DIETRICH, William. Atila El Azote de Dios

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    ArgumentoTras dcadas de sufrir el acoso de las tribus brbaras, el Imperio

    romano se debilita por momentos. Hacia el 449 d.C., Atila, el rey de

    los hunos, cuya ferocidad le ha ganado el ttulo de el Azote de Dios, esel seor de la guerra ms poderoso del mundo y, al comprender que suimperio corre el riesgo de desaparecer, se dispone a atacar Occidente.Los lderes romanos envan una embajada al campamento de Atila conla excusa de conseguir un acuerdo diplomtico y sobornar a uno de loslugartenientes para que tome parte en una conspiracin y asesinar asu lder. A esta misin se unir Jons. La conspiracin es descubierta

    y Jons es tomado como rehn. Consciente de que su vida corre unserio peligro, comprende que para sobrevivir tendr que recurrir a sushabilidades. Mientras planea su huida, se apodera de un elemento

    decisivo en la inminente guerra. Para salvar el imperio, debe llevar noslo una advertencia, sino una antigua espada que ayudar a prepararRoma para la mayor batalla de la historia, cuyo resultado determinar

    el futuro de la civilizacin occidental.

    A mi madre, y en memoria de mi padre. Fueron ellos los que meregalaron un libro infantil sobre la batalla de los CamposCatalunicos, que despert en m una curiosidad que ha perdurado

    toda la vida

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    Personajes principalesRomanos y aliadosJons: joven enviado y escriba romano. Ilana: doncella romana

    cautiva. Zerco: bufn enano amigo de Jons. Julia: esposa de Zerco.Aecio: general romano. Valentiniano III: emperador del Imperioromano de Occidente. Placidia: madre de Valentiniano. Honoria:hermana de Valentiniano. Jacinto: eunuco de Honoria. Teodosio II:emperador del Imperio romano de Oriente. Crisafio: ministro eunucode Teodosio. Maximino: embajador de Atila. Bigilas: traductor yconspirador. Rusticio: traductor. Aniano: obispo y (cuando le

    conviene) eremita.HunosAtila: rey de los hunos. Skilla: guerrero huno enamorado de Ilana.Edeco: to de Skilla y guerrero de Atila. Suecca: esposa de Edeco.Eudoxio: doctor griego enviado de Atila. Hereka: primera esposa deAtila. Elak, Dengizik e Irnak: hijos de Atila. Onegesh: lugartenientede Atila de origen romano.

    GermanosGuernna: comparte cautiverio con Ilana. Teodorico: rey de losvisigodos. Berta: hija de Teodorico. Genserico: rey de los vndalos.Sangibano: rey de los alanos. Anto: rey de los francos.IntroduccinTrescientos setenta y seis aos despus del nacimiento de nuestro

    Salvador, el mundo segua siendo uno. Nuestro Imperio romanoperdur, tal como haba sido, durante mil aos. Se extenda desde losfros pramos de Britania hasta las abrasadoras arenas de Arabia,desde el nacimiento del Eufrates hasta las costas atlnticas del nortede frica. Las fronteras de Roma haban sido atacadas eninnumerables ocasiones por celtas y germanos, por persas y escitas.Sin embargo, con hierro y sangre, con astucia y con oro, a todos los

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    haban vencido. Siempre haba sucedido de ese modo, y en el ao 376pareca que siempre habra de ser as. Cmo me gustara haberconocido aquella certeza! Pero a m, Jons Alabanda, historiador,

    diplomtico y soldado a mi pesar, slo me cabe imaginar la venerableestabilidad del viejo imperio como quien escucha el relato de unmarinero que habla de una costa lejana y oculta tras la niebla. Midestino me ha llevado a existir en estos tiempos ms duros, a conocer alos grandes y a vivir con mayor desesperacin a causa de ello. Estelibro narra mi historia y la de aquellos a quienes tuve la ventura y ladesdicha de conocer, pero sus races se hunden en el pasado. En ese

    ao 376, ms de medio siglo antes de mi nacimiento, circul el primerrumor de la tempestad que lo cambi todo para siempre. En ese ao,segn relatan los historiadores, se recibieron las primeras noticias delos hunos. Tened presente que yo soy, por origen, oriental, que habloel griego con fluidez, que soy versado en filosofa y estoyacostumbrado a los soles cegadores de mi tierra. Nac enConstantinopla, ciudad que fund Constantino el Grande en el

    Bsforo para que se convirtiera en segunda capital de nuestro imperioy que deba agilizar su administracin. En ese punto donde se unenEuropa y Asia, el mar Negro y el Mediterrneo, se alz la NuevaRoma, escenario estratgico de la antigua Bizancio. La divisinproporcion a Roma dos emperadores, dos senados y dos culturas: eloccidente latino y el oriente griego. Pero no se trataba de dos imperios:los dos ejrcitos romanos seguan acudiendo en ayuda mutua, y lasleyes imperiales se coordinaban y unificaban. El Mediterrneo seguasiendo una laguna romana, y una misma arquitectura, una mismamoneda, un mismo estilo en foros, fortalezas e iglesias podaobservarse desde el Nilo hasta el Tmesis. El cristianismo eclipsaba atodas las dems religiones, y el latn a todas las dems lenguas. Hastaentonces, el mundo no haba conocido un perodo tan dilatado de paz,

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    estabilidad y unidad relativas. Y jams volvera a conocerlo. ElDanubio es el gran ro europeo. Nace en las laderas de los Alpes ydiscurre hacia levante a lo largo de casi mil ochocientas millas antes

    de ir a morir en aguas del mar Negro. En el ao 376, su curso trazabagran parte de la frontera septentrional del imperio. Aquel verano, avarias guarniciones romanas apostadas a lo largo del ro comenzarona llegar historias de guerra, desrdenes y migracin entre los pueblosbrbaros. Una nueva forma de terror, desconocida hasta entonces,obligaba a huir a pueblos enteros, segn se deca, y en su marchatopaban con los que vivan al oeste. Los fugitivos hablaban de la

    existencia de un pueblo poco agraciado, maloliente, de tez oscura, quevesta con pieles de animales hasta que stas se pudran, inmune alhambre y a la sed, que beba la sangre de sus caballos y coma la carnecruda que guardaba bajo sus monturas para que se ablandara. Esosnuevos invasores llegaban silenciosos como el viento, mataban consus potentes arcos desde distancias inslitas, mataban con susespadas a los que hubieran sobrevivido, y se alejaban al galope sin dar

    tiempo a sus enemigos a organizar la resistencia. Rechazaban alojarsea cubierto, quemaban cuanto encontraban a su paso y, casi siempre,vivan al aire libre. Sus ciudades se componan de tiendas de fieltro ysus calzadas eran las vastas estepas. Avanzaban por las praderas enpesados carros tirados por esclavos cargados con el botn de susconquistas, y su lengua era dura y gutural. Se llamaban a s mismoslos hunos. Para tranquilizarse, nuestros centinelas se decan queaqullos eran sin duda relatos exagerados. Roma contaba con unalarga experiencia con los brbaros y saba que, por ms valerosos quefuesen individualmente, en la tctica eran malos y en la estrategia,psimos. Temidos como enemigos, resultaban valiosos como aliados.Acaso no haban acabado los terribles germanos, con el transcurrirde los siglos, convertidos en el baluarte del ejrcito romano en

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    Occidente? Acaso no se haban civilizado los indmitos celtas? Losmensajeros llevaron a Roma y a Constantinopla la noticia de que algoanormal pareca suceder ms all del Danubio, pero su peligro an no

    se haba concretado. Entonces, el rumor se convirti en una marea derefugiados. Huyendo de los hunos, un cuarto de milln de miembrosde la tribu germana de los godos lleg a la orilla septentrional del roen busca de asilo. Como nada, salvo una guerra, iba a detenersemejante desplazamiento de poblacin, mis antepasados lespermitieron, a su pesar, cruzar el Danubio. Tal vez aquellos recinllegados, como haba sucedido con muchas otras tribus que lo haban

    hecho antes que ellos, se instalaran sin problemas y se convertiranen federados. Tal haba sido el caso de los salvajes francos, aliadosen la defensa contra aquel misterioso pueblo de las estepas. Sinembargo, en aquel caso se trataba de una esperanza vana, fruto de laconveniencia. Los godos eran orgullosos y no haban sidoconquistados. Nosotros, los pueblos civilizados, les parecamosconsentidos, indecisos y dbiles. Los romanos y los godos no tardaron

    en enfrentarse. Los refugiados se vendan al mejor postor y, a su vez,robaban ganado. Primero se convirtieron en saqueadores, y ms tardeen invasores. As, el 9 de agosto del ario 378, Valente, el emperadorromano de Oriente, combati contra los godos a las puertas deAdrianpolis, ciudad situada a menos de cuatrocientas millas deConstantinopla. Los efectivos estaban muy igualados, y los romanosconfibamos en la victoria. Pero nuestra caballera se bati enretirada, nuestra infantera fue presa del pnico y, rodeados por losjinetes godos, nuestros soldados se apiaron hasta el punto de nopoder alzar las armas y los escudos para luchar con eficacia. Valente ysu ejrcito fueron derrotados en el peor desastre militar que sufranlos romanos desde que Anbal los haba aniquilado en Cannas seissiglos atrs. As fue como se estableci un negro precedente: los

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    brbaros eran capaces de vencer a los romanos. En realidad, stospodan ser derrotados por unos brbaros que huan de otros an mstemibles. Lo peor no tardara en llegar. Los godos iniciaron un saqueo

    itinerante por todo el imperio que no ces en dcadas. Entretanto, loshunos causaban estragos en el valle del Danubio y, ms al este,saquearon Armenia, Capadocia y Siria. Naciones brbaras enterasfueron desplazadas, y algunas de sus tribus, en su huida, llegaron y seinstalaron a orillas del Rin. Cuando el ro se hel el ltimo da del ao406, vndalos, alanos, suevos y borgoones lo cruzaron y seinternaron en la Galia. Los brbaros siguieron su imparable marcha

    hacia el sur, quemando, matando, saqueando, en una orga deviolencia que suscit los relatos de horror y fascinacin con los que migeneracin creci. Se descubri que una mujer romana cocin y secomi a sus cuatro hijos, uno por uno. Explic a las autoridades queesperaba que cada sacrificio sirviera para salvar a los dems. Murilapidada por sus vecinos. Los invasores cruzaron los Pirineos yavanzaron por Iberia, llegaron a Gibraltar, atravesaron el Estrecho y

    por l accedieron a frica. San Agustn muri cuando su ciudadnatal, Hipona, se encontraba sitiada. Britania qued aislada delimperio. Los godos, que seguan buscando una tierra en la queasentarse, avanzaron sobre Italia y, en el ao 410, asombraron almundo saqueando la mismsima Roma. Aunque se retiraron trasapenas tres das de pillaje, la sensacin de inviolabilidad de la ciudadsanta desapareci de un plumazo. Los pueblos brbaros empezaron ainstalarse y a gobernar en grandes zonas del Imperio de Occidente.Incapaces de vencer a los invasores, los emperadores, cada vez msdesesperados, trataban de comprarlos, de confinarlos en territoriosbien delimitados y de enemistar a unos con otros. La corte imperial,incapaz de garantizar su propia integridad en Roma, se trasladprimero a Miln y luego a Rvena, una base naval situada en tierras

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    pantanosas del Adritico. Mientras, los visigodos ocuparon elsudoeste de la Galia e Hispania, los borgoones el este de la Galia, losalanos el valle del Loira, y los vndalos el norte de frica. Las herejas

    cristianas competan unas con otras al tiempo que la religin brbarase mezclaba con la del Mesas y creaba una amalgama de nuevascreencias. El estado de las calzadas empeoraba, pues nadie se dedicabaa su mantenimiento, la delincuencia aumentaba, los impuestosquedaban sin recaudar, algunas de las mentes ms brillantes serefugiaban en los monasterios..., y aun as la vida segua en aquellaconfederacin poco definida de gobiernos romanos y brbaros.

