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DIOS y nosotros en la Historia

Antonio Fernndez Benayas

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DEDICATORIA: A mi paciente y magnfica familia, especialmente, a la extraordinaria mujer con quien comparto penas y alegras desde hace ya ms de cuarenta aos. A todos los que, generosa y libremente, aplican lo mejor de s mismos al servicio de los dems y, en mayor o menor medida, trabajan para que su entorno sea todo lo venturoso que puede ser.

DIOS Y NOSOTROS EN LA HISTORIA Antonio Fernndez Benayas ISBN: 978-84-939697-3-8 28924 Alcorcn Madrid [email protected] Octubre de 2012 3

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INDICE Introduccin, 7 1.- El Principio y Fin de todas las personas y cosas, 11 2.- Explcita leccin del Universo material, 16 3.- El animal religioso-racional ante Dios, 20 4.- T, el Otro y yo: Nosotros, 22 5.- Una deseable y posible comunidad humana, 26 6.- Religin, comercio, leyes, guerras y ms guerras en las antiguas civilizaciones, 30 7.- Accidentada historia del Pueblo Elegido, 36 8.- La gran esperanza de los hijos de Abraham, 52 9.- Alejandra, puente entre la Ley de Moiss y la cultura greco-latina, 60 10.- Dios se hace hombre, 68 11.- La cristianizacin del Imperio Romano, 78 12.- Los Padres de la Iglesia frente a tibios, paganos y herejes, 93 13.- Nunca al Csar lo que es de Dios, 103 14.- Derecho de Propiedad y Cristianismo, 112 15.- Aportacin a la Historia de la Hispania romano-gtica, 118 16.- Ignorar, saber, dogmatizar o, simplemente, creer, rezar y obrar para el bien de los dems?, 137 17.- Al-Andalus puente cultural entre Oriente y Occidente? 150 18.- Creer para entender y experimentar para saber, 163 19.- El comercio como til sustituto de las guerras feudales, 168 20.- El llamado Renacimiento frente al Humanismo segn la Ley de Dios, 174 21.- La impronta hispnica en el Nuevo Mundo, 184 22.- Relajacin de costumbres, Reforma Protestante y guerras de Religin, 190 23.- La revolucin cartesiana, 206 24.- La Contrarreforma Espaola, 216 25.- Desde el racionalismo hasta Napolen pasando por la Ilustracin y la Revolucin Francesa de 1789, 228 26.- El Ideal-materialismo en la filosofa clsica alemana, 238 27.- Desde el hegelianismo al humanismo ideal-materialista de Luis Feuerbach, 248 5

28.- El materialismo histrico de Moiss Hess y Carlos Marx, 258 29.- La Utopa y el revolucionarismo frente a la necesaria percepcin de la Realidad, 271 30.- Forzada gestacin de las dos Espaas, 282 31.- Una agnica Monarqua, la Primera Repblica Espaola y Emilio Castelar, 291 32.- Apunte sobre la traumatizada generacin espaola del 98, 309 33.- Fanatizado, convulso y globalizador siglo XX, 316 34.- Reflexin sobre las posibilidades de una efectiva, responsabilizante y eficiente Democracia, 341 35.- Sectarismo ideolgico, anarqua y bsqueda de un nuevo orden poltico en Espaa, 348 36.- Dictadura, huda del Rey, 2 Repblica y Alzamiento Nacional, 361 37.- Los posos de la Guerra, el Caudillismo y la Democracia Orgnica, 386 38.- La Transicin Espaola con sus valores, improvisaciones, tibiezas y particularismos, 411 39.- Necesaria y posible recuperacin del terreno perdido por Espaa en los ltimos tiempos, 429

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INTRODUCCIN Librmonos de acudir a la imaginacin para mejorar nuestro escaso conocimiento de la Realidad Si el arte del bien pensar (conocer la Realidad) consiste en orientar nuestro entendimiento por el camino de la Verdad cmo estar seguros de que vamos en la direccin que conviene? Es Balmes el que nos dice: Si deseamos pensar bien, hemos de procurar conocer la verdad, es decir, la realidad de las cosas. De qu sirve discurrir con sutileza, o con profundidad aparente, si el pensamiento no est conforme con la realidad? Un sencillo labrador, un modesto artesano, que conocen bien los objetos de su profesin, piensan y hablan mejor sobre ellos que un presuntuoso filsofo, que en encumbrados conceptos y altisonantes palabras quiere darles lecciones sobre lo que no entiende. Claro que es muy limitado nuestro entendimiento; pero, al menos, tenemos el alma como parte espiritual de nosotros mismos y los sentidos del cuerpo como las ventanas de ese mismo alma; en consecuencia, no hay motivos para que renunciemos a conocer lo que realmente nos importa ni es cosa de divagar y divagar aplicando el invento de la duda metdica a la inoportuna y academicista cuestin de si existimos o no: dejmoslo para los aficionados a derrochar energas y tinta describiendo las inventadas comodidades del laberinto del que se resisten a salir, mientras que nosotros, por dictado del sentido comn y simple afn de no perder el tiempo, nos aplicamos a tratar de distinguir la verdad de la mentira, pese a quien pese, en especial al promotor de la duda metdica a partir de la perogrullada del pienso, luego existo. Menos mal que de tal promotor podemos y debemos desligarnos siguiendo el ejemplo de los antiguos griegos, que colocaron sobre el dintel del templo de Delfos aquello del Concete a ti mismo ( ), punto de partida y eje de la predicamenta de Scrates, aquel insigne maestro del sentido comn: en medio de todos los seres animados que pueblan el ancho mundo, el ser humano, con sus sentidos corpo7

rales como ventanas del alma, es el nico que puede calificarse a s mismo como ser racional porque no hay otro que, como l, pueda aproximarse al conocimiento de s mismo. Desde ese punto de partida, de forma personal e intransferible, todos y cada uno de nosotros podemos acercarnos a las certeras respuestas de las ms acuciantes preguntas que nos hacemos en cuanto estamos en disposicin del uso normal de nuestro sentido comn: quin soy? de dnde vengo? adnde voy? qu he de hacer para cumplir con mi destino? Claro que el simple afn de saber o de descubrir no garantiza el certero conocimiento; a lo mximo, dar relevancia a lo mucho que nos falta por saber y tanto peor si eso poquito que creemos saber llega a satisfacernos como si ya hubiramos entrado en los dominios de la certeza absoluta. La conciencia de nuestras propias limitaciones nos habr de dar la prudencia necesaria para reconocer en todo momento la inconmensurable distancia entre lo que sabemos o creemos saber y lo que realmente ignoramos y ello porque, queramos o no, en el terreno del conocimiento al menos tres son las fuentes de las que nos servimos: 1 Fuente: La mano de la Providencia, en la que creen, creemos, los fieles de, al menos, las tres religiones monotestas; es lo que los antiguos llamaban Hades o Fatum y algunos autodenominados progresistas de hoy sustituyen por el determinante materialista de la Historia, lo que, reconzcase o no, viene a significar una supuesta energa providencial 2 Fuente: Una especie de atmsfera histrica, reflexiva y activa especfica de la civilizacin en la que hemos nacido, sido educados y nos desenvolvemos; es lo que Ortega y Gasset llam la circunstancia y Teilhard de Chardin Noosfera, especie de impalpable tejido de pensamiento que, sucesivamente, aportan a la historia las distintas pocas con la secuencia de generaciones ms o menos duchas en el arte de discurrir y decidir. A eso llaman conciencia colectiva los discpulos de Rousseau, no pocos de los cuales, tirando por la calle de en medio, lo toman con inapelable determinante de la libre conciencia de la personas.

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3 Fuente: Esa misma conciencia personal o libre capacidad de reflexin de las personas, exclusivo privilegio de que gozamos los seres humanos por el simple hecho de haber nacido con el entendimiento, la memoria y la voluntad necesarios para discernir y decidir en los asuntos ms vitales para nuestro paso por el mundo. Nuestra poca tiene una urgente necesidad de esta forma de servicio desinteresado que consiste en proclamar el sentido de la verdad, valor fundamental sin el cual perecen la libertad, la justicia y la dignidad del hombre: es lo que seala el muy recordado Juan Pablo II en su encclica Fides et Ratio y lo que nos empuja a bucear en la historia para exponer y hacer valer todo lo que apreciamos o vemos en la providencial accin de Dios y en nosotros, los seres humanos de todos los tiempos, para, en consecuencia y sin dogmas de cosecha propia, aportar la informacin y consiguientes reflexiones con la voluntad de servir a la Verdad en la medida de nuestras personales capacidades. Para aclarar cualquier posible equvoco al que puede llevar un ttulo como el de Dios y nosotros en la Historia es de lugar precisar que, para el autor, Dios es Dios, la Historia es lo que todo el mundo entiende por historia y nosotros somos, no solamente t y yo, sino tambin, toda la humanidad pasada, presente y futura.

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1 EL PRINCIPIO Y FIN DE TODAS LAS PERSONAS Y COSAS Nada puede moverse sin que haya un motor que lo mueva; no es posible efecto alguno sin causa que lo produzca; todo ser caduco o contingente requiere la previa existencia de otro ser necesario que haga posible la aparicin de lo contingente en el mundo de la realidad; todo ser imperfecto implica la existencia de alguien o algo que encarne menos imperfeccin hasta llegar al ser que personalice la suprema perfeccin; todo ser dirigido o gobernado hacia un fin hace imprescindible la existencia de un director o gobernador Llammoslo o no Dios al motor (primer motor, que dira Aristteles), a la causa primera, al Ser necesario, a la suprema perfeccin o a la mxima autoridad sobre todo cuanto existe nos veremos obligados a reconocer la simplicsima obviedad de que ese Alguien no puede ser confundido con la nada ni tampoco con la materia inerte; llegaremos as a la menos simple constatacin que nada existira sin la presencia y accin de Alguien (una Persona) que deber ser aceptado como Principio y Fin de todas las cosas. Quin es ese Alguien? Es el Zeus de los griegos, el Jpiter de los latinos, el Brahma de los hindes, el Ra de los egipcios, el Ashur de los asirios, el Odn de los vikingos, el Izanagi del sintosmo, el Viracocha de los incas, el Ahura Mazda del zoroastrismo, el Kitche Manitou o Gran Espritu de cheyenes, sioux y otra tribus indias o el que se revel como Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el mismo al que los judos llaman Yahvh, los musulmanes Allh y nosotros, los cristianos, Dios: Una verdad que, tal como deca San Agustn, no puedes llamar ni tuya ni ma ni de ningn hombre, sino que est presente a todos y se da a s misma a todos por igual. Fue, es y ser la Causa primera y ltima de todo dado que existe en virtud de la absoluta necesidad de su propia esencia (W. Brugger). Por extrao que parezca, no todos los teorizantes del qu y del cmo de los fenmenos y cosas aceptan un principio superior y anterior (o coetneo) de esos mismos fenmenos y cosas. Esos tales o huyen del razonar sobre 11

