dolor,  el  dolor  que cada uno sufrimos por  frustraciones,miedos, engaños o abandonos. El dolor en cualquier forma o color que todostraemos por dentro. Todos. El dolor que hoy se ha convertido en ira capaz dedesmembrarnos, de destruirnos. 

Para arribar a la tan anhelada paz estamos caminando por en mediode un valle de sombras, sufriendo los filosos bordes del vacío de nuestro ser.

El dolor es la esencia y la carne de los Oscuros que emergieron aqueloctubre. 

Y si volvía hacía mi envuelto con la vieja autoimagen de víctima, defrágil   y  desprovisto  de  poder,  entonces  el  desastre   cargaría  conmigo  a   lamierda.

Así  que sólo escuché,   tranquilo y expectante, mirando el fragor conque desembarcaban los monstruos, mirando.

 Y miré que el mundo entero parecía envuelto en una guerra; el airetemblaba con los ruidos, estallidos e inacabables ecos. 

Y en medio de esta agitación, sentí claramente cómo unos gigantes defuego se revolvían furiosos dentro del eruptivo cráter, pretendiendo romperen dos el propio cielo. 

La nube piroclástica dejaba todo a su paso sino derribado, entoncesquemándose en llamas. 

De esta manera, todos los que no habían huido a tiempo de la comarcaescucharon la explosión en muchas leguas en cada dirección y los árboles,esos mudos testigos, se sacudieron desde la raíz a la punta. Todo en la tierra ycielo tembló. 

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La   montaña   Madre   tomando   la   fuerza   furiosa   de   la   tormenta   deultramar, combinó ambas energías para dar a luz a las implacables huestes delos Oscuros, nuestras semillas germinando por doquier.

Cenizas,   lluvia,   rocas,   fuego,   lahares,   viento…son   el   cuerpo   deexpresión de entidades antiguas, despertadas sobre la faz del mundo que nosobligarán   desde   ya   a   transformar   las   maneras   en   como   establecemos   yreforzamos nuestra identidad. 

Y si, entre todo aquello busqué mi identidad. ¿Qué soy?—¿Pero tiene que pasar esto a fuerza? Es que la pobre gente…todos…

no   quiero   que   se   mueran   —pregunté   casi   con   un   susurro   en   los   labios.Necesitaba saber, entender.

—Es   que   en   verdad   nadie   tiene   por   que   morirse.   Esas   cosas,   loshuracanes y eso —dijo Celeste sumamente calmada, señalando con el brazoescurriendo en agua, apuntando hacia lo que se desataba en torno nuestro—,son   simplemente   seres   ingenuos,   puros   que   siguen   las   órdenes   que   lesimpongamos. Ellos están obrando simplemente como resultado de los viejosconflictos, los miedos que traemos. Todas esas cosas oscuras que carcomennuestra alma se están proyectando al   mundo que nos rodea y por eso estáocurriendo   esto   tan   feo.   Pero   es   una   oportunidad   Jorge   para   en   verdadevolucionar. El motor básico de todas estas cosas, el origen más básico de suenergía es el Sol, la conciencia, y está dando energía para que hagamos unsalto de conciencia. Nosotros somos el volante, damos el sentido, la direccióna  toda  esa  energía  que   se  nos  está   regalando  y  estamos,  por   lo  que  veodecidiendo ciegamente dirigirla hacia acrecentar nuestro dolor y a ese  feosentido   de   victimes.   Por   eso,   esto   está   resultando   —concluyó   ellamanteniendo su mirada en el gran cataclismo circundante.

Ella decía la verdad. Lo comprendía con la simple claridad de su voz.La gran oportunidad de crecer como seres,  de evolucionar hacia el  estadodeseado era presente para todos. O morimos recreando en estos momentosnuestros más espantosos infiernos personales, ahogados y aplastados por lanaturaleza,  o  vivimos  siendo  los  dioses  en  que  tenemos  que convertirnos.Nuestra única obligación es materializar lo desconocido haciendo conocido. Elmundo   no   está   agonizando.   El   mundo   está   levantándose   con   todos   suspoderes   desplegados   y   si   muchos   miles,   quizás   millones   mueren   en   este

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proceso,   pues   que   así   sea   por   que   morirán   únicamente   por   la   insistentematerialización de un mundo en el que sean víctimas pobres y jodidas. Cadaquien es ya el responsable de vivir en el Cielo aquí en la Tierra o de morir enel Infierno de sus miserables existencias. No es ni duro ni tampoco injusto. Esel resultado de la aplicación directa del gran don que cada uno de nosotrosposee. Los humanos somos los grandes creadores de la realidad cuántica en laque vivimos y ya, después de tantísimos tropiezos comenzaremos por fin avolar. 

—Realmente entendieron hijos —dijo Tere. La escuché perfectamenteasentir y de pronto todo se detuvo. Parecía que el tiempo estaba congelado enun solo y sostenido instante. Ante mis ojos una apenas descriptible escena sedesplegó, en la que observaba como la gente de todas las naciones sufriríangrandísimas catástrofes e inconcebibles pérdidas por utilizar estúpidamente lagran energía que se nos está  obsequiando desde el cosmos, pereciendo porconservar   el   arcaico   dolor   y   las   creencias   de   sí   mismos.   Los   fantásticosportentos   que   se   revelan   para   los   habitantes   de   este   planeta  han   de   sertomados para crear nuevas creencias y auto reconocernos tales como dioses.Es este el significado de lo que ha brotado desde la Montaña Madre.

