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Noticias de Venezuela Nº 489, 15 Julio 2007 1 No. 489 – 15 Julio 2007 1. Noti - Breves Comisión para el Centenario del Padre Arrupe El P. Provincial ha nombrado una Comisión encargada de organizar la celebración del Centenario de nacimiento del Padre Arrupe, cuya fecha se cumplirá el próximo 14 de noviembre. Integran dicha Comisión: los PP. Fidel Torres y Juan Miguel Zaldua, y los escolares José Francisco Aranguren, Yovanny Bermúdez, Marcos Castañeda, Daniel Figuera y Alejandro Vera. Vacaciones en Ocumare de la Costa Se participa a todos los jesuitas de la Provincia que la casa de Ocumare de la Costa, para descanso y vacaciones, estará abierta entre el 1º y el 19 de agosto. Los que vayan a pasar allá algunos días, tienen que avisar previamente al P. Socio el día de llegada y el de salida. Revistas La Revista electrónica de los Jesuitas en América Latina Revista del C.E.L. CONTENIDO 1. Noti – Breves 2. Destinos 3. Ordenación / Primeras Misas 4. 20 años de Olimpia 5. Universidad Indígena 6. Nueva Beata Venezolana 7. Agenda del Provincial Arrupe y su Magisterio Guía 7ª P. Arrupe, SJ 1907 - 2007

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Noticias de Venezuela Nº 489, 15 Julio 2007

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No. 489 – 15 Julio 2007

1. Noti - Breves Comisión para el Centenario del Padre Arrupe El P. Provincial ha nombrado una Comisión encargada de organizar la celebración del Centenario de nacimiento del Padre Arrupe, cuya fecha se cumplirá el próximo 14 de noviembre. Integran dicha Comisión: los PP. Fidel Torres y Juan Miguel Zaldua, y los escolares José Francisco Aranguren, Yovanny Bermúdez, Marcos Castañeda, Daniel Figuera y Alejandro Vera. Vacaciones en Ocumare de la Costa Se participa a todos los jesuitas de la Provincia que la casa de Ocumare de la Costa, para descanso y vacaciones, estará abierta entre el 1º y el 19 de agosto. Los que vayan a pasar allá algunos días, tienen que avisar previamente al P. Socio el día de llegada y el de salida. Revistas

La Revista electrónica de los Jesuitas en América Latina Revista del C.E.L.

CONTENIDO

1. Noti – Breves 2. Destinos 3. Ordenación / Primeras Misas 4. 20 años de Olimpia 5. Universidad Indígena 6. Nueva Beata Venezolana 7. Agenda del Provincial

Arrupe y su Magisterio Guía 7ª

P. Arrupe, SJ 1907 - 2007

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2. Destinos Neo – Sacerdotes P. Edgard Rodríguez -> Maturín. Equipo de Evangelización Estudios de Doctorado P. Francisco Javier Leandro -> Jerusalén. Doctorado en Sagrada Escritura (L’ École Biblique) Otros Destinos

P. Sebastián Altuna -> Superior de la residencia del Colegio San Ignacio P. José Ignacio Arrieta -> Comunidad Manuel Aguirre. Trabajo en el Centro Gumilla P. Jesús Erdozáin -> Maturín. Equipo de Evangelización H. Raúl González -> Madrid (España). Casa de Escritores. Trabajo en ICADE (Instituto

Católico de Administración y Dirección de Empresas) P. Raúl Herrera -> Superior y Párroco de la Parroquia Universitaria. Encargado de la

Formación Permanente P. Numa Molina -> Filosofado. Director del Centro de Espiritualidad y Pastoral (CEP).

Profesor del ITER. Acompañante del Grupo de Laicos. Asistente Eclesiástico de la CVX P. José Apolinar “Polo” Pérez -> Guasdualito P. Jorge Ulloa -> El Nula P. Juan Miguel Zaldua -> Teologado. Coordinador del Plan de Candidatos (y Socio)

3. Ordenación Sacerdotal y Primeras Misas

Hace algunos días Rafael me envió por medios electrónicos la invitación de su ordenación. Junto con Rafael se ordenan otros tres compañeros: Dizzi, Edgard y Danny. Enhorabuena.

Podríamos preguntarle a cualquiera de nuestros mayores cuándo fue la última vez que se ordenaron juntos cuatro jesuitas de nuestra provincia, y tardarían varios minutos en traer a la memoria el recuerdo, con pocas probabilidades de acierto. A propósito de los ordenandos, me viene a la memoria algo que escribió el P. Juan Miguel Zaldua cuando lo hicieron Joseíto, Armindo y Goyo, “Sacerdotes para el

año dos mil”. (La información apareció en la última revista de Jesuitas de Venezuela de su primera etapa.) Hoy pudiéramos parafrasear al P. Zaldua diciendo, “Jesuitas para el nuevo milenio”. Pero las próximas ordenaciones no es lo que quiero resaltar en esta nota; mi intención es otra.

