15
8 7 Guste o no, los derechos humanos son producto de la sociedad liberal que se desarrolló en Occidente, sobre todo a partir del siglo XVI... una cosa es plantear una crítica moralmente legítima y otra es pretender sancionar a todos los que no piensen como nosotros... nadie –ni siquiera en nombre de los derechos huma- nos– puede desconocer la voluntad de los pueblos e imponer la suya propia. Fernando De Trazegnies, canciller del Perú durante el gobierno de Alberto Fujimori I. LOS SOSPECHOSOS USUALES contra lo que se suele creer, el asalto relativista contra la “Declaración Uni- versal de los Derechos Humanos” es de fecha reciente. Cuando esta fue apro- bada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, la votación contó con la previsible abstención de representaciones como las de la Unión Soviética, Arabia Saudita y Sudáfrica. Sin embargo, ninguna delegación votó en contra, ni invocó un principio de legitimidad alternativo. En términos formales, ello no ocurriría sino hasta la Conferencia sobre De- recho Humanos realizada en 1993 en Viena. En esa ocasión, la carga fue lide- rada por las delegaciones de China e Irán, las que cuestionaron el carácter uni- versal de los derechos que atañen al individuo. Sostuvieron además que, en Derechos humanos, ¿universales u occidentales? Farid Kahhat

Derechos Humanos, Universales u Occidentales - Farid Kahhat

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Farid KahhatDerechos Humanos, Universales u Occidentales?

Citation preview

  • 8 7

    Guste o no, los derechos humanos son producto de la sociedad

    liberal que se desarroll en Occidente, sobre todo a partir del

    siglo XVI... una cosa es plantear una crtica moralmente legtima

    y otra es pretender sancionar a todos los que no piensen como

    nosotros... nadie ni siquiera en nombre de los derechos huma-

    nos puede desconocer la voluntad de los pueblos e imponer la

    suya propia.

    Fernando De Trazegnies, canciller del Per

    durante el gobierno de Alberto Fujimori

    I. LOS SOSPECHOSOS USUALES

    contra lo que se suele creer, el asalto relativista contra la Declaracin Uni-versal de los Derechos Humanos es de fecha reciente. Cuando esta fue apro-bada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, la votacincont con la previsible abstencin de representaciones como las de la UninSovitica, Arabia Saudita y Sudfrica. Sin embargo, ninguna delegacin voten contra, ni invoc un principio de legitimidad alternativo.

    En trminos formales, ello no ocurrira sino hasta la Conferencia sobre De-recho Humanos realizada en 1993 en Viena. En esa ocasin, la carga fue lide-rada por las delegaciones de China e Irn, las que cuestionaron el carcter uni-versal de los derechos que ataen al individuo. Sostuvieron adems que, en

    D e rechos humanos,universales u occidentales?

    Farid Kahhat

    6. NOTAS 2 28/6/01 10:55 Page 87

  • 8 8

    notas y dilogos

    cualquier caso, los derechos del individuo deban ser ponderados en contrapo-sicin a los derechos de la comunidad de la que forma parte. A su vez, en nom-bre de esos criterios, invocaron una mayor tolerancia hacia tradiciones cultu-rales distintas a la occidental.

    Pero la identidad de los portadores del mensaje es precisamente el primerproblema en esa invocacin. El reclamo del rgimen chino de tolerancia haciala diversidad cultural que alberga nuestro mundo, resulta francamente invero-smil cuando uno recuerda el trato que ese rgimen dispensa a las minoras cul-turales dentro de sus propias fronteras (por ejemplo, en el Tbet). O podramosrecordar la mengua sobre los derechos civiles y polticos que supone para unciudadano iran el no profesar el credo oficial. Por lo dems, el relativismocultural al que apelan esos regmenes para resarcirse de la tutela imperial deOccidente es en s mismo un concepto de la antropologa occidental. Conceptoque invocan precisamente por su poder persuasivo en Occidente, pero en el queen realidad no creen: los marxistas chinos suelen aseverar que, premunidos delinfalible instrumental analtico del socialismo cientfico, han descubierto lasleyes que guan el desarrollo de la historia universal. De otro lado, la jerarquaeclesistica iran no sostiene que la suya sea slo una interpretacin plausiblede la prdica de su Dios particular, sino ms bien la ortodoxia oficial sobre laverdad revelada por el Dios universal.

