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Gilbert K. Chesterton

ORTODOXIA

Traducción de Denes Martos

Edición Original: 1908Segunda Edición Electrónica: 2014

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INDICE 

RESEÑA BIOGRÁFICA DE G. K. CHESTERTON .................................................................................................. 3 

PRÓLOGO ....................................................................................................................................................... 5 

PREFACIO ..................................................................................................................................................... 11 

I. INTRODUCCIÓN EN DEFENSA DE TODO EL RESTO..................................................................................... 12 

II. EL MANIÁTICO ......................................................................................................................................... 18 

III. EL SUICIDIO DEL PENSAMIENTO ............................................................................................................. 39 

IV – LA ÉTICA DEL PAÍS DE LOS ELFOS .......................................................................................................... 60 

V. LA BANDERA DEL MUNDO ....................................................................................................................... 87 

VI. LAS PARADOJAS DEL CRISTIANISMO .................................................................................................... 107 

VII LA ETERNA REVOLUCIÓN ...................................................................................................................... 136 

VIII EL ROMANCE DE LA ORTODOXIA ......................................................................................................... 165 

IX. LA AUTORIDAD Y EL AVENTURERO ....................................................................................................... 187  

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Reseña biográfica de G. K. ChestertonGilbert Keith Chesterton nació enLondres, un 29 de Mayo de 1874. Si

 bien se consideró a si mismomeramente como un “periodistaalborotador”, en realidad fue unescritor prolífico y talentoso en

 virtualmente todas las áreas de laliteratura. Hombre de fuertesopiniones y con un enorme talentopara defenderlas, su exuberantepersonalidad, sin embargo, le permitiómantener cálidas relaciones conpersonas – como, por ejemplo, GeorgeBernard Shaw y H. G. Wells – conquienes disentía vehementemente.

Chesterton no tuvo nunca dificultades para defender públicamente

aquello en lo cual creía. Fue uno de los pocos periodistas que seopuso a la Guerra Boer. En 1922, con “ Eugenics and Other Evils”(Eugenesia y Otros Males), atacó lo que en ese momento era la másprogresiva de las ideas: la de que la raza humana podía y debía criaruna versión superior de sí misma; una idea cuya paternidad muchoshoy le adjudican a los alemanes de la época de Adolfo Hitler peroque, en realidad, se hallaba muy extendida y arraigada en el mundoanglosajón mucho antes de la Segunda Guerra Mundial siendo quedescendía, en línea directa, de las teorías de Charles Darwin.

Su poesía se extiende desde “On Running After One’s Hat ” (SobreCorrer Detrás de Tu Propio Sombrero) hasta baladas serias yoscuras. Sus biografías de Charles Dickens y San Francisco de Asís,aun cuando no están escritas para una audiencia académica,contienen brillantes percepciones de los personajes tratados. Por

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último, su incursión en la novela policial con la serie de los casos delPadre Brown produjo historias que continúan siendo leídas y sonfuente de argumentos para programas de televisión hasta el día dehoy.

Su posición política refleja su profunda desconfianza frente a laconcentración de riqueza y de poder de cualquier clase. Junto con suamigo Hillaire Belloc y en libros como "What's Wrong with theWorld " (Qué está Mal en el Mundo) propuso un criterio que se dioen llamar “distribucionismo” y que podría resumirse en su famosaexpresión de que a cada persona se le deberían garantizar “tres acres(de terreno) y una vaca”. Si bien no terminó siendo un pensador

político famoso, su influencia ha dado la vuelta al mundo. Algunos ven en él al creador del movimiento “lo pequeño es hermoso” y sedice que un artículo periodístico suyo inspiró a Ghandi.

 Herejes (1905) pertenece a otra de las áreas en las que Chesterton sedestaca. A esta obra cabe agregar su otro libro Ortodoxia, escrito en1908 como respuesta a las críticas que recibió por Herejes y,naturalmente, no se puede dejar de mencionar su El Hombre Eterno (1925) que es una novela sobre la humanidad, Cristo y elCristianismo.

 A pesar de ser una persona básicamente alegre y sociable, en suadolescencia albergó ideas suicidas. En el cristianismo terminóencontrando la respuesta a los dilemas y a las paradojas que veía enla vida, con lo cual, habiendo sido bautizado anglicano al nacer yluego de pasar por etapas de ateísmo y agnosticismo, terminóabrazando y defendiendo con convicción la fe de la Iglesia Católica.

Chesterton falleció el 14 de Junio de 1936 en Beaconsfield,Buckinghamshire, Inglaterra.

Había publicado 69 libros y por lo menos otros diez fueronpublicados, basados en sus escritos, luego de su muerte.

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PrólogoPor extraña casualidad, a la misma hora en que, en su viviendacampesina de Beaconsfield, Gilbert Keith Chesterton fallecía, GeorgeBernard Shaw 1 anunciaba, en Newcastle, que no hablaría más enpúblico.

Con estos mosqueteros, que tantas veces midieron sus armasdialécticas, el espectáculo de la refriega ideológica perdió enInglaterra sus dos más diestros, tenaces y fantásticos combatientes.

Chesterton y Shaw nacieron tal para cual. Dotados del mismo vigorpolémico e idéntico afán proselitista, iguales en ingenio, no existía

 bajo el sol una sola cuestión frente a la cual sus opiniones no seencontraran en diametral oposición.

La oposición de sus opiniones encendió y mantuvo encandilada, sinun momento de desmayo, durante dos generaciones, la másfragorosa batalla que jamás engendró la inventiva. Sus controversiaspúblicas eran como justas de la razón dirimidas con los fuegosartificiales de las paradojas, las sutilezas, los retruécanos y lasimágenes, donde el público olvidaba el objeto de la riña y se dejabafascinar por el deslumbrante espectáculo.

Shaw vencía en el arte de la dramatización de su causa, peroChesterton le vencía en la sutileza que infundía al argumento de lasuya.

Como si quisiera compensarle de la monstruosa corpulencia quelevantó sobre sus pies, el Creador dotó el cerebro de Chesterton con

1  George Bernard Shaw  (1856–1950) dramaturgo irlandés y polémico socialista, famoso porsu sarcasmo incisivo y su genio crítico. Sostuvo muchas discusiones con Chesterton, pero ello noimpidió que los uniera una sincera y respetuosa amistad.

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el más ágil, elástico, fino entendimiento que puso en ninguno denuestros contemporáneos. Era tan gigantesco y pingüe que lellamaron "monumento andante de Londres", y en una ocasión,durante un banquete en su honor, Bernard Shaw dijo a la hora de losdiscursos: "Tan galante es nuestro agasajado, señores, que estamisma mañana le dejó su asiento en el tranvía a tres señoras".

Fantasía o imaginación no iban a la zaga de su figura en cuanto aexuberancia.

 Aunque, superficialmente considerada, la obra de Chestertonaparece sólo como un intento ingenioso de encontrar la verdad por

procedimientos originales en los que el ingenio y la originalidadsemejan lo principal y la verdad lo secundario, en realidad ocurretodo lo contrario.

Chesterton vivió perpetuamente desasosegado por la idea de la verdad, y sus paradojas no eran sino el doble lazo con que pretendíatomar por los cuernos tan elusivo toro.

Su versatilidad estaba propulsada por el mismo desasosiego, el cualle llevaba del verso al artículo de periódico; de éste al ensayo

filosófico; del ensayo a la novela teológica, cuando no detectivesca, oal discurso proselitista y a la controversia.

La búsqueda de la verdad le condujo al catolicismo en 1922 y, pocodespués, a la fundación del movimiento distributista, en el quepretendía encarnar su ideología y al que, secundado por su fiel y

 veterano escudero el escritor Hilario Belloc, dedicara la mayor partede su astronómica energía durante los diez últimos años.

Chesterton odiaba tanto al capitalismo como al comunismo, porque

ambos destruyen igualmente la propiedad privada individual, elejercicio de los oficios manuales que, para él, constituyen la base dela libertad y el desenvolvimiento espiritual del hombre.

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En el imaginario "Reino distributivo" cada individuo es propietariode las herramientas con que trabaja, ejerce su oficio individualmente

 y posee su vivienda. Para propulsar el triunfo del Estado distributivo,que debe ser alcanzado por los medios constitucionales, "puesto quelos ingleses aborrecen la violencia", Chesterton fundó un semanario,excelente y brillantemente escrito, titulado "G. K's Weekly", es decir,"Semanario de Chesterton", donde colaboraba una pléyade escogidade jóvenes intelectuales católicos.

La concepción chestertoniana de la economía estaba íntimamente vinculada a la que tenía de la libertad.

La libertad abstracta que la Reforma impuso sobre Europa es, segúnChesterton, una maldición que ha devorado la libertad concreta quese gozaba anteriormente en los pueblos de la Cristiandad. "Lalibertad de la post-Reforma significa esto: cualquiera puede escribirun folleto, cualquiera puede dirigir un partido, cualquiera puedeimprimir un periódico, cualquiera puede fundar una secta. Elresultado ha sido que nadie posee su propia tienda o sus propiasherramientas, que nadie puede beber un vaso de cerveza o apostar aun caballo. Ahora yo les ruego a ustedes, con toda seriedad, queconsideren la situación desde el punto de vista del hombre del

pueblo. ¿Cuántos seres humanos desean fundar sectas, escribirfolletos o dirigir partidos?".

Esta cita es un ejemplo característico del procedimiento con queChesterton mezcla lo arbitrario y lo lógico, el sentido común y loabsurdo para, después de fundirlos en el crisol de su imaginación,elevar el resultado a teoría.

Tan natural como su extravagante figura física era en Chesterton la jovialidad intelectual, el gozo en el puro juego de la inteligencia y la

frase chispeante. Cualquier argumento podía ser convertido por él,automáticamente, en un deslumbrador juego de prestidigitación.

Muchas de sus frases y de las incidencias de sus controversias se hanconvertido ya en leyenda que el pueblo transmite de boca en boca.

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Un día debatía por la radio con un poeta defensor del verso libre,quien le acusó de no entender la "nueva métrica".

 Verso libre – respondió G. K. Chesterton – no es una nueva métrica,del mismo modo que dormir al raso no es una nueva forma dearquitectura.

– Pero no, podrá usted negar – objetó el poeta – que es unarevolución en la forma literaria.

– El verso libre es una revolución, respecto de la forma literaria,igual que el comer carne cruda es una revolución respecto del arte dela cocina – replicó Chesterton.

 A la agudeza y mordacidad intelectual, que le hacían un enemigotemible, se unían en la inmensa humanidad de Gilbert Keith una

 bondad y campechanía primitivas y populares que le convertían en elmás delicioso de los amigos. De su amistad privada disfrutabanmuchos de aquellos con quienes Chesterton cambiaba en público losmás inflexibles mandobles: librepensadores, racionalistas,protestantes, socialistas, eugenistas, y, especialmente, la encarnaciónmisma de todos estos "ismos", el inescrutable, invencible,

incorregible George Bernard Shaw.Con Bernard Shaw y Lloyd George compartió Chesterton el privilegioúnico de que tanto en los periódicos como en las conversaciones se lemencionara por las solas iniciales de su nombre. "¡Pobre G. K.Chesterton!", se decía la gente al saludarse, en Londres, el día de sumuerte.

Una de las mejores biografías que existe hoy de Bernard Shaw laescribió, en 1909, Chesterton. Antes había escrito ya una de sus

obras maestras, la biografía de poeta Browning.Más tarde escribió las de Chaucer, Stevenson, Colbett, San Franciscode Asís y Santo Tomás de Aquino. Dos meses antes de morir habíaterminado la suya propia.

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Sus libros de poemas llenan casi una biblioteca. Uno de ellos se titula Bagatelas tremendas. Las dos novelas más famosas que escribió: Elhombre que fue jueves y El padre Brown, están traducidas alespañol, pero, en cambio, creo que no ha sido trasladado alcastellano ninguno de sus últimos libros, ni siquiera el epos de

 Lepanto.

The Napoleon of Notting Hill  y A Club of Queer Trades son novelasde la vida suburbana de Londres, en las que revive el espíritu"pickwickiano". Chesterton hace de los personajes de sus novelasinstrumentos en que emplear su ingenio y les obliga a proceder delmodo más incongruente que jamás procedieron los habitantes del

mundo novelesco.De entre las obras teóricas o filosóficas, aparte de Ortodoxia, aquellaen que la ideología del autor adquiere más coherencia es la contenidaen el tomo de ensayos sobre el tema Qué hay de malo en el mundo,donde arguye contra las concepciones eugenistas, las cuales asumenque la suerte de la vida está determinada por el nacimiento, y hace lamás impresionante descripción del concepto cristiano de la vida quese haya escrito en este siglo.

 Aunque sostuvo siempre la opinión de que el viajar contrae lainteligencia y apoca la fantasía, visitó Italia, Irlanda y América yescribió un libro sobre las impresiones recibidas en cada uno dedichos países.

 Al revés que Bernard Shaw y Wells, las otras dos grandes figuras delas letras inglesas de su tiempo, Chesterton no sufrió privaciones ensu juventud, sino que disfrutó de la más esmerada educación que enaquella época podía recibir un hijo de burgueses ricos.

 A pesar de que era dieciocho años más joven que Bernard Shaw, susobras comenzaron a ser conocidas al mismo tiempo que las de éste.Chesterton no desempeñó nunca, en realidad, otra ocupación que lade escritor, a la que se dedicó por entero desde los veinte años,después de haber abandonado el aprendizaje de dibujante. Por

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entonces consistía su cultura, fundamentalmente, en un profundoconocimiento de la Biblia que le había infundido el padre,propietario de un importante negocio de alquileres. Por las venas dela madre corría sangre francesa.

Tuvo un solo hermano, Cecil, que se dedicó también al periodismo yhabía logrado gran renombre cuando, poco después de la guerra,

 vino a sorprenderle la muerte.

 A los veinticinco años se casó y de su matrimonio no le quedó ningúnhijo a la viuda.

Su vida toda fue una portentosa exhibición de atletismo intelectual yde entusiasmo espiritual.

 AUGUSTO ASSÍA.

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PrefacioEste libro está pensado para ser el compañero de Herejes y paraagregarle el lado positivo al negativo. Muchos críticos se quejaron dellibro que llamé Herejes porque meramente criticaba las filosofíasactuales sin ofrecer ninguna filosofía alternativa. Este libro es unintento de responder a ése desafío. Es inevitablemente afirmativo y,por lo tanto, inevitablemente autobiográfico. El autor se ha vistofrente a una dificultad de cierta forma similar a la que se le presentóa Newman al escribir su Apología : se ha visto forzado a seregocéntrico a fin de ser sincero. Mientras todo lo demás puede serdiferente, el motivo en ambos casos es el mismo. El propósito de esteautor es intentar una explicación, no de si la Fe Cristiana puede sercreída, sino de cómo él, personalmente, ha llegado a creer en ella.

El libro, por lo tanto, está construido sobre el principio positivo deun acertijo y su solución. Trata, primero, sobre las especulacionessolitarias y sinceras del propio autor y luego con toda la maravillosaforma en que resultaron repentinamente satisfechas por la teología

Cristiana. El autor considera que el hecho equivale a un credoconvincente. Pero, si no es así, resulta al menos una coincidenciareiterada y sorprendente.

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I. Introducción en Defensa de Todo el Resto

La única justificación posible para este libro, consiste en que es larespuesta a un desafío. Hasta un mal tirador se honra cuando aceptaun duelo. Cuando hace algún tiempo publiqué una serie deapresurados pero sinceros ensayos bajo el título de "Herejes",algunos críticos por cuyas inteligencias siento un caluroso respeto(puedo mencionar especialmente al señor G. S. Street), dijeron que

estaba muy bien de mi parte sugerir que todos debían demostrar suteoría cósmica, pero que yo había evitado cuidadosamenteconsolidar mis consejos con el ejemplo. “Voy a comenzar apreocuparme por mi filosofía”, dijo el señor Street, “cuando el señorChesterton nos haya expuesto la suya”. Tal vez fue imprudentesugerirle algo así a una persona demasiado dispuesta a escribir librosante la más leve provocación. Con todo, si bien el señor Street hainspirado y creado este libro, al fin y al cabo no tiene por qué leerlo.Si lo hace, hallará que en sus páginas, de un modo genérico y

personal – y más por medio de un conjunto de imágenes mentalesque por series de deducciones – he intentado formular la filosofía enla que he llegado a creer. No voy a llamarla "mi filosofía", porque yono la hice. Dios y la Humanidad la hicieron; y ella me hizo a mí.

Muchas veces sentí el capricho de escribir una novela sobre unnavegante inglés que, embarcado en su yate, calculó levemente malsu ruta y llegó a Inglaterra convencido de haber descubierto unanueva isla en los mares del Sur. No obstante, siempre encuentro quesoy demasiado perezoso o estoy demasiado ocupado para escribir

esta excelsa obra, por lo que bien puedo ahora revelarla con fines deilustración filosófica. Probablemente existirá la impresión general deque el hombre se sintió más bien tonto cuando llegó a tierra (armadohasta los dientes y hablando por señas) para plantar la banderainglesa sobre aquél templo bárbaro que después resultó ser el

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Pabellón de Brighton. No me preocupa aquí negar que pareció tonto.Pero si ustedes se imaginan que se sintió tonto, o por lo menos que lasensación de tontera fue su única o dominante emoción, eso significaque no han estudiado con suficiente delicadeza la rica sustanciaromántica del héroe de este cuento. Su error fue en verdad un errormuy envidiable. Y él lo sabía, si era el hombre que yo imagino.

¿Qué podría ser más agradable que sentir, simultáneamente y enpocos minutos, todas las fascinantes angustias del partir combinadascon toda la seguridad humana de volver a casa otra vez? ¿Qué mejorque gozar del encanto de descubrir África sin tener la fastidiosanecesidad de trasladarse a ese continente? ¿Qué podría ser más

glorioso que congratularse por descubrir Nueva Gales del Sur ycomprender después, en medio de un torrente de lágrimas dealegría, que en realidad no se trataba más que de la vieja Gales delSur?

Este, al menos en mi opinión, es el problema principal de losfilósofos y en cierta forma, el principal problema de este libro.¿Cómo es posible que el mundo nos asombre y al mismo tiempo noshallemos en él como en nuestra casa? ¿Cómo puede este extrañopueblito cósmico que es el mundo, con sus monstruosas y antiguas

luces, brindarnos la fascinación de ser un poblado exótico y,simultáneamente, el confort y el honor de ser nuestro propiopueblito?

Demostrar que una fe o una filosofía son verdaderas desde todopunto de vista, sería empresa demasiado grande, aún para un libromucho más grande que éste. Es necesario atenerse a una sola líneade argumentación y esa es la ruta que propongo seguir. Deseoexponer mi fe respondiendo particularmente a esa doble necesidadespiritual: la necesidad de esa mezcla de lo familiar con lo extraño

que el cristianismo acertadamente llamó "romance". Porque lamisma palabra "romance", lleva en sí el misterio y el antiguosignificado de "Roma".

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Cualquiera que se disponga a discutir algo, debería empezar siempreespecificando qué es lo que no discute. Antes de afirmar qué sepropone demostrar, debería declarar qué es lo que no se proponedemostrar. Lo que no intento probar, lo que propongo dejarestablecido como algo compartido entre mí y el lector promedio, esesta atracción ejercida por una vida activa e imaginativa, pintoresca

 y llena de poética curiosidad; por una vida como la que el hombreoccidental al menos aparenta haber deseado siempre. Si una personaafirma que la extinción es mejor que la existencia o que la merasubsistencia es mejor que la variedad y la aventura, esa persona noes una de esas personas comunes a las que me dirijo. Si un hombreprefiere la nada, nada puedo darle. Pero casi todas las personas que

he conocido en esta sociedad occidental en la que vivo, estarían deacuerdo con la proposición general de que necesitamos esta vida deromance práctico; que necesitamos la combinación de algo que esextraño con algo que es familiar y seguro. Necesitamos eso paraconsiderar al mundo combinando una idea de maravilla con una ideade bienvenida. Necesitamos ser felices en este país de las maravillassin sentirnos necesariamente confortables en él. Éste es el resultadode mi credo y esto es lo que trataré en estas páginas de modoprincipal.

Pero tengo una razón especial para mencionar al hombre en el yateque creyó descubrir Inglaterra. Porque ese hombre en el yate soy yo.

 Yo creí haber descubierto a Inglaterra. No sé cómo evitar que estelibro sea egocéntrico; y (a decir verdad) no sé cómo evitar queresulte aburrido. Su tedio, sin embargo, me librará del reproche quemás me desagrada: el reproche de ser superficial. Sucede que la merasofistería liviana es, de todas las cosas, la que más desprecio y quizásresulta ser saludable que sea la cosa de la que generalmente se meacusa. No sé de nada más aborrecible que la mera paradoja; esaapenas ingeniosa defensa de lo indefendible. Si fuese cierto (como sedijo) que el señor Bernard Shaw vive de las paradojas, entoncesBernard Shaw tendría que ser otro millonario común más; porqueun hombre de su rapidez mental podría inventar un sofisma cadaseis minutos. Inventar sofismas es tan fácil como mentir porque es

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mentir. La verdad, por supuesto, es que el señor Bernard Shaw seencuentra cruelmente limitado por el hecho de que no puede deciruna mentira si no está convencido de que es una verdad. Yo mismome encuentro bajo la misma limitación. Nunca en mi vida dije algotan sólo porque pensé que sería gracioso; aunque, por supuesto,tengo la humana vanidad de haber podido llegar a creer que era algogracioso por haberlo dicho yo. Pero una cosa es describir laentrevista con una gorgona o con un grifo – que son criaturas que noexisten – y otra muy distinta es descubrir que el rinoceronte existe yluego deleitarse en el hecho de que tiene todo el aspecto de noexistir. Es cierto que uno busca la verdad, pero puede ser que uno,instintivamente, persigue las verdades más extraordinarias. Por eso

dedico este libro con el más cálido de los sentimientos a todas esasfantásticas personas que odian todo lo que escribo porqueconsideran (muy acertadamente, por todo lo que sé) que mis obrasson tan sólo una pobre payasada o una broma archiconocida.

Si este libro es una broma, pues es una broma contra mí mismo. Soyel hombre que, en un rapto de audacia, descubrió lo que ya habíasido descubierto antes de mí. Si hay un elemento de farsa en lo quesigue, la farsa es a mi costa; porque lo que este libro explica es cómocreí que fui el primer hombre en hollar el suelo de Brighton tan sólo

para descubrir que era el último. Relata mis gigantescas aventuras enpersecución de lo obvio. Nadie puede pensar que mi caso es másridículo de lo que yo mismo sé que es. Ningún lector me puedeacusar aquí de burlarme de él: yo soy el único tonto de esta historia yningún rebelde me expulsará de mi trono. Admito abiertamentehaber tenido todas las ambiciones idiotas de fines del siglodiecinueve. Al igual que todos los demás chiquilines solemnes, yotambién traté de adelantarme a mi tiempo. Al igual que ellos, yotambién intenté adelantarme en diez minutos a la verdad. Y encontréque estaba mil ochocientos años detrás de ella. Forcé mi voz condolorosa exageración juvenil declamando mis verdades. Y terminécastigado en la forma más adecuada y graciosa. Porque hemantenido mis verdades pero descubrí, no que no eran verdades,sino que no eran mías. Cuando me hice la ilusión de estar parado allí,

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ese credo. Por una simple cuestión de espacio, me he visto obligado alimitarme a lo que obtuve de este credo; no entro en la cuestión, muydiscutida entre los cristianos modernos, del origen del cual todosnosotros lo obtuvimos. Este no es un tratado eclesiástico, sino unaespecie de autobiografía desprolija. Ahora, si alguien quisieraconocer mis opiniones sobre la naturaleza concreta de la autoridadque proclama ese credo, el señor G. S. Street sólo tiene que lanzarmeotro desafío y con mucho gusto le escribiré otro libro.

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II. El maniáticoLa gente absolutamente mundana no entiende ni al mundo; se apoyaen algunas pocas máximas cínicas que ni siquiera son ciertas.Recuerdo que cierta vez paseaba con un próspero editor que hizo unaobservación que yo ya había escuchado antes muchas veces; enrealidad es casi un apotegma del mundo moderno. Sucedió, sinembargo, que la había oído con demasiada frecuencia y recién en esemomento comprendí de repente que carecía de significado. El editordijo acerca de cierta persona: “Ese hombre llegará lejos; tiene fe en si

mismo”. Recuerdo que, en el momento en que alcé la cabeza paraescuchar mejor, mi mirada cayó sobre un ómnibus cuyo destinoestaba indicado por un cartel que rezaba “Hanwell” 2  Le respondí aleditor: “¿Quiere que le diga dónde están los hombres que más fe setienen? Porque puedo decírselo. Conozco personas que se tienen unafe más colosal que la de Napoleón o la de César. Sé dónde fulgura laestrella fija de la certeza y el éxito. Puedo guiarlo hasta el trono de lossuperhombres. Las personas que realmente se tienen fe están todasen el manicomio.” Me contestó diciendo que, al fin y al cabo, había

muchas personas que tenían fe en sí mismas y que no estabanencerradas en asilos para lunáticos. “Sí, las hay” – retruqué – “y detodas las personas del mundo usted es quien más debe conocerlas.

 Aquel poeta borracho a quien usted le rechazó una tragedia lúgubre,creía en sí mismo. Aquel viejo pastor que escribió una obra épica y dequien usted se ha estado escondiendo en la trastienda, se tenía fe. Siconsultara su experiencia comercial en lugar de consultar suhorrenda filosofía individualista, sabría usted que el tenerse fe es unade las características más comunes de los fracasados. Los actores queno saben actuar, se tienen fe; al igual que los deudores que no le

pagarán. Sería mucho más correcto decir que una persona fracasará

2  Nombre de un sanatorio de enfermos mentales, mencionado varias veces a lo largo de estaobra.

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con toda seguridad precisamente porque se tiene fe. La fe completaen uno mismo no es meramente un pecado; tenerse fe absoluta esuna debilidad. Creer absolutamente en uno mismo es un credo tanhistérico y supersticioso como el de creer en Joanna Southcote. 3 [3] El hombre que profesa ese credo tiene la palabra “Hanwell” escritasobre su frente de un modo tan claro como el cartel de ese ómnibus”.

 Y a todo esto, mi amigo el editor contestó con esta muy profunda yefectiva observación: “Bueno, pero si un hombre no cree ni siquieraen si mismo, ¿en qué tiene que creer?” Después de una larga pausa lerespondí: "Iré a casa y escribiré un libro contestando a esapregunta." Y éste es el libro que escribí para contestarla.

De modo que creo que este libro podría muy bien comenzar endónde comenzó nuestra discusión – en las cercanías del manicomio.Los grandes científicos modernos están muy convencidos de lanecesidad de comenzar toda investigación con hechos concretos. Losgrandes religiosos antiguos estaban igualmente convencidos de esanecesidad. Comenzaban con el hecho del pecado – un hechoconcreto, tan concreto como las papas. Más allá de si el hombrepodía, o no podía, ser lavado con aguas milagrosas, no existió dudade que, de todas formas, quería ser lavado. Pero ciertos líderesreligiosos de Londres – y no simples materialistas – han comenzado

en nuestros días a negar, no la discutible propiedad del agua, sino laindiscutible suciedad. Ciertos teólogos ponen en duda el pecadooriginal, que es la única parte realmente demostrable de la teologíacristiana. Algunos discípulos del Reverendo R. J. Campbell, en sucasi fastidiosa espiritualidad, admiten una inocencia divina que nopueden ver ni en sueños, mientras niegan esencialmente el pecadohumano que pueden ver hasta en la calle. Tanto los más grandessantos como los más grandes escépticos han adoptado el malpositivo como el punto de partida de sus argumentos. Si resulta sercierto (como ciertamente lo es) que un hombre puede llegar a sentir

3  Joanna Southcote (o Southcott) 1750-1814, fue una profetisa autoproclamada,convencida de que poseía poderes sobrenaturales. Afirmó que engendraría al Nuevo Mesías – elShiloh del Génesis – pero falleció sin dejar descendencia.

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un placer exquisito desollando a un gato, pues entonces el filósofo dela religión tiene sólo dos conclusiones para deducir: o bien estáforzado a negar la existencia de Dios, como lo hacen todos los ateos;o bien tiene que negar la deificación material del hombre, como lohacen todos los cristianos. Lo que los nuevos teólogos parecen haberadoptado como solución racional al dilema es el recurso de negar elgato.

En esta curiosa situación resulta obvio que hoy no es posible (conalguna esperanza de concitar el consenso universal) comenzar, comolo hacían nuestros padres, con el hecho del pecado. Especialmenteeste hecho, que a ellos les quedaba (como me queda a mí) más claro

que el agua, es justo el hecho que hoy resulta especialmente diluido onegado. Pero, si bien los modernos niegan la existencia del pecado,no creo que, al menos hasta ahora, hayan negado la existencia delmanicomio. Todavía todos estamos de acuerdo en que el colapso delintelecto existe y es tan inconfundible como el colapso de un edificio.Los hombres niegan al infierno, pero todavía no niegan a Hanwell. Alos fines de nuestro argumento principal, pues, el primero bienpodría sustituir al segundo. Lo que quiero decir es que, así comoantes todos los pensamientos y todas las teorías se juzgaban por lamedida en que tendían a hacer que el hombre perdiera su alma, para

nuestros fines todos los pensamientos modernos y todas las teoríasactuales podrían ser juzgadas por la medida en que tienden a hacerque un hombre pierda el juicio.

Es cierto que algunos hablan de la locura livianamente y muy sueltosde cuerpo como si fuese, en sí misma, algo atractivo. Pero uninstante de reflexión basta para comprender que, cuando unaenfermedad resulta atractiva, generalmente se trata de laenfermedad de algún otro. Una persona ciega puede ser pintoresca;pero se requieren dos ojos para verlo pintoresco. Y de un modosimilar, la más salvaje de las poesías sobre la locura sólo puede serdisfrutada por los cuerdos. Al demente, su demencia le parecerá

 bastante prosaica; porque es bastante cierta. Una persona que creeser una gallina se considerará exactamente tan común y corriente

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como una gallina. Una persona que cree ser un pedazo de vidrio será,para si mismo, tan aburrido como un pedazo de vidrio. Será lahomogeneidad de su mente la que lo hará aburrido, y la que lo vuelveloco. Lo encontramos hasta divertido porque nos damos cuenta de laironía de su idea; sólo porque él no percibe la ironía de su idea es quelo encierran en Hanwell en absoluto. En resumen: las cosas rarassólo asombran a la gente común. Las cosas raras no asombran a lagente rara. Esto explica por qué la gente común tiene una vidamucho más interesante y por qué la gente rara siempre se andaquejando de lo aburrido que es vivir. También por esto las nuevasnovelas mueren con tanta rapidez mientras los viejos cuentos dehadas perduran por siempre. Los antiguos cuentos de hadas hacían

del héroe un muchacho humano normal; son las aventuras de estemuchacho las que asombran; y le asombran porque es normal. Encambio, en la novela psicológica moderna el héroe es anormal; elcentro no es central. Consecuentemente las más increíbles aventurasno consiguen afectarlo y el libro se vuelve monótono. Se puedeescribir un cuento a partir de un héroe entre dragones, pero nopartiendo de un dragón entre dragones. El cuento de hadas especulacon lo que el hombre cuerdo hará en un mundo loco. La sobria yrealista novela actual especula con lo que un sujeto esencialmentedesequilibrado hará en un mundo aburrido.

Comencemos, pues, con el manicomio; y partamos de esta posadamaldita y fantástica en pos de nuestra travesía intelectual. Ahora

 bien, ya que estamos a punto de echarle un vistazo a la filosofía de lacordura, lo primero que tenemos que hacer es librarnos de un errorgrande y muy común. En todas partes existe por allí la noción de quela imaginación – y, en especial, la imaginación mística – es peligrosapara el equilibrio mental de una persona. Con frecuencia seconsidera que los poetas son psicológicamente poco confiables y, entérminos generales, existe una vaga asociación entre una frentecoronada de laureles y una cabeza con un tricornio sobre ella. Loshechos y la historia contradicen esta interpretación por completo. Lamayoría de los poetas realmente grandes no sólo fue cuerda sino, porel contrario, tuvo rasgos extremadamente comerciales, y si

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Shakespeare realmente se dedicó alguna vez a criar caballos ello fueporque resultó ser la persona probablemente más adecuada paracriarlos. La imaginación no cría demencia. Lo que cría demencia esla razón. Los poetas no se vuelven locos; los que se pueden volverlocos son los jugadores de ajedrez. Los matemáticos se vuelven locos,

 y los cajeros; pero es muy raro que les suceda a los artistas creativos.Como se verá más adelante, de ninguna manera estoy atacando a lalógica. Lo único que digo es que el peligro está en la lógica, no en laimaginación. La paternidad artística es tan saludable como lapaternidad física. Más aún, merece ser destacado que, en aquelloscasos en los que un poeta fue realmente mórbido, el hecho, por reglageneral, obedeció a que tenían algún punto racional débil en su

cerebro. Poe,4

  por ejemplo, fue realmente mórbido; pero no porquefuese poético sino porque fue especialmente analítico. Hasta elajedrez le resultaba demasiado poético. Le desagradaba el ajedrezporque estaba lleno de caballos y de castillos, al igual que un poema.Sobre un damero, prefería abiertamente las fichas negras porque separecían más a los simples puntos negros de un diagrama. Quizás elargumento de mayor peso sea el siguiente: de todos los poetasingleses, sólo uno se volvió loco; Cowper. 5 Y es indiscutible que fuellevado a la locura por la lógica, por la fea y extraña lógica de lapredestinación. La poesía no fue su enfermedad sino su medicina; la

poesía fue lo que, en parte, lo mantuvo sano. A veces consiguióolvidar el rojo y sediento infierno al que lo arrastraba su terriblenecesitarismo 6  entre las anchas aguas y los blancos lirios del Ouse. 7 

4  Edgar Allan Poe (1809–1849), escritor norteamericano. Inciador de los cuentos de misterio y terror.

5  William Cowper (1731–1800) poeta inglés. Uno de los más populares de su época , cambióla poesía del Siglo XVIII centrándose en la naturaleza y en la vida cotidiana.

6

  El “necesitarismo” es un principio metafísico que niega toda posibilidad alternativa y afirmaque hay una y sólo una forma en la que el mundo puede ser. El necesitarismo es más rígido aúnque el determinismo porque se basa en una predestinación absoluta.

7  El Río Gran Ouse es un río del este de Inglaterra. Su longitud es de 240 km., lo que le convierteen el mayor curso de agua navegable de Anglia Oriental y el cuarto río de mayor longitud delReino Unido

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Cowper, condenado por Juan Calvino, 8 casi resulta salvado por JohnGilpin. 9  Por todas partes podemos ver que los hombres noenloquecen por haber soñado. Los críticos están mucho másenloquecidos que los poetas. Homero es bastante íntegro y calmado;son los críticos quienes lo despedazan y lo convierten en haraposextravagantes. Shakespeare es bastante fiel a sí mismo; son tan sóloalgunos críticos los que han descubierto que no era él sino algúnotro. 10  Y a pesar de que San Juan el Evangelista vio muchosmonstruos extraños en su visión, nunca vio una criatura tan salvajecomo alguno de ésos que lo comentan.

El hecho general es simple. La poesía es sensata porque flota con

facilidad sobre un mar infinito; la razón intenta cruzar ese marinfinito para hacerlo finito. El resultado es el agotamiento mental,similar al agotamiento físico del señor Holbein. 11  El aceptarlo todoes un ejercicio; el entenderlo todo es un sufrimiento. El poeta sólodesea exaltación y expansión; un mundo en el cual pueda estirarse.El poeta sólo pide poder meter la cabeza en los cielos. Es elespecialista en lógica el que trata de meter los cielos en su cabeza. Yes la cabeza de él la que se parte.

8  Juan Calvino (1509–1564), bautizado con el nombre de Jean Cauvin, latinizado comoCalvinus, fue un teólogo protestante francés durante la Reforma Protestante. El calvinismo es unsistema teologico cristiano y una actitud hacia la vida cristiana que pone el énfasis en laautoridad de Dios sobre todas las cosas. Una de las características de este sistema es la "teoría dela predestinación" según la cual la salvación no reside en la virtud, mérito, o fe de una personasino, incondicionalmente, en la misericordia o voluntad de Dios.

9  John Gilpin (Siglo XVIII) fue un personaje real cuya vida se hizo legendaria y que seconvirtió en el personaje de una conocida balada cómica de William Cowper publicada en 1782,titulada “La Divertida Historia de John Gilpin”. Cowper había escuchado la historia de un amigo.El poema cuenta cómo Gilpin y su esposa e hijos resultan separados en un viaje a cierta posadadespués de que Gilpin pierde el control de su caballo y va a parar a otro pueblo a diez millas dedistancia.

10  Referencia a ciertas teorías según las cuales las obras de Shakespeare habrían sido escritas porotros autores y no por él mismo.

11  Holbein: familia de pintores alemanes iniciada por Hans Holbein “El Viejo” (1460-1524).Probablemente el autor se refiere a Hans Holbein “El Joven”, hijo del anterior, que fue artista dela corte del Rey Enrique VIII de Inglaterra.

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Es un detalle, aunque no insignificante, que este conspicuo error sehalla por lo común apoyado por una cita conspicuamente incorrecta.Todos hemos escuchado a personas recitar la célebre línea de Dryden12  que dice: “El gran genio está en estrecha alianza con la locura”.Pero resulta que Dryden no dijo que el gran genio está en estrechaalianza con la locura. Dryden era un genio y lo sabía mejor. Hubierasido difícil encontrar a un hombre más romántico o más sensato queél. Lo que Dryden dijo fue: “Los grandes intelectos estánfrecuentemente en estrecha alianza con la locura”, y eso es cierto. Laque corre el peligro de un colapso es la pura agilidad intelectual. Porotra parte, la gente tendría que recordar también la clase de hombrede la que hablaba Dryden. No estaba hablando de un visionario

alejado del mundo como Vaughan13

  o como George Herbert.14

 Hablaba de un cínico hombre de mundo, de un diplomático, de ungran político práctico. Esas personas están, por cierto,estrechamente aliadas a la locura. Los incesantes cálculos que hacenacerca de sus propios cerebros y acerca de los de otras personasconstituyen una actividad peligrosa. Siempre es peligroso para lamente explorar a la mente. Cierta frívola persona preguntó por quédecimos “loco como un sombrerero”. Una persona más frívolatodavía podría contestar que el sombrerero está loco porque tieneque medir la cabeza de las personas.

 Y si con frecuencia los grandes razonadores son maniáticos,igualmente cierto es que los maniáticos son grandes razonadores.Cuando estuve enzarzado con el Clarion 15  en una controversia sobre

12  John Dryden (1631–1700) escritor y crítico inglés. Dominó la vida literaria de Inglaterrahasta el punto en que su tiempo a veces fue designado como “La Era de Dryden” en ambientesliterarios

13  Thomas Vaughan (1621−1666) filósofo galés. Practicó la alquimia y escribió Anthroposophia, una obra mágico- mística.

14  George Herbert (1593–1633) poeta y sacerdote galés.

15  El Clarion fue un semanario – de tendencia socialista durante la mayor parte de su vida – publicado en Inglaterra por Robert Blatchford dónde escribió, entre muchos otros, tambiénGeorge Bernard Shaw. R.B. Suthers, mencionado más adelante, parece haber sido otrocolaborador de esta publicación.

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la cuestión del libre albedrío, ese talentoso escritor que es el señor R.B. Suthers dijo que el libre albedrío es una locura porque significabaacciones sin causa y las acciones sin causa serían las de un demente.No me detendré aquí sobre este desastroso traspié de lógicadeterminista. Obviamente, si cualquier acción, hasta la de undemente, puede ser incausada, pues entonces el determinismo estáliquidado. Si la cadena causal puede romperse en el caso de un loco,entonces se le puede romper a cualquiera. Pero mi propósito esseñalar algo más práctico. Era natural, quizás, que un socialistamarxista moderno no supiera nada del libre albedrío. Pero fue porcierto notable que un socialista marxista moderno no supiera nadade lunáticos. Lo último que se puede decir de un loco es que sus

acciones carecen de causa. Solamente las acciones menores decualquier persona sana pueden ser llamadas, y en forma muy laxa,incausadas: el silbar mientras se camina; escarbar el pasto con un

 bastón; golpear los tacones o frotarse las manos. Es el hombre sanoel que hace esas cosas inútiles; el hombre enfermo no es losuficientemente fuerte como para estar ocioso. Son exactamente esasacciones descuidadas y sin causa las que un demente nuncaentendería; porque el demente (al igual que el determinista) por logeneral ve demasiadas causas en todo. El loco le daría un significadoconspirador a esas actividades triviales. Pensaría que el escarbar la

hierba constituye un ataque a la propiedad privada. Pensaría que elgolpear los tacones es la señal a un cómplice. Si por un instante elloco se descuidara, se volvería cuerdo. Cualquiera que haya tenido ladesgracia de hablar con personas atacadas por – o al borde de – undesorden mental, sabe que la cualidad más siniestra de estaspersonas es una horrible capacidad para los detalles; esa capacidadde conectar una cosa con otra para elaborar un mapa máscomplicado que un laberinto. Si discute usted con un loco, lo másprobable es que lleve las de perder porque en varias formas la mente

del loco se moverá mucho más rápido ya que no se detiene en lascosas que exige el sano juicio. El loco no está limitado por el sentidodel humor, ni por la caridad, ni por las pedestres certezas de laexperiencia. Es más lógico porque ha perdido ciertos afectos propiosde la cordura. En este sentido, la frase común que se usa para señalar

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la insania resulta engañosa. El loco no es quien ha perdido la razón.El loco es quien lo ha perdido todo menos la razón.

Cuando el loco explica algo, su explicación es siempre completa y,con mucha frecuencia, también es satisfactoria en un sentidopuramente racional. O bien, para ser más estrictos: la explicación delloco, si no es concluyente, al menos es irrefutable; y esto puede serobservado en las dos o tres clases más comunes de locura. Si, porejemplo, un hombre le dice que todo el mundo conspira contra él, austed le resultará imposible refutarlo, a menos que le diga que todoel mundo niega ser un conspirador; lo cual es exactamente lo queharían los conspiradores. La explicación de él se ajusta a los hechos

tanto como la de usted. O bien, si un hombre dice que es el Rey deInglaterra, de nada serviría responderle que las autoridades vigenteslo consideran loco por decirlo; porque, si fuese el Rey de Inglaterra,eso podría ser lo más aconsejable que podrían hacer las autoridades

 vigentes. O bien, si un hombre dice que es Jesucristo, el responderlediciendo que el mundo niega su divinidad no lo refutará, porque elmundo también negó la divinidad de Cristo.

 Y, sin embargo, el hombre está equivocado. Pero, si tratamos derastrear su error en términos exactos, descubriremos que no es algo

tan fácil de hacer como se supone. Quizás lo más aproximado seríadecir que su mente se mueve en un círculo perfecto pero estrecho.Un círculo pequeño es bastante igual de infinito que un círculogrande; pero, si bien es casi tan infinito, no es igual de grande. De lamisma forma, la explicación del demente es casi tan completa comola del cuerdo, pero no es tan amplia. Una bala es casi tan redondacomo el mundo; pero no es el mundo. La universalidad estrechaexiste; la eternidad pequeña y restringida existe; pueden ustedesobservarlo en muchas religiones modernas. Ahora bien, hablandoexplícita y empíricamente, podríamos decir que el signo másevidente e inconfundible de la locura es esa combinación de totalidadlógica y contracción espiritual. La teoría del loco explica una grancantidad de cosas, pero no las explica en gran medida. Lo que quierodecir es que, si usted o yo estuviésemos tratando con una mente que

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se está volviendo enferma, en forma principal no tendríamos quepreocuparnos tanto por darle argumentos sino por darle aire;tendríamos que tratar de convencerla de que existe algo más limpio ymás fresco fuera de la asfixia de un único argumento. Supongamos,por ejemplo, que se trata del primer caso que mencioné como típico.Supongamos que se trata del caso del hombre que acusa a todo elmundo de conspirar contra él. Si tuviésemos que expresar nuestramás sentida protesta y combatir esa obsesión, supongo que diríamosalgo como: “Oh, admito que su caso es real y que lo siente decorazón, y que muchas cosas encajan en otras tal como lo dice usted.

 Admito que su explicación explica muchas cosas, pero ¡cuántas cosasno explica! ¿No hay en el mundo más historia que la suya? ¿Todo el

mundo está ocupado con los asuntos de usted? Supongamos queconcedemos los detalles. Supongamos que, cuando el hombre en lacalle pareció no verlo, quizás fue por astucia. Quizás el policía que lepreguntó su nombre lo hizo porque ya lo sabía. Pero ¡cuánto másfeliz sería si tan sólo supiese que a todas estas personas usted no lesimporta para nada! ¡Cuanto más amplia sería su vida si ustedpudiera empequeñecerse en ella; si pudiera observar realmente a lasdemás personas con curiosidad y placer comunes; si pudiera verlascaminar tal como son en su radiante egoísmo y en su virilindiferencia! Al no estar ellas interesadas en usted, podría empezar

usted a interesarse en ellas. Podría escapar de este pequeño ymezquino teatro en el que siempre se representa su dramita personal

 y se encontraría usted bajo un cielo más despejado y en una callellena de espléndidos desconocidos.” O supongamos que se trata delsegundo caso de locura, el del hombre que pretende la corona.Nuestro impulso sería el de contestar: “¡Está bien! Quizás usted sabeque es el Rey de Inglaterra, pero ¿por qué le importa tanto? Haga unmagnífico esfuerzo y se convertirá en un ser humano, y con esopodrá mirar desde arriba a todos los reyes de la tierra.” O bien podría

tratarse del tercer caso, el del loco que decía ser Jesucristo. Si ledijéramos lo que sentimos, le podríamos decir: “Así que usted es elCreador y el Redentor del mundo. ¡Pero qué mundo más pequeñodebe ser! ¡Qué cielo más pequeño debe habitar usted, con ángeles nomás grandes que mariposas! ¡Debe ser muy triste ser Dios y, para

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colmo, un Dios inadecuado! Realmente, ¿no hay una vida más plena y un amor más maravilloso que el de usted? ¿Es realmente en sumezquina y penosa compasión que todo lo encarnado debe depositarsu fe? ¡Cuánto más feliz sería usted si el martillo de un Dios másgrande pudiera hacer añicos su pequeño cosmos, desparramando lasestrellas como si fueran chispas y dejándolo a usted al aire libre, librecomo los demás hombres para mirar tanto hacia arriba como haciaabajo!"

Hay que recordar que incluso la ciencia más puramente prácticaataca la enfermedad mental desde este punto de vista. No trata dediscutir con ella como si fuese una herejía sino, simplemente, trata

de romperla como se hace con un encantamiento. Ni la cienciamoderna ni la antigua religión creen en la completa libertad depensamiento. La teología rechaza ciertos pensamientos llamándolos

 blasfemos. La ciencia rechaza ciertos pensamientos llamándolosenfermizos. Por ejemplo, algunas sociedades religiosasdesaconsejaron, con mayor o menor éxito, que la persona pensara enel sexo. La nueva sociedad científica desaconseja terminantementeque las personas piensen en la muerte. La muerte es un hecho, peroes un hecho que se considera morboso. Y, al someter a tratamiento aquienes presentan una morbosidad con un toque de manía, la ciencia

moderna se preocupa de la lógica pura mucho menos todavía que underviche danzante. En estos casos no es suficiente que el pobrehombre desee la verdad; lo que tiene que desear es la salud. Nadapuede salvarlo, excepto un ciego, casi bestial, hambre de normalidad.Una persona no puede salir de su enfermedad mental pensando,porque es precisamente el órgano del pensamiento el que se le haenfermado volviéndose ingobernable como si se hubiese tornadoindependiente. Sólo puede ser salvado por la voluntad o por la fe. Enel instante en que su razón aislada se empiece a mover, se moverá enla vieja senda circular; andará dando vueltas por su círculo lógicoexactamente de la misma manera en que el hombre viajando en un

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 vagón de tercera clase por el Inner Circle 16  andará dando vueltaspor el Inner Circle hasta que consiga ejecutar la voluntaria, vigorosa

 y mística acción de bajarse en Gower Street.

