COMUNISTAS (memorias de lucha y clandestinidad).pdf

  • Upload
    aplomez

  • View
    84

  • Download
    2

Embed Size (px)

Citation preview

  • Comunistas (memorias de lucha y clandestinidad)

    Santiago lvarez

    Manuela del Arco

    Manuel Asarta

    Pepita Belloch

    Luis Campos Osaba

    Tomasa Cuevas

    J. Chamorro

    Juan Escuer

    Cristino Garca Granda

    Jos Gmez Galloso

    Antonio Gmez Marn

    Jos Gros

    Jess Larraaga

    Armando Lpez Salinas

    Vicente Luis Llopiz

    Teresa Pmies

    Lluis Salvadores

    Simn Snchez Montero

    Isabel Vicente

    Agustn Zoroa

    Recopilacin y edicin:

    Antonio Gmez

  • Para Antonio y Benita,

    por ser cmo fueron,

    por hacerme como soy

  • Temario

    5. A modo de introduccin, justificacin y motivos

    13. Aos confusos.

    18. 1-Infancias

    35. Esperanzas de revolucin

    40. 2-Rebedas

    56. Espaa en armas

    63. 3-Guerras

    81. Sombras en la batalla

    88. 4-Retaguardias

    104. El fin de la esperanza

    112. 5-Derrotas

    127. Con Espaa a cuestas

    135. 6-Exilios

    167. Geografa de crceles

    172. 7-Crceles 1

    186. El silencio de los paredones

    194. 8-Asesinatos

    215. Reconstruir sobre las ruinas

    226. 9-Clandestinidades 1

    248. Una Espaa en blanco y negro

    253. 10-Postguerras

    269. Las masas existen

    284. 11-Clandestinidades 2

    306. La bandera eurocomunista

    313. 12-Crceles 2

    330. No todo en la vida es champn

    338. 13-Libertades

  • A modo de introduccin, justificacin y motivos

    Fue en el homenaje a Dolores que se celebr en el Crculo de Bellas Artes

    de Madrid. Uno de los oradores se pregunt, y nos pregunt a todos, que

    era lo que se poda decir a los jvenes de hoy en da para que se hicieran

    comunistas, o, al menos para que comprendieran los porqus de tantos y

    tantos comunistas que les precedieron.

    Qu decirles en estos tiempos en los que el anticomunismo es

    moneda de cambio y en los que hasta los comunistas han comprendido, al

    fin, la poco edificante historia de ciertos comunismos oficiales? Qu

    explicarles en momentos en los que el chalaneo es modo habitual de

    conducta, en los que la insolidaridad entre las gentes y los pueblos est a la

    orden del da, en los que la deshonestidad paga dividendos en bolsa?

    Record entonces, mientras hablaba el conferenciante, das y noches

    de mi infancia: mi padre contndome para dormir cmo se haba hecho

    comunista, cmo haba luchado en la guerra, cmo haba resistido la crcel,

    cmo sus ideales de libertad, solidaridad y justicia le haban ayudado a

    sobrevivir, incluso en el miedo de una dictadura feroz. Tambin me vino a

    la cabeza cmo me haba influido a m todo aquello, cmo me haba hecho

    como todava espero ser. Tantas y tantas horas escuchando Radio Espaa

    Independiente o Radio Mosc en el rincn ms aislado de la pequea casa

    familiar, la habitacin en la que dormamos mi hermano y yo, despertando

    el hilo de aquellas historias con cada palabra que traan las ondas.

    Si hubieras odo hablar entonces a Pasionaria, hijo, si la hubieras

    odo. Y yo, desde mis escasos siete u ocho aos, menos o ms, segn cada

    momento, queriendo estar all, en aquel mitin del cine Monumental o en

    cualquier discurso improvisado del frente de Madrid, Teruel o el Ebro.

    Hijo, el comunismo no es para que todos seamos pobres, sino para que

    todos seamos ricos. Y yo, sentado en sus piernas, soando con la tierra de

    abundancia y justicia de la madre Rusia. Sueos.

    Naci as la idea de hablar con veteranos militantes y dejarles que

    con la narracin de sus vidas nos demuestren que no todos los comunistas

    han sido Stalin, Breznev o Ceaucescu, por aludir tan slo a algunas

    estrellas del firmamento de la iniquidad perpetrada en nombre del comu-

    nismo. Porque el comunismo tiene su leyenda negra y hay mucho de

    verdad en ella, an tamizada por los intereses polticos, econmicos,

    ideolgicos y an personales de sus voceros.

    Una leyenda negra que no se circunscribe a la Unin Sovitica o a

    los pases en los que el comunismo conquist el poder. Hoy lo sabemos y

    hace mucho que lo sospechbamos, aunque no quisiramos creerlo, porque

  • la fe era ms grande que la razn. Dogmatismos, dictaduras (ni la del

    proletariado, que dijo Carrillo, Dios le pille confesado), persecuciones,

    crmenes, perpetrado todo ello en nombre de la salvacin eterna de la Clase

    Obrera.

    Porque la Clase Obrera era Dios y Stalin su profeta, aunque luego el

    hombre del bigote, acostumbrado como estaba a la toma del poder,

    usurpara el lugar de la mxima deidad y transformara la ideologa

    libertadora en religin destructora. Poco hablan aqu de ellos los

    protagonistas de este libro. En unos casos porque sencillamente no lo

    saban, en otros porque quizs los recuerdos se hayan sepultado en el ms

    oscuro rincn de la mente, en algunos ms porque no se lo he preguntado.

    Tal vez por esa cobarda ma, que sin duda reduce el libro, me haya yo

    reservado el papel de abogado del diablo y vaya sacando a la luz, en las

    pequeas introducciones a cada captulo, esa historia negra del PCE precisa

    para ajustar el fiel de la balanza. La eliminacin de troskistas y militantes

    del POUM en la guerra, las luchas por el poder durante el largo exilio, los

    oscuros casos de Comorera, Quiones o Monzn, son historias que no

    sucedieron en Rusia, aunque las instigara, desde el limbo de su austero

    despacho en el Kremlin, el padrecito Stalin para que sus aclitos las

    llevaran a cabo.

    "El olvido o el acuitamiento de los crmenes cometidos en nombre de

    los grandes ideales, sobre todo cuando estos ideales son los nuestros,

    convierten la poltica en niera, en fidesmo o en insulto a los dems", ha

    escrito Francisco Fernndez Buey1. Tras recordar sin conmiseracin

    algunos de los momentos inicuos del comunismo, el catedrtico de

    Filosofa de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona se preguntaba

    "Sabemos acaso nosotros lo que hubiera sido de nosotros mismo y de

    nuestros hijos sin el sacrificio de los comunistas en la poca de Mussolini;

    o en la poca de Hitler: o en la poca de Solazar y de Franco?".

    Tambin Manuel Vzquez Montalbn ha utilizado en numerosas

    ocasiones argumentos similares. "Durante sesenta aos los comunistas han

    sido un factor disuasorio frente a la estrategia econmica, poltica y

    militar del capitalismo, obligndolo a hacer concesiones sociales y a

    iniciar un proceso de descolonizacin que no ha significado el final del

    imperio en sentido estricto, sino slo del basado en la ocupacin

    territorial. Que esa presin emancipadora la haya respaldado la Unin

    Sovitica, forzada por una razn estatal particularizada, prolongacin de

    concebir la URSS como la patria del socialismo, no excluye que haya

    significado la inversin del sacrificio idealista de militantes comunistas

    indgenas en sus pases que han luchado por emancipaciones concretas,

    reales y necesarias2". Aade en el mismo trabajo el escritor cataln: "Este

    1 Comunismo y fin de ao, artculo publicado en El Pas, 2 de enero de 1996. 2 Manuel Vzquez Montalbn, Pasionaria y los siete enanitos. Editorial Planeta. 1995. Pag. 359.

  • esfuerzo ha significado una inversin de sacrificio humano difcil de medir,

    pero gigantesco cuantitativa y cualitativamente considerado, dispuestos los

    comunistas a pasar por la privacin de libertad, la tortura, el exilio, la

    muerte, guiados por su finalidad de la revolucin necesaria e inevitable,

    por esa religin del futuro de la pulsin romntica progresista". Y an

    dice ms: "Ni la basura propagandstica vertida por la contrarevolucin

    internacional para desacreditar el desafo comunista, ni la Leyenda urea

    de santos, mrtires, secretarios generales y hroes del trabajo elaborada

    por el comunismo en el poder, deben forzar a buscar un asptico e injusto

    trmino medio, pero tampoco ocultar que el siglo XX ha presenciado

    extraordinarios ejemplos de sacrificio y altruismo de los comunistas, en

    todos los lugares de la tierra".

    Estoy de acuerdo con ambos, y por estarlo, agarr un da el

    magnetofn y se lo puse delante a los protagonistas de estas pginas y

    exhum de los archivos las cartas contenidas en el captulo 11, que a

    alguien deberan estremecer. Algunos de los que aqu aparecen han llevado

    al libro sus recuerdos: Santiago lvarez3, Simn Snchez Montero

    4, Teresa

    Pamies5 o Jos Gros

    6. A ellos remito a quien est interesado, pues las obli-

    gaciones de la edicin obligan a selecciones, resmenes y saltos en la

    cronologa que pueden dejar a algn lector con apetito de ms. Igual sucede

    con los dems. Necesidades de espacio y organizacin del texto han

    obligado a ofrecer tan slo momentos concretos de sus vidas, que sirvan al

    panorama general, en detrimento de otros que seran tanto o ms

    interesantes. He preferido ofrecer una imagen de conjunto, una especie de

    retrato de grupo, a contar sus historias individualizadas, y eso, que tiene sus

    limitaciones (la principal el seguimiento de cada biografa individual, por

    lo que las resumo al final de libro en un apndice), tambin permite ofrecer

    un panorama ms colectivo y evitar repeticiones.

    En la medida de lo posible he procurado siempre reproducir

    textualmente las declaraciones, con el nico retoque de la seleccin de los

    fragmentos reproducidos, la supresin de repeticiones y muletillas, y la

    ordenacin del discurso; que el lenguaje hablado puede ser de difcil

    comprensin puesto en negro sobre blanco. Todas las entrevistas se

    realizaron durante los aos 1992 y 1993, excepto la de Lluis Salvadores,

    grabada en Canarias unos aos antes, la de Pepita Belloch, extrada del

    archivo de Radio Nacional de Espaa, y la de Juan Escuer, realizada en

    abril de 1998.

    3 Seis volmenes publicados por Edicioes do Castro

    4 Camino de libertad. Editorial Temas de hoy, 1997. 5 Numerosas obras, especialmente Testament a Praga () Quan rem Capitans (.) o Quam rem refugiats 6 6.- Abriendo camino, relatos de un guerrillero comunista espaol (Coleccin Ebro, Pars, 1971). Hay

    edicin espaola de 1977, probablemente inencontrable.

