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Si las cosas no ocurrieron como las cuento, llegará el día en que si serán así. Caballero Bonald

Cronica viaje a suiza 2001 por fede

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Cronica viaje a suiza 2001 por fede

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Si las cosas no ocurrieron como las cuento, llegará el día en que si serán así.

Caballero Bonald

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Por fin llegó el gran día. Habíamos quedado con Marco para que nos recogiera de nueve y cuarto a

nueve y media en la esquina de casa pero por diversas circunstancias, sobre todo porque es difícil mover a tres niños, llegaron a las diez menos diez, y al ver nuestros sacos de dormir cayeron en que ellos no habían echado los suyos, por lo que tuvimos que volver a recogerlos a su casa y continuar para Mairena del Alcor.

Cuando llegamos nos estaban esperando Mari, Paco y Antonio, por lo que

después de dejar a las niñas en casa de una hermana de Carmen, al lado de la plaza donde nos estaban esperando, nos reunimos con ellos e hicimos un reajuste de bultos de forma que hubiera mas espacio en el coche de Marco, una vez todo dispuesto nos unimos en un abrazo deseándonos muy buen viaje.

Iniciamos el viaje, Marco, Carmen, Mª Paz y yo en el coche de Marco, al que

le habíamos dado la vuelta a la primera fila de asientos para que se pudieran apoyar las piernas, con lo que estaba muy cómodo y Mari, Antonio y Paco en el de Paco que solamente llevaba un asiento atrás y todo lo demás lleno de bolsas, maletas y las bicicletas de ellos dos.

Nuestra primera parada fue para echar gasoil en Carmona y ya después

aguantamos hasta una venta pasado Despeñaperros donde dejaron salir lo que el cuerpo, mas fuerte que la voluntad, ya no quería guardar, todos menos Antonio y yo que compartimos una lata de cerveza Cruzcampo que llevaban en una nevera de las que funcionan enchufándola al mechero del coche.

Sobre las tres paramos en el Restaurante Los Guzmanes, pasado Madrilejos,

unos comimos paellas, de las preparadas para terminarlas en el horno, que estaban bastante buenas y otros tomaron fideuá, que por lo visto estaba regular, de postre natillas para todos y café. En la mesa de al lado estaba comiendo Jorgi Dan, el cantante, bastante hortera por cierto.

Al salir vimos un puesto de melones y compramos un par con idea de

tenerlos para postre cuando tomáramos los lomitos que tambien llevábamos. Continuamos y atravesamos Madrid sin ninguna dificultad pues no había

circulación y al cabo de un rato, pasado Guadalajara, cogí yo el coche y aunque al principio me resultaba un poco grande me fui haciendo con él de forma que al poco tiempo iba bastante cómodo, Marco se quedó dormido rápidamente y así llegamos al área de servicio de Los Monegros donde paramos a merendar, zumos de naranja, que nos clavaron, unas magdalenas y unos Donuts.

Seguimos hasta La Junquera en cuya Area de Servicio se encuentra el Hotel

Porta Catalana a donde llegamos sobre las doce y media, una vez que Mari nos

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presentó a su inseparable almohada, que le es indispensable para sobrellevar su problema de asma, repartidas las habitaciones y dejadas las maletas nos fuimos a comer algo en el self-service que había en el mismo hotel pero ya a esta hora eran todos bocadillos que fue lo que comimos, Antonio intentó comprar en una tienda que había, una botella de coñac para regalársela a Markus, pero no se la vendieron, porque eran mas de las doce y a partir de dicha hora no veden alcohol, subimos a las habitaciones y quedamos en vernos al día siguiente sobre las ocho en el hall del hotel.

Hoy hemos recorrido mil trescientos veintidós kilómetros, que sin embargo

no se han hecho excesivamente pesados, quizás porque nos lo esperábamos peor, el paisaje conocido y monótono, a excepción del espectacular Despeñaperros, hasta llegar a Zaragoza que aún con la aridez de los Monegros pero es otra cosa, porque después de pasar por aquí algunas veces hoy me he dado cuenta de la cantidad de puertecitos de quinientos, seiscientos metros por los que se pasa, no se si antes no estaban señalizados o es que ahora me fijo mas en estas cosas, impresionante el cinturón industrial de Barcelona, aunque lo vimos de noche son kilómetros y kilómetros de fábricas mayormente químicas y electrónicas.

Los dos puntos más conflictivos que esperábamos, las circunvalaciones de

Madrid y Barcelona, muy fluida la de Madrid y la de Barcelona se pasa por lo menos a una veintena de kilómetros por lo tanto muy bien.

Durante el viaje, Antonio ha ido contando diferentes historias y ha estado

dando clase de alemán a Paco, que aun no ha cogido la tonalidad del idioma.

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Nos hemos levantado temprano y a las ocho menos diez nos hemos

encontrado con Antonio, Mari y Paco que ya estaban en la recepción, fuimos a tomar un café a una máquina que habíamos visto la noche anterior y estuvimos tomándolo mientras bajaron Marco y Carmen, no desayunamos en el hotel porque era bastante caro, así que mientras cargábamos las maletas en los coches nos tomamos algún pastelillo de los que Antonio llevaba para la ruta.

Echamos gasoil en la gasolinera de La Junquera y recorrimos los doce

kilómetros hasta la frontera, en los que existen antiguas construcciones militares de defensa, la frontera está totalmente desmontada y pasamos sin pararnos, por lo que a las nueve menos diez atravesamos la ya virtual frontera francesa, sí me llamó la atención la poca altura que tienen aquí los Pirineos que no pasan de ser unos cerrillos.

Pasamos por Perpignan, los que nos trajo recuerdos de juventud, vividos u

oídos, y Narbona y paramos a desayunar, por fin dijeron algunas, en el área de servicio de La Palme en la cafetería Calypso, muy bueno y abundante, fue nuestro primer contacto con un Self-Service en serio, lo de la noche anterior fue mera aproximación, de los muchos que utilizaríamos a lo largo de todo el viaje y aunque este era bueno después los veríamos mejores.

Seguimos el viaje con unas vistas muy bonitas del mar a la derecha y algunos

barcos en el horizonte en fila para entrar, supongo, en el puerto de Marsella, pasamos por Montpellier, Nimes, Valence y Lyon que no vimos porque la autopista pasa lejos, es lo malo de las autopistas que te trasladas rapidísimo de un punto a otro pero lo del medio te lo dejas sin ver, lo que sí vimos fueron dos centrales nucleares, a pie de carretera, con sus grandes y chatas chimeneas echando humo, que solo pasar por su lado impresionaba.

A las tres menos cuarto llegamos a la frontera suiza donde tampoco

preguntan nada, pero si te hacen pagar cuarenta francos para poder circular por todas las carreteras suizas sean o no autopistas, de recibo te dan una pegatina que tienes que poner en el cristal delantero y “pa lante”

Como apunte cultural, diremos que el nombre de Suiza proviene de Schwyz,

cantón que junto con el de Uri y Niwalden se unieron en un pacto perpetuo para la defensa mutua de sus derechos y libertades el uno de agosto de mil doscientos noventa y uno contra los Habsburgo alemanes, por eso la fiesta nacional es el uno de agosto. El nombre oficial traducido del romanche es Confederación Helvética.

Paramos a comer en el área de servicio, Aire Lac, pasado Ginebra, cerca de

Nyon, en un restaurante COOP, aquí ya vimos diferencias con el anterior, comimos

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a base de ensaladas, que te preparabas a tu gusto de entre todo tipo de verduras, hortalizas, quesos, embutidos, etc. y fruta troceada que no tenias que pelar, era lo que mas me gustaba, comer fruta sin mancharte las manos y sin tener que utilizar depuradas técnicas en el manejo del cuchillo y tenedor.

Para hacernos los honores comenzó a chispear un poco antes de llegar al

área de servicio por lo que no pudimos comer en una espléndida terraza que había, pero lo hicimos tras una cristalera que permitía ver un valle con las montañas todo verde y las vacas pastando con sus inseparables cencerros como música de fondo. Tanto el paisaje como el comportamiento de las personas había cambiado sustancialmente.

Después de tomar un café en el bar de abajo, con algunos mal entendido por

parte de la camarera sobre la leche de Mari, proseguimos nuestro viaje rodeando el lago Lemans y pasando por Lausanne que vimos allá abajo a orillas del lago.

Nos detuvimos en el Area de La Gruyere donde hay otro lago encajonado

entre montañas, un sitio precioso, además, había una colección de esculturas de vacas pintadas de colores, Marco hizo las primeras fotos con su cámara digital aunque el trípode no le funcionó, pues era muy pequeño para la cámara, lo que obligó a Paco a revolcarse por los suelos, ante la mirada atónita de propios y extraños, pero nos reímos mucho y al final incluso consiguió hacer algunas fotos.

Aquí empezó Antonio a impacientarse un poco y dijo una frase clave “¡YO

NO DIGO LAS COSAS MAS QUE UNA VEZ!”, frase que cogida al vuelo por Paco fue utilizada abundantemente durante el resto del viaje, cada vez que Antonio decía la hora de salida, a donde había que ir o por donde había que tirar y que pasará a engrosar las entradas del diccionario de la Peña.

Rodeando el lago de Zurich llegamos a Uznach, donde vive Markus, el amigo

de Antonio que tanto le ha ayudado en la preparación del viaje y que nos iba a alojar esa noche. Vive en una zona residencial, en una casa típica de la construcción que por aquí se hace con dos plantas por un lado y tres por el otro aprovechando el desnivel del terreno con un jardín, sin valla, por delante con césped y flores y por detrás césped y arboles frutales.

Nos acogieron estupendamente, el habla perfectamente el español, aunque

se pierde un poco con los giros y las doble intenciones y está casado con una chica cubana, de nombre Carmen, que es puro Caribe, tanto en su forma de hablar como de comportarse, tienen dos hijos pequeños Víctor y Felix a los que con nuestra presencia les alteramos el sueño. Allí nos estaba esperando Inmaculada, que había preferido irse en avión.

Estuvieron extremosísimos e inmediatamente sacaron unas cervezas y un

vino muy bueno, pues él es muy aficionado a los vinos y tiene una bodeguita en su

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casa, probé la cerveza de maíz, es como más espesa que la de cebada y harta mucho mas, por lo que no te puedes tomar más que una.

