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Diaconía Bíblica
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DIACONIA BIBLICA
Escrito por
Moisés Colop
INDICE
PAGINA
INTRODUCCIÓN 1
Lección I
LA DIACONÍA BÍBLICA 4
Lección II
LA DIACONIA ECLESIAL 8
Lección III
LA ESPIRITUALIDAD DE LA DIACONÍA 11
Lección IV
LA DIACONÍA Y EL REINO DE DIOS 14
Lección V
LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE 17
Y LA DIACONÍA
Lección VI
LA SOLIDARIDAD DE LA DIACONÍA 23
Lección VII
LA DIACONIA DESDE LA PERSPECTIVA DE LA REFORMA 31
INTRODUCCION
Para su desarrollo como un ministerio pleno de la iglesia, la diaconía bíblica encuentra
actualmente algunos obstáculos. Al inicio de la historia de la iglesia, se desarrolló como parte
integral de la vida eclesiástica, pero poco a poco fue degenerando hasta que en muchas iglesias
locales y denominacionales se considera como algo fuera de ella.
Para algunos otros, la diaconía no es tan importante como la “espiritualidad”, la “fe” y la
“gracia”, y dejan la responsabilidad del servicio cristiano en un segundo plano. Como resultado
de la falsa doctrina fundamentalista, se aduce que es un trabajo material.
Por estas razones arriba apuntadas, el CESSMAQ me pidió escribir este material de introducción
a algunos temas que tienen que ver con la diaconía bíblica. A la vez, con este mismo material,
pretendo también aportar para la biblioteca del Programa de Liderazgo del CRWRC de Centro
América, elementos para un curso reenseñable. Es un material de introducción a los temas y, por
tanto, éstos se pueden desarrollar más amplia y profundamente.
La diaconía bíblica es una tarea que se amplía marcadamente cada vez que se profundiza. Con
esta introducción, tratamos de demostrar que sólo es diaconía el trabajo que se hace desde una
mística bíblica, de lo contrario deja de ser diaconía.
La diaconía eclesial es el trabajo de servicio cristiano que hacen las iglesias, como testimonio y
fruto de su fe en quien han creído y asegurado su esperanza.
La espiritualidad de la diaconía nos introduce a entender que el servicio cristiano también es
espiritual, porque sólo llenos del Espíritu Santo nuestros ojos se abren a la realidad y nuestros
oídos se destapan para oír el clamor de los necesitados.
La diaconía y el reino de Dios nos guían a descubrir que la diaconía es parte del reino de Dios,
que ya está establecido en el mundo, pero cuya plenitud se verá hasta la personificación de
Jesucristo en su segunda venida. Los cristianos son elementos y recursos llamados a buscar con
el servicio cristiano el reino de Dios y su Justicia.
La justificación por la fe y la diaconía, aparentemente irreconciliables, se complementan y se
hacen una sola expresión de la vocación, a la luz de las Sagradas Escrituras.
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BREVE RESEÑA ILUSTRADA DEL
SERVICIO DIACONAL
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Tiempo de Cristo
Tiempo de losapóstoles
Dispersión de laiglesia
Epoca dedecadenciaeclesial
Tiempo de laReforma, 1.500Lutero-Calvino)
1.600 - 1.900
Principio de laIglesia Evangélicaen Guatemala(1.900-1.925)
IglesiaPresbiterianaActual (1989)
La solidaridad de la diaconía es la expresión de una pastoral práctica, motivada por el accionar
de Dios desde la creación de la humanidad hasta nuestros días. Es un tema que se enriquece con
la experiencia de los que trabajan con los sufrientes.
La diaconía es un ministerio completo (holístico) que tanto la iglesia, como también todo
auténtico cristiano deben desarrollar. No solo son diáconos los que son “ordenados” al cargo,
sino todos los cristianos que mantienen buenas relaciones con el Señor, el Diácono por
excelencia.
Muchas personas piensan que lo más importante y decisivo es el servicio al altar y no es así.
Somos llamados al servicio a los hombres a partir del altar.
En el frente de un templo evangélico, se encuentra el siguiente rótulo:
ENTRAMOS PARA ADORAR Y SALIMOS PARA SERVIR.
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LA DIACONIA BIBLICA
Diaconía viene del griego que traducido al español significa “servicio” y se constituye en
servicio cristiano o Diaconía Bíblica cuando la aplicación de este servicio se hace por amor a
Jesucristo y como comprensión de nuestra labor cristiana según la Biblia.
Para entender lo que es diaconía, es fundamental que interpretemos exactamente lo que la Biblia
dice al respecto. En el Nuevo Testamento encontramos 34 veces esta palabra y se refiere a
varios aspectos, entre los que destacan los siguientes:
Se llama diaconía al servicio que presta una persona en alguna casa, a quien en nuestro medio se
le llamaría sirviente. Se le llama diaconía también al trabajo que hacen los meseros al llevar la
comida a la mesa, y estos aspectos los encontramos en San Lucas 10:40 y Hechos 6:1. Más
adelante y con el correr de los tiempos, se denominó diaconía al servicio genérico, 1era.
Corintios 16:15, Apocalipsis 2:19. Se habla más del concepto de diaconía en Hechos 11:29,
12:25, 2da. Corintios 8:1-9, y aquí se refiere a las obras de caridad; se recogen colectas u
ofrendas entre los cristianos para una ayuda benéfica. El trabajo o la ayuda se hace motivado por
la gracia de Jesucristo para con nosotros; el amor de Jesucristo inspira la acción diaconal.
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Otro aspecto que puede tomarse en cuenta como diaconía es cuando decimos que “vamos al
Servicio” y nos servimos el mensaje de la Palabra; o cuando, con nuestro testimonio, servimos a
otros para motivación y ejemplo de los demás.
Efesios 4:12 se refiere a la tarea de servicio que se hace en la comunidad. De aquí en adelante el
servicio o diaconía se practica hacia los demás sin ver a quien, lo importante es ser prójimo del
que sufre y que necesita ser servido. En la diaconía se constituye en brazo o mano de Dios, al
servicio de la comunidad sin acepción de personas.
Si hacemos un poco de historia, encontramos la elección de los primeros diáconos en Hechos 6:1
al 15, en donde los discípulos decididamente tomaron el acuerdo de ordenar diáconos al
ministerio, para que sirvieran a las viudas y a los huérfanos. Servir las mesas en este pasaje, es el
aporte de la iglesia primitiva hacia las viudas de aquella época. En nuestro tiempo, casi todas
las iglesias tienen el ministerio del diaconado, pero éste no se entiende como ministerio de servir
a los demás, sino como la responsabilidad en ciertas actividades dentro de la iglesia local.
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MAYORDOMIA: La mayordomía enteramente cristiana debe abarcar: Los bienes, el dinero, el cuerpo y la vida misma del que sirve, y no debe
Ser solamente de una persona, sino bíblicamente debe ser de todo el cuerpo De Cristo.
