75

Diamantes de Oro Version Reducida

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Novela. Ficción, José Manuel Gutiérrez Hernández

Citation preview

Page 1: Diamantes de Oro Version Reducida
Page 2: Diamantes de Oro Version Reducida

1

DIAMANTES

DE

ORO

Page 3: Diamantes de Oro Version Reducida

2

DIAMANTES

DE

ORO José Manuel Gutiérrez Hernández

Page 4: Diamantes de Oro Version Reducida

3

Queda prohibida, sin la autorización formal del autor, La reproducción total o parcial de la presente obra.

Escrito original: © José Manuel Gutiérrez Hernández,; octubre 2014 Registro. ML-13-2015

Page 5: Diamantes de Oro Version Reducida

4

Page 6: Diamantes de Oro Version Reducida

5

Si un hombre cualquiera, incluso vulgar, supiera narrar su

propia vida, escribiría una de las más grandes novelas que

jamás se haya escrito.

Giovanni Papini

Page 7: Diamantes de Oro Version Reducida

6

Prologo

El autor nos va llevando a su capricho, en una línea

continua, sin poder dejar se seguir leyendo, con esa ansiedad

que se hace necesaria de desear llegar al desenlace final, sin

que la novela termine nunca.

Mezcla una parte humana, con la profesional del

protagonista, en lo más recóndito de su experiencia. Esta

mezcla me llevó al insomnio, sin poder dormir, hasta llegar a

desvelar el final. El autor consigue llevarte, dejarte en el punto

que él desea, José Manuel Gutiérrez Hernández con su fina

prosa, comprensible, elevaba mis sospechas en cualquiera de

los personajes y por supuesto incluido el protagonista,

involucrado en los delitos que investiga.

No pude dormir y desesperadamente leía y leía, como

una posesa, cada capítulo, ere diferente unidos en una fina

línea de continuidad inicial, utilizando en al alguno la técnica de

jugar con los tiempos, pasado y presente, sin por ello llegar a

despistar al lector.

Me asombra, como hace ver la parte más humana del

investigador, llenos de dudas e inseguridad, imperfecto en su

fondo, correcto en sus formas de pertenecer a un Cuerpo

jerarquizado. Atrayendo hacía el lector, imaginar y comparar al

protagonista con algunos de los investigadores de novela negra

Page 8: Diamantes de Oro Version Reducida

7

más afamados: Inspector Jaritos de Petros MárKaris, incluso al

sabueso inspector Hércules Poirot de Agatha Christie y un

largo etc., que llenaría páginas nombrándolos a todos. Tenía

algo de cada uno de ellos pero sobre estos volaba su

humanidad y su simplicidad, manteniendo al estilo más puro de

este tipo de novela la intriga hasta el final, con un desenlace

inesperado, incluso me atrevería a ir más allá, incluido el

propio autor, desconocía el desenlace. Lo que hace en sí que

la novela sea más interesante al lector.

En cada página fui buscando la diferencia esencial entre

el hombre y el investigador, aún perdura en mi cabeza la

indisoluble unión entre ambos, de estilo refinado, de su

exquisita humanidad, de investigador sabueso, incluso llegaría

a decir pícaro. Dos seres contradictorios unidos a viejos

eslabones, en un mismo cuerpo.

José Manuel Gutiérrez Hernández, consigue abrirme el

apetito, de continuar leyendo, esperando que ese capítulo

nunca finalice, sumergida en las marcas discontinuas que

consigue establecer entre el protagonista, o protagonistas y el

lector. Inmersa en el mar de contradicciones del propio

protagonista, queriendo llegar al desenlace y deseando a la vez

que nunca la novela se acabe, por un lado el deseo de seguir

leyendo y por otro descubrir lo que en principio parecía

imposible. Consiguiendo llevarte a su terreno, con la intriga en

el estómago.

Establece unas relaciones sociales bien diferenciadas

del protagonista con el resto de actores de la novela, no por

ello se cree un ser superior si no todo lo contrario.

“Timendi causa est necescire”, la ignorancia causa el

miedo, como diría Seneca, el autor no duda en revelar

Page 9: Diamantes de Oro Version Reducida

8

prácticas ilegales, en su protagonista que por otro lado nada

son mas lejos de la realidad, ellas son fruto de la imaginación

del propio José Manuel Gutiérrez.

Al no ser un personaje ignorante no tenía miedo y sabía

en todo momento donde estaba la legalidad y la ilegalidad,

dejándose llevar por su parte más humana a la hora de

esclarecer los hechos que se presentan ante él. No duda en

sumergirse en ese campo, rayando la delincuencia. No

importan los medios sino el fin, como diría Maquavielo, ese era

su arte ego, ante las incógnitas relacionales que se

presentaban, Cargado de razón, pero no así judicialmente, el

riesgo no se lo llegó a plantear.

Buscó y encontró las respuestas a cada pregunta

existencialista que se hacía.

Brilla la novela por la sencillez que está escrita,

irradiando una realidad sumergida y desconocida por la

mayoría, el sacrificio de estos hombres y mujeres tan anegados

al trabajo e intentar hacerlo lo mejor posible, sacrificando

incluso su vida personal y la suya propia.

Alicante noviembre 2.014

Page 10: Diamantes de Oro Version Reducida

9

Capitulo 1

Suena el teléfono con su melodía del let's spend the night

together, de los Rollings Stones, uno de sus temas preferidos desde

que vivió uno de los conciertos más apasionados del grupo que más

llenaba sus espacios musicales. Insiste la melodía, Alberto Salazar

durmiendo, cree que es el despertador, en su pensamiento, se crea

una duda pues el día anterior había cambiado, el tono de llamada.

Sin fuerzas, desganado en el sueño más profundo, en el que llevaba

pocos instantes o al menos esa era su sensación, estaba en la fase

zen. Sabía en ese estado de confusión que no podía ser el tono de

su despertador. Sabía que era una llamada del trabajo, sin haber

mirado el reloj, era una hora intempestiva y con ella nada bueno

podría ser. El Jefe cuando llamaba a esas horas, solía ser algo serio

y más estando el levantado a pie del cañón

Una llamada del Jefe, a esas horas era para temerse lo peor,

alarga el brazo con la desgana del que aún no ha conseguido

descansar lo suficiente, no tanto físicamente como mentalmente, su

mente necesitaba aislarse por completo, para llegar a descansar.

Había probado varias técnicas de relajación, a veces le parecían

absurdas y la mayoría de las veces innecesarias. Antes de coger el

teléfono y contestar pensó en dejarlo sonar y seguir durmiendo, por

otro lado estaba su elevado sentir del deber, definitivamente cogió su

teléfono móvil de la mesita de noche.

Page 11: Diamantes de Oro Version Reducida

10

Con voz ronca, de recién despertado, prácticamente aún dormido,

deslizó la parte roja de su iphone hacía la derecha para descolgar y

contestar.

- Si.- contestó, con voz entre el despertar y el no despertar.

Al otro lado del teléfono se oyó:

- A Base, tenemos trabajo, quizás mejor no, nos vemos

directamente en el río, junto al puente de San Gervasio, ha

aparecido un cadáver.

Quiero que lleguemos antes que la prensa y demás

parafernalia del juzgado.

- Lo que tarde en vestirme. Me dirijo hacia allí.

- Bien, estoy a la entrada del baño de la Ensenada,

entreteniendo al testigo. No te entretengo más ya deberías

estar aquí.

El Jefe, al que cariñosamente y en otras ocasiones

despectivamente llamaba el “Zapatones”, porque utilizaba unos

zapatos con calzas interiores para elevar un par de centímetros su

estatura. Era exigente, en el tiempo y en la cuantificación del trabajo,

todo le urgía, más por sus miedos que en realidad, por llegar al éxito.

Miedo a la presión de los Jefes, Fiscales, medios de comunicación,

miedo a lo desconocido y lo que era más importante miedo a perder

su despacho.

Alberto Salazar en el caos de platos sucios, por todo el

fregadero y por toda la encimera de su cocina, como cada noche

metódicamente, dejaba un espacio medianamente ordenado,

cafetera limpia, bote de café y taza. Lo primero el ritual que aprendió

en Colombia, el cual realizaba al levantarse como un autómata,

agua mineral baja en sales, café de aroma y sabor suave. Llenó la

cafetera y puso en el fuego, con delicadeza. El tiempo estaba

perfectamente calculado, lo suficiente, para enjuagarse la cara,

vestirse, oír el silbido y percibir el olor del café en ebullición. Nunca

Page 12: Diamantes de Oro Version Reducida

11

pasase lo que pasase por importante que fuera salía de casa si

haber tomado una taza de café.

Las tres y doce minutos, de la madrugada, el café no era tan

delicioso, pues no le estaba dando los honores que le correspondían,

ni la pausa necesaria para percibir en sus papilas gustativas ese

sabor, sabía y siempre se decía, que el buen café debía disfrutarse

con varios sentidos y la pausa que se merece una buena

degustación. En esta ocasión era más como terapia, para poder

entrar en el mundo de los vivos, para hacer acopio de cafeína, estar

lo suficientemente hábil mentalmente, para enfrentarse a esa nueva

situación, en la que por fuerza debía ser metódico. Su trabajo no le

permitía ni el descanso, ni cometer fallos de bulto, ni tan siquiera uno

pequeño. Sus sentidos tenía que prepararlos y dirigirlos hacia una

nueva investigación y no a su taza de café humeante, pero siempre

era así, una reflexión antes con o sin degustación de los aromas

más apreciados por Alberto Salazar.

Vestido, preparado bajaba la escalera de su casa, a punto de

salir a la calle, percibió la niebla, que en su juventud le atraía, le

llevaba a salir a la calle y recorrer la monumental ciudad, en silencio

abstraído en sus pensamiento, en ocasiones con su walkman

escuchando música, eran otros años., cuando se perdía en la ruta de

Bécquer, donde el poeta vivió, paró y compuso alguna de sus más

bella poesías. Ese día indudablemente no era para disfrutar, su

pasos se dirigían hacía el vehículo estacionado a la puerta de su

casa, empapado con las gotas que se iban condensando por la

inmensa niebla existente envolviendo la ciudad en un manto gris,

proporcionando de mas oscuridad la fría noche, todo ello tenía algo

más lúgubre.

Una vez dentro y arrancado, puso en funcionamiento todos

los dispositivos para desempañar cristales, un par de minutos,

mientras seleccionaba el dial de la radio del vehículo, una cadena

local de noticias. Para ver si estaba ya en la onda el cadáver del río,

Page 13: Diamantes de Oro Version Reducida

12

seguro que más de un periodista habría sido avisado, por algún

guardia, enfermero o cualquier persona de las que participan en

estos hechos, incluido cualquier personal del Juzgado de Guardia,

Alberto Salazar conocía a la perfección como se hacían las cosas en

su pequeña ciudad.

Let’s spend the night together, le sacó nuevamente de su

pensamientos llevándole a la realidad, el Jefe.

- Si. -era su forma de contestar, con una afirmación, más

que con una pregunta que solía ser lo normal en cualquier

otra persona

- ¿Estás ya de camino? -la formula de interesarse por uno

del Jefe, ni tan siquiera una disculpa por haber llamado a

esas horas.

No dejó de producirle una sonrisa, era la forma habitual de

intercomunicación telefónica entre ambos, el Jefe siempre era

imperativo, nunca jamás solía utilizar la forma de un “por favor” o un

lo “siento”.

- Llegando, no puedo conducir deprisa, el suelo esta

resbaladizo y mi coche anciano -la sonrisa se agrando,

demostrando sus dientes al espejo retrovisor, viendo la

pueril conducta ante su excusa y la impaciencia de que

hacía gala el Jefe.

- Los GEAS, han conseguido rescatar el cadáver del agua y

ya lo tenemos en la orilla.

- ¿Algún conocido?

- No un anciano, aún está sin identificar, date prisa y

comentamos

- A la orden.

Page 14: Diamantes de Oro Version Reducida

13

Inconfundiblemente allí estaban, ya veía las señales

intermitentes y luminosas, azules de las sirenas policiales y

anaranjadas de la ambulancia, nunca entendió el porqué, a las tres

horas y cuarenta minutos de la madrugada, cuando los normal en los

mortales era dormir, cuando la ciudad estaba sumergida en el más

absoluto silencio, ni tan siquiera los camiones de abastecimiento

habían empezado a llegar a la ciudad y los borrachos noctámbulos

deambulaban por el centro de la ciudad, dicho de otra forma es por

donde realmente podría haber algún bar abierto de última hora.

Siempre pensó que era una forma de atraer a la prensa y a curiosos,

más que en la operatividad de las mismas, pues la ciudad era

pequeña y de fácil conocimiento y de movimientos rápidos y máxime

a esas horas de la madrugada.

Criticaba, con esas pequeñas observaciones y otras nada

operativas se hizo con fama de protestón ante todos sus superiores,

de estar fuera de alguna manera del sistema. Nada más lejos de la

realidad, Alberto Salazar era un gran profesional, leal, pero le

molestaba estar en todo momento hipervigilado por el mando y ser

tratado como un recién llegado. Cuando llevaba años haciendo el

mismo trabajo. Su experiencia debería ser algo más reconocida.

En realidad su método parecía anárquico, pero aun fuerza de

muchas normas era el que más objetivos alcanzaba, quizás por ello

estos comentarios se pasaban por alto, incluso producían a veces

hilaridad, aunque en la mayoría de los casos producían, irritabilidad,

a ningún Jefe le gustaba esa forma de llevar las cosas, no les

parecían serias. Alberto Salazar era así y lo más importante no

paraba jamás, no descansaba, hasta ver cumplido sus objetivos.

- A la orden, -no deja de prestar su saludo militar al

Jefe- veo que la situación está avanzada, rescatado el

cadáver envuelto, bien.

Page 15: Diamantes de Oro Version Reducida

14

- Sí, llamó Mustafá, que duerme en estos lugares, pues

encontró en la orilla del rio los zapatos y la ropa de

alguien, y al parecerle extraño, que alguien pudiera

bañarse a estas horas con este frio, llamó al 112 y se

activo todo el protocolo para este tipo de actuaciones,

como ves no se equivocó. Hay un cadáver.

- ¿Conocido? – preguntó en medio del intercambio de la

información, la ciudad es pequeñas y la mayoría de

una forma u otra se conocen.

- No, al menos por mí, un anciano entre setenta y cinco

u ochenta años, un jubilado, de los que quizás no

salían por los círculos del Imserso. Todo indica a

suicidio, por la hora, las formas de encontrar, sus

ropas tan bien ordenadas en la orilla. Sentencio el

Jefe.

Era un hombre experto, por ello podría aventurarse a dar

opiniones de esta índole, Alberto Salazar, nunca se hubiese atrevido

a diagnosticar algo tan rápido al menos antes de haber leído los

informes de la científica o de medicina legal, para eso era más

comedido, claro que un error de matiz por el Jefe no tendría mayor

transcendencia, de haber sido Alberto Salazar hubiese sido centro de

críticas y mofas por el resto de compañeros, incluso de alguna forma

represaliado por el mando, del que gustaba marcar la diferencia de

status, cosa que a Alberto en realidad no le preocupaba, ser mando

no era sinónimo de cultura.

