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Madrid hace sonreír a todo el que se asoma a ella. Su importante patrimonio cultural y artístico invita a muchos recorridos que evidencian la constante transformación de una ciudad abierta y cosmopolita. La capital de España está situada en el centro geográfico de la península Ibérica, en la cuenca del Tajo, a 50 kilómetros al sur de la sierra de Guadarrama y a 655 metros sobre el nivel del mar, lo que la convierte en la capital más alta de Europa. Su historia como gran urbe arranca en 1561, cuando el rey Felipe II traslada la corte de Toledo a Madrid, que a la sazón era un pueblo de 20.000 habitantes apiñado junto a un alcázar de origen árabe varias veces reconstruido, la última por orden de Carlos V, alcázar que será el germen del actual Palacio Real. Cerca de este, y ya en tiempos de Felipe III (1578-1621), se crea la plaza Mayor como espacio en torno al cual se articula una capital que poco a poco va perdiendo su aspecto medieval. Es el viejo Madrid, también llamado de los Austrias, el núcleo con más encanto y sabor histórico de la ciudad, y primer paseo obligado para quien la visita. Carlos III, espejo de las ideas ilustradas que iluminaban la Europa del siglo XVIII, proporciona a Madrid un esplendor nunca visto. “El Déjate conquistar por la hospitalidad de Madrid, capital de España, el Patrimonio Mundial que la rodea ‒Alcalá de Henares, Aranjuez y San Lorenzo de el Escorial‒, el Parque Nacional Sierra de Guadarrama o sus zonas exclusivas de compras.

Déjate conquistar por la hospitalidad de Madrid, capital ... turistica Madrid,0.pdf · Fuera de la capital (pero dentro de la región de Madrid, que es comunidad autónoma desde

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Madrid hace sonreír a todo el que se asoma a ella. Su importante patrimonio cultural y artístico invita a muchos recorridos que evidencian la constante transformación de una ciudad abierta y

cosmopolita.

La capital de España está situada en el centro geográfico de la península Ibérica, en la cuenca del Tajo, a 50 kilómetros al sur de la sierra de Guadarrama y a 655 metros sobre el nivel del mar, lo que la convierte en la capital más alta de Europa.

Su historia como gran urbe arranca en 1561, cuando el rey Felipe II traslada la corte de Toledo a Madrid, que a la sazón era un pueblo de 20.000 habitantes apiñado junto a un alcázar de origen árabe varias veces reconstruido, la última por orden de Carlos V, alcázar

que será el germen del actual Palacio Real. Cerca de este, y ya en tiempos de Felipe III (1578-1621), se crea la plaza Mayor como espacio en torno al cual se articula una capital que poco a poco va perdiendo su aspecto medieval. Es el viejo Madrid, también llamado de los Austrias, el núcleo con más encanto y sabor histórico de la ciudad, y primer paseo obligado para quien la visita.

Carlos III, espejo de las ideas ilustradas que iluminaban la Europa del siglo XVIII, proporciona a Madrid un esplendor nunca visto. “El

Déjate conquistar por la hospitalidad de Madrid, capital de España, el Patrimonio Mundial que la rodea ‒Alcalá de Henares, Aranjuez y San Lorenzo de el Escorial‒, el Parque Nacional Sierra de Guadarrama o sus zonas exclusivas de compras.

mejor alcalde, el rey”, es la frase que resume el sentir de los madrileños de aquella época. El conjunto del Prado y la puerta de Alcalá constituyen una magnífica muestra del urbanismo neoclásico del Madrid de los Borbones.

Tanto Austrias como Borbones atesoraron unas colecciones artísticas que convirtieron Madrid, pictóricamente hablando, en una de las ciudades más ricas del mundo. Buena parte de ellas se

custodia en el Museo del Prado, que integra, junto con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y la Fundación Thyssen-Bornemisza, el denominado Paseo del Arte.

Fuera de la capital (pero dentro de la región de Madrid, que es comunidad autónoma desde 1983), los soberanos eligieron y enriquecieron para su recreo –sobre todo, la caza– los Reales Sitios de El Pardo, Aranjuez y San Lorenzo de El Escorial.