    En cualquier caso, supone una paradoja oponerse a la presunta imposicindel legado de una cultura particular como si fuese universal (como los derechoshumanos), apelando a un principio universal (como el de no-intervencin enlos asuntos internos de otros Estados), que tiene su origen en esa misma cultu-ra. El derecho de excluir a terceros en los asuntos internos del propio Estadoes un corolario del principio de soberana territorial estatal. ste, a su vez, es unprincipio del derecho internacional que, al igual que el derecho internacionalhumanitario, proviene en lo esencial de la Europa del siglo XVII: es usual ras-trear el origen del principio de soberana hasta los Tratados de Mnster y Os-nabrck, cuyas rbricas en 1648 dan inicio a la denominada Paz de Westpha-lia. A su vez, la primera declaracin formal de los derechos inalienables delindividuo es el Bill of Rights ingls de 1688, cuya intencin era precisamen-te imponer lmites al poder del soberano dentro de los confines del propio Es-

    6. NOTAS 2 28/6/01 10:55 Page 88

  • 8 9

    notas y dilogos

    tado. El derecho internacional humanitario no supone sino un intento de ex-tender esas restricciones al dominio de la soberana externa de los Estados.

    II. LA CULTURA NO TIENE LA CULPA

    Curiosamente, tras estos argumentos relativistas subyace usualmente una con-cepcin de la cultura como fuente de una identidad primordial y adscriptiva,virtualmente inconmovible. Un ejemplo de ello es el concepto de civiliza-cin como forma de identidad cultural, tal como aparece en la obra recientede Samuel Huntington. Las fronteras de una identidad adscriptiva son, por de-finicin, poco permeables al cambio. Pero las fronteras entre civilizaciones, talcomo las presenta Huntington, constituyen cercos casi imposibles de fran-quear. De hecho, la frase que el autor emplea en ingls para referirse a ellas esfault lines , una de cuyas acepciones es la de falla geolgica. La metforaimplcita no poda ser ms sugerente: las fallas geolgicas separan placas tect-nicas, las cuales constituyen universos autocontenidos que slo entran en con-tacto al momento de colisionar, produciendo trepidaciones ssmicas.

    Convertidas en universos culturales inconmensurables entre s,1 la interac-cin entre civilizaciones se restringira a los mbitos del conflicto y el merca-do. En trminos del autor,

    La expansin de Occidente ha promovido tanto la modernizacin como la occidentali-

    zacin de sociedades no occidentales. Los lderes polticos e intelectuales de esas so-

    ciedades han respondido al impacto de Occidente de tres modos distintos: rechazando

    tanto la modernizacin como la occidentalizacin; acogiendo ambas; acogiendo la mo-

    dernizacin y rechazando la occidentalizacin (Huntington, 1996: 72).

    En otras palabras, frente al reto que plantea la cultura occidental, las cultu-ras no occidentales slo podran optar entre una aculturacin incondicional o

    1 Los pueblos de diferentes civilizaciones tienen visiones diferentes sobre la relacin entre Dios y el hom-bre, el individuo y el grupo, el ciudadano y el Estado, los padres y sus hijos, marido y mujer, as como visio-nes diferentes sobre la importancia relativa de derechos y responsabilidades, libertad y autoridad, igualdady jerarqua. Estas diferencias son el producto de siglos de historia. Samuel Huntington, 1993: 25.

    6. NOTAS 2 28/6/01 10:55 Page 89

  • 9 0

    notas y dilogos

    una resistencia encarnizada (replegndose sobre s mismas o apropindose delos instrumentos de su rival). Adems, los intentos de aculturacin colectivaseran siempre precarios, puesto que no suelen encontrar arraigo entre gentespara las cuales la devocin a ciertas tradiciones aparecera como el ltimo refu-gio en medio de un temporal que amenaza con desguazar su entorno ancestral.

    El maniquesmo de la teora de la modernizacin resplandece aqu en todosu esplendor: las sociedades tradicionales se presentan como entidades mo-nolticas, sin fisuras, y carentes por ello de dinamismo interno. Viven suspen-didas en el tiempo, impermeables al cambio hasta que reciben el impacto dela modernidad occidental. Cuando este ocurre, el mestizaje no es una opcin,puesto que en el mundo de Huntington las culturas no se mezclan. Poseen, sinembargo, la versatilidad necesaria para asimilar los rasgos de la modernidadpreservando al mismo tiempo la integridad y pureza de su propia identidad.

    As, por ejemplo, cuando Huntington se refiere a esa milenaria nmesis dela civilizacin occidental, la cultura islmica, afirma que Ha existido una con-tinuidad en el Islam desde su fundacin. Se trata de una religin militante enla que no existe distincin entre lo que es religioso y lo que es laico (SamuelHuntington, 1996: 162).2 De hecho, algunos pasajes de la obra de Huntingtonincitan a evocar a ese fundamentalista la carte que puebla el imaginario colec-tivo de sus compatriotas: un individuo barbado, con la cabeza enfundada en unturbante, la mirada nublada por un velo de sangre, y la cimitarra siempre enr i s t re. Sus atavismos seculares seran consecuencia de la naturaleza de sus cre e n-cias religiosas, pobladas de invocaciones al martirio en nombre de una verdadirredenta en un mundo plagado de infieles.

