Detrás del Muro del Sueño - Versión Conceptual

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  • Detrs del Muro

    del Sueo (Versin Conceptual)

  • La figura avanzaba lentamente. Su silueta apenas era visible en aquel lugar, la luz estaba bloqueada por las tapiadas ventanas. Sin embargo, aquella figura camina

    por su improvisada pasarela, vestido de larga y ancha seda, y usaba una mscara

    de demonio rojo, con colmillos salientes y mirada amenazante. Aquella figura, con

    voz fuerte y declamatoria, rasposa, vibrante, empez su acto frente al pblico

    inexistente:

    Luego de viajar

    por el lejano pas

    del etreo sueo.

    El joven peregrino

    avanza su destino.

    Atrapado por

    los obstculos de la

    tierra rancia.

    Buscar los patrones

    que difieren del mundo.

  • 1

    Estado del Arte

  • A

    - Ya, fmate esto por mientras yo preparo todo.

    - Y qu es?

    - Y qu importa? Quer vivir la vol ms grande de tu vida, o no?

    -

    Santiago preparaba todo en el oscuro desvn de la universidad donde se

    encontraban. En aquel tenebroso y rancio lugar ambos jvenes se iluminaban slo

    con unas velas aromticas. La luz era incapaz de entrar a travs de los tragaluces

    llenos de grasa, acumulada ah desde que abandonaron el sitio. Segn cuenta la

    leyenda urbana local, haban muerto una o dos personas ah, hace tiempo, en

    alguna ria por drogas. Pero a pesar de la fama del sucucho donde se encontraban,

    a ambos jvenes no pareca molestarles.

    En la oscuridad, Marcial encendi un fsforo. Intent encender el papelillo, pero

    el fuego avanzaba muy rpido en el aire enrarecido.

    - Ahh, mierda! grit Marcial, mientras se quemaba.

    - Jajaja, Qu te pas wen?

    - Puta, me quem po, si no veo niuna we.

    - Ya, toma, pero hazla piola.

    El joven encendi la linterna, y Marcial vio a un joven de cabello rubio revuelto,

    de ojos verdes y con un cigarro en la boca. Su rostro era anguloso, muy flaco, y su

    mirada penetrante tena algo de divertida, o bien perdida. Marcial no estaba

    seguro. Era alto y bastante delgado, vesta una camisa blanca fuera del pantaln, y

    una corbata relajada se dejaba caer del cuello. Pantalones y botas completaban su

    atuendo. Su primo tena algo de otro mundo, era algo que no poda identificar. Era

    algo que le llamaba la atencin desde pequeos. Por otra parte Marcial era un

    joven moreno, de rasgos finos y cabello corto. Vesta sencillo, polera y pantalones.

    Era sin duda mucho ms normal.

  • Puso la linterna encendida entre sus piernas, tom el papelillo que no pudo

    encender y se lo llev a la boca, encendi el fuego, sopl, y dej que el humo se

    arremolinara un momento. Luego, aspir.

    Marcial sinti el humo dentro de sus pulmones hirviendo. No pas mucho tiempo

    antes de que la linterna se sacudiera. Sinti el fuego vibrar a travs de membranas

    invisibles que se separaban, se volvan a unir, se torcan. Miraba en la oscuridad al

    tiempo comprimirse y con l el calor mora. El fuego se apag, y se apag el

    mundo, pero los rayos de luz azul de la linterna inundaban todo, el aire, el humo

    que respiraba.

    El mundo se desvaneca, perda su unidad. Aquello que alguna vez pareci unido

    en una totalidad real, ahora pareca un espejismo, una sumatoria de fenmenos

    aislados que chocaban sus destinos, y se escapaban de sus manos, se escapaban de

    su mente.

    Y Santiago se sent delante de l, l y sus ojos verdes, encaramado con la silla al

    revs.

    - Qu es esta we?

    - Marcial, cmo te sientes?

    - tena la cabeza revuelta.

    - Tranquilo, respira profundo. Marcial hizo caso, Santiago habl en

    susurros . Reljate, ponte cmodo. su voz sonaba sacra, era firme, como

    una letana, un rezo . Tienes mucho sueo, ya no te puedes los prpados.

    Ests cada vez ms relajado, y cada vez sientes ms y ms sueo.

    Marcial, a quien su mundo an le daba vueltas, empez a cabecear.

    - Imagina que subes una escalera su voz bajaba, lentamente, apenas

    audible . Esa escalera es muy larga y sube hasta las nubes. La ves? Subes.

