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Comentario Swindoll del Nuevo Testamento Romanos

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CHARLES R. SWINDOLL

N U E V O T E S TA M E N T O

ESTUDIOSPASTORALES

ROMANOS

del

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La misión de Editorial Vida es ser la compañía líder en comunicación cristi ana que sati sfaga las necesidades de las personas, con recursos cuyo contenido glorifi que a Jesucristo y promueva principios bíblicos.

Estudios pastorales del Nuevo Testamento – RomanosEdición en español publicada porEditorial Vida - 2010Miami, Florida

© 2010 Charles R. Swindoll

Originally published in the USA under the ti tle: Swindoll’s New Testament Insights: Romans Copyright © 2009 by Charles R. SwindollPublished by permission of Zondervan, Grand Rapids, Michigan 49530

Traducción: Rojas & Rojas EditoresEdición: Rojas & Rojas EditoresDiseño interior: Words for the World, Inc.Adaptación de cubierta: Good Idea Producti ons, Inc.

RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS. A MENOS QUE SE INDIQUE LO CONTRARIO, EL TEXTO BÍBLICO SE TOMÓ DE LA SANTA BIBLIA NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL. © 1999 POR BÍBLICA INTERNACIONAL (anteriormente: Sociedad Bíblica Internacional).

ISBN: 978-0-8297-5775-0

Categoría: Estudios bíblicos / Nuevo Testamento

IMPRESO EN ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICAPRINTED IN THE UNITED STATES OF AMERICA

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CONTENIDO

Prefacio del autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

Introducción a Romanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

Comentario de Romanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20

Saludo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20

La ira de Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34

La gracia de Dios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72

La fi delidad de Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .118

La majestad de Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .171

La justicia de Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .224

La comunidad de Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .285

Lista de mapas, tablas y cuadros

Mapa del Imperio Romano oriental. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10

Temas principales de Romanos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .12–13

Mapa del territorio transitado por Pablo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14

El evangelio de Cristo y la pax romana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18

Referencias al Antiguo Testamento en Romanos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .25–26

Ruinas de la antigua Corinto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44

Balanza de la justicia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51

Como está escrito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65

Bema en Corinto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78

«En Cristo» en Romanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .135

La tierra prometida en los tiempos del Antiguo Testamento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .184

El remanente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .202

El injerto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .212

Dones espirituales mencionados en las Escrituras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .233

Ubicación de Corinto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .263

Estrategia misionera de Pablo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .294

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PREFACIO DEL AUTOR

Por casi sesenta años he amado la Biblia. Fue ese amor por las Escrituras, combinado con un claro llamamiento al ministerio del evangelio durante mi servicio en la Marina de Guerra, que resultó

en que yo asistiera al Seminario Teológico de Dallas para prepararme para toda una vida de minis-terio. Durante esos cuatro maravillosos años tuve el privilegio de estudiar bajo destacados hombres de Dios, que también amaban la Palabra de Dios. No solo que tenían en alta estima la inerrante Palabra de Dios, sino que la enseñaban meticulosamente, la predicaban con pasión, y la modelaban de manera consistente. Nunca pasó una semana en que yo no diera gracias a Dios por la grandiosa herencia que estaba a mi alcance y de la que podía apropiarme. Estoy para siempre endeudado con esos excelentes teólogos y mentores, que cultivaron en mí una fi rme dedicación a la comprensión, exposición y aplicación de la verdad de Dios.

Por más de cuarenta y cinco años he estado dedicado a hacer exactamente eso; ¡y cómo lo he dis-frutado! Confi eso sin vacilación que soy adicto al examen y proclamación de las Escrituras. Debido a esto, los libros han desempeñado un papel principal en mi vida todo el tiempo que he estado en el ministerio, especialmente los que explican las verdades y mejoran mi comprensión de lo que Dios ha escrito. En todos estos años he acumulado una voluminosa biblioteca personal, la que ha demostrado ser invaluable al tratar de seguir siendo un fi el estudiante de la Biblia. Hasta el fi n de mis días, la meta principal de mi vida es comunicar la Palabra de Dios con precisión, comprensión, claridad y en forma práctica. Sin libros buenos y confi ables a los cuales acudir, ya me hubiera «secado» hace décadas.

