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ATENEO CIENTÍFICO, LITERARIO Y ARTÍSTICO DE MADRID 1U 1UJU COLECCIÓN DE CONFERENCIAS HISTÓRICAS. CURSO DE 1885-.86 TOMO II 1886- LIBRERÍA DE DON ANTONIO SAN MARTÍN Puerta del Sol, núm. 6 MADRID

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ATENEOCIENTÍFICO, LITERARIO Y ARTÍSTICO DE MADRID

1U 1UJUCOLECCIÓN DE

CONFERENCIAS HISTÓRICAS.

CURSO DE 1885-.86

TOMO II

1886-LIBRERÍA DE DON ANTONIO SAN MARTÍN

Puerta del Sol, núm. 6

MADRID

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Imprenta de EL LIBERAL, Almudena, 2.

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12.a CONFERENCIA

T E M A

Olózaga.—Origen, ideas y vicisitudes del partidoprogresista.

El Parlamento desde 184O hasta 1866.

ORADOR

DON GUMERSINDO DE AZCÁRATE

Señoras y señores:

Me ha tocado en suerte en esta serie de conferenciashistóricas dipuestas por la Junta Directiva del Ateneo,una cuyo tema realmente me interesa mucho, pero queal propio tiempo me impone un verdadero temo'r por laimportancia del asunto, por lo ilustre de la persona cu-yo nombre figura en dicho tema, el gran Olózaga, y portratarse de la historia política del partido progresista,cuyo origen, ideas y vicisitudes tengo el deber de ex-poneros.

No es ciertamente en este caso el nombre que apare-ce en primer término en el tema, un nuevo pretexto pa-ra tratar.de lo que envuelve la segunda parte del mis-mo, sino que, por elcontrario, el nombre de Olózaga yel partido progresista son dos cosas tan inseparables,que ni sería posible hacer la historia de Olózaga pres-cindiendo del partido progresista, ni hacer la historiadel partido progresista prescindietrdo de. Olózaga. Por

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6 CONFERENCIAS HISTÓRICAS

esto me he de limitar, por lo que se refiere á la personade D, Salustiano de Olózaga, á hacer algunas ligeras in-dicaciones relativas á su carácter, á sus condiciones, ásu modo de ser; pues, por lo demás, al trazar la historiadel partido progresista desde su origen-hasta su extin-ción, hade aparecer á cada momento el nombre delilustre orador, siendo de notar la circunstancia de quecasi puede decirse que Olózaga nace ala vida públicacuando empieza á dibujarse, distinguiéndose de los de-más elementos políticos, el partido progresista, y queoficialmente muere el partido casi cuando muere parala vida política Olózaga, y aún podría decirse cuandoocurre su muerte natural, en 1873. Si añadís á esto laimportancia que ha de tener en la historia política de unpaís como el nuestro, la vida de un hombre que nace enel año 1805, que da las primeras señales de su amor ála libertad el año de 1820 gritando ¡viva la Constitución!rebelándose contra el fraile del colegio que le mandabaponer de rodillas por este desacato, y que muere el año1873 cuando la república dominaba en España, ya com-prendereis cuan importante ha de ser su vida y la delpartido á que va indisolublemente unido su nombre.

A Olózaga le aconteció lo que acontece siempre á lasgrandes figuras en la historia política de los pueblos;fue muy juzgado, muy censurado, y naturalmente dioorigen á juicios muy distintos, pero hay dos cosas quenadie le ha negado: cualidades oratorias admirables yun inmenso talento. Bajo el punto de vista físico habíasido grandemente favorecido por la naturaleza, aunqueen los últimos años de su vida aquella primitiva esbel-tez había sido un tanto transformada por la obesidadque podéis observar en el retrato que tenéis á la vista.

No era ciertamente Olózaga, por más que otra cosadijeran sus enemigos, extraño á lá vida del sentimien-to, como lo prueban el hondo efecto que hizo en su co-razón la muerte de su hija Elisa, y aquel amor verda-

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deramente entrañable que tuvo siempre á su HermanoD. José, el cual, como decía uno de nuestros conso-cios aquí presente y á qn-ien-"tengo que agradecer unacopia del testamento de Olózaga, no fue todo ío esti-mado que merecía como abogado, como político y co-mo hombre consagrado á las obras de caridad y de be-neficencia en términos no conocidos de todo el mundo,pero sí de algunos, sobre todo, desde que una grandeé inmensa desgracia vino á perturbar la tranquilidadde aquel espíritu. Pero realmente, en D. Salustiano deOlózaga dominaba la inteligencia, y entre sus facul-tades intelectuales, más el entendimiento y la refle-xión, que la razón y la intención, teniendo por añadi-dura á su servicio una memoria prodigiosa, merced álo cual cuando discutía en el Parlamento, nunca toma-ba apuntes para rectificar ó para replicar.

Estaba dotado de un valor cívico indudable, comolo demuestra su célebre campaña con motivo de aque-lla gran infamia de 1843, no sólo porque supo hacersesuperior á las asechanzas y amenazas que le obligabaná salir cada día por distinta puerta del Congreso, sinopor aquella asombrosa ser-enidad que no perdió un mo-mento en medio de tan tremendo conflicto. Apenaspuede uno darse cuenta leyendo aquellos discursosy aquella enérgica defensa, de cómo ante acusacióntan infame supo conservar su tranquilidad de ánimolo bastante para decir todo lo que tenía que decir com-binándolo con una serie de miramientos y de conside-raciones verdaderamente inverosímiles dada su situa-ción. Por más que sus enemigos le negaran "el valorpersonal, los pormenores de su encarcelamiento y desu fuga en el año 31, y la manera que tuvo de ponerseá salvo en varias ocasiones en que fue perseguido yhubo de huir al extranjero, demuestra que tampocole faltaba esa cualidad.

Como pensador Olózaga era un espíritu evidente-

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mente inclinado á esto que hoy se llama positivismo,efecto del influjo inmenso que en su educación polí-tica tuvo la cultura inglesa. Recuerdo haber visto unacarta en que acusaba el recibo á un amigo suyo deun libro de filosofía, y le venía á decir en buenos tér-minos: para mí no hay más filosofía que la de Ben-tham; era tan inglés en esto como en otras muchas co-sas. No tenéis más que ver, los estudios que publicóFernández de los Ríos en un tomo que se halla en labiblioteca de este Ateneo, para descubrir á cada mo-mento toques de un sabor tan inglés, que uno cree es-tar escuchando el tratado de un autor británico. Así,por ejemplo, hablando de la monarquía constitucional,después de definirla en términos que luego os indicaré,concluye diciendo: «Nuestros sabios legisladores de Cá-»diz, examinando los principios del 89, vieron que no«eran patrimonio ni invención déla Francia, y que en»el fondo prescindiendo de generalidades y abstraccio-»nes, estaban en el espíritu de nuestras antiguas leyes«fundamentales.» .

Y dice en otro de esos discursos hablando de la ma-nifestación aragonesa y de la analogía que había entreella y el Babeas corpus de los ingleses:

«Uno y otro recurso tienen por único objeto el hacer-«efectiva la libertad civil que en aquellas constituciones»se considera como base déla libertad política; uno y«otro presentan, en vez de declaraciones de principios^abstractos, medios prácticos y seguros de impedir que»el poder, ni ninguno de sus agentes, pueda prolongar»la prisión arbitraria de ningún ciudadano.»

Pues bien; apenas hay un escritor inglés, cualquieraque sea su sentido político, en quien no se vea siempreesta protesta contra las abstracciones y contra los prin-cipios generales.

