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DOCUMCNTACIÓNSOCIAL
DOCUMENTACIONSOCIAL
REVISTA DE ESTUD IO S SOCIALES Y DE SO CIO LO G ÍA APLICADA
N.M13 Octubre-Diciembre 1998
Consejero Delegado:Fernando Carrasco del Río
Director:Francisco Salinas Ramos
Consejo de Redacción:Javier Alonso Enrique del Río Carlos Giner Miguel Roiz José Sánchez Jiménez Colectivo lOE Teresa Zamanillo
EDITACÁRITAS ESPAÑOLA
San Bernardo, 99 bis, 7.' 28015 M ADRID
CONDICIONES DE SUSCRIPCION Y VENTA 1998
España: Suscripción a cuatro números: 3.770 ptas.Precio de este número: 1.590 ptas.
Extranjero: Suscripción Europa: 5.900 ptas.Número sueito a Europa: 2.000 ptas. Suscripción América: 56 dólares.Número suelto a América: 18 dólares.
(IVA incluido)
DOCUMENTACIÓN SOCIAL no se identifica necesariamente con los juicios expresados en los trabajos firmados.
EL DESPERTAR DE AMÉRICA LATINA
DOCUMENTACIONSOCIAL
REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES Y DE SOCIOLOGÍA APLICADA
Estimado suscriptor:
Tenemos el gusto de comunicarle que para 1999 el precio de la suscripción a esta publicación (cuatro números) será de 3.850 pesetas para España, 6.100 pesetas para Europa y 60 dólares para América.
Si la fórmula de pago elegida por usted es la de giro, por correo aparte se le enviará el impreso de giro postal, con sus datos de suscriptor. En cualquier Oficina de Correos puede realizar la imposición. Si le fuera más cómodo puede enviarnos un cheque a nombre de Cáritas Española, haciendo constar: DOCUMENTACION SOCIAL.
Si el sistema que ha elegido para abonar la suscripción es el de domiciliación bancaria, se lo pasaremos al cobro a través del Banco.
ISSN: 0417-8106 Depósito legal: M. 4.389-1971
Gráficas Arias Montano, S. A. - Móstoles (Madrid)
Diseño portada: M. Jesús Sanguino Gutiérrez
SUMARIO
5 • Presentación.
13 • 1 Pensando la textura antropológico-cultural de los pueblos latinoamericanos.
Ricardo Salas Astrain
31 • 2 La deuda externa de América Latina: origen, evolución y alternativas de solución.
Alberto Acosta
61 • 3 Conversión de la deuda externa por desarrollo social.
Roberto Borja
81 • 4 Los países bolivarianos y las Cáritas naciona-
93 •
113 •
les de la región en el marco de la Campaña sobre la deuda externa.
Mario Ríos
La educación y la escuela como reconstruc- tutora de equidad.
Marco Raúl M ejía J
Algunos elementos para repensar el desarrollo.
Alberto Acosta
n.- 113 Octubre-Diciembre 1998
135 • 7 Reflexiones sobre la cooperación al desarrollo en América Latina.
Agustín Gutiérrez Seller
153 • 8 Nuevas búsquedas para una misma búsqueda.Patricio Donoso
171 • 9 Chiapas. Una imagen sobre un espejo convexo.
José Manuel López Rodrigo
187 • 10 Las mujeres latinoamericanas en el fin de siglo.
Teresa Valdés
197 • 11 Los niños de la calle en Latinoamérica.Manuel Jiménez Tejerizo
211 • 12 Nuevo panorama, nuevos movimientos religiosos en América Latina.
Cristian Parker G.
223 • 13 Cáritas hoy y mañana en América Latina.Equipo de Investigación del Secretariado
Nacional de Pastoral Social (Colombia)
229 • 14 Educación desde la cooperación en la Confederación de Cáritas.
David López Arroyo
235 • 15 «Yo, como tú, creo en la poesía de todos»¿Será posible un mundo no excluyeme?
Antonio Elizalde Hevia
275 • 16 Bibliografía
Presentación
Las desigualdades sociales y económicas que existen dentro de cada país y la relación Norte/Sur son injustas e inhumanas; la situación de dependencia que impide que un país se desarrolle autónomamente en el orden económico, social y político; la pobreza y hasta miseria en que vive una gran parte de la población de América Latina, son situaciones que claman a l cielo y exigen un yiuevo orden económico, social y político internacional. Nadie puede dudar que «nos encontramos, p o r tanto, fren te a un grave problema de distribución desigual de los medios de subsistencia, destinados originariamente a todos los hombres, y también de los beneficios que de ellos se derivan. Y esto sucede, no por responsabilidad de las poblaciones indigentes, ni mucho menos p or una especie de fa ta lidad dependiente de las condiciones naturales o d el conjunto de otras circunstancias» (SRS, 9).
Una de las múltiples manifestaciones de esta situación es la deuda externa, que «sigue siendo un serio obstáculo para el desarrollo humano. Muchos países pobres se ven obligados a utilizar sus escasos recursos, incluida la ayuda bilateral, para pagar a sus acreedores en lugar de invertir en la salud y la educación de su población». Ante esta situación d iversas organizaciones de la sociedad civ il tienen el compromiso de insistir ante los Gobiernos acreedores que reduzcan la deuda o la condonen y que ésta se invierta en «desarrollo humano», una muestra de esto es la Campaña iniciada en España por cuatro organizaciones (Caritas, CONFER, Justicia y Paz y Manos Unidas), bajo el lema Deuda externa, ^deuda eterna? Año 2000. Libertad para mil millones de personas. En el Documento Base de esta Campaña se presentan las siguientes propuestas de ámbito estatal, internacional y personal:
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A) ÁMBITO ESTATAL
1. Condonación de la deuda pública impagable de los paísespobres
• Condonación total de la deuda exterior de los países pobres alta y moderadamente endeudados.
• Reducciones progresivas de la deuda para el resto de países endeudados, otorgando medidas de gracia graduales a los deudores del Estado español
• Establecer una vinculación entre las orientaciones de las políticas de AOD y e l tratamiento de la deuda externa, poniendo e l mayor interés en los países más pobres.
• Condicionar la política comercial con los países pobres y endeudados en e l fu turo a criterios de sostenibilidad de la deuda.
2. Vincular la reducción y conversión de la deuda coninversiones en desarrollo humano
• Que se decida la condonación de la deuda en función, no sólo del comportamiento del país deudor con e l EMI, sino teniendo en cuenta criterios de desarrollo humano y sus inversiones sociales y de medio ambiente. Deberían incluirse también dichos criterios en la toma de decisiones del Club de París.
• Que la deuda que el Gobierno español condone unilateralmente quede vinculada a inversiones en desarrollo humano y que se impulsen, asimismo, los programas de conversión de deuda p o r inversión en programas sociales (salud, educación, vivienda...), dirigidos a los colectivos más desfavorecidos, y medioambientales, además de los programas de conversión de deuda p o r inversión privada.
• Que en los programas d e conversión d e deuda e l Gobierno esp añ o l establezca relaciones y consultas con la sociedad c iv il y las d iferentes Administraciones locales d e l país deudor y no sólo con su Gobierno.
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3. Que el Gobierno español asuma un papel activo en los foros multilaterales (Banco Mundial, Club de París) respaldando una reforma de la iniciativa PPAE
4. Practicar una política de transparencia en la toma de decisiones vinculadas con la deuda, en la información y en la difusión de datos
B) ÁMBITO INTERNACIONAL
• Promovemos la cancelación de la deuda externay que resulta im pagable para los países pobres.
• Vincular la cancelación de la deuda con la inversión en desarrollo humano.
• Asegurar la transparencia en la toma de decisiones sobre la reducción de la deuda.
• Promover cambios en la estructura de las relaciones económicas y financieras internacionales.
C) ÁMBITO DE IMPLICACIÓN PERSONAL Y COLECTIVA
• Tomar conciencia de la carga que supone la deuda externa para los pueblos del Sur, a través del conocimiento de su origen y consecuencias.
• Mantener criterios de consumo responsable en nuestra vida: rechazar ofertar dudosas que puedan esconder fenómenos de explotación laboral y/o de los recursos naturales y el medio ambiente en los países pobres.
• Adquirir productos de comercio justo en tiendas que garantizan formas de producción y distribución basadas en relaciones equitativas
• Pedir a los bancos información sobre las deudas que los países p o bres tienen contraídas con ellos y e l tratamiento que reciben y actuar en consecuencia.
• Se recomienda promover y respaldar iniciativas de fondos de inversión éticos y bancos éticos que no invierten en sectores como armamen
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to o centrales nucleares y que destinan parte de sus beneficios a proyectos de utilidad social.
• Solicitar a l Gobierno y al resto de las Administraciones y a los bancos un trato más favorable y justo con la deuda externa de los países del Sur.
Otra manifestación es que se está celebrando el cincuentenario de la «Declaración Universal de los Derechos Humanos»y fu e un punto de parti- duy que se fueron concretando en pactos y protocolos y etc. y pero aún hoy nos encontramos que muchos de dichos derechos son incumplidos: concretamente en América Latinay en la «década perdida» (años ochenta)y se han violado muchos anhelos y aniquilado empeños de aquella sociedad de cumplir los derechos humanos. Hoy debe ser un proyecto comúny pues «todos los hombres y mujereSy todos los puebloSy incluidos los más débileSy tienen derecho a ser sujetos activos y responsables en el desarrollo de sí mismos y de la Creación entera. Por eso cada vez resulta más intolerable que los pueblos pobres no puedan forjar su propia historia» (Comunicado de la CEPS, núm. 23).
Con este monográfico DOCUMENTACIÓN SOCIAL quiere contribuir a que se conozca la realidad de esta parte de la «aldea global»y es consciente de la dificultad que lleva consigOy pues «escribir sobre América Latina y el Caribe es una tarea dificily más aún intentar describir de una manera breve nuestra realidad y orientado a un lector medianamente informado sobre ella y agobiado por la masa de información que habitualmente en el mundo de hoy está disponible para todo aquel que quiera acceder a ella». En estos díasy por diversos motivoSy muchos puntos (países) de América Latina han sido noticia en los medios de comunicación social pero ninguno de ellos ha dado una visión de conjunto de su realidad social económicay po- líticay cultural religiosay etc. y esto es lo que modestamente quiere aportar esta revistay que el lector juzgue y tome lo que mejor le parezca.
Ricardo Salas, en su artículo «Antropología cultural de los pueblos latinoamericanos» y propone algunas tesis presentes desde hacey a l menoSy veinte años en la comunidad intelectual latinoamericanay quienes han venido insistiendo en la necesidad de pensar la herencia comúny armónica y confiicti- vay pacífica y violentay individual y comunitaria que hemos recibido de los que nos han precedido. A la vez quiere mostrar los temas básicos en los que coinciden los diversos esquemas teórico-conceptuales de quienes buscan repensar este legado cultural heterogéneo que denominamos «culturas latinoamericanas» y sobre algunos aspectos propios de una historia particular. Termina planteando la reconstrucción de cuatro valores que son el «centro del debate
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y de la búsqueda de convergencia en nuestras sociedades multiculturaleSy estos son: la identidad cultural, pues e l ethos es un «elemento nuclear para rede^ fin ir e l sentido humano de las diversas prácticas culturales...»; la justicia, que se «reformula a medida que los Estados nacionales muestran a veces su incapacidad práctica para restablecer el derecho de las personas y de la comunidades; la solidaridad, que «hoy aparece tensionado en nuestros países entre una ‘'solidaridad fu e r te ’' que se expresa en países con conflictos estructurales y una “solidaridad d éb il” que se proponen algunas veces las empresas mediáticas o las organizaciones filantrópicas», y la utopía, pues «es preciso reconocer que los procesos que genera este mercado cultural se vinculan a un concepto más humano de lo cultural donde se integran, tensionadamente, elementos de la tradición y de la memoria cultural de nuestros pueblos, p o r un lado, y la innovación cultural y la apertura a una utopía, p o r otro».
En este monográfico hay varias referencias a la deuda externa, pues aunque se creía que «elproblema de la deuda externa había sido resuelta» o «al menos había pasado a un segundo plano», sin embargo se recrudece a partir de los primeros años ochenta, convirtiéndose en algo inmanejable. El hecho es que los «países del Tercer Mundo» difícilmente van a salir de esta situación si no hay un cambio radical en «política económica internacional». Alberto C o S T A analiza el origen, su evolución y presenta alternativas de solución, entre otras señala: «... el objetivo inmediato debería se reducir drásticamente la sangría de recursos provocada por la deuda y, de ser posible, suspenderla totalmente»; «convendría pensar en una moratoria programada y masiva..., como palanca contracíclica para reactivar la economía mundial»; «urge el combate contra la especulación y a favor de la producción, para eso se requiere mayor capacidad de gestión de las políticas locales y organismos internacionales»; «incorporar el reclamo de la deuda ecológica». El autor termina diciendo que el asunto «requiere un esfuerzo multidisciplinario y combinado para estudiar la realidad sin prejuicios y sin dogmas, con miras a dar respuestas políticas concretas a los actuales problemas de la economía global». Se recogen sendas opiniones del director y secretario general de Cáritas de Solivia y Perú, respectivamente, resaltando de ellas las propuestas que hacen hacia «la condonación de la deuda o un alivio significativo de ella»:
a) Mejorar las condiciones que exige la Iniciativa para la reducción de la deuda de los países pobres más endeudados (Iniciativa HIPC).
b) Vincular la condonación de la deuda con la inversión en desarrollo humano, de tal modo que se oriente a l alivio de la deuda social.
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c) Que todos los trámites para lograrlo se realicen en form a trans' párente. La sociedad civ il debería estar a l corriente de todo lo que se tra~ ta en el Club de Parts y en los trámites ante e l FM Iy e l BM.
d) Cambiar la estructura de las relaciones financieras interna- cionaleSy de modo que tanto los acreedores como los deudores sean partes iguales en las negociaciones^ y
e) Desarrollar el diálogo teniendo como trasfondo siempre el intercambio comercial desigual exigiendo precios más justos para las materias primas.
Raúl M e jíA resalta el papel de la educación y de la escueLiy señalando algunas de las tareas de ésta hacia el próximo milenio: deconstruir la Vida cultural y escolar; deconstrucción-reconstrucción desde las posibilidades de los docentes; pensar la escuela pública en sectores populares; cambio profundo en contenidos; construcción de la comunidad pedagógica de docentes; dar cabida al curriculo extraescolar; elaborar una nueva pedagogía para subjetividades fragmentadas; trabajar lo excluido en form a no esencialista; reconstruir la solidaridad. Los cambios no sólo tienen que venir vía educación, sino del concepto que se tenga del desarrollo y su objetivo. El objetivo fin a l del desarrollo es «la construcción —dice Alberto C o S T A — de una sociedad sin excluidos y sin exclusiones, lo que supone la incorporación de toda la población como ente activo de la vida nacional, a partir de un proceso participativo para su conversión en ciudadanos y su acceso a un nivel de vida acorde con sus necesidades y satisfactores»; no se trata tanto que la p o blación pueda «tener» sino en lo que pueda «hacer y ser». El desarrollo alternativo ha de tener en cuenta la configuración de un mercado doméstico de masas, la transferencia de excedentes a los sectores tradicionales, integración del sector exportador al resto de la economía, mecanismos para la transferencia de excedentes, integración nacional y competitividad internacional, una concepción estratégica para participar en el mercado mundial; jun tamente con la aplicación de algunas reformas y medidas como: combate a la corrupción, reforma agraria y reforma urbana, reforma educativa, tributaria, reforma del Estado y de los mercados, reformas con enfoque de género y étnico-culturales. A esto hay que añadir las «reflexiones sobre la cooperación al desarrollo» que plantea Agustín GUTIÉRREZ, y que es un tema tan de actualidad que no se debe olvidar en toda relación internacional.
Patricio D o n o s o dice que «somos sociedades en búsqueda de caminos que nos conduzcan a estabilizar una cultura ciudadana inspirada en los Derechos Humanos». «La gran búsqueda —dice el autor— de nuestras socie
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dades y el principal desafio de la sociedad latinoamericana y sus Gobiernos es consolidar los sistemas políticos por medio de una educación para la democracia como soporte para validar una institucionalidad moderna respetuosa de los derechos ciudadanos». Es una tarea difícil pero no imposible, por ello es necesario nuevos impulsos, «nuevas convicciones que refrendan y validan la sabiduría acumulada por la Humanidad y expresada en la Carta Universal de los Derechos Humanos». En este subcontinente se han organizado diversos movimientos sociales buscando respuestas y exigiendo justicia, el análisis que hace José Manuel LÓPEZ del «movimiento zapatista» en Chiapas es una muestra de las decenas de levantamientos y organizaciones de diverso tipo y con objetivos múltiples, no siempre buscando el «bien común»; en todo caso el «fenómeno Chiapas ha tenido importantes repercusiones y ha venido a capitalizar procesos que ya marchaban en similar dirección».
Las mujeres y los niños ju egan un papel importante en América Latina, «sin duda —dice Teresa V aldÉS— una de las transformaciones culturales y políticas más significativas del siglo que termina está referida a la posición que ocupan las mujeres en todos los ámbitos de la vida social». En los años sesenta y setenta la mujer va a ser víctima de situaciones sociopolíticas que se suceden en la región; en los años ochenta tuvieron auge los «movimientos de mujeres», que se revela como un nuevo actor social y político que demanda cambios hacia la equidad y la justicia social. Hoy nadie duda del nuevo concepto de mujer y su papel en la sociedad, «es tarea de las mujeres en movimiento desplazar el horizonte de lo posible y avanzar en la materialización de las utopías democráticas, todavía parte de los sueños a l terminar el milenio». Manuel JIMÉNEZ nos describe la cruda realidad de los «niños de la calle», pues a temprana edad se «desconectan o desvinculan de su ser de niños para convertirse en los adultos enanos que, sin derechos, tienen que aprender a muy corta edad a resolver la cotidianidad de la vida...», van buscando alternativas, muchos de ellos las encuentran en la calle. Ante esta situación abre caminos de esperanza, señalando las responsabilidades de la familia, de los Gobiernos y de las Organizaciones Sociales, todos tenemos una grave responsabilidad ante estos niños que son el fu turo de Latinoamérica.
Cristian PtMEKER nos presenta el «nuevo panorama, nuevos movimientos religiosos», dice que «elpanorama religioso latinoamericano está ahora caracterizado por la persistente expresión religiosa de las multitudes, p or el creciente pluralismo de Iglesias, movimientos y espiritualidades y la batida en retirada de ideologías secularistas, laicistas o ateas». Señala algunas
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constataciones o tendencias según las últimas investigaciones: no hay procesos directos de secularización provocados por la modernización; la plurali- zación de alternativas religiosas; diversificación del catolicismo; incremento de la competencia interinstitucional entre Iglesias y movimiento en el campo religioso latinoamericano. Dos breves artículoSy del Equipo de investigación de Pastoral Social de Colombia y de David LÓPEZ quieren dejar patente e l papel de Caritas en este proceso de cambio. Caritas como la «gran servidora de la Humanidad», tiene como uno de su retos principales «lograr la equidad», por ello debe trabajar en la formación de la conciencia de hombres y mujeres para redescubrir e l valor de la caridad, a la vez que debe ser promotora y gestora de una auténtica cultura de la solidaridad y la participación. Finalmente, Antonio Elizalde aporta un conjunto de «pistas para la construcción de una nueva sociedad latinoamericana»; el autor constata que América Latina «ha estado y continúa estando enferma de autoritarismo, de violencia, de ceguera, de negación de sí misma y de insensibilidad», parece condenada a «ser siempre un proyecto». Los problemas económicos, sociales y políticos están por abordar con nuevas estrategias y tácticas, con decisión y voluntad firm e de querer construir una nueva sociedad. Este es un empeño no sólo del pueblo latinoamericano sino del conjun to de la «aldea global», en especial de los que tienen los «hilos» del poder a nivel internacional. Se cierra el número con una selección bibliográfica del Servicio de Publicaciones de Cáritas.
D ocumentación Social quiere con este monográfico contribuir p rimero a conocer la realidad de América Latina y por otro lado ofrecer un conjunto de artículos y reflexiones con diferentes puntos de vista de ver las cosas. El director de la Revista quiere agradecer la colaboración de Antonio Eli- ZALDE en la definición del esquema o guión general del número y la propuesta de nombres para escribir los artículos, así como los contactos que él mismo ha asumido. Gracias, Antonio. También quiere agradecer la colaboración de los autores latinoamericanos que gustosamente han aceptado escribir, y que nadie mejor que ellos nos pueden describir la realidad a la vez que proponer alternativas y caminos a seguir, y en general a todos los que han hecho posible este monográfico; finalmente, dejar constancia que no necesariamente se identifica con los contenidos que los autores reflejan en su artículos.
Francisco SALINAS R am o s D irector de DOCUMENTACIÓN SOCIAL
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Pensando la textura antropológíco-cultural
de los pueblos latinoamericanosRicardo Salas Astrain
Director del Departamento de Humanidades Universidad Católica Blas Cañas (Chile)
Pensar hoy día las relaciones íntimas, Indicas, estéticas, simbólicas y por qué no decir misteriosas que unen a los diversos pueblos latinoamericanos en memorias y en proyectos comunes, pareciera un contrasentido en un mundo donde las empresas, los fondos monetarios consolidan una imagen de un planeta homogéneo y plano donde todas las economías están obligadas a participar. ¿Es posible pensar América Latina en su textura antropológico-cultural al margen del marco geopolítico de la globalización?
Quisiera en este breve artículo proponer algunas tesis presentes en el pensamiento latinoamericano que venimos trabajando desde hace varios años en una comunidad intelectual con amigos y colegas de otros países hermanos. Hemos venido insistiendo en la necesidad de pensar la herencia común, armónica y conflictiva, pacífica y violenta, individual y comunitaria que hemos recibido de los que nos han precedido. Mostraré algunos de los temas básicos en que coinciden los diversos esquemas teórico-conceptuales de los que buscamos repensar este legado cultural, heterogéneo que denominamos culturas latinoamericanas, pero insistiré en algunos aspectos que son propios de una perspectiva histórica particular.
Esta visión panorámica es ciertamente limitada, corresponde a la de un intelectual chileno nacido en medio del silenciamiento de las expresiones culturales, que observa una cierta frivolidad de una cultura de masas entregada al «mercado cultural» que ha terminado por expresarse en un «desánimo cultural». ¿Cómo pensar la textura antropológico-cultural de un subcontinente tan inmenso donde en su interior tenemos países tan enormes como Brasil, México o Colombia que son a su vez verdaderos continentes? No quiero caer en las mio-
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pes limitaciones de algunas perspectivas que miran desde arriba esta América Latina compleja y donde se hacen invisibles las raíces narrativas de las historias particulares.
En estas décadas difíciles para los proyectos socio-políticos renovadores —el de Chile en primer lugar— he aprendido de la memoria de las «víctimas», de los «excluidos» a tensionar la «mirada desde arriba» con las miradas «desde abajo». La textura antropológico-cultural de la América Latina que presentamos insiste más bien en mirar «desde abajo», desde subjetividades comunitarias, a veces anónimas o clandestinas, lo que se construye y reconstruye en las culturas locales de nuestros países; desde esta óptica me he acercado a mirar, pero también a escuchar, sentir y oler lo que nos ocurre como parte de una experiencia común con otros países hermanos, con más dificultad a otros países más lejanos. Esta forma de sentir y padecer es también parte de un consentir y de un compadecerse frente a lo humano en América.
Teóricamente consideramos la textura antropológico-cultural a partir de procesos locales y comunitarios de recuperación de «memorias» y de gestación de nuevas «identidades», en este plano es a partir de estas subjetividades locales que se pueden evaluar adecuadamente los grandes procesos mediáticos que se difunden desde las grandes ciudades. Este enfoque apunta especialmente a mostrar cómo en las diversas culturas tradicionales, indígenas y populares se rearticulan valores individuales y comunitarios que celebran la solidaridad, la fiesta que derrocha, el baile que rompe los moldes citadinos, los mitos y símbolos de la vida en sociedades donde emergen a veces peligrosas dicotomías, en las cuales se consolidan rigidices, exclusiones y renacen fanatismos de muerte.
Los que habitamos en países latinoamericanos hemos empezado a aprender por las dificultades de la vida cotidiana a reconocer que vivimos en una particular «modernidad cultural», que denominamos «modernidad periférica», donde algunos gozamos, por ejemplo, de un acceso a Internet y al correo electrónico y muchos otros no saben escribir una carta de su puño y letra. En que se debe reconocer que algunos habitantes de las Megápolis de Sao Paulo, México, Buenos Aires, Lima o Santiago gozamos del consumo sofisticado, que no envidia en nada a las grandes capitales europeas, pero en las cuales las masas que pululan las ciudades del Sur latinoamericano gozan a medias de «salarios» pre-modernos.
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A diferencia de la modernidad que presenta parte del Norte desarrollado, la nuestra esconde exclusiones, desintegraciones y quiebras en la integración social, pero esto es sólo la descripción socio-cultural de una cuestión más honda, ya que esconde problemas de temporalidades y espacialidades desiguales, diversas formas animistas, mágicas y religiosas respecto de lo sagrado, todas las formas imaginables de resolución de conflictos.
