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Juventud de Éxito Diego Merino Naranjo

Diego Merino Naranjo - Juventud de Éxito

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Juventud de ÉxitoDiego Merino Naranjo

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ÍNDICE

Introducción 3

CAPÍTULO IUn Joven de éxito tiene voluntad y conocimiento 8

CAPÍTULO IIUn Joven de éxito sabe escuchar 13

CAPÍTULO IIIUn Joven de éxito no interrumpe 17

CAPÍTULO IVUn Joven de éxito alienta y estimula 21

CAPÍTULO VUn Joven de éxito es positivo 26

CAPÍTULO VIUn Joven de éxito trata de mejorar el ambiente donde vive 30

CAPÍTULO VIIUn Joven de éxito tiene una actitud triunfadora 35

CAPÍTULO VIIIUn Joven de éxito pone en práctica lo que aprende 41

CAPÍTULO IXLa satisfacción del camino recorrido y del trabajo realizado 50

CAPÍTULO XCartas dirigidas a papá, mamá y al Amigo de los Jóvenes 53

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INTRODUCCIÓN

En un pequeño pueblo vivía un anciano con su hijo de 17 años. Un día el dócilcaballo blanco con el que trabajaba saltó la reja y se fue con varios caballossalvajes. La gente del pueblo empezó a murmurar: “¡Ay qué desgracia la suya,Don Cipriano!”. Y él. Tranquilo, contestaba: “Quizás es una desgracia o quizás,una bendición”.

Días después, el caballo blanco volvió acompañado de una hermosa yeguasalvaje. Entonces, la gente se acercó de nuevo al anciano diciéndole: “¡Ay québendición!”, a lo que Don Cipriano terminó replicando como siempre: “Quizáses una desgracia o quizás, una bendición”. A los pocos días, mientras montabala yegua salvaje para domarla, el hijo adolescente sufrió una caída y sefracturó la pierna, por lo que empezó a cojear. La gente volvió donde elanciano padre: “¡Qué desgracia la suya, buen hombre”. Pero él siemprerepetía: “quizás es una desgracia o quizás, una bendición”.

Días después, una guerra involucró a todos los jóvenes del pueblo, los quefueron llevados al frente de batalla. La cojera de aquel muchacho lo salvó desemejante obligación. Toda le gente del pueblo saludó al anciano, felicitándolopor la suerte de su hijo: “¡Ay qué bendición la suya, Don Cipriano!” Y DonCipriano, con su fe inquebrantable, contestó una vez más: “Solo Dios sabe;quizás sea una bendición o quizás, una desgracia”.

El libro que tienes en tus manos puede convertirse en una bendición o unadesgracia. Es una bendición, si lo tratas como a tu mejor amigo, y en unadesgracia, si lo tiras por ahí, si no lo lees o lo confundes entre el polvo, elolvido y la soledad.

No lo he concebido para que sea un libro más. Quisiera que lo tuvieras como elmejor regalo que has recibido. Cuídalo; llévalo en tu maletín, en tu mochila.Encuentra en él a un amigo, a un consejero y haz que lo que tú has leído oaprendido se pueda multiplicar por todos los rincones de la patria. Si te gusta,recomiéndalo, porque es un instrumento donde se puede encontrar paz yseguridad, un vehículo capaz de llevarte por un sendero que, luego, puedeconvertirse en camino y en una gran autopista hacia el éxito. Está, como loirás descubriendo, dirigido a todos los seres humanos que quieren mejorar,que buscan una razón para vivir, más allá de las comodidades, de la riquezamaterial. Aquí aprenderás que ser millonario, no significa tener dinero sinodominar conocimientos.

Está orientado a niños y jóvenes que quieren mejorar su proyecto de vida yque, tal vez, no tienen un diseño de lo que harán en el futuro. El libro, de unamanera muy sencilla, llega a concebir ideas que nos darán seguridad,confianza en el mundo y una esperanza de vida. Por esta razón, esrecomendable también para padres de familia que están viviendo momentos

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difíciles con sus hijos y que no saben qué camino seguir para ayudarlos.Igualmente, está a disposición de los profesores que se preocupan pordesarrollar la destreza de la lectura en sus estudiantes y quieren tener unaevaluación sobre la comprensión lectora de sus alumnos.

Padres, estudiantes y profesores tienen en este libro un instrumento de trabajocon el que podrán diseñar, planificar, ordenar y hacer un seguimiento de laevolución y el perfeccionamiento humano. Es, pues, un recurso muyimportante para los departamentos de Sicología y Orientación Vocacional detodas las instituciones educativas.

Juventud de Éxito nace de una larga experiencia compartida con trescientascincuenta mil personas en todo el país y de las cartas enviadas por unsinnúmero de personas, en las que se ha planteado toda la gama de problemasjuveniles, pero también sus sueños y esperanzas. Así, pues, aquí nos hemospropuesto hablar de esos temas de una manera no convencional y plasmaraquellos sueños en un pedazo de papel.

Este libro se propone mantener viva la esperanza...

RECOMENDACIONES PARAPADRES

¿Papas, mamas, han perdido la esperanza? ¿Sus vidas se han convertido en untortuoso camino de eventos rutinarios, sin alegría y sin amor?... Quizás hagafalta, entonces, recordar el ejemplo del ave con mayor experiencia, por susaños de vida: el águila.

¿Sabían ustedes que esta poderosa ave llega a vivir hasta los setenta años?Pues bien, para llegar a esa edad, cuando bordea los cuarenta años, debetomar una decisión trascendental y, sobre todo, debe cumplirla a rajatabla.

Parecería que a los cuarenta, el águila ha llegado al ocaso de su vida: sus alaslucen débiles y apretadas, apenas pueden mantenerla en el aire; sus garraslogran asirse de sus presas con mucha dificultad y su otrora robusto yganchudo pico prolonga su curva dirigiendo la arista contra su propio pecho.Sus plumas gruesas y agrietadas son ahora un estorbo para el vuelo y apenasguardan el calor que su cuerpo necesita. El animal está a punto de morir defrío o de inanición. El ánimo parece resignarse a los designios de la naturalezay, se diría, el poder y la majestuosidad están a punto de clavar el pico. Sinembargo, en los momentos más duros de aquella agonía, sacando fuerzas dequién sabe dónde, como un elan misterioso, el águila remonta el vuelo hacia lomás alto de la montaña, busca un lugar para su nuevo nido donde no tenganecesidad de volar, un paredón en la peña, una concavidad, y allí se queda aejecutar el ejercicio de su renovación: Comienza a golpear con su pico en lasparedes rocosas de su nido y lo hace con tal fuerza y decisión que, al cabo de

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un tiempo, lo arranca de su cuerpo y se queda prácticamente indefenso. Asípermanece, armado de paciencia, hasta que la naturaleza, sabía y renovadora,le devuelve el órgano desechado, nuevo, resistente, funcional.

Ya con su pico restablecido, el águila inicia su proceso de renovación del restode sus armas. Picotea sobre sus garras hasta arrancarlas para dar oportunidadal crecimiento de unas nuevas. Lo mismo hace con sus plumas, en un acto deremozamiento total que le toma alrededor de cinco meses. Ahora está listapara inaugurar una nueva vida que se inicia con un vuelo triunfal y que, con lamisma entereza con la que ha llevado su retiro renovador, se prolongará poralrededor de treinta años más.

En nuestras vidas, muchas veces, tenemos que hacer lo mismo que el águila:encontrarnos a nosotros mismos, evaluarnos y comenzar un proceso derenovación que nos lleve al vuelo victorioso que debe ser nuestra vida. Esimportante cambiar de paradigma, desprendernos de viejas fórmulas, taras,vicios, que nos causan dolor y comenzar a renovar nuestra vida. ¡Padres,ustedes son los pilares! ¡Ustedes pueden cambiar su vida y dar ejemplo paraque la vida de sus hijos sea de éxito!

RECOMENDACIONES PARA LOS

HIJOS

El único sobreviviente de un naufragio llegó a la playa de una diminuta ydeshabitada isla.

Rezó fervientemente a Dios, pidiéndole ser rescatado. Cada día escudriñaba elhorizonte, buscando la ayuda que necesitaba, pero aquella inmensidad nohacía más que recordarle su profunda soledad. Finalmente, cansado deesperar, optó por construir una cabaña de madera para protegerse de laintemperie y guardar las pocas pertenencias que había logrado rescatar.

Un día, después de haber investigado por todos los rincones de la isla, elnáufrago divisó una gran columna de humo que se levantaba hacia el cielo. Unnegro presentimiento se apoderó de él. Corrió desesperado y se encontró conla dura realidad que sospechaba. Su cabaña estaba envuelta en llamas. Allímismo, frente al fuego crepitante, cayó de rodillas, levantando sus brazoshacia el infinito, llorando de rabia e impotencia...

“¡Dios mío, cómo dejaste que esto sucediera!”. Así, tumbado sobre su dolor,aferrado a la arena, se quedó dormido hasta el día siguiente. Cuando abrió losojos, muy temprano, descubrió que un barco se acercaba hacia un pequeñoatracadero natural. El sonido de su bocina retumbante confirmó que había sidodescubierto y que se acercaban a rescatarlo.

“Pero, ¿cómo supieron que estaba aquí y que necesitaba ayuda?”, preguntó elhombre a sus salvadores.

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“Vimos tu señal de humo”, contestaron ellos.

¡Qué fácil es descorazonarse cuando las cosas marchan mal! Pero, ya estávisto que el desánimo puede ahondar la adversidad. La prudencia, laserenidad, son necesarias para esperar las señales de humo que nos dará lavida. Debemos tener fe en medio de la incertidumbre y el fracaso; debemostener fe para alcanzar nuestro proyecto de vida.

¡No te desanimes! ¡Estás preparado para el Éxito!

Si eres de aquellos que quieren renovar su vida, si estás como el náufragobuscando las señales de humo, entonces, creo que este libro no habrá llegadoen vano a tus manos. Puedes empezar a leerlo. Estoy seguro de queencontrarás en él, el poder invisible del amor.

¡Adelante, triunfador! ¡Es hora de empezar el camino del éxito!

RECOMENDACIONES PARA

PROFESORES

Querida Señorita:

Hoy, mamá “lloró” y me preguntó:

-¿Julia, sabes para qué vas a la escuela?

Le dije que no sabía.

Ella dijo que es para hacerme un futuro.

Entonces, le pregunté:

¿Qué es el futuro, mamá. ¿Qué forma tiene?

Mamá contestó: No sé Julia, nadie puede saber cómo es su propio futuro,menos el ajeno; pero quien trabaja para forjarlo está más cerca de conocerlo.No te preocupes, hija, porque ya lo irás descubriendo.

Entonces, con lágrimas en los ojos, me dijo:

Mamá dice que todos tienen que trabajar para que los niños nos hagamos elmejor futuro posible. ¿Usted cree, señorita, que podemos empezar a hacer elfuturo? ¿Puede tratar de hacerlo lindo para mi mamá y para mí?

La quiero mucho.

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Julia.

Los maestros somos la guía de nuestros alumnos.

Somos las personas bendecidas para forjar un futuro.

Es el momento de empezar a hacer el futuro de Julia, Carlos, Manuel, Mónica yde todos nuestros alumnos.

¡Adelante, creadores de futuro! Este libro lo guiará para el éxito.

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UN JOVEN DE ÉXITO TIENE VOLUNTAD Y CONOCIMIENTO

En una hermosa ciudad se inicia el recorrido de este inolvidable viaje...

Aquella mañana se presentaba muy triste para mí. La lluvia monótona que caíasobre el tejado parecía golpear sobre mi ánimo.

Sentía mucho miedo, temblaba, seguramente por el frío que me llegaba hastalos huesos. No quería levantarme. Aquel lunes me anunciaba otra semana detedio y de aburrimiento, sin que nada me llamara la atención, ni siquiera “laesperanza”, aquella banderita que se enarbola cuando las cosas no andan bien,la misma que se llevó mi padre cuando emprendió su viaje a España, en buscade “nuevos horizontes”. De eso ya hace más de un año; la esperanza siguehipotecada por esta larga espera y nosotras, mi madre y yo, nos sentimosabandonadas.

A veces, cuando me quedo así en la cama, buscando las respuestas en eltecho, me pongo nostálgica, por describir de alguna manera esta sensación devacío que busca llenarse con recuerdos. Entonces, pienso en mi padre y lo veode nuevo acogiéndome en sus brazos, buscando las palabras más dulces paradecirme, para tocarme con su ternura, para besarme delicadamente en lafrente. Podría quedarme así largamente, dándole vueltas a los sueños; pero mimadre está aquí para sacarme de mi juego mental...

-¡Casandra, apúrate, hija, que te atrasas al colegio!

- Ya, mamá, me estoy vistiendo.- ¡Pero qué lenta eres! ¡Cada vez te pareces más a tu padre!

Así es mi madre: se la pasa gritando y gritando, como si con eso pudieraremediar la angustia que también la atrapa a ella... A veces, tengo ganas dedesaparecer de este mundo. A veces, me asaltan ideas fijas...

-¡Hija, no olvides tu mochila' Y por favor, no te descuides de los estudios.

“Descuidarme de los estudios”… Parece que mi madre adivinara. En los últimostiempos, mis calificaciones han bajado notablemente. Es que, la verdad, elcolegio se ha transformado en un martirio para mí. Me molesta la presión demis profesores, las interminables sesiones con la sicóloga y, como si todo estofuera poco, los regaños de la rectora. No sé qué sería de mi vida sin mi amigay compañera María José...

- Hola, Casandra. ¿Qué tal el fin de semana?

- Mal, como siempre. Pasé aburrida arreglando la casa.

María José me tomó del brazo para decirme que estaba conmigo en lasbuenas y en las malas, que me entendía y que el tedio que me cargo es

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compartido. “Ya vendrán tiempos mejores” -me dijo, mientras me conducía,sin que al principio me diera cuenta, a sumarme a una formación de todo elalumnado.

- ¿Qué pasa ahora? ¿Por qué nos hacen formar en el patio?

Mientras buscábamos nuestra fila correspondiente, me contó que la MadreSuperiora se preparaba para “dar una sorpresa” a todo el colegio. Se tratabade la visita de alguien que venía desde Quito y a quien, por sus conferencias ypor la forma de dirigirse al auditorio habían empezado a llamar “El Amigo delos jóvenes”.

¿El Amigo de los jóvenes? -pregunté- Pero si los jóvenes no tenemos amigos,somos incomprendidos, nadie nos escucha... Cómo me gustaría que mi madre,mis profesores, la rectora y todos entendieran que somos adolescentes y quetenemos ganas de vivir, de ser felices y de aferrarnos a... una esperanza ¡Sí,tenemos la esperanza de que algún día este mundo cambie!, de que no hayaegoísmos, indiferencia, corrupción, violencia, y todo lo que afecta a nuestrasociedad. Deberían saber, padres y profesores, que tenemos necesidad de quenos escuchen; que hace falta detener el mundo para dar un poco más detiempo a la juventud- Que nos den el tiempo no solo para juzgarnos sino paraescucharnos y saber que nosotros, es cierto, los necesitamos a ellos; pero ¿dequé forma?...

¿Ustedes, grandes, se han olvidado de cuando fueron adolescentes? ¿Notuvieron las mismas necesidades? ¿No se dan cuenta de que, muchas veces,nos quedamos callados porque no sabemos cómo llamar su atención?

Mi amiga María. (Sé escuchaba un poco sorprendida este monólogo que mehabía ido saliendo así, espontáneamente, como una respuesta a aquella ironíade contar por fin con un “Amigo de los Jóvenes”. Siempre estuvimos llenos depreguntas, amiga -le dije- pero no sabemos si para muchas de ellas losgrandes tienen la respuesta ¿La tendría aquel visitante que venía desde Quito?No sé por qué, pero me sentía provocada como si hubieran venido a picarme,precisamente, en lo que más me dolía, la falta de comprensión. Seguramente -pensé- se trata de alguien que viene a repetir el cuento que ya nos hancontado tantas veces, para dejarnos solas y vacías, como siempre. Y ahora,mucho más, porque a esa soledad se había sumado la ausencia de mi padre.“Nuestro destino pendiente de un trabajo en el exterior”. Me resultaba duroadmitir este absurdo que pone por delante el éxito económico como condiciónde felicidad y de futuro, aún cuando en ese empeño las familias se fuerandestruyendo así como la mía. La sensación de abandono volvió a instalarse enmi ánimo.

- “Tienes razón, Casandra -dijo mi amiga- nadie va a comprender nuestraforma de ver la vida, nadie sabe de nuestros ideales. Yo tampoco creo ya ennadie. Creo que vamos a perder el tiempo asistiendo a esa conferencia”

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“Amigo de los jóvenes” -dije yo en son de burla- ¿Cuándo se ha visto eso? Nisiquiera los profesores quienes, supuestamente, nos conocen...

La formación en el patio se había consolidado y ya la Madre Superiora habíahecho su invitación formal a la conferencia de aquel personaje venido de Quito.Ahora, mientras el alumnado se dirigía hacia el teatro del colegio, María José yyo intercambiamos nuestras miradas y gestos especiales, lo que significabacomplicidad en el acto que nos proponíamos realizar. Poco a poco,disimuladamente, nos fuimos deslizando hacia los baños y, cuando nosdisponíamos a continuar con nuestra charla que, de todas maneras, nosresultaba más interesante, una voz conocida nos interrumpió con su tonoautoritario y prepotente.

