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Alteridad

Docta. Revista de Psicoanálisis. Año 8, Nº6. Primavera …apcweb.com.ar/wp-content/uploads/2014/10/Docta06-A.pdf · 5 Editorial 7 F(r)icciones 13 Acerca de la alteridad , por Cristina

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Alteridad

Revista de Psicoanálisis

Publicación de la AsociaciónPsicoanalítica de Córdoba

Sociedad componente de laFederación Psicoanalítica de AméricaLatina y de la AsociaciónPsicoanalítica Internacional

4

Comité editor

Mariano Horenstein Director

Eduardo KopelmanClaudia LaraDaniela LozitaMónica SantolallaMónica Andreoli

Corresponsalía: Federico Ossola Piazza (París)Eduardo Puch (Ginebra)

Secretaría administrativa:Fabiana Giomi

Cuidado de la edición:Cecilia Curtino

Arte & diseño:Di Pascuale estudio

Traducción:Eduardo PuchFederico Ossola Piazza

Comisión Directiva APC

Julieta A. Paglini presidente

Silvia M. Tulián secretaria general

Claudio S. Perusiaprosecretario

María Cristina Blancodirectora del instituto

Juan E. Chiapperosecretario del instituto

Jorge Obeidesecretario científico

Nur Abdel Masihtesorera

Liliana Tavipprotesorera

Año 8, Número 6 Primavera 2010

Redacción y administración APC: Romagosa 685, B° Colinas de Velez Sarsfield,Córdoba (5000), República ArgentinaTelefax: (++54) (351) 4697186 E- mail: [email protected]

Correspondencia a: [email protected]@apcweb.com.ar

Las opiniones de los autores de los artículosson de su exclusiva responsabilidad y noreflejan necesariamente las de los editoresde la publicación. Se autoriza la reproduccióncitando la fuente.

Comité de lecturaRicardo Bernardi (APU) Marta Baistrocchi (APC) Claudia Borensztejn (APA)Jorge Bruce (SPP)Mario Bugacov (APR) Alberto Cabral (APA) Cláudio Eizirik (SPPA)Ricardo H. Etchegoyen (APdeBA) Abel Fainstein (APA)Leonardo Franchischelli (SPPA)Beatriz Gallo (APC)Javier García (APU) Gloria Gitaroff (APA)Carola Kuschnir (APC) Miguel Leivi (Apdeba) Raúl Levín (ApdeBA)Jorge Maldonado (APdeBA)Norberto Marucco (APA) Rodolfo Moguillansky (ApdeBA)Clara Nemas de Urman (APdeBA) Oscar Paulucci (APA) Leonardo Peskin (APA) Diego J. Rapela (APC) Silvia Resnisky (ApdeBA)Emilio Roca (APC) Daniel Rodríguez (APdeBA) David Rosenfeld (ApdeBA)Elizabeth Tabak de Bianchedi (APdeBA) Enrique Torres (APA) José Luis Valls (APA) Marcelo Viñar (APU)Felipe Votadoro (APF)Jorge Winocur (APA)

Tapa: Diego Arrascaeta,"La tentación de existir",130 x 140 cm, mixtas/madera, año 2010.

Ilustraciones:

En página 1 y contratapa:

ilustración de Lucas Di Pascuale sobre obra de Egon Schiele.

En carátulas de las secciones:

Obras de Diego Arrascaeta,excepto en la sección“Contextos”: JorgeGonzález.

En el dossier:

Carátula: Egon Schiele,“Autorretrato doble”,1915. Interior:Reproducciones de obrasde Gustav Klimt y EgonSchiele; ilustraciones deLucas Di Pascuale sobreobra de Egon Schiele.

5

Editorial 7

F(r)icciones 13

Acerca de la alteridad, por Cristina Blanco 15

Psicoanálisis: la experiencia de la alteridad, por Carlos Barredo 20

El Otro y el origen de la sexualidad incestuosa, por Claudia Lara 27

Interpretaciones e intervenciones psicoanalíticas, por Janine Puget 34

El concepto de intimidad en el pensamiento de Meltzer, por Carlos Tabbia 47

Un silencio invocante, por David Kreszes 62

Contratransferencia y atmósfera: una sesión con Antonia, por Stefano Bolognini 74

El niño de los imanes y la distancia óptima, por Mónica Andreoli, Julio Avalos, Niris Peralta, Amalia Giorgi y Cristina Aguirre 79

Palabras cruzadas 83

“La concentración del poder y de la orientación epistémica en manosde una sola persona es antinómico con los fines del discurso analítico”.Entrevista a Colette Soler 85

Colette Soler: el esbozo de un recorrido, por Tomás Leivi 94

Malestar en el psicoanálisis (Adelanto de Lacan, l’inconscient réinventé),por Colette Soler 103

Dossier: Los unos y los otros 105

1. Los unos: la Viena freudiana 107

Un lugar llamado Viena: cuna de filósofos, genios y locos,por Magdalena Arnao 109

Algunas confusiones llamadas ‘filosofía’ o Wittgenstein y la tarea de pensar,por Daniel Vera 112

La Viena del Psicoanálisis en la Literatura, por Mariana Garello 115

Brillar y Arder. El arte en la Viena de Freud. Gustav Klimt y Egon Schiele,por Jorge González 121

Índice

6

Schönberg, un vanguardista articulador, por Sebastián Bauer 125

La Viena de Freud y la Arquitectura, por Susana Mijelman 128

2. Los otros: discursos sobre la alteridad 131

El ser al(i)terado, por Diana Sperling 133

Pensando al “otro”: en torno a las ideologías de la alteridad, por Teresa Porzecanski 167

Enfoque antropológico de las escarificaciones deliberadas,por David Le Breton 172

Contextos 185

¿Sabes con quién estás hablando?, por Jorge Bruce 187

El otro. Una cuestión preliminar, por Emilio Ignacio Roca 195

Con memoria y con deseo 203

Cien años en sociedad: Hable con ella. Hugo Bleichmar, Horacio Etchegoyen, Abel Fainstein, Cláudio Laks Eizirik y Jorge Olagaray 205

Espectros de Freud, por Elizabeth Chapuy 215

Trabajo de duelo… dolores vanos (acerca de Nira Banhos), por Mónica Andreoli 221

Lecturas 225

Los enigmas del rostro,reseña de Rostros, de David Le Breton, por Mónica Andreoli 227

La dimensión grupal: vicisitudes y prospectiva psicoanalíticas,reseña de Grupalidad y supervivencia, de Grupo Sygma,por Julio Ávalos 229

Del significante NP a un decir que nombra,reseña de La querella de los diagnósticos, de Colette Soler,por Susana Baima 231

Reglamento de publicaciones 233

7

El lEctor advErtido de Docta notará, apenas hojeadas estas páginas, que

hemos abandonado las Texturas, habitual organización de las secciones doctri-

narias de la revista. Quizás eso merezca una explicación. Pues para nosotros en

tanto editores –en sintonía con el comentario de muchos autores y lectores– se

trataba de una estructuración que, superadora de las colecciones de artículos

sin orden ni tensión interna que suelen traer muchas revistas psicoanalíticas,

pretendía introducir cierta lógica y orientar al lector en la vía de sus intereses.

Sin embargo, al cabo de seis números publicados, nos enfrentábamos con

problemáticas inconsistencias: artículos que ubicábamos en Texturas Fran ce sas,

por citar un ejemplo, se reivindicaban más freudianos que algunos de los que

aparecían en Texturas Freudianas; o quedábamos perplejos al constatar que

buena parte de lo que viene produciéndose en la Escuela inglesa se hace desde

italia (y nos parecía un exceso inventar unas Texturas Italianas). también

experimentábamos cierta violencia al tener que catalogar en una nosografía

editorial a autores felizmente inclasificables y por otra parte no podíamos dis-

poner de una sección para cada artículo… Muchos autores se sorprendían al

verse “encuadrados” en tal o cual Textura. ¿con qué criterio los repartíamos?

¿Bastaba haber vivido en Francia para asignarlos a Texturas Francesas o haber

dictado un seminario sobre Bion para ir a parar a Texturas Inglesas? ¿debíamos

contar cuántas referencias a cada escuela había en la bibliografía de sus traba-

jos o directamente preguntarles bajo qué bandera se encuadraban o en qué

idioma analizaban?

Editorial

8

también nos pesaba de algún modo que, aún cuando las filiaciones ingle-

sa o francesa den cuenta del pluralismo que existe en nuestra institución y la

diversidad –a veces fructífera, a veces no tanto– vigente en el panorama psi-

coanalítico, nos ubicábamos en una lengua que no es ni la lengua en la que

nuestros analizantes hablan ni tampoco aquella en la cual interpretamos. Sin

contar que, al haber titulado una sección como Texturas Freudianas, la opción

por el patronímico en vez del gentilicio generaba cierta disparidad. Pues podrí-

amos haberla titulado Texturas Austríacas, o también Texturas Alemanas si

hiciéramos hincapié en el idioma, como señalara Enrique torres en una pre-

sentación de Docta años atrás.

comenzábamos a pensar en estas cosas, sin ninguna premura, cuando nos

dimos cuenta, al ir recibiendo los trabajos de este número, que las Texturas ya

nos habían abandonado antes aún de que pudiéramos decidirlo nosotros.

Entonces, siguiendo ese movimiento y con una idea aún en construcción,

optamos por inaugurar una sección única que reemplazará a las anteriores

Texturas y que nombramos, siempre desde una apuesta plural tanto en tér-

minos teóricos como institucionales, F(r)icciones.

Podríamos incluso avanzar sobre el nombre y adjetivar, siguiendo a octave

Mannoni, F(r)icciones freudianas, pues la desaparición de las Texturas no hace

sino extender el calificativo de freudiano al campo en el cual y desde el cual

todos los psicoanalistas producimos nuestras ideas, el campo freudiano.

como bien dice colette Soler en la entrevista que le realizamos para este

número: no se puede no ser freudiano.

Pero a la vez, el título de la sección permite una doble lectura y ahí se des-

liza nuestra apuesta: fricciones por un lado, pues deseamos –en tanto edito-

res, aunque se trata de una formulación de deseos que encontrará o no eco en

quienes escriban– que los trabajos se toquen, dialoguen, se saquen chispas si

fuera posible. deseamos desarmar, como hemos dicho, los andariveles en que

los desarrollos psicoanalíticos, bajo el paraguas de las distintas escuelas, avan-

zan sin dialogar entre sí.

En su otra lectura, la sección guardará un carácter tan ficcional, tratándo-

se del terreno teórico en psicoanálisis, como lo son las teorías, retroactivas y

singulares, que cada quien construye en la experiencia del análisis. Y tratar a

las teorías como ficciones no implica rebajarles nada de su prestigio pues la

verdad –siguiendo tanto a Bentham como a lacan– se estructura como ficción.

lo que por supuesto no excluye que tales ficciones, tanto unas como otras,

tengan efectos bien reales.

la alteridad es el tema a partir del cual convocamos a escribir en este núme-

ro de Docta, alineados con uno de los ejes del último congreso de Fepal reali-

zado este año en Bogotá, que giró sobre la tríada “transferencia-vínculo-

Editorial

9

alteridad”. de los tres significantes elegimos el que tenía a nuestro juicio

mayor opacidad y, por lo tanto, mayor potencia de interpelación para pensar

la experiencia analítica.

Pero no ha sido sólo el interés en convertir a la noción de alteridad en blan-

co de las proyecciones de nuestros autores lo que nos ha llevado a proponerlo

como tema central, sino la convicción de que la transferencia, uno de los tér-

minos de la tríada y concepto central del psicoanálisis, cambia radicalmente

de tono, de color, de especie inclusive, si se la piensa desde las figuras de la

alteridad. Quizás una buena parte de lo que se produce en el psicoanálisis con-

temporáneo pueda ser agrupado en función de la lectura que se hace de ese

núcleo duro de nuestra práctica, la transferencia, y no resultará lo mismo lo

producido por quienes en su abordaje acentúen la noción de vínculo que lo

hecho por quienes lo hagan desde la de alteridad. Son acentos que convierten

a la misma palabra en otra.

la alteridad, como dice diana Sperling en estas mismas páginas, es un

concepto mercurial, difícil de aprehender, pues se desplaza cada vez que

intentamos apresarlo, condenándonos a bordearlo. Este rasgo, que hace

imposible cualquier petrificación, cualquier “tratado” sobre la alteridad, pro-

picia que la panoplia de artículos que publicamos sobre el tema sea tan hete-

róclita. En ella resuenan, además de las evocaciones que tal noción desperta-

ra en los autores, en el trasfondo, el lugar que tal concepto encuentra en las

infraestructuras teóricas a las que adhieren. así, la alteridad como concepto

tiene una larga historia en el psicoanálisis de inspiración francesa a partir de

la entrada de lacan en el mismo, lo que explica la relativa facilidad con la que

autores como Barredo, Kreszes o roca se encontraron con nuestra propuesta.

aún desde una perspectiva más freudiana, pero interrogada por lecturas filo-

sóficas –donde como veremos la alteridad como interrogación a la mismidad

tampoco carece de espacio– como en los trabajos de cristina Blanco o

claudia lara, es pensable sin dificultad. cuando nos aproximamos al terri-

torio influido por la escuela inglesa, sin embargo, el concepto resulta más

difícil de capturar, y de ahí que los trabajos que publicamos con esta filiación

aborden temáticas aparentemente extrañas a la idea de alteridad, como la

intimidad. El lector sabrá encontrar los artículos de su preferencia en este

número en el que conviven trabajos de miembros de nuestra asociación con

otros artículos originales de analistas invitados, argentinos y europeos, como

Janine Puget o Stefano Bolognini.

resulta difícil desprenderse de la referencia a las escuelas psicoanalíticas

para pensar la ubicación de los trabajos –las Texturas nos abandonan y a la vez

se resisten a hacerlo– y ello quizás sea testimonio del estado de nuestra disci-

plina: el de un campo dinámico pero fragmentado que aún no ha logrado una

unificación mínima, ese olvido de los fundadores característico de la ciencia.

Si tal cosa se debe a la relativa juventud del psicoanálisis y puede pensarse a

Editorial

10

futuro, como les gustaría a muchos, en un campo integrado según el modelo

científico o si forma parte consustancial e ineludible –más cerca de Foucault

y lo que llama fundadores de discursividad– de la especificidad psicoanalítica,

es algo que solamente el devenir futuro del psicoanálisis podrá decir.

El dossier de este número de Docta es bifronte: los unos y los otros es su nom-

bre. los otros a los que se alude son en primer lugar los otros del psicoanálisis,

la filosofía, la antropología, la sociología, que nos hablan de lo que la razón ana-

lítica excluye y ponen así en marcha nuestros interrogantes, nos sacuden la

modorra intelectual de la repetición de lo ya sabido. diana Sperling nos trae en

un largo y maravilloso texto –producto de un seminario que dictara en la

asociación Psicoanalítica de córdoba– lo que agujerea desde su mismo seno la

nostalgia del Uno, los “pensadores de la alteridad”, los filósofos proscriptos del

saber occidental, acuñado al rescoldo de lo griego y que quizás gracias a su pré-

dica marginal sean quienes aportan más que ningún otro al psicoanálisis. a su

vez, teresa Porzekansky, desde Uruguay, retrata un panorama del otro, clásico

tema de la antropología. Y david le Breton, brillante sociólogo francés, nos

acerca un estudio, casi clínico, sobre las escarificaciones deliberadas. todos son

trabajos inéditos que complejizan sin agotar, que facetan la mercurial alteridad.

Pero decíamos que el dossier tenía dos caras, y la de los unos retrata a tra-

vés de sus personajes centrales la viena de principios del siglo XX, es decir, la

viena freudiana. Fue allí, en el epicentro de Mitteleuropa, ese imperio pluri-

nacional y multilingüe a punto de desintegrarse, donde surgió el psicoanálisis,

pero no sólo el psicoanálisis sino también la filosofía de Wittgenstein y la

música dodecafónica, junto a una renovación literaria, arquitectónica y artís-

tica pocas veces ocurrida –al menos con ese calibre– en una circunstancia his-

tórica y geográfica tan precisa y acotada.

Pero si bien surgieron allí, en la kaiserliche y königliche capital del imperio

austro-Húngaro, no fueron fruto del cultivo de una lengua o de una naciona-

lidad apegada a sus raíces, al suelo y a la sangre. Si esas producciones de la

inventiva y sensibilidad humana vieron la luz allí fue gracias al aporte héte-

ros, a la extranjería encarnada en un grupo de intelectuales y creadores prove-

nientes de los arrabales del imperio, desde la extraterritorialidad más absolu-

ta. algo de ese mundo habría de desaparecer poco tiempo después con la lle-

gada del nazismo y su cruzada contra la alteridad.

Una parte de nuestro dossier retrata la viena en tiempos de Freud a través

de una serie de artículos cortos escritos por estudiosos de las disciplinas en

cuestión, de la filosofía y la música, de la arquitectura, la literatura y el arte:

daniel vera, Magdalena arnao, Mariana Garello, Sebastián Bauer, Susana

Mijelman y Jorge González, evadiendo los ripios academicistas, nos acercan la

Editorial

11

obra de aquellos innovadores vieneses en un bucle que recoge tanto su lugar

histórico como sus resonancias actuales.

desde el trabajo de Jorge González, como si les hubiera dado vida con su

pluma, las obras de Schiele y Klimt recorren todo el dossier sirviendo de con-

trapunto gráfico con lo que apareciera en ese período germinal en tanto lími-

te al lenguaje, quizás emparentado con una alteridad más radical que la ima-

ginaria. Mostrándonos que no se trata tan sólo de una excursión histórica,

una obra del contemporáneo diego arrascaeta, con inocultables aires klimte-

anos, le pone color a este número de Docta.

En Palabras Cruzadas, publicamos una entrevista que le hiciéramos en París

a colette Soler, discípula de lacan y destacada pensadora del movimiento ana-

lítico contemporáneo. Su presencia en una revista de iPa constituye en acto

un ejercicio de alteridad. En sus respuestas tan inteligentes como poco com-

placientes, a partir de la experiencia de haber sido –y luego dejado de ser– una

de las espadas mayores del millerismo, interpela la primacía del “Uno” en psi-

coanálisis. completa la sección una nota de tomás leivi sobre el recorrido de

nuestra entrevistada y un adelanto de su libro Lacan, l’inconscient réinventé,

aún no publicado en español.

El reverso exacto a esa primacía del Uno quizás aparezca en una suerte de entre-

vista colectiva que pergeñamos en este número y nombramos: Cien años en

sociedad: hable con ella, en la que la enigmática “ella” del título no es sino la

iPa, institución pionera fundada por Freud hace exactamente un siglo. Siendo

como es una institución plural, no era fácil dar con alguien que la representara

cabalmente, por lo que decidimos encarnar su hipotética voz en cinco voces dis-

tintas. allí consignamos las respuestas que nos dieran analistas de fuste y expe-

riencia institucional: Horacio Etchegoyen y cláudio laks Eizirik, los únicos

(hasta ahora al menos) latinoamericanos que han presidido a la iPa, junto a

abel Fainstein, Hugo Bleichmar y el querido Jorge olagaray, a quien perdiéra-

mos este año. Quedan sus últimas palabras, junto a las de los otros entrevista-

dos, como una fotografía de algunos aspectos de los cuales no es común hablar

en los homenajes pero sobre los que no queríamos privarnos preguntar.

Mientras escribimos estas líneas caemos en la cuenta de que decimos IPA,

sus siglas en inglés, en vez de aPi, el nombre en español –por otra parte una

de sus lenguas oficiales–. de la misma manera decimos “hable con ella”…pero

entrevistamos a cinco hombres. Quizás no sea un error a corregir sino un acto

fallido a develar, en donde sale a luz como se puede leer en el reportaje que,

hasta ahora en la iPa, las mujeres no han tenido demasiado acceso al poder y

pese a que supuestamente en iPa puede trabajarse en inglés, en francés, en

Editorial

12

castellano o en alemán, la lingua franca –y lo que en términos de estructura

de pensamiento se juega en la adopción de una lengua– es evidentemente el

inglés…

a tono con el centenario de iPa, incluimos en la sección Con memoria y

con deseo un trabajo de Elizabeth chapuy sobre las vicisitudes de las socie-

dades analíticas y su disputa por la herencia. Y también una nota que hubié-

ramos preferido no tener que publicar: la semblanza que acerca de Nira

Banhos, analista de la aPc, escribiera Mónica andreoli, recogiendo voces y

recuerdos de quienes la conocieron más íntimamente.

En Contextos publicamos dos trabajos que pesquisan en lo social desde la

mirada advertida por el psicoanálisis, uno de Emilio roca, sin cuyo entusias-

ta apoyo inicial esta revista no existiría. El otro del analista peruano Jorge

Bruce, quien ejercita su oficio no sólo desde su consulta sino también desde

una columna semanal que escribe en un diario de extensa circulación en

lima. En ambos, se diluye la separación entre el ámbito de la clínica y el de

la lectura del contexto social, lo que permite una interrogación recíproca.

En Lecturas reseñamos, como una suerte de apéndice a algunos textos que

aparecen en este número, tres libros de autores ligados a Docta: la última obra

traducida al español de david le Breton, uno de los últimos títulos de colette

Soler y el libro que compila los trabajos del grupo Sygma, de córdoba.

Este nuevo número de Docta, como todos quizás, pero más que ninguno,

redobla nuestra apuesta inicial de editar una revista plural y a la vez rigurosa,

creativa y a la vez inserta en una tradición, y es el fruto de la tarea de un equi-

po de personas al que es preciso nombrar, pues hay algo de autoría, de crea-

ción colectiva al editar una revista. Más allá del trabajo de los autores y artis-

tas que publicamos en este número, hay algo de la subjetividad de Eduardo

Kopelman, claudia lara, Mónica Santolalla, Mónica andreoli, daniela lozita

–todos analistas devenidos editores–, en juego en este número. Y también,

más allá de sus habilidades técnicas, se juega la subjetividad de cecilia

curtino en la corrección, de Martín cristal en el armado y diseño, de lucas

di Pascuale en el arte, de Facundo di Pascuale, de Fabiana Giomi, de quienes

han estado antes en el comité editor y de quienes, desde las sucesivas comi-

siones directivas de la aPc, han prestado apoyo a este proyecto. Este número

es de algún modo un precipitado de esas subjetividades, de esa apuesta colec-

tiva. En tiempos en los cuales, según se dice, algo de la experiencia subjetiva

parece haberse perdido, no es poca cosa.

