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¿Qué clase de cosas buenas obran para nuestro bien? El poder de Dios, por ejemplo, nos da fuerzas en medio de los problemas. Dios fortaleció a Daniel cuando estaba en el foso de los leones, a Jonás cuando se encontraba en el vientre de la ballena y a los tres jóvenes hebreos cuando los echaron en el horno de fuego. Cuando Dios libró a David de las manos asesinas del rey Saúl, David declaró: Salmos 18:1-2 “1 ¡Cuánto te amo, Señor, Fuerza mía! 2 El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco En que me refugio. Es mi escudo, El Poder Que me salva, ¡Más alto mi escondite!”
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El poder de Dios, por ejemplo, nos da fuerzas en medio de los problemas. Dios fortaleció a
Daniel cuando estaba en el foso de los leones, a Jonás cuando se encontraba en el vientre
de la ballena y a los tres jóvenes hebreos cuando los echaron en el horno de fuego. Cuando
Dios libró a David de las manos asesinas del rey Saúl, David declaró:
Salmos 18:1-2 “1 ¡Cuánto te amo, Señor, Fuerza mía! 2 El Señor es mi roca, mi amparo, mi
libertador; es mi Dios, el peñasco En que me refugio. Es mi escudo, El Poder Que me salva,
¡Más alto mi escondite!”
Colosenses 1:11 “11y ser fortalecidos en todo sentido con su glorioso poder. Así
perseverarán con paciencia en toda situación”
El poder de Dios nos fortalece cuando estamos débiles. Pablo observó que la fortaleza de
Dios se puso de manifiesto cuando él se sentía débil:
2 Corintio 12:9 “pero él me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en
la debilidad.» Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para
que permanezca sobre mí el poder de Cristo.”
En otras palabras, Dios le prometió a Pablo que en medio de la debilidad y frustración que
le producía este aguijón, encontraría mucho más presente el poder de Dios. Luego de
escuchar tales palabras de Dios, Pablo puede jactarse de sus debilidades, no porque las
disfrute, sino porque sabe que el poder de Cristo descansa en él en su debilidad.
Cuando nos faltan las fuerzas Dios nos infunde las suyas:
Isaías 40:31 pero los que confían en el renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas:
correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán.”
Un ejemplo de ello es su promesa al perdonar nuestros pecados. David escribió:
Salmos 103:12 “Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente
está el occidente.”
Miqueas, hablando del perdón de Dios hacia su pueblo, escribió:
Miqueas 7:19 “Vuelve a compadecerte de nosotros. Pon tu pie sobre nuestras maldades y
arroja al fondo del mar todos nuestros pecados.”
2 Timoteo 3:16-17 “16Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para
reprender, para corregir y para instruir en la justicia, 17a fin de que el siervo de Dios esté
enteramente capacitado para toda buena obra.”
El término griego que se traduce como “enseñar” se refiere al conjunto de verdades
doctrinales que deben gobernar nuestros pensamientos y acciones. “Redargüir” sugiere
poner a la luz la conducta pecaminosa y las enseñanzas erróneas. “Corregir” significa
“enderezar” o “levantar”. Las escrituras pueden restaurarnos a una correcta posición
espiritual. “Instruir en justicia” se refiere a la habilidad de las Escrituras a llevarnos a la
madurez.
Aunque es importante saber que las cosas buenas obran para nuestro bien, el enfoque
principal de Pablo en Romanos 8 es que las cosa malas también obran para nuestro bien.
Obsérvese cuidadosamente, sin embargo, que: no debemos redefinir lo malo y pretender
que es bueno. Dios odia eso.
Isaías 5:20 “¡Ay de los que llaman a lo malo bueno y a lo bueno malo, que tienen las
tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por
amargo!”
Las cosas malas siempre son inherentemente malas, el pecado es pecado, la maldad es
maldad y ninguno de los dos jamás cambiará. Pero podemos tener confianza en que Dios
soberanamente controla cualquier cosa mala para que a la postre obre para nuestro bien.
El sufrimiento es el padecimiento, la pena o el dolor que experimenta una persona. Se trata
de una sensación, consciente o inconsciente, que aparece reflejada en padecimiento,
agotamiento o infelicidad. Ante el sufrimiento, se produce una serie de emociones o
estados, como la frustración o la ansiedad. El sufrimiento emocional también puede tener
correlato en el cuerpo a través de la sed o hasta la pérdida de conciencia.
