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Democracia, consensos y conflictos 1. Si bien la democracia es considerada como un “contrato” entre todos los in- dividuos de una país, región, etc., por el cual todos nos convertimos en ciudada- nos, con los mismos derechos y obliga- ciones, las cosas no son tan sencillas y sí, muy complejas. Este “relato”, nacido en la primera modernidad europea, está ligado a las luchas contra los gobiernos de la aristocracia absolutista de origen feudal, donde las burguesías se fueron imponiendo en su lucha contra prínci- pes y reyes, a través de procesos revo- lucionarios violentos. Así sucedió en Inglaterra, durante el siglo XVII, donde el rey fue condenado a muerte, o en Francia hacia fines del siglo XVIII, donde la familia real fue depuesta y pa- sada por la guillotina; el Rey Luis XVI pagó así el no atender los reclamos de la burguesía francesa (y de algún modo, las demandas del “pueblo llano” y la “canalla”, es decir, los desheredados). La primera modernidad europea fue gestando un nuevo “relato”, conocido como “Contrato Social”; este signifi- caba lo que anticipamos al comienzo: pactar entre los individuos un acuerdo para que la sociedad tuviera orden, hu- A|berto Parisi biera ciudadanos (y no seres en “estado de naturaleza”, es decir pobres , extran- jeros, mujeres, etc.), investidos de de- rechos y obligaciones. Se pretendía una sociedad viable, que no implosionara por las mutuas y simultáneas exigencias de derechos,prebendas y recursos, y los conflictos suscitados por ello, porque esa situación había llevado a una “gue- rra de todos contra todos”, como lo se- ñaló el inglés Thomas Hobbbes, (S.XVI), autor de la famosa frase: “el hombre es un lobo para el hombre”. Así pensaron los grandes contractua- listas, como el también inglés J. Locke (S. XVII-XVIII) y el ginebrino Jean J. Rousseau (S XVIII). Aunque hay que reconocerle a este último que fue el pensador burgués más radical del con- tractualismo, ya veremos por qué. Otras de las importantes figuras del contrac- tualismo fue Montesquieu, francés (S.XVII-XVIII), importante para com- prender la cuestión de la división de po- deres. Recordemos que se estaba saliendo de la autocracia de las reye- cías, donde los gobernantes concentra- ban los poderes y decisiones sociales. El contrato social, ¿qué suponía?. La Alberto Parisí, profesor de posgrado en la Facultad de Ciencias Sociales, UNC, Córdoba y miembro del Consejo Editorial de la Revista Tiempo Latinoamericano. 58 - Tiempo Latinoamericano

Democracia, consensos conflictosrevistatiempolatinoamericano.com/rev/102/TL-102S13.pdfElcontratosocial,¿quésuponía?.La AlbertoParisí,profesorde posgrado en la FacultaddeCienciasSociales,

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Democracia,consensos y conflictos

1. Si bien la democracia es consideradacomo un “contrato” entre todos los in-dividuosde una país, región, etc., por elcual todos nos convertimosen ciudada-nos, con los mismos derechos y obliga-ciones, las cosas no son tan sencillas ysí, muy complejas. Este “relato”, nacidoen la primeramodernidadeuropea, estáligado a las luchas contra los gobiernosde la aristocracia absolutista de origenfeudal, donde las burguesías se fueronimponiendo en su lucha contra prínci-pes y reyes, a través de procesos revo-lucionarios violentos. Así sucedió enInglaterra,durante el siglo XVII, dondeel rey fue condenado a muerte, o enFrancia hacia fines del siglo XVIII,donde la familia real fue depuesta y pa-sada por la guillotina; el Rey Luis XVIpagó así el no atender los reclamos dela burguesíafrancesa (y de algún modo,las demandas del “pueblo llano” y la“canalla”, es decir, los desheredados).

La primera modernidad europea fuegestando un nuevo “relato”, conocidocomo “Contrato Social”; este signifi-caba lo que anticipamos al comienzo:pactar entre los individuos un acuerdopara que la sociedad tuviera orden, hu-

A|berto Parisi

biera ciudadanos (y no seres en “estadode naturaleza”,es decir pobres , extran-jeros, mujeres, etc.), investidos de de-rechos y obligaciones.Se pretendía unasociedad viable, que no implosionarapor las mutuas y simultáneas exigenciasde derechos,prebendasy recursos,y losconflictos suscitados por ello, porqueesa situación había llevado a una “gue-rra de todos contra todos”, como lo se-ñaló el inglés Thomas Hobbbes,(S.XVI), autor de la famosa frase: “elhombre es un lobo para el hombre”.Así pensaron los grandes contractua-

listas, como el también inglés J. Locke(S. XVII-XVIII) y el ginebrino Jean J.Rousseau (S XVIII). Aunque hay quereconocerle a este último que fue elpensador burgués más radical del con-tractualismo,ya veremos por qué. Otrasde las importantes figuras del contrac-tualismo fue Montesquieu, francés(S.XVII-XVIII), importante para com-prender la cuestiónde la divisiónde po-deres. Recordemos que se estabasaliendo de la autocracia de las reye-cías, donde los gobernantes concentra-ban los poderes y decisiones sociales.El contrato social, ¿qué suponía?.La

Alberto Parisí, profesor de posgrado en la Facultad de Ciencias Sociales, UNC, Córdoba y miembro delConsejo Editorial de la Revista Tiempo Latinoamericano.