  • Sin ningn gnero de duda se podra hacer con igual justicia un libro

    dedicado a los recuerdos y vivencias de otros espaoles, militantes

    polticos, de aquellos aos: socialistas, anarquistas, masones, republicanos

    o tantos y tantos sin partido que asumieron con dedicacin, entrega y sacri-

    ficio la vida que les toco vivir. Si no lo hago yo aqu es porque el corazn

    tiene razones que la razn no entiende, y porque pienso que hay en estas

    personas con las que he hablado un componente unificador que no es slo

    el grupo poltico al que pertenecieron, con el que lucharon y al que

    sacrificaron, sino que forman tambin un grupo social e ideolgica de

    caractersticas comunes bien definidas.

    Por otro lado es difcil encontrar entre los partidos polticos que

    perdieron la guerra civil otro que mantuviera con tal constancia, esfuerzo y

    sacrificio, y con tal coste en detenciones, crcel y fusilamientos la lucha

    contra el franquismo como lo hicieron los comunistas. Igualmente resulta

    complicado hallar en otras formaciones tal cantidad de militantes que

    ofrezcan una biografa de lucha tan continuada y permanente como los que

    aqu se autorretratan. Valga, como simple ejemplo de esto ltimo, un breve

    esbozo biogrfico del silencioso y cauto Jos Gros: guerrillero ya durante la

    guerra civil tras las lneas franquistas, consigui escapar por los Pirineos y

    se exili en la URSS, donde volvi a la guerrilla, esta vez tras las lneas

    alemanas. Al acabar la segunda guerra en la que participaba se hizo cargo

    de los pasos de clandestinos de la frontera con Francia, para integrarse de

    nuevo en la guerrilla, esta vez en la de Levante, con la orden de sacarlos de

    Espaa, lo que hizo. En el 62 regres a Madrid, donde fue responsable de

    propaganda del partido hasta la legalizacin quince aos despus. Nunca le

    detuvieron. Con vidas as, para qu queremos novelas ni tratados morales.

    Lo que sigue son las vidas de aquellos comunistas con los que he

    hablado largamente. Su memoria transportada al papel. No es, ni quiere ser,

    una historia del comunismo; ni siquiera es, ni lo pretende, una historia de

    los comunistas. Estas son, slo y nada menos, historias de comunistas.

    Tampoco se plantea se objetiva, esa coartada intelectual inventada por los

    descubridores de la subjetividad: la exactitud del dato es menos importante

    que la pasin del recuerdo de lo vivido. Tampoco es un tratado ideolgico,

    porque a ciertos aos ya no est uno para festejos y porque el ejemplo de

    las vidas que aqu se relatan es ms imperecedero que los riscos por los que

    se despearon sus dogmas.

    Su recuerdo es nuestra historia, su fidelidad nuestra memoria

    colectiva, su dignidad nuestro camino de futuro.

    Antonio Gmez Otero de Herreros, Segovia, agosto1 de septiembre de 1998

  • uno

    infancias

  • Aos convulsos

    El ms anciano de los que participan en este libro es Antonio Gmez

    Marn, nacido en 1908, y la ms joven Pepita Belloch, que vio la luz en

    1927. Todos ellos comparten caractersticas comunes que permiten

    alumbrar, ya desde la ms temprana edad, un camino de rebelda que les

    conducira al comunismo.

    Leyendo los testimonios que se incluyen en este captulo se

    descubren en ellos los rasgos bsicos de unas personalidades marcadas por

    una infancia rural, acosadas por las diferencias de clase, en las que

    despiertan ya las races de la insatisfaccin vital que habra de llevarles,

    con el tiempo, a la toma de conciencia poltica. Todos ellos muestran como

    elementos caractersticos de su personalidad un innato sentido de la justicia

    y la injusticia, un acendrado olfato para detectar las desigualdades sociales,

    y una autentica pasin por aprender, ilustrarse, e intentar as explicarse el

    mundo en el que les toc vivir, adems de un comn espritu de rebelda.

    La propia Dolores Ibrruri ha dejado en su libro de memorias

    testimonio de estos mismos rasgos infantiles en su propia niez. Tras

    describir el ambiente de miseria y opresin existente entre los mineros de

    su Gallarta natal, la mtica dirigente del comunismo espaol explica:

    "Como un poso amargo iba sedimentndose en mi alma de adolescente un

    sentimiento de rabia desesperada, instintiva contra todo y contra todos (en

    mi casa me consideraban indomable), sentimiento de rebelda que ms

    tarde se hara conciencia"7.

    Este rasgo rebelde de La Pasionaria, similar al que expresan muchos

    de los participantes en este libro, es comn, por otra parte, a otros

    comunistas procedentes de clases sociales ms acomodadas que han dejado

    testimonio de sus infancias y adolescencias en sus propios libros de

    memorias. La que durante muchos aos fuera inseparable de Dolores

    Ibrruri, su secretaria, Irene Falcn, educada en el Colegio Alemn de

    Madrid y una de las primeras periodistas femeninas de Espaa, recuerda

    aquella insatisfaccin adolescente en el rechazo de los estereotipos sociales

    de la clase en la que haba nacido. "Mi hermana mayor, por ejemplo, si que

    tena muchos novios. Bailaba los domingos. A m me llev un da a bailar

    porque en casa decan que tena buen odo para la msica y suponan que

    me gustara bailar. Me llev casi a la fuerza, pero en fin, fui. Ay!, mi sueo es encontrar una muchacha para casarme, y encontrarla luego en mi

    casa, cuando regreso del trabajo, una cara que me sonra y me est

    7 !.- El nico camino. Biblioteca de escritoras. Editorial Castalia, Madrid, 1992.

  • esperando, que me tenga preparada la comida y se apoye en mi pecho. Para echarse a correr, vamos. No me gustaba bailar con esos chicos ni ese

    ambiente del baile de los bajos del Palace. Luego haba esos tipos que te

    seguan. Iban detrs musitando 'bsss... bsss... bsss'. Ni sabas lo que

    decan! Pareca que iban rezando! Y te seguan hasta tu casa o hasta el

    trabajo, para luego esperarte. Aquellos chicos eran insoportables. Yo

    prefera gente un poco mayor, con la que pudieras hablar, discutir y

    aprender"8, ha escrito en sus memorias.

    Tambin la escritora comunista Mara Teresa Len, hija de militar y

    luego compaera hasta su muerte de Rafael Alberti, explic en su

    Memorias de la melancola9, impresionante testimonio autobiogrfico,

    aquel rechazo a las costumbres y el ambiente de su infancia: "Nia de

    militar inadaptada siempre, no nia de provincia ni de ciudad pequea con

    catedral y obispado y segunda enseanza... con amigas de paso y

    primaveras acercndose cada ao a la nia, colorendola, obligndola a

    crecer y a estirarse. La vida pareca hecha para acomodar los ojos a cosas

    nuevas: veraneos, parientes y luego a comparar: esto es mejor que lo otro.

    Aqu las nubes pasan ms de prisa. Tonta, es el viento. Llueve menos. Las

    iglesias se caen de feas. No me gusta rezar. Y los chicos? Los chicos eran

    siempre iguales, torpes, engredos de serlo, audaces, candidatos inexpertos

    al premio mayor. Bah, nada".

    En los aos en que nuestros protagonistas eran nios o abordaban la

    adolescencia, Espaa y el mundo vivan tiempos de convulsiones sociales y

    transformaciones polticas que marcaran su vida an cuando fueran

    todava incapaces de desentraar su significado. La primera guerra mundial

    (1914/1918), la revolucin socialista en Rusia, con la toma del poder por

    los bolcheviques el 7 de noviembre de 1917, y el ascenso de los fascismos

    en Italia, con la marcha sobre Roma de Mussolini el 29 de septiembre de

    1922, y Alemania, con el fallido intento de golpe de estado de Hitler y sus

    camisas pardas en 1923, son los principales acontecimientos

    internacionales que habran de alcanzar su mxima dimensin en las dos

    dcadas siguientes.

    En Espaa, los primeros aos del siglo vieron la eclosin de

    importantes luchas obreras impulsadas, sobre todo, por las organizaciones

    anarquistas. Las huelgas en Bilbao y Andaluca de 1903 y 1905, la Semana

    Trgica en Barcelona (1909), motivada por el rechazo a la leva de mozos

    destinados a la impopular guerra de frica, la primera huelga general de 24

    horas (18 de diciembre de 1916) convocada conjuntamente por la UGT

    (socialista) y la CNT (anarquista), o la huelga general revolucionaria de

    agosto de 1917, se grabaran en sus retinas de nios como signo de

    8 Asalto a los cielos (Mi vida junto a Pasionaria). Temas de Hoy, Madrid, 1996. 9 Editorial Losada, Buenos Aires, 1970. Pgina 11. Hay edicin posterior en Espaa.

  • esfuerzos libertadores. La dictadura de Primo de Rivera (1923/1930)

    acabara por fomentar en toda Espaa el clamor por la Repblica.

    El primer congreso del Partido Comunista de Espaa se celebr el 15

    de marzo de 1922, saliendo elegido secretario general Antonio Garca

    Quejido, uno de los fundadores de la UGT y del PSOE, del que se haba

    escindido el ao anterior para adherirse a la III Internacional. El nuevo

    partido era fruto de la unin, fomentada por la direccin comunista de la

    URSS, del Partido Comunista Obrero Espaol, creado por el propio Garca

    Quejido en 1921, y el Partido Comunista Espaol, nacido en 1920 a

    consecuencia de la separacin del PSOE y de la Internacional Socialista del

    Comit Nacional de las Juventudes Socialistas de Espaa. Sus militantes,

    entre los que se encontraban figuras luego expulsadas, como Joaqun

    Maurn, Andreu Nin o Jos Bullejos, debieron vivir unos primeros aos de

    difcil organizacin durante la dictadura de Primo de Rivera, marcando al

    partido, ya desde su origen, con el estigma de la clandestinidad.

  • infancias

    Nac en Magaa, un pueblecito de Soria, en 1908, aunque de ese pueblo no

    recuerdo nada, porque a los dos aos me bajaron a Navarra, a Corella, el

    pueblo en el que me cri. All estudi prvulos y luego nos trasladamos a

    otro pueblo cercano, Cintrunigo, donde mi padre me puso a estudiar con

    los curas, porque l, aunque no crea mucho, deca que los curas eran los

    que mejor enseaban. Mi padre era un hombre de izquierdas. De las iz-

    quierdas que entonces haba en el pueblo, claro, porque all haba carlistas

    y liberales, y l siempre votaba a los liberales. Los curas eran los

    Carmelitas, que tenan un convento en el pueblo y un colegio, que costaba

    un duro al mes. Con ellos aprend bastante, aunque a los doce aos tuve

    que dejarlo, porque mi padre, que era el herrero del pueblo, tena mucho

    trabajo y necesitaba que le ayudara en la fragua.