Después nos dieron de cenar una gran ensalada con queso mozzarrella y a

continuación espagueti con una salsa de carne con tomate muy buena, pero había hecho tal cantidad que sobraron dos fuentes, de postre fruta del tiempo pero sobre todo chocolates varios a cual más bueno.

Después de un rato de charla las señoras se fueron a acostar en una

habitación de la planta alta y los hombres nos fuimos a la terraza, donde se estaba muy agradable, a tomarnos unas copas de coñac del que prepara Antonio.

Antes de esta distribución, Marco decidió que tenía sueño y que se

acostaba, por lo que se echó en el sofá, se desmayó inmediatamente, metido en el saco y en la postura de los enterramientos del antiguo Egipto, se parecía, como alguien dijo a Tutankamon, quedando inmortalizado en una fotografía ante el jolgorio general.

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La noche anterior nos habíamos acostado muy tarde pues estuvimos en la

terraza muy agradable aunque en un momento empezó a llover un poco, pero echamos el toldo y a seguir Paco contando chistes que después había que explicar a Markus y Carmen que lógicamente no cogían los dobles sentidos, así estuvimos, entre chiste y copa de coñac elaborado por Antonio, hasta las tres y media de la mañana.

Markus, muy amablemente, se levantó temprano para prepararnos el

desayuno, con mantequilla riquísima, mermeladas, quesos, embutidos, frutas, y café, todo en abundancia y buenísimo, lo menos favorable fue que estaba lloviendo, pero oímos, Markus oyó y nos tradujo, el parte meteorológico en el que anunciaba que no iba a llover por la zona por donde teníamos que ir.

Y por fin iniciamos el pedaleo, salimos de casa de Markus sobre las nueve,

después de dar los últimos toques a las bicicletas y al equipaje. Se desveló el secreto que nos había anunciado Antonio, le había acoplado una cámara de vídeo al manillar de la bicicleta.

El inicio, bajo una fina lluvia, por supuesto fue subiendo una importante

cuesta por el pueblo, precioso, con las casas típicas que después veríamos por todas partes pero que aquí nos llamaba mucho la atención al ser las primeras, también nos entró un poco de complejo al ver a Markus con una bicicleta nada especial, subir la cuesta con una mano en el bolsillo y en chanclas, pues en el colmo de la amabilidad nos acompañó hasta la salida del pueblo para indicarnos el camino, además de haberse levantado muy temprano para prepararnos el desayuno, todo esto siendo sus últimos días de vacaciones.

Subimos por una carretera bastante estrecha hasta Steinenbrucke. Donde

cogimos un camino muy bonito con vistas sobre el lago de Zurich y un monasterio encima de una colina, por aquí fue la primera sesión fotográfica pues el sitio merecía la pena, tambien empezamos a ver en los jardines de las casas figuritas de gnomos, enanos de Blancanieves, y todo tipo de animales, que le daba un aire infantil al entorno.

Llegamos a una carretera por la cual bajamos a Wattwil en donde de nuevo

cogimos un camino, al poco, y tras algunas buenas bajadas que fueron inmortalizadas por la cámara de Antonio, Paco inspirado paró y dijo que había que llamar al Barbas, lo llamó y dejó transcurrir unos segundos desde que contestaron al teléfono, hasta que contestó “Perdona Barbas pero es que estaba extasiado con el paisaje”, como era de esperar el Barbas le dijo de todo menos bonito. Seguimos subiendo y bajando por unos paisajes preciosos y jugando con la cámara de vídeo, pasamos por Henberg, Urnäsch y Goten y llegamos a comer a Appenzell donde

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habíamos quedado con las niñas, llegamos justo al filo de las dos que es la hora hasta la que sirven comidas calientes, pero no nos estaban esperando, estaban mirando escaparates, la llamamos por el móvil y aparecieron rápidamente. Nos habíamos citado en la plaza principal del pueblo, muy bonita con todas las casas típicas y con una estatua en el centro que conmemora la tradición, aun existente, de votar a mano alzada en esta misma plaza y entre todos los vecinos del pueblo las decisiones que hayan de tomarse, democracia directa.

Comimos en el restaurante del centro comercial COOP, muy bien era un

self-service extremadamente limpio y bien decorado aunque funcional, por supuesto las bicicletas se quedaron aparcadas en su correspondiente aparcamiento, y las veíamos desde donde estabamos sentados, comimos a base de ensalada, algo de carne y pastas y abundante fruta. Después de la sobremesa, en la que intercambiamos información de lo que cada uno habíamos hecho durante la mañana, nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo, sobre todo tiene una calle principal peatonal que es donde están la mayoría de los comercios que tienen los rótulos de hierro forjado y pintado muy artístico y decorativo además casi todas las casas tienen los muros y techos recubiertos de una especie de escamas de madera o cartón, lo que le da un aspecto de juguete.

Después de dar una buena vuelta por todo el pueblo, hacer alguna compra y

Marco poner a prueba las excelencias de los servicios públicos suizos que además de permitir aliviarte, como se dice en mi tierra, asiste a una sesión de predigitación con la tapa del water, volvimos a la carretera y llegamos a una bajada impresionante, desde arriba vimos un gran valle por el que discurría el río Rin, que hace frontera con Austria.

El primer pueblo con el que nos encontramos en el valle es Altstätten, un

pueblo cuya calle principal es una joya, Marco compró protector solar mientras dimos una vuelta admirando las casas, que todas tenían algo especial, un balcón, unas ventanas, unas flores, etc. a mediados de la calle había una fuente donde llenamos los botes y en una esquina una tienda de Intersport, curioso tambien unos postes muy finos de ocho o diez metros de altura que estaban clavados en un pequeño terreno, según nos explicó Antonio para ver el efecto que produciría una construcción en ese sitio y que los vecinos pudieran expresar su conformidad o reparos. Seguimos por el valle y pasamos por un autentico aeródromo donde volaban maquetas de aviones y llegamos a la orilla del Rin, ancho, caudaloso y con muchísima corriente, aunque, según dice Antonio, mas abajo es el doble de todo, por donde discurría el camino que nos llevaría a Gams que es donde tenemos reservado el pajar.

Cuando vimos la correspondiente señalización giramos hacia Gams llegando

hasta el pueblo pues desconocíamos el sitio exacto y llegamos a una plaza a la entrada de Gams con una iglesia que tenia una gran aguja de campanario, seguramente luterana, pues creo que por lo general las católicas lo tienen en forma

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de cebolla, como todas las iglesias lucía en su campanario un vistoso reloj, desde aquí llamamos a las mujeres para preguntarles por donde estaban pues tenían toda la información relacionada con el pajar, nos dijeron que estaban en St.Gallen que es la capital del cantón y que iban a tardar un buen rato en llegar, así que le pedimos los datos y nos dedicamos a buscarlo, nos dirigimos a la policía, pero estaba cerrado, entonces acertó a pasar por allí un señor muy amable que le explicó a Antonio donde estaba, nos lo habíamos pasado, había que tomar un camino en la carretera por la que habíamos pasado en la entrada, como a tres kilómetros de donde estábamos. Bajamos y Paco con su depurado alemán entabló conversación con el hijo del dueño, que no sé bien si había salido a buscarnos o se lo había encontrado porque pasaba por allí, pues nosotros entramos en un camino que no era y nos lo encontramos al salir, nos acompañó por el camino, que tenía un letrero en su inicio y llegamos hasta una casa de dos plantas y al lado una construcción de madera y chapas de fibrocemento que era el establo y el pajar.

Nos presentó al padre y dueño, un señor tambien muy amable, que nos

enseñó las instalaciones, por un gran portón accedimos a la zona de pesebres donde estaban todas las vacas alineadas, unas veinte de gran porte que depositaron en nosotros sus grandes ojos, delante tenían una gran línea de hierba fresca, a la derecha salía una escalera con una puerta que conducía a un soberao amplio, de unos diez metros de lado, con el techo abuhardillado sin pared en el lado de caída del tejado enfrente de la puerta. En forma de U tenía unas alpacas de paja prensada que hacía de murete de contención de la paja suelta y mullida que había en el interior, se nos asignó la parte izquierda, pues en la derecha había dos parejas, en la parte de abajo había una habitación con un water y un lavabo y otra, que es donde limpiaban las cantaras de leche, que tambien se podía utilizar para lavarse, la ducha estaba en el sótano de la casa principal.

Al principio nos quedamos un poco descolocados, esperábamos una casa

rural, mas o menos como las de aquí, aunque durmiendo en la paja, pero esto era demasiado rural, pero no nos pareció mal y nos fue gustando la idea, podía ser una buena experiencia, lo que no teníamos nada claro era la reacción de nuestras esposas.

Paco se fue a recibirlas al cruce con la intención de hacerle una

presentación lo más amable posible, cuando llegaron a donde estábamos, las acompañamos, les enseñamos las instalaciones y después de alguna cara rara se fueron animando y con las bromas les empezó a parecer que podía ser una buena experiencia.

Nos fuimos duchando por turnos, un poco pesado pues no había más que una

ducha y mientras arreglaron la zona de dormida extendiendo mantas, de la segunda guerra mundial, según dijo alguien y sábanas sacos que nos facilitó el dueño y los sacos de dormir los que los llevábamos, sobre la paja.

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Una vez todos arreglados nos fuimos andando por el camino hasta un restaurante, que nos había recomendado el dueño, estaba en la carretera al lado de la via del tren, no pusieron ninguna pega pese a la hora y nos sentamos en el jardín, aquí inició una actividad especial Inmaculada que nos traducía las cartas explicándonos además los condimentos con los que estaban elaborados los diferentes platos, pedimos salchichas con rosti, ensalada, pasta y buenas copas de cerveza, todo servido por una señorita digna de final de ruta, la conversación transcurrió sobre lo que habíamos visto en el día pero sobre todo lo que nos esperaba por la noche en el pajar.

Durante toda la comida no dejaron de pasar trenes y es que este país dicen

que tiene la red de ferrocarriles más densa del mundo con cinco mil kilómetros totalmente electrificados, llega a todos los pueblos por pequeños que sean, pero tiene la pega de la cantidad de pasos a nivel sin barreras que hay que pasar, pero según parece eso no supone ningún peligro para ellos.