    Entretanto, en Oriente, Constantinopla segua floreciendo. EnRvena se construan nuevos palacios e iglesias. Las guarnicionesromanas seguan guerreando, pues no quedaba otra alternativa.Cmo iba a desaparecer Roma? El lento derrumbamiento de lacivilizacin resultaba tan inconcebible como inevitable. Entretanto, elpoder de los hunos creca. Lo que en el siglo IV haba sido un rumormisterioso, en el V se convirti en siniestra y terrorfica realidad.

    Cuando los hunos, a lomos de sus caballos, penetraron en Europa yocuparon la gran llanura hngara, sometieron a las tribus brbarascon que se encontraron a un nuevo y siniestro imperio.Desconocedores de la industria y recelosos de la tecnologa, recurrana los pueblos esclavizados, las expediciones de saqueo, la extorsin detributos y el pago a mercenarios para el mantenimiento de susociedad. Roma, fatigada y decadente, contrataba en ocasiones a loshunos para someter a otras tribus instaladas en sus territorios, en unintento de ganar tiempo. stos aprovechaban esas ocasiones paraatraerse a ms aliados e incrementar as su poder. En los aos 443 y447 protagonizaron incursiones desastrosas en la mitad oriental delimperio con las que borraron del mapa ms de cien ciudadesbalcnicas. Y aunque la nueva y fabulosa muralla triple de

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    Constantinopla se revelaba eficaz contra los asaltos, nosotros, losbizantinos, nos veamos obligados a pagar a los hunos paragarantizarnos cierta paz, por lo dems precaria y humillante. A

    mediados del siglo V, cuando llegu a la edad adulta, el imperio de loshunos se extenda desde el ro Elba, en Germania, hasta el mar Caspio,y desde el Danubio hasta el Bltico. Su jefe, que haba hecho deHunuguri su capital, se haba convertido en el monarca ms poderosode Europa. Una palabra suya bastaba para poner en guardia a ms decien mil de los ms temidos guerreros que el mundo haba conocidohasta entonces. Y entre las tribus conquistadas hallara otros cien mil

    dispuestos a unirse a su ejrcito. Su palabra era ley, jams habaconocido la derrota, y sus esposas e hijos temblaban en su presencia.Se llamaba Atila. Lo que sigue es su historia verdadera y la mapropia, contada a travs de los ojos de aquellos a quienes conoc bien, ya travs de los mos en aquellos episodios en los que desempe algnpapel. Dejo constancia de ello por escrito para que algn da mis hijosentiendan qu me llev, en estos tiempos extraos, a esta diminuta

    isla, tan alejada del lugar donde nac, en compaa de la mejor de lasesposas.Primera parte

    La embajada al campamento de Atila

    Captulo 1

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    Hermano y hermana

    Rvena, 449 d. C.Obispo, mi hermana es una mujer malvada, y

    estamos aqu para salvarla de s misma

    dijo el csar del Imperioromano de Occidente. Se trataba de Valentiniano III, y su carcterconstitua la prueba desgraciada del declive de su dinasta. Posea unainteligencia nada excepcional, careca de arrojo militar, as como delms mnimo inters por el gobierno. Valentiniano prefera dedicarseal deporte y al placer, y frecuentaba la compaa de magos, cortesanasy esposas de senadores, a las que seduca por el simple gusto de

    humillar a sus maridos. Saba que su talento no era el de susantepasados, y aquella conciencia ntima de su inferioridad leproduca resentimiento y temor. Crea que siempre haba hombres ymujeres celosos o rencorosos dispuestos a conspirar contra l. As,haba mandado llamar al prelado para que bendijera la ejecucin deesa noche, pues necesitaba contar con la aprobacin de la Iglesia.Valentiniano se apoyaba en las creencias de los dems para creer en smismo. El emperador haba persuadido al obispo; para su hermanaHonoria era importante reconocer que careca de apoyos tanto en elmundo secular como en el religioso. Se haba encaprichado de unguardia, como una ramera barata, y aquella pequea sorpresa habarepresentado todo un regalo.As libro a mi hermana de un juiciopor traicin en este mundo, y la salvo de la condena eterna en el otro.

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    A ningn hijo le est vedada la salvacin, Csarobjet el obispoMilo. Comparta la complicidad ante aquella desagradable sorpresa,pues a l y a la astuta madre del emperador, Gala Placidia, les haca

    falta dinero para terminar una nueva iglesia en Rvena que haba degarantizarles su propio ascenso a los cielos. Placidia estaba tanavergonzada con el desliz de su hija como temeroso se mostrabaValentiniano, y su apoyo a la decisin del emperador se verarecompensado con una generosa donacin a la Iglesia por parte deltesoro romano. Al obispo le pareca que los caminos del Seor eraninescrutables. Placidia, por su parte, estaba convencida de que los

    deseos de Dios y los suyos propios coincidan plenamente. Se suponaque el emperador se encontraba en Roma, la vieja y decadente Roma,tratando con el Senado, recibiendo a los embajadores, participando encaceras y reuniones sociales. Pero haba partido haca cuatro noches,sin previo aviso, acompaado por seis soldados escogidospersonalmente por su chambeln Heraclio. Descubriran a Honoriaantes de que pudiera hacer realidad sus planes. Haban sido los espas

    del chambeln quienes haban revelado que la hermana del emperadorno slo se acostaba con su guardin de palacioun necio imprudentellamado Eugenio, sino que planeaba asesinar a su hermano yhacerse con el poder. Haba algo de cierto en aquella historia? No eraningn secreto que Honoria consideraba a su hermano indolente yestpido, y que se crea ms capacitada que l para gobernar losasuntos del imperio, a imagen y semejanza de su enrgica madre. Losrumores que haban comenzado a circular apuntaban a que pretendacolocar a su amante en el trono y convertirse en augusta, o reina. S,por supuesto, slo se trataba de rumores, pero escondan una verdad:a la vanidosa Honoria nunca le haba cado bien su hermano. SiValentiniano los sorprenda en la cama, no le costara acusarla porinmoralidad y enajenacin, as como, tal vez, por traicin. En

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    cualquier caso, tendra la excusa perfecta para casarla y librarse deella. El emperador excusaba sus propias conquistas romnticas contanta naturalidad como condenaba las de su hermana. El era hombre y

    ella mujer, y por ello su lujuria, a ojos de los hombres y de Dios,resultaba ms ofensiva. El squito de Valentiniano haba dejado atrslos Apeninos italianos y se acercaba a los palacios de Rvena. Ya habacado la noche y los cascos de los caballos resonaban en el largo caminoque los conduca a su pantanoso refugio. Aunque resultaba fcildefenderla de los ataques brbaros, para el emperador la nueva capitaltena algo de ensoacin, all, separada de la tierra pero sin pertenecer

    del todo al mar. Flotaba al margen de los campos y de la industria, y laburocracia que se haba asentado en ella la aferraba apenas a larealidad. El agua era tan poco profunda y el barro tan hondo queApolinar, con su caracterstico ingenio, haba asegurado que las leyesde la naturaleza no estaban vigentes en Rvena, donde los muroseran planos y el agua se alzaba, donde las torres flotaban y los barcosdescansaban en la tierra. La nica ventaja de la nueva ciudad era

    que, nominalmente, resultaba segura y eso, en los tiempos quecorran, no era poca cosa; la traicin estaba a la orden del da.Valentiniano saba muy bien que la vida de los grandes conllevabariesgos. Al propio Julio Csar lo haban asesinado haca quinientosaos. Desde entonces, los finales trgicos de los emperadoresocupaban una lista tan larga que casi costaba memorizarla: Claudiohaba muerto envenenado. Nern y Otn se haban suicidado,Caracalla se haba convertido en asesino de su hermano, y a su vezhaba tenido el mismo fin. Los hermanastros y los sobrinos deConstantino haban sido eliminados violentamente casi en sutotalidad, Graciano haba sido asesinado, y a Valentiniano II lo habanencontrado misteriosamente ahorcado. Algunos emperadores habanencontrado la muerte en el campo de batalla, otros haban sucumbido

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    a la enfermedad o el libertinaje, e incluso estaban quienes habanfallecido a causa de los efluvios txicos de un yeso recin aplicado,pero la mayora haba muerto por las conjuras de sus allegados. Lo

    raro habra sido que su taimada hermana no hubiera conspiradocontra l. Al emperador no le sorprenda or a su chambeln hablar envoz baja de sus intrigas, pues desde que haba accedido a la prpura ala edad de cuatro aos, no esperaba otra cosa. Si haba alcanzado losveintiocho haba sido slo gracias a su cautela, a su constantedesconfianza y a su proceder necesariamente despiadado. O atacaba oera atacado. Adems, sus astrlogos confirmaban sus temores. l

    encontraba satisfactorias sus predicciones, y los recompensaba porellas. Ahora, la impresionante comitiva desmontaba discretamenteante la puerta en penumbra, pues no deseaba que el ruido de loscaballos anunciara su presencia. Los hombres llevaban largas espadas,aunque muy pegadas a las piernas para impedir, en lo posible, quedestellaran en la oscuridad. Embozados y encapuchados, se dirigieronal palacio de Honoria igual que fantasmas. Las calles de Rvena se

    encontraban envueltas en la penumbra, sus canales apenas brillaban,y la luna creciente se ocultaba a ratos tras el velo de las nubes. Entanto que ciudad administrativa que no se dedicaba al comercio, lacapital siempre tena algo de provisional y pareca medio desierta. Lavisin del emperador caus asombro entre los centinelas.Csar!No esperbamos...Apartaos. Casi todos los que habitaban enpalacio dorman ya; la oscuridad tea tapices y cortinas, y el aceite delas lmparas se consuma despacio. Las cpulas y los arcos seencontraban revestidos de mosaicos con imgenes de santos queobservaban serenos los pecados del mundo. El aire se impregnaba deincienso y perfumes. El squito del emperador avanzaba por lososcuros corredores de mrmol con gran sigilo, para evitar serdescubierto, y el guardin de los aposentos de Honoria, un corpulento