    Y vas, por cada peldao que subes, te va dando ms y ms sueo. As, te

    sientes cada vez ms relajado una pausa . Otro peldao, y ms sueo- otra

    y se qued en silencio.

    Marcial estaba en calma absoluta. Su cabeza se haba inclinado levemente hacia la

    izquierda, y debajo de sus ojos cerrados, sus pupilas se movan velozmente. Su

    cuerpo estaba relajado, flcido, dormido. Marcial entr en trance. Empez a soar

    profundamente despierto.

  • - Sigues subiendo la escalera. Has llegado hasta el final, y puedes tocar el

    cielo con tus manos esper unos segundos . Es fro y denso. Vibra. Es

    frgil. Tan frgil susurr . Es tan sencillo traspasarla, como una membrana

    suave. Glida. Marcial tiembla . Quebradiza. Santiago tom aire un

    minuto, estaba listo . El cielo se rompe. Tranquilo, firme, su voz

    imperceptible en comparacin con el rudo murmullo de la linterna

    Duerme.

    Marcial se qued dormido. Santiago se tom su tiempo antes de seguir.

    Con calma, le dijo:

    - berinto que hay en tu mente, djalo todo

    atrs. Lentamente deslzate a un mundo tan real, como t quieras que sea,

    cul mundo ser este?

    En qu lugar se encontraba? El mago estaba fumando de su pipa sentado en la silla. Su

    rostro adusto estaba concentrado en un mundo lejano, en algn pensamiento pasajero. Su

    larga barba, su sombrero y ropas grises lo delataban como el Peregrino Gris. La hierba

    fumada se arremolinaba entre sus arrugas de muchos siglos. No le prest atencin, por lo

    que el joven gir sobre s mismo y observ la ventana abierta de par en par, por donde la luz

    entraba a bocanadas a la cabaa. Se levant y camin un par de pasos haca ella, y mientras

    la luz de la maana lo envolva, pudo ver el paisaje que se revelaba poco a poco.

    Primero, un suelo rido que se extenda por varios kilmetros, pronto, una enorme

    montaa, que se alzaba con fuerza hasta el cielo, un cielo claro, menguado por la humareda

    que se escapaba de ella, la Montaa Solitaria. Era el fuego de un dragn muy grande.

    Caminaban desde ella por un camino serpenteante un grupo de enanos, que pisaban

    toscamente el suelo quemado, de una batalla no tan reciente. Atravesaron el paisaje,

    pasaron frente a la ventana, y desaparecieron de su vista. Hasta que alguien toc la puerta.

    Alguien toc la puerta. Marcial, con cara confusa, miraba hacia el sonido desde la

    ventana, sin entender que suceda. Una voz de mujer se oa detrs.

    Se escuch que llamaban a la puerta, el mago se incorpor de su silla, y con paso cansado se

    dirigi a abrir la puerta de madera.

    - Santiago! breme! Soy la Lea! Vengo sola! Santiago se levant de su

    silla, arroj con fuerza el cigarro al suelo, y procedi a abrir la susodicha

  • puerta. All haba una joven de cabello castao largo, de tez blanca y sonrisa

    inocente, delgada, con pocas o ninguna curva. Llevaba una falda y una

    camisa, y sus ojos reflejaban a un Santiago muy ofuscado. Y esos ojos se

    pusieron un poco aguados.

    - Cabra weona!! Te he dicho que no molestes cuando estoy en sesin!

    - Pe, pero Santiago, yo

    Los enanos hablaban agudo, extrao. La puerta se disolvi, el mago, desapareca,

    - Santiago?, y los enanos? pregunt Marcial con voz tambaleante , me

    Lea se movieron rpidamente para socorrerlo.

    - dijo Lea, mientras

    se agachaba.

    - Filo, ya lo hiciste. Aydame a levantarle las piernas al cabro.

    Juntos acostaron al joven en el suelo, y le levantaron las piernas para que la sangre

    volviera a su cerebro. Santiago sac de un bolso una botella de agua, la cual abri y

    verti sobre la cabeza de Marcial. El joven volvi en s, y abri los ojos. En silencio

    se incorpor, tom lo que quedaba de agua de la botella. Lea an no se atreva a

    decir nada, finalmente:

    -

    - Tranquila respondi tendremos que repetir el experimento otro da,

    mir a Marcial , cmo te sientes t?

    - Mejor, wen hizo una pausa-. Lo vi Santiago, lo vi.

    - Qu viste wen?

    -

    - Tolkien?