Volvimos contemplando el cielo que estaba completamente estrellado y

cuando entramos en el establo estaban todas las vacas acostadas menos una, que permanecía de pié, a la que se dirigió Marco diciéndole ¡haber si nos va a dar la noche! a lo que siguió la correspondiente carcajadas, subimos al pajar vimos que estaban durmiendo las dos parejas vecinas lo que nos coartó un poco, no obstante las risas difícilmente pudieron ser contenidas mientras nos fuimos acomodando y comentando en voz medio baja las primeras impresiones del contacto y del posicionamiento de las parejas, la noche se cerró con una ventosa y sonora buenas noches de alguien, aunque casi todos tenemos un candidato.

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Nos hemos levantado sobre las ocho habiendo dormido muy confortable y

calentitos en la paja, todos menos Antonio, que por lo visto le tocó una zona dura y no cogió la postura en toda la noche, además hizo una excursión al servicio con Inmaculada de madrugada, hicimos algunas fotos antes de levantarse las señoras, quizás porque todavía no nos creíamos que habían dormido allí y después de darnos un lavado de gato nos fuimos al comedor de la casa donde nos había preparado la señora un magnifico desayuno con distintos tipos de quesos, mantequilla, mermeladas caseras, embutidos y un pan riquísimo de dos clases y café, nos pusimos hasta arriba y ante la impaciencia de la señora, habíamos estado cerca de una hora y estaban esperando los otros alojados, dimos por finalizado el desayuno.

El tiempo estaba bastante encapotado y llovía finamente, así que después de

prepararnos para esta eventualidad y de someternos a una sesión fotográfica en la puerta del establo y teniendo como fondo el amplio prado donde pastaban las vacas, el 40% del territorio de este país está cubierto de pastos, un 25% de bosque y solamente un 6% son de cultivos ya que el clima húmedo impide su crecimiento por lo que están fuertemente protegidos por razones de defensa nacional, iniciamos la marcha saliendo a la carretera y tomando un camino que salía a la derecha fuimos hasta un pueblecito muy pequeño, Werdenberg, con un gran edificio blanco en la parte alta de la colina y un conjunto de casas antiguas típicas, no mas de dos calles, que tenia en la parte baja un pequeño lago, precioso, que en invierno se congelaba y lo utilizaban como pista de patinaje, en el portal de una casa había un carro para acarrear la leña muy antiguo y una replica moderna, muy curioso.

Por carretera seguimos hasta Buchs, una ciudad mediana, que atravesamos y

a Paco le pareció futurista su calle principal, por la que pasamos. En una plaza descubrimos una gran tienda de bicicletas, dimos la vuelta y entramos, Paco y Marco vieron las calzas para protegerse los pies de la lluvia, hacía tiempo que estaban detrás de un sistema para no mojarse los pies cuando lloviera y este les gustó, por lo que se lo compraron, en ese momento estaba cayendo un buen chaparrón.

A la salida del pueblo cogimos de nuevo el carril que iba paralelo al Rin y por

él fuimos hasta un puente de madera cubierto, que atravesaba el río y que nos llevó al Principado de Liechtenstein, en mitad del río estaba la frontera pero no existía ningún control. Llegamos a Vaduz capital del principado una pequeña ciudad llena de bancos y joyerías con algunos edificios suntuosos y el palacio de los príncipes en la ladera de la montaña, estabamos dando una vuelta despacito cuando nos encontramos con las mujeres que tambien habían entrado a verlo antes de dirigirse a Chur que es donde hemos quedado hoy para comer, aprovechamos para hacernos algunas fotos juntos y tiramos cada uno por su lado.

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Volvimos a atravesar el puente y seguimos por el camino durante bastante kilómetros, unas veces por cuasi desfiladeros y otras por sitios más abiertos hasta que llegamos a la altura de Mainfeld, donde tiramos a la izquierda por una carretera hacia el pueblo e iniciamos una subida que nos llevó, después de atravesar el pueblo, a un pequeño bosque donde paramos a reponer fuerzas con los pastelítos del Meji, empezó a llover con mas intensidad, de forma que cuando subimos el pequeño repecho que nos quedaba, trescientos metros justos, no pudimos disfrutar atravesando unos viñedos plantados en la falda de la colina del pequeño pueblo de Jenins, seguimos bajo la lluvia y llegamos a Chur.

Las mujeres nos estaban esperando con cierta preocupación pues habíamos

quedado a las dos y eran las tres y media cuando llegamos, por lo que ellas ya habían comido, cuando llegamos Carmen e Inmaculada habían ido a echar más dinero en el parquímetro del coche por lo que esperamos a que regresaran para cambiarnos las ropas mojadas por otras secas que estaban en el coche, pero en vista de la tardanza abandonamos la idea y subimos a comer, se creo un poco de tensión por haber llegado tarde, la mojada, la espera en la puerta del Migros, el hambre, etc., pero una vez comidos se pasó en gran parte.

Chur es una ciudad grande para lo que por aquí se estila y el Migros donde

habíamos quedado tenia el aspectos de unos grandes almacenes a los que estamos acostumbrados, las bicicletas las dejamos en un aparcamiento al efecto, pero al ser esta una ciudad mayor, Antonio recomendó que las atáramos, y cogiendo todos los bártulos fuimos a ver lo que podíamos comer, conseguimos un caldo caliente y ensalada, estábamos comiendo bajo la atenta mirada de las mujeres que en un momento determinado dijeron que se iban y entonces Antonio dijo que se iba con ellas, no sabemos si fue por lo mal que descansó la noche anterior o por el incidente de la tardanza, lo cierto es que Marco dijo que el se iba en la bicicleta, Paco dijo que no lo iba a dejar solo y yo que estaba deseando seguir en bicicleta me apunté rápidamente, por lo que una vez montada la bicicleta de Antonio en el coche reiniciámos la marcha sin ver gran cosa de esta ciudad.

Prácticamente desde que llegamos a Chur comenzó a amainar la lluvia, de

forma que cuando salimos de comer había escampado y comenzó a aclararse hasta salir el sol y ponerse una tarde estupenda, tras algunos titubeos a la salida de Chur cogimos de nuevo el camino por la orilla del Rin, por donde vimos hasta una pareja de ciervos, llegando a Thusis, tras algunas dudas, e iniciando en el mismo pueblo una buena subida al paso de Viamala, que es el acceso a los Grisones desde la época de los romanos, zona resguardada y soleada con un clima casi mediterráneo y donde si vimos algo mas de cultivos entre ellos las famosas manzanas, aquí nos detuvimos un rato admirando la belleza del lugar, un cañón estrechísimo que ha sido horadado por un pequeño río pero que podía tener muy bien más de doscientos metros de profundidad y no mucho mas de cincuenta metros en su parte más ancha y que gracias a unos miradores que han construido, sin afectar el entorno, se puede contemplar en cuasi toda su longitud, impresionante.

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Con un tiempo magnifico seguimos hasta llegar a Zellis que es donde la mitad

duerme hoy, la otra mitad lo hará en Andeen, a cuatro kilómetros. Entramos por la parte baja del pueblo y el hotel, lógicamente, estaba en la parte alta, menos mal que son pequeños y así lo recorrimos viendo la bonita iglesia que tiene. Cuando llegamos al hotel, que era de lo más típico, nos estaban esperando y ya tenían repartidas las habitaciones, Marco y Paco se quedaban en el de Zillis y Antonio y yo en el de Andeer, por lo que me dieron media hora para ir al hotel ducharme y volver.

Montamos la bici en el coche y nos fuimos con el Meji llegando al hotel

rápidamente, pero al haberse quedado descansando Inmaculada la llave se quedó con ella y no podíamos entrar por lo que tuvimos que pedir a la recepcionista que nos abriera.

Era un pequeño apartamento con dos habitaciones bastante amplias, el

servicio era común en un pequeño cuarto en el pasillo y la ducha en el pasillo también, habían aprovechado un pequeño hueco existente y le habían puesto una mampara. La ducha me sentó estupendamente como de costumbre y una vez arreglados iniciamos el regreso a Zillis.

Cuando llegamos nos estaban esperando en una plazoleta donde dejamos el

coche y fuimos a un restaurante que habíamos visto al entrar en la parte baja, fuimos andando pero cuando llegamos estaba cerrado, por lo que tuvimos que subir para ver si podíamos comer en otro que se llamaba Restaurante Viamala en donde a pesar de la hora una señora de ascendencia italiana, seguro, muy amable nos atendió estupendamente a pesar de que ya tenía la cocina cerrada, ofreciéndonos una serie de platos que podían estar más o menos preparados, de los que escogimos espaguetti carbonara, alguna otro pasta y ensalada, salimos muy satisfechos.

Después de un rato de charla en la plaza, Carmen y Mari se fueron a sus

habitaciones mientras que Marco y Paco nos acompañaban a los demás al otro hotel y traerse el coche, porque mañana es allí el inicio de la ruta, quedando en vernos mañana a las nueve en Andeen.

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Nos levantamos sobre las ocho, Mª Paz y yo y nos fuimos a desayunar, que si

estaba incluido en el precio de la habitación, bastante bueno aunque sin alcanzar la variedad del día anterior y después de recoger las maletas y darle un repaso a la bici me senté en una mesa rústica que había delante del hotel a escribir algo para la crónica que con estas noches tan ocupadas no me da tiempo a escribir nada, el tiempo era magnífico.

Sobre las diez llegaron Paco, Marco y sus respectivas señoras y una vez

verificadas las bicis e interrogado Antonio sobre si había hecho los treinta y seis kilómetros que le faltaron de la etapa de ayer... . llenamos los botes en una fuente que había en las proximidades e iniciamos el ascenso al San Bernardino, bueno empezamos subiendo suavemente pero después vinieron rampas duras que compartimos con otros ciclistas con bicicletas de carreras con platos y piñones muy modificados a los que en principio Antonio y Marco siguieron mientras Paco y yo fuimos disfrutando del paisaje que era muy bonito hasta que nos lo encontramos en un puente contemplando un arroyo que había escabado un pequeño cañón con mucha profundidad y vegetación, por cierto, un tramo de esta carretera la estaban arreglando y la circulación era regulada por un semáforo con un sistema de detección que te permitía el paso cuando estaba despejada la vía, en vez del tío con la bandera que se utiliza en España, subiendo, subiendo llegamos al lago Sufaer See que es una presa cuyas aguas se extienden a los pies de un pueblecito típicamente suizo que por supuesto tenía detrás una gran montaña, allí paramos a hacer fotos y por un camino precioso nos encaminamos a Splugens donde Marco se interesó por un establecimiento de Bed and Brefast, a la salida del pueblo nos pasamos la desviación que teníamos que coger y subimos un poco mas de la cuenta, sorteando unos peligrosos perros que había intuido Paco, aprovechamos para disfrutar de la vista, vimos las empalizadas que ponen en las laderas para evitar las avalanchas de nieve así como las zonas arrasadas por las avalanchas, carentes de vegetación, que había en la ladera de enfrente, nos comimos unos pastelítos.

