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Archivo General de la Nación

boletín

136a época • julio-septiembre 2006 • número 13

4

Boletín del AGN6ª época • julio-septiembre 2006 • número 13

Consejo editorial

Director GeneralJorge Ruiz DueñasDirectora del Archivo Histórico CentralDulce María Liahut BaldomarDirectora del Sistema Nacional de ArchivosAraceli Alday GarcíaDirectora de Investigación y Normatividad ArchivísticaYolia Tortolero CervantesJefe del Departamento de PublicacionesCarlos MirandaAsistencia EditorialAlberto Álvarez, Elizabeth Zamudio, Beatriz Santoyo

Diseño y formaciónDiana Zacatzi Martínez

ISSN-0185-1926D.R. ©Secretaría de GobernaciónAbraham González 48,Col. Juárez, Delegación Cuauhtémoc06699, México, D.F.

D.R. © Archivo General de la Nación-MéxicoEduardo Molina y Albañiles s/n,Col. Penitenciaría Ampliación,15350, México, D.F.

Boletín del Archivo General de la Nación, publicación trimestral,julio-septiembre de 2006Edición y difusión: 5133-9900 ext. 19325, 19330. Fax: 5789-5296.Correo electrónico: [email protected]; www.agn.gob.mx.Domicilio de la publicación: Palacio de Lecumberri, Av. Eduardo Molina y Albañiles s/n, colonia Penitenciaría Ampliación,Delegación Venustiano Carranza, C.P. 15350, México, D.F.

Reserva al título en derecho de autor, certifi cado de licitud de título y certifi cado de licitud de contenido, en trámite.Derechos reservados conforme a la Ley.

Impreso en México.

5

Índice

EDITORIAL

GALERÍAS

Uno de los primeros juicios de Zumárraga en el Santo Ofi cio de la

Inquisición, por adulterio, 1536

Presentación: Vanessa Cabal, paleografía: Antonio A. De Paz Palacios

En torno a un recibo de pago fi rmado por Miguel Cabrera, 1765

Presentación y paleografía: Roberto Díaz Castillo

Exploraciones de las Californias: la cartografía del siglo XVIII, 1775

Presentación y paleografía: Perla Isabel Y. Yáñez Hernández

9

13

68

73

6

El virrey conde de Revillagigedo: semblanza de un gobernante singular

a partir de su arribo al virreinato de la Nueva España, 1789

Presentación y paleografía: Aidé Rivera

La instancia de Pagola y Molina: un intento de ofi cializar los tlacos, 1790

Presentación y paleografía: Rodrigo Salomón Pérez Hernández

Juicio al presbítero Alzate por la publicación de la Gazeta de Literatura

núm. 39, 1795

Presentación y paleografía: Alexander Sánchez del Ángel

Cesión de las Floridas, 1811

Presentación y paleografía: Berenice Ballesteros Flores

Un intento de abolir el tráfi co de negros en las colonias españolas, 1818

Presentación y paleografía: Elenice Higuerón Salazar

La monja mística del convento de Carmelitas Descalzas de Guatemala,

1816

Presentación y paleografía: Fausto Cerecer y Raquel Vicencio

CALEIDOSCOPIO

Notas históricas sobre el Boletín del Archivo General de la NaciónJorge Ruiz Dueñas

Joyas del mes

Exposiciones

El Archivo viaja en el Metro

Página web

84

95

124

143

157

165

179

193

193

194

195

7

PUBLICACIONES

Tierra prometida

Alberto Álvarez Ferrusquía

ILUSTRACIONES

Imágenes pertenecientes al acervo gráfi co del AGN.

197

En la portada, un tlaco.

8

9

Editor ial

Revisar el pasado novohispano a través de la consulta de las fuentes primarias ha sido

una práctica determinante para la historiografía mexicana. A ello ha contribuido la exis-

tencia de uno de los acervos más importantes y completos de América respecto del largo periodo

de dominación colonial española: el Archivo General de la Nación de México.

Los 115 grupos documentales que dan cuenta de la estructura política, económica, social y

cultural de la Nueva España, contienen una vasta información que, por diversas razones, no ha

sido consultada con la amplitud y las facilidades que la investigación requiere.

Una de dichas razones ha sido la heterogeneidad de los diversos instrumentos de consulta

disponibles para cada grupo. En algunos casos se cuenta con descripciones puntuales que llegan

incluso a la detallada y minuciosa relación de cada uno de los documentos. En otros, apenas se

tiene información disponible por expedientes y, en alguno más, sólo una somera descripción en

el nivel de fondo.

En peores condiciones se encontraba hasta hace poco el amplio acervo conocido como

“Indiferente General”. Se trataba de una masa documental de una dimensión mayor a la de

muchos archivos –cerca de 1,100 metros lineales– que se fue acumulando a lo largo de cinco

siglos sin que hubiese modo, así fuera general y aproximativo, de conocer su contenido.

Apenas hubo intentos en el pasado de desentrañar la madeja del “Indiferente”. De él se ha-

blaba como de una caja de Pandora llena de sorpresas, aunque los pocos documentos que se

trabajaron circunstancial y casuísticamente, volvían a sumirse en el caos de miles de cajas sin

organizar ni describir.

Desde mediados de 2005, primero con recursos proveídos por el Ministerio de Cultura

de España en razón del proyecto “El Soconusco cervantino: cartografía de una encomienda

imaginaria”, que le fue presentado por la Fundación Archivo General de la Nacion A.C., y ahora

con recursos presupuestales del propio Archivo, se lleva a cabo la identifi cación y descripción del

“Indiferente Virreinal”.

10

En principio, se seleccionó la documentación correspondiente al periodo novohispano,

equivalente a 780 metros (el material en buen estado de conservación susceptible de trabajarse en lo

inmediato) de los 1,100 totales. Luego se estableció un procedimiento que ha permitido identifi car

y describir la documentación –prácticamente en el nivel de documento debido a la dispersión del

acervo– con base en la aplicación de la Norma Internacional General de Descripción Documental

(ISAD-G por sus siglas en inglés) y capturar en el Sistema de Descripción Documental desarrollado

por el propio Archivo la información en un soporte electrónico que permitirá su consulta expedita.

Por segunda ocasión consecutiva, el Boletín se dedica a revelar algunos de los hallazgos más

interesantes del “Indiferente”. Más de medio centenar de jóvenes historiadores y etnohistoriadores

se han abocado a la tarea descriptiva y a ellos ha correspondido la selección y presentación de los

documentos que ahora ofrecemos a los lectores. Además, una veintena de personas más apoya

el proceso de captura.

Ahora se presentan documentos de gran valor por su antigüedad y rareza: uno de los

primeros juicios que hubo de atender fray Juan de Zumárraga en su calidad de primer obispo de

México; un recibo de pago de Miguel Cabrera, quizás el pintor más relevante del siglo XVIII en la

Nueva España, y los planos de una exploración geográfi ca de la Alta California en 1775.

Estos últimos, así como otros relativos a la Florida y a Guatemala, dan cuenta de que el

alcance geográfi co de nuestro archivo trasciende los límites de la Nueva España y, por supuesto,

los del actual territorio de México.

Hasta junio del presente año se describieron cerca de 170 mil expedientes y documentos. El

procedimiento seguido en este empeño permitirá, a la conclusión del proyecto, la consulta de

más de 200 mil referencias en una nueva ventana para la exploración de nuestro pasado.

En este número se incluye, además, una detallada historia de las diferentes épocas de nuestro

Boletín.

11

Galer ías

12

13

UNO DE LOS PRIMEROS JUICIOS DE ZUMÁRRAGA EN EL SANTO OFICIO DE LA INQUISICIÓN,POR ADULTERIO, 1536

PRE SE NTACIÓN: VANE SSA CAB AL MACÍAS

PALE OGRAFÍA: ANTONIO A. DE PAZ PALACIOS

Este documento se conserva bajo la

clasifi cación agn, Indiferente Virreinal,

Inquisición, caja 1378, exp. 12, México, 1536,

13 fs. Su relevancia radica en que hasta la

fecha el primer juicio que se conocía de fray

Juan de Zumárraga era uno hecho a dos

músicos que se negaron a tocar durante la

procesión realizada el día 5 de junio de 1536,

cuyo itinerario implicaba ir del Hospital de

Jesús a la sede del Santo Ofi cio; esa era la

referencia más temprana del inicio de su

labor como primer inquisidor de México.

El documento presente se remonta al 3

de abril de 1536 y concluye el 12 de mayo

del mismo año, fechas que lo convierten en

el documento más temprano encontrado

hasta el momento en el Archivo General

de la Nación; en él, fray Juan de Zumárraga

aparece como juez apostólico, además ha-

ce referencia a un juicio previo contra los

mismos acusados en el cual también había

dictado sentencia el obispo inquisidor.

Desafortunadamente, el documento se en-

cuentra incompleto, es muy probable que

sólo le falte la última foja del proceso debido

a que conserva el inicio de la sentencia

dictada por el obispo.

Así, antes de ir de manera directa al

documento, nos detendremos a revisar los

antecedentes de la Inquisición en España

y Nueva España, así como en algunas

consideraciones sobre los tipos de faltas o

delitos, preceptos de la religión católica, en

resumen, para contextualizar el expediente

en cuestión.

Breve historia de la Inquisición

Originalmente, el Consejo de la Suprema

surgió en la Edad Media como respuesta

14

1 Los albigenses deben su nombre al pueblo de Albi, en el sur de Francia.2 El término herejía proviene del vocablo griego hairesis, que signifi ca “elección propia” y se utiliza para indicar sectarismo.3 El término heterodoxia proviene del vocablo griego que signifi ca “disconformidad con el dogma católico” y, por extensión, “disconformidad con cualquier dogma”.4 Adriana Rodríguez Delgado, Catálogo de mujeres del ramo de Inquisición del agn, México, inah, 2000, p. 8.5 Yolanda Mariel de Ibáñez, El Tribunal de la Inquisición en México (siglo xvi), México, unam, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1979, p.86 Ibid., pp. 9-10.7 Solange Alberro, Inquisición y sociedad de México 1571-1700, México, Fondo de Cultura Económica, 1980, p. 16.

a los albigenses,1 seguidores de la herejía2

más importante dentro de la Iglesia católica

durante este periodo. En concreto, nació

en el siglo xiii, primero con los obispos y

más tarde con delegados pontifi cios, como

medio óptimo contra la heterodoxia,3 y se

instaló en Aragón y Alemania. A partir del

Consejo de la Suprema creció la burocracia

de la emergente Inquisición, la cual tenía

como propósito primordial “defender y

conservar la religión católica”.4 Los primeros

juicios estaban enfocados a algunas sectas

surgidas en distintas regiones de Europa

(como la mencionada de los albigenses), o

a los judíos, considerados herejes,5 de tal

forma que la religión católica poco a poco

fue ganando terreno para conservar y hacer

guardar el dogma, pero sobre todo para

conseguir la unidad político económica que buscaba el papado.

Conforme pasaron los años, la Iglesia

fue ganando terreno contra las sectas

gracias al Consejo de la Suprema, que es

el que nombraba a los miembros del Santo

Ofi cio de la Inquisición. A pesar de que en un

principio sólo se hacían juicios a los católi-

cos, es decir, a los bautizados que cometían

faltas o delitos de carácter mixto como la

bigamia y el incesto, en el Concilio de Letrán

de 1215 se defi ne con un “carácter universal

[que] con Gregorio IX se decreta la pena de

muerte a herejes [y] para 1232 se nombra a

la Orden de los Dominicos como jueces del

Santo Ofi cio”,6 con lo que queda manifi esta

la efervescencia que se vivió durante esos

años tratando de convertir a los “herejes”

(principalmente los seguidores de las leyes

de Moisés y del Islam) y es de señalar que en

un primer intento se trató de hacer por la vía

pacífi ca y luego se recurrió a la violencia.

El matrimonio de Fernando II de Aragón

e Isabel I de Castilla (en 1469) se vio ante

la necesidad de resolver dos problemas

prioritarios: primero, unifi car a los reinos

no sólo de Aragón y Castilla, sino a los

territorios vascos, castellanos, gallegos,

andaluces y catalanes, cada uno con su

propia historia, lengua e idiosincrasia;7

segundo, expulsar a los moros y judíos que

desde hacía siglos estaban asentados en

esos territorios, comenzando así una guerra

civil en pro de la cristiandad. La unidad

15

8 Jaime Contreras, Historia de la inquisición española 1478-1834. Herejías, delitos y representación, España, Arcos, 1997 (Cuadernos de la historia), p. 26.9 Ibid., p. 23.

político administrativa se logró matizando

esta guerra en el nombre de la religión

para limpiar los territorios de individuos

no católicos, argumento que propició

conversiones falsas y legitimó expulsiones

masivas y matanzas.

Podemos comprender que la unifi cación

política mediante la religión resultaba un

pretexto idóneo para negociar con el Papa en

busca de la instauración de un Tribunal de la

Inquisición Español (lo que se pretendía era

que la Corona pudiera designar al inquisidor

general) que cubriera las necesidades que

requería dicha unifi cación; en Aragón había

una Inquisición Medieval y la monarquía

española pedía la instalación de un Tribunal

en cada una de sus ciudades, este es el

punto de partida para las negociaciones

entre la Corona y el Papa, que se negaba a

otorgar el poder de elección a los monarcas.

Finalmente, el 17 de noviembre de 1478, por

bula papal, se otorgaba el poder a la reina

para dicha elección; el 13 de septiembre

de 1486 fue asesinado el inquisidor Pedro

de Arbués, en la catedral de La Seo en

Aragón, por supuestos judaizantes8 (las

investigaciones posteriores arrojaron que

las elites españolas tuvieron que ver con

dicha muerte); este hecho, sumado a las

condiciones geográfi cas de España, orilló al

papa Sixto IV a otorgar la bula a la monar-

quía española que nombró a fray Tomás de

Torquemada inquisidor general de Aragón,

Castilla y Sicilia. Así adquirió la Corona

libertad entera de elegir al inquisidor y a

la Iglesia de legislar la elección. Se trataba,

de hecho, de un funcionario de la Corona

sometido a la legislación pontifi cia, una

novedosa forma de control geopolítico.

La creación de los “nuevos” tribunales

se extendió a varias ciudades españolas,

tratando de no perder la esencia de los

Tribunales medievales para castigar la “he-

rética pravedad y apostasía”.9

De esta manera, la evolución de la Inqui-

sición en España pasa por tres etapas, de

acuerdo con Balmes:

- En la primera, los obispos eran los

encargados de realizar los juicios contra los

herejes.

- En la segunda, los delegados pontifi cios

se encargaban de dichos juicios.

- En tercer lugar, una vez otorgado el

poder a la Corona, hay una etapa de poder

inquisitorial que contiene la dualidad religiosa

civil con el Consejo de la Suprema y General

Inquisición.

16

10 Richard Greenleaf, La Inquisición en la Nueva España siglo xvi, México, fce, 1995, pp. 14-15. Apud. Francisco J. Hernández, Colección de bulas breves y otros documentos relativos a la iglesia de América y Filipinas, Bélgica, 1879, vol. i, pp. 12-14. Las transcripciones en latín se pueden consultar en la Historia eclesiástica indiana de Gerónimo de Mendieta.11 Richard Greenleaf, Zumárraga y la Inquisición mexicana 1536-1543, México, fce, 1992, p. 17.12 Hernán Cortés, Cartas de relación, México, Porrúa, 1993, p. 210.

EL TRIBUNAL DEL SANTO OFICIO DE LA INQUISICIÓN EN MÉXICO

Tras el “descubrimiento” de América, el reino

de España peleó los nuevos territorios

con el de Portugal ante Roma buscando el

derecho de evangelizar a los naturales con

base en la bula Inter Caetera10 (expedida

por el papa Alejandro VI el 4 de mayo de

1493, según la cual se tenía que “difundir

la cristiandad y su fe”). Con la intención

de terminar el confl icto, el Papa distribuyó

el territorio otorgando en la práctica a

España todas las tierras descubiertas; sería

hasta el Tratado de Tordesillas que España y

Portugal llegaron a un acuerdo recorriendo

la línea imaginaria por la cual el papa había

repartido las nuevas tierras. Por la bula

Exponi Novis u Omnimoda, otorgada por

el mismo papa, quedaron en manos de los

prelados de Nueva España casi todas las

funciones episcopales, excepto la de ordenar

obispos, situación que se mantendría de

1521 a 1532; más adelante, las funciones

que desempeñaban los prelados pasaron a la

Comisaría del Santo Ofi cio de la Inquisición,11

que es una inquisición episcopal (1533-

1571). El primer obispo de México (ordenado

en España) fue fray Juan de Zumárraga.

Para los conquistadores, la llegada al

“nuevo mundo” planteaba un contexto total-

mente diferente al que conocían, en particular

por la cosmovisión de los nativos; por ello,

los primeros años les sirvieron de acomodo

y reacomodo religioso, social, político, en

una palabra, administrativo, por parte de

la Corona. Este periodo fue uno de los más

productivos en reales órdenes que comu-

nicaban las disposiciones a seguir en los

nuevos territorios.

Para la tarea de evangelizar se hacía

necesario que las personas venidas de

España (tanto religiosas como civiles) fueran

un ejemplo a seguir en la Nueva España.

Esta preocupación no sólo era de los frailes,

podemos encontrar en las Cartas de relación

la siguiente aseveración: “porque es notorio

que la más de la gente española que acá

pasa, son de baja manera, fuertes y vicios, de

diversos vicios y pecados; y si a estos tales

se les diese libre licencia de se andar por los

pueblos de los indios, antes por nuestros

pecados se convertirían ellos a sus vicios

que los atraerían a virtud, y sería mucho

inconveniente para su conversión”.12

Del mismo modo, siguiendo a Richard

Greenleaf: “Carlos V decretó en 1530 que

los hombres casados no podían emigrar al

Nuevo Mundo sin sus esposas […] tenían que

traerlas en un tiempo límite. Los mercaderes

podían pasar tres años en el Nuevo Mundo

17

13 Richard Greenleaf, Zumárraga..., p. 128.14 Patricia Seed, Amar, honrar y obedecer en el México colonial. Confl ictos en torno a la elección matrimonial, 1574-1821, México, Alianza, 1991, p. 46.15 Adriana Rodríguez Delgado, op. cit., p. 13.

pero tenían que regresar a España por sus

esposas cuando terminara ese tiempo o se

enfrentarían a sanciones de deportación”.13

Cabe recordar que las esposas de los

primeros conquistadores se quedaban en

España aguardando junto a los hijos el

regreso de su esposo, situación que permitía

a los peninsulares venidos a estas tierras

claudicar los compromisos matrimoniales

efectuados en su patria y crear nuevas

convivencias, sin embargo, esta práctica

entrañaba dos problemas a resolver: la

bigamia y adulterio que de ello resultaban;

el segundo, el mestizaje, no bien visto por los

católicos, de tal forma la Iglesia se encargó

de regularla por medio del Tribunal del

Santo Ofi cio de la Inquisición, puesto que

como mencionamos arriba la conquista no

sólo debía ser de los territorios y las riquezas

sino, incluso, más importante, espiritual.

La tarea de evangelizar delegada en

un principio a los frailes, además de ser la

justifi cación ideológica para la conquista

de América, obedecía a que la policía,

los tribunales y el ejército estaban muy

alejados de la Nueva España y las esferas

de poder aún no se consolidaban, de tal

suerte que la religión fue el instrumento

idóneo para el control político y social. Sin

el establecimiento de una burocracia bien

asentada y “respetable” basada en la milicia,

“la Corona usó a la Iglesia para asegurar una

lealtad fundamental en la colonia”.14

Hablando del desarrollo y evolución

de la Inquisición Novohispana, algunos

autores utilizan el término “periodización”

para explicarlos mejor, como es el caso de

Rodríguez Delgado, quien los divide de la

siguiente manera:

a) 1522 a 1534, defi nido como el perio-

do monástico representado por los frailes

(franciscanos) evangelizadores.

b) 1535 a 1571, defi nido como el

periodo episcopal, en el cual los obispos

mantienen el orden.

c) 1571 a 1820, que es el periodo en

donde se instituye y opera el Tribunal del

Santo Ofi cio de la Inquisición, alcanzando

un cierto grado de “independencia con

respecto al Consejo de la Suprema”.15

Desde el surgimiento de la Inquisición

se consideró que hubiera un “periodo de

gracia” que consistía en que los domingos

o días de fi esta el pregonero publicara en la

plaza pública que se realizaría un “sermón

de fe” para que asistiera todo el pueblo; en

dicha misa se presentaba todo el clero local

y se otorgaban indulgencias para todos los

que hubiesen cometido un delito o pecado,

y quien supiese de alguien en esa situación

debía confesar o denunciar al “pecador”; si se

confesaba en un plazo de treinta a cuarenta

18

16 Yolanda Mariel de Ibáñez, op. cit., p. 18.17 Adriana Rodríguez Delgado, op. cit., p. 15.18 Richard Greenleaf, Zumárraga..., p. 33.

días, tanto el pecador como el denunciante

recibían el perdón16 tras realizar la peni-

tencia impuesta por el confesor, la cual

dependía del pecado cometido y se podía

“pagar” de diferentes formas: asistir a misa

(que podía ser pública o privada) descalzo o

con una vela en las manos y permaneciendo

de pie a mitad de la iglesia, o estar la mitad

de la misa de pie y la otra de rodillas; se podía

dar limosna o rezar una serie de oraciones o

rosarios. Las denominaciones de los delitos

tenían una clasifi cación clara y precisa

para que no se les confundiera y para no

dar lugar a ambigüedades: si un “pecador”

era llevado a juicio, éste debía ser justo e

imparcial, por lo que al instruirse la causa

el escribano asentaba y defi nía los delitos

que generalmente se escribían en latín,

por ejemplo, se defi nía como “Levi [ligero]

al delito menor […] Ve hementi [intenso]

a la falta mayor, al arrepentimiento se le

llamaba abjuración que es la renuncia a los

errores cometidos […] el no arrepentirse era

protervo [perverso, deshonesto] y pertinaz

[obstinado, tenaz]”.17

Es importante señalar que para comenzar

una investigación se ponía especial cuidado

en que el denunciante no fuera a realizar

su acusación o delación incitado por el

odio o la venganza, ya que este acto lo

llevaría a cometer un pecado por falsedad

de testimonio o mentira, acarreándole con

ello una sentencia de excomunión;18 por

esta razón, siempre se solicitaban testigos

(mínimo tres) para no caer en faltas.

Una vez hecha la denuncia, el caso se

juzgaba dentro de los primeros ocho días

siguientes al de la acusación; dentro del

proceso propiamente dicho, se llevaba a cabo

un interrogatorio protocolario a la familia del

acusado para conocer si era nuevo converso

o de raíces cristianas y su ocupación; si

poseía bienes había que inventariarlos (en

algunos casos, dependiendo de la falta,

se confi scaban para costear el proceso),

y con base en todo ello se descartaban

o reafi rmaban las acusaciones. Como se

mencionó, era obligatorio presentar por lo

menos tres testigos a los cuales se les hacían

las preguntas protocolarias (las mismas

que al acusado) para intentar prevenir

la falsedad de declaración. Finalmente,

existía una fi gura que recibía el nombre de

“familiares” que eran los delatores y testigos

con los que contaba el Santo Ofi cio; se

valían de ellos para verifi car que los testigos

y el acusado dijeran la verdad y que no se

cometieran injusticias; el “familiar” podía

ser civil o no y tenía el ofi cio de proteger y

vigilar a los miembros del Santo Ofi cio, los

cuales gozaban de indulgencias mientras se

desempeñaban como funcionarios.

Desde los primeros años de la conquista

encontramos expedientes que juzgan diver-

19

19 Patricia Seed, op. cit., p.17.

sas causas. La geografía tan relajada de la

Nueva España era propicia para cometer

delitos; no sólo los peninsulares cometían

infracciones, estaban los naturales, los negros

esclavos (que ya estaban familiarizados con

las costumbres europeas), judíos conversos,

moriscos, etcétera, pero el origen de cada

uno no los exentaba ni aumentaban o

disminuían la frecuencia de los delitos. Así

tenemos delitos por blasfemia, por doble

casamiento, adulterio y amancebamiento,

entre otras faltas.

LAS NORMAS A OBSERVAR: EL MATRIMONIO

En los casos de adulterio o bigamia se pedía

que declararan todos los involucrados y

quienes supieran del caso. El Santo Ofi cio,

como representante de la Iglesia, tenía

que velar celosamente el cumplimiento de

los sacramentos y mandamientos, entre los

cuales el séptimo menciona al matrimonio

como una de las obligaciones que todo católico

libre de votos debe cumplir; tiene por objeto

fundamental formar una familia compuesta

por el padre, la madre y los hijos que Dios

les dé, puesto que la institución familiar será

la célula de la sociedad y la piedra angular

de su convivencia. Los votos matrimonia-

les versan: “[…] ambos [hombre y mujer]

se unen para amarse y respetarse por el

resto de sus vidas […] en la prosperidad y

en la adversidad” y los pueden ofi ciar los

sacerdotes y ningún hombre podrá deshacer

la unión; el vínculo matrimonial solamente

será disuelto cuando alguno de los esposos

fallezca. Del mismo modo, el noveno

mandamiento dice claramente: “no desearás

a la mujer de tu prójimo”, lo que evidencia

que el dogma católico se enfoca a cuidar y

proteger a la familia.

Debemos mencionar que “el matrimonio

en el México virreinal no era solamente

un vínculo personal y privado entre un

hombre y una mujer, ni siquiera un vínculo

que uniera a las familias dentro de una

sociedad sino un vinculo regulado por las

instituciones de control social […] Iglesia-

Estado”.19 Estas instituciones que regían el

control social también normaban todos los

sentidos de la vida cotidiana implícitos en

la educación, honor y comportamiento que

hombres y mujeres debían guardar ante la

sociedad; sin embargo, es bien sabido que los

comportamientos van más allá del dogma,

refl ejan características, idiosincrasias, con-

diciones sociales y en general la cultura de

la sociedad; es a partir de esta cultura que

se moldean los parámetros a seguir en el

comportamiento de hombres y mujeres

dentro de una sociedad, por lo que una

“buena” esposa debe cumplir varios, ya

que en ella recae la responsabilidad de

educar a los hijos (siendo la portadora

primaria de las buenas costumbres, hábitos

y formación en general), de desempeñar las

20

20 Cecilia Vargas Martínez, Hereje mundo, la inquisición, México, unam, Facultad de Filosofía y Letras, www.dgbiblio.unam.mx

labores domésticas (labores manuales como

la costura, el bordado, el tejido, etc.), de

satisfacer a su marido (no solamente en el

plano carnal, sino en el de la administración

de los recursos materiales), de preparar

los alimentos (y distribuirlos de manera

adecuada para evitar el desperdicio) y de

estar al tanto de los esclavos y los criados

de casa; debía cuidar su comportamiento

en sociedad y las amistades que podía

frecuentar.

Todas las regulaciones penetraban los

rincones más íntimos de la vida individual y

social, regulando la política, la economía, la

cultura y el lenguaje. Por ello, es a través de

juicios como el que aquí nos ocupa podemos

acercarnos a la cultura y costumbres que los

españoles (y sus instituciones) implantaron

en los territorios recién descubiertos.

FRAY JUAN DE ZUMÁRRAGA

El 12 de diciembre de 1527, el emperador

Carlos V presentó a la Santa Sede el nombre

de un fraile llamado Juan de Zumárraga

para que ocupara el obispado de México. Por

difi cultades entre el papa y el emperador,

el obispo electo no obtuvo de inmediato

las bulas que lo acreditaban como obispo

propietario y se vio obligado a venir a

México sin ellas, colocado en una posición

débil y ambigua. Llegó en 1528 y permaneció

hasta mediados de 1532, año en que regresó

a España para regularizar su situación.

El 27 de abril de 1533 fue consagrado

obispo, en Valladolid. Para el 27 de julio

de 1535, Alonso Manrique, presidente del

Consejo Supremo, lo nombró inquisidor

de México; desde esa fecha, fray Juan de

Zumárraga fungió como juez eclesiástico

“ordinario”, es decir, con las facultades con

las que solían estar investidos los obispos,

y no como “inquisidor”, cargo que requería

nombramiento especial.20 (Consta, en efecto,

que el primer proceso en que fungió fray

Juan con carácter de juez es, precisamente,

del año 1534. Se trata de un caso de bigamia

y concubinato, actos que, si bien no se

clasifi can como herejía, eran perseguidos

inquisitorialmente por ser contrarios a los

mandatos de la Iglesia y de la ley de Dios.)

