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BERNARDO A. HOUSSAY DISCURSO DE DESPEDIDA e da ,Abril _de 1958 DE LA REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES V Epoca, Año III, Núm. 2 1959 2ál , 25 '1 UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES DEPARTAMENTO EDITORIAL

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BERNARDO A. HOUSSAY

DISCURSO DE DESPEDIDA e da ,Abril _de 1958

DE LA REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

V Epoca, Año III, Núm. 2

1959 2ál, 25'1

UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

DEPARTAMENTO EDITORIAL

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DISCURSO DE DESPEDIDA

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La presencia de las más altas autoridades universitarias y de numerosos

médicos, discípulos y amigos, confiere un relieve excepcional a este acto de inauguración anual de los cursos. La ceremonia. de hoy tiene un doble signi-ficado simbólico, a la vez de continuidad y renovación. De continuidad, porque

inicia la educación de un grupo de estudiantes en el arte y la ciencia de la Medicina, que aunque desde miles de años adelanta y transforma sus conoci-mientos técnicos y su influencia social, mantiene sin embargo inmutables sus propósitos y sus reglas morales. De renovación, porque la Medicina es profun-damente progresista y se perfecciona incesantemente. Entran nuevas genera-ciones jóvenes para aprender a cultivarla y a la vez los más antiguos les trans-mitimos la antorcha que nos fué confiada, para que pase a sus manos vigorosas, que deberán llevarla más lejos y más alto que nosotros, en la marcha perpetua hacia la mayor perfección de la ciencia y el arte, para desarrollar, mantener o devolver la salud física y espiritual de los seres humanos.

Hablaré hoy de algunos de los principios que guiaron mi obra, de la ense-ñanza e investigación en la Argentina y del significado y evolución de la Medicina.

Ingresé a esta casa en 1901, con 14 años de edad; farmacéutico en 1904, a los 17 años, terminé los estudios médicos en 1910 y la tesis en 1911. Desde 1910, a los 23 años, fuí profesor de Fisiología en la Facultad de Veterinaria y desde 1919 en esta Facultad. Me adiestré primero en química y en histología normal y patológica y luego, hace 50 años, comencé a trabajar en Fisiología como ayudante, por concurso, en esta. Facultad. Lo hice al principio con dedi-cación parcial, pues fuí Jefe de la Sección de Endocrinología y Patología Experimental del Instituto Bacteriológico, de 1915 a 1918, así como en el Hospital Alvear fuí médico desde 1911 y Jefe de un Servicio de Medicina desde 1913 a 1917.

Aunque me entusiasmaban la Clínica y la Fisiología, decidí concentrarme a una sola actividad y elegí la Fisiología, porque creí que así sería más útil a mi país y cumpliría mejor mi vocación personal por las investigaciones en el campo de las ciencias naturales.

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He sido profesor durante 42 años, sin faltar prácticamente nunca a las clases o exámenes. Desde 1920 fuí profesor de dedicación integral (full-time) y exigí que el reglamento estableciera que ese puesto fuera incompatible con cual-quier otro. Fuí, creo, el primer full-time en nuestras universidades, pero una de mis satisfacciones más grandes fué ver que aparecieron otros en esta Facul-tad, en otras de nuestro país y varias de Sud América y que hoy el principio está reconocido definitivamente como una de las bases indispensables del pro-greso de la docencia e investigación.

Desde los 13 años de edad, con autorización de mi padre, decidí bastarme a mí mismo, lo que me costó bastantes esfuerzos. Pude proseguir los estudios gracias a las exenciones de derechos universitarios y a los puestos que gané por concurso de notas o selección, a los que se me llamó a desempeñar. Nunca usé de influencias ni las admití en cuestiones de nombramientos o de exámenes y jurados.

Por un raro fenómeno, explicable por mi firme voluntad de tener dedica-ción exclusiva, durante muchos años casi todos mis ascensos significaron una disminución de mis entradas pecuniarias. Además, al principio, durante varios años tuve que costear con mis exiguos recursos gran parte de los gastos de in-vestigación.

Los principios y móviles que guiaron mi actuación pueden ser expuestos brevemente.

