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cuadernos formativos noviembre 13 azaroa Francesc Torralba, profesor, doctor en filosofía y en teología. Adimen espirituala lantzea El cultivo de la inteligencia espiritual

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Francesc Torralba, profesor, doctor en filosofía y en teología.

Adimen espirituala lantzea

El cultivo de la inteligencia espiritual

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Adimen espiritualak, ahalmena ematen digu izatearen zentzuaz gal-detzeko, errealitatetik aldentzeko, bizitza proiektuak egiteko, mate-rialtasuna gainditzeko, zeinuak ulertzeko eta bizitzako jakintzakaditzeko. Adimen espirituala lantzea, aurre eman behar diogun hezi-keta erronka bat da, pertsona izateko hezi nahi badugu. Tradizioespiritual handietako maisu handiek, espiritualtasuna lantzeko etagaratzeko bide desberdinak erakusten dituzte. Gorputzak bezala,espiritualtasunak ere ariketa egin beharra du bere heldutasun osorairisteko. Bakardadea lantzea, isiltasunaz gozatzea, edertasunarenkontenplatzea, gogartea praktikatzea, elkarrizketa sokratikoa, etabaita ariketa fisikoak ere, espiritualtasuna garatzeko erak baitira. Ezdago modu bakar bat, historiak era askotan utzi baitigu ondare espi-ritual hau.

La inteligencia espiritual es una modalidad de inteligencia que tam-bién se denomina existencial o trascendente. Completa el mapa delas inteligencias múltiples que desarrolló, hace más de dos dece-nios, Howard Gardner. Nos referimos a una inteligencia que nosfaculta para preguntar por el sentido de la existencia, para tomar dis-tancia de la realidad, para elaborar proyectos de vida, para trascen-der la materialidad, para interpretar símbolos y comprender sabidu-rías de vida. El ser humano es capaz de un conjunto de actividadesque no se explican sin referirse a este tipo de inteligencia. Es espe-cialmente cultivada en los grandes maestros espirituales, en los filó-sofos y artistas, también en los creadores.

El cultivo de la inteligencia espiritual es un reto educativo que debe-mos afrontar si queremos educar para ser personas. Los grandesmaestros de las grandes tradiciones espirituales enseñan distintoscaminos y métodos para cultivar y desarrollar la espiritualidad.Como el cuerpo, la espiritualidad también requiere de una ejercita-ción para que alcance su plena madurez. La práctica de la soledad,el gusto por el silencio, la contemplación estética, la práctica de lameditación, el diálogo socrático e incluso el ejercicio físico son for-mas de desarrollar la espiritualidad. No existe un único modo, sinouna pluralidad de formas que la historia nos ha legado como unpatrimonio intangible.

Adimen espirituala lantzeaEl cultivo de la inteligencia espiritual

El profesor Francesc Torralba es doctor en Filosofía y en Teología.Actualmente es el Director de la Cátedra Ethos de Ética Aplicada de laUniversitat Ramón Llull. Autor de numerosas publicaciones sobre ética yespiritualidad. Entre sus últimos libros, cabe destacar El arte de saber escu-char (2007), El sentido de la vida (2008), Sosegarse en un mundo sin sosie-go (2009), Inteligencia espiritual en los niños (2012) y, Jesucristo 2.0 (2012).Este Cuaderno formativo es el V capítulo “El cultivo de la inteligencia espiri-tual”, del libro F. TORRALBA, Inteligencia espiritual, Plataforma Editorial,Barcelona, 2012, 191-234.

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1. BAKARDADEA PRAKTIKATZEKO OHITURALA PRÁCTICA ASIDUA DE LA SOLEDAD

Para cultivar la inteligencia espiritual es especialmente relevan-te la práctica asidua de la soledad. Resulta esencial separarsedel mundo, refugiarse del mundanal ruido, visitar el silencio ysumergirse en ese estado de vida tan necesario para el equili-brio entre exterioridad e interioridad.

Para vivir con perfecto discernimiento y extraer lecciones opor-tunas para la vida, es preciso recordar el pasado con frecuenciay recapitular lo que se ha vivido, como también comparar el jui-cio de entonces con el de ahora, y las intenciones y aspiracionescon el resultado y la satisfacción obtenidos. Para llevar a cabotal relectura, se tiene que hacer caso de aquella recomendaciónde Pitágoras cuando sugiere que por la noche, antes de dormir-nos, debemos examinar lo que hemos hecho a lo largo del día.

El que vive permanentemente en el tumulto de los negocios oen los placeres sin rumiar su pasado, pierde el claro discerni-miento. Su ánimo se convierte en un caos y en sus pensamien-tos se produce una confusión de la que da fe lo abrupto, lo frag-mentario y entrecortado de su conversación. Esto se da tantomás cuanto mayor es la agitación externa, la cantidad de lasimpresiones y cuanto menor es la actividad interna de su inteli-gencia espiritual.

La asidua práctica de la soledad es la mejor dieta para cultivary desarrollar la inteligencia espiritual. Cada uno rehuirá, sopor-tará o amará la soledad en proporción exacta con el valor de supropio ser. La paz profunda del corazón y la tranquilidad del serpersonal, ese supremo bien junto con la salud que todo serhumano anhela desde el hontanar de su ser, sólo se puedenencontrar en la soledad, en la más profunda vida retirada.

Una tarea fundamental que deberíamos tener muy presente enlas instituciones educativas es enseñar a las generaciones másjóvenes a gozar intensamente de la soledad, porque es la fuen-te del desarrollo de la vida espiritual.

Cuando uno se acostumbra a estar solo, descubre los tesorosde su riqueza interior. Entonces no siente el deseo de salir, dehuir, de escapar de sí mismo como si fuera un apestado. El vacíointerior es lo que impulsa a la sociedad a desplazarse alocada-mente de un lugar a otro. Cuando uno experimenta tal vacío,necesita una constante estimulación externa y, por cierto, lamás intensa, es decir, la provocada por seres semejantes.Entonces su inteligencia espiritual queda como atrofiada, caebajo su propio ser.

En muchas ocasiones, el impulso social no se basa en el amor alos otros, tiene su génesis en el miedo a la soledad. Muchos quebuscan desesperadamente la presencia graciosa de los otros notienen otro fin que rehusar el vacío de estar solos con la propiaconsciencia. Para escapar de uno mismo, uno se llega a conten-

Irakaskuntza erakundeok gogoan izan behar dugunoinarrizko eginkizunetako bat, belaunaldi gazteeneibakardadeaz benetan gozatzen erakustea da, horibaita bizitza espirituala garatzeko iturri. Bakarrikegoten ohitzen zarenean, zeure barneko aberastasu-naren altxorra aurkitzen duzu.

Gure kulturan, isiltasunarekiko antzematen den tole-rantzia eza bertan dagoen gabezia espiritualaren sei-nale garbia da, egungo gizateriak nor bere buruaribegiratu eta gure bizitzari zentzua zerek ematen diongaldetzeko ezintasuna adierazten digu.

tar incluso con una mala compañía y puede llegar atolerar la incomodidad de su presencia, con tal de noestar consigo mismo.

Sin embargo, cuando ha vencido la aversión a lasoledad y, consiguientemente, se ha familiarizadocon ella y se deleita con sus beneficios, puede estaren adelante solo con mucho gusto y sin anhelar nin-guna compañía, precisamente porque la necesidadde la misma no es directa y se ha acostumbrado a lasbeneficiosas cualidades que emanan de ese estado.

