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CORAZONES EN LLAMAS Una Colección de Sermones Bíblicos TOMO I Daniel O. Plenc

CORAZONES EN LLAMAS - WordPress.com · 2020. 6. 25. · CORAZONES EN LLAMAS 2 PREFACIO Predicar es una oportunidad que alegra e intimida a la vez, por la consabida responsabilidad

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  • CORAZONES EN LLAMAS

    Una Colección de Sermones Bíblicos

    TOMO I

    Daniel O. Plenc

  • CORAZONES EN LLAMAS

    Tomo I Una Colección de Sermones Bíblicos

    Daniel O. Plenc

    Paraná, Entre Ríos

    2020

  • CORAZONES EN LLAMAS

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    PREFACIO

    Predicar es una oportunidad que alegra e intimida a la vez, por la consabida responsabilidad que implica. Es que al ocupar ese tiempo central de la liturgia cristiana, el predicador se convierte en facilitador de la adoración, la edificación y la evangelización. En ese ámbito de gracia se lee y expone la Biblia, con el objetivo final de llegar a los oyentes con un mensaje de salvación y transformación. Los sermones bíblicos ayudan a preparar a la iglesia para el servicio y la misión, mientras capacitan a sus miembros para dar al mundo el mensaje de misericordia y esperanza.

    Sin embargo, predicar no es fácil. Demanda mucha oración, estudio de las fuentes inspiradas, reflexión y un gran valor espiritual para colocarse al frente y ofrecer a los asistentes aquello que se ha preparado. Es natural que los encargados de presentar sermones: en reuniones de oración, encuentros espirituales diversos, espacios de evangelización y celebraciones religiosas de la congregación, sientan alguna necesidad de ayuda.

    No es sencillo encontrar un tema, ordenar las ideas, los argumentos y las ilustraciones, mientras se expone el sentido auténtico de los textos bíblicos elegidos, sin dejar de apuntar a las grandes y profundas necesidades de los oyentes. Con todo, es un privilegio hablar de Dios, mostrar a Jesús como el salvador de los hombres y apelar a una vida cristiana auténtica y comprometida.

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    Preparar sermones es un arte que se ensaya lenta y trabajosamente, sin terminar nunca de aprender. Los sermones que componen esta obra han sido preparados a lo largo de mi ministerio de más de 30 años. Corresponden a épocas muy distintas y a circunstancias de las más variadas. No son modelos, sólo esfuerzos cargados de limitaciones, puestos al servicio del Señor desde los púlpitos de muchas congregaciones diferentes.

    Aclaradas estas cosas, me atrevo a compartir con los queridos hermanos y pastores, un conjunto de sermones, con algún tipo de organización temática, con la esperanza de que sean adaptados, mejorados y utilizados para bendición de la iglesia, en su búsqueda del reavivamiento, la reforma y la preparación para el reino de Dios.

    Sean estos temas presentados para la gloria de Dios y para el cumplimiento de sus grandes propósitos para con todos los hombres dispuestos a oír su mensaje en este tiempo final.

    Dr. Daniel Oscar Plenc

    Universidad Adventista del Plata

    Entre Ríos, Argentina

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    ÍNDICE GENERAL

    CUATRO HOMBRES Y UN DESTINO ................................... 6

    A SOLAS CON DIOS I ............................................................. 11

    A SOLAS CON DIOS II ............................................................ 16

    ENTRE LO SANTO Y LO PROFANO .................................... 21

    ALEGRIA EN LA PRESENCIA DE DIOS .............................. 26

    EL MODELO DE DAVID ........................................................ 30

    EL “RUIDO” SAGRADO ......................................................... 42

    ALABEMOS AL SEÑOR CON LOS SALMOS (EL HIMNARIO DE ISRAEL) ......................................................... 47

    POR QUÉ CANTAN LOS ÁNGELES..................................... 59

    A LOS PIES DE JESÚS, EN BUSCA DE REAVIVAMIENTO ..................................................................................................... 65

    UNA VEZ MÁS A LOS PIES DE JESÚS ................................. 73

    CORAZONES ARDIENTES..................................................... 76

    A DIOS SEA LA GLORIA ........................................................ 82

    DOXOLOGIAS APOCALIPTICAS ......................................... 89

    A GRAN VOZ: TEMED A DIOS ............................................. 95

    A GRAN VOZ: DADLE GLORIA ............................................ 99

    A GRAN VOZ: ADORAD ...................................................... 103

    REVERENCIA, CORTESÍA PARA CON DIOS .................. 107

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    EL SILENCIO SAGRADO ..................................................... 115

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    CUATRO HOMBRES Y UN DESTINO

    Texto: Génesis 22:1-19.

    Introducción

    El tema propuesto tiene que ver con la adoración y recurrimos a la Biblia en busca de respuesta para nuestras inquietudes. La Biblia es la regla de fe y práctica, también para este tema. Sin embargo, en la Biblia no encontramos definiciones teóricas acerca de la adoración, más bien el relato de hombres y mujeres que adoran en respuesta a la iniciativa de Dios.

    La primera mención clara de la palabra “adoración” se encuentra en Génesis 22:5, en relación con la historia de Abraham. “Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros”. Abraham ya era un adorador experimentado; había levantado altares y ofrecido sacrificios en diversos lugares (Génesis 12:7-8; 13:4, 18; 22:9; 26:25; Santiago 2:21). Su casa era una iglesia peregrina. Pero un día Dios probó la devoción del patriarca. Otra vez debía levantar un altar, pero ahora su hijo Isaac sería el sacrificio.

    Cuatro hombres iniciaron el viaje, Abraham, Isaac y dos siervos. Su destino geográfico era el monte Moriah a tres días de camino; su destino religioso era el ofrecimiento de un sacrificio a Dios en ese lugar. Era la adoración. El día del inicio de ese viaje fue el más largo en la vida de Abraham (Patriarcas y profetas,

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    p. 146). El patriarca caminaba durante el día, se humillaba y rogaba por las noches.

    Por medio de este relato inigualable nos proponemos comprender tres cosas importantes acerca de la adoración verdadera.

    Desarrollo

    En la adoración, Dios habla y el hombre responde

    Abraham conocía la voz de Dios; estaba habituado a oírla. Dios le había hablado antes por lo menos en siete ocasiones: (1) Cuando lo llamó a salir de Ur (Hechos 7:2-4), (2) cuando lo instó a continuar el camino desde Harán a Canaán (Génesis 12:2-3), (3) luego de su separación de Lot (Génesis 13:14-17), (4) al prometerle protección y recompensa (Génesis 15:1-6), (5) a sus 99 años (Génesis 17:1-4), (6) a la entrada de su tienda (Génesis 18:1-15), (7) y cuando la promesa del hijo se cumplió (Génesis 21:12). Entre la primera y la séptima vez habían pasado 25 años, desde la promesa de un hijo hasta que el hijo llegó.

    Ahora Isaac era un muchacho fuerte y hermoso, objeto de la más profunda devoción. Entonces Dios le habló por última vez cuando le pidió la entrega de su hijo en sacrificio (Génesis 22:1-18). Dios había hablado y Abraham estaba dispuesto a responder.

    En eso consiste la adoración, es una revelación de Dios (Génesis 22:1-2) que despierta en el hombre una respuesta positiva (Génesis 22:3). La iniciativa es siempre divina, la respuesta es humana. Algo similar ocurrió con otros patriarcas a los que Dios

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    se manifestó: Isaac (Génesis 26:24), Jacob (Génesis 28:10; 32:25; 48:3), José (Génesis 37:5) y sus hermanos (Génesis 50:24-25). Podemos concluir que en este sentido la adoración es una respuesta a la revelación de Dios.

    En la adoración, Dios demanda y el hombre entrega

    Dios había hecho la demanda suprema, y Abraham estuvo dispuesto a hacer una entrega suprema. Comprendió que Dios le había dado a su hijo y que el Señor podía reclamarlo de nuevo. Aunque nadie había resucitado de los muertos todavía, Abraham creyó que Dios resucitaría a Isaac y cumpliría su promesa (Hebreos 11:17-19).

    “Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros” (Génesis 22:5). Por primera vez aparece aquí la palabra hebrea que más a menudo se traduce como “adoración” (Génesis 18:2; 22:5). Esa palabra significa literalmente “inclinarse” o “postrarse”. Postrarse es un gesto corporal que implica un reconocimiento de la superioridad y la dignidad de Dios y de su voluntad. Dios dijo: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único” (Génesis 22:12). El temor de Abraham significó no rehusar a su único hijo, sino ofrecerlo al Señor.

    Abraham no se resistió e Isaac no rehusó. Ambos comprendieron el significado de la verdadera adoración: una entrega sin reservas, sin cavilaciones, sin excusas. “Todo el cielo presenció, absorto y maravillado, la intachable obediencia de Abrahán. Todo el cielo aplaudió su fidelidad” (Patriarcas y

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    profetas, p. 151). Su disposición a entregar a su hijo en sacrificio ilustró la dádiva divina y el plan de salvación. A partir de este momento los ángeles y todos los seres del universo entendieron mejor el plan de redención. Puede decirse en este sentido que la adoración es una entrega completa al Señor, una sumisión a su voluntad.

    En la adoración, Dios provee el sacrificio y el hombre lo acepta en su lugar

    A diferencia de otros, este viaje había sido silencioso y triste. Abraham temía la pregunta que finalmente llegó. “Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto? Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío” (Génesis 22:7-8).

    Eso fue verdad en ese momento. “Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo” (Génesis 22:13). Fue también verdad veinte siglos después. Dios proveyó de cordero para el sacrificio por los pecados de los hombres y no rehusó a su “único” hijo.

    La adoración es una cuestión de fe. Es verdad que debemos entregamos a Dios, pero en realidad la gran entrega fue hecha por el cielo y los hombres redimidos por ese sacrificio definitivo son los únicos que verdaderamente pueden adorar a Dios. Dios proveyó el sacrificio; nosotros solamente lo aceptamos en

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    nuestro lugar. La adoración es la respuesta del ser humano pecador a la salvación provista por el cielo en la persona de Cristo.

