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 Como una tormenta © Olivia Ardey http://oliviaardey.blogspot.com/ 1 COMO UNA TORMENTA COMO UNA TORMENTA COMO UNA TORMENTA COMO UNA TORMENTA © © © Olivia Ardey Olivia Ardey Olivia Ardey Olivia Ardey Visión de Jeckyll & Hyde  III Jornadas de Novela Romántic a Sevilla 2009

Como Una Tormenta -Jornadas

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Eleonora apretó los labios con rabia y escapó al galope por el senderoflanqueado de cipreses. Imaginaba que su padre, enfrascado en su entrenamiento con laespada, no repararía en su ausencia. Aunque le tenía sin cuidado; ya estabaacostumbrada a sus arranques de cólera.—Sufrid, padre —masculló furiosa—. Tanto como vos me hacéis sufrir a mí.Al pie de la colina, aminoró la marcha con un suave tirón de riendas y volvió elrostro hacia el castillo. Tenía la dolorosa sospecha de que nadie había reparado en suhuída. Tal vez Francesca, su aya. Imaginó su preocupación, sabía que a su regreso larecibiría con una de sus acostumbradas reprimendas por lo que consideraba travesurasde una chiquilla díscola.

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    COMO UNA TORMENTACOMO UNA TORMENTACOMO UNA TORMENTACOMO UNA TORMENTA

    Olivia ArdeyOlivia ArdeyOlivia ArdeyOlivia Ardey

    Visin de Jeckyll & Hyde III Jornadas de Novela Romntica Sevilla 2009

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    Campos de Siena, 1.436

    Eleonora apret los labios con rabia y escap al galope por el sendero flanqueado de cipreses. Imaginaba que su padre, enfrascado en su entrenamiento con la espada, no reparara en su ausencia. Aunque le tena sin cuidado; ya estaba acostumbrada a sus arranques de clera.

    Sufrid, padre mascull furiosa. Tanto como vos me hacis sufrir a m. Al pie de la colina, aminor la marcha con un suave tirn de riendas y volvi el

    rostro hacia el castillo. Tena la dolorosa sospecha de que nadie haba reparado en su huda. Tal vez Francesca, su aya. Imagin su preocupacin, saba que a su regreso la recibira con una de sus acostumbradas reprimendas por lo que consideraba travesuras de una chiquilla dscola.

    Pero ya no era una nia. Durante los ocho aos que su padre la haba mantenido relegada en la Abada de San Girolamo, se haba convertido en una mujer adulta; ms que eso, a sus diecinueve aos se acercaba a la peligrosa edad en que una dama de la nobleza pierde la esperanza de contraer nupcias en condiciones. Mejor as. Para nada necesitaba a un hombre, esos seres crueles y dominantes de los que una mujer no poda esperar otra cosa que sufrimiento y desengaos. Por ese motivo acababa de discutir con su padre, como siempre.

    Golpe los flancos de la yegua y al llegar a los llanos contempl con orgullo las posesiones de los Mangiaterra. Algn da seran suyas. Era tiempo de cosecha y la tierra arda con el bullicioso trasiego de yuntas de bueyes acarreando cargas de paja y mujeres con cestas al brazo. Los labradores, en cuadrillas, se afanaban con la espalda inclinada sobre las espigas a golpe de hoz. Eleonora alz la vista al cielo y se dej acariciar por la brisa dispuesta a disfrutar de su escasa racin de libertad.

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    El trote de unos cascos a lo lejos la hizo bajar de la nube y con el estmago encogido vir la cabeza. Respir tranquila al comprobar que se acercaba un nico jinete. De haber sido descubierta, su padre habra enviado en su busca al menos a media docena de sus hombres de armas para devolverla escoltada a la fortaleza.

    Sigui al trote por el sendero durante un breve trecho y, con precaucin, se hizo a un lado para dejar paso. Pero cuando el jinete cruz su caballo ante ella, se vio obligada a frenar en seco.

    l sonri con indolencia al ver que Eleonora lo asaeteaba con una mirada furiosa. Lejos de mostrarse turbada, mantuvo la cabeza bien alta mientras aqul desconocido deslizaba la mirada sobre ella. Con descarada lentitud realiz la recorri desde el cabello hasta los pies, como si pretendiera memorizarla sin perder detalle. No lo habra admitido jams, pero saberse observada con tanto inters la hizo sentirse muy halagada.

    Bonita yegua dijo l por fin mirndola a los ojos. Ella abri la boca para replicar, pero la sorpresa la hizo enmudecer. Se qued

    mirndolo con los ojos muy abiertos y, cuando lo vio rer entre dientes, se le fueron entornando hasta convertirse en dos fisuras de color verde. l acerc su caballo, la acarici con el dedo ndice bajo la barbilla y de golpe se la alz para cerrarle la boca. Aquello acab por sacarla de quicio. Lo apart de un manotazo; el jinete alz la mano e inclin la cabeza en seal de rendicin.

    Una mujer no debe andar sola por los caminos. No os han advertido que puede ser peligroso?

    No necesito escolta para recorrer las tierras de mi padre respondi con una mirada altanera. Si alguien osase ponerme un solo dedo encima sera hombre muerto.

    Acabo de hacerlo y sigo vivo asegur divertido. De momento.

    Su sonrisa burlona consigui enfurecerla. Intent escapar y antes de darse cuenta una mano enorme le arrebat riendas obligndola a parar de nuevo. Forceje con l, pero sus brazos parecan de granito. Agarrada a sus muecas alz el rostro jadeando; pero se qued muy quieta, como poseda como por un extrao encantamiento. Jams haba visto en un hombre de cabellos oscuros unos ojos tan claros.

    Hagamos un trato dijo l rompiendo la magia. Si me lo permits, sera un honor escoltaros de regreso.

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    No pienso volver ahora replic mirndolo de reojo; l alz las cejas al verla tan decidida. Me dirijo a Pianella; hoy es da de mercado.

    El pueblo, cercano a la fortaleza, perteneca como otros muchos del feudo, a los Mangiaterra.

    Solis salir de compras sin dama de compaa ni hombres a caballo? No es buena idea.

    Eleonora reflexion; llevada por un arrebato haba cometido una imprudencia. En eso tena razn. No, no lo era.

    No os esperan? pregunt curiosa; l neg con la cabeza. En ese caso, no tengo inconveniente en que continuis a mi lado durante el resto del camino.

    Y alzando la barbilla con arrogancia puso la yegua al paso; l gir grupa y durante un trecho cabalg a su lado en silencio. Eleonora lo miraba por el rabillo del ojo de tanto en tanto. Era un hombre muy apuesto, y por las ropas no pareca campesino ni siervo. Qu idea tan tonta. Estaba claro que era hombre de armas, de lo contrario no montara un destrier de guerra. Adems, en la refriega pudo comprobar que luca algunas cicatrices en los antebrazos; eso confirm sus sospechas.

    No os echar de menos vuestro seor? pregunt mirndolo brevemente. No creo.

    Vaya, era hombre de pocas palabras. La parquedad de la respuesta no hizo sino acrecentar su curiosidad.

    Por el acento se nota que sois extranjero dej caer. De aqu y de all ella gir el rostro curiosa, pero l continu con la vista al

    frente. Durante aos he recorrido la pennsula batalla tras batalla; debo haber adoptado sin darme cuenta el habla de esos lugares.

    Hablis muchas lenguas? pregunt; estaba en lo cierto: se trataba de un soldado.

    Todas y ninguna concluy. Y vos, vais a contarme el motivo de vuestra huda?

    Qu os dice que huyo? Estoy en mis tierras l ladeo la cabeza y ella se sonroj al verse descubierta. De mi padre confes de mala gana; es un hombre despiadado y cruel. Me odia. Aprovecha cualquier ocasin para mortificarme; mi nico deseo es permanecer tan lejos como pueda de l. Por cierto, ni siquiera s quin sois. Cmo debo llamaros?

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    Llamadme Bastian ella lo mir con extraeza; lo usual en aquellas tierras era llamarse Bastiano. Sonaba a nombre de tierras lejanas. Slo otra mujer me llama as; una hermosa normanda de cabello como el trigo y ojos claros.

    No imaginaba que erais un hombre casado. Y no lo soy.

    Se qued perpleja; cmo tena la desfachatez de hablarle de sus conquistas? Y vos? pregunt Bastian sin mirarla.