Dice el filósofo judío de origen lituano EmanuelLevinas que «la soledad es la unidad misma del exis-tente, el hecho de que hay algo en el existir a partirde lo cual tiene lugar la existencia. El sujeto está soloporque es uno. Se precisa la soledad para que existala libertad del comienzo, el dominio del existentesobre el existir, es decir, en suma, para que hayaexistente. Así pues, la soledad no es solamentedesesperación y desamparo, sino también virilidad,orgullo y soberanía».1

El amor a la soledad no es una tendencia primigeniadel ser humano; sólo surge como resultado de laexperiencia y de la reflexión. Ello ocurre en funcióndel cultivo de la propia inteligencia espiritual, pero,a la vez, con el pasar de los años. «La persona deespíritu -afirma Soren Kierkegaard- se distingue delo que somos nosotros por su capacidad de soportarel aislamiento, su rango, como persona del espíritu,es proporcional a la intensidad con la que puedesoportar el aislamiento, mientras que los sereshumanos que somos nosotros permanentementenecesitamos de los “otros”, de grupo; nos morimos,nos desesperamos, si no estamos resguardados porla pertenencia al grupo, por tener la misma opiniónque el grupo.»2

1 E. LEVINAS, El tiempo y el Otro, Paidós, Barcelona, 1993, 80.2 S. KIERKEGAARD, El instante, Trotta, Madrid, 2006, 80.

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2. IXILTASUNA DASTATUEL GUSTO POR EL SILENCIO

La experiencia del silencio interior es especialmenteidónea para el cultivo de la inteligencia espiritual.

El desarrollo de la vida espiritual exige un clima desilencio, de lo que metafóricamente se denomina lavivencia del desierto.

El silencio es un ámbito especialmente idóneo para lairrupción de preguntas y de experiencias que estáníntimamente conectadas con la vida espiritual. Cuandouno está en silencio consigo mismo y logra acallar lasvoces de la mente, se asombra de la realidad, experi-menta el misterio de todo lo que hay y palpita en él,con ímpetu, la pregunta por el sentido. La intoleranciaal silencio que se detecta en nuestra cultura es un clarosíntoma de la pobreza espiritual que hay en ella, unaexpresión de la incapacidad del ser humano contem-poráneo para mirarse a sí mismo y preguntarse qué eslo que dota de significado su vida.7

El silencio, en las grandes tradiciones espirituales yespecíficamente monásticas de la humanidad, juegaun papel decisivo para la práctica de la oración, de lameditación, del encuentro con Dios y con el mundo. Entodas ellas, salvando diferencias de carisma y de tradi-ción, se exige un clima de silencio, porque se reconoceque éste es fundamental para el desarrollo de la vidaespiritual. En nuestro entorno altamente contaminadoy sobresaturado informativamente, dicha experienciaestá prácticamente ausente de la vida cotidiana.

No nos referimos sólo al silencio físico, sino al silenciointerior. Cuando uno vive plenamente el silencio inte-rior, descubre su verdadera identidad, con todas suscomplejidades, grandezas y debilidades. El silenciocausa temor, porque al tomar distancia de la propiarealidad y del mundo circundante y al someterlo a unavaloración, uno duda de su modo de vida y de las rela-ciones que está cultivando. La experiencia del silencioes una experiencia de vértigo.

Esta experiencia colma el interior de la persona depoder espiritual, de un poder que imprime paz o desa-zón y que permite afrontar todas las circunstancias dela vida con otra luz, con otra perspectiva. Entonces, lavida ya no es un conjunto de problemas que se debenresolver cotidianamente, sino una oportunidad única,una escuela donde cada momento es una ocasión paraapreciar, aprender, acumular tesoros en el interior.

El impulso a la soledad está en proporción inversa al creci-miento en edad. El niño pequeño grita con angustia tan pron-to como le dejan unos instantes solo en la habitación. Para eladolescente estar solo es como una penitencia, porque en lavida social halla su satisfacción. Los jóvenes se juntan entre sícon facilidad. Los que desarrollan la inteligencia espiritual,buscan a veces la soledad, pero breves momentos. A la perso-na adulta, en cambio, le resulta más llevadera, puede estarmucho tiempo solo y más cuanta más edad tiene. El anciano,que ha quedado solo de entre varias generaciones desapare-cidas, encuentra en la soledad su elemento propio.

En esta etapa de la vida, si la persona cultiva progresivamen-te su inteligencia espiritual, alcanza una verdadera sabiduría.La persona anciana ve con claridad cosas que antes se halla-ban como en la niebla. Cuando se reconoce la soledad comouna amiga, el trato consigo mismo se convierte en costumbrey en una segunda naturaleza. El amor a la soledad que tieneque abrirse camino con dificultad, llega a ser plenamentenatural y simple. Entonces se está en la soledad como el pezen el agua.

La inteligencia interpersonal faculta para establecer vínculos,para desarrollar correctamente relaciones interpersonales,prepara para desarrollar habilidades comunicativas. Se desa-rrolla en el plano del diálogo, pero el lugar específico, el marcopropio para su verdadero desenvolvimiento es la soledad.

El cultivo de la soledad no debe interpretarse como una fugadel mundo. Quien la cultiva atentamente y medita en torno asu vida y a su ser, adquiere una riqueza que ofrece a los otrosa través de la relación. Como dice Miguel de Unamuno, la sole-dad permite comprender mejor a los seres humanos. En estesentido, no se opone a la socialización, sino que activa la inte-ligencia social.3

Existen, por lo general, dos formas de soledad: la buscada y laobligada. La primera es intencional, la segunda es no inten-cional y la persona la sufre como algo impuesto, no deseado.Esta soledad obligada es una enfática expresión de nuestracondición vulnerable.4 Querríamos no estar solos, pero nosvemos obligados a estarlo. Esta soledad, a pesar de no serdeseada, es una ocasión para cultivar la inteligencia espiritualy enfrentarse a la espinosa cuestión del sentido de la vida.

Dice la filósofa andaluza María Zambrano: «El ser humano novive esta pura soledad sino en momentos raros, porque lasoledad se da en la madurez; es el signo y la prueba de lamadurez de una vida».5 Y añade: «En los momentos de sole-dad, de esa soledad total que adviene tras la experiencia deldesengaño de las cosas y su vacío se hace sentir la realidad -o su ausencia- como proveniente de un foco primario, vivien-te. Sólo él puede restituir la confianza y la vida».6

3 Cf. M. DE UNAMUNO, Soledad, Austral, Madrid, 1967.4 Sobre esta cuestión, ver: A. PETIZIOL, Enfermedad y muerte de la escucha: el drama de la soledad, en Dolentium Hominum 34 (1997)

146-148.5 M. ZAMBRANO, El hombre y lo divino, FCE, Madrid, 1993, 297.6 M. ZAMBRANO, El hombre y lo divino, 301.7 Cf. F. TORRALBA, El silencio, un reto educativo, PPC, Madrid, 1999.

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«El hombre de la diversión -dice Emmanuel Mounier- vivecomo expulsado de sí, confundido con el tumulto exterior:Así el hombre es prisionero de sus apetitos, de sus rela-ciones, del mundo que lo distrae. Vida inmediata, sinmemoria, sin proyecto, sin dominio, es la definición mismade la exterioridad, y, en un registro humano, de la vulgari-dad. La vida personal comienza con la capacidad de rom-per el contacto con el medio, de recobrarse, de recuperar-se, con miras a recogerse en un centro, a unificarse.»8

Los pensamientos que crecen desde lo profundo del ser, alcalor de una silenciosa reflexión cotidiana, poseen acen-tos de realidad; se les reconoce porque se transforman enrealidad.

3 KONTENPLAZIOALA CONTEMPLACIÓN

Aristóteles distingue una triple actividad en el ser huma-no: la contemplativa, propia y exclusiva de la especiehumana; la práctica, que denomina acción y la productiva,que consiste en la elaboración de objetos a partir del inge-nio y de la fuerza humana. El ser humano, además deactuar y de producir, sus dos actividades más habituales,es capaz de contemplar.

La contemplación es una actividad que tiene su punto departida en los sentidos externos, pero trasciende el planode la percepción. Es una actividad que estimula la inteli-gencia espiritual. De hecho, cuando uno contempla aten-tamente la realidad, se sorprende de las cosas que hay enella y se formula cuestiones últimas. Como dice Aristótelesen la Metafísica, los seres humanos empezaron a filosofardespués de contemplar el cielo y las estrellas.

La contemplación de la cúpula celestial activa el preguntarfilosófico y ese preguntar es una actividad propia de lainteligencia espiritual. Contemplar no es ver, ni escuchar.Tampoco es oler, tocar o saborear. Trasciende los sentidos,pero parte de ellos.