    Sin embargo, como vimos, el rgimen iran no parece tener problema algu-no para apropiarse selectivamente de ciertos principios del derecho internacio-

    2 No est de ms mencionar que el itinerario de la relacin entre lo religioso y lo laico en la cultura occiden-tal es ms tortuoso de lo que la opinin de Huntington podra sugerir. Por ejemplo, en cuanto a la relacinentre religin y poltica, el cristianismo occidental pasa de una separacin inicial (Dad al Csar lo que esdel Csar, y a Dios lo que es de Dios), a una subordinacin de la fe a la poltica bajo el emperador Cons-tantino. Luego, durante gran parte del medioevo, la Iglesia se convierte en un poder temporal por derechopropio, capaz de declarar guerras y pactar alianzas. Es slo tras la Paz de Westphalia que las distintas confe-siones cristianas comienzan a aceptar la separacin entre Iglesia y Estado que, con algunos bemoles, caracte-riza a las sociedades occidentales hasta hoy.

    6. NOTAS 2 28/6/01 10:55 Page 90

  • 9 1

    notas y dilogos

    nal de origen occidental, contraponindolos a aquellos otros que no son de suagrado. De hecho, los antiguos iranes (es decir, los persas) tampoco tuvie-ron reparos en abandonar su propia religin (sustentada en el culto a Zoroas-tro), para abrazar el islam, que hasta su importacin por los rabes en el sigloVII constitua una fe ubicada fuera de sus tradiciones culturales. Y, a contrama-no de su representacin como un monolito cultural ptreo e inmarcesible, elislam fue desde su origen una religin sincrtica,3 que ejerci la tolerancia ha-cia otras religiones en aquellos tiempos en que la Inquisicin se esmeraba porreducir a cenizas tanto a herejes como a infieles, y la Europa cristiana se desli-zaba por la escarpada pendiente que la sumira durante siglo y medio en suce-sivas guerras de religin. Por lo dems, fueron las universidades islmicas de laEspaa medieval las que preservaron el legado intelectual de la antigedadclsica durante la era del oscurantismo. Los pensadores de la Europa renacen-tista no tuvieron que redescubrir la filosofa griega: Averroes y Avicena rea-lizaron esa labor por ellos.4

    El punto aqu es que si esa representacin de la cultura islmica nos resul-ta hoy ajena, ello se explica por los procesos polticos en los que se ha encon-trado inmersa en el ltimo siglo, y no por que perdure en ella desde tiemposinmemoriales una esencia inmutable que la hace ser lo que es. Por ejemplo,mientras el nacionalismo secular fue capaz de cautivar la imaginacin de la ma-yora de pueblos rabes, los movimientos a los que hoy se suele asignar el cali-ficativo de fundamentalistas constituan excrecencias situadas en los mrge-nes del espectro poltico. Pero el panarabismo prometi liberar Palestina, y nohizo sino cosechar sucesivas derrotas a manos de Israel y sus aliados occiden-

    3 El islam reconoce a judos y cristianos como pueblos inmersos en el proceso de la revelacin divina, e in-cluye entre sus profetas a personajes bblicos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento (No, Abra-ham, Moiss y el propio Jess). 4 Maimnides, el gran sabio judo del siglo XII, tena razn en mirar con recelo la posibilidad de reforma enuna Europa intolerante y dogmtica, y tena buenas razones para huir de su tierra natal europea y de las per-secuciones religiosas hacia la seguridad de un Cairo urbano y tolerante y del patronazgo del sultn Saladino.Las cosas han progresado desde esa Europa dominada por la Inquisicin (aunque la historia de mediadosdel siglo XX dio lugar a titubeos), pero no debemos ahora llegar a la suposicin contraria de que, si bien laeleccin razonada puede ser bastante fcil en Europa, las culturas no occidentales de El Cairo y ms allestn inevitablemente encerradas en la tirana del fundamentalismo irracional. Sen, 2000: 18.

    6. NOTAS 2 28/6/01 10:55 Page 91

  • 9 2

    notas y dilogos

    tales. All donde prometi libertad, no hizo sino construir autocracias represi-vas. All donde prometi un liderazgo eficaz del proceso de desarrollo, no hizosino instaurar gobiernos ineptos y corruptos a partes iguales. No es por endecasual que el retorno a las races que pretende encarnar el integrismo islmi-co florezca a fines de la dcada del setenta, cuando se hace palmario el fraca-so del principal proyecto poltico alternativo.5

    Lamentablemente para los integristas, las races que tanto aoran no cons-tituyen un legado cultural de pureza prstina e incontrovertible que slo esperaser rescatado. Constituyen ms bien una nueva interpretacin de la propia his-toria motivada por los retos y las urgencias del presente. Interpretacin, por lodems, perfectamente cuestionable. Por ello, en la mayora de casos en que elintegrismo islmico se ha convertido en una fuente de violencia poltica, statiende a ser ejercida contra otros musulmanes (por ejemplo, en Pakistn, Ar-gelia o Afganistn), precisamente porque lo que est en cuestin son interpre-taciones encontradas de lo que significa ser musulmn.