    - S respir un momento

  • B

    Santiago descansaba en su habitacin en aislado en la penumbra. Pequeos puntos

    de luz provenientes de los aparatos electrnicos en letargo indicaban que an

    exista vida en esa pieza. Respiraba, casi no fumaba, slo dejaba que el cigarro se

    consumiera mirando hacia el vaco insondable. Se dejaba embeber de cada nota

    que surga del pequeo aparato de msica, a travs de sus audfonos. Cada nota

    era un nuevo universo. Las voces lricas, los violines tempestuosos, y los riffs de

    guitarras distorsionadas solan ser su banda sonora, en especial en aquellos

    momentos. Aquellos momentos en que se evada del mundo y dibujaba

    mentalmente sus clculos.

    Qu haba fallado en el experimento anterior? Seguramente la intervencin de

    Lea tena mucho que ver, pero no deba ser la principal razn detrs del error.

    Haban sido insuficientes las drogas? La combinacin de salvia, LSD y marihuana

    de cepa AK47 no funcion del todo. Qu ms es necesario para sumergir a

    alguien? Aunque seguramente, se hubiera desmayado de todas formas debido a la

    bomba psicodlica que le dio a ingerir, pens.

    fallado en el experimento del trance con Marcial. Podra seguir insistiendo en l,

    pero haba algo que quera probar antes.

    Alguien abri la puerta.

    - Flaco, toma, coopera y qudate con tu hermano un rato- y la madre

    procedi a cerrar la puerta.

    Una manito encendi la luz, y un nio de diez aos apareci, junto con el resto de

    la habitacin. l tena el cabello rubio menos amarillo y ms ceniza, una mirada

  • ms o menos inocente, en realidad, un poco triste, debido al contexto. Aunque sus

    ojos verdes eran iguales a los de Santiago.

    La habitacin era relativamente pequea, o por lo menos as se vea, llena de

    estantes con muchos libros, cmics, videos. Adems, algunas cmodas con objetos

    desconocidos, y un mueble que sostena una televisin de las grandes, gordas y

    cuadradas. Abajo, varias consolas de videojuegos de distintas eras.

    Con el seo fruncido, Santiago se sac los audfonos y estir los miembros

    entumecidos. No necesitaba haber escuchado lo que le dijo su madre.

    - David, quieres jugar Xbox?

    - Ehh, bueno!

    - Pero con una condicin.

    - Cul?

    - Puedes apagar la luz y no molestarme?

    - - dijo bajando sus ojitos al suelo.

    Encendi la Xbox y lo dej all sentado. Apag luz. Volvi a acostarse. Se puso sus

    audfonos y el mundo volvi a desaparecer, excepto por la silueta del nio que

    jugaba en una esquina. Cerraba y cerraba los ojos. Pero su vista siempre volva a su

    hermano, quien pareca tranquilo frente a la pantalla. Qu suceda? La escena le

    era bastante familiar.

    Por los audfonos no escuchaba los gritos. Tampoco quera hacerlo. Lejos, en algn

    lugar de la casa, dos personas se martillaban con rudas palabras. Uno sonaba muy

    grave y fuerte, el otro sonaba femenino y suave, y muy filoso.

    - Pero wen- deca la madre-, cmo quer que no te webee con cosas as?

    - T crtala con tus wes de mina, y djame tranquilo! Tu regla me vale

    pico!

    - As que cre que porque ando con la regla ando as? Mira wen, o te pon

    las pilas con la plata, o me llevo a mi cabro chico y nos vamos. Me oste?

    -

    - Ah, no s, problema tuyo, como te encanta tomarte la plata te la pod tomar

    con tu hijo!

    - El hijo es de los dos! Si sali como es, tambin es culpa tuya!

    -

  • Era la profunda letana de un cntico fnebre constante. Perteneca a una relacin

    vieja y deteriorada, que se negaba a morir por oscuras razones que escapaban a su

    intelecto. Es de aquellas historias que Santiago detestaba, esas llenas de dudas que

    no van a ninguna parte. Que se enredan en la basura de los tiempos actuales,

    embadurnado de irona y enunciando muchas cosas, para al final decir nada. Que

    retratan una poca posmoderna, y qu tiene de bello aquello? Es la monotona

    constante de vivir, de entrar al colegio, pasar un par de pruebas y entrar en la

    universidad. Por lo menos en esa ltima se puede tomar. Encontrar una pareja,

    copular y tener hijos, pelearse, volver a copular y as seguir en un eterno devenir

    de sufrimiento.