En síntesis, esta modernidad cultural podría analogarse al «realismo mágico» del que nos hablan nuestros literatos; no está lejos de la verdad que nuestras culturas se dejan expresar al mismo tiempo por el Macondo colombiano de GARCÍA MÁRQUEZ como por el Me ondo de algún novelista chileno que patentiza la inautenticidad de la ciudad bajo el peso del neo-liberalismo.
ENCAMINANDONOS HACIA LO HUMANO EN TIERRA MESTIZA
Pero acercarse al hombre latinoamericano entendido en un marco intercultural requiere precisar diversas formas de caminos que nos hablan ya de un método. A pesar de lo desgastada que ya está la palabra, pienso que no somos en América Latina muy conscientes de los acercamientos realizados y posibles acerca de nuestra textura antropológica cultural. Me parece que la compleja urdimbre que subyace al complejo ethos cultural latinoamericano puede concebirse en tres miradas que recogen al menos tres capas o niveles que uno capta en esta tierra mestiza. Como lo he indicado en otra parte (en mi libro Lo Sagrado y lo Humano) cabe distinguir en este enfoque al menos tres aproximaciones a la dimensión cultural:
— Las culturas latinoam ericanas en la «vida cotidiana» es la que pone día a día en práctica el sentido común para referirse a las diferentes situaciones cotidianas que afectan la sobrevivencia del hombre corriente en nuestros países. El sentido cultural de este hombre surge en estas diversas formas culturales por las que buscamos explícitamente comprender nuestras prácticas concretas: comida, baile, erotismo, trabajo, amistad, valentía, pero también se expresan formas culturales más densas y amplias, en que encontramos la integración económica y cultural, el idioma común, los afectos.
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la tutela de las madres y la ausencia del padre, el sentido de la muerte, nacionalismo, etc.
Esta expresión del sentido común es heterogéneo: en las clases medias puede aflorar y hacerse explícito, cuando se asumen, por ejemplo, las diferencias nacionales o se convive con diversas personas que «viven» otras formas diferentes de vida; en las clases populares e indígenas se observa más dificultad para tematizar los elementos comunes de las luchas étnicas y sindicales. Lo importante de la interpretación de la cultura en este nivel es que está basada por el peso relevante de las experiencias personales enraizada en la propia clase o comunidad de origen. En este sentido se puede decir que la discusión del cosmopolitismo de nuestras élites o el localismo de nuestras clases populares e indígenas comporta estas precomprensiones y prejuicios. No se puede repensar lo antropológico cultural sin asumir estas precomprensiones, no suficientemente crítica, de nuestras especificidades culturales. Es preciso asumir entonces que la textura antropológi- co-cultural de América Latina emerge ya a partir de las valoraciones e intereses de los imaginarios cotidianos de las clases sociales y grupos humanos.
— Las culturas interpretadas bajo los enfoques científicos son aquéllas formas culturales abstractas que aparecen bajo los esquemas teóricos elaborados por las comunidades de especialistas de las ciencias humanas. Se trata, por ejemplo, de discutir si en América Latina existe un ethos que se origina del barroco, o si las culturas de nuestras grandes ciudades son «híbridas», o si el ethos cultural latinoamericano requiere asumir los valores éticos y estéticos. La textura antropológi- co-cultural en este plano, en principio, es necesariamente reconstruida y exige, por cierto, de consideraciones teóricas muy complejas acerca de los conocimientos necesarios, de las diversas fases culturales, préstamos y del contacto de las culturas en épocas diferentes, etc.
Esta «explicación» distanciadora me parece clave para cuestionar los lugares comunes de la textura ingenua presente en la vida del latinoamericano medio. Sabemos que para algunos lo propio de la América mestiza no se enmarca en los límites de la racionalidad científica, sino se prefiere hablar de hombres que juegan, bailan, aman, destruyen. Las ciencias sociales críticas en América Latina pueden entregar mediaciones importantes para una racionalidad amplia, que
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asuma los tortuosos y complejos caminos de su identidad. Con el reconocimiento del importante papel de esta objetivación buscamos decir que una textura antropológico-cultural exige «comprender» lo humano por cierto más allá de los estereotipos, clichés o prejuicios, pero también de una visión puramente lúdica, estética o literaria de lo humano en este mundo mestizo. En este sentido, apelo aún a la relevancia de la interpretación racional y razonable del mundo cultural que, por definición, está obligada a ser crítica y, como ha indicado P. Ricoeur, a ser también postcrítica. Frente a los que reclaman por las exageración de la razón moderna, habría que recordarles que gracias a las interpretaciones de las ciencias humanas en este siglo hemos podido recuperar la fuerza de las otras culturas sumergidas, subterráneas y clandestinas presentes en nuestros países.
El enorme trabajo de estas últimas décadas emprendido por los especialistas de las culturas latinoamericanas, al menos tal como se encuentran en las ciencias sociales actuales (antropólogo, historiador, sociólogo, lingüista), nos ha permitido recuperar «otra América», una «América profunda». A diferencia del hombre común y corriente, el pensamiento crítico expone y precisa, a partir de las imágenes visibles que el hombre corriente reconoce, otras significaciones de los «nativos», como diría G eertz, nos entregan un sentido oculto que nos permite desplegar conocimientos críticos de lo que se nos oculta. Este pensamiento crítico, que es legado de las ciencias humanas, es la base racional que nos ayudará a generar proyectos y utopías razonables.
— La cultura interpretada filosóficamente: En este nivel se pretende alcanzar un tipo de realidad antropológica fundamental o aspectos substantivos del ethos de la cultura latinoamericana. Si bien es cierto que varios cientistas sociales y filósofos consideran que esta búsqueda está irrevocablemente marcada por un «esencialismo» que determinaría rasgos que serían propios y que tal tarea está superada por un enfoque histórico, sostenemos que las búsquedas identitarias por remontar hacia un orden ético-valórico de la cultura —que denominamos ethos— es correcta porque conduce a pensar el orden simbólico mucho más allá que como mera expresión de imaginarios socio-culturales. En este sentido, habría que pensar el ethos como raigambre cultural y ética.
Las culturas en este nivel no sólo aparecen en sus estructuras profundas que permita describirlas en términos de pensamiento mítico
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como lo propuso el estructuralismo, no sólo es realidad fenoménica socio-cultural, sino que se abre a nuevos mundos donde los humanos buscan decirse y expresarse, y si la palabra no fuera hoy día fuente de confusiones podríamos denominar ontologia. La cuestión central enronces es entender el tipo de ser que corresponde a esta textura antro- pológico-cultural. Este nivel ontológico requiere partir de las significaciones ocultas de los símbolos y relatos culturales para vislumbrar el tipo de realidad implicada en la experiencia común que tienen los hombres de nuestras tierras mestizas. No se trata únicamente de pensar la cuestión de la distinción entre el «ser» y el «estar» al modo de K u sch , sino de plantearse el tipo de realidad que emerge de «culturas híbridas», en las cuales se cruzan seres reales y seres ficticios, se entrecruzan y coexisten bajo formas múltiples.
El hombre latinoamericano no sólo es una parcela de la vida humana en el planeta; él asume una determinada mediación de toda la Humanidad, aparece vital entender esta expresión de una existencia singular y mediada culturalmente que se plantea frente a un mundo imaginario e histórico que debe universalizarse en una relación intercultural con otros mundos.
La hermenéutica de la filosofía latinoamericana refiere siempre al hombre mediado por los diversos lenguajes que asumimos en los lenguajes simbólicos, literarios, estéticos, lúdicos, etc. Uno de los elementos mediadores entre el hombre y la cultura es el poder significativo del lenguaje: no se puede disociar el sentido de la existencia cultural sin considerar la forma simbólica y narrativa del lenguaje humano; éste es el que nos ayuda a plasmar dicha experiencia y entender lo que significa ser hombre en estas tierras caracterizadas por mestizajes raciales y culturales.
Estas consideraciones generales acerca de tres caminos para adentrarse a los rasgos antropológico-culturales de los pueblos latinoamericanos permiten clarificar el nivel de análisis, reflexión y crítica que podemos alcanzar en esta compleja cuestión. Estos niveles del sentido cotidiano, racional y filosófico permite mostrar cómo en todas nuestras culturas tradicionales, populares y mestizas se re-elaboran símbolos, mitos y relatos que siguen comentando, re-haciendo y resignificando. La vida cultural se articula en diferentes planos, por sujetos diferentes y apelando a dimensiones distintas de los sentidos transmitidos por las tradiciones y las memorias de nuestros pueblos.
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PENSANDO LA MODERNIDAD CULTURAL DESDE SOCIEDADES PERIFÉRICAS
La textura antropológico-cultural no se puede comprender sin asumir parte de las categorías en juego hoy en día en América Latina, a saber las de «modernidad» y «postmodernidad». Pero hay que indicar desde el principio que ellas asumen, especialmente entre nosotros, dosis importantes de ambigüedad. En América Latina ellas son frecuentemente consideradas por los intelectuales al margen de los procesos histórico-culturales complejos, o asumen un tanto acríticamente presupuestos filosóficos e históricos que la filosofía europea no ha podido precisar totalmente en su tradición. Es preciso utilizarlas de una forma más precisa. Esquematicemos algunas reflexiones latinoamericanas al respecto.
En primer lugar, habría que decir que el debate sobre la modernidad busca responder a buena parte de los complejos procesos que viven las sociedades y las culturas latinoamericanas. Este debate presupone un análisis de los tres niveles descritos antes, pero en nuestros países es sobre todo el segundo nivel el que se ha desarrollado más. Ea modernidad aparece hoy como uno de los principales paradigmas de las ciencias humanas en América Latina. Según GARCÍA-Canclini, la modernidad se puede definir por cuatro rasgos principales de la sociedad: la emancipación, la expansión, la renovación y la democratización. Brunner considera, por su parte, que la significación sociológica de la modernidad está determinada por núcleos organizacionales que reducidos a sus unidades mínimas son: 1) la escuela; 2), la empresa; 3) los mercados, y 4) las constelaciones de poder —«hegemonías»— (Brunner, J. J., pág. 125). Para M o ran dÉ y Scan n one , la modernidad estaría asociada a distintos proyectos que han sufrido las sociedades tradicionales, que buscan establecer un predominio de lo económico sobre el ethos cultural. En síntesis, las nociones sobre la modernidad que manejan los dentistas sociales y pensadores latinoamericanos en general se relaciona y se mezcla frecuentemente con el análisis de la «modernizaciones» que viven nuestras países desde hace algunas décadas.
Este vínculo de la evaluación epocal de la modernidad con el fenoméno socio-económico de la modernización hace muy difícil la aclaración del debate entre los pensadores latinoamericanos (Salas,
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1997). Una de las principales dificultades teóricas consiste en una articulación adecuada de los tres niveles que hemos descrito antes. En nuestra opinión, no sólo basta distinguir el análisis de estos cambios económicos, culturales y sociales en la vida cotidiana y comunitaria —que los dentistas sociales intentan tipificar hoy con el concepto de modernización— de las bases culturales e históricas sobre las que se asienta nuestra época, que proviene de la cultura europea del siglo XVII (racionalismo y mecanicismo) —noción más histórico-filosófica que refiere a la categoría de «modernidad»—, sino que es preciso señalar que este debate implica una discusión sobre proyectos, fines que tienen no sólo a los intelectuales o a las élites como protagonistas, sino también a los hombres latinoamericanos y a sus comunidades de vida. Este debate no es sólo teórico, sino que es práctico, porque apunta a designar lo que es deseable para el conjunto, y presupone por tanto un orden valórico.
En el primer caso se requeriría distinguir entre tres niveles que implica: una categoría que dé cuenta de la «significación» de los nativos, otra de índole descriptiva de la sociedad y una última de índole especulativa. La primera muestra una cultura cotidiana que re-crea sus diversas expresiones culturales tradicionales tensionando el monopolio ejercido por las «industrias culturales». La segunda remite a una descripción teórica de las conductas, valores y normas sociales que encontramos en las culturas mestizas. En este plano no se puede desdibujar la frontera entre la experiencia cultural vivida y la experiencia reconstruida por las ciencias sociales. En la tercera nos encontraríamos con un categoría más interpretativa porque remite al sentido de la época moderna y cuyos límites teórico-práctico se plantean para todo el planeta hoy día.
En el segundo caso es preciso reconocer que estas categorías, cuando se utilizan para analizar nuestra situación cultural latinoamericana, exigen el reconocimiento de unos rasgos socio-económicos y culturales que exigirían entonces la reelaboración de una noción de modernidad «periférica». Ella designaría los nuevos procesos socio- culturales que emergen en el Tercer Mundo, que integran algunos aspectos de la modernidad europeo-americana, pero en contextos so- cioculturales diferentes, caracterizados, muchas veces, por la pobreza y la exclusión creciente de grandes sectores de población.
Nos encontramos así frente a la necesidad de gestar un debate cultural, debate que es necesario y urgente en América Latina no sólo
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porque es parte de un diagnóstico epocal planetario que cruza el dinamismo de nuestras culturas híbridas y mestizas, sino porque la construcción de culturas auténticas implica una discusión profunda sobre los fines y valores del cambio. En nuestros países nos encontramos en un zona fronteriza donde por un lado las comunidades humanas afirman sus convicciones y sus valores, pero el sistema económico-cultural propuesto por la modernización socio-económica pone en cuestión las seguridades y certezas culturales.
En América Latina y en particular en Chile es relevante responder a la cuestión de lo que significa ser moderno y del sentido que puede adquirir entre nosotros una crítica de esta propuesta socio-cultural, porque muy frecuentemente el poner en tela de juicio algunos aspectos insuficientes de los cambios modenizadores conduce a los estereotipos. En nuestra perspectiva, el predominio de la mirada «desde arriba» del proyecto modernizador y de la modernidad cultural ha conducido al silenciamiento paulatino de los actores socio-culturales; por ello la discusión de la modernidad no ha logrado aún consolidar un debate cultural sobre los nexos problemáticos entre tradiciones étnicas, comunitarias y los proyectos modernizadores nacionales. Es preciso decir que el proyecto moderno en tierras morenas todavía lo avizoramos como utopía, ¿cuántas vidas humanas se habrían salvado en un Estado de derecho, cuántas situaciones de injusticia se resolverían en una sociedad igualitaria y fraterna? Pero, por lo que hemos indicado, los fines y valores de los cambios están lejos de reducirse a la propuesta modernizadora «desde arriba», que no logra responder a las expectativas e inquietudes de nuevas mayorías que ven socavadas sus opciones culturales de base. ¿Cómo responden nuestros países a la demandas de los jóvenes, mujeres indígenas? ¿Cómo respetamos en nuestros países, donde gana terreno los enfoques sobre regionaliza- ción administrativa y económica, el respeto a las opciones éticas de las comunidades étnicas y locales?
Estas preguntas son claves para avanzar en un diagnóstico antro- pológico-cultural porque sugiere que el proyecto modernizador requiere de reparos y correcciones no irrelevantes para que ayude efectivamente a los individuos y pueblos a reencontrar el sentido de su experiencia histórica y cultural. Esta problematización nos resulta relevante para una discusión que debe tensionar permanentemente la experiencia histórica y la ética en el seno de las culturas.
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LAS METAMORFOSIS DE LOS VALORES EN AMÉRICA LATINA
Desde una hermenéutica de la modernidad cultural es posible sugerir un vínculo entre las dimensiones imaginativo-simbólicas de las culturas con el orden valórico, lo que involucra sobrepasar una noción del valor que los vinculaba más a un esfuerzo de la razón universal que a la imaginación cultural específica de los pueblos. Este enfoque implica rechazar tanto la era de los valores de la racionalidad ilustrada derivada de una cierta metafísica racionalista de la modernidad, como la era de la fragmentación valórica propiciada por una cierta visión postmetafísica que se encuentran en los que abogan por el advenimiento de la era postmoderna.
En un marco de profundización del diagnóstico antropológico- cultural de los pueblos latinoamericanos se puede indicar que los valores vividos por los latinoamericanos son contextúales, pero con proyecciones universales, ellos sólo pueden ser asumidos por los sujetos y comunidades humanas en tanto presentes en el humus cultural forjado en sus tradiciones y sus experiencias. El problema ya no es como se ha planteado a veces si los valores culturales son del orden universal o del orden particular, ni tampoco si son absolutos o relativos, sino si ellos pueden ser vividos por los sujetos sin referencias a sus propios tejidos interculturales, como «universales concretos» que definen el modo de apreciar las herencias y los proyectos íntimos de las comunidades humanas.
La dinámica de los valores en América no pueden ser analizados sin sus imbricaciones profundas con los códigos culturales de las comunidades humanas, esto exige repensar una nueva definición de la experiencia moral situada donde las formas de apreciar de los sujetos latinoamericanos integran una percepción y donde la mantención de las memorias históricas y la necesidad del cambio social y político se articulan en formas «híbridas».
En concreto, se trata de mostrar que todos los valores que apreciamos los latinoamericanos como propios y auténticos, el valor de la madre, la convivencia, el trabajo «aperrado», la fiesta, la solidaridad, la justicia, el recuerdo de los muertos, la cercanía del misterio, así como también sus antivalores, que nos remueven internamente, la ausencia del padre, la violencia social, la desorganización, la miseria
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triste, el individualismo, la injusticia, la prepotencia de los vivarachos, la presencia del mal, son parte de una forma particular de dar sentido y significado al mundo, que requiere repensar una forma distinta de ver, apreciar y sentir el mundo en que se vive.
En casi todos los países latinoamericanos, a través de situaciones y vicisitudes socio-políticas y económicas un tanto disímiles, uno se encuentra con la propuesta de diversos proyectos de modernización socio-económicos que implican romper estructuras jurídicas, económicas y sociales que surgieron en muchos años de vida política agitada. Casi todos estos proyectos pueden vincularse a un proceso de «desregulación» mundial que afecta a todos los países. ¿Qué ocurre cuando los valores proclamados públicamente por los individuos, las instituciones y los Estados no se ajustan a sus propias acciones y estrategias? ¿Qué forma de apreciar la vida cotidiana emerge cuando uno se encuentra frente a una inflación del concepto de mercado que termina siendo el macro-criterio de toda decisión individual, institucional o estatal? ¿No será que estas transformaciones han cambiado la definición de la vida buena?
Una brevísima explicitación de las raíces cosmológicas de las culturas amerindias puede ayudar a captar algunos de estos desafíos presentes. La modernización acelerada que irrumpe cada vez más fuertemente en los territorios habitados por las comunidades indoamerica- nas entrega algunas lecciones que son relevantes para bosquejar una respuesta más adecuada a nuestro contexto latinoamericano. En general, se sabe que la mayoría de las etnias originarias tenían y tienen una vinculación íntima con los territorios que habitaban: conocían todas sus potencialidades para alimentarse y vivir de lo que ellos producían. Era tan delicada la relación que establecían que era frecuente la emigración hacia otras tierras cuando se afectaba lo que hoy llamaríamos la sustentabilidad del sistema de explotación económica (O SSIO , 1994).
En este siglo el problema de la tierra ha tratado de ser resuelto en los marcos de los sistemas político-jurídicos de los Estados modernos que defiende la propiedad únicamente en términos individuales y que ha llevado a considerar el valor comunitario o planetario de la tierra como algo meramente secundario. Sólo en algunos países se logró cautelar algunas pequeñas zonas para su explotación por las comunidades étnicas. Con distintas variantes nacionales, esta protección de
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la propiedad del territorio indígena comunitario pospuso, pero no terminó con la presión de colonos y hacendados de las tierras indígenas, que continuó tratando de apropiarse de los terrenos que no entraban en el circuito de venta e intercambio de las tierras.
En el plano de un análisis antropológico-cultural sabemos que la tierra —que es fuente de tantos conflictos sociales y afecta tan fuertemente a las minorías étnicas desde el lejano Canadá hasta las tierras de la Patagonia, atravesando los conflictos de las minorías en México, en Ecuador, en Brasil, entre muchos otros—, está indisociablemente vinculada a una cosmovisión religiosa, que rechaza identificar dichos territorios con un simple valor de intercambio comercial ni como una tierra que se usa hasta que se deja «morir», sino que se abre a una dimensión ecológica de tipo sacral. Pero aquí se pueden encontrar contradicciones muy fuertes en el manejo moderno del territorio indígena en Chile y que se pueden igualar a otros países. Señalemos un ejemplo acerca de la región Pewenche en relación a una empresa internacional que busca explotar los recursos naturales con una lógica de ganancia inmediata y no en una explotación razonable del recurso hídrico, como podría proponerse a partir del sistema ecológico de la comunidad pewenche que habita desde siglos en esas tierras. ¿Cómo resolver el conflicto de un proyecto hidroeléctrico que no ayuda a mantener la base ético-religiosa del pueblo pewenche donde lo ecológico y lo mítico-cultural (moralidad, religión, sabiduría) se entrecruzan? ¿Cómo resolver los conflictos intra-étnicos entre los propios indígenas que valoran de diversa forma el impacto y las consecuencias de los grandes proyectos de inversión para el futuro de las etnias?
En los diversos trabajos sobre antropología y cultura latinoamericana en América Latina falta avanzar mucho más en un análisis de una ética intercultural que permita considerar las transformaciones valóricas en el marco de la modernidad cultural.
El problema que se debe discutir no sólo remite a la cuestión ¿qué es modernizar?, sino a la cuestión de considerar la modernidad cultural como un nuevo proyecto homogenizante que cuestiona y socava las bases ético-míticas sobre las cuales se han ido construyendo las culturas indígenas, mestizas, urbano-populares. El problema no es sólo indicar las consecuencias socio-económicas de esta cultura asociada a las empresas mediáticas, sino a una necesidad cada vez más sentida de gestar una reflexión ético-cultural sobre los fines de este
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proyecto cultural vinculado al modelo de mercado imperante. El asunto, por ejemplo, no es sólo poner cotas a la cantidad de vídeos, canciones o CD que se transmiten en otro idioma, sino de asumir con seriedad lo que significa para la vida cultural de nuestros pueblos que la mayor parte de los «bienes culturales» que consumen las mayorías supone valores culturales e idiomáticos que no responden a la memoria cultural de los pueblos latinoamericanos.
Es menester entender que los necesarios cambios socio-económicos que deben vivir nuestras sociedades con el fin de lograr mayores niveles de bienestar corresponden claramente a una necesidad sentida de lograr una tranformación que permita mayores y mejores posibilidades humanas para las diferentes comunidades latinoamericanas. Pero por diversos estudios comenzamos a darnos cuenta de un «desgano» que invade a los pueblos que asumen sin crítica este modelo, de malestares profundos que se perciben en una sociedad chilena donde la riqueza ganada en una década de crecimiento sostenido no se ajusta a las personas y comunidades que tienen conciencia de haber perdido en mayor calidad de vida, que en definitiva el bienestar económico buscado exige costos sociales y culturales que hoy algunos comenzamos a considerar «costos exagerados». En este plano de discernimiento ético comienza a surgir en los pueblos una necesidad de consolidar cada vez su identidad cultural, a saber, una necesidad del enraizamiento de pertenecer a algún conglomerado humano. Se comienza a percibir que hoy existen diversas modernidades, y la que nos ha llegado ha sido la de una modernidad impuesta que acentúa nuestros «híbridos» rasgos de sociedades periféricas.
El problema de una ética inter-cultural en América Eatina exige responder una pregunta que algunas veces se hicieron los africanos y asiáticos: ¿Cómo se aprecia en un contexto híbrido e intercultural los bienes económicos y los bienes culturales? Esta pregunta no se puede responder sin plantearse una perspectiva ética de la modernización que desde nuestras tradiciones y de la memoria histórica de los pueblos discuta la cuestión de si la modernización es un proyecto neutro valóricamente o si hay que reconocer que ella se expande diferencia- damente en los distintos contextos culturales. Los ejemplos sobre el autoritarismo de los propuestas técnico-instrumentales de los gobiernos de los distintos países del orbe y de las empresas multinacionales ayuda a comprender en parte este pesimismo cultural que invade a
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los que prefieren otras alternativas culturales para la transformación económica.
Aunque disponga de un corto espacio pienso que es provechoso explicitar que frente a la modernización cabe distinguir tres reacciones culturales disímiles que se pueden encontrar en la experiencia reciente de las comunidades humanas en América Latina:
a) Reforma: Los elementos positivos que caracterizan la administración efectivamente moderna choca frecuentemente con los límites de una realidad socio-cultural que sacude a las nuevas autoridades que prometen los cambios. La reforma entendida como un cambio socio-económico posible por un nuevo gobierno es una creencia asociada frecuentemente a los populismos demagógicos. En general, ella no asume en América Latina la complejidad de los problemas heredados.
b) Rechazo: En medio de las comunidades tradicionales aflora muy a menudo un rechazo porque se sabe por la memoria de los antepasados que las nuevas formas significa extirpar una forma de vida en desmedro de otra. Pero la apelación de estos grupos condenados por el proceso modernizador, indígenas, pescadores artesanales, agricultores y artesanos tradicionales, entre otros, no gestan la solidaridad de los otros grupos sociales, que todavía calculan que es posible sacar un beneficio aunque sea en el corto o mediano plazo.
c) Transformación: Frente a las dos actitudes anteriores, emerge cada vez que el proceso de modernización requiere no sólo correctivos, sino humildad para reconocer sus fracasos respecto de sus posibilidades efectivas de entregar mayor bienestar para el conjunto de la sociedad. La transformación implica un protagonismo cultural de los sujetos culturales que hoy es casi inexistente como conjunto en los países de América Latina. Las reformas se asumen como un proyecto mundial hegemónico que no se puede rechazar, de hacerlo se lo reduce a la caricatura anti-moderna.