Es verdad que siendo D. Salustiano Olózaga presi- .dente de la sección de ciencias morales y políticas de

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este Ateneo, haciendo de uno de los debates el resu-men decía:

«Creo que se han confundido, ó al menos que no se»ha distinguido siempre, como importaba mucho que»se hiciera, que una cosa es la ciencia en la filosofía del«derecho, ó más bien la sociología ó estudio de todos,•»los principios que constituyen- las sociedades ó los es-»tados, y otra diferente la ciencia del gobierno. La cien-»cia, la filosofía, la organización social, tienen que de-»pender de verdades absolutas; la aplicación ebe estas«verdades es cuestión de prudencia, de tiempo, de cir-cunstancias.»

¡Ah, señores! Este reconocimiento^ de las verdadesabsolutas, esta distinción entre esa esfera puramente-racional y filosófica y la que se refiere á la práctica delgobierno eran arrancados á D. Salustiano Olózaga porla circunstancia de que entonces venían á luchar y dis-cutir á este Ateneo, nuevos elementos que procedían detres distintas procedencias, aunque todas venían á for-mar la democracia española: de la política, de la filoso-fía, y de la economía política; y después de un debatesostenido por tales elementos, naturalmente se imponía,á Olózaga el reconocimiento de esas verdades absolu-tas. Pero todo esto no impedía que Olózaga fuera siem-pre como hombre de ciencia y como político todo un in-glés; baste decir que todos los dias leía el Times, y lorecomendaba con eficacia á sus amigos.

Además de ser presidente de la sección de cienciasmorales y políticas del Ateneo, fue Olózaga individuo dela Academia de ciencias morales y políticas y presiden-te de la Academia de Jurisprudencia y fue también dis-tinguido abogado. Un hecho notable se cita de cuandopracticaba la abogacía. Defendía á un pobre albañil quehabía hurtado dos libras de tocino, y á quien se pedía-la aplicación de aquella famosa ley que condenaba ápena de muerte á quien en Madrid hurtase cualquier

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cosa. Debieron parecerle al presidente del Tribunal bas-tante extrañas las consideraciones que explanaba el de-fensor y le interrumpió diciéndole: «Esas son ideas»de este siglo.» «Pues en este siglo vivimos,, contestó»Olózaga; en este siglo se ha procesa/Jo á mi defendido;»en este siglo está reunido el tribunal á quien me diri-»jo; en este siglo se va á juzgar al acusado; á este si-»glo es preciso acomodarse, porque física y moralmen-»te de este siglo somos, y no podemos pertenecer á»otro.»

Pero el hombre de ciencia y el letrado spn lo me-nos tratándose de Olózaga, porque sus extraordinariascondiciones de político eclipsaron las demás. Por otraparte, fue poco el tiempo que ejerció la abogacía; y nisiquiera llegó á ser juez ó magistrado, porque si encierta ocasión viendo el presidente del Consejo de Cas-tilla sus excelentes condiciones le ofreció una vara dealcalde mayor, hubo de recordarle á su improvisadoprotector que como era de los impurificados en el añode 1823, su título llevaba la nota de que nun^a podríaser asesor ni ejercer jurisdicción.

Durante mucho tiempo acarició el pensamiento deorganizar una gran sociedad de beneflcencia, según hevisto en una de sus cartas. Y por cierto que lamentono haber tenido á mi disposición sino durante las últi-mas veinticuatro horas más de 150 cartas originales,que debo á la bondad de un querido amigo mío, y queapenas he tenido tiempo de leer, cuando de tanta utili-dad me hubieran sido. Dice en esa carta:

«Formada la primera asociación, seguiremos luego»otras más importantes y llegaremos pronto á mi favo-rita, la de la protección del talento.»

Era el. tema de uno de los trabajos que leyó en laAcademia de ciencias morales y políticas la compara-ción entre la beneflcencia de España y la de Inglaterra,y por cierto que lo escribió con ocasión del jutcio-críti-

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co-que hizo del precioso libro dé D.a Concepción Are-nal, Manual del visitador del pobre.,

Pero, según os decía, D. Salustiano Olózaga es antesque todo un político, y dentro de esta esfera no hay queprescindir de que fue gobernador de Madrid, y eso queno es para olvidado el rasgo notable de exigir, al tomarposesión, que la autoridad militar no se mezclara paranada en los asuntos civiles; y de que fue ministro muypoco tiempo, y de que fue nuestro embajador en Paris,y de que con tal motivo creció no poco su crédite en lasCortes europeas, pudiendo bien decirse que durante el.reinado de Isabel II era el único español cuyo nombretraspasaba los Pirineos, y con cuya amistad se honra-ban personajes notables de todús los países cultos, yacaso más que otro alguno el célebre Cavour. D. Salus-tiano Olózaga es ante todo el incomparable orador par-lamentario. Habrá habido y habrá ó podrá haber en elParlamento oradores más fáciles, más brillantes; peroel tipo del orador parlamentario español, por nadie haestado mejor representado que por Olózaga. No era el -tipo del orador inglés, muy severo, muy llano, muy dis-creto, pero un tanto frío, al modo del divino Arguelles,ni tampoco del orador francés, con sus figuras retóri-cas, su viveza dramática y su forma brillante, condicio-nes que reunía el conde de Toreno, sino un términomedio entre estos dos tipos, como dice acabadamenteFernández de los Ríos, resultando así como una com-posición de la antigua gravedad española con las exi-gencias propias del siglo xix.

Empezaba por tener D. Salustiano Olózaga una vozque, por su timbre lleno y sonoro, era de aquellas quesi la hubiera tenido cualquiera persona de menos ta-lento que él le hubiera servido para hacerse oir auncuando valiera poeo lo que dijera. Las especiales dotesde su estilo, la corrección y la claridad brillaban hastaen la conversación familiar, que era por extremo ame-

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na. Distinguíase porque nunca llegaba á los extremos1;era patético cuando había precisión, pero nunca decla-mador; era sencillo, pero no caía nunca en la vulgari-dad; manejaba de una manera asombrosa la ironía, conla cual producía heridas de que el contrario no podíaquejarse. Recuerdo una ocasión en que un dipomático,cuyo nombre no cito porque todavía vive, habló en elCongreso de ciertas confidencias é intimidades que habíamerecido el conde de Cavour; y de tal suerte trató Oló-zaga el asunto, que su adversario no se atrevió á insis-tir. Además tenía Olózaga como complemento de su ora-toria el manejo de sus lentes. Esto parecerá raro, y sinembargo recuerdo haber oido á D. Estanislao Figuerasreferir el caso de un diputado novel que hubo de deciralguna cosa un tanto extraña, y Olózaga, que estabasentado en frente, no hizo más que coger sus lentes, ca-lárselos y mirar fijamente al indiscreto orador; el buenhombre tuvo que sentarse sin acabar el discurso. Porcierto que el̂ Sr. Figueras decía que por esta misma ra-zón, cuando él había hablado por primera vez en el Par-lamento Jo había hecho desde un banco que estaba de-lante del que ocupaba Olózaga para librarse de suslentes. . • .

Para concluir estas indicaciones respecto de la per-sona y del modo de ser del hombre, vais á permitir quelea alguna de las cláusulas de su testamento. Está he-cho el 24 de Diciembre de 1869, siendo nuestro embaja-dor en Paris, y empieza así:

«Voy á emprender un viaje muy á disgusto mío, y)>por lo que pudiera suceder hago mi testamento en esta«forma. No empiezo por la declaración de la fé, porque«rigiendo la Coustltució'n de 1839 no la considero necesa-»ria; pero si ahora ó en la época de mi muerte se creye-»se que lo.es, doy aquí por declarado todo lo que un es-»pañol deba creer y declarar.»

