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DE LA CIHERNECDOQUE A LA SISTEJ:LA.NTICA: USOS RITUALES Y }i'ETICHIS- TAS DE LA TEORfA DE SISTEMAS EN ANTROPOLOGfA. El siguiente ensayo reconoce ser, en alguna medida, un discu,r so ambivalente, casi esquizoide. Su tension se debe a que trata de conjurar, explicandolo, el fraeaso de las extrapolaciones historicamente dadas del modelo sistemieo a la antropologfa, al mismo tiempo que postula la necesidad de adoptar un marco de re ferencia congruente con 108 axiomas de la teoria de sistemas, - s1 es que se quiere constituir, alguna vez, una disciplina cien tifica. Esta tension es, por supuesto, inevitable. Reconocer 1; ambigUedad que hasta el dla de hoy ha sido connatural al alar- deado "cambio de paradigma" es un imperativo etico, tanto como epistemologico. No es posible hacer de cuenta que 10 que ha ve- nido pasando pOl.'"antropologia sistemica" constituye una estra- tegia promisoria, adecuadamente articulada, 0 una propuesta que dara sus frutos en cuanto se junten mas datos 0 se financi.en mas investigaciones. Basta ahora, las antropologias de base 8i~ temica (en general), se nos presentan como construcciones teorl cas hibridas e improvisadas que ni responden a los viejos inte- rrogantes ni formulan preguntas novedosas. En eate sentido, re- visar que es 10 que ha funcionado mal es un prerrequisito para la elaboracion de una teoria que funcione aceptablemente. Mas aun, cuando la adopcion de criterios sistemicoa con un sesgo eritieo es un instrumento para llegar a enunciados legaliformes y para examinar el problema de la causalidad en ciencias Bocia- les que no tiene oponentes te6ricos a la vista. Nuestra propaganda en favor de una "antropologia sistemica" no dirirne, desde ya, la disyuntiva entre un concepto cientifico (0 si se quiere, cientificista) de la disciplina y una propues- ta interpretativa, hermeneutica, humanistica 0 como se la quie- ra llamar. Esta cuesti6n ha de resolverse a priori, en otra ea- cala y en otro nivel de tipificacion. Habiendo examinado dete n l damente 108 planteamient08 de las tendencias interpretativas, encontramoe que discurren POl.' 10 comun en un plano de incerti- dumbre conceptual y de autocontradicci6n que de inmediato desc~ lifica su pertinencia para la problem'tica que aquf se desarro- lla (Reynoso 1986a, 1986b). De todas maneras, la alternativa que plantean es tan compleja y merece ser tratada con tanto de- tenimiento, que €sta declaraci6n, apodlctica y sucinta, no pue- de hacerle la menor justicia. Aqui preaupondremos sirnplemente que el discurso sistemico s610 tendra aentido a partir de una concepci6n cientffica de la antropologia, sin que el10 irnplique

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DE LA CIHERNECDOQUE A LA SISTEJ:LA.NTICA: USOS RITUALES Y }i'ETICHIS-

TAS DE LA TEORfA DE SISTEMAS EN ANTROPOLOGfA.

El siguiente ensayo reconoce ser, en alguna medida, un discu,rso ambivalente, casi esquizoide. Su tension se debe a que tratade conjurar, explicandolo, el fraeaso de las extrapolacioneshistoricamente dadas del modelo sistemieo a la antropologfa, almismo tiempo que postula la necesidad de adoptar un marco de referencia congruente con 108 axiomas de la teoria de sistemas, -s1 es que se quiere constituir, alguna vez, una disciplina cientifica. Esta tension es, por supuesto, inevitable. Reconocer 1;ambigUedad que hasta el dla de hoy ha sido connatural al alar-deado "cambio de paradigma" es un imperativo etico, tanto comoepistemologico. No es posible hacer de cuenta que 10 que ha ve-nido pasando pOl.'"antropologia sistemica" constituye una estra-tegia promisoria, adecuadamente articulada, 0 una propuesta quedara sus frutos en cuanto se junten mas datos 0 se financi.enmas investigaciones. Basta ahora, las antropologias de base 8i~temica (en general), se nos presentan como construcciones teorlcas hibridas e improvisadas que ni responden a los viejos inte-rrogantes ni formulan preguntas novedosas. En eate sentido, re-visar que es 10 que ha funcionado mal es un prerrequisito parala elaboracion de una teoria que funcione aceptablemente. Masaun, cuando la adopcion de criterios sistemicoa con un sesgoeritieo es un instrumento para llegar a enunciados legaliformesy para examinar el problema de la causalidad en ciencias Bocia-les que no tiene oponentes te6ricos a la vista.