Por último, destaca la ciudad universitaria de Alcalá de Henares, que posee uno de los patrimonios monumentales más ricos de la región.

El viejo Madrid

Edificada por Gómez de Mora en 1619, la plaza Mayor es el centro arquitectónico del Madrid de los Austrias. En su lado norte, destaca la Casa de la Panadería, que fue reconstruida por Donoso en 1672 y tiene una vistosa fachada decorada con pinturas murales. En el centro, se alza la estatua ecuestre de Felipe III, obra de Juan de Bolonia y Pietro Tacca. Y en sus inmediaciones quedan el palacio de Santa Cruz (siglo XVII) y la iglesia de San Isidro (1622), que fue la catedral de Madrid hasta la inauguración de la Almudena (1993) y

guarda los restos de San Isidro, patrón de la villa. Cerca de esta última, por la plaza de Cascorro, se instala todos los domingos y festivos el famoso mercadillo popular de El Rastro.

Calle Mayor adelante se encuentra la plaza de la Villa, encuadrada por la sede del antiguo Ayuntamiento de Madrid (1693-2007), la torre de los Lujanes (siglo XV) y la Casa de Cisneros. Doblando el final de la calle Mayor por Bailén, se llega al Palacio Real, soberbio edificio de gusto francés cuya construcción ocupó a prestigiosos artistas y arquitectos desde el reinado de Felipe V hasta el de Isabel

II, promotora del elegante patio de armas. El salón de Columnas, la capilla, la botica, los jardines de Sabatini y los del Campo del Moro son algunos de sus espacios más bellos y significativos.

Enfrente del palacio, cruzando la plaza de Oriente, se alza el Teatro Real. Y en dirección a la Puerta del Sol, el monasterio de las Descalzas Reales, que fue fundado en 1556 por Juana de Austria y atesora una valiosísima colección de obras de arte.

Madrid de los Borbones

La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1752), situada al comienzo de la calle de Alcalá, fue uno de los hitos más destacados en el quehacer de los Borbones. Desde aquí, se van hilvanando en agradable paseo el Casino de Madrid, el Círculo de Bellas Artes, el Ateneo, la casa en que vivió Lope de Vega y el convento de las Trinitarias, donde yace Cervantes. Cerca discurre

la Gran Vía, flanqueada por notables edificios de los siglos XIX y XX, hoy uno de los ejes comerciales de la ciudad y donde se concentran los teatros que acogen los grandes espectáculos musicales.

Desde la plaza de Cibeles, centro del Madrid más señorial y típico, se divisa la cercana Puerta de Alcalá, edificada por Sabatini en 1778, y bajando por el paseo del Prado, la mirada se recrea con espléndidos edificios señoriales, palacios, fuentes y hoteles de lujo: el Banco de España (1891), la Bolsa (1884), el hotel Ritz (1910), el palacio de Villahermosa (1806), la fuente de Neptuno (1780),

donde festejan sus triunfos deportivos los seguidores del Atlético de Madrid, el hotel Palace (1912), el Museo del Prado (1785) y el Real Jardín Botánico (1781), entre otros muchos.

Al final del paseo del Prado, la plaza del Emperador Carlos V acoge la estación de Atocha, cuyo viejo vestíbulo de hierro y cristal de sabor modernista ha sido transformado en un espectacular invernadero tropical. Subiendo luego por la cuesta de Moyano, entre sus puestos de libros viejos, se llega a los jardines del Retiro, regalo del conde-duque de Olivares a Felipe IV, cuyas 130 hectáreas

de arboledas, paseos, estanques, fuentes, templetes y estatuas son un auténtico oasis en mitad de la sofocante urbe.

Paseo del Arte

Situadas en un mismo eje y a escasa distancia unas de otras, estas tres pinacotecas madrileñas forman un triángulo de oro de colecciones de arte:

– Museo del Prado. Isabel de Braganza, esposa de Fernando VII, inauguró en 1819 esta colección que hoy cuenta con casi 8.000 cuadros, de los que solo una parte puede ser admirada en la

exposición permanente (alrededor de 1.150) pese a la ampliación del museo en 2008, proyectada y dirigida por el arquitecto Rafael Moneo, que aumentó la superficie en más de un 50 por ciento. El Prado es la mejor pinacoteca del mundo, con la mayor concentración de obras maestras de la pintura europea. Entre sus grandes atracciones figuran Las Meninas, de Velázquez, y las pinturas negras o La familia de Carlos IV, de Goya, junto con El jardín de las delicias, entre otros cuadros de El Bosco.