tal o cual supuesto o afirman categricamente que son las mismas cosas las que, por ciertas virtualidades propias, han ido transformndose a s mismas: dirase que en ellas se da algo parecido a lo del barn de Mnchhausen, que logr salir de una cinaga tirndose a s mismo de la coleta. No otra es la base argumental de los que defienden la autosuficiencia de las entidades materiales para, desde los tomos, como mnimas porciones de s mismas, llegar a ser lo que son como si obrasen al dictado de una imposible conciencia colectiva y material de la especie. Es as como, a lo largo de los siglos, se ha ido constituyendo toda una metafsica materialista con la que se pretende dar explicacin de todo, incluidos los raudales de amor y de libertad, de que, en ocasiones, se muestran muy capaces los seres humanos. Cuando, miles de aos atrs, los egipcios simbolizaban la gnesis de la vida en un escarabajo pelotero no estaban ms alejados de la realidad que los atomistas Leucipo y Demcrito o el hedonista Epicuro, teorizantes del materialismo clsico. Para stos y sus numerosos seguidores todos los misterios del universo tienen su origen en los fenmenos de atraccin y repulsin de los tomos zarandeados durante siglos y siglos por un azar ciego y desconcertante: las complejidades materiales que vemos, olemos, gustamos o palpamos seran el fortuito resultado de infinitas vueltas y dispersiones sobre s mismos dando paso a la vida y tambin al pensamiento por una especie de auto produccin de no se sabe qu. Probablemente, para los egipcios lo del escarabajo pelotero no pas de un smbolo interesadamente idealizado por los poderes fcticos de entonces (faraones, oligarqua y casta sacerdotal) para obnubilar el entendimiento y conquistar la voluntad de una mayora social ms religiosa que materialista: all la filosofa y la teologa vivieron tan estrechamente unidas que llegaron a confundirse tanto que, hasta llegar a Ra, la idea de una divinidad como principio y fin de todo era explicada con multitud de derivaciones hacia lo visible y fcilmente comprensible: smbolos y animales a los que se sacralizaba humanizndolos para intentar identificar el ms all con el ms ac, lo misterioso con lo vivido en el da a da . se parece ser el meollo de la mitologa egipcia, a mitad de camino entre lo animado por una secreta fuerza con multitud de expresiones (el mundo animal con el animal-hombre como protagonista principal) y lo impalpable, que 12

sita en un ms all, separado por la muerte y, aunque dominado por el misterio, tanto ms cercano cuanto ms se imagina en paralelo con la realidad que se vive y se siente en el quehacer diario. La mitologa greco-romana, ms antropofrmica que la egipcia, se form con retazos de las mitologas de otros muchos pueblos, incluido el egipcio: los dioses de cosecha propia, inventados por los poetas, resultaron ser idealizaciones de hombres y mujeres ms o menos legendarios, ms o menos reconocidos por sus caprichos, abusos y debilidades. Cada uno en su estilo, estos dioses adolecan de los mismos vicios y virtudes que los humanos, pero sin que existiera entre ellos clara expresin de amor sublime: ni siquiera el gran Zeus o Jpiter, padre de los dioses y de los hombres es capaz de actos de gratuita misericordia. En ese mbito, la vida religiosa oficial es una simple convencin social, puro teatro o instrumento de avasallamiento hacia los menos privilegiados, lo que, expresado en hbitos, vivencias, ritos, modas, interminables fiestas y fastos de compromiso se traduce en agobiantes formas de alienacin para la mayora, llmense ciudadanos libres, patricios, plebeyos o esclavos. Podemos deducir que, en el mundo greco-romano, las materialidades del da a da arrinconaban a las inquietudes religiosas en una especie de tnel sin otra luz que la que se deriva de los hroes y prototipos que, como efmeras lucirnagas, flotan y se desvanecen al hilo de la propaganda oficial, de los caprichos de la multitud o del ego desbordado por vicios y vanidades. No es el Olimpo ejemplo de moralidad ni de profundidad teolgica, pero s fuente de supuestos y alegoras que pueden derivar en alimento espiritual para la multitud. Griegos y romanos delegaban en sus filsofos el explicar lo que iba ms all de la directa percepcin de los sentidos. Es entre esos filsofos entre los primeros personajes histricos que defienden la omnipotencia y autosuficiencia de la materia. Uno de ellos fue Demcrito de Abdera (460-370), materialista terico que, en el orden prctico, resulta uno de los mayores idealistas de todos los tiempos (J. Hirschberger): para ese pionero del materialismo (o ideal-materialismo) el principio y fundamento de todo lo real son los tomos indivisibles, multiformes y eternos que se arremolinan en el vaco hasta encajar unos con otros para formar los cuerpos por puro azar y como si llevaran con ellos mismos la idea de lo que van a pro13

ducir; y pretende explicar lo existente por el carcter y funcionalidad de los propios tomos. Todo, incluido el alma, ser para l un agregado de tomos y movimiento de tomos resultar ser el pensamiento: cualquier conocimiento, quiere hacer ver Demcrito, tiene lugar al desprenderse de los objetos unas diminutas imgenes que penetran en los sentidos, se encuentran con los tomos del alma y ensamblan los respectivos conceptos o tomos en movimiento. La diferencia entre conocimiento sensible y conocimiento espiritual es cuestin de graduacin: el segundo ms sutil y rpido que el primero. Ante esta genuina expresin de ideal-materialismo el genial Goethe dir: Tienes en tu mano las partes; ay! Falta ahora el lazo del espritu. Al respecto ya Aristteles (384-322) haba certeramente recriminado a Demcrito: Te falta por explicar el origen del movimiento. Dijo esto Aristteles luego de hacer ver la incongruencia de asociacin entre cuerpos o tomos que caen en la misma direccin y a igual velocidad. Para Demcrito tambin los sentimientos podan ser reducidos a simples movimientos de tomos y, en consecuencia, torbellinos de tomos sern los preceptos morales en cuyo mbito lo bueno se confunde con lo que produce placer: es el principio hedonstico que tanto jugo dar ms tarde a personajes como Epicuro (341-270). Aun siendo discpulo y de inferior talla intelectual que Demcrito, Epicuro es reconocido como de mayor poder convincente que su maestro en cuanto que a la objecin aristotlica sobre el origen y poder ensamblador de un movimiento unidireccional responde con su concepto de la declinacin o derivacin en sub-movimientos radiales proyectados a todas las posibles direcciones facilitando el choque de unos tomos con otros hasta que, por virtud del azar, cada uno de ellos llegue a encontrar a su afn o complementario. Ninguna alusin a un motor o poder espiritual que facilite el necesario impulso y necesaria orientacin de los tomos. Son tiempos de fuerte carga mtica en las creencias o devociones de la gente por lo que Epicuro no se atreve a negar la existencia a Zeus y sus adlteres divinos: an proclamando que el conocimiento de las leyes de la naturaleza traduce en innecesaria la intervencin divina, concede a los dioses un lugar de paradisaca jubilacin disfrutando de la ms profunda paz y totalmente ajenos a los fenmenos naturales y a cuanto acontece en el mundo de los humanos. Desde esa perspectiva, se considera autorizado a 14

marcar pautas de conducta al resto de los seres humanos con una peculiar moral basada en el exhaustivo y ordenado disfrute de los buenos placeres, doctrina que el propio Epicuro describe as: Cuando decimos que el placer es el soberano bien no nos referimos al desenfreno de los ms bajos instintos, tal como lo pretenden los ignorantes que combaten y desfiguran nuestro pensamiento: Lo que realmente queremos decir es que, para nosotros, el supremo bien, el placer, est en la total ausencia de sufrimiento fsico, de preocupacin por el ms all y de todo tipo de prejuicios de carcter social o moral. El romano Lucrecio Caro (96-55), que se declar incondicional discpulo de Epicuro, dijo de l: Fue el primer griego que se atrevi a alzar sus ojos contra una religin plena de obligaciones y amenazas contra los pobres mortales: fbulas, rayos y represalias celestes no lograron otra cosa que azuzar su rebelda y despertar su afn por descubrir los secretos de la naturaleza. Es as como triunf sobre todas las dificultades el vigor de su espritu; cmo con su ciencia rompi las barreras de los ancestrales temores para adentrarse en los secretos del cosmos y luego ensearnos todo lo que se puede saber sobre lo que nace y muere, todo sobre las leyes que rigen el mundo material. Su victoria sobre los viejos mitos nos eleva hasta los cielos y a l mismo le convierten en un dios. Con su libro, La naturaleza de las cosas, pretende Lucrecio convertir el epicureismo en doctrina de la totalidad en donde, desde el bien estudiado goce de los sentidos, se afirma que no existe otro principio esencial que el de la Naturaleza o la materia autosuficiente por virtud de una misteriosa idealidad que, como era de esperar, no logra explicar sino es con citas de Epicuro, convertidas en dogmticos postulados en contraposicin de los viejos mitos. Su poder de conviccin descansa en ese capital principio de la demagogia: lo otro es mentira luego lo nuestro es verdad. Cmo sostener que lo de la autosuficiencia de la materia es verdad en contraposicin a la mentira de un Ser, Dios, que existe por s mismo desde toda la eternidad, que es perfecto, omnipotente e infinito y que, llevado por un inconmensurable y esencial amor, ha creado todo lo que se mueve en la inmensidad del universo, del que formamos parte como creatura predilecta suya? Desde esa nuestra probada pequeez, con las consecuentes limitaciones de un entendimiento que empieza comprender desde el testimo15

nio de unos sentidos pegados al suelo nos atreveremos a poner en duda la existencia de un poder muy superior a lo que podemos ver o palpar? Por lo que somos y ms nos conviene no es de rigor el tratar de averiguar cmo corresponder al amor de que est dando indiscutibles pruebas?

2 EXPLCITA LECCIN DEL UNIVERSO MATERIAL Desde la creacin del mundo, lo invisible de Dios puede llegar a ser conocido a travs de sus obras. Rom. 1, 20. La materia, que, como acabamos de ver, necesita de un poder distinto a ella misma para cumplir sus propia funciones, es la sustancia de los cuerpos perceptible por los sentidos, bien sea directamente o a travs de los adecuados instrumentos de observacin. Se cree que ya hay materia en el corpsculo localizado o adivinado por la fsica moderna en las entraas de un grano de luz; de ser as, esa nfima porcin de materia es de tal carcter que invita a algunos cientficos a no diferenciar de la pura energa a las partculas subatmicas presentes en el ms etreo de los elementos, esa misma luz para cuya ntima consistencia se ha inventado el paradjico trmino de materia no msica. Si centramos nuestra atencin en el tejido de la materia, vemos que es de una complejidad inimaginable hace muy pocos aos y aun hoy muy difcil de desentraar en sus ltimos elementos, que aparecen ya como corpsculos, ya como ondasde indescifrable carcter o composicin. Si para el anteriormente citado Demcrito los tomos eran las primeras e indivisibles manifestaciones de la materia, que vagaban por el espacio hasta tropezar unas con otras con el supuesto destino de componer los millones de distintos cuerpos, hoy se sabe que ese eventual tropiezo hubiera resultado estril si cada tomo no obedeciese a la necesidad de formar 16

