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DE CERTEAU, Michel. “A Operação Histórica”, en: LE GOFF, Jacques; NORA, Pierre (coord.). História: novos problemas. Rio de Janeiro: Editora Francisco Alves, 1995, pp. 17-48. Rubens Oliveira En 1999, cuando Andrew Pickering estudio el descubrimiento de las partículas subatómicas llamadas quarks, asevero que más importante que centrar la atención en la investigación dirigida a este hallazgo, era fijarse en las decisiones tomadas por los organismos de financiación, las relaciones entre personas e instituciones y la política. Según él, los quarks fueron una construcción social articulada por diferentes instituciones sociales 1 . La postura de Andrew Pickering sólo puede ser entendida si lo consideramos como un receptor de las diversas discusiones que se dieron en el último cuarto del siglo XX acerca de la naturaleza científica de diversas disciplinas. En el caso de la historiografía, el libro “ Faire de l’histoire” organizado por Jacques Le Goff y Pierre Nora, publicado en 1974, puede ser considerado el producto más contundente de las discusiones que se dieron en este periodo acerca de la epistemología de la historia. En la supra citada obra, el texto escrito por el historiador francés Michael de Certeau puede ser considerado como uno de los textos más significantes producidos en la historiografía finisecular. La pregunta ¿qué fabrica el historiador cuando “hace historia”?, hecha por el autor en el inicio de su escrito, hizo que muchos historiadores pensaran en su oficio y en las relaciones de producción que involucraba el quehacer historiográfico. Postular que la escritura de la historia es una confección, más bien, una operación que posee, como en la producción de un artefacto, una técnica y un lugar social, de alguna manera freno la idea, ya muy desarrollada, de que el producto final de la historiografía eran textos hechos a base de plurales filosofías individuales. En este instante de 1 JOHNSON, Matthew. Teoría Arqueológica: una introducción. Barcelona: Ariel, 2000, p.68.

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DE CERTEAU, Michel. “A Operação Histórica”, en: LE GOFF, Jacques; NORA, Pierre (coord.). História: novos problemas. Rio de Janeiro: Editora Francisco Alves, 1995, pp. 17-48.

Rubens Oliveira

En 1999, cuando Andrew Pickering estudio el descubrimiento de las partículas subatómicas llamadas quarks, asevero que más importante que centrar la atención en la investigación dirigida a este hallazgo, era fijarse en las decisiones tomadas por los organismos de financiación, las relaciones entre personas e instituciones y la política. Según él, los quarks fueron una construcción social articulada por diferentes instituciones sociales1. La postura de Andrew Pickering sólo puede ser entendida si lo consideramos como un receptor de las diversas discusiones que se dieron en el último cuarto del siglo XX acerca de la naturaleza científica de diversas disciplinas. En el caso de la historiografía, el libro “Faire de l’histoire” organizado por Jacques Le Goff y Pierre Nora, publicado en 1974, puede ser considerado el producto más contundente de las discusiones que se dieron en este periodo acerca de la epistemología de la historia.

En la supra citada obra, el texto escrito por el historiador francés Michael de Certeau puede ser considerado como uno de los textos más significantes producidos en la historiografía finisecular. La pregunta ¿qué fabrica el historiador cuando “hace historia”?, hecha por el autor en el inicio de su escrito, hizo que muchos historiadores pensaran en su oficio y en las relaciones de producción que involucraba el quehacer historiográfico. Postular que la escritura de la historia es una confección, más bien, una operación que posee, como en la producción de un artefacto, una técnica y un lugar social, de alguna manera freno la idea, ya muy desarrollada, de que el producto final de la historiografía eran textos hechos a base de plurales filosofías individuales. En este instante de desconfianza, al asumir que la historia es una práctica y sus productos son discursos producidos dentro de las “reglas de un juego” De Certeau sacó el discurso del no-lugar y lo ubicó dentro de instituciones sociales localizables. Para este autor la escritura de la historia posee una base social y por lo tanto se articula con presiones y procedimientos, obedeciendo toda una topografía de intereses.

