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Ciencia y Justicia: el comienzo de una bella amistad
Apertura del ciclo lectivo de la Especialización en Criminalística y Actividades Periciales FAMAF, 14 de Marzo de 2014
Introducción
Quisiera agradecer a un montón de personas en particular, pero básicamente quiero agradecer a Córdoba con toda la gente que ha participado en la generación de este proyecto, que me ha hecho sentir parte de esta aventura. Estoy muy contento de que esta Especialización se haya concretado después de tantos años. A los alumnos, más que agradecerles, les quiero expresar la profunda envidia que les tengo.
He comenzado las actividades periciales sin saber nada de lo que ustedes van a saber inmediatamente, a partir de una hora, cuando empiecen a ver cosas que a mi me costó mucho aprender.
No me voy a extender mucho con estas consideraciones, porque las desarrollaron quienes hablaron recién, pero déjenme insistir en que esta Especialización es una muy buena idea. Tomar profesionales ya formados en sus disciplinas, aprovechar lo que ya saben ustedes, para darles el empujón extra que necesitan e introducirse en las actividades periciales. Esto cubre necesidades de la justicia: es bastante evidente y es lo primero que se menciona. Pero me gustaría subrayar algo que, por lo menos me pasó a mí y espero les pase a ustedes: que se van a dar cuenta realmente para qué sirve, además, su propia profesión. El tipo de problemas que aparecen son sumamente estimulantes y es una vibrante fuente de inspiración para hacer cosas nuevas. Esta actividad colabora con un problema de la sociedad, que es el acceso a la justicia. Lo que
hacemos favorece el acceso del ciudadano a la justicia, a una justicia razonable. La naturaleza del discurso científico es argumentativa, fomenta el debate, y tiene algunas diferencias con el modo en que funciona la justicia habitualmente. Introducir buena ciencia en la justicia, es una manera de contribuir a la democratización de la actividad judicial, que es una transformación profunda y seria que nos debemos. El planteo de esta especialización me parece buenísimo, genial… pero yo no la cursé. El día
que empecé a hacer pericias no sabía nada de lo que van a ver ustedes. ¿Y cuál fue el resultado principal?
Que hice un montón de macanas. Como mencioné en el resumen de esta charla, Tolstoi decía que “todas las familias felices se
parecen entre sí, pero las desgraciadas, cada una lo es a su propio modo”. Por eso les preparé una colección de ejemplos. Les voy a mostrar cuatro macanas que hice, me da un poco de vergüencita, pero me parece importante compartirlas, porque hablan más de la actividad, de lo que se puede aprender cotidianamente, que si sólo repasamos las cosas que salieron bárbaro. Antes de empezar quiero poner una máxima, un lema, que de alguna manera es el criterio que resuelve todas las macanas. Es una cosa obvia y muy elemental:
LA ACTIVIDAD PERICIAL DEBE TENER RELEVANCIA JUDICIAL
Eso es de perogrullo, cualquiera de nosotros estaría de acuerdo con eso. Pero yo les voy a
mostrar cómo, en cada uno de estos ejemplos, esto se va perdiendo. Es increíble lo fácil que resulta meter la pata.
1. Comparación de Plásticos Empecemos con un primer caso. Era un asesinato, una causa con mucho renombre todavía
no resuelta en el Valle de Río Negro, donde un juez, a través de una investigación un poco extraña, llega a la conclusión de que el cuerpo estuvo envuelto en un polietileno color negro. Y, como en un galponcito habían encontrado un rollo de polietileno de color negro, querían saber si lo habían sacado de ese lugar. La primer pregunta sería: ¿en qué aporta a la causa esta identificación? Nunca lo supe.
Pero yo tenía ganas de aprender y había hecho unos experimentos con plásticos haciendo espectroscopía Raman, ya que el polietileno es un polímero. Los polímeros son como ‘fideos’, que depende de cómo se los fabrique, salen de distinto largo. Y depende cómo se los sintetice, se entrelazan de manera diferente. O sea que no habría dos polietilenos iguales: si yo veo como se entrelazan esos ‘fideos’ puedo identificar rápidamente si tienen un origen común en su fabricación. Entonces, fui al laboratorio de Propiedades Ópticas de Materiales y hablé con los
investigadores. Contábamos con un espectrómetro Raman que sirve para medir lo que nos interesa y me dije con optimismo: “vamos a aprender a identificar polietileno”. Mi idea era hacer el estudio de enlaces químicos del polietileno con Raman, y con el microscopio óptico ver la textura superficial, para apreciar si está muy deteriorado por la exposición a la intemperie.