    A esa edad yo ya no crea mucho en los curas ni en esas cosas,

    porque en Cintrunigo, y antes en Corella, haba curas que eran unos

    sinvergenzas, y como el pueblo era pequeo se saba todo lo que hacan,

    que no era lo mismo que predicaban. Por ejemplo, el cura Canales se

    acostaba con la Caracola, una mujer casada, y los chavales lo sabamos,

    cmo lo saban todos en el pueblo. Sabamos que iban a entenderse a los

    huertos, y nosotros les esperbamos escondidos y les tirbamos piedras

    cuando pasaban. Para que luego nos predicaran en misa que si la castidad,

    que si ojo con las chicas, que si los bailes agarraos eran pecado... Empec

    a desconfiar de ellos y pas a no creerme lo que decan.

    Mi madre nos llevaba a comulgar todos los meses, pero antes haba

    que confesarse y yo nunca me confesaba. Comulgar s, porque, para

    controlar quienes lo hacan y quienes no, haba que llevar una tarjeta blanca

    y despus de tomar la hostia te daban otra roja. O algo as, que ya no me

    acuerdo de qu color eran. Pero confesar dej de hacerlo muy pronto,

    porque yo pensaba que no tena por qu decirle a un to las cosas que yo

    haca qu les importaba a ellos? Tambin me acuerdo que, aunque cuando

    se comulgaba no se poda comer nada desde las doce de la noche del da

    anterior, yo no haca caso. Coga a escondidas una barra de chocolate

    despus de cenar y me la coma antes de levantarme y santas pascuas. As

    empec yo a ir contra corriente.

  • Cuando ya era un poco mayor, a los catorce aos ms o menos, yo no

    saba nada de poltica. De lo nico que haba odo hablar era de los

    socialistas, porque en el pueblo haba un hombre viejo que decan que era

    socialista y nos reuna a los chicos para hablamos de lo que era el

    socialismo, pero yo no entenda casi nada. Lo nico eso, que los curas eran

    unos sinvergenzas y que los que peor le pagaban a mi padre eran los que

    ms iban a misa. All, en el pueblo, exista la adoracin nocturna, que

    salan de madrugada a cantar cosas religiosas por las calles. Pues bien,

    cuando acababan se iban a los huertos a robar tomates. Esa era la fama que

    tenan los que se daban golpes de pecho.

    En la herrera tenamos muchos clientes; pues bien, cuanto ms de

    derechas, peor pagaban. Haba uno, el to Uas, que era un labrador rico y

    tena al hijo estudiando en Pamplona. Pues ese to, cuando yo iba a cobrarle

    las facturas -ya qu al ser el pequeo mi padre me enviaba a esas cosas- su

    mujer siempre me deca que no estaba. Pero yo saba que era mentira y

    entonces le esperaba escondido cerca de su casa, hasta que le vea llegar

    con el caballo. No cobraba, porque no me atreva a volver, pero me daba el

    gusto de saber que era un mentiroso. Nos dejaba a deber y luego se iba a

    otro sitio a que le hicieran el trabajo.

    En cambio, los liberales eran otra cosa. El to Chivite, por ejemplo,

    que era tambin rico y dueo de unas bodegas que ahora son famosas, iba a

    cobrarle y pagaba enseguida. Esas cosas que yo vea con ojos de nio creo

    que me marcaron para siempre.

    Antonio Gmez Marn

    Pertenezco a una familia obrera de Manresa, donde nac en 1913. Mi padre

    era serrador y mi madre trabajaba en el textil diez o doce horas diarias y

    adems haca el trabajo de la casa. Eran gente prcticamente analfabeta.

    Tengo cuatro hermanos y dos hermanas, y adems viva con nosotros la

    abuela. Diez personas en total. Cmo poda llegar para tantos el dinero

    que ganaban mi padre y mi madre? Todava me acuerdo de las

    conversaciones de mis padres en la mesa los fines de semana cuando no

    llegaba el dinero, que era siempre.

    Cuando yo tena diez aos ya trabajaba en un taller de automviles,

    eso quiere decir que empec a trabajar muy pronto. Mis padres siempre

    comentaban que lo ms importante en aquellos momentos era la

    organizacin sindical, que entonces era la CNT, ellos apoyaban siempre las

  • huelgas y todo tipo de luchas. Esa es la forma en que fui educado por mis

    padres.

    Jos Gros

    Nac en 1915 en un pueblecito de Toledo que se llama uo Gmez. Un

    pueblo msero en las estribaciones de la sierra de San Vicente, entre

    Escalona y Talavera de la Reina. Mi familia, como el noventa por ciento de

    las familias de por all, eran campesinos de los ms humildes, porque no es

    una tierra rica y adems tenan muy poca tierra. Era muy normal el

    campesino que tena un burro o dos; si no tena ms que uno se pona de

    acuerdo con alguien que tuviera otro, para sembrar, pero tenan que trabajar

    a jornal. En fin, era una vida muy pobre, muy msera y muy atrasada.

    Yo fui el cuarto de siete hermanos. Los dos primeros, que eran

    varones, uno de ellos vive todava, ya estaban trabajando a los nueve o diez

    aos, guardando puercos o cosas as. Mi hermana, mayor que yo, con

    catorce aos ya estaba en Madrid sirviendo en casa de una parienta que

    tena dinero, y yo fui el nico hasta entonces que pudo ir a la escuela.

    Asist, con el sacrificio de toda la familia, hasta poco antes de cumplir los

    doce aos. Mi afn era aprender, saber. Ya tena un sentido de la

    responsabilidad acusado, precisamente porque era el que haba tenido el

    privilegio de poder estudiar. Desde los ocho aos tena que trabajar

    trillando en el verano, pero luego la escuela estaba por encima de todo. Mi

    to era sacristn del pueblo y me propusieron ser monaguillo. Aunque yo

    era catlico muy creyente, como toda mi familia, lo que all era normal,

    dije que no. Mis padres tampoco queran, porque tena que perder media

    hora diaria, o tres cuartos de hora, de ir a la escuela. Y eso no, lo primero

    era la escuela.

    Estuve en el pueblo hasta que cumpl los doce aos. En mayo se

    haba cerrado la escuela y ya no volv ms. El maestro me apreciaba mucho

    y un da le dijo a mi madre que era una pena que no me pudieran dar

    estudios. Luego, por las noches, yo oa a mis padres comentarlo a la luz de

    la lumbre. Mi padre deca que si tuviera una finca la venda para que yo

    pudiera estudiar, y aquello a mi me haca ms responsable, con lo que dije

    que quera ir a Madrid, que no quera quedarme all.

    Aquel verano estuve trillando cincuenta y cinco das. Pagaban una

    peseta diaria y con lo que saqu, mi madre me compr ropa y me mand a

    Madrid. Poco antes, el hijo del to Corona, un pastor, que se haba hecho

    cura, le haba propuesto a mi madre llevarme al seminario. A ella le pareci

  • bien y a m tambin, porque me permita aprender. Ya estaba casi decidido,

    pero al rato lleg mi padre y mi madre se lo cont. Mi padre dijo: pero

    cmo, un hijo mo cura? de ninguna manera. Y l era creyente, aunque a

    misa no iba casi nunca. Era analfabeto, un campesino ms, pero un hombre

    que todo lo que haba hecho en la vida era trabajar y vea que el cura se

    daba la gran vida en comparacin con los dems, as que no quiso de

    ninguna manera que fuera al seminario. Se acab all mismo lo de cura, de

    lo cual me he alegrado mucho despus.

    A finales de octubre de aquel ao, con lo que gane aquellos

    cincuenta y cinco das de trilla, me vine a Madrid. Mi objetivo era acabar

    teniendo una tienda y poder traerme a mis padres. Tambin pensaba que

    tendra posibilidad de aprender. Vine y al cabo de poco tiempo entr a

    trabajar interno en una sastrera en la calle Toledo. All me enter de lo que

    era Madrid.

    Fueron tres aos terribles. Empec el 25 de enero de 1928, con doce

    aos, y sal de all el 18 de febrero del ao 31. Coma, viva y dorma en

    casa del dueo, que tena un piso encima de la misma tienda. Haba tempo-

    radas que dorma abajo, en un colchn en el suelo. Me levantaba a las ocho

    de la maana y antes de la una de la madrugada era muy raro que me

    acostara. Los primeros meses, desde enero hasta septiembre, no tuve

    sueldo, el sueldo era la comida y ropa limpia, que se deca. No pasaba

    hambre. Ya a partir de septiembre me empez a pagar seis duros al mes,

    pero yo siempre tena dinerillo de las propinas, pues iba a llevar trajes a los

    sitios ms extravagantes.

    Con aquel dinero compraba libros. Lea por la calle, lea en el metro,

    lea en el tranva. Cuando estaba en la tienda no poda leer, porque el to me

    coga algo de lectura en el bolsillo y me lo rompa. Empec a leer el TBO,

    que dej al mes o los dos meses, porque uno era ya mayor con doce aos.

    Luego lea cosas de chicos: Dick Turpin, Robin Hood, de bandidos

    andaluces, como Juan Manuel Lujan o Diego Corrientes, que eran medio

    revolucionarios, es decir, robaban a los ricos para socorrer a los pobres, y

    despus pas a las novelas de aventuras. Cuando cog confianza, compraba

    yo el libro y luego se lo daba a algn dependiente para que rae lo guardara,

    pues yo no poda tener libros all. Y ya fui subiendo en la escala.

    Lea y lea todo lo que poda, y eso era mi va de escape. Encontr en

    la lectura otro mundo distinto y fui comprendiendo lo que era aquello y lo

    que era Madrid, y yo, que haba venido para ahorrar dinero y tener una

    tienda, cuando cumpl catorce aos, ya no pens ms en ello. Comprend

    que aparte de aquel mundo tena que haber otro que mereciera la pena.

    Por otro lado, tampoco me gustaba la tienda ni los comentarios que

    hacan los dependientes, que se rean de los paletos que entraban a

    comprar, porque mis padres eran paletos y no me gustaba que les

    despreciaran Adems, aunque estaban siempre protestando del pal ron,

  • cuando apareca todo eran sonrisas y peloteos. Cuando tena catorce aos

    baj un da el dueo y se puso a gritar a todo el mundo, yo le contest y me

    dio una bofetada. Aquello fue la gota que colm el vaso, le ped la cuenta

    y me march. No tena casa, pero me fui a vivir con mi hermana.