Alberto Salazar se adentro hacia el rio, con la intención de

hacer una somera y leve inspección ocular, absolver algún detalle en

la retina y en la memoria, luego llegarían los expertos de la científica

y harían una inspección mas meticulosa, al fin y al cabo era lo que

sabían hacer y para ello tenían los medios suficientes. Pudo apreciar

varias pisadas hacia el montón de ropa y los zapatos que aún

permanecían, bien ordenados al lado de la orilla, muy parecido a un

Page 16: Diamantes de Oro Version Reducida

15

caso que aconteció varios años atrás con una señora, buena madre

que acuciada por los deudas decidió dejar sus problemas

sumergidos en el río. Las pisadas le hicieron echar una mirada hacia

atrás, ver cuántas personas podrían haber estado cerca de la ropa,

Mustafá, el Jefe, el fallecido y poco más, toda vez que los Geas

embarcaron un poco más arriba al objeto de drenar el rio de arriba

hacia abajo, ni siquiera aparecían las huellas de los neumáticos de

su vehículo, los enfermeros de la ambulancia, entraron con ella, por

el camino de piedras y barro paralelo a la orillas unos cuatro metros,

bastante más lejos de donde aparecieron los objetos, hasta la parte

donde fue sacado el cadáver a la orilla diferenciándose las pisadas

como menos profunda mas huidizas, más rápidas mas espaciadas.

Algo le hacía detenerse en esas pisadas, no precisamente parecían,

que fueran de dos o tres personas, incluso algunas estaban más

hundidas, quizás más pesados, Mustafá bastante delgado, el Jefe

algo mas obeso pero de pie más grande e incluso podía apreciar el

dibujo de ellas altamente conocidas por Alberto Salazar, de mirarlas

cada vez que entraba en su despacho y cruzaba las piernas.

Descartadas estas se decantaba por alguien obeso o alguien que

pudiera cargar un cuerpo. La duda empezaba a generarse en su

cabeza, la solución fácil: el suicidio; ya empezaba a dudar, aún no

tenia los elementos suficientes como para acercarse al Jefe e

insinuarle que estaba equivocado, tan solo por unas huellas.

Poco a poco se fue acercando a donde se encontraba el

cadáver, bien tapado, como la piedad dicta, hasta que llegase el

médico forense y el juez para el levantamiento del mismo, según se

iba acercando, sabía que tenía que hacer lo que menos le gustaba,

aunque en su vida lo había hecho en muchas ocasiones, nunca se

acostumbró a ello, levantar la sábana y contemplar el rostro del

fallecido, tener una leve comunicación óptica con él. Siempre

retrasaba este instante, era consciente que no le gustaba y lo que es

peor no quería interpretar las señales, que en su rostro pudiera

reflejar el cadáver.

Page 17: Diamantes de Oro Version Reducida

16

El Jefe a escasos dos pasos de él, le iba hablando, Alberto

Salazar estaba en ese estado de querer pasar rápido el tramite sin

atender a lo que él le iba refiriendo, incluso le hablaba de otros

asuntos pendientes, este le daba ya por finalizado. Más bien no le

prestaba la atención debida, estaba concentrado en que debería ver

el cadáver.

Alberto Salazar se agachó y empezó con lentitud a levantar la

sabana, al ver aquel rostro cadavérico, sus ojos se agrandaron,

asombrados, los músculos de su cara se tensaron, dominándolos

para que no apareciera alguna expresión no deseada, se volvió hacia

su Jefe, aún permaneciendo agachado mientras volvía a tapar el

rostro del cadáver, dijo, de forma tajante, sin lugar a dudas, sin

excusas, sin contradicción, con plena seguridad:

- No es un suicido.

Page 18: Diamantes de Oro Version Reducida

17

Capítulo 2

- Vuelva usted mañana……

Lo primero que oye Alberto Salazar al entrar a la vieja librería

de Amador, y este al oír el tintineo del avisador chino que tenía en la

puerta de entrada un clásico.

- “…gran persona debió de ser el primero que llamó pecado

a la pereza”...- tras una larga risotada

- Acaba e llegar la sabiduría a tú inmunda cueva, Amador y

así me recibes

- Jajajajajaja

- Después de todo, mi entrada sólo te produce risa, al

invitarme a salir con una frase de Mariano José de Larra.

Tan sólo risas después de esas dos frases, era el recibimiento

que hacía a Alberto, más risas, sabía que en ese instante Amador

estaba feliz.

- Pasa ignorante, Larra, Larra, el Pobrecito Hablador y así

es como empieza su artículo, cuantas veces tengo que

decirte, que a los autores los llames por su nombre, no

seas perezoso, Larra fue después.

- Jajaja hablemos del Pobrecito Hablador, en un principio

pues tienes razón ese era su seudónimo.

- Pensé que realmente me estabas invitando a volver

mañana, tú segunda frase me sonaba y sabía que no era

Page 19: Diamantes de Oro Version Reducida

18

tuya,-rió Alberto Salazar- me extraño pues sabes que soy

fiel a mi cita de comprarte todos los día siete de cada mes

un libro.

Amador entre los surcos producidos por el inexorable paso

del tiempo en su rostro, dejaba pasar una felicidad que pocas veces

pudo apreciar, Alberto Salazar en él. En su librería podrían

encontrarse los más dispares libros tanto actuales como antiguos, de

autores prácticamente desconocidos, las rarezas con los que un

buen lector podría soñar, aunque no fueran un bet-seller y a

sabiendas que el comentario sobre ese libro se limitaría a la

trastienda de la librería, con uno o dos contertulios mas como mucho.

Gozaba de una faceta más, era un coleccionista, un anticuario de

libros, su negocio consistía más en la palabra que en la venta. Su

negocio y su pensión de la seguridad social eran suficientes, para su

forma de vida y la cuestión de ventas casi a estas alturas había

quedado relejada a un segundo plano, la librería había pasado de ser

su sustento, a su hobby. A su verdadera pasión, donde el tiempo

permanecía estable, sin avanzar. Siempre que conseguía algún

ejemplar compartía esa maravilla de editorial con Alberto Salazar,

pero hoy su felicidad era diferente, sus blancos dientes, a pesar de

su edad, acaba de cumplir los setenta y cuatro años, sus

movimientos agiles aún, no trasmitían ninguna torpeza, solo la

curvatura de su espalda, su cifosis postural, siempre estaba

semiflexionando, era su forma de trabajar, acariciando, leyendo

ordenando esas maravillas que le encantaba tener entre sus manos,

afición que lógicamente compartía con Alberto Salazar.

Los días siete, de cada mes Alberto Salazar se acercaba

hasta su librería a comprar un libro, la venta duraba horas, a veces

no eran suficientes, compartían, debatían y platicaban de los libros,

jamás se hablaba de política, ni de religión, ni economía. Dos seres

raros o quizás más normales que el resto, un guardia civil amante de

Page 20: Diamantes de Oro Version Reducida

19

la literatura en todas sus expresiones y un librero amante de la

misma ciencia, y como todo al final entre ellos y en la vida de Alberto

Salazar era un ritual, una costumbre donde rendían homenaje a los

autores y a su obras, sin olvidar a sus personajes.

Pero este siete de noviembre era especial se podía notar en

el ambiente, el rostro de Amador, el recibimiento, el aroma a barras

de incienso, el sitar sonando de los dedos de Ravi Shankar,

reminiscencia de su época hippie, ambos en su juventud se

identificaban con este movimiento o al menos con su música y forma

de vestir. Amador lo vivió de pleno, Alberto en sus últimos coletazos,

cuando ya eran leyenda, aun así consiguió identificarse en su

juventud con ese movimiento.

- Cierra la puerta- dijo Amador-, que no entre nadie, hoy

quiero enseñarte algo. Pon el letrero de cerrado.

- Ya me imaginaba que no era normal tus bromas y tu

recibimiento. Cuenta. Por qué hoy estamos viajando al

pasado, sólo nos falta poder ir a la Boîte Garcilaso. – rió

Alberto Salazar-.

Era una discoteca que solía frecuentar Alberto en su juventud,

en su época de estudiante, donde al menos se podía oír buena

música. De otra parte era la única que existía.

- Siéntate ignorante de la ciencia, y mira que es lo que hay

encima de la mesa.

Unas cuantas hojas, amarillentas, manuscritas, con alguna

tachadura, presidian la mesa, enfocadas indirectamente por una luz

tenue, blanca, convirtiendo el humo del cigarro más espeso, nada en

que principio despertará la atención de Alberto, hasta que dio con

una hoja primera, la primera, reunió, todas los manuscritos, viendo la

firma del Pobrecito Hablador.

Page 21: Diamantes de Oro Version Reducida

20

- Mira voy a preparar un buen té, té hindú con sabor a

melocotón la ocasión lo merece, lee de mientras.

- “…gran persona debió de ser el primero que llamó pecado

a la pereza”. -Leyó en voz alta Alberto Salazar, pasando a

la última que rubricaba El Pobrecito Hablador, con fecha

de noviembre de 1832- no querrás decir...

- Si, si digo y es más he buscado y son de dos meses antes

de la publicación del artículo en enero de mil ochocientos

treinta y tres, MANUSCRITO, tachaduras, no he

comprobado cuan fidedigno es con el original…

- Ufff, tienes en tu poder una reliquia del romanticismo, algo

que poco o ninguno tienen, incluso ni se sabrá de su

existencia.

- Eso creo yo.

- Como han llegado a tus manos tan magnánimas joyas, es

realmente interesante y de mucho valor en ambos sentido,

al menos eso imagino.

- No es el valor económico es el valor de poseerlo. ¿Te

acuerdas del viejo convento de las Clarisas?….

- Si….

- …cuando realizaron la reforma les compré todo el material

de papel, debidamente revisado por ellas, libros, carpetas,

asientos contables, periódicos etc. Todo aquellos que

aparentemente para ellos no tenía valor y para mi si, pues

empecé el pasado fin de semana a revisar, sin prisas,

riéndome con artículos del siglo XIX, algunos ejemplares

del Semanario Patriótico, El Conciso y de la Gaceta de

Sevilla y entre ellos encontré esto, que en principio no di

importancia, las hojas estaban sueltas hasta que leí el

famoso “……gran persona debió de ser el primero que

llamó pecado a la pereza” y ahí los nervios empezaron a

Page 22: Diamantes de Oro Version Reducida

21

reinar en mi ser, rebuscando con ansiedad, como te

sucede a ti cuando estas inmerso en una investigación,

busque por todos los legajos que adquirir, hasta reunir el

manuscrito al completo.

- Joder, afortunado tú y afortunado yo por poder tener esto

entre manos. ¿Serán originales de Larra?

- Del Pobrecito Hablador. -Volvió a corregir Amador-, llama

a los autores por su nombre, estamos en un templo de los

libros, no en una vulgar librería de venta de libros, ésta es

otra cosa.

Volvió a reinar las risas y el ambiente distendido como

correspondía a cada día siete de mes, cuando ambos con la excusa

de comprar un libro departían sobre todo lo que era literatura.

La tarde prosiguió entre consejos de lectura a fin de que

Alberto Salazar se decidiera por llevarse un libro. La emoción de

Amador hacia que realmente el tema girase sobre el manuscrito o

posible manuscrito de Mariano José de Larra. En ningún momento se

planteó tener entre las manos algo valioso económicamente

hablando, de otra parte jamás lo vendería, pero si el valor emotivo,

era de una gran magnitud para él. Son esas cosas que en la vida a

uno le llenan emocionalmente, al margen de otros valores que

carecen de importancia realmente. Sabía que a partir de esas hojas

amarillentas, tocaba investigar, y eso no era otra cosa que trabajo y

dedicación, en silencio, en secreto, eran otros de los paralelismos

con la investigación policial, otra forma de unión casi simbiótica con

Alberto Salazar. Había que tener toda la investigación estanca, no

precipitarse llevados por la emoción, que nadie se fuese enterando

se sus progresos o fracasos, pues nada era fácil en ambos campos y

en este caso en concreto podría ser considerado Patrimonio Cultural

Page 23: Diamantes de Oro Version Reducida

22

y habría mucha gente interesada en él, Amador amaba la

tranquilidad, no exigía otra cosa a la vida y sus libros.

Amador era otro investigador su mundo se reducía a hacer

acopio de libros, de aumentar su biblioteca, de sanar sus libros

contra hongos y contra cualquier otra plaga que pudiera destruirlos.

Profundizar en los autores, situarlos históricamente, socialmente y

vivir las narraciones como suyas, llegar a tener esa empatía con

autor y personajes, tan necesaria para llegar a comprender lo que el

alma de ese ser quería transmitir. No era un lector al uso, no se

conformaba con la historia, no, él necesitaba más, ahondar en lo que

realmente se decía, a veces saltándose toda norma nemotécnica u

ortográfica, se centraba tan sólo en el argumento, en la profundidad

del sentimiento, la alegoría de saber leer lo que no estaba escrito,

poder llegar al fondo del personaje, poder sentir la empatía,

necesaria para formar un ente con él mismo.

El olor que envolvía su biblioteca para Alberto Salazar solo

era comparable con los aromas del café o del buen vino, con él

siempre sabía que aprendía y enriquecía su conocimiento, sabía que

una lectura del mismo libro, una vez compartida con Amador, podía

llegar a cambiar toda la idea que se había hecho o que se había

desprendido de su lectura, otra forma de leer, otra forma de entender

el apasionante mundo de la literatura, de compartir y entender, en

discusiones sin fin dos interpretaciones diferentes de una misma

obra, de una misma lectura. Alberto se consideraba una persona

afortunada de poder compartir estos instantes sin fin con Amador.

- ¿Cómo vas con tu libro de poemas?.

Rompió Amador el silencio que se había establecido entre

ambos, llevados por la suave música que sonaba y el momento

realmente emotivo que estaban viviendo, único, difícil de poder

trasmitir ese cúmulo de sensaciones. Así de una manera indirecta

cambiar de tema, para que Alberto Salazar pudiera asimilar bien todo

lo que éste intentaba decirle, sin entrar en vanas polémicas, no era

Page 24: Diamantes de Oro Version Reducida

23

el día adecuado para hablar de otras cosas, el manuscrito y ellos, era

lo más importante y lo único que un día tan colmado de emociones

se merecía. Los días también merecían ser mimados dándoles los

honores que les correspondían por derecho propio.

- Bien, pero ya sabes cuando salgo de aquí, de leer algún

poema, mi alma de poeta queda herida, se bien de mi

trabajo, sé que no soy un buen comunicador de

sentimientos, mi poesía es como mi prosa, como mi vida,

anárquica, prácticamente sin rumbo definido.

- Ahí es donde yo, le encuentro el encanto, cuando vuelcas

tus sentimientos, cuando fluyen sin orden pero frescos,

muy frescos, y sí, yo sé percibir esos sentimientos, esa

pureza, me encantan. Debes de atreverte a dar el paso,

buscar una editorial.

- ¿Quién se puede interesar?, por un poeta como yo

- Lo más impresionante, es que eres guardia civil y la

mayoría de la gente no cree que en vosotros ahonden

esos sentimientos tan profundos. Me da mucho morbo

sentir un guardia civil sensible, llorón y con una verdadera

alma de poeta. Me recuerda a los clásicos de espada y

pluma, me viene irremediablemente a la mente Garcilaso.