Contemplar no es observar atentamente un detalle o unfragmento de la naturaleza. Esto es lo que hace, en senti-do estricto, un científico, un biólogo o un geólogo.Observan meticulosamente una parcela de la realidad y ladescriben pormenorizadamente. La contemplación no esla mera visión, tampoco es la observación. Es ser recepti-vo a la realidad, ensanchar al máximo los poros de la sen-sibilidad para captar el latido de la realidad exterior, paraconectar con lo que se oculta en ella, con ese trasfondoinvisible a los ojos. Exige la máxima transparencia, lavoluntad de abrazar todo lo que hay en ella; consiste ensumergirse en ella, desposeyéndose.

Cuando uno contempla, deja de concebirse como alguienque está enfrente de la realidad, como un espectador fren-

te a un espectáculo, deja de ser una fuente activa, paradeshacerse en lo contemplado, para perderse en la reali-dad. Esto es lo que sucede cuando se contempla un cua-dro, un paisaje marítimo; cuando uno se sumerge en unasonata de Johann Sebastian Bach o contempla la cúpulacelestial durante una larga noche de agosto.

La práctica de la contemplación exige unas condicionesque raramente se dan en nuestro mundo. En él, es habitualuna desproporción entre la vida activa y la contemplativa.Sufrimos un activismo salvaje que impide contemplar larealidad, lo que se asoma a la vida a cada instante.

Toda contemplación exige tiempo, y la velocidad es unobstáculo fundamental. Exige, además, una actitud inte-rior de paz y de profundo recogimiento, una predisposicióna recibir, a dejarse sorprender por la realidad. La contem-plación no busca nada en concreto. La persona que la cul-tiva, estimula su inteligencia espiritual, pues, al contem-plar la realidad, trasciende las apariencias de las cosas, vesu lado oculto, entra en comunión con el misterio del ser.

El segundo obstáculo en la práctica de la contemplación esla dispersión. La constante multiplicación de estímulossensitivos hace imposible contemplar algo atentamente,sin distracción alguna. El contemplar requiere, además delentitud y de atención, desasimiento. Para ello, se debesuperar la tendencia a encerrarse en sí mismo, a ponerseen el centro de la reflexión. Contemplar no es argumentar,ni reflexionar, tampoco dialogar, ni replicar. Es abrirse a latotalidad de la realidad, hacerse uno con ella, abandonar-se a ella. Exige, necesariamente, la superación del ego.

Contemplar es un movimiento semejante al fluir: consisteen dejar pasar, en hacer circular lo que está fuera, sinvoluntad de apropiárselo. Quien contempla, no tienevoluntad de poseer, ni de dominar lo que contempla.Contemplar es liberar, no excluye la posibilidad que otroscontemplen y gocen de la misma realidad contemplada.

Al contemplar la belleza, la unidad, el bien y el orden quehay en la naturaleza, en definitiva, la armonía de todas lascosas, la inteligencia espiritual se activa para comprenderel misterio de la existencia.

Kontenplazioa ez da ikuste hutsa, ez da begiratzea ere.Errealitateari irekita egotea da, sentsibilitatearen poroakguztiz zabaldu, kanpoko errealitatearen zantzuak jasotze-ko, begientzak ikustezina, baina bere baitan gordetzenduenarekin bat egiteko.

Gogoeta egitea, gauzen ulertze sokonagoa egiteko bideahartzea da. Batek gogoeta egiten duenean, ez da erreali-tatearen zati edo gune zehatz bat deskribatu nahi duela-ko, errealitatea bere osotasunean eta izatearen esan nahiezkutua argitzeko baizik.

8 E. MOUNIER, Obras completas, vol. III, Sígueme, Salamanca, 1990, 485.

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nos se ha debilitado este modo de entender la filosofía yse ha convertido en una práctica académica, en un saberformal que se imparte en las instituciones académicas yque se evalúa.

En el marco de la filosofía estoica, filosofar consistía enejercitarse en el arte de vivir, es decir, en vivir consciente ylibremente. El resultado final de tal tarea era superar loslímites de la individualidad para reconocerse parte de uncosmos animado por la razón; renunciar a desea lo que nodepende de uno y se escapa, no ocupándose más que delo que realmente depende de la voluntad.

No sólo en la Antigüedad, la filosofía se concebía como unejercicio espiritual, también en la Modernidad. En ellahallamos pensadores, fuera y dentro de la academia que,al filosofar, se sumergen en un mar de interrogaciones queexcita la inteligencia espiritual. Sin dejar de ser una disci-plina académica, la filosofía es una fuente de indagaciónpersonal, una labor espiritual que afecta al plano más per-sonal del ser humano. Cuando la filosofía se convierte enpuro pensar objetivo, se desnaturaliza, pierde su razón deser, porque su centro de gravedad es el yo y lo que preten-de, en último término, es alcanzar una sabiduría práctica.

Cuando una filosofía, se introduce en una senda de inte-rrogaciones, en un mar de perplejidades, consecuenciadirecta del asombro que experimenta frente a la realidad.David Hume, por ejemplo, filósofo empirista del sigloXVIII, escribe en el Tratado de la naturaleza humana:«¿Dónde estoy? ¿A qué causas debo mi existencia y a quécondición retornaré? ¿Qué favores buscaré y a que furoresdebo temer? ¿Qué seres me rodean, sobre cuál tengoinfluencia, o cuál la tiene sobre mí? Todas estas preguntasme confunden, y comienzo a verme en la condición másdeplorable que imaginarme pueda, privado absolutamen-te del uso de mis facultades y miembros».10

Tal y como subraya Arthur Schopenhauer, para filosofar serequieren dos condiciones: primera, tener el coraje de nosuprimir ninguna pregunta, por difícil que sea y, segunda,comprender como problema todo lo que supuestamentese comprende por sí mismo, teniendo consciencia de ello.También tiene que estar el espíritu realmente ocioso parafilosofar, no debe perseguir fin alguno para entregarse porcompleto y abandonarse a la consciencia propia.

Filosofar es abrirse paso hacia una comprensión más pro-funda de las cosas. No consiste solamente en disipar laniebla y en desenmascarar problemas espurios. Cuandouno filosofa, no pretende describir una parcela de la reali-dad, un espacio concreto, sino el conjunto de la realidad,el trasfondo de la existencia. Al filosofar, la inteligenciaespiritual se estimula poderosamente, porque uno tratade comprender el sentido de la realidad, no de ésta oaquella cosa en concreto, de éste o aquel proceso en par-ticular, sino de la misma realidad.

4. GOGOETAREN ARIKETAEL EJERCICIO DE FILOSOFAR

Uno de los modos más fecundos de cultivar la inteligenciaespiritual es a través de la filosofía. Filosofar es un modode estimular la inteligencia espiritual, pero no excluye,además, el desarrollo de los otros tipos de inteligenciacomo la intrapersonal y la lógico-matemática.

La actividad filosófica no se sitúa solamente en la dimen-sión del conocimiento, sino en la del ser más íntimo. Es unproceso cuyo fin es hacernos mejores, una práctica quedesarrolla plenamente nuestro ser. En el fondo, se trata decasi una conversión, aunque no en el sentido religioso deltérmino. Es una transformación integral que afecta a latotalidad de la existencia, que modifica el ser de aquellosque la llevan a cabo. Gracias a tal actividad, se accede a unestado vital nuevo y auténtico, se abandonan ciertas ocu-paciones pueriles y, como consecuencia de ella, uno alcan-za la consciencia de sí mismo, la visión global del mundo,una paz y una libertad interiores.

Como subraya el historiador de la filosofía griega PierreHadot, en la Antigüedad la filosofía era, en esencia, unejercicio espiritual.9 Éste incluía el estudio, el examen enprofundidad, la lectura, la escucha, la atención, el dominiode uno mismo y la indiferencia ante las cosas mundanas.Por razones muy distintas, a lo largo de los tiempos moder-

9 Cf. P. RADOT, Ejercicios espirituales y filosofía antigua, Siruela, Madrid, 2006.10 D. HUME, Tratado de la naturaleza humana, vol. I, 269.