– Fundación Thyssen-Bornemisza. Instalada desde 1992 en el palacio de Villahermosa, es sin duda la colección privada más importante del mundo. Cuenta con obras que van desde el siglo XIII hasta nuestros días, aunque debe su fama a los cuadros de los maestros de la escuela flamenca y holandesa del siglo XVII, a los autores de la escuela estadounidense del XIX y a los constructivistas rusos y expresionistas alemanes del XX.

– Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Además de albergar el Guernica, de Picasso, que cuenta con una sala propia, el centro dispone de un importantísimo fondo de pintura contemporánea –Dalí, Miró, Juan Gris…–. Asimismo, realiza exposiciones temporales de los principales movimientos del siglo XX. En 2013 batió su récord histórico al recibir más de tres millones de visitantes por el impulso de una exposición realizada sobre Dalí, que fue visitada por más de 700.000 personas.

Otro de los referentes del Paseo del Arte y un singular contrapunto

al Prado y al Thyssen-Bornemisza es el Museo Naval, con una de las colecciones navales más ricas del mundo. En 2008 se inauguró también, en pleno triángulo del arte, el Caixa Forum Madrid, un centro cultural dedicado básicamente a exposiciones temporales, con un sugestivo jardín vertical en su fachada.

Algo más al norte, en la céntrica plaza de Cibeles, se sitúa el palacio de Cibeles, reformado entre 2005 y 2007 para convertirse en nueva sede del ayuntamiento de la capital. Su mejora significó también la creación de un nuevo centro de exposiciones denominado

CentroCentro, y la apertura de una terraza mirador desde las que se

contemplan unas magníficas vistas panorámicas de la capital.

En la mítica plaza madrileña, escenario de la celebración de los títulos del Real Madrid, se ubica, asimismo, el Palacio de Linares, sede de la Casa de América. Se trata de una de las instituciones culturales más importantes del país, inaugurada en 1992 con el objetivo de estrechar los lazos entre España y el continente americano.

No muy lejos, junto a la plaza de Colón, destaca el edificio de la

Biblioteca Nacional (1892), que conserva ejemplares de todos los libros publicados en España y una valiosísima colección de incunables, manuscritos, estampas, dibujos, fotografías, grabaciones sonoras, partituras, etc. Justo detrás está el Museo Arqueológico Nacional (MAN), inaugurado en 1867 y considerado el museo de historia más importante de España. Tras una reforma integral, reabrió sus puertas en 2014 incorporando modernos recursos tecnológicos y de comunicación para mejorar la

experiencia del visitante. En 40 salas se reúnen 13.000 objetos que configuran una de las mejores colecciones arqueológicas del mundo. Entre sus piezas emblemáticas destaca la Dama de Elche, culminación artística de los pueblos íberos.

Deslumbrante resulta la visita al Templo de Debod. Muy cerca de la Plaza de España, Madrid cobija este auténtico templo egipcio del siglo II a.C. Egipto lo donó a España en 1968 por su participación en

la campaña de la Unesco destinada a salvar los santuarios de la región de Nubia anegados por la construcción de la presa de Asuán.

Constante transformación

Madrid es una ciudad en continuo movimiento y transformación. Su constante metamorfosis se dejó sentir con especial intensidad en abril de 2011 con la inauguración de Madrid Río, el parque de seis kilómetros que discurre desde la calle Ribera de Manzanares hasta Legazpi. El entorno esconde en sus entrañas la gran mole de hormigón de la M-30 y se ha consolidado como una acertada

alternativa de ocio para los madrileños y sus visitantes, con 30 km de sendas para bicicletas, pistas para patinaje, skate, escalada, fútbol, pádel, tenis, baloncesto, parques infantiles, etc.