En una visita reciente a una iglesia presbiteriana de Chiapas, conversamos con el cuerpo de
diáconos sobre la tarea diaconal, y fue impresionante notar el pobre entendimiento sobre este
ministerio. Ellos definieron el ministerio diaconal con la siguiente lista de responsabilidades:
- Abrir el templo
- Encender la luz, lámpara o candil
- Vigilar el orden en el culto
- Llamar la atención a los niños, cuando molestan
- Tocar el silbato o la campana para que los miembros se acerquen a la hora del culto
- Arreglar o asear el templo
- Adornar el templo
- Cuidar la casa pastoral
- Cuidar el solar del templo (limpiar el sitio)
- Cuidar al pastor (cuando se queda solo en el templo, debe ser acompañado por un
diácono para cuidarlo)
- Lidiar con los borrachos que entran al templo
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- Cuando es tiempo de oración, cuidar que todos oren
- Vigilar que nadie duerma durante el culto
- Servir la comida cuando hay fiesta en la iglesia
- Recoger la ofrenda
- Orar por la ofrenda
- Invitar al público en la puerta para que entre
- Ayudar a lavar las charolas (azafates) y copitas de la Santa Cena
- Comprar la uva y el pan para la Santa Cena
- Junta la ofrenda especial para los enfermos
Prácticamente, este es el tipo de trabajo diaconal que se da en la mayoría de las iglesias, siendo la
última actividad de la lista apuntada la única válida en el trabajo diaconal bíblico. Lo demás es
puro servicio brindado a algunos privilegiados dentro de la iglesia. Y es aquí donde el Señor
golpea fuertemente nuestra conciencia, al decir que “El hijo del Hombre no vino para ser
servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos” Marcos 10:45
TRABAJO QUE DEBE HACER
EL GRUPO DE ESTUDIO
1. Haga una lista de las actividades de servicio cristiano o diaconía que su iglesia
realiza actualmente.
2. Describa por escrito cómo debe realizarse el ministerio diaconal para que sea
bíblico y cristiano.
3 Apunte tres aspectos urgentes que su iglesia debe atender sin esperar más en su
comunidad.
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LA DIACONIA ECLESIAL Servicio Cristiano de la Iglesia
Para empezar debemos entender en primer lugar sobre qué es iglesia. Iglesia es la cantidad de
gente llamada y escogida por Jesucristo, para ser la señal del Reino de Dios en esta tierra e
instrumento de Dios para proclamar las Buenas Nuevas del Señor.
Si se hiciera un sondeo o un trabajo de investigación sobre lo que piensa la gente de la Iglesia
local en alguna comunidad, quedaríamos asustados de ver la impresión negativa que tiene la
gente de las iglesias y esto se debe a que la iglesia se encuentra en apostasía, claudicando al
mandato del Señor de “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Mateo 28: 19-
20
La iglesia se hace entonces iglesia verdadera de Jesucristo al cumplir su misión de servir
cristianamente en el mundo. La iglesia es la agencia estratégica por medio de la cual Dios
cumple su propósito eterno, según Efesios 2:13-15. Es, pues, tarea de la iglesia el dar
testimonio del poder de Jesucristo y el amor de Dios revelado en su Hijo. El testimonio que aquí
mencionamos no es simplemente de abrir la boca y decir que Jesús es nuestro Salvador, nuestro
Creador, que Dios es amor; sino, al contrario, es demostrar con hechos visibles que Dios es
amor, convirtiéndose la iglesia en manos y brazos de Jesucristo haciendo milagros y prodigios en
la humanidad.
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Decíamos anteriormente que la iglesia ha sido llamada por Jesucristo para dar testimonio, y este
llamamiento o invitación no se ha hecho para que los invitados queden sin hacer absolutamente
nada, sino que en el momento de entablar relación con Jesucristo y aceptar el compromiso de ser
cristianos, automáticamente todo cristiano integrante de la iglesia universal debe entender su
ministerio de servir de una manera cristiana, tanto dentro de su iglesia, como también fuera de
ella. Es decir, que todo cristiano debe velar por las necesidades de quienes padecen dentro de la
iglesia y también en la comunidad, donde está establecida la iglesia local. El apóstol Pedro nos
habla de este servicio obligatorio cuando aceptamos el compromiso de seguir al Señor, 1era.
Pedro 4:6-11.
Es importante todo lo que Jesús enseñó cuando andaba con los doce escogidos, a quienes enseñó
y motivó sobre lo que debe ser el servicio cristiano. Pero como humanos quienes todavía no
tenían el Espíritu Santo, los doce apóstoles en muchas ocasiones pensaban que habían sido
elegidos por Jesús para ser servidos y no para servir. Esta conducta luego fue reprochada y
corregida inmediatamente por nuestro Señor, según Marcos 10:31-45, Mateo 20:20-28, Lucas
22:23-30, Marcos 9:33-37, Juan 13:15-17, Mateo 18:1-4, Juan 3:16-21.
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Si la iglesia considera que tiene la verdad en parte (la Verdad absoluta la conoce solo Dios), pues
entonces la verdad que posee la debe hacer manifiesta ante el mundo que aún no conoce al
Señor. Pero si la iglesia en vez de ser luz y sal se convierte en algo escondido y reservado, ésta
supuesta iglesia está condenada a fracasar, porque la luz se hizo para dar luz y se tiene para
alumbrar en donde hay obscuridad, y la sal se hizo para sazonar la comida. Un mundo sin iglesia
(Sal y Luz) sería un mundo en obscuridad y un convivir desabrido, porque haría falta el sabor
agradable de la vida, que es el amor de Dios manifestado a través de la iglesia.
Es enorme y única la misión de la iglesia del Señor. Vale aquí decir que una iglesia no se mide
por la cantidad de su membresía, ni por el ruido que hace en su templo, sino por el impacto de
servicio que causa y da en la comunidad.
ACTIVIDADES DE REFLEXION
1. Represente por medio de un dibujo en una hoja de papel la idea que usted tiene
de su iglesia y su misión. Luego comparta su dibujo y su idea con los demás.
2. Apunte tres estrategias de trabajo que su iglesia puede realizar en la comunidad
como señal del Reino de Dios e instrumento de Dios en el mundo.
3. Haga una lista de actividades que realiza la iglesia cuando es luz y sal en la
comunidad, y otra lista de las actividades que la iglesia y otra lista de las
actividades que la iglesia realiza cuando deja de ser sal y luz.
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LA ESPIRITUALIDAD DE LA DIACONIA
Cuando el cristiano o la iglesia realizan actividades de servicio cristiano, deben tener total
claridad de la naturaleza de esas actividades, porque la diaconía no es filantropía. Es decir, no se
trata de actividades que sólo se hacen por sentimientos humanitarios (como, por ejemplo, el
trabajo de los Bomberos Voluntarios, la Cruz Roja, etc.).
La diaconía es el fruto del compromiso que el cristiano tiene con Jesús y es muestra de la
presencia del Espíritu Santo en su ser. Es un mandato de Jesucristo a actuar en su nombre, y por
tal razón el Señor sabe si somos o no somos diáconos de su Reino, por medio de los frutos que
presentamos (Juan 15:1-11). En relación con la espiritualidad de la diaconía, veremos por lo
menos tres ejemplos bíblicos:
1. Al iniciar Jesús, nuestro Señor, su ministerio, toma el libro del Profeta Isaías y dice: “El
Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para...” Aquí el Señor utiliza
algunas palabras claves que son “El Espíritu del Señor está sobre mí”, y luego dice: “Me
ha ungido para”. Esto quiere decir que sólo bajo la guianza y sombra del Espíritu Santo y
ungidos por El mismo, podemos ser elegidos para ver el sufrimiento de los necesitados, tal
como prosigue el texto: “Para dar buenas nuevas a los pobres”, Lucas 14:18-19.
2. En Lucas 1, encontramos que el ángel le dice a María, la madre de Jesús: “El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo que también el
Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. Inmediatamente María dice: “He aquí
la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra”.
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María pronuncia un canto lleno de toda belleza lírica y compuesto con las dimensiones profundas
del sentido diaconal, según Lucas 1:46-55. Si María no hubiera querido aceptar la presencia
permanente del Espíritu Santo, no habría podido decir: “Y exaltó a los humildes”, “a los
hambrientos colmó de bienes”. Es, pues, la inspiración del Espíritu Santo lo que hace que las
personas sientan y vean el compromiso diaconal.