parte substancial de una superior realidad; por dems, ese tomo, ms que una minscula y uniforme porcin de materia, consiste en un micro mundo de una estructura en ebullicin con protones, neutrones y electrones como principales protagonistas y otras partculas elementales (hadrones y mesones), en cuya constitucin los cientficos hacen entrar a los quarks y los antiquarts, se dice que asociados entre s merced a nubes de gluones o bosones, en los que todava resulta imposible de catalogar otras formas de masa o de energa. Sin lograr traspasar el mbito de lo probable, la mecnica cuntica muestra lo absurdo de concederle autosuficiencia a la Materia a partir de una retahla de indemostrados supuestos: la autntica ciencia se ve obligada a introducir conceptos como el previsin o cuantificacin aproximada que nos lleva a la necesidad del Alguien a quien nos hemos referido en el precedente captulo y que, sutilmente, delata su presencia en algo as como el corazn de la Materia. Al respecto, ilustrativo es recordar a Teilhard de Chardin (1881-1955), quien llega a hablar del podero espiritual de la materia reconociendo que no hay identidad alguna entre el espritu y la materia, pero tampoco oposicin: merced al soplo creador de Dios, viene a decir, la Materia ofrece una paradjica fragilidad nacida de su multiplicidad, su complejidad y de un esclarecimiento unido a su finalidad espiritual Ambigedad, poder, oscuridad y transparencia caracterizan a esta realidad fundamental que no puede ser comprendida ms que desde un esfuerzo por asociar el progreso hacia arriba y la interiorizacin Siguiendo el camino abierto por Henri Bergson (1859-1941) con su Evolucin Creadora (1907), Teilhard de Chardin se arriesg a disertar de forma sorprendentemente original sobre el Misterio de la Creacin: supone que el primero y principal efecto de la accin creadora de Dios es una especie de energa que se cuela en el interior de la materia haciendo que todas sus manifestaciones, desde lo nfimo a lo inmenso, lleguen a ser lo que tenan que ser segn el divino proyecto de Cosmognesis. Es un proceso en el que Teilhard ve reflejados la Libertad y el ilimitado Amor de Dios. Sin que hubiera contacto directo entre Bergson y Teilhard, s que hubo evidentes coincidencias en cuanto partieron del mismo mtodo (acercarse a lo superior a travs del estudio de lo inferior) para llegar a presentar 17

como lo ms razonable un proceso de creacin-evolucin que, a travs de sucesivas formas de materia evolucionada y evolucionante, abre el camino a la vida como soporte y antesala de la conciencia. Procedan de ambientes familiares distintos (catlico de rigurosa ortodoxia el de Teilhard, judo convencional el de Bergson) y tambin de distinta formacin intelectual: el realismo cristiano con Aristteles y Santo Toms como principales referencias en Teilhard, mientras que para Bergson, en principio ms afectado por el ideal-materialismo cartesiano (el panteista Spinoza, el empirista Hume y el evolucionista Spencer, entre otros) fueron Platn y Plotino los principales maestros; ello hasta que, en los ltimos aos de su vida, se familiariz con los msticos espaoles (muy especialmente, san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jess) y cristianiz lo fundamental de sus postulados y conclusiones. Si Teilhard hizo Teologa a travs de la ciencia y la ntima meditacin, Bergson, considerablemente ms reconocido y admirado en su tiempo, se caracteriz por hacer filosofa desde la ciencia, la literatura (premio Nbel 1928) y el arte, manejados con genial maestra. La Evolucin creadora (1907) es su ms significativa obra; en ella, no sin ciertas reminiscencias ideal-pantestas, rompe con las corrientes mecanicistas poniendo en juego lo que l llama lan vital (impulso vital) motor de una evolucin que, en sucesivas porciones de dure (el tiempo en el espacio), da paso a las distintas formas de vida en multitud de especies vegetales y animales, stas dependientes de aquellas y todas ellas alimentando una especie de embrionaria conciencia, que alcanzar su plenitud personalizante en el hombre. Es una conciencia cuyo anticipo, en forma cerrada sobre s misma, ve Bergson en insectos sociales como las hormigas y las abejas: es la de estas especies animales una manifestacin de conciencia colectiva fijada en el tiempo y que, respondiendo a la necesidad de perpetuar la especie segn un carcter y orden inmutable, est repartida entre las distintas categoras de miembros para mantener facultades o funciones a perpetuidad delimitadas y complementarias entre s. En los vertebrados, a travs de sucesivas etapas en el espacio moldeado por el tiempo, que Bergson llama dure (duracin), funcin y evolucin son posibles merced a lo que llama lan vital (impulso de vida) que en los invertebrados se expresa en una cerrada organizacin y en los vertebrados en un camino abierto hasta llegar a la inteligencia, peculiaridad exclusiva de los seres humanos. 18

Entre Bergson y Teilhard se sita Maurice Blondel (1861-1949), traduce en accin personal y social el lan vital bergsoniano. Desde su militancia catlica, marca distancias con las reminiscencias pantestas de la filosofa de la vida de Bergson para poner de relieve el ineludible soplo de Dios en la conciencia humana con sus directas consecuencias en la libre voluntad: estril es un buen pensamiento que no se traduce en accin. Blondel haba llegado a tal conclusin antes aun de conocer a Bergson y cuando, despus de haber publicado su Laction (1893), examin las ideas reflejadas en la Evolucin creadora, encontr en ellas escasa consistencia para, realmente, mover las conciencias en orden al progreso personal y social auspiciado por el realismo cristiano. Dirase que Teilhard encontr la frmula de hilvanar en fecunda sntesis las perspectivas de Bergson y Blondel. Toma el testigo de uno y otro y, sin ninguna concesin al idealismo platnico, ni al pantesmo, ni, tampoco, a la acomodaticia inercia de muchos de los centros de formacin religiosa, aborda lo que podemos calificar de revolucionaria visin del Todo existente (Weltanschauung). Luego de aplicarse a exhaustivos exmenes de los fenmenos (el Fenmeno Humano en especial), da por supuesta la Creacin-Evolucin de toda la Obra de Dios en un proceso que incluye la aparicin de multitud de formas de materia espiritualizada en manifestaciones de cosa inanimada, pre-vida, vida y conciencia hasta llegar ms all de lo que, incluso, significa la persona humana: como un superior estadio de la Creacin-Evolucin (traduccin teilhardiana de la Evolucin Creadora) Teilhard ve posible (y necesario) la ascensin a lo ultra-humano: comunidad de personas en total armona gracias al pleno y libre desarrollo de las respectivas facultades en sintona con el Amor y la labor redentora del Hijo de Dios hecho hombre: la humanidad, exaltada por una co-reflexin de carcter personal-comunitario y amplitud planetaria (la Noosfera, que dir el revolucionario jesuita), se supera a s misma en generosa accin llegando a alcanzar muy superiores niveles (el todo superior a la suma de las partes) de pensamiento y de libertad.

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3 EL ANIMAL RELIGIOSO-RACIONAL ANTE DIOS. No lo podemos remediar: somos religiosos y, si no adoramos al real Principio y real Fin de todo lo existente, adoraremos a cualquier cosa que se nos ponga por delante, aunque para ello tengamos que marginar elementalsimos dictados de nuestras ntimas y ms acuciantes vivencias: Existen ciudades salvajes, que no tienen leyes civiles ni reyes que los gobiernen. Pero no existe ninguna que no tenga dioses, templos, oraciones, orculos, sacrificios y ritos expiatorios, dej dicho Plutarco (50-125) Qu los ateos no son religiosos? Est usted seguro de que hay realmente ateos, de que todos los que se dicen ateos durante el da no dudan de ello cuando se encuentran frente a s mismos en la soledad de la noche? An en el supuesto de que, realmente, haya personas que no crean en nada superior a lo que ven o palpan cmo me demuestra usted que no sientan devocin religiosa por lo que ven o palpan incluidos ellos mismos? Cuando reflexionamos sobre el origen de las ms antiguas formas de religin, nada categrico podemos adelantar. Segn apunt Henri de Lubac, de muy poco sirve tratar de establecer concordancias entre lo que sabemos o suponemos de los primitivos pobladores del Planeta y la elemental religiosidad de nuestros contemporneos ms atrasados (los indgenas de la Australia Central o los pobladores de las ms intrincadas selvas centroafricanas o amaznicas) porque, para ello, habramos de partir de cualquiera de dos supuestos, hoy por hoy, sin base cientfica alguna: 1.- La paleontologa va ms all de los simples y muy tenues indicios hasta convertirse en incontrovertible caudal de pruebas categricas. 2.- Los pueblos ms atrasados desde el punto de vista cultural (no es bueno confundir lo cultural con un sentido comn ms o menos liberado de ancestrales prejuicios) se mantienen tal cual desde miles de aos atrs. Mucho nos tememos que lo del eslabn perdido, del que tanto hablan los estudiosos del tema, tarde en resolverse durante aos y aos mientras que la sociologa ms elemental muestra como evidente el hecho de que, en el terreno de lo humano, todo aquello que no progresa decae; por lo tan20

to, podemos muy bien admitir que el retraso cultural de algunas comunidades es el resultado de una lenta y progresiva ignorancia de primitivos valores que, probablemente, cultivaron sus ancestros en comunidad de creencias con otros pueblos en una reciprocidad rota por los aislamientos que motivaron catstrofes naturales o guerras entre unos y otros: en tal caso la frescura intelectual de los primeros seres inteligentes pudo permitir un mayor acercamiento a la verdad que la interesada capitalizacin de lo poco que saben (sabemos) los que presumen (presumimos) de ms penetrante inteligencia. Tambin carece de lgica identificar a las razas humanas con distintas formas de religin, mxime si tenemos en cuenta la probabilidad de que transcurrieran millares de aos entre los primeros atisbos de humanidad y la aparicin de las razas. En cambio, no es ilgico suponer coincidencias entre las primeras manifestaciones de inteligencia reflexiva (la fabricacin de herramientas, por ejemplo) y el hambre de Dios, lo que nos lleva a aceptar como muy respetable la idea de que el hombre ms primitivo aplic su inteligencia (tal vez, incluso, embrionaria) a reconocerse necesitado del apoyo de un Ser superior. Fue un nico Dios el principal objeto de adoracin entre los primeros animales dotados de alma y, por ello, tal vez ms religiosos que amigos de perderse en estriles divagaciones intelectuales?Fue el monotesmo anterior o posterior al politesmo? fue ste ltimo una poltica forma de reconocimiento a personajes destacados por su poder, fortuna, virtudes o crueldades? Se sabe que, en Grecia, fueron los poetas los que aadieron dioses y semidioses al ms o menos discutido padre de todos ellos. No pudo ocurrir lo mismo en otras ms antiguas civilizaciones? Lo que s nos recuerda la Historia es la existencia de un antiqusimo pueblo en que la adoracin a un nico Dios lleg a ser la principal razn de su existencia; Abrahn, perteneciente a ese pueblo, es reconocido como padre de los creyentes porque revivi una fe latente en su linaje desde poca inmemorial fue esto desde siglos antes de la palabra escrita en cualquiera de los grafismos de que tenemos constancia? Probablemente. El filum monotesta forma parte esencial de la religiosidad de cuantos se reconocen, nos reconocemos, hijos de Abraham: judos, musulmanes y cristianos. Son, somos los cristianos los que, siguiendo los pasos de Jess de Nazareth, Hijo de Dios, Dios verdadero de Dios verdadero, estamos 21

especialmente invitados a la construccin de la Ciudad de Dios y, con ello, a promover la libertad personal y la generosidad (con directa proyeccin a una mayor felicidad) de todos los seres humanos (nicos animales religiosos) desde el apasionado afn por acercarnos a un Dios todo Amor y todo Libertad. Esta forma de vivir la vida no es caracterstica de todos los dos mil millones de seres humanos que pasan por cristianos: son muy pocos los que viven en ese amor y esa libertad, que emanan del Cristianismo, doctrina que est ah como referencia a no desdear cuando tratamos de responder al qu y para qu de nuestra existencia. Claro que, fuera del Cristianismo y de las otras comunidades de los Hijos de Abraham, no faltan quienes adoran al verdadero Dios sin saberlo y, con no menos libertad y generosidad que los fieles cristianos, participan en la construccin de la anhelada Ciudad de Dios: son aquellos que, a pesar de los torticeros envites de lo egosta y mundano, hacen del servicio al bien del prjimo su personal Religin.

