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PALABRAS DE JUAN MANUEL BONET EN SU TOMA DE POSESIÓN COMO
DIRECTOR DEL INSTITUTO CERVANTES
Sr. Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación,
Sr. Ministro de Educación, Cultura y Deporte
Sres. y Sras. Embajadores,
Querido Víctor y resto de directores que me han precedido,
Queridos padres, hijos y demás parientes, querida Monika, queridos amigos.
Este momento es para mí de máximo emoción. Tras casi cinco años dirigiendo
el Instituto Cervantes de París, mi ciudad natal, es decir, sirviendo a España y su lengua
y su cultura, en un país al que España está tan ligada como Francia, accedo a la
dirección del Instituto Cervantes, la institución de la que hace hoy veintiséis años la
España democrática se dotó para recuperar el tiempo perdido, ese instituto de
difusión de su lengua y de su cultura que ya tenían Francia, el Reino Unido, Alemania y
el resto de las naciones de nuestro entorno. A partir de mañana mi día a día será en
esta casa, a su frente. Es para mí un honor, queridos Ministros, el haber sido elegido
para esta misión, a la que voy a dedicar todas mis energías. Un honor que se
acrecienta teniendo en cuenta que sucedo en el cargo a un grandísimo director, mi
querido Víctor García de la Concha, a quien el Cervantes debe muchísimo, como antes
le debió muchísimo la Real Academia Española, a la que pan-hispanizó, y recordaré al
respecto, en clave personal, lo frecuentemente que en esa época veía yo por Madrid, y
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concretamente por su Rastro, a un buen amigo uruguayo, a la sazón presidente de la
Academia de la Lengua de la República Oriental, academia ubicada en un sitio humilde
y maravilloso, la Torre de los Panoramas del poeta Julio Herrera y Reissig.
Gracias a la acción de Víctor García de la Concha, y a la del Secretario General,
mi viejo amigo Rafael Rodríguez Ponga, y gracias al trabajo de todo el equipo de esta
sede central, y al de los directores de centro y sus equipos, el Cervantes, pese a los
efectos de la crisis, ha seguido adelante estos últimos años. La realidad no les ha dado
la razón a quienes auguraban zozobras, cierres, ERES… La realidad es que sólo se ha
cerrado un centro, el de Damasco, debido a causas que todos conocéis, y otro, el de
Gibraltar, que estaba rodeado de polémica desde su nacimiento.
He sido cocinero antes que fraile, y no se le oculta a nadie que soy el primer
director que lo ha sido antes de uno de nuestros centros. En esta hora solemne, ante el
reto que representa pilotar una red extendida por los cinco continentes, quiero
enviarles un saludo cordial a todos los directores, mis colegas hasta hace unos días, y
a sus equipos. La noticia de mi nombramiento me sorprendió en Cracovia, en un viaje
privado que tenía previsto con mucha antelación. Por la tarde me fui al Cervantes,
ubicado en un espléndido edificio de la calle Kanonicka, es decir, de los Canónigos. Tras
atender telefónicamente a la prensa durante toda la tarde, Monika y yo nos unimos
luego a una concurridísima y animadísima jornada de puertas abiertas.
Muchos de nuestros centros, tanto en Europa, como en América o África, los
conozco por haber participado en actividades culturales en ellos. Conozco, por las
reuniones anuales, a todos sus directores. Sé de su dedicación y entrega. Un recuerdo
especial para aquellos que trabajan en sitios complicados. Entre los mensajes que he
recibido estos últimos días, ninguno me ha impresionado tanto como el correo que me
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envió nuestro director de Amman, desde una tormenta de nieve que lo sorprendió en
Ramala…
Un saludo de todo corazón también a nuestros profesores, tanto los de plantilla
como los colaboradores. Son personas orgullosas de pertenecer a esta casa,
perfectamente preparados para enseñar nuestra lengua, bien sea presencialmente,
bien sea a través de internet, vía el AVE global con tutor. Entre sus misiones -y
realmente tienen algo de misioneros del idioma-, además de esa, está el formar a sus
futuros colegas. Y el velar por la buena marcha de los centros que en cada país
colaboran con nosotros para las pruebas del DELE, y últimamente, también con los que
participan en la nueva aventura que es el SIELE, un Servicio Internacional de Evaluación
de la Lengua Española, conjunto del Cervantes, de la UNAM, de la Universidad de
Salamanca, de la Universidad de Buenos Aires, y de las principales universidades
hispanoamericanas.