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    nubio llamado Goar, se desplom con un leve gruido sin llegar asaber quin se aproximaba, instantes despus de que alguien que sehallaba a veinte pasos de l le disparara una flecha. Cay al suelo de

    mrmol con un ruido sordo. A un nio del servicio que despert,sobresaltado, y que tal vez hubiese alertado de su presencia, leretorcieron el pescuezo como a una gallina. Despus, los soldadosirrumpieron en los aposentos de la princesa, volcando mesas cubiertasde dulces impregnados en miel. Uno de ellos le dio una patada a uncojn, que fue a caer a la piscina poco profunda del bao, antes de abrirde par en par la puerta de su alcoba. La pareja despert sobresaltada y

    se incorpor, apretujndose y gritando tras la gasa de las cortinas, altiempo que todas aquellas figuras en sombra rodeaban su enormelecho. Iban a asesinarlos? Por qu nadie haba dado la voz dealarma?Iluminadlosorden Valentiniano. Sus hombresprendieron las antorchas que haban llevado y de pronto la escena sehizo visible, estridente. Eugenio, el guardin, se volvi un poco ysigui incorporndose hasta tocar con la espalda la pared donde

    reposaba el cabecero de la cama, mientras se cubra con las manos paraprotegerse. Su gesto era el del hombre que acaba de caer por unprecipicio y que, en un ltimo momento de lucidez y terror, sabe queno puede hacer nada para salvarse. Por su parte, Honoria se mova agatas hacia el otro extremo del lecho, desnuda, cubierta slo por lasbana de seda que se pegaba a su cuerpo. Sus caderas, a pesar delhorror que experimentaba, seguan resultando seductoras, y se alejabade su amante plebeyo como si ese gesto bastara para negar laevidencia.De modo que es ciertoexclam el emperador entredientes.Cmo te atreves a entrar as en mi alcoba?Hemosvenido a salvarte, criaturaintervino el obispo. La desnudez de suhermana excit a Valentiniano de un modo extrao. Se haba sentidoinsultado por sus burlas, pero ahora, quin era la necia? Ah estaba,

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    humillada ante ms de diez hombres. Sus pecados se hallabanexpuestos ante todos ellos, como as tambin los hombros desnudos, elcabello suelto, los pechos que se marcaban bajo la sbana. Aquella

    escena le proporcionaba una innegable satisfaccin. Volvi la vistaatrs. En la entrada se recortaba la silueta amorfa de Goar, que yacaen el suelo de mrmol rodeado de un charco de sangre. Haba sido lavanidad y la ambicin de su hermana la que haba condenado aquienes se encontraban a su alrededor, igual que se haba condenado as misma. El emperador se fij en un bordn dorado que sujetaba lastelas que rodeaban el lecho y tir de l. El difano refugio cay

    entonces al suelo y los dej ms expuestos an. Entonces se adelant yempez a azotar a su hermana en las caderas y las nalgas, que seagitaban bajo la sbana, con la respiracin cada vez ms agitada.Te revuelcas con un sirviente y planeas elevarlo por encima de m!Honoria se retorci y aull, e indignada tir de la tela para cubrirsemejor, destapando por completo al pobre Eugenio.Maldito seas!Se lo contar a nuestra madre.Fue ella quien me dijo cundo y

    dnde podra encontrarte! El dolor que provoc en Honoria aquellatraicin provoc en Valentiniano una satisfaccin especial. Siemprehaban rivalizado por el afecto de Placidia. Segua azotndola sinparar, ms para humillarla que para lastimarla, y no ces hastaquedar sin aliento. Tanto Honoria como l haban enrojecido, aunquepor diferentes razones. Los soldados sacaron de la cama al guardin, lepusieron las manos a la espalda y lo obligaron a arrodillarse. Suhombra mengu al momento, y no tuvo ocasin siquiera de intentaruna disculpa. Mantena la vista fija en la princesa, a la que mirabasuplicante, aterrorizado, como si ella pudiera salvarlo. Pero lo nicoque tena Honoria eran sueos, no poder. Era mujer! Y ahora, acambio de su afecto, Eugenio acababa de condenarse. Valentiniano sevolvi a contemplar a quien haba de ser futuro emperador de Rvena

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    y Roma. El amante de Honoria era apuesto, s, y sin duda inteligente,pues haba ascendido a guardin de palacio, pero qu necio haba sidoal pretender arrebatarle el cargo. La lujuria haba alimentado la

    ocasin, y la ambicin haba alentado el orgullo, pero al fin todo habaquedado en un pattico capricho.Miradlodijo Valentiniano entono de burla. Ah tenis al futuro csar.Baj la mirada.Deberamos cortrsela. A Eugenio se le quebr la voz.No le hagisdao a Honoria. Fui yo quien...Hacerle dao a Honoria?Lascarcajadas del emperador denotaban desprecio. Ella pertenece a lacasa imperial, guardia, y no necesita tus splicas. Se merece unos

    buenos azotes, pero en realidad no se le har dao, pues ella tampocoes capaz de infligirlo. Acaso no ves lo desvalida que se encuentra?Ella jams pens en traicionarte...Silencio!Valentinianovolvi a agitar el bordn, aunque esta vez azot con l al guardin enla boca. Deja de preocuparte de la ramera de mi hermana y empiezaa rogar clemencia para ti mismo. Crees que no s qu planeabais?Valentiniano, basta ya!suplic Honoria. No es lo que crees.

    No es como te han dicho. Tus consejeros y tus magos te handesquiciado.Ah, s? Pues acabo de encontrar lo que temaencontrar, no es as, obispo?El tuyo es un deber de hermanodijo Milo.Como lo es stereplic el emperador. Hacedlo.Un tribuno corpulento anud un pauelo alrededor del cuello de lavctima.Por favorsuplic la mujer. Lo amo.Por eso mismodebe hacerse. El tribuno tir de los dos extremos y se le marcaron losmsculos de los brazos. Honoria comenz a gritar. El guardinenrojeci al momento y sac la lengua intentando en vano respirar.Los ojos se le salan de las rbitas y se agitaba. Entonces se le hel lamirada, se desplom y tras unos instantes que se hicieroninterminables y que sirvieron para asegurarse de que estaba muerto,su verdugo lo dej caer. Honoria lloraba en silencio.Has vuelto a la

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    casa de Diosla calm el obispo.Estis todos condenados alinfierno! Los soldados estallaron en carcajadas.Hermana, te traigobuenas noticiasdijo Valentiniano. Tus das de soltera estn

    contados. Como te has mostrado incapaz de encontrar por ti misma aun pretendiente adecuado, he dispuesto que te desposes con FlavioBaso Herculano, en Roma.Herculano! Es gordo y viejo! Nuncame casar con l!Aqul era el peor de los destinos imaginables.Te pudrirs en Rvena hasta que accedas.Honoria se neg a casarse y Valentiniano cumpli con su palabra de

    confinarla, a pesar de sus splicas. Las peticiones que hizo a su madre

    cayeron en saco roto. Qu tortura la de vivir encerrada en su palacio!Qu humillacin la de obtener la libertad slo si se avena adesposarse con un aristcrata decrpito! Con la muerte de su amantehaba muerto una parte de ella misma. O eso crea. Su hermano noslo haba estrangulado a Eugenio, sino tambin su orgullo, su fe en lafamilia, su lealtad al gobierno de Valentiniano. Haba estranguladosu corazn! As que, a principios del ao siguiente, cuando las noches

    eran ms largas, Honoria, que haba perdido toda esperanza en elfuturo, mand llamar a su eunuco. A Jacinto lo haban castradosiendo un nio esclavo. Lo sumergieron en un bao de agua caliente yle aplastaron los testculos. Haba sido un acto cruel, por supuesto,pero la misma mutilacin que le haba negado el matrimonio y lapaternidad le haba permitido alcanzar una posicin de confianza enla corte imperial. El eunuco se haba redo en ms de una ocasin de susino, y a veces se haba sentido aliviado por quedar exento de laspasiones fsicas a las que se entregaban quienes lo rodeaban. Si sesenta menos hombre por estar castrado, tambin le pareca que susufrimiento era menor. El dolor de la emasculacin no representabams que un recuerdo lejano, pero su privilegiada posicin constituauna fuente constante de satisfaccin. A l nunca lo percibiran como

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    una amenaza, que era lo que le haba sucedido a Eugenio. As, loseunucos solan vivir ms que aquellos a quienes servan. Jacinto sehaba convertido no slo en sirviente de Honoria, sino tambin en su

    amigo y confidente. En los das posteriores a la muerte de Eugenio,sus brazos la haban consolado mientras ella lloraba sin podercontrolarse. Apoyaba su mejilla imberbe en la de ella y, entremurmullos, le daba la razn y alimentaba las llamas del odio quesenta hacia su hermano. El emperador era una bestia, tena el coraznde piedra, y a Jacinto la idea de que la obligaran a casarse con unsenador viejo en la exhausta Roma le resultaba tan indigna como a su

    seora. Ahora ella haba ordenado que lo llamaran en plena noche.Jacinto, te libero. El eunuco palideci. En el mundo exterior nosobrevivira ms que un animal domstico.Te lo ruego, seora. Latuya es la nica bondad que conozco.Y en ocasiones la tuya pareceser la nica con la que cuento. Hasta mi madre, que aspira a lasantidad, piensa hacer caso omiso de m hasta que me someta. Demodo que los dos somos prisioneros en este lugar. No es as, querido

    eunuco?

    Hasta que te desposes con Herculano.