3. Relacionado a los apóstoles con los pasajes que hemos mencionado anteriormente (como, por
ejemplo, Lucas 22:23-30), observamos que, aún enfrentados con la realidad del sufrimiento
del Señor, ellos todavía peleaban por posiciones y nadie quería ser el segundo, ni mucho
menos el servidor. El apóstol Pedro peleaba el liderazgo por su edad, Juan por su juventud
dinámica, Santiago por ser familiar de Jesús, y todos los demás con argumentos válidos, pero
no cristianos. Había división y disputa dentro del apostolado y este problema sólo se acaba
después de la resurrección del Señor y cuando se realiza la llenura del Espíritu Santo en cada
uno de ellos. El toque del Espíritu Santo trae la comprensión de la grandeza de su ministerio
como servidores. Sólo después de ser tocados por el Espíritu Santo, aceptan el trabajo
diaconal, manifestado en el Capítulo 6 de los Hechos.
El trabajo diaconal es, pues, espiritual, porque si no lo fuera, no sería tampoco cristiano. Sólo
aquel que verdaderamente está saturado por el Espíritu es capaz de entregarse sin reservas a
servir a los demás, amándolos mucho más que a su propio ser, como lo manifiesta la nueva ley:
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con
toda tu mente y a tu prójimo como a ti mismo”.
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El auténtico cristiano, predestinado por Dios y sellado por el Espíritu Santo desde el momento de
su conversión, es constituido en servidor, con inspiración y motivación de parte de Dios. Y en
ningún momento puede renunciar o pedir permiso para abandonar por un momento al Espíritu
Santo y constituirse en un ser sin Dios. Es una falsa doctrina pensar que se puede renunciar al
Espíritu Santo cuando estamos en la calle o cuando estamos en el trabajo. En ningún momento
se puede decir: “Espíritu Santo, espérame aquí hasta que termine de ayudar a tal fulano”,
puesto que es Dios quien inspira y conmueve en el momento de ayudar y servir, y por tal razón el
trabajo que hago, lo hago porque también es espiritual.
La espiritualidad de la diaconía hace que el trabajo no se sienta aburridor ni pesado. El servir se
constituye en una profunda motivación, porque es también un fruto del Espíritu Santo. LA
DIACONIA ES FUERZA DEL ESPIRITU SANTO.
TRABAJO DE REFLEXION
1. Haga una lista de los daños que trae la falsa doctrina del divorcio entre lo
material y lo espiritual.
2. Busque otros ejemplos de la Biblia, donde se demuestra que los propósitos del
servicio se logran con la presencia del Espíritu Santo.
3. Inicie un estudio sobre el Espíritu Santo, sus dones y la espiritualidad.
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LA DIACONIA Y EL REINO DE DIOS
¿Qué es el Reino de Dios? Muchos cristianos se distraen en muchas doctrinas, y ponen muy
poca atención al Reino de Dios. Algunos otros rehuyen el tema, o simplemente nunca quieren
tocarlo ni estudiarlo, y como consecuencia nuestra iglesia ignora realmente lo que es el Reino de
Dios.
Cuando yo era pequeño, teníamos en la casa un cuadro bíblico que decía: “Mas buscad
primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”, San
Mateo 6:33. Luego recuerdo perfectamente cuando los pastores de los años cincuentas trataban
de explicar lo que quiere decir este versículo. Uno de los pastores decía que el Reino de Dios se
encuentra asistiendo a la iglesia, ofrendando sistemáticamente, orando y ayunando
constantemente. Nosotros en aquel entonces, juntamente con otros niños, hacíamos todo eso,
pero nunca vimos ni sentimos una experiencia del Reino de Dios. ¿Qué es, entonces, el Reino de
Dios? Jesús nuestro Señor, al iniciar su ministerio, dijo: “Arrepentíos, porque el Reino de los
cielos se ha acercado”, Mateo 3:2, y luego proclamó: “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo
fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el Reino de Dios.” Mateo 12:26.
Ante la pregunta de los fariseos sobre cuándo habría de venir el Reino de Dios, Jesús les
respondió y dijo: “El Reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, helo
allí; porque he aquí el Reino de Dios está entre vosotros,” Lucas 17:20-21. Después de ver
estos textos, tenemos claro que el Reino de Dios y sus señales se empezaron a dar desde la
presencia del Hijo de Dios en el mundo, y manifiestas son las acciones del Reino de Dios cuando
el Señor Jesús sana a los enfermos, da vista a los ciegos, perdona y sana a los paralíticos,
restituye la salud de los leprosos, pregona la libertad de los cautivos y busca la justicia.
El Reino de Dios empezó a construirse visiblemente desde que Jesús puso los fundamentos.
Desde la proclamación y realización de las buenas nuevas de salvación se inicia la primera etapa
del Reino, y en ninguna manera será sino hasta cuando Él venga para su segunda venida. Con la
segunda venida del Señor se dará la realización del gobierno pleno de Dios en su Reino, pero no
será el inicio, sino la culminación de la segunda etapa.
Desde el momento en que la persona acepta ser discípulo de Jesús se hace proclamador de las
buenas nuevas, y ya forma parte del Reino de Dios. Si así no fuera, reinaría en nuestro corazón
el odio, la amargura, la tristeza, el egoísmo y la falta de amor.
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Para entender mucho mejor lo del Reino de Dios, veamos un ejemplo mucho más claro y
específico: Si pensamos en construir una casa, primero juntamos dinero y hacemos planos de la
construcción, y luego contratamos a los trabajadores para iniciar la construcción formalmente: se
ponen las piezas y columnas desde el inicio y luego las paredes. Pero esto no quiere decir que ya
tenemos casa, sino simplemente que se ha iniciado la construcción de una casa para ser habitada
posteriormente. Y así es el caso del Reino de Dios. El fundamento del Reino de Dios es
Jesucristo, los constructores del Reino, motivados por el amor que es Dios mismo, somos
nosotros los cristianos. Hemos sido constituidos trabajadores y constructores de este Reino.
En otras palabras, si no somos constructores o trabajadores del Reino de Dios, no habrá
conversos a Jesús ni iglesia del Señor en esta tierra, ni mucho menos presencia de la justicia.
De tal manera que el reino se acercó a nosotros desde que Jesús vino a la tierra, y nosotros somos
enviados a buscarlo y forjarlo. Cuando venga Jesús por segunda vez a establecer plenamente su
reino, entonces Él será el Rey y nosotros parte eterna de su Reino.
El Reino de Dios hay que buscarlo como cuando se busca a Dios o se anhela a Dios, porque Él
inclina sus oídos ante esta búsqueda. Él existe y nos insta a buscar su reino. El no nos manda a
buscar cosas irreales o imposibles de encontrar, porque no es un Dios mentiroso ni desconocedor
de nuestras fuerzas; sabe que si buscamos el reino de Dios lo encontramos definitivamente.
Cuando el Señor dice: “Buscad primeramente el Reino de Dios”, no está pidiéndonos asistir
rutinariamente a la iglesia y orar sin razón. Él nos insta a que nos levantemos y busquemos ese
Reino, y eso consiste en encontrar lo que Jesús encontró al iniciar su ministerio: cojos, ciegos,
afligidos, cautivos, amargados, endemoniados, etc., a quienes se les dieron y proclamaron las
Buenas Nuevas, y a quienes Jesús desató de toda atadura o, en otras palabras, hizo libres de sus
problemas y aflicciones. Esto es parte de buscar el Reino de Dios.
Hay una añadidura a la expresión “Buscad primeramente el Reino de Dios”: la JUSTICIA.