En esto, todo depende de la decisión; hay que cerrar una puerta parasiempre. Todo remedio es un remedio desesperado. Toda curación esmilagrosa. Curar a un loco no es discutir con un filósofo; es exorcizaral demonio. Y por más suavemente que procedan los médicos y lospsicólogos en esta materia, sus actitudes son profundamenteintolerantes – tan intolerantes como las de Bloody Mary. 17  Porquesu verdadera convicción es ésta: el paciente, si quiere seguir

 viviendo, tiene que dejar de pensar. El criterio es el de la amputación

intelectual. Si tu cabeza te ofende, pues córtala; porque más valeingresar al Reino de los Cielos, no sólo como un niño sino como unimbécil, y no que todo tu intelecto sea arrojado al infierno – o aHanwell. 18 

 Así es el loco real. Por lo común es un razonador, y con frecuencia unrazonador exitoso. Sin duda podría ser conquistado en formapuramente racional planteándole su caso en forma lógica. Pero se lepuede plantear ese caso con mucha mayor precisión en términos másgenerales e incluso más estéticos. El loco se encuentra en la limpia y

 bien iluminada prisión de una sola idea: se ha agudizado hasta unextremo penoso. Carece de la sana incertidumbre y de la sanacomplejidad. Ahora bien, tal como lo expliqué en la introducción, enestos capítulos no me propongo tanto ofrecer el diagrama de unadoctrina como las imágenes de un punto de vista. Y he descrito endetalle mi visión del maniático por la siguiente razón: es que el

16  Referencia al subterráneo de Londres. Inaugurado en 1863, la línea fue ampliada varias veces y, en 1884, se terminó de construir lo que se llamó el “Inner Circle” (actualmente Circle Line).Literalmente, la expresión significa “Círculo Interior”.

17 Referencia a María I de Inglaterra (1516-1558) . Restauró el catolicismo en Inglaterra pero,en el proceso, hizo arder en la pira a casi trescientos disidentes religiosos.

18  Paráfrasis de un pasaje del Evangelio. Cf, San Marcos 9:43 “Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a lagehenna, al fuego que no se apaga.” 

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enorme y su cosmos es tan diminuto. Su cosmos es algo así como elagujero más pequeño en el cual el hombre puede esconder la cabeza.

Hay que entender que aquí no estoy discutiendo la relación de estoscredos con la verdad sino su relación con la salud. Más adelante en ladiscusión me dedicaré a atacar la cuestión de la veracidad objetiva;aquí sólo estoy hablando de un fenómeno psicológico. Por ahora, nopretendo demostrarle a Haeckel 20 que el materialismo es falso,como que tampoco intento demostrarle al hombre que se creyóCristo que fue víctima de un error. Tan sólo quiero subrayar aquí elhecho de que ambos casos presentan la misma clase de atributo: son,en igual sentido, completos e incompletos a la vez. Si una persona es

encerrada en Hanwell, el hecho puede ser explicado diciendo que unpúblico indiferente crucificó a un dios que el mundo no merecía. Laexplicación, explica. En forma similar, se puede explicar el orden deluniverso diciendo que todas las cosas, incluso las almas de laspersonas, son hojas que se despliegan en forma inevitable sobre lasramas de un árbol completamente inconsciente – el ciego destino dela materia. La explicación, explica. Aunque no, por supuesto, enforma tan completa como la del loco. Pero la cuestión aquí es que lamente humana normal no sólo objeta ambas explicaciones sino quesiente la misma objeción ante las dos. Lo que la mente normal diría,

aproximadamente, es que, si el hombre de Hanwell es realmenteDios, pues no es gran cosa como Dios; y si el cosmos de losmaterialistas es el cosmos real, ese cosmos no es gran cosa. Elconcepto se ha encogido. La deidad es menos divina que muchaspersonas; y (de acuerdo con Haeckel) la totalidad de la vida es algomucho más gris, estrecho y trivial que muchos de sus aspectostomados por separado. La parte parece ser más grande que el todo.

20  Ernst Heinrich Philipp August Haeckel (1834—919), famoso biólogo y filósofo alemánque descubrió y describió una enorme cantidad de especies perfeccionando su clasificación.Promovió la obra de Darwin en Alemania. De él proviene la “teoría de la recapitulación”,expresada en la conocida frase de “la ontogenia recapitula la filogenia” según la cual el desarrollo

 biológico de un individuo “recapitula” el desarrollo evolutivo de su especie. 

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Porque debemos recordar que la filosofía materialista (más allá de sies verdadera o no), resulta ciertamente mucho más limitante quecualquier religión. En cierto sentido, por supuesto, todas las ideasinteligentes son estrechas. No pueden ser más amplias que ellasmismas. Un cristiano sólo está restringido en el mismo sentido en elque lo está un ateo. El cristiano no puede pensar que el cristianismoes falso y seguir siendo un cristiano; y el ateo no puede pensar que elateísmo es falso y seguir siendo ateo. Pero sucede que hay un sentidomuy especial en el cual el materialismo tiene más restricciones que elespiritualismo. El señor McCabe piensa que soy un esclavo porqueno me está permitido creer en el determinismo. Y yo a mi vez piensoque el señor McCabe es un esclavo porque no le está permitido creer

en las hadas. Ahora, si examinamos las dos prohibiciones, veremosque la de él es una prohibición mucho más restrictiva que la mía. Elcristiano es bastante libre de creer en que hay una cantidadapreciable de orden establecido y de desarrollo inevitable en eluniverso. Pero al materialista no le está permitido admitir en suinmaculada máquina la más mínima mancha de espiritualidad o demilagro. Al pobre señor McCabe no le está permitido conservar ni almás pequeño duende; ni aunque se esconda en una flor. El cristianoadmite que el universo es múltiple y hasta heterogéneo, así como lapersona cuerda sabe de sí misma que es compleja. La persona cuerda

sabe que tiene un toque de bestia, un toque de demonio, un toque desanto y un toque de ciudadano. Más aún: la persona realmentecuerda hasta sabe que tiene un toque de locura. Pero el materialistaestá seguro de que el mundo es bastante simple y sólido; del mismomodo en que el loco está bastante seguro de ser sensato. Elmaterialista está seguro de que la historia no ha sido más que, simple

 y exclusivamente, una cadena causal; exactamente así como lainteresante persona antes mencionada está segura de ser simple ysolamente una gallina. Los materialistas y los locos nunca tienen

dudas.En realidad, las doctrinas espirituales no limitan a la mente como lohacen las negaciones materialistas. Aún si creo en la inmortalidad notengo que pensar en ella. Pero si no creo en la inmortalidad, no debo

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Pasando a otro tema, no puedo dejar de apuntar la extraña falaciaque presenta al materialismo fatalista como algo en cierta formafavorable a la misericordia, a la abolición de los castigos crueles, o ala abolición de los castigos sean de la clase que fueren. Esto esnotoriamente contrario a la verdad. Es sostenible que la doctrina dela necesidad no cambia nada en absoluto; que deja azotando alflagelador y alentando al buen amigo igual que antes. Pero,obviamente, si resulta que detiene a alguno de los dos, detendrá al

 buen amigo que alienta. Que los pecados sean inevitables es unhecho que no evitará el castigo; en todo caso, si es que evita algo,evitará la persuasión. El determinismo tiene tantas probabilidadesde inducir a la crueldad como ciertamente las tiene de inducir a la

cobardía. El determinismo no es incompatible con el tratamientocruel de los criminales. Es (quizás) incompatible con darles untratamiento generoso; con cualquier apelación a sus mejoressentimientos o con la exhortación a superar su conflicto moral. Eldeterminista no cree en la eficacia de apelar a la voluntad, pero creeen la eficacia de cambiar el entorno. No le puede decir al pecador:“Anda, y no peques más”, porque, según su concepción, el pecadorno puede evitar el pecado. Pero puede sumergirlo en aceite hirviendoporque el aceite hirviendo es un entorno. Por consiguiente,considerado como un personaje, el materialista posee el fantástico

perfil del loco. Ambos adoptan una postura que es, al mismo tiempo,incontestable e intolerable.

Por supuesto, lo señalado no se aplica tan sólo al materialista. Lomismo podría decirse de cualquier otro extremo de lógicaespeculativa. Existe una clase de escéptico que es mucho más terribleque el que cree que todo comenzó en la materia. Podemos toparnoscon el escéptico que cree que todo comenzó dentro de él. Éste es unoque duda, no de la existencia de ángeles y demonios, sino de laexistencia de seres humanos y de vacas. Para él, sus propios amigosno son sino una mitología creada por él mismo. Creó a su propiopadre y a su propia madre. Esta horrible fantasía posee una cosa quedecididamente atrae al, algo místico, egoísmo actual. Ése editor quepensaba que los hombres obtendrían éxito creyendo en si mismos;

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esos buscadores del superhombre que lo buscan mirándose al espejo;esos escritores que hablan de impresionar con sus personalidades enlugar de crear vida para el mundo; todas estas personas seencuentran sólo a una pulgada de ese tremendo vacío. Y luego,cuando este amable mundo que existe alrededor del ser humanohaya sido ennegrecido como una mentira; cuando los amigos sedesvanezcan y se vuelvan fantasmas; cuando fallen todos loscimientos del mundo; cuando el hombre, no creyendo en nada ni ennadie, se encuentre solo en su propia pesadilla; pues entonces, en

 vengativa ironía, se escribirá sobre él el gran lema individualista. Lasestrellas serán sólo puntos en la oscuridad de su cerebro; el rostro desu madre será tan sólo un boceto que su propio lápiz demente dibujó

sobre la pared de su celda. Pero sobre la puerta de su celda estaráescrito con aterradora verdad: “Aquí hay uno que cree en sí mismo”. 

No obstante, todo lo que nos interesa aquí es que este extremismointelectual panegoísta presenta la misma paradoja que aquél otroextremo del materialismo. Es igual de completo en teoría e igual deamputador en la práctica. En aras de ser simples, es más fácilexplicar la noción diciendo que una persona puede creer que estáconstantemente en un sueño. Ahora bien, es obvio que no se le puededemostrar positivamente que no está en un sueño por la simple

razón de que no se le puede ofrecer ninguna prueba que no se lepodría ofrecer también en un sueño. Pero si el hombre comenzara aincendiar Londres y a decir que su ama de llaves pronto lo llamarápara desayunar, lo llevaríamos y lo pondríamos, junto con otrosespecialistas en lógica, en ese lugar que tantas veces hemosmencionado en este capítulo. La persona que no puede creerle a sussentidos está loca, y la persona que no puede creerle a nada fuera desus sentidos está igual de loca; y su locura no queda demostrada porningún error de argumentación sino por el hecho que toda la vida deestas personas está manifiestamente errada. Ambos se hanencerrado en sendas cajas que del lado interno tienen pintado el sol ylas estrellas; ambos son incapaces de salir, el uno a la salud y a lafelicidad del cielo y el otro ni siquiera a la salud y a la felicidad de latierra. La posición de los dos es bastante razonable; más aún: en

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cierto sentido es infinitamente razonable del mismo modo en queuna moneda de tres peniques es infinitamente circular. Pero existe lainfinitud malvada, y la eternidad vil y esclava. Es divertido observarque muchos de los modernos, ya sean escépticos o místicos, hanadoptado como signo cierto símbolo oriental que es el símbolomismo de esta definitiva nulidad. Cuando quieren representar a laeternidad lo hacen mediante una serpiente que se muerde la cola.Hay un sorprendente sarcasmo en la imagen de esta más queinsatisfactoria comida. La eternidad de los fatalistas materialistas, laeternidad de los pesimistas orientales, la eternidad de los arrogantesteósofos y de los encumbrados científicos actuales está, de veras,muy bien representada por una serpiente que se come la cola; un

animal degradado que se destruye hasta a sí mismo.Este capítulo es puramente práctico y está dedicado a lo que en laactualidad constituye el principal signo y el principal elemento de lademencia. Resumiendo, podemos decir, pues, que es la razónutilizada sin raíces; la razón en el vacío. La persona que comienza apensar sin los primeros principios adecuados, se vuelve loca;comienza a pensar desde el lado equivocado. Y a lo largo del resto deestas páginas tenemos que tratar de descubrir cuál es el ladocorrecto. Pero, en conclusión, si esto es lo que enloquece a las

personas, podríamos preguntar: ¿qué es lo que las mantienecuerdas? Hacia el fin de este libro espero dar una respuestadefinitiva; algunos pensarán que demasiado definitiva. Pero, por elmomento y en la misma forma estrictamente práctica, es posible daruna respuesta general a la pregunta de qué es lo que, en la historiahumana real, ha mantenido la salud mental de los seres humanos. Esel misticismo el que nos ha mantenido mentalmente sanos. Mientrastengáis misterio, tendréis salud; destruid el misterio y habréis creadola enfermedad. El hombre común siempre ha estado mentalmentesano porque siempre fue un místico. Siempre aceptó la media luz.Siempre estuvo con un pie sobre la tierra y con el otro en el país delas hadas. Siempre se ha sentido libre de dudar de sus dioses pero (a

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diferencia del agnóstico 21  actual) también se sintió libre para creeren ellos. Siempre le importó más la verdad que la consistencia. Si viodos verdades que parecían contradecirse, tomo las dos verdades y lascontradicciones junto con ellas. Su visión espiritual esestereoscópica, al igual que su visión biológica: ve dos imágenes enforma simultánea y sin embargo, o justo por eso, ve mejor. Así,siempre ha creído que existe algo llamado destino pero también algollamado libre albedrío. Así, creyó que los niños eran realmente delreino de los cielos, pero sin embargo debían obedecer a los reinos dela tierra. Admiró a la juventud porque era joven y a la vejez porqueno lo era. Es exactamente este equilibrio de contradiccionesaparentes lo que ha constituido toda la vitalidad del hombre sano.

Todo el secreto del misticismo consiste en que el ser humano puedeentenderlo todo con la ayuda de lo que no entiende. El experto enlógica enfermo busca dilucidarlo todo y consigue hacer que todo seamisterioso. El místico permite que una cosa siga siendo misteriosa ytodo lo demás se vuelve lúcido. El determinista expone con bastanteclaridad la teoría causal, y después se encuentra con que no le puededecir “si le parece” a su mucama. El cristiano permite que el librealbedrío continúe siendo un misterio sagrado pero, a consecuenciade eso, sus indicaciones a la mucama adquieren una claridadmeridiana. Deposita la semilla del dogma en una oscuridad central,

pero la semilla se ramifica en todas direcciones derrochando saludnatural. Así como tomamos el círculo para simbolizar a la razón y ala locura, podríamos muy bien tomar a la cruz como símbolo tantodel misterio como de la salud. El budismo es centrípeto pero elcristianismo es centrífugo; se escapa hacia afuera. Porque el círculoes perfecto e infinito por naturaleza; pero su tamaño está fijado parasiempre y nunca puede ser ni mayor, ni menor. Pero la cruz, si bientiene una colisión y una contradicción en su corazón, puede extendersus cuatro brazos por toda la eternidad sin cambiar su forma. Puede

21  El agnosticismo es una postura filosófica en la que el valor de verdad de ciertas afirmaciones -particularmente metafísicas respecto a la teología, el más allá, la existencia de dios, dioses,deidades, o una realidad última- es incognoscible o bien constituye un conocimiento imposiblede adquirir debido a la naturaleza subjetiva de la experiencia.

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enloquecieron porque han quedado aisladas las unas de las otras yestán deambulando solas. Así, a algunos científicos les importa la

 verdad; pero sus verdades carecen de misericordia. Así, a algunoshumanitaristas sólo les importa la misericordia pero su misericordia(lamento tener que decirlo) muchas veces carece de verdad. Porejemplo, el señor Blatchford 23  ataca al cristianismo porque estáfurioso por una virtud cristiana: la meramente mística y casiirracional virtud de la caridad. Tiene la extraña idea de que puedefacilitar el perdón de los pecados diciendo que no hay pecados queperdonar. El señor Blatchford no es solamente un primer cristiano,es el único primer cristiano que realmente tendría que haber sidocomido por los leones. Porque, en su caso, la acusación pagana es

realmente cierta: su caridad significaría tan sólo simple anarquía. Esrealmente enemigo de la raza humana por ser tan humano. En elotro extremo podemos tener al cáustico realista que ha asesinado ensi mismo todo placer humano por los cuentos felices o por los

 bálsamos del corazón. Torquemada 24 torturó a la gente físicamenteen aras de la verdad moral. Zola 25 torturó a la gente moralmente enaras de la salud física. Pero en la época de Torquemada al menoshabía un sistema en el cual, en cierta medida, la justicia y la paz sepodían dar un beso. Actualmente ni siquiera se saludan. Pero, apartede la verdad y la misericordia, el caso de la dislocación de la

humildad es mucho peor.

Nos ocuparemos aquí de tan sólo un aspecto de la humildad. Lahumildad fue pensada como un freno a la arrogancia y a lo ilimitadode los apetitos del hombre. El ser humano siempre ha estadosuperando sus compasiones con sus propias, inventadas, nuevas

23  Robert Peel Glanville Blatchford, (1851–1943), autor y militante socialista inglés. Fundóen Manchester una rama de la Sociedad Fabiana y, en 1891, el semanario Clarion.

24  Tomás de Torquemada (1420-1498) domínico español; primer Inquisidor General deEspaña y confesor de la reina Isabel de España.

25  Émile Zola (1840–1902) famoso escritor francés, figura destacada del naturalismo literario.Partidario del liberalismo, fue una figura destacada en el caso Dreyfus luchando resueltamenteen favor del acusado.

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necesidades. Su mismo poder para gozar destruyó la mitad de susdeleites. Reclamando el placer, perdió el mayor placer de todos;porque el placer más grande es el de la sorpresa. A partir de esto sehizo evidente que, si el hombre quería agrandar su mundo, debíasiempre hacerse pequeño a sí mismo. Aún las ambiciosas visiones,las altas ciudades, y los elevados pináculos son creaciones de lahumildad. Los gigantes que pisotean bosques enteros como si fuesenpasto, son creaciones de la humildad. Torres que se esfumansobrepasando en altura a la más solitaria de las estrellas, soncreaciones de la humildad. Porque las torres no son altas a menosque las miremos desde abajo; y los gigantes no son gigantes a menosque sean más altos que nosotros. Toda esta gigantesca imaginación

que constituye, quizás, uno de los mayores placeres del hombre, esen lo fundamental completamente humilde. Sin humildad esimposible disfrutar algo –  incluso el orgullo.

De lo que padecemos en la actualidad es de una humildad puesta enel lugar equivocado. La modestia se ha desplazado del órgano de laambición. Se ha instalado sobre el órgano de la convicción; un lugaren el cual nunca se pensó que debería estar. Se suponía que elhombre podía dudar de si mismo pero no dudar de la verdad. Yactualmente esto es exactamente al revés. Hoy en día la parte del ser

humano que el hombre exalta es exactamente la parte que no deberíaexaltar – a sí mismo. Y la parte de la cual duda es exactamente laparte de la que no debería dudar – la Razón Divina. Huxley 26 predicó una humildad que se limitaba a aprender de la naturaleza.Pero el nuevo escéptico es tan humilde que duda hasta de que puedaaprender. Por ello estaríamos equivocados si dijésemosapresuradamente que no existe una humildad típica de nuestrotiempo. La verdad es que hay una humildad típica de nuestrotiempo, pero sucede que, prácticamente, es una humildad más

 venenosa que las más extremas postraciones del asceta. La antiguahumildad fue una espuela que le impedía al hombre detenerse; no un

26  Thomas Henry Huxley  (1825–1895) Biólogo inglés, notorio agnóstico, conocido como "el bulldog de Darwin" por su defensa de las teorías de éste.

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clavo en su zapato que le impedía avanzar. Porque la antiguahumildad hacía que el hombre dudara de sus esfuerzos; lo que lohacía trabajar más duro. La nueva humildad hace que el hombredude de sus objetivos; lo cual lo lleva a dejar de trabajar en absoluto.

En cada esquina podemos encontrarnos con una persona queprofiere la delirante y blasfema afirmación de que puede estarequivocado. Todos los días nos encontramos con alguien que nosdice que, por supuesto, su punto de vista podría no ser el correcto.Por supuesto que su punto de vista tiene que ser el correcto. Si no lofuera, no sería su punto de vista. Estamos en el mejor camino deproducir una raza de personas mentalmente tan modestas que ya no

creerán ni en la tabla de multiplicar. Estamos en peligro de verfilósofos que dudan de la ley de la gravedad como si ésta fuese uncapricho inventado por ellos. Los burlones de antaño erandemasiado orgullosos como para dejarse convencer, pero éstos sondemasiado humildes para convencerse. Los humildes heredarán latierra; pero éstos son demasiado humildes hasta para reclamar suherencia. Nuestro segundo problema es exactamente esta impotenciaintelectual.

El capítulo anterior estuvo dedicado a un único hecho de observación

directa: que el hombre corría más peligro de enfermar por la razónque por la imaginación. El capítulo no fue pensado para atacar laautoridad de la razón; en última instancia, su propósito fue más bienel de defenderla. Porque necesita ser defendida. Todo el mundomoderno está en guerra contra la razón; y la torre ya se tambalea.

Se dice con frecuencia que los sabios no le encuentran respuesta alenigma de la religión. Pero el problema con nuestros sabios no esque no pueden ver la respuesta; el problema que tienen es que nopueden ver ni siquiera al enigma. Son como niños, tan estúpidos que

no perciben nada de paradójico en la jocosa afirmación de que unapuerta es una puerta. Por ejemplo, los modernos latitudinarios 27 

27  El “latitudinarismo” es un término por el que se conocen las enseñanzas de un grupo deteólogos ingleses del Siglo XVII quienes aceptaban las prácticas oficiales de la Iglesia de

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hablan de la autoridad en la religión, no sólo como si no habría razónalguna para su existencia sino como si nunca hubiese habido razónalguna para su existencia. No sólo dejan de ver su base filosófica sinoque hasta les resulta imposible ver sus causas históricas. Sin duda, laautoridad religiosa ha sido con frecuencia opresiva o irracional; asícomo todo sistema legal (y especialmente nuestro sistema actual) hasido insensible y lleno de cruel apatía. Es racional atacar a la policía;no, ¡qué digo!, es glorioso. Pero los críticos modernos de la autoridadreligiosa son como personas que atacan a la policía sin haber oído

 jamás hablar de ladrones. Y es que la mente humana se hallaexpuesta a un peligro grande y posible: un peligro tan prácticamenteconcreto como el robo. Es contra este peligro que se levantó, para

 bien o para mal, la autoridad religiosa como una barrera. Yciertamente algo tiene que ser levantado a modo de barrera contra élsi nuestra especie ha de evitar la ruina.

El peligro está en que el intelecto humano es libre de autodestruirse. Así como una generación podría evitar la existencia misma de lageneración siguiente entrando todos al monasterio o saltando almar; del mismo modo un grupo de pensadores puede evitar hastacierto punto todo pensamiento posterior enseñándole a lageneración siguiente que el pensamiento humano no tiene nada de

 válido. Es inútil hablar siempre de la alternativa entre razón o fe. Lapropia razón es cuestión de fe. Es un acto de fe afirmar que nuestrospensamientos tienen alguna relación en absoluto con la realidad. Siusted es tan sólo un escéptico, tarde o temprano tendrá quepreguntarse: “¿Por qué ha de salir bien cualquier cosa; incluso laobservación y la deducción? ¿Por qué la buena lógica no ha de sertan engañosa como la mala lógica? ¿No son ambas movimientos enel cerebro de un mono confundido?” El escéptico joven nos dice:“Tengo derecho a pensar por mí mismo”. Pero el escéptico viejo, elescéptico total, nos dirá: “No tengo derecho a pensar por mí mismo.No tengo derecho a pensar en absoluto”.

Inglaterra pero opinaban que las cuestiones doctrinarias, la práctica litúrgica y la organizacióneclesiástica tenían poca importancia.

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Hay un pensamiento que paraliza al pensamiento. Ése es el únicopensamiento de debería ser inmovilizado. Ése es el mal crucialcontra el cual estuvo dirigida toda autoridad religiosa. Aparece sóloal final de las épocas decadentes como la nuestra. El señor H. G.

 Wells 28  ya levantó su ruinosa bandera al escribir una delicada piezade escepticismo llamada “Dudas del Instrumento”. En ella, cuestionaal cerebro mismo e intenta eliminar por completo la realidad detodas sus propias afirmaciones, ya sean pasadas, presentes o futuras.

 Y es contra esta extensa ruina que se estructuraron y se gobernarontodos los sistemas militares religiosos. Las creencias y las cruzadas,las jerarquías y las horribles persecuciones no se organizaron, comodicen los ignorantes, para suprimir a la razón. Se organizaron para la

difícil tarea de defenderla. El hombre supo, por ciego instinto, queuna vez que las cosas se cuestionasen de forma salvaje, la razónpodría ser la primera en ser cuestionada. La autoridad de lossacerdotes para absolver; la autoridad de los papas para definir laautoridad; incluso la autoridad de los inquisidores para aterrorizar:todas fueron sólo débiles defensas erigidas alrededor de unaautoridad central, más indemostrable y más sobrenatural que todasellas – la autoridad del hombre para pensar. Sabemos que esto esasí; no tenemos excusa alguna para no saberlo. Porque podemos oírcomo el escepticismo rompe el círculo de las autoridades y, en el

mismo momento, podemos ver a la razón tambalearse sobre sutrono. En la medida en que la religión se va, la razón se va con ella.Porque ambos son de la misma clase primaria y autoritaria. Ambosson métodos de demostración que no pueden ser demostrados. Ymediante el acto de destruir la idea de la autoridad divina hemosdestruido en gran medida la idea de esa autoridad humana mediantela cual hacemos cálculos integrales y diferenciales. Con un tirónlargo y sostenido hemos tratado de quitarle la mitra al pontífice; yresultó que le arrancamos la cabeza junto con la mitra.

28  Herbert George Wells (1866–1946)[1], Escritor inglés. Autor de conocidas obras talescomo "La Máquina del Tiempo", "La Guerra de los Mundos", "El Hombre Invisible" y muchosotros. Escribió libros en varios géneros incluyendo novelas, Historia y crítica social.

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Para que no se diga que todo esto es simplemente un conjunto deafirmaciones sin fundamento, quizás sea conveniente – aunqueaburrido – repasar rápidamente las principales modas intelectualesmodernas que producen este efecto de paralizar al propiopensamiento. El materialismo y la doctrina de que todo es unailusión personal producen ambos algo de este efecto, porque si lamente es mecánica, el pensamiento no puede ser demasiadoexcitante, y si el cosmos es irreal, no hay nada en qué pensar. Pero enestos casos el efecto es indirecto y podría ponerse en duda. En otroscasos es directo y claro; especialmente en el caso de lo quecomúnmente se llama evolución.

La evolución es un buen ejemplo de esa inteligencia moderna que, sihay algo que destruye, es a sí misma. La evolución es, o bien unadescripción científica inocente de cómo sucedieron ciertas cosasterrenales, o bien y si es algo más que eso, constituye un ataque a símisma. Si hay algo que la evolución destruye, no es a la religión sinoal racionalismo. Si la evolución simplemente significa que una cosapositiva llamada mono se convirtió muy lentamente en otra cosapositiva llamada hombre, pues en ese caso no le resulta urticante nial más ortodoxo porque un Dios personal puede hacer las cosas tantolenta como rápidamente; en especial si, como el Dios cristiano, es un

Dios que está más allá del tiempo. Pero si significa algo más, esoquerrá decir que no hay un mono que cambie y tampoco hay unhombre en el cual se puede transformar. Significará que no hay unacosa que sea tal cosa. En el mejor de los casos, habrá sólo algo asícomo un flujo de todo y cualquier cosa. Y éste no es un ataque a la fesino un ataque a la mente; nadie puede pensar si no hay algo acercade lo cual pensar. Nadie puede pensar si no está separado del objetopensado. Descartes dijo: “Pienso, luego existo”. El filósofoevolucionista invierte y negativiza el epigrama diciendo: “No soy,luego no puedo pensar.” 

Después está el ataque opuesto al pensamiento: es el que propone elseñor H. H. Wells cuando insiste en que cada cosa por separado es“única” y que no hay categorías en absoluto. Esto también es tan sólo

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destructivo. Pensar significa conectar cosas entre sí, y elpensamiento se detiene si las cosas no pueden ser conectadas. Nihace falta decir que este escepticismo que prohíbe el pensamiento,prohíbe también el lenguaje; una persona no podría ni siquiera abrirla boca sin contradecirlo. Por ello, cuando el señor Wells dice (comolo ha hecho en alguna parte): “todas las sillas son muy diferentes”, nosólo está emitiendo una afirmación errada sino una contradicción enlos términos. Si todas las sillas fuesen diferentes nadie podría decir“todas las sillas”.

Similar a las anteriores es la falsa teoría del progreso que sostieneque alteramos el examen en lugar de tratar de pasar el examen. Con

frecuencia escuchamos, por ejemplo: “Lo que está bien para unaépoca está mal para la otra”. Esto resulta bastante razonable si lo quese quiere decir es que hay un objetivo fijo y que ciertos métodos sonadecuados para ciertas épocas y no para algunas otras. Si, pongamospor caso, las mujeres desean ser elegantes, es posible que logrenprogresar volviéndose más gordas en una época y más flacas en otra.Pero nadie puede decir que progresarán dejando de querer serelegantes y comenzando a desear ser oblongas. Si el criterio varía,¿cómo puede haber progreso siendo que éste implica un criterio?Nietzsche 29  empezó con esa idea insensata de que los hombres de

otrora consideraban bueno lo que hoy llamamos malo. Si fuesecierto, no podríamos hoy hablar ni de superarlos, ni de haber sidosuperados por ellos. ¿Cómo puede usted adelantarse a Juan si amboscaminan en direcciones diferentes? No se puede discutir si unpueblo tuvo más éxito en ser miserable que otro pueblo en ser feliz.Sería como discutir si Milton 30  era más puritano de lo que un cerdoes gordo.

29  Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844–1900) Filósofo y filólogo del Siglo XIX. Escribiótextos críticos sobre religión, moral, cultura contemporánea, filosofía y ciencia.

30  John Milton (1608–1674) poeta inglés, también escribió prosa polémica. Su obra másconocida es "Paradise Lost" (Paraíso Perdido). También es recordado por "Areopagitica", untratado contra la censura

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Es cierto que una persona (una persona tonta) puede hacer delcambio mismo su objetivo o su ideal. Pero, como ideal, el cambiomismo se vuelve incambiable. Si el idólatra del cambio quisieraestimar su propio progreso, tendría que ser férreamente leal a suideal de cambio y no tendría que empezar a flirtear con el ideal de lamonotonía. El progreso mismo no puede progresar. Dicho sea depaso, vale la pena apuntar que, cuando Tennyson 31  – de un modoalocado y débil – festejó la idea de una infinita alteración de lasociedad, instintivamente eligió una metáfora que sugiere un tedioaprisionado. Escribió:

“ Dejad al mundo girar por siempre por los tintineantes surcos del

cambio.” Concibió al cambio mismo como un surco incambiable; y así es. Elcambio es casi el surco más estrecho y más difícil en el cual elhombre puede llegar a meterse.

Sin embargo, el argumento principal aquí es que esta idea de laalteración fundamental constituye una de las cosas que hacesimplemente imposible pensar acerca del pasado o del futuro. Lateoría de un cambio completo en las normas de la historia humana

no nos priva simplemente del placer de honrar a nuestros padres;nos priva hasta del más moderno y aristocrático placer dedespreciarlos.

Este breve resumen de las fuerzas destructoras del pensamiento queoperan en nuestro tiempo no estaría completo sin alguna referenciaal pragmatismo. 32  Si bien he defendido y habré de defender almétodo pragmático como guía preliminar a la verdad, existe unaaplicación extrema del mismo que implica la ausencia de cualquierclase de verdad. Lo que quiero decir puede expresarse brevemente

31  Alfred Tennyson, (1809–1892) poeta laureado del Reino Unido y uno de los poetas inglesesmás populares.

32  Doctrina que toma el valor práctico de las cosas, como criterio de la verdad.

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así: estoy de acuerdo con los pragmáticos en que la verdad objetivano lo es todo y que hay una exigencia imperiosa de creer en las cosasque le son necesarias a la mente humana. Pero digo que una de esasexigencias es, precisamente, el creer en una verdad objetiva. Elpragmático le dice al hombre que piense en lo que debe pensar y quese despreocupe del Absoluto. Pero precisamente una de las cosas enlas que tiene que pensar es en el Absoluto. Esta filosofía, realmente,es una especie de paradoja verbal. El pragmatismo es una cuestiónde necesidades humanas; y una de las primeras necesidadeshumanas es la de ser algo más que un pragmático. El pragmatismoextremo es tan inhumano como el determinismo al cual tan

 vigorosamente ataca. El determinista (que, para hacerle justicia, no

pretende que es un ser humano) convierte en un sinsentido alsentido humano de la opción real. El pragmático, que se profesaespecialmente humano, convierte en sinsentido al sentido humanodel hecho real.

Para resumir nuestra argumentación hasta aquí, podemos decir quela característica de la mayoría de las filosofías actuales es que no sólotienen un toque de manía sino un toque de manía suicida. Quienes sehacen tantas preguntas, se han golpeado la cabeza contra los límitesdel pensamiento humano y se han roto la crisma. Esto es lo que hace

tan inútiles las advertencias de los ortodoxos y los alardeos de losprogresistas acerca de la peligrosa juventud del librepensamiento. 33 Lo que estamos viendo no es la juventud del librepensamiento; es lasenectud y la disolución final del librepensamiento. Es inútil que losobispos y los grandes piadosos capitostes discutan acerca de lasterribles cosas que sucederán si el escepticismo desbocado sigue sucurso. Ya ha terminado de seguir su curso. Es inútil que elocuentesateos hablen de las grandes verdades que serán reveladas una vezque veamos el comienzo del librepensamiento. Ya hemos visto su fin.El librepensamiento ya no tiene más preguntas para hacer; ya se ha

33  El librepensamiento es una posición filosófica que sostiene que las creencias deben formarsesobre la base de la ciencia y de la lógica y no deben estar influidas por la emoción, la autoridad,la tradición o el dogma.

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cuestionado hasta a sí mismo. No es posible imaginarse una visiónmás increíble que la de una ciudad en la que las personas secuestionan a sí mismas preguntándose si son sí mismas. No esposible imaginarse un mundo más escéptico que aquél en el cual laspersonas dudan hasta de la existencia del mundo. Ciertamente, elmundo hubiera logrado quedar en bancarrota más rápido y de unmodo más limpio de no ser por la tímida aplicación de esasindefendibles leyes contra la blasfemia o por esa absurda pretensiónde que la Inglaterra moderna es cristiana. Pero la bancarrota hubierallegado de todos modos. A los ateos militantes se los persigueinjustamente; pero no porque sean una minoría nueva sino porqueson una minoría vieja. El librepensamiento ha agotado su propia

libertad. Está cansada de su propio éxito. Si hoy cualquierlibrepensador exalta la libertad filosófica como si fuera el amanecer,sólo consigue hacer el papel de aquél hombre de Mark Twain 34 quesalió envuelto en sus sábanas para ver salir al sol y llegó justo atiempo para ver cómo se ponía. Si algún cura asustado todavía diceque sucederá algo terrible cuando se haya difundido la tiniebla dellibrepensamiento, sólo podemos responderle con las elevadas ypoderosas palabras del señor Belloc: 35  "Os imploro; no ospreocupéis por el aumento de las fuerzas que ya se están disolviendo.Os habéis equivocado con la hora de la noche: ya es de mañana." No

quedan preguntas por hacer. Hemos estado buscando preguntas enlos rincones más oscuros y en los picos más extraordinarios. Hemosencontrado todas las preguntas que se pueden encontrar. Ya estiempo de dejar de buscar preguntas y comenzar a buscar respuestas.

Tan sólo unas palabras más. Al comienzo de este esquema negativopreliminar dije que nuestra desgracia mental ha sido producida poruna razón desbocada y no por una imaginación desbocada. Una

34

  Samuel Langhorne Clemens (1835–1910), más conocido por su seudónimo literario deMark Twain. Escritor, humorista y literato norteamericano. Autor de conocidas novelas talescomo "Tom Sawyer" y "Las Aventuras de Huckleberry Finn"

35  Joseph Hilaire Pierre René Belloc (1870–1953): nacido en Francia, se naturalizó británico en 1902. Gran amigo de Chesterton, fue uno de los escritores católicos más prolíficosde la Inglaterra de principios del Siglo XX.

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persona no se vuelve loca por hacer una estatua de una milla dealtura sino por tratar de pensarla y concebirla en pulgadascuadradas. Ahora bien, hay una escuela de pensadores que se hadado cuenta de esto y ha corrido a tomarlo como una forma derenovar la salud pagana del mundo. Estas personas ven que la razóndestruye pero la voluntad, según ellos, es creadora. La autoridaddefinitiva, dicen, es la voluntad y no la razón. El argumento final noes por qué el hombre exige una cosa sino el hecho que la exige. Notengo lugar suficiente aquí para exponer esta filosofía de la Voluntad.Supongo que nos viene de Nietzsche, quien predicó algo que se llamaegoísmo. Eso, por cierto, fue bastante ingenuo porque Nietzschenegó al egoísmo simplemente predicándolo. El predicar algo es

regalarlo. Primero el egoísta define a la vida como una guerra sincuartel y luego se toma todo el trabajo posible en adiestrar a susenemigos para esa guerra. Es que para predicar el egoísmo hay quepracticar el altruismo. Pero, sea como fuere que comenzó, el puntode vista está bastante difundido en la literatura actual. La principaldefensa de estos pensadores es que no son pensadores; son hombresde acción, son hacedores. Nos dicen que la opción en sí es la cosadivina. De este modo, el señor Bernard Shaw atacó la vieja idea deque los actos de los hombres deben ser juzgados por la medida deldeseo de obtener la felicidad. Nos dice que un hombre no actúa

impulsado por su felicidad sino por su voluntad. La persona no dice:"La mermelada me hará feliz" sino "Quiero mermelada". Y en todoesto hay otros que le siguen con un entusiasmo aún mayor. El señorJohn Davidson, 36  un notable poeta, está tan apasionadamenteexcitado por esto que se siente obligado a escribir en prosa. Publicauna breve obra de teatro con varios largos prefacios. Esto es

 bastante natural en el señor Shaw cuyas obras de teatro son todasprefacios. El señor Shaw es (al menos sospecho que es) el únicohombre sobre la tierra que jamás ha escrito poesía. Pero que el señor

Davidson (que sabe escribir excelente poesía) se ponga a escribir unatrabajosa prosa metafísica en defensa de esta doctrina de la

36  John Davidson (1857–1909), poeta y dramaturgo escocés, mayormente conocido por sus baladas.

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 voluntad, demuestra que la doctrina voluntarista se ha adueñado delas personas. Hasta el señor H. G. Wells ha hablado, a medias, eneste lenguaje manifestando que las acciones no se deberían juzgarcomo si uno fuese un pensador sino como si fuese artista. Se deberíadecir "siento que esta curva está bien"; o bien que "aquella líneadebería ir para allá". Todos ellos están entusiasmados y escomprensible que lo estén. Porque piensan que, mediante estadoctrina de la divina autoridad de la voluntad, pueden salir de lacondenada fortaleza del racionalismo. Creen que pueden escapar.

Pero no pueden. La pura exaltación de la volición termina en elmismo colapso y en el mismo desierto que la mera práctica de la

lógica. Exactamente de la misma manera en que el pensamientocompletamente libre incluye la duda sobre el pensamiento mismo, launilateralidad de la mera volición paraliza la voluntad. El señorBernard Shaw no se ha dado cuenta de la verdadera diferencia quehay entre la vieja, utilitaria, prueba por el placer (por supuesto burda

 y fácilmente tergiversable) y la que él propone. La verdaderadiferencia entre la prueba por la felicidad y la prueba por la voluntades simplemente que la de la felicidad es una prueba y la otra no lo es.Si una persona salta por sobre un peñasco, se puede discutir sobre sisu acción estaba, o no, dirigida a lograr la felicidad; lo que no se

puede discutir es que esa acción fue un producto de su voluntad. Porsupuesto que lo fue. Se puede elogiar una acción diciendo que estabaorientada a producir placer, o dolor, o a descubrir la verdad, o asalvar el alma. Pero no se puede elogiar una acción porque denota

 voluntad; decir que denota voluntad es lo mismo que decir que esuna acción. Mediante este elogio de la voluntad no se puede decirrealmente que un curso de acción es mejor que otro. Y sin embargo,el optar por un curso de acción, porque es mejor que otro, es

 justamente la definición de la voluntad que se está elogiando.

La idolatría de la voluntad conduce a la negación de la voluntad.Quedarse admirando la mera opción es negarse a optar. Si el señorBernard Shaw se me aproxima y me exige querer algo de un modo

 volitivo diciéndome "¡Quiera cualquier cosa!" su expresión

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equivaldría a decir "No me importa qué es lo que usted quiere"; yeso, a su vez, es lo mismo que decir "no tengo voluntad respecto de lacuestión". No se puede admirar a la voluntad en general porque laesencia de la voluntad consiste en ser particular. Un brillanteanarquista como el señor John Davidson se siente irritado por lamoralidad común, por lo que invoca a la voluntad - voluntad paracualquier cosa. Sólo quiere que la humanidad quiera algo. Pero esque la humanidad ya quiere algo. Quiere la moralidad común. Elseñor Davidson se rebela contra la ley y nos dice que queramos algo,que queramos cualquier cosa. Pero ya hemos querido algo. Hemosquerido la ley contra la cual él se rebela.

Todos los idólatras de la voluntad, desde Nietzsche hasta el señorDavidson, en realidad están bastante vacíos de volición. No puedenquerer, apenas si pueden desear. Y por si alguien quisiera la pruebade ello, la misma es bastante fácil de encontrar. Y está en losiguiente: siempre hablan de la voluntad como de algo que seexpande y que derriba barreras. Y la voluntad es más bien loopuesto. Cada acto de la voluntad es un acto de autolimitación.Desear la acción implica desear la limitación. En ese sentido, todoacto es un acto de autosacrificio. Cuando alguien elije una cosa, estárechazando todo lo demás. La objeción que las personas de esta

escuela solían hacerle al acto del matrimonio es, en realidad, unaobjeción a todos los actos. Cada acción es una irrevocable selección yexclusión. Así como usted renuncia a todas las demás mujerescuando se casa con una mujer, de la misma manera si toma usted uncurso de acción habrá dejado de lado todos los demás cursosposibles. Si usted se convierte en el Rey de Inglaterra, habrárenunciado al puesto del Ujier de Brompton. Si usted se muda aRoma, habrá sacrificado una rica y sugestiva vida en Wimbledon. Laexistencia de este aspecto negativo y limitante de la voluntad es loque convierte la mayor parte del discurso de los anárquicosadoradores de la voluntad en algo apenas poco mejor que unatontería. Por ejemplo, el señor John Davidson nos insta a que notengamos nada que ver con el “No deberás”; pero es seguramenteobvio que ése “No deberás” es tan sólo uno de los corolarios

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necesarios a “Yo quiero”. “Yo quiero ir al espectáculo del Lord Mayor y tu no deberás detenerme”. El anarquismo nos convoca a serartistas audaces y creativos; a ignorar las leyes y los límites. Pero esimposible ser artista ignorando leyes y límites. El arte es limitación;la esencia de toda pintura es el marco. Si dibujo a una jirafa, tengoque dibujarla con un cuello largo. Si usted, para ser audaz y creativo,insiste en querer dibujar una jirafa de cuello corto, pues seencontrará con que no es usted libre de dibujar una jirafa. En elmomento en que se ingresa al mundo de los hechos, uno entra almundo de los límites. Es posible liberar a las cosas de leyesaccidentales o externas, pero no de las leyes inherentes a su propianaturaleza. Puede usted, si lo desea, liberar al tigre enjaulado de sus

 barrotes; pero no podrá liberarlo de sus manchas. No libere alcamello de la carga de su joroba: puede terminar liberándolo de serun camello. No vayan por allí como demagogos, alentando a lostriángulos a liberarse de la prisión de sus tres lados. Si un triángulose escapa de sus tres lados, su vida habrá llegado a un fin lamentable.

 Alguien escribió un libro titulado “Los Amores de los Triángulos”;nunca lo leí, pero estoy seguro de que si alguna vez los triángulosfueron amados, fue por ser triangulares. Y esto es indudablementeasí en el caso de toda creación artística pues la misma, en ciertomodo, es el ejemplo más decisivo de la voluntad pura. El artista ama

sus limitaciones: constituyen el objeto que está haciendo. El pintorse alegra de que la tela sea plana. El escultor se alegra de que laarcilla no es multicolor.

Por si el asunto no quedó claro, un ejemplo histórico puede llegar ailustrarlo. La Revolución Francesa fue realmente una cosa heroica ydecisiva; y lo fue porque los jacobinos querían algo definido ylimitado. Deseaban las libertades de la democracia, pero también los

 vetos de la democracia. Quisieron tener votos y no tener títulos denobleza. El republicanismo tuvo un costado ascético en Franklin y enRobespierre así como un costado expansivo en Danton o en Wilkes.Consecuentemente estas personas crearon algo que tiene una sólidasustancia y forma: la justa igualdad social y la riqueza campesina deFrancia. Pero, desde entonces, la mente revolucionaria o

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reunión científica en dónde demuestra que, prácticamente, son bestias. En resumen, el revolucionario moderno, siendoinfinitamente escéptico, está continuamente ocupado en minar suspropias minas. En sus libros sobre política ataca a los hombres porpisotear a la moral; y en sus libros sobre ética ataca a la moral porpisotear a los hombres. Consecuentemente, el revolucionariomoderno se ha vuelto prácticamente inservible para cualquierpropósito revolucionario. Por rebelarse contra todo ya no tienederecho a rebelarse contra nada.

Podría agregarse que la misma esterilidad y bancarrota se observa entodos los feroces y terribles tipos de literatura, especialmente en la

sátira. La sátira puede ser loca y anárquica, pero presupone unasuperioridad admitida de ciertas cosas sobre otras; presupone unanorma. Cuando los niños de la calle se ríen de la obesidad de algúndistinguido periodista, esos niños están inconscientementepresuponiendo una norma de escultura griega. Están apelando al

 Apolo de mármol. Y la curiosa desaparición de la sátira de nuestraliteratura es un ejemplo de que la mordacidad desaparece cuandofalta todo principio a cuya costa se puede ser mordaz. Nietzsche teníaalgún talento natural para el sarcasmo: podía mofarse, aunque noreír; y siempre hay algo incorpóreo y falto de peso en su sátira

simplemente porque carece de una masa de moralidad común pararespaldarla. Él mismo es más grotesco que cualquiera de las cosasque denuncia. Pero sin duda, Nietzsche se mantendrá muy biencomo exponente del fracaso total de la violencia abstracta. Elreblandecimiento cerebral que finalmente se apoderó de él, no fue unaccidente físico. Si Nietzsche no hubiera terminado en laimbecilidad, lo que terminaría en la imbecilidad sería elnietzscheismo. El que piensa en el aislamiento y con orgullo terminasiendo idiota. Todo hombre que no quiere que se le ablande elcorazón, forzosamente termina en que se le ablanda el cerebro.

Este postrer intento de evadir el intelectualismo termina enintelectualismo y, por lo tanto, en la muerte. El ataque falla. Laidolatría a la ausencia de normas y la idolatría materialista terminan,

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ambas, en el mismo vacío. Nietzsche escala montañasimpresionantes pero, al final, termina en el Tibet. Se sienta al lado deTolstoy 38  en el país de la nada y el Nirvana. 39  Los dos quedandesconcertados – uno porque no debe aferrarse a nada; el otroporque no debe soltar nada. La voluntad tolstoyana está congeladapor un instinto budista que dice que todas las acciones especiales sonmalas. Pero Nietzsche está bastante igual de congelado en su visiónde que todas las acciones especiales son buenas; porque, si todas lasacciones especiales son buenas, entonces ninguna de ellas esespecial. Los dos están parados en una encrucijada: el uno odia atodos los caminos y el otro ama a todos los caminos. El resultado es– bueno, algunas cosas no son difíciles de calcular. Ambos están en

una encrucijada.. . . . . . . . . . . . . . . . .