Quizá penséis que Olózaga rendía un tributó exajera-

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do ai-concepto de la soberanía nacional, "dejándose lle-var demasiado del común sentir de las gentes; pero en.cambio, en otras cosas iba resueltamente contra el sen-,timiento popular, como sucedió en las corridas de to-ros que aborrecía, y que censuró enérgicamente más deuna vez.

Pero volviendo al testamento, debo consignar que enél, después de hablar de la distribución de sus bienes ydesignar quiénes habían de ser sus albaceas, dice:

«...Les pido que, de acuerdó con mi sobrina l&gata-»ria del quinto, den algunas-prendas de mi uso, al ha-,«jas y medallas.á las personas á quienes yo más quiera,«aunque solo designo á dos, la condesare Mina y doña«Concepción Arenal que deseo que me sobrevivan.»Dos personas, que, como 'sabéis, consagraron toda suvida á la caridad y á la beneficencia y á quienes tuvoD. Salustiano Olózaga el profundo afecto que ese re-cuerdo revela.

Sigue diciendo:«Siento no.dejar alguna cantidad para favorecer la

«educación moral y política de los españoles; pero rue-»go á mi sobrina que, de acuerdo con mis testamentarios,,«disponga con este objeto de todo lo que posea al tiempo»de su muerte. . -

«...Espero morir antes que mi hermano, y ruego á to-ados los que me hayan querido, quehagan cuanto les sea«•posible para que no eche de menos el cariñoso consue-l o que en mí encontraba. Lloro y no puedo continuar.»

Luego hay esta disposición que importa no pasar ensilencio: «Deseo que mi nieto concluya su educación en«Inglaterra.» Y termina el testamento con estas palabras:«Si mis enemigos celebran mi muerte, los declaró in-«justos; porque no solo no he hecho jamás daño á nin-»guno á sabiendas, sino que he buscado y aprovechado«siempre las ocasiones de hacerlos tolo el bien posible.»Ya qu<3 están difícil al hombre corregir todos sus malos,

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14 CONFERENCIAS HISTÓRICAS

»instintos, si corrigieran al menos el de la venganza; si«practicasen la más sublime lección de la filosofía y de»la moral cristiana; si quisieran bien á los.que les hacen«mal, la humanidad sería feliz. Me moriré deseando la«felicidad del género humano, y muy particularmente la»de los que coa su estimación ó con su cariño me han«hecho grata la existencia ó soportables las desgracias.»

Final extraño por un concepto. Este hombre que ha-bía vivido consagrado á la libertad y á la patria, no seacuerda ni de la una ni de la otra, y en cambio se acuer-da de la humanidad.

Veamos ahora el origen, las ideas y las vicisitudesdel partido progresista, cuya historia veo indisoluble-mente unida al nombre de Olózaga.

Rigurosamente hablando, podría decirse que el ori-gen del partido progresista está en las Cortes inmorta-les de 1812. Entonces aparece un partido formado portodos cuantos deseaban la desaparición del antiguorégimen, y señaladamente del absolutismo y de la into-lerancia religiosa. Aquel partido tenía naturalmentedentro de sí matices como tienen todos los partidos.

Vino luego aquella bárbara reacción de 1814 y el par-tido se dispersó, pero apenas triunfa temporalmente lalibertad en 1820, aparece de nuevo el partido liberal, elpartido doceañista. Entonces ya se señala esa distinciónde matices, pues habiendo habido una tendencia que sellamó la de los exaltados, natural era que surgiera latendencia de los no exaltados, como así sucedió, reci-biendo estos más tarde el nombre de moderados.

Pero todavía no se forman los dos partidos, ni se for-man siquiera en el año 33 cuando muere Fernando VIIy se instaura el sistema constitucional, aún cuando fue-ra con la timidez con que lo estableció el célebre Esta-tuto de Martínez de la Rosa. La distinción se dibuja y seseñala, para no borrarse ya jamás, en el año del836 enque aparece constituido el partido moderado, por en-

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tóncés con dos elementos, á los cuales había de unirsemás tarde por desgracia un tercero. Los dos elementosfueron los que estaban enfrente de los exaltados, y quese manifestaban temerosos ó alarmados al ver el cami-no que^levaba la revolución, y los procedentes del lla-mado doctrinarismo francés. Y entonces, naturalmente,en el mero hecho d"e determinarse así la formación delpartido moderado, el resto del partido liberal, los anti-guos exaltados hubieron de constituir el otro partidoque desde 1839 se llamó progresista, debiéndose, porcierto á Olózaga esta denominación mucho más propiaque la de exaltado, como es más la de conservador quela de moderado, porque los términos conservador yprogresista se refieren al sentido de la política, á la ma-nera en que deben irse realizando los principios que in-forman la vida de los partidos, mientras que los térmi-nos moderado y exaltado sólo implican algo que puedeaplicarse á los individuos como tales individuos, perono como temperamento y como carácter de un partido.

¿Qué ideas eran las que sostenía el partido progre-sista? Puede decirse que la historia del partido progre-sista se resume en dos luchas: en un duelo á muertecon el absolutismo hasta vencerlo, y en una lucha igual-mente tremenda con el partido moderado para vencerlotambién al cabo, aunque con no poco trabajo, á diferen-cia de la que sostuvo más tarde ,con la democracia, lacual, más que duelo fue asalto para concluir pronto enun abrazo fraternal.

Enfrente del antiguo régimen, el partido progresistanegaba el poder absoluto en los reyes y el influjo domi-nante de la teocracia. En España, como en toda Europacon la excepción de Inglaterra y de Suecia, la monar-quía, que había luchado y vencido á aquellos otros trespoderes con los cuales había compartido la goberna-ción del Estado en la;Edad Media, ó sea la nobleza feu-dal, la teocracia y el estado llano, libre de la interven-

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16 CONFERENCIAS HISTÓRICAS

ción de ésos tres elementos, asumió todo el poder y re-sultó así-la monarquía absoluta, legítima, patrimonial yde derecho divino. Es verdad que de esas ciases socia-les, sobre todo la aristocracia y el clero y en parte elestado llano, porque de él procedían aquellos legistas álos cuales, dice Thierry, debió más la monarquía que ála fuerza de sus ejércitos, eran en ún principio enemi-gas de la monarquía'en cuanto les arrebató el poder;pero cuando perdieron toda esperanza de recobrarlo,cuando aparecieron en el horizonte otras aspiraciones,esas clases sociales se unieron á la monarquía paramantener no sus privilegios políticos que habían perdi-do para siempre, sino sus privilegios sociales, y por esoel antiguo régimen llegó á contar con el apoyo de esoselementos. _ • ...

Pues bien, el partido progresista afirmó siemprecontra el absolutismo la monarquía constitucional, yen cuanto á la teocracia, lo primero que hizo el partidoprogresista en eVaño 12 y,luego en. el año 20, fue su-primir el tribunal llamado sin duda por burla, Tribu-nal del ofleio Santo; aplicó las doctrinas regalistas queá la sazón eran las corrientes y que había utilizado du-rante tres siglos la monarquía,, y llevó á cabo entreotras reformas sociales, de que luego hablaré, relacio-nadas con la iglesia, la extinción de las comunidadesreligiosas. Por cierto que Olózaga defendió á los frailescuando aquellas tristes matanzas de Madrid y pidió elcastigo de los culpables, si bien -siendo él gobernadorfue cuando se llevó á cabo su expulsión.

En frente de este absolutismo y de este poder polí-tico, el principio saliente, el que dá carácter al partidoprogresista y en el cual se resumen todas sus aspira-ciones, es el de la soberanía naeional, entendida, claroestá, como en aquellos tiempos, se entendía, esto es,considerándola como fuente de derecho y dé poder.