Nuestra propaganda en favor de una "antropologia sistemica"no dirirne, desde ya, la disyuntiva entre un concepto cientifico(0 si se quiere, cientificista) de la disciplina y una propues-ta interpretativa, hermeneutica, humanistica 0 como se la quie-ra llamar. Esta cuesti6n ha de resolverse a priori, en otra ea-cala y en otro nivel de tipificacion. Habiendo examinado detenldamente 108 planteamient08 de las tendencias interpretativas,encontramoe que discurren POl.' 10 comun en un plano de incerti-dumbre conceptual y de autocontradicci6n que de inmediato desc~lifica su pertinencia para la problem'tica que aquf se desarro-lla (Reynoso 1986a, 1986b). De todas maneras, la alternativaque plantean es tan compleja y merece ser tratada con tanto de-tenimiento, que €sta declaraci6n, apodlctica y sucinta, no pue-de hacerle la menor justicia. Aqui preaupondremos sirnplementeque el discurso sistemico s610 tendra aentido a partir de unaconcepci6n cientffica de la antropologia, sin que el10 irnplique

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en 10 mas minimo la adopci6n de marcos positivistas estrechos: lasisternica, a fin de cuentas, se constituye sin renunciar a lacientificidad, como reacci6n explfcita contra el mecanicismo ycontra su modele analftico.

Con la teoria de los sistemas generales y can la cibernetica havenido a suceder aproximadamente 10 mismo que can la semi6tica.Surgida en el contexto de la corrlente pragmatista de la filoso-fia nortearnericana, la semi6tica ha servido tanto a la idea posi-tivista y conductista de la ciencia, en manos de Morris, como alproyecto de convergencia entre la fenomenologia y la teorfa antropo16gica en manos de Milton Singer. A au vez, la idea morrisiana-de la semi6tica, tal como fue desarrollada para au adaptaci6n alprotocolo de la unificaci6n de las ciencias esbozado pOI' loa con-ductistas en los anos '30, fue retomada recienternente por Apel p~ra realimentar UDa suerte de hermenfiutica post-fenomeno16gica.

El paraleliaIDo entre la semi6tica y Is teoria de sistemas no selimita al hecho de que eata dltima tambifin tuvo que ver con un Be~undo proyecto de ciencia unificada liderado pOI' ~rinker en 108'60, ni a su parejamente cuestionado "irnperialisIDo" epistemo16gi-co, sino que 10 mas significativo es que tambi~n ella ha termina-do sirviendo a intereses contrapuestos y a filosoffas inconcilia-bles. En ciencias sociales existe tanto una sistemica tide dere-cna" , encarnada en Talcott Parsons y en Amitai Etzioni, asociadaal aparato academico del establishment y seducida porIa idea delequilibrio social y la homeostasis, como existe asimismo una "si!!temica de izquierda", propugnada pOI' Wilden, que enfatiza el roldel desequilibrio y la morfog~nesis, y que busca cuestionar lasestructuras acadernicas y societarias mediante una "ret6rica gue-rrillera" (Wilden 1979:29).

Las rnismas dicotomfas resurgen en los ordenes teoreticos mas a-lejados del frente polItico. Tal parece que no importa cuAlessean 10s eaquemas a priori que se tengan en mente: siempre habrauna formulaci6n sistemica capaz de satisfacerl08. Bajo el signode la sistemica, habra espacio tanto para indagar profundamentela causalidad pOI' medio de ecuaciones diferenciales, automatas16gicoB y redea neurales, como para abolirla en nombre de la equifinalidad, la multifinalidad y los bucles de retroalimentaci6n.Los propios argumentos de los textos sistemicos de divulgaci6n(en especial 108 de von Bertalanffy), en su afan de no parecer i-deo16gicamente sesgados, abonan can entusiaSIDo esta polivalencia.