    -, pens. Pero se debata entre las sombras de

    su habitacin buscando las respuestas que buscaba. Qu haba fallado en el

    experimento? Necesitaba drogas ms fuertes? Menos intervenciones? Se supona

    que el sujeto deba interpretar cualquier intervencin de la realidad como parte

    coherente del mismo mundo en que haba sumergido al susodicho sujeto de

    prueba. No, haba que probar un trance en sueo profundo. Lea ya se haba

    ofrecido para aquello.-

    - Hermano, mira, pas de nivel!

    Pero Santiago no lo escuchaba.

    Pasaron algunas horas, y el aparato de reproduccin se apag por inactividad.

    Santiago abri los ojos, asustado por la falta de estmulos. Mir hacia abajo de la

    cama, y vio a su hermano durmiendo en frente a una pantalla esttica del men del

    juego. Se levant, y tom una manta desde el clset, arrop a su hermano, lo tom,

    y atraves el pasillo para llevarlo hasta su cama. Afuera, la discusin ya haba

    concluido. Ahora se escuchaba un ruido completamente diferente, rtmico, y un

    leve quejido difano. Sigui caminando a travs del estrecho pasillo que

    comunicaba las tres piezas que usaba la familia. Su puerta, la de la derecha, la de

    su hermano, al frente. La abri y en aquella habitacin blanca llena de posters de

    dibujos animados actuales, extraterrestres y dinosaurios, dej durmiendo a David.

    Cuando volvi a su habitacin, se percat del mando de la consola en el suelo.

    Cmo el ruido de la cama de sus padres volva cada vez ms intenso, volvi a

    encender su reproductor, tambin un cigarrillo, y sigui el juego.

    Dentro de la pantalla, el personaje usaba una espada gigante, peleaba en el cielo, y

    tena un peinado extrao. Se defendi, esquiv, atac. Esa era vida, no como la

  • monotona sempiterna de la gente a su alrededor. Guard la partida luego de

    terminada la misin, apag la consola, extingui la luz en su pieza, y se acost

    nuevamente.

    No pas mucho tiempo hasta que oy un golpe en la puerta.

    - Santiago, ests durmiendo?

    Era su madre.

    - Ya me despertaste, qu quieres?

    - Quiero hablar, puedo pasar?

    Santiago se levant y abri la puerta. Ah estaba nuevamente su madre. Con gesto

    cansado, algo satisfecho, algo revuelto. Santiago en cambio tena cara de espectro.

    Uno que surga de las sombras de su habitacin.

    - Hijo, perdona, no quera que David escuchara nada, est bien?

    - S, mam, si entiendo.

    - Y el David?

    - Durmiendo en su pieza.

    - Escuchaste algo?

    - Era difcil no escucharlo.

    - Y qu opinas?

    - Qu qu opino? Qu tipo de concepto tienen de m?

    - Espera, crees que la pelea era por ti?

    - Bueno, esa era la parte novedosa. Aparte de eso, la pelea era como cualquier

    otra de las peleas que han tenido desde que tengo memoria po. Qu

    quieres que te diga?

    - Haber Santiago, quiero que me digas algo con sentido, entiendes? Algo que

    - Bueno, a m edad puedo decir que no soy un drogadicto ni un alcohlico.

    - Pero wen, si te pasai llegando hasta las tantas de la noche, y generalmente

    cri a un hijo igual!

    - Yo tampoco lo s, mam.

    Y ella cerr la puerta. Y Santiago se qued contemplndola un momento. Qu tan

    pronto podra huir de este mundo? Por alguna razn se acord de su to, Luis, l

    vivi durante un tiempo en su casa. Contaba unas historias maravillosas. Pero l se

  • fue, seguramente a vivir cuentos igual de fantsticos. Podra Santiago huir

    tambin?

    Camin hasta su cama, y se lanz como quien se tira de un acantilado. A travs de

    su cortina se vea la luna. Al reproductor se le acab la batera, pero Santiago

    soaba hace rato, soaba con otros mundos.

  • C

    A travs de la brisa que corra, los espectadores podan sentir los pequeos granos

    de arena levantados por la marcha fnebre que se adentraba por el camino de

    tierra hacia la enorme pirmide, erigida para la farana. Esa tarde, yaca dentro de

    un sarcfago de oro radiante que brillaba con los ltimos rayos de Amn-Ra. El

    Sacerdote Supremo, vestido con faldas blancas, y sosteniendo un cayado, inici los

    ritos y las oraciones rituales. Mientras el sol se oculta para el mundo, la farana

    estaba lista para su camino hacia el inframundo.

    El cortejo fnebre avanz magno hacia su destino final. El pueblo y los esclavos

    observaban en silencio. El sacerdote continuaba con su letana mgica sin sentido.