    Quin necesita un marido? espet con los dientes apretados. Yo no, desde luego dijo encogindose de hombros; Eleonora gir el rostro

    para disimular la risa. Os recuerdo que an no me habis dicho vuestro nombre. Eleonora dijo mirndolo sin pestaear. Pues debemos darnos prisa, Eleonora asegur. Si continuamos a este

    ritmo os perderis el mercado. Puedo continuar sola, conozco bien el camino. No es necesario que hagis

    enfadar a la normanda aadi en tono sibilino. Bastian acerc mucho la montura a la suya, se inclin sobre Eleonora y la bes

    en la boca. La normanda es mi madre anunci con una sonrisa lenta. Aturdida por su atrevimiento, Eleonora se qued contemplndolo con la boca

    abierta mientras l se alejaba al galope. Cuando fue capaz de reaccionar, azuz a la yegua y sali tras l. Sin saber porqu, ms que el beso, sus ltimas palabras le acababan de alegrar la tarde.

    *****

    En cuanto llegaron al pueblo, se vieron inmersos en el ambiente bullicioso de los das feriados. Desmontaron y ataron los caballos frente a una hospedera; Bastian entreg unas monedas al mozo de cuadras y ofreci la mano a Eleonora.

    Aqu no nos conocen aleg al verla reticente, y con esas ropas dudo que nadie sospeche que eres una dama.

    Eleonora se estir el vestido, con las prisas haba salido del castillo con un atuendo de diario. Mejor as; de incgnito se senta mucho ms tranquila. Una noble soltera con la nica compaa de un hombre de armas habra levantado sospechas.

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    Tampoco l luca ropas lujosas, tan solo un jubn de lino ceido por un cinto de cuero sobre las calzas y las botas.

    Pero al recordar sus palabras, se puso frente a l con los brazos en jarras. Elegante o vestida con modestia, no dejaba de ser una signora y l un simple soldado. A Bastian no le cost adivinar su pensamiento.

    No esperars que te trate de vos ahora que ya te he besado. No creas que un beso te da ningn derecho sobre m l ri por lo bajo; se

    finga muy digna pero sin darse cuenta le estaba tuteando. No eres el primero. l la oblig a frenar en seco. Ah no? pregunt con una mirada peligrosa. No confirm sin mirarlo tirando de su mano. Como mi padre no me

    soporta a su lado, me mand confinar durante ocho aos en una abada con la excusa de que deba recibir la formacin propia de una dama de mi condicin lo mir de reojo. Pero, a pesar de mi encierro, s lo que es el mundo.

    Bastian decidi no ahondar en ello y durante un buen rato la acompa de la mano en su periplo por los tenderetes. Eleonora se entusiasmaba con cada nuevo descubrimiento. Disfrut del acre olor de las tinajas de salmuera y los pescados en salazn, del delicioso aroma a hierbas silvestres que despedan las artesas rebosantes de olivas en alio. En algunos puestos se amontonaban hogazas de centeno y trigo candeal.

    Lo que ms despert su curiosidad fueron los aromticos sacos de especias de mil colores tradas de oriente.

    Cul es tu preferida? pregunt. La canela ella alz el rostro con curiosidad. Tiene el color de tus

    cabellos. An no has dicho nada de mis ojos susurr notando como se le aceleraba el

    corazn.

    Tus ojos son. fingi un semblante pensativo como las olivas. Ella le dio un codazo y l la atrajo para besarla en el pelo. Eleonora saba muy

    bien que su comportamiento era inadecuado, no deba permitirle de ningn modo tomarse esas libertades. Pero aqul soldado, con sus bromas y su ternura la haca sentir dichosa y apreciada.

    Cuando llegaron a la zona donde los aldeanos ponan a la venta sus hortalizas, quesos y frutas de estacin, se inquiet.

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    Por aqu no rog en voz baja. Bastian comprendi al instante y la alej de all; al no tratarse de buhoneros

    ambulantes caba la posibilidad de que alguien la reconociera. Por el camino tuvieron que esquivar a una zngara empeada en vaticinar su futuro, a un par de frailes mendicantes, incluso a un grupo de saltimbanquis con los que casi se dan de bruces en plena acrobacia.

    Se detuvieron frente a una especie de tahona y Bastian pidi una jarra de cerveza. Ella rehus, pero sucumbi a la tentacin de probar una hojuela baada en miel y agua de azahar. l la llev a un rincn apartado; dio un trago a su jarra y le ofreci a ella. Eleonora la sostuvo colocando su mano sobre la de Bastian. Bebi sin dejar de mirarlo a los ojos y aqul trago en una jarra compartida se convirti en un acto cargado de intimidad. Retir los labios con lentitud y sin darle ms importancia se centr en devorar el dulce. l se dedic a contemplarla en silencio.

    No te apetece probar? pregunt ella alzando la hojuela. Bastian le baj el brazo con suavidad, se inclin sobre su boca y con la lengua

    sabore sus labios pegajosos. Exquisita susurr sin dejar de mirarla. Eleonora baj la vista con la respiracin agitada y l le tom la barbilla para

    alzarle el rostro.

    Cre que eras una experta en besos? ella disimul una sonrisa vergonzosa. Aunque no entiendo cmo, si has estado tantos aos entre monjas.

    Fue antes de eso asegur alzando la barbilla con arrogancia. Yo era muy joven, pero l era mayor que yo. Y no me dio uno ni dos, fueron muchos besos.

    Cuantos aos tena el afortunado? pregunt con una mirada centelleante. Siete. Hizo un esfuerzo sobrehumano por permanecer impvido; lo ltimo que deseaba

    era herirla burlndose de su inocencia. Pero cuando ella comenz a rer con malicia, la atrajo hacia l y estall en carcajadas. Aquella brujilla de ojos verdes le estaba tomando el pelo.

    Ella alz el rostro para mirarlo de frente; Bastian le dibuj la lnea del mentn con un dedo y la estrech entre sus brazos para descubrirle por primera vez en qu consista el arte de besar. Durante largo rato permanecieron abrazados disfrutando del sabor del otro, del placer de ser devorado y devorar.

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    Fue l quien tom la decisin de retirarse; Eleonora reclin la frente sobre sus labios con los ojos cerrados.

    Aqul enamorado precoz no te besaba as murmur Ella, an temblorosa, neg en silencio. Por fin abri los ojos, mir al cielo y, tal

    como imaginaba, se vio embargada por un enorme pesar. Hora de regresar al castillo anunci muy seria. Debo estar de vuelta antes

    de la puesta de sol. Bastian acept su decisin y de la mano, la llev hasta la hostera. La ayud a

    montar y cuando tena el pie en el estribo, Eleonora decidi por los dos. Es mejor que nos despidamos aqu, regresar sola. De ninguna manera advirti tajante acomodndose a lomos de su caballo;

    y ms vale que te hagas a la idea porque pienso escoltarte de regreso. Eleonora emprendi la marcha y durante el camino ninguno de los dos se atrevi

    a pronunciar palabra. Casi a mitad del trayecto, Eleonora tir de las riendas y cruz la yegua en mitad del sendero.

    Ya se divisa el castillo, es hora de despedirnos anunci con pesar. Si te vieran los hombres de mi padre, acabaran contigo.

    Bastian la agarr por la nuca para apoderarse de su boca con deseo contenido; ella le respondi con idntica entrega aferrada a su cuello. Pero cuando l la solt, Eleonora se enderez en la silla con actitud sensata.

    Se acab el juego. Promteme que no volvers a hacer esto. No hago promesas que no estoy dispuesto a cumplir advirti. Bastian, mis besos pertenecen a otro hombre anunci con un hilo de voz. Dime quin es y lo matar exigi con un brillo intenso en la mirada. No, no lo hars Eleonora cabece con infinita tristeza, porque voy a

    casarme con l.

    Sus palabras parecieron retumbar en el aire como el cielo que anuncia tormenta. No pareces muy dichosa coment con frialdad. He tratado de oponerme aadi encogindose de hombros. Mi padre

    concert ese matrimonio cuando yo tena once aos; pero ya he cumplido diecinueve y mi futuro esposo no desea esperar ms. Ese es el motivo por el que hemos discutido mi padre y yo, aunque por mucho que proteste no me queda otra alternativa que doblegarme y aceptar su decisin.

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    Durante unos segundos la estudi con el rostro impasible y por fin le tom la mano.

    Entiendo, es una cuestin de fidelidad y honor no es as? Eleonora asinti con dignidad; l se acerc su mano a los labios y, sin dejar de

    mirarla a los ojos, uno tras otro le bes los nudillos. Me alegro de haberte conocido, Bastian trat de esbozar una sonrisa. No

    lo creers, pero me has regalado el da ms feliz de mi vida. Hasta siempre, porque no creo que volvamos a vernos.

    l tir de las riendas obligando al caballo a girar grupa. No ests tan segura fue lo ltimo que dijo antes de alejarse al galope.