Nuestro análisis del tema del desarrollo socioeconómico y cultural en medio de comunidades indígenas me ha llevado a pensar que las dos primeras formas descritas son unilaterales y no tienen resonancia para un proyecto conjunto de nuestras sociedades. En este marco las implicaciones culturales del desarrollo que nos interesan a
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diversos estudiosos se presentan bajo una forma utópica, de forma que según nosotros es posible reincorporar las formas técnico-instrumentales en un marco adveniente de una racionalidad nuevamente abierta a lo sapiencial.
CUÁLES VALORES Y PARA QUÉ TIPO DE MODERNIDAD
Este marco modernizador, reconociendo todos sus triunfos y adquisiciones para algunos sectores emergentes de las economías del subcontinente, aparece por diferentes signos que entregan las comunidades humanas en América Latina particularmente lesivo para el desarrollo armónico de los ricos procesos de resignificación de las culturas tradicionales. Pensamos que hay ciertos valores que vuelven a reconstituirse y están en el centro del debate social y de la búsqueda de convergencia en nuestras sociedades multiculturales. Estos valores pueden ampliarse a muchos órdenes, pero en un análisis esquemático de la culturas latinoamericanas se podrían reducir principalmente a cuatro:
— LA IDENTIDAD CULTURAL. Si las consideraciones precedentes sobre la racionalidad de los proyectos de modernización son correctas queda en evidencia que el gran valor en cuestión sería el de la identidad cultural. Esta no se plantea en la tensión entre la homo- genización lograda por el mercado y una diversificación creciente de las culturas latinoamericanas, lo que implica reconocer, junto a Brunner, que el predominio público del imaginario de las empresas culturales es innegable en nuestros países, sino que apunta a un orden ético: ¿quiénes somos?, ¿qué queremos?
En este plano varios autores sostienen que el tema del ethos latinoamericano es clave no sólo porque permite dar cuenta de los imaginarios culturales como les interesa a las ciencias humanas, sino porque el ethos continúa siendo un elemento nuclear para redefmir el sentido humano de las diversas prácticas culturales y desde donde se resignifican humanamente los productos de las empresas culturales.
— JUSTICIA. El esquema modernizador del mercado que aparece racional, técnico y neutro valóricamente presupone una teoría excluyen- te y elitista de la cultura, que rompe muchas veces en la práctica con los valores y las luchas de nuestros predecesores, que imaginaban sociedades más democráticas e integradas en la medida que se gestaban relaciones
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económicas más equitativas en el conjunto de la nación. Sabemos, empero, por la experiencia del hombre común que la tesis neo-liberal sobre el predominio del desarrollo individual por sobre el desarrollo comunitario, se expresa casi siempre en la práctica contra aquéllos más débiles que no tienen las potencialidades intelectuales y humanas que exige el modelo cultural de la competencia (¿no se ven «desde abajo» acaso las situaciones profundamente injustas que afligen en nuestros países a los enfermos, los viejos, los afectados por el sida, los indígenas y los negros?). La justicia en nuestros países se reformula a medida que los Estados nacionales muestran a veces su incapacidad práctica para reestablecer el derecho de las personas y de las comunidades.
— SOLIDARIDAD. Las diversas formas de solidaridad que encontramos en nuestras tradiciones culturales se va diluyendo en contacto con procesos cada vez más rápidos que tienden a que los más fuertes se unan en organizaciones transnacionales y que, al contrario, las comunidades humanas se desintegren, producto de las disensiones y anarquías de los débiles.
Cabría señalar que en nuestros países hay formas solidarias que son coaptadas por los grandes medios de comunicación, pero que no recogen completamente la fuerza de las expresiones indígenas, urba- nopopulares de solidaridad. ¿Se estará obligado a asumir la pérdida de una solidaridad fuerte por aquellas simples imitaciones de «solidaridad» que liberan la conciencia? El valor de la solidaridad hoy aparece tensionado en nuestros países entre una «solidaridad fuerte» que se expresa en países con conflictos estructurales y una «solidaridad débil» que proponen algunas veces los empresas mediáticas o las organizaciones filantrópicas.
— LA UTOPIA. La mentada «pérdida de la utopías» de este fin de siglo que predomina en algunos postmodernos, señala H lN KE LAM -
MERT, no implica la pérdida de la idea de una nueva utopía latinoamericana porque la modernidad periférica siempre ha estado en crisis. La crisis de la modernidad parece muy vinculada a la relación entre la utopía elemental y los proyectos socio-políticos que buscan realizarla, los cuales en nuestros días aparecen limitados en su capacidad imaginativa de pensar en «nuevas sociedades».
En este sentido se requiere avanzar en la crítica de la legitimación de facto del orden cultural cosmopolita. Es preciso reconocer que los proce
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sos que genera este mercado cultural se vinculan a un concepto más humano de lo cultural donde se integran, tensionadamente, elementos de la tradición y de la memoria cultural de nuestros pueblos, por un lado, y la innovación cultural y la apertura a una utopía, por otro.
Esta manera de comprender los diversos valores aludidos tiene enormes consecuencias para una reflexión sobre las dimensiones antro- pológico-culturales de los pueblos latinoamericanos porque implica que un análisis de las mediaciones culturales no sólo remite a la «conservación de tradiciones», sino que al mismo tiempo al fortalecimiento de una crítica de las ideologías. Se podría plantear de otra forma, si hay una pérdida de la imaginación trascendental del valor o una «pérdida de las utopías», ¿no es cierto que se renuncia a destacar el valor de nuestra memoria cultural donde los que nos precedieron imaginaron en parte nuevas sociedades, que en parte hemos heredado, y que están presentes en las nuestras? ¿Si existe una diseminación de la memoria local cuáles podrían ser las raíces históricas de una cultura o del humus cultural de los pueblos en un mundo cada vez más internacional? ¿Qué relevancia podría tener entonces las consideraciones de la historia de las tradiciones y de los valores emancipatorios de nuestros pueblos? Si se consideran de una forma exacerbada el peso del imaginario visual de las industrias mediáticas, ¿no existiría un trasfondo ideológico que apuntaría a diluir la especificidad de una palabra poética y literaria que se encuentra madura en nuestras culturas?
En síntesis, ¿no será ya necesario avanzar mucho más en la reflexión crítica de una cierta filosofía de la cultura que se expande acríticamente consagrando la explosión del sentido, el relativismo frente al orden valórico y el inmovilismo en la gestación de nuevas utopías? En este plano, ¿no existe aquí una tesis antropológica y ética que tiende a destacar una mirada derrotista y desesperanzadora sobre el porvenir de la Humanidad y de lo humano en América Latina?
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La deuda externa de América Latina: origen, evolución y alternativas de solución
Alberto Acosta*
«Y las letanías de las instrucciones de la abuela a Eréndira para poner en orden la carpa: hervir la infusión del agua, lavar la muda sucia de los indios para tener algo más que descontarles, planchar toda la ropa para dormir con la conciencia tranquila, dormir despacio para no cansarse, poner su alimento al avestruz, prender las velas y regar las tumbas, son muy parecidas — en circunstancias diferentes— a la retahila del Fondo Monetario Internacional para poner en orden la economía: suprimir el déficit fiscal, rebajar los salarios reales y disminuir las importaciones, para tener algo más que descontar; aumentar las exportaciones para poder pagar más a los bancos acreedores; crecer despacio para no cansarse y, sobre todo, pagar toda la deuda para dormir con la conciencia tranquila.»
A lfredo Eric Calcagno, 1988
1. EL RENACIMIENTO DE LA DEUDA EXTERNA
Hasta hace poco, en muchos países de América Latina se creía firmemente que el problema de la deuda externa había sido resuelto. Si bien la deuda no había desaparecido, al menos había pasado a un segundo plano. Y dentro de este espíritu optimista se hablaba incluso del fin de la crisis económica, en la medida que la región, entre 1990 a 1994, experimentó una expansión de sus economías y una reducción de la inflación, en medio de un extraordinario reflujo de capitales.
* Ecuatoriano. Economista. Consultor del Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales (ILDIS-Ecuador) y profesor-investigador de la Facultad de Ciencias Sociales (FLACSO-Ecuador).
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Uno de sus principales argumentos para sostener que se había producido una distensión en el problema de la deuda fue exactamente la reversión del flujo de recursos financieros. Desde 1990, durante cuatro años consecutivos la región, que había sido exportadora neta de dólares en los años ochenta, registró un considerable ingreso neto de capitales. De esta manera, la CEPAL, ya en 1992, se apresuró a anticipar que «de continuar y generalizarse esta tendencia entre los países de la región, se superaría un elemento central de la crisis de la deuda: el paralizante peso de las transferencias netas negativas y su efecto adverso sobre el desarrollo regional».
Por otro lado, la regularización del servicio de la deuda en casi todos los países de la región sirvió para ratificar esta apreciación. A partir de 1992, la mayoría de países en mora comenzó a encontrar formas para regularizar el servicio de su deuda y con ello se revirtió el proceso de amplia acumulación de atrasos. Esta se consolidó, en especial, a partir de las renegociaciones logradas en el marco del Plan Brady. La CEPAL esgrimía como otro elemento probatorio de la tesis central, de que habíamos llegado al fin de la crisis de la deuda, el hecho de que desde principios de la década de los noventa siguieron atenuándose progresivamente los indicadores del peso de la deuda.
El mensaje resultante fue claro: la crisis de la deuda no es irresoluble, es más, hay una solución técnica al problema, en especial con la utilización de los mecanismos planteados por el Plan Brady u otras opciones complementarias. Con esto también cobró fuerza la viabilidad de los ajustes ortodoxos orientados a lograr la apertura y la liberalización a ultranza: el gran objetivo del neoliberalismo real. Así las cosas, no faltaron quienes avizoraban para América Latina una situación interesante en términos de sus perspectivas económicas. Y todos estos elementos se transformaron en bienvenido argumento para los países industrializados y los organismos multilaterales, que deseaban dar por concluido el capítulo de la deuda externa, sobre todo por su elevado contenido político.
Este entusiasmo sufrió en 1995 un primer remezón con la crisis mexicana y sus secuelas, que fueran conocidas como el «efecto tequila». Por otro lado la proporción aún elevada del servicio de la deuda, la concentración del reflujo de capitales en pocos países, por no mencionar las tasas de crecimiento sumamente modestas que se mantenían en muchos países, parecían indicar que no era prudente precipitarse a sacar conclusiones sobre esta cuestión. Sin embargo, superado
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el susto del «efecto tequila», la «normalidad» retornó a la economía latinoamericana.
Esta situación, no obstante, duraría poco. Desde mediados de 1997 comenzaron a llegar noticias fragmentadas de una crisis lejana, inentendible. En el sudeste asiático, aquellos países utilizados repetidamente como modelo para el desarrollo de América Latina entraron en una franca descomposición financiera. Japón, uno de los colosos de la economía mundial, no lograba reactivar su economía y tampoco encontraba respuesta a la crisis regional. El susto fue mayúsculo cuando Rusia cayó sorpresivamente en una acelerada espiral recesiva y los temblores financieros empezaron a sacudir a economías aparentemente sólidas como la brasileña, argentina, peruana, colombiana, chilena... Y más aún cuando se empezó a hablar abiertamente de una depresión mundial. Sólo entonces América Latina parece haber cobrado conciencia de su actual situación, con un resurgimiento de sus viejos problemas, entre ellos la deuda externa.
2. ORÍGENES Y ALCANCES DE LA DEUDA EXTERNA
Antes de adentrarnos en una rápida lectura de la evolución de la deuda externa y sus consecuencias, reconozcamos que la deuda es, en todo momento, la expresión más visible de una crisis mucho más amplia. Por eso no cabe afirmar que la deuda haya ocasionado la crisis. La deuda en sí es otra manifestación de la crisis financiera. Y como tal presenta una serie de elementos nuevos y otros que ya se repitieron cíclicamente en épocas anteriores: sea a mediados de la década de los veinte, a principios de los años setenta o en los años noventa durante el siglo XIX; o sea durante la famosa crisis de los años treinta o en los años ochenta ya en el siglo XX. Epocas en las cuales la deuda no simplemente fue un problema financiero, sino que desempeñó un papel importante como palanca o pretexto para imponer la voluntad de los países acredores sobre los deudores (1).
(1) Recordemos algunos casos de agresión imperialistas vinculados a la deuda externa: intentona española para reconquistar América en 1846, invasión anglo-francesa-espa- ñola a México en 1862, despojo a México de casi dos millones de kilómetros cuadrados — Texas, Nuevo México y California— en las décadas de 1840-50, agresión de la flota an- glo-germano-italiana (con aprobación yanqui) a Venezuela en 1903, secuestro por parte de marines yanquis de las aduanas de la República Dominicana en 1907 y de Haití en 19 17 , intentos de usurpación de las Islas Galápagos por parte de los EE.UU.
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Sin minimizar lo que acontece dentro de cada país, sea a nivel del conjunto de América Latina y aun dentro de los mismos países industrializados, el punto de partida de estos ciclos económicos se debe buscar en la lógica de funcionamiento del capital financiero internacional (entendido en los términos de Rudolf H i l f e r d i n g ). Para comprenderla requerimos, entonces, conocer sus necesidades de reproducción y acumulación. Este capital depende, en primera línea, aunque no exclusivamente, de las tasas de ganancia existentes en los países industrializados o centrales. Así, en ciertas ocasiones estos flujos están dominados por los capitales crediticios y en otras por las inversiones directas, dependiendo particularmente de la situación existente en las economías centrales y, también, aunque en menor medida, en las economías receptoras. Las inversiones directas son prioritarias, por ejemplo, cuando permiten a los países centrales acceder a recursos naturales, a mano de obra barata, o últimamente —vía privatización— a importantes empresas con rentabilidad potencial o efectiva, así como con indudable capacidad de expansión tecnológica (2).
En esta misma línea de reflexión no es posible afirmar que la expansión del endeudamiento externo sea sólo el producto de una decisión irracional adoptada por inversionistas desaprensivos o por políticos demagogos, en los países centrales al concederlos o en los periféricos al aceptarlos. El aumento de la deuda en los países subdesarrollados ha sido muchas veces la mejor (o quizá, la única) salida que tenía el capital financiero internacional para garantizar su reproducción, sea la rentabilidad de la banca, sea la rentabilidad comercial de las empresas. En juego estaban las exigencias existenciales del propio sistema capitalista.
En estas condiciones, y sin pretender explicar todo desde la visión externa, no se puede creer que los capitales foráneos actúan en forma
(2) Reconozcamos que este capital asume diversas formas, que pueden estar sintetizadas en créditos (deuda externa o inversión extranjera indirecta) e inversión extranjera directa, a las que habría que añadir la propia cooperación extranjera o ayuda para el desarrollo, así como otras alternativas comerciales. En este amplio espectro asomó recientemente una amplia gama de «productos» financieros: créditos bancarios, bonos, títulos de deuda, colocaciones de cartera, fondos externos de inversión y otros. «Productos» que no pueden ser entendidos de manera desarticulada del contexto económico general, aun cuando funcionan en gran medida divorciados de la economía real.
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autónoma. Hay que tener siempre presente la evolución de la economía internacional, sea en sus elementos coyunturales, en particular para comprender los vaivenes especulativos, sea en su evolución de largo aliento, de donde se desprenden conclusiones estructurales. La evolución de la economía internacional, además, será comprensible dentro del funcionamiento del sistema capitalista, entendido como la civilización de la desigualdad por Joseph SCHUMPETER.
Hagamos, pues, el esfuerzo de desmenuzar las interioridades de los grandes procesos mundiales, procurando internalizar sus elementos permanentes y las mutaciones que se vienen gestando. Sólo así entenderemos mejor los «momentos de ascenso y descenso de largo plazo de la tasa de ganancia promedio» (Ernest M andee) que determinan los ciclos económicos, o, visto de otra manera, aquellos «racimos de innovaciones» (Joseph Schumpeter), con las cuales se integran y difunden en la sociedad los más diversos inventos científicos e innovaciones tecnológicas, las más de las veces realizados mucho antes de su utilización y que, como sabemos, no se distribuyen uniformemente a lo largo del tiempo.
Relacionando lo anterior con la deuda, de conformidad con el pensamiento de Carlos M arich al, «cada ciclo crediticio se caracteriza por un ascenso, un período de prosperidad durante el cual los Estados latinoamericanos contrataban numerosos préstamos en el extranjero, y un descenso, o sea la fase recesiva, que era en general el resultado de la crisis financiera internacional, que conduciría a una cadena de suspensiones de pagos». Eo cual, según el criterio de Oscar U garteche, «sugiere inmediatamente la idea de que hay una ley de comportamiento cíclico vinculado fundamentalmente a la conducta del ciclo económico de los países desarrollados. El crédito privado se expande cuando hay una baja en la tasa de ganancia de los países metropolitanos y se contrae cuando la tasa de ganancia se deteriora en los países dependientes vía la baja de los precios de las materias primas y el alza de las tasas de interés (en el mercado internacional, NdA). Cuando se seca la fuente de crédito como efecto de lo señalado, las economías de la periferia entran en períodos de ajuste a la restricción de divisas».
Entonces, parece razonable, sin tratar de encasillar este fenómeno en un esquema determinístico, hablar de la existencia de una suerte de ciclos en el proceso de endeudamiento, comparables en alguna medida a los ciclos económicos, tal como se observa si los compara
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mos con la periodización de las ondas largas del capitalismo. Así las cosas, la historia de la deuda externa se caracteriza por etapas de auge y crisis coincidentes con dichas ondas largas, las cuales deben ser comprendidas analizando sus condiciones específicas.
De este tipo de análisis podemos sacar conclusiones sobre la forma de participación de los países subdesarrollados en el mercado mundial, así como sobre las posibles disponibilidades de capital en los mercados internacionales. La historia, vista desde estas ondas largas, nos muestra que en las fases de auge predomina el capital invertido productivamente, mientras que en las fases depresivas tienen un peso mayor las inversiones financieras. Si recordamos que las ondas largas reproducen la ley del desarrollo desigual, tengamos presente la significación que ha tenido la crisis de la deuda externa, concretamente su servicio, al cual hay que añadir los diversos flujos financieros generados por las inversiones extranjeras que han contribuido masivamente a financiar las grandes transformaciones tecnológicas al interior de los países centrales.
Todas estas transformaciones vienen acompañadas de una serie de cambios que son inducidos en los países periféricos, a los cuales, utilizando como palanca la deuda y sus políticas de ajuste, se les ha encaminado por un proceso de reprimarización modernizada y flexible de sus economías (acompañada de una desindustrialización relativa) como la vía más «conveniente y posible», según la ideología dominante. Esto es, hablando crudamente, a los países subdesarrollados se los ajusta para que participen de acuerdo a las expectativas y necesidades del capital financiero internacional. La deuda, entonces, no sólo refleja fenómenos cuantitativos, sino que desempeña un papel importante «en los procesos de reestructuración de las economías latinoamericanas», según afirma Jaime Estay Reyno (1996).
3. AMÉRICA LATINA ENTRE EL AUGE Y LA CRISIS DE LA DEUDA EXTERNA
En este breve ensayo apenas nos concentramos en los principales elementos del proceso de auges y crisis del endeudamiento externo latinoamericano, registrado en el útimo cuarto de siglo.
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Los entretelones del endeudamiento agresivo
La década de los setenta marcó un momento de ruptura en el sistema mundial y de surgimiento de nuevas formas de relación en la división internacional del trabajo, cuando se consolidó la mundializa- ción del capitalismo. La expansión de las disponibilidades financieras a nivel internacional surgió con los masivos desbalances económicos provocados en los Estados Unidos por efectos de su guerra imperial en Indochina y, sobre todo, por su pugna comercial con las otras potencias. Esta situación, que ya se venía gestando de años atrás, tuvo su partida oficial de nacimiento con la eliminación de la convertibilidad del dólar en oro (agosto de 1971) por parte del Gobierno norteamericano, a raíz de la evidente debilidad de su moneda como un activo de reserva internacional. «Los dólares que poseían los países del mundo se devaluaron fácticamente, convirtiéndose en abultada deuda flotante de Estados Unidos, adjudicada y distribuida compulsivamente alrededor del mundo. A partir de entonces, la oferta del dólar —y lo que ella representa en el ámbito financiero y monetario mundial— parecía limitada, en lo esencial, por las decisiones de política económica de los propios Estados Unidos», nos recuerda acertadamente Ramón G arcía M enéndez ( 1 9 9 1 ) .
En estas condiciones el creciente flujo de recursos financieros destinados hacia los países subdesarrollados tendría como telón de fondo un incremento sin precedentes de la liquidez internacional, que no encontraba una rentabilidad adecuada en los centros, por la recesión de finales de los sesenta e inicios de los setenta. Esta disponibilidad de recursos creció aceleradamente con el «reciclaje» de los petrodóla- res a partir de 1974, situación que agudizó el problema, pero que no lo produjo.
En estas circunstancias disminuyó la rigurosidad en la concesión de los créditos por parte de la banca y se produjo una priorización de las formas financiero-comerciales por sobre las productivas. Los bancos ofrecían y aun obligaban, directa o indirectamente, a los países subdesarrollados a aceptar préstamos, muchos de los cuales ni siquiera eran indispensables. Eso sí, sin dejar de obtener en todo momento grandes ganancias. El endeudamiento externo de los países de la región respondía a los intereses de la banca internacional antes que a las necesidades reales de los países que se endeudaban.
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Durante este festín crediticio, los organismos internacionales —como el Banco Mundial, el FMI y el BID— apoyaron decididamente la contratación de créditos por parte del mundo subdesarrollado, tradicionalmente marginado del mercado financiero. Esa era la mejor salida frente a la crisis recesiva en los países centrales. En este ambiente, los gobiernos y los grupos dominantes en los países periféricos encontraron la oportunidad propicia para satisfacer, aunque sea parcial y temporalmente, su crónico déficit de financiamiento. Azuzado por los dos lados, este proceso devino en un agresivo y alegre endeudamiento, el cual, como sabemos, no condujo a una adecuada utilización de los recursos contratados. Otra causa que explica la agudización de la crisis.
No se puede ocultar de ninguna manera que el problema se complicó dentro de los países subdesarrollados. En un análisis más detallado sería preciso diferenciar entre los pueblos y sus gobiernos, muchos de ellos dictatoriales, los cuales, en la década de los setenta, se sumaron entusiastamente al proceso de endeudamiento inducido internacionalmente y que les permitía mantener los patrones de acumulación y sus privilegios sin alterar las estructuras internas. Los elevados montos de la deuda y su deficiente utilización se comprenden también por las inversiones sobredimensionadas, el establecimiento y la consolidación de patrones de vida consumistas de reducidos grupos de la población, las masivas compras de armas, la corrupción, la transferencia al exterior de recursos financieros por parte de agentes económicos nacionales —no sólo de las empresas extranjeras— y, por supuesto, el creciente pago de intereses de los créditos a la banca internacional, que exacerbaría la situación a principios de los años ochenta. No sorprende, pues, que los pueblos hayan sido los menos beneficiados con este endeudamiento acelerado.
Así las cosas, la brecha de divisas es explicable por la salida masiva de recursos, así como por el ineficiente uso de los factores de producción y por la existencia de patrones de consumo no ajustados a las realidades nacionales, que no permitieron el establecimiento de un proceso de acumulación endógeno. Por otro lado, los masivos créditos externos, que financiaron importantes montos de capitales fugados, han sustituido de alguna manera al ahorro interno, al postergar reformas tributarias que habrían logrado mejorar la presión fiscal y, al mismo tiempo, podían contribuir a mejorar los niveles de equidad.
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Por otro lado, muchos de los capitales contratados en los mercados internacionales incrementan el consumo antes que la inversión.
La gran crisis de la deuda externa
Al finalizar los años setenta e iniciar los ochenta, las dificultades económicas internacionales empezaron a agudizarse, toda vez que los déficit de la principal economía del mundo, la norteamericana, presionaron sobre las relaciones comerciales y financieras mundiales. Desequilibrios que obligaron a un reajuste en dicha economía, lo que motivó el incremento de las tasas de interés y la disminución de los créditos hacia los países subdesarrollados.
Nuevamente el detonante de la crisis latinoamericana estuvo en los Estados Unidos: su política económica restrictiva, conocida como «reaganomics», a partir de 1981 tornó completamente inmanejable la deuda externa de los países subdesarrollados. Washington buscaba reducir los enormes déficit de su economía, tratando de consolidar su superioridad militar sobre la Unión Soviétiva y su liderazgo económico sobre los otros países industrializados. En la práctica se produjo un incremento masivo del gasto en armas —«la guerra de las galaxias»—, que no pudo ser equilibrado con la restricción del gasto en las áreas sociales. Como corolario, sus desbalances siguieron en aumento y los Estados Unidos se convirtieron en la principal economía deudora del mundo y en una aspiradora que succionó capitales de América Latina. Este reflujo benefició también a los otros países industrializados, que ya habían superado la fase recesiva y que, por tanto, podían integrar cada vez más recursos en sus actividades productivas domésticas.
