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CULTURA ¡Colombia, un país en esta! evocando nuestras raíces ¡La vida es fiesta! ¡Es calor, es pasión, es movimiento!... afirmaba hace más de un siglo el poeta santafereño José Asunción Silva al dibujar en sus versos el ambiente que rodeaba a un filósofo pensador que caminaba por un parque bogotano. Sin imagi- narlo, estaba describiendo la idiosincrasia y la cultura de una nación, que ha contras- tado su desarrollo emprendedor con las crudas dificultades y los ambientes de jolgorio y festejo. Colombia es un país de fiestas, de carnavales, de ferias y festivales. Cada rincón del país tiene al menos una temporada anual de celebraciones locales y todo el territorio nacional tiene una larga lista de festividades nacionales e internacionales. Esto ha hecho posible que se enriquezca cada vez más la expresión autóctona y vernácula que conforma nuestro folclor. Explorando algunos de los valiosos estudios que han realizado, entre otros, autores de la talla de Manuel Zapata Olivella, Guiller- mo Abadía Morales y especialmente, Javier Ocampo López, Revista Odontos ha re- cogido algunos apuntes que ayudan a identificar por qué se realizan las fiestas en nuestro país y en qué raíces se apoyan para manifestar con ellas el folclor colombia- no. A través de las fiestas, nuestro pueblo logra de manera colectiva manifestar su alegría, conmemorar eventos de su historia, realizar rituales religiosos y en fin, expre- sar su regocijo público. La ascendencia humana del colombiano tiene sus raíces en tres marcadas razas, en algunos lugares, fusionadas en forma triétnica, o en otros, con predominio de dos de ellas y, en determinados grupos, prevalece una de estas tres razas sin mayor mezcla. Estas razas corresponden a la blanca europea, prove- niente básicamente de diversas regiones de España. La indígena, de nuestros aborí- genes precolombinos y la negra, inicialmente, gestada de los comunidades que en épocas de la Colonia se trajeron del África para ser sometidos a la esclavitud y luego, a través de nuevos inmigrantes de la sociedad africana. Si bien, a través de los siglos, se ha dado variación e integración de los grupos étnicos en las diferentes regiones, así como la conformación de culturas “cosmopolitas” en las más importantes ciuda- des, en general, a nivel nacional, se conserva aún nuestro folclor, es decir, la sabidu- ría que nuestro pueblo ha mantenido a través del tiempo mediante la tradición, la expresión compartida de las manifestaciones artísticas, creencias, hábitos, lenguaje y demás elementos que caracterizan a un pueblo, a una región. Colombia está confor- mada por diferentes regiones culturales que han venido marcando sus características particulares, de acuerdo con el origen de sus primeros pobladores, con las condicio- nes geográficas y climáticas y las actividades y oficios que más se asocian especial- mente con los campesinos en materia agrícola, ganadera o minera. Las costumbres que marcan la celebración de fiestas van asociadas con la clase de evento que se quiere evocar y podrían organizarse en dos categorías: las religiosas y las sociales. Esta clasifi cación podría darse para dos tipos de comunidades: la triétnica y la indí- gena. Las fiestas religiosas para el caso de las comunidades triétnicas contemplan las romerías, fiestas patronales, y una lista de conmemoraciones sobre la historia del catolicismo que trajo la coloni- zación española, entre las cuales se destacan: Navidad, Año Nuevo, Semana Santa, Corpus Christi, San Pedro, San Juan, San Isidro, y otras más. Entre las de categoría social, podríamos incluir los carnavales, fiestas y ferias de pueblos, fiestas cívicas, fiestas patrióticas, fiestas escolares, fiestas veredales, fiestas campesinas. Para el caso de las comunidades indígenas, las fiestas tienen un alto carácter mágico-religioso, tanto estas como los ritos de

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CULT

URA ¡Colombia, un país en fi esta!