    *****

    Casi a las puertas del castillo Eleonora aguz la vista para comprobar que la ventana de ojiva de la Torre del Homenaje permaneca vaca; como de costumbre, nadie la esperaba.

    Tras franquear la fortaleza, se dirigi a las caballerizas y una vez all dej la yegua en manos de un mozo de cuadras. An se hallaba recolocndose los pliegues del vestido, cuando observ con fastidio que Francesca la esperaba con los brazos en jarras, a los pies de la escalera adosada al muro de la torre. Avanz hacia ella con fingida calma, pero de reojo pudo constatar que su aya golpeteaba el suelo con la punta del pie derecho, como sola hacer cuando estaba muy enfadada.

    Dnde te habas metido, insensata? le espeto sin darle tiempo ni a llegar a su altura.

    Eleonora ahog un suspiro de satisfaccin, porque el reproche le llen el corazn de ternura. Francesca era la nica persona que la trataba con tanta familiaridad como lo hara una madre, no en vano se haba encargado de su crianza. Haba ms cario en cualquiera de las regainas del aya que en miles de palabras amables dichas por otros; porque an con su tono inflexible, reflejaban una preocupacin sincera.

    Eleonora como toda respuesta se acerc a ella y la bes en la mejilla, pero Francesca no se dej amilanar por sus arrumacos.

    Mi seor ha preguntado ya dos veces por ti le reproch bajando la voz.; ella se encogi de hombros. Ve a mostrarle tus respetos, lo encontrars en la tapia norte.

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    Sorteando a los hombres de armas y palafreneros que ocupaban el patio, fue en busca de su padre. La llamada tapia, en realidad era un recio muro de sillar formado por el ngulo de dos de los cuerpos que conformaban la edificacin. Esa zona, por recaer a la umbra, era la preferida para el juego de pelota en los das calurosos, como aqul mircoles de finales de julio.

    Mucho antes de llegar, pudo distinguir las voces y jadeos con que acompaaban los jugadores cada brazada. Eleonora no tena intencin de interrumpir la partida, por ello permaneci observando a cierta distancia. Galeazzo, el maestro de armas, dej escapar la pelota al reparar en su presencia. El juego se detuvo y su padre, gir contrariado por la interrupcin. Al comprobar que se trataba de Eleonora, la expresin de su rostro se torn severa y con paso firme se plant frente a ella.

    No quiero or una sola palabra, as que ahrrate los embustes que tenas preparados Eleonora, en silencio, apret los puos hasta clavarse las uas. Tu lugar est aqu y eso es algo que pareces no entender; he invertido una fortuna en aos de educacin que no han servido de nada. Desde el da que llegaste no has hecho ms que darme problemas con tu actitud dscola y caprichosa.

    No vais a preguntar?

    Silencio! bram con una mirada encendida. Te niegas a asumir el papel que te corresponde como seora del castillo e incumples tus deberes como administradora de la casa. Me avergenza pensar que tu conducta llegue a odos de tu futuro esposo.

    Eleonora, lejos de amedrentarse, desafi a su padre con una mirada altiva y sinti una secreta satisfaccin al comprobar que con ello aumentaba su clera.

    Llevadla arriba orden con una sea. Un par de hombres se acercaron a ella, pero Eleonora los fren con la mano. No es necesario que me lleven a rastras como a una presa mascull mirando

    a su padre con odio. Gicomo Mangiaterra dio un paso adelante con actitud fiera y los hombres al

    instante la sujetaron por los brazos. Eleonora breg intilmente; slo la soltaron cuando su seor lo indic con la mirada, pero permanecieron a su lado como dos guardianes.

    Aguardars la llegada de tu futuro esposo confinada en tus aposentos. Y ahora, fuera de mi vista concluy dndole la espalda.

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    No me perdonis que siga viva verdad? grit con rabia; su padre tens la espalda frenando en seco. Siempre habis lamentado que no pereciera ahogada en su lugar, por eso me odiis.

    l gir lentamente y a Eleonora se le eriz el vello al ver tanta tristeza en sus ojos; pero continu con sus palabras crueles, sabiendo que le hacan dao.

    La muerte os rodea, padre continu. Sanguinario en el campo de batalla y desalmado con vuestra propia sangre. Tal vez la muerte de mi madre y mi hermano es el castigo que merecis por tanta barbarie.

    Lengua de vbora! mascull. No te atrevas a nombrarlos. Con un ademn dio orden a los dos soldados y estos tomaron a Eleonora por

    ambos brazos, ella se zaf de ambos mientras le sostena la mirada y, dndole la espalda, se encamin hacia el castillo con dignidad.

    Una vez en sus aposentos, no permiti que la asistieran ni su aya y ni las doncellas. Se lanz de bruces sobre la cama y llor durante horas.

    Y se pregunt, como tantas veces, por qu aquella condenada maana no perdi la vida junto a su madre y su hermano.

    *****

    Al amanecer, Francesca entr en la estancia y, tras dejar la bandeja sobre el arcn, se sent al borde del lecho.

    Eleonora la llam en voz baja, zarandendola con cario. Ella se enderez frotndose los ojos, mientras Francesca colocaba el desayuno

    ante ella.

    Es hora de que comas algo convino en tono que no admita discusin. No puedo permitir que pierdas peso justo ahora.

    Eleonora mordisque un pedazo de pan especiado y queso con tan pocas ganas que Francesca frunci el ceo.

    Pretendes que Guido di Salvani se disguste al comprobar que su futura esposa tiene menos carne que una avutarda? dijo colocndole la melena oscura detrs de los hombros.

    Si supiera que esa es la manera de hacerlo desistir, te juro que dejara ahora mismo de comer hasta el da en que ponga los pies por aqu.

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    Francesca la mir de reojo satisfecha, dado que conoca lo suficiente a Eleonora para saber que sus amenazas no eran ms que palabras al viento. Era una joven con buen apetito y magnfica salud; quiz no cea a los cnones a la moda que alababan la palidez y las formas delicadas. Puede que demasiado alta, pero con sus curvas y cintura estrecha se ajustaba a la perfeccin a los gustos masculinos.

    No sabes lo que dices reproch Francesca con los brazos en jarras. Tu padre convino esa unin con muy buen criterio.

    Su criterio puntualiz Eleonora entornando los ojos. Qu hay de mi opinin? Mis sentimientos no cuentan para nada? No conozco a ese tal Salvani, quin sabe cuantas humillaciones habr de esperar de l el resto de mi vida.

    Eres injusta al juzgarle sin conocerle advirti el aya cabeceando ante su terquedad.

    Injusta? gir el rostro furiosa. Mi padre me odia y no hace ningn esfuerzo en ocultarlo. Por qu si no eligi para m al hijo de un armador y no a un noble? Para l no soy ms que una mercanca ms con la que comerciar.

    Sus razones tendr zanj con tono severo. Le debes obediencia y lealtad. Eleonora baj la vista, demasiado bien lo saba. A partir de ahora ve hacindote a la idea continu Francesca con su

    reprimenda. Tu deber ser honrar a tu esposo, mostrarle respeto y administrar su casa. Y darle hijos, no lo olvides; un hombre sin hijos es tan triste como tierra balda.

    Recalc sus ltimas palabras mirndola a los ojos, pero baj la vista al adivinar que con ello haba hurgado en una herida no cicatrizada. No pretenda hacer dao a Eleonora, la quera como a una hija; y estaba segura que su comentario la haba lastimado.

    En cuanto Francesca retir la bandeja, Eleonora se puso en pie y se acerc a la ventana. Alz el lienzo y se deleit con la soberbia contemplacin de las tierras que quedaban al sur del feudo. Los viedos se extendan por las lomas como un manto infinito; unas vias de las que se obtena el preciado chianti que Giacomo Mangiaterra exportaba por tierra y mar. Y a lo lejos, como esperaba, distingui a su padre. Cabizbajo, se diriga a lomos de un palafrn hacia el convento que formaba parte del feudo. E imagin que durante las siguientes horas se sentara en la soledad de la capilla para contemplar en silencio los dos sepulcros.

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    Dej caer el lienzo con tristeza; su padre la detestaba. Prefera la compaa de dos difuntos antes que la de su propia hija. Pero era ella la que estaba viva, a su lado y sola. Tanto como l. Cerr los ojos en un intento por contener las lgrimas, porque estaba segura de que su padre no albergaba ni una pizca de amor hacia ella. Era un hombre sin corazn. Lo perdi trece aos atrs y desde entonces yaca sepultado junto a su amada esposa y el hijo que jams vera convertido en un hombre.

    *****

    Conseguirs volverme loca murmur Francesca.

    Su aya continu cepillndole el cabello sin dejar de rezongar. Eleonora le acarici los dedos sujetndolos contra su propia mejilla, pero ella la retir y la oblig con ambas manos a enderezar la cabeza.