Como resultado de la política monetaria restrictiva en los Estados Unidos, se experimentó una acelerada alza de las tasas de interés en el mercado internacional, lo cual obligó a los países subdesarrollados endeudados a ajustar sus economías para sostener la creciente cantidad de recursos necesarios para servir la deuda. Ajustes que exigieron, en primera instancia, una masiva reducción de las importaciones (en algunos casos cercanos al 50% en un año), al tiempo que paulatinamente integraron cambios para abrir las economías endeudadas en función de las necesidades del capital financiero internacional.
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Los países latinoamericanos, transformados en exportadores netos de dólares, recurrieron a sucesivas renegociaciones de su deuda externa con la banca internacional, con la consiguiente imposición de condicionalidades de los organismos multilaterales, que ahora actuaban de cobradores...
Recordemos también que en 1982, como parte de la misma estrategia de reordenamiento del poder mundial, los precios del petróleo Y de otras materias primas empezaron a debilitarse en los mercados internacionales. Se procuraba reducir su valor para disminuir la brecha externa de la economía norteamericana. Y, en este ámbito, también como parte de este esfuerzo para reordenar las estructuras de poder, los Estados Unidos apoyaron a Inglaterra en la guerra de las Malvinas, lo cual también afectó el ambiente financiero internacional.
Este fue, en resumen, el telón de fondo del estallido del problema de la deuda, que se produjo a raíz de la suspensión de pagos de México en agosto de 1982.
A partir de entonces la situación se volvió en extremo crítica. Las renegociaciones, que se sucedieron y que fueron apoyadas y dirigidas por los organismos multilaterales, trajeron consigo sucesivos programas de estabilización y de ajuste, tanto para garantizar el servicio de la deuda, como para proceder al reordenamiento de las economías subdesarrolladas, en el marco de lo que se conocería poco más tarde como «Consenso de Washington»: estrategia neoliberal que imputa la causa de la crisis de la deuda a los gobiernos latinoamericanos y a sus políticas económicas, particularmente a los esfuerzos de industrialización vía sustitución de importaciones, que contaban con una participación activa —en ningún caso totalizadora— del Estado y que priorizaban el mercado interno, sin llegar a ser, en ningún momento, una propuesta autárquica.
En consecuencia, para superar esta orientación, con este Consenso se buscó desarrollar una nueva modalidad de acumulación basada en las fuerzas del mercado y orientada sin reservas hacia el exterior.
América Latina se hundió paulatinamente y conscientemente en una profunda recesión. A pesar de lo cual hay que destacar que el esfuerzo realizado fue descomunal, en condiciones internas sumamente difíciles y enfrentando un mercado mundial cruzado por proteccio
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nismos de diversa índole y por la caída de los precios de las materias primas. La región financió una tremenda sangría de recursos: el servicio de la deuda externa alcanzó un monto neto negativo superior a los 210.000 millones de dólares en la década de los ochenta (3); la fuga de capitales habría estado en un orden de magnitud que puede fluctuar entre los 100.000 y 300.000 millones dólares (dependiendo de su definición) y el deterioro de los términos de intercambio en alrededor de 250.000 millones de dólares. En esta sumatoria habría que añadir la repatriación de capitales y las remesas de utilidades de las inversiones extranjeras (superiores a los capitales invertidos), los costos provocados por el neoproteccionismo de los países del Norte, el pago de regalías y otros derechos tecnológicos, la sangría de «cerebros» extraídos sistemáticamente de los países del Sur, así como los costos ambientales derivados de una ancestral relación de dominación del Norte sobre el Sur, que ha dado lugar a la «deuda ecológica», en la cual el papel de acreedores y deudores es inverso al existente en la deuda financiera.
Mientras tanto, la deuda externa, a pesar del volumen enorme del servicio neto realizado, continuó creciendo como si hubiera adquirido vida propia por el automatismo de las finanzas internacionales (Franz H in k e l a m m e r t ) , de 28.000 millones de dólares alcanzados en 1970 pasó a 69.000 millones en 1975, a 220.000 millones en 1980, luego a 439.000 millones en 1990, para llegar en los años del reciente boom financiero hasta los 645.000 millones de dólares en 1997. En esta evolución se destacan las diversas épocas de crecimiento del saldo final de la deuda externa de América Latina. Así, de 1970 a 1975 la deuda creció en un 146%, mientras que en los cinco años siguientes — 1975-80— el salto fue espectacular, de un 219%, para luego, como consecuencia de la crisis, declinar en su marcha ascendente a
(3) El monto de esta transferencia de recursos — superior en más de tres veces en términos reales a lo que representó el Plan Marshall, con el cual los Estados Unidos ayudaron la reconstrucción de Europa luego de terminada la Segunda Guerra Mundial (HlNKE- LAMMERT)— , como lo dijimos inicialmente, tiene que ser comprendido en el marco de las necesidades del mismo capital internacional, embarcado a la fecha en profundas transformaciones tecnológicas. Un rubro a favor de América Eatina, pero de difícil cuantificación, está dado por el ingreso de narcodólares en varias economías de la región; realidad que, sin embargo, no puede ocultar el hecho de que el grueso del negocio se realiza en los principales países consumidores, esto es, en los grandes países industrializados, con los Estados Unidos y Europa a la cabeza.
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un 72% de 1980 a 1985, a un 17% de 1985 a 1990. En el último período la deuda volvió a incrementarse como consecuencia del reflujo de capitales experimentado a partir de 1990, así la deuda a 1995 aumentó en un 35%. De 1990 a 1997 el incremento ha sido de un 46%, valores inferiores a los conseguidos entre 1970 y 1980, cuando se produjo el proceso de mayor endeudamiento externo.
Por otro lado, los gobiernos deudores fueron incapaces de diseñar una salida común para suspender en bloque el servicio de dicha deuda o de conseguir un amplio acuerdo político concertado con las naciones acreedoras. En esos momentos una posición conjunta de los países deudores pudo haber apurado una solución política, puesto que los bancos comerciales estaban también abocados a una situación sumamente angustiosa por el excesivo grado de exposición que tenían sus acreencias con los países subdesarrollados, sobre todo con los latinoamericanos. Dicha incapacidad para encontrar un salida conjunta se explica por una suerte de complicidad existente entre los responsables de los gobiernos latinoamericanos y los intereses de la banca internacional. Además, influyeron las presiones y amenazas que ejerció el capital financiero, en especial a través del Gobierno norteamericano y de los organismos multilaterales, que frenaron cualquier intento para conformar un club de deudores (4). Una vez más se utilizó «el gran garrote» para defender al capital financiero internacional...
Así las cosas, manteniendo el enfoque tradicional —ajuste más renegociación— basado en la equivocada expectativa de que una recuperación de la economía norteamericana arrastre a las economías latinoamericanas, se abrió la puerta a una serie de soluciones. Con el Plan Baker, en 1985, se reconoció la necesidad del crecimiento económico para salir del atolladero, crecimiento a ser conseguido con una nueva y obligada inyección de recursos financieros. Ante el fracaso de este empeño, se continuó con la búsqueda de cobros parciales a través de los mecanismos de mercado (capitalización y «menú de opciones», en especial desde 1987), acompañados con la tácita aceptación económica de la incobrabilidad (formación de reservas banca-
(4) Sea porque los negociadores de los países deudores tenían intereses cruzados o porque sus gobernantes no comprendieron la oportunidad del momento, lo cierto es que en la práctica los acreedores siempre actuaron unidos — comités de gestión o Club de París— e impusieron las reglas del juego, sobre todo la negociación de cada caso por separado.
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rías). Desde el campo político se insistió al aceptar la imposibilidad de recuperar el valor nominal de la deuda y se buscó un cambio de deudas viejas por deudas nuevas, dentro de lo que se conoce como el Plan Brady, a partir de 1989. Poco más tarde, y como parte de la integración continental propuesta por los Estados Unidos, se presentó en 1990 la Iniciativa para las Américas, plan que integraba por primera vez la necesidad de dar un tratamiento especial a la deuda oficial (5).
Insistamos, el interés último del manejo de la deuda, sin dejar de exigir su pago, fue y sigue siendo promover la reinserción de las economías latinoamericanas en el mercado mundial. Lo cual se manifiesta, por lo pronto, en términos de una mayor internacionalización del mercado de capitales en la región y de una modernizada forma de re- primarización de sus economías. Más allá de lo que significan los cambios experimentados en las economía de la región, a raíz de la crisis de la deuda externa, surge una pregunta inevitable: ¿Qué obtuvieron los acreedores y qué los deudores con el manejo convencional de la deuda y con las políticas de ajuste?
El proceso tradicional de renegociaciones, adobado con una que otra acción apegada a la lógica del mercado secundario de papeles de deuda, como fue el canje de deuda por capital o por naturaleza, en más de una década y media de práctica sostenida, sirvió para resolver el problema financiero inicial. Este, de no mediar estos procesos de renegociación, pudo haberse convertido en un colapso financiero para la banca internacional, como se vaticinó en la reunión anual del FMI y del Banco Mundial, realizada en Toronto en septiembre de 1982. La banca comercial, en consecuencia, salió de la trampa, pudo capitalizarse y reunir importantes reservas, sin dejar de obtener significativas utilidades en dichos negocios y aún a través de conseguir de sus gobiernos ventajas fiscales vinculadas al manejo de los créditos ofrecidos a los países pobres. Este manejo de la deuda, no hay duda alguna, dio resultados positivos para la banca y los países acreedores al facilitarles capear el temporal, así como para el FMI y el Banco
(5) Esta Iniciativa ratificó la vinculación existente entre deuda externa e inversión extranjera directa, dentro de la estrategia de los Estados Unidos para asegurarse el mercado hemisférico. Lo cual ratifica la compleja lógica del capital financiero internacional y sus diversas formas de acción: deuda, inversión y comercio.
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Mundial que salieron fortalecidos como entes rectores de la política económica de los países subdesarrollados.
El riesgo de una debacle financiera se desvaneció para la banca internacional gracias al sacrificio de los países subdesarrollados. Estos, por el contrario, afrontaron una de las peores crisis de su historia. Sus secuelas son diversas. No es posible afirmar y generalizar que fue una década perdida para todos. Mientras la pobreza y la marginalidad afectaron cada vez más a la mayoría de la población, sectores reducidos se beneficiaron de la propia crisis y sus ajustes. Las mayores desigualdades en la distribución de la riqueza, con un acelerado empobrecimiento de las masas y una mayor concentración del ingreso y de los activos en pocas manos, constituyen la herencia de la deuda en los países periféricos. Aquí conviene recordar la influencia de las políticas de inspiración neoliberal, aplicadas tanto en dichos países como en los países centrales, que han consolidado situaciones de creciente inequidad.
Para entender los beneficios obtenidos por grupos reducidos de la población en medio de la crisis, y directamente por el manejo de la deuda, basta con recordar también los procesos de estatización de las deudas externas privadas en casi todos los países de la región. Proceso que benefició a empresas nacionales y extranjeras, y que se dio sin averiguar el uso de los recursos, la posible disponibilidad de fondos en el exterior, la existencia o no de la deuda... Además, en este empeño recibieron una serie de garantías cambiarías y financieras, transformando este mecanismo en uno de los mayores subsidios entregados al sector privado y en otro factor inflacionario. Adicionalmente, en muchos países se abrió la puerta a la conversión de deuda para capitalizar empresas o para asumir pasivos del sector privado, particularmente de la banca. Y para colmo, muchos de los beneficiarios de estas operaciones son en la actualidad acreedores de dicha deuda, en tanto habrían comprado papeles de la deuda externa de sus países...
Adicionalmente, la crisis y las políticas aplicadas para enfrentarla no pueden ser vistas simplemente a través de sus evoluciones más o menos negativas para la mayoría de la población. El neoliberalismo, en tanto fuerza la tendencia de reprimarización y desindustrialización del aparato productivo nacional, no puede ser asumido como un fracaso. Muy por el contrario, las economías latinoamericanas camina-
quizá no todo lo que esperaban los defensores de la ideologíaron
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neoliberal— hacia una mayor concentración de la riqueza en pocas manos, tanto como hacia la apertura, la desregulación, la liberaliza- ción, la flexibilización y la privatización: objetivos visibles de este modelo, que promueve un proceso de marcada desnacionalización del desarrollo. Ahora tenemos economías mucho más dominadas por el capital financiero internacional y orientadas radicalmente hacia el mercado exterior (6). Estas economías presentan desequilibrios sectoriales cada vez mayores, con avances notorios en la calidad de vida de pocos grupos vinculados a un proceso de «globalización», que no es global ni homogénea (7), con un severo y hasta estructural retroceso para muchos, en especial para los que todavía dependen del mercado interno. Estos elementos, que se refuerzan entre sí, han aumentado las desigualdades en la sociedad y, una vez más, han bloqueado el proceso de desarrollo.
El espejismo financiero de los noventa
Empecemos por señalar que, como tantas otras veces, son especialmente factores externos los que han motivado el retorno de la crisis a América Eatina. Después de una década de altos rendimientos de las colocaciones en dólares, la marcada caída de la tasa internacional de interés denominada en esa moneda, desde fines de los años ochenta, incentivó a los inversionistas a reasignar parte de su cartera en dólares. Con una rebaja de las tasas de interés, el Gobierno norteamericano pretendió reactivar su aparato productivo. En estas condiciones, muchos capitales, ante la caída de los rendimientos en los mercados financiero e inmobiliario, así como de la tasa de ganancia de las empresas en los Estados Unidos y en otras economías centrales, comenzaron a buscar nuevas opciones. Posibilidades que aparecieron con fuerza en América Eatina, gracias a una serie de cambios que han preparado el terreno para lo que la CEPAE definió en 1994 como «nueva modalidad de desempeño económico».
(6) Los procesos de integración subregionales — la Comunidad Andina, por ejemplo— pueden ser vistos apenas como un trampolín para acelerar la transnacionalización.
(7) La «globalización» es intensa en algunos campos, como el financiero, pero parcial, heterogénea y desbalanceada en otros. Ella no define las condiciones del funcionamiento mundial de una manera similar para todos. Una manifestación lógica, si aceptamos que así afloran las relaciones propias de un sistema desigual como el capitalista.
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En este contexto, aún cuando el leitmotiv era incrementar a como dé lugar las exportaciones, los países de la región experimentaron un incremento mucho mayor de las importaciones que de sus ventas externas. En una aproximación más de detalle, se puede observar que las importaciones provenientes de los países de la OCDE crecieron mucho más rápido que las ventas externas de la región. Esto nos demuestra que las políticas económicas aplicadas en la región, a la sombra de las renegociaciones de la deuda externa, han contribuido a establecer una nueva modalidad de acumulación propicia para dichas importaciones y que, además, los países latinoamericanos hasta 1989 fueron una fuente importante de financiamiento para los cambios que se procesaban en los países industrializados. Todo esto como parte de una reinserción mucho más sumisa de las economías latinoamericanas en el mercado mundial.
En estas condiciones, los déficits del balance comercial, agudizados también por el deterioro de los términos de intercambio de algunos productos de exportación básicos, se compesaron con el incremento de los flujos financieros externos. Este creciente desbalance entre exportaciones e importaciones, acompañado de un nuevo endeudamiento externo, nos condujo a una variante de la «enfermedad holandesa», esta vez provocada por el ingreso masivo de capitales privados.
Los altos rendimientos ofrecidos por las economías latinoamericanas, incentivados por una serie de mecanismos de promoción y protegidos en muchos casos por un sistema cambiario que sobrevalúa las monedas nacionales como ancla de los esquemas de estabilización y de ajuste, se constituyeron en un atractivo para capitales de otras regiones. Además, el riesgo-país bajó a medida que mejoraba la solvencia de los países endeudados en dólares como consecuencia del descenso de las tasas de interés internacional y de la mayor oferta de fondos, que reducía los riesgos de devaluación (8).
Los ajustes estructurales también aportaron en la creación de las condiciones propicias para el retorno de capitales internacionales.
(8) Hay que tener presente que este riesgo-país refleja diferencias en las tasas de interés entre los países pobres y ricos, con el consiguiente desbalance en los costos financieros a favor de los segundos.
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pero no los provocaron y tampoco fueron la única razón que los motivó.
En forma paralela a los ajustes estructurales, mejor digámoslo como uno de sus elementos, desempeñó un papel nada despreciable para atraer inversiones la privatización de grandes empresas estatales, por las múltiples ventajas que se ofrecieron y ofrecen todavía a los capitales extranjeros (o nacionales repatriados) en las operaciones de adquisición de dichas empresas; la subvaloración de los precios de venta de estas empresas (deterioradas casi en forma planificada) (9) fue y es un aliciente para provocar inversiones provenientes del exterior. Adicionalmente, uno de los mecanismos más utilizados en este proceso de privatizaciones fue el de la conversión de deuda en capital, como otra ventaja adicional para los potenciales compradores.
Esta realidad demuestra que los procesos de privatización de las empresas públicas y el «achicamiento» del Estado están estrechamente vinculados al manejo de la deuda externa. Los ingresos provenientes de las privatizaciones, además, fueron utilizados para financiar un monto nada despreciable del servicio de dicha deuda, tal como lo son las políticas de austeridad fiscal, que terminaron por debilitar al Estado desarrollista.
Pero eso no es todo. Con las privatizaciones se apunta también a reordenar la economía y la sociedad en general en función de la nueva modalidad de acumulación que se está configurando. Para lo cual, el Banco Mundial y el FMI ofrecen nuevos créditos destinados a posibilitar un proceso de privatizaciones de mayor profundidad y sumamente acelerado.
En este escenario, los cambios registrados a nivel técnico y legal en los mercados financieros internacionales, que condujeron a la disminución de los costos financieros y a la introducción de novedosos esquemas de reaseguro, crearon nuevas condiciones para una mayor movilidad de los capitales. Estos cambios también aportaron para que dichos recursos se ubiquen con gran rapidez en los mercados tradicionales y aún en los emergentes, aprovechando las transformaciones
(9) Recordemos que a muchas empresas estatales se les obligó a contratar enormes créditos externos, que luego fueron destinados a otros fines, con el consiguiente desgaste financiero.
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que experimenta la economía mundial. Adicionalmente, las posibilidades creadas por los avances tecnológicos en el campo de las telecomunicaciones y de la computación sustentan un esquema de mayor interrelación y flexibilidad entre todos los mercados financieros mundiales. En este punto conviene resaltar el papel que cumplieron los mercados emergentes de América Latina, los cuales, a pesar de ser relativamente pequeños y riesgosos, son sin duda dinámicos y ofrecen altas tasas de rentabilidad (al menos hasta antes de la crisis asiática).
Uno de los aspectos interesantes de los últimos años, especialmente a partir de 1990, fue la diversificación de las fuentes financieras internacionales, lo cual ha provocado el desplazamiento de los bancos a un papel relativamente secundario. La banca multilateral y también los Estados del Norte han ocupado el puesto de la banca comercial, sea porque de fa cto asumieron el pago de deudas de los bancos comerciales que se retiraron de este mercado o porque quedaron como los principales prestamistas. Con la refmanciación de deudas viejas, estos organismos obligaron a los países deudores a contratar nuevas deudas para pagar las deudas anteriores con los bancos comerciales. Las deudas con los organismos multilaterales tienen, además, los términos de contratación más duros, son innegociables. Con lo cual, estos organismos, a través del creciente servicio de sus créditos, han obtenido muchos más recursos que los que han prestado.
En el lugar de la banca comercial aparecieron también otros actores: los fondos de pensiones (privatizados), los fondos mutuales, las compañías aseguradoras, entre otros. Otro rasgo de esta actividad financiera fue la preferencia por fusiones y adquisiciones de empresas existentes, con una menor preferencia a la ampliación de la capacidad productiva instalada. Y en este complejo entorno, los Estados descuidaron el control y orientación de los flujos de capitales, lanzándose, por el contrario, en una competencia cerrada e inorgánica para atraerlos.
Otra característica de esta época fue la salida de un sinnúmero de «productos» financieros, con una presencia significativa de capitales de corto plazo, puramente especulativos, ubicables sobre todo en las principales bolsas del mundo; esto llevó un alto grado de volatilidad, en la medida que su aporte es elevado. Otro aspecto de esta situación fue la masiva «titularización» de deudas de aquellos países subdesarro-
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liados con acceso a los mercados financieros, a más, por supuesto, de las deudas de los países industrializados.
Un punto aparte merecen los capitales fugados durante los primeros años de la crisis y aún antes de ella. Estos fueron en un elevadoporcentaje los primeros recursos en regresar y serán---- no nos cabe lamenor duda— los primeros en irse... Su presencia, por tanto, no es una garantía para la consolidación de una recuperación estable de la economía regional. Sus propietarios son profundos conocedores de la realidad latinoamericana, al tiempo que, en su gran mayoría, se caracterizan por su espíritu especulador y poco empresarial. Todas estas puntualizaciones no pueden hacernos olvidar que las reacciones de estos capitales, no sólo de los especulativos o «capitales golondrino», son impredecibles y pueden adicionalmente salir por algún efecto de demostración que ocasionaría, en determinadas circunstancias, un acelerado debilitamiento o aún una reversión de los flujos financieros. Tal como sucede en 1998...
Más allá del predominio del factor especulativo, algunas inversiones realizadas en este período estarían orientadas a perdurar, permitiendo su maduración y el anunciado inicio de nuevas exportaciones. Esto representaría una suerte de garantía para la consolidación y duración de la nueva modalidad de acumulación en ciernes. La cual no puede ser entendida como la respuesta a las grandes necesidades socio-económicas de la región. Es más, su potencial viabilidad parte de la concentración de la riqueza en pocos grupos humanos y de una mayor desintegración nacional, fenómenos por lo demás propios del sistema.
Una primera conclusión en relación a la deuda externa es que su manejo gestó las bases para restablecer en cierta medida la confianza en las posibilidades de América Latina; recordemos que las sucesivas moratorias que se dieron no fueron confrontacionales. Otro punto que no podemos pasar por alto es la diferente situación entre los diversos países de la región; el reflujo de capitales no se registró por igual en todos los países latinoamericanos, en tanto los capitales foráneos han preferido las economías más grandes, que son las que a su vez han recibido un tratamiento especial por parte de la banca internacional y sus organismos multilaterales. Y por último, las renegociaciones en el marco del Plan Brady no fueron la gran solución. El
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hecho de que fracciones de deuda con tasas de interés flotantes hayan sido transformadas en bonos pactados con tasas de interés fijas ha hecho que su servicio tenga un interés superior al del mercado, en los momentos en que se ha agudizado el descenso de la tasa de interés en los Estados Unidos. Con este Plan se redujo pasajeramente el peso del servicio de la deuda. Sin embargo, aún después de este descenso y como consecuencia de los nuevos créditos contratados, los pagos de la deuda siguieron absorbiendo una proporción todavía excesiva de las divisas de la región.
Si se revisa la evolución de esta prolongada crisis de la deuda externa, se puede identificar con claridad que el problema básico subsistía aún antes de la actual crisis financiera internacional. Igual reflexión es válida para las condiciones y las perspectivas económicas y sociales de la mayoría de los habitantes de América Latina, aun en aquellos países «mimados» por el capital externo: Argentina, Brasil, Chile, México y Venezuela.
La crisis asiática, otra crisis de deuda externa...
Las secuelas de la crisis asiática se extienden cual círculos concéntricos. Provocan nerviosismo, confusión y muchas sorpresas, al tiempo que desatan un «tsunami» de noticias, análisis y comentarios, con una notable coincidencia en un punto: en el génesis de la crisis se encuentra el libre mercado, concretamente la gran ilusión de que éste funcione de una manera satisfactoria.
Para los seguidores del Fondo Monetario Internacional y los representantes de los grandes intereses transnacionales, con Washington a la cabeza, el problema surgió porque no se habrían completado las reformas neoliberales. Otros librecambistas, menos fundamentalistas, que no asumen que el mercado justifica los medios, hablan de la necesidad de una «pausa regenerativa» y recomiendan la necesidad de introducir temporalmente algunos controles al flujo de capitales y divisas, destinados a reducir los intereses y aumentar el circulante para reactivar la economía, sin sufrir un drenaje masivo de divisas.
Sea porque falta o porque sobra, el meollo del asunto radica en la liberalización de los mercados, particularmente del financiero. Libe
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ralidad que se convirtió en la receta de uso múltiple para el desarrollo de los países pobres o para la transformación inmediata al capitalismo de los antiguos países comunistas.
Sin dejarnos apantallar por el fundamentalismo que clama por más de lo mismo y sin caer en la trampa de la regeneración, constatemos que la influencia de la ideología neoliberal y su práctica montó, a nivel mundial, una gran burbuja especulativa: los negocios financieros superan en cientos de veces el comercio mundial de bienes y servicios anual. Sistema que valorizó las transacciones financieras e inmobiliarias, no la producción, ni la generación de empleo y menos aún el mejoramiento de las condiciones de vida de las masas. Sistema que provocó una colosal concentración de la riqueza, otra de las causas de la crisis, en tanto las masivas utilidades alcanzadas se canalizaron a nuevas y lucrativas operaciones financiaras, así como a un consumo cada vez más conspicuo de las élites mundiales.