¿Qué es esta justicia del Reino de Dios? Todo ser humano debe ser honesto y cabal, como
consecuencia de su búsqueda de la justicia. La Justicia del Reino de Dios es proclamar justicia a
los que sufren injusticia; hacer presencia de Dios en ellos por medio de los cristianos
individualmente y por la iglesia como totalidad. Pongamos un ejemplo para esclarecer mejor
este asunto: Si en una comunidad no hubiera agua potable y cada año muriera por desnutrición o
por deshidratación el 25 por ciento de los niños que nacen, lógicamente lo que haría falta sería la
purificación del agua.
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Pero esto también tiene que ver con la justicia. Si estos 25 niños mueren por negligencia o por
falta de responsabilidad de la iglesia y de la comunidad, habiendo Dios hecho a seres humanos
dotados de inteligencia, de sabiduría y creatividad para que vivan en solidaridad, armonía y
felicidad, ¿qué sería en este caso buscar la voluntad de Dios? ¿Cómo se manifestaría un Dios de
vida, que es un Dios de Amor que busca la justicia por medio de sus hijos?
La diaconía que nosotros hacemos, o sea el servicio cristiano de la iglesia, es parte del Reino de
Dios, puesto que con ella buscamos que la gente sea más imagen y semejanza de Dios.
TRABAJO DE REFLEXION
1. Explique con sus propias palabras lo que quiere decir: “Buscad primeramente
el Reino de Dios”. (Las palabras de Jesús no se referían a una realidad
inalcanzable o imaginaria)
2. Haga una lista de hechos que hizo Jesús, que son señales del establecimiento
del Reino de Dios.
3. Haga otra pequeña lista de lo que puede hacer su iglesia ahora, como señal del
Reino de Dios.
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JUSTIFICACION POR LA FE
Y BUENAS OBRAS
Desde que se escribió el Nuevo Testamento, se levantó una enorme polémica entre lo que
escribió el Apóstol Pablo sobre la justificación por la fe y las buenas obras resaltadas tan
claramente por el apóstol Santiago, en el Capítulo 2 de su carta.
Hacemos este pequeño estudio sobre la justificación por la fe y la diaconía, porque queremos ser
fieles a la Palabra de Dios, como herederos de la gracia, para transmitirla integralmente, y porque
nuestros precursores calvinistas nos enseñaron que la justificación por la fe se debe entender de
una manera integral.
En primer lugar, vemos la aparente fricción o contradicción entre los apóstoles. El Apóstol
Pablo indica en las Sagradas Escrituras, específicamente en Gálatas 3, en los versículos 10, 11 y
12: “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito
está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la
ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El
justo por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: “El que hiciere estas cosas vivirá por
ellas”, mientras el Apóstol Santiago dice claramente en el capítulo 2, versículos 14-17:
“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras?
¿Podría la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad
del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y
saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
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Decíamos que cuando se tuvo a la mano estos escritos, desde los tiempos apostólicos, se desató
una gran polémica, que lamentablemente persiste hasta nuestros días. Veamos tres aspectos
importantes:
1. Cuando el Apóstol Santiago escribe sobre este aspecto de la fe que tiene que demostrarse con
obras, habla muy fuertemente, porque la gente que había oído la doctrina del Apóstol Pablo
se había quedado teorizando la justificación por la fe. Para muchos, era cuestión
simplemente de creer y ya se era justificado por la fe. Por esto mismo el Apóstol Santiago
menciona que hasta los demonios creen y que realmente se había distorsionado lo que Pablo
quiso decir. La justificación por la fe, para unos, implicaba tener una fe sin compromisos
con el prójimo, sin obras; y es aquí donde el Apóstol Santiago recalca claramente: “Ya veis
que el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente”, versículo 24.
Algunas otras personas tenían esta frase de la justificación por la fe como un eslogan. Era
simplemente un dicho, y no importaba lo que hacían. Les parecía que bastaba con decir:
Somos justificados por la fe, y esta justificación les daba derecho para hacer lo que querían.
Se quedaban cruzados de brazos y no hacían nada por su prójimo. He aquí, entonces, la
reacción del Apóstol Santiago. Una reacción adecuada, oportuna y cristiana. Por lógica, si
aceptamos las Sagradas Escrituras como inspiración de Dios, no puede haber ninguna
contradicción entre estos dos apóstoles. Dios no se contradice, y su Palabra no contiene
ninguna contradicción. Lo que escribió el Apóstol Pablo, bajo la inspiración del Espíritu
Santo, y lo que escribió el Apóstol Santiago, también bajo la inspiración del Espíritu Santo,
en ninguna manera se contradicen. Todo lo contrario, se complementan, se enriquecen y nos
hacen pensar de una manera integral sobre todo lo que el hombre cristiano debe saber, en
relación con su fe práctica.
2. Lo que escribe el Apóstol Pablo en relación con las obras de la ley, precisamente se refiere a
las obras de la ley y nunca alude a las buenas obras. En los primeros versículos del Capítulo
3 de Gálatas, dice de la siguiente manera: “Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis
el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo
comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? ¿Tantas cosas habéis
padecido en vano? Si es que realmente fue en vano. Aquel, pues, que os suministra el
Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?
Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. Sabed, por tanto, que los que son de
fe, éstos son hijos de Abraham. Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la
fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas
todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.
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Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está:
Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para
hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo
por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por
ellas. Cristo nos redimió (porque escrito está: Maldito todo aquel que es colgado en un
madero). Aquí, desde los versículos 2 y 3, encontramos tres veces que el Apóstol Pablo
menciona obras de la ley, además de otras palabras en este pasaje que se refieren
directamente a las obras de la ley. En nuestros días, mucha gente cree que es suficiente la fe
teórica y tratan de encontrar un sinónimo para las obras de la ley: las buenas obras o las
obras de la fe.
Años 1500 1000 500 A.C. 0 D.C. 500 1000 1500 Años
Las leyes sobre los sacrificios que menciona Levítico, Capítulo 17; a la ley acerca de la
sangre, a partir del versículo 10 del mismo capítulo; a las leyes de Moisés sobre otras
inmoralidades, en el Capítulo 18; a varias leyes y ordenanzas en el Capítulo 19; a las
regulaciones sobre actos de inmoralidad, en el Capítulo 20; a las leyes para el sacerdocio, en
el Capítulo 21; a las reglas sobre las clases de animales que sirven para los sacrificios, en el
mismo Capítulo 22; a las leyes
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De las fiestas religiosas, en el 23; etc. Un sin fin de leyes que fueron utilizadas para hacer
que la gente se condujera por un camino adecuado en aquel entonces. Los fariseos y los
religiosos en los tiempos de Jesús y los Apóstoles trataban de ser fieles a estos decretos de la
ley, y aquí surgía, entonces, la controversia: Muchos cristianos ya habían aceptado la
Palabra de Dios, y todavía seguían practicando las obras de la Ley. Y por esta razón el
Apóstol Pablo les exhortaba diciéndoles: Hermanos, ¿qué están haciendo ustedes que dicen
haber aceptado al Señor por gracia, por medio de la fe, pero vienen rigiéndose por las obras
de la ley del Antiguo Testamento? En otras palabras, seguían pensando en sacrificios, en
leyes y muchas otras cosas del Antiguo Testamento.
Así, pues, la justificación por la fe no es una teoría, sino tiene dimensiones prácticas.
La justificación por la fe descarta absolutamente las obras de la ley, pero no descarta en lo
absoluto las buenas obras o las obras de la fe.
La expresión de la fe no es
Cerrar los ojos y ver hacia
Arriba, al contrario, es abrir
Los ojos y ver alrededor y
Actuar a favor del prójimo.