Rectificamos la ruta y cogimos el camino correcto que era de tierra y por un

bosque, nada mas iniciarse había un puente en el que nos paramos para ver correr las aguas cristalinas saltar entre las piedras, aquí comenzó a caer una fina lluvia por lo que nos tuvimos que poner los chubasqueros y seguir por el camino que era precioso, vimos algunas cascadas que caían desde mucha altura en las montañas de enfrente, por aquí llegamos a Nufenen y por un camino paralelo a la carretera a Hinterrhein, a los pies del monte y donde se inicia realmente la subida, estaban arreglando la carretera y estaba todo cubierto de una fina capa de polvo blanco lo que daba sensación de neblina, un poco mas adelante había unas instalaciones militares parte de las cuales eran subterráneas, lo que recordaba a algunas películas de la segunda guerra mundial, había mucho movimientos de militares dado

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que por su peculiar sistema, aprovechan los veranos para hacer las practicas a las que están obligados hasta los 40/45 años.

Atravesamos la carretera e iniciamos realmente la ascensión al San

Bernardino, cogimos muy buen ritmo Antonio, Paco y yo, pues Marco ya se había separado, y no es que fuéramos subiendo sin dificultad pero íbamos bastante desahogados, es muy bonito porque la primera parte se ve como se va haciendo cada vez mas pequeña la carretera por la que habíamos venido, tenía tantas plantas y flores en los márgenes de la carretera que parecía un jardín plantado a conciencia, pero era totalmente salvaje, salvo alguna poda, luego entras en una zona de curvas cerradas, se va perdiendo la vegetación por la altura y al final están las piedras peladas, un arroyuelo que nos llamó la atención debido a la altura ¿ de donde venía ? y algunas vacas, que son de color beig y como alguien dijo, este es un país tan limpio que ni las vacas tienen manchas.

Llegamos a la cumbre, estaba cubierta por nubes y nos esperaba Marco al

lado de la placa que indica la altura, 2.065 mts., y que está a la orilla de un lago que no conseguimos ver entero por la niebla, pero que tiene una isla en medio, y el arroyo que habíamos estado viendo era el desagüe del mismo, nos hicimos la correspondiente fotografía. Este paso se viene utilizando desde que en mil doscientos treinta lo hizo accesible el cantón de Uri y como hacía frio entramos en un edificio extraño que había, casi todo de madera oscura y que daba la impresión de muy cerrado, supongo que por el frio, nos tomamos una cerveza natural y a Antonio se le ocurrió comprar unas pegatinas con el escudo del puerto para pegarlas en las bicicletas, nos pareció estupendo y así lo hicimos, Antonio entabló conversación con el que parecía el hijo de la dueña y le estuvo explicando que allí se iniciaba la zona de influencia italiana y que notaríamos la diferencia.

Cuando salimos estaba lloviznando y la niebla no dejaba ver mas allá de diez

metros, con precaución fuimos bajando siendo conscientes que nos estábamos perdiendo unas vistas preciosas, pero conforme bajábamos se fue disipando la niebla y pudimos ir un poco más rápido, paramos a ver una gran cascada que caía desde por lo menos cien metros, impresionante y seguimos bajando hasta llegar al pueblo de S. Bernardino, a donde llegamos en medio de un gran chaparrón, menos mal que enseguida vimos el Restaurante Centrale, una pizzeria con muy buena pinta, había aparcamiento para bicis pero pocos en vista de lo cual apoyamos las bicis sobre la fachada con lo que además las protegíamos del agua que estaba cayendo a manta.

Efectivamente era un sitio muy agradable donde a pesar de la hora, sobre

las tres y media, nos atendieron muy bien aunque hubo un error en el plato de Paco que pidió macarroni y le trajeron tortelini, o viceversa, Marco y Antonio tomaron macarrones y yo entrecot, postre y café.

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Sobre las cinco salimos, había escampado y salido el sol, al principio tuvimos que subir un poco pero a continuación vino otra buena bajada y zonas muy favorables, aunque tuvimos que pasar por un camino no demasiado bien cuidado que nos enfangó las bicis y a Antonio los zapatos, era una zona boscosa y umbría, por donde vimos a una señorita haciendo footing y parecía una imagen sacada de una película en la que el asesino está a punto de atacar, un poco más adelante fue donde Antonio vio una familia de ciervos y nos hizo ir despacio pero resultó que eran cabras.

Llegamos a Bellinzona, una ciudad mediana con mucha arboleda más parecida

a las italianas que a las que habíamos visto hasta ahora, siguiendo las indicaciones llegamos estupendamente hasta la puerta del hotel Central, nuestras efectivas esposas ya habían estado allí y repartido las habitaciones por lo que nos dieron las llaves con los nombres puestos, viendo que era temprano y que las bicis estaban un poco sucias preguntamos por una estación de servicios en donde las pudiéramos lavar, nos indicaron una por donde habíamos entrado y efectivamente después de cambiar dinero en moneda le dimos un buen limpiado y regresamos al hotel, no habían llegado todavía pero mientras que bajamos al sótano las bicis y Paco encontró el interruptor de la luz, llegaron y subimos a las habitaciones quedando inmediatamente para ir a cenar.

Como siempre se nos hizo tarde pero en el hotel nos indicaron una pizzeria cercana y hacia allí nos dirigimos, se llamaba Ristorante-Pizzeria La Lampara, siguiendo el consejo de nuestra experta culinaria, unos tomamos unas pizzas enormes y muy buenas y otros salmón con muy buena pinta, postres variados abundando el tiramisú, además para celebrar la subida del primer puerto importante y como mañana va a ser jornada de descanso pedimos una botella de vino y brindamos, mirándonos a los ojos, porque si no, dice Inmaculada que no sirve.

Acabando de cenar empezó a llover a cántaros por lo que tuvimos que

prolongar la sobremesa más de una hora hasta que amainó el temporal y pudimos llagar al hotel y cada uno a su habitación.

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Hoy día de descanso nos hemos tomado la cosa con mucha tranquilidad. No

está claro que es lo que vamos a hacer o donde vamos a ir, lo iremos resolviendo sobre la marcha.

Quedamos sobre las diez para desayunar, pero Mª Paz y yo nos levantamos

antes y no fuimos a dar una vuelta por los alrededores del hotel y nos acercamos a una plaza desde la que se veía uno de los castillos, de los tres con los que cuenta esta ciudad y que lo estaban utilizando como decorado para una opera, nos encontramos con los demás y nos íbamos a ir a desayunar a un centro COOP que había cerca cuando el encargado del hotel nos llamó para decirnos que en el precio de la habitación estaba incluido el desayuno, así que volvimos y desayunamos estupendamente aunque sin quesos ni embutidos, además no estuve suficientemente diligente y me quedé sin croissant.

Ocurrió una anécdota digna de aparecer en los anales de la Parada

Cartográfica, Paco cuando llegó al bar y no se encontró con nadie, estuvo ojeando unos periódicos y entre ellos, con gran sorpresa, leyó la cabecera El Pololo, inmediatamente pensó en su amigo del mismo apodo y pensó en comprar uno para llevárselo como regalo. Cuando estábamos desayunando Paco se lo comentó a Antonio para que cuando pasásemos por un puestecillo comprarlo. Ante la extrañeza de Antonio se levantaron, fueron a la barra a verlo, le preguntaron al encargado y tampoco le sonaba, así que le pidieron el montón de periódicos que había y comenzaron a buscar hasta que Paco dio con uno cuya cabecera era Il Populo y dijo ¡aquí está!, Antonio le dijo que leyese bien y riéndose regresaron a la mesa y nos contaron lo sucedido ante la hilaridad general.

Por fin nos pusimos en marcha y después de echar gasoil en una gasolinera

BP que había a la salida de Bellinzona, Paco tenía mucho interés en repostar en estas gasolineras para ver si le daban puntos para regalos, pero resultó que era una promoción solo para España, decidimos ir al Lago de Como en Italia pero posteriormente rectificamos y decidimos una vez puestos en carretera merecía la pena ir a Milán.

Lógicamente teníamos que atravesar la frontera con Italia y Antonio se dio

cuenta que se había dejado la documentación en el hotel, por lo que no tenía el carnet de identidad, que es lo que necesitábamos al ser de un país de la Comunidad Europea, de forma que cuando llegamos a la frontera, no se si porque íbamos mucha gente o por nuestras caras de preocupación, nos pararon y pidieron la documentación, se la dimos, Antonio y Marco fueron a hablar antes de que se dieran cuenta de que faltaba uno, al rato de estar allí sin saber si lo dejarían entrar o nos tendríamos que volver, regresaron, lo dejaban entrar advirtiéndole de lo peligroso que era entrar en Italia sin documentación, esto fue en la frontera

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suiza en la italiana nos dejaron entrar sin dificultad, por lo que respiramos tranquilos y continuamos a Milan.

Como todas las grandes capitales está rodeada de circunvalaciones, pero

siguiendo la señalización conseguimos llegar al centro sin demasiadas dificultades y encontrar un aparcamiento subterráneo bastante céntrico, dejamos el coche y comenzamos a caminar en dirección a la catedral.

Fuimos por una calle, que será cosa de la cultura mediterránea cambiaba de

nombre a cada cruce, con grandes edificios, casi todos de entidades bancarias, entre ellos el Banco de Italia y la Bolsa, de la primera mitad del siglo pasado, de estilo neoclásico, y con el hollín propio del humo de las calefacciones, como mantienen el servicio de tranvías las calles están afeadas por los cables que cuelgan de un lado a otro, en fin la primera impresión no fue del todo buena, era igual a lo que estamos acostumbrados a ver en cualquier capital de nuestro país, el comportamiento de la gente tambien era bastante igual así como el ruido ambiental, supongo que fue mucha la diferencia entre la silenciosa y limpia Suiza y Italia.