Convencido de la importancia de la investigación, decidí dedicarme a ella. Expuse esas ideas en mi tesis, en 1911, y luego en decenas de artículos y con-ferencias. En aquel tiempo se consideraba imposible realizarla entre nosotros por supuesta incapacidad racial y falta de un medio adecuado. Sostuve siempre que no hay tipos de hombres privilegiados ni razas inferiores. Siempre creí que muchos hombres pueden hacer lo que hacen otros, si se preparan intensamente y trabajan tenaz y reflexivamente. Nuestro atraso era y es remediable, aunque corregirlo exija un gran esfuerzo.

Es importante tener en todo momento una conciencia clara de nuestras posibilidades y adelantos, pero sobre todo de nuestras limitaciones y atraso y tener la voluntad inquebrantable de contribuir a remediarlas. Considero igual-mente dañinos el escepticismo estéril y el patrioterismo jactancioso.

Es beneficioso mantener un intercambio científico constante e intenso con los hombres más eminentes y los centros más importantes de las naciones más avanzadas para obtener enseñanzas, emulaciones sanas, estímulos, reconocimien-tos y ayuda.

Debemos cooperar para el adelanto científico de los países de la América Latina, como si fuera el propio. Pueblos de orígenes y problemas semejantes, nuestros destinos, reputación y evolución son, en gran parte, paralelos. El adelanto de uno de ellos beneficia a los otros y repercute favorablemente.

Consideré como una misión el consagrarme a desarrollar la investigación científica y formar investigadores en nuestro país. La ciencia no tiene patria, pero los hombres de ciencia la tienen y deben luchar por su adelanto. Creí que ésa era mí obligación moral ineludible y por eso no he aceptado en otros países

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posiciones y medios muy superiores a los que aquí he tenido. Tengo deberes con la ciencia, pero los tengo con mi país.

La dedicación a la ciencia es una actividad normal en muchos países. pero entre nosotros ha sido un apostolado difícil por la dificultad en adquirir cono-cimientos iniciales sólidos, las deficiencias de medios y la incomprensión fre-cuente del ambiente.

Decidí que mi deber consistía en instruir y enseñar para la formación de buenos estudiantes y de docentes e investigadores para nuestro país y las naciones hermanas sudamericanas, sin omitir para ello esfuerzo personal o tiempo. Por esa razón, he trabajado en la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, en la Universidad, y lo hago ahora en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y estuve en misión de enseñanza en Porto Alegre, Brasil.

Las dificultades detienen a los débiles y estimulan a los fuertes y tenaces.. Bien dijo Pasteur: "Dejadme revelaros el secreto que me ha llevado a la meta, mi única fuerza está en mi tenacidad". Me complazco en recordar que el trabajo tenaz y concentrado es una fuerza poderosa, como la llama de un soplete que aplicado en un punto fijo de la plancha más dura de acero acaba por ablandarla y taladrarla, mientras que si se pasea de un punto a otro no alcanza ni a enti-biarla. Quien no trabaja corre peligro de llegar a ser mediocre o parásito o servil. El trabajo proporciona bienestar, eleva la inteligencia y mejora la con-ducta. Podría decirse: "dime lo que trabaja un pueblo y te diré lo que es y será".

Suscribo enteramente y sin reserva lo que dijo el gran Osler "Me pro-pongo revelaros el secreto de la vida, como lo he visto y he tratado de realizarlo. Me propongo daros la palabra maestra, con la esperanza, mejor dicho con la completa seguridad de que algunos de vosotros la utilizaréis con provecho. Es el «sésamo ábrete» de todas las puertas y es el gran igualador en el mundo, la verdadera piedra filosofal que transmuta en oro el ruin metal de la humanidad. Hará talentoso al hombre estúpido y brillante al talentoso y lo volverá más juicioso. Con esta palabra mágica en vuestro corazón, todas las empresas serán posibles y sin ella todo estudio será sólo vanidad y mortificación. Los milagros de la vida se producen por ella: el ciego ve por el tacto, el sordo oye con los ojos y el mudo habla con sus dedos. A la juventud trae esperanza, al hombre maduro confianza y al anciano reposo. Es directamente responsable de todos los adelantos médicos de las últimas veinticinco centurias. Valido de ella Hipó-crates hizo de la observación y de la ciencia la trama y la urdimbre de nuestra arte. Galeno entendió de tal manera su significado que quince siglos dejaron de pensar y durmieron hasta que fueron despertados por el «De Fabrica» de Vesalio, que es la verdadera encarnación de esa palabra maestra. Inspirado por ella, Harvey dió un impulso que aún hoy sentimos. Hunter sondeó toda su altura y su profundidad y se destaca en nuestra historia como uno de los ejem-plares de su virtud. Con ella Virchow golpeó la roca haciendo brotar las aguas del progreso, mientras que en manos de Pasteur resultó ser un talisman que abrió el camino hacia un nuevo cielo en la Medicina y una nueva tierra en la