Este era el proyecto de trabajo. Lo presenté al Juzgado en forma de contrato, establecimos los plazos y un precio.
Finalmente, recibo la evidencia
(hasta este momento aún no había visto los polietilenos) y prenden el equipo Raman. Al equipo hay que prenderlo el día anterior. Hay partes que se tienen que calentar, otras que se tienen que enfriar, y cuando todo está a punto, me dicen “bueno, traé la muestra”. Recién ahí, abro las cajas y me encuentro con dos pedazos de plástico que están muy sucios, y entonces los lavé con agua y detergente. Cuando los tengo bajo el agua, los toco y… me doy cuenta que uno es finito y blando y el otro es gordo y duro… (risas). El problema quedó resuelto, digamos… (risas). Y yo tenía un investigador con todo listo, esperando que ponga el plástico en el equipo ¡pero la pericia ya se había acabado! Lo medí igual, quería aprender algo sobre el polietileno y lo logré: la técnica funciona bien. El día que me vengan con una buena causa de polietileno lo voy a sacar mejor.
Pero de todos modos es evidente que son plásticos distintos, cualquiera se tenía que dar cuenta que esto es así. No hacía falta ni siquiera pedir la pericia.
Puesto a medir, usando un micrómetro, medí el espesor de uno y otro plástico. Hice una pruebita extra: al plástico gordo lo estiré todo lo que pude para ver si aún estirándolo podía ser tan finito como el otro... ni a palos, eran muy distintos los espesores.
Pero en ese juego, me di
cuenta que toda medición en la física tiene un error. Uno mide un espesor y eso tiene un error. Estadísticamente se representa con una conocida campana de Gauss, y en la figura están las mediciones de los espesores de los dos plásticos. A simple vista, claramente son diferentes. Si yo miro estos resultados veo que
son diferentes y listo. Pero me quedé intranquilo: ¿Y si hubieran sido más parecidos? ¿qué hubiera pasado si estas distribuciones se empiezan a tocar un poquito? ¿puedo decir que los espesores son iguales, que tienen un origen común? Esto encendió una serie de preguntas que tienen que ver con las probabilidades, fue mi primer
caso con este problema. La pregunta es: si son diferentes pero parecidos ¿cómo puedo cuantificar cuál es la probabilidad de que sean iguales y cuál es la probabilidad que sean distintos? Con este trabajo me dí cuenta que en cualquier informe pericial, el manejo de la estadística es fundamental. El trabajo no sirvió para mucho pero aprendí algo: que tenía que comprarme un buen libro de estadística.
Demostrar que dos cosas son diferentes y que dos cosas tienen el mismo origen son cualitativamente dos problemas muy distintos. Basta encontrar dos propiedades físicas que tengan un valor muy dispar en ambas muestras para saber que son distintas. Pero cuando mido y encuentro valores parecidos, puede ser una casualidad. En ese caso tengo que hacer una estadística sobre todo el universo de cosas que hay, y ver cuán frecuente puede ser una casualidad de ese tipo.
2. El Cable Les voy a contar otro caso: "La trampa del cable”.
Al caso del cable le tengo especial cariño, porque me costó darme cuenta dónde estaba el problema y por qué los científicos tenemos tanta predisposición a cometer este tipo de errores.
En la imagen pueden ver un cable verde, un cable de masa, que está un poco chamuscado. Es un cable santafesino que estaba en un incendio. La pregunta era si se podía determinar si
se había quemado a causa de una corriente intensa que había pasado por su interior o si se había quemado desde afuera. Esa era la pregunta. A simple vista, se había quemado de afuera, porque el conductor de cobre estaba brillante, y
eso indicaría que no había estado sometido a muy alta temperatura, pero yo no estoy autorizado para decirlo porque no hice el experimento ni tengo experiencia en el tema.