Entre mis volúmenes favoritos y bien gastados están los que me han capacitado para captar mejor el sentido del texto bíblico. Como la mayoría de los expositores, estoy siempre buscando herramien-tas literarias que pueda usar para aguzar mis dones y afi lar mis habilidades. Para mí, eso quiere decir buscar recursos que tomen lo complicado y lo hagan sencillo y fácil de entender, que ofrezcan comen-tarios penetrantes e imágenes verbales que me capaciten para ver la pertinencia de la verdad sagrada a la luz de mi mundo del siglo XXI, y que hagan penetrar esas verdades en mi corazón de maneras que no las olvide fácilmente. Cuando encuentro tales libros, acaban en mis manos mientras los devoro y los pongo en mi biblioteca para referencia futura… y, créame, vuelvo a ellos a menudo. Qué alivio es tener estas obras de referencia a las cuales acudir cuando me falta una percepción fresca, o cuando simplemente necesito el relato o la ilustración precisa, o cuando me atasco en el texto enredado y no puedo hallar la salida. Para el expositor serio, una biblioteca es esencial. Como un mentor me dijo una vez: «¿En qué otro lugar puedes hallar 10.000 profesores en la punta de tus dedos?».

En años recientes he descubierto que no hay sufi cientes libros de referencia como los que acabo de describir. Fue ese descubrimiento lo que me impulsó a convertirme en parte de la respuesta en lugar de lamentar el problema. Pero la solución resultaría en una gigantesca empresa. Un proyecto de escribir que cubra todos los libros y cartas del Nuevo Testamento parecía abrumador e intimidante.

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Un destello de alivio vino cuando me di cuenta de que durante los pasados cuarenta y cinco y más años he enseñado y predicado la mayor parte del Nuevo Testamento. En mis archivos había carpetas llenas de notas de esos mensajes que estaban durmiendo allí, en espera de que las sacara de la os-curidad, les diera un toque fresco y pertinente a la luz de las necesidades de hoy, y las aplicara para que encajaran en la vida de hombres y mujeres que anhelan una palabra fresca del Señor. ¡Eso bastó! Empecé a buscar a la mejor editorial para convertir mi sueño en realidad.

Gracias al arduo trabajo de mis agentes literarios, Sealy y Matt Yates, ubiqué una editorial inte-resada en acometer un proyecto de esta extensión. Agradezco a las excelentes personas de Zondervan Publishing House por su respaldo entusiasta para esta aventura de múltiples volúmenes que requerirá más de diez años para completar. Habiendo conocido a muchos de ellos con el correr de los años me-diante otras obras que he escrito, sabía que están capacitados para acometer tal empresa y que serían buenos mayordomos de mi material, y que se mantendrían en su empeño hasta verlo todo impreso. Estoy agradecido por la confi anza y estímulo de Stan Gundry y de Paul Engle, que han seguido siendo leales y cooperadores desde el principio. Es también un placer trabajar con Verlyn Verbrugge; sinceramente aprecio su sazonada sabiduría y su ojo de águila al ayudar.

También ha sido un deleite especial trabajar, de nuevo, con mi amigo de toda la vida y anterior editor, John Sloan. Él ha provisto invaluable consejo como mi editor general. Lo mejor de todo ha sido el entusiasta respaldo de John. También debo expresar mi gratitud a Mark Gaither y a Mike Svigel por sus incansables y dedicados esfuerzos, al servir como mis editores de manos en la masa de todos los días. Ellos han hecho un excelente trabajo conforme recorríamos los versículos y capítulos de los veintisiete libros del Nuevo Testamento. Ha sido un placer ver cómo han tomado mi material original y me han ayudado a ponerlo en un estilo que es fi el al texto de las Escrituras, y al mismo tiempo interesante y creativo, y a la vez permitir que mi voz surja de una forma natural y fácil de leer.