4 T, EL OTRO Y YO: NOSOTROS T, el Otro y yo formamos el Nosotros que ha hecho historia durante muchos siglos a lo largo y ancho del mundo en el que vivimos. Realmente, t no me conoces a m ni yo a ti, aunque nos hayamos visto miles de veces. Ni t ni yo somos lo que podemos ser porque empezamos por no conocernos y, consecuentemente, no acertamos a utilizar debidamente valiosos recursos personales en los mltiples problemas a los que hemos de enfrentarnos en nuestras relaciones con el otro de ahora, ese ser que es igual a ti y a m en dignidad natural y que, probablemente, nos necesita. Cul es la razn o razones para que ni t ni yo respondamos debidamente al mandamiento socrtico del (concete a ti mismo)? Escasez de luces, pereza y egosmo, sin duda alguna.

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Puesto que para ti y para m, el Otro es el ser humano en general no crees til mirar hacia el interior de nosotros mismos y alrededor para luego bucear en la historia e intentar averiguar si, a travs de las formas de vida, percepcin de comportamientos, amores y desamores de ti, de m y del Otro logramos saber un poco ms para, al menos, intentar acercarnos a lo que podemos ser? En ese buceo del pasado, si tropezamos con el enrevesado supuesto de la historia del universo, sin duda que el asunto que despierta nuestro mayor inters es todo lo que se refiere al fenmeno humano. Poco, muy poco, sabemos con absoluta certeza pero s que podemos suponer que, hace muchos aos (cientos de miles?), cobr vida sobre la Tierra un animal con capacidad para conocer y obrar en libertad. Probablemente, fue el resultado de un largo perodo (un da del Gnesis) de una magnficamente proyectada y elaborada gestacin a travs del providencial encauzamiento de las virtualidades de la materia dignificada al mximo con el soplo divino. Ese providencial encauzamiento de las virtualidades de la materia es como un Plan de Cosmognesis cuyo inicio pudo ser coincidente con el hgase la luz del Libro Sagrado. Es entonces cuando la materia prima elemental en uso de las energas exterior e interior (Teilhard) , va cubriendo sucesivas etapas en base a la pertinente agrupacin de partculas elementales en tomos, de stos en molculas de ms en ms complejas hasta llegar a ciertos albuminoides que, en ambiente adecuado y desde saltos, hoy por hoy absolutamente inexplicables, darn paso a la vida, la cual, por complejidades an ms inexplicables, har posible la aparicin de la inteligencia. La vida y la inteligencia llegan a su mxima perfeccin sobre la tierra en nosotros, un ser excepcional dotado de alma y cuerpo: Yahvh Dios form al hombre con polvo del suelo y le insufl aliento de vida (Gen 2, 7), se lee en el Gnesis. Hombre, del latino homo, es un trmino emparentado con humus y viene a significar nacido de la tierra. Se nos llama rey de la creacin como en eco de lo que canta el coro en el Antgona de Sfocles: muchas cosas grandiosas tienen vida, pero nada aventaja al hombre en majestad. Aunque hayamos de atender nuestras necesidades materiales al igual que los otros seres vivos que pueblan la tierra, a diferencia de todos ellos, animales irracionales, nosotros, los animales religioso-racionales, contamos con la inteligencia (el aliento divino) como sello distintivo de nuestra 23

capacidad para obrar con amor y en libertad, lo que nos coloca en un nivel muy superior al resto de los animales, reconocimiento en el que se quedaron muy cortos personajes como Carlos Marx, el cual, tal vez por exigencias del guin acadmico que a s mismo se haba trazado, dej escrito que la principal diferencia entre el ser humano y el resto de los animales es que, a diferencia de stos, aquel es capaz de producir lo que come mediante una serie de herramientas y tiles que ha ido perfeccionando progresivamente a lo largo del tiempo. Luego de protestar por tan estrecho margen de diferencia y para intentar situar al ser humano, a nosotros, en el nivel que nos corresponde, es de lugar el recordar lo dicho en el libro Lecciones de Amor y de Libertad (PS Editorial 2004), en el que, con el pretendido aval de una parte de la Ciencia actual y atrevindose a extrapolar lo apuntado por el Gnesis, el autor supone una historia del Universo al estilo de: En principio, el Universo era expectante y vaco; las tinieblas cubran todo lo imaginable mientras el espritu de Dios aleteaba sobre la superficie de lo Inmenso. El Espritu de Dios es y se alimenta por el Amor. Dios, el Ser que ama sin medida, proyecta su Amor desde la Eternidad a travs del Tiempo y del Espacio. Producto de ese Amor fue la materia primigenia expandida por el Universo por y entre raudales de Energa: Dijo Dios: haya Luz y hubo Luz. Es cuando tiene lugar el primero (o segundo) Acto de la Creacin: el Acto en que la materia primigenia, ya actual o aparecida en el mismo momento, es impulsada por una inconmensurable Energa a realizar una fundamental etapa de su evolucin: lo nfimo y mltiple se convierte en millones de formas precisas y consecuentes. Lo que haba sido (si es que as fu) expresin de la realidad fsica ms elemental, probablemente, logra sus primeras individualizaciones a raiz de centro o eje que, al parecer, ya han captado los ingenios humanos de exploracin csmica: un momento de Compresin-Explosin que hizo posible la existencia de fantsticas realidades fsicas inmersas en un inconmensurable mar de polvo csmico o de energa granulada. La decisiva primera etapa hubo de realizarse a una velocidad superior, incluso, a la de la misma luz, 24

fenmeno fsico que, segn Einstein, produce en los cuerpos el efecto de aumentar (y acomplejar) su masa. Desde el primer momento de la presencia de la ms elemental forma de materia en el Universo, se abre el camino a nuevas y cada vez ms perfectas realidades materiales, todo ello obedeciendo a una necesaria Voluntad y evolucionando o siguiendo un perfectsimo Plan de Cosmognesis. Se trata del Plan de Aquel que ama infinitamente e imprime amor a cuanto proyecta, crea y anima. Y lo hace segn una lgica y un orden que El mismo se compromete a respetar. En consecuencia con los respectivos caracteres, con el estilo de accin y con las etapas y caminos que requiere el Plan de Cosmognesis, superan barreras y logran progresivas parcelas de autonoma las distintas formas de realidad. En ese intrincado y complejsimo proceso son precisas sucesivas uniones (reflejo de ese Amor Universal que late en cuanto existe?) o elementales expresiones de afinidad primero qumica, luego fsica, biolgica ms tarde y espiritual al fin. Desde los primeros pasos, hay en todo lo que se mueve una tendencia natural que podra ser aceptada como embrin de libertad y que se gesta en armona y orientacin precisas hacia la cobertura de la penltima etapa de la Evolucin, que habr de protagonizar el Hombre. El Hombre, hijo de la Tierra y del aliento divino, est invitado a colaborar en la inacabada Obra de la Creacin. Habr de hacerlo en plena libertad, nica situacin en que es posible corresponder al Amor que preside todo el desarrollo de la Realidad. Es de esa forma como el ser humano, nosotros, avanzar, avanzaremos, hacia lo mucho que puede, podemos, ser. En este punto, permitidme recordar un par de recomendaciones, ya bien conocidas por muchos de vosotros (Camino): Vuelve las espaldas al infame cuando susurra en tus odos: para qu complicarte la vida?.Voluntad. Energa. Ejemplo. Lo que hay que hacer, se hace... Sin vacilar... Sin miramientos... No pierdas tus energas y tu tiempo, que son de Dios, apedreando los perros que te ladren en el camino. Te empeas en ser mundano, 25

frvolo y atolondrado porque eres cobarde. Qu es, sino cobarda, ese no querer enfrentarte contigo mismo? As, con ese miedo a ahondar, jams sers hombre de criterio. No tengas miedo a la verdad, aunque la verdad te acarree la muerte.

5 UNA DESEABLE Y POSIBLE COMUNIDAD HUMANA Vemos cmo, acuciado por el hambre, el animal no racional percibe y ataca a su vctima, corteja y posee a su hembra, se defiende de las inclemencias de su entorno.... de un modo general y de acuerdo con el orden natural de las especies. No sucede lo mismo en el caso del homnido inteligente: ste es capaz de superar cualquier llamada del instinto merced al acto reflexivo: la realidad inmediata, el anlisis de anteriores experiencias, el recuerdo de un ser querido, la percepcin de la debilidad o fuerza del enemigo, el conocimiento analtico de los propios recursos... le permiten la eleccin entre varias alternativas o, lo que es lo mismo, trazar un plan susceptible de reducir riesgos e incrementar ventajas. Gracias, pues, a su poder de reflexin el ser humano, hombre o mujer, usa de la libertad para elegir entre varias alternativas de actuacin concreta. Por supuesto que la eleccin ms adecuada a su condicin de homnido inteligente ser aquella en que mejor pueda responder a las exigencias de la Realidad Pudiera pensarse que, paralela a la historia de la Tierra, se acusa el efecto de una Voluntad empeada en que los hijos de la misma Tierra aprendan a valerse por s mismos en un irreversible camino de autorrealizacin, trabajando con libertad y en equipo hacia un proyectado y posible destino comn. . De ah se desprende que la ms positiva historia de los seres humanos ser aquella jalonada por captulos que hayan respondido ms cumplidamente a su genuina vocacin: la humanizacin de su entorno por medio del Trabajo solidario con la suerte 26

de los dems y en uso de las potencialidades de la madre Tierra. Ello significa que, para no desfallecer y s prosperar, adems de obrar de forma personal en libertad, el Hombre (ser humano en general) ha de vivir integrado en una especie de sociedad medianamente organizada: es lo que Aristteles llam un animal poltico. Para los sabios, ese proceso de posible autorrealizacin de la especie humana es la probable culminacin de lo que empieza expresndose en los diversos estadios de la evolucin qumica, resultado de tal particular y constructiva reaccin entre ste y aquel otro elemento, necesitados unos de otros y tanto ms consecuentes con su propia naturaleza cuanto mejor responden al imperativo de sus propias virtualidades; ello hasta llegar a los seres vivos irracionales de los que se puede decir que, por ley natural, son como los protagonistas de una fantstica y coherente intercomunicacin planetaria. Cierto que, al contrario de los seres irracionales, el Hombre es libre de elegir los sucesivos pasos para cumplir lo que mejor cuadra a su destino y que, para ello, necesita cumplir las exigencias de su parte animal (primum vivere, deinde philosophare). A ello responde la previsora armona por que parece regirse la Madre Tierra, cuyos hijos, hasta cierto momento, eran lo que tenan que ser en una extensin solidaria: unos para otros y todos como elementos de un complejo organismo, que vive y desarrolla la funcin de superarse cada da a s mismo. A lo largo de la Historia, ha resultado que, en uso de su libertad, hija natural de la inteligencia, el Hombre se ha mostrado capaz de acelerar e incluso mejorar el proceso de autoperfeccionamiento que parece seguir el mundo material; pero tambin se ha mostrado capaz de, justamente, lo contrario: de terribles regresiones o palmarios procederes contra natura. Destino comprometedor el del Hombre: abriendo baches de degradacin natural y en lnea de infra-animalidad, el hombre ha matado y mata por matar, come sin hambre, derrocha por que s, acapara o destruye al hilo de su capricho u obliga a la Tierra a abortar monstruosos cataclismos. Claro que tambin puede mirar ms all de su inmediata circunstancia, embridar el instinto, elaborar y materializar proyectos para un mayor rendimiento de sus propias energas, amaestrar a casi todas las fuerzas naturales, deliberar en comunidad, dominar a cualquier otro animal, sacrificarse por un igual, extraer consecuencias 27