Por eso vino luego la democracia á rectificar este

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sentido, sosteniendo, que la soberanía nacional erafuente de poder, pero no fuente de derecho. Más tarde,el partido progresista aceptó esta rectificación y des-de entonces caminaron juntos progresismo y demacra- ;•cia á afirmar este principio, cuya historia en nuestrapatria se puede exponer en dos palabras. En 1813 seafirma la soberanía nacional; en, 1834, con el Estatuto,se niega; en 1837 se afirma; en 1845 se niega;en 1869se afirma, y en 1876 se niega.

En prueba de ello, no" necesito examinar el texto dela Constitución, ni siquiera recordar que lo dicie laConstitución del año 12 en un artículo, la de 1837 en elpreámbulo; ni es preciso tampoco atender ál modo co-mo funciona la Constitución para de ahí deducir si lainforma ó nó ese principio. Basta leer la fórmula de lapromulgación de la Constitución. La del'año 12, comola del 69, la sancionan y decretan las mismas Copies;la de 1837 la dan las Cortes; y D.a María Cristina, cuyaregencia había sido confirmada por aquellas, dice:«Sabed que las Cortes generales han decretado y san-cionado y Nos. de conformidad aceptado, lo. siguiente.-» 'Aquí ya tenéis algo del sentido de la monarquía pac-cionada, del pacto; pero siempre resulta que la Consti-tución es decretada y sancionada por las Cortes. Peroviene la de 1845 y dice la reina: «Hemos venido en unióny de acuerdo con las Cortes-en decretar y sancionar lasiguiente Constitución,» ó igual fórmula, se emplea.alpromulgar la de 1876, que es la vigente.. • . '

Este principio, consignado en la Constitución de1837, en la redacción de la cual tuvo una gran parteD. Salustiano Oíózaga, como secretario que fue de laComisión, haciéndose notar su influjo, entre otras co-sas, en el principio del Senado electivo que hizo triun-far sobre el Senado vitalicio, lo mantuvo siempre enér-gicamente el partido progresista, y dentro del partidopocos con la tenacidad, con el tesón y con la; lógica

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18 • CONFERENCIAS HISTÓRICAS

que lo hizo D. Salustiano Olózagá, el cual pedía cons-tantemente, como buen liberal á la inglesa, rió sólo la.afirmación del principio/sino sus lógicas consecuen-cias, y por tanto una monarquía representativa, cons-titucional y parlamentaria. ' '

¿Qué entendían el partido progresista y Olózaga porla monarquía constitucional? Lo vais á oír, según re-sulta de una carta dirigida al Sr. 'Fernández: de los Ríosel año 64, y que se publicó á la cabeza de esos estudiasáque antes me refería. Dice-asi: «Él gobierno represen-tativo ha sido y será por mucho tiempo (¿quién puede?

calcular su duración)... la transacción única que podíaconciliar ideas é intereses tan opuestos, y la base de es-ta transacción ; consiste en reconocer á los pueblosemancipados el «don de'gobernarse á sí mismos y en la«obligación que estos se imponen de conservar la forma^exterior de la parte rnás conspicua, más preeminente-»de los antiguos gobiernos.»

Lo qué quería dar á entender con esto Olózaga, esque para dejar á salvo el principio de la soberanía na-cional, era preciso que fuera en España el rey, lo que,según dice Macaulay, ha sido en Inglaterra desde 1638,un funcionario del Estado, un servidor como los demás,porque la diferencia entre la monarquía constitucio-nal de la Edad Media y la parlamentaria de nuestrosdías consiste sencillamente, en qué en la primera ebreycomparte con el país la gobernación del Estado, mien-

; tras que en la segunda, el país se gobierna á si propio,,el rey sirve al país como lé sirve cualquier otro funcio-nario, claro está que en la esfera propia de la funciónque desempeña. ' ;

De aquí aquellas protestas constantes contra el fal-seamiento, contra la adulteración del régimen constitu-cional, contra la falta de aquella sinceridad, sin la cualrealmente no es posible el sistema parlamentario; deaquí las protestas constantes del partido progresista,

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hechas en primer término y las nicas de las veces porD. Salustiano Olózaga, contra todas aquellas cosas quedesde muy pronto comenzaron á perturbarla; contra lascamarillas, contra el gobierno personal, contra aquelloque llamó el insigne Luzuriaga en una frase que se hahecho célebre, los obstáculos tradicionales. Todas estascorruptelas, todos estos abusos comienzan precisamen-te cuando aparece formado y definido el partido mode-rado, cuando aparece en la gobernación del Estado laintervención personal de la. regente que se niega, porejemplo, á firmar la separación de ciertos generales;cuando se resuelve una crisis por motivos que no sonconocidos ó por intrigas en que tomaji parte aventuro-ros como aquel célebre italiano Ronqhi, cuya trama pre-cisamente puso de manifiesto Olózaga, y se dan casoscomo el de la caída de] gobierno puritano que dio lugar,según nos ha manifestado una persona respetable, áque García Goyena dijera en el Senado, teniendo un pa-pel en la mano: «Antes se pasará sobre mi cadáver que»sc mo arranque de la mano este papel que yo dejaré á»mis hijos como la mejor ejecutoria de su honra.» Papelque contenía la explicación de aquella crisis misteriosa-,y que según mis noticias conservan cuidadosamente loshijos del Sr. Goyena.

Como la reina Cristina llegó á identificarse en cier-to modo con el partido moderado, desde cuyo momentodesapareció la primera cualidad que debe tener un mo-narca constitucional que es la imparcialidad, que es noser rey de partido, resultando así todas estas corrupte-las y la mayor parte de estos a'uusv, autorizados y sos-tenidos por el partido moderado, de aquí la ¡uJ^r ieéste con el progresista, aparte de lo que naturalmentesostenían como representantes respectivos del sentidoprogresivo y del sentido conservador.

Señores, el partido moderado llevó á cabo una obraen España, que ha sido obra de perdición, porque si nos

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remontamos al origen, á la primordial causa de tantosmales como lian afligido á este desventurado país, ten-so para mí, sin temor de pecar de parcial, que la mayor-parte de la responsabilidad cae sobre el partido mode-rado: Para juzgar su-sentido,, no necesito más que re-cordaros dos hechos. ,

Hicieron los progresistas en el año 1837 una Consti-tución porque era imposible transigir con el Estatuto de,Martínez de la Rosa, especie de carta otorgada, que teníala pretensión, sincera y generosa, pero completamen-te ilusoria, de enlazar lo actual con la tradición de laEdad Media, tradición que se había roto hacía ya tressiglos; cuando lo único posible y lo exigido por las cir-cunstancias era lo que qüeríael partido liberal que toda-vía luchaba unido porla causa delalibertad simbolizadaá Ja sazón por Isabel ÍI; esto es, reanudar la tradicióndel año 12. Pues bien, hicieron la Constitución del año 37rectificando la del 12, pero en términos tales que Martí-nez de la Rosa, una de las figuras más ilustres del par-tido conservador, declaró en pleno parlamento queaquella Constitución estaba hecha con los principiosconservadores, con los principios de nuestro partido?:d i j o . •• ' / ' . ' . i

Ahora, bien, señores, ¿qué decís dé Un partido que ¡encontráadose con una Constitución hecha, por sus ad- jversarios, pero con sus propios principios, que se en- fcuentra así con el desiderátum de una base eon\ún, tiene \la malhadada idea de hacer una nueva Constitución, lajde 18.4-5, destruyendo esa base común, que" no había delreaparecer ya en t^dv el reinado de D.a Isabel II? '

Todo ¿para qué? Para negar el principio de la sobe-ranía nacional, para establecer el Senado vitalicio, para,abolir el Jurado en materia de imprenta, para suprimirla milicia nacional, para dejar al arbitrio de la coronala reunión de las Cortes, y para que no tuvieran éstasintervención en el próximo matrimonio de l¿i rein a.

