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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANAUNIDAD IZTAPALAPA
DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIALES YHUMANIDADES
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
EL CONDUCTISMO LÓGICO EN RYLE
TESIS QUE PRESENTAGRANADOS MONROY ERICK DANIEL
MATRICULA: 98326273PARA OBTENER EL TÍTULO DELICENCIADO EN FILOSOFÍA
ASESOR:
Dr. CUAHUTEMOC LARA VARGAS
MÉXICO D.F. A 2 DE OCTUBRE DEL 2003
2
INDICE Págs.
INTRODUCCIÓN. ……………………………………………………………………. 3.
CAPITULO 1. CONDUCTISMO LÓGICO.
1.1. DESARROLLO. …………………...…………………………………………..…17.
CAPITULO 2. LAS NOCIONES DE RYLE.
2.1 LAS NOCIONES DE R YLE…………………………………………………….…25.
CONCLUSION ES……………………………………………………………………..43.
ANOTACIONES PERSONALES……………… …………………………………….51.
BIOGRAFÍA F ILOSÓFICA D E R YLE……………………………………………….54.
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………….67.
3
Introducción
Una de las características más conspicua del ser humano es
aquella por la cual trata de entender los distintos fenómenos y
problemáticas (para tratar de superar los retos que de ellos emanan)
que tienen lugar tanto en los espacios exteriores, como en su mundo
interior. Y en ese afán suyo interminable y apasionante por encontrar
respuestas y terreno sólido a sus innumerables preguntas, el humano
ha erigido una herramienta con la cual auxiliarse en su caminar
epistémico, dicho artilugio lleva por nombre filosofía.
Con ella se busca, si no contestar y resolver toda la gama de enigmas
que nos rodean, al menos esclarecer y definir algunos de ellos.
Uno de los problemas filosóficos del cual a través de los tiempos no se
ha logrado encontrarle alguna respuesta plena y concreta, es el
problema de la dualidad mente-cuerpo.
Definitivamente son muchas las distintas variantes que existen y han
existido sobre posibles respuestas a esta interrogante, pero si se
revisa el campo de la filosofía de la mente durante las últimas
décadas, encontraremos (desde un vistazo bastante general) que a
grosso modo dos son las posturas básicas desde las que se
desprenden, varían y evolucionan una gran cantidad de propuestas.
La primera de ellas parte del reconocimiento de la realidad e
irreductibilidad de la conciencia, es decir, que serán mentalistas. La
4
otra estará conformada por aquellos que podrán ser identificados (ya
que ellos mismos se piensan así), como materialistas.
Los materialistas tenderán a “naturalizar” el problema de la mente y de
todos los fenómenos que en torno a él existen, entendiéndose aquí
por naturalizar, a la reducción de toda la problemática a fenómenos
físicos. Y bajo esa esquematización que realizan de la existencia de
las operaciones mentales a su equivalencia a puros fenómenos
físicos, para ellos por tanto, la perspectiva que está conformada por el
dualismo mente-cuerpo no podrá considerarse como parte de su visión
cientificista del mundo; esto se deberá a la concepción que ellos
manejan de ciencia, la cual se encontrará bajo la influencia positivista,
en donde la contracara anticientificista pertenecerá al dualismo, a la
creencia en la inmortalidad del alma, al espiritualismo.
Trataremos de realizar un pequeño estudio sobre la problemática que
en las últimas décadas ha surgido sobre las cuestiones concernientes
a la filosofía de la mente, partiéndolo de un análisis de la problemática
de la propuesta materialista, y enfocándonos específicamente en el
conductismo lógico desarrollado por el británico Gilbert Ryle.
Podemos de cierta manera, encontrar la base filosófica del
conductismo fundamentalmente en las siguientes corrientes filosóficas:
materialismo, mecanicismo, empirismo y positivismo, efectuaremos
una breve descripción de las corrientes mencionadas, con el propósito
de intentar mostrar por lo menos de una manera muy básica algunos
referentes mas o menos similares que sobre nuestro tema
encontramos en la antigüedad.
5
El materialismo, que surge con el atomismo griego de Demócrito
(siglos V-IV a. de C.) y Epicuro (siglos IV-III a. de C.), esta
representado por un conjunto de doctrinas que sostienen la
reductibilidad total de lo real a la materia o a las fuerzas enteramente
sometidas a las condiciones de la misma.
Así, la única causa de las cosas es la materia, ésta precede a todo ser
y es su causa.
Toda la materia tiene estructura atómica y tiene una fuerza capaz de
hacer mover y combinarse a los átomos de tal modo que dan origen a
las cosas. Los átomos se mueven por su cuenta desde la eternidad.
Toda realidad es de carácter material, así, la materia es fundamento
de toda realidad y la causa de toda transformación.
El universo y sus componentes no tienen finalidad en su movimiento,
ni ningún orden que no consista en la simple distribución de las partes
materiales en el espacio. El cambio de las especies depende de
puros agentes físicos.
Así, la actividad espiritual humana depende causalmente de la
materia. Todas las facultades humanas son modos de ser y de obrar
que resultan del organismo físico del hombre, a su vez determinado
por la maquina del universo.
Las actividades psíquicas dependen del sistema nervioso.
El pensamiento tiene con el cerebro la misma relación que la bilis con
el hígado o la orina con los riñones. La conciencia es producida por
los procesos nerviosos, pero no obra sobre ellos lo mismo que la
sombra no obra sobre el objeto que la produce.
6
El materialismo histórico, concebido por Karl Marx (1818-1883),
plantea que son los factores económicos y sociales (técnicas de
trabajo y de producción, y sus subsecuentes interrelaciones e
influencias) las que determinan los acontecimientos históricos, la vida
política religiosa e ideológica del hombre en sociedad.
La personalidad humana esta constituida intrínsecamente, en su
misma naturaleza, por las relaciones de trabajo y de producción que el
hombre adquiere para hacer frente a sus necesidades. Por estas
relaciones de trabajo, la conciencia del hombre (es decir sus creencias
religiosas, éticas, políticas, etc.) será mas bien un resultado que un
proceso.
Las formas que la sociedad adquiere históricamente, dependen de las
relaciones económicas que prevalecen en una fase determinada de
ella. De esta manera, no es la conciencia la que determina el ser
social del hombre, sino el ser social el que determina la conciencia.
El mecanicismo, surgido también a partir del atomismo griego, e
íntimamente relacionado con el materialismo, se refiere a toda teoría
que intenta explicar la estructura interna de los cuerpos naturales, el
acontecer de la naturaleza en general y la totalidad del universo a
través de leyes causales de orden físico, es decir, por la acción de
meros cambios de lugar de partes, invariables en sí mismas.
Los cuerpos constan de partículas (átomos) invariables, que solo se
distinguen entre si por la magnitud, la forma y la colocación.
7
El cambio se realiza únicamente gracias al movimiento local con que
los átomos actúan sobre otros por presión y choque, y pueden
reunirse entre si en virtud de su forma para constituir de modo estable
cuerpos mayores.
Todo acontece pues, con ciega necesidad excluyendo cualquier
finalidad.
Rene Descartes (1596-1650), extiende esta explicación a la vida de
los vegetales y animales, teniendo a estos, por meros autómatas sin
conciencia ni inteligencia.
Una forma especial de mecanicismo la constituye la llamada teoría
mecánica de la vida, que afirma que el organismo es un sistema
material, dispuesto a manera de una maquina, sin sujeto substancial
de la totalidad ni finalidad interna, es decir, que será un sistema sin
principio vital substancial. Como parte de esta concepción
encontramos al ser humano.
El mecanicismo concebirá al mundo como un sistema de cuerpos en
movimiento, como una maquina.
El empirismo, cuyos algunos de sus principales representantes son:
los ingleses Thomas Hobbes (1588-1679), John Locke (1632-1704),
David Hume (1711-1776) y John Stuart Mill (1806-1873), y el irlandés
George Berkeley (1685-1753), plantea que todo conocimiento tiene su
origen y fundamento en la experiencia, en oposición a la creencia
racionalista en que el conocimiento se basa en gran medida en la
razón, o a las teorías innatistas según las cuales el sujeto posee ideas
antes de cualquier experiencia.
8
Para los empiristas, el sujeto es, tras de su nacimiento, una tabula
rasa, una hoja en blanco absolutamente limpia en la que
paulatinamente se registraran todas las impresiones que la
experiencia (y esto es, la experiencia sensible, la experiencia originada
del actuar de los sentidos) vaya produciendo. Las sensaciones que
los sentidos transmiten a la mente del sujeto, que en un principio esta
vacía, constituyen el principio de todo conocimiento. Estas ideas
simples se enlazan entre si para formar otras mas complejas, cuyos
caracteres mas generales pueden ser conocidos mediante un
mecanismo de tipo reflexivo.
De esta manera, ninguna certeza es posible, ninguna verdad absoluta,
puesto que no existen ideas innatas y el pensamiento es solo fruto de
la experiencia sensible.
Es la experiencia sensible la que decide acerca del carácter verdadero
de nuestros aciertos. Esa decisión no es nunca una decisión
definitiva, puesto que la experiencia es algo que no tiene termino. La
consecuencia de ello es la exclusión de las verdades y valores
necesarios, y eternos, puesto que ya no serán posibles las nociones
de validez universal y de conocimiento necesario de las esencias.
De esa manera, el objeto de las ciencias es el estudio de las leyes que
explican los fenómenos naturales, no la búsqueda de la razón ultima
de dichas leyes.
La ciencia es el modelo metodológico para la búsqueda del
conocimiento. Las proposiciones metafísicas carecen de sentido, y
por tanto habrá que eliminarlas del ámbito del conocimiento.
9
El positivismo, fundado por el francés Augusto Comte (1798-1857),
plantea de una manera similar al empirismo, que todo conocimiento
acerca de los hechos de la realidad, está basado en los datos de la
experiencia, y que más allá del ámbito de los hechos, se encuentra el
de la lógica y el de las matemáticas.
Muestra un rechazo a la teología y a la metafísica, es decir, que
rechazara toda especulación en torno a la naturaleza de la realidad,
que afirme un orden trascendental no susceptible de ser demostrado o
refutado por los datos de la experiencia.
Planteo Comte, que han existido tres estados o etapas de desarrollo
intelectual de la humanidad.
Primeramente estará el teológico, en el cual el hombre explica los
fenómenos de la naturaleza mediante el uso y recurso de entes sobre
naturales o divinidades, su fase máxima de desarrollo la
encontraremos en el monoteísmo.
En el segundo estado, el metafísico, el mundo sensible no será
interpretado ya en función de seres exteriores a él, sino que se apelara
a fuerzas o conceptos inmanentes y abstractos (formas, ideas,
potencias, principios, etc.).
Por ultimo, en el estado positivo, el hombre se limita a describir los
fenómenos y a establecer las relaciones constantes de semejanza y
sucesión entre ellos.