de la propia y de la ajena experiencia, educar a sus manos para que sean capaces de convertirse en cerebro de su herramienta: Puede trabajar y amar o trabajar por que ama. En el campo del Amor y del Trabajo es en donde deba encontrar su alimento el destino comprometedor del ser humano, hombre o mujer. Amor simple y directo y trabajo de variadsimas facetas, con la cabeza o con las manos, a pleno sol, en una fbrica o desde la mesa de un despacho, pariendo ideas o desarrollndolas. Gran cosa para ese ser excepcional la de vivir en trabajo solidario. Por encima de animales polticos, los seres humanos somos inteligentes hijos de Dios con posibilidades de ser mucho ms de lo que somos y, por lo tanto, muchsimo ms felices: ello resultar de la perfecta hermandad, deseable comunidad, con todos los hombres y mujeres que pueblan el ancho mundo, empezando por los ms prximos. Hermanos o amigos verdaderos en la acepcin que, por boca de Santo Toms, hace el realismo cristiano de la verdadera amistad: Cualquier amigo verdadero quiere para su amigo: 1) que exista y viva; 2) todos los bienes; 3) el hacerle el bien; 4) el deleitarse con su convivencia; y 5) finalmente, el compartir con l sus alegras y tristezas, viviendo con l en un solo corazn. (Santo Toms de Aquino - Summa Theologica, II, II, q. 25, a. 7). Fue la percepcin de esa hermandad-amistad cristiana la que acerc a un pensador judo de la talla de Henri Bergson al catolicismo en la etapa final de su vida, realidad de la que dan testimonio sus ms directos confidentes? Muy probablemente y tambin, pensamos nosotros, una providencial sintona con algo de lo genuinamente espaol expresado por nuestros grandes msticos y el espritu de don Quijote. Segn nos cuenta Jorge Uscatescu (Bergson y la Mstica espaola), Bergson visit Espaa en 1916 y dice en relacin con ese viaje: En Madrid puse a prueba mi pblico mediante una conferencia sobre el sueo: despus, viendo que ste me segua muy bien, hasta el punto de anticiparse a m por el camino que yo segua, abord la elevada cuestin del alma, de su espiritualidad, de la supervivencia, de nuestro destino inmortal, y llev a mi auditorio ms lejos y ms arriba de lo que haba hecho nunca. Ninguna sorpresa, por tanto, al comprobar que Espaa es el pas de los espritus generosos como Don Quijote y de msticos como Santa Teresa y San Juan de la Cruz.

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Desde esa impresin, dice Bergson, judo cristianizado, de nosotros: el espaol es noble y generoso, hasta en sus errores. Hay en Espaa una gran fuerza espiritual en reserva, que podr entrar en juego cuando la ola de la industrializacin haya sucumbido. Y aos ms tarde: Espaa: un gran pas, cuya actitud espiritual descubr con gran maravilla, el ms capaz, sin duda, de resistir al bolchevismo, en el cual yo veo la mayor amenaza para nuestra civilizacin. En el plano de lo personal reconoce Bergson en 1932: Los que me han iluminado son los grandes msticos, tales que Santa Teresa y San Juan de la Cruz: estas almas singulares, privilegiadas. Hay en ellas, lo repito, un privilegio, una gracia. Los grandes msticos me han trado la revelacin de lo que yo haba buscado a travs de la evolucin vital, y que no haba encontrado. La convergencia sorprendente de sus testimonios no se puede explicar ms que por la existencia de lo que ellos han percibido. Este es el valor filosfico del misticismo autntico. El nos permite abordar experimentalmente la existencia y la naturaleza de Dios. Antes de descubrirlos, Bergson dice que slo posea un vago espiritualismo. Despus, gracias a los msticos, hall el hecho, la historia, el Sermn de la Montaa. Mi eleccin fue hecha, la prueba fue encontrada. Y dice en 1937: Nada me separa del catolicismo. Pero muere en 1841 sin ser bautizado por que quiere dar testimonio de solidaridad con sus hermanos judos, sauda e implacablemente perseguidos por Hitler. No obstante, pide la bendicin de un sacerdote catlico para su ltimo momento. Al respecto, recordemos lo que, segn Julin Green, refleja Bergson en su testamento (1937): Mis reflexiones me han conducido cada vez ms cerca del catolicismo, en donde veo el completo cumplimiento del judasmo. Y me habra convertido si no viera prepararse desde hace aos la formidable ola de antisemitismo que va a desencadenarse sobre el mundo. He querido permanecer entre los que maana sern perseguidos. Pero confo que un sacerdote catlico querr, si el cardenal arzobispo de Pars lo autoriza, asistir y rezar en mi entierro. En el caso de que esta autorizacin no fuere concedida, ser necesario dirigirse a un rabino, pero sin ocultarle y sin ocultar a nadie mi adhesin moral al catolicismo, as como el expresado deseo de conseguir las oraciones de un sacerdote catlico.

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Sabemos que Bergson, sintindose a las puertas de la muerte, hizo llamar a un sacerdote catlico (el Padre Sertillanges?), quien elev a Dios la plegaria por el alma cristiana de ese gran sabio, que aplic lo mejor de s mismo a la realizacin de esa deseable (y posible) Comunidad de fraternal entendimiento entre las personas de buena voluntad.

6 RELIGION, COMERCIO, LEYES, GUERRAS Y MS GUERRAS EN LAS ANTIGUAS CIVILIZACIONES Se cifra en no menos de 3.000 millones de aos la larga marcha de la materia viva hasta adoptar en el ser humano, rey de la Creacin, su forma inteligente. Es en su inteligencia en donde el ser humano, rey de la Creacin, encuentra su principal fuerza tanto en la necesaria adaptacin a un medio ambiente ms o menos hostil como, a diferencia del resto de los animales, en la ntima invitacin a ser ms. Reflejo de esa invitacin, repitmoslo una vez ms, es el sentido comn o instinto inteligente. En la necesaria adaptacin a un medio ambiente ms o menos hostil, el ser humano, de configuracin fsica ms dbil y vulnerable que la de no pocos otros habitantes de su entorno, fue multiplicndose y cubriendo progresivamente la ms propicia superficie del planeta hasta hacer historia humanizando sierras, llanuras y, tambin, algn que otro desierto o selva, siempre en uso de sus manos y de su capacidad de reflexin. No se lo ponan fcil las fieras ni la propia naturaleza con sus altibajos de fro y calor, luces y sombras, escasez o abundancia de recursos imprescindibles para su alimento y abrigo. Invent armas de caza y defensa , descubri la utilidad del fuego y tom conciencia de las ventajas de vivir en un crculo social o grupo ms amplio que la propia familia, sin duda alguna, surgida de forma natural. Ese crculo social o grupo, compactado por la mutua conveniencia, ira de aqu para all hasta descubrir las ventajas del sedentarismo y 30

hacerse ganadero y agricultor. Sin duda que hubo de hacerlo dentro de un orden tal vez trazado y presidido por el que, dentro del grupo, tena madera de lder; podra ser un orden similar al que la moderna sociologa industrial encuentra en los llamados grupos informales, segn el cual, un conjunto de personas dejadas a su albedro tienden a agruparse en nmero variable segn las circunstancias pero siempre bajo el impulso de una de ellas, revestida de una especie de liderazgo natural. De ser ello as, la formacin de clanes o tribus podra haberse llevado a cabo sin traumas y de forma espontnea o, digmoslo, natural. No es eso lo que pensaba Herclito, el oscuro (535-484 a. C.), para quien la guerra era la madre de todas las cosas, ni siglos ms tarde, Tito Marcio Plauto (254 a. C. - 184 a. C.) en Asinaria: "Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit", que, traducido, viene a significar Lobo es el hombre para el hombre y no hombre cuando desconoce quin es el otro. Uno y otro incurren en malvola exageracin: Desde siempre, al lado de los lobos, hubo corderos e, incluso, ni lo uno ni lo otro, y s personas con voluntad de aceptar como igual a cualquier semejante; es as como para Sneca (4 a.C-65 d.C.), sin haber conocido el Cristianismo, el otro puede ser alguien de quien fiarnos y, por lo tanto, digno de respeto: Homo, sacra res homini (El hombre es algo sagrado para el hombre), tal como escribi en carta a Lucilio (XCV, 33); pudo ser as en plena efervescencia de la cultura pagana, dentro de la cual, algunos testigos de todos sus atropellos, injusticias y discriminaciones, se vean obligados a reconocer a la templanza, saber hacer y buena voluntad como valores constituyentes de una sociedad genuinamente humana. Con la llegada del Cristianismo el otro ya no solo era digno de respeto, sino de un amor de hermano similar al que uno se concede a s mismo; otra cosa es la difcil puesta en prctica en todos y en cada uno de los avatares de la historia. Ello no obstante, a dieciocho siglos de Plauto, por necesidades del guin que se haba propuesto con su Leviatn, en el que defiende la legitimidad de la tirana, Thomas Hobbes (1588-1679) presta un ms drstico significado a lo de homo homini lupus y sostiene que, en estado de naturaleza el hombre es lobo para el hombre lo que le lleva a definir a la sociedad primitiva como de guerra de todos contra todos. De ser as la sociedad humana se habra visto reducida a la nada en la primera generacin; no ha 31

ocurrido tal cual puesto que, de una forma u otra y a lo largo de la historia, algunas sociedades han mostrado suficiente capacidad para superar baches de lo que podemos llamar irracional animalidad. Podemos llamar a esa virtualidad grito de una conciencia especficamente humana y con suficiente entidad para desarrollar un cierto espritu comunitario capaz de neutralizar lo del hombre lobo para el hombre? Claro que s a poco que reparemos en que, segn lo que nos llega de las civilizaciones ms remotas y el conocimiento actual de los pueblos menos civilizados, las sociedades humanas han hecho historia con algo ms de los continuos enfrentamientos de unos y otros: la humanidad se habra aniquilado a s misma si la guerra y el odio no hubieran encontrado freno en cierta voluntad de entendimiento. Es el comercio una de las ms claras expresiones de esa voluntad de entendimiento, cuestin que, aadida al probado afn de lucro o espritu de aventura de algunas personas, permiten suponer que, ya en los primeros balbuceos de la civilizacin, hubo comerciantes o profesionales que practicaron el oficio de negociacin a base de comprar, vender o intercambiar. Parece ser que los primeros de estos profesionales hicieron su carrera movindose de aqu para all por la India, el Llamado Creciente Frtil, Egipto, los Pueblos del Mar (tirios, aqueos, troyanos, etc., etc., .); claro que, tambin cabe suponer que, con anterioridad a esos profesionales no faltaron intercambios entre familias y tribus, siempre o casi siempre liderados por los ms avispados de tal o cual familia, tribu, pueblo o conjunto de pueblos. Desde esa perspectiva, nos atrevemos a afirmar que el comercio, como elemental sistema de trueque, existi antes que las guerras, fueran stas de hombre a hombre, de tribu contra tribu, clase contra clase, etc: lo ms probable es que se llegara a las manos a causa de malas operaciones comerciales, luego aliadas por la ambicin del ms bruto o del ms ducho en el arte de embaucar a los embaucables, esa mayora acrtica siempre dispuesta a seguir al sol que ms calienta; vendra luego la imposicin de la fuerza a cargo de la tropa del lder y, en ocasiones, atemperada por una u otra derivacin de lo que, sin salirnos del mbito de lo puramente crematstico, podemos llamar Ley Natural de la Supervivencia.