 Aquí (gracias a Dios) termino la primera y más aburrida cuestión deeste libro – la somera panorámica del pensamiento reciente.Después de esto comenzaré a bosquejar una visión de la vida quepuede no interesarle al lector pero la cual, en todo caso, me interesaa mí. Tengo frente a mí, al cerrar esta página, una pila de librosmodernos que he estado hojeando para este propósito – es una pila

de ingenuidades, una pila de futilidades. Por el accidente de miactual equidistancia, puedo ver la colisión inevitable de las filosofíasde Tolstoy y Schopenhauer, 40  Nietzsche y Shaw, de un modo tanclaro como se podría ver desde el aire el inevitable choque de dos

38  Lev Nikolayevich Tolstoy  (1828–1910) Conde y aristócrata ruso. Escritor, novelista,ensayista, dramaturgo y novelista. Fue un anarquista pacifista cristiano y un reformadoreducacional.

39  Nirvana, es una palabra sánscrita que significa literalmente "cesar de soplar". En el marco

de las religiones orientales, el nirvana es el cese del sufrimiento; un estado que resulta de laextinción de los deseos, que se alcanza mediante la meditación.

40  Arthur Schopenhauer (1788—1860) filósofo alemán. Su filosofía, concebida esencialmentecomo un "pensar hasta el final" la filosofía de Kant, se siente también deudora de Platón ySpinoza, sirviendo además como puente con la filosofía oriental, en especial con el budismo ehinduismo.

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trenes. Todos ellos están en camino al vacío del asilo. Porque lalocura podría definirse como la utilización de la actividad mentalhasta el logro de la invalidez mental; y estas personas casi hanllegado a ella. El que piensa que está hecho de vidrio, piensa en ladestrucción del pensamiento porque el vidrio no puede pensar. Deeste modo, quien no quiere rechazar nada, quiere la destrucción de la

 voluntad, porque la voluntad no implica sólo la opción por algo sinoel rechazo de casi todo. Y al deambular entre estos inteligentes,maravillosos, tediosos e inútiles libros modernos, el título de uno deellos me ha llamado la atención. Se llama "Juana de Arco", por

 Anatole France. 41  Le he dado sólo un vistazo, pero ese vistazo fuesuficiente para hacerme recordar la "Vida de Jesús" de Renan. 42 

Tiene el mismo extraño método de reverencia escéptica. Desacreditahistorias sobrenaturales que tienen algún fundamento simplementecontando historias naturales que no tienen fundamento alguno.Dado que no podemos creer en lo que un santo hizo, tenemos quepretender que sabemos exactamente lo que sintió. Pero no mencionoa ninguno de estos libros para criticarlos. Los menciono porque lacombinación accidental de los nombres evocó dos sanas imágenesque hicieron explotar a todos los libros que tenía ante mí. Juana de

 Arco no estaba atascada ante una encrucijada, ni por rechazar todoslos caminos como Tolstoy, ni por aceptarlos a todos como Nietzsche.

Eligió un camino y lo recorrió como un rayo. Y aún así, si me detengoa pensar en ella, Juana tenía en su fuero interno todo lo que es

 verdad ya sea en Tolstoy o en Nietzsche; todo lo que fue hasta apenastolerable en cada uno de ellos. Pensé en todo lo que hay de noble enTolstoy: su placer en las cosas simples, especialmente en lacompasión simple, las cosas terrenales de todos los días, el respetopor los pobres, la dignidad de los relegados. Juana de Arco tuvo todoeso y algo más: soportó la pobreza además de admirarla, mientrasque Tolstoy fue tan sólo un aristócrata tratando de descifrar su

41  Anatole François Thibault, (1844-1924) escritor francés más conocido por su seudónimoliterario de Anatole France. Premio Nobel de Literatura 1921.

42  Ernest Renan (1823-1892), escritor, filólogo, filósofo e historiador francés; autor de una Vida de Jesús que tuvo gran repercusión en su momento.

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secreto. Y después pensé en todo lo que fue valiente, orgulloso ypatético en el pobre Nietzsche y su rebelión contra el vacío y lamediocridad de nuestro tiempo. Pensé en su llamado al equilibrioextático del peligro, su hambre por el galope de grandes caballos, sullamado a las armas. Pues Juana de Arco tuvo todo eso y, de nuevo,con la diferencia que no ensalzó la lucha sino que luchó. Sabemos que no le tuvo miedo a un ejército mientras que Nietzsche, por todolo que sabemos, se asustó de una vaca. Tolstoy sólo alabó alcampesino; Juana fue la campesina. Nietzsche sólo alabó al guerrero;Juana fue la guerrera. Juana de Arco los superó a los dos en elterreno de sus propias ideas antagónicas. Fue más gentil que elprimero y más violenta que el segundo. Y, aún así, fue una persona

perfectamente práctica que hizo algo mientras los otros dos sonfuribundos especuladores que no han hecho nada. Fue imposibleevitar que se me cruzara por la mente la idea de que ella y su fequizás tuvieron un secreto de unidad y utilidad moral que se haperdido. Y, de la mano de ese pensamiento, apareció otro másgrande y la colosal figura del Maestro de Juana también cruzó elteatro de mis pensamientos. La misma dificultad moderna queoscureció el sujeto-asunto de Anatole France también oscureció el deErnesto Renan. Renan también separó la misericordia de su héroe dela combatividad de su héroe. Renan hasta representó la justa furia en

Jerusalén como un mero colapso nervioso después de las idílicasexpectativas de Galilea. ¡Como si existiese alguna inconsistenciaentre amar lo humano y odiar lo inhumano! Ciertos altruistas, con

 voces delgadas y débiles, denuncian a Cristo tildándolo de egoísta.Ciertos egoístas (con voces más delgadas y débiles todavía) lodenuncian tildándolo de altruista. En nuestro ambiente actual estaclase de cavilaciones resulta bastante comprensible. El amor de unhéroe es más terrible que el odio de un tirano. El odio de un héroe esmás generoso que el amor de un filántropo. Existe una salud enorme

 y heroica de la cual los contemporáneos sólo pueden coleccionaralgunos fragmentos. Existe un gigante del cual sólo vemos los brazos y las piernas amputadas caminando por allí. Han desgarrado el almade Cristo en necios jirones etiquetados como egoísmo y altruismo. Ytodos están igual de perplejos por Su formidable magnificencia y por

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su formidable humildad. Se han distribuido Sus ropas entre ellos, ypor Su túnica han echado suertes; a pesar de que la túnica carecíapor completo de costuras de principio a fin.

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IV –  La ética del país de los elfos

Cuando el hombre de negocios critica el idealismo de su jovenasistente, es común que lo haga diciendo algo así como: “Oh, sí;cuando uno es joven se tienen esas ideas abstractas y se arman esoscastillos en el aire; pero a la edad madura todas esas cosas se rompencomo si fuesen nubes y uno termina creyendo en políticas prácticas,usando la maquinaria que se tiene y tomando al mundo tal como es.”

 Al menos, cuando era joven, así me hablaban esos venerables yfilantrópicos ancianos que ahora se encuentran en sus honorablestumbas. Pero crecí desde entonces y descubrí que aquellos ancianosfilántropos mentían. Lo que realmente sucedió fue exactamente locontrario de lo que predijeron. Me dijeron que perdería mis ideales ycomenzaría a creer en los métodos de los políticos prácticos. Puessucede que no perdí mis ideales en lo más mínimo; mi fe en las cosasfundamentales es hoy exactamente la misma que siempre tuve. Loque sí perdí fue mi infantil fe en la política práctica. Estoy mucho

menos preocupado por las Elecciones Generales y sigo tanpreocupado como siempre por la Batalla de Armagedón. 43  Cuandoera una criatura, a su sola mención saltaba al regazo de mi madre.No; la visión es siempre sólida y confiable. La visión es siempre unhecho. Es la realidad la que, con frecuencia, resulta un fraude. Creoen el liberalismo tanto como siempre creí; y más todavía de lo quesiempre creí. Mi rosado tiempo de inocencia fue cuando todavía creíaen los liberales.

43  Armagedón es un término bíblico que sólo aparece en una ocasión en los más de 7000 versículos de la Biblia, en Revelación o Apocalipsis capítulo 16, versículo 16. De ahí que tambiénse use como sinónimo de Apocalipsis, o desastre fatal y terrible. Se refiere generalmente, al findel mundo o al fin del tiempo, mediante catástrofes en varias religiones y culturas.

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Menciono el caso de la perdurabilidad de una de mis creenciasporque, teniendo ahora que rastrear las raíces de mi especulaciónpersonal, creo que ésta podría considerarse como mi única tendenciapositiva. Me criaron como liberal y siempre he creído en lademocracia, en esa elemental doctrina liberal de una humanidad quese autogobierna. Si alguien encuentra que esta frase es vaga otrillada, lo único que puedo hacer es detenerme por un momentopara explicar que el principio democrático, tal como yo lo entiendo,puede ser establecido con dos proposiciones. La primera de ellas esque las cosas comunes a todos los hombres son más importantes quelas cosas particulares de cualquier hombre. Las cosas comunes sonmás valiosas que las cosas extraordinarias, y no sólo eso: hasta son

más extraordinarias. El Hombre es más terrible que los hombres; esalgo más extraño. El sentido del milagro de la humanidad en simisma debería sernos siempre más vívido que cualquiera de lasmaravillas del poder, del intelecto, del arte o de la civilización. Elmero ser humano sobre dos pies, como tal, debería ser concebidocomo algo más emocionante que cualquier música y mássorprendente que cualquier caricatura. La muerte es hasta mástrágica que el morir de hambre. El tener una nariz es hasta máscómico que el tener una nariz normanda.

El primer principio de la democracia es que lo esencial en los sereshumanos lo constituyen las cosas que tienen en común, y no lascosas que tienen por separado. Y el segundo principio es tan sólo queel instinto o el impulso político es una de esas cosas que tienen encomún. Enamorarse es más poético que hurgar en la poesía. Elargumento democrático es que el gobierno (ayudando a regir latribu) es algo así como enamorarse y no algo así como hurgar enpoesía. No es algo análogo a tocar el órgano en una iglesia, pintarsobre vitela, descubrir el Polo Norte (ese siniestro hábito), dar

 vueltas en el aire, ser un astrónomo, o cosas por el estilo. Porque noqueremos que una persona haga estas cosas en absoluto, a menosque las haga bien. Por el contrario, es análogo a escribir nuestraspropias cartas de amor o sonarnos nuestra propia nariz. Estas son lascosas que queremos que una persona haga por si misma, incluso si

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las hace mal. No estoy aquí argumentando acerca de la verdad deninguno de estos conceptos; sé que hay algunos modernos que estánpidiendo que sus esposas sean elegidas por científicos y, por todo loque sé, pronto podrían pedir que sean enfermeras las que les limpianla nariz. Digo tan sólo que la humanidad reconoce estas funcioneshumanas universales y que la democracia clasifica al gobierno entreellas. En resumen, la fe democrática consiste en que las cosas másterriblemente importantes deben ser dejadas libradas a los propioshombres comunes – la complementación de los sexos, la crianza delos jóvenes, las leyes del Estado. Eso es democracia, y en eso siemprehe creído.

Pero hay una cosa que no he podido comprender desde mi juventudal día de hoy. Nunca pude entender de dónde ha sacado la gente laidea de que la democracia en alguna forma se opone a la tradición.Es obvio que la tradición sólo es democracia extendida en el tiempo.Significa confiar en el consenso de las voces humanas antes queconfiar en algún documento aislado o arbitrario. La persona que citaa algún historiador alemán en contra de la tradición de la IglesiaCatólica, por ejemplo, está estrictamente apelando a la aristocracia.Está apelando a la superioridad de un experto en contra de lahorrible autoridad de un populacho. Es bastante fácil de ver por qué

una leyenda es tratada, y debe ser tratada, con más respeto que unlibro de historia. La leyenda está generalmente armada por lamayoría de la gente cuerda de una aldea. El libro está generalmenteescrito por el único hombre de la aldea que está loco. Quienes agitancontra la tradición diciendo que los hombres del pasado eranignorantes podrían ir y agitar eso en el Carlton Club 44 afirmando arenglón seguido que los votantes de los barrios bajos son ignorantes.

 Y no nos convencerían. Porque si le adjudicamos una granimportancia a la opinión casi unánime de las personas comunescuando estamos tratando cuestiones cotidianas, no hay razón algunapara desechar esa misma opinión cuando estamos tratando dehistoria o de fábulas. La tradición podría, en esto, definirse como una

44  Club aristocrático de Londres.

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extensión de la franquicia. La tradición significa otorgarle el voto a lamás oscura de todas las clases: la de nuestros antepasados.Constituye la democracia de los muertos. La tradición se niega asometerse a la pequeña y arrogante oligarquía de quienescasualmente se pasean por ahí en la actualidad. Todos losdemócratas objeta que las personas sean descalificadas por elaccidente de su nacimiento; la tradición objeta que seandescalificadas por el accidente de su muerte. La democracia nossugiere no menospreciar la opinión de una buena persona, aunquesea nuestro mucamo; la tradición nos pide no despreciar la opiniónde una buena persona, aunque sea nuestro padre. En todo caso, yono puedo separar estas dos ideas de democracia y tradición; se me

hace evidente que ambas son la misma idea. Tendremos a losmuertos en nuestros concejos. Los antiguos griegos votaban conpiedras; los muertos votarán con las piedras de sus lápidas. Y todoserá bastante correcto y oficial, ya que la mayoría de las lápidas – como la mayoría de las papeletas electorales – están marcadas conuna cruz.

De modo que lo primero que tengo que decir es que, si he tenido unsesgo, ese sesgo siempre fue a favor de la democracia y, por lo tanto,de la tradición. Antes de dedicarnos a cualquier introducción teórica

o lógica, me conformo con permitirme esta ecuación personal.Siempre he estado más inclinado a creer en la multitud de la gentetrabajadora que en esa clase literaria, especial y problemática, a lacual pertenezco. Prefiero hasta los caprichos y los prejuicios de laspersonas que ven la vida desde adentro, antes que las más clarasdemostraciones de las personas que ven la vida desde afuera.Siempre confiaré más en las fábulas de las viejas esposas que en loshechos de las viejas solteronas. Mientras la fantasía sea fantasíainnata, por mí puede ir tan lejos como le plazca.

 Ahora bien, tengo que elaborar una proposición general y nopretendo disponer de una formación especial para estas cosas. Porello, propongo hacerlo escribiendo, una detrás de la otra, las tres ocuatro ideas fundamentales que he encontrado para mí,

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 joven que las Hermanas Feas. No hay más remedio que aceptarlo.Sobre ese hecho, Haeckel puede hablar de fatalismo todo lo quequiera: realmente tiene que ser así. Si Jack es el hijo del molinero, elmolinero es el padre de Jack. Lo decreta la fría razón desde suhorrendo trono; y nosotros en el país de las hadas nos sometemos. Side los tres hermanos todos cabalgan, habrá seis animales y dieciochopiernas involucradas. Eso es verdadero racionalismo y el país de lashadas está repleto de él. Pero, a medida en que saqué la cabeza porencima del cerco de los elfos y comencé a tener noticia del mundonatural, pude observar una cosa extraordinaria. Observé que muydoctas personas con anteojos estaban hablando de las cosas realesque sucedían – la puesta del sol, la muerte y todo eso – como si

éstas fuesen racionales e inevitables. Hablaban como si el hecho deque los árboles tienen frutos fuese exactamente tan necesario comoel hecho de que dos más uno son tres. Pues no lo es. Existe unaenorme diferencia sometiendo la cuestión a la prueba del país de lashadas, que es una prueba por la imaginación. Usted no se puedeimaginar que dos más uno no sumen tres. Pero le será fácilimaginar árboles que no dan frutos. Los puede imaginar dando velasde oro o tigres colgando de la cola. Estos señores de anteojoshablaban mucho de un hombre llamado Newton y decían que fuegolpeado por una manzana y que había descubierto una ley. Pero

nadie conseguía hacerles ver la diferencia entre una verdadera ley, laley de la razón, y el simple hecho de que las manzanas caen. Si lamanzana chocó contra la nariz de Newton, la nariz de Newton chocócontra la manzana. Eso se llama verdadera necesidad: porque nopodemos concebir que ocurra lo primero sin que ocurra lo segundo.Pero podríamos muy bien concebir una manzana que no cayesesobre la nariz de Newton; podríamos imaginarla volandoraudamente por los aires hasta ir a chocar contra la nariz decualquier otro y por la cual ese otro sintiese un desagrado más

manifiesto. Nosotros, en nuestros cuentos de hadas siempre hemosmantenido esta estricta distinción entre la ciencia de las relacionesmentales, en la que realmente existen leyes, y la ciencia de los hechosfísicos, en la que no hay leyes sino tan sólo extrañas reiteraciones.Nosotros creemos en los milagros físicos, pero no en imposibilidades

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mentales. Creemos que el tallo de un poroto creció hasta el cielo;pero eso no confunde en absoluto nuestras convicciones filosóficassobre la cuestión de cuantos porotos hacen falta para sumar cinco.

En esto reside la peculiar perfección en el tono y en las verdades delos cuentos para niños. El hombre de ciencia dice: “Corte el cabo y lamanzana caerá”. Pero lo dice en forma tranquila, como si una ideallevase a la otra. En cambio, la bruja en el cuento de hadas dice: “Hazsonar el cuerno y el castillo del ogro se derrumbará”. Pero no lo dicecomo algo en lo cual el efecto surge obviamente de la causa. Sinduda, le ha dado el consejo a muchos héroes y ha visto caer muchoscastillos, pero no ha perdido ni su capacidad de asombro ni la razón.

No se devana los sesos hasta imaginarse una conexión mentalnecesaria entre el cuerno y la torre que se derrumba. Pero losgrandes científicos sí se devanan los sesos hasta que se imaginan lanecesaria conexión mental entre la manzana que abandona el árbol yla manzana cayendo al suelo. Realmente hablan como si hubiesenencontrado no sólo un conjunto de hechos maravillosos sino una

 verdad conectando esos hechos entre sí. Hablan como si la conexiónfísica entre dos cosas extrañas las conectase filosóficamente. Piensanque, porque una cosa incomprensible constantemente sigue despuésde otra cosa incomprensible, las dos cosas juntas de alguna manera

se las ingenian para constituir una cosa comprensible. Así, dosacertijos negros hacen una solución blanca.

En el país de las hadas evitamos la palabra “ley”; pero en el país de laciencia todos están particularmente enamorados de ella. De estemodo, a una interesante conjetura acerca de cómo ciertos pueblosolvidados pronunciaban el alfabeto, en el país de la ciencia lallamarán Ley de Grimm. 45 Pero la Ley de Grimm es por lejos menos

45  Jakob Grimm (1785-1863) y su hermano, Wilhelm Grimm (1786 - 1859) conocidos como"Los hermanos Grimm". Académicos alemanes célebres por publicar colecciones de cuentospopulares y cuentos de hadas. También publicaron trabajos en linguística relacionados con laforma en que los sonidos en las palabras cambian a lo largo del tiempo (Ley de Grimm). Son losautores de cuentos muy conocidos tales como Blancanieves, Cenicienta, Hansel y Gretel, ymuchos otros.

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intelectual que los Cuentos de Grimm. En todo caso, los cuentos son,con certeza, cuentos de hadas; mientras que la ley no es una ley. Unaley implica que conocemos la naturaleza de la generalización y elfenómeno; no que meramente hemos observado algunos de susefectos. Si hay una ley que dice que los carteristas deben ir a prisión,eso implica que existe una conexión mental imaginable entre la ideade una prisión y la idea de robarle a alguien la cartera. Y sabemoscuál es esa idea. Sabemos por qué le quitamos la libertad a unhombre que se toma libertades. Pero no podemos decir por qué unhuevo se convierte en un pollo; como que tampoco, y con la mismaimposibilidad, podemos decir por qué un oso podría convertirse enun príncipe azul. En tanto que ideas, el huevo y el pollo se hallan a

mayor distancia que el oso y el príncipe; porque ningún huevo por simismo sugiere a un pollo, mientras que ciertos príncipes sí nossugieren a los osos. Puesto, pues, que ciertas transformacionessuceden de hecho, es esencial que las consideremos del modofilosófico de los cuentos de hadas y no de la manera a-filosófica de laciencia y las “Leyes de la Naturaleza”.  Si se nos preguntara por quélos huevos se convierten en pájaros o las frutas se caen en otoño,tendríamos que responder exactamente como el hada madrina lehubiera respondido a Cenicienta si ella le hubiese preguntado porqué los ratones se convirtieron en caballos o por qué el vestido se le

cayó del cuerpo a las doce de la noche. Tendríamos que responderque es magia. No es una “ley” porque no entendemos su fórmulageneral. No es una necesidad porque, si bien podemos contar conque sucederá en la práctica, no tenemos derecho a decir que siempretiene que suceder. El argumento de que contamos con el cursoordinario de las cosas no es (como creyó Huxley) un argumento quedemuestre la existencia de leyes inmutables. Es que no contamos conél; apostamos por él. Percibimos el riesgo de la remota posibilidad deun milagro del mismo modo en que lo hacemos con un panqueque

envenenado o un cometa capaz de destruir a la tierra. Lo dejamosfuera de la cuenta, no porque sea un milagro – y, por lo tanto unimposible – sino porque, siendo un milagro, constituye por lo tantouna excepción. Todos los términos empleados en los libros deciencia, “ley”, “necesidad”, “orden”, “tendencia”, etc. son a-

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intelectuales en realidad porque presuponen una síntesis que noposeemos. Las únicas palabras con las que siempre me he sentidosatisfecho al describir a la Naturaleza han sido los términosutilizados en los libros de cuentos de hadas: “encanto”, “sortilegio”,“fascinación”. Estas palabras expresan la arbitrariedad del hecho ysu misterio. Un árbol da frutos porque es un árbol mágico. El aguacorre hacia abajo por la ladera porque está embrujada. El sol brillaporque también está embrujado.

Niego por completo que esto sea fantástico o siquiera místico. Veremos algo de misticismo más adelante; pero este lenguaje decuento de hadas aplicado a las cosas es simplemente racional y

agnóstico. Es el único modo en que puedo expresar con palabras miclara y definida percepción de que una cosa es bastante distinta deotra; que no hay una conexión lógica entre volar y poner huevos. Elmístico es el hombre que habla de una “ley” que jamás ha visto. Másaún: el científico común es estrictamente sentimental. Es unsentimental en el sentido esencial del concepto; está empapado yalucinado por meras asociaciones. Ha visto tantas veces a los pájaros

 volando y poniendo huevos que siente que tiene que haber algunatierna y soñadora conexión entre las dos ideas; pero sucede que no lahay. Es posible que un amante abandonado sea incapaz de disociar a

la luna del amor perdido; de la misma forma el materialista seráincapaz de disociar a la luna de las mareas. En ambos casos no haymás conexión alguna que la de haber percibido las cosas en formasimultánea. Un sentimental podrá derramar lágrimas al percibir elperfume de las flores del manzano porque eso le hace recordar suinfancia. Del mismo modo, el profesor materialista (aún cuandooculte sus lágrimas) es también un sentimental porque, en virtud dealguna umbrosa asociación personal, las flores del manzano le hacenacordarse de las manzanas. Y a todo esto, el frío racionalista del paísde las hadas seguirá sin poder entender por qué, en principio, elmanzano no podría dar tulipanes carmesíes cuando, de hecho, en supaís, a veces los da.

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El milagro elemental, sin embargo, no es un mero capricho derivadode los cuentos de hadas. Por el contrario, todo el calor de los cuentosde hadas se deriva de él. Así como nos gustan las historias de amorporque existe el instinto sexual, del mismo modo a todos nos gustanlas historias sorprendentes porque nos tocan la fibra del ancestralinstinto del asombro. Esto queda demostrado por el hecho de que,cuando somos niños de muy corta edad, no necesitamos cuentos dehadas; sólo necesitamos cuentos. La simple vida es suficientementeinteresante. Un niño de siete años se entusiasmará si se le dice queTomasito abrió la puerta y vio un dragón. Pero un niño de tres seentusiasmará con sólo decirle que Tomasito abrió la puerta. Losniños adoran los cuentos románticos, pero las criaturas prefieren los

cuentos realistas – porque los encuentran románticos. De hecho, casila única persona que me puedo imaginar, a la que se le podría leeruna novela moderna sin aburrirla, es un bebé.

Lo cual demuestra que hasta los cuentos infantiles sólo se hacen ecode un afán casi prenatal de interés y asombro. Estos cuentos nosdicen que las manzanas son doradas sólo para refrescar en nosotrosel olvidado momento en que hallamos que eran verdes. Nos hablande ríos de vino sólo para hacernos recordar por un fantásticomomento que en realidad lo que tienen es agua. Dije que esto es

completamente razonable y hasta agnóstico. En realidad, en estepunto soy partidario del agnosticismo superior; es decir, de laIgnorancia, para decirlo con un nombre mejor. Hemos leído en todoslos libros científicos, y por supuesto en todas las novelas, la historiadel hombre que olvidó como se llamaba. Esta persona deambula porlas calles y puede verlo y apreciarlo todo; sólo que no puede recordarquién es. Pues bien, toda persona es el hombre de esa historia. Todohombre ha olvidado quién es. Se puede entender el cosmos peronunca el ego; el ser está más lejos de nosotros que cualquier estrella.

 Amarás al Señor tu Dios; pero no te conocerás a ti mismo. Estamostodos sufriendo la misma calamidad: todos hemos olvidado nuestrosnombres. Hemos olvidado aquello que realmente somos. Todo lo quellamamos sentido común y racionalidad y practicidad y positivismosólo significa que en relación con ciertos niveles muertos de nuestra

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 vida nos olvidamos de que hemos olvidado. Y todo lo que llamamosespíritu y arte y éxtasis sólo significa que por un tremendo instantenos acordamos que olvidamos.

Pero a pesar de que caminamos por las calles (como el hombre sinmemoria de la novela) con una especie de admiración semiconsciente, lo que sentimos a pesar de todo es admiración. Sólo quees admiración en inglés y no admiración en latín. El asombro tieneun elemento positivo de elogio. Éste es el próximo mojón quedebemos marcar definitivamente en nuestro camino por el país delas hadas. En el próximo capítulo hablaré de optimistas y depesimistas en su aspecto intelectual, en la medida en que lo tienen.

 Aquí sólo estoy tratando de describir esas enormes emociones que nopueden ser descriptas. Y la emoción más fuerte de todas fuedescubrir que la vida era tan preciosa como enigmática. Era unéxtasis porque era una aventura; y era una aventura porqueconstituía una oportunidad. La excelencia del cuento de hadas no se

 veía afectada por el hecho de que podía haber más dragones queprincesas; simplemente era bueno estar en un cuento de hadas. Laprueba de toda felicidad es la gratitud; y yo me sentí agradecido,aunque no sabía muy bien a quien agradecer. Los niños estánagradecidos cuando Santa Claus les pone regalos y caramelos en las

medias. ¿No podía yo estarle agradecido a Santa Claus porque pusoen mis medias el regalo de dos piernas milagrosas? A la gente leagradecemos regalos de cumpleaños tales como cigarros y pantuflas.¿Acaso no puedo agradecerle a nadie el regalo de mi nacimiento?

 Allí estaban, pues, estas dos primeras percepciones, indefendibles eindiscutibles. El mundo era una sacudida, pero no era solamentechocante; la existencia era una sorpresa, pero era una sorpresaagradable. De hecho, mis primeras opiniones quedaron exactamenteexpresadas en un acertijo que se me ha quedado en el cerebro desdemi niñez. La pregunta era: “¿Qué dijo la primera rana?”. Y larespuesta era: “Señor, ¡cómo me hiciste saltar!” Eso expresasucintamente todo lo que estoy diciendo. Dios hizo saltar a la rana;

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pero la rana prefiere saltar. Y, cuando estas cosas están establecidas,entra en escena el segundo gran principio de la filosofía de las hadas.

Lo puede ver cualquiera simplemente con leer “Los Cuentos deHadas de Grimm” o las hermosas colecciones del señor AndrewLang. 46  Por puro placer de pedantería lo llamaré la Doctrina de laFelicidad Condicional. Touchstone 47 habló del gran valor del “si”condicional. De acuerdo con la ética de los elfos toda virtud reside enun “si”. La característica de lo que un hada dice siempre es: “Podrás

 vivir en un palacio de oro y zafiros si no pronuncias la palabra vaca”;o bien “Podrás vivir feliz con la hija del rey si no le muestras unacebolla”. La visión siempre depende de un veto. Todo el vértigo,

todas las cosas colosales que se conceden dependen de una pequeñacosa que se retiene. Todas las cosas fantásticas y turbulentas que seliberan y se dejan sueltas por ahí dependen de una cosa que seprohíbe. El señor W. B. Yeats, 48 en su exquisita y aguda poesía élfica,describe a los elfos como carentes de ley; se lanzan en inocenteanarquía sobre los desenfrenados caballos del aire:

“Cabalga sobre la cresta de la marea desordenada  y baila sobre las montañas como una llama.” 

Es terrible decir que el señor W. B. Yeats no entiende al país de lashadas. Pero lo digo. Es un irlandés irónico, lleno de reaccionesintelectuales. No es lo suficientemente estúpido como para entenderese país. Las hadas prefieren al tipo rústico, como yo mismo;personas que se quedan boquiabiertas, sonríen, y hacen lo que se lesdice. El señor Yeats le adjudica al país de los elfos toda la justiciera

46   Andrew Lang (1844-1912): escritor escocés. Se destacó como crítico, folclorista, biógrafo ytraductor. Principalmente recordado por sus compilaciones de cuentos de hadas del folclore

 británico (imitando lo que hicieron los hermanos Grimm en Alemania y Perroult en Francia).

47  Touchstone: nombre del bufón de la corte en la obra de Shakespeare “As You Like It” (Comoos Place).

48  William Butler Yeats (1865-1939), poeta y dramaturgo irlandés. Una de las figuras másrepresentativas del renacimiento literario irlandés, fue uno de los fundadores del Abbey Theatre

 y también ejerció como Senador. Premio Nobel de Literatura 1923.

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insurrección de su propia raza. Pero la desobediencia civil de Irlandaes desobediencia civil cristiana, fundada en la razón y la justicia. ElFenian se está rebelando contra algo que entiende demasiado bien;pero el verdadero ciudadano del país de las hadas obedece a algo queno entiende en absoluto. En el cuento de hadas, una incomprensiblefelicidad depende de una incomprensible condición. Se abre una caja

 y salen volando todos los males del mundo. Se olvida una palabra, ydesaparecen ciudades enteras. Se prende una lámpara y el amor se

 va volando. Se corta una flor y se sacrifican vidas humanas. Se comeuna manzana y se pierde la esperanza en Dios.

Este es el tono de los cuentos de hadas, y por cierto que no es una

situación sin ley. Ni siquiera es libertad, aunque, por comparación,las personas que padecen una malvada tiranía moderna puedancreer que lo es. Las personas que están en la cárcel de Portlandpueden llegar a creer que en Fleet Street 49 uno es libre; pero unestudio detallado demostraría que tanto las hadas como losperiodistas son esclavos de su deber.

Las hadas madrinas son por lo menos tan estrictas como otrasmadrinas. Cenicienta recibió un carruaje proveniente del País de lasMaravillas y un cochero proveniente de ninguna parte, pero recibió

la orden – que bien podría haber provenido de Brixton 50  – de estarde regreso antes de medianoche. También tenía zapatos de cristal, yno puede ser coincidencia que el cristal sea una sustancia tan comúnen el folklore. Esta princesa vive en un castillo de cristal, aquella otrasobre una montaña de cristal; ésta ve todas las cosas en un espejo decristal y todas podrían vivir en viviendas de cristal si nadie tirasepiedras. Es que este débil brillo de cristal por todas partes es laexpresión del hecho que la felicidad es refulgente pero frágil, como lasustancia que más fácilmente hacen añicos las sirvientas y los gatos.

 Y también este sentimiento de cuento de hadas arraigó en mí y seconvirtió en mí y llegó a ser mi sentimiento hacia todo el mundo.

49  Centro de la vida periodística.

50  Barrio de Londres, conocido por su escasa seguridad.

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el canto de un mirlo. Había hombres capaces de atravesar las llamaspara encontrar una prímula. Y sin embargo, estos amantes de la

 belleza ni siquiera se podían mantener sobrios en compensación porel mirlo. No querían pasar por el matrimonio cristiano común enrecompensa por la prímula. Es completamente cierto que la felicidadextraordinaria se debería pagar con una moral común. Oscar Wilde52  decía que las puestas de sol no resultaban valoradas porque nadiepodría a pagar por una puesta de sol. Pero Oscar Wilde estabaequivocado; podemos pagar por las puestas de sol. Podemos pagarpor ellas no siendo como Oscar Wilde.

Pues bien, dejé los cuentos de hadas tirados sobre el piso de la

guardería infantil y desde entonces no encontré ningún libro mássensato que aquellos. Dejé a la niñera guardiana de la tradición y lademocracia, y desde entonces no volví a encontrar a otro personajemoderno tan sanamente radical o tan sanamente conservador. Perola cuestión que merece un comentario importante reside en que,cuando salí por primera vez a la atmósfera mental del mundomoderno, encontré que ese mundo moderno se oponía en dosinstancias a mi niñera y a los cuentos infantiles. Me llevó muchotiempo darme cuenta de que el mundo moderno está equivocado ymi niñera tenía razón. Y la cosa realmente curiosa fue que el

pensamiento moderno contradecía esta fe básica de mi niñez en dosde sus doctrinas más esenciales. Ya expliqué que los cuentos dehadas anclaron en mí dos convicciones muy esenciales: primero, queeste mundo es un lugar maravilloso y sorprendente que hubierapodido ser bastante diferente pero resulta que es bastanteencantador; y segundo, que ante esta maravilla y placer uno haría

 bien en ser modesto y aceptar las más extrañas limitaciones que pideesta rara bondad. Pero encontré que todo el mundo moderno estabalanzándose como una marea alta contra estas dos queridas ideas, y la

52  Oscar Wilde (1854-1900) escritor, poeta y dramaturgo irlandés. Uno de los dramaturgosmás destacados del Londres victoriano tardío. Su reputación se vio arruinada tras ser condenadoa dos años de trabajos forzados en un famoso juicio en el que fue acusado de indecencia gravepor una comisión investigadora de actos homosexuales.

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conmoción producida por el choque generó dos sentimientosrepentinos y espontáneos que llevo conmigo desde entonces y que, apesar de su crudeza inicial, con el tiempo se han consolidado yconvertido en convicciones.

En primer lugar, encontré a todo el mundo moderno hablando defatalismo científico; diciendo que todo es como desde siempre hatenido que ser, desarrollándose sin error desde el principio. Segúnesto, la hoja en el árbol es verde porque jamás hubiera podido ser deotra forma. Pero sucede que el filósofo del cuento de hadas estácontento de que la hoja sea verde precisamente porque hubierapodido ser escarlata. Siente como si se hubiera vuelto verde un

instante antes de que él la mirara. Está encantado con que la nievesea blanca por la estrictamente razonable razón de que podría habersido negra. Para él, cada color conlleva una audaz calidad como sihubiese sido elegido; el rojo de las rosas del jardín no es sólo decisivosino dramático, como la sangre repentinamente derramada. Elfilósofo del cuento de hadas siente que algo ha sido hecho. Pero losgrandes deterministas del siglo diecinueve estaban decididamente encontra de esta sensación nativa de que algo ocurrió hace apenas uninstante. En realidad, de acuerdo a ellos, nada sucedió realmentedesde el inicio del mundo. Nada habría ocurrido desde que ocurrió la

existencia; y ni siquiera estaban muy seguros en cuanto a la fecha deeso.

El mundo moderno tal como lo encontré estaba sólidamente a favordel calvinismo moderno, a favor de la necesidad de que las cosasfuesen lo que son. Pero, cuando se me ocurrió preguntarles, encontréque en realidad no tenían ninguna prueba de esta inevitablereiteración de las cosas excepto el hecho de que se repetían. Ahora

 bien, la mera repetición me hacía las cosas más bien extrañas antesque más racionales. Era como si, después de haber visto por la calleuna nariz de perfil curioso y después de haberla desechado como unaccidente, hubiera visto después seis narices con el mismo extrañoperfil. Por un momento hubiera podido sospechar que tenía quetratarse de alguna sociedad secreta local. Así, un elefante con una

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trompa era algo raro; pero que todos los elefantes tuviesen trompasparecía una conspiración. Estoy hablando aquí tan sólo de unaemoción, de una emoción que era obstinada y sutil a la vez. Pero lareiteración en la Naturaleza parecía a veces una repetición exaltada,como la del maestro de escuela enojado que repite lo mismo una yotra vez. El pasto parecía hacerme señales con todos sus dedos almismo tiempo; la multitud de estrellas parecía hacer reverenciaspidiendo ser comprendida. El sol me hacía verlo como si estuviesesaliendo mil veces. Las recurrencias del universo aumentaban hastaalcanzar el ritmo enloquecedor de un encantamiento y comencé a

 vislumbrar una idea.

Todo el enorme materialismo que domina a la mente modernadescansa en última instancia sobre una presunción; una falsapresunción. Se supone que si algo se repite constantemente esporque probablemente está muerto; porque es como un pedazo derelojería. La gente siente que, si el universo fuese personal, variaría;si el sol estuviese vivo, bailaría. Y esto es una falacia, aún en relacióncon hechos conocidos. Porque la variación en los asuntos humanosgeneralmente es algo que se introduce en ellos no por la vida sinopor la muerte; por el desgaste o por el colapso de su fuerza o de sudeseo. Una persona varía sus movimientos a causa de algún leve

elemento de fracaso o de fatiga. Se sube a un ómnibus porque estácansado de caminar; o se pone a caminar porque está cansado deestar sentado. Pero si su vida y su alegría fuesen tan gigantescascomo para no cansarse nunca de ir a Islington, 53  pues iría aIslington con la misma regularidad con la que el Támesis 54  va aSheerness. 55 La propia velocidad y éxtasis de su vida tendrían laserenidad de la muerte. El sol sale todas las mañanas. Yo no salgotodas las mañanas; pero la variación no se debe a mi actividad sino ami pereza. Ahora bien, para expresar la cuestión con una frase

53  Distrito de Londres.

54  Río de Inglaterra que conecta Londres con el mar del norte.

55  Pueblo de Inglaterra ubicado sobre el estuario de la desembocadura del Támesis.

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popular, es posible que sea cierto que el sol se levanta regularmenteporque nunca se cansa de levantarse. Su rutina podría deberse, no aque es inanimado, sino a que está repleto de vida. Lo que quierodecir puede observarse en los niños cuando encuentran algún juegoo alguna broma que los divierte en forma especial. Un niño balanceasus piernas por exceso, no por falta, de vitalidad. Los niños quierenque las cosas se repitan y que no cambien porque rebosan de

 vitalidad, porque son agresivamente libres en espíritu. Siempre nospiden: “Hazlo otra vez”; y la persona adulta lo vuelve a hacer hastacasi morir de cansancio. Es que los adultos no son lo suficientementefuertes como para divertirse con la monotonía. Pero quizás Dios es losuficientemente fuerte como para divertirse con la monotonía.

Quizás, cada mañana, Dios le dice al sol “Hazlo otra vez” y cadaatardecer le dice “Hazlo otra vez” a la luna. Es posible que no sea lanecesidad la que hace que todas las margaritas sean iguales; quizásDios hace cada margarita por separado, pero nunca se ha cansado dehacerlas. Quizás Él tiene el eterno deseo de la infancia; porquenosotros hemos pecado y nos hemos vuelto viejos y resulta quenuestro Padre es más joven que nosotros. La repetición de laNaturaleza puede no ser una mera recurrencia; es posible que sea unencore 56 teatral. El cielo puede ejecutar un encore con el pájaroque puso un huevo. Si el ser humano concibe y da a luz un niño

humano en lugar de dar a luz un pez, un murciélago o un grifo, larazón podría no ser que somos prisioneros de un destino animal sin

 vida y sin propósito. Quizás nuestra pequeña tragedia ha conmovidoa los dioses, quizás la disfrutan desde sus galerías estelares, quizás estan sólo que al final de cada drama humano el hombre es llamadouna y otra vez a salir ante el telón. La repetición puede seguir, pormera preferencia, por millones de años; y en cualquier instantepuede cesar. El hombre puede estar sobre la tierra generación trasgeneración, y aún así cada nacimiento puede ser su definitivamente

última aparición.

56  En francés en el original. Expresa la demanda de una audiencia por alguna ejecuciónadicional, por lo general en medio de un sostenido aplauso. En español se diría “¡Otra!” o ”¡Bis!”. 

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Esa fue mi primera convicción; producida por el choque de misemociones infantiles al encontrarse a mitad de camino con el credomoderno. Siempre había percibido a los hechos como milagros, en elsentido que son maravillosos. Ahora comencé a pensarlos comomilagros en el sentido más estricto de que eran premeditados. Loque quiero decir es que eran, o podían ser, ejercicios repetidos dealguna voluntad. En resumen, siempre creí que el mundo implicabamagia: lo que ahora se me ocurrió fue que quizás implicaba un mago.

 Y esto estimulaba la profunda sensación siempre presente ysubconsciente de que este mundo nuestro tiene algún propósito. Y sihay un propósito, también hay una persona que lo tiene. Siempresentí la vida principalmente como un cuento: y, si hay un cuento, hay

un relator.Pero el pensamiento moderno también golpeó a mi segundatradición humana. Es que iba en contra de la sensación provenientede los cuentos de hadas en cuanto a límites y condiciones estrictas.La única cosa que entusiasmaba a ese pensamiento era hablar deexpansión y de inmensidades. Herbert Spencer 57  se hubiera enojadomucho si alguien lo hubiera llamado imperialista, por lo que es delamentar profundamente que nadie lo haya hecho. Porque fue unimperialista y del tipo más bajo. Popularizó esa desgraciada noción

de que el tamaño del sistema solar tendría que humillar al dogmaespiritual del hombre. ¿Por qué habría un hombre de rendir sudignidad ante el sistema solar y no ante una ballena? Si el simpletamaño es prueba de que el hombre no está hecho a imagen ysemejanza de Dios, entonces una ballena podría ser la imagen deDios; bien que una imagen algo carente de formas, digamos que unretrato impresionista. Es bastante inútil argumentar que el hombrees pequeño comparado con el cosmos desde el momento en quesiempre ha sido pequeño hasta comparado con un árbol. Pero

57  Herbert Spencer (1820-1903). Filósofo, psicólogo y sociólogo británico. Fundador de lafilosofía evolucionista en Gran Bretaña y uno de los más notorios positivistas. De formaciónautodidacta, se interesó tanto por la ciencia como por las letras. En 1848 asumió la dirección dela revista The Economist, órgano del liberalismo radical de la época.

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Herbert Spencer en su precipitado imperialismo insistiría en que, dealgún modo, hemos sido conquistados y anexados por el universoastronómico. Habló de los hombres y de sus ideales exactamentecomo los unionistas más insolentes hablan de los irlandeses y de susideas. Convirtió a la humanidad en una pequeña nacionalidad. Y sumaléfica influencia se puede percibir en los más talentosos yhonorables autores científicos posteriores; especialmente en lasprimeras novelas del señor H. G. Wells. Muchos moralistasexageraron al pintar a la tierra como perversa. Pero el señor Wells ysu escuela hicieron algo perverso del cielo. Según ellos deberíamosalzar la mirada hacia las estrellas porque de ellas provendrá nuestraruina.

Pero la expansión de la que hablo fue mucho más funesta que todoeso. Ya he subrayado que el materialista, al igual que el loco, está enprisión; en la prisión de un pensamiento único. Y estas personasparecen pensar que resulta singularmente inspirador andarrepitiendo que la prisión es muy grande. El tamaño de este universocientífico no era ninguna novedad, ni ofrecía ningún consuelo. Elcosmos era eterno pero ni en la constelación más fantástica podíahaber en él algo realmente interesante; algo como, por ejemplo, elperdón o el libre albedrío. La grandiosidad o lo infinito del secreto de

este cosmos no le agregaban nada. Era como decirle al preso de lacárcel de Reading que se pondría contento al escuchar que ahora lacárcel cubría la mitad del país. El guardián no tendría otra cosa paramostrarle al preso que más corredores largos, iluminados confantasmagóricas luces y vacíos de todo lo que es humano. De lamisma forma, estos expansores del universo no tenían nada paramostrarnos excepto más y más infinitos corredores del espacio,iluminados por soles fantasmagóricos y vacíos de todo lo que esdivino.

En el país de las hadas había existido una ley real, una ley que podíaser violada, porque, por definición, una ley es algo que puede ser

 violado. Pero la maquinaria de esta prisión cósmica no era algo quepodíamos violar; porque nosotros mismos seríamos sólo una parte

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de su maquinaria. Éramos, o bien incapaces de hacer cosas, o bienestábamos condenados a hacerlas. La idea de lo místicamentecondicional casi desaparecía; uno no podía tener ni la firmeza derespetar las leyes, ni la diversión de violarlas. La enormidad de esteespacio no tenía nada de esa frescura y de esa erupción de aire frescoque hemos celebrado en el universo del poeta. Este universomoderno era, literalmente, un imperio; eso es: era enorme, pero noera libre. Uno entraba en habitaciones cada vez más grandes y sin

 ventanas; habitaciones grandes al estilo babilónico; pero nunca sepodía encontrar la más pequeña ventana o sentir el susurro del aireexterior.

Sus infernales paralelos parecían expandirse con la distancia; pero,para mí, todas las buenas cosas tienen que confluir en un punto – lasespadas, por ejemplo. Así, después de encontrar tan emocionalmenteinsatisfactoria la jactancia del enorme cosmos, comencé a discutirsobre ella un poco; y pronto encontré que toda la actitud era todavíamás chata de lo que había creído. De acuerdo con estas personas, elcosmos era una sola cosa puesto que tenía una sola leyinquebrantada. Sólo que (según decían), siendo una cosa, es tambiénla única que existe. ¿Por qué, entonces, tanta particular insistenciaen describirlo como enorme? No hay nada con qué compararlo. Sería

exactamente tan razonable declararlo pequeño. Una persona podríadecir: “Me encanta este vasto cosmos, con su multitud de estrellas ysu abundancia de diferentes criaturas”. Pero, si se trata de eso, ¿porqué no podría alguien decir: “Me encanta este pequeño y agradablecosmos, con su discreta cantidad de estrellas y su prolija provisión deseres vivos, tal como a mí me gusta?” Cualquiera de estasmanifestaciones es tan buena como la otra; pero ambas no son sinosentimientos. Es tan sólo un sentimiento alegrarse porque el sol esmás grande que la tierra; y es un sentimiento igualmente sanoalegrarse de que el sol no sea más grande de lo que es. Una personaelije emocionarse por la vastedad del mundo; ¿por qué no habría deoptar por emocionarse con su pequeñez?

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Pues, casualmente, yo tuve esa emoción. Cuando uno estáencariñado con algo tiende a llamarlo por diminutivos, aún si es unelefante o un guardia real. La razón es que cualquier cosa, aunquesea enorme, si puede ser concebida como completa, también puedeconcebirse como pequeña. Si los mostachos militares no sugiriesenuna espada o las trompas no sugiriesen una cola, esos objetos serían

 vastísimos porque sería inmensurables. Pero, desde el momento enque uno puede imaginar un guardia real, también puede imaginar unguardia real pequeño. Al momento de ver un elefante, puede usted

 bautizarlo de “Pequeñín”. Si puede usted hacer una estatua de algo,también puede hacer una estatuilla. Las personas que mencionéafirmaban que el universo era una cosa coherente; pero no estaban

encariñados con el universo. Por el contrario, yo estabaterriblemente encariñado con él y quería dirigirme a él endiminutivo. Muchas veces lo hice y no pareció importarle. Enrealidad de verdad, sentí que estos no demasiado brillantes dogmasde vitalidad se expresaban mejor considerando al mundo pequeño yno considerándolo grande. Porque en relación con la infinitud habíauna especie de displicencia que constituía la inversa del cuidadoextremo y piadoso que sentía yo al tocar lo invaluable y lo riesgoso dela vida. Ellos sólo exhibían un aburrido despilfarro; pero yo por miparte sentía una especie de sagrada moderación. Porque la prudencia

es por lejos más romántica que la extravagancia. Para ellos lasestrellas representaban un interminable ingreso de centavos; perorespecto del dorado sol y de la plateada luna yo me sentía como elescolar que tiene en su bolsillo una libra esterlina de oro y un chelínplateado.