Para De Cereteau, considerar el lugar es importante una vez que el propio nacimiento de la “ciencias” modernas es el resultado de la formación de instituciones sociales dentro de un nuevo espacio social que surgió en siglo XVIII. En este sentido, dentro del ámbito de la institución histórica cualquier discurso que no se relaciona con una base social y con la sociedad no puede ser considerado científico, o sea el discurso debe tener significancia. Para que una obra de historia sea de “valor” debe tener algunas características como: ser reconocida por sus pares, tener la capacidad de situarse en un conjunto operativo, presentar algún progreso en lo referente a la condición actual de los “objetos” y métodos, debe ser resultado y síntoma del grupo que funciona como un laboratorio.

Acerca de la relación entre historiador y sociedad, De Certeau asevera que cualquier producción historiográfica, por lo tanto el lugar y las practicas “científicas”, están influenciadas por la estructura de la sociedad, lo que conlleva a criterios de selección acerca

1 JOHNSON, Matthew. Teoría Arqueológica: una introducción. Barcelona: Ariel, 2000, p.68.

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de lo que es permitido o prohibido producir. Así los postulados de los historiadores están vinculados a las “evidencias” de su tiempo. En otras palabras, el quehacer historiográfico no puede ser concebido separado de la práctica. La prueba de esta relación es el pasaje de la historia social hacia la historia económica que ocurrió justamente en un clima de crisis del capitalismo.

Yendo más allá de lo que el autor llama la sociología de la historia, es postulado que la historia es una práctica, y como tal, posee sus técnicas de producción para convertir lo natural en cultural. En este sentido el gesto del historiador es una acción viva que rebasa el campo de la interpretación. Estas ideas, que todavía siguen siendo bastante complejas o complejizantes, se convirtieron en un punto clave para la historiografía, pues al poner en evidencia la escritura de la historia como una práctica, sumada con la idea de que, así como en otras ciencias, la historia aplica una serie procedimientos para transformar lo natural (cualquier huella del pasado independiente de su naturaleza) en cultural (discurso con significancia social), De Certeau da una identidad propia a la historia al mismo tiempo que reafirma la posibilidad del historiador de trabajar con diversos vectores de información histórica.

Acerca de las fuentes, De Certeau hace una observación “en historia todo empieza con el gesto de poner aparte (…) consiste en producir los documentos”. Esta observación tiene como principal fundamento ubicar la historiografía en su momento de cambio con relación a las técnicas, aparatos y al sistema de signos de ayer, o sea ya no basta usar las series dadas por el archivo, es necesario manipular la naturaleza misma de la cosa, transformándola en documento. Según este autor un trabajo sólo es “científico” si realiza este movimiento, de redistribuir el espacio. A partir de estas consideraciones el gran desafío de la nueva historia es justamente adaptarse a la transformación “archivística”, en especial al uso de las computadoras. El uso de las técnicas actuales de información tiene efecto directo en lo que es producido, el conjunto indefinido de información limita al historiador para construir generalizaciones o historia globales.

Para De Certeau, al contrario del sitio central que ocupó en siglo XIX, hoy el historiador trabaja en el límite, siempre experimentando, haciendo “científico” el error o las desviaciones del modelo.

A partir de lo que fue dicho es posible aseverar que el referido ensayo es una interesante herramienta para reflexionar acerca de la naturaleza específica de la historia y de la producción historiográfica. Considerando que la ausencia del historiador en el texto, principal bandera de las pretensiones positivas, fue parcialmente disuelta por el no-lugar del discurso, postulado por los relativistas, “La operación histórica” parece haber equilibrado el movimiento del péndulo. De Certeau nos enseña que entre los documentos y la escritura existen otros gestos del historiador que no pueden ser olvidados. El lugar social del historiador es la cara del presente en el discurso historiográfico.