En suma, todo vale. No importa que al igual que jt'orrester,Mel!:dows 0 Cummings nos interese trazar un modelo del mundo para usode economistas y politicos, 0 que como Newell y Simon queramos

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construir solo un modelo del cerebra para esclarecimiento de 10spsieologos eognitivos. La sistemica y su floracion de teorias cQlaterales proporcionaran siempre 10 que sea necesario, par pocoque uno se tome el trabajo de convertirse a la nueva fe.

Cabe 80spechar, a todo esto, que las prestaciones contradicto-rias a que se yen sujetaa la siatemica y la cibernetica no ha-blan tan solo de una versatilidad inocente a de una objetividadincueationable; el uso de identicos marcoa de refereneia y delmismo acervo conceptual en empreaas signadas por prop6sit08 die!miles, obedece mas, segun creemos, a una falta de comprensi6n c~bal de sus verdaderos supu~stoa, que a au neutralidad a a un fe-nomeno de concordancia epistemologica. Ambaa estrategias, ciert~mente, se derivan de 0 pertenecen alas matematicas; pero las m~tematicss no aon par necesidad neutrales, aunque puedan aer siempre intrfnsecamente correctss. Los algoritmos y sus desarrollos7106 postulados y sua corolarios, no se desenvuelven espontanea-mente, par arbitrio 0 por impulso propio; es el matematico quienconduce la marcha del razonamiento, siguiendo ciertaa disyuncio-nes en detrimento de otras quiza mas promisorias, 0 eludiendociertas implicancias en beneficia de un enfasis sobre otros as-pectos, cuyas consecuencias Ie son ideologiea a filosofieamentemas gratas. Es as! posible, pongamos par caso, ejercer el razonamiento matematico a 16gico desde una optica positivista, como 10hizo Russell, 0 hacer derivar el formuleo para que eonsolide unpunta de vista fenomenoI6~ieo, como 10 hace Ren~ Thorn en su Teo-ria de Catastrofes, recientemente incorporada a 1a sistemica.

El problema no se origina ni se aeaba, sin embargo, en la fal-ta de neutra1idad a en la posibilidad de des-neutralizer los in~trumeot08 forma1es que se n08 ofreeen.Lo concreto es que aunquela sistemica y la cibernetica se p1antearon inicialmente como investigaciones fisico-matematicas en pas de algoritmos generalizables y de isomorfismos rigurosos, el cientifico social puede ha-cer suyos y extrapo1ar sus principios programatieos sin preocu-parse por comprender un apice el sentido de sus formulas. Estoque parece una bendici6n metodologica impone par e1 contrario unlimite infranqueab1e: sin formalizaci6n de alguna especie, el a-nalisis de 10s sistemas ~complejos no puede hacer mas que entonarhasta e1 hartazgo 108 mismos euatro a cinco estribil10s consabi-dos que 10s matematieoB han tenido 1a paciencia de consignar entodos los pr610gos. Para los antrop610gos formados segun el ca-non de las Humanidades, parecieran existir algo esi como modospautados de encubrir su desconocimiento de las matematicas ele-mentales: habitualmente, se acostumbra fingir una elecci6n eons-ciente y voluntaria de un punta de vista cualitativo, adueiendo

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razones esteticas 0 cODvicciones doctrinarias, 0 adoptando pa-ternalmente el apostolado de la divulgaci6n. Se insinua quelas complicaciones matematicas se han omitido para no abrumar81 lector; pero se deja creer que estan 10 8uficientemente amana como para respaldar 10 que uno dice.

Esto puede parecer dudosamente etico, pero de hecho es 10que ha sucedido con mayor frecuencia. Recorriendo 10s innumerables estudios que en 10s ultimos anos han escogido ya sea unaantropologfa 0 una sociologfa "sistemicas" como recurso tacti-co, es fAcil darse cuenta que todo 10 que se ha consumado nova m~s alIA de un proceeo masivo de traducci6u 0 recodifica-cion conceptual, que afecta a 108 nombres de las categories a-nalfticas, pero que deja intactos todos sus contenidos. Bastadecir "homeostasis" 0 "morfostasis" en lugar de "equilibrio","morfogenesis" en lugar de cambio, "retroalimentaci6n comple-jail 0 "causaci6n mutua" en vez de "indeterminacion causal", 0"transduccion de insumos informacionales" en vez de "percep-ci6n", para dar una impresi6n general bastante creible de com-promiso can el programa sistemico. Si donde antes se decla"una de dosll, se pone ahora "decision binaria", el efecto pue-de llegar a ser abrumador. En el fondo, mientras tanto, es po-sible seguir siendo fntimamente funcionalista, simbolista, fe-nomen6logo 0 materialista vulgar, confiando en que las connot~ciones agregadas por el aluvi6n de neologismos obren por sf solas el cambio de paradigma.