Los países asiáticos, que inicialmente aparecían como aquel grupo de naciones que aprovechó adecuadamente la contratación de créditos para su desarrollo, terminaron por ceder a las presiones externas, a los cantos de sirena del FMI y del Banco Mundial. Su propio crecimiento acelerado sentó las bases para atraer capitales externos, en una ambiente de creciente liberalidad y corrupción. Esto provocó la sobrevaluación del tipo de cambio de sus monedas (permanentemente subvaluadas para fomentar las exportaciones) y una masiva acumulación de reservas internacionales. Lo cual condujo, como es obvio, a un aumento acelerado del endeudamiento externo, especialmente privado y en condiciones cada vez de más riesgos, sobre todo de corto plazo. En este caso la principal responsabilidad recayó en el sector privado y no en el sector público, en tanto los indicadores macroeconómicos no presentaban síntomas preocupantes: por ejemplo, a más de las elevadas reservas monetarias internacionales, tenían un superávit fiscal, una inflación controlada y tipos de cambio estables...
Esta liberalización se completó con la apertura de dichas economías, particularmente a las importaciones y de los mercados financieros (10).
(10) Esta liberalización se sintetizó en la desreglamentación de las tasas de interés, la eliminación de los controles administrativos en lo relativo a la expansión y asignación de los créditos, así como en la creación y desarrollo acelerado de mercados de títulos y participaciones de capital.
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Y la combinación de estos escenarios condujo a un estrangulamiento externo, con importaciones crecientes frente a exportaciones que comenzaron a experimentar una reducción en su ritmo de expansión, en medio de un mercado mundial, especialmente de los países industrializados, caracterizado por el neoproteccionismo. La crisis estaba programada. Los sucesivos vaivenes en las bolsas de valores y en los mercados cambiarlos apenas son repercusiones de una crisis de mayores proporciones.
En este escenario de crisis mundial, cuyos primeros episodios se iniciaron en Asia y que luego se extendió a Rusia (11) y América Latina, debemos ubicar el problema de la deuda externa y desde allí plantear posibles soluciones. Teniendo presente que esta nueva crisis, también de carácter sistémico, encuentra en la deuda externa una de sus más claras manifestaciones, tanto en el proceso de contratación, que concluyó cuando el servicio de dicha deuda se volvió insostenible, como en el enorme esfuerzo impuesto a los países asiáticos y a la misma economía rusa con políticas de ajuste fondomonetaristas, que han puesto a estas economías en camino de su latinoamericaniza- ción...
4. ALGUNAS REFLEXIONES PARA ENFRENTAR EL RETO DE ESTA «DEUDA ETERNA»
La deuda, vista así las cosas, no es sólo un problema cuantitativo, sino que también representa un problema cualitativo, un verdadero reto político e ideológico. Esta cuestión acompaña la vida política y económica de los países latinoamericanos desde su independencia. La deuda ha sido un asunto de recurrente actualidad, en reiteradas ocasiones ha suscitado violentos y apasionados debates y no pocas sacudidas políticas, y ha provocado también múltiples acciones imperialistas por parte de los acreedores en contra de los deudores... Los compromisos financieros externos vistos de esta manera constituyen una «deuda eterna».
En la actualidad, todavía se quiere convencernos de que el capitalismo en su versión neoliberal es el único sistema viable y que su vi-
(11) Sin negar las peculiaridades de la economía rusa, aquí también podemos registrar el aumento vertiginoso del endeudamiento externo y las secuelas de este proceso.
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gencia está garantizada por la inserción transnacional en la economía mundial, a la cual se puede llegar exclusivamente por la vía de una mayor liberalización y un acentuado aperturismo. En este sentido, se entiende el vigor de la posición de quienes propugnan exclusivamente respuestas «técnicas» para manejar la deuda externa, buscando reducir su inocultable y por cierto explosivo componente político.
Con dicha opción se pretende negar la complejidad y diversidad del desarrollo, suplantándola con el simplismo unidimensional, supuestamente apolítico y técnico, del manejo macroeconómico. Y se impulsa, desde su cortoplacismo, una serie de transformaciones estructurales y de largo aliento, aparentemente inevitables, para preparar la participación de los países subdesarrollados en la «globalización».
En este terreno, cuando no falta mucho para que la región, ante su creciente incapacidad de pago, retorne a su estado casi crónico de moratoria generalizada, existen algunas opciones que pueden ser consideradas, destacando que no son excluyentes y cuya aplicación dependerá de las circunstancias internacionales y del grado de coherencia y voluntad políticas de los países deudores.
Elementos para una remozada renegociación de deuda
El objetivo inmediato debería ser reducir drásticamente la sangría de recursos provocada por la deuda y de ser posible suspenderla totalmente. No se puede seguir creyendo que el servicio que se realiza garantiza la consecución de mayores volúmenes de préstamos: en muchos casos esto no ha sucedido, por el contrario el saldo neto de los desembolsos menos el servicio de la deuda es negativo. Desde esta perspectiva tampoco se puede aceptar que una posición concordante con el supuesto sentido común universal — el neoliberalismo— abre las puertas para nuevos flujos crediticios. La búsqueda a cualquier precio de un arreglo de la deuda no es una tarea alentadora que reponga con creces los sacrificios y los esfuerzos que la motiva.
Luego de observar los resultados que han obtenido los países que se acogieron al Plan Brady, está claro que la renegociación cooperativa, en cualquiera de sus vías, no conduce a la terminación de esta problemática. Ha conseguido reducir en algo la presión de dicha deuda e impulsar ciertos ajustes, es cierto, pero no ha logrado una salida
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que pueda ser considerada como definitiva. Tan es así, que en la actualidad, en lo que se refiere a las deudas comerciales, ya se han registrado conversaciones para cambiar los actuales Bonos Brady por nuevos bonos con períodos de vencimiento más largos —de cincuenta a sesenta años— y que incluyan un período de gracia que permita la reactivación y recuperación estructural de las economías endeudadas, que no podría ser inferior de diez años.
En el caso de las deudas multilaterales al parecer no se puede esperar cambios sustantivos, salvo que se trate de los países pobres muy endeudados (Heavily Indebted Poor Countries, HIPC) (12); sin embargo, con la agudización de los problemas financieros internacionales se aproxima el momento para una renegociación de estos préstamos, cuyo servicio frena el desarrollo; esta tarea implica por igual la reformulación integral del papel y el funcionamiento de los organismos multilaterales, transformados en verdaderos agentes del subdesarrollo. Mientras que el manejo de las deudas bilaterales, aquellas convenidas entre los gobiernos, evoluciona cada vez más hacia condonaciones totales o con un servicio condicionado al financiamiento de proyectos de desarrollo social.
De esta manera, poco a poco, se debilita la visión oficial que hacia creer que el tema de la deuda debía ser manejado con extrema rigidez. Son varios los caminos para abordar el tema. Se está frente a una situación inestable y variable. La complejidad ha crecido en los últimos años y en cada caso se debe precisar cuál es la posición más conveniente. Esa visión pragmática y casuística no obvia la necesaria búsqueda de efectivas respuestas concertadas por parte de los países deudores. Por este camino se llevaría la respuesta del problema al nivel que corresponde realmente: el político.
Opciones para una moratoria de ia deuda externa
Tampoco debe aparecer como inviable una moratoria, preferiblemente concertada al menos con un grupo significativo de deudores, sino con todos. La moratoria no es sinómimo de descalabro económico. A lo largo de su historia, un elevado número de países latinoamericanos, de hecho, han obtenido importantes resultados econó-
(12) Bolivia concretó en septiembre de 1998, como segundo país en el mundo, una condonación por 760 millones de dólares por parte del BID, Banco Mundial y FMI.
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micos en condiciones de moratoria. Adicionalmente, una moratoria no excluye la posibilidad de que se mantenga la cooperación entre deudores y acreedores, siempre que ésta no apunte al establecimiento de una actitud contestataria.
Una moratoria deberá considerar el mantenimiento de los recursos que garanticen el pago oportuno a los créditos de proveedores. Un país que pague puntualmente sus obligaciones comerciales hasta puede rehabilitarse en el mercado financiero mundial por la vía de un recobrado prestigio entre los suministradores internacionales. Estos podrían ser, en definitiva, los principales interesados en apoyar en el mundo industrializado una moratoria, más aún si ésta, al liberar recursos para la inversión, conduce a una creciente demanda de bienes y servicios foráneos. Lo que sí está claro es que una suspensión o disminución del servicio de la deuda no obvia en ningún caso la necesidad de readecuar y reajustar casa adentro nuestras economías, en particular su aparato productivo y, naturalmente, como aspecto básico, los esquemas de distribución de la riqueza y los ingresos.
Adicionalmente, convendría pensar ya en una moratoria programada y masiva del servicio de la deuda externa de todos los países subdesarrollados, como palanca contracíclica para reactivar la economía mundial. A América Latina, entonces, le convendría apoyar todos estos esfuerzos para construir una posición conjunta de los deudores, la cual tendría mucho más peso si se trata de una moratoria acordada con los mismos acreedores como parte de una salida que abarque integralmente los principales problemas de la economía mundial.
En esta línea de reflexión no se puede descartar el apoyo a todas las iniciativas políticas con las que se quiere sensibilizar a los países acreedores para que acepten condonaciones masivas de deuda, tal como se propone con el Jubileo 2000 , apoyado por diversas organizaciones ecuménicas a nivel mundial (13). Desde estos espacios emergen nuevas iniciativas y fuerzas sociales, que podrían presionar a la
(13) Las Naciones Unidas, a través del Informe sobre Comercio y Desarrollo 1998, elaborado por la UN CTAD, solicitó también la moratoria unilateral de los pagos de la deuda y la imposición de controles al flujo de capitales, con el fin de enfrentar las presiones especulativas de las que son víctimas muchos países pobres. En la reunión anual del FMI, en octubre de 1998, ya se aceptó la necesidad de dar un «respiro» en el pago de sus deudas a algunos países subdesarrollados (los HIPC), aunque insistieron en no tolerar moratorias unilaterales como la rusa.
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opinión pública internacional para que exija cambios profundos de parte de los grandes centros de poder mundial.
Combate a la especulación y reactivación global
A nivel nacional y mundial urge el combate contra la especulación y a favor de la producción. Para eso se requiere mayor capacidad de gestión de las políticas locales y organismos internacionales —un nuevo FMI— que puedan gravar los flujos financieros externos de corto plazo para drenar la burbuja especulativa, a partir de un impuesto como el planteado por el Premio Nobel de Economía James Tobin, a fines de los años 70 y que serviría para financiar un fondo para el desarrollo.
Si consideramos que la economía de papel o especulativa supera largamente a la economía real o productiva, entonces la salida pasa por establecer mecanismos que limiten y regulen los excesivos flujos de capitales financieros, cuya lógica de funcionamiento no se explica por las actividades comerciales o productivas de bienes y servicios. La experiencia nos ha demostrado hasta la saciedad que los mercados liberalizados no son omnipotentes. Por el contrario, sus resultados han sido una y otra vez catastróficos para amplios sectores de las economías afectadas.
En ese sentido, estamos obligados a diseñar —desde el mismo espacio coyuntural— una opción económica alternativa, que empiece por recuperar espacios para la acción del instrumentarlo económico, el cual, a su vez, requiere ser reconceptualizado. Los resultados de este esfuerzo se garantizan también con adecuados mecanismos de comando y control de la economía, con el fin de recuperar y ejercer las funciones internas de adaptación y renovación frente a los complejos retos externos. La pérdida de autonomía (relativa) de la política económica y la situación de desgobierno en que se encuentran casi todas las economías subdesarrolladas son de los problemas más acuciantes. El sobreendeudamiento externo es síntoma de ésas y otras dificultades, que se manifiestan en diversos desajustes y descontroles económicos. En el empeño de lograr una reducción de la especulación, como eje rector de las relaciones económicas «modernas», precisamos una concepción económica diferente, que atienda las demandas co- yunturales, al tiempo que sienta las bases para las transformaciones estructurales que se estimen necesarias.
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Así, para reducir las presiones desestabilizadoras que provocan los capitales cortoplacistas, conviene estudiar la adopción de medidas de control de los flujos de capital, con un sistema de encajes, por ejemplo; las experiencias chilena y malaya deberían ser analizadas y quizá adaptadas a las realidades de cada país. Aquí tendría lugar alguna reflexión para recuperar las políticas de cambio diferenciado y aún para canalizar y priorizar el uso de las divisas obtenidas. Como se manifestó en el párrafo anterior, uno de los problemas mayores surge por la pérdida de autonomía en el manejo económico. Repensar los instrumentos de política es entonces una de las tareas urgentes para recuperar espacios de control de los circuitos monetarios y financieros.
Un elemento adicional a la moratoria concertada de las deudas externas de los países subdesarrollados sería la rebaja concertada de las tasas de interés en las economías industrializadas. Con estas dos acciones concertadas, a más de las medidas destinadas a la reducción de la burbuja especulativa, se podría esperar el establecimiento de un entorno internacional propicio a la producción. En el cual, también, habría que cristalizar mejores opciones comerciales para los productos provenientes de los países pobres, esto es, reduciendo significativamente el neoproteccionismo de las economías más ricas.
En las actuales circunstancias, cuando el problema de la economía global no es la inflación, sino más el peligro de una deflación, estas opciones podrían contribuir a gestar una respuesta contracíclica que facilite una salida de la crisis. Este no es el momento de la austeridad fiscal. Eas principales naciones del mundo deberían estimular la economía global. Y el FMI reducir la asfixia de las economías subdesarrolladas, que intensifica la contracción mundial. Este reto requiere una constructiva combinación de ingenio y voluntad política, no la repetición de las mismas recetas fondomonetaristas, así como tampoco posiciones pasivas y sumisas.
El reclamo de la deuda ecológica
Como complemento al tratamiento de la deuda (financiera) externa proponemos incorporar el reclamo de la deuda ecológica. Aquella deuda, también externa, que se originó con la expoliación colonial — la tala masiva de los bosques naturales, por ejemplo— , se proyecta
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tanto en el «intercambio ecológicamente desigual», como en la «ocupación del espacio ambiental» por parte del estilo de desarrollo de los países ricos. Eso nos conmina a asumir las presiones provocadas sobre el medio ambiente a través de las exportaciones de recursos naturales —normalmente mal pagadas y que tampoco calculan la pérdida de la biodiversidad, para mencionar otro ejemplo— provenientes de los países subdesarrollados —en este caso los acreedores—, exacerbadas últimamente por los crecientes requerimientos que se derivan del servicio de la deuda (financiera) externa y de una propuesta aperturista y liberalizadora a ultranza. Y esa misma deuda ecológica crece, desde otra vertiente interrelacionada con la anterior, en la medida que los países más ricos —en este caso los deudores— han superado largamente sus equilibrios ambientales nacionales, al transferir directa o indirectamente contaminación (residuos o emisiones) a otras regiones sin asumir pago alguno.
Cabe destacar que muchos esfuerzos para aumentar las exportaciones han tenido impactos negativos sobre la Naturaleza, por la introducción —en la mayoría de las veces— de procesos productivos cada vez más agresivos con el medioambiente que se miden casi exclusivamente por sus resultados exportables, sin considerar sus efectos ecológicos o sociales. Es más, la instrumentación atropellada de proyectos orientados a forzar las ventas externas a como dé lugar, ha degradado el entorno natural y ha favorecido a grupos minoritarios vinculados a los intereses transnacionales, al tiempo que han perjudicado a sectores pobres deteriorando significativamente su calidad de vida. Estos grupos más acomodados, por otro lado, han introducido un estilo de vida consumista y derrochador, que agudiza la degradación ecológica mucho más que lo podrían provocar los segmentos pobres de la población.
Vistas así las cosas, a las mencionadas transferencias económicas relativamente cuantificables habría que añadir las transferencias ecológicas realizadas también por los países subdesarrollados, pero que, a diferencia de las primeras, resultan difíciles de cuantificar. Aquí surge entonces, con fuerza un nuevo concepto de endeudamiento, aunque no financiero, sí externo, en el cual los deudores de la deuda ecológica son los acreedores de la deuda externa, de la financiera.
En definitiva, la estrategia orquestada por el «Consenso de Washington» ha favorecido el deterioro ecológico, ha exacerbado las
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limitaciones y contradicciones sociales, al tiempo que, paradójicamente, se ha convertido en parte del problema de la deuda externa al deteriorar en el mediano y largo plazos las bases productivas de los países pobres. Todo lo cual obliga a revertir al mundo industrializado el reclamo por el pago de la deuda ecológica, en la cual los países latinoamericanos son los acreedores.
El diseño y aplicación de las ideas planteadas no son irreales ni carentes de lógica. El problema radica, sin embargo, en el campo político. Sobre todo porque van en contra de los grandes dogmas del neoliberalismo, ardorosamente defendidos por los centros de poder mundial, las empresas transnacionales, los organismos multilaterales de crédito, los grandes medios de comunicación y los «intelectuales orgánicos del capital».
El asunto, a todas luces, requiere un esfuerzo multidisciplinario y combinado para estudiar la realidad sin prejuicios y sin dogmas, con miras a dar respuestas políticas concretas a los actuales problemas de la economía global, priorizando el mejoramiento de las economías subdesarrolladas y, en particular, resolviendo el tema de la deuda externa. En suma, hay que tener presente en todo momento que los grandes retos del subdesarrollo afectan a la Humanidad en su conjunto.
BIBLIOGRAFIA
De la amplia literatura disponible sobre la deuda externa de América Latina proponemos una selección mínima, que permitiría a los interesados conocer en mayor detalle sus orígenes y evolución:
A costa, Alberto: La deuda eterna. Una historia de la deuda externa ecuatoriana, Colección Ensayo, LIBRESA, cuarta edición, 1994 .
Calcagno, Alfredo Eric: La perversa deuda. Radiografía de dos deudas perversas con víctimas diferentes: la de Eréndira con su abuela desalmada y la de América Latina con la banca internacional, Editorial begasa, Buenos Aires, 1988.
Estay Reyno, Jaime: Pasado y presente de la deuda externa de América L.atina, Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Autónom a de Puebla, México, 1996 .
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Hinkelammert, Franz ].: La deuda externa de América Latina. El automatismo de la deuda, Colección Análisis, Costa Rica, 1988.
Marichal, Carlos: Historia de la deuda externa de América Latina, Alianza Editorial, Madrid, 1988.
OCAMPO, José Antonio, y LORA, Eduardo: Colombia y la deuda externa. De la moratoria de los treinta a la encrucijada de los ochenta. Tercer Mundo Editores, Fedesarrollo, Bogotá, 1989.
Roddick, Jacqueline: El negocio de la deuda externa. América Latina y los bancos internacionales. El Áncora Editores, Bogotá, 1990.
Toussaint, Eric: Deuda externa en el Tercer Mundo: las finanzas contra los pueblos. Editorial Nueva Sociedad, Caracas, 1998.
Ugarteche, Oscar: El Estado Deudor. Economía política de la deuda: Perú y Bolivia 1968-1984, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1986.
— El falso dilema. América Latina en la economía global. Fundación Frie- drich Ebert FES-Lima y Nueva Sociedad, Caracas, 1997.
V ítale, Luis: Historia de la deuda externa latinoamericana y entretelones del endeudamiento externo argentino, Sudamericana-Planeta, Buenos Aires, 1986.
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Conversión de la deuda externa por desarrollo social
Roberto BorjaDirector Cáritas de Bolivia
1. ORIGEN DE LA CRISIS DE LA DEUDA EXTERNA (*)
1.1. México lanza la alarma
El año 1982, México hizo saber a sus acreedores internacionales que no estaba en condiciones de pagar el servicio de su deuda externa. Había estallado en el mundo de las finanzas la «crisis de la deuda», en la cual, dieciséis años después, se debate todavía la totalidad de los países del tercer Mundo, aunque en condiciones muy diversas.
Se dijo entonces, a nivel de todos los foros internacionales convocados para su análisis, que la deuda externa, en las condiciones dadas, era totalmente impagable e incobrable. En la actualidad, la deuda externa es más impagable y más incobrable que nunca.
Las soluciones que tanto los países como los bancos acreedores trataron de implantar en nada solucionaron el problema, ya que priorizaron, ante todo, mecanismos para asegurarse que los servicios de la deuda fueran pagados. Otorgaron nuevos créditos para que con ellos los países deudores pudieran saldar, al menos en parte, la deuda acumulada. Con ello, los países endeudados fueron entrando en una espiral fatídica: para pagar las deudas acumuladas ¡debían contraer más deudas!
El FMI, respondiendo únicamente a los intereses y a las presiones de los países acreedores (que gozan en él de una capacidad de voto de
(*) Extraído del último libro del P. Gregorio Iriarte; La deuda externa es inmoral, 1998.
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mayoría absoluta), aplicó rígidamente el llamado «Plan de Ajuste Estructural» (PAE), generando en los países deudores una política económica de enorme costo social.
Desde el momento en que México declaró a nivel internacional su falta de solvencia económica para cumplir con las exigencias inherentes al pago del servicio de la deuda externa, el problema, lejos de encontrar soluciones, se ha ido agravando en la inmensa mayoría de los países del Tercer Mundo; sigue estrangulando las economías de nuestros países, profundizando su dependencia y aumentando el sacrificio de los sectores más pobres.
La deuda social de América Latina, según la Agencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), alcanza a la fabulosa cifra de 280.000 millones de dólares. Esta cantidad de dinero significa el valor de todas aquellas inversiones en el área social, además de los salarios y todo tipo de subsidios que los Gobiernos de AL hubieran destinado normalmente al área social de no haber orientado esos fondos hacia el pago del servicio de la deuda externa.
1.2. Los petrodólares
■ Al endeudamiento actual de la gran mayoría de los países se le ha denominado «la deuda de los petrodólares»y ya que su origen circunstancial coincide con la descontrolada subida del precio del petróleo por decisión unilateral de los países de la OPEP (Organización de los Países Exportadores de Petróleo).
En efecto, a finales del año 1972, los precios del petróleo comenzaron a subir, hasta cuadruplicar y quintuplicar su valor. La OPEP era la nueva y temida institución que reivindica mejores precios para el denominado «oro negro».
Los países industrializados, casi todos ellos carentes de este imprescindible energético, tuvieron que pagar unos precios excesivos y que cada día iban en aumento. A raíz de ello se fue generando una enorme masa de capital que quedó en manos de los bancos de Europa y EE.UU., ya que los países exportadores de petróleo (casi todos ellos países no industrializados) no tenían capacidad para «digerir» toda esa ingente cantidad de dólares.
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Los bancos prestamistas lanzaron inmediatamente toda esa masa de dinero al mercado, buscando clientes que, por cierto, no se hicieron esperar.
Casi todos los países latinoamericanos se apresuraron a acceder a esos créditos, que se conseguían con gran facilidad y en magnitudes, prácticamente, ilimitadas.
Ese capital, generado en los precios superdimensionados del petróleo, no guardaba relación alguna con un trabajo útil y productivo. Era, simplemente, un capital especulativo. La deuda externa, por tanto, no es una causa de la crisis internacional, sino un efecto de ella.
Esto hizo que los países endeudados tuvieran que pagar intereses tres y cuatro veces superiores a lo que se había pagado en un principio. A l inicio de la crisis, los intereses fluctuaban entre el 4 y el 6% , después se llegó a cobrar intereses de hasta un 18 y un 20% .
A esta subida unilateral e indiscriminada de los intereses hay que añadir otro 2% que deben pagar nuestros países por concepto de «comisiones».
1.3. El comercio desigual
El comercio de los países del Tercer Mundo con los países industrializados es cada vez más injusto y desigual. Las exportaciones de los países pobres están constituidas, por lo general, de materia prima, en cambio, importan productos elaborados de los países del Primer Mundo. En este creciente comercio entre los países pobres (productores y exportadores de materia prima) y los países industrializados (productores y exportadores de productos elaborados) se da un continuo deterioro en los términos del intercambio comercial, ya que los precios de la materia prima valen cada vez menos, con relación a los productos elaborados. Ello lleva, inevitablemente, a un desequilibrio en la balanza comercial que, a la postre, viene a generar la deuda, ya que los ingresos globales van disminuyendo y los egresos, en cambio, van subiendo.
Es evidente que este com ercio desigual ha significado para América Latina el drenaje permanente más grave de sus divisas y un deterioro
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continuo en su balanza de pagos. En cambio, los países industrializados han obtenido ingentes ganancias por medio de este comercio internacional tan injusto: Lo que venden es cada vez más caro en relación a lo que compran. Es mayor la suma de dinero con la que han sido beneficiados los países industrializados a través de los precios deteriorados de las materias primas que la deuda externa que actualmente tienen, en su conjunto, todos los países del Tercer Mundo.
Existe una transferencia neta de dinero de parte de los países pobres hacia los países industrializados. En realidad, son los países subdesarrollados quienes más han contribuido, y siguen contribuyendo, al desarrollo de los industrializados, en razón de un orden económico, político y social internacional totalmente injusto.