La risa entre ambos volvió a surgir, como todo en ellos de

manera espontánea, seguían saboreando esos instaste, donde uno

abandona la realidad y se sumerge en las profundidades de lo

inmaterial, donde uno puede llegar a acariciar la felicidad. A

sabiendas que el crítico más duro, mas infranqueable, ni por su

amistad vendía su ideal era Amador, pero siempre era él, el primero

en leer su obra, sus avances a costa de algún que otro disgusto o

mal estar, pero sabía que su crítica le hacía comprender un sinfín de

cosas, ver, poder, palpar su obra desde otro punto de vista, de cómo

Page 25: Diamantes de Oro Version Reducida

24

podía llegar a ser entendía por el lector, una utopía, pues Alberto

Salazar estaba convencido que sus poemas quedarían en el cajón

del olvido de cualquier mesa de despacho o de su casa. Amador

pensaba todo lo contrario y se rebelaba contra la cobardía de

Alberto, él pensaba que debería arriesgar, incluso en ese riesgo hay

atracción o al menos ilusión.

Aun así esos días de angustia, de fracasos, de soledad, de

ansiedad, su liberación no estaba en su trabajo, sino en los trazos,

en las palabras que iba dibujando sobre un folio en blanco, siempre

con su pluma Mont Blanc, Meisterstück, homenaje a Federico

Chopin, regalo de Elisa, lo que por otra parte hacia que se sintiera

más cerca de ella. Su musa, a veces no correspondida con la

realidad de la relación que mantenían. La poesía de él estaba

basada en la dualidad amor-odio, en la tristeza, en el sufrir, en

cambio la relación con Elisa era todo lo contrario, con ella encontraba

la paz, la tranquilidad, la desconexión de la cruda realidad. Su poesía

consistía en un canto amargo al amor y la constante búsqueda de la

libertad.

La niebla se había hecho más espesa a medida que el día

intentaba aclarar, luchando los tenues rayos sol, con la barrera

natural creada de un amanecer, diferente. Envolviendo todo en una

atmósfera perfecta para vivir, en el rincón de la librería.

Había estacionado su vehículo, alejado de la oficina, lo

bastante alejado como para caminar, y poder de alguna manera

ordenar sus pensamientos. Alberto Salazar aún no asimilaba la

muerte de Amador. De hecho su mente confusa, le hacía regresar a

su juventud cuando los días de niebla para él eran algo maravilloso,

Page 26: Diamantes de Oro Version Reducida

25

pasear en la soledad, con tan sólo la musicalidad de sus pisadas

rompiendo los silencios de la noche. Pero hoy sabía que sería un día

amargo, triste, no entendía por qué alguien que no había hecho daño

nunca, tendría que tener una muerte así, en las frías aguas del río,

de algo estaba seguro, no se suicido. Amador no era se esos tipos

de los que la vida no le gustase y menos de amedrentarse con algún

problema para llegar a ese último recurso.

En su juventud estos días y esta misma ruta dejaba vagar sus

pensamientos y sus ilusiones por luchar por un mañana mejor, no

solo para él sino para el injusto mundo material en el que vivía. Entre

el ayer y el amargo hoy, caminaba, no se oían las pisadas de antaño,

sus pies eran mudos observadores de asfalto, que sustituyo a los

cantos rodados originales, treinta años después esa bucólica imagen

había sido sustituida por el atronador ruido de los vehículos

arrancando, o circulando, la niebla se unía al dióxido de carbono que

desprendía los tubos de escapes, haciendo ésta más densa y mucho

mas irrespirable, la ciudad se había convertido en media ciudad

dormitorio, muchos trabajan en la Capital que se encontraba a tan

solo setenta kilómetros y el coche se había pasado de un producto

de lujo a ser un producto necesario, o así se pensaba. Craso error.

Amador estaba aun presente, esa última imagen, con su

rostro desnudo, triste, la muerte es triste, era un vitalista y su ilusión

por la vida y sus libros no habían decaído con el paso del tiempo.

Sabía que sería la más ingrata de sus investigaciones, su corazón

lleno de odio y su pensamiento, buscando un lugar para Amador, en

estos momentos es cuando deseaba tener fe, no ser un agnóstico

reconocido, así podría pensar y consolarse imaginando a Amador en

la gran biblioteca del Cielo o del más allá, de nuevo la imagen de su

rostro pálido, gélido, la pura realidad de su creencia.

Sabía que había perdido un amigo, su gran maestro y luego,

siempre la misma pregunta. Deseaba tener fe, quería asimilar que la

muerte no es el final, y la muertes era eso sólo el final. Su mente

limitada no daba para más, hoy sólo, odio.

Page 27: Diamantes de Oro Version Reducida

26

Como siempre creaba en su mente una nueva inestabilidad,

cuando intentaba organizar sus pensamientos, una nueva dicotomía

entre lo real y lo irreal, entre la verdad y lo que él quería pensar como

algo mejor. En ocasiones esta dualidad en su mente era la causante

de un carácter casi bipolar, o al menos dubitativo, apartándole de una

sincronía entre su forma de pensar y su comportamiento. Su forma

de actuar se diferenciaba en mucho en su forma de pensar, era un

soñador en el pensamiento, eligió una profesión que necesitaba una

plena dedicación donde no valía tener ideas o pensamientos de

libertad. La imaginación en sus ratos libres y el trabajo, en realidad

amaba a ambas cosas.

Ni tan siquiera en ese frio paseo había tenido un instante para

imaginar al asesino y mucho menos para saber el porqué, mezclaba

recuerdos, a veces los músculos de sus labios dejaban entrever una

leve sonrisa, mientras sin darse cuenta por su pómulos caía una

gota, del roció pensó, y al secársela con la mano se dio cuenta que

no era una si no varias, emanaban de la fuente del lagrimal de sus

ojos. Estaba llorando, por Amador, No deseaba entrar en el trabajo,

con los ojos enrojecidos de llorar, era inevitable que alguna lagrima

rebelde como él, se escapase y recorriera su rostro.

Su estado empezaba a abrazar la rabia, la impotencia y el

dolor del amigo perdido.

La oficina estaba cerca y sus pasos cada vez eran más cortos

y más lentos, sabía que tenía que llegar pero no quería, deseaba

parar el tiempo, anhelaba no llegar nunca, y así pensar que Amador

aun vivía, pero debería enfrentarse a eternas conversaciones con el

Jefe, a la doble presión profesional y personal por esclarecer los

hechos, y en este caso no debería dejarse llevar por lo personal,

debería echar toda su profesionalidad y experiencia en el caso.

En su mente infinidad de conversaciones, infinidad de buenos

instantes, se agolpaban, como con prisa todos querían llegar a

aparecer en su yo más próximo. Quería poder memorizar todos, no

dejar ni uno aparcado en el rincón del olvido, deseaba un Amador

Page 28: Diamantes de Oro Version Reducida

27

presente siempre, en su mente, consciente que su presencia

quedaba aparcada en los recuerdos. Nunca había sido un hombre

paciente y en estos momentos no deseaba ser reflexivo, no deseaba

olvidarse de algo, su otro yo le gritaba todo lo contrario.

Su trabajo le obligaba a ser calculador, honesto, frio y estaba

convencido o al menos eso intentaba, no dejarse llevar por vanos

sentimentalismos. Si debería por exigencia de sus Jefes y por la suya

propia dedicarse plenamente a este caso, confluían muchas

cuestiones que le hacían más interesante que otros.

Pues él sabía que Amador, no se había suicidado, y en esa

postura lucharía hasta el fin y no permitiría por nada que el caso se

archivase bajo ese epígrafe, tan lejano a la realidad.

Page 29: Diamantes de Oro Version Reducida

28

Capitulo 3

La tarde se había convertido, espesa, aún persistía la niebla,

no había aclarado en todo el día, agotado Alberto Salazar regresaba

a casa, un día más de trabajo, con ganas de comer y descansar, más

de esto último que de lo primero. Además sabía que su nevera

estaría vacía como era casi natural, pues el comía donde podía y

como podía, estaba labrándose una ulcera en su estómago poco a

poco, al no ser metódico con el horario de comidas, y por no llevar

una dieta equilibrada. Sabedor de que la mayoría de las veces comía

por obligación que por placer, también era amante de la buena mesa,

que en la mayoría de las veces disfrutaba con Elisa, prefiriendo

hacerlo en casa que fuera. Una de las cosas que siempre añoraba.

La dedicación a su trabajo le impedía disfrutar y gozar de algunos de

los mayores placeres mundanos, entre los que se encontraba el buen

yantar.

Su mundo, su verdadero mundo, se encontraba en el ámbito

de lo metafísico y en el relax que le producía estar con Elisa, hoy

palpitaba, deseaba verla, y quería que estuviera en casa cuando el

llegase. Tan fuerte era su deseo, que sentía que ella se encontraría

allí. Realmente iba soñando con una buena mesa de las que ella por

sorpresa le concedía, en más de una ocasión al llegar a casa.

Eran pareja, amantes, y amigos desde hacía más de treinta

años. La mayor parte del tiempo libre, estaban juntos, se entendían,

eran cómplices y entre ambos la confianza era total, pero el trabajo

de Alberto Salazar era demasiado absorbente. Quizás por eso él

deseaba pasar ya, a ser un retirado más con su pensión y dedicarse

a otras cosas más agradables, a su otra pasión, la literatura. La

realidad era otra, unas veces por razones económicas, la mayoría

por pasión y el encanto de su trabajo, aunque fuese punto de sus

críticas, le encantaba la labor que realizaba, a sabiendas que era una

vida de sacrificio. Con el paso del tiempo se da uno cuenta que los

Page 30: Diamantes de Oro Version Reducida

29

agradecimientos son mínimos, pero si muy gratificante en su interior,

en líneas generales el trabajo, era el mejor que conocía y una

filosofía de vida en la que no existía el término medio o te gustaba o

no y a Alberto Salazar le apasionaba. Aún de sus angustias y

sinsabores, en ocasiones debía de presenciar cosas muy

desagradables y realmente uno con el paso de los años no se

acostumbra a ello, quedando reflejado en la memoria. Nunca creyó

en los reconocimientos por parte de conocidos y extraños, él

intentaba desarrollar su labor de la mejor manera posible.

Subiendo la escaleras le llegaban olores, inconfundibles a

cocina de Elisa, sabía que estaba en casa, su corazón palpitaba más

deprisa, inconscientemente empezó a subir los escalones de dos en

dos, así era él se movía en ocasiones por impulsos incontrolables,

tan sólo él sabía por qué, trasmitía otra imagen y así lo deseaba, otra

parte más de su dualidad. No deseaba mostrar al mundo su

verdadero yo que ni el mismo a veces reconocía.

- Hoy el relax será completo.

Se decía así mismo mientras sonreía en su interior, a

sabiendas que sería mimado por Elisa, para él eso era un encanto

más de la vida y de los que uno debe sacar el mayor provecho, tan

simple. Esos instantes era verdaderamente feliz, no necesitaba más

lujos, tan sólo deseaba aprovecharlos al máximo y que fuesen más

continuos.

Hoy dedicara su tiempo a Elisa, desconectado del mundo que

le rodeaba, no quería sentir nada más que el placer de estar junto a

ella, el placer de poder amarla tan sólo con su mirada, sentir su

presencia, tranquilizaba su mente y su espíritu, era su forma de amar

y sentirse amado. A veces llegaba a pensar que era un egoísta, pero

en realidad su entrega era total y absoluta.

La puerta cerrada dejaba pasar unos aromas a comida, que

en el estómago de Alberto despertaba su ansiedad por comer o

Page 31: Diamantes de Oro Version Reducida

30

besar. Lo verdaderamente interesante e importante es que se

encontraba a pocos centímetros de su otro mundo, el mundo que

más feliz le hacía, el mundo donde más a gusto se encontraba, solo

le separaban esos centímetros y una vuelta de llave en la cerradura.

- Hola, ¿cómo estás?

- Por fin en casa bien.- contestó Elisa mientras se fundía en

un abrazo y un beso, como si de dos quinceañeros recién

enamorados se tratase.

- Qué bien huele, esa comida

- Cocido madrileño.

- Como sabes conquistarme.

- ¡Ah! ¿qué no te tengo conquistado aún?

- Me gusta que todos los días lo hagas un poco más.

Él pensaba que una de las facetas del amor, en el que no

creía como tal, consistía en ir conquistando a tu pareja día a día, con

una nueva sorpresa, con un nuevo descubrimiento, era más

atrayente, sobre todo menos aburrido.

Entre bromas de enamorados, rompieron ambos a reír con

fuertes carcajadas, Elisa sabía que era uno de los platos preferidos

de la extensa gastronomía del país, otro de esos pequeños placeres,

que uno se puede dar de vez en cuando en cuanto a comida, cosa

que a Alberto Salazar le era difícil en la mayoría de los casos por

razones laborales. Hoy disfrutaría con tranquilidad, sin prisas como si

de hacer el amor se tratase, era otra forma orgásmica de disfrutar y

gozar la vida, esos pequeños instantes que uno debía procurar que

fuese continuos.

La comida transcurrió de lo más amena posible, hablaron de

temas intrascendentes, obviando en la medida de lo posible hablar

del trabajo. Alberto Salazar, sabía que hoy debía hablar de ello, pues

Page 32: Diamantes de Oro Version Reducida

31

Elisa era conocedora de la fuerte relación entre Amador y Alberto

Salazar. Este caso entremezclaba lo profesional y personal, era algo

nuevo en su dilatada carrera. No por ello se dejaría arrastrar por

sentimientos personales, él era y se consideraba un profesional, mas

con los hechos que llenándose la boca de esa palabra

Alberto Salazar sabia, o estaba entrenado a disimular sus

emociones, en público, pero ante Elisa era más difícil, ella detectaba

algo, pero la prudencia de no inmiscuirse en temas laborales, se auto

obligaba a no hacer preguntas y dejar que fuese él quien sacase el

tema. Si fuese otro sentimiento diferente, seguro que ya lo hubiese

hablado con ella, pues entre ambos no había secretos y estaba

segura que la confianza era la máxima que pudiera existir entre dos

personas.

A los postres, café, era el momento de la sobremesa donde la

conversación empezaría a entrar en temas más profundos, y Elisa

sabia que en ese instante Alberto le iba a contar algo, se conocían

demasiado bien, la simbiosis entre ambos era casi perfecta, más allá

del amor que se profesaban, mucho más allá de una relación al uso.

No se consideraban una pareja normal.

- Amador ha muerto – sin preámbulo alguno dijo Alberto

Salazar-.

- ¿Cómo? – preguntaba Elisa, entre interrogación y

exclamación, sorpresa en incredibilidad, conocedora de la

amistad entre ambos-, si estaba bien, con años pero bien.

- Le han asesinado.

El silencio de Elisa, se convirtió en la mayor de las, incógnitas

que ella podría expresar, breves segundos que se hicieron eternos

hasta que Alberto empezó a relatar cómo habían encontrado el

cadáver.

Page 33: Diamantes de Oro Version Reducida

32

- Estoy seguro que ha muerto asesinado, no sé qué motivo

puede llevar a alguien a asesinar, a un pobre viejo que el

mal mayor que había hecho era el de dejar acumular el

polvo en sus libros, en sus tesoros, como él decía.