- ¡Señorita Quezada y señorita Ramírez, para ustedes también es laconferencia! Era un hombre alto, delgado, paliducho y con un bigote que leatravesaba toda la cara. Siempre andaba de mal genio y maldiciendo elmomento en el que había decidido enrolarse como maestro. No tenía ningunavocación para su trabajo de inspector del colegio; sin embargo, se tomaba lamolestia de recriminarnos y de damos consejos en el aire, como aquellos conlos que nos advertía que nunca triunfaríamos sin disciplina. “Triunfo ydisciplina”, pronunciadas así, eran por entonces palabras sin sentido. Nos mirócon sus ojos acusadores y nos ordenó como era su costumbre.

¡Ya empieza la conferencia y ustedes todavía en el baño! ¿O es que pensabanecharse la pera? ¡Vamos, señoritas, vayan al teatro!

“¡Qué aburrido! el Amigo de los jóvenes, debe ser un viejo latoso”, pensémientras nos dirigíamos al teatro, bajo la mirada vigilante del Inspector. Alllegar al local, repleto de estudiantes, una hermosa canción invadía elambiente: “Ecuador siempre primero; latido de mi corazón”. El alumnadocoreaba las estrofas conocidas de aquella melodía con la cual nuestra selecciónde fútbol había clasificado para la competencia mundial. De todas maneras,nuestra llegada concitó la atención de las compañeras que nos miraban conreproche, mientras nos dirigíamos a ocupar nuestros asientos.

Arriba, en el escenario, estaban ya la Madre Superiora y el famoso “Amigo delos Jóvenes”. Mientras lo analizaba con la mirada, me preguntaba si sería,verdaderamente, lo que se comentaba de él, alguien que ayuda y orienta, un“amigo leal, sincero y fiel” que entiende a los incomprendidos jóvenes. Deboadmitir que mis prejuicios empezaron a disiparse con solo mirarlo en susgestos sencillos y en su predisposición para el diálogo. Algo lo hacía diferente yno era solo su aspecto físico, en el que también me había equivocado. Ni viejoni latoso; era un hombre de mediana estatura, de entre treinta y cuatro ytreinta y seis años, con rostro agradable y adornado con una pequeña barba yuna sonrisa que contagiaba a todas. ¿Qué novedades nos traía estecaballero?...

La música dejó de sonar para dar paso a la presentación que la MadreSuperiora había preparado. Empezó por resumirnos el largo currículo del

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“Amigo de los Jóvenes”, quien llevaba una experiencia de trato con la juventuden varios establecimientos educacionales del país, en los cuales habíatrabajado con más de cien mil adolescentes. Era un personaje muy querido yrespetado, según decía la Madre, por su entusiasmo y capacidad de influir demanera positiva en la mente y el corazón de la gente. Pero no hacía falta queella lo dijera: su personalidad se revelaba desde el primer momento y en cadauno de sus gestos. Espontáneamente, sin que nadie lo dirigiera, el auditorioexplotó en largo y sonoro aplauso. Cuatrocientas alumnas emocionadasexpresaban de esta forma su predisposición a escuchar al invitado. El, con ungesto aplomado nos pidió cesar los aplausos y empezó a hablar. De la maneramás sencilla fue desarrollando su discurso en el que desfilaban historias depersonajes que, desde su infancia, habían comenzado a dar forma a sussueños, a construir, a trabajar para alcanzarlos y, cuando los hubieronalcanzado, cuando el éxito hubo de hacerse presente como premio a susesfuerzos, mantener la humildad con la que había empezado a labrarse sufuturo. Allí estaban, dibujados por el verbo del expositor, Thomas Alba Edison,Walt Disney, Henry Ford y otros...

Como si me hubieran puesto frente a un espejo que reflejara mi integridad,empecé a preguntarme, como lo habrían hecho aquellos personajes, ¿cuál esmi objetivo de vida? ¿Qué he dejado hasta ahora y que puedo dejar comoaporte para mis semejantes? ¿Qué he descubierto en mí y en los demás?...Miré a mi amiga María José e, instintivamente, le di un abrazo cargado denuevas intenciones. Ella, muy receptiva, me susurró:

“Yo, lo único que quiero en la vida es tener alguien que me quiera... no sé siun novio o... Ayer, un chico me quedó viendo, no sé... es muy simpático...¿Será que, tal vez, me estoy enamorando?...”

Mientras tanto, el Amigo de los Jóvenes, pasando de las anécdotas a unasuerte de metodología, se diría mejor “filosofía de vida”, nos recomendabadiseñar nuestra vida, como lo hace un arquitecto con las casas, para las cualestoma en cuenta las necesidades de quienes habrán de habitarlas, antes dehacer sus primeros trazos en el papel, antes de colocar la primera piedra y deiniciar la construcción. Se trataba, pues, de trazar una clara imagen de nuestravida y de saber, o planificar, hasta donde queremos llegar... Sabido esto,habremos puesto un objetivo al que deberemos cuidar con una gran voluntad,pero armados de conocimientos. Poderoso mensaje el de nuestro amigo, ahoralo considero así porque aún sigo sorprendida.

Los argumentos habían sido expuestos con claridad y estábamos convencidasde su trascendencia. Sin embargo. El expositor debía estar seguro de haberllegado a nosotras, de igual manera que nosotras debíamos reafirmarnos en loque habíamos aprendido y, quizás, en el propósito de nuestra vida. Por eso, elAmigo de los Jóvenes nos pidió ponernos de pie y hacer gala de nuestro buenánimo contestando en alta voz y con palmadas a la pregunta que estaba apunto de formularnos.

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- “¿Qué tipo de personas van a ser ustedes?”

“¡Personas de éxito!”, respondimos en coro y dimos una palmada. Él repitióla pregunta y nosotras volvimos a contestar “¡Personas de éxito; y de éxito!”Y dimos dos palmadas. El hombre volvió a preguntarnos y nosotrasrespondimos “¡Personas de éxito! ¡De éxito! ¡De éxito!” y dimos trespalmadas.

Las jóvenes gritaban, estaban felices; el ambiente cada vez era mejor, elsalón que iba a explotar. Cuatrocientas adolescentes, de pronto metidas enun proyecto en busca de éxito, de objetivos de vida, armaban un jolgorio,una algarabía pocas veces sentida en nuestro plantel. Las paredesretumbaban y los gritos de éxito se escuchaban en todos los rincones.

Como un gran maestro, el expositor condujo al auditorio hacia el silencio.Nos miró a todas y cada quien se sintió frente a él corno si fuera su únicointerlocutor, como un individuo considerado en todos sus derechos ypotencialidades. La euforia, sin embargo, debía tener un asidero, debíacimentarse en hechos concretos. Por eso, el Amigo de los Jóvenes nos hablóde la voluntad y de los conocimientos como requisitos insalvables paraalcanzar aquello por lo que habíamos hecho una especie de juramento, eléxito. Los conocimientos, argumentó, no solo se los adquiere en las aulas delcolegio y la universidad sino, y sobre todo, leyendo. Nos habló de unpromedio de dos libros por semana, ocho por mes, noventa y seis por año...

“El conocimiento es el alimento para el éxito”; eso estaba claro paranosotras; pero, además de leer esa cantidad voluminosa de libros que nosrecomendaba, deberíamos cumplir con algunas estrategias para alcanzar lafelicidad...

María José me tomó del brazo y, como no le hacía caso, me pellizcó y me dijopor lo bajo que le habían dado un baldazo de agua fría, que ella habíaapostado por el éxito y la felicidad, pero que no estaba dispuesta a leernoventa y seis libros en un año. “Este hombre está loco”, me dijo y me volvióa pellizcar. Yo le devolví la “caricia” y la mandé a callar.

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UN JOVEN DE ÉXITO SABE ESCUCHAR

Mucho de lo que me han dicho mi padre, mi madre, mis profesores,independientemente de su contenido, es posible que haya caído al vacío, loreconozco. Trato de reordenar sus palabras; pero me cuesta porque, claro, eltiempo y el espacio son diferentes. Recuerdo los sonidos y hasta puedorepetirlos; sin embargo, en su momento, no llegaron a conmoverme y, muchopeor, a convencerme. Es que, como dice nuestro conferencista, “normalmenteoímos pero no escuchamos”; es decir, nos negamos a que la riqueza de laspalabras lleguen a la profundidad de nuestro espíritu para enriquecernos elalma. Ahora, mientras escucho al Amigo de los Jóvenes, siento vibrar cada unade sus palabras en todo su contenido y, cosa curiosa y ajena a mipersonalidad, me siento tranquila y mesurada, como si la magia de cadavocablo me colocara en una dimensión abierta para el entendimiento ygenerosa para repetir esas palabras y expresar lo que siento. Ahora sé que losque me escuchan están captando un pedacito de la verdad que a mí me toca yla verdad de los acontecimientos que ahora cuento.

“Sabe escuchar aquel que siempre desea sintonizar la verdad. Esta vienerevestida de mil formas”, nos dijo nuestro conferencista. Ahora estoy segurade que saber escuchar es entrar en la intimidad de las personas y captar laverdad que nos quieren comunicar; es comprender las circunstancias y dar untinte específico al mensaje que se encuentra dentro de ellas, como dijo nuestroamigo. Saber escuchar constituye, además, la primera estrategia del éxito, deacuerdo al criterio del expositor; pero, dentro de ese “saber” está la capacidadselectiva de quien escucha; es decir, saber distinguir entre lo bueno ybeneficioso, como los consejos de nuestros padres, amigos, hermanos omaestros, y lo que puede resultarnos perjudicial- En definitiva, como dicenuestro amigo, “saber escuchar es un símbolo de la madurez humana”.

Escuchando al conferencista, de quien recibía como en una especie de lluvia lasclaves para comunicarme y entenderme mejor con mis semejantes, vino a mimente el recuerdo de Verónica, una compañera de apenas dieciséis años,quien se vio obligada a retirarse de los estudios, precisamente, porque no supoescuchar.

Cuando dejó de ir al colegio, sus amigas empezamos a extrañarla porqueVerónica era una buena compañera; dulce, simpática y alegre. Nadie seimaginaba lo que pudo haberle pasado porque se retiró sin decirnos unapalabra. Aunque yo, que la conocía más de cerca, empecé a sospechar algunametedura de pata, algún problema con Miguel, un muchacho de su mismaedad que había empezado a inquietarla con insinuaciones fuera de tono. “Esque él es mi novio” me decía cada vez que la alertaba sobre las intenciones deMiguel. “Le estás permitiendo que haga contigo demasiadas cosas”, le dijo otracompañera; pero Verónica parecía enorgullecerse de esas licencias. Un día,llegó con la novedad de que había ido a la cama con aquel joven, que fue lomás hermoso, que pensaba seguir haciéndolo porque estar con él era como

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entrar al cielo. Debió ser así, supongo, Verónica debió “entrar al cielo” variasveces, porque no la volví a ver durante mucho tiempo, hasta el día en que laencontré a la salida del colegio...

Me vio y se me lanzó a los brazos, llorando y pidiéndome disculpas porque nohabía sabido escucharme y además, en lo más profundo de su confesión, mereveló que había creído que todo lo que yo le advertía, había sido solo porenvidia.

Lloré con ella y le dije que no se preocupara por esas cosas y que me contarapor qué había abandonado el colegio. Ella me tomó de la mano y me pidió quela acompañara hasta el parquecito cercano, donde se tiró de bruces sobre lagrama y empezó a llorar desesperadamente. Logré que se calmara un poco yentonces pude escuchar de sus labios la noticia más terrible que he recibido enmucho tiempo... “¿Te acuerdas del niño recién nacido que encontrarondespedazado por los perros en la quebrada?”, me dijo... Un escalofrío recorriótodo mi cuerpo. Esa noticia me había conmovido hasta la médula, como sedice, y ahora Verónica estaba a punto de revelarme algo peor... “¡Era mi hijo! -Me gritó- ¡No tengo perdón de Dios!”

Como si adivinara mis pensamientos, el expositor nos reveló que, “cada año enAmérica, más de dos millones de jóvenes mujeres cometen el error de dejarsearrastrar por las tentaciones de una relación carnal extra matrimonial; de ellas,más de un millón dan a luz en condiciones riesgosas y casi todas ellas noquieren a sus bebés, porque, simplemente, no están preparadas para tenerlos.Son madres adolescentes a su pesar y constituyen una carga dura desobrellevar porque, con esos “errores”, comprometen no solo su propiaestabilidad sino la de sus padres y familiares. Y si bien los costos de estosdeslices son asumidos generalmente en familia, hay un valor adicional quetermina siendo cargado a la comunidad y al país”.

“Los bebés de madres jóvenes -continuó el conferencista- tienen másprobabilidades de nacer con bajo peso; para ellos, el riesgo de morir durantesu primer mes de vida se multiplica por cuarenta. Sin embargo, quizás lo másgrave esté dado por el desprecio y el abandono de que son víctimas estascriaturas inocentes”... Es lo que le pasó al hijo de Verónica, pensé, no tuvonombre ni apellido, y me arrancó de nuevo dos lágrimas que no pudedisimular. María José, que también conoce esta historia, me pasó su pañuelo yme susurró su pregunta: “Es por Verónica, ¿verdad?”. “Hice una ligerainclinación y le devolví su prenda, cuando descubrí que ella también estaballorando. “Lo mío es por Elena”, me dijo y se cubrió el rostro con sus manos...

Elena era una chiquilla que vivía en el barrio, pero que casi nadie conocíaporque rara vez salía de su casa para otra cosa que no fuera su asistencia alcolegio. María José, que siempre ha sido más amiguera que yo, la conocióprimero. En realidad, nunca pudimos ser muy amigas de ella porque era unpoco tímida y retraída. Era buena estudiante, ¡eso sí! Y ésa es la mayor penaque nos causa porque con ella se fue una vida talentosa.

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¡En qué mala hora sucedió aquello! ¿Y cómo hizo aquel muchacho conquistadorpara convencer a una chica tan recatada de salir a una fiesta, sin el permiso desus padres? Había cumplido, no hacía mucho, los quince años y había entrado,como se hace en las parodias llamadas “fiestas rosadas” a relacionarse con lasociedad; es decir, a graduarse de “señorita” y a asumir ese rol con toda laserie de prejuicios y falsos valores que se esgrimen “en sociedad”.Seguramente, por ese resquicio entró la verborrea de su conquistador, quien lahabría invitado a experimentar la “independencia que se adquiere al tocar esaedad”, “En estas decisiones ya no cuentan los padres”, le habría dicho paraconvencerla de salir a una fiesta, sin consultar a nadie y experimentar conciertos juegos que, supuestamente, algunas de sus compañeras ya habíanvivido.

La trampa y el engaño de siempre, ese “truquito para padres” que nosotrasnos pasamos de unas a otras, había sido el argumento de Elena. “Voy a hacerunas tareas en casa de una compañera y me voy a quedar a dormir allí,porque el deber es muy largo”.

Cuentan quienes la vieron que había bailado toda la noche con el muchachoque la cortejaba, que había disfrutado de la comida y la algazara juvenil y que,finalmente, había salido con el chico, quien había ofrecido llevarla a casa en elauto de papá. El muchacho, ya pasado de tragos, le había propuesto tenerrelaciones para celebrar “como corresponde” sus quince años; había empezadoa acariciarla con torpeza y desesperación. Elena lo había rechazado de plano yle había exigido que la llevara inmediatamente a su casa. El joven, yacompletamente borracho había optado por insultarla y por descargar toda surabia e impotencia en el acelerador del auto.

Mientras el vehículo se desplazaba a gran velocidad, la chica gritaba pidiendoauxilio, suplicando al conductor desaforado un poco de cuidado e invocando,desde entonces, el perdón de sus padres, a quienes empezó a conceder todarazón en sus preocupaciones. Lo demás son nebulosas que apenas pudorecordar. Un resplandor que los dejó ciegos, un frenazo a destiempo y elimpacto brutal de dos vehículos que terminaron abrazados con sus hierrosretorcidos en la mitad de la calzada y de la noche...

Ya en el hospital, con la vida pendiente de un monitor de impulsos vitales, conuna serie de sondas que le invadían el cuerpo, aún entre sueños y pesadillas,recibió la noticia de que el muchacho conductor había fallecido. Quiso llorar,cuentan quienes la vieron en aquel terrible lecho, pero apenas pudo esbozar ungesto trágico de impotencia pues la sangre coagulada le había endurecidohasta las pupilas.

Todo el dolor moral se había concentrado en su pecho y nada ajeno podíasacarlo del lugar; ni la noticia de que los ocupantes del otro vehículo, unapareja matrimonial de adultos, también habían fallecido, ni la inexplicableausencia de sus padres, a quienes nadie se habría comedido en dar la noticia.

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Mientras los médicos luchaban por salvarle la vida, haciendo un esfuerzosobrehumano, haciendo gestos mínimos, dicen, había logrado que una de lasenfermeras escuchara el rumor de su sentida confesión. Había invocado a Diossolicitando su perdón y había pedido a la enfermera que comunicara suarrepentimiento y su dolor a sus padres y que pidiera perdón por ella a losfamiliares de las víctimas del accidente. Así, con un dolor agudo en el pecho yen el alma, arrepentida por no haber aprendido a escuchar a tiempo, Elenamurió.

Un pedacito de ese dolor quedó en el ánimo de la enfermera; pues, ella nuncapudo cumplir el último encargo de la quinceañera; nunca pudo encontrar a lospadres de Elena, porque ellos, aquella noche, habían salido a buscar a su hija yhabía colisionado su vehículo en el mismo accidente que cobrara, de un sologolpe, cuatro vidas...