Los viejos mercados de barrio han sabido también adaptarse y se han convertido, en la última década, en espacios gastronómicos con productos delicatesen, que se pueden degustar in situ. Al Mercado de San Miguel (situado en la plaza del mismo nombre, junto a la calle Mayor), reformado en 2009 y el pionero en este nuevo y exitoso concepto, se han sumado el de San Antón (calle

Augusto Figueroa); San Ildefonso (esquina de la calle Fuencarral con Santa Bárbara); Barceló (Barceló, 8); Platea (calle Goya 5-7); San Fernando (Embajadores, 41); Moncloa (Arcipreste de Hita, 10) y el mercado ecológico Huerto Lucas (San Lucas, 13).

Al Madrid más clásico y sus rincones más castizos se han unido modernas y vanguardistas construcciones como los cuatro rascacielos del Centro Financiero Torres Business Area, en el norte de la ciudad, o rutas alternativas como el exitoso Tour Bernabéu, que conduce al visitante por las históricas instalaciones

del Real Madrid, poseedor de múltiples títulos europeos e internacionales.

El Pardo

A tan solo 15 kilómetros al norte de Madrid, junto a un encinar en el que aún anida la rarísima águila imperial, Enrique III mandó construir en el siglo XIV el primer pabellón de caza de El Pardo, núcleo que los sucesivos reyes –señaladamente Carlos III– engrandecieron hasta darle la categoría de Real Sitio. De las 53

salas de que consta el palacio de El Pardo, la visita guiada se ciñe a las 15 o 20 de mayor interés, todas enriquecidas con colecciones ornamentales de las Reales Fábricas –tapices y alfombras de Santa Bárbara, lámparas de La Granja, bronces y porcelanas del Buen Retiro...– . Una sola alfombra, la del patio de los Borbones, pesa la friolera de 1.800 kilos. También se visitan las dependencias donde vivió y despachó Francisco Franco, desde 1940 hasta 1975.

Cerca del palacio, la casita del Príncipe es un capricho que se dio María Luisa de Parma, esposa del príncipe Carlos, para solazarse a una distancia prudencial del etiquetero Carlos III. Los planos son del neoclásico Juan de Villanueva y lo mejor, las pinturas de Jordán, Mengs y Bayeu.

Encaramado en la colina contigua al pueblo, el sobrio convento de Capuchinos ofrece –además de una buena vista del mismo, del monte y de la sierra de Guadarrama– un Cristo yacente del que su autor, Gregorio Hernández, dijo: “El cuerpo lo hice yo, mas la

cabeza la hizo el Señor”.

El recorrido se completa visitando la quinta del duque del Arco –propiedad en tiempos del montero mayor de Felipe V, con una bella colección de papeles pintados al estilo francés del siglo XIX y un jardín de árboles centenarios– y dando algún paseo por las zonas del monte abiertas al público y menos frecuentadas por este. El recorrido por la margen occidental del río Manzanares hasta la presa de El Pardo es un safari visual de lo más recomendable, resultando fácil avistar ciervos, gamos y jabalíes.

Aranjuez

Situado a 45 kilómetros al sur de Madrid, junto a la confluencia de los ríos Tajo y Jarama, y sobre una ubérrima vega famosa por sus fresas y sus espárragos, Aranjuez atesora innumerables maravillas naturales y artísticas, pero ninguna que le haga sombra al Palacio Real. El edificio, tal como se ve desde la plaza de las Paradas, data de tiempos de Carlos III, que mandó construir sus dos alas y remodelar el viejo palacio diseñado por Juan de Herrera a instancias de Felipe II, quien a su vez había heredado el gusto por el

Real Sitio de sus bisabuelos los Reyes Católicos. Deslumbrantes son la escalera, el salón del Trono, el Gabinete Chino –revestido por completo de porcelana de la Real Fábrica del Retiro– y el Gabinete Árabe, réplica del salón de las Dos Hermanas de la Alhambra.