Desde 1990 (excepto los años 1992, 1995, 2000), al menos un jesuita ha sido ordenado en Venezuela. Hasta la fecha, son 28 los que han culminado su teología, recibiendo las órdenes o han decidido ser hermano. A este número hay que restarle 4 “bajas”, sumarle 3 que ingresaron a la Compañía siendo sacerdotes diocesanos; hay dos legítimamente ausentes y otro que pasó al clero diocesano. La operación hace un total de 24. En materia de vocaciones,

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el número 24 nunca es poco, nunca es mucho. Un jesuita que ha culminado su formación inicial siempre es un recurso valioso para cualquier Provincia. En el tema de la vocación hay muchos condicionamientos históricos para que surja y persevere, sin perder del horizonte el aspecto de la gracia, don, regalo que acompaña cada una de las llamadas por parte de Dios.

No sabemos las vueltas que da la historia, pero después de 90 años de presencia jesuítica en Venezuela, luego de la segunda llagada a estas tierras, es un fruto del Espíritu, para la Iglesia, para la Compañía de Jesús y sobre todo para un país como el nuestro, poder contar con 26 jesuitas “jóvenes”. Que el Señor nos siga bendiciendo con muchas vocaciones. Amén. [Escribe: Williams González, SJ]

4. 20 Años de Olimpia Dios es el único que no se deja ganar en generosidad. Y en La Vega, llevo dos años viéndolo extender su discreta mano para ayudar a centenares de niños y niñas. La gente así lo percibe y lo comenta: “con Wyssenbach hemos descubierto a Dios, es el maestro del saber, el amigo que nos conoce y nos llama por el nombre” (María Elena Camejo, San Miguel - La Vega). Se marcha pero deja las Olimpiadas de La Vega que son muestra expedita de la excelencia en el barrio: “son una experiencia que esta basada en el cariño al barrio, la amistad entre los muchachos y la ayuda desinteresada al otro”, dijo Wyssenbach.

Al preguntarle a Wyssenbach por las raíces de la presencia jesuítica en La Vega remonta su mirada al papa Pío XI, quien escribió “la Iglesia esta alejada de la clase obrera y necesita recuperar el espacio del Evangelio”. Ha sido el continuador de aquel movimiento obrero que atrajo en Francia a los jóvenes: Ignacio Castellot, José Ignacio Angós, José Ramón Aguirre y Sabino Eizaguirre, quienes le presentaron a Jesús Francés, provincial, su proyecto de tener una experiencia de inserción para conocer mejor al venezolano y su cultura, viviendo y trabajando como obreros. Comenzaron el año 1961 en Antímano: Angós, en la

plomería, Castellot en una fábrica de latas de aluminio, José Ramón en Mavesa y Sabino en una marmolería. Después vinieron a Los Cangilones para continuar e impulsar el trabajo

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comunitario de Francisco Wuytack, cura diocesano belga, expulsado del país, y apoyar al movimiento social liderizado por Alberto Dorremochea, Alberto Micheo y José Luís Echeverría, fundadores del cooperativismo en La Vega.

Son más de 20 años de historia con grandes avances y algún retroceso, pero allí quedan los hechos y los testigos más emblemáticos como José Javier Salas, quien considera al Grupo Utopía como su segunda familia, ahora recibe la antorcha y al despedir a Wyssenbach, escribe, cito textualmente. “Estas son seguramente las palabras que he preparado en menos tiempo, y ojo, no es improvisación, es simplemente la negación a escribir sobre algo triste, dentro de un evento como éste, donde corre la felicidad por todas partes. Hoy estamos humildemente celebrando la Vigésima Premiación de Matemática, Castellano y recientemente Historia, Geografía, Ciencias Naturales y Preescolar. Veinte años no son cualquier cosa, algunas personas en 20 años sacan una carrera, consiguen un diploma, se hacen profesionales. Nosotros en 20 años hemos entregado miles de diplomas y felicitado a miles de papás y mamás. Hoy, hay que decirlo, el día donde el Grupo Utopía asume el compromiso con ustedes papás y mamás, con ustedes muchachos y muchachas, con ustedes maestras maestros, contigo Wyssenbach, con Dios mismo, confiamos que ésta no será la última premiación, que el año que viene celebraremos la Vigésima Primera premiación de las Olimpiadas. Wyssenbach tú nos has acompañado durante 34 años y puedes estar seguro que serás invitado de honor el año que viene, para que dirijas las palabras ante un público pleno de alegría y felicidad. Antes de terminar quiero pedir a todos que nos levantemos y demos el máximo, y el más fuerte de los aplausos al padre de todos nosotros, al padre de este proyecto, al padre del Grupo Utopía, al Padre Wyssenbach. Gracias”. Fin del texto. 5. Universidad Indígena… para formar nuevos líderes étnicos

Esteban Rodríguez, indígena yekuana, presentó el Proyecto de la Universidad Indígena "Causa Amerindia Tauca”, ubicada en el municipio Sucre, estado Bolívar. Señaló que fue creada el año 2000 por el hermano jesuita Korta, que es una Casa de Estudios Indígenas, como pers-pectiva de los pueblos originarios, donde las aulas son las churuatas, el río, es decir, "los espacios nuestros".