Un saludo a nuestros administradores de centros, a nuestros responsables de
cultura, a nuestros bibliotecarios, y a sus respectivos equipos.
La lengua española la hablan hoy en torno a 550 millones de personas en todo
el mundo. Uno se da cuenta de que su juventud ha quedado muy atrás cuando
recuerda aquel célebre programa de televisión, 300 millones. Tanto España como el
resto de los países hispanohablantes saben que el español es su producto
internacionalmente más demandado, y que por lo tanto la lengua es su principal activo
económico, y ahí está el importante programa El valor económico del español.
Apasionado por el idioma y la cultura españoles, en esta hora en que tomo las
riendas de la que es la casa común de todos los españoles y de todos los extranjeros
interesados por lo español, quiero tener un recuerdo especial para algunos escritores
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ya desaparecidos, de la Edad de Plata y de la Generación del Cincuenta, a los que
frecuenté, y de los que aprendí mucho, como mucho aprendieron de ellos –o de otros
de esa misma época- otros escritores de mi generación: a José Bergamín, a Joan
Brossa, a Rosa Chacel, a mi tío abuelo Evaristo Correa Calderón, a Ànxel Fole, a Ernesto
Giménez Caballero, a Carmen Martín Gaite, a Joan Perucho, a Francisco Pino… Un
recuerdo extensivo a cuatro pintores doblados de escritores: Juan Manuel Díaz-Caneja,
Eugenio Fernández Granell, Ramón Gaya, y Antonio Saura. Así como a tres figuras a las
que conocí siendo niño, y cuya estampa y cuyo marco de trabajo quedaron grabados
en mi retina: a Manuel Gómez Moreno, a Ramón Menéndez Pidal, y a Julián Marías.
He citado a Correa Calderón, a Fole y a Granell. Fole publicaba en Galaxia, la misma
editorial donde mi padre, mi primer guía, publicó en 1954, su primer libro, escrito en
gallego, y del que conservo con emoción en mi biblioteca, un ejemplar dedicado a mí,
que no podía leerlo todavía pues soy nacido en 1953. También he citado a Perucho y a
Brossa, dos de las grandes voces de la poesía catalana del siglo XX. Unas palabras sobre
las otras lenguas del Estado. Entre nuestras misiones está también el impulsar su
enseñanza en el exterior, así como difundir la cultura en catalán, gallego y vasco. A
veces se nos reprocha no hacer lo suficiente en este campo. A nadie se le escapa que
no es este un terreno fácil, y menos en estos momentos. Es mi intención celebrar
pronto una serie de encuentros con quienes están al frente del Institut Ramon Llull –
debo decir que la primera carta que he recibido ha sido de su director-, del Consello da
Cultura Galega, y del Instituto Etxepare. Ojalá encontremos terrenos de
entendimiento.
Entre los presentes en esta sala, la Secretaria General Iberoamericana, la
directora de la delegación en España de la UNAM de México –Universidad con la que,
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en una perspectiva panhispánica, hemos puesto en marcha, insisto sobre ello, el SIELE-
, y el director para España del Instituto Caro y Cuervo, de Colombia. Estas dos grandes
instituciones académicas y culturales del continente americano desde hace poco
tienen su sede aquí, al amparo de este instituto que lleva el nombre de Miguel de
Cervantes. Aunque anheló tener un empleo en el Nuevo Mundo, nuestro escritor más
universal, cuyo cuarto centenario se clausuraba la semana pasada, jamás lo pisó,
aunque muy pronto su obra principal, el Quijote, circuló por él.
Además de con el de Shakespeare, ese cuarto centenario del fallecimiento de
Cervantes ha coincidido con el del Inca Garcilaso, el primer exiliado americano, ya que,
peruano en cuyas venas se mezclaban la sangre inca y la española, escribió su magna
obra en España, y está enterrado en la catedral de Córdoba. Escribe el citado Julián
Marías, en una de las mejores páginas de su memorable libro sobre Latinoamérica, que
para un español el que le “pase” América, es una experiencia iluminadora como pocas.