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Cirugía. No sólo ha sido la piedra de toque del progreso sino que es también la medida del éxito en la vida diaria. No hay uno entre nosotros que no le deba su lugar aquí, y quien habla tiene el honor de hacerlo como consecuencia directa de haberla tenido grabada en su corazón cuando era lo que sois ahora vosotros. La palabra maestra es: TRABAJO, una palabra humilde, pero cargada de tras-cendentales consecuencias siempre que sepáis grabarla en el corazón y cernirla sobre la frente."

II. OBRA REALIZADA

Mi labor científica y docente comenzó en 1908, hace cincuenta años, y se desarrolló en cuatro laboratorios: Facultad de Veterinaria, Instituto Bacterio-lógico, Facultad de Medicina e Instituto de Biología y Medicina Experimental. La fundación del Instituto de Fisiología de esta Facultad fué la creación de un departamento universitario moderno, por iniciativa de los doctores Alfredo Lanari y Gregorio Aráoz Alfaro. Se dictaban en él siete cursos oficiales de tres escuelas y varios cursos parciales. Hacían trabajos prácticos individuales 180 alumnos por día, en cinco salones; fuera de ellos concurrían más de 120 personas, de las cuales unas 35 realizaban investigaciones originales. Entre los cuatro laboratorios se han publicado unos 2.000 trabajos (120 en Veterinaria, 1.335 en Medicina, 360 en el Instituto de Biología y Medicina Experimental y los demás en el Instituto Bacteriológico), realizados por aproximadamente 500 investigadores. Concurrieron más de 50 becarios extranjeros, de la América del. Sud, del Norte y de Europa y Asia. En este Instituto se formaron miles de médicos y muchas decenas de profesores de la Argentina y Sud América; ese centro modelo fué destruido por un zarpazo de la barbarie y costará mucho reconstruirlo, si es que es posible.

Por esta labor intensa, el Instituto adquirió prestigio mundial y por ello se discernieron los más grandes honores mundiales a su director, de calidad y en cantidad excepcionales, como son: 17 Doctorados Honoris Causa en Medicina y 7 en Ciencia; 13 profesorados Honoris Causa; incorporación a 16 Academias de Medicina y 18 de Ciencias, del extranjero, y a 5 nacionales, así como a unas 200 sociedades científicas y culturales; 7 grandes premios internacionales, tales como los de Baly (Inglaterra), Cook (Australia), Charles Mickle (Canadá), Banting (Estados Unidos) y, por fin, el Premio Nobel de Fisiología y Me-dicina en 1947.

La obra fué la labor de toda una escuela y no de un solo hombre ; por eso todas esas distinciones alcanzan a todos los discípulos y colaboradores que tra-bajaron y trabajan en ella. Refleja honra para el país que hizo posible nuestra educación y nuestra obra. Le debemos gratitud profunda porque nos permitió trabajar mucho en lo que nos agradaba y nos parecía merecer todos los esfuerzos, nos dió medios de trabajo y subsistencia. Hubo dificultades y amarguras, pero no es sacrificio sobrellevarlas cuando se trabaja en lo que se considera una noble misión. Tuve discípulos extraordinarios e inolvidables y entre los fallecidos recordaré a Juan Guglielmetti y a Oscar Orías.

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III. ENSEÑANZA

La enseñanza universitaria progresa con dificultad en la Argentina. Veamos cuáles son las causas que traban su progreso.

Por tradición nuestra enseñanza es dogmática y pasiva. El estudiante procura aprender lo que el profesor dice y exigirá en el examen, pues éste es el eje central de la vida universitaria. Con grandes masas de alumnos éstos no tienen generalmente contacto con el profesor más que cuando oyen sus clases (10 a 20 yo de los alumnos inscriptos) y cuando deben dar examen. Éste adquiere importancia máxima, les produce angustia y preocupaciones espiri-tuales. Tratan de salir de ellas preparándose sólo para rendir exámenes y por eso muchos estudian mal. Piden turnos continuos de examen y eso destroza la enseñanza.