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Tengo para mí, que si el partido moderado no hubie- fra cometido esa insigne torpeza, acaso las cosas hu- !hieran marchado en España al modo que han marcha- ído en Italia y en Bélgica. Pero ocurrió otro hecho que.confirmó este mismo sentido estrecho, que es la cons-titución del Senado vitalicio.

¿Sabéis con qué personas se les ocurrió á aquellosministros constituirlo? Tomando todos los senadoresdel partido moderado, todos menos uno, que fue el se-ñor Luzuriaga, el cual decía que parecía que habían que-rido burlarse do él. Constituir una cámara vitalicia enuna monarquía constitucional y elegir todos los' sena-dores de un partido, es el colmo de la ceguera, y ponerbien de manifiesto el sentido del partido moderado!

'Unid á esto, que su conducta en el poder so sintetizaen estas palabras: militarismo, nepotismo, resistencia.El nepotismo fue tal, que dio lugar á que en cierta oca-sión Alcalá Galiano recordara al general Narváez queCalígula había hecho senador á su caballo. La políticade resistencia de tal modo la exajeró, que obligó úlstúriz á decir á un ministro moderado: «Fusilar no esgobernar,» y á ua diputado portugués iberista, á excla-mar: «Que aún cuando se les ofreciera la unión ibérica»con la Constitución portuguesa y la dinastía portugue-»sa no la aceptaría mientras mandasen en España los«moderados;» así como también á que un diputado fran-cés interpelara á Guizot sobre tanto derramamiento dosangre, y éste contestara que España era un país espe-cial por sus instintos feroces.

El partido progresista se encontró también enfrentede la unión liberal, consistiendo su misión entóneos enmantener vivo el culto á la libertad y al principio de lasoberanía nacional. El período en que rigió los destinosdel país la unión liberal fue un período, sí, de paz y detolerancia, pero de tolerancia de hecho. ¡Ají, señores!Los pueblos no se pueden conformar con la tolerancia

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de hecho; necesitan la garantía delaléy pderechos;-la garantía de la CbnstuVuclónvy sobre todo,erenuestra; patria, dado,' el gobierno personal del jefe dé!Estado, que por fuerza tenía que serlo.más ómenoscoiila Constitución del .45. í¿.Po,r qué? Porque desaparecióaquel gobierno, y el ministerio qué vino después cam-bió de conducta, y sin variar-de legislación volvieron lascosas al estado en que antes, se hallaban, :

El partido progresista defendió siempre con valor;láidescentralización administrativa: prueba ./de ,éHo la fa-mosa ley de ayuntamientos deFaño 1840, que• dio "lugar;á aquel célebre movimiento que lo arrojó del poder,por si debían nombrárselos alcaldes por;el gobierno ópor los pueblos. '

En cuanto á la cuestión social, el partido progresista-fue el propulsor,"eñ nuestro país, de: las.dos;grandesreformas que constituyen el contenido de esa 'cuest-ransocial en Jos tiempos pasados en que tan distinta fuepor cierto la cuestión social de la de los tiempos pre-sentes; porque en aquellos,el problema social, se sinte-tiza en dos palabras: desvinewla'ción y desamortización,que, como están indicándolo, la misma complexión delos términos, no eran más qúe; dos negaciones,; es-tando la cuestión feducida á suprimir la \incülación,esto es,las excepciones y la amortización, y á dejar lapropiedad toda sujeta al derecho común, lo cual no eraun derecho/nuevo, sino unqí Histórico y tradicional;, yael romano ya el germánico. ,

Tratábase, pues, de una solución negativa; y porlomismo, el objetivo era ían manifiesto que en el seno dela sociedad había, respecto de él, aquélla unidad de pen-samiento y dé acción que demanda la resolución de

, problemas tales, mientras que en los tiempos presenteses un problema positivo, que-pide una solacióu, un de-recho nuevo y de aquí las dificultades, no ya de resol-verlo, sino hasta de plantearlo. .

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A vocos esta obra.dol partido progresista no se juz-ga con la imparcialidad con .que todo el que expone loshechos históricos debe hacerlo..No hablo de la vincula-ción, que no hay apenas nadie que la defienda ó lamen-te su desaparición; pero no sucede lo propio con la de-samortización, así la eclesiástica como la civil. Es muycómodo tener dos criterios cuando se trata do juzgarhechos históricos que afectan á ciertas instituciones.Unas veces se toman en cuenta las circunstancias his-tóricas, á fin de suavizarlos y atenuarlos; y otras so lesjuzga con un criterio absoluto, sin tener en cuenta p"aranada esas circunstancias históricas.

Y una de dos: ó se toma el segundo criterio para to-dos, ó el primero también para todos. Cuando yo oigodecir que la desamortización fue un robo y un despo-jo, etc., digo: pues si con este mismo criterio se juzga-ran hechos análogos do la-historia, ¿no comprenden losque eso dicen cuál sería la consecuencia, si lo aplicára-mos por ejemplo á la expropiación da los judíos, de losherejes, de los paganos, desde Constantino hasta laterminación del imperio romano, ó la de aquella partede la propiedad de los sajones que se tomaron losnormandos, distribuyéndola entre el rey, los señoresy los obispos? ¿Qué diríamos de aquellas expropia-ciones de que fueron víctimas en líspafta los moriscos,los judíos y hasta los mismos indios de América? Cla-ro está que'¡a desamortización con el criterio que sehizo al comienzo de esta época, implica la negación dala propiedad.cooperativa, y en este sentido, bajo el pun-to de vista do los principios no puede aprobarse el quela informó. Pero, señor, no tenemos más que atender ála discusión que mantuvo en la constituyente Miraboaucon el abate Mauvy, pucsambos están conformes en quela propiedad nace y procede de la ley, así como tambiénque las personas sociales deben su existezicia al Estadoy-por lo tanto quien las autoriza puode suprimirlas.

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Tanto es así que la discusión recaía sobre hechos his-tóricos, sobre, los antecedentes, pero no sobre princi-pios generales. Luis XIV; cuando decía ástt hijo que to-do lo que tenían los franceses era suyo, tuvo buen cui-dado de decir que lo mismo lo que tenían los seglares;que lo que teníanlos clérigos.

Por tanto, claro está que al resolver este problema,:que problema era y solución pedía, se hacía con arre-glo á los principios de entonces, y no es posible juz-garlo con los que hoy se van abriendo camino, no paranegar el sentido individualista de la revolución, sino,para completarlo; con más razón quizás se puede cri-ticar la desamortización de la propiedad.de las corpo-raciones civiles, singularmente de los pueblos, en lacual tengo para mí que se ha ido más allá de los jus-tos límites.

