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Disertación sobre el mundo vacceo.
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DDEE LLAA RREEGGIIÓÓNN VVAACCCCEEAAAA LLAA AARRQQUUEEOOLLOOGGÍÍAA VVAACCCCEEAA
Fernando Romero CarniceroCarlos Sanz Mínguez
(editores)
DE LAREGIÓN VACCEA
ALAARQUEOLOGÍAVACCEA
Vaccea Monografías, 4
Fernando Romero CarniceroCarlos Sanz Mínguez
editores
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
Valladolid, 2010
© De la presente edición: Centro de Estudios Vacceos “Federico Wattenberg” de la Universi-dad de Valladolid© Fernando Romero Carnicero y Carlos Sanz Mínguez, editores© De los textos: los autores respectivos
Edita: Centro de Estudios Vacceos “Federico Wattenberg” de la Universidad de ValladolidColabora: Ministerio de Ciencia e Innovación
Maquetación y diseño: Centro de Estudios Vacceos “Federico Wattenberg” de la Universidadde Valladolid y Eva Laguna Escudero
Impresión: Ochoa Impresores
Impreso en España - Printed in Spain
ISBN: 978-84-7359-666-4Depósito Legal: VA-9060/2010
Varios trabajos incluidos en el presente volumen se han desarrollado en el marco del Proyecto deInvestigación de I+D+i (2004-2007) Vacceos: identidad y arqueología de una etnia prerromanaen el valle del Duero (HUM2006-06527/HIST), del Ministerio de Educación y Ciencia.
Esta publicación ha contado con el apoyo financiero del Ministerio de Ciencia e Innovación a tra-vés de la Acción Complementaria para Proyectos de Investigación Fundamental no orientada(HAR2009-07138-E) De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea.
“Las conclusiones deducidas del estudio de las fuentes en re-lación a la cronología absoluta de los espacios, horizontalmenteconsiderados; las derivadas de la estratigrafía, en relación a su ti-pología y cronología relativa; las deducidas del estudio del hábitaty comarca, en orden a la fijación de poblaciones y a su distribución,así como la gran demografía que superó la de todas las etapas an-teriores estableciendo la denominación de los lugares (…), nos se-ñalan la presencia de un pueblo que desde los finales del siglo IVa.C., aparece definido en la que llamamos, desde un punto de vistageográfico-histórico, la región vaccea. Queda en pie una cuestióntrascendente, la distribución peninsular de estas tipologías y su cro-nología inicial para cada lugar. En suma, el fondo étnico y la difu-sión del llamado celtiberismo. A través de este encaje de hechos,podrá explicarse en un futuro el valor de la romanidad vaccea”.
(Wattenberg, 1959: 180)
“Los vacceos sobresalieron entre todos por sus tradiciones co-munitarias. No sabemos bien sus hábitos internos, aunque no son
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LOS VACCEOSATRAVÉS DE LAS FUENTES:UNAPERSPECTIVAACTUAL*
EDUARDO SÁNCHEZ-MORENO
Universidad Autónoma de Madrid
* Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación HAR2008-02612 financiadopor el Ministerio de Ciencia e Innovación.
difíciles de adivinar, pero sí hay testimonios suficientes de su formade trabajo productivo que ha venido distinguiéndose entre los demáspor su comunitariedad. Si la vida gentilicia tiene que ver con lascostumbres comunales, entonces ya no cabe duda que los vacceosconocieron profundamente las estructuras de las gentilitates. (…)Los vacceos constituyen un pueblo original dentro de la meseta. (…)Poseen una estructura social de raigambre gentilicia y ejercen untipo de economía tan singular que les lleva a sobresalir por encimade otros grupos del centro. Su forma de vida y de sociedad les hacefuertes para establecer pactos continuos con sus vecinos y con losromanos. Su dedicación al trabajo provoca que los pobladores delas inmediaciones y los ejércitos que se mueven por la región mirencon cierta codicia sus campos. Su cultura es tan desarrollada comopara crear urbes de importancia histórica”.
(González-Cobos, 1989: 87-88, 240)
“Esta es la imagen que los textos clásicos nos revelan de losvacceos. La de un pueblo sobre un terreno abierto y transitable, metade expediciones de fuerza cartaginesa, solidario y fraterno con losnumantinos en su guerra contra Roma y, de esta suerte, azotado porlos romanos con campañas destructivas para sus ciudades y camposde cereal. Además de estimando a sus guerreros hasta hacer de sumuerte un rito expositorio, los vacceos se asoman en las fuentes conun singular sistema de explotación agrícola y con un dilatado mo-saico poblacional de ciudades afianzadas. Resultan muy indicativaslas calificaciones de culto, urbano, respetuoso u organizado, que lasfuentes desprenden de estas gentes. Esto es ya un punto a su favor.Por ello mismo, pasando la oración a pasiva, sorprende en primerainstancia pero alcanzamos a comprender después, la escasísimaatención que les presta Estrabón –compárese con la anécdota bur-lesca que el de Amasia dedica a los vetones (Estrabón, III, 4, 16) ytodo lo que ello lleva implícito, o más aun con las descripciones ennada inocuas de los pueblos más norteños (Estrabón, III, 3, 7-8).(…) la larga tradición de contactos culturales, remontables siglosatrás, que los vacceos históricos establecen con otros ámbitos me-seteños y extra-meseteños, entre los que hay que incluir interaccio-nes diplomáticas y prácticas comerciales, modelan la personalidad
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
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de un pueblo que a la luz de los textos clásicos se nos presenta, ade-más de con personalidad y brío, con un considerable desarrollo”.
(Sánchez-Moreno, 1998: 67)
“Unos rasgos de poblamiento y organización urbanísticas [enel área vaccea], como los que acaban de consignarse, rompen drás-ticamente con la imagen de primitivismo que normalmente se veníamanteniendo para estas regiones. Ha quedado plenamente demos-trada la peligrosidad que representa la literal reproducción de cier-tos pasos proporcionados por los autores clásicos, pues no siempreestán en condiciones —y, desde luego, tampoco es su cometido—de aproximarnos bases firmes para la reconstrucción de algunas im-portantes facetas culturales del pasado de estos pueblos, como lo esentre ellas el poblamiento. Se hace difícil ya seguir a determinadosautores —pensamos ante todo en Estrabón— que ante estas de-mostraciones de capacidad organizativa por parte de algunas co-munidades, se limitan a reflejar la contraposición entre las‘civilizadas’regiones mediterráneas y la ‘embrutecida’Meseta y sep-tentrión, exponer discutibles opiniones acerca del escaso margen deinfluencia que las civitates llegaron a alcanzar en estos mediosagrestes o, en fin, urdir llanas simplezas relativas a algunas cos-tumbres ofensivas al delicado gusto grecolatino aplicadas a sus po-bladores. (…) Las demostraciones de su poblamiento, el másdesarrollado en nuestra opinión de cuantos estudiamos y con unaorganización urbanística que, aunque en absoluto pretendemos equi-parar a otros sectores hispanos de mayor tradición politana, sí debevalorarse en sus justos términos en relación con algunos invetera-dos parámetros, acaban drásticamente con la imagen de un mundobárbaro, depauperado y tribalizado”.
(Gómez Fraile, 2001a: 150-151)
“Vistas así las cosas, las gentes del Soto, o al menos una partede ellas, no serían sino los ancestros directos de los vacceos, pormás que, desde el punto de vista arqueológico, muestren ciertas di-ferencias materiales y culturales entre sí; sabemos que los poblado-
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
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res del Duero medio son, desde finales del siglo III a.C., ese grupoétnico al que los escritores antiguos llaman vacceos, pero la Ar-queología nos enseña también que son las mismas gentes que en-contramos en la Región desde, como mínimo, finales del siglo V a.C.y, como se desprende de lo dicho, desde mucho antes, con bastanteprobabilidad”.
(Romero y Sanz, 2007: 41)
Historiografía y metodología
Cual mojones de un camino, los pasajes anteriores dan selectiva
muestra de los enfoques y las deducciones que el avance de la investi-
gación en los últimos cincuenta años ha ido deparando en el estudio de
los vacceos, los pobladores de la cuenca central del Duero en la Edad del
Hierro y bajo dominio romano. Lo que hoy sabemos del territorio, la
historia o las formas de vida de los antiguos vacceos, como igualmente
las dudas que persisten y empero suscitan el avance de la ciencia, son el
resultado del diálogo intelectual establecido entre, parafraseando a M.I.
Finley (1986), el historiador y sus fuentes. Esto es, la interacción entre
los registros de información disponibles (sin menoscabo de su carácter
primario o secundario y de la naturaleza literaria, arqueológica, icono-
gráfica, paleoambiental o meramente historiográfica de los datos) y la
hermenéutica sobre ellos ejercida por quienes, con diversos métodos y
ópticas científicas, analizan el pasado. Por cierto, no está de más recor-
darlo, la lectura del pasado se hace irrenunciablemente desde el presente,
el del historiador y su tiempo, con sus inquietudes y técnicas, lo que in-
evitablemente perfila la aproximación al objeto de estudio. Pero en oca-
siones, y esto segundo parece sin duda más pernicioso, la interpretación
del pasado no sólo se fragua desde el presente sino también para el pre-sente, abriéndose así camino a la maniquea instrumentalización de la
historia. Sirva este excurso para subrayar que historiografía y metodo-
logía -contextuales, adaptativas y cambiantes- van de la mano en el pro-
ceso investigador de la humanidad, desde Heródoto a la globalización de
Internet. Y que lo que ahora nos ocupa, hacer una valoración o puesta al
día de los vacceos a partir de uno de sus registros de información, las
fuentes clásicas, exige tener en cuenta, amén de la exégesis de los testi-
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
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monios primarios, las aportaciones de los autores modernos. Abriendo
surco unos, renovando el camino otros, escrutando sendas complemen-
tarias los más intrépidos, todos han contribuido al avance de la investi-
gación. De ella no sólo forma parte el poso crítico de cada autor, sino
también el bagaje intelectual y técnico, la teoría y el material de sus en-
tornos. Son los marcos que ciñen al retratista y su retrato; el encuadre,
en definitiva, de la fotografía. No olvidemos que como dinámica dia-
crónica, la investigación alcanza su pleno resultado cuando atiende la
totalidad del proceso historiográfico que lleva a la formulación de su-
cesivas hipótesis.