En este estado, que será el de la filosofía positiva, no se pretenderá
encontrar las causas finales o la esencia de las cosas, sino que se
intentara describir las leyes que las rigen, ya que la filosofía estará
destinada por su naturaleza, no a descubrir, sino a organizar.
10
Esta fase, única científica, se limita a consignar con una fijeza y
precisión matemáticas, cuales son las relaciones que unos hechos
sensibles guardan con otros hechos sensibles en el espacio y en el
tiempo. Estas relaciones, fijas, uniformes e invariables son las
llamadas leyes naturales, que intentan representar una relación
necesaria entre el efecto y su causa, siendo así que solo representan
una relación constante entre un hecho (antecedente) y otro hecho
(consecuente). El fin próximo de la ciencia es conocer estas leyes,
prever el futuro y adueñarse de la naturaleza.
Todo el conocimiento consistirá únicamente en la organización
conceptual y en una elaboración de los datos de la experiencia,
proporcionados por la experiencia, esto es, por el efecto continuo y
conciente de las sensaciones sobre nosotros.
Según el positivismo, solo las ciencias empíricas pueden proporcionar
información acerca de la realidad.
El objeto del análisis filosófico, seria según sus propuestas el de
establecer la verificabilidad lógica de las proposiciones de la ciencia
(es decir, el constatar que en su contenido y conformación contengan
sentido y que se encuentren libres de contradicción, tanto ellas
mismas, como en su interrelación) y desechar aquellas pseudo
proposiciones con sentido aparente, pero basadas en enunciados
metafísicos indemostrables.
Si bien con estas pequeñas descripciones tratamos de comenzar a
dibujar el plano sobre el cual nos colocaremos, mas adelante
volveremos a acercarnos a esta última corriente, al positivismo, con un
poco más de detalle.
11
Una de las incomodidades que de inicio nos salta a la cara, es la
negación que los materialistas hacen de la existencia de los estados
mentales subjetivos concientes. De una u otra forma, intentan
degradar los fenómenos mentales ordinarios, tales como intenciones,
deseos y creencias, y pretenden también arrojar dudas sobre la
existencia de rasgos generales de los fenómenos mentales, tales
como la conciencia y la subjetividad.
La teoría que estudiaremos afirmará que no habrá ningún elemento
interno al cual referirse, excepto en la medida en que existen como
forma de conducta. Es decir, que será un asunto de definición y
análisis, el que los términos mentales puedan definirse en términos de
conducta, el que las oraciones sobre la mente puedan traducirse en
términos de oraciones sobre la conducta; y para que esos distintos
términos y oraciones mentales puedan permutarse en términos
conductuales, una pieza clave en esa transmutación la constituirá el
lenguaje.
Si deseamos entender cómo han logrado los hombres las conjeturas y
abstracciones que pasan a las teorías científicas, debemos abordar el
asunto por medio del lenguaje.
Los hombres existen, y así como ellos, existen una gran cantidad de
ruidos producidos por ellos y provenientes de sus bocas, los cuales
muchos de ellos (o al menos algunos) estarán dirigidos a conseguir
algún fin-comodidad-provecho, y comúnmente los etiquetaremos como
ideas.
12
Las ideas, sean lo que sean, con mucha probabilidad existen, y como
ya se mencionó, la manera como normalmente se manifestarán
exteriormente será por medio de las palabras, las cuales tendrán su
grado de tangibilidad al poder ser “vistas” u “oídas”, por tanto, las
distintas teorías existen en palabras, por especulativas o abstractas
que estas sean.
Habrá distintas palabras para expresar una teoría, pero siempre
existirá esa teoría al existir las palabras.
Así, si el lenguaje es capaz de expresar ideas, será por tanto capaz de
expresar las conductas que originan las ideas y que provienen del
hombre; de esa manera, esta teoría pretende que la mente es sólo
conductas y disposiciones a comportarse de un modo u otro. Desde
un punto de vista formal, consistirá en la posición de que las oraciones
sobre los fenómenos mentales pueden traducirse a oraciones sobre la
conducta real o posible.
Mencionamos que en torno a los problemas de la filosofía de la mente
existen y existieron una gran cantidad de escuelas, mismas que a su
vez generaron y generan un gran espectro de variantes teoréticas, y
dado esa enorme variedad de teorías, nuestra decisión fue la de sólo
abocarnos a los tiempos actuales, y por eso anunciamos nuestra
intención de dedicarnos a una sola teoría, misma que tiene sus
orígenes en el materialismo.
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El materialismo como doctrina existe desde hace casi dos mil años,
por lo que no nos referiremos al hablar del materialismo, a todo lo que
se entiende bajo esa denominación, sino que nos referiremos a la
doctrina materialista que hace referencia a lo mental y no en la
ubicada en todo lo largo de la historia, sino en específicamente esa
fracción de tiempo que llamamos modernidad.
Estudiaremos a este, con el propósito de obtener un bagaje elemental
con el cual podamos ubicarnos en las bases de nuestra teoría, para
una mejor comprensión del contexto en el que nos desenvolveremos.
Pasaremos por tanto a examinar las presuposiciones metodológicas
las cuales constituirán los fundamentos del materialismo moderno:
En lo que se refiere al estudio científico de la mente, la conciencia y
sus rasgos especiales, son más bien de menor importancia;
definitivamente será posible dar una explicación de los procesos
cognitivos y de los estados mentales en general, sin tomar en cuenta
la conciencia y la subjetividad.
La ciencia será objetiva, y lo será así no sólo en el sentido de intentar
alcanzar conclusiones que sean independientes de posturas
personales, sino que se interesara por una realidad que también será
objetiva; por tanto, la ciencia será objetiva porque la realidad lo será
también.
14
Y puesto que la realidad será objetiva, el mejor método para estudiar
la mente, será el adoptar el punto de vista objetivo o de tercera
persona.
La objetividad de la ciencia exigirá por tanto que los fenómenos
estudiados sean completamente objetivos, y en el caso de la ciencia
cognitiva, eso significará que esta tendrá que abocarse a estudiar la
conducta objetivamente observable; por lo que respecta a la ciencia
cognitiva, el estudio de la mente y el estudio de la conducta inteligente
serán el mismo tipo de estudio.
Desde el punto de vista objetivo de la tercera persona, la respuesta a
la cuestión ¿Cómo conoceríamos los fenómenos mentales de otro
sistema?, será la siguiente:
Los conoceremos observando su conducta, esta es la solución al
problema de las otras mentes.
La conducta inteligente y las relaciones causales con la conducta
inteligente, son de algún modo, constituirán, la esencia de lo mental.
La adhesión al punto de vista de que hay una conexión esencial entre
mente y conducta, tiene un rango que va desde una versión extrema
del conductismo que enuncia que no hay nada en lo que consista
tener estados mentales, excepto el tener disposiciones para la
conducta, pasando por los intentos funcionalistas de definir las
nociones mentales en términos de relaciones causales externas.
Todo fenómeno en el universo, será (al menos) en principio, inteligible
para los estudiosos humanos.
15
Puesto que la realidad es física, y ya que la ciencia se interesa en la
investigación de los hechos físicos, no habrá por tanto límites a
nuestra capacidad para entender el mundo físico (al menos
teóricamente), de donde todos y cualquiera de los fenómenos físicos
del universo serán entendibles para el humano.
Las únicas cosas que existen y de las cuales por tanto podremos
hablar con niveles de veracidad, serán en último término, físicas,
entendiendo a estas como opuestas a lo mental, y en donde lo físico
será lo verdadero y lo mental lo falso.
Haciendo una observación de los fundamentos materialistas,
encontraremos un tabú respecto al uso de la terminología intrínseca
metafísica, la que de algún modo tendrá relaciones con los postulados
enunciados por René Descartes.
Y por ese hecho (dualista), muchos filósofos evitarán el uso de
cualquier tipo de noción con influencias o relaciones cartesianas
(filósofos materialistas, claro), tales como el de la existencia de la
conciencia; pero bien podrían ayudarnos los logros y avances tecno-
médicos para intuir que de alguna manera el estado mental de
conciencia, constituye un rasgo biológico, característico, físico, del
cerebro.
16
CAPITULO 1
17
CONDUCTISMO LÓGICO
1.1 DESARROLLO
El conductismo, que es considerado como la primera gran
corriente del pensamiento materialista del Siglo XX, se dividió en dos
expresiones, las cuales deberán ser cuidadosamente separadas, ya
que cada una de ellas pertenece a campos distintos: una en
psicología, que es denominada conductismo metodológico o
psicológico, y otra en filosofía, que es denominada conductismo
analítico, filosófico o simplemente conductismo lógico.
El conductismo metodológico o psicológico es una serie de procesos
encaminados al estudio de los hombres, esto, lo recalcamos, será un
estudio trabajado dentro del ámbito de la psicología, por tanto no será
una teoría sobre el significado de los conceptos mentalistas ni una
posible propuesta para la solución al problema mente-cuerpo.
El conductismo psicológico surgió por primera vez en las principales
obras del psicólogo americano J. B. Watson, y fue retomado
posteriormente por B.F. Skinner, como una teoría en la que cualquier
tipo de conducta humana podría será explicada traduciéndola a un
conjunto de respuestas a los diferentes estímulos que afectan a una
persona. Para esta corriente los avances neurológicos y los nuevos
descubrimientos de la introspección no representan refuerzo o interés
alguno, ya que consideran que es suficiente conocer las causas que
provocan la conducta humana (es decir, cuales son los estímulos que
provocarán determinadas respuestas) para poder explicarla.
18
Una ciencia empírica rigurosa, de acuerdo con esta estrategia de
investigación que representa el conductismo lógico, no hace referencia
alguna a elementos introspectivos misteriosos o mentalistas.
El conductismo en su ramal filosófica, insiste en que no existen
elementos tales a los cuales referirse (misteriosos o mentalistas),
excepto en la medida en que existen como forma de conducta. De
acuerdo con el conductismo lógico, es un asunto de definición y
análisis el que los términos mentales puedan definirse en términos de
conducta, el que las oraciones sobre la mente puedan traducirse en
términos de oraciones sobre la conducta.
Este conductismo maneja que su postulado central, sobre la cual
reposa su propuesta será una verdad analítica a priori que no requiere
de demostración, y por tanto, de esto se deducirá que deberá ser
verdadera (o al menos esa es su pretensión) no solo en el mundo
actual, sino en todos los mundos posibles donde existen seres
humanos que presentan conductas.
La tesis esencial del conductismo lógico apunta hacia una reducción
de los objetos y de las proposiciones de la psicología mentalista a
ciertos “hechos básicos” que son principalmente proposiciones sobre
conductas visibles, a través de una reducción de los términos
mentalistas a los términos de un lenguaje de constitución, mismo que
se explicara posteriormente.
