Doctrina General Del Estado

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    Doctrina generaldel Estado

    Elementos de filosofía política

    UNIVERSIDAD N ACIONAL A UTÓNOMA DE MÉXICO

    Traducción 

     JEAN D ABIN

    HÉCTOR GONZÁLEZURIBE

     JESÚS T ORALMORENO

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    DOCTRINA GENERAL DEL ESTADO

    ELEMENTOS DE FILOSOFÍA POLÍTICA

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    INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICASSerie DOCTRINA JURÍDICA, Núm. 123

    Coordinador editorial: Raúl Márquez RomeroCuidado de la edición: Wendy Vanesa Rocha Cacho

    Formación en computadora y elaboración de PDF: D. Javier Mendoza Villegas

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     JEAN DABIN

    DOCTRINA GENERAL

    DEL ESTADO

    ELEMENTOS DE FILOSOFÍA

    POLÍTICA

    Traducción

    HÉCTOR GONZÁLEZ URIBE

    JESÚS TORAL MORENO

    UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

    MÉXICO, 2003

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    Tí tulo de la primera edición francesa, de 1939:

     Doctrine gé né rale de L’É tat. Elé ments de philosophie politique

    Primera edición: 2003

    DR © 2003. Universidad Nacional Autónoma de México

    INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS

    Circuito Maestro Mario de la Cueva s/n

    Ciudad de la Investigación en HumanidadesCiudad Universitaria, 04510 México, D. F.

    Impreso y hecho en México

    ISBN 970-32-0235-7

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    CONTENIDO

    Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .XXXVII

    Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1

    Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3

    1. El Estado aquí considerado es el Estado moderno . . . . . . 3

    2. Diversidad de puntos de vista en que podríamos situarnos:no hay sino uno fundamental, a saber: el punto de vista polí-tico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4

    3. Necesidad de la filosofía en el estudio de la política . . . . . 6

    PARTE GENERALCAPÍTULO ÚNICO

    VISIÓN SINTÉTICA DEL ESTADO

     4. Definición vulgar del Estado . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

    5. Acerca de la palabra “Estado” . . . . . . . . . . . . . . . . 9

    6. Una acepción inadmisible: el Estado en el sentido de gobierno 10Sección I. Los elementos anteriores al Estado . . . . . . . . . . . 11

    7. Cierto número de hombres, un territorio limitado . . . . . . 11

    1. EL ELEMENTO HUMANO

    I8. El hombre, ser racional y persona . . . . . . . . . . . . . . 11

    9. Acerca del número de hombres que se requieren para formarun Estado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12

    VII

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    10. Las unidades componentes del Estado no son los grupos y

    familias, sino los individuos  . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

    II

    11. Los diversos principios de repartición de las poblaciones en-tre los Estados: Estado nacional y Estado de clase . . . . . . 15

    12. a) Variadas concepciones (unas, más carnales; más espiri-tuales, las otras) de la idea de nacionalidad   . . . . . . . . . 16

    13. La nación, como tal, no es una institución-persona . . . . . 17

    14. La coincidencia entre el Estado y la nación, que de hecho nosiempre existe, no se impone necesariamente en derecho  . . 19

    15. Problemas que plantea el dualismo de nación y Estado . . . 21

    16. La tesis de la “desnacionalización”  del Estado . . . . . . . 22

    17. b) La concepción marxista del Estado internacional de clase 22

    2. EL ELEMENTO TERRITORIAL

    18. Determinado territorio, elemento indispensable para el Estado 24

    19. Las dos funciones del territorio: a) negativa, como lí mite decompetencia respecto de los otros Estados. b) Función posi-tiva, como sede del poder . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26

    20. Naturaleza del derecho del Estado sobre su territorio: un

    “derecho real institucional”  . . . . . . . . . . . . . . . . . 28

    21. El territorio, simple instrumento material, no es más que unmedio al servicio del Estado  . . . . . . . . . . . . . . . . . 30

    Sección II. Los elementos constitutivos del Estado . . . . . . . . . 33

    22. En relación con la sociedad subyacente, el Estado representaun nuevo principio: el principio polí tico  . . . . . . . . . . . 33

    23. El Estado queda incluido en la categorí a de las sociedades,no de las fundaciones  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34

    24. Rasgos especí ficos de la sociedad estatal: el bien públicotemporal y la autoridad pública . . . . . . . . . . . . . . . . 35

    VIII CONTENIDO

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     1. EL FIN DEL ESTADO: EL BIEN PÚBLICO TEMPORAL

    25. Institución humana, el Estado no podrí a carecer de fin . . . 35

    I

    26. Distinción entre “ bien común” , fin de toda sociedad, y“bien público” , fin de la sociedad estatal  . . . . . . . . . . 36

    27. a) El “público” , sujeto-beneficiario del bien que persigue elEstado, es la masa total de los individuos y grupos integra-

    dos en el Estado. Bien público y bien particular; bien nacio-nal y bien internacional  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37

    28. b) Los elementos  formales  del bien público: el orden y lapaz por la justicia, la coordinación de las actividades particu-lares, la ayuda y suplencia a la iniciativa privada  . . . . . . 40

    29. Carácter a la vez impersonal e intermediario de los elemen-

    tos del bien público  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43

    II

    30. La materia del bien público: todas las necesidades humanasdel orden temporal, especí ficamente polí ticas, económicas,intelectuales, morales  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44

    31. a) En qué sentido conviene entender el principio de la “ se-paración entre la economí a y la polí tica”  . . . . . . . . . . 46

    32. b) De qué manera debe el Estado interesarse en los valoresde orden intelectual y moral  . . . . . . . . . . . . . . . . . 49

    33. Lugar de los valores nacionales  (en el sentido étnico) entrelas preocupaciones del Estado  . . . . . . . . . . . . . . . . 50

    34. c) La distinción de lo espiritual y lo temporal, y las relacio-nes entre la Iglesia y el Estado  . . . . . . . . . . . . . . . . 51

    35. Bien público temporal y filosof í a general . . . . . . . . . . 54

    36. Carácter relativo de las aplicaciones de la idea de bien público 56

    CONTENIDO IX

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    2. LA AUTORIDAD O PODER PÚBLICO

    I

    37. Más que cualquiera otra sociedad, el Estado exige una insti-tución gobernante: la ilusión de la cooperación libre  . . . . 56

    38. Las dos tareas de la autoridad pública: la gobernación de loshombres y la administración de los servicios públicos  . . . 59

    II

    39. Gobierno entraña esencialmente dirección por ví a de mandoy, en consecuencia, poder de emitir el derecho general o par-

    ticular  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60

    40. Ese poder no compete a los súbditos como tales, sino a losque detentan la autoridad  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62

    41. Pero el derecho no es creado en todas sus partes por el Esta-

    do. Los datos previos y la actualización, polí tica y técnica  . 63

    42. La fuerza material no constituye ni la realidad ni la esencia

    del poder, pero es su auxiliar indispensable  . . . . . . . . . 64

    43. La coacción no reemplaza, sin embargo, a la libre adhesión 66

    44. Subordinación del poder militar al poder civil . . . . . . . . 67

    III

    45. Noción general de la administración, y en qué  se distinguedel gobierno aun la alta administración  . . . . . . . . . . . 68

    46. Clasificación de los servicios que atañen a la administración:

    a) Servicios de gobierno propiamente dicho  . . . . . . . . . 70

    47. b) Servicios de ayuda y de suplencia a las actividades pri-

    vadas  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71

    48. c) Servicios de personal y de material . . . . . . . . . . . . 72

    X CONTENIDO

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    ción polí tica, lógica y moralmente sólo puede provenir de unlibre acuerdo entre los hombres . . . . . . . . . . . . . . . 88

    58. Mas la libertad no es el estado natural del hombre y, por otra

    parte, Rousseau reconoce implí citamente que el pacto socialera exigido por una necesidad de naturaleza  . . . . . . . . . 89

    II

    59. Parte del elemento voluntario en la formación del Estado: lavoluntad actualiza la tendencia natural y funda históricamen-

    te al Estado  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9160. Libertad de todo individuo particular para cambiar de nacio-

    nalidad  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94

    III

    61. Tesis de Hauriou sobre el “consentimiento consuetudinario”como fundamento jurí dico del Estado  . . . . . . . . . . . . 95

    Crí tica de esta tesis, que no afronta la dificultad profunda . 97

    Sección III. Los caracteres del Estado . . . . . . . . . . . . . . . 99

    62. Los tres rasgos que derivan de la definición de Estado: per-sonalidad moral, soberaní a y sumisión al derecho  . . . . . . 99

    1. EL ESTADO, PERSONA MORAL

    63. Opiniones propuestas e interés práctico del problema . . . . 100

    I

    64. La tesis de la personalidad como ficción útil: sólo el individuohumano es persona, pero la “personificación”  de los cuerpostiene una virtud simplificadora en cuanto permite referir al

    Estado actos efectuados a nombre y en vista del fin del Esta-

    do, y también explicar la unidad y perpetuidad de éste  . . . 101

    XII CONTENIDO

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    65. De la autoridad competente para crear la ficción, cuando setrata del Estado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103

    66. Tesis de Duguit sobre la inutilidad  y peligro de la ficción, en

    cuanto es apoyo de un derecho subjetivo de soberaní a . . . 104

    II

    67. Crí tica de las teorí as negadoras de la personalidad moralcomo realidad: a) el Estado no es sólo la suma de los indivi-duos que lo componen; es un ser  realmente distinto. b) este

    ser distinto que es el Estado tiene todos los tí tulos para quese le reconozca como  persona, pero la personalidad no es

    más que moral  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105

    68. Los grados de la personalidad moral . . . . . . . . . . . . . 109

    III

    69. Además, el Estado es naturalmente persona  jur í dica  (en elplano del derecho positivo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110