Si se 10 piensa bien, la soluci6n a la disyuntiva de plegar-se a 1a sist~mica y pasar por vanguardista, 0 seguir siendo 10que se era y ganar fama de retr6grado, es ~as bien de orden r~t6rico: el mero cambio de termino10gia aftade a cualquier cosaQue se diga el plus de significacion, la riqueza de matices yel fundamento epistemo16gico que otr08 (no importa qui~nes) yahan ganado para la causa. La metamorfosis de cualquier esquemateorico a estrategia sistemica no se logra como fruto de un r~planteamiento en profundidad, sino que se da como ro1adidura i-nercial al plano de la terminologia.

Existe, por 10 visto, un fetichismo sistemico en las cienciassociales, tanto como existe tambien una fobia antialstemica demas 0 menos igual grade de rigurosidad. Si 108 mismos que lahan adoptado suelen confundir el sentido de sus axiomas y notener de la teorfa de sistemas mas que una idea nebulos8, cue~ta creer que quienes la niegan a priori la hayan indagado me-jor, la manejen con soltura 0 la conozcan con la profundidadsuficiente como para fundamentar su reticencia.

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Marshall Sahlins, por ejemplo, eree invalidar e1 enfoque "elbernetieoll en su eonjunto demostrando debi11dades aparentea en10s estudios ecosistemicos de Vayda y Rappaport (Sahlins 1980:116-120). liacemos notar que este tipo de silogismos metonfmi-cas, en los que se eonfunde quiza intencionalmente la partecon el todo, configura algo asi como la marca de fabrica de laeplstemolog1a de Sahlins de diez afios a esta parte. Lo notabledel caso, sin embargo, no radica en que el juicio de eete au-tor sea en s1 mismo formalmente defectu080 (puesto que en an-tropologia es habitual generalizar induetivamente sin fundamento alguno), sino en que el enfoque "eeosistemico" de Vayda y -Rappaport ni es representativo del paradigma cibernetico alque dice 8uscribir, ni es otra cosa, como despu€s se ver~, queun analisis funcionalista clasico con algunos nombres cambia-dose

Chun Cho, Diener y Rabkin, para dar un ejemplo aun mas pate--tico, han cre1do poder deducir en beneficio de su postura neo-evolucionista, que la noci6n de IIretroalimentaci6n" de los cl-berneticos involucra nada menos que la reversibilidad del tiempo: de alIi que propusieran el concepto de feedforward para reempla~ar en 10 sucesivo al de feedback (Cho 1975; Diener y Ro~kin 1978:526). El argumento, desde ya, no soporta ni el mas benevolo contraste con la formulaci6n matematica y 16gica de laretroalimentaci6n tal como se la puede encontrar inclu80 en108 textos introductorios de la vieja guardia cibernetica (cf.Wiener 1985:55-70, 89-158).

Ahara bien: (Justifica la sistemica tanto revuelo, tanto fiQgimiento a su favor y tanto apasionamiento en au contra? Aun-que aquf se reconoce y se enfatiza que esta teoria ingres6 alcampo antropo16gico con el pie izquierdo, aposentandose inclu-sive en un nivel indebido de tipificaci6n, nos inclinamos sio-ceramente a pensar que sf. Sea cual fuere la validez integralde la propuesta sustentada por la teoria de los sistemas gene-rales (en adelante, TSG), 10 concreto es que 8U mismo punto departida, su base axiomatica, revBstirfa, de ser sostenida, uncaracter revolucionario para el desarrollo de las ciencias 80-ciales. La TSG se pastula como una sintesis apta para el estu-dio y la interpretaci6n de 10 que se ha dado en 11amar "compl~jidad organizada"; vale decir, de tod08 aquellos sistemas con~tituidos por multiples variables en interaccion compleja. Lasociedad humana, obviamente, caeria plenamente dentro de la d.ffinici6n de su objeto.