    Basta advirti frunciendo la boca; pese al enfado, se esmeraba en sujetarle la melena con una fbula de plata. No creas que vas a convencerme con tus zalameras.

    Eleonora mir de reojo a la doncella que le ajustaba el vestido a la espalda. Se enderez para facilitarle la labor y cuando la muchacha hubo anudado los cordones la hizo salir de la estancia. No dudaba de su discrecin, pero algunos asuntos slo se los confiaba a su aya.

    No le dirs nada a mi padre verdad?. Francesca la mir de soslayo con cara de enojo y Eleonora le estamp un beso

    en la mejilla. Su silencio equivala a un s. La mujer protest dando unos manotazos al aire y la oblig a girar en redondo para comprobar el resultado. La joven se alz las faldas emulando un par de pasos de baile y Francesca suspir complacida. Desaprobaba las diabluras de su pequea, pero ya que no poda evitarlas, se encargaba de que al menos se mostrase en pblico con la apariencia de una signora. Eso s, sin excederse. Tampoco pretenda que llamase demasiado la atencin por su aspecto; su principal preocupacin era que atrajese miradas masculinas, aunque una joven tan bella era imposible que pasara desapercibida.

    Juntas corrieron escaleras abajo y, tras mirar a un lado y a otro, Francesca indic con un gesto que haba va libre. Eleonora se despidi con un beso al aire y se alej a paso veloz camino de las caballerizas. Francesca rog que aquellas aventuras no

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    acabaran en un disgusto. Por suerte, Guido di Salvani llegara al castillo en un mes. Una vez desposada, acabaran las escapadas, las rias, los secretos y todas sus preocupaciones.

    A la grupa de su yegua preferida, Eleonora descendi la loma al galope, pero una vez en el llano, tir de las riendas para continuar al trote hasta Pianella. Su intencin era conocer la vida fuera de los muros del castillo, ya estaba harta de pasar das y das entre siervos y hombres de armas. Con suerte, tal vez se topase con buhoneros o juglares. Tena que aprovechar cada minuto antes de la llegada de su futuro esposo. Sospechaba que una vez celebrados los esponsales su vida iba a convertirse en un encierro eterno.

    A menos de media legua del pueblo, el camino empez a poblarse de caballeras, carros tirados por bueyes y gentes a pie que se dirigan hacia Siena. A Eleonora le extra tanta algaraba; los caminantes apretaban el paso entre voces y risas, deseosos por presenciar el Palio.

    No poda creerlo, era da de carrera y ella ni sin enterarse. No era de extraar, en el castillo se viva de espaldas a cualquier tipo de diversin; salvo cuando era imprescindible agasajar a los huspedes.

    El Palio. Por qu no? Jams haba presenciado aquellas carreras tan afamadas y se mora de ganas. Tom una decisin. Siena distaba al menos quince leguas; tardara ms de lo previsto, pero por disfrutar del espectculo mereca la pena el castigo que la esperaba a su regreso.

    Azuz a la yegua con energa y cabalg al galope con tanto entusiasmo que no lleg a reparar en los dos jinetes que la escoltaban a cierta distancia desde que su partida de la fortaleza.

    *****

    Ya en Siena, no le cost encontrar una cuadra. Sac unas monedas de su faltriquera y tras entregrselas a un caballerizo, dej a la yegua a su cuidado. Eran tantas las caballeras que a duras penas podan acomodarlas frente a los pesebres, muchas de ellas se removan inquietas en el exterior, mientras los mozos las abrevaban por turnos.

    Eleonora parti calle arriba mezclada entre la multitud que se afanaba por conseguir un buen puesto para presenciar la carrera. A mitad del camino se detuvo bajo el toldo de un orfebre, era ms de medioda y el sol caa a plomo. Mientras contemplaba

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    la destreza con que el artesano engarzaba amatistas en un prendedor, se retir la melena a un lado para recibir el frescor de la brisa.

    Pero lo que sinti fue el clido contacto de unos labios que se detuvieron en la suave piel de su nuca. Aqul beso por sorpresa le provoc un escalofro que la recorri de la cabeza a los pies y a la vez la aterroriz. Jams se haba sentido tan indefensa. Gir la cabeza asustada, pero el corazn le dio un vuelco al descubrir tras ella a Bastian. Durante unos segundos estudi fascinada aquellos ojos tan claros, hasta que l consigui enfurecerla con una sonrisa arrogante.

    De nuevo has conseguido escapar, diablillo? pregunt ensortijando en el dedo un mechn de su melena.

    Diablillo? T s eres el mismo diablo le espet con ojos entornados. Me diste tu palabra de que se acab el juego de los besos.

    No te la di. Su semblante jocoso acab con la paciencia de Eleonora. Le dio la espalda y se

    alej a paso rpido con la espalda muy erguida. El se ech a rer y la alcanz en dos zancadas. Continuaron calle adelante uno junto al otro. Eleonora fingi ignorar la presencia de Bastian, aunque le lanzaba alguna que otra mirada furtiva.

    No me sigas l la mir alzando una ceja y continu a su lado sin hacerle ningn caso. Eres un hombre peligroso, Bastian. No creo que me convenga tu compaa.

    l la agarr por un brazo y oblig a detenerse. Qu hombre no es peligroso? pregunt con una mirada de advertencia.

    Da gracias por haberte topado conmigo. Otro no se habra conformado con una caricia inocente: habra exigido ms. Ya te advert del peligro que corres sin escolta.

    Ella baj la vista, no le haca ninguna gracia reconocerlo, pero tena toda la razn.

    En ese caso reconoci alzando el rostro con timidez, me temo que de nuevo estoy en deuda contigo.

    Un beso y considerar saldada la deuda. Eso no! Ya te advert Eleonora tuvo que cerrar los ojos al recordar lo cerca que estaba de convertirse

    en una mujer casada. Y adems con un desconocido al que detestaba. Bastian pareci adivinar sus pensamientos y le acarici la mejilla con ternura.

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    No hay nada de malo en ello dijo bajando la voz; Eleonora suspir con tristeza nada convencida. Hagamos una cosa, durante unas horas te convertirs en otra persona. Una dama libre, sin compromisos ni ataduras ella, preocupada, baj la vista; l insisti guindole un ojo. Que los dados decidan.

    Con aqul juego consigui arrancarle una sonrisa; ella accedi con un elegante movimiento de cabeza y Bastian sac un par de dados de la bolsa que llevaba al cinto. Se los tendi y extendi la mano para que ella los dejara caer en su palma.

    Cuatro sentenci l, es mi turno.

    Lanz los dados: un tres. Tres, segunda tirada los lanz sin darle tiempo a reaccionar. Seis ms los

    tres de antes, nueve. La victoria es ma. La atrajo por la cintura y la bes en los labios con una delicadeza exquisita.

    Cuando se separ de ella, Eleonora an permaneca con los ojos cerrados; Bastian no quiso resistirse a la tentacin y la bes de nuevo. Esta vez ella se aferr a su cintura como si temiera que fuera a escapar, pero l la oblig a separarse tomndola por los hombros. Eleonora abri los ojos contrariada, aunque muy a su pesar hubo de reconocer para s que l mostraba ms sensatez que ella al guardar las distancias.

    Al llegar al primer cruce, un montn de gente se arremolinaba alrededor de un par de juglares. Bastian hizo una reverencia teatral y le alz la mano.

    Aqu no podemos bailar protest azorada. Por qu no? Todos lo hacen. Improvisaron unos cuantos pasos de baile muy elegantes, nada parecidos a los de

    las parejas que giraban a su alrededor. Eleonora se ech a rer y l, al verla tan feliz se contagi de su risa. Sin soltarle la mano, tir de ella con energa.

    Vamos, el Palio no tardar en comenzar. Con la cabeza seal la comitiva que ya se vea calle arriba. Hombres a caballo

    y vecinos acompaaban con gritos de jbilo al jinete. Para un siens, su barrio era su propia patria; por ello si su caballo se alzaba con el palio de ganador, lo consideraban su propia victoria. El animal vesta una montura larga con los colores de su contrada, pero iba montado a pelo, tal como establecan las normas de la carrera.

    Con cuidado de no perderla de vista, Bastian entrelaz los dedos con los de ella y la gui entre la multitud. Desech la idea de acomodarse en un cadafalco y opt por llevar a Eleonora hasta en el centro de la plaza, en medio de la empalizada que haban

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    colocado para evitar que el pblico irrumpiese en el camino por el que discurrira la carrera. Mezclados entre la muchedumbre sera difcil que alguien la reconociera.