Lo interesante del asunto es que el juzgado en Santa Fe le lleva el cable al instituto del CONICET de allí para pedir asesoramiento. A ellos les pasa lo mismo que a mí: les falta autoridad para hablar del tema, a menos que hagan una prueba intensiva. Lo piensan, evalúan una serie de experimentos, y llegan a la conclusión de que no tienen equipamiento (y tiempo) suficiente para responder la pregunta. Entonces, le recomiendan al juzgado que hable con INVAP. Lo llevan a INVAP, en Buenos Aires, una empresa del Estado que hace desarrollos tecnológicos y seguramente ustedes conocen bien. Ellos miran el problema y dicen que no, que ese es un problema demasiado extraño para lo que vienen haciendo y que los van a poner en contacto con la gente que hace los satélites, que ellos sí hacen pruebas de electrónica en condiciones extremas. Entonces se ponen en contacto con INVAP de Bariloche, y cuando el tema llega allá, se ponen en contacto conmigo y me plantean: “mirá, no tengo ninguna experiencia con esto del contacto con la justicia, ¿qué harías con este cable?”. Les prometí pensarlo. Empecé como los demás: hay que hacer un experimento. Había que conseguir dos alumnos,
agarrar un cable similar, hacer pasar corriente, meter otro en un horno, o someterlo a llama, y además... Es fácil disparar la mecánica de la investigación, y una vez que esto sucede se llega enseguida a un problema rococó, a un presupuesto abultado y a un plazo largo. Recién cuando pude ver adónde me llevaba el razonamiento automático del investigador, me di cuenta de que se trataba de una trampa. Una disfunción del pensamiento científico.
Este cable había circulado por las áreas más exquisitas del sistema de ciencia y técnica, y nadie logró preguntarse: “¿Y porqué no llaman a un electricista?” (risas)... Es tan evidente, y sin embargo, yo también caí en la trampa. Estábamos tratando de adquirir en el laboratorio experiencia en un tema en el que ya hay gente que la tiene, a partir de su práctica. Nuestra profesión nos prepara para hacer una serie de procedimientos que no siempre hacen falta. Las estrategias tienen que ser apropiadas para el problema. No siempre es necesario comprender microscópicamente un problema para entenderlo. No es bueno dedicar tiempo al cuete a resolver cosas que tienen soluciones más simples de lo que nosotros pensamos. Caemos en esa trampa por omnipotencia y un poco por soberbia. Dio la casualidad que el papá de un alumno mío es electricista matriculado en Rosario y viajaba seguido a Santa Fe, de manera que los puse en contacto y quedaron chochos, y el problema quedó resuelto muy rápido.
3. El crimen de la Polenta Este es otro problema interesantísimo, un tema de punta de la física contemporánea.
A mí me interesó esta causa porque ya venía trabajando en la identificación de suelos. Hacíamos granulometría de tierra. Ya había aprendido más de probabilidades, entonces viendo las granulometrías podía ver qué probabilidad había de que los suelos tuvieran un origen en común o no. Y como estos eran granos de otro tipo me gustó la idea de probar con polenta. Un paisano va a visitar al otro. Comen polenta y hay una discusión, uno apuñala al otro y se
va, pero se lleva la polenta. Cuando van a la casa del sospechoso, está el paquete de polenta roto y en la escena del crimen hay granos de polenta en el piso. Es así que del juzgado me dicen: “¿Vos podés decirme si la polenta que hay acá en el piso es la misma que la de este paquete?” ¡Qué linda pregunta! Me enganché, entré como un camión y me metí en un problema.
Me enviaron las dos cosas. Yo no tenía mucho tiempo pero me pareció un problema muy divertido. Agarré y me pregunté ¿cómo mido la granulometría de polenta fácil, rápido y barato? Un escáner.
Usé el escáner de mi oficina. Le tiraba la polenta encima y tenía un programa que contaba partículas y les medía el tamaño y color. Era una solución rápida y elegante. De esta manera me puse a estudiar las distribuciones de tamaños de granitos en distintas polentas. Fui al supermercado, compré varias marcas, y fui sacando mis conclusiones: el tamaño de grano tiene que ver con la molienda pero también tiene que ver con la historia del paquete, porque si lo vas moviendo se rompe más. Después vi cosas más interesantes con la forma y el color. La forma tiene que ver con la manera en que funciona el molino. El color es la más interesante porque el grano de polenta tiene una parte amarilla y una parte blanca y eso identifica bastante bien el lote de polenta. Hice la cuentas y vi que era posible. Dije: “listo, mándenme la evidencia, lo puedo hacer”.