La mejor forma de expresar estas convicciones subconscientes es conel colorido y el tono de ciertos cuentos. Por eso dije que sólo lashistorias mágicas pueden expresar mi sensación de que la vida no esúnicamente un placer sino una especie de excéntrico privilegio.Puedo expresar esa otra sensación de confortabilidad cósmica,refiriéndome a ese otro libro que siempre se lee en la infancia:

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"Robinson Crusoe"; 58  que leí más o menos por aquella época y quedebe su eterno vigor al hecho de que celebra la poesía de los límites yno sólo eso: celebra incluso al loco romanticismo de la prudencia.Crusoe es un hombre sobre una pequeña roca, con algunas pocascosas confortables apenas rescatadas del mar. Lo mejor del libro essimplemente la lista de cosas salvadas del naufragio. El más grandede los poemas resulta ser un inventario. Cada implemento de cocinase vuelve ideal porque Crusoe podría haberlo perdido en el mar.

En esas horas vacías o ingratas del día, es un buen ejercicio mirarcualquier cosa – el atizador del fuego, o el estante de los libros – ypensar en lo feliz en que uno sería de haberlo podido rescatar del

naufragio trayéndolo a la isla solitaria. Pero un ejercicio mejor aún esrecordar como todas las cosas se han salvado por un pelo: todo loque tenemos se ha salvado de un naufragio. Toda persona ha tenidouna horrible aventura: de no ser por un recóndito y atemporalnacimiento, no hubiera sido; al igual que los niños que nunca vieronla luz. Durante mi niñez, las personas hablaban mucho de loshombres de genio impedidos o arruinados. Era común decir que másde uno era un “Gran Podría-Haber-Sido”. Para mí es algo muchomás concreto y sorprendente que cualquier hombre en la calle sea un“Gran Podría-No-Haber-Sido”. 

Pero realmente me sentí (y la fantasía puede parecer tonta) como sitodo el orden y el número de las cosas del mundo fuesen los restosdel barco de Crusoe. Que había dos sexos y un sol era análogo alhecho de las dos pistolas y un hacha de Crusoe. Era expresamenteimportante que ninguna de estas cosas se perdiera; pero, de algunamanera, resultaba más bien divertido que no se les podía agregarnada. Los árboles y los planetas parecían haberse salvado de unnaufragio; y cuando vi el Matterhorn 59 me sentí feliz de que no fue

58  Robinson Crusoe es la obra más famosa de Daniel Defoe, publicada en 1719 yconsiderada la primera novela inglesa. Es una autobiografía ficticia del protagonista, unnáufrago inglés, que pasa 27 años en una remota isla tropical.

59  El Cervino o Matterhorn es posiblemente la montaña más conocida de los Alpes por suespectacular forma y belleza.

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pasado por alto en la confusión. Me sentí algo mezquino respecto delas estrellas, como si fuesen zafiros (Milton las llama así en su Edén);

 y acaparaba a las montañas. Porque el universo es una única joya y,si bien es un lugar común hablar de una joya diciendo que esincomparable e invaluable, de ésta no es un lugar común: es verdad.El cosmos es por cierto sin par y sin precio: lo es porque no puedehaber otro.

De este modo termina, con inevitable imperfección, el intento deexpresar las cosas inexpresables. Estas son mis posiciones definitivasfrente a la vida; las tierras para las semillas de mi doctrina. Estas sonlas cosas que, de alguna nebulosa manera, pensé antes de aprender a

escribir y sentí antes de poder pensar. A fin de que podamosproceder con mayor facilidad después, las recapitularé aquí brevemente.

Primero, sentí en mis huesos que el mundo no se explica por símismo. Es posible que sea un milagro con una explicaciónsobrenatural; y es posible que sea un truco de hechicería con unaexplicación natural. Pero la explicación del truco del conjuro, si meha de satisfacer, tendrá que ser mejor que las explicaciones naturalesque he escuchado hasta ahora. Cierta o falsa, la cosa es magia.

Segundo, llegué a sentir como que la magia tiene que tener unsignificado, y el significado tiene que tener a alguien que losignifique. Había algo personal en el mundo, como en una obra dearte. Fuese su significado lo que fuese, significaba algo con fuerza.

Tercero, pensé que este propósito era hermoso en su diseño original,a pesar de sus defectos, como por ejemplo los dragones.

Cuarto, que la manera apropiada de mostrarse agradecido era a

través de alguna forma de humildad y restricción: deberíamosagradecerle a Dios la cerveza y la borgoña no tomando demasiado deninguna de las dos. Le debíamos, también, acatamiento a lo quefuere que nos ha hecho.

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 Y, por último y lo más extraño de todo es que se me ocurrió laindefinida y gran impresión de que todo lo bueno había sidorescatado de alguna catástrofe primigenia, por lo que debía seratesorado y considerado sagrado. El hombre había salvado a su biende la misma manera en que Crusoe había salvado a sus pertenencias:las había salvado de un naufragio. Todo esto lo sentí a pesar de quela época no me había dado ningún estímulo para creerlo. Y durantetodo este tiempo no había siquiera pensado en la teología cristiana.

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V. La bandera del mundoCuando era muchacho, había dos curiosas clases de hombres dando

 vueltas por ahí. Se los llamaba el optimista y el pesimista. Yo mismousaba esas palabras, pero no me da vergüenza confesar que nuncatuve una idea demasiado concreta de lo que significaban. Lo únicoque podría considerarse evidente es que podían significar lo que sedecía; ya que la explicación usual era que el optimista pensaba que elmundo era tan bueno como podía serlo mientras que el pesimistapensaba que era tan malo como podía ser. Desde el momento en queestas afirmaciones no eran más que colosales sinsentidos, uno nopodía hacer más que salir en busca de otras explicaciones. Unoptimista no podía ser una persona que pensaba que todo está bien ynada está mal. Porque eso no tiene sentido; es como decir que todoestá a la derecha y nada a la izquierda. Considerándolo en conjunto,llegué a la conclusión de que el optimista creía en que todo – exceptoel pesimista – era bueno, mientras que para el pesimista todo estabamal, excepto él mismo. Sería injusto omitir de la lista, la misteriosapero sugestiva definición dada, según se dice, por una pequeña niña:

“Un optimista es un hombre que te mira a los ojos y un pesimista esun hombre que te mira los pies.” No estoy seguro, pero quizás ésta esla mejor definición de todas. Tiene hasta una especie de verdadalegórica. Porque podría establecerse una distinción útil entre esepensador más bien tedioso que sólo piensa constantemente ennuestro contacto con la tierra y ese otro pensador más feliz queprefiere considerar el primario poder de nuestra visión y nuestracapacidad de elegir caminos.

Pero esta alternativa entre el optimista y el pesimista constituye un

profundo error. La presunción implícita es que un hombre puedecriticar este mundo como si estuviese por comprarse una casa; comosi le estuviesen mostrando un nuevo edificio de departamentos. Lapersona que llegase a este mundo proveniente de algún otro mundo,podría discutir si la ventaja de tener bosques en pleno verano

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compensa la existencia de perros rabiosos, así como un hombre buscando vivienda podría evaluar la existencia de teléfono contra laausencia de una vista al mar. Pero ningún ser humano se halla en esaposición. Una persona pertenece a este mundo aún antes de poderempezar a preguntarse si es lindo pertenecer a él. Ya peleó por la

 bandera y con frecuencia hasta obtuvo resonantes victorias para la bandera, incluso antes de ser reclutado. Para ser breves y expresar loesencial de la cuestión: tiene una lealtad antes de tener cualquieradmiración.

En el capítulo anterior se ha dicho que los cuentos de hadas son lamejor forma de expresar ese sentimiento primario en cuanto a que el

mundo es extraño pero también atractivo. El lector, si lo desea,puede pasar por alto el período siguiente de esa literatura belicosa yhasta patriotera que, por lo general, sigue a la de los cuentos dehadas en la vida de un niño. Le debemos, todos, mucha sanamoralidad a la literatura de terror barata. Haya sido cual fuere larazón, me pareció y me sigue pareciendo que nuestra actitud hacia la

 vida se puede expresar mejor en términos de una especie de lealtadmilitar que en términos de crítica y aprobación. Mi aceptación deluniverso no es optimismo, es más parecido a patriotismo. Es unacuestión de lealtad elemental. El mundo no es un socucho alquilado

en Brighton del que nos podemos mudar porque es miserable. Es lafortaleza de nuestra familia con la bandera flameando sobre latorreta, y mientras más miserable es, menos la abandonaríamos. Lacuestión no es si este mundo es demasiado triste como para amarlo o

 bien demasiado alegre como para no amarlo; la cuestión es quecuando se ama una cosa, su alegría es una razón para amarla y sutristeza es una razón para amarla más todavía. Para el patriotainglés, todos los pensamientos optimistas sobre Inglaterra y todoslos pensamientos pesimistas acerca de ella constituyen razonesigualmente valederas. De modo similar, el optimismo y elpesimismo, son argumentos equivalentes para el patriota cósmico.

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la medida en que sugerían que los hombres alguna vez tendieron alorden o a la ética por medio de un intercambio consciente deintereses. La moralidad no comenzó con un hombre diciéndole alotro: “No te pegaré si no me pegas”. No hay  ni vestigios de unatransacción semejante. Pero sí hay  vestigios de ambos hombresdiciendo: “No debemos pegarnos en este lugar sagrado”. Obtuvieronsu moralidad respetando su religión. No cultivaron la valentía. Perocombatieron por su templo y hallaron que se habían vuelto valientes.No cultivaron la limpieza. Pero se purificaron para el altar, y hallaronque estaban limpios. La historia de los judíos es el único documentoantiguo que conoce la mayoría de los ingleses y los hechos puedenser suficientemente bien juzgados por él. Los Diez Mandamientos,

que en lo sustancial son comunes a toda la humanidad, fueronmeramente órdenes militares; un código de instrucciones deregimiento, emitidas para proteger cierto arca a través de ciertodesierto. La anarquía era mala porque ponía en peligro lo sagrado. Yrecién cuando hicieron un día sagrado para Dios se dieron cuenta deque habían hecho un día sagrado para los hombres.

Si me conceden que esta inmemorial devoción a un lugar o a unacosa es una fuente de energía creativa, podemos seguir y pasar a unhecho peculiar. Reiteremos por un instante que el único verdadero

optimismo es una especie de patriotismo universal. ¿Cuál es elproblema con el pesimista? Creo que se puede definir diciendo es unantipatriota cósmico. ¿Y cuál es el problema con el antipatriota?Creo que eso puede ser definido, sin excesiva amargura, diciendo quees un amigo sincero. ¿Y cuál es el problema con un amigo sincero?

 Aquí chocamos contra la roca de la vida real y la inmutablenaturaleza humana.

Me animo a decir que lo que está mal con el amigo sincero es quesimplemente no es sincero. Está escondiendo algo: su propiodepresivo placer en decir cosas desagradables. Tiene un secretodeseo de herir, no de ayudar. Realmente creo que esto es lo que hacea cierta clase de antipatriotas tan irritantes para los ciudadanossanos. Y no estoy hablando (por supuesto) del antipatriotismo que

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sólo irrita a febriles corredores de bolsa y a actrices verborrágicas;porque eso es solamente patriotismo expresado en forma directa.Una persona que dice que ningún patriota debería criticar a la guerracontra los boers hasta que no haya terminado, lo que está diciendo esque ningún buen hijo debería advertirle a su madre que puede caerpor un precipicio hasta que no haya caído. Pero hay una clase deantipatriota que realmente enfurece a las personas honestas, y seexplica por lo que ya he sugerido. Es el amigo sincero insincero; lapersona que dice: “Lamento decir que estamos arruinados”, y no lolamenta en absoluto. Y, sin retórica alguna, puede ser llamadotraidor; porque está usando ese feo conocimiento que le permitiófortalecer al ejército para desalentar a la gente a unirse a él. Puesto

que le está permitido ser pesimista como asesor militar se permiteser pesimista como sargento de reclutamiento. Exactamente delmismo modo, el antipatriota cósmico es el pesimista que utiliza lalibertad que la vida le permite a sus consejeros para alejar a la gentede su bandera. Concedo que este pesimista sólo afirma hechos; peroaún así sigue siendo esencial saber cuáles son sus emociones; cual essu motivo. Puede ser que mil doscientas personas en Tottenhamestén atacadas de viruela; pero quisiéramos saber si esto lo dicealgún gran filósofo que quiere maldecir a los dioses, o lo dice algúnfuncionario común que quiere ayudarlos.

La maldad del pesimista no es, pues, que castiga a los dioses y a loshombres, sino que no ama lo que castiga – no posee esa primigenia ysobrenatural lealtad para con las cosas. ¿Qué es lo que está mal conla persona comúnmente llamada optimista? Obviamente que eloptimista, deseando defender el honor de este mundo, se pone adefender lo indefendible. Es el patriotero del universo. Es el quedirá: “Mi cosmos, en el acierto y en el error”. 61 Estará menosinclinado a reformar las cosas y más inclinado a responder a losataques con esa especie de respuestas oficiales de primera fila que

61  Paráfrasis del típico dicho inglés “ Right or wrong, my country” (Acertado o equivocado, mipaís), indicando que, no importa lo que Inglaterra haga, el buen ciudadano debe defenderla entoda circusntancia.

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tratan de calmar a todo el mundo con promesas. No limpiará almundo lavándolo sino blanqueándolo con una mano de cal. Todoesto – que es aplicable a cierto tipo de optimista – nos lleva a unacuestión psicológica realmente interesante que no podría serexplicada sin lo que antecede.

Dijimos que tiene que haber una lealtad primaria para con la vida. Lapregunta es: ¿debería ser una lealtad natural o sobrenatural? Siquieren ustedes ponerlo de otra forma: ¿debería ser una lealtadracional o irracional? Ahora bien, lo extraordinario es que el maloptimismo – es decir, el blanqueo; la débil defensa de cualquier cosa– viene junto con el optimismo racional. El optimismo racional

conduce a la parálisis; es el optimismo irracional el que conduce a lareforma. Permítaseme explicarlo recurriendo una vez más al paralelocon el patriotismo. La persona que más probablemente arruinará ellugar al que ama es aquella que lo ama por alguna razón. La personaque mejorará el lugar es la persona que lo ama sin razón alguna. Siuna persona ama alguna característica de Pimlico – por másimprobable que parezca – es posible que termine defendiendo esacaracterística en contra de Pimlico mismo. Pero si simplemente amaa Pimlico en sí, es posible que lo elimine convirtiéndolo en la NuevaJerusalén. No niego que la reforma puede ser excesiva; sólo estoy

diciendo que es el patriota místico el que reforma. La simplepatriotería autocomplaciente es más común entre quienes tienenalguna pedante razón para su patriotismo. Los peores patrioteros noaman a Inglaterra sino a una teoría sobre Inglaterra. Si amamos aInglaterra por ser un imperio, podemos estar sobrevaluando el éxitoque tenemos en gobernar a los hindúes. Pero, si la amamos por seruna nación, podremos sobrellevar todos los acontecimientos; porqueseguiría siendo una nación aún si los hindúes nos gobernaran anosotros.

Consecuentemente, sólo permitirán la falsificación de la historiaaquellos cuyo patriotismo depende de la historia. A una persona queama a Inglaterra por ser inglesa no le importará cómo surgióInglaterra. Pero una persona que ama a Inglaterra por ser

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anglosajona probablemente irá en contra de todos los hechos con talde satisfacer su capricho. Puede terminar (como Carlyle 62  yFreeman) afirmando que la Conquista Normanda fue una ConquistaSajona. Puede terminar en la más absoluta irracionalidad – porquetiene una razón para ello. Un hombre que ama a Francia por sermilitarista tratará de justificar al ejército de 1870. Pero un hombreque ama a Francia por ser Francia tratará de fortalecer al ejército de1870. Esto es exactamente lo que han hecho los franceses y Franciaes un buen ejemplo de la paradoja en funcionamiento. En ningunaotra parte hay un patriotismo más puramente abstracto y arbitrario;

 y en ningún otro lugar hay reformas más drásticas y extensas.Mientras más trascendental sea vuestro patriotismo, más

prácticamente efectivas serán vuestras políticas.Quizás la instancia más cotidiana de esta cuestión se dé en el caso delas mujeres y su extraña y sólida lealtad. Cierta gente estúpidaimplantó la idea de que, desde el momento en que obviamente lasmujeres apoyan a los suyos contra lo que venga, las mujeres sonciegas y no se dan cuenta de nada. Esta gente difícilmente hayaconocido a una mujer en absoluto. Porque las mismas mujeres queestán dispuestas a defender a sus hombres contra viento y marea,son – en su trato cotidiano con el hombre – casi morbosamente

conscientes de la debilidad de los argumentos o de la testarudez deél. Cuando un hombre tiene un amigo, lo aprecia y lo deja ser tal cuales. En cambio, su esposa lo ama y constantemente está tratando deconvertirlo en otra persona. Las mujeres que son profundamentemísticas en sus creencias, resultan también profundamente cínicasen su crítica. Thackeray 63  expresó esto muy bien cuando hizo que lamadre de Pendennis, a pesar de idolatrar a su hijo como a un dios,presumiera que fracasaría como hombre. Subestimó su virtud ysobreestimó su valor. El devoto es enteramente libre para criticar; el

62  Thomas Carlyle (1795-1881) Historiador, crítico social y ensayista escocés.

63  William Makepeace Thackeray  (1811–1863) Novelista inglés, famoso por sus obrassatíricas entre las que se destaca Vanity Fair, un retrato panorámico de la sociedad inglesa de suépoca. “La Historia de Pendennis” es otra obra suya, publicada en 1848. 

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fanático puede ser un escéptico sin correr riesgos. El amor no esciego; eso es lo último que puede ser. El amor es un vínculo, ymientras más fuerte sea el vínculo, menos ciego es.

 Al menos esto es lo que terminó siendo mi posición frente a todoaquello llamado optimismo, pesimismo y progreso. Antes de llevar acabo cualquier reforma universal deberíamos hacerle un juramentode lealtad al universo. Una persona tiene que estar interesada en la

 vida para poder desinteresarse de las opiniones sobre ella. “Hijo mío,dame tu corazón”; el corazón tiene que estar comprometido con loadecuado, porque en el momento en que tenemos el corazónfijamente puesto en algo, nuestras manos quedan libres.

Tengo que hacer una pausa aquí para anticiparme a una críticaobvia. Se me dirá que una persona racional aceptará al mundo comoalgo en el que se mezclan lo bueno y lo malo, y lo hará con unasatisfacción y una entereza razonables. Y ésta es exactamente laactitud que considero equivocada. Ya sé que resulta una actitud muycomún en nuestros tiempos; como que ha sido perfectamentedescrita en aquellas serenas líneas de Matthew Arnold 64  queresultan más estridentemente blasfemas que los alaridos deSchopenhauer:

“Vivimos bastante: y si una vida es en grandes logros tan mezquina;aún si soportable, difícilmente ha de merecerestas pompas mundanas, este dolor de nacer.” 

 Ya sé que esta sensación inunda nuestra época; pero pienso que estambién lo que la congela. Porque para nuestros enormes proyectosde fe y de revolución, lo que necesitamos no es la fría aceptación delmundo como un compromiso, sino alguna forma en que podamos

odiarlo y amarlo de todo corazón. No nos sirve que la alegría y larabia se anulen mutuamente para producir un vulgar compromiso; lo

64  Matthew Arnold (1822–1888) Poeta y crítico inglés. Trabajó como inspector escolar.

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que necesitamos es un entusiasmo más feroz y una insatisfacciónmás feroz todavía. Tenemos que sentir que el universo es el castillodel ogro a asaltar y, simultáneamente, que es nuestra propia choza ala que podemos regresar cuando cae el sol.

Nadie duda que el hombre común puede arreglárselas en estemundo. Pero lo que exigimos no es que tenga la fortaleza de estar enél sino la fortaleza de vivirlo. ¿Puede odiarlo lo suficiente como paracambiarlo y puede amarlo lo suficiente como para pensar que vale lapena cambiarlo? ¿Puede ver sus colosales bondades sin sentiraceptación aunque sea una sola vez? ¿Puede ver sus maldadescolosales sin desesperarse aunque sea una sola vez? En breve:

¿puede no sólo ser a la vez optimista y pesimista, sino fanáticamentepesimista y fanáticamente optimista? ¿Podrá ser tan pagano comopara morir por el mundo y tan cristiano como para ofrendarle sumuerte? Sostengo que ésta es la combinación en la que fracasa eloptimista racional y tiene éxito el optimista irracional. Es eloptimista irracional el que está dispuesto a hacer pedazos a todo eluniverso por el bien del universo mismo.

He puesto todas estas cosas, no en su madura secuencia lógica, sinotal como me vinieron; y esta visión se me aclaró y se me hizo más

nítida en forma accidental. Bajo la larga sombra de Ibsen, 65  depronto surgió la pregunta de si no sería algo bueno asesinarse a unomismo. Había pomposos modernos que nos decían que ni siquierateníamos que decir “pobre diablo” a propósito de un hombre que sehabía volado los sesos, porque en realidad era una personaenvidiable y sólo se los había volado a causa de su excepcionalexcelencia. El señor William Archer 66 hasta sugirió que en la

65  Henrik Johan Ibsen (1828-1906). Dramaturgo y poeta noruego. Padre del drama realistamoderno y antecedente del teatro simbólico. Sus obras cuestionaban el modelo de familia y desociedad dominante

66  William Archer (1856-1924), Crítico escocés. Escribió en el Edinburgh Evening News, en elLondon Figaro y en el World. Introdujo a Ibsen en Iglaterra traduciendo varias de sus obras. Fueamigo y vecino de George Bernard Shaw (durante un tiempo Archer vivió en el N° 27 de FitzroySquare mientras Shaw vivía en el N° 29). Participó de la propaganda de guerra inglesa durante la

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próxima edad dorada habría máquinas automáticas en las cuales bastaría con introducir una moneda en la ranura para que unapersona pudiese suicidarse al costo de un penique. Respecto de estome encontré en una posición hostil a todos los que se llamabanliberales y humanos. No es tan sólo que el suicidio es pecado; es EL pecado. Es la maldad última y absoluta; es la negativa a interesarsepor la existencia; la negativa a jurarle lealtad a la vida. El hombreque mata a un hombre, mata a un hombre. El hombre que se mata así mismo, mata a todos los hombres – por lo que a él concierne,

 borra a todo el resto del mundo. Su acción es peor (considerándoloen forma simbólica) que cualquier violación o cualquier atentado conexplosivos. Porque destruye todos los edificios y es una afrenta a

todas las mujeres. El ladrón se conforma con diamantes pero no asíel suicida: ése es su crimen. No puede ser sobornado ni siquiera porlas esplendorosas piedras de la Ciudad Celestial. El ladrón respeta loque roba, aunque no a quien se lo roba. Pero el suicida insulta a todolo que existe sobre la tierra no robándolo. Denigra a toda florrehusando vivir por ella. No existe ni la más pequeña criatura en elcosmos para la cual su muerte no sea una injuria. Cuando un hombrese ahorca colgándose de un árbol, las hojas podrían caer indignadas

 y los pájaros salir volando furiosos; porque cada uno de ellos harecibido una afrenta personal. Por supuesto que pueden existir

patéticas excusas emocionales para la acción. Con frecuencia las haypara la violación, y casi siempre las hay para el atentado conexplosivos. Pero, si se trata de ideas claras y del sentido inteligentede las cosas, hay mucho más de verdad racional y filosófica en elentierro en las encrucijadas y en el empalamiento 67  que en lasmáquinas automáticas para suicidarse del señor Archer. Tiene

Primera Guerra Mundial con escritos tendientes a culpar exclusivamente a Alemania por elconflicto.

67  Históricamente existió la costumbre de enterrar a los criminales y a los suicidas en el cruce decaminos, como alternativa para no sepultarlos en el camposanto. Por otra parte, empalamientoconsistió en “ensartar al reo en un palo puntiagudo”. En los países anglosajones se lo utilizó, porejemplo, para ejecutar a las madres infanticidas y, simbólicamente, para los suicidas.

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sentido sepultar aparte a los suicidas. Ese crimen es diferente deotros crímenes, y lo es porque imposibilita hasta al crimen.

 Aproximadamente por la misma época leí la solemne puerilidad dealgún librepensador: decía que el suicidio era igual al martirio. Lamanifiesta falacia de esto me ayudó a clarificar la cuestión. Es obvioque el suicidio es lo opuesto del martirio. Un mártir es una personaque se preocupa tanto por algo externo a él que se olvida de supropia vida personal. Un suicida es alguien que se preocupa tan pocopor cualquier cosa externa a él que quiere ponerle fin a todo. Elprimero quiere que algo comience; el segundo quiere que algotermine. En otras palabras, el mártir es noble porque proclama este

último vínculo con la vida (aunque renuncie al mundo y execre a lahumanidad); pone su corazón fuera de sí mismo; muere para quealgo pueda vivir. El suicida es innoble porque no tiene este vínculocon el ser: es un mero destructor; destruye al universoespiritualmente. Y después recordé la estaca y la encrucijada, y elraro hecho que la cristiandad haya manifestado tener esta extrañacrueldad para con el suicida. Porque el cristianismo habíamanifestado un exaltado entusiasmo por el mártir. El cristianismoascético estaba siendo acusado, no por entero sin razón, de llevar elmartirio y el ascetismo a un punto desolado y pesimista. Los

primeros cristianos hablaron de la muerte con una horrible felicidad.Blasfemaron contra los hermosos deberes del cuerpo. Podíanolfatear la tumba desde lejos como quien percibe el perfume de uncampo lleno de flores. Y todo esto le había parecido a muchos comola misma poesía del pesimismo. Y, sin embargo, allí está la estaca enla encrucijada para mostrar lo que el cristianismo pensó delpesimista.

Ésta fue la primera de una larga serie de enigmas con los que elcristianismo entró en la discusión. Y junto con él apareció unapeculiaridad que habré de tratar con mayor detalle, que es unacaracterística de todas las nociones cristianas, pero que claramentecomenzó con ésta. La actitud cristiana para con el mártir y el suicidano fue lo que tan frecuentemente afirman las morales modernas. No

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fue una cuestión de gradación. No se trataba de que siempre hay queponer un límite en alguna parte y que el auto-inmolado porexaltación caía dentro de ese límite y el auto-inmolado por tristezacaía fuera de él. Evidentemente, el sentimiento cristiano no erameramente que el suicida estaba llevando el martirio demasiadolejos. El sentimiento cristiano estaba furiosamente a favor de uno yfuriosamente en contra del otro: estas dos cosas, que parecían tansemejantes, estaban en los extremos opuestos del cielo y del infierno.Una persona arrojaba su vida lejos de sí y resultaba ser tan buenaque sus huesos resecos podían curar ciudades enteras durante unapeste. La otra persona arrojaba su vida lejos de sí y resultaba ser tanmalvada que sus huesos ensuciarían a sus hermanos. No estoy

diciendo que esta ferocidad estaba bien. Pero ¿por qué estaferocidad?

 Aquí fue donde por primera vez sentí que mis vagabundos piestransitaban por un sendero ya hollado. El cristianismo tambiénhabía sentido esta oposición entre el mártir y el suicida: ¿acaso lahabía sentido por la misma razón? ¿Había el cristianismo sentido lomismo que yo no podía (y no puedo) expresar – esta necesidad deprimero serle leal a las cosas y luego arruinarlas para reformarlas? Ydespués recordé la acusación que se le hacía al cristianismo: que

combinaba estas dos cosas que yo estaba tratando desesperadamentede combinar. El cristianismo estaba siendo acusado de ser, al mismotiempo, demasiado optimista en cuanto al universo y demasiadopesimista en cuanto al mundo. Ante esa coincidencia, de repente medetuve.

En la controversia moderna ha surgido el hábito imbécil de decir quetal o cual credo puede ser sostenido en una época pero no en otra. Senos dice que algún dogma resultó creíble en el Siglo XII pero que yano es creíble en el XX. Con el mismo principio se podría decir queuna filosofía puede ser creída los Lunes pero no los Martes. Tambiénse podría decir que una visión del cosmos es adecuada para las tres ymedia pero inadecuada para las cuatro y media. Lo que un hombrepuede creer depende de su filosofía; no del reloj o del siglo. Si una

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persona cree en la ley natural inalterable, no puede creer en ningúnmilagro, en ninguna época. Si una persona cree en una voluntaddetrás de la ley, puede creer en cualquier milagro en cualquier época.Supongamos, en aras de la discusión, que estamos tratando acercade un caso de curación milagrosa. Un materialista del Siglo XII nocreería en ella más de lo que cree un materialista del Siglo XX. Peroun científico cristiano del Siglo XX puede creerla tanto como la creíaun cristiano del Siglo XII. Es simplemente cuestión de la teoría queun hombre tiene de las cosas. Por lo tanto, cuando tratamoscualquier respuesta histórica, la cuestión no es la de establecer si fuedada en nuestra época sino si fue dada en respuesta a nuestrapregunta. Y mientras más pensaba acerca del cuándo y del cómo de

la aparición del cristianismo en este mundo, tanto más sentí que elcristianismo había venido para responder a esta pregunta.

Por lo común, los cristianos amplios y tolerantes son los que alabanal cristianismo del modo más indefendible. Hablan como si la piedado la compasión no hubieran existido nunca antes del advenimientodel cristianismo, un asunto sobre el cual cualquier medieval hubieraestado ansioso por corregirlos. Dicen que lo destacado delcristianismo es que fue el primero en predicar la simpleza y la auto-moderación, o la meditación y la sinceridad. Dirán que soy muy

rígido (sea lo que fuere que eso significa) si digo que lo notable delcristianismo es que fue el primero en predicar el cristianismo. Supeculiaridad consistió en ser peculiar, y la simpleza y la sinceridadno son peculiares sino ideales evidentes de toda la humanidad. Elcristianismo fue la respuesta a un acertijo, no la última obviedadpronunciada después de una larga conversación. Hace poco leí en unexcelente semanario de tendencia puritana la observación que elcristianismo, despojado de la estructura del dogma (como quienhabla de un hombre despojado de su estructura ósea), resultaba noser nada más que la doctrina cuáquera de la Luz Interior. 68  Ahora

68  La "Luz Interior" es un concepto utilizado por muchos cuáqueros para expresar su fe. Elconcepto no está demasiado bien definido ya que muchos cuáqueros lo han interpretado dediferente manera pero, por lo general, se refiere a la presencia de Dios en el interior de cadapersona y a la experiencia personal y directa de Dios. Los cuáqueros sostienen que Dios le habla

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cristianismo vino al mundo en primer lugar para afirmar violentamente que el ser humano no tenía que mirar sólo hacia suinterior sino también hacia afuera, para percibir con asombro y conentusiasmo una compañía divina y a un capitán divino. Lo únicodivertido en ser cristiano fue que el hombre ya no se quedaba a solascon la Luz Interior sino que, definitivamente, reconocía una luzexterna, brillante como el sol, clara como la luna, terrible como unejército con banderas.

De cualquier modo, sería mejor que Jones no adorase al sol ni a laluna. Porque si lo hace, habrá una tendencia en él de imitarlos; dedecir que, porque el sol quema vivos a los insectos, él también puede

quemarlos vivos. Podrá pensar que, porque el sol le da insolación alas personas, él le puede dar paperas al vecino. Podrá pensar que,porque la luna tiene fama de enloquecer a la gente, él puede volverloca a su mujer. Este lado feo del optimismo meramente externotambién apareció en el mundo antiguo. Aproximadamente por laépoca en que el idealismo estoico comenzó a mostrar las debilidadesdel pesimismo, el antiguo culto de sus antepasados a la naturalezaempezó a mostrar las enormes debilidades del optimismo. El culto ala naturaleza es bastante bueno mientras la sociedad es joven, o bien,en otras palabras, el panteísmo 71  está bien mientras sea el culto a

Pan. 72  Pero la Naturaleza tiene otro costado que la experiencia y elpecado no tardan en descubrir, y no es ninguna trivialidad decir deldios Pan que pronto mostró su casco partido. La única objeción a la

71  El panteísmo - del griego: pan="todo" y theos="dios": literalmente "Dios es todo" y "todo esDios" - es una doctrina filosófica según la cual el Universo, la naturaleza y Dios son equivalentes.La ley natural, la existencia y el universo (la suma de todo lo que fue, es y será) se representa pormedio del concepto teológico de "Dios".

72  Pan era el dios de los pastores y los rebaños en la mitología griega. Era el dios de las brisas,del amanecer y del atardecer. Vivía en compañía de las ninfas en una gruta del Parnaso llamadaCoriciana. Se le atribuían dones proféticos y formaba parte del cortejo de Dionisio, puesto que sesuponía que seguía a éste en sus costumbres. Era cazador, curandero y músico. Dotado de unagran potencia sexual, acechaba continuamente a las ninfas. Habitaba en los bosques y en lasselvas, correteando tras las ovejas y espantando a los hombres que penetraban en sus terrenos.Se lo representa con sus miembros inferiores en forma de macho cabrio y el resto del cuerpo conapariencia de hombre.

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Religión Natural es que, de algún modo, siempre termina siendoantinatural. Por la mañana un hombre ama a la Naturaleza por suinocencia y por su cordialidad; y por la noche, si todavía la ama, lohará por su oscuridad y su crueldad. Se bañará al amanecer en aguaclara como lo hizo el Hombre Sabio de los estoicos, pero, de algunamanera, en la oscuridad del atardecer de ese día, estará bañándoseen la sangre caliente de un toro como lo hizo Juliano el Apóstata. 73 El mero afán por la salud siempre termina en algo insalubre. Lanaturaleza física no debe convertirse en objeto de obediencia; debeser disfrutada, no adorada. No hay que tomar en serio a las estrellas

 y a las montañas. Si lo hacemos, terminaremos en dónde terminó elculto pagano a la Naturaleza. Porque la tierra es generosa, podemos

terminar imitando todas sus crueldades. Porque la sexualidad essana, podemos enloquecer de sexualidad. Con los paganos, el simpleoptimismo llegó a su demencial y apropiado final. La teoría de quetodo era bueno se convirtió en una orgía de todo lo malo.

Por el otro lado, nuestros pesimistas idealistas estuvieronrepresentados por los antiguos restos de los estoicos. Marco Aurelio

 y sus amigos realmente abandonaron la idea de que había algo buenoen el universo y se concentraron exclusivamente en el dios interior.No tenían esperanza alguna en ninguna virtud de la naturaleza, y

apenas cierta esperanza de que hubiese alguna virtud en la sociedad.No estaban lo suficientemente interesados en el mundo exterior paradestruirlo o para revolucionarlo. No amaron la ciudad lo suficientecomo para prenderle fuego. De esta manera, el mundo antiguo seencontró con exactamente el mismo desolado dilema que tenemoshoy. Las únicas personas que realmente disfrutaban del mundoestaban ocupados en romperlo; y a las personas virtuosas esaspersonas no les importaban lo suficiente como para derrocarlas. Eneste dilema – que era el mismo que el nuestro – apareció de repente

73  Flavio Claudio Juliano (332–363) Emperador romano desde el 361 hasta su muerte.Conocido como Juliano el Apóstata, por renegar del cristianismo y convertirse al paganismoneoplatónico. Fue el último emperador romano politeísta, y el último que trató de impedir laexpansión del Cristianismo. Murió en una campaña contra los persas.

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el cristianismo ofreciendo una respuesta singular que,eventualmente, el mundo terminó aceptando como la respuesta. Fuela respuesta entonces y creo que sigue siendo la respuesta hoy.

Fue como el corte de una espada; fragmentó y en ningún sentidounió sentimentalmente. En breve: separó a Dios del cosmos. Esatrascendencia y esa diferenciación de la deidad, que algunoscristianos hoy quisieran quitar del cristianismo, fue realmente laúnica razón por la que se quería ser cristiano. Fue lo más esencial dela respuesta cristiana al triste pesimista y al optimista más tristetodavía. Y ya que estoy tratando aquí el problema particular de estaspersonas, me limitaré a mencionar brevemente esta gran sugerencia

metafísica: todas las descripciones del principio creador osustentador de las cosas tienen que ser metafóricas porque tienenque ser verbales. Así, el panteísta está forzado a hablar de Dios entodas las cosas como si estuviese en una caja. Así el evolucionistatiene, por su propia definición, la idea de ser desenrollado como unaalfombra. Todos los términos, ya sean religiosos o irreligiosos, estánexpuestos a esta acusación. La única pregunta es la de si todos lostérminos son inútiles o bien si se puede, con una frase así, cubrir unaidea diferenciada acerca del origen de las cosas. Pienso que sepuede; y el evolucionista evidentemente también lo piensa, o no

estaría hablando de evolución. Y la frase básica de todo el deísmocristiano fue que Dios era un creador, de la misma forma en que lo esun artista. Un poeta está tan separado de su poesía que habla de ellacomo algo que “le salió”. Hasta al transmitirla se separa de ella. Esteprincipio de que toda creación y procreación es una ruptura resultapor lo menos tan consistente a lo largo del cosmos como el principioevolutivo de que todo cambio es una bifurcación. Una mujer pierdeun niño incluso cuando tiene un niño. Toda creación es separación.El nacimiento es una partida tan solemne como la muerte.

El principal principio filosófico del cristianismo fue que este divorcioen el divino acto de la creación – semejante al que separa al poeta delpoema y a la madre del niño recién nacido – correspondía a la

 verdadera descripción del acto mediante el cual la energía absoluta

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hizo al mundo. De acuerdo con la mayoría de los filósofos, Dios, alhacer al mundo, lo esclavizó. De acuerdo con el cristianismo, alhacerlo, lo liberó. Dios escribió, no tanto un poema sino más bienuna obra de teatro; una obra que planeó perfecta pero que,necesariamente, quedó encomendada a actores y a escenógrafoshumanos que, desde entonces, la han convertido en un grandesbarajuste. Discutiré la verdad de este teorema más tarde. Aquísólo deseo señalar con qué sorprendente suavidad el cristianismosuperó el dilema que hemos discutido en este capítulo. De estamanera uno podía al menos ser feliz o indignado sin degradarse a serni pesimista ni optimista. Dentro de este sistema se podía combatir atodas las fuerzas de la existencia sin desertar la bandera de la

existencia. Se podía estar en paz con el universo y, sin embargo, enguerra contra el mundo. San Jorge podía pelear contra el dragón, pormás que se hinchara el monstruo en el cosmos para parecer másgrande que las poderosas ciudades y más alto que las eternasmontañas. El dragón hubiera podido ser muerto en nombre delmundo aún si hubiera sido tan grande como el mundo entero. SanJorge no tenía por qué considerar ninguna clase de obvios riesgos oproporciones en la escala de las cosas, sino tan sólo el secretooriginal de su diseño. Podía blandir su espada contra el dragónincluso si éste lo era todo; incluso si los cielos vacíos por sobre su

cabeza no eran más que el enorme arco de las fauces abiertas deldragón.

 Y después vino una experiencia imposible de describir. Fue como si,desde mi nacimiento, hubiera estado chapuceando con dos enormese inmanejables máquinas de diferentes formas y sin conexiónaparente – el mundo y la tradición cristiana. Había encontrado unhueco en el mundo: el hecho que, de alguna manera, uno tiene queencontrar la forma de amar al mundo sin confiar en él; de algunaforma uno tiene que amar al mundo sin ser mundano. Y encontré esacaracterística prominente de la teología cristiana, aguda como unadura espina: la dogmática insistencia de que Dios era personal yhabía creado al mundo separado de sí mismo. El dogma de la espinacabía exactamente en el hueco – era evidente que había sido

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Crusoe – constituía la versión disparatada de algo originalmentesabio; porque, de acuerdo al cristianismo, éramos realmente lossobrevivientes de un naufragio, tripulantes de un barco dorado quese había hundido antes del comienzo del mundo.

Pero la cuestión importante era que eso invertía por entero la razónpara el optimismo. Y, en el instante en que la inversión se produjo, lasensación fue como la del repentino alivio que se siente cuando unhueso es vuelto a poner en su lugar. Muchas veces me había definidocomo optimista para evitar la demasiado evidente blasfemia delpesimismo. Pero todo el optimismo de la época había resultado falso

 y descorazonador porque constantemente estaba tratando de

demostrar que encajamos en este mundo. El optimismo cristianoestá basado sobre el hecho de que no encajamos en el mundo. Habíatratado de ser feliz diciéndome que el hombre es un animal, igual acualquier otro, que le imploraba su alimento a Dios. Pero ahora erarealmente feliz porque había aprendido que el hombre es unamonstruosidad. Había tenido razón en sentir que todas las cosaseran raras, porque yo mismo era, al mismo tiempo, peor y mejor quetodas las cosas. El placer del optimista era prosaico porque sefundamentaba en que todo es natural; en cambio el placer delcristiano era poético porque se fundamentaba en que, a la luz de lo

sobrenatural, todo resulta artificial. El filósofo moderno habíainsistido en decirme una y otra vez que yo estaba en el lugaradecuado, pero yo seguía sintiéndome deprimido, incluso estando deacuerdo. Pero cuando escuché que estaba en el lugar equivocado mi alma cantó de alegría como un pájaro en primavera. Eseconocimiento encontró e iluminó habitaciones olvidadas en el oscuroedificio de mi infancia. Ahora sabía por qué el pasto verde siempreme había parecido tan raro como la barba verde de un gigante; o porqué podía sentir nostalgias del hogar estando en mi propia casa.

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VI. Las Paradojas del Cristianismo

El verdadero problema con este mundo nuestro no está en que esirracional; ni siquiera está en que es razonable. La clase más comúnde problema es que resulta casi razonable, pero no tanto. La vida noes algo ilógico; y sin embargo es una trampa mortal para los expertosen lógica. Lo que sucede es que parece un poco más matemático yregular de lo que realmente es. Su exactitud es obvia, pero suinexactitud está oculta; su insensatez está al acecho. Daré un burdoejemplo de lo que quiero decir. Supongan que una criaturamatemática de la luna tuviese que investigar el cuerpo humano.Observaría de inmediato que lo esencial de ese cuerpo es que todoestá duplicado. Una persona es, en realidad, dos personas; el de laderecha es exactamente igual al de la izquierda. Después de anotarque hay un brazo a la derecha y otro a la izquierda, una pierna a laderecha y otra a la izquierda, podría continuar investigando yseguiría hallando a cada lado el mismo número de dedos, el mismonúmero de dedos gordos en los pies, un par de ojos, un par de orejas,un par de agujeros en la nariz y hasta un par de hemisferioscerebrales. Por último, presumiría que es una ley y, al hallar elcorazón en un lado, deduciría que hay otro en el lado opuesto. Y

 justo en ese momento, cuando más creyera que está en lo cierto,estaría equivocado.

Este silencioso desvío de la exactitud por una pulgada es lo queconstituye el elemento misterioso que hay en todo. Es como si eluniverso fuese secretamente traicionero. Una manzana o unanaranja son lo suficientemente redondas como para que puedan serllamadas redondas, pero no son redondas después de todo. La tierratiene una forma de naranja a fin de tentar a algún astrónomoingenuo a llamarla globo. La hoja de pasto y la hoja de una espada

tienen similitudes que justifican que se las designe por la mismapalabra pero, bien miradas, no son iguales. En todas partes hay unelemento subrepticio e incalculable en las cosas. Se le escapa a losracionalistas, pero se les escapa a último momento. De la gran curvaque tiene el perfil de nuestra tierra se podría inferir fácilmente que

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cada pulgada de la misma está curvada de forma idéntica. Pareceirracional que un ser humano tenga un hemisferio cerebral a cadalado y no tenga un corazón a cada lado. Y aún así, los científicoscontinúan organizando expediciones al Polo Norte porque siguenencariñados con la idea de un paisaje plano. Los científicos estántambién organizando expediciones para encontrar el corazón delhombre y, cuando tratan de hallarlo, por lo general empiezan por ellado equivocado.

 Ahora bien, la mejor forma de comprobar la existencia de laperspicacia o la inspiración es verificando si resulta capaz deadivinar estas malformaciones o sorpresas ocultas. Si nuestro

matemático de la luna vio los dos brazos y las dos orejas, podríadeducir los dos omóplatos y los dos hemisferios cerebrales. Pero siadivinara el lugar correcto del corazón, yo lo llamaría algo más queun matemático. Ahora bien, ésta es exactamente la afirmación quesostengo desde que abogo por el cristianismo. No es tan sólo que elcristianismo deduce verdades lógicas. Sucede que cuando, de pronto,se vuelve ilógico es porque ha encontrado, por decirlo así, una

 verdad ilógica. No es tan sólo que acierta acerca de las cosas sino quefalla – por decirlo de algún modo – exactamente en dónde las cosastambién fallan. Su plan se condice con las secretas irregularidades y

espera lo inesperado. Es simple acerca de la verdad simple, pero se vuelve obstinado en relación con la verdad sutil. Admitirá que unapersona tiene dos manos, pero no admitirá (aunque todos losmodernistas aúllen por ello) la deducción aparentemente obvia deque tiene dos corazones. Mi propósito en este capítulo es señalaresto; mostrar que cuando sentimos que hay algo paradójico en lateología cristiana, por lo general hallaremos que hay algo paradójicotambién en la verdad.

 Ya he aludido a esa frase sin sentido según la cual, éste o aquél credono puede ser creído en nuestra época. Por supuesto que cualquiercosa puede ser creída en cualquier época. Pero, por extraño queparezca, existe realmente un sentido en el cual un credo, si es que escreído en absoluto, puede ser creído de una manera más estable en

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una sociedad compleja que una sociedad simple. Si una personaencuentra que el cristianismo es verdadero en Birmingham, tendráen realidad más razones para su fe que si lo hubiera hallado

 verdadero en Mercia. 75  Porque mientras más complicada parezca lacoincidencia,, menos coincidencia puede ser. Si cayeran copos denieve en la forma de, digamos, el corazón de Midlothian, 76 esopodría ser un accidente. Pero si cayesen copos de nieve con la formaexacta del laberinto de Hampton Court 77  creo que a eso se lo podríallamar milagro. Es exactamente un milagro como ése que he llegadoa sentir respecto de la filosofía del cristianismo. La complejidad denuestro mundo moderno demuestra la verdad del credo con mayorperfección que cualquiera de los problemas simples de las épocas de

fe. Fue en Notting Hill y en Battersea78

  que comencé a ver que elcristianismo era verdadero. Es por esta complejidad que la fe tieneesa elaboración de doctrinas y detalles que tanto desespera a quienesadmiran el cristianismo sin creer en él. Pero una vez que cree, elcreyente está orgulloso de la complejidad de su credo, de la mismaforma en que los científicos están orgullosos de la complejidad de laciencia. Demuestra la riqueza de sus descubrimientos. Si está en locierto en absoluto, será un halago decir que está elaboradamente enlo cierto. Un palo puede calzar en un agujero y una piedra puedecalzar en un pozo por accidente. Pero tanto una llave como una

cerradura son complejas. Si una llave calza en una cerradura,sabemos que es la llave correcta.

75  Mercia es una región del Centro-Sur de Inglaterra, antiguamente constituía uno de los cuatroreinados de la Heptarquía anglosajona. Birmingham a su vez es la segunda ciudad másimportante de Inglaterra, otrora corazón de la Revolución Industrial.

76  Una de la 32 subdivisiones administrativas de Escocia.

77

  Hampton Court: paraje al sudoeste de Londres, en la localidad de Richmond, dónde hay uncastillo que erigido originalmente por Thomas Wolsey, arzobispo de York y en cuyos jardines seencuentra un famoso laberinto, el Hampton Court Palace Hedge Maze.