Mariano Horenstein

Editorial

F(r)icciones

15

Acerca de la alteridad

Lic. María Cristina Blanco*

* Psicoanalista (APC).

1. Sonetos a Sophia: “Del amor navegante” (1940).

2. Najmanovich, Denise, “El juego de los vínculos”, p. 48.

Porque no está el Amado en el Amanteni el Amante reposa en el Amado,tiende Amor su velamen castigado

y afronta el ceño de la mar tonante.

Llora el Amor en su navío errantey a la tormenta libra su cuidado,

porque son dos: Amante desterrado y Amado con perfil de navegante.

Si fuesen uno, Amor, no existiríani llanto ni bajel ni lejanía,

sino la beatitud de la azucena.

¡Oh amor sin remo, en la Unidad gozosa!¡Oh círculo apretado de la rosa!

Con el número Dos nace la pena

Leopoldo Marechal 1

El atractivo y la dificultad de esta publicación es

que el tema abordado, alteridad, impele a reformu-

lar y actualizar la concepción de este singular esta-

do de la subjetividad, que ha sido muy lúcidamente

expuesto desde la filosofía.

Ambicioso desafío sería el hacerlo jugar en y

para la práctica analítica actual. Por esta razón,

esta propuesta será acotada y acotable a espigar “la

alteridad” en algunos textos, conversaciones diver-

sas y experiencias con-contra-entre-gracias a otros.

Alteridad quiere decir “a condición de otro”.

Término de un escurridizo devenir del linaje de las

transformaciones.

“Con el número Dos nace la pena”, pretexto

poético que alude a la alteridad como entramado

relacional, donde el sujeto adviene en el “entre” de

al menos Dos, en ese intercambio dinámico y

transformador.

No sería vano, para describir los efectos de la

alteridad en el sujeto, recordar la famosa frase de

Heráclito que sostiene que “nunca nos bañamos

dos veces en el mismo río”, pero se elude sistemáti-

camente la continuación del sabio pensador: “y las

almas se disuelven en las aguas”.2

Metáfora escenificadora de la alteridad, allí donde

determinación y azar, conservación y diseminación,

el yo y los otros, se fertilizan mutuamente en su ten-sión productiva.

Respetando su multidimensionalidad, versatili-dad y complejidad, la alteridad es más que concep-to, es un avatar que interpela, altera, hace huella;siendo así, vicisitud humana y humanizante.

Freud, si bien no utiliza el término “alteridad”,en 1915, describe los caminos de la constitucióndel yo como efecto de “aportes desde afuera”. “Acondición de ese otro”, el yo incipiente anida.

En el reconocido artículo “Pulsiones y destinosde pulsión” va diagramando ciertos saltos cualitati-vos, en los cuales podríamos ver los esbozos de laalteridad: “…de un temprano “yo placer” en un “yorealidad”. Pero sostiene “que en verdad hay un yorealidad inicial, más antiguo todavía” que en lugarde convertirse en “yo de realidad” definitivo, vasiendo disuelto, como las almas de Heráclito, porla acción específica del auxilio ajeno (alter), mutan-do en ese magma trófico que es el “yo placer”.

Yo de placer, “fantasma de fusión” 3 entre dosespacios, dos cuerpos, dos placeres. Lo negado con-cierne al poder de rechazar el percibir lo separado,irrupción de presencia que altera, e inmediatamen-te abolida y sustituida por una relación de fusión,reunificación que excluirá la más ínfima diferencia.

Prolongado artificio narcisístico tan importanteen la constitución del sujeto, efecto de una envol-tura restauradora frente a lo inmetabolizable de lapercepción de “lo otro” separado, diferente.

La abrumadora percepción de la alteridad, bajoel imperio del principio del placer, “... permite al yoincipiente, recoger en su interior las sensaciones-experiencias ofrecidas, en la medida en que sonfuente de placer…y, por otra parte, expele de sí loque en su propia interioridad es ocasión de displa-cer…..se muda en un yo-placer purificado…”.4

Intolerable percepción de alteridad, en la quetoda diferencia es en principio eyectada, rehusada,

repudiada. Acciones tróficas que remiten al “yo-placer purificado” que pone el carácter de placer porencima de todo.

Placer en el que se refugia e incorpora comopropio, semilla de identificación narcisista prime-ra, mientras que “lo otro” pasa de lo indiferente alo ajeno-odiado.

Despojantes y sombríos primeros registros delafuera, originario y persistente en la textura de laalteridad.

“Con el número Dos nace la pena”. Arduo y ala vez edificante camino el del reconocimiento de“el otro”, con cuya presencia-ausencia va armandoel yo la realidad. Yo de realidad, a mi entender nodefinitivo ni tampoco sólo adaptativo desde la pers-pectiva de la alteridad.

El yo no es únicamente resultado pasivo de lorecibido desde los otros, es también, por efecto dela alteridad, instancia identificante. Pensarlo comodevenir es ubicarlo en la categoría de sujeto, deltiempo y de la historia.

Devenimos sujetos entramados en múltiples con-figuraciones, las cuales tienen una estabilidad relati-va. No devenimos sujetos de una vez y para siempre,sino que estamos deviniendo mientras estemos abier-tos al intercambio con el otro socio-cultural.

“Es sólo un sujeto el que puede realizar el pasa-je de la idea de “lo” otro a la idea de “el” otro, repre-sentación que pasa por el tú, pero no se agota allí,ya que el reconocimiento lógico no implica unreconocimiento emocional del otro; reconocer lógi-camente al otro como tal no implica reconocerlocomo semejante.

Es la construcción del otro a nivel de la comple-jidad que implica lo humano, lo que permite que elyo sea capaz de decir tú en el reconocimiento de unotro como semejante”.5

Diana Sperling lo dice así: “¿Cómo, por qué apa-rece ese intruso, extranjero, invasor personaje, el

16

3. Aulagnier, Piera, “Cuerpo, historia, interpretación”, p. 143.

4 Freud, Sigmund, Vol. 14 p.130.

5 Cueto, Amanda y otros, “Acerca del reconocimiento del otro en la cultura contemporánea”.

María Cristina Blanco F(r)icciones

otro? Nada ni nadie lo ha llamado… ¿Por dónde seha colado? …por el mismo resquicio por donde el

otro sexuado y la lengua se meten… Es que el pen-samiento mismo nace allí donde aparece otro paraque aparezca yo”.6

Lo originario no estaría en mí sino en ese otroque no sólo lo constituye sino que también trans-forma permanentemente al sujeto.

El yo sería siempre deudor del alter. El yo esefecto de la deuda, en tanto el sujeto es producidopor el emplazamiento del otro. “De modo que lamultivocidad no es un tema del que se habla, sinodesde el que se habla… no hay posibilidad de undecir univoco sobre lo multívoco”.7

Para Lévinas, la alteridad, el Otro es superior yanterior a uno mismo.

La vivencia de alteridad deviene de la experien-cia de una asimetría constitutiva, el otro, en prin-cipio, es presencia material, aparece como percep-ción primera, accidente sensorial que por el aporteexterno del mismo que lo provoca devendrá enacontecimiento psíquico.

“En sentido cronológico pensamos primero a laalteridad y después la identidad. Primero viene lootro, y después la identidad, en esta secuencia. Yjustamente esta semejanza es la que le pone límiteal avasallamiento del otro. Si no es vivido como unsemejante, como un otro humano, no se constituyeesa alteridad de lo otro, porque en la misma igual-dad, en la misma semejanza, es posible reconocerdiferencia. Si no hay un otro humano no hay dife-renciación y tampoco habrá, por lo tanto, ética.” 8

Esto lleva a hipotetizar que la disruptiva viven-cia de alteridad saca al sujeto de su mismidad y loconstituye en el mismo proceso en que ese sujetocrea y representa al objeto como separado.

Objeto, creado y creador, se erige ante todocomo objeto de deseo. El sujeto no adviene sino porel movimiento que lleva hacia otro y a la vez haciaél mismo.

Habiendo sido desalojado y despojado de laauto-satisfacción, en y por la vivencia de alteridad,tenemos que concebirlo como sujeto de una bús-queda. Búsqueda de representación de esa realidadincognoscible.

El sujeto es, por y en la alteridad, la representa-ción del objeto. Representa lo que no es él. Estoreclama el juicio de existencia.

La espera, la anticipación, la imperiosa necesidadde contacto, son algunas de las manifestaciones deldescentramiento subjetivo. El sujeto no es un toposfijo, es instancia en movimiento de errancia, o de lla-mada al descubrimiento, en función de cierta falta.9

Derridá se ha ocupado del tema del “otro”, suobra está atravesada y transitada por la cuestión dela alteridad: el otro que contamina, parasita, decons-truye toda supuesta mismidad demasiado segura desí misma, a la que el pensador opone la obsesión pri-mera de un sujeto a quien la alteridad le impideencerrarse en su quietud y concluye diciendo que esla manera de que el hombre conozca de su deseo.10

Desconcierto, descentramiento e incertidumbrepor donde se ubican las categorías del tiempo, delespacio y de la historia, aproximando así la con-fluencia de todas estas, en la puesta en juego deldeseo impulsado y sostenido por la alteridad.

El semejante es mi otro, irreductiblemente otro.Y es esa inalterable alteridad, la brecha donde el yoreconoce al yo del otro como espacio exterior, reco-nocimiento e investidura de ese mirar y ser miradoa distancia y en perspectiva, donde se crea y emergelo común, que es lo que nos liga diferenciándonos.

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6. Sperling, Diana, “Filosofía de cámara”, p.156-157. La negrita es agregado mío.

7. Sperling, Diana, “Filosofía de cámara”, p.168-169.

*Hilflosigkeit (Aceptación, desvalimiento, desarrimo, desnudez, desamparo).

8. Cueto, Amanda y otros – Op. Cit.

9. Green, André , “La Metapsicología Revisitada”, p.283.

10. Derrida, Jacques: “La hospitalidad”, p.25.

F(r)icciones María Cristina Blanco

En este espacio relacional asimétrico, se expre-sa la dialéctica del par alteridad-identidad, comopares correlacionados que generan la emergencia deun movimiento oscilatorio de polaridades en inte-racción permanente, creador del interjuego del“entre”, terceridad propiciadora de un campo deilusión, espacio potencial, tal como lo describieraWinnicott. Como si no tuviera por qué plantearsela cuestión de la realidad o no realidad de lo queestá en juego.

Espacio constitutivo del campo de las fantasíasreconocidas como tales. Campo paradigmáticodonde se crea el espacio analítico propio de latransferencia. “Constituido éste, la transferenciapasa a ser un juego utilizable”.11

Espacio que no procesa conocimiento sino queengendra sentido, que no es propiedad de ningúnactor aislado, sino que confluye hacia el “entre”que se conforma en cada situación, en tanto seasostenido por el reconocimiento de la alteridad.

Espacio donde el ubicar, separar, distinguir yligar a través de incesantes reinterpretaciones de lodado y recibido, en el cual lo extraño y lo familiarse van entretejiendo en una trama continua hechade discontinuidades. Lo continuo no es causalidadlineal, sino que es el resultado del enlace con lapalabra que, haciendo puente con el otro, articulala discontinuidad.

“Separación y tiempo, diferencia y devenir vande la mano. La creación de Derrida, la differance,reúne en una elocuente síntesis todos estos aspec-tos. Incluir el tiempo en el viejo problema de iden-tidad y diferencia rompe la estática esfera parmení-dea, salva al pensamiento de la asfixia….”.12

Esto quiere decir que una historia no inmóvilconjuga permanencia y cambio. La fijación en unafuerza de convicción de una esperanza de placer,pone en jaque la “objetividad” del aparato psíquico.

“…uno ve sólo aquello que puede percibir y decodi-ficar, porque entra en su paradigma”.

Si bien la mirada, a diferencia del ojo, es cultu-ra, cuando aparece el otro, a modo de la frase sar-treana: “el infierno es la mirada del otro”, los afec-tos perturban la vista y distorsionan la mirada.

El peligro se sitúa más bien del lado del soportepulsional, que se desprende y actúa por cuenta pro-pia y suspende toda conexión con la historicidaddel sujeto y su diferencia con el objeto.

“Ciclón pulsional” que conjura contra la apari-ción del deseo y por ende ataca al pensamiento, quees el que decide el valor y el significado de lo que lamirada capta.

“Ataque al vincular”,13 que implica no sólo elataque a objetos sino que apunta a los lazos, alcorazón del deseo, al espacio de la alteridad, y asíse deshace de fragmentos del propio yo.

Todo proceso que tienda a desplazar la investi-dura del objeto, primero hacia las investiduras nar-cisistas, después autoeróticas, descalificando alobjeto aun cuando mantengan su existencia, reti-ran lo que hace de él el soporte de la alteridad, o seaque trabaja en el sentido de la pulsión de muerte.

Me detengo aquí, ya que el objetivo de este artí-culo fue ir espigando la alteridad desde su dimen-sión constitutiva del sujeto y el otro, la mención delas posibilidades de su ruptura fueron para darcuenta de su importancia en nuestro quehacer.

“…como único modo de pensar la alteridad, esdecir, la semejanza en la diferencia. Ni parecidoimaginario, ni espejeo de formas ni de un reflejo demi identidad, sino de aquello que escapa a todarepresentación y, sin embargo, pide –exige– seratendido y escuchado. No es a partir de mí yo queproyecto lo que supongo se me parece: es lo que nose me parece y a la vez me hace frente el lugardesde donde se me designa.14

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María Cristina Blanco F(r)icciones

11. Green, André: Op. Cit., p. 188.

12. Sperling, Diana: Idem, p. 215-216.

13. Bion, W. R., “Volviendo a pensar”, p. 119.

14. Sperling, Diana: Idem, p. 219.

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ResumenLa autora se propone “espigar” la alteridad como

un avatar de la subjetividad.Considerando que es un término utilizado en el

pensamiento filosófico, lo toma de allí para hacerlojugar desde la óptica de una Psicoanalista.

Parte desde las descripciones sobre la constitu-ción del yo que Freud hace en “Pulsiones y destinosde pulsión”, usándolo como escenario de la alteri-dad. Va desde la intolerable percepción de alteridadal reconocimiento de otro como semejante.

Plantea la alteridad como previa a la identidady hace jugar en ese espacio de diferencia a la cons-titución del sujeto, del objeto de deseo, del pensar,de la fantasía y del vínculo como terceridad consti-tutiva del espacio común.

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F(r)icciones María Cristina Blanco

Desde el inicio del psicoanálisis Freud enfrentó laexigencia de poder comunicar y compartir con suscolegas los resultados de su práctica en el abordajede las neurosis.

Desplegó los análisis de sueños propios y ajenos,expuso múltiples ejemplos de psicopatología en lavida cotidiana, publicó historiales clínicos y comen-tarios de textos en los que mostraba sus descubri-mientos en acción, en sus escritos y conferencias.

Describió en detalle la regla fundamental delprocedimiento que había creado y se extendió enconsejos para guiar a los que quisieran internarseen la práctica del mismo.

Puede resultar entonces paradójico que todoeste enorme esfuerzo por tornar transmisibles sushallazgos, resultara insuficiente para capacitarseguidores y generar en ellos convicción sobre laeficacia y veracidad de los argumentos con los quesostenía sus explicaciones.

No obstante, desde los comienzos, no deja deremitir a la práctica del análisis de los propios sue-ños como fuente de evidencia, sustento y refuerzode las convicciones adquiridas.

Poco tiempo después aquella recomendación setransformaría en la sugerencia o indicación de rea-lizar una “experiencia del inconsciente”, ubicán-dose como analizante en relación con un analistaya “experimentado”.

Esta vía, con ribetes iniciáticos, se consagraráluego como la única posible para devenir analista,esto es: haber sido analizante, haber atravesado laexperiencia del inconsciente.

La creación de Freud, su invento, fue un método,un dispositivo que aloja en su seno el germen deljuego de relaciones en que consiste esa experiencia.

Este dispositivo, estructurado en base a una reglafundamental que indica funcionamientos precisospara cada uno de los lugares que determina: asocia-ción libre para el analizante y atención flotante yabstinencia (que no equivale a neutralidad, nimucho menos a pasividad) para el analista, organizauna forma de interlocución que no es un diálogo.

Es, sin embargo, una experiencia de palabra, dacuenta de lo que le acontece a alguien cuando lehabla a otro, cuando le dirige sus decires, en condi-ciones muy precisas que hacen justamente a la

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Psicoanálisis: la experiencia de la alteridad

Carlos Barredo*

* Psicoanalista (APdeBA).

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F(r)icciones Carlos Barredo

especificidad de la experiencia analítica, constitu-yendo una nueva forma de lazo social.

La asociación libre no apunta a informar ocomunicar, sino a hacer posible la emergencia del“saber no sabido”, una de las formas en que Freuddenominaba al inconsciente.

Hacer viable la asociación libre, su operativi-dad, implica desalojar metas, las “representacionesmeta” en la terminología freudiana, que orientarí-an hacia una culminación predeterminada al pro-ceso asociativo.

Estas representaciones funcionan como idealesa los que se tiende. En cuanto se hacen presentesinstalan una masa de dos que las comparten, y esomismo ya funciona como resistencia. Es por esoque el analista debe desalojarse de ese lugar, evitarocuparlo, sin caer en la “astucia” de convertir enmeta la falta de metas: no se trata de no esperarnada, sino de no saber lo que se espera, que se pre-senta como sorpresa que el analista sanciona consu interpretación.

Para que esto sea posible el analista tiene queestar ubicado en el lugar que el dispositivo fijacomo: lugar del Otro. Sólo desde allí podrá respon-der, a lo que lea como saber no sabido, en el relatoque se le dirige por el hecho de ocupar ese lugar.

Lo que se le dirige: “un discurso como forma deentregarse al Otro”, según lo afirma RolandBarthes, eso que el analizante entrega en sus aso-ciaciones como una verdad de sí que ignora o des-conoce, implica una cadena, es algo articulado enesa demanda en que consiste el discurso. El deseoinconsciente es lo inarticulable por el sujeto, peroarticulado en su demanda.

Así: saber no sabido, deseo inconsciente o dis-curso del Otro, como formulaciones, remiten aalgo del orden de lo que se articula (lo estructuradocomo un lenguaje), y no del plano de las emocio-nes, los afectos o vivencias inefables a los que yaFreud negara el estatuto de inconsciente.

Al mismo tiempo, lo que el analizante dirige alOtro es un relato de amor. En tanto le supone un

saber sobre el misterio de su síntoma, lo ama: ejelibidinal, dimensión de amor de la transferencia.

Amor al que Freud negará carácter de artificio,tan auténtico como cualquier otro, que hará sinembargo de la transferencia, como nudo de amor ysaber, lo específico del psicoanálisis como una vía,un curso a seguir para el cual no hay modelo en lavida real.

Se requiere entonces concebir una nueva formade lazo social, un nuevo discurso al que luegoLacan plasmará en fórmulas.

En este juego de relaciones la experiencia delinconsciente se hace posible si, y sólo si, el analis-ta está en su lugar (el que el dispositivo le fija) ydesde allí responde interpretativamente. En esteplanteo, el analista forma parte del concepto deinconsciente.

La estructura misma del dispositivo fija condicio-nes de asimetría para su funcionamiento, indicandoal analista sustraerse como sujeto, abstinencia quedescarta cualquier forma de intersubjetividad.

Para orientarse en su interpretación, ha de estaratento a la escucha de lo que le es dirigido, tratandode ubicar vacilaciones del sentido, ambigüedades,inconsistencias, equívocos que fragmenten la cohe-rencia y continuidad del relato que se le dirige, parahacer oír un “decir Otro” en eso que se le entregacomo dicho.

La emergencia de este decir Otro que tornasiniestras las percepciones y desbarata las compla-cencias del sentido, es lo que promueve una expe-riencia de alteridad.

Sumergido en la experiencia de palabra que esla escucha en transferencia, el analista atiendesimultáneamente a los efectos que esa escuchatiene sobre él mismo, las maneras en que se veafectado por la transferencia que debe sostener: loque siente, se le ocurre o evoca, lo que pueda versellevado a hacer sin darse cuenta.

Este verse afectado del analista es lo que se hateorizado bajo el rubro, con el término de contra-transferencia. Efectos de discurso equivalentes a

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Carlos Barredo F(r)icciones

los que surgen de la escucha, pueden ser utiliza-dos como tales, para construir una formulacióninterpretativa, pero no debe buscarse en ellos nin-guna inmediatez, evidencia ostensible o certezarespecto del sentido de lo articulado en el discursodel analizante.

Los debates sobre la contratransferencia ponenen juego concepciones, más que fenómenos.

A mi juicio, concebir este “verse afectado” con lanoción de contratransferencia (que, insisto, no es“lo que ocurre” sino una concepción) y sobre todopensarla en un nivel de paridad con la transferencia,esto es, postular el par transferencia-contratransfe-rencia, induce a plantear la práctica y las interven-ciones del analista en un plano de reciprocidad quedesorienta respecto de un intercambio que comoantes sostuve es asimétrico por estructura.

Un correlato de estas discusiones es la cuestiónde la persona del analista: sus características o ras-gos peculiares, gustos, preferencias, ideales, prejui-cios, convicciones políticas o religiosas, etc. y laincidencia que tendrían en su operación. Se sueleoponer a esto la noción de “presencia”, ese “ser allí”del analista en el dispositivo que está justamente entensión con las características personales que debesustraer del intercambio con el analizante.

Es decir que la orientación del analista en supráctica no proviene de aspectos de su persona, sinodel haber atravesado la experiencia del inconscienteen su análisis de formación. El analista no “nace”,sus recursos no provienen de capacidades o talentosinnatos. De no ser así: ¿para qué analizarse?

Sostener su posición en el dispositivo es algosiempre en tensión con lo que en sí mismo se leopone y la torna frágil e inestable: la resistencia delanalista. Fórmula que en su ambigüedad fue postu-lada por Lacan como la única resistencia.

Posición, entonces, que se debe sostener y recu-perar cada vez como una posición deseante, quedepende de una determinación, una decisión quese apoya en lo que Lacan denominó el “deseo deanalista”.

Esta noción que postula la existencia de un“deseo más fuerte”, tiene como referencia la con-cepción platónica del deseo de muerte como el másfuerte entre todos los deseos, en tanto es el queretiene a las almas en el Erebo para que permanez-can allí.

Si el analista se sostiene y opera en su lugar, esen tanto lo retiene un deseo más fuerte que las ten-taciones que tienden a apartarlo.