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Es el llamado cdigo de Hammurabi (1792-1750 a. C), prueba histrica de una civilizada derivacin de esa Ley Natural de la Supervivencia. Es prueba histrica en cuanto dicho cdigo est expresado en la escritura cuneiforme, de la que se tienen vestigios de antigedad superior a los cinco mil aos y que, en diversas variantes, fue medio escrito de comunicacin entre los pobladores de lo que, desde poca inmemorial, se conoce como Mesopotamia y es el territorio baado por los ros Tigris y Eufrates. Los estudiosos aseguran que las primeras tablillas de arcilla (3.000 a.C.) en escritura cuneiforme son, de hecho, documentos comerciales en cuanto expresan una especie de suma y sigue propia de cierto intercambio entre personas o grupos. Son esos mismos estudiosos los que nos muestran cmo, hace no menos de 8000 aos ya existi la que llaman cultura Halaf, de la que han encontrado restos de palacios levantados en torno al ao 6100 a. C. Nos dicen que esa cultura se basaba en innovadoras tcnicas de regado, que se extendas desde los montes Zagros al Mediterrneo y que desapareci al ser aniquilada o absorbida por la subsiguiente cultura catalogada como del perodo El Obeid, que priv en la zona desde el sexto al tercer milenio a. C., en el que hicieron su aparicin los sumerios que se distinguen por haberse organizado en diversas ciudades estado (Uruk, Lagash, Kish, Ur, Eridu..), sobre las cuales, andando el tiempo, predomin Babilonia, durante un tiempo capital de los amoritas o amorreos, a los que la Biblia muestra descendientes de Cam a travs de Canam (Gen. 10, 6-16). Uno de los reyes amoritas o amorreos, que hizo de Babilonia la ciudad de las ciudades fue el citado Hammurabi, titular del cdigo que nos muestra cmo, por aquel entonces, tanto o ms que la opresin o la guerra, el soporte de un equilibrio social ms o menos duradero eran las leyes que los poderes pblicos se ocuparon de formular. Sin duda que fueron leyes no siempre coincidentes con lo que hoy se entiende por Derecho Natural y menos an con lo que los exgetas catlicos consideran el derecho de gentes inspirado en el Evangelio. El de Hammurabi no es el ms antiguo de los que se tienen noticia: anterior a l, promulgados por otros reyes o strapas de la misma Mesopotamia estn el cdice de Ur-Nammu (2050 a.C.), el de Eshnunna (1930 a.C.) y el de Lipit-Ishtar de Isn (1870). Lo normal entonces es que los grandes conquistadores se consideraran a s mismos dioses en paridad o superior nivel al de los patronos de las 33

ciudades que iban conquistando. No fue ese el caso de Hammurabi quien, al parecer, lo ms que se consideraba a s mismo era servidor privilegiado de Marduk, nombre con el que sus compatriotas honraban al presunto padre de los dioses y de los hombres. Durante unos cuarenta aos de gobierno, logr hacer de la Mesopotamia una especie de federacin de ciudades estado (Ur, Larsa, Mari, Eridu, Uruk, Isin, Kish) con Babilonia como capital para, a rengln seguido, imponer su cdigo de 282 leyes, que han llegado hasta nosotros (Museo de Louvre) grabadas en escritura cuneiforme sobre una estela de diorita de 2,25 mts. de altura. Lo substancial de ese cdigo est inspirado en la llamada Ley del Talin segn la cual el castigo debe ser proporcional y de la misma ndole que el delito cometido; es lo que demuestra la transcripcin de las siguientes leyes: 194.- Si uno dio su hijo a una nodriza y el hijo muri (porque) la nodriza amamantaba otro nio sin consentimiento del padre o de la madre, ser llevada a los jueces, condenada y se le cortarn los senos. 195.- Si un hijo golpe al padre, se le cortarn las manos. 196.- Si un hombre libre vaci el ojo de un hijo de hombre libre, se vaciar su ojo. 197.- Si quebr un hueso de un hombre, se quebrar su hueso. 198.- Si vaci el ojo un muskenun o roto el hueso de un muskenun, pagar una mina de plata. 199.- Si vaci el ojo de un esclavo de hombre libre o si rompi el hueso de un esclavo de hombre libre, pagar la mitad de su precio. 200.- Si un hombre libre arranc un diente a otro hombre libre, su igual, se le arrancar su diente. Que en el cdigo de Hammurabi se reconoce el derecho a la propiedad privada y se trata de regular convenientemente el comercio lo muestra la transcripcin de las siguientes leyes: 7.- Si uno compr o recibi en depsito, sin testigos ni contrato, oro, plata, esclavo varn o hembra, buey o carnero, asno o cualquier otra cosa, de manos de un hijo de otro o de un esclavo de otro, es asimilado a un ladrn y pasible de muerte.

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8.- Si uno rob un buey, un carnero, un asno, un cerdo o una barca al dios o al palacio, si es la propiedad de un dios o de un palacio, devolver hasta 30 veces, si es de un muskenun, devolver hasta 10 veces. Si no puede cumplir, es pasible de muerte. 9.- Si uno que perdi algo lo encuentra en manos de otro, si aquel en cuya mano se encontr la cosa perdida dice: "Un vendedor me lo vendi y lo compr ante testigos"; y si el dueo del objeto perdido dice: "Traer testigos que reconozcan mi cosa perdida", el comprador llevar al vendedor que le vendi y los testigos de la venta; y el dueo de la cosa perdida llevar los testigos que conozcan su objeto perdido; los jueces examinarn sus palabras. Y los testigos de la venta, y los testigos que conozcan la cosa perdida dirn ante el dios lo que sepan. El vendedor es un ladrn, ser muerto. El dueo de la cosa perdida la recuperar. El comprador tomar en la casa del vendedor la plata que haba pagado. 10.- Si el comprador no ha llevado al vendedor y los testigos de la venta; si el dueo de la cosa perdida ha llevado los testigos que conozcan su cosa perdida: El comprador es un ladrn, ser muerto. El dueo de la cosa perdida la recuperar. Por lo expuesto, bien podemos deducir que no sirven a la verdad los que se remiten al pasado para explicar la Historia como un simple catlogo de enfrentamientos y guerras entre unos y otros: s que ha habido elocuentes ejemplos de que, en ocasiones, el hombre acta como un lobo contra sus semejantes; pero no es menos cierto que progresa mucho ms cuando se muestra preocupado por la suerte de los dems, aunque ello no siempre obedezca a motivos altruistas y s a cierto afn de beneficiarse de abundancias y carencias de sus semejantes en lnea de reciprocidad, es decir, practicando el comercio cuando no est dispuesto a sacrificarse por el otro por motivos morales o religiosos, sobre todo si la religin que se practica hace del amor y de la libertad las principales banderas. Consecuentemente, reconozcamos que, en el proceso histrico de la Humanidad, la Religin, el Comercio y las Leyes constituyen el eficaz y deseable antdoto de las guerras, y en consecuencia pueden promover y, de hecho, promueven un progresivo bienestar.

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7 ACCIDENTADA HISTORIA DEL PUEBLO ELEGIDO La letra mata, el espritu vivifica. II Cor. 3,6 Parece probable que, en los albores de la humanidad, se dio una cierta degeneracin de la especie humana que el relator del Gnesis trata de explicar como la consecuencia de un torticero uso de la libertad por parte de nuestros lejanos antecesores;. Al respecto, conviene destacar que nada de la moderna ciencia avala la teora segn la cual las especies inferiores evolucionan hacia ms nobles realidades biolgicas y, si ello es as, faltan argumentos para demostrar que los primitivos seres humanos fueron de calidad inferior a la actual o que el antecesor del primer ser pensante fue un simio de morfologa similar pero, todava, sin la facultad de personalizarse, es decir, incapaz de evaluar distintas opciones en los avatares del da a da. Los considerados especialistas en la cuestin hacen depender el nivel de inteligencia (capacidad para decidir en libertad) del tamao (o proporcin) de la masa cerebral, lo que crea un extraordinario desconcierto a la hora de ponerse de a cuerdo para presentar un inequvoco filum en las diversas posibilidades de la evolucin humana, si es que sta ha de ser considerada como absolutamente probada, lo que, hoy por hoy, no es el caso y surgen diversas teoras como las expresadas en el siguiente grfico. La Biblia, por su parte, expresa: Y cre Dios el hombre a imagen suya; a imagen de Dios lo cre; macho y hembra los cre (Gen. 1, 27). Esa alegora a la imagen no se refiere en absoluto al aspecto fsico en cuanto el propio relator sagrado tiene muy en cuenta que Yahvh Dios es superior a todo, eterno e incorpreo: se refiere a que esa excepcional criatura, que es el hombre, se asemeja a Dios (no es igual a l) porque nace con la facultad de amar en libertad. Muy bien podemos pensar que, cuando la Biblia lo expresa de esa manera y, a rengln seguido, destaca la diferencia entre el buen obrar de personajes como Abel y Set, cuyo hijo Ens fue el primero en invocar el 36