El cargo que le fue otorgado le fue revocado

indirectamente en 1543, pero quedaba con

la autorización para nombrar a los ofi ciales

y empleados que estimara necesarios para la

buena marcha de los procesos. Zumárraga

ocupa, pues, un lugar intermedio: fue el

primer inquisidor de la Nueva España sin

llegar a fundar un Tribunal del Santo Ofi cio

como tal. Aquí nos interesa estudiar el

modo en que el obispo se enfrentó con el

grave y novedoso problema de los naturales

recientemente evangelizados y convertidos

a la fe católica.

21

21 Naboría: repartimiento de indios que se hacía en América entre los conquistadores. Gran diccionario enciclopédico visual. Por extensión, se llamaba individualmente así a los indios que eran repartidos de este modo.

EL DOCUMENTO

Desafortunadamente, como se mencionó,

el documento se encuentra incompleto,

sólo se han conservado en el expediente

las peticiones de Francisco de Olmos al

obispo Zumárraga para que conozca y

remedie el caso, las declaraciones de

algunos testigos, la confesión de Rodrigo de

Guzmán, las notifi caciones del notario (de

las resoluciones de fray Juan) a Francisco de

Olmos y Rodrigo de Guzmán y, fi nalmente,

un fragmento de la sentencia dictada.

En la primera foja del documento se

encuentra el siguiente título: 1536 años

Francisco de Olmos, marido de Beatriz

Bermúdez, contra la dicha y Rodrigo de

Guzmán, por adúlteros. Juez el ilustrísimo

señor Zumárraga. Tanto el papel como la

grafía son distintos del resto del proceso (en

el vuelto de la foja aparece la fecha 15 de

diciembre de 1712 años), alguien se encargó

de poner esta portada, es difícil saber con

qué fi n, pero lo más probable es que haya

sido con objeto de archivar el documento.

El documento menciona un proceso

ya juzgado de Francisco de Olmos contra

su mujer Beatriz Bermúdez y Rodrigo

de Guzmán por bígamos. El manuscrito

comienza con la petición que hace De

Olmos de que se revise el caso de su mujer

y Rodrigo de Guzmán y además solicita que

los testigos que presente sean examinados

con las preguntas contenidas en su petición.

Presentó dos testigos: uno de ellos esclavo

de Francisco de Olmos y el otro su naboría;

cabe llamar la atención sobre la condición

de los declarantes, ya que de tal afi rmación

se desprende la casta del acusado: español

conquistador, ya que sólo a ellos se les

permitía tener una “naboría”.21 A Andresico

(su naboría, natural de Tlatelolco) y Juanito

(su esclavo, natural de Guatemala) se les

realizan cinco preguntas que al contestarlas

arrojan: conocer a Beatriz Bermúdez y a

Rodrigo de Guzmán y haberlo visto entrar

a la casa de Francisco de Olmos de noche

cuando él no estaba, y no sólo ellos lo

vieron, también hacen alusión a las esclavas

de Francisco de Olmos: Madalena, Isabelita,

Juanita y Catalina, las cuales servían de

mandaderas de Beatriz Bermúdez para

llevarle a Rodrigo de Guzmán telas, camisas

y al mismo tiempo mandarle pedir pescado,

ya que el incidente fue cerca de Cuaresma.

Se llamó a testifi car a seis vecinos de

Francisco de Olmos, los cuales afi rmaron

saber de los constantes pleitos que la pareja

tenía y de no “hacer vida maridable” gracias

a la distracción que le generaba Rodrigo

Guzmán a la mujer de Francisco de Olmos.

Todos dicen saber de la orden dada por

el obispo a De Guzmán de no entablar

conversación alguna con la mencionada

mujer y, si eso fuera poco, se le prohibía

22

22 El subrayado es mío.

el paso ya sea a pie o a caballo sobre la

calle donde vivía el matrimonio con el fi n

de evitar problemas; algunos de ellos le

habían suplicado no acercarse más, pero

el individuo reincidió de la misma forma

que ella también volvió a hablar con él y a

esperarlo en la ventana de su casa. De estos

testigos, cuatro eran hombres y dos mujeres,

todos mayores de 25 años. El último testigo

es el “familiar de su Señoría” Pedro de

Cavaría.

Uno de los testimonios presentados

por Francisco de Olmos, el de Bartolomé

Ruiz, aseveraba “que sabe este testigo que

hay escándalo en ellos a causa del dicho

Guzmán y que no se tratan bien y que vido

este testigo sobre esta causa dar el dicho

Francisco de Olmos a la dicha su mujer,

con un palo, de palos y que ella daba de

gritos asomada a una ventana de su casa

diciendo: ‘Justicia, vecinos, que me mata

este traidor’”.

Un dato sobresaliente es el hecho de

que el documento menciona que estos mis-

mos implicados ya habían sido acusados,

procesados y sentenciados por el obis-

po; incluso, Rodrigo de Guzmán “[...] Fue

preguntado si el señor obispo don fray

Juan de Zumárraga le amonestó, requirió

y mandó so pena de excomunión22 no ha-

blase ni entendiese con la dicha Beatriz

Bermúdez por sí ni por otras personas y

que no le pasase por la calle donde mora

el dicho Francisco de Olmos ni pasase por

la puerta de sus casas”, sin embargo, en el

fragmento de sentencia que se conservó en

el documento podemos leer: “[...] Visto lo

sobre dicho por el dicho señor obispo, y que

en este caso se procedió más a correctión

que no a rigor [...] dijo que mandaba y

mandó, en virtud de santa obediencia y so

pena de excomunión, al dicho Rodrigo de

Guzmán que se abstenga [...]”. Esto deja

una interrogante perdurable: ¿por qué el

obispono hizo cumplir la primera sentencia

que él mismo había pronunciado?

BIBLIOGRAFÍA ADICIONAL

Alberro, Solange, Mujeres ante el tribunal del Santo Ofi cio de la inquisición de Nueva España,México, El Colegio de México, Departamento de Publicaciones, 1987.

Gonzalbo Aizpuru, Pilar, La educación de la mujer en la Nueva España, México, SEP-El Caballito, 1985, 155 pp.

23

, Familia y orden colonial, México, El Colegio de México, 1998, 316 pp.

Larvrín, Asunción, Sexualidad y matrimonio en América hispánica, siglos XVI-XVIII, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Grijalbo, 1991, 376 pp.

Muriel, Josefi na, Cultura femenina novohispana, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 1982 (Historia Novohispana, 30).

O’Gorman, Edmundo, La inquisición en México, México, SEP, 1981.

Torres de Castillo D., Alfonso, Historia de las persecuciones políticas y religiosas ocurridas en Europa desde la edad media, España, Imprenta y librería de Salvador Manero, v. 1., 1863.

Villafuerte, Lourdes, Relaciones entre los grupos sociales a través de una información matrimonial de la ciudad de México (1628-1634), México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 1991 (tesis de licenciatura en Historia).

24

25

[f 1] 1536 años

Francisco de Olmos, marido de Beatris Bermúdez

contra la dicha y

Rodrigo de Guzmán, por adúlteros.

Juez el Il[ustrísi]mo señor Zumárraga.

26

27

[Texto en f 2: Proceso de Francisco de Olmos contra Rodrigo de Guzmán.]

[f 2v] En la gran ciudad de Tenochtitlán México de esta Nueva España, lunes tres días del mes

de abril año del nacimiento de nuestro salvador Jesucristo de 1536 años ante el re[verendísi]mo

señor don fray Juan de Zumárraga, primer o[bis]po de éste obispado de México e curia [?] y en

presencia de mí, Martín de Campos su secretario y no[tari]o de esta su audiencia ep[iscop]al,

pareció presente Fran[cisc]o de Olmos,1 vecino de esta dicha ciudad y presentó una p[ro]banza

y un escrito de pedim[ient]o, el tenor de los cuales uno en pos de otro es este que se sigue:

1 A lo largo del texto original aparece escrito indistintamente el nombre como Francisco de Olmos o Francisco Dolmos; atendiendo a la portada del documento y al uso más generalizado del nexo “de” en el apellido, he decidido transcribirlo siempre de la primera manera, aun cuando la mayor cantidad de veces aparece escrito junto: “Dolmos”

28

29

[f 3] en primer día de abril de 1536 años ante mí, el corregidor de Çinacanteveque [sic por

Zinacantepec] por su majestad, pareció Francisco de Olmos y me presentó un pedimiento

que todo lo2 en él contenido le cumpliese de justicia y juntamente con el dicho pedimiento

me presentó dos testigos, el uno de los cuales esclavo de Rodrigo de Guzmán y el otro es su

naboría,3 de los cuales me pidió le tomase sus dichos; yo, visto todo lo susodicho les pregunté

que sabían acerca de lo que me pidió Francisco de Olmos en su pedimiento y luego les fue

preguntado cómo se se [sic] llamaban.

4

Primeramente fue preguntado al esclavo como se llamaba y dijo que se llamaba Juanito y era

de Guatemala.

Le fue preguntado con juramento que si conocía a Rodrigo de Guzmán y dijo que sí;

preguntado si conocía a Francisco de Olmos y a su mujer dijo que sí.

Dijo que oyó decir a las esclavas de Francisco de Olmos que había entrado Rodrigo de Guzmán

en casa de Francisco de Olmos y que cuando Francisco de Olmos vino de fuera o entró en su

casa que el Rodrigo de Guzmán se salió por la puerta que se la abrieron y que no sabe quién

la abrió.

Dijo que había visto darle tres camisas y que las había llevado una india de Francisco de Olmos

y que no sabe cómo se llama y que podrá haber, que se las dio, 60 días poco más o menos; y

que supo de la india como la mujer de Francisco de Olmos se las había entregado y que oyó

decir a Isabelita, esclava de Olmos, que el dicho Rodrigo de Guzmán había entrado en casa de

Francisco de Olmos dos veces de noche cuando el Francisco de Olmos estaba en su estancia o

por acá fuera [roto] Beatriz Bermúdez estas dos noches y que [roto] susodicha y que esta es

la verdad [para]

2 Entrelíneas: lo3 Naboría: repartimiento de indios que se hacía en América entre los conquistadores. Gran diccionario enciclopédico visual. Por extensión, se llamaba individualmente así a los indios que de este modo eran repartidos.4 En el original, aparece la numeración al margen con números romanos que he decidido suprimir aquí.

30

31

[f 3v] el juramento que hizo.

Quinta pregunta. Dijo que es verdad que su amo se partió de México para ir a las minas de

Çolteveque y que llegó antes a Altitlan y que allí supo cómo el alcaide Lope de Samaniego era

ido a Tasco y que de allí se volvió y que cuando pasó para las minas Rodrigo de Guzmán pasó

por Meteveque un día por la mañana y que era lunes y que cuando pasó por Meteveque que

iba a las minas, que Beatriz Bermúdez le envió unos manteles y un pañinzuelo de mesa y un

paño de manos y que éste que depone lo vio llevar a Andresico, naboría del dicho Rodrigo

de Guzmán y pan también le envió con lo susodicho y que cuando se volvió, que tornó por

Meteveque y que no paró en él sino que se fue camino de México y para el juramento que hizo

dice que es ansí la verdad de todo lo susodicho. Yo el corregidor susodicho, como no se pudo

haber escribano, lo escribí yo y lo fi rmé de mi nombre.

Alonso Mateos. [Rúbrica]

Primera pregunta. Fue preguntado cómo se llamaba y de donde es y dijo que se llama

Andresico, criado de Rodrigo de Guzmán y que era de Tatelulco que se dice agora Santiago y

le fue tomado juramento en forma que dijese verdad de todo [lo] que le fuese preguntado y

dijo que sí diría.

A la segunda dijo que conocía a Rodrigo de Guzmán, que era su amo, y también conocía a

Francisco de Olmos y a su mujer.

[A la tercera pregunta] Dijo que es verdad que cuando Francisco de Olmos estaba en su

estancia, que su amo Rodrigo de Guzmán fue a casa de Francisco de Olmos de noche tres veces

a dormir con Beatriz Bermúdez y que éste que depone lo vio ir y se fue con él y preguntado por

donde entró y quién iba con él dijo que iba un negro del alcayde de las atarazanas y que entró

por una ventana con una escalera las dichas tres

32

33

[f 4] noches. Preguntado qué es lo que le ha dado Beatriz Bermúdez a Rodrigo de Guzmán dijo

que delante deste que depone le envió Beatriz Bermúdez, mujer de Francisco de Olmos, len [sic]

envió con Juana, esclava del dicho Olmos, un pedazo de oro grande el cual dio a Rodrigo de

Guzmán la dicha esclava y que se lo enviaba Beatriz Bermúdez susodicha y que más le envió la

susodicha a Rodrigo de Guzmán dos camisas y que se las llevó Catalinita, su esclava de Olmos,

y preguntado que qué tanto tiempo podrá haber que pasó lo susodicho dijo que a su parecer

habrá siete u ocho meses poco más o menos y que esta es la verdad para el juramento que hizo

y que cuando Francisco de Olmos vino de fuera halló al dicho Guzmán en su posada y que éste

que depone supo que se le huyó al Francisco de Olmos, su amo, Rodrigo de Guzmán 5 y esta es

la verdad6 para el juramento que hizo.

[A la cuarta pregunta] Dijo que sabe cómo Beatriz Bermúdez, mujer de Francisco de Olmos,

estando en Meteveque envió a una india7 esclava suya a México a Rodrigo de Guzmán y le

enviba [sic] pedir higos y aceitunas y pescado de Castilla, que da a entender que son sardinas y

que el Rodrigo de Guzmán lo compró lo susodicho y se lo envió con éste que depone y también

lenvió un paño de ruán8 de obra de dos varas obtuzas y que la señora sabía para qué era, que

se lo diese y que otra vez la dicha mujer de Olmos envió a pedir a Rodrigo de Guzmán con

unas indias de Meteveque, dos, a pedir a Rodrigo de Guzmán unas jícamas y unos camotles

y el susodicho se lo compró y se lo envió con las dichas indias y que podrá haber obra de 20

días poco más o menos porque ya era entrada la Cuaresma y que esto es lo que sabe para el

juramento que hizo.

5 Tachado: cuarta pregunta dijo.6 Entrelíneas: y esta es la verdad.7 Al margen: que se llamaba Madalena.8 Tela de algodón estampada en colores. Tomó su nombre de la ciudad francesa donde inicialmente se fabricaba.

34

35

[f 4v] [A la quinta pregunta] Dijo que es verdad que su amo paratió [sic] de México domingo

por la mañana, que habrá ocho días este domingo que viene y vino a la estancia de Santa Clara

a dormir y que el lunes por la mañana se partió para las minas y que pasó por Meteveque y

que Rodrigo de Guzmán, su amo, habló [a] Andrés García, alguacil del dicho pueblo y que

antes que llegase a Meteveque dijo el dicho9 a éste que depone que fuese a decir a la señora

que le enviase unos manteles y un paño de manos y un pañinzuelo y pan, todo [lo] cual le dio

Beatriz Bermúdez para que diese al dicho su amo y que se pasó para las minas de Çulteveque

en busca del alcayde de las atarazanas y que llegó a Tescaltitan y que allí supo cómo no estaba

en las minas, que era ido a Tasco y se volvió a dormir, martes, a Tlacateveque y que miércoles

por la mañana se partió para México del dicho pueblo y pasó por Meteveque y dice que era ya

de mañana y que nunca habló el dicho Rodrigo de Guzmán a la dicha Beatriz Bermúdez sino

que se fue su camino y que esta es la verdad para el juramento que hizo. Y porque yo, el dicho

corregidor, no pude haber escribano lo escribí y lo fi rmé de mi nombre.

Alonso Mateos. [Rúbrica]

9 Entre líneas: el dicho, te.

36

37

[f 5] [Crismón] Muy noble señor.

Francisco de Olmos, vecino de la ciudad de México, por la mejor vía y forma que de derecho

debo pido y suplico a vuestra merced que por cua[nto] yo fui a la ciudad de México a 22 días

del mes de mayo de 1536 años desde este pueblo de Metepeç, a donde al presente tengo mi

mujer y casa y por cuanto yo en el tiempo pasado ocho meses antes de esta mi petición dada

a vuestra merced poco más o menos, tuve y tengo cierta sospecha por algunos indicios que

ha habido entre mi mujer Beatriz Bermúdez y Rodrigo de Guzmán y estando yo10 como dicho

tengo en la ciudad de México vino el dicho11 Rodrigo de Guzmán al dicho pueblo de Metepec a

donde la dicha mi mujer estaba y habló con ella de noche, durmiendo mis esclavos y guardas

y habló con ella como dicho tengo y por tanto pido y suplico a vuestra merced que todos

los testigos que ante vuestra merced yo presentare o cualquier otro que tenga mi poder que

vuestra [merced] los mande preguntar y le toméis sus dichos conforme a justicia con todas las

circonstancias y diligencias que en tal caso se requiere y para esto y para todo lo demás el muy

noble ofi cio de vuestra merced imploro y le pido justicia.

[Rúbrica]

10 Entre líneas: yo.11 Tachado: pareció.

38

39

12[f 6v] 13[Crismón] Muy noble señor.

Yo Francisco de Olmos, ve[cino]

[Crismón]

Probanza hecha a pedimiento de Francisco de Olmos a perpetuan ren moria [sic por ad

perpetuam rex memoria] pasó ante mí Alonso Mateos, corregidor por su majestad en

Çinacanteveque, que es fecha hoy sábado primero de abril.

[Rúbrica]

12 Folios 5v y 6 en blanco.13 Este folio comienza con la misma grafía que el anterior y también con la misma intitulación, sin embargo, está casi en blanco; sólo tiene dos líneas escritas con esta grafía. La nota posterior (que comienza así mismo con un crismón) es de la misma letra que la de las primeras fojas, es decir, la del corregidor. Se aprecian en la foja dobleces a manera de sobre, de manera que lo escrito por el corregidor quedaba en la cubierta. Podría tratarse efectivamente del sobre, sin embargo, en la actualidad el documento se encuentra cosido y la foja está en este lugar.

40

41

[f 7] 14[Crismón] Reverendísimo señor.

Francisco de Olmos, vecino desta ciudad, parezco ante vuestra señoría y digo que yo estoy

casado a ley y bendición de la Santa Madre Iglesia con Beatriz Bermúdez y estando así casado

y queriendo hacer lo que debo como bueno y fi el cristiano con la dicha Beatriz Bermúdez mi

mujer; un Rodrigo de Guzmán, estante en esta dicha ciudad, hombre soltero; en menosprecio

de Dios y de su conciencia ha dado, muchos días ha y agora al presente, escándalo y división

en mí y la dicha mi mujer teniendo formas y maneras, por su persona y por mensajeros, de

ofenderme en mi honra y de mi mujer poniendo mucho escándalo entre nosotros y nuestros

vecinos siendo muchas veces amonestado por vuestra señoría y mandado por la justicia de

su majestad y rogado y requerido por mí y por mis amigos y por otras personas religiosas que

cese y aparte su mal propósito y quite el dicho escándalo y ocasiones de pecar, el cual no sólo

lo ha hecho más aún contumando15 su mal propósito e inobediencia; teniendo yo a la dicha mi

mujer en un pueblo cerca desta ciudad dejándola yo allí y viniendo a esta ciudad a negociar lo

que me convenía el dicho Rodrigo de Guzmán fue al dicho pueblo y estuvo enl [sic por en él] y

tuvo maneras de hablar a mis criadas y esclavas procurando de hablar a la dicha mi mujer todo

en mi escándalo y contra mi honra y su conciencia.

Y porque a vuestra señoría como a perlado [sic por prelado] y obispo deste obispado conviene

quitar todos escándalos y materia dellos y de pecados y le es notorio lo sobredicho y la infamia

que el sobredicho me pone y causa a mi casa y honra y el delito y contumacia del dicho

Rodrigo de Guzmán:

Pido y suplico a vuestra señoría lo provea y remedie castigándole conforme a derecho y si

necesario es hago presentación desta información y ofrézcome a dar más y pido justicia y para

ello el ofi cio de vuestra señoría imploro.

Francisco de Olmos. [Rúbrica]

14 Al margen: En lunes tres días de abril de 1536 años lo presentó el contenido ante su señoría.15 Insistiendo, reincidiendo, reiterando.

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[f 7v] Visto por el dicho señor obispo lo sobredicho y siéndole el caso notorio como es, por

quitar escándalo y proveer a lo que convenga a la ejecución de la justicia y apartalle de pecado

al dicho Rodrigo de Gu[zmán] mandó dar su mandamiento en forma contra el dicho Rodrigo

de Guzmán para que sea preso y puesto en su cárcel episcopal y mandó notifi c[ar] al dicho

Francisco de Olmos si quisiere dar mas información que la dé.

E luego, en este dicho día, mes y año susodicho, yo el dicho notario notifi qué en su persona

lo susodicho al dicho Francisco de Olmos, el cual dijo que estaba presto y aparejado de dar

información y que pedía a su señoría mandase recibir los testigos que por él en esta causa y

proceso fuesen presentados.

E después de lo susodicho, miércoles cinco días del dicho mes y año susodicho, el dicho

Francisco de Olmos presentó un escrito de preguntas, el tenor del cual es éste que se sigue:

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[f 8] [Crismón] Reverendísimo señor.

Francisco de Olmos. Pido que a los testigos que vuestra señoría tomare enl caso que se ______

entre mí y Rodrigo de Guzmán y mi mujer, les haga las preguntas siguientes:16Primeramente se les pregunte si conocen a los sobre dichos.

Ítem. Si saben e conocen que puede haber medio año poco más o menos quel obispo don

fray Juan de Zumárraga le amonestó e requirió a dicho Rodrigo de Guzmán que no hablase ni

entendiese con la dicha mi mujer que se dice Beatriz Bermúdez y otras personas se lo rogaron

[y] dijeron de mi parte; digan lo que cerca desto saben.

Ítem. Si saben e conocen que después destas amonestaciones el dicho Rodrigo de Guzmán,

veniendo contra ellas, le habló por sí e por in[terpó]sitas personas; digan los testigos en qué

partes e lugares pasó lo suso[dicho] e qués lo que saben cerca dello.

Ítem. Pido les hagan las otras preguntas a los testigos a las pertenecientes.

Francisco de Olmos. [Rúbrica]

16 Al margen aparece la numeración en dígitos romanos.

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[f 8v] E así presentado este dicho escrito según y en la manera que dicho es, el dicho señor

obispo dijo que mandaba y mandó a mí el dicho notario reciba los testigos quel dicho Francisco

de Olmos presentare en este pleito y causa. Y la recepción de los dichos testigos cometió a mí

el dicho notario y mandó al doctor Raphael de Cervantes, su provisor, tome la confesión al

dicho Rodrigo de Guzmán.

E después desto, el dicho Francisco de Olmos, para averiguación de lo susodicho, presentó los

testigos siguientes:

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[f 9] en jueves seis días de abril17 del dicho año juró.

18Juan de Casares Delgado, vecino desta dicha ciudad, testigo presentado por el dicho Francisco

de Olmos en la dicha razón, habiendo jurado según forma de derecho y siendo preguntado por

las preguntas del dicho interrogatorio dijo y depuso lo siguiente:

A la primera pregunta dijo que conoce a los contenidos enlla 19al dicho Francisco de Olmos y a

su mujer de 12 años a esta parte poco más o menos, y al dicho Rodrigo de Guzmán de cuatro

años a esta parte poco más o menos tiempo.

Fue preguntado por las preguntas generales, dijo que no le toca ninguna dellas sino que venza

quien tuviere justicia y que es de edad este testigo de más de 50 años.

A la segunda pregunta dijo, que oyó decir a muchas personas en esta dicha ciudad lo contenido

en esta dicha pregunta y que sabe este testigo quel dicho señor obispo le mandó y amonestó

al dicho Guzmán que no hablase 20con la dicha Beatriz Bermúdez ni pasase por aquella calle

donde ella mora y que así es público y notorio y que se refi ere al mando quel dicho señor

obispo mandó.

A la tercera pregunta dijo que ha visto este testigo muchas veces pasar al dicho Guzmán por

la calle del hospital donde mora el dicho Olmos y su mujer y por la calle que cruza desde la

carnecería desta ciudad a la casa de don Luis de Saavedra y Carrande y que ha visto este testigo

que al tiempo que pasaba por las dichas calles a pie o a caballo alzaba los ojos a las ventanas y

casas del dicho Francisco de Olmos y que ha visto este testigo muchas veces, antes quel dicho

señor obispo se lo mandase y después, pasar cabalgando junto por la puerta del dicho Francisco

de Olmos muy paso a paso mirando a las ventanas, estando a la ventana la dicha mujer del

dicho Francisco de Olmos Beatriz Bermúdez detrás de una celosía que está en la ventana alzada

algunas veces, y que al tiempo quel dicho Guzmán llegaba en derecho de la ventana iba andando

muy poquito a poquito y hablando a la dicha Beatriz Bermúdez; lo cual a este testigo siempre

le pareció mal por lo que antes había pasado el dicho Guzmán y el dicho Olmos sobre que lo

halló en su casa que es público y notorio y que cerca deste caso ha dicho su dicho más largo

ante Villegas, alcalde desta ciudad, al cual se refi ere.

A la cuarta pregunta, de ofi cio fue preguntado si por esta causa sabe que ha habido y hay

escándalo entre el dicho Francisco de Olmos y su mujer Beatriz Bermúdez y no hacen vida

maridable como son obligados ni se tratan [bien]

17 Tachado: marzo.18 Al margen: testigo.19 Tachado: de.20 Tachado: ni pas.

50

51

[f 9v] dijo que sa[be] que hay escánd[al]o entre el dicho Francisco de Olmos y su mujer por esta

causa y que no se tratan bien ni hacen vida maridable como son obligados y antes vía [sic por

veía] este testigo que lo hacían y así lo ha visto y ve este testigo y el dicho Francisco de Olmos

se ha quejado [a] este testigo contándole la deshonra que por la dicha su mujer tiene en que se

haya abatido y corrido porque tiene por cierto quel dicho Guzmán se ha echado con su mujer

y quel dicho Francisco de Olmos lo halló en su casa al dicho Guzmán al tiempo que venía de

fuera desta ciudad y que sabe este testigo quel dicho Francisco de Olmos echó mano a una

espada para el dicho Guzmán y quel dicho Guzmán echó a huir y saltó por una ventana que

está enl patio de la casa del dicho Francisco de Olmos y quel dicho Francisco de Olmos volvió

por las escaleras abajo para que si pudiere tomar al dicho Guzmán en el patio o antes que

saliera de casa y que lo corrió el dicho Olmos hasta la puerta y un negro suyo corrió el dicho

Guzmán hasta la pla[za] y que así por esto como por otras cosas que después han sucedido

entre marido y mujer y Guzmán no se tratan y no hacen vida maridable y ha nacido y hay

escándalo e infamia entre el dicho Francisco de Olmos y su mujer como dicho tiene y que así

es público y notorio enl barrio donde mora este testigo y el dicho Francisco de Olmos que son

vecinos y que esta es la verdad so cargo del juramento que hizo y señalolo de su señal.

[Señal]

En este dicho día, juró.

21 Catalina González, mujer de Juan de Casares vecino desta dicha ciudad; testigo presentada

por el dicho Francisco de Olmos en la dicha razón, habiendo jurado según forma de derecho y

siendo preguntada por las dichas preguntas dijo y depuso lo siguiente:

A la primera pregunta dijo que conoce a los contenidos en esta dicha pregunta en esta dicha

ciudad.

Fue preguntada por las generales preguntas y dijo que no le toca ni enpece22 ninguna de las

generales sino que venza quien tuviere justicia y que es de edad este testigo de más de 40 años

poco más o menos.

A la segunda pregunta dijo que ha oído decir quel dicho señor obispo amonestó y mandó so

pena de excomunión al dicho Rodrigo de Guzmán que no hablase ni entendiese

21 Al margen: testigo.22 Daña, causa perjuicio.

52

53

[f 10] con la dicha Beatriz Bermúdez y que no pasase por su calle y que así vido este testigo

al dicho señor obispo entrar en casa del dicho Francisco de Olmos sobre esta causa, al cual

mando del dicho señor obispo se refi ere.