Me mandan la evidencia con la polenta que habían encontrado en la casa del sospechoso,
tenía un montón y estaba en buen estado. Pero la que habían sacado del piso, la policía la había levantado con una cinta de embalar transparente y habían cerrado a la cinta haciéndole un pliegue. Eso era lo que me enviaron. De esa manera, juntaron polenta junto con un montón de mugre del piso, y todo estaba mezclado en ese pegote.
Como yo tenía ganas de hacer la pericia y curiosidad por ver el resultado, lo abrí, lo calenté un poquito al sol, y de a uno fui sacando, uno por uno, los granos de polenta. El pegamento se estiraba como una muzzarella hasta que se separaba. ¡Logré levantar 700 granos de polenta! (risas) Y cuando hice el análisis, cómo estaban sucias, el histograma del color era cualquier cosa. Como al sacar los granos, muchos se rompían, la distribución de tamaños estaba alterada. Así que, herido en mi orgullo y abrumado por la derrota, llamé por teléfono y dije:
Miren, no sale nada útil. La evidencia está recolectada de una manera que no se puede hacer.
Ay, qué pena, me contestaron no te calentés, porque igual tenemos testigos presenciales.
¿Cómo? Sí, estaban esos dos paisanos y había otros tres más que vieron todo y declararon. ¿¿¿Entonces para qué me hiciste hacer este trabajo??? No, sabés qué pasa, que ahora la ciencia está luciéndose tanto en los tribunales que
nuestra fiscalía no quería ser menos. Ahí aprendí otra cosa, que es que hay que tener un buen contacto con los juzgados y las
fiscalías y enterarse bien de la causa antes de empezar a trabajar, porque sino se trabaja al cuete.
4. ¡Yo se lo ordeno! Lo que voy a contarles, no fueron más que 10 minutos de conversación telefónica, pero, me
dieron mucho que pensar y una discusión con un colaborador. Es una anécdota nomás, pero quienes trabajamos con la justicia, tarde o temprano nos tenemos que enfrentar a situaciones similares. Me llaman de una fiscalía y se desarrolla la siguiente conversación:
¿Ustedes hacen pericias de residuos de disparo? Sí, hacemos pericia de residuo de disparo. ¿Les podemos enviar una muestra? Sí, nos pueden mandar una muestra. ¿Cómo está tomada? La tomamos con cinta adhesiva… Cuando se dispara un arma, además de salir disparada una bala, el arma lanza un 'estornudo' con restos de pólvora, fulminante y plomo, que pueden quedar un tiempo (breve) en las manos del tirador. Los restos no aparecen si el tirador usa guantes o se lava las manos. Pegar y despegar un poco de cinta adhesiva sobre la mano levanta un porcentaje alto de partículas, es un buen método.
Por entrar más en conversación, se me ocurre preguntar: ¿Cuánto tiempo después del hecho tomó la muestra? La tomamos dos meses después. ¡Entonces no sirve! El análisis no va a servir. Según la literatura, aún sin lavarse las
manos, se van cayendo los residuos, y en media hora, o una hora, prácticamente no queda nada. Lo que puede quedar es similar a lo que se encuentra por contaminación en las manos de cualquiera de nosotros.
Pero yo le pido que lo haga. ¿Acaso no lo puede hacer?. Tal vez no me expliqué bien: el análisis es inútil porque dos meses después los
residuos de disparo ya no están más. El análisis se puede hacer, pero si da positivo, no hay manera de relacionar ese plomo que encontramos ahora con el
hecho que ocurrió dos meses antes. Y si da negativo, no quiere decir que no haya disparado. Entonces no aporta información a la causa. Nos deja igual que antes. Bueno, fue un gusto conocerlo, hasta luego...
¿Pero... porqué no lo hace igual? ¿Y para qué quiere que lo haga? Porque yo quiero ver si tiene residuos de plomo. Y para qué sirve eso, ¿no está claro que no se puede sacar ninguna conclusión? De las conclusiones me encargo yo, usted mida qué cantidad de plomo tiene la mano
y yo hago el resto. No, de ninguna manera. Pero yo se lo ordeno. Ok, ordénelo, pero yo no tengo tiempo para eso. Hasta luego.