nombre de Yahvh (Gen. 4, 26) y la perversin de Can y sus descendientes, lo que nos transmite es que, ya desde el principio de la Humanidad, a pesar del mal uso de la libertad de los primeros seres pensantes, existi la posibilidad del estado de gracia para las personas de buena voluntad, que invocan el nombre de Yahvh Dios. Cabe ahora la siguiente pregunta cules fueron las fuentes de informacin del relator del Gnesis, parte primera y esencial de la Tor (la Ley) o Pentateuco, libro sagrado para judos y cristianos, entre los que se encuentra el que esto escribe? La Iglesia nos ensea que fueron la revelacin y la tradicin las fuentes principales, ambas avaladas por todo lo que ha venido despus y no desmentidas en razn de los dbiles argumentos de cuantos han pretendido ponerlas en entredicho. Para el pueblo judo, autoproclamado pueblo de Dios, no exista otra versin de la realidad que la derivada de sus patriarcas y profetas, en especial de Abraham, padre de los creyentes. Es una versin de la realidad, cuyo ncleo principal es la creencia en un solo Dios trascendente, inmaterial y eterno. l es el creador y mantenedor de un mundo cuyo principio, segn se lee en el Libro, estuvo en la luz: Dijo Dios haya luz y hubo luz (Gen 1,3). En el mismo Libro se explica que, tras la luz, vino todo lo dems, incluido el hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios (Gen 1,26). Tambin se dice que este ser excepcional, que resultar ser el hombre, no es una simple parte del mundo material puesto que dispone de un alma inteligente y libre. Gracias a las peculiaridades de ese alma (memoria, inteligencia y voluntad), desde sus comienzos, la criatura humana recibi del propio Dios el encargo de conservar y organizar todo lo material que ha de servir para su desarrollo; no abandonar Dios a su criatura inteligente en una delegacin, que nace del amor y ha de mantenerse por correspondencia en el amor: Mi Amado es para m y yo soy para mi Amado (Ct 2.16): ello prueba que, para el Libro Sagrado, es el Amor el carcter esencial del Creador. En uso de esa libertad para corresponder o no al amor del Creador, la criatura inteligente cay en la trampa de tomarse a s misma como exclusivo objeto de todos los derechos, acreedora al disfrute exclusivo de todo lo que le rodea e, incluso, superior a todos sus semejantes... Tanto es as que, desde el principio de los tiempos, hubo no pocos hombres y mujeres, que se dejaron guiar por la envidia y otras perversiones como fiera que te codicia 37

y a quien tienes que dominar (Gen 4,7). Se explica as la regresin moral de la Humanidad de los tiempos aquellos en los que los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres les venan bien y tomaron por mujeres a las que ms destacaban de entre todas ellas (Gen. 6, 2). Surgen los odios, las guerras y otras violencias que entorpecen la positiva accin de los fieles a Dios hasta el punto de que, incluso el pueblo elegido, en mltiples ocasiones, fragua su propia desgracia al tiempo que ensombrece el camino que debiera servir de gua al resto de la Humanidad: queda patente la debilidad del ser humano confiado a sus propias fuerzas. Inigualable expresin del amor de Dios es su voluntad de que ese ser hecho a su imagen y semejanza (Gen 1,26) se sobreponga a un desgraciado y estpido alejamiento pise la cabeza de la serpiente (Gen 3, 15) y vuelva a su Seor voluntariamente, lo que le permitir recobrar una prestada capacidad para amorizar la tierra. Si repasamos a historia vemos que ello empez a cobrar realidad en una serie de gentes pertenecientes a lo que judos y cristianos reconocemos como el Pueblo de Dios: vemos que todo el Antiguo Testamento gira en torno a la Promesa que Abraham, padre de los creyentes, cree recibir de Yahvh, nico Dios: Por ti se bendecirn todos los linajes de la tierra (Gen 12,3). Esa bendicin, clara prueba del amor de Dios, que elije libremente y acta como Eterno Enamorado, es un acicate a la libre correspondencia de los bendecidos, llamados a contagiar a toda la humanidad con efectivas muestras de su capacidad de amor. Es as como la historia de la Humanidad, empezando por la comunidad de los Hijos de Abraham, es una sucesin de fidelidades, libertades, despegos y traiciones llegando a un punto en el que las traiciones superaban con creces a las fidelidades con el riesgo de convertir en imposible la justa correspondencia de las criaturas inteligentes al amor del Creador. Para superar las crecientes dificultades de una voluntaria reconciliacin, la criatura, ya perdida en una progresiva y desesperante ignorancia, necesita de una luz y una energa que solamente le puede venir del propio Creador. Y lo har en esa inigualable prueba de Amor cual es la Redencin, accin divina que presta a los serenes humanos capacidad para amorizar la Tierra

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Con la expresin capacidad para amorizar la tierra, copiamos a Teilhard de Chardin para mostrar cmo el Misterio de la Redencin es una directa e indiscutible consecuencia del Amor Divino y complemento necesario para el hombre, que, de otra forma, vivira irremisiblemente abandonado a sus propias fuerzas. Ello est ya implcito en el Gnesis y, a posteriori, cuenta con numerosas referencias en el resto de los libros sagrados del Antiguo Testamento. Creerlo es creer en la Palabra de Dios, extensible a todos los linajes de la tierra. No falta quien toma todas las expresiones de la Biblia (el Antiguo Testamento, en especial) como una exactsima trascripcin de lo redactado por el mismo Dios o alguno de sus ngeles. Obviamente, todo lo que leemos ha sido redactado, escrito, traducido e impreso por hombres no muy distintos de nosotros en luces y capacidad de interpretacin de lo que ven o sienten; por supuesto que los relatores sagrados, de alguna forma, tuvieron el privilegio de un mayor acercamiento a la verdad, pero siempre desde su carcter de limitadas criaturas Luego expresaron lo que vieron o sintieron segn su leal saber y entender: el Apstol nos lo expresa magistralmente cuando dice la letra mata, mas el Espritu da vida (II Cor., 3, 6). Dicho esto, al margen de la diferencias de estilo y precisin, podemos muy bien apreciar una elocuente y continuada coherencia espiritual en los principales libros del Antiguo Testamento con los testimonios de personajes reales aceptados por los creyentes como profetas. Desde esa perspectiva, vemos pruebas de la voluntad de Dios de no abandonar a los hombres a la fuerte corriente de sus vicios y debilidades. Nos lo recuerdan explcitamente los profetas cuando dicen: Hasta aqu nos ha socorrido Yahvh (Samuel 7, 12-16) ; Mas t, Yahvh, no te mantengas lejos, corre en mi ayuda, oh fuerza ma, libra mi alma de la espada, de las garras del perro mi vida; slvame de las fauces del len, y a mi pobre alma de los cuernos de los bfalos (Salmo 22, 20-22); a pesar de todo, cuando estn ellos en tierra enemiga, no los desechar ni los aborrecer hasta su total exterminio, anulando mi alianza con ellos, por que yo soy Yahvh, su Dios; me acordar en su favor, de la alianza hecha con sus antepasados, a quienes saqu de la tierra de Egipto, ante los ojos de las naciones, para ser su Dios, yo Yahvh (Levtico 26, 44-45). Segn la Biblia, presente est Dios entre los hombres cuando, por ejemplo, se personaliza en la Sabidura para decir: Yahvh me cre, 39

primicia de su camino, antes que sus obras ms antiguas. Desde la eternidad fui moldeada, desde el principio, antes que la tierra. Cuando no existan los abismos fui engendrada, cuando no haba fuentes cargadas de agua. Antes que los montes fuesen asentados, antes que las colinas fui engendrada. No haba hecho an la tierra ni los campos, ni el polvo primordial del orbe. Cuando asent los cielos, all estaba yo, cuando traz un crculo sobre la faz del abismo, cuando arriba condens las nubes, cuando afianz las fuentes del abismo, cuando al mar dio su precepto para que las aguas no rebasaran su orilla, cuando asent los cimientos de la tierra, yo estaba all como arquitecto, y era yo todos los das su delicia, jugando en su presencia en todo tiempo, jugando por el orbe de su tierra; y mis delicias estn con los hijos de los hombres (Pr 8, 22-31). Es una Sabidura que se hace perceptible por el hombre cuando ste, desde la profunda realidad de su ser, implora: Dios de los padres, Seor de la misericordia, que con tu Palabra hiciste el universo, y con tu Sabidura formaste al hombre para que dominase sobre los seres por ti creados, rigiese el mundo con santidad y justicia y ejerciese el mando con rectitud de espritu, dame la Sabidura, que se sienta junto a tu trono y no me excluyas del nmero de tus hijos (Sab 9, 14). Podrs con ello, entendemos que quiere decir el Seor, liberarte de tus enemigos, tal como pone en boca del profeta Ezequiel: Por eso, as dice el Seor Yahvh: ahora voy a hacer volver a los cautivos de Jacob, me compadecer de toda la casa de Israel, y me mostrar celoso de mi santo nombre. Ellos olvidarn su ignominia y todas las infidelidades que cometieron contra m,. Manifestar en ellos mi santidad a los ojos de numerosas naciones y sabrn que yo soy Yahvh su Dios No les ocultar ms mi rostro, porque derramar mi Espritu sobre la casa de Israel, orculo del Seor Yahvh (Ez 39 25-29) Sabidura, Palabra de Dios, inmensa fuerza creadora con capacidad para concebir y realizar todo lo que existe y puede llegar a existir: as lo percibimos cuando, humilde y generosamente, intentamos acercarnos a nuestro Dios y Seor, el mismo Dios que adoraron y adoran los judos, que adoran los cristianos y que, tambin, aunque interpretndolo de forma distinta, adoran los musulmanes. Sin duda que, como dios desconocido (Hch 17,23), en la sinceridad de su corazn tambin aceptaron al Creador y su Sabidura no pocos pensadores paganos como Scrates, Platn, Aristteles, Cicern, nuestro Sneca, los filsofos estoicos e, incluso, el controvertido 40

Hraclito, llamado el oscuro) que se refiri al Logos (el Verbo o la Palabra) como principio creador. Por los textos sagrados vemos que el Pueblo Elegido empez a tomar entidad como tal a partir del momento en el que Yahvh dijo a Abram: Vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre a la tierra que te mostrar. De ti har una nacin grande y te bendecir. Engrandecer tu nombre, que servir de bendicin (Gen. 12, 1-2). Se estima que ello ocurri hacia el siglo XV a. C. Abram o, mejor Abraham (tu nombre ser Abraham, pues padre de muchedumbre de pueblos te he constituido..-Gen. 17, 5-), era hijo de Teraj y, como tal , perteneciente a una estirpe, tribu o familia (los patriarcas posdiluvianos) que, muy seguramente y tal como se sugiere en el Gnesis (Gen 11, 10-26), haba mantenido durante siglos el culto al Dios nico en medio de los idlatras caldeos (Ur, de Caldea es en donde, segn la Biblia, vivi la familia hasta trasladarse a Jarn enclave situado en la frontera entre Turqua y Siria). En la poca a la que nos referimos, Caldea formaba parte del Imperio Babilnico, a la sazn, dominado por los Kasitas, que haban logrado expulsar a los brbaros Hititas de la Gran Ciudad para restablecer a continuacin el culto del dios Marduk, patrn de Babilonia y, como tal, seor de los otros dioses patronos de las diversas ciudades estado, entre ellas, Ur de caldea, feudataria de Babilonia bajo la dinasta kasita, como ya lo haba sido de los hititas, de los acadios y de los sumerios. Hubo un perodo de paz y prosperidad, en el que privaron el lujo y un cierto desenfreno atemperados por las circunstanciales aplicaciones del cdigo Hammurabi, al que hemos hecho referencia en un anterior captulo. En razn de ello, no son de extraar las reminiscencias de dicho cdigo en la forma de vivir y de legislar de los hebreos o pueblo que fija sus races en el patriarca Abraham; claro que es la Fe en el Dios nico y una consecuente Nueva Ley (la Ley Mosaica, expresada por los Diez Mandamientos) la que marcar una notable diferencia entre aquel y sta. Es de lugar recordar algunos ejemplos de esas diferencias: Mientras que en el Cdigo de Hammurabi se establece pena de muerte por hurto de propiedad del clero y del estado o por recibir bienes robados (Ley 6), en la Ley Mosaica se castiga al ladrn con el resarcimiento a la vctima (x. 22.1-9); si en aquel se dice muerte por ayudar a un esclavo a escapar o 41