    Conclusión

    En toda la Biblia no hay un sustantivo para el concepto de “adoración”, sólo hay verbos, hay personas que adoran. Abraham lo hizo. Dijo a sus siervos: “adoraremos y volveremos”. En la experiencia de Abraham vemos tres aspectos fundamentales de la adoración verdadera: (a) La adoración es la respuesta del hombre a la revelación de Dios. (b) La adoración es una respuesta positiva del hombre a las demandas de Dios. (c) La adoración es una respuesta humana de fe a la salvación de Dios.

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    A SOLAS CON DIOS I

    Introducción

    Como eje de reflexión, pensemos en un hombre que aprendió a adorar a Dios en circunstancias muy particulares. Veamos cómo Dios se reveló personalmente a Jacob, motivando su respuesta, y cómo Dios lo condujo hasta lograr que se entregara completamente a él a pesar de sus muchas imperfecciones y debilidades. La invitación es a pensar en los dos encuentros de Jacob con Dios que están íntimamente relacionados con el tema de la adoración.

    Desarrollo

    Una adoración familiar

    Jacob había nacido en la iglesia, por lo que el tema religioso venía de familia. En su casa siempre se adoró a Dios, y él no era un rebelde. Tenía incluso inclinaciones espirituales.

    Era hijo de Isaac y Rebeca, y por lo tanto nieto de Abraham; es decir un creyente “de cuna”, y de tercera o cuarta generación. Y Dios tenía un plan para su vida. Durante la gestación de los gemelos, Dios indicó a su madre que el que naciera primero serviría al segundo, y Esaú nació en primer lugar. El segundo niño fue llamado Jacob: “el que suplanta”.

    Sin embargo, para él la adoración no implicaba un compromiso personal. Con el paso del tiempo surgieron dificultades (Génesis 25:27-34). La primogenitura obtenida en forma ilegítima tenía

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    que ver no sólo con mayores bienes sino también con mayores responsabilidades espirituales. En lo que se refiere a Esaú, su vida fue una serie ininterrumpida de decisiones equivocadas (Génesis 26:34, 35).

    Tampoco Jacob estaba actuando correctamente. Cuando Isaac envejeció se propuso dar su bendición a su hijo predilecto, Esaú. Entonces Rebeca impulsó a su hijo preferido, Jacob, a engañar a Isaac haciéndose pasar por Esaú para recibir la bendición paterna. Jacob engañó y mintió; obtuvo primero la primogenitura y luego la bendición, por caminos errados (Dios no necesita del engaño para que sus planes se cumplan).

    Lo cierto es que Jacob se ganó el odio de su hermano (Génesis 27:41) y tuvo que escapar de su tierra y alejarse definitivamente del hogar. Nunca más volvió a ver a su madre. No confió en que, a su modo y a su tiempo, el Señor le daría la primogenitura; no quiso dejar el asunto en las manos de Dios; no confió en su providencia.

    Hasta aquí Jacob había sido el depositario de la fe de sus padres. No había un compromiso personal con el Señor; no había conversión; no había genuina adoración. Porque recordemos que sin redención no hay religión ni adoración.

    A solas con Dios en Bet-el

    Jacob salió de Beerseba camino a Harán, a casa de su abuelo materno Betuel y de su tío Labán. Se sentía solo, triste,

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    temeroso, y se sabía culpable. No había adoración interior, no había alabanza en sus labios.

    Entonces todo ocurrió: “Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho. Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo. Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella. Y llamó el nombre de aquel lugar Bet-el, aunque Luz era el nombre de la ciudad primero. E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti” (Génesis 28:11-22).

    Jacob comprendió por primera vez algunas cosas que tienen que ver con la adoración (que nosotros también necesitamos entender):

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    1.- Que la adoración es básicamente una respuesta positiva a la iniciativa de Dios.

    “En la experiencia de Betel (=casa de Dios), encontramos los tres elementos principales de todo culto: ‘Dios se revela’, seguidamente a esta revelación de Dios, el hombre responde, completando de esta manera el ‘gran diálogo’” (Alfred Küen, El culto en la Biblia y en la historia [Terrassa, Barcelona: Clie, 1994], p. 85).

    2.- Que la adoración es una respuesta de fe a la salvación de Dios.

    Aunque Dios estaba “en lo alto” y él sobre la tierra (literalmente tendido en el suelo), existía una escalera capaz de comunicar la tierra con el cielo (Génesis 28:12-13). El Señor no lo había rechazado. Le hizo comprender que necesitaba un Salvador. Entonces la desesperación dio lugar a la esperanza. La escalera era Jesús, y Jacob comenzó a entender el plan de salvación.

    3.- Que la adoración es una respuesta reverente a la presencia de Dios (Génesis 28:15-18).

    Dios se reveló como un ser cercano y siempre presente, en las buenas y en las malas; en medio de las multitudes o en la soledad. Allí Jacob entendió por primera vez el sentido de la adoración y la reverencia.

    4.- Que la adoración es una respuesta comprometida a la fidelidad de Dios (Génesis 28:19-22).

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    Ahora Jacob eligió personalmente a Dios y decidió encomendarse a él y pedir su bendición.

    Todas estas ideas fundamentales son significativas para nuestra vivencia de la adoración.

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    A SOLAS CON DIOS II

    La vivencia de Jacob muestra que la experiencia del hijo de Dios no termina con un encuentro inicial con el Señor. Restaba todavía un largo y duro camino. Junto a un pozo de agua conoció a Raquel, hija menor de Labán. Ella cuidaba las ovejas de su padre. Raquel corrió a su casa a dar la noticia y Jacob tuvo un caluroso recibimiento. Labán le ofreció trabajo; aparentó ser generoso. Pero no todos en la “iglesia” demostraron ser lo que debían. Labán era en realidad egoísta, codicioso y ventajista.

    Jacob eligió una chica de la iglesia, e hizo bien. Propuso servir siete años por Raquel pues se había enamorado de ella (Génesis 29:20). Su amor era sólido, responsable y profundo, no un enamoramiento fugaz, pasajero.

    Ocurrió que la sombra de su pasado se proyectó sobre el presente. Ahora el engañador resultó ser engañado. Luego de la fiesta de boda, por la mañana Jacob se encontró con que su flamante esposa no era Raquel sino Lea, y tuvo que trabajar por Raquel otros siete años. Esa bigamia traería infinitos problemas y aflicciones para todos. Así ocurre cuando nos apartamos del plan de Dios para nuestra vida.

    A partir de allí Jacob comenzó a negociar con Labán. Ninguno manifestó generosidad; ambos hicieron lo posible por aprovecharse del otro. Jacob había demandado la bendición de Dios, pero si podía prosperar por otros medios no dudaba en hacerlo. Si Jacob no se volvió antes era por temor a encontrarse con Esaú. Es decir que Jacob estaba en la iglesia, se había

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    encontrado con Dios una vez, pero su entrega a Dios no era completa. Faltaba una consagración genuina. Había comprendido el compromiso de Dios para con él, pero no entendía del todo su compromiso para con Dios.

    A solas con Dios en Peniel

    Sin embargo la providencia divina lo dirigió a pesar de su debilidad. Habían pasado 20 años. Finalmente Jacob, ansioso de volver y cansado del trato de Labán, decidió regresar (Génesis 31:3, 13). Con todo, Jacob seguía siendo un engañador (Génesis 31:20). Y Labán no estaba contento. Le dio alcance y lo recriminó (Génesis 31:26-28). Después de hacer un pacto, Jacob y Labán se separan para siempre.

    Otra vez Jacob estaba solo con Dios. Desanduvo el mismo camino recorrido hacía 20 años y con el mismo temor. Le preocupaba el encuentro con Esaú. Le envió mensajeros, los cuales volvieron con la única noticia de que también Esaú venía a recibirlo ¡con 400 hombres! Jacob quedó paralizado; no podía avanzar ni regresar.

    Allí comenzó la angustia de Jacob. Preparó su estrategia y comenzó a orar buscando protección. A la mañana siguiente envió a su hermano un presente de más de 600 cabezas de ganado. Todavía dependía de su astucia, sin comprender lo que significaba confiar completamente en Dios.

    Llegó al río Jaboc. Su familia lo cruzó y el quedó para orar y encomendarse a Dios. No podía dormir. Ahora estaba solo, solo con Dios: “Y se levantó aquella noche, y tomó sus dos mujeres, y sus

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    dos siervas, y sus once hijos, y pasó el vado de Jaboc. Los tomó, pues, e hizo pasar el arroyo a ellos y a todo lo que tenía. Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí. Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma” (Génesis 32:22-30).

    La medianoche lo encontró orando angustiosamente, cuando de repente alguien lo agarró. Jacob se defendió y ambos lucharon hasta el amanecer. Y ese fue su encuentro definitivo con Dios. Allí comprendió nuevas facetas de la adoración.

    El significado de la adoración

    1.- Adorar significa aferrarse de Dios hasta obtener su bendición (Génesis 32:24-29).

    Jacob fue derrotado físicamente, pero triunfó espiritualmente. Triunfó por la fe. Ya no confió en su fuerza sino en el Señor. Finalmente entendió lo que significa ser hijo de Dios: entera confianza en Dios y en sus promesas, sin tratar de cumplir la voluntad de Dios por el esfuerzo propio.

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    2.- La adoración es finalmente una entrega completa de la vida al Señor.

    Su cambio interior se reflejó en el cambio de su nombre. Jacob, el suplantador (engañador) por Israel, Dios lucha. A partir de allí comprendió que Dios lo había perdonado y aceptado. Ya no hubo dudas, remordimientos ni miedo. Su entrega a Dios fue completa. Eso es la adoración, una respuesta al amor divino que se manifiesta en una entrega total e incondicional de la vida.