    Simn Snchez Montero

    Soy la mayor de tres hermanos y nac en Almansa, un pueblo de Albacete.

    Dos de mis hermanos tenan problemas en los pies, y para poder darles un

    tratamiento nos trasladamos a Barcelona cuando yo tena unos cinco aos.

    La ma era una familia humilde, nada religiosa, aunque sin ningn tipo de

    idea poltica o social.

    Al poco de llegar a Barcelona mi padre enferm y tuvo que ser

    operado varias veces. Tal vez debido a la incultura no sabamos lo que

    tena, los mdicos tampoco lo saban, o no nos lo decan, pero era un

    cncer. A los once aos me puse a trabajar y mis hermanos tambin.

    Ganbamos cinco pesetas a la semana, que era muy poco, pero lo tuvimos

    que aceptar porque mi padre muri en el 29 y tenamos que ayudar a mi

    madre, que iba por las casas haciendo faenas domsticas.

    A los catorce aos tuve la idea de entrar a trabajar en una fbrica.

    Cada maana, al ir al trabajo, que era por la plaza Rovira, pasaba delante de

    unas fbricas de tejidos que haba por all y aquel trabajo me atraa, pero

    hasta que no cumpl los catorce no me admitieron. Entonces entr en la

    fbrica la Sadeta, que hoy es un centro cvico en el barrio de Gracia. A m

    me haba complacido entrar all, porque haba visto las mquinas y trabajar

    con ellas me haca ilusin, pero ya tena en la cabeza la idea de otro tipo de

    vida, ya me daba cuenta de lo que era la explotacin que sufra, de lo

    mucho que nos hacan trabajar y de lo poco que nos pagaban, y eso me

    haca rebelarme, participar en las protestas, aunque hasta que no lleg la

    Repblica y despus la guerra y conoc a personas que me pudieran

    orientar aquello no se convirti en una ideologa poltica.

    Isabel Vicente

    Mi pueblo estaba en la zona de la Rivera, en Orense, y tena buenas

    comunicaciones, lo que le diferenciaba de los pueblos de la montaa, que

  • estaban aislados, sin telgrafos ni vas de comunicacin, cosa que en el mo

    si haba. Adems, se reciban los peridicos de Madrid, hecho que conviene

    destacar, porque jug un papel importante en mi adolescencia.

    Soy hijo de una familia campesina, con algunas propiedades, pero

    que tambin trabajaba a jornal algunas veces. En aquella poca de los aos

    30 se pasaba por muchas dificultades en el pueblo, al igual que en otras

    muchas aldeas. All afect mucho la crisis de los aos 29 y 30, que fue el

    reflejo de la crisis mundial pero que tena all sus propias particularidades.

    Fueron malos tiempos que duraron hasta el ao 35. No es que la gente

    pasara hambre, porque, claro, tena patatas o verduras del huerto familiar,

    casi todas las familias matbamos el cerdo, pero haba otras dificultades:

    cmo ganar dinero para comprar una camisa o para pagar la contribucin

    territorial o pagar el impuesto de consumo.

    Fui a la escuela primaria hasta los doce aos. Era bastante aplicado y

    cuando termin la escuela saba leer tan bien como hoy, o mejor. Ya era

    muy aficionado a la lectura y estaba al tanto de lo que pasaba en Espaa: la

    crisis de la monarqua, despus del desastre de Annual, la guerra de

    Marruecos y todo lo dems. Eran cosas que se reflejaban tambin all, que

    preocupaban a los jvenes y que hicieron que empezramos a agruparnos.

    Creamos un centro cultural para poder leer los peridicos que recibamos

    de Madrid: La Libertad, El Liberal, El Heraldo, peridicos de tendencia

    liberal o democrtica, que empezamos a utilizar como un elemento de

    cultura pero que, poco a poco, nos fue politizando. A travs de la lectura de

    los peridicos y de las revistas adquirimos una cierta visin global de

    Espaa y de los problemas que haba en el extranjero.

    Yo me politic de los primeros, o el primero. Me afili a lo que

    entonces era el Partido Federal, que se ocupaba de los problemas regionales

    y nacionales, pero estuve muy poco tiempo en l, porque me di cuenta que

    los problemas que afrontaba no eran los que afectaban a las clases ms

    populares, mas menesterosas, con las que, ya en aquella poca, yo me

    senta ms identificado. Seguamos la crisis de la monarqua, todo lo que

    pasaba en Madrid y otros lugares, vino la proclamacin de la Repblica,

    que fue para nosotros un gran acontecimiento, y entonces me afili durante

    unos meses al Partido Socialista.

    Entr en una de las agrupaciones que se formaban all, pero tambin

    se apuntaban los caciques de los pueblos, que haban estado con la

    dictadura de Primo de Rivera y con Calvo Sotelo, y yo no quera estar en el

    mismo sitio que aquellas gentes, unos reaccionarios aunque hubieran

    cambiado de chaqueta, por lo que me afilie directamente al Comit

    Nacional del Par ido Socialista. Escrib a Madrid, me mandaron el carnet y

    las cotizaciones y los materiales y dems, pero aquella era la etapa en que

    los socialistas gobernaban con los republicanos, el bienio republicano-

    socialista, que se llamo, y tampoco daban solucin a los problemas. En

  • general en los pueblos las cosas seguan igual que antes, a veces el alcalde

    no era el mismo, era otro, pero segua estando al servicio del cacique.

    Veamos que los socialistas no contribuan a resolver los problemas de

    fondo que tenia d pas, y al poco tiempo constat que este fenmeno

    tambin se daba en otros lugares, por lo que me canse enseguida de aquella

    filiacin.

    Santiago lvarez

    Soy de un pueblecito de la Alcarria que se llama Brihuega, donde nac en el

    ao 17. Mi familia era de origen obrero, mi padre repartidor de harina y mi

    madre lavaba ropa por las casas y cosas as. Mi padre se cay debajo del

    caballo con el que reparta la harina y a consecuencia de ello estuvo dos

    aos en el hospital, dejando a mi madre con cinco hijos. Yo era la pequea.

    En el transcurso de los aos, mi madre trabajaba limpiando casas y tambin

    haciendo pan, porque como mis abuelos eran los dueos del horno no le

    cobraban la hornada. Dos de mis hermanos murieron en esos aos que mi

    padre estuvo enfermo.

    La consecuencia de todo esto, la enfermedad y los aos de hospital,

    fue que emigramos a Guadalajara, donde mi hermana mayor ya haba ido a

    servir. El trabajo de mi padre fue de blanco a negro, pas de repartidor de

    harina a repartidor de carbn.

    Yo empec a trabajar a los nueve aos en una fbrica de punto, que

    la llamaban fbrica aunque hoy la llamaramos pequeo taller, porque era

    una tiendecita pequea que tena en la trastienda tres mquinas con las que

    se hacan refajos, calzoncillos de punto, medias de algodn o de lana,

    calcetines y todo eso. Mi trabajo consista en coger puntos a las medias de

    seda que llevaban las mujeres para arreglar. Me pagaban muy poco y yo

    cada vez peda ms aumento, contestndome la patrona que ya ganaba

    suficiente. Cuando pasaban dos o tres meses de la discusin volva otra vez

    a pedir aumento. Cuando iba a cumplir once aos, tras una discusin de

    aquellas, en las que ella siempre deca que no me poda subir porque yo no

    me lo ganaba, apunt durante toda una semana lo que ella cobraba con los

    puntos que yo coga. Segn los coga, tena el precio y lo apuntaba en un

    papelito. Cuando lleg el sbado le dije que me subiera el sueldo y me

    volvi a decir que no, que ganaba lo suficiente para la edad que tena y que

    adems no lo ganaba. Que no lo gano? con test, mire lo que ha sacado

    usted conmigo esta semana, y le ense mis cuentas. Se puso tan furiosa

    que me ech.

  • Me ech y me march, claro. Pero tena que trabajar y me puse a

    coger puntos en mi casa. Puse un anuncio pequeito en un peridico de la

    UGT que se llamaba Flores y Abejas, donde trabajaba un primo mo que u

    a presidente de la Unin de Agricultores, un chupatintas, y comenc a tener

    clientes. Luego, muchas de las que iban a la tiendecita se enteraron que yo

    trabajaba por mi cuenta y me trajeron sus arreglos, por lo que me llamo la

    duea y me dijo: Yo te puedo denunciar a ti le parece bonito que me hayas

    quitado la clientela? Yo no le he quitado la clientela a nadie, a quien llama

    a mi puerta le hago los trabajos, contest. Ya no pas nada ms, pero lo que

    sacaba con aquello era poco, no poda trabajar slo cogiendo los puntos en

    casa, era imposible, porque la vida se iba desarrollando de distinta manera.

    Mi madre estaba enferma, mi hermano no tena trabajo, a lo mejor

    trabajaba una semana y dos no, as que, adems de coger los puntos,

    encontr empleo en una fbrica para sopa, de donde viene la pensin que

    cobro ahora. Todava era pequea, y las panderas que haba que subir, unas

    bandejas en las que se pona el fideo, eran muy grandes y haba que

    llevarlas desde el obrador, que estaba abajo, hasta arriba, donde estaba el

    tendido, y para subir esas panderetas me las vea moradas. Mis brazos

    estn torcidos desde entonces. Haba un muchacho trabajando all que era

    muy majo y que, sin que le viera el jefe, que era un hijo de su puetera

    madre, me ayudaba con las panderas. Me esperaba en la escalera y me las

    suba corriendo. Se llamaba Santos Puerto, que vive por Francia y no le he

    podido localizar. Por mi contacto con l acab por hacerme comunista.

    Tomasa Cuevas

    Mi infancia y juventud es la de un hijo de padre trabajador que vive en un

    barrio popular de Madrid, el barrio de Chamber. Desde nio, mi padre, que

    perteneca a la Confederacin Nacional del Trabajo, la CNT, dirigente

    sindical durante muchos aos, amigo de hombres que entonces hicieron

    historia, como Buenaventura Durruti, los Ascaso, el periodista Mauro

    Bajatierra y otros, hablaba delante mo de todo lo que pasaba en Espaa, as

    que conservo recuerdos, sin duda muy vagos, de un nio de seis aos, de la

    proclamacin de la Repblica el 14 de abril del 31, de la huelga revolu-

    cionaria del 34, de la insurreccin de Asturias, de la llegada, tras la

    liquidacin de dicha huelga revolucionaria, de hijos de mineros

    encarcelados a Madrid, de la polica en mi casa en el sin nmero de huelgas

    que en aquellos aos de la Repblica se llevaron a cabo. La polica en mi

  • casa haciendo registros, reventando colchones, deteniendo a mi padre, que

    se pasaba temporadas en las comisarias o en la crcel modelo de Madrid.