El partido progresista fue un partido que apeló confrecuencia á los medios de fuerza, un partido revolu-cionario; lo cual trae á la memoria el punto de lospronunciamientos que nos ha dado una triste celebri-dad en Europa y respecto del cual estamos conformestodos. Pero, ¿es culpable de esto el partido progresista?Yo creo que esto de los pronunciamientos y de la faci-lidad de acudir á los medios de fuerza, se explica porla situación que se creó al país en general y al partidoliberal en particular deí año 14 al 20 y del 23 al 33, por-que entonces apelaron á este medio, Mina, Porlier, Lacy,.el Empecinado, etc.,etc., y todos aquellos movimientos,dadas las condiciones de aquella organización del Es-tado, de aquel despotismo bárbaro y eruel, eran per-fectamente lícitos. Así, después de establecida la mo-narquía constitucional, quedó esta tradición que ibaunida á nombres gloriosos inscritos en lápidas en elCongreso, y esto, junto con que no es fácil que un pue-blo se desprenda délos hábitos y prejuicios que,engen^4ró el absolutismo durante tres siglos, y que llevan con*

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sigo la consecuencia de no atender ni mirar más quoal poder para ejercerlo, ya en provecho propio, ya endaño de los demás, ha podido, junto con otras circuns-tancias nacidas de la primera época constitucional,- darlugar á ese hecho que, repito, no debe ciertamenteecharse en cara como si fuera obra del partido' pro-gresista, porque, señores., bien sabois que en esta ma-teria todos tienen el tejado de vidrio, absolutamentetodos- • ' . ' ,. •

Por cierto que Olózaga tenía acerca de esto un puntode vista que he tenido ocasión de ver con toda cla-ridad en una de esas cartas á que antes me he refe-rido.' ,

Olózaga estaba el año 1866 emigrado, como tantosotros progresistas y demócratas, y mantenía un puntode vista sobre el cual llamo vuestra ateución. De unlado, en Cuanto al ideal, en cuanto al objetivo á que seencaminaban el progresismo y la democracia, no titu-beaba, mientras que quizás vacilaban otros emigradosy andaban en transacciones para, si en España se ha-cía esta ó la otra modificación,-renunciar al retraimien-to y entrar en las vías pacíficas: y vacilaban -otros res-pecto al alcance que debía tener el -movimiento quedesde entonces se preparaba. Olózaga no transigía connada ni por nada; y en cuanto al objetivo, era el que deantiguo, muy de antiguo él venía persiguiendo, el des-tronamiento de los Borbones. Pero al propio tiempoque éste era su objetivo invariable, dice en una de es-tas cartas, escrita el 8 de Setiembre de 18G6, poco des-pués de haber tenido lugar aque! movimiento que to-dos conocéis: :«Todo lo que pueda impedir nuevas sar-«gentadas, será un bien muy grande para la nación y»más especialmente para nuestro partido. Los que no«pensamos más que en la dignidad y en su porvenir»nos estamos quietos.» Y es que Olózaga perseguíaloque al fin se realizó, porque de otra carta resulta que

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fue el que puso más empeño en que se llegara á unainteligencia con el elemento unionista para llevar á ca-bo la que luego fue revolución de Setiembre.

Finalmente, el partido progresista, como os decíaantes, luchó también con la democracia; lucha de queson expresión dos célebres folletos sobre la fórmuladel progreso, el uno de D. Emilio Castelar y el otro deD. Garlos Rubio; ambos ala sazón verdadera encarna-ción el primero de la democracia, y el segundo del pro-gresismo. Olózaga que, claro está, no veía con bue-nos ojos la aparición y el desarrollo de la democracia,trató de romper con ella en 1863. Luego se personi-fica en dos ilustres personajes, en Olózaga y en Rivero,del cual nada os he decir porque está á cargo el haberlode mi querido amigo D. Gabriel Rodríguez; sólo si dirécomo señal del distinto carácter y temperamento de es-tos dos ilustres políticos, que si no recuerdo mal, el quefue ministró de la Gobernación durante los cinco añosde la unión liberal, el Sr. Posada Herrera, decía: «Yo«estoy tranquilo mientras piden la palabra los progresis-tas ; aunque sea Olózaga, porque sobre poco más ó me-mos ya sé por donde me han de venir; pero confieso con«sinceridad que cuando pide la palabra Rivero me echo»á temblar, porque nunca sé por donde saldrá.»

Pues esto indica la posición de la democracia res-pecto del partido progresista, y es que aquella traía á lavida nuevos ideales, nuevos principios y nuevas doc-trinas. - '

Este es el partido progresista á cuya suerte corrióunida la de Olózaga y del cual fue jefe por muchotiempo. Habiendo habido dudas y vacilaciones entre silo debía ser él ó el general Espartero, Olózaga se con-quistó esa jefatura, más bien que por las simpatías queél despertara en el corazón dé las masas progresistas^devotas del duque de la Victoria, porque se imponíapor su inmenso talento y porque el partido instintiva-

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mente conocía lo mucho que valía. Había ciertos ele-mentos que preferían á Espartero, que era el héroe dela primera guerra civil, que ño perdonaban nunca á

, Olózaga la célebre Saine con la cual derribó á Esparte-ro en 1843, como lo revela un hecho curioso y graciosí-simo que lie oido referir auno de nuestros consocios,ocurrido en Zaragoza allá por el año 66 con motivo, de -un banquete que dieron á Olózaga y que él presidía.Parece que al terminar el banquete y al hacer el resu-men de los brindis que se habían pronunciado, Cftózagaempezó diciendo: «Creo, señores...» al £>ir lo cual, unsencillo aragonés dijo: «Rediós, ya nos fastidió con unasalve; no nos fastidie ahora con un credo.» Pues esto esexpresión de los recelos que abrigaba una parte del ele-mento progresista,, y que tiene una: larga historia cu-yos pormenores no hay para que traer aquí.

Pero os he dicho que era el jefe, y quizá si Qlózaga vi-viera, no me consentiría que le diera este título, porqueen un documento oficial, pues no se trata de una cartaprivada, sino de una dirigida al comité central" progre- ]sista,, escribía estas notabilísimas palabras, muy- de to-mar en cuenta en estos tiempos en que no sólo hay je*fes, sino que parece que los jefes lo son todo y poca co-sa los principios que profesanios partidos:

«Ellos y Vds. saben, y del mismo modo pueden saber-alo todos los españoles, porque ha sido bien público, que».no sólo no he aceptado sino -que he rechazado, cons-tantemente el título de jefe de nuestro partido ó de jefe»de la minoría progresista. No serían libres los pueblos>>si tuvieran jefes, no serían constitucionales los parti-»dos, si los tuvieran. Lo que éstos necesitan son guías,»y cuando por amistosa deferencia de algunos colegas«míos ó por imitación involuntaria se escapaba de los«labios de alguno la palabra jefe, yo protestaba en el«acto, aspirando sólo á poder ser el guía de mis com-pañeros. Este es un grande honor, pero son todavía

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«mayores las obligaciones que impone. El jefe desde su«puesto, manda un movimiento; el guía para que le si-»gan, tiene que ir delante; al jefe le basta su autoridad;»el guía necesita el acierto. Los franceses han tenido»sus jefes de partido, y hasta en las cámaras había otros»que les estaban subordinados y sé llamaban jefes de-»fila. Los ingleses, que comprenden mejor la libertad y»que no avanzan ni retroceden tan rápidamente en su«carrera, no han necesitado para sus evoluciones, len-«tas muchas veces, pero constantes y siempre progre-«sivas, jefe ninguno. Guía (leader) llaman al que dirige»la oposición, y el mismo nombre dan al que dirige la«mayoría desde el gobierno. Ni la fortuna ni el poder«bastaná cambiarle ese título; menosle consentirían que«cambiase sus atribuciones ó procurase aumentarlas.»

Palabras muy dignas de tomarse en cuenta, porqueen estos últimos años aparece la tendencia en Españaá emplear unas denominaciones que antes no existían,y que algo significa si los nombres tienen valor y no'son palabras vacías. En efecto, en la primera épocaconstitucional no había más que absolutistas y libera-les,-luego no hubo más que moderados y progresistas;después unionistas; en el periodo de la revolución const-itucionales, radicales, republicanos-unitarios, republi-canos-federales, mientras que ahora, desde la restau-ración, es muy frecuente oir hablar de canovistas, sa-gastinos, castelaristas, zorrillistas, etc., etc.