    Acaso no es sauna prisin de otra clase? Jacinto suspir.Tal vez el matrimoniosea un destino que debamos aceptar. Honoria neg con la cabeza. Eramuy hermosa, y disfrutaba demasiado de los placeres del lecho comopara malgastar su vida con un viejo patricio. Herculano tena fama deser un hombre severo, antiptico y fro. El plan de Valentiniano decasarla supona ahogarla tan eficazmente como haba asfixiado aEugenio.Jacinto, recuerdas que a mi madre, Gala Placidia, se lallevaron los godos tras saquear Roma, y la casaron con su jefe,Atalfo?Eso fue antes de que yo naciera, princesa.CuandoAtalfo muri, mi madre regres a Roma, pero entretanto ayud acivilizar a los visigodos. En una ocasin coment que los pocos aosque haba pasado con ellos no haban sido tan desagradables, y creo

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    que conserva algunos recuerdos picantes de su primer esposo. Losbrbaros son hombres fuertes; ms que la raza que se cra hoy enItalia.Tu madre realiz curiosos viajes, seora, y vivi extraas

    aventuras antes de asegurar la ascensin al trono de tu hermano.Es una mujer de mundo que ha acompaado a ejrcitos, se hacasado con dos hombres y ha puesto la vista ms all de los muros depalacio, as como ahora los pone en el cielo. Y siempre me ha animadoa hacer lo mismo.Todo el mundo siente veneracin por la augusta.Honoria cogi al eunuco por los hombros y lo mir fijamente.Poreso debemos seguir su valeroso ejemplo, Jacinto. Hay un brbaro an

    ms fuerte que los godos. Lo es incluso ms que mi hermano; unbrbaro que se ha convertido en el hombre ms fuerte del mundo.Sabes de quin te hablo? El eunuco sinti que el miedo se apoderabalentamente de l.Te refieres al rey de los hunossusurr como siestuvieran hablando de Satn. El mundo entero tema a Atila, yrezaba por que su ojo saqueador se posara en otro confn del imperio.En los informes se aseguraba que pareca un mono, que iba siempre

    baado en sangre, y que mataba a todo el que osaba llevarle lacontraria, excepto a sus esposas. Decan que disfrutaba de lacompaa de cientos de ellas, y que todas eran tan hermosas comohorrendo resultaba l.Quiero que te renas con Atila, Jacintorevel al fin Honoria, con un brillo en los ojos. Las mujeres fuertesno recurran slo a su ingenio, sino a sus alianzas con hombresfuertes. Los hunos contaban con el ejrcito ms temido del mundo, yla sola mencin de su jefe hara que su hermano se arredrara. Si Atilala solicitaba, Valentiniano debera dejarla partir. Si Atila prohiba sumatrimonio con Herculano, Valentiniano habra de desistir. O no?Reunirme con Atila!murmur Jacinto tragando saliva. Pero,mi seora, si yo apenas llego a la otra punta de la ciudad. No soyviajero, ni embajador. Ni siquiera soy hombre.Te proporcionar

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    hombres para que te escolten. Nadie te echar de menos. Quiero que tearmes de valor y vayas a su encuentro, porque nuestro futuro, el moy el tuyo, dependen de l. Quiero que le expliques lo que me ha

    sucedido. Como prueba de que tus palabras son ciertas, llvale elanillo con mi sello. Jacinto, mi ms querido esclavo: quiero que lepidas a Atila el Huno que acuda en mi rescate.

    Captulo 2

    La doncella de Axipolis

    Padre, qu has hecho? Setecientas millas al este de Rvena,

    donde el valle del Danubio se ensancha en su avance hacia el marNegro, los hunos se hallaban al fin en una pequea colonia romanallamada Axipolis. Como todas aquellas plazas, la ciudad tambinhaba sido trazada en un principio con la cuadrcula clsica de loscampamentos legionarios, con sus foros, sus templos y sus edificiosadministrativos distribuidos cual piezas de un tablero. Como todasellas, la haban amurallado en el siglo III, cuando proliferaron lasguerras causadas por el descontento. En el siglo IV, tras la conversinde Constantino al cristianismo, sus templos paganos se habanconvertido en iglesias. Y, como las dems, tambin haba sido presadel miedo cada vez que otros asentamientos hermanos del Danubioresultaban saqueados. Ahora, por fin, los hunos haban llegado. Suentrada haba sido como el estallido de una tormenta, y haba

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    que evidenciaba que no todos seran tan afortunados. Mir por laventana. La penumbra se llenaba de sombras que se alejaban y caan,y, espordicamente, de algn rostro redondo como la luna, con la boca

    abierta de par en par a la luz de una antorcha, antes de desaparecer denuevo en la oscuridad. Ilana se senta aturdida. Llevaba tanto tiempoasustada que le pareca vivir en una eternidad de miedo; en realidadllevaba aos atemorizada, a medida que aquellas terrorficas historiasavanzaban ro abajo. Luego lleg el temor paralizador, cuando loshunos y sus aliados aparecieron por fin bajo una columna de polvoque se alzaba como si de humo se tratara. De eso haca dos das.

    Haban rodeado Axipolis al galope y amenazaban con la aniquilacinsi la ciudad no se renda. La rendicin no haba llegado, a pesar de lassplicas y de la insistencia de algunos. Por las venas de sus habitantescorra el orgullo de Mesia y el fuego de Tracia, y casi todos preferandefenderse combatiendo. Desde entonces, la resistencia romana habasido feroz: bravos contraataques, momentos de valeroso herosmo eincluso algunas pequeas y momentneas victorias. Pero tambin

    haba ido instalndose una creciente desesperanza a medida que a losmuertos y a los heridos los bajaban de las murallas, y cada da parecams duro que el anterior, y cada noche ms larga, y cada rumor msdescarnado. Cada viuda desconsolada, cada criatura hurfana, sesumaba al fatalismo de la ciudad. En las iglesias humeaba el incienso,el eco de las oraciones se elevaba al cielo, los sacerdotes desfilabansobre las murallas, los mensajeros intentaban escapar para pedirayuda, pero no llegaban refuerzos y no haba respiro. Los dbilesmuros de piedra empezaron a desmoronarse cual pedazos de queso. Elfuego destrua los tejados. Fuera, el enemigo quemaba las cosechas ydestrozaba los barcos. Dentro, esforzados ancianos a quienes habanentregado arcos y flechas caan desde lo alto de las murallas, puespermanecan all ms tiempo del debido, intentando vislumbrar al

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    enemigo con sus ojos miopes. Ilana se haba refugiado en unadesesperanza callada y, en vez de temer al fin que se avecinaba, habaempezado a darle la bienvenida. Despus de todo, qu tena la vida de

    bueno? Slo esperaba que la muerte no le resultara demasiadodolorosa. Pero ahora su padre, el mercader ms importante de laciudad, los haba traicionado.Una vez que hubieran tomado porasalto las murallas, nos habran matado a todosdijo. En cambio,de este modo...Son jineteslo interrumpi ella con vozpausada. Les falta pericia...Sus mercenarios saben sitiar yconocen las torres de asedio. Tena que hacer algo, mi nia. Nia?

    Qu lejano pareca todo aquello. Nia? Su gran amor, Tasio, elhombre con quien iba a casarse, haba muerto al tercer da. La flechade un huno se le haba clavado en un ojo, y haba fallecido tras cuatrolargas horas de agnicos gritos. No saba que del cuerpo humanopudiera brotar tanta sangre durante tanto tiempo. Nia? Aqullaera la palabra que se usaba para referirse a las benditas ignorantes,criaturas que an conservaban la esperanza, inocentes que algn da,

    tal vez, engendraran sus propios hijos. Pero ahora...

    He escondidoalgunas monedas. Me han prometido un salvoconducto.Marcharemos a Constantinopla y empezaremos una nueva vida. Tustas, el servicio... Sus espas me prometieron que nos dejaran libres atodos. Y otros tambin se salvarn. Estoy seguro. Esta noche hesalvado muchas vidas. Ilana deseaba creerlo. Necesitaba confiar enalgn adulto, y en el futuro. Pero en esos momentos todo se reduca aun interminable y furibundo presente, a ese viento tormentoso degritos, al chasquido de las flechas, a los despiadados gruidos de losguerreros que se llevaban lo que les placa.Padre...Vamosdijol, arrastrndola a su pesar. Debemos ir a encontrarnos con el jefe ala iglesia de San Pablo. Dios nos proteger, nia. Las calles eran unhormiguero de seres humanos, y su pequeo grupo se abra paso,

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    asustado, como una falange entre cuerpos, lamentos, puertasreventadas y resplandor de llamas. Se aferraban a objetos del todointiles: un busto ancestral, un viejo arcn de novia, un fajo con las

    cuentas de un negocio ya destruido, un perro atemorizado. El saqueoera anrquico. Entraban en una casa y dejaban intacta la vecina,pasaban por la espada a un grupo y hacan caso omiso de otro, cuyosmiembros se acurrucaban en la penumbra. Aqu un pagano clamabaque Jpiter lo haba salvado, all una cristiana atribua su salvacin aJess, aunque lo cierto era que los hunos aniquilaban por igual agentes de todos los credos. Todo se haba convertido en una cuestin

    de azar, de suerte, la vida y la muerte resultaban tan impredeciblescomo el aleteo de una mariposa. Los hunos entraban al galope en lassacristas, en las cocinas, sin temor a encontrar resistencia,disparando flechas como si participaran en algn juego inocente,despreciando a quien fuera tan lento como para quedar atrapadodebajo. La nica piedad la traa la noche, que les haca imposibleidentificar a sus amigos, a sus familiares, a los tenderos, a los

    profesores. La muerte se haba vuelto annima. La ciudad sucumbasin que nadie llamara a nadie por su nombre. Cuando Ilana y su padrellegaron al foro, la iglesia empezaba a llenarse de ciudadanos queesperaban milagros de un Dios que pareca haberlos olvidado. Ungrupo de hunos observaba a los romanos entrar en el santuario y, alomos de sus caballos, se limitaban a conversar entre s como sicomentaran las incidencias de un desfile. De vez en cuando, enviabana algn mensajero, que parta al galope para impartir alguna orden, loque daba a entender que, contrariamente a lo que Ilana habasupuesto, aquellos saqueos respondan a una disciplina. Las hoguerasardan con ms bro.Edeco!exclam Simn Publio, ronco traspasarse la noche gritando. Te traigo a mi familia para que laprotejas, tal como acordamos. Agradecemos tu gracia. Esta matanza

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    no es en absoluto necesaria, entregaremos lo que nos pidis... Unlugarteniente de rasgos griegos haca de intrprete. El cabecilla de loshunos, que se distingua por su bella loriga confeccionada con la cota

    de malla capturada a algn romano, baj la vista y su rostro velludo ysurcado de cicatrices qued en sombra.Quin eres t?Publio,el mercader! El que dio aviso y abri las puertas, como exiga vuestroemisario! Claro, todava no nos conocamos. Soy yo, vuestro aliado,que slo pide poder marchar ro abajo. Embarcaremos lejos de aqu. Elhuno se mostraba pensativo, como si todo aquello fuera nuevo para l.Pos la vista en Ilana.Y quin es ella? Simn dio un respingo,

    como traspasado por un rayo.

    Mi hija, una nia inofensiva.

    Esbonita. El porte de la joven era noble y distinguido, el cabellodescenda en una cascada de negros rizos, sus ojos eran almendrados,sus pmulos marcados, las orejas tan finas como el alabastro o elporfirio. Cuando se haba iniciado el sitio estaba a punto de casarse.En esta ciudad hay muchas mujeres hermosas. Muchas, muchas.Edeco eruct.En serio? Pues las que he posedo parecan vacas.