1.4. El aumento de las tasas de interés
Un condicionamiento abiertamente usurero es la exigencia de los bancos comerciales a imponer en sus contratos de préstamo el que se firme la cláusula de que la tasa de los intereses a pagar será «fluctuan- te». Esto hizo que los países endeudados tuvieran que pagar intereses tres y cuatro veces más altos a lo que se había pagado en un principio.
En el año 1972-1973 los intereses fluctuaban entre un 4 y un 6%. En 1979, los intereses de la tasa «Libor» de Londres habían subido a un 11,9% y en 1981 estaban en un 18,8%. En cuanto a los intereses de la tasa «Prime Rate» de Nueva York, en 1984 subieron a un 20%.
1.5. La culpabilidad compartida
Es evidente que existe corresponsabilidady tanto de acreedores como de deudores, en el problema de la deuda. La exorbitante deuda externa acumulada por la mayoría de los países latinoamericanos es de la responsabilidad de la banca transnacional, de los Gobiernos de los países industrializados, del FMI y de los Gobiernos y las clases dirigentes de los países deudores.
No pocas veces los países deudores han invertido ese dinero en proyectos superdimensionados, poco urgentes e innecesarios. Tam-
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bien se ha invertido una parte de la deuda en la compra de armamento, en importaciones de productos suntuarios y en el enriquecimiento de personas vinculadas a los Gobiernos de turno.
Sin embargo, gran parte de esa deuda, por una u otra causa, fue a parar a los bancos de los propios países acreedores, sin que llegase a ser invertida en el país prestatario.
Muchos de estos créditos se malgastaron en oscuros negocios.
El propio Banco Mundial, en su informe de 1985, tiene juicios severos sobre el uso que se dio a algunos créditos externos otorgados a Bolivia. Con respecto al Gobierno «de facto» del general Banzer, dice lo siguiente:
«El mayor error de la política económica de este país (Bolivia) durante el decenio 19 7 0 -19 8 0 consistió en la facilidad con que el Gobierno concedió su garantía al fmanciamiento externo de proyectos, tanto públicos como privados. Las entradas de capital externo fueron correspondidas, sin embargo, con salidas de capital hacia fuera: más del 80% de la deuda acumulada durante ese decenio financió la fuga de capitales. El endeudamiento externo del Gobierno para financiar las inversiones públicas estaba así, a fin de cuentas, financiando la acumulación en el extranjero de activos de propiedad privada» (Banco M undial. Informe, 1985).
Quiere decir que la mayor parte de los préstamos otorgados por los bancos comerciales internacionales fueron a parar a esos mismos bancos, a través de la fuga de capitales.
Junto a toda esta corrupción que rodeó al endeudamiento externo, debemos resaltar otro aspecto gravemente negativo: los créditos de libre disponibilidad no se orientaron a favor del aparato productivo. Los más beneficiados fueron algunos empresarios vinculados a los Gobiernos dictatoriales.
En efecto, los Gobiernos «de facto» latinoamericanos se caracterizaron por una sistemática represión de las libertades políticas y sindicales, a la vez que impulsaban una total libertad económica, facilitando con ella la libre exportación de divisas, la fuga de capitales y los grandes negocios. También les caracterizó una manifiesta incapacidad en la contratación, negociación y administración de la deuda externa, cuyas consecuencias aún se están pagando.
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En resumen: Desde 1982 (año en que estalla la crisis de la deuda) Y hasta 1997, América Latina ha pagado, por concepto de intereses y amortizaciones, 740.000 millones de dólares, es decir, una cifra mucho mayor que la deuda total actual.
2. CONSIDERACIONES SOBRE LA DEUDA DE AMÉRICA LATINA
En América Latina ha ido creciendo la deuda en forma dramática por diversos factores.
En 1980, la deuda externa de América Latina era del orden de los 300.000 millones de dólares. Desde 1980 a 1990 se pagaron, por concepto de intereses y amortizaciones, 418.000 millones de dólares. Sin embargo, la deuda no disminuyó a pesar de que disminuyeron los créditos. En 1994 había subido la deuda a 533.000 millones de dólares y, actualmente, a mediados de 1998, la deuda de América Latina ha sobrepasado ya los 660.000 millones de dólares.
Si hacemos un cálculo elemental, nos topamos con una extraña paradoja: América Latina ha pagado más de 740.000 millones de su deuda y, sin embargo, sigue debiendo más que antes. Quiere decir que ha pagado más de lo que debe.
Es que la deuda externa tiene un automatismo propio que la hace crecer. En realidad, lo que se ha pagado no ha sido la deuda, sino los servicios de la deuda. Por otro lado, los intereses devengados que entran en mora, se capitalizan y sé’ pagan intereses sobre los intereses no cancelados.
Esto nos recuerda aquella anécdota del campesino arrendero que, por más que él y su familia trabajan para el patrón, siempre vivía endeudado, y estando gravemente enfermo, pidió que le pusieran sobre su tumba la siguiente inscripción: «Sudó trabajando, vivió pagando y murió debiendo».
Parecería ser la historia de América Latina: desde 1982 hasta 1997, América Latina ha pagado, por concepto de amortizaciones e intereses, la cantidad de 740.000 millones de dólares, y el pago de este servicio ha comprometido alrededor del 30% de sus ingresos por exportaciones.
En la medida que bajan los créditos suben los pagos por intereses. Ya hace 15 años que se viene diciendo que la deuda externa es huma
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namente y matemáticamente impagable e incobrable. En el momento actual es más incobrable y más impagable que nunca.
Ante la ausencia de verdaderas soluciones de fondo, la deuda externa se ha ido constituyendo en un factor crónico de extracción de recursos indispensables para el desarrollo económico de América Latina y como justificación permanente para mantener la aplicación de las políticas sobre nuestros países.
En el cuadro que sigue se resume las información referida a la deuda de los países de la América Latina. En el mismo se muestra cuál es el monto total de la deuda de cada país, el porcentaje del servicio de su deuda con el valor de sus exportaciones y el endeudamiento por persona.
C uadro 1EL MUNDO DE LOS POBRES EN CIFRAS
PAÍS
Deuda externa total (millones dólares)
1994
Servicio de la deuda % de exportaciones
1994
Deuda externa total per cápita
(millones dólares) 1994
A rgentina............... ..... 925 2.5 289Bolivia..................... ..... 4 ,7 4 9 28 .2 6 5 6Brasil....................... ..... 1 5 1 ,1 0 4 35 .8 9 5 0C h ile ....................... ..... 22 ,9 3 9 20 .3 1,639C olom bia............... ..... 1 9 ,4 16 30 .3 534Costa Rica............. ..... 3 ,843 15 .0 1 ,16 3Ecuador.................. ..... 14 ,955 22 .1 1,332El Salvador............ ..... 2 ,18 8 13 .1 388M éxico................... ..... 12 8 ,3 0 2 35 .4 1,449Perú.......................... ..... 2 2 ,623 17 .7 974Venezuela............... ..... 36 ,8 5 0 2 1 .0 1,740
Fuente: La deuda externa es inmoral. P. Gregorio Iriarte, 19 9 8 , págs. 3 3 -3 5 .
3. LA DEUDA EXTERNA BOLIVIANA ACTUAL
3.1. Algunos datos de actualidad
La deuda externa de Bolivia, a finales de 1997, era de 4 .233 ,1 millones de dólares, según el Informe del Banco Central de Bolivia.
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En el siguiente Cuadro se presentan los montos de la deuda «bilateral» (deuda a distintos Gobiernos, generalmente de países industrializados) y la deuda «multilateral» (deuda a diversos bancos)
Podemos apreciar también a cuánto ha llegado el desembolso de Bolivia y cuántos de esos fondos se han destinado al pago de intereses y amortizaciones.
C uadro 2D EU D A EXTERNA BO LIVIAN A A DICIEM BRE DE 19 9 7
ACREEDOR Desembolsado Amortización Intereses Saldo
M ultilateral.......... 3 5 6 ,2 153 ,9 105 ,5 2 .7 6 6 ,7B ila tera l............... 2 3 ,4 8 ,4 47 ,7 1 .438 ,5Privada ................ 3 ,0___________ C l___________O J__________ 27 ,9T o ta l..................... 3 8 2 ,6_________ 1 6 M ________ 15 3 ,9 4 .2 3 3 ,1
Fuente: Banco Central de Bolivia.
Como podemos apreciar, el pago por concepto de amortizaciones significó una erogación de 153,9 millones de dólares y el pago de intereses 105,5 millones de dólares, sumando un total de 356,2 millones de dólares lo que el país remitió a sus acreedores por pagos del servicio de la deuda externa.
La deuda externa actual de Bolivia comienza a generarse en el año 1972, en el Gobierno «de facto» del general Banzer, coincidiendo con el «boom» de los petrodólares.
Los plazos e intereses, en un primer momento, parecían favorables a los países receptores. Sin embargo, tuvieron que ser firmados con una cláusula que lo tornaba como altamente peligrosos. Esa cláusula especificaba que los intereses eran «fluctuantes», es decir que variarían en función de los cambios del mercado financiero internacional. En el fondo era dar a los acreedores la capacidad de aumentar los intereses según sus propias conveniencias.
Como era de esperar, en el transcurso del tiempo fueron cambiando las condiciones de los préstamos y los países endeudados tuvieron que pagar intereses tres y cuatro veces más altos a lo que en un principio habían aceptado.
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Por otro lado, ni los bancos comerciales ni los organismos internacionales de desarrollo, como el FMI y el Banco Mundial, pusieron objeción jurídica alguna para que esos créditos fueran contraídos por Gobiernos que no representaban legítimamente a su respectivos pueblos
En realidad, en Bolivia, como en otros muchos países de América Latina, gran parte de la deuda actual fue contraída por Gobiernos dictatoriales que no contaban con al poder jurídico necesario para contraer deuda pública. No pocos de esos fondos fueron usados en contra de los derechos de esos mismos pueblos y de sus organizaciones.
Durante la dictadura del general Banzer, el monto de la deuda contraída a lo largo de siete años fue de 2 .234 millones de dólares, lo que supone una entrada de más de un millón de dólares por día de Gobierno y representa el 47% del endeudamiento total de Bolivia.
Según los informes que han ido proporcionando anualmente el Banco Mundial y otros organismos internacionales, se llega a la conclusión de que Bolivia solamente recibió para invertir en los rubros señalados un 20% de lo contratado.
El restante 80% fue a parar a los bancos extranjeros, a las cuentas particulares de quienes en esos años gozaban de poder político absoluto y de plena libertad económica.
Aunque en un principio la deuda no incidía de un modo tan negativo por diversos factores en la economía del país, ya en 1977 el servicio de esa deuda comprometía el 26% de las exportaciones.
No se pudo cumplir con los plazos de pago y el monto de la deuda fue creciendo, no sólo por nuevos préstamos, sino también por los castigos impuestos por los bancos ante intereses no pagados.
Cuando en 1982 Bolivia logró entrar en el proceso democrático, se encontró con una deuda impagable. El Gobierno de la UDP se vio afectado seriamente por este problema y esta fue una de las causas para que se desatara una incontenible y destructiva inflación en el país.
En el año 1985 se impuso en Bolivia el modelo neo-liberal, a través del D.S. 2 1060 . Si bien esta medida controló la hiperinflación, este modelo incrementó nuestra dependencia en base a nuevos prés
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tamos. Cada año Bolivia ha tenido que acudir ante el Club de París para negociar la deuda, cada vez más onerosa.
Aunque se reconoce la necesidad, legitimidad y urgencia de presionar y exigir a los Gobiernos de los países ricos y a los bancos acreedores la condonación de la deuda, no creemos que un alivio, por más significativo que sea, logre superar un problema tan profundo, tan negativo y tan complejo como es el de la deuda externa. Tendrá que cambiar radicalmente el sistema financiero mundial y se tendrían que dar pasos concretos y significativos para que se establezca un nuevo orden socioeconómico. De no ser así, los países más endeudados «se verán en la necesidad de seguir endeudándose para seguir viviendo».
La deuda externa ha dejado ser un problema coyuntural y transitorio para constituirse en un problema de tipo estructural de carácter permanente.
Las políticas de «ajuste estructural», vigente desde hace varios años en los países de América Latina, en vez de aliviar han agravado el problema de la deuda, ya que con ese modelo se busca ante todo estabilizar la economía, corrigiendo los problemas macroeconómicos: como consecuencia lógica tiende a limitar los gastos sociales, a restringir las inversiones y, por tanto a aumentar el desempleo.
En 1998 visitó Bolivia una delegación oficial del FMI para evaluar las metas acordadas para decidir si Bolivia puede o no acceder a un alivio de su deuda externa.
Dicha iniciativa, denominada «Estrategia de Alivio de la Deuda externa para Países Pobres Altamente Endeudados» (HIPC), está encaminada también hacia un nuevo programa de «Ajuste Estructural» para los próximos tres años.
Las metas acordadas, o mejor «impuestas», a Bolivia por el FMI en la última «Carta de Intenciones» para lograr la certificación de este Organismo Internacional son rígidas y nada fáciles de cumplir. Son las cuatro siguientes:
• El déficit fiscal no debe sobrepasar el 4,1%.• La inflación no debe superar el 6,5%.• El crecimiento económico debe alcanzar a un 4,7%.• La privatización de Vinto.
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Pero lo más importante, en la relación de nuestros países con el FMI, no son los fondos que pueda aportar ese organismo, sino el lograr su «certificación», pues ella es la garantía necesaria para obtener del Banco Mundial o del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) nuevos préstamos concesionales
3.2. La deuda social de Bolivia
La denominada «deuda social» comprende en sí toda aquella cantidad de recursos que son necesarios para superar la pobreza y para alcanzar un grado de equidad aceptable.
Existe una directa relación de causalidad entre la deuda externa y la deuda social, ya que la deuda social comprende todo el monto de bienes y servicios que el Estado debe a su población más pobre, porque esos fondos han sido orientados hacia el pago de la deuda externa. De este modo el endeudamiento económico se ha convertido en un lacerante problema social.
La deuda externa no la paga el Gobierno, como creen muchos ingenuamente. El Gobierno es el agente que remite esos fondos hacia los acreedores internacionales, pero, en realidad, la deuda la paga el pueblo.
«Las peores consecuencias caen en quienes están en peores condiciones económicas para soportarlas. Los servicios que han experimentado reducciones más drásticas son los servicios de salud, educación primaria gratuita y las subvenciones para la adquisición de productos alimenticios.
Centenares de miles de niños del mundo subdesarrollado han dado sus vidas para que sus países pagasen la deuda y muchos millones más continúan pagando los intereses con sus mentes y sus cuerpos desnutridos» (UNICEF La crisis d e la deuda, 1998).
Las consecuencias de la deuda externa se reflejan en la quiebra de pequeñas empresas, en el aumento del desempleo, en la reducción del poder adquisitivo de los salarios, en la subida de precios de bienes básicos, en la reducción de los servicios de salud y educación...
Las mayorías se empobrecen, mientas algunas minorías se enriquecen rápidamente, dentro de un proceso dialéctico de explotación.
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Entre la inmensa riqueza de unos pocos y la inhumana pobreza de muchos se da una relación de causalidad: los primeros son cada vez más ricos porque los segundos son cada vez más pobres en número y condición.
3.3. La deuda o la vida
La deuda externa se ha convertido en un mecanismo de empobrecimiento de los más pobres y en un mecanismo para transferir recursos en detrimento de la producción y el consumo. La transferencia neta de recursos hacia el exterior es el empobrecimiento neto para las mayorías.
El deterioro de las condiciones de vida de los más pobres muestra no sólo el alto costo social, sino también la enorme injusticia de los mecanismos generadores de la deuda, ya que la están pagando quienes ni pidieron esos créditos, ni los administraron, ni se beneficiaron con ellos.
Quienes contrajeron la deuda y quienes se beneficiaron con ella no la pagan. La pagan los pobres y, lo que es peor, la pagan a costa del hambre y la miseria. Lo que se transfiere al exterior no son sólo recursos económicos, sino medios de vida, es decir, la vida misma de los pobres.
Por tanto, la deuda externa es cuestión de vida. La deuda social plantea, por lo mismo, un cuestionamiento ético muy grave.
Todo sistema económico debe tener como fin primario el satisfacer las necesidades básicas de la población. Se ha vuelto contra los objetivos intrínsecos de la economía... (La deuda externa de América Latina, Carlos V alle . Ed. Verbo. Estella, España, págs. 452 y ss.).
El deterioro de las condiciones de vida de los pobres muestra el enorme precio pagado para servir a la deuda.
El «bien común», como derecho fundamental a la vida, que incluye los medios necesarios para esa misma vida, es el criterio básico y fundamental para enfrentar éticamente el problema de la deuda externa. El clamor de los pobres tiene un sentido ético y parte del he
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cho de haber sido arrebatado de la posibilidad de ser artífices de su propio desarrollo.
3.4. La deuda como engranaje de dependencia
La deuda externa atenta contra la soberanía económica de los Estados Y genera graves trastornos en los sistemas económicos y políticos de los países endeudados, especialmente en cuanto al nivel de vida, empleo y soberanía, entendida como derecho de cada pueblo a decidir su propio destino.
La dependencia es la contrapartida a la dominación que ejercen los países poderosos sobre los países pobres o, lo que es lo mismo, los países acreedores sobre los deudores, a través de los organismos financieros internacionales.
La deuda externa es el reflejo financiero de la dependencia económica. Con el aumento de la deuda se ha ido incrementando el grado de dependencia, cuyas características han variado a lo largo de la Historia. La deuda externa está generando nuevas formas de dominación.
La deuda externa es la constatación del fracaso de un modelo de desarrollo. La dimensión estructural de la deuda externa guarda relación directa con la dependencia de nuestros países en relación a la inversión, a la producción y a la exportación, así como al intercambio comercial desigual y al encarecimiento y a la especulación del capital internacional.
La deuda externa traba todo desarrollo autónomo y refuerza las relaciones de dependencia. Las relaciones deudores-acreedores se han transformado en relaciones de poder. Es el instrumento por el cual los países del Norte limitan y controlan la soberanía politicoeconómica de los países del Sur.
Eos problemas sociales internos quedan subordinados a las políticas de «ajuste estructural», que buscan, ante todo, responder a las exigencias del sistema financiero internacional (La deuda externa de América Latina y e l Caribe. Carlos Valle, o .c ., págs. 450 y ss.).
Como lógica consecuencia de todo esto, la pobreza en nuestra región ha ido agravándose, tanto en términos relativos como absolutos.
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C uadro 3POBREZA EN AM É R ICA LATINA
AÑO Número de pobres (en millones) Variación (en millones)
1960.......................... .......... 1001970.......................... .......... 113 31980.......................... .......... 136 231990......................... .......... 196 60
4. LA BÚSQUEDA DE SOLUCIONES
4.1. Propuestas para mejorar el alivio de la deuda
Los intentos realizados por los acreedores tendentes a solucionar, al menos en parte, la crisis de la deuda, no han dado resultados hasta la fecha.
Reconociendo la magnitud y complejidad del problema, en 1996 el Banco Mundial y el Fondo ívlonetario Internacional llegaron a un acuerdo para un plan de reducción de la deuda denominado «Iniciativa para la reducción de la deuda de los países pobres más endeudados», que se conoce por la sigla en inglés «INICIATIVA HIPC».
El propósito de esta iniciativa consiste en reducir la deuda externa de los países pobres más endeudados hasta un nivel «sostenible». Sin embargo, de los 41 países pobres muy endeudados sólo unos pocos han sido aceptados para la reducción de su deuda después de engorrosos, largos y difíciles trámites. Por otro lado, el concepto de «sustentabilidad» lo definen en términos puramente economicistas, sin considerar el impacto negativo que las estrictas condiciones que ellos ponen causan en la vida de los pobres.
Para conseguir la condonación de la deuda, o un alivio significativo de ella, se deberían llevar a la práctica las siguientes propuestas:
1. Mejorar las condiciones que exige la «Iniciativa HIPC».2. Vincular a la condonación de la deuda con la inversión en
desarrollo humano, de tal modo que se oriente al alivio de la deuda social.
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3. Que todos los trámites para lograrlo se realicen en forma transparente. La sociedad civil debería estar al corriente de todo lo que se trata en el Club de París y en los trámites ante el FMI y el BM.
4. Cambiar la estructura de las relaciones financieras internacionales, de modo que tanto los acreedores como los deudores sean partes iguales en las negociaciones.
5. Desarrollar el diálogo teniendo como trasfondo siempre el intercambio comercial desigual, exigiendo precios más justos para las materias primas («La vida antes que la deuda», CID- SE y Cáritas Internationalis, policopiado).
4.2. Es necesario mejorar la Iniciativa HIPC
Es muy difícil reunir las condiciones exigidas por la Iniciativa HIPC. Para tener derecho a la Iniciativa HIPC el país debe:
— Recibir sólo préstamos de la Asociación Internacional de Fomento (AIF) y estar muy endeudado. Para recibir los préstamos de la AIF el promedio de ingresos anuales p e r cdpita del país debe ser inferior a 900 dólares.
— Tener un historial de actuación satisfactorio en un programa de ajuste estructural respaldado por el FMI.
— Agotar todos los mecanismos existentes para la cancelación de la deuda sin alcanzar un nivel de deuda sostenible.
Estos objetivos sólo podrán mejorar con una fuerte movilización de la opinión pública, tanto en los países acreedores como en los deudores. Es lo que pretende el movimiento Deuda Externa y Jub ileo 2000y así como otras iniciativas similares.
Presionar para que se mejore la Iniciativa HIPC implicaría una presión mundial de importancia, que en sus puntos salientes incluye:
1. Reducir el tiempo que se exige para ser beneficiado por la Iniciativa HIPC. El alivio es urgente, sin embargo, el tiempo de espera va de tres meses a seis años.
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2. Ampliar el derecho al alivio. De los 41 países clasificados por el BM y el FMI como muy endeudados, se prevé que menos de la mitad de ellos se beneficiarán del alivio.
3. Redefinir el concepto de «sustentabilidad» de la deuda.
4. Implementar medidas que proporcionen más alivio de la deuda. Los países pobres necesitan una mayor cancelación de su deuda. Lo que proponen estos organismos internacionales es mínimo, por no decir mezquino. Esta propuesta debe ser complementada con el cumplimiento del 0,7% del PIB de parte de los países de la OCDE, objetivo reafirmado por ellos en la Cumbre Mundial de Copenhague en 1995.
5. Suprimir las «fechas-límite» fijadas por el Club de París. La deuda contraída después de esa fecha no es considerada para poder ser aliviada.
6. Consultar a la sociedad civil sobre las condiciones para la condonación. La deuda afecta al bienestar de todo el pueblo. No es sólo un asunto del Gobierno y de los organismos internacionales. Se debe consultar a la sociedad y a sus organizaciones sobre el ámbito de aplicación, duración, condicionamientos y consecuencias de todo proyecto de la Iniciativa HIPC.
5. LA DEUDA EXTERNA Y LA MORAL
La deuda externa es, ante todo, un problema moral o, dicho con más propiedad, es un problema «inmoral».
Los economistas y políticos latinoamericanos al fin se pusieron de acuerdo al reconocer que la deuda externa es impagable e incobrable. La deuda externa ha dejado de ser un problema económico para ser considerado un problema político, y en el fondo todo problema político es un problema ético, moral.
Cuando se habla de la imposibilidad de pagar la deuda se alude a posibilidades, pero cuando hablamos de moralidad o inmoralidad nos movemos en el plano de los deberes. Si los fundamentos sobre los que se asienta la deuda son inmorales, la conclusión lógica será que no hay obligación de conciencia para pagarla.
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Los números nos muestran que la deuda no puede pagarse; como problema político no nos conviene pagarla, lo que nos lleva a referirnos a las cláusulas y condicionamientos son inmorales y por tanto la deuda no debe ser pagada.
Por otro lado, insistir únicamente sobre el hecho de que la deuda es impagable parecería que está pidiendo misericordia y compasión a los acreedores. Situación que implica una actitud de inferioridad, dependencia e impotencia.
Todo el problema de la deuda, tan profundo y tan dramático para nuestros pueblos, se debe plantear en términos jurídicos y en términos de ética internacional.
Los contratos de préstamos poseen cláusulas uniformes y con posibilidades de modificarse muy remotas.
Además de los intereses, hay que pagar numerosas comisiones, que elevan el costo final del financiamiento, entre ellas la «comisión de manejo» (pago al banco al momento de firmarse el convenio por concepto de los gastos y esfuerzos de organización del consorcio) y la «comisión de agencia» (debe pagarse al agente intermediario). Además, el prestatario debe reembolsar a los bancos todos los gastos efectuados en la organización del financiamiento, que incluyen servicios como gastos de viaje, comunicaciones, correo, honorarios de abogados, publicidad, preparación e impresión del memorándum de información y otros similares.
Es un principio moral universalmente aceptado que las deudas se deben pagar. Sin embargo, si el pagar una deuda genera males proporcionalmente más graves, no habría obligación moral de pagarla; si las condiciones en las que se firmaron esos contratos no se basaron en normas morales y jurídicas universalmente aceptadas, tampoco. Si el sistema bancario internacional se hubiera compensado de la erogaciones que efectuaron, ya sea a través de la fuga de divisas hacia los bancos de esos países o por medio de un comercio injustamente desigual en el precio de las materias primas, tampoco habría obligación moral de pagar.
