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Artículo con fotografías y textos de Luis Fernando Quirós, de la casa de este arquitecto costarricense
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�Detalles en procesouna casa en AvellanasPor Luis Fernando Quirós
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FotografíaLuis Fernando Quirós Luis Chacón
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Detalles en procesouna casa en Avellanasdel Arq. Benjamín García SaxePor Luis Fernando Quirós
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De la tierra agrietada del trópico seco guanacasteco
brota el vaho veraniego, y se mezcla con esas traviesas ven-
tiscas que serpentean entre troncos y cortezas, ahí donde
asoman maderas que, como marimbas, treman al ser vibra-
das por los encabritados aires de abril. Esta es una tierra
de detalles en constante proceso, como la cambiante luna
que baña de argento sus noches, Guanacaste nunca es el
mismo, su paisaje cambia cuando bajan las primeras llu-
vias del invierno, y brota por doquier el apasionado verdor,
transformando aquella sensación desértica.
Entre esos cerros y lomas, se abre la panorámica costera
de Playa Avellanas; aquel azul turquesa y blancas espumas
contrastan con los pastos quemados, bejucos retorcidos
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y renegridos troncos. Fue ahí donde aprecié la “casa de la
señora luna”, cuya arquitectura resuelve el impacto de ese
colérico clima, asoma una idea minimalista e introduce
como material alternativo el bambú, usado en forma de
anillos que no detiene el viento, pero que corta el impacto
de la calurosa luz diurna, pero de noche deja ver la serena
luna sabanera.
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La estructura de la casa
Contrapuntean dos cubos (uno es habitación o estu-
dio, el otro es espacio de estar y cocina) dispuestos en el
eje portador principal; son reunidos por un campo rectan-
gular dinámico que vestibula la entrada principal, es paso,
arti-culación, acceso de luz, jardín interno e ingreso al sani-
tario. Las puertas son ventanas, abren o cierran; componen
una interesante multiplicidad de planos que juguetean la
polirritmia del vibráfono, sonorizados a partir de tonos y
medios tonos sacados por tremor a la madera y ampliados,
en esa armoniosa caja de resonancia.
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Los amplios aleros “elogian la sombra”, tal y como lo
aprecia Junishiró Tanizaki cuando dice que la sombra es la
sustancia más preciada por la arquitectura japonesa, por el
claro oscuro del interno y los pocos rayos de luz que resal-
tan la verdadera belleza de los objetos.
Su arquitecto es el joven Benjamín García Saxe -quien
actualmente vive en Londres donde trabaja para la pres-
tigiosa firma Británica Rogers Arquitectos; él es Licenciado
en Arquitectura de la Universidad Veritas, posee además
una Maestría en Diseño de Rhode Island School of Design.
Él vivencia -con este proyecto-, la misión de la arquitectura
de ofrecer habitabilidad a los espacios, con utilización de
materiales tolerantes con la cultura y con su naturaleza.
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La casa está construida “en proceso” y posee el encanto de
lo “(in)acabado”: es siempre cambiante, cual la luna, crece
y decrece, se muestra por descubrir, como la deriva, fluye,
donde una piedra que se le agregue, una madera que se
poce en su estructura, la transforma dinámicamente. Se
trata, repito, de una arquitectura del “detalle”, como una de
esas cartografías espejo que devuelven la mirada del en-
torno, jugueteando con el dibujo rectilíneo de múltiples
aristas, tanto que asimila una notación musical aleatoria
compuesta a lo largo de la fachada principal.
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Calidad de espacio habitacional
Los arquitectos dicen que diseñar en arquitectura no
es tan sólo cerrar o delimitar un espacio donde vivir, sino
hacerlo habitable. La habitabilidad se resume en la cali-
dad del espacio configurado, su comunicación constante
con el entorno y en diálogo con los materiales utilizados,
además de lo que permita a sus moradores desarrollar en
ella. Hablamos de calidad de vida, o sea que su diseño
puede ser muy creativo pero que la casa sea incómoda o
poco comunicativa, por lo tanto no innova el espacio ha-
bitacional e inhibe el deseo de habitar en ella.
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Para la ventilación entre el techo y los espacios habita-
bles, el arquitecto generó una pirámide cargada de cortes
de bambú, para hacer circular el aire y aliviar la alta sen-
sación térmica; están tapizadas en yute, que permite hacer
respirable al ambiente sin opacar la visión hacia el exter-
no.
El mobiliario es casual, su diseño es engalanado -
como se dijo-, por efecto del claroscuro, de la sombra; se
compone de un mesón de maderas que algún día fueron
horcones o vigas de alguna casona de la bajura, una sillas
trenzadas con fajas de cuero negro y unas camas simples;
además hay un tambor que le brinda al espacio un acento
oriental, hay un librero adosado a la pared del fondo con
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libros y un pucho de chunches de los móviles de Helen, su
madre, (des)compuestos en un contenedor de bambú.
El catador de belleza
Él individuo de pensamiento creativo vuelve a de-
cantar el cuadrado, con el círculo inscrito y circunscrito;
tonifica el espacio con el campo proporcional; torna al uso
del cubo, la pirámide, el “datum” (re)generador de tensión y
movimiento espacial.
El arquitecto cata el uso del yute, la manta, en el jue-
go entre densidad y transparencia que brindan carácter
tectónico, pero también diseño emotivo al estimular todos
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los sentidos: vista, tacto, olfato, audio, gusto, orientación
espacial en juego entre las telas, los cortes del bambú, las
plantas del jardín, el contrapunto con el elevado “cama-
ranchel” donde se refugia en ocasiones su madre a leer o
simplemente a divagar con su pensamiento puesto en la
luna y en la naturaleza.
Genera la perspectiva interior, lo que es íntimo, cálido,
paisaje de luces y sombras vrs lo agreste o tórrido de lo ex-
terno, se enfilan en el eje de la edificación probando juegos
tonales y espacios comunicables; existe una intensa pro-
fundidad vista desde el exterior por la ventana de la coci-
na, profundidad propia de aquellas casonas ancestrales de
la bajura; hay un pichel para el agua fresca de color azul,
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el tanque del agua también azul, la pared del sanitario ro-
jiza, el amarillo de las estructuras que acentúan las propias
estructuras de la forma, son significativas las aberturas que
dejan ver el firmamento azul, o el claro de luna, o las copas
de los árboles del bosque seco como la “tamburiata” indú
imbrica con sus sensuales danzas.
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Lo que me queda
Volver al Guanacaste, a la bajura santacruceña, sin de-
jar que la imaginación vuele demasiado lejos, de donde no
soy, aunque también ame la luna, las maderas, estas for-
mas mínimas del encanto de hacer habitable los espacios
ambientalmente amigables y tolerantes con la cultura y su
naturaleza.
Los arquitectos predican que “en los detalles habita
Dios” y, como decía el Emperador Adriano: “el verdadero
catador de belleza termina encontrándola dónde quiera”.
Avellanas, Abril �0�0
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