La fuente, el origen de la buena práctica en elanalista proviene de un deseo que la orienta y no delos conceptos con los que cree sustentarla. Nocuenta tanto lo que cree que hace sino el deseo porel que se mantiene en su posición. Lacan afirmaque una práctica no tiene que ser esclarecida paraoperar con eficacia.

Este deseo más fuerte depende de los efectos dela cura sobre el campo del deseo, se produce allí uncambio, una mutación en la economía de esecampo.

El deseo más fuerte, el “buen deseo”, emergepor la operación de desprendimiento de las adhe-rencias de goce (las significaciones edípicas paraFreud) como efecto de la cura sobre el deseo neuró-tico, el deseo del analizante.

El deseo de analista, en tanto no neurótico,menos sujeto a fijezas de goce, funciona como elmotor de la cura. Desprendido del goce de las repe-ticiones edípicas, puede operar abierto a la novedadde otros encuentros, preservando una dimensiónde enigma que permite recibir lo “alter”, lo ajeno, yreconocerlo, sancionarlo como tal, sin reducirlo alo propio, a lo conocido.

Se requiere algo de la índole de lo que algunosanalistas formulan como tolerancia o incluso coraje,para alojar eso ajeno, extraño, Otro, que “trauma”,con la capacidad de retener lo que no se comprendey responder, re-inventando y preservando, al mismotiempo el misterio, la alteridad radical que resguardala singularidad del analizante. Esto evita que esa sin-gularidad quede englobada en un saber universal,incluso en un ideal de autenticidad que lo encierre

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F(r)icciones Carlos Barredo

en una identidad sin resto que suprime al Otro y,por el contrario, apunta a hacer posible que el sujetoencuentre en lo Otro de sí una oportunidad.

A raíz de esta mutación económica del campodeseante, el deseo de analista no se satisface, comoel neurótico, con el apaciguamiento que brindan lasidentificaciones. La manera en que el analista estáimplicado en la transferencia no es por identifica-ción. Esto lo habilita para operar en primera perso-na, sin copiar o reproducir un modelo del que auto-rizarse, aunque no por ello prescinde por completode las determinaciones de su modo de ser propio.

La fórmula que Lacan provee: “menos afectaciónde autoridad. Más seguridad para invocar lo personalen la práctica”, destaca esa seguridad que sólo puedeprovenir de la “experiencia del inconsciente”, loúnico que es constituyente para un analista.

En síntesis: un analista sostiene una posición(como tal relativa a otras): su ser de dispositivo,sustentado en un deseo que es efecto de haber atra-vesado esa experiencia constituyente.

Distintos interrogantes apuntan a precisar losresultados de sostener la posición de analista. Unode ellos es: ¿Cuándo es atinada una interpretación?

Respuesta: cuando produce efectos (ecos, olas,resonancias). Es decir, cuando tiene con-secuen-cias. Secuencias asociativas como único lugardonde verificar la eficacia de una interpretación. Seproducen asociaciones, se relanza el proceso.

La interpretación no se limita a develar conteni-dos ocultos que la preexisten, en un esfuerzo portornar transparente el mundo. Consiste en unaestrategia de producción de nuevas simbolicidades,creación de imaginarios que construyen nuevossentidos, en pugna con otros que en su inercia sos-tienen lo que en el lugar del semblante y por vía derepetición resiste la reescritura del acto enunciativo.

La interpretación no es una herramienta paraacceder a verdades últimas, no pretende describir larealidad, sino transformarla. La noción de praxis sesostiene en la idea de que la interpretación es uninstrumento de crítica, de puesta en crisis de iden-

tificaciones que tienden a consolidarse en la inerciade sus certezas.

El proceso que la interpretación promueve, seriede transformaciones que el analista con su presen-cia y accionar en el dispositivo pone en marcha, noes algo que permanece bajo su absoluto control.

Freud lo compara con el papel del varón en lafecundación y el embarazo: da inicio a algo queluego sigue su marcha según leyes propias.

Se trata entonces de no entorpecerlo, esto es:no favorecer la resistencia.

Estas operaciones en que el analista se “desubje-tiviza”, se sustrae como sujeto para devenir objetoen la transferencia, ponen en marcha lo que se pos-tula como un tratamiento, una cura, algo que con-lleva un efecto terapéutico. De no existir este últi-mo, ¿para qué emprender la aventura de un análisis?

Surge entonces una segunda cuestión acerca dela eficacia; ¿cómo cura esta experiencia?

Una respuesta habitual en ciertas corrientes psi-coanalíticas traduce el “hacer conciente lo incons-ciente” en un proceso de conocimiento de raigam-bre socrático-mayéutica: conócete a ti mismo.

No obstante la interpretación no da comoresultado ese efecto imaginario de completud, com-pletamiento por adquisición de un nuevo “saber desí” que está sugerido por la noción de insight.

Por el contrario, el reconocimiento de la emer-gencia del inconsciente produce división subjetiva,perplejidad: ¿Quién habló? ¿Quién enuncia eso quesurge en las asociaciones?

Perplejidad ante la cual el analizante se veimpulsado a realizar un trabajo, más que habiendollegado a una iluminación.

“Insight”, por otro lado, no es un término quefigure en los vocabularios freudianos, ni está claroqué traduce del alemán en las escasas ocasiones enque aparece en la Standard Edition como parte deuna descripción.

La experiencia entonces no sería un instrumen-to para lograr un fin (conocimiento de sí, por ejem-plo), sino un fin en sí mismo.

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Carlos Barredo F(r)icciones

Tampoco es algo que apunte a otra cosa, esdecir que se ordene en función de ideales a alcan-zar. Freud nos advierte: el ideal de curación (furorsanandi) funciona igual que cualquier ideal pro-puesto como meta, tal como antes se mencionó,como resistencia al devenir del proceso.

No cuenta aquí el resultado –¿ideal?– al que searribe, sino si se ha llegado allí por una vía analítica.

Hay algo en la vía misma, en la prosecución deltrabajo de análisis que resulta curativo, que trans-forma al analizante.

Esto es lo que se busca expresar con la fórmula:“la cura se da por añadidura”, es decir se da poresta vía, y se obstaculiza si se pretende buscarlapremeditada y frontalmente.

Por último respecto de la curación, no se buscaen la cura la supresión total de los síntomas comoacontece en el modelo médico que tiende a la “res-titutio ad integrum” de un estado de normalidad osalud propuesta, sino el pasaje de la miseria neuró-tica al infortunio común, la parte que nos toca enel inerradicable malestar en la cultura.

En la experiencia del análisis no se ingresa dividi-do, escindido, para salir integrado, unificado, aunadocon el saber provisto por el insight. Melanie Kleinmisma señaló los límites el proceso de integración.

Se trata de producir un sujeto advertido de sudivisión, de aquello que “porta entre brumas” y queconstituye su fragilidad. Deberá “saber hacer conella”, narrarla, bien-decirla, hacer que algo de esafragilidad pase al decir.

El síntoma es, a la vez, una determinada formade satisfacción: la vida sexual del neurótico.

El trabajo analítico que modifica esas formas desatisfacción, esas modalidades de goce, es lo queleemos como efecto terapéutico.

Conclusión: el psicoanálisis tendría que alterar,transformar, tener efectos sobre la vida sexual delos analizantes

Esto no implica que desaparezca lo no sabidodel saber, el inconsciente, sino que este persistecomo resto “incurable” del trabajo analítico.

En esta experiencia de palabra en campo de len-guaje en que consiste el psicoanálisis, dos operacio-nes transcurren en sincronía: se trata, por un lado,de alojar ese resto, desecho y límite a la vez, delsaber articulado, tarea que pone a prueba la capaci-dad del analista de retener, registrar sin comprender.

Por otro lado se debe desalojar, tal como antesse afirmó, cualquier representación-meta que, amodo de ideal ordene el devenir asociativo en fun-ción de una utilidad deducible, calculable, acorde afines. Esto pone a prueba esa convicción del analis-ta que sólo se cultiva en el propio análisis, paraejercer la regla de abstinencia.

La experiencia del inconsciente, desde estaperspectiva, implica la puesta en tensión de dosmodalidades de relación del ser hablante con el len-guaje como orden de alteridad.

Por esta razón resultan sumamente ilustrativoslos desarrollos que distintos autores, provenientesde campos disciplinarios diversos: filosofía, críticaliteraria, sociología, historia del arte, etc., hanhecho sobre la noción de experiencia.

Todos ellos tienen en común tomar como puntode partida de sus planteos la relación de los huma-nos con el lenguaje. Relación en que el “infans”, elviviente, se humaniza en el proceso de devenirhablante, usuario de su lengua materna, al quedarincluido en el orden de discurso que lo precede ycondiciona, sobredeterminándolo.

Los planteos mencionados dan cuenta de latensión que se genera y mantiene entre la relaciónoriginal del “infans” con el lenguaje y lo que se hadado en llamar: racionalidad con arreglo a fines quepostula una concepción del lenguaje como infor-mativo, como instrumento que en un gesto dedominio tiende a reducir la diversidad de las cosasen el trabajo unificador y objetivante del concepto,produciendo un mapa del mundo articulado desdeesta versión del lenguaje funcional y pragmática.

Así planteado, el lenguaje opera como unamáquina conceptual que desdeña las dimensionesnarrativas y sensibles de la experiencia, quedando

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F(r)icciones Carlos Barredo

ésta ceñida al experimento, regido en el plano de loempírico por un lenguaje matemáticamente articu-lado que reduce la singularidad al caso particular deuna totalidad englobante y postula lo necesario yuniversal como metáfora última del recorrido delsujeto en la época de la ciencia. Época que defineun nuevo concepto de experiencia en tiempos de lamodernidad.

Esta manera de concebir el lenguaje se contra-pone a la experiencia del “infans” que entabla unarelación con las cosas tendiente a apropiarse de ladiversidad del mundo, sin someter esta diversidadal imperio de la unidad del concepto. Relación conel lenguaje y las cosas, que se entrama con estas,sin ejercer una reducción empírica que las ubiquecomo parte de una cadena de montaje como recur-sos funcionales del sistema, sino preservando lasresonancias de su nombre propio, su originalidad,su condición de insustituibles.

Se describe como reflejo de esta relación del“infans” con el mundo, el modo de caminar desa-compasado del niño, sin rumbo determinado, niatado a propósitos que lo fuercen a recorridos prefi-jados, sino semejante a la experiencia del “flanêur”,dejándose llevar por la improvisación y el azar paradescubrir lo significativo en lo inesperado, en lo quese presenta de improviso en su especificidad, peropermitiendo iluminar la trama de una existencia.

La regla fundamental apunta a reproducir lascondiciones de esta relación del “infans” con el len-guaje, cuando tiende a instalar la asociación libre ysus recorridos no sujetos a fin alguno, donde algono se alcanza por medio de una búsqueda intencio-nal sino dejándose llevar para acceder a lo que seesconde en los laberintos del relato del analizante ysólo se revela parcialmente.

Palabra hermética y a la vez verdadera que tieneel poder de cambiar la vida, dando ingreso a juegosde verdad, juegos de lenguaje con esa potencia quela palabra adquiere cuando funciona como revela-ción, momento de corte en el seno de una secuen-cia asociativa determinada.

Los juegos de lenguaje, que materializan eldejarse llevar antes mencionado, son la lengua delniño que comienza a utilizar las palabras. El niñohabla como juega, pone en juego su lenguaje. Estono implica que el lenguaje infantil sea paradigmade todo lenguaje, sino que la puesta en marcha dellenguaje en el niño acontece en forma de juegos.

Esta experiencia de lenguaje que la asociaciónlibre, no sin resistencias, vendría a instalar, apuntaa modificar el presente, no por una vía “progresiva”que lo transforme en un ideal proyectado al queadecuarse (“el que daría respuesta satisfactoria a lasnecesidades de las generaciones futuras”), sino porvía de la regresión que permitirá recoger del pasadolos sueños no realizados. En ellos, en lo aún nopronunciado que aguarda en el seno de lo impro-nunciable, en lo aún no nacido, yace una esperanzade futuro que no debe confundirse con promesa defelicidad.

La experiencia del inconsciente como vía deacceso a esa alteridad radical, pone de manifiestolos rasgos con que se ha intentado definir la nociónde experiencia: límite e interior.

Límite porque da cuenta de lo que acontececuando un sujeto toma la decisión (no siempre con-ciente y que podría no tomar), de ponerse radical-mente en entredicho, yendo hasta el límite de loposible, más allá de los saberes establecidos.Atravesando el plano de las identificaciones en quese reconoce. Hay en esta experiencia límite unarenuncia al sí-mismo, cuestionamiento al ser enaras de fundar un nuevo ser. Pasión por negarse queno es escepticismo ni duda metódica, sino confian-za en la infinitud de lo creable.

Interior, no por ser subjetiva, individual otranscurrir en una dimensión de mundos interio-res, sino: interior a sí misma, en tanto sólo en supropio seno puede captarse la “unidad irreductibledel conjunto de sus distintas operaciones: intelec-tuales, estéticas, morales, que el pensamiento dis-cursivo se ve obligado a distinguir, pero que para laexperiencia propiamente dicha son inseparables”.

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Carlos Barredo F(r)icciones

Estas características hacen que la experiencia nopueda autorizarse en ningún saber previo al versellevada a cuestionarlos a todos, pero entonces ellamisma deviene fundante, autora.

De aquí surge aquello de que el analista sólo seautoriza por sí mismo, esto es: por esa experienciade la alteridad en que se constituye como tal.

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Resumen

Freud planteó que la necesidad de atravesar“una experiencia del inconciente” es lo único cons-tituyente para un analista.

El psicoanálisis, es un método, un dispositivoasimétrico que aloja en su seno el germen del juegode relaciones en que consiste esa experiencia.

Nueva forma de lazo social, promueve unaexperiencia de alteridad radical.

La contransferencia y la cuestión de la personay presencia del analista, se discuten con las nocio-nes de posición en el dispositivo y “deseo de analis-ta” como motor de la cura.

Una interpretación es atinada cuando produceefectos, tiene con-secuencias, relanza el proceso.

La experiencia es límite e interior, no puedeautorizarse en ningún saber previo al verse llevadaa cuestionarlos a todos, y deviene fundante, autora.

De aquí surge aquello de que el analista sólo seautoriza por sí mismo, esto es: por esa experienciade la alteridad en que se constituye como tal.

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Incesto, desde su acepción etimológica significa “nocasto, no castrado, no cortado”.1 ¿Habría allí algodel orden de lo no cortado por la función paterna,algo que estaría unido naturalmente? ¿Sería delorden de lo natural que la primera elección de obje-to sexual de un niño sea incestuosa? La prohibicióndel incesto constituye para Freud el origen de lacultura humana, ya que ella prohíbe un deseoincestuoso animal: “Con las prohibiciones que ori-ginaron frustraciones, la cultura inició su desasi-miento del estado animal primordial… los deseospulsionales que padecen bajo su peso son los delincesto, el canibalismo y el gusto de matar”.2

Aunque al mismo tiempo Freud plantea el naci-miento del deseo a partir de un Otro, es decir, apartir de las primeras experiencias de satisfacción;deseo que devendrá incestuoso en la etapa genitalfálica…también a partir de un Otro: “El psicoanáli-sis nos ha enseñado que la primera elección deobjeto sexual en el varoncito es incestuosa, recaesobre los objetos prohibidos, madre y hermana…”.3

Este trabajo intenta indagar, a partir de la com-paración de dos organizaciones familiares diferen-tes, la influencia de la cultura en los destinos deldeseo y la sexualidad humana. Pensamos los dese-os incestuosos no en el terreno de la naturalezasino como un efecto de cultura. Desde este posicio-namiento intentaremos dar respuesta a los interro-gantes que dieron origen a nuestra búsqueda: ¿Cuálsería la incidencia de la cultura en la orientacióndel deseo hacia el incesto? ¿Existirá otro destinopara la sexualidad que no sea el incesto?

Origen del objeto incestuoso¿En qué momento y de qué manera el objeto

originario, objeto de satisfacción de la ternura y lasensualidad, deviene un objeto incestuoso?

En “Tres ensayos de teoría sexual” Freud expli-ca que la elección de objeto se realiza en dos tiem-pos, la primera se inicia entre los dos y los cincoaños y el período de latencia la detiene. La segundasobreviene en la pubertad, en la cual se produce la

El Otro y el origen de la sexualidad incestuosa

Claudia Lara*

* Psicoanalista (APC).

1. Gómez de Silva, Guido, 20.04: 371.

2. Freud, S., 1927, T. XXI: 10.

3. Freud, S., 1913, T. XIII: 26.

conformación definitiva de la vida sexual, hechoque implica renunciar a los objetos infantiles yalcanzar “la normalidad” de la vida sexual: la con-fluencia de la corriente tierna y la sensual en unmismo objeto. “La normalidad de la vida sexual esgarantizada únicamente por la exacta coincidenciade las dos corrientes dirigidas al objeto y a la metasexuales: la tierna y la sensual”.4

El primer objeto de amor, tanto para la niñacomo para el varón es la madre. En la fase de organi-zación genital fálica, contemporánea a la del comple-jo de Edipo: “…cuando el niño ha volcado su interésen los genitales y lo deja traslucir por su vasta ocupa-ción manual en ellos, el padre deviene objeto deamor de la niña, y el varón retiene el objeto que enel período precedente había investido con su libidotodavía no genital”.5 ¿Podríamos pensar que en estaetapa genital fálica el objeto materno deviene unobjeto incestuoso al ser retenido e investido de libidogenital? En su obra “La organización genital infantil”,Freud plantea que la diferencia entre la etapa genitalfálica y la fase genital de la pubertad es que en estaúltima se produciría una unificación de las pulsionesparciales y su subordinación al primado de los geni-tales al servicio de la reproducción. Pero luego agrega:“Hoy ya no me declararía satisfecho con la tesis deque el primado de los genitales no se consuma en laprimera infancia o lo hace de manera muy incomple-ta…”.6 Y en el “Esquema de psicoanálisis” propone:“…en la fase fálica se tienen los comienzos de unaorganización que subordina las otras aspiraciones alprimado de los genitales y significa el principio delordenamiento de la aspiración general de placer den-tro de la función sexual.”7 Es decir que, en esta etapagenital fálica, si bien no se instaura el primado de losgenitales al servicio de la reproducción, lo cual se

lograría en la pubertad, se lograría un primado de losgenitales al servicio del placer. Dicha obtención deplacer estaría relacionada con el objeto que se acabade elegir: “El varoncito entra en la fase edípica, iniciael quehacer manual con el pene, junto a unas fanta-sías simultáneas sobre algún quehacer sexual de estepene en relación con la madre…”.8

Podemos hipotetizar que la madre (objeto origi-nario) deviene un objeto incestuoso al transformar-se en un objeto de satisfacción genital, es decir queel niño, al “fantasear” a la madre como un objetopenetrable y fuente de placer, inviste su representa-ción con libido genital, hecho que producirá la con-fluencia de la corriente tierna y la sensual en unmismo objeto, instaurándose la posibilidad decompletud en el objeto. Dicha elección de objetoserá prohibida mediante la amenaza de castración,determinando la fijación de la libido a un objetoconsanguíneo, cuya representación será reprimidasecundariamente (origen traumático de la sexuali-dad), obstaculizando el acceso a la exogamia, alcondenar la satisfacción sexual a través de sustitu-tos maternos que permitan satisfacer el anhelo decompletud ilusionando la confluencia del deseo y elamor en un mismo objeto. ¿Por qué el niño elegiríaa su madre como objeto sexual genital?

Un Otro paradojalTanto la asunción de una posición sexual (mas-

culina o femenina) como la elección del objetosexual (hetero u homosexual), se constituyen a par-tir de la identificación con un Otro: “Lo que unotiene que hacer como hombre o mujer es un dramaque se despliega por completo en el campo delOtro…”.9 ¿Cuál sería la incidencia del Otro paraque la elección del niño se oriente hacia el incesto?

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4. Freud, S., 1905, T. VII: 189.

5. Freud, S., 1925, T.XIX: 268.

6. Ibidem, p.146.

7. Freud, S., 1940, T. XXIII: 153.

8. Ibidem, p.152.

9. Evans, Dylan, 2008: 72.

Claudia Lara F(r)icciones

Silvia Bleichmar sostiene que: “el pene no es sufi-ciente para constituir la masculinidad y la potenciafálica, es necesario que el pene se invista de potenciagenital, lo cual se recibe de otro hombre”.10 Para locual será necesario que un hombre se ofrezca comomodelo identificatorio de lo que sería ser y hacercomo hombre, es decir, que pueda dar cuenta de queposee determinados atributos estipulados cultural-mente y valorados desde la mirada materna: potenciagenital, virilidad, uno o varios objetos, etc. Por lodicho, en la identificación el niño se encontrará conun hombre deseante, sexualmente activo, genital-mente potente, poseedor de la madre. Entonces, paraser hombre como el padre deberá apropiarse de susatributos, pero también implicará hacer lo que haceel padre, es decir: ¿fecundar a la madre? Este hacerestará prohibido, situación que determinará que elniño al identificarse con el padre se encuentre anteuna paradoja: “…la advertencia: Así (como el padre)debes ser”, y “la prohibición: Así (como el padre) note es lícito ser, esto es, no puedes hacer todo lo que élhace; muchas cosas le están reservadas.” 11

El camino que conduce a la masculinidad seríaparadojal, ya que si bien habría un llamado a “ser”como el padre en tanto sujeto sexuado, al mismotiempo aparece la prohibición en relación a “hacer”lo que el padre hace, es decir, no puede ser como elpadre en tanto poseedor de la madre.

En “El sepultamiento del Complejo de Edipo”,Freud hace referencia a que el niño ocuparía enforma alternativa tanto un posicionamiento activoy masculino como un posicionamiento pasivo yfemenino en relación al padre: “El complejo deEdipo ofrecía al niño dos posibilidades de satisfac-ción, una activa y una pasiva. Pudo situarse demanera masculina en el lugar del padre y, como él,mantener comercio con la madre, a raíz de lo cualel padre fue sentido pronto como un obstáculo; oquiso sustituir a la madre y hacerse amar por elpadre, con lo cual la madre quedó sobrando”.12

¿Existirá alguna relación entre los posiciona-mientos que ocupa el niño y la propuesta del padre,es decir, entre el posicionarse de manera activa ypasiva en relación al padre y la propuesta paradóji-ca que el padre ofrece al niño para acceder a la mas-culinidad? Puedes “ser” como yo, pero no puedes“hacer” lo que yo hago.