    70. La persona del Estado es única, no obstante una dualidad deactividades y regí menes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111

    71. La “personificación”  de los diversos servicios, simple pro-cedimiento técnico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113

    2. LA SOBERANÍA DEL ESTADO

    72. Transición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114

    I

    73. El Estado es soberano en el sentido de que su sistema y su

    ordenamiento son supremos frente a la voluntad de los indi-

    viduos y grupos que de él forman parte  . . . . . . . . . . . 115

    74. La soberaní a es esencialmente interna . . . . . . . . . . . . 116

    CONTENIDO XIII

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    II

    75. Examen de las objeciones de Duguit contra la noción de sobe-raní a:  a) el pretendido problema insoluble del origen  del de-recho de soberaní a, que en realidad proviene de la naturaleza . 117

    76. b) El pretendido problema insoluble del sujeto  del derecho

    de soberaní a, que no es ni el  Herrscher , ni el pueblo o lanación, ni aun el Estado, pues la soberaní a no tiene sujeto: esintrí nseca al Estado que obra por sus gobernantes . . . . . . 119

    77. c) Las objeciones sacadas de la descentralización regional y

    del Estado federal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12278. d ) La pretendida dificultad de conciliar soberaní a y sumisión

    al derecho. Remisión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123

    79. Crí tica de la construcción de Duguit, que reemplaza la ideade soberaní a con la de “ función”  de los gobernantes ligadospor la “solidaridad social”  . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123

    III

    80. El Estado es necesariamente soberano, y su soberaní a es unae indivisible . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125

    81. Pero su soberaní a es esencialmente relativa, limitada al bienpúblico temporal. La cuestión de los conflictos de competencia 127

    IV

    82. Crí tica de la teorí a de Hauriou sobre las “ tres formas de so-beraní a”  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128

    3. LA SUMISIÓN DEL ESTADO AL DERECHO

    I

    83. La pretendida contradicción entre la idea de soberaní a y lade sumisión al derecho: la soberaní a no significa voluntaris-mo puro y arbitrario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131

    XIV CONTENIDO

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    84. La explicación de la sumisión del Estado al derecho por laidea de autolimitación  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134

    II

    85. En realidad, hay lí mites racionales, objetivos, a la soberaní adel Estado; forman el derecho propio, sui generis, del Estado

    y de la polí tica  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135

    86. Lí mite negativo de competencia: el Estado no puede traspa-sar los linderos de lo temporal, por una parte; de lo público,por otra  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136

    87. Norma positiva: La realización del bien público, lo cual entra-ña para el Estado, ora obligaciones de abstención más o menoscompleta, ora obligaciones de hacer , especialmente la de orga-

    nizarse a sí  mismo del modo más adecuado para el buen cum-plimiento de su tarea y la observancia de sus lí mites  . . . . . 136

    88. Los principios generales de la moral ligan al Estado y a los

    gobernantes como a los particulares  . . . . . . . . . . . . . 138

    III

    89. El problema de la determinación efectiva de los deberes delEstado soberano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139

    90. a) No suprimen la dificultad ni la eliminación del conceptode soberaní a, reemplazado por una “ regla de derecho”  inde-terminada, ni la idea de una multiplicidad de órdenes equi-valentes que se hacen contrapeso . . . . . . . . . . . . . . . 141

    91. b) Examen de las soluciones posibles: las soluciones inter  o

    supranacionales, su carácter “ inactual”  y sus inconvenien-tes  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142

    92. c) Las soluciones internas; unas, de naturaleza polí tica: res-

    ponsabilidad de los gobernantes ante el pueblo  . . . . . . . 144

    93. d ) ...Repartición entre varias instituciones, órganos o perso-nas, de las funciones del poder  . . . . . . . . . . . . . . . . 145

    CONTENIDO XV

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    94. e) Otras, de í ndole  jurisdiccional: los defectos del método judicial  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146

    IV

    95 Ineluctable imperfección de todas las soluciones técnicas . . 148

    96. En qué medida entrañan autolimitación . . . . . . . . . . . 149

    97. En qué  sentido debe hablarse de la sumisión del Estado alderecho  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151

    98. La solución última: el derecho de resistencia . . . . . . . . 152

    PARTE ESPECIAL

    CUESTIÓN PRELIMINAR: EL PROBLEMADE LAS CONSTITUCIONES RÍGIDAS

    99. Planteamiento del problema . . . . . . . . . . . . . . . . . 157

    I

    100. En el sentido material, y hasta jurí dico y formal, todo Estadotiene una Constitución  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157

    101. En el sentido propiamente t é cnico, el régimen constitucionalse caracteriza por la existencia de un sistema de reglas deno-minadas constitucionales, elaboradas por un poder especial,

    llamado poder constituyente, conforme a un procedimiento

    especial  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160

    II

    102. La rigidez constitucional, que tiende a asegurar la estabili-

    dad de las bases de la vida polí tica, se justifica o no segúnlas contingencias  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161

    103. Observancia de precauciones en el empleo del procedimiento . 162

    XVI CONTENIDO

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    104. El “ falseamiento”  de las Constituciones . . . . . . . . . . . 164

    105. La sanción del procedimiento. Remisión . . . . . . . . . . . 164

    CAPÍTULO PRIMERO

    LA ORGANIZACIÓN DE LA AUTORIDAD EN EL ESTADO

    106. Necesidad de un poder estatal, que queda por organizar . . . 167

    107. Problemas que examinar y plan del capí tulo . . . . . . . . . 168

    Sección I. Los titulares del poder o el problema del “ régimen po-

    lí tico”  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169

    108. Distinción entre el problema de la autoridad y el de sus titu-lares, o sea del régimen  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169

    109. Aquí  se trata de los gobernantes, y no de los simples agentes 170

    1. DE LA DETERMINACIÓN DEL RÉGIMEN DE GOBIERNO

    I

    110. Las soluciones de derecho divino: el derecho divino sobre-

    natural  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170

    El derecho divino providencial . . . . . . . . . . . . . . . . 171

    La monarquí a de derecho divino . . . . . . . . . . . . . . . 172

    II

    111. La selección de los titulares de la autoridad pertenece a lamultitud, es decir, al pueblo congregado en el Estado . . . . 173

    112. Discusión de la teorí a de la ocupación . . . . . . . . . . . . 174

    113. El buen ejercicio del poder de hecho ¿constituye tí tulo sufi-ciente de legitimidad?  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175

    114. ¿Qué debe entenderse por pueblo? . . . . . . . . . . . . . . 176

    Formas variadas del consentimiento popular . . . . . . . . 177

    CONTENIDO XVII

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    115. La teorí a del “pacto de sujeción”  . . . . . . . . . . . . . . 178

    III

    116. El pueblo, que tiene derecho a designar  al soberano, por de-

    recho no es é l mismo el soberano . . . . . . . . . . . . . . . 179

    117. Crí tica de la tesis de la soberaní a popular alienable, ya a tí -tulo facultativo, ya a tí tulo de necesidad  . . . . . . . . . . . 181

    118. Crí tica de la tesis de la soberaní a popular inalienable: los

    argumentos deducidos a) de la libertad e igualdad naturales 183b) Del derecho común de las asociaciones . . . . . . . . . . 185

    119. La tesis que niega la soberaní a popular de derecho ¿no estáen contradicción con la que reconoce al pueblo el derecho deescoger el régimen? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187

    2. LAS FORMAS DE GOBIERNO

    I

    120. Los dos principios determinantes de una clasificación: pri-meramente, el número de los gobernantes  . . . . . . . . . . 188

    121. ...Después, el carácter directo del gobierno . . . . . . . . . 191

    II

    122. a) El gobierno de uno solo o monarquí a  (en el sentido eti-

    mológico)  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 192

    La alteración del principio en los regí menes de monarquí amoderada  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193

    123. b) El gobierno de un pequeño número o aristocracia  . . . . 194

    124. c) La democracia (en el sentido polí tico y en cuanto a la for-ma del poder): crí tica de las tesis de la “ soberaní a nacional”

    XVIII CONTENIDO

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    y de la “soberaní a popular” ; la soberaní a detentada por losindividuos titulares como una función . . . . . . . . . . . . 195

    III

    125. a) Democracia directa  y democracia semidirecta  (refer é n-

    dum, etcétera) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197

    126. b) Democracia indirecta, representativa, electiva . . . . . . 199

    127. Las dos concepciones de la representación: ¿delegación orepresentación libre? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 200

    128. La democracia representativa moderna no es la democracia,

    hablando con propiedad  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201

    129. Dominio limitado de la elección, que no se extiende a todoslos titulares del poder  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203

    130. La participación, aun relativa y restringida, del pueblo en elgobierno, basta para especificar al régimen democrático . . 205

    IV

    131. Legitimidad del régimen democrático y defensa del  princi- pio: a) desde el punto de vista de la competencia . . . . . . 207

    132. b) Desde el punto de vista del equilibrio y de una evoluciónpací fica  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211

    c) Desde el punto de vista del ideal humano . . . . . . . . . 212

    133. La f órmula del prí ncipe en sus consejos y el pueblo en susEstados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 212

    V

    134. En cuanto a las modalidades del régimen: crí tica de la formadirecta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213

    135. Apreciación del procedimiento electivo, en sí  y relativamente . 215

    136. Crí tica del sistema de la delegación  . . . . . . . . . . . . . 215

    CONTENIDO XIX

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    VI

    137. Las derogaciones al principio electivo: la monarquí a heredi-

    taria y sus ventajas  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 218138. Consideración a las preferencias sentimentales de la opinión,

    así  como al régimen establecido  . . . . . . . . . . . . . . . 221

    3. EL SUFRAGIO POPULAR EN EL RÉGIMEN

    DEMOCRÁTICO

    139. Precisión de la hipótesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 222

    I

    140. Relaciones entre el cuerpo electoral y la nación: crí tica de laidea de representación de ésta por los electores  . . . . . . . 223