    Pronto sonaron las fanfarrias, los estandartes de las contradas se alzaron ante el palco de los miembros del Consejo de la Ciudad. Al llegar a la Costarella dei Barbieri, los caballos se colocaron en el orden que les haba sido asignado por sorteo.

    Dios mo! exclam Eleonora sin perder detalle; es todo tan emocionante.

    Bastian emiti una risa grave que a ella le aceler la respiracin. Sus ojos azules la estudiaron durante largo rato mientras enredaba los dedos en su pelo.

    Tanto tiempo encerrada dijo en voz baja. Todo es nuevo para ti verdad? Ella sonri avergonzada y de nuevo volvi la vista a los caballos que pifiaban

    cada vez ms inquietos. El jinete ganador debe sentirse como un verdadero hroe asegur fascinada. Supongo se encogi de hombros; pero no es l el ganador Eleonora lo

    mir sorprendida; l le dio un golpecito en la punta de la nariz. Se concede el palio al caballo que llegue primero, con o sin hombre a lomos. El nico requisito es que conserve el la frente la escarapela con los colores de su contrada.

    Entonces es el caballo el que se lleva los honores y la gloria? Por supuesto, esta es una carrera de caballos, no de hombres. El Mossiere desenganch el canape y se inici una carrera frentica alrededor de

    la empalizada. La multitud gritaba el nombre de las contradas. Eleonora trat de seguir la carrera ponindose de puntillas, Bastian le rode la cintura por detrs y ella se aferr con fuerza a sus manos.

    l, con un solo movimiento, la hizo girar entre sus brazos y la peg a su pecho. Eleonora alz el rostro, fascinada por el brillo de deseo que descubri en sus pupilas y cuando baj la cabeza buscando sus labios, sin dudarlo, fue a su encuentro. Slo poda pensar en la caricia ardiente de su boca. Cuando Bastin se retir para mirarla, ella sonrea feliz.

    Cmo estabas tan seguro de que los dados iban a jugar a tu favor? inquiri al tiempo que le acariciaba la mejilla.

    El corazn se le aceler de nuevo al ver que esbozaba una sonrisa seductora y se inclinaba sobre su odo.

    Hice trampa susurr lamindole el lbulo de la oreja.

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    Ella enterr los dedos en su pelo y lo atrajo con furia. De nuevo sus bocas se unieron en un beso largo, profundo; una envolvente intimidad de entrega y posesin. Y pese a los gritos de una muchedumbre enloquecida, en Siena slo estaban ellos dos. Porque, entre sus brazos, para Eleonora todo desapareci. Slo exista Bastian, nada ms que l.

    *****

    Ms tarde, Bastian insisti en acompaarla hasta el castillo. Ella acept de buen grado, incluso cuando l opt por atajar atravesando el bosque. Nada haca presagiar a esas horas la tormenta que se avecinaba.

    Cuando la barca zozobr, mi madre trat de sujetarnos a mi hermanito y a m. Me salvaron las faldas de mi vestido relataba Eleonora mientras l cabalgaba a su lado en silencio. Mi madre consigui asir mis ropas y me puso a salvo en la orilla, de inmediato se lanz al agua en busca del pequeo. Poco despus, los vi desaparecer a los dos engullidos por un remolino. Mi padre no me perdona por ello, ese es todo el motivo de su odio.

    Ella lo mir de reojo, Bastian la escuchaba sin pronunciar palabra. Su crueldad no tiene lmite continu, desde entonces es un hombre

    despiadado y sin corazn. Es un hombre de armas puntualiz Bastian. Ha sido entrenado para

    cumplir un deber, servir a su seor. S, en la guerra y en la paz mascull con amargura. Los Visconti

    aprueban encantados mi prximo matrimonio. Y si me negara, quin sabe qu seran capaces de hacer.

    Su deber consiste en proteger sus tierras a quienes las habitan aadi Bastian sin entrar en el tema. Y por lo que he podido comprobar, an no he visto ni un campesino famlico. En estas tierras se respira prosperidad; a mi juicio, tu padre no lo hace nada mal.

    Eleonora se sinti incmoda, l tambin era un hombre de armas y por lo visto le haba molestado el comentario.

    Sobre ellos estall un trueno y unas nubes de tormenta oscurecieron el cielo.

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    Dmonos prisa, Eleonora decidi azuzando a su caballo, debemos encontrar un lugar donde guarecernos. El castillo queda demasiado lejos.

    Conozco un sitio. Cerca de aqu hay una cabaa que mi padre y sus hombres utilizan cuando estn de cacera.

    Ella abri paso bajo la lluvia que empezaba a arreciar. A menos de media legua hallaron la casa. No era espaciosa, pero ms que suficiente para guarecerse del aguacero. Desmontaron y Bastian llev a los animales hasta el cobertizo trasero. Eleonora trat de resguardarse bajo el alero del tejado, pero cuando l regres junto a ella, ambos estaban completamente empapados.

    Bastaron un par de golpes para que la puerta cediera. En el interior ola a cerrado y estaba muy oscuro. Eleonora abri los postigos de la nica ventana para permitir la entrada de luz y aire fresco. Pese a la lluvia, no haca demasiado fro; no era ms que una tormenta de verano. Rebusc en los estantes y, junto a un poco de queso muy seco y un pedazo de cecina envuelta en un pao, encontr el pedernal. Trat de encender fuego amontonando yesca seca sobre el hogar, pero tras dos intentos infructuosos, Bastian se lo arrebat de las manos.

    No te ensearon en la abada este tipo de habilidades? pregunt con una risa burlona.

    Lo cierto es que me ensearon muy pocas cosas de utilidad confes admirada por la facilidad con que prenda la llama.

    Bastian aliment el fuego y cuando adquiri fuerza suficiente, ech un leo grueso que no tard en arder.

    Qutate el vestido ella lo mir con asombro mientras l se sacaba el jubn por la cabeza. Date prisa advirti con una mirada de apremio. Te lo quitas t o lo hago yo?

    Eleonora lo estudi fascinada, le acarici con los ojos el amplio trax, su estmago fibroso, hasta bajar a las calzas anudadas bajo su ombligo. Un extrao cosquilleo la recorri de arriba abajo.

    El la miraba sin pestaear con las piernas un poco abiertas y los brazos cruzados. Eleonora mir al suelo y se puso de espaldas a l para que la ayudara a desatar el vestido. l afloj las cintas, y con delicadeza le baj un poco las mangas. No pudo resistirse a la tentacin; baj la cabeza y sus labios recorrieron los hombros con besos muy lentos. Ella cerr los ojos e inclin la cabeza ofrecindole el cuello; Bastian la

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    apret contra su cuerpo y su boca se adue de la dulce tentacin que le ofreca. Eleonora hubiera querido prolongar ese momento durante horas, pero l la alej con suavidad hacindola salir del trance.

    Sin atreverse a mirarlo, fue ella la que se termin de bajar el vestido. Cubierta slo por la liviana camisa, se descalz los escarpines y los coloc junto al fuego. Bastian, entre tanto, se haba quitado las botas y acercado un banco al hogar. Mirndola de reojo, coloc sobre este las ropas de ambos. Eleonora se frot los brazos desnudos con la vista fija en el fuego.

    Tienes fro? pregunt volviendo la cabeza hacia ella. Eleonora neg en silencio mientras trataba de retener en la memoria el rostro de

    Bastian iluminado slo a medias por las llamas; la luz del fuego haca brillar su pelo negro con destellos rojizos. Eleonora jur que retendra para s esa imagen como un tesoro hasta el da de su muerte.

    Pese a ser bastante alta, Bastian la tom en brazos sin ningn esfuerzo y se acomod con ella en su regazo en uno de los dos jergones alineados junto a la pared. Durante un buen rato permanecieron callados. Ella con la cabeza reclinada sobre su hombro mientras l le acariciaba los brazos para hacerla entrar en calor. Tena la piel erizada, pero no a causa del fro. El contacto con el pecho desnudo de Bastian provocaba en ella sensaciones desconocidas. Cerr los ojos y dej escapar una lgrima. Por qu a ella? El destino no era ms que una continua injusticia al cruzar en su camino a un hombre como Bastian y despus negrselo para atarla de por vida a un desconocido vido de riqueza.

    Al acariciarle la mejilla con el pulgar, l not la humedad y le alz el rostro preocupado.

    Qu pasa? pregunt besndole los prpados con ternura. No s cmo voy a reunir el valor suficiente para aceptar a ese hombre la

    mano de Bastian que acariciaba su cintura se detuvo en seco. Cuanto debe aborrecerme mi padre para unirme a un condottiero en lugar de concertar mi matrimonio con un noble. Y para colmo un veneciano; no s por qu se creen los amos del mundo.