Se puede asegurar que una Universidad declina y va en camino de ser cada vez más mediocre o mala si tiene muchos exámenes. Además, la enseñanza será deficiente. Por el contrario, una Universidad es tanto mejor cuanto más ense-ñanza y menos exámenes tiene. En las muy buenas el examen final no tiene importancia.

Otro error grave es creer que la enseñanza es un transvasamiento de saber conocido definitivamente. Los conocimientos y necesidades humanas están en perpetua evolución y en Medicina es profundo el cambio experimentado cada 10 años. A la Universidad se viene a adquirir por sí mismo los conocimientos básicos y adiestrarse en los métodos que permitirán instruirse, emprender y obrar acertadamente durante toda la vida.

Los que estudian medicina buscan: 19 ) ser útiles a sus semejantes; 29 ) en-riquecer el espíritu y la cultura; 39 ) satisfacer una vocación real; 49) elevarse

socialmente; 59) ganar dinero. Estas aspiraciones son todas respetables y nobles, pero es un error profundo creer que se ganará riqueza y, lo que es improbable, para ello estudiar una carrera difícil y que exige sacrificios, si no se tiene

verdadera vocación. En todos los países se realizan continuas reformas universitarias infinita-

mente superiores a las nuestras. La "Reforma Universitaria" fué entre nos-

otros: en 1874 un exitoso movimiento para mejorar la enseñanza de la Medicina; en 1905 tuvo el mismo fin y además el del establecimiento de un gobierno

universitario rotativo; pero desde 1918 hubo además una tendencia política.

Ésta ha ido aumentando paulatinamente; en algunos momentos hubo una co-

rrupción lamentable y en otros posiciones limpias e idealistas.

Por sentimiento propio de la edad y de la inmadurez, los jóvenes de todas las épocas creen que pueden arreglar un orden social perfecto y resolver todos los problemas humanos, porque se consideran mejores y más capaces que todos

los hombres nacidos antes que ellos. Pero poco a poco, la actividad dominante de todas las asociaciones refor-

mistas consiste en propiciar medidas para aumentar el número de exámenes,

aprobarlo fácilmente y obtener pronto un diploma que confiere privilegios y

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del cual esperan erróneamente que les otorgará una capacidad mágica y una

situación económica y social próspera y brillante. Cierto es que al iniciar el

ejercicio profesional descubren sus deficiencias y las lamentan.

Es curioso que profesores y alumnos viven más preocupados por el examen

que por las necesidades de la verdadera enseñanza. Es curioso que las asocia-ciones estudiantiles se preocupan por aumentar los exámenes, que perjudican

sus estudios y pocas veces piden una mejor enseñanza.

Es necesario reaccionar y conseguir que nuestras Universidades, como las

del mundo civilizado, dejen de ser casas de exámenes para convertirse en ver-

daderas casas de estudio. La enseñanza médica tiene por objetivo crear condiciones para que el

estudiante adquiera y desenvuelva los conocimientos, habilidades, aptitudes y conciencia ética que lo capaciten como médico para promover, preservar y restaurar la salud.

El eje de la enseñanza lo constituye el alumno y no los planes de estudio o los programas en los que se lo obliga a entrar como en un lecho de Procusto.

La enseñanza debe ser activa, práctica, individual y objetiva, desarrollando en el estudiante la capacidad de observar, analizar, razonar, aprender por sí mismo, tener juicio propio, curiosidad científica, espíritu crítico, iniciativa y responsabilidad.

Además de la técnica, el estudiante debe adquirir: 1°) enseñanza ética, veracidad, tolerancia, respeto e interés creciente por los seres humanos; 29 ) há-bitos de libertad y dignidad individual; 3°) conciencia de la solidaridad social.

Es absolutamente necesario ajustar el número de alumnos de cada escuela a las posibilidades docentes, técnicas y económicas que permitan una buena enseñanza. En caso de que un país necesite más médicos, deben crearse más escuelas y no sobrepoblar las existentes.

Se practicará una selección cuidadosa de los alumnos, atendiendo a sus condiciones de inteligencia, conocimientos básicos, carácter y aptitudes. Todos no las tienen para ser médicos, pero todos las tienen para alguna actividad humana y deben descubrirla.

Es deber primordial de las escuelas formar primero médicos generales y sólo después, en cursos posteriores, preparar especialistas, docentes e investi-gadores.