    II

    141. a) Quien tiene calidad para votar es el ciudadano miembro

    del Estado, haciendo abstracción de cualquiera otra determi-nación extrapolí tica  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225

    Una concepción inexacta de la representación de la nación,en que lo polí tico está absorbido en lo social  . . . . . . . . 227

    142. La objeción del “ciudadano abstracto”  . . . . . . . . . . . 227

    143. b) Crí tica de las diversas f órmulas de representación de losintereses  (Estado corporativo, Parlamento corporativo). Sin

    contradecir necesariamente a la democracia, la representa-

    ción de los intereses contradice la idea de lo polí tico  . . . . 228

    144. c) Crí tica del principio del sufragio familiar   consideradocomo sufragio de cuerpo  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233

    145. Sólo el individuo, en cuanto hombre, es capaz de elevarsehasta el nivel de lo polí tico  . . . . . . . . . . . . . . . . . . 234

    XX CONTENIDO

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    146. d ) Repartición de los electores, sobre la base de la habita-ción, en secciones territoriales  . . . . . . . . . . . . . . . . 235

    III

    147. Los titulares del derecho de sufragio polí tico: las teorí as clá-sicas del derecho y de la función  . . . . . . . . . . . . . . . 237

    148. La concepción de Hauriou sobre el sufragio-asentimiento . 238

    149. El sufragio que es elección tiene el carácter de una  función pública  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 240

    IV

    150. La justificación del principio del sufragio universal o dere-cho a la función electoral sin acepción de categorí as  . . . . 242

    151. El problema del sufragio plural y del voto suplementario del

    padre de familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 244

    Sección  II. Las funciones del poder y el problema llamado de la

    “ separación de poderes”  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247

    152. Evocación de la distinción entre el gobierno de los hombresy la administración de los servicios  . . . . . . . . . . . . . 247

    153. El problema de las funciones del poder es el de los diver-

    sos modos de actividad del poder y de las relaciones entre

    estos modos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 248

    1. LAS DIVERSAS FUNCIONES DEL PODER

    154. Precisiones terminológicas: funciones del poder y funcionesdel Estado; funciones, poderes, órganos  . . . . . . . . . . . 249

    I

    155. Las tres funciones tradicionales: a) la función gubernativa,singular por los actos, universal por la competencia y la pre-

    sencia  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 250

    CONTENIDO XXI

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    156. b) La función legislativa (sensu lato), que procede por ví a dereglas preestablecidas; justificación del procedimiento . . . 252

    157. c) La función jurisdiccional, en las relaciones entre particu-

    lares y en las relaciones en que está mezclado el Estado  . . 254158. Controversias suscitadas por la función  jurisdiccional: ¿ha-

    brá dejado de ser función polí tica?  . . . . . . . . . . . . . . 257

    ¿no constituirá una función distinta? . . . . . . . . . . . . . 258

    ¿será sólo una de las ramas de la ejecutiva? . . . . . . . . . 259

    II

    159. La cuestión de la jerarquí a de las funciones: por qué moti-vos no puede ser la primera la legislativa... ni la función ju-risdiccional  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261

    El primado corresponde a la función gubernativa . . . . . . 264

    160. En qué sentido la Revolución francesa y la ideologí a proce-dente de ella postulan la primací a de lo legislativo  . . . . . 265

    III

    161. La teorí a de los poderes en el sentido de operaciones de vo-luntad de la potestad pública, según Hauriou . . . . . . . . 267

    162. Crí tica de la tesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 268

    2. EL PROBLEMA LLAMADO

    DE LA “SEPARACIÓN DE PODERES”

    I

    163. Posición del problema: suponiendo la multiplicidad de los ti-tulares del poder, las diversas funciones ¿serán ejercidas portodos conjuntamente, salvo delegación, o repartidas entreinstituciones y órganos distintos?  . . . . . . . . . . . . . . 272

    XXII CONTENIDO

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    164. Situación aparte, generalmente reconocida, de la función ju-risdiccional  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273

    165. El régimen “convencionista” , tipo de la confusión de los po-

    deres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 274

    II

    166. Las aparentes ventajas del sistema de concentración de lospoderes  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275

    167. En realidad, el sistema es inconveniente para el propio po-

    der , porque no permite la especialización de las funciones  . 276

    168. ...y peligroso para los derechos y libertades legí timas de los

    ciudadanos  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 278

    III

    169. Demostración de la tesis referente a la acumulación objetiva:a) La absorción de lo gubernamental por lo legislativo  . . . 280

    b) ...de lo jurisdiccional por lo gubernativo . . . . . . . . . 282

    170. c) La absorción de lo legislativo por lo gubernativo . . . . . 283

    d ) ...de lo jurisdiccional por lo gubernativo . . . . . . . . . 285

    171. Toda f órmula de “delegación de poder”  es contraria al prin-

    cipio de la separación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 286172. Hipótesis del cúmulo subjetivo, que entraña dependencia ab-

    soluta del personal de una de las funciones respecto de los

    titulares de otra  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 288

    IV

    173. Las subseparaciones en el seno de cada función, particular-mente dentro del legislativo (ley constitucional, ley ordina-

    ria, reglamentos); las “ leyes-marcos”  . . . . . . . . . . . . 290

    174. Las segmentaciones de órganos . . . . . . . . . . . . . . . 293

    CONTENIDO XXIII

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    V

    175. Como el principio de la separación sólo tiene valor de me-

    dio, es susceptible de excepción, en los tiempos normales  . 293176. ...En las circunstancias anormales  . . . . . . . . . . . . . . 295

    177. Que se trata en verdad de excepciones, contra lo que sostie-

    ne Hauriou  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 296

    VI

    178. Pero la separación en modo alguno impide las relaciones en-tre órganos y poderes:  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297

    a) La dependencia inevitable de los órganos  frente a aquel

    de entre ellos de quien obtienen la existencia (normalmente,

    el legislativo)  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297

    La designación (normalmente por el gubernativo) de las per-sonas  llamadas a integrar los órganos de las diferentes fun-ciones  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 298

    179. El principio de la separación no está contrariado por la parti-cipación de ambos órganos, administrativo y legislativo, en

    los actos de la misma función, sea legislativa, sea guberna-mental  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 300

    180. La concepción “separatista”  de la separación de poderes, talcomo se encuentra en América  . . . . . . . . . . . . . . . . 302

    181. El sistema del gobierno de gabinete, tipo de gobierno a base

    de separación de funciones y de colaboración de órganos  . . 304

    182. ¿Es el gobierno parlamentario negación de la separación depoderes? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307

    VII

    183. Conclusión sobre la teorí a de los poderes y de sus recí procasrelaciones  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 308

    XXIV CONTENIDO

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    Sección III. La descentralización (sensu lato) . . . . . . . . . . . 313

    184. Definición del problema y división . . . . . . . . . . . . . 313

    1. EL PRINCIPIO DE LA DESCENTRALIZACIÓN Y SUS APLICACIONES

    CON BASE TERRITORIAL

    I

    185. Rasgos caracterí sticos de la descentralización . . . . . . . . 314

    186. Evitar confusiones entre: a) descentralización polí tica y des-centralización administrativa  . . . . . . . . . . . . . . . . . 315

    b) Descentralización y desconcentración . . . . . . . . . . . 315

    c) Descentralización y democracia . . . . . . . . . . . . . . 316

    187. La idea de descentralización y la idea de Estado . . . . . . . 318

    188. Motivos justificantes de la descentralización: aplicación delprincipio de la división del trabajo; escuela de educación po-

    lí tica  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 320

    II

    189. El tipo de descentralización con base territorial: nueva si-tuación de las colectividades locales después del adveni-miento del Estado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 322

    190. Armoní as y contradicciones entre el bien público general yel bien público local  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 323

    191. Algunos inconvenientes de la descentralización local . . . . 325

    192. Los derechos de potestad pública de las colectividades locales 326

    193. Diferencias entre las colectividades locales y el Estado . . . 327

    III

    194. El  Estado federal, hipótesis de descentralización con baseterritorial: la forma federal afecta al gobierno más bien queal Estado mismo  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 328

    CONTENIDO XXV

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    195. Carácter complejo del sistema federal y comparación entrelos Estados-miembros y las colectividades descentralizadas 329

    196. Ventajas e inconvenientes del federalismo . . . . . . . . . . 332

     2. LOS OTROS TIPOS DE DESCENTRALIZACIÓN: NACIONALITARIA

    (DE BASE NACIONAL) Y BASADA EN LOS INTERESES

    I

    197. La descentralizacióncon base nacional

    : definición de la hi-pótesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333

    198. Imprecisión del criterio de la nacionalidad . . . . . . . . . . 334

    199. De por sí , la nacionalidad no engendra un agrupamiento ca-paz de tornarse sujeto de un derecho de participación en lapotestad pública . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 334

    200. Pero el Estado puede, fuera de la propia solución de descon-

    centración, organizar la descentralización sobre la base de lanacionalidad  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 336

    201. Determinación de las respectivas competencias de los gru-pos nacionales descentralizados y del poder central  . . . . . 338

    202. La protección del Estado a favor de los derechos del hom-bre, por una parte, y de los derechos de la comunidad polí ti-ca superior, por otra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339

    II

    203. La descentralización a base de intereses (sensu lato): defini-ción de la hipótesis  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 341

    204. Justificación del derecho de los intereses a gobernarse por sí mismos  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 342