Informó que la universidad tiene por finalidad formar nuevos líderes étnicos, conscientes y capaces de contribuir con sus propios pueblos para fortalecer la cultura, tradiciones, identidad e idioma,

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pero utilizando las herramientas modernas de la cultura occidental, como la computadora, internet, y materiales tecnológicos para fortalecer la educación. Dijo que la carrera consta de seis semestres, más la tesis de grado. Los profesores son indígenas y criollos, e indicó que en la actualidad están inscritos 65 estudiantes, pertenecientes a las etnias yekuana, eñepa, sánema, pemón, y se dictan las siguientes materias: Derecho Indígena, Etno-botánica, Ecología, Historia Ancestral, es decir, que es una educación autóctona.

Destacó que el centro de estudios cuenta con un espacio donde se concentran los ancianos para apoyar a los estudiantes durante varios días, impartiendo lineamientos y consejos acerca la visión que tienen sobre la historia ancestral, su cosmovisión de la realidad de los primeros habitantes. Afirmó que se sienten satisfechos porque se van a graduar 5 estudiantes, quienes comenzarán a llevar sus conocimientos a las comunidades de origen.

Hacer vibrar el espíritu A su vez, la diputada indígena Noelí Pocaterra expresó "que los planes presentados hicieron vibrar el espíritu indígena, porque desde hace tiempo buscan que exista una universidad que valorice todo lo que tiene que ver con el conocimiento ancestral, y esto lo constituye la Universidad del Tauca". La parlamentaria anunció que se aprobaron las siguientes propuestas en relación a esa casa de estudios: se oficializará al Ministro de Educación Superior solicitar la inscripción de la universidad en el CNU y que se le dote de presupuesto. Asimismo, se visitará in situ para conocer mejor su funcionamiento y requerimientos. Además, se propuso efectuar un reconocimiento parlamentario al trabajo del padre Korta en pro de los pueblos ancestrales del Amazonas. [Escribe: Edgardo Lanz, Noticias Inéditas, 23 marzo al 12 abril 2007] 6. Nueva Beata Venezolana

El día de hoy (6 de julio de 2007) fue publicada la noticia de la aprobación de un milagro por intercesión de la Venerable Sierva de Dios Candelaria de San José Paz Castillo Ramírez , venezolana, (1863-1940), fundadora de la Congregación de las Hermanas Carmelitas de la Tercera Orden Regular de Venezuela, lo cual significa que se declaran sus meritos y virtudes para ser beatificada. Susana Paz Castillo Ramírez, en religión Madre Candelaria de San José, nació en Altagracia de Orituco (Estado Guárico) el 11 de agosto de 1863;

hija legítima de Francisco de Paula Paz Castillo y María del Rosario Ramírez. Su padre era un hombre recto y honrado, de gran corazón y profundamente cristiano,

gozaba del aprecio y estima de todos los habitantes, poseía conocimientos de medicina naturista y los empleaba para ayudar a mucha gente que solicitaba sus servicios.

Su madre era una persona piadosa, trabajadora y honrada. Tanto ella como Don Francisco brindaron a sus hijos una educación tan esmerada como lo permitían las circunstancias de su tiempo. En el aspecto cristiano fue óptima, le infundieron el ejemplo y la palabra, la solidaridad y la responsabilidad en las prácticas de la fe cristiana y valores humanos. En el aspecto intelectual muy poco le podían brindar. Aprendió a leer, escribir y toda clase de corte y confección especialmente bordados.

Su padre muere un 23 de noviembre de 1870, cuando Susana contaba con 7 años. Su madre muere el 24 de diciembre de 1887 cuando Susana tenía 24 años y asume las responsabilidades de diligente ama de casa; a la vez que se encarga de practicar la caridad con los enfermos y heridos que recogía y cuidaba en una casa semi-abandonada, adjunta a la Iglesia Parroquial. En 1903, con la llegada del Padre Sixto Sosa y asesorado con algunos médicos de la localidad, deciden la creación de un hospital y proponen a Susana como directora del mismo.

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En el Hospital "San Antonio" se recluye para cuidar de los enfermos, junto con otras jóvenes que la acompañan, todas con el deseo de abrazar la vida religiosa. El 13 de septiembre de 1906, con autorización del Obispo diocesano, viste el hábito de las Hermanitas de los Pobres y Susana cambia su nombre por el de Candelaria de San José.

El 31 de diciembre de 1910, nace oficialmente la Congregación con la profesión de las primeras seis hermanas, en manos de Mons. Felipe Neri Sendrea, quien confirma a Madre Candelaria como Superiora General de la Congregación.

En diciembre de 1916 emitió sus votos perpetuos en manos del Padre Fundador, en Ciudad Bolívar. Madre Candelaria era una religiosa de carácter afable, recogida, de baja y modesta mirada; siempre dejaba suavidad en cuantos la escuchaban cuando departía su cordial y amena conversación.