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La condición indispensable para filosofar es lainterrogación, la capacidad de preguntar, decuestionarlo todo, de no suprimir, censurar omutilar ninguna cuestión por difícil o extraña quesea. Por eso, en sentido estricto, nunca puedeubicarse la filosofía al lado de otra disciplina, nipuede homologarse a ninguna otra. La filosofíano es una ciencia como la botánica o la zoología.Tiene, evidentemente, una dimensión racional ylógica, pero su principal finalidad es ofrecer elcamino de una vida feliz.

Escribe Wilhelm Dilthey: «El enigma de la vidaconstituye el único, oscuro y espantable objetode toda filosofía. No el enigma del mundo, queno constituye más que una mitad objetiva de eseoscuro ovillo de problemas, sino, más bien, elrostro de esa vida misma, con sus ojos que mirananhelosamente al mundo o lo contemplan sere-na o ensoñadamente, con su boca sonriente oque se contrae en una mueca de dolor: la esfin-ge de cuerpo animal y rostro humano».11

«El enigma de la vida -añade- nos mira con estasu doble faz, como vitalidad como ley, el espírituhumano trabaja sin descanso buscando solucio-nes. Para ello, se ve incitado por la diversidad deaspectos de la vida, que se le impone desde unprincipio, y que se revela precisamente comoenigma, como algo soberanamente contradicto-rio. Lo más terrible y, a la vez, lo más fecundo deeste enigma es que el vivo contempla a la muer-te sin poderla comprender, que la muerte siguesiendo para la vida algo inaprensible y espanto-samente extraño».12

Thomas Mann pone en boca de uno de sus per-sonajes en Doktor Faustus: «La filosofía es lareina de las ciencias. Su lugar entre ellas era, anuestro entender, comparable al órgano entrelos instrumentos. La filosofía abarca las demásciencias, las resume intelectualmente, inserta yordena en un cuadro universal los resultados dela investigación en todas las disciplinas, creauna síntesis superior y normativa, reveladora delsentido de la vida y de la posición del ser huma-no en el cosmos».13

5. ARTEAREN ESPIRITUALTASUNALO ESPIRITUAL EN EL ARTE

En 1912 Wassily Kandinsky publicó Sobre lo espiritual en el arte. Esla respuesta personal de un pintor ante las dificultades particula-res de su oficio y la necesidad de trazarse un esquema teórico en elcual apoyarse para esclarecerse a sí mismo vital y artísticamente.

La vida espiritual, en la que también se halla el arte y de la que elarte es uno de sus más fuertes agentes, es un movimiento comple-jo pero determinado, traducible a términos simples, que conducehacia delante y hacia arriba. Este movimiento es el del conocimien-to. Puede adoptar muchas formas, pero en el fondo mantiene siem-pre un sentido interior idéntico, el mismo fin.

Conscientemente o no, los artistas vuelven su atención hacia sumaterial propio, estudian y analizan en su balanza espiritual el valorinterno de los elementos con los que pueden crear. En el trasfondode los grandes artistas late una riquísima vida espiritual que hallasu lugar de expresión en la obra creada.

Cuando uno profundiza en una obra de arte, se encuentra con unavida espiritual activa y floreciente, apasionada y polivalente. Loespiritual está oculto en la obra, en la pintura, en la escultura, en laarquitectura, pero es lo que hace posible la obra, lo que la genera.La vida espiritual es la causa eficiente de la obra de arte, pero tam-bién es su consecuencia, pues cuando uno contempla atentamenteuna obra, ello no sólo estimula la atención de los sentidos, sino quedespierta su vida espiritual, excita el gusto estético, la experienciade la belleza.

«El artista -dice Kandinsky- crea misteriosamente la verdadera obrade arte por vía mística. Separada de él, adquiere vida propia y seconvierte en algo personal, un ente independiente que respira demodo individual y que posee una vida material real. No es un fenó-meno indiferente y casual que permanezca inerte en el mundo espi-ritual, sino que es un ente en posesión de fuerzas activas y creati-vas. La obra artística vive y actúa, participa en la creación de laatmósfera espiritual.»14

Artelanean, margolanean, eskulturan, arkitekturan espiritualtasunaezkutuan dago, baina berau da artelana sortu eta posible egitenduena. Bizitza espirituala da artelanaren zergati eraginkorra, bainabaita bere ondorioa ere. Artelan bat arretaz begiratu eta hausnartzendenean, ez du solilik zentzumenen arreta sustatzen, espiritu-bizitzaeta edertasunaren esperientzia ere sustatzen baiditu.

Elkarrizketan aritzea bestearengana irekitzea da, beste mundu ba-tzuek aberastutako ikuspegi berri batetik, jokabideak aldatzen etabeharra badago zuzentzen ere ikastea da. Elkarrizketa lantzen dute-nak bere mundu txikitik denona den mundu baten bila ateratzen dira.

11 W. DILTHEY, Teoría de la concepción del mundo, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1954, 84.12 W. DILTHEY, Teoría de la concepción del mundo, 84.

13 T. MANN, Doktor Faustus, Seix Barral, Barcelona, 1985, 342.14 W. KANDINSKY, De lo espiritual en el arte, Premia, México, 1996, 56.

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Según Viktor Frankl, uno de los modos más comunes de darsentido a la vida, de colmarla de significado es a través de lacreación, de la producción de una obra singular en la que elcreador deja rastro de singularidad en ella. El artista, al crear,expresa su mundo, un mundo que emerge de su inteligenciaespiritual.

«El artista -señala Kandinsky- tiene que educarse y ahondar ensu propia alma, cuidándola y desarrollándola para que sutalento externo tenga algo que vestir y no sea, como el guanteperdido de una mano desconocida, un simulacro de mano, sinsentido y vacía. El artista no es un ser privilegiado en la vida,no tiene derecho a vivir sin deberes, está obligado a un pesa-do trabajo que a veces llega a convertirse en su cruz. No igno-ra que cualquiera de sus actos, sentimientos o pensamientosconstituyen la frágil, intocable, pero fuerte materia de susobras, y que por ello no es tan libre en la vida como en el arte.»

«El artista -escribe Kandinsky-, comparado con el que no lo es,tiene tres responsabilidades: 1ª Ha de restituir el talento quele ha sido dado. 2a Sus actos, pensamientos y sentimientos,como los de las otras personas, conforman la atmósfera espi-ritual, la aclaran o la envenenan. 3a Sus actos, pensamientosy sentimientos, que son el material de sus creaciones, contri-buyen a su vez a esa atmósfera espiritual.»15

La contemplación artística despierta en el espectador la sensi-bilidad estética y estimula su inteligencia espiritual. Kandinskyse refiere al poder de la pintura: «La pintura es un arte, y elarte en conjunto no significa una creación inútil de objetos quese desvanecen en el vacío, sino una fuerza útil para el desa-rrollo y la sensibilización del alma humana que apoya el movi-miento del mencionado triángulo espiritual. El arte es el len-guaje que habla al alma de las cosas que para ella significan elpan cotidiano, y que sólo puede obtener en esta forma».16

6. ELKARRIZKETA SOKRATIKOAEL DIÁLOGO SOCRÁTICO

No cabe duda de que el diálogo es un fenómeno humano querequiere del trabajo de la inteligencia lingüística, emocional einterpersonal, pero el diálogo, más allá de las apariencias, esun ejercicio espiritual, un tipo de interacción donde intervieneactivamente esta forma de inteligencia, pues en él interaccio-nan dos mundos.

Sólo la persona capaz de distanciarse de su interlocutor y desí misma cultiva verdaderamente el diálogo. La pregunta por elsentido de la vida no siempre tiene su génesis en el pensarindividual. En muchas ocasiones, es suscitada a partir del diá-logo. También la elaboración de ideales y la valoración de lapropia vida vienen, en muchas circunstancias, generadas porla práctica del diálogo.