Debo añadir mis palabras sinceras de agradecimiento a las congregaciones en las que he servido en varias partes de Estados Unidos por casi cinco décadas. Ha sido mi buena suerte ser el receptor de su cariño, respaldo, estímulo, paciencia y frecuentes palabras de respaldo al cumplir mi llamamiento de ponerme de pie y presentar el mensaje de Dios año tras año. Las ovejas de esos rebaños se han hecho queridas para este pastor en más maneras de las que podría expresar en palabras… y ninguna más que las que al presente sirvo con deleite en la iglesia Stonebriar Community Church, en Frisco, Texas.

Finalmente, debo agradecer a mi esposa, Cynthia, por su comprensión a mi adicción a estudiar, predicar y escribir. Nunca se ha desalentado porque yo persista en esto. Nunca ha dejado de instarme a que procure hacer lo mejor posible. Por el contrario, su respaldo afectuoso y personal, y su consa-gración a la excelencia al dirigir Insight for Living por más de tres décadas, se han combinado para mantenerme fi el a mi llamamiento «a tiempo y fuera de tiempo». Sin su devoción para mí y aparte de nuestro compañerismo mutuo en toda una vida de ministerio, Estudios pastorales del Nuevo Testa-mento nunca se hubieran emprendido.

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Prefacio del autor 9

Estoy agradecido porque ahora ha llegado a sus manos y a la postre a los anaqueles de su biblio-teca. Mi esperanza y oración continua es que usted halle estos volúmenes útiles en su propio estudio y aplicación personal de la Biblia. Que ellos le ayuden a darse cuenta, como yo lo he hecho en estos muchos años, que la Palabra de Dios es tan eterna como veraz.

La hierba se seca y la fl or se marchita,pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre (Isaías 40:8).

Chuck SwindollFrisco, Texas

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Al volver a Israel después de su tercer viaje misionero, Pablo visitó los líderes de la iglesia en Jerusalén, a fi n de compartir los resultados de su ministerio. Luego, quizá después de una breve visita con sus amigos en Antioquía, Pablo pensaba tomar un barco para Roma, donde lanzaría su misión en la frontera occidental de España. Pero, tal como se le avisaron, fue arrestado (Hechos 20:22–23). Finalmente, viajaría a Roma… en cadenas.

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ROMANOS

Introducción

Retroceda conmigo en el tiempo. Volvamos al invierno del año 57 d.C. Nos encontramos en un estrecho puente de tierra entre la Grecia continental y el Peloponeso, en donde una ciudad

romana lucra de la fortuna de barcos repletos de carga y turistas repletos de dinero. Fuera de la ciu-dad, en la casa de un creyente rico y hospitalario llamado Gayo, dos hombres hablan de un rollo de pergamino. Uno camina de aquí para allá por el cuarto, vertiendo sus pensamientos al otro, que está sentado a una mesa grande, tomando copiosas notas.

El que habla da pasos enérgicos, aunque sus hombros están hundidos y un notorio cojeo le inte-rrumpe el paso. Sus brazos y cara llevan las marcas del viento, el sol, la edad y el maltrato. Sus dedos son nudosos, retorcidos y fi jos en un ángulo nada natural, señal inequívoca de múltiples apedrea-mientos. Uno esperaría que un cuerpo así tuviera un espíritu quebrantado, desmoralizado, pero los ojos revelan algo diferente. Destellan energía y brillan con el optimismo de un adolescente a punto de recibir su licencia de conducir.