Doblando a la izquierda al salir del regio edificio, una pequeña verja abierta junto a las arcadas de la avenida del Palacio da acceso al jardín del Parterre, presidido por la fuente de Hércules (finales del siglo XVIII) y por ejemplares seculares de magnolio, madroño, tilo

plateado y palmera de Chile. Dos puentes comunican este con el jardín de la Isla –pletórico de surtidores y de esculturas marmóreas de personajes mitológicos–, así llamado por estar ceñido por una ría artificial y por el cauce natural del Tajo.

Esta circunstancia obliga al visitante a pasar de nuevo por el jardín del Parterre para salir a la plaza de Santiago Rusiñol y enfilar por la calle de la Reina en busca del cercano jardín de Príncipe. Recorrer

el perímetro interior de este vasto pensil de 150 hectáreas, obra de Carlos IV, puede llevar una hora larga, pero es un paseo delicioso a la sombra de corpulentos plátanos, castaños de indias, tilos, chopos, fresnos y liquidámbares. Jalonan el camino el museo de Falúas, donde se guardan las elegantes barcas que utilizaban los reyes para recrearse en el Tajo, y la casa del Labrador, palacete de Carlos IV y María Luisa de Parma lleno de caprichos tales como el gabinete de Platino, con adornos de ese mismo material.

San Lorenzo de el Escorial

A 50 kilómetros al noroeste de Madrid, en la soleada falda de la sierra de Guadarrama, el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial se asienta en torno al gigantesco monasterio que Felipe II mandó construir para conmemorar la victoria que su ejército obtuvo sobre el francés en la batalla de San Quintín el 10 de agosto de 1557, día de San Lorenzo, de ahí que su planta tenga forma de parrilla en recuerdo del martirio que sufrió el santo.

Juan Bautista de Toledo, que inició las obras en 1563, y Juan de Herrera, que las remató en 1584, fueron los artífices de esta mole

descomunal de granito cuyo cuerpo principal mide 208 metros de largo por 162 de ancho y cuyos mayores atractivos para el visitante son: los palacios –suntuoso el de los Borbones, sobre todo si se compara con la austeridad cartujana de la alcoba donde murió Felipe II en 1598–; la basílica –con cúpula de 90 metros de altura y retablo de 30–; los panteones –donde están enterrados la mayor parte de los reyes de España desde Carlos V–; la biblioteca –que guarda el Códice Virgiliano, los manuscritos de san Agustín, las Cantigas de Alfonso X el Sabio, los textos árabes que no quemó

Cisneros..., en total, 40.000 volúmenes colocados de pie, disposición novedosa para la época, pero con los lomos hacia dentro, por razones de conservación– y los Nuevos Museos, en cuyas ocho salas se codean los grandes maestros de los siglos XV, XVI y XVII, como El Bosco, Van der Weyden, Veronés, Tintoretto, Bassano, Ribera, Velázquez, Zurbarán, Valdés Leal y, por supuesto, El Greco, cuyo Martirio de San Mauricio preside la sala séptima pese a que, según las crónicas, no le gustaba mucho a Felipe II.

La visita al Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial se completa con

la Casita del Príncipe, diminuta pero repleta de obras de arte, y el Real Coliseo de Carlos III, ambos proyectados por Juan de Villanueva.

A 9,5 kilómetros de San Lorenzo de El Escorial, sobre el paraje del valle de Cuelgamuros, se levanta una inmensa cruz que corona uno de los monumentos más polémicos de la historia de España: el Valle de los Caídos. Construido al final de la Guerra Civil, entre

1940 y 1958, siguiendo el diseño de los arquitectos Pedro Muguruza y Diego Méndez, el complejo incluye la basílica más grande de la cristiandad, con 262 metros de longitud, que requirió la excavación de 200.000 metros cúbicos de roca.

La cruz, que se divisa a 40 kilómetros de distancia, es también la mayor del orbe cristiano, con 150 metros de altura y 46 metros de punta a punta de los brazos. Los cuatro evangelistas esculpidos en el primer basamento son obra de Juan de Avalos. En el segundo se representan las cuatro virtudes cardinales.

El Valle de los Caídos, que visitan miles de turistas todos los años, cuenta con partidarios y detractores y es una obra tan imponente como perturbadora, ya que evoca un conflicto terrible que enfrentó a los españoles en la primera mitad del siglo XX . La Ley de la Memoria Histórica ha tratado de resolver el destino del mismo, al fijar entre sus objetivos honrar y rehabilitar la memoria de todas las personas fallecidas en la Guerra Civil de 1936-1939 y fomentar las aspiraciones de reconciliación y convivencia.