Si se interpreta la TSG no s610 como recurso heuristico, co-mo argumento a tener en cuenta 0 como almacen de modelos, sino

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mas justicieramente como paradigma, se tiene que au enunciadofundamental expresa que las organizaciones complejas no pue-den comprenderse a partir del comportamiento de cada una delas partes que la integran, consideradas secuencialmente ypor separado. La realidad de los sistemas, en una palabra, noas sumativa: el todo no es solamente mas que la suma de laspartes, sino que es esencialmente otra ~.

Todo esto equivale a decir que la atomizacion analitica, entanto metodo, asi como la causalidad lineal, en tanto princi-pia pervasivo, deben replantearse (si no abolirse) toda vezque el objeto considerado constituya un sistema. Desde estepunto de vista, es incontestable que la 2.ISG, aunque dlste parel momento de ser una teoria organica, aportarfa elementos dejuicio paradigmaticos suficientes como para justificar una revisi6n sustantiva de todo cuanto se ha dicho a proposito dediversas clases de sistemas (eco16gicos, sociales, culturales,mitograficos, etc) tanto en antropologfa como en otraa disci-plinas conexas. Siendo que ya no cabe esperar de los sistemasun comportamiento consonante con ideas intuitivamente validas,el paradigma sistemico incidiria dramaticamente, por ejemplo,en el disefio de las alternativas propuestas en 108 proyectosde Antropologia Aplicada. A su turno, en Antropologfa Teoretica resultara imposible seguir insistiendo en esquemas simpli~tas sobre la preponderancia estructural del orden simb61ico,de la tecnologia 0 del entorno ecologico en base a ejemplifi-caciones elocuentes, selectivamente escogidas, operando mas alla de todo modelo formal.

Pero no s610 se trata de eso. Metodologicamente, quiza 10que mAs importa de la TSG no radica en su discurso sobre 108sistemas mismos, sino en el postulado de au propia generali-dad; generalidad que seria tanto intrinaeca a 108 sistemas entanto objetos de estudio (los "sistemas generales", que sonlos abiert08 al contexto), como a los criterios bajo 108 quepuede subsumirse su interpretacion (la "teoria general"). LaTSG propone y auspicia, antes que nada, la posibilidad de ex-trapolar modelos de una disciplina 0 de una problematica a 0-tra, sobre la base del principio 16gico-matematico del isomo~fismo. La inspiraci6n y la legitimidad de este acto de arrojoepistemo16gico proviene de una larga serie de corroboracionesempiricas tcf. Rapoport 1984), que serfa inoportuno detallaren esta presentaci6n.

Se tiene entonces a mano la posibilidad de establecer undiacurso cuya conceptualizaci6n no estara ya marcada por aupertenencia hist6rica a una disciplina especifica, y que pue-

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de escoger ~una vez verificada la adecuaci6n de las analogfas)tanto met~foras consolidadas como procedimientoB matem'ticoBde predicci6n y control habituales en otroB territorios de laciencia. No sera preciso, por consiguiente, perpetuar la dico-tomla entre las ciencias "duras", capaces de enunciar leyeeformalee, y las ciencias "blandas", s610 susceptibles ak-Vers-tehen y a la descripci6n informal. ----

Puede verse ahora la cuadruple ventaja que, por 10 menos enlos papeles, presentarfa un enfoque sistemico. Se tiene, porun lado, un recurso de renovaci6n de las met~foras rigurosas,de las imagenes, de los similes, gracias a 10s cuales el obje-to (cualquiera sea) puede cualitativamente definirse y expre-sarse mejor. Por otro, se faculta la disponibilidad de innume-rables formalizaciones matemlticas, a veces tambi~n cualitati-vas como las de la topologia, la l6gica difusa y el algebra,mediante las que se podra predecir el comportamiento procesualy elucldar la estructura del obje"to. Ademas, dado que modelosequivalentes pueden llegar a dar cuenta de todos los pIanos fenomenicos, desde el organismo hasta el entorno eco16gico, re-sulta epistemo16gicamente respetable, por primera vez, plau-tear un enfoque integrativo y holista, capaz de evitar el des-pedazamiento conceptual del objeto en nombre de la especifici-dad de sus aspectos. Y, finalmente, se accede a un universoconceptual enorme, que puede instrumentarse para lograr en unaprimera ins tan cia la traducci6n de la jerga disciplinaria a unlenguaje generalizado, y para producir a la larga la tan pos-tergada unificaci6n de la ciencia, aunque por el momento hayaque contentarse con la integraci6n (seguramente pol~mica y le-janamente avizorada) de un pequeno fragmento de una sola disciplina.