El recuerdo produjo en Alberto una leve sonrisa, acompañada

de un leve sonrojamiento en su rostro, casi avergonzado de sonreír

en ese instante, a sabiendas que lo que de él quería recordar eran

esos instantes y no el rostro frio y palidecido que había visto en la

madrugada. Quería dirigir sus recuerdos a ese hombre, viejecito que

le parecía tan entrañable y emotivo, a la vez que admiraba por su

cultura y su humildad, nunca intentaba dejar a nadie por debajo de él.

- Apareció esta madrugada en el río, hay quien se inclina

por un suicidio, caso cerrado. Sé que no. Hay indicios a

parte de por supuesto mi conocimiento de su

personalidad. Vi pisadas extrañas en la orilla y en mi

corazón sé positivamente que no. Le vi hace dos días,

rebosando felicidad.

Elisa sé que lo han asesinado.

- Quizás sean muchos acontecimientos, emotivos para

procesarlos en tampoco tiempo, quizás no le conocías

también como creías. No quiero inmiscuirme en tu trabajo,

pero quizás no sería bueno que intervinieses en este

caso. Puede haber muchas dudas y tú con la carga

emocional que llevas no pueda ver las cosas con la

objetividad que debieras.

- Lo sé, Elisa, lo sé, te dijo que no me estoy dejando arrastrar ni dejándome llevar a conclusiones precipitadas. No. Todo estará más claro cuando los de medicina legal y el forense hayan realizado las pruebas post-mortem. Cuando lleguen me tendréis que dar la razón, sin lugar a ningún tipo de dudas.

Page 34: Diamantes de Oro Version Reducida

33

- Te entiendo, pero debes tranquilizarte, esperar a los informes, en estos casos es mejor ser frio, al menos con tus jefes, ya sabes que a ellos no les gusta que un inferior jerárquico pueda saber más que ellos o al menos tener más intuición, como es el caso. Alberto descansemos,

Haciendo caso a Elisa se fueron al sofá a ver algo de televisión, a la vez que tomaban un gyn-tonic, la bebida de moda, todo un ritual en su preparación, y con gusto al paladar mas lleno de desencanto que de placer, había que beberse aquella botella, comprada por Alberto Salazar con bastante ilusión y que nunca lleno sus expectativas, pues aún estando de moda, siendo la bebida de la élite no era de sus preferidas

- Salud

Bebieron mientras veían la televisión, entre trago y trago, besos y caricias fugaces, preámbulo a su posterior juego erótico en la cama. Se había convertido en una tradición, empezar en el sofá, para poco a poco ir relajándose, abandonando el stress del día, para acabar en una noche de sexo, lujuria, de amor, de pasión, de susurros, gritos y sensibilidad, convirtiéndolo en un coctel mucho más apetecible que el combinado de gyn-tonic.

Evidentemente mucho más relajado Alberto Salazar divagaba en su mente por lo acontecido, una vez hecho el amor con Elisa, debía volver a centrarse en Amador, no podía traicionarle en el último acto de lealtad que le quedaba por demostrar.

Recordaba la conversación con el “Zapatones”, había sido tensa, inquietante, había mucha carga jerárquica por parte del Jefe y mucha carga emocional por parte de Alberto Salazar, se sentía cargado de razones y no por razones de jerarquía iba a doblegarse, aunque al final pudiera imponerse el Jefe sobre el subordinado como así era en la mayoría de las veces en su profesión.

Volvió a abrazar a Elisa, la beso en la oreja, y cayó en un profundo sueño.

Page 35: Diamantes de Oro Version Reducida

34

Capitulo 4

Esa tarde no le apetecía ir a trabajar, sabía a ciencia cierta que El Jefe, llamaría, aprovechando que su binomio no tenía servicio esa tarde. Esperaba una discusión monumental de cualquiera de las formas él iba a seguir manteniendo su postura de que Amador, no se suicidó. Sabía que aún no tenía pruebas, que debería callar, pero no daría su brazo a torcer, había cuestiones en las que uno no debía de ceder por razones jerárquicas y esta era una de esas ocasiones.

Llegó a la oficina antes de la hora prevista, curiosamente el Jefe también, nada más oírle llegar, llamó a la extensión de Alberto Salazar, invitándole a ir a su despacho.

Alberto Salazar sabía que no tendría los argumentos suficientes aún, para poder mantener, esta tesis del asesinato, de todas formas esperaría la reacción del Jefe y según viniese, así lidiaría, pensaba en términos taurinos, no iba dispuesto a amedrentarse.

- Alberto Salazar pasa, pasa, siéntate. Quiero hablar contigo

- Con permiso, mi Teniente - Esta mañana, de una forma aseverativa y muy segura

negaste en público la posibilidad de que fuera un suicidio, sin percatarte de que la prensa estaba por allí, y creo que mis órdenes al respecto son claras

El Jefe, sin dar otra opción y de forma imperativa, como en la mayoría de las ocasiones recriminaba a éste a ver hecho un juicio de valor, en voz alta y sobre todo contradecir lo que él con anterioridad había adelantado a los medios de comunicación allí presente.

- Sabes que al objeto de quitarnos esos moscones de encima muchas veces y habiendo indicios de ello es mejor, adelantarles la cuestión más fácil. No quiero darles carnaza, de hecho mira la prensa, ni una línea al respecto, ahora los tendremos acechando todo el día. ¿Que

Page 36: Diamantes de Oro Version Reducida

35

sabemos de Amador Salvatierra García? – preguntó obviando y no queriendo seguir la conversación dentro de la dinámica del reproche y autodefensa-.

- He de comentarle que Amador es un conocido mío, es más creo que incluso podría incluirle en mi club de amigos. Era un anciano entrañable, al que los libros le hacían feliz. Su librería, vetusta, se encuentra en la calle de la Judería, el es propietario desde hace mas de cinco décadas, heredada de su abuelo, transmisión que a diferencia de otras herencias paso directamente de la mano de su abuelo a él.

- Bien, bien, es bueno que conozcamos cuanto más facetas del fallecido mejor, a expensas de lo que diga la forense, continua.

- ….. su amor por los libros pasaba más de la simple lectura, era un coleccionista de verdaderas joyas…

- ¿Alguna de valor?, por la que pudiera ser el móvil del asesinato que solamente tu supones. –dijo en tono burlón el Jefe.

- …de valor muchas, me inclino mas por un valor sentimental más que un valor económico, no creo que el móvil pueda haber sido el robo, no tiene sentido la forma de deshacerse del cadáver…

- Y como puedes asegurar que no es un suicidio con esa rotundez, ¿sin lugar a la menor de las dudas?

- ….con Amador departía bastante, solíamos hablar, además de ser mi proveedor de libros, era mi maestro en cuanto a la historia de los libros, desde su edición, formas, épocas etc. Es más hace dos días estuve con él en la librería, nuestros encuentros siempre se producían en la trastienda, nunca tomé ni un café con el fuera de allí.

La conversación, estaba yendo más por un término personal que profesional, el Jefe tenia verdadero interés en ir conociendo la personalidad del finado, de centrarse en la investigación, de hecho y a pocas horas de la aparición del cadáver, aún no tenía ni la más ligera noción que directriz tomaría el caso. Entre ello se producían silencios, escasos en cuanto al tiempo, estos eran aprovechados por Alberto Salazar para desviar la conversación a un término más profesional e ir descartando la rotundez de suicidio, procurando no

Page 37: Diamantes de Oro Version Reducida

36

tocar el tema, aún el Jefe se sentía dolido, por haberle contradicho en público. Nunca había sido la intención de Alberto Salazar, él lo había dicho en aras de la investigación, obviando cualquier tipo de relación sentimental con el fallecido.

- Como llegamos a enterarnos de la aparición del cadáver, mi Teniente,- preguntó Alberto Salazar con verdadera curiosidad.

- Una llamada anónima, no se identificó. - Podremos rastrear desde que teléfono se produjo. - Si, si cosa que ya Jorge, ha averiguado puesto en

contacto con las diferentes operadoras. Desde la cabina del puente de los Deseos.

- ….raro quien llama hoy día desde una cabina - ¿Raro?, no empieces a sacar púas donde no las hay, no

todo el mundo tienen móvil. - O quizás no querían que se rastrearse su llamada. Pude

apreciar que en el cadáver aun no existían ni putrefacción, esto quizás debido a que en el agua se conserva algo mejor, pero tampoco pude apreciar una cromatizacion, que pudiera llevarme a pensar que el cadáver llevaba varios días en el agua. Por lo cual entre la llamada y la muerte no había transcurrido demasiado tiempo.

- Así es, la llamada tan solo advertía de la aparición de las ropas y los zapatos en la orilla del río, fue hecha por Mustafá, un indigente de origen marroquí que duerme por las inmediaciones.

- Esto acrecienta mi teoría de que no es un suicidio. Mi teniente ¿se fijo usted en las diferentes pisadas que había alrededor de la ropa?

- No, la verdad no, pero no te preocupes la científica se acercará por ahí hoy y hará una inspección ocular exhaustiva. Estos depredadores no dejaran un centímetro sin revisar

En esos instantes al menos, había conseguido crearle la duda, aunque como Jefe no quería reconocerlo, buscando entre miles de soluciones la excusa perfecta, para hacerle creer a Alberto Salazar, que él nunca debía haber asegurado en público que no era un suicido, que antes tenía que habérselo comunicado a él, de la

Page 38: Diamantes de Oro Version Reducida

37

forma más discreta posible. Así fue, sin darse cuenta quién se encontraba en las inmediaciones del Jefe, no prestó ni atención al cámara que aprovecho para grabar cuando Alberto Salazar levantó la manta que cubría la cara del cadáver.

Alberto Salazar sabía, no obstante que debería empezar a investigar ya, sin esperar ningún tipo de informe, que incluso se podían dilatar en el tiempo. También intuía que cada avance que realizara en la investigación seria procesada al milímetro por el Jefe, a sabiendas que existían una relación personal entre victima e investigador. El trabajo no sería fácil, se hallaba ante una situación diferente, muy motivada, quizás muy cegadora, necesitaba armarse de toda la paciencia y objetividad posible, aparcando las ideas intuitivas que le habían llevado en otras ocasiones a triunfos inesperados aun por el Jefe. Tarea difícil, no exenta de poder realizarla por un profesional con su experiencia, debería ir con pies de plomo, cualquier desliz, podría ser aprovechado para retirale de la investigación, cosa que era lo menos deseado por él en estos instantes, tenía vínculos importantes para centrarse de lleno en esa investigación

En su conciencia se decía repetitivamente difícil, difícil, no es sinónimo de imposible. Y la pregunta que llevaba amartillando su cerebro varias horas. ¿Quién podía tener interés en asesinar un pobre viejo? ¿un robo que se les fue de la mano?, duda que quedaba totalmente descartada, hubiesen dejado el cadáver en el sitio donde se produjo el asesinato, no se hubiesen tomado tanto interés en crear la duda, llevando el cadáver hasta el rio. Era arriesgado. En estos momentos volvía a pensar que era la obra de un profesional o profesionales y otra vez la misma pregunta ¿Quién podría tener interés en asesinar a un pobre viejo?

En este devenir de contradicciones en su mente, cuando como si de una voz lejana se tratase oyó, incorporándole a su realidad de guardia civil, de trabajar en un cuerpo jerarquizado

- Mañana acércate a la librería, mientras pediré autorización al Juez para efectuar un registro, llévate a Jorge Gómez.

Page 39: Diamantes de Oro Version Reducida

38

Aún no había salido de su mundo cuando como si de un autómata se tratase respondió, a la orden y salió del despacho, sin haber abandonado sus pensamientos, sin haber dejado de dudar de la duda. Sin saber que Jorge había sido llamado esa tarde también. Otra investigación, pero no era una investigación cualquiera, era su investigación y no quería cometer ningún error, que le pudiera sacar de la misma.

Encendió un cigarrillo mientras esperaba a Jorge Gómez, este era puntual y sabía que a las ocho se encontraría allí, tiempo suficiente para que fuese adelantándose los trámites en el juzgado, siempre en cumplimiento de la Ley. El tiempo pasaba lo suficientemente lento para que en Alberto Salazar se fuese cebando en su ansiedad, imaginando como se encontraría la librería, si estaría o no, el manuscrito del Pobrecito Hablador. Ese no podía ser el motivo del asesinato, carecía de valor económico. Quizás Amador, tuviera alguna obra desconocida por él, que si pudiera haber sido el móvil principal de su asesinato. Infinidad de preguntas, infinidad de incógnitas que debería resolver. Sin prisas, reflexivamente, se decía, pero la realidad era otra, su ansiedad iba creciendo, era de esos días que necesitaba ponerse una pastilla de orfidal debajo de la lengua, busco en sus bolsillo, sumergido en su pensamientos, y allí no estaban, como siempre cuando más las necesitaba más alejadas de él se encontraban. Tenía una alternativa, que no siempre funcionaba, pero que empezó a realizar, respirar, respirar profundamente inhalando y exhalando el aire con fuerza, procurando no auto ventilarse, deseando que llegara Jorge y empezar a trabajar.

La misma pregunta repetitiva en su mente, la mismas miradas al reloj, otro cigarro encendido, lo que hacía dejar sus técnicas alternativas de relajación, sabía que Jorge Gómez era puntual, pero sus deseos iban más deprisa que el marcador del tiempo, sus deseos no viajaba al compás de la realidad y su compañero no era conocedor de los últimos acontecimientos, así que tampoco tenía un motivo para adelantar su llegada, Alberto Salazar tampoco quería utilizar el teléfono, estaba limitado en el tiempo, no adelantaría nada. No quería que se repitiese el episodio de un ataque de ansiedad, ya lo paso bastante mal, la última vez que sufrió uno.

Page 40: Diamantes de Oro Version Reducida

39

Cuando llegó Jorge Gómez, cogieron un vehículo de los camuflados, con matrícula civil, pero harto conocido en la ciudad y más por aquellos que estaban cerca de la delincuencia o dentro del hampa, de la ciudad. Allí eran todos conocidos, los dos mundos estaban divididos por una fina línea, y los delincuentes habituales, incluso tomaban café con ellos, a veces hacían de confidentes por unos pocos euros o simplemente por venganza entre los mismos delincuentes, así ellos obtenían la información necesaria para tener controlados a esos pequeños delincuentes. El asesinato de Amador había cambiado totalmente el perfil que ambos tenían de la ciudad. Cuando Jorge fue puesto en conocimiento de todos los hechos por Alberto Salazar, tampoco salía de su asombro, hacía años que no se producía un asesinato en la pequeña ciudad

Aún triste por el grado de unión con el caso, ante ellos tenían la investigación más importante que se había producido en la ciudad, aunque ambos eran buenos sabuesos y habían demostrado su valía en la lucha antiterrorista, donde habían dejado toda su juventud, eran otros tiempos y con la madurez, buscaron un destino más tranquilo, donde pudieran disfrutar de las pequeñas cosas que le ofrecía la vida., en el caso de Jorge, la familia, a la que había tenido abandonada, habiéndose perdido los años más bonitos del crecimiento de sus hijos, los de Alberto ya eran mayores una había terminado sus estudios universitarios y el otro estaba inmerso en el mundo de la universidad.