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necesidad de salir del estado de natura-leza, ceder al gobernante parte de losderechos que creemos nos pertenecentotalmente (menos el de propiedad pri-vada, excepto en Rousseau)y constituirasí, un orden, un Estado soberano. Lasoberanía residía en los ciudadanos,pero su ejercicio y administración secedía a los gobernantes. Ahora los go-bernantes eran soberanos, pero porquelos ciudadanos “le cedían temporaria-mente” ese privilegio. Es decir, tempo-rariamente lo tenían quienesgobernaban; y permanentemente lamacro institución denominada “Es-tado”, expresión cabal de la soberaníaciudadana.

Dijimos anteriormenteque Rousseause diferenció de los otros contractualis-tas; en efecto, si bien postuló él tambiénel contrato social, opinó que los ciuda-danos nunca cedían totalmente su sobe-ranía a los gobernantes, sino, mientrasrespetaran la voluntad popular. En rea-lidad, para Rousseau, los gobernanteseran empleadosde los ciudadanos, y sutrabajo era cumplir esa voluntad.¿Cómo se concretaronen la realidad,

las teorías del contrato social, que apa-recen en los señalamientos que hemosexpresado? La modernidad creó unorden social piramidal, donde lejos deser un pacto o acuerdo que comprome-tiera a todos los individuos para conver-tirse en ciudadanossoberanose iguales,los derechos civiles propios de la ciu-dadanía recayeronen los sectores socia-les pudientes: los viejos herederos delas monarquíasy los sectores crecientes

Democracia, consensos y conflictos

de la nueva clase social que se volvíadominante: la burguesía. Los sectoresmayoritarios de las sociedades, loscampesinos,los pobres, las mujeres, losextranjeros, los mendigos, etc., no fue-ron sujetos de derechos ni portadores desoberanía ni ciudadanía.

Dos derechos civiles fundamentales,entre otros, expresaron esto: el de pro-piedad y, en el siglo XIX, cuando sediscutió cómo elegir a los gobernantes,el de elegir y ser elegidosl. En realidadlas democracias surgidas de la moder-nidad europea (que luego se extendie-ron a gran parte del mundo), fueronsociedades fuertemente desiguales,donde la gran propiedad terratenienteestuvo en pocas manos, el poder fue unprivilegio de las clases medias-altas yaltas y, además, fuertemente patriarca-lista: las mujeres no existían como ciu-dadanas y estaban para servir a losvarones; ello, como fenómeno transver-sal a todas las clases y grupos sociales.Su rol esencial era el de parir hijos,criarlos y servir en todos los ámbitos.2. En la segunda modernidad europea,que coincide con el desarrollo del capi-talismo industrial y la explotación de lafuerza de trabajo, la democracia setornó más liberal y cobijadora de másdesigualdades.Parte de los campesinosy los pobres se convirtieron en proleta-rios, es decir, individuos que para so-brevivir debían vender su fuerza detrabajo a cambio de un salario.Se abrióasí una revolución en la historia hu-mana: por primera vez el trabajo vivode los seres humanos pasaba a ser mer-

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vemos y vivimos? Seamos sensatos:hoy por hoy, ¿en qué sistema podríamosvivir, que no sea una democracia?Hemosdicho “hoy por hoy”, lo cual im-plica que nuestra afirmación no vuelve“eterna” a la democracia (tal como laconocemos) como sistema de interrela-ción cultural, social y política. Pero porotro lado, ¿cómo curar sus deformacio-nes, cómo aminorar sus compromisoscon el neoliberalismo salvaje, que im-pide que las mayorías populares ennuestro país, en la región y en elmundo, puedan acceder a formas másdignas de vida?