Como mi predecesor, soy un español apasionado por ese continente, de México a “las
Españas del Plata”, como las llamaba Eugenio d’Ors. Aunque en mis años de París por
razones obvias no he viajado al Nuevo Mundo –con excepción de mi presencia en el
Congreso de la Lengua de Puerto Rico-, a lo largo de mi vida anterior, quiero decir, de
mi vida pre-cervantina, he recorrido buena parte de las repúblicas hermanas. Todos los
directores de nuestros centros saben que entre sus obligaciones está una que estoy
seguro les resulta a todos especialmente grata, como me lo ha resultado a mí en mi
anterior responsabilidad: colaborar activamente en la tarea de difusión de la cultura
hispanoamericana. Ese continente ha aportado mucho a España: pensemos en la
benéfica presencia aquí de Rubén Darío cuando el modernismo, o luego de Vicente
Huidobro cuando el ultraísmo. A ese continente España aportó la lengua, y en el siglo
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pasado, tras la guerra civil, la obra de los exiliados. En el ámbito de la literatura ese
continente ha dado -y sólo citaré desaparecidos- cumbres como Miguel Ángel Asturias,
Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, José María Eguren,
Gabriel García Márquez, José Lezama Lima, el siempre recordado Octavio Paz, Alfonso
Reyes, Juan Rulfo, Arturo Uslar Pietri, César Vallejo o Emilio Adolfo Westphalen, al cual
también traté, y así hasta Alejandra Pizarnik o Roberto Bolaño, por citar a dos
creadores cuya fortuna crítica ha crecido tras su desaparición... Pensemos también en
los ámbitos de la pintura, la arquitectura, la música o el cine, y si no pongo ejemplos al
respecto es por no incurrir más allá de lo razonable en mi pasión por las listas y los
diccionarios, pasión –algunos dirán manía- que conocen bien mis amigos. Literaria,
artística, musicalmente, el Cervantes debe ser todavía más iberoamericano de lo que
lo ha sido hasta ahora, debe profundizar en su relación con una Iberoamérica donde
físicamente sólo estamos presentes en Brasil, aunque también hay que mencionar
nuestra red en los Estados Unidos, país donde el español goza de muy buena salud ya
que lo hablan aproximadamente cincuenta y cinco millones de sus ciudadanos, y
donde contamos con un importantísimo observatorio en Harvard. Ese proceso que
tanto le debe a mi predecesor, evidentemente ha de pasar por una sinergia mucho
mayor con el resto de las instituciones españolas activas en esa zona, y en ese sentido
estoy deseando hablar pronto de esta problemática, con nuestros dos ministros, para
explorar nuevos caminos, tanto en el terreno de la cultura, como en el de la enseñanza
de nuestro idioma, porque ¿por qué no podría el Cervantes enseñar el español,
pongamos por caso, en ciudades con tanta demanda al respecto, con tanta población
flotante extranjera, como son Ciudad de México o Buenos Aires?
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Están presentes hoy aquí los amigos de Casa Sefarad. Anteayer, en mi
despedida de París en la residencia de nuestro Embajador, estuvieron presentes los
amigos de Akí Estamos, asociación judeo-española con la cual bajo mi dirección ese
centro ha colaborado estrechamente. A nuestros centros de los países con mayor
presencia judeo-española acuden a formarse y a examinarse muchas personas de ese
origen, y que se acogen a la posibilidad que desde hace poco se les otorga, de adquirir
la nacionalidad española, en un proceso que busca restañar viejas heridas. Heridas, y
eso es algo admirable, que no les han impedido preservar un lenguaje, al cual por mi
parte empecé a asomarme en la época en que se publicaban en ABC artículos escritos
en él.
Presidentes de Academias –entre ellas la Real Academia Española, con la que
organizamos los Congresos de la Lengua-, rectores de Universidades, directores de
museos –entre ellos el Reina Sofía, que dirigí durante cuatro años- y responsables de
sus asociaciones de amigos, directores de fundaciones privadas, gestores culturales,
escritores, filólogos e historiadores, responsables de suplementos culturales, pintores
y escultores, arquitectos, fotógrafos, cineastas, músicos, cantantes, editores,
galeristas, historiadores y críticos de arte, coleccionistas… Me honráis hoy con vuestra
presencia y vuestra amistad. Quiero deciros que es mi voluntad que nuestros centros
sean más que nunca la casa común de cuantos se interesan por la creación española,
la del pasado, pero también la del presente, en toda su pluralidad y complejidad.
Solicito pues vuestra colaboración para darle un gran impulso a la difusión de nuestra
cultura, en nuestra red extendida por los cinco continentes. En ese sentido es mi
intención explorar vías de colaboración inéditas con museos y fundaciones, con
entidades de gestión, con editoriales, con el mundo de la gastronomía -la gastronomía
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también es cultura- o de la moda. A todos os invito a ayudarnos a articular lo que me
atrevería a definir como un plan de choque cultural, con la excelencia como meta.