    Finalmente, cerraron la puerta de la tumba. Aunque estaba rodeada de sus rganos

    en jarros finamente labrados, sinti mariposas que volaron libres dentro del

    sarcfago. Se apagaron las antorchas. La muchedumbre la aclam. Es el fin del da,

    y Ra se ha marchado al inframundo, con su alma.

    Cul podra ser el destino que le deparar en las puertas de la vida?

    Ella levant su mano, y despej la niebla que le impeda ver el lugar donde se

    encuentra.

    - Poned su corazn en la balanza dijo una voz imponente.

    Divis a un hombre serio y demacrado, vestido con telas desgarradas y

    carcomidas que permitan ver su piel gris pegada al hueso, llena de llagas abiertas.

    Sus dedos huesudos indicaron un trozo de carne latiente, escurriendo sangre en

    una bandeja de plata. Otro ser an ms repulsivo, sin quijada y mirada vaca tom

    el corazn, y lo puso en uno de los brazos de la balanza. Al otro extremo haba una

    pluma.

    Atrs, una muchedumbre empez a murmurar. Mientras la balanza se debata

    buscando su equilibrio, el consejo de cuarenta y dos dioses se debata.

  • - Ella ha sido la culpable de desequilibrar el orden csmico! El no est

    en su corazn! dijo un hombre furioso.

    - Yo tambin lo he visto dijo una vieja arrogante-, ayuda a ese muchacho que

    tiene sueos locos sobre como entrar a mundos de locura, prohibidos por

    los dioses.

    - Obviamente es una adoradora de Seth! grit una.

    - Por supuesto, miren como se inclina la pluma hacia arriba, ese corazn

    debe estar lleno de la inmundicia de una vida llena de excesos y caos! dijo

    otro.

    - Mira como la corrupcin se escurre de entre sus labios grit otro vejestorio.

    - Dioses!

    No he blasfemado contra Dios.

    No he expoliado a un pobre...

    No he matado...

    No he causado dolor a nadie.

    No he disminuido las rentas de alimentos de los templos, etc.

    Soy pura. Soy pura. Soy pura. Soy pura.

    Pero ellos siguieron hablando.

    - Jh, esta nia cree que con sus frmulas mgicas puede confundirnos.-dijo

    un nio feo.

    - Siiiiii, cree que somos idiotas. Hemos visto como se le moja la entrepierna

    cuando ve a ese muchacho confes una muchacha chismosa.

    - Ay, pero que poca delicadeza, nia reprendi una seora arrugada-,

    - Ni siquiera ve a su madre! Pobre mujer, llega cansada todos los das del

    trabajo, pero ella slo le importa complacer a su hombre dijo un anciano

    muy serio.

    Qu tena que ver esto con su reinado? Con calma, ella sigui con las frmulas

    mgicas que le ensearon las sacerdotisas en el templo.

    - Salud a vosotros, dioses presentes. Os conozco y conozco vuestros

    nombres. No caer bajo vuestros golpes. No diris que soy una malvada a

    este dios cuyo cortejo formis... Vosotros diris que ma'at est conmigo, en

    presencia del Seor Universal, porque yo he practicado ma'at en Egipto

  • Luego de dicho esto, en silencio, los cuarenta y dos dioses por fin se dispusieron a

    escucharla.

    - He agradado al Dios con lo que l ama. He dado pan al hambriento, agua

    al sediento, vestido al desnudo, una barca al que careca de ella... Salvadme,

    pues, y protegedme. No deis ningn informe contrario a m en presencia del

    Gran Dios

    Los dioses miraron la balanza, y el corazn pesaba lo que pesaba la pluma blanca

    de la diosa de la verdad.

    - Sin duda est contigo. S, puedes ver al Dios. le dijo un Dios con la

    cara oculta, de vergenza.

    - Yo siempre supe que esta nia era buena, mira sus ojos, llenos de tristeza

    dijo una vieja pequea.

    - Cllate vejestorio, que una vez ms nos han callado con trucos rezong un

    dios furibundo.

    De entre la niebla, apareci un hombre con un pesado hbito de color

    indeterminado que la dirigi hacia otro lugar, dentro del inframundo. Unos

    cuantos pasos ms all, y entre medio de las columnas vio al Dios. Osiris la estaba

    mirando con sus ojos vacos, los ojos de un Dios que volvi de la muerte. Su pelo

    negro caa sobre una cara plida. Sus ropajes no ocultaban su cuerpo. Un poco

    zombie, ms un puzle de poco delicados cortes, cosido por una mano urgida.