Se entenderá así que, fijándonos en las citas que prologan este tra-
bajo y empezando por el pionero prospector de la región vaccea, F. Wat-
tenberg, cuya seminal obra cumple ahora medio siglo (Wattenberg,
1959), la originalidad de su planteamiento resida en la atención al medio
físico como escenario histórico. Se entreven en esta aproximación los
principios de la Geografía regional que la escuela de Annales llevaba
aplicando al análisis histórico. Una corriente que desde Francia, tími-
damente, empezaban a calar en jóvenes investigadores españoles de la
posguerra como J. Vicens Vives (Aguirre Rojas, 1999: 117-140; Cuenca,
1999: 199-200). En el caso de F. Wattenberg, la innovación era si cabe
mayor al llevar el análisis del territorio al ámbito de la Prehistoria e His-
toriaAntigua para integrarlo con la información literaria y arqueológica,
a pesar del exiguo conocimiento de esta última. En sus propias palabras,
“este estudio horizontal [en el sentido de geográfico] ha permitido mos-
trar con seguridad lo que en otras partes de la Península es conocido y
que aquí no se hallaba: una distribución del hábitat y una correspon-
dencia del mismo con las fuentes literarias; por lo tanto, un campo ar-
queológico organizado” (Wattenberg, 1959: 5). Se inauguraba así una
aproximación espacial y poblacional a las culturas protohistóricas que,
en el caso de la arqueología de los vacceos, no ha hecho sino continuarse
y consolidarse especialmente en las dos últimas décadas (Romero, Sanz
y Escudero, 1993; Sacristán, 1994; 1995; 1997; Sacristán et alii, 1995;Delibes, Romero y Morales, 1995; Sanz y Romero, 2007a).
Mientras tanto, el correr de los años trae o mantiene otras tenden-
cias. Así, exactamente tres décadas después de la publicación de La re-gión vaccea de F. Wattenberg ve la luz la monografía de A.M.
González-Cobos, titulada, Los vacceos. Estudio sobre los pobladoresdel valle medio del Duero durante la penetración romana. Con base en
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
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las fuentes clásicas y epigráficas, la obra se centra, en efecto, en las
transformaciones socioeconómicas derivadas de la presencia romana en
el corazón duriense (González-Cobos, 1989). Como deducirá el lector
del segundo de los pasajes arriba extractado, la autora refrenda el para-
digma gentilicio que, avanzados los años ochenta del pasado siglo, ser-
vía aún para definir las sociedades prerromanas desde el campo de la
HistoriaAntigua más filológica. Sin desligarse de la caracterización pri-mitivista y tribal de los pueblos hispanos heredada deA. Schulten, Gon-zález-Cobos asume los postulados del materialismo histórico que M.
Vigil y sus discípulos habían introducido en el debate de las sociedades
antiguas peninsulares años antes (Vigil, 1963; cfr. Salinas, 1979; 1989a;Lomas, 1980; 1990). Principal leitmotiv de dicho debate será la gradualdisolución del ordenamiento gentilicio (y en el caso vacceo, explícita-
mente, del sistema colectivista de la propiedad al que aludiría Diodoro
de Sicilia) por efecto de la romanización. La autora mantiene estas pre-
misas en un trabajo que, aferrado a planteamientos ya algo obsoletos en
el momento en que ve la luz (González-Cobos, 1989: 180-194, 213-222;
cfr. González-Cobos, 1990; 1993-1994), adolece de crítica en el trata-
miento de las fuentes clásicas (González-Cobos, 1989: 17-18, 35-42).
Precisamente, la revisión desde finales de los años noventa de la
tradición literaria sobre los pueblos prerromanos y su contraste con el re-
gistro arqueológico de poblados y necrópolis, ha propiciado una reno-
vación en la aproximación a las comunidades de la Edad del Hierro. Para
el ámbito indoeuropeo o céltico en el que se integran las tierras mesete-
ñas, las propuestas entre otros de J.M. Gómez Fraile (2001a; 2001b) y
E. Sánchez-Moreno (1998; 2000a; en último lugar, 2008a) señalan un
punto de inflexión en este sentido, si bien trabajos precedentes habían
planteado ya la conexión entre arqueología y fuentes en el acercamiento
a los vacceos (Domínguez, 1986-1987; 1988; Salinas, 1989b; Mañanes,
1991). Es esta orientación revisionista, integradora y crítica la que con-
sideramos hoy más adecuada para abordar el estudio de los pueblos pre-
rromanos, a pesar del no siempre fácil diálogo entre Historia Antigua y
Arqueología (Finley, 1986: 37-43; Knapp, 1998; Laurence, 2004). En
ella tres aspectos resultan esenciales.
En primer lugar, desde el punto de vista metodológico, el enfoque
interdisciplinar que toma en consideración la suma de evidencias dis-
ponibles (literario-epigráficas, arqueométricas, paleoambientales…) y
no sólo las de un determinado registro. Esto último había dado lugar a
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
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una dualidad discordante y empobrecedora cual era tener que optar entre
la tentativa arqueológica o la tentativa filológica para estudiar los pue-blos prerromanos de la Península Ibérica. Elegir, en suma y para que re-
sulte gráfico, entre Estrabón o los ajuares funerarios, entre las
inscripciones latinas de tradición indígena o la arquitectura de los cas-
tros, negando puentes entre ellas. En los planes de estudio universita-
rios el mejor ejemplo de este divorcio era y aún sigue siendo la distinta
—y distante— caracterización de las sociedades protohistóricas según se
aborden en programas de asignaturas de Prehistoria (al final de los mis-
mos: la Edad del Hierro) o de Historia Antigua de la Península Ibérica
(al principio de los mismos: sustrato indígena). Detrás de ello subyace,
además del peso de distintas tradiciones investigadoras, un esquema-
tismo docente y académico que encaja mal con la transversalidad y el di-
namismo de la Protohistoria. Un esquematismo, duele reconocerlo, aún
no del todo resuelto.
En segundo lugar, pasando ahora a los aspectos analíticos, es in-
dispensable la disección de los estereotipos sobre los bárbaros hispanos
presentes en el discurso historiográfico grecolatino, en el que como ve-
remos tienen su razón de ser y cabida en tanto productos culturales de
un determinado tiempo, en tanto percepciones o verbalizaciones de una
forma concreta de entender la ecúmene y sus protagonistas (Plácido,
1993: 168-169). El hecho de que el devenir azaroso de los tiempos haya
convertido estos testimonios en fuente histórica, no significa que sean in-
cuestionables o absolutos, ni que transmitan la historicidad de los he-
chos en estado puro, como entendían los historiadores positivistas. Muy
al contrario, el legado literario antiguo está necesitado de un ejercicio de
decodificación, de un análisis hermenéutico que extraiga su significado
como fuente. En efecto, volveremos sobre este particular más adelante.