También agradezco mucho la presencia de varios directores de institutos
culturales extranjeros que enriquecen la oferta educativa y cultural de Madrid y de
otras de nuestras ciudades, así como la del director de la Casa de Velázquez, singular
institución francesa con la que he tenido el honor de colaborar frecuentemente. El
Cervantes es firmemente partidario de la colaboración con el resto de los institutos de
su misma naturaleza, y especialmente con los europeos. Aunque sean tiempos de
Brexit, hace unos días cedí las llaves de EUNIC-París, por mí presidido desde hace dos
años, a un colega del British Institute. EUNIC, para quienes no conozcan sus siglas, es la
asociación que agrupa a los Institutos Culturales Europeos: European Union National
Institutes for Culture. Nuestro Secretario General presidió eficazmente esa red hasta
hace poco. Cada vez más EUNIC está llamada a ser una institución clave en la
diplomacia cultural de la Unión Europea.
En todo el mundo existen hispanistas. Desde sus inicios el Cervantes tiene otra
de sus misiones en el apoyo al hispanismo, especialmente potente en Francia,
Alemania, Italia, el Reino Unido y los Estados Unidos. Entre mis propósitos está
incrementar el reconocimiento de la labor de los hispanistas, que es una labor de
amor al español y a la cultura española. Pienso en algo así como una “Tribuna del
hispanismo” aquí en nuestra sede central.
Me preguntaba uno de los periodistas que me llamaron a Cracovia tras mi
nombramiento, si mi gestión iba a ser continuista, o rupturista. Difícil contestar a esta
pregunta. Aunque soy especialista en vanguardias históricas, la ruptura por la ruptura
no está en mi talante. Seré por lo tanto entusiasta continuador de lo muchísimo
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bueno que han hecho mis predecesores. Aunque estudiar las vanguardias no es
incompatible con amar las tradiciones, tampoco está en mi talante el inmovilismo. Por
lo tanto no seré rupturista, pero sí lo más innovador que sepa serlo, ante los retos de
siempre, y otros nuevos que puedan surgir.
Dos peticiones por último a los dos Ministros que me honran hoy con su
presencia. La primera: que junto al resto de sus colegas de Gabinete y al Presidente del
Gobierno, nos ayuden a superar las actuales estrecheces, el actual presupuesto de
crisis con el que trabajamos, que nos obliga a hacer milagros cotidianos, porque
milagros hay que hacer en este Instituto que en los ocho últimos años ha perdido casi
el 29 % de las transferencias del Estado. Sé que ambos Ministros son sensibles a esa
problemática, y que recibirán con buenos ojos mis propuestas y las del Secretario
General al respecto, propuestas que por lo demás les garantizo nunca serán irrealistas.
Sólo corrigiendo esta situación, podrá funcionar a pleno rendimiento, esta institución
que sólo les produce satisfacciones, y que es una de las mejor valoradas por nuestros
ciudadanos.
La segunda petición la hago apoyándome en unas palabras que muchos de los
aquí presentes le escuchamos al Ministro de Educación, Cultura y Deporte, en la
clausura de la última reunión de directores, el pasado mes de julio, en esta misma
sede, reunión en la que se habló de muchas cosas importantes, entre otras de un “Plan
África”, así como de proyectos asiáticos. Dijo el Ministro: “la creación del Instituto
Cervantes es una de las grandes ideas que hemos tenido en España” y también que “es
muy importante mantenerlo al margen de los avatares políticos”. Habló también de
ello mi predecesor, que pidió “más autonomía respecto a los vaivenes políticos”. En
ese sentido, debe quedar claro que el Cervantes es una institución del Estado cuya
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labor debe desarrollarse a largo plazo, con plena autonomía e independencia de
criterio, con el apoyo del Gobierno –sabemos que lo tenemos- y de todos los grupos
parlamentarios, así como del conjunto de la sociedad española.
Y una última mención: a Su Majestad el Rey, que tan bien conoce, al igual que
Su Majestad la Reina, esta institución, de cuyo Patronato es Presidente de Honor. Para
nosotros es fundamental el apoyo de la Corona, manifestado de múltiples maneras:
todos los años en el encuentro de directores, así como cada tres, en los Congresos de
la Lengua, pero también con visitas a nuestros centros, ya sea visitas con motivo de su
inauguración, ya sea, como sucedió hace dos años en París, visitas con motivo de viajes
de Estado.
Y a todos ustedes muchas gracias por haber querido acompañarme hoy. Espero
estar a la altura de su confianza.
JUAN MANUEL BONET