    Sus hombres se echaron a rer. El viejo mercader se plant delante desu hija, intentando ocultarla con su cuerpo.Si nos escoltis hasta elro, encontraremos un barco que nos lleve. El jefe reflexion unosinstantes y dirigi la mirada a la iglesia que se alzaba en el otroextremo del foro. All las sombras de los refugiados se agitaban de unlado a otro. Cada vez ms gente intentaba entrar. Dijo algo en sulengua a uno de sus hombres y varios de ellos se dirigieron al trotehasta la entrada, como si estuvieran pensando en atacarla. Losromanos que en ese momento queran entrar se dispersaron comoratones. Los que ya se encontraban en el interior cerraron las puertasy echaron el cerrojo. Los brbaros no se lo impidieron.Dios osrecompensar por vuestra piedad, Edecodijo Simn.T hashablado con l?dijo el huno con una sonrisa. Llam a sus hombres,

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    que se encontraban al otro lado de la calzada, y stos se bajaron de loscaballos y empezaron a amontonar muebles y enseres junto a laspuertas de la iglesia. Los integrantes del grupo de Simn ahogaron un

    grito y, entre susurros, manifestaron su alarma.

    Dios habla a todoslos que escuchanle asegur Publio con voz sincera. No apartestus odos. Edeco haba observado a sus enemigos desesperados rezar acientos de dioses. Todos haban sido conquistados. Los romanos y loshunos contemplaron los preparativos en silencio. Aqullos no seatrevan a moverse sin permiso, y aguardaban lo inevitable con elalma en vilo. La gente, apiada en la iglesia, empez a gritar y a

    suplicar cuando se dio cuenta de que, aun queriendo, ya no podansalir. Finalmente, Edeco se volvi hacia el mercader.Ya lo hedecidido. T y las vacas, las feas, podis iros. Tu hija y las muchachasbonitas se quedan con nosotros.No! se no fue el trato! Dijisteisque...Osas dudar de mi palabra? El rostro de Edeco, medio ocultoen la penumbra, inclinado y surcado de cicatrices, se oscureci.No,nobalbuce Publio, pero Ilana debe quedarse con su padre.

    Seguro que eso podis entenderlo.

    Su rostro haba adquirido unapalidez enfermiza y le temblaban las manos. Es mi nica hija.Acercaron las antorchas a las barricadas que impedan el paso alinterior de la iglesia y las sostuvieron contra los aleros del tejado. Pordebajo de las tejas, la madera, seca y cuarteada, recibi vidamente lasllamas, que se extendieron en oleadas hacia lo ms alto. Losmurmullos y los gritos del interior se convirtieron en alaridos.No.Es bonita.Por el amor de Dios... Ilana le roz la manga paraprevenirlo, pues se daba cuenta de lo que se avecinaba.Padre, no tepreocupes.S me preocupo, y no pienso entregarte a estos salvajes.Qu sois? Demonios?grit de pronto. Por qu quemis a losque se vuelven hacia Dios? A Edeco empezaba a irritarlo laintransigencia de aquel hombre.Entrgamela, romano.No, no!

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    Quiero decir, por favor...Alz una mano en seal de splica. En uninstante, Edeco desenvain su espada y se la cort. El miembroamputado sali volando y, con los dedos an en movimiento, fue a

    estrellarse contra la base de una fuente. Todo sucedi tan deprisa quePublio no tuvo tiempo de gritar. El mercader se tambale, invadidoms por la sorpresa que por el dolor, sin saber muy bien qu hacerpara que las cosas volvieran a su cauce. Aturdido, se mir la muecaseccionada. En ese momento una flecha se le clav en el pecho. Y a ellasigui otra, en una sucesin que fue cubrindole el torso y losmiembros. l lo contemplaba todo, incrdulo, y oa rerse a los

    guerreros que, montados en sus caballos, seguan disparando msrpido de lo que el ojo captaba. Se desplom y se sent en el suelo, conms pas que un erizo.Matadlos a todosorden Edeco.A lania nodijo un huno joven, que se agach para levantarla, la subia su caballo y la tendi, atravesada, por delante de la montura.Soltadme! Dejadme ir con mi padre! El joven le at las manos.Quieres terminar como l?le pregunt en la lengua de los

    hunos. Los dems romanos huyeron en todas direcciones, pero fueronabatidos sin excepcin por las flechas de los jinetes. A los heridos,suplicantes, los remataban en el suelo. El incendio de la iglesiaalcanz su punto lgido y el rugido de las llamas ahog al fin losgritos de los que moran en su interior. Sus almas parecan elevarsecon el calor, y el resplandor se funda con las primeras luces del alba,que despuntaba por el este. Desde otros rincones de la ciudadaparecan hileras de cautivos perplejos, atados con cuerdas comorecuas de asnos. En ese momento las paredes del templo se vinieronabajo. Ilana sollozaba, se ahogaba en su pena y apenas poda respirar.Segua tumbada entre la grupa del caballo y los poderosos muslos delhuno. El pelo le colgaba como una cortina y dejaba al descubierto sucogote. Por qu no la mataban tambin a ella? La pesadilla pareca

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    no tener fin, y la torpe traicin de su padre no haba servido de nada.Su existencia haba quedado reducida a cenizas, pero ella, por unacruel paradoja del destino, segua con vida.Deja de llorarle

    orden el huno con unas palabras que ella an no comprenda

    . Yote he salvado. Ilana sinti envidia de los muertos. Edeco los condujofuera de la ciudad que haba destruido. Sus recuerdos no eran ms quecolumnas de humo. Los sitiados siempre acababan por abrir laspuertas, lo saba. Alguien siempre esperaba en vano, en contra de larazn y de la historia, salvarse si alcanzaba un pacto con el invasor.Los hunos contaban con ello. Se volvi hacia el lugarteniente, que era

    quien llevaba atada a Ilana. Se trataba de un guerrero que responda alnombre de Skilla.Atila habra disfrutado mucho esta noche,sobrino.Como yo disfrutar de esta que se acerca. Haba posado lamano derecha sobre la cintura de la cautiva, y cada vez que sta seretorca la agarraba con ms fuerza. Sus sacudidas hacan que el hunodeseara poseerla all mismo. Qu hermosa grupa se adivinaba bajo elvestido!No.Su to neg con la cabeza. Es demasiado hermosa.

    Se la llevaremos a Atila, para que l decida.

    Pero es que me gusta...Es Atila quien debe asignarla. Si tanto te interesa, pdesela. Eljoven suspir y apart la mirada. Haba aprendido a montar antes quea andar, luchaba desde que era un nio, cazaba, persegua y mataba.Sin embargo, aqul haba sido su primer saqueo, y no estabaacostumbrado a tales matanzas.Los de la iglesia...Habranprocreado a otra camada que habra vuelto a levantar los muros deotro templo.Edeco aspir el humo, que se alzaba y emborronaba elsol que ya sala. Hacemos bien, Skilla. La tierra ya respira libre.

    Captulo 3

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    Urdiendo un asesinato

    Constantinopla, 450 d. C. Era ms fcil comprar a un huno quematarlo, y los hunos ms fciles de comprar eran los que conocan elvalor del dinero. Al menos sa era la teora de Crisafio, el primerministro de Teodosio II, gobernante supremo del Imperio romano de

    Oriente. Crisafio ya llevaba un decenio recordando a su emperadorque pagara un tributo a los hunos, porque los miles de libras de oroque haban salido rumbo al norte haban detenido el asalto final sobreConstantinopla. Por ms humillante que resultara claudicar ante laextorsin, resultaba ms barato que guerrear. El gobierno finga quelos pagos se entregaban a unos brbaros aliados, y que eran similares alos que los emperadores de Occidente saldaban con los francos, pero

    aquel cuento que tal vez convenciera al pueblo no engaaba a nadiecon un mnimo de autoridad. Ahora, las exigencias de Atilaaumentaban, las arcas del imperio se resentan, el ejrcito bizantinotena motivos de preocupacin en Persia, y en la corte se alzabantmidas voces contra las cobardes componendas del ministro. No sesaba cmo, pero de algn modo haba que poner fin al pago de aqueltributo. Por todo ello, Crisafio deseaba comprar a un huno enparticular, y con una finalidad muy concreta, de modo que envi a suvalido Bigilas a iniciar la transaccin.Mustrale a ese Edeconuestra gran Nueva Roma, traductorhaba dicho el ministromientras diseccionaba una pera de Glata con su cuchillo de plata.Mustrale nuestra riqueza, nuestras murallas y nuestro poder, yluego trae a nuestro sucio invitado a mi palacio, para que me vea a m.

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    Varios meses despus del saqueo de Axipolis, el general huno Edecohaba sido enviado al sur, a Constantinopla, para hacer cumplir lasdemandas de Atila, que exiga que se cumplieran los acuerdos del

    tratado de Anatolio, negociados dos aos antes. Los bizantinos seretrasaban en el pago del oro que haban prometido, y los ejrcitoshunos, cada vez ms numerosos, demostraban una sed insaciable porese metal. Crisafio esperaba convertir a ese nuevo enviado brbaro enaliado. El encuentro no se inici con buenos augurios. Bigilas tuvoque ir al encuentro de la delegacin huna fuera de la muralla de laciudad, junto a la Puerta Dorada, pues los brbaros se negaron a

    entrar sin gua. As, no le qued ms remedio que alzar la vista yentornar los ojos en el momento de recibir al hombre al que tena lamisin de impresionar, pues aunque Bigilas iba acompaado de unguardaespaldas, un chambeln personal y un esclavo que le sujetabael parasol, haba acudido a pie, mientras que los hunos iban a caballo.Adems, los guerreros haban alineado a sus animales de manera queel sol les quedara a la espalda, por lo que al traductor le daba

    directamente en los ojos. Con todo, Bigilas no se atrevi a quejarse.Aquel brbaro altivo no era slo fundamental para las intenciones desu seor, sino tambin peligroso cuando se lo ofenda. Si Edeco noregresaba junto a Atila con respuestas satisfactorias, tal vez sereanudara la guerra. Por su parte, el brbaro consideraba aquellamisin entre campaas militares como una ocasin para obtener unarpida recompensa, fueran cuales fuesen los trminos del tratado. Losromanos siempre intentaban apaciguar a los hunos con presentes, demodo que aquella visita era un premio que Edeco reciba por lacaptura de Axipolis, as como una oportunidad de estudiar lasdefensas ms imponentes de la ciudad. El huno confiaba en que algnda haran con Constantinopla lo que haban hecho con la ciudad deIlana. Como Bigilas supona, Edeco estaba cubierto de polvo a causa