La ciudad es Corinto. El que anda es Pablo; su amanuense a la mesa, Tercio. El documento que están preparando con el tiempo llegará a conocerse como la carta del apóstol a la iglesia de Roma, la pieza más signifi cativa de literatura que el Señor jamás le comisionó a su evangelista más prolífi co que escribiera. Poco se daba cuenta Pablo, ni nadie, del impacto que tendría a través de los siglos. Desde Orígenes de Alejandría en el siglo II, hasta Barnhouse de Filadelfi a en el siglo XX, incontables teólogos escribirían innumerables páginas de exposición y meditación del mágnum opus del apóstol. Agustín hallaría en esta carta el almácigo de su fe. Este documento desataría una revolución en el co-razón de Martín Lutero, que volvería a introducir la verdad de justifi cación solo por gracia, solo por la fe, solo en Cristo, una doctrina que estaba casi oscurecida por el dogma de hombres que defendían

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el lucro de un falso evangelio de obras. Encendería la mente de Jonatán Edwards, abrigaría de forma extraña el corazón de Juan Wesley, y atizaría la llama del avivamiento de Jorge Whitefi eld.

«Llamado a ser apóstol, apartado

para anunciar el evangelio de Dios» (1:1).

El viaje de Pablo a este lugar y tiempo había sido accidentado. Aunque nació en el centro cosmopolita de Tarso, maduró a la sombra del gran templo de Jerusalén. Dentro de sus enormes y relucientes pa-redes blancas, aprendió a los pies del famoso rabino Gamaliel (Hechos 22:3). Aunque era ciudadano romano (22:25–28), era primero y principalmente «hijo del pacto». Oyó de los grandes privilegios y responsabilidades que Dios les había dado a sus paisanos. Estudió la ley mosaica y se dedicó a cumplir toda letra de tradición. Se sumergió en los ritos inveterados de los fariseos con una meta singular en mente. Quería llegar a ser como el mismo templo: sagrado, fuerte, sin contaminación, un instrumen-to digno de la justicia de Dios.

En tres viajes misioneros que ocuparon no menos de quince años, Pablo se esforzó para evan-gelizar el imperio al este de Roma, un ministerio increíblemente arduo y peligroso. Sin embargo, cuando la mayoría de las personas se retiraría, Pablo fi jó su visión en la frontera indomada al oeste de Roma: el norte de Italia, el sur de Francia, España y Portugal.

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Pero, como sucede a menudo en la vida de los grandes hombres, la celosa búsqueda de justicia de parte de Pablo tomó un giro inesperado. Mientras se hallaba de camino a Damasco con el propósito de silenciar y perseguir a los cristianos, Jesucristo le salió al encuentro, lo reprendió, lo cambió, y luego lo puso en un curso totalmente nuevo (Hechos 9:3–22). La justicia que codiciaba no se podía hallar en las tradiciones de los fariseos, sino en la fe de la misma gente que quería matar. Ellos le mostrarían gracia sobrenatural a su ex perseguidor, primero recibiéndolo, ¡recibiendo al hombre que retrocedió y contempló el apedreamiento de su querido Esteban! (7:58—8:1), y luego mostrándole la fuente de su bondad. Estaban extendiendo a otro la justicia que habían recibido por gracia y por fe en Jesucristo (9:13–19).

El encuentro de Pablo con el Cristo resucitado lo transformó. Su futuro no estaba en Jerusalén y las obras de la ley, sino entre los gentiles, predicando la gracia y la vida por fe. En lugar de exterminar el cristianismo, se volvería su incansable apóstol, y viajaría unos treinta y dos mil kilómetros entre Jerusalén y Roma proclamando el evangelio donde nunca se hubiera oído. Luego, cerca del fi n de su tercer viaje misionero, y después de lo que muchos considerarían toda una vida de ministerio, el após-tol miró hacia el occidente, hacia el territorio más allá de Roma que desconocía (Romanos 15:24).

«USTEDES MISMOS REBOSAN DE BONDAD, ABUNDAN EN CONOCIMIENTO

Y ESTÁN CAPACITADOS PARA INSTRUIRSE UNOS A OTROS» (15:14).

Pablo había admirado por mucho tiempo la congregación de la capital del imperio. Aunque no había fundado la iglesia de Roma, ni nunca la había visitado, tenía conexiones estrechas con varios miembros destacados (Romanos 16:1–15). Muchos habían sido compañeros suyos en el ministerio, algunos fueron compañeros de prisión en los primeros días de evangelización, y varios fueron fruto de su trabajo en otras regiones. Su obediencia a la Palabra y fi delidad de unos a otros había llegado a ser legendaria entre las demás iglesias (16:19). Esto no debe haber sido fácil, dadas las singulares presiones en Roma.