    Tal vez porque lo son? inquiri l con un tono glido. Eleonora desoy el comentario. Al infierno con todos los venecianos y sus aires

    de grandeza. Que se quedaran en su repblica, no hacan ninguna falta en la Toscana.

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    A esa clase de hombres que luchan a sueldo se les suele destinar como esposa alguna bastarda de un noble continu con desprecio, pero no a una signora de mi condicin.

    Un condottiero no es un vulgar soldado interrumpi con aspereza; comanda un ejrcito de hombres armados. Cualquiera no sirve para ello.

    Seguro que slo desea apoderarse del feudo de mi padre, sabe muy bien que a su muerte se aduear de todo cuanto me pertenece. Est claro que no posee ms que lo que ha ganado segando vidas, no es ms que el hijo segundo de un armador.

    Bastian la alz dejndola con brusquedad sobre el jergn y se agach para avivar el fuego de espaldas a ella. Eleonora comprendi que lo haba insultado con su encendido discurso contra su futuro esposo; ya que l tambin era un soldado.

    Bastian, lo lamento

    Lo lamentas? gir hacia ella con una mirada peligrosa. Qu sabes t del mundo real? Entrate, yo tambin soy uno de esos hombres despreciables que lucha por dinero. Haras bien en cerrar la boca y no emitir juicios tan a la ligera.

    Ella salt del jergn y se agach junto a l, pero Bastian gir el rostro molesto. Por favor rog apoyando la frente en su hombro. Bastian, por favor, no te

    enfades conmigo. No lo soporto. l se puso en pie y Eleonora lo secund abrazndolo con fuerza; Bastian por fin

    exhal un suspiro de rendicin y la abraz tambin. Saba que estaban iniciando un juego muy peligroso, an as le alz el rostro y la bes con codicia. Cuando sinti los brazos de Eleonora alrededor de su cuello, sus manos comenzaron un lento recorrido desde el talle para apoderarse de sus pechos. Ella gimi en su boca y en lugar de apartarse, se peg mucho ms a l.

    La alz en volandas para llevarla hasta el jergn. Se tumb junto a ella y, sin dejar de besarla, le acarici la espalda y las nalgas por encima de la camisa.

    Eleonora tembl al notar su ereccin en el muslo y le alz el rostro con ambas manos para poder verle los ojos. Estaban tan juntos que poda sentir sobre su pecho el martille del corazn de Bastian.

    Debemos parar ahora que an estamos a tiempo advirti l rozndole la mejilla con los labios. No has pensado en cmo reaccionar tu futuro esposo si descubre que has pertenecido a otro hombre?

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    No creo que se de cuenta. S que la mayora de los hombres toman a las mujeres haciendo uso de la fuerza.

    l la mir durante un momento y la acarici por debajo de la camisa. Ests segura de lo que dices? pregunt con voz muy clida. Su mano recorri su costado sin apenas rozarla, para atenazarle por sorpresa uno

    de sus senos. Eleonora cerr los ojos y se arque hacia l. Bastian la incorpor por los hombros devorndola con una mirada ardiente.

    Vas a regalarme algo que pertenece a otro hombre. No voy a regalarte nada, soldado dijo acariciando su pecho con deseo, l

    vio en sus ojos una firme determinacin. Jams podr decidir por mi misma, porque el resto de mi vida le pertenece a l. Pero este momento es slo mo. Por primera y nica vez soy yo quien decide se inclin para lamerle con delicadeza la base del cuello. Y quiero que t seas mi regalo.

    Sus palabras fueron para Bastian como un aguijonazo. De un tirn le sac la camisa por la cabeza y la tumb de nuevo. El cuerpo desnudo de Eleonora brillaba como alabastro apenas iluminado por la luz amarillenta del fuego. Lo recorri con los ojos deslizando las manos sobre ella; sus pezones se endurecieron al contacto de sus dedos speros y l la sinti temblar. Se inclin sobre su boca y la explor con exquisita lentitud. Jug con su lengua y la dej jugar. Le tom la mano y la introdujo entre sus calzas para colocarla sobre su pene erecto; Eleonora, lejos de amedrentarse, lo acarici con deleite al sentirlo latir entre sus dedos, vibrante, clido, poderoso

    Bastian se deshizo de las calzas sin dejar de besarla en la boca, el cuello, los senos. Sabore, la tortur con los dientes, lami a placer hasta que la oy gemir. Sus labios marcaron un camino ardiente a travs de su estmago y su vientre para hundirle la lengua entre los muslos, espoleado por sus gemidos y splicas.

    Dios! Eres capaz de embriagar a un hombre susurr incorporndose sobre ella, como vino caliente endulzado con miel.

    Ella le tom el rostro entre las manos y entrecerr los ojos cuando l se abri camino dentro de ella con un envite lento, muy lento. Y fue tanto el deseo que se arque en busca de l, ms all del dolor. Lo recibi codiciosa y cuando sus caderas comenzaron a moverse acompasadas, clav las uas en su espalda. Suplic que no parara nunca, que ahondara sin miedo para sumergirse juntos en ocano de placer infinito.

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    Bastian, tenso como un arco, exhal un bramido ronco y se dej caer sobre ella. Eleonora lo rode con los brazos, feliz, orgullosa de haber descubierto de su mano los secretos del xtasis. Cuando l not que aminoraba el ritmo de su corazn, se tendi de lado para cobijarla entre sus brazos. Durante largo rato permanecieron abrazados y en silencio.

    Crea que los hombres eran criaturas crueles y malvadas. Estaba en un error confes Eleonora apretando la mejilla contra su pecho. He crecido sin cario ni muestras de afecto, pero t me has hecho sentir tan valiosa que desde ahora podr vivir sin una sola caricia hasta el da de mi muerte.

    Bastian sonri y la bes en el pelo sin decir ni una palabra.

    *****

    Horas despus, una vez abandonado el bosque, cabalgaron por el sendero hasta tomar el camino de acceso al castillo. Ya se vea la fortaleza; Eleonora mantuvo la espalda erguida, saba que aquella haba sido su ltima aventura. La libertad tocaba a su fin y era hora de aceptar su destino con dignidad.

    Crees en el amor? pregunt girando el rostro hacia Bastian. Creo en l porque lo he visto la mir de soslayo y sonri al ver su cara de

    sorpresa. Mi padre hace casi treinta aos viaj hasta Sicilia, una normanda lo embruj y desde entonces los dos se aman como el primer da.

    Pensaba que era pura fantasa de los trovadores aadi sin dejar de mirar al frente. Pero ahora s que el amor puede llegar en tromba, como una tormenta de verano.

    Bastian ri por lo bajo. Ella, pese a todo, sonri tambin. Qu poda esperar de un soldado tan experimentado?, para l slo haba sido una conquista ms.

    Pero la sonrisa se le hel en el rostro en cuanto vio a varios hombres a caballo descendiendo la ladera.

    Vete, Bastian rog preocupada. Son los hombres de mi padre. Yo no huyo de nadie. Por favor implor girando grupa para detenerle el paso. No eres ms que

    un soldado, si te ven conmigo mi padre te mandar azotar.

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    l dud un momento, y sin importarle que pudieran ser vistos por los jinetes que se aproximaban, acerc el caballo a su yegua para tomarla por la nuca y besarla con furia.

    Te querr hasta el da de mi muerte susurr Eleonora sobre su boca. No dejar de hacerlo nunca.

    No le import que l no mencionara sus sentimientos; incluso prefiri que no

    sintiera lo mismo que ella. Bastian alz la cabeza con un suspiro y le acarici la mejilla con un brillo de orgullo en la mirada.

    Tu futuro esposo es un hombre afortunado ella cerr los ojos con inmenso dolor. Has antepuesto la lealtad y el deber a tus propios sentimientos, en eso consiste la verdadera nobleza.

    Jrame que intentars ser feliz l apoy la frente en la de ella; si s que tu lo eres, yo lo ser tambin. Y ahora, por favor, date prisa; los hombres de mi padre se acercan.

    Bastian le tom la mano derecha y, sin dejar de mirarla a los ojos, uno a uno le bes los cuatro nudillos.

    El resto de m ser suyo susurr apretando sus dedos con fuerza, pero esta mano es tuya. Nadie volver a besarla.

    l asinti con la cabeza, gir grupa y clavando espuelas se alej al galope. Eleonora baj la cabeza apretando los ojos para contener las lgrimas y azuz a la yegua en direccin contraria.

    No tard en encontrarse con los soldados. Era Galeazzo, el maestro de armas, quien encabezaba el grupo. A Eleonora le dio un vuelco el corazn al ver el semblante afligido del fiel amigo y consejero de su padre.