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UN JOVEN DE ÉXITO NO INTERRUMPE

La segunda estrategia para tener éxito en la vida, de acuerdo a lo que nosexplicara el Amigo de los Jóvenes, consistía en “no interrumpir”. Aun siendouna derivación natural de la primera estrategia, confieso que me costóadmitirla y, más que eso, asimilarla. La vida cotidiana me ponepermanentemente en contacto con los “interruptores”, que hacen la granmayoría de seres humanos: Llego a mi casa, quiero hablar con mi madre, perome interrumpe; quiero hablar con el profesor, y me interrumpe; con la rectora,e igualmente me interrumpe. Nunca me escuchan o me escuchan a medias; loque, en algunos casos puede resultar hasta tragicómico. Es lo que me pasó conmi padre, hace ya mucho tiempo: Estábamos sentados a la mesa, almorzando.Mi papá tomaba la sopa distraídamente, mientras miraba las noticias en latelevisión. Percibí un zumbido desagradable en ese momento y luego, la caídaen picada de una enorme mosca en el plato de sopa de papá. “¡Puah, quéasco!”, dije en el acto; pero papá pareció no escuchar. La mosca pataleabaentre cuatro alverjas y yo me desesperaba. “¡Papá, tienes una...!”. No pudeterminar la frase porque el señor me mandó a callar. “¡Pero, papá...!“. Nada.“Hablamos después”, me dijo y siguió aferrado a la pantalla del televisor, aúnen ese momento, cuando pasaban el largo segmento de anuncios comerciales.La cuchara iba y venía entre el plato de sopa y la boca de papá y, en una deesas, ¡splash! ¡La pescó y se la llevó a la..! ¡Ay, qué asco! Ninguna de misinterjecciones pudo llamar la atención de mi padre.

Después, cuando fui a verlo a su cuarto, le solté la noticia a quemarropa.“¡Papá, te acabas de comer una mosca por no saber escuchar!”. Después defruncir su cara, de carraspear y de lavarse la boca varias veces, se acercó amí, me abrazó, me pidió disculpas y admitió que había cometido un error. “Losmayores también debemos aprender a escuchar y a no interrumpir”, me dijo.

Cuando escribo estas notas, tengo muy presente al Amigo de los Jóvenes yhago míos muchos de sus consejos, algunas de sus frases e, inclusive, unascuantas historias. Con él he aprendido que la comunicación, que es un símbolofundamental de la civilización y la convivencia, debe ser de “doble vía”; esdecir, de ida y vuelta; ósea que, cuando uno habla, el otro se calla y escucha yviceversa. Esto suena tan simple y elemental, como el viejo ejemplo de losasnos que han perennizado la sentencia “cuando un burro rebuzna, el otrohace silencio”. Sin embargo, cuando hablamos de la segunda estrategia para eléxito, “no interrumpir” resulta más complejo de lo que parece; es decir, no estan simple ni tan burdo. La estrategia tiene connotaciones que la relacionancon el respeto a los semejantes y, sobre todo, con la simple sabiduría.

En su conferencia, nuestro amigo nos puso un ejemplo muy claro: Unamaestra había pedido a sus alumnos que escogieran un animal o una cosa quequisieran ser o que los representara en su forma de ser. Una veintena deanimales habían servido de argumento para explicar la personalidad de losalumnos e, incluso, para ilustrar sus aspiraciones. Alguien había escogido al

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león porque deseaba morder a los compañeros que le caían mal; una chica sehabía decidido por la paloma porque anhelaba la paz de su hogar; peroManuel, un pequeño muchacho de aspecto melancólico, había escogido ser untelevisor, con el argumento de que necesitaba ser escuchado.

“Para que mi familia me tome en cuenta -había dicho- para que me escuchen yno me interrumpan; para que me amen como papá ama al televisor; para quese peleen por estar conmigo; ¡Yo quiero ser un televisor!

“A mí no se me ha ocurrido esa idea genial

-dijo María José- Pero muchas veces he tenido que pararme frente al televisorpara lograr que me escuchen algo”, La verdad es que no hay nada máshorrible que llegar cansada del colegio y encontrarte con que nadie te estáesperando y, si hubiera alguien, encontrarlo embobado frente a una pantalla ysin que, por lo menos, te conteste el saludo. Nunca se nos hubiera ocurridoque la falta de comunicación ha sido la causa del fracaso de muchosmatrimonios y de la quiebra de no pocas empresas. Cada vez le encuentromayor razón a nuestro expositor, quien ha insistido mucho en estas dosestrategias, “saber escuchar” y “no interrumpir”, como las claves de unacomunicación productiva, en todas las ramas de la actividad humana, tanto enlas cotidianas y domésticas como en las empresariales. Muchas veces, la faltade comunicación, como dice nuestro amigo, ha desembocado en situacionespatéticas y dolorosas, como aquella del chico Francisco, que nos relatara...

“Tenía diecisiete años, nos contó, y padecía de una grave enfermedad, por loque había permanecido durante mucho tiempo recluido en su casa, recibiendolos cuidados intensivos que le proporcionaba el personal médico. Un buen día,cansado de esta rutina, decidió salir a dar vueltas por la ciudad. Su madresupo entender esta necesidad, le dio su bendición y le pidió tener cuidado. Así,pues, Francisco se aventuró a recorrer las calles y anduvo por ahí, sin rumbo,mirando a los transeúntes, a los vendedores, deteniéndose en las vitrinas delos grandes almacenes. Nada nuevo despertó su curiosidad; pero, de pronto,detrás del mostrador de un almacén de música, el joven Francisco descubrió auna muchacha simpática, quizás de su misma edad, que atendía a unos pocosclientes con mucha amabilidad y con una sonrisa hermosa y dulce que logrócautivarlo desde el primer momento. No lo pensó demasiado: Abrió la puerta yentró sin mirar nada que no fuera ella. Acercándose poco a poco, llegó almostrador y siguió mirándola descaradamente...

“¿Te puedo ayudar en algo?”, dijo ella y pareció dedicar le lo mejor de sudulzura...

Se había quedado paralizado frente a ella, pensando en que jamás había vistoun rostro tan bello y luminoso, en cómo sería besar esos labios con sus labios,tocar su pelo castaño, sus manos delicadas... “¿Te puedo ayudar en algo?”,repitió ella. “Sí... una canción; digo, una melodía; es decir, un CD; quierocomprar un CD”. Sin dejar de mirarla, tomó un disco cualquiera y se lo

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entregó. “¿Quieres que te lo envuelva?”. El movió la cabeza hacia delantecomo una reverencia y ella, entrando en el juego, empezó a envolver el discolentamente. El muchacho tomó el paquete, salió de la tienda y emprendió unacarrera, saltando a veces, hasta su casa.

Desde ese día, Francisco volvió a la tienda diariamente para repetir la mismaceremonia. Así se fue enamorando, casi en silencio, regocijándose con soloverla sonreír y llenando su gaveta de objetos personales con muchos paquetessin abrir. Nunca le dijo nada más que aquella frase con la que solicitaba sudisco musical, aunque varias veces estuvo a punto de confesarle sus ansias ysu amor. La amaba tanto que temía herirla con otras palabras o, quizás, temamiedo de romper el hechizo cotidiano que se había formado entre los dos...

“Te amo tanto, pero no me atrevo a decírtelo”: Un texto pequeño para resumiren una tarjeta la intensidad de sus sentimientos, una firma clara con sunombre y un número telefónico fue lo único que se atrevió a dejardisimuladamente; sobre el mostrador. Salió corriendo como siempre, pero estavez, la angustia de saber una respuesta, la duda, el temor, lo acompañaronhasta su casa.

Pasaron los días. Francisco no se atrevió a regresar por la tienda. Esperó queella le diera una señal...

Sonó el teléfono y rompió el silencio que se había instalado en la casa delmuchacho. La madre levantó el auricular y contestó apenas con un susurro. Alotro lado, la chica de la tienda preguntaba con urgencia por Francisco...

“¿Por qué has tardado tanto en llamar, criatura de Dios?”, dijo la señora y selanzó en un llanto, inconsolable.

Su hijo había muerto hacía tres días y había pedido a su madre que visitara a“la chica de la tienda de música” y le dijera cuánto la había amado... “¿Por quéhas tardado tanto, niña, por Dios?”...

Cuando la chica de la tienda fue a visitar a la madre, le contó que habíaencontrado la esquela de Francisco por casualidad, haciendo la limpieza dellocal. Las dos mujeres se tomaron de la mano y fueron al cuarto del chicoinfortunado. Allí, la muchacha pidió ver los paquetes que había envuelto parasu hijo, abrió uno de ellos y mostró a la madre una tarjeta que ella habíaescrito para él: “Sé que me amas como yo a tí. Llámame, por favor. Sofía”Hubo un silencio prolongado. La madre empezó a abrir los paqueteslentamente. En cada uno de ellos bahía una tarjeta con la misma leyenda y conla misma firma amorosa de Sofía.

“¡No permitan que el tiempo les quite las oportunidades -dijo con vehemenciael Amigo de los Jóvenes- Lo que tengan que decir díganlo ahora! Y no se

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olviden de las reglas de oro de la comunicación: Saber escuchar, nointerrumpir”...

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UN JOVEN DE ÉXITO ALIENTA Y ESTIMULA

¡Qué manera de narrarnos esas historias ejemplar la del Amigo de los Jóvenes!Sabía sacarle partido a cada situación y cada escena era motivo de unareflexión. La Madre Superiora que siempre se escapaba apenas hacia suspresentaciones, se había quedado calladita y como hipnotizada desde el primermomento de la conferencia. Los profesores y el inspector, de igual manera,atendían con mucho interés el desarrollo dinámico de una exposición queresultaba tan reconfortante como el oxígeno para la vida. Es que era de la vidade lo que él hablaba: de la de sus semejantes, a la que había dedicado porentero sus años de estudio, y de la suya propia, cargada de tantasexperiencias.

“Cuando era niño -nos contó nuestro amigo- mi padre escribía poesías y mepedía que yo las recitara cuando, la casa se llenaba de invitados. No sé si lohice bien o mal, pero la familia me aplaudía y mis padres me abrazabanorgullosos, diciéndome que había estado bien. Ahora pienso que, más allá decualquier destreza dramática, lo que ellos aplaudían era la entrega y lapredisposición de ánimo para dar calor a una reunión familiar. De todasmaneras, esas palabras, “estuviste bien, hijito”, han guiado mi vida y me handado la confianza necesaria para alcanzar el éxito”. Con esta pequeña historia,el Amigo de los Jóvenes nos introdujo a una nueva estrategia, y quizás la másimportante, para alcanzar el éxito: alentar y estimular, así como lo habíanhecho sus padres durante sus primeros años...

Alentar y estimular. Actividades claves que, como lo he podido comprobar,pueden tener infinidad de formas y matices, así como la inmensa gama delcomportamiento humano. Nos contaba nuestro amigo que cuando él cursaba elúltimo año de la secundaria, se había peleado con su enamorada.Naturalmente, aquello le había afectado mucho; pero no al extremo dearruinar su vida, como ha ocurrido en ciertos casos, ni de echarle a perder susestudios. Caballeroso como es, había decidido escribirle una carta dedespedida y nada mejor que una clase de literatura para inspirarse yejecutarla. Mientras el profesor explicaba la importancia de la expresión escritaen la manifestación de los sentimientos, nuestro estudiante trazaba de estamanera, espero no traicionarlo con mi memoria, los versos de su inspiración:

“Adiós te dije un día,adiós te digo hoy.

Mi alma llena de melancolía,te dice que ya me voy...

No aparentes agonía,porque de ti, cansado estoy...

Perdiste, amada mía.Adiós, me voy, me voy.”

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¡Romántico! ¿O simpático? En todo caso, inspiración de juventud, de la queno se escapa nadie. El maestro de literatura, al ver al “poeta” concentrado enotra cosa, sin atender a su cátedra, se le había acercado pidiendoexplicaciones que, claro, el muchacho no pudo dar, porque las del amor noeran válidas para justificar su descortesía. El profesor, entonces, habíatomado la carta y se había puesto a leer con cierto interés, mientras elmuchacho, inmóvil, esperaba su reprimenda. “¡Qué bien escribes, hombre -lehabía dicho, entusiasmado- Préstame la carta que yo también estoy enojadocon mi mujer!”

Una gran carcajada se escuchó en el teatro. Hasta el profesor de Matemática,un hombre de pelo engominado y tieso como sus actitudes, se desternillaba derisa y, casi, casi rodaba de gusto en el proscenio con su pequeña gordura. “Siasí fueran sus clases -me decía yo- digo, menos tensas, el rendimientoestudiantil sería mucho más efectivo”. Le decían “el intocable” por surigurosidad acartonada, por jugar siempre al rol de profesor exigente, difícil ypor la petulancia que exhibía cada vez que nos hablaba de su infinidad detítulos universitarios, Siempre he pensado que el “Señor de Matemáticas”aprendió de todo, menos relaciones humanas y, mucho menos, el arte deenseñar; es decir, de comunicarse. O es posible que lo haya aprendido y quese le haya olvidado en el camino, plagado de quién sabe qué frustraciones, quepretendía sustituir humillando y asustando a sus alumnas o demostrándonosque él era una “lumbrera”... como si la educación necesitara de talesdesplantes. ¡Pobre! Pensar que se regocijaba con la pequeñez de tomarnoslecciones con trampa y de llamamos con un número y no por nuestro nombre-“¡La número veinticuatro, pase a dar su lección!” decía, esbozando una sonrisamaliciosa. Dar una lección era, pues, dar un paso seguro hacia el fracaso;mejor dicho, hacia su fracaso; porque, a fin de cuentas, la razón de ser de unprofesor es el aprendizaje de sus alumnos y, más que eso, es hacer que losestudiantes amen la materia y, por lo tanto, investiguen.

Esta digresión sobre el “Señor de Matemáticas” viene apropósito de aquello de“alentar y estimular”, “, una de las importantes estrategias para el éxito, de laque nos hablara nuestro amigo conferencista. Dando vueltas a este tema, mehe dado cuenta de que, aparte de la actividad promotora específica de estaherramienta, nuestro amigo nos había señalado que, si bien el éxito es unameta de tendencia individual, algunos pasos hacia su conquista son, de algunamanera, de carácter colectivo.Quien alienta y estimula para el logro de metas exitosas es un ser humanosensible y generoso que se enriquece, él también, con el éxito de los demás. Elaliento y el estímulo son, pues, un regalo que no solo se manifiesta enpalabras sino, y sobre todo, en actitudes, en hechos del corazón. Me estoyacordando con esto del padre de mi amiga María José...

Alguna vez, al poco tiempo de habernos conocido, mi amiga me dijo: “Yo llevoa mi padre dentro de mí”. Entonces, no le di mayor importancia porque mepareció que se trataba de una de esas frases hechas para salir de apuros, para

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aparentar lo que no se siente. Después, cuando me enteré de la historia,llegué a comprender la verdadera dimensión de aquellas palabras...

Cuenta mi amiga que don Fernando, así se llamaba su padre, se había llevadouna gran decepción con su nacimiento; pues él se había preparado para recibira un varón. Sin embargo, aquellos prejuicios machistas se habían ido disipandocon el paso de los años y, fundamentalmente, con el cultivo de una hermosarelación basada en el respeto mutuo y en la confianza. Así es como fuenaciendo el amor.

María José cuenta que su padre la colmaba de halagos y atenciones, quesiempre estaba pendiente de ella y que, de vez en cuando, la sorprendía conun pequeño regalito material… Un día, cuando habría tenido alrededor de diezaños, María José había preguntado a su padre: “¿Papi, qué me vas a regalarcuando cumpla quince años?”. Don Fernando había reído de buena gana; pero,luego, con un cierto tono de solemnidad, le había dicho que él siempre buscalos más bellos regalos para su hija y que, cuando llegara su tiempo dequinceañera, le daría algo muy especial.

Los años fueron pasando. María José crecía y se formaba bajo el amparo yestímulo de sus padres. Desde entonces, alentada en cada uno de sus actos,mi amiga había obtenido excelentes resultados en sus estudios. Ella ha sidosiempre, me consta, una gran estudiante; no quiero decir “matona” porqueesa palabra ha adquirido connotaciones peyorativas. Gran estudiante y buenacompañera; dedicada a sus tareas; pero no “sacrificada”, es lo que quierodecir. Ella hace sus cosas con amor, el mismo que ha recibido de sus padres,de algunos profesores y de quienes la queremos.

Había llegado el tiempo de la primera ilusión. María José estaba por cumplirsus quince años y la familia se preparaba para celebrarlo. Una tarde dedomingo -me contaba mi amiga- acompañada de sus padres, había asistidocomo era costumbre a la celebración de la misa. Luego de escuchar el sermóndel padre, inexplicablemente, sufrió un desvanecimiento; todo se volvió oscuropara ella y perdió la conciencia. Al abrir de nuevo los ojos, médicos yenfermeras se movían frenéticamente, llevando y trayendo exámenes,haciendo juntas y consultas.

Don Fernando y su madre, al pie de su cama de hospital, le tomaban lasmanos y aparentaban serenidad. Así pasaron varios días en los que, desde sulecho de enferma, María José sorprendió varias veces a sus padres llorando ensilencio. Fue por ellos como llegó a comprender que una vieja dolencia que lahabía acompañado desde muy temprana edad se había agudizado hasta elpunto de volverse, prácticamente, irremediable. Comprendida esta situación,mi amiga empezó a prepararse para “lo peor”. Si Dios le había reservado esteinesperado final, debía recibirlo con resignación y humildad. Entonces, se inicióen ella un proceso de reflexión sobre aquellas cosas amadas que prontotendría que dejar... “Si pudiera volver, de alguna manera, en el aire, en elsueño, en alguna sustancia etérea, para seguir amando lo que amo, para

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cuidar de la vida de mis padres, para asistir a sus momentos de regocijo opara alertarlos de todo lo que pudiera hacerles daño... ¡Si pudiera, mi Dios, sipudiera, no me sería tan dolorosa la muerte!”. Lo había dicho, tal vez, entresueños a su padre. Él la había tomado de la mano y le había prometido queseguiría viviendo, que estaba seguro de ello, y que, el día de su cumpleaños,recibiría un regalo que le duraría toda la vida.