La fuerza de los débiles no está en el derecho que les asiste ni en el poder de sus argumentos, sino en la unión solidaria. La situación por la que atraviesa América Latina es humanamente injusta, económicamente irracional y socialmente intolerable.
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6. CONCLUSIÓN: DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA, DEUDA EXTERNA Y JUBILEO DEL AÑO 2000
La Doctrina Social de la Iglesia considera el endeudamiento externo actual como un reto que tiene connotaciones gravemente inmorales.
La estructura moral de la deuda externa abarca: la manera en que fue contraída, la legitimidad de sus contratantes, la moralidad de sus objetivos y sus condicionamientos, las consecuencias de su pago en contra de los derechos de los más pobres, etc.
Para la Doctrina Social de la Iglesia el recurrir al préstamo y el endeudarse es una actividad legítima, siempre que tanto el prestamista como el prestatario cumplan con las normas básicas que tanto las legislaciones pertinentes como la virtud de la justicia exigen en estas transacciones.
El problema de la deuda externa afecta a todo un país y a toda la comunidad internacional, por tanto debe situarse en un contexto de «justicia social».
La Iglesia, y particularmente el Papa Juan Pablo II, insisten en la condonación de la deuda desde el punto de vista de la justicia social: el pueblo que no contrajo la deuda, ni se benefició con ella, ahora se le obliga a pagarla; a través de la «deuda social», la vida y los derechos humanos más fundamentales de los pobres se ven afectados gravemente por el pago de una deuda, desproporcionada y onerosa, que ellos no contrajeron, ni estaban de acuerdo en contraer.
Los problemas de la vida y de la muerte de un tercio de la Humanidad están relacionados con el problema de la deuda externa. De ahí que la crisis de la deuda deba ser un punto de partida para la reflexión teológica.
Entre las leyes de la justicia social que dio Moisés al pueblo de Israel hay una muy novedosa, es el «Año de gracia» o «Año sabático»^ que también se conocía como «Año de Jubileo» porque se anunciaba al pueblo tocando un cuerno, llamado en hebreo «jobel».
El «Año de gracia» consistía en conceder cada siete años un año de respiro a la tierra y a los siervos que la trabajaban (Ex 21, 1-11 y
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23, 10 -11) . Se propuso al pueblo de Israel restaurar, cada cierto tiempo, el orden querido por Dios:
— Sin acumulación de tierras (Lv 25, 23 -31).
— Sin siervos y sin amos (Lv 25, 34-55).
— Sin deudas eternas.
— Sin que a nadie le faltara lo que a otro le sobrara.
A la vuelta del destierro de Babilonia se hizo una codificación definitiva de las leyes en el Libro del Levítico y, para hacer menos difícil la ley del «Año de gracia», el plazo se amplió de siete años a ciclos de 50 años (LV 25, 8-18).
A l acercarse el nuevo milenio, nosotros estamos viviendo el crucial e importante tiempo de Jubileo. Muchos de los países más pobres tienen altos niveles de endeudamiento que impiden su desarrollo económico y sus escasos recursos, en lugar de ser invertidos en programas de salud, educación y otros programas de beneficio social, son invertidos en los pagos de la deuda...
La mayor parte de la deuda es resultado de proyectos mal concebidos y políticas erradas que prestamistas impusieron a países prestatarios y a la falta de visión por parte de sus líderes. Además, mucha de la deuda sólo benefició a las clases adineradas de dichos países; sin embargo, la responsabilidad de pagar la deuda recayó sobre los más empobrecidos sectores de las sociedades.
Reconociendo que la mayoría de estas deudas no pueden ser pagadas, a no ser por un gran costo humano y social, la Campaña de Jubileo 20 0 0 está llamando a la cancelación de la deuda, que incluya:
— La condonación definitiva de la deuda internacional en situaciones donde, países con gran necesidad de servicios humanitarios y problemas ambientales no pueden cubrir las necesidades básicas de sus ciudadanos, ni lograr un nivel de desarrollo que asegure una calidad de vida más digna.
— La condonación de la deuda debe beneficiar a los ciudadanos de escasos recursos y facilitar su participación en el proceso de determinación de la magnitud, tiempo y condiciones de
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cancelación, así como la futura dirección y prioridades de sus economías nacionales y locales.
La condonación de la deuda sin estar condicionada a reformas políticas que perpetúen o incrementen la pobreza o la degradación del medio ambiente.
El reconocimiento de que la responsabilidad es de ambos, prestamistas y prestatarios, y que cada uno debe hacer un esfuerzo para recuperar recursos usados para otros fines por Gobiernos corruptos, instituciones e individuos.
El establecimiento de un proceso transparente y abierto para desarrollar mecanismos que verifiquen el flujo monetario internacional y eviten incurrir nuevamente en el destructivo círculo de endeudamiento (Extraído de «La vida antes que la deuda», CIDSE y Cáritas Internationalis).
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Los países bolivarianos y las Cáritas nacionales de la región
en el marco de la Campaña sobre la deuda externa*
Mario RíosSecretario General
Cáritas de Perú
INTRODUCCIÓN
La propuesta de CIDSE y Cáritas Internationalis para afrontar el problema de la deuda externa en los países pobres revisa cuatro opciones:
a) Cancelar la deuda pendiente para el año 2000 de los países más pobres.
b) Mejorar la iniciativa HIPC, lo cual significa:
• Reducir el marco temporal.
• Ampliar el derecho al alivio.
• Redefinir la sostenibilidad de la deuda.
• Suprimir las fechas límite fijadas por el Club de París.
• Consultar a la sociedad civil sobre las condiciones para la cancelación.
c) Vincular la cancelación de la deuda con inversiones en desarrollo humano.
d) Asegurar que las decisiones sobre la cancelación de la deuda se hace de forma transparente.
(*) El presente documento se elabora para ser presentado en el Encuentro Estatal que Cáritas Española va a celebrar los días 17 y 18 de octubre en El Escorial, Madrid, con motivo del lanzamiento de la Campaña de la deuda externa de los países bolivarianos.
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Sobre la primera opción pensamos que, además de ser una opción políticamente difícil, como señala el documento, no es éticamente planteable, puesto que antes que nada debemos reconocer nuestras obligaciones como países que solicitamos préstamos, salvo que existan evidencias claras de una negociación con visos de corrupción por ambas partes, imposición y condiciones de tasas de interés superiores a las normales del mercado y capacidad de pago de un país, que obliguen a una revisión técnica legal y deba ser solucionado ante foros especializados.
Sobre las otras tres opciones es posible profundizar y aportar como Cáritas nacionales. Es en este tipo de opciones, además, que se mide nuestra capacidad de propuesta, nuestro estudio y análisis de un problema, para poder plantear salidas inteligentes.
1. DENTRO DE LA PROPUESTA DE MEJORAR LA INICIATIVA HIPC: REDEFINIR LA SOSTENIBILIDAD DE LA DEUDA
Un primer punto que queremos resaltar es la redefmición de la sostenibilidad de la deuda dentro de la iniciativa HIPC. Es necesario que se defina a un país sostenible en términos de deuda no por su capacidad de pago, sino porque ha alcanzado un desarrollo humano que garantice que además de poder pagar la deuda no tendrá en el futuro que llegar a endeudamientos tan elevados y nuevamente afrontar los problemas sociales de incremento de la pobreza.
¿Cómo medir el desarrollo humano.^ El desarrollo humano actualmente es medido y analizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) a través de un Indice de Desarrollo Humano (IDH), el cual permite clasificar a las naciones según la esperanza de vida al nacer, el logro educacional y el ingreso real. Al ser una medición mundial, es un instrumento que podemos utilizar para analizar la realidad de los diferentes países en su conjunto y en concreto para conocer la realidad de los países bolivarianos y plantearnos metas específicas.
Según la última medición hecha por el PNUD (1994), Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú tenían un IDH clasificado como medio y sólo Bolivia un IDH clasificado como bajo (ver cuadro).
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C uadro 1
EL ÍNDICE DE DESARROLLO HUMANO Y UNA SELECCIÓN DE INDICADORES SOCIALES EN LOS PAÍSES BOLIVARIANOS
Esperanza de vida al nacer................. años
Tasa de alfabetización de adultos................. %
Tasa de matriculación combinada ............... %
PIB real per cdpita PPA en '
PIB real ajustado.......PPA en '
Indice de Desarrollo Humano (IDH)....
Población con acceso a Servicios de salud ... %
Población con acceso a agua potable.......... %
Población con acceso a saneamiento............ %
Oferta calórica diaria per cdpita ..............
PIB real per cdpita (tendencia) ............PPA en í
N ota : El ingreso por habitante que estima el PN U D emplea la paridad del poder adquisitivo (PPA) para compensar las diferencias adquisitivas del dólar estadounidense entre los diferentes países.Fuente: PN U D , Informe sobre Desarrollo Humano, 19 9 7 , Ediciones Mundi-Prensa.
Coincidentemente Bolivia es el único país acogido dentro de la iniciativa HIPC. Pero es suficiente tener un IDH medio para no ser considerado dentro de esta iniciativa. Veamos qué significa en concreto este IDH.
Por ejemplo, uno de los componentes del IDH, la tasa de matriculación combinada (primaria, secundaria y terciaria), en Venezuela,
Venezuela
Colombia
Ecuador Peni Bolivia
1994 72,1 70,1 69,3 67,4 60,1
1994 91 91,1 89,6 88,3 82,5
1994 68 70 72 81 661994 8.120 6.107 4.626 3.645 2.5981994 5.930 5.868 4.626 3.645 2.598
1994 0,861 0,848 0,775 0,717 0,589
1990-95 — 81 — 44 67
1990-96 79 85 68 72 66
1990-96 59 85 76 57 55
1992 2.622 2.678 2.587 1.883 2.1001960 3.899 1.874 1.461 2.130 1.1421994 8.120 6.107 4.626 3.645 2.598
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el país con IDH más alto de los países bolivarianos, es sólo 68%, muy similar a la de Bolivia, donde es del 66%.
Asimismo, según el mismo PNUD, el porcentaje de población con acceso a servicios de salud en el Perú es apenas del 44%, la población con acceso a agua potable en Ecuador sólo llega al 68%, y la población con acceso a saneamiento en Venezuela y Perú es sólo del 59 y 57%, respectivamente (ver cuadro). Asimismo, en el Perú la Oferta Calórica diaria p er cápita sólo alcanza a 1.883 kcl., muy lejos del 2,73 promedio de los países con IDH medio (ver cuadro adjunto).
Por otra parte, el Producto Bruto Interno p er cápitUy si bien ha mejorado considerablemente en todos los países entre 1960 y 1994 (ver cuadro adjunto), éste no se ve reflejado en un crecimiento del empleo. Las tasas de desempleo son aún muy elevadas. Citando otra fuente, en el primer semestre de 1998 Colombia ha alcanzado una tasa de desempleo del 15,2%, mientras que Venezuela en el mismo período ha alcanzado una tasa del 11,3 y Perú del 9,5% (1).
Adicionalmente, en los países bolivarianos tenemos problemas de violencia y corrupción que urge resolver, porque son un claro obstáculo al desarrollo humano. Colombia es quien sufre en este momento la mayor agudización de la violencia, al tener parte de su territorio dominado por la guerrilla, con numerosos hechos que suceden a diario cobrando numerosas víctimas. Y hasta el momento sólo hay iniciativas del Gobierno de una reforma política, pero no una clara agenda para la paz. Por su parte, en el Perú la violencia terrorista, si bien fue controlada en 1992, no ha desaparecido totalmente, y como Iglesia trabajamos en zonas donde el terrorismo continúa con atentados frecuentes.
En resumen, en los países bolivarianos tenemos indicadores sociales y económicos que urge revertir, y condiciones de violencia por superar previamente, si queremos avanzar hacia el desarrollo humano. Y este desarrollo humano debe ser el norte en cualquier iniciativa de campaña frente a la deuda externa. Por tanto, el pago de la deuda debe hacerse, pero asegurando que paralelamente estamos invirtiendo en la superación de la pobreza y en la pacificación de nuestros países.
(1) Informe de la OIT sobre «El Empleo en el mundo: 1998-1999» . Publicación simultánea en Ginebra y Washington D. C.
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2. VINCULAR LA CANCELACIÓN DE LA DEUDA CON INVERSIONES EN DESARROLLO HUMANO
Este es el segundo aspecto que es importante profundizar, porque justamente nos facilitaría los propios recursos para inversión en desarrollo humano. Hay varias formas de trabajar una propuesta de conversión de deuda: la conversión de deuda en inversiones de los Estados de los países bolivarianos a través, por ejemplo, de los fondos de contravalor, el pago de deuda con productos, o la conversión de deuda en inversiones/préstamos de los propios acreedores en cada país.
• La deuda actual de los países bolivarianosLa deuda externa en los países bolivarianos representa porcentajes
elevados respecto al producto nacional, y sobre todo lo es respecto del valor de las exportaciones. Observando el monto de las reservas internacionales, vemos que contamos con las reservas para enfrentar los compromisos de corto plazo. Esta situación nos pone relativamente en menos peligro frente a lo sucedido en los países asiáticos. Sin embargo, a medio plazo, tenemos una situación que no es sostenible, puesto que nuestras exportaciones son aún insuficientes. Es por esto que cobra importancia la conversión de deuda que pueda, entre otros, destinarse a dinamizar el sector productivo exportador.
Cuadro 2LA DEUDA EXTERNA EN LOS PAÍSES BOLIVARIANOS
Venezuela Colombia Ecuador Perú BoliviaDeuda externa total:
Miles de millones de $ 1998 (1994)* 32.000 35.000 15.000 30.000 4.700%del PIB 1998 (1994)*................. 32.000 35.000 97.000 44.000 89.000% de exportaciones 1998................ 144.000 190.000 s.i. 288.000 s.i.
Producto Bruto Interno:Miles de millones de $ 1998........... 88.000 95.000 s.i. 65.000 s.i.
Exportaciones:Miles de millones de $ 1998 ........... 19.000 12.000 s.i. 7.000 s.i.
Deuda de corto plazo:Miles de millones de $ 1998 ........... 2.000 6.000 s.i. 5.000 s.i.
Reservas internacionales:Miles de millones de $ 1998 ............ 10.000 9.000 s.i. 9.000 s.i.
* Para Ecuador y Bolivia las cifras corresponden a 19 9 4 , Fuente PN U D . Fuente: ]. P. Morgan, FML
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• El rol de los Estados
Las inversiones de los Estados deben apuntar fundamentalmente a resolver los principales problemas sociales, que den la posibilidad de un crecimiento sostenible de la economía y llegar así a ser países capaces de cumplir sostenidamente sus obligaciones externas. En otras palabras, la política social debe poner el énfasis en la inversión social y no en el gasto meramente.
Y para que la inversión de los Estados apunte verdaderamente a un desarrollo humano, como Iglesia debemos presionar para que las intervenciones de éstos en nuestros países mejoren sustancialmente. Algunas pautas son las siguientes:
a) Es necesario que los Estados hagan una estricta planificación y priorización focalizada por sectores, zonas y grupos sociales, buscando tener cada vez más un real impacto en la población con el gasto social que realizan. Entre otras cosas, es necesaria una planificación de las inversiones en infraestructura estudiando bien las localidades que a mediano plazo tienen posibilidad de crecer, de manera que el gasto social sea una verdadera inversión a futuro (2).
(2) Por ejemplo, se tiene que las inversiones en educación y salud, a través de las construcciones de colegios y postas de salud, muchas veces se hacen sin tomar en cuenta la productividad media local y la dinámica poblacional de las localidades rurales pobres. Las localidades rurales pobres que están cerca de centros urbanos importantes tienen mayor probabilidad de retener a su población, ya que cuentan con lo principal: la demanda de sus productos y costos de producción relativamente bajos respecto a localidades alejadas. Entonces las inversiones en infraestructura de salud, saneamiento, infraestructura educativa tienen rentabilidad a largo plazo. En cambio, existen localidades rurales que están alejadas de centros urbanos, que hoy en día subsisten gracias a la migración temporal, cuyas tierras son muy pobres y carecen de otros recursos productivos. Elevar el nivel de vida de esa población de manera sostenida se hace prácticamente imposible dentro de la misma localidad. Es necesario mirar a pequeñas ciudades cercanas, donde sí es posible generar empleo productivo y elevar las condiciones de vida. Transitoriamente deben recibir apoyo en salud y nutrición en la propia localidad y educación, pero en la perspectiva de que se está preparando la mejor salida y su ubicación en mercados regionales. ¿De qué serviría dotar de infraestructura a localidades rurales cuya tendencia es a desaparecer? En el caso de Perú existen cerca de 80.000 poblados rurales pobres y se estima que en 10 años un tercio de ellos habrá desaparecido, debido a la migración hacia poblados con mayores oportunidades de empleo y mejores condiciones de vida, cerca o lejos, dependiendo de las posibilidades regionales.
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b) La inversión social debe ser hecha con indicadores técnicos de rentabilidad social, dejando de lado ineficiencias, manejo político y sobre todo corrupción de funcionarios, y la dependencia de las organizaciones populares de la ayuda estatal sin ningún nivel de participación en desarrollar planes de desarrollo local, comunitario y familiar que garanticen el empleo permanente y/o generación de ingresos sostenibles.
c) Deben haber mediciones claras del impacto que se obtiene sobre la calidad de vida de la población con cada tipo de programa, para que podamos tener el mayor ratio costo/benefi- cio social.
d) La inversión social de los Estados debe priorizar justicia, salud, educación y vías de comunicación; sólo éstas nos garantizarán un crecimiento sostenido, ya que permitirían mayores inversiones de capitales privados y fomentaría el crecimiento de iniciativas empresariales.
e) Se requiere que haya una política coordinada de los diferentes sectores de los Estados, que se establezcan metas comunes y que se compartan las metodologías de trabajo. Salud, educación, transporte y alimentación deben coordinar acciones y análisis de la realidad.
i) La cooperación técnica internacional debe tomar en cuenta estas pautas de la racionalidad que debe imprimirse al gasto de los Estados, para que juegue también un rol importante en las exigencias que puede imponer cuando financia programas estatales.
g) Llay que estar atentos a los nuevos endeudamientos en los que incurren los Estados, porque el endeudamiento continúa y la sociedad civil no tiene aún la posibilidad de intervenir en forma decisiva para garantizar el buen destino de estos nuevos recursos.
Entendido así el gasto social de los Estados, no debe verse a la política social de un país como financiada por la política económica. Esto puede ser cierto en un corto plazo. Pero en el largo plazo, la política social es la que en realidad financia la política económica, dado que sólo con una población con adecuado nivel educativo, con salud
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Y saneamiento resueltos, bien alimentada y con países integrados geográficamente a través de buenas vías de comunicación, es que podremos pensar en un crecimiento sostenible de la economía.
Precisamente en la Carta de Desarrollo Social del Ecuador, 1997 (3), se dice que «sólo un país con población saludable, adecuadamente educada y capacitada, asegurará el crecimiento económico y el bienestar de la población de manera sostenida y duradera», y la OIT, en su Informe sobre el empleo en el mundo de 1998, afirma que estando los países «enfrentados a una rápida mundialización y a la presión de la competitividad, los países han de invertir en el desarrollo de destrezas y en la formación de su población activa... La educación y la formación profesional estuvieron en el centro del milagro económico del sudeste de Asia... y podrían ser una vía para que salieran del subdesarrollo y de la pobreza millones de trabajadores de otras partes del mundo» (4).
La Iglesia debe incorporar a una campaña de conversión de deuda la exigencia a cada Estado para que se comprometa en invertir con los criterios mencionados. La Iglesia puede y debe jugar un rol activo en esta exigencia. De no incorporar estos elementos podríamos caer en campañas estériles, dado que la deuda no es el principal problema, sino que lo es la pobreza que aún no superamos y el desarrollo humano que aún no alcanzamos como países bolivarianos.
Asimismo, una campaña de deuda enfocada hacia el desarrollo humano evita el riesgo innecesario de transmitir mensajes que popularmente podrán distorsionar el principio fundamental del respeto a los compromisos pactados. Innumerables iniciativas de microcrédi- tos, fondos rotatorios, que se vienen implementando en programas de desarrollo, deben quedar fuera de posibles confusiones. Es entonces también una oportunidad de jugar nuestro rol educativo como Iglesia.
En el Perú la Conferencia Episcopal ya se ha sumado a este esfuerzo. Las Comisiones de Acción Social estamos trabajando por pro-
(3) Carta preparada por el Frente Social y Secretaría Técnica del Frente Social, G obierno del Ecuador. Presentada en Pobreza y C apital Humano en el Ecuador, Sistema Integrado de Indicadores Sociales del Ecuador, 1997.
(4) OIT, op.cit.
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fundizar el tema de la deuda y dar un matiz propio a la campaña, que ponga por delante las metas de desarrollo humano y consecuentemente de reducción de la pobreza.
Finalmente, hay una serie de iniciativas que se vienen desarrollando, como es el canje de deuda por proyectos ecológicos, que para los Gobiernos acreedores y deudores es atractivo, y que merece apoyar.
• El sector privado
Por otra parte, tenemos el caso de la conversión de deuda en inversiones privadas. Estas conversiones pueden hacerse, por ejemplo, identificando a los acreedores que los Estados están hoy en día cancelando pagos y presentarles opciones tanto de inversiones directas como de préstamos, pero estrictamente en proyectos generadores de empleo. En esto existen ya una serie de iniciativas en la sociedad civil, en sectores empresariales, pero se necesita una mejor canalización de estas iniciativas. La Iglesia también puede jugar un rol importante en este reto. Para esta opción privada de conversión de deuda algunos pasos a seguir son los siguientes:
a) Conseguir información detallada de la composición de la deuda, fundamentalmente la referida a deuda con el sector privado. Esta información es difícil encontrarla en nuestros propios países deudores, tanto porque los Gobiernos no actúan con transparencia brindando esta información, como porque a veces ni siquiera los propios Gobiernos la tienen suficientemente ordenada. Las Iglesias e instituciones de países acreedores pueden reconstruir esta información valiosa, como es el caso de España, que ya ha avanzado en este aspecto.
b) Convocar a la preparación y/o presentación de proyectos, técnicamente viables, que puedan aprovechar los potenciales recursos derivados de conversión de deuda.
c) Propiciar el nexo inicial para la canalización de estos proyectos.
Con este tipo de iniciativas privadas, si bien no resolveremos directamente los problemas sociales, sí podríamos apuntar a la genera-
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don de empleo y por tanto a un credmiento económico y a mejorar los ingresos de la población, elemento sustancial de un desarrollo humano. Convocando al sector privado, además, estaríamos apoyándonos en el potencial que hoy tenemos, que es nuestras propias capacidades para aprovechar nuestros recursos. Chile es un buen ejemplo de país que convirtió mucho de su deuda externa en inversiones de los propios acreedores en su país.
Como Iglesia entonces también podemos jugar un rol de nexo y convocatoria de iniciativas que sean viables y conviertan el pago de la deuda en una oportunidad de crecimiento económico.
• La Iglesia
Por último, también como Iglesia estamos en la obligación de demostrar que somos capaces de proponer proyectos tanto de apoyo social como de superación de pobreza, sobre todo en las zonas más deprimidas de nuestros países, que puedan realizarse con fondos de conversión de deuda. Muchas veces la acción del Estado no llega con la misma eficacia que nosotros a los sitios más atrasados. Nuestros años de trabajo con los más pobres nos exige sistematizar lo hecho y proponer salidas que complementen y mejoren otras iniciativas. Nosotros, como Cáritas, tenemos también la posibilidad entonces de presentar propuestas de conversión de deuda que sean una salida complementaria a las iniciativas privadas y al trabajo del Estado.
CARITAS DEL PERÚ
En la línea del rol que nos corresponde como institución de la Iglesia peruana, Cáritas del Perú viene trabajando por superar la pobreza y propiciar una vida justa y digna a la luz del Evangelio, concentrándose fundamentalmente en mejorar la seguridad alimentaria de la población extremadamente pobre de nuestro país. Con un programa focalizado en las localidades rurales con mayor número de necesidades básicas insatisfechas y mayor índice de desnutrición crónica, alcanzando a cerca de 500.000 beneficiarios, desarrollamos nuestras actividades en cuatro ejes básicos:
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a) Programas de Nutrición y Salud, con el objetivo de mejorar el estado nutricional de las familias pobres en alto riesgo.
b) Programas Agropecuarios, con el objetivo de mejorar la disponibilidad de alimentos para las familias fundamentalmente de autosubsistencia.
c) Programas de Generación de Ingresos y microcréditos, con el objetivo de que las familias pobres puedan autosostenida- mente acceder a la alimentación y conjunto de necesidades básicas.
d) Programas de Fortalecimiento Institucional de las organizaciones de base, con el objetivo de dar sostenibilidad al conjunto de los programas.
Estas acciones cruzan el territorio nacional, habiéndose estructurado a su vez programas a nivel de regiones, sin perder la integralidad de cada intervención en los cuatro ejes mencionados.