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    del largo viaje, pero su aspecto no era en absoluto desaliado. Laspieles de conejo con que aquel pueblo se cubra en sus primerasapariciones haban cedido el paso haca tiempo a las de oso, zorro y

    marta, y los justillos de cuero haban sido sustituidos por cotas demalla arrebatadas a los enemigos y por tnicas plisadas. Las mismassedas y los mismos linos con que las jvenes romanas se cubran lospechos, los usaban ellos para ponrselos por debajo de las lorigas, pueslos hunos sentan una fascinacin infantil por los adornos y vivan almargen de las modas. Adems, desconocan el sentido del ridculo.Era el Pueblo del Alba el que decida cmo deban vestir los seores, y

    los dems se arrodillaban ante l. Como todos los hunos, Edeco parecatan cmodo en su montura como cualquier romano en una silla. Erabajo y fornido, una larga espada le colgaba del cinto y llevaba un recioarco en su funda atado a la silla de montar. A la espalda, el carcaj llenode flechas. Y como todos los hunos, era feo, al menos a ojos de losromanos. Su piel exhiba el tono broncneo del este y la dureza delcuero, y unas cicatrices rituales surcaban sus mejillas. Muchos

    romanos crean las historias que se contaban sobre los hunos, segnlas cuales practicaban cortes a los recin nacidos para ensearles asoportar el dolor antes aun de amamantarlos, pero Bigilas suponaque aquellas marcas se deban ms bien a las lesiones que ellos mismosse infligan tras la muerte de algn familiar cercano. La mayora delos hunos adultos las presentaban, incluidas muchas mujeres. Losmodales de Edeco eran tan amenazadores como los de un vulgardelincuente, y su gesto pareca permanentemente ceudo. Un bigotedelgado que se curvaba hacia abajo enfatizaba su expresin. Aun as,el traductor sospechaba que se trataba de un bruto calculador, quemataba y robaba haciendo uso de una inteligencia depredadora, lo quesignificaba que poda razonarse con l. O al menos eso esperaba elmaestro Crisafio. El huno no se fijaba en Bigilas, pues saba que no era

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    ms que un funcionario de poca relevancia, sino en las tres murallasde Constantinopla, que se extendan cuatro millas ms all del mar deMrmara hasta el puerto conocido como el Cuerno de Oro. La suya

    era la mirada del soldado que intentaba hallar una va por la quefranquearlas o un punto que permitiera sortearlas. Sin duda, sus cienpies de altura lo impresionaban.El ministro Crisafio deseaagasajaros con una cenadijo Bigilas en la lengua gutural de loshunos. Comparada con el griego o el latn, sonaba como el rugido deciertos animales. Aquellas paredes fortificadas eran las ms gruesasque Edeco haba visto en su vida.Deberis dejar vuestros caballos

    fuera de la ciudad

    aadi el traductor, cuyas palabras tuvieron almenos la virtud de suscitar una respuesta.Llegar hasta el palacioa lomos de mi caballodeclar Edeco bajando la vista.Slo elemperador monta en Constantinoplaseal Bigilas. Haydemasiada gente. Vuestro caballo se asustara.Saba que los hunosvivan a caballo. Sobre sus animales luchaban, parlamentaban,coman, en ocasiones dorman y, por lo que le haban contado, incluso

    hacan el amor. Aunque la distancia a recorrer no superara los cienpasos, preferan ir a caballo con tal de ahorrarse el paseo. Montabancon tanta destreza que ellos y sus animales parecan una sola criatura.Pero en ciertos aspectos eran como nios petulantes, y haba quemanipularlos para hacerles entrar en razn. Si lo deseis, puedomandar que traigan una litera.Una litera?Un asiento llevadopor esclavos. As s podrais llegar montado. Edeco sonri, burln.Como un nio o una mujer?El palacio se encuentra a unas tresmillas de este lugar.Bigilas clav la mirada en las piernasarqueadas del huno, que frunci el ceo. Cmo has llegado hastaaqu?A pie. Embajador, aqu hasta los senadores y los generalescaminan. Si aceptis, me resultar ms sencillo mostraros las gloriasde nuestra capital. El huno mene la cabeza.Para qu vivir en un

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    lugar en el que no se puede ir a caballo? Sin embargo, desmont,menos sorprendido de lo que finga sentirse. Enviados anteriores ya lehaban advertido de que, a menos que se opusiera, llevaran a su

    caballo hasta un establo en el exterior de la ciudad y lo meteran enuna especie de caja de las que los romanos usaban como vivienda. Acausa del confinamiento, el caballo engordara y se debilitara. Aqulera un pueblo de insectos, y las ciudades semejaban hormiguerosatestados de gusanos insaciables. Lo que haba que hacer era recogerlos regalos y marcharse cuanto antes. Bigilas se alegr de que el hunono se opusiera a dejar all el caballo. Aquellos asesinos no solan ceder

    en nada. Haba aprendido las primeras palabras de su lengua despusde que lo capturaran durante una incursin de Atila, siete aos atrs.Tras el pago de un rescate, lo liberaron, y entonces aprendi ms, puesgracias a sus conocimientos obtuvo trabajos como comerciante. Susaptitudes como traductor llegaron a odos del gobierno imperial, yfinalmente a los del propio Crisafio. Bigilas conoca a los hunos perono les tena el menor aprecio, y aquello era precisamente lo que el

    primer ministro necesitaba. El traductor observ al huno soltar lasriendas y entregar el arco y el carcaj a un asistente al que llamabaSkilla. El guerrero orden al joven y a otro huno de alta graduacin,un lugarteniente renegado que responda al nombre de Onegesh yhaba nacido romano, que aguardasen fuera de los muros de la ciudad.Si no regresaba a la hora convenida, deban informar a Atila.Noconsintis que encierren a mi caballo ni que os metan entre cuatroparedes. Perderis fuerza.Hemos dispuesto para vosotros una villay establosintervino Bigilas.Nuestro techo son las estrellasreplic el joven con orgullo exagerado. Skilla, como su to Edeco,contemplaba las triples murallas de Constantinopla con una mezclade desprecio y envidia. Acamparemos junto al ro y all teesperaremos. A Crisafio no le gustara que los hunos se quedaran

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    solos y se mantuvieran alejados as del control romano, pero qupoda hacer?Deseis que os traigan alimentos?Yaobtendremos nosotros lo que nos haga falta. Qu pretenda decir con

    aquello? Que iban a robar en las granjas, a asaltar a los peregrinos?Daba igual. Que durmieran rodeados de mugre si era lo que queran.Vmonos entoncesle dijo a Edeco. Crisafio aguarda. Mientrascruzaban la gran puerta, se volvi para mirar a los dos hunos quequedaban atrs. Parecan estar contando el nmero de torres.La nueva capital del Imperio romano de Oriente formaba un

    tringulo; el pice ms cercano al agua albergaba los palacios

    imperiales, el hipdromo y la iglesia de Santa Sofa. La base deltringulo, al oeste, lo formaba la triple muralla de cuatro millas delongitud. Los dos lados que quedaban delimitados por las aguastambin estaban amurallados y salpicados de muelles artificialesatestados de embarcaciones. Todo el comercio mundial pareca pasar atravs de aquel embudo triangular, y los emperadores de Orientehaban importado estatuas, obras de arte, mrmoles y mosaicos para

    dotar cuanto antes a la ciudad de una magnificencia de la que porantigedad careca. Bigilas saba que en Constantinopla tal vezhubiera tantos romanos como hunos en todo el mundo, y sin embargoera la ciudad la que renda tributo a los brbaros, en vez de ser alrevs. Se trataba de una situacin intolerable que deba terminar. LaPuerta Dorada formaba un triple arco. El central era el ms alto y elms ancho, y sus puertas de madera y hierro se vean reforzadas conun bajorrelieve de elefantes cincelado en bronce, tan bruido quepareca de oro. Aquel amplio umbral atravesaba las tres murallas yformaba un tnel que se convertira en el escenario de una matanza encaso de que algn ejrcito intentara pasar por l: su techo seencontraba salpicado de huecos por los que podan dispararse flechas overterse cubos de aceite hirviendo. Por si eso fuera poco, la tercera

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    muralla, la ms cercana a la ciudad, era la ms alta, de modo que cadauna de las barreras se alzaba sobre la inmediatamente anterior, por loque el aspecto de aquella proteccin era el de una sucesin de cadenas

    montaosas cada vez ms elevadas. Edeco se detuvo poco antes dealcanzar la entrada exterior y alz la vista para contemplar lasestatuas del emperador, la Victoria y la Fortuna. Sobre ellas se leauna inscripcin en latn.Qu dice? Bigilas la ley:Teodosioembellece este lugar, vencida la maldicin del usurpador. Aquel queha construido la Puerta Dorada inaugura una Edad de Oro. Elbrbaro permaneci unos instantes en silencio.Qu significa?

    Que nuestro emperador es divino, y que ste es el nuevo centro delmundo.Yo crea que ahora los romanos rezabais a un solo dios.Supongo que s.El traductor arrug la frente. La divinidad delemperador sigue siendo objeto de debate teolgico. El huno grualgo, juntos se internaron en la oscuridad de las murallas triples, ysalieron por el otro lado, donde el sol brillaba con fuerza. All, Edeco sedetuvo de nuevo.Dnde est vuestra ciudad? Bigilas sonri. La

    inmensidad de Constantinopla siempre sorprenda a los brbaros enun primer momento.El centro se encuentra tras las murallasoriginales de Constantino.Seal un punto que se encontraba acasi una milla de distancia. Esta nueva zona, amurallada porTeodosio, se destina a cisternas, jardines, monasterios, iglesias ymercados de campesinos. El ro Lico corre bajo las murallas, ydisponemos de agua y alimentos suficientes para resistir un asedioque se prolongue indefinidamente. Edeco, Constantinopla no podraser sitiada por hambre, y resulta inexpugnable. Slo cabe amistarsecon ella. El huno permaneci un momento pensativo.Yo vengocomo amigodijo. Por los presentes.El primer ministrodispone de regalos para ti, amigo mo. Junto a la muralla mspequea, antigua y estrecha de Constantinopla, un mercado, situado

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    frente a la Puerta de Saturno, herva de actividad. Edeco observ conojos depredadores los artculos puestos a la venta. Nueva Roma sehaba convertido en la nueva encrucijada del mundo, y todos los

    productos, los placeres, los olores y los sabores se encontraban en ella.Sus esposas se agitaran como aves temblorosas al ver un botn comoaqul. Algn da se lo llevara, salpicado de la sangre de losmercaderes que lo posean. Encontr satisfactoria la idea. Los doshombres franquearon la puerta y se internaron en el corazn de lacapital del Imperio de Oriente, una ciudad bulliciosa y dura, llena deiglesias doradas, palacios ostentosos, viviendas atestadas y calles

    desbordantes de vida. Edeco se sinti pequeo y absolutamenteannimo. Si fuera de las murallas el huno haba despertado temor, allapenas suscitaba miradas de curiosidad. Hasta Constantinoplallegaban gentes de todo el mundo: africanos negros, alemanes rubios,sirios atezados, bereberes cubiertos de pies a cabeza, judos aptridas,godos ceudos, beros de piel aceitunada, industriosos griegos,orgullosos rabes, ruidosos egipcios, dacios e ilirios patanes. Se

    empujaban unos a otros, se abran paso a codazos, voceaban susofertas, negociaban los precios, gritaban, prometan toda clase deplaceres. El huno se sinti arrastrado por una inmensa marea humanaque no era capaz de controlar. El aire estaba impregnado de un fuerteolor a especias, a perfumes, a sudor, a carbn, a humo, a comida y acloacas, y por todas partes se alzaba una cacofona de lenguas yruidos. Sinti nuseas. Bigilas lo sealaba todo con orgullo. Lacalzada por la que avanzaban se extenda, empedrada, siguiendo unacostumbre romana que a Edeco le pareca mala para los pies y peorpara las pezuas de los caballos. El centro de la calle se abra al cielo,pero a los lados se alzaban sendos prticos de mrmol que ofrecansombra y refugio, y que parecan tan atestados como la zonadescubierta. Los capiteles de las columnas estaban esculpidos con