por refugiar a un esclavo fugitivo (Ley 15, 16), en sta se determina no entregars a su seor el siervo que huye de l y acude a ti." (Deut. 23.15). En lo que ambos cdigos coinciden es en la llamada Ley del Talin, barbaridad condenada por el Cristianismo: si una casa mal hecha causa la muerte de un hijo del dueo de la casa, la falta se paga con la muerte del hijo del constructor (Ley 230), del cdigo de Hammurabi, viene a ser los mismo que lo dispuesto por la Ley Mosaica: "Y el que causare lesin en su prjimo, segn hizo, as le sea hecho: rotura por rotura, ojo por ojo, diente por diente; segn la lesin que haya hecho a otro, tal se har a l. (Lev. 24.19) En la atmsfera de relativismo en que se desenvuelven los amigos de explicar todo desde la indiferencia, no han faltado teorizantes que adelantan el supuesto de que la adoracin al Dios nico, de la que se encuentran mltiples pruebas en la zona a la que nos estamos refiriendo, tiene su origen no en la tradicin de los patriarcas, seguida de generacin en generacin segn apunta el libro del Gnesis, y s en el llamado Mazdesmo, al que, sin prueba alguna concluyente, prestan una antigedad de varios milenios ms dando por supuesto que, de l, se derivan todas las religiones monotestas no resulta ms lgica y creble la hiptesis de que, puesto que la primera expresin de racionalidad en el ser humano es el mirar al cielo adorando y con ansa de comprender, exista un Ser sabio poderoso y justo en tal magnitud que haya de estar por encima de todo lo existente que, sin duda, es obra de l? Para afianzarnos en la creencia de que el Ser Supremo, que adoraron las patriarcas, es el nico Dios (tres personas distintas y un solo Dios verdadero) no tenemos ms que seguir la secuencia de los diversos avatares del Pueblo Elegido hasta sentir que, por voluntad del Padre, llega hasta nosotros el Hijo, hecho hombre por la gracia del Espritu Santo. Si el patriarca Abraham es aceptado como Padre de los Creyentes, corresponde a Moiss el papel de Legislador a travs de un cdigo, los Diez Mandamientos de la Ley de Dios, que podramos considerar revolucionario para una poca en la que privaba y haca historia la ley del ms fuerte y las sociedades ms civilizadas se regan por el antinatural sistema de lo que podemos llamar desigualdades funcionales con dioses y castas sacerdotales que hacan el juego a los caprichos e intereses de los poderosos. 42

Al respecto, con el estilo y en lenguaje de su entorno, el relator sagrado expres lo siguiente (Ex. 20, 1-17): En aquellos das, el Seor pronunci las siguientes palabras: Yo soy el Seor, tu Dios, que te saqu de Egipto, de la esclavitud. No tendrs otros dioses frente a m. No te hars dolos, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra. No te postrars ante ellos, ni les dars culto; porque yo, el Seor, tu Dios, soy un dios celoso: castigo el pecado de los padres en los hijos, nietos y biznietos, cuando me aborrecen. Pero acto con piedad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos. No pronunciars el nombre del Seor, tu Dios, en falso. Porque no dejar el Seor impune a quien pronuncie su nombre en falso. Fjate en el sbado para santificarlo. Durante seis das trabaja y haz tus tareas, pero el da sptimo es un da de descanso, dedicado al Seor, tu Dios: no hars trabajo alguno, ni t, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el forastero que viva en tus ciudades. Porque en seis das hizo el Seor el cielo, la tierra y el mar y lo que hay en ellos. Y el sptimo da descans: por eso bendijo el Seor el sbado y lo santific. Honra a tu padre y a tu madre: as prolongars tus das en la tierra que el Seor, tu Dios, te va a dar. No matars. No cometers adulterio. No robars. No dars testimonio falso contra tu prjimo. No codiciars los bienes de tu prjimo; no codiciars la mujer de tu prjimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de l. En el libro del xodo se dice que, conociendo la resistencia de los israelitas, duros de mollera, a desechar sus viejas costumbres paganas y a acatar en todos sus trminos la Ley de Dios, Moiss cay de rodillas y se postr, diciendo: "Si realmente me has brindado tu amistad, dgnate, Seor, ir en medio de nosotros. Es verdad que este es un pueblo obstinado, pero perdona nuestra culpa y nuestro pecado, y convirtenos en tu herencia". El Seor le respondi: Yo voy a establecer una alianza. A la vista de todo el pueblo, realizar maravillas como nunca se han hecho en ningn pas ni en ninguna nacin. El pueblo que est contigo ver la obra del Seor, porque yo har cosas tremendas por medio de ti. Observa bien lo que te mando. Yo expulsar de tu pre43

sencia a los amorreos, los cananeos, los hititas, los perizitas, los jivitas y los jebuseos. No hagas ningn pacto con los habitantes del pas donde vas a entrar, porque ellos seran una trampa para ti. Antes bien, derriben sus altares, destruyan sus piedras conmemorativas y talen sus postes sagrados. (Ex. 34, 8-13). Segn interpretan nuestros maestros, en la libre Alianza, que el Seor Dios establece con el Pueblo elegido, hay Amor, es decir, predisposicin amistosa, absolutamente gratuita y desbordante, que se plasma en actos de generosidad y liberacin, y que es capaz de perdonar cualquier traicin; Fidelidad, es decir, permanencia, estabilidad, que resalta el carcter definitivo e irrevocable del amor; Misericordia, que significa querencia desde las entraas (la palabra hebrea es la misma que designa las entraas maternas), y que implica ternura, compasin ante un ser indefenso y dbil, capacidad infinita de perdn. De este modo, la revelacin del rostro de Dios llega aqu a un punto culminante: la majestad infinita de Dios se manifiesta como cercana y ternura mximas. Es lo que expresa con toda exactitud una bella oracin de la liturgia cristiana: Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdn y la misericordia. Se ha dado un paso de gigante hacia la gran y definitiva revelacin. Aunque, en los medios al uso, no se considera filosofa a la Tor juda, equivalente al Pentateuco catlico, hemos de reconocer que s que presentan implicaciones filosficas con sus correspondientes pautas de reflexin en cuanto giran en torno a un ser humano y a una sociedad humana a los que se les otorga la responsabilidad de cumplir una especfica funcin en la vida y en la historia. En razn de ello, bien se pueden explicitar ciertas proposiciones filosficas que constituyen el ncleo del pensamiento judaico: 1.- Existe un solo Dios: es en razn de este monotesmo como el judasmo es una religin muy diferente de otras muchas que admitan multitud de presuntas divinidades o, como el citado Mazdesmo, vean todo lo existente en perpetuo enfrentamiento siguiendo en ello la guerra sin cuartel de las personificaciones del Bien y del Mal, Angra Mainyu frente a Spenta Mainyu, presuntas divinidades que el mtico Zoroastro (el Zaratustra de Nietzsche) present como derivadas de la primitiva fuerza creadora, Ahura Mazda, que habra pasado a segundo plano para dejarles obrar a 44

sus anchas en la vida y en la historia de los seres humanos. En cambio, vemos que el Dios de los judos, el mismo que los cristianos adoramos en las tres Personas del Padre, el Hijo y el Espritu Santo, es El que es (Yo soy el que soy - Ex. 3, 14-) y, como tal, todo poder, todo amor, todo libertad, todo misericordiosa y fiel providencia. 2.- El mundo no es eterno: fue creado por Dios y dura (Bergson) en el tiempo, lo que quiere decir que tuvo un principio y tendr un fin. 3.- El mundo, como compuesto de materia, es absolutamente distinto de Dios, que es transcendente, inmaterial y eterno. 4.- El ser humano (hombre y mujer) es bastante ms que una simple porcin del mundo material: ha sido creado por Dios a su imagen, lo que quiere decir que ha sido dotado de un alma inteligente y libre, elemento con el que goza de la capacidad y libertad para humanizar y transcender al mundo que le rodea. 5.- Es posible una continua relacin personal entre Dios y el hombre, puesto que en su infinitud y por propia voluntad, Dios no se aleja nunca del hombre como Padre amante y fiel que no abandona nunca a sus hijos; en razn de ello, Dios busca al hombre e invita al hombre a que le busque en una secuencia de divino amor: Mi Amado es para m y yo soy para mi Amado (Ct. 2, 16). 6.- Aunque, con demasiada frecuencia en la historia del pueblo elegido, se confunde lo ramplonamente temporal con lo relativo a la vida eterna, a lo largo del Antiguo Testamento, se desarrollan dos ideas fundamentales: la de la resurreccin y la de la venida de un Enviado de Dios, el Mesas con cuya vida terrena, supremo sacrificio y triunfal vuelta al Padre, se iniciar la edificacin del Reino de Dios. Por tu descendencia se bendecirn todas las naciones de la tierra en pago de haber obedecido t mi voz (Gen. 22, 18) fue la promesa del Dios nico al patriarca Abraham, padre de los creyentes. Es de creer que la divina promesa le lleg al patriarca en correspondencia a una fe capaz de superar las mayores pruebas y, por lo mismo, alimento de valores esenciales para formar mundo aparte en un territorio regido por la ambicin, 45

caprichos y vicios del ms fuerte y sus directos e interesados aclitos. Efectivamente: con sus altos y sus bajos en cuestin de fidelidad a la voluntad divina, mundo aparte ha representado la historia del pueblo hebreo que, segn la tradicin judeo-cristiana-musulmana, encabeza dicho patriarca Abraham, nacido hace unos cuarenta siglos en Ur de Caldea, antiqusima ciudad de la baja Mesopotamia. Hoy pocos dudan de que fue la Mesopotamia el foco de las ms antiguas civilizaciones, si entendemos por civilizada a una sociedad que ha superado la etapa de inmovilismo tribal de los pueblos primitivos. Al parecer, alguna de esas civilizaciones mesopotmicas se remonta hasta el quinto milenio anterior a nuestra Era; desde entonces hasta el tercer milenio, proliferaron en la zona ms o menos extensas satrapas y ciudades estado mientras, en otras partes del mundo, nacan y se desarrollaban imperios como el egipcio. Una de esas satrapas mesopotmicas estuvo encabezada por la ciudad de Ur, cuyos ms antiguos restos descubiertos pertenece a lo que los arquelogos conocen como el perodo de El Obeid (V milenio antes de C). Segn lo atestiguan las ruinas del majestuoso zigurat de Ur-Nammu, tuvo Ur su poca de gloria hasta decaer ante la avalancha guerrera del acadio Naram-Sin (2254-2218 a. C.), quien logr hacerse dueo de toda la Mesopotamia y del territorio que va desde la actual Siria hasta el Sina; crecido sobre sus victorias, se autoproclam dios con derecho a exclusiva adoracin por parte de sus sbditos. A la muerte del tal Naram-Sin, se desmoron el imperio por l creado y Ur recuper la hegemona perdida, envidiables niveles de prosperidad y el culto a sus tradicionales dioses, sobre los cuales, muy probablemente, no faltaba quien pona al Unico Dios de sus padres. Se mantuvo tal situacin durante unos doscientos aos hasta que Ibbi-Sin, ltimo rey de la llamada Tercera Dinasta de Ur , en torno al ao 2000 antes de