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173 Razones para leer La sociedad maya bajo el dominio colonial Reasons to read Maya Society Under Colonial Rule Ángela Renée de la Torre Castellanos Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Occidente (México) [email protected] Nancy Farriss (2012) La sociedad maya bajo el dominio colonial, Artes de México/inah/conaculta, Ciudad de México, 546 páginas, isbn 978-607- 461-103-8 / 978-607-455-968-2. Es un motivo de celebración la publicación al castellano de un clásico de etnohistoria sobre la sociedad maya, libro que apareció por primera vez en inglés, hace casi tres décadas, cuya autora es una antropóloga que goza de amplio reconocimiento: Nancy Farriss. Este texto había sido traducido al español, y publicado por primera vez en 1992 por la editorial Alianza; hoy se nos ofrece una excelente reedición, lograda gracias a esfuerzos meritorios que quisiera destacar: el hecho de que sea publicado y editado por Artes de México, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (inha), y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (conaculta), quienes se atrevieron a abrir brecha con la publicación de un libro académico de antropología (sin imágenes gráficas, aunque sí colmado de imágenes verbales); al leerlo se ve la mano de un buen proceso editorial, y de una excelente traducción al castellano, realizada por María Palomar, todo lo cual permite que el texto se lea de manera fluida. Este es un libro que vale la pena leer para entender no sólo la historia de los pueblos indios y de la Colonia, sino también para tener una comprensión más sólida sobre la cultura popular mexicana del presente. La lectura de este libro genera placer. A pesar de que es un libro sustentado en fuentes históricas, no está saturado de citas ni de descripciones. Resalta el uso adecuado de las notas a pie de página, lo cual permite aligerar y no romper con la continuidad narrativa de la autora. Temas Antropológicos, Revista Científica de Investigaciones Regionales, volumen 35, número 2, abril–septiembre 2013, Universidad Autónoma de Yucatán, issn 1403- 843X, pp.173-179

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Razones para leer La sociedad maya bajo el dominio colonial

Reasons to read Maya Society Under Colonial Rule

Ángela Renée de la Torre CastellanosCentro de Investigaciones y Estudios Superiores

en Antropología Social, Occidente (México)[email protected]

Nancy Farriss (2012) La sociedad maya bajo el dominio colonial, Artes de México/inah/conaculta, Ciudad de México, 546 páginas, isbn 978-607-461-103-8 / 978-607-455-968-2.

Es un motivo de celebración la publicación al castellano de un clásico de etnohistoria sobre la sociedad maya, libro que apareció por primera vez en inglés, hace casi tres décadas, cuya autora es una antropóloga que goza de amplio reconocimiento: Nancy Farriss. Este texto había sido traducido al español, y publicado por primera vez en 1992 por la editorial Alianza; hoy se nos ofrece una excelente reedición, lograda gracias a esfuerzos meritorios que quisiera destacar: el hecho de que sea publicado y editado por Artes de México, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (inha), y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (conaculta), quienes se atrevieron a abrir brecha con la publicación de un libro académico de antropología (sin imágenes gráficas, aunque sí colmado de imágenes verbales); al leerlo se ve la mano de un buen proceso editorial, y de una excelente traducción al castellano, realizada por María Palomar, todo lo cual permite que el texto se lea de manera fluida.

Este es un libro que vale la pena leer para entender no sólo la historia de los pueblos indios y de la Colonia, sino también para tener una comprensión más sólida sobre la cultura popular mexicana del presente. La lectura de este libro genera placer. A pesar de que es un libro sustentado en fuentes históricas, no está saturado de citas ni de descripciones. Resalta el uso adecuado de las notas a pie de página, lo cual permite aligerar y no romper con la continuidad narrativa de la autora.

Temas Antropológicos, Revista Científica de Investigaciones Regionales, volumen 35, número 2, abril–septiembre 2013, Universidad Autónoma de Yucatán, issn 1403- 843X, pp.173-179

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Su lectura puede ayudar a la gente interesada en la cultura, la sabiduría y la espiritualidad maya; para aprender que lo que está por terminar no es el mundo, y quizá tampoco sea un ciclo que transforme el sistema neoliberal que nos rige, antes bien, citando a Farriss:“Como sucede con muchas especies en peligro de extinción, la mayor amenaza que enfrenta esta cultura es la pérdida de su hábitat, que se define por la práctica del cultivo de la milpa y los ritmos estacionales que ésta implica [sic] una cultura” (2012: 13). Esto se debe a que, como la autora advierte en el prefacio, es una cultura que está perdiendo su hábitat, desproporcionadamente, reconvertida en lugar de paso para turistas.