    3.- La adoración es ver a Dios cara a cara (Génesis 32:30).

    Es volver a estar en paz con Dios y con los hombres. Jacob se reconcilió enteramente con Dios, y luego también con su hermano (Génesis 33:3-5). Ahora era un hombre convertido y creyente. Hizo de Dios su amigo.

    Conclusión

    La historia de Jacob es fascinante y tiene mucho que ver con la experiencia de la adoración. ¿Qué podemos aprender de ella?

    Que la adoración es la expresión de un corazón agradecido por la salvación provista por el Señor. “La adoración es la respuesta del hombre redimido a su Redentor” (Norval F. Pease, “La adoración: una doctrina bíblica”, Lecciones para la Escuela Sabática, octubre-diciembre 1976, p. 47).

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    Que la adoración surge cuando tomamos conciencia de la presencia y del poder de Dios. “La verdadera reverencia hacia Dios nos es inspirada por un sentido de su infinita grandeza y un reconocimiento de su presencia” (Profetas y reyes, p. 34). “Según la antigua definición formal del culto, éste es: la respuesta del alma a la conciencia de hallarse en la presencia de Dios” (Oscar Tomás Olson, “El culto y los sacramentos”, Espíritu y mensaje del protestantismo, ed. Guillermo K. Anderson [Buenos Aires: La Aurora, 1946], p. 220). “En las palabras del Dr. Willard Sperry, ‘el culto es la adoración de Dios, el reconocimiento de la dignidad suprema de Dios y la manifestación de reverencia en su presencia’” (p. 221). “El culto debe traer al adorador la conciencia de la presencia del Dios Vivo” (p. 222).

    Que la adoración es una experiencia de compromiso personal antes de ser colectiva.

    Que la adoración es confianza y entrega del ser entero a Dios.

    Al igual que Jacob en la antigua historia de los patriarcas, nosotros también necesitamos comprender y experimentar esto.

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    ENTRE LO SANTO Y LO PROFANO

    Introducción

    En tres ocasiones la Biblia amonesta a los sacerdotes a tener una mente lúcida para poder discernir, diferenciar, entre lo santo y lo profano (Levítico 10:9-11; Ezequiel 22:46; 44:23).

    Ese mismo deber recae todavía sobre los dirigentes de la iglesia y sobre cada miembro. Escribió Elena G. de White: “Corremos el peligro de confundir lo sangrado con lo común… el verdadero altar es Cristo, y el fuego auténtico es el Espíritu Santo· (Recibiréis poder, p. 180).

    Les propongo estudiar este tema en las Escrituras con el propósito de marcar más claramente el límite entre lo que es santo y lo que no lo es.

    Desarrollo

    Lo santo

    Nos hace acordar de un libro de Rudolf Otto, Lo santo: lo racional y lo irracional en la idea de Dios (Madrid: Alianza Editorial, 1985). La cualidad básica de la santidad es la separación o distinción. En las Escrituras Dios es santo y de él deriva la santidad de todas las demás cosas o personas. Es santo, entonces, todo lo que se aparta, separa o consagra especialmente a Dios. La teología liberal del siglo XIX había enfatizado la inmanencia de Dios, a lo cual Karl Barth (y la corriente de teología llamada neoortodoxia) reacciona subrayando la

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    trascendencia. En los primeros escritos de Barth se habla de Dios como “el totalmente Otro”.

    Dios es santo y santo es su nombre.

    Levítico 11:44, 45. El pueblo de Dios es llamado a ser santo porque Dios es santo. Esto implica no contaminarse (en el contexto de las leyes sobre animales limpios e inmundos).

    Levítico 19:2. Al hablar de las leyes de santidad y justicia, se habla de la santidad como el trasfondo para la obediencia a ciertas normas. La santidad como un estilo de vida.

    Josué 24:19. Josué, como un viejo pastor, conocía bien al pueblo. Les dice que las rebeliones y los pecados impedirían al pueblo a servir a un Dios santo.

    1 Samuel 2:2. Es parte del cántico de Ana. Ella comenzó con lágrimas y pedidos, y ahora regresó con gratitud y alabanza. La alabanza supera a la gratitud porque responde a los atributos de Dios, uno de los cuales es la santidad.

    Salmos 22:3. Es el llamado “Salmo de la cruz”, en el cual el salmista pasa del grito de angustia (¡Dios mío!) al canto de alabanza. “Pero tú eres santo” y puede ser alabado.

    Salmo 99:3, 5, 9. Es un salmo con una especie de estribillo o coro que se repite: “Él es santo”.

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    Salmo 111:9. “Santo y temible es su nombre”. El nombre como un símbolo de su carácter y el temor es la respuesta de la criatura.

    Están también las visiones del trono de Dios (Isaías 6:3; Apocalipsis 4:8; 15:4). Esta figura del trono aparece 24 veces en el Apocalipsis y está tomada de Isaías 6. El centro del universo es Dios y los demás lo rodean. El principal atributo es la santidad, enfatizado por la triple repetición “Santo, santo, santo”. Santidad superlativa. Lo que nos atrae y nos espanta al mismo tiempo.

    Santo es el día que apartamos para Dios (Éxodo 16:23; 31:13, 14; 35:2; Nehemías 9:14; Isaías 58:13). Es un tiempo sagrado, que no debe ser profanado y es al mismo tiempo un espacio temporal delicioso y bendito.

    Santo es el templo, el santuario de Dios (Levítico 16:33; Salmos 5:7; 65:4).

    Santo es el camino de Dios, la Palabra de Dios, los mandatos de Dios (Salmo 77:13; Jeremías 23:9; Romanos 1:2; 7:12).

    Santo debe ser el pueblo de Dios, separado para él (Éxodo 19:6; Levítico 20:7, 26; Números 15:40; Deuteronomio 7:6; 14:2; 26:18, 19; 1 Corintios 3:16, 17; Efesios 1:4; 5:27; 1 Pedro 1:15, 16: 2:9).

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    Santificar, consagrar o profanar

    “Las cosas no son santas en sí mismas… sino por estar colocadas al servicio de Dios o en relación con él… Tanto los profetas como el Señor Jesús enseñan que estas cosas son profanadas cuando se las considera aparte del propósito y la voluntad de Dios” (Diccionario ilustrado de la Biblia, p. 594).

    Profanar es tratar una cosa sagrada como si no lo fuera; y ese es un constante peligro contra el cual la Biblia nos advierte.

    Es posible profanar el nombre de Dios (Levítico 19:12; 21:6; 22:31-33) y el sábado de Dios (Nehemías 13:15-19; Isaías 56:2, 6, 7; Ezequiel 20:13, 16, 21, 24; 22:8; 23:38).

    Santificar o consagrar, deriva del latín Sanctus (santo) y Facere (hacer). La palabra hebrea Qadash y la griega Hagiazo, significan dedicar a Dios una cosa.

    Así podemos santificar o consagrar el sábado (Éxodo 16:23; 20:8, 11; 31:15; Nehemías 13:22; Jeremías 17:22; Ezequiel 20:20).

    Asimismo santificamos el diezmo (Levítico 27:32). Como lo explica muy bien Elena G. de White: “El mismo lenguaje que se emplea en el mandamiento del diezmo se usa también con respecto al sábado… Dios ha santificado el séptimo día. Esa porción específica de tiempo puesta aparte por Dios mismo para el culto religioso, continúa siendo tan sagrada hoy

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    como cuando fue santificada por primera vez por nuestro Creador.

    Asimismo el diezmo de nuestras entradas es ‘santo a Jehová’. El Nuevo Testamento no promulga de nuevo la ley del diezmo, como tampoco la del sábado, porque la validez de ambas se da por establecida y su profundo significado espiritual se considera explicado…

    Mientras nosotros como pueblo procuramos firmemente dar a Dios el tiempo que él se ha reservado como suyo, ¿no le daremos también esa parte de nuestros recursos que él reclama?” (Review and Herald, 16 de mayo de 1882. Publicado en Consejos sobre mayordomía cristiana, ps. 70, 71).

    También santificamos el nombre de Dios (Mateo 6:9).

    Conclusión

    “Sólo Dios puede santificar. Su presencia hace santas las cosas” (Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 2, p. 771).

    Al entrar en una relación personal con Dios se produce en nosotros una transformación del pecado a la santidad. Nuestra experiencia con Cristo nos capacitará para distinguir entre lo santo y lo profano. Pidamos al cielo discernimiento espiritual para comprender este tema a fin de vivir en este mundo de tal manera que nos preparemos para compartir la eternidad con un Dios santo.

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    ALEGRIA EN LA PRESENCIA DE DIOS

    Introducción

    Deuteronomio es un libro fascinante, que contiene los discursos de despedida de Moisés. En esos discursos, Moisés habla del santuario único y de la actitud con que los israelitas debían acercarse a la presencia de Dios.

    Es oportuno que consideremos este tema y que volvamos a pensar en la necesidad de transformar nuestra adoración en una experiencia feliz. Veamos las diez ocasiones en que Deuteronomio habla de la alegría de acercarse al santuario de Dios, con la intención deliberada de comprender esta dimensión hermosa de la adoración y el culto.

    Desarrollo

    1.- Deuteronomio 12:5-7, 12, 18; 14:26.

    Estos textos hablan de ciertas comidas relacionadas con los sacrificios. Nos hacen acordar que los levitas no poseían tierras, por lo cual habrían de ser sostenidos por el pueblo. Las fiestas sagradas debían incluir a toda la familia, y a los siervos.

    Algo dice Elena G. de White sobre la participación gozosa de los creyentes en el culto. “Cada uno debe sentir que tiene una parte que desempeñar para hacer interesantes las reuniones del sábado. No hemos de reunirnos simplemente por formalismo, sino para un intercambio de pensamientos, para

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    relatar nuestra experiencia diaria, para expresar agradecimiento y nuestro sincero deseo de ser iluminados divinamente, para que conozcamos a Dios y a Jesucristo al cual él envió. El platicar juntos acerca de Cristo fortalecerá el alma para las pruebas y conflictos de la vida” (Joyas de los testimonios, tomo 3, p. 28).