78  Notting Hill: elegante barrio residencial de Londres, habitado hacia fines del Siglo XIX yprincipios del XX por la clase media alta de la ciudad. Battersea, a su vez, fue por esa mismaépoca un complejo barrio industrial, principalmente ferroviario.

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Pero esta precisión intrínseca del asunto hace muy difícil lo queahora tenemos que hacer, que es describir esta acumulación de la

 verdad. Es muy difícil para un hombre defender cualquier cosa de laque está completamente convencido. Es comparativamente más fácilhacerlo cuando está sólo parcialmente convencido. Cuando suconvicción es sólo parcial es porque ha encontrado la prueba de estoo de lo otro y puede exponerla. Pero una persona no se convence deuna teoría filosófica cuando encuentra que hay algo que lademuestra. Sólo estará realmente convencido si encuentra que todola demuestra. Y mientras más razones convergentes encuentreapoyando su convicción, más incómodo se sentirá cuando se le pidade repente que las resuma. Si se le preguntase súbitamente a un

hombre inteligente común: “¿Por qué prefiere usted la civilización ala barbarie salvaje?” el individuo miraría desesperado a su alrededor buscando un objeto tras otro y sólo sería capaz de responder vagamente, “Bueno, ahí está ese estante lleno de libros . . . y elcarbón en la carbonera . . . y los pianos . . . y los policías.”  Elproblema de la civilización es que es un problema complejo. ¡Hahecho tantas cosas! Pero precisamente esa multiplicidad de pruebas,que debería convertir la respuesta en aplastante, hace que larespuesta sea imposible.

Por consiguiente, existe una especie de enorme impotencia enrelación con toda convicción completa. La creencia es tan grande quese necesita mucho tiempo para traducirla en acción. Y lo más extrañode todo es que esta vacilación surge principalmente de lo indiferenteque resulta el lugar por dónde uno tendría que empezar. Todos loscaminos conducen a Roma; razón por la cual muchas personasnunca llegan a ella. En el caso de la defensa de la conviccióncristiana, confieso que me daría lo mismo comenzar el argumentotanto con un tema como con otro; podría comenzar con un nabo ocon un taxímetro. Pero si he de ser en absoluto cuidadoso deexpresarme con claridad, creo que lo más aconsejable será continuarcon los argumentos ya expuestos en el capítulo anterior que estabadedicado a exponer la primera de estas coincidencias, o más bienratificaciones, místicas. Todo lo que hasta ese momento había

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escuchado sobre la teología cristiana me alienaba de ella. Fui paganoa la edad de doce años y un completo agnóstico a los dieciséis; y nopuedo entender cómo alguien puede pasar la edad de diecisiete añossin haberse hecho una pregunta tan simple. Conservé, por cierto, unanebulosa reverencia por una deidad cósmica y un gran interéshistórico por el Fundador del cristianismo. Pero lo consideréconscientemente como un hombre; aunque, quizás y hasta en esepunto, estimé que le sacaba ventaja a algunos de sus críticosmodernos. Leí la literatura científica y escéptica de mi tiempo – todaella. Al menos lo que pude encontrar escrito en inglés y disponiblepor ahí. Y no leí nada más. Me refiero a que no leí otra cosa sobrecualquier otro aspecto de la filosofía. Las novelas baratas de terror

que también leí estaban, por cierto, dentro de la saludable y heroicatradición cristiana, pero yo no lo sabía en ese momento. Nunca leíuna sola línea de apologética cristiana. Hasta el día de hoy leo lomenos que puedo sobre ella. Fueron Huxley y Herbert Spencerquienes me trajeron de regreso a la ortodoxia teológica. Fueron ellosquienes sembraron en mi mente las primeras tremendas dudas sobrela duda. Nuestras abuelas estaban bastante en lo cierto cuandoafirmaban que Tom Paine 79  y los librepensadores perturbaban elpensamiento. Lo perturban. Al mío lo perturbaron horriblemente.Los racionalistas hicieron que me preguntara si la razón sirve para

algo en absoluto; y cuando terminé con Herbert Spencer llegué hastaa poner en duda (por primera vez) que la evolución hubiese ocurrido

 jamás. Cuando terminé de leer la última de las clases ateas delCoronel Ingersoll, 80  se me cruzó por la cabeza la espantosa

79  Thomas Paine (1737-1809), político y publicista estadounidense de origen inglés. Promotor

del liberalismo y de la democracia. Se formó de manera autodidacta y llegó a ser el másimportante revolucionario norteamericano, con ideas en conflicto con su tiempo que batallabancontra el sexismo, la esclavitud, el racismo y la monarquía, a la que se opuso proponiendo en sulugar la república. Como otros ilustrados, también abominó de la superstición, la religiónorganizada (las Iglesias) y el clero.

80  Magistrado de los tribunales ingleses.

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observación “Por poco, con tus argumentos, haces de mí uncristiano.” 81  Me encontré en un estado desesperante.

Se puede ilustrar de muchas maneras este extraño efecto que tienenlos grandes agnósticos de provocar dudas más profundas que las deellos. Elegiré sólo una. Mientras leía y releía los comentarios no-cristianos o anticristianos sobre la fe, desde Huxley hasta Bradlaugh,82 una leve y atroz impresión creció en mi mente, en forma gradualpero bien gráfica – la impresión de que el cristianismo tenía que serde lo más extraordinario. Porque (tal como se desprendía de lo queentendí) no era tan sólo que el cristianismo adolecía de los másflagrantes defectos sino que, aparentemente, tenía el talento místico

de combinar defectos que parecían inconsistentes entre sí. Se loatacaba desde todos lados y por razones contradictorias. Ni bien unracionalista terminaba de demostrar que estaba ubicado demasiadohacia el Este, venía otro que demostraba con la misma claridad queestaba demasiado al Oeste. Ni bien se había calmado mi indignaciónpor su angular y agresiva cuadratura, se me instaba a ver y condenarsu enervante y sensual redondez. Para el caso de que algún lector nohaya tropezado también con lo que quiero decir, daré algunosejemplos de esta contradicción intrínseca en el ataque de losescépticos, tal como los recuerdo al azar. Los ejemplos serán cuatro o

cinco. Hay como cincuenta más.

 Así, por ejemplo, quedé muy impresionado por el elocuente ataque alcristianismo como algo inhumanamente lúgubre; porque pensé (ysigo pensando) que el pesimismo sincero es un pecadoimperdonable. El pesimismo insincero es una conquista social más

 bien aceptable y, por suerte, casi todos los pesimistas no sonsinceros. Pero si el cristianismo era, como decían estas personas, unacosa puramente pesimista y contraria a la vida, pues en ese caso yoestaba dispuesto a hacer volar la Catedral de San Pablo por los aires.

81  Respuesta de Herodes Agripa II a San Pablo – Cf. Hechos de los Apóstoles 26:28

82  Charles Bradlaugh (1833–1891) activista político y uno de los más famosos ateos inglesesdel Signo XIX.

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Pero lo más extraordinario de todo era que, después de habermedemostrado en el Capítulo I (a mi entera satisfacción) que elcristianismo era demasiado pesimista, venía el Capítulo II en dóndeme empezaban a demostrar que era, en buena medida, demasiadooptimista. Una de las acusaciones era que el cristianismo, por mediode lágrimas y terrores enfermizos, impedía que las personas

 buscaran alegrías y placeres en el seno de la Naturaleza. Pero lasiguiente acusación era que consolaba a las personas con unaprovidencia ficticia y las ponía en una guardería infantil pintada entonos color de rosa. Uno de los grandes agnósticos se preguntaba porqué se consideraba a la Naturaleza como insuficientemente hermosa

 y por qué se decía que resultaba difícil ser libre. El otro gran

agnóstico objetaba que el optimismo cristiano era “el manto de laficción tejido por manos piadosas” colocado para ocultar el hechoque la Naturaleza era fea y que resultaba imposible ser libre. Apenasuno de los racionalistas terminaba de presentar al cristianismo comouna pesadilla ya venía otro a decir que era el paraíso de los tontos.Esto me extrañó; las acusaciones resultaban inconsistentes. Elcristianismo no podía ser la máscara negra de un mundo blanco y, almismo tiempo, la máscara blanca de un mundo negro. La situacióndel cristiano no podía ser simultáneamente tan confortable que fueracobardía aferrarse a ella y tan incómoda que fuera idiotez soportarla.

Si distorsionaba la visión humana, tenía que distorsionarla de unamanera o de la otra; yo no podía usar anteojos con vidrios coloreadosde verde y rosa al mismo tiempo. Con terrible placer, como todos los

 jóvenes de aquella época, mi lengua desgranaba las burlas queSwinburne 83 le lanzaba a la insipidez del credo:

“Has vencido, oh pálido Galileo, el mundo se ha vuelto gris con Tu aliento.” 

83  Algernon Charles Swinburne (1837–1909). Poeta inglés de la época victoriana. Su poesíafue bastante controvertida en su época, debido a los temas recurrentes de sadomasoquismo,suicidio, lesbianismo y sentimientos irreligiosos.

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Pero cuando leí la descripción que del paganismo hacía el mismopoeta (por ejemplo, en “Atlanta”), me quedé con la impresión de queel mundo había sido posiblemente más gris antes de que el Galileorespirara sobre él. En realidad el poeta sostenía que, en abstracto, la

 vida misma era más negra que la boca del lobo. Y aún así, de algunamanera, el cristianismo la había logrado oscurecer. La mismapersona que acusaba al cristianismo de pesimismo, era un pesimista.

 Algo estaba mal. Y por un momento se me cruzó por la mente que losmejores jueces de la relación entre la religión y la felicidad no podíanser quienes, en si mismos, no poseían ni religión ni felicidad.

Queda sobreentendido que no llegué apresuradamente a la

conclusión de que las acusaciones eran falsas o los acusadorestontos. Simplemente deduje que el cristianismo tenía que ser algomás estrafalario y más malvado de lo que ellos decían. Algo podíatener estos dos defectos opuestos; pero, de tenerlos, tendría que ser

 bastante grotesco. Un hombre puede ser demasiado gordo en ciertaparte de su cuerpo y demasiado flaco en la otra; pero su figura seríamuy extraña. Llegado a este punto, mis pensamientos sólo secentraban en la extraña figura de la religión cristiana y no meadscribí a ninguna figura extraña en la mente racionalista.

He aquí otro ejemplo de la misma clase. Me pareció que había unargumento sólido contra el cristianismo en la acusación de que, entodo lo llamado “cristiano”, hay algo tímido, monacal y poco viril;especialmente en su actitud frente a la resistencia y a la lucha. Losgrandes escépticos del Siglo XIX eran mayormente viriles. Bradlaughde un modo expansivo, Huxley de un modo reticente, erandecididamente hombres. En comparación, parecía sostenible quehay algo débil y demasiado paciente acerca de los consejos cristianos.La paradoja del Evangelio acerca de la otra mejilla, el hecho de quelos sacerdotes nunca peleaban, y cientos de cosas más hacíanplausible la acusación de que el cristianismo constituía un intento dehacer que los hombres fuesen como ovejas. Lo leí y lo creí; y si nohubiera leído nada diferente, lo hubiera seguido creyendo. Pero leíalgo muy diferente. Volteé la página de mi manual agnóstico y mi

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cerebro quedó dado vuelta. Ahora se me decía que tenía que odiar alcristianismo, no porque había peleado poco sino porque habíapeleado demasiado. Según esto, el cristianismo parecía ser la madrede todas las guerras. El cristianismo había inundado al mundo consangre. Había empezado por enojarme con el cristiano porque nuncase enfurecía. Y ahora me pedían que me enojase con él porque sufuria había sido la cosa más enorme y horrible en la historia de lahumanidad; porque su furia había empapado la tierra y ahumado alsol. Las personas que le reprochaban al cristianismo la sumisión y lano-resistencia de los monasterios eran las mismas que lereprochaban también el coraje de las Cruzadas. Era (de un modo ode otro) culpa del cristianismo, tanto que Eduardo el Confesor 84 no

luchara como que lo hiciera Ricardo Corazón de León.85

  Loscuáqueros (se nos decía) eran los únicos cristianos típicos; y sinembargo las masacres de Cromwell 86 y de Alba 87  fueron crímenestípicamente cristianos. ¿Qué podía significar todo eso? ¿Qué era estecristianismo que siempre prohibía la guerra y siempre producíaguerras? ¿Cuál podía ser la naturaleza de algo que uno podíadespreciar, primero porque no quería pelear y después porque

84  Eduardo el Confesor fue el rey de Inglaterra entre 1045 y 1066. Fue el primero de los reyesen protagonizar la efímera restauración de la dinastía sajona en Inglaterra. Se le conoce como

Eduardo el Confesor o San Eduardo el Confesor porque fue canonizado como recompensa por suapoyo a la Iglesia Católica.

85  Ricardo I de Inglaterra (1157-1199), conocido como Ricardo Corazón de León, fue Rey deInglaterra entre 1189 y 1199.Pasó muchos años de su reinado fuera de su reino, ya que gran partede sus dominios se encontraban en Francia. Tomó parte en la Tercera Cruzada, con campañas enSicilia y Chipre en el camino y, posteriormente pasó un período arrestado por Leopoldo V, duquede Austria.

86  Oliver Cromwell (1599-1658) Líder político y militar inglés, famoso por haber convertido aInglaterra en una república denominada Mancomunidad de Inglaterra (en inglés,Commonwealth of England). Durante los cuarenta primeros años de su vida no fue más que unlabrador gentilhombre, pero ascendió de forma meteórica hasta comandar un ejército y,eventualmente, imponer su liderazgo sobre Inglaterra, Escocia e Irlanda como Lord Protector,

desde 1653 hasta su muerte.87  La familia de los Duques de Alba abarca varias generaciones de nobles al servicio del Rey deEspaña. La referencia de Chesterton se refiere probablemente a Fadrique Álvarez de Toledo

 y Enríquez de Guzmán, 4° Duque de Alba quien durante la guerra en los Países Bajosestuvo al mando de las tropas que llevaron a cabo el saqueo de Malinas, Zutphen y Naarden y losasedios de Haarlem y Alkmaar.

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universales. Pero si tímidamente se me ocurría señalar que una delas costumbres universales del ser humano fue la de tener un altar,mis maestros agnósticos hacían un giro de ciento ochenta grados yme decían que los seres humanos siempre habían vivido en laoscuridad y en la superstición de los salvajes. Hallé que su críticacotidiana al cristianismo era que representaba la luz para ciertaspersonas y había dejado morir en la oscuridad a otras. Pero tambiénencontré que se jactaban especialmente de que la ciencia y elprogreso constituían el descubrimiento de ciertas personas y quetodas las demás habían muerto en la oscuridad. Su principal insultoal cristianismo era, en realidad, una forma de lisonjearse a símismos, y parecía haber una rara injusticia en toda su relativa

insistencia en ambas cosas. Cuando se trataba de considerar a algúnpagano o a algún agnóstico, teníamos que recordar que todos losseres humanos tienen una religión común; pero cuando se trataba dealgún místico o espiritualista, sólo teníamos que considerar cuanabsurdas religiones tenían ciertas personas. Podíamos confiar en laética de Epicteto 89 porque la ética nunca cambiaba. Pero noteníamos que confiar en la ética de Bossuet, 90 porque la ética habíacambiado. No había cambiado en dos mil años, pero lo había hechoen doscientos.

Esto empezaba a ser alarmante. No parecía tanto que el cristianismofuese lo suficientemente malo como para incluir todos los defectos,sino más bien que cualquier palo era suficientemente bueno parapegarle al cristianismo. Y de nuevo: ¿qué podía tener ese algoasombroso que la gente ansiaba tanto contradecir que, al hacerlo, nole importaba contradecirse? Por todas partes veía lo mismo. No

89  Epicteto (55-135) Filósofo griego, de la escuela estoica, que vivió la mayor parte de su vidacomo esclavo en Roma. De su enseñanza se conservan un Enchyridion o "manual", y unos

Discursos editados por su discípulo Flavio Arriano.90  Jacques Bénigne Bossuet (1627-1704) Destacado clérigo, predicador e intelectual francés.Defensor de la teoría del origen divino del poder. Actuó decisivamente en la Asamblea del CleroFrancés de 1682 que sustentó la doctrina del predominio del rey sobre la iglesia católica enFrancia, llamado galicanismo. Se le considera como uno de los historiadores más influyentes dela corriente providencialista.

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puedo ocupar más espacio con los detalles de esta discusión, peropara que nadie diga que he seleccionado injustamente tres casosaccidentales, recorreré brevemente algunos otros. Así, algunosescépticos escribieron que el gran crimen del cristianismo fue suataque a la familia; que había arrastrado a las mujeres hacia lasoledad y la contemplación del convento, lejos de sus hogares y desus hijos. Pero después, otros escépticos (levemente más avanzados)decían que el gran crimen del cristianismo consistía en habernosimpuesto el matrimonio; que había condenado a las mujeres al tediode sus hogares y de sus hijos, prohibiéndoles la soledad y lacontemplación. Con lo cual, la acusación terminaba invirtiéndose. O

 bien ciertas frases en las Epístolas o en el ritual del matrimonio

demostraban, según los anticristianos, desprecio por el intelecto dela mujer. Pero encontré que los anticristianos mismos manifestabandesprecio por el intelecto femenino cuando su gran burla de laIglesia en el continente europeo consistía en señalar que “sólo lasmujeres” concurrían a ella.  O bien el cristianismo era criticado porsus costumbres de austeridad y de ayuno, con sus hábitos de telas

 burdas y sus arvejas secas. Pero al minuto siguiente el cristianismoresultaba denostado por su pompa y su ritualismo; por sus altares depórfido y sus mantos dorados. Se lo criticaba por ser demasiadosimple y por ser demasiado colorido. Por otra parte, el cristianismo

siempre fue acusado de reprimir demasiado la sexualidad; hasta queBradlaugh, el malthusiano, 91  descubrió que la había reprimidodemasiado poco. Con frecuencia se lo acusa, de una sola tirada, derespetabilidad mojigata y de extravagancia religiosa. Entre las tapasdel mismo folleto ateo, encontré a la fe censurada por su desunión“Todos opinan algo diferente” y también censurada por su unión “Loque evita que el mundo se vaya al demonio es la diferencia deopiniones”. En la misma conversación un librepensador amigo mío

91 Referencia a Thomas Robert Malthus (1766-1834). Economista inglés, perteneciente a lacorriente de pensamiento clásica, considerado el padre de la Demografía. Es conocidoprincipalmente por su "Ensayo sobre el principio de la población" (1798), en el que se expone elprincipio según el cual la población humana crece en progresión geométrica, mientras que losmedios de subsistencia lo hacen en progresión aritmética.

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le reprochó al cristianismo su desprecio por los judíos y despuésdespreció al cristianismo por ser de origen judío.

Quería ser justo entonces y quiero ser justo ahora. En aquélmomento no concluí que el ataque contra el cristianismo estabacompletamente equivocado. Sólo llegué a la conclusión de que, si elcristianismo estaba equivocado, pues lo estaba y mucho. Todos esoshorrores amenazadores podían combinarse en una sola cosa; pero endicho caso, esa cosa tenía que ser muy rara y única. Existen hombresque son miserables y también despilfarradores; pero no abundan.Existen personas sensuales y también ascéticas; pero son raros.

 Ahora, si existía realmente esta masa de locas contradicciones,

pietismo con sed de sangre, magnificencia con exceso de harapos,austeridad con ostentación y lujuria visual, misoginia conproteccionismo femenino, pesimismo solemne con optimismoestúpido; si este mal existía, tenía que haber en él algo bastantesupremo y único. En todo caso, en mis maestros racionalistas noencontré ninguna explicación para semejante corrupciónexcepcional. A sus ojos (hablando en teoría) el cristianismo era sólouno de los mitos comunes y sólo uno de los errores ordinarios de losmortales. Ellos no me ofrecían ninguna clave para esta retorcida yantinatural perversidad. Semejante paradoja del mal ya adquiría la

estatura de lo sobrenatural. En verdad, era casi tan sobrenaturalcomo la infalibilidad del Papa. Una institución histórica que jamásha hecho nada bien es un milagro por lo menos tan grande como unainstitución que jamás se puede equivocar. Realmente, desde estaóptica si Jesús de Nazaret no fue el Cristo, tendría que haber sido el

 Anticristo.

 Y después, en un momento de tranquilidad, un extraño pensamientocayó sobre mí como un rayo silencioso. De pronto se me habíaocurrido otra explicación. Supongamos que muchas personas noshacen comentarios sobre un desconocido. Supongamos que estamosintrigados por el hecho de que algunos nos dicen que el hombre erademasiado alto y otros nos dicen que era demasiado bajo; quealgunos objetan su obesidad y otros su delgadez; algunos lo

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consideran demasiado morocho y otros demasiado rubio. Una de lasexplicaciones sería – tal como lo vimos ya – que el sujeto esrealmente estrafalario. Pero hay otra explicación: el sujeto podría serperfectamente normal. Personas increíblemente altas podríanpercibirlo como demasiado bajo. Personas muy bajas lo percibiríancomo demasiado alto. Vetustos gordinflones podrían considerarloinsuficientemente relleno; garbosos vejetes esmirriados podríanopinar que está hinchado más allá de los límites de la elegancia.Quizás los suecos, que tienen cabellos color de lino, lo llamaríanmorocho mientras que los negros lo considerarían definitivamenterubio. Quizás, en resumen, este fulano extraordinario no es más quealguien común y corriente; o por lo menos un fenómeno normal; un

término medio central. Quizás es el cristianismo el que está cuerdo ytodos sus críticos están locos – de muchas maneras diferentes. Verifiqué esta idea preguntándome si en los acusadores no habríaalgo de enfermizo que podría explicar sus acusaciones. Me sorprendíal comprobar que esta llave calzaba en la cerradura. Por ejemplo,resultaba ciertamente ridículo que el mundo acusara al cristianismode austeridad física y de pompa artística al mismo tiempo. Pero nomenos ridículo, muy ridículo, era que el mundo moderno mismocombinara extrema lujuria física con una extrema ausencia deesplendor artístico. Para el hombre moderno, la ropa de Becket 92 

resultaba demasiado lujosa y su comida demasiado austera. Pero,por el otro lado, el hombre moderno era algo excepcional en lahistoria: ninguno antes de él había elaborado jamás una gastronomíatan elaborada y una vestimenta tan horrenda. El hombre modernohallaba a la iglesia demasiado simple exactamente allí en dónde la

 vida moderna es demasiado compleja; hallaba a la iglesia demasiadofastuosa exactamente allí en dónde la vida moderna es demasiadolúgubre. El hombre al que le desagradaban los ayunos y las comidasausteras enloquecía por los postres. El hombre al que le

92  San Tomás Becket  (o Santo Tomas de Canterbury ) (1118-1170). Arzobispo deCanterbury entre 1162 y 1170. Es venerado como santo por la Iglesia Católica tanto como por la

 Anglicana. Sostuvo un conflicto con el Rey Enrique II sobre los derechos y privilegios de laIglesia y fue asesinado por seguidores del rey en la Catedral de Canterbury.

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cristianos amasen al mártir y odiasen al suicida, nunca sintieron esaspasiones de un modo más exaltado de lo que yo las había sentidomucho antes de soñar siquiera acerca del cristianismo. Luego, seabrió la parte más difícil e interesante del proceso mental y comencéa rastrear esta idea a tientas a través de todos los enormespensamientos de nuestra teología. La idea era aquella que había

 bosquejado en lo referente al optimista y al pesimista: no queremosuna amalgama o un compromiso, sino ambas cosas en toda suenergía; amor y furia, ardientes ambos. Aquí sólo rastrearé susrelaciones con la ética. Aunque no necesito recordarle al lector que laidea de esta combinación es, por cierto, central a la ortodoxiateológica. Porque esa ortodoxia ha insistido especialmente en que

Cristo no fue un ser diferente de Dios y del hombre, como un elfo; nitampoco un ser mitad humano y mitad otra cosa, como un centauro,sino ambas cosas a la vez y ambas cosas plenamente, muy hombre ymuy Dios. Pues bien, permítanme rastrear esta noción tal como laencontré.

Todas las personas cuerdas pueden constatar que la cordura es unaespecie de equilibrio; que alguien puede estar loco y comerdemasiado, o estar loco y comer demasiado poco. Algunosmodernos, por cierto, han surgido con nebulosas versiones de

progreso y evolución que tratan de destruir el “mesón” o justotérmino medio de Aristóteles. 93 

Estas personas parecen querer sugerir que todos nosotros estamosdestinados a morir de hambre progresivamente, o bien a comerdesayunos cada vez más grandes cada mañana hasta el fin de lostiempos. Pero la gran obviedad del mesón sigue siendo válida paratodos los hombres pensantes, y los modernos no han alterado ningúnequilibrio excepto el de ellos mismos. Ahora bien, una vez concedidoque todos tenemos que mantenernos en equilibrio, lo

93  Mesón (del griego antiguo μεσος (mesos) = medio) es un concepto aristotélico para indicar el justo término medio entre dos proposiciones o extremas o exageradas. (En física de partículas,un mesón es un bosón que responde a la interacción fuerte, o sea, un hadrón con un espínentero. Obviamente, no es en esta acepción que el término se utiliza en este texto).

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como si fuese vino. Creo que ningún filósofo ha expresado esteacertijo romántico con adecuada lucidez; y por cierto que yo tampocolo he logrado. Pero el cristianismo ha hecho más que eso: hamarcado los límites de la paradoja con las terribles tumbas delsuicida y del héroe, mostrando la distancia que hay entre el quemuere porque quiere vivir y el que muere porque quiere morir. Ydesde siempre ha mantenido al tope de las lanzas europeas la

 bandera del misterio de la caballería: el coraje cristiano, que es undesprecio por la muerte; y no el coraje chino, que es un desprecio porla vida.

Después de eso empecé a darme cuenta de que esta doble pasión

constituía la clave cristiana para la ética en general. En todos losórdenes, el credo actuaba de moderador en el silencioso choque dedos emociones impetuosas. Tómese, por ejemplo, la cuestión de lamodestia, ese equilibrio entre el mero orgullo y la mera denigración.El pagano promedio, al igual que el agnóstico promedio, dirásimplemente que está satisfecho de sí mismo, pero noinsolentemente autosatisfecho, que los hay mejore y peores engrandes cantidades, que sus postres son sobrios pero que él seencarga de recibirlos. En resumen: caminará con la cabeza alzadapero no necesariamente alzando la nariz. Esta es una postura viril y

racional, pero se expone a la objeción que ya hemos notado cuando vimos el compromiso entre el optimismo y el pesimismo – la“resignación” de Matthew Arnold. Una mezcla de dos cosas implicala disolución de las dos cosas; ninguna está presente con la plenitudde su vigor ni contribuye con la totalidad de su color. Este orgullomoderado y apropiado no eleva el corazón como un toque detrompetas; nadie se vestiría de púrpura y oro por algo así. Por otraparte, esta tímida modestia racional no limpia el alma con fuegohaciéndola clara como un cristal; no convierte al hombre – como lohace la humildad estricta e inquisitiva – en casi un niño pequeño quepuede sentarse a los pies de una brizna de pasto. No lo hace mirarhacia arriba para ver maravillas; porque Alicia tiene que hacersepequeña si es que quiere ser la Alicia del País de las Maravillas. Deesta manera, la tímida modestia racional pierde tanto la poesía de

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ser orgullosa como la poesía de ser humilde. Lo que el cristianismo buscó con sus raros métodos fue rescatar ambas poesías.

Separó las dos ideas y las exageró a ambas. En cierto sentido elHombre sería más arrogante que nunca antes; en otro sentido elhombre sería más humilde que nunca antes. En la medida en que soyun Hombre, soy el rey de la Creación. En la medida en que soy unhombre, soy el principal pecador. Toda la humildad que habíasignificado pesimismo, que había significado que el ser humanotuviese una indefinida o malévola visión de todo su destino – todoeso tenía que desaparecer. No oiríamos más el clamor del Eclesiastésacerca de que la humanidad no tenía preeminencia por sobre las

 bestias, o el terrible lamento de Homero diciendo que el hombre eratan sólo la más triste de las bestias del campo. El Hombre era laestatua de Dios caminando por el jardín. El Hombre teníapreeminencia por sobre todas las bestias; el hombre sólo estabatriste porque no era una bestia sino un dios roto. Los griegos habíanhablado de hombres arrastrándose por la tierra como si se aferrarana ella. Ahora el Hombre hollaría la tierra como para conquistarla. Elcristianismo sostuvo así una idea de la dignidad del hombre que sólopodía expresarse mediante coronas radiantes como el sol y abanicoshechos de plumas de pavo real. Y sin embargo, al mismo tiempo, era

capaz de contener una idea de la abyecta pequeñez del hombre quesólo podía ser expresada, mediante el ayuno y una fantásticasumisión, en las grises cenizas de Santo Domingo 95 y en las blancasnieves de San Bernardo. 96 

95  Domingo de Guzmán Garcés (1170–1221) Religioso español y santo católico, fundador dela Orden de Predicadores, más conocidos como dominicos

96  Referencia a San Bernardo de Menthon (923-1008) (también nombrado a veces comoBernardo de Montjoux o Bernardo de Aosta y quien no debe ser confundido con el posterior y

más conocido San Bernardo de Claraval quien vivió entre 1090 y 1153). La mención a las "nievesde San Bernardo" se debe a que en el año 923 el Santo fundó un hospicio en los Alpes, en el picomás alto del valle que comunica a Aosta en Italia con el cantón Suizo de Valais - ahora llamadoGran San Bernardo - y pocos años más tarde otro hospicio más sobre el que hoy es el PequeñoSan Bernardo. La función de estos hospicios fue la de asistir a los viajeros en el cruce de los

 Alpes, por una región dónde las avalanchas de nieve y otros peligros eran muy frecuentes. Paralos trabajos de rescate, los monjes criaron y utilizaron una raza especial de perros que conocida

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Cuando uno se ponía a pensar en su propio ser, había suficienteperspectiva y restricción para cualquier cantidad de austeraabnegación y amarga verdad. Aquí el caballero realista podía dejarseir – siempre y cuando se dejara ir dentro de sí mismo. Había uncampo de juego abierto para el feliz pesimista. Dejen que digacualquier cosa contra sí mismo con tal de que no blasfeme contra elobjetivo original de su ser; dejemos que se llame un tonto y hasta unmaldito estúpido (aunque eso ya sería calvinista); con tal que no digaque los tontos no merecen ser salvados. No debe decir que elhombre, el hombre, puede carecer de valor. Aquí, otra vez, elcristianismo superó la dificultad de combinar dos furiosos opuestos,manteniéndolos a ambos y manteniéndolos furiosos a los dos. La

Iglesia fue positiva sobre ambos aspectos. Difícilmente alguien puedeexagerar la pequeñez de su propio ser. Difícilmente alguien puedaexagerar la importancia de su propia alma.

Tomen otro caso: la complicada cuestión que la caridad, algo queciertos idealistas muy despiadados parecen creer que es bastantefácil. La caridad es una paradoja, al igual que la modestia y el coraje.Expresada lisa y llanamente, la caridad significa una de dos cosas: o

 bien el perdón de lo imperdonable, o bien el amor a personasimposibles de amar. Pero si nos preguntamos (como lo hicimos en el

caso del orgullo) qué es lo que un pagano sensato sentiría acerca deuna cuestión como ésa, probablemente estaríamos empezando por elfondo del asunto. Un pagano sensato diría que hay personas a lasque se puede perdonar y personas a las que no se puede: si unesclavo roba algo de vino, uno puede reírse; pero si un esclavotraiciona a su benefactor, uno puede matarlo y maldecirlo aúndespués de muerto. En la medida en que la acción era perdonable, lapersona era perdonable. Esto, otra vez, es racional y hastareconfortante; pero es una dilución. No deja espacio a un horrorabsoluto por la injusticia de la misma intensidad que el aprecio porla belleza de la inocencia. Y no deja lugar a la ternura de los seres

hoy como sanbernardinos. El hospicio del Gran San Bernardo sigue en pie en la actualidad y es visitado por muchos viajeros y turistas.

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humanos por otros seres humanos; algo que constituye toda lafascinación de quienes son caritativos. El cristianismo intervino enesto del mismo modo en que ya vimos. Sorprendentemente comenzócon una espada y separó una cosa de la otra. Separó al crimen delcriminal. Al criminal debemos perdonarlo setenta veces siete veces.

 Al crimen no lo debemos perdonar en absoluto. No era suficiente quelos esclavos que robaban vino inspirasen, en parte enojo y en partecompasión. Teníamos que enojarnos mucho más que antes con elrobo y ser mucho más compasivos que antes con el ladrón. De prontohabía espacio para que el enojo y el amor corriesen en libertad. Ymientras más consideraba al cristianismo, más hallaba que, apartede establecer una norma y un orden, su objetivo principal consistía

en dejar espacio para que las cosas buenas corriesen en libertad.La libertad mental y la libertad emocional no son tan simples comoparecen. Realmente, requieren un equilibrio casi tan delicado comolas leyes y las condiciones de la libertad sociopolítica. El anarquistaestético común que se pone a sentirlo todo libremente terminaenredado en una paradoja que al final le impide sentir en absoluto.Se escapa de los límites del hogar para perseguir a la poesía. Pero, aldejar de sentirse dentro de los límites de su hogar, cesa también desentir la “Odisea”. 97 Se libera de prejuicios nacionales y está más allá

del patriotismo. Pero, el estar más allá del patriotismo significa estarmás allá de “Enrique V”. 98 Semejante literato está simplementefuera de toda literatura: es más un prisionero que cualquierextremista. Porque, si hay una pared entre usted y el mundo, no haymucha diferencia entre quedar encerrado adentro y quedar

97  La Odisea: poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero.Narra la vuelta a casa del héroe griego Odiseo (Ulises en latín) tras la Guerra de Troya. Odiseotarda veinte años en regresar a la isla de Ítaca, donde poseía el título de rey, período durante el

cual su hijo Telémaco y su esposa Penélope han de tolerar en su palacio a los pretendientes que buscan desposarla (pues ya creían muerto a Odiseo), al mismo tiempo que consumen los bienesde la familia.

98  "Enrique V": Drama escrito por William Shakespeare. Se cree que fue escrito en 1599. Está basado sobre la vida del rey Enrique V de Inglaterra y trata sobre los acontecimientosinmediatamente anteriores a la Batalla de Agincourt durante la Guerra de los Cien Años.

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encerrado afuera. No queremos la universalidad que hay fuera de lossentimientos normales; queremos la universalidad que está dentrode los sentimientos normales. Hay una gran diferencia entre librarsede ellos como quien se libera de una prisión y librarse de ellos comoquien se libera de una ciudad. Estoy libre del Castillo de Windsor (esdecir: no estoy detenido allí por la fuerza); pero de ninguna manerame he liberado de ese edificio. ¿Cómo un hombre aproximadamentelibre de emociones refinadas podría hacerlas vibrar en un espacioabierto sin perjuicio o desastre? Ése fue el logro de la paradojacristiana de las pasiones paralelas. Una vez concedido el dogmaoriginal de la guerra entre lo divino y lo diabólico, podían soltarse encatarata la rebelión y la ruina del mundo, el optimismo y el

pesimismo, como si fueran poesía pura.San Francisco, 99 alabando todo lo bueno, podía ser un optimista másalborotador que Walt Whitman. 100 San Jerónimo, 101  denunciandoal demonio, podía pintar al mundo más negro que Schopenhauer.

 Ambas pasiones pudieron ser libres porque se las mantenía en sulugar. El optimista podía derramar todos los elogios que quería sobrela alegre música de las marchas, las trompetas doradas y los rojosestandartes yendo a la batalla. Pero no debía decir que la lucha erainútil. El pesimista podría describir, con todo el dramatismo que

quisiera, las agotadoras marchas o las heridas sangrantes. Pero nodebía decir que la lucha era desesperanzada. Lo mismo se aplicaba a

99  San Francisco de Asís (1181-1226) Santo fundador de la Orden Franciscana y de unasegunda orden conocida como Hermanas Clarisas, ambas surgidas bajo la autoridad de la IglesiaCatólica en la Edad Media. De ser hijo de un rico comerciante de la ciudad en su juventud, pasó a

 vivir bajo la más estricta pobreza y observancia del Evangelio. En Egipto, intentóinfructuosamente la conversión de musulmanes al cristianismo.

100  Walt Whitman (18191892), Poeta norteamericano, considerado uno de los mayores de supaís. Su obra lírica, concentrada en las sucesivas ediciones de Hojas de Hierba, ejerce su

magisterio sobre gran parte de la poesía moderna.101  Eusebio Jerónimo de Estridón o Jerónimo de Estridón (340-420), Tradujo la Biblia delgriego y el hebreo al latín. Es considerado Padre de la Iglesia, uno de los cuatro grandes PadresLatinos. La traducción al latín de la Biblia hecha por San Jerónimo, llamada la Vulgata, ha sidohasta la promulgación de la Neovulgata en 1979, el texto bíblico oficial de la Iglesia católicaromana.

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todos los demás problemas morales, como el orgullo, la protesta, y lacompasión. Al tener definida su doctrina principal, la Iglesia no sólopodía mantener lado a lado cosas aparentemente inconsistentes sino,más aún, les permitía salir libres en una suerte de violencia artísticaque de otro modo sólo le era posible a los anarquistas. La humildadse hizo más dramática que la locura. El Cristianismo Medieval seconvirtió en un elevado y raro golpe de efecto teatral demoralidad – con cosas que son a la virtud lo que los crímenes deNerón 102  son al vicio. Los espíritus de la indignación y de la caridadadoptaron formas terribles y atractivas, abarcando desde la violenciamonacal que azotó como a un perro al primero y más grande de losPlantagenetas 103 hasta la sublime piedad de Santa Catalina 104 quien,

en el desastre oficial, besó la cabeza ensangrentada del criminal. Lapoesía podía ser tanto una actuación como una composición. Esteestilo heroico y monumental de la ética ha desaparecido porcompleto con la religión sobrenatural. Ellos, siendo humildes,podían exhibirse; nosotros somos demasiado orgullosos para serprominentes. Nuestros maestros de ética actuales escribenrazonablemente sobre la reforma penal; pero no es probable que

 veamos al señor Cadbury, 105  o a algún otro eminente filántropo, ir ala cárcel de Reading para abrazar un cadáver estrangulado antes deque sea arrojado a la fosa común. Nuestros maestros de ética hablan

débilmente contra el poder de los millonarios; pero no es probable

102  Nerón Claudio César Augusto Germánico,(37-68),[1] Emperador del Imperio Romanodesde el 13 de octubre de 54 hasta su muerte el 9 de junio de 68. El reinado de Nerón se asociacomúnmente a la tiranía y la extravagancia. Se le recuerda como implacable perseguidor decristianos y por una serie de ejecuciones, incluyendo la de su madre y su hermanastro Británico.Existe la creencia generalizada de que ordenó incendiar a Roma y, mientras ardía, se dedicó acomponer versos con su lira.

103  Casa de Plantagenet (también llamada Casa de Anjou): dinastía reinante en Inglaterra entre

1154 y 1399.104  Catalina Benincasa, más conocida como Catalina de Siena, (1347–1380) Santa co-patrona de Europa e Italia y Doctora de la Iglesia Católica.

105  La Familia Cadbury, fundadora de la fábrica de chocolate del mismo nombre se caracterizópor ocuparese de la calidad de vida de sus empleados.

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que veamos como al señor Rockefeller, o a algún otro tiranomoderno, lo azotan públicamente en la Abadía de Westminster.

De este modo, las acusaciones por partida doble de los secularistas, apesar de que no ofrecen más que oscuridad y confusión, arrojan unaluz real sobre la fe. Es cierto que la Iglesia histórica exaltó el celibato

 y la familia al mismo tiempo; que estuvo – si es posible ponerlo así – feroz y simultáneamente por tener hijos y por no tenerlos. Hamantenido estas cosas lado a lado como dos fuertes colores; rojo y

 blanco, como el rojo y el blanco del escudo de San Jorge. Siempretuvo una saludable aversión por el rosado. Odia esa combinación dedos colores que es el débil recurso de los filósofos. Odia esa evolución

del blanco al negro que equivale a un sucio gris. De hecho, toda lateoría de la Iglesia sobre la virginidad puede ser simbolizada por laafirmación que el blanco es un color y no meramente la ausencia deun color. Todo lo que estoy sugiriendo aquí puede expresarsediciendo que el cristianismo, en la mayoría de estos casos, trató demantener dos colores, en coexistencia pero puros. No es una mezclacomo el anaranjado o el morado; es más bien como la seda bicolor,porque la seda bicolor siempre está tejida a ángulos rectos, con doscolores que forman una cruz.

Lo mismo sucede, por supuesto, con las acusaciones contradictoriasde los anti-cristianos respecto del sometimiento y las masacres. Escierto que la Iglesia a algunos hombres les dijo que combatieran y aotros que no lo hagan. Es cierto que aquellos que combatieron lohicieron como relámpagos y los que no lo hicieron fueron comoestatuas. Todo esto simplemente significa que la Iglesia prefirióutilizar a sus Superhombres y a sus Tolstoyanos. Tiene que haberalgún bien en la vida guerrera, ya que a tantos buenos hombres lesgustó ser soldados. Tiene que haber algún bien en la idea de la no-

 violencia, ya que a tantos buenos hombres les gustó ser cuáqueros.Todo lo que hizo la Iglesia (en este sentido) fue evitar que estas cosas

 buenas se excluyesen mutuamente. Los tolstoyanos, al tener todoslos escrúpulos del monje, simplemente se hicieron monjes. Loscuáqueros se convirtieron en un club en vez de convertirse en una

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secta. Los monjes dijeron todo lo que Tolstoy dice; derramaronlúcidos lamentos acerca de la crueldad de las batallas y lo inútil de la

 venganza. Pero los tolstoyanos no son completamente adecuadospara gobernar al mundo y, en la era de la fe, tampoco se les permitiógobernarlo. El mundo no se perdió la última carga de Sir JamesDouglas ni el estandarte de Juana de Arco. Y a veces esta puramisericordia y esta pura fiereza se encontraron y justificaron sualianza; la paradoja de todos los profetas se cumplió y en el alma deSan Luis, el león se echó junto al cordero. Pero recuerden que estetexto resulta interpretado muy livianamente. Constantemente se nosasegura, especialmente a través de nuestras tendencias tolstoyanas,que cuando el león se echa junto al cordero, el león se vuelve

ovejuno. Pero ésa es brutal anexión e imperialismo de parte delcordero. Eso es simplemente el cordero absorbiendo al león en lugardel león comiéndose al cordero. El problema real es: ¿puede el leónecharse junto al cordero y, a pesar de ello, mantener su regiaferocidad? Ése es el problema que encaró la Iglesia. Ése es elmilagro que realizó.

Esto es lo que yo llamo adivinar las excentricidades ocultas de la vida. Esto es saber que el corazón de un hombre está a la izquierda yno en el medio. Esto es saber, no sólo que la tierra es redonda, sino

conocer exactamente dónde es plana. La doctrina cristiana detectólas extravagancias de la vida. No sólo descubrió la ley sino que previólas excepciones. Subestiman al cristianismo quienes dicen quedescubrió la compasión. Cualquiera puede descubrir la compasión.De hecho, todo el mundo lo hizo. Pero descubrir un plan para sercompasivo y también severo – eso fue anticipar una extrañanecesidad de la naturaleza humana. Porque nadie quiere que se leperdone un gran pecado como si fuese uno pequeño. Cualquierapuede decir que no deberíamos ser ni muy miserables ni muy felices.Pero descubrir hasta qué punto uno puede ser bastante miserablesin que se vuelva imposible ser bastante feliz – eso fue todo unhallazgo en psicología. Cualquiera puede decir: “Ni fanfarrón nisumiso” y eso sería una delimitación. Pero decir: “Aquí puedesfanfarronear y aquí puedes obedecer”, eso es emancipación. 

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El gran logro de la ética cristiana fue este descubrimiento de unnuevo equilibrio. El paganismo había sido como una columna demármol, erguida en su proporcionalidad simétrica. El cristianismofue como una enorme e irregular roca romántica que, a pesar deoscilar sobre su pedestal al menor toque, podía quedar sobre sutrono por miles de años porque sus exageradas prominencias seequilibraban mutuamente. En una catedral gótica todas las columnaseran diferentes, pero todas eran necesarias. Cada soporte parecíaaccidental y fantástico; cada contrafuerte era volante. Del mismomodo, en la cristiandad, los accidentes aparentes se equilibraban.Becket vistió una camisa de crin bajo su oro y su carmesí; y habríamucho para decir de la combinación porque Becket obtuvo el

 beneficio de la camisa de crin mientras el pueblo en la calle obteníael del carmesí y el oro. Al menos esta solución es mejor que la delmillonario moderno que, hacia afuera viste de negro y de gris paralos demás, y mantiene al oro cerca de su corazón. Pero el equilibriono estuvo siempre confinado al cuerpo de un hombre como el deBecket. Con frecuencia el equilibrio estuvo distribuido por todo elcuerpo de la cristiandad. Porque un hombre rezaba y ayunaba en lasnieves del Norte, podían lanzarse flores en su festival en las ciudadesdel Sur; y porque ciertos fanáticos tomaban agua en las arenas deSiria, los hombres podían seguir tomando sidra en los huertos de

Inglaterra. Eso fue lo que hizo que la cristiandad fuese,simultáneamente, mucho más sorprendente y mucho másinteresante que el imperio pagano. Del mismo modo, la catedral de

 Amiens no es mejor pero sí más interesante que el Partenón.

Si alguien desea una prueba de todo esto, que considere el curiosohecho de que bajo el cristianismo, Europa – manteniéndose comounidad – se subdividió en naciones individuales. El patriotismo esun ejemplo perfecto de este deliberado equilibrar un énfasis con otroénfasis. El instinto del Imperio pagano hubiera dicho: “Seréis todosciudadanos romanos y os desarrollaréis en forma similar; que losalemanes se vuelvan menos lentos y menos tradicionales mientraslos franceses se vuelven menos revolucionarios y menos rápidos.”Pero el instinto de la Europa cristiana dijo: “Que los alemanes sigan

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siendo lentos y tradicionales y que el francés pueda ser rápido yrevolucionario con mayor seguridad. Compensemos estos excesos.Ese disparate llamado Alemania corregirá esa otra locura llamadaFrancia.” 

Por último, lo más importante. Exactamente esto es lo que explicaaquello que resulta tan inexplicable para los críticos modernos de lahistoria del cristianismo. Me refiero a las monstruosas guerras porpequeñeces teológicas; a los terremotos de emoción por un gesto opor una palabra. Fueron cuestiones por tan sólo una pulgada; perouna pulgada lo es todo cuando uno está manteniendo el equilibrio.

Sobre algunas cosas, la Iglesia no podía apartarse ni por el espesorde un pelo si quería continuar con su grande y audaz experimento deequilibrio inestable. Una vez que se dejara a una idea volverse menospoderosa podía suceder que otra idea se volviese demasiadopoderosa. El pastor cristiano no estaba conduciendo a un hato deovejas sino a una manada de toros y de tigres con tremendos ideales

 y doctrinas absorbentes, cada una de ellas lo suficientemente fuertecomo para convertirse en una falsa religión y devastar al mundo.

Hay que recordar que la Iglesia, como domadora de leones que era,

se involucró específicamente en ideas peligrosas. La idea delnacimiento a través del Espíritu Santo, la idea de la muerte de un serdivino, del perdón de los pecados, o la del cumplimiento de lasprofecías; son todas ideas de las cuales cualquiera puede ver que

 basta un pequeño toque para convertirlas en algo blasfemo o feroz.Bastaba con que los artífices del Mediterráneo dejasen caer el máspequeño eslabón y el león del pesimismo ancestral rompería suscadenas en los olvidados bosques del Norte.

De estas ecualizaciones teológicas hablaré más adelante. Baste aquí

con señalar que, si se cometía un pequeño error en la doctrina, sepodía causar un enorme daño a la felicidad humana. Una frase malredactada acerca de la naturaleza del simbolismo hubiera roto todaslas mejores estatuas de Europa. Un desliz en las definiciones hubierapodido detener todas las danzas, resecar todos los árboles de

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Navidad y romper todos los huevos de Pascua. Las doctrinas teníanque ser definidas dentro de límites estrictos, aún para que el hombrepudiese disfrutar de libertades humanas generales. La Iglesia teníaque ser prudente, aunque más no fuese para que el mundo pudieseser imprudente.