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    hojas y ramas, como imitando las copas de los rboles. Qu cosas! Losromanos usaban piedra en lugar de troncos, pero luego intentabanque lo que esculpan se asemejara lo ms posible a la madera. En la

    penumbra, ms all del prtico, se intua una hilera interminable detiendas que se adentraban en unos edificios tan altos que convertan lacalle en una especie de can. El huno no poda evitar mirar alrededortemeroso de que estuviera urdindose una emboscada, pero aquellosromanos caminaban sin sentirse atrapados en absoluto. En realidad,la proximidad de los cuerpos pareca reconfortarlos. Aquel modo devida no era natural, y haba hecho de los romanos seres extraos:

    arrogantes, exagerados en el vestir. Sus mujeres iban muymaquilladas y se exhiban demasiado tapadas o casi desnudas, loshombres parecan extremadamente ricos o extraordinariamentepobres, los que se entregaban al juego y las rameras paseaban al ladode monjes y monjas, y todos se tocaban y gritaban y recriminaban convehemencia. Edeco crey encontrarse en el interior de un hormiguero,y pens que cuando todo aquello ardiera, llegara una bendicin para

    la Tierra. Bigilas no dejaba de parlotear como una jovenzuelamientras avanzaban entre la multitud, y le contaba que aquel mrmolera de Troad, y que la calle se llamaba la Mese, y que aquel foro llevabael nombre de Arcadio, como si a Edeco le importara. Lo que leinteresaba al huno era calcular las riquezas que se mostraban pordoquier: los puestos con joyas de oro, las montaas de alfombras, loslinos de Egipto, las lanas de Anatolia, las cubas de vino, las hermosasbotas, el brillo metlico de las aristocrticas armas. All haba tazas ycuencos, ropa de cama y cacerolas, objetos de cobre y de hierro, debano y marfil, y unos arcones muy trabajados para guardarlo todo.Cmo hacan todas aquellas cosas esos gusanos? A intervalos fijos,la Mese se ensanchaba para dejar paso a lugares que Bigilasdenominaba foros. En muchos se erguan estatuas de hombres,

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    aunque Edeco ignoraba con qu finalidad. Altas columnas se alzabanal cielo, aunque all arriba no hubiese nada. Sobre una de ellas observla figura de un hombre inmvil llamado Constantino. Bigilas le

    explic que se trataba del emperador que haba fundado la ciudad. Alhuno le intrig ms un arco monumental de cuatro lados que aparecien un cruce llamado Anemodoulion. Sobre l se alzaba una veleta, y elhuno se fij asombrado en el guila que se mova de un lado a otro.Menuda tontera! Quin, sino un romano, necesitara un juguetepara que le indicara de dnde soplaba el viento? Bigilas tambin leseal los arcos de lo que llam un acueducto. Edeco no entenda por

    qu los romanos construan ros en vez de instalarse junto a ellos. LaMadre Tierra proporcionaba a la gente todo lo que necesitaba, pero losromanos empleaban su vida entera en duplicar lo que ya seencontraba a su alcance. A medida que se acercaban a la punta de lapennsula, las casas, los palacios y los monumentos iban hacindosems lujosos, y el estrpito aumentaba. Los caldereros martilleaban susplanchas de cobre, produciendo un sonido que se asemejaba al del

    granizo que caa sobre las estepas. El chirrido de las sierras sobre elmrmol resultaba casi insoportable. Slo las puertas del hipdromoparecan algo ms amables, pues tras ellas se intua un retal de tierrarodeado de un recinto compuesto por escalones que se elevaban alcielo.Qu es eso?El lugar donde se celebran las carreras decarros y los juegosrespondi Bigilas. Durante las competicionesse congregan hasta ochenta mil personas. Has visto las bufandas ylas cintas? Representan nuestras facciones. Las verdes son para elpueblo y las azules para los nobles. Existe una gran rivalidad, seorganizan apuestas, y a veces hay tumultos y peleas.Para qu?Para ganar las partidas. As que gastaban su energa en guerrasfalsas, en lugar de dedicarse a las verdaderas. Al poco, llegaron alpalacio de Crisafio.

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    El primer ministro del Imperio romano de Oriente viva, como todosquienes ocupaban cargos de importancia, de su ingenio, su cautela ysu despiadada astucia. Como muchos otros en aquella nueva era de

    gobierno romano, Crisafio era eunuco. Al entrar de muy joven alservicio de Elia Eudoxia, la bella esposa del emperador, y tener accesoa su mundo (lo cual no habra conseguido de no estar castrado), habainiciado su fulgurante ascenso. Ahora era, segn afirmaban algunos,ms poderoso que el propio emperador. Por qu no? Tras observardurante toda su vida la astucia de las mujeres, el ministro saba desdehaca tiempo que carecer de testculos no equivala a carecer de coraje,

    y que en cambio contribua a la claridad de miras. La dotacin delemperador Teodosio en aquel aspecto era normal, pero por lo demssus aptitudes para la negociacin resultaban ms bien escasas, y sehaba pasado la vida dominado por su hermana mayor, una mujer tanconsciente de la importancia verdadera de las cosas que habarenunciado al sexo y haba entregado su vida a la castidad religiosa.Aquella pureza la haba vuelto tan excepcional y respetada como

    malhumorada y vengativa. Qu contraste el de la peligrosaPulqueria con la lujuriosa y necia hermana del emperador deOccidente, una joven llamada Honoria! Se deca que su imprudenciaera tal que la haban pillado en el lecho con el guardin de palacio!Ojal Pulqueria mostrara algn signo de debilidad. Pero no, parecatan inmune a aquellos sentimientos como el propio Crisafio, lo que lahaca muy peligrosa. Pulqueria haba empezado por librarse de laencantadora esposa de su hermano acusndola de adulterio yllevndosela, humillada, a Judea. Crisafio se libr por los pelos deverse sometido a un escndalo idntico, pues Elia haba sido suseora. Sin embargo, con su habilidad negociadora se haba hechoindispensable, y su emasculacin lo haba vuelto tan inmune a lastrampas del sexo que ni la propia Pulqueria haba podido prescindir de

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    l. El ministro, por su parte, tampoco haba logrado convencer alemperador de que la santidad pblica de su hermana era slo unamscara con la que ocultaba su malevolencia privada. En aquel

    momento se trataba ya de la principal y ms implacable enemiga deCrisafio. La propia ambicin del ministro, as como sus traiciones, lehaban llevado a granjearse muchos enemigos, y no ignoraba que sufalta de sexo no haca sino suscitar antipatas. Necesitaba, pues, unahazaa espectacular para salir reforzado ante Pulqueria. Era por ellopor lo que en esos momentos el zafio y brbaro Edeco se encontrabaatiborrndose sin ningn recato en la mesa de Crisafio. Hasta el

    momento, la seduccin poltica haba salido tal como haban planeado.Bigilas se haba encontrado con los hunos a las puertas de la ciudad ylos haba escoltado en su recorrido por Constantinopla. El traductorhaba confirmado que aquel hombre de la tribu se haba sentidodeslumbrado con las joyas de la arquitectura romana, con la riquezade los mercados bizantinos, con la densidad y vitalidad de lapoblacin. Seguramente se haba convencido al momento de que un

    asalto a Nueva Roma resultaba inviable. Luego Edeco haba llegado alpalacio de Crisafio y haba admirado, boquiabierto como uncampesino, sus mrmoles, sus brocados, sus tapices y sus alfombras,sus piscinas, sus fuentes y sus puertas de cedro labrado. Los patiosinundados de sol semejaban campos floridos, las alcobas eran mares deseda y de lino, y las mesas aparecan rebosantes de frutas, pasas,panes, miel, trozos de carne y untuosas aceitunas. El huno se habapaseado por todas las estancias igual que un toro. Crisafio habaintentado que dos de sus jvenes y sonrientes esclavas llevaran albrbaro a uno de sus baos, algo que lo habra hecho ms soportable enla distancia corta, pero que l, desconfiado, no haba consentido.Temen a los espritus del aguasusurr el traductor a modo deexplicacin. Crisafio gru.Cmo resisten el trance de la

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    reproduccin? Bigilas haba convencido por fin a Edeco de que sedesprendiera de sus pieles y sus armaduras y las reemplazara por unatnica de algodn egipcio tejida con hilos de oro, con adornos de

    armio y bordada con piedras preciosas. Haba sido como arrojar unmanto de seda sobre un oso pestilente. Las manos del huno seguansiendo tan callosas como las de un carpintero, y sus cabellos los de unabruja, pero aquella ropa nueva y perfumada le haca encajar algomejor en el triclinio, la sala donde coman y que se abra al mar deMrmara. Las lmparas y las velas iluminaban tenuemente el espacioy desde el agua les llegaba una brisa ligera. El huno, en cuyo cliz no

    dejaban de escanciar vino, pareca sentirse ms relajado y de mejorhumor. Haba llegado el momento de la proposicin. Crisafio opinabaque aquellos brbaros resultaban peligrosos, pero tambin avariciosos.En realidad eran poco ms que piratas montados a caballo, a los quelas ciudades no interesaban, aunque ambicionaran lo que en ellas seproduca. Odiaban a los romanos porque los envidiaban, y eran tancorruptibles como nios atrados por un cuenco rebosante de dulces.