“Yo también tengo la esperanza de volver hacia tí con el viento, paraacariciarte suavemente, para cuidar de tí y sonreír con tus alegrías -le habíadicho su padre- Porque lo más probable es que yo parta antes que tú hacia elencuentro con Dios”...

Un día viernes muy temprano, mientras las enfermeras la preparaban parallevarla al quirófano, pues sería sometida a una delicada operación, MaríaJosé recibió el abrazo de su madre y otros familiares que habían llegado afelicitarla por su cumpleaños. Estaba ya anestesiada y apenas se daba cuentade la ausencia de su padre. Sin embargo, al llegar a la sala de operaciones,acostado sobre una mesa paralela a la suya, don Fernando la había estadoesperando...

“Haciendo un esfuerzo, estiró su mano hacia mí –me contaba María José- Yole di la mía y él, llorando de emoción, me dijo que estaba listo pararegalarme algo suyo”...

Ésa fue la última vez que vio a su padre. Los médicos del hospital habíanextraído uno de sus riñones para implantárselo a ella. María José sobreviviócon éxito a la operación; pero su padre, quizás por la edad o, mejor, porqueDios así lo había dispuesto, no pudo resistir. A los quince días de haberle dichoque don Fernando estaba en recuperación, su madre le entregó una carta queél había escrito, en previsión de su muerte...

“Hija de mi alma, ojalá no tengas necesidad de leer esta carta; digo, ¡que elSeñor me dé las fuerzas necesarias para pasar esta dura prueba!. Si así nofuera, ¡que ese mismo Dios que me quita la vida te proteja y te dé salud yfelicidad! María José, mi gran amor, acepta el último regalo que te ofrezco, elque te prometí hace algunos años. Ahora llevas en tí algo mío y, de estamanera, yo seguiré viviendo en un rinconcito de tu ser. ¡Vive por mí, hijitamía! ¡Sé feliz! Yo vendré a visitarte con el viento, como alguna vez lohablamos, y estaré pendiente de tus cosas y, con ello, te seguiré amando”.

Lloró... Durante largo tiempo, mi amiga lloró- En el cementerio, arrodilladasobre la tumba de su padre, siguió lamentándose. No solo por haberlo perdidosino porque nunca se atrevió a decir cuánto lo amaba. Lloro... Yo lo sé porqueahora, cuando nuestro conferencista nos conmueve con sus relatos, mi amigaMaría José se ha acordado de don Fernando... y un par de lágrimas se deslizanpor sus mejillas.

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Una extraña emoción colectiva se sentía en el ambiente, como si todo elauditorio hubiera participado de la historia de mi amiga. Es que este Amigo delos Jóvenes tiene la capacidad de llegarnos a lo más profundo y de hacernosrecorrer, con sensibilidad, nuestra existencia. Como ya se ha dado cuenta deque nos tiene conmovidos, aprovecha la oportunidad para recalcarnos sumensaje de estímulo y aliento...

“Jóvenes -nos dice- que nadie les quite el derecho de abrir la boca para alentary estimular. Ahora que pueden, abracen y besen a sus padres, díganles cuántolos aman. Hagan lo mismo con sus compañeras, amigas, profesores. Ahoramismo, miren a quien tienen a su lado, al frente, atrás, denle un abrazo ydíganle cuánto lo quieren. ¡Vamos, jóvenes, ustedes pueden hacerlo! ¡Vamos!¡Ahora!...

El teatro estaba a punto de explotar de emoción. Todas las jóvenes, losprofesores, las autoridades, se pusieron de pie y abrazaron a la persona másquerida. Hubo lágrimas, caricias, amor, perdones, confesiones. El rencor habíaabandonado el local y se sentía en todos una predisposición a encontrar todo lobueno que cada quien lleva en sí...

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UN JOVEN DE ÉXITO ES POSITIVO

Había pasado ya casi una hora desde el inicio de la conferencia; pero parecíancinco minutos. La gente estaba como hipnotizada, escuchando a aquel hombreque en ese momento nos anunciaba la siguiente estrategia para alcanzar eléxito: ser positivos.

“Ser positivos” No sé si a todos les pasa lo mismo; pero a mí me resulta, o meresultaba, forzado asimilar esta nueva estrategia para alcanzar el éxito. ¿Cómose puede ser positivos, pienso yo (pensaba) cuando mi mamá, que siempreanda de mal genio, me grita, me dice que este país es una porquería y quequiere irse, ella también, a España? ¿Cómo se puede ser positiva, si mismaestros siempre se quejan de su sueldo, del país, de la dolarización? ¿Cómo,si la mayoría de profesores sienten vergüenza de su profesión, porque elsalario indigno que reciben no les alcanza ni para el arriendo?

Como si hubiera estado escuchando mis preguntas, el Amigo de los Jóvenesempezó a contarnos la historia del maestro Julián un joven profesor a quien losalumnos buscaban siempre como se busca a un amigo y lo estimaban por sucarácter alegre y por su vocación de servicio. Enseñar era para él una pasión ala que se entregaba a pesar de la crisis del país, de la abulia del resto deprofesores y de lo miserable de sus sueldos. Era un hombre positivo y siemprebuscaba contagiar de su entusiasmo a sus semejantes. Un discurso que elProfesor Julián había escrito con motivo del Día del Maestro le sirvió a nuestroamigo conferencista para ilustrar su estrategia:

“Somos maestros porque nacimos en el mismo instante en que, en la boca deun niño, surgió una pregunta. Hemos sido llamados para responder comoamigos, como sicólogos, como misioneros... Por eso, nuestros referentes sonJesús, Moisés, Montalvo, Espejo- Somos de aquellos cuyas caras han sidoolvidadas pero cuyas lecciones vivirán para siempre en los logros de nuestrosalumnos.

“Somos los hombres y mujeres que, pese a los cuadros, las fórmulas, loslogaritmos, los verbos con que machacamos nuestra existencia, buscamospromover en nuestros alumnos la capacidad de descubrir por sí mismos elmundo del cual apenas les damos una noticia...

“La riqueza material no es nuestra meta. De ser así, hubiéramos escogido otraprofesión. Sin embargo, somos buscadores de tesoros, pero de otra índole:buscamos la sabiduría en cada uno de nuestros pupilos. Por eso, en nuestrasansias de encontrarla en medio de tanto derrotismo y mediocridad, somostambién guerreros que batallamos todos los días contra la falta de optimismo yde apoyo de los padres. Sin embargo, no estamos solos: Tenemos grandesaliados en los niños y en los jóvenes que buscan atrapar el mundo con nuestroconcurso. La patria digna que soñamos, la patria grande y soberana, esposible, compañeros profesores... con nuestros alumnos. La patria se

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construye con cada uno de ellos, día a día. ¡Gracias a Dios por hacernos esteencargo!”

Quisiera contagiar a mucha gente, a mis amigos, a los compañeros, a losjóvenes en general, del entusiasmo que el Amigo de los jóvenes pudo inculcaren nosotras; pero, claro, no tengo su capacidad ni su vocación. Por esoquisiera, en este momento, dejar correr sus mismas palabras...

“Ser positivo significa ser triunfador; dar gracias a Dios por la vida, por loshijos, por los padres; ver lo bueno; valorar lo que tenemos y luchar pormejorarlo. Quien no lucha renuncia a su futuro y, en vez de vivir, vegeta,como si estuviera sembrado en un solo lugar, quejándose de todo, pero sinatreverse a dar un solo pasó...

“Jóvenes amigos, a ustedes Dios les ha dado la oportunidad de estudiar; pero,qué hermoso sería que toda la juventud pudiera hacerlo. Sabemos que, hoypor hoy, eso no es posible porque la gran mayoría tiene que trabajar paramantener a sus hermanos menores, a su familia. Sabemos que muchos otrosyacen en las camas de los hospitales públicos con enfermedades delsubdesarrollo. Todo eso nos conmueve; pero, ¿deberemos nosotrosdesaprovechar la oportunidad que nos ha sido dada por el hecho de vivir enuna sociedad injusta? ¿Qué ganaríamos con eso?

“Sabemos que miles de personas han pasado la noche sobre el frío cementode un portal o junto a la basura y a las ratas. Otros, han amanecido en laveredas frente a las embajadas de España y de Estados Unidos con laesperanza de que se les conceda una visa para huir de este país... ¿Significaeso que tenemos que sentamos a lamentar la situación?

“Nos duelen los doce compatriotas que van a España en busca de una mejorvida para los suyos y regresan en doce catafalcos de muerte. Pero el dolor nopuede amedrentarnos y hacernos olvidar nuestro propósito de vida...

“Muchos se van a Estados Unidos, convencidos por la publicidad de que es unparaíso; pero no saben que en ese país, cada tres segundos, violan a un niño;cada seis segundos, maltratan a una mujer; cada ocho minutos, se produce unhomicidio. Los norteamericanos, hartos de su “civilización”, consumen nadamenos que el cincuenta por ciento de las drogas que se producen en el mundo.Los alienados de ese país ponen droga a los niños en los caramelos, en laspegatinas, porque buscan la anarquía y la perversión de lodo lo que lesrodea... ¡Y es allá, a los Estados Unidos, a donde sueñan ir muchosecuatorianos, subestimando lo que el país puede ofrecerles y, sobre todo,menospreciando sus propias posibilidades para salir adelante!.

¡NO desprecies al Ecuador! ¡Cámbialo!

“Vivimos en un país, mis queridas jóvenes, donde los niños no entran armadosa los colegios a disparar a mansalva sobre sus propios compañeros. Aquí nadienos amenaza con volar edificios públicos estrellando aviones de pasajeros,

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porque nuestro estado no es intervencionista. Aquí ocurren escándalos, esverdad; pero nada comparables con los adulterios en las altas esferas degobierno. Aquí asaltan a plena luz del día en nuestras ciudades grandes; peroa esa misma hora lo están haciendo por miles en ciudades como Nueva York,París o Tokio. Aquí amigas, muchos policías reciben coimas por dejar pasarciertas contravenciones; pero nada comparable con los sobornos a gran escalaque se dan en otros países. Si el agua “potable” de Portoviejo tuvo alguna vezagentes tóxicos a causa de las aguas servidas, el Rin, río que cruza mediaEuropa, recibió en un solo día tal descarga de desechos de una fábricafarmacéutica que terminó con la vida de todos los peces y anímales acuáticos.Si la desnutrición afecta a tres millones de ecuatorianos, la sobrealimentación,la obesidad, la arteriosclerosis, matan mil veces más en los Estados Unidos. Labulimia y la anorexia son enfermedades de la abundancia y el desperdicio y nohay un pueblo tan mal alimentado como el de los Estados Unidos.

“Somos un pueblo subdesarrollado, carecemos de muchos beneficios de latecnología de punta, pero nuestro es horizonte es mucho más limpio que el dequienes lo tienen todo. Aquí nadie se muere de tedio o de soledad. Aquífunciona todavía la solidaridad y el amor, cuando se da, es auténtico. Aquí, connuestras necesidades, seguimos siendo seres humanos; no estamosruborizados ni endurecidos por la competencia comercial...

“¿Qué somos caóticos, impredecibles, desorganizados, indisciplinados? Esverdad, eso es parte de nuestro subdesarrollo; pero nosotros podemoscambiar porque nos sobra voluntad e imaginación. Nosotros, vamos camino dela cumbre, mientras otros están de bajada. Todas las posibilidades sonnuestras y nos queda mucho por hacer; es decir, por vivir. De manera que,jóvenes estudiantes, dejemos de maldecir al país; dejemos de odiarlo cada vezque se congestiona el tránsito o no funcionan los teléfonos.

“Para mejorar lo primero que debemos hacer es amar a nuestro país;conocerlo, explorarlo, reconocerlo como nuestro y sopesar sus fortalezas ydebilidades. Solo así entenderemos que residir en Guayaquil puede ser mejorque holgazanear en Estocolmo y que caminar por Ambato es preferible aesperar un tren en Madrid. Aquí todavía el médico visita sus casas, los pájarosentran por las ventanas, el cielo se ve azul y la gente expresa sus sentimientosy sus sueños...

“Podemos hacer del Ecuador un paraíso, porque nuestra naturaleza esgenerosa y podría alcanzar para todos. Todo es cuestión de ponernos deacuerdo. Aquí nacieron nuestros padres, aquí cultivaron la tierra, se amaron ynos mostraron por primera vez luz del sol que aún nos acompaña. Tenemosnuestras buenas costumbres, nuestras tradiciones, nuestra cultura. La coladamorada, las guaguas de pan, son formas de recordar a nuestros abuelos. Lospases del Niño, la procesión de San Jacinto por los esteros de la costa sonnuestro regocijo por la existencia de Dios. La Mama Negra, Los Sanjuanes, elInti Raimy, los Pendoneros, son maneras de reafirmar nuestra identidad. ¡No laperdamos jamás!”

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En ese momento de emoción un fuerte aplauso estremeció el teatro. La gentese puso de pie y, nuevamente, se escuchó al fondo aquella hermosa canción“Ecuador siempre primero latido de mi corazón, todo el mundo”...

Las chicas, todas, nos pusimos de pie y, espontáneamente, empezamos acorear “¡Sí se puede! ¡Si se puede! ¡Si se puede!”

Cómo me gustaría contarle todas estas cosas a papá! Decirle lo bien que meha hecho escuchar a un hombre que ama al país, que cree en él y en su gente,que valora nuestra cultura y se siente orgulloso de nuestras tradiciones. En lapróxima carta que le escriba, me propongo hablarle del arroz de cebada de loslunes, de la sopa chorreada o del caldo de manguera; digo, hablarle de lonuestro como país y de lo nuestro como familia. Sé que nos estará extrañandoy que no dejará de pensar en su regreso. Apenas termine con esa deuda queadquirió en sucres y que ahora le toca pagar en dólares, él emprenderá suvuelo de retomo. Sus cartas me hacen esperarlo; pero ahora me siento másoptimista porque yo tengo cosas que ofrecerle y que proponerle; porque notodo puede ser dolarización y angustia, porque a mi Ecuador le quedan susvalores y una juventud presta a cultivarlos...

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UN JOVEN DE ÉXITO TRATA DE MEJORAR EL AMBIENTE DONDEVIVE

La profesora María Elena había notado que Gabriela, una pequeña niña de suaula, no jugaba con las otras compañeras. Su ropa lucía muy descuidada yconstantemente daba la impresión de necesitar un buen baño. Era una niñaproblema y hacía falta revisar sus antecedentes, para lomar alguna medida.Una noche, puesta a la tarea de revisar el expediente de Gabriela, María Elenaquedó sorprendida de los informes de los primeros años. Así, la profesora deprimer grado había escrito: “Gabriela es una niña muy brillante, muy dulce,con una sonrisa tierna y generosa. Realiza sus trabajos de manera limpia ytiene muy buenos modales. Es un placer compartir con ella y tenerla en estecolegio”.

Su profesora de segundo había escrito: “Gabriela es una excelente estudiante;se lleva bien con todas sus compañeras. Últimamente, sin embargo, se la vepreocupada; quizás porque su madre padece una enfermedad incurable. Elambiente de su casa no debe resultar muy favorable para su formación”.

La profesora de tercero había evaluado así su rendimiento: “La madre deGabriela ha muerto. Debe haber sido muy duro para ella soportar esta cargaemocional. No obstante, la chica trata de hacer sus labores con su mejoresfuerzo; pero no cuenta con la colaboración de su padre, quien no muestramayor interés por las cosas de Gabriela. El ambiente de su casa está afectandosu rendimiento y su autoestima”

Su profesor de cuarto año había registrado este comentario: “Gabriela seencuentra atrasada con respecto a las demás compañeras y no muestra muchointerés en la escuela. No tiene amigas y, en ocasiones, se queda dormida enclase”.

El problema de Gabriela se agudizaba cada día y las relaciones con suscompañeras se volvían más tirantes. Ahora se burlaban de todo o,simplemente, le hacían la cruel “ley del hielo”. María Elena, conocedora de suhistoria. Analizaba las situaciones y buscaba la forma de abordarla para tocar,delicadamente, su tema...

Había llegado el tiempo de Navidad y las alumnas de María Elena, como eracostumbre, le habían llevado pequeños regalos envueltos en papeles brillantesy de rico diseño. Gabriela, con la cabeza gacha, sin atreverse a mirar a suprofesora, había entregado también su regalo, pero envuelto en una hoja decuaderno...

Cuchicheos, comentarios agrios, risitas burlonas se habían escuchado mientrasla profesora abría el regalo de Gabriela, Era una vieja pulsera de alpaca y unfrasco de perfume con apenas unas gotas en su interior; era lo que la niñahabía logrado conseguir para su maestra y era, sobre todo, un pequeñorecuerdo de su madre que guardaba, entre otros objetos. María Elena se habíacolocado la vieja manilla en su mano izquierda y había pasado la tapa del

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perfumero por detrás de sus orejas. “No sabes cuánto aprecio tu regalo -lehabía dicho- porque sé lo que te ha costado desprenderte de estas cosas”.Gabriela se acercó para darle un beso. “Ahora usted huele como mi mamá... yeso me gusta. Gracias por recibir mi regalo, señorita”, le dijo, con lágrimas enlos ojos...