    - Oh Dios que se mantiene elevado sobre su soporte... Protgeme contra

    estos mensajeros que siembran el descontento y suscitan los enojos... Porque

    he practicado ma'at por respeto al seor de ma'at. Soy pura! -dijo ella.

    - Lo s, Lea. le respondi Osiris.

    - Yo no soy Lea, seor, mi nombre es Tausert.

    - No mientas, mortal. Ve, ante ti est el portal de la muerte. Quieres

    atravesarlo?

    - Por supuesto.

    - Y conoces el nombre del umbral?

    -

    - Conoces al portero?

    - No, seor.

    - Quieres morir?

    - alir de este mundo,

    djame volverme una con el disco solar!

  • - Tanta luz irradia ese muchacho?

    -

    - Es sobre tus padres?

    -

    - No ests lista, mortal.

    - Por favor, Dios, se lo suplico!

    - Lea, por favor, despierta!

    - No, Dios, por favor, no me olvides!

    - Soy yo, Santiago! Lea, despierta! dijo Osiris.

    - No, no, NO!

    La niebla desapareci de sus ojos, y Santiago sujetaba fuertemente los hombros de

    Lea. La muchacha estaba recostada sobre un silln, en un living de la casa de

    Santiago.

    - Ests bien? pregunt el joven.

    -

    - No mucho. Pero Egipto queda prohibido. Mucha contaminacin personal.

    Aunque por lo menos, el sueo profundo funcion bien.

    Lea mir lentamente hacia la ventana, mientras Santiago haca algunas notas. La

    tarde haba pasado hace rato. Y estaba la noche. La terrible noche.

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    mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]
  • - Crees que esa propaganda servir? pregunt Lea, mirando el cartel

    pegado en la puerta de los baos de la facultad.

    - Claaaaro dijo Santiago-, cmo no va a funcionar? Si mira, tiene hasta un

    dibujito muy bonito.

    - Santiago se llev un dedo a los

    labios .

    -

  • D

    Era una sala de la universidad, de suelo blanco, sillas universitarias, pizarra blanca,

    ventanas que dan al patio, donde apenas llega la sombra de los rboles. Dentro,

    haba varios jvenes estudiantes esperando escuchar sobre un proyecto de

    investigacin estudiantil. Ellos esperaban a Santiago, quin los contemplaba

    sentado sobre la mesa de profesor, sin hablar.

    Lea y Marcial se mantenan a su lado, resguardando sus flancos. El aire se senta

    tenso. No conocan a muchas de las personas que haban llegado, y algunas las

    reconocan por ser de algn que otro colectivo. Hicieron correr una lista para que

    los asistentes se pudieran anotar. Todos observaban el reloj pasar, aburridos y

    tensos.

    Hasta que lleg la hora. Santiago se levant, Lea y Marcial se movieron. El joven

    rubio y misterioso estir ceremonialmente sus brazos, y comenz a hablar.

    - Bienvenidos sean todos dijo mientras Lea encenda el data para la

    presentacin Mi nombre es Santiago Quijano, el de mi compaera es Lea,

    y el de mi otro compaero a mi derecha es Marcial. Estamos aqu para

    presentar a ustedes nuestro proyecto de investigacin, llamado Proyecto

    Draumseid.

    Nuestro proyecto se enmarca en la discusin actual sobre la construccin

    social de la realidad medio pblico arque las cejas . Pero, a qu me

    refiero con esto? Bueno, como sabrn, estas perspectivas tericas dicen que

    la realidad no es necesariamente una realidad fsica externa, sino que se

    construye a travs de la interaccin social. Esto claro, abre la discusin hacia

    la no objetividad de la realidad el pblico lo sigui mirando con extraeza,

    pero l sigui hablando .

    El objetivo de nuestro proyecto de investigacin es comprobar los lmites de

    la construccin social de la realidad, tanto de manera subjetiva como

    colectiva, a travs de un mtodo experimental. Estos experimentos se

    realizarn a travs de distintos mtodos como meditacin, hipnosis,

  • medicamentos psicotrpicos, etc. Se espera dentro de los experimentos la

    creacin de universos de representacin inducidos, que nos permitan

    comprobar la capacidad de creacin y alteracin del estado cognitivo-

    simblico-perceptual, tanto subjetivo como grupal-psico-social. Esperamos

    que esta investigacin sirva como material para la discusin constructivista

    en un sentido epistmico-antropolgico. Abrimos este espacio de

    investigacin a, bueno, ustedes, para que se incluyan en el proyecto y

    aporten desde las distintas disciplinas cientficas y de ciencias sociales y

    humanidades.

    Qu les parece?