Y en tercer lugar y en paralelo al ejercicio de descontaminación
de los textos clásicos, para una correcta valoración del tiempo protohis-
tórico es indispensable contemplar los marcos medioambiental, cultural
y tecnológico correspondientes. Ello exige una aproximación analítica
a los espacios materiales y sus asociaciones, lo que conjugado con otros
registros y sirviéndonos de modelos teóricos y analogías, permite ad-
vertir la complejidad inherente a las sociedades de la Edad del Hierro
(Hill y Cumberpatch, 1993; Wells, 2002: 335-336), a pesar de las dudas
que aún persisten sobre su funcionamiento real (Hill, 2006). Es así como,
integradamente, se obtiene una imagen más matizada y cabal de las gen-
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
71
tes prerromanas. En el caso de los vacceos, tal y como inciden las citas
de E. Sánchez-Moreno y J.M. Gómez Fraile recogidas al principio, esta
relectura muestra a las claras el desarrollo urbano, económico y socio-
político que caracteriza a las gentes de la cuenca central del Duero en
vísperas de su encuentro con Roma (Romero y Sanz, 1997; 2007; Sán-
chez-Moreno, 1998-1999; 2002; Gómez Fraile, 2001a: 139-151; Sanz y
Martín Valls, 2001; Romero et alii, 2008: 683-702).Es de justicia reconocer que la revalorización de los vacceos, o
más propiamente de la cultura vaccea, se apoya y posibilita en los re-
sultados de las investigaciones arqueológicas promovidas en los últimos
veinticinco años tanto por el Servicio deArqueología de la Junta de Cas-
tilla y León, como por el Departamento de Prehistoria yArqueología de
la Universidad de Valladolid. Y desde su creación en 2001, por el Cen-
tro de Estudios Vacceos “Federico Wattenberg” de dicha universidad,
que ha focalizado su actuación en el área arqueológica de la antigua ciu-
dad de Pintia, correspondiente al conjunto de yacimientos de Las Quin-
tanas, Las Ruedas y Carralaceña entre Padilla y Pesquera de Duero
(Valladolid) (Sanz et alii, 2003a; Sanz y Romero, 2005). La identifica-
ción de un patrón de asentamiento nuclearizado y distintivo –con los va-cíos vacceos como yermos dispuestos fronterizamente entre los oppida-(Sacristán, 1989; 1994; 1995; San Miguel, 1993; Sacristán et alii, 1995),el ordenamiento urbano que denotan los hábitats de mayor categoría (del
Olmo y SanMiguel, 1993; San Miguel,Arranz y Gómez, 1995; Centeno
et alii, 2003; Sanz y Romero, 2007b: 59-67), un ritual funerario cada
vez más significado según pone de manifiesto la paradigmática necró-
polis de Las Ruedas (Sanz, 1998; Sanz y Velasco, 2003: 145-247) o la
etnogénesis de continuidad entre la cultura Soto del HierroAntiguo y el
mundo vacceo que eclosiona en el siglo IV a.C. (Delibes et alii, 1995:59-88; Sacristán, 1997; Fernández-Posee, 1998: 155-162; Romero y
Sanz, 2007: 26-41), y así lo compendia la última cita que sirve de pre-
ámbulo, son algunos de los patrones que mejor definen hoy la arqueo-
logía vaccea. Por lo demás, se trata de un conjunto cultural con señas de
identidad reconocidas en una serie de manufacturas y decoraciones te-
nidas ya por típicamente vacceas. Entre ellas deben señalarse las cerá-
micas elaboradas a mano que mezclan motivos peinados e impresos
(Sanz, 1998: 245-272; 1999), producciones alfareras singulares como
las cajitas tetrápodas o las sonajas (Wattenberg, 1960-1961; 1965; Mar-
tín Valls y Romero, 1980; Sanz, 1998: 314-336), el puñal del tipo Monte
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
72
Bernorio (Sanz, 1990; 1998: 427-440), joyas de manifiesta personali-
dad como son torques funiculares y brazaletes espiraliformes (Delibes etalii, 1993), o la iconografía zoomorfa cenital representada en diversos
soportes (Romero y Sanz, 1992; Blanco, 1997; Sanz, 1998: 440-444). En
fin, qué duda cabe que los vacceos gozan de buena salud arqueológica-
mente hablando. Pero vayamos por partes y tornemos a la obra del maes-
tro que aquí recordamos.
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
73
Fig. 1. Portada del librode F. Wattenberg, LaRegión Vaccea. Celti-berismo y romaniza-ción en la cuencamedia del Duero (Ma-drid, 1959).
Federico Wattenberg y el bautismo de la Región vaccea
Como ya se ha dicho, debemos a F. Wattenberg la enunciación de
la “región vaccea” como sujeto historiográfico de la Hispania antigua.
La contempla, en el trabajo que supuso su tesis doctoral, como una uni-
dad geohistórica definida por dos variables, el suelo y la etnia, determi-
nantes a la postre del primer poblamiento estable reconocible en el
territorio articulado por el eje Duero-Pisuerga (Wattenberg, 1959: 9; cfr.Romero y Sanz, 2009). Deudor de las corrientes invasionistas celtas om-
nipresentes en su época, considera a los vacceos un pueblo de origen
danubiano e influencia véneto-iliria que a finales del siglo IV a.C. se
configura poblacionalmente en la cuenca central del Duero (Wattenberg,
1959: 18, 27-31, 179-180). Estrechamente emparentados con los aréva-
cos hasta el punto de hablar de una “cultura vacceo-arévaca”, F. Wat-
tenberg condensa el desarrollo de los vacceos en dos etapas: la indígena,
definida por la fijación de los primeros hábitats y un celtiberismo cul-
tural; y la propiamente histórica, derivada de la presencia romana y en
la que florecen las ciudades y vías de comunicación adscritas por las
fuentes al territorio vacceo. Si en lo pragmático destaca su atención al
medio físico, el manejo cartográfico y toponímico y una incipiente labor
de prospección arqueológica y sistematización de yacimientos y mate-
riales de la Edad del Hierro, en lo interpretativo el discurso de F. Wat-
tenberg está sometido al dictado de las fuentes clásicas, que son quienes
articulan la “historia vaccea” (Wattenberg, 1959: 31-47). Ello alcanza
su cenit en las conclusiones del estudio. En ellas, los repertorios ar-
queológicos y las escasas estratigrafías disponibles (como la del Soto
de Medinilla, que empieza a excavarse en 1956 aunque se trata de un ya-
cimiento conocido desde antes: Barrientos, 1933-1934; Palol, 1958) se
supeditan a la cronología absoluta de los episodios de la conquista ro-
mana consignados en las fuentes (Wattenberg, 1959: 177-178, 181,
fig.15). Así, la célebre expedición deAníbal contra las ciudades de Hel-
mántica y Arbucala (220 a.C.), o las de Lúculo (151 a.C.) y Escipión
Emiliano (134 a.C.) asolando el campo vacceo para bloquear el sumi-
nistro a los numantinos, marcan la pauta en la clasificación cronológica
de los materiales cerámicos de finales de la II Edad del Hierro. Mientras
que posteriormente, la acción de Metelo contra un grupo de vacceos y
celtíberos sublevados (56 a.C.), o las campañas iniciales de Augusto
contra cántabros y astures (29-25 a.C.), establecen el horizonte de ro-
manización de los yacimientos vacceos.
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
74
Esta lectura —indudablemente forzada— de la cultura material
desde el prisma de las fuentes clásicas es lo que M. Crawford yA. Snod-
grass denuncian como falacia positivista, a saber, el recurso automático
de buscar en las fuentes históricas una legitimación del dato arqueoló-
gico (Crawford, 1986: 142-146; Snodgrass, 1990: 50-53; cfr. Domín-
guez, 1991: 16). Se trata de un vicio de la llamada arqueología filológicalatente hasta no hace mucho en la investigación española. Consiste éste,
es fácil observarlo, en primar o sobrevalorar la tradición historiográfica
grecolatina —que juega el papel de hilo histórico, no de fuente o ex-
presión cultural— hasta el punto de someter el registro arqueológico al
discurso cronohistórico de las fuentes. Con otras palabras, el dato ar-
queológico no es hábil ni estimable si no tiene corroboración en las fuen-
tes. Es como si, hiperbolizando los ejemplos, los yacimientos vacceos
interesaran sólo si constatan el marfil de los elefantes deAníbal, los gra-
neros colectivistas, el nivel de destrucción causado por Lúculo, el ras-
tro de los incendios de Escipión, las monedas acuñadas por Augusto o
la inscripción que demuestre que estamos en la antigua Intercatia. La
clave para dilucidar este entuerto, verdadero desencuentro entre textos
y arqueología, estriba en reconocer que cada fuente dispone de su pro-
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
75
Fig. 2. Esquema cro-nológico de la II Edaddel Hierro en la regiónvaccea con base en lascampañas militares ro-manas, según F. Wat-tenberg (1959: 181).
pia lógica, de su propio lenguaje interno como enseguida veremos. Y
que el imperioso empeño en casar evidencias de distinta naturaleza,
como si de unir parejas se tratara, por no hablar de la supeditación de un
dato o tipo de aproximación frente a otros, no hacen si no sesgar, cuando
no manipular, la interpretación del registro.
Al margen de estos defectos metodológicos deducidos como tal
muchos años después de su formulación, es incuestionable la deuda con-
traída con F. Wattenberg. Así lo reconoce la moderna investigación ar-
queológica, para quien el conocimiento sobre el pueblo vacceo sienta
sus bases todavía hoy sobre buena parte de los presupuestos wattenber-gianos, pese a que algunas de sus opiniones—sobre todo las que atañen
a los modelos invasionistas o a su encorsetado esquema cronológico vin-
culado a las campañas militares romanas— hayan sido expresamente
rechazadas u olvidadas (Sanz, 1998: 11). Su prematura muerte (a los 44
años) acaba con un potencial investigador que no encuentra reflejo en las
escuetas líneas que le dedica el reciente Diccionario histórico de la ar-queología en España (Díaz-Andreu et alii, 2009: 705-706); sobre todosi se compara con semblanzas más nutridas desde la perspectiva de la
contribución de F. Wattenberg al patrimonio arqueológico y museístico
castellano, su visión integral y continuista del pasado, o sus excavacio-
nes en yacimientos de la enjundia de Soto de Medinilla, Simancas o Nu-
mancia (Delibes, 1993; Wattenberg García, 2004: 194-196; 2008;
Romero y Sanz, 2009).
De la narración a la definición de los vacceos o la inevitable se-cesión entre textos y arqueología
Es cierto que en las cuatro décadas que van desde la publicación
de La región vaccea a finales de los años noventa, los estudios sobre losvacceos han seguido caminos divergentes en función de sus plantea-
mientos de partida y de los materiales empleados en su análisis. Así, por
un lado, a partir sobre todo de los años ochenta se avanza notablemente
en el conocimiento de la Edad del Hierro del valle del Duero, incre-
mentándose el número de yacimientos soteños y profundizándose en la
secuencia cultural y definición arqueológica del grupo aún llamado “aré-
vaco-vacceo” o “duriense” (Palol y Wattenberg, 1974; Mañanes, 1979;
1983; Romero, 1985; Martín Valls, 1985; 1986-1987; Sacristán, 1986a;
1986b; 1989; Delibes y Romero, 1992; Martín Valls y Esparza, 1992).