A la tercera pregunta dijo que sabe e ha visto este testigo que, después de las amonestaciones

y mando del dicho señor obispo, pasar el dicho Guzmán por la calle donde mora el dicho

Francisco de Olmos junto por la puerta de su casa y que le hablaba el dicho Guzmán a la

dicha Beatriz Bermúdez y la dicha Beatriz Bermúdez al dicho Guzmán y que esto ha visto este

testigo muchas veces y que al tiempo quel dicho Guzmán pasaba, tocía y luego la dicha Beatriz

Bermúdez salía y se paraba a la ventana de su casa y le hablaba al dicho Guzmán y él a ella y

que sobre esto reñían siempre el dicho Francisco de Olmos y la dicha Beatriz Bermúdez muchas

veces porque se paraba a la ventana.

A la cuarta pregunta. Fue preguntada este testigo de ofi cio si sabe que por esta causa hay

escándalo entre el dicho Francisco de Olmos y su mujer Beatriz Bermúdez y no hacen vida

maridable como son obligados ni se tratan bien; dijo que sabe este testigo que por esta causa

hay escándalo muy grande entre el dicho Francisco de Olmos y la dicha su mujer y no se

tratan bien como solía ni hacen vida maridable como son obligados y que ambos a dos le han

dicho a este testigo que no se echan ni duermen en uno en una cama sino cada uno por sí

apartados. Y que ha visto e oído este testigo que pasando el dicho Guzmán por la puerta se

puso a la ventana y que el dicho Francisco de Olmos le dijo que se quitase de la venta[na] por

evitar escándalo y convinientes [sic por inconvenientes?] y que le respondió que no quería

quitarse antes echó mano la dicha Beatriz Bermúdez a una espada para su marido Francisco de

Olmos y la sacó de la vaina y lo deshonró y deshonra muchas veces por este caso con palabras

injuriosas. Fue preguntada si sabe que la dicha Beatriz Bermúdez dio algunas joyas, oro, otras

cosas de su casa al dicho Guzmán y le ha dado de comer; dijo que sabe y que la dicha Beatriz

Bermúdez le ha dicho a este testigo que le había dado una cama de paramentos23 ricos y tres

colchones y sus sábanas en que durmiese el dicho Guzmán

23 Adornos para cubrir alguna cosa.

54

55

[f 10v] y que le lavaba la ropa y que le daba toda la comida que había menester y servicio o

parte dello y que este testigo vía [veía] llevar de comer de la casa del dicho Olmos al dicho

Guzmán y asimismo vido este testigo24 hacer los dichos tres colchones en casa del dicho

Francisco de Olmos y que entonces le dijo la dicha Beatriz Bermúdez a este testigo que los

hacía para el dicho Guzmán y que desde ha ciertos días preguntó este testigo a la dicha Bea-

triz Bermúdez si había enviado los dichos colchones al dicho Guzmán y le dijo la dicha Beatriz

Bermúdez que con la morisca se los había enviado al dicho Guzmán y que este testigo ha

dicho su dicho más largo ante el alcalde Villegas al cual se refi ere y que esta es la verdad so

cargo del juramento que hizo y dijo que no sabía fi rmar y rogó a su marido Juan de Casares lo

señala[se] de su señal.

[Señal]

En este dicho día juró.

25Ana de Betanzos, mujer de Pedro de Spina vecino desta ciudad testigo presentada en la dicha

razón por el dicho Francisco de Olmos, habiendo jurado según forma de derecho y siendo

preguntada por las dichas preguntas dijo y depuso lo siguiente:

A la primera pregunta dijo que conoce a los contenidos ensta pregunta en esta dicha ciudad

ha tres años poco más o menos.

Fue pregunta[da] por las preguntas generales, dijo que no le enpece ninguna dellas y que es de

edad este testigo de 35 años poco más o menos.

A la segunda pregunta dijo que oyó decir este testigo al dicho Pedro de Spina, su marido, quel

dicho señor obispo mandó26 y amonestó al dicho Rodrigo de Guzmán no hablase27 con la dicha

Beatriz Bermúdez ni pasase

24 Tachado: llevar los.25 Al margen: Testigo.26 Tachado: so pena.27 Tachado: ni.

56

57

[f 11] por la calle donde mora el dicho Francisco de Olmos ni por la puerta de su casa.

A la tercera pregunta dijo que ha visto al dicho Guzmán después del mando y amonestación

del dicho señor obispo pasar por la calle donde mora el dicho Francisco de Olmos junto a las

puertas de su casa de dicho Francisco de Olmos y que ha oído decir a algunas personas28 este

testigo quel dicho Guzmán ha hablado a la dicha Beatriz Bermúdez y que esto es lo que sabe

cerca desta pregunta.

A la cuarta pregunta fue preguntada este testigo de ofi cio si sabe que por esta causa hay

escándalo entre el dicho Francisco de Olmos y la dicha Beatriz Bermúdez su mujer y no hacen

vida maridable como son obligados ni se tratan bien; dijo que sabe que hay gran escándalo

entre el dicho Francisco de Olmos y su mujer por esta causa y que no hacen vida maridable

como son obligados ni se tratan bien y que así los ha visto este testigo estar riñendo siempre a

ambos a dos marido y mujer y que esto ha sido después de las amonestaciones del dicho señor

obispo y que nunca están en paz y que es público y notorio enl barrio y vecindad donde moran

los dichos Francisco de Olmos y su mujer y que esta es la verdad so cargo del juramento que

hizo y dijo que no sabía fi rmar.

En este dicho día juró.

29Bartolomé Delgado, estante en esta dicha ciudad testigo presentado por el dicho Francisco

de Olmos en la dicha razón, habiendo jurado según forma de derecho y siendo preguntado por

el tenor de las dichas preguntas, lo que dijo y depuso es lo siguiente:

A la primera pregunta dijo que conoce a los contenidos en esta pregunta tres años ha poco

más o menos.

Fue preguntado por las preguntas generales dijo que ninguna dellas le enpece ni toca y que es

de edad este testigo de 23 años poco más o menos.

28 Entre líneas: personas.29 Al margen: Testigo.

58

59

[f 11v] a la segunda pregunta dijo que ha el dicho tiempo en esta pregunta contenido que oyó

decir este testigo quel dicho señor obispo había amonestado y mandado al dicho Guzmán, so

pena de excomunión, que no hablase ni pasase por la calle del dicho Francisco de Olmos por

evitar escándalo entre el dicho Francisco de Olmos y su mujer.

A la tercera pregunta dijo que después que su señoría mandó al dicho Guzmán que no pasase

por la calle del dicho Francisco de Olmos ni hablase a la dicha su mujer, vido este testigo

pasar cuatro o cinco veces por la calle del dicho Francisco de Olmos al dicho Guzmán junto

por la puerta de sus casas y alzar la cabeza arriba 30 a la ventana donde estaba la dicha Beatriz

Bermúdez parada pero que no sa[be] este testigo si le hablaba y que no sabe más cerca desta

pregunta.

A la cuarta pregunta fue preguntado este testigo de ofi cio31 si sabe que por esta causa hay

escándalo entre los dichos Francisco de Olmos y su mujer y no hacen vida maridable como

son obligados ni se tratan bien; dijo que ha visto este testigo al dicho Francisco de Olmos dar

mala vida a su mujer por causa de ver pasar al dicho Guzmán por su calle y por lo que antes

desto había pasado y que por esto que dicho tiene hay gran escándalo y lo ha habido32 entre el

dicho Francisco de Olmos y su mujer. Y que todo lo que dicho tiene es público y notorio entre

los vecinos del dicho Francisco de Olmos y que esta es la verdad so cargo del juramento que

hizo y fi rmolo de su nombre.

Bartolomé Delgado. [Rúbrica]

30 Tachado: donde.31 Entre líneas: de ofi cio.32 En el original aparece de la siguiente manera: “…y lo havido entre el dicho…”. Me parece que el sentido tendría que ser “…y lo ha habido entre el dicho…”. Sin embargo, es posible que la lectura y trascripción sea: “…y lo ha vido entre el dicho…”, es decir, no estoy completamente seguro que la palabra sea una sola y derive del verbo haber o si sean dos palabras y se refi era al verbo ver.

60

61

[f 12] Confesión.

E después de lo susodicho, viernes siete días del dicho mes y año susodichos, el dicho señor

provisor recibió juramento en forma debida de derecho del dicho Rodrigo de Guzmán so cargo

del cual le mandó diga y declare su dicho y confesión cerca de lo que le fuere preguntado

en este caso; el cual habiendo jurado según forma de derecho, fue preguntado si conoce a

Francisco de Olmos y a su mujer Beatriz Bermúdez vecinos desta ciudad y cuánto tiempo ha

que los conoce; dijo que conoce a los dichos Francisco de Olmos y a la dicha su mujer Beatriz

Bermúdez y que ha que los conoce ocho años poco más o menos. Fue preguntado si el señor

obispo don fray Juan de Zumárraga le amonestó, requirió y mandó so pena de excomunión

no hablase ni entendiese con la dicha Beatriz Bermúdez por sí ni por otras personas y que no

le pasase por la calle donde mora el dicho Francisco de Olmos ni pasase por la puerta de sus

casas; dijo quel dicho señor obispo le amonestó y mandó so pena de excomunión no pasase

este confesante por la calle donde mora el dicho Francisco de Olmos. Fue pregunta[do] si

asimesmo otras personas le rogaron y dijeron, de parte del dicho Francisco de Olmos, que no

hablase a la dicha Beatriz Bermúdez, su mujer; dijo que algunas personas le rogaron a este

confesante33 de parte del dicho Francisco de Olmos, que no pasase por la calle donde el dicho

Francisco de Olmos vive. Fue preguntado si después que su señoría le hizo esta amonestación

y mando y después que las otras personas le rogaron de parte del dicho Francisco de Olmos

que no pasase por su calle, como dicho es, ni hablase a su mujer, viniendo contra ello le habló

[por] sí y por terceras personas y pasó por la dicha calle muchas veces; dijo que no habló

este confesante a la dicha Beatriz Bermúdez por sí ni por terceras personas después que su

señoría le mandó lo susodicho pero que ha pasado este confesante por la calle donde mora el

dicho Francisco de Olmos muchos meses después del mando de su señoría porque vive este

confesante cerca del hospital y las más mañanas se iba a oír misa. Fue preguntado si después

de haber pasado como dicho es por la dicha calle y hablado con la dicha Beatriz Bermúdez le ha

enviado y dado la dicha Beatriz Bermúdez por sí o por terceras personas algunas camisas, oro,

u otras cosas; dijo que no le ha dado ninguna cosa la dicha Beatriz Bermúdez y que lo niega

como en esta pregunta se contiene. Fue preguntado si sabe o ha oído decir que por esta causa

hay escándalo entre el dicho Francisco de Olmos y la dicha su mujer Beatriz Bermúdez

33 Tachado: que no pa.

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63

[f 12v] y no hacen vida maridable como son obligados y lo manda la Santa Madre Iglesia ni se

tratan bien; dijo que34 no sabe que por esta causa35 haya escándalo entre el dicho Francisco

de Olmos y su mujer, mas que algunas veces pasando este confesante en su casa teniendo

ellos enojo y diferencia le decía su parecer este confesante al dicho Francisco de Olmos y su

mujer para que fuesen amigos y que por sus diferencias cuando el marqués del Valle se iba a la

tierra donde ha estado le dijo a este confesante el dicho Olmos que se quería ir con él porque

no podía hacer vida con su mujer y que este confesante le dijo su parecer y que cree que se

lo estorbó y que ha oído decir este confesante a algunas personas, las cuales no se acuerda

quiénes son, que hay diferencia entre los dichos Francisco de Olmos y su mujer pero que no

sabe por qué y que esta es la verdad so cargo del juramento que hizo y fi rmolo de su nombre.

Rodrigo de Guzmán. [Rúbrica]

En martes 11 del dicho mes y año juró.

36Bartolomé Ruiz, vecino desta ciudad testigo presentado en esta dicha razón por el dicho

Francisco de Olmos habiendo jurado según forma de derecho y siendo preguntado por el tenor

de las dichas preguntas dijo y depuso lo siguiente:

A la primera pregunta dijo que conoce a los contenidos en esta pregunta puede haber dos

años poco más.

A la 37segunda38 pregunta dijo que la non [no la?] sabe.

A la tercera pregunta dijo que ha visto pasar al dicho Rodrigo de Guzmán por la calle donde

mora Olmos y que ha oído decir este testigo a muchas personas, las cuales no se acuerda

quiénes son, quel dicho Guzmán hablaba a la dicha Beatriz Bermúdez mujer del dicho

Francisco de Olmos y que esto es lo que sabe cerca desta.

A la cuarta pregunta fue preguntado de ofi cio si sabe que por esta causa hay gran escándalo

entre los dichos Francisco de Olmos y su mujer Beatriz Bermúdez y no hacen vida maridable

como son obligados

34 Tachado: ha oído decir.35 Tachado: le.36 Al margen: testigo.37 Entre líneas: segunda.38 Tachado: tercera.

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65

[f 13] y no se tratan bien; dijo que ha visto este testigo reñir a los dichos Francisco de Olmos

y su mujer y que oyó decir este testigo que era sobre el dicho Rodrigo de Guzmán y que sabe

este testigo que hay escándalo en ellos a causa del dicho Guzmán y que no se tratan bien y que

vido este testigo sobre esta causa dar el dicho Francisco de Olmos a la dicha su mujer, con un

palo, de palos y que ella daba de gritos asomada a una ventana de su casa diciendo: “Justicia,

vecinos, que me mata este traidor” y que esta es la verdad so cargo del juramento que hizo y

que esto es público y notorio en esta dicha ciudad y que es de edad este testigo de 30 años

poco más o menos y fi rmolo de su nombre.

Bartolomé Ruiz. [Rúbrica]

En este dicho día juró.

39Pedro de Spina, vecino desta dicha ciudad testigo presentado por el dicho Francisco de

Olmos, habiendo jurado según forma de derecho y siendo preguntado por el tenor de las

dichas preguntas dijo y depuso lo siguiente:

A la primera pregunta dijo que conoce a los contenidos en esta pregunta de ocho años a esta

parte poco más [o menos]

A la segunda pregunta dijo quel señor obispo le dijo a este testigo como le había amonestado

y puesto pena de excomunión al dicho Guzmán que no pasase por aquella calla [sic] y quel

dicho Francisco de Olmos le dijo a este testigo que le había enviado a rogar al dicho Guzmán

por terceras personas que no pasase por su calle donde tiene sus casas donde vive.

A la tercera pregunta dijo que ha visto, después que esto le mandó su señoría al dicho

Guzmán, por la dicha calle e irse al hospital de Nuestra Señora y que no sabe más cerca desta

pregunta.

39 AL M ARGE N: TE STIGO.

66

67

[f 13v] A la cuarta pregunta fue preguntado de ofi cio si sabe que por esta causa hay escándalo

entre el dicho Francisco de Olmos y la dicha su mujer y no hacen vida maridable como son

obligados ni se tratan bien; dijo que los ha visto reñir, a los dichos Francisco de Olmos y a la

dicha su mujer, y tratarse mal y que hay escándalo entre ellos y que cree este testigo que es

sobre el dicho Guzmán y que este testigo ha sido tercero para ponellos en concierto y paz y

que no ha aprovechado ninguna cosa y que todo lo susodicho es público y notorio y que esta

es la verdad para el juramento que hizo y que es de edad este testigo de más de 35 años y

fi rmolo de su nombre.

Pedro de Spina. [Rúbrica]

E después de lo susodicho, miércoles 12 días del dicho mes y año susodichos, el dicho señor

obispo mandó dar copia y traslado de la cabeza deste proceso y de todo lo demás al dicho

Rodrigo de Guzmán para que diga y alegue contra ello de su justicia y que se le notifi que.

E luego, en este dicho día, mes y año susodichos, yo el dicho notario notifi qué lo susodicho al

dicho Rodrigo de Guzmán en su persona; el cual dijo que no tenía qué decir ni alargar en esta

causa, sino que lo remitía y lo remitió a su señoría para que haga enllo lo que fuere justicia.

Testigos: Pedro de Cavaría, estante en esta ciudad, familiar de su señoría.

Visto lo sobre dicho por el dicho señor obispo, y que en este caso se procedió más a correctión

que no a rigor y por evitar escándalos y diferencias; dijo que mandaba y mandó, en virtud de

santa obediencia y so pena de excomunión, al dicho Rodrigo de Guzmán que se abstenga y40

40 AQU Í TE RM INA E L DOCU M E NTO.

68

EN TORNO A UN RECIBO DE PAGO

FIRMADO POR MIGUEL CABRERA, 1765

Presentación y paleografía: Roberto Díaz Portillo

Algunos datos sobre Miguel Cabrera:

nació en Antequera de Oaxaca (hoy

Oaxaca de Juárez) en 1695, y en 1719 se

trasladó a la ciudad de México. Considerado

discípulo de José de Ibarra, fue pintor de

cámara del arzobispo de México, Manuel

Rubio y Salinas; en 1753 fundó la Academia

de San Carlos, que es considerada la primera

Academia de Pintura en la Nueva España, de

la que fue nombrado presidente. Murió en la

ciudad de México en 1768.

Algunos datos sobre su obra: su trabajo

y el de su taller es extenso y variado con

cerca de 300 obras, si se toman en cuenta

las que realizó y las que se le atribuyen.

Entre ellas destacan los retratos de las

monjas sor Francisca Ana de Neve (sacristía

de Santa Rosa de Querétaro), sor Agustina

Arozqueta (Museo Nacional del Virreinato,

en Tepotzotlán) y el de sor Juana Inés de

la Cruz (Museo Nacional de Historia), hecho

por encargo del arzobispo Manuel Rubio

y Salinas, a quien también retrató (Taxco,

Chapultepec y la catedral de México).

Otros retratos que destacan son el de

doña Bárbara de Ovando y Rivadeneira, el

de doña Luz de Padiña y Cervantes (Museo

de Brooklyn) y el de la mariscala de Castilla.

Pintó a fray Toribio de Nuestra Señora

(templo de San Fernando, ciudad de México),

al padre Ignacio Amorín (Museo Nacional de

Historia), a nobles y benefactores como

el conde de Santiago de Calimaya y a los

miembros del consulado de la ciudad de

México.

Ejemplo de las obras que se conservan en

templos y conventos son las pinturas que se

pueden ver en la parroquia de Santa Prisca

y San Sebastián de Taxco y su sacristía, en

donde, entre otros, se aprecian El martirio

de San Sebastián, el Vía Crucis de la catedral

de Puebla, los cuatro lienzos ovalados del

crucero de la catedral de México y la Virgen

del Apocalipsis de la Pinacoteca Virreinal de

México, en la ciudad de México.

Obras sobre vidas de santos: los 34 lienzos

con La vida de San Ignacio en la iglesia de

La Profesa de la ciudad de México, y Vida

69

de Santo Domingo en su monasterio en

la capital; la de El Salvador, del Pasmo

de Sicilia, San Anselmo y el Apocalipsis,

localizados en la Academia de Bellas Artes,

así como San Bernardo, San Buenaventura,

Santo Tomás de Aquino, La conversión de

San Ignacio de Loyola (Museo Nacional de

Arte). En el Museo Vaticano se encuentran

las dos imágenes que pintó de la Virgen

de Guadalupe, de las cuales al menos

una conoció el Papa Benedicto XIV, por

intermedio del arzobispo Manuel Rubio

y Salinas, por lo cual Miguel Cabrera es

considerado el pintor guadalupano por

excelencia.

El documento que se comenta a conti-

nuación (Indiferente Virreinal, caja 2863,

exp. 045, 1 foja, Jesuitas) es un recibo con la

fi rma autógrafa de Miguel Cabrera fechado

el 8 de octubre de 1765. El documento se

encuentra en buen estado, tiene algunas

marcas de arrugas y aunque presenta ligeras

mutilaciones, al parecer, la información no

es afectada.

Sobre el tipo documental, es un recibo

de pago que pudo haber sido hecho por

un escribano a pesar de que está la fi rma

de Miguel de Cabrera y la redacción de la

misma es en primera persona.

Sobre la importancia de la información

contenida en este tipo de documentos

se podría suponer que un recibo de pago

con unas cuantas líneas manuscritas (en

este caso nueve) podría contener poca o

muy árida información. Sin embargo, es a

través de ellos que se podría tener noticia

de obra no adjudicada o reconocida con el

nombre del autor, entre otras posibilidades

por carecer de fi rma. Reconocer los ámbitos

de movilidad del pintor, conociendo los

nombres de quien lo contrató, como las

órdenes religiosas; los lugares en donde

trabajó, para quién y en dónde.

Las obras de arte, en general, son

estudiadas y valoradas desde el punto de

vista de la iconografía o de la estética porque

son pocos los registros documentales que

se conservan hasta el presente, por lo

cual adquiere relevancia que se tenga un

referente para saber la valoración del trabajo

del artista y de la obra en su contexto y

momento histórico.

70

71

Digo yo D(o)n Mig(ue)l Cabrera, que rezeví de el /

P(adre) Gaspar Marí(a) Míralla, cien p(eso)s de or(de)n de el /

P(adre) Pedro Joseph de Castañeda; los que son por el /

importe de las pechin(a)s. Tambien r(eci)vi una libran/za,

amifavor p(ar)a cobrarla yo, de d(o)n J(ose)ph Chaves /

de cien p(eso)s dela perspectiva de S(a)n Fran(cis)co y para q(u)e /

conste lo fi rmé, en ocho, de octubre, de mil seteci/entos

sesenta y cinco años= /

Son 200 p(eso)s

Miguel Cabrera.

(Normalizada)

Digo yo Don Miguel Cabrera, que recibí del /

Padre Gaspar María Míralla, cien pesos de orden del /

Padre Pedro Joseph de Castañeda; los que son por el /

importe de las pechinas. Tambien recibí una libran/za,

a mi favor para cobrarla yo, de don Joseph Chaves /

de cien pesos dela perspectiva de San Francisco y para que /

conste lo fi rmé en ocho de octubre de mil seteci/entos

sesenta y cinco años= /

Son 200 pesos

Miguel Cabrera.

72

73

1 En estas primeras exploraciones se empezaron a utilizar los nombres de California y mar de Cortés. “California era el nombre de un país imaginario mencionado en Las Sergas de Esplandián (Sevilla, 1510), una novela de caballería que pretendía ser la continuación del Amadís de Gaula [...]”, Íñigo Abbad y Lasierra, Descripción de las costas de California, edición y estudio de Sylvia Lyn Hilton, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científi cas-Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1981, p. 17.2 Ibid., p. 18.

EXPLORACIONES DE LAS CALIFORNIAS:LA CARTOGRAFÍA DEL SIGLO XVIII, 1775

Presentación y paleografía: Perla Isabel Y. Yáñez Hernández

Los descubrimientos marítimos a lo largo de

la historia de la humanidad han respondido

a distintos intereses en diferentes épocas.

Suele predominar el interés comercial y

político por encima del científi co y cultural.

Fue así como el centro y sur de América

fueron recorridos y cartografi ados con

rapidez pero, hacia el norte, pasaron

cerca de dos siglos para que se tuviera un

conocimiento cierto rumbo al estrecho de

Bering. Una de las primeras exploraciones al

norte de América desde la costa del Pacífi co

fue la que hizo el primo de Hernán Cortés,

Diego Hurtado de Mendoza, pero fue hasta

1533 cuando se llegó hasta las aguas del

golfo y península de California,1 y en 1542

se recorrió la costa occidental de California

hasta descubrir la bahía de San Diego.

“A pesar de que los descubrimientos

españoles de la primera mitad del siglo

xvi habían demostrado que California era

una península, a partir del viaje de Drake

se difundió la idea de que era una isla. Así

la dibujaron algunos cartógrafos de fi nes

del siglo xvi y del siglo xvii, hasta que fue

desterrado este error a principios del siglo

xviii por el padre Kino.”2

Las causas por las cuales muchas de estas

exploraciones no tuvieron continuidad en los

siglos xvi y xvii fueron los constantes ataques

de piratas y el confl icto que había entre

España e Inglaterra, aun frente a la necesidad

de fundar un nuevo puerto en California

que sirviera de refugio a los galeones de

Manila. Sin embargo, dentro del proyecto

de la Corona borbónica en el siglo xviii y

74

por las circunstancias internacionales que atravesaba, los territorios norteamericanos inexplorados serían también causa de riva-lidad, ante la curiosidad y ambición de diferentes naciones, tal como los confl ictos con Francia por Luisiana.

Fue así que, en 1719, Felipe V expresó su interés en que se fundara una colonia en San Diego o Monterrey para proteger el tráfi co comercial con Filipinas mediante el control de puertos californianos, asegu-rando la llegada de los barcos que salían de Acapulco. Este interés de proteger los territorios de la Corona dio pie a nuevas exploraciones en la segunda mitad del siglo xviii. El visitador Gálvez hizo parte de sus actividades pacifi car las provincias internas, abrir una ruta terrestre y colonizar las costas septentrionales. Así, en 1769 zarpó del puerto de La Paz el San Carlos, primer navío destinado a esta expedición marítima. Tres navíos más partieron y llegaron con dificultad a San Diego, a la bahía de Monterrey, hasta acercarse a la bahía de San Francisco. Las exploraciones más importantes se dieron entre 1773 y 1777. Así se fundó la Alta California, junto con las primeras misiones franciscanas, las cuales fueron apoyadas por el virrey Bucareli.

De los mapas que se presentan como parte del fondo Indiferente Virreinal, dos de ellos (fojas 2 y 3) corresponden a exploraciones durante el virreinato de

Bucareli. En la foja 2, de 1775, se muestra el recorrido que realizó el vasco Bruno de Eceta (o Hezeta), quien partió de San Blas con tres navíos. El primer sitio que tocó fue la punta

de Grenville y que en el mapa se señala como punta de los Mártires. Este mapa muestra los lugares importantes que se descubrieron: puerto de Monterey, punta de Pinos, punta de Año Nuevo, punta de Almejas, puerto de San Francisco, Las Llagas, punta de los Reyes, puerto de la Bodega, punta Delgada, Cerro Mendocino, punta Gorda, puerto La Trinidad, Cerro Blanco, Los Monges, Cerro de Diligencias, Cerro Toledo, Las Tres Marías, Cerro Falcón, Cerro Frondoso, entrada de Hezeta, Cerro San Roque, rada de Bucareli, punta de los Martires, Isla Dolores, Los Frailes, entre otros.

La foja 3, de 1779, corresponde a las exploraciones que hicieron Juan Francisco de la Bodega e Ignacio de Arteaga, gracias al éxito que tuvo la anterior. Habían estudiado todos los mapas y planos que tenían a la mano, junto con los descubrimientos que habían hecho los rusos. Tomaron posesión del puerto de Santiago Apóstol, en la isla Santa María Magdalena (hoy puerto de Etches, isla Hinchinbroke), tal como aparece en el mapa. En éste se resaltan lugares como isla del Carmen, Cerro de San Elías, puerto de Vera, isla de Colpas, Isla Larga, Bocas de D. Juan de Quadra, isla de Ayala, isla de San Ángel, isla de Arriaga, isla Mourcelle, volcán

de Miranda, montes de San Pedro y San

Pablo, entre otros.Lo interesante de este mapa son las

anotaciones que hay sobre un brazo de tierra fi rme, arriba de lo que hoy es San Francisco, al igual que un volcán. También se ven los trazos para navegación y medidas, cosa que los otros mapas no tienen.

75

Las fojas 1 y 4 son exploraciones posteriores

y que posiblemente se guiaron por las exploracio-

nes previas pues corresponden a 1790 y 1791.

Por la información que encontramos en la foja

1, hubo exploraciones autorizadas a extranjeros.

Algunos lugares que se registran aparecen

con nombres en inglés y en español: puerto

de Cahyocuat, puerto de San Lorenzo de Nuca,

bahía de Buena Esperanza, puerto Boyse, puerto

Brooks, ensenada de Middleton, estrecho del

Almirante Fonte, canal del Príncipe Real, isla

de la Calamidad, isla de San Estevan (sic),

isla de la Infanta Carlota.

La foja 4 son observaciones al mapa

anterior, pero esta vez a cargo de una

armada real española, en la balandra La

Princesa Real, misma que comandó Juan

Francisco de la Bodega, y que también marca

las posesiones de la Corona: puerto de San

Lorenzo de Nuca, puerto de Revillagigedo,

rada de Baldez y Bazan (sic), ensenada de

Bertodano, bahía de Núñez Gaona.