Alcalá de Henares

La lista de los que hincaron los codos en Alcalá es más larga que la Espasa: Quevedo, Tirso, Mateo Alemán, Antonio Pérez, Juan de Austria, Alejandro Farnesio, Tomás de Villanueva, 18 cardenales, 29 consejeros del Tridentino, gobernadores generales de Castilla, inquisidores, arzobispos, prebendados catedralicios... Y la relación de los aquí nacidos tampoco es modesta: desde Cervantes hasta Azaña, pasando por la reina Catalina de Aragón y el emperador Francisco I de Habsburgo. Dedicar una jornada a visitar tamaño foco de saber y poder es asignatura obligatoria.

El examen de la ciudad complutense, reconocida por la Unesco en 1998 como Ciudad Patrimonio de la Humanidad, abarca unos 50 capítulos –léase monumentos–, pero si descontamos los de menos tuétano y otros de entraña inaccesible –conventos de clausura–, la cosa queda reducida a diez materias relevantes.

Un rápido repaso de las mismas puede acometerse entrando a pie en la villa amurallada por la puerta de Madrid, para continuar por la calle del Cardenal Sandoval y Rojas, al final de la cual se hallan el

palacio Arzobispal –ojo a sus fachadas, una renacentista y otra de aire mudéjar– y el convento de San Bernardo, fundado en el siglo XVII por el arzobispo de Toledo e inquisidor general que da nombre a la calle. Muy cerca del palacio, en la calle de San Juan, se encuentra la Casa de la Entrevista, llamada así por la que mantuvieron en 1486 la reina Isabel y un marinero con ideas propias sobre el planeta, Cristóbal Colón, quien lógicamente

aprovechó la ocasión para transmitírselas.

Desde la casa, nada más fácil que llegarse hasta la plaza de los Santos Niños, sobre la que se asienta la mole hiperbólica de la Magistral-Catedral, de estilo gótico tardío –finales del siglo XV–. La torre –herreriana, del siglo XVI– es picuda y cigüeñera como todas las del lugar, pero señorea sobre ellas por su gran altura.

La ruta a pie sigue por la calle Mayor, cuya hilera de soportales resulta de gran utilidad para ir de tiendas los días de borrasca, que son los menos, o de sol justiciero, los más. En ella abren sus

puertas la casa de Cervantes, que no es tal sino una réplica bienintencionada de una casona del XVI –levantada, eso sí, sobre el solar que ocupó la vivienda de su padre, el fígaro Rodrigo–, y el hospital de Antezana (siglo XV). Los ayes y delirios lastimeros de alguna interna sobrecogen al visitante, que, agazapado en un rincón del patio castellano, espía el ajetreo de los hábitos en la galería superior, la misma que recorrió en tiempos un estudiante, cocinero y enfermero llamado Ignacio, san Ignacio de Loyola.

Al cabo de esta gran vía porticada, la ruta desemboca en la plaza

de Cervantes, que con su quiosco, su escultura del genio, su Ayuntamiento, su capilla del Oidor y su viejo corral de comedias, constituye el cogollo de la ciudad. Las capillas de Antezana y del Oidor acogen el Centro de Interpretación dedicado a Miguel de Cervantes, con piezas de gran valor como la pila bautismal o una reproducción de la partida de bautismo del escritor. El centro ofrece también exposiciones temporales a lo largo de todo el año.

A su vera, late el otro corazón de Alcalá, el Colegio Mayor de San Ildefonso (antigua universidad), fundado hace cinco centurias.

Tras la fachada plateresca, obra de Gil de Hontañón, se suceden los patios en orden de intimidad: Mayor, de los Filósofos y Trilingüe. El último conduce al Paraninfo, bajo cuyo artesonado de armadura morisca se entregan, con gran aparato, los premios Cervantes. Y el penúltimo, a la capilla, filigrana de blancas yeserías que acoge en su cabecera el sepulcro de Cisneros. Es fama que el padre de la Universidad predijo: “Lo que fue de tierra, mañana será de mármol”. Su cenotafio sí que lo es, y de Carrara.