Corté el teléfono bastante molesto y cuando le comento indignado a uno de mis colaboradores, para mi sorpresa empezó una discusión. El argumento era: “Y qué problema tenés, porqué no lo medís y se lo das, que haga lo que quiera, total lo cobramos. No le hacemos daño a nadie porque nosotros medimos y medimos bien”. Lo pensé un tiempo y mi conclusión es que sí, que hacemos daño. Medir huevadas hace daño
porque en general confunde el proceso judicial. Nuestra misión es hacer cosas útiles que aclaren los puntos en discusión. No hay que hacer cosas que no sirven. Creo que hay que negarse rotundamente a hacer cosas inútiles. A mí me costó entender eso. Es algo que es importante tengan en claro: nadie les puede ordenar que hagan algo que no sirve para nada. Es difícil, porque aparentemente uno se está saliendo del rol de técnico al tomar esa decisión, y está metiéndose con los aspectos judiciales de la causa. Pero es justamente por razones técnicas que eso no sirve.
Todo esto genera una discusión acerca de cuál es el resultado de una pericia. La actividad pericial es un puente entre la justicia y una disciplina. Ese puente hay que cruzarlo hasta la mitad, por cada uno de los bandos. Sólo hasta la mitad. El perito no puede decir: “según mis cálculos el culpable es él”. De culpabilidad no puede hablar un perito, porque eso es parte de la discusión judicial, que no es de su competencia. Pero el perito tampoco puede sólo decir “la concentración de plomo es de 8 miligramos por cm2 ". Porque eso, a la gente del juzgado no le aporta nada. Ni siquiera se empieza a cruzar el puente. El mensaje no puede llegar al otro lado. El resultado requiere una interpretación para ver qué puede implicar: si alguien disparó o no, si se perdió porcentaje de la muestra, o que disparó a más de tanta distancia, o que no alcanza para concluir nada. Tiene que haber una conclusión que sea relevante judicialmente. Eso no quiere decirle al juez lo que tiene que hacer, pero sí darle elementos para la discusión judicial. Uno de los peligros más serios que tiene la actividad pericial en este momento, es que ante la
profusión de buen equipamiento y parafernalia tecnológica, nos llenemos de pericias que concluyan “la concentración de Neodimio es 4.2 y usé el HAL9000, que es de última generación” y listo. Y eso deja el mismo espacio para la arbitrariedad que no tener ningún
resultado. Porque no sabés las ganas que tienen algunos de inventar cosas sobre datos no interpretados. Insisto una vez más: el resultado de la pericia tiene que ser relevante para la discusión judicial.
Conclusiones Fíjense, les acabo de contar cuatro macanas, cuatro discusiones, o cuatro situaciones en las
que las cosas no andan muy bien que digamos. Pero con cada una de ellas, aprendimos algo.
Con el asunto de los plásticos aprendimos a no suplantar el sentido común con tecnología. Los juzgados tienen una expectativa exagerada en la técnica. Por más sofisticado que sea el equipo, el que está sentado moviendo las perillas es más importante que el equipo. El que interpreta es la pieza más cara del equipo. No hay que darle de comer a la expectativa que le da CSI al ambiente judicial.
Con lo del cable, que las soluciones tienen que tener la estatura del problema. Con lo de la polenta, que hay que mejorar la comunicación con la justicia, y tener un panorama de lo que se encuentra en discusión antes de involucrarse en una causa. Y con los residuos de disparo aprendí a no hacer cosas inútiles.
De cada una de esas cosas surge un plan para mejorar nuestro trabajo, algo para hacer. Primero (los plásticos) tengo que estudiar Probabilidades en serio, para ver cuán seguras son mis conclusiones y poder comunicarlas. Tengo mejorar cuestiones de Metodología (el cable), aprender a considerar tiempos y costos, porque los científicos no estamos acostumbrados a tener eso en cuenta. A veces el problema no merece ese tipo de atención. Con el tema de la polenta, aprendí que tengo que conocer mejor a la justicia. Cuando empecé
esta actividad no sabía qué era un fiscal, qué era un juez de instrucción, y lo que sé lo aprendí en los pasillos de los juzgados. Sin esa comprensión, es imposible saber quiénes son los interlocutores apropiados, a quién estamos asesorando y quién tendría que aportar los datos panorámicos de las causas. Con los residuos de disparo, me dí cuenta que hay cuestiones de ética profesional bastante
sutiles. Uno piensa la ética es ser más o menos buenito, y listo, el resto me va a salir bien. Pero hay cosas que hay que discutirlas, no son tan fáciles. Merece darle atención a esas cosas, antes de meter la pata en algo realmente grave.