La importancia de estos mapas no radica

solamente en la habilidad del dibujante,

sino en las medidas y técnicas que se

utilizaban en la cartografía y que sirvieron

de base para otras exploraciones y conocer

la geografía del norte de América. Para

su momento representó la consolidación

territorial española frente a los ingleses,

franceses y rusos. El estudio y la aportación

de estos mapas ayudan a los investigadores

a sostener o refutar hipótesis en torno al

descubrimiento y colonización del norte de

América, específi camente de California, al

igual que el estudio geográfi co, económico

y político del momento.

Estos documentos se ubican en el fondo

Indiferente Virreinal, Acervo 49, caja 2919,

expediente 022, título Californias.

76

77

Núm. 87

Carta reducida de la Costa Septentrional de Californias

desde 49 hasta 58 grados, con los puertos Bocas, é Yslas reconoci-

das por el capitan inglés James Connet

Carta reducida

Que contiene parte de la Costa Septentrional de Californias desde los 49° has-

ta los 58 de Latitud N

Reconocida, y descubiertos sus Puertos, Bocas é Yslas por el capitan del Paquebot Ar-

quenot, y Balandra Princesa Real arregladas sus Latitudes, y Longitudes, y Nombres de sus

Puertos al Original que dicho Capitan Dn. Jaymes Collnett le presentó por gracia particular

al comandante de este Establecimiento Dn. Francisco Eliza en

febrero del año 1791

Puerto de Sn. Jayme

Situado en la caveza del S.E. de la Ysla

de la Ynfanta Carlota por la Latitud N de

52º 8‘ y 131º 24‘ al O del Meridiano de Greenwich

Puerto Brooks

En 50º 11‘ de Latitud N y en 128º de Meridiano de Greenwich

Longitud Occidental del Meridiano de Greenwich

78

79

Núm. 47

Carta reducida de las Costas y Mares

septentrionales de California construida bajo las obser-

vaciones y Demarcaciones hechas por el comandan-

te de la Expedicion y Theniente de Navio Dn. Bru-

no de Hezeta en el viage de los descubrimientos de

dichas costas y Mares que de Orden del Exmo.

señor virrey frey [sic] Don Antonio Maria Bu-

careli y Ursua hicieron el año de 1775

[Parte posterior] Planos originales de los nuevos descubrimientos de la California

Plano de las costas septentrionales de California

80

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Núm. 49

Carta de la California Septentrional

Carta reducida que comprende una parte de la Costa Septentrional

de la California desde los 51 grados 30 min. hasta los 61 grados de Latitud N; descubierta y

reconocida en el presente Año de 1779, por las fragatas de S.M.

La Princesa, y Favorita al mando de Thenientes de Navio D. Ygnacio Arteaga, y D. Juan Francisco

de la Bodega, y Quadra; quienes tomaron posesion de la Tierra por N.C.M. en el Puerto de

Santiago, y en la Ensenada de N. Sra. de Regla; demarcaron dicha costa, formaron esta carta, y

levantaron los planos de sus Puertos, y Ensenadas, con escrupulosa exactitud

[el mapa va fi rmado por: Miguel Constanso]

82

83

Núm. 58

Carta reducida que comprende parte de la Costa Septentrional de California

Correjida y Enmendada hasta la boca del Estrecho de Fuca; y levantado el plano de el

En la Espedición que se hizo con la Balandra de S.M. Nombrada la Princesa

Real al mando del Alferez de Navío de la Real Armada, Dn. Manuel Guimpez

En el año de 1790

Construida por su primer piloto Dn. Gonzalo López de Haro;

Nota;= las cruces manifi estan la verdadera cituación en que se han tomado las posesiones;=

Longitud Occidental del Meridiano del Puerto de San Blas

84

EL VIRREY CONDE DE REVILLAGIGEDO: SEMBLANZA DE UN GOBERNANTE SINGULAR A

PARTIR DE SU ARRIBO AL VIRREINATO DE LA NUEVA ESPAÑA, 1789

PRE SE NTA CIÓ N Y P A LE O G RA FÍA : AID É RIVE RA

La importancia del estudio de un indivi-

duo en particular se origina en la tras-

cendencia que este personaje obtuviera

en la historia gracias a los hechos o cir-

cunstancias que rodearon su vida, así como

lo determinante de su papel en los mismos.

En el presente caso se trata de dar a conocer

la importancia de un documento histórico a

través de la persona que lo creó: el segundo

conde de Revillagigedo, no sólo virrey de

Nueva España sino que, en opinión de varios

historiadores, uno de los gobernantes más

notables de la historia de México.

Juan Vicente de Güemes Pacheco y

Horcasitas y Aguayo, segundo conde de

Revillagigedo, nacido en La Habana, fue uno

de los pocos virreyes criollos de la Nueva

España; pasó por primera vez a México a los

siete años, cuando su padre Juan Francisco

de Güemes fue nombrado virrey. Hombre

con vocación militar, inició su carrera en el

mismo virreinato de la Nueva España al ser

nombrado capitán de la guardia de Palacio a

los quince años de edad. Una vez fi nalizado

el gobierno de su padre, fue con su familia

a vivir a España, en donde continuó con

la carrera de armas hasta que ésta se vio

afectada por el fallecimiento de su padre.

Las disputas familiares por la herencia

paterna lo llevaron a abandonar sus res-

ponsabilidades en Panamá, a donde había

sido enviado para reorganizar y reformar las

milicias del istmo, hecho que le granjeó la

antipatía del rey Carlos III.1

La carrera del segundo conde de

Revillagigedo se recuperó gracias a la in-

tervención de su amigo el conde Florida-

blanca, quien pudo reintegrarlo a las milicias

españolas durante el asedio de los ingleses

en la campaña de Gibraltar. Una vez fallecido

Carlos III, fue propuesto para el virreinato de

Buenos Aires, pero al fi nal se le concedió el

de Nueva España.2

Su arribo al puerto de Veracruz se

1 José Antonio Calderón Quijano, Los virreyes de Nueva España en el reinado de Carlos IV, t. 1, Sevilla, Escuela Gráfi ca Salesiana, 1972, p. 91.2 Ibid., p. 93.

85

verifi có el 9 de agosto de 1789, con una

travesía buena y sin novedades, pero fue

hasta el 23 de septiembre en que el nuevo

virrey anunció su itinerario y su llegada a la

capital del reino.

El documento que origina esta presen-

tación (Indiferente Virreinal, caja 2796, exp.

006, 32 fs., Correspondencia de Virreyes) es

justamente la carta que Revillagigedo envió

al corregidor de México Bernardo Bonavia,

informándole que había determinado su

fecha de salida de Veracruz el 7 de octubre,

por lo tanto calculaba llegar a la ciudad

de México el 18 de mismo mes. Incluye en

la misiva el itinerario a seguir, dividiendo

su viaje en diez jornadas hechas entre los

mencionados días 7 y 18 de oc-tubre, y

haciendo paradas para descansar, comer y

dormir en Plan de Río, Xalapa, Perote, Soto,

Jonguitu, la hacienda betlemita Piedras

Negras, Apan, San Juan Teotihuacan,

Guadalupe y fi nalmente México.

Su fecha de llegada a la capital produjo

malestares en la Audiencia de México porque

el 18 de octubre era domingo y, en opinión

de Francisco Xavier Gamboa, regente de la

Audiencia, iba contra la etiqueta pues en

domingo no funcionaban los tribunales.

Además, se tenía el mal precedente de que

mucha gente faltó a misa durante la entrada

del virrey Martín de Mayorga, quien realizó

su llegada un domingo de 1779. Ante esto,

el virrey Revillagigedo decidió adelantar su

llegada al sábado 17, siempre que la Au-

diencia y los tribunales no detuvieran sus

funciones.3

En el documento se menciona también

que la comitiva que acompañaba al nuevo

virrey constaba de 50 personas y 70 caballos,

incluyendo a la tropa que lo resguardaba,

por lo tanto esperaba que las autoridades

de los lugares en donde planeaba detenerse

tuvieran dispuesto lo necesario para acoger

a los viajantes y atender a los caballos, todo

lo cual sería costeado por el mismo virrey.

Esto es interesante porque el mismo

Revillagigedo pedía que no se hicieran gas-

tos ni festejos ningunos a su paso, ya que

la situación económica por el invierno de

ese entonces no hacía conveniente gastar.

Además de dicha situación, estaba la in-

tención de llevar a cabo un decreto emitido

el 2 de mayo de 1789, en el que se reducía

el número de festividades, pues éstas habían

reducido a la mitad los días hábiles en

despachos y tribunales, lo cual nos mues-

tra la entrega que este personaje tenía al

cumplimiento de su trabajo. Aún así, la en-

trada a la ciudad del nuevo virrey se verifi có

con gran pompa, a bordo de un coche inglés

tirado de seis caballos adornados con pena-

chos de plumas y dos volantes bien vestidos,

causando novedad entre la gente.

El resto del documento -esta presen-

tación retoma sólo tres de las fojas que

componen el expediente- es un intercambio

3 Ibid., pp. 94-95.

86

de información entre las autoridades de la

capital y las de los pueblos donde el virrey

haría escala, informando sobre los prepara-

tivos para recibir a la comitiva y las repa-

raciones pertinentes a los caminos para el

paso de la misma, así como para el uso que

de las mismas haría el todavía virrey Manuel

Antonio Flores en su salida de la capital ha-

cia el puerto de Veracruz.

Desde el inicio de su período, el conde

de Revillagigedo se distinguió por asumir

los cargos de virrey, gobernador, capitán

general y superintendente de la Real Ha-

cienda; uno de los hechos más famosos

ocurridos durante el gobierno de este

virrey, fue la investigación del asesinato de

Diego Dongo; este personaje era conocido

porque fungió como albacea del difunto

virrey Antonio María Bucareli y, nueve días

después de la llegada del virrey Revillagi-

gedo a la capital, su casa fue asaltada y él

y toda su gente de servicio fueron muertos

por los asaltantes. Muchos historiadores

afi rman que Revillagigedo fue quien hizo

que la investigación fl uyera de forma rápida,

de tal manera que un proceso que hubiera

tomado meses o incluso años, se resolvió

favorablemente en quince días: los culpables

fueron localizados y condenados a muerte.

Sin embargo, debe tenerse presente que el

virrey no debió intervenir personalmente en

la investigación, aunque por supuesto debió

ejercer la presión sufi ciente para que ésta

corriera de manera que no terminara siendo

un caso más acumulado en los archivos de

la Sala del Crimen. De cualquier forma, este

hecho se adjudica a la pasión que el virrey

aplicaba a todo lo que tuviera relación con

el virreinato.

Otra acción importante de Revillagigedo

fue su interés de crear un Archivo General

de la Nueva España que albergara toda la

documentación importante tanto pasada

como la que se iba generando, de manera

que cualquier expediente estuviera accesible

en el momento en que fuera requerido. De

la misma forma, propuso cambios en la

organización de la Secretaría de Cámara del

Virreinato, así como en la Real Hacienda y

las intendencias; fomentó el empedrado de

calles, el alumbrado público por cuenta del

ayuntamiento; se interesó en la educación,

la minería, la agricultura y la industria, y en

el cuidado y la seguridad de los caminos,

entre muchas otras cosas.

Para conocer mejor el trabajo del

conde Revillagigedo puede recurrirse a su

“Relación reservada del segundo conde de

Revillagigedo al marqués de Branciforte

del 30 de junio de 1794”, la cual es una

interesante relación de hechos, análisis

y refl exiones sobre el estado de la Nueva

España. Como cada virrey, Revillagigedo

debió dejar una relación escrita a su sucesor

de todo lo realizado durante su gobierno,

los problemas presentados, su solución y

las propuestas de lo que debía seguirse

observando. En el caso de Revillagigedo,

su obra supera con mucho la de otros

gobernantes, pues abarca todos los aspectos

87

relacionados con la fi gura del virrey. En el

presente, la obra se ha dividido en cinco

temas que son:

1. Presidente de la Audiencia

2. Vice-patrono de la iglesia

3. Gobernador

4. Capitán general

5. Superintendente de la Real

Hacienda.4

Estos temas revelan su actividad como

administrador en la Nueva España, así como

la situación imperante en el virreinato en

cada uno de estos rubros y las soluciones

que consideraba pertinentes. En especial,

resalta su análisis de las instituciones

novohispanas pues indica los vicios en

que se incurría y la inutilidad de muchos

de ellos. También lamenta las limitaciones

que los virreyes tenían como gobernantes,

en particular en cuestiones de legislación

y la aplicación de la justicia. También

refl exionó sobre las capacidades productivas

y económicas de la Nueva España, dando

consejos para aprovechar las mismas.

Finalmente, debe mencionarse que la

actividad del virrey Revillagigedo no fue

bien vista por muchas personas, pues los

cambios que iba realizando para mejorar el

gobierno y el virreinato de la Nueva España

no siempre benefi ciaban a todos, en especial

a ciertos sectores de poder. Las denuncias

levantadas por este grupo llevaron al rey

a tomar la decisión de hacerlo entregar el

poder en julio para que volviera a España, en

donde el Consejo de Indias llevó su juicio de

residencia. Revillagigedo murió en Madrid el

2 de mayo de 1799, antes de que terminara

el juicio. Sin embargo, al fi nalizar éste quedó

demostrado que las acciones y disposiciones

del virrey no habían perjudicado al gobierno,

por el contrario, el rey dispuso la redención

de la imagen de Revillagigedo, así como el

pago de los costos del juicio por parte de la

Audiencia que lo acusó.

4 Ernesto de la Torre Villar, Instrucciones y memorias de los virreyes novohispanos, México, Porrúa, 1991, pp. cxxi-cxxii.

88

89

Tengo determinado salir de esta ciudad

para esa capital el dia 7 de octubre

y hacer los tránsitos de mi viaje, que

constan del adjunto ytinerario; por consiguiente

entraré en ella el 18 del mismo a no ocurrir

una de aquellas casualidades, que no es

posible prever, y que me lo retarden.

Y lo aviso a vuestra señoría para que en esta inteligen-

cia expida las órdenes convenientes à

las justicias de su jurisdicción compren-

didas en la expresada ruta, a fi n de que

en los parages donde he de parar, haya

los víveres sufi cientes para toda mi

comitiba, que contará sobre poco más

o menos de 50 personas, inclusa la tropa

que me acompaña, y correspondiente

provisión de forrage para setenta caballerías

comprehendidas también las de la citada

tropa, en el concepto de que todo se hà

de pagar por mi parte a lo precios cor-

[rientes

90

91

encargando vuestra señoría a dichas justicias, que

por ellas, sus pueblos, o comunidades, ni par-

titulares, no se haga gasto, obsequio, ni

festejo alguno, porque además de haber

motibos justos para impedirlo, la mala

estación actual de ynvierno no lo per-

mite, y estas fundadas razones me pre-

cisan à prevenirlo.

Dios guarde a vuestra señoría muchos años. Veracruz 23

de setiembre de 1789.

El Conde de Revillagigedo.

Señor don Bernardo Bonavia

México

92

93

Ytinerario que hè determinado seguir en mi viaje desde

Vera Cruz à Mexico.

Dias Jornadas Mes de Octubre Leguas

7 1ª. De Vera Cruz à comér, y dormir en el plan del Río, haciendo un corto descanso en la Rinconada hasta donde hay diez leguas para dar un pienso al ganado

15

8 2ª. Dél plan del Río à comer, y dormir en Xalapa

7

9 Descanso10 3ª. De Xalapa á comer, y dormir en Perote

haciendo un corto descanso en las Vigas hasta donde hay cinco leguas para dar un pienso al ganado.

10

11 Descanso

12 4ª. De Perote á comer, y dormir en Soto 7

13 5ª. De Soto á comer, y dormir en Jonguitu 5

14 6ª. De Jonguitu á comér, y dormir en la hacienda de los Belemitas llamada Piedras Negras, haciendo un corto descanso en San Diego hasta donde hai cinco leguas para dar un pienso al ganado

8

15 7ª. De Piedras Negras á comér, y dormir en Apan, haciendo un corto descanso en Buena Vista hasta donde hay cuatro leguas para dar un pienso al ganado

9

16 8ª. De Apan á comér y dormir en San Juan Teotihuacan, haciendo un corto descanso en Otumba hasta donde hay seis leguas para dar un pienso al ganado

8

17 9ª. De San Juan Teotihuacan á Guadalupe á comér, y dormir

6

18 10 De Guadalupe á Mexico 1

76

94

95

LA INSTANCIA DE PAGOLA Y MOLINA: UN INTENTO DE OFICIALIZAR LOS TLACOS, 1790

Presentación y paleografía: Rodrigo Salomón Pérez Hernández

Característica de la historia de la moneda

en el México novohispano fue la exis-

tencia de un abigarrado mosaico de signos

de cambio informales que circularon en los

distintos circuitos económicos de la época.

Desde granos de cacao hasta plata no

amonedada, en pasta y sin quintar, fueron

algunos de los valores de cambio de los que

se valió la población de la Nueva España

para realizar transacciones comerciales, so-

bre todo las de naturaleza menuda. Dentro

de ese universo, los denominados tlacos

ocuparon un papel de primer orden pues,

como veremos a continuación, vasto fue

su uso y no menores los problemas que

ocasionó.

Son los tlacos —refi ere el expediente

que motiva la presente exposición— “Unos

pedazos de cobre, sin fi gura determinada,

impresas en ellas unas marcas [que] se

inventaron desde los principios de la

población con el fi n de dividir el medio

real en quatro partes, á lo que da motivo

la abundancia de verduras, frutas, aves,

y demás viveres de el propio pais [...]”.1 En

efecto, proveniente de la palabra tlhaco,

que signifi ca mitad, estos objetos de cambio

constituyeron un sustituto de la moneda

fraccionaria de menor denominación al

tener una equivalencia de 1/8 de real.2 Su

uso se remonta al siglo XVI pero fue durante

el XVIII cuando su circulación comenzó a ser

mayor, al igual que los confl ictos que ello

ocasionó por las razones que a continuación

revisaremos.

En principio debemos decir que los

tlacos no eran una moneda pues, como

explica Ruggiero Romano, tenían las

siguientes limitaciones: a) su composición

solía ser de distintos materiales: latón,

madera, jabón o cuero, aunque es un hecho

que para fi nales del siglo XVIII la mayor parte

1 AGN, Indiferente Virreinal, Intendencias, caja 2883, exp. 7, f. 1r.2 José Enrique Covarrubias, “La moneda de cobre en México, 1760-1829. Una perspectiva administrativa”, en José Antonio Bátiz Vázquez y José Enrique Covarrubias (coords.), La moneda en México, 1750-1920, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luís Mora, 1998, p. 92.

96

estaba construido con cobre y por tanto no

tenían ningún valor intrínseco; b) tenían un

radio de circulación sumamente limitado;

c) no se prestaban para ninguna forma

de acumulación, y d) no ofrecían garantía

alguna.3 Ello se debía fundamentalmente a

las características de su emisión y función,

las cuales eran a la vez los factores que

ocasionaban los problemas. Observemos.

Los tlacos eran fabricados y emitidos por

los dueños de pulperías o tendejones, sitios

en los cuales se vendían, principalmente, los

comestibles y especias más elementales para

el modesto consumo popular. Esta condición

permitía el uso de moneda fraccionaria y

daba pie a que los tenderos cometieran

abusos con sus clientes, pues solían dar

el vuelto en tlacos con el valor reconocido

-1/8 de real- pero luego los recibían con

un valor inferior. Además, estos comercios

funcionaban también como lugares de

empeño. Recibían objetos y mercancías por

las cuales entregaban, parcial o totalmente,

las cantidades correspondientes en tlacos,

mientras que el rescate fi nal se exigía en

monedas de plata. Un tercer problema que

ocasionaba el uso de tlacos era el relativo

a la mudanza o desaparición de tendejones

y pulperías, lo cual provocaba que los

parroquianos no pudieran utilizar más los

tlacos emitidos en esos establecimientos.

Resulta de interés la forma en que el

tlaco circulaba al interior de la economía

novohispana. Ocurría que el cliente adquiría

algún producto en el tendejón o pulpería

y recibía el vuelto en tlacos. La poca o nula

oportunidad de gastarlos hacía que buscara

deshacerse de ellos mediante la compra de

más productos o vendiéndolos a quien fuera,

aun a precio más bajo de lo que se supone

valían. José Enrique Covarrubias encuentra que

muchos tenderos contaban con intermediarios

que les permitían recuperar sus tlacos emitidos

y así ponerlos de nuevo a circular.4 En otras

ocasiones iban de la pulpería emisora a

algún comercio especializado -panaderías,

boticas o carnicerías- que los aceptaba, la

mayoría de las veces con un valor menor del

emitido en el tendejón de origen. Otras veces,

los tlacos entraban al mercado a través

de vendedoras de verduras y melcocha,

quienes recibían todo tipo de objetos

de intercambio y con ellos compraban

algunas mercancías en la pulpería emisora,

o también lo ofrecían como vuelto y el

comprador se encargaba de llevarlo de nuevo

al comercio del que originalmente partió.

Una forma más de intercambio se daba

entre una pulpería y otra, cuando entre sus

propietarios existía algún acuerdo de recibir

de forma mutua sus tlacos. Así, observamos

que estos objetos de intercambio, a pesar de su

3 Ruggiero Romano, Moneda, seudomoneda y circulación monetaria en las economías de México, Arauco Chihuailaf (trad.), México, El Colegio de México-FCE, 1998 (Sección de Obras de Historia. Fideicomiso Historia de la Américas, Serie Ensayos), p. 171.4 José Enrique Covarrubias, op. cit., p. 93.

97

condición, participaban en auténticas formas

de distribución monetaria.

Estos problemas que de seguro existían

desde el momento en que empezó la fabri-

cación y circulación de los tlacos, comen-

zaron a ser observados con mayor interés y

profundidad después de la segunda mitad

del siglo XVIII, a tal grado que hubo algunos

llamados a las autoridades imperiales para

que consideraran el problema. El 3 de

diciembre de 1758, el virrey marqués de las

Amarillas ordenó publicar las Ordenanzas

para el Régimen y Gobierno de los Tenderos

y Tiendas de Pulpería, en las que mediante

29 artículos intentó poner un poco de orden

en el valor del tlaco y evitar la usura que se

cometía con su uso.5 Poco efectiva resultó

esta providencia, pues en 1768 Agustín Coro-

nas y Paredes, español avecindado en la ciudad

de México, en una amplia representación

dirigida al rey, expuso la inefi cacia de las

medidas adoptadas y en un forma clara y

precisa analizó la gravedad de la carencia

de la moneda menuda en el reino de la

Nueva España, así como los perjuicios

que ocasionaba en el pueblo la emisión

y circulación de los tlacos. Concluía con

un llamado para que la Corona se hiciese

cargo de la emisión de moneda de cobre que

sirviera como moneda de uso corriente y con

ello desapareciera el abuso que tenderos y

pulperos ejercían sobre sus clientes.6

La propuesta se topó con la férrea

oposición del poderoso Consulado de co-

merciantes de la ciudad de México, para

quienes la iniciativa de acuñación masiva de

monedas de cobre por parte del rey atentaba

contra algunas de las fases comerciales en

las que participaban activamente, y ade-

más tendía a desarticular viejas formas

de concentración de moneda acuñada en

plata. Asimismo, el enorme consumo de

cobre de la península desde mediados del

siglo XVIII, evitaba que los comerciantes de

cobre novohispanos vieran atractivo el

hipotético mercado de acuñación local. Si lo

anterior no bastaba, el superintendente de

la Casa de Moneda de México no se mostró

convencido de esa idea y adujo posibles

difi cultades de transportación para justifi car

su negativa. Fue hasta la época de la guerra

de Independencia cuando el virrey Félix

María Calleja, ante la difícil situación por

la que atravesaban la minería y la economía

del reino, decidió acuñar moneda de cobre

para el pago de sueldos a empleados de

la administración pública, así como para

sustituir paulatinamente a los tlacos y

otros objetos de intercambio informales

que tanto afectaban a la economía popular

del reino. Los abusos que se cometían con

el uso de tlacos por parte de tenderos y

comerciantes no fueron privativos de la

capital, sino de varias regiones de la Nueva

5 Miguel L. Muñoz, Tlacos y pilones. La moneda del pueblo de México, México, Fomento Cultural Banamex, A.C., 1976, pp. 37-39. 6 Ibid., pp. 41-47.

98

España. En cada una de ellas, las autoridades

locales buscaron las formas más adecuadas

para solucionar tales confl ictos y fueron

varias las propuestas y providencias que

surgieron. En ese sentido, con el título de

Ynstancia de don Antonio Pagola y don

Ygnacio Molina, Regidores de San Luis Potosi

sobre que recogiéndose los tlacos en aquella

ciudad, se sellen de nuevo por cuenta de

los fondos públicos, el expediente con la

clasifi cación fondo Indiferente Virreinal,

título Intendencias, caja 2883, expediente

núm. 7, evidencia la magnitud de la pro-

blemática en la ciudad de San Luis Potosí y

nos acerca al conocimiento de una historia

económica de alcances regionales, tan im-

portante en la actualidad para reconstruir

las distintas piezas que conformaban el

amplio mosaico económico de la Nueva

España. Presentado el 19 de enero de 1790

en sesión ordinaria del cabildo de la ciudad

de San Luis Potosí por los regidores, el

alguacil mayor perpetuo Antonio Pagola

y por el teniente de Infantería Ygnacio

González de Molina, y enviado en marzo

del mismo año a la Real Audiencia para su

conocimiento y aprobación, el expediente

referido se compone de cuarenta fojas. En

las primeras siete se funda la pertinencia

de que sea el propio ayuntamiento el que

se encargue, en primera instancia, de

recoger todos los tlacos que circulan en

la ciudad y en sus regiones aledañas para

acuñarlos posteriormente en la Casa de

Moneda de la ciudad de México, bajo su

supervisión y rúbrica. Las fojas restantes

son el seguimiento de la instancia ante las

distintas instituciones que correspondían

-Real Audiencia, Secretaría de Cámara,

la Real Hacienda y la Casa de Moneda-.

Cabe destacar que el expediente incluye

un ejemplar de los tlacos que circulaban

en la época. El documento constituye la

exposición de los razonamientos de los

regidores Pagola y Molina para oponerse a

la providencia vigente hasta ese momento,

impulsada por el resto del cabildo y que

consistía en otorgar a seis prominentes

comerciantes la facultad de sellar y emitir,

previa fi anza depositada en las arcas del

ayuntamiento, 600 pesos que equivalían

a 38,400 tlacos. En principio rechazan

esa opción porque no les parece justo

que sean unos cuantos representantes

del gremio quienes expidan un valor de

cambio que sería usado por todos y, además,

porque tal medida ya había probado su

inefi cacia al enriquecer precisamente a

los emisores y llevar a la ruina a los otros

comerciantes. En su lugar proponían que

fuera el propio cabildo el que mandara a

acuñar y emitir los tlacos como moneda de

uso fraccionario. Ello tendría las siguientes

ventajas: en primer lugar se respetaría el

valor del tlaco y no quedaría al arbitrio de los

comerciantes; la población más pobre sería

la más benefi ciada con estas medidas, pero

además haría que los pulperos, obligados a

recoger los tlacos una vez que se cerrara su

negocio y lo cual rara vez ocurría, pues no

99

existía juez ni disposición alguna que los

obligara a cumplir con ese deber, se vieran

compelidos a hacerlo y con ello se evitaría

que miles de tlacos quedaran inservibles en

manos de la población. Así, la mayor ventaja

que se obtendría si el cabildo emitía los

tlacos era permitir que tuvieran una vida

independiente de los vaivenes del comercio,

pues si cerraba alguno, los otros bien podían

recibirlos. A tono con el pensamiento político

de la época, afi rmaban que era obligación

de todo buen gobierno evitar los fraudes

a los súbditos del rey y además controlar

los intereses particulares en aras del bien

común. De manera que proponían sellar mil

pesos que equivalían a 64 mil tlacos para

controlar tanto el número de piezas emitidas

como las cantidades que se debían entregar

a cada uno de los comerciantes, lo que evitó

la falsifi cación de monedas y el fraude en

el que incurrían los comerciantes al emitir

un número ilimitado de tlacos con un valor

arbitrario. A pesar de que la instancia se

fue con el aval del ayuntamiento y del

intendente de San Luís Potosí, la parte fi nal

del expediente la conforman las obser-

vaciones del superintendente de la Casa

de Moneda de la ciudad de México, quien

aduce su incapacidad para autorizar la

acuñación de monedas de cobre, además

de los problemas técnicos y fi nancieros que

acarrearía la realización de tal idea. Así, la

instancia promovida por Pagola y Molina

resulta ser el antecedente de una propuesta

de solución a un problema que se agudizaría

en los años siguientes, ya que entre 1806

y 1807 los propios pulperos y tenderos

potosinos serían quienes acuñarían sus

propias monedas de cobre en detrimento

de la autoridad local,7 que reaccionó con

el intento de realizar las ideas vertidas en

la instancia en cuestión y corrió con la

misma suerte, es decir, con la oposición de

las autoridades virreinales. Tendrían que

pasar algunos años y ocurrir una guerra

de Independencia para que la acuñación de

monedas de cobre se efectuara.