- ¿Cómo te encuentras? – Jorge era conocedor de la estrecha amistad de Alberto Salazar con Amador

- Imagínate, tener que investigar el asesinato de un amigo tuyo

- Caerán, no te quepa la menor duda, nos dejaremos la piel en ello y sabes que cuentas conmigo sin límites

- Gracias

Volvió el silencio entre ambos, mientras deambulaban por la ciudad, en espera de la llamada del Jefe, comunicándoles la autorización del Juez de Guardia para realizar un registro en principio a la librería que regentaba Amador y luego en su domicilio particular. Los trámites eran lentos a veces había que justificarlos en demasía, en este caso su experiencia les dictaba que sería cosa de poco

Page 41: Diamantes de Oro Version Reducida

40

tiempo, aunque a Alberto Salazar la ansiedad le llevaba a pensar que el reloj se había parado, el sonido del tic tac, había dejado de sonar, al igual que el corazón de su querido amigo Amador.

La incertidumbre habitaba en su mente, el conocía a la perfección la librería, pero curiosamente jamás había visitado a Amador en su domicilio, realmente nunca se lo había planteado hasta hoy, desconocía totalmente la vida personal de Amador, el nexo de amistad eran los libros, y la ilusión que ellos transmitía a ambos.

Como por inercia, como autómatas terminaron en la Piedra del Olvido, donde los enamorados hacían alguna muesca o dejaban grabado sus nombres, a veces entre corazones atravesados por flechas cupidianas, con el objeto de que su amor nunca quedara en olvido.

Se encontraba a las afueras de la ciudad, lugar que Alberto Salazar en su juventud frecuentaba, a meditar y contemplar la ciudad. Hoy entre el silencio de ambos contemplaba como la niebla iba despejándose dejando pasar unos tuenes y tímidos rayos de sol, formando unos haces de luz extraordinarios Viendo la majestuosidad de la Catedral, con su campanario iluminado por el sol, erigida hacia el cielo unida a él en el infinito. La vista era extraordinaria, la ciudad se embellecía-. Desde ese punto invitaba a la meditación.

Alberto Salazar recordaba sus tiempos de juventud, cuando acudía allí, tanto a ver los amaneceres como los ocasos, y entre la gama de colores invocar a las musas y poder escribir sus poesías. Hoy su alma de poeta estaba aparcada y no invocaba a las musas sino algo mas material y más moderno como era el teléfono móvil, deseaba oír el poli tono de llamada. Demasiado tiempo ociosos y en silencio, le hacían situarse en la parte más negativa y triste del día, aun haberse levantado a una intempestiva su ansiedad no dejaba espacio para el cansancio, aunque los ojos a veces se cerrasen sin poder dominarlo, sin pedir permiso. Dudaba si era de sueño o las ganas de llorar y así romper con la tensión acumulada. No podía disfrutar de la belleza del cuadro tan espectacular que le estaba donando la naturaleza y la obra humana, simbiosis perfecta de una ciudad con demasiada historia, con demasiadas culturas, como en

Page 42: Diamantes de Oro Version Reducida

41

otras ocasiones. Cuantas poesías nacieron allí, cuantos sentimientos de juventud fueron plasmados en el papel, desde aquel lugar y cuántas ilusiones quedándose en el olvido..

Jorge no era muy dado a mantener conversaciones, era más bien callado, oscuro como le repetía Alberto Salazar en infinidad de ocasiones, aunque la realidad es que ambos se conocían a la perfección, pasaban muchas horas, juntos al cabo del día, se habían convertido en un binomio prácticamente indisoluble. El silencio seguía reinando entre ambos, ni siquiera llevaban la radio del coche encendida.

- Servicio normal –escucho Alberto Salazar al descolgar el teléfono.- Su señoría, espera para dar la autorización a expensas del informe forense.

- Con la justicia hemos topado, de acuerdo mi Teniente, intentaré hablar con alguna fuente

- De momento dejamos, aún no sabemos de que se trata, servicio normal

- A la orden

Alberto Salazar apago su móvil, y como siempre y sin dudarlo le vinieron los pensamientos de la burocracia, la lentitud y la ineficacia de la justicia, y como no “El vuelva usted mañana,” del Pobrecito Hablador, lo que le hizo sonreír, al recordar el entusiasmo de Amador ante el manuscrito. Arrancó el coche dejando atrás sus pensamientos y la extraordinaria visión que la naturaleza había dibujado sobre la ciudad.

Page 43: Diamantes de Oro Version Reducida

42

Capitulo 5

Hoy Alberto Salazar había decidido visitar a Awoman, su amigo del otro mundo. Del mundo de la pobreza, del mundo del hambre. Del África más profunda y por fin había conseguido entrar en Europa.

Awoman era un estrecho colaborador de Alberto Salazar, aunque en la pequeña ciudad todos se conocían, policías y delincuentes, Awoman, podía oír lo que ellos no, podía ver lo que ellos no. Además del conocimiento entre los submundos de la delincuencia y la policía, siempre existía esa barrera que impedía a Alberto Salazar oír y ver de la manera que Awoman lo podía hacer, por lo cual muchas veces se convertía en sus ojo y sus oídos.

Su relación iba más allá de lo meramente profesional y esta visita era simplemente para compartir un rato de intimidad, para saber y conocer más a Awoman, contando las cosas que había vivido o más bien había sufrido, él siempre decía que se encontraba en el Paraíso, pobre pero en el Paraíso.

Awoman había conseguido acceder a España de manera irregular, los que por eufemismo y políticamente se les llamaba subsaharianos, era negro, y a él le gustaba decir que era moreno, un sinfín de matices, que nada valían ante el racismo y xenofobia, que estaba surgiendo en muchos ámbitos de la sociedad, pero ante todo era un ser humano, que aspiraba a tener una vida más decente más segura o al menos más tranquila de la que existía en su país, entre luchas étnicas y religiosas, como él decía en muchas ocasiones se encontraba en el Paraíso.

A Alberto Salazar siempre le venía a la cabeza Manu Chao y su canción clandestino, nunca llegó a comprender como un ser humano podía ser ilegal, dependiendo de un papel administrativo, que no siempre era ajustado a la realidad La administración y sus errores, ante todo Alberto Salazar sentía que lo más grave era el sentimiento, la línea entre la legalidad y la no legalidad. Era evidente el mundo tenía dueños, y estos conceptos variaban de un momento a

Page 44: Diamantes de Oro Version Reducida

43

otro en un acto administrativo de los dueños, ellos y sólo ellos podían decidir cuando un ser humano era legal. Alberto Salazar pensaba que por el simple hecho de nacer, un ser humano era eso, simplemente un ser humano, sin matices, sin distinción y sin ningún papel que certificase su condición.

Era la realidad de Alberto Salazar, otras de sus contradicciones, enamorado de su trabajo, pero en contra de la administración y de los administradores, su deber hacer respetar a la Ley, con la que muchas ocasiones no se sentía identificado con todas y mucho menos las creía justas. Pero velaba por su cumplimiento. En su pensamiento y en su corazón, otras ideas y otros sentimientos. Otra de las dualidades de las contraposiciones entre los actos y las ideas. Realmente solo sentía feliz en la soledad de sus pensamientos en la soledad de sus poesías, realmente era cuando mas realizado se encontraba.

- ¿Cómo estamos hoy? ,

Pregunto Alberto Salazar en cuanto vio a Awoman, mientras estrechaba sus manos, blanca y negra, unidas por la amistad, obviándose cualquier resquicio de diferencial racial.

- ¿Que busca? No esperaba tu visita - Fíjate, hoy simplemente me apetecía tomar un café

contigo.

Awoman lanzó al mundo una carcajada dejando ver su impoluta y blanca dentadura. Aún procedente de un país africano no aguantaba el Sol y siempre se presentaba con un gran sombrero mexicano, lo que a Alberto Salazar ante esa escena siempre le producía una sonrisa, era extraño, a la vez gracioso ver con la soltura y sobre todo sin ningún miedo al ridículo por parte de éste, paseándose con su sobrero. No podía haber encontrado otro más discreto.

Ambos se dirigieron hacia una terraza cercana a tomar ese café deseado por ambos, la excusa perfecta para ir intimando más en sus vidas, siempre había algo reservado, que día a día iba surgiendo con la espontaneidad que dos buenos amigos desean en

Page 45: Diamantes de Oro Version Reducida

44

su relación. También era la excusa perfecta además del único sitio que se permitía fumar mientras degustabas un café, y donde Awoman no se sentía cercado. Los espacios cerrados le agobiaban, desde que había estado encerrado por 39 días en un CIE, privado de libertad, por no ser legal, amaba los espacios al aire libre, tenía que sentir el aire en su rostro y la sensación de libertad, le había costado mucho conseguir ese pequeño estatus en un mundo libre, o al menos así lo creía él. Sabía que le menospreciaban en ocasiones por su piel, por su olor, pero nunca le matarían, como sucedía en su país, era cristiano. Cristiano convencido y la religión en su país era un tema de disputa, de guerra y de asesinatos masivos, aquí podía profesar su religión con orgullo. Era un hombre bastante preparado de hecho era titulado universitario, conocía cinco idiomas, al menos sabía hablarlos aunque gramaticalmente sólo conocía el francés e inglés, los idiomas oficiales de su país.

Era un hombre con estudios con una gran preparación en su país, a la que la mayoría no tiene acceso, y a la que llegaban sólo los privilegiados, los de más poder adquisitivo, en cambio su vida el dejo atrás, como decía Awoman, el negro nunca echa la vista atrás, siempre mira al frente. Alberto Salazar sabía que si no hubiese sido por la guerra, sería un hombre de una importante relevancia en su país, él era más humilde y tan sólo decía que tendría trabajo, una casa y comida. Sus necesidades eran muchos más básicas de las que en el mundo mal llamado desarrollado necesitábamos.

Eran muchas cosas las que unían a ambos y por las que disfrutaban de hacerse compañía.

- ¿Cómo está tu familia sabes algo? - Nada, se perdieron en el último ataque de la guerrilla

musulmana, tuvieron que dejar todo, ni móvil ni nada., aunque el móvil donde este tampoco les serás de gran ayuda.

- ¿Has ido al consulado? Muévete. - Nosotros realmente no tenemos importancia, somos la

trastienda del mundo, ya no valemos ni como mano de obra barata, ahora lo vais a ser vosotros, con el tema de la crisis europea.

Page 46: Diamantes de Oro Version Reducida

45

Dentro de la tragedia, aún sabía sonreír, era un regalo para Alberto Salazar, que un hombre en esa situación familiar tan trágica pudiera sonreír, una enseñanza, de que en la esperanza puede estar la felicidad. Su esposa e hija desparecidas desde hacía dos meses, pero él nunca perdía la esperanza y sabia que pronto estarían juntos, la reagrupación familiar estaba de camino, y la localización o al menos el contacto seria inmediato, todo se daría. Pero no por ello el perdía la sonrisa. Había sido tanto el sufrimiento hasta llegar donde se encontraba en la actualidad, había conseguido lo más difícil, cruzar varios países, atravesar la dureza de un desierto, saltar una valla, lo otro era cuestión de tiempo de burocracia, y si algo le sobraba a él era tiempo y sabia que su mujer e hija estaban vivas, por lo cual sus esperanzas estaban basadas en hechos y con su interior cargado de fe en Dios, conseguía al menos ser feliz.

Alberto Salazar siempre quedaba impresionado con la alegría que mantenía las conversaciones de su familia, siempre como de un ceremonial se tratase le enseñaba la foto de un bebe, su hija, la cual ya debería de tener siete años, llevaba más de seis sin verla, se había perdido lo mejor de la infancia, pero como él decía, los negros no tenemos infancia, aún así cuando hablaba cuando le mostraba una fotografía, sus labios enmarcaban una sonrisa, a la vez que sus ojos se humedecían. Sabía que hacía un esfuerzo por no llorar y un esfuerzo por sonreír y Alberto Salazar seguía admirando la calidad de ese ser humano que tenia ante él. Su humildad estaba por encima de cualquier estado de ánimo y de difícil de comprender por parte de los que habitan en el mal llamado mundo desarrollado, lo que le hacía aún ser todavía más admirado por Alberto Salazar.

Era constante aún de las dificultades que encontraba para poder trabajar. El color de su piel le llevaba a trabajos de baja calidad y pesimamente remunerados, Alberto Salazar admiraba de él, el que jamás perdía la esperanza, sabía que aún apartado de su familia, estaba viviendo en él, simplemente cabía la posibilidad de un día mejorar y solicitar la reunificación familiar, era cuestión de tiempo, y que algún día pudiera ser un hombre legal, cuestión burocrática al fin y al cabo, lo mismo que la lentitud de la Justicia le hizo coger el arraigo en el país igual resolvería su otro problema.

Page 47: Diamantes de Oro Version Reducida

46

- Salazar y no me preguntas nada, no tienes interés por saber cómo van las cosas por aquí.

- Hoy como te dije es una visita de cortesía, me apetecía tomarme un café contigo. Otra cosa es que tú quieras comentarme algún movimiento raro que hallas visto por estos lares.

- Todo igual excepto una cosa que me ha llamado la atención…….

- ¿Dime? Pegunto Salazar, intrigado en ese instante. - ……han llegado tres colombianos, bien vestidos, ya sabes

de traje y corbata, algo que no es muy normal por aquí. - Más coca para el barrio. –replicó Salazar- - No, no la coca la siguen moviendo los mismos de siempre,

sin cambiar. Estos me extrañan porque salen poco de casa y cuando lo hacen no se mueven por el barrio. Más bien por el Centro, buenos restaurantes, buenas ropas. No comprendo que siendo así vivan por esta zona, cuando podrían estar en un hotel, con el nivel que aparentan.

- UUUmmmmm, extraño, quizás vengan a realizar un trabajo o quizás quedarse mucho tiempo en la ciudad y no querrán levantar sospechas.

- Por aquí llevan como una semana, pero como te digo no se les ve por la zona, van y vienen, son demasiados discretos.

- Bueno de momento no hay incremento en la venta de coca, ni se ha detectado ningún cambio en la calidad de la misma, ni siquiera un asesinato, para descartar el llegar a pensar que son unos sicarios,

- Sí, pero seguro que algo ocultan. - Pues Awoman abre bien los ojos y ten atentos los oídos,

quizás vengan a tratar otro tipo de cosas, que aún desconocemos.

- De acuerdo, me das cinco euros, para recargar el móvil, por si tengo que llamarte por algo interesante

- Ok.

Alberto Salazar, pagó los cafés, con el cambio, dio sus cinco euros, siempre le costaba algo una visita aunque no hubiera una

Page 48: Diamantes de Oro Version Reducida

47

confidencia interesante para alguna investigación, en ese caso la recompensa era siempre de mayor cuantía.

Alberto Salazar dejó esa información reservada en su memoria, aún no le parecía de transcendencia como para alimentar la base de datos con una nueva nota.