    2.- Deuteronomio 16:11, 14, 15.

    Los necesitados (extranjeros, huérfanos y viudas) debían recibir atenciones equivalentes.

    Lo cierto es que el desprendimiento trae gozo; alegría para el que recibe y alegría para el que da. Sus ofrendas y diezmos eran entregados con gozo. También hoy es posible dar con alegría (2 Corintios 9:7).

    3.- Deuteronomio 26:11.

    Es interesantísimo todo el contexto del capítulo. Se dice que las familias traían sus primicias a Dios como reconocimiento por todo lo que la tierra producía.

    La adoración (v. 10) era acompañada de gozo y fiesta. Era una alegría compartida con los vecinos, con los levitas y aun con los extranjeros.

    Tenemos ahora la necesidad de reflexionar en nuestra adoración. En lo que venimos a brindar y a compartir cuando nos acercamos a la casa de Dios.

    4.- Deuteronomio 27:7.

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    Eran ofrendas de gratitud por la liberación, la salvación que el Dios amoroso había obrado en ellos. Allí la tristeza del arrepentimiento era seguida por la alegría del perdón.

    El ser humano perdonado y redimido tiene mucho para agradecer. Necesitamos levantar el altar de la alabanza dichosa al Dios de nuestra salvación.

    5.- Deuteronomio 28:47.

    Deuteronomio 28 habla de las bendiciones de la obediencia y de las maldiciones de la desobediencia. Es un capítulo impactante. Las maldiciones serían en parte consecuencias de haber perdido el espíritu de gratitud y servicio gozoso (vs. 45-47).

    Hay una advertencia aquí para los modernos hijos de Dios, receptores también de las bondades del Señor. Hemos de pensar en la actitud de nuestro servicio.

    Veamos otra vez el consejo inspirado. “Debemos ir a toda reunión religiosa dominados por una vívida comprensión espiritual de que Dios y sus ángeles están allí, cooperando con todos los verdaderos adoradores. Al entrar en el lugar de culto, pidamos a Dios que quite todo mal de nuestro corazón. Traigamos a su casa solamente lo que él puede bendecir. Arrodillémonos delante de Dios en su templo, y consagrémosle lo suyo, lo que compró con la sangre de Cristo. Oremos por el predicador o el que dirige la reunión. Roguemos que una gran bendición venga por medio del que ha de presentar la palabra

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    de Dios. Esforcémonos con fervor por obtener una bendición para nosotros mismos. Dios bendecirá a todos los que se preparen así para su servicio. Ellos comprenderán lo que significa tener la seguridad del Espíritu porque recibieron a Cristo por la fe” (Joyas de los testimonios, tomo 3, ps. 28, 29).

    Conclusión

    Para Moisés, el culto no era una formalidad sino una experiencia profundamente espiritual.

    Las iglesias contemporáneas tienen necesidad de alegría. Y las Escrituras nos invitan a encontrar alegría en la presencia de Dios: “Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo” (Salmo 100:2).

    Esa actitud debe permear nuestra adoración personal, familiar y colectiva. Será la única motivación correcta para nuestra mayordomía y para nuestro servicio.

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    EL MODELO DE DAVID

    Introducción

    El texto de 2 Samuel 23:1-7 contiene las últimas palabras registradas de David, en la forma de un salmo autobiográfico. El cántico comienza de esta manera: “Estas son las palabras postreras de David. Dijo David hijo de Isaí, dijo aquel varón que fue levantado en alto, el ungido del Dios de Jacob, el dulce cantor de Israel: El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua” (2 Samuel 23:1-2). David se define a sí mismo como ungido, cantor y profeta.

    En Efecto, David fue un gran músico: compositor, intérprete, constructor de instrumentos (véase Amós 6:5; Nehemías 12:36) y organizador fundamental de la música hebrea. Veamos lo que podríamos llamar “el modelo de David”, en busca de valores que podrían orientar la música de la iglesia. Haremos referencia a tres aspectos de este modelo: los instrumentos musicales, los propósitos de la música y el ministerio de la música.

    Desarrollo

    Los instrumentos de Dios

    Las Escrituras hebreas hablan de “instrumentos de música de Dios”. Aquí están los textos: “Con ellos a Hemán y a Jedutún con trompetas y címbalos para los que tocaban, y con otros instrumentos de música de Dios [...]” (1 Crónicas 16:42). “Y los sacerdotes desempeñaban su ministerio; también los levitas, con los instrumentos de música de Jehová, los cuales había hecho el rey David para alabar a Jehová porque

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    su misericordia es para siempre, cuando David alababa por medio de ellos. Asimismo los sacerdotes tocaban trompetas delante de ellos, y todo Israel estaba en pie” (2 Crónicas 7:6).

    Un texto clave dice que David fue guiado por Dios a través de sus profetas al establecer la música y los instrumentos. Estas son las declaraciones: “Puso también levitas en la casa de Jehová con címbalos, salterios y arpas, conforme al mandamiento de David, de Gad vidente del rey, y del profeta Natán, porque aquel mandamiento procedía de Jehová por medio de sus profetas” (2 Crónicas 29:25).

    Algo similar se dice de la música empleada por Josías. “Asimismo los cantores hijos de Asaf estaban en su puesto, conforme al mandamiento de David, de Asaf y de Hemán, y de Jedutún vidente del rey” (2 Crónicas 35:15).

    Es evidente que David contó con la orientación de videntes y profetas al organizar las celebraciones religiosas y al escoger los instrumentos de música.

    Tenemos una idea de lo que fueron aquellos instrumentos. Se dice que los címbalos eran pequeños platillos metálicos. Los arqueólogos han encontrado en Palestina címbalos de bronce de diez centímetros de diámetro, con orificios en el centro, por los cuales pasaba alguna correa anudada en el interior. Se tocaban con un movimiento horizontal produciendo un sonido suave. El arpa era un instrumento de cuerdas con caja de resonancia redondeada recubierta de cuero que se usaba para fines religiosos. El salterio también era un instrumento de cuerdas

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    similar al arpa, de forma triangular, con una caja de resonancia arriba de las cuerdas.

    Al parecer los címbalos no eran usados como instrumentos rítmicos, sino que se tocaban para anunciar el comienzo de una canción o de una estrofa de dicha canción. Por su parte el salterio y el arpa o lira tenían la función de acompañar los cantos con suavidad para no tapar las voces.

    Los propósitos de la música

    En tiempos de David la música se usaba para más de un propósito; del mismo modo que la música de hoy debiera tener objetivos claros, especialmente en el contexto del culto.

    1.- Expresión de alegría y celebración.

    La música establecida por David para el traslado del arca debía ejecutarse con alegría. Hubo un primer intento de trasladar el arca de Quiriat-jearim a Jerusalén y fue motivo inicial de gozo expresado con música. “Y David y todo Israel se regocijaban delante de Dios con todas sus fuerzas, con cánticos, arpas, salterios, tamboriles, címbalos y trompetas” (1 Crónicas 13:8).

    Finalmente David trajo el arca a Jerusalén y se expresó la alegría por medio de la música: “Asimismo dijo David a los principales de los levitas, que designasen de sus hermanos a cantores con instrumentos de música, con salterios y arpas y címbalos, que resonasen y alzasen la voz con alegría” (1 Crónicas 15:16).

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    “De esta manera llevaba todo Israel el arca del pacto de Jehová, con júbilo y sonido de bocinas y trompetas y címbalos, y al son de salterios y arpas” (1 Crónicas 15:28). “Así David y toda la casa de Israel conducían el arca de Jehová con júbilo y sonido de trompeta” (2 Samuel 6:15).

    2.- Alivio para las perturbaciones y las tristezas (musicoterapia).

    Se usó la música como terapia para aliviar ciertas perturbaciones causadas por un mal espíritu. Se ordenó en tiempos de Saúl “que busquen a alguno que sepa tocar el arpa [...] Y Saúl respondió a sus criados: Buscadme, pues, ahora alguno que toque bien, y traédmelo” (1 Samuel 16:16-17). “[...] He aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén, que sabe tocar, y es valiente y vigoroso y hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso, y Jehová está con él” (1 Samuel 16:18).

    El efecto positivo de la música es claro. “Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él” (1 Samuel 16:23). David siguió realizando esta tarea en la corte de Saúl. “David tocaba con su mano como los otros días [...]” (1 Samuel 18:10). Alguna vez Saúl quiso matarlo “mientras David estaba tocando” (1 Samuel 19:9).

    Por medio de la música se manifestaba también profunda tristeza, como en las endechas de David por la muerte de Saúl y Jonatán. “Y endechó David a Saúl y a Jonatán su hijo con esta endecha, y dijo que debía enseñarse a los hijos de Judá” (2 Samuel 1:17-18).

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    3.- Gratitud, alabanza y adoración.

    El cántico de David en 2 Samuel 22 (similar al Salmo 18) expresa gratitud y alabanza hacia Dios por su liberación. Dice, por ejemplo: “Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado [...]” (2 Samuel 22:4). La expresión de reconocimiento al Señor continúa en 2 Samuel 23:1-7 que ya hemos citado.

    Los músicos de tiempos de David debían adorar a Dios en la forma de recordación, confesión y loor. He aquí algunos textos: “Y puso delante del arca de Jehová ministros de los levitas, para que recordasen y confesasen y loasen a Jehová Dios de Israel” (1 Crónicas 16:4). David puso a Asaf y a sus hermanos a cargo de la alabanza a Jehová (v. 7).