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
76
Como ya se ha indicado, esta trayectoria se acrecienta en y desde los
años noventa sobre la base de proyectos de investigación más ambicio-
sos e interdisciplinares. Además de ampliarse las secuencias estratigrá-
ficas de algunos yacimientos emblemáticos y de perfilarse las dinámicas
de un poblamiento vacceo cada día mejor definido (Sacristán, 1994;
1995; 1997; Sacristán et alii, 1995), los nuevos proyectos integran en
sus conclusiones análisis antropológicos, arqueobotánicos, arqueofau-
nísticos y de residuos orgánicos, enriqueciendo con ello cualitativamente
el panorama interpretativo (Romero, Sanz y Escudero, 1993; Delibes,
Romero y Morales, 1995; Sanz y Romero, 2007a). Se forja así la ar-
queología vaccea del siglo XXI, una de las más pujantes en la reciente
investigación de la Edad del Hierro.
Mientras tanto, en esas mismas décadas los trabajos de Historia
Antigua, más inmovilistas debido acaso a las reducidas posibilidades de
aumentar el caudal de materiales primarios, inscripciones latinas aparte,
se centran en el amplio apartado de “indigenismo y romanización” en la
región del Duero. El mismo se aborda frecuentemente desde una acota-
ción provincial o autonómica que no deja de implicar cierto sesgo al tra-
tarse de demarcaciones administrativas difícilmente ajustables a la
territorialidad antigua. Dentro del apartado de “indigenismo y romani-
zación” adquieren protagonismo tres subtemáticas: 1) el proceso de con-
quista y la administración romana, siguiendo una dilatada tradición
historiográfica (Mangas y Solana, 1985; Salinas, 1986; 1995; Gonzá-
lez-Cobos, 1986-1987; 1988; 1989; Roldán, 1995; 1997); 2) la pervi-
vencia de estructuras sociales indígenas reconocidas epigráficamente,
con hallazgos tan interesantes como la tabula hospitalis de Montealegre
de Campos, que descubre la cognatio Magilanicum (Albertos, 1975;
1981; González, 1986; Balil y Martín Valls, 1988; González y Santos,
1994; Salinas, 1994; González-Cobos, 1995-1996); y 3) el estudio de la
red viaria y las ciudades hispanorromanas en territorio castellano-leonés,
con base en la información de las fuentes (Plinio, Tolomeo), los itinera-
rios y la epigrafía miliaria (Mañanes y Solana, 1976; 1985; Solana,
1994-1995; cfr. TIR K-30: passim). Las tres temáticas siguen siendo ob-
jeto de atención hoy en día (Hernández Guerra y Sagredo, 1998; Her-
nández Guerra, 2002; 2007; Curchin, 2004; Solana y Sagredo, 2006).
Teniendo en cuenta la diversificación existente entre la Arqueolo-
gía protohistórica y la HistoriaAntigua, la exégesis de los vacceos se ha
venido haciendo conforme a dos patrones. Bien literariamente, esto es,
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
77
desde el relato del avance militar romano en el territorio y el consi-
guiente impacto, transformación e integración de las comunidades lo-
cales en el Imperio romano: lo correspondiente al estadio de los vacceos
“históricos”, en contacto con Roma o romanizados. Bien arqueológica-mente, así pues desde la caracterización de sus formas de vida a partir
de la información deducida de hábitats, necrópolis, repertorios ergoló-
gicos y análisis paleoambientales: lo aplicado en esencia a los vacceos
prerromanos, indígenas o de la Edad del Hierro. Así pues, vacceos na-
rrados frente a vacceos fosilizados. Gentes sobre el papel (representadas
desde la óptica de los autores griegos y romanos) frente a huellas de gen-
tes (que aproximan cómo vivían y morían quienes las dejaron tras de
sí). Si en la primera tendencia, la literaria, prima el discurso de las his-
torias militar y político-administrativa o los debates de corte socioeco-
nómico (la disolución del ordenamiento gentilicio y el colectivismo
agrario como temas recurrentes); en la segunda, la arqueológica, lo ha-
bitual son los análisis de yacimientos y comarcas, las tipologías de ma-
teriales (cerámicas, armas y objetos de adorno) o la formación del
sustrato. Sin embargo, pocas veces se ha abordado el estudio de los vac-
ceos, de los pueblos prerromanos en suma, desde la integración de di-
versos registros y enfoques. O cuando se ha hecho los resultados no
siempre son óptimos. Como decíamos líneas atrás, ello se debe en buena
parte al peso de las diversas tradiciones y a la falta de diálogo entre dis-
ciplinas académicas. La Prehistoria por un lado, la HistoriaAntigua (en-
tendida fundamentalmente como Antigüedad romana) por otro. Y la
Protohistoria de por medio, adscribiéndose a una u otra según se opte por
una aproximación más filológica o más material. Ello ha convertido a la
Protohistoria en una suerte de hiato unas veces, de comodín historio-
gráfico otras, cuando en realidad se trata de un período crucial en la pro-
gresión interna e interacción de las primeras comunidades estatales
(Gracia y Munilla, 2004: 13-17).
De este estado de cosas resultan, y la investigación ha seguido tra-
dicionalmente, tres modus operandi u orientaciones en el estudio de lospueblos prerromanos, ninguna de las cuales brinda a nuestro juicio so-
lución.
1) La jerarquización o imposición de un registro informativo sobre
otro, habitualmente –aunque no siempre- subordinando la arqueología al
discurso de las fuentes clásicas. Se trata del esquema o falacia positivistaa la que ya nos hemos referido, bien representado en la lectura histori-
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
78
cista que F. Wattenberg, según lo corriente en su época, hace de la se-
cuencia arqueológica vaccea.
2) La definitiva ruptura o disyunción de tendencias metodológi-
cas, la histórico-filológica por un lado, la arqueológica por otro. Se si-
guen así caminos separados y en ocasiones excluyentes en la particular
travesía del desierto que en tal sentido representan las décadas 1960-
1990.
3) Más excepción que norma, la exposición colateral de evidencias
materiales y literarias, yuxtaponiéndose o cruzándose los datos pero rara
vez engranándose críticamente en el relato de los hechos históricos o en
el análisis de los procesos culturales. Se trata de trabajos que, aun me-
ritorios, anteponen lo descriptivo-recopilatorio (“las fuentes dicen”) a
lo analítico-interpretativo (“de las fuentes se infiere”).
Reconducir la arraigada secesión entre textos y arqueología es una
tarea que requiere buenas dosis de perspectiva, reflexión y voluntad.
Casi de veinte poemas de amor y una canción desesperada, si se me
permite el guiño nerudiano.
Historiando a los pueblos prerromanos: códigos, preguntas e in-ferencias
Y a las fuentes hemos llegado. A pesar del nostálgico neopositi-
vismo constatable aún en algunos pocos autores, hoy está plenamente
asumido que las fuentes escritas no son la historia sino una expresiónde la misma. Es decir, constituyen percepciones de lugares, hechos y
gentes transmitidas por observadores o analistas cuyas obras han lle-
gado hasta nosotros. Si el legado literario antiguo es en general exiguo,
muy pocos son los textos que conservamos sobre la Península Ibérica en
la Antigüedad. De ellos sólo una parte contienen datos que hoy califi-
caríamos de historiográficos, tratándose por lo demás (salvo laGeogra-fía de Estrabón, que se conserva íntegra) de fragmentos o interpolaciones
contenidas en la obra de autores posteriores. No hay dudas de que la
parquedad documental es el primer problema al que debe enfrentarse el
historiador de la antigüedad; precepto que no por repetido deja de ser
cierto. Pero, regresando a lo que nos ocupa, lo que las fuentes proyec-
tan no es una visión aséptica, como tampoco una imagen mecánica de
la realidad que contemplan. Más bien se trata, como ya se ha dicho, de
percepciones que responden y son producto de las coordenadas tempo-
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
79
rales, intelectuales y políticas que envuelven a quienes expresan tales
testimonios. Trátese de geógrafos o historiadores, filósofos o eruditos,
militares o estadistas, cronistas o epitomistas…, los perfiles habituales
de los escritores antiguos. Entendiendo por tanto que estamos ante pro-
ductos culturales de un determinado tempus, ante una particular forma
de mirar, estamos obligados a contextualizar la información de las fuen-
tes para extraer su pleno rendimiento. Este posicionamiento crítico debe
llevar a preguntarnos por los objetivos e intereses que mueven al autor
antiguo, por su experiencia, rigor y fiabilidad, por sus tópicos y silencios,
por lo que esperaban de él sus lectores… En fin, por los prejuicios de la
época que hayan podido quedar reflejados en su obra (Morley, 1999;
Sánchez-Moreno y Gómez-Pantoja, 2007: 21-26). Sólo así estaremos
en situación de discernir los elementos contaminantes del relato: no para
desecharlos, sino para valorarlos como herencia historiográfica. Y sólo
así podremos calibrar, en suma, la información y desinformación de
nuestros clásicos (Grant, 2003).