    Hubo un silencio general. El pblico de Santiago, miraba estupefacto. Se dio un

    silencio incmodo, todos trataban de configurar la quimera que recin se les

    haba revelado, tratando de llegar a una conclusin o una evaluacin.

    Finalmente:

    - Es una broma? pregunt un joven alto, de barba enmaraada, de pelo

    corto.

    - A qu te refieres? Santiago lo mir seriamente.

    - A qu me refiero? Pero, pero si es obvio que una cuestin as es ridcula,

    wen. Un experimento con meditacin, hipnosis, medicamentos? Esa we

    me suena ms a excusa hippie-posmoderna para drogarse y volarse con

    - De qu esti hablando, wen? replic Santiago si no te gust, es cosa

    tuya. Si crees que t puedes hacer algo mejor, anda y hazlo, pero no vengas

    a jodernos!

    - Pero si ustedes hicieron la convocatoria! Wen, ocupen su tiempo para algo

    ms decente, no s, organcense como alumnos, como curso, facultad, que se

    yo, pero no hagan wes.

    - Organizarse? Santiago se inclin hacia aquella persona de qu esti

    que campaa, o consigna weona, ah?

    - Qu te pasa wen?

    - Qu te pasa a voh, ah? A qu chucha viniste para ac? de cundo te

    interesan las investigaciones, Jorge, ah?

    - Qu, por qu dices eso? el joven, Jorge, se par de su silla.

  • - Qu por qu lo digo?, jajaja, lo digo porque es obvio que viniste para ac

    para cachar que era lo que se estaba haciendo, obvio que queras echar tus

    manos en cualquier proyecto para tu colectivo, o no, Jorge?

    - Haber, Santiago, esa nunca fue mi intencin, y en todo caso, no s por qu te

    enojas tanto cuando te dicen la verdad a la cara.

    - La verdad? T no puedes manejar la verdad!

    - dijo otro estudiante, que se

    encontraba ms alejado del resto del grupo, era alto y moreno, de pelo corto

    y usaba lentes, tena una mirada astuta , por qu su discusin es

    relevante?

    Para el resto, aquella era una buena pegunta. El pblico pareca aburrido,

    apoyados con sus codos en las mesas, o recostados en la muralla. Algunos parecan

    emocionados por la pelea, no por el tema en s. Aquel joven de lentes continu.

    - Acaso no se dan cuenta que la gente realmente quiere irse? Ya les aburri

    su discusin sin sentido... Santiago observ a sus silenciosos compaeros

    de investigacin, quienes le devolvieron una mirada preocupada. Entonces

    dijo:

    - De acuerdo, a quienes no les interes el proyecto, por favor, pueden

    retirarse.

    Lo que sigui a continuacin fue el rugido de sillas y mesas corrindose,

    rasguando el suelo. Fue una marcha de confusos y decepcionados estudiantes,

    pensando lo peor de aquel extrao joven, que haca y pensaba estupideces.

    Santiago, Lea y Marcial, contemplaron la rpida estampida, y esperaron el silencio,

    derrotados. Cuando el ltimo estudiante que se iba, cerr la puerta, los tres

    miraron hacia la sala. La cual, sorprendentemente, no estaba vaca.

    Siete jvenes estudiantes los observaban de vuelta. Rostros diversos, uno sonriente,

    otros preocupados. Otros destellaban.

    Santiago se sent sobre la mesa. Escondi un momento su rostro entre sus manos.

    Luego, dijo:

    - Perfecto. Cre que quedaran muchas menos personas. Pero ustedes no

    - pregunt una joven de cabello

    rizado, castao.

    - Cul es tu nombre? pregunt Santiago.

  • - A-Andrea.

    -

    compaeros les agradara nuestra idea. Es que sencillamente, si lo piensas

    bien, es bastante imbcil.

    Andrea pareca no entender. Inclin levemente su cabeza, sus pecas se asomaban

    detrs de los lentes.

    - Por qu llamaras imbcil a tu propia idea?

    - Es que ms que imbcil, es bastante, ehm, loca dijo una joven muy

    atractiva, de rasgos finos, cabello lago y castao, vesta con ropas sueltas,

    hippies.

    - Cul es tu nombre? pregunt nuevamente Santiago.

    - Me llamo Camila respondi y estudio Artes.

    - Que bien dijo Santiago y qu te trajo hasta ac?

    -

    - Es muy largo?

    - Ms o menos.

    - Entonces despus, Camila, mucho gusto. Santiago le sonri. Muy bien,

    quin ms desea presentarse? mientras lo deca, Lea se acerc lentamente

    a l.