    Sigue un salmo de David, similar a ciertas porciones de los Salmos (1 Crónicas 16:7-36). Algunas expresiones: “Alabad a Jehová” (8); “cantad a él, cantadle salmos” (9). “Cantad a Jehová toda la tierra” (23). “Cantad entre las gentes su gloria” (24). “Entonces cantarán los árboles de los bosques delante de Jehová” (33). Asaf fue dejado y sus hermanos para que ministrasen delante del arca (37). También Hemán, Jedutún y otros, designados [...] “para glorificar a Jehová” (41).

    David dejó organizada la música destinada a la alabanza a Dios e hizo instrumentos musicales. Así lo registra el relato bíblico.

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    “Además, cuatro mil porteros, y cuatro mil para alabar a Jehová, dijo David, con los instrumentos que he hecho para tributar alabanza” (1 Crónicas 23:5). Se trataba de un ministerio permanente. “Y para asistir cada mañana todos los días a dar gracias y tributar alabanzas a Jehová, y así mismo por la tarde” (1 Crónicas 23:30). Los músicos de David debían alabar y aclamar al Señor (1 Crónicas 25:3).

    El ministerio de la música en Israel tenía el propósito de alabar y dar gracias a Dios: “y los levitas cantores, todos los de Asaf, los de Hemán y los de Jedutún, juntamente con sus hijos y sus hermanos, vestidos de lino fino, estaban con címbalos y salterios y arpas al oriente del altar; y con ellos ciento veinte sacerdotes que tocaban trompetas, cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová” (2 Crónicas 5:12-13). En el contexto de la dedicación del templo de Salomón se siguió “el modelo de David”. “Y los sacerdotes desempeñaban su ministerio; también los levitas, con los instrumentos de música de Jehová, los cuales había hecho el rey David para alabar a Jehová porque su misericordia es para siempre, cuando David alababa por medio de ellos. Asimismo los sacerdotes tocaban trompetas delante de ellos, y todo Israel estaba en pie” (2 Crónicas 7:6).

    4.- Edificación y evangelización.

    La alabanza en Israel tenía una dimensión corporativa y servía para la edificación de la congregación. Lo atestiguan los

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    Salmos: “Cantad a Jehová cántico nuevo; su alabanza sea en la congregación de los santos” (Salmo 149:1).

    Sin embargo David vio que el canto y la música debían compartirse con todos, transformándose en un medio de evangelización. Cuando David manifiesta gratitud y alabanza al Señor por la liberación de sus enemigos lo extiende como testimonio a las naciones. “Por tanto, yo te confesaré entre las naciones, oh Jehová, y cantaré a tu nombre” (2 Samuel 22:50). La música puede ser un buen recurso para la evangelización. “Cantad entre las gentes su gloria, y en todos los pueblos sus maravillas” (1 Crónicas 16:24).

    Los salmos hablan mucho de publicar las alabanzas entre las naciones. “Cantad a Jehová, que habita en Sión; publicad entre los pueblos sus obras” (Salmo 9:11). “Por tanto yo te confesaré entre las naciones, oh Jehová, y cantaré a tu nombre” (Salmo 18:49). “Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto; cantaré, y trovaré salmos. Despierta, alma mía; despierta, salterio y arpa; me levantaré de mañana. Te alabaré entre los pueblos, oh Señor; cantaré de ti entre las naciones” (Salmo 57:7-9).

    Ministerio y organización

    David había organizado la música destinada a la adoración. Aún no existía el templo, sino que el altar de los holocaustos estaba en Gabaón (1 Crónicas 16:39; 21:29; 1 Reyes 3:4; 2 Crónicas 1:3-6) y el arca fue llevada a Jerusalén. Pero había encargados del servicio de canto.

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    “Estos son los que David puso sobre el servicio de canto en la casa de Jehová, después que el arca tuvo reposo, los cuales servían delante de la tienda del tabernáculo de reunión en el canto [...]” (1 Crónicas 6:31-32).

    Hemán, Asaf y Etán fueron directores de coro de David. Los cantores ejercían un ministerio exclusivo. “También había cantores, jefes de familias de los levitas, los cuales moraban en las cámaras del templo, exentos de otros servicios, porque de día y de noche estaban en aquella obra” (1 Crónicas 9:33).

    El episodio del traslado del arca a Jerusalén estuvo enmarcado en cuidadosas y organizadas manifestaciones musicales. A partir de entonces la música quedó organizada y reglamentada. Aparecen aquí algunas de las características de este verdadero Ministerio de la Música:

    a) Los cantores y músicos eran designados de entre los levitas. Ellos utilizaban salterios, arpas y címbalos, mientras que los sacerdotes tocaban trompetas. “Asimismo dijo David a los principales de los levitas, que designasen de sus hermanos a cantores con instrumentos de música, con salterios y arpas y címbalos, que resonasen y alzasen la voz con alegría. Y los levitas designaron a Hemán hijo de Joel; y de sus hermanos, a Asaf hijo de Berequías; y de los hijos de Merari y de sus hermanos, a Etán hijo de Cusías” (1 Crónicas 15:16-17).

    b) Los encargados de la música eran entrenados y dedicados para ese servicio. “Así Hemán, Asaf y Etán, que eran cantores, sonaban címbalos de bronce. Y Zacarías, Aziel, Semiramot, Jehiel, Uni, Eliab, Maasías y Benaía, con salterios sobre Alamot.

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    Matatías, Elifelehu, Micnías, Obed-edom, Jeiel y Azazías tenían arpas [o cítaras, según BJ] afinadas en la octava para dirigir. Y Quenanías, principal de los levitas en la música, fue puesto para dirigir el canto, porque era entendido en ello” (1 Crónicas 15:19-22). “Y Sebanías, Josafat, Natanael, Amasai, Zacarías, Benaía y Eliezer, sacerdotes, tocaban las trompetas delante del arca de Dios [...]” (1 Crónicas 15:24).

    c) Se utilizaron vestimentas especiales. “Y David iba vestido de lino fino, y también todos los levitas que llevaban el arca, y asimismo los cantores; y Quenanías era maestro de canto entre los cantores [...] De esta manera llevaba todo Israel el arca del pacto de Jehová, con júbilo y sonido de bocinas y trompetas y címbalos, y al son de salterios y arpas” (1 Crónicas 15:27-28).

    d) En esa ocasión David recurrió a la danza. “[...] vio al rey David que saltaba y danzaba [...]” (1 Crónicas 15:29). El Comentario bíblico adventista del séptimo día lo explica de esta manera: “La danza de David fue un acto de santo gozo (ver com. 2 Sam. 6:14) que entonces se consideraba como una forma apropiada de culto”.

    e) Los músicos eran ministros de adoración sostenidos con los diezmos del pueblo. “Y puso delante del arca de Jehová ministros de los levitas, para que recordasen y confesasen y loasen a Jehová Dios de Israel. Asaf el primero; el segundo después de él, Zacarías; Jeiel, Semiramot, Jehiel, Matatías, Eliab, Benanía, Obed-edom y Jeiel, con sus instrumentos de salterios y arpas; pero Asaf sonaba los címbalos. También los sacerdotes Benaía y Jahaziel sonaban

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    continuamente las trompetas delante del arca del pacto de Dios” (1 Crónicas 16:4-6).

    f) Estos músicos eran apartados para ese ministerio y con instrumentos musicales debían “profetizar”. “Asimismo David y los jefes del ejército apartaron para el ministerio a los hijos de Asaf, de Hemán y de Jedutún, para que profetizasen con arpas, salterios y címbalos; y el número de ellos, hombres idóneos para la obra de su ministerio fue: [...]” (1 Crónicas 25:1); “bajo la dirección de su padre Jedutún, el cual profetizaba con arpa, para aclamar y alabar a Jehová” (1 Crónicas 25:3); “y todos estos estaban bajo la dirección de su padre en la música, en la casa de Jehová, con címbalos, salterios y arpas, para el ministerio del templo de Dios” (1 Crónicas 25:6). “Y el número de ellos, con sus hermanos, instruidos en el canto para Jehová, todos los aptos, fue doscientos ochenta y ocho” (1 Crónicas 25:7).

    El modelo de organización musical de David parece no haber tenido antecedentes y, ciertamente, fue seguido en el futuro templo. “El Pentateuco no registra servicios musicales que se realizaran en el santuario, y parece que fueron establecidos primero por David (ver 1 Crón. 16:4-6, 37, 41, 42; 23:5; 25:1, 6, 7; 2 Crón. 29:25, 26)”.

    “Luego ordenó Joiada los oficios en la casa de Jehová, bajo la mano de los sacerdotes y levitas, según David los había distribuido en la casa de Jehová, para ofrecer a Jehová los holocaustos, como está escrito en la ley de Moisés, con gozo y con cánticos, conforme a la disposición de David” (2 Crónicas 23:18).

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    Ezequías restableció los servicios del templo y siguió el modelo davídico. “Puso también levitas en la casa de Jehová con címbalos, salterios y arpas, conforme al mandamiento de David, de Gad vidente del rey, y del profeta Natán, porque aquel mandamiento procedía de Jehová por medio de sus profetas. Y los levitas estaban con los instrumentos de David, y los sacerdotes con trompetas. Entonces mandó Ezequías sacrificar el holocausto en el altar; y cuando comenzó el holocausto, comenzó también el cántico de Jehová, con trompetas y los instrumentos de David rey de Israel. Y toda la multitud adoraba, y los cantores cantaban y los trompeteros sonaban las trompetas; todo esto duró hasta consumirse el holocausto. Y cuando acabaron de ofrecer, se inclinó el rey, y todos los que con él estaban, y adoraron. Entonces el rey Ezequías y los príncipes dijeron a los levitas que alabasen a Jehová con las palabras de David y de Asaf vidente; y ellos alabaron con gran alegría, y se inclinaron y adoraron” (2 Crónicas 29:25-30).