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3. El Apóstol Pablo trabajó y practicó las buenas obras. Él dice en Gálatas 5:2-6: “He aquí, yo
Pablo os digo que si os circundáis, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a todo
hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda ley. De Cristo os desligasteis, los
que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. Pues nosotros por el Espíritu
aguardamos por la fe la esperanza de la justicia; porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale
algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor”.
En 1era. Tesalonicenses 1:3 dice: “Acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre
nuestro de la obra de vuestra fe,...”
Un hermano dice lo siguiente: “La fe es difícil sólo en su simplicidad absoluta. La fe no
consiste en cerrar convulsivamente los puños y los dientes ni en fruncir las cejas y gritar en
una especie de esperanza desesperada: “Voy a creer; sí creo”; no, eso no es fe. Fe es esa
actitud complaciente, tranquila, libre de temor, del niño que reposa en el seno de su madre,
no piensa en el temor, el esfuerzo o la incertidumbre... ”
Si el cristiano tiene fe absoluta en Dios, su esperanza es una esperanza viva. Entonces
empieza a trabajar instantáneamente por el bien de los demás, y ya no mira su propio yo;
porque con las obras de la ley sólo se trata de ser el mejor y de sobresalir. Bajo la gracia, uno
se constituye en siervo, por la fe que obra con amor.
Recordemos también que el mismo apóstol Pablo, tanto en la carta a los Corintios, como
también a los Gálatas y Romanos, les pide recoger una ofrenda como obra de su fe, para
ayudar en emergencias a los que habían sufrido.
El Apóstol también recalcó tantísimas veces cuidar a los huérfanos y a las viudas, y estas
obras son obras de fe; son obras de amor. Si no estamos convencidos con esto, hay una
porción más del Apóstol sobre el amor: 1era. Corintios 13.
Entonces, tanto el Apóstol Pablo, como el Apóstol Santiago se entienden y se comprenden
perfectamente bien en esto: No hay solamente fe, ni hay solamente obras; tienen que ser
OBRAS de FE, obras de AMOR. Si teorizamos la justificación por la fe, caemos en el
pietismo y el espiritualismo, y nos vamos al otro extremo al pensar sólo en las obras sin fe.
Llegaríamos a competir con las obras de los sindicalistas, cooperativistas o de alguna
institución filantrópica.
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La auténtica y verdadera JUSTIFICACION POR LA FE produce inmediatamente
BUENAS OBRAS; produce AMOR; produce SOLIDARIDAD.
PREGUNTAS DE REFLEXION
1. Explique con sus propias palabras la diferencia entre las obras de la ley que
menciona el Apóstol Pablo en Gálatas y las buenas obras que menciona el
Apóstol Santiago.
2. Explique si puede haber fe sin obras.
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LA SOLIDARIDAD DE LA DIACONIA
Este es un tema apasionante, precioso, lindo; pero a la vez cruel y amargo.
Cuando hablamos de solidaridad, no sólo estamos pensando en la comprensión y la compañía
que otras personas nos brindan en algún momento difícil, sino también, y muy fuertemente, en la
solidaridad que nosotros damos a otras personas, y específicamente a aquellas que sufren
diariamente. Y no hablamos sólo de sentir el dolor de estas personas, sino de la verdadera acción
que cambia sus padecimientos en bienestar. Para comprender el tema, lo dividiremos en cuatro
partes:
1. La solidaridad de DIOS con su pueblo escogido, a lo largo de la historia:
En su santa providencia, Dios sabía lo que pasaba con su pueblo, el pueblo de Israel. En
aquel entonces, según narra el Antiguo Testamento, Jehová de los ejércitos dice: “He
escuchado tus ruegos, he visto tus lágrimas y he oído tu clamor”. Es decir, estaba al tanto
de lo que el pueblo de Israel sufría mientras estaba cautivo en Egipto, bajo el mando de
hombres que le imponían cada vez mayores tareas agotadoras. Eran esclavos y, por
supuesto, no tenían ninguna libertad para hacer lo que querían. Eran sirvientes de Egipto.
Las mujeres eran explotadas y obligadas a hacer tareas viles y difíciles. Los niños no tenían
niñez, bajo la tensión de sobrevivir al cuidado y bajo la responsabilidad de los hermanitos
mayores.
Hace poco, un hermano me decía: “Hermano, yo quisiera comprarme una bicicleta,
porque jamás monté bicicleta. No tuve niñez, y a los nueve años empece a trabajar”. Y
esto me hizo pensar en lo que padecía el pueblo de Israel. En realidad, los ciudadanos
israelitas del Antiguo Testamento no tuvieron niñez, mientras estuvieron cautivos en Egipto.
Pero Dios, viendo todo lo que sufrían, sintió el dolor del pueblo en su corazón, y salió en
rescate de ellos. Buscó la salida definitiva al problema que sufría su pueblo.
La solidaridad de Jehová empieza al ver y oír a su pueblo. Los saca con mano poderosa de la
esclavitud, los conduce y acompaña pacientemente por 40 años y los liberta totalmente,
dándoles tierra, patria y felicidad.
Jehová no sólo lloró con ellos, sino que actuó a favor del pueblo. Un claro ejemplo de la
solidaridad de Dios, en el Antiguo Testamento.
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2. La solidaridad de Jesucristo con la humanidad:
Jesús, el Hijo de Dios, baja a la tierra y toma cuerpo de hombre. Baja a la tierra a nacer en
medio de un pueblo y se hace hombre por amor.
Parece increíble, pero es verdad; el Dios nuestro entiende la dimensión del dolor de un
pueblo y de una persona.
Nuestro Señor Jesús nace en una familia humilde y sencilla; en una familia donde también se
padecía de hambre y dolor. Nace, se hace hombre con los hombres, crece en gracia y
sabiduría, y entonces entrega las Buenas Nuevas. Se entrega hasta la muerte, en la
culminación de su solidaridad.
Tomando en cuenta el ejemplo de Jesús, solidaridad significa sufrir con el otro, llorar con el
otro, padecer con el otro, cambiar la situación del otro con mi aporte. Es compadecerse, es
compartir. Quiere decir que si uno tiene una chamarra, hay que partirla en dos, para que el
otro pueda tener un pedazo; esto es solidaridad. Es lo que Jesús hace al nacer de la familia
más pobre de la humanidad, para rescatar a la familia del mundo y, entonces, no queda
ningún pretexto para sentirse marginado de la gracia y solidaridad de Jesús.
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La solidaridad de Dios a través de su Hijo, nuestro Señor, en esta primera etapa de la
presencia de Jesús durante los 33 años de vida entre los hombres, fue una muestra de que de
él sale la felicidad de todos los que lo aceptan. Solidariamente, él sana, cura y consuela a los
suyos.
3. Un ejemplo específico de la solidaridad de Jesús: Jesús llora.
Las Sagradas escrituras nos narran que cuando Jesús llega frente a la tumba de lázaro su
amigo, cuando ve llorar a María y cuando contempla el rostro triste de Marta, él también se
puso llorar. Lloró sin fingimiento; con lágrimas reales que enrojecieron e hincharon sus ojos.
Le tembló la boca... y su llanto fue el llanto del Hijo de Dios. ¿Qué quiere decir este llorar de
Jesús, frente a la tumba de su amigo Lázaro? La gente decía: “Vean llora, tanto lo quiere”;
pero no se trataba sólo de un “tanto lo quiere”. ¡Ahí estaba quien llora porque sufre con los
que sufren, llora con los que lloran y padece con los que padecen!