El sufrimiento es un resultado de la maldición. Si el pecado no hubiese entrado en el mundo,
no habría sufrimiento ni dolor ni tristeza ni muerte. Aunque el sufrimiento en sí no es
maligno, sí es el resultado de un mundo malvado.
Uno de los primeros ejemplos bíblicos que encontramos de cómo Dios obra tales
males para bien es el sufrimiento de José:
Génesis 37:20-28 “20 Ahora sí que le Llegó la hora. Vamos a matarlo y echarlo en una de
ESTAS cisternas, y diremos Que lo Devoro animal salvaje un. ¡Y una versión En que
Terminan SUS sueños! 21 de Cuando Rubén escucho ESTO, Intento librarlo de las garras
de Sus hermanos, Así Que les propuso: -No lo matemos. 22 No derramen sangre. Arrójenlo
En Esta cisterna en el desierto, Pero no le Pongan la mano Encima. Rubén ESTO PORQUE
DIJO do era Intención Rescatar a José y devolverlo un padre su. 23 de Cuando José Llegó
Adonde Esteban sus hermanos, le arrancaron la túnica especial de mangas Largas, 24 lo
agarraron y lo echaron En Una cisterna Que estaba Vacía y seca. 25 LUEGO SE sentaron a
comer. En la ESO, al levantar la vista, divisaron Una caravana de ismaelitas Que venía de
Galaad. Sus Camellos Esteban Cargados De perfumes, bálsamo y mirra, Que llevaban un
Egipto. 26 Entonces Judá les propuso una suspensión hermanos: - ¿De Qué ganamos
estafa matar a Nuestro hermano y Ocultar do muerte? 27 En Vez de eliminarlo,
vendámoslo A Los ismaelitas; al aleta de cuentas, es nuestro de la Propio hermano. Sus
hermanos estuvieron de acuerdo Con El, 28 ASI CUANDO Que los mercaderes madianitas
se acercaron, Sacaron a José de la cisterna y lo vendieron a sí los ismaelitas porción veinte
Monedas de plata. FUE ASI COMO SE llevaron a José a Egipto.”
Posteriormente lo encarcelaron injustamente. Pero Dios lo capacitó para que interpretara
un sueño de Faraón y lo proviniese de una hambruna que vendría…
Génesis 50:20 “Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese
mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente.”
José comprendió que las injusticias que había sufrido eran parte del plan soberano de Dios
para su vida.
El sufrimiento nos enseña a odiar el pecado y ponen de manifiesto el pecado de
nuestra vida. Cuando todo va bien, es fácil sentirse piadoso. Pero tan pronto las
cosas se desploman y los problemas surgen, nace una mayor tentación de que uno
se enfade con Dios. Fácilmente podemos perder la paciencia y comenzar a dudar de
su bondad. Los sufrimientos, no solo exponen el pecado, sino también lo echan
fuera.
Job 23:10 “Él, en cambio, conoce mis caminos; si me pusiera a prueba, saldría yo puro
como el oro.”
El sufrimiento revela que somos hijos de Dios.
Hebreos 12:6-8 “6porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el que recibe
como hijo.» 7Lo que soportan es para su disciplina, pues Dios los está tratando como a
hijos. ¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina? 8Si a ustedes se les deja sin la disciplina
que todos reciben, entonces son bastardos y no hijos legítimos.”
Se llama bastardo al hijo nacido fuera de matrimonio o ilegítimo, de padre desconocido. Los
bastardos han sido siempre considerados como inferiores a los hijos legítimos y algunas
veces tratados con el mayor rigor.
El sufrimiento también nos impulsa a Dios. En la prosperidad el corazón fácilmente
está dividido. Es por eso que Dios advirtió a los israelitas a no olvidarse de Él cuando
los introdujo en la Tierra Prometida.
Deuteronomio 6:10-13 “10»El Señor tu Dios te hará entrar en la tierra que les juró a tus
antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Es una tierra con ciudades grandes y prósperas que
tú no edificaste, 11con casas llenas de toda clase de bienes que tú no acumulaste, con
cisternas que no cavaste, y con viñas y olivares que no plantaste. Cuando comas de ellas
y te sacies, 12cuídate de no olvidarte del Señor, que te sacó de Egipto, la tierra donde
viviste en esclavitud. 13»Teme al Señor tu Dios, sírvele solamente a él, y jura sólo en su
nombre.”