    - antes de que se presenten,

    Santiago? le susurr al odo.

    - Mmm, cierto. Haber el pblico se incorpor . En cierta forma s. S. El

    objetivo del proyecto Draumseid, es como les narr recientemente. Pero, por

    otra parte, no es su objetivo final.

    - Cul es, entonces? pregunt de lejos, otro joven, de pelo largo, polera

    negra, cadenas y pulseras con puntas.

    - T nombre? dijo Santiago.

    - Lucas.

    - Bien, Lucas. Nunca has estado aburrido de cmo es nuestra sociedad? De

    los grandes edificios, de los tacos, de los bancos, de los autos? Del

    capitalismo, de la democracia? De los polticos, de los empresarios, de los

    esa lenta enfermedad que se mete por nuestros cuerpos, infecta nuestras

    mentes? Ese aburrimiento eterno, que te hace quedar horas mirando

    estpidas imgenes en Tumblr que no tienen ninguna relevancia. Bueno, yo

    me aburr hace un buen rato ya. An as, lo peor es que, al final, la

  • disidencia no es una opcin. Porque nada cambia. Nada se mueve. Al final,

    todo se reproduce en un eterno retorno. Al final todo sigue, y seguir

    Pero dentro de todo, hay cosas inmortales. Aquellas historias y cuentos que

    salvaron mi vida. Aquellas aventuras eternas donde lo pico nos devolva la

    esperanza de que el mundo puede ser mejor. Dnde los hroes destacan por

    su capacidad moral, dnde los villanos pueden ser vencidos. Dnde incluso

    existe slo corrupcin futurista y decadente, aparece un hroe que nos

    salvar. Dnde quedaron esas historias? Olvidadas, ridiculizadas,

    relegadas a la fantasa.

    - Y qu pretendes hacer, escapar a la fantasa? pregunt aquel joven de

    antes, moreno, astuto, y de lentes.

    -

    nombre?

    - Pedro.

    - Y por qu no intentas cambiar el mundo, cmo dijo el otro cabro antes?

    pregunt otro joven, de voz ms grave y spera, de aspecto desaliado, de

    pelo largo, usaba una chaqueta de cuero vieja, pareca mayor que el resto.

    - T cmo te llamas?

    - Arturo.

    - Sera lo ideal, no es verdad? Pero, aceptmoslo: el mundo tiene dueos, y

    no existen superhroes que nos salven.

    Hubo un instante de silencio. Luego de un incmodo y reflexivo momento, uno de

    aquellos personajes rompi el silencio.

    - Y cmo quieres escapar a la fantasa, Santiago? quien habl era un joven

    rubio, de saltones ojos azules, inquietos, astutos.

    - Buen

    - Toms.

    - Entiendo. La idea es, bsicamente, lo que dijo el wen de Jorge recin.

    Drogarnos, hipnotizarnos, sumirnos en la meditacin. Todo ello para lograr

    escapar al mundo fantstico que deseemos. Todo eso sin perdernos para

    siempre. Sin que la locura nos devore. Pero logrando la felicidad que este

    sistema no nos permite lograr. Y claro, es algo que lograremos entre todos,

    con el aporte de los conocimientos y habilidades que ustedes posean. Los

    hombres no se liberan solos, sino en conjunto.

    Les parece que trabajemos juntos?

  • Los tres jvenes de la pizarra vieron meditar unos segundos a los jvenes que

    tenan en frente. Cada uno se hacia sus propias preguntas, y sopesaban las

    implicancias de la decadente propuesta. Luego de un rato, uno de ellos pregunt:

    - Perdn, Q-qu significa Draumseid?

    - Jajaja, no lo s exactamente, lo invent libremente. Pero probablemente

    - Mateo el joven tena el cabello como una melena atractiva y al mismo

    tiempo, descuidada, usaba un abrigo largo, a pesar de ya no estar en

    inverno.

    - Ehhm, Tendramos que juntarnos cada cierto tiempo, verdad? volvi a

    preguntar.

    - Mmm, no lo s muy bien, podramos decidirlo ahora, o podramos

    juntarnos para mostrarles lo que somos capaces de hacer hasta ahora, un da,

    en la noche, y ah vemos si quieren seguir y como nos organizamos.

    -

    Estoy dentro.

    - Yo tambin dijo Pedro, as como Lucas, Toms, Camila, Andrea y Arturo.

    Lea y Marcial sonrean.

    - Entonces Santiago abri sus manos, ritualmente, satisfecho - bienvenidos

    a la perdicin, al Proyecto Draumseid. No s hasta dnde nos llevar esto,

    pero espero que sea lejos.