7 Ruggiero Romano, op. cit., p. 172.

100

101

Febrero 22 1790

V. P. número 2 foja 91 Legajo 1 número 181 foja 92

Instancia de D. Antonio Pagola y D. Ignacio

Molina, Regidores de San Luis Potosí sobre que

recogiéndose los tlacos en aquella Ciudad, se sellen

de nuevo por cuenta de los fondos públicos.

102

103

Excelentisimo Señor

[Al margen:

Mexico 2 de Marzo de 1790

Al señor fi scal de lo civil]

El Regidor alguacil Mayor perpetuo Don Antonio Pa-

gola, y el teniente de Infantería Don Ignacio Gonzalez de

Molina, Regidor honorario de el Ylustre Ayunta-

miento de la Ciudad de San Luis Potosí, con conocimiento de

el grave, y estrecho cargo que les resulta por su empleo de a-

tender, y solicitar por todos los modos posibles todo quanto

sea de mayor utilidad, benefi cio, y bien común de el Público,

creen estar obligados á hazer presente a Vuestra Excelencia con toda la

sumisión reverente que deben: que en diez, y nueve de el último

Enero, estando congregado el mismo Ylustre Ayuntamiento

en su Sala Capitular, su Presidente el señor Doctor Don Bui-

no Dias de Salcedo, Corregidor Intendente de esta

Provinsia, propuso estar informado de la escases de tlacos que

se experimentaba en esta Ciudad en el día, los que hazen

notable falta al comercio de todo lo comestible. Los tlacos

se inventaron desde los principios de esta población con

104

105

el fi n de dividir el medio real en quatro partes, a lo que da

motivo la abundancia de verduras, frutas, aves, y demás

víveres de el propio país, y de otros. Son los tlacos unos

pequeños pedazos de cobre, sin fi gura determinada, inpresas

en ellos unas marcas, que los distinguen, al arbitrio de los

dueños de los tendejones, ó pulperías. Caven indife-

rentemente en todas las tiendas. Los han formado con

licencias de el Ylustre Ayuntamiento con fi anzas, para por

sí, ó por los fi adores satisfacer en moneda común la can-

tidad de tlacos que se les entregase, siempre que quita-

ren sus pulperías, ó tendajos. Asentada la necesidad

de el aumento de los tlacos, propuso asi mismo el ex-

presado Señor Intendente, se discutiera sobre si seria

más util al publico, que por parte de los tendejoneros

se construyesen los tlacos, como hasta aquí, ó si será de

mayor utilidad y benefi cio que se sellasen de cuenta, y

fondos de Ciudad.

Habiéndose refl exionado, y conferido estos puntos

por los individuos de el Ylustre Ayuntamiento que

asistieron a este acuerdo: los nominados Regidores Pa-

gola y Molina, fueron de dictamen, que recogiéndose

los tlacos que actualmente corren, se construyese, y se-

llase nueva cantidad de ellos por cuenta de los fondos pú-

blicos de la Ciudad, después de obtener para ello li-

cencia de la superioridad de V. E. por ser esto lo más

util al benefi cio público, y a la misma ciudad.

Los Regidores bienales Don Manuel Dias

Fernandes, Licenciado Don José Joaquín Ximenes, Don

Manuel Conde, y Don Francisco de la Peña, fueron

106

107

de sentir, que prosiguiese la impresión, y sello de los tlacos

como hasta aquí, y que para su aumento se mandase á seis de

los Tendejoneros más acomodados, sellase cada uno cien pesos

de tlacos, que son seiscientos pesos, y compone la cantidad de

treinta, y ocho mil quatrocientos tlacos, con que se remedia

la falta que de ellos se experimenta para el Comercio. A

esto accedió el Señor Intendente por la pluralidad de votos,

y se le ha puesto en práctica la providencia.

Las razones en que fundaron su dictamen los primeros,

y de que se sigue precisamente la mayor utilidad, y benefi cio

de el público, y de la misma ciudad, son:

La primera: porque andando muchos miles de tlacos

de diversos Tendejones, o Pulperías en las manos de todas las

gentes que componen esta Ciudad, y once Pueblos inmedia-

tos, es preciso, é indispensable, que por innumerables desimagina-

das casualidades, y contingencias, se pierdan, y extravíen tan-

tos, que al fi n de algunos años compongan considerables can-

tidades de pesos. No entregándose los tlacos perdidos, y ex-

traviados, a los Pulperos, quitadas sus Pulperías, y cesando

su comercio, no satisfacen sus importes, que es á lo que están

obligados, y todas esas cantidades quedan a su benefi cio, y uti-

lidad, con reato de restitución. Sellándose los tlacos por la Ci-

udad, quedarán á su benefi cio, y utilidad esas mismas cantidades;

pero con la notable circunstancia de que será tanto mayor el

aumento quanto sean los muchos años que puedan estar los

tlacos por cuenta de los fondos de la ciudad, á los que dura

una tienda de Pulpería, que se acaba en pocos, ó por la quie-

bra, ó por la mudanza á otro giro, ó por la muerte de el Ten-

dejonero, ó sus sucesores. Es constante, que todos los caudales

de las ciudades, por propios, arbitrios, y otros títulos hones-

108

109

tos, y lícitos, se empleen al fi n en cosas utiles al Común,

y por consiguiente toda la utilidad, y benefi cio, que por muchos

años resultara á esta Ciudad de la pérdida, y extravío de los

tlacos, resultaría en benefi cio y utilidad del común.

La segunda: Porque los Tendejoneros, que quitan sus

Tendejones, aunque hayan recibido de la ciudad doscientos U p

v. g. de tlacos , que son doce mil, y ochocientos, y estos, ó mu-

cha parte de ellos no buelban a su poder para entregarlos

a la ciudad, y que se les vuelva su dinero, no se apurarán

de eso; porque nada pierden. La rason es clara: y es, el que

no puede haber dado toda la cantidad de tlacos que recibió, sin

que no esté ya otra tanta cantidad de reales, ó pesos en el

fondo de su caudal, pues siempre queda el trueque sobre lo

que ha vendido, un tlaco, dos, ó tres, es, porque se queda con

el medio. No teniendo, ó todos los tlacos, ó parte de ellos,

para entregarlos a la Ciudad, para recobrar con ellos el dinero

que entregó, éste se queda en los fondos de ella, y los tlacos

quedan en el giro de el Comercio, sin daño particular de el

Tendejonero, ni de el Común, quedando aquellas cantidades

en los fondos de la Ciudad, ó para entregarlas siempre que se

les presenten cantidades de tlacos, ó á su benefi cio, si no

se entregan, por los muchos que es preciso que el tiempo de

muchos años se pierdan y extravíen.

La tercera: porque aunque es cierto que los pulpe-

ros quando ponen sus Tiendas, y sellan cantidades de tlacos, es

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111

con licencia del Ayuntamiento, y con obligación, y fi anzas

de entregar en todo tiempo en dinero la cantidad que se le presentase

de sus tlacos que repartió, después de quitado el ten-

dajo, apenas la vuelven veinte, y cinco, y asi respectivamente en

mayores cantidades. La rason de esto, es, el que el dicho Pul-

pero no haze diligencia de que se le buelban los tlacos, ni le tie-

ne cuenta hazerla; porque teniendo ya en sí en reales todo lo que

importaban los tlacos, mientras menos tlacos le presentasen, menos

reales tiene que desembolsar. No cuida de esto Juez alguno,

porque no hai quien reclame sobre los dichos tlacos. No hai quien

reclame, porque como andan repartidos entre todas las gentes

de la ciudad, y pueblos, que compran y venden, son tampocos

los que tiene cada uno, que no es materia bastante para reclamo.

de todo esto se sigue un daño mui considerable, principalmente á los

pobres, á quienes una quartilla les haze mucha falta, y más

en el dia por la escasés, y carestía de alimentos que generalmente

se experimenta en esta Provincia, y es, el que nadie quiere re-

cibir los dichos tlacos, porque ya no corren, hasta que los que los

tienen, los abandonan como inservibles. Sellados los tlacos por la

Ciudad nunca se pueden verifi car estos daños, pues quítense, ó

pónganse nuevas Pulperías, siempre correran los tlacos con la

misma estimación.

La quarta: Porque en todo buen gobierno político se de-

112

113

ben prevenir, y cautelar los fraudes que puede haber en los

comercios, y tratos. Respecto de los tlacos, es cierto, que habien-

do sellado un Pulpero de corto principal ciento, o doscientos U p

de tlacos, con la licencia, y fi anza prevenida, tiene mui gran-

de facilidad, por lo barato de el cobre, y por tener en su poder

el molde, ó señal que él inventó, y con que selló, de volver á

sellar otra tanta cantidad, y otra tanta aumenta de pesos á

su principal con perjuicio de su conciencia, y no será ésta

un gravísimo daño de el Común. Sin duda que lo es, y un

daño irremediable, porque dado el caso, que satisfaciera to-

da la cantidad que selló con licencia, quitando su Pulpería

quien le probaría, que todos los hallan de más

los había sellado él, y que no le falsearan los suyos. Ya se

ve la difi cultad, como se ve tambien, que estos fraudes, y

daños, por remotos que sean, se van á evitar con sellarse

los tlacos por quenta de la Ciudad.

La quinta y última es: El que corriendo los

tlacos por cuenta de la Ciudad, se deberán sellar por la

primera vez á los mil pesos, que son sesenta, y quatro

mil tlacos, para repartirlos á los Pulperos, conforme á su ma-

yor, ó menor principal entregando ellos en pesos corrientes la

cantidad que recibieren. Estos mil pesos, que quedarán en los

fondos de la ciudad, ¿quándo se verifi cará, que salgan de

ella? La rason de la pregunta es, porque ellos siempre han

de correr, y tener su estimación en el comercio de las gentes

de este populoso vecindario, y sus pueblos inmediatos, quí-

tense, ó pónganse nuevas Pulperías. Es presiso, é indispen-

sable, que a los veinte, quarenta, ó muchos más años, se

pierdan muchos, por andar en innumerables manos, casas,

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Plazas, y rincones. Los Pulperos, como ya los tienen trocada en

pesos, y recobrada enteramente la cantidad que entregaron, co-

mo se ha expresado, no tienen para qué recogerlos, porque an-

tes les es gravoso, y nada van á interesar. Los que los tienen,

no tienen para qué bolverlos, porque siempre corren; conque

es consiguiente, que quede a favor del Común aquella can-

tidad en los fondos de la Ciudad, y las demás que se congre-

gasen, quando pida la escasés sellar mas cantidad de tlacos,

y repartirlos en el mismo modo que la primera vez. Estas

cantidades, que deberán quedar en los fondos de la Ciudad,

son las mismas que quedaban á los Pulperos, por los tlacos que

se perdían, ó no se les volvían, sellándolos ellos, pero con la

incomparable diferencia, que este benefi cio resultaba á los

Particulares Pulperos, y no al Común, y este nuevo sys-

tema resultará á benefi cio de el Público, y no al de los

Particulares, pues en benefi cio de el Común se viene á con-

sumir al fi n todos los bienes de la Ciudad.

La rason en que fundaron el dictamen que dieron los

segundos, es solamente: que se debía atender al detrimento

de los fondos públicos en los casos en que estos tlacos, se fal-

searían, como varias vezes, digeron, ha sucedido. Este, á la ver-

dad, es un temor infundado, no sólo, porque en las cinco rasones

que comprueban el dictamen de los dos Regidores, se ma-

nifi esta con la evidencia lo contrario; sino porque aún concedi-

do, que se falseara cantidad de tlacos; y añadido: los gastos

de el cobre, manufactura, y cuño, ó troxel para sellarlos por

la ciudad: no son motivos para que se siga pérdida, ó de-

trimento en algún tiempo, ni caso imaginable, á los fondos de

la Ciudad. Por-

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que ocurriendo a lo primero, la Ciudad debía sellar número

determinado de tlacos, v. g. mil pesos, que son sesenta, y quatro

mil: repartir cantidades determinadas á cada uno de los pul-

peros, y tener constancia de quánta á cada uno, para el caso

en que se verifi cara la entrega de ellos, y volverles su di-

nero. Siempre que se entregaran más tlacos de los sesenta

y quatro mil, y de los que cada uno habia recibido, éstos

se debían tener por falsos; y aumentados á los sellados por

la Ciudad, no había motivo para pagarlos, ni quien pidiera por

ellos, supuesto estar satisfecha la cantidad de los sesenta y

quatro mil, á los sugetos que la recibieron, y devolvieron:

luego por esta rason, nunca en ningún caso imaginable

se puede seguir detrimento, ni atraso á los fondos de la

Ciudad, que es a lo que se debe atender, y aún dado el ca-

so de que alguna vez recibiera perjuicio los caudales pú-

blicos con la falsifi cacion de los tlacos, siempre convendrá

sellarlos de su cuenta por la rason dicha de la utilidad que

resulta á los pulperos de sellar tlacos, aun quando se los

falsifi can (que sucede raras vezes, é inmediatamente se

conoce, y pone reparo) porque la continua ganancia que

va fundada compensa ventajosamente qualquier pérdida,

ó quebranto. En los tlacos que hubieren de sellarse por

la Ciudad, es remota la falsifi cación, asi por la disposisi-

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ón que hubiese de darsele al cuño, ó Troxel, como porque se pue-

de proporcionar, que la materia de ellos tenga el mismo valor en

la parte posible, que si no estuviese amonedada; (como dicen se

ha hecho en el Pueblo de los Dolores con Licencia de el

Superior Gobierno de Vuestra Excelencia) en cuyo caso qualquiera que qui-

era falsear los tlacos, se sujeta á la pena, sin que le resulte al-

guna utilidad, y sí el trabajar sin provecho.

Y aunque es cierto, que verifi cándose el remotísimo

caso, y casi imposible, de que á la Ciudad se bolbieran todos

los tlacos que había sellado, y repartido, quedaría

entonces con la pérdida, y detrimento de los gastos cau-

sados en cobre, manufactura, y sello, ó troxel; pero este detri-

mento está evitado por un medio tan justo, como es: el que

sacando el total de los costos hechos por la Ciudad en la im-

presión, y sello de los sesenta, y quatro mil tlacos, y sabiéndo-

se precisamente el costo que corresponde á cada cien pesos, á

cada cincuenta, y á cada diez de tlacos, cada unos de los

Pulperos satisfaga la cantidad que corresponde á la que

recibe de tlacos. Lo que es justo pues si ellos los sellaran

su cuenta habian de tener estos precisos gastos, como los tie-

nen en la actual providencia. Luego tampoco por esta rason

podía seguirse ningún detrimento, ni pérdida á los fondos de

la Ciudad.

Por todo lo dicho, y con claridad expresado hasta

120

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aquí, se muestra evidentemente: que se sellase los tlacos por

los fondos de la Ciudad, resulta mucho bien, utilidad, co-

modidad, y benefi cio á ella, al Común, y Vecindario, y

mucho más á los pobres, que en poco pierden mucho, y ningún

daño á los particulares Pulperos.

Es de notar, que en la providencia de que por seis Pul-

peros de facultades se sellen seiscientos pesos de tlacos no

se procede con igualdad; porque como á los Pulperos de cor-

tas proporciones, se les difi cultan las fi anzas, siempre éstos

carecerián de la utilidad que ofrecen los tlacos, y estarán con-

tribuyendo los treinta pesos de el nuevo impuesto anual, y

demás pensiones del comercio, y mirando utilisase á los

Pulperos ricos.

También se advierte, que el Regidor Pagola es

Pulpero, y con conocimiento de que se pierda de el benefi cio

que le traerían sus tlacos, aún siendo corto su principal, y

seguiasele perjuicio en recoger los que tiene distribuidos, co-

mo lo está ejecutando, es de el dictamen expresado. El

Regidor Molina no tiene comercio alguno; por lo que

ambos se descubren imparciales, y manifi estan con eviden-

cia su zelo de el benefi cio público, y el desinterés con que

á estimulos de sus conciencias quieren cumplir con su o-

bligacion.

Estos son, Señor Excelentisimo los justos motivos, y

fi nes que han movido á los dos nominados Regidores,

y les han dado causa á esta Representación, y á suplica

rendidamente á Vuestra Excelencia que si lo juzga conveniente, se

sirva mandar, que así se execute. Los que representan

venerará siempre, como los más acertados, las justifi -

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cadas determinaciones de Vuestra Excelencia y las obedecerán con el

más sumiso rendimiento.

Dios Nuestro Señor guarde a Vuestra Excelencia. San Luis

Potosí, y febrero 22 de 1790.

Excelentisimo Señor

[Rúbrica de Antonio de Pagola]

[Rúbrica de Ygnacio González de

Molina]

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JUICIO AL PRESBÍTERO ALZATE POR LA PUBLICACIÓN DE LA GAZETA DE

LITERATURA NÚM. 39, 1795

Presentación y paleografía: Alexander Sánchez del Ángel

José Antonio Alzate nació en Ozumba (hoy

Estado de México) el 21 de noviembre

de 1737. Estudió en el Colegio de San

Ildefonso de la ciudad de México, donde

se graduó como bachiller en Teología en

1756. Recibió las órdenes sacerdotales, pero

dirigió su atención de manera preferente

hacia las ciencias naturales, la medicina y

las matemáticas. En 1768 editó el Diario

Literario de México y, en 1772, Asuntos

varios sobre ciencias y artes; en 1787 fundó

la revista Observaciones sobre la física, la

historia natural y las artes útiles y, entre

1788 y 1795, la Gazeta de la Literatura de

México.

Alternaba sus trabajos de observación

astronómica, botánica y zoológica con la

divulgación de los sucesos científi cos en

todo el mundo, por lo que obtuvo reco-

nocimientos internacionales. Murió en la

ciudad de México el 2 de febrero de 1799.

En su memoria, la Academia Nacional se

llamó, al ser fundada, Sociedad Científi ca

José Antonio Alzate.

La acusación mencionada adelante fue

hecha a petición del conde de Revillagigedo

por vía de su apoderado legal -y la apoyó

el gobierno virreinal del marqués de Bran-

ciforte-, contra el presbítero Alzate por

la publicación de la obra “La Gazeta de

Literatura” número 39, donde hace una

crítica al gobierno virreinal por las obras

infructuosas para la creación de un dique

que contuviera las continuas inundaciones

de la ciudad de México. Alzate cuestionaba el

gasto indebido y la carencia de fundamentos

de arquitectura hidráulica y topografía.

Sin mencionar al virrey, soterradamente

lo acusó de inepto. Todo esto ocurrió en

1795 en una sociedad novohispana donde

la libertad de expresión era nula, donde las

publicaciones en contra de las autoridades

españolas eran severamente castigadas; en

ese momento el ex virrey viajaba a España,

de ahí que su apoderado legal iniciara el

juicio de residencia en contra del presbítero

con el apoyo abierto del virrey en turno, el

marqués de Branciforte.

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El mismo Alzate se defendió afi rmando

que su intención con la publicación de

dicha gaceta era sólo divulgar las artes

y no ofender la fi gura de su monarca, ni

a ninguna autoridad de la Nueva España.

Sin embargo, afi rmaba que en dicho

proyecto no había ningún tipo de apoyo

en las ciencias como la hidráulica o la

arquitectura, y es de suponer que aunque

omite nombres propios los lectores de la

Gazeta sabían del proyecto que el conde

virrey de la Nueva España emprendió y

dejó inconcluso, de lo costosa, inútil y

nada provechosa que fue la obra del dique,

así como que era de mayor importancia

la limpieza de las acequias reales y de

las calles aledañas a la plaza mayor o al

mercado de los portales.

Según el propio Alzate, la obra em-

pezaría en las garitas de San Antonio Abad

para benefi ciar la hacienda de los Portales,

el pueblo de San Simón y Nativitas Ixtlatlala;

llegaría hasta la garita de la Piedad con

la fi nalidad de separarse de la laguna de

Chalco, pero no se tomó en cuenta que las

aguas corrían de sur a norte, por lo que la

construcción de las compuertas de Santo

Tomás, del puente de las Guerras y de San

Lázaro resultaron totalmente inútiles.

Este documento (AGN, Indiferente Virrei-

nal, Civil, caja 2865, exp. 004, fs. 4-6) es

de importancia por contener una de las

publicaciones del presbítero Alzate que

nos permite conocer su pensamiento, su

entorno y los problemas de su ciudad y su sociedad.

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[Principio del documento en foja previa:] Excelentísimo señorAunque las leyes son unas mismas para todos,

en quanto á su objeto que es la justicia, pero el modo de admi-

nistrarla y practicarla, pertenece a la prudencia de los jueces,

el apoderado del exelentísimo señor conde de Revillagigedo pretende

que se recoja la Gazeta de literatura número 39 y que se hagan

á su autor bachiller don José Alzate, y al aprovante, las advertencias

correspondientes, por la concerniente a este Superior Govierno si es-

te asunto se versara en otras personas, se devería formalizar

por los trámites regulares para la califi cación de si era, ó no de

recogerse pero no dicta eso la prudencia quando de hacerse asi

resulta mayor inconveniente que de que corra la Gaceta, inte-

rezándose el decoro y estimación de un sujeto de la dignidad y

esfera del excelentísimo señor conde de Revillagigedo.

Estamos persuadidos, a que el reclamo lo dictó el

estremado zelo de el apoderado y el deseo de desempeñar las

confi anzas de Su Excelencia pero creemos que por lo mismo lo huviera

omitido, si huviera conciderado las consequencias, y que muchas

cosas movidas dañan, que si no se movieran no dañaran.

El párrafo de la Gaceta, en que funda el agravio,

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está tan confuso, y habla con tal generalidad, que es m[…]

para entenderlo alusivo a Su Excelencia estar en el concepto con

la prevención, de que en el referido bachiller hai un desafecto

de tal grado, que ni su estado, y caracther; ni su respecto

pudieron detener su pluma, porque quien de otro modo

se podrá persuadir á que su animo fuese desacre-

ditar á Su Excelencia.

En efecto qualquiera, que sin preocupación

haya leído sus expresiones, después de haver visto que

el asunto todo de la Gaceta, es impugnar el proyecto de

mudar el gozo de las aguas para, conseguir la limpia de las

targeas de esta ciudad, de los lodos que la ocupan, cali-

fi cando por delirios los fundamentos de su autor, conoce-

rá, que toda la inventiva del párrafo notado, se dirige

contra él, dando tales señas, que sólo le faltó expresar

su nombre, y contra otros facultativos, que han opinado

en materia de policía.

Estamos mui lexos de aprovar esta modo de

explicarse, pues para discurrir en qualquier asunto, é impug-

nar otras opiniones, no es menester hacerlo con despre-

cio de los sugetos, y ese es un defecto mui grave, en que

suele incurrir el bachiller Alzate; pero de lo dicho resulta

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[Línea faltante:] que no es fácil, que alguno [….], quando oyó la Gazeta

que las expresiones en que se funda la quexa del apodera-

do comprenhendieron á Su Excelencia y aun el más perspicaz sólo

podrá inferir, que se le nota de haver creido á los faculta-

tivos, que opinaron erróneamente según el concepto del bachiller

Alzate.

Deducese de todo, que aun quando con alguna cla-

ridad huviesen comprehendido a su excelencia las expresiones

de la quexa, huviera echo mejor el apoderado en desen-

tenderse de ellas, porque semejantes piezas, se leen una

vez, quando salen, pocos pierden el tiempo en hacer

crítica de sus discursos, y no se buelve a hacer memoria

de ellos, si ahora se recogiese la Gazeta para lo que sería

necesario publicar bando, se haría público el motivo; se

refl exaría sobre lo que acaso nadie advirtió quedaría [...]

[…] que fue su excelencia el sugeto por quien se imprimieron aque-

llas enfáticas cláusulas, y seria el asunto de las conversacio-

nes en todo el reino, quedando en livertad cada uno

según su inclinaciones para adelantar los pensamientos,

quedando de este modo público, y notorio un agravio que si

lo huvo mui pocos, ó ningunos lo entenderían, y que

aun los que lo percivieron lo tendrán olvidado.

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Por todo lo expuesto, nos parece que Vuestra Excelencia se sir-

va declarar deverse sobre seer en el procedimiento, y man-

dar, que este expediente se ponga en el archivo reser-

vado de la Secretaría del Virreynato, sirviéndose

de prevenir verbalmente al bachiller Alzate, se abstenga en

sus escritos de expresiones que puedan causar agravio, ó que-

xa aun a personas particulares, y mucho menos á aque-

llas a quienes por su clase, y dignidad deve tratarse

con el mayor respeto y que si la parte del excelentísimo señor

conde de Revilla pidiere testimonio, se le dé este

dictamen, y el superior decreto que vuestra excelencia se sirviere

proveer. Mexico y febrero 22 de 1796.

Guevara Cacho

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CESIÓN DE LAS FLORIDAS

Presentación y paleografía: Berenice Ballesteros Flores

Tras la caída de Tenochtitlan, importantes

territorios tanto del extremo Pacífi co

como del norte del continente fueron con-

quistados y añadidos a las colonias hispánicas

en el continente americano. Tal fue el caso

de Florida, que fue reclamada en 1565 en

nombre del rey Felipe II por Pedro Méndez

de Avilés.1

Desde el punto de vista militar, la

importancia de dicho asentamiento his-

pánico fue la protección que proporcionó

a los barcos que regresaban a Sevilla

procedentes de las Indias. La Florida se

convirtió con esto en la defensa de la

mayor vía de comunicación de España con-

tra los ataques corsarios de los franceses,

principalmente.2 Respecto a la política, la

fundación de colonias en Florida y Nuevo

México constituyó parte del proyecto de

Felipe II para la colonización de California,

pero sobre todo fortaleció los derechos

españoles que Francia desafi aba con sus

asentamientos americanos.3

La historia que durante el periodo

virreinal siguieron los territorios de la Florida

es un constante "estira y afl oja" con las

potencias inglesa y francesa -y más tarde

estadounidense-. Para la Corona, la manu-

tención de estos territorios resultaba mayor

a los benefi cios que de ellos obtenía. Además,

las constantes luchas por él ocasionaron

fuertes gastos del erario -mediante el

situado- que poco a poco mermaron la

presencia hispánica en la zona.4

En los albores del siglo XVII, ante la

precaria presencia de la metrópoli en

el norte de la Nueva España, la Corona

consideró abandonar las empresas en San

Agustín y Nuevo México, pero la presencia

de las potencias francesa e inglesa, con la

1 David J. Weber, La frontera española en América del norte, México, FCE, 2000, p. 93.2 José Antonio Cubeñas Peluzzo, Presencia española e hispánica en la Florida desde el descubrimiento hasta el bicentenario, Madrid, Ediciones cultura hispánica, 1978, p. 34.3 David J. Weber, op. cit., pp. 96-99.4 En 1571, tras el desastre de la bahía Chesapeak, tanto jesuitas como conquistadores salieron de Florida. Para 1574 los asentamientos españoles se reducían a San Agustín y Santa Elena. Finalmente, en 1586 Francis Drake se detuvo en la costa de Florida y arrasó San Agustín y, al año siguiente, Santa Elena desapareció de forma violenta por órdenes de la Corona, con el fi n de que ninguna otra potencia ocupara el sitio. Con ello, San Agustín quedó como único asentamiento español en Florida. Ibid., pp. 104-113.

144

fundación de Jamestown y Quebec en 1607

y 1608, respectivamente, echó atrás el pro-

yecto de abandono.5

Al inicio del siglo XVIII, las pugnas entre

las coronas hispánica e inglesa continuaron.