Esta es la cuestión de las contradic-ciones, los conflictos y los consensos;nos explicamos: vivimos en un sistemade interacción cultural y político (eco-nómico y social, etc.) estructuradosobre profundas contradicciones, quepermanentemente generan conflictos,porque las víctimas de este sistema seresisten al destino que los poderosos leshan prefijado. Además, hay otros con-flictos generados entre los propios po-derosos entre sí, por ver quiénes seapoderan de más riquezas, recursos ytrabajo mal pago de miríadas de traba-jadores/as de nuestras sociedades.Todaesta conflictividad es permanente,como el oxígeno que consumimos dia-riamente; pero la fuerza arrolladoradeldominio de los dominantes, a través delos medios masivos de comunicación einformación, de los partidos políticoscorruptos,de las entidades civiles comolas estructuras institucionales de lasiglesias, los poderes del Estado como

Democracia, consensos y conflictos

agentes de producción de injusticia (elpoder judicial, salvadas excepciones)ylas fuerzas de “seguridad” y militares,nos machacan las veinticuatrohoras deldía, todos los días de todos los años,que este orden es natural, que así son lascosas y que, para mejorarlas, debemosproducir consensos, para acordar“como buenos vecinos” los problemasde convivenciamicro y globales.4. Este doble discurso de los consensosconstituye una racionalidad cínica, unsentido común perverso, porque quierehacernos creer que los conflictos se re-suelven hablando como “gente edu-cada”; y lo que se esconde es que losconflictos tienen un origen que, a sim-ple vista no se ven, porque se ha creadoun sentido común que naturaliza que lospoderosos son así, porque les corres-ponde y, los pobres están en el barroporque son vagos, no trabajan, quieren“vivir del Estado” y otras expresionesmiserables. Lo que se niega es que, paraproducir consensos productivos, quenos hagan avanzar cualitativamentecomo sociedades, debemos trabajarsobre los conflictos, desanudarlos paraque emerjan sus causas y podamos,paulatinamentehacerjusticia. De allí sípodrán surgir consensos valederos. Delo contrario, el “verso” del discursoconsensualista se convierte en un opioque retrasa sistemáticamenteque nues-tros pueblos se organicen y luchen porsus derechos.5. Concluyamos con un texto que, enlenguaje algo más técnico, reafirma loque hemos intentado decir. “Debemos

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afirmar que la exclusión o represión dela diferencia (los pobres, los excluidos)es múltiple,pluridimensional.Dicho deotra forma: en la producción y repro-ducciónde la existenciahumana -mate-rial y simbólica-, en nuestrassociedades se genera un complejo sis-tema de represión/exclusión, es decirformas distintas de opresión de las di-ferencias. Podemos ubicar un eje im-portante de ello en la “falla” delmercadocapitalista(generadorautomá-tico de micro y macro asimetrías en ladistribucióny apropiaciónde recursos),pero a su vez las exclusiones se expre-san en una multitud específica de ám-bitos. Ellos son, entre otros, laexclusiónde la mujer, los ancianos y losniños, a partir de un mandato social pa-triarcalista y productivista, que los re-prime y excluye delas esferas decisivasdel poder, la gestión y el goce. Las ex-clusiones raciales, religiosas y de todotipo de minorías, a partir de un com-plejo entramadode prejuicios ancestra-les. La exclusión de la propianaturaleza, a partir de un modelo pro-ductivistadepredador, que nos ha hecho

1. En el libro del canadiense MACPHERSON,La de-mocracia liberal y su época, Alianza ed., Madrid1982 se analiza que cuando se logró a mediados delsigloXIX aquello de “un voto un hombre”, lo de hom-bre eran los varones; y no todos, aproximadamenteuna sexta parte delos mismos.2. Este tema, esencial en El Capital de MARX, decuya primera edición (del tomo I) se cumplen 150años, está explicado magistralmente en el libro deE. DUSSEL, 16 tesis de economia política, ed. SigloXXI, México DF 2014.

creer que el mundo es propiedad exclu-siva y excluyente de nuestra especie“.

Por último: en una democracia concontradicciones estructurales (esto su-cede en todas, en mayor o menorgrado), los conflictos tenderán a expre-sarse de forma permanente. Por ello,abordar los conflictos no se logra ape-lando retóricamente a la producción deconsensos, como ya lo hemos dicho.“Democratizar la democracia” nosexige asumir los conflictos, trabajarlos,procesarlos, para poder avanzar haciasu paulatina resolución.

Y eso no es cuestión solo de pala-bras, declaraciones y apelaciones a labuena voluntad. Se “trabajan” los con-flictos en praxis concretas, con la parti-cipación de los afectados, la autoridadestatal y demás sectores involucrados.De lo contrario las sociedades involu-cionaránnaturalizandoel injusto estadode las cosas y acusarán a quienes de-manden justicia, de ser violentos, des-tituyentes, subversivos. Comprenderesto y comprometerse en su problemá-tica es parte de las exigencias críticasde nuestro tiempo.-

3. SANTOS, BOAVENTURA DE SOUSA, “Se nece-sitan horizontes”, en su libro Epistemología del Sur.Movimientosciudadanos y debate sobre la ciencia,Bilbao 2017, ed. Desclée de Brower.4. RICARDO SALAS ASTRAIN (coordinador); Pen-samiento crítico latinoamericano, Santiago de Chile2005, 3vols, ed. UniversidadSilva Enríquez; cfr.: PA—

RISÍ, Alberto, “Diferencia", p. 185-199; con algunasmodificaciones, el texto citado pertenece al primertomo de dicha obra colectiva.

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