Farriss nos explica que la Conquista y el posterior periodo colonial que duró más de 300 años, no representó una amenaza para la pérdida de un pueblo y su cultura. Por el contrario, a lo largo del libro, se muestra cómo existieron adaptaciones, negociaciones, y estrategias, que implementaron los mayas para sobrevivir y preservar su cultura a pesar de la Conquista, la cual si bien les restó estatus de gobernantes, no destruyó la organización de los vínculos sociales. Este sustrato de sistema y vida colectiva, a manera de un modelo parroquial corporativo (como lo nombra la autora), es el que a lo largo de los siglos les ha permitido a los pueblos mayas su supervivencia tanto material como cultural. En el fondo, lo que permitió la supervivencia es la concepción compartida por los mayas de ésta, entendida como “una empresa colectiva en la cual el hombre, la naturaleza y los dioses estaban vinculados a través de lazos de reciprocidad que se sostenían entre sí forjados ritualmente a través del sacrificio y la comunión” (2012: 23). Para Nancy Farriss, la Conquista y la Colonia representaron no una catástrofe, sino una confrontación que, según sus propias palabras, significó una fuerza para el cambio.

Esta visión no catastrófica de la autora es la que mantiene el tono del libro, olvidando, por un lado, la denuncia de las calamidades traídas por los conquistadores, evitando así caer en la sobreprotección de los indígenas. Por su parte, Nancy Farriss busca comprender por qué no hubo tantas rebeliones. Y cuando las hubo, ¿por qué no fueron generalizadas? ¿Por qué no hubo resistencia a la imposición del cristianismo? Para responder, se adentra a entender la Conquista, pero no desde nuestros ojos de mexicanos del siglo xxi, tampoco desde la óptica de los conquistadores, sino a partir de las propias percepciones de los mayas sobre la Conquista. De esto trata su libro.

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Lo primero que nos dice la autora es que la visión maya del tiempo no se parecía a la de los aztecas, pues los mayas –explica– tenían una concepción cíclica, y no evolutiva:

Esperaran o no los mayas esa invasión específica, las acciones de los españoles se desarrollaron según esquemas lo suficientemente conocidos para sugerir que la historia se repetía. Y dado que toda la visión maya del tiempo descansaba en la convicción de que uno de sus katunes de veinte años se repetía con los mismos acontecimientos recurrentes a intervalos de 256 años (2012: 41).

Asimismo, la autora señala que a pesar de que las armaduras y los caballos de los españoles atemorizaban a los mayas, éstos nunca creyeron que los hombres blancos fueran dioses, tampoco se vieron perturbados por los mismos problemas de percepción que sí lograron paralizar al inicio a los mexicas. Los mayas lograron con creatividad (y con menos estrategia militar), adecuarse y responder a la invasión de los conquistadores.

A diferencia del centro de México, los mayas no sufrieron del contagio de enfermedades mortales, y su religión antigua logró coexistir con el nuevo cristianismo introducido por los frailes. Una explicación de la coexistencia religiosa, quizá se deba a que entre los mayas no estaba tan presente el sacrificio humano asociado con la idolatría practicada por los mexicas, y eso hacía que no fueran “tan repugnantes para la sensibilidad de los españoles como los sangrientos mexicas” (2012: 44); asimismo, otra razón es que tanto la conquista como la evangelización fueron mucho más laxas y menos destructivas en esta zona que en el centro de México; según la escritora, gracias a ello “conservaron de su pasado prehispánico la noción del tiempo cíclico” (2012: 45), y con esta forma de percepción vieron que la Conquista no representaba el fin del mundo, ni de su sociedad, ni de su cultura, ni de sus dioses, sino más bien un tiempo determinado que inicia y tendrá un fin. Lo anterior no coincide con lo que hoy los neo mayalogos (supuestos expertos en la antigua civilización maya, que difunden las profecías mayas mediáticamente) dicen interpretar sobre la representación que los supuestos mayas tenían de su propio calendario y los ciclos Katunes, pues sería poco probable que ellos pensaran en fines definitivos, pues su concepción se basaba en ciclos repetitivos.

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Los españoles buscaban riqueza, y ésta no era una zona donde hallaran oro ni plata. La mano de obra india fue intensamente colonizada para explotarla con salarios bajos, trabajo obligatorio, y el cobro de tributos; tampoco había muchos recursos naturales explotables. Durante ese tiempo, esta región se mantuvo en la pobreza; la economía era de producción agrícola, y ésta se organizaba en pequeña escala, y posteriormente bajo el modelo de hacienda, dejando la producción agrícola en manos de los indios.

El hecho de que la autora no sea catastrofista, no significa que no analice las tensiones, los rasgamientos, y los desgarramientos del tejido social, pues también aborda los sucesos de mayor tensión social, como fue la división de castas, que tuvo como respuesta descontentos y levantamientos de indígenas, hasta desembocar en la Guerra de Castas. Pero no me detendré en estos asuntos, no menos importantes, sino que deseo destacar, desde mi propia lectura, orientada por mis filias e intereses, y que es lo que más me pareció fascinante, es de nuevo que la óptica de la antropóloga no está en la cristianización de las religiones mayas (como la mayoría de los tratados históricos), sino por el contrario, en la mayanización del cristianismo, o más en particular de un catolicismo muy fiestero, santero, y cercano a la magia por su asociación con los milagros. Este encuentro de dos religiosidades populares, permitió distintos grados de asimilación y a la vez de resistencia cultural. Pronto la misa fue incorporada por los mayas para la celebración de fiestas, incluso durante la Guerra de Castas, los rebeldes –nos dice la autora– forzaban a los frailes a que les dieran misa. Los maestros cantores competían con los sacerdotes, pues también participaban paralelamente como especialistas litúrgicos. Lo mismo sucedía en las cofradías que eran, y lo son aún en el presente, organizadas por los seglares mayas.