    Infancia y juventud en un barrio de corte popular, al menos en ese

    tramo de la calle, la calle de Viriato, donde haba una mezcla, si se quiere,

    de algn que otro funcionario y una inmensa mayora de trabajadores, y

    donde existan como tal todas las corrientes polticas, los debates de la

    poca. Un tiempo, el inmediato a la guerra civil tras las elecciones de

    febrero de 1936, en el que en Madrid, en mi barrio, que era el que yo

    conoca, el que transitaba todos los das en la calle, se viva con una gran

    efervescencia de todo tipo, con un sentido de libertad que nunca ms he

    vuelto a tener en mi vida. Recuerdo las manifestaciones del 1 de mayo

    antes de la guerra civil, las cargas de los guardias de asalto, sable en mano,

    a caballo, las huelgas, los piquetes que iban a parar las obras con pistolas.

    Una situacin tensa la que se viva en aquellos tiempos donde las

    juventudes de los diversos partidos solventaban sus diferencias polticas a

    veces a tiros. Ah estn la muerte de Juanita Rico, los tiroteos de vez en

    cuando en las calles, la creacin de milicias. Todava antes de comenzar la

    guerra civil espaola.

    Armando Lpez Salinas

  • ocho

    asesinados

  • El silencio de los paredones

    El que lo cont no era un antifranquista furibundo ni un comunista

    resentido, era Ramn Serrano Ser, ministro de Exteriores en los albores

    de la dictadura y cuado del caudillo, en vista de lo cual no hemos de dudar

    de su palabra. Segn l, una vez dictadas las sentencias de muerte por el

    tribunal correspondiente, normalmente consejo sumarsimo de guerra,

    aunque la contienda ya hubiera terminado, el auditor del Cuartel General,

    Martnez-Fset, se presentaba "corrientemente a la hora del caf, despus

    del almuerzo, con una relacin siniestra para el enterado de las penas de

    muerte por el Jefe del Estado". Y es que, ya se sabe, la pluma puede ser un

    arma mortfera en manos de quien tiene poder para decidir sobre vidas y

    muertes.

    Ernesto Gimnez Caballero, fino estilista literario y falangista de

    primera hora, ya lo vio en un artculo publicado en la Gaceta Regional, de

    Salamanca, el 25 de abril de 1937: "A Francisco Franco si lo veis, no le veis nunca con el sable de los antiguos generales decimonnicos y

    pronunciamenteros. No tiene sable, por no tener en su atuendo habitual, ni

    pistola. Slo se le ve en el bolsillo de la guerrera una pequea varita negra

    y plateada: la estilogrfica. He aqu su bastn de mando, su vara mgica,

    su porra, su falange incomparable. Un rasgueo de esa estilogrfica sobre

    un papel es superior en energa y voluntad a la porra, al fusil, a la

    ametralladora y al can mejor disparados10. En sacas y paseos, con sentencia o sin ella, por venganza, por miedo,

    por represalia, frente a la tapia de un cementerio o en la orilla de un ro o

    un camino, normalmente rompiendo la placidez del amanecer, los

    pelotones de ejecucin de la Guardia Civil, las brigadas falangistas o el

    ejrcito fusilaban a mansalva obedeciendo el enterado rubricado en el

    Pardo. En sta, como en tantas otras cosas relacionadas con la guerra civil y

    sus consecuencias, es difcil calcular cifras, los que lo han estudiado no se

    ponen de acuerdo, aunque han ido precisando segn avanzaban los tiempos

    y se podan hacer estudios ms rigurosos.

    Stanley G. Payne, en Los militares y la poltica en la Espaa

    contempornea, avanza la cifra de trescientos cincuenta mil fusilados

    despus de 1939, aunque aclara que resulta difcil comprobarlo. No

    obstante, Guillermo Cabanellas, el general que se sublev con Franco, 10 Como en el captulo anterior, las citas y datos que se dan en esta introduccin, salvo que se indique otra cosa, pertenecen al libro Historia del Franquismo, de Daniel Sueiro y Bernando Daz Nosty.

  • acept en La guerra de los mil das que pudieron ser trescientos mil. En su

    obra La Repblica Espaola y la guerra civil, Gabriel Jackson calcula el

    "total de represalias y ejecuciones nacionalistas" hasta 1944 en un mnimo

    de ciento cincuenta y mil y un mximo de doscientas mil. El general fran-

    quista e historiador de la guerra civil, Salas Larrazbal, basndose en las

    inscripciones judiciales de fallecimientos del 1 de enero de 1939 al 31 de

    diciembre de 1959, reduce la cifra hasta las veintids mil seiscientas

    cuarenta y una ejecuciones. Las ltimas investigaciones de los

    investigadores hablan de 150.000 fusilados en juicios sumarsimos. En el

    auto emitido por el juez de la Audiencia Nacional con fecha 16 de octubre

    de 2008, figura la cifra de 114.266 an sepultados en fosas desconocidas.

    Demasiadas en cualquier caso.

    En los primeros momentos de la posguerra, o incluso antes, cuando

    los nacionales iban ocupando pueblos y ciudades durante la contienda,

    fueron fusilados concejales, alcaldes, diputados, funcionarios, militares

    leales, dirigentes y militantes de partidos y sindicatos o, simplemente,

    desafectos al nuevo rgimen. Los haba de lodos los partidos, es cierto,

    pero ser comunista era ya una buena recomendacin para ser candidato al

    paredn.

    Posteriormente, acabada ya la guerra mundial, que si no acab con la

    sed de sangre les oblig a aplacarla un poco, la frustracin creada entre los

    republicanos en el exilio porque el triunfo aliado no significar tambin la

    liberacin de Espaa del franquismo, llev a un recrudecimiento de la

    lucha guerrillera y a nuevos intentos de reorganizacin de los partidos en la

    clandestinidad, especialmente los comunistas y anarquistas, que haba

    participado activamente en la resistencia antinazi en Francia. Eso condujo a

    un recrudecimiento de la represin, que defini el llamado delito posterior a la guerra, bajo cuya acusacin se conden en juicios sumarsimos que poco tenan que ver con la justicia y se arrastr ante los

    paredones a centenares de resistentes. En este periodo los comunistas

    sufrieron una verdadera sangra de cuadros y militantes a manos de los

    verdugos. Algunas de las ltimas cartas de esos asesinados tras juicios que

    poco tenan que ver con la justicia se recogen en este apartado.

    En sus memorias, el dirigente del PSUC Gregorio Lpez Raimundo,

    tras recordar las ejecuciones de varios camaradas en Barcelona y Madrid,

    hace un clculo, necesariamente incompleto, de los asesinados en esos

    aos: "Meses ms tarde Mundo Obrero publicara una informacin segn

    la cual, durante 1947 y los primeros meses de 1948 el balance del terror

    sumaba 71 fusilados, 572 asesinados por la 'Ley de fugas' o por torturas,

    22 condenados a muerte pendientes de ejecucin y 24 procesados con

    peticiones de pena de muerte11

    '. 11 Primera clandestinidad. Editorial Antrtida/Empues, Barcelona, 1993. Pgina 120.

  • En las pginas que siguen se reproducen las ltimas cartas escritas

    por algunos de estos fusilados, dirigidas a sus familias o a la direccin del

    Partido. Son cartas bien distintas unas y otras, desde la detallada y sobria

    relacin de sus pobres pertenencias destinadas a los herederos hasta la

    minuciosa descripcin de calvario que les toc vivir. No obstante, todas

    tienen algo en comn: la profesin de fe en el comunismo y en un futuro

    mejor para la humanidad, que se convierten en una conviccin casi

    religiosa, laica e incluso atea, eso s, en la inevitabilidad de la revolucin y

    la realizacin de la utopa en la tierra.

    De J. Chamorro no he encontrado referencia alguna en los libros

    consultados, de los dems ofrezco unos datos de referencia que resumen su

    trayectoria poltica y humana.

    Manuel Asarta, vasco, fue comandante del ejrcito republicano y

    miembro del Comit Central del PCE en Euzkadi. El final de la guerra civil

    le pill en Alicante, donde fue encerrado en el campo de Albatera, consi-

    guiendo pasar luego a Francia y posteriormente a Cuba. Asarta se encontr

    entre los primeros que intent volver desde Amrica a Espaa para reiniciar

    la lucha contra el franquismo. Detenido en 1941, tras desembarcar en Lis-

    boa, fue entregado por el rgimen salazarista a Franco, que le fusil el 21

    de enero de 1942 junto a Jess Larraaga --tambin en este libro--, Isidro

    Diguez, Jaime Girabau, Francisco Barreiro y Eladio Rodrguez. De los

    seis ha escrito Gregorio Morn que enviaron "una carta al Comit Central

    haciendo balance del fracaso y sugiriendo una idea luminosa que pas

    inadvertida, pero que demuestra no slo su temple sino su sensibilidad

    poltica: 'Queremos insistir escriben los condenados en los pocos instantes de vida que nos quedan. El enemigo es muy fuerte todava. Huid

    de optimismos infundados, que slo conducen a castrar el nimo"12

    .

    En 1916 naci en el norte de frica Agustn Zoroa. Exiliado tras la

    guerra en Mxico, durante 1940/41 fue responsable de las Juventudes

    Socialistas Unificadas de Espaa en una cooperativa montada por el SER

    en el estado de Chihuahua. En 1944, con 28 aos de edad, regres a Espaa

    para reorganizar la actividad del partido y la lucha guerrillera, sirviendo de

    puente entre la direccin del PCE en Touluse, encabezada por Santiago

    Carrillo, y el grupo del interior, dirigido entonces por Jess Monzn, con el

    que no tard en tener desacuerdos. Fue detenido en el verano de 1945 en

    Madrid, casi al mismo tiempo que otros dos enviados al interior: Sebastin

    Zapirain y Santiago lvarez, ambos miembros del Comit Central. Simn

    Snchez Montero, que coincidi con l en la prisin de Alcal de Henares,

    le recordaba en su libro de memorias: "Despus de la huelga se modific la

    direccin del Partido, con la incorporacin de Zoroa y otros camaradas, y

    se realiz un pleno de la organizacin, un verdadero congreso local. Zoroa 12 Miseria y grandeza del partido comunista de Espaa, 1939-1985. Pgina 54. El libro de Gregorio Morn ha sido un instrumento til para redactar estas pequeas biografas.

  • y los dems dirigentes eran unos camaradas estupendos, inteligentes,

    firmes y sencillos. Traan ideas nuevas, pues haban legado recientemente

    de Francia y antes haban hablado extensamente con la direccin del PCE.