Desde aquel día, María Elena, además de enseñar aritmética, lectura yescritura, comenzó a motivar con amor y sabiduría a sus alumnas, a educarlasde verdad. La nueva herramienta para el ejercicio de sus tareas no la habíaadquirido en el aula universitaria; Su sensibilidad había abierto un espacio parala ternura, solo eso...

Un año después, una nota encontrada bajo su puerta decía a María Elena:“Usted ha sido la mejor maestra que he tenido”. Allí estaba la firma clara y lagratitud de Gabriela. Catorce años después, otra nota llegada desde el exteriordel país, con los mismos rasgos, pero más definidos, le decía que ella seguíasiendo la mejor maestra de su vida. Quien firmaba era la Doctora GabrielaMedina, la misma que, un año después, le pediría que fuera su madrina debodas; pues había adquirido compromiso con un joven médico extranjero y laceremonia estaba en cierne. Por supuesto, María Elena aceptó gustosasemejante invitación. Y nada mejor que llegar a la boda luciendo el viejobrazalete y con el olor de aquel perfume a flor de piel.

“Gracias, María Elena, por creer en mí. Muchas gracias por hacerme sentirimportante y por mostrarme las posibilidades de hacer la diferencia”, le habíadicho Gabriela en el oído, mientras la abrazaba con todo su calor. “Gracias a típor ayudarme a despertar mi sensibilidad, por enseñarme cómo hacer ladiferencia. Yo no sabía lo que era amar ni educar hasta que te conocí”, lerespondió María Elena...

¿Quién hubiera pensado que María Elena, la profesora y amiga que conocemosy admiramos, tuviera la hermosa experiencia que nos ha contado? Aunque,analizando mejor, habría que concluir en que solo una mujer solidaria yentusiasta como ella pudo haber vivido aquello que nos ha contado. Hay sereshumanos, se diría, callados, prudentes, humildes; pero que guardan en suinterior un rico bagaje de conocimientos y de amor. Uno de ellos es MaríaElena, nuestra querida profesora que nos ha sorprendido con su historia,quizás motivada por este Amigo de los Jóvenes que tiene la virtud de hacernosmirar hacia nuestro interior y de sacarnos la alegría que, a veces, se resiste asalir…

“¿Se puede o no se puede?”, preguntó el motivador. Todos los asistentes, conmucha emoción, cantamos: “¡Si se puede! ¡Sí se puede!”. El ambiente estabacargado de energía positiva; todo era posible...

Las cosas se nos habían mostrado diferentes desde el día en que la seleccióndel Ecuador había clasificado, por primera vez, al mundial de fútbol. El nivel deautoestima de los ecuatorianos había subido muchísimo. Aquellos “no sepuede” o “no hay como” que habían sido como el pan de cada día habían

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muerto. Años de derrotas habían quedado atrás, gracias a un grupo dedeportistas ecuatorianos que nos habían devuelto la esperanza. Era como siaquella euforia de orgullo nacional nos hubiera tocado de nuevo para hacernosgritar que creemos en el futuro.

Hábilmente, nuestro conductor nos había llevado hacia la última estrategiapara alcanzar el éxito: mejorar el ambiente donde vivimos; es decir, nuestroentorno social. “Mejorar el ambiente”, nos explicaba, significa, entre otrascosas, “construir”. “Solo los líderes construyen -nos dijo más adelante-cualquier bobalicón puede destruir”. Entonces, como si nos llamara alcumplimiento de algún cometido trascendente, nos señaló la responsabilidadde ser jóvenes triunfadoras, líderes capaces de respetar la opinión de losdemás, de aportar con ideas y acciones, de defender nuestras tesis y deconstruir un nuevo país. Esa construcción empieza por casa; por elmejoramiento de nuestras relaciones familiares y de nuestro entornoinmediato. Nuestros padres deberán ser, entonces, nuestros primeros aliados,porque con ellos nos sentimos seguros.

El carismático motivador explicaba su experiencia sobre la importancia decrear un buen ambiente...

“Cuando fui Director de una institución educativa encontré a dos niñosescondidos detrás de un árbol. Al preguntarles por qué no entraban a clase,me contestaron que tenían miedo porque la maestra los insultaba ymaltrataba. A nadie le gusta ir donde solo recibe insultos y lo maltratan.¡Aprendamos a tratar bien a los demás!

“Jóvenes, uno de los secretos para el éxito estará siempre guiado por lacapacidad de tratar bien a los demás, por ser inteligente con las emociones,por ser inteligente interpersonal. Permítanme decirles que las personas que nosaben tratar bien a los demás son inútiles en todo y no tienen futuro. Debensaber que las empresas serias y de gran visión están en busca de personascalificadas en inteligencia emocional. De hecho, las miles de personas quellegan a conquistar sus metas han basado su éxito en la capacidad de tratarbien a la gente”

“Los cascarrabias, los intolerantes, los energúmenos, los resentidos, losenvidiosos, los castigadores, los difíciles y complicados, los rígidos yalmidonados, los acartonados, los gritones, los ceremoniosos, los que siempreandan con el pecho inflado y con aire de autoritarios, los amargados son tontosemocionales”... Dijo esto, mirando a nuestro Inspector y, como si adivinara larisita que conteníamos, empezó a contarnos la historia del inspector, otro,cuyo parecido se me antoja premeditado.

El inspector era un energúmeno, padre de tres hermosas chiquillas, conquienes tampoco podía disimular su enojo consustancial. Su mal carácter y sufacilidad para enredarse con los problemas de los demás habían incrementadosu prestigio de “tonto emocional”. Era famoso por insultar a su esposa, poragredir a sus hijas, por meter en líos a sus compañeros y por la prepotencia

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con la que trataba a sus alumnos. Mientras repito la historia, me parece queestoy viéndolo pasearse solitario por los corredores del colegio, mascullandomaldiciones, a la caza de algún infractor para “fusilarlo”. Pero, como nadie haosado faltar a su código de conducta, se enfurece con lo único que tiene cerca,su propia sombra. Habiéndola dejado por los suelos, se va en busca de algunode sus compañeros para echarle la culpa de su sueldo miserable o de quiénsabe qué otra “desgracia”...

Sin embargo, gracias a Dios, los “tontos emocionales” también recibenlecciones. En lo que toca al Inspector, ésta le había llegado con la últimaNavidad:

Cansado y aburrido había llegado a su casa. Un arbolito humilde con su juegode luces le guiñaba el ojo buscándole una sonrisa. Nada. El aguinaldo no habíaalcanzado para mayor cosa y no había motivo para celebrar. Cuatro paquetesde simplezas al pie del árbol querían, a su modo, levantar el ánimo. Nada. Lamás pequeña de sus hijas, de cuatro años, con la ilusión de halagar a supapito, se había acercado al árbol a depositar el regalo que ella,personalmente, había hecho y que ahora terminaba de empaquetarlo con unbonito papel brillante. Sin detenerse a pensar ni por un instante, el inspectorse había lanzado contra la niña y le había arrebatado el paquete. “¡Estamos encrisis, no tenemos ni para la comida, y tú y tu mamá desperdician lo poco quenos queda en adornos y en regalos! ¿Se han vuelto locos en esta casa?”. Conestos gritos, el furioso padre se había propuesto lanzar el paquete de su hijacontra el árbol luminoso que insistía en su alegría...

- “Es un regalo para tí, papito. No lo botes”- “¿Un regalo para mí? ¿Y cuánto has gastado en este regalo?- “Nada. Lo más caro es el papel; pero es uno que tenía guardado del añopasado”...

El hombre, ligeramente conmovido, había empezado a abrir el paquete; pero,para su sorpresa, estaba vacío... completamente, vacío...

“¿Me estás tomando el pelo? ¿Te estás burlando de tu padre, encima detodo?”, había gritado de nuevo; pero la niña, lanzándose a sus brazos yllorando le había dicho que esa caja estaba llena de besos y buenos deseos,que no se ven, que no pesan, que no cuestan, pero que se sienten y, a veces,cuando se abre el corazón, emiten un delicado perfume como de flores reciénabiertas...

Por primera vez alguien había arrancado lágrimas a un hombre tan duro y,aparentemente, inconmovible. El inspector había abrazado a su hija y le habíapedido perdón por olvidarse de las cosas tiernas y por dudar del cariño de supropia familia. Desde entonces, según el relato de nuestro amigo, el inspector,el hombre renovado por el amor, recurre a la cajita dorada de su hija paraaspirar el perfume de las flores recién abiertas y sentir el poder de la ternura.

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Cada historia nos marcaba un silencio, una reflexión. El Amigo de los Jóvenesnos regalaba ese espacio para volver sobre las cosas personales. Sabía quecada quien, desde su particular experiencia, estaba mirándose en el espejo,con una nueva perspectiva...

“Ahora, ustedes ya saben que son responsables del ambiente que les rodea -nos dijo- Su responsabilidad es mejorar ese ambiente, desde la casa hasta laedificación de un país diferente. Su responsabilidad es luchar por su proyectode vida individual y por el proyecto de vida del país. ¡Háganlo así y seránmillonarias!”

Nos inculcó ese concepto para enriquecernos en todos los aspectos de nuestraactividad. Nos pidió que fuéramos “jóvenes millonarias de carácter”, depersonalidad millonaria, que sepan que la vida implica un proceso que va de lasiembra a la cosecha, que sepan que en la vida todo tiene un precio y que laúnica forma de pagarlo es con el trabajo.

Desde levantarse, tender la cama y arreglar el cuarto, pasando por la cotidianadeclaración de amor a los padres y hermanos, el saludo al día que comienza, elrespeto a la naturaleza en el simple acto de dar de beber a las plantas, elrespeto al espacio de los demás, hasta la brega en los estudios, elcompañerismo, los sueños, el éxito personal y el proyecto por un nuevo país,son tareas que hacen millonarios a quienes las realizan. En esto creofirmemente. Por eso, respondiendo a la exhortación de nuestro amigoconferencista, he elegido vivir y no morir, he optado por amar y no odiar, porconstruir y no destruir, por sonreír y no hacer muecas. Sé que el futuro está enmis manos, en las manos de la juventud. Sé que la esperanza se hace posiblecon la acción y, por eso, renuevo mi fe cada mañana y me propongo defendermi derecho a la existencia, a mi proyecto de vida, así como escuchar yentender a la gente, alentarla y estimularla. Estoy aprendiendo a ser positiva,a reconocer el camino del éxito y a compartir mi entusiasmo y mi alegría conlos seres que más amo...

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UN JOVEN DE ÉXITO TIENE UNA ACTITUD TRIUNFADORA

Nuestro amigo conferencista, según nos cuenta, ¡ha con frecuencia a unrestaurante donde una mesera guapa y risueña lo atendía siempre con muchaamabilidad. Por eso este singular cliente había hecho de este lugar de comidassu sitio preferido. Curioso e investigador de alma humana como es nuestroamigo, un día se le ocurrió plantear a la chica la pregunta que le había estadorondando: ¿A qué se debe esa actitud siempre dispuesta al servicio amable ygrato? Mientras servía el plato del día, sonriendo como siempre, la guapamesera contestó que su buen humor se lo debía a don Juan, su jefe, ungerente único y eficiente que en todo momento tenía algo positivo que decir.Que cuando alguien le preguntaba por sus cosas, siempre respondía que “sipudiera estar mejor, tendría un gemelo”. Toda la gente lo quería y lo respetabapor su actitud, de acuerdo a la versión de la muchacha. Era un motivadornatural. Si un empleado tenía un mal día, don Juan siempre estaba para decircómo ver el lado positivo de cualquier situación...

Todas las cosas parecían marchar en armonía en aquel restaurante y nuestroamigo conferencista, aún teniendo la respuesta que le diera la mesera, quisoaveriguar las razones personalmente. Así, pues, decidió hablar con el mentadodon Juan, a quien le solicitó que le diera respuesta a su inquietud. “Noentiendo -le dijo- cómo es posible que una persona pueda ser positiva todo eltiempo... ¿Cómo lo hace?”

El gerente, un hombre relativamente joven, con una sonrisa en los labios, lerespondió: “Cada mañana me despierto y me digo a mí mismo: Juan, tienesdos opciones hoy: Puedes escoger estar de mal humor o bien, de buen humor;claro, escojo estar de buen humor. Cada vez que sucede algo malo, puedoescoger entre ser una víctima o aprender de ello. Pues, escojo aprender deello. Cada vez que alguien viene a mí a quejarse, puedo aceptar su queja oenseñarle el lado bueno de la vida.Escojo, entonces, el lado bueno de la vida”...

Nuestro amigo no podía conformarse con una respuesta. Tal como habíacontestado aquel gerente, las cosas resultaban demasiado fáciles y eso nopodía ser así. Los problemas siempre resultan más o menos complicados. Almenos, eso era lo que pensaba por entonces. De manera que siguióinquiriendo sobre el tema.

“Los problemas son más fáciles de lo que uno se imagina -continuó diciendodon Juan- Todo en la vida tiene alternativas y se puede elegir. Cuando se quitatodo lo demás, lo que no cuenta, cada situación plantea una elección. Ustedelige cómo reaccionar; bien o mal. Usted elige cómo la gente afectará suestado de ánimo. Usted elige estar de buen humor o de mal humor. A fin decuentas, usted elige cómo vivir su vida”.

Un hombre modesto, sin mayores pretensiones que las de servir a sussemejantes y ganarse el pan de cada día, era un sabio en sus cosas y había

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dado una hermosa lección a nuestro amigo conferencista. Desde entonces, donJuan se ha convertido en uno de sus referentes y recurre a su experiencia cadavez que se ve frente a un problema, sabiendo que debe tomar una decisión:elegir la mejor opción antes de realizar algo de manera irreflexiva...

Varios años más tarde, por hacer una visita de cortesía, nuestro amigo pasó denuevo por aquel restaurante. Entonces, pudo enterarse de que don Juan habíasido asaltado en su local. Herido por una bala que comprometía su vida, habíasido llevado al hospital. Después de 18 horas de cirugía y semanas de terapiaintensiva, había sido dado de alta, aún con fragmentos de bala en su cuerpo.Cuando alguien preguntaba por su salud y por su estado de ánimo, élcontestaba: “Si pudiera estar mejor, tendría un gemelo”. Al interrogarlo sobresu experiencia traumática, sobre su enfrentamiento con la muerte y sureacción en el momento del asalto, don Juan había dicho, que lo primero quese le vino a la mente fue, que debió haber cerrado con llave la puerta de atrás.Cuando estuvo tirado en el piso, había recordado su vieja fórmula; elegir entredos opciones: elegir vivir o elegir morir... La buena elección le ha permitidoseguir contando su historia.

Es posible que el hombre haya sentido miedo, es natural; pero, con todaseguridad, fue su actitud positiva la que lo ayudó a salir de ese trance. Cuentacon cierta gracia que los médicos no dejaban de decirle que estaría bien; pero,cuando fue llevado al quirófano y vio las expresiones de preocupación en suscaras, se había asustado realmente... El leía en sus ojos que ya lo daban pormuerto. Eso lo hizo reaccionar positivamente. Entonces, cuando le preguntaronsi era alérgico a alguna sustancia, había respondido: “Soy alérgico a las balas,quítenmelas pronto”. En medio de las risas de facultativos y enfermeras, habíapedido que lo operaran como si estuviese vivo, no como si hicieran unaautopsia. Él había optado por la vida... El Amigo de los Jóvenes nos contó estahistoria como solo él sabe hacerlo. Una vez terminada, hizo un silencio yagregó: “Con don Juan aprendí que cada día tenemos que tomar la decisión devivir plenamente; tenemos que elegir. Al final, la actitud lo es todo”...

La actitud, de acuerdo al concepto de nuestro amigo, es la que hace ladiferencia entre los triunfadores y los mediocres. Por eso nos recomendó que,cuando el cielo esté gris, nos acordemos de cuando lo vimos profundamenteazul; cuando sintamos frío, pensemos en un sol radiante que nos hayacalentado; cuando suframos una derrota temporal, nos acordemos de nuestrostriunfos, de nuestros logros.

Que, cuando necesitemos amor, revivamos las experiencias de afecto y deternura, como aquella cajita dorada a la que acudía el Inspector; que nosacordemos de lo que hemos dado con alegría o de los regalos que nos hanhecho, como la vida que mi amiga María José recibió en un riñón de su padre;que recordemos los abrazos y besos que nos han dado, los paisajes que hemosdisfrutado y los que hemos inventado. Si todo eso hemos tenido, lo podemosvolver a tener y lo que hemos logrado, lo podemos volver a ganar...

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Nos aconsejó alegrarnos por lo bueno que tenemos y por lo bueno de losdemás, a quienes es saludable aceptarlos tal como son; desechar los recuerdostristes y dolorosos y, sobre todo, no guardar ningún rencor, porque eso noslastima; pensar en lo bueno, en lo amable, en lo bello y en la verdad...

Recorrer la vida, nuestra vida, y detenemos donde haya bellos recuerdos yemociones sanas y vivirlas otra vez; concebir algún atardecer de esos que nosemocionan; revivir esa caricia espontánea que se nos dio; disfrutarnuevamente de la paz que ya hemos conocido; pensar y vivir el bien. “Allí entu mente están guardadas todas las imágenes -nos dijo emocionado- ¡sólo túdecides cuales has de volver a mirar!”