Una parte de la consigna paradójica alude alpadre en tanto ideal: “Así como el padre debes ser”,ofreciendo al niño la posibilidad de ubicarse demanera activa y masculina en el lugar del padre ydesde allí “elegir” (la primera elección de objetosexual en el varoncito es incestuosa) como objetosexual genital el objeto genital del padre: la madre(“…situarse de manera masculina en el lugar delpadre y, como él, mantener comercio con la madre…”), es decir, que ¿ser hombre implicará poseer yfecundar a la madre como hace el padre? Este llama-

do del Otro orientaría su deseo sexual hacia el

incesto, es decir, hacia “la elección” de un objeto

consanguíneo como objeto sexual genital. Dichoposicionamiento, si bien le permitiría ser potente ysexualmente activo como el padre, lo conduciríahacia la masculinidad por el camino del incesto.

Otra parte de la consigna paradójica hace refe-rencia a la prohibición: “así como el padre no te eslícito ser” (en tanto poseedor de la madre). Para serhombre, debes hacer con tu pene lo que hago yocon tu madre, pero no puedes, te está prohibido.Con lo cual, además de prohibirle el objeto que leacaba de señalar, lo privaría de la posibilidad detener el falo imaginario que el padre detenta, recon-duciéndolo al posicionamiento de ser el falo de lamadre, ubicándolo en un lugar pasivo, en un posi-cionamiento femenino en relación al padre, homo-sexual o castrado en relación al falo, generando undeseo de ser amado en sentido genital por el padre(quiso sustituir a la madre y hacerse amar por elpadre), conduciéndolo a la masculinidad por elcamino de la homosexualidad: “Lo reprimido es la

10. Bleichmar, S., 2006: 29.

11. Freud, S., 1925, T.XIX: 36.

12. Freud, S., 1925, T.XIX: 184.

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F(r)icciones Claudia Lara

actitud homosexual en el sentido genital…El motorde esta represión parece ser la masculinidad narci-sista del genital, que entra en un conflicto con lapasividad de la meta sexual homosexual”.13 SilviaBleichmar plantea la siguiente hipótesis: “La mas-culinidad se constituye sobre el trasfondo de lahomosexualidad”.14

El camino para acceder a una posición sexual ya la elección de un objeto sexual a partir de la iden-tificación con el padre lo conduciría a una encruci-jada, al convocar al niño a ocupar dos posicionescontrapuestas: la posición activa, si bien le permi-tiría asumirse como sujeto deseante, conduciría sudeseo hacia el incesto, es decir, hacia la elección deun objeto consanguíneo como objeto de satisfac-ción genital, elección que resultará prohibida; y lapasiva, lo ubicaría en una actitud femenina en rela-ción al padre, orientando su deseo hacia la eleccióndel padre como objeto sexual genital, es decir, auna elección de objeto homosexual. La amenaza decastración pondrá fin a las dos modalidades desatisfacción, porque ambas implican la pérdida delpene. El resultado será la represión tanto del objetodevenido incestuoso como de la actitud pasivahacia otro hombre. La autoridad del padre seráintroyectada en el yo y formará allí el núcleo delsuperyo: representante paterno que comprende lasfunciones de ideal (así como el padre debes ser) y deprohibición (así como el padre no te es lícito ser).

Al llegar a la pubertad, tanto la niña como elvarón, necesitarán desprenderse de las figurasparentales para acceder a la exogamia, lugar al cualse accederá a partir de sustitutos parentales:“Desde esta época en adelante, el individuo huma-no tiene que consagrarse a la gran tarea de desasir-se de sus padres; solamente tras esa suelta puededejar de ser niño... Pero los neuróticos no alcanzan

esta solución; el hijo permanece toda la vida some-tido a la autoridad del padre y no está en condicio-nes de transferir su libido a un objeto sexualajeno”.15 Para Freud la elección de objeto será siem-pre endogámica: se elegirá al yo, a la mujer nutriciao al hombre protector “…y a las personas sustituti-vas que se alinean formando series en cada uno deesos caminos”.16 ¿Podríamos pensar el origen de labisexualidad humana, no en el terreno de lo cons-titucional, como lo pensó Freud, sino en el ordende lo paradojal del encuentro con un Otro? Dichaparadoja, en la cual el Otro prohíbe el objeto que leha señalado al niño, obstaculizaría la asunción deun posicionamiento sexual y el acceso a la exoga-mia. ¿Existirá otro destino para la sexualidad queno sea el incesto?

¿Sexualidad no incestuosa?En China existe la comunidad “Mosuo, una

organización social matriarcal en la cual las muje-res están al mando”,17 tienen el poder para hacerlas leyes y ser sus representantes (derecho mater-no); ellas son las jefas de la familia cuyos miem-bros están unidos por lazos de sangre directos, seidentifican con el nombre que proviene de la madre(matrilinealidad), residen en la propiedad que es dela madre (matrilocalidad), el derecho de sucesión esexclusivo de las hijas, la figura del padre es desco-nocida (aunque no desconocen la participaciónmasculina en la fecundación), también se descono-ce la figura del marido, ya que no existe la institu-ción matrimonial (institución patriarcal que deter-mina la situación en la cual será legal transformar-se en madre). La figura principal es la matriarca,con ella viven sus hijos e hijas, hermanos, herma-nas, su madre, sus sobrinos, sus nietos. Los varo-nes que habitan en la propiedad son tíos, herma-

30

Claudia Lara F(r)icciones

13. Freud, S., 1914, T. XVII: 100.

14. Bleichmar, S., 2006: 51.

15. Freud, S., 1917, T. XVI: 307.

16. Freud, S., 1914, T. XIV: 87.

17. Coler, R., 2006: 11

nos, hijos y nietos. Cuando las mujeres alcanzan laedad de la pubertad, se les realiza una ceremonia deiniciación a la vida adulta, y se les construye a cadauna un cuarto propio, en el cual recibirán a susamantes. Las mujeres deciden cuándo tener hijos,los cuales formarán parte de la familia materna yserán criados por todo el grupo (función narcisizan-te). Los hombres de la casa no celebran ritos de ini-ciación y tienen habitaciones de uso común, ya queellos buscarán sus parejas fuera de la casa materna(exogamia sin totemismo). En general no tienenparejas estables y aunque las tengan, nunca convi-ven con ellas. La familia es la familia de la madre,la cual constituye una organización fija fundadapor lazos consanguíneos que nunca se disuelve, sinque exista alguna ley que prohíba su disolución. Lasexualidad genital es exogámica sin estar determi-nada por ninguna prohibición. La madre no consti-tuye un objeto prohibido, debido a que el deseosexual genital no recibe una orientación hacia figu-ras consanguíneas.

En esta comunidad se evidencia la existencia deuna estructura constituida por el niño, la madre(objeto natural de satisfacción de la ternura y lasensualidad, representante de una ley, que aunquematerna, constituye un tercer término en la estruc-tura al cual todos quedan sometidos) y el grupofamiliar consanguíneo. Estas leyes maternas con-llevan prohibiciones a la satisfacción pulsionaldirecta, ya que en la infancia el niño renuncia a lasatisfacción pulsional para no perder el amormaterno, construyendo así los primeros diques einstaurando la represión primaria que dará origenal yo, al narcisismo y al inconsciente, reprimiendoel autoerotismo, instaurando la castración del pri-mitivo estado de completud (¿castración prima-ria?)18 e inaugurando el reconocimiento de unacierta incompletud ontológica. Silvia Bleichmarplantea: “…la represión originaria plantea el sepul-tamiento del polimorfismo,…la renuncia al autoe-

rotismo, primero por amor al objeto y luego porauto respeto del yo…La castración es el reconoci-miento de la falta ontológica, vale decir, es el reco-nocimiento de que hay algo del orden de la incom-pletud. ¿Por qué considerar al pene como el signifi-cante privilegiado de la presencia-ausencia de lacompletud ontológica?”.19 Desde este posiciona-miento, podemos pensar en la existencia de un“superyo arcaico de origen materno”,20 como lo teo-rizó Lacan en su obra “La familia”, aludiendo arepresiones maternas relacionadas con la disciplinadel destete y de los esfínteres.

Esta organización familiar no está fundada a par-tir de un vínculo sexual genital (como la familia con-yugal) sino a partir de un vínculo consanguíneo; porlo tanto, los adultos con los que se identifican losniños para acceder a un posicionamiento sexual,poseen objetos sexuales genitales exogámicos, yaque pertenecen al afuera del ámbito de lo familiarconsanguíneo. Situación que le permitiría al niño,

en la etapa genital fálica, investir un objeto exogá-

mico con libido genital, favoreciendo la estructu-

ración del deseo como un deseo no incestuoso.Dicha orientación del deseo produce como conse-cuencia que la corriente tierna y la sensual se satis-fagan por carriles separados y con distintos objetos(al no estructurarse el objeto incestuoso como idealde completud): la corriente tierna se satisfaría en elámbito familiar o grupo consanguíneo y su objetosería fijo, mientras que la sexualidad genital se satis-faría en el ámbito extra familiar y su objeto seríainestable. Este fenómeno fue observado por Freuddentro del matrimonio occidental y evaluado comouna degradación de la vida amorosa: la tendencia asatisfacer ambas corrientes por distintas vías y condistintos objetos, degradando el objeto sexual a finde mantenerlo alejado del objeto amoroso, sustitutomaterno, y así acceder a la satisfacción sexual.

Dentro de este modo de organizar lo familiar, elcamino que conduce a la asunción de un posiciona-

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F(r)icciones Claudia Lara

18. Laplanche-Pontalis: 1974: 62.

19. Bleichmar, S., 2005: 86.

20. Lacan, J, 1982: 77.

miento sexual y a la elección de un objeto sexual nosería paradojal, ya que estaría habilitada (no obliga-da) la salida a la exogamia. Paradójicamente en estacomunidad no existirían elecciones de objetohomosexuales. Tampoco el anhelo de progreso o decambio, ya que conservan sus costumbres y su esti-lo de vida de una manera casi inalterable: ¿“Quémotivos tendrían los seres humanos para dar otrosusos a sus fuerzas pulsionales sexuales si de cual-quier distribución de ellas obtuvieran una satisfac-ción placentera total? Nunca se librarían de ese pla-cer y no producirían ningún progreso ulterior”.21

ConclusionesA partir de este recorrido podemos concluir que

la sexualidad deviene incestuosa en la etapa genitalfálica dentro de una organización familiar conyu-gal, que al estar fundada en un vínculo sexual geni-tal, promueve el interjuego de identificaciones conun Otro paradojal (ya que prohíbe aquello que haconvocado), obstaculizando el acceso a la exoga-mia: si el adulto que se ofrece a la identificaciónposee como objeto de satisfacción genital un objetoque es consanguíneo para el niño, determinará queel deseo sexual genital del niño se oriente hacia elincesto, es decir, hacia la elección de un objeto con-sanguíneo como objeto sexual genital. Dicha situa-ción producirá la confluencia de la corriente tiernay la sensual en dicho objeto, reinstaurando un idealde completud (perdido por represión primaria) ycondenando la satisfacción sexual a través de sus-titutos parentales, que permitan satisfacer el anhe-lo de plenitud, ilusionando la confluencia del deseoy el amor en un mismo objeto.

En el caso de las familias matriarcales o consan-guíneas, el adulto que se ofrece a la identificaciónposee un objeto sexual genital exogámico, situaciónque determinará la estructuración de un deseo noincestuoso, permitiendo el acceso a una satisfacciónsexual exogámica, al habilitarse la posibilidad de quela corriente tierna y la sensual se satisfagan en dis-

tintos ámbitos y con diferentes objetos (al no instau-rarse un ideal de completud en el objeto), al costo deno producir ningún progreso ulterior.

Desde esta perspectiva, podemos hipotetizar quela prohibición del incesto no habría constituido elpasaje de un estado animal a otro cultural (hechoproducido por la renuncia al autoerotismo), sino quemarcaría el nacimiento de una cultura patriarcal o talvez el pasaje de una cultura matriarcal a otra patriar-cal (de la madre al padre, del narcisismo al Edipo, dela matrilinealidad al Nombre del padre, de la madretierra al dios padre, etc.), ya que en esta última se evi-dencia la estructuración de un deseo como incestuo-so y el nacimiento de la figura del padre y de una fun-ción paterna, necesaria para imponer una ley queestablezca un corte en el anhelo de completud, quedicha organización familiar reinstaura, y que el obje-to devenido incestuoso encarna.

El deseo incestuoso no pertenecería a un estadonatural universal sino cultural particular; por lotanto, el destino de la sexualidad será orientado porla estructura social que le haya dado origen: la orga-

nización familiar conyugal crearía las condiciones

para la estructuración de una sexualidad incestuo-

sa. Podríamos preguntarnos si no sería éste uno delos motivos por los cuales la familia conyugal actual,como plantea Elisabeth Roudinesco, se encuentra endesorden.

Bibliografía

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——— Tomo VII: Tres ensayos de teoría sexual (1905).

——— Tomo XIX: El yo y el ello (1923-1925).

——— Tomo XI: Cinco conferencias sobre psicoanálisis (1910).

——— Tomo XXIII: Esquema del psicoanálisis (1938-1940).

——— Tomo XVI: Conferencias de introducción al psicoanálisis(1916-1917).

——— Tomo XVII: De la historia de una neurosis infantil (1917-1919).

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Claudia Lara F(r)icciones

21 Freud, S., 1912, T. XI: 183

——— Tomo XIII: Tótem y tabú (1912 – 1913).

Evans, Dylan: (2008) Diccionario introductorio de psicoanálisislacaniano, Bs. As., Ed. Paidós.

Bleichmar, Silvia:

(2006) Paradojas de la sexualidad masculina, Bs. As., Ed. Paidós.

(2005) La sexualidad a cien años de los Tres Ensayos, “RevistaDocta”, año 4, núm. 3, primavera 2005.

Coler, Ricardo: (2005) El reino de las mujeres. El último matriar-cado, Bs. As., Ed. Planeta.

Lacan, Jacques: (1982) La familia, Bs. As., Ed. Argonauta.

Roudinesco, Elisabeth: (2003) La familia en desorden, Bs. As.,Fondo de Cultura Económica.

Gómez de Silva, Guido: (2004) Breve diccionario etimológico dela lengua española, México, Ed. Fondo de Cultura Económica.

Laplanche-Pontalis: (1974) Diccionario de Psicoanálisis, Barcelona,Ed. Labor.

ResumenEste trabajo plantea como hipótesis que la

sexualidad deviene incestuosa en la etapa genitalfálica dentro de una organización familiar conyugal,que al estar fundada en un vínculo sexual genital,promueve el interjuego de identificaciones con unOtro paradojal (ya que prohíbe aquello que ha con-vocado) y obstaculiza el acceso a la exogamia. Elobjeto originario devendría incestuoso al ser investi-do de libido genital lo que produce la confluencia dela corriente tierna y la sensual en un mismo objeto,y reinstaura un ideal de completud. La prohibicióndel incesto no constituiría el origen de la culturahumana sino de una cultura patriarcal. El deseoincestuoso no pertenecería a un estado natural uni-versal sino cultural particular; por lo tanto, el desti-no de la sexualidad será orientado por la estructurasocial que le haya dado origen: la organización fami-liar conyugal crearía las condiciones para la estruc-turación de una sexualidad incestuosa.

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F(r)icciones Claudia Lara

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Intervenir-interpretarMi trabajo como psicoanalista concierne tanto a

los encuadres con una sola persona, el llamado aná-lisis individual, como con parejas y familias y, enuna época, con grupos terapéuticos. Ello influyefuertemente en mi manera de escuchar y decidirdónde poner el acento en lo dicho. Básicamente setrata de diferenciar lo que implica trabajar cuando elotro del que se habla está internalizado como repre-sentación y forma parte del mundo interior de cadauno, y cuando el otro es una presencia que imponesu alteridad y descoloca de posiciones identitarias.

En nuestro trabajo hay algo que podríamos lla-mar “la cocina de una interpretación” la que, comotodas las recetas, contiene un no transmisible, quehace a la bondad del plato, y un transmisible. Notransmisible porque ocurre en una situación, lasesión, y ésta tiene un componente propio. Cuandose la cuenta, ya es otra, es una nueva versión.

¿Qué buscamos cuando estamos en situación detrabajo analítico? Básicamente posicionarnos paraentender, descubrir cómo producir algo diferente apartir de otra mirada, proponer nuevos sentidos y

significados al malestar. Una mirada que transfor-me o interrumpa la repetición e indiscriminación,que introduzca ideas y que permita que el fluir delas vidas dé lugar a la curiosidad, al asombro, alinterés, a las ganas de vivir. Esta mirada contiene laalteridad de quien mira y ello necesariamente pro-duce quiebre, una alteración en determinadas orga-nizaciones mentales y vinculares.

El discurso ofrece numerosas pistas para inter-venir como, por ejemplo, detectar repeticiones, darnombres a los climas creados, reconocer organiza-ciones que interrumpen el fluir de una relación, darsentido al empleo de términos que remiten a la difi-cultad de tomar en cuenta al otro y al fluir de lasrelaciones. Algunos de estos términos son “siem-pre”, “nunca me dice lo que piensa”, “no me entien-de”, “no se me ocurre nada”, “quiero seguir con lasesión de ayer”, “contále lo que me dijiste”, “Y Ud.no se puede dar cuenta porque acá se muestra deotra manera”, “le voy a explicar mejor para que Ud.entienda”.

Cabe diferenciar dos formas de hacernos pre-sentes en una sesión: interpretar e intervenir.

Interpretaciones e intervenciones psicoanalíticas

Janine Puget*

* Psicoanalista (APdeBA).

Interpretar generalmente tiende a buscar signifi-cados inconscientes, efectos de ausencia como porejemplo duelos u otras pérdidas o carencias, situacio-nes pasadas que se hacen presentes. Aquí el analistapuede ser un representante del mundo infantil de suspacientes y ello es lo que clásicamente entendemoscomo efectos de Transferencia y nuestras interven-ciones recorren diferentes estilos de interpretaciones.

Mientras que intervenir corresponde a un haceren situación desde la otredad propia y de los otros,hacer algo con lo que llamo efectos del presente,efectos de la diferencia radical. Los signos serán losmalos entendidos, así como todo aquello que denun-cie el intento de anular lo que la presencia del otroimpone. Al intervenir el analista interfiere desde supropia alteridad y su mirada y su accionar tienen quever con su enfoque, sus opiniones y su formación.En este caso hablaré de efectos de Interferencia.

Viñeta: nos queremospero lo pasamos tan mal

Ella: nos queremos separar. No nos entende-mos. Antes la pasábamos bien. Yo te extraño y tequiero, pero cada uno tenemos amigos distintos. Élno puede estar con los míos y yo no puedo estarcon los de él

Él: yo no dije eso.Ella: sí lo dijiste.Comentario: estos dos últimos intercambios

están sostenidos por la idea de que hay una ver-dad, la propia, y que la mirada del otro no puedeinterferir.

Él: todos mis amigos saben cómo te sentís vos.Ella: ¿y quién es todo el mundo? Y además “no

es para tanto”.T: Esto es un círculo vicioso: para uno algo no

es para tanto y para el otro es causa de separación.Cada uno evalúa lo dicho a su manera como si deesta forma se anulara la opinión y el sentir del otroy pudieran no perder los grupos de amigos. Cuandolo que barrieron bajo la alfombra lo que les molestadel otro de golpe aparece, ya no saben cómo proce-

sarlo entre Uds. Uno de los dos estaba en unmundo y el otro en otro mundo sin percibir las dife-rencias entre Uds.

Ella: es así.Ella: había poca comunicación.T: La hay cuando de golpe pasa algo intempes-

tivo y ahí escuchan. Construyen por momentos unmundo feliz mientras hay un incendio.

Él: yo me doy cuenta después.T: No les es fácil hablar y cuando lo hacen pare-

ciera que los sobrepasa.Él: yo andaba muy mal y cuando nos juntamos

no me di cuenta de cuan diferente somos, no com-partimos las mismas cosas, tuve que dejar de ladoy tirar lo que me gustaba.

Comentario: creen que relacionarse es ser iguales.T: ¿qué es lo que tiró?Él: 30 años de vida.T: pareciera que construyeron a costa de eludir

y meter debajo de la alfombra cosas importantespara cada uno. Imaginan que llevarse bien es pen-sar lo mismo.

Él: lo que no tengo es una explicación de porqué esas reacciones.

T: no necesita ser una explicación. Hay ciertasataduras que provienen de creencias de cuandoeran chicos que impiden, por momentos, instalarseen los mundos actuales, los mundos que necesitan.La pelea da cuenta de las contradicciones, de idea-les que les vienen de vuestros padres, de las exigen-cias de la vida afectiva pero que ya no tienen quever con la vida de Uds. hoy.

Comentario: Mis intervenciones tendieron a darun lugar a lo que cada uno pueda sentir y a la des-mentida de las vivencias del otro. Esto los protegíadel surgimiento de dudas y de cambios. Tambiénhice una interpretación al sugerir que algunosmodelos infantiles pudieran estar activados.

¿Qué significa entender a otro?Esta pareja comenzó diciendo “no nos entende-

mos”. Lo que a veces llaman entender al otro puede

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F(r)icciones Janine Puget

estar sostenido sobre la ilusión que ello implica anu-lar o por lo menos atenuar la alteridad del otro. El fra-caso de esta ilusión se manifiesta como reproche: nome entendés. Esto es que la relación no debiera pro-veer desconcierto ni ideas nuevas, ni por supuestootra visión. Sólo se espera una aprobación, una con-firmación en cuanto a la bondad del propio pensar yque la presencia de otro no modifique lo dicho... “Ud.no me entiende” o “él o ella no me entienden, porquelo que quise decir es…..”, y ello frecuentemente remi-te a maneras de pensar solipsistas.

Entender es sinónimo de pensar y opinar, dis-cernir y descifrar, inferir y deducir, comprender,interpretar, percibir e intuir, sentir, creer, conocery saber. He elegido estos sinónimos, si bien los dic-cionarios proveen algunos más, porque consideroque los que acabo de mencionar alcanzan paraampliar el tema del entender. Cuántas puertas secierran cuando se supone que el entender se lograsolo por identificación con el otro o por empatía ycuántas se abren si incluimos otros significados altema del entender, entender al otro, entenderse a símismo. Para dar cuenta de la diversidad de escuchaque ofrece un diálogo analítico he agrupado lossinónimos de manera tal que sea posible sustentardiferentes abordajes.

Él: me fui sólo un minuto y la gente desaparece.Estoy preocupado, ella cambió bruscamente suforma de vestirse y estoy asombrado. Yo no loentiendo.