    Yo estaba de acuerdo con las nuevas ideas y normas expuestas en el

    informe final, ms abiertas y democrticas"13

    .

    Cristino Garca, asturiano nacido en 1910, comenz su militancia

    revolucionaria con las armas en la mano durante la huelga general

    revolucionaria de 1934, perteneciendo en la guerra civil al XIV Cuerpo de

    Guerrilleros, donde tambin estuvo otro de los entrevistados en este libro,

    Jos Gros. Exiliado en Francia, particip en la guerrilla contra el invasor

    nazi, dirigiendo las tropas que vencieron en la batalla de La Madelaine, en

    la que se causaron seiscientas bajas a los alemanes y se hicieron mil

    quinientos prisioneros, as como en la liberacin del pueblo de Foix y en el

    asalto a la crcel de Nimes. Pedro Vicente, que fue su compaero en la

    resistencia, recuerda en sus memorias esta ltima accin: "Uno de los nues-

    tros, disfrazado de gendarme, dio la seal para que abriesen una

    portezuela lateral. Abierta sta, un grupo de guerrilleros, dirigido por

    Cristino Garca y Mart, miembro del Frente Nacional, penetra en la

    crcel.

    "Los presos estaban prevenidos. La seal era que Luis, el vigilante,

    se quitara la gorra; la hora convenida, las 21 h. 15 minutos.

    "Sigilosamente, los asaltantes se deslizaron hacia el cuerpo de

    guardia: primero, neutralizaron a los vigilantes y, a continuacin, a sus

    superiores. Rpidamente fueron recorriendo las celdas marcadas en el

    plano, y sacando de cada una de ellas a los veintisiete presos polticos que

    uno de esos das aguardaban ser deportados a un campo de exterminio

    nazi.

    "El golpe dur apenas treinta minutos. Un guerrillero, Gerardo

    Lobeira, perdi la vida y Cristino Garca result herido en una pierna, al

    disparrsele la pistola que llevaba montada. Inmediatamente fue evacuado

    a una clnica de la ciudad, donde los doctores Fayot y Cabonat, ambos del

    Movimiento de la Resistencia, le practicaron la operacin"14

    .

    Cristino Garca regres a Espaa tras finalizar la guerra mundial para

    intentar organizar la guerrilla urbana en Madrid, aunque fue detenido seis

    meses despus, el 20 de octubre de 1945, a consecuencia de una delacin.

    Le fusilaron el 21 de febrero de 1946 junto a nueve de los componentes de

    su grupo. El Gobierno francs, presidido por el general De Gaulle, cerr

    por un tiempo la frontera en su honor y le condecor con la Cruz de

    Guerra.

    13 Camino de Libertad. Ediciones Temas de hoy, Madrid, 1997. Pgina 181. 14 Por qu luchamos. Ediciones Endymion, Madrid, 1992. Pgina 114.

  • Jess Larraaga, de origen vasco, tambin estuvo detenido en el

    campo alicantino de Albatera, pasando a Francia al salir de l. Detenido por

    la polica francesa tras la ilegalizacin de los comunistas en septiembre de

    1939, fue internado en el campo de Vernet por indocumentado junto a

    Francisco Antn. Miembro del Bur Poltico del PCE, se exili despus a

    Amrica, desde donde regreso para ser detenido en Lisboa junto a Manuel

    Asarta y enviado luego a Espaa para ser fusilado.

    Detenido por primera vez al acabar la guerra y luego liberado, Luis

    Campos Osaba, tras un tiempo en Francia, regres a Mlaga para colaborar

    a la reorganizacin del partido, del que entrara a formar parte del Comit

    de Andaluca, encargndose del aparato de propaganda. Volvi a caer en

    manos de la polica en febrero de 1948 a consecuencia de una delacin

    junto a 25 camaradas, dos de los cuales, Jos Mallo Fernndez y Manuel

    Lpez Castro miembros del comit regional, fueron fusilados con l en

    1949.

    Secretario general del PCE en Galicia en el momento de su

    detencin, Jos Gmez Gayoso tambin haba regresado a Espaa desde el

    exilio para reorganizar la guerrilla en su tierra natal, la ms veterana de

    Espaa, pues haba comenzado sus actividades, que llegaron a su mxima

    expresin en 1946/47, durante la misma guerra civil. Detenido a tiros en el

    verano de 1948, la Guardia Vi vil le vaci un ojo de un disparo. Fue

    fusilado en noviembre de ese mismo ao. Gregorio Morn, poco dado a las

    alabanzas, ha escrito de l: "Gayoso gozaba de una sensibilidad poltica y

    un atractivo humano indiscutible, lo que unido a su prestigio, facilit

    durante esos dos aos el mordiente poltico de la agrupacin gallega15.

    15 Obra citada. Pgina 131.

  • asesinatos

    Mi queridsima Manoli: Ayer, da 19, me anunciaron que al amanecer de

    hoy sera fusilado, pero fue suspendida la ejecucin; espero acabar mis das

    de un da para otro. He hecho inventario de mis cosas para que te sean

    entregadas. No desesperes, cario mo! Muero tranquilo y sereno,

    confiado en que el sacrificio de mi vida servir para que en el porvenir no

    sufran los que nos suceden las vicisitudes de nuestra generacin.

    Inmenso es el amor que siento por ti y por nuestra querida amatxo;

    vuestra imagen me acompaa hasta la muerte. Durante toda mi vida he

    procurado ser un buen hijo, buen esposo y buen padre, como corresponde a

    un hombre de mi condicin. No os dejo de herencia ms que mi pasado de

    consecuente honradez, mi limpio apellido de comunista Cuidadlo como las

    nias de vuestros ojos! Qu l ilumine el camino que has de recorrer

    durante toda tu vida!

    Deseo no te dejes ganar por el dolor y la melancola que pueda

    producirte mi desaparicin. Eres joven todava y el tiempo cicatrizar la

    herida de tu sufrido corazn. Mi Manoli querida! No quiero que por

    venerar mi memoria renuncies a tu juventud. Te quiero demasiado para

    desear tal cosa.

    Cuando te uniste a m, yo no pude ofrecerte esa felicidad risuea y

    apacible con que suean las muchachas de tu edad. Ese gnero de

    "felicidad" no nos pertenece, es totalmente contrario a nuestras

    aspiraciones. Cuando te uniste a m te uniste a un luchador con el que has

    compartido todas tus vicisitudes durante todas las accidentadas etapas de

    nuestro "idilio". Procura forjarte en las enseanzas de esta dura experiencia,

    pues las vicisitudes no han terminado para los que sobrevivis.

    Aconseja de esta manera a nuestra querida Luisita. Yo la vigilar

    desde los luceros, que no se entristezca demasiado, ya veis que yo conservo

    el buen humor.

    Mis postreros besos para todos y en especial para nuestra amatxo,

    para ti, para Eusebi y Luisita.

    Prisin de Porlier, 21.2.42. P.D. Me fusilan al amanecer.

    Manuel Asarta

    Fusilado el 22.1.42

  • Penal de Ocaa, 27 Diciembre 1947.

    Madre Querida: Cuando esta carta reciba, su pequeo "Chirri", como

    cariosamente me llamaba, habr dejado de existir.

    Pobre ma! Yo qu dara mi vida mil veces, esto es lo peor de todo,

    el dolor que la causo.

    Toda mi vida est llena de veneracin por Vd., muchas veces

    silenciosa. Los grandes amores no suelen ser muy locuaces. Lejos de Vd.,

    en el frente primero o en la emigracin despus, ni un momento se alej de

    mi pensamiento. An recuerdo que en la finca de Santa Clara (Cuba),

    donde trabaj dos aos de campesino, todas las tardes al caer el sol y

    terminar el trabajo, me gustaba sentarme al pie de un rbol pensando en mi

    patria y en Vd.

    Siempre he deseado poseer sus admirables cualidades. Antes de cada

    accin en mi vida, siempre he pensado procurando que fueran todas de tal

    gnero que de ninguna hubiera de avergonzarse Vd.

    Y qu decir de lo que ha significado para m, durante la estancia en

    la crcel y hasta el ltimo instante de mi vida. Cmo me confort su valor y

    entereza. Cuanto la admiro madre querida. Vd. s que es una autntica

    herona annima y silenciosa, con el herosmo inigualable de las madres.

    Que yo sea valiente y permanezca tranquilo y orgulloso de mis actos

    hasta el ltimo instante de mi vida, ningn mrito tiene. Poseo las bases

    inconmovibles de mis ideas polticas, frrea e inquebrantablemente

    seguridad en su victoria, que me da el orgullo de haberla servido con mi

    sangre.

    Lo admirable es su entereza, apoyada en el amor de madre, en el

    deseo de ayudarme y hacer menos dura esta hora para m y ver la valenta

    con que Vd. lo soporta.

    Dura ha de ser su pena. Desgraciadamente, no es Vd. una excepcin,

    la historia de nuestra Patria est tinta en la sangre de los mejores hijos,

    asesinados y anegadas por decenas de millares que como Vd. lloran la

    muerte de sus hijos.

    Yo, madre, srvale esto de consuelo, muero tranquilo y orgulloso con

    la satisfaccin de haber cumplido y haber sido hasta el ltimo suspiro digno

    militante de mi partido y esforzado hijo de mi Patria.

    Tengo la seguridad de que nuestro sacrificio, como el de cientos de

    miles que me precedieron, contribuir a acelerar la llegada de das de

    prosperidad y felicidad para nuestro Pueblo.

    Puesto en el trance de elegir en Gobernacin la libertad a cambio de

    mi traicin, o la muerte digna, no vacil. Prefiero que llore la muerte de un

    valiente que la vergenza de tener un hijo despreciado por traidor y por

    cobarde.

  • No se amilane, le quedan tres buenos hijos que la ayudarn a

    soportar esta prueba. Y no se aguante el llanto como suelo hacer, llore

    madre querida, con el espritu de aquella madre del romance popular de

    nuestra guerra:

    "YO NO LLORO AL HIJO MUERTO

    SOLO LLORO MI DESTINO

    PORQUE PARA DAR AL PUEBLO

    YA NO ME QUEDAN MAS HIJOS..."

    Adis madre querida, un milln de besos.

    Agustn Zoroa

    Fusilado el 27.12.47

    Mi testamento:

    Yo, Luis Campos Osaba, natural de Madrid, de 34 aos de edad,

    casado, hijo de Manuel Campos Montenegro y Mara Osaba Estibalez,

    condenado a la pena capital el da 22-2-1949 por un Consejo de Guerra

    incoado por actividades polticas contra el rgimen franquista, y en rgimen

    de aislamiento en la celda n 41 de la Prisin Provincial de Sevilla, declaro

    y es mi ltima voluntad:

    Primero.- Que se hagan llegar a su destino las cartas que en mis

    ltimos momentos dirigir a mis queridos padres, hermanos y sobrinos.