    Estamos aqu ante un ejemplo de la intrincada diversidad que alberga todacultura humana, y de cmo algunos de sus rasgos pueden adquirir un relievepoltico dependiendo de las circunstancias. Por ejemplo, muchos habitantes deBosnia (en donde hasta principios de la pasada dcada imperaba una atmsferarelativamente tolerante, cosmopolita y secular), se enteraron de que su condi-cin de musulmanes deba regir sus destinos y lealtades polticas slo cuandocomenzaron a ser masacrados por causa de ella. En otras palabras, no fue la pre-

    5 No es casual tampoco que Hezbollah y Hamas no existieran antes de la invasin israel al Lbano de 1982y del inicio de la Intifada palestina contra la ocupacin israel en 1987, respectivamente, y que la gravitacinpoltica de esas organizaciones parezca depender del grado de intensidad del conflicto con Israel. O que, porejemplo, la estabilidad poltica de Jordania contraste con la cruenta insurgencia integrista que afronta Arge -lia. Hacia fines de los aos ochenta, ambos regmenes tuvieron que encarar el reto planteado por movimien-tos integristas militantes. En un principio la respuesta fue similar, intentando insertarlos progresivamenteen el proceso poltico, culminando en su reconocimiento legal como partidos a cambio de que se compro-metieran a respetar el marco institucional de un rgimen relativamente representativo. Las estrategias se bi-furcan sin embargo en un punto crucial: la convocatoria a elecciones generales. En ambos casos, stas fueronganadas limpiamente por grupos de filiacin islmica que reivindicaban un rol ms importante para la reli-gin en la conduccin de los asuntos pblicos. Pero mientras la monarqua jordana decide aceptar el resulta-do e integrar dentro del gabinete ministerial a representantes de dichas fuerzas polticas, el gobierno argeli-no decide anular las elecciones e imponer la ley marcial.

    6. NOTAS 2 28/6/01 10:55 Page 92

  • 9 3

    notas y dilogos

    sencia de identidades primordiales e irreductibles lo que desencaden el con-flicto, fue ms bien la violencia etnocida la que forj una identidad defensivaentre sus principales vctimas, los musulmanes.

    Ahora bien, las ideas de Huntington no son las de un acadmico desapasio-nado e imparcial, dedicado a avizorar el futuro desde su torre de marfil. Intentanms bien influir en los debates polticos en curso en su pas. Pese a los riesgosy costos que implic, la Guerra Fra cre un clima de estabilidad y predictibi-lidad en el escenario internacional, que hizo ms apacible la vida de aquellosinvolucrados en el proceso de disear e implementar la poltica exterior norte-americana. Gracias al comunismo, la poltica mundial poda representarsecomo un proceso bipolar, sin ambigedades ni matices que nublasen el buenjuicio de los contrincantes. Al perder a su proverbial adversario de la postgue-rra (la Unin Sovitica), los Estados Unidos perdan tambin el principio orde-nador de su poltica internacional. Urgidos de una nueva fuente de certidum-bre, quienes participan en su definicin buscan dotarla de un nuevo principioordenador.6 Es ese el contexto en el que se insertan las tesis de Huntington:el suyo es un esfuerzo por identificar los elementos de un paradigma para laPost-Guerra Fra (Huntington, 1993a: 187), basado en la idea de que la perte-nencia a una misma civilizacin ser en el futuro la forma de agrupar pasesms importante para entender la poltica global (Huntington, 1993b: 188). Lacontinuidad intemporal de las identidades culturales proveera el anclaje con-ceptual anhelado y resolvera algunos enigmas de la poltica mundial tras la vir-tual desaparicin del comunismo. Una China capitalista, por ejemplo, no deja-ra de ser una China confuciana, es decir, un pas impregnado de una culturaradicalmente diferente (y potencialmente hostil) a la cultura occidental.

    El ejemplo no deja de ser paradjico, dado que la relacin entre capitalis-mo y confucianismo es por dems controversial. As, mientras Lee Kuan Yew

    6 Lamentablemente, no faltan quienes prefieren enfilar sus lanzas contra molinos de viento antes que con-siderar la posibilidad de que el mundo de hoy tal vez sea demasiado complicado como para interpretarlo atravs de una idea-fuerza. Este dista de ser un asunto trivial, puesto que la voluntad de los actores involucra-dos en la poltica mundial no es un dato de la realidad, sino ms bien algo que se construye y modifica a tra-vs de su interaccin. Por ello, asumir que aquel con quien se interacta no puede ser sino un adversario,implica el riesgo de convertir esa previsin en una profeca autocumplida.