Ella: Después de 30 años juntos, bien puedocambiar algo pero a él no le gusta. Pasamos unlindo fin de semana, hablamos, estuvimos juntos,la vida normal que hacíamos antes de separarnos.Fue un fin de semana habitual de antes. ¿No?

Él: No hay diferencia entre cómo era antes ycómo es...

T: es raro que no haya diferencia entre antes yahora. ¿Ud. dice que no la entiende porque cambióbruscamente?

Él: no hay.T: ¿no?

Él. Porque después de 30 años está todo incor-porado. Pero no hubo sexo.

Ella: no fue culpa mía.Él: Estoy con muchas preocupaciones.T: lo ponen en términos de culpa y justificati-

vos, ¿se podrá volver a pensar?Él: esto sería agregar preocupaciones, pero yo la

pasé bien, ella es apresurada, yo estoy lleno dedudas.

T: a veces es útil tener dudas.Ella: los dos tenemos casi la misma duda. Él

tiene temor a que yo lo abandone y yo le tengomiedo a él por sus reacciones. Estamos en un cír-culo vicioso.

T: Dicen que son los mismos temores pero unoteme ser abandonado y otro teme la violencia queirrumpe. Al anular las diferencias podrán evitardudas pero se quedan en un circuito vicioso.

Él: Puede ser que a veces yo tengo reaccionesque la asustan pero la última vez que nos separa-mos estaba todo bien salvo que yo estaba deprimi-do. A lo mejor fui violento con el cuida coches, perono es para tanto.

Ella: No te das cuenta pero fuiste violento conotros también, todos se alejan de nosotros y yo yano quiero eso.

Él: Te contradecís y además “no tiene nada quever” porque si me enojé es con esos amigos estúpi-dos.

T: Ud. dice que no tiene que ver, pero para ellaes algo que pasó y la hace sentir mal pese a queesta vez no haya sido con ella.

Él: lo que pasa es que cuando me enojo con suhermana entonces se pone mal, pero en general notengo ni un sí ni un no.

T: puede ser que en genera, pero ahora aludena actitudes que a uno de los dos lo asusta y el otrodice que no es para tanto. ¿Cómo se puede decidirlo que es para tanto?

Él: nosotros nos queremos, es un gran amor,pero no entiendo lo que pasa. Siempre pasa lomismo pero yo necesito estar tranquilo y tu familia

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Janine Puget F(r)icciones

nos lleva la contra. Vos también hacés cosas sinpensar. Hacés todo a mis espaldas y yo no sé dóndeestoy parado.

Ella: que no sepas lo que hago no es equivalen-te a que no te quiero.

Pensar y opinarEl analista piensa y opina, y al hablar e interve-

nir rompe un equilibrio narcisista. Con lo dichotransmite una opinión, sus propios valores, sus pro-pios recortes de la situación. Deja entrever los lími-tes de su capacidad de comprensión lo que no sueleser fácilmente aceptado por él o los analizados. Osea lo que dé cuenta de la alteridad del analista osimplemente del otro exige un trabajo diferente alque se realiza con introspecciones en las que el otroes un ausente que sólo aparece como representa-ción. Hablar a otro presente o hablar de otro ausen-te genera diferentes discursos, ansiedades y conflic-tos. Un paciente decía, “a mí no me interesan susopiniones, lo único que necesito es que me diga loque me pasa pero no lo que piensa-opina Ud.”.

¿No será una ilusión la posibilidad que alhablar no se transmita una manera de pensar?

En las terapias vinculares un reproche frecuentese basa en la exigencia que el otro entienda y quelas personas pidan que el otro los entienda.

Hablando se expresan ideas, emociones, senti-mientos así como ideas y pensamientos. El pensa-miento oscila entre lo pragmático y lo simbólico ensus diversas formas. Otras veces el hablar es tansólo una descarga o está dirigido a evitar un silen-cio productor de una ansiedad indefinida.

¿Cómo discriminar? Cuando es pura descargano se pide al otro que entienda ni que piense sinotan sólo que se ubique en receptor. El intercambiose limita a evitar algo. Uno de los sentidos de frasestales como “dejá que te cuente, no me interrumpás”tiene algo que ver con esto. Un paciente conmuchas dificultades para escuchar suele elevar lavoz cuando el analista empieza una frase con la ideaque tiene que seguir explicando mejor lo dicho.

Discernir

Discernir contextos de constitución subjetiva,marcar la diferencia entre presente y pasado asícomo aclarar confusiones forma también parte denuestro trabajo analítico. En el material que acabode mencionar el cambio no forma parte de lamente de cada integrante de la pareja.

Es frecuente que se piense un vínculo como untodo integrado y entonces la alteridad irreduciblepasa a ser pensada como efecto de disociación oescisión del yo. Por ejemplo, él le reprocha a ellaque esté tan contenta cuando está con sus amigasy después llega a la casa y está de mal humor ynada le viene bien. ¿Cuál es el supuesto que sostie-ne este reproche? Simplemente la indiscriminaciónentre una situación y otra así como la percepciónque en esa otra situación, la que genera al sujetodel otro contexto es una desconocida para él y loserá siempre dado que nunca podrá generarse entreél y ella el mismo clima que entre ella y sus ami-gas. Otra frase es “veníamos bien y cuando llega-mos a casa sucedió lo de siempre, la rutina, te fuis-te a mirar TV y yo me quedé solo o sola”. Durantemucho tiempo se ha pensado que ser distinto encada contexto era una señal de la existencia demundos escindidos y de una organización binaria.Lo bueno en un espacio, lo malo en el otro.

Habrá entonces que ayudar a discernir aclarandoconfusiones, presupuestos y prejuicios que dificul-tan o actúan como barrera defensiva ante los efectosde presencia que se producen en cada contexto.

“Estoy bien en mi trabajo y con mis amigos ycuando llego a casa se arma un desastre”. Aquí setrata de otra confusión. No es lo mismo ocuparlugares en el contexto social y ocupar un lugarcomo miembro de una familia.

En el lenguaje cotidiano podemos reconocervarios significantes que dan cuenta de esta confu-sión. Por ejemplo, alguno de ellos es el hablar de la“madre patria”, del país como “una gran familia”.

Un material clínico puede ayudar a esclarecerlo que entiendo por confusión de contextos de sub-

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F(r)icciones Janine Puget

jetivación. Se trata de una sesión un día de parogeneral inquietante.

Día de paro generalLlega con cara de susto, tarde, no había pensa-

do que se iba a demorar tanto para llegar. Sabía quealgo estaba pasando pero… Se queja del calor quehace. Y comenta cuestiones triviales.

Le hago notar su cara de susto y dice que no,que era el calor.

Le pregunto si prefiere pensar en el calor que enlo que le puede haber provocado el susto (y me pre-gunto si devolverle esta mirada podría perturbarla).

M. me orienta y dice que podría ser, a lo mejor.T. Cuando era chica tenía que no tener miedo.

(Decidí interpretar lo que me llevó a pesar en térmi-nos de repetición relacionando pasado y presente).

M. Me enteré de golpe que las clases termina-ban. Tal vez hubiera podido adivinar. Quise ir avisitar a mi madre pero no estaba y me pregunto sile pudo pasar algo. Tengo miedo de que se repro-duzca el modelo de España con Franco.

T. prefiere pensar en un modelo ya conocido elque para más ya sabemos cómo terminó mientrasque ahora lo que asusta es que no se sabe qué va apasar.

Otro paciente al llegar ese mismo día se quejadel calor.

T. pregunto si solamente el calor es terrible.Dice que tiene miedo de lo que puede llegar a

pasar, que el hijo le pregunto qué está pasando ytrató de explicarle sin asustarlo. Para él es una his-toria que se repite.

T. Es preferible pensar que la historia se repiteporque entonces ya es conocido el desenlace mien-tras que ahora parece que no se sabe cómo pensarlo.

P. No entiendo lo que pasa, pero ahora queríahablar de una situación familiar que es similar: setrata de peleas, de enfrentamientos donde tambiénla historia se repite.

T. es difícil pensar que una situación familiarsea parecida o igual a la situación del país pero

establecer esta semejanza hace todo más fácil,sobre todo porque lo podríamos solucionar aquímientras que al país no lo podemos arreglar acá.

Descifrar códigosQué se entiende por descifrar. Puede ser del

orden de de-construir, desarmar, y entonces se ase-meja a descubrir y proponer una traducción, lo quees siempre una re-producción. Pero también esposible pensarlo en términos de operaciones nece-sarias para descifrar jeroglíficos: por ejemplo descu-brir los códigos que sostienen los discursos. Lasparejas y las familias suelen tener sus códigossecretos a los que puede ser difícil descifrar y lomismo sucede con un solo paciente. Son los códi-gos según los cuales se constituye una pertenenciao el ser sujeto de un vínculo o de su propio mundointerno. Los códigos a veces son utilizados para evi-tar cuestionamientos y sostienen acuerdos pensa-dos como infinitos. Por ejemplo, un paciente jovendurante la sesión en la que consulta con su padre,intercala en su discurso términos de la vida cotidia-na de sus grupos de pertenencia: uno de ellos es“boludo” y otro es “nada”. El padre no pareceinmutarse porque es así como hablan los jóvenes,sin embargo algo significa dado que en ese momen-to no está con sus amigos. ¿Cómo pensarlo? ¿Esmal trato al confundir a su padre con su grupo deamigos o es tan sólo su lenguaje que lo hace hijoexhibiendo la diferencia generacional?

Podría también ser que el no perturbarse delpadre fuera un indicador de una adaptación forzaday de esta manera eludir el efecto de la diferencia.Resulta entonces difícil crear un espacio dondequepan los dos y puedan crear un código propio.“Boludo” tiene que ver con la pertenencia del hijoa su medio actual, a lo que es contemporáneo paraél, así como a su adaptación inconsciente a su con-texto actual. No necesariamente es un insulto,pero vehiculiza la violencia suscitada entre el padrey el hijo. Otro indicador es que no se dirige al ana-lista diciéndole “boludo”. La adaptación forzada

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pasa por alto las diferencias generacionales e inhibela expresión de la intolerancia mutua. Si la hicieranexplícita se incrementarían los conflictos que nosaben cómo procesar. ¿Se trata de aceptar o se tratade hacer algo con las diferencias?

Este ejemplo pone el acento en la dificultad detramitar la complejidad de las relaciones intergene-racionales

Descifrar los códigos empleados por cadapaciente y por cada conjunto permite conocer lasmarcas culturales y los lenguajes que sostienen unintercambio.

Por ejemplo, descubrir el código de una organi-zación vincular cuando ésta es pensada como la deuna empresa posibilita dar nombres a ciertos malosentendidos y reproches. Cuando una pareja sepiensa a sí misma como empresa, exigirá de ella unfuncionar adecuado y los temas se centran enaspectos pragmáticos: que la casa esté ordenada,que se cumplan horarios y que los lugares exigidoscorrespondan entonces a una distribución adecua-da para ese fin. Los intercambios se piensan en tér-minos económicos lo que se manifiesta con elmodelo de una contabilidad en el que hay un debey un haber que nunca cierra. Las dificultades secomputan como errores de cálculos sin poder darsecuenta de que es imposible atribuir cantidades a loque cada uno es y hace. Ello se transforma enreproches eternos los que, de esta manera, sostie-nen la ilusión que es posible equiparar emocionesy haceres. “Yo había pensado que ibas a hacer talcosa y cuando llegué resulta que no estaba lista lacomida”. Una empresa no requiere cotidianeidaden la que los cuerpos y la sexualidad estén compro-metidos, en la que los afectos tengan un lugarimportante. Una empresa atribuye lugares quedependen de la tarea a realizar; los contactos emo-cionales y afectivos pasan por el trabajo a menosque, como sucede algunas veces, tomen una formaque excede a las relaciones empresariales y enton-ces suscitan conflictos serios. Enamorarse del jefe ode la secretaria, por ejemplo.

Una pareja o una familia, además de requerir unfuncionamiento de cooperación, ponen en acto lasdificultades que provienen de la superposición delógicas. Una en la que los modelos identificatoriosde cada uno posibilitan la relación anulando en loposible la alteridad de cada uno: se busca comple-mentariedad e identificación. Otra, la lógica vincu-lar, que sólo depende de los efectos de presencia ypor lo tanto de lo que impone la presencia del otro.

Inferir y deducirEn otras ocasiones nos corresponde inferir a par-

tir de un relato a qué puede corresponder o qué eslo que sostiene una creencia. Ello sin dudas tienesus peligros ya que contiene un ingrediente del ima-ginario del que infiere. La inferencia del analistaparte de supuestos teóricos que algunas veces sedeben a un exceso de imposición de la alteridad delque infiere. La inferencia está sujeta a duda, a pro-babilidad, y por lo tanto requiere alguna confirma-ción que avale la comprensión. Algo semejante pasacon la deducción. Si, por ejemplo, A está irritado esprobable que no sea el momento de proponerle algoque en ese momento exceda su capacidad de recibir.Pero también podría ser que la irritación de A pro-venga de B, con lo cual no intervenir deja de lado loque contiene el intercambio. En la vida de las pare-jas, la irritación2 es un tema frecuente que pone derelieve una sensibilidad ligada con aspectos nomodificables del otro, a lo corporal, a lo sensitivo.Es un exponente innegable de la alteridad del otro yla imposibilidad de reducir al otro a lo que es inhe-rente al propio yo. En muchas situaciones de la vidacotidiana el tenor del malestar tienen que ver conesto. El empleo de la deducción a partir de unhecho, así como de la inferencia, debiera ser acom-pañado de la posibilidad de dudar y de ir adecuandolo pensado en función de las respuestas suscitadas.

Intuir y sentirAquí ya entramos en el puro terreno de las iden-

tificaciones dado que sólo se puede intuir y sentir

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cuando se activan mecanismos ligados con los pro-cesos identificatorios. Y si bien puede resultar muyplacentero muchas veces aparece como exigencia.Frases tales como “tenés que comprenderme…”,“eres insensible porque no te conmueve lo mismoque a mí” o, confundiendo vivencias decirle al otrocomo si esto fuera una manera de acompañar: “a míme pasa lo mismo…” también tienen sus riesgos.Se asemejan a las exigencias de comprender sin quese produzcan transformaciones en el proceso decomprender. Ello se basa en la desmentida de lasdiferencias entre un sujeto y otro.

CreerEste tema –el de creer y de las creencias– abre

un terreno de gran complejidad. Creer se funda-menta en valores propios, en actos de fe, y tiene laposibilidad de transformarse en convicción que cie-rra toda posibilidad de cuestionamientos. Otro sig-nificado remite a dar por cierto algo aunque no seaverificable. Y en lo que hace a nuestro quehacer esprobable que muchas de nuestras afirmaciones ten-gan que ver con creencias en la bondad de nuestrosaber. Las crisis de creencias se manifiestanmuchas veces a partir del descubrimiento bruscode la alteridad del otro: “creía que sabía lo que hací-as y resulta que…”. El tema de la infidelidad ponede manifiesto las crisis de creencias y por lo tantoel descubrimiento brusco de que el otro es otro alcual nunca se conoce idealmente.

Conocer, saber¿En qué consiste pensar –en términos del saber

y del deseo– que haya un saber transmisible a finde eludir el malestar ante la comprobación de unsaber no transmisible?

El saber hacer no transmisible es inherente a loque voy a ubicar dentro de la compleja temáticaque concierne la definición de “situación”. A ellocomencé aludiendo cuando señalé que nuestroquehacer se asemeja a las buenas recetas de comidaque tienen un algo que sólo el que la hace conoce.

De todas maneras parto del supuesto que, amedida de que la relación se va prolongando en eltiempo, sus integrantes habrán de aceptar que seconocen cada vez menos (Puget J. 2008). De no serasí, la relación se anquilosa. Cuando me refiera aconstruir lo común volveré sobre este tema.

Transmitir: una situaciónInterpretar e intervenir sucede en una situación,

por lo cual es necesario definir lo que entiendo porsituación.

Las situaciones fluyen en un permanente deve-nir y se intenta aprehenderlas fijando algunas desus características. Por ejemplo, utilizando datosque provienen de la percepción: lugares, gestos,hechos, etc. Estos son los que se mencionan, porejemplo, cuando se supone que presentar unpaciente o una sesión es describir y dar datos a losque se llaman previos para que quien escucha sepade qué se trata. Y ello ya implica una determinadamanera de pensar una situación como si fueratransmisible (Puget, 2009a). Pero a mi entender esnecesario saber que hablar de una situación vividaes siempre una re-producción, una nueva versiónque depende del momento y de las condiciones enlas que se presenta y que el cómo se la transitedepende de factores propios de quien lo hace. Enrealidad este tipo de presentación se basa en la ideade que el pasado determina el presente y que tansólo nos tocaría establecer relaciones entre losdatos previos y lo dicho. Así entonces se archivandatos que de alguna manera van constituyendo lahistoria del paciente individual o vincular.

Una situación merece ser pensada teniendo encuenta diferentes dimensiones, o sea, la dimensióntemporal, espacial y dinámica.

La dimensión temporal (Puget 2006, 2009b) per-mite situar, pero ahí se activan diferentes temporali-dades. Una de ellas es la de los relojes, la de Chronos,la de las repeticiones y de los procesos evolutivos.Esta suscita discusiones eternas, ya que los relojes decada uno son propios y no marcan la misma hora. La

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hora del encuentro para él es las 19 horas y para ellaes las 19 y 15 o más o menos 19 horas.

Otra temporalidad es la del momento justo,Kairos, la que tiene que ver con el momento justopara intervenir, para contestar. Altera la linealidad.El momento justo es, por ejemplo, el de los aniversa-rios, el que despierta vivencias, recuerdos propios aese momento. También el de la sesión que determi-na un estado mental y relacional que depende de esemomento y de ningún otro. A veces sucede que unpaciente recuerda algo dicho por otra persona comen-tando que le ha hecho un efecto muy importante y elanalista piensa que lo dicho por otro es igual a lo queya le dijo a su paciente. Pero resulta que lo dicho porotro se produjo en el momento justo y lo que dijo elanalista no correspondió a ese momento justo.Muchas frases aluden al momento justo. Por ejem-plo, diciendo: “no sé de qué hablar, venía con untema y ahora se me olvidó, ahora de golpe se me ocu-rre algo que no había pensado…” o “esperaba unregalo el día de mi cumpleaños y te olvidaste”.

Por último, los de Aiön, los que abren a nume-rosas bifurcaciones imprevisibles.

La dimensión espacial permite descripciones yubica las escenas en el espacio. Se describe, porejemplo, la gráfica de una situación, el lugar en elque se sienta alguien, la ubicación de los muebles,aspectos físicos, etc.

El aspecto dinámico de una situación es del terre-no de las acciones que el conjunto realiza para soste-ner una situación. Las personas para relacionarse rea-lizan acciones que dependen de ese momento y defactores presentes. Las acciones, como lo decíaHanna Arendt (1974), son del orden de lo que hacehumano al ser humano: crean lenguajes.

Una situación se compone entonces de un con-junto de factores o, como decía Lewkowicz, (2001),de un conjunto de fragmentos que se ensamblan deuna determinada manera no previsible. Estos frag-mentos provienen de diferentes ámbitos: sociales,políticos, familiares, individuales. Fragmentos delpasado, de lo instituido que se mezclan con frag-

mentos actuales, presentes. A veces la mezcla sueledar un resultado parecido a otros momentos y enese caso cabe pensar que estamos ante una repeti-ción o aspectos anquilosados de un vínculo. Haytérminos como “siempre pasa igual”, “esto ya losabía”, “nada cambia”, “Yo ya sé lo que piensas”,que aluden a repetición. Y seguramente muchosotros nos guían hacia el obstáculo que se interponea nuestras intervenciones y a la producción nove-dad. Mientras que cuando las situaciones adquie-ren diferentes formas provendrán de un hacer algoentre dos en un devenir.

Y en algunos casos lo sucedido se registra comoexperiencia. Y una experiencia entre dos o mássujetos se compone de lo visible, de signos de unaproducción que proviene del intercambio, de hechoscodificables siempre y cuando se tenga un códigosimilar, de sentimientos, emociones y signosimperceptibles que abren caminos diversos depen-diendo de los personajes que ocupan la escena.

Entonces, en síntesis, una sesión, un encuentroterapéutico depende de cómo en el hoy se va pro-duciendo la situación analítica y para intervenir enella se abren abordajes múltiples.

¿Por qué transmitir?¿En cuál de estas espacialidades y temporalida-

des nos movemos para intercambiar en nuestrosencuentros terapéuticos? Y ¿cuáles son las accionesque se producen cuando estamos entre dos o más?

Acá empieza la complejidad. Cada uno de lospsicoanalistas interviene para producir algo. Elcómo intervenir se apoya en el marco referencial decada uno, esto es, por ejemplo, el lugar que damosa los recuerdos, a la historia, al presente, al funcio-namiento de la familia y de la pareja o del pacienteindividual con nosotros. Al valor que damos a larepetición, a lo que nos sorprende.

Algo queremos transmitir acerca de nuestramanera de pensar el sufrimiento y sus causas, elmalestar, la violencia, los reproches, las confusio-nes de diferente orden, etc.

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F(r)icciones Janine Puget

Acorde a mi marco referencial parto de unsupuesto que guía mi manera de abordar una situa-ción. Sostengo que es imposible estar con otro sinque algo pase para quienes participan de la situa-ción. Ahora bien, ese “algo pase” se refiere a accio-nes que den sentido a la demanda, al malestar, alsufrimiento que el o los sujetos experimentan.

A veces el saber del analista es utilizado amanera de tablas de la Ley, otras el saber se vaconstruyendo entre dos o más. Lacan ha recalcadocuan perjudicial puede ser el supuesto saber y Bionpropone que nos ubiquemos en una situación ana-lítica sin memoria y sin deseo. A lo que podemosagregar, si nos ubicamos en una situación ideal, sinprejuicios, lo que sabemos que es imposible.Necesitamos de un saber, pero se trata de darsecuenta cómo administrarlo para no anular la zonade encuentro entre dos o más sujetos y que esesaber incremente la diferencia entre ellos. Esta afir-mación proviene de la jerarquización de términostales como zona de encuentro, situación, relaciónentre dos o más sujetos y, sobre todo y en mayús-cula, el término diferencia radical.