Con la fundación de Charleston cerca de San

Agustín, los ingleses casi lograron expulsar

por completo a los españoles debido a los

continuos ataques, que sólo menguaron

en 1690 durante un breve periodo, pues

se prosiguieron en 1701 con la guerra de

sucesión española a lo largo de toda la

centuria, y se prolongaron hasta el siglo XIX.6

Por un espacio de veinte años (1763-1783),

Inglaterra arrebató a España la Florida.

Durante ese lapso, el territorio se separó en

dos provincias: la Florida oriental, con capital

en San Agustín, y la Florida occidental, con

capital en Panzacola.7

En 1779, España e Inglaterra nuevamente

rompieron relaciones y en 1781, con la toma

de Panzacola, España recuperó la Florida.8

Durante este segundo periodo español, la

Florida oriental desarrolló relaciones co-

merciales con Cuba y Estados Unidos, lo que

generó relaciones de dependencia con este

último que hicieron inevitable su posterior

anexión.9

Con la independencia de las trece colonias

norteamericanas, España tuvo la oportunidad

de reconquistar la Florida y expulsar a Ingla-

terra del valle del bajo Mississippi. No fue sino

hasta 1783 que, con los tratados de París

entre las trece colonias y Gran Bretaña, se

logró el reconocimiento ofi cial del occidente

de Florida como posesión española, en

tanto que se le devolvió la Florida oriental

a España.10

A la muerte de Carlos III en 1788, España

ya había recuperado la Florida y fundado

nuevos territorios en el Pacífi co desde San

Diego hasta San Francisco. Esto se debió a

la fuerza dinámica de la política imperial de

España mediante las reformas borbónicas.11

No obstante, la buena racha terminaría

incluso antes que el siglo XVIII, cuando los

franceses se apoderaron de la Luisiana

en 1795. Aunque durante los siguientes

diez años España trató de recuperarla,

Estados Unidos la compró a Francia en

1803 creyendo que incluía el territorio de

la Florida occidental.12 Fue por ello que

el presidente norteamericano trató de

amedrentar a España para que entregara

o vendiera el occidente de Florida -como

medida adicional también quiso comprar

5 Ibid., pp. 129-130.6 Ibid., pp. 135 y 210.7 Íñigo Abbad y Lasierra, Relación de la Florida, Juan José Nieto Callén y José María Sánchez Molledo (eds.), Madrid, Iberoamericana, 2003, p. 68.8 José Antonio Cubeñas Peluzzo, op. cit., p. 45.9 La Florida occidental permanece sin explotar y desarrolla relaciones comerciales con tribus del interior y las plantaciones fundadas en el territorio inglés. Íñigo Abad y Lasierra, op. cit., p. 68.10 David J. Weber,op.cit., pp. 375-380.11 Ibid., p. 337.12 En 1795, el favorito Godoy ofreció venderle la Luisiana a Francia; no cedió con respecto a Florida pero Napoleón le arrancó la Luisiana a cambio de un trono en el centro de Italia para el hermano de María Luisa, que nunca llegó. Ibid., pp. 407-408; Íñigo Abad y Lasierra, op. cit., p. 68.

145

la zona este-, y en 1804 envió sus tropas a

los límites de la Florida occidental, pero dio

marcha atrás por no tener una justifi cación

para el ataque.13

La situación en aquellos territorios se

hacía cada vez más tirante; la población

se componía en su mayoría por residentes

norteamericanos y, los menos, se dividían

entre franceses y españoles. Esto fue

un factor importante para que el 23 de

septiembre de 1810 los colonos insurgentes

declararan a la Florida occidental una re-

pública independiente y se solicitara su

anexión a Estados Unidos. James Madison,

presidente en ese momento, se negó a

reconocer al gobierno rebelde pero insistió

en que, desde 1803, Florida occidental había

pertenecido a Estados Unidos desde el río

Perla hasta el río Perdido.14

En 1812-13, los residentes de la Florida

oriental también trataron de establecer un

territorio independiente y de hacer que éste

se anexara a Estados Unidos; de aquí y hasta

1818, éste ocupó el territorio de Florida en

lo que se conoció como la segunda guerra

de independencia (1812-1818), hasta que

el general Andrew Jackson la conquistó de

manera defi nitiva.15

Finalmente, en 1819, con el tratado

de Washington, Quincy Adams y Luis de

Onís, el enviado español a esta ciudad,

acordaron que España cedería el oriente

de Florida a E.U. y tácticamente reconocería

el dominio de facto de este país sobre la

Florida occidental. A cambio, Estados Unidos

renunciaría a su derecho a Texas y asumiría

las reclamaciones de sus ciudadanos contra

España por la cantidad de cinco millones de

dólares. Ambos ministros también trazaron

una línea clara para la separación de las

posesiones estadounidenses y españolas.16

No obstante, la posesión de las Floridas

se haría efectiva hasta 1821.17

El documento que ahora se presenta

es una carta del virrey Francisco Javier

Venegas al teniente letrado encargado de la

intendencia de Puebla. El contenido puede

dividirse en dos. En la primera parte Eusebio

Bardaxi y Azara, secretario de Estado y de su

despacho universal de Indias, comunica al

virrey Francisco Javier Venegas la Real Orden

de examinar todo lo que proceda de Estados

Unidos, ya que, menciona, en ese país se

urden "tentativas insidiosas" por parte de

los franceses u "otros no menos malvados",

quienes solamente pretenden romper la

unión que existe entre los españoles.

En la segunda parte se transcribe la

información sobre una nota secreta y

confi dencial de 1810 escrita por el mar-

qués de Wellesley, principal secretario

de Estado de Su Majestad británica para

el despacho de los negocios extranjeros,

dirigida al ministro del rey de España en

13 David J. Weber, op.cit., p. 409.14 Ibid., p. 417.15 Ibid., pp. 417-418; Íñigo Abad y Lasierra, op.cit., p. 69.16 David J. Weber, op.cit., p. 420.17 José Antonio Cubeñas, op. cit., p. 53.

146

Londres, donde le comunica las noticias que recibió el gobierno británico sobre una supuesta inteligencia entre Estados Unidos y el virreinato de la Nueva España para la cesión de las dos Floridas. Esta carta queda fechada el 22 de enero de 1811 en la ciudad de México.

Para esos momentos, España se había enfrentado ya a la invasión napoleónica y la Corona se encontraba en manos de José Bonaparte, el clima era tenso y de abierta oposición a la invasión francesa. Frente al descontrol, la Corona comenzó a perder el poder sobre la mayor parte de sus territorios, por lo que sus colonias americanas comen-zaron a írsele de las manos.

No es nuevo que se especule en torno a la cesión o venta de sus territorios en Amé-rica, sobre todo en el norte, zona a la que nunca se tuvo del todo sujeta políticamente. Tampoco lo es que se considere que Nueva España hiciera negociaciones por su cuenta para ceder territorios americanos, pues hacía unos meses apenas que había estallado la guerra de independencia a manos de Hidalgo. Lo interesante de la misiva que se presenta es la intervención británica en los envíos de información entre Nueva España y Estados Unidos; cabe preguntarse por qué no fue España propiamente quien capturó dicha noticia. Más interesante resulta que pese a las circunstancias que se presentan, aún se considere la existencia de una "cadena de unión que eslabona a todos los

españoles", aunque tal vez refi era a la unión

contra Francia.Un aspecto más a resaltar de este do-

cumento es el discurso que maneja sobre

los franceses. Como ya se mencionó, no es gratuito el odio que se manifi esta a esta potencia invasora, a la que se culpa de la inestabilidad política y social que experimentan los territorios españoles. Es por ello que se imputan a los franceses asentados en los territorios estadounidenses las "tramas" que se urdían en contra de la unión española. Además, el documento menciona a "otros no menos malvados" y con ello tal vez se refi era a los colonos asentados en E.U. que profesaban la religión protestante o a los que meses antes habían declarado independiente el territorio de la Florida occidental y que buscaron su anexión a Estados Unidos. Y es que son los afanes independentistas de estos colonos los que originaron la especulación en torno a la supuesta cesión de los territorios de las Floridas.

En el discurso, da la impresión de que se consideraba que el vecino país del norte no representaba un peligro como tal, pese a su interés en la adquisición de Florida. Si bien es cierto que las relaciones entre España y Estados Unidos fueron buenas desde el momento en que la primera reconoció la independencia de la segunda para con-trarrestar el poder del imperio británico en América, no se deben dejar de lado los hechos ocurridos en septiembre de 1810 en la Florida occidental.

En conclusión, esta carta, lejos de contener una "tentativa insidiosa", asienta un antecedente de lo que sucedería en 1819 con estos territorios y que fi nalmente otorgó a Estados Unidos la posesión de Florida, la cual ya se consideraba desde mucho antes

147

la decimocuarta colonia,18 pues como se

puede ver, a lo largo de su historia, la Florida

como parte de la frontera norte del imperio

hispánico en América, representó grandes

problemas políticos y fi scales que la llevaron

a ser siempre un territorio ambiguo.

En términos generales, resulta difícil

hablar de una posesión española real en

la Florida, pues como se vio la presencia

española se reducía a San Agustín y, tras la

destrucción de Santa Elena, dicha presencia

mermó de forma considerable. No obstante,

la importancia de este territorio para la Co-

rona es innegable cuando se considera el

proyecto imperial que desde Felipe II se

tenía pensado para el establecimiento de

colonias en el norte de América. Aunado a

esto, en términos comerciales, la posesión

Florida ofreció a España la protección

contra los corsarios y permitió la llegada

de forma segura de sus fl otas con la plata

y mercancías de la India a Sevilla. Es decir,

a pesar de que la presencia española estuvo

presente de forma intermitente, no dejó de

ser importante y menos pasó de largo.19

18 Íñigo Abbad y Lasierra, op.cit., p. 68.19 José Antonio Cubeñas menciona que las cortes de Cádiz dejaron su huella en Florida, la cual se refl ejó en la transformación del ayuntamiento de San Agustín en constitucional y la erección de un monumento a la Constitución en 1812. op. cit., p. 53.

BIBLIOGRAFÍA

Alonso Martín, Enciclopedia del idioma. Diccionario histórico y moderno de la lengua española

(siglos XII al XX) etimológico, tecnológico, regional e hispanoamericano, Madrid, Ediciones

Aguilar, 1947.

Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México, 6a. ed., México, Porrúa,

1964.

148

149

Reservado.

Con fecha del 10 de no-

viembre del año anterior

me comunica el excelentísimo

señor don Eusebio Barda-

xi y Azara secretario

de Estado y de su Des-

pacho universal la

Real Orden siguiente.

“Reservada= Excelentísimo

señor: El marqués de

Wellesley principal

secretario de Estado

de su majestad británica para el des-

pacho de los negocios

extranjeros, dirigió

al ministro del rey

en Londres con fecha de

150

151

octubre próximo, una

nota secreta y confi -

dencial acompañando

la de un papel cuyo

contenido viene a ser

la substancia de las

noticias que había reci-

bido el gobierno Bri-

tánico acerca de una

supuesta inteligencia1

entre los Estados Uni-

dos de América y el

virreinato de Mé-

xico para ceder las

dos Floridas.

"El Consejo de Re-

gencia que no ve en

tan extraño procedi-

miento sino una

continuación de los

planes iniquos de la

1 S. XVII-XIX. Trato y correspondencia secreta de dos o más personas o naciones entre sí. Martín Alonso, Enciclopedia del idioma. Diccionario histórico y moderno de la lengua española (siglos XII al XX) etimológico, tecnológico, regional e hispanoamericano, t. II, Madrid, Ediciones Aguilar, 1947, p. 2402.

152

153

Francia me manda

trasladar a Vuestra Excelencia copia

del expresado papel

que adjunto remito para

que reservadamente se

imponga de la mali-

cia de su contexto y

de la cautela con que

es preciso examinar

todo lo que proceda

de los Estados Unidos

como que en aquel

país se urden la ma-

yor parte de estas

tramas por una porción

de franceses y otros

no menos malvados

que a fuerza de tenta-

tivas insidiosas se li-

songean de romper

esta cadena de unión

154

155

que tan sólidamente esla-

bona a todos los españo-

les como que en ella tie-

nen cimentada la fe-

licidad común"

Y la traslado a

Vuestra Señoría incluyéndole co-

pia del papel que la acom-

paña para los fi nes que se

expresan en la mis-

ma soberana disposición.

Dios Guarde a Vuestra Señoría

muchos años México 22 de

enero de 1811

Venegas2

Señor Teniente Letrado encargado

de la Intendencia de Puebla

Secretaría.

2 Refi ere al virrey Francisco Javier Venegas de Saavedra (14 de septiembre de 1810-4 de marzo de 1813). Teniente coronel retirado de las milicias de Écija. Participó en la guerra contra Napoleón en España; obtuvo una victoria en Bailén y protegió la retirada del ejército en Tudela, fue derrotado en Uclés y tuvo al mando el Ejército de la Mancha en Almonacid. Fue nombrado virrey de Nueva España por la Regencia, formó y opuso divisiones de tropa a las cuadrillas de insurgentes que por todas partes se levantaban tras las acciones del cura Hidalgo. Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México, 6a. ed., México, Porrúa, 1964, p. 3703.

156

157

UN INTENTO DE ABOLIR EL TRÁFICO DE NEGROS EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS, 1818

Presentación: Elenice Higuerón Salazar

La introducción de esclavos africanos al continente americano no sólo signifi có

una fuente de ingresos para muchos co-merciantes, sino que también formó parte esencial de las actividades productivas

y económicas como son la minería y la

agricultura; además, su presencia infl uyó

en diversos aspectos culturales, sociales y

políticos.

A su llegada a América, los colonizadores

españoles buscaron cubrir sus necesidades

básicas como casa, vestido y sustento, así como explotar los recursos que ofrecía el

nuevo territorio. Dichas necesidades fueron

atendidas en un principio por la comunidad

nativa, pero pronto la mano de obra em-

pleada en esas labores resultó insufi ciente

debido a factores como la gran mortandad

por las epidemias, la cual se trató de paliar

con la importación de esclavos africanos.

Las peticiones para que se concedieran

licencias para importar esclavos no se hicieron

esperar y pronto la esclavitud se extendió por

las colonias españolas. Considerando que la introducción de esclavos tomó como base las características tanto económicas como políticas y sociales de cada región, puede afi rmarse que “la corona española

poseía el mercado de absorción, pero no

el de suministro y en este sentido siempre

dependió de potencias extranjeras y, por

tanto, de la coyuntura internacional. En

general, y a muy grandes rasgos, se puede

hablar que en el siglo XVI predominó la

fórmula de licencias a pequeña y gran

escala; en el siglo XVII, la de contratos

monopolistas con particulares, y en el siglo

XVIII la de acuerdos internacionales, también

en régimen de monopolio, con grandes

compañías comerciales”.1

Este comercio requería de una elevada

inversión de capitales, debido a los diversos

gastos que se generaban tales como

transporte, alimentación e impuestos, pero

a cambio ofrecía cuantiosas ganancias que

dependían de factores como demanda de

1 Enriqueta Vila, “Presencia y fuerza del esclavo africano en América: Trata, mano de obra y cimarronaje”, en Francisco de Solano, Estudios sobre la abolición de la esclavitud, Instituto de Cooperación Iberoamericana-Consejo Superior de Investigaciones Científi cas-Departamento de Historia de América, Madrid, 1986, p. 105.

158

mano de obra, precios y la calidad física

de los esclavos. Las ganancias resultaban

mayores si este comercio se realizaba de

forma ilegal.

El comercio de esclavos africanos estuvo

en manos de portugueses, holandeses e

ingleses, cuyos lugares de abastecimiento

“ocupaban una zona limitada de la Costa

occidental, desde Guinea a Angola… había

tres puertos claves: Santiago de Cabo Verde,

el más importante del siglo XVI, Santo Tomé,

en la Isla del mismo nombre, más alejado

de la zona confl ictiva internacional, y San

Pablo de Leona en Angola, que adquiriría la

máxima importancia en el sigo XVII”.2

El tráfi co de esclavos no siempre funcionó

de manera regular, muchas veces escapó del

control español; en su momento se suponía

que las fl otas debían salir desde Sevilla para

hacer los trámites necesarios para el viaje;

sin embargo, en varias ocasiones salían

directamente desde África para continuar su

destino a los “principales puertos de entrada

como Cartagena, Veracruz o La Habana,

o algunas islas que sirvieron a ingleses,

holandeses y franceses como centros de

depósito: Barbados, Curazao y Jamaica”.3

Como puede observarse, el tráfi co de

esclavos funcionó de manera compleja

pero siempre con mucho éxito gracias a la

demanda de mano de obra que requería la

explotación de los recursos naturales de

los dominios españoles; sin embargo, no es

posible dar cifras exactas de la cantidad de

negros importados por el gran contrabando

que existió y que por tanto quedaron fuera

de cualquier registro.

Para fi nales del siglo XVIII y principios

del XIX, acontecimientos como la Revolución

Industrial y los movimientos independentistas

hicieron eco a las ideas que se habían

manifestado en contra de la esclavitud.

En este sentido, Gran Bretaña presionó

constantemente a España para prohibir

el tráfi co de negros y abolir la esclavitud;

durante la primera mitad del siglo XIX

España, sólo en teoría, aceptará los acuerdos

tomados sobre el asunto pero en la práctica,

por cuestiones tanto nacionales como

coloniales y de diplomacia mostrará una

posición indefi nida hacia los británicos.4

La abolición del comercio humano y la

esclavitud durante el siglo XIX se explican en

un largo proceso dentro de las relaciones

diplomáticas entre España y Gran Bretaña,

la cual se inicia con el Congreso de Viena

en 1815 y fi naliza, de alguna manera, con la

abolición en Cuba en 1886.

En este contexto podemos ubicar el

bando que en esta ocasión se presenta (Indi-

2 Ibid., p. 106.3 Ronaldo Mellafe, Breve historia de la esclavitud negra en América Latina, México, 1793 (Sep Setentas, 115), p. 71.4 José U. Martínez, “La abolición de la esclavitud en España durante el siglo XIX”, en Francisco de Solano y Agustín Guimera, Esclavitud y derechos humanos, Consejo Superior de Investigaciones Científi cas-Centro de Estudios Históricos-Departamento de Historia de América, Madrid, 1986, p. 65.

159

ferente Virreinal, caja 2861, exp. 049, 1 foja,

título Bandos); cabe mencionar que aunque

el tema ha sido estudiado por autores como

Gonzalo Aguirre Beltrán no deja de ser

relevante, ya que nos deja testimonio de este

largo y complejo proceso de la abolición de

la esclavitud. Este documento es resultado

del tratado fi rmado entre Gran Bretaña y

de España en 1817, en un primer intento de

suprimir el tráfi co de negros en las colonias

americanas, el cual ordena la prohibición a

todos sus vasallos, tanto a los de la península

como los de América, que compren negros

en las costas de África que están al norte

del Ecuador; sin embargo, este acuerdo

no fue llevado a cabo debido a factores

como el auge agrícola de las colonias que

estaban bajo el dominio español, como Cuba

y Puerto Rico, que aún requerían de mano

de obra esclava; a partir de este momento

y hasta 1886, las relaciones diplomáticas

entre estas dos naciones estarán enfocadas

a la supresión de la esclavitud.

BIBLIOGRAFÍA ADICIONAL

Aguirre Beltrán, Gonzalo, El negro esclavo en la Nueva España. La formación colonial, la

medicina popular y otros ensayos, México, FCE, 1994, 211 pp.

160

161

DON JUAN RUIZ DE APODACA Y ELIZA,

López de Letona y Lasqueti, Gran-Cruz de las Reales Ordenes de San Fernando y San

Hermenegildo, Comendador de Ballaga y Algarga en la de Calatrava, y de la condecoración de

la Lis del Vendé, Ministro del Supremo Tribunal del Almirantazgo, Teniente General de la Real

Armada, Virrey Gobernador y Capitán General de esta N. E, Presidente de su Real Audiencia,

Superintendente general Subdelegado de Real Hacienda, Minas y Ramo del Tabaco, Juez

conservador de éste, Presidente de su Real Junta, y Subdelegado general de Correos en el

mismo Reyno, &c.

El Sr. Secretario del Real y Supremo Consejo y Cámara de Indias, con carta acordada de 23 de

Diciembre del año próximo pasado, me ha remitido la Real Cédula que sigue.

“EL REY.= La introducción de negros esclavos en América fue una de las primeras

providencias que dictaron mis augustos predecesores para el fomento y prosperidad de aquellos

vastos Dominios, muy poco tiempo después de haber sido descubiertos. La imposibilidad en

que estaban los indios de ocuparse en diferentes trabajos útiles, aunque penosos, nacida del

ningún conocimiento que tenían de las comodidades de la vida, y de los cortísimos progresos

que entre ellos había hecho la sociedad civil, exigió por entonces que el benefi cio de las minas

y el rompimiento y cultivo de las tierras se entregaran a brazos más robustos y activos. Esta

providencia, que no creaba la esclavitud, sino que aprovechaba la que ya existía por la barbarie

de los Africanos para salvar de la muerte a sus prisioneros, y aliviar su triste condición, lejos de

ser perjudicial para los negros de África, transportados á América, le proporcionaba no sólo el

incomparable benefi cio de ser instruidos en el conocimiento del Dios verdadero, y de la única

Religión con que este Supremo Ser quiere ser adorado de sus criaturas, sino también todas

las ventajas que trae consigo la civilización, sin que por esto se les sujetara en su esclavitud a

una vida más dura que la que traían siendo libres en su propio país. Sin embargo, la novedad

de este sistema requería mucho detenimiento en su execución, y así fue que la introducción

de negros esclavos en América dependió siempre de permisos particulares, que mis augustos

predecesores concedían según las circunstancias de los lugares y de los tiempos, hasta que la

de negros bozales fue generalmente permitida, así en buques nacionales como extrangeros,

por Reales cédulas de veinte y ocho de Septiembre de mil setecientos ochenta y nueve, doce

de Abril de mil setecientos noventa y ocho, y veinte y dos de Abril de mil ochocientos quatro,

en cada una de las quales se señalaron diferentes plazos para dicha introducción: todo esto

manifestaba bien claramente que la cristiana sabiduría de los Reyes consideraba siempre

estas providencias como excepciones de la ley sujeta a condiciones variables. Aún no había

162

espirado el concedido en la de veinte y dos de Abril de mil ochocientos quatro, quando la divina

Providencia me restituyó al trono á que me había destinado, y de que intentó pérfi damente

despojarme un injusto usurpador. Las turbulencias y disensiones suscitadas en mis Dominios

de América durante mi ausencia, fi xaron desde luego mi soberana atención; y meditando

con incesante desvelo las providencias más adecuadas para restablecer el buen orden en

aquellos remotos países y darles todo el fomento de que son capaces, no tardé en advertir

que habían variado enteramente las circunstancias que movieron a mis augustos predecesores

para permitir el tráfi co de negros bozales en las Costas de África, y su introducción en ambas

Américas. En ellas ha crecido prodigiosamente el número de negros indígenas, y aun el de los

libres, á benefi cio de la regulación suave del Gobierno, y de la cristiandad y temple humano

de los propietarios españoles: el de blancos se ha aumentado mucho, y el clima no es tan

perjudicial para éstos como lo era antes de que las tierras se desmontasen y pusiesen en

cultivo. Aun el bien que resultaba á los habitantes de África de ser transportados á países

cultos no es ya tan urgente y exclusivo, desde que una nacion ilustrada ha tomado sobre sí

la gloriosa empresa de civilizarlos en su propio suelo: al mismo tiempo la general cultura de

Europa, y el espíritu de humanidad que ha dirigido sus últimas transaciones al restaurar el

edifi cio que la depravación de régimen del usurpador había destruido hasta sus bases, han

excitado un costo general entre los Soberanos de Europa de ver abolido este tráfi co; y en el

Congreso de Viena, conviniendo con la necesidad de la abolición, se ocuparon en facilitarlo por

medio de negociaciones más amistosas con las Potencias que tenían Colonias, encontrando

en mí aquella disposición que era consiguiente a tan laudable empeño. Estas consideraciones

movieron mi Real ánimo a informarme de personas instruidas y zelosas de la prosperidad de

mis Estados sobre los efectos que en ellos produciría la abolición del tráfi co de negros. Vistos

sus informes, deseoso de asegurar el acierto en materia de tanta transcendencia y gravedad, los

remití a mi Consejo de las Indias con Real orden de catorce de Junio de mil ochocientos quince

para que me consultara lo que se le ofreciese y pareciese. Agregados todos estos copiosos

materiales y los antecedentes del asunto, y visto lo que el propio Supremo Tribunal me ha

expuesto en su consulta de quince de Febrero de mil ochocientos diez y seis, correspondiendo

a la confi anza que en él tengo depositada, y con formándome con su parecer sobre la abolición

del trafi co de negros, y convenido con el Rey del Reyno unido de la Gran-Bretaña e Irlanda por

un tratado solemne sobre todos los puntos de interés recíproco que versan en esta notable

transación, y hecho cargo de ser llegado el tiempo de la abolición, conciliados debidamente los

intereses de mis Estados de América con los sentimientos de mi Real ánimo, y los deseos de

todos los Soberanos mis amigos y aliados, he venido a resolver lo siguiente:

163

Artic. I. Desde hoy en adelante prohibido para siempre a todos mis vasallos, así á los de

la Península como á los de América, que vayan á comprar negros en las costas de África

que están al norte del Ecuador. Los negros que fueren comprados en dichas costas serán

declarados libres en el primer Puerto de mis Dominios á que llegare la embarcación en que

sean transportados: ésta con lo restante de su carga será confi scada para mi Real Hacienda,

y el comprador, el Capitán, el Maestre y Piloto irremisiblemente condenados á diez años de

Presidio en las Islas Filipinas.

Artic. 2. La pena señalada en el artículo precedente no comprehende al comprador, Capitán,

Maestre y Piloto de las embarcaciones que salgan de qualquiera Puerto de mis Dominios para

las costas de África que están al norte del Ecuador antes del día veinte y dos de Noviembre del

presente año, a los quales les concedo además el plazo de seis meses contados desde dicha

fecha para que concluyan sus expediciones.

Artic. 3. Desde el día 30 de Mayo de mil ochocientos veinte, prohíbo igualmente á todos

mis vasallos, así a los de la Península como a los de América, que vayan á comprar negros

en las costas de África que están al sur del Ecuador, baxo las mismas penas impuestas en el

artículo primero de esta mi Real cédula; concediendo asimismo el plazo de cinco meses desde

dicha fecha para que puedan completar sus viages los buques que hubiesen sido habilitados

antes de la citada fecha de treinta de Mayo de mil ochocientos veinte, en que ha de cesar

totalmente el tráfi co de negros en todos mis Dominios, tanto en España como en América.

Artic. 4. Los que usando del permiso que concedo hasta treinta de Mayo de mil ochocientos

veinte fueren a comprar negros en las costas de África que están al sur del Ecuador, no

podrán transportar más esclavos que cinco por cada dos toneladas del porte de su buque; y

si alguno contraviniere a esta disposición, será castigado con la pena de perder todos los que

transportare, los quales serán declarados libres en el primer Puerto de mis Dominios á que

arribe la embarcación.

Artic. 6. Los buques extrangeros que introduzcan negros en qualquiera Puerto de mis

Dominios, deberán hacerlo con sujeción á las reglas que se prescriben en esta mi Real cédula;

y en caso de contravención serán castigados con las mismas penas que se señalan en ella. = Y

siendo mi Real voluntad que todo lo referido se circule a mis Dominios de América y Asia para

su más puntual observancia, lo comuniqué a mi Supremo Consejo de las Indias por Decreto

señalado de mi Real mano con fecha veinte y dos de Septiembre próximo pasado; y publicado

en el propio Tribunal en primero del corriente se acordó su cumplimiento, y que al mismo efecto

se expidiese esta mi Real cédula: por la qual mando á mis Virreyes, Presidentes, Audiencias,

Comandantes generales, Gobernadores é Intendentes de las Indias, sus Islas adyacentes y de

Filipinas, guarden, cumplan y executen, y hagan guardar, cumplir y executar quanto queda

164

ordenado en esta mi soberana determinación, sin ir ni contravenir, ni permitir se vaya ni

contravenga á su tenor en manera alguna, haciéndolo publicar por Bando para el mismo

fi n, no sólo en las Capitales, sino también en los demás Pueblos cabezas de Partido de sus

respectivos distritos, y comunicándolo igualmente cada uno en su territorio á los Tribunales,

Justicias, Autoridades, y personas a quienes de qualquier modo incumba su cumplimiento. Y

de esta mi Real cédula se tomará razón en las Contadurías generales del expresado mi Consejo.