    6. NOTAS 2 28/6/01 10:55 Page 93

  • 9 4

    notas y dilogos

    ve en los valores confucianos de laboriosidad, austeridad y cooperacin la clavede un distintivo y exitoso modelo de capitalismo, para Weber (que dio inicio aldebate contemporneo sobre la relacin entre capitalismo y cultura) la insis-tencia confuciana en la obediencia debida a la autoridad en general (y a la au-toridad paterna en particular) desalentaba la competencia e innovacin propiosdel capitalismo. China, de otro lado, ha estado en distintos momentos de suhistoria entre los lugares ms prsperos del mundo, pero tambin entre los mspobres. En este siglo, ese pas ha transitado desde un orden patrimonial, haciaun rgimen comunista, y hoy se encontrara en transicin hacia el capitalismo.Y a travs de todas esas peripecias la vigencia de la tradicin confuciana ha sidouna constante.

    Esto lleva necesariamente a una de dos conclusiones: o bien el confucianis-mo explica muy poco respecto a la sociedad china a travs de su historia, o bienla cultura confuciana es tan permeable al cambio como las sociedades que lacobijan. La primera de esas conclusiones no abona precisamente en favor dela tesis central de Huntington, y la segunda reconoce en la cultura una plastici-dad que l no parece dispuesto a concederle.

    As como la cultura confuciana no prescribe una forma particular de organi-zar la economa, tampoco prescribe en forma imperiosa un modelo particularde rgimen poltico. Por ende, la pregunta clave no es si la democracia repre-sentativa constituye el sistema poltico confuciano por antonomasia, sino msbien si existen dentro del confucianismo, as como dentro de otras tradicionesculturales del Asia oriental, principios afines a aquellos que sustentan un rgi-men democrtico. Kim Dae Jung (Premio Nobel de la Paz) y Amartya Sen(Premio Nobel de Economa) responden afirmativamente a esa pregunta, y lamayora de la poblacin en Corea del Sur pareci darles la razn al elegir al pri-mero de ellos como su presidente.

    III. EL RESPETO AL DERECHO AJENO ES LA PAZ: DERECHOS HUMANOS Y PAZ INTERNACIONAL

    La argumentacin relativista asume como premisa que aceptar la DeclaracinUniversal de los Derechos Humanos supone aceptar la prdica liberal que los

    6. NOTAS 2 28/6/01 10:55 Page 94

  • 9 5

    notas y dilogos

    sustenta. Incluso si tal premisa fuera cierta, no implicara necesariamente quela declaracin debera ser descartada en nombre de algn particularismo cultu-ral ubicado en las antpodas de la prdica liberal. No toda tradicin culturalmerece ser preservada, y ninguna tradicin cultural es impermeable al cambio.Por ejemplo, hasta el ltimo tercio del siglo XIX la posesin de esclavos era unaprctica sumamente extendida. Diferentes culturas sustentaban esa prcticaen diferentes argumentos, pero coincidan en que la posesin de esclavos eramoralmente aceptable. Hoy en da ni siquiera es necesario suscribir tratadosinternacionales para proscribir esa prctica, porque es virtualmente inexistentey universalmente repudiada.

    Pero el punto crucial aqu es que la premisa que asocia de modo inextrica-ble los derechos humanos con la tradicin liberal es falsa por dos razones. Enprimer lugar, porque existen dentro de una multiplicidad de tradiciones cultu-rales valores similares a aquellos que enarbola la Declaracin Universal de losDerechos Humanos.7 En segundo lugar, porque aunque no se les atribuya unvalor intrnseco, ciertas normas de conducta pueden ser aceptadas por razonesmeramente instrumentales. Por ejemplo, la Europa del siglo XVII adopta elprincipio de la tolerancia religiosa por necesidad antes que por conviccin: setrataba de una frmula de transaccin para poner fin a las guerras de religin.No sera sino hasta el siglo venidero que el movimiento de la Ilustracintransformara la necesidad en virtud, consagrando el principio de la libertad dereligin y proponiendo la separacin formal entre Estado e Iglesia.

    Al margen de sus bondades filosficas, el respeto a los derechos del indivi-duo considerados en la declaracin de las Naciones Unidas es la mejor garantapara la coexistencia pacfica entre distintas tradiciones culturales con la que elmundo cuenta hoy. Para entender por qu, cabra remontarse al periodo que vade fines del siglo XIX hasta principios del siglo XX. Durante ste se sucedieronuna serie de intentos por crear regmenes internacionales que protegieran a lasminoras nacionales de las zonas central y oriental de Europa. En el siglo XIXtal esfuerzo se plasm en una serie de tratados internacionales, de los cuales el

    7 Aunque no siempre sean predicados como valores universales. Vase Kim Dae Jung (1995) y Amartya Sen(1999).

    6. NOTAS 2 28/6/01 10:55 Page 95

  • 9 6

    notas y dilogos

    ms importante fue el Tratado de Berln de 1878. Por otra parte, los Tratadosde Paz suscritos tras la Primera Guerra Mundial solan contener clusulas quegarantizaban el respeto a los derechos de las minoras nacionales que alberga-ban los pases signatarios. Ms an, la Liga de las Naciones asumi como unade sus tareas primordiales el velar por el cumplimiento de esas clusulas.