Cuando todo en nuestra vida es cómodo, nos inclinamos a preocuparnos de nuestra casa,
el coche, el trabajo, el negocio, el armario. Pero imagínese que un ser querido contrae
enfermedad mortal. Eso cambiaría nuestros valores y nos impulsaría hacia Dios, algo que
sería una buena respuesta a una situación trágica.
Nos hace depender de Dios. Cuando un animal ve a un cazador, corre a un sitio
seguro. Asimismo, cuando el maligno lanza sus dardos encendidos, debemos huir al
trono de la gracia de Dios, para que Él nos proteja. La lucha en contra de la tentación
nos hace ver cuán débiles en realidad somos y nos hace comprender que no
tenemos razón para sentirnos orgullosos de nosotros mismos.
Hebreos 4:15-16 “15Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de
nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que
nosotros, aunque sin pecado. 16Así que acerquémonos confiadamente al trono de la
gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más
la necesitemos.”
Gálatas 6:1 “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales
deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede
ser tentado.”
La tentación nos hace desear el cielo.
Filipenses 1:21 “Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia.”
Pablo tenía una expectativa equilibrada, sin embargo porque seguidamente dijo:
Gálatas 6:1 “23Me siento presionado por dos posibilidades: deseo partir y estar con Cristo,
que es muchísimo mejor, 24pero por el bien de ustedes es preferible que yo permanezca
en este mundo.”
Es estar implicado en un ministerio que nos necesite será motivo suficiente para seguir
adelante a pesar de cualquier prueba y tentación que experimentamos.
Dios promete que todas las cosas a la postre obrarán para nuestro bien, y eso incluye la
peor de todas: El pecado. Su promesa no disminuye la fealdad del pecado ni la belleza de la
santidad. El pecado es intrínsecamente malvado y merecedor del infierno eterno. Pero en
su infinita sabiduría Dios lo gobierna para nuestro bien. ¿Cómo?
Cuando vemos el pecado y sus efectos en otras personas, experimentamos una santa
indignación (ira, rabia, cólera) en su contra. Eso nos conduce a ser más fuertes en nuestra
oposición al mal. Y también nos volvemos más agradecidos de que el Señor nos haya librado
del pecado.
Cuando tomamos consciencia del pecado en nuestra propia experiencia, el Espíritu Santo
nos empuja a examinar nuestro corazón a la luz de la Palabra de Dios. Debemos pedirle a
Dios que escudriñe nuestras almas para encontrar algún pecado latente, tal como
desearíamos que el medico descubriese un cáncer oculto en nuestro cuerpo. Un remedio
apropiado no puede recetarse antes de conocerse la enfermedad. Es por eso que Job clamó
a Dios:
Job 13:23 “Enumera mis iniquidades y pecados; hazme ver mis transgresiones y ofensas.”
Es mejor que encontremos nuestros pecados y no que nuestros pecados nos encuentren a
nosotros. Debemos tener este hábito toda la vida: cuando nos percatamos de un pecado
personal, hay que extirparlo inmediatamente.
Nos obliga a estar espiritualmente alerta. Nuestro corazón es como un castillo que
corre el peligro de cada hora que pasa la carne y el diablo lo asalten. Debido a que
esto es así, debemos ser como soldados que siempre están vigilantes en espera de
un ataque enemigo. Aunque Dios soberanamente hace que nuestro pecado obre
para bien, nunca debemos contemplar esa maravillosa promesa como una licencia
para pecar.
Romanos 6:1-2 “1¿Qué concluiremos? ¿Vamos a persistir en el pecado, para que la gracia
abunde? 2¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos
seguir viviendo en él? 6Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para
que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo
esclavos del pecado;”
Hacernos como Cristo es el destino que Él soberanamente ha designado para nosotros antes
de la fundación del mundo. Puesto que nada puede frustrar su soberano propósito,
podemos decir:
Filipenses 1:6 “Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá
perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús.”
Romanos 8:28 “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de
quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.”