Éste es el emocionante romance de la Ortodoxia. Las personas hanadquirido el tonto hábito de hablar de la ortodoxia como algopesado, aburrido y seguro. Nunca hubo algo tan peligroso y excitantecomo la ortodoxia. Era cordura: y ser cuerdo es mucho másdramático que estar loco. Era el equilibrio del ser humanoconduciendo caballos desbocados que querían correr una vez hacia

un lado y luego hacia el otro, manteniendo sin embargo en cadaactitud la gracia de la escultura y la precisión de la aritmética. LaIglesia, en sus primeras épocas, fue dura y rápida con todos loscaballos de guerra.

Sin embargo, decir que meramente se enloqueció con una idea comocualquier fanatismo vulgar es falsear completamente la historia. Viróhacia la izquierda y hacia la derecha exactamente lo necesario paraevitar enormes obstáculos. Dejó a un costado la gran mole delarrianismo que, apoyado por todos los poderes mundanos,

amenazaba con hacer del cristianismo algo demasiado mundano. Yal siguiente instante ya estaba virando para evitar un orientalismoque lo hubiera alejado demasiado de la realidad.

La Iglesia en su ortodoxia nunca tomó un curso tibio ni aceptóconvencionalismos; la Iglesia en su ortodoxia nunca fue respetable.Hubiera sido más fácil aceptar el poder mundano de los arrianos. Enel Siglo XVII calvinista hubiera sido fácil caer en el pozo sin fondo dela predestinación. Es fácil ser un loco; es fácil ser un hereje. Siemprees fácil dejar que la época se salga con la suya; lo difícil es salirnos

con la nuestra. Siempre es sencillo ser moderno, como que es fácilser pedante. Caer en cualquiera de esas trampas abiertas de errores yexageraciones que, moda tras moda, secta tras secta, jalonaron laruta histórica de la cristiandad – eso, por cierto que hubiera sidosimple. Siempre es simple caer; hay infinitos ángulos en los que uno

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cae y sólo uno en el que queda parado. Hubiera sido por ciertoconveniente y acomodaticio caer en cualquiera de los caprichos demoda, desde el gnosticismo hasta el cientificismo cristiano. Pero elhaberlos evitado a todos ha sido una aventura tempestuosa y, en mi

 visión, el carruaje celestial vuela tronando a través de las épocas,dejando las tediosas herejías postradas y dispersas a un ladomientras la indómita verdad se mantiene insistente pero erguida.

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VII La eterna revolución

#####Se han expuesto las siguientes proposiciones. Primero, quenuestra vida requiere cierta cantidad de fe hasta para perfeccionarla.Segundo, que aún para estar satisfecho resulta necesario algún gradode insatisfacción con las cosas tal como están. Tercero, que, paraadquirir el manifiesto equilibrio de los estoicos, no es suficiente contener esta necesaria aquiescencia y esta necesaria oposición. Porque

la mera resignación no posee ni la gigantesca euforia del placer ni lasuprema intolerabilidad del dolor. Hay una objeción vital al consejode limitarse a sonreír mostrando los dientes y soportando. Loshéroes griegos no sonreían mostrando los dientes; pero las gárgolaslo hacen – porque son cristianas. Y cuando un cristiano estácontento, se encuentra terriblemente contento (en el sentido másestricto de la expresión) porque su alegría es tremenda. Cristoprofetizó toda la arquitectura gótica en aquél momento en el queciertas personas nerviosas y respetables objetaban el griterío de la

plebe de Jerusalén (al igual que hoy algunos objetan la presencia delos organilleros callejeros). Fue cuando les dijo: “Si estos callaran, lasmismas piedras gritarían”. 106 Bajo el impulso de Su espírituemergieron como un coro clamoroso las fachadas de las catedralesmedievales, recargadas de caras gritonas y bocas abiertas. Laprofecía se ha cumplido: las mismas piedras están gritando.

Si se aceptan estas cosas, aunque más no sea a los efectos de ladiscusión, podemos retomar, el hilo del pensamiento sobre elhombre natural allí dónde lo dejamos; ése que los escoceses – con

impropia familiaridad – llaman “el viejo”. Podemos hacernos lapróxima pregunta que tan obviamente se nos presenta. Se necesita

106  Referencia a “Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.” (Lucas 19:40) 

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algún grado de satisfacción hasta para mejorar las cosas. Pero ¿quésignifica eso de mejorar las cosas? La mayor parte del discursomoderno sobre este tema no es más que un argumento en círculo

 vicioso – un círculo al que ya hemos considerado como el símbolo dela locura y del mero racionalismo. Según este discurso, la evoluciónsólo es buena si produce el bien; el bien sólo es bueno si produce laevolución. El elefante se para sobre la tortuga y la tortuga sobre elelefante.

Obviamente, de nada servirá tratar de tomar nuestro ideal delprincipio natural; por la simple razón que (excepto por alguna teoríahumana o divina) no hay principios en la naturaleza. Por ejemplo, el

antidemócrata barato de hoy en día les dirá solemnemente que nohay igualdad en la naturaleza. Tiene razón, pero no está viendo elanexo lógico. No hay igualdad en la naturaleza, pero tampoco haydesigualdad en ella. Tanto la igualdad como la desigualdad implicanuna escala de valores. El extraer un principio aristocrático de laanarquía del reino animal es exactamente tan sentimental comoextraer de ella un principio democrático. Tanto la democracia comola aristocracia son ideales humanos: el uno dice que todos loshombres son valiosos y el otro que algunos hombres son más

 valiosos que otros. Pero la naturaleza no nos dice que los gatos son

más valiosos que los ratones; la naturaleza no hace ningúncomentario sobre la cuestión. Creemos que el gato es superiorporque tenemos (o al menos la mayoría de nosotros tiene) unafilosofía particular en el sentido de que la vida es mejor que lamuerte. Pero, si el ratón fuese un ratón alemán pesimista, podríallegar a pensar que el gato no lo venció en absoluto. Podría pensarque le ganó al gato llegando a la tumba primero. O podría pensarque, en realidad, logró castigar tremendamente al gatocontribuyendo a que siga con vida. De la misma manera en que unmicrobio podría sentirse orgulloso de provocar una epidemia, elratón pesimista podría vanagloriarse pensando que consiguiórenovar en el gato la tortura de la existencia consciente. Tododepende de la filosofía del ratón. Ni siquiera se puede decir que hayuna victoria o una superioridad en la naturaleza a menos que se

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tenga alguna doctrina sobre qué cosas son superiores. Ni siquiera sepuede decir que el gato obtuvo más puntos a menos que haya unsistema de puntaje. Ni siquiera se puede decir que el gato obtuvo lamejor parte a menos que haya una mejor parte para obtener.

No podemos, pues, obtener el ideal mismo a partir de la naturaleza y,al seguir aquí nuestra primera y natural especulación, dejaremos delado (por el momento) la posibilidad de obtenerlo de Dios. Debemoslograr nuestra propia visión. Pero los intentos de la mayoría de losmodernos en expresarla son altamente nebulosos.

 Algunos recurren simplemente al reloj: hablan como si el mero paso

del tiempo produjera alguna clase de superioridad al punto en quehasta personas del primer calibre mental emplean displicentementela frase aquella de que la moral humana nunca está al día. ¿Cómopuede algo estar al día? Una fecha no tiene carácter. ¿Cómo podríaalguien decir que las fiestas navideñas no son adecuadas para el día25 de cierto mes? Lo que estos escritores quieren decir, porsupuesto, es que la gran mayoría está detrás de la minoría favoritaque ellos representan – o delante de ella. Otras ambiguas personasmodernas se refugian en metáforas materiales; de hecho, ésta es lamarca distintiva principal de las ambiguas personas modernas. Al no

atreverse a definir su doctrina de lo bueno, utilizan giros idiomáticossin pizca de vergüenza, y lo peor de todo es que parecen creer queestas analogías baratas son exquisitamente espirituales y superioresa la antigua moralidad. Así, creen que es muy intelectual hablaracerca de ciertas cosas clasificándolas de “elevadas”. Y esto es, comomínimo, lo contrario de la intelectualidad; es una simple frasepronunciada desde un campanario o desde una veleta. “Tomasito fueun buen niño”, es una afirmación de filosofía pura, digna de unPlatón o de un Santo Tomás de Aquino. 107 Pero “Tomasito vivió una

107  Santo Tomás de Aquino (1225-1274), Filósofo y teólogo medieval. Máximo representante dela tradición escolástica, fue también el primero que propuso la teología natural en su formaclásica. Padre de la Escuela Tomista de filosofía. Su trabajo más conocido es la "SummaTheologica", tratado en el cual postula Cinco Vías para demostrar la existencia de Dios.Canonizado en 1323, fue declarado Doctor de la Iglesia en 1567 y Patrón de las Universidades yCentros de estudio católicos en 1880.

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 vida más elevada” es una burda metáfora pronunciada desde tresmetros de altura.

Dicho sea de paso, ésta es casi toda la debilidad de Nietzsche a quienalgunos están presentando como un pensador fuerte y audaz. Nadienegará que fue un pensador poético y sugestivo; pero fue casi locontrario de fuerte. Y no fue audaz en absoluto. Nunca presentó supensamiento en palabras sencillas e ingeniosas, como sí lo hicieron

 Aristóteles, Calvino y hasta Carlos Marx – esos temerarios delpensamiento. Nietzsche siempre le escapó a la pregunta con unametáfora como un alegre poeta menor. Dijo “más allá del bien y delmal” porque no tuvo el coraje de decir “mejor que el bien y el mal” o 

“peor que el bien y el mal”. Si se hubiera enfrentado con estepensamiento sin metáforas se hubiera dado cuenta que constituía unsinsentido. Así, cuando describe a su héroe, no se atreve a decir “elhombre más puro”, o bien “el hombre más feliz”, o bien “el hombremás triste” porque todas estas expresiones representan ideas, y lasideas alarman. En lugar de ello dice “el hombre superior” o bien “elsuperhombre”; que es una metáfora física para acróbatas oalpinistas. En realidad, Nietzsche es un pensador muy tímido. Dehecho no tiene ni idea de la clase de ser humano que quiere verproducido por la evolución. Y si él no lo sabe, por cierto que tampoco

lo saben los evolucionistas comunes que nos hablan de cosas más“elevadas”. 

 Y después están los que recurren a la pura aceptación y a quedarsesentados. La naturaleza ya hará algo algún día. Nadie sabe qué ynadie sabe cuándo. No tenemos ninguna razón para actuar ytampoco para no actuar. Cualquier cosa que suceda estará bien; si seimpide cualquier cosa, estará mal. Por otra parte, están los quetratan de adelantarse a la naturaleza haciendo algo, haciendocualquier cosa. Siendo que posiblemente algún día desarrollaremosalas, ellos se cortan las piernas. Aún cuando, quizás la naturalezaesté tratando de convertirlos en ciempiés y ellos ni se han enterado.

Por último, hay una cuarta clase de personas que toman cualquiercosa que se les ocurre desear y afirman que ése es el fin último de la

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evolución. Y éstas son las únicas personas sensatas. La única formasana de proceder con la palabra “evolución” es trabajando por elobjetivo que se quiere conquistas y llamar a eso “evolución”. La

única forma en que el progreso o el avance pueden tener un sentidointeligible para los seres humanos es teniendo una visión definida ytratando de hacer que el mundo sea como esa visión. Si quierenponerlo de otra manera: la esencia de esta doctrina es que lo que nosrodea es un mero método y una mera preparación para algo quetenemos que crear. Éste no es un mundo sino más bien el materialpara un mundo. Dios no nos ha dado tanto los colores de un cuadrosino los colores de una paleta. Pero también nos ha dado un sujeto,un modelo, una visión determinada. Debemos tener en claro qué

queremos pintar. Y esto agrega un nuevo principio a nuestra lista deprincipios. Dijimos que teníamos que estar encariñados con elmundo, aún para cambiarlo. Ahora tenemos que agregar quetambién tenemos que encariñarnos con otro mundo – real oimaginario – a fin de tener algo hacia dónde cambiar.

No necesitamos debatir aquí las palabras “evolución” o “progreso”.Personalmente prefiero llamarlo “reforma”. Porque reforma implica“forma”. Implica que estamos tratando de darle forma al mundosegún una imagen particular; de convertirlo en algo que ya estamos

 viendo mentalmente. La evolución es una metáfora para un simpleproceso automático. El progreso es una metáfora del simple transitarpor un camino – muy posiblemente el camino equivocado. Pero lareforma es una metáfora para hombres razonables y decididos;significa que vemos que cierta cosa es deforme y queremos ponerloen forma. Y sabemos en qué forma.

 Y ahora viene todo el colapso y el enorme desatino de nuestra época.Hemos mezclado dos cosas diferentes, dos cosas opuestas. Elprogreso debería significar que estamos siempre cambiando almundo para ajustarlo a nuestra visión. Pero en la actualidad, elprogreso significa que estamos constantemente cambiando de visión.Debería significar que, despacio pero seguro, estamos estableciendola justicia y la compasión entre los hombres; pero significa que

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somos rápidos en dudar de la deseabilidad de la justicia y lacompasión. La página exaltada de cualquier sofista prusiano haceque las personas lo duden. El progreso debería significar queestamos constantemente caminando hacia la Nueva Jerusalén. Enrealidad, significa que la Nueva Jerusalén se está alejando denosotros. No estamos alterando lo real para acomodarlo al ideal.Estamos alterando el ideal. Es más fácil.

Los ejemplos tontos son siempre más simples. Supongamos que unhombre quisiera una clase particular de mundo; digamos, un mundoazul. No tendría motivos para quejarse de la trivialidad o de larapidez de su tarea; podría trabajar durante mucho tiempo en su

transformación; podría esforzarse durante toda una vida para hacerun mundo azul. Podría tener heroicas aventuras, como por ejemplodarle los últimos toques de azul a un tigre. Podría tener sueñosfantásticos, como la salida de una luna azul. Pero trabajando duro,nuestro quijotesco reformador al final dejaría este mundo un pocomejor – desde su punto de vista – y por cierto un poco más azul de loque era cuando lo encontró. Alterando una brizna de pasto a su colorfavorito todos los días, avanzaría lentamente; pero si alterara sucolor favorito todos los días, no avanzaría en absoluto. Si después dehaber leído a un nuevo filósofo, empezara a pintarlo todo de rojo o

de amarillo, todo su trabajo anterior se desperdiciaría; no le quedaríade él casi nada para mostrar, excepto algunos tigres azulescaminando por ahí; muestras de su anterior mala conducta. Y ésta esexactamente la posición del pensador moderno promedio. Se me diráque éste es decididamente un ejemplo ridículo. Es, literalmente, elretrato objetivo de nuestra historia reciente. Los grandes y serioscambios de nuestra civilización política ocurrieron a principios – yno a fines – del siglo XIX. Pertenecen a la época del blanco y negroen que las personas creían firmemente en los tories, en elprotestantismo, en el calvinismo, en la Reforma y, en no pocos casos,en la Revolución. Y si un hombre creía en cualquiera de estas cosas,martillaba sobre ellas sin escepticismo. Hubo un tiempo en el cual laIglesia Establecida podía haber caído, y la Cámara de los Lores casicayó. Y eso fue posible porque los Radicales fueron lo

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suficientemente sabios para ser constantes y consistentes; es decir:fueron lo suficientemente sabios como para ser Conservadores. Peroen la atmósfera actual ya no hay ni tiempo ni tradición suficientescomo para que los radicales tiren algo abajo. Hay una gran dosis de

 verdad en la observación de Lord Hugh Cecil 108 (hecha en el marcode un excelente discurso) en el sentido de que la era de los cambios

 ya pasó, y que la nuestra es una era de conservación y reposo. Peroprobablemente le dolerá a Lord Hugh Cecil darse cuenta (como queciertamente ya se dio cuenta) de que la nuestra es una época deconservación porque también es una época de completodescreimiento. Dejad que los credos se desvanezcan rápida yfrecuentemente si deseáis que las instituciones permanezcan siendo

las mismas. Mientras más confusa sea la vida de la mente, tanto mása solas quedará la maquinaria de la materia. El resultado neto detodas nuestras propuestas políticas, colectivismo, tolstoyanismo,neofeudalismo, comunismo, anarquía, burocratismo científico – elúnico fruto de todas ellas es que la monarquía y la Cámara de losLores persistirán. El resultado neto de todas las nuevas religionesserá que la Iglesia de Inglaterra no será derrocada – y sólo el cielosabe hasta cuándo. Fueron Carlos Marx, Nietzsche, Tolstoy,Cunninghame Grahame, Bernard Shaw y Auberon Herbert quienes,entre todos, sobre sus gigantescas espaldas dobladas, sostuvieron en

alto el trono del Arzobispo de Canterbury.

En términos generales podemos decir que el librepensamiento es lamejor de todas las salvaguardas contra la libertad. Administrada alestilo moderno, la emancipación de la mente del esclavo es la mejorforma de evitar la emancipación del esclavo. Enséñenle apreocuparse por si desea ser libre y ya no se liberará. De nuevo:puede decirse que este ejemplo es exagerado o traído de los pelos.Pero insisto: se aplica exactamente a las personas comunes que nosrodean. Es cierto que el esclavo negro, siendo un bárbaro violado,probablemente no tendrá un afecto humano por la lealtad o un

108  Hugh Richard Heathcote (Gascoyne-)Cecil, 1er Baron de Quickswood (1869–1956)político conservador británico, conocido como Lord Hugh Cecil antes de 1941.

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afecto humano por la libertad. Pero el hombre que vemos todos losdías – el trabajador de la fábrica del señor Gradgrind – el pequeñoempleado de la oficina del señor Gradgrind – está demasiadopreocupado mentalmente como para creer en la libertad. A él se lomantiene quieto con literatura revolucionaria. Se lo tranquiliza y selo mantiene en su sitio con una constante sucesión de estrafalariasfilosofías. Será marxista un día y nietzscheano un día más tarde, unSuperhombre (probablemente) al día siguiente y un esclavo todos losdías. Lo única que queda después de todas las filosofías es la fábrica.La única persona que gana con todas las filosofías es Gradgrid. Hastale resultaría beneficioso mantener a sus ilotas 109 bien provistos deliteratura escéptica. Y ahora que lo pienso, por supuesto: Gradgrid es

famoso por sus donaciones a librerías. Para él, tiene sentido. Todoslos libros modernos están de su lado. Mientras la visión del cielo estésiempre cambiando, la visión de la tierra seguirá siendo exactamentela misma. Ningún ideal durará lo suficiente como para ser realizado,ni siquiera parcialmente. El joven moderno no cambiará nunca suentorno porque siempre está cambiando de opinión.

Por lo tanto, el primer requerimiento a un ideal que sirva de guía alprogreso es que sea permanente. Whistler 110 solía hacer muchosrápidos bosquejos de su hermana; y no importaba si rompía veinte

retratos. Pero hubiera importado si, al levantar la vista veinte veces,hubiera encontrado cada vez a una persona distinta posandoplácidamente para el retrato. Por lo tanto (comparativamentehablando) no importan las veces que la humanidad fracasa en imitarsu ideal; porque si éste es permanente todos sus anteriores fracasosserán útiles. Y sí importa tremendamente con qué frecuencia lahumanidad cambia de ideal; porque, si lo cambia, todos susanteriores fracasos serán inútiles. La pregunta, por lo tanto, es:

109  El Helota o Ilota era el siervo de Esparta. No hay que confundirlos con los esclavos-mercancía, que existían además pero que eran más bien raros. El helotismo se halla también enotras sociedades griegas, como Tesalia, Creta o incluso Sicilia.

110  James Abbott McNeill Whistler (1834–1903) pintor británico nacido en Norteamérica.Enemigo de sentimentalismos en la pintura, fue un proponente del "arte por el arte mismo".

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rusa se dedicó a correr por las calles soltando a todos los animales detiro de los carros. ¿Cómo podré juntar el coraje de soltar al caballodel cabriolé que acabo de alquilar cuando no sé si es mi relojevolucionista el que está tan sólo un poco adelantado o el del cocheroes el que atrasa un poco? Supongamos que le digo al explotador: “Laesclavitud correspondió a una etapa ya pasada de la evolución”. Ysupongamos que él me contesta: “Y mi explotación corresponde a laetapa actual de la evolución”. ¿Cómo puedo rebatirlo si no hay unaprueba de referencia permanente? Si los explotadores pueden estarretrasados respecto de la moralidad común y corriente, ¿por qué nopodrían los filántropos estar demasiado adelantados respecto deella? ¿Qué cuernos es la moralidad común y corriente si no es – en el

sentido literal de la expresión – una moralidad que siempre corre aalejarse?

Por lo tanto, podemos decir que tanto el innovador como elconservador necesitan un ideal permanente; porque se lo necesita,tanto si queremos que las órdenes del rey sean prontamenteejecutadas, como si queremos que el rey sea prontamente ejecutado.La guillotina tendrá muchos pecados pero hagámosle justicia: notiene nada de evolutivo. El mejor argumento evolucionista encuentrasu mejor refutación en el hacha. El evolucionista pregunta: “¿Dónde

trazas la línea divisoria?”, y el revolucionario le responde: “La trazoaquí, exactamente entre tu cabeza y tu cuerpo”. En cualquiermomento dado tiene que haber un bien y un mal abstractos si se va aproceder en contra de algo; tiene que haber algo eterno si ha dehaber algo repentino. Por lo tanto, para todos los propósitoshumanos, tanto para alterar las cosas o para mantenerlas tal cualestán; tanto para fundar un sistema para siempre, como en China; o

 bien para alterarlo cada mes como a principios de la RevoluciónFrancesa, en todos los casos es igualmente necesario que la visiónsea una visión permanente. Ése es nuestro primer requerimiento.

Ni bien terminé de escribir lo que antecede, otra vez más sentí lapresencia de algo más en la discusión, como cuando una personasiente el tañido de las campanas de una iglesia por sobre el ruido de

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la calle. Algo parecía estar diciéndome: “Mi ideal, por f in, estáestablecido; puesto que fue establecido antes de la fundación delmundo. Mi visión de la perfección es garantizadamente inalterable,porque se llama Edén. Puedes alterar el lugar hacia dónde te diriges,pero no puede alterar el lugar del que provienes. Para el ortodoxosiempre tiene que haber un motivo para la revolución; porque en elcorazón de los hombres, Dios ha sido puesto bajo los pies deSatanás. En el mundo superior, el infierno una vez se rebeló contrael cielo. Pero en este mundo, es el cielo el que se está rebelandocontra el infierno. Para el ortodoxo siempre puede haber unarevolución, porque una revolución es una restauración. En cualquierinstante se puede luchar por la perfección que ningún hombre ha

 visto desde Adán. No hay costumbre cambiante, ni evolucióncambiante, que le pueda hacer al bien original más que el bien. Elhombre ha tenido concubinas desde que las vacas han tenidocuernos: y aún así no son parte de él si son pecaminosas. Loshombres pueden haber estado oprimidos desde que los peces sehallan bajo el agua; y aún así no deben estarlo, si la opresión especaminosa. La cadena le puede parecer al esclavo y la pintura a laprostituta tan natural como la pluma le parece al pájaro o la cueva alzorro; y aún así no son naturales si son pecaminosos. Alzo mileyenda prehistórica para desafiar toda tu historia. Tu visión no esmeramente un juego: es un hecho.” Hice una pausa para tomar notade esta nueva coincidencia del cristianismo, pero seguí adelante.

Seguí con la siguiente necesidad de cualquier ideal de progreso. Talcomo ya dijimos, ciertas personas parecen creer en un progresoautomático e impersonal de la naturaleza de las cosas. Pero quedaclaro que no se puede fomentar ninguna actividad política diciendoque el progreso es natural e inevitable; ésa no sería razón para actuarsino más bien una razón para no hacer nada. Si estamos destinados amejorar, no tenemos que preocuparnos por mejorar. La doctrinapura del progreso es la mejor de todas las razones para no serprogresista. Pero no es sobre ninguno de estos comentarios obviosque quiero llamar la atención.

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El único punto que llama la atención es que, si la suponemos comoalgo natural, la mejora tendría que ser bastante simple. Esconcebible que el mundo esté avanzando hacia una consumación,pero difícilmente lo esté haciendo hacia alguna disposiciónparticular de muchas cualidades. Tanto como para tomar nuestroejemplo original: la Naturaleza en si misma puede estar volviéndosemás azul; es decir: involucrada en un proceso tan simple que puedeser impersonal. Pero la Naturaleza no puede estar haciendo unretrato elaborado con muchos colores elegidos ex profeso, a menosque la Naturaleza sea personal. Si el fin del mundo consistiese sólode oscuridad o sólo de luz, podría venir lenta e inevitablemente aligual que el anochecer o el amanecer. Pero si el fin del mundo ha de

ser un claroscuro elaborado y artístico, pues entonces tiene quehaber un diseño en él, sea humano o divino. Por el simple transcursodel tiempo, el mundo puede volverse negro como un cuadro viejo odesteñido como un sobretodo viejo; pero si se convierte en unaparticular obra de arte en blanco y negro – pues entonces hay unartista.

Si la diferencia no fuese evidente, daré un ejemplo común.Constantemente oímos un particular credo cósmico de parte de loshumanitaristas modernos. Empleo el término “humanitarista” en su

sentido común para expresar esa clase de individuo que aboga porlos reclamos de todas las criaturas en contra de los reclamos de lahumanidad. Estas personas nos dicen que, a lo largo de las épocas,nos hemos vuelto más y más humanos; es decir: que, uno tras otro,grupos o sectores de seres – esclavos, niños, mujeres, vacas o lo quefuere – fueron gradualmente admitidos a participar de lamisericordia o la justicia. Nos dicen que en el pasado creímos queestaba bien comer a otros seres humanos (nunca creímos eso); peroaquí no me estoy ocupando de la historia que nos relatan, que esaltamente a-histórica. De hecho, la antropofagia es ciertamente unacostumbre decadente, no una costumbre primitiva. Es mucho másprobable que una persona moderna se ponga a comer carne humanapor extravagancia, a que lo hiciera algún primitivo por ignorancia.

 Aquí sólo estoy siguiendo los lineamientos del argumento

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humanitarista que consiste en sostener que el ser humano se ha vuelto progresivamente cada vez más compasivo, primero con losciudadanos, luego con los esclavos, luego con los animales y porúltimo (presumiblemente) con las plantas. Creo que está malsentarse sobre una persona. Pronto voy a pensar que está malsentarse sobre un caballo. Eventualmente estará mal (supongo) queme siente sobre una silla. Ésta es la tendencia del argumento. Y encuanto tal, es posible desarrollarlo en términos de evolución oprogreso inevitable. Podemos sentir que una perpetua tendencia atocar cada vez menos y menos cosas podría ser una tendenciaprimitiva inconsciente, como la de una especie que produce cada vezmenos descendientes. Esta tendencia bien puede ser evolutiva,

porque es estúpida.El darwinismo puede servir para respaldar dos actitudes moralestrastornadas pero no sirve para respaldar una sola moral sensata.Podemos usar al parentesco y a la competencia de todas las criaturas

 vivientes para ser maniáticamente crueles o maniáticamentesentimentales, pero no para cultivar un sano cariño por los animales.Sobre una base humanitarista se puede ser inhumano oabsurdamente humanitario; lo que no se puede ser es humano. Queusted y el tigre son una sola cosa podría ser una razón para ser

cariñoso con el tigre. Pero también podría ser una razón para sercruel como un tigre. Un camino podría ser el de entrenar al tigrepara que éste lo imite a usted; aunque el camino más corto sería el deusted imitando al tigre. Pero en ninguno de los dos casos laevolución nos dirá como tratar a un tigre de modo razonable, esto es:admirando sus rayas mientras evitamos sus garras.

Si deseamos tratar a un tigre de modo razonable, tendremos queretroceder hasta el Jardín de Edén. El recordatorio obstinado sereitera: sólo lo sobrenatural conlleva una visión sensata de laNaturaleza. La esencia de todo panteísmo, evolucionismo y modernareligión cósmica está realmente en la proposición que afirma que laNaturaleza es nuestra madre. Desgraciadamente, si considera usteda la Naturaleza como madre, descubrirá que es una madrastra. En

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esto, el punto principal del cristianismo fue que la Naturaleza no esnuestra madre. Es nuestra hermana. Podemos estar orgullosos de su

 belleza desde el momento en que tenemos el mismo padre; pero laNaturaleza no tiene ninguna autoridad sobre nosotros. Tenemos queadmirarla, no imitarla. Esto le otorga al típico placer terrenalcristiano un toque de liviandad que es casi frívolo. La Naturaleza fueuna madre solemne para los adoradores de Isis 111  y de Cibeles. 112 La naturaleza fue una madre solemne para Wordsworth 113  y paraEmerson. Pero la Naturaleza no fue solemne para San Francisco de

 Asís ni para George Herbert. Para San Francisco la Naturaleza es unahermana, incluso una hermanita menor; una pequeña hermanita

 bailarina que nos hace sonreír y a la cual podemos amar.

Sin embargo, es difícil que éste sea nuestro tema principal aquí. Lohe traído a colación sólo para mostrar que constantemente, como sifuese por casualidad, la llave calza hasta en las cerraduras máspequeñas. Nuestro tema principal es que, si en la Naturaleza existeuna mera tendencia hacia la mejora impersonal, presumiblementedebería ser una tendencia simple hacia algún éxito simple. Podemosimaginar que alguna tendencia biológica automática podría estaroperando para dotarnos de narices más largas. Pero la pregunta es:¿queremos tener narices más y más largas? Se me ocurre que no.

Creo que la mayoría de nosotros le diría a su nariz: “Llegarás hastaaquí y no pasarás; aquí se quebrará la soberbia de tu punta”. 114 

111  Isis es el nombre griego de una diosa de la mitología egipcia. Su nombre egipcio era Ast, quesignifica trono, representado por el jeroglífico que portaba sobre su cabeza. Fue denominada"Gran maga", "Gran diosa madre", "Reina de los dioses", "Fuerza fecundadora de la naturaleza","Diosa de la maternidad y del nacimiento".

112 Originalmente una diosa frigia, Cibeles era la diosa de la Madre Tierra que fue adorada en Anatolia desde el neolítico. Era la personificación de la fértil tierra, una diosa de las cavernas ylas montañas, murallas y fortalezas, de la naturaleza y los animales (especialmente leones y

abejas). Su equivalente romana era Magna Mater, la Gran Madre. Su título «Señora de los Animales» revela sus arcaicas raíces paleolíticas. Es una deidad de vida, muerte y resurrección.

113  William Wordsworth (1770–1850) poeta romántico inglés.

114  Paráfrasis del Antiguo Testamento. Cf. Libro de Job 38:11 “"Llegarás hasta aquí y no pasarás;aquí se quebrará la soberbia de tus olas".

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la proporción exactamente correcta. Tenemos que reverenciar lascosas externas lo suficiente como para caminar con cuidado por elpasto. Y también tenemos que desdeñar las cosas externas losuficiente como para escupirle a las estrellas en el momentoadecuado. No obstante, estas dos cosas – si es que hemos de ser

 buenos o felices – tienen que combinarse, no en una combinacióncualquiera sino en una combinación determinada. La felicidadperfecta de los hombres sobre la tierra – si es que llega alguna vez – no será algo chato y sólido como la satisfacción de los animales. Seráun equilibrio exacto e inestable; como el de un romancedesesperado. El ser humano tiene que tener en si mismoexactamente la fe necesaria para tener aventuras, y dudar de si

mismo justo lo suficiente como para disfrutarlas.Éste es, pues, nuestro segundo requisito para el ideal del progreso.Primero, tiene que ser permanente; segundo, tiene que estarcompuesto. Si ha de satisfacer nuestras almas, no debe ser la mera

 victoria de una cosa que se traga todo lo demás, sea amor, u orgullo,o paz, aventura. Tiene que ser un cuadro definido, compuesto porestos elementos en su mejor proporción y relación. No me preocupaen este momento negar que una culminación feliz como ésa podríaestar reservada al género humano por la propia constitución de las

cosas. Sólo quiero señalar que, si una felicidad así nos ha sidodeterminada, tiene que haberlo sido por alguna inteligencia; porquesólo una inteligencia puede lograr las proporciones exactas de unafelicidad compleja. Si la beatificación del mundo es tan sólo obra dela naturaleza, pues entonces tiene que ser tan simple como elcongelamiento del mundo o el incendio del mundo. Pero, si la

 beatificación del mundo no es una obra de la naturaleza sino unaobra de arte, pues entonces hay un artista involucrado. Y otra vez,aquí mi pensamiento fue interrumpido por la voz ancestral quedecía: “Podría haberte dicho eso hace mucho tiempo. Si hay algúnprogreso real, sólo puede ser mi clase de progreso, el progreso haciatoda una urbe de virtudes y dominaciones en dónde la justicia y lapaz se combinan para darse un beso. Una fuerza impersonal puedeestar guiándote hacia una llanura perfectamente llana o hacia una

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cumbre de perfecta altura. Pero sólo un Dios personal puedeposiblemente estar guiándote (si es que realmente eres guiado) haciauna ciudad con la cantidad justa de calles y con las proporciones

 justas; una ciudad en la cual cada uno de vosotros puede contribuirexactamente la cantidad justa de su propio color a los variadoscolores del manto de José.” 115 

Por segunda vez, pues, el cristianismo había aparecido con larespuesta exacta que yo necesitaba. Yo había dicho: “El ideal tieneque ser permanente” y la Iglesia me contestó: “Mi ideal espermanente; ha existido antes que todo lo demás.” Luego dije:“Tiene que estar artísticamente combinado, como un retrato”; y la

Iglesia me contestó: “El mío es casi literalmente un retrato; y hastasé quién lo pintó.” Y luego seguí con un tercer elemento, uno que mepareció necesario para la Utopía de un objetivo de progreso. Y de lostres es el que resulta infinitamente más difícil de expresar. Quizáspodría decirse de la siguiente manera: tenemos que mantenernosalerta hasta en Utopía, no sea que caigamos de ella de la mismamanera en que nos caímos del Edén.

 Ya hemos subrayado que una de las razones para ser progresista esque las cosas tienden a mejorar naturalmente. Pero la única razón

real para ser progresista es que las cosas tienden naturalmente aempeorar. No sólo la corrupción de las cosas es el mejor argumentopara ser progresista; también es el único argumento contra serconservador. La teoría conservadora sería realmente bastanteconvincente e incontestable de no ser por este único hecho. Perotodo conservadorismo está basado en la idea de que si uno deja lascosas en paz, las cosas quedarán tal como son. Pero no quedan.Dejen una cosa en paz y la expondrán a un torrente de cambios.

 Abandonen un poste blanco a su suerte y muy pronto será un postenegro. Si realmente quieren mantenerlo blanco, cada tanto tendránque pintarlo de nuevo; esto es: constantemente tendrán que teneruna revolución. En resumen, si quieren tener el viejo poste blanco,

115  Cf. Antiguo Testamento – Génesis 39:11

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tendrán que tener un nuevo poste blanco. Pero, esto que es verdadhasta de las cosas inanimadas, resulta cierto en un sentido bastanteespecial y terrible respecto de todas las cosas humanas. Se requiereuna vigilancia casi antinatural de parte del ciudadano por la horriblerapidez con la que envejecen las instituciones humanas. En lasnovelas románticas y en el periodismo existe la costumbre de hablarsobre personas que sufrieron opresiones pasadas. Pero, de hecho, loshombres casi siempre han sufrido bajo opresiones nuevas; bajoopresiones que habían sido libertades públicas apenas veinte añosatrás. Así, Inglaterra enloqueció de júbilo con la monarquíapatriótica de Isabel, y luego (casi inmediatamente después)enloqueció de furia, atrapada en la tiranía de Carlos I. Así, también,

en Francia la monarquía se volvió intolerable no justo después dehaber sido tolerada sino después de haber sido adorada. El hijo deLuis el bienamado fue Luis el guillotinado. De la misma manera, laInglaterra del Siglo XIX confió enteramente en el industrial radicalconsiderándolo un mero tribuno del pueblo, hasta que de prontoescuchamos el grito del socialista acusándolo de comer cruda a lagente. Así, otra vez, hasta casi el último instante hemos confiado enlos diarios como órganos de la opinión pública. Es apenas recién quealgunos de nosotros han visto (y no en forma lenta sino de repente)que obviamente no son nada de eso. Por su propia naturaleza, son el

pasatiempo de unos pocos hombres ricos. No tenemos ningunanecesidad de rebelarnos contra la antigüedad; tenemos querebelarnos contra la novedad. Son los nuevos gobernantes, elcapitalista o el editor, los que realmente manejan al mundo. No hayningún peligro de que un rey moderno intente violar la constitución;es mucho más probable que la ignorará y trabajará a sus espaldas.No abusará de su regio poder; es mucho más probable que abuse suregia falta de poder, del hecho que está libre de crítica y depublicidad. Porque el rey es la persona más privada de nuestro

tiempo. Nadie tendrá necesidad luchar contra ninguna propuesta decensurar a la prensa. No necesitamos una censura de la prensa. Yatenemos una censura por la prensa.

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El tercer hecho que le pediremos prever a nuestra teoría perfecta delprogreso es esta sorprendente rapidez con la que los sistemaspopulares se vuelven opresores. Nuestra teoría tendrá que estarsiempre alerta para detectar todo privilegio abusivo, y todo bienefectivo que se haya convertido en mal. En esta cuestión estoy porentero de parte de los revolucionarios. Realmente tienen razón ensospechar constantemente de las instituciones humanas; tienenrazón en no confiar en príncipes ni en ningún hijo de vecino. Elcacique elegido para ser el amigo del pueblo se vuelve enemigo delpueblo; el diario fundado para decir la verdad existe ahora paraevitar que se diga la verdad. Como decía, aquí sentí que, por fin,estaba de parte del revolucionario. Y después contuve el aliento de

nuevo porque me di cuenta de que estaba, otra vez, de parte delortodoxo.

El cristianismo volvió a hablar y me dijo: “Siempre sostuve que losseres humanos son, por naturaleza, reincidentes; que la virtudhumana, por su propia naturaleza, tiende a oxidarse o acorromperse; siempre dije que los seres humanos, como tales, caenen el mal, especialmente los seres humanos felices, especialmente losseres humanos orgullosos y prósperos. A esta eterna revolución, aesta desconfianza mantenida por siglos, vosotros (siendo

ambiguamente modernos) la llamáis la doctrina del progreso. Sifuerais filósofos la llamaríais, como la llamo yo: la doctrina delpecado original. Podéis llamarla el avance cósmico todo lo quequeráis; yo la llamo por lo que es: la Caída.” 

Hablé de la ortodoxia que caía como una espada; aquí debo confesarque cayó como un hacha de guerra. Porque, realmente – cuando medetuve a pensar en ello – el cristianismo resultaba ser lo único quenos quedaba con derecho real a cuestionar el poder de los bienalimentados y los bien educados. Con bastante frecuencia heescuchado a los socialistas, y hasta a los demócratas, decir que lascondiciones materiales de los pobres por fuerza tienen quedegradarlos mental y moralmente. He escuchado a científicos (ytodavía quedan científicos que no se oponen a la democracia) decir

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que, si a los pobres les ofrecemos condiciones de vida más sanas, el vicio y el mal desaparecerán. Los he escuchado con tremendaatención y con horrible fascinación. Porque fue como observar a unhombre serruchando enérgicamente la rama sobre la cual estabasentado. Si estos alegres demócratas pudiesen demostrar susargumentos, le darían con ello a la democracia un golpe mortal. Silos pobres están moralmente corrompidos por las causas apuntadas,la idea de elevarlos puede ser – o no – una idea práctica. Pero, sinduda, sería práctico quitarles sus privilegios. Si la persona que tieneun mal dormitorio no puede emitir un buen voto, entonces laprimera y más inmediata deducción es la de que no debe emitir ese

 voto. La clase gobernante, no sin razón, podría decir: “Puede

llevarnos algún tiempo reformar su dormitorio. Pero, si es tan brutocomo usted dice, a él le llevará muy poco tiempo arruinar nuestropaís. Por lo tanto, seguiremos su consejo y no le daremos laoportunidad.” Me divierte terriblemente observar la manera en quelos más serios socialistas están diligentemente poniendo loscimientos para la aristocracia, explayándose insípidamente sobre laevidente incapacidad de los pobres para gobernar. Es como escuchara alguien entrando a una reunión de gala disculpándose por no estaradecuadamente vestido y explicando que acaba de estar ebrio, tieneel hábito de quitarse la ropa en medio de la calle y, por lo demás,

acaba de cambiar el uniforme de presidiario por lo que tiene puesto.Uno siente como que, en cualquier momento, el dueño de casapodría llegar a decirle que, con tantos problemas, podría no haber

 venido en absoluto. Es lo que sucede cuando el socialista común nosdemuestra, con cara radiante, que los pobres, después de susdesdichadas experiencias, no pueden ser realmente confiables. Encualquier momento, el rico podría llegar a decir: “Muy bien; puesentonces no confiemos en ellos” para luego cerrarle la puerta en lacara. Sobre la base de la visión que el señor Blatchford tiene acerca

de la herencia y el medioambiente, el alegato en favor de laaristocracia es bastante abrumador. Si casas limpias y aire limpioproducen espíritus limpios, ¿por qué no darle el poder a quienes (almenos por ahora) indudablemente poseen ese aire limpio? Simejores condiciones harán que los pobres sean más capaces de

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gobernarse a sí mismos, ¿por qué las mejores condiciones de las que ya gozan los ricos no los hacen más capaces de gobernar a lospobres? El argumento ambientalista común es bastante obvio: laclase acomodada debería ser nuestra vanguardia en Utopía.

¿Existe alguna réplica a la proposición de que quienes tienen lasmejores oportunidades serían, probablemente, nuestros mejoresconductores? ¿Existe alguna réplica al argumento de que, quieneshan respirado aire puro pueden tomar mejores decisiones quequienes respiran aire viciado? Por todo lo que sé existe solamenteuna respuesta, y esa respuesta es el cristianismo. Sólo la Iglesiacristiana puede ofrecer una objeción racional a la confianza absoluta

en los ricos. Porque desde el principio esta Iglesia ha sostenido queel peligro no está en el medioambiente del hombre sino en el hombremismo. Más allá de ello, ha sostenido que, si vamos a hablar de unmedioambiente peligroso, el más peligroso de todos es el opulento.

 Ya sé que la mayoría de los industriales modernos ha estadorealmente ocupada en fabricar agujas con ojos muchísimo másgrandes. También sé que los más modernos biólogos están más queansiosos por descubrir a un camello muy pequeño. Pero, sireducimos al camello a su mínima expresión, o agrandamos el ojo dela aguja al máximo posible, estaremos entendiendo las palabras de

Cristo en el sentido menos probable de su intención. 116 Porque,como mínimo, Sus palabras significan que no es demasiado probableque un rico sea moralmente confiable. El cristianismo, aúnentibiado, es lo suficientemente ardiente como para hacer hervir atoda la sociedad moderna hasta disolverla. Los requerimientos másmínimos de la Iglesia constituirían un ultimátum mortal para estemundo. Porque todo el mundo moderno está absolutamente basadosobre el supuesto – no de que los ricos son necesarios (lo cual seríasostenible) – sino que son confiables, lo cual, para un cristiano, no essostenible. Eternamente, en todas las discusiones sobre diarios,compañías, aristocracias o políticas partidarias, escuchará usted ese

116  “Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reinode Dios.” Cf. Marcos 10:25 

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argumento de que las personas ricas no pueden ser sobornadas. Elhecho, por supuesto, es que el rico está sobornado; ya fue sobornado.Precisamente por eso es rico. Todo el argumento del cristianismo esque una persona que depende de los lujos de esta vida es unapersona corrupta, espiritualmente corrupta, políticamente corrupta,financieramente corrupta. Hay una cosa que Cristo y todos los santoscristianos han estado repitiendo con una especie de feroz monotonía.Han dicho simplemente que el ser rico equivale a estar en unparticular peligro de desastre moral. No es demostrablementecontrario al cristianismo el matar a los ricos si violan una justiciadeterminable. No es demostrablemente contrario al cristianismocoronar a los ricos como gobernantes convenientes de la sociedad. Es

cierto que no está demostrado que sea contrario al cristianismo elrebelarse contra los ricos o el someterse a los ricos. Pero por lomenos tan cierto es que resulta contrario al cristianismo el confiar enlos ricos, el considerarlos moralmente más seguros que los pobres.Un cristiano puede decir con coherencia: “Respeto la jerarquía de esehombre, aunque sé que acepta sobornos.” Lo que un cristiano nopuede decir es lo que todos los modernos dicen desde el desayunohasta la cena: “Una persona de ese rango no aceptaría sobornos”.Porque es parte del dogma cristiano que cualquier persona, decualquier jerarquía puede llegar a aceptar sobornos. Y no sólo es

parte del dogma cristiano; por una curiosa coincidencia resulta serque también es parte de la historia humana conocida. Cuando laspersonas dicen que un hombre “de esa posición” sería incorruptible,no hay ninguna necesidad de traer a colación al cristianismo en ladiscusión. ¿Acaso Lord Bacon 117  fue un lustrabotas? ¿Acaso elDuque de Marlborough 118 [118] fue un barrendero? En la mejor de las

117  Francis Bacon (1561–1626), conocido también por barón de Verulam, vizconde de San Albano, canciller de Inglaterra y célebre filósofo. En 1621 fue acusado de corrupción y maltrato asus subordinados

118  John Churchill, duque de Marlborough (1650-1722). Militar y político inglés. Su vidaabarca el reinado de cinco monarcas ingleses, entre mediados del siglo XVII y principios delsiglo XVIII. Se distinguió como general en la Guerra de Sucesión Española. La célebre canciónpopular "Mambrú se fue a la guerra" procede de una deformación de la fonética de su apellido.En 1711, fue acusado de malversación de fondos públicos, siendo destituido como comandanteen jefe y despojado de los cargos públicos obtenidos gracias a sus hazañas militares. Vivió en el

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recabar la opinión de aquellos que de otro modo serían demasiadomodestos como para ofrecerla. Es una aventura mística; es confiarespecialmente en aquellos que no confían en sí mismos. Ese enigmaes estrictamente propio de la cristiandad. No hay nada realmentehumilde en la abnegación del budista; el moderado hindú esmoderado, pero no es modesto. Hay algo psicológicamente cristianoen la idea de buscar la opinión de los ignorados en lugar de tomar elobvio camino de aceptar la opinión de los destacados. Puede parecerun tanto curioso decir que el votar es particularmente cristiano.Decir que el escrutar es cristiano puede parecer bastante absurdo.Pero el escrutar, en su idea fundamental, es muy cristiano. Es alentaral humilde; es ir y decirle a la persona modesta: “Vamos amigo; 

elévate más”.  Y si existe algún leve defecto en el escrutar – esto es:en su perfecta y cabal piedad – ello se debe tan sólo a queposiblemente puede llegar a olvidarse un poco de alentar la modestiaen el que escruta.

La aristocracia no es una institución; la aristocracia es un pecado;generalmente uno muy venial. Es tan sólo la tendencia o eldeslizamiento de los hombres hacia una suerte de naturalpomposidad o elogio de los poderosos, algo que constituye la cosamás fácil y obvia del mundo.