Se recomienda mucho contacto entre profesores y alumnos, estrecha corre-lación entre los docentes y de la enseñanza de las materias básicas, entre sí y con las demás materias del currículo.

Debe implantarse el tiempo integral o dedicación exclusiva a "full-time" para los profesores de materias básicas y sus auxiliares. Posteriormente, exten-derlo a las materias clínicas cuando sea conveniente.

Deben crearse departamentos y disminuir el número de cátedras separadas. Al final de los estudios médicos debe haber un año de internado, con dedi-

cación exclusiva al trabajo práctico en un hospital y su consultorio externo, con tareas ininterrumpidas durante todo el día.

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La residencia es una etapa necesaria para la formación de buenos especia-listas y docentes. Es urgente implantarla entre nosotros.

Las Facultades de Medicina privadas han llevado la medicina de los Estados Unidos a su alto nivel actual. Por ese antecedente, porque la libertad de enseñanza está consignada en nuestra Constitución, porque pueden constituir una emulación útil y para aprovechar esfuerzos y recursos no-gubernamentales, además de otros motivos, sería ventajoso que existieran Facultades de Medicina privadas. Pero el Estado no debe reconocer sus títulos para el ejercicio de la profesión, sin previa verificación de competencia. Además, para ello, debe comprobar que el nivel de enseñanza de estas escuelas sea el que debe exigirse a una buena escuela médica moderna. Sólo las autoridades del Gobierno deben fiscalizar los exámenes que habiliten para ejercer la profesión médica.

La medicina avanza a pasos acelerados y la enseñanza médica debe adap-tarse a estos progresos. Las ideas que preconizo desde hace 50 años parecen demasiado avanzadas a algunos, pero no es que yo esté 50 años adelante sino que mis críticos ignoran que están 30 ó 40 años atrasados. Muchísimas de las ideas que he preconizado han sido realizadas y triunfan en diversas naciones de América: Brasil, Chile, etc.; aquí mismo, si miramos de 10 en 10 años, compro-bamos grandes adelantos.

IV. INVESTIGACIÓN

La investigación científica es una de las bases de la civilización actual. De ella dependen la salud, el bienestar, la riqueza, el poder y hasta la independencia de las naciones. Estamos en una era científica.

La investigación básica o fundamental o desinteresada debe practicarse en la Universidad, pues es la fuente que nutre todas las aplicaciones científicas y técnicas. Sus resultados han sido extraordinarios: la higiene, la asepsia y antisepsia, quimioterapia, antibióticos, vitaminas y hormonas. La duración media de la vida humana es hoy tres veces más larga que en la Roma antigua y desde 1900 ha pasado de 40 a 70 años.

En numerosos trabajos he expuesto la importancia de la ciencia y su papel social, el cual se ejerce en los planos intelectual, técnico y moral. Es indispen-sable desarrollar la ciencia básica y las aplicaciones de los descubrimientos, pero ellas deben hacerse de acuerdo con sanas reglas morales, pues los descu-

brimientos deben aplicarse sólo para el bien y no para matar, destruir u oprimir. La ciencia sólo florece en un ambiente de libertad y se estanca o retrocede

en épocas de opresión. Son necesarias la libertad de discusión, de investigación y de expresión.

La Universidad debe ser el principal centro de descubrimiento, coordina-

ción y difusión de los conocimientos, a la vez que debe formar intelectual y

técnicamente a los profesionales y la mayor parte de los investigadores.

Debe despertar en los alumnos el espíritu científico y los principios de la

investigación, para que los médicos busquen y resuelvan los problemas médicos

y sanitarios del medio en que trabajan.

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Los profesores de materias básicas deben dedicarse integralmente a la

docencia e investigación; realizarán y harán realizar investigaciones originales,

y formarán investigadores. Todo fisiólogo auténtico debe experimentar, leer y

reflexionar todos los días.

Los institutos de investigación científica privados o autónomos deben ser

estimulados y apoyados. Suelen funcionar más económicamente, con más libertad

y rapidez, en general con más idealismo y sin las trabas burocráticas que entor-

pecen a menudo a las instituciones oficiales. En nuestro país existen el Instituto

de Biología y Medicina Experimental, el Instituto de Bioquímica de la Funda-ción Campomar, los Institutos de Investigación Médica de Córdoba (Mercedes y Martín Ferreyra) y de Rosario, los Laboratorios de las Fundaciones Roux y Williams, etc.