    En los días de Josías se siguió la organización de David. “Asimismo los cantores hijos de Asaf estaban en su puesto, conforme al mandamiento de David, de Asaf y de Hemán, y de Jedutún vidente del rey; también los porteros estaban a cada puerta; y no era necesario que se apartasen de su ministerio, porque sus hermanos los levitas preparaban para ellos” (2 Crónicas 35:15).

    Lo mismo ocurrió durante la edificación del segundo templo en tiempos de Esdras. “Y cuando los albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas y con trompetas, y a los levitas hijos de Asaf con címbalos, para

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    que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de Israel. Y Cantaban, alabando y dando gracias a Jehová [...]” (Esdras 3:10-11).

    Conclusión

    Podemos decir que “El modelo de David” encierra lecciones importantes para el actual ministerio de la música, tan necesitado de criterios y orientaciones reveladas. He aquí algunas de ellas:

    (1) Dios debe orientarnos en la elección de los instrumentos musicales y en la manera de ejecutarlos.

    (2) Los instrumentos de Dios deben realzar y hermosear el canto, sin distraer, distorsionar ni ocultar la melodía y las palabras de los cánticos.

    (3) La música es un buen medio de expresión de las emociones humanas, pero sobre todo un vehículo para la gratitud, la alabanza, la adoración, la edificación y la evangelización.

    (4) Los objetivos de la música de la iglesia debieran ser claros, orientados hacia Dios y hacia la misión de la iglesia.

    (5) La música de la iglesia debe ser cuidadosamente organizada como un verdadero ministerio.

    (6) Los encargados de la música deben ser designados, entrenados, dedicados para ese servicio y apoyados por toda la iglesia.

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    EL “RUIDO” SAGRADO

    Introducción

    La mejor definición de adoración es entenderla como respuesta. Al ser una respuesta se entiende que la iniciativa es de Dios, iniciativa ante la cual el hombre no puede permanecer en silencio. Dios habla y el hombre responde, por eso el culto es un diálogo entre Dios y los hombres. Evelyn Underhill, en su obra clásica Worship [Adoración], da una definición breve y difícil de superar: “La adoración, en todos sus grados y formas, es la respuesta de la criatura al Eterno...” (Worship [New York: Harper & Row, 1957], p. 3).

    Hablamos del silencio sagrado (un aspecto de la reverencia). Ahora entendemos que el silencio no es suficiente. Veamos brevemente tres aspectos de la alabanza tal como lo presenta nuestro manual de adoración, la Biblia.

    Desarrollo

    La alabanza es una respuesta

    Dios habla, de muchas maneras. Por medio de su palabra leída, explicada, predicada. Por medio de las palabras de los himnos. A través de la naturaleza o en el lenguaje silencioso de su providencia. Por medio de otros, instrumentos de Dios para nosotros. Dios habla.

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    La iniciativa es suya. Él lo hace primero, inicia el diálogo, y no quiere un simple monólogo, porque el monólogo no es un diálogo. Dios desea y espera una respuesta, positiva, libre. La alabanza es una respuesta digna de Dios.

    La alabanza es una respuesta audible mediante el uso de palabras

    Se ha dicho que el significado literal del verbo hebreo hâlâl, que se traduce como “alabar” es algo así como “hacer ruido”. De este verbo proviene la expresión “aleluya”, alabad a JAH. Es decir que una alabanza es una expresión audible mediante el uso de palabras. El griego equivalente es ainéô, “alabar”, es también una exclamación audible. Esa palabra puede ser hablada o cantada.

    Algunos ejemplos bíblicos:

    “Alabaré yo el nombre de Dios con cántico, lo exaltaré con alabanza” (Salmo 69:30).

    “Yo alabaré a Jehová en gran manera con mi boca, y en medio de muchos le alabaré” (Salmo 109:30).

    “Alabaré a Jehová con todo el corazón en la compañía y congregación de los rectos” (Salmo 111:1).

    “Alabad, siervos de Jehová, alabad el nombre de Jehová. Sea el nombre de Jehová bendito desde ahora y para siempre. Desde el nacimiento del

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    sol hasta donde se pone, sea alabado el nombre de Jehová” (Salmo 113:1-3).

    “Alaba, oh alma mía, a Jehová. Alabaré a Jehová en mi vida; cantaré salmos a mi Dios mientras viva” (Salmo 146:1-2).

    “Alabad a JAH, porque es bueno cantar salmos a nuestro Dios; porque suave y hermosa es la alabanza” (Salmo 147:1).

    “Alabad a Jehová desde los cielos; alabadle en las alturas. Alabadle, vosotros sus ángeles; alabadle, vosotros todos sus ejércitos. Alabadle, sol y luna; alabadle, vosotras todas, lucientes estrellas. Alabadle, cielos de los cielos, y las aguas que están sobre los cielos” (Salmo 148:1-4).

    “Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!” (Lucas 19:37-38).

    “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (Hebreos 13:15).

    La alabanza es una respuesta audible a lo que Dios es y a lo que Dios hace

    Algunos hacen diferencia entre gratitud y alabanza, entendiendo que la gratitud tiene que ver con lo que Dios hace y la alabanza

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    con lo que Dios es. Lo cierto es que Dios motiva la alabanza, porque es digno de ella.

    Algunos ejemplos bíblicos:

    “Aleluya. Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia” (Salmo 106:1).

    “Alabad a Jehová, naciones todas; pueblos todos, alabadle. Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia, y la fidelidad de Jehová es para siempre. Aleluya” (Salmo 117:1-2).

    “Siete veces al día te alabo a causa de tus justos juicios” (Salmo 119:164).

    “Alabad el nombre de Jehová; alabadle, siervos de Jehová; los que estáis en la casa de Jehová, en los atrios de la casa de nuestro Dios. Alabad a JAH, porque él es bueno; cantad salmos a su nombre, porque él es benigno” (Salmo 135:1-3).

    “Te exaltaré, mi Dios, mi Rey, y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre. Cada día te bendeciré, y alabaré tu nombre eternamente y para siempre. Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza y su grandeza es inescrutable” (Salmo 145:1-3).

    “Alaben el nombre de Jehová, porque sólo su nombre es enaltecido. Su gloria es sobre tierra y cielos” (Salmo 148:13).

    “Alabad a Dios en su santuario; alabadle en la magnificencia de su firmamento. Alabadle por su proezas; alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza” (Salmo 150:1-2).

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    “Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios” (Lucas 18:43).

    Conclusión

    Algunas preguntas son necesarias: ¿Estamos dando a Dios una respuesta? ¿Estamos expresando esa respuesta de una manera audible? ¿Estamos alabando a Dios por sus cualidades y por sus obras?

    Es nuestra la oportunidad de alabar el nombre del Señor, tanto con las palabras, como con la vida misma.

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    ALABEMOS AL SEÑOR CON LOS SALMOS (EL

    HIMNARIO DE ISRAEL)

    Introducción

    Nos enseñaron que si abrimos la Biblia justo en la mitad encontraremos el libro de los Salmos.

    Los hebreos los llamaron “ALABANZAS” (en hebreo Tehillim, de halal, “alabar”). Constituyen un verdadero himnario para Israel.

    Un himnario es una obra colectiva, en la que muchos participan. En efecto, los Salmos son obra de varios autores inspirados (Ocho de ellos aparecen en los sobrescritos de los Salmos: David, Asaf, Coré, Moisés, Hemán, Etán, Salomón y Jedutún).

    Publicar un himnario hoy en día demanda mucho dinero, porque muchos autores y traductores, compositores y arregladores cobran por sus derechos de autor, en algunos casos, miles de dólares.

    Preparar un himnario lleva además mucho tiempo. Los Salmos se compusieron en un período de mil años, desde Moisés (siglo XV a. C.) y David (siglo X) hasta tiempos del exilio babilónico (siglos VI y V).

    ¿De qué hablan los Salmos? El tema fundamental de los Salmos es este: El hombre está en dificultades, pero Dios lo

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    socorre (esta es la propuesta del Comentario Bíblico Adventista del séptimo día).

    Ningún otro libro del Antiguo Testamento se cita con tanta frecuencia en el Nuevo Testamento. Los primeros cristianos incorporaron los Salmos en su culto (1 Corintios 14:26; Efesios 5:19; Colosenses 3:16; Santiago 5:13).

    Dice Elena G. de White: “Los salmos de David pasan por toda la gama de la experiencia humana, desde las profundidades del sentimiento de culpabilidad y condenación propia hasta la fe más sublime y la más exaltada comunión con Dios” (Patriarcas y profetas, p. 818). Tratan de la enfermedad y el saneamiento, del pecado y el perdón, de la tristeza y el consuelo, de la debilidad y la fortaleza, de lo efímero y lo permanente, de lo vano y lo que tiene propósito.

    Hay salmos para toda persona, en cada estado de ánimo y necesidad: para los frustrados, los desanimados, los ancianos, los desesperanzados; para los enfermos y para los pecadores; salmos para el joven, para el vigoroso, para el que tiene esperanza, para el hijo de Dios fiel y creyente, para el santo triunfante.

    “El famoso evangelista Billy Graham, además de otras lecturas que hace, tiene la costumbre de leer cada día cinco salmos y un capítulo del libro de Proverbios. De esta manera lee ambos libros una vez cada mes. Dice que los salmos le enseñan a tratar con Dios mientras que de los proverbios aprende a tratar

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    con los hombres” (James Crane, Nuestro estudio bíblico personal, 1975).

    En el Himnario adventista (2009) hay 99 himnos basados en los Salmos.

    Los Salmos tratan sobre muchos tópicos:

    (1) Sobre la naturaleza (Salmos 8, 19, 29, 104), sobre la historia de la nación (Salmos 46, 68, 79, 105, 106, 114). Hay Salmos didácticos (Salmos 1, 15, 35, 71), mesiánicos (Salmos 2, 22, 69, 72, 110), penitenciales o de arrepentimiento (Salmos 6, 32, 38, 51, 102, 130, 143), imprecatorios, acerca de los enemigos (Salmos 35, 52, 69, 83, 109), sobre la oración, la alabanza y la adoración (Salmos 16, 55, 65, 86, 89, 90, 95-100, 103, 104, 107, 142, 143, 145-150).