19
Para el conductismo lógico la misma pregunta sobre la existencia de
constructores psicológicos (tales como sentimientos, temores,
complejos de inferioridad, etc.) es ya un pseudo-problema, puesto que
dichas nociones aparecen solo como abreviaciones en oraciones
fisicalistas.
Manejara pues, la tesis según la cual los estados mentales no existen,
y señala que si acaso podríamos referirnos a “algo”, sería en la
medida en que existe como forma de conducta.
Para comprender mejor la concepción de la tesis conductista
deberemos explicarnos primero, el contexto originario en que se
desarrolló y del cual tuvo influencia decisiva, el positivismo lógico.
El positivismo lógico comenzó a desarrollarse en la década de los
años 20’s, a través de los esfuerzos de algunos pensadores alemanes
y austriacos que trabajaron sobre los mismos temas, primero de
manera individual y luego sentando las bases de un grupo de
discusión de ideas conocido posteriormente como “El Círculo de
Viena”.
El propósito central de los positivistas lógicos consistía en crear una
sola ciencia natural universal, a través de la unificación del conjunto de
ciencias particulares conocidas hasta entonces. Esto sólo se podía
llevar a cabo, según ellos, encontrando los fundamentos (los cuales
deberían ser verdades analíticas a priori) a los cuales se pudiesen
reducir las proposiciones de las ciencias particulares, y que pudiesen
resistir los ataques del escepticismo radical.
20
Pero existía un problema para realizar dicha unificación, y que
consistía en el hecho de que las diversas ciencias particulares, ya
habían desarrollado, cada una por su lado, un lenguaje particular,
muchas veces con términos tomados del lenguaje natural; el lenguaje
natural era reconocido por los positivistas lógicos, como un
instrumento importante en la medida en que nos permite
comunicarnos con nuestros semejantes.
Sin embargo, en el campo de la ciencia, dicho instrumento se torna
inútil, puesto que su ambigüedad inherente choca con los
requerimientos de exactitud y precisión, del estudio de la naturaleza de
las cosas.
Dicha ambigüedad se reflejaba en muchas ocasiones, según los
positivistas, en los lenguajes particulares de cada ciencia, por lo que
su estrategia, que consistía en fusionarlos para construir a partir de
ellos el nuevo lenguaje de la nueva ciencia natural universal, prometía
esfuerzos y problemas titánicos.
La solución que idearon los positivistas para resolver esta
problemática, consistió en proponer el uso de un nuevo esquema en
lenguaje de signos, denominado posteriormente por Carnap como
lenguaje de constitución, cuyo objetivo fue el de “sentar las bases de
un sistema de constitución que ordenara en un sistema unitario los
objetos de todas las ciencias de acuerdo con la reducibilidad de un
objeto a otro” 1.
1 Carnap. La construcción lógica del mundo. 1998, Pág. 88, fracción 47.
21
Los positivistas lógicos pensaban que si todos los lenguajes de todas
las ciencias particulares pudieran ser reducidos a un único lenguaje de
constitución, la unificación de las diversas ciencias particulares en una
ciencia natural universal, sería solo cuestión de tiempo.
Sin embargo, se requería encontrar para la enorme diversidad de
objetos que pertenecen a todas las ciencias particulares, un común
parámetro, y este se presentaba en el marco de un “hecho básico”
bajo el cual se presentaba el objeto.
La tarea del filósofo, consistía según los positivistas lógicos, en
determinar ese hecho básico de cada uno de los objetos de las
ciencias particulares, de tal manera que se pudiera construir
posteriormente el lenguaje de constitución.
Para que fuera posible determinar el hecho básico de un objeto
particular, era indispensable encontrar una condición necesaria y
suficiente para que dicho hecho básico fuera lo que es. Buscaron
encontrar para cada objeto particular de una ciencia, las condiciones
necesarias y suficientes, para que el hecho básico de ese objeto fuera
lo que era, y no otra cosa.
Buscaron lograr que la proposición que expresara estos requisitos de
necesidad y suficiencia, debiera de haber estado constituida
forzosamente como una verdad analítica a priori. Si no era así,
corrían el riesgo de que ese ansiado hecho básico no fuera tal, lo cual
problematizaría sus intentos de construir su lenguaje de constitución.
22
Pensaban que al lograr conformar una proposición que expresara el
hecho básico de un objeto perteneciente a una ciencia particular, y
otra que expresara las condiciones necesarias y suficientes del tan
renombrado hecho básico, podrían integrar el objeto en su lenguaje de
constitución.
Todo este proceso tuvo como intención elaborar un parámetro
específico que pudiera determinar aquella cualidad que consistiera en
algo significativo; y ya que trataron de repensar los distintos problemas
filosóficos de su época a través de la vía científica, toda aquella
enunciación filosófica que no estuviera en condiciones de satisfacer tal
requerimiento, era categorizada según sus lineamientos, como carente
de significado.
La herramienta que utilizaron para poder diferenciar lo que sí era
significativo de lo que no, fue el llamado Principio de Verificación.
Este marcaba que una proposición se asentaba positivamente dentro
del marco de la significación, si y sólo si existía o podría existir algún
procedimiento plausible para poder estipular satisfactoriamente su
verdad o falsedad, es decir, si era posible al menos en principio,
comprobarla o refutarla.
Definitivamente bajo este esquema, innumerables teorías, problemas
e hipótesis de la filosofía, se convertían automáticamente en carentes
de significado, que no quería decir por eso que fueran erróneas o
falsas, sino que simplemente no tenían sentido y que por ese hecho
no tendría caso dedicarle verdadero esfuerzo investigativo científico.
23
Pensaban que únicamente podría haber dos tipos generales para
establecer la falsedad o verdad de alguna proposición, y por tanto
(según los positivistas lógicos) existían también tan sólo dos clases
generales de proposiciones, de las cuales se podría decir que eran
falsas o verdaderas.
La primera de ellas sólo abarcaba a las diferentes tautologías de la
lógica y de la matemática, y a sus respectivas definiciones.
La segunda de ellas estaba integrada por las aserciones producto del
sentido común, y por las proposiciones de la ciencia, las cuales al ser
de carácter empírico, podrían ser comprobadas o refutadas por medio
de la observación.
Algunos autores pensaban que bajo esta esquematización, una gran
cantidad de propuestas o teorías filosóficas quedaban descalificadas
en las dos clases generales de proposiciones, por lo que sólo se
podría afirmar de ellas que contenían una significación emocional para
sus creadores y todos aquellos que las utilizaban.
Los positivistas lógicos esperaban que al utilizar el Principio de
Verificación y aplicarlo a la terminología filosófica, resolverían según
los términos científicos, todo problema filosófico genuino.
Todos aquellos sobrantes que pasarían a considerarse
pseudoproblemas, debido a la ausencia de significado que se
observaría en ellos, podrían bajo estos términos ser desechados sin el
menor riesgo.
24
CAPITULO 2
25
HILBERT RYLE
2.1 LAS NOCIONES DE RYLE
El Filósofo Inglés Gilbert Ryle dedicó sus esfuerzos a las
problemáticas de la filosofía del lenguaje, misma que es una
perspectiva según la cual los problemas filosóficos, como el de la
mente y el cuerpo, tienen su origen en un uso incorrecto de nuestro
lenguaje ordinario, el cual no es científico; su libro es un rechazo
sistemático del dualismo cartesiano de la mente y el cuerpo.
La obra clásica de Ryle, “El Concepto de lo Mental”, publicada
originalmente en 1949, aún es considerada hoy en día como la
expresión más depurada del conductismo lógico, y posee rasgos
únicos que la distinguen de otras obras positivistas o conductistas, ya
que fue escrita en un estilo totalmente diferente al acostumbrado en
las demás obras de temáticas similares, pues hace gran uso de
metáforas, alusiones históricas, y una gran cantidad de ejemplos
tomados de distintas actividades cotidianas.
Las razones por las cuales la obra de Ryle se distingue de entre otras
muchas, es que “El Concepto de lo Mental” apareció en una época
relativamente tardía en la cual tanto el conductismo lógico como el
positivismo lógico comenzaban a declinar a causa de una serie de
críticas, lo cual motivó a Ryle, a dar un tono más mesurado a s
26
exposición, por ejemplo, reemplazando el concepto de conducta por el
concepto de disposición de conducta.
En segunda instancia (y como ya se mencionó anteriormente) los
positivistas lógicos tenían la titánica ambición de elaborar un lenguaje
de constitución al cual pudiesen ser reducidos todos los términos de
las ciencias empíricas tales como los de la biología o la química.
Las intenciones de Ryle no fueron tan gigantescas, ya que no
planteaba la creación de una ciencia universal de la naturaleza, sino
simplemente la elaboración de una teoría de la mente, por medio de
una reformulación del problema central de la filosofía de la mente en
términos distintos.
La realización de un minucioso análisis lingüístico en este problema
central, revelaría según Ryle, que el problema surgió básicamente por
una confusión (llamada por nuestro autor “El Mito de Descartes”), pero
que planteándolo de la manera adecuada, dicho problema
sencillamente se desvanecería.
Al igual que los demás conductistas, Ryle también tenía la convicción
de que el hablar de estados mentales era totalmente erróneo, sin
embargo, más que propugnar por una reducción del lenguaje
mentalista, sugirió erradicar dichos términos, ni siquiera usarlos como
abreviaciones cómodas de las descripciones del lenguaje físico, ya
27
que según él, sólo se trataba de ficciones dañinas que no denotaban
nada real y por tanto sólo engañaban a la gente.
De esa manera para Ryle, el dualismo cartesiano denominado por él
“El Dogma del Fantasma en la Máquina” 2 , o “La doctrina oficial”3, no
es otra cosa que una ficción (y ni siquiera una ficción conveniente);
hablar de mentes para Ryle, es prácticamente equivalente a hablar de
duendes o sirenas.
Ahora bien, si hemos de entender la razón por la cual mucha gente
vivió durante siglos bajo el dominio de este mito, debemos de entender
también cómo se originó, para después corregir nuestro error y estar
en capacidad de poder enmendar nuestras creencias.
De acuerdo con la opinión de Ryle, el origen del mito reside en un
error, y no un error común, sino en un error de nivel categorial
cometido por la mayor parte de las personas, que al usar un modo
material de hablar, otorgan una dimensión ontológica a cosas que en
realidad no existen, y para avanzar en esa demostración, presentamos
el famosísimo ejemplo de Ryle en el cual:
“A un extranjero que visita Oxford o Cambridge por primera vez se le
muestra un cierto número de colegios, librerías, campos de juego,
museos, departamentos científicos y oficinas administrativas.
Pero entonces pregunta: “¿Dónde está la Universidad?”, He visto
dónde los miembros de los colegios viven, dónde está el Registro,
dónde los científicos experimentan y todo el resto. Pero no he visto la
2 Ryle, “El Concepto de lo Mental”, Pág. 193 id., Pág. 11
28
universidad en la que residen y trabajan los miembros de vuestra
universidad”.