Dos cosas llamaban poderosamente la atención en ella: su profunda humildad y su inagotable caridad. Tenía una gran sensibilidad ante la desgracia ajena, no tenía un "no" para nadie, sobre todo cuando se trataba de los enfermos pobres y abandonados. Otra característica de su entrega era la alegría; todo lo hacía con amor y una confianza sin límites en la Divina Providencia. Sus grandes amores fueron Jesús Crucificado y la Santísima Virgen. Recorrió muchos kilómetros en busca de recursos para el sostenimiento de sus obras; y fundando nuevas Comunidades que respondieran a las necesidades del momento.

Gobernó la Congregación durante 35 años desde su fundación hasta el Capítulo General de 1937, en el que la sucede en el cargo la Madre Luisa Teresa Morao. Fueron 22 años como Hermanitas de los Pobres de Altagracia y 12 años como Carmelitas.

Los últimos años de Madre Candelaria fueron marcados por el dolor de la enfermedad, no obstante, después de dejar el cargo de Superiora General, acepta seguir prestando sus servicios a la Congregación como Maestra de Novicias. Ella tiene plena conciencia de su enfermedad, pero con increíble paciencia soporta los dolores y da pruebas de conformidad con la voluntad de Dios. Pedía al Señor poder morir con el nombre de Jesús en los labios, y así fue. En la madrugada del 31 de enero de 1940 le dio un vómito de sangre, y ella, pronunciando por tres veces el nombre de Jesús, entregó su alma al Creador. 7. Agenda del Provincial 16 – 20 Visita al Alto Apure 23 Reunión de Rectores ACSI 24 – 25 Visita a Ciudad Guayana 28 Ordenación Sacerdotal 30 CONVER Junta Directiva 31 UCAB Celebración de la Fiesta de San Ignacio

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PPPeeedddrrrooo AAArrrrrruuupppeee,,, SSSJJJ SSSeeennnccciiilllllleeezzz dddeee vvviiidddaaa (((GGGuuuíííaaa 777ªªª)))

Amar la pobreza «La amistad con los pobres nos hace amigos del Rey eterno. Los pobres son los asesores del Rey. Tan excelso es su estado. El amor de esa pobreza nos hace reyes aun en la tierra, y reyes no ya de la tierra, sino del cielo. Lo cual se ve, porque el reino de los cielos está prometido a los pobres, ya ahora tienen derecho al reino. La pobreza hace percibir mejor en todas las cosas la voz, es a saber, la inspiración del Espíritu Santo, suprimiendo los impedimentos, hace al hombre libre de aquella servidumbre común a tantos grandes del mundo, porque cuando el alma esté vacía del amor de las cosas terrenas, tanto estará llena de Dios. Aquellos que aman la pobreza deben amar el séquito de ella, en cuanto de ellos dependa, como el comer, vestir, dormir mal y el ser despreciado. Si por el contrario, alguno amara la pobreza, más no quisiera sentir penuria alguna, ni séquito de ella, sería un pobre demasiado delicado y sin duda mostraría amar más el título que la posesión de ella, o amarla más de palabra que de corazón.»

San Ignacio a los jesuitas de Padua 7 agosto 1547

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La sencillez de vida

¿Qué es la sencillez de vida? La sencillez de vida es un índice del espíritu de nuestra pobreza y de la aplicación práctica de dicho espíritu. La sencillez de vida es como un lenguaje, el lenguaje del ejemplo, que entiende muy bien el mundo de hoy, mejor que las palabras o los discursos, y que nos obliga a hacer un examen concreto de nuestras posiciones y criterios sobre la pobreza y sobre otros aspectos de nuestra vida personal.

La sencillez de vida es una ayuda para conservar y aumentar la pobreza; no son pocos los que se lamentan así: “yo quisiera vivir en mayor pobreza, pero el nivel de vida comunitaria me es impedimento”; en otras palabras: como si vivir en pobreza fuera ir contra corriente en la comunidad, siendo así que la vida comunitaria debiera ser inspiración y ayuda para una verdadera pobreza.

La sencillez de vida se ve amenazada por una doble fuerza: el egoísmo y la sociedad de consumo, que le brinda todo lo que necesita para su satisfacción. El egoísmo no aparece de un modo tan espectacular en una sociedad muy pobre; en ella, la vida austera se impone por sí misma. De hecho, la abundancia comercial y su

esclavizante propaganda no nos arrastrarán si por principio queremos llevar vida austera y decimos netamente: “¡cuántas cosas no necesito!”. En este punto nos encontramos en la Compañía con situaciones que van desde lo heroico hasta lo escandaloso.