Fecha en Madrid a diez y nueve de Diciembre de mil ochocientos diez y siete. = YO EL REY. =

Por mandado del Rey nuestro Señor. Esteban Verea.”

Y para que esta soberana resolución tenga en todas sus partes el más puntual y debido

cumplimiento, mando se publique por Bando en esta Capital, y en las demás Ciudades, villas

y lugares del distrito de este Virreynato, circulándose a los Tribunales, Señores Intendentes y

demás Gefes y Ministros á quienes toca su observancia. Dado en el Real Palacio de México á

29 de Abril de 1818.

Juan Ruiz de Apodaca

Por mandado de S.E.

165

LA MONJA MÍSTICA DEL CONVENTO DE CARMELITAS DESCALZAS

DE GUATEMALA, 1816

Presentación y paleografía: Fausto Cerecer y Raquel Vicencio

Te hizo Padre tu desvelo,Dando mil Santos al Cielo,

Y al Mundo regla escogida,Con cuya recta medida

Imite á su Redemptor.Gozos a San Antonio Abad

SOCIEDAD Y EDUCACIÓN

La educación en la Nueva España fue

básicamente religiosa y con una carga

moral cómoda para los padres de familia

españoles, a quienes les bastaba guiarse por

los rígidos preceptos cristianos, tomando

como ejemplo las vidas de Jesucristo y de

innumerables santos, llenas de sufrimiento

y dolor, para pulir las almas en el camino

hacia la perfección y la gloria eterna. La

idea de un Dios justiciero que castiga seve-

ramente para purgar los pecados originó

un sentimiento de culpabilidad constante

en la sociedad. La culpa fue el principal

elemento moral para manipular y dirigir

a la sociedad. La educación se basaba en

los diez mandamientos de la fe católica,

además de los preceptos resumidos en

pobreza, castidad y obediencia, y que, lejos

de ser aplicados por convicción, era por la

confusión y la repetición de algo aprendido

desde la infancia.

La educación de la mujer estuvo parti-

cularmente cargada de reglas y normas

pues los principales atributos del sexo

femenino eran la castidad y la virginidad;

la discreción y el recato eran el adorno de

su espíritu ya que la malicia natural de la

mujer tenía que ser dirigida y controlada a

través de su formación, la cual la limitaba

a ser una buena madre, esposa y cristiana;

si deseaba leer, los libros tendrían que ser

elegidos por directores espirituales y en su

mayoría los elegidos eran libros religiosos

-las comedias y las novelas les eran reti-

radas de su alcance por ser consideradas

peligrosas para su espíritu, el cual tenía que

ser elevado en el conocimiento de Dios-.

Una buena educación remataba con una

formación en el canto o en la ejecución de

algún instrumento. Las mujeres tenían que

quedarse encerradas ya fuera en su casa o en

algún beaterio o convento; se recomendaba

166

su encierro y el recato, la contemplación de

los valores espirituales y el alejamiento de las

vanidades y placeres mundanos. Las mozas

y campesinas podían desenvolverse con una

mayor libertad -fueron de gran utilidad para

la economía-. La educación que recibían las

mujeres de acuerdo a su condición era tan

diversa como su destino, pero la formación

religiosa les pesaba de manera inconsciente;

por ejemplo, si una mujer no tenía la

posibilidad de casarse era seguro que iría

a parar a algún convento. Dependían de

manera absoluta de los hombres, desde que

los únicos trabajos que podían hacer eran

como maestras o costureras (los cuales les

aportaban muy pocas ganancias), en la búsqueda

de la aceptación del varón y de la sociedad.

Era impensable que las mujeres acce-

dieran a conocimientos de aritmética, eco-

nomía, derecho, gramática o ciencias en

general, que eran privativos de la educación

masculina, ya que en ellas recaía la res-

ponsabilidad de la crianza y formación de

los hijos.

Durante el siglo XVI se erigieron conventos

y colegios dedicados a doncellas. Para las

familias era muy importante tener parientes

dentro de los conventos pues signifi caba

un ascenso social; en 1530 se contempló

levantar recogimientos para hijas de prin-

cipales y de familias acaudaladas, a quienes

se les enseñarían las labores manuales y de

doctrina para acreditar su virtud y calidad.

Esto contribuía a la estratifi cación social.

La preocupación de algunos padres de

hijas pobres, o que no tenían padre ni un

hombre que se encargara de ellas, propició

la fundación de obras pías para dotarlas del

derecho de ingresar a un recogimiento o

beaterio; cada año se sorteaban dotes con

dinero de cofradías o de testamentos de

personas que así lo habían dispuesto. Con el

tiempo hubo que crear nuevas instituciones

y colegios debido a la sobrepoblación.

Desde la Edad Media, las mujeres se

recluían en los conventos por vocación o por

necesidad, pues no se les daban mu-chas

opciones: o se casaban o pasaban una vida de

tribulaciones y necesidades con trabajos duros

y mal pagados, expuestas a los maltratos y

vejaciones constantes de hombres reacios

y rudos, así que los conventos eran lugares

para refugiarse. En ellos aprendían doctrinas

del amor como protección de las almas de

las tentaciones del mundo por medio

de sacrificios y autoflagelación, como

medio de purificación; se les inculcaba

la aceptación de su dependencia con hu-

mildad y mansedumbre. Al progresar la

secularización de la vida diaria, los católicos

trataban de compensar su distanciamiento

de la Iglesia exigiendo a sus hijas una piedad

exagerada. Las mujeres de clase económica

baja como indias, mulatas y negras tenían

que adoptar hábitos de autodefensa rela-

cionada con su vida sexual y familiar.

En algunos conventos comenzó la

práctica de aceptar niñas, indias, mulatas

y negras, las primeras para su formación y

como ofrecimiento de sus familias a la Igle-

167

sia, las demás para el servicio y la limpieza.

Algunas monjas de jerarquía mayor tenían a

su servicio mozas y niñas de compañía que

solían ser parientas y recogieron desde la

edad de dos años, cuya formación no distó

mucho de la de una novicia; compartían la

celda y convivían en un ambiente de oración

y de ocupaciones manuales como bordado,

tejido, repostería, lectura y escritura. Las

niñas se contentaban con recibir la visita

de familiares que les daban golosinas o una

muestra de cariño a través de la reja; si al

crecer no tenían posibilidad de casarse, “las

niñas” se quedaban y se les seguía llamando

así a causa de su dependencia total. Con

la educación se pretendía instruir seglares

cultas como buenas cristianas para tener

a sus hogares en la fe verdadera. Pese a

todo, el rigor era burlado constantemente.

El contacto con mujeres seglares, sirvientas,

viudas, casadas y doncellas propició que

algunas monjas se inclinasen por cuestiones

mundanas como la moda y lectura de libros

no aptos.

VIDA CONVENTUAL DE LAS MUJERES EN LA ÉPOCA COLONIAL

Durante la época colonial se veía a la mujer

como un ser débil y peligroso que debía estar

sometido a la autoridad masculina; en-

cerrarlas fue el único medio para protegerlas

de los varones con la tentación de poseer su

cuerpo y provocar el pecado.

La Iglesia creó tres tipos de instituciones

de clausura para mujeres: los orfanatos, los

recogimientos y los conventos de religiosas.

El primer orfanato fundado en México fue

el Colegio de Niñas de Santa Isabel, llamado

también de la Caridad. Se creó con el fi n de

hospedar a las huérfanas mestizas de la

capital, pero se trasformó en una institución

elitista que sólo recibía un cierto número

de jóvenes, todas de raza blanca, entre los

18 y 40 años de edad; además, para entrar

era necesaria la virginidad. Ahí se preparaba

a las colegialas para contraer matrimonio y

reproducir y transmitir así lo aprendido, lo que

formaba nuevos fi eles y mantenía el control

moral.

Otro tipo de institución fueron los

recogimientos, donde había dos clases de

reclusión para señoras: voluntaria y forzosa.

En los recogimientos voluntarios, también

llamados beaterios, se alojaban mujeres

abandonadas, separadas o viudas, prostitu-

tas arrepentidas y huérfanas; en cambio, en

los forzosos, que en realidad eran cárceles,

se encerraba a las delincuentes, asesinas,

ladronas y demás mujeres que atentaran

contra la moral de la época. Esta forma

de clausura absoluta signifi caba grandes

cambios en la forma de vivir, ya que se tenía

que llevar una vida rígida y llena de reglas

que llegaba a causar ataques de histeria e

incluso intentos de suicidio.

A las jóvenes que querían integrarse a

un convento se les obligaba a pasar un año

de noviciado, en el cual se les enseñaban

las reglas y constituciones de la orden y

se les introducía en las prácticas de la vida

168

comunitaria. Luego del tiempo de prueba

se hacía la profesión solemne en una cere-

monia que variaba según las condiciones

económicas de los familiares. Hechos los

votos y tomado el hábito, las religiosas

entraban a un mundo reglamentario y

regulado por el repique de las campanas

que llamaban a oración y a las labores. Las

normas dictaban todo lo que la religiosa

debía ser, pensar y comportarse para llevar

una vida alejada del pecado: cuándo y cómo

ayunar, dormir y hablar. Se preocupaban por

su vida y por la sociedad, en sus oraciones

pedían por que ésta se librara de desgracias

causadas por cualquier irregularidad moral.

Como todas las instituciones, los con-

ventos estaban estratifi cados. Algunos car-

gos de alta responsabilidad eran elegidos

por la comunidad: la abadesa o priora,

vicaria, maestra de novicias, maestra de

criadas, las encargadas de la instrucción

religiosa y la tesorera, quienes también

debían vigilar que las religiosas fueran de

velo negro; para esto la familia tenía que

pagar una dote reglamentaria de tres a

cuatro mil pesos y las que no pudieran

cubrirla eran benefi ciadas por una cofradía

o un particular; también ingresaban las

que se distinguían por su buena voz o por

sus conocimientos musicales, así como las

familiares del patrono que contribuyera a la

construcción del monasterio. Las religiosas

de velo negro pertenecían a las capas

medias y aristocráticas de la ciudad o de la

provincia y todas eran criollas. Debajo de las

religiosas de velo negro estaban las de velo

blanco, que ingresaban sin dote y realizaban

los trabajos más duros, al igual que las

muchachas mestizas o indígenas que habían

sido acogidas desde pequeñas.

Además de las religiosas, en algunos

conventos vivían mujeres laicas que

formaban parte del servicio doméstico,

otras eran niñas que se educaban con alguna

religiosa y había mujeres que huyeron de

sus maridos o que fueron abandonadas que

hallaban en el claustro refugio y ayuda.

Las reglas de los conventos variaban

según las diversas órdenes religiosas: mien-

tras en los de las carmelitas y capuchinas la

vida religiosa exigía una mayor renuncia a

los placeres -por tal motivo usaban hábitos

de lana burda, comida frugal y comunitaria

servida en refectorios comunes y guisada

en cocinas comunes, un mayor número de

ayunos, penitencias y rezos-, en otros como

los de San Jerónimo las reglas eran menos

rígidas, al grado de tener hasta 500 mujeres,

ya que algunas monjas ricas habitaban

en celdas privadas como pequeños apar-

tamentos, rodeadas de servidumbre per-

sonal y de niñas que se les entregaban

para su instrucción, lo que ocasionó una

sobrepoblación que condujo a expandir los

espacios conventuales adquiriendo casas

vecinas; así, cada monasterio cobró la

forma de una pequeña ciudad en constante

crecimiento.

A pesar de vivir encerradas, nunca se

pudo evitar que las religiosas tuvieran co-

169

municación de ideas con el exterior, como

tampoco se pudo impedir que salieran no-

ticias de cuanto acontecía adentro, como las

visiones que algunas religiosas tenían del

demonio, Cristo, la Virgen y los santos.

INFLUENCIA DE LOS COLEGIOS FRANCISCANOS EN LA SOCIEDAD

NOVOHISPANA

En la sociedad novohispana, la religión tuvo

características distintas a la de otros lugares.

Su población heterogénea conformó una

identidad unida por un lenguaje y una fe

común, aunque dentro de esta misma sociedad

había diferencias muy marcadas por la edu-

cación, la riqueza, etc.

Esta integración religiosa se debió en

gran parte a la infl uencia de los colegios,

los cuales tenían dos funciones distintas:

una era convertir y proteger la fe de los

indios infi eles que vivían en las fronteras

del imperio o en lugares casi inaccesibles,

y la otra era predicar en misión a los fi eles

católicos de las provincias de la Nueva

España.

La orden que más devoción y empeño

puso en dicha tarea fue la de los francis-

canos, la cual dividió sus actividades entre

la evangelización y la predicación a los fi eles.

En las misiones franciscanas, los sermones

eran el medio para invitar a los fi eles al

arrepentimiento y a la penitencia, ejemplo

que solían dar los misioneros, cuyos dis-

cursos se centraban en la refl exión sobre

Cristo durante la pasión. Su impacto en

algunas poblaciones fue muy marcado en-

tre las mujeres devotas, muchas llegaron

a abandonar sus casas y familias para

permanecer largas horas en las iglesias e,

incluso, ingresar a los conventos. A través

de las misiones, los sermones y la disciplina

penitencial, el clero fortaleció y conservó la

fe y la moral cristiana y, aun cuando surgió

la Ilustración, la religión no perdió el control

que tenía sobre la sociedad.

La infl uencia de las misiones que pre-

gonaban el arrepentimiento y la penitencia,

recordando en todo momento la pasión de

Cristo, fue determinante en la sociedad y en

especial en la mujer.

CONCLUSIONES

Los testimonios presentes fueron escritos

para el proceso de beatifi cación de la madre

María Teresa de la Santísima Trinidad.

Solicitados por la Sagrada Congregación

del Rito, estos informes mencionan en

detalle los ayunos, penitencias, estigmas,

arrobamientos, éxtasis, mensajes telepáticos,

enfermedades, pruebas de paciencia y to-

lerancia al sufrimiento que le aplicaba a la

religiosa el señor arzobispo de Guatemala,

quien fue su director espiritual, y fi nalmente

relatan los milagros que realizó en vida y la

conservación de reliquias que sirvieron para

la realización de muchos milagros.

Todos estos sucesos se dieron a conocer

a la sociedad con el fi n de marcar pautas de

conducta, ya que era necesario controlar

170

las nacientes luchas de independencia. La

difusión pudo haber servido para fundar

la identidad nacional que buscaban los

criollos, así como para que el convento

ganara más privilegios por albergar a una

religiosa mística, lo que se traducía en un

apoyo económico mayor.

Este fenómeno alrededor de la mística

se pudo dar por toda la infl uencia de la

literatura hagiográfi ca que narra las vidas

ejemplares de los santos. Hubo casos

de monjas que fi ngieron ser elegidas

para llamar la atención y quitarse duras

obligaciones.

171

BIBLIOGRAFÍA

Gonzalbo Aizpuru, Pilar, Educación y colonización en la Nueva España 1521-1821, México,

Universidad Pedagógica Nacional, 2001.

, Las mujeres en la Nueva España, Educación y vida cotidiana, México, El Colegio de

México, 1987.

Loreto López, Rosalía, Los conventos femeninos y el mundo urbano de la Puebla de los Ángeles

del siglo XVIII, México, El Colegio de México, 2000.

Muriel, Josefi na, Cultura femenina novohispana, México, UNAM, 1994.

Ramos Medina, Manuel, Manifestaciones religiosas en el mundo colonial americano, vol. 1:

Espiritualidad barroca colonial, santos y demonios en América, México, CONDUMEX-INAH-UIA,

1993.

Rubial García, Antonio, La plaza, el palacio y el convento. La ciudad de México en el siglo XVII,México, Conaculta, 1998.

172

173

Fragmento de una carta del Ilustrísimo Señor

Arzobispo de Guatemala, a Nuestro Padre el Señor

Inquisidor Doctor Don Manuel de Flores. Mayo

18 de 1816.

Estoy lleno de admiración y de

consuelo con las cosas admirables que Dios

está haciendo de un modo sensible, con una

Monja Teresa, hija del Marqués de Aisinera,

hermana del Consejero de Yndias de este nom-

bre.

Sabia su Vida extatica, y asombrosas pe-

nitencias, y otras cosas ocultas de su grande es-

piritu. Mas en una enfermedad terrible, Dios há

hecho que se viese por muchos, y por las Monjas

sus extacis arrobamientos, y aun elebaciones del

Cuerpo en el ayre. Por fi n en esta quaresma se

fueron imprimiendo las cinco llagas de Jesuchris-

to, y otras señales de la Pacion en su Cuerpo.

De ellas le empesó á salir sangre el Viernes San-

to, y varios Viernes se renueva, y todos ahora des-

de el primero de la próxima pasada quaresma

una verdadera material Cruxifi xion por fuerzas

invisibles sobre humanas desde las doce hasta

las tres. Ayer estube con varios testigos quatro

horas á su cabezera viendo tan espantosa, co-

mo honrrosa y divina scena de la Pacion

sencible de Jesuchristo representada en su Cuerpo

con todas las ancias agonías horribles etcétera y

pasadas las tres horas, bolver á mi voz con

la mayor apacibilidad y sonrisa, como si

174

175

resucitara.

Parece repetirse lo hecho por Dios con

Santa Catarina de Risis, y especialmente

con la Beata Verónica. Hace mucho tiempo

con la mayor reserva examinava estas cosas,

y mucho más sus virtudes interiores. No du-

do de la verdad y realidad de todo lo extraor-

dinario que ya están viendo muchos ojos, y los

míos han visto repetidas veces.

Sea Dios bendito, que en tales tiempos así

nos favorece, y se manifi esta glorioso en sus

siervos.

176

177

Caleidoscopio

178

179

NOTAS HISTÓRICAS SOBRE EL BOLETÍN

DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

Jorge Ruiz Dueñas

¿QUÉ ES EL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN?

El Archivo General de la Nación es quizá

la institución vigente más antigua del

país. Se origina con la iniciativa del virrey

de la Nueva España Juan Vicente de Güemes

Pacheco y Padilla Horcasitas y Aguayo,

segundo conde de Revillagigedo, quien

propuso su fundación a la Corona el 27 de

marzo de 1790. Años después, previamente

al nacimiento de la República, por acuerdo

del Supremo Poder Ejecutivo del 23 de

agosto de 1823, se creó el Archivo General

y Público de la Nación a cargo de la Primera

Secretaría de Estado, cuyo titular era Lucas

Alamán.

Como es sabido, el Archivo General

de la Nación es el órgano desconcentrado de

la Secretaría de Gobernación rector de la

archivística nacional, que debe custodiar,

ordenar, describir y conservar los documentos

que conforman su acervo, con el fi n de facilitar

y promover la consulta y aprovechamiento

público e impulsar la cultura del derecho a

la información.

El archivo nacional cumple con las fun-

ciones de preservar la memoria histórica de

México, estimular la conciencia cívica del

país, exaltar el sentimiento de unidad de la

nación, fomentar la construcción de una so-

ciedad democrática, impulsar la certidumbre

jurídica, promover la transparencia de la

actividad gubernamental, difundir la cultura

del rendimiento de cuentas, establecer po-

líticas públicas relativas a la preservación

documental de las instituciones nacionales,

y fungir como entidad archivística rectora y

de consulta del Poder Ejecutivo Federal.

En el Archivo General de la Nación se

resguardan los documentos fundamentales

del Estado mexicano y sus antecedentes

históricos: más de 51 km lineales de infor-

mación en diversos formatos; 866 grupos

documentales (fondos, secciones y series)

que incluyen 115 instituciones coloniales

-algunos de esos documentos han sido

declarados Memoria del Mundo por la

UNESCO-; 70 colecciones fotográfi cas con

180

aproximadamente 7 millones de imágenes

y negativos; documentos audiovisuales a

partir de 1960, entre otros, más de 63,000

videos; así como 64 millones de imágenes de

microfi lm de carácter genealógico.

El AGN da servicio a estudiantes y profe-

sores de nivel de educación media y superior,

a las comunidades campesinas, a las depen-

dencias y entidades del gobierno federal,

a los archivos de los gobiernos estatales y

municipales y a los archivos de los sectores

privado y social, a investigadores de la

historia nacional, a funcionarios de los

diversos poderes y órdenes de gobierno,

a las autoridades judiciales de diversas

competencias, a los agraviados por delitos

cometidos contra personas vinculadas con movimientos sociales y políticos del pasado,

a los medios de comunicación y, en general,

a la sociedad civil.

Por su dinámica actual, el Archivo mu-

estra resultados que en los últimos tres años

han marcado cifras sin precedentes:

El Registro nacional de archivos cuen-

ta con 1,025 acervos históricos inscritos

con sus datos básicos además de sus ins-

trumentos de consulta y de difusión para

préstamo en sala; se expiden alrededor de

24,000 folios certifi cados al año; se captan

más de 375,000 visitas por Internet, y se

expiden a la Administración Pública Federal

543 dictámenes de disposición documental

al año (bajas), que equivalen a 2,600 to-

neladas de documentos.

Se consultan más de 1.3 millones de ex-

pedientes o documentos anuales in situ:

AñoDocumentos

o expedientes consultados

Incrementoacumulado

2002 --

2003 18.9%

2004 36.2%

2005 65.6%

802,270

954,236

1,093,054

1,328,478

181

Cuenta con cerca de 3,600 investigadores vigentes.

AñoAltas de

investigadores

Refrendosde

credencialesde años

anteriores

Investigadorescon registro

vigente(altas y

refrendos)

Incrementoacumulado

2001 1,150 -- 1,150 --

2002 1,844 -- 1,844 61%

2003 2,750 537 3,287 86%

2004 2,703 755 3,458 101%

2005 2,619 977 3,596 212%

182

Una de las diversas funciones que tiene a su cargo el AGN es la de expedir copias certifi cadas de los documentos originales existentes y que son solicitadas por el público. Esta función fue asignada a la institución desde el siglo XIX y la podemos ver plasmada en los diversos reglamentos

1 “Art. 97. Si algunos interesados, así cuerpos como personas particulares, necesitaren algunos documentos para afi anzar sus derechos ú otros usos, acudiendo al director por escrito con expresión de las causas, y no tratándose de negocios reservados, se les deberán dar las razones o las copias que pidieren, siempre que el espresado director no pulsare inconveniente alguno; mas si encontrare algún obstáculo lo manifestará á la parte, y si ella insistiere, sin embargo, en su solicitud, aquel gefe consultará al gobierno, acompañando los antecedentes á su informe para obrar según se le prevenga. “Art. 98. Todos los estractos, razones y copias que se espidan, irán marcadas con el sello de la ofi cina, autorizados por el director, y con la constancia de estar exactamente cotejados y corregidos; que fi rmará el ofi cial primero…”Reglamento del Archivo General y Público de la Nación, México, Imprenta de la Sociedad Literaria, 1846, p. 16.2 “Art. 56. Si algunos interesados, sean ya corporaciones ó particulares necesitaren algunos documentos para afi anzar sus derechos ú otros usos, los solicitarán de las autoridades judiciales con cuyo mandato el Director dispondrá la espedición de las copias que pidieren, siempre que el espresado Director no pulsase inconveniente; mas si encontrase alguno, lo manifestara al secretario de Negocios Extranjeros acompañando los antecedentes y su informe para obrar segun convenga.”“Art. 58. Todos los estractos, razones y copias que se espidan, irán marcadas con el sello de la ofi cina, autorizados por el Director y con la constancia de estar exactamente cotejados y corregidos, que fi rmará el ofi cial primero…”“Reglamento del Archivo General y Público del Imperio”, en Periódico Ofi cial del Imperio Mexicano, t. I, núm. 28, martes 22 de septiembre de1863, p. 2 [publicado en partes los días 17, 19 y 22 de septiembre].

que ha tenido el AGN. Así lo establecía en sus artículos 97 y 98 del año 1846.1 El Re-glamento de 1863, correspondiente a la Regencia del Imperio, mostraba, respecto de la mencionada atribución, modifi caciones que no afectaban su contenido.2

A su vez, el Reglamento de 1865 acusaba

Cinco de cada 10 investigaciones son académicas.

183

un solo cambio, el cual se refería a la au-toridad a la que habría de acudir el directordel Archivo en caso de inconveniencia en la expedición de copias certifi cadas.3

Por su parte, el Reglamento de 1920 esti-pulaba:4

“Art. 1º. El Archivo General de la Nación tiene por objeto:

“B. La expedición de copias certifi cadas de los títulos primordiales, mercedes, planos y demás instrumentos originales existentes en él, que de alguna manera puedan ser utilizados por el público (…)”

En tanto que el Reglamento de 1946, aún vigente, expedido por el presidente Manuel Ávila Camacho, reafi rma:5

“Art. 1º. El Archivo General de la Nación tendrá a su cargo:

“IV. La expedición de copias certifi cadas de los títulos principales, mercedes, planos y demás instrumentos originales existentes en él que de alguna manera puedan ser utilizados por el público (…)”

Más relevante aún resulta el artículo 37:

“Las copias certifi cadas y autorizadas por el Archivo General de la Nación, harán fe en

todos los Tribunales, Juzgados y Ofi cinas de la República (…)”

Con estas funciones el AGN se hermana con otras instituciones del Estado mexicano en el fortalecimiento de los principios de legalidad, certidumbre y seguridad jurídicas.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL BOLETÍN DEL AGN

Por otra parte, para difundir el patrimonio documental de nuestra patria, desde su fundación, el AGN publica colecciones his-tóricas en volúmenes fruto de sus labores llamadas en años pasados simplemente Publicaciones del Archivo General de la Nación. Entre los títulos sobresalientes del siglo pasado destacan: Proceso inqui-sitorial del Cacique de Texcoco (1910), Fr.Gregorio de la Concepción y su proceso de incidencia (1911), Procesos de indios idólatras y hechiceros (1912), Constituciónde 1812 en la Nueva España (1912,1913),El proceso del caudillo de la independencia Dn. Mariano Matamoros (1918), La vida colonial (1923), Documentos para la historia de la guerra de Independencia, 1810-1821.Correspondencia y diario militar de don Agustín de Iturbide, 1814 (1923, 1927), LaIglesia y el Estado en México (1927), Tresconquistadores y pobladores de la Nueva

España (1927), Estado general de las fun-

3 “Art. 30. […] lo manifestará al Ministerio de Estado, […]”“Reglamento del Archivo General y Público del Imperio”, en El Diario del Imperio, t. I, núm. 85, miércoles 12 de abril de 1865, p. 355.4 “Reglamento del Archivo General de la Nación”, en Diario Ofi cial, Secretaría de Gobernación, t. XVI, núm. 27, sábado 2 de octubre de 1920, p. 504.5 “Reglamento del Archivo General de la Nación”, en Diario Ofi cial de la Federación. Órgano del Gobierno Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, t. CLV, núm. 38, sábado 13 de abril de 1946, p. 1.

184

daciones hechas por D. José de Escandon

(1929), entre otros muchos.

Más tarde, en 1930, el coronel Carlos

Riva Palacio, secretario de Gobernación,

propuso al presidente de la República la

conveniencia de crear un:

“(…) órgano periódico, que a semejanza de

los que editan otras instituciones similares

en los países cultos, sirva para la publicación

y propagación de sus manuscritos históricos,

muchos de ellos importantes no sólo para

eruditos y especialistas de la materia, sino

para un mayor número de lectores na-

cionales y extranjeros, interesados en el

estudio de nuestras tradiciones históricas,

la azteca y la española, cuyo conocimiento

ayuda a explicar nuestras características

idiosincrasias raciales (…)”6

Para ello se dictó el siguiente acuerdo:

“UNICO. Se autoriza la publicación de un

Boletín Bimestral, órgano del Archivo General

de la Nación, Departamento dependiente de

esta Secretaría, y cuyo primer número deberá

de aparecer el próximo mes de septiembre.”7

6 Guadalupe Pérez San Vicente, “Guía de los tomos I al XXI, 1930 -1950. Nota”, en Boletín del Archivo General de la Nacion, México, t. XXI, núm. 4, octubre- noviembre- diciembre, 1950, p. 489.7 “Acuerdo del C. Secretario de Gobernación”, en Boletín del Archivo General de la Nación, México, t. I, núm.1, septiembre-octubre, 1930, p. 1.