    Segundo.- Que aunque las leyes hoy vigentes en Espaa no

    reconozcan la validez de mi casamiento con mi esposa, Carmela Gmez

    Ruiz, mantengo con todas mis energas que estamos casados conforme a las

    leyes republicanas y que por tanto nos consideramos como legtimos

    marido y mujer. Pido le sean entregadas a mi esposa Carmela Gmez Ruiz

    mi diario de condenado a muerte y la carta que en mis ltimos momentos le

    escribir.

    Tercero.- Pido que como recuerdo pstumo se haga llegar a manos

    de mis familiares que nombro los objetos siguientes:

    A mis queridos padres: mi cartera del Colegio Oficial de Practicantes

    de Madrid con su contenido ntegro. Mi cuaderno de apuntes de ingls

    escrito por mi esposa Carmela. Mi cuchara.

    A mis queridos hermanos Manola, Carmen, Pepe y Alfonso: mi

    peine, mi cepillo de dientes, mi billetera, mi mechero.

  • A mis sobrinos Conchita, Jos Mara y Juan Luis: mi monedero, mis

    gemelos y mi petaca de cuero.

    A mi querida esposa: mi reloj, todas las fotografas del lbum,

    alianza de plata, libros, colchn, manta y almohada, anclita de plata, etc,

    etc.

    El resto de los objetos y cosas no enumeradas las lego a mi esposa

    para que de ellas haga el uso que estime ms oportuno.

    Esta es mi ltima voluntad que por escrito expreso en la celda n 41

    de la Prisin Provincial de Sevilla a uno de marzo de mil novecientos

    cuarenta y nueve. Ruego al Sr. Director de la Prisin que de las rdenes

    oportunas para su cumplimiento.

    Domicilio de mis padres, hermanos y sobrinos: Calle Fernndez de

    los Ros n 68, Madrid.

    Domicilio de mi esposa: Comps de la Victoria n 14, en la

    actualidad departamento de mujeres de la Prisin Provincial de Sevilla.

    P.D. Olvid mencionar entre mis herederos de recuerdos a mis

    queridos hermanos polticos Manolo y Mana, Paquita y Ramn, Juanito y

    Rafita, Victoria y Juan. Al buen entendimiento de mi esposa Carmela

    Gmez Ruiz, dejo este cuidado.

    Luis Campos Osaba

    Fusilado en marzo de 1949

    Queridos camaradas: os extraar no haberos enviado noticias de mi

    situacin. Es porque no saba si el conducto era seguro y tema que mis

    noticias fueran a manos de la polica.

    Qu queris que os diga del mal trato en Gobernacin? desde que

    ca me lo esperaba todo y estaba dispuesto a aguantar todo lo que viniera,

    slo hubo un da de buen trato: el que ca. Desde cigarrillos rubios hasta

    palabras dulces, ofrecimientos de facilitarme la fuga, propuesta de que me

    pusiera a su servicio. Mi respuesta ya os podis suponer cual fue. A partir

    de aqu empezaron las "sesiones". Al tercer da me sangraban los odos y

    tena los testculos como puos. Los vergajazos ya no quedaba una pulgada

    del cuerpo adonde no hubieran llegado. Despus de cada "sesin", me

    bajaban arrastrando cuatro esbirros. Cuando me desmayaba me echaban un

  • cubo de agua y otra vez a zumbar. As estuvieron doce das sin parar. Me

    dejaron reponer otros tres, y a empezar de nuevo una semana seguida.

    Me he convencido que tengo la piel muy dura y que quien se lo

    propone, quien en estos momentos piensa en lo que es, y ms si es

    comunista, no habla aunque le hagan picadillo. Creo que no hice ms que

    comportarme como deba. No os digo esto para vanagloriarme. Lo hago

    slo porque s el fin que me espera, y quiero que esta carta, si por desgracia

    es la ltima, sirva no slo como esclarecimiento de lo ocurrido, sino

    tambin para que pongis al desnudo ante el mundo los mtodos de estas

    bestias y cul ha de ser siempre el comportamiento de los antifascistas

    cuando tienen la desgracia de caer.

    Como os digo, mi situacin y la de los dems camaradas es de pocas

    esperanzas. Quieren envolvernos en un proceso comn, y nos hemos

    negado a aceptarlo. Yo comprendo que matarnos por actividades polticas

    resultara difcil ante la situacin internacional, y por eso nos achacan

    atracos y otras cosas. Me olvidaba deciros que a los tres primeros

    "interrogatorios" asisti un "boche", que me dijo que tena buenos

    "recuerdos" mos y de Medina en Francia. El tercer da se despidi de m,

    cuando sangraba por todas partes, echndome una bocanada de humo en

    los ojos y dicindome: "Ya era hora de que te cazramos".

    Perdonad si esta carta va un poco revuelta, pues la hago a intervalos

    y con vigilancia permanente. Me tienen enjaulado y con vigilancia

    permanente. Me tienen enjaulado como a un mono; slo faltan los nios

    echndome cacahuetes. Por eso quiero aprovecharla para dirigirme, quiz

    por ltima vez, a mi pueblo y a mi querido Partido. Mi nimo, camaradas,

    es tan firme como lo fue siempre el mismo. Cuando pas la frontera para

    incorporarme a mi puesto de combate contra esta patulea de fascistas, saba

    que no eran rosas lo que me esperaba. Pero estoy orgulloso de haberlo

    hecho. Para m, ms que una tarea de sacrificio, era un honor que se me

    conceda al venir a luchar por mi pueblo y por mi patria. Recuerdo la rabia

    que me daba cuando en Francia vea que otros camaradas salan para el pas

    antes que yo. Aqu estaba y est nuestro puesto. Si en la lucha caemos

    algunos, qu importa! Otros proseguirn nuestra obra, pero no podis

    imaginaros la satisfaccin que tengo de haberme comportado como era mi

    obligacin. Y as me portar hasta el ltimo momento. Ya s que la

    canallesca Falange intentar echar basura sobre nosotros, acusndonos de

    robos y otras cosas. En el juicio presentaron a un tipo que en mi vida he

    tenido delante, que me acusaba de ser su jefe; dijo que me haba conocido

    en Madrid, dos meses antes de salir yo de Francia.

    Por este estilo son las dems acusaciones. La realidad es que me han

    condenado y a matarnos van, porque los "boches" alemanes no me

    perdonan los malos ratos que les hicimos pasar. Quieren matarme porque

    soy antifascista, fiel hasta la muerte a la causa antifascista y al Partido.

  • Antes de terminar quisiera daros algunos consejos, que dentro de mi

    modestia, creo que sern tiles. Estamos en situacin en que posiblemente

    dentro de pocos meses nuestra patria ser liberada. Mi experiencia me ha

    demostrado que no hay cosa que ms vuelva locos a esos perros que la

    lucha guerrillera. Hay que prestar mucha atencin a su crecimiento. Creo

    que hay que poner mucho cuidado en la seleccin de los mandos; que sean

    hombres capaces y que, si algn da caen, que no se dejen envolver por los

    trucos y martingalas del enemigo. Otra experiencia que he sacado es que

    hay que imponer inflexiblemente la norma de que nadie conozca ms que

    lo que interesa. Hay que educar a los camaradas en el coraje ante el

    enemigo, en la seguridad de que tienen ms posibilidades de salvarse el que

    no suelte palabra que el que habla. Y por encima de todo, haya o no

    posibilidades de salvarse, lo que debe imperar es nuestra conciencia de

    comunistas.

    Tengo tantas cosas en la cabeza, que creo que estara escribindoos

    una semana seguida, pero comprendo que tenis cosas ms importantes en

    que entreteneros. Quiero pediros un favor, y es que hagis llegar esta carta

    a nuestro grandioso Bur, pues de ella se enterarn tambin los antiguos

    compaeros de lucha franceses. Soy poca cosa, pero s que en cuatro aos

    que peleamos juntos para liberar a Francia de los invasores alemanes,

    establecimos unos lazos que ni la muerte podr romper. Si orgulloso me

    siento de ser hijo de Espaa, no es menos el que siento de haber aportado

    mi esfuerzo a la liberacin de Francia. Ellos ya son libres, pero a dos pasos

    tienen al enemigo, a los nazis y falangistas que saquearon y asesinaron

    miles de franceses. Decidles que no descansen hasta barrer a estas bestias

    falangistas. Por ltimo dedico mi despedida a vosotros y al Bur.

    A vosotros, camaradas de la Delegacin, os pido que no escatimis

    sacrificios para que nuestro querido Partido sea lo que siempre fue: El

    Partido de la vanguardia antifranquista.

    An es muy largo el camino que tenemos que recorrer hasta ver a

    nuestra patria libre de fascistas, pero ya queda poco. Cuando se ve cmo

    tiemblan ante lo que les espera, tenemos que dar mucho ms, la vida y mil

    vidas que tuviramos, pues todo hay que darlo por bien empleado por la

    libertad y el triunfo del pueblo y de la democracia. Trasmitidle mis saludos

    a los guerrilleros, mis compaeros y hermanos, y estoy seguro de que pase

    lo que pase seguirn peleando como hemos jurado hacerlo. Decidle a la

    direccin del Partido que la promesa que hicimos de ser fieles hasta la

    muerte al Partido, la hemos cumplido; que no olvidamos sus enseanzas y

    consejos y que si tenemos que morir, nuestros verdugos sabrn cmo

    mueren los comunistas, lo mismo que supieron cmo luchaban.

    A la camarada Dolores, nuestro gua nuestra maestra y ejemplo de

    luchadores, slo dos palabras: un grupo de comunistas est casi en capilla,

    y cuando recibas sta seguramente ya no existiremos. Sin embargo,

  • queremos decirte que nadie ha podido arrancar una queja de nuestros labios

    ni nadie pudo impunemente echar basura sobre el nombre del glorioso

    Partido que diriges.

    Nuestra mayor preocupacin, desde que camos en las garras de esta

    Gestapo espaola, fue poner bien alto el nombre del Partido, y de nada

    vali todas sus martingalas, porque cuando alguien intent insultar al

    Partido, hubieras visto a tus discpulos, los comunistas, saltar como fieras

    en su defensa.

    Hemos cado, mala suerte; pero sabemos que quedan muchos miles

    de espaoles, comunistas y no comunistas, que la terminarn. Tu nombre,

    que es admirado y querido por millones de espaoles, es nuestra bandera. Y

    todo lo damos por bien empleado, porque el orgullo de haber vivido

    honradamente y de haber sido dignos del ttulo de comunistas vale ms que

    la propia vida. No me importa lo que de mi digan los fascistas, pues lo que

    me importa es lo que diga mi pueblo, al cual me debo y nos debemos todos.