    Qu sucede? pregunt intuyendo que algo grave ocurra. Ha sido asaltado el castillo?

    Galeazzo neg con amargura e inclin la cabeza en seal de sumisin; todos los jinetes secundaron el gesto.

    Monna Eleonora ella se ech a temblar al or el tratamiento, mi seor vuestro padre ha muerto.

    *****

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    En cuanto franqueo la puerta del castillo, descabalg de un salto y corri a la sala de armas seguida por su aya. Pero al darse de bruces con el catafalco, le flaquearon las piernas y cay de rodillas ante el cuerpo de su padre ya sin vida. Francesca se apresur a ayudarla a alzarse de nuevo, no era momento de mostrar debilidad ante los hombres. Como duea y seora, su condicin la obligaba a mostrarse valerosa.

    Eleonora se aproxim con lentitud. Haban vestido su cuerpo con la sobrevesta blanca de caballero; y con las manos cruzadas sobre el pecho, yaca con un semblante que irradiaba paz. Como si acabara de contemplar el rostro de las dos personas que ms amaba.

    Se sinti mezquina por no ser capaz de derramar una lgrima mientras le acariciaba la frente y las manos tan fras. Con un dedo extrajo el cordn que siempre vio colgar de su cuello. Acababa en una pequea bolsa de fieltro a modo de relicario; imagin que contendra un mechn de los cabellos de su madre.

    Lo tom entre los dedos y al descubrir su contenido ya no pudo contener el llanto. Llor con amargura por ella, por su padre; por tanto tiempo malgastado.

    Lo que Giacomo Mangiaterra custodi durante aos pegado a su pecho no fue el cabello de la esposa muerta, sino un diente de leche de la hija a la que debi querer ms que a un tesoro sin saber cmo mostrarle su cario.

    Francesca la dej llorar y cuando la vio ms calmada le tom la mano. Su corazn estaba cansado le explic en voz baja. Hace aos que l lo

    saba. Mand llamar a mdicos de Bolonia y Padua, pero todos coincidieron en que poco se poda hacer.

    Por qu no me dijo nada? Para evitarte preocupaciones, no estaba en tu mano la solucin. Entiendes

    ahora por qu insista tanto en casarte cuanto antes?

    Eleonora asinti entre sollozos. De haberlo sabido pero ya era tarde. Signora ella trat de protestar, entre ellas sobraban los tratamientos. Pero

    Francesca se mantuvo firme, es hora de permitir que los siervos le muestren sus respetos.

    El aya sonri con tristeza al ver que Eleonora no se esforzaba en disimular su cara de asombro.

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    De qu te extraas? pregunt con cario, no era momento de reproches. Tu padre era un hombre muy querido. Los campesinos esperan desde hace horas para despedirse de l.

    Siempre cre que era un hombre sin piedad reconoci con un hilo de voz. Actu muchas veces con mano firme, pero fue el hombre ms justo,

    compasivo y generoso que he conocido. Ser recordado durante aos. Durante las horas siguientes, Eleonora escuch compungida las palabras de

    admiracin hacia su padre de cientos de pobladores del feudo que acudieron a mostrarle sus condolencias y afecto.

    Al amanecer, cuando por fin se qued a solas, convino con Galeazzo que debido al calor estival, no deba postergarse el sepelio.

    Signora aventur con cautela el maestro de armas, las circunstancias demandan que vuestros esponsales se celebren cuanto antes.

    Ella asinti con la mirada perdida, la fortaleza en manos de una mujer era un enclave vulnerable. Y de aplazar la unin con el hombre convenido, tal vez los Visconti optaran por conceder el feudo a otro noble; con lo que ella se vera obligada a abandonar sus tierras con las manos vacas.

    Disponed que parta el alardo hacia el Vneto con el aviso para los Salvani orden. La situacin es delicada, no guardaremos el tiempo de duelo. Pero dadas las circunstancias, que no se celebren torneos ni justas. Tan slo un banquete para agasajar al cortejo de mi futuro esposo hizo una pausa y mir a Galeazzo. Permaneceris conmigo ahora que mi padre ya no est?

    Por supuesto, vuestro padre as lo acord cuando se sell el pacto de vuestro matrimonio. No se mover nadie de aqu, continuaremos al servicio del nuevo seor.

    Su padre fue un verdadero noble, dej todo atado para que los hombres que le haban servido en vida no quedaran desamparados a la hora de su muerte.

    Crea que estaba lleno de crueldad se excus dolida; mat a muchos hombres.

    Qu esperabais? Qu se enfrentara al enemigo con discursos amables? Hizo cuando pudo para defender su vida y la de todos nosotros le explic Galeazzo. En la guerra slo hay cuatro palabras: hacha, arco, lanza y espada; y un nico fin, matar para evitar la propia muerte.

    Fui injusta con l, Galeazzo coment mirando el cuerpo yacente.

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    No os torturis, signora. Y ahora, debis cumplir con vuestra obligacin. Con un gesto le indic que lo siguiera y Eleonora lo acompa hasta los

    aposentos de su padre. El maestro de armas extrajo de un arcn un par de libros y los deposit sobre una mesilla de caballete.

    Vuestro libro familiar le explic tendiendole el ms grande de los dos; l nunca quiso que los amanuenses se hicieran cargo de las inscripciones. Y ahora sois vos quien debe anotar el da de su muerte de puo y letra.

    Eleonora desasi el cierre de latn y pas las gruesas pginas de vitela del viejo volumen. En ellas se detallaban todos los nacimientos y muertes de varias generaciones de Mangiaterra. Al llegar a la ltima hoja escrita, tom la pluma y anot con mano firme el fallecimiento de su padre, justo debajo del nombre de su hermano Domnico, muerto a la edad de dos aos. Sopl para secar la tinta y lo hizo a un lado para centrarse en el libro ms pequeo.

    Tras ojear las primeras pginas, dedujo que se trataba de una especie de diario de campaa. Pero al llegar a la mitad le temblaron las manos. Cada anotacin estaba dirigida a ella con el encabezado de Cara Eleonora. Descubri con lgrimas en los ojos que le relataba slo a ella los detalles de cada batalla. Carssima Eleonora, y consignaba cada baja y el nmero de heridos. Amada hija, y haca constar las ganancias obtenidas con las ventas del chianti, las cantidades abonadas a Roberto di Salvani, el armador, y los carreteros. Eleonora, cara ma; y le relataba cada cosecha y los diezmos recibidos. Fue su extraa manera de amarla en secreto, viviendo por y para ella con la ilusin de legarle un feudo prspero.

    Sabais todo esto? pregunt apartndose las lgrimas con el dorso de la mano.

    S. Pero por qu me apart de su lado? pregunt sin entender. Con la muerte de vuestra madre y el pequeo Domnico, quiso morir tambin. Tanto la quera?

    Ms que eso sonri Galeazzo; Eleonora se sinti mezquina. Pudo haber contrado nuevas nupcias, o llenado la Toscana de bastardos y no lo hizo. Desde entonces fue incapaz de mirar a otra mujer. Slo vivi por vos, pero tuvo miedo; alejndoos de l se protega a s mismo. No le consideris cobarde por ello.

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    No necesitaba riqueza, me habra conformado con un poco de afecto murmur.

    Los ojos de Eleonora se llenaron de lgrimas; comprendi que lo hizo porque saba que si se permita amarla como a su madre y su hermano, no habra sido capaz de soportar su prdida.

    Queda un asunto pendiente que debis decidir indic Galeazzo. El escultor espera rdenes. Lo usual en un caballero es que lo acompae un len como smbolo de coraje.

    Eleonora no haba reparado en ello, por suerte contaba con la ayuda del maestro de armas. l s haba pensado en la escultura que deba coronar el sepulcro para la posteridad.

    Aseguraos de que la efigie sea fidedigna orden con firmeza. En lugar del guantelete de guerra, deseo que lo esculpan con su guante cetrero. Y en su mano un halcn, la ms fiel, valiente y noble de las aves.

    *****

    Haca ya dos semanas que Giacomo Mangiaterra descansaba en su sepultura, junto a la de su esposa y su nico hijo varn. Eleonora alz la vista y sonri; a travs de los vitrales de ojiva se filtraba la luz de la maana. Los sepulcros parecan baados por reflejos de mil colores. Su padre encarg a los mejores plomeros milaneses la decoracin de la capilla; no quiso que su esposa reposara para siempre entre lbrega penumbra.

    Tendra que hablar con Galeazzo y con el escultor para que no se demorara en tener lista la estatua de la losa definitiva. Pero no era ese el momento, habra tiempo para ello. Era el da de sus esponsales; deba desterrar las ideas tristes porque empezaba una nueva vida.