    Durante ms de diez aos, el primer ministro haba evitado, medianteel soborno, la confrontacin final con Atila, y haba aceptado de malagana la exigencia anual de un tributo que haba pasado de lastrescientas cincuenta libras de oro reclamadas por el padre de Atila alas setecientas exigidas por su hermano, y ms tarde a las dos mil quepeda el propio Atila. Aquello equivala a ms de ciento cincuenta milslidos al ao! Para pagar las seis mil libras exigidas al acabar laguerra de 447, los mercaderes de la ciudad y los senadores se habanvisto obligados a fundir las joyas de sus esposas. Hubo suicidios ydesesperacin. Y, lo ms importante, apenas quedaba dinero parafinanciar los lujos de Crisafio. Haba sido Atila el responsable de quelos hunos dejaran de ser una confederacin de molestos jinetes paraconvertirse en un imperio de depredadores, y tambin era l quien

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    haba renunciado a un tributo razonable para perpetrar una extorsinintolerable. Si se eliminaba a Atila, la cohesin de su pueblo seesfumara. El filo de un cuchillo clavado una sola vez, o un trago de

    veneno, bastaran para resolver el problema ms grave del Imperio deOriente. El eunuco sonri, inocente, al huno y le habl por medio deBigilas, el traductor.Disfrutas de nuestras epicreas exquisiteces,Edeco?Cmo dices?pregunt el huno con la boca llena.Dela comida, amigo mo.Es buenadijo al fin Edeco, llevndose a laboca otro puado.A Constantinopla llegan los mejores cocinerosdel mundo. Rivalizan para ver quin elabora las recetas ms

    originales. Mi paladar vive en un estado de permanente asombro.Eres un buen anfitrin, Crisafiodijo el huno, complacido.Informar a Atila.Qu halagador de tu parte.El ministro bebiun sorbo de su copa. Sabes, Edeco, que un hombre de tu posicin ytalento podra comer as todos los das? El brbaro permaneci unosinstantes pensativo.Todos los das?dijo al fin.Si vivierasaqu, con nosotros.Pero es que yo vivo con Atila.S, lo s, pero

    has pensado alguna vez en vivir en Constantinopla? El huno ahoguna risa.Y dnde guardara mis caballos? Crisafio sonri.Para qu queremos caballos? No tenemos ningn sitio adonde ir.El mundo entero viene a nosotros y nos trae sus mejores productos.Las mentes ms despiertas, los mejores artistas y los sacerdotes mssantos, todos acuden a Nueva Roma. Las mujeres ms hermosas delimperio se encuentran aqu, como puedes ver si te fijas en las esclavasy las jvenes de los baos. Para qu quieres caballos? Edeco, que sedaba cuenta de que estaban a punto de ofrecerle algo, se incorpor unpoco en el triclinio, como si quisiera aclararse la mente, algoobnubilada ya por los efluvios del vino.Yo no soy romano.Peropodras serlo. El brbaro mir alrededor, desconfiado, como si todo loque tena delante pudiera desaparecer en cualquier momento.No

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    tengo casa en esta ciudad.Pero podras tenerla, general. Unhombre con tu experiencia militar resultara valiossimo para nuestroejrcito. Merced a tu posicin podras poseer un palacio exactamente

    igual a ste. Si prestaras servicios al emperador, podras ocupar elprimer puesto entre nuestros nobles. Nuestros palacios, nuestrosjuegos, nuestros bienes, nuestras mujeres, seran tuyos. El hunoentorn los prpados.Quieres decir si abandono a mi pueblo y meuno a vosotros.Quiero decir si ests dispuesto a salvar a tu pueblo,adems de al nuestro, Edeco. Si ocupas el lugar que te corresponde enla Historia.Mi lugar est junto a Atila.Hasta ahora; pero es

    inevitable que la prxima vez que nos veamos sea en el campo debatalla? Los dos sabemos que eso es lo que Atila desea. Vuestro jefe esinsaciable. Ninguna victoria le satisface. Ningn tributo le basta.Sospecha hasta de sus ms fieles colaboradores. Mientras siga convida, ni los hunos ni los romanos se encontrarn a salvo. Si no se ledetiene, nos destruir a todos. Edeco haba dejado de comer y parecadesconcertado.Qu es lo que quieres? Crisafio pos su mano fina

    y blanda sobre la del huno, que era spera y dura, y se la apret enseal de amistad.Quiero que mates a Atila, amigo mo.Matarlo! Me desollaran vivo.No si se hiciera en secreto,cuando estuviera separado de sus guardias, parlamentandodiscretamente con embajadores romanos. No si t fueras el principalnegociador de los hunos. Atila morira, t abandonaras la estancia yla confusin no se iniciara hasta que se descubriera su muerte. Paracuando los hunos determinaran quin deba ser su sucesor y quin erael culpable de su muerte, t ya te encontraras de vuelta en la ciudad,y te habras convertido en un hroe a los ojos del mundo. Podrasposeer una residencia como sta, mujeres como stas, y tanto oro queno podras transportarlo. Edeco no se molest en disimular suexpresin de avaricia.Cunto oro? El ministro sonri.

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    Cincuenta libras. El huno ahog un grito.Eso sera slo el pagoinicialaadi Crisafio. Te entregaramos tanto oro que teconvertiras en uno de los hombres ms ricos de la ciudad, Edeco. Y

    los honores seran tantos que podras vivir el resto de tus das rodeadode paz y de lujos. Eres uno de los pocos hombres de confianza de Atilaautorizados a quedarse a solas con l. Y ests en situacin de llevar acabo lo que nadie ms se atreve a consumar. El huno se pas la lenguapor los labios.Cincuenta libras? Y eso slo sera una parte?Acaso por ese precio no te matara Atila? Edeco se encogi dehombros, como reconociendo aquella posibilidad.Dnde est el

    oro? Crisafio hizo chasquear los dedos. Un fornido esclavo germanoentr cargando un pesado cofre que haca que se le marcara toda lamusculatura. Al dejarlo en el suelo reson sordamente. El esclavolevant la tapa y dej al descubierto el dorado tesoro que contena. Elministro permiti que Edeco contemplara sin prisas las monedas yentonces, con un movimiento de la cabeza, orden al esclavo quecerrara de nuevo el cofre.Edeco, sta es tu ocasin de vivir como yo.

    El huno sacudi la cabeza.

    Si vuelvo junto a l con este cofre, Atilasabr al instante a qu me he comprometido. Me crucificarn en lasllanuras de Hunuguri.Lo s bien. He aqu mi plan. Fingiremos nohaber alcanzado ningn acuerdo. Permteme que enve contigo a unembajador romano a reunirse con Atila, y que te acompae Bigilascomo traductor. Ahora recibirs algunos presentes para que tu jefe nosospeche nada. Esas conversaciones llevan su tiempo, como biensabes. Te acercars al tirano una vez ms, y para garantizar la palabraromana sugerirs que Bigilas regrese y lleve a su hijo como rehn, enprueba de la honestidad de las intenciones romanas. l no slo ir enbusca de su pequeo, sino que tambin te llevar el oro. Cuando loveas llegar, sabrs que no te he engaado, y ser el momento de pasara la accin. Luego podrs volver a la ciudad y vivir como un romano.

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    El huno no acababa de decidirse.Es arriesgado...Todarecompensa conlleva sus riesgos. Edeco mir alrededor.Y podratener una casa como sta?Podrs quedarte con esta misma, si lo

    deseas. El brbaro solt una carcajada.

    Si me quedo con ella, laconvertir en pasto para mis caballos!Edeco pas dos noches en el palacio de Crisafio, mientras se

    organizaba la embajada romana, y despus, deliberadamente,abandon la ciudad en una litera, igual que una mujer. Eso de que lollevaran a uno era propio de gusanos. Haba decidido gastarles unabroma a sus compaeros hunos. Skilla y Onegesh haban prescindido

    de la villa que haban dispuesto para ellos a las puertas de la ciudad yhaban acampado junto a ella. Ahora, Edeco llevaba regalos quecompartir con ellos: ricos brocados, cajas profusamente labradas,recipientes con especias y perfumes, dagas de empuadurasengarzadas en piedras preciosas, y monedas de oro. Cuando volvierana casa, con aquellos presentes podran comprar sendos batallones desecuaces.Qu han dicho los romanos?pregunt Onegesh.

    Nada

    respondi Edeco

    . Quieren que llevemos a una legacinen presencia de Atila, y que las negociaciones concluyan all. Onegeshfrunci el ceo.Al kagan no le gustar saber que no hemos zanjadoel asunto en Constantinopla. Ni que nos volvamos sin el tributo.Creer que los romanos nos dan largas.Los romanos llevan msregalos. Y yo traigo algo an mejor.Qu es? Edeco le gui un ojoa Skilla, su sobrino, el lugarteniente al que haban incorporado a lamisin para que prosiguiera con su aprendizaje. Una trama deasesinato.Qu?Quieren que asesine a nuestro rey. Elhombre-nia est convencido de que voy a intentarlo. No llegara adar ni cien pasos antes de que me asaran vivo. A Atila le divertirsaberlo. Luego se enfadar mucho y aprovechar esa ofensa parasacarle an ms oro. Onegesh sonri.Cunto te pagan?

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    Cincuenta libras de oro, para empezar.Cincuenta libras! Unbuen botn para un solo hombre. Tal vez deberas afilar tu cuchillo,Edeco.Bah. Con Atila ganar ms, y vivir para disfrutarlo.

    Por qu creen los romanos que seras capaz de traicionar a tu rey?Porque ellos traicionaran al suyo. Son gusanos, Onegesh, que nocreen ms que en las comodidades. Cuando llegue el momento, losaplastaremos como si fueran alimaas. El romano renegado dirigiuna mirada a las altas murallas. No estaba seguro de que fuera aresultar tan fcil.Y las cincuenta libras de oro?Van atrarmelas ms adelante, para que Atila no sospeche nada.

    Esperaremos hasta que lleguen, las fundiremos y las verteremos sobrelas gargantas mentirosas de los romanos. Y luego se las devolveremosa Crisafio, metidas en su nuevo envoltorio humano.

    Captulo 4

    Una embajada romana

    Y entonces me llega esta oportunidad. Casi no daba crdito a mibuena suerte cuando me escogieron para participar en la ltimaembajada imperial a la corte de Atila, rey de los hunos, en la lejanatierra de Hunuguri. Mi vida, que pareca en ruinas haca apenas unda, haba resucitado. A la temprana edad de veintids aos estabaseguro de haber experimentado ya todas las amarguras que depara laexistencia. Mis aptitudes con las letras y los idiomas parecan no

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    servir de mucho, pues el negocio familiar se enfrentaba a la ruina; tresde nuestros barcos, que transportaban vino, haban naufragado trasestrellarse contra unos acantilados en Chipre. De qu sirve poseer

    conocimientos de mercader y de escriba cuando no hay capital con elque comerciar? Mi aburrido hermano haba obtenido un muycodiciado puesto en el ejrcito, que prosegua su campaa en Persia,pero mi aversin a las artes de la guerra me privaba de una salidasimilar. Y, lo que era peor, la joven a la que haba entregado micorazn, la hermosa Olivia, me haba rechazado con excusas vagasque, en esencia, me decan que mis expectativas eran demasiado

    escasas

    y sus encantos demasiado abundantes

    como para quequisiera unir su vida a alguien con un futuro tan incierto como elmo. Adnde haba ido a parar el amor inmortal y la dulcecorrespondencia de los sentimientos? Pareca que aquellas cosas searrojaban a la basura como los huesos una vez repelados. Que sedesechaban como sandalias viejas. Yo no me senta slo triste, sinotambin desconcertado. Mis parientes y mis profesores siempre

    haban alabado mi belleza, mi fuerza, mi brillantez, mi don de palabra.Al parecer, sos son atributos que no importan a las mujeres,comparados con las expectativas laborales y la riqueza acumulada.Cuando vi a Olivia en compaa de mi rival Decioun joven tansuperficial que en las profundidades de su carcter ni una plumaflotara, y tan inmerecidamente rico que no podra gastar su fortunacon la misma rapidez con que su familia la amas, sent que lasheridas de un destino injusto me resultaran mortales. Por mi mentepasaron, claro est, varias formas de suicidio, venganza o martirio,con los que lograra que Olivia y el mundo entero lamentaranhaber