LAS SERIES DEL BOLETÍN

Primera Serie

En el periodo de Rafael López como director

del Archivo General de la Nación se inició la

publicación del Boletín y su primer número

correspondió a septiembre-octubre de 1930.

Rafael López fungió en el cargo desde 1920

hasta el 16 de julio de 1943, fecha de su

muerte. A fi nales de ese mismo año fue

designado director general Julio Jiménez

Rueda, quien ocupó el cargo hasta 1952.

Posteriormente, José Romano Muñoz fue

nombrado director, pero permaneció un

periodo breve; en su lugar ingresó Manuel

Bartolomé Trens, quien se mantuvo en el

puesto hasta 1959. A todos ellos les corres-

pondió editar la primera serie.

El formato con el que nació el Boletín

fue de 20 x 16 cm, con un número de pági-

nas que fl uctuaba entre 150 y 200, con una

tirada de 1,000 ejemplares.

Las portadas de la primera serie del

Boletín fueron de tres tipos:

• El sumario de cada número apareció

inicialmente, hasta el primero del tomo VII, en

amarillo; los siguientes fueron de color gris.

185

• En 1937, cuando el Archivo General de

la Nación dejó de depender de la Secretaría

de Gobernación para ser adscrito al De-

partamento Autónomo de Prensa y Publi-

cidad, se creó el segundo tipo de portada

que muestra un águila enmarcada en una

ancha franja de color, viñeta que como

muchas de las carátulas posteriores se de-

ben a Francisco Díaz de León.

• El tercer tipo de portada fue hecho a

tres tintas con una viñeta central. Las viñetas

reproducen fi guras de códices existentes

en el propio Archivo General de la Nación,

uniformes, embarcaciones coloniales, distintas

monedas acuñadas o que, en su caso, ilustran

los documentos publicados.

Desde su creación y hasta el año de

1937 se imprimió en los Talleres Gráfi cos

de la Nación; después, en los Talleres Grá-

fi cos de la Escuela Vocacional de Tlalpan,

y al fi nal de la primera serie en la Escuela

Orientación para Varones, dependiente de

la Secretaría de Gobernación. El papel que

se utilizó al principio de la primera serie fue

marfi l, después marfi leño y, por último, fue

“discreto” chebuco.

En esta serie el Boletín contenía, entre

otros, los estudios introductorios, la presen-

tación y descripción de diversos ramos

documentales, una documentación epistolar,

una sección dedicada a la transcripción

paleográfi ca y una relación de las obras de

adquisición reciente para el Fondo Propiedad

Artística y Literaria, al igual que los registros de

personas que habían consultado manuscritos

y copias certifi cadas del Ramo de Tierras. La

última sección estaba dedicada a la lista de

publicaciones editadas por el Archivo General

de la Nación. Los periodos estudiados y

presentados van desde el siglo XVI hasta los

primeros años del siglo XIX.

El total de números publicados en esta

serie de 29 años fue de 126, distribuidos en

30 tomos, en el siguiente orden:

1930 T. I 2 núms. 1940 T. XI 4 núms. 1950 T. XXI 4 núms.

1931 T. I I 6 núms. 1941 T. XII 4 núms. 1951 T. XXII 4 núms.

1932 T. I I I 4 núms. 1942 T. XIII 4 núms. 1952 T. XXIII 4 núms.

1933 T. IV 6 núms. 1943 T. XIV 4 núms. 1953 T. XXIV 4 núms.

1934 T. V 6 núms. 1944 T. XV 4 núms. 1954 T. XXV 4 núms.

1935 T. VI 6 núms. 1945 T. XVI 4 núms. 1955 T. XXVI 4 núms.

1936 T. VII 4 núms. 1946 T. XVII 4 núms. 1956 T. XXVII 4 núms.

1937 T. VIII 4 núms. 1947 T. XVIII 4 núms. 1957 T. XXVIII 4 núms.

1938 T. IX 4 núms. 1948 T.XIX 4 núms. 1958 T. XXIX 4 núms.

1939 T. X 4 núms. 1949 T. XX 4 núms. 1959 T. XXX 4 núms.

186

Las páginas de estos números contienen

los nombres de los más destacados his-

toriógrafos de la primera mitad del siglo XX,

entre ellos Luis González Obregón, Rafael

López y Nicolás Rangel. Poco a poco, fueron

sustituidos por Julio Jiménez Rueda, Ed-

mundo O’Gorman, Francisco González de

Cossío, Ernesto de la Torre, Jorge Ignacio

Rubio Mañé, por mencionar a algunos, y

sobresalen los historiadores Fernando Oca-

ranza, Alonso Caso, Manuel Carrera Stampa,

Luis Híjar y Haro, Genaro Fernández Mac

Gregor y José Bravo Ugarte.

Segunda Serie

En enero de 1960 comienza la segunda serie

del Boletín, al tomar posesión de la dirección

Jorge Ignacio Rubio Mañé. Se conserva el for-

mato de 20 x 16 cm y el número de páginas

fl uctúa entre 150 y 800, con tiraje de 1,000

ejemplares.

Esta serie fue trimestral y de estructura

temática, cada número incluía documentos

históricos pertenecientes a un periodo.

Así mismo, presentaba dos o más grupos

documentales, trabajos paleográfi cos con

notas al calce, introducción y apéndice, así

como un apartado de facsímiles. Incluía,

además, la presentación de índices de

diversos ramos documentales y la relación

de publicaciones que había recibido el Ar-

chivo. Los principales periodos trabajados en

esta serie fueron los siglos XVII y XVIII.

El total de números publicados en esta

serie de 16 años fue de 49 (de éstos, 12 fueron

semestrales), distribuidos en 13 tomos, en el

siguiente orden:

1960 T. I 4 núms. 1965 T. VI 4 núms. 1970 T. XI 4 núms.

1961 T. II 4 núms. 1966 T. VII 4 núms. 1971 T. XII 4 núms.

1962 T. III 4 núms. 1967 T. VIII 4 núms. 1972-1976 T. XIII

1963 T. IV 4 núms. 1968 T. IX 4 núms.

1964 T. V 4 núms. 1969 T. X 4 núms.

187

Con periodicidad semestral aparecieron, del tomo v, el número 3-4; del tomo VII, el número 1-2; de los tomos VIII al XII, todos los números, y el tomo XIII se realizó para dar continuidad al Boletín, que por diversas razones no había aparecido durante varios años.

Entre las personas destacadas que colaboraron en esta etapa se encuentran el propio Rubio Mañé, Ernesto Lemoine Villicaña, Mercedes Meade Esteva, José Luis Alanís Boyso, Ramón Sánchez Flores, Miguel Civeira Taboada y Eduardo Báez Macías.

Tercera Serie

Alejandra Moreno Toscano fue designada directora general del Archivo General de la Nación en 1977 y con ella se inicia la tercera serie.

Los primeros números de esta serie del Boletín fueron misceláneos, tanto en su temática como en los periodos cronológicos tratados. Presentan temas del siglo XVI hasta el siglo XX, con pequeñas introducciones y la reproducción de documentos de forma total o parcial. Incluía una sección de avisos referentes al programa de servicio social, instituciones que prestan sus servicios,

créditos de coautoría por la colaboración y el asesoramiento documental brindado. Más adelante, el Boletín adquirió una estructura temática que permaneció hasta 1988, año en que dejó de editarse.

El primer número correspondió a abril-junio de 1977, con un nuevo formato de 27 x 22 cm, y tiraje de 1,500 ejemplares.

En la edición de esta serie se contó con un Comité Editorial en el que fi guraban José R. Guzmán Rodríguez, Celia Medina Mondragón y José Luis Mirafuentes Galván. En este primer número se anuncia el traslado del Archivo al Palacio de Lecumberri.

Esta nueva serie el Boletín mostró un cambio sustancial. Dejó de ser la publicación ocupada preferentemente de la historia colonial, para convertirse en difusora de la historia contemporánea.

En febrero de 1983 asumió la dirección Leonor Ortiz Monasterio, quien continuó con la publicación del Boletín en un formato semejante.

Esta serie se publicó de manera tri-mestral. El total de números publicados du-rante 11 años fue de 34, distribuidos en 12 tomos en el siguiente orden:

1977 T. I Núms.

1-3

1981 T. V Núms.

15-18

1985 T. IX Núm. 30

1978 T. II Núms.

4-6

1982 T. VI Núms.

18-21.

1986 T. X Núm. 31

1979 T. III Núms.

7-10

1983 T. VII Núms.

22-25

1987 T. XI Núms. 32-33

1980 T. IV Núms.

11-14

1984 T. VIII Núms.

26-29

1988 T. XII Núm. 34

188

Tras el Boletín número 18, correspon-diente a octubre-diciembre de 1981, el de enero-marzo se caracterizó por consagrar-se a la historia del Palacio de Lecumberri. El número 30, de enero-marzo de 1985, se dedicó a Toribio Esquivel Obregón. Durante el resto de ese año se dejó de publicar el Boletín, reanudándose en 1986 con el número 31, que cubría de enero a diciembre, en el cual se homenajeó a Edmundo O’Gorman. Los siguientes números, 32 y 33, fueron semestrales. El último número de esta serie (34) fue anual, dedicado a “Las patentes de invención durante el siglo XIX”.

En esta serie colaboraron personalidades como Luis González Obregón, Ernesto Lemoi-ne Villicaña, Elías Trabulse, Cayetano Reyes García, Teresa Rojas Rabiela, Erasto Brito

Brito, José Enrique Ampudia Melo y José Luis Mirafuentes Galván.

Cuarta Serie

En junio de 1994 es nombrada directora del Archivo General de la Nación Patricia

1994 Otoño Núm. 1 1995-

1996

Diciembre-

marzo

Núm. 6 1998 Julio-diciembre Núm.

111994 Invierno Núm. 2 1996 Abril-junio Núm. 7 1999 Enero-marzo Núm.

12

1995 Verano Núm. 3 1996-

1997

Julio-marzo Núm. 8 1999 Abril-junio Núm.

131995 Primavera Núm. 4 1997 Abril-diciembre Núm. 9 2001 Otoño Núm.

141995 Otoño Núm. 5 1998 Enero-junio Núm. 10

Galeana. Con ella vuelve a publicarse el Boletín, suspendido desde 1988.

La cuarta serie del Boletín retoma diferentes aspectos de las series anteriores: se publican ensayos de historiadores, artículos sobre documentos inéditos acompañados de sus facsímiles y de la transcripción corres-pondiente, descripciones de grupos do-cumentales, reseñas de publicaciones y ex-posiciones -fruto del trabajo de investigación realizado en el AGN- y una sección informativa sobre las actividades desarrolladas por la institución.

El primer número correspondió al otoño de 1994, bajo un nuevo formato de 22 x 15 cm, con una tirada de 2,000 ejemplares.

Al principio, esta serie se publicó de manera trimestral. En total, en siete años se publicaron 14 números, en el siguiente orden:

En noviembre de 1999 es nombrada directora del Archivo Stella María González Cicero. Le da continuidad a la publicación del Boletín de la cuarta serie –el cual in-terrumpió su publicación en el segundo semestre de 1999– con el número 14, publi-cado en otoño de 2001. Se tiraron sólo 300

189

ejemplares. Algunos nombres reconocidos que colaboraron en esta serie fueron SilvioZavala, Ernesto Lemoine Villicaña, Luis Jáuregui, Clementina Díaz y de Ovando, Guadalupe Pérez San Vicente, Sergio García Ramírez, Elías Trabulse, Miguel León-Portilla, Omar Guerrero, Vicente Quirarte, Javier Garciadiego, Ernesto de la Torre Villar, Virginia Guedea, Alicia Salmerón Castro, Emilio O. Rabasa y José Manuel Villalpando César.

Nueva Época (Quinta)

Stella María González Cicero, siguiendo los criterios similares, inauguró en 2001 una nueva época del Boletín, yuxtapuesta al mencionado número 14 de la cuarta serie. El número 1 comprendió enero-mayo con tiro de 1,000 ejemplares y formato de 22 x 15 cm; los números 2 al 4 tuvieron un tiraje de 300 ejemplares.

Esta época se caracteriza por haber publicado documentos históricos resguar-dados en los fondos documentales entonces estudiados, organizados o descritos por los integrantes del Archivo en su trabajo diario, así como noticias de los fondos documentales más consultados y de las instituciones nacionales y extranjeras que hi-cieron consultas en el Centro de Referencias documentales del AGN.

El total de números publicados en los dos últimos años de esa administración fue de 4, en el siguiente orden:

2001

2001

2001

2002

Enero-mayo

Julio-septiembre

Octubre-diciembre

Enero-marzo

Núm. 1

Núm. 2

Núm. 3

Núm. 4

En esta etapa se abrieron las puertas a historiadores jóvenes que laboraron en la institución como Ignacio Silva Cruz, Librado Silva Galeana, Juan Hernández López, San-tos Herrera de la Rosa, Mariana Berenice Gayosso Martínez, Adriana Jiménez Mora, Marlene Pérez García, Raúl Alberto González Lezama, Gabriela Sofi a González Mireles y Manuel Fernández de Aguado.

Sexta Época

En febrero de 2003, con la actual admi-nistración del Archivo General de la Nación, se impulsó la sexta época del Boletín. Se decidió retomar las características prin-cipales de las anteriores épocas, y se dividió su contenido en secciones: la primera, GALERÍAS, está dedicada a la reproducción de documentos y materiales gráfi cos del acervo del AGN y a la divulgación de investigaciones realizadas en el mismo; la segunda, PANÓPTICO, se concentra en un tema monográfi co elegido para cada número y reúne textos de diversos estudiosos; PORTALES

es un es-pacio pensado para dar noticia de

190

2003 Agosto-octubre Núm. 1 2004 Julio-septiembre Núm. 5 2005 Julio-septiembre Núm. 9

2003 Noviembre-diciembre Núm. 2 2004 Octubre-diciembre Núm. 6 2005 Octubre-diciembre Núm. 10

2004 Enero-marzo Núm. 3 2005 Enero-marzo Núm. 7 2006 Enero-marzo Núm. 11

2004 Abril-junio Núm. 4 2005 Abril-junio Núm. 8 2006 Abril-mayo Núm. 12

otros archivos del país o el extranjero; la sección CALEIDOSCOPIO sirve para publicar las actividades promovidas por el propio AGN; en PUBLICACIONES se incluyen reseñas breves que describen las novedades editoriales de la institución y, eventualmente, de alguna otra; y, por último, ECOS está dedicada al rescate y comentario de documentos relacionados con personajes de trascendencia, según el tema en turno.

Con un nuevo formato de 21.5 x 15 cm, el número 1, dedicado a las “Migraciones”, apareció en agosto-octubre de 2003. El nú-mero 2, con el tema “Por los archivos del sur”, correspondió al bimestre noviembre-diciem-bre de ese año y, desde entonces, volvió a ser trimestral. El número 3 corresponde al tema “Celebraciones públicas”; el 4, a “Transporte”; el 5, a “Inquisición”; “La población negra” se trató en el número 6; “Fronteras de la frontera sur” en el 7; “Ingenio musical” en el

8; el número 9 se dedicó al “Fotoperiodismo”; el 10 a “Indígenas oprimidos y rebelados”; el 11 se titula “Rincones de Oaxaca” y se ocupa de aspectos sociales, políticos, económicos y geográfi cos de dicho estado; y, fi nalmente, el número 12, el más reciente, se refi ere al tema “El Indiferente Virreinal del AGN”, del que más adelante se dará cuenta y que será

motivo de tres números más.Cada número es de 200 páginas y se

imprimen 1,000 ejemplares en papel bond ahuesado de 90 gr. Se optó por presentar un diseño atractivo y moderno con portadas de color magenta con una combinación de colores en el lomo que cambian año con año y que ostentan fotografías provenientes de la fototeca del Centro de Información Gráfi ca.

Hasta el número 12, de abril-junio de 2006, los números han tenido el siguiente orden:

191

Puesto que una de las fi nalidades

principales de esta sexta época del Boletín

es ampliar la convocatoria a diferentes di-

sciplinas, y hacerlo atractivo a lectores de

diversas formaciones, en sus páginas fi guran

nombres tan diversos como los de Margo

Glantz, Ángeles González Gamio, Justus

Fenner, Andrés Fábregas Puig, Dorothy Tank

de Estrada, José Ortiz Monasterio, Martin

Austin Nesvig, Jan de Vos, José Antonio Robles

Cahero, Antonio Corona Alcalde, Hermes

Tovar Pinzón, John Mraz, Rosa Casanova,

Dionicio Morales y Daniela Traffano.

Cabe mencionar que a partir del número

12 y los tres siguientes del ejercicio 2006,

estarán dedicados a la difusión del material

perteneciente al Indiferente Virreinal y

en proceso de clasifi cación, donde se han

descubierto documentos y mapas de enorme

valor, con escritos de jóvenes estudiantes de

historia que participan en la descripción

documental mencionada.

Este proyecto forma parte de otro

más vasto, el cual, con motivo del cuarto

centenario de la publicación de El ingenioso

hidalgo don Quijote de la Mancha, fue

convenido por la Fundación del AGN con el

Ministerio de Cultura de España. Precisamente

la tercera fase del proyecto consiste en la

identifi cación y descripción del mencionado

fondo documental Indiferente Virreinal,

valiosa documentación integrada por frag-

mentos de los 115 grupos documentales

correspondientes a las instituciones virreinales

de la época, organizadas principalmente en tres

fondos documentales: Secretaría de Cámara,

Tribunales y Patronato Eclesiástico. Luego

de una depuración, el total del Indiferente

constituye un acervo de aproximadamente

4,300 cajas de distintos tamaños que suman

cerca de 780 metros lineales de documentos.

El número de documentos sin identifi car,

ordenados parcialmente, o bien en proceso

de organización durante las diversas etapas

por las que pasó la institución, propició

el crecimiento del Indiferente por ser un

ramo “que no tenía un lugar específi co

en la administración virreinal”, se integró

con material sin clasifi car o en proceso de

clasifi cación y a la fecha quedó sin organizar.

Entre marzo y junio de 2005 se hizo una

primera exploración en el Indiferente y un

grupo de cuatro jóvenes historiadores descri-

bió 3,863 expedientes, equivalentes a cerca de

65 m lineales de documentos en 543 cajas.

De septiembre de 2005 a marzo de 2006 se

han dedicado a la identifi cación y descripción

de este acervo 33 jóvenes estudiosos de

la historia. Hasta fi nales de marzo, se han

descrito más de 94,000 expedientes o

documentos, equivalentes aproximadamente

a 425 m lineales en 3,766 cajas. La etapa de

conclusión cubrirá el periodo abril-octubre

con un grupo de 55 historiadores y 18

capturistas.

Se han encontrado en esta exploración

documentos notables como un Juicio de

1536, de Francisco de Olmos contra Beatriz

Bermúdez su mujer y Rodrigo de Guzmán,

por adúlteros, cuyo juez fue Fray Juan de

192

Zumárraga, el primer obispo de México; una

Bula de Clemente VII concedida a la orden de

Santo Domingo para las islas Fortunadas que,

entre otras indulgencias, da facultad para

dispensar en comer carne los días prohibidos,

de 1533; una Petición para que pueda correrse

a la impresión de un lunario que ya ha sido

dictaminado sin encontrarse falta alguna

en él ni ningún otro inconveniente para su

impresión (con la fi rma autógrafa de Carlos

Sigüenza y Góngora), de 1675; un expediente

con planos trazados por Manuel Tolsá para el

Establecimiento de cementerios ventilados,

de 1809; otra Bula de Julio III concedida al

general de la Orden de Nuestro Padre Santo

Domingo en que arroga cualesquier gracias

para que los súbditos ejerciten confesiones

sin aprobación de sus superiores, de 1554;

la constancia del traslado de una Copia del

testamento de Martín Cortés, y el Edicto

de excomunión del cura de Dolores, don

Miguel Hidalgo y Costilla, sólo por citar unos

ejemplos de la extraordinaria riqueza del

Indiferente Virreinal.

193

JOYAS DEL MES

Julio

Agosto

Álvaro Obregón

Asesinato de León Trotsky

EXPO

SICI

ONES

Lugar Fecha Evento

Sala de Banderas

Sala David Alfaro Siqueiros

STPC Metro• Estación Consulado

• Estación La Villa-Basílica

• Estación Candelaria

Julio–agostoSeptiembre-octubre

Julio–agostoSeptiembre–octubre

Julio

Agosto

Septiembre

LoteríaDemocracia en México

Marcas y patentesLotería

La otra ciudad de México

Marcas y Patentes

Símbolos patrios

Septiembre Aniversario luctuoso de José Clemente Orozco

Casa de culturaVenustiano CarranzaLázaro Pavin núm. 226Col. Jardín Balbuena

JulioAgostoSeptiembre

Benito JuárezMujeres del siglo xxLecumberri: de Palacio Negro a Palacio de la Memoria

194

195

PÁGI

NA

WEB

: w

ww

.agn

.gob

.mx

196

Publicaciones

197

TIERRA PROMETIDA

Alberto Álvarez Ferrusquía*

En su libro autobiográfi co De cuerpo entero, la escritora Ethel Krauze narra la llegada de su

estirpe a México:

“El 8 de febrero de 1931, el invierno veracruzano recibió con su inmenso sol a Jaya, Yoseph,

Moishe y Réizel, refugiados polacos.

“-Shíe -gritó Jaya-, ¡Shíe! -y el grito angustioso casi le hace desmayarse. Ella ya reconoció

al marido al que no había visto en un año, y que está entre la multitud.”1

El relato proviene de los recuerdos de Réizel Krauze, madre de Ethel, entonces de siete

años de edad.

Además de la memoria de Réizel, la llegada de los Krauze a México quedó consignada en

las fi chas que el Registro de Extranjeros del Departamento de Migración de la Secretaría de

Gobernación elaboraba para cada extranjero que ingresaba a territorio nacional, fi chas que

conserva el Archivo General de la Nación y que constituyen el núcleo del Estudio histórico

demográfi co de la migración judía a México, 1900-1950, CD-ROM interactivo realizado por el

Centro de Documentación e Investigación de la Comunidad Ashkenazí de México (CDICA).

El Estudio consta de diversas secciones: video histórico, estudio histórico, registros,

estadísticas y créditos. Las fi chas de registro de los Krauze son representativas tanto de la

riqueza de la información contenida en el fondo como de las difi cultades de acceso a dicha

información, previa a la realización de un instrumento de consulta específi co como lo es el CD:

las fi chas de Jaya y Réizel no están consignadas, las fechas de ingreso de Moishe y Yoseph no

coinciden (2 de febrero para Moishe, 8 de febrero para Yoseph, fecha esta última apuntada

1 Ethel Krauze, De cuerpo entero, México, UNAM, 1990, p. 21.

Bella Attie Sutton, Sofía Betech Tawil, Gloria

Carreño y David Placencia Bogarin, Estudio

histórico demográfi co de la migración judía a

México, 1900-1950 (CD-ROM), México, CDICA-AGN,

2005.

198

por Ethel y correspondiente al recuerdo de Réizel), el apellido materno fue castellanizado (Pajt

en las fi chas, Pacht en yidish), como lo fueron también los nombres de pila, lo cual deja en

manos de un anónimo funcionario migratorio mexicano uno de los más preciados recuerdos

familiares: “Una vez naturalizados mexicanos, los Krauze pasaron una noche entera pensando

y discutiendo sus nuevos nombres. Réizel se convirtió en Rosa, Moishe en Moisés, Yoseph en

José. Con Shíe tuvieron algunos problemas hasta que se decidieron por Saúl. Pero el confl icto

era Jaya; su traducción literal al español era ‘bestia’. Lo pensaron mucho. Clara -dijeron por

fi n- se va a llamar Clara. Porque sí. La familia pues, se hizo mexicana.”2

Los documentos publicados en el Estudio confi rman, complementan e incluso contradicen

también -de eso se hace la historia- los recuerdos familiares, en suma, responden a las interrogantes

que los descendientes de los inmigrantes se hacen cotidianamente: ¿de dónde venía el abuelo?,

¿cuándo llegó a México?, ¿qué edad tenía?, ¿cómo era?, preguntas planteadas mediante la

consulta de la base de datos elaborada en función de los registros consignados.

La base cuenta con campos de consulta por apellido, nacionalidad, lugar de nacimiento,

lugar y fecha de entrada; los registros completos adicionan nombre, fecha de nacimiento, sexo,

estado civil y ocupación del inmigrante. El análisis demográfi co de los datos de ingreso (por

nacionalidad, género, estado civil, ocupación, edad y año de llegada) se presenta en los gráfi cos

que conforman la sección Estadísticas.

El estudio histórico presenta tres breves pero documentados textos que se ocupan tanto

de las causas de la migración ashkenazita y sefaradita, como del proceso migratorio que

permitió su llegada a México.

Ashkenazita es la designación medieval dada a los judíos alemanes a los que la persecución

llevó a asentarse en Europa oriental, especialmente en Polonia y Rusia; sefaradita, por su

parte, es el judío de origen ibérico al que la reconquista española expulsó hacia territorios árabes

que formaban el imperio otomano. Unos y otros vivieron, en sus lugares de origen, épocas de

tolerancia y paz, pero también sufrieron, a lo largo de los siglos, discriminación y persecución que

dieron lugar a la necesidad de emigrar a otros territorios.

El Nuevo Mundo, Norteamérica, fue el destino principal de los judíos a lo largo del siglo

XIX. México, dada su vecindad, fue un destino alternativo y transitorio para todos aquellos

inmigrantes que deseaban pasar a Estados Unidos, especialmente desde que, entre 1921 y

1925, la política migratoria norteamericana fue haciéndose paulatinamente restrictiva.

2 Ibid., p. 30.

199

3 AGN, Dirección General de Gobierno, 2,360 (29) 8144, Circulares de la Secretaría de Gobernación. Citadas en “Proceso migratorio”, en el Estudio…4 Ethel Krauze, op. cit., p. 23.* Historiador

La tercera década del siglo XX fue el periodo de mayor inmigración judía en México. La creciente

restricción norteamericana coincidió con la apertura migratoria mexicana propiciada por los

presidentes Obregón y Calles (cuya xenofobia se dirigía a los chinos).

La política migratoria mexicana cambiaría a partir de la crisis económica de 1929; ante el

creciente desempleo, poco a poco se establecieron restricciones a la entrada de trabajadores

inmigrantes de diversas nacionalidades: sirios, libaneses, armenios, palestinos, árabes, turcos,

rusos y polacos, precisamente los países de los que provenía la mayoría de los judíos. La medida

exceptuaba a los que vinieran a reunirse con familiares directos -dicha excepción permitió el

ingreso de la citada familia Krauze.

Hacia 1933, documentos confi denciales del Departamento de Migración de la Secretaría de

Gobernación consignaban: “Esta Secretaría ha creído conveniente atacar el problema creado

por la inmigración judía que, más que ninguna otra, por sus características psicológicas y

morales, por la clase de actividades a las que se dedica, resulta indeseable, y en consecuencia

no podrá inmigrar al país”.3

Sin especificidad antisemita, la cardenista Ley General de Población de 1936 contrajo

aún más el margen de posible inmigración judía mediante el establecimiento de cuotas

migratorias que facilitaban el ingreso de extranjeros asimilables (europeos occidentales)

y el establecimiento permanente mediante el matrimonio con mexicanos por nacimiento

-esta medida suponía que un varón judío que se casaba con una mexicana no tendría hijos

judíos, puesto que su identidad religiosa y cultural se hereda por línea materna-. La migración

judía se mantendría limitada a la reunifi cación de familias y se modifi caría apenas durante los

años de la guerra mundial mediante el establecimiento de la categoría de refugiado.A pesar de todo, pequeña pero signifi cativa en lo económico y cultural, la comunidad judía

ha prosperado en México bajo la preciada libertad que ratifi ca día a día lo que Shíe Krauze

supo desde la llegada a la que sería su tierra prometida: “Cuando bajé del barco en Veracruz,

un niño de pantalón blanco me dijo que llevaría mi maleta al tren. Creí que me robaría. Pero

cuando vi mi maleta en el tren, dije: esta es gente buena. Nadie me detuvo en la calle para

pedirme mi tarjeta de identidad, nadie me ha revisado mis papeles. Aquí me quedo, esta es

gente buena”.4

200

El Boletín del Archivo General de la Nación, núm. 13,6a época, se terminó de imprimir en

junio de 2006 en Talleres Gráfi cos de México.Se tiraron 1000 ejemplares.