Esta es la teoria, esbozada en un esquema brutal: su promesa,evidentemente, justifiea las maniobras no siempre limpidas desus propagandistas~ su desmesura, al misrno tiempo, explica ra-zonablem'ente el terror de sus criticos. Junto con ella se ofrece un inventario espeluznante de desarrollos matematicos y deformalismos 16gicos, pensados a la medida de problemas talescomo la delimitaci6n de los sistemas, la importancia relativade sus variables, el earacter cambiante de sus estructuras, larelaci6n entre los aspectos energeticos y los informacionales,y asf por el estilo. Algunas herramientas sistemicas resultanespecialmente aptas para las aplicaciones que nos interesan, cQmo es el caso de lateorfa de los conjuntos difusoB (fuzzysets), ideada por Lofti Zadeh en 1965, y que desde entonces hadado lugar a varios miles de articulos y a la fundaci6n de do-

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cenas de centros especializados, desde Amsterdam tdonde se edi-ta regularmente Fuzzy Sets and Systems) hasta Pekin (donde serealiz6 el Congreso de Matemdtica Difusa de 1980). Esta teoriafue disenada para formalizar toda situaci6n en la que 108 Ifmites del sistema, la definici6n de sus variables, sus contornos,sus valores 0 su naturaleza revistan algdn tipo d~ indefinici6no ambigUedad; su pertinencia para la antropologia, en la que Iiteralmente todo es ambiguo, parece ser bastante obvia.

Pero aSl como la sistemica acoge desarrollos de enorme poten-cialidad, su propia apertura ha ocasionado que resultara invadida par cuerpos te6ricos cuyos principios la contradicen abiert~mente. Nos referimos en particular a ese conjunto mastod6nticode metodos y t~cnica8,hecho a la medida de los comandos estra-tegicos y de las gerencias empresariales, que se ha dado en 11amar Irlvestigaci6n Operativa. Esta incluye toda una serie de 0--rientaciones complementarias, tales como la Teorfa de 1a Deci-si6n, la Teoria de 10s Juegos, la Teorfa de 1as Colas, 18 Pro-gramaci6n Lineal y la Programaci6n lJinamica, que se rigen uni-formemente par 1a fil080f1a del minimax (minimizaci6n de ries-gas, maximizaci6n de utilidades) y que se oponen de raiz a la8premisas del paradigma sistemico. Por empezar, el objetivo deestas "teoriasll manipulatorias no es el de analizar sistemas a-biertoB, sino el de planificar y optimizar el funcionamiento dedistintos tiPOB de organizacione8 en base a circunstancias gen~ralmente controlables y cifiendose en todo momento a la m~8 es-tricta razon utilitaria. tanto la Teoria de la lJeoi8i6n como aurama emancipada, la lJ..'eoriade los J'uegos, han entrado en crisisen la dnica esfera en la que podlan reclamar todavia cierta va-lidez, la de Is economia liberal \cf. Bunge 1985:109-121); suextensi6n hacia la problematica antropo16gica ~cf. barth 1959;Davenport 1960), que impone interpretar la actividad de todogrupo humano a la luz del minimax, tiene que verselas, en COtlsj!cuencia, con una doble relativizaci6n (cf. Read y Read 1970;watkins 19'(4). Eso, sin entrar en detalles a prop6si to del m~ssonoro fracaso que hasta el dia de hoy protagonizara la Investigaci6n Operativaf cuando los eficientistas que se gUiaban por ~11a perdieron au guerra en el Vietnam.