evocando nuestras raíces¡La vida es fi esta! ¡Es calor, es pasión, es movimiento!... afi rmaba hace más de un siglo el poeta santafereño José Asunción Silva al dibujar en sus versos el ambiente que rodeaba a un fi lósofo pensador que caminaba por un parque bogotano. Sin imagi-narlo, estaba describiendo la idiosincrasia y la cultura de una nación, que ha contras-tado su desarrollo emprendedor con las crudas difi cultades y los ambientes de jolgorio y festejo. Colombia es un país de fi estas, de carnavales, de ferias y festi vales. Cada rincón del país tiene al menos una temporada anual de celebraciones locales y todo el territorio nacional tiene una larga lista de festividades nacionales e internacionales. Esto ha hecho posible que se enriquezca cada vez más la expresión autóctona y vernácula que conforma nuestro folclor. Explorando algunos de los valiosos estudios que han realizado, entre otros, autores de la talla de Manuel Za pata Olivella, Guiller-mo Abadía Morales y especialmente, Javier Ocampo López, Revista Odontos ha re-cogido algunos apuntes que ayudan a identifi car por qué se realizan las fi estas en nuestro país y en qué raíces se apoyan para manifestar con ellas el folclor colombia-no. A través de las fi estas, nuestro pueblo logra de manera colectiva manifestar su alegría, conmemorar eventos de su historia, realizar rituales religiosos y en fi n, expre-sar su regocijo público. La ascendencia humana del colom biano tiene sus raíces en tres marcadas razas, en algunos lugares, fusionadas en forma triétnica, o en otros, con predominio de dos de ellas y, en determinados grupos, prevalece una de estas tres razas sin mayor mezcla. Estas razas corresponden a la blanca europea, prove-niente básicamente de diversas regiones de España. La indígena, de nuestros aborí-genes precolombinos y la negra, inicialmente, gestada de los comunidades que en épocas de la Colonia se trajeron del África para ser sometidos a la esclavitud y luego, a través de nuevos inmigrantes de la sociedad africana. Si bien, a través de los siglos, se ha dado variación e integración de los grupos étnicos en las diferentes regiones, así como la conformación de culturas “cosmo politas” en las más importantes ciuda-des, en general, a nivel nacional, se conserva aún nuestro folclor, es decir, la sabidu-ría que nuestro pueblo ha mantenido a través del tiempo mediante la tradición, la expresión compartida de las mani fes taciones artísticas, creencias, hábitos, lenguaje y demás elementos que caracterizan a un pueblo, a una región. Colombia está confor-mada por diferentes regiones culturales que han venido marcando sus características particulares, de acuerdo con el origen de sus primeros pobladores, con las condicio-nes geográfi cas y climáticas y las actividades y ofi cios que más se asocian especial-mente con los campesinos en materia agrícola, ganadera o minera. Las costumbres que marcan la celebración de fi estas van asociadas con la clase de evento que se quiere evocar y podrían organizarse en dos categorías: las religiosas y las sociales. Esta clasi fi cación podría darse para dos tipos de comunidades: la triétnica y la indí-gena. Las fi estas religiosas para el caso de las comunidades triétnicas contemplan las romerías, fi estas patronales, y una lista de conmemoraciones sobre la historia del catolicismo que trajo la coloni-zación española, entre las cuales se destacan: Navidad, Año Nuevo, Semana Santa, Corpus Christi, San Pedro, San Juan, San Isidro, y otras más. Entre las de categoría social, podríamos incluir los carnavales, fi estas y ferias de pueblos, fi estas cívicas, fi estas patrióticas, fi estas escolares, fi estas veredales, fi estas campesinas. Para el caso de las comunidades indígenas, las fi estas tienen un alto carácter mágico-religioso, tanto estas como los ritos de