    (2) Están los Salmos alfabéticos o acrósticos, que juegan con las letras iniciales como en los Salmos 9, 10, 25, 34, 37, 111, 112, 119, 145 que tienen en el texto hebreo una sucesión alfabética.

    (3) Los Salmos 113 al 118 componen el Hallel, que se recita en las grandes fiestas. Durante la Pascua se cantaban los Salmos 113 y 114 antes de la comida, y después de ésta, los Salmos 115 al 118. Jesús y los discípulos (todos ellos judíos) cantaron estrofas de estos salmos antes de dejar el aposento alto, la noche cuando se dirigió al Getsemaní (Mateo 26:30; Marcos 14:26; La educación, p. 161; El deseado de todas las gentes, p. 626).

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    (4) Hay Salmos de peregrinación (Salmos 120-134), llamados “cánticos graduales” [canción de las subidas] en el sobrescrito. Estos cánticos tal vez eran entonados por los peregrinos mientras iban a las grandes fiestas en Jerusalén.

    Los invitamos a ponerse de pie para cantar uno de ellos: el Salmo 133, como expresión de nuestra alegría de estar juntos en la presencia del Señor. En castellano (Himnario adventista 533):

    ¡CUÁN BUENO Y AGRADABLE,

    VER A HERMANOS JUNTOS!

    SIEMPRE UNIDOS, TODOS EN ARMONÍA,

    LOS HERMANOS EN FRATERNAL UNIÓN.

    En hebreo:

    HINE MA TOV UMANAIM

    SHEBET AJIM GAM IAJAD

    Desarrollo

    ¿QUÉ NOS PUEDEN ENSEÑAR LOS SALMOS?

    El hombre quiere saber de dónde viene, cuál es su origen, y los Salmos afirman que Dios es su Creador

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    Leamos en forma antifonal el Salmo 8

    ¡Oh, Señor, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!

    Has puesto tu gloria sobre los cielos;

    De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza,

    A causa de tus enemigos, para hacer callar al enemigo y al vengativo.

    Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste,

    Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,

    Y el hijo del hombre, para que lo visites?

    Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra.

    Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos;

    Todo lo pusiste debajo de sus pies:

    Ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del campo,

    Las aves de los cielos y los peces del mar;

    Todo cuanto pasa por los senderos del mar.

    ¡Oh Señor, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra!

    Cantar el Salmo 8:

    Salmo 8 (para cantar):

    CUANDO MIRO LOS CLAROS CIELOS

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    Y LO QUE ES OBRA DE TUS DEDOS

    DIGO: ¿QUÉ ES EL HOMBRE

    PARA QUE ACUERDES DE ÉL? (2 VECES)

    TODO LO PUSISTE DEBAJO DE SUS PIES,

    TODO LO QUE PASA POR LA SENDA DE LA MAR.

    ¡OH, MI SEÑOR, SEÑOR NUESTRO,

    CUÁN GRANDE ES TU NOMBRE,

    EN TODA LA TIERRA, Y EN MI CORAZÓN.

    Leamos en forma antifonal el Salmo 92:

    Bueno es alabarte, oh Señor, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo;

    Anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad cada noche,

    En el decacordio y en el salterio, en tono suave con el arpa.

    Por cuanto me has alegrado, oh Señor, con tus obras;

    En las obras de tus manos me gozo.

    ¡Cuán grandes son tus obras, oh Señor! Muy profundos son tus pensamientos.

    El hombre necio no sabe, y el insensato no entiende esto.

    Cuando brotan los impíos como la hierba, y florecen todos los que hacen iniquidad,

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    Es para ser destruidos eternamente.

    El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano.

    Plantados en la casa del Señor, en los atrios de nuestro Dios florecerán.

    Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes,

    Para anunciar que el Señor mi fortaleza es recto, y que en él no hay injusticia.

    El hombre necesita un objeto digno de su admiración; los Salmos aseguran que Dios merece gratitud, alabanza y adoración

    Los Salmos 95 a 100 forman un conjunto de cánticos o antífonas de fiesta dedicados al culto público. Como tales, se nota una estructura que oscila entre la alabanza a Jehová y las razones para dicha alabanza. El primero de este conjunto es el Salmo 95, llamado a veces “Salmo invitatorio”. Consta de dos partes: una invitación al culto (vers. 1-7) y una advertencia contra la incredulidad y la desobediencia (vers. 8-11).

    Leamos la invitación del Sal 95:1-7 en forma antifonal:

    “VENID, aclamemos alegremente al Señor;

    Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación.

    Lleguemos ante su presencia con alabanza;

    Aclamémosle con cánticos.

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    Porque Jehová es Dios grande,

    Y Rey grande sobre todos los dioses.

    Porque en su mano están las profundidades de la tierra,

    Y las alturas de los montes son suyas.

    Suyo también el mar, pues él lo hizo;

    Y sus manos formaron la tierra seca.

    Venid, adoremos y postrémonos;

    Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor.

    Porque él es nuestro Dios;

    Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano”.

    Cantar en hebreo: “Lejú neranená”:

    LEJÚ NERANENÁ (3) LA ADONAI,

    NARÍA (2) LETZUR ISHENU.

    NEKADMÁ FANAV BETODÁ,

    BIZMIROT NARÍA LO.

    El Salmo 100 se destaca entre los salmos de triunfante gratitud. Es la gloriosa culminación de la sucesión de salmos que comienza con el Salmo 95. En el Salmo 100 se invita a todos los

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    pueblos de la tierra a unirse con Israel en un coro de alabanza universal al Señor, porque él es misericordioso y fiel para siempre. El himno “Cantad alegres al Señor” (Himnario adventista, Nº 1) se basa en este salmo. Quizá no haya otro salmo que se use más, tanto en las iglesias como en las sinagogas. Enseña que Dios es el Pastor universal. No hay en él ninguna nota triste.

    Leer en forma antifonal el Salmo 100:

    “CANTAD alegres a Dios,

    habitantes de toda la tierra.

    Servid a Jehová con alegría;

    Venid ante su presencia con regocijo.

    Reconoced que Jehová es Dios;

    Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos;

    Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.

    Entrad por sus puertas con acción de gracias,

    Por sus atrios con alabanza;

    Alabadle, bendecid su nombre.

    Porque Jehová es bueno;

    para siempre es su misericordia,

    Y su verdad por todas las generaciones”.

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    Cantemos el Himno 1: “Cantad alegres al Señor”.

    El hombre necesita liberación y salvación; los Salmos dicen que Dios lo hace

    Hacer alusión al Salmo 96:1-9.

    Hacer alusión al Salmo 98.

    El hombre necesita orientación; los Salmos muestran que Dios lo instruye mediante su Palabra

    Leamos en forma antifonal el Salmo 119:1-11:

    Bienaventurados los perfectos de camino, los que andan en la ley del Señor.

    Bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan;

    Pues no hacen iniquidad los que andan en sus caminos.

    Tú encargaste que sean muy guardados tus mandamientos.

    ¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos para guardar tus estatutos!

    Entonces no sería yo avergonzado, cuando atendiese a todos tus mandamientos.

    Te alabaré con rectitud de corazón cuando aprendiere tus justos juicios.

    Tus estatutos guardaré; no me dejes enteramente.

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    ¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.

    Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos.

    En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.

    Cantar Salmo 119:9, 11.

    Salmo 119:9, 11 (para cantar):

    ¿CON QUÉ LIMPIARÁ EL JOVEN SU CAMINO? (2 VECES)

    CON GUARDAR TU PALABRA (2 VECES)

    EN MI CORAZÓN HE GUARDADO TUS DICHOS

    PARA NO PECAR CONTRA TI (2 VECES)

    Cantar en hebreo SHALOM ALEIJEM.

    Conclusión

    Es verdad lo que enseñan los Salmos; que el hombre está en dificultades, así dicen los Salmos. Entonces agregan algo que nosotros necesitamos saber, que Dios lo socorre. Por ello Dios es digno de alabanza.

    Vamos a ponernos de pie para LA BENDICIÓN SACERDOTAL: en hebreo y español.

    IEBAREJEJÁ ADONAI

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    VEISHMEREJA. IAER ADONAI

    PANAV ELEIJA VIJUNEKA.

    ISÁ ADONAI PANAV ELEIJA

    VEIASEM LEJÁ SHALOM.

    QUE EL SEÑOR TE BENDIGA Y TEPROTEJA;

    QUE EL SEÑOR TE MIRE CON AGRADO

    Y TE MUESTRE SU BONDAD;

    QUE EL SEÑOR TE MIRE CON AMOR

    Y TE CONCEDA LA PAZ.

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    POR QUÉ CANTAN LOS ÁNGELES

    Introducción

    Si el cielo tuviera una puerta, yo quisiera entrar por ella por muchas razones, entre otras para escuchar cantar a los ángeles, a los seres que rodean el trono de Dios. Lo fascinante de las revelaciones de Dios a los profetas es que ocasionalmente ellos vieron una puerta tal y fueron invitados a pasar.

    En realidad no sabemos cómo cantan los ángeles, aunque sospechamos que lo hacen maravillosamente. Lo que sí sabemos es por qué lo hacen.

    ¿Importa acaso saber por qué cantan los ángeles? Sí, porque son ellos los seres que mejor conocen a Dios por vivir más cerca de él. Además porque presentan los motivos más puros y elevados de la genuina alabanza. Entremos pues por la puerta abierta y sintamos la seducción sagrada y la motivación del canto de los ángeles.

    Desarrollo

    Los ángeles cantan junto al trono de Dios en la visión de Isaías (Isaías 6:1-8)

    Aquí el texto:

    “En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había

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    serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.

    Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí”.