Villas de Madrid

Repartidas por toda la Comunidad de Madrid se encuentran seis villas enclavadas en hermosos espacios naturales que cuentan además con un rico patrimonio histórico-cultural y un gran atractivo gastronómico: Buitrago del Lozoya, Chinchón, Colmenar de Oreja, Navalcarnero, Nuevo Baztán y Rascafría.

Con el fin de potenciar el turismo en estas localidades, la

Comunidad de Madrid ha lanzado el programa “Villas de Madrid”, con el que se pueden obtener importantes descuentos en museos, hoteles, restaurantes, etc., mostrando la tarjeta VillaCard, que se puede obtener gratuitamente en cualquier oficina de turismo de la red Mad about info.

Naturaleza

La Comunidad de Madrid cuenta también con excelentes atractivos naturales. Es una región con grandes contrastes paisajísticos y

biodiversidad de alto interés ecológico. El 15 por ciento del territorio madrileño está formado por espacios naturales protegidos entre los que destaca el Parque Nacional Sierra de Guadarrama, en la parte oriental del Sistema Central, que comprende 34.000 hectáreas, de las cuales el 64 por ciento corresponde a Madrid y el 36 por ciento a Segovia, en la Comunidad de Castilla y León.

En este parque se localiza la cumbre más alta de la Comunidad de Madrid, Peñalara (2.428 metros), y un relieve singular en la

península ibérica: la Pedriza, un batolito granítico compuesto por

riscos, paredes rocosas, arroyos y pequeños bosques de pino silvestre y laricio, jaras, acebos y retamas. Se han inventariado en el parque más de 130 especies de aves, 60 de mamíferos, anfibios y reptiles.

Cuenta Madrid con otros sitios naturales de gran interés como la Reserva de la Biosfera Cuenca Alta del Río Manzanares, la Sierra del Rincón, la Sierra Norte, el Hayedo de Montejo o el Monte de El Pardo.

Estos espacios ofrecen unas condiciones idóneas para la práctica de actividades al aire libre: deportes en la nieve y acuáticos, birdwatching, rutas a caballo, montañismo, escalada, espeleología, tirolinas, tiro con arco, golf, cicloturismo, agroturismo, senderismo, etc.

Compras

La Comunidad de Madrid se ha convertido en los últimos años en un referente nacional e internacional como destino turístico de

calidad y es en la actualidad el segundo destino de compras en Europa. El turista tiene a su alcance una amplísima oferta comercial que va desde las grandes áreas comerciales a las pequeñas tiendas tradicionales, con estilos muy diversos y precios para todo tipo de bolsillos.

La conocida Milla de Oro, en el distrito de Salamanca, es visita obligada para el turista de compras de lujo. En ella, grandes firmas de moda se codean con iconos del lujo internacionales. Las joyerías, zapaterías y las marcas más prestigiosas de moda y complementos, así como galerías de arte y tiendas de antigüedades, completan la oferta de esta zona. Ir de compras por las boutiques y tiendas del barrio de Salamanca es un placer solo apto para los bolsillos más selectos.

Si lo que se busca son las últimas tendencias en moda, así como originalidad, vanguardia y bohemia, el destino es la zona comprendida entre Chueca y Fuencarral. En ella se concentra un importante número de pequeños comercios para clientes jóvenes y transgresores, seguidores de las últimas tendencias. La zona se enmarca dentro del proyecto Triball Madrid, que pretende convertirla en un importante foco comercial y turístico, a la altura del Soho neoyorquino.

La Puerta del Sol, la Gran Vía, Preciados y Princesa enmarcan el área más comercial de la capital, con un constante ir y venir de gente, en la que el turista puede encontrar tiendas de las grandes franquicias de moda, con ropa de las últimas tendencias a precios asequibles, así como uno de los grandes centros comerciales de referencia en España, con todo tipo de productos, incluidos souvenirs.