La sencillez de vida radica y es manifestación de una actitud espiritual que tiene aspectos muy diversos y que puede ser considerada tanto en el orden personal como en el apostólico. No es solamente un problema de pobreza. Se puede faltar, en efecto, a la simplicidad de vida en nuestra vida personal de muchos modos: por sensualidad, por vanidad, por un larvado concepto de “clase social”. La sensualidad nos lleva a querer ahorrarnos todo lo molesto y a querer gozar de la vida y de las oportunidades que nos ofrece la sociedad de consumo con su confort y sus delicadezas. La vanidad nos lleva a querer elegir lo lujoso, y aun en lo necesario nos induce a buscar cosas que nos hagan aparecer mejor, y a competir con el laico que es esclavo de la moda o de la elegancia. El concepto de clase nos impide el querer aparecer como de “clase inferior”, modesta, trabajadora, y nos hace imaginarnos que en algunos ministerios o actividades modestas como que nos “rebajamos” a tratar con gente de “clase baja”, y aun a veces nos frena el temor de aparecer como uno de esta clase en habitación, vestidos, viajes, etc. Por eso nos debemos preguntar: ¿De qué clase social soy yo? ¿A qué mundo pertenezco inconscientemente? Con mucha frecuencia nuestras reacciones espontáneas son las de los grupos dominantes, incluso cuando creemos intelectualmente que nos hemos librado de ellas.

La pobreza es un misterio de fe La pobreza es un misterio evangélico. Para penetrarlo se requiere el amor de Cristo. Es impresionante ver cómo en las respuestas de las cartas aparecen a veces frases como ésta: “Algunos ignoran la pobreza de espíritu de Cristo, que es la que verdaderamente hace pobres. Su vivencia de la pobreza no es teológica, cristocéntrica, sino aparente, material”. Tal posición espiritual es inaceptable y debe ser corregida con la ayuda de la oración y del espíritu propio de los Ejercicios y de las Constituciones.

La pobreza es un misterio que brota del misterio mismo de la “kénosis” de Cristo. Misterio, y por tanto incomprensible a la mente humana, la cual podrá vislumbrarlo en la medida en que la gracia del Espíritu quiera iluminarla. El problema básico de la pobreza no es sociológico, ni financiero ni siguiera tan sólo teológico: es problema de fe y de amor a Cristo pobre, pobre en su vida histórica y pobre en su Cuerpo místico.

Una de las más valiosas experiencias que podemos adquirir, viviendo como pobres. El pobre no tiene derecho a nada en una sociedad basada en el propio interés y en el lucro. El pobre es el hombre sin voz:

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despreciado, ignorado, olvidado. Para entender la condición del pobre, es necesario experimentarla, poco sirven las teorías abstractas y las grandes resoluciones.

Frutos de la pobreza y sencillez de vida Son manifiestas las ventajas de este perfecto desprendimiento, en que se basan la pobreza religiosa y la sencillez de vida.

El perfecto desprendimiento produce una libertad interior realmente única: la total fidelidad a la voz del Espíritu, sentida en el propio corazón, o en la voz del superior, o en los signos de los tiempos. Esta interior “prontitud para todo” es la que nos da movilidad, la que nos dispone para ir a la menor señal a donde Dios, la obediencia o la necesidad de las almas lo requieran. Qué distinta es esta actitud de la de quien se encuentra “bien instalado” y rodeado de toda clase de comodidades, se apega a cosas convenientes, que para él llegan a hacerse necesarias, de la del que se relaciona con amigos poderosos y que le estimen, y adopta en consecuencia un tenor de vida y ocupa un puesto del que, como observa San Ignacio, “mucho número de gente no lo pudiera mover”.

Otra nota que caracteriza la vida de sencillez y de pobreza es la eficacia apostólica. Porque, a no dudarlo, si uno está unido con Dios y descansa en sólo él, está más abierto a recibir las gracias que hacen fructuoso el ministerio pastoral. Además, una vida así produce el impacto de un irrefutable testimonio, especialmente hoy cuando el valor de la pobreza como “signo” ha subido tan espectacularmente.

¿Por qué hemos perdido tanto la credibilidad como ministros del Evangelio? Porque la gente no nos ve como pobres. Sólo el testimonio de la pobreza sinceramente vivida restaurará la credibilidad de nuestro apostolado, confiriéndole así mayor eficacia. Puede parecer una paradoja, pero la parquedad en el uso de las cosas es hoy más eficiente apostólicamente el rodearse de abundancia de medios.

Si, en una sociedad de progreso económico, de abundancia y consumismo, carecemos de pobreza y del desprendimiento que deriva de ella, corremos el riesgo, más que en épocas anteriores, de hacernos esclavos. Esclavos en muchos modos, esclavos de la propaganda, del presionante arte de vender, que es la señal distintiva de una sociedad de consumo; esclavos de la tendencia a adquirir, que lleva a acumular cosas que comienzan por ser superfluas y terminan por ser necesarias; esclavos del snobismo, que limita nuestra actividad apostólica, abierta o tácitamente, a una clase social privilegiada. Por el contrario, la pobreza y la simplicidad de vida, al reducir al mínimo nuestras necesidades, nos hace libres para responder a todos y cada uno de los desafíos del apostolado.

Respetemos la dignidad de los pobres; tomémoslos como maestros. San Ignacio decía: “son tan grandes los pobres en la presencia divina, que principalmente para ellos fue enviado Jesucristo...; tanto los prefirió a los ricos, que quiso elegir todo el santísimo colegio de entre los pobres y vivir y conversar con ellos, dejarlos por príncipes de su Iglesia, constituirlos por jueces sobre las doce tribus de Israel, es decir, de todos los fieles. Los pobres serán sus asesores. Tan excelso es su estado”.