    Ahora bien, la razn por la cual la proteccin de los derechos de las minorasse convirti en parte de la agenda de la comunidad internacional fue el temora que la supresin de los mismos generase inestabilidad y conflictos internosque, a su vez, pusiesen en riesgo la paz internacional. Como recuerda StephenKrasner, en la discusin del tema en el seno de la Liga de las Naciones La re-lacin entre los derechos de las minoras y la seguridad colectiva fue ms im-portante que cualquier esfuerzo por garantizar esos derechos como un fin en smismos (Krasner, 1993: 157).

    Sin embargo, si el fin ltimo era preservar la paz internacional, no era claropor qu las principales potencias en el seno de la Liga de las Naciones fuerana tomarse la molestia de aplicar esos acuerdos cuando el caso en cuestin noimplicase el riesgo de una guerra. Por ende, como descubriran los armenios,en ausencia de un Estado en donde la mayora de la poblacin compartiese suidentidad cultural, esas minoras quedaban abandonadas a su suerte. Peor an,en presencia de esos Estados, dichas minoras solan convertirse en un pretex-to para que aquellos diesen rienda suelta a la vocacin expansionista de suslderes.8

    Esas razones llevaron a que, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, seabandonaran los intentos por edificar un sistema internacional de proteccin alos derechos de las minoras. Sin embargo, tras el fin de la Guerra Fra las mi-noras nacionales (definidas en funcin de identidades tnicas) han vuelto porsus fueros con una furia inusitada. No en vano la mayora de los conflictos bli-cos que el mundo ha padecido desde 1990 han sido guerras civiles en dondelas fuerzas contendientes pretendan representar nacionalismos confrontadosdentro del territorio de un Estado particular.

    8 As, la Alemania nazi justific su invasin de Polonia y Checoslovaquia alegando que dichos pases viola-ban el tratado acerca de los derechos de los ciudadanos de etnia germana residentes en sus respectivos terri-torios, Kymlicka, 1996: 15.

    6. NOTAS 2 28/6/01 10:55 Page 96

  • 9 7

    notas y dilogos

    Por lo dems, dado que en lo esencial el Estado-nacin no es sino unapiadosa ficcin jurdica, los intentos de crear Estados que alberguen una na-cin tnicamente homognea slo pueden fructificar all donde quienes nocompartan esa identidad sean asimilados, expulsados o simplemente extermi-nados. Planteados de ese modo, los conflictos intertnicos dentro de un Esta-do particular pueden desencadenar enfrentamientos entre Estados colindan-tes (por ejemplo, entre Armenia y Azerbayn), o incluso entre Estados que nisiquiera comparten una frontera comn (por ejemplo, la intervencin de laOTAN en Ksovo).

    Por ende, a principios del nuevo siglo, como a principios del siglo pasado,la convivencia pacfica entre culturas dentro de cada Estado sigue siendo unacondicin necesaria para garantizar la convivencia pacfica entre Estados. Ladiferencia es que hoy en da la comunidad internacional no pretende dictar lostrminos de esa convivencia, siempre y cuando stos se atengan a un mnimocomn denominador: el respeto a los derechos humanos.

    IV. INTERVENCIONES HUMANITARIAS Y REALPOLITIK

    Si se asume que el principio de soberana no ampara los crmenes de lesa hu-manidad, la pregunta clave sera entonces quin, y bajo qu circunstancias, tie-ne derecho de injerencia en los asuntos internos de un Estado cuando dentrode su territorio se cometen crmenes de esa naturaleza. El caso de Ksovo esun buen punto de partida para esbozar una respuesta.

    Al decidir actuar motu proprio y por fuera del marco de Naciones Unidas, laOTAN contribuy a vulnerar el andamiaje jurdico que sustenta el derecho in-ternacional humanitario. Ms an, vulner el propio Tratado del Atlntico, queestablece que la OTAN debe actuar de acuerdo con la Carta de Naciones Uni-das y recurrir al uso de la fuerza slo cuando uno de sus miembros sea vctimade una agresin militar.

    El argumento de la OTAN era que, dada la oposicin rusa al uso de la fuerzacontra Yugoslavia, las Naciones Unidas se encontraban en un impase polticoque le impeda actuar de modo eficaz en la crisis de Ksovo. Ante esa situacinla disyuntiva era intervenir de modo unilateral o presenciar como espectador

    6. NOTAS 2 28/6/01 10:55 Page 97

  • 9 8

    notas y dilogos

    impasible un nuevo proceso de limpieza tnica en Europa. Frente a esta dis-yuntiva, la OTAN habra actuado del nico modo moralmente responsable.

