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El gobierno insistió en que todos los aspectos de la cultura soviética debían fomentar la consecución de una sociedad comunista.
La influencia comunista tendió a obstaculizar el desarrollo de las ciencias sociales, puesto que éstas debían ceñirse y quedar limitadas en el ámbito creativo a la ortodoxia ideológica.
Las bellas artes y la literatura sufrieron graves limitaciones con el régimen soviético, al exigir éste la adhesión de dichas ramas artísticas al realismo socialista, exaltación optimista y secular del pueblo soviético, dentro de un estilo que satisficiera el gusto popular.
Durante la década de 1920, el arte modernista ruso conoció una edad de oro, pero a instancias de Stalin fueron prohibidas la literatura de vanguardia y las obras pictóricas de Marc Chagall, Kazimir Maliévich y Wassily Kandinsky entre otros.
Moi et le village, 1911.
El Estado garantizó en teoría la tolerancia religiosa, pero en la práctica era ateo y rechazó la existencia de una religión organizada. Los servicios religiosos estaban restringidos y los creyentes, además de ser relegados en su promoción profesional y educativa, eran sometidos a propaganda antirreligiosa y, en ocasiones, detenidos.
Portada de revista soviética con propaganda antirreligiosa (1929).