    205. Necesidad de una previa organización de los intereses . . . 342

    206. Deficiencias relativas de esta organización en la realidad delos hechos  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 343

    XXVI CONTENIDO

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    207. Deber que se impone al Estado de tomar en cuenta esas defi-

    ciencias en la coordinación de los poderes representativos delos intereses  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 344

    208. El problema de la conciliación del bien de los intereses conel bien público general  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 345

    209. El freno de las solidaridades ineluctables . . . . . . . . . . 348

    CAPÍTULO SEGUNDO

    EN EL INTERIOR: EL ESTADO, EL INDIVIDUO Y LOS GRUPOS

    210. El problema del estatuto del individuo y de los grupos den-

    tro del Estado es diverso al del régimen polí tico . . . . . . . 351

    211. División de la materia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 352

    Sección I. El derecho individual y el Estado . . . . . . . . . . . . 353

    1. VALOR DEL INDIVIDUO Y DERECHO INDIVIDUAL

    I

    212. Posición fundamental del individuo humano frente al Estadoy, de una manera general, la colectividad (sociedad, pueblo,

    nación, humanidad): crí tica de las tesis “ totalitarias”  . . . . 353

    213. Las dos partes en el individuo humano: una pública, ordena-

    da a la comunidad polí tica, sobre la que tiene derechos elEstado; la otra,  privada, cuyo señorí o y libre disposiciónconserva el individuo  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 357

    214. Delimitación del campo reservado: los derechos de la perso-nalidad , que no sólo se refieren a los valores de plano eter-no, sino también, en cierta medida, a los valores del ordentemporal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 358

    215. La objeción de la “contribución de sangre”  . . . . . . . . . 360

    216. La alienación, en provecho de la comunidad, de los derechosde la persona, en el sistema del “contrato social”  de Rous-seau  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 361

    CONTENIDO XXVII

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    II

    217. Las aplicaciones del principio del derecho individual: a) la

    vida, las diferentes libertades . . . . . . . . . . . . . . . . . 363218. b) ...la propiedad privada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 364

    219. La Revolución francesa tuvo razón para proclamar los “de-rechos del hombre” , pero erró al concebirlos de modo indi-vidualista y voluntarista  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 366

    III

    220. Los rasgos generales caracter í sticos de los derechos indivi-

    duales: a) derivan de la naturaleza, independientemente de

    toda concesión del Estado o de la colectividad  . . . . . . . 369

    221. b) En qué sentido son universales . . . . . . . . . . . . . . 370

    222. c) Derechos innatos y derechos adquiridos . . . . . . . . . 372

    2. MISIÓN DEL ESTADO RESPECTO DEL DERECHO INDIVIDUAL

    223. Al Estado incumbe definir   y garantizar   el derecho indivi-

    dual  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 373

    I

    224. Definición del derecho individual en las relaciones de losindividuos entre sí : respectivos papeles de la ley de los

    acuerdos privados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 373

    225. Definición del derecho individual frente a las exigencias delbien público: necesidad de una conciliación o adaptación,que no podrá llegar, empero, hasta la supresión del derecho 374

    226. El apoderamiento del Estado sobre el derecho individual so

    pretexto de colaboración positiva al bien público  . . . . . . 377

    XXVIII CONTENIDO

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    II

    227. La garant í a  del derecho individual: contra los ataques de

    terceros; contra las usurpaciones del Estado y de sus órganos 378228. Diversos sistemas de garantí a: a) las “declaraciones de dere-

    chos”  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 379

    229. b) Las garantí as generales, derivadas del régimen democrá-tico... de las separaciones de poderes . . . . . . . . . . . . . 380

    230. ...del principio de legalidad... de ciertas libertades preservati-

    vas y protectoras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 382

    231. c) Las garantí as especiales: el derecho de seguridad indivi-dual... los medios de defensa y recursos contra los actos ad-

    ministrativos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 383

    232. Los remedios propuestos en lo que atañe a los ataques queemanan del poder legislativo, especialmente el control de la

    constitucionalidad de las leyes  . . . . . . . . . . . . . . . . 385

    233. Con todo, la tarea del Estado no se reduce a la protección delos derechos, sino, dentro del marco del bien público, a lapromoción de los intereses  . . . . . . . . . . . . . . . . . . 387

    Sección II. El Estado y los grupos privados . . . . . . . . . . . . 389

    234. ¿Qué se entiende aquí  por grupos privados? . . . . . . . . . 389

    Planteamiento del problema y distinción entre la familia ylas asociaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 390

    1. EL ESTADO Y LA FAMILIA

    I

    235. Se trata aquí  de la familia propiamente dicha, es decir, de laagrupación que tiende a la perpetuación de la especie huma-na y se compone esencialmente del hombre y la mujer, uni-

    dos por el matrimonio, y de los hijos nacidos de esa unión . 390

    236.

    CONTENIDO XXIX

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    Análisis de la institución familiar y de las dos series de rela-ciones que la constituyen: entre marido y mujer; entre padre

    e hijos  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 391

    II

    237. Las leyes naturales del matrimonio, normas de la legislacióndel Estado  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 393

    238. La libertad de no casarse y la plenitud del consentimiento en

    el matrimonio  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 395

    239. La libertad de casarse y el régimen de los impedimentos dematrimonio, en especial por causa eugenésica  . . . . . . . . 397

    240. El problema de la secularización del matrimonio a los ojosde la conciencia católica  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 399

    III

    241.  La educación de los hijos compete a los padres . . . . . . . 400

    242. Papel del Estado en materia de educación . . . . . . . . . . 401

    243. Consagración de la autoridad del padre de familia, sin per- juicio de reprimir los abusos de poder  . . . . . . . . . . . . 402

    244. La polí tica de ayuda a la familia, especialmente a la familianumerosa  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 403

    245. La familia, que no es persona moral, no exige la “personifi-cación jurí dica”  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 403

    2. EL ESTADO Y LAS ASOCIACIONES

    246. La asociación con la mira de realizar ciertos fines comunesresponde a una exigencia de la naturaleza del hombre y de la

    naturaleza de las cosas, y esto señala su deber al Estado  . . 404

    XXX CONTENIDO

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    I

    247. Desde luego, el Estado está obligado a reconocer a los indi-viduos el derecho de asociarse  . . . . . . . . . . . . . . . . 405

    248. Poco importa el objeto de la asociación, aunque esté en es-trecha relación con el bien público  . . . . . . . . . . . . . . 407

    ...y sea cual fuere la fuerza de la asociación . . . . . . . . . 408

    249. No cabe exceptuar ni a los grupos con fines de defensa de

    intereses particulares (sindicatos)  . . . . . . . . . . . . . . 409

    250. ...ni a las asociaciones y partidos polí ticos . . . . . . . . . . 411

    251. Pero el Estado no sólo conserva el derecho de prohibir lasasociaciones cuyos medios o fines sean contrarios al bien

    público, sino el de reglamentar la libertad de asociación parael efecto de proteger el orden público o los legí timos intere-ses de los terceros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 413

    La garant í a  del derecho de asociación contra las empresasilegí timas  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 414

    II

    252. Además, el Estado debe respetar la autonomí a de las asocia-ciones: crí tica del “corporativismo de Estado”  . . . . . . . 415

    253. La sumisión de las corporaciones al Estado en todo lo queatañe al bien público: crí tica de la tesis del pluralismo radi-cal y de la igualdad del Estado y las asociaciones . . . . . . 418

    III

    254. Finalmente, el Estado debe consagrar los derechos de la aso-

    ciación como cuerpo: en el interior, respecto de sus miem-bros  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 421

    255. ...en el exterior, para la defensa de sus derechos morales y

    pecuniarios  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 423

    256. La concesión de la personalidad jurí dica no es el único me-dio de procurar este resultado  . . . . . . . . . . . . . . . . 424

    CONTENIDO XXXI

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    Sección III. El estatuto de miembro del Estado (estatuto cí vico) . . 427

    257. Noción de estatuto cí vico: el estatuto del individuo en cuantomiembro de la sociedad polí tica  . . . . . . . . . . . . . . . 427

    1. DERECHOS Y DEBERES DE LOS CIUDADANOS PARA CON EL ESTADO

    I

    258. La categorí a de los deberes del ciudadano, materia de la jus-ticia llamada legal  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 428

    259. a) El concurso al Estado mismo como institución: prestacio-nes personales, especialmente el servicio militar . . . . . . 429

    260. El impuesto y el principio de que “el impuesto debe ser con-sentido”  La justicia del impuesto. La iniciativa gubernamen-tal en materia de egresos  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 430

    261. b) La sumisión a las órdenes de la autoridad, bajo reserva de

    la justicia de éstas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 433

    II

    262. La categorí a de los deberes del Estado hacia sus miembros:la distribución equitativa de los beneficios sociales, así  comode las ventajas y cargas inherentes a la vida social (justicia

    distributiva o igualdad civil)  . . . . . . . . . . . . . . . . . 435

    263. Existencia de un derecho subjetivo a la justicia distributiva o

    igualdad civil  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 436

    2. DE LA INTERPRETACIÓN DEL PRINCIPIO DE LA JUSTICIA

    DISTRIBUTIVA O IGUALDAD CIVIL

    264. Siendo los ciudadanos a la vez iguales por naturaleza y di-

    versos por desigualdades accidentales, ¿serán sometidos aun tratamiento de igualdad matemática  o de igualdad  pro-

     porcional? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 437

    XXXII CONTENIDO

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    I

    265. Repulsa de toda discriminación odiosa, sobre todo cuando

    intervienen los derechos de la persona  . . . . . . . . . . . . 438266. Desigualdades derivadas del estado y capacidad de las per-

    sonas  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 440

    267. Las otras desigualdades, particularmente de orden económi-co y social: concepción liberal del derecho común y concep-ción pluralista de los estatutos especiales  . . . . . . . . . . 440