Se le tiene que explicar entonces que la universidad no es otra
institución colateral, otra contraparte adicional a los colegios,
laboratorios y oficinas que ha visto, la universidad es sólo la manera
en la cual está organizado todo lo que ha visto previamente.”4
A través de este ejemplo, Ryle sugiere que la gente que está
convencida de que la mente existe, y que se pregunta dónde se halla
ésta, comete el mismo error que el extranjero.
La mente no es una entidad más allá de los síntomas visibles a partir
de los cuales se deduce tradicionalmente su existencia:
Lo que denominamos tradicionalmente como mente, es sólo la manera
en la cual están organizados estos síntomas visibles.
A continuación, expondremos el rasgo central que hace que Ryle
merezca un lugar especial en el conductismo.
En los inicios del conductismo psicológico, sus expositores más
importantes (Watson en especial), sostenían que la mente de un
sujeto no era otra cosa más que el conjunto de conductas actuales, en
cambio, en el época en que Ryle comenzó a redactar su obra, el
argumento anticonductista según el cual había personas que sentían
dolor aún cuando no podían expresarlo a través de ninguna conducta
visible, comenzaba a cobrar vigor.
Para evitar este tipo de críticas, Ryle propuso que la mente fuese
considerada no sólo como el conjunto de conductas actuales, sino
4 Ryle. “El Concepto de lo Mental”, Pág. 16
29
como el conjunto de conductas potenciales, o de disposiciones de
conducta.
Esta alteración de la tesis conductista original tenía una ventaja
esencial, permitía dar cuenta de los estados mentales aun cuando no
hubiera conductas visibles actuales. De la misma manera en que
podemos afirmar que un vidrio es frágil, sin tener que comprobar su
fragilidad al tomar un martillo y golpear el vidrio para romperlo (basta
con saber que tiene tendencia a romperse bajo ciertas circunstancias),
o decir que la azúcar es soluble en agua, sin necesidad de echar una
cucharada en un vaso de agua; podemos decir que un hombre
“quiere” fumar un cigarro, sin necesidad de verlo fumar un cigarro en
un momento dado, como nos lo ejemplifica Ryle al señalar que:
“El que yo sea un fumador habitual, no implica que esté fumando en
este u otro momento; es mi tendencia permanente a fumar cuando no
estoy comiendo, durmiendo, dando una conferencia o asistiendo a un
funeral, y cuando no he estado fumando recientemente” 5.
Desde un vistazo intuitivo, resulta simple constatar que la posición
adoptada por Ryle es mucho más inclusiva y poderosa que la posición
del conductismo psicológico tradicional que es demasiado simple y
restrictivo.
Según los conductistas psicológicos, el hecho de que Juancito quiera
comer un helado sólo puede ser comprobado si se le ve comprando en
una heladería un helado, y después llevárselo a la boca.
5 Ryle “El Concepto de lo Mental”, Pág.43.
30
En cambio, el criterio de verdad de esta aseveración para Ryle
consiste en la verificación de una serie de oraciones condicionales
contrafácticas del tipo:
1. “Si se le pregunta a Juancito si comerá una manzana o un
helado, respondería que comerá el helado”,
2. “Si Juancito estuviese en un mercado, de una heladería a una
frutería, iría a la heladería”,
3. “Si Juancito tuviese un billete de veinte pesos, compraría un
helado”, etc.
En otros términos, para un conductista psicológico, basta con ver en el
mundo actual que Juancito compra un helado y se lo lleva a la boca,
para decir que el susodicho individuo quiere comer un helado.
Para Ryle, es necesario que en cada mundo posible donde nuestro
sujeto puede comer un helado (es decir, para todos y cualquier mundo
posibles donde existen tanto Juancito como sus golosinas, y en los
cuales los helados estén al alcance de nuestro individuo), Juancito se
compre un helado y se lo lleve a la boca para poder entonces decir
que comerá un helado; ah que muchacho goloso.
En la medida en que Ryle apela a las disposiciones de conducta para
dar cuenta de los estados mentales, prescindiendo del lenguaje
mentalista, y por tanto, en la medida en que necesita de la verificación
de las oraciones contrafácticas relacionadas con las conductas
31
relevantes, la versión del conductismo lógico que él propone es mucho
más sólida y coherente que la de otros conductistas o positivistas.
Sin embargo, existen por lo menos tres problemas serios en la teoría
de Ryle que no han podido ser resueltos hasta ahora.
El primero consiste en el hecho de que no se puede dar una lista
exhaustiva de las oraciones contrafácticas que deben ser verificadas
para poder dar cuenta de un estado mental específico.
Aún sí nos concentráramos en enlistar el conjunto de oraciones
contrafácticas que definen una sola disposición de conducta de una
sola persona, haciendo a un lado todas las demás, la vida que
pudiéramos dedicarle no bastaría.
Por lo tanto, cualquier término del lenguaje mentalista (es decir,
cualquier término que denote un estado mental específico) no puede
ser bien definido en los términos del lenguaje de las disposiciones de
conducta, en tanto resulta imposible dar las condiciones necesarias y
suficientes para reducir la oración:
“Juancito quiere comer un helado”,
a
“Juancito comerá un helado”.
Ahora, un conductista puede responder que este problema es
solamente de índole práctica, puede argumentar que si alguien
estuviese en condiciones que fuesen ideales para realizar dichos
análisis (por ejemplo al ser eterno como dios), entonces sin duda sería
32
posible para dicha persona enumerar todas y cada una de las
oraciones contrafácticas que definen a algún estado mental específico.
Es en este punto donde se presentará el segundo problema, y que
consistirá en lo siguiente:
Suponiendo que se pudieran enumerar todas las oraciones
contrafácticas que definen según Ryle un estado mental, dicha
enumeración es incapaz de recuperar la intencionalidad del estado
mental original.
Para observar esto, imaginemos que por un momento Ryle alcanza a
enumerar a todos y a cada una de las condicionales contrafácticas que
definen el estado mental de Juancito expresado en la proposición
“Juancito quiere ir de vacaciones a Acapulco”.
Estos condicionales sólo expresarían lo que Juancito haría en un
cierto momento, según tales o cuales condiciones.
Sin embargo, existe la posibilidad de que Juancito quiera engañarnos
para hacernos creer que realmente quiere ir a Acapulco, cuando en
realidad no es eso lo que verdaderamente desea. Puede darse el
caso, de que si logramos que Juancito se encuentre en condiciones de
verificar todos y cada uno de los condicionales contrafácticos que
definen según Ryle su deseo de ir a Acapulco, Juancito pudiera
verificarlos todos.
Por ejemplo, en el caso del condicional contrafáctico “Si a Juancito se
le preguntase a donde iría de vacaciones, respondería que le gustaría
ir a Acapulco”, se logran las condiciones para que Juancito pudiera
verificar dicho condicional, preguntándole a donde iría de vacaciones,
33
sin embargo, aún si Juancito verifica todos los condicionales, esto no
implicará que realmente quiera ir a Acapulco.
Así, nos percatamos que el argumento del mentiroso, que tanto dañó a
otros conductismos, también afectará al conductismo de Ryle, lo que
arrojará serias dudas sobre la posible validez de la teoría de la mente
que nuestro autor propone.
El listado de oraciones contrafácticas sobre Juancito y la verificación
subsecuente de las mismas, no sirve para determinar si hay realmente
una dimensión intencional en ella, o cuál es esta dimensión intencional
(si Juancito realmente desea ir de vacaciones a Acapulco, o si
simplemente desea engañarnos haciéndonos creer que desea ir a
Acapulco), en la medida en que aún cuando asumamos que nos
encontramos en condiciones ideales, siempre exista la posibilidad de
que cuando todos los condicionales contrafácticos hayan sido
verificados, Juancito nos diga que estuvo mintiendo todo el tiempo, y
que definitivamente no quería ir a vacacionar a Acapulco, sabia
decisión.
Ahora, haciendo un recuerdo de aquel también conocido ejemplo de
los ratones en los dos laberintos (en el que uno conducía a un queso y
otro a un gato), la dimensión intencional es fundamental para poder
identificar un estado mental.
Por lo tanto, como las disposiciones propuestas por Ryle no nos
permiten (y este es un problema de principio, no meramente práctico
como ellos lo señalan) recuperar la intencionalidad de los estados
34
mentales, es razonable suponer que su propuesta no puede ser una
buena opción de teoría de la mente.
El tercer problema parte del razonamiento siguiente:
Asumiendo que pudiese darse un listado completo de las oraciones
contrafácticas que definen una disposición de conducta específica,
cada oración contrafáctica exige a su vez que se especifiquen las
condiciones bajo las cuales es verdadera.
Utilizando de nueva cuenta nuestro anterior ejemplo:
1. Será verdadera en el caso en que Juancito piense que el helado
no está envenenado.
2. Será verdadera en el caso en que Juancito sepa dónde se
encuentra ubicada la heladería en el mercado.
3. Será verdadera en el caso en que Juancito crea que no tiene
necesidad de comprar algunas quesadillas para cenar, puesto
que su pareja ya lo hizo, etc.
Como podemos notarlo, la reparación de cada condicional
contrafáctico exige la introducción de una actitud proposicional (creer,
saber, pensar, mismas que ya había degradado nuestro autor).
Como estas actitudes proposicionales no son otra cosa más que
estados mentales, podemos constatar que la teoría de conductismo
35
lógico de Ryle se encuentra condenada de antemano al fracaso,
puesto que padece de un error común a otros conductismos:
el que las disposiciones de conducta, al igual que los estímulos y los
refuerzos, ocultan en última instancia actividades y procesos mentales.
Uno de los aspectos de las cuestiones mentalistas que más problemas
provocan al conductismo lógico lo constituye la concepción de
introspección, entendiendo a esta, como aquel tipo de percepciones
no físicas, por medio de las cuales la mente reconocerá y detectará
sus funciones y estados propios.
Nuestro autor enuncia que si dicha noción realmente existiera, esto a
su vez requeriría de otro estado, el cual fuera a su vez detector de
dicha introspección, porque de otra manera, ¿Cómo estarías conciente
de tu introspección?
Dicho reconocimiento de esa doble percepción nos empujaría a un
circuito infinito, por lo que la propuesta según la posición de Ryle, es la
de abandonar la idea de que sabemos que tenemos introspección, a
través de introspecciones, y de esa manera estaremos en condiciones
de afirmar que nos encontramos en un determinado estado mental sin
caer en un círculo vicioso.
Desde esa problemática, fue imperativo para nuestro autor desarrollar
un concepto de conciencia distinto al perteneciente al dualismo de la
mente y el cuerpo.
Ryle hallará este concepto alternativo de conciencia en el concepto de
atención, el que al contrario de la percepción interna dualista (que
36
trabaja de manera continua), sólo podrá darse en ciertos momentos en
la medida en que se requiere de ciertas condiciones.