    En esta escena, los ángeles cantan porque Dios, el gran Rey del cielo, es completamente santo, y porque su gloriosa presencia no conoce límites. Aún los serafines se acercan al Señor con actitud de homenaje y reverencia. Con dos de sus alas cubrían su rostro.

    Es bueno notar que el cielo puede purificar los labios humanos para que puedan adorar a Dios. El altar del incienso del cual se tomó el carbón encendido era el altar de la intercesión, símbolo de la obra mediadora de Cristo.

    Los seres celestiales cantaban: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6:3).

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    Félix Mendelsohn (1809-1847) presentó muy bien el coro antifonal de los ángeles en su famoso “Heilig” (Santo), una de las más bellas obras inspiradas en el capítulo sexto de Isaías.

    El himno 60 del Himnario adventista (2009) se inspiró en la misma visión. Su letra dice: “¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! Tu gloria llena cielos y tierra. ¡Hosanna, hosanna, gloria a Dios! Te bendecimos, te adoramos, glorificamos tu nombre, oh Dios. ¡Oh, Rey del cielo, oye clemente nuestra ferviente y humilde voz!”.

    Los ángeles cantan en las colinas de Belén (Lucas 2:8-14)

    “Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto os servirá de Señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alaban a Dios y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”.

    Los ángeles cantan en este nuevo escenario por causa de la encarnación de Cristo, por la salvación y la paz que vino a traer a los hombres.

    Los ángeles cantan porque en el niño de Belén el cielo y la tierra se han reconciliado. “En este cántico de los ángeles hay un

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    equilibrio poético entre ‘gloria’ y ‘paz’, entre ‘Dios’ y ‘hombres’, entre ‘alturas’ y ‘tierra’. El plan de salvación reconcilia a Dios con los hombres dando paz a los hombres y gloria a Dios” (Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 5, p. 684). Gracias a la encarnación de Cristo es posible dar gloria a Dios y disfrutar de su paz.

    Los ángeles decían: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14).

    Esas son las razones válidas por las cuales los ángeles cantan diciendo, tal como la tradición latina lo ha expresado: “Gloria in Excelsis Deo”, es decir “¡Gloria a Dios en las alturas!”.

    El himno 92 del Himnario adventista (2009) tiene un cántico basado en la alabanza de los ángeles: “Ángeles cantando están bella y celestial canción. Sus palabras gozo dan a la entera creación. Gloria, in excelsis Deo, gloria, in excelsis Deo. Hoy anuncian con fervor paz y buena voluntad; pues nació el Salvador de la pobre humanidad. Gloria, in excelsis Deo, gloria, in excelsis Deo”.

    Los ángeles cantan junto al trono de Dios en Apocalipsis (Apocalipsis 4:8; 5:11-14; 7:11)

    “Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo,

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    santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir” (Apocalipsis 4:8).

    “Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Apocalipsis 5:11, 12).

    En la escena celestial del Apocalipsis los ángeles cantan porque Dios es el ser tres veces santo, poderoso y eterno. Los ángeles cantan además porque Jesús es el Cordero sacrificado para salvación de los hombres.

    Vemos que la creación, la redención y la providencia pueden generar también en los creyentes un movimiento permanente de alabanza al nombre de Dios.

    Así decían los seres celestiales: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir” (Apocalipsis 4:8). “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Apocalipsis 5:12).

    El himno 61 del Himnario adventista (2009) capta esta escena de adoración angelical: “Santo, Santo, Santo; Dios Omnipotente; canto de mañana tu excelsa majestad; Santo, Santo, Santo, fuerte y clemente, Dios sobre todo, Rey de eternidad. Santo, Santo, Santo; ángeles te adoran; echan sus coronas del trono en derredor; miles y millones ante ti se postran; tú que eras, y eres, y has de ser, Señor. Santo, Santo, Santo; aunque estés velado,

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    aunque el ojo humano tu faz no pueda ver: sólo tú eres santo, como tú no hay otro; puro es tu amor, perfecto es tu poder”.

    Conclusión

    De este lado de la eternidad nunca podremos cantar como lo hacen los ángeles; pero es posible cantar por las mismas razones por las que ellos alaban continuamente el nombre de Dios. Más aún, tenemos en nuestra experiencia de salvación motivos adicionales que ni siquiera los ángeles pueden invocar.

    Es posible hacer de nuestra vida terrena un anticipo de la alabanza eterna que nos aguarda en la presencia del Señor. Tales son algunas de las lecciones del canto de los ángeles.

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    A LOS PIES DE JESÚS, EN BUSCA DE REAVIVAMIENTO

    Introducción

    Si tuviéramos que confeccionar una lista de las necesidades de la iglesia, ¿qué destacaríamos? Respuestas posibles: liderazgo, recursos, infraestructura, capacitación, equipamiento, compromiso, coordinación, espiritualidad, espíritu misionero, etc.

    Muchas veces estas carencias son síntomas de necesidades mayores, por lo que no se logra suplirlas con informaciones, exhortaciones, promociones ni amenazas.

    Elena G. de White identifica claramente cuál es la mayor insuficiencia colectiva del adventismo. En una de sus exhortaciones más notables en procura de reavivamiento y reforma, publicada en la Review and Herald del 22 de marzo de 1887, bajo el título de “La necesidad de la iglesia” (Mensajes selectos, tomo 1, ps. 141-149), dice: “La mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la de un reavivamiento de la verdadera piedad en nuestro medio. Procurarlo debiera ser nuestra primera obra” (Mensajes selectos, tomo 1, p. 141).

    Existen también necesidades personales. La teoría psicológica propuesta por Abraham Maslow se conoce como la “pirámide de Maslow” o jerarquía de las necesidades humanas (Obra: Una teoría sobre la motivación humana [1943]).

    Autorrealización

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    Estima – reconocimiento

    Sociales - afiliación

    Seguridad

    Fisiológicas

    Las primeras (base) son de supervivencia, las superiores son de crecimiento. La teoría dice que conforme se satisfacen las necesidades más básicas, los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados. En realidad, la mayor necesidad de la iglesia es también la mayor necesidad de sus miembros particulares.

    Un relato del Evangelio identifica la mayor de todas las necesidades y la forma de satisfacerla: Lucas 10:38-42. “Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”. A partir de este relato queremos pensar en algunos elementos que hacen al verdadero reavivamiento.

    Desarrollo

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    El reavivamiento se construye a partir de una relación personal y espiritual con Jesús

    Las dos hermanas eran religiosas; ambas apreciaban a Cristo; pero tenían preocupaciones diferentes y actitudes diferentes. Marta tenía tanto que hacer que no se tomó tiempo para estar con Cristo. María se tomó el tiempo y estuvo en la presencia de Cristo sin apuros ni afanes.

    Cristo enseñó que esa es nuestra mayor necesidad cotidiana, la de ocuparnos en mantener una relación personal y espiritual con Jesús.

    El reavivamiento implica escuchar la palabra del Señor, hablar con el Señor y recibir de su Espíritu

    Esto implica un regreso a la Biblia y a los testimonios. Escribió el pastor Robert H. Pierson: “Hablamos con anhelo y esperanza de un reavivamiento. En tiempos pasados los conceptos de reavivamiento y reforma se relacionaron estrechamente con el estudio de la Palabra divina. Lo mismo debería suceder en la Iglesia Adventista de la actualidad. Un reavivamiento y una reforma genuinos ocurrirán únicamente cuando, como pueblo, volvamos a la Biblia” (Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 1, p. 11).

    “Por todo el mundo se necesita un reavivamiento en el estudio de la Biblia. Ha de llamarse la atención, no a los asertos de los hombres, sino a la Palabra de Dios. Cuando esto se haga, se realizará una obra poderosa. Cuando Dios declaró que su Palabra no volvería a él vacía, quiso decir todo lo que dijo. El

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    Evangelio ha de ser predicado a todas las naciones. La Biblia ha de ser abierta ante la gente” (Manuscrito 139, 1898, citado en El evangelismo, p. 334).

    “Cuando los libros de Daniel y Apocalipsis sean mejor entendidos, los creyentes tendrán una experiencia religiosa completamente distinta. Recibirán tales vislumbres de los portales abiertos del cielo que se les grabará en la mente y el corazón el carácter que todos deben desarrollar a fin de comprender la bendición que será la recompensa de los de corazón puro” (La educación, p. 114).

    “Dediquemos más tiempo al estudio de la Biblia. No entendemos la Palabra como deberíamos. El libro del Apocalipsis se inicia con una orden a entender la instrucción que contiene [...] Cuando como pueblo comprendamos lo que este libro significa para nosotros, se verá entre nosotros un gran reavivamiento” (Testimonios para los ministros, p. 113).

    “Si las amonestaciones y los reproches que se presentan en la Palabra de Dios y en los testimonios de su Espíritu no son lo suficientemente claros, ¿qué palabras lo serán, como para producir un reavivamiento y una reforma? (Diario, Manuscrito 108, del 14 de agosto de 1901, citado en Alza tus ojos, p. 238).

    “Los cristianos deben prepararse para lo que pronto ha de estallar sobre el mundo como sorpresa abrumadora, y deben hacerlo estudiando diligentemente la Palabra de Dios y esforzándose por conformar su vida con sus preceptos [...]. Dios pide un reavivamiento y una reforma. Las palabras de la Biblia, y de la Biblia sola, deben oírse desde el púlpito. Pero la Biblia ha

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    sido despojada de su poder, y el resultado se ve en la reducción del tono de la vida espiritual. En muchos sermones que se pronuncian hoy no hay manifestación divina que despierte la conciencia y comunique vida al alma” (Profetas y reyes, ps. 462, 463).

    Se necesita además un redescubrimiento de la comunión y la oración. “Ha llegado la hora de hacer una reforma completa. Cuando ella principie, el espíritu de oración animará a cada creyente, y el espíritu de discordia y de revolución será desterrado de la iglesia” (Joyas de los testimonios, tomo 3, p. 254).

    “Sería bueno que cada día d