Pasamos por el mercado del grano, unas arcadas renacentista de forma

cuadrangular con púlpitos, utilizadas para la venta del grano y hoy creo que reconvertida su parte superior en biblioteca, me llamó la atención que para evitar que las palomas se posasen en la parte interior de las arcadas habían puesto pinchos en las tirantes metálicas, hay una lucha indisimulada contra estos animales en toda la zona monumental, como después veríamos. De allí salimos a una gran plaza uno de cuyos lados lo ocupa el Duomo (la catedral) de mármol blanco con muchos estilos arquitectónicos predominando el gótico de las agujas autenticas filigranas así como en los quicios de la puertas, pasamos por un control de indumentaria que ejercía un señor bastante desagradable y entramos. Tiene unas preciosas vidrieras a lo largo de los muros en vertical que llegan casi hasta el suelo, pero la que más nos llamó la atención fue la del ábside que es enorme y dividida en cuadros, narra la vida de Jesús desde la anunciación hasta la resurrección, tambien nos llamó la atención la cruz metálica con incrustaciones de pedrería colgada sobre el altar mayor que recordaba las de Asturias, está puesta bajo la avocación del Nacimiento de la Virgen según figura en una placa en el frontispicio del balcón que hay encima de la puerta principal.

Salimos y nos dirigimos al lateral derecho de la plaza en donde un gran arco

triunfal da acceso a la Galería de Víctor Manuel II, que es un pasaje peatonal, en forma de cruz, cubierto por una montera de cristal emplomado bellamente adornado, construida en el siglo XIX y que aloja cantidad de tiendas de primeras marcas, restaurantes con terraza, anticuarios, etc. lo atravesamos pausadamente viendo los escaparates y haciéndonos algunas fotos, salimos a otra plaza formada por unos edificios renacentistas en los que está alojado las oficinas de la Comunale de Milan (Ayuntamiento), enfrente está el teatro de la Scala, que nos defraudó un

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poco pues se trata de un gran edificio neoclásico de piedra blanca, construido en 1778 pero que no te da la sensación de grandeza, claro que, según dicen, el interior es precioso, en el centro de la plaza una estatua recuerda el paso de Leonardo da Vinci por estas tierras cuando estuvo al servicio de Ludovico el Moro, Duque de Milan, de la familia Sforza, como pintor y arquitecto aya por el año 1500.

Era la hora de comer y los ánimos se iban alterando por lo que buscamos un

sitio y como siempre nos costó trabajo encontrarlo, pero tras preguntarle a una señorita salimos a una calle peatonal con varios restaurantes, elegimos el Caffe`Sforzesco, un sitio decorado como los cafés de los años veinte con muchos espejos, guirnaldas y las sillas de rejillas, comimos, después del asesoramiento de Inmaculada, ensalada, pastas y unos postres riquísimos, durante la sobremesa Marco se quedó un poco traspuesto, momento que aprovechó el sagaz fotógrafo, con la connivencia de Carmen, para inmortalizarlo.

Seguimos andando por esta calle peatonal y llegamos a la zona del castillo,

una gran plaza con muchos jardines y al final vimos un gran edificio pintado de rojo pero que no era un castillo al uso, sino una construcción cuadrada con unas torres en los ángulos y una central formando la puerta principal, no nos acercamos, después de algunas fotos a los pies del monumento ecuestre de Garibaldi que utilizaban los tranvías para dar la vuelta, volvimos al aparcamiento pues la hora se iba echando encima.

Cuando llegamos al aparcamiento no nos admitían la tarjeta, por lo que hubo que sacar metálico de un cajero que había enfrente, solventado el problema comenzamos nuestra salida de Milan que no fue tarea fácil, pues siguiendo los carteles pasábamos una y otra vez por el mismo sitio, la suerte fue que uno de los sitios por los que pasamos fue el estadio de San Siro donde Paco tenía interés en hacerse una foto así que aprovechamos. Después de dar vueltas por lo menos durante una hora por Milan conseguimos salir y dirigirnos a Como.

Como, es una ciudad eminentemente turística y está todo muy cuidado,

dejamos el coche y fuimos andando en dirección al lago por una calles muy estrechas llenas de tiendas de todo tipo, llegamos a una plaza donde estaba la catedral, pequeña, tambien de mármol blanco, que tardó mas de cuatro siglos en construirse y que tenía un reloj precioso en el campanario y otro de sol mas bonito todavía y al lado lo que debió ser el palacio arzobispal, una casa solariega con un balcón precioso, el resto de la plaza eran pequeñas casas de dos plantas construidas con pequeñas piedras oscuras y madera, un poco mas adelante estaba la iglesia de San Fedele, románica del siglo XII.

Llegamos al lago cuando el sol iba hacia el ocaso, por lo que la luz era dorada

y se reflejaba en las montañas y después en el lago lo que le daba un aspecto irreal. Había los típicos barcos para pasear turistas, preguntamos pero además de ser caro había que comprar los billetes en un sitio alejado de donde estabamos y el barco salía casi inmediatamente, así que lo dejamos y fuimos a pié por la orilla del

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lago, donde se encuentran grandes y antiguos hoteles, las casas de los famosos y millonarios que tienen aquí su residencia de vacaciones y un parque por el que fuimos hasta un espigón que se adentra unos cien metros en el lago, donde había atracado algunos yates y veleros, y que daba una visión general de todo el lago, al fondo se veía un gran chorro de agua en forma de geise, cuando nos volvimos estaba anocheciendo y nos dedicamos a buscar un sitio para cenar, lo encontramos al otro lado del lago, en el Ristorante Il Gabbiano en principio pensamos en sentarnos fuera, pero se levantó mucho aire y decidimos entrar, comimos estupendamente, por lo menos a mi me encantó los espaguetis con frutos del mar que me tome, a los demás creo que tambien les gustó lo que comieron y sobre todo los postres bajo, el asesoramiento de Inmaculada, a base de trozos de tarta que estaban buenísimas.

Regresamos tranquilamente a donde teníamos el coche, viendo el gran

ambiente que había por las calles, la temperatura era ideal, volvimos a pasar por la plaza de la Catedral que iluminada servia de fondo ideal a los veladores que había en la plaza.

Recogimos el coche y pusimos rumbo a la frontera esperando que no hubiera

ningún tipo de problema, efectivamente no hubo ningún problema pues los carabinieris estaban en animada tertulia y llegamos felizmente a Bellinzona, pero nos habían quitado el aparcamiento, por lo que tuvimos que dejarlo en el callejón que había en uno de los laterales del hotel, subimos cada uno a su habitación, quedando en vernos los ciclistas a las ocho en el bar para desayunar.

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Después del día de descanso que nos tomamos ayer, hoy nos hemos

levantado con mucho ánimo y a las ocho estábamos desayunando en el bar del hotel, después de haber dejado las maletas en el coche.

Cuando terminamos bajamos al sótano a recoger las bicis y las estuvimos

engrasando y preparando, luego, para que no molestase, llevamos el coche a un aparcamiento que había cerca y le dejamos el resguardo al encargado del hotel para que se lo diera a las mujeres cuando aparecieran por allí, siendo las nueve y media nos pusimos en marcha por la alameda de Bellinzona por donde entramos anteayer, con dirección al camping para seguir el camino, pero antes nos paramos para hacernos una fotografía que tuviera por fondo los tres castillos con que cuenta la localidad.

Con un tiempo espléndido seguimos el camino por un valle viendo casi desde

el principio el paso entre dos montañas al que nos dirigíamos, íbamos subiendo levemente, pasamos por una base de helicópteros y hubo quien vio a una ninfa bañándose en el río con sus atributos al sol, cuando los demás pasamos, se había convertido en una aria de buen porte en bikini, durante un rato fuimos paralelo a la autopista por lo que pensamos en comer algo en el área de servicio, pero no pudimos entrar porque estaba vallada por lo que nos comimos los consabidos pastelitos del Meji al lado y seguimos el valle que cada vez se iba estrechando más, pasamos por una camino totalmente rodeado de vegetación como en Galicia y llegamos a un viaducto que soportaba la autopista que tenía una altura de casi cien metros, desde abajo los camiones parecían de juguete, nosotros subimos por la antigua carretera, con una pendiente considerable, en el último tramo nos cruzamos con unas familias de judíos sefarditas, iban todos en bicicletas padres, madres e hijos que nos preguntaron, en bastante buen castellano, por las dificultades del camino, poco después giramos a la izquierda y tomamos un camino que tras una fuerte subida nos llevó a una zona de bosque donde nos encontramos con un lago y una zona de recreo, nos pareció un buen lugar y nos paramos a comer.

Entramos con las bicicletas hasta una cabaña de madera que era un bar y la

señora nos hizo llevar las bicis al camino porque decía que estaba prohibido pasar por allí, así lo hicimos, volvimos, como llevábamos unos lomitos necesitábamos pan por lo que Paco fue a comprarlo, pero a la señora no le cabía en la cabeza que quisiera solo pan y quería venderle unos bocadillos, pero Paco le dijo, con el manejo del idioma que ya había adquirido “solo pane” a lo que la señora no tuvo nada que replicar, con esto y unas cervezas nos fuimos a una mesa de troncos que estaba libre, partimos el lomo y comimos. El sitio era ideal, había gente bañándose, tomando el sol y pescando, creemos que en la plataforma que había en el centro del lago tenían una pecera, por lo que de vez en cuando veíamos cruzar el lago a un señor con una barca y abrir un trampilla por donde dejaba escapar una trucha que

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es la que pescaban en la orilla y después asaban envueltas en papel de plata, en unas parrillas puestas al efecto.

Seguimos acercándonos a las montañas y al atravesar un riachuelo vimos que

desde el puente había unas fotos artísticas con el fondo de las montañas, en las que se veía la carretera por la que teníamos que pasar, hubo sesión fotográfica y seguimos hasta llegar a Airolo, que es el pueblo que está en la base y es desde donde se inicia realmente la subida al San Gotardo, tras unos momentos de duda sobre el camino correcto y zamparnos una barrita energética de las de Paco, iniciamos la ascensión, al principio los cuatro juntos, pero Antonio y Marco no tardaron en distanciarse y se pararon a tomar una fotografía de una curva volada muy espectacular que habían hecho para la autopista, Paco y yo, como de costumbre, nos lo tomamos con tranquilidad, además Paco no estaba bien, hicimos una primera parada pera ver una preciosa perspectiva del pueblo de Airolo desde arriba y tomarnos unos frutos secos que yo llevaba, luego volvimos a parar en una fuente donde llenamos los botes con un agua fresquísima, al salir nos cruzamos con un carruaje antiguo, tirado por dos caballos pecherones que sube y baja a Airolo llevando turistas y después para averiguar si unas grandes manchas blancas parduscas que había al lado de la carretera era mármol o nieve, Paco utilizó el viejo método de bombardearla con piedras, gracias a lo cual averiguamos que era hielo, continuamos y llegamos a la zona de curvas que aparecen en las fotografías, es muy bonito pues el corte de la carretera está sujeto con unos muros de piedra que da sensación de obra antigua, subimos las treinta y siete curvas que según lo posteriormente leído tiene y fuimos alcanzando la cumbre después de un último repecho, donde nos estaban esperando Marco y Antonio que ya llevaban allí media hora, hacía mucho frío y nos dijeron que nos metiéramos rápidamente en un local donde se encontraba la tienda de suvenirs y un restaurante, compramos las pegatinas del escudo del puerto, nos tomamos una coca-cola y descansamos un poco, salimos y nos hicimos la consabida fotografía al lado del letrero que indicaba San Gottardo 2.091 m. Hacía muchísimo frío por lo que no vimos demasiado, había un lago y delante un monumento a un aviador, además de algunos puestecillos de suvenirs.