No todo diálogo adquiere dimensiones espirituales,pero cuando los interlocutores abordan cuestionesúltimas, que afectan al sentido y a la razón de existir,se convierte en un mecanismo idóneo para crecer ydesarrollar su inteligencia espiritual. En el planoestrictamente personal, todos somos capaces de dis-tinguir la calidad y la hondura de nuestros diálogos yde identificar diálogos decisivos para entender la tra-yectoria de la propia existencia.

Los grandes personajes espirituales de la historia hanutilizado el diálogo como método esencial de susenseñanzas. Hans Georg Gadamer se refiere a los«carismáticos del diálogo que cambiaron el mundo:Confucio y Gautama Buda, Jesús y Sócrates».17

El evangelista san Lucas presenta a Jesús en sociedad«sentado en medio de los maestros, escuchándolos yhaciéndoles preguntas. Todos los que le oían estabandesconcertados de sus inteligentes respuestas» (Lc 2,46-47). A lo largo de los evangelios, son muchos losdiálogos entre Jesús y sus oyentes. No poseemos eltexto original de ninguno de ellos, pero la coincidenciade los evangelistas en este punto hace suponer quedetrás de ellos hay una realidad. Jesús, como los otrosmaestros espirituales, enseñó a sus discípulos dialo-gando con ellos.

Dialogar es abrirse al otro, aprender a modificar loscomportamientos, a rectificar las opiniones si hay querectificarlas, desde una nueva visión, enriquecidoscon otros mundos, hechos más conscientes y máslibres. Los que dialogan salen de sus mundos priva-dos en busca de un mundo común. Se entra en el diá-logo, pero nadie sabe a qué derroteros le llevará. En eldiálogo se manifiesta la condición humana como rela-ción recíproca. Por él se insertan los interlocutores enun mundo común, incluso cuando no están de acuer-do. Salen de sí mismos y se abren a otros.

Dialogar es escuchar al otro, atender a lo que dice,estar pendiente de sus palabras, pensar en ellas.Escuchar es ser receptivo, buscar su verdad, tenerlaen cuenta. Es exponerse a descubrir que no estamosen la verdad. Escuchar a una persona no es sólo oírcon interés y atención al otro y entender lo que dice,sino dejar que se introduzca en nuestra vida, que seencuentre con nosotros y nosotros con ella, compren-derse mutuamente.

El diálogo es, en esencia, una labor espiritual, algoque trasciende las palabras, los gestos y los silen-cios, un modo de cultivar y de desarrollar creativa-mente la inteligencia espiritual. Invita al examen deconsciencia, a dirigir la atención sobre uno mismo, en

15 W. KANDINSKY, De lo espiritual en el arte, 56.16 W. KANDINSKY, De lo espiritual en el arte, 76.17 H. G. GADAMER, Verdad y método, vol. II, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1992, 204.

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pocas palabras, a conocerse auténticamente. Conocerse a unomismo exige reconocerse como no sabio. La confrontación conel otro a través del intercambio de palabras y de silencios es unejercicio determinante para comprenderse a sí mismo y crecerespiritualmente.

Existe un íntimo vínculo entre el diálogo con el otro y con unomismo. Sólo quien tiene el valor de tener un verdadero encuen-tro con los otros está en disposición de encontrarse auténtica-mente consigo mismo. El diálogo sólo llega a serlo verdadera-mente ante otro y ante uno mismo. Desde este punto de vista,todo ejercicio espiritual es dialógico en la medida en que supo-ne un auténtico ejercicio de presencia.

El diálogo no es un mero intercambio de palabras y de ideas. Esbúsqueda de la verdad a través de un movimiento racional queincluye la interacción como ejercicio básico. El fin último delmismo es la verdad de las cosas, el conocimiento de lo que sonen sí mismas, trascender las apariencias y alcanzar las esencias.

Ya Platón relaciona el diálogo con el descubrimiento de la ver-dad: «Cuando, tras muchos esfuerzos, se han relacionado unoscon otros los distintos elementos, nombres, definiciones, per-cepciones de la vista y de los demás sentidos, cuando se handiscutido en discusiones benévolas, en las que no hay malaintención en las preguntas ni en las respuestas, sólo entoncessurge de repente la intelección y comprensión de cada objetocon toda la intensidad de que es capaz la fuerza humana».18

Salir de las propias bardas, asomarse a los otros, entrar enellos, multiplicando así los puntos de vista, es enriquecersehumanamente, dilatar el horizonte, crecer personalmente, Sóloes posible obtener la verdad sobre el ser humano con la «cons-tante cooperación con los sujetos en una interrogación y réplicarecíproca».19

7. ARIKETA FISIKOAEL EJERCICIO FÍSICO

Existe un paralelismo entre ejercicio físico y espiritual. Delmismo modo que, por medio de la práctica repetida y constan-te de ejercicios corporales el atleta proporciona a su cuerpo unanueva apariencia y mayor vigor, gracias a los ejercicios espiri-tuales, uno proporciona más vigor a su ser, modifica su paisajeinterior, transforma su visión del mundo y, finalmente, su serpor entero.

Es interesante recalar que en la Antigüedad griega, en el gym-nasion no sólo se practicaban ejercicios físicos, sino que tam-bién se impartían lecciones de filosofía, para alcanzar la mentesana en un cuerpo sano.

Aparentemente, el ejercicio físico es una práctica puramentecorporal, pero sólo aparentemente. En el fondo es una actividadque altera profundamente toda la persona, que estimula sus

distintas capacidades y dimensiones y fortalece ydinamiza sus múltiples inteligencias. No sólo estimu-la la inteligencia corporal o kinestésica, sino ademásla emocional y social de un modo especial.

Cuando uno practica ejercicio físico de un modo con-tinuado, ya sea a título individual o colectivo, apren-de a dominar y a canalizar sus emociones negativas,también a expresar y a comunicar adecuadamentesus emociones positivas. Además, estimula la inteli-gencia social, los hábitos comunicativos y a cultivarlas relaciones humanas.

El filósofo Karl Jaspers dice del deporte que es unaactitud ante el mundo, que en él hay una defensacontra el anquilosamiento y que, a través de él, seestimula la autotrascendencia, cualidad ésta inhe-rente a la inteligencia espiritual.

Uno podría pensar que entre la actividad física y elcultivo de la inteligencia espiritual no existe relaciónalguna, pero se equivocaría. Es una actividad queatañe particularmente a la inteligencia kinestésica ycorporal, pero la fuerza para superar determinadoslímites, para trascender las resistencias de la natura-leza y el cansancio corporal tienen su génesis en elcultivo de la inteligencia espiritual.

El ejercicio físico, moderado y cuidadosamente ejer-citado, fortifica el cuerpo, lo hace sano, presto, váli-do; pero para realizarlo se requiere de una disciplinay autocontrol. Faculta para la resistencia en el dolor,desarrolla el hábito de continencia y la virtud de latemplanza, condiciones indispensables para el quequiere alcanzar la victoria. En este sentido, es unafuente de experiencia ética y activa valores nobles.

Es un antídoto eficaz contra la molicie y la vida cómo-da, despierta el sentido del orden y educa en el exa-men y en el dominio de sí mismo, sin jactancia nipusilanimidad. Es una ocasión privilegiada para elcultivo de los valores éticos, una escuela de lealtad,de valor, de sufrimiento, de resolución y de fraterni-dad universal.

Las virtudes propias del deportista son, entre otras,la lealtad, que prohíbe el recurrir a subterfugios; ladocilidad y la obediencia a las órdenes sabias dequien dirige un ejercicio de equipo, el espíritu de

Ariketa fisikoa jarraipenaz egiten denean, bai bakar-ka bai taldeka, emozio ezkorrak bideratzen eta men-peratzen ikasten da, eta baita bere emozio baikorrakegoki adierazten ere. Gainera, gizarte adimena, elka-rrizketarako ohitura eta gizarte harremanak lantzeasustatzen du.