Además, en la zona Centro de la capital el turista puede encontrar los productos más castizos. Artesanía, cerámica, orfebrería, productos de cuero, abanicos, guitarras o todo tipo de instrumentos musicales, complementan la oferta de compras del área comercial, con pequeños comercios con siglos de historia, que siguen tan activos como el primer día. Fuera de la capital se pueden encontrar también outlets y grandes centros comerciales.

Mercados al aire libre

Los mercadillos son típicos en toda la región. Se instalan, por lo general, al aire libre, en lugares públicos y en días señalados. Los productos que se ponen a la venta son de lo más variado: alimentos, prendas de vestir, menaje del hogar, plantas, bisutería… Desde siempre han gozado de gran aceptación popular, por disponer, en un mismo espacio, de una gran variedad de artículos, y porque los precios son inferiores a los de los comercios tradicionales.

Además de los mercadillos tradicionales de ropa y comida, existen otros especializados de mucho interés, como el de libros de la Cuesta de Moyano, con auténticas joyas literarias; el de la Avenida de Felipe II, con sus puestos ‘hippies’; el tradicional mercadillo de filatelia de las Plaza Mayor, el Mercado de Motores en el Museo del Ferrocarril o el de la Plaza Conde de Barajas, con una buena muestra de pintura.

El mercadillo madrileño por excelencia es el Rastro, de origen medieval, uno de los iconos de la ciudad. Se celebra todos los domingos en la Plaza de Cascorro y su entorno y en él se puede encontrar un gran número de puestos que ofrecen artículos antiguos, nuevos y de segunda mano como ropa, artesanía, muebles, discos, libros y comics entre otras muchas curiosidades. Sin olvidar los que se celebran en otros municipios de la región, como el de Majadahonda, o los Mercados Medievales en Alcalá de Henares, Manzanares el Real y Buitrago del Lozoya.

Gastronomía

La revolución gastronómica que vive España alcanza en Madrid su máxima expresión. Cuenta la capital de España con una de las ofertas culinarias más atractivas y variadas del mundo: vanguardista, internacional, clásica, étnica, regional… Las cocinas de la capital bullen para ofrecer a sus visitantes experiencias inolvidables y constantemente se abren nuevos restaurantes y multiespacios de ocio gourmet, y se celebran eventos como Madrid Fusión, verdadera “cumbre” de la gastronomía mundial.

A la cabeza de esta explosión figura David Muñoz, el cocinero imaginativo y transgresor que ha obtenido las tres estrellas Michelín para su restaurante Diverxo. Junto a él, otros chefs como Diego Guerrero, Ramón Freixa, Sergi Arola, Paco Roncero o Ricardo Sáez han situado a Madrid en el Olimpo de la gastronomía, con 16 restaurantes distinguidos con estrellas Michelín.

Los amantes de la gastronomía tradicional pueden disfrutar de una oferta única en restaurantes centenarios como Lhardy, famoso por su mítico cocido y sus callos a la madrileña, además de los secretos políticos y amorosos que guarda entre sus paredes; Casa Labra, cuyo bacalao rebozado ha hecho brotar riadas de devotos que peregrinan a este céntrico local, generación tras generación, para degustar este suculento manjar; el Café Gijón, centro de reunión de los poetas y novelistas del 98 y del 27, y lugar de culto de los aspirantes a escritores y de los bohemios de toda condición; o el Restaurante Botín, que encendió sus fogones allá por el año 1725 en el Madrid de los Austrias, lo que lo convierte en el restaurante más antiguo del mundo.

Las tabernas y los bares de tapas son otro de los grandes atractivos culinarios de la capital de España. Salir de cañas y

compartir unas raciones con los amigos es una de las costumbres más arraigadas entre los madrileños, a la hora del aperitivo, por la tarde o ya entrada la noche. Cualquier momento y cualquier excusa son buenos para gozar de la amistad y de la vida con una cerveza fresquita y bien “tirada” en la mano, ante un mostrador lleno de tentaciones en forma de pinchos y tapas tradicionales o creativas.

La oferta es inabarcable y cada cual tiene sus preferencias y sus rutas por las tascas de la capital, pero cada día y a cada paso se descubre algo nuevo que convierte la afición a salir de tapeo, a “picar” algo, en una aventura inolvidable.

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