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XL. El Porvenir

“Para mi solo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que tenga corazón. 

Por ahí yo recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo. 

Y por ahí yo recorro mirando, mirando, sin aliento.Don Juan Matus

Compromiso y determinación. Eso es lo que necesitamos para cambiarnuestras vidas. Nadie va a venir a salvarnos, por que ese alguien ya estáaquí…y somos nosotros mismos de la manera más sorprendente.

Somos ella, la Tierra con nuestros propios recursos y la primera razasoberana y poderosa es la raza de la estrellas, o sea, la raza constituida porsoles, por los enormes globos de gas incandescentes. Esa antigua raza somosahora nosotros que hemos decidido encarnar como personas de carne, hueso,energía, información y auto consciencia.

El  Poder   será   reconocido  en  nosotros  mismos  y  no  más   afuera  denosotros. Camino con corazón dijo el maestro yaqui.

¿A qué le hemos dado siempre el poder? A   la   gente   con   las   que   nos   asociamos,   la   persona   con   quien   nos

casamos, el trabajo que hacemos, el dinero que tenemos en el banco, los hijosque   traemos   al   mundo,   la   religión   o   filosofía   que   abrazamos,   y   con   esaconcesión de  nuestro  poder  hemos  buscado   configurar   y   sostener  nuestraidentidad. Las opiniones y creencias de nosotros mismos y de la vida han sidocosas con las que definimos nuestro sentimiento de identidad. Pero duranteestos procesos de cambio sucederá que los soportes de los hemos derivamosnuestra   identidad   se   estropearán  y   se   desplomarán   irremediablemente.  ElPortal se ha abierto y ahora no hay marcha atrás ni retorno a la inocencia. 

Nuestra  naturaleza auténtica  y  más  profunda,  aunque  irreconociblepara   la   mayoría   de   nosotros,   es   ilimitada   e   infinita.   Se   derivó   nuestraidentidad de cosas y personas, nos identificamos demasiado con un sistema de

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creencias  determinado y  con una única  imagen de  nosotros.  La verdaderaimagen de ti  mismo es enorme y en verdad maravillosa. Toma esto mejorcomo una oportunidad, no como una amenaza y asume tu poder. Aduéñate detu poder.

Eso es lo que comenzamos a hacer nosotros durante ese día en el quetormenta y erupción se hicieron una. 

Y es como logramos sólo así salir vivos y sanos de aquella isla.La ceniza mojada cubrió nuestro alrededor y el lago elevó sus aguas,

hundiendo bajo la superficie  la belleza que había yo conocido poco antes.Muertos, gente perdida o damnificados. Arrasamiento y desolación cayeron enCentroamérica y en nuestro México. Inundaciones y pueblos desaparecidos.Todo eso sucedió y forma parte ya de la historia de nuestras naciones.

Carolino volvió por nosotros al día siguiente. Pude notar que su rostroparecía una máscara fría, seca y no nos dijo nada de cómo le había ido. Sólollegó por nosotros al mediodía para llevarnos en su barcaza a las ruinas delpueblo. El mundo humano tenía ya mucho qué hacer para entender el porquéde las cosas y nosotros asumir lo aprendido.

Por   su   parte   Teresita   no   albergó   ninguna   pena   o   sentimiento   depérdida. Simplemente nos pidió que la acompañáramos hasta un refugio de laCruz Roja instalado arriba, fuera de la pared de roca amurallante del lago. Yya llegando ahí, nos dijo firmemente:

—Vayan con bien muchachos, que lo aquí vivido nos ha enseñado loque necesitamos para los cambios por venir. Vayan y usen este entendimiento.Compártanlo a quien lo desee escuchar. Aquí me quedaré a cuidar el Portal ysi de algo los necesitara a ustedes, entonces ya les llegará  el mensaje mío.Amen a su hijo y denle  lo que aquí  comprendieron.  Sean muy felices misniños.

Celeste y yo entonces, después de despedirnos iniciamos el largo viajede regreso por en medio de las pisadas de Stan. 

Unos   días   después,   cruzando   el   territorio   de   Guatemala,   mientrasíbamos a bordo de un desvencijado y lento tren, Celeste retiró su mirada delas montañas de Amatitlán que se veía por la ventanilla, volteando entonceshacia mí y me dijo, profunda y serena como únicamente ella puede:

—¿Ves?   El   simple   acto   de   observar   algo   afecta,   cambia,   altera   larealidad observada, y por lo tanto lo observado cambia de acuerdo al modo de

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cómo es observada. Entonces mi Jorge ¡Observemos la realidad tal y como laqueremos vivir!

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Celeste y la banda de Moebius,se terminó de imprimir en junio de 2009en Talleres Gráficos de Editorial Matraka,

calle Ópalo No. 301, Col. Real del Mesquital,Durango, México.

La edición consta de 1000 ejemplares.Se utilizó papel unibond marfil de 75 grs.,

tipografía Arial 10, Bitstream Charter 11, 13 y 15

y FreeSerif 11, 12 y 14.