    Ese argumento tendra algn asidero si la OTAN aplicase el mismo criteriocada vez que las circunstancias lo ameritan. Sin embargo, cabra recordar al me-nos dos casos de la dcada pasada en los cuales, ante crisis humanitarias de pro-porciones, los pases miembros de la OTAN prefirieron constituirse en especta-dores privilegiados e imperturbables: el genocidio contra la minora tutsi enRuanda (que provoc la muerte de ms de 500 000 personas) y la guerra contralos independentistas chechenos en Rusia (que produjo entre 50 000 y 100 000muertos entre la poblacin civil).

    No se requiere ser especialista en geopoltica para entender algunas de lasrazones que hacen de Ruanda un caso tan diferente de Ksovo: el primero esun pas situado en el frica subsahariana, una zona que, adems de ser la mspobre del mundo, posee un inters marginal para efectos de entender la polti-ca mundial. Ksovo, en cambio, se encuentra en los Balcanes, los que a su vezse ubican virtualmente en el corazn de Europa, regin en la que se iniciaronlas dos guerras mundiales del siglo XX.

    Por otro lado, la situacin en Chechenia no dejaba de suscitar reminiscen-cias balcnicas: una provincia rebelde que reivindica su derecho a la autonomadentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de un Estado sobera-no. Una poblacin civil atrapada en el fuego cruzado entre una guerrilla de du-dosa reputacin y un ejrcito nacional que contabiliza las bajas civiles como eleufemstico pero imprescindible dao colateral de sus acciones. Sobrevi-vientes huyendo en condiciones precarias hacia regiones colindantes. No fuealgo as lo que propici la intervencin humanitaria de la OTAN en Ksovo?

    Pero claro, existen dos grandes diferencias: ni Rusia es Yugoslavia (es decir,un pas al que la OTAN podra derrotar militarmente a un precio mdico), ni Yu-goslavia es Rusia (es decir, un pas en el que los integrantes de la OTAN tienendemasiados intereses en juego como para permitir que sus relaciones con lsean perturbadas por la suerte de una tribu ignota que habita un pramo perdi-do en la inmensidad del Cucaso).

    Ahora bien, lo dicho no implica que el objetivo de resolver la crisis humani-taria no tuviese un lugar prominente en la agenda de la OTAN, pero s supone

    6. NOTAS 2 28/6/01 10:55 Page 98

  • 9 9

    notas y dilogos

    afirmar que se trataba de un objetivo entre otros, y no necesariamente el msimportante. Dicho de otro modo, la conducta de la OTAN no se explica nica-mente por el hecho de que Milosevic fuese un gobernante autoritario con vo-cacin genocida. Se explica adems por el hecho de que, a diferencia de lo queocurri en Ruanda, la estrategia de Milosevic entr en colisin con los intere-ses de seguridad de la OTAN en la regin, y, a diferencia de lo que ocurri enRusia, los clculos estratgicos sugeran la conveniencia de emplear mediosmilitares para lograr los fines deseados.

    Esos fines nos remiten al inters de la OTAN por preservar la estabilidad po-ltica en los Balcanes. Tras la cada del muro de Berln y el descrdito del co-munismo, Milosevic apel al nacionalismo serbio como fuente de legitimidadde su poder. Premunido de l haba ocasionado ya dos guerras en los Balcanesdurante la dcada pasada (en Croacia y Bosnia). El de Ksovo no era sino elms reciente dentro de una sucesin de conflictos intertnicos que amenaza-ba con desestabilizar una regin que ha constituido desde siempre un mosaicocultural variopinto y voltil. Se tema, por ejemplo, que un xodo masivo dekosovares de origen albans buscase refugio en un pas que, como Macedonia,alberga tambin sus propios conflictos entre albaneses y eslavos. A su vez, unaescalada de las tensiones entre ambos grupos podra eventualmente involucrara la poblacin de origen griego que habita en ese pas. Llegado a este punto,Estados vecinos como Albania y Grecia podran sentirse tentados a intervenirpara proteger a sus respectivas minoras. En otras palabras, estbamos ante unareedicin de la teora del domin esgrimida en su momento por los EstadosUnidos para justificar su intervencin en Amrica Central e Indochina.

    Ahora bien, llegado a este punto podra esgrimirse que, aun aceptando quela OTAN persegua sus propios fines, en la medida en que stos coincidan conlos fines considerados por el derecho internacional humanitario, su interv e n c i nen Ksovo contribuy a matar dos pjaros de un tiro. Despus de todo, la pro p i aorganizacin de las Naciones Unidas es en s misma producto de una transac-cin entre el derecho internacional y el realismo poltico: no en vano el Conse-jo de Seguridad cuenta con cinco miembros permanentes con derecho a veto.

    Sin embargo, es precisamente la experiencia de Ksovo la que nos revela losproblemas que plantea ese argumento, dado que en ella los fines geopolticos

    6. NOTAS 2 28/6/01 10:55 Page 99

  • 1 0 0

    notas y dilogos

    de la OTAN entraron en conflicto con los fines humanitarios, y los medios em-pleados para el logro de los primeros no necesariamente fueron los ms id-neos para la consecucin de estos ltimos.