Esta es la solidaridad de Jesús/ cuando iba entrando a Jerusalén, también se pone a llorar y
dice: “Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina junta
a sus polluelos debajo de las alas, y no quisisteis.” Mateo 23:37; y llora por la ingratitud de
la gente. Llora por la incomprensión del pueblo y llora por la crueldad e indiferencia. Ellos
no se dan cuenta de que a su alrededor hay gente que padece, y de que a su lado hay tantos
huérfanos y viudas. Pero también llora por nuestra crueldad; porque nosotros no lloramos.
Llora porque son tantos los que sufren y los que no sufren no se dan ni cuenta de ese
sufrimiento. ¡Esta es la solidaridad! Llora con lo que sufren; pero también llora por los que
no lloran, porque no saben llorar. Ellos también tendrán que llorar, tal como lo dice la
Palabra de Dios.
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Cuando vemos a un pobre andar por la calle, cuando vemos a una madre llorar por su hijo,
cuando vemos a un niño desnutrido, cuando vemos a un bebé al borde de la muerte, cuando
vemos a alguien que no tiene techo, que no tiene casa; debemos entender que con esas
personas se identifica y solidariza Jesús. Y si nosotros nos solidarizamos con ellos que
padecen, seguramente nos estamos solidarizando también con Jesús. Seguramente que
ayudaríamos a Jesús si apareciera en persona, viéndolo llorar o en pobreza, pero él mismo
nos dice: “Por cuanto lo hicisteis a estos mis pequeños hermanos, a mí me lo hicisteis”,
Mateo 25:40
Muchas personas sólo comen una vez al día, el 25 por ciento de niños que nacen muere por
desnutrición o por enfermedades comunes, y hay familias donde la comida es tortilla y tamal
racionados.
Hay personas que buscan comida en los basureros en las salidas de las ciudades. Hay gente
que se tiene que conformar con comerse la cáscara de las frutas tiradas en el suelo... y Jesús
continúa diciendo: “Y no me disteis de comer”.
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¿Qué clase de agua toma la gente en las áreas rurales y marginales? La mayoría bebe el agua
de río en donde también se bañan. Abunda la muerte por parásitos en los bebés. ...Y Jesús
continúa diciendo: “Tuve sed, y no me disteis de beber”.
La gente muere ya no por desnutrición, sino porque el agua misma mata a la gente. No es
agua potable, producto de toda una verdadera despreocupación por las condiciones sanitarias;
pero de esto Jesús también va a pedir cuentas a las iglesias.
Además de las necesidades del comer y beber, el Señor nos dice: “Fui forastero, y no me
recibisteis”. En otras palabras, cuando pedía posada no me la dieron. Cuánta gente quiere
ahora pedir posada; donde vivir. Hay familias que viven en cuevas o en ranchos de papel y
zacate, que no brindan ningún abrigo ni protección frente al frío o las lluvias. Debieran ser
motivo de vergüenza para los cristianos que ignoran esta realidad.
Solidaridad es sentir el frío del que se entumece cuando llueve. Solidaridad es ir a dormir
con ellos. Cuánta gente anda por la calle vestida de harapos. Cuánta gente no tiene un
segundo pantalón o vestido y, por tanto, para cambiarse tiene que esconderse mientras lava
sus únicos guiñapos. ¡Qué triste y qué cruel tragedia en el corazón de nuestros países con
tantos recursos naturales! Y la pobreza se desarrolla hasta límites que ya no es posible
describir. ...Y Jesús continúa diciendo: “Estuve desnudo, y no me vestisteis”.
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Casi en cada calle de Guatemala se ve gente vestida con lo que en algún momento fueron
pantalones o vestidos. Niños con piecesitos que parecen llantas, o profundamente rajados
por tanto caminar y sufrir. ¡Y esto no es la voluntad de Dios! Si Jesús viniera
personalmente, nos pediría a gritos que nos solidarizáramos con ellos... y posiblemente
sacaría de nuevo su látigo y nos azotaría, por no hacer su voluntad. Nos sacaría de los
templos no por vender o por establecer mercado, sino por no abrir los ojos, y por no ser
solidarios.
Más adelante, Jesús dice: “Enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis”. Cuántos enfermos
hay en los hospitales, y cuántas veces visitamos un hospital o una cárcel. Mucha gente dice
que las cárceles están repletas de ladrones, de gente mala, de matones, de asesinos; es cierto,
pero esa gente también es semejanza de Dios.
Jesús llora al ver la crueldad e indiferencia de su pueblo, y sufre cuando la iglesia no se
solidariza. Y nosotros, los evangélicos, predicamos que Jesús llora con los que lloran, pero
nunca decimos que Jesús llora por nosotros cuando no abrimos nuestro corazón al que sufre.
Cuando no hacemos que nuestra iglesia sea potencial del evangelio en nuestras comunidades.
Cuando no hacemos de la iglesia Sal y Luz. Cuando nos encerramos y cuando nos
automarginamos.
4. La solidaridad conlleva riegos:
Vamos a tomar un caso concreto: el caso de Pedro el Apóstol. La Biblia dice que cuando
Jesús empezaba a sufrir en manos de los judíos, Pedro estaba con él por ahí, viéndolo de
lejos. Cuando Jesús era azotado, Pedro también sentía en su alma que se le estaba azotando.
Tanto frío sintió, que se puso alrededor del fuego.
Muchos de nosotros hemos explicado y criticado la actitud de Pedro como una falta de fe y
ausencia de valor, pero generalmente no decimos mayor cosa acerca de los otros diez
apóstoles. ¿Dónde estaban ellos? Es decir, Pedro se solidarizó con Jesús y arriesgó su vida
por seguir a su maestro. Si falló, fue una falla humana, al negarlo en un momento dado,
cuando era testigo de los sufrimientos del Señor.
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Lo que aquí estamos recalcando es que Pedro arriesgó su vida, su libertad, su seguridad, su
prestigio, su familia, todo.
No sólo recibió la crítica de sus demás compañeros en aquel entonces, sino hasta la fecha se
le critica y se le ridiculiza. Pero esta crítica también se les puede hacer a quienes se
solidarizan con los hermanitos de Jesús, con los que sufren. Con aquellos que padecen
hambre, que no tienen vivienda o que deambulan semidesnudos.
Los auténticos siervos de Dios son criticados, y lo peor es que las críticas vienen de aquellas
personas que dicen ser seguidores de Jesús, pero se mantienen calientes en su casa. Se
mantienen sin ver el sufrimiento del pueblo de Dios, y sin entender lo que dice San Mateo
25. Regularmente, de aquí viene la crítica, pero ¡hay de estos! “Malditos, no los conozco”,
será la expresión del Rey de Reyes, en el Gran Juicio.
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En nuestra iglesia, los que se mantienen seguros y los que creen conocer la Palabra, en la
práctica desconocen el sufrimiento, la amargura y la tristeza de las personas que necesitan las
buenas Nuevas del evangelio. La solidaridad se hace porque Jesús es solidario y porque
como cristianos somos diáconos. La solidaridad se hace porque estamos convencidos de un
trabajo de Diaconía Bíblico y Cristiano.
TRABAJO DE REFLEXION
1. Escriba en sus propias palabras, lo que entiende usted de solidaridad.
2. Escriba dos pasajes bíblicos que sirvan como ejemplos de solidaridad.
3. Ore a Dios y piense en algún plan de solidaridad en su comunidad.
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LA DIACONIA DESDE LA PERSPECTIVA DE LA
REFORMA
Las iglesias reformadas calvinistas entienden la misión de la iglesia de manera integral, es decir,
se le da importancia al trabajo y compromiso de la formación bíblico teológica, la
evangelización, la proclamación de La Palabra, la adoración y el servicio cristiano como
componentes insustituibles. No hay prioridad en las áreas mencionadas, pues todas son tarea
suprema de la Iglesia. Por este motivo es que los elementos y las bases que haremos mención
son indispensables en la doctrina reformada, específicamente para la sustentación del servicio
cristiano.