18 PLATÓN, Carta 7,344 b.

19 E. CASSIRER, Antropología filosófica, Fondo de Cultura Económica, México, 1987, 21.

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renuncia cuando es necesario quedar en la penumbra parael bien del colectivo, la fidelidad a los compromisos, lamodestia en los triunfos, la generosidad con los vencidos,la serenidad en la fortuna adversa, la paciencia con elpúblico, la justicia, la templanza, recomendadas ya por lospensadores griegos.

En definitiva, el deporte, bien dirigido, desarrolla el carác-ter, hace valiente a la persona, generosa en la victoria ycondescendiente en la derrota, afina los sentidos, dapenetración intelectual y fortalece la resistencia de lavoluntad.

El deporte es una manera alegre y eufórica de vivir, conno-tada por una implicación corporal y un afán de superación.Ofrece frente a la restricción de movimiento, la actividadlibre del cuerpo, frente a la masificación pasiva, las accio-nes personales, originales donde cada uno se experimen-ta a sí mismo como persona. Uno no se limita a respondera programas establecidos sino que se experimenta dueñoy señor de sí mismo, de su propia conducta. Corre sinnecesidad. Salta sin necesidad. Ejerce con soberanía suinteligencia espiritual. No lucha para sobrevivir. No com-

bate para tener los recursos básicos para vivir. Lo hace conplena libertad, tomando distancia respecto a sus necesi-dades, expresando su voluntad.

Tanto en el plano amateur como en el profesional, el ejer-cicio físico es siempre una práctica de superación. DiceViktor Frankl: «El escalador extremo no intenta crear nece-sidades, sino descubrir posibilidades. Quiere averiguardónde está la “frontera” de lo humanamente posible. Peroel ser humano desplaza esta frontera, como desplaza elhorizonte a cada paso que da; el ser humano va amplian-do sus posibilidades sin cesar. Y al trascenderlas, se tras-ciende a sí mismo».20

Todo ser humano se puede proponer objetivos tras unareflexión meramente espiritual, pero no puede alcanzarlossin la colaboración de su cuerpo. La valoración de la fuer-za corporal es un acto espiritual, pero descansa en unaexperiencia de uno mismo que es distinta de la ejecuciónde actos espirituales.

8. EZER EZ EGITEAREN GOZOAEL DULCE NO HACER NADA

La aceleración tecnológica, el portentoso acortamiento deltiempo en la fabricación y la venta de productos, los cam-bios cada vez más veloces en los gestos, las modas, losestilos de vida, generan una imagen del mundo como algomuy efímero. Nadie puede negar que, principalmente enlas grandes urbes, se vive vertiginosamente.

El propio ser humano, embarcado en ese ritmo, se presien-te a sí mismo como algo frágil y provisional. Enganchadoen el veloz tren del tiempo, constata, existencialmente, demanera dolorosa e incontrovertible, las viejas amonesta-ciones de Heráclito acerca de lo caduco y la fluidez de lavida humana. En tal circunstancia, se siente llamado aparar, a practicar el dulce no hacer nada, práctica que esti-mula y desarrolla la inteligencia espiritual.

Cuando uno se detiene, cuando aparca el activismo quepermanentemente le acompaña y rompe con las rutinas ylos tiempos habituales, experimenta, en el fondo de su ser,una extraña necesidad de pensarse a sí mismo, de verse enperspectiva, de indagar el sentido que tiene su vida.

El no hacer nada, contrariamente a lo que se pueda pen-sar, no es estéril, ni vacío. Es la ocasión ideal para activarla inteligencia espiritual, para buscar el sentido a las cosasy experimentar el misterio de la realidad. Cuando volunta-ria o involuntariamente, uno es apartado del quehacerhabitual y se halla con las manos vacías, experimenta uncierto vértigo, no sabe cómo llenar el tiempo, qué tipo deactividad desarrollar para ocuparlo.

Este no hacer nada es, muy frecuentemente, la ocasiónpara cultivar la inteligencia espiritual.

20 V. FRANKL, El hombre doliente, Herder, Barcelona, 1989, 54.

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9. AHULTASUNAREN ESPERIENTZIALA EXPERIENCIA DE LA FRAGILIDAD

La experiencia de la fragilidad es uno de los lugares comu-nes donde se desarrolla y se estimula la inteligencia espi-ritual. El conocimiento de la muerte, la consideración delsufrimiento y de la miseria de la vida son experiencias quedan el impulso más intenso a la inteligencia espiritual.

Si nuestra vida no tuviese límites ni dolores, tal vez a nin-gún ser humano se le hubiera ocurrido la idea de pregun-tarse para qué existe el mundo, qué sentido tiene su exis-tencia, pues todo se comprendería por sí mismo.

Dice Karl Jaspers: «Hay situaciones que, aunque cambiende apariencia, perduran en su esencia, por mucho queoculten su poder sobrecogedor: no tengo más remedioque morir, luchar, estoy en manos de la casualidad, mehundo en la culpa... Estas situaciones fundamentales denuestra existencia reciben el nombre de situaciones límite.Esto significa que son situaciones de las que no podemosescapar y que tampoco podemos alterar».21

En estas situaciones límite, se activa la inteligencia espiri-tual. Sin embargo, en la vida cotidiana las tratamos deesquivar siempre que sea posible. Por lo general, olvida-mos que todos tenemos que morir, olvidamos nuestraculpa, nuestra dependencia de la casualidad. Sólo nosenfrentamos a situaciones concretas que modificamossegún conveniencia y frente a las cuales reaccionamossegún los patrones de conducta impulsados por nuestrosintereses vitales. Frente a las situaciones límite, reaccio-namos o bien ocultándolas en la medida de lo posible o,cuando las percibimos realmente, con desesperación.

Søren Kierkegaard expresa en primera persona el vértigode las situaciones límite.22 «Mi vida -dice- ha sido llevadahasta el extremo; me asquea la existencia, es insípida, sinsal ni sentido. Aunque me sintiera más hambriento quePierrot, no estaría dispuesto a engullir la explicación quelas personas ofrecen. Uno clava el dedo en la tierra parapercibir en qué país está, pero hunde el dedo en la exis-tencia - y no huele a nada. ¿Dónde estoy? ¿Qué quieredecir mundo? ¿Qué significa esta palabra? ¿Quién me haintroducido en todo esto y me ha dejado ahora abando-nado aquí? ¿Quién soy yo? ¿Cómo he venido al mundo?¿Por qué no fui preguntado, por qué no se me hizo cono-cer las costumbres y convencionalismos, sino que se mesituó en la fila como si hubiese sido comprado por uncomerciante de almas? ¿Cómo me he visto interesado enesta gran empresa que se llama realidad? ¿Por qué he deestar interesado?»

También el filósofo francés Blaise Pascal revela la mismaexperiencia de asombro frente a la realidad: «Cuando con-sidero la poca duración de mi vida, absorbida en la eterni-dad precedente y siguiente [...] el pequeño espacio queocupa e incluso que veo sumido en la infinitud inmensa delos espacios que ignoro y que me ignoran, me espanto yme asombro de verme más bien aquí que allá, para quesea ahora más bien que entonces. ¿Quién me ha puesto enél? ¿Por orden y autoridad de quién este lugar y este tiem-po me han sido destinados?».23

El precio de la edulcoración de la realidad es la pérdidaradical de contacto con la vida, con la trágica realidad delser humano, es la incapacidad de aportar una respuesta alos problemas que plantea la existencia y de proporcionara quien los vive el consuelo, por modesto que sea, de unasimpatía comprensiva.

«La finitud como estigma de la condición de criatura, es -según Karl Jaspers- la nota que el ser humano tiene encomún con todas las existencias que él ve en derredorsuyo. Mas su finitud humana no es susceptible de cerrarsecomo llega a cerrarse toda existencia animal.»24

La vulnerabilidad de la persona está abierta, trata de com-prenderse, de justificarse, de explicarse a sí misma y dehallar una razón de ser y una práctica de salvación. La vul-nerabilidad del animal, en cambio, está cerrada. Buscamecanismos para paliar sus precariedades de un modonatural, por instinto de supervivencia, pero en él esta vul-nerabilidad no adquiere consciencia de orden metafísico,no se abre a una respuesta de orden global que permitadar sentido a la misma y justificarla, aunque sólo sea deun modo provisional.