La primera condición que requiere es que exista un cierto acto de
voluntad por parte de la persona que presta atención, puesto que la
atención no es algo que ocurra naturalmente, ya que:
“Hay muchas cosas que no podemos hacer, o hacer bien, a menos
que prestemos atención a las instrucciones apropiadas y oportunas,
aún cuando nosotros somos los autores de estas instrucciones.
En tales casos, intentar hacer algo implica intentar darse las
instrucciones correctas en el momento preciso e intenta seguirlas”. 6
La segunda condición que requiere la atención para poder darse en el
caso de un individuo, es una cierta preparación o disponibilidad. Si una
persona hace algo con atención, ello implica que “hace lo que hace
con preparación para hacer justamente eso en esta situación, y está
listo para hacer algunas otras cosas que tenga también que hacer”. 7
Teniendo en cuenta estas dos condiciones, podemos realizar un
pequeño estudio, de las ventajas así como de los problemas que
presenta el concepto de conciencia, sostenido por Ryle.
6 Ryle, “El Concepto de lo Mental”, Pág. 1447 id., Pág. 147
37
En el caso de las ventajas, quizás la más importante sea que la
propuesta de Ryle deja un lugar importante para el inconciente, con lo
cual por otra parte, rechazaría la tesis dualista de la continuidad
ininterrumpida de la percepción interna.
Este rechazo sería importante en tanto que nos permitiría explicar
ciertas situaciones que observamos cotidianamente (como el ejemplo
también famoso), refiriéndonos al hecho de que muchos
automovilistas experimentados cambien de velocidad
automáticamente, sin ser concientes de ello.
La segunda ventaja central del concepto de conciencia de Ryle,
consiste en el hecho de que permite un acercamiento al estudio de la
conciencia desde una perspectiva objetiva y públicamente
comprobable, mientras que en el concepto dualista de conciencia sólo
nos permitía un acercamiento desde una perspectiva meramente
subjetiva.
La atención en cambio, podría ser estudiada desde una perspectiva
(presumiblemente) objetiva, a través de las conductas que presenta un
individuo cuando se prepara para realizar algo.
Por ejemplo, podremos señalar que un individuo se encuentra atento
al hecho de estar comiendo un helado, en tanto su conducta nos
revela que está preparado para no dejar que el helado derretido que
escurre por el cono ensucie sus dedos, y/o que está preparado para
no dejar que algún insecto atraído por el olor del azúcar llegue a su
helado.
38
Sin embargo, el concepto de conciencia del autor cuenta también con
varios problemas que surgirán tanto de aquello de lo cual el concepto
dejará sin explicar, como de los rasgos que él mismo atribuye a su
concepto.
En el caso del primer tipo de problemas, es obvio que dicha
conceptualización de conciencia no podría capturar nunca las
propiedades fenoménicas de los estados mentales.
La atención no constituye un criterio lo bastante seguro para
establecer una taxonomía de los estados mentales.
Si bien es cierto que existen varios grados de atención posibles y que
cada grado de atención revela cosas distintas, resulta en extremo
improbable, pensar que estos grados de atención permitan separar
una sensación particular de rojo, de otra sensación ligeramente
distinta. Para esta tarea requeriríamos de una esquematización que
sólo las propiedades fenoménicas de los estados mentales,
(presumiblemente) nos la podría proveer.
En el caso del segundo tipo de problemas, es notorio que al hablar de
los actos de voluntad y de la preparación como condiciones de la
atención, Ryle no hace otra cosa más que replegarse de nueva cuenta
hacia el ámbito de la psicología mentalista de la cual tanto esta en
contra.
Por ejemplo, si presto atención a cerrar las puertas de mi casa con
llave, cuando salgo de ella, es porque no quiero que alguien entre en
mi ausencia, y temo que algún ladrón pueda meterse en ella y sustraer
algún objeto. Si presto atención a comprar un billete de lotería cada
39
semana (o a jugar el melate con revancha), es porque espero algún
día ganar el premio mayor y creo que el dinero del premio me servirá
para realizar con menor esfuerzo mis proyectos, o para encontrar la
felicidad en mi vida con un nivel de vida más confortable, sueños
guajiros, ¿no?
Podemos ver entonces que la conciencia entendida como atención,
desde los planteamientos conductistas de Ryle, no hace otra cosa que
ocultar en última instancia estados mentales.
Así, podremos observar que al análisis de la conciencia propuesto por
nuestro autor, le aparecerán varios errores.
Toda explicación de la conciencia entendida como atención, se
encontrará entonces condenada a replegarse al ámbito de las
nociones mentalistas, lo cual implicará algo de incongruencia en las
pretensiones del conductismo lógico de Ryle de constituirse en una
buena propuesta de teoría de la mente.
Otro rasgo importante del pensamiento de Ryle, consistirá en que a la
inversa de muchos de sus predecesores que sólo admitían como
conductas, respuestas fisiológicas de los organismos (sudoración,
aumento del ritmo cardiaco, determinada actividad o manifestaciones
bioeléctricas) y movimientos corporales, él también aceptaba como
manifestaciones de conducta, ciertas acciones que implicaban
movimientos corporales (a tales como comprar un helado, jugar
canicas, etc.).
Este fue un salto original, puesto que si bien Ryle consideraba (al igual
que otros conductistas) que la única manera de dar cuenta de la
naturaleza de la mente era por medio de la conducta, la originalidad de
40
nuestro autor consistió en haber apreciado la importancia de la
intencionalidad para individuar acciones, y en haber intentado
introducirla en su propuesta de teoría de la mente, sin tratar de destruir
la concepción básica del conductismo.
Aunque... viéndolo bien, sí existieron quienes consideraron que estas
enunciaciones no eran correctas en tanto que sí rompían con una de
las premisas elementales del conductismo, según la cual lo único que
cuenta para considerar que algo es una conducta, es que esta sea
pública y directamente observable.
Y la intencionalidad no será pública y directamente observable en el
caso de la demás gente, sino que será más bien derivada.
Esto es: para un seguidor del conductismo de la línea tradicional, no
observaremos nunca que una persona firme su cheque del seguro;
solo observaremos una serie de movimientos de los dedos de esta
misma persona, con respecto a una pluma y a un papel. La dimensión
intencional no será algo inherente a esos movimientos corporales, por
lo que no podrá ser observado al mismo tiempo que dichos
movimientos, sino que más bien, será algo que le atribuiremos a esa
persona posteriormente.
Debemos de entender que todo este proceso sistemático de rechazo
acerca de la introspección, acerca de la conciencia, formo parte de las
intenciones combativas originarias de Ryle para con el dualismo de la
mente y el cuerpo.
Fueron sus enunciaciones, que nada de nuestro conducir diario
(entendiéndolo con las acciones y el lenguaje) formaban a su vez
41
parte de un segundo plano de existencia metafísico y misterioso
etiquetado como mente, de ahí que su postura se mantuviera en que:
“Hablar de la mente de una persona no es hablar de un depósito en el
que se pueden alojar objetos que nos está prohibido alojar en el otro
depósito llamado <<mundo físico>>.
Es, más bien, hablar de las aptitudes, debilidades y propensiones de
esa persona para hacer y padecer determinados tipos de cosas en el
mundo de todos los días.
No tiene sentido hablar, como si existieran dos u once mundos” 8.
De donde para nuestro autor no habrá dos mundos (material y
espiritual) ni cinco ni seis, será uno sólo el realmente existente, eso si
estamos dispuestos a superar el encajonamiento del dualismo
cartesiano, del cual proceden esos forzamientos esquemáticos para
catalogar lo que hacemos y expresamos en sus dos únicas categorías.
Y sin embargo, de cierta manera podría existir más cabida en dicha
esquematización que en la propuesta de Ryle, para aquellas nociones
subjetivas y privadas que el sentido común indica a la mayoría de
seres que poseen y atraviesan, tales como las emociones y los
placeres.
Para nuestro autor dichas designaciones resultarían de carácter
netamente dualista, y del que debido a su personalización, no sería
posible que adquirieran el significado de que de hecho poseen, según
el sentido común claro.
8 Ryle “El Concepto de lo Mental”, Pág. 176.
42
Para Ryle, el problema con dichas designaciones sensitivas recaería
en su falta de definición verdadera, en la ambigüedad que provoca el
hecho de que acudamos al uso de una gran y distinta variedad de
metáforas, de donde surge para él la interrogante:
¿Bajo qué parámetros podemos especificar esas nociones
sentimentales en los esquemas de mente o materia?
De esa manera, el problema dualista, surgiría del planteamiento
lingüístico erróneo de esa cuestión, del uso fuera de contexto y
ubicación lógica de las palabras utilizadas para expresar lo que para él
serían causas disposicionales, como el ejemplo del vaso que se rompe
por ser quebradizo.
Decir que el vaso es quebradizo es decir que tiene una propensión a
quebrarse cuando se le golpea con cierta fuerza, pero no queremos
decir que <<ser quebradizo>> es una propiedad intrínseca del vaso,
que pudiera ser explicada haciendo total abstracción de sus relaciones
con otros objetos.
43
Conclusiones
A medida que el positivismo evoluciono a lo largo de los años, se hizo
patente para todos sus promotores y partidarios, que las definiciones
explicitas requeridas para la traducibilidad de un lenguaje a otro
(definiciones que constituyen las condiciones de verificación de las
proposiciones) no podían ser construidas, ni siquiera en un solo caso,
por razones de principio, como veremos a continuación.
En el caso concreto de la psicología, se intento sucesivamente dar una
definición explicita de las entidades mentales en términos de los
estímulos, de los elementos directos de la percepción y de las
conductas.
En el caso de los estímulos, el programa positivista fracasó en tanto
que comprendemos que no podemos decir que una sensación de color
es idéntica a la radiación de una cierta intensidad y frecuencia, que
bajo ciertas condiciones produce dicha sensación.
En el caso de los elementos directos de la percepción, no se pueden
reducir las proposiciones de los diversos lenguajes de las ciencias
naturales a un mero lenguaje de vivencias personales, si es que no se
desea cometer errores de índole metafísico, que carecen de toda
posibilidad actual de comprobación publica, en la veracidad de dichos
enunciados que contienen vivencias personales.
44
En el caso de las conductas, los positivistas fracasaron también,
puesto que en lo que respecta a los síntomas visibles y a la aparente
conducta que indica una emoción como la ansiedad, si bien podrán de
cierta manera ser confirmables y medibles en términos de temperatura
de la piel, secreciones, respuestas verbales, etc., todas estas
cuestiones para nada podrán ser confundidas con la emoción misma.
Hablando del materialismo, podemos decir que hay una
persistente tendencia objetiva en la filosofía contemporánea, en la
ciencia y en la vida intelectual en general. Se tiene la convicción de
que si algo es real, tiene que ser igualmente accesible a todos los
observadores competentes, por lo que según sus enunciados (para
ellos) la realidad es objetiva. Esta suposición ha mostrado resultar útil
en muchos aspectos, pero es falsa como nos lo revela un solo
momento de reflexión sobre los propios estados subjetivos.