El porvenir científico y técnico y económico de la Argentina depende de la formación de investigadores y, por lo tanto, de lo que se acierte a brindarles de ayuda necesaria. El primer problema consistiría en la detección de los jóvenes dotados, ya en la enseñanza primaria y secundaria. El punto crucial está en formar auténticos investigadores, lo que exige una obra delicada y laboriosa de educación especial previa. Hay de nuevo muchos jóvenes que quieren dedi-carse a la investigación, pero es preciso, para que lo hagan en forma eficaz, que adquieran conocimientos de biología, histología, física, química, matemáticas, fisiología y patología. Será útil establecer, para ese fin, carreras especiales que confieran grados de licenciados o doctores.

Deben existir sistemas de becas internas y externas, subsidios para planes de trabajo, posiciones seguras para los becarios que vuelven.

Los investigadores constituyen el principal capital de una nación. Además de formar a los nuevos, es urgente recuperar a los que se exilaron en años pasados por dificultades políticas u otras.

En varias ocasiones la investigación científica ha recibido ayuda en el país.

La labor del Instituto de Fisiología de esta Facultad fué posible por un subsidio de 30.000 pesos que le acordó el Congreso de la Nación. Bien manejada, esta suma proporcionó resultados notables.

La fundación de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias permitió acordar becas internas, externas y subsidios. Cuando cumplí 25 años de profesorado, el Presidente Justo le acordó una suma de un millón de pesos, con cuya renta se dieron becas internas y externas con gran resultado. El se-nador Sánchez Sorondo apoyó el proyecto e inmediatamente después hizo apro-bar la organización de la Comisión Nacional de Cultura.

El Gobierno actual ha fomentado más que ningún otro la investigación científica, gracias al decidido apoyo del General Aramburu y el Almirante Rojas, lo cual merece toda mi gratitud. Se ha dado autonomía a las Universi-dades, se ha acordado a esta Facultad un fondo para asignar posiciones "full-time" a los profesores de las materias básicas y sus colaboradores y para costear

los gastos de investigación. Se han creado el Instituto de Investigaciones Agro-

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pecuarias y el de Tecnología, así como el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, aspiración largo tiempo sustentada.

Cuando recibía algunas de las grandes distinciones que se me han otorgado y, en especial, el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1947, siempre me decía: "bienvenido si traerá más ayuda a la ciencia argentina". Recordaba que en circunstancias análogas se les dieron Institutos de investigación a Pasteur, Pavlov, Cajal, Osvaldo Cruz, y otros, inclusive en el Brasil, Venezuela y Uruguay. Recientemente, el Gobierno Nacional, por iniciativa del Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública, nos facilitó un local para instalar el Instituto de Biología y Medicina Experimental y el de Bioquímica. El Gobierno Nacional concedió un subsidio de 600.000 pesos, que permitirá costear gran parte de su instalación. La Universidad de Buenos Aires, a propuesta de la Facultad de Medicina, me ha conferido la designación de profesor de investigaciones, para realizar estudios originales con mis colaboradores y formar investigadores. Esto me ciará un sueldo decoroso, que no había pedido yo al renunciar, y algunos medios para ayudar nuestros fines, complementando los que suministra la iniciativa privada que sostiene generosamente a ese Instituto, en especial la Fundación Sauberán cuya valiosa ayuda, silenciosa y eficaz, ha sido la base de su existencia. Recuerdo aquí con emoción profunda la memoria de su inolvi-dable secretario, el Dr. Miguel Laphitzondo, modelo de hombre de bien y espíritu elevado y generoso.

Deseo expresar mi más rendido agradecimiento al Gobierno Nacional, a la Universidad, a la Fundación Sauberán y a los numerosos adherentes a la obra del Instituto de Biología y Medicina Experimental, durante 14 años, por su apoyo material y moral.

V. MEDICINA

Según la definición clásica, tiene por objeto: mantener la salud, prevenir

y curar las enfermedades. Pero hoy se prefiere basarla en la salud y se dice

que su fin es: promover la salud, preservarla y recuperarla. El hombre primitivo consideraba a la enfermedad como una expresión

del capricho de los dioses o los espíritus. La medicina hipocrática mostró que

podían reconocerse y tratarse las enfermedades por la observación y la expe-

riencia. La medicina moderna emplea los mismos métodos, pero agrega los

conocimientos científicos y experimentales sobre los factores que condicionan

la salud, producen las enfermedades y permiten tratarlas. Los adelantos son

incesantes y rápidos desde que la medicina es científica y experimental.