    268. Las objeciones contra el pluralismo: el bien común, el carác-ter general de la ley  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 443

    269. El principio de la igualdad proporcional . . . . . . . . . . . 444

    270. El sistema de la igualdad abstracta atemperada por el “ fa-vor”  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 446

    271. Los escollos  del régimen pluralista: la “ legislación de cla-se” ... la confusión de los géneros... las dificultades de deter-

    minación  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 446272. Aun así , la justicia distributiva queda dominada por las exi-

    gencias del bien público, a menudo deplorables en sí   . . . . 449

    II

    273. La polí tica del Estado ante las desigualdades sociales: acep-tación de las desigualdades ineluctables, a reserva de otorgarun tratamiento proporcional  . . . . . . . . . . . . . . . . . 451

    274. Contra las desigualdades derivadas de la injusticia o de la

    ausencia de organización social, lucha por todos los mediosadecuados y honestos  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 452

    3. EL PROBLEMA DE LA ASISTENCIA PÚBLICA

    275. Las tesis que se enfrentan: a) tesis liberal  individualista,

    hostil a la asistencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 453

    CONTENIDO XXXIII

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    b) Tesis de Hauriou sobre el favor administrativo  . . . . . . 455

    c) Tesis solidarista o socialista . . . . . . . . . . . . . . . . 455

    276. En realidad, el deber de asistencia deriva del sistema general

    del Estado: no sólo peligra la paz pública, sino que el miem-bro del Estado tiene, estatutariamente, derecho al socorro de

    la comunidad  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 456

    277. Con todo, la asistencia sólo incumbe al Estado subsidiaria-mente, en defecto de la familia y de la asistencia privada  . . 458

    278. La determinación y custodia, por el Estado, de las reglas dela justicia distributiva y de la asistencia pública  . . . . . . . 459

    CAPÍTULO TERCERO

    EL ESTADO EN EL PLANO INTERNACIONAL

    279. En sentido amplio, el plano externo  no comprende única-mente las relaciones interestatales, sino las relaciones entre

    Estados y grupos privados internacionales  . . . . . . . . . . 463

    280. Notas sobre la particular posición de las iglesias . . . . . . 464

    281. Limitación del presente estudio a las relaciones estrictamen-te interestatales  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 465

    1. EL PRINCIPIO FUNDAMENTAL DEL ORDEN

    INTERNACIONAL PÚBLICO

    282. Cómo se define el problema internacional . . . . . . . . . . 466

    I

    283. Exposición de la tesis de la soberaní a absoluta de los Esta-dos, sólo restringida por la igual soberaní a de los otros Es-tados y por la regla Pacta sunt servanda  . . . . . . . . . . . 468

    284. Crí tica de la tesis: a) Por razón de las dos limitaciones que laacompañan, es ilógica  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 470

    XXXIV CONTENIDO

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    Exclusión de estas limitaciones por algunos teóricos (Las-son, C. Schmitt) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 471

    285. b) La teorí a clásica está contrariada por la práctica interna-

    cional, tal como se manifiesta en el sistema del derecho degentes positivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 472

    286. c) Es radicalmente falsa en su punto de partida individualista 474

    II

    287. Sobre todo en nuestros dí as, hay sitio para una sociedad na-tural de Estados, reclamada tanto por el interés de cada pue-blo como por el de los Estados mismos . . . . . . . . . . . 474

    288. Análisis de la noción de “bien público internacional” , fin dela sociedad de Estados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 477

    289. Sujetos de la sociedad internacional siguen siendo los Esta-

    dos, no los individuos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 478

    290. Los elementos formales del bien público internacional . . . 480

    III

    291. La existencia de un bien público internacional postula unaorganización societaria, que falta constituir . . . . . . . . . 481

    292. El régimen de gobierno de la sociedad de Estados pareceque debe ser la democracia directa, lo cual, por otra parte,

    no exige un régimen de igualdad absoluta  . . . . . . . . . . 482

    293. Ojeada sobre la realización actual de la idea de sociedad de

    los Estados: la Sociedad de las Naciones y las instituciones

    que de ella dependen  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 484

    2. DERECHO SUBJETIVO DE LOS ESTADOSY SOCIEDAD DE ESTADOS

    294. El problema de las respectivas competencias de la sociedad

    y de los Estados miembros  . . . . . . . . . . . . . . . . . . 486

    CONTENIDO XXXV

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     Doctrina general del Estado. Elementos de

     filosof í a polí tica, editado por el Instituto de In-

    vestigaciones Jurí dicas de la UNAM, se ter-minó de imprimir el 3 de abril de 2003 en lostalleres de Ediciones del Lirio, S. A. de C. V.

    En esta edición se empleó papel cultural 70 x 95

    de 50 kg. para las páginas interiores y cartuli-na couché de 162 kg. para los forros; consta

    de 1000 ejemplares.

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    PREFACIO

    Jean Dabin nace en Lieja el 9 de julio de 1889 y fallece en Lovaina en1971. En 1911 obtiene el doctorado en derecho por la Universidad deLieja y en 1920 el doctorado especial en derecho civil por la misma Uni-versidad. En 1922 es profesor de la Universidad de Lovaina; en 1947miembro de la Academia Real de Bélgica. Doctor honoris causa de lasuniversidades de París, Estrasburgo, Burdeos, Nancy, Mont Pellier, Di- jon y Lyon, Aix-Marseille, Leiden, Utrecht, Nimega y Friburgo (Suiza),entre otras. Miembro de la Unión Internacional de Estudios Sociales(Malinas), miembro honorario del Instituto Argentino de Filosofía delDerecho, miembro honorario de la Sociedad Italiana de Filosofía del De-recho, gran oficial de la Orden de Leopoldo, comendador de la Orden deSan Silvestre, caballero de la Legión de Honor.

    Formado en la escuela de los grandes clásicos, Jean Dabin ama el

    buen sentido de las ideas que se expresan claramente. En su fecunda vidase publicaron de él más de 100 artículos y libros, entre ellos se incluyentraducciones a varios idiomas, como la traducción japonesa de su Teoríageneral del derecho.

    De su extensa bibliografía se pueden citar las siguientes relevantesobras, que tuvieron resonancia mundial: La teoría de la causa (1919); La

     filosofía del orden jurídico positivo (1929); La técnica de la elaboracióndel derecho positivo (1935); Doctrina general del Estado (1939); Teoríageneral del derecho (1944); El derecho subjetivo (1952);  El Estado y la

     política (1957).En 1963, con motivo de su jubilación como profesor de la Universi-

    dad de Lovaina, se publica en Francia una monumental obra en dos tomosen homenaje al jurista belga,1 fruto de la colaboración de cincuenta emi-nentes juristas de tres continentes, entre los que cabe destacar los nom-bres de Hans Kelsen, Georges Burdeau, Giorgio del Vecchio, Joseph L.

    XXXVII

    1  Mélanges en l’ honneur de Jean Dabin, Établissements Émile Bruylant, París-Bruselas, Édi-tions Sirey, 1963.

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    Dabin es irrelevante que los grandes valores y principios sean nuevos o

    viejos, lo importante es que sean verdaderos.

    Más allá de la posible distinción o sinonimia entre doctrina y teorí adel Estado, ambas, como se pone de manifiesto en la obra de Dabin, tie-nen como objeto de su estudio el Estado propiamente dicho, o sea la enti-

    dad que existe bajo ese nombre, independientemente de la ideologí a enque se inspire, y, como lo precisa Herman Heller, “ tal como se ha forma-do en el cí rculo cultural de Occidente a partir del Renacimiento” .4

    Podrí amos añadir en este primer acercamiento a la Doctrina generaldel Estado de Jean Dabin, que es un verdadero tratado, amplio y profun-

    do acerca del Estado, con un enfoque predominantemente filosófico y ju-rí dico, que se inscribe en la tradición histórica del jusnaturalismo, pero enel que se toman en cuenta también —con hábil criterio seleccionador—los datos históricos y sociológicos.

    En su obra, Jean Dabin pone de manifiesto cómo la filosof í a neoesco-lástica constituye un sistema organizado y coherente de pensamiento,pero a la vez singularmente abierto al diálogo con otras filosof í as, y deese modo muy en la esfera de las preocupaciones contemporáneas.

    De ahí   que haya ejercido una gran influencia entre los cultivadoresmexicanos de la teorí a del Estado, en la misma lí nea del pensamientoneoescolástico, como Héctor González Uribe, Agustí n Basave Fernándezdel Valle, Francisco Porrúa Pérez, entre otros. El primero de ellos, el doc-tor Héctor González Uribe, con la colaboración del distinguido jurista Je-sús Toral Moreno, fue quien tradujo por primera vez al castellano la Doc-trina general del Estado  de Jean Dabin, cuyas dos primeras y únicas

    ediciones hasta ahora, en 1946 y 1955, respectivamente, fueron publica-das bajo el sello de la benemérita Editorial Jus.Y justo es recordar también que el propio González Uribe (1918-1988)

    escribió un excelente libro sobre teorí a del Estado —al que denominó Teo-r í a polí tica—, que es editado por Porrúa desde 1972, y que —como señalael maestro Héctor Fix-Zamudio— es “ un libro pionero en el que exponesistemática y metódicamente la materia” .5 Texto que, en opinión de otrainsigne cultivadora de la materia, la doctora Aurora Arnaiz Amigo, “me-rece ser elevado a la consideración de un clásico a la altura de un Jellinek,

    PREFACIO XXXIX

    4 Heller, Herman, Teor í a del Estado, México, Fondo de Cultura Económica, 1974, p. 43.5 López Fernández, Ana Marí a E., H é ctor González Uribe. Vida y obra, México, Porrúa, 1992,

    p. 174.