Este supuesto ha llevado al punto de vista tergiversado, de que el
único modo “viable”-“científico” de estudiar la mente, es considerarla
como un conjunto de fenómenos objetivos.
Una vez que adoptamos el supuesto de que cualquier cosa es
objetiva, aceptamos la noción de que dicha cosa debe ser igualmente
accesible desde el plano sensible a cualquiera, de forma similar, las
cuestiones íntimas pasaran inmediatamente de la subjetividad de los
estados mentales, hacia la objetividad de la conducta externa.
45
Y esto tiene la consecuencia, de que en vez de plantear las preguntas,
¿Qué es tener una creencia?, ¿Qué es tener un deseo?, plantearemos
nuestras indagaciones desde la perspectiva de la tercera persona:
¿Bajo qué condiciones atribuimos desde afuera, creencias, deseos,
etc., a algún otro sistema?
El carácter de tercera persona no parece adecuado para la
característica del estudio de los estados mentales, que
indudablemente son de la primera persona.
El modo en que se aplica en la práctica el punto de vista de la tercera
persona, hace difícil ver la diferencia entre algo que posee en realidad
atributos mentales, tal como un ser humano, y algo que se comporta
como si tuviera una mente, tal como un ordenador, o un microbusero.
Y una vez que se pierde la distinción entre que un sistema tenga
realmente estados mentales, y que actué meramente como si tuviera
estados mentales, entonces se pierde de vista un rasgo importante de
lo mental.
Creencias, miedos, dolores, deseos, etc., son siempre las creencias o
miedos de alguien, y son siempre potencialmente concientes, incluso
en los casos en que son de hecho inconscientes, como en los sueños.
Resumiendo, podemos decir en contra de las nociones materialistas
que la conciencia tiene importancia, la razón básica que aducimos
para enunciar esto, es que no tenemos realmente noción alguna de lo
mental, aparte de nuestra noción propia de la conciencia; de donde
resultará por lógica, que no toda la realidad es objetiva, puesto que
con esto se demostrará que parte (cierta fracción pequeña) de ella, es
subjetiva.
46
De ahí, que si es erróneo suponer que el estudio ontológico de lo
mental es objetivo, también lo será así, suponer que la metodología de
una ciencia de la mente debe interesarse solamente por la conducta
objetivamente observable.
Parece ser que es equivocado suponer que sólo conocemos la
existencia de los fenómenos mentales en los demás, observando su
conducta; la conducta o las relaciones causales con la conducta, no
son esenciales par la existencia de fenómenos mentales. Además, la
mera concepción cartesiana de lo físico, la concepción de la realidad
física como respuesta extensa, parece ser que ya no es adecuada
para describir la gran variedad de hechos ahora conocidos, que
corresponden a enunciados sobre la realidad física.
Del conductismo lógico mencionaremos que cometió una serie de
confusiones entre los síntomas visibles de un estado mental y el
carácter intrínseco del estado mental mismo.
Si la traducción de las proposiciones del lenguaje de las nociones
mentalistas a las proposiciones del lenguaje físico de las conductas
pudiese ser llevada a cabo sin la alteración de verdad ni del sentido de
las proposiciones originales, no habría problema en sostener que
todas las sensaciones de dolor pueden ser consideradas como
conjuntos de conductas. Pero no ocurre así, puesto que todo intento
de traducción choca con la imposibilidad de encontrar “algo” a lo que
las proposiciones mentalistas puedan ser uniformemente traducidas.
47
Al considerarse como conductas únicamente respuestas fisiológicas y
movimientos corporales, perderemos la oportunidad de explicar las
acciones internas de la intencionalidad.
Hemos de enunciar que si bien tuvieron razón en señalar la conexión
conceptual entre las descripciones en términos mentales y las
descripciones en términos conductuales, algunos enuncian que el
logro más importante del conductismo probablemente no provenga
directamente de sus aciertos, sino mas bien indirectamente de sus
deficiencias, pues fueron estas las que posteriormente abrirían el
camino para que se desarrollaran nuevas versiones y propuestas de la
vía materialista.
Para poder comprender un poco mejor esta cuestión, será necesario
recordar que al principio de la década de los cincuenta, cuando
comenzó a observarse con un poco de claridad, que el conductismo
no pudo seguir manteniéndose como una plausible y aceptable teoría
de la mente, los positivistas lógicos llevaron a cabo un gran trabajo de
reflexión sobre sus escritos anteriores, para determinar con exactitud
los supuestos errores del conductismo, así como la mejor manera de
corregirlos.
Las objeciones al conductismo pueden dividirse en dos clases:
- las objeciones de sentido común,
- y las de naturaleza algo más o menos técnica.
48
Una objeción de sentido común obvia, es que el conductista deja de
lado los fenómenos mentales en cuestión. El análisis conductista para
la experiencia subjetiva de pensar o sentir, sólo tiene en cuenta los
patrones de conducta objetivamente observables.
En lo que respecta a las objeciones técnicas, en primer lugar, los
conductistas nunca lograron aclarar completamente la noción de
“disposición”. No se logró proporcionar una explicación satisfactoria
sobre qué tipos de antecedentes deberían incorporarse a los
enunciados hipotéticos, para producir un análisis disposicional
adecuado de los términos mentales, en términos conductuales.
En segundo lugar, parecía haber un problema consistente en cierto
tipo de circularidad en el análisis.
Para dar un análisis de la creencia en términos de conducta, parece
ser que hay que referirse al deseo, y para analizar el deseo, hay que
referirse a la creencia; por ejemplo, si Juancito cree que lloverá,
estudiaremos esta hipótesis en base a las circunstancias provocadas
por el acto de que si las ventanas están abiertas, esto conducirá a que
Juancito las cierre.
Analicemos el enunciado categórico de que “Juancito cree que va a
llover”, en términos de ciertos enunciados hipotéticos sobre lo que
hará Juancito en determinadas condiciones.
Sin embargo, la creencia de Juancito de que va a llover, sólo se
manifestará por medio de la conducta de cerrar las ventanas, si damos
por supuestas hipótesis adicionales como la de que Juancito no quiere
que el agua de la lluvia se cuele por las ventanas, y la de que Juancito
cree que el agua puede entrar por las ventanas abiertas.
49
Si no hay nada más que deseé en el mundo, más que el agua entre a
raudales por sus ventanas, no tendrá la disposición a cerrarlas.
Sin ese tipo de hipótesis sobre los deseos de Juancito, parece que no
podemos comenzar a analizar ninguna oración sobre sus creencias
originales. Pueden hacerse observaciones similares respecto al
análisis de los deseos, pero parece ser que tales análisis requieren la
referencia a las creencias.
Finalmente, al afirmarse el sin sentido de las distintas nociones de
sentimientos, tales como “<<pasiones>>, <<punzadas>>,
<<angustias>>, <<palpitaciones>>, <<arranques>>, <<ansiedades>>,
<<dolores agudos>>, <<depresiones>>, <<ardores>>,
<<pesadumbres>>, <<anhelos>>, <<abatimientos>>, <<tensiones>>,
<<torturas>> e <<impactos>>”9, el conductismo mostrará otra de sus
posibles fallas, al dejar de lado las relaciones causales entre los
estados mentales y la conducta.
Por ejemplo, al identificar el dolor con la disposición a la conducta del
dolor, el conductismo deja de lado el hecho de que el dolor causa la
conducta del dolor. Del mismo modo, es bastante probable que las
creencias y los deseos causen determinadas conductas, lo que no
será posible afirmar desde la perspectiva de las tesis conductistas.
9 Ryle. El Concepto de lo Mental, Pág. 75
50
Acerca de Ryle, se podría mencionar de sus postulados (desde una
perspectiva dualista), que no encuentra problema en aceptar la
existencia del mundo exterior, más no ocurre lo mismo con la
existencia de la facción mental, de esa noción de conciencia auto-
conciente, que según algunas corrientes, sería aquello que definiría en
su esencia a un ser y a su caminar en este mundo.
Una de las aportaciones de nuestro autor esta contenida en sus
procesos analíticos, los cuales permitieron, al tratar de llevar a cabo
una aclaración del problema de la mente y el cuerpo, encontrar una
mejor distinción entre las cuestiones mentales y físicas.
Si bien no encontró una solución entera y concreta a sus esfuerzos en
su pretensión a lograr resultados correctos y alejados del manejo
erróneo categorial, se debió esto, quizás a que de inicio, su
investigación apunto solo a la obtención por medio de sus
investigaciones, de una clasificación lógica mas adecuada de nuestros
conceptos de manejo interno, de los conceptos psicológicos.
Otros señalarían que Gilbert se manejo coherentemente bajo su
concepción de lo que debía de ser la actividad filosófica, ya que fue
una de sus preocupaciones principales, (y de esa manera evito
siempre) cristalizar su pensamiento en proposiciones teóricas rígidas,
en conclusiones; evito encerrar su pensamiento en istmos.
51
ANOTACIONES PERSONALES
Debo aclarar, a manera de una manifestación muy personal del
que esto escribe, que considero que debido a ciertas deficiencias e
incapacidades propias, necesitaría de un tiempo bastante grande
(algunos pares de años por mínimo), para estar en condiciones de
realizar un buen escrito analítico o investigativo propio, para poder
desarrollar de una manera aceptable, dentro de los parámetros de la
formación académica universitaria, un escrito con propuestas
interesantes y genuinas; pero debido a las circunstancias tan distintas
como se presentó la situación, hemos de aceptar que el resultado fue
algo deficiente, pero aún así reconocemos por encima de esas
debilidades, que el proyecto universitario entre sus objetivos conlleva
uno que se relaciona con esta cuestión, pues nos impulsa y exhorta a
superar nuestras esquematizaciones básicas, para evolucionar en
estadíos de conocimiento superiores.
Me parece (según mi particular y a un limitado punto de vista) que en
este terreno de las teorías de la mente, el camino por recorrer supera
con mucho a los presuntos avances en lo que se refiere al
descubrimiento o discernimiento de las nociones comprendidas y
relacionadas con el ser del humano, con el origen de sus
motivaciones, con su homúnculo, con su hardware, con su sombra
(según Connie Zweig).
52
Terreno en el que si bien hemos de reconocer que comparado con la
época vivida hace unos 500 años, en este momento poseemos en
referencia a esas antiguas visiones e interpretaciones, una perspectiva
un tanto mayor, en varios aspectos debido al trabajo de innumerables
hombres que colaboraron con el desarrollo de los presupuestos
filosóficos, y de otros tantos que buscaron la misma senda pero bajo
las nociones fisiológicas, ahora neuro-biológicas, y sin embargo, aún
con esa doble investigación filosófica y tecno-medica, hoy como hace
500 años son más los desajustes que los acuerdos consensados y
racionales. Por ejemplo: mucha de la terminología usada en el
estudio de las cuestiones de la filosofía de la mente, tales como
materia-mente, materia-espíritu, etc., es de cierta manera mal
empleada o hasta cierto modo de un uso o significado anacrónico,
puesto que enuncian (ya sea de manera explícita o implícita) que el
mismo fenómeno bajo los mismos aspectos, no puede embonar dentro
de los dos términos.