Hay seres humanos que, por su fragilidad constitutiva enel orden mental, jamás tienen consciencia de su vulnera-bilidad ni del cuidado que requieren constantemente delos otros para poder subsistir. Cuando no se detectan difi-cultades de orden patológico que obstaculicen la toma deconsciencia de la vulnerabilidad, el descubrimiento de lamisma acontece naturalmente. Esta toma de conscienciaes el culmen de la madurez humana. Ser maduro consisteen ser consciente de la propia fragilidad, en tener lucidezrespecto a lo que uno es.

Gizakiak sortutako artelan mota eta zientzien artean,musikak ahalmen berezia du adimen espirituala sustatze-ko. Musika adi entzuteak, izakiaren barru-barrurainokoeragina du. Izaera emozionala esnatzen du, norberarekikoadimena eta galdera sustatzen ditu, bizitza espiritualagauzatzen du.

21 K. JASPERS, Introducción a la filosofía, Círculo de Lectores, Barcelona, 1989, 25.

22 S. KIERKEGAARD, La repetición, Guadarrama, Madrid, 1986, 134.

23 B. PASCAL, Pensamientos, 68-205.

24 K. JASPERS, Introducción a la filosofía, 59.

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La vulnerabilidad es un dato universal en el mundo, perono la consciencia de la misma. A partir de la experienciadel vivir, uno se da cuenta, como si se tratara de una edu-cación natural, de que no lo puede todo, de que puedecaer, de que le pueden herir, de que está a expensas de loinesperado, de la desgracia que puede irrumpir en cual-quier momento.

Vivimos experiencias que nos sitúan, de pleno, en la cons-ciencia de la vulnerabilidad. La toma de consciencia de lamisma no es un hecho inmediato y repentino. Se producea partir de una cadena de experiencias personales que vandando cuenta de lo que realmente somos. Esto significaque la consciencia de la vulnerabilidad no es de tipo inte-lectual, sino de carácter patético. Tampoco se trata de unadeducción de carácter lógico, sino de un descubrimientoque se produce a lo largo del vivir y que atraviesa momen-tos de distinta intensidad.

Es imposible recordar el día en que uno descubre que esun ser vulnerable, puesto que el desvelamiento de estaverdad se debe, generalmente, a una sucesión de expe-riencias vitales.

La vulnerabilidad no es un misterio; es un hecho de la vidahumana, pero en determinadas ocasiones se patentiza deun modo claro y distinto. La primera evidencia no es el egocogito, sino la experiencia de la fragilidad personal y delos límites.

El despertar de la experiencia de lavulnerabilidad es una especie derevelación. Blaise Pascal expresa, enprimera persona, el despertar deesta experiencia en su consciencia:«Siento que yo puedo no haber exis-tido, porque el yo consiste en mi pen-samiento; por lo tanto, el yo quepiensa jamás habría existido si mimadre hubiese sido matada antes deque yo hubiese sido animado; por lotanto, no soy un ser necesario».25

Es una especie de destello interiorque quiebra la habitual instalaciónen las cosas del mundo y las seguri-dades mundanas. Uno empieza a vislumbrar estos deste-llos cuando comienza a sufrir algún tipo de dolor, perollega un momento en que relaciona estas experienciassubterráneamente y las interpreta como fenómenos deuna misma verdad. Esta experiencia suscita la preguntapor el sentido, activa la inteligencia espiritual.

10. MUSIKAZ GOZATUEL DELEITE MUSICAL

Dentro del conjunto de las artes y las ciencias creadas porel ingenio humano, la música posee una especial capaci-dad para activar la inteligencia espiritual.

La atenta escucha de la música afecta a los niveles másprofundos del ser. Despierta el fondo emocional, estimu-la la inteligencia intrapersonal, y la interrogación por unomismo; cataliza la vida espiritual. Las grandes tradicionesespirituales y religiosas han cultivado con esmero la músi-ca porque ven en este bello arte un modo de acceder a lomás oculto de la realidad, al fondo de las cosas, a lamadre del ser.

El cultivo de la inteligencia musical, propia de los artistas,excita tanto en ellos como en el auditorio la vida espiritual,el sentido del misterio y de pertenencia al Todo, de unmodo tan elevado que difícilmente lo pueden lograr lasartes figurativas y representativas. En esta tesitura, seexpresa el mismo Kandinsky cuando dice: «El artista, cuyoobjetivo no es la imitación de la naturaleza, aunque seaartística, sino que lo que pretende es expresar su mundointerior, ve con envidia cómo hoy este objetivo se alcanzanaturalmente y, sin dificultad, en la música, el arte másabstracto».26

El poder específico de la música consiste enexpresar sensaciones, situaciones de alegría,de dolor. Somos transportados por la música,pero no sabemos hacia dónde. Ésta catalizael movimiento de trascendencia, pero tam-bién el sentido de comunión con el Todo.

La música tiene el poder de transportar, dealejar al ser humano de su realidad cotidiana,de su mundo circundante, para llevarle a unterritorio enigmático, desconocido, sin lími-tes, ni fronteras. Ahí se pierde a sí mismo, setransciende, toma distancia de todo lo quehay, experimenta la superación de la duali-dad y siente que pertenece al Todo. La audi-ción musical puede considerarse, por todo

ello, un ejercicio espiritual.

Arthur Schopenhauer, gran amante de la música, lo expre-sa de un modo lacónico: «Lo que hay de íntimo y de inex-presable en toda música, lo que nos da la visión rápida ypasajera de un paraíso a la vez familiar e inaccesible, quecomprendemos y no obstante no podríamos explicar, esque presta voz a las profundas y sordas agitaciones denuestro ser, fuera de toda realidad, y, por consiguiente, sinsufrimiento».27

25 B. PASCAL, Pensamientos, 135-469.

26 W. KANDINSKY, De lo espiritual en el arte, 65.

27 A. SCHOPENHAUER, El amor, las mujeres y la muerte, Edaf, Madrid, 1972, 125.

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11. GOGARTE EGITEALA PRÁCTICA DE LA MEDITACIÓN

Los clásicos griegos y, después de ellos, los latinos se per-cataron del valor que tiene la meditación para el creci-miento espiritual de la persona. Desde perspectivas orien-tales, el arte de la meditación ha sido ampliamente desa-rrollado e integrado en la práctica habitual de muchas per-sonas del mundo occidental.

El término meditación se presta a diversas interpretacio-nes. Según la Real Academia Española, meditar es aplicar,con profunda atención, el pensamiento a la consideraciónde algo o discurrir sobre los medios de conocerlo o con-seguirlo. En este sentido, evoca un proceso mental dereflexión que permite, por la observación y el análisis,conocer la esencia de las cosas concretas o de especula-ciones abstractas. Desde el punto de vista etimológico,meditare significa dar vueltas a algo, repetir el mismoejercicio mental, hasta que al fin, lo que es objeto demeditación se transforma en un elemento nuclear de lapropia identidad personal.

La meditación no es patrimonio exclusivo de una tradición,sino una práctica espiritual que, tanto en contextos reli-giosos como en ámbitos laicos, es reivindicada y utilizadaen la vida cotidiana. Exige no sólo una serie de operacio-nes de tipo mental, sino de carácter físico, como la postu-ra del cuerpo y la respiración. Según los filósofos griegosde tradición estoica, es, esencialmente, un ejercicio espiri-tual, cuyo fin es alcanzar la tranquilidad del alma, la paz delos sentidos y del cuerpo, el silencio interior y la plenaintegración en la naturaleza.

Cuando uno medita atentamente un texto, no se limita aleerlo. Lo relee cíclicamente con el objetivo de que la ideaque se vierta en él, cale en lo más hondo del propio ser. Lameditación de los textos, de las palabras y de las senten-cias de los grandes maestros espirituales de la humanidades uno de los modos más eficaces de desarrollar la inteli-gencia espiritual. El objetivo final no es comprender; sinointegrar y asumir en el propio ser el objeto de la meditación.