Existían en la ciudad demasiados inmigrantes, muchos de ellos viviendo del trapicheo, a pequeña escala de drogas, por sectores y nacionalidades, los marroquíes el hachís, nigerianos heroína y los gitanos y sudamericanos cocaína, entre ellos siempre había algún español, la rivalidad entre los pequeños clanes era evidente, lo normal era que se saldase con alguno que otra pelea entre miembros de clanes diferentes, nada que alterarse gravemente el orden público y entre ellos jamás llegarían a denunciarse.

Podría llegar a ser interesante esta información, siempre debía de estar informado de todos los movimientos que ocurrían en la ciudad, aunque no fuese lo verdaderamente interesante en estos momentos para Alberto Salazar, quizás la noticia podría ser buena en otra ocasión, por eso él nunca despreciaba nada, lo anotaba todo en su bloc de notas, por si le llegaba algo más por otra parte y poder completar una nota de verdadero interés y a su vez alimentar la Base de Datos.

Alberto dio por finalizada la conversación y la visita con Awoman, llamó por teléfono a su compañero Jorge y quedaron para hablar, intercambiar impresiones y ver si entre ambos pudiera sacar alguna nota de estas que tan sólo sirven para justificar que al menos han estado trabajando.

Su verdadera función consistía en captar todas las noticias posibles y almacenarlas, poco a poco, nunca con prisas. Su trabajo estaba basado en la paciencia y esta no era precisamente una de las virtudes de Alberto Salazar.

Era evidente que en ocasiones buscaban noticias relativas a un tema en concreto y enfocaban todo su trabajo sobre el mismo, pero no por eso despreciaban otras noticias que en un principio

Page 49: Diamantes de Oro Version Reducida

48

podrían carecer de un verdadero interés, para la investigación en la que estuvieran trabajando.

A veces eras difícil discernir de una noticia de otra, siempre eran anotadas y procuraría contrastar la veracidad de la misma, unas veces con otras fuentes en otras con la base de datos.

Para ello estaban luego el equipo de elaboración que eran los que verdaderamente convertían las noticias en inteligencia, como decía su manual de actuación. Su trabajo consistía en obtener el mayor número de información en la calle y eso en ocasiones presentaba bastante dificultad en otras las noticias les llovían con mana caído del Cielo.

En una ciudad tan pequeña había que tener mucho tacto a la hora de hablar con los colaboradores y confidentes y su labor se convertían si no en mas difícil si en mucho más delicada.

Page 50: Diamantes de Oro Version Reducida

49

Capítulo 6

Una vez recibida la orden del Jefe, Alberto Salazar y Jorge Gómez, manteniendo el silencio, arrancaron el coche, si un rumbo definido.

- Ya ves, servicio normal a la espera del informe del Sr. Forense- dijo Alberto Salazar.

- Pues no tenemos nada entre manos, más importante, creo. ¿Tú qué piensas?

- La verdad no se va de la cabeza la muerte de Amador, aún no me lo creo y te digo y afirmo, que no fue un suicidio, y luego el “Zapatones” con sus miedos, nos tiene atrapados sin nada que hacer. ¿Buscamos alguna fuente?, sobre algún tema pendiente.

- Pues ya sabes cómo es la justicia, hoy en día todos tienen miedo a perder su cargo y nadie se atreve a dar un paso más allá de lo legalmente establecido, a excepción de algún que otro loco como tú y yo. Dando más importancia a detener a los malos que a la normas.

- Si así es solamente se pringan cuando su objetivo es trincar, ahí no tienen miedo ninguno.- respondió Salazar-.

Siguieron sin rumbo, por la ciudad, sin prisas, como si el informe del forense se fuese a eternizar; tenían la necesidad de entrar de plano en la investigación, tanto por la parte personal de uno, como por la profesional de ambos. Eso era la verdaderamente espectacular e interesante de su trabajo. Ellos no eran las personas más indicadas para poder presionar al forense, seguro que también estaría desbordado con este caso, evidentemente por falta de costumbre, era evidente también por otro lado que la celeridad de su informe era de vital importancia.

La ciudad era pequeña, en un espacio reducido de tiempo, estaba de punta a punta, la recorrían en silencio y comentarios sobre los pequeños problemas familiares e hipotecas, temas recurrentes, cuando entre ambos se establecía el aburrimiento. Cuando la noticia no les esperaba, la calle era complicada de trabajar y en su campo la

Page 51: Diamantes de Oro Version Reducida

50

información debía de ser filtrada y contrastada para poder hacerla fidedigna.

Aún no se centraban en nada de la investigación, no tenían ni un solo hilo de dónde tirar, es más ni siquiera estaba confirmada, las causas de la muerte. Sólo el convencimiento de Alberto Salazar. Sabían que cuanto antes debían adelantarse con la prontitud y la oportunidad a los acontecimientos que pudieran suceder en la pequeña ciudad, ello les llevaría a culminar con éxito éste caso, nunca antes habían coincido trabajando juntos en un posible caso de asesinato.

- ¿Vamos al barrio de Reina Cristina?- comentó Salazar, a fin de salir del aburrimiento-, el otro día hablé con Awoman y me comentó de unos colombianos por la zona. ¿podríamos ir a hablar con él?

- Bien, así nos ven por allí, al menos en un rato se cortarán de hacer sus “business”, aunque cada vez me gusta entrar menos por allí.-Contestó Jorge.

- Vamos a ver de que van esos tres tipos, y veremos si Awoman, ha averiguado algo, así al menos nos podremos justificar ante el “Zapatones”.

- Sin pero aún no le comentaremos nada de la muerte de Amador, según vayamos sabiendo. Veremos que fuentes debemos de poner en movimiento, ya sabes que las visitas a Awoman, siempre nos cuesta dinero por poco o nada. –dijo Jorge Gómez a modo de advertencia-.

Subieron la música del C.D. que estaba sonando, en esos momentos, Leonard Cohen, y se dirigieran hacía el barrio, La música consistía en un elemento importante en sus vidas, al menos en esos instantes conseguían evadirse de la presión que el trabajo les producía.

Una vez por allí dieron un par de vueltas, observados por miles de ojos, entre aguadores, vendedores y trapicheros del

Page 52: Diamantes de Oro Version Reducida

51

menudeo de drogas. Sin encontrar a Awomam. Sabían que tarde o temprano aparecería, sino siempre quedaba el recurso del móvil, llamarle y concretar una cita incluso fuera del barrio, casi mejor, para no ser visto con él y no quemarle ante el resto de mirones, aunque todos sabían que les unía algún lazo con él. Jamás le tuvieron como confidente, pues nunca cayó nadie del barrio por ellos, además acostumbraban a hablar con todos así la sospecha siempre seria menor y de esa forman conseguían quemar a algunos de los pequeños vendedores y delincuentes con los verdaderos reyes del negocio de la droga en la pequeña ciudad, los cuales se retiraban por un breve espacio de tiempo de la circulación.

- Vamos a salir y le llamo. Quedamos en otro lugar….- dijo Salazar-.

- Perfecto, además hoy el barrio está cargado de mirones, demasiada gente en la calle. Seguro que se está cociendo algo. Es mejor alejarnos.

Salazar, cogió su móvil, buscó el nombre de Awoman en la agenda, dando al botón verde, que establecía la comunicación.

- Alo- contestó- ¿Cómo estas Alberto? - Bien, Awoman dónde nos podemos ver. - Estoy en la Plaza de la Merced, quedamos en el Café

Central. - Ok, en treinta minutos estamos allí.

Siguieron lentamente el recorrido por la ciudad, observando cualquier movimiento extraño, entre los conocidos e indagando con sus miradas a los desconocidos, tomando alguna matrícula que vieron del País Vasco, para posteriormente cotejar en la base de datos. Aún estando lejos de la lucha antiterrorista, y a sabiendas que

Page 53: Diamantes de Oro Version Reducida

52

ahora estaba más calmada, pero ellos nunca bajaban la guardia, como decía su decálogo, siempre prevenido, siempre era interesante encontrarse con alguna matrícula así. Aunque os terroristas ya iban en vehículos con el nuevo sistema de matriculación, que no distinguían la provincia a la que pertenecía o al menos donde había sido matriculado. Como ellos mismo decía a forma de excusa e incluso de animarse, deformación profesional. Aparcaron su vehículo, con mucha rapidez para lo que era lo normal en la Plaza de la Merced, donde un estacionamiento era como un premio, pues siempre estaba llena, era uno de los puntos más concurridos de la ciudad.

Se sentaron en la terraza del Café Central, era de los existentes por la zona de los más antiguos, por las noches había conciertos de jazz en vivo. A Salazar le encantaba, ese tipo de ornamentación de finales del siglo XIX, que aún conservaba. Así como el ambiente que en él había, bastante heterogéneo. Sobre todo de nuevos estilos culturales, casi siempre eran gente antisistema, ellos se creían los dueños de la neo cultura emergente, los que realmente iban a proporcionar un cambio, cuando en realidad incluso en el aspecto exterior se habían quedado anclados en el mayo del sesenta y ocho, la mayoría de ellos ni habría oído hablar de ello.

Awoman, no había llegado, la puntualidad no era una de sus virtudes, él nunca tenía prisa por llegar, ya los tenía acostumbrado a ello, así como a las miles de excusas que era capaz de exponer en cada cita.

Pidieron un café cada una y a esperar, sin prisas sin agobio. Después de haber transcurrido quince minutos sentados en la terraza y haber consumidos sus cafés; al fondo de la calle principal que desembocaba en la Plaza de la Merced, aparecía Awoman, sin prisas. Él era dueño de su tiempo y tampoco se iba a estresar por llegar tarde, como de costumbre. Aunque realmente a Jorge y a Alberto, esa cita era más para pasar el tiempo que para sacar alguna información de interés, en sus mentes tenían un caso más importante y se encontraban a la espera de una llamada del Jefe, ni siquiera era para darle instrucciones. Ver la imagen de Awoman apareciendo en el fondo de la calle con su gigantesco sombrero mexicano, inevitablemente producía una risas de complicidad entre ambos.

Page 54: Diamantes de Oro Version Reducida

53

Realmente lo que deseaban es que el forense hiciera lo más rápido posible su trabajo y pasase el informe al Juez de Instrucción y éste a su vez firmarse los autos de registro de la vivienda y de la librería de Amador, si finalmente, Salazar tenía razón en que no había sido un suicidio.

- ¿Awoman qué tal? - Bien Alberto- mientras estrechaba la mano de Jorge,

repitiendo el mismo ritual con la mano de Alberto. - ¿Qué haces por aquí?, no suele ser tú zona donde te

busca la vida. - Cualquier zona es buena para buscarse la vida, venía

detrás de los tres colombianos.

A Awoman desde el primer momento estos tres personajes le parecieron sospechosos, sin saber, ni tan siquiera a que se dedicaba, en ese aspecto había que reconocérselo era un buen sabueso.

- Ahhhh, bien y que nos cuenta de eso –preguntó Jorge, disimulando tener mucho interés en el tema, aunque su mente estaba en otra parte, no consistía en una prioridad en ese momento, quizás en otro si-.

- Van muy bien vestidos y deben de traer mucho dinero, pues han entrado en dos joyerías.

- Bueno, eso no es muy importante, yo también entro de vez en cuando, pregunto precios y no compro, pero no obstante está bien, saber cómo se van desenvolviendo por la ciudad. ¿Te has dado cuenta si han comprado algo? – matizó Alberto-

- No, no pude darme cuenta desde fuera si compraron o no, pero sigue extrañándome como visten y algo mas……..- dejó en suspense la frase, aposta-

Page 55: Diamantes de Oro Version Reducida

54

- Di, cuenta –volvió Jorge a insinuar disimulando mucho interés-.

- …..después entraron en una tienda de compra y venta de oro, y ahí estuvieron bastante tiempo, tampoco sé si vendieron o compraron algo.

- No creo que comprase en la joyería y después fuesen a venderlo –dijo Alberto en plan irónico-. Tú bien sabes que en esas tiendas más bien se va a vender el oro de la gente que a comprar, incluso funden las joyas que compran fuera de España, en países como Holanda o Bélgica. Tampoco creo que hayan ido a vender algo, para tener dinero en efectivo.

Awoman se sentía algo decepcionado, lo que él no sabía en realidad es que en la cabeza de ambos, el tema de los tres colombianos en principio y un día como hoy carecía de importancia. Todo el mundo sabía ya lo de la globalización y que los inmigrantes se movían de una ciudad a otra, si más, en busca de nuevas oportunidades donde ganar algo de dinero, de la misma forma también lo hacían los inmigrantes delincuentes. Si tenía razón en algo el inmigrante que se mueve en busca de trabajo no solían ir vestido como altos ejecutivos y mucho menos habiendo elegido el barrio de Reina Cristina para vivir.

- ¿Los podemos ver por aquí? –preguntó Jorge. - No, hará como cincuenta minutos cogieron un taxi e iban

de camino a la salida de la ciudad, hacia la carretera de circunvalación.

Tampoco era un dato de importancia, pues si se les suponía con dinero, allí, en la carretera de circunvalación, se centraban los mejores restaurantes de la ciudad y por la hora que era y sabiendo que los sudamericanos suelen comer bastante antes que los

Page 56: Diamantes de Oro Version Reducida

55

españoles, quedaba como algo anecdótico, posiblemente fuera eso simplemente.

- Awoman de todas formas, a ver si puedes hacerle una foto con el móvil o si por casualidad apareciesen con un coche por el barrio quédate con la matrícula.- Dijo Alberto-.

- O.K.

Estando en este punto, dando instrucciones, volvió a sonar el teléfono de Alberto Salazar.

- ¿Sí?. - Dejar lo que estéis haciendo, dirigiros hacía la casa de

Amador, allí esperáis a la Secretaria del Juzgado. Contáis también con el apoyo de una pareja de uniformados.

- Bien, ¿entiendo que el informe del forense reconoce lo que yo le comenté?.

- Eso lo comentaremos luego en base, ahora repito y sabes que no me gusta repetir las cosas, iros para la casa de Amador. Cuando estéis todos entráis y efectuáis el registro, si da tiempo realizareis también el de la librería.

- A la orden mi Teniente –dijo Salazar para finalizar la conversación-.

- Nos tenemos que ir Awoman, hablamos en otra ocasión- dijo Salazar a forma de despedida.

- O.K.

Nuevamente estrecharon sus manos. Jorge Gómez y Alberto Salazar se dirigieron hacia su vehículo, entre tanto Alberto le iba comentando la conversación telefónica que había mantenido con el Jefe.

- Este “Zapatones” nos trae loco. –dijo Jorge-.

Page 57: Diamantes de Oro Version Reducida

56

- Nada que fuésemos a casa de Amador, se va a empezar por ahí, y sobre todo que llegásemos antes que la Secretaria.

- El “Zapatones” y sus miedos. Eso está confirmado Alberto no fue un suicidio, todavía le cuesta reconocerlo

- Ya sabes cómo es, le temblaba la voz y me dijo que ya hablaríamos en base sobre el tema –le dijo Salazar-.lo importante para él, es que seamos los primeros en llegar allí.

- Si, la Secretaria va a correr mucho y como siempre nos manda hacer cosas, careciendo de una información mínima, ¿qué espera que encontremos? A ¿que nos dedicamos a buscar?, en fin como siempre, me jode mucho trabajar así -Sentenció Jorge-.

- Como siempre sin duda.