Una de las cien refutaciones posibles a la superficial y perversainterpretación moderna del concepto de “fuerza” es que los agentesmás rápidos y audaces son también los más frágiles y sensibles. Lascosas más rápidas son las cosas blandas. Un pájaro puede ser activoporque es elástico. Una piedra es impotente porque es dura. Por supropia naturaleza, una piedra tiene que caer; porque dureza significadebilidad. El pájaro, por su naturaleza intrínseca, puede ir haciaarriba; porque la fragilidad es fuerza. En la fuerza perfecta hay unaespecie de ligereza, hay algo etéreo que puede mantenerse en el aire.Los investigadores modernos de la historia de los milagros hanadmitido solemnemente que una de las características de los grandessantos fue su poder de “levitación”. Podrían ir más lejos: una de lascaracterísticas de los grandes santos es su poder de liviandad. Los

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ángeles pueden volar porque se pueden tomar livianamente a simismos. Ése ha sido siempre el instinto de la cristiandad y, enespecial, el instinto del arte cristiano. Recordemos como Fra

 Angélico 120 representaba a sus ángeles, no sólo como pájaros, sinocasi como mariposas. Recordemos como el arte medieval más serioestuvo lleno de luz y de ondulantes cortinas, de pies rápidos ysaltarines. Fue lo que los modernos prerrafaelistas 121 no pudieronimitar en los verdaderos prerrafaelistas. Burne-Jones 122 nunca pudorecuperar la profunda levedad de la Edad Media. En los antiguoscuadros cristianos, el cielo que está sobre cada figura es como unparacaídas azul o dorado. Cada figura parece a punto de salir

 volando y quedarse flotando por los cielos. La capa andrajosa del

pordiosero lo transportará hacia arriba al igual que las radiantesplumas de los ángeles. Pero los reyes en su pesado oro y losorgullosos en sus mantos de púrpura se hundirán hacia abajo por supropia naturaleza, porque el orgullo no puede alcanzar la levedad ola levitación. El orgullo es arrastre descendente hacia una fácilsolemnidad. Hay una especie de seriedad egoísta en la que uno se

120  Guido de Pietro da Mugello (1390-1455). Pintor italiano de principios del Renacimientoque supo combinar la vida de fraile dominico con la de pintor consumado. Fue llamado Angelico

 y también Beato por su temática religiosa, la serenidad de sus obras y porque era un hombre de

extraordinaria devoción. Fue finalmente beatificado por Juan Pablo II en 1982 pasando a ser el"Beato Fra Angelico".

121  La Hermandad Prerrafaelita (Pre-Raphaelite Brotherhood) fue una asociación depintores, poetas y críticos ingleses, fundada en 1848 en Londres por John Everett Millais, DanteGabriel Rossetti y William Holman Hunt. La Hermandad duró como grupo constituido apenasun lustro, pero su influencia se dejó sentir en la pintura inglesa hasta entrado el siglo XX. Losprerrafaelitas rechazaban el arte académico predominante en la Inglaterra del siglo XIX,centrando sus críticas en Sir Joshua Reynolds, fundador de la Royal Academy of Arts. Desde supunto de vista, la pintura académica imperante no hacía sino perpetuar el manierismo de lapintura italiana posterior a Rafael y Miguel Ángel, con composiciones elegantes pero vacuas ycarentes de sinceridad. Por esa razón, ellos propugnaban el regreso al detallismo minucioso y alluminoso colorido de los primitivos italianos y flamencos, anteriores a Rafael (de ahí el nombredel grupo), a los que consideraban más auténticos. Los integrantes de la hermandad son

conocidos indistintamente como «prerrafaelitas» o «prerrafaelistas». El movimiento suelerecibir el nombre de «prerrafaelismo» .

122  Sir Edward Coley Burne-Jones (1833–1898) Artista y diseñador inglés asociado con laHermandad Prerrafaelita, y principal responsable de atraer a los prerrafaelitas a la corrienteprincipal del arte británico. Produjo algunas de las más exquisitas y bellas obras de arte de laépoca.

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puede “establecer” o “caer”; pero hay un alegre altruismo al que hayque “alcanzar” o “ascender”. Una persona “cae” en el sillón de suoscuro estudio pero, cuando trata de alcanzar el cielo azul, susmanos se dirigen hacia arriba. La seriedad no es una virtud. Seríauna herejía, pero una herejía mucho más sensata, decir que laseriedad es un vicio. En realidad, el tomarnos demasiado en serio esuna tendencia natural o una falencia; porque es lo más fácil quepodemos hacer. Es mucho más fácil escribir un buen artículo defondo en el Times que un buen chiste en el Punch. Es que lasolemnidad nos viene naturalmente, pero la risa es un saltoacrobático. Es fácil ser pesado y difícil ser liviano. Satanás cayó porculpa de la fuerza de la gravedad.

 Ahora bien, ha sido el extraño honor de Europa desde que se hizocristiana que, mientras tuvo aristocracias, siempre en el fondo de sucorazón las ha tratado como una debilidad – por lo general como unadebilidad que es necesario tolerar. Si alguien desea comprender estacuestión lo mejor que puede hacer es salir del cristianismo e ir aalgún otro entorno filosófico. Que compare, por ejemplo, las clasessociales de Europa con las castas de la India. Allí, la aristocracia esmucho más terrible porque es mucho más intelectual. Allí se cree enserio que la escala de las clases es una escala de valores espirituales;

que el panadero es mejor que el carnicero en un sentido invisible ysagrado. Pero, en ese sentido sagrado, ninguna versión delcristianismo, ni la más ignorante o perversa, sostuvo jamás que unhidalgo es mejor que un carnicero. Ninguna versión del cristianismo,por más ignorante o extravagante que fuese, sugirió jamás que unduque no sería condenado. En la sociedad pagana pudo llegar ahaber (no lo sé) alguna división seria de ese tipo entre el hombrelibre y el esclavo. Pero en la sociedad cristiana siempre hemospensado que el caballero es una especie de broma; si bien admito queen algunas cruzadas y concilios se ganó el derecho a ser consideradouna broma pesada. Es que nosotros en Europa, nunca y en el fondode nuestro corazón, tomamos a la aristocracia realmente en serio. Hasido tan sólo un ocasional extranjero extra-europeo (como el Dr.

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Oscar Levy, 123  el único nietzscheano inteligente) quien hasta haconseguido, por un instante, tomar a la aristocracia en serio. Puedeser un prejuicio patriótico – aunque no lo creo – pero me parece quela aristocracia inglesa es, no sólo el prototipo, sino la flor y nata detodas las aristocracias actuales; tiene todas las virtudes oligárquicas,así como todos sus defectos. Es informal, es amable, es valiente encuestiones obvias; pero tiene un gran mérito que sobrepasa a todoslos anteriores. El enorme y muy obvio mérito de la aristocraciainglesa es que resulta imposible tomarla en serio.

En resumen; ni bien había formulado lentamente – como decostumbre – la necesidad de una ley pareja para Utopía cuando – 

como de costumbre – me encontré con que el cristianismo me habíaganado de mano. Toda la historia de mi Utopía es igual dedivertidamente triste. Cada vez que salía corriendo de mi estudio dearquitectura con los planos para una nueva torre, terminabaencontrándola allá afuera, brillando al sol desde hacía mil años. Enel sentido antiguo y en parte en el moderno, Dios había respondido ami oración de “Anticípate, Oh Señor, en todos nuestros actos”. 124 Sin vanidad, realmente creo que hubo un momento en que podríahaber llegado a inventar en mi propia mente el juramentomatrimonial (como institución); tan sólo para descubrir después que

 ya estaba inventado. Pero, puesto que sería demasiado largo mostrarcómo, hecho tras hecho, pulgada tras pulgada, mi propia concepciónde Utopía tuvo respuesta en el Nuevo Testamento, voy a tomar tansólo el caso éste del matrimonio como indicador de la tendenciaconvergente – quizás debería decir colapso convergente – de todo elresto.

123

  Oscar Levy  (1867–1946) Médico y escritor judeo-alemán, conocido como especialista enNietzsche cuyas obras tradujo por primera vez al inglés. Su vida es una paradoja de exilios yauto-exilios. Escribió sobre y en contra del judaísmo. Influenciado por las teorías racistas deGobineau, también admiró a Benjamin Disraeli.

124  “ Prevent us, O Lord, in all our doings....” Frase de una oración que figura en el protocolo dela Cámara de los Lores británica.

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Cuando los adversarios usuales del socialismo hablan acerca de lasimposibilidades y las alteraciones de la naturaleza humana siempreolvidan hacer una importante diferenciación. En la modernaconcepción ideal de la sociedad hay algunos deseos que quizás noson realizables; pero hay otros deseos que no son deseables. Quetodas las personas vivan en casas igualmente hermosas es un sueñoque puede – o no – ser alcanzado. Pero que todos los seres humanos

 vivan en la misma hermosa casa no es un sueño en absoluto; es unapesadilla. Que un hombre sea amable con todas las ancianas es unideal que puede no ser alcanzado. Pero que un hombre considere atodas las ancianas exactamente como si fueran su madre no es tansólo un ideal inalcanzable sino un ideal que no debería ser alcanzado.

No sé si el lector estará de acuerdo conmigo en estos ejemplos peroagregaré uno que siempre me ha impresionado sobremanera. Nuncapude concebir ni tolerar una Utopía que no me dejase la libertad quemás aprecio: la libertad de encadenarme. Una anarquía absoluta nosólo haría imposible tener disciplina o fidelidad; también haríaimposible toda diversión. Para tomar un caso obvio: el apostar no

 valdría la pena si una apuesta no fuese un compromiso. Ladisolución de todos los contratos no sólo arruinaría la moral sino quearruinaría hasta al juego. Ahora bien, las apuestas y los juegossimilares son tan sólo las expresiones imitadas y modificadas del

instinto original del hombre por la aventura y el romance, algo de locual se ha hablado mucho en estas páginas. Pero los peligros, lasrecompensas, los castigos y las conquistas de las aventuras tienenque ser reales porque, de lo contrario, la aventura es sólo unacambiante y cruel pesadilla. Si apuesto, me tienen que hacer pagar;de lo contrario, no hay poesía en apostar. Si desafío, me tienen quehacer pelear, o no hay poesía en desafiar. Si juro ser leal, tengo queser maldecido cuando sea desleal, de lo contrario el jurar no tienegracia. No se podría construir ni siquiera un cuento de hadas de las

experiencias de alguien que, después de haber sido tragado por una ballena, se encontrase en la punta de la Torre Eiffel; o después dehaber sido convertido en un sapo de pronto se comportase como unflamingo. Hasta en la más exagerada de las novelas los resultadostienen que ser reales; tienen que ser irrevocables. El matrimonio

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cristiano es el gran ejemplo de un resultado real e irrevocable; poreso es que se convirtió en el tema principal y en el centro de toda laliteratura romántica. Y, en último término, esto es lo que pediría – yen forma imperativa – de cualquier paraíso social; pediría que se mehaga cumplir el contrato, que se tomen en serio mis juramentos ymis compromisos; le pediría a Utopía que vengue mi honor en mímismo.

Todos mis utópicos amigos modernos se miran entre sí con dudas enlos ojos ya que su última esperanza es la disolución de todos loscompromisos especiales. Pero, otra vez, creo escuchar como un ecola respuesta de más allá del mundo: “Tendrás obligaciones reales y,

por lo tanto, aventuras reales cuando llegues a mi Utopía. Pero laobligación más rigurosa y la aventura más difícil es llegar hasta allí.” 

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VIII El Romance de la Ortodoxia

Tenemos la costumbre de quejarnos por el trajín y la tensión propiasde nuestra época. Pero la verdad es que la característica principal denuestra época es una profunda pereza y fatiga; y el hecho es que lapereza real es la causa del trajín aparente. Tomemos un caso

 bastante evidente: las calles están llenas de taxis y de automotores;pero esto no se debe a la actividad humana sino a la comodidad

humana. Habría menos trajín si hubiese más actividad; si laspersonas simplemente caminaran de un lado para el otro. Nuestromundo se volvería más silencioso si fuese más extenuante. Y estoque es cierto del trajín físico aparente, también es cierto del aparentetrajín intelectual. La mayor parte de la maquinaria del lenguajemoderno es una maquinaria destinada a ahorrar trabajo; y evita eltrabajo mental mucho más de lo que debería. Se utilizan frasescientíficas como ruedas y pistones científicos para hacer aún másrápido y suave el camino de los cómodos. Hay palabras largas que

pasan a nuestro lado como raudos y largos trenes. Sabemos quetransportan a miles que están demasiado cansados, o son demasiadoindolentes, para caminar y pensar por sí mismos. Para variar, es un

 buen ejercicio tratar de expresar cualquier opinión que se tenga enpalabras de una sílaba. Si usted dice: “La utilidad social de lasentencia indeterminada es reconocida por todos los criminalistascomo parte de nuestra evolución sociológica hacia una visión máshumana y científica del castigo”, podría usted hablar durante horasenteras y difícilmente necesitaría mover algo de la materia gris quehay en su cerebro. Pero si comienza usted con: “Quisiera que Jones

 vaya a la cárcel y que Brown diga cuándo es que Jones podrá salir,” 125 descubrirá usted con horror que está obligado a pensar. Las

125  En el original todas las palabras de la frase son de una sílaba:  I wish Jones to go to gaol and Brown to say when Jones shall come out .

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palabras largas no son las difíciles; son las palabras cortas las queresultan difíciles. Hay mucha más sutileza en la palabra “mal” que enla palabra “degeneración”. 

Pero estas palabras largas que le evitan al hombre moderno eltrabajo de razonar tienen un aspecto en particular en el cual resultanespecialmente dañinas y confusas. La dificultad aparece cuando lamisma larga palabra se emplea en diferentes contextos parasignificar cosas bastante diferentes. Así, tanto como para tomar uncaso bien conocido, la palabra “idealista” tiene un significado en elcontexto de la filosofía y otro bastante distinto en el de la retóricamoral. Del mismo modo, los materialistas científicos tienen buenas

razones para quejarse de las personas que confunden el término“materialista” como expresión cosmológica con “materialista”entendido como una objeción moral. Así, tomando un ejemplo más

 barato, el hombre que odia a los “progresistas” en Londres siemprese declarará “progresista” en Sudáfrica. 

Una confusión igualmente carente de sentido ha surgido en conexióncon la palabra “liberal” aplicada tanto a la religión como a la política

 y a la sociedad. Con frecuencia se insinúa que todos los liberalesdeben ser librepensadores porque tienen que amar todas las cosas

libres. Con el mismo principio se podría decir que todos los idealistastendrían que ser altos dignatarios porque tienen que amar todas lascosas elevadas. O que a los clérigos sencillos les tiene que gustar lamisa sencilla; o que a los sacerdotes gruesos les tienen que gustar loschistes gruesos. La cosa es un mero accidente lingüístico. En laEuropa moderna actual un librepensador no es una persona quepiensa por sí mismo. La palabra designa a una persona que,habiendo pensado por sí mismo, ha llegado a una clase especial deconclusiones: el origen material de los fenómenos, la imposibilidadde los milagros, la improbabilidad de la inmortalidad personal, y asísucesivamente. Y ninguna de estas ideas es particularmente liberal.Por el contrario, casi todas estas ideas son definitivamenteantiliberales y demostrarlo es el propósito de este capítulo.

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En las breves páginas que siguen, me propongo señalar lo mássomeramente posible que cada una de las cuestiones sobre las quetanto insisten los liberalizadores de la teología, si fuesen aplicadas ala práctica social, tendrían un efecto definitivamente antiliberal. Casicada propuesta contemporánea de introducir la libertad en la Iglesiaes simplemente una propuesta para introducir la tiranía en elmundo. Porque hoy, “liberar a la Iglesia” no significa liberarla entodas las direcciones. Significa poner en libertad un determinadoconjunto de dogmas, genéricamente llamados científicos: dogmas demonismo, 126  de panteísmo, de arrianismo o de necesidad. Y sepuede demostrar que cada uno de ellos (los trataremos uno por uno)constituye un aliado natural de la opresión. De hecho, resulta notorio

– aunque no tanto si uno se detiene a pensar en ello – que la mayoríade las cosas es aliada de la opresión. Hay sólo una cosa que nuncapuede ir más allá de cierto límite en su alianza con la opresión; y esacosa es la ortodoxia. Puedo, es cierto, retorcer la ortodoxia hastahacer que justifique parcialmente a un tirano. Pero con mayorfacilidad puedo construir una filosofía alemana para justificarlo porcompleto.

 Ahora bien, tomemos en forma ordenada las principalesinnovaciones de la nueva teología de la iglesia modernista.

Concluimos el capítulo anterior con el descubrimiento de una deellas. La misma doctrina más reputada de anticuada resultó ser laúnica garantizadora de las nuevas democracias del mundo. Ladoctrina aparentemente más impopular resultó ser la única fortalezadel pueblo. En resumen, hallamos que la única negación lógica de laoligarquía es la afirmación del pecado original. Sostengo que lomismo sucede en todos los demás casos.

Tomaré primero el ejemplo más obvio: el caso de los milagros. Poralguna extraordinaria razón existe la noción fija de que es más liberal

126  Por monismo se entienden todas las posturas filosóficas que sostienen que el universo estáconstituido por un sólo principio o sustancia primaria. Así, según los monismos materialistas,todo se reduce, en última instancia, a materia, mientras que para los espiritualistas o para elidealismo (especialmente, el idealismo hegeliano), ese principio único sería el espíritu.

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descreer de los milagros que creer en ellos. No me puedo imaginarpor qué esto es así; tampoco nadie ha podido decírmelo. Por algunainconcebible causa, por sacerdote “amplio” o “liberal” se entiende a

una persona que, al menos, desearía reducir la cantidad de milagros;nunca se refiere a una persona que desearía aumentarlos. Siempre serefiere a una persona que no cree en que Cristo salió de su tumba;nunca se aplica a una persona que cree que su tía se levantó de latumba. Es común tener problemas en una parroquia porque el curapárroco no puede admitir que San Pedro caminó sobre las aguas; ysin embargo es raro que se produzcan inconvenientes en unaparroquia si el cura dice que su padre caminó sobre el Serpentine. 127 

 Y esto no es – como replicaría inmediatamente un ágil y polémico

secularista – porque los milagros, según nuestra experiencia, nopueden ser creídos. No es porque “no ocurren milagros” como loestablece el dogma que Mathew Arnold recitaba con su simple fe.Hay más hechos sobrenaturales supuestamente ocurridos ennuestros días que los que hubieran sido posibles hace ochenta añosatrás. Los hombres de ciencia creen en esas maravillas mucho másde lo que solían hacerlo; la moderna psicología constantementedevela los prodigios más turbadores y hasta horribles de la mente ydel espíritu. Cosas que la antigua ciencia francamente hubierarechazado como milagros resultan constantemente sostenidas por la

nueva ciencia. Lo único que todavía es lo suficientemente anticuadocomo para rechazar los milagros es la Nueva Teología. Pero la verdades que esta noción de la “libertad” de negar los milagros no tienenada que ver con las pruebas que existen a favor o en contra de ellos.Que el comienzo original y la vida no se explican por la libertad depensamiento sino por el dogma del materialismo, no es más que unperjuicio verbal sin vida. El hombre del Siglo XIX no descreía de laResurrección porque su cristianismo liberal le permitiera dudar deella. Descreía porque su mismo materialismo estricto no le permitía

creer en ella. Tennyson, un hombre muy típico del Siglo XIX, pusode relieve una de las obviedades instintivas de sus contemporáneos

127  El Serpentine (también conocido como el Río Serpentine) es un lago en el Hyde Park deLondres, creado en 1730.

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cuando dijo que había fe en sus honestas dudas. La había, por cierto.Esas palabras encierran una profunda y hasta horrible verdad. En laduda de los milagros había fe en un destino fijo y sin Dios; había unaprofunda y sincera fe en la inmodificable rutina del cosmos. Lasdudas del agnóstico eran tan sólo los dogmas del monista.

De los hechos y de las pruebas de lo sobrenatural hablaré más tarde. Aquí sólo nos ocupamos de este punto concreto: en la medida en quese puede decir que la idea liberal de la libertad puede estar decualquiera de los dos lados de la discusión sobre los milagros, resultaobvio que está del lado favorable a los milagros. El cambio, o bien elprogreso (en el único sentido admisible), significa simplemente el

control gradual de la materia por la mente. Un milagro es tan sólo elsúbito control de la materia por la mente. Si deseamos alimentar a lagente, podemos pensar que alimentarlos milagrosamente en eldesierto es imposible – pero no podríamos pensar que eso esantiliberal. Si realmente queremos que los niños pobres vayan de

 vacaciones a la playa, nadie puede pensar que sería antiliberal quefuesen allí volando sobre dragones; sólo podríamos pensar que seríaimprobable. Un día de vacaciones, como el liberalismo, sólo implicala libertad del hombre. Un milagro sólo implica la libertad de Dios.Puede usted negar conscientemente cualquiera de las dos, pero no

puede usted llamar a su negativa un triunfo de la idea liberal. LaIglesia Católica creyó que tanto el hombre como Dios tenían unasuerte de libertad espiritual. El calvinismo le quitó esa libertad alhombre pero se la dejó a Dios. El materialismo científico maniata alCreador mismo; encadena a Dios de la misma manera en que el

 Apocalipsis encadenó al demonio. No deja nada libre en el universo. Y todos los que contribuyen a este proceso se llaman “teólogosliberales”. 

Éste es, como ya dije, el ejemplo más sencillo y evidente. Lapresunción de que dudar de los milagros es algo similar alliberalismo o al reformismo resulta contrario a la verdad. Si unapersona no puede creer en milagros el asunto termina allí; no seráparticularmente liberal, pero es perfectamente honorable y lógico, lo

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cual es mucho mejor. Pero si puede creer en milagros, ciertamenteserá más liberal por ello; porque los milagros significan, primero lalibertad del espíritu, y segundo, su control sobre la tiranía de lacircunstancia. A veces esta verdad es ignorada de una manerasingularmente ingenua hasta por los hombres más capaces. Porejemplo, el señor Bernard Shaw habla de la idea de los milagros conun anticuado y entusiasta desprecio, como si los milagros fueran unaespecie de traición a la fe de parte de la naturaleza: por extraño quesea, parece no tener conciencia de que los milagros son solamente lasflores últimas de su árbol favorito, la doctrina de la omnipotencia dela voluntad. Del mismo modo considera que el deseo de inmortalidadno es más que un egoísmo barato, olvidándose de que acaba de

considerar al deseo de vivir como un egoísmo saludable y heroico.¿Cómo puede ser noble el deseo de extender nuestra vida hasta elinfinito y perverso el deseo de hacerla inmortal? No; si es deseableque el hombre triunfe sobre la crueldad de la naturaleza o sobre lacostumbre, entonces los milagros son decididamente deseables. Mástarde discutiremos si son posibles.

Pero tengo que seguir con los casos mayores de este curioso error,con esta noción de que la “liberalización” de la religión ayuda, enalguna forma, a la liberación del mundo. El segundo ejemplo al

respecto puede encontrarse en la cuestión del panteísmo – o más bien en cierta actitud moderna frecuentemente llamadainmanentismo y que muchas veces es budismo. No obstante, ésta esuna cuestión mucho más difícil y tengo que aproximarla con algomás de preparación.

Las cosas que con mayor seguridad dicen las personas progresistas alas grandes muchedumbres son, por lo general, las que más seoponen a los hechos. En realidad, son nuestras obviedades las que noresultan obvias. Vayamos a un ejemplo. Existe por allí una frase defácil liberalidad que se pronuncia una y otra vez en las asociacioneséticas y en las conferencias sobre religión: “Las religiones de la tierradifieren en ritos y en formas, pero son iguales en lo que enseñan”. Yeso es falso; incluso opuesto a los hechos. Las religiones de la tierra

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no difieren demasiado en los ritos y en las formas; difieren mucho enlo que enseñan. Es como si a una persona se le ocurriese decir de dospublicaciones: “No te dejes engañar por el hecho de que el Times

 Eclesiástico y el Librepensador  tienen un aspecto completamentediferente; que uno está pintado sobre pergamino y el otro esculpidoen mármol; que uno es triangular y el otro hexagonal; léelos y verásque los dos dicen la misma cosa.” La verdad, por supuesto, es queson parecidos en todo menos en que dicen la misma cosa. Uncorredor de bolsa ateo de Surbiton 128  tiene exactamente el mismoaspecto que otro corredor de bolsa swedenborgiano 129  de

 Wimbledon. Puede usted caminar y caminar alrededor de ambos, ysometerlos al más personal y ofensivo de los exámenes, que no

detectará nada swedenborgiano en el sombrero ni nada ateo en elparaguas de ninguno de los dos. Serán precisamente sus almas lasque serán diferentes. De la misma manera, la verdad es que ladificultad presentada por todos los distintos credos de la tierra no esla que sostiene aquella máxima barata; no es que todos concuerdanen el significado pero difieren en la maquinaria. Exactamente loopuesto es cierto. Concuerdan todos en la maquinaria; casi toda granreligión de la tierra trabaja con los mismos métodos externos: consacerdotes, escrituras, altares, hermandades consagradas, fiestasespeciales. Concuerdan en el modo de enseñar; en lo que difieren es

en lo que enseñan. Tanto los optimistas paganos como los pesimistasorientales tienen templos, de la misma manera en que tanto liberalescomo conservadores tienen diarios. Hay credos que existen paradestruirse mutuamente y ambos tienen escrituras, del mismo modo

128  Barrio suburbano de Londres.

129  Emanuel Swedenborg (1688-1772). Científico, filósofo, místico y teólogo sueco. Despuésde una carrera como científico e inventor, entró a una fase mística a los 56 años. Culminóafirmando que el Señor le había encomendado escribir una doctrina divina destinada a reformaral cristianismo. Sostuvo que Dios le había permitido visitar el cielo y el infierno, y hablar conángeles, demonios y otros espíritus. Escribió y publicó 28 obras teológicas de las cuales la másconocida es "Cielo e Infierno" (1758). Los swedenborgianos constituyen una forma aparte delcristianismo y consideran a los escritos de Swedenborg como el Tercer Testamento. Por otraparte, los escritos místicos de Swedenborg han sido utilizados también por otras corrientes talescomo los teosofistas, los alquimistas y los ocultistas.

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en que hay ejércitos que existen para destruirse mutuamente yambos tienen armas.

El gran ejemplo de esta supuesta identidad de todas las religioneshumanas es la supuesta identidad espiritual del budismo y elcristianismo. Quienes adoptan esta teoría general evitan la ética de lamayoría de los demás credos, excepto, por cierto, el confucianismo,que les gusta porque no es un credo. Pero ya son cuidadosos en suselogios al mahometanismo, limitándose, por lo general, a proponerla moral mahometana sólo para las bebidas de las clases inferiores.Rara vez sugieren la adopción de la concepción mahometana delmatrimonio (sobre la cual habría bastante para decir); y frente a los

thugs130

 o a los fetichistas su actitud incluso podría llamarse fría.Pero en el caso de la gran religión de Gautama sienten sinceramenteque hay una similitud.

Los estudiosos de la ciencia popular, como el señor Blatchford,siempre insisten en que el cristianismo y el budismo son muysimilares; especialmente el budismo. Esto resulta generalmentecreído y yo mismo lo creí hasta que leí un libro que explicaba lasrazones de ello. Estas razones eran de dos clases: similitudes que nosignificaban nada porque eran comunes a toda la humanidad, y

similitudes que no eran similitudes en absoluto. El autor, o bienexplicaba solemnemente que ambos credos eran similares en cosasen las cuales todos los credos son similares, o bien los describía comosimilares en cuestiones en que eran obviamente diferentes. Así,como un ejemplo de la primera categoría, decía que tanto Cristocomo Buda fueron llamados por la voz divina proveniente del cielo;como si alguien pudiese imaginarse una voz divina proviniendo deun depósito subterráneo de carbón. O bien se apuntabapomposamente que estos dos maestros orientales, por una singularcoincidencia, estaban relacionados con la costumbre de lavar lospies. Con el mismo principio alguien podría decir que resulta unanotable coincidencia que ambos tenían pies para lavar. Y la otra clase

130  Secta de estranguladores de la India.

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de similitudes consistía de aquellas que simplemente no eransimilares. Así, este reconciliador de las dos religiones llamaseriamente la atención al hecho que, en ciertas fiestas religiosas, la

 vestimenta del Lama es rasgada en señal de respeto y los restos sonmuy apreciados. Pero esto es lo contrario a una similitud, porque la

 vestimenta de Cristo no fue rasgada en señal de respeto sino paraultrajarlo y los restos de esas ropas no fueron apreciados más quepor lo que podían obtener en el ropavejero quienes echaron suertespor ellas. El recurso es como hacer referencia a la obviamenteparecida ceremonia de la espada: cuando toca los hombros de unapersona o cuando le corta la cabeza. Para el involucrado no se tratapara nada de algo similar. Estos retazos de pueril pedantería

importarían realmente muy poco si no fuese también cierto que lassupuestas similitudes filosóficas son también de estas dos clases: o bien demuestran demasiado, o bien no demuestran nada. Que el budismo aprueba la misericordia y el autocontrol no lo haceespecialmente similar al cristianismo; solamente significa que no esdiferente a todo lo humano que existe. Los budistas desaprueban enteoría la crueldad o el exceso porque todos los seres humanosnormales desaprueban en teoría la crueldad y los excesos. Pero decirque el budismo y el cristianismo ofrecen la misma filosofía sobreestos temas es simplemente falso. Toda la humanidad está de

acuerdo en que estamos aprisionados en una red de pecados. Lamayor parte de la humanidad está de acuerdo en que hay unamanera de salir de la red. Pero en cuanto a cuál es el camino desalida, creo que no hay dos instituciones en todo el universo que secontradigan de un modo tan tajante como el budismo y elcristianismo.

Incluso durante la época en que pensé – junto con la mayoría de laspersonas bien informadas pero poco estudiadas – que el budismo yel cristianismo eran algo parecido, había una cosa que siempre medejaba perplejo. Me refiero a la asombrosa diferencia en el tipo dearte religioso que ambos tenían. Y tampoco me refiero a las técnicasestilísticas de representación sino a los significados quemanifiestamente querían representar. No hay dos ideales que

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puedan ser más opuestos que el santo cristiano en una catedralgótica y el santo budista en un templo chino. La oposición semanifiesta en cada detalle pero, quizás, la forma más breve deexpresarla es diciendo que el santo budista siempre tiene los ojoscerrados y el santo cristiano siempre los tiene muy abiertos. El santo

 budista tiene un cuerpo suave y armonioso, pero sus ojos sonpesados y sellados por el sueño. El cuerpo del santo medieval estádemacrado hasta los huesos, pero sus ojos están tremendamente

 vivos. No puede haber una comunidad de espíritu entre dos fuerzasque han producido símbolos tan diferentes como ésos. Aúnconcediendo que ambas imágenes son exageraciones, perversionesde un credo puro, tiene que haber una divergencia real para que se

produzcan exageraciones tan opuestas. El budista está mirando haciaadentro con extraña concentración. El cristiano está mirando haciaafuera con frenética intensidad. Si seguimos esta pista conconstancia, encontraremos algunas cosas interesantes.

Hace poco la señora Besant, 131  en un interesante ensayo, anuncióque en el mundo había una sola religión; que todos los credos erantan sólo perversiones de la misma, y que ella estaba bastantedispuesta a explicar de qué se trataba. De acuerdo con la señoraBesant, esta iglesia universal es simplemente el ser universal. Es la

doctrina de que, en realidad, todos somos una sola persona; que nohay paredes de individualidad reales entre un hombre y el otro. Si seme permite ponerlo de esta manera: no nos dice que amemos anuestros vecinos; lo que nos dice es que seamos nuestros vecinos.Ésa es la meditada y sugestiva descripción que hace la señora Besantde la religión en la cual tienen que concordar todos los sereshumanos. Y en toda mi vida jamás he escuchado una propuesta con

131  Annie Wood Besant (1847–1933) Militante feminista, activista a favor de la independenciade Irlanda y de La India, llegando a ocupar la presidencia del Congreso Nacional Indio. Sucedióa Henry Olcott en la presidencia de la Sociedad Teosófica y fue iniciada en la masonería en 1902.En 1911 se convirtió en vicepresidenta de la Comasonería mundial y alcanzó el grado de GranMaestre del Consejo Supremo de la Orden Internacional de la Comasonería, una obedienciamasónica que permite la iniciación de mujeres. En 1912, junto a Marie Russak y James

 Wedgwood fundó la Orden del Templo de la Rosa Cruz inspirada en las enseñanzas delesoterismo occidental.

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la separación del universo en almas vivientes. Pero, de acuerdo conla ortodoxia cristiana, esta separación entre Dios y el hombre essagrada porque es eterna. Para que un hombre pueda amar a Dios esnecesario, no sólo que exista un Dios a ser amado, sino también unhombre que lo ame. Todas esas confusas mentes teosóficas para lascuales el universo es un inmenso crisol son exactamente las mentesque se encogen instintivamente ante esa tremenda declaración denuestros Evangelios que dice que el Hijo de Dios no vino con la pazsino con una espada que divide. El dicho es enteramente cierto aúnconsiderándolo por lo que obviamente es; la afirmación de quecualquier hombre que predique verdadero amor inevitablementegenerará odio. Es igualmente cierto respecto de la fraternidad

democrática y el amor divino. El amor fingido termina encompromiso y filosofía compartida, pero el verdadero amor siempreha terminado en derramamientos de sangre. Sin embargo haytodavía otra verdad más tremenda detrás del significado obvio deesta expresión de nuestro Señor. De acuerdo a Él mismo, el Hijo erauna espada separando al hermano del hermano a fin de que seodiasen mutuamente por un período de tiempo indefinido eincomputable. Pero el Padre también era una espada que, en laoscuridad de los comienzos, separó al hermano del hermano a fin deque pudiesen por fin amarse.

Ése es el significado de esa casi delirante alegría que hay en los ojosdel santo medieval. Ése es el significado de los ojos sellados de lasoberbia imagen budista. El santo cristiano es feliz porque realmenteha sido cortado del mundo; está separado de las cosas y las estámirando con asombro. Pero ¿por qué habría el budista deasombrarse de las cosas? Desde el momento en que realmente haysólo una cosa, siendo ésta impersonal, difícilmente se asombre de simisma. Se han escrito muchos poemas panteístas sugiriendomilagros, pero ninguno realmente exitoso. El panteísta no puedeasombrarse, porque no puede alabar a Dios, ni alabar a nada comoalgo realmente diferenciado de él mismo. Sin embargo, nuestro temaaquí es el efecto que tiene esta admiración cristiana – que salta haciaafuera, hacia una deidad diferenciada del devoto – sobre la

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observando eso que es Yo y Tú, y Nosotros y Aquello. Es unaocupación racional: pero no es verdadera en teoría y no es verdaderaen los hechos de tal modo que le ayude al hindú a vigilar lo que haceLord Curzon. 133  Esa vigilancia externa que siempre ha sido lacaracterística del cristianismo (ese mandamiento de vigilad y orad)134  se ha expresado tanto en la típica ortodoxia de Occidente comoen la típica política occidental. Pero ambas expresiones dependen dela idea de una divinidad trascendente, diferente de nosotros; de unadivinidad que desaparece. Por cierto que credos más sutiles puedensugerir que busquemos a Dios a profundidades cada vez mayores enel laberinto de nuestro propio ego. Pero sólo nosotros, los de lacristiandad, hemos dicho que debemos salir a cazar a Dios como las

águilas de las montañas. Y haciéndolo, hemos dado muerte a todoslos monstruos que hallamos a lo largo de la cacería.

Otra vez, por lo tanto, nos encontramos con que, en la medida en que buscamos la democracia y las energías auto-regeneradoras deOccidente, tenemos mucha mayor probabilidad de hallarlas en laantigua teología que en la nueva. Si queremos una revolución,tenemos que adherir a la ortodoxia. Especialmente en lo referente aesta cuestión de insistir en la deidad inmanente o trascendente (quetanto se discute en los concejos del señor R. J. Campbell).

Insistiendo en forma especial en la inmanencia de Dios, lo queobtenemos es introspección, auto-aislamiento, quietismo,indiferencia social – en una palabra: el Tibet. Insistiendoespecialmente en la trascendencia de Dios, obtenemos milagro,curiosidad, aventura moral y política, justa indignación – en unapalabra: el Cristianismo. Insistiendo en que Dios está dentro delhombre, un hombre siempre se queda dentro de sí mismo. Al insistiren que Dios está fuera del hombre, el hombre se ha trascendido a símismo.

133  George Nathaniel Curzon (1859–1925) Estadista conservador británico. Fue virrey de laIndia y Secretario de Asuntos Exteriores.

134  En el huerto, Jesús dice a Pedro, Santiago y Juan: “Vigilad y orad” (Cf. Mc 14, 34-38).

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Estaremos en el mismo caso si tomamos cualquier otra doctrina quehoy se considera anticuada. Lo mismo sucede, por ejemplo, con laprofunda cuestión de la Trinidad. Los Unitaristas 135  (una secta queno debería mencionarse sin un especial respeto por su distinguidadignidad y alto honor intelectual) son, con frecuencia, reformadorespor el accidente que impulsa a tantas pequeñas sectas hacia esaactitud. No obstante, no hay nada de liberal en lo más mínimo, ninada emparentado con una reforma, en la sustitución de la Trinidadpor del monoteísmo puro. El Dios complejo del credo de San

 Atanasio 136  puede ser un enigma para el intelecto, pero es muchomenos probable que ese Dios concentre el misterio y la crueldad deun Sultán que la solitaria deidad de Omar o de Mahoma. El dios que

se limita a ser simplemente una terrible unidad no es tan sólo un rey,sino un rey oriental. El corazón de la humanidad, y especialmenteel de la humanidad europea, se satisface por cierto mucho más con elmisterio de sugerencias y símbolos que existe alrededor de la ideatrinitaria; con esa imagen de un concejo en el cual la misericordiatiene su voz en pie de igualdad con la justicia; con esa concepción deuna especie de libertad y de variedad existiendo hasta en la másíntima cámara del mundo. Es que la religión occidental siempre hasentido agudamente la idea de que “no es bueno que el hombre estésolo”. 137 El instinto social se ha manifestado en todas partes, como

cuando la idea oriental de los ermitaños fue prácticamente expulsadapor la idea occidental de los monjes. Así, hasta el ascetismo se

135  El unitarismo es una corriente de pensamiento teológico de origen cristiano que afirma launidad de Dios. En sentido genérico se ha etiquetado así a diversas corrientes que rechazan eldogma de la Trinidad, tales como el adopcionismo, el arrianismo, el servetismo o elsocinianismo. Algunos personajes históricos famosos con creencias unitaristas fueron IsaacNewton, John Milton, Miguel Servet, Joseph Priestley y Ralph Waldo Emerson, entre otros.

136  San Atanasio, Obispo de Alejandría (296-373) Intenso defensor de la divinidad absoluta de

Jesús, fue uno de los principales opositores de Arrio y su doctrina unitaria. Participó en elConcilio de Nicea defendiendo que el Verbo de Dios (Logos) era Dios verdadero al igual que Diosel Padre, de la misma sustancia que Él, y por lo tanto, no fue engendrado en el tiempo, sino quesiempre existió, siendo coeterno con el Padre.

137  Cuando Dios creó al hombre, dijo: "No es bueno que el hombre esté solo, le haré ayudaidónea para él" (Génesis 2:18)

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convirtió en fraternal y los trapenses 138 fueron sociables aúnpermaneciendo en silencio. Si este amor por una complejidad

 viviente ha de ser nuestro punto de referencia, pues entonces esmucho más sano tener una religión trinitaria que otra unitaria.Porque para nosotros, los trinitarios, – si me está permitido decirlocon respeto – para nosotros, Dios Mismo es una sociedad. Por ciertoque es un insondable misterio teológico, y aún si fuese losuficientemente teólogo como para tratar la cuestión directamente,no sería relevante hacerlo aquí. Baste con decir que este tripleenigma es reconfortante como el vino y abierto como el hogar de laschimeneas inglesas; que esto que deja perplejo al intelecto, calmaprofundamente al corazón. Pero de las regiones áridas y los

espantosos soles vienen los crueles hijos del Dios solitario; losauténticos Unitaristas quienes, cimitarra en mano, han devastado almundo. Porque no es bueno que Dios esté solo.

 Y otra vez, lo mismo es cierto en relación con esa difícil cuestión delpeligro en que se encuentra el alma, algo que ha inquietado a tantasmentes justas. La esperanza es imperativa para todas las almas, y es

 bastante sostenible que su salvación es inevitable. Pero que seasostenible no quiere decir que sea favorable a la actividad o alprogreso. Nuestra combativa y creativa sociedad debería insistir más

 bien en el peligro que todos corremos, en el hecho que toda personaestá pendiendo de un hilo sobre un precipicio. Decir que todo saldrá

 bien de todos modos es un comentario comprensible; pero no puedeser considerado el toque de una trompeta. Europa debería más bienenfatizar una posible perdición; y Europa siempre la ha enfatizado.En esto, su religión más sublime concuerda con sus romances más

 vulgares. Para el budista o para el fatalista oriental, la existencia esuna ciencia o un plan que debe culminar de determinada manera.Pero, para el cristiano, es una historia que puede terminar de

138  La Orden de la Trapa es una orden monástica católica, cuyos miembros son popularmenteconocidos como Trapenses, aunque la orden tiene como nombre universal el de OrdoCisterciensis Strictioris Observantiae (Orden Cisterciense de la Estricta Observancia). Tienencomo regla la de San Benito, la cual aspiran seguir en forma muy estricta y sin lenitivos.

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eso que la teología llama libre albedrío. Usted no puede terminar unasuma como se le da la gana. Pero puede terminar una historia comose le da la gana. Cuando alguien descubrió el cálculo diferencial,había un sólo cálculo diferencial que podía descubrir. Pero cuandoShakespeare mató a Romeo, podría haberlo casado con la anciananiñera de Julieta si hubiera querido. Y la cristiandad se ha destacadoen la narrativa novelesca precisamente porque ha insistido sobre ellibre albedrío teológico. Resultaría una cuestión muy amplia eimplicaría desviarnos demasiado de nuestro camino el tratarloadecuadamente aquí, pero ésta es la real objeción a ese torrente dehabladurías modernas acerca de tratar al crimen como unaenfermedad, acerca de hacer de una prisión un ambiente higiénico

como si fuese un hospital, acerca de curar el crimen por medio delentos métodos científicos. La falacia de todo el asunto está en que lamaldad es una cuestión de elección deliberada, mientras que laenfermedad no lo es. Si usted me dice que curará a un libertino de lamisma forma en que cura a un asmático, mi respuesta barata y obviasería: “Muéstreme las personas que decidieron ser libertinas y luegomuéstreme una cantidad igual de personas que hayan decidido serasmáticas.” Una persona puede quedarse acostada y curarse de unaenfermedad. Pero no debe quedarse acostada si quiere curarse de unpecado; por el contrario, tiene que levantarse y actuar con decisión.

En realidad, toda la cuestión está perfectamente expresada en lamisma palabra que utilizamos para designar al hombre en elhospital: lo llamamos “paciente”, en modo pasivo. Por el contrario“pecador” es un término en modo activo. Si una persona tiene queser salvada de la gripe, esa persona puede ser un paciente. Pero, si hade ser salvada del delito de estafa, tiene que ser impaciente y nopaciente. Tiene que volverse personalmente impaciente con lasestafas. Toda reforma moral debe comenzar con la voluntad activa yno la pasiva.

 Aquí llegamos otra vez a la misma conclusión sustancial. En lamedida en que deseemos las reconstrucciones específicas y laspeligrosas revoluciones que han caracterizado a la civilizacióneuropea, no debemos desalentar la idea de una posible ruina; más

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 bien deberíamos fomentarla. Si, como los santos orientales, soloqueremos contemplar lo bien que están las cosas, podemos porsupuesto decir que tienen que salir bien. Pero, si particularmentequeremos hacer que estén bien, debemos insistir en que puedensalir mal.

Por último esta verdad vuelve a ser cierta en el caso de los intentosmodernos comunes que tratan de disminuir o argumentar en contrade la divinidad de Cristo. El hecho puede o no ser cierto; tratarésobre eso antes de terminar. Pero si la divinidad es verdadera, porcierto que es terriblemente revolucionaria. Que un hombre buenopuede quedar con la espalda contra la pared no es más que algo que

 ya sabemos; pero que Dios pueda quedar con la espalda contra lapared es un alarde para todos los revolucionarios de aquí a laeternidad. El cristianismo es la única religión sobre la tierra que hasentido que la omnipotencia hizo incompleto a Dios. Sólo elcristianismo ha sentido que Dios, para ser completamente Dios,tiene que haber sido tanto rebelde como rey. Entre todos los credos,sólo el cristianismo le agregó el coraje a las virtudes del Creador.Porque el único coraje digno de tal nombre necesariamente tiene quesignificar que el alma pasa por un cierto punto de ruptura – y no serompe. En esto realmente estoy entrando en un tema demasiado

profundo y tremendo como para ser discutido con liviandad; y pidodisculpas por adelantado si cualquiera de mis frases cae mal o pareceirreverente al tratar un asunto que los más grandes santos ypensadores han, con justa razón, temido tratar. Pero en esa terriblehistoria de la Pasión hay una clara sugerencia emocional en cuanto aque el autor de todas las cosas (en alguna forma impensable) no sólosufrió la agonía, sino también la duda. Está escrito que “No tentarásal Señor, tu Dios”. 139  No; pero el Señor, tu Dios, puede tentarse a Simismo; y parecería ser que fue esto lo que sucedió en Getsemaní. Enun jardín, Satanás tentó al hombre; en un jardín Dios tentó a Dios.De alguna forma sobrehumana pasó por nuestro humano horror delpesimismo. La tierra tembló y el sol fue borrado del cielo, no por la

139 Mateo 4:7

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crucifixión, sino por ese grito desde la cruz: ese grito que confesabaque Dios había abandonado a Dios. 140  Y ahora dejemos que losrevolucionarios elijan un credo de todos los credos y un dios de todoslos dioses del mundo, ponderando cuidadosamente a todos losdioses de inevitable recurrencia y de inalterable poder. No hallarán aotro dios que también se haya rebelado. Más aún (y la cuestión sehace demasiado difícil para el lenguaje humano): incluso dejemosque los ateos mismos elijan a un dios. Hallarán tan sólo unadivinidad que expresó el aislamiento en el que se encuentran; sólouna religión en la cual Dios, por un instante, pareció ser un ateo.

Estas podrían ser las cuestiones esenciales de la antigua ortodoxia,

cuyo mérito principal es que constituye la fuente natural de todarevolución y reforma; y cuyo principal defecto es que constituyeobviamente tan sólo una afirmación abstracta. Su principal ventajaconsiste en ser la más inquieta y viril de las teologías. Su principaldesventaja está, simplemente, en que es una teología. Siempre se lapodrá acusar de que, por su naturaleza, es arbitraria y está en el aire.Pero no está a tanta altura como para que grandes arqueros no sepasen toda una vida tirándole flechas – e incluso sus últimas flechas.Hay personas dispuestas a arruinarse a sí mismas y a arruinar a todasu civilización con tal de arruinar también esta antigua y fantástica

historia. El fenómeno último y más asombroso de esta fe es que susenemigos están dispuestos a utilizar cualquier arma en su contra;aún las espadas que cortarán sus propios dedos y los incendios quequemarán sus propios hogares. Personas que comienzan a combatira la Iglesia en el nombre de la libertad y la humanidad terminandesechando la libertad y la humanidad con tal de combatir a laIglesia. Y esto no es ninguna exageración. Podría llenar todo un librocon ejemplos sobre ello. El señor Blatchford se propuso, como todo

 vulgar destructor de Biblias, demostrar que Adán no fue culpable depecar contra Dios. Al maniobrar para sostener eso, admitió – como

140  Jesús, antes de morir en la cruz, tras varias horas de agonía y presintiendo que su muerte,lanzó un grito terrible: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mateo 27:46;Marcos 15:34)..

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cuestión secundaria – que todos los tiranos, desde Nerón al reyLeopoldo, eran inocentes de todo pecado contra la humanidad.Conozco a una persona tan apasionada por demostrar que no tendráuna existencia personal después de la muerte que hasta cae en laposición de decir que no tiene existencia personal ahora mismo.Invoca al budismo y dice que todas las almas se disuelven unas enotras. Para probar que no puede ir al cielo, demuestra que no puedeir a Hartlepool. He conocido personas que protestaban contra laeducación religiosa con argumentos contrarios a cualquiereducación, diciendo que la mente de un niño debía desarrollarselibremente y que los viejos no deben enseñar a los jóvenes. Heconocido personas que argumentaban que no podía haber un juicio

divino mostrando que no puede haber juicio humano, ni siquiera alos efectos prácticos. Quemaban su propio trigo con tal de incendiara la Iglesia; rompían sus propias herramientas con tal de romperla,cualquier garrote les venía bien para golpearla aunque fuese ungarrote construido con la madera de su propio mobiliario. Noadmiramos, apenas si disculpamos, al fanático que destruye a estemundo por amor a algún otro. Pero ¿qué podríamos decir delfanático que destruye este mundo por odio al otro? Sacrifica laexistencia misma de la humanidad por la inexistencia de Dios.Ofrenda sus víctimas, no al altar, sino meramente para lograr la

desocupación de los altares y el vacío de los tronos. Está dispuesto adestruir hasta la ética primaria en virtud de la cual existen todos losseres en aras de esta extraña y eterna intención de vengar a alguienque nunca existió en absoluto.