Pensemos, por tanto, qué precioso testimonio de Evangelio podemos ofrecer con un modelo de vida o modo de proceder, que sea simple y austero en todos los niveles: en el nivel personal (pocas cosas en nuestro ajuar) en el nivel comunitario (austeridad y no demasiado confort) y en el nivel institucional (renunciando a posesiones, inversiones, instituciones prestigiosas, etc.). Un modelo así, si es puesto en práctica sincera y honestamente y no colocado simplemente como fachada postiza e hipócrita, podrá seguramente ser eficaz.

En fin, la pobreza y la sencillez de vida, cuando vienen animadas por la caridad, producen otro fruto visible de gran relieve: el de la solidaridad. Los Hechos de los Apóstoles nos cuentan que los primeros cristianos, “al aceptar la fe, se unían entre sí y tenían todo en común. Vendían sus propiedades y riquezas, y su valor lo distribuían entre todos, según la necesidad de cada uno”. Esta solidaridad, esta participación y comunicación de los bienes materiales, la así llamada “koinonía”, nacía de la caridad, de la participación de un mismo espíritu que se les comunicaba y en el que todos se sentían unidos.

El principio y la práctica de la solidaridad, bien aplicados, pueden transformar radicalmente nuestro modo de vida y nuestra actividad. ¿Quién no ve que si nos sentimos solidarios de aquellos de nuestros hermanos que viven en necesidad y se encuentran paralizados en sus actividades apostólicas por falta

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de los medios necesarios, el nivel de nuestra vida, el sentido del ahorro, la sobriedad adquirirán una nueva motivación y una fuerza apostólica especial? Vivimos en una casa y pertenecemos a una Provincia, pero nuestra verdadera comunidad es el cuerpo universal de la Compañía. Las necesidades, aun de los más alejados de nosotros geográficamente, han de ser valoradas por criterios y prioridades universales, y ello contribuirá a relativizar las necesidades particulares de cada casa o de cada individuo. Así se llega a la verdadera “unio cordium”, que se basa en el amor a Dios Nuestro Señor y en la unión con la “divina y suma Bondad”; y ésta nos dará, como dice S. Ignacio, “todo desprecio de las cosas temporales, en las que suele desordenarse el amor propio, enemigo principal de esta unión y bien universal’’.

Este espíritu de plena solidaridad con los demás no deberá tampoco limitarse a la Compañía: esa caridad debe extenderse, como dice el mismo S. Ignacio, “a todos prójimos”, aunque se extienda “en especial al cuerpo de la Compañía”. Dos terceras partes de la humanidad se encuentran hoy en extrema necesidad, y si el mundo actual se siente como formando un “global village” (una aldea universal), ¡cuánto más debemos sentirlo nosotros, miembros de la Compañía universal y ciudadanos del mundo, y aceptar generosamente el hecho con todas sus consecuencias!

San Ignacio frente a la pobreza.

San Ignacio perteneció a una sociedad atormentada por un proceso de cambio que había puesto a la Iglesia en crisis. Supo leer los signos de los tiempos con la luz que el Espíritu Santo le confirió y reaccionó de este modo: contra el humanismo del Renacimiento pagano, desarrolló una espiritualidad encarnada en el Evangelio. Frente a un acumular abusivo de lucro y de prebendas que había invadido a la misma Iglesia, como sostén del orgullo de su posición, presentó su visión de la pobreza, la pobreza de Cristo humilde. Para dar realidad a esta visión bosquejó en los Ejercicios y desarrolló en las Constituciones el tercer grado de humildad, que lleva a elegir más pobreza con Cristo pobre que riqueza. Prohibió recibir estipendio y compensación por el trabajo espiritual y suprimió las rentas fijas para las casas profesas. Inclinó nuestro apostolado en favor de los pobres y menos privilegiados, haciendo hincapié en la enseñanza del catecismo a los niños, en el servicio en hospitales y cárceles, y en un estilo de peregrinar que diera al jesuita la experiencia actual de la pobreza y del viajar sin ninguna provisión para la jornada.

Siendo esto así, se podría uno preguntar cuál sería su reacción ante el mundo de hoy. Un mundo, cuya preocupación es buscar el confort, la eficacia, la abundancia; un mundo caracterizado por el afán del consumo, que vive en un deseo de poseer cosas: dinero, comodidad, poder, que multiplica necesidades, estimando necesario cuanto conduce a la sensualidad, gastos excesivos, propia satisfacción, placer. No es difícil conjeturar lo que haría San Ignacio frente a tal situación. Aplicaría, por supuesto, sus principios básicos a estas nuevas circunstancias: “tantum quantum”, “agere contra”, etc. Tales principios, inspirados por el amor de Cristo pobre, son tan válidos hoy como siempre. Cristo sigue siendo el modelo de nuestra pobreza apostólica y de nuestra sencillez de vida; personal, comunitaria, institucional.

Debemos ser conscientes del hecho de que “ayudar a las almas” es una obra enteramente sobrenatural, sujeta por tanto a normas sobrenaturales. El amor a Cristo pobre debe ser el determinante decisivo de nuestra actividad apostólica. Si esto falla, todo el resto estará condenado a la ruina.