Los tres impedimentos restantes para el uso antropo16gico in-mediato de la TS~ pueden sintetizarse haciendo referencia a sucaracter provisional como formulaci6n; a la inestabilidad de suterminologia y a la incertidumbre que rodea a su status episte-mo16gico/ La 1'SG, junto con la Cibernetica, ha Bufrido y siguesufriendo transformaciooes en su ambito de origen que no siem-pre fueron incorporadas a sus reflejos en las ciencias 800iales;hay se habla tanto de la matematizaci6n de la si8temica, plante~

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da como alternativa frente a su biologicismo y a sus insinua-cionea te1eo16gicas inicia1es, como de una flSegunda Cibernetica", surgida a partir de la constataci6n de la insuficiencia-de los modelos homeostAticos. Lo que se puede sacar en limpiDde estas transformacionss, es que la antropologfa 8610 puedeextrapolar, en e1 mejor de 10s casos, fragmentos di1uidos deun cuerpo te6rico en estado de gestaci6n y en metamorfosisperpetua, sin hacer justicia alas criticas, replicas, contr~replicas y puntualizaciones que esos modelos suscitan en suscontextos de origen.

~n segundo lugar, el crunino hac1a los codiciados a1goritmosque atesora la TSG se encuentra obstruido por un conglomeradotermino16gico que oscurece justamente 10 que deberfa estarmas claro. A pesar que la teorfa sistemica presupone ser IIge_neralfl \ahf precisarnente eata la gracia), cad a autor se hacreido en libertad de rebautizar los conceptos segun el dictado de su imaginaci6n. Lo que Klir llama "objetoll, por ejemplo,es 11amado "sistema real" por Bertalanffy, "sistema" por I"lil-sum y "sistema concreto" por JVliller.JJo que Bertalanffy deno-mina "sistema coneeptuall! es aludido simplemente como Ilsiste-mall por Klir y como Ilmodelo" por Weinberg. La "actividad delsistema" de Klir es l1amada "linea de condueta" por Ashby,"sistema general temporal" por Mesarovie, "grafo crono16gico"por \II einberg y II clase de funciones ternporales" por Lo-f-¥Zadeh.Los ejemplos podrfan multiplicarse a voluntad. :t'lasaun, exis-ten otros tipos de desfaaajes, rnueho rn~8 delicados, en 10s quelaa denotaeiones de 108 terminos tienden a no coincidir, por10 que 10s predicados que se constituyen en base a el10s sondificilmente conmenaurables.

Subsiste, por ultimo, una discrepancia tan generalizada comola propia teorfa en 10 que se refiere a su status epistemo16g1co. La TSG es concebida a veces como "una teoria formal IItl'1esl!rovie, Maccia y Maccia, Heier, Wymore), otras como "una metodalogfa" \Ashby, Klir), una flheur:fstica II lVan Gigch), lIun meta-lenguajell (Lofgren), "una forma de pensar" lHertalanffy, Ohur-chman), "uDa busqueda de la simplificaci6n 6ptima'l (Ashby, Wei].berg), "un paradigma" (von Hertalanffy, Sengel), "una herramiellta educativa" \J:)oulding,Klir, Weinberg) 0 "una transdiscipli-nail (Rapoport, \II i1den). En una palabra, cuan do el antrop610goha realizado el inventario de 10s bienes que la sistemica Ie 0-f:rece, expurgado 1as intrusiones inservibles, asimilado las pUlltualizaciones que sUBcitan y elucidado el maremagnum termino16-gica, he aqui que tiene entre manos un objeto te6rico cuya nat,!:!ra1eza todavfa no es segura y que debe coordinar con e1 discur--so propiamente antropo16gico de una manera que nadie ha expueB-

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to aun con claridad.~o 8S de extrafiar, ni es responsabilidad exclusiva de los an-

trop610gos, que las investigaciones emprendidas bajo el signade la TSU no conformen pr'cticamente a nadie, y que DO puedan ~quipararse siquiera a 10 realizado con el auspicio de marcoste6ricos m~s modestos. No es necesario abismarse en sutilezasdiscursivas, ni fiscalizar 108 calculos matematicos, ni seguircon el dedo el flujo de los diagramas para darae cuenta que laantropologfa sistemica no ha logrado aun ponerse en marcha, yque la inercia de 108 modelos mecanicos y estadisticos tradlcionales hace que sus contradicciones sean todavf.a flagrantes. -