A este programa de aprendizajes sería interesante agregarle dos temas básicos e importantes: (1) aprender un poco de planimetría, ya que en la mayoría de las pericias conviene representar los hallazgos en un plano a escala, bien hecho, y (2) conocimientos sobre la gestión de calidad, para que un laboratorio produzca resultados periciales con la misma calidad que
otro laboratorio. Los procesos tienen que poder verificarse, no sólo por mí, sino por los demás. Además creo que de a poco (es una misión secundaria a esta Especialización) tenemos que ir generando un ambiente de discusión para hacer protocolos y procedimientos. Así, una evidencia evaluada por la justicia en cualquier lugar del país, tenga el mismo resultado, y que no pueda darse el caso que una persona sea culpable o inocente dependiendo el laboratorio donde se hagan los análisis.
Y fíjense, que lo que queda como proyecto, es justamente el plan de materias del primer cuatrimestre de esta carrera de especialización:
MÓDULO I: GENERAL ○ Probabilidad y estadística ○ Metodología de la investigación científica en criminalística ○ Marco jurídico de la criminalística y actividades periciales ○ Ética y deontología forense ○ Gestión de la calidad en criminalística de campo y el laboratorio forense ○ Relevamiento del lugar de interés criminalístico forense
Así que espero que, con tan buena formación, no hagan estas mismas mismas macanas, y
que las que hagan, nos enseñen a todos cosas nuevas. Quería transmitirles eso: que lo que van a ver es sumamente útil, va a ser útil para su carrera,
y que aprenderlo en la arena de la práctica resulta bastante doloroso.
Titulé la charla “El comienzo de una bella amistad” porque es la última frase de la película Casablanca. Para llegar a ese momento, a la última escena de la película, Rick tiene que resolver con quién se quiere quedar. Si se queda con la chica o apoya una causa que comparte, si eso va a funcionar o no. Y el policía tiene que decidir si se va a hacer el zonzo o no y si va a apelar a esa amistad y a esa relación por encima del poder, para vivir mejor, porque al fin y al cabo la ocupación tarde o temprano va a terminar y sólo quedarán las buenas cosas que hagamos. Creo que es una metáfora apropiada para describir los dilemas entre la ciencia y la justicia. Cada uno tiene que resolver un montón de cuestiones internas para poder resolver esa relación. Tenemos mucho por delante antes de tener una buena relación con la justicia. Pero estamos en un buen camino y creo que el entusiasmo de esta especialización es el comienzo de una bella amistad.
Me gustaría decir una cosa más. Compartir con ustedes que, como saben, yo empecé a trabajar en estos temas con Ernesto Martínez, y apenas empezamos, me acuerdo el día en que nos dijimos: “Los colegas nos van a matar. Pero no nos importa ¿no es cierto?". "No, no nos importa porque esto está bueno". Y seguimos adelante. Me acuerdo del día en que lo dijimos. Y bueno, después hubo años muy oscuros en nuestra actividad. Ernesto murió y aún no estaba el impacto de CSI y lo que hacía era un berretín extraño.
Estuve muy marginado en el CONICET, dejé de dar clases en el Balseiro. Pasé años muy difíciles. Pero en medio de esto, en noviembre de 2008, recibo una llamada del Pancho Tamarit, que en aquel momento era presidente de la AFA, y tuvimos una reunión en Buenos Aires donde me planteó: “a mí me gustaría ver qué podemos hacer para que haya mucha otra gente haciendo cosas como vos”. El planteo era tan descolgado, no tenía nada que ver con ninguna política de moda, ni con lo que me estaba pasando: encontré por fin alguien, del otro lado de la cancha, que había visto por qué está bueno hacer este tipo de actividades. Y eso es parte de lo que necesitamos: gente con visión, dispuesta a jugarse por convicciones propias. Quiero hacer público este agradecimiento y admiración que siento por Francisco Tamarit.
Estoy muy contento con el comienzo de esta Especialización. Otra bella amistad que se despliega. Conferencia transcripta por la Prosecretaría de Comunicación y Divulgación Científica de FAMAF y corregida por el Dr. Rodolfo Pregliasco.