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    de un Carré de Malberg, Maritain, Dabin, tanto por la hondura de su pen-samiento como por el rigor de su exposición cientí fica” .6

    Al atisbar —no otra cosa intentaremos, sino atisbar—  en el pensa-miento polí tico de Jean Dabin, se manifiesta inmediatamente que estácentrado en la persona humana. Para él, la concepción del Estado es inse-parable de la concepción del hombre. El conocimiento del Estado debeestar sustentado en el conocimiento del hombre, de otra manera no podrí aser un conocimiento verdadero.

    Por ello, la primera afirmación con la que inicia su obra, que despuésrecibirá  un desarrollo amplio y sistemático, es adelantar una definición

    “de primera intención”  del Estado, desde un punto de vista formal, comola “ agrupación polí tica por excelencia” , y a continuación añade otrodato: “suprema” . Es decir, la agrupación polí tica suprema. Pero, agrupa-ción ¿de qué? De hombres, o sea, de seres racionales y libres que poseenuna eminente dignidad.

    Para Dabin, el Estado es, ante todo, una agrupación de hombres, osea, de seres racionales y libres, dotados de un destino individual propio

    que trasciende al de cualquier colectividad. O, como lo dirí a Maritain, elhombre vive en el Estado pero trasciende el Estado por el misterio invio-lable de su libertad y por su vocación de bienes absolutos. Esta afirma-ción, que parece tan sencilla y obvia, es de capital importancia para lateorí a polí tica, y se logró como un triunfo del Cristianismo sobre la con-cepción de la antigüedad pagana, que veí a en la comunidad polí tica un finsupremo.

    Por ello, nuestro autor insiste en subrayar que toda doctrina negadora

    de la personalidad humana tiene su repercusión necesaria en el campo delEstado, ya sea que se quiera poner la organización estatal al servicio de lamasa hipostasiada, llámesele humanidad, pueblo, nación, clase —como lofueron los Estados totalitarios fascista, nacionalsocialista y comunista del

    siglo XX— o que el Estado mismo se erija en fin supremo de su propiaactividad y de la de sus miembros, que es la concepción de la antigüedadclásica, magistralmente estudiada por Fustel de Coulanges en La ciudad antigua.

    Con el rigor metodológico que caracteriza toda su obra, el antiguoprofesor de la Universidad de Lovaina observa y analiza la vida intensa,

    rica y compleja del Estado y va identificando los elementos que contribu-

    XL PREFACIO

    6  Idem.

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    yen a formar su esencia —no todos en la misma forma y en la mismaproporción— y considera como elementos previos o anteriores al Estado,el elemento humano —la población—  y el elemento territorial; y comoelementos constitutivos, el fin del Estado —el bien público temporal—, yla autoridad o poder público. De estos elementos obtiene una definicióndel Estado que le permite atribuir a éste tres caracteres fundamentales: lapersonalidad moral, la soberaní a y la sumisión al derecho.

    Del estudio de los elementos del Estado —previos y constitutivos—se desprende que éste es, como lo precisa el tratadista belga, una socie-dad jerarquizada al servicio del bien público temporal. Y de esta defini-

    ción se derivan también, de una manera inmediata y necesaria, como seha indicado en el párrafo precedente, los tres caracteres esenciales de unasociedad de tal naturaleza, que están estrechamente vinculados entre sí  yque no pueden darse el uno sin el otro. El Estado, por su organizacióny fines, es —tiene que ser—  una  persona moral, sujeto de derechos yobligaciones. Por la superioridad de sus fines y medios frente a cualquier

    otra entidad social, el Estado es soberano. Pero como agrupación que estáal servicio de un fin superior, en el orden valorativo, el Estado está some-tido al derecho. La norma racional y objetiva que limita su acción es elbien público temporal; pero esa norma debe ser traducida en disposicio-nes positivas —Constitución, leyes, reglamentos— para que su observan-cia sea efectiva.

    Es de llamar la atención —siguiendo con el análisis de Dabin— quecuando éste se refiere al elemento o aspecto teleológico del Estado, o seael bien especí fico de la comunidad polí tica, que la tradición filosófico-po-

    lí tica del pensamiento occidental ha llamado el bien común, Dabin lo lla-ma bien público temporal. “El bien común —escribe el jurista belga—será  particular  o público según que se relacione de manera inmediata conintereses particulares o con el interés público. He aquí  por qué, tratándosedel Estado, la expresión bien público  es preferible a la de bien común,porque indica con precisión que el bien común en juego es el bien común público” ;7 y añade en otra parte de su obra que “el bien público cubre launiversalidad de los bienes humanos... nada de lo que interese al hombre

    le es extraño” .8Es indudable, por otro lado, que esta concepción del Estado como

    agrupación humana orientada al bien común, o bien público temporal, tie-

    PREFACIO XLI

    7 Dabin, Jean, Doctrina general del Estado. Elementos de filosof í a polí tica, p. 37.8  Ibidem, p. 45.

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    ne como trasfondo el imperecedero texto con el que Aristóteles principia La polí tica:

    Todo Estado es, evidentemente, una asociación, y toda asociación no seforma sino en vista de algún bien, puesto que los hombres, cualquiera queellos sean, nunca hacen nada sino en vista de lo que les parece ser bueno.

    Es claro, por lo tanto, que todas las asociaciones tienden a un bien de cierta

    especie, y que el más importante de todos los bienes debe ser el objeto dela más importante de las asociaciones, de aquella que encierra todas las de-más, y a la cual se llama precisamente Estado y asociación polí tica.9

    Para Dabin, el bien público implica la inadmisibilidad de la razón de Estado: “El bien público sanamente comprendido —anota el jurista bel-ga— debe necesariamente conciliarse con el bien de la naturaleza huma-na, lo que excluye todo argumento de ‘razón de Estado’ o de bien públicoopuesto a la ley humana por excelencia, que es la ley moral” .10

    Por ello el bien público temporal es un lí mite objetivo de la soberaní adel Estado. No puede decirse, por tanto, que el Estado se autolimite,

    como si esto proviniera de una decisión de su voluntad. Ya está intr í nse-camente limitado, por su propia esencia y por su finalidad.De aquí  que no pueda desligarse nunca la soberaní a del fin del Esta-

    do, porque devendrí a en un poder omní modo y arbitrario. Para una sanateorí a polí tica que busca los contenidos valorativos de justicia y bien, elbinomio soberaní a-fin es algo totalmente indisoluble. La una no se da sinel otro. Por tal razón, como lo anota muy bien Jean Dabin,11 hay lí mitesracionales y objetivos en la soberaní a que están contenidos en la regla delbien público temporal y forman el derecho al que el Estado está natural-mente sometido y fuera del cual deja de ser Estado para constituirse en un

    fenómeno de fuerza incontrolada.Soberaní a no significa, pues, voluntarismo puro, sin acatamiento a

    ninguna regla de fondo o de competencia; en una palabra, arbitrariedad. El

    bien público temporal, que justifica la soberaní a del Estado, determina, porello mismo, su sentido y su lí mite. No se incurre, desde luego, en ninguna

    contradicción lógica al plantear el principio de una soberaní a limitada a undeterminado orden de relaciones y condicionada por cierta finalidad.

    XLII PREFACIO

    9 Aristóteles,  La polí tica, trad. de Patricio de Azcárate, Buenos Aires, Espasa Calpe, 1941,colección Austral, p. 25.

    10 Dabin, Jean, op. cit., p. 139.11  Ibidem, pp. 135 y ss.

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    Queda, no obstante, viva la interrogación: ¿quién y cómo va a limitarla soberaní a del Estado? Las soluciones tendrán que venir, obviamente,de la organización jurí dica y social, tanto interna como internacionalmente.Así   lo reconoce acertadamente el autor, y divide las posibles solucionesen dos grupos: de orden supranacional y de orden nacional o interno, que

    desarrolla lúcidamente, y cuyo estudio —nos parece— serí a de una granutilidad en el planteamiento de las cuestiones de globalización, soberaní ay órganos supranacionales en la problemática del mundo de nuestros dí as.

    Y ya referido a nuestro medio nacional, cabrí a llamar la atención sobreuna condición que parece esencial y que afecta al problema de la sobera-

    ní a y del bien público temporal, y que tiene que ver con la responsabili-dad del Estado de derecho en el ejercicio de su autoridad legí tima, y queDabin expresa en los siguientes términos: “Si la fuerza no es la justifica-ción ni la realidad del poder, que es de esencia espiritual, es por lo menossu auxiliar indispensable” .

    En consecuencia, el gobierno que por debilidad o por principio prac-

    ticase la teorí a de no resistencia al mal, descuidando reaccionar contra lasfaltas a la disciplina, faltarí a a su deber, que es realizar en la práctica elordenamiento prescrito para el bien público. De esto se infiere que el go-bierno está obligado a armarse de tal suerte que, en el grupo, ningún indi-viduo, corporación o partido esté en actitud de contrarrestar su propio po-der. Por ello, como dice nuestro autor, “enérgicamente reprimidas desdeel principio, las faltas aisladas no corren el riesgo de extenderse por con-

    tagio para determinar poco a poco un estado general de anarquí a al que lafuerza no podrí a ya poner remedio en lo sucesivo” .12 No hacer uso opor-

    tuno y prudente del ejercicio de la fuerza, cuando lo exige el bien común,es abdicar de la autoridad legí tima.Y en otro lugar de la obra que comentamos añade lo siguiente: “Si se

    permite a los súbditos comenzar por rehusar la obediencia a las medidasque no les placen, toda autoridad queda abolida, la arbitrariedad de los

    gobernados se substituye a la de los gobernantes y se llega a la anar-

    quí a” .13 Debe, pues, desecharse el equí voco de que hacer valer la autori-dad es sinónimo de reprimir. El mismo Kelsen ha puesto en evidenciacómo la antinomia entre el derecho y la fuerza sólo es aparente, como loexplica en el siguiente texto: “El derecho es, sin duda alguna, un ordenestablecido para promover la paz, ya que prohí be el uso de la fuerza en

    PREFACIO XLIII

    12  Ibidem, p. 6713  Ibidem, p. 153.

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    las relaciones de los miembros de la comunidad. Empero, no excluye de

    manera absoluta su empleo. El derecho y la fuerza no deben ser entendi-

    dos como absolutamente incompatibles entre sí . Aquél es la organizaciónde ésta” .