Los adelantos de la Fisiología, la Higiene y la Medicina preventiva han

revolucionado profundamente la vida humana. Más profundas son las conse-

cuencias de Pasteur que las de Alejandro o Napoleón.

Al examinar un enfermo se aplican las ciencias básicas: al tomar el pulso,

medir la presión, la temperatura, los reflejos, los fenómenos eléctricos del

corazón y el encéfalo, las presiones intracardíaeas, al practicar análisis de la

sangre u orina, biopsias o exámenes citológicos.

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La medicina está en perpetua evolución, merced al aporte de las ciencias puras. Pasteur, químico, fundó la Bacteriología, hizo posible la Cirugía y la Higiene. Fleming, bacteriólogo, y Florey, fisiólogo, descubrieron los antibióticos. El físico Roentgen descubrió los rayos X y los físicos Curie el radio. Los bio-químicos y fisiólogos descubrieron las vitaminas, hormonas y el principio anti-anémico, etc.

Hoy sobresalen en la profesión médica los que adquieren sólida prepara-ción básica unida a un cuidadoso adiestramiento clínico.

La observación continuada y repetida en hospitales, consultorios o en la casa de los enfermos, es base ineludible de la enseñanza de la medicina práctica.

Nunca debe olvidarse que el hombre es una unidad, en la que distinguimos la estructura, las funciones y la psiquis. Es una unidad funcional con funciones reguladas en un balance dinámico y en el que una modificación de las partes repercute siempre sobre el todo. El hombre es una suma de valores fisiológicos como la salud, materiales como el bienestar o riqueza, intelectuales, estéticos, filosóficos y religiosos. Del balance entre todos resulta la salud física, mental y moral.

La patología estudia las enfermedades, pero el médico clínico atiende cada vez a un paciente que es un individuo diferente de cualquier otro. Por eso es importante acostumbrarse a practicar la medicina individual (o de la persona, como dice Florencio Escardó).

La medicina psico-somática significa que después de un examen físico, minucioso, completo y competente, averigüemos los factores psíquicos que han contribuido a desarrollar o modificar la enfermedad. Por otra parte, recíproca-mente, toda enfermedad orgánica tiene siempre alguna repercusión psíquica o de la conducta.

La medicina es una profesión de servicio social, como el sacerdocio. Es un arte basado en conocimientos científicos.

Para dedicarse a la medicina hay que tener aptitudes. Ante todo vocación, o sea altruismo, piedad y deseo de hacer el bien a los semejantes. Luego espíritu de abnegación y sacrificio, como una misión o apostolado, pues el médico no tiene reposo de día o de noche y debe atender enfermos aunque sean peligrosos o molestos.

La medicina no suele dar riqueza y ahora muchos la ejercen sin salir de la pobreza; raros son los que se enriquecen con su ejercicio. El que desea ganar dinero debe elegir otras actividades productivas, como la industria o el co-mercio.

Pero la Medicina da grandes satisfacciones: 1) intelectuales, porque en-sancha el espíritu; 2) morales, porque permite hacer el bien; 3) idealistas, porque tiene por base el amor al prójimo, a la verdad y a las ideas y cosas elevadas.

Nuestro maestro Güemes dió una acertada definición de la Medicina: "Es una ciencia difícil, un arte delicado, un humilde oficio y una noble misión".

"Es una profesión hermosa y la estudio con igual fervor y fidelidad que

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al principio de mi carrera. Si fuera joven como ustedes, creo que sería de nuevo médico o fisiólogo."

Jóvenes alumnos: en vosotros está el futuro de nuestra Nación. Cuando fuí destituído en 1943, centenares de alumnos conmovidos me pidieron que les escribiera algún consejo. Al instante, les expresé algunas de las fuerzas que orientaron mi vida : "Amor a mi patria, amor a la libertad, dignidad personal, cumplimiento del deber, devoción a la ciencia, dedicación al trabajo, respeto a la justicia y a mis semejantes, afecto a los míos (pacientes, discípulos y amigos) ".

Tened ideales elevados y pensad en alcanzar grandes cosas, porque si la vida rebaja siempre y no se logra sino una parte de lo que se ansía, soñando muy alto alcanzaréis mucho más. No olvidéis que todas las grandes conquistas del presente son sólo sueños juveniles realizados.

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