En el evolucionismo contemporaneo y en las teorias que alien-tan UD enfasis eco16gico podemos encontrar en contubernio nociQnes inspiradas explici tamente en la 'l'SGy categorias propiasdel analisis mecanicista. Hn una contribuci6n de Abbott Segra-ves, por ejemplo, hemos hallado que los sistemas sociocultura-1es se definen como "sistemas abiertos y activos, involucradosen iotercambios de informaci6n y energia con BUS respectivos ambientesll a trav€s de circuitos de retroalimentaci6n •.Pero todala ortodoxia sist~mica que trasunta este principio no condicecon el h~bito conceptual del ceterift paribUS, que impone la cOQdici6n de mantener invariables todas las demas relaciones mien-tras se analiza solamente 1a interacci6n entre dos componentesdel sistema:

"La condicion del ceteris 12aribus -expresa Segraves-es el fil0 de la navaja del razonamiento cientifico.Ciertamente, no seria posiole construir teorfas cien-tificas sin esta herramienta conceptual; una teorfaque no reconozca esta condici6n en sus proposicioneses un sistema cerrado inverificable compuesto de cha-chara negligenteli l,Segraves 1974:544).

Al contrario de 10 que supone Segraves, el ceteris Raribusrompe la organicidad del sistema, 10 desarticula, concentrandoseanaliticamente en el juego de sus partes separadas en vez de fo-ealizar sinteticamente su totalidad.

Los celebres estudios ecosistemieos de Roy Rappaport merecenotro tipo de critica. En el momento de au pUblicaci6n, "Pigs forthe Ancestors" fue la pieza mejor documentada de investigaci6nen Ecologia Cultural; sus diez apendices proporeionaban una reu-ni6n de datos sin precedentes sobre el clima, la producci6n agrlcola, la flora y los intercambios de energia entre una comunidady su ambiente. Sin embargo, estos datos no estan integrados de-ductivamente en el ane-lisis interpretativo de c6mo el ritual y .2.

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tras conductas simb61icas sirven como llmecanismos automaticosde regulaci6n". S6lo estan all!, pretendiendo actuar por 6smo-sis 0 por contigUidad, y rnuchas veces debilitando, en aparieo-cia, las ideas que deberfan confirmar tcf.Rappaport 196e; Mc-Arthur 19'(4:121). En otras palabras, el estudio, al igual queotros posteriores de la misma autoria, no constituye una demo~traci.60 rigurosa, cuanti tativamente fundamentada, de las cau-sas ecofisiologicas de laB respuestas conductuales humanas asus necesidades. A pesar de su rico trasfondo factico, el ana-lisis no es mas que una operaci6n ana16gica en la que las com-plejidades ecosistemieas, la aetivaei6n de 108 proeesos simb6-lieos y una impresi6n generalizada de causacion ambiental sonsugeridas plausiblemente, pero no articuladas oi resueltas endetalle. Al seguir el protoeolo, pero no las operaciones anal!ticas de la estrategiaecosistemica que el mismo propone, lasdemostraciones de Rappaport vuelven a parecerse a un conjuntode proposiciones funcionalistas clasicas (cf •.t>ennett1977).

Podrfamos seguir ejemplificando indefinidamente, encontrandocasi siernpre las mismas 0 pareeidas transgresiones a 10s prin-cipios sistemicos. Podriamos detenernos morbosamente en 1a cue~tionadatipo1ogfa de hor6scopo de Maruyama (1980), en los razo-namient08 insufriblemente esquematicos de Alfred Kuhn (1974) 0

en 1as incontables violencias formales de Fredrik barth (1959,1966), oscilante, como Abbott Segraves 0 como Richard Adams(1978), entre paradigmas opuestos. Y sin embargo, despues de tQdo, seguiriamos convencidos que una fundamentaci6n sistemicaconsecuente es el unico camino a seguir para la construcci6n deuna antropologia cientifica.

Entre los antrop6logos de 1as mas variadas tendencias se hahecho habito relativizar 0 no prestar atenci6n a 108 cuestiona-Gientos criticos, esquivando las areas de problematicidad quetoea propuesta te6rica trae consigo y presentando la propia i-cea como la mas aconsejable y la mejor. Aqui hemos optado por8uscitar 10 que es en el fondo un ejercicio de sutileza: discriDi~ar entre la carga de verdad y la potencialidad de una teoriay la fa1sedad e incoosistencia de sus rea1izaciones concretas.Y hacerse cargo, finalmente, que 10 que se tiene de ahora en mases un marco te6rico capaz del sacrificio supremo de cuestionarsea sf miSllO.

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