El partido progresista de 1812 á 1833 es el que con-serva la tradición doceañista; el partido progresista de1833 á 1843 es el partido liberal que defendió generosa ydesinteresadamente la monarquía de D.a Isabel II, porconsiderarla como símbolo de la libertad y cómo expre-sión del sistema constitucional del régimen parlamen-tario; el partido progresista de 1843 á 1854 es el partidoproscrito del poder, que está luchando contra la corrup-ción y el falseamiento de ese mismo sistema; eLpartido

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progresista de 185é á 1856 es el que vuelve á reiterar elprincipio de la soberanía nacional, haciendo la Consti-tución del 55, que no llegó á ser ley, y dictando leyestan importantes como la de desamortización y la de fe-rrocarriles, interesante esta última por. la tristehistoriade sus antecedentes en las postrimerías del partido mo-derado; el partido progresista del 57 al 63 constituyó laminoría de las Cortes de la unión liberal que mantuvoel amor á la libertad, el fuego sagrado que parecía que«staba á punto de apagarse; el partido progresista de1863 á 1869 fue el que siguiendo el camino que le traza-ba Olózaga, señaló ya su actitud resueltamente antidi-nástica, y si durante aquellos años hubo por parte deéstos ó de aquéllos debilidad ó esperanza de que las co-sas pudieran reformarse, D. Salustiano de Olózaga ja-más vaciló. ¿Impulsábanle á ello motivos personales?,¿Es que influía en; su actitud el recuerdo de la in-famia de 1843? Señores, es imposible penetrar en elfondo de la conciencia del hombre público para discer-nir lo que hay de personal y lo que hay de impersonalen sus actos; pero lo cierto es que P. Salustiano Olóza-ga, si.jamás cejó en su camino, y todavía en 1873 decíaque sentiría se extraviara la república, porque volveríanlos Borbones y se moriría con la pana de .verlos restau-rados en España, nunca fue obstáculo á que se intenta-ra una transacción entre la dinastía y el partido pro-gresista, mientras hubo esperanzas racionales de unaconcordia. . . , :<•.''

Llegó la revolución de 1868 hecha por tres elemen-tos; el partido progresista, la democracia y la unión li-beral, que fueron respectivamente el sentimiento, lainteligencia y la fuerza de aquel memorable movimien-to nacional.

El partido progresista, rigurosamente hablando, allímurió , como murió políticamente también entoncesD. Salustiano de Olózaga. Vino á Madrid, formó parte

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da las Constituyentes^ de la comisión de Constitución,fue luego embajador en Paris. aún después, de estable-cida la república, hasta poco antes de morir. Pero poralgo las Cortes Constituyentes nombraron su presidenteá D. Nicolás María Rivero y no á D. Salustiano Olózaga,cosa que éste sintió mucho. Era natural; D. NicolásMaría Rivero era la encarnación de aquella revolucióny no Olózaga. No se había apagado en el espíritu suinmenso talento; aquellas facultades parlamentarias ja-más igualadas en España por nadie, eran las mismaslas condiciones personales iguales, el prestigo el mis-mo, y sin embargo, D. Salustiano de Olózaga no era enlos. escaños de las Constituyentes del 69 ;lo que habíasido en las de los cinco años de la unión liberal y pos-teriormente.-|Y por qué? ¡Ah señores! .es que habíancambiado radicalmente el teatro, la escena y él argu-mento. Antes D. Salustiano de Olózaga brillaba porquesabía decir en aquellos discursos admirables lo queno se podía decir; siendo inútil que el Presidente losoyera con la mano puésta,sobre la campanilla, porquecuando quería atajarle ya la ocasión había pasado, lafrase intencionada estaba dicha, y á poco que se des-cuidara, venía la segunda. Ahora bien, en 1869 estas ha-bilidades no eran ya necesarias, porque se decían lascosas con entera claridad y se discutían principios, doc-trinas, teorías, con la misma libertad que en el Ateneo.Así que reparad: un discurso parlamentario tiene valorbajo el triple punto de vista de la doctrina, de la formay del interés político. Pues bien; un discurso de Riverotendrá siempre valor doctrinal, y un discurso de Olóza-ga tendrá siempre valor literario, pero será escaso suvalor doctrinal. Es más, los que lean sus mejores dis-cursos, aquellos que hicieron más mella é impresión enla opinión pública, esos mismos que insertó Fernándezde los Ríos como apéndice en el libro que publicó poracuerdo del Círculo progresista, con dificultad se darán

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.cuenta del valor que se les dio, del efecto que hicieron,porque es imposible juzgarlos .sino habiendo vivido enaquel tiempo y respirado aquella atmósfera..

Una palabra que hoy parecería insignificante, causa-ba entonces una herida y un daño que sólo pueden com-prender los que entonces se movían y agitaban en lavida política, y eran actores ó testigos de aquellas me-morables luchas.

Y.digo que el partido progresista desde entonces mu-rió en el sentido de qué ya no tuvo vida independientede la democracia y de que ya no fue empresa exclusivadel mismo el sostener el principio de la -soberanía na-cional, toda vez que con la revolución de 1868 este prin-cipio quedó plena, absoluta y definitivamente consagra-do. Por lo demás, claro está que no desaparecieron loselementos que lo constituían; sino que fueron los unosá formar parte del llamado partido constitucional yotros del radical, para venir después en la época de larestauración á constituir el uno el partido llamado libe-ral de la monarquía y á ser el otro elemento importantedel republicano progresista. Ambos pueden recabar laprogenie progresista,, pero el constitucional tiene quebuscarla todo lo más en 1863, y el republicano progre-sista puede remontarse, á mi juicio, hasta el año 1812.Por e,so el personaje de quien esta noche nos ocupamossupongo que nadie dudará que si viviera (y sería elquinto de los vivos que pertenecieron á la minoría pro-gresista de 1858 á 63, pues sólo existen cuatro: Figue-rola, Ruíz Zorrilla, Sagasta y D. Vicente Rodríguez) es-taría con Figuerola, Raíz Zorrilla y Rodríguez, no conD. Práxedes Mateo Sagasta.

Olózaga vio con gran pena la excisión del partido li-beraldentro de la monarquía de D: Amadeo de Saboya,así como la salida de éste de España. Terminantementedeclaró, lo dicen sus cartas, que estaba dispuesto áapoyar una república que fuera pacífica, unitaria en

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2o político y conservadora en lo social. Temía muchoque se proclamara la república federal y profetizabaque como consecuencia vendría la restauración de losBorboñes. Y en.este momento.acaeció su muerte enel año 1873. , .

Ahora bien, señores: este partido progresista, queha sido objeto,de juicios tan encontrados, creo yO que,imparcialmente considerado y, sobre todo, si se atien-de á su gran época de luchas y de batallas, merece serpresentado como tipo de partido honrado, generoso,desinteresado y patriota. Se le ha echado en cara, y áveces en son de mofa, que tenía escasa cultura, que sa-bía poco; en cambio, los moderados se llaman á sí pro-pios los hombres de la suprema inteligencia, así comoantes se les llamó -los importantes, título cuyo valorpuede aquilatarse viendo la crítica que de él hacía elgran Quintana. Tenía el partido progresista la culturade su tiempo.- D. Salustiano Qlózaga tenía toda la deri-vada de las circunstancias en que se había educado yde sus aficiones y carácter; y por eso la diferencia en-tre D. Nicolás María Rivero y D. Salustiano de Olózagaes muy marcada, sin que redunde en demérito de nin-guno de los dos, porque cada cual tenía su educación, •sus antecedentes] sus convicciones y su historia y ha-bla vivido en distinto medio social; el uno era filósoforazonador, el otro hombre practicó positivo; el unomezcla de francés y de alemán, el otro inglés puro, ycada cual, en su esfera, tenía grandísimo mérito. Pueslo propio digo del partido progresista; yo bien sé quesólo wn el sentimiento no se arreglan las cosas de lapolítica; yo bien sé que pudo haber algo de sencillez, deinocencia, en aquel entusiasmo que producía, por ejem- 'pío, el himno de Riego, aunque después de todo era elhimno que simbolizaba la libertad, y por eso todos losque entonces comenzamos á amarla, hemos sentido eseentusiasmó al oirlo; pero en punto á lealtad, á patrio-

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tismo, á constancia enlos propósitos, á energía y acti-vidad'en la lucha cuotidiana, indudablemente al partido;progresista se le puede presentar como- modelo de c'i-;vismo, de abnegación y de amor patrio.