Tengamos presente que es más difícil ser pobre en un mundo de abundancia que en un mundo pobre, que es más duro para nosotros llevar una vida austera y sencilla en un mundo de superabundancia que

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en medio de la escasez. Pero ¡qué testimonio evangélico se daría, si llegamos a triunfar, aunque sea parcialmente, en tal empresa!

Resumiendo Cómo realizar en la práctica, hoy, la sencillez de vida a la que como jesuitas estamos comprometidos, es un problema. La solución de este problema se encuentra sólo por medio de una experiencia personal interior de fe y de amor a Cristo pobre. Esta experiencia es iluminadora y nos capacitará para recibir las soluciones a nuestro problema, que a nuestra débil naturaleza nunca se hubiesen ocurrido. Es también una experiencia liberadora: nos hace libres para hacer lo que el amor de Cristo y el celo apostólico nos pidan hacer.

Por eso, nuestro principal esfuerzo debe ser el de procurar en lo más íntimo de nuestro ser el contacto con el Espíritu que sólo nos puede enseñar lo que es la verdadera pobreza y la sencillez de vida. Esta conversión interior a la pobreza de Cristo es al mismo tiempo condición indispensable y el primer paso hacia la realización en nuestras propias vidas de aquella vida de Cristo que San Ignacio deseaba para la Compañía de Jesús.

Preguntas 1. Si nos presentamos diciendo: «nosotros los castos, nosotros los obedientes, nosotros los

pobres». ¿Seríamos creíbles? 2. ¿Vivimos la pobreza como gracia o la soportamos como imposición? 3. ¿Son los pobres nuestros asesores, les escuchamos cuando nos hablan de nuestro estilo de

vida? 4. ¿Cómo podríamos hacernos pobres sin desterrar de nuestra vida fraterna “el mío y el tuyo”?

(Arrupe: carta sobre la pobreza) 5. ¿Qué sería de la fraternidad en nuestra vida y qué discriminación no se establecería, si hubiera

jesuitas ricos y jesuitas pobres? (Arrupe: carta sobre la pobreza) 6. Con creatividad: ¿qué nos pide la gratuidad ignaciana? (Arrupe: carta sobre la pobreza) 7. ¿Las actitudes de pobreza que descubrimos en los Ejercicios se traducen en determinaciones

concretas y significativas? 8. ¿Nuestros tantos debates sobre la pobreza concluyen, como debería ser, en crecer más en ella?

Testimonio

Pedro Arrupe, hermano universal Pedro Arrupe ha sido un hombre de cuerpo frágil y espíritu recio. La amplia cobertura, hasta cierto punto sorprendente, que le han prestado los medios de comunicación, indica que su figura no era solamente un «asunto interno» de los jesuitas. Vasco, nacido en Bilbao en 1907, al terminar sus estudios secundarios se trasladó a Madrid, para hacer la carrera de Medicina. Discípulo de Teófilo Hernando y Juan Negrín, y compañero de Severo Ochoa, se entrega con pasión a los libros (varios premios extraordinarios en la carrera) y con generosidad a las personas (visitas asiduas a los arrabales de Vallecas). Al terminar la carrera ingresa en la Compañía de

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Jesús. A partir de entonces comenzó una vida marcada, externamente, por los viajes: Loyola, Bélgica, Holanda, Estados Unidos, Japón, para rendir viaje en Roma. Elegido, en mayo de 1965, General de los jesuitas, ha sido el primer Superior General que ha presentado su dimisión, estableciendo así el primer precedente de una saludable tradición.

HOMBRE DE DIOS A Pedro Arrupe se le puede aplicar, sin recurrir a la piadosa exageración de una necrología, el término de profeta en la Iglesia de nuestro tiempo. En su acepción bíblica más genuina, profeta es aquel que ha echado raíces hondas en Dios y desde ahí comunica un mensaje. El padre Arrupe, en un sentido tan robusto como jugoso -era vasco- ha sido verdaderamente un hombre de Dios. En los orígenes de su vocación religiosa, en una peregrinación a Lourdes, «sentí a Dios -escribiría más tarde- tan cerca que me arrastró voluntariamente tras de sí». Durante estas últimas semanas de su vida, los casi habituales ratos de lucidez, «se los pasaba rezando», como han dicho quienes le han atendido. Otro gran cristiano desaparecido, Karl Rahner, escribió que «el cristiano del futuro o será un místico o no será cristiano». Entendía por místico no aquel que tiene visiones extrañas sino quien testimonia desde una experiencia radicalmente personal y por ello hasta cierto punto inefable. Arrupe ha pertenecido, sin duda alguna y en más de un sentido, a esta clase de hombres.