Durante el reinado del emperador Claudio (41–54 d. C.), el gobierno —normalmente tolerante de otras religiones— empezó a prohibir el proselitismo. Claudio también expulsó de Roma a los judíos (Hechos 18:2), porque los judíos cristianos habían estado evangelizando a sus vecinos. Pero pocos años después Claudio sería envenenado y su heredero adoptivo, Nerón, tomaría su lugar en el trono, lo que les permitió a los judíos y a los cristianos volver. Después de recuperar sus casas y restablecer su distrito, la comunidad judía sin duda presionó a los cristianos para que se mantuvieran sin levantar olas para evitar más problemas. Durante los primeros tres años del reinado de Nerón, todo estuvo en calma. El emperador adolescente estaba demasiado ocupado con amenazas dentro del palacio para notar mucho de lo que pasaba fuera. Fue durante este tiempo que Pablo escribió a sus hermanos y hermanas en la capital. A los pocos meses, sin embargo, Nerón eliminó la fuente del peligro interno envenenando a su madre. Luego dirigió su atención a ganarse el corazón de los ciuda-danos de Roma con grandes festivales y gigantescos espectáculos de gladiadores.

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Al tiempo en que Pablo escribe, la población de Roma excedía el millón de habitantes, casi la mi-tad de los cuales eran esclavos o libertos. Y, al igual que los centros metropolitanos modernos, Roma era un maravilloso lugar para vivir para la élite, pero un desafío para todos los demás. La separación entre ricos y pobres constantemente mantenía a los funcionarios de la ciudad en ascuas puesto que las clases más bajas siempre estaban a punto de amotinarse. La mayoría vivía en medio de una cri-minalidad callejera rampante, en edifi cios escuálidos, multifamiliares, hasta de cinco o seis pisos, sin desagües ni agua disponible más arriba del primer piso.

La gran diferencia entre las pintorescas villas de los privilegiados y los tugurios plagados de delitos que componían la mayor parte de la ciudad dejaban a los residentes librados a sus propios recursos, lo que hacían congregándose por raza. En otras palabras, la Roma del primer siglo no era muy diferente a la ciudad de Nueva York durante los siglos XIX y XX. Los barrios étnicos se convertían en gobier-nos por cuenta propia, y pujaban por dominación mientras mantenían una frágil paz entre ellos para evitar represalias de parte del gobierno (Hechos 18:2).

La vida era difícil para todos, pero ser cristiano en ese ambiente era peor. Para los cristianos tanto judíos como gentiles, el precio del discipulado a menudo signifi caba la pérdida de la familia y el clan, y la seguridad que estos brindaban. Deben haberse sentido como ardillas entre gigantes furiosos, cualquiera de los cuales podía destrozarlos a capricho. Ya en el 64 d.C., sus preocupaciones demostra-ron ser legítimas. Nerón enloqueció. Su persecución contra los cristianos se hizo tan chocantemente brutal que los ciudadanos empezaron a tenerles lástima. Algunos dicen que el delito de los cristianos que los envió a su muerte fue el incendio de Roma, pero de acuerdo al historiador romano Tácito, a los cristianos se les castigó «no tanto por el crimen imputado de incendiar Roma, sino por su odio y enemistad a la raza humana».1

Esta impresión general de los cristianos —aunque injusta y calumniosa— sería un factor fuerte en el consejo práctico del apóstol cerca del fi n de esta carta.

«QUE EL DIOS DE LA ESPERANZA LOS LLENE DE

TODA ALEGRÍA Y PAZ A USTEDES QUE CREEN EN ÉL» (15:13).

Los creyentes de Roma desesperadamente necesitaban estímulo, lo que esta carta divinamente inspi-rada proveyó de tres maneras.