    En cuanto a los fines, se suele afirmar que, once semanas y miles de muer-tos despus, Milosevic termin por capitular frente a las mismas exigenciasque se haba negado a suscribir durante las negociaciones de Rambouillet. Elloes en gran parte cierto: las tropas serbias debieron abandonar Ksovo para darpaso a la presencia de una fuerza internacional liderada por la OTAN, la cual,para todo efecto prctico, ha convertido la provincia en un protectorado portiempo indefinido. Pero tambin cabra recordar que fueron precisamente lascondiciones contenidas en el ultimtum de Rambouillet que Milosevic seneg a aceptar (y que, por ende, desencadenaron el conflicto), las nicas queno se recogen en el acuerdo que puso fin a las hostilidades (v. gr. la convocato-ria de un referndum que podra desembocar en la independencia de Ksovoy la presencia de un contingente militar compuesto exclusivamente por tropasde la OTAN, sin aprobacin previa de la ONU, y con la potestad de incursionaren otras regiones de Yugoslavia).

    En otras palabras, pudo haberse llegado a una solucin negociada si se hu-biese prescindido de esas condiciones desde un principio. Pero esa solucin alproblema humanitario en Ksovo hubiese dejado intacta la capacidad del rgi-men de Belgrado para ocasionar problemas similares en el futuro. En concre t o ,el temor de la OTAN era que Milosevic slo buscase ganar tiempo y que, tardeo temprano, la confrontacin blica se hubiese producido de cualquier modo.Aun siendo esa una hiptesis verosmil, desde la perspectiva del derecho in-ternacional humanitario la OTAN tena el imperativo moral de agotar todos losmedios pacficos antes de desencadenar una guerra cuyos efectos fueron de-vastadores para la poblacin civil, tanto serbia como albanesa. Por ejemplo, laabrumadora mayora de las vctimas civiles fueron asesinadas despus de quese iniciaran los bombardeos de la OTAN, y nueve de cada diez refugiados koso-vares adquirieron ese status despus del inicio de las hostilidades.

    Ese desenlace, a su vez, nos revela otra dimensin del problema: la OTANpretenda proteger a los kosovares sin sufrir bajas en el proceso. Cuando esosobjetivos se tornaron incompatibles, la OTAN prefiri proteger a sus soldados.

    6. NOTAS 2 28/6/01 10:55 Page 100

  • 1 0 1

    notas y dilogos

    Estados Unidos, por ejemplo, emplaz helicpteros Apache en Macedoniacon el propsito de usarlos contra las unidades blindadas encargadas de la ex-pulsin de los albaneses. De ese modo hubiesen contribuido a reducir el xo-do, pero al precio de hacerse vulnerables al fuego antiareo de las tropas ser-bias. Finalmente, la OTAN opt por refugiarse en la seguridad que brindaba asus pilotos el volar a 5 000 metros de altura. Los helicpteros jams fueron uti-lizados.

    En buena medida lo dicho constituye un alegato en favor de reservar el de-recho de intervencin con fines humanitarios a la entidad creada por la comu-nidad internacional para ese propsito: las Naciones Unidas. No porque en ellano cuente la distribucin de poder entre los Estados que componen el sistemainternacional, sino porque al menos no es lo nico que cuenta.

    BIBLIOGRAFA

    Huntington, Samuel (verano de 1993), The Clash of Civilizations?, en Foreign Affairs,

    vol. 72, nm. 3.

    (Noviembre/diciembre de 1993), If Not Civilizations, What?, Paradigms of the Post-

    Cold War World, en Foreign Affairs, vol. 72, nm. 5, B.

    (1996), The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, Nueva York, Touchs-

    tone Books.

    Kim, Dae-Jung (1994), Is Culture Destiny? The Myth of Asias Anti-Democratic Values,

    en Foreign Affairs, pp. 11-12.

    Krasner, Stephen (1993), Sovereignty, Regimes and Human Rights, en Rittberger, Oxford

    Volker (ed.), Regime Theory and International Relations, Clarendon Press.

    Kymlicka, Will (1996), Ciudadana multicultural, Barcelona, Paids.

    Lee Kuan Yew (1996), A la manera del Asia Oriental, Nathan Gardels, Fin de Siglo. Gran-

    des pensadores hacen reflexiones sobre nuestro tiempo, Mxico, Mc Graw Hill.

    Sen, Amartya (1999), Development as Freedom, Alfred A. Knopf, New York.

    (Noviembre del 2000), La razn antes que la identidad, Letras Libre s; ao I I, nm. 23.

    Weber, Max (1976), The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism, Charles Scribners sons,

    Nueva York.

    6. NOTAS 2 28/6/01 10:55 Page 101