Y de alguna manera sabemos que lo que sucedeentre dos o más personas en un contexto particularcomo es el de la sesión tiene, como toda situaciónvital, un imposible de transmitir

Transmitir es una necesidad humana: transmi-tir ideas, lo vivido, atravesar así un territorio que esdel otro siendo esto condición necesaria de la vida.Se necesita de otro u otros. Pero ¿cómo se necesitade otros? Esto es un gran tema.

Se puede necesitar de otros tan sólo para quecompleten ilusoriamente algo que denota unaincompletud aterradora. Se puede necesitar de otropara que agregue algo a lo que uno ya tiene. Sepuede necesitar de otro para que se produzca entredos o más otros algo, y es a ese algo a lo que llamovínculo. En el contexto de nuestra vida profesional,a veces se desea transmitir para intercambiar ideas.

Otras veces el propósito de una transmisión esel de enseñar y ello es muy complejo dado que

requiere de técnicas que dependen del contexto.Estas técnicas tienen algo de invento, de recetacomo lo son las recetas de cocina siempre intrans-misibles. Pero conlleva la idea de que la transmi-sión en cualquier contexto debe producir algonuevo, algo que descoloque, algo que dé cuenta dela alteridad de cada uno.

Otras veces el transmitir se parece más a unaficción sobre todo cuando el otro tiene poco lugar entanto otro: es necesario contar a algún personaje sinque necesariamente este personaje esté disponible.Esto pasa con frecuencia en las familias, en las pare-jas, como lo vengo exponiendo: “te quiero contar yno me escuchás….” Otras veces en la profesión secomenta a otro algo referido a una situación analí-tica y ello puede hacerse con diferentes intenciones:la de recibir ideas nuevas, la de descargarse de laangustia residual, la de recibir halagos. La situaciónen cuestión se habrá instalado en la mente en formaperturbadora y requiere, para volver al ámbito ade-cuado, poder ser pensada con otro. Otras el contarsólo responde a la necesidad de contar-descarga algoaunque sea fuera de contexto.

Es difícil aceptar que toda conversación, inter-cambio deja siempre un resto, lo que se podría haberdicho, lo que ahora diría, lo que no se pensó en aquelmomento, lo que se quiere decir al otro en el próximoencuentro, como si el tiempo se parara y el encuentrose pudiera producir igual que en el pasado.

ViñetaUna persona que viene viajando e instalándose

en diferentes países, aprendiendo diferentes idio-mas, comenta que el país donde querría vivir exigeuna visa que aún no pudo conseguir. Huyó desdemuy chica de su país de origen y sin embargo ahoraquiere volver para conectarse con parientes quehan quedado allí. No tiene la intención de quedar-se, sólo quiere visitar a los parientes y comprobarque existen. Su manera de vivir le ha dificultadotener relaciones afectivas amorosas con algúngrado de permanencia y por momentos se siente

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muy sola. Cuenta su historia, la que ya ha contadoa otros como si fuera algo que hay que hacer en unaentrevista psicoanalítica. Era difícil seguirla en sustrayectos varios y poder pensar cómo intervenir yqué es lo que en este momento la llevaba a consul-tar. No conseguía ubicarme, lo que me hizo pensarque ello podía tener que ver con su problema. ¿Enqué consistiría ubicarse? Construir con todo supasado algo actual, algo presente que no sea unperegrinaje e intento de resolver un pasado sino unhacer algo con lo vivido. De todas maneras a pesarde mi dificultad para ubicarme la relación resultabaagradable y fácil, si bien detrás de esta facilidad sepercibía una gran soledad y desazón. Al preguntarlesi tenía idea de por qué había decidido consultarahora, si había pasado algo especial, dijo que no,que tenía pensado consultar porque había iniciadouna psicoterapia en otro país y deseaba aprovecharahora para seguirla ya que sabía que tenía quehacer un trabajo consigo mismo. Quería seguir algoempezado con otro.

Me pareció posible usar como metáfora la ideade conseguir quien le diera un visa para vivir en supropio mundo, autorizarla a establecerse y dejar desentirse una paloma viajera que lleva mensajespero que no tiene donde posarse. ¿Quién la puedeautorizar? Este comentario le hizo impacto y ahíterminamos la entrevista. Escuchó algo que diosentido a su discurso y que marcaba un camino deapertura que llevaría un tiempo, un trabajo, quetendría un costo…

Una visa es un término complejo ya que inclu-ye extranjeridad, autorización, a veces discrimina-torias, intercambio y otros elementos que hacen aacciones requeridas para pasar de un lado a otro.

Escuchar al otroEs fácil comprobar cuán difícil es escuchar a otro

y sin embargo en nuestro trabajo y en nuestra vidadiaria es condición necesaria. Escuchar requiere darun lugar al otro y a lo imprevisto, aceptar que elintercambio descoloca, así como vengo señalando.

Ella: no me interesa lo que hablan en el mediode R. (son físicos), pero siempre temo cuando élinterviene en mi medio (psicólogos), pienso que nova a emplear las palabras apropiadas.

Él: me cuido mucho, se cuida mucho para nomolestarla pero ya no la invita cuando se reúnensus colegas porque ella se aburre. Cuando nosconocimos pensé que era muy bueno tener profe-siones diferentes porque así íbamos a evitar lamonotonía y el aburrimiento.

Pero a medida que pasó el tiempo la falta devitalidad del vínculo ocupó más lugar precisamentepor la intolerancia a lo ajeno del otro. En la trans-ferencia ella (psicóloga) se asombró cuando descu-brió que él tenía tanto interés como ella en el tra-tamiento. Creía que el tratamiento dependía sólode su voluntad. En este caso lo ajeno del otro ase-guraba una distancia protectora pero no era motorde un mecanismo donde interviniera la creatividado la simbolización. Habían perdido la capacidad deescuchar la diferencia de cada uno.

Lo común: dificultades y obstáculosAsí como vengo diciendo el hacer con otros

requiere varias líneas de abordaje. Ahora me ocupa-ré de lo que implica construir lo común a partir delo que aporta a este tema los enfoques de filósofosque abren nuevas maneras de pensar.

Construir lo común, la comunidad, suele serequiparado con lograr un conjunto homogéneo, enla que los sujetos están unidos por semejanzas y porlo tanto poniendo en actividad lo concerniente a lasdiversas modalidades identificatorias. Estos sellanacuerdos y pactos que habrán de consolidar lo adqui-rido. Lo común asociado a lo público se contraponecon lo privado asociado al individuo.

En otra manera de pensar lo común, la comu-nidad contempla la manera de intercambiar a par-tir de la diferencia radical y sus transformaciones,a partir de una multiplicidad que va constituyendoconjuntos que puedan procesar las diferencias y losintercambios asimétricos.

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F(r)icciones Janine Puget

Revisando lo que autores tales como Levi Strauss(1966), Mauss (1925), Levinas (1971), Agamben (1990)y Esposito (1998) opinan al respecto, se fortalece laidea de que pensar la constitución de la comunidadlleva nuevamente a proponer las dos lógicas quevengo mencionando a lo largo de este texto.Siguiendo a Levi Strauss y Gauss, el intercambio seconsidera en términos de Don, de adquisición debienes y de consolidación de los conjuntos. Por sulado Levinas (1971), para el cual la ética se instauraa partir del reconocimiento de la presencia de otro,lo común incluye cuestiones ligadas a dar hospitali-dad al otro, alter, y nos provee tres ejemplos para-digmáticos. Se pregunta cómo dar hospitalidad alextranjero, a la viuda y al huérfano sin quitarles sucaracterística de tal. Para ello supone que será nece-sario que el que los aloje modifique y cree una situa-ción propia sin que ello reduzca al otro a lo mismo(Levinas, 1971, p. 74). No se tratará de transformarel extranjero en nativo, la viuda en soltera, el huér-fano en hijo, sino en recibirlos en tanto extranjero,viuda o huérfano haciéndoles un lugar y al hacérse-lo perder la propia totalidad-identidad. El espacio sellena abriendo a otro horizonte.

Para los autores mencionados intercambiar con-cierne cuestiones ligadas con la obligatoriedad de rea-lizar un Don que el otro habrá de recibir y hacer suyoy a su vez retribuir. Compartir un Don se asimila ala idea de propiedad, a la adquisición de un bien.

Pero otro filósofo, Roberto Espósito (1998),agrega a estos planteos la idea de que producir locomún es producir diferencias. Espósito comienzaanalizando la etimología del término comunidad,la que consta de varias raíces. Estas son el Cum, elMunus y el Donus. El Cum significa precisamentehacer junto con o poner juntos, y como lo recalcaJean Luc Nancy en su prólogo al libro de Esposito(p.16): “no es ni un mezclador, ni un ensamblador,ni un afinador, ni un coleccionista….sólo se va tra-tar de estar bien o mal con alguien”.

Esposito atribuye al Donus refiriéndolo a la ver-sión clásica del Don en el que se conserva la idea

de espontaneidad, pero se mantiene la noción deintercambio recíproco y de deber-obligación.

Mientras que el Munus es una deuda, un don adar que como lo dice Esposito (p. 31) es “una desa-propiación que inviste y descentra al sujeto y lofuerza a salir de sí mismo”. Se reviste de obligato-riedad pero no de reciprocidad. Lo Común cons-truido desde el Munus supone que el efecto de pre-sencia –la presencia de dos o más otros– conlleva laobligatoriedad de hacer un Don a un sujeto que nopuede no recibirlo. Se trata de una imposición, esun deber y no implica retribución. (p. 28). Tampocoimplica la estabilidad de una posesión y muchomenos la dinámica adquisitiva de una gananciaque se torne prenda a la que habrá que pagar.Pese a lo cual el recibir el Don crea un compro-miso que es el de agradecer. El que realiza el Donhabrá de despojarse de algo y simultáneamente secrea entre el donante y el que recibe un vacíocada vez mayor.

En las dos grandes versiones de lo que conllevaun intercambio, una de ellas se basa en la idea dereciprocidad. Concibe el intercambio como capazde generar un doble movimiento equiparando eldar y el recibir que sólo tolera algún tipo de trans-formación de lo intercambiado. Nunca se recibe lodado tal como ha sido dado ni se lo devuelve talcomo ha sido recibido. Mientras que la otra noexige reciprocidad si bien constituye un espaciocomún creando simultáneamente espacios devacío. Esto es lo que llamo dar más significado a ladiferencia radical. Aquí es imposible no recibir undon pero no necesariamente genera un movimien-to simétrico. Sólo se debe agradecer.

Estas formulaciones pueden ampliar nuestrasconsideraciones acerca de las diferentes modalida-des de intercambio en la clínica vincular. Y ello asu vez se conecta con el tema del escuchar al otroen sus diferentes versiones. Por ejemplo, en uncaso un sujeto habla a otro que habrá de escucharloy hacer algo con lo dicho, devolverlo, y crea así loque tradicionalmente se podría llamar una trama.

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Se llena el vacío. En otro caso un sujeto habla aotro, que habrá de escuchar sin que ello determineque devuelva lo recibido. Recibe lo dado y agradeceser depositaria de ese don pero dispondrá a sumanera de lo recibido. Se comprueba en la vida dia-ria y en la clínica lo difícil que resulta escuchar aalguien y no sentir la necesidad de devolver al otroalgo, un consejo, una opinión, un comentario etc.Frases tales como “pero sólo te quería contar”…

A todo lo dicho agreguemos ahora las formula-ciones de Derrida (2006) el que ubica el tema de losintercambios en el marco de las vicisitudes de laHospitalidad. Hacer un lugar al otro.

¿Qué tenemos en comúnentre dos o más?

El paso siguiente me lleva a ocuparme de lo quepropuso Lewkowicz (2004) discutiendo con Agamben(1999). Para Lewkowicz en una relación de amor,de pareja, la que se establece en la entidad del Dos,lo que dos sujetos tienen en común, es el vacío queconstituye el espacio “entre” dos. Ese Dos contieneun espacio de inconsistencia que habrá de transfor-marse y dar lugar a producciones vinculares dediferente orden que permiten a la pareja o al con-junto reconocer que han tenido la experiencia deestar juntos.

Pero ¿qué es lo que comparten para hacer jun-tos? Lo que comparten es el deseo de compartir y eldeber, la obligación de compartir. Por supuesto,aquí entra a jugar la variedad de significados con losque se puede revestir dicho compartir. Compartirun espacio, una pertenencia, una familia, objetos detodo tipo, intereses, actividades, gustos, valores y lalista puede seguir. Esa lista cubre un espectroamplio que va desde lo muy concreto hasta lo mássimbólico y metafórico. Va desde la idea de cons-truir un espacio sólido acorde a un modelo de unaestructura ya instituida como pueden serlo los dife-rentes modelos de familia que cada uno tenga o deinstitución con mayúscula como lo es el EstadoNación. O se tratará de ir construyendo espacios

siempre cambiantes y que sólo se crean a partir delhacer juntos para lo cual no hay “un para siempre”sino un permanente movimiento. En este caso loque cuenta es registrar la experiencia del hacer jun-tos que no asegura un futuro sino tan sólo crea undevenir.

Una reflexiónComencé hablando de la cocina de nuestro tra-

bajo en lo que tiene de transmisible y de no trans-misible. Ahora para terminar pondría el acento enla esperanza ya que, si bien hay algo artesanal entodo esto, lo importante es que a partir de lo dichose generen ideas, interrogaciones y, a veces, se con-firmen algunas hipótesis, no para quedarse conellas sino para seguirlas desplegando.

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ResumenDefinir en qué consiste el trabajo analítico es

encarado desde la diferencia entre trabajar con unsolo paciente y su mundo interno y trabajar ensituación vincular, sea de familia, pareja y grupos.En este caso lo básico que hay que tener en cuentaes la introducción de una lógica sostenida por ladiferencia radical y sus efectos, siempre incons-cientes. Dos lógicas que actúan simultáneamenteconservando su condición heteróloga.

Para desplegar estas ideas presenté varias viñe-tas clínicas que denuncian la dificultad de escu-char, la manera de pensar los intercambios, los pre-juicios, la dificultad de vivir en situaciones que flu-yen, y lo que implica trabajar en situaciones que seconstituyen en el presente.

Esto me permitió diferenciar lo que es del ordende la interpretación y lo que es del orden de laintervención.

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Janine Puget F(r)icciones

En el texto del epígrafe Freud menciona ese profun-do deseo de unirnos con el mundo circundante, deestablecer una íntima comunión con otras perso-nas, un anhelo de fundirnos con los objetos; peroese sentimiento adquiere matices distintos segúnsea el deseo de un infante o de un adulto, pues loslímites del yo se diferencian en ambos estados men-tales. En el otro texto, Meltzer habla del dolor de lamente aislada, atrapada en estéril solipsismo.Pienso que en la tensión entre el anhelo de comu-nión y el aislamiento se extiende el terreno de laintimidad. Freud intercambia ideas con su amigoRomain Rolland; Meltzer reclama resolver el miste-

rio de la intimidad y, en esa intimidad que se desa-rrolla entre amigos, entre colaboradores, se intentadesentrañar misterios de la mente. Uno de ellos, talvez el mayor, sea el del desarrollo de la personalidady dentro de ese misterio, otro, el de la intimidad.

A Meltzer siempre le interesó el tema de la inti-midad, su obra habla de ella y sus aportes han sur-gido desde el anhelo de entenderse a sí mismo y decomprender a los demás. La intimidad participa delcarácter misterioso que subyace en toda relación; laintimidad es un extraño encuentro con otro, queasombra e interpela, que conmueve y que se resistey que se hace desear, que muchas veces buscamos y

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El concepto de intimidad en el pensamiento de Meltzer1

Carlos Tabbia*

1. Trabajo leído en el Encuentro Internacional: El pensamiento vivo de Donald Meltzer, São Paulo, 29-31 de agosto del 2008, organi-zado por Sociedade Brasileira de Psicanálise de São Paulo, Brasil.

* Psicoanalista (Grupo Psicoanalítico de Barcelona).

“Nuestro actual sentido yoico no es, por consiguiente, másque el residuo atrofiado de un sentimiento más amplio, aúnde envergadura universal, que correspondería a una comu-nión más íntima entre el yo y el mundo circundante. Si cabeaceptar que este sentido yoico primario subsiste –en mayor omenor grado– en la vida anímica de muchos seres humanos,debe considerársele como una especie de contraposición delsentimiento yoico del adulto, cuyos límites son más precisosy restringidos”.

Freud, 1930, respondiendo a Romain Rolland

“...resolver el misterio de la intimidad que abre una brechaen la soledad solipsista de la mente individual y la vuelvetolerable”.

Meltzer, 1971

no hallamos y que de pronto la encontramos, comouna flor en el camino, sin que la hayamos previsto.En la base de nuestro self está esa vieja añoranza deunión, de íntima común-unión con el mundo y connosotros mismos, con nuestros primeros objetos ycon la comunidad que nos engendró. Estos fueronalgunos de los temas, los interrogantes que estimu-laron el pensamiento psicoanalítico de Meltzer;veamos pues algunos de sus aportes para la com-prensión del misterio de la relación íntima.

Él decía que “el psicoanálisis se ha ocupado deaquellas áreas de la personalidad implicadas en lasrelaciones íntimas que permiten tanto la vida fami-liar en el mundo externo como construir una fami-lia interna. El psicoanálisis iniciado por los trabajosde Freud sobre las neurosis se ha ocupado princi-palmente sea en razón de su peculiar método comode sus intereses y de sus capacidades terapéuticasde las relaciones emotivas e íntimas…” (Meltzer,1993, p. 317). Las relaciones emotivas e íntimas seconvierten en tema fundamental del pensamientopsicoanalítico porque ellas son las que permitirándesvelar el proceso de la construcción del objeto yde la constitución del sujeto, en base al modelogrupal y familiar de la mente. Al referirse a diferen-tes áreas de la personalidad implicadas en la cons-trucción de la familia interna y luego externa,Meltzer está pensando en el interjuego emocionalde vínculos y antivínculos y de objetos totales yparciales que posibilitará la construcción de unafamilia con capacidad para funcionar como unequipo de trabajo generador del desarrollo de la per-sonalidad de sus integrantes que trascenderá en laconstrucción de la comunidad (Tabbia, C., 2003).Pero la dirección centrífuga que va desde las rela-ciones íntimas hasta la construcción de la familiaexterna y la comunidad, se complementa con ladirección centrípeta de las relaciones íntimas quetiene como funciones el tornar tolerable la soledadsolipsista de la mente individual (cf. Meltzer, 1971,p. 241) y desentrañar lo más profundo de cada uno;en la base de ambas direcciones subsiste el misterio

de la intimidad. El carácter misterioso de la intimi-dad alude tanto a los pensamientos, afectos o asun-tos interiores de una persona, familia o comunidadcomo a las dimensiones inconscientes que la posi-bilitan. Para Martha Harris y Meltzer (1990) “ínti-mo” significa algo “esencialmente interno e impo-sible de conocer para todos, excepto para sí mismo”(p. 46); pero lo íntimo (del latín: intimus: “de másadentro”) sólo lo podemos conocer a través de lamediación de un otro internalizado. Creo que no esuna exageración afirmar que los intentos de res-ponder tanto a la pregunta por lo más profundo denosotros mismos como la de desentrañar esa rela-ción tan próxima que llamamos intimidad, atravie-sa la historia del psicoanálisis.

La intimidad, que posibilita la creación de lafamilia interna, que nos permite descubrirnos, quese sostiene en el diálogo con los objetos internos yque no se siente ofendida por la privacidad ajena,es la que se alimenta en las experiencias emociona-les y en la contención de los conflictos entre suje-tos y objetos. Al hablar de emociones y de conflic-tos quiero despejar la posible confusión de creerque la intimidad se define exclusivamente por lossentimientos amorosos, tiernos, como puede suce-der entre enamorados; esa concepción indicaríauna omisión o negación del interjuego de los vín-culos y antivínculos, tal como lo formulara Bion.Una caracterización más precisa de una relacióníntima es aquella en la que ambos participantes seconstituyen como continentes mutuos, que a tra-vés de la reverie posibilitan el desarrollo del vínculoque los hace crecer como personas y como pareja(conyugal, paterno-filial, científica, analítica, amis-tosa, etc.). Por eso mismo creo que la intimidadque permite el desarrollo de la personalidad y de losintereses que trascienden a la misma pareja es laque está basada en la “reciprocidad estética” conpredominio del vínculo K.

Esta manera de entender la intimidad la dife-rencia de las relaciones casuales o las actividadesconstreñidas por contratos o las determinadas por

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Carlos Tabbia F(r)icciones

Supuestos Básicos (Bion), es decir, funcionamien-tos protomentales en donde no es posible el desa-rrollo de la personalidad. También es necesariodiferenciar intimidad de complicidad, pues en lareciprocidad de la intimidad se pretende el desarro-llo mientras que la complicidad remite al triunfosobre un tercero (externo o interno) al que se mar-gina. La intimidad se diferencia, una vez más, de lacolusión porque ésta es una organización defensivainconsciente al servicio de evitar la reintroyecciónde aspectos escindidos y depositados en el otrointegrante de una pareja.

Si bien el psicoanálisis se ha ocupado de lasáreas de la personalidad implicadas en las relacio-nes íntimas, salvo excepciones como las de Erikson(1950), no se le ha asignado a éstas un lugar desta-cado dentro de las investigaciones; por eso mismome sorprendió cuando Meltzer2 nos propuso la inti-midad como una de las tres dimensiones para com-prender la estructura de la personalidad. Para visua-lizar la estructura, él propuso una primera dimen-

sión que incluía las estructuras que se caracterizanpor la negación de la realidad psíquica y que al viviren el mundo externo son incapaces de introspec-ción y de pensar; las estructuras que se caracterizanpor los procesos de escisión; las que se definen poruso de identificación intrusiva; las que se caracteri-zan por una emocionalidad descontrolada y sinobjetos; y tal vez se podría incluir también a las per-sonas atrapadas en el sistema delirante, fuera delmundo de los objetos, como los esquizofrénicos. Lasegunda dimensión para definir la estructura de lapersonalidad tiene en cuenta el grado en que las per-sonas viven en relaciones íntimas, ligadas a laestructura familiar o, por el contrario, analizar si setrata de personas que viven en grupos, en una iden-tidad difuminada en el grupo, operando por tropis-mo y oscilando entre Supuestos Básicos (Bion). Latercera dimensión investiga el pensamiento y sustrastornos, es decir, investiga si se puede usar elpensamiento para relacionarse. Creo que Meltzer

estaría de acuerdo en considerar la tercera dimen-sión como un derivado de la primera. Pero, esta pro-puesta, que otorga un lugar destacado a la intimi-dad, me hizo preguntar si la dimensión de la intimi-dad no podría ser una significativa y potente señaldel desarrollo adulto y que podría englobar a lasotras dos dimensiones.