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pubertad, actividades de guerra o los ritos de la cosecha, manifi estan en su música y danza un espíritu de agru-pación. Volviendo al colombiano triétnico, las festividades se celebran de acuerdo con su región geográfi ca. El historiador Javier Ocampo López diferencia cuatro grandes regiones con su folclor característico: Andina, Llanera, Costeña y del Pacífi co. La región Andina, en su mayor parte conformada por los habitantes de las montañas y altiplanos de la cordillera de los Andes colombianos, contempla cinco núcleos: cundiboyacense, antioqueño o “paisa”, tolimense u “opita”, caucano, nariñense o pastuso y el santandereano. El llanero es el producto de la mezcla de los blancos que quedaron de las expediciones de Nicolás de Federman y de Jorge Spira, con los in-dígenas y los negros que ingresaron desde Venezuela, logrando un campesino similar al gaucho de las pampas argentinas. El habitante de la Costa Atlántica, al norte del país, viene de la mezcla de españoles, especialmente los andaluces, con las tribus indígenas taironas, chimilas, arhuacos, turbacos, zenúes y guajiros, y los negros africanos procedentes de Sudán Occidental, Costa de Guinea y Congo; el costeño del caribe sobresale por su extroversión, por su alegría y su explosión al hablar y al reír. En el Litoral Pacífi co, además de la trietnia, se con-centra buena parte de la población negra, dado que durante la Colonia se asentó esta comunidad forzada a la explotación del oro y otros minerales; también encontramos los indígenas baudoes, chocoes, noanamaes, embe-raes o cholos, citaraes, catíos y barbacoas, que reemplazaron a los extintas culturas Tumaco y Calima; en las ciudades se observa más la mezcla de estas razas con la blanca española. Regresando a la primera región, la Andina, sus seis núcleos tienen marcadas diferencias. El altiplano de Cundinamarca y Boyacá concentra el mesti-zaje de los españoles castellanos, andaluces y canarios, con los aborígenes muiscas (conocidos por su lengua como chibchas); al concentrarse gran parte de la Colonia española de origen noble, se conformó esta subregión en el centro de desarrollo social, económico y político y con el tiempo se marcaron dos grandes grupos, el culto blanco y poco mezclado y el mestizo-indígena, el primero, de características intelectuales, afables, corteses y de exquisitos modales de sociabilidad, imitando a la sociedad inglesa y a la francesa. La porción indígena es tímida, reservada y tradicionalista, con una profunda fi losofía de la vida. El “paisa” incluye más las tres razas, predomi-nando la blanca, especialmente vascongados, gallegos y asturianos, los cuales se mezclaron poco con los abo-rígenes nutabes, tahamíes y quimbayas, entre otras tribus y concentrando su población negra en el Urabá Antio-queño. El “paisa” tiende a supravalorar sus atributos, es emprendedor, tradicionalista y un poco apegado a la religión y la superstición. El “opita” más mestizo, resultante de la mezcla de los españoles de Extremadura con los indígenas del grupo de los Caribes (pijaos y panches, especialmente), hospitalarios y muy leales, han sabido explotar su folclor alrededor de las fi estas de San Juan y de San Pedro. El grupo caucano al cubrir los departamen-tos del Cauca y Valle del Cauca, tiene regadas sus razas en los indígenas de Tierradentro, paeces y guambianos, la raza blanca castellana de Popayán y parte del Valle, y en la parte costera, la raza negra africana. Este grupo tiene marcadas sus clases sociales y menos acentuada su mezcla de razas, es esencialmente latifundista y orienta sus culturas negras a la explotación minera. En Nariño, predomina la raza indígena, con arraigos en la cultura inca, hoy las comunidades de los pastos, sibundoyes y quillacingas; en las ciudades se concentra la raza blanca; sus pobladores son trabajadores, fi eles, disciplinados y de apego familiar. El santandereano por la accidental geografía que lo rodea, se ha caracterizado como el hombre fornido y agreste y las mujeres por su alta recursivi-dad, se concentraron más en la vida urbana que en la rural. Aunque se aprecia diversidad de ancestros en las regiones colombianas, todas tienen su origen en las culturas de las tres razas mencionadas, propiciando, espe-cialmente desde la infl uencia española y la negra, algunos factores comunes. Esto unido a que con las migracio-nes de habitantes al interior de nuestro país, así como los movimientos e interacción con el exterior en un mundo globalizado, han hecho que la identidad de una expresión folclórica de muchas de nuestras regiones, se integren y hasta se confundan con las de otras regiones y otros lugares del mundo, hasta el punto de hacer difícil diferenciar orígenes, con lo que se logra en algunos casos un folclor de patrimonio universal.