Más allá de estos sentidos, la meditación consiste en ejer-citar con método la atención y cultivar armónicamente lamente para potenciarla. Consiste en prescindir del pensar,en purificar el interior para, de este modo, mejorar tanto lavida emocional como la mental y acceder al sosiego.

Meditar no se identifica con la actividad de pensar, refle-xionar o valorar. Cuando uno medita, no tiene como obje-tivo resolver un problema o desatascar una situación con-flictiva. El propósito es ejercitar el dominio del pensar,adquirir un modo de pensar perfectamente claro y la con-centración, evitando la asociación mental involuntaria y elcaudaloso río de las emociones y de los pensamientos.

En lugar de mariposear de un pensamiento a otro, la medi-tación tiene como fin controlar ese flujo y orientarlo haciael bienestar. Para ello, sirve la repetición mecánica de unpensamiento, una oración, una frase, una sentencia.Supone el dominio de la voluntad y la capacidad de con-trolarla y orientarla según los propios fines, y exige eldominio sobre las propias emociones y sentimientos.

Tal práctica exige el cultivo de la inteligencia espiritual,porque sólo si uno toma distancia de su pensar y de susemociones, de sus deseos y de sus expectativas puedeliberarse de ellos, puede reinar sobre ellos. Esta prácticapermite trascender prejuicios, actitudes negativas y pensa-mientos destructivos que fluyen de continuo por la mente.

Con este ejercicio, se puede dar cuenta de la falta de aten-ción que normalmente se presta a los rasgos más sutilesque existen en todos los seres, se muestra el poder ani-quilador que tienen las emociones negativas.

12. ELKARTASUNA LANDUEL EJERCICIO DE LA SOLIDARIDAD

El cultivo de la solidaridad contribuye eficazmente a laconstrucción de una sociedad mejor, más digna y pacífica.Es, sobre todo, un modo de cultivar la inteligencia espiri-tual. Cuando uno practica la solidaridad, lo hace porque sesiente estrechamente unido al otro, a sus dolores y a sussufrimientos. No le concibe como un ser separado, alejadode su propia esfera, sino como alguien que forma parte desu propio mundo. Esta profunda conexión es la raíz de laauténtica solidaridad.

Por ello, la solidaridad es una expresión de la vida espiri-tual, porque ésta, lejos de cerrar al individuo en su propiomundo, en una especie de solipsismo autista o de narci-sismo complaciente, le proyecta a los otros, le hace recep-tivo y permeable a todo cuanto existe.

Gogartea ez da usadioarena bakarrik den ondare bat, baifededunen eta bai sekularren arteko giroetan, egunerokobizitzan aldarrikatzen eta erabiltzen den espiritu-ariketabaizik. Gogarte egitea pentsatzeari uko egitea da, barneagarbitzea, hola bizitza emozionala eta burukoa hobetzekoeta lasaitasunera iristeko.

Elkartasuna ez da ekintza hutsa, ez da pragmatismoahutsa ere; lehenik eta ezer baino lehen, bestearen izaera-rekin batasun sakon bat duen espiritu-esperientzia da.Solidario denak NEUa GEUra zabaltzentzen du.

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El desarrollo de la inteligencia espiritual permite superarlas barreras étnicas y culturales, nos hace hábiles paratrascender la tendencia a la cerrazón y a la endogamía,para estrechar vínculos, más allá de la propia esfera tribal.

Los grandes personajes espirituales de la historia, desdeConfucio hasta san Francisco de Asís, han ejercido respon-sablemente la solidaridad o benevolencia universal, supe-rando todo tipo de endogamía y de lenguaje excluyente.Esta apertura incondicional y universal que, en muchoscasos, genera incomprensión, fobias y rencores, es conse-cuencia de la vida espiritual.

Más allá de las visiones reduccionistas de la solidaridad,ésta va asociada a una profunda experiencia de unidad yde interdependencia, experiencia ésta vinculada a la inte-ligencia espiritual. Ser solidario no es simplemente hacerun acto caritativo, no consiste, originariamente en dar unbien material a otro. Radica en la vivencia de la unidad, dela pertinencia al Todo y exige, como tal, la desposesión delego y la superación de la dualidad.

Vivida de este modo, la solidaridad no es una pura acción,ni un puro pragmatismo; es, primariamente y ante todo,una experiencia espiritual, de profunda unión con el serdel otro.

La palabra solidaridad evoca sentimientos, actitudes yconductas de benevolencia, de compasión, de ayudamutua, de fraternidad, de generosidad y de compromiso.Decir de alguien que es solidario es definirle como com-prensivo, abierto, dispuesto a establecer y a mantenerrelaciones de colaboración y de cooperación, es conside-rarle sensible al mundo del dolor, de las injusticias y de lasdiscriminaciones ajenas: ser generoso, en suma. La perso-na solidaria, en palabras de Richard Rorty, ensancha el yoal ámbito del nosotros.

Es una práctica que está más acá, pero también más alláde la justicia. La fidelidad al amigo, la comprensión al mal-tratado, el apoyo al perseguido, la apuesta por causas

impopulares o perdidas, todo eso puede no constituir pro-piamente un deber de justicia, pero sí de solidaridad.

No es, pues, un puro sentimiento de compasión, algo asícomo una instancia emocional, ni un mero asistencialis-mo, ni la proclamación abstracta de grandes, pero inefica-ces principios. Tampoco sustituye al deber de la justicia, nise confunde con las obligaciones anexas o derivadas denuestros roles profesionales. Es, según el teólogo de laliberación Jon Sobrino, «un modo de ser y de comprender-nos como seres humanos, que consiste en ser los unospara los otros para llegar a estar los unos con los otros,abiertos a dar y recibir unos a otros y unos de otros».

Muchos piensan que la solidaridad no es sino la versiónsecularizada de la fraternidad universal predicada por elcristianismo, defensor de la igualdad de origen y de igual-dad de naturaleza racional de los seres humanos, porquetodos tienen el mismo creador. La mística de la fraternidadproclamada por los revolucionarios franceses pretendíadefender al individuo frente al Estado. El socialismo utópi-co y los grandes anarquistas creían que sólo en la coope-ración podía lograrse la felicidad.

«En toda sociedad humana -escribe Kropotkin-, la solidari-dad es una ley de la naturaleza infinitamente más impor-tante que la lucha por la existencia, cuya virtud nos cantanlos burgueses en sus refranes a fin de embrutecernos lomás completamente posible.»28 Para Émile Durkheim, esmoral todo lo que origina cohesión y concordia entre laspersonas. La solidaridad trasciende el reducto de lo priva-do, el ámbito del individualismo y hace tomar concienciade que el yo es una realidad relacional. Para la personasolidaria, la vida del otro no es algo que le deje indiferen-te. Todo lo contrario, se siente responsable de su situación.

El deber de la solidaridad implica no sólo el reconocimien-to del otro que, en cuanto persona, es sujeto de derechosy deberes, sino también la denuncia de las estructurasinjustas, de los mecanismos que originan la exclusión ydiscriminación social y la exigencia moral de luchar poruna nueva cultura y por un nuevo orden social.

Nadie, ningún decreto-ley, ningún Estado, puede imponerel deber de la solidaridad. Ésta nace de una convicciónprofunda y reflexiva de la persona que, consciente de ladefensa de la dignidad igual de todas las personas, de launión profunda que existe entre todos los seres del uni-verso, reacciona frente a las injustas desigualdades tra-tando de erradicar sus causas.

Si realmente ocurriera que no hubiera un simple trazo desolidaridad entre los seres humanos, fuera cual fuera lasociedad, la cultura o clase a la que pertenecieran, elocaso global estaría muy cerca. Sólo desde la confianza enun mundo cada vez más solidario, desde la seguridad deque la cooperación no desaparecerá de la tierra, es posi-ble construir el futuro.

28 P. KROPOTKIN, La moral anarquista, Los Libros de la Catarata, Madrid, 1978, 125.

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