Nos pusimos todo lo que llevábamos de abrigo e iniciamos el descenso muy

prolongado, en el que paramos varias veces pues las vistas eran espectaculares, pasamos por un desfiladero y nos paramos en un mirador sobre el río que bajaba muy violento, al otro lado había un panel de azulejos que hacía mención, según nos tradujo el Meji, a la importancia del paso desde la antigüedad y es que esta vía se viene utilizando desde el siglo XII y algunos la consideran como imprescindible para la constitución de la Confederación Helvética y llegamos al valle por el que discurrimos después de quitarnos todo el abrigo que nos habíamos puesto, pues el tiempo seguía siendo excelente aquí abajo.

Un poco más adelante sucedió un hecho que pone bien a las claras el talante

de estas gentes, Marco se había adelantado y llegado a un cruce ante la duda de

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por donde tirar, se paró a esperarnos mientras comía algo, detrás, una furgoneta se paró sin que el se diera cuenta y estuvo esperando hasta que llegó Paco y le dijo que se quitara del medio que estaba interrumpiendo el paso, con gran corte miró al conductor de la furgoneta y vio que se estaba riendo, ni un pitido, ni malos modos, nada.

Seguimos hasta llegar a Erstfeld, que es donde teníamos reservadas las

habitaciones, en el hotel Albert, antes de entrar le hicimos una fotografía a los cuentakilómetros pues habíamos recorrido ciento veintidós kilómetros, aparcamos en el aparcamiento de bicis que estaba en el lateral de hotel y entramos en la recepción, teníamos reservadas dos habitaciones dobles y una cuádruple nos dieron las llaves y estuvimos viéndolas, no estabamos muy conforme y Antonio estuvo hablando con la dueña para ver alguna solución, al final y una vez que llegaron las féminas nos quedamos con la cuádruple como doble, una simple le pusieron una cama supletoria y pasó a ser doble y las otras dobles siguieron tal cual, tambien por la conversación supimos que era madre de un ciclista de cierta relevancia que había corrido con un equipo español.

Nos duchamos y bajamos a cenar en el mismo hotel, comimos

estupendamente y después de una buena sobremesa, subimos cada uno a su habitación pues estábamos bastante cansados.

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A las ocho habíamos quedado los hombres para desayunar, que era la hora

que abrían el comedor y allí estuvimos, comimos con bastantes ganas un desayuno abundante con un pan riquísimo y a continuación liquidamos la cuenta del hotel y preparamos las bicis, que habían dormido en el aparcamiento al lado del hotel aunque las amarramos.

El día se presentaba despejado y ya a esta hora, sobre las nueve, empezaba

a hacer calorcete, una vez todos preparados y después de que Mª Paz nos fotografiara desde la ventana del hotel iniciamos la marcha hacia Aldorf, que es el pueblo de Guillermo Tell, que fue el líder de un levantamiento que se produjo sobre 1307 con motivo de una subida de impuestos y en lo que se basó posteriormente la leyenda, aunque hay quien dice que es solamente una leyenda y además proveniente de Noruega, el pueblo es muy típico con muchas banderas y los rótulos de los comercios de hierro forjado y pintados.

Paramos en la plaza principal delante del monumento a Guillermo Tell y

fuimos a comprar pan a una confitería que había enfrente, nos llamó la atención, además de la limpieza, la perfecta combinación de colores de los pasteles y la luminosidad de los mismos, todos con una pinta estupenda, pero habíamos desayunado tan bien que ni siquiera a Marco se le apeteció uno.

Desde Erstfeld a Altdorf era una carretera bastante favorable y fuimos

calentando bastante rápido y después de la parada en Altdorf fuimos subiendo suavemente hasta Bürglen y a partir de aquí empezaba la subida en serio. Desde abajo vimos mientras llenábamos los botes en una fuente que había en la plaza, la pared bastante vertical en la que unas veces se veía y otras se adivinaba el trazado de la carretera, sobre todo cuando se seguía la trayectoria de los coches.

Iniciamos el ascenso tranquilamente y la primera parte nos fue bien, aunque

había bastante circulación al ser domingo, Paco comenzó a notar cansancio y se lo achacaba a la parada que habíamos hecho que le había cortado el ritmo, Antonio tampoco se sentía muy bien y se quedó atrás, por lo que en un momento determinado Paco se quedó para esperarlo y yo seguí a mi ritmo, un poco mas adelante me encontré con Marco que había parado, yo también paré y estuvimos admirando una gran catarata al otro lado del valle pero además se veía que el agua procedía de la nieve de la cumbre, después se precipitaba y luego formaba un pequeño río que discurría por el valle, precioso, continuamos, él se fue y yo seguí contemplado el paisaje y los numerosos chorros de agua que manaban de las rocas en la parte izquierda, cuando quedaban un par de kilómetros para la cima en una curva de horquilla vi venir a Antonio que se había recuperado y un poco más atrás a Paco, cuando quedaban unos veinticinco metros para la llegada me adelantó haciendo un gran esfuerzo, pues era la primera vez que veía a Antonio con la

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respiración tan entrecortada, total llegamos los dos a la señal que indicaba los 1952 m. del Klausenpass donde nos esperaba Marco, al poco llegó Paco y salimos a recibirlo pero no le hizo mucha gracia, nos hicimos las fotos de rigor delante del letrero y fuimos a un tenderete a comprar las pegatinas con el escudo del puerto, Paco vio una cajita de puritos, se acordó del Barbas y se la compró, después fuimos a un bar, nos tomamos una cerveza y compramos otra pues vimos, muy cerca, unas suaves laderas donde nos podíamos sentar y tomarnos los lomitos con pan que llevábamos, a la vez que veíamos la exhibición de motos de gran cilindrada, muchas conducidas por mujeres, algunas con sidecar y coches deportivos tipo maserati, ferrari, etc., que aprovechando el buen tiempo, paseaban por la carretera disfrutando y haciéndonos disfrutar mientras dábamos buena cuenta del lomo.

Después de descansar un poco tomando el sol, reemprendímos la marcha al

principio en caravana luego un poco mas ligero, fue cuando vimos que Antonio levantaba los brazos en señal de triunfo y disfrutando como un enano, Marco vio una posibilidad de adelantar a un deportivo plateado bastante bonito con una pareja joven, y lo hizo mas o menos apuradamente, Antonio tambien adelantó y se fueron los dos, Paco y yo esperamos a que se orillara un antiguo autobús que utilizan para pasear turistas y pudimos avanzar hasta que nos los encontramos un poco mas abajo que nos estaban esperando y Antonio nos dijo que nos iba a enseñar el sitio mas bonito de Suiza, nos paramos en una zona de curvas con fuerte pendiente, dejamos las bicicletas y subimos a una peña y la vista era fantástica, encaramados sobre la roca a nuestros pies se extendía un estrecho valle con un río y la carretera por el medio, todo verde y las cumbres con bastantes neveros, al fondo se podía adivinar Glarus, un sitio realmente espectacular.

Seguimos bajando y un poco mas adelante atravesamos un túnel en el que la

pared de la izquierda tenia grandes ventanales y al pasar por uno de ellos se veía creo que era el pueblo de Linthal con la estación de ferrocarril en primer termino y el pueblo detrás encaramándose por la ladera, parecía una maqueta de tren a escala, seguimos bajando y pasamos por otro túnel, esta vez más largo y con una pequeña curva en medio de forma que no se veía el final, aquí la velocidad se disparaba y hubo quien llegó a los sesenta y siete kilómetros por hora, seguimos bajando y llegamos a otro pueblecito posiblemente Nidfurn, en donde enfrente de su estación acabamos con lo que quedaba de lomo, la emoción de la bajada nos había abierto el apetito y para nuestra sorpresa Antonio sacó unas latas de cerveza Cruzcampo para celebrar el evento, desde aquí tambien había unas vistas impresionantes, por la altura a la que estábamos, se veían las personas y los animales en la ladera de enfrente, diminutas.

Después de encontrar una papelera donde depositar los desperdicios, creo

que no se encontró, seguimos bajando un poco más hasta llegar a Glarus. Fuimos por el valle como en tantas ocasiones, saboreando ya nuestras

últimas pedaladas, en un pueblecito, de los muchos que encontramos, vive el amigo

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de Antonio aficionado a la geología, pero aunque lo intentó no consiguió dar con su casa, más adelante vimos a unos caballos pastando en mitad de un prado con los ojos tapados, como los de los picadores, creemos que para que no se escapen, nos pareció un poco cruel y cuando nos dimos cuenta estábamos de nuevo en casa de Markus en Uznach, habíamos completado la vuelta, nos fundimos en un gran abrazo felicitándonos por haber conseguido todos los objetivos con bien, por no haber tenido ningún incidente ni personal ni mecánico y nos fotografiamos con las bicicletas.

Eran sobre las siete cuando llegamos a casa de Markus y nos estaban

esperando las esposas, tomando unas copas de champan para aliviar la espera, en principio el plan era ducharnos y con los dos coches, las bicicletas y el equipaje marcharnos a Spasingen, pero a Antonio le entraron las prisas, un poco justificadas, pues le tenia que pedir las llaves de la casa a la abuela, una señora mayor para la que las ocho de la tarde era media noche, en medio de la confusión yo subí y me duché, me sentó estupendamente como de costumbre y cuando acabé todavía estaban metiendo el equipaje.