El trabajo realizado cuenta con una medición de línea de base de indicadores de pobreza recogida en 1996, con los cuales vamos a medir el impacto de nuestro trabajo, tanto hasta este año 1998, como el que lograremos hasta el año 2000. Entre los indicadores utilizados podemos mencionar:
• La desnutrición crónica de los niños menores de cinco años en las poblaciones beneficiarias.
• La autoestratificación de las poblaciones beneficiarias.
• Las necesidades básicas insatisfechas de las poblaciones beneficiar i as.
Asimismo, el trabajo se apoya en los diagnósticos comunales elaborados con metodologías participativas y apoya la autoformulación de Planes de Desarrollo Locales.
El trabajo de Cáritas, en esta línea de programas de superación de pobreza, cuenta además con un adecuado apoyo administrativo e informático.
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La educación y la escuela como reconstructora de equidad
(Ciudadanos del mundo, pero también hijos de la aldea, desiguales y excluidos) (1)
Marco Raúl Mejía J.CINEP-Fe y Alegría
«La sociedad del conocimiento que se constituye es una metamorfosis del concepto de capital humano y expresa la nueva base ideológica y la forma que asumen las relaciones del capitalismo globalizado sobre una nueva base científico-técnica» (2).
Como bien lo refleja la cita, nos encontramos frente a transformaciones profundas, las cuales nos redefinen la relación naturaleza-cultura, mostrándonos cómo hoy adquiere un nuevo lugar fundamental en los procesos tecnológicos de la revolución científico-técnica. Estos aspectos llevan a transformaciones de fondo del modelo de acumulación capitalista, centrado sobre el capital constante, fundado en la intensificación tecnológica y en el uso del conocimiento para los procesos productivos. Y es desde ese nuevo lugar histórico, desde donde se produce un vacío de las formas de acción, de comprensión y de praxis.
Mucho se habla hoy sobre los problemas de la democratización, quedando éstos en estrecha relación, subordinados a la economía del mercado y a un ethos capitalista, estableciendo una subordinación de las políticas públicas en asuntos económicos y sociales a los requerimientos percibidos de la globalización del capital, y se afirma que el cambio tecnológico se ha de convertir en la variable central de la transformación de las nuevas economías nacionales en un mundo globalizado.
(1) Este texto está dedicado a mi amigo y «parcero» del alma Mario Calderón, asesinado por los destructores de sueños. Mario alimentó mi opción ética por los desiguales y excluidos en tiempos difíciles, cuando muchos se acogieron al discurso del fin de la utopía.
(2) Frigotto, Gaudéncio; «Os delirios da Razao: Crise do Capital e Metamorfose Conceitual no Campo Educacional», en Pedagogía da Exclusao. Crítica ao neo liberalismo em educagao, Petrópolis, Vozes, 1995, pág. 89.
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Esta necesidad de adaptarse a un nuevo entorno afecta por igual a políticos, ciudadanos, sindicatos, empresarios y hace visible la manera como mientras no exista una elevación del nivel de educación, va a ser muy difícil ingresar en estos contextos globalizados, en los cuales capital y conocimiento paradójicamente pueden producir cada vez más con menos trabajo.
Uno de los problemas centrales va a ser el que la libertad del mercado no va a producir en forma automática ni redemocratización ni redistribución, ya que esta libertad convertida en discurso ideológico equipara intereses económicos con los ideales democráticos y los valores cívicos con el afán de lucro.
Por ello plantearse hoy las claves hacia un nuevo desarrollo en donde salgamos del empobrecimiento hacia la participación crítica en la globalización significa asumir unas tareas para releer el neoliberalis- mo en boga y la constitución de procesos de aprendizaje para construir una sociedad civil fuerte que en alguna manera sea capaz de ser creadora de multiplicidad de acciones nuevas en las cuales se construyan nuevos compromisos públicos, no necesariamente estatales, y fortalezca una serie de acciones voluntarias no sólo privadas.
En el centro de los nuevos requerimientos está el garantizar un desarrollo sostenible con justicia social y allí la educación va a jugar un lugar central, en cuanto va a construir las comunidades de actores que se planteen las tareas de reconstruir una educación no sólo en un contexto globalizado, sino en las particularidades de un continente como el latinoamericano.
Esto se hace visible en las teorías críticas de ayer, que al tener que intentar interpretar una nueva realidad y una nueva forma de dominación, se encuentra que el Estado analizado se ha mudado; la forma de explotación ha sufrido una metamorfosis y entonces se requiere un nuevo instrumental para dar cuenta de él. Lo claro es cómo las relaciones sociales dominantes son de tipo capitalista, basadas en una transnacionalización del capital con una hegemonía del capital financiero y con unos mecanismos supranacionales fijando políticas (FMI, Banco Mundial y demás organismos multilaterales) que debilitan los Estados-nación y en muchos casos sustituyen las políticas nacionales por procesos que tienen una cierta homogeneidad en el ámbito internacional. Igualmente se produce una intensificación de la industria
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cultural de masas, produciendo un fenómeno de mundialización cultural que rompe los viejos núcleos de las culturas populares.
Es en ese mundo en el cual entra el análisis de América Latina que debemos realizar, para darnos respuesta a la pregunta de qué pueden esperar hoy los pobres del mundo globalizado, y cuáles son los sentidos de la educación que les queremos dar, porque en el fondo el éxito de cualquier proyecto educativo popular hoy se va a medir por la manera como seamos capaces de resolver con especificidad la educación de los niños y niñas que vienen de las familias pobres. Porque precisamente en este mundo globalizado ellos son los que más van a requerir de la escuela para obtener la educación que les permita ser de estos tiempos, desde sus especificidades sociales y culturales.
Pero la paradoja está en que nosotros no podemos simplemente modernizar la escuela capitalista según los requerimientos de sus planificadores y difusores, sino que tenemos que avanzar —desde la educación popular— construyendo procedimientos específicos, produciendo fisuras en los métodos tradicionales y en sus renovaciones para lograr que los y las jóvenes se empoderen. Que conociendo más sus realidades ligadas a lo universal hagan valer sus reivindicaciones y sus culturas, haciendo que las necesidades suyas y de su conglomerado humano sean satisfechas no por la simple inclusión, sino por la ampliación de la sociedad al aceptar sus formas culturales, sus identidades y sus luchas (3).
1. LAS EXCLUSIONES DE LA MODERNIDAD EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA
En el afán por construir políticas educativas de América Latina que nos hicieran modernos, se fueron produciendo una serie de exclusiones y negaciones que hicieron que el sistema educativo no fuera realizado ni como modernidad ni como modernización, logrando un poco el triunfo de los que estaban en mayores capacidades por las condiciones previas de llegar a él. Igualmente, se da una separación entre lo público
(3) Para una ampliación de esta tesis, remito a mis textos: Educación y escuela en el fm de siglo (especialmente el capítulo V), Reconstruyendo la transformación social, La refundación de la educación y la escuela. Conflicto de ?ieoliberales, neoconservadores, modernizado- res y críticos.
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y lo privado que profundiza la separación de la escuela estableciendo redes de calidad al interior de ella. Pudiéramos decir que hicimos una mala copia de la escuela europea y americana, que no lograron la integración social de la mayoría de su población. Miremos algunos de esos elementos en los cuales no se produjo integración:
A) La heterogeneidad de nuestra culturay que nos coloca frente al problema de racionalidades diversas, disímiles y contradictorias. La homogeneización propuesta por la escuela en la primacía de la racionalidad instrumental y del mercado, ubicada en un escenario heterogéneo, negó el otro lado.
B) No sólo culturas diferentes sino desiguales. Nuestra educación fue incapaz de pensar la existencia de distintas temporalidades históricas en América Latina, y en ese sentido se convirtió en generadora de discriminación cultural, profundizó la exclusión socioeconómica y marginó de los mecanismos de ciudadanía y participación. Hoy se muestra incapaz de establecer un diálogo con las nuevas culturas del mundo de la telemática.
C) M agisterio femeninOy cultura escolar patriarcal. Tal vez la paradoja más clara develada por las luchas de género de estos tiempos, es encontrar que a lo largo del continente del 70 al 80% de las docentes son mujeres, que son pro- piciadoras de una cultura que no las representa y las niega y las excluye. Sin embargo, la encarnan y la enseñan como algo natural.
D) Exclusión que precede a negación. Lo otro, que nunca pudo entrar a la escuela, ni siquiera para ser designado en los contenidos como existente, se vio sometido a una exclusión que, como bien dice BravO: «En el pensamiento latinoamericano e incluso en las ideas del progreso y del desarrollo, estas jerarquías se perpetúan todavía hoy como diferenciación entre el lugar del logos y el lugar del rito. El otro, indio, autóctono, no occidental, es el de la realidad mágica, el del folklore, el del saber precientífíco. El logos como dominio de la razón del discurso verdadero de la ciencia y del desarrollo es el dominio del blanco, del occidental (4).
(4) Bravo, Germán: La estructura intima del pensamiento latinoamericano: el descubrimiento del otro, Mimeo, México, D.R, 1992.
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E) Una universalización tardía. Durante mucho tiempo, el intento de convertir a la escuela en el lugar fundamental de la homogeneización y de la igualdad social a través de la formación terminó cumpliendo la tarea, produciendo un fenómeno correspondiente de baja calidad en la educación pública, en cuanto tuvo que reducir horas de trabajo, materiales, jornadas del maestro.
F) Trabajo sobre e l currículo ideal. Siempre el trabajo de diseño curricular estuvo centrado sobre los técnicos y expertos que en la distancia con el currículo real practicado por los maestros, no lograron una negociación del sentido de la escuela con los docentes, produciéndose un encuentro en el cual la escuela funcionó siempre en el currículo real y en el currículo oculto.
G) Los maestros están ausentes d e l debate político-educa tivo . Sólo en casos muy aislados de algunas organizaciones gremiales en el continente se generaron procesos en torno a lo pedagógico (v.gr., Brasil, Colombia, Perú) muy cortos en el tiempo y en muchos casos con serias limitaciones en lo gremial, lo que no permitió que el docente se apropiara de una concepción profesional.
H) Profesionalización liberal de modelos anteriores. Si bien en estos últimos años ha ido quedando clara la idea de que el capitalismo de final de siglo necesita un docente profesionalizado, las reflexiones sobre este aspecto no van orientadas a construirlo como profesional del siglo XIX (un nuevo estatuto de la profesionalización) sino como profesional liberal del siglo XIX.
II. RECONSTRUIR LA ESCUELANO SÓLO COMO MODERNIZACIÓN
Hoy los modernizadores de la escuela capitalista en el mundo, encabezados por el Banco Mundial, exigen y organizan en los diferentes países modelos de reforma educativa, con los cuales buscan poner a tono la escuela de este final de siglo con las tareas de la globali- zación.
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Ya la escuela en su conformación histórica en estos últimos 200 años había ido construyéndose de elementos recogidos de esa insti- tucionalidad que se iba organizando en una sociedad signada por la dominación. Su espacio físico había sido tomado del panóptico francés, su manera de interrogar y hacer exámenes, del sistema judicial. Ante la masividad de una escuela para todos, tomó prestados sus procesos administrativos de la fábrica norteamericana; al tener que darle una forma organizada al proceso de trabajo, el currículo sufrió la influencia del señor Taylor, y la pedagogía, saber propio de los educadores, también fue hecha desde otros ámbitos profesionales, como la Psicología, la Medicina, la Teología, la Filosofía, la Sociología, la política, etc.
Ante los cambios vertiginosos de la sociedad microelectrónica (predominio del capital constante sobre el capital variable) esa escuela ha comenzado a transformarse para hacerla útil al capitalismo de estos tiempos, y en ese intento por hacerla diferente concurrimos hoy diferentes miradas para disputar que esa nueva versión de escuela que se intenta recomponer en estos tiempos tome una configuración que nos hable también de los mundos que soñamos.
Por eso hoy la educación y la escuela son un nuevo campo de confrontación al que concurren soñadores de distinto tipo, tecnócra- tas de nuevo cuño y simplemente realizadores de la tarea. Esta confrontación se hace visible en la manera como se intenta resolver en la práctica y en lo cotidiano de las relaciones sociales escolares y educativas las nuevas leyes de educación que se han realizado en el mundo y a lo largo y ancho del continente. Por ello es común encontrarnos hoy posiciones neoliberales, neoconservadoras, modernizadoras y críticas de todos los cuños: marxistas, postmarxistas, postmodernas, de relectura latinoamericana, etc. Y todas estas posiciones con sus diferentes tonos y exigencias confrontan el hacer diferente esa institución básica de un capitalismo de fin de siglo centrado en el conocimiento y en la globalización de los procesos tecnológicos. Por ello, desde nuestro punto de vista plantearse el problema de la escuela es disputar en el campo en el cual se hace la nueva articulación de la fragmentación con la que las formas de dominación del final de siglo intentan hacer desaparecer intereses, ideologías.
En la redefinición de la escuela no estamos frente a un simple problema técnico, sino frente a una nueva institucionalidad que de
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vela con claridad las nuevas formas y las nuevas materialidades de lo político, lo ideológico y lo cultural en estos tiempos.
Estamos frente a un momento histórico propicio por las necesidades que tiene el sistema social de organizar la escuela como reorganizadora y reestructuradora cultural que une lo local y lo universal, de tratar de intervenir en ella de tal manera que podamos encontrar las síntesis de las exigencias de una nueva época que reorganiza el poder desde lo micro y las tareas aplazadas. Creo que la tarea central es convertir las tareas de la escuela y sus necesidades no satisfechas por los distintos sectores: capital, gobierno, entidades corporativas de la descentralización, en una serie de procesos organizativos que conduzcan a la construcción de nuevos movimientos sociales gestados en la urgencia de la reorganización de la escuela. Estos movimientos, que tendrán la particularidad de ser transdimensionales (pedagógico, de género, de clase, de etnia, de defensa de la educación pública, etc.), serán los llamados a reconstruir con un nuevo sentido frágil las luchas de una escuela realmente democrática.
En ese sentido, las luchas en el marco de las leyes generales de educación que se dan hoy en el continente deberán enfrentar el construir las formas organizativas al interior de la escuela, que no se desarrollen en un horizonte de democracia delegativa, sino que reconstruyan realmente el sentido de la democracia participativa, ya que en muchos casos nos estamos encontrando que las nuevas instituciones en la escuela (gobierno escolar, consejo directivo, perso- nero, etc.), no hacen sino reproducir la democracia política existente, convirtiendo estos instrumentos en una reorganización burocrática de la vieja escuela.
En ese sentido, se hace necesaria también una transformación profunda de los procesos de gestión: administrativa, curricular, pedagógica, de orden y disciplina, que reintroduzcan un horizonte desde los nuevos paradigmas y de los cambios de gestión en los organismos de control y vigilancia, que deben sacar a las autoridades de los procesos que actualmente agencian.
Igualmente, se hace necesario que los planes decenales se planteen claramente los problemas de exclusión en los que vive la escuela pública latinoamericana, ya que parece exorcizar estos problemas hablando de equidad. También es urgente que algunas de sus elabora
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ciones (en aras del pluralismo y la atomización de final de siglo) den cabida a que en sus trabajos existan planteamientos de estos paradigmas alternativos. También se hace necesario construir una «discriminación positiva» que plantee seriamente los problemas de exclusión y los problemas de formación desde una perspectiva en donde no sean únicamente los técnicos quienes legitimen las verdades educativas, sino que exista la posibilidad de que los maestros entren allí para dar un sentido de comunidad docente a las formulaciones.
Señalamos en esta dirección algunas de las tareas de la escuela en estos tiempos para apuntar hacia el próximo milenio, inscritas en la discusión global desde la especificidad de nuestro medio. No lo hacemos mediante una clasificación, ni pretendemos agotar, sino dar pistas para una discusión que apenas comienza.
A) Se requiere deconstruir la vieja cultura escolar. Es necesario reconocer los dispositivos de poder-saber que funcionan en la actual cultura escolar, y tener la capacidad de pensarlos de cara al próximo milenio y a nuestras necesidades para recoger de allí lo que sirva para la reconstrucción de una nueva cultura escolar.
B) Deconstrucción-reconstrucción desde las posibilidades de los do' centes. La nueva cultura escolar sólo será posible si los actores y profesionales de la actividad escolar son capaces en el ejercicio de construir su sentido, su control y su desarrollo de los dispositivos de poder-saber que van a utilizar, abandonando viejos modelos tecnológicos.
C) Pensar la escuela pública en sectores populares. Esta escuela, en profunda desventaja frente a la escuela privada y también frente a la pública de sectores medios, debe ser pensada en la manera como sus contenidos y su pedagogía son elaborados, generando unos circuitos de negociación cultural entre contextos e instituciones, que reconstruyan el sentido de la escuela para estos grupos, desde los que queremos una escuela alternativa y desde las expectativas que ya tienen en la escuela estos grupos.
D) Cambio profundo en contenidos. Si algo ha quedado claro a la luz de la nueva realidad, es que estamos frente a una nueva reorganización del conocimiento, tanto en su estatuto como
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en su organización y su valor, y esto requiere un replanteamiento de los planes de estudio y de los saberes que va a privilegiar la escuela.
E) Construcción de com un idad p edagógica de docentes. Si algo queda claro en esta crisis, es la distancia establecida entre la vida cotidiana y la cultura de expertos, que han introducido en el pensamiento educativo y pedagógico una serie de técnicos y expertos que no han construido el puente con la comunidad ejecutante y practicante de la pedagogía. Establecer ese puente requiere de la construcción de esa comunidad y la disposición del poder de los técnicos para propiciarla.
F) Construir «justicia curricular». Este nombre, apropiado por CONELL, nos indica que las discriminaciones que acontecen en la escuela, tanto de tipo cultural, social y del saber, requieren ser trabajadas en una forma consciente en las relaciones sociales escolares, que también constituyen parte del ejercicio curricular (5).
G) Dar cabida a l curriculo extraescolar. Tanto en sus contenidos como en sus formas, si algo va mostrando la cultura juvenil e infantil es que ante un mundo informatizado éstos llegan con mucha información y con preconceptos sobre cantidad de procesos sociales, lo que produce un desplazamiento entre el tipo de conocimiento e información que entrega la escuela y a su vez exige construir los dispositivos para una negociación cultural de tipo pedagógico diferente a la que se daba en la instrucción.
H) Elaborar una nueva pedagogía para subjetividades fra gm en ta das. Se hace necesario encontrar la manera como funcionan las comunidades de resistencia y las resistencias individuales en las aulas de clase a lo que pudiéramos llamar el discurso y las sensaciones oficiales de la escuela. Esto significa capacidad de disputar en lo micro un nuevo sentido negociado
(5) Este problema se plantea hoy también en una forma profunda para los países del Norte, en cuanto los años de neoliberalismo les han dejado un aumento importante del número de pobres. Es así como en Estados Unidos, al final del gobierno de Bush, uno de cada cinco niños en edad escolar era pobre, para un total de 14.000.000 de niños en situación de pobreza.
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que vislumbra nuevas pedagogías, muchas de ellas todavía no existentes.
I) Trabajar lo excluido en form a no esencialista. Uno de los peligros centrales está en naturalizar las dominaciones para construir mecanismos de resistencia permanente. Por eso es necesario construir unas prácticas de política cultural que permitan disputar espacios a distintos niveles en los que tiene manifestación el conflicto.
J) Construir una actitud crítica ante sistemas de verdad. Enfrentar el racionalismo dualista, las narrativas androcéntri- cas. Significa la capacidad de construir una relación auto- reflexiva con respecto a esas organizaciones del saber vistas como únicas.
K) Construir prácticas de los nuevos lenguajes. Poder ver los procesos de materialización en donde el cuerpo está presente como relación social básica, en donde se construyen nuevas relaciones intersubjetivas, donde entran los procesos afectivos. Va a ser importante para construir unas interacciones diferentes.
L) Criticar los relativismos que introduzcan dominación. En algunos casos, posiciones dominadas ante eventos de micro- poder entran en prácticas que introducen en sus relaciones aquello que critican. Eso significa la necesidad de estar alerta contra estas posibilidades.
M) Enfrentar jerarquías en e l aula. Ya que esto representa formas del poder que obtienen su privilegio del saber que circula como verdad tanto de la escuela como más amplias de la sociedad, es decir, construir una posibilidad de enfrentar las jerarquías de raza, clase, género y conocimiento.
N) Reconstruir la solidaridad. Este va a ser un proceso difícil, porque significa la capacidad de reconocer diferentes identidades e individualidades, es decir, la capacidad de construcción del otro y el acceso de él a ciertas formas de poder, así como la construcción del colectivo como sujeto. Esta pauta va a ser muy importante para la construcción colectiva de normas y del otro y de los otros como sujeto(s).
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Los elementos de la discusión están planteados. Los caminos no son claros, sólo se alcanzan a balbucear ideas que reconstruyan un nuevo sentido para una construcción indispensable en este final de siglo, institución que se convierte en campo de lucha y de conflicto entre diversas concepciones de la democracia, la sociedad civil y de la misma escuela para plantear proyectos que reconstruyan un nuevo tejido social crítico haciendo visibles la invisibilidad de las dominaciones de este capitalismo de final de siglo.
III. PREGUNTAS PARA UN EDUCADOR POPULAR EN LA ESCUELA DE LA GLOBALIZACIÓN
Desde la especificidad de nuestro continente no basta con pensar la escuela y su transformación, sino que se hace necesario pensar específicamente el problema de los grupos más pobres para acceder a una escuela de calidad. Al fin y al cabo, la escuela estatal los cubre a ellos y cada vez más a sectores medios empobrecidos. Es decir, en este capitalismo de final de siglo alguien sin escuela sufre una doble pena- lización: la de su pobreza y la de la no-escolaridad. Por eso hoy se retoma este debate con mucha fuerza en la reflexión latinoamericana de la educación popular (6).
También en el imaginario de los sectores populares la escuela se convierte en portadora de esperanza de un futuro mejor como propi- ciadora de ascenso social. Igualmente, esa presencia múltiple llegando hasta los últimos confines de los ámbitos rurales, fruto de las políticas de universalización, hacen que la escuela sea una institución que refleja el poder del Estado y de las posibilidades de su intervención. Por ello podríamos afirmar que la escuela para los sectores populares es vista como una institución poderosa.
Pensar las relaciones pobreza y educación significa abandonar todo intento por dualizarlas y separarlas. Es necesario verlas como una unidad producto del capitalismo de final de siglo. Sólo viéndola así nos va a permitir avanzar en la deconstrucción de ella para reconstruirla como cultura y a la educación como un todo en la sociedad.
(6) Torres, Rosa María: «De críticos a constructores: Educación popular, escuela y “Educación para Todos”», en R evista E ducación d e A dultos y D esarrollo, núm. 47, 1996, págs. 61 a 88.
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Pero significa también abandonar toda la idea de cultura de la pobreza que creyó que el pobre es diferente en términos de cultura y aptitudes y por ello es pobre.
Igualmente significa abandonar la creencia de que la corrección de la desventaja en educación es un puro problema técnico.
Y también de que es un problema de conocimiento especializado.
Por ello, para salir de estas concepciones que se han movido en las teorías de la compensación en educación, desde el informe Cole- man de Estados Unidos en 1966, hasta nuestros días, tenemos que afirmar que las desigualdades sociales generadas en la desigualdad de clase y en las exclusiones culturales y étnicas y de géneros atraviesan todo el sistema escolar. Por ello, el problema no es de inclusión en la llamada modernidad, ya que los niños pobres no son un caso aislado. Están en los efectos perversos de un patrón mucho más amplio.
Por eso, Bernstein ya había cuestionado a toda la educación compensatoria como forma para salir de la cultura de la pobreza afirmando que «la idea de cultura de la pobreza se ha convertido en la ideología orgánica de los programas compensatorios». Si no entendemos que la desigualdad siempre se produce a través de mecanismos que producen poder para quienes lo hacen, podemos entrar en miradas de currículos neutros, compensatorios, como un puro problema técnico. Es desde allí donde una opción por el cambio educativo a favor de los pobres no está exenta de conflictos, ya que el poder irá a presionar para no perder su fuerza. Y allí operan los poderes globales, pero también los poderes específicos de la escolaridad.
Construir una real legitimidad en la competencia educativa para los más pobres requiere como presupuesto Básico depender de la posibilidad de nivelar las condiciones con las cuales las personas entran en ese juego. Estudios en los países del Norte han mostrado cómo esa nivelación presupone la posibilidad de un gasto igual. En la investigación de Taylor y PiCHE (7), los gastos por alumno en
(7) Ta\XOR, W., y D. Piche: A Repon on Shortchanging Children. The Impact o f Fiscal Inequity on the Education o f Students at Risk. Washington, Committee on Education and Labor, U.S. House o f Representatives, 1991.
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Estados Unidos en los colegios de ricos eran de 11.752 millones de dólares. En cambio, en los más pobres eran de 1.324 millones de dólares, mostrando cómo esa diferencia era central para la calidad de las escuelas.
Por ello, pensar integralmente esa legitimidad de la competencia educativa significa que no podemos dejar por fuera problemas de crianza, de alimentación adecuada, de seguridad física, de atención de adultos, de libros en casa, de experiencias de socialización en la familia, es decir, vamos a una agenda más amplia. Una agenda que al entrar al mundo de la escuela y de la educación se coloca como horizonte las transformaciones generales de la sociedad para producir, no la inclusión simple