Ahora bien, y recurrimos de nuevo a M.I. Finley, partimos de una
falsa premisa si asumimos que griegos y romanos concebían el estudio
y el escribir de la historia esencialmente como nosotros (Finley, 1986:
30). Por lo que hemos de admitir que nuestras preguntas, como histo-
riadores del siglo XXI, ni pueden ni tienen que ser las mismas que for-
mularan los historiadores de la Antigüedad.
Si la comprensión de los contextos es siempre necesaria, aún más
lo es en los casos en que existe una considerable distancia entre el sujeto
narrador y los objetos narrados. Una distancia espacial, temporal y sobre
todo conceptual. Es lo aplicable a los pueblos de la Hispania antigua, en
su mayor parte ágrafos hasta que se generaliza la escritura latina avan-
zado el Imperio romano. Affairs de la Protohistoria, caprichoso hori-
zonte en el que convergen sociedades literarias y no literarias,
colonizadores y colonizados, y en el que las primeras alumbran a las se-
gundas desde sus particulares códigos narrativos; aspecto éste en el que
ha profundizado agudamente P.S. Wells (2001: 15-32; 2002: 361-362).
En otras palabras, no tenemos relatos sobre los vacceos, vetones o lusi-
tanos generados por ellos mismos, sino descripciones –ralas menciones
la mayoría de veces— debidas a autores griegos o romanos que visita-
ron la Península Ibérica. O debidas a aquellos otros, los más, que sin
desplazarse hasta Iberia escribieron sobre sus territorios y pobladores
haciendo acopio de información ajena. Es el caso de Estrabón, la fuente
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
80
más nutricia para acercarnos literariamente a los pueblos prerromanos
(Cruz, 1999; Gómez Espelosín, 2007). Obvia decir que la explícita cir-
cunstancia de que buena parte de estos autores escriban en tiempos de
la expansión romana por el Mediterráneo occidental (Polibio, Posido-
nio…), o durante la llamada pax augusta (Estrabón, Diodoro de Sici-
lia…), explica que sus proyecciones respondan en mayor o menor
medida al discurso de la alteridad civilización versus barbarie (Plácido,1987-1988; Salinas, 1999; cfr. Clarke, 1999). La primera representada
por Roma como potencia hegemónica, mientras que la segunda, la bar-
barie, se ejemplifica en los pueblos hispanos que van siendo integrados
en el orbe romano (Gómez Espelosín, Pérez y Vallejo, 1995: 48-72). En
el primer caso la voz del imperialismo transmutado en principio de ci-
vilización, en el segundo la voz de los sin voz.
Cabe entender de lo anterior que los tópicos sobre la rudeza, beli-
cosidad y anarquía de los pueblos del interior de Iberia –tanto más bár-
baros cuanto más alejados estén geográfica y culturalmente de los
valores de la romanitas-, sean lugares comunes en la obra de los histo-
riadores grecolatinos. Debe tenerse en cuenta además, y como veremos
ello es especialmente significativo para el caso de los vacceos, como
para el de celtíberos y lusitanos, un factor pragmático o coyuntural de
primer orden. Muchas de las noticias sobre los pobladores peninsulares
se generan al hilo del avance romano, a lo largo del siglo II a.C., y más
precisamente en el marco de desarrollo de las guerras celtíbero-lusitanas
(154-133 a.C.). Se trata de un momento sumamente interesante al pro-
ducirse una intensa interacción militar y diplomática entre las fuerzas
romanas y las estructuras de poder indígenas (García Riaza, 2002). Este
horizonte henchido de tensiones significó también un proceso mutuo de
observación y estudio para ambos protagonistas, romanos y celtíberos.
Por eso cobran especial valor testimonios como el de Polibio, historia-
dor griego y hombre de armas que acompañó a Escipión Emiliano en
Hispania y que en tierras de la Meseta pudo presenciar y participar de
hitos como la caída de Numancia en 133 a.C. (Dobson, 2006). Aunque
conservamos sólo una mínima parte de los libros que componían sus
Historias, de Polibio derivan muchos de los datos sobre las tierras y gen-
tes de la Céltica hispana manejados después en sus obras por Posido-
nio, Estrabón, Diodoro, Tito Livio oApiano.Así, primeras noticias sobre
los vacceos y el asedio romano a sus ciudades (Cauca, Intercatia, Pa-
llantia), o su riqueza cerealística y el peculiar sistema agrícola relacio-
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
81
nado con el auxilio a los numantinos, parecen tener una génesis poli-
biana. Por ello, como observador directo, Polibio es fuente capital para
el conocimiento de Hispania (Pelegrín, 2005; Santos y Torregaray,
2005).
Ahora bien, al servirnos de las fuentes no sólo debemos tener en
cuentan su código interno, también su adecuación y evolución temporal.
Este es un aspecto sensible en la tradición historiográfica de los pueblos
prerromanos.Así, se ha utilizado alternativamente la información de Po-
libio, Estrabón, Plinio o Tolomeo, casi como cromos intercambiables,
para apoyar datos sobre el territorio, la etnografía o la organización so-
cioeconómica de determinados pueblos sin reparar en dos hiatos crono-
lógicos. Por un lado la distancia existente entre estos autores (de época
romana) y las sociedades a las que se refieren, sobre todo cuando el de-
bate científico se plantea en términos de la Edad del Hierro; y por otro
la diacronía entre las propias fuentes. Dado que Polibio escribe a me-
diados del siglo II a.C., Estrabón en el cambio de era, Plinio en época fla-
via y Tolomeo en el siglo II d.C., los datos que transmiten sobre la
Península Ibérica (sean de su propia cosecha o bebidos de fuentes) no re-
velan la misma situación ni tienen igual concreción (Sánchez-Moreno y
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
82
Fig. 3. Imagen de Ibe-ria en Polibio (media-dos del siglo II a.C.) yubicación aproximadade los vacceos, según P.Moret (modificado,Domínguez, 2008: 371,fig.3).
Gómez-Pantoja, 2007: 26-39). Un ejemplo ilustrativo son las diferentes
acepciones de Celtiberia y celtíberos en los autores grecolatinos, con-
ceptos que se reelaboran en paralelo al avance de la presencia romana en
Iberia (Capalvo, 1996; Gómez Fraile, 1996; 2001a: 39-62; Burillo, 1998:
13-64). No está de más recordar en este punto que, en contra de lo que
el proceder de algunos haría pensar, las fuentes no son comodines oca-
sionales ni acordeones extensibles a conveniencia del investigador. Tam-
bién sobre los textos clásicos se ha cometido la falacia -en este caso
arqueologista—de colacionarlos sólo cuando son pertinentes al discurso
arqueológico, sin reparar en la propia cronología y naturaleza de la in-
formación.
En definitiva, un correcto manejo de las fuentes escritas exige aten-
der el tiempo y el contexto de cada testimonio para insertarlo conve-
nientemente en la perspectiva diacrónica del relato histórico. Es lo que
intentaremos esbozar seguidamente a propósito de los vacceos. Pero
antes, para concluir este punto, dediquemos siquiera unas líneas a las
preguntas e inferencias.
Las fuentes escritas, lo acabamos de ver, cuentan lo que quieren y
como quieren contarlo. Para el caso de la Hispania prerromana triste-
mente poco. Por ello se hace inevitable combatir su silencio con inte-
rrogantes e hipótesis de trabajo surgidas de nuestra propia reflexión y
apoyadas en otros registros de información. Y es que, ¿qué imagen ob-
tenemos de los vacceos si acudimos sólo a Estrabón, Diodoro oApiano?
La respuesta es automática: la de su caracterización literaria a partir del
análisis histórico-filológico de cada autor/obra. Así se ha hecho y con
ello se ha contribuido positivamente al conocimiento de la mecánica
funcional de la historiografía antigua (Sancho, 1983; Alonso-Núñez,
1987; de Hoz, 2000; Salinas, 2004; Sopeña y Ramón, 2006). Sin em-
bargo, tomadas aisladamente, estas biopsias resultan insuficientes para
restituir a los vacceos en su propia dimensión temporal y espacial. Como
ya hemos visto, para inferir más sobre la realidad de nuestros protago-
nistas particularmente útil se nos muestra la arqueología dado el volu-
men cuantitativo y cualitativo de sus datos. Pongamos un ejemplo de
las posibilidades que abre el empleo interdisciplinar de herramientas y
fuentes. El afianzamiento urbano que comprueban los hábitats vacceos
desde el siglo IV a.C., y relacionado con ello la especialización agrope-
cuaria, el impulso de la producción alfarera o la dinamización comercial,
asimismo detectables arqueológicamente (Sacristán, 1993; Escudero y
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
83
Sanz, 1993; San Miguel, 1995; Sánchez-Moreno, 2002), deben llevar a
replantearnos el modelo socioeconómico vacceo reflejado en las fuen-
tes escritas. A releerlo a la luz de nuevos focos. No para primar un tipo
de evidencia sobre otra (recuérdese que cada registro dispone de su len-
guaje, uno material, otro historiográfico, no siempre compatibles o in-
tercambiables), sino para enfrentar las evidencias. Mejor aún, para
conjugarlas críticamente.
Asimismo, el concurso de disciplinas como la antropología cultu-
ral o la etnografía, convenientemente articuladas, puede redundar en una
mejor comprensión de los esquemas mentales de nuestros prerromanos.
