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Con música, avanza sólo

Con música, avanza sólo Yo estaba en San Francisco, a pocas semanas de Navidad. Las tiendas ya comenzaban a quedar coloridas, llenas de luces, árboles

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Con música, avanza sólo

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Yo estaba en San Francisco, a pocas

semanas de Navidad.

Las tiendas ya comenzaban a quedar coloridas, llenas de luces, árboles con bolas relucientes, y pesebres mecanizados que daban vida

al nacimiento del Niño Jesús. 

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Después de las compras, multitudes esperaban impacientemente los ómnibus o tranvías el fin de la tarde,

para el retorno a sus casas.

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Casi todo el mundo cargaba pilas de paquetes de los más diversos formatos y tamaños y el cansancio era tanto que yo comencé a preguntarme si los

innumerables amigos y parientes merecían en realidad aquellos presentes, comprados con tanto sacrificio.

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Ese no era el espíritu de Navidad que yo deseaba y en que yo creía.

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Por fin, fui literalmente empujada para dentro de un tranvía abarrotado.

¡Lo que yo daría por un lugar para poder viajar sentada!

Se fue tornando insoportable la idea de tener que viajar una hora allí incómoda, con paquetes pesados y apretujada por tantas personas.

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A medida que algunas personas fueron descendiendo,

conseguí respirar mejor y comencé a observar a los

otros pasajeros.

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Vi un niño pequeño, con una sonrisa brillante, tirando la manga de la blusa de una señora y preguntando: - ¿Se quiere sentar?

Cargando parte de sus paquetes, él la llevó hasta el asiento vacío

máspróximo, y partió en busca de

otra persona cansada.

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Así que a medida de que surgía

un codiciado asiento , ese niño rápidamente se empeñaba a buscar una señora cargada de paquetes en medio de

aquella masa humana y llevarla hasta el lugar.

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Por fin, para cuando sentí aquella manito frágil en mi propia manga, ya estaba completamente fascinada por el niño.

Él me tomó por la mano y con una sonrisa de la cual jamás voy a olvidar dijo, tomando

parte de  mis paquetes: - Venga conmigo.

Apenas tuve tiempo de agradecerle, pues él ya partía enbusca de alguien más para ayudar.

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Los pasajeros del tranvía, que en general viajaban mirando hacia el frente y evitando las miradas de los vecinos, comenzaron a cambiar sonrisas.

Una  joven señora me comentó sobre el cansancio que sentía, y tres personas se bajaron al mismo tiempo para tomar uno de sus paquetes que cayó el

suelo.

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En poco tiempo, las personas estaban conversando.

Aquel niño había realmente cambiado las cosas.

Todos nosotros nos sentíamos envueltos en un tenue sentimiento de calidez, y el trayecto restante transcurrió con serenidad y placer.

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No vi descender al niño.

Cuando miré, él ya no estaba más allí.

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Al llegar a mi parada, salté del tranvía pisando las nubes y le saludé sinceramente al conductor con un sonriente ”Feliz Navidad”.

Por primera vez percibí cuan hermosamente iluminadas estaban las casas de mi calle y pensé que sería bueno reunir los vecinos para merendar antes de

fin de año.

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Yo me sentía muy bien por todo - feliz con los regalos que había comprado y por la felicidad que ellos darían a quien

yo les regalaría.

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Y, de repente, la Navidad dejó

de ser una estresante fiesta de consumo, para adquirir su verdadero sentido.

Una vez más era un niño que,

con su gesto de amor, anunciaba nuestra verdadera vocación:

Amar...(desconozco el autor del texto)(desconozco el autor del texto)

spañol: Rosi Piatspañol: Rosi Piat