Primero, la carta confi rmaba su comprensión del evangelio y aclaraba lo que podía haber sido confu-so. La persecución combinada con el aislamiento puede hacer que incluso la mente más resistente se desaferrara de la verdad. Es más, el dolor y la reclusión son las herramientas principales que se usan en el cruel arte del control mental. Los prisioneros de guerra informan que después de varias horas de tortura, la mente humana acepta cualquier absurdo como verdad absoluta a fi n de poner punto fi nal al sufrimiento.

Con prolijos detalles y contundente claridad, Pablo explicó la verdad del evangelio. Echó mano de su educación formal y el mejor estilo retórico del día para presentar la verdad de Dios en secuen-cia lógica. Recordó sus años de predicación en las sinagogas y debates en las plazas para responder a

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Introducción 17

toda objeción relevante. Y, por supuesto, el Espíritu Santo inspiró el contenido, supervisó el proceso de redacción, y salvaguardó de error al documento. Los creyentes en Roma recibieron una procla-mación completa, amplia y concisa de la verdad cristiana. El efecto debe haber sido increíblemente aquietante.

Segundo, la carta afi rmaba la autenticidad de su fe y los elogiaba por su obediencia. Las personas que se hallan en un viaje largo y arduo frecuentemente necesitan confi rmación de que se hallan en la ruta correcta y que deben continuar como han estado avanzando; si no, se desaniman y reducen sus esfuerzos o se desvían de la ruta. La iglesia de Roma había sido por mucho tiempo un modelo ejemplar de fe fi rme y comunidad auténtica. Pablo los animó, en efecto: «Sigan haciendo lo que han estado haciendo. ¡Están justo en el blanco!». Todavía más, la congregación de Roma, como toda otra iglesia del primer siglo, era susceptible a las infl uencias de los falsos maestros. Esta carta los equipó para que reconocieran la verdad y no dejaran lugar para la herejía.

Tercero, la carta forja una visión para el futuro y los insta a ser compañeros de Pablo para alcanzar-la. Cuando las iglesias apartan los ojos del horizonte, el resultado inevitable es lo que se ha llamado «mentalidad de supervivencia». En lugar de realizar los planes de Dios para redimir y transformar su creación, se olvidan de su razón de existir, lo que da inicio a un resbalón largo, agonizante, hacia la irrelevancia. Las iglesias irrelevantes se vuelven frenéticas por asuntos inconsecuentes, son quisqui-llosas con su liderazgo, se critican unos a otros, hacen experimentos con estrategias mundanales para el crecimiento, y persiguen vanas fi losofías. Mientras tanto, las comunidades que los rodean oyen muy poco de Cristo, y lo que oyen no es atractivo. Pablo presentó a los creyentes de Roma el reto de una enorme empresa: la evangelización del imperio que acababa de extenderse hacia el oeste. Era un gigantesco territorio mayor que lo que el apóstol había cubierto en tres viajes misioneros, aunque no tan subyugado.

«DE HECHO, EN EL EVANGELIO SE REVELA LA JUSTICIA QUE PROVIENE DE DIOS, LA

CUAL ES POR FE DE PRINCIPIO A FIN» (1:17).

La carta de Pablo a los creyentes de Roma se puede llamar muchas cosas. Sin duda, esta fue su Mág-num Opus. Es la primera teología sistemática de la fe cristiana. Esta carta se podría considerar la cons-titución del creyente; la carta magna cristiana. Incluso podríamos llamarla un manifi esto del nuevo reino, porque no solo declara nuestras creencias esenciales, sino que establece nuestra agenda como discípulos de Cristo. Pero, más que nada, las palabras de Pablo y su amanuense, Tercio, escritas hace veinte siglos, no son ni más ni menos que la Palabra revelada de Dios. Por medio de seres humanos, el creador todopoderoso ha inspirado y revelado un maravilloso plan.