Se subieron en el coche y como conocedores de todos estos trámites y sin hacer caso al Jefe se dirigieron tranquilamente y por el camino más largo hacía la casa de Amador.

- Sabes nunca me invito a su casa.- Dijo Alberto Salazar interrumpiendo en silencio establecido ente ambos-.

- Normal en el fondo era un tipo raro, más bien enigmático. –contestó Jorge.

- Nunca había caído en eso, en lo de ir a su casa, tampoco él vino jamás a la mía.

- Más bien compartíais una afición en singular, pero realmente la amistad entre ambos sería difícil, por la diferencia de edad digo yo sin acritud.

- Posiblemente tengas razón sólo nos unía nuestro amor por la literatura, pero aún así, le apreciaba y quería mucho.

- Entiendo.

Con su ritmo tranquilo llegaron a la casa de Amador Salvatierra, efectivamente como esperaban la Secretaria no había

Page 58: Diamantes de Oro Version Reducida

57

aparecido por allí, no así sin embargo la pareja de uniformados que ya estaba allí y deberían de llevar tiempo pues en pocos instantes miraron ambos su reloj.

Page 59: Diamantes de Oro Version Reducida

58

Capítulo 7

Los uniformados con los de investigación siempre estaban muy distantes aunque Jorge y Alberto, era sino amables, bastante educados con ellos, así que nada más llegar saludaron e hicieron las preguntas normales entre compañeros. Sin ningún tipo de distinción entre ambas especialidades

- Tranquilos, la Secretaria tardará en llegar, creo que el Juzgado que se encuentra de guardia hoy es el tres, veréis como merece la pena esperar, en cuanto la veáis.-Comentó Alberto a forma de acercamiento y quitando hierro al tiempo de espera.

Los uniformados a diferencia de los de investigación tenían los servicios programados por días y horas de principio a fin. Los de investigación sabían cuando empezaban, pero nunca a la hora que terminaban.

- Jorge estos no traen ni ariete ni maza, así que imagino que el propio Juzgado se habrá encargado de llamar a un cerrajero.

- Eso espero, pues si llega la Secretaría y no tienen previsto esto, nos va a costar esperan más tiempo del que pensábamos. Además de un reprimenda. Yo creo que para este tipo de cosas se entra con cerrajero, no tiene que darse el factor sorpresa, como cuando se va a detener a alguien. Todos sabemos que Amador vivía solo.

- Tienes razón, máxime estando el Juzgado por medio

Page 60: Diamantes de Oro Version Reducida

59

Alberto Salazar, no se había percatado de ese pequeño detalle, en realidad era el primer caso de esta índole que se le presentaba en su dilatada carrera, estaba acostumbrado a hacer detenciones domiciliarias, en el que si es necesario el factor sorpresa para que no se destruyan pruebas, este caso es un registro domiciliario normal, se sabe de antemano que en la vivienda, no habitaba nada más que Amador.

En principio todo indicaba que el forense había dictaminado al menos homicidio, pues si hubiese sido un suicidio no tenía razón de ser el proceder a un registro con tanta urgencia, de la vivienda y de la librería.

Amador tan sólo tenía una hija, la cual por razones laborales y del corazón, vivía en Alemania. Evidentemente ya había sido informada de la muerte de su padre, no así de las circunstancias, llegaría para el sepelio. La investigación no tenía tiempo que perder, era de bastante importancia recabar todas las pruebas posibles en el menor tiempo posible. El Jefe ya había realizado las gestiones oportunas desde Base y había comprobado que ella no disponía de llaves de la casa ni de la librería. Este término se la acaba de comunicar a Alberto Salazar vía móvil, sin hacer referencia en ningún momento a las palabras homicidio o asesinato. Era difícil, le constaba reconocer que Alberto Salazar tuvo razón la noche anterior, la de la muerte de Amador Salvatierra, cuando descarto de forma tajante el suicidio.

A veces la costumbre del Jefe, de estancar la información, le molestaba en demasía, pues era palpable la falta de confianza, aunque Alberto Salazar, se consolaba pensando que tan sólo era una forma de hacer entender a los subordinados jerárquicos que él, era el único que poseía toda la información, acrecentando de esta forma su complejo de inferioridad. Del que Alberto estaba convencido que padecía. En realidad era un inexperto en el campo de la investigación, trabajador si muy trabajador, eso era indudable, pero muy inexperto en manejar un grupo de investigación donde debe de primar ante todo la confianza entre sus componentes. Otro de los factores que Salazar, pensaba que carecía era el de la sangre fría a

Page 61: Diamantes de Oro Version Reducida

60

la hora de actuar, sus miedos le llevaban a perder incluso los nervios con los subordinados.

Alberto Salazar se había separado un poco del grupo, mientras el Jefe le facilitaba la escasa información, además de exigirle un informe súper detallado del registro que se iba a llevar a cabo. Salazar en cambio lo veía como un trámite más, simplemente, consistía en intentar encontrar pruebas del posible asesinato, para ellos sería el momento de retirarse en cuanto apareciesen, entraría la científica en acción.

Salazar explica a Jorge como se encuentra la situación, mientras oía, en su rostro. No sabía disimular, era patente el malestar que le producía el Jefe a la hora de trabajar.

- Jorge, sé que eres hombre precavido, habrás traído la grabadora. ¿No?.

- Por supuesto,-contestó éste-, pero si te digo que hoy es viernes y no voy a estar haciendo el informe toda la tarde para que el “Zapatones” quede bien. Lo hacemos por la mañana y ahora cuando termine este registro le damos las novedades verbales, pues esto tiene toda la pinta que no nos va a dar tiempo a hacer los dos.

- Mejor así, yo tengo cena con Elisa, pero si terminamos pronto iré adelantado algo de trabajo en casa.

- Pero tranquilo, no te asfixies, ya sabes cómo es el “Zapatones”.

Ya llevaban bastante tiempo de espera, de hecho los uniformados habían realizado el relevo y estando en esta conversación Jorge, divisó una furgoneta con el letrero multi-servicios, cerrajearía, fontanería, etc.

- Ahí tiene el cerrajero.

Page 62: Diamantes de Oro Version Reducida

61

- Cierto, ya sólo queda la Secretaria del Juzgado, la cual puede estar en la peluquería o viendo la competición de globos aerostáticos. –contestó Alberto-.

Mirando el reloj, viendo que ya eran más las quince horas, llevaban ya cerca de un par de horas esperando, cuando apareció la Secretaria en su mini cupé, de color azul y blanco, con un escribiente. Ella como siempre venía súper bien vestida, vaqueros entallados, chaqueta de cuero y unos zapatos de tacón interminable, de Christian Loubouttin, con su inconfundible suela roja o de una perfecta imitación, que estilizaba mucho su figura de todas formas. Era una de esas mujeres que uno agradece ver, y a ella de saberse o sentirse deseada por los hombres. Además de bella era provocadora, de otro lado su carácter era más bien frío, dicho esto en el ambiente laboral, que realmente es como la conocían Alberto Salazar y Jorge Gómez, exigente y muy meticulosa.

- Buenas tardes ¿cómo esta Usía?. - Bien gracias, siento haberles hecho esperar, pero su

Señoría tenía varios casos pendientes y ha tardado un poco en firmar los autos. Pero sin más dilación ya está aquí el cerrajero procedamos al Registro.

Mientras el cerrajero se encontraba concentrado en su tarea de abrir la puerta Jorge y Alberto fueron enterándose de los pormenores del asesinato, aquellos que Mónica sabía y comprendía que ellos debían de saber, pues todo en estos momentos estaba bajo secreto de sumario. Al menos en algo ya sentía Salazar más cómodo, el Jefe debería de darle la razón, o al menos el reconocimiento a su intuición, en la noche que apareció el cadáver.

Así supieron que la muerte de Amador fue producto de una brutal paliza, rompiéndole una costilla que le atravesó el pulmón, encharcándolo y como consecuencia de ello falleció.

Vamos que quizás como se dice en el argot, intentaba sacarle algún tipo de información y se les fue de la mano. Esto desconcertó aún más a Alberto, estaba en ese punto estancado, en el que creía conocer bien a una persona y ésta llevaba una doble vida o una muerte fruto de un error, se equivocó o se equivocaron de persona.

Page 63: Diamantes de Oro Version Reducida

62

El seguía pensando que era un viejecito entrañable incapaz de hacer daños a nadie, ni tan siquiera a sus libros que trataba con extremada delicadeza. En su mente no comprendida como su muerte pudo haber sido como consecuencia de una fuerte paliza.

Por lo que comentó Mónica, la paliza debió de ser larga en cuanto al tiempo, pues el informe del forense indicaba múltiples hematomas por todo el tórax y las piernas. Ante morten todas ellas. Eso le producía aún más dolor a Alberto Salazar, empezaba a comprender o a intentar creer que su asesinato había sido fuente de un error.

Alberto Salazar sabía que no había sido un suicidio y tan sólo le vio la cara, entendía porque el Jefe, estaba de esa manera. Además de ser su forma de ser, tan poco dado a facilitar ningún tipo de información, como siempre harían otro trabajo sin saber qué es lo que debían buscar. Pensó mejor no comentarle nada a Jorge y que al menos hiciera el registro sin estar enfadado.

Por fin el cerrajero dio con la forma de apertura, nada de ganzúas, ni de ningún tipo de sutiliza, Alberto pensaba esa puerta estaría abierta en dos minutos con unas buenas ganzúas. El cerrajero optó por la manera menos sutil y mas brusca, reventó la cerradura con un taladro eléctrico, quizás no quiso demostrar ante la Guardia Civil y la Secretaria del Juzgado su habilidades en el manejo de ganzúas. Ellos solían trabajar así, por un lado les era más fácil y por otro menos comprometedor y el Juzgado pagaría de igual forma.

Mientras yo hablaba con Mónica, Alberto se percató de las miradas de soslayo e incluso directas que alguno de los allí presente dirigían a la Secretaria.

- Bueno ya pueden pasar.-dijo el cerrajero-. ¿Me necesitan para algo más?.

- Si espere a que finalicemos para reponer una cerradura, como comprenderá la puerta no puede quedar abierta.-contestó Mónica, de forma tajante sin la menor oportunidad a realizar otra pregunta-.

- De acuerdo.

Page 64: Diamantes de Oro Version Reducida

63

Dijo el cerrajero de mala gana siendo una hora que ya deberíamos de haber comido todos, pero a él como a los demás le tocaba aguantar, también el Juzgado que se encargaba de pagarle sus buenos honorarios en estas situaciones.

La casa era pequeña, consistía en una cocina repleta de cacharros sucios, un salón, una habitación y un pequeño cuarto de baño. Por toda la casa además de en la estanterías había, en el suelo columnas de libros como si fueran estalagmitas. Era un desorden, ordenado que Alberto Salazar, comprendía bastante bien.

En ninguna parte se observaba signos de violencia, la cama deshecha. Alberto sabía que tenía una asistenta, que los sábados arreglaba el desorden y limpiaba, hoy era viernes estábamos en el punto álgido del mayor desorden y polvo acumulado.

Jorge Gómez no paraba de hablar con su grabadora, fijándose en cada pequeño detalle describiéndolo minuciosamente, todo, la situación de los libros, colocación de estantes etc.

La Secretaria les ordenó mover algún libro, fotografiar, el estado, a la vez que decidió hacer un inventario numérico de los libros, solicitando las cantidades por zonas tanto a Alberto, Jorge y a su escribiente, mientras ella iba haciendo sus anotaciones. Realmente allí no había sucedido nada, no había signos que indicase lo contrario. El asesinato no se produjo allí, era un hogar desordenado dentro de un orden establecido por el propio Amador Salvatierra, Alberto Salazar comprendía bien esa situación.

Por lo cual el registro quedó enmarcado en un inventario numérico de los libros, un informe fotográfico y un inventario generalizado de las pertenecías que allí se hallaban.

Aún así y la rapidez con la que se efectuó les dieron la seis de la tarde y todos incluidos el cerrajero, estában sin comer exceptuando la pareja de uniformados que vino de apoyo, haciendo el relevo a la anterior.

La Secretaria indicó al cerrajero que pusiera una cerradura nueva y a su escribiente que precintase la entrada con papeles del

Page 65: Diamantes de Oro Version Reducida

64

juzgado, cosa que a Alberto no sentó muy bien pues prefería haber sido ellos quien hubiesen precitado la entrada, pues él, sí había memorizado un par de cosas que le parecieron extrañas y no había mentado para nada a Mónica ni tan siquiera a Jorge.

La despedida fue cordial, dentro del protocolo establecido, advirtiéndoles y recordándole que mañana se haría el registro de la librería por lo que los emplazaba a esta allí a las nueve de la mañana, a la vez que fuesen preparando el informe fotográfico, realizado hoy en la casa, para su posterior entrega en diligencias al Juez encargado del caso.

También se despidieron de sus compañeros uniformados y cada uno de ellos se dirigió a su vehículo.

Nada más sentarse en el coche Alberto preguntó.

- ¿Tienes que hacer algo esta noche?. - Descansar, te parece poco. Contestó Jorge-. - Por nada, me encantaría quedar contigo sobre las doce. - ¿Para? - Para invitarte a una copa y después volver a la casa de

Amador.-respondió Alberto. - ¿Qué dices?. ¿Volver a entrar?. Estás loco. - Exacto. - ¡No jodas!, un doble delito romper los precintos si al

menos hubieran sido nuestros podríamos cambiarlos, pero son del juzgado, definitivamente no estás bien de la cabeza.

- Si pero hay dos detalles, importantes, extraños sobre todo uno que Amador no me hubiera comentado nunca y por supuesto ni enseñado, ni tan siquiera un simple comentario de pasada.

- ¿Cuál? - Tú sabes que colecciono ejemplares de El Quijote. - Si ¿y?. - Pues había un ejemplar de gran tamaño y eso si no me lo

comentó es por algo y lo quiero saber. - ¿Para tu colección?, ¡No me jodas! Cometer unos delitos

por un ejemplar.-Jorge ya estaba ironizando con el tema.

Page 66: Diamantes de Oro Version Reducida

65

- Noo, gilipoyas, ese libro esconde algo, te lo digo yo. - ¿y el segundo?. - Un ejemplar de un relato corto de Mariano José de Larra,

en un volumen descomunal de grande, o es toda la obra del autor o está en braille.

- O.K. perfecto pero te das cuenta que vamos a cometer un delito.

- Si, un delito que aunque no nos sirva de prueba nos puede dar bastantes indicios y pista, para poder seguir adelante con la investigación.

- Y si no es nada. - Bueno un ejemplar más para mi colección.- aquí Alberto

hecho una gran carcajada, acompañada a la vez por Jorge.

- Bien iremos porque me seduce eso de tomar una copa juntos. Pero tú no te has dado cuenta de un pequeño detalle.

- ¿Cuál? - Sencillo, faltaran dos libros del inventario. - Que poco confías en tu Cabo, ya están descontado en

realidad había ochocientos setenta y seis pero en una de mis partidas resté dos, por lo cual las cuentas cuadraran en ochocientos setenta y cuatro, y si los has fotografiado, esas fotos no la añadiremos al informe fotográfico.

Así llegaron a bases, estacionaron el vehículo en su plaza asignada, dieron las novedades al Jefe, quién los citó a las ocho de la mañana.