Nos despedimos de Markus y Carmen muy agradecidos por lo bien que se

habían portado con nosotros y pusimos rumbo a Spasingen un pueblecito a unos treinta kilómetros de la frontera, en Alemania, donde viven unos amigos de Antonio e Inmaculada y donde Antonio tenía su domicilio oficial cuando trabajaba aquí, aunque realmente vivían en Konstanz, por donde pasamos y nos enseñaron donde, antes de atravesar la frontera.

Pasamos la frontera sin pega y llegamos al pueblo, Antonio fue a buscar la

llave y descargamos los coches, había una habitación para cada pareja pero hubo algún fallo de transmisión entre el padre y la hija por lo que no estabamos seguros si ella iba a dormir allí, por lo que no nos atrevimos a ocupar la habitación, así que nos distribuimos, tres mujeres en una habitación con cama de matrimonio amplia, Paco y yo en otra habitación con cama de matrimonio, Marco en una cama plegable en el salón y Antonio e Inmaculada en una habitación en el sótano, de esta forma dejamos libre la habitación de la niña por si se le ocurría venir. Tambien tenían de inquilinos un gato o dos que hubo que desahuciar para tranquilidad de las féminas.

Empezaron las sesiones de duchas y arreglos con lo que, como de costumbre,

estábamos fuera del horario de cena, menos mal que había llamado Angel, el dueño de la casa a ver si todo había ido bien, y aprovechó Antonio para preguntarle dónde podríamos comer, le dijo que en un restaurante italiano en Stockach un sitio conocido de Antonio.

Efectivamente cuando llegamos nos atendieron muy bien aunque nos

pusieron la pega de no poder pagar con tarjeta por lo que hubo, antes de nada, ir a un cajero cercano para conseguir marcos, de lo que se encargaron Paco y Antonio y una vez que volvieron pudimos pedir la comida, comimos estupendamente y a los

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postres llegó el dueño y entabló conversación con Antonio e Inmaculada sobre amistades comunes, entre ellos el antiguo dueño del restaurante, hablaban medio en alemán, medio en italiano, medio en español pero lo único claro que decía refiriéndose al antiguo dueño, bajo cuyas ordenes había trabajado, era “CULO”, nos reímos bastante y no invitó a unos chupitos de licor.

Regresamos a la casa y nos quedamos un poco comentando las incidencias de

la intensa jornada e intentando cogerle las vueltas al gato para que no entrara, después cada uno a su cama.

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Nos levantamos sobre las ocho, después de haber dormido casi todos

bastante bien. Por la mañana muy temprano había venido la abuela a echarle de comer a los gatos, estuvo hablando con Antonio que ya estaba levantado y con tal motivo se coló el gato, al estar todas las puertas de las habitaciones cerradas se vino a la habitación donde dormíamos Paco y yo, de forma que cuando desperté la primera visión fue el gato acurrucado a mis pies y un arañazo en la frente, no se si del gato o de Paco.

Nos arreglamos y fuimos a desayunar a Stockach, en Spasingen no hay nada,

a una cafetería muy buena que conocía Inmaculada, pero tuvimos mala suerte y estaba cerrada, por lo que fuimos a otra en la parte baja del pueblo que tambien nos lo encontramos cerrada, estaban de vacaciones en España, por lo que volvimos a subir y nos sentamos en una terraza muy agradable pero a la que, enseguida que nos sirvieron, acudieron cantidad de avispas, por lo que tuvimos que aligerar, el desayuno fue corriente, tostadas con mantequilla y mermelada, zumo de naranja y café.

Este pueblo alemán con aire suizo ya no es lo mismo, se nota más descuidado

en la limpieza y en el mobiliario urbano, es otra cosa. Cogimos el coche y fuimos a Überleungen a orillas del lago Constanza que

ellos llaman Bodensee. Dejamos el coche en el aparcamiento subterráneo de un edificio moderno, donde nos llamó la atención que las plazas de aparcamiento mas fáciles de maniobrar estaban reservadas para minusválidos y mujeres, lo cual no sentó nada de bien a nuestras acompañantes, estuvimos deambulando plácidamente por un paseo a orillas del lago donde había bastante gente, un grupo musical con aires latinos hacía las delicias de la concurrencia, una fuente con un grupo escultórico de un artista alemán de vanguardia muy apreciado, transgredía las normas de buen gusto presentando a unas señoras mayores desnudas y en posiciones imposibles, luego vimos otro grupo escultórico del mismo artista en un bulevar de Stockach, hacia el lado del lago había pantalanes con bastantes yates y veleros atracados, como en todos los sitios turísticos había barcos que hacían un recorrido por el lago, pero esta vez no intentamos cogerlo. Había terrazas de bares muy preparadas y un hotel con pinta de decimonónico donde se hospedaban los viajeros de entonces cuyos comentarios en forma de libros, algunos llevados al cine, nos han llegado para nuestra envidia.

Llegamos al final del paseo y cogimos por una calle interior y paralela a por

donde habíamos venido llena de tiendas con las mercancías en la calle, aunque al ser la una de la tarde muchas estaban cerradas para comer, aquí hubo un poco de despiste porque empezamos a entrar cada uno en una tienda, Paco entró a comprarse un polo, Marcos y yo entramos a ver un trípode en condiciones para la

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máquina de fotos pero al final no fue posible porque no le admitían la tarjeta, de forma que cuando salimos, los demás, que se había acercado a ver la catedral, nos estaban buscando un poco desesperados.

Recogimos el coche y en principio íbamos a ir a un pueblo donde las fachadas

de las casas, al menos una manzana, están decoradas con pinturas alegóricas y se lo habían recomendado mucho a Paco, pero una vez todos en el coche se decidió que estaba excesivamente lejos e íbamos a llegar muy tarde para ver Constanza, hacer la compra en el Migros de quesos y chocolates, etc. e ir a la cena, a la que nos habían invitado los amigos de Antonio.

Camino de Constanza, que está casi enfrente de Überlingen al otro lado del

lago, paramos a comer en el monasterio de Birnauz con unas bonitas vistas del lago, que estaba muy concurrido y sus amplios aparcamientos casi llenos, como no había libre ninguna de las mesas preparadas al efecto pusimos el campamento sobre un murete de un metro de altura en el jardín del monasterio, el menú eran emparedados de lomo o salchichón con lata de cerveza Cruzcampo o refresco que habían venido en la nevera y estaban a buena temperatura y el pan que compramos en Stockach estaba buenísimo, así que comimos estupendamente, de postre nos tomamos unas manzanas, un poco ácidas, que cogió Marco de unos arboles que debían de pertenecer a la huerta del monasterio.

Llegamos a Constanza que es una ciudad fronteriza, la parte alemana se

llama Kreuzlingen, Inmaculada nos contó que durante la segunda guerra mundial, para que los alemanes no la bombardearan, dejaban las luces encendidas y así no podían distinguir lo que era Konstanz de Kreuzlingen, lo que les ha permitido conservar parte de la muralla medieval y muchas de las casas anexas.

Pasamos de nuevo por donde habían vivido Antonio e Inmaculada y fuimos

directamente al aparcamiento del Migros que estaba al final de la calle, era uno de los grandes, con varias plantas. En la planta baja estaba el supermercado, bastante amplio, compramos sobre todo queso y chocolate, aunque Mª Paz compró tambien salchichas de los dos tipos Bratwurt, con carne de ternera y Serbola con carne de cerdo, en la magnifica organización del viaje estaba todo previsto y el último día era el de las compras de productos perecederos, lo protegimos lo mejor posible con bolsas térmicas y lo llevamos al coche, que cambiamos de sitio para que estuviera a la sombra y lo dejamos allí mientras íbamos a ver Constanza.

Entramos en la ciudad antigua por una de las puertas de la muralla, con una

torre con su preceptivo reloj y un campanil, que daba acceso a una calle peatonal llena de tiendas y con una arquitectura muy típica, a la derecha de la puerta había una casa preciosa que según nos dijo es de las que más le gustaban a Inmaculada.

Marco y Carmen se quedaron al principio de la calle en una tienda de

artesanía de objetos de madera y cartón, los demás seguimos por separado hasta

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llegar a una plaza donde había un edificio con la fachada pintada como en el pueblo a donde quería ir Paco. Como eran las seis y media y habíamos quedado con los amigos de Antonio a las siete, volvimos y nos encontramos a Marco y Carmen que habían comprado unos molinillos, pero uno de ellos no funcionaba bien por lo que volvieron a entrar en la tienda a ver si se lo arreglaban, viendo que la cosa se demoraba, Inmaculada, Mari, Mª Paz y yo nos fuimos andando para que no pensasen que nos habíamos olvidado, no estaba lejos, pasamos por un nuevo acceso de la autopista y la estación de ferrocarril y después de subir una cuesta llegamos, ya nos estaban esperando todos y tras presentarnos a Modesto, salimos rápidamente para el huerto.

A las afueras de Kreulingen existen pequeñas extensiones de terreno, de

unos doscientos metros cuadrados, que alquila el ayuntamiento, para la siembra de frutas y hortalizas para el autoconsumo. En una de estas parcelas es donde Modesto tiene su huerto. Nos estuvo enseñando la pequeña cabaña muy bien aislada para los rigores del invierno, nos dijo que la única calefacción que utiliza es dejar abierta un ratíto la puerta del horno de la cocina, consta de un salón cocina y un pequeño aseo, al lado de la cocina un agujero en el suelo le sirve de nevera y asegura que tiene la misma temperatura en invierno que en verano, fuera lo tiene todo plantado de pequeñas cantidades de hortalizas y vegetales varios y una gran parra que da sombra a una especie de porche con una parrilla de fábrica al lado.

Cuando llegamos nos presentó a su mujer Rosa y a unos amigos que tienen la

parcela del lado Giacomo, Conchetina y su hija Sabrina, italianos típicos, sobre todo él, con cierto parecido a Alfredo Kraus, Modesto y Rosa son gallegos y a pesar del tiempo que llevan en Suiza no han perdido el acento, Marco estaba encantado con sus paisanos, como todos, porque a los cinco minutos de estar allí te sentías cómodo por la amabilidad y sencillez con que te trataban, durante la conversación se veía lo adaptado que están a la vida de allí, de forma que les choca muchas de las cosas que pasan por aquí cuando vienen de vacaciones.