Una exitosa aplicación en este sentido representan los trabajos de G. So-
peña sobre los ritos funerarios y la ética guerrera de la que participan,
entre otros, celtíberos y vacceos (Sopeña, 1995; 2004; 2005). Por lo
demás, es ineludible que inquietudes de nuestros días se proyecten en
nuestras miradas al pasado, lo que justifica el interés de determinados
temas. Entre ellos uno de los más candentes es el de la construcción de
las identidades antiguas, colateral al de la etnicidad. Patentadas en par-
ticular por la historiografía arqueológica anglosajona (Graves-Brown,
1996; Jones, 1997; Wells, 1998; 2001; Díaz-Andreu et alii, 2005), lascuestiones identitarias se plantean hoy con fuerza en el debate de los
pueblos prerromanos peninsulares (Cruz y Mora, 2004; Plácido, 2004;
Sastre, 2009).
Apuntes sobre los vacceos en el discurso historiográfico antiguo
Llegados a este punto es hora de que nos ocupemos de la infor-
mación sobre los vacceos transmitida por las fuentes. Dado que los tes-
timonios literarios han sido recopilados y comentados por varios autores
(Wattenberg, 1959: 31-47; Tovar, 1989: 98-103; Sánchez-Moreno, 1998;
Solana, 2002-2003), nos limitaremos a hacer un rápido repaso de noti-
cias siguiendo un desarrollo cronológico que arranca en el último cuarto
del siglo III a.C.
Elefantes en Tierra de Campos: un alumbramiento en vísperasde la guerra de Aníbal
Los vacceos (o ×"kk"4oLl en las fuentes griegas, vaccaei o vac-caeis en las latinas), en concreto algunas de sus ciudades, aparecen ci-
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
84
tados por primera en relación con la campaña queAníbal Barca dirige a
la Meseta norte en 220 a.C. Tiene lugar un año después del ataque del
cartaginés a los olcades y un año antes de la toma de Sagunto, acción que
como es bien sabido desencadena la Segunda Guerra Púnica. Los lances
del episodio se conservan en Polibio (3.13.5-14), y siguiéndole de cerca
en Livio (21.5.1-17), si bien el relato originario procedería de alguno de
los historiadores griegos que acompañaron a Aníbal, como Sileno de
Caleacte o Sósilo de Lacedemonia, cuyas obras, hoy perdidas, consul-
taría Polibio. Estos cronistas de la órbita greco-púnica son los primeros
en tener conocimiento directo de las tierras entre el Guadiana y el Duero
franqueadas por Aníbal, en concreto las ocupadas por oretanos, carpe-
tanos, vetones y vacceos (Sánchez-Moreno, 2000b: 117-121). Y eso hace
especialmente lamentable que no conservemos sus relatos, pues debie-
ron ser prolijos en detalles etnográficos sobre estos pueblos de la peri-
feria céltica (Domínguez, 2008: 368-369). Volviendo a la campaña que
lleva aAníbal hasta la región vaccea, sabemos que éste asedia no sin di-
ficultad dos de sus ciudades, Helmantica (la actual Salamanca) y Arbu-
cala (en El Viso de Bamba, Zamora), cuyas posiciones en el interfluvio
Tormes-Duero advertirían algún tipo de interés para los púnicos.A su re-
greso, al cruzar el Tajo, Aníbal tiene que hacer frente a un potente ejér-
cito integrado por carpetanos, olcades y vacceos huidos, a los que acaba
venciendo gracias a la caballería y a los cuarenta elefantes de guerra que
llevaba consigo. Los móviles de esta campaña contra los vacceos, según
se piensa hoy, estarían en relación con el suministro de víveres para el
ejército, asegurando Aníbal de forma expeditiva las cosechas del feraz
campo vacceo. Pero entre las metas también contarían el reclutamiento
de mercenarios o la conclusión de alianzas con poderes locales, suscep-
tibles de garantizar una retaguardia interior a los púnicos. La estrategia
de Aníbal parece responder, en efecto, a la preparación en 220 a.C. de
una ya perentoria guerra con Roma (Domínguez, 1986; Sánchez-Mo-
reno, 2000b; 2008b).
Del contexto de las noticias sobre la Segunda Guerra Púnica y sus
preliminares poco se colige más allá del potencial poblacional y econó-
mico de las ciudades vacceas. Helmantica, que disponía de arrabales ex-
tramuros, es calificada de “gran ciudad de Iberia” (Plutarco, Virt. Mul.,248e; Polieno, 7.48). Parece factible también la suma de contingente
vacceo al ejército cartaginés teniendo en cuenta que celtíberos, carpeta-
nos y lusitanos participaron activamente como mercenarios de los pú-
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
85
nicos. En cualquier caso, el impacto cartaginés debió alterar la cotidia-
nidad de aquellas gentes en un grado no constatado por las fuentes, drás-
ticamente en el caso de las comunidades directamente afectadas por la
acción militar de Aníbal.
Problemáticos vecinos y sin embargo amigos: el bellum nu-
mantinum o cómo una tierra de auxilio (celtibérico) se convierteen tierra de castigo (romano)
El grueso de las noticias sobre los vacceos se circunscriben al
tiempo de las guerras celtibéricas (154-133 a.C.). Existen no obstante
algunos pasajes anteriores que los citan.Así, en 193 a.C. los vacceos, en
coalición con vetones y celtíberos y dirigidos por un régulo llamado Hi-
lerno, luchan contra el pretor de la Ulterior, Fulvio Nobilior, junto a la
ciudad de Toletum (Livio, 35.7.8). Mientras que en 179 a.C. el general
romano Albino cruzaría desde Lusitania el territorio vacceo para reu-
nirse con Sempronio Graco en Celtiberia (Livio, 40.47.1). En cualquier
caso, es en el horizonte del conflicto celtibérico en el que los vacceos ad-
quieren carta de presentación en las fuentes de conquista (Wattenberg,
1959: 33-39; González-Cobos, 1988; 1989: 159-166; Solana, 1983;
1990; Pérez Vilatela, 1998; cfr. Salinas, 1986; Lorrio, 2009). El autor dereferencia es ahoraApiano. Historiador alejandrino del siglo II d.C., es-
cribe una Historia Romana en clave militar entre cuyos volúmenes se
conserva el consagrado a las guerras hispanas (Iberiké en el original
griego) (Sancho, 1973; 1983; Gómez Espelosín, 1993a: 7-34; 1993b;
Richardson, 2000). Bebiendo de Polibio y Livio entre otros, Apiano re-
fiere con relativo detalle las campañas romanas contra los vacceos, que
persiguen contrarrestar el apoyo económico y militar brindado a los nu-
mantinos.
La primera de las expediciones de castigo es la protagonizada por
Lúculo, gobernador de la Citerior en 151 a.C. (Solana, 1983). Ávido de
gloria y fortuna como nos hace saberApiano (Iber. 51-55), Lúculo se di-rige contra la ciudad de Cauca (la segoviana Coca) acusando a los vac-
ceos de no respetar a los carpetanos, aliados de Roma. A pesar de
cumplir con los tributos exigidos por el pretor (la entrega de rehenes,
100 talentos de plata y la caballería, además de aceptar una guarnición
romana), la ciudad sufre la perfidia de Lúculo, quien no duda en pasar
a cuchillo a sus habitantes (Apiano, Iber. 51-52). Seguidamente, tras
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
86
atravesar una extensión de territorio deshabitado —aludiría Apiano al
yermo de los vacíos vacceos—, Lúculo intenta el asedio de Intercatia,
una plaza cuya localización se sigue discutiendo. La ciudad resiste hasta
aceptar la entrega de un cuantioso botín del que forman parte 10.000
sagos de lana, reses y 50 rehenes. Entre otros episodios que acontecen
entonces, Escipión, el futuro sitiador de Numancia, acepta el reto de en-
frentarse a un joven intercatiense en combate singular del que resulta
vencedor (Apiano, Iber. 53-54; Livio, Per. 83). Este hecho revela el
apremio de los valores competitivos entre los vacceos que, llegado el
caso, el romano asumía también como código de honor. Antes de aban-
donar el país vacceo, Lúculo lleva a cabo un tercer asalto en esta ocasión
contra la ciudad de Pallantia (probablemente Palenzuela, a orillas del
río Arlanza); una intentona que concluye en sonado fracaso para los ro-
manos. El hostigamiento de la potente caballería palentina y la escasez
de víveres propician la retirada de Lúculo, que es perseguido hasta la
línea del Duero (Apiano, Iber. 55).Los vacceos y sus ciudades no vuelven a ser mencionados hasta la
campaña de Emilio Lépido contra Pallantia en 137 a.C. (Apiano, Iber.
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
87
Fig. 4. Recorrido delas campañas militaresromanas sobre la re-gión vaccea en la se-gunda mitad del sigloII a.C., según F. Wat-tenberg (1959: 34,fig.4).