La autora presenta una explicación que sólo es comparable con la teoría sobre la religión popular desarrollada por el antropólogo brasileño Pierre Sanchis (1994), y que es de mucha utilidad como marco conceptual para el análisis de la popularización y etnización actual del protestantismo, el pentecostalismo, el catolicismo e, incluso, la sensibilidad new age, fenómenos presentes en las nuevas maneras de practicar y creer de los habitantes de Chiapas, Campeche y Quintana Roo (estos tres estados conforman la región donde actualmente se está experimentando la mayor mutación religiosa, que consiste en dejar el

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catolicismo para practicar una diversidad de credos evangélicos, la mayor de las veces mayanizados). De nuevo, el mérito de esta autora está en su manera de abordar el fenómeno; decide no ver el sistema religioso de los españoles ni de los mayas, como sistemas unificados, ni como tipos puros –entablando una enriquecedora discusión con Weber (1987) y sus seguidores–, sino más bien como sistemas complejísimos, para los cuales plantea como necesario distinguir múltiples estratos. Ubica así dos extremos opuestos de un mismo continuum: el microcosmos (miembros menores localizados en el cosmos que se mantuvo a nivel privado y oculto en la perduración del culto a los ancestros en las casas, en los campos de milpas, y en las cuevas); y el macrocosmos (concepto totalizador de la divinidad, que no existía entre los mayas, y que abraza sin conflicto la idea del cristianismo de un solo dios todopoderoso). Entre el microcosmos y el macrocosmos, la autora nos plantea ubicar distintos niveles de contacto –propuesta similar al entre-medio del influyente antropólogo Homi Bahbha (2002)–; y ahí destaca lo que ella define como nivel parroquial, que establece la relación corporativa de la comunidad con lo sobrenatural, y que se practica en torno al culto a los santos patrones, mismo que comparte puentes cognitivos con la magia, el milagro, y la ofrenda. Analiza de manera minuciosa los puentes cognitivos en la asimilación de la cruz como primer árbol del mundo; la manera de vestir a santos y cruces con indumentarias indias; la manera de asimilar creencias prehispánicas como Ixchel (diosa de la luna) con la Virgen María (sostenida sobre una luna en cuarto menguante); incluso en la idea de asociar a María con el cordón del cielo. Al final nos dice que “pocas regiones conquistadas tuvieron la libertad que gozaron los mayas para elaborar en sus propios términos una combinación satisfactoria del nuevo culto con sus prácticas paganas” (2012: 408), y ello –termina explicando– se debió, por un lado, a la “naturaleza camaleónica de los dioses mayas” (2012: 409) y, por otro, a que le otorgaron doble identidad a los santos católicos; además, en contra de la visión de los españoles de considerarlos idólatras, los indios eran capaces de renovar las imágenes, destruyendo los santos, y renovándolos (distinción que no es tan clara en el catolicismo popular, donde la imagen se confunde constantemente con la divinidad).

Mediante esta reseña he compartido mis claves de lectura, sin embargo estoy segura de que esta obra, que ya era considerada un

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clásico imprescindible de la historia de México, podrá brindar a los diferentes lectores distintos motivos por los cuales vale la pena leer La sociedad maya bajo el dominio colonial, de Nancy Farriss.

Bibliografía

Bhabha, Homi K. (2002), El lugar de la cultura, Buenos Aires: Manantial.

Sanchis, Pierre (1994), “Para não dizer que não falei de sincretismo”, en Comunicacão do iser, vol. 45, Río de Janeiro, 4-11.

Weber, Max (1987), Ensayos de sociología de la Religión, Madrid: Taurus.

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Ángela Renée de la Torre Castellanos. Doctora en ciencias sociales por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas) y la Universidad de Guadalajara (udg). Profesora Investigadora del ciesas Occidente. Líneas de investigación: transformación de la religiosidad en la sociedad contemporánea. Publicaciones recientes: La Ecclesia Nostra: La diócesis desde la perspectiva de los laicos, (2006); coordinadora (con Cristina Gutiérrez Zúñiga) de Atlas del Cambio religioso en México, 1995-2000 (2007), Religiosidades nómadas. Creencias y prácticas heterodoxas en Guadalajara (2012).

Fecha de recepción: 5 de febrero de 2013.Fecha de aceptación: 19 de marzo de 2013.

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