Para comprender mejor el mundo de las relacio-nes íntimas sirve contraponerla a aquellas relacio-nes que se caracterizan por funcionamientos grupa-les en donde el sujeto ni emplea el pensamiento (3ºdimensión) ni se siente responsable (1ª dimensión).Tal como Freud explicó en Psicología de las masasy análisis del yo se deposita en el grupo la responsa-bilidad y en el líder se descarga la tarea de conducir,sea un general o un cardenal. El objetivo incons-ciente es conseguir resultados según el Principio delplacer, es decir, sin esfuerzo, sin trabajo, ni dolor;de ese mismo modo funcionan los grupos goberna-dos por los Supuestos Básicos (Bion). En cambio,cuando la familia está presidida por objetos inter-nos responsables funciona como un Grupo deTrabajo. En contraposición a esa modalidad de fun-cionamiento, la familia-pandilla opera como vánda-los presididos por la intolerancia a la frustración yla sed de venganza. Como otro ejemplo de gruposcon funciones defensivas cabe mencionar al grupohomosexual puberal en donde, a través de identifi-caciones proyectivas mutuas, se sostiene la frag-mentación del self. Una característica común aestos diferentes grupos es que en ellos tanto el desa-rrollo simbólico como las relaciones íntimas estánseriamente obstaculizados. Una de las condicionespara que estos grupos funcionen como movidos porun negativo tropismo es la ausencia de límites cla-ros entre los componentes del grupo, sostenido porel uso masivo de identificaciones narcisistas.

La distanciaLos límites y la distancia son condiciones fun-

damentales para las relaciones íntimas. Si la dis-

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F(r)icciones Carlos Tabbia

2. Durante los seminarios desarrollados en el Grupo Psicoanalítico de Barcelona (1986-2002).

tancia entre dos objetos es excesiva o no existe por-que se superponen es imposible establecer unarelación. En la combinación gestáltica del Jarrón deRubin podremos dudar entre ver dos caras o unjarrón, pero si las líneas estuvieran superpuestas oexcesivamente alejadas entre sí de tal forma queimpidieran la comparación, no tendríamos la posi-bilidad de dudar. La duda, como las relaciones,necesita de la distancia; y para la intimidad tandañino es el aislamiento como la fusión, pues“estos dos límites, más como el este y el oeste quecomo los extremos de un espectro, tienden a unirseen las antípodas, puesto que la fusión en una direc-ción impone el aislamiento en todas las demás”(Meltzer, 1971, p. 241). Para relacionarse es nece-sario encontrar la distancia justa para que no seproduzca ni la fusión disolvente por exceso de pro-ximidad ni una congelación en el aislamiento porexceso de distancia. Los pacientes esquizoides sonun ejemplo de la dificultad para encontrar la dis-tancia óptima. También sufren los que no puedensepararse de objetos internos degradados, tal comoexpresaba Pedro, un adulto que me hablaba de supánico a las mujeres a las que desea pero que cuan-do se le acercan las siente como murciélagos gigan-tes que se le pegan al pecho aterrorizándolo, lo cuallo condena a la impotencia y a la soledad. Tambiénsufren los que han sido aspirados en la locura delos objetos paternos, sin poder desarrollar una vidaíntima, porque un padre omnipotente y omniscien-te controla los movimientos de la familia. Laimportancia de la distancia también la observamosen la clínica, por ejemplo, cuando nos movemos ennuestra butaca y nuestra voz se acerca o se aleja delpaciente que responde como si fuera a ser invadi-do-violado-golpeado o abandonado, etc.; por esoalgunos pacientes no toleran el diván o están esti-rados vigilantes, interpretando las pequeñas varia-ciones que muchas veces se nos escapan. Meltzertambién utilizó el concepto de distancia comorecurso técnico para establecer diferenciacionesentre áreas de la personalidad del paciente cuando

le hablaba a “la parte adulta del paciente, a una omás estructuras infantiles, o una clase más genera-lizada de objeto al cual pertenece alguna parte delpaciente (hombres, hijos, bebés, etc.) con referenciaal pasado, al presente o al futuro” (Meltzer, 1976,p. 375).

Distancia óptima, proximidad adecuada, conti-güidad geográfica, son nombres que señalan condi-ciones para el desarrollo de la intimidad. El nombrepropuesto por Meltzer (1971, p. 244) de “contigüi-dad geográfica” sugiere la geografía de la tierra y laorganización de las fronteras entre los continentesy los Estados. La construcción de las fronteras y delas puertas de acceso tiene valiosas consecuenciasen la realidad psíquica; casi podríamos afirmar queeste sería el mayor logro de todo proceso de creci-miento y desarrollo, entre otras razones, porquesólo respetando las fronteras podemos establecerauténticas relaciones. Pero todas las relaciones enel mundo externo se contaminan como consecuen-cia de las proyecciones, del mismo modo que losobjetos internos se ven afectados cuando “sus lími-tes de individualidad inviolable y privacidad”(Meltzer, 1992, p. 59) no son respetados. Cuandoestas fronteras son transgredidas emerge la confu-sión, tal como les pasa a los bebés que tienen “difi-cultad en construir sus fronteras si su espacio deintimidad no está respetado, ya que el goce como eldolor, cuando los límites y los umbrales están fran-queados tienen en común el hecho de conducir a laconfusión y no al proceso de separación y de indi-vidualización requeridos” (Schaeffer, 2006, p. 145).Traspasar los límites de nuestro espacio íntimocomo de nuestra intimidad corporal crea confusiónporque para toda persona, adulta o bebé, los orifi-cios del cuerpo son sacrosantos “porque atribuimosa esas entradas la significación de portales de acce-so al mundo interno” (Meltzer – Harris W., 1988,p. 72). Y, por proyección, las fronteras de losEstados adquieren la significación de límites delself que se sienten invadidos por todos aquellos queentran sin ser invitados, como los inmigrantes ile-

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Carlos Tabbia F(r)icciones

gales, fácil soporte para la identificación proyectivade los aspectos rechazados del self.

En la organización de la personalidad existe unobjeto que tiene una significación especial, fundan-te; me refiero al objeto combinado de objetos totalesfuncionando como equipo de trabajo (Bion). Lograrla identificación introyectiva con ese objeto seráfruto de un largo proceso, que desembocará en unaestructura adulta de la personalidad, en la que dichaidentificación precederá al self en su capacidad parapensar, será la base del funcionamiento mental cre-ativo y un modelo para las relaciones íntimas:“Gradualmente, debido al proceso misterioso de laaspiración hacia la excelencia de los objetos inter-nos evolucionando, la parte adulta de la personali-dad –dice Meltzer (1991)– puede surgir y manifes-tarse en el área de sus intereses pasionales y en losdeseos de sus relaciones íntimas. Su júbilo tomaforma en el trabajo de construir la familia de la vidaprivada y contribuir a la evolución gradual de lafamilia humana” (p. XVII). Tal júbilo, acompañadode cierto temor por los aspectos inmaduros escindi-dos, está presente en la relación de camaradería3

entre los objetos parentales. Para comprender quésignifica tal camaradería podemos acudir a lo queMeltzer describe al referirse a la relación entre ana-lista y paciente en la alianza terapéutica; para él sig-nifica “abandonarse a la aventura de ir más allá dela terapia para la psicopatología del paciente, hacialo desconocido que es el desarrollo del carácter deambos” (Meltzer, 1973 b, p. 289); para mí eso es lacamaradería, algo que va más allá de metas pragmá-ticas, del logro de beneficios, para aventurarse en eldescubrimiento de nuevos aspectos de la vida de lamente; creo que esa imagen da una idea del modoen que los objetos internos siguen evolucionandomientras se les respete amorosamente su camarade-ría y no se interfiera su intimidad ni su misterio,por parte de aquellos que están fuera de la cámara(cf. Meltzer – Harris W., 1988, p. 87).

El conflicto surge cuando las partes infantilesenvidiosas, celosas y negativistas no toleran lacamaradería del objeto combinado; entonces“cuando este amor falta y el misterio y la privaci-dad son vistos como secretos de poder, la cámara seconvierte en una fortaleza […] El lugar de estacópula creativa, llamada muy prosaicamente dor-mitorio parental, es el lugar de la admiración y elasombro, en el mundo interno.” (Meltzer – HarrisW., 1988, p. 87). Así, ese lugar misterioso en dondese genera el significado queda degradado y pasa aser considerado por las partes infantiles como sedede un contubernio aristocrático e injusto. Entonces,lo privado deja de ser sinónimo de espacio íntimoy preservado de la curiosidad para convertirse enespacio regido por el concepto de propiedad,pudiendo el propietario disponer sin ninguna con-sideración por el objeto externo ni interno; prontoaparece en el horizonte el siniestro lugar de la fami-lia claustral, según la cual todo está permitido traslos muros de la propiedad privada. Lejos queda elreconocimiento del objeto combinado y de su pri-vacidad, con la pertinaz reivindicación de que laúnica realidad es la externa. Lejos queda la tareadel niño de decidir el motivo por el cual los padreshan cerrado la puerta de su habitación, si lo hanhecho “en razón de secretos o de privacidad”(Meltzer – M. Harris, 1998, p. 326). Lejos queda lanecesidad de mirar en su propio interior y a travésde la imaginación decidir los motivos de la privaci-dad y desentrañar así los secretos del encuentroentre los padres.

La curiosidad infantil frente a la sexualidad, laintimidad, la privacidad de los padres se revitalizacon el desarrollo hormonal y al llegar la adolescen-cia se ha de enfrentar otra vez la tarea de resignifi-car la vida sexual, privada e íntima de los padres.Creo que el misterio de la Santísima Trinidad, detanta significación para la cultura occidental cris-tiana, refleja el conflicto fundante del psiquismo: el

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F(r)icciones Carlos Tabbia

3. Meltzer apreciaba el término camaradería, tal vez originado en su formación militar en donde los soldados duermen y comen juntosen una cámara y comparten con cercanía e intimidad una actividad, ocupación o intereses. Pero esa misma camaradería conlleva unapenumbra de asociación derivada de la existencia de un peligro externo (Supuesto Base de ataque y fuga).

del hijo frente al misterio de los padres; resolverloes una pretensión con inciertos resultados. Peroaunque el adolescente se siente dueño de la sexua-lidad y desde su posesión se lance a resolver el mis-terio, “los secretos de la vida sexual de los padressólo se pueden descubrir a través del enamorarse, ysólo puedes enamorarte a través de procesos deidentificación” (Meltzer – M. Harris, 1998, p. 326).Tal proceso implica renuncia, duelo, y eso ofendela omnipotencia adolescente. Entonces, si en lugarde “abandonar un objeto de deseo en el mundoexterno y dar un paso hacia la internalización” (M.Harris – Meltzer, 1990, p. 51) se acude a experien-cias concretas, sensuales, se descubre pronto que elrecurso de la excitación es insuficiente para con-quistar el bastión inexpugnable de la intimidadanhelada; se inicia así una lucha de clases frente aquienes son considerados como inmerecedores pro-pietarios privados de los bienes (casa, dinero, sexo,etc.). Esto empuja al adolescente al “concepto polí-tico de la vida familiar [...] que encubre una com-pleta confusión entre lo privado y lo secreto. Estoconstituye el núcleo de la negación de la realidadpsíquica”. (Meltzer, 1989, p. 199). El recurso a laexcitación y la invasión masturbatoria arrasa por elcamino la diferencia entre privado-íntimo y secre-to. La confusión surge al no distinguir que el secre-to, como la complicidad, remite a un espacio públi-co, externo, y creer que el secreto sería algo que lospadres lucirían para excitar al hijo, sometiéndolo auna contemplación pasiva. Lo privado-íntimo, encambio, remite a funciones del mundo interno (cf.Meltzer – Harris W., 1988, p. 83-84), y al mundointerno se accede únicamente por abandono delobjeto y por identificación. La frontera del mundointerno exige el duelo como pasaporte. Con la exci-tación se pretende descubrir los secretos, pero lossecretos de la privacidad de los objetos parentalessólo se consiguen descubrir a través de la imagina-ción; por ese motivo con la invasión se pierde larealidad psíquica (cf. la primera dimensión paracomprender la estructura de la personalidad).

Hemos partido de la necesidad de las fronteraspara el reconocimiento de la privacidad del objeto ycomo condición de la intimidad, y estamos en elespacio de la rebelión en donde se termina inva-diendo al objeto, negándosele sus méritos y creán-dose un clima de confusión, un claustro en dondela intimidad no es posible.

Las emocionesEn nuestro mundo interno nada se pierde; tal

vez se eclipsen momentos, pero los viejos anhelosde fusión con el objeto subsisten junto a los másgenerosos sentimientos. Como transcribí en el epí-grafe: “Nuestro actual sentido yoico no es, por con-siguiente, más que el residuo atrofiado de un senti-miento más amplio, aun de envergadura universal,que correspondería a una comunión más íntimaentre el yo y el mundo circundante” (Freud, 1920,p. 4). Somos buscadores de objetos y de relaciones...y los caminos y los resultados dependen de muchasvariables. Una de las primeras condiciones paratener verdaderas relaciones es que “la emocionali-dad pueda ser totalmente experimentada o acepta-da” (Meltzer, 1971, p. 245). Pero experimentar lasemociones no siempre es una experiencia tolerable,tal como se ilustra en el Conflicto estético. Por esoMeltzer sugirió “que nuestra respuesta innata haciala belleza-del-mundo, que es una respuesta estética,contiene una integración de estos tres vínculospositivos, L, H y K, pero que el dolor de la ambiva-lencia combinado con la necesidad de tolerar laincertidumbre, hacen muy difícil mantener juntostales vínculos. Los procesos de escisión alivian por-que despliegan los vínculos sobre objetos separados,escindiendo también así al self en sus capacidades yexperiencias emocionales” (Meltzer, 1992, p. 57).Ahora bien, la disociación del self para tolerar elcontacto disminuye automáticamente la calidad delencuentro; si se extrema la disociación, si la intole-rancia al conflicto conlleva renunciar al mundo delos objetos y refugiarse en el no lugar del sistemadelirante se crean las condiciones para la más abso-

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luta de las soledades. También cesa la comunica-ción cuando una parte del self penetra dentro de unobjeto porque la “disparidad en la geografía de lafantasía, un adentro y un afuera de un objeto, impi-de la comprensión” (Meltzer, 1971, p. 242).

En el modelo del Claustrum se pueden observarlos estragos que experimentan las partes del self queinvaden al objeto. Las consecuencias son diferentessegún los compartimentos colonizados, pero todostienen un denominador común: la ausencia de inti-midad, el quedar “exiliados del mundo de la intimi-dad” (Meltzer, 1992, p. 72). Quizás sean los habi-tantes del compartimento rectal los que más pade-cen “la retirada de los lazos emocionales con losotros seres humanos y con el mundo de la intimi-dad y, por tanto, de las relaciones familiares”(Meltzer, 1992, p. 155). Estos habitantes, alejadosde las relaciones, quedan atrapados en la cosifica-ción pornográfica y la cuantificación anal, con losparámetros del dinero, del tiempo, de la edad y de lafrecuencia de las relaciones sexuales, por ejemplo(cf. Harris – Meltzer, 1990, p. 21); pero sin ningunaposibilidad de intimidad tal como se ilustra en laobra de teatro de Beckett: Final de Partida, en la queel personaje central, encerrado en una sórdida habi-tación y alejado del mundo, se aterroriza cuando elsirviente se le acerca o se llena de ira cuando suspadres encerrados en cubos de basura tienen algunamuestra de cariño mutuo. Como la intimidad estáexcluida cuando media la identificación intrusiva,para Meltzer tampoco hay intimidad dentro delcompartimento cabeza/pecho con toda su omnis-ciencia, control y posesividad; allí no hay intimi-dad, tal como lo ilustra Oblomov (Goncharov, I. A.,1949), incapaz de enamorarse o interesarse por elmundo externo y sólo dedicado a disfrutar de mulli-dos sillones... En el compartimento genital, la fiestase reduce a celebrar al falo que se agota en la descar-ga y termina deprimido...

La incomunicación surge paulatinamente cuan-do no se toleran las emociones y cuando se invadenobjetos totales o parciales, con el resultado del sacri-

ficio de la libertad, la alegría y el desarrollo simbóli-co, etc. Frente a esta situación, Meltzer quiso “reser-var el término de relaciones humanas ‘íntimas’ paralas experiencias emocionales capaces de desencade-nar el pensamiento” (Meltzer, 1986, p. 23).Coherente con su modelo familiar del desarrollo dela personalidad, colocó las relaciones íntimas en labase de la generación del significado: “Una experien-cia emocional es un encuentro con la belleza y elmisterio del mundo que despierta un conflicto entreL, H y K y menos L, menos H y menos K. Mientrasque la experiencia inmediata es la emoción, tandiversa como los objetos excitantes, el significadosiempre está relacionado, en última instancia, con laintimidad de las relaciones humanas” (Meltzer,1986, p. 22). Sólo en las relaciones emocionales eíntimas es posible encontrar el significado al inter-juego de emociones. Sintetizando, podríamos afir-mar que el predominio del funcionamiento intrusivoconlleva el empobrecimiento del self, el daño al obje-to y la alteración del desarrollo simbólico, como enlas ecuaciones simbólicas (Segal), mientras que latolerancia de la emocionalidad y del conflicto estéti-co dentro de una relación íntima crea el escenarioadecuado para el nacimiento del símbolo, del pensa-miento y del desarrollo adulto de la personalidad.

Así como hablamos de las partes del self que sealejan de la intimidad porque se instalan en obje-tos, también hemos de señalar el movimiento con-trario, cuando se trabaja para recuperar los aspec-tos perdidos del self. No pocas veces se les recuperaen momentos de descanso y de vacaciones, cuandohemos dejado temporalmente nuestros espacioshabituales, ocasionalmente cargados de proyeccio-nes infantiles-inmaduras. Estoy de acuerdo conMeltzer cuando dice que “el contacto íntimo se rea-liza a menudo por medio de salidas al exterior dellugar acostumbrado. Las partes malas del self inva-den con suma frecuencia la esfera de los objetosbuenos, especialmente en períodos de separación oestrés, para subvertir y llevar por mal camino a laspartes infantiles de la personalidad. Inversamente,

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las partes infantiles buenas o, con mayor frecuen-cia, la parte adulta de la personalidad puede hacersalidas más allá del ámbito de los objetos buenospara recuperar a los apóstatas [las partes que aban-donaron la fidelidad a los objetos buenos] o conver-tir a los paganos [los que aún no creen en los obje-tos buenos]” (Meltzer, 1971, p. 243 [Lo agregadoentre corchetes es mío]).

Cuando nos separamos del lugar habitual ytoleramos tomar distancia frente a temas que nostenían absorbidos se pueden encontrar nuevos vér-tices para des-cubrir al objeto que se había perdidoo desdibujado; pero la distancia no se consigue sóloponiendo kilómetros de por medio; también pode-mos re-pensar con nuevas luces el complicadotema inicial en el espacio del mundo onírico, en laconversación con un amigo o en diálogo con unsupervisor o dejando reposar el tema.

La confianzaLa tarea de recuperar aspectos perdidos o aún no

alcanzados o la de descubrir o la de pensar, etc. con-lleva una actitud heroica que sólo se puede realizarsi existe un firme apoyo, una confianza sólida en losobjetos internos que nos alientan en el empeño; másaún, esa tarea sólo se puede realizar bajo su inspira-ción. No sólo se necesita valor para recuperar aspec-tos perdidos sino también para ir al encuentro conotra persona, despojándose de la coraza protectorade la intimidad, desnudarse para el encuentro conese otro siempre desconocido en su misterio y en susintenciones. “Uno de los principales ítems en la des-confianza de los hombres hacia el impacto estéticode las mujeres está relacionado con la motivaciónque hay detrás de su ‘embellecimiento’. ¿Es unamanifestación de vanidad? ¿Es depredador? ¿Opuede confiarse en él como función de su generosi-dad?” (Meltzer – Harris W., 1988, p. 78). Esto merecuerda el sufrimiento y los temores de Pedro, mipaciente, que dice tener “anticuerpos a la intimidad”porque siempre tiene el temor de que vayan a abusarde él; teme tanto a las mujeres a las que siente como

vampiros, chupópteras, como también teme a loshombres con los que evita toda relación. Pero estostemores son francas proyecciones porque es una per-sona que bajo una generosidad extraña y compulsivasuele funcionar como un vampiro. Tal vez su temora ser invadido lo mueve a ser un invasor pero elresultado es que vive aterrorizado y aislado. Creoque ese temor no es exclusivo de los hombres, nisiempre es tan exagerado como en mi paciente peropuedo considerar que es una pregunta que surge anteel misterio de cualquier objeto. Es cierto que no deja-mos de ser “…animales gregarios inteligentes entre-nados desde el nacimiento a través de nuestras apti-tudes para los procesos de identificación primitivos(imprinting, identificaciones adhesivas, mimetismo,etc.) y, por consiguiente, criaturas encasilladas den-tro de una armadura social muy conservadora”(Meltzer, 1986, p. 19) que desconfía de los nuevosobjetos. Pero para adentrarnos en la experiencia dela intimidad y que un nuevo objeto entre en esemundo compartido necesitamos el estado mentalque tolera la ignorancia y que Bion nombró como“capacidad negativa”. Cuando se vive en la oscuri-dad, cualquier luz encandila... Pero acompañadospor un objeto vencemos el temor a caminar por pasi-llos desconocidos. Lo que sostiene la búsqueda de unobjeto y la aspiración hacia la intimidad es lo que M.Klein nombraba como unicidad inconsciente “basa-da en el hecho de que el inconsciente de la madre ydel niño están en estrecha interrelación. La sensa-ción resultante de sentirse comprendido y amadopor la madre subyace a la primera y fundamentalrelación de la vida” (Klein, 1959, p. 220). Pero “…lacantidad de confianza derivada de la más tempranaexperiencia infantil –decía Erikson (1950)– no pare-ce depender de cantidades absolutas de alimento odemostraciones de amor, sino más bien de la cuali-dad de la relación materna. Las madres crean en sushijos un sentimiento de confianza mediante ese tipode manejo que en su cualidad combina el cuidadosensible de las necesidades individuales del niño yun firme sentido de confiabilidad personal” (p. 224).