El luchó contra las corruptelas •parlamentarias quebien pronto comenzaron á apuntar en el reinado deD.* Isabelll; él sostuvo desde muy temprano grandescontiendas con motivo de aquella falta de sinceridadque es el más grave vicio de que puede adolecer el sis-tema parlamentario; él protestó contra aquel continuoconvocar y disolver Parlamentos que dio lugar á "queOlózaga en una ocasión, en lugar de decir: en un abriry cerrar de ojos, dijera: en un abrir y cerrar de Cortes;los progresistas combatieron aquellos procedimientoselectorales merced á los que se dio el caso'de que Sar-torius y Beltrán de Lis, después de haber sido ministrosde la Gobernación y de haber tenido España entera á sudisposición, una vezcaidos no encontrarán siquiera Un \distrito que los diese su representación; ellos, en fin,tronaron contra aquel tenaz y sistemático falseamientodel régimen parlamentario, y,cuyas tristes consecuen-cias bien á tiempo anunció D. Salustiano Olózaga.

Señores, al volver la vista atrás y echar una mirada,al camino recorrido en la vida política de nuestra pa-tria, solemos caer hoy en dos extremos: él uno consisteen desconocer el valor de lo hecho, y el otro en conce-derlo demasiada importancia desconociendo la que tie-ne lo que todavía está por hacer. A veces creo notar enlas nuevas generaciones que pecan de impacientes é in-justas; no han podido, como nosotros, fecoger'de nues-tros padres el relato de aquellos tiempos en que, cuan-do eran estudiantes, tenían que esconder entre los col-chones de la cama los libros que leían porque eran li-bros prohibidos; no saben que este mismo Olózaga dequien esta noche nos ocupamos, estuvo preso en 1831y tuvo por, compañero de prisión á un tal Bringas,al

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cual para arrancarle declaraciones le aplicaron el tor-mento introduciéndole cuñas agudas éntrelas uñas ylas yemas.de los dedos.

Pero ¿á qué, remontarnos á lo que nos decían nues-tros padres? Nosotros mismos,, muchos 'de los que meescuchan y son ya antiguos en el Ateneo ¿no recorda-mos cuándo fue la primera vez que en este Ateneo sepudodecir algo que estuviera fuera de la ortodoxia?Pues fue en tiempos de la unión liberal, siendo ministroD. José Posada Herrera; y yo recuerdo perfectamentela impresión que produjo en una parte del públicoaquello que pareció extraordinario. Que los jóvenes,que los impacientes,comparen aquellos tiempos con es¡-tos; aquellos tiempos én que se condenaba á un perió-dico como El Clamor Publico apagar cinco mil durosde multa, porque defendía el principio de la soberaníanacional; aquellos tiempos en que D. Emilio Castelartenía que apelar al subterfugio de dirigir unas cuantas ~cartas al arzobispo de Santiago parapefénder la libertadde conciencia y de cultos. Y por cierto, que.respecto, deesta libertad ni el partido progresista ni Olózaga antesde 1883,.estaban muy resueltos por ella. En éste mismoAteneo, resumiendo un debate sobre ese tema, decía:«Pues yo tampoco creo que la libertad de cultos tenga»qüe seguir indispensablemente á la de conciencia; creo»que podríamos subsistir por mucho tiempo con launa;«sin necesidad de tener que declarar la otra_,>| y. todavía:en el año 1867 escribía á uñ amigo refiriéndote la confe-rencia que había tenido con un ilustre demócrata, y de-cía: «Que á pesar de no ir tanaliácomo éste en esama-«teria, no por eso era menos aborrecido que él -en,

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Refrescando estos recuerdos y haciendo estas com- .paraciones, es como puede imparcialmente juzgarse, laimportaucia de lo hecho.

Pero, s&ñ,ores, pensad lo que habría podido ser Es-

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paña sj. Q! reinado de D." Isabel -II hubiera-sido otra cosade lo,que fue. Si la dinastía española, j'a que p5>r no sernueva no se hallaba en el caso de la dinastía belga,, quele llevaba esa. indudable ventaja, hubiera hecho lo quehizo la dinastía italia,ne, esto es, aceptar resueltamentesin vacilaciones ni reservas las nuevas exigencias delos tiempos, y preparando, por tanto, la evolución másimportante que ha podido realizar un pueblo en el si-glo xix,oíra sería la suerte de España.

Muchas son en verdad,las causas de los errores»co-metidos; pero creoque: la principal y en la'que muchasde las demás pueden resumirse, es el. falseamiento, eltorcimiento del sentido conservador en nuestra patria)porque, este sentido conservador fue p'ésimo en-tiem-pos de Fernando VII, malo en los de D.a ^Isabel II,.y mediano en los de D. Alfonso XII. Pésimo- en tiempode FJernando VII, porque significó' y fue sangre, odio,crueldad, barbarie, intolerancia;malo en tiempo de do-ña Isabel II, porque significó doctrinarismo, intoleran-cia, militarismo, resistencia; y mediano en tiempo deD. Alfonso XII, porque renace el doctrinarismo cual serevela én la Constitución de 1876, no tan intoleranteciertamente como el partido.moderado del anterior réi-.nado, pero con la intolerancia que implicarla absurdadistinción de los partidos én legales é ilegales, y porqueal fin y al cabo ha venido á. cometer el mismo granyerro que el partido opnservador del tiempo de doñaIsabel II; pues así como el partido moderado se compu-so primero de los liberales cansados y de los doctrina-ríos, y más "tarde, andando el tiempo, vino á formarparte de él otro elemento nuevo que entonces se llamóneo-católico, el partido conservador de la época de dotí >Alfonso XII cometió el mismó'yerro uniéndose y alián-dose con el elemento ultramontano.

Hemos tenido la desgracia de que la representaciónde este sentido "conservador, que naturalmente-es lie-

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cesarioen las sociedades, nuncahaya cumplido su mi-sión; y cómo de un laclo esto ha impedido que la repre-sentación del otro elemento cúmplala suya, y dé otrohemos visto constantemente que la representación con-servadora ha tenido como por derecho propio el poder >y la representación liberal ha estado naturalmente casisiempre en la oposición, de ahí que en mi juicio el par-tido conservador es el principal responsable: de este es-tado de cosas, lo cual es tanto más de lamentar cuantoque si hay errores que por referirse á cuestiones pasa-jeras y concretas que no renacen, que no vuelven, tie-nen poca trascendencia^ estos de que me ocupo subsis-ten siempre, porque sentido progresivo y sentido* con-servador, lo han de tener constantemente las socieda-des, con lá monarquía lo mismo que con la república, ylo que yo temo es que esta mala tradición del sentidoconservador nos persiga todavía en tiempos ulteriorescon esta ó con otra forma de gobierno, entorpeciendoasí, en la esfera de la política, el cumplimiento de lo quees una ley histórica, la sucesión y continuidad de la vi-da mediante el enlace y compenetración de la tradicióny del progreso. HE DICHO.