Hizo una pausa y nos dejó con la expectativa de lo que vendría. Una personacomo él genera siempre interés y nosotras estábamos ansiosas por escucharlodesarrollar su siguiente tema. No esperábamos que iniciara el ritual de suretirada; pero lo vimos acomodar lentamente sus notas dentro de una carpeta,ponerse de pie y arreglarse la. Corbata... “Ustedes han sido muy amables,muy atentas conmigo -empezó a decir- Quiero despedirme con...”

Un sonoro “¡no!” se escuchó en la sala, seguido de muchas voces que legritaban que no se fuera y que siguiera con su charla motivadora. De pronto,una joven se puso de pie, corrió hacia el escenario y, con lágrimas en los ojos,abrazó a nuestro amigo, “¡Gracias por todo! –Le dijo- Es la primera personaque me ha dicho que me ama”. Visiblemente conmovido, el Amigo de losJóvenes abrazó a la chica, le dio un beso en la frente y se puso a conversarbrevemente con ella, como si se tratara de una amiga de años. Luego, sacandounos libros de su maletín, pidió que pasaran al escenario las presidentas decada curso. “Quiero obsequiarles un libro que puede guiar su camino al éxito:El Poder Invisible del Amor”, dijo. Cuando hubieron pasado las chicas alescenario, pidió que cada una de ellas, además de decir su nombre y el cursoal que representan, improvisara un mensaje para ser jóvenes de éxito.

“Agradezco a la Madre Superiora por haber invitado al Amigo de los jóvenes -dijo la primera presidenta- Él nos ha enseñado mucho... Ahora, quisieracontarles que yo, hace tiempo, estuve a punto de destruir mi vida: Tuve unamigo llamado Eduardo que me introdujo en el mundo de las drogas. El,acusándome de timorata, me llevó a un lugar conocido como Club 24, dondese tenía por costumbre sentarse en círculo y beber veinticuatro botellas decerveza, una tras otra, hasta terminarlas. Yo estaba consciente de que nohabía ningún futuro en todo eso y de que, finalmente, me autodestruiría sicontinuaba utilizando esas drogas, Pero Eduardo me acusaba de cobarde y demojigata o me picaba con sus desafíos truculentos... Era mi mejor amigo o, almenos, eso es lo que yo pensaba, porque no tenía a nadie más. No queríaquedarme sola, pero tampoco quería terminar como drogadicta... Había unalucha tremenda dentro de mí...

Recuerdo que una tarde, luego de haber hablado con mis padres, a quienesconfesé mi problema, decidí que aquello de la amistad con Eduardo erademasiado arriesgado para mí. Así comencé a hacer nuevos amigos, mientras

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Eduardo fue cayendo cada vez más ahajo, en las garras de la drogadicción.Apenas logró terminar el décimo año de educación básica, según supe. He oídodecir que anda por ahí, en jorgas de alienados, desvariando, poseído por losterribles fantasmas de la droga o haciendo de mula para el narcotráficointernacional.

Es muy triste... me duele de veras por su suerte; pero me siento agradecidaconmigo misma porque tuve el valor de confesarme con mis padres, escucharsus consejos y tomar la decisión correcta... ¡Gracias de todo corazón, Amigode los Jóvenes!

“Creo que este día ha sido el más emocionante de mi vida -dijo, con frasesentrecortadas, la segunda presidenta- Ahora creo en mí y en lo que puedohacer. Pese a todos los sufrimientos que he tenido, pienso que puedo ser unapersona feliz y creo que nadie me podrá apartar de mi proyecto de vida.Gracias”.

“Mi nombre es María y estoy en quinto curso -dijo con firmeza la terceraparticipante- He sufrido mucho desde que... cierta ocasión, al salir de unafiesta, un joven..., (La voz de María se quebró de pronto, pero continuó) unjoven... abuso de mí, inclusive, me amenazó con matarme si se lo contaba aalguien... Me dijo que, además, nadie me creería porque él era hijo de unhombre poderoso y honorable... Me insultó, me dijo que yo era una zorra y meacusó de haber buscado, yo misma, que aquello sucediera... Se burlódescaradamente de mí, diciendo que mis padres se avergonzarían de losucedido... Canalla!... El miedo y la vergüenza me han hecho mantener estevejamen en secreto, durante dos años... Ahora, gracias a la fortaleza que meha infundido aquí el Amigo de los Jóvenes, les cuento esta triste historia paraque ninguna de ustedes, si esto les ha pasado o les llegara a pasar, se quedecallada; para que se cuiden y desconfíen de aquellos modositos, hijos dehonorables, que no rompen un plato cuando están en público... Gracias por esuncharme”.

“¡Bravo, mujer valiente!”, grite emocionada y me sumé a la ovación que la salale tributó a María por su coraje y en señal de solidaridad. “He sido tanambiciosa y tan obsesionada con las cosas de la escuela -dijo la cuartapresidenta- que no he podido disfrutar de mi juventud. Ahora pienso que esa“aplicación” no solo que fue poco saludable sino también egoísta. Es duroadmitirlo; pero es verdad, porque lo único que me preocupaba era yo misma ymis propios logros. En la secundaria, no me he dado ningún respiro paracultivar una amistad, para conocer a la gente que me rodea. No ha habidonada más importante que mis estudios y mi formación; en eso he puesto todosmis esfuerzos. Me he estado acostando alrededor de las dos de la madrugada ylevantando a las seis de la mañana, estudiando solo para obtener las mejorescalificaciones, sin otro objetivo... más humano. Me he pasado soñando con unacarrera de neurología o cirugía, solo porque me parecen las más difíciles y noporque con ellas podría servir a los demás. Sentía, por otra parte, que losmaestros y hasta las mismas compañeras esperaban ese sacrificio de mí.

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Siempre se sorprendían si mis calificaciones, por algún accidente, noresultaban perfectas. Solo mis padres llegaron a preocuparse, a señalarme queme estaba volviendo una ermitaña, que me estaba enfermando demisantropía, e hicieron lo posible para que no me tomara las cosas con tantaseveridad... Ahora me doy cuenta de que pude lograr lo que quería sin trabajartanto, sin obsesionarme y que, además, me habría podido divertir.

“¡Dejemos de molestarla y, sobre todo, no la despreciemos! Ustedes saben dequien estoy hablando, así que no nos hagamos las hipócritas” La quintapresidenta, una chica del décimo año de básica, miró desafiante a toda la sala.Hubo un silencio. Nadie se atrevió a mirar a nadie; pero todas sabíamos dequien estaba hablando... “¿Qué nos creemos -continuó- que somos mejoressolo porque nuestra piel es distinta o porque tenemos un poco más decomodidades que ella? ¿Qué complejo tenemos que nos hace rechazarla?¿Acaso es una persona disminuida o estúpida? Y aún si lo fuera, ¿qué derechotendríamos para burlarnos de ella? Pero resulta, compañeras, que ella no es nitarada ni deficiente, es una buena estudiante y, si no la molestáramos tanto ysi no hiciéramos de su vida una pesadilla aquí, en el colegio, ella seríabrillante... ¡Nosotras nos estamos robando sus oportunidades; le estamoscortando las alas, compañeras! Con nuestra actitud negativa, la estamosperjudicando. Y creo que nosotras también nos estamos perjudicando porquesu amistad puede sernos enriquecedora... Ahora, yo quiero enriquecerme conla amistad de Rosita y le extiendo mi mano, y le pido que me perdone sialguna vez tuve algún gesto de desprecio para ella”...

La chica bajó del escenario. Seguida por la mirada turulata de sus compañeras,caminó por el pasillo hasta la última fila del teatro, donde estaba Rosita, unamuchacha morena que había buscado el último rincón para asistir a laconferencia. Con lágrimas en los ojos, Rosita extendió su mano y pudo decirlegracias a la presidenta. Los aplausos emocionados de todas las compañerassirvieron de fondo al abrazo fraterno que se dieron las dos chicas...

“Yo era feliz hasta que entré en la escuela -dijo la sexta presidenta con ciertoaire de misterio- Descubría el mundo por mi cuenta en las cosas que merodeaban, cuando me llegó la hora del estudio obligatorio. Entonces, los demásdescubrieron, ¿o decidieron?, que me era difícil aprender y me calificaron sinmás trámite de ruda. Ruda en Matemáticas, ruda en Literatura, ruda enCiencias Naturales. Con esa “rudeza”, me gané muchas enemistades, porquenadie me tomaba en cuenta y porque así, marginada, me fui apagando yentristeciendo. Había terminado la primaria con gran esfuerzo y, en lasecundaria, apenas podía leer...

Mis padres, preocupados por mi bajo rendimiento, contrataron los servicios deun terapeuta. Este hombre llegó a mi casa con gran solemnidad, me ordenosentarme en una silla del comedor y empezó a torturarme con un cuestionarioy con unas pruebas aburridísimas. Como era de esperarse, en ninguna de ellaspude salir avante.

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Luego de cobrar sus honorarios, el tal terapeuta tomó a mi madre del brazo, lallevó a un lado y le dijo que lo sentía mucho, que no veía posibilidades en mi”y que, en definitiva, yo era prácticamente una tarada. Mi madre, muy enojada,echó al hombre de la casa, diciéndole que esos no son calificativos que usanlos terapeutas, que fuera a estudiar de nuevo o a comprar otro títulouniversitario que le quedara más afín...

¿No sabía o no me interesaba lo poco que me habían obligado a leer? Un día,tuve la suerte de que cayera en mis manos un libro desconocido. Se llamaba“Viaje al Centro de la Tierra” y su autor era un tal Julio Verne.

Lo abrí en la primera página y no lo cerré hasta que me enteré de todo sucontenido. Me sentía transformada, enriquecida, llena de imágenes yconocimientos. Había encontrado una razón para leer. Entonces, vinieron otrostítulos y autores: Emilio Salgary, Simenon, Flaubert, Jorge Icaza, en fin...Además de encontrarles sentido a las palabras, de convertirlas en imágenes,sentí que mi vocabulario se había vuelto complejo y que usaba los términoscon propiedad. Entonces, la Matemática, las Ciencias Sociales, encontraroncabida en mi entendimiento y la Literatura ha ido pesando en misinclinaciones, lo mismo que la pintura y el teatro... Y, bueno, aquí estoy, frentea ustedes, contándoles esta pequeña experiencia y pidiéndoles que no declinenen su proyecto de vida, que se valgan de las estrategias que nos ha regaladoaquí nuestro amigo conferencista. Muchas gracias a él y a ustedes....

La música de nuestra selección de fútbol volvió a inundar el ambiente,mientras cuatrocientas alumnas agradecían con aplausos y gritos, laintervención del Amigo de los Jóvenes. Muchas compañeras quisieronacercarse al conferencista para estrecharle su mano o pedirle un autógrafo.Era una avalancha de gente que se precipitaba sobre el escenario; pero solopocas compañeras lograron su objetivo; yo, entre ellas...

Mientras las compañeras me empujaban, logré decirle al Amigo de los Jóvenesque le agradecía de veras por habernos rescatado la esperanza. Le conté quehabía grabado partes de su intervención, que había tomado apuntes y que meproponía escribir una historia. El hombre me miró y me sonrió; sacó de sumaletín un libro que le sobraba y me lo regaló con esta dedicatoria: “ParaCasandra, en quien adivino a una joven triunfadora. Mucha suerte y que sehaga realidad esa historia. Te amo, Chiquita...

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UN JOVEN DE ÉXITO PONE EN PRÁCTICA LO QUE APRENDE

El auditorio se había quedado casi vacío; la algarabía era solo un recuerdo o seescuchaba lejos. La Madre Superiora y varías alumnas nos habíamos quedadohasta el final y rodeábamos al “Amigo de los Jóvenes”, como queriendoaprovechar todos los instantes de su carismática presencia. Luego de haberdisertado por más de dos horas y haber firmado autógrafos por más decuarenta minutos, el hombre seguía brindando a quienes quedábamos su calorhumano, sus dones y su sonrisa.

Como seguíamos allí, igual que abejas engolosinadas con la miel, nuestroamigo seguía contándonos pequeñas anécdotas o trayendo a cuento algunosaforismos de su colección. Era una charla interminable que no dejaba espaciopara nuestra Madre Superiora que, desde hacía rato, intentaba decir algo, ellatambién. Él Amigo se dio cuenta e inmediatamente le hizo un gesto amable,invitándola a tomar la palabra. “No sabe lo agradecidas que estamos por todolo que ha hecho en esta Institución y por los valores que ha inculcado ennuestras jóvenes con tanta maestría -le dijo la Madre, visiblementeemocionada, y continuó- Algún día sabrá todo el bien que les ha hecho. Leagradezco tanto, señor, y quisiera, abusando de la confianza que nos habrindado, hacerle una invitación; El grupo de jóvenes que me acompaña es desexto curso Sociales y, todos los días miércoles por la tarde, hace trabajosocial con los presos de la cárcel de la ciudad. Estas chicas me han pedido quelo invite, si dispone de tiempo, a dar una charla para los presos, el día demañana”. Aquel hombre bondadoso no podía negarse a tal pedido. Con susonrisa franca nos dijo que le encantaría porque, además de llevar a esa genteun mensaje de paz, a él le gusta profundizar en el conocimiento del alma desus semejantes. “Con cada charla, siempre hago nuevosAmigos -dijo- y aprendo algo diferente”.

El ambiente en ese lugar era muy tenso; digo, nosotras, a pesar de haberestado algunas veces allí, no podíamos actuar serenamente. El movimiento deguardias y policías, los gritos de los presos, el aire enrarecido de los calabozos,los controles de las visitas, los documentos, el sello de tinta que nos ponen enla muñeca, todo eso crea una atmósfera de inquietud que impide actuar connormalidad. Pero, bueno, estábamos ahí, cumpliendo con el trabajo social quenos habíamos propuesto desde el inicio del año, y había que seguir adelante.

Frente a una cancha de indor fútbol, en un viejo galpón cubierto de latasoxidadas, un grupo de unos ochenta reclusos nos esperaba, metiendo bulla yhaciendo comentarios de tono picante. Nosotras, aparentando serenidad,temblábamos por dentro y buscábamos estar siempre junto a los guardias,previniendo cualquier acto de agresión que pudiera darse. La Madre Superiora,junto a nosotras, parecía rezar en silencio, aunque, de rato en rato, nos decíapor lo bajo que no perdiéramos la fe, que estábamos allí, en un acto desolidaridad cristiana.

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Nos preparábamos ya para iniciar el acto. Nuestro amigo conferencista habíasacado sus notas sobre una pequeña mesa que le habían preparado y elDirector del reclusorio disponía los últimos detalles de la reunión. De pronto,Rosana, una de las presidentas de curso, me tomó del brazo con fuerza ycomenzó a temblar. “¡Dios mío, es él!”, me dice y me señala con disimulohacia la parte de atrás del grupo de presos, donde se destacaba, por imberbe,un muchacho que, a pesar de sus grandes ojeras, no aparentaba más deveintidós años o, quizás, menos. “¡Es él! -me volvió a decir- Eduardo, el delClub 24... Mi ex-enamorado”. Procuré tranquilizarla diciéndole que todasestábamos ahí para protegerla, que quizás ese hombre ya no se acordaba deella; pero que, por las dudas, se escondiera entre nosotras...

Habiendo dado un pequeño discurso de introducción, el Director de la cárceldio la bienvenida a la delegación del colegio, a la Madre Superiora y alconferencista, a quien pidió que ocupara una especie de estrado para iniciar sucharla...

“Un día, Satanás y Jesús estaban conversando –empezó diciendo el Amigo delos Jóvenes y guardó un estudiado silencio para jugar con el suspenso-Satanás acababa de venir del Jardín del Edén y se vanagloriaba de habercapturado a millones de seres humanos en el mundo, utilizando diversascarnadas, a las cuales no habían podido resistir. Saltaba de gusto estedemonio y saboreaba ya de todas las diabluras que pensaba ensenarles; elodio, el abuso, la bebida, las drogas, las maldiciones, los crímenes, la guerra,el armamentismo... “¡Me voy a divertir en grande!” dijo Satanás y soltó unasonora carcajada”...

¿Cómo continúa la historia? El Amigo de los Jóvenes hizo una nueva pausa-Sabía que, con aquella introducción, había logrado comprometer a su auditorioen la historia que desarrollaba y cuyo final era la muerte...

La idea de nuestro amigo era demostrar que algunos de los actos querealizamos no siempre han sido guiados o inspirados por Dios sino porSatanás. Lo hizo con sobrados argumentos e invitó a la concurrencia a un actode contrición y de reconciliación con Dios y con nosotros mismos, con nuestrasustancia espiritual- Nos hizo ver que los seres humanos que hemos cometidoerrores tenemos en la infinita misericordia del Señor, todos los días y cadainstante, la oportunidad para mejorar nuestra vida y hacer que ésta tome elrumbo de la felicidad. Nos dijo que, gracias a ello, los seres humanos podemosmejorar; sobre todo, cuando reconocemos nuestras debilidades, nuestroserrores y todo aquello que nos vincula con Satanás. Luego, dirigiéndose a losreclusos, pidió que quienes desearan dieran algún testimonio de su vida y desu reconciliación.

Eduardo, aquel muchacho pálido y ojeroso que mi compañera habíadescubierto entre los penados, aquel que estuviera a punto de echar a perderla vida de esta chica, obligándola a consumir estupefacientes, cabizbajo, conlas manos en los bolsillos, caminó hacia el pequeño escenario improvisado y sequedó ahí, mirándonos, sin atreverse a decir nada. Por momentos, parecía que

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lloraba porque su rostro presentaba una mueca de tristeza conmovedora;pero, no seguramente, sus lágrimas lo estaban quemando por dentro... Micompañera volvió a aferrase de mi brazo y a temblar. Yo la abracé con todasmis fuerzas e hice que escondiera su rostro contra mi pecho...