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I. Las bases doctrinales de la Diaconía según la Fe Reformada:
1.- El principio básico del calvinismo es tan lacónico y profundo a la vez. Es Dios el
centro de toda doctrina, actividad, propósito, ministerio, misión y todo lo que existe y nos
rodea. Es la soberanía de Dios la que mantiene viva tanto a la humanidad como todo lo
que existe. Regularmente todo lo positivo que nos sucede o pasa lo consideramos como
bendición de Dios, pero cuando nos suceden cosas tristes o negativas pensamos que está
fuera del control de Dios y categóricamente no es así. Dios tiene control de todas las
cosas negativas que nos suceden, tiene control de la pobreza que nos rodea, tiene control
de la opresión que existe en este mundo de pecado. No quiero decir con esto que es
voluntad de Dios que haya pobreza y opresores, no es así; pero Dios tiene control y sabe
por qué suceden estas cosas y no somos nadie para interrogarle a Él y sentarlo en el
banquillo de los acusados.
Como Dios tiene control de la situación, es también su voluntad que los hijos de él
administren responsablemente lo que ha depositado en nuestras manos. Es
responsabilidad nuestra, que en el mundo se adore y se glorifique a Dios porque “de Él y
por Él y para Él son todas las cosas, a Él sea la gloria para siempre” (Romanos 11:36).
Pero la pobreza, la opresión y la injusticia no son voluntad de Dios porque no glorifican a
Dios sino que al contrario desfiguran la imagen y semejanza de Dios y si nosotros hemos
adquirido el rostro divino de Dios, conciencia debemos de tener para trabajar en la
consecución de la justicia, del amor, la fraternidad y el servicio al prójimo, dándonos el
supremo ejemplo en su hijo Jesucristo que vino, a servir y a redimir a la humanidad. Es
pues tarea nuestra buscar la justicia y no tarea de los ángeles. (Mateo 6:33).
2.- La Confesión de Fe de Westminster. Este documento es la expresión doctrinal más
conocido en el ámbito presbiteriano y reformado. Precisamente en su capítulo XVIII
expresa el sentimiento y compromiso calvinista sobre las buenas obras o diaconía. En los
primeros párrafos encontramos lo siguiente: “Las únicas obras buenas son aquellas que
Dios ha ordenado en su Santa Palabra y no las que, sin autoridad alguna, han inventado
los seres humanos llevados de un celo ciego bajo el pretexto de alguna buena intención.
Estas buenas obras son hechas en obediencia a los mandamientos de Dios y son fruto y
evidencia de una fe viva y verdadera. Con sus obras buenas los creyentes manifiestan su
gratitud, refuerzan su seguridad, edifican a sus hermanos y hermanas, prestigian el
testimonio del evangelio, callan a los adversarios, y glorifican a Dios. Los creyentes son
obra de Dios, creados en Jesucristo para buenas obras, para que, al fructificar en santidad,
obtengan al final la vida eterna”. ...Las palabras proféticas de Miquéas 6:18, son tan
claras que no merecen suposiciones, sino ponerlas por obra. Bajo la ley se hacían
holocaustos no porque estos holocaustos fueran suficientes para hacer cubrir los pecados
de las personas, sino porque eran símbolo o una señal que el Hijo de Dios, se daría en
holocausto para la remisión de pecados. Dios no pedía tamaño de holocaustos, sino más
bien hacer cumplir la voluntad de Dios.
Las buenas obras que Dios pide, en Su Palabra, son AMOR, MISERICORDIA Y hacer
JUSTICIA. La misericordia que Dios pide de sus hijos, no es algo que El no lo
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Experimente, sino al contrario, Dios es un Dios misericordioso, Exodo 22:26; 34:6 que
donó o regaló a su Hijo por misericordia a nosotros. Romanos 9:18, Lucas 1:54,
Romanos 9:23, 11:32, Dios es llamado el “Padre de las Misericordias” 2ª. Corintios 1:3,
Lucas 6:36 y como tal, ordena a sus hijos y no a entenados a hacer también la
misericordia, Mateo 9:13, 12:7, Marcos 12:31, Proverbios 3:3. El que de corazón, alma y
cuerpo ha aceptado ser hijo de Dios, está en la obligación de actuar como su padre, de lo
contrario no sería hijo o un hijo mal agradecido y desobediente.
Jesús como Hacedor de la voluntad de Nuestro Padre, es llamado como el
“Misericordioso por Excelencia”, Marcos 1:41, 6:34, 10:45-51; Mateo 15:22-38;
Filipenses 2:27; Hebreos 2:17. Cuando los fariseos le reclamaban por trabajar en el día
de descanso y que con ello quebrantaba la ley, lo hizo siempre por actitudes de
misericordia y que bien lo expresa al reprocharles a los hipócritas su falsa religiosidad
¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día
de reposos, no le eche la mano y la levante? ¿Pues, cuánto más vale una persona que una
oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo. Encontramos
también otro ejemplo clásico y muy usado en sermones, pero muy poco practicado por
quienes lo predican; nos referimos al caso del “buen samaritano” que no siendo líder
religioso, ni letrado, no adinerado o porque le sobrara tiempo, “usó misericordia” con el
desconocido, el abandonado, el herido y golpeado. ¿Quiénes son los abandonados, los
heridos y golpeados de nuestros días? ¿Acaso ya no existen? La orden de Jesús nuestro
Señor es “Ve (del verbo ir, no del verbo ver) y haz tú lo mismo” Lucas 10:37.
Mucha gente cristiana con sincera actitud, piden a sus líderes explicaciones de las cosas
del futuro. La garantía de un buen futuro no es cuestión de suerte, ni algo fuera del
control nuestro, como se pretende falsamente escudarse en la predestinación de los
creyentes. Todo depende de nuestra relación con Dios, en el sentido más amplio de esta
expresión. Si nuestra relación con Dios es auténtica, las buenas obras con nuestro
prójimo llegan a ser parte o fruto de nuestra relación con Dios. En el día del Juicio, Dios
será misericordioso con los misericordiosos, Mateo 5:7; Santiago 2:13; Mateo 23:23;
Mateo 25:31-40; Apocalipsis 22:12; Proverbios 14:21; Proverbios 21:21. Es pues el
misericordioso el bienvenido y el esperado de Dios en el día del juicio, para “otorgarle” la
vida eterna.
Algunos querrán saber exactamente qué es hacer misericordia o ser misericordioso en
nuestros días, pues no es cosa de otro mundo, sino sentir en carne propia el dolor ajeno y
actuar a favor de quien sufre, para que pueda encontrar solución a su sufrimiento.
Vista esta necesidad, nos preguntamos en dónde podemos encontrar una inspiración
teológica al respecto. Seguramente en nuestros hogares, iglesias y seminarios. Dios en
su Divina Providencia, requiere de los padres de familia una verdadera y auténtica
Educación Cristiana en servicio a Dios y al prójimo, Deuteronomio 6:8-18; pero cómo
poder oír y recibir orientación sino es a través realmente del púlpito, por medio de los
proclamadores de la Palabra, formados en los seminarios. Es pues imprescindible la
Teología del Servicio o Diaconía, como parte del que hacer teológico del seminarista,
Romanos 10:14.