Es decir, que si algo es material, no puede entrar también dentro del
catálogo de lo espiritual, etc.
Según los avances neuro-biológicos, (aparentemente) el cerebro
causa ciertos fenómenos mentales, tales como los estados mentales
concientes, y estos estados concientes son rasgos de nivel superior
del cerebro.
53
Este es un postulado aún incompleto, pero bien nos sirve de ejemplo
para percatarnos de la paulatina desdibujación de la terminología
esquemática en filosofía de la mente.
Definitivamente distan muchos años, y muchos cientos de horas de
investigación y análisis, para que se pueda alcanzar LA
EXPLICACIÓN, LA DEFINICIÓN y la adscripción total, plena y clara de
las funciones y problemáticas en la cuestión de la mente, de la
conciencia, del espíritu. Pero definitivamente el aferrarnos a las
terminologías y categorías tradicionales, podría ser (donde podría, no
es una afirmación tajante) de cierta manera retrogrado, pues si bien
los pasos recorridos en otros tiempos y lugares en el proceso de la
indagación cognitiva, son indispensables para abrir los ojos y las
perspectivas de quienes apenas comenzamos a caminar, es necesario
evitar caer en el círculo de la repetición y de la remasticación, pues es
conocido que la aportación de algún determinado autor o escuela
filosófica, será sí una aportación, pero tan sólo de una fracción de
conocimiento que aún requiere la construcción de nuevos ladrillos para
su terminación.
Es una labor definitivamente larga, pero que de no haberla comenzado
hace ya miles de años, de otra forma sólo nos hubiera conducido, de
no haber comenzado a superar nuestras barreras congénitas,
naturales o sociales, a sólo unos cuantos pasos de nuestra cueva.
54
BIOGRAFÍA FILOSÓFICA DE RYLE
Filósofo analítico inglés, nacido en Brighton el 19 de agosto de 1900,
murió en Oxford el 6 de octubre de 1976.
De 1945 a 1968 fue profesor de metafísica en la Universidad de
Oxford, Waynflete.
Sus obras principales fueron: Philosophical Arguments (Oxford 1945);
The Concept of Mind (Londres 1949); Dilemmas (Cambridge 1954); A
Puzzling Element in the notion of Thinking (Londres 1959); Plato’s
Progress (ibid., 1966).
Ensayos: Phenomenology (en <<Aristotelian Soc.>>, Supl. Vol. 11,
1932 p. 68-83); Systematically Misleading Expressions (en <<Proc.
Aristotelian Soc.>> (1931-1932) P. 139-164), Categories (ibid., 1938-
1939, p. 189-205), Plato’s Parmenides (en <<Mind>>, 1939); Ordinary
Languaje (en <<Philos. Rev.>> (1953) p. 167-186); Proofs in
Philosophy (en <<Rev. Intern. De Phil.>> (1954) p. 150-157); The
Theory of Meaning (en British Philosophy in the Mid-Century, Londres
1957); Use, Usage and Meaning (en <<Proc. Aristotelian Soc.>>, Supl.
Vol. 35 (1961) p. 223-230).
En el pensamiento de Ryle – uno de los mayores exponentes de la
filosofía inglesa contemporánea – parece confluir, de una manera
original y sugestiva, la gran tradición aristotélica, mantenida siempre
55
viva en las universidades inglesas, y las contribuciones, especialmente
en el campo de la lógica y de la epistemología, de algunas importantes
corrientes del pensamiento contemporáneo.
Más concretamente parecen haber influido en la formación filosófica
de Ryle:
1) Las obras de Platón y de Aristóteles, en la medida en que ella
constituyen no solamente modelos de construcciones metafísicas, sino
también ejemplos de análisis conceptuales y de técnica argumentativa.
2) La teoría de las descripciones y la teoría de los tipos de Bertrand
Russell, en cuanto instrumentos eficaces, aunque imperfectos (que
Ryle tratará de perfeccionar), de análisis del lenguaje, indispensables
no sólo para la solución de ciertas paradojas lógico-matemáticas, sino
también para eliminar las ambigüedades y antinomias filosóficas.
3) La fenomenología husserliana, en cuanto investigación analítica –
y no empírico-psicológica - de los tipos fundamentales de operaciones
mentales (referenciado en el artículo Phenomenology, donde Ryle se
declara <<completamente de acuerdo>> con la concepción de
Husserl, según la cual la <<tarea de la filosofía no es la de dar nuevas
informaciones sobre el mundo, sino la de analizar las formas
generales de lo que la experiencia encuentra ejemplificado en el
mundo>>.
Por otra parte, es necesario no olvidar que en los años en que Ryle
desarrollaba sus primeras actividades filosóficas, existía en Oxford un
56
proceso de lenta pero inexorable disolución de la metafísica idealista,
paralelo al que encabezaban en Cambridge Moore y Russell.
Fue un movimiento caracterizado, más que por la contraposición de
sistemas filosóficos realistas a los idealistas de Bradley y McTaggart,
por la afirmación, hecha especialmente por J. Cook-Wilson y luego por
Pichard, de una mentalidad antisistemática, antiespeculativa y
exquisitamente analítica.
Menos clara, y en todo caso indirecta, fue la influencia ejercida sobre
nuestro filósofo por las formas continentales de la filosofía analítica
(positivismo lógico).
En cambio, en sus escritos de la última posguerra es claramente
perceptible el eco de los métodos y de las doctrinas filosófico-
lingüísticas que Wittgenstein había desarrollado después de su
regreso a Cambridge en 1929.
Esta tardía influencia de Wittgenstein sólo contribuyó a dar mayores
énfasis a determinadas tesis ya elaboradas por nuestro autor, o a
sugerir retoques y perfeccionamientos de su método filosófico, ya
diseñado y claramente aceptado por amplios sectores.
Los problemas a los que el autor dedicó principalmente su atención
fueron:
La naturaleza, o sea, el método y el objetivo de la actividad filosófica.
Y el intrincado y vasto grupo de problemas que los anglosajones
designan con la expresión <<filosofía de la mente>>.
57
Algunas cuestiones fundamentales de lógica y de semántica
filosóficas. Menor y ocasional fue su interés por la problemática
estética y ético-política.
En cambio, fueron importantes algunas contribuciones suyas a la
historia de la filosofía antigua, en particular al estudio de Platón, a
quien dedicó algunos artículos y algunos cursos de lecciones,
tendientes sobre todo a iluminar el método de análisis lógico-
lingüístico aplicado a algunos diálogos (por ejemplo al Parménides y al
Teeteto) y posteriormente una monografía interesante, y en algunos
aspectos también desconcertante (Plato’s Progress), donde ofrece una
interpretación original de la obra y la vida de Platón, la cual pone en
tela de juicio no pocas cuestiones – sobre la relación entre Platón y
Aristóteles, sobre la cronología de muchos diálogos, etc.- que eran
consideradas como posiciones definitivamente adquiridas por la
filosofía y la hermenéutica platónicas.
En lo referente a sus puntos de vista metafilosóficos, puede advertirse,
entre el final de la primera mitad de nuestro siglo y el primer decenio
de la segunda, un desplazamiento desde posiciones en que todavía
son perceptibles la influencia del Husserl de la primera etapa y, aún
con mayor claridad, el posterior influjo de las mencionadas teorías
russellianas de los tipos y de las descripciones (señalado en
Systematically Misleading Expressions), donde el análisis filosófico es
concebido como la reformulación o <<traducción lógica>> de
expresiones <<sistemáticamente desviadas>>, es decir, de aquellos
términos o frases usuales en el lenguaje filosófico, cuya forma
58
gramatical no corresponde a la forma o estructura de los hechos que
ellos pretenden expresar.
Dando ocasión por este error a que sean mal entendidos
generalmente, como ocurre con algunos vocablos semánticamente
equívocos, lo cual hace que quien utiliza tales expresiones, en
cualquier contexto que sea, se desorienta y se <<sale del camino>>, o
cae en un procedimiento argumentativo falaz, hacia una posición en
que el autor abandona la actitud ontologizante de los primeros análisis
y la ilusión, típica del atomismo lógico, de poder reformar el lenguaje
hasta convertirlo en estructuralmente isomorfo con la realidad,
consiguiendo así la deseada conciliación entre la forma gramatical y la
forma lógica.
La tarea propia de filósofo será, pues, descubrir, corregir y prevenir los
<<errores lógicos>> o <<categoriales>>, consistentes en asignar un
concepto a una categoría a la cual dicho concepto no pertenece
realmente, es decir, clasificarlo junto a conceptos que sólo tienen con
él superficiales afinidades gramaticales.
Por ejemplo, cometería un error categorial (category mistake) quien,
extraviado por la semejanza gramatical entre la proposición <<el homo
oeconomicus busca el mayor goce con el menor esfuerzo>> y la
proposición <<el señor X busca deleitarse>>, y considerarse que el
homo oeconomicus es un hombre concreto e individual, aunque fuera
de una especie particular, y preguntarse dónde vive, cuál es su edad,
59
qué aspecto tiene, etc., preguntas obviamente carentes de sentido
(nonsensical).
Una consecuencia, pues, del error categorial es la violación del uso
lingüístico (misuse). Una investigación lógica en torno al lenguaje -en
torno a <<lo que se puede y no se puede decir>>– es el instrumento
más eficaz para desenmascarar y corregir los <<category mistakes>>.
Pero los errores categoriales de importancia teórica son los cometidos
por quien, aun sabiendo usar correctamente una determinada palabra
o expresión, no está en condiciones de establecer las reglas de este
uso.
Muchos saben hablar de un modo sensato e inteligente mediante los
conceptos, pero están expuestos a decir cosas sin sentido y caer en
paradojas y contradicciones, apenas pretenden hablar en torno a los
conceptos y dar una definición de los mismos.
Paralelamente a esta función sobre todo negativa o crítico-terapéutica,
Gilbert atribuye a la investigación filosófica la tarea constructiva de
determinar, a través de una serie de pruebas, o podríamos decir
<<comprobaciones>> argumentativas, los que él llama <<poderes
lógicos>> (logical powers) –es decir, las posibilidades de combinación
y correlación, las mutuas compatibilidades e incompatibilidades–
de las expresiones filosóficamente más interesantes e inquietantes, en
cuanto fuentes de perplejidades teóricas y de confusiones
60
conceptuales ( <<sentir>>, <<imaginar>>, <<pensar>>, <<conocer>>,
<<voluntad>>, <<libertad>>, <<yo>>, <<conciencia>>, etc.).