“La primera vez que usé droga -empezó a decir el muchacho, con voztemblorosa- fue a los catorce años. No sabía qué daño me haría ni meimportaba. A pesar de que mis amigos y mis padres me advertían de que coneso me perdería paso a paso, de que llegaría un momento en que no podríavolver atrás porque la droga me atraparía la voluntad, yo me reíadescaradamente o me enfurecía. Ya entonces los pitos, las tamugas, el crack,me habían desvanecido el carácter, volviéndome impredecible... Entre esosamigos, recuerdo a una que era como mi enamorada, a quien estuve a puntode arrastrar conmigo... La fuerza de voluntad de ella me ganó y ahora mealegro de que así haya sucedido... Ojalá ella, donde quiera que se encuentre,me perdone: sé que no la volveré a ver; no quisiera verla porque sientovergüenza; pero, ¡cómo me gustaría que me perdonara!...

Rosana lloraba en mi pecho y me decía por lo bajo que tenía ganas deexplicarle que ella lo había perdonado; pero que lo importante era el perdón deDios. Yo la contuve, aconsejándola que le hiciera llegar una nota diciéndoleesas cosas y prometiéndole orar siempre por su recuperación.

“Cuando comencé -continuó Eduardo con su testimonio- me dejé llevar por loshalagos y las presiones de mis amigos. Después, ya no hubo presión de nadie.Me drogaba y bebía licor por mi cuenta y riesgo, sin importarme nada ni nadie.Quería sentirme bien, rico, chévere, feliz, yo solo... solo y egoísta, como mesiento ahora. No me acuerdo desde cuándo empecé a fallar en el colegio nicuándo se dio el rompimiento de mis relaciones familiares. No recuerdo cuándoperdí a mi mejor amiga ni cuándo empezó a deteriorarse mi salud de cuerpo yalma...

En algún momento, tal vez a los 17 años, me sorprendieron en el colegio condrogas, invitando a mis compañeros a seguirme. Me llevaron a la rectoría, mesometieron a entrevistas con la sicóloga, llamaron a mis padres, desataron unescándalo y terminé expulsado del colegio...

Me fui de la casa porque ya no soportaba la presión de mis padres. Traté, sinembargo, de hacerles caso, de abandonar el vicio de las drogas; pero ya midecisión no contaba para nada... mi voluntad se había perdido entre los sueñosartificiales de la coca y las anfetaminas. Cuando me hizo falta, comencé atraer droga de Colombia y me puse a distribuirla entre los pelados, a la salidade los colegios. Eso me daba buen billete y podía pagarme mis vicios; pero, yoquería más, probar los nuevos productos, correr nuevas experiencias...

Así, metido en el mundo del hampa, un día conocí a un hombre que mepropuso llevar droga al extranjero. Me ofreció una excelente paga y yo acepteenseguida. Quería jugar a esa aventura y salir del país, donde mis familiares

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me seguían acosando. Además, me gustaba la idea de llevar esas cápsulas decoca en mi estómago y, en el fondo, me hacía cosquillas la idea de que algunade ellas se llegara a romper y me drogara a lo grande, de una sola, de unavez... y para siempre.

Tuve la suerte de que eso no sucediera porque en el aeropuerto algo medelató. La policía antinarcóticos, me hizo algunas preguntas, yo me pusenervioso y empecé a sudar frío. Traté de retroceder, pero fue demasiado tarde.Me llevaron al hospital, me examinaron y encontraron en mi estómago elmaldito cargamento... Y aquí estoy, cumpliendo una condena de dieciséis años.Han pasado tres y ya siento que me quemo en este infierno. Necesito paz,serenidad para aguantar lo que me queda en esta prisión. Me siento solo,desamparado; no tengo a nadie... pero todo esto me lo merezco y estoydispuesto a pagarlo. Siento que Satanás todavía me acompaña, no me suelta;por eso, necesito ayuda, esa ayuda que usted viene a ofrecerme, señor; la deustedes, niñas, que dejando sus quehaceres, sus diversiones sanas, vienen amostrarme su inocencia, su dulzura; a demostrarme con solo su presencia queDios existe también para nosotros, los que hemos caído tan abajo... ¡Graciaspor venir y que el Señor los bendiga!”...

El muchacho bajó la cabeza y se dispuso a regresar al grupo de donde habíasalido. Inesperadamente, se dio vuelta y se lanzó a abrazar al conferencista.Un golpe en nuestras entrañas nos hizo contener le respiración; pero el Amigode los Jóvenes, sereno, sonriente, le dijo que había hecho bien en declarartodo aquello que lo estaba torturando, que eso era un paso hacia lareconciliación con Dios, que con ese paso había empezado a cambiar. Le dijoque lo que le esperaba era muy duro porque, aparte de la condena que debíacumplir, debía luchar diariamente para no volver a caer en el abismo de dondeestaba saliendo. Le pidió que se negara a vivir experiencias fáciles y mundosde mentira, que buscara lo auténtico, los valores humanos del amor y lasolidaridad y que, cuando se sintiera desfallecer, se apoyara en la fe cristiana,en la certeza de que el Señor lo estará ayudando y fortaleciendo con susabiduría y su misericordia...

Nuestro conferencista, diciendo las últimas palabras, acompañó al joven presohasta su asiento y, desde allí, regresó a la palestra, dirigiéndose a toda laconcurrencia. Pidió afrontar con serenidad los duros acontecimientos quetenían por vivir en el encierro, aceptar con paz y alegría las contrariedadespropias de su condición de penados y sentir la responsabilidad de ser uneslabón, cada quien, de una misma cadena que nos pone en relación con Dios.

En nuestro trabajo social con los presos, tenemos por norma no averiguarjamás los motivos por los que se encuentran cumpliendo sus penas. Nuestrastareas solidarias no quieren sabe ni hacer distingos, porque eso lecorresponde al Ser supremo, que es quien juzga, y a sus ministros en la tierra,que son sus confesores. Sin embargo, porque los mismos reclusos suelencomentar, a veces sin querer, nos enteramos de algunos casos. Por esosabíamos que, entre la concurrencia, estaban unos cuanto, sentenciados por

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casos de corrupción administrativa y otros, por estafas en los manejosbancarios, tan conocidas en el país.

Como si adivinara su presencia, el Amigo de los Jóvenes improvisó la historiadel “Sirviente Feliz”: “Era un vasallo de corte que tenía el encargo de llevar,todos los días, el desayuno a su rey. Siempre lo hacía con alegría, silbando ocantando tonadillas de la región, con una sonrisa franca y serena. El rey, claro,se complacía con su presencia; pero también le tenía envidia. “¿Cómo unhombre de baja ralea, pobre, rudo y sin educación, podía ser más feliz que elrey? -se preguntaba el monarca -¿Y cómo el Rey, teniendo las riquezas y elpoder, teniendo vasallos y corte de aduladores, no logra esbozar una sonrisade felicidad?”. Intrigado por estas preguntas, el poderoso hombre mandó allamar a su sirviente, para saber si él podría articular una respuesta...

“Majestad -dijo con humildad el vasallo- yo no tengo razones para estar triste.Tengo el gusto de servir a su Alteza; tengo una casita que la corte me ha dadopor mis servicios y allí disfruto de lo que la vida me da, con mi esposa y conmis hijos; tengo para ellos y para mí el alimento y el vestido necesarios y, aveces, cuando su alteza me premia con alguna monedita, me doy un paseo conlos míos o me financio algún antojo familiar... ¿Cómo no estar feliz?”...

La respuesta no satisfizo las inquietudes del rey. ¿Cómo podía ser feliz esepobre paje si nada le pertenecía? Vivía en casa prestada, comía lo que sobrabay vestía ropa usada. ¿Se podía ser feliz sin ser dueño de nada? Las preguntasseguían rondando el sueño del monarca; se le volvieron una obsesión y, comoya no podía ni dormir, llamó al más sabio de sus asesores para que le dierauna respuesta.

“Ah, Majestad -dijo el respetado sabio- lo que sucede es que él está fuera delcírculo?

“¿Fuera del círculo? -inquirió el rey- ¿Y qué circulo es ése?

“El círculo del 99 -contestó misterioso el sabio- Si su majestad lo autoriza,podemos someter al Sirviente Feliz a la prueba del Círculo del 99. Para ello,debemos llevar esta noche a la casa del vasallo una bolsa de cuero connoventa y nueve monedas de oro; ni una más, ni una menos. Allípermaneceremos hasta el alba.

Si entender muy bien el juego que proponía su consejero, el rey aceptó ir conél y pernoctar escondido detrás de unos matorrales, frente a la casa delesclavo. Allí, cuando vio que se apagaban las luces de la humilde casa, el sabiose acercó sigilosamente, depositó en el corredor la bolsa y una nota en la quese leía: “Este es un premio que te da la buena suerte como pago por tusbondades. Disfrútalo de la mejor manera y no cuentes a nadie como loencontraste”.

Pasaron las horas, y vino la alborada, y se encendieron las primeras luces en lapequeña casa del vasallo. Con un candil en la mano y cantándole al día que se

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anunciaba, el paje recorría las habitaciones, levantando a hijos y a mujer, ylavándose por aquí, y vistiéndose por allá, y saliendo al corredor a ver a susanimalitos y, de pronto... ¡la sorpresa!, la trampa que el rey y el sabio lehabían tendido...

El sirviente recogió la bolsa, la sacudió. El sonido metálico le sacó una muecaextraña de su rostro. Leyó el papel y volvió a dibujar la mueca; dio un saltoque parecía de alegría; iba a gritar, pero se contuvo, Estrechó la bolsa contrasu pecho, miró a lodo lado, entró sigilosamente, como si fuera ladrón de supropia casa, y cerró la puerta tras de sí. El rey y el sabio se arrimaron a laventana para ver mejor la escena. Él sirviente había depositado las monedassobre la mesa y las tocaba, las acariciaba, se las pasaba por su rostro,completamente transformado... ¡Era una montaña de monedas de oro! El, quenunca había tocado una de esas monedas, ahora sus manos no le alcanzabanpara empuñarlas a todas…

El paje amontonaba las monedas, las frotaba y hacia brillar a la luz de la vela.Las juntaba y desparramaba; hacia pilas y quedaba, por momentos, estático,contemplándolas. Así jugando y jugando, empezó a hacer pilas de 10monedas. Un grupo de 10, dos de diez, tres de diez, nueve de diez y,mientras sumaba 10, 20, 30, 40… 90, se dio cuenta de que el último grupo…¡solo tenía nueve monedas! Su mirada primero recorrió primero la mesa,buscando la moneda que, según su deducción, faltaba en el hallazgo. Luego,busco en el piso, en los rincones, en la misma bolsa y, nada. Puso la últimapila al lado de las otras y comprobó que, efectivamente, era más baja. “¡Merobaron! –Grito - ¡Me robaron, malditos!”

Una vez más busco en la mesa, el piso, en la bolsa, en sus ropas, en susbolsillos; corrió los muebles, pero no encontró nada. Sobre la mesa, comoburlándose de su suerte, una montañita resplandeciente le recordaba quehabía noventa y nueve monedas de oro. “Es mucho dinero, pero me falta una”,dijo y se puso a calcular, papel en mano, el tiempo que necesitaría trabajarpara hacer una moneda más y completar lo que, supuestamente le faltaba…

Se pudo de pie y empezó a caminar de un lado para otro, hablando en vozbaja, murmurando maldiciones, planificando de nuevo su vida en función decompletar su centena de monedas de oro. Estaba dispuesto a trabajar duro yparejo para conseguir ese objetivo. “Después, quizás, no necesitare trabajarmás. Con cien monedas de oro un hombre es rico. Con cien monedas de oro sepuede vivir tranquilo, pero tengo que completar mi fortuna... tengo quecompletarla”... El sirviente, tal como lo había previsto el sabio, había entradoal círculo del 99.

De acuerdo con lo planificado, durante los siguientes meses, el sirvientepersiguió su meta de enriquecimiento. Trabajaba con desesperación, hacíahoras extras, reclamaba un mayor salario, protestaba por todo, se quejaba delos otros sirvientes y siempre estaba de mal humor.

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Una mañana, entró a la alcoba real, golpeando las puertas y refunfuñando derabia. El rey, que ya conocía las razones, lo miró con paciencia y le preguntópor las hermosas melodías que solía cantar. Él sirviente bajó la cabeza,tratando de esconderse de la mirada de su rey, y con una voz ronca yrencorosa, respondió que él hacía su trabajo por el que mal le pagaban y queeso de cantar no había sido nunca ni sería parte del trato laboral… No pasómucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente; pues, no eraagradable tener un paje que andaba siempre de mal humor.

El “Amigo de los Jóvenes” terminó su historia y miró a todos. Entonces, pidióque cada quien mirara en su interior y analizara si no habremos sido formadosde manera equivocada, pensando siempre que nos hace falta algo más paracompletar una fórmula de felicidad, sin permitirnos disfrutar de lo que nos hasido dado. “Mucha gente consume su vida esperando la moneda número cien”,sentenció. “Pero, ¿qué pasaría si la iluminación llegara a nuestro entendimientoy nos revelara, así de golpe, que nuestras noventa y nueve monedas son elcien por ciento del tesoro? ¿Que no nos hace falta nada, que nadie se haquedado con lo nuestro, que lo demás, incluida la ambición, solo es unatrampa, para que seamos envidiosos, peleemos, para que vivamos la vida malhumorados, infelices, resentidos? ¿Qué pasaría? ¡Cuántas cosas cambiarían sipudiéramos disfrutar de nuestros tesoros tal como son, tal como nos vienen!¡Qué fácil nos vendría la felicidad si desecháramos la inspiración satánica deposeerlo todo y de alimentar nuestra voracidad, obsesionados por una monedamás!”

El auditorio había quedado en silencio. Cada quien, supongo, hacía su examende conciencia y admitía sus errores; pero, ¿cómo remediar los daños?, ¿cómoreformar esa conciencia que tanto se había equivocado? La rehabilitación, lasupuesta razón de ser de todo sistema carcelario, como sabemos y como losaben los reclusos, no ha funcionado. La pregunta, entonces, se mantiene, semantenía flotando en el ambiente: ¿Cómo reconstruir, volver a formar, piezapor pieza, los soportes morales de la conciencia? “Amigos -dijo nuestroexpositor después de todo, nos queda la esperanza de que, a partir de ahora,vamos a tomar el desafío y vamos a aprender a ser mejores y a rectificarnuestra actitud frente a la vida, frente a los seres humanos y, principalmente,frente a Dios, que nunca nos abandona...

Fracaso no significa que somos unos fracasados; simplemente, todavía nohemos podido demostrar nuestra valía. Fracaso no significa que no hemoslogrado nada; evidencia que hemos aprendido algo. Fracaso no significa quejamás lograremos nuestras metas, porque estamos encerrados; sencillamente,tardaremos un poco más en alcanzarlas. Fracaso no es comprobar que Diosnos haya abandonado; ¡es que Dios tiene una mejor idea y un plan desalvación para nosotros!

¡Muchas gracias por escucharme!”

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La concurrencia aplaudió muy agradecida. Muchos reclusos, comentando elsuceso, se acercaron al conferencista, le estrecharon su mano y le pidieronque vuelva.

Poco a poco, rodeados de aquellos hombres que nos acosaban conpreguntas, que nos hacían encargos y nos pedían que regresáramos, fuimossaliendo del lugar. Ya en la calle, el aire de la libertad nos devolvió el aliento.

“¡Qué día hemos tenido! -pensé- ¡qué cantidad de emociones encontradas!¡Qué provocaciones para meditar!” Ahora, lo que deseaba era correr a micasa y, como si buscara reencontrarme con mi propia esencia, abrazar a mimadre y comentar con ella todas las historias que me han contado, lasestrategias para alcanzar el éxito de las que hemos estado hablando en estosdías, las experiencias en la cárcel, las ideas, las conversaciones con mi amigaMaría José. Tengo ganas de hablar de todo con mi madre, de la renovaciónque siento por dentro, de las nuevas ilusiones, de la actitud positiva, de estalibertad que ahora adquiere una nueva dimensión, cuando sé que poseo lasherramientas para enfrentar la adversidad, cuando tengo en mis manos mifuturo. La verdad es que siempre tuvimos la libertad de elegir; pero no losabíamos; estábamos presas del miedo a la incertidumbre; estábamos enuna cárcel, cuyos barrotes eran nuestra propia incredulidad.

Ahora, me siento renovada y estoy segura de que nadie me quitará la alegríade tener un proyecto de vida, de amar y respetar a la gente y de estar máscerca de Dios, que es nuestro guía. Mientras me dirijo a mi casa, voyelaborando mentalmente una carta, o un poema, para mi madre. Se la diré,se la recitaré de alguna manera; pero tiene que saber que ella tiene ahorauna nueva hija…

Querida Madre:

Ayer y hoy han sido los días más especiales de mi vida. Lo que he visto yaprendido me han llevado a reconocer mis errores, a olvidar los resentimientosy a mirar con optimismo el futuro. Hoy, cuando empiezo a diseñar mi proyectode vida, quiero estar en paz contigo y decirte cuanto te amo. Este pequeñobarquito de papel que navegaba a la deriva ha encontrado su rumbo y sedirige a un hermoso puerto. En este viaje, estás a mi lado; pero también, entierra firme, iluminando mi ruta.