No iban a estar muy fresco con los planes que habían establecido entre ambos, pero seguro que estarían a la altura de oír el monólogo del Jefe.

Page 67: Diamantes de Oro Version Reducida

66

Capítulo, 8

Fue hasta donde estaba su viejo coche, entro en él, arrancó, con el giro de la llave, el motor; Alberto Salazar tenía prisa, hoy era un día especial. Elisa estaría esperando simplemente para celebrar un nuevo viernes junto a él, ellos los hacían especiales, era una forma de dedicarse un tiempo el uno al otro, un tiempo de tranquilidad, fuera de cualquier presión y por supuesto la del trabajo de Alberto. Era consciente de que ella comprendía la especial dedicación y la singularidad de su trabajo, muchos de esos días que habían sido planeados como especiales eran rotos al son de la melodía de su teléfono móvil.

Alberto Salazar salió, del estacionamiento, intentando sacar el máximo rendimiento a su viejo vehículo, tenía prisa por llegar a casa, darse una buena ducha y cenar con Elisa, al menos sabía que esa parte del compromiso iba a poder cumplirla, de otra parte entre la cena y su nueva salida quería descansar algo, el día había sido agotador, demasiadas horas perdidas de pie, y él estaba plenamente convencido que lo más importante se había quedado en la casa de Amador, los dos libros que hábilmente supo descontar de la relación numérica que exigió la Secretaria del Juzgado.

Lo de salir a trabajar esa noche había sido una decisión que había tomado él, al menos eso no le llevaba al malestar como si hubiese sido impuesta o producto una orden sin sentido del Jefe. Él sabía que aquellos dos volúmenes escondían algo. En su interior había algo que le llamaba la atención y de ahí su preocupación, sabía que arriesgar les iba a proporcionar un beneficio, son de esas intuiciones que la vida te da y no sueles equivocarte.

Aún no sabía si podría esclarecer la muerte de Amador o sin tan siquiera que pudieran tener ambos volúmenes, algo que ver son su muerte, se guiaba por esa sola intuición que te dan los años de experiencia, que no por ellos siempre eran acertadas. Incluso cuando pensaba en ello el corazón le latía más deprisa, poniéndole

Page 68: Diamantes de Oro Version Reducida

67

al borde de una nueva crisis de ansiedad. Intentaba por todos los medios evitarla, siempre debía de recurrir a la química para sobrellevar el mal trago y por supuesto Elisa no notase nada extraño en él.

Alberto Salazar se encontraba en esos momentos en los que no era capaz de controlar su mente, sus pensamientos saltaban sin ritmo, anárquicamente en su mente, con un orden que estaba acostumbrado. Aunque era consciente de que Elisa comprendía su forma de ser y la singularidad de su trabajo, y por mucho que ella disimulara con una bella sonrisa, era consciente que eso también le produciría un gran malestar, pues ellos habían decido que los viernes por la noche, los dedicarían en exclusiva para disfrutarlos los dos sin ningún tipo de presión. No sería el primer viernes después de tener todo preparado que Alberto hubo de salir de prisa, por una llamada del Jefe, realmente eran los menos, pero aún así había viernes que los planes se truncaban y este iba a ser uno de ellos, producto de sus inquietudes.

Al menos me dará tiempo a cenar con ella, se iba auto convenciéndose de que la pérdida seria menor, a la vez que intentaba convencerse que el intento de esta noche valdría la pena. Era real que él estaba más inmerso en este caso, al tocarle de lleno la fibra personal, Amador era como su mentor en otra parte de la vida que también la apasionaba, la literatura.

Estando inmerso en estos pensamientos llegó a su casa, estacionó el vehículo como si de un autómata se tratase, tanto el camino como el estacionamiento lo había hecho si haberse percatado, de nada de lo que sucedía a su alrededor, todo lo realizó como si hubiese sido guiado por su automóvil, abstraído en sus pensamientos, fuera del mundo real.

Estaba convencido que su plan era perfecto para ir esta noche a la casa de Amador, realmente estaba tan implicado en el asesinato, que resultaba extremadamente difícil, por no decir imposible, sacar el asunto de su mente. Cada segundo era una cuestión vital.

Page 69: Diamantes de Oro Version Reducida

68

Ya en el rellano de la puerta de su casa inhaló y exhaló aire, varias veces con fuerza a modo de controlar la situación y sobretodo, dejar algo de la ansiedad acumulada durante todo el día en el rellano de la escalera y así no transmitir su estado a Elisa. Introdujo la llave en a cerradura, a la vez que una pastilla de orfidal debajo de su lengua. Sus perros empezaron a ladrar, sabían que era él, eran los primeros en recibirle y de paso avisaban a Elisa del regreso de Alberto. Ellos eran los primeros en llevarse las caricias y los saludos, dejaban en un segundo plano a Elisa, esperando que terminase con ellos para recibir su beso de llegada y él su beso de recibimiento.

- ¿Cómo estás? ¿Qué tal el trabajo?. - Verdaderamente agotado y sin comer aún, tan sólo con el

desayuno, en el estómago.

Elisa extraordinariamente bella, bien vestida, arreglada, combinada su ropa con un buen gusto, aunque la cena fuese en casa ella sabía darle siempre ese toque femenino de lucimiento y encanto, ese momento especial tan solo para los dos, de complicidad e insinuación, de recién enamorados y a él le encantaba esta forma de ver la vida de ella.

- Bueno como vendrás con bastante hambre, cenaremos un poco antes.

- Si, además hoy a las doce tengo qué irme a trabajar, el caso de Amador se complica por momentos, ya el forense ha dictaminado que es homicidio cuanto menos.

Elisa no pudo disimular una pequeña muesca en su rostro de desagrado. Casi de reproche, tampoco ella quería estropear ese momento y al menos podrían aprovechar esas horas y disfrutarlas juntos. Esos momentos aunque fueran pequeños creaban una magia especial entre ambos, que ella no estaba dispuesta a perder. Siempre intentaba sacar la parte positiva, en cualquier situación. Era totalmente diferente a Alberto, y ella trasmitía la paz y tranquilidad, que el verdaderamente necesitaba.

Page 70: Diamantes de Oro Version Reducida

69

- Cariño voy a darme una ducha, creo que me la merezco.

Sin más, dejó las llaves encima de la mesa, y se fue al baño. Allí mientras recibía el agua en su cuerpo su pensamiento se centraba más en el asesinato de Amador, más relajado intentaba encontrar un móvil y siempre terminaba con lo mismo si era un pobre anciano, entrañable, que nunca había hecho daños a nadie ¿Por qué esa muerte tan cruel?. ¿Quizás el móvil fuese el robo?, de ahí la paliza pensando que tendría más dinero, pues él en la caja de la librería no creo que pasase de los doscientos euros Unos simples ladrones a los que se les fue de la mano, pensando que habría más dinero en otros sitios fuera la caja. Hasta ahí llegaba a comprender, sabia de casos incluso de parejas de ancianos que habían sido apaleados en sus casas por un pequeño botín. Pero estas teorías se desvanecían en su mente. ¿Por qué tomarse la molestia de llevarlo al río?, para disimular un suicidio. Eso tiraba por tierra este tipo de teorías, además recordaba las palabras de Mónica la Secretaria del Juzgado, cuando comentó que fue golpeado durante bastante tiempo y en sitios estratégicos del cuerpo, esto parecía obra de profesionales no de simple rateros, que normalmente suelen actuar con más rapidez. No era el perfil, ni aún siquiera el modus operandis de este tipo de delincuentes. Algo se le escapaba, tampoco tenía datos. Sólo se trataba de pensamientos y de una forma u otra ir descartando cosas. ¿Qué tendría Amador que pudiera interesarle a unos profesionales?, ¿un códice antiguo?. No, si hubiese sido algo así seguro que Amador se lo hubiese comentado, era demasiado presuntuoso con sus libros y sus hallazgos, como para ocultarlo.

A cada gota de agua en su cuerpo, era una pregunta más, sin respuesta, no tenían nada, por dónde empezar a tirar para iniciar la investigación, llegó a pensar en los tres colombianos, en Awoman, pero realmente no encontraba ningún nexo, las ideas se le amontonaban en la cabeza y para él era prácticamente imposible que ese anciano tan entrañable pudiera tener una doble vida, y haberla ocultado durante tantos años de amistad con él, eso era prácticamente imposible, en cualquier pequeño detalle se hubiera dado cuenta. También comprendía que cada persona tiene su

Page 71: Diamantes de Oro Version Reducida

70

intimidad o parte de ella reservada y totalmente desconocida para el resto.

Ya mientras se ponía el albornoz y se secaba empezó a centrarse más en Elisa, se lo merecía, era esa mujer que le apoyaba en todo, miro el reloj, ya eran las ocho de la noche y se asomó a la ventana viendo que la noche estaba bastante cerrada, y a partir de ahora debería dedicar su tiempo a Elisa, que bien se lo merecía por aguantar tanto estas situaciones extrañas.

- Cariño abro una botella de Ribera del Duero –dijo Alberto aún desde el cuarto de baño-.

- Si por favor, mientras te aseabas yo he preparado la mesa, así cuando salgas no te vayas con el ultimo bocado en la boca. –contesto ella con total naturalidad-.

Alberto desconchó, una botella, crianza del 2012, ahora ya no tenía prisa ni esa ansiedad, quería darle el honor al vino y a Elisa, él le encantaban los vinos de uva tempranillo, la comúnmente conocida como tinta del país.

- Brindemos.-mientras extendía con su mano derecha una copa a Elisa-. Salud, no te he dicho pero el asado ha impregnado de un aroma la casa, que abre aún más el apetito y máxime cuando tan sólo estoy con el desayuno.

- Salud. -chocando las copas, cuando quieras empezamos esta todo preparado.

- Bebamos esta copa al menos con tranquilidad, aún tenemos tiempo para cenar con paciencia, y degustar ese asado que tan bien huele. -contestó Alberto.

Ya sentados en la mesa degustado los placeres del buen yantar, Elisa le comentó una mala noticia, su hija se había separado

Page 72: Diamantes de Oro Version Reducida

71

de su pareja. A Alberto nunca le había gustado esa relación, por lo cual no mostró ningún signo de extrañeza o de dolor por ello.

- No es una mala noticia, estará sufriendo no lo dudo. Pero tú bien sabes que yo esa relación nunca la he visto bien, ha truncado la mayoría de los planes de la niña y ha ralentizado su realización como mujer. Y con esto no quiero juzgarle a él, simplemente era una relación abocada al fracaso…..

- Si pero ella se encuentra muy mal. - …bueno tampoco está sola tiene a sus padres. No sé

cómo decirte pero me alegro, no lo tomes como que no me importa, si me importa y más cuando sé que ella estará sufriendo lo suyo. Me consta que ella es una mujer fuerte y lo superará. Después la llamaré a ver como se encuentra.

- Te lo tomas con mucha tranquilidad ¿No? - No es así, simplemente, nunca me gustó esa relación, no

quiero juzgar si él malo era él o ella, eso no me interesa. Lo verdaderamente importante es la relación, ha estacando el desarrollo de la niña tanto en sus estudios como en su desarrollo como mujer, su vida personal. Ella se merece a alguien a su altura y no estar viviendo esa tortura psíquica en la casa, o no te has dado cuenta que le están haciendo uno a uno chantaje emocional, juegan con sus sentimientos. Me duele y mucho pensar que estoy a demasiados kilómetros de ella y no puedo ir a verla, pero ella lo superará, tengo plena confianza en eso.

La cena continuo con bastante tranquilidad, aunque Alberto comió con demasiada ansiedad, sin masticar bien los alimentos. El asado con patatas a la holandesa estaba exquisito, fruto del hambre que arrastraba de todo el día y de los nervios entre el trabajo. En el fondo el disgusto que se acababa de llevar con lo de su hija, le distrajeron del verdadero goce de la cena. Él intentaba disimular, no tanto por la ruptura, toda vez que de un lado se alegraba, sino mas bien por lo que pudiera estar sufriendo su hija viéndose allí tan sola, incluso estaba pensando solicitar un permiso y viajar al encuentro con ella.

Page 73: Diamantes de Oro Version Reducida

72

Alberto Salazar, había cronificado la ansiedad en su salud, varios años tratándose, se había convertido en una mala compañera de viaje, siempre llevaba orfidal en el bolsillo, para esos momentos en que sus nervios se convertían en indomables, pero ultimarte sus crisis de ansiedad a veces era somatizadas en dolores, fuertes en articulaciones y unas migrañas que le dejaban aturdido por unos instantes que se le hacían eternos, incluso perdiendo la visión. Le era difícil dominar los nervios, lo que a veces se convertía en una bomba, había probado de todo técnicas de relajación, terapia ocupacional y un sinfín de cosas, siempre terminaba con la química y con la ayuda que se había convertido en esencial de su psicóloga. Hoy era uno de esos días que sus nervios necesitaban ayuda química pero iba a prescindir de ella, con el objeto de disfrutar plenamente de la cena con Elisa y estar fresco en la parte del trabajo que iban a realizar esta madrugada, pues lo había elegido él. Los nervios cada vez se atenazaban en su estómago quería evitarlo, al final volvería a recurrir a la química, esta noche no podía permitirse el lujo de cometer algún fallo. Iba mucho en ello.

La situación, la sentía complicada, y en su propio interés se mentalizó para decir no a la química, se repetía una vez y otra en su interior, a los postres y haciendo sobre mesa, siguió bebiendo mientras y hablando con Elisa hasta que terminaron su botella de vino.

Después ayudó a Elisa a recoger la mesa, una vez limpia tomó un café y se fumó un cigarro alargando un poco más de tiempo la conversación de sobre mesa.

Alberto se tumbó en el sofá, con la intención de descansar un poco, viendo la televisión, en la que sintonizó un programa de debate político y como si de un buen somnífero se tratase, se quedó dormido. Su subconsciente le marcaba, que sólo podría estar una hora disfrutando de ese sueño, suficiente para relajarse e ir a la cita con Jorge. Sintió como Elisa le dio un beso en la frente y sin darse cuenta se sumió en un profundo sueño.

La hora le pasó rápida, le parecieron cinco minutos y recordó la técnica de la cuchara y la palangana de Dalí, para dormir y se ánimo. Si Dalí en cinco minutos estaba dispuesto a seguir pintando,

Page 74: Diamantes de Oro Version Reducida

73

él en una hora podría hacer mucho más. Se sentía descansado con un leve dolor en el cuello de la postura que había adoptado en el sofá. Mientras se iba desperezando se estaba vistiendo, colocó su arma en su cintura, ya estaba listo para salir. Los nervios seguían intentó por todos los medios evitarlo, pero una pastilla de orfidal, terminó debajo de su lengua.

Elisa estaba sentada en un sillón, había cambiado de canal sin que él se hubiera percatado, se despidieron como de costumbre con un beso y un hasta luego.

ENCONTAREIS LA VERSION COMPLETA EN EL SIGUIENTE ENLACE:

http://www.bubok.es/libros/239410/DIAMANTES-DE-ORO

Gracias por continuar leyéndome

José Manuel Gutiérrez Hernández

Alicante 2015

Page 75: Diamantes de Oro Version Reducida