80-82; Livio, Per. 56; Orosio, 5.5.13). Para justificar su acometida, Lé-
pido, cónsul a la sazón, acusa a lo vacceos -segúnApiano injustamente-
de haber auxiliado a los numantinos con víveres, dinero y tropas. El Se-
nado romano envía embajadores al cónsul con la orden de no actuar con-
tra Pallantia, de triste recuerdo por la derrota de Lúculo de 151 a.C. Sin
embargo Lépido desoye el aviso y el sitio de Pallantia -una segunda Nu-
mancia por su capacidad defensiva y estratégica (Wattenberg, 1959: 13,
38)- concluye, de nuevo, en sonado revés. En esta ocasión la prolonga-
ción del asedio, la resistencia de la ciudad y la falta de alimentos pro-
vocan que el ejército romano huya precipitadamente, contabilizando
numerosas pérdidas. No mucho después, Calpurnio Pisón, el nuevo res-
ponsable de la lucha contra los celtíberos, en lugar de atacar Numancia
repite el malogrado plan de Lúculo y Lépido. Así, lleva a cabo una in-
cursión contra Pallantia en 135 a.C. que le ofrece un parco botín, tras lo
cual se retira a Carpetania (Apiano, Iber. 83). Sólo un año después, Es-cipión Emiliano llega de nuevo a tierras vacceas reviviendo el recorrido
que años atrás hiciera con Lúculo. El fin, reiterado en otras ocasiones,
es el de aprovisionarse de trigo llevando la guerra “hasta las tierras de
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
88
Fig. 5. Recreación delcombate singular en-tre Escipión Emilianoy un guerrero interca-tiense en 151 a.C.,descrito por las fuen-tes; dibujo de L. Pas-cual (Sanz y Velasco,2003: 194, fig.10).
los vacceos, donde los numantinos compraban los alimentos, segando
todo y recogiendo para su propio abastecimiento lo útil, amontonando en
cambio lo desechable y prendiéndole fuego” (Apiano, Iber. 87). El sagazplan de Escipión, consistente en ejercitar a sus tropas bloqueando la vía
de solidaridad y abastecimiento que para los numantinos representaba el
país vacceo, no estuvo exento de adversidades. Así, en una llanura cer-
cana a Pallantia por nombre Coplanio, muchos palentinos se ocultan
para preparar una emboscada en la que cae el tribuno Rutilio Rufo, que
es auxiliado por Escipión (Apiano, Iber. 88). Tras costosa huida, éste
consigue regresar a Numancia con el objetivo cumplido de haber ago-
tado los suministros vacceos sin desgastar en demasía a las legiones.
Camino de Numancia, Escipión alcanza Cauca y, lejos de destruirla,
anuncia a sus habitantes que podían regresar sin peligro a sus hogares
(Apiano, Iber. 89). No hay más noticias de las gentes o la geografía vac-
ceas en la secuencia final de la guerra celtibérica, representada por, la
caída de Numancia tras el férreo cerco impuesto por Escipión, merece-
dor de un triunfo en Roma y del epíteto Numantino que llevará desde en-tonces (Apiano, Iber. 98).
De estas noticias se desprende que, sin ser generadores del con-
flicto ni pertenecer étnicamente al conglomerado celtibérico, los vac-
ceos se ven implicados y sufren severamente la embestida romana. El
campo vacceo constituye la despensa de Numancia, y ello precipita el
ataque a sus ciudades. Unas veces por la avaricia o el afán de riqueza de
algunos generales (Lúculo, Lépido, Calpurnio Pisón), otras por formar
parte en maniobras de desgaste y aislamiento, como hace Escipión aho-
gando a los numantinos en las llanuras durienses, el caso es que el vac-
ceo es un campo ambicionado por su agricultura excedentaria y
comercializable. De tal guisa, en la historiografía grecolatina de la gue-
rra numantina el país de los vacceos es una tierra de auxilio y, por ello,
una tierra de castigo (Sánchez-Moreno, 1998: 57-58). Pero hay más
datos que pueden tener cabida aquí. Acaso estas circunstancias son las
que dan eco, observado directamente por Polibio y transmitido después
por Posidonio y Diodoro, al particular sistema agrícola empleado por
los vacceos para mejorar la producción y garantizar la provisión de co-
sechas en tiempo de crisis. Consistiría en una suerte de prestación labo-
ral a la que estaría sujeta el conjunto de la población de cada civitas,siendo la comunidad política la encargada de gestionar la titularidad y
el trabajo de las tierras, penando además duramente a los infractores.
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
89
Pero poco sabemos sobre el funcionamiento real del llamado colecti-vismo agrario vacceo, topos historiográfico donde los haya, pues éste
está sólo alumbrado en un contaminado pasaje de la Biblioteca Históricade Diodoro de Sicilia (5.34.3). No obstante, la cita y a partir de la misma
la discusión sobre el régimen agrícola vacceo han dado lugar a una pro-
fusa bibliografía que arranca con los ensayos de J. Costa (Domínguez,
1988; Salinas, 1989a; 1990; 1999: 199-200; 2004; Sánchez-Moreno,
1998-1999; Gómez Fraile, 2001a: 181-186; cfr. Sanz et alii, 2003b).Asimismo, la experiencia de la guerra celtibérica permitió a los
observadores clásicos advertir costumbres indígenas que llamaron su
atención, incorporándose desde entonces a la tradición literaria. Sería el
caso, por ejemplo, de la exposición de guerreros caídos en combate para
ser devorados por los buitres, un ritual descarnatorio practicado por cel-
tíberos y vacceos según señalan Silio Itálico (Pun. 3.340-343) y Eliano(De Nat. An. 10.22). Se trata de un indicador más de la ética agonística
congénita a las sociedades hispanoceltas, donde la muerte y el viaje al
más allá (de por medio de las psicopompas aves) cerraban un ciclo he-
roico de plenitud guerrera, tal y como ha sabido develarlo G. Sopeña
(1995: 210-262; 2004; cfr. Sopeña y Ramón, 2002). Y aunque sea desde
una observación externa y por ende sesgada, las fuentes también repa-
ran en algunos datos de la cosmovisión religiosa de los vacceos. Así, la
invocación de los caucenses a los dioses protectores de los pactos cuando
sufren en carne propia la felonía de Lúculo en 151 a.C. (Apiano, Iber.52), o años después, a propósito de la campaña de Lépido de 137 a.C.,
la interrupción de la lucha que deciden los palentinos turbados ante un
eclipse lunar que tienen por señal divina (Apiano, Iber. 82), son refren-dos de una panteón de creencias complejo y articulado.
Pero, sobre todo, las comunidades vacceas muestran en las fuen-
tes de conquista una actitud solidaria e interactiva con sus vecinos me-
seteños. Notoriamente con los celtíberos, como prueba la conexión
arévaco-vaccea que esconde una intensa circulación de productos (trigo,
hierro, ganado, sal…) entre ambas esferas, como sugiriera F. Watten-
berg (1959: 24, 38-39). Sin embargo estas relaciones se extenderían a
otros pueblos como vetones, astures, turmogos, autrigones, berones o
cántabros. Detrás de ello subyace una larga tradición de contactos cul-
turales en la definición del mundo vacceo. Este proceso culmina a fina-
les de la Edad del Hierro con la eclosión de mercados urbanos desde los
que se difunden productos agropecuarios y manufacturas (cerámicas,
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
90
armas, objetos de adorno, probablemente también textiles) por buena
parte de la Meseta, como cabe entrever del registro arqueológico (Sán-
chez-Moreno, 2002; Blanco, 2005; Romero et alii, 2008: 696-697). Porlo demás, este horizonte casa bien con un panorama de ciudades-estado
densamente pobladas y bien guarnecidas, definidas por una capital ur-
bana y un amplio territorio, en las que operan órganos institucionales
(consejos, asambleas, magistraturas) y elites sociopolíticas (los equites,la iuventus guerrera) tal y como dibujan las fuentes.
Entre Sertorio y Augusto, el progresivo control de un espacio enretaguardia
Es poco lo consignado sobre las gentes meseteñas en el período
que va de la caída de Numancia a la irrupción de Quinto Sertorio. En
cualquier caso, el control romano de las tierras durienses parece más te-
órico que real, por lo que debieron ser frecuentes los levantamientos in-
dígenas (García Moreno, 1987) y asimismo campañas de castigo como
la que Didio lleva a los confines arévaco-vacceos en 97 a.C. (Apiano,
Iber. 99-100). Sin embargo, la aventura sertoriana (80-72 a.C.) trae de
nuevo a colación las ciudades vacceas. Exiliado en Hispania y tras su
paso por Lusitania, donde obtiene el apoyo de una población que le re-
clama como líder (Plutarco, Sert. 10-14; Valerio Máximo, 3.3.6), Serto-
rio penetra en la Meseta y hace baluartes de su causa a importantes
ciudades del valle del Duero y la Celtiberia interior (García Morá, 1991:
307-337). Que los vacceos —o una parte de ellos— apoyaron al popu-
lar rebelde se deduce de datos como la solicitud de caballería vaccea
que hace Sertorio (Livio, Per. 91), el ataque que, tras sus pasos, CneoPompeyo dirige contra Cauca, recurriendo a engaños para introducir sus
tropas en la ciudad (Frontino, 2.11.2), o la liberación de Pallantia por
Sertorio al ser sitiada por los pompeyanos en 74 a.C. (Apiano, Bell. Civ.1.112).
Reprimida la resistencia sertoriana, los vacceos son aludidos es-
porádicamente al hilo de algún levantamiento ocasional, lo que vislum-
bra que el sometimiento a la política pompeyana no era total. Así, en el
56 a.C., tal y como refiere Dión Casio (39.54), Metelo Nepote ataca la
arévaca Clunia, pero ha de abandonar la empresa ante la llegada de un
contingente liderado por vacceos y del que participan otros populi(Amela, 2002). De nuevo una colaboración, postrera ahora, del tándem
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
91
arévaco-vacceo.Años más tarde, en el preámbulo de la guerra astur-cán-
tabra, el general romano Estatilio Tauro sofoca una subversión inicial
de vacceos, cántabros y astures (Dión Casio, 51.20.2). Sin embargo,
según Floro (2.33.46-47), epitomista de Livio, la razón que lleva a Au-
gusto a declarar la guerra a los cántabros en 29 a.C. fue la hostilidad de
los montañeses hacia pueblos que, como vacceos, turmogos y autrigo-
nes, eran ya aliados de Roma. A pesar del silencio de las fuentes, en el
desarrollo de la contienda cántabra la región vaccea debió jugar un papel
relevante como zona de paso y retaguardia para las legiones romanas, en
este epílogo a la conquista militar de Hispania (Wattenberg, 1959: 44-
46).