«El plan de salvación» bosquejado en esta carta a los cristianos que vivían en Roma del primer siglo tiene en mente más que el rescate de individuos. El plan de Dios es más que un mero escape del fuego por el cual unos pocos hallan seguridad de las llamas del castigo eterno. Este plan grandioso —del cual todos estamos invitados a ser parte— no es nada menos que el propósito del creador de llevar a su creación de vuelta al dominio divino, limpiar el mal, redimir, retomar y renovar el universo

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de modo que, de nuevo, refl eje su gloria. El plan de salvación son buenas noticias para todo indivi-duo, pero las mejores noticias son el regreso de la justicia de Dios a su lugar legítimo en el mundo. Algún día en el futuro Cristo romperá el velo entre el cielo y la tierra, y la justicia de Dios sacará al

EL EVANGELIO DE CRISTO Y LA PAX ROMANA

Los historiadores llaman a los dos primeros siglos de gobierno romano después del nacimiento de Cristo la pax romana, es decir, la «paz romana». Fue pacífi co porque Roma se concentró menos en la conquista en el extranjero y más en la estabilización de los territorios que ya gobernaba, pero con todo fue una paz brutal. El imperio podía rápidamente movilizar ejércitos numerosos en cualquier parte entre Roma y Persia, y solía responder a la insurrección con crueldad aterradora. Una vez que se había aplastado la revuelta, no era raro que los supervivientes fueran crucifi cados a lo largo de las carreteras que llevaban a la región, como una advertencia a los nuevos colonos. Si bien esta «paz» no fue sin derramamiento de sangre, pavimentó el camino para el ministerio evangelizador de Pablo… literalmente. Para mover rápidamente las tropas y el comercio por su territorio, el gobierno construyó un sistema elabora\do de carreteras pavimentadas con piedra y concreto, y regularmente patrullaba esos caminos para evitar los robos. Esto le dio al apóstol y sus compañeros acceso sin precedentes al mundo que conocían. Aprovecharon al máximo esta oportunidad, dándole la vuelta tres veces al imperio oriental en quince años y acumulando más de treinta y dos mil kilómetros, en su mayor parte por caminos pavimentados por el gobierno o rutas mercantes controladas por el gobierno. Al fi nal, la inmisericorde «paz» de Roma llegó a ser el medio de una misericordiosa «paz con Dios» (5:1) para innumerables gentiles durante la vida de Pablo, y para incontables generaciones posteriores.

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Introducción 19

«príncipe de la potestad del aire» (Efesios 2:2) de su trono usurpado y gobernará de nuevo sobre la creación. Este futuro es inevitable porque el plan de Dios es incontenible.

Mientras tanto, la justicia de Dios vive en el corazón de los que han recibido su gracia por fe en su Hijo, Jesucristo. Por consiguiente, todo individuo que lee la Carta de Pablo a los Romanos debe responder a dos preguntas. Primero, ¿Permitirá que la transformación divina del mundo empiece con usted? Como Pablo explicará, esta no es una invitación para esforzarse más, sino un ruego para someterse a la gracia de Dios antes de que sea demasiado tarde. Segunda, si la justicia de Dios vive en usted ahora, ¿La va a retener oculta? Si le falta conocimiento, siga leyendo. El libro a los Romanos le explicará todo lo que necesita saber. Si le falta valentía, esta exhortación de un intrépido apóstol a una iglesia acosada en la Roma del primer siglo revivirá y vigorizará su confi anza.

Sea cual sea su situación, dondequiera que se halle en su jornada espiritual, estoy convencido de que el tiempo que usted invierta en un estudio cuidadoso de esta carta lo cambiará para siempre. Esto ha sido verdad en las generaciones pasadas, y el poder de la Palabra de Dios no se ha reducido con el tiempo. Conforme usted lee, el Espíritu Santo ha prometido proveerle lo que le falta. Todo lo que necesita es creer en su promesa. Si usted se somete a estas verdades, también descubrirá, como lo hizo Pablo, que «El justo vivirá por la fe» (1:17).

________________________________________________________________________________NOTAS: Introducción

1. Tácito, The Works of Tacitus, 2ª ed., Woodward and Peele, Londres, 1737, 2:698.

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