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En el caso de Pedro ha faltado esa función maternaque une cuidado sensible con confiabilidad pues elobjeto materno ha aparecido como una mujer irra-cional, impulsiva, capaz de morder al hijo o golpear-lo con palos. En cambio, cuando se ha tenido orecreado la experiencia del objeto materno, enrique-cido por el vínculo con el objeto paterno, y se haposibilitado el sentimiento de confianza, entonces sehan creado las bases para la comunicación y la aven-tura del descubrimiento; porque, como decíaMeltzer “el escudo de confianza que levanta el pechointerno en la realidad psíquica evoca en amigos yamantes una aspiración y una lucha hacia la comu-nicación sin reservas” (Meltzer, 1971, p. 263) talcomo sucede en la intimidad, en donde puedensobrar las palabras pero donde siempre falta tiempopara develar nuevos misterios y desarrollar nuevosvínculos. Creo que la confianza en el primer objeto,la identificación introyectiva con el objeto combina-do, más la experiencia estética en el vínculo K con-llevan “un poderosísimo impulso a compartir –diceMeltzer– la aprehensión de la belleza con, por lomenos, otra mente. Por esta razón, la emocionalidaddel vínculo K tiene el mismo poder generador conrespecto al grupo de trabajo que L y H para la forma-ción de la familia. Cuando surge el vínculo K dentrode la pareja parental vinculada por L y H, su relacióncon los hijos adquiere una calidad observadora ypensativa nueva, que introduce a la familia en ungrupo de trabajo y la protege de su tendencia, bajopresión, a volver a ser una pandilla o una organiza-ción de Supuesto Básico” (Meltzer, 1987, p. 492).Como ya señalé, cuando el objeto combinado hasido sólidamente establecido en el mundo internodeviene en modelo de relación íntima; ese mismoobjeto establecido en la posición depresiva empuja ala emulación del mismo, es decir, estimula a teneruna relación tan íntima y creadora como la del obje-to combinado.

El anhelo a compartir, el temor a perderse en lavehemencia del encuentro íntimo y el peligro de ais-larse, recuerdan la formulación de Erikson (1950)

cuando en Infancia y Sociedad describió la crisisvital entre “Intimidad y aislamiento” en los siguien-tes términos: “Así el adulto joven, que surge de labúsqueda de identidad y la insistencia en ella, estáansioso y dispuesto a fundir su identidad con la deotros. Está preparado para la intimidad, esto es, lacapacidad de entregarse a afiliaciones y asociacionesconcretas y de desarrollar la fuerza ética necesariapara cumplir con tales compromisos, aún cuandoéstos puedan exigir sacrificios significativos. Ahorael cuerpo y el yo deben ser los amos de los modosorgánicos y de los conflictos nucleares, a fin de poderenfrentar el temor a la pérdida yoica en situacionesque exigen autoabandono: en la solidaridad de lasafiliaciones estrechas, en los orgasmos y las unionessexuales, en la amistad íntima y en el combate físi-co, en experiencias de inspiración por parte de losmaestros y de intuición surgida de las profundidadesde sí mismo. La evitación de tales experiencias debi-do a un temor a la pérdida del yo puede llevar a unprofundo sentido de aislamiento y a una consiguien-te autoabsorción” (p. 237). Creo que esta descripcióndel vínculo íntimo del joven que se lanza a la expe-riencia de constituir una pareja y familia recoge lostérminos que caracterizan la intimidad: “fundir laidentidad con otro” aunque sin confundirse sinomanteniendo la discriminación, “entregarse a afilia-ciones y asociaciones” es decir, trascender el puroencuentro apasionado que se agotaría en el orgasmo,“enfrentar el temor a la pérdida yoica en situacionesque exigen autoabandono”, renuncia y tolerancia dela ansiedad persecutoria frente al deseo de compar-tir, el dejarse conducir por la “inspiración por partede los maestros” en la forma del objeto combinado,al que se desea emular.

La intimidad en los estados mentalesinfantiles, perversos y adultos

Hemos recorrido las bases sobre las que seasienta la intimidad: la diferenciación sujeto-obje-to, la introyección de un objeto que sostenga, laidentificación introyectiva con el objeto combinado

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que emula a recrear su intimidad... creo que yaestamos en condiciones para dar otro paso y dife-renciar qué se entiende por intimidad según predo-minen estados mentales infantiles, perversos oadultos, teniendo en cuenta que de santos y delocos todos tenemos un poco; tal como recordabaKlein (1959): “Nada que haya existido alguna vezen el inconsciente llega a perder por completo suinfluencia sobre la personalidad” (p. 234).

“El concepto más central relacionado con losestados infantiles, que los diferencia del estadomental adulto, es su muy estrecha relación con elcuerpo, con sus sensaciones y con sus instintos oimpulsos. Por eso, la sensualidad y la acción sonsus modos de experiencia y participación en elmundo más característicos” (Harris – Meltzer,1990, p. 49). Esta formulación da palabras a unacaracterística fundamental del funcionamientoinfantil de la mente: la de buscar gratificación sen-sual sin ninguna consideración por el objeto; porese motivo las partes infantiles, suelen confundirintimidad con sensualidad. Tal confusión mueve ala búsqueda de objetos para lograr una satisfacciónsensual/sexual directa que termina cuando se haconseguido la meta. Para el funcionamiento infan-til, el objeto tiene valor mientras está presente, siacude de modo inmediato, si satisface y si se retirasin pedir nada a cambio. Pero cuando sólo elPrincipio del placer-realidad regula el encuentrocon el objeto, la intimidad no tiene lugar. La rela-ción inmediatista con los objetos queda ilustradaen el sufrimiento de Alex, un adulto homosexualque padece por no poder establecer una pareja; estáatrapado en un funcionamiento infantil que lodeprime porque cada vez siente menos deseos y labúsqueda de excitación a través de la pornografíaaumenta su desasosiego, al mismo tiempo que laimposibilidad de intimar aumenta su desespera-ción. Alex creía que “la intimidad se podía medirpor la intensidad del sexo” y se quejaba de que alusar condones en la fellatio no aumenta la intimi-dad porque “disminuye la sensorialidad y el olor”;

él reclamaba el orgasmo del partner sobre su rostropara “encontrar la intimidad”. La búsqueda deses-perada de intimidad en Alex está pues conducidapor el modelo infantil de base sensorial, inmedia-tista y cuantitativa.

En la latencia pareciera que se desarrollarangrandes intimidades pero en realidad es casi impo-sible que se desarrolle una intimidad debido a lagran dificultad para experimentar y aceptar la emo-cionalidad; frente a los conflictos internos el latente–dice Meltzer– es “incapaz-de-pensar-algo-en-parti-cular. Esta es la posición burguesa, que si pudierahablar sinceramente, podría decir: “Estoy a favor dellado ganador” […] Meltzer sigue diciendo, con iro-nía, que eso “puede ser la base de una intimidadmuy grande, como se ve en grupos, religiones y par-tidos políticos” (Meltzer, 1971, p. 246) porque enese estado mental gobierna la hipocresía y el resul-tado son sociedades de intimidad y snobismo, tanjerárquico y soberbio, en donde el mundo se organi-za en dos realidades enfrentadas: nosotros, tan cooly ellos, tan por debajo.

El sentimiento de fusión –como se observa enlos grupos de púberes– es una consecuencia de laidentificación proyectiva, en la que los límites delyo desparecen y se tiene la sensación de formar unaunidad con el otro, una extraordinaria intimidad.Esto se observa, por ejemplo, en el estado emocio-nal posterior a las experiencias grupales intensivasde las que se sale con la sensación de haber exten-dido los límites del self hasta sentir que se formaparte de un “nosotros maravilloso” o de que se hancreado grandes amistades o que se han tenido pro-fundos encuentros íntimos. Didier Anzieu (1978) lollama “la ilusión grupal”; esos encuentros no sonmás que una ilusión, y nada más alejado de unaexperiencia de intimidad Se trataría más bien deuna experiencia de excitación derivada de la pérdidamomentánea de los límites del self, que se ensan-cha hasta englobar a todos, y de crear una confusiónde identidad basado en la identificación proyectivamutua, como la que se da en la folie a deux.

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Carlos Tabbia F(r)icciones

Para “que exista la comprensión es necesario el

contacto directo” (Meltzer, 1971, p. 242) cuya con-

dición de posibilidad es la superación de las confu-

siones geográficas; pues sin contacto directo ni dife-

renciaciones no hay intimidad; este es un senti-

miento del que quedan excluidas las partes de la

personalidad que viven en identificación intrusiva,

como los habitantes del Claustrum. “La parte de la

personalidad instalada en el claustrum, en su infeliz

condición, privada de la posibilidad de confiar y de

las relaciones íntimas, frente a problemas de super-

vivencia, amputada su capacidad para la formación

autónoma de símbolos y, por lo tanto, su disposi-

ción al pensamiento creador, en peligro constante

de ser descubierta como una entrometida y de ser

procesada y expulsada al ‘no lugar’, debe equilibrar

estas miserias con algunos placeres” (Meltzer,

1992, p. 122). Los placeres del intruso son la gran-

diosidad (Tabbia, C., 2000) y la creencia de que la

emoción es excitación; por eso es que en los estados

mentales perversos se pretende alcanzar la intimi-

dad a través de la excitación, tal como se revela en

muchos homosexuales que se deprimen al descu-

brir que el amor o la intimidad era sólo excitación

pasajera. La complicidad triunfal y la ilusoria “uni-

dad de la mente” (Meltzer, 1973, p. 181) de la expe-

riencia perversa no deja paso más que al desencanto

y la desesperación, pues al traspasar la puerta, la

trampilla se cierra detrás nuestro.

La parte adulta de la personalidad surge de la

identificación introyectiva con los objetos buenos y

por tanto es natural que el mayor grado de intimi-

dad adulta se manifieste en las relaciones donde

predomina el diálogo, hecho de palabras y silen-

cios, la generosidad, el respeto, la no violencia, la

libertad, la capacidad para compartir dolores y ale-

grías, intereses y curiosidades y donde se toleran

las pérdidas. El discurso íntimo entre los padres, de

estos con los hijos, el diálogo entre amigos o del

paciente con el analista, se basa en dos pilares: en

“la identificación con el objeto combinado de la

realidad psíquica y el reconocimiento de un compa-

ñero adecuado para la conversación” (Meltzer,

1971, p. 263) sin límites. Esa identificación tiene

una doble consecuencia. Por un lado es la condi-

ción de posibilidad de la intimidad sexual adulta,

tal como lo dice Meltzer: “El fundamento, en el

inconsciente, de la vida sexual de la persona madu-

ra es la relación altamente complicada de sus

padres internos con quienes es capaz de una rica

identificación introyectiva en los dos papeles, el

masculino y el femenino. La bisexualidad bien

integrada hace posible una intimidad doblemente

intensa con el compañero sexual por ambas intro-

yecciones, así como una modulada identificación

proyectiva que encuentra su lugar en la mentalidad

del compañero, sin que exista control ni domina-

ción” (Meltzer, 1973, p. 116-117). La otra conse-

cuencia de la identificación con las funciones de los

padres internos es que se constituye en la condi-

ción de posibilidad del desarrollo simbólico en

tanto ambos objetos funcionan como continentes

mutuos de las emociones, en función de reverie. La

identificación con el objeto combinado tendrá con-

secuencias muy significativas para la estructura

adulta de la personalidad porque será fuente inspi-

radora (ideal del yo), permitirá el desarrollo del

pensamiento, dará bases psíquicas a la identidad

sexual, será el fundamento de la estabilidad men-

tal, hará posible el grupo de trabajo (Bion) y se

manifestará en la intimidad adulta.

El sueño de JulioLa consideración de la intimidad que he realiza-

do hasta ahora no está lejos de ser pensada un cri-

terio de salud mental y del desarrollo de la persona-

lidad en la dirección que Meltzer (1967) señalaba en

El proceso psicoanalítico cuando decía que “la reso-

lución de esta configuración de relación objetal

constituye el límite entre la enfermedad mental

(psicosis) y la salud mental, del mismo modo que la

resolución de los obstáculos ante la relación intro-

yectiva dependiente con el pecho cruza el límite

entre inestabilidad mental y estabilidad mental, y

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F(r)icciones Carlos Tabbia

del mismo modo que la superación del complejo deEdipo lleva de la inmadurez a la madurez” (p. 59).

La segunda dimensión que Meltzer proponíapara visualizar la estructura de la personalidadtiene una gran significación diagnóstica y pronósti-ca. Él decía que habría de describirse si las personasviven en relaciones íntimas, ligadas a las funcionesde la estructura familiar o, por el contrario, si setrata de personas que viven en grupos, en una iden-tidad difuminada en el grupo, operando por tropis-mo y oscilando entre Supuestos básicos (Bion).Creo que una persona que es capaz de vivir relacio-nes íntimas, bajo las parámetros que hemos seña-lado, estará en condiciones de orientar su vida bajola égida del objeto combinado que le sugiere elcamino y al que desea emular, y será capaz de desa-rrollar una familia interna y trascender hacia lacomunidad. Por el contrario, una persona que tuvie-ra serias dificultades para lograr tal identificaciónintroyectiva carecerá de criterios genuinos elabora-dos en el diálogo interno, quedará a merced de losslogan que le brinde la propaganda y dependerá delentorno para orientarse en la vida, con peligro dedesintegración si carece de un otro que le sirvacomo modelo para imitar o rechazar. El mundo delos fanáticos, de las sectas, de los consumidores demoda, de la comunidad puberal/adolescente, suelencaminar encandilados tras la luz parcial que lesbrinda un iluminado; el temor al cambio catastrófi-co los paraliza y les retiene en una existencia pseu-domadura, como le sucedía a Julio.

Julio era un joven que estaba organizado entorno a una capacidad verbal con la que seducíapero que terminaba generando aburrimiento porquesus palabras carecían de verdadero sentido; sus ges-tos y precisiones parecían doctorales. Pero tantapseudo madurez le hacía sentirse un objeto enmanos de una pareja de mayor edad y con caracte-rísticas fálicas, asentadas sobre sólidos y reconoci-dos conocimientos científicos; la soledad de Julioera notable. Sus padres se habían separados hacía

muchos años.El padre había quedado atrapado enuna mentalidad aristocrática esterilizante que leimpedía gestionar su propia realidad económica. Lamadre, por el contrario, pudo reorganizar su vidaemocional y laboral. La mayor parte del trabajoterapéutico con Julio fue desmontar su coraza pseu-domadura que se apoyaba siempre en algún objetoparcial idealizado que le servía para sostenerse a tra-vés de reivindicar algo, así pudo lanzarse a promo-ver una huelga en el lugar de trabajo, hasta lucharpor la recuperación de hijos desaparecidos o promo-ver el fortalecimiento de culturas en posible declive.Sus reivindicaciones no eran absurdas, siéndolo,por el contrario, el modo en que se comprometía.Una parte infantil sana le permitía encontrar apoyoen objetos parentales que lo rescataran.

La revitalización del objeto paterno pasó pordiversas etapas, que elaboradas en la transferencia,nos permitió analizar desde su rivalidad edípicahasta su posición femenina. La diferenciación entrela realidad y la fantasía con respecto a su padre lepermitió alcanzar una relación más adulta con él.

Julio se encontraba en una situación compro-metida, pues en medio de una vieja crisis de parejaque se planteaba el divorcio apareció un embarazoque precipitó el retorno de ambos miembros de lapareja al país de origen, marchando primero lamujer. Durante el tiempo que él permaneció enesta ciudad (Barcelona), reencontró por internet asu primera novia de la adolescencia, que lo habíafrustrado sexualmente, estableciéndose ahora bre-ves y tórridos momentos de cibersexo (sexo en ladistancia).

El sueño de Julio fue el siguiente: “estaba en unasala, con techos altos como los de este consultorio,en donde estaban Carlos y Eva, delante había untelevisor en donde aparecía algo girando rápidamen-te como un trompo que cuando se va deteniendo seve que es Menem;4 Julio, que está detrás y junto aCarlos y Eva, señalando les dice ‘ése es Menem, esedesagraciado’, diciéndolo con mucha rabia”.

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4. Carlos Menem: Presidente de Argentina (1989-1999).

Veamos algunos datos y asociaciones para com-prender este sueño. Carlos y Eva eran una pareja deamigos que generosa y solidariamente lo estabanacogiendo en su casa, en donde Julio se sentía bien.

Cuando Julio era adolescente tenía sentimientosambivalentes con respecto a Menem, pues por unlado lo admiraba por las mujeres y los coches quelucía y por la dolce vita que vivía pero, por otro lado,lo rechazaba porque había estropeado al país. Juliome explicó que en Argentina no nombran a Menempor su apellido porque dicen que nombrarlo da malasuerte, entonces para nombrarlo emplean el apellidode Julio, que por discreción omito. Creo que Carlosy Eva representan la función parental del analista.Carlos es mi nombre y creo que Eva representa lafunción materna –es de señalar que llegó a terapia através de las gestiones de su madre–. La referencia ala generosidad de su pareja amiga remitía al senti-miento de gratitud al analista quien se adecuó a sueconomía para posibilitarle el tratamiento.

El sueño puede ser leído como dos modelos deintimidad contrapuestos.

La imagen giratoria que apareció en el televisorrepresenta los recursos autoexcitantes, masturba-torios (orales –lengua habladora– anales y genita-les), que engañosamente lo contenían como en ungirar autista que le generaba un perímetro (unafrontera exterior) y que le impedía desparramarsepero que, en realidad, lo empobrecía y aislaba,pues estaba dentro de un tubo de cristal. Creo queese funcionamiento en base a la excitación repre-senta la imagen de la intimidad que tiene el ado-lescente antes de enamorarse. En ese momento laintimidad es excitación y exhibición, presidida –“Presidente” Menem– y sostenida en objetos par-ciales representados por los coches y las mujeres.Esa defensa motora y autoerótica pudo transfor-marse primero en una imagen visual, que luegopudo ser “nominada” con un apellido, pero esenombre lo conectaba con un objeto aún parcial-mente devaluado que le daba “mala suerte”: arrui-naba su país-mente.

La pareja de Carlos y Eva en el sueño creo querepresentan el nivel adulto de funcionamiento quese manifiesta en la capacidad de observación yespera de ambos objetos diferenciados e interrela-cionados en un vínculo íntimo y creador.

La internalización del objeto combinado –Carlos-Eva– que están colocados entre el estímulo(en el televisor) y la mente de Julio, le permitióhacer una diferenciación entre sus aspectos adoles-centes inmaduros y los maduros representadosestos por los amigos que lo acogieron, en la reali-dad externa y en la relación analítica.

La confrontación de los dos tipos de funciona-miento –adolescente/adulto– estaba vinculada a laduda entre retornar a una vieja historia con la pri-mera novia para eludir así el conflicto derivado deuna paternidad que aún no podía asumir. Menem,que también se llama Carlos, condensa el nombredel analista y el apellido de Julio, sirve de soportepara la transferencia paterna denigrada y se con-vierte en un objeto interno amenazante. Entonces,Menem sería el anti-Carlos/analista y representaríaal adversario de la pareja combinada. De ese modose contrapone una relación íntima de colaboración-creación (Carlos-Eva) con el de un posible filicida(¿Menem-Layo mandó asesinar a su hijo?). Esteconflicto dificulta que él pueda asumir la paterni-dad (¿será como Carlos/Eva o como CarlosMenem/Layo?) y lo empuja a su defensa pseudo-madura: hacer discursos sobre su próxima paterni-dad, que sonaban más como racionalización quecomo reverberación de un deseo sincero.

En el sueño de Julio aparecen dos formas de tro-pismo: el de la excitación y el vértigo de los cochesfrente al tropismo basado en K del objeto combina-do. Entre ambos existe una tensión. Es la tensiónderivada del peligro de la permanente amenaza a larelación de intimidad por la irrupción de las partesMenem, esa parte del objeto que no está en un vín-culo con la pareja combinada sino que, escindida yproyectada, permanece en la re-cámara, como laspartes psicóticas o perversas, siempre dispuesta a

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eclipsar al objeto combinado. Así como la relaciónde intimidad puede ser amenazada por la posibleirrupción de partes escindidas, como Menem en elsueño, existiría otra manera de eclipsar esa rela-ción y es la que se manifestaría en aquellas relacio-nes en las que hay ausencia de tensión o negaciónde la desconfianza. Esto podría ser nombrado comouna perversión de la intimidad como la que semanifestaría en las relaciones analíticas, en las queel analista no ejerce su función pero crea una ilu-sión de proximidad, que termina desilusionando yaburriendo. Por el contrario, un auténtico encuen-tro analítico suele tanto maravillar como espantarporque en el interjuego de vínculos y antivínculossurge una relación íntima, apasionada, para la quese necesita coraje. Como decía Meltzer, el métodopsicoanalítico “se atreve a arrojar a dos extrañosjuntos con la expectativa de que tengan mil o máshoras de conversación íntima, espontánea y emo-cional, para no hablar del beneficio terapéuticopara el paciente y el avance científico o técnico parael analista. Y la maravilla de esto es que finalmentelogran un diálogo de interés interminable, que debeser a la larga abandonado por ambos...” (Meltzer,1971, p. 262). Diálogo de interés interminable quese presenta de modo sorpresivo, en un recodo delGrupo de Trabajo en un clima de camaradería, endonde, como ya dije, tienen lugar la generosidad, elrespeto, la no violencia, la libertad, la capacidadpara compartir dolores y alegrías, intereses y curio-sidades, donde se toleran las pérdidas y los límites,y donde la añoranza es bien acogida. Ese diálogo deinterés interminable es posible en el contexto delas relaciones íntimas, cimentadas sobre la resolu-ción de los conflictos intrínsecos a la primera y ter-cera dimensión propuestas por Meltzer para elestudio de la personalidad. Creo que ahora pode-mos retomar las tres dimensiones y afirmar queellas no sólo sirven para comprender la estructurade la personalidad sino que también son fértiles,como él decía, para comprender el método terapéu-tico psicoanalítico que, al estudiar la transferencia

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ResumenLa intimidad es una experiencia emocional

anhelada y no siempre lograda. Alcanzarla es fun-damento de un desarrollo maduro de la personali-dad. En este trabajo se recorre el pensamiento deMeltzer y se señalan tres condiciones fundamenta-les para experimentar la intimidad: una distanciaóptima entre los objetos, la tolerancia de las emo-ciones y la capacidad de confiar. Se diferencian lasconcepciones de la intimidad derivadas del funcio-namiento infantil, adulto y perverso de la mente.La capacidad de experimentar intimidad puede serun criterio clínico potente para evaluar la estructu-ra de la personalidad.

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