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II. El modo de hacer Diaconía:
La manera de hacer diaconía o servicio cristiano las manifiesta brevemente el teólogo reformado
escocés Juan Mackay: “La filantropía, por ejemplo, tiende a reducirse a un simple rito, que ocupa
momentos dados de la vida, o a una especie de pasatiempo con que se distrae el ocio. Es bueno
donar grandes cantidades de dinero a causas filantrópicas, pero de modo impersonal, cuidando
que el donativo no comprometa al donante. Fuera de las horas y los modos reglamentados de
ayudar al prójimo, muchos no reconocen obligaciones humanas. Si el sacerdote y el levita, en
pleno ejercicio de sus funciones, hubieran encontrado a un hombre herido dentro del sagrado
recinto del templo, ¡cuánto se hubieran preocupado de él! Pero como lo hallaron en un camino
solitario, donde ningún ojo podría ser testigo de su caridad o de su falta de ella, y cuando ya no
ejercían funciones religiosas, no sintieron ninguna obligación respecto a su infeliz compatriota.
¡Cuán a menudo se reduce la caridad de un rito, a un simple derivado de un credo, en vez de ser
la expresión constante de una vida! No hay condición más triste que la del hombre cuya
consagración a Dios, o lo que considera ser el servicio divino, adormece su sensibilidad moral
frente a las agonías del prójimo. Pero, es triste confesarlo, abundan los hombres que se
enorgullecen de la ortodoxia de su credo y la pureza inmaculada de sus prácticas religiosas y
que, a la vez, lejos de escuchar con emoción los gemidos de los que sufren los efectos de nuestro
sistema social, pasan su vida muy satisfechos dentro del orden vigente. Cierto aristocratismo
intelectual es otra causa de aquella parálisis. No faltan hombres consagrados al culto de las ideas
cuyas simpatías humanas son, no obstante, estrechísimas. Se entusiasman por lo noble, por todo
lo bello, por las infinitas posibilidades de la naturaleza humana, a la que idealizan; y al mismo
tiempo se muestran espíritus burgueses y mezquinos frente a la necesidad apremiante de
hombres que no pertenecen a su círculo selecto o por cuya condición e ideas no sientan ninguna
simpatía. Sólo estimulan su esfuerzo a la “gente decente”, las personas interesantes e
inteligentes y no la “chusma”. Ese snobismo de cultura se da a veces en hombres que no se
habría creído capaces de abrigarlo. Pocos escritores del siglo pasado han emitido conceptos tan
elevados sobre la vida y sus ideales como Emerson; pero este gran pensador escribió en uno de
sus ensayos estas palabras que han de chocar a muchos de sus admiradores: “No me habléis,
dice, como un buen señor me habló hoy, de mi obligación de colocar a todos los pobres en
buenos puestos ¿Son ellos mis pobres? Te digo, necio filántropo, que doy de muy mala gana un
peso, un real, un centavo a los hombres que no me pertenecen ni a quienes pertenezco yo. Hay
una clase de personas a quienes, por afinidad espiritual, me siento comprado y vendido: por ella
iré a la cárcel, si fuera necesario; pero estas obras misceláneas y populares de caridad...” ¡qué
tipo más perfecto del heleno balconizado, que hasta desdeña mirar desde su tallado balcón
aristocrático el lívido semblante de la muchedumbre que pulula por el arroyo; porque no son sus
pobres! Tan cierto es que la cultura puede también insensibilizar el corazón. El interés
exclusivo por hallar en la vida cosas interesantes podrá producir en un hombre la parálisis del
sentimiento de que padecía aquel otro heleno, Renán, que no quería que el mundo se reformara,
porque un mundo reformado resultaría menos interesante ¿Cómo podremos traducir a la vida
actual la nobleza del samaritano? Este, al encontrarse frente al dolor humano, no se detuvo y
dijo: “este no es mi herido”, antes se dispuso enseguida a hacerse prójimo del infeliz, sin reparar
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En las molestias que su caridad le ocasionara. Quien pretenda hoy ser digno sucesor del buen
Samaritano ha de poseer el mismo espíritu que éste. Bastará que tropiece en el curso de la vida
cotidiana con un ser humano que, según todos los indicios, esté abandonado y en situación
dolorosa, para que le preste toda la ayuda que le quepa ofrecer. Hay que reconocer obligaciones
especialísimas para con el infeliz o los infelices cuya situación penosa no se puede desconocer
sin cerrar los ojos. El primer campo de acción para la caridad será la propia vecindad de uno.
Pero, ¡con cuánta frecuencia nos pasan completamente desapercibidas las necesidades de las
personas que viven alrededor nuestro, así como las de aquellas otras con quienes alternamos en
la trillada senda de la labor cotidiana! ¡Cuán cierto es que no pocos hombres gozan fama de
“filántropos” cierran los ojos a las escenas que se les presentan a lo largo de la senda común,
pasando por “el lado opuesto del camino” en busca de situaciones donde su intervención tenga
caracteres más heroicos y sea más aplaudida! Pero la verdadera caridad no se contentará con
aliviar los sufrimientos de aquellos con que se tropiece de modo casual por los andurriales de la
vida; se interesará por la situación de todos los desgraciados de la comunidad de que se forma
parte. Ningún hombre, por gran corazón que tenga, podrá interesarse de modo personal en todos
los problemas sociales de una comunidad moderna; pero todo hombre de corazón cristiano se
interesará por la solución de estos problemas hasta donde alcancen su tiempo y sus recursos. En
ningún caso dirá “estos no son mis pobres”, “no tengo por qué preocuparme de este problema”.
III. Conclusiones de este capítulo:
1. El trabajo y el compromiso de las buenas obras o diaconía, solo Dios las puede calificar de
buenas y aceptables. En otras palabras, aunque haya toda una buena intención en hacer un
trabajo noble, pero si no es por inspiración y motivación de la redención es imposible que
este trabajo sea agradable a Dios. Las buenas obras o diaconía son únicamente frutos de la fe
auténtica.
2. No puede haber prioridad en la proclamación de la Palabra y dejando en un segundo plano la
diaconía, cuando es demanda de Dios que se le adore pero que un segundo plano la diaconía,
cuando es demanda de Dios que se le adore pero que a la vez se ame al prójimo. La manera
de amar al prójimo es hacer diaconía práctica.
3. Por la filosofía antigua griega, es que ahora muchos cristianos separan la práctica de su fe en
“espiritual” y “material”. Pero para una práctica teológica reformada no hay tal separación
pues lo material es espiritual y lo espiritual es material. En otras palabras, el trabajo
auténtico de diaconía siempre debe ser por inspiración y realización espiritual.
4. El compromiso de la diaconía no es simplemente juntar y donar dinero, sino es solidarizarse
en el sufrimiento a quienes se pretende servir. El dinero no significa absolutamente nada
sino se da con amor y entrega total. Esta entrega total debe ser con respeto a los pobres,
mirando en ellos la semejanza y la imagen de Dios. Sin los pobres no habría destinatario de
la diaconía y entonces no habría privilegio de servir.
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5. La diaconía no se puede hacer desde el balcón. No se hace la diaconía desde las oficinas.
Las oficinas solo tienen sentido cuando el fruto del trabajo de la oficina dignifica en forma
práctica a quienes servimos. Es decir cuando los pobres de los más pobres les sirve un
informe elaborado desde la oficina, para encontrar la vía adecuada de subsistencia digna.
6. La diaconía auténtica no fomenta el paternalismo, sino al contrario, motiva y concientiza a
quien se le sirve para que abra los ojos y sienta las fuerzas necesarias para liberarse de su
situación de opresión. La fuerza de la liberación en una situación de opresión, es la fuerza
del Espíritu de Dios.
7. Los comprometidos con la diaconía, deben distinguir con claridad y sin ninguna duda la
diferencia que hay entre las buenas obras que son fruto de la fe, con relación a las obras de la
ley.
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