    Por l, por su libertad he luchado, luchar hasta el ltimo momento. Y

    cuando este momento llegue, estad seguros, camaradas, que un modesto

    militante del glorioso Partido Comunista sabr morir como mueren los

    comunistas.

    Viva el antifascismo espaol! Viva el hroe de la resistencia,

    nuestro gran Partido Comunista! Viva la ms grande y valiente de las

    mujeres, nuestro jefe "Pasionaria"!

    Cristino Garca Fusilado el 21.2.46

    15 de febrero de 1946.

    Querida Carmen: Te escribo momentos antes de perder mi vida ante

    el piquete de fusilamiento. No s cuando podrs regresar a Espaa y leer

    mis ltimas impresiones. Quiero decirte algunas cosas de inters. Siempre

    nos quisimos bien y colaboramos juntos. El hecho de que mi muerte nos

    separe no borra para ti, no prescribe, el cumplimiento de deberes que nos

    eran comunes y que, con gran dolor por mi parte, tendrs que cumplir ahora

    tu sola. Me refiero a nuestros hijos. Quirelos como madre y atindelos

    solcita y cariosa; pero, sobre todo, hblales de mi vida, de mi lucha, de

    mis ideales, de mi muerte. Ellos comprendern mejor sus deberes como

    hombres. En estos menesteres te encontrars con ayudas valiosas de

    aquellos que son camaradas y amigos, a quienes tanto debo yo. Es mi

    ltima voluntad la de que mis hijos mejoren con su esfuerzo y trabajo el de

  • su padre; es mi deseo el que luchen por un mundo mejor, por una Espaa

    llena de felicidad, de bienestar y de progreso. Di a Miren, que tiene ya

    quince aos; a Eustaquio, que tiene catorce, y a Rosita, que cumplir pronto

    los ocho, que os quiero mucho y muero acordndome de ellos. Querida

    Carmen, hasta siempre. Besos y abrazos de tu esposo que te quiere.

    Jess Larraaga

    Fusilado en febrero de 1946

    La Corua, 6 de septiembre de 1948.

    Querida Concha:

    Hoy, despus de ms de cinco aos te escribo. Por cierto que en

    situacin poco envidiable. Lo hago con un esfuerzo sobrehumano, pues

    tengo las manos deshechas. Llevo en Espaa cuatro aos y medio. Los

    mejores de mi vida. Desde que la direccin del Partido me concedi el

    honor de venir a luchar al interior, mi mayor anhelo era ver llegado el

    momento en que pisara tierra espaola. En estos cuatro aos y medio, hice

    todo lo que a mi alcance estaba para cumplir con mis deberes de comunista.

    Los dos ltimos aos he dirigido la organizacin de Galicia. En este puesto

    he cado el 11 de julio en La Corua. Ello fue consecuencia de la traicin

    de un canalla que era ayudante del camarada Antonio Seoane, jefe del

    Ejrcito Guerrillcro de Galicia. ste fue detenido el da 10; tena que verme

    con l en su casa el 11 y al llegar me abri la puerta la polica, que me

    encaonaba. Pude lanzarme escalera abajo y en ese momento por el hueco

    de la escalera me dispararon, entrndome la bala por la sien y salindome

    por un ojo. An as logr escapar, pero a las 12 del da, y con la ropa

    empapada de sangre, lograron darme caza, casi una hora despus...

    Tengo el intestino y estmago destrozados y los pulmones no cesan

    de vomitar sangre. Las manos, slo ahora con enorme dificultad, puedo

    coger la pluma. En fin, los cuatro aos y medio que tardaron en cogerme

    los tenan rabiosos...

    Actualmente, desde que el 1 de septiembre sal del calabozo y pas

    a semiaislamiento, pero que permite salir dos horas al patio (los de nuestro

    expediente completamente solos), empiezo a reponerme algo. Los

    camaradas que conmigo estn son los que se esfuerzan en cuidarme...

    Nuestro caso lo estn acelerando. Tienen una prisa enorme por

    liquidarnos. Calculo que no nos libraremos por lo menos Antonio Seoane y

  • yo de dos o tres penas de muerte. Y para principios de noviembre quieren

    tenernos ya bajo tierra.

    Por eso te doy los nombres: Jos Gmez Gayoso, maestro nacional;

    Antonio Seoane, obrero; Juan Romero Ramos, obrero; Jos Bartrina,

    mdico; Jos Ramn Daz, sastre; Jos Rodrguez Campos, obrero; Juan

    Martnez, campesino; hay tambin cuatro mujeres que se han portado

    magnficamente y a las que no han podido arrancarles ni una sola palabra.

    Son Mara Blzquez, obrera, que le perforaron el estmago de un tiro y que

    an hoy en la crcel tiene la bala sin extraer; Clementina Gallego, que est

    casi paraltica de una pierna; Carmen Orozco, maestra nacional, en grave

    estado, con una lesin cardiaca, y Josefina Gonzlez Cudeiro.

    Nuestra situacin actualmente slo ha variado en que por lo menos

    estamos juntos tres en cada celda y que los que tienen familia pueden

    recibir comida de la calle. Por lo dems estamos los ocho encartados de

    nuestro proceso completamente aislados del resto de los 250 presos

    polticos. Temen la influencia que podamos ejercer sobre ellos...

    Saben muy bien la expectacin que produjo nuestra cada, saben que

    los comunistas no irn al Consejo de Guerra en plan de lloronas y estn

    trabajando en muchas direcciones para minar la moral y entereza de los

    menos forjados...

    Bueno, Conchi, ahora quiero entrar en el fondo poltico de las causas

    y derivaciones de este golpe. Los comunistas no podemos conformarnos

    con lamentar los percances ni tampoco con el hecho de que hayamos

    sabido portarnos ante el enemigo como era nuestra obligacin.

    Por lo dems, el resto de la direccin sigue en libertad y el Partido

    que haba no fue afectado. Lo mismo las Agrupaciones Guerrilleras. El

    golpe fue duro, pero confo en que en poco tiempo, con un esfuerzo de los

    camaradas de direccin que quedaron, y sacando las debidas experiencias,

    Galicia seguir ocupando el puesto que le corresponde en la lucha contra el

    franquismo...

    De la firmeza cuando ca en manos del enemigo podis estar seguros.

    Y esa ser mi actitud hasta la muerte. Yo me doy por satisfecho y te juro

    que en algunos momentos me deca a m mismo, me lo digo da y noche,

    que cien vidas que tuviera las dara antes de que mis camaradas, mis

    dirigentes, tu y mis hijos, pudieran decir, no ya que fui un cobarde, sino

    que tuve una vacilacin o claudicacin...

    Y ahora, mi Conchi, algo de nosotros. Tal vez esta sea la ltima. T

    eres una comunista y como tal debes acoger mi cada, como la de un

    combatiente que cay en el campo de batalla. Antes que yo han cado otros

    que valan infinitamente ms. Sabes con qu alegra y orgullo acog la

    noticia de que iba a salir para Espaa. Esta alegra se centuplic en cuanto

    llegu. Qu grande y hermoso es nuestro pueblo!...

  • Comprenders claramente la razn de por qu nunca te escrib. Sin

    embargo, os he tenido siempre presentes en mi corazn. Han transcurrido

    ya bastantes aos desde que nos separamos. Cualquiera que haya sido el

    rumbo de tu vida, lo considero acertado siempre que hayas seguido siendo

    la comunista que yo conoc. Yo procurar cumplir con la promesa que te

    hice de que jams ninguna actitud o accin denigrante empaar mi

    condicin de militante comunista. Esto es el nico legado que dejo a

    nuestro hijo. Te pido que cuanto tenga edad para comprenderlo mantengas

    vivo en su memoria mi recuerdo; te pido, te lo suplico, que lo eduques

    como yo quisiera, para que l sea un comunista fiel y honrado como lo fue

    su padre. Ensale el amor al pueblo, a los trabajadores, a Espaa, la patria

    querida por la que su padre dio la vida. Edcalo en el respeto y cario a los

    dirigentes del glorioso Partido Comunista de Espaa, a nuestra camarada

    Pasionaria. Este es mi ltimo ruego a ti, la compaera y camarada. Estoy

    seguro, porque te conozco, porque se lo que hay de honradez poltica en ti,

    que lo cumplirs.

    Y respecto a ti slo dos palabras: si no lo has hecho ya, rehaz tu vida.

    Eres joven todava. Pero que nada, ni aun los ms fuertes sentimientos

    personales, te aparten jams del recto camino que emprendiste al ingresar

    en el Partido. Esto por encima de todo. Con toda mi alma te deseo que

    goces de la felicidad que no supe o no pude ofrecerte. Aleja lo antes posible

    de tu mente rni recuerdo como compaero y si piensas en mi hazlo como

    en un camarada. No quiero que por mi sufras. Alcanzar un bien tan

    preciado como es la liberacin de nuestra Patria exige muchos sacrificios.

    Que ahora me toc a m? Paciencia y entereza! En la brecha quedan miles

    de comunistas, queda el pueblo, este pueblo por que debes trabajar y luchar

    incansablemente. Slo quiero pedirte una cosa. Si diera tiempo, que me

    mandaras una foto de Pepito y tuya. Tena una, pero hace dos aos me la

    cogi la polica. Quiero ver aunque slo sea en fotografa a mi hijo por

    ltima vez y tambin a ti...

    Para qu despedidas? que seas muy feliz, tanto como yo te hubiera

    querido y sabes que quera lo fueras. Da a nuestro hijo el ltimo beso de

    padre y, para ti, Conchi, el cario eterno de tu Pepe.

    Prisin Provincial. Primera Galera. Celda 4. LaCorua.

    Jos Gmez Gayoso Fusilado en octubre de 1948

    Mi ms querido hermano: A tu regreso de Francia al hogar quiero darte mi

    postrer saludo y abrazo concentrando en l todo el odio a nuestro enemigo.

  • Voy a morir dentro de breves horas. Me asesinan por haber cumplido

    siempre con mi deber ya que siempre y como t sabes fui consecuente de

    l, porque nuestro P. me enseo a serlo con sus orientaciones y sus teoras

    de las cuales jams dud y siempre observe porque entre todas las dems

    siempre las consider las ms justas y las ms prcticas para llegar al fin

    del enemigo que hoy me asesina. No dejes impune este asesinato, procura

    dar el castigo a todos sus causantes.

    No la puedo terminar.

    Un abrazo Viva el P.! Viva la I.C.! Viva el ejrcito rojo!

    Hasta siempre. En capilla. 30.1.1943

    J. Chamorro Fusilado 1943