HERMANO UNIVERSAL Las visiones lúcidas y animosas del padre Arrupe han surgido del contacto directo con los hombres y las situaciones fronterizas. Durante su estancia en Estados Unidos dedicó una atención significativa a marginados portorriqueños y a presos. A su llegada a Japón, apenas rebasaba la nada despreciable barrera del idioma, inicia su contacto con la sociedad japonesa desde el lugar privilegiado de un “settlement”, una obra social de la Sophia Un¡versity. En la guerra mundial pasó algunas semanas en la cárcel en Japón «por motivos de seguridad». Hiroshima, «ardiendo como una nueva Pompeya» y «el cráter invertido de la bomba atómica que había arrojado sobre la ciudad víctima la primera llamarada de un fuego blanco intenso» le mueven -inmediata decisión suya como superior- a transformar la Casa en un hospital de urgencia. Realmente el dolor humano no le ha sido ajeno. Como General ha realizado frecuentes viajes al Tercer Mundo. En su último viaje, antes del ataque cerebral, se adentró por los mares de China con el «boat people». Además de una preocupación muy viva por los refugiados, en la que ha insistido en su última época de General, ha prestado atención a la marginación de los drogadictos y ha impulsado la creación de programas y centros de rehabilitación Este hombre de Dios no se resguardaba en apacibles disertaciones espiritualistas. En el plano doctrinal ha resaltado con fuerza la inseparable vinculación entre el servicio de la fe y la promoción de la justicia. En el Capítulo general de 1975 –que tantos recelos suscitó en las esferas vaticanas- se presentaba la promoción de la justicia como una exigencia absoluta al servicio de la fe. Todos los jesuitas eran llamados a revisar

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seriamente su vida. A esa luz habría que enfocar los compromisos con los más pobres, la actuación global de la Compañía en Centroamérica, el famoso documento del padre Arrupe sobre el análisis marxista. Algo semejante podría decirse también del ateísmo o las enseñanzas del padre Arrupe sobre la inculturación. Este vasco, que sale pronto de su tierra natal sin olvidarla nunca del todo, es un hombre de vocación universal. Como lo fuera también el primer jesuita, Iñigo de Loyola, viajero impenitente en la Europa del siglo XVI. El padre Arrupe tiene unas certeras reflexiones sobre la «inculturación», problema que no se ha descubierto ahora -recuérdese el «caso Ricci» y la trágica miopía de los responsables eclesiásticos de entonces- pero reviste hoy una urgencia que no admite mucha espera. Se trata de ser conscientes que el anuncio de la fe cristiana no puede ser identificado con la exportación de un determinado modelo cultural. La vieja Iglesia de Europa no es la patente registrada para todas las comunidades de Latinoamérica, de Africa, de Extremo Oriente. (La comunión en una misma fe, en un único Señor no puede ser confundida con la imposición de una filosofía o un lenguaje). Este profeta viajero que ha conservado cerca de sí hasta el final una fotografía de la tierra, tomada desde la luna, que le había dedicado y entregado personalmente el astronauta Lowel, confesaba que «en toda mi vida religiosa, y en especial en la de estos últimos años, he tratado de acercarme a este mundo en cambio acelerado».

EL DESTINO DE LOS PROFETAS Como profeta, sus actuaciones y palabras han suscitado no sólo entusiasmos, sino recelos y denuncias. Ha encontrado dificultades no pequeñas precisamente en algunos de aquellos a quienes quiso siempre servir con lucidez y generoso entusiasmo. No es este el momento de hacer una evaluación global del gobierno del padre Arrupe al frente de la Compañía de Jesús. Sería todavía más precipitado que inoportuno. Suele decirse que, para comprender el lenguaje usual de la diplomacia vaticana, hay que dividir por diez los elogios y multiplicar por cien las reticencias. Pablo VI tuvo algunos discursos y advertencias verdaderamente adustos con respecto a los jesuitas, expresados directamente a su General. Juan Pablo II actuó más expeditivamente al nombrar, prescindiendo de los procedimientos previstos en la legislación de los jesuitas, a un delegado suyo, estableciendo así un período de excepción. El gobierno de Pedro Arrupe quedaba puesto en entredicho. La reacción de este gran hombre fue ejemplar. Así lo ha reconocido el propio Juan Pablo II en una visita que le hizo al padre Arrupe, recluido ya en la enfermería de la Casa Central que los jesuitas tienen en Roma. El padre Arrupe ha sido un hombre de frontera. El cardenal Tarancón decía públicamente -testimonio recogido en una conversación publicada- que es la persona a quien más ha admirado. «Es un gran hombre de Dios y un gran conocedor del mundo. Por eso es un incomprendido». Afortunadamente Pedro Arrupe no ha encajado de ninguna manera en los rasgos que evoca el término de «Papa Negro» aplicado, un poco periodísticamente, a los Generales de los jesuitas. No ha sido un administrador metódico y ordenancista ni un calculador que mide «jesuíticamente» para no pasarse. Ha sido, por encima de todo, un testigo decidido y valiente, un adelantado del futuro. Con hombres, con creyentes, con religiosos como Pedro Arrupe, se nos hace mucho más atractivo, a quienes nos encontramos en una modesta quinta fila, no sólo el quedamos dentro, sino el desear -con esperanzada decisión- seguir adelante y recoger el testigo que él nos entrega.

Juan García Pérez