Mamita, estoy segura de que yo sola no puedo cambiar al mundo; pero sípuedo aportar para hacer de nuestro entorno algo más habitable, más dulce ymás feliz, Cuando todos en el país, en el continente, hagamos lo mismo, elmundo va a cambiar; de eso estoy convencida. Por eso, si hay tantas estrellasque se han quedado varadas en la arena, yo voy a lanzarlas al mar, una poruna... y si alguien me dijera que ese trabajo es absurdo, yo le contestaría quemuchas estrellas se pierden inútilmente, pero que las que yo devuelvo al aguarecobran la vida...

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Mamita, quisiera que la vida entre tú y yo tenga el sentido de las estrellas, quecada día encontremos una nueva manera de ayudamos y de amar...

Tu hija que te ama,

Casandra

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LA SATISFACCIÓN DEL CAMINO RECORRIDO Y DEL TRABAJOREALIZADO

Desde que le conté al “Amigo de los Jóvenes” que pensaba escribir misexperiencias a partir de lo que él me había enseñado, he pasado mucho tiempoorganizando mis apuntes y transcribiendo mis grabaciones. En esta tarea, queya se ha vuelto un compromiso con mis amigas, mi familia y la gente que amo,he tenido la asistencia permanente de nuestro amigo conferencista. El, congran paciencia y amor, se ha tomado la molestia de escribirme varias vecespara contestar mis inquietudes, compartir conmigo un poquito de susconocimientos, comentarme sus nuevas experiencias y, algo que le agradezcoprofundamente, confiarme algunos aspectos de su vida privada, con los que betratado de hacer un retrato de su personalidad...

La última carta que recibí de él ha sido escrita antes de un largo recorrido quedebía hacer por toda la provincia de Manabí, llevando su mensaje a los jóvenesde los rincones más apartados. Él es así, está donde se lo necesita y muypronto, creo, no habrá lugar en el país donde no se hable de sus mensajes yde su gran amistad por la juventud de mi país...

Ahora me lo imagino conduciendo su vehículo por esos caminos del terruño,cansado, pero con una sonrisa dibujada en su rostro, por la satisfacción detrabajar a tiempo completo y horas extras en beneficio de sus miles deamigos, los jóvenes ecuatorianos. Serán kilómetros y kilómetros los que lesirven a él, aparte de llevarlo de pueblo en pueblo, para meditar en susmensajes, planificar sus estrategias de comunicación y pensar en su familiaque lo espera, en sus tres hijas, en sus tres Marías. En ello debió estar cuandorecibió mi llamada a su celular...

Quiero comentarle, maestro y amigo -le dije- que a veces, creemos que eléxito está en la fama y en la fortuna; pero usted nos ha enseñado que no esasí. El éxito está en las manos de quien vive feliz, de quien ha amado, reídomucho y ha logrado merecer el respeto de grandes y pequeños. Como usteddice, “el éxito está en dejar huella, en ayudar a los demás”.

No sé si estas palabras son originales o, lo que es más probable, las he hechomías, mientras redacto esta especie de memoria. El Amigo de los Jóvenessigue su camino y yo, a su oído, repito lo que tengo escrito para recibir suscomentarios: El éxito es de quien ha hecho del mundo un lugar para vivir.

La persona de éxito es la que siempre ha respetado al ser humano, a lanaturaleza y ha sabido ver lo bueno en todo y en todos.

Tener éxito es ser capaz de dar lo mejor de uno mismo. Tener éxito es estarcon Dios...

No había terminado mi lectura cuando se cortó la comunicación. De todasmaneras, le di mi agradecimiento porque sabía que, en algún momento,

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recibiría sus comentarios. No quise insistir con una nueva llamada y preferídejarlo con sus pensamientos...

Le habrán cruzado mil ideas por la cabeza: quizás, su infancia feliz entre seishermanos, sus bondadosos padres, el bosque, que según me contaba, le servíade refugio para sus aventuras diarias... o tal vez, los inmensos árboles de losque alguna vez me habló, que se erguían majestuosos como queriendo llegaral cielo...

Así, dándole vueltas al cariño, habrá llegado a algún modesto hotel cerca delmar, con el sol de la tarde poniéndole color a la nostalgia. Desde su ventana sehabrá regocijado con los pescadores artesanales que vuelven a tierraarrastrando su trasmallo, seleccionando la pesca del día y devolviendo al marlas especies que no han de utilizar. Cientos de pelícanos y albatros habránrevoloteado para atrapar los desechos en el aire y, más tarde, ya con el solmoribundo, habrán formado su perfecta línea de paz para dirigirse al refugiode los acantilados, donde esperan siempre los polluelos hambrientos. Mientrasel paisaje cierra su ciclo cotidiano, el Amigo de los Jóvenes habrá corrido lasventanas y se habrá refugiado en el recuerdo de sus hijas María José, MaríaMacarena y María Paz. Allí, en soledad, les habría escrito la carta que luego mehiciera conocer y que ahora, sin permiso, transcribo para ustedes...

“Queridas Marías,

Este ritmo loco de trabajo, de conferencias interminables, no me permite estarsiempre con ustedes como quisiera; pero las tengo en mi memoria y las amoen todo momento. Es que esto de luchar por los valores humanos me lleva yme trae, me aleja y me acerca hacia lo que más quiero.

Es posible que, por ahora, no entiendan la misión que tengo en la vida; pero,para llevarla adelante, pienso en ustedes que son la fortaleza de mi espíritu yde mi corazón.

No se imaginan ni remotamente, pero pronto entenderán lo que es estar contanta gente que nos necesita. En cada joven que me plantea sus aspiraciones,en la risa de un niño, en todos los anhelos, están ustedes para hacermeresponder mejor.

María José, María Macarena, María Paz, quisiera pasarme toda la vida conustedes, cada segundo, cada instante. Me siento triste sin su presencia; perola misión que tengo con los jóvenes, con los padres que sufren, me lleva aseguir en la tarea de forjar con ellos un futuro mejor. Por ustedes lucho,trabajo con gusto, vivo, respiro. Tengo una sonrisa en mis labios... y es elreflejo de ustedes.

Las amo y las necesito.Con amor,Su padre

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Amanece. Con la sonrisa de sus hijas en su memoria, el Amigo de los Jóvenestoma una ducha helada y se promete dar todo de sí en este día que le espera.Nadie le quitará el derecho de ser feliz, Él lo ha decidido así, ¡éste tiene queser el mejor día de su vida! Miles de jóvenes lo esperan, mientras él ordena losmensajes con los que los enrumbará hacia el camino del éxito...

“Nadie siente el amor sin probar sus lágrimas ni recoge rosas sin sentir susespinas. Nadie hace obras sin esfuerzo ni cultiva amistad sin renunciar a símismo. ¡Nadie se vuelve humano sin ayudar a los demás! Nadie llega a la otraorilla sin haber construido puentes para pasar.

Nadie deja el alma lustrosa sin el pulimento diario de Dios. Nadie puede juzgarsin conocer primero su propia debilidad. Nadie consigue su ideal sin haberpensado muchas veces que perseguía un imposible.

En esta época de cambios radicales, el éxito pertenece a los seres humanosque siguen aprendiendo. Los que ya aprendieron y se creen “productoacabado” se encuentran equipados para vivir en un mundo que no existe. Esque el éxito no es un acto único sino un hábito, una actitud permanente”

Éstas son las notas que espero en algún momento el Amigo de los Jóvenesrevisará. Las he escrito para mis amigos y amigas y, para quien se sientallamado a recorrer los caminos que aquí se esbozan, tratando de ser fiel a losprincipios que nos inculcara nuestro amigo. Más allá de ello, está mi profundoagradecimiento para él, por haberme abierto los ojos y por decirme que aúnsigue viva la esperanza. Estas notas son mi reconocimiento para él y unainvitación a la juventud para tomar el camino del éxito que nos ha señalado.¡Sigamos al Amigo de los Jóvenes! Los invito de buena fe y, como nos hadicho, en un desafío...

¡Nos vemos en la cumbre!

Casandra

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CARTAS DIRIGIDAS A PAPÁ, MAMÁ Y AL AMIGO DE LOS JÓVENES

DIRIGIDAS A MAMÁ Y PAPÁ

Padre:

Tú sabes lo mucho que te quiero. Tú eres un ejemplo para mí, pero siento queno siempre nos llevamos bien.

Me haces enojar muy seguido por tus costumbres, tus quejas indirectas y tusdecisiones que no gustan a toda la familia.

Deberías hacer que las decisiones se tomen democráticamente y, aunque nosda miedo contradecirte, quisiera que respetaras nuestras opiniones.

Debes damos mayor libertad; no todos pensamos igual que tú.

Tenemos miedo; pues, en cuanto nos vamos en contra de tu opinión, te enojasfácilmente.

Cuando en algún restaurante nos hacen esperar mucho, te levantas e insultasa la gente. Vosotros nos ponemos nerviosos y nos avergonzamos de ti. Luego,el día se transforma en un infierno.

Padre, aún así te queremos; pero te querríamos mucho más si mejoraras tuactitud.

Tu hijo,Carlos

¡Hola papi!

Hoy. Como todos los días, me levanto con la cara triste y unas inmensas ganasde llorar. Nuevamente estoy, dispuesta a escuchar tus groserías, insultos ysobre todo lista para que me recuerdes y me saques en cara todo lo que hashecho por mí.

A veces quisiera hacerte alguna tonta pregunta: ¿Acaso yo te pedí venir almundo? Contéstame papá.

La verdad es que ya no puedo más; cada día es un martirio.

Escucho todas esas palabras horribles que me dices ¿Qué hecho para que túme odies tanto? Sí papa, pienso que me odias, que quisieras quedesapareciera de tu vida. Me duele mucho que me trates mal y todos los díaslloro y le pido a Dios que me demuestres un poquito de amor.

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Quisiera ser un supermercado pura que pongas interés en mí, ser un periódicopara que me leas y te desesperes por saber que pasa en mi vida. Quisiera sertu mejor amiga para ver si así me regalas una sonrisa, un abrazo fuerte y unapretón de manos...

Si padre, todo esto hace que mi vida no tenga sentido. ¿Acaso es tan difícildecir te amo? ¡Dímelo aunque no lo sientas! ¡Miénteme!

Te quiero mucho.Verónica

Madre:

“Estar contigo puede ser como jugar a la ruleta rusa con un revólver: cargasuna bala en los seis agujeros. Un día, puede ser que la suerte me acompañe yte portes muy bien. Pero hay días en que el disparo sale muy fuerte... y matasmi vida”.

Te ama.

Tu hija

PROYECTOS PE VIDA

• ”Se pueden cumplir nuestros sueños y tenemos que trabajar paraconseguirlos. No voy a hacer las cosas por obligación sino porque megustan”.María Cristina.

• Yo voy a ser la mejor azafata. Lo voy a lograr porque tengo claro que loque quiero lo puedo alcanzar con esfuerzo, sacrificio y amor.Ibeth

• “Yo quiero ser un gran arquitecto, diseñar las mejores casas. Quieroconocer el mundo y triunfar”.David

• “Quiero ser el mejor Ingeniero de Sistemas y mi mensaje es que nuncase rindan”.José Ignacio

• “Quiero ser un gran arqueólogo. No importa ser lo que está de moda sinolo que te gusta.

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Carlos

• “Yo quiero ser modelo y me voy a esforzar por conseguir mi sueño”.María Victoria

• “¡Voy ha ser el mejor economista! ¡Yo puedo hacerlo!”Mauricio

• “Yo quiero ser el primer astronauta ecuatoriano para honrar a mi país”.Santiago

• “Yo quiero ser astronauta, porque quiero representar a mi país ytriunfar”.Jennifer

• “Yo Quiero ser una excelente doctora. ¡Sueña y trabaja paraalcanzar tus metas!”.Johana

• “Quiero ser diseñadora y ser feliz con mi familia. Ser felizes lo másimportante”.Andrea

• “Quiero ser una gran doctora. ¡Hay que luchar pura alcanzar nuestrasmetas!”Daniela

• “Yo, de grande, seré una famosa cantante porque ese es mi sueño”.Irina

• “Quiero seguir Hotelería y Turismo porque me gusta”.María Isabel

• “Voy ha ser una campeona en Banca, Finanzas y Marketing. ¡Voy aluchar por vivir y disfrutar de la vida!”.Verónica

• “Yo quiero ser una gran cantante y guitarrista”.María de Lourdes

• “Yo quiero ser monja para ayudar a la gente con la religión”.Sofía

• “Quiero ser un gran tenista como Nicolás Lapenti y, además, un granIngeniero Eléctrico ¡Sigue intentando, nunca te rindas!”Ricardo

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• “Yo quiero ser un Ingeniero de Sistemas. Cada uno tiene un sueno y lotiene que conseguir con esfuerzo ¡Estoy dispuesto a pagar el precio!”Álvaro

• “Lo que sueñas de pequeña, tal vez lo harás de grande. Yo quisiera seruna gran arqueólogo”.Tañía

• “Yo quiero ser administradora de empresas para administrar unafundación para ayudar a los niños pobres”.Lilet

• “Andrés, tienes que ser un gran arquitecto y crear fuentes de trabajopara que los ecuatorianos no se vayan a otros países”.Andrés

DIRIGIDAS AL AMIGO DE LOSJÓVENES

Portoviejo, 16 XII 2001Gracias lo recordaré siempreSiga adelanteLQMGemaPD: Lo admiro. ¡Te quiero chiquito!

• Querido “Amigo de los Jóvenes”, te agradezco por toda la ayuda que nosdiste. Me encanta tu historia del “chiquita te amo”.¡Adelante, eres increíble!MaríaRiobamba.

• Recordado “Amigo de los Jóvenes”:Recuerdo aquella vez que estuviste en Ibarra. Tu forma de ser y tushistorias cambiaron mi vida. Nunca me había planteado un proyecto devida. Ahora ya lo tengo. Voy a ser azafata y ojalá algún día nos veamosen un avión para tratarte, como tú te mereces,Gracias,Estefanía

• ¡HOLA!

Soy una joven muy, pero muy agradecida con el “Amigo de los Jóvenes”,porque su libro “EL PODER INVISIBLE DEL AMOR”, me ha servido mucho.Desde que comencé a leer el libro, mi vida tomó sentido. Ahora comprendo

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que la vida es como un edificio en que cada día tenemos que construir algo,poco a poco, hasta llegar al último piso, que es la meta que se propone.Aprendí a ser una mujer de ÉXITO y una persona LUCHADORA, porque megusta perseverar en lo que quiero.

Mi proyecto de vida es ser QUÍMICA FARMACÉUTICA y lo voy a lograr. Seré lamejor del país y, ¿por qué no?, del mundo.

Gracias una ves más y siga adelante.

Tania Montes GilcesColegio “Santa Mariana de Jesús”Portoviejo- Manabí- Ecuador

• Mi nombre es Gino Fernández Veles, de la Unidad Educativa Leonardo DaVinci de Manta. Le agradezco por todo lo que aprendimos y le envío estahistoria.

Un joven muchacho estaba a punto de graduarse en la preparatoria... Hacíamuchos meses que admiraba un hermoso auto deportivo de un patio devehículos. Sabiendo que su padre podría comprárselo, le dijo que eso era todolo que quería.

Cuando se acercaba el día de la graduación, el joven esperaba ver algunaseñal de que su padre hubiese comprado el auto.

Finalmente, en la mañana del día de la graduación, su padre le llamó para quefuera a su oficina y le dijo lo orgulloso que se sentía de tener un hijo tan buenoy lo mucho que lo amaba. El padre tenía en sus manos una hermosa caja deregalo.

Curioso y de algún modo emocionado, el joven abrió la caja y lo que encontrófue una hermosa Biblia de cubiertas de piel, con su nombre escrito con letrasde oro. Enojado, le gritó a su padre diciendo: ¡Con todo el dinero que tienes ylo único que me das es esta Biblia! y salió de la oficina furioso.

Pasaron muchos años y el joven se convirtió en un exitoso empresario. Teníauna hermosa casa y una bonita familia; pero, cuando supo que su padre, yaanciano, estaba muy enfermo, pensó en visitarlo.

No lo había vuelto a ver desde el día de su graduación. Antes de partir, llegóun telegrama que decía que su padre había muerto y le heredaba a él todassus posesiones.

Cuando llegó a casa, una tristeza y arrepentimiento llenaron su corazón. Depronto, empezó a ojear todos los documentos y encontró aquella Biblia que supadre le bahía regalado.

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Mientras la abría, unas llaves de auto cayeron. Ademas había una tarjeta de laagencia de autos donde había visto ese auto deportivo que tanto habíadeseado. En la tarjeta estaba la fecha del día de su graduación y las palabras¡TOTALMENTE PAGADO!

• Los valores morales y espirituales que día a día cultivamos en nuestroscorazones, son los que nos dan muestra de nuestra verdadera personalidad.

“El Poder Invisible del Amor” es una obra realmente especial. Me he dadocuenta de que con ella podemos crecer cada vez más y alcanzar a ser unasmujeres de éxito, buenas líderes, armadoras de una sociedad más activa yesperanzadora.

Karla.

• Hola, ¿cómo está?. Espero que bien. Le escribo para decirle que su libroes educativo y “super bueno”. Le felicito y quisiera, si no fuera muchamolestia, nos traiga la novela de superación “Jóvenes de éxito”

También le escribo para que me ayude en un problema. Se trata de papito. Élfuma mucho: es una persona adicta al tabaco y quiero impedir que sufra lasconsecuencias.

¡Necesito que me ayude por favor!

Blanca Vásconez

Colegio Matilde Amador

Guayaquil