Llegando así a un sistema articulado de mapas lógico-lingüístico, a
una especie de topografía de nuestros conceptos, que el autor llama
<<geografía lógica>>, y cuya denominación él prefiere a la de
<<análisis lógico del lenguaje>>, expresión muy en boga entre los
filósofos analíticos del primero modo (Moore, Russell, Wisdom y los
neopositivistas).
Esta concepción del filosofar, en la cual se acentúa el aspecto
constructivo y no meramente terapéutico (y es ésta quizás la principal
diferencia entre la metafilosofía del autor y la del segundo
Wittgenstein), es propuesta y formulada claramente por Ryle en la
resumida exposición de 1945, Philosophical Arguments, y presentada
de nuevo brevemente en la introducción a El Concepto de lo Mental :
Establecer la geografía lógica de los conceptos es estudiar la lógica
de las proposiciones en que ellos se usan, es decir, mostrar con qué
otras proposiciones son compatibles y con cuáles incompatibles; qué
proposiciones pueden deducirse de ellas y de cuáles pueden ellas
deducirse .
El tipo o categoría lógica a que pertenece un concepto es, por ello, el
conjunto de los modos en los cuales es lógicamente legítimo operar
con él . (El Concepto de lo Mental. Pág. 8).
61
Esta concepción del filosofar encuentra su aplicación más orgánica en
El Concepto de lo Mental , en donde Ryle se propone destruir el
<<mito cartesiano>> de una antítesis radical entre naturaleza y
espíritu, entre cuerpo y alma, entre el mundo de objetos y procesos
espaciales, públicos y observables, y el reino privado de estados y
actos mentales, no espaciales e invisibles. De aquí procede la otra
denominación de dogma del espectro de la máquina (The Ghost in
the machine) dada por el autor a la doctrina oficial del dualismo psico-
físico (como si el cuerpo humano fuera una máquina que tiene dentro
un duende o fantasma que la hace funcionar).
Pero Gilbert no desarrolla su crítica del dualismo en nombre de una
metafísica monística, ni de una teoría psicológica de fondo biológico-
comportamentista; su investigación apunto sólo a una clasificación
lógica más adecuada de nuestros conceptos psicológicos.
El verdadero interés del libro reside en la abundancia de sutiles y
agudos análisis de los términos del lenguaje ordinario referentes a la
vida mental.
En esta obra resulta crucial la distinción entre episodes y
dispositions , que recuerda la aristotélica entre <<acto>> y
<<disposición>>, de la cual pretende ser un perfeccionamiento. Un
gran número de palabras que utilizamos comúnmente para describir y
62
explicar la conducta humana, significan <<disposiciones>> y no
<<episodios>>.
Así, <<saber>>, <<aspirar>>, <<tener intención>>, <<creer>> son
verbos <<disposicionales>>, los cuales NO remiten a acontecimientos
o procesos que se produzcan misteriosamente en algún rincón
invisible y no espacial del espíritu.
Se referirán a disposiciones, capacidades o inclinaciones que se
manifiestan en el comportamiento humano visible.
En la obra “Dilemmas”, que recoge un ciclo de conferencias (las
Turner Lectures) tenidas en Cambridge el año 1953, aparece la
preocupación metafilosófica por ofrecer una ulterior caracterización de
la filosofía y el esfuerzo analítico y crítico para resolver algunos
problemas filosóficos antiguos y recientes.
En ella pone el autor de manifiesto otro importante rasgo distintivo de
muchas disputas filosóficas: el de acabar en dilemas, es decir,
desembocar en conclusiones que resultan mutuamente incompatibles,
aunque los razonamientos que han llevado a ellas aparezcan
correctos.
Según Gilbert, este embarazoso atasco intelectual deriva de una
confusión lógica del mismo tipo que el <<category mistake>>, con la
única diferencia de que se trata de una confusión referente, no a
conceptos o proposiciones singulares, sino a <<líneas de
pensamiento>> enteras y a <<complejos discursivos>> completos, por
63
ejemplo, el de la investigación y teorización científica y el de la
experiencia común.
Los dilemas filosóficos (así, el conflicto entre la conclusión derivada
del lenguaje y de la experiencia moral cotidiana, de que somos
responsables de nuestras acciones, por ser éstas resultado de una
libre elección personal, y la conclusión que parece forzoso extraer de
la sociología, la etnología y la teoría biológica de la herencia, según
las cuales no seríamos realmente responsables de nuestras acciones,
ya que nuestras inclinaciones y decisiones son el producto de la
educación, del ambiente histórico-social, de los caracteres
hereditarios, etc.) se resuelven apenas nos damos cuenta de que no
se trata de soluciones opuestas y recíprocamente excluyentes sobre el
mismo problema.
Sino se trataran mas bien de soluciones, o presuntas soluciones,
sobre problemas diferentes, es decir, pertenecientes a áreas lógico-
lingüísticas, a <<universos discursivos>> claramente distintos e
independientes.
Particularmente interesante es el último capítulo de “Dilemmas”,
dedicado al aparente conflicto entre lógica formal y lógica
<<informal>>, es decir, la desarrollada por el mismo Ryle y por
Wittgenstein en su segunda etapa, aquella coincidente con la actividad
filosófica como tal.
También aquí se supera el antagonismo mostrando que lo lógico
formal se limita de hecho a estudiar las operaciones que podemos
realizar con un reducido número de términos (<<todos>>,
<<algunos>>, <<y>>, <<o>>, <<no>>, <<si>>, etc.) aplicables en
64
cualquier conjunto discursivo, y por ello definidos por Gilbert como
topicneutral (indiferentes, neutrales respecto al asunto tratado).
Estos términos son empleados en el formalismo lógico con una función
distinta, simplificada y estereotipada respecto a la desarrollada por
ellos en el lenguaje común.
En cambio, el filósofo en cuanto lógico informal, estudia las
operaciones – mucho más complejas e irreductibles a fórmulas rígidas
a teoremas y a tautologías – que efectivamente realizamos con
palabras tales como <<pensamiento>>, <<voluntad>>, <<bueno>>,
<<justo>>, etc., que evidentemente no comparten el carácter <<tópico-
neutral>> de los cuantificadores y de los elementos conectivos lógicos.
Según Gilbert, la relación entre las dos disciplinas puede compararse
a la que existe entre los ejercicios militares realizados en los
campamentos de instrucción y los movimientos de tropas en el campo
de batalla, o entre la geometría y la cartografía.
Ambas comparaciones muestran claramente que el segundo término
de estas analogías es en cierta medida tributario del primero, pero que
de hecho no es reducible al mismo. Así, pues, la filosofía o <<lógica
informal>> puede beneficiarse de los esquemas y del rigor
argumentativo de la lógica formal, pero resulta impensable que los
problemas y las funciones que caracterizan a la primera puedan ser
asumidos y agotados completamente por la segunda.
Del problema del significado – problema que no puede aislarse del
metafilosófico, ya que, para Gilbert y los filósofos analíticos en general,
el lenguaje es el encargado de proporcionar tanto el objeto como el
instrumento de su método – se ocupó el autor específicamente en la
65
recensión del libro de Carnap, “Meaning and Necessity” (en
<<Philos>>, 1949).
En esta publicación, y en nombre de una concepción plurifuncional del
significado muy semejante a la que aparecerá en las Philosophische
Untersuchungen, de Wittgenstein (publicadas en 1953), critica la teoría
denotacionista o, como él la llama, la ((Fido-Fido theory)), fundada
sobre la indebida asimilación de cualquier tipo de palabras al nombre
propio.
Posteriormente se ocupó también del problema del significado en el
ensayo titulado Theory of Meaning (1957), donde tal posición es
reafirmada mostrando que, sólo liberándose completamente del
prejuicio de que el significado de una palabra consiste en la relación
que la une a un objeto, al designatum o denoatum, es posible superar
las dificultades y absurdos con que ha tropezado siempre la semántica
filosófica, de la cual Ryle ofrece un diáfano excursus desde J. Stuart
Mill hasta Wittgenstein.
Por último, discutió el mismo problema en la exposición con que
contribuyó al simposio de la <<Aristotelian Society>>, titulada: “Use,
Usage and Meaning” (1961), donde, estableciendo de nuevo la
distinción formulada e ilustrada eficazmente por él en un afortunado
artículo, Ordinary Language, de 1953, propone una distinción análoga
entre speech (el hablar efectivo y actual <<lenguaje>> ) y language (el
material lingüístico para discurrir, <<lengua>> ) y, paralelamente, entre
speech-fault –error lógico-lingüístico discursivo o argumentativo,
noción que enlaza claramente con su doctrina del <<category
mistake>>– y language–fault, que es el error meramente lingüístico
(lexical o gramatical).
66
Es oportuno subrayar que Gilbert, coherentemente con su concepción
de la actividad filosófica, evito siempre cristalizar su pensamiento en
proposiciones teóricas rígidas, en <<conclusiones>>, así como
encerrarlo en un <<istmo>>.
Con esfuerzo constante empleo sus altas dotes de dialéctico y de
analista del lenguaje para clarificar y coordinar nuestro aparato
conceptual. En dicha tarea utilizó aquella técnica lógico-formal que
podemos definir como <<ejercitación argumentativa>>, nutrida y
corroborada por una rica ejemplificación y una original comparación de
los usos lingüísticos cotidianos (referentes, naturalmente, a las
expresiones filosóficas más significativas). El método y la práctica
filosófica de Ryle han ejercido una vasta y profunda influencia,
especialmente en el mundo de lengua inglesa.
Junto con Wittgenstein en su segunda etapa y J. L. Austin, nuestro
autor está generalmente considerado como uno de los exponentes
más autorizados de la <<ordinary language philosophy>>. Y de
hecho, por sus escritos de los primeros años del tercer decenio de
nuestro siglo, Gilbert debe ser considerado, en muchos aspectos, el
iniciador del movimiento de la <<Oxford philosophy>> (Escuela de
Oxford) y, por su obra The Concept of Mind (El Concepto de lo
mental), uno de los más eficaces promotores y difusores del mismo en
los años cincuenta.
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Bibliografía
Ryle, Gilbert. El Concepto de lo Mental. Traducción de E. Rabossi.
Buenos Aires. Editorial Paidós. 1967.
John Searle. El redescubrimiento de la mente. Traducción de Luis M.
Valdés Villanueva. Barcelona. Editorial Crítica. 1996
Carnap Rudolf. La Construcción Lógica del Mundo. Traducción de
Laura Mves de Schrenk. Editado por la UNAM. 1ª. Edición en español.
México. 1988.
Centro de Estudios Filosóficos de Gallarate. Diccionario de Filósofos.
Ediciones Rioduero. Madrid. 1986. Traducción original del italiano:
José Luis Albizu y Manuel García Aparasi.