    Otros de los temas a los que conviene prestar especial atención y quepueden ayudar a iluminar nuestras nuevas e inéditas circunstancias polí ti-cas se refieren a los partidos polí ticos, al sufragio popular y a la condi-ción de los gobernantes.

    Los partidos, como observa Dabin, que agrupan a los ciudadanos

    electores según las diversas maneras de concebir y de realizar el bien pú-

    blico, olvidan con frecuencia que existen para la polí tica, en el sentidoelevado de la palabra, y no para el partido. El espí ritu de partido engendralos prejuicios tenaces, las rivalidades personales y las discusiones estéri-les, en detrimento del fin lógico de los partidos, que deberí a identificarsecon el fin del Estado mismo, o sea, el bien público. Y, citando a Hau-riou,14 señala que: “No se debe gobernar para el partido; se llega al podercon el partido, pero debe gobernarse para el bien público” .

    En cuanto al voto, le asigna una triple dimensión: es una función, undeber y un derecho. Pero niega —a fuer de auténtico demócrata— que lasola ilustración superior —y de ello tenemos una buena prueba en Méxi-co—  sea garantí a de aptitud electoral. “La instrucción superior, afirmaDabin, que no es patrimonio de todo el mundo, no corresponde a un gra-

    do superior de aptitud electoral. Más valen el buen sentido, la prudencia yla virtud, que se encuentran en todas las clases de la población y que for-man el verdadero criterio, inaplicable por desgracia técnicamente, porque

    es rebelde a la identificación en cada caso” .15

     Podrí amos decir —sin hi-pérbole— que no ha sido infrecuente en nuestra vida pública el caso depersonas sencillas con una gran conciencia de sus responsabilidades ciu-

    dadanas, y doctores en derecho o en otras disciplinas que son analfabetos

    polí ticos.Y previene el jurista de Lieja contra la proclividad de los gobernantes

    de hacerse pagar muy altos sus servicios a la comunidad. Desde luego,

    considera que es legí timo que los detentadores del poder público cuentencon el salario merecido. Pero lo que no es legí timo es el abuso que segenera cuando la realización del servicio público está  subordinado alpago de altas remuneraciones como compensación del servicio rendido.

    XLIV PREFACIO

    14 Dabin, Jean, op. cit., pp. 75 y 76.15  Ibidem, p. 244.

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    “Los gobernantes —dice Dabin— hacen entonces negocio con su poder,exactamente como un particular que presta servicio y, en ese caso, muy

    pronto se sentirán tentados de exagerar sus pretensiones y exigir a sussúbditos más de lo debido” .16 Podrí amos añadir que menos justificablesson, desde la perspectiva de la ética polí tica, los ingresos desmesuradosque se asignan los representantes populares y los altos funcionarios del

    gobierno en paí ses con un gran í ndice de pobreza y de desempleo.Pero el autor aclara —contra la idea muy extendida de que la polí tica

    por su naturaleza es corruptora— que “si, a veces, la polí tica se torna co-rruptora, esa no es culpa suya, pues, por su esencia misma, es amiga del

    progreso y de la humanidad. Los responsables no pueden ser más que loshombres, que degradan la polí tica, la alteran y la prostituyen para finesextraños” .17  Parafraseando a Eduardo Couture podrí amos añadir que lapolí tica puede ser la más noble de todas las profesiones o el más vil detodos los oficios.

    En suma, se puede afirmar que para Dabin, la razón profunda del Es-tado es, pues, en definitiva, el bien común o bien público temporal. ElEstado es necesario, en cuanto instrumento necesario  de realización deese bien necesario que es el bien público. Y esta razón es la que explicaque después de tantos siglos, muchos Estados se han desplomado, y, sinembargo, el Estado nunca ha muerto, sino que se ha reconstruido siempre

    bajo distintas formas. No podrí a zozobrar sino como un retorno de la hu-manidad a la barbarie.

    El ilustre maestro de la Universidad de Lovaina elaboró su Doctrinageneral del Estado en forma sincrónica a “ la reforma del Estado”  belga

    de 1938, y en el mismo prólogo de su obra escribió  estas palabras que—mutatis mutandi—  pueden aplicarse a la tan ansiosamente anunciadacomo diferida “ reforma del Estado”  mexicano:

    La reforma del Estado es, seguramente, un problema de gran actualidad,

    pero, si no nos equivocamos, es ante todo un problema moral, que implica

    una reforma de las costumbres tanto de los gobernantes como de los gober-

    nados, y sólo secundariamente polí tico, en el sentido de que la reforma

    debe afectar no tanto las lí neas esenciales de la construcción cuanto los de-talles de la organización, cuya importancia práctica es a menudo más con-siderable que la de aquéllas.18

    PREFACIO XLV

    16  Ibidem, p. 75.17  Ibidem, pp. 97 y 98.18  Ibidem, p. 1.

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    PRÓLOGO

    No hay que buscar en esta obra lo que no hemos querido poner en ella.Nos referimos, desde luego, a consideraciones acerca de “la reforma

    del Estado”, y especialmente del Estado belga de 1938. La reforma delEstado es, seguramente, un problema de gran actualidad, pero, si no nosequivocamos, es ante todo un problema moral, que implica una reformade las costumbres tanto de los gobernantes como de los gobernados, y

    sólo secundariamente político, en el sentido de que la reforma debe afec-tar no tanto las líneas esenciales de la construcción cuanto los detalles dela organización, cuya importancia práctica es a menudo más considerableque la de aquéllas. Hay, por ejemplo, muchas maneras de practicar el ré-gimen parlamentario: unas son excelentes y eficaces, otras mediocres odetestables. El contraste se explica, en un setenta y cinco por ciento, poruna diferencia de espíritu, y en un veinticinco, por una diferencia de pura

    reglamentación, que traduce en realidad la primera. Sea lo que fuere, setrata aquí de doctrina y, por consiguiente, de principios, y si los princi-pios, en materia política, deben forzosamente permanecer en contacto conla tierra, se remontan, al mismo tiempo, lo suficientemente alto para quepueda considerárseles en sí mismos, separados de ciertas modalidades deactualización.

    Esto no quiere decir, empero, que esos principios fundamentales de lavida política no sean discutidos. Por el contrario, asistimos en nuestros

    días a una revolución profunda en los conceptos que, desde hace muchossiglos, se encuentran en la base de la filosofía del Estado. ¿Acaso no espara prevenir el éxito de esta revolución por lo que tantas personas pru-dentes preconizan una “reforma del Estado”? Mas, puesto que hay discu-sión, se impone una revisión, o mejor, un reexamen de valores. Precisa-mente el resultado de ese trabajo de reflexión es lo que se encontraráconsignado en las páginas de esta obra, trabajo realizado con entera bue-

    na fe, sin gran aparato de erudición y de acuerdo con un plan más bienpositivo que crítico.

    1

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    Si, en definitiva, los valores tradicionales salen del análisis confirma-dos, poco importará al autor no haber “aportado nada nuevo” . Los gran-des principios de la civilización humana y cristiana no son nuevos. Tam-poco son viejos. Se contentan con ser siempre verdaderos, a pesar de susenemigos decididos, que oponen doctrina a doctrina; y a pesar también delos relativistas de toda especie, que se figuran que la ciencia digna de ese

    nombre excluye necesariamente la doctrina.

    Lovaina, 1o. de agosto de 1938.

    2 PRÓLOGO

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    INTRODUCCIÓN

    Conviene precisar, en primer lugar, el tema del presente trabajo y, des-pués, el punto de vista desde el cual se le va a estudiar.

    1. Por Estado pueden entenderse, en el sentido más amplio, todas lasformas de agrupación política que revela la historia. Es la posición de losfilósofos y de muchos otros, sociólogos e incluso juristas, tales como Du-guit, quien escribe: “Aun precisando mucho, no se encontrará ninguna di-ferencia de naturaleza entre el poder de un jefe de horda y el de un go-

    bierno moderno compuesto de un Jefe de Estado, de Ministerios, deCámaras... Hay una diferencia de grado, pero no de naturaleza”.1 Así, elclan y la tribu, la ciudad antigua y la baronía feudal —en la medida enque esas agrupaciones tienen un carácter político— constituirían Estadoscon el mismo título que el Estado de la época moderna o contemporánea.

    Sin entrar en la discusión de esta tesis, no se considerará aquí más queel Estado propiamente dicho, o sea, la entidad que existe hoy bajo estenombre, independientemente de la ideología en que se inspire: sólo este Es-tado, con exclusión de las entidades políticas primitivas y de los grupospuramente locales, realiza de una manera suficientemente clara y comple-ta el concepto de lo político, por lo menos en el estado actual de la huma-nidad.2

    No se hará, evidentemente, el estudio de Estados particulares o deformas particulares de Estado, más que a título de ilustración, o biencuando esas manifestaciones traduzcan una determinada filosofía del Es-

    tado, pues se trata de desprender una doctrina, y esta doctrina, en relacióncon el tipo de agrupación escogida, sólo puede ser general, válida paratodos los Estados.3

    3

    1 Duguit, Traité de droit constitutionnel, 3a. ed., t. I, pfo. 49, p. 537. Véase también pp. 538 y539, y pfo. 62, pp. 657-660.