    Al amanecer, desde sus aposentos observ sin ser vista cmo se aproximaba a la fortaleza la comitiva llegada desde Venecia. Un montn de hombres de armas, seguidos de palafrenes y bestias de carga. Pero no prest demasiada atencin; aqul enlace no era ms que una unin convenida. Y luchaba cada noche con sus recuerdos para olvidar a aqul soldado que la hizo feliz como nadie, porque ahora le deba fidelidad a otro hombre.

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    An no conoca a Guido di Salvani. Pese a las advertencias y ruegos de Francesca, se neg a verle hasta el momento de los esponsales. Necesitaba pasar su ltima maana en soledad con la nica compaa de sus recuerdos y de nadie ms.

    No quiso hacer una entrada triunfal en el templo, aunque por respeto se dej engalanar con las mejores sedas y permiti que le trenzaran el cabello con sartas de perlas. Entrara la primera y sola, ya que no tena a su padre para acompaarla. Sola estaba, pues a solas deba esperar.

    Tras una ltima mirada a los sepulcros, atraves la nave vaca y se coloc frente al altar aguardando la llegada del veneciano. Poco despus lleg el padre prior y se coloc frente a ella. Ambos aguardaron en silencio, Eleonora con la mirada perdida en las losas del suelo. Pronto empezaron a orse pasos y voces. Un escalofro le recorri la espalda cuando not una imponente presencia junto a ella y cerr los ojos. El desconocido le tom la mano derecha, ella trat de evitarlo pero le fue imposible. El prior comenz las frases rituales pero ella no escuchaba ni una palabra, solo quera escapar de la mano que le aferraba la suya con tanta fuerza. Y cuando l se la llev hasta la boca, Eleonora apret los ojos y mantuvo el brazo rgido hasta que le doli.

    La unin de Monna Eleonora Mangiaterra, seora de crey or. Dolor, muchsimo dolor. Sinti un latigazo en el corazn al notar en su piel los

    labios de aqul hombre. Pero se qued sin respiracin cuando el que estaba a punto de convertirse en su

    esposo deposit un suave beso en cada uno de sus cuatro nudillos. con Guido Bastiano di Salvani, hijo de Roberto di Salvani deca en ese

    momento el prior.

    Eleonora gir la cabeza de golpe. El veneciano le sostuvo la mirada, poco a poco esboz una sonrisa y le gui un ojo.

    Guido Bastiano? sise confundida. Qu significa esto? T qu crees? imit su tono sibilante. Me engaaste le espet en voz baja a punto de estallar, ante la aturdida

    mirada del prior, jugaste conmigo. Quin jug con quin? pregunt inclinndose sobre ella con una mirada

    tan turbulenta que Eleonora se hizo atrs. Ella le clav las uas en la mano que an permaneca unida a la suya mirndolo

    fijamente, pero no pudo evitar perderse en el hechizo de sus ojos claros y, con un

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    suspiro profundo, se llev los nudillos de l a su propia mejilla. Bastin sonri como un felino satisfecho. Eleonora, con una tmida sonrisa, agradeci el engao en silencio; puesto que gracias a sus artimaas, amaba hasta el delirio del hombre con el que iba a unir su vida. Con un movimiento de cabeza indic al prior que continuara con la ceremonia.

    Alto Bastian alz la mano con ademn autoritario. Antes, Monna Eleonora y yo debemos aclarar unas cuantas cosas.

    Bast una mirada de Bastian para que un par de soldados se pusieran en guardia en la puerta que comunicaba con el claustro. Eleonora, con los ojos muy abiertos, lo vio desaparecer. Por su parte, el prior no se arriesg a abrir la boca.

    Se alz las faldas y corri tras l. En el exterior, la esperaba sentado en un banco con la espalda apoyada en el fuste de una columna.

    Ya tienes ante ti al miserable hijo de un armador, el condottiero mezquino que ofrece su espada por unas monedas dijo con una calma cargada de irona. S, ese arrogante veneciano que slo pretende arrebatarte tus posesiones.

    Dios! exclam tapndose la cara con ambas manos. No imaginas lo estpida que he sido.

    Pues, ya que lo mencionas

    Eleonora alz la cabeza atnita; esperaba una actitud comprensiva y amable. Esa era toda su caballerosidad? Entorn los ojos y se abalanz sobre l con los puos apretados.

    Podras mostrarte algo ms corts mascull a una pulgada de su cara con una mirada encendida.

    Bastian la agarr por la cintura hacindola caer de bruces sobre l. Al parecer aquella abadesa y sus amiguitas no acabaron de domesticarte. La dej forcejear con una mirada capaz de asustar a muchos hombres; a

    Eleonora, desde luego no. Este matrimonio va a ser mucho ms divertido de lo que imaginaba ri

    mientras ella lo asaetaba con la mirada; voy a entretenerme mucho tratando de domar a una gata salvaje.

    l le mordisque el cuello; bast el calor de su boca para sosegarla Quiero que te quede claro; estoy harto de jugarme la vida Eleonora lo

    escuchaba muy quieta. Acept la decisin de mi padre porque siempre he querido legar a mis hijos algo ms perdurable que unas cuantas naves amarradas en la drsena

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    del Gran Canal le tom el rostro y ella, conmovida, se aferr a sus manos. A partir de ahora slo luchar para defenderte a ti y lo que es tuyo.

    Es todo tuyo, Bastin le corrigi con ternura. En el futuro pertenecer a mis hijos. No quiero nada para m. Eleonora le rode el cuello y apoy la frente en la suya. Mi padre saba lo que haca; no pudo elegir a un hombre ms digno de

    sucederle una lgrima le resbal mejilla abajo. No slo he sido injusta contigo, tambin lo fui con l.

    No sabes casi nada de la vida, cara la oblig a mirarlo a los ojos. Y acabas de descubrir que la maldad en ocasiones slo existe en los ojos de quien mira sin ver. El hombre nace con mano diestra y siniestra; todos tenemos un lado oscuro que debe convivir con nuestro lado amable.

    En ese momento el prior asom la cabeza por la puerta. Hemm mi seor

    Como alguien se atreva a interrumpirnos lo parto en dos! bram Bastian con una mirada fiera.

    El prior comprendi al instante que su nuevo seor era un hombre de carcter y desapareci sin hacer ruido.

    Lo ideal Bastian baj la voz para dirigirse a ella es que nuestros dos semblantes, ntido y tenebroso, convivan en perfecto equilibrio. Ves esta mano? ella se la tom para besarle la palma callosa. Es capaz de matar a golpe de espada, pero tambin sabe ofrecer consuelo, amistad baj la voz y se acerc a su odo, y a veces placer.

    Bastian ri al comprobar que se haba ruborizado y ella sonri por fin. Mi padre me quera, Bastian confes al recordarle; l asinti con la

    cabeza. Le conociste? Por supuesto ella puso cara de sorpresa. No pensars que iba a tomar por

    esposa a una desconocida. Tu padre me coment que tenas la cabeza llena de ideas absurdas; si me presentaba ante ti, el odio te habra impedido conocerme de verdad. Llegamos a un acuerdo; l accedi a pasar por alto tus escapadas cuando le jur que te protegera con mi vida. Siempre has salido escoltada sin saberlo.

    Le juzgue injustamente, no me lo perdonar mientras viva. Todos cometemos errores aadi acariciando su mejilla. Si furamos

    perfectos, llevaramos un par de alas blancas.

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    An ests dispuesto a casarte con una criatura imprudente como yo? Bastian se inclin sobre su hombro y le acarici la espalda. No veo que luzcas un par de alitas negras ambos se echaron a rer. Hice

    una promesa recuerdas? musit agarrndola por la nuca. Para ser feliz te necesito a ti.

    El mundo est lleno de mujeres sensatas Como me des la razn... Aguard sin respirar a que l hablara, dispuesta

    a estrangularlo. Bastian, en silencio, observ encantado el brillo de celos que destellaba en sus ojos verdes.

    Por qu yo? insisti.

    Porque a veces el amor cae en tromba como una tormenta confes; a Eleonora el corazn le dio un vuelco al or sus propias palabras en boca de l. Y a m me cal por entero.

    No vas a besarme? casi era una splica. T no sabes? Me ense un soldado susurr con una sonrisa cmplice. Entonces, a qu esperas? Eleonora se aferr con fuerza a sus hombros y su boca supo decirle sin palabras

    cuanto amor por l atesoraba su corazn. Cuando trat de separarse, Bastian se lo impidi atrayndola con fuerza.

    Amor mo murmur ella entre beso y beso, el prior y los invitados Que esperen. Bastian se apoder de sus labios con una pasin tan intensa que la sinti temblar

    entre sus brazos. El resto del mundo poda esperar.

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