Cartografía imperial de un sector de la Tarraconense: ciudadesy vías en la cuenca central del Duero
De nuevos tiempos resultan nuevos horizontes. Así, con la reor-
ganización administrativa impulsada por Augusto, geógrafos y funcio-
narios del Imperio se ocupan de redefinir y caracterizar los territorios
que articularán en adelante las demarcaciones provinciales. Con tal pro-
pósito es con el que hay que leer las reseñas geográficas de Estrabón, Pli-
nio y más tarde Tolomeo, quienes ofrecen un esbozo de las comunidades
urbanas y étnicas integradas en las provincias hispanas (Pérez Vilatela,
1989-1999; Gómez Fraile, 1997a; 1997b; 2007). De tal guisa, la región
vaccea forma parte de la provincia Citerior o Tarraconense, adscribién-
dose sus ciudades al conventus iuridicus cluniensis, con capital en Clu-nia (Coruña del Conde, Burgos), en la misma frontera arévaco-vaccea
(García Merino, 1975; Ozcáriz, 2006).
La distribución de los antiguos territoria en las fuentes altoimpe-
riales tiene un valor sólo relativo, a pesar de haberse utilizado frecuen-
temente para proyectar, con innegable anacronismo, los límites de la
territorialidad indígena. En nuestro caso, el espacio de los vacceos se
enclava en la línea del Duero medio lindada por la Celtiberia al este, las
estribaciones cantábricas al norte, la Asturia cismontana al noroeste y
la Vettonia y los montes carpetanos al sur. Un territorio coincidente,
grosso modo, con la Tierra de Campos, el valle del Cerrato, los montes
Torozos y las campiñas sureñas del Duero. Indicador del carácter apro-
ximativo y hasta cierto punto artificial de las viejas regiones étnicas en
la administración romana es el hecho de consignarse en relación a ele-
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
92
mentos estructurales del paisaje como son ríos y cadenas montañosas, a
partir de los cuales Roma traza sus fronteras. Así, citando un par de
ejemplos, se nos apunta que “después de los oretanos, hacia el norte
están los carpetanos y más lejos los vetones y los vacceos, por entre los
que corre el río Duero” (Estrabón, 3.3.2), o que “el río Duero, uno de los
mayores de Hispania, nace junto a los pelendones y pasa cerca de Nu-
mancia, luego por entre los arévacos y los vacceos, y tras servir de límite
entre los astures y vetones y entre Lusitania y los galaicos, va también
a separar a los túrdulos de los brácaros” (Plinio, N.H. 4.112).Las ciudades tampoco escapan a esta imprecisión y, de las que se
nombran, se señalan datos generales sobre su localización y adscripción
étnica, pero no sobre su estatus jurídico. Así mientras que, por ejemplo,
basándose en Polibio, Estrabón se limita a apuntar que Segisama e In-
tercatia son localidades de vacceos y celtíberos sin concretar la juris-
dicción de cada una (Estrabón, 3.4.13), Pomponio Mela (2.88) conviene
que la Pallantia de los vacceos es una de las ciudades más florecientes
del interior. Plinio, por su parte, es más preciso al dar la cifra de dieci-
siete civitates vacceas en el convento jurídico cluniense, si bien sólo cita
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
93
Fig. 6. Imagen de Ibe-ria en Estrabón (finesdel siglo I a.C.) con laubicación aproximadade los vacceos, segúnP. Cipres (Sánchez-Moreno, 2008: 135,fig.34).
cuatro de ellas, Intercatia, Pallantia, Lacobriga y Cauca (Plinio, N.H.3.26). El dato en cualquier caso subraya el tejido urbano del territoriumvacceo. En este sentido, cuantitativamente importante es la relación de
ciudades aportada por Tolomeo a mediados del siglo II d.C. Las compila,
con sus respectivas coordenadas —hasta el momento invertibles espa-
cialmente—, en una serie de tablas organizadas por adscripciones étni-
cas y provincias de todo el Imperio, computando unas 600 ciudades sólo
en Hispania (García Alonso, 2002; Gómez Fraile, 2005). En el territo-
rio de los vacceos enumera veinte: Albocella, Antraca, Avia, Bargiacis,
Cauca, Cougium, Eldana, Pella, Intercatia, Lacobriga, Octodurum, Pa-
llantia, Pintia, Porta Augusta, Rauda, Sarabis, Segisama Iulia, Sentice,
Sepontia Paramica y Viminatium (Tolomeo, 2.6.49). Con la salvedad de
Albocella (reducible en el paraje de El Alba en Villalazán, Zamora),
Cauca (en Coca, Segovia), Pintia (en Las Quintanas en Padilla de Duero,
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
94
Fig. 7. Territorio vac-ceo y ubicación de losprincipales núcleos ur-banos (Sanz yVelasco,2003: 49, fig. 2).
Valladolid) y Rauda (en Roa de Duero, Burgos), del resto se desconoce
y sigue discutiendo su exacta localización (Wattenberg, 1959: 64-77,
175; Mañanes y Solana, 1985; Solana, 1986-1988; 2002-2003: 21, 45-
73; Tovar, 1989: 348-349; Hernández Guerra, 2007; TIR K-30).
El mapa del sector de la Tarraconense ocupado antaño por los vac-
ceos se completa con un buen elenco de núcleos viarios reconocidos en
la itineraria romana.Así, gracias al Itinerario de Antonino y al Ravenatesabemos que Amallobriga, Arbucala, Brigaceo, Cauca, Intercatia, La-
cobriga, Nivaria, Oceloduri, Pallantia, Pintia, Rauda, Salmantica, Sen-
tice, Septimanca, Sibarim, Tela, Vico Aquario y Viminatium, eran
mansiones en los recorridos que atravesaban longitudinal y transversal-mente la cuenca sedimentaria del Duero. De estas vías, las que enlaza-
ban Asturica con Clunia y Caesaraugusta, Asturica con Salmantica,
Septimanca con Titulcia y Toletum, y Oceloduri con Segouia, eran prin-
cipales arterias de la Hispania Citerior con paso por el territorio vacceo
(Mañanes y Solana, 1985; Solana, 1994-1995; 2002-2003: 64-73; Solana
y Sagredo, 2006; TIR K-30).
Y aquí concluye la audición de los vacceos en el concierto (y des-
concierto) de las fuentes escritas, queriendo haber trascendido en estas
páginas algo de su eco historiográfico. Una reivindicación, si se nos per-
mite, que pasa por restituir al testimonio literario su incuestionable valor
como documento histórico. No como el sino como un registro de infor-mación que ha de cuestionarse, contrastarse y contrarrestarse con otras
evidencias y análisis. Formulando nuevas preguntas, revisitando viejos
debates. Particularmente, el discurso de la arqueología protohistórica se
hace indispensable en la escenificación de los pueblos prerromanos. Pero
sin el testimonio de las fuentes, nolens volens, no podríamos estar ha-
blando hoy y aquí de vacceos, al menos nominalmente, ni conmemorar
los cincuenta años de su opera prima historiográfica.
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95
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
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575
Indice
7Cincuenta años de arqueología vaccea
Fernando Romero Carnicero y Carlos Sanz Mínguez
19Semblanza de Federico Wattenberg
Eloisa Wattenberg García
37Arqueología del proceso de etnogénesis en la Meseta prerromana: los vacceos
Gonzalo Ruiz Zapatero
65Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
Eduardo Sánchez-Moreno
105El colectivismo de los vacceos, entre el mito y la realidad histórica
Manuel Salinas de Frías
123El poblamiento y el urbanismo vacceos
José David Sacristán de Lama
163‘La Ciudad’ de Paredes de Nava y el problema de la identificación de la Intercatia vaccea
Fancisco Javier Abarquero Moras y Fancisco Javier Pérez Rodríguez
193Un vacío vacceo historiográfico: sus necrópolis
Carlos Sanz Mínguez
231Rituales de vino y banquete en la necrópolis de Las Ruedas de Pintia
Cristina Górriz Gañán
257La cerámica vaccea
Juan Francisco Blanco García
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
576
293La cerámica con decoración a peine: de “fósil guía” a indicador de etnicidad
Jesús Álvarez-Sanchís
319El armamento vacceoCarlos Sanz Mínguez
363
Los puñales de filos curvos en el Duero Medio y Alto Ebro.A propósito de los llamados tipo La Osera y Villanueva de Teba
Roberto De Pablo Martínez
397¿Existe una joyería vaccea?
José Fabián Cuesta Gómez, Germán Delibes de Castro y Ángel Esparza Arroyo
437Réplicas en barro de la orfebrería vaccea
Fernando Romero Carnicero y Carlos Sanz Mínguez
467Las representaciones zoomorfas en perspectiva cenital.
Un estado de la cuestiónFernando Romero Carnicero
547Iconografía vaccea: una aproximación a las imágenes del territorio vacceo
Silvia Alfayé Villa
UniversidaddeValladolidCentro de Estudios Vacceos
“Federico Wattenberg”