    2 Comp., acerca de este punto de vista, Hauriou, Précis de droit constitutionnel, 2a. ed., 1929,p. 78; J. Barthélemy y P. Duez, Traité de droit constitutionnel, nueva edición, París, 1933, p. 284; G. delVecchio,  Justice, droit, état , París, 1938, pp. 307-310; L. Febvre,  De l’État historique à l’État vivant ,

    Introducción general al tomo X de la Encyclopédie Francaise, consagrado al Estado, 10.08-1 y ss.3 En lo que respecta a la cuestión de saber si existe una ciencia general del Estado, véase M. de laBigne de Villeneuve, Traité général de l’État , prefacio de Louis Le Fur, París, 1929, t. I, pp. 176-181.

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    2. Se discute igualmente la cuestión de saber el punto de vista en quees preciso situarse para considerar y definir al Estado. Se pretenden dis-

    tinguir, y aun a veces separar y oponer, puntos de vista múltiples.4 Así ,según M. de la Bigne de Villeneuve, el Estado podrí a ser considerado:desde el punto de vista histórico, si se investiga la evolución del conceptode poder público entre los diversos pueblos; desde el punto de vista eco-nómico, si se quiere hacer del Estado el vigilante, el regulador y casi eldispensador de la riqueza social; desde el punto de vista más especí fica-mente polí tico, en el sentido estricto de la palabra, si el investigador seciñe a determinar las reglas teóricas y prácticas del mejor gobierno; desde

    el punto de vista jurí dico, en suma, si lo que se quiere poner de relieveson las reglas de derecho a las que está sometida la actividad del Estado ylos medios de derecho que puede tener a su disposición para obtener porla fuerza la obediencia de los gobernados.5 Actualmente, observa el mis-

    mo autor, el conflicto se plantea entre dos tendencias: en unas, las másnumerosas, las preocupaciones jurí dicas han sobrepasado decididamentea todas las demás hasta el punto de convertirse a veces en exclusivas,definiéndose al Estado como un organismo puramente jurí dico; por elcontrario, los anglosajones en general, y un pequeño número de escrito-res de nacionalidad diferente, casi no retienen más que el aspecto polí ti-co del Estado.6 Doble error, piensa M. de la Bigne de Villeneuve, para

    quien el Estado es un organismo conjuntamente moral, histórico, polí ti-co, económico y jurí dico. Su acción debe inspirarse en las reglas de loútil, que corresponden a la noción de lo polí tico, y revisar en seguida lassoluciones adquiridas a la luz de las reglas de lo justo, es decir, del dere-

    cho. Una teorí a general del Estado debe combinar todos estos elementos:el bien, el interés general y los intereses particulares legí timos. Se trata,pues, de una ciencia mixta, mezcla de polí tica y de derecho y de algunasotras ciencias accesorias (economí a, historia...). Esencialmente, la teorí adel Estado es materia de derecho polí tico.7

    Muchas cosas merecen aprobarse en esta exposición, y especialmentela condenación de todo exclusivismo en el punto de vista. Pero quizá lospuntos de vista que se trata de reconciliar no estén tan distantes como pa-rece a primera vista.

    4 INTRODUCCIÓN

    4 Véase, por ejemplo, Duguit, t. I, pfo. 49, p. 538, que cita a Jellinek, Seidler y Kelsen.5 M. de la Bigne de Villeneuve, op. cit ., t. I, pp. 4 y 5.6  Ibidem, pp. 6 y 7.7  Ibidem, pp. 14 y ss.

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    Hagamos por de pronto a un lado el punto de vista de la historia, que

    es legí timo, evidentemente, y aun necesario, pero que se sitúa en un planodistinto. Por instructiva que sea la historia de las concepciones relativas al

    Estado, sobre todo por el empleo del método comparativo, esta historiadeja intacto el problema de la concepción verdadera del propio Estado,que continúa planteándose a pesar de la variedad de opiniones. Pasa lomismo con otros puntos de vista, especialmente el económico. Hablandocon rigor, es imposible considerar al Estado desde el punto de vista eco-

    nómico, porque no es una realidad o noción económica; el Estado tienetan sólo relaciones con la economí a. Considerar al Estado desde el punto

    de vista económico no puede, pues, significar más que un estudio del pa-pel y de las funciones del Estado en materia económica. Ahora bien, esclaro que ese papel y esas funciones deberán ser determinadas sin dudade acuerdo con las exigencias de la materia económica, pero también, ysobre todo, conforme a las exigencias de la polí tica, que es el punto devista propio del Estado.

    Más equí voca aún es la relación establecida entre el derecho y el Es-tado, o más exactamente entre lo jurí dico y lo polí tico. ¿Qué quiere decirestudiar al Estado desde el punto de vista jurí dico? Sin duda puede conce-birse, para un paí s determinado, una teorí a del Estado deducida exclusi-vamente de los datos del derecho positivo, entendiendo por tal los textos,

    las jurisprudencias y las costumbres. Tal es, por ejemplo, la posición deCarré  de Malberg, en su gran obra.8  Por el contrario, si por derecho seentiende no precisamente el derecho positivo, sino el derecho puro y sim-

    ple, es decir, los grandes principios a que se apela para regir al Estado en

    su ser y su actividad, entonces, una vez más, el derecho del Estado nopodrí a concebirse sino en función de su materia misma. Tal es, en efecto,el problema esencial, y por consiguiente, el único punto de vista: se pregun-ta qué es el Estado. Pues bien, al lado de ese problema, que es el proble-ma polí tico, no hay lugar para un problema distinto, que serí a el problema jurí dico del Estado. En una palabra, una doctrina general del Estado esnecesaria y exclusivamente una doctrina de la polí tica.

    Es verdad que la palabra “polí tica”  ha tomado, en el lenguaje comoen los hechos, un sentido a la vez práctico y utilitario que permite evocar,por antí tesis, una regla a la cual la polí tica así  comprendida deberí a su-

    INTRODUCCIÓN 5

    8 R. Carré de Malberg, Contribution à  la thé orie gé né rale de l’É tat, spé cialement d ’apr èsles donné es fournies par le droit constitutionnel français, 2 vols., Parí s, 1921, y la nota 1 de lap. 1 del t. I.

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    bordinarse y que se llama derecho. Pero, por una parte, esta concepciónde la polí tica, reducida a una acción concreta y empí rica, es, por defini-ción, rebelde a toda sí ntesis doctrinal; y, por otra, la norma a que se hacealusión no será legí tima y válida sino en tanto que sea conforme a la no-ción ideal de lo polí tico. Teorí a de derecho polí tico, se dice. Más valehacer hincapié en el elemento polí tico: el derecho normativo de la polí ti-ca, lejos de ser exterior a ésta, está extraí do de la polí tica misma, pero dela polí tica sanamente concebida, de acuerdo con las leyes de su ser pro-pio. Inmutables en cuanto a los primeros principios, esas leyes son, por lo

    demás, susceptibles de determinaciones y aplicaciones variadas, según las

    contingencias de tiempos y lugares, de donde resulta la variedad de polí ti-cas practicadas y de los derechos positivos de la polí tica (derecho públi-co, administrativo, fiscal, etcétera). Pero manteniéndose en el terreno delos primeros principios, el punto de vista polí tico y el punto de vista jurí -dico se confunden: hay identidad entre el punto de vista de la filosof í apolí tica y el punto de vista del derecho natural polí tico.

    3. Asimismo es necesario, si se quieire comprender al Estado, remon-

    tarse hasta los primeros principios y no atenerse a los fenómenos. En elplano de los fenómenos, lo jurí dico y lo polí tico parecen, en efecto, dis-tintos: el fenómeno jurí dico se expresa en textos que se estiman comoexactos en la enseñanza de lo que es justo; el fenómeno polí tico se perfilaen determinadas realizaciones o actitudes que representan lo útil. Pero esimposible construir una teorí a, y a fortiori una doctrina del Estado, sobrela base de esas apariencias. Para que el jurista y el polí tico se pongan deacuerdo es menester que lo hagan —a menos de suponer una contradic-

    ción entre la polí tica y el derecho—, están obligados, uno y otro, a pene-trar más hondamente en su tema, a meditar acerca del Estado, su naturale-za, su fin, su papel; en una palabra, a tratar de extraer una filosof í a delEstado. El estudio quizá no sea “cientí fico” , en el sentido de ciencia po-sitiva que se limita a constataciones de hecho; será cientí fico en el sentidocompleto de la palabra, si es verdad que la ciencia no se limita a constatar

    hechos, sino a comprenderlos y, puesto que se trata de hechos humanos, a

    comprenderlos desde el punto de vista de las necesidades o de las aspira-

    ciones del hombre. ¿Por miedo a “ filosofar” , se dejará  a las potenciasirracionales el empeño de resolver los problemas ineluctables que seplantean constantemente y que, de una manera o de otra, encuentran

    siempre su solución afortunada o desafortunada?

    6 INTRODUCCIÓN

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    PARTE GENERALCAPÍTULO ÚNICO

    VISIÓN SINTÉTICA DEL ESTADO 4. Definición vulgar del Estado . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

    5. Acerca de la palabra “Estado” . . . . . . . . . . . . . . . . 9

    6. Una acepción inadmisible: el Estado en el sentido de gobierno 10

    Sección I. Los elementos anteriores al Estado . . . . . . . . . . . 11

    7. Cierto número de hombres, un territorio limitado . . . . . . 11

    1. EL ELEMENTO HUMANO

    I