 Y a pesar de todo, el objetivo sigue allí, colgando del cielo; ileso. Susoponentes sólo consiguen destruir todo lo que ellos mismosconsideran deseable con justa razón. No destruyen la ortodoxia; sólodestruyen la sensatez política y el sensato, valiente, sentido común.No demuestran que Adán no era responsable ante Dios, ¿cómopodrían hacerlo? Sus postulados sólo demostrarían que el Zar no esresponsable por Rusia. No demuestran que Adán no debería habersido castigado por Dios. Solo consiguen demostrar que el comúnexplotador no debería ser castigado por los hombres. Con sus dudas

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orientales sobre la personalidad no logran la certeza de que notendremos una vida personal en el más allá; sólo consiguen darnos lacerteza de que, con sus criterios, no tendremos una vida muy feliz nimuy completa aquí mismo. Con sus paralizantes comentarios sobreque todas las conclusiones terminan en el error, no estándesgarrando los libros del Ángel de las Actas; sólo están haciendo unpoco más difícil llevar la contabilidad de Marshall & Snelgrove. No estan sólo que la fe es la madre de todas las energías mundanas; es quesus enemigos son los padres de toda la confusión del mundo. Lossecularistas no han destruido las cosas divinas; pero sí han destruidolas cosas seculares, si eso les sirve de algún consuelo. Los Titanes nohan escalado hasta el cielo; pero han arruinado el mundo.

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IX. La autoridad y el aventurero

El capítulo anterior estuvo dedicado al argumento que la ortodoxiano es tan sólo la única guardiana segura de la moralidad y el orden – como se afirma con frecuencia – sino que también es la guardianalógica de la libertad, la innovación y el avance. Si queremos derrocaral próspero opresor, no podemos hacerlo con la nueva doctrina de laperfectibilidad humana; pero sí podemos hacerlo con la antigua

doctrina del Pecado Original. Si queremos arrancar de raízcrueldades innatas o elevar poblaciones sojuzgadas, no podemoshacerlo con la teoría científica que sostiene que la materia tieneprimacía por sobre la mente; pero podemos hacerlo con la teoríasobrenatural de que la mente tiene primacía por sobre la materia. Siqueremos despertar en las personas la conciencia social y laincansable búsqueda de las buenas prácticas, no podremos hacergran cosa insistiendo con el Dios Inmanente y con la Luz Interior;porque éstos, en el mejor de los casos, son motivos de gracia

personal. Pero sí podemos ayudar mucho insistiendo con el Diostrascendente y con el resplandor que vuela y se escapa; porque esosignifica descontento divino. Si queremos afirmar en forma especialla idea de un generoso contrapeso a una espantosa autocracia,instintivamente seremos trinitarios en lugar de unitaristas. Sideseamos que la civilización europea sea aventurera y salvadora, nosconviene insistir en que las almas se encuentran en real peligro y noen que el peligro, en última instancia, es irreal. Y si queremos exaltara los marginados y a los crucificados, será mejor que pensemos enque el verdadero Dios fue crucificado y no en que lo fue un simple

sabio o un héroe. Pero, por sobre todo, si queremos proteger a lospobres, tendremos que estar a favor de reglas bien establecidas ydogmas claros. Las reglas de un club están a veces a favor del sociopobre. La tendencia del club está siempre a favor del rico.

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 Y así llegamos a la cuestión crucial que realmente cierra a todo elasunto. Un agnóstico razonable, si por casualidad ha estado deacuerdo conmigo hasta aquí, puede volverse y decir: “Usted ha

encontrado una filosofía práctica en la doctrina de la Caída; muy bien. Ha encontrado un aspecto de la democracia que ahora sedescuida peligrosamente y que fue afirmada con sabiduría en elPecado original; está bien. Ha encontrado una verdad en la doctrinadel infierno; lo felicito. Usted está convencido de que los fieles de unDios personal miran hacia el mundo y son progresistas; los felicito atodos. Pero, aun suponiendo que esas doctrinas contienen estas

 verdades ¿por qué no puede usted tomar las verdades y dejar lasdoctrinas? Concedamos que la sociedad moderna confía demasiado

en los ricos porque no tiene en cuenta las debilidades humanas;concedamos que las épocas ortodoxas tuvieron una gran ventajaporque – creyendo en la Caída – previeron esas debilidadeshumanas. ¿Por qué no puede usted admitir las debilidades humanassin creer en la Caída? Si ha descubierto que la idea de la condenaeterna representa una saludable idea de peligro, ¿por qué no puedeusted simplemente tomar la idea del peligro y dejar la de la condenaeterna? Si ve claramente el núcleo de sentido común en la médula dela ortodoxia cristiana, ¿por qué no puede tomar el núcleo y dejar lamédula? Tanto como para utilizar una frase de los diarios que yo,

como agnóstico altamente académico, empleo con algo de vergüenza:¿por qué no puede usted tomar lo que es bueno en el cristianismo,aquello que se puede definir como valioso, lo que se puedecomprender, y no abandona todo el resto, todos los dogmasabsolutos que por su propia naturaleza resultan incomprensibles?”Ésta es la cuestión real; ésta es la cuestión última; y es un placertratar de contestarla.

La primera respuesta sería decir simplemente que soy unracionalista. Me gusta tener alguna justificación intelectual para misintuiciones. Si estoy tratando al hombre como a un ser caído, meresulta intelectualmente conveniente creer en que cayó; y, por algunaextraña razón psicológica, me parece que puedo manejarme mejorcon el ejercicio que una persona hace de su libre albedrío si creo que

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de hormigas famosas? ¿Quién ha visto jamás un panal con lasimágenes de las estupendas reinas de antaño? No. Es posible que elabismo entre el hombre y las demás criaturas tenga una explicaciónnatural; pero sigue siendo un abismo. Hablamos de animalessalvajes pero el hombre es el único animal salvaje. Es el hombre elque se ha escapado. Todos los demás animales son animales mansos;siguen la tosca respetabilidad de su tribu o de su tipo. Todos losotros animales son animales domesticados; sólo el hombre essiempre el indomesticado, ya sea como libertino o como monje. Demodo que este primer motivo superficial para el materialismo es – sies que constituye algo – un motivo para lo opuesto. Exactamente allídónde termina la biología es que comienza toda religión.

Pasaría lo mismo si examinara el segundo de los tres argumentosracionalistas tomados al azar; el argumento según el cual todo lo quellamamos divino comenzó con algún oscurantismo y en el terror.Cuando intenté examinar los fundamentos de esta idea moderna,simplemente encontré que no había ninguno. La ciencia no sabenada en absoluto del hombre prehistórico por la excelente razón deque es prehistórico. Unos pocos profesores eligieron conjeturar quecosas tales como el sacrificio humano alguna vez fueron inocentes ygeneralizadas, y que desaparecieron gradualmente; pero no hay

pruebas directas de ello, y la poca evidencia que hay apunta ensentido contrario. En las más antiguas leyendas que tenemos, comolas de Isaac y la de Ifigenia, el sacrificio humano no está presentadocomo algo antiguo sino como algo nuevo; como una extraña yespantosa excepción oscuramente demandada por los dioses. Lahistoria no nos dice nada, y todas las leyendas dicen que la tierra fuemás amable en sus primeros tiempos. No hay una tradición delprogreso; pero todo el género humano tiene una tradición acerca dela Caída. Es bastante cómico, pero la misma difusión de la idea esutilizada en contra de su autenticidad. Las personas ilustradas dicenque la calamidad prehistórica de la Caída no puede ser cierta porquetodas las razas de la humanidad la recuerdan. No puedo marchar alpaso de estas paradojas.

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 Y sería lo mismo si tomáramos el tercer ejemplo al azar, el de laopinión que los sacerdotes oscurecen y amargan al mundo. Miro almundo y simplemente descubro que no lo hacen. Aquellos países deEuropa que todavía están influenciados por sacerdotes sonexactamente los países donde todavía se canta y se baila, y hay trajesmulticolores y arte al aire libre. La doctrina y la disciplina católicaspueden ser paredes; pero son paredes de un campo de juegos. Elcristianismo es el único marco que ha preservado el placer delpaganismo. Podemos imaginarnos a unos niños jugando sobre elpasto de la cima achatada de una alta isla en el mar. Mientras hayauna pared alrededor de los acantilados, estos niños podrían jugar acualquier juego, por más loco que fuese, convirtiendo a todo el lugar

en el más bullicioso de los jardines de infantes. Pero las paredesfueron derrumbadas, dejando desnudo el peligro del precipicio. Losniños no cayeron al mar; pero cuando sus amigos regresaron para

 verlos, los encontraron a todos apiñados de terror en el centro de laisla y sus canciones habían terminado.

De este modo, estos tres hechos concretos – hechos que hacen a unagnóstico – resultan totalmente invertidos desde este punto de vista.Me dejan diciendo: “Dadme una explicación, primero, de lagigantesca diferencia del hombre respecto de los animales; segundo,

de la extendida tradición de una original felicidad; tercero, de lacontinuidad parcial de esa alegría pagana en los países de la IglesiaCatólica”. En todo caso, hay una explicación que satisface a las trescuestiones: la teoría de que dos veces el orden natural fueinterrumpido por alguna explosión o revelación del tipo que hoy laspersonas llaman “psíquica”. La primera vez, el Cielo vino a la tierracon un poder o un sello llamado la imagen de Dios mediante la cualel hombre tomó el comando de la Naturaleza; y la siguiente vez – cuando en imperio tras imperio hubo hombres que lo ansiaron – elCielo vino a salvar a la humanidad en la tremenda figura de unhombre. Esto explicaría por qué la enorme mayoría de los hombressiempre miran hacia el pasado; y por qué el único rincón en dóndetiene sentido mirar hacia adelante es en el pequeño continente endónde Cristo tiene Su Iglesia. Ya sé que se me dirá que el Japón se ha

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 vuelto progresista. Pero ¿cómo puede esto ser una respuesta si aldecir “Japón se ha vuelto progresista” no hacemos más que decir“Japón se ha vuelto europeo?” Pero no quisiera insistir tanto en mi

propia explicación sino más bien en mi observación original. Estoyde acuerdo con la persona descreída común de la calle en estarguiado por tres o cuatro raros hechos apuntado, todos, a algo; essólo que, cuando me tomé la molestia de mirar los hechos, siempredescubrí que apuntaban hacia algo diferente.

He ofrecido una tríada imaginaria de esos argumentos anticristianos.Por si eso parece una base demasiado estrecha, puedo ofrecer en elacto otra más. Está esa clase de pensamientos que, en combinación,

dan la impresión de que el cristianismo es una cosa débil yenfermiza. Primero, por ejemplo, que Cristo fue una persona tierna,ovejuna e ingenua; una simple apelación inefectiva al mundo.Segundo, que surgió y floreció en las oscuras épocas de la ignorancia

 y que la Iglesia nos arrastrará hacia dichas épocas. Tercero, que laspersonas que siguen siendo fuertemente religiosas o, si se quiere,supersticiosas – como los irlandeses – son débiles, poco prácticas yatrasadas. Menciono estas ideas sólo para afirmar lo mismo de antes:que, cuando las analicé en forma independiente, hallé, no que lasconclusiones no eran filosóficas, sino simplemente que los hechos no

eran hechos. En lugar de ir a mirar libros y dibujos sobre el NuevoTestamento, fui y leí el Nuevo Testamento. Al que encontré allí nofue en lo más mínimo una persona peinada con la raya al medio ocon las manos unidas en plegaria, sino a un ser extraordinario conlabios de trueno y acciones de recia decisión; alguien que volcabamesas, echaba demonios, pasaba con la secreta furia del viento de unaislamiento en las montañas a una suerte de terrible demagogia; unser que con frecuencia se comportaba como un dios enojado – ysiempre como un dios. Cristo hasta tenía un estilo literario propioque creo que no se puede hallar en ninguna otra parte. Consiste deluso casi furioso del a fortiori. Sus “cuanto más” se apilan unossobre otros como castillos sobre castillos en las nubes. Lasdescripciones utilizadas acerca de Cristo han sido – y quizássabiamente – dulces y sumisas. Pero las descripciones utilizadas por

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Cristo son bastante curiosamente gigantescas; están llenas decamellos que pasan por ojos de agujas y montañas lanzadas al mar.Moralmente es igual de terrible; se llamó a si mismo una espadaexterminadora y le dijo a las personas que adquirieran espadasaunque para ello tuviesen que vender sus túnicas. Que tambiénutilizó otras palabras, aún más fuertes, en pro de la no-violenciaaumenta en gran medida el misterio; pero también más bienaumenta la violencia. No podemos explicarlo ni siquieradenominándolo demente, porque la demencia por lo generaltranscurre a lo largo de un sólo canal consistente. El maniático es,por lo común, monomaniático. Aquí debemos recordar la definición

 ya dada del cristianismo como paradoja sobrehumana por medio de

la cual dos pasiones opuestas pueden arder una al lado de la otra. Laúnica explicación del lenguaje del Evangelio que da razón de ello, esque constituye el informe sobre alguien cuya estatura sobrenaturalcontiene alguna síntesis todavía más asombrosa.

Sigo en orden y tomo el segundo ejemplo: la idea de que elcristianismo pertenece a la Edad Oscura. En esto no quedé satisfecholeyendo generalidades modernas; me puse a leer un poco de historia.

 Y en la historia encontré que el cristianismo, lejos de pertenecer a laEdad Oscura, fue el único camino a través de la Edad Oscura que no

estaba a oscuras. Fue un puente luminoso uniendo a dos luminosascivilizaciones. Si alguien, quienquiera sea, dice que la fe surgió de laignorancia y la barbarie, la respuesta es simple: no surgió así. Surgióen la civilización del Mediterráneo en el pleno verano del ImperioRomano. El mundo estaba repleto de escépticos y el panteísmo eramás evidente que el sol cuando Constantino clavó la cruz a su mástil.Es perfectamente cierto que, después de ello, el barco se hundió;pero mucho más extraordinario es que volvió a salir a flote; pintada anuevo, brillante, y con la cruz todavía al tope del mástil. Loasombroso del cristianismo fue que consiguió convertir a un barcohundido en un submarino. El arca vivió bajo el peso de las aguas.Después de haber sido enterrados bajo los escombros de dinastías yde clanes, nos despertamos y recordamos a Roma. Si nuestra fehubiese sido el mero capricho de un imperio caprichoso y en

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decadencia, el capricho hubiera seguido al capricho hacia lastinieblas; y si la civilización hubiera resurgido (y muchas de ellasnunca resurgieron) hubiera sido bajo alguna nueva bandera bárbara.Pero la Iglesia Cristiana, así como fue la última vida de la antiguasociedad, también fue la primera vida de la nueva. Tomó a laspersonas que ya se estaban olvidando de cómo construir una arcada

 y les enseñó a construir una arcada gótica. En una palabra: lo másabsurdo que se puede decir de la Iglesia es lo que todos hemosestado escuchando decir de ella. ¿Cómo podemos decir que la Iglesiadesea retrotraernos a las Eras Oscuras? La Iglesia fue lo único queconsiguió sacarnos de ellas.

 A esta segunda trinidad de objeciones le he agregado un tercerejemplo cualquiera, tomado de aquellos que creen que gentes comolos irlandeses se han debilitado o han quedado paralizadas por lasuperstición. Lo agregué solamente porque éste es un caso particularde esas afirmaciones de hechos que resultan ser falsos.Constantemente se nos dice de los irlandeses que no son prácticos.Pero, si por un momento nos abstenemos de considerar lo que sedice de ellos y consideramos lo que se hace respecto de ellos, lo que

 veremos es que los irlandeses no sólo son prácticos sino bastanteembarazosamente exitosos. La pobreza de su país, la minoría de sus

miembros, son simplemente condiciones bajo las cuales se les pidióque trabajaran; y no hay ningún otro grupo en el Imperio Británicoque haya logrado tanto en tales condiciones. Los Nacionalistasfueron la única minoría que tuvo éxito en forzar a la totalidad delParlamento Británico a cambiar fuertemente de rumbo. Loscampesinos irlandeses son las únicas personas pobres sobre estasislas que han forzado a sus amos a pagar. Estas personas, a las quellamamos dominadas por curas son los únicos británicos que noestán dominados por aristócratas. Y cuando me puse a observar el

 verdadero carácter irlandés, el caso fue el mismo. Los irlandeses sedestacan especialmente en las profesiones duras – sonmetalúrgicos, abogados, soldados. En todos estos casos, por lo tanto,llegué a la misma conclusión: el escéptico estaba bastante en lo ciertoen eso de seguir a los hechos; sólo que no había considerado a los

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hechos. El escéptico es demasiado crédulo; cree en los diarios y hastaen las enciclopedias. Otra vez, tres preguntas me habían dejado contres respuestas muy antagónicas. El escéptico promedio quería sabercómo explicaba yo la nota pusilánime en los Evangelios, la conexióndel credo con el oscurantismo medieval, y la poca habilidad políticade los cristianos celtas. Pero lo que terminé preguntando, yhaciéndolo con una seriedad equivalente a urgencia, fue: “¿Qué esesta incomparable energía que aparece primero en alguien quecamina por la tierra como un juicio viviente, esta energía que puedemorir con una civilización moribunda y sin embargo la obliga aresucitar de entre los muertos; esta energía que en última instanciapuede inflamar a un campesinado en bancarrota con una fe tan

inquebrantable en la justicia que termina obteniendo lo que pidemientras otros se van con las manos vacías, y esto de tal modo que lamás desamparada isla del Imperio puede terminar amparándose a simisma?” 

Hay una respuesta. La respuesta consiste en decir que esta energíaproviene realmente de fuera del mundo; que es psíquica o, por lomenos, es uno de los resultados de una real convulsión psíquica. Alas grandes civilizaciones, tales como las del antiguo Egipto y laChina actual, les debemos la mayor gratitud y respeto. Sin embargo,

no cometemos ninguna injusticia con ellas si decimos que sólo laEuropa moderna ha exhibido incesantemente un poder deautorrenovación recurrente, con frecuencia a intervalos muy cortos,e influyendo hasta en los más pequeños detalles de la arquitectura ola vestimenta. Todas las demás sociedades finalmente han muerto ycon dignidad. Nosotros morimos todos los días. Estamos siemprenaciendo con una obstetricia casi indecente. Difícilmente sea unaexageración decir que, en el cristianismo histórico, hay una especiede vida que no es natural, y que podría ser explicada como una vidasobrenatural. Podría ser explicada como una vida tremendamenteelectrizante trabajando sobre lo que debió haber sido un cadáver.Porque nuestra civilización debió haber muerto, de acuerdo contodos los paralelismos, de acuerdo con toda probabilidad sociológica,

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en el Ragnarök 141  del fin de Roma. Lo absurdo de nuestro estado esque usted y yo no tendríamos que estar aquí en absoluto. Somostodos unas almas en pena; todos los cristianos vivientes sonpaganos muertos que deambulan por ahí. Justo en el momento enque Europa estuvo a punto de unirse en silencio a Asiria y aBabilonia, algo entró en su cuerpo. Y Europa ha tenido una vidaextraña – no es exagerado decir que anda a los sobresaltos desdeentonces.

Me he extendido en tríadas de dudas como las mencionadas a fin depoder transmitir mi argumento principal – que mi propio caso afavor del cristianismo es racional; pero no es simple. Constituye una

acumulación de hechos variados, al igual que la posición delagnóstico común. Pero el agnóstico común tiene todos sus hechos alrevés. Es un no-creyente por una multitud de razones, pero sucedeque sus razones son falsas. Duda porque la Edad Media fue bárbara,pero no lo fue; duda porque el darwinismo está demostrado, pero nolo está; duda porque no hay milagros, pero los hay; duda porque losmonjes eran haraganes; pero resulta que eran muy trabajadores;porque las monjas son desgraciadas, y son particularmente felices;porque el arte cristiano es triste y sombrío, pero estaba adornado concolores particularmente brillantes y rebosante de oro; porque la

ciencia moderna se está alejando de lo sobrenatural, pero no lo está– está avanzando hacia lo sobrenatural con la velocidad de un trenexpreso.

Con todo, entre estos millones de hechos, todos apuntando hacia elmismo lado, hay una cuestión lo suficientemente sólida y separadacomo para ser tratada en forma breve pero por si misma. Me refieroa la ocurrencia objetiva de lo sobrenatural. En otro capítulo ya heindicado la falacia de la suposición común de que el mundo debe ser

141  En la mitología nórdica, Ragnarök  ("destino de los dioses" u "ocaso de los dioses") es la batalla del fin del mundo. Esta batalla será supuestamente emprendida entre los dioses, los Æsir, liderados por Odín y los Jotuns liderados por Loki. No sólo los dioses, gigantes, ymonstruos perecerán en esta conflagración apocalíptica, sino que casi todo en el universo serádestruido.

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fantasma, o bien porque el hombre es un campesino, o bien porquela historia es una historia de fantasmas. Esto es, o bien niega usted elprincipal postulado de la democracia, o bien afirma usted elprincipal postulado del materialismo – la imposibilidad abstracta delmilagro. Tiene usted todo el derecho del mundo a hacerlo; pero enese caso el dogmático será usted. Somos nosotros, los cristianos, losque aceptamos toda evidencia concreta. Son ustedes los racionalistaslos que rechazan la evidencia concreta, viéndose obligados a hacerlopor el credo que sostienen. Pero yo no estoy limitado por ningúncredo en la materia, y considerando imparcialmente ciertos milagrosocurridos durante la Edad Media y los tiempos modernos, he llegadoa la conclusión de que ocurrieron. Todo argumento en contra de

estos hechos concretos es siempre un argumento circular. Si digo:“Hay documentos medievales que dan fe de ciertos milagros delmismo modo en que dan fe de ciertas batallas”, me responden: “perolos medievales eran supersticiosos”; y cuando quiero saber en quéeran supersticiosos, la única respuesta final que recibo es que eransupersticiosos porque creían en milagros. Si digo “un campesino vioun fantasma”, me dicen “¡pero los campesinos son tan crédulos!”. Sipregunto “¿Por qué crédulos?”, la única respuesta es – porque venfantasmas. Islandia es imposible porque sólo marineros estúpidos lahan visto; y los marineros son estúpidos porque han visto a Islandia.

Para ser justos hay que decir que existe otro argumento que eldescreído podría utilizar racionalmente en contra de los milagros, apesar de que generalmente se olvida de utilizarlo.

El descreído podría decir que en muchas historias milagrosas existióuna suerte de preparación espiritual y aceptación previa; en suma:que el milagro sólo podía ocurrirle a quien ya creía en él. Es posibleque así sea, pero, si es así ¿cómo podríamos verificarlo? Si nosponemos a investigar si ciertos resultados son producto de la fe, esinútil repetir hasta el hartazgo que (si suceden) son producto de la fe.Si la fe es una de las condiciones, a quienes no tienen fe lescorresponde el más saludable de los derechos a reírse. Pero no tienenderecho a juzgar. Ser un creyente puede ser, si se quiere, tan malocomo estar ebrio; pero aún así, si estuviésemos deduciendo hechos

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psicológicos de los ebrios, sería absurdo estar constantementeacusándolos de haber estado ebrios. Supongamos que estuviésemosinvestigando si las personas furiosas realmente ven una niebla rojadelante de los ojos. Supongamos que sesenta excelentes porteros

 juraran que vieron esa nube púrpura cuando estuvieron enojados.Seguramente sería absurdo contestar con un: “¡Ah, pero ustedadmite que estaba furioso cuando la vio!”. Los porteros podríanreplicar razonablemente – y en estruendoso coro – “¿Cómo cuernospodríamos haber descubierto, sin ponernos furiosos, que laspersonas ven rojo cuando se enfurecen?” Del mismo modo los santos

 y los ascetas podrían contestar racionalmente: “Supongamos que lacuestión es la de establecer si los creyentes pueden tener visiones.

Pues aún en ese caso, si usted está interesado en visiones, no tienesentido descalificar a los creyentes.” Y seguimos discutiendo encírculos – en el viejo loco círculo con el que este libro comenzó.

La cuestión de si ocurren milagros es una cuestión de sentido común y de imaginación histórica común y no de algún experimento físicodecisivo. Aquí uno puede descartar, con seguridad, esa pedantería

 bastante descerebrada que habla de la necesidad de “condicionescientíficas” en relación con posibles fenómenos espirituales. Siestamos investigando si el alma de un muerto puede comunicarse

con la de una persona viva, es ridículo insistir en que todo tiene quesuceder bajo unas condiciones en las que dos individuos en su sano

 juicio jamás se comunicarían seriamente entre sí. El hecho de que losespíritus prefieran la oscuridad no prueba la inexistencia de losespíritus del mismo modo en que la preferencia de los amantes por laoscuridad no prueba la inexistencia del amor. Si a usted se le ocurredecir: “Voy a creer que la señorita Brown le dice caracolito a sunovio – o cualquier otro término cariñoso – si repite esa palabradelante de diecisiete psicólogos”, yo le contestaría: “Muy bien, si ésasson sus condiciones, no llegará usted jamás a la verdad; porqueciertamente ella no la repetirá en esas circunstancias.” Es tancontrario a la ciencia como contrario a la filosofía sorprenderse deque, en una atmósfera hostil, ciertas simpatías extraordinarias no seproducen. Es como si dijera que no puedo establecer si había neblina

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personas empezaron a usar el término “espiritual” en el mismosentido que la palabra “bueno”. Creyeron que aumentar elrefinamiento y la incorporeidad era aumentar la virtud. Cuando seanunció la evolución científica, algunos temieron que eso alentaría lamera animalidad. Pues hizo algo peor: alentó a la meraespiritualidad. Le enseñó a los hombres que, yendo más allá delmono iban directamente al ángel. Pero usted puede ir más allá delmono e irse al demonio. Un hombre de genio, muy típico de aquellaépoca de confusión, lo expresó perfectamente. Benjamin Disraeli 142 estaba en lo cierto cuando dijo que él estaba de parte de los ángeles.Lo estuvo realmente: de parte de los ángeles caídos. No estuvo departe del simple deseo físico o de la brutalidad animal; pero estuvo

de parte de todo el imperialismo de los príncipes del abismo; estuvode parte de la arrogancia, el ocultamiento y el desprecio por todo lo bueno. Uno tendría que suponer que entre la bajeza de esta soberbia y la altura de las humildades celestiales, existen espíritus dediferentes formas y tamaños. Al encontrarse con ellos el hombredebe estar cometiendo los mismos errores en los que incurre cuandose topa con la variedad de seres de cualquier lejano continente. Debeser difícil saber cuál es el supremo y cual es subordinado. Si surgieseuna sombra del mundo de las tinieblas, mirando lo que sucede enPicadilly 143 difícilmente comprendería la idea de un carruaje cerrado

común. Supondría que el cochero sobre el pescante es unconquistador victorioso que lleva en la parte de atrás a un prisioneroque patalea por estar cautivo. Del mismo modo, cuando vemoshechos espirituales por primera vez, podemos equivocarnos encuanto a la jerarquía. No es suficiente con hallar a los dioses; sonobvios. Al que tenemos que hallar es a Dios, al verdadero Señor detodos los dioses. Tenemos que tener una larga experiencia histórica

142  Benjamín Disraeli (1804-1881), conocido también como conde de Beaconsfield o lord

Beaconsfield. Político, Primer Ministro y escritor inglés. Hijo del escritor y erudito IsaacD'Israeli, Benjamín Disraeli formaba parte de una familia tradicional judía sefardí de origenItaliano. Sus antepasados fueron expulsados de Italia en 1492, si bien Disraeli fue bautizadocomo anglicano a la edad de 13 años.

143  Piccadilly  es una de las principales calles de Londres que va desde Hyde Park Corner en elOeste hasta Piccadilly Circus en el Este.

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en fenómenos sobrenaturales para descubrir cuáles son realmentenaturales. A la luz de esto, encuentro que la historia del cristianismo,

 y hasta la de sus orígenes hebreos, resulta bastante práctica y clara.No me preocupa que me digan que el dios hebreo fue uno entremuchos. Sé que lo fue sin que me lo tenga que decir ningunainvestigación. Jehová y Baal parecían igual de importantes, delmismo modo en que el sol y la luna tenían aparentemente el mismotamaño. Aprendimos sólo de a poco que el sol es inmensamentedominante y que la pequeña luna es tan sólo nuestro satélite. Al creerque hay un mundo de espíritus, caminaría en él de la misma formaen que camino por el mundo de los hombres, buscando lo que megusta y lo que pienso que es bueno. Exactamente igual a como lo

haría en el desierto buscando agua limpia, o deambularía por el PoloNorte para hacer un fuego confortable, del mismo modo buscaré enel país del vacío y de la visión hasta encontrar algo similar al aguafresca y a un fuego agradable; hasta encontrar un lugar en laeternidad en dónde, literalmente, me puedo sentir en casa. Y hay tansólo un lugar así para encontrar.

 Ya he dicho lo suficiente para mostrar (al que considere esencial unaexplicación como ésa) que, en la arena común de la apologética,tengo una base para creer. En los testimonios experimentales puros

– si se toman democráticamente y sin desprecio – hay evidencia deque, primero, los milagros ocurren y, segundo, de que los milagrosmás nobles pertenecen a nuestra tradición. Pero no pretenderé queesta corta discusión es mi real razón para aceptar todo elcristianismo en lugar de extraer el bien moral del cristianismo comolo extraería del confucianismo.

Tengo otro motivo más sólido y central de aceptarlo como una fe enlugar de meramente tomar algunos consejos de él como si fuese unesquema. Y el motivo es que la Iglesia Cristiana, en su relaciónpráctica con mi alma, es una maestra viviente y no una maestramuerta. No sólo y por cierto me enseñó ayer sino que, casiseguramente, me enseñará mañana. Cierta vez comprendí de prontoel sentido de la figura de la cruz. Algún día podría comprender de

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pronto el sentido de la figura de la mitra. Platón les ha dicho una verdad; pero Platón está muerto. Shakespeare los ha deslumbradocon una imagen; pero Shakespeare ya no los deslumbrará conninguna otra. Y ahora imaginen que están viviendo con hombres así,aún vivos; sabiendo que Platón puede descolgarse con un discursooriginal mañana, o que en cualquier momento Shakespeare puedellegar a sacudir a todo el mundo con uno solo de sus cantos. Lapersona que vive en contacto con lo que cree que es una Iglesia

 viviente es una persona que siempre está esperando encontrarse conPlatón y con Shakespeare mañana durante el desayuno. Siempre estáesperando ver alguna verdad que no ha visto nunca antes. Haysolamente un ejemplo paralelo con esta condición, y es el paralelo

con el comienzo de la vida que todos hemos tenido. Cuando su padre,caminando con usted por el jardín, le dijo que las abejas picaban yque el perfume de las rosas es dulce, usted no consideró tomar sólolo mejor de su filosofía. Cuando luego una abeja lo picó, usted no loconsideró una coincidencia fortuita. Cuando, después, percibió eldulce perfume de las rosas, usted no dijo: “Mi padre es un ejemplarrústico y bárbaro que recogió (quizás inconscientemente) laprofunda y delicada verdad de que las flores tienen perfume”. No:usted le creyó a su padre; porque pudo comprobar que era unafuente viviente de hechos concretos, alguien que realmente sabía

más que usted; alguien que le diría la verdad tanto mañana comohoy. Y si esto fue cierto de su padre, más cierto aún lo fue de sumadre – al menos es cierto de la mía, a quien este libro estádedicado. Hoy que la sociedad se encuentra en una diatriba más bieninsustancial en lo referente al sometimiento de la mujer, nadieparece querer señalar lo mucho que todo hombre le debe a la tiranía

 y al privilegio de las mujeres; al hecho de que sólo ellas gobiernan laeducación hasta que la educación se vuelve inútil. Porque un niño esenviado a la escuela cuando ya es demasiado tarde para enseñarle

nada; cuando lo importante y real ya está hecho, y gracias a Dios queestá hecho casi siempre por mujeres. Todo hombre se feminizameramente por nacer. Hoy hablan de la mujer masculina; pero todohombre es un hombre feminizado. Si alguna vez los hombres llegan a

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ir a Westminster por protestar en contra de este privilegio femenino, yo no pienso unirme a esa procesión.

Porque recuerdo claramente el hecho psicológico concreto de que, la vez que estuve más lleno de entusiasmo y de aventura, fue justamente cuando más estuve bajo la autoridad de una mujer.Exactamente porque las hormigas picaban cuando mi madre me dijoque picarían, porque la nieve venía en invierno – tal como ella me lohabía dicho – justamente por eso todo el mundo fue para mí un paísde hadas con cosas maravillosas que se cumplían, y fue como vivir enalguna remota época hebraica en la que se cumplía profecía trasprofecía. De niño salía al jardín y era un lugar fantástico para mí,

precisamente porque tenía una pista para interpretarlo; de nohaberla tenido, no hubiera sido fantástico sino aburrido. Una simpleselva silvestre, sin significado alguno, ni siquiera impresiona. Pero el

 jardín de mi niñez era fascinante justamente porque todo tenía unsignificado preciso que podía ser descubierto en el momentoadecuado. Pulgada a pulgada podía yo descubrir qué era ese objetode feas formas llamado rastrillo; o hacer alguna velada conjeturaacerca de por qué mis padres tenían un gato.

 Así, desde que acepté al cristianismo como una madre y no

simplemente como un ejemplo al azar, volví a encontrar a Europa yal mundo más similar al pequeño jardín en dónde me quedabamirando las formas simbólicas del rastrillo y del gato; otra vez puedoconsiderarlo todo con la ignorancia y la expectativa élfica de otrora.Éste o aquél rito, ésta o aquella doctrina, pueden tener la mismaapariencia fea y estrambótica del rastrillo; pero, por experiencia, séque esas cosas de alguna manera terminan siempre entre el césped ylas flores. Un cura aparentemente puede parecer tan inútil como ungato, pero también es igual de fascinante porque tiene que haberalguna extraña razón para su existencia. Puedo dar un ejemplo entrecientos. En lo personal, no tengo una afinidad instintiva con eseentusiasmo por la virginidad física que, ciertamente, ha sido unacaracterística del cristianismo histórico. Pero, cuando no meconsidero a mi mismo sino al mundo, percibo que ese entusiasmo no

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es tan sólo una característica del cristianismo sino también delpaganismo, una característica de alta naturaleza humana en muchasesferas. Los griegos sintieron la virginidad cuando esculpieron a

 Artemisa; los romanos cuando vistieron a las vestales, los peores ymás exagerados de los dramaturgos isabelinos se aferraron a lapureza literal de una mujer como si la misma fuese el pilar centraldel mundo. Por sobre todo, el mundo moderno (incluso burlándosede la inocencia sexual) se ha volcado a una generosa idolatría de lainocencia sexual en la gran adoración moderna por los niños. Porquecualquier persona que ama a los niños estará de acuerdo en que la

 belleza peculiar que los caracteriza resulta lastimada por cualquierinsinuación de sexo físico. Con toda esta experiencia humana, aliada

con la autoridad cristiana, simplemente deduzco que yo estoyequivocado y que la Iglesia tiene razón; o más bien que soy limitado y que la Iglesia es universal. Se requieren toda clase de personas parahacer una Iglesia; y ella no me pide que sea célibe. Pero acepto elhecho de que no poseo la capacidad de apreciar a los célibes de lamisma manera en que acepto el hecho de que no tengo oído para lamúsica. La mejor de las experiencias humanas está en mi contra, delmismo modo en que lo está con referencia a Bach. El celibato es laflor del jardín de mi padre de la cual no me han dicho su dulce oterrible nombre. Pero pueden decírmelo cualquier día de éstos.

Ésta es, por lo tanto, mi conclusión; mi razón para aceptar la religión y no tan sólo las verdades desperdigadas y seculares tomadas de lareligión. Lo hago porque la religión no me ha dicho meramente éstao aquella verdad sino que ha demostrado ser una instancia que dice

 verdades. Todas las demás filosofías dicen cosas que evidentementeparecen verdades; sólo esta filosofía ha dicho una y otra vez lo que noparece ser cierto pero que, sin embargo, lo es. Es el único credo queconvence aún sin ser atractivo; y resulta estar en lo cierto, como mipadre en el jardín. Los teósofos, por ejemplo, predican una ideaobviamente atractiva como la de la reencarnación; pero si esperamosa obtener sus resultados lógicos, veremos que son la arroganciaespiritual y la crueldad de la casta. Porque si un hombre es unpordiosero por sus pecados prenatales, las personas tenderán a

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despreciar al pordiosero. Por su parte, el cristianismo predica unaidea obviamente poco atractiva como la del pecado original; pero siesperamos a obtener sus resultados, veremos que son la seriedad y lahermandad, una risa atronadora y la compasión – porque sólo con elpecado original podemos, simultáneamente, compadecernos delmendigo y desconfiar del rey. Los hombres de ciencia nos ofrecen lasalud, un beneficio obvio. Es sólo después que descubrimos que porsalud quieren decir esclavitud física y tedio espiritual. La ortodoxianos hace saltar al mostrarnos de repente el borde del infierno; es sólodespués que nos damos cuenta que el salto fue un ejercicio atléticoaltamente benéfico para nuestra salud. Es sólo después que nosdamos cuenta que este peligro es la raíz de todo drama y de todo

romance. El argumento más fuerte a favor de la gracia divina essimplemente que carece de gracia. Las partes impopulares delcristianismo, examinadas de cerca, resultan ser justamente lossostenes de las personas. El círculo exterior del cristianismo es unaguardia rígida de abnegaciones éticas y de sacerdotes profesionales;pero dentro de esa guardia humana hallará usted la ancestral vidahumana bailando como una niña y tomando vino como los hombres;porque el cristianismo es el único marco posible para la libertadpagana. La filosofía moderna constituye el caso opuesto; su círculoexterior resulta obviamente artístico y emancipado, pero dentro de él

lo que hay es desesperanza.

 Y su desesperanza está en que no cree realmente en que el universotiene algún sentido. Por consiguiente, no puede tener la esperanza deencontrar ningún romance; sus novelas no tendrán argumento. Unapersona no puede contar con tener ninguna aventura en el país de laanarquía. Pero puede contar con tener cualquier cantidad deaventuras si viaja por el país de la autoridad. No se pueden encontrarsignificados en una selva de escepticismo; pero el hombre hallarámás y más significados si camina por el bosque de la doctrina y eldiseño. En ese bosque todo tiene una historia asociada, como lasherramientas o los cuadros de la casa de mi padre; porque es la casade mi padre. Y termino dónde comencé – en el final correcto. He

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pasado por el último portal de toda buena filosofía y he llegado a misegunda niñez.

Con todo, este universo cristiano más extenso y fabuloso tiene unacaracterística final que resulta difícil expresar. No obstante, comoconclusión de todo el tema, intentaré expresarlo. En realidad, todo elargumento acerca de la religión gira alrededor de la cuestión de siuna persona, que nació cabeza abajo, puede decir cuándo queda depié con la cabeza hacia arriba. La principal paradoja del cristianismoes que la condición habitual del hombre no es su condición cuerda osensata; que lo normal es, en sí mismo, una anomalía. Ésa es lafilosofía íntima de la Caída. En el interesante nuevo Catecismo de Sir

Oliver Lodge,144

  las primeras dos preguntas son: “¿Qué eres?” y“¿Cuál es, pues, el significado de la Caída del Hombre?” Recuerdohaberme entretenido escribiendo mis propias respuestas a laspreguntas, pero pronto descubrí que eran respuestas muy parciales yagnósticas. A la pregunta de “¿Qué eres?”, yo podía respondersolamente con un “¡Sabe Dios!”. Y a la pregunta de “¿Qué significa laCaída?” podía responder con completa sinceridad: “Significa que sea

 yo lo que sea, no soy yo mismo.” Esta es la principal paradoja denuestra religión; algo que nunca hemos conocido en un sentidocompleto, no sólo es mejor que nosotros mismos sino que hasta nos

es más natural que nosotros mismos. Y realmente no hay prueba deesto, excepto la meramente experimental, una de las cuales esaquella con la que este libro comenzó; la de la celda tapiada y lapuerta abierta. He conocido la emancipación mental sólo desde queconocí la ortodoxia. Y, en conclusión, tiene una aplicación enespecial a la idea última de la alegría.

Se dice que el paganismo es una religión alegre y el cristianismo unareligión triste. Sería igual de fácil demostrar que el paganismo espura tristeza y el cristianismo pura alegría. Todo lo humano tiene

144  Sir Oliver Joseph Lodge (1851-1940), Físico y escritor, desarrollador de la telegrafía sinhilos. Fue la primera persona en transmitir una señal de radio (en 1894, un año antes queGuillermo Marconi hiciera lo propio), y recibió reconocimiento internacional por su trabajo.

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que tener tanto la alegría como la tristeza; lo único que interesa es laforma en que las dos cosas se equilibran o se dividen. Y lo realmenteinteresante es que el pagano fue – en lo principal – tanto más alegremientras más se aproximaba a la tierra, pero cada vez más tristemientras más se aproximaba a los cielos. La alegría del mejorpaganismo, como la jovialidad de un Cátulo 145  o de un Teócrito, 146 es por cierto una alegría que jamás será olvidada por una agradecidahumanidad. Pero está, por completo, relacionada con los hechos dela vida, no con sus orígenes. Para el pagano, las pequeñas cosas sontan dulces como los pequeños arroyos que surgen de la montaña;pero las cosas grandes son tan amargas como el mar. Cuando elpagano considera al núcleo mismo del cosmos, se queda frío. Detrás

de dioses meramente despóticos, imperan las mortíferas fatalidades.Más aún: las fatalidades son todavía peor que mortíferas; estánmuertas. Y cuando los racionalistas dicen que el mundo antiguo eramás luminoso que el cristiano, desde el punto de vista de ellos tienenrazón. Porque cuando dicen “iluminado” lo que quieren decir esoscurecido por una desesperanza incurable. Es profundamente ciertoque el mundo antiguo fue más moderno que el cristiano. El nexo encomún es que tanto los antiguos como los modernos se han sentidomal en relación con la existencia, en relación con el todo, mientrasque los medievales eran felices al menos en su relación con ese todo.

Concedo de buena gana que los paganos, al igual que los modernos,sólo se sentían mal respecto del todo – y eran bastante divertidos ensu relación con todo lo demás. Y concedo que los cristianos de laEdad Media estaban en paz con el todo – y en guerra con todo lodemás. Pero si la cuestión gira alrededor del principal pivote delcosmos, pues entonces había mayor dicha en las estrechas y

145  Cayo Valerio Catulo - Caius Valerius Catullus - (87 AJC – 54 AJC) poeta latino cuyaoriginalidad consiste en haber sido el primero en haber iniciado la elegía romana con sus rasgos

específicos de subjetividad, autobiografía e intimidad. Carl Orff, músico alemán, que pusomúsica a algunos de los versos encontrados en la abadía de Bura Sancti Benedicti (CarminaBurana), también puso música a los Catulli Carmina, añadiendo un prólogo y un epílogo de supropia creación.

146  Teócrito (310 AJC-260 AJC.). Poeta griego fundador de la poesía bucólica o pastoril y unode los más importantes del Helenismo.

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sangrientas calles de Florencia que en el teatro de Atenas o en losabiertos jardines de Epicuro.147 Giotto 148  vivió en un poblado mástriste que Eurípides; 149 pero vivió en un universo más feliz.

La masa de los seres humanos ha sido forzada a ser feliz con laspequeñas cosas pero triste con las grandes. Sin embargo – y presentomi último dogma en tono de desafío – no es propio del hombre serasí. El ser humano es más auténtico, es más humano, cuando laalegría es lo fundamental en él y la tristeza tan sólo lo superficial. Lamelancolía debería ser tan sólo un interludio inocente, un estadomental suave y fugitivo; el elogio, la alabanza, debería ser lapulsación permanente del alma. El pesimismo, en el mejor de los

casos, es un medio feriado emocional; la alegría es la rugientelaboriosidad por la cual todas las cosas viven. No obstante, deacuerdo con el aparente estado del hombre, tal como lo considera elpagano o el agnóstico, esta necesidad primaria de la naturalezahumana nunca puede ser satisfecha. La alegría debería serexpansiva; pero, para el agnóstico, tiene que contraerse y aferrarse aun rincón del mundo. La tristeza debería ser concentrada; pero, parael agnóstico, su desolación se extiende a través de una eternidadinimaginable. Esto es lo que yo llamo haber nacido al revés. Delescéptico realmente se puede decir que se encuentra cabeza abajo ya

que sus pies están bailando un éxtasis inútil en el aire mientras sucerebro se encuentra en el abismo. Para el hombre moderno, loscielos se encuentran en realidad debajo de la tierra. La explicación essimple; está parado de cabeza – la cual es un pedestal bastante débilcomo para pararse sobre él. Pero, cuando encuentra de nuevo sobresus pies, lo sabe. El cristianismo satisface de pronto y perfectamente

147  Epicuro (341 AJC-270 AJC.) Filósofo griego, fundador de la escuela a la que le dio elnombre de Los Jardines.

148  Giotto di Bondone (1267?-1337). Notable pintor, escultor y arquitecto italiano delTrecento. Se lo considera el primer artista de los muchos que contribuyeron a la creación delRenacimiento italiano. Pintó fundamentalmente temas religiosos llenos de vitalidad.

149  Eurípides (480 AJC-406 AJC.), Uno de los tres grandes poetas trágicos griegos antiguos, junto con Esquilo y Sófocles.

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Gilbert K. Chesterton Ortodoxia

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el ancestral anhelo del hombre de estar parado como corresponde; ylo satisface en forma suprema haciendo que, mediante su credo, laalegría se convierta en algo gigantescamente grande mientras latristeza se hace algo especial y pequeño. La bóveda por sobrenosotros no es sorda porque el universo sea idiota; el silencio no esese silencio sin corazón de un mundo infinito y sin sentido. Elsilencio que nos rodea es más bien el silencio pequeño y apenadocomo el de la quietud que de pronto se produce en la habitación deun enfermo.

Quizás se nos permite la tragedia como una suerte de misericordiosacomedia: porque la frenética energía de las cosas divinas nos

derribaría como en una farsa de borrachos. Podemos tomar nuestraslágrimas con mayor liviandad de la que necesitaríamos para tomar latremenda levedad de los ángeles. Así, quizás estamos en una cámarade silencio tachonada de estrellas, mientras el volumen de la risa delos cielos es demasiado fuerte como para que podamos oírla.

La alegría, que fue la pequeña publicidad del pagano, es el gigantescosecreto del cristiano. Y, al cerrar este caótico libro, vuelvo a abrir eseextraño pequeño libro del cual provino todo el cristianismo, y denuevo me siento perseguido por una especie de confirmación. La

tremenda figura que llena el Evangelio supera en estatura, tanto enesto como en cualquier otro aspecto, a todos los pensadores por másaltos que hayan sido. Su tristeza fue natural, casi casual. Los estoicos,tanto los antiguos como los modernos, se enorgullecían de ocultarsus lágrimas. Él nunca ocultó las Suyas. Las mostró claramente en Surostro descubierto, y visibles a plena luz del día, como cuando las viodesde lejos Su ciudad natal. Y sin embargo, ocultó algo. Lossuperhombres solemnes y los diplomáticos imperiales seenorgullecen de contener la ira. Él nunca contuvo la Suya. Arrojómuebles por las escalinatas de entrada al templo y preguntó a laspersonas cómo esperaban escapar a la condena del infierno. Y, sinembargo, se contuvo en algo. Lo digo con reverencia: hubo en esadevastadora personalidad una tendencia que tiene que ser llamadatimidez. Hubo algo que escondió de todos los hombres cuando subió

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