Nos sirvieron una suculenta comida a base de salchichas Bratwurt y Serbola

a la parrilla y acompañada de rosti - patatas cocidas y fritas - además de ensalada de tomate con vinagre balsámico, patatas aliñadas, berenjenas a la parrilla, ensalada de lechuga, productos todos de la huerta y por lo tanto fresquísimos y sabrosísimos y todo ello regado con un exquisito tinto Paternina, creo que envasado para la exportación, que al que mas le gustó fue a Marcos que cogió una buena chispa.

Al final de la cena llegó una de las hijas de Rosa y Modesto, que está

completamente integrada y trabajando allí, venia acompañada por dos amigas, y en su honor Inmaculada y Paco se marcaron unas sevillanas con palmas y voces del resto, pero creo que era lo suficientemente tarde para que los vecinos se hubiesen ido, así que no apareció la policía.

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Dado que Rosa se levanta a las cinco de la mañana para ir a trabajar, sobre las diez, tardísimo para ellos, levantamos el campo.

Nos despedimos de ellos agradeciéndole muchísimo la acogida que nos

habían dispensado e intentamos que Marcos no cogiera el coche, tarea imposible, así que resignadamente nos montamos en el coche y volvimos a Stockach, como habían cambiado la entrada por la nueva variante, Antonio no tenía muy claro por donde iba y Marcos con la guasa nos plantó en la frontera con lo que tuvo que ir marcha atrás unos metros ante la atónita mirada de los guardias, pero no nos persiguieron ni nos echaron a los perros, las fronteras de Europa no son lo que eran.

Por fin dimos con un sitio para aparcar el coche, andando pasamos por la

casa pintada que habíamos visto por la tarde y otra mayor que había en una calle que nos llevó a una plaza peatonal con edificios antiguos y muy animada, a pesar de la hora, en el centro había dos tipos con una bicicleta haciendo viguerías. Entramos en una heladería con helados de todos los sabores, cada uno fue eligiendo y nos sentamos en un banco de la plaza un buen rato, pues la temperatura era ideal.

Volvimos Spasingen para pasar nuestra última noche fuera de las fronteras

españolas, contamos con todas las habitaciones por lo que pudimos dormir por parejas legalmente reconocidas y con las puertas cerradas para no recibir felinas visitas.

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Nos levantamos bastante temprano y después de recoger todo y montarlo en los coches, nos dispusimos con una mezcla de pena por dejar estos parajes ideales y alegría de volver a ver a nuestros hijos, para el regreso.

Nos fuimos a Constanza, al Migros, en donde nos tomamos unos suculentos

desayunos en contra de la opinión de Antonio que dice que para viajar no se puede comer mucho, una vez que acabamos fuimos a dejar a Inmaculada en casa de Modesto y Rosa porque ella se vuelve en avión y nosotros enfilamos la autopista sin novedad.

Paramos en un área de servicios para dejar lo que el cuerpo ya no quería y

Marcos aprovechó para comprar unas cantaras de leche pequeñitas llenas de pastillas de chocolate muy monas, luego tuvimos una vista del Mont Blanc, impresionante, todo nevado, en la bajada hacía Lausane, de frente primero y después a lo largo de una serie de kilómetros lo pudimos contemplar en todo su esplendor.

Pasamos la frontera Suiza sin problema y seguimos por Francia hasta que

paramos en un área de servicios para comernos el último lomito que nos quedaba, tambien nos comimos un melón que Antonio partió por la mitad, en forma de corona, ante el beneplácito de la concurrencia. Luego fuimos a tomarnos un café, pero era de máquina y no teníamos monedas y con la tarjeta no nos la daban, así que estábamos a punto de irnos cuando me acordé que yo tenía un billete de veinticinco francos, de cuando estuvimos en Paris, con ello nos dio, después de cambiarlo, para dos cafés malísimos que acabaron en la papelera.

Seguimos haciéndosenos ya un poco pesado el viaje, menos mal que cogí el

coche para que Marcos descansara un poco y eso me distrajo hasta que llegamos al Area de Mornas, a la confitería L’Arche donde merendamos, después seguimos hasta la frontera española donde volvimos a parar, para a duras penas, dado el estado lamentable de los servicios, poder hacer un pís. Seguimos para Barcelona donde hoy teníamos reservadas las habitaciones en el área de servicio de Bellaterra, en el hotel del mismo nombre a donde llegamos sobre las once, dejamos las maletas en la habitación y los coches en unos garajes que tambien teníamos y fuimos a intentar comer en una cafetería al lado del hotel, solo conseguimos comer unos bocadillos y rápidamente nos sirvieron unas cervezas, pues a partir de las doce no podían servir bebidas alcohólicas, nos sentamos, después de esquivar las salidas directas del aire acondicionado y dimos buena cuenta de ellos, de postre a Paco se le ocurrió comprar una botella de Málaga Virgen y el camarero muy amable nos facilitó unas copas, estuvimos charlando un buen rato y brindamos, mirándonos a los ojos, sino no vale, por el éxito del viaje, luego tras pasar por el garaje a por algo que se había quedado en el coche, nos fuimos a dormir.

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Después de estar un tiempo esperando a Antonio en el hall del hotel, intentamos hablar con él por teléfono y estaba comunicando, por lo que me acerqué a su habitación y toqué en la puerta e inmediatamente me contestó, se había quedado dormido, no lo habían llamado de recepción o estaba comunicando, enseguida apareció y partimos.

No desayunamos en el hotel sino que paramos en la primera área de

servicios que encontramos, L’Arboç del Penedes, había muchísima gente y la diferencia con las que habíamos dejado atrás era notable, sobre todo el ruido, era tambien self-service y después de elegir cada uno, nos sentamos en unas mesas que había libre, situadas en un pasillo sobre la autopista, por lo que se veían pasar los coches por abajo a una velocidad de vértigo.

El tiempo se fue estropeando con abundantes nubes y a la salida de

Zaragoza nos sorprendió una tormenta con rayos, truenos y una tromba de agua de la que nos tuvimos que refugiar en una venta que nos salió al paso, porque no se veía nada, una vez pasada seguimos y nos encontramos por la carretera con varios accidentes, el más grave un camión que había derrapado y se había cruzado en la carretera, no parecía que hubiera heridos, pero el colapso era fenomenal, menos mal que fue en la otra vía.

La hora de la comida nos llegó por tierras de Guadalajara, paramos en una

gasolinera para decidir donde lo hacíamos, Paco conocía un sitio, pero había que desviarse por lo que decidimos comer después de atravesar Madrid, seguimos sin saber que iba a ser de nuestros estómagos, cuando a Marcos se le ocurrió la genial idea de ir a comer a Aranjuez, cogimos la desviación correspondiente y paramos en el Restaurante La Rana Verde, nos dieron una mesa al lado de una gran cristalera desde la que se veía el río Tajo y el puente, muy bonito, comimos bien, aunque con la carne que pedimos Antonio y yo hubo una interpretación distinta de la palabra “asada”, por supuesto brindamos por algo, mirándonos a los ojos aunque no estuviera Inmaculada, que después nos enteramos que tardó también dos días en venir en avión.

Salimos con bastante calor y una vez fuera de Aranjuez, Marcos me dejó el

coche para echarse su siesta, hasta que llegamos al hotel La Perdiz, donde nos tomamos unos refrescos y estiramos un poco las piernas.

La última parada la hicimos un poco pasado Carmona, en una gasolinera en

donde hicimos el cambio de equipaje, y nos despedimos pues los de La Motilla tiraban por la SE-30, que les era más favorable, nosotros seguimos por la autopista hasta casa, en donde nos despedimos hacia las ocho.

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Bueno, se ha terminado el viaje, aunque creo que se ha iniciado una buena amistad entre las parejas, paralela a la que ya existía entre los “biciclistas”, gracias a la buena disposición que han demostrado todas ellas y que posiblemente nos lleve a nuevas experiencias.

Incluso lo que desde el principio más nos preocupó y creíamos que iba a ser

una cosa complicada como el compaginar el divertimento de unos y otras, ha resultado perfecto e incluso la petición de más días en común, que al principio se solicitaba, se ha ido atenuado progresivamente ante lo bien que se lo han pasado ellas por su cuenta.

Otro asunto solventado magníficamente, pese a nuestra preocupación inicial

y gracias al inestimable asesoramiento de Inmaculada, ha sido la comida, hemos comido bien todos los días y ellas han merendado de forma espectacular casi todas las tardes.

El tiempo ha sido bueno, excepto dos días que ha llovido y los pasamos sin

demasiadas dificultades, dándonos la oportunidad de ver las nubes ascendiendo por las laderas de las montañas, hemos pasado frio en las cumbres y sudado por los llanos, tostándonos la piel cuan artistas del pico y la pala.

Los carriles bici poco tienen que ver con los que estamos acostumbrados,

están asfaltado o en tierra compactada pero sin baches y la señalización a base de letreros rojos, de forma exhaustiva, permite seguirlos sin demasiadas dificultades.

Los elementos mecánicos, coches y bicicletas, se han comportado

perfectamente y no hemos tenido el menor problema. La conducción del coche por parte de Carmen ha sido perfecta, según aseguran sus compañeras, ligadas en un pacto de silencio sobre lo negativo que pudiera suceder, nunca se han perdido y todos los aparcamientos le han salido gratis.

Los reportajes fotográficos han estado esta vez a cargo de Marco, que con

su flamante cámara digital ha sacado unas fotos preciosas, con unos paisajes increíbles y con la posibilidad que da el ordenador de seleccionar, ampliar, imprimir, etc., pero no tenemos ninguna foto subiendo, dada la velocidad con la que iba, y la parte mas urbana que es la que ellas han visitado, lo ha hecho Mª Paz, que llevaba la máquina pero realmente las fotos las hacía el primero que pasaba por donde estaban, también han salido bien y entre las dos podemos fácilmente volver a revivir todo lo que hemos visto y disfrutado.

Después de todo lo dicho, no hay que decir, que la organización ha sido

perfecta, no ha habido ninguna etapa ni excesiva ni corta, los hoteles estaban

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donde tenían que estar y cualquier cosa que surgía se solucionaba sobre la marcha. Gracias a Antonio e Inmaculada a sus buenas amistades, a su conocimiento del idioma y de las costumbres, nos han hecho conocer una Suiza más personal e íntima y menos turística, sobre todo a través de sus magníficos amigos que nos han dejado sus casas para dormir, nos han dado de comer y nos han acogido con todo el cariño.

Como le gusta a Paco que diga, este viaje ha estado FANTASTICO.

Sevilla, Agosto de 2001