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7/23/2019 De la Historia y las novelas http://slidepdf.com/reader/full/de-la-historia-y-las-novelas 1/21 De la Historia y las novelas  José Luis Rodríguez del Corral Conferencia inaugural del X Encuentro de Investigadores Locales de Sevilla  1

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De la Historia y las novelas

 José Luis Rodríguez del CorralConferencia inaugural del X Encuentro de Investigadores Locales de Sevilla 

 

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Hace poco recibí el correo de un lector interesado en el Siglo de

Oro que me preguntaba por una novela histórica que describiera ese

período. Le contesté sin pensarlo mucho que había una estupenda

llamada El diablo cojuelo que tenía la ventaja de estar escrita

precisamente en esa misma época. Era una respuesta socarrona desde

luego, pretendía hacerle ver que si estaba interesado en la época debía

acudir a ella. No deja de ser curioso que personas que no han leído el

Quijote lean novelas históricas que hablan de la España del Quijote. O

que el interés por el pasado, tan apreciable en la abundancia de

producciones literarias, cinematográficas y televisivas, no suponga un

renovado interés por los clásicos, es decir por las voces efectivas de

ese pasado. Sin duda hay consideraciones de estilo, obstáculos léxicos

 y retóricos, muchos sin duda en el Diablo Cojuelo, pocos en

Cervantes, que hacen preferible al lector común la traducción a

nuestro tiempo que supone inevitablemente la novela histórica, con suconsiguiente traición con respecto a ese otro tiempo que se recrea con

nuestra óptica y no con la suya propia.

Valga como ejemplo que la traducción de obras clásicas de otras

lenguas se hace al lenguaje de cada momento y no al español

equivalente a la época en que fueron escritas. Del primer traductor deShakespeare al castellano al último hay una distancia enorme en la que

pueden observarse los distintos estilos de nuestra literatura. De hecho

sólo podemos traducir a nuestro tiempo y si quisiéramos trasladar el

inglés de Shakespeare al español de Cervantes nos resultaría

imposible. Del mismo modo cuando la novela nos acerca a los

personajes de otras épocas no sólo los hace hablar con nuestro

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lenguaje de hoy, también los viste con nuestro ropaje moral, por así

decirlo.

La tarea de la Historia es explicar las acciones de los hombres

de otras épocas por sus propios motivos y en sus términos, no en los

nuestros. Y es una tarea extraordinariamente difícil. La novela

histórica suele hacer justamente lo contrario y esa es la clave de su

éxito.

Desde luego para la Historia todas las novelas son históricas,

son registros históricos. Registros que además exceden en buena

medida a las obras de la historia misma. Ciertamente aprendemos más

de la sociedad romana con Marcial que con Julio César, y el Satiricón

muestra la vida común de Roma mejor que los Anales de Tácito.

Cualquier obra picaresca nos informa mejor de cómo era España hace

500 años de lo que pudieran hacerlo las obras históricas de eseperíodo. Esto ocurre porque la filosofía aspira a la verdad, y la dice. La

historia, que también aspira a la verdad, la cuenta; pero la novela, que

no aspira a la verdad, sin

embargo la pinta, por así

decirlo ! la leyenda que

hay en el monumento aVelázquez en Sevilla, en la

P l az a d e l Du qu e : A l

p intor d e l a ve r d ad ,

podría ponerse con justicia en la base de cualquier busto de

Cervantes ". Esto ocurre incluso a su pesar o sin pretenderlo. Como en

esos cuadros de asunto bíblico en que la escena se muestra con

3

 La filosofía aspira a la verdad, y la

 dice. La historia, que también

 aspira a la verdad, la cuenta; pero

 la novela, que no aspira a la

verdad, sin embargo la pinta, por

 así decirlo

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edificios y ropajes renacentistas. Esa palabra, escena, es la clave.

Cuando digo que la novela pinta quiero decir que es una narración que

representa, con lo que esa noción teatral supone para los sentidos y la

emoción. Y que su relación con la verdad, su autenticidad, no estriba

en los hechos narrados, que de antemano sabemos falsos, sino en la

 veracidad de su representación.

No voy a hablaros a vosotros de historiografía pero resulta

evidente, por otra parte, que la Historia hace mucho que no consiste

sólo en la narración fidedigna de los hechos del pasado sino también,

con las aportaciones de la arqueología o de la antropología, pretende

recrear ese pasado, mostrar cómo vivieron las gentes y no sólo contar

lo que hicieron. Las relaciones entre esta recreación del pasado y la

representación novelística constituyen el nudo y la conclusión de esta

conferencia, cosa que ya adelanto aunque primero deba seguirdevanando sus hilos.

Durante siglos la materia prima de la narración fue el pasado.

Sólo el tiempo anterior, y por tanto concluido, autorizaba el relato,

cuyo final era conocido por todos. La epopeya, la tragedia, se sitúan en

el pasado fabuloso o mítico, ya se trate de la Ilíada o del PrometeoEncadenado. Por supuesto Homero y Eurípides nos hablan con el

lenguaje de la Grecia de su tiempo, no con el de aquellos remotos a los

que se referían, pero sus obras son deliberadamente anacrónicas,

históricas, como las de Shakespeare, que eluden el presente, aunque

puedan aludirlo, pues así muestran la acción sin estar sujetos a su

incertidumbre. Ése es por cierto el modo más natural de proceder

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desmoronaban patéticos al encuentro con la realidad. El Quijote es la

figura ejemplar de este proceso, el caballero, el héroe de la antigua

novela !  y de mucha de la actual ", el hombre de acción que no duda, se

 ve convertido en un payaso y un loco.

Shakespeare aún pone el espejo de su arte ante la naturaleza

humana, por eso sus obras son casi todas fantásticas o históricas pues

es ahí donde se manifiestan las características genuinas de esa

naturaleza primordial. Cervantes, como antes el autor del Lazarillo o

Fernando de Rojas ! por cierto que La Celestina ejemplifica esa

transición de la comedia a la novela para describir el presente ", ponen

ese espejo del arte ante la sociedad de su tiempo. Y a los modernos les

encanta mirarse y disfrazarse ante ese espejo. En poco tiempo la

novela, género híbrido y nuevo como un injerto, arrebatará el cetro de

la literatura a la poesía y no sólo desdeñara la historia, como el quedijera que prefiere vivir a leer, sino que más tarde la amenazará

concibiendo la ficción como una especie de deliberado documento

histórico superior a la historia misma.

Sabedora de su fuerza la novela sucumbirá durante el siglo de las

Luces a la tentación de ser didáctica y el romanticismo volverá alpasado y a la historia para renegar de la razón. Esta primera novela

histórica, con marcos como la Escocia brumosa de Walter Scott,

supone una reacción frente a la incipiente revolución industrial, teme

el futuro científico y burgués que ya se atisba y para preservar la llama

de la fantasía emprende una cabalgada hacia el Medievo y resucita así

la novela de caballería o de aventuras, que tanto da. Pero el motivo

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por e l que se mira a l

pasado es distinto en este

r es u rg i r q u e e n l o s

tiempos anteriores a la

Edad Moderna, cuando

sólo el ayer, así fuera

f ab ul os o, p er mi tí a

mostrar completa la acción humana y transformarla en experiencia. El

presente era demasiado inestable para sacar conclusiones y apropiado

sólo para tomarlo a amarga risa. El romántico pretende todo lo

contrario, se arroja a esa reina feliz de la incertidumbre: la aventura,

precisamente porque quiere huir de la experiencia. Pues ésta ya no se

encuentra en el ayer concluso sino en un presente concebido en

exclusiva como anticipación del futuro. Futuro del que las novelas no

pueden sino resultar síntoma o profecía. Así el pasado se convirtió defuente de la veracidad en territorio por excelencia de la evasión. Esta

novela histórica primeriza, que se encomienda a la proeza, la juventud

 y la caballería, alérgica a las perniciosas complejidades de la

civilización industrial, ensoñadora de una sencillez primitiva y adepta

al buen salvaje en versión Chateaubriand, pone la primera piedra del

actual mercado de abastos de la ficción, con puestos ocupados en sumayoría por géneros evasivos, que se alejan de las miserias del

presente para huir hacia un tiempo ilusorio cuyo devaluado sostén es

el mito, en particular el caballeresco, y eso ya se trate de novelas

fantásticas o históricas, que todo además va tendiendo a confundirse

en esa misma región indeterminada llena de cuervos y enanos. En ese

mercado tiene también un sitio pequeño, pero principal y podríamos

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 La novela sucumbirá durante el

 siglo de las Luces a la tentación de

 ser didáctica y el romanticismovolverá al pasado y a la historia

 para renegar de la razón.

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decir que exclusivo, la novela contemporánea, esa novela que está

fundada precisamente en la negación del mito.

Convertida ya en género con el romanticismo y al par de

avances tecnológicos y comerciales como la revista, el diario y el

folletín, la novela histórica se dividió por así decirlo en dos ramales,

uno fantástico y otro realista, consideradas no tanto por su capacidad

de ambientación como en el tiempo elegido ya sea remoto o cercano y

en el estilo ideal o veraz con que se aborden los personajes. La primera

continúa el impulso romántico de cabalgar hacia el país de los sueños,

la segunda adopta la visión sociológica del realismo para retroceder

una generación o dos y novelar un tiempo aún próximo con la

ambición de narrar !  y pintar " la historia de un modo, como dije antes,

superior a la Historia misma. Ejemplo señero de esto es la novela

quizá más perfecta hasta ahora escrita, y eso no quiere decir que seanecesariamente la mejor: Guerra y Paz. Aclaro por si alguien lo ignora

que Tolstoi nació en 1828 y escribió su obra décadas después de los

acontecimientos que narra. Pronto esta ambición no pudo contentarse

con una novela sola, pues queriendo dar cuenta del devenir de las

 generaciones y sublimando la estrategia del folletín, surgieron las sagas

familiares y, lo que es más interesante, ciclos enteros de numerosos volúmenes en los que se daba cuenta detallada de amplios períodos

históricos. Muestra de esto entre nosotros son Los Episodios

Nacionales de Pérez Galdós y posteriormente y con un carácter muy

distinto: Las Memorias de un hombre de acción, de Baroja.

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 Ahora bien, tanto unos como otros, fantásticos o realistas, se

beneficiaban de un conocimiento mucho más preciso de los tiempos

pasados, incluidos los fabulosos y míticos, porque la historia en tanto

disciplina crecía constantemente asimilando los ámbitos de las

ciencias sociales recién nacidas así como los de las ciencias físicas en

especialidades como la arqueología. Un escritor anterior a la Era

industrial que narrara hechos del pasado sabía de ellos mucho menos

que un escritor de hoy, eso quedaba compensado, sin embargo, por un

co no ci mi en to m ás

íntimo, el derivado de

q u e l a s c o n d i c i o n e s

mater ia les no habían

 variado en lo esencial, la

 gente seguía yendo a caballo, en carroza o silla de manos y se armaba

con espadas. El escritor de antaño cuando acudía a la historia nopretendía mostrar otra época sino lo esencial del alma humana. El de

hoy se esfuerza por representar con verosimilitud la época concreta

que describe, propósito principal en el que los personajes pasan a un

estereotipado segundo plano.

Si por su parte la Historia no se preocupaba entonces de lareconstrucción del pasado es sencillamente porque no lo necesitaba.

Salvo en los sucesos era esencialmente el mismo entre los griegos que

en el siglo XVII, un mundo sin máquinas ! el mundo ya por

antonomasia de la fantasía histórica  ". Sólo el abismo creado por la

industrialización hizo necesaria una Historia que tratara de recrear

condiciones materiales que, invariables en milenios como por ejemplo

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 El escritor de antaño, cuando acudía a la historia, no pretendía

 mostrar otra época sino lo esencial

 del alma humana. 

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el lavado de ropa, se habían vuelto inimaginables en el parpadeo de un

siglo. Las “Historias de la vida cotidiana”, la de las mentalidades, la de

las costumbres surgen de esa curiosidad sobre “cómo” vivían en esas

épocas remotas en las que no había coche, la misma que anima al

lector de novelas históricas, al que le gusta imaginarse como un viajero

en el tiempo.

La novela se convierte de ese modo en aprendiza y saqueadora

de la Historia. Aprovecha sin escrúpulo alguno el creciente caudal de

conocimientos que aportan los historiadores para someterse a una

dependiente pero provechosa labor de divulgación. Abandona su

propio espacio y se cuela en el de la Historia para ponerse arteramente

a su servicio y liberarla de la penosa obligación de tratar con el vulgo.

Podría pensarse que esa literatura entre histórica y fantásticanacida de las brumas queda a salvo de esta descripción. En parte sí,

aunque dilucidar en qué parte me llevaría por los cerros de Mordor,

pero en lo esencial esas narraciones de mundos imaginarios se

alimentan tanto como las realistas del conocimiento histórico a la

hora de describir ese mundo sin máquinas. Esa formidable novela de

caballerías que es Juego de Tronos debe mucho más a la historia que alas anteriores novelas de caballería o de fantasía heroica, como hoy se

llaman. El Muro, su orden militar, los Reinos de Poniente, las

 vestimentas, los blasones, la arquitectura, incluso los entes

declaradamente imaginarios, como los dragones, están tomados de la

historia. Y eso tanto en el detalle de los tejidos o las armas o ese fuego

 griego con el que Tryon defiende Desembarco del Rey, como en la

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concepción del mundo en que vivían esas gentes e incluso su

percepción. Una de las cosas más alabadas en esta saga es la facilidad e

imprevisión con que mueren los personajes. Algo muy cierto según la

Historia y en lo que autor se atiene a la alta mortalidad, natural o

inducida, pero siempre azarosa, que padecieron las épocas anteriores a

la industrialización.

No se os oculta en cualquier caso que la saga de la que hablo es

mucho más conocida por su adaptación televisiva que como obra

literaria, y que lo que he dicho hasta ahora sobre la reconstrucción del

pasado adquiere aún más sentido cuando se trata de plasmarlo

efectivamente en una localización concreta, en un plató o en

escenarios virtuales como resulta cada vez más común. La

“ambientación” adquiere en ésta y otras series una importancia

sustancial, proporciona un realce sin el cual ni acontecimientos nipersonajes resultan verosímiles. La novela, y particularmente la

histórica en cualquiera de sus modalidades, guarda un estrecho

parentesco y madrinazgo, por así decirlo, con la narración

cinematográfica, ya se trate de film o de serie. Esta parentela es tan

estrecha que son muchas más las novelas llevadas al cine que las obras

de teatro, aunque éstas resulten en apariencia más similares.

Hoy las series, las mejores de ellas, se postulan como el medio

más eficaz de narración, superando la brevedad del film, cuyo paralelo

sería el relato, y la “ceguera” de la literatura que no tiene más ojos que

los de la imaginación. Herederas con ventaja no solo de mundos

fantásticos llevados ! por fin "  a la “realidad”, también de esa novela

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realista cuya ambición es proporcionar el retrato verídico y demoledor

de las sociedades actuales. La Gran novela americana, hoy, es Wire, o

Breaking Bad. Incluso esos ciclos novelísticos a los que me he referido

antes que narraban toda una época, concluida ya pero cercana, como

el siglo XIX para Baroja, encuentra su correlato en series como Mad

Men y su exitosa y ambiental revisión de los años cincuenta y

principios de los sesenta del

siglo pasado. La mayoría de

las ser ies , exceptuadas

co me di as y a lg un os

melodramas, tienen a la

historia remota o cercana

co mo e sc en ar io . L a

Historia es el almacén de disfraces de la ficción, así como es la

dispensadora de los relatos ideológicos, nacionalistas e inclusocomerciales. De hecho vivimos en un mundo muy historicista, donde

todo se convierte en historia de inmediato, véase el fútbol si no, y

todo se autoriza o trata de autorizarse por el mismo medio.

Pero todo esto ocurre tanto a expensas como a espaldas de la

Historia misma que, ensimismada en sus investigaciones y en suautorreplicación académica, parece que en cuanto a la difusión pública

de sus saberes no tenga apenas nada que decir. Por supuesto hay

historiadores que aúnan veracidad histórica y eficacia literaria y cuyas

obras figuran en las librerías y gozan del aprecio del público, pero son

pocos. Se pueden encontrar novelas históricas prácticamente acerca

de cualquier territorio en cualquier época. En la sección de historia no

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 La Historia es el almacén de

 dis !  aces de la ficción, así como es la

 dispensadora de los relatos

ideológicos, nacionalistas e incluso

comerciales.

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encontraremos tanta variedad. Sobre las distintas épocas de la China

Imperial hay muchas novelas en los estantes, monografías sobre esos

períodos muy pocas. Y que decir de Egipto, incluso de Grecia. En esto

se refleja, claro, la “debilidad intelectual” de nuestro mercado de

libros, donde la no ficción y en particular el ensayo tiene menos peso

que en los principales países europeos. Además, como resulta obvio,

requiere menos esfuerzo ! e imaginación " ver una película o una serie

que leer la novela que la inspira y esto a su vez requiere menos

esfuerzo !  y conocimiento " que leer la obra de historia en que se basa la

novela. Pero esto no sólo ocurre por la falta de formación del lector,

también muchos lectores aficionados a la historia prefieren novelas o

algún híbrido histórico con elementos o procedimientos de la ficción.

Como ya he señalado antes el lector, ese aficionado a la historia,

se imagina idealmente como un viajero en el tiempo. No quiere tantoconocer una época o un personaje, como verla y verlo. No quiere saber

de…, quiere asistir a... No va a una conferencia, acude al teatro.

El recurso más común y casi diríamos que fundacional de la

novela histórica para transportarnos a otro tiempo es la narración

testigo. Asistimos a los acontecimientos a través de un personaje queno ocupa un papel protagónico en la acción pero la acompaña de

modo que la presenciamos a través de sus ojos. Por supuesto este tipo

de narración es anterior a la novela y es también la base de la historia

en cuyas primeras obras los autores, Tucícides por ejemplo o

 Jenofonte, presenciaban o participaban en los sucesos que narraron

para recuerdo de las siguientes generaciones. Claro que lo mismo

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ocurre con las narraciones fabulosas que los griegos llamaban

“paradoxa”, más allá de la costumbre o lo usual, que solían consistir en

el testimonio de un marinero que efectivamente había estado allí, en

el fin del mundo, donde los hombres tienen la cabeza en el pecho.

Entre lo uno y lo otro la novela precisa del aval de la verosimilitud y,

sobre todo, de la identificación emocional que asegure el interés del

lector. Identificación para la que se postula por lo común a un joven

cuya inexperiencia y curiosidad le hacen el candidato ideal para que el

lector se ponga en su situación. Hay infinidad de variaciones en este

tipo de narración pero la mayoría de las novelas históricas se acogen a

ella. Este recurso elemental, como el del héroe, figura hoy más

desacreditada ! no así la

heroína  " , nos seña la l a

necesidad de implicar a

n u e s t r o “ v i a j e r o e n e ltiempo” en un nivel más

intenso del que ofrece el

r ac io ci ni o o l a m er a

contemplación. Ya que el lector no desea sólo contemplar el pasado,

desea experimentarlo. Del mismo modo que el aficionado a las

películas de terror “experimenta” el miedo.

Concebimos por un acto de la imaginación cualquier situación

por ficticia que sea, pues al ponernos momentáneamente en la figura

de aquel cuya fortuna contemplamos sentimos las emociones que los

acontecimientos, buenos o malos, despertarían en nosotros. Claro que

de esto se deduce que son los límites de nuestra sensibilidad los que

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 El lector no desea sólo contemplar el

 pasado, desea experimentarlo. Del

 mismo modo que el aficionado a las

 películas de terror “experimenta” el

 miedo

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establecen el terreno que pisamos, tanto en lo personal, porque

seamos más o menos imaginativos, como en lo social o histórico pues

también para las emociones somos hijos de nuestro tiempo. Pondré de

ejemplo una excelente novela… prehistórica. El Clan del Oso

Cavernario, de Jean M. Auel. Una brillante descripción de la vida en el

Paleolítico engarzada con pericia a las acciones de los personajes. Es

maravilloso mostrar una época tan remota con tanta verosimilitud !  y

eso no sería posible sin el trabajo acumulado de miles de arqueólogos ",

pero el argumento centrado en la protagonista, ese enganche

emocional, no puede ser más contemporáneo: la historia de una mujer

que se sustrae al dominio masculino, que afirma su propia

personalidad y que finalmente encuentra el amor. Podemos “viajar” de

ese modo al pasado, pero al precio de ir de la mano de alguien

parecido a nosotros mismos, que represente nuestros temores y

deseos.

Creo que era Josep Pla el que decía que las novelas eran la

literatura infantil de las personas mayores. Desde luego algo así podría

decirse de la novela histórica y todavía con más razón. Son muchos los

lectores a los que les interesa la historia pero parece que sólo pueden

acceder a ella si viene narrada en forma de cuento. #Es esto positivo onegat ivo para e l

c on oc im ie nto d e l a

historia? Pues ambas cosas.

Es positivo porque alguna

parte de ese conocimiento

se difunde en efecto desde

15

Son muchos los lectores a los que les

interesa la historia pero parece que

 sólo pueden acceder a e "  a si viene

 narrada en forma de cuento

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las novelas. De hecho la “ambientación”, incluidos no solo utensilios,

edificios o ropajes, también costumbres y formas de vida, es hoy

mucho más exigente para novelas o producciones audiovisuales que

hace tan sólo unos años y eso se debe a un mayor conocimiento del

público, de ese público “educado” en la ficción. Es negativo en la

medida en que la gente confunda las novelas con la realidad e

infantilice la historia reduciéndola a sucedáneo ideológico o a simple

fábula moral, proyectando sobre el pasado nuestras opiniones o

convicciones del presente y velando su auténtica naturaleza, su

singularidad y, por tanto, su comprensión. Ya que ésta reside sobre

todo en lo que llamaba Américo Castro, con vocablo que no ha tenido

éxito por buenas razones: la vividura, el modo de sentir de cada

tiempo, de cada época, en cada uno. Reprochar a los hombres del

Paleolítico que no fueran feministas es absurdo. Todo ese tipo de

reproches y condenas a las gentes de otros tiempos, sean romanosimperialistas o despiadados conquistadores, son ingratos y pueriles, y

alimentan aun más que a las novelas a una especie de historia

 vindicativa todavía más ficticia y mentirosa. Que afortunadamente no

es el tema de esta charla.

La Historia como espectáculo, devaluada como fuente deenseñanza pero acreditada como la mejor diversión, esos vikingos con

su muro de escudos o los romanos con su tortuga, es una tendencia de

la imaginación novelística que adquiere todo su sentido en la

narración audiovisual en la que esa reconstrucción del pasado se hace

cada vez más factible gracias a las técnicas holográficas y virtuales.

Técnicas que no sólo se aplican a las películas o las series, también en

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instituciones propias de la historia como museos o parques

arqueológicos o en esa versión fílmica de la monografía o el ensayo

que es el documental. La banalización sensacionalista a que esto

puede dar lugar no es un peligro sino un hecho, también los es que el

trabajo de historiadores, arqueólogos y antropólogos encuentra en

estas innovaciones un revulsivo y una capacidad de realización

incomparable.

Pero detengámonos a hacernos una pregunta. #Puede recrearse

de verdad el pasado sin resucitar a los muertos? Ya el cine lo ha hecho

resucitando a los dinosaurios a partir de una pizca de ADN y todos lo

hemos visto en las pantallas. #Quién podría asegurar que eso no se

llevará efectivamente a cabo y que en unas cuantas décadas los niños

no jugarán en granjas con Dino el de los Picapiedra? Los neandertales

esperan también su turno para volver a la vida y a partir de ahí…

Dejemos esa perspectiva de futuro tan fantástica y algo

tenebrosa. No se trataría de resucitar a los muertos pero sí de

comprender cómo y para qué vivieron y esto hasta el punto de

“sentirlos” vivos. La historia “material” estaría deshabitada sin la

urdimbre social que le presta sentido, como esos palacios y templosrecreados con exactitud virtual en los ordenadores pero desprovistos

de cortesanos y fieles. He leído acerca de un proyecto internacional e

interdisclipinar en Venecia que consiste en documentar la vida diaria

de la Serenísima durante los siglos XVII y XVIII. Barcos que

entraron y salieron, mercancías tasadas en aduanas, viajeros en

cuarentena, el perfil de la ciudad tal como era entonces, ropas,

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alimentos, mercados, mareas, catástrofes climáticas o incidentes

criminales. Todo lo que se pueda extraer de los archivos y los

testimonios del arte para fraguar una reconstrucción virtual en 3D de

cada uno de esos días en la que el espectador podrá interactuar y

elegir.

#Será el mejor modo de enseñanza de la historia el videojuego?

Es muy posible. En cualquier caso todos esos días venecianos sin la

literatura permanecerían mudos. Como un gran plató lleno de extras a

la espera de que les indiquen su papel en el guión. Pero con literatura

no me refiero ni sólo ni principalmente a la novela o la ficción, sino

también y en primer lugar a las obras de historia, pues a menudo se

olvida que la historia es, entre otras cosas, un género específico de la

literatura que ha desarrollado sus propias estrategias narrativas. En

todas las épocas ha habido historiadores que fueron grandes escritoreso viceversa y ahora también los hay, con el añadido de los muchos

recursos que, como instrumentos en una orquesta, tiene hoy el

historiador. Las visiones panópticas de grandes acontecimientos como

el desembarco de Normandía o la batalla de Stalingrado, o las historias

de larga duración narrando el devenir de las ideas y las formas de vida,

entre otras muchas tendencias, muestran la vitalidad y variedad del género histórico más allá del registro académico y cómo puede

apasionar y atraer a capas significativas de público sin necesidad de

imitar a las novelas. Eso sí, pocos nombres españoles encontraremos

entre los de esos historiadores. Eso se debe a la debilidad de nuestro

mercado que he mencionado antes, a la dependencia “infantil” de los

lectores españoles con respecto a la ficción, pero también a que la

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Historia es entre nosotros algo exclusivamente oficial, de la que se

encarga el Estado, sus instituciones y universidades, pero no implica

en modo alguno a la sociedad ni tiene eco en ella más allá de las

informaciones periodísticas. Por ejemplo, hay literalmente miles de

clubs de lectura ahora mismo en España que se dedican a leer novelas

en común. No sé si habrá clubs de lectores de obras históricas pero yo

no conozco ninguno.

Hemos hablado o estamos hablando de mercado, de un

mercado para la Historia, #puede ser en consecuencia la Historia,

además de una disciplina académica, una industria cultural? Es desde

luego un yacimiento que nutre a grandes industrias como el cine, la

televisión o la edición de libros. Pero un yacimiento es algo pasivo y

con la palabra industria quiero evocar acción, actividad. La difusión

del conocimiento histórico es algo que debe hacer la historia misma.Sin prejuicio de que se publiquen tantas novelas históricas como se

quiera. O de que sean el modo de acercarse al pasado preferido por el

 gran público. Las novelas tienen la misión de entretener y, además,

pueden aportarte muchas más cosas. La Historia tiene la obligación de

enseñar, y desde luego puede hacerlo deleitando. Esa enseñanza nos es

necesaria, y no me refiero a las de las aulas, claro, sino a la deldocumental, a la del museo, a la de la prensa en papel o digital, a la de

los libros brillantes en su concepción y en su estilo que todo

historiador debe tener la ambición de escribir. Soy novelista y en

absoluto quiero tirar piedras a mi propio tejado, pero tengo para mí

que en las novelas no se aprende mucho, algo sí, pero poco, al menos

en comparación con lo que se aprende de la Historia. Las novelas

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forman, más que enseñan. Le

hablan mucho más al carácter y

a l a s e ns ib i l id ad qu e a l a

inteligencia.

En cuanto a la industria si

todos los que alguna vez han dicho que quien no conoce la historia

está condenado a repetirla hubieran comprado ! o leído " un solo libro

de historia seguramente yo no hubiera cerrado mi librería, hace ya

tanto tiempo, y vosotros podríais pensar en investigaciones más

ambiciosas.

Sin duda, como hay grandes producciones enfocadas a la ficción

en las que historiadores colaboran con novelistas o guionistas y todo

tipo de artistas diversos, habrá también grandes proyectos en el futuro

enfocados a la verdad histórica y dirigidos por historiadores en los quetambién tendrán cabida narradores y dramaturgos.

La historia es para mí, como escritor, la principal fuente de

inspiración y enseñanza. Mucho más que el periodismo por ejemplo. Y

creo que acierto en eso. De algún modo siempre he concebido la

Historia como la gran novela de la especie humana. Una novela genuinamente veraz y absolutamente fantástica.

Quisiera concluir con una cita de Montaigne que engloba buena

parte de lo que he intentado deciros, y señala a esa mirada hacia el

pasado y el presente, que en realidad es la misma.

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 Las novelas forman, más que

enseñan. Le hablan mucho más al

carácter y a la sensibilidad que a lainteligencia

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“Del mismo modo que, cuando leo en las historias aquellas

confusiones de los estados de otros tiempos, lamento el no haberlas

podido estudiar mejor estando presente, así la curiosidad me hace

alegrarme de algún modo de ver con mis propios ojos este notable

espectáculo de nuestra muerte pública, sus síntomas, su forma. Y

puesto que no puedo retrasarla, estoy contento de estar destinado a

asistir a ella y a instruirme. Buscamos ávidamente reconocer, incluso

por la sombra y en la fábula de los teatros, la exhibición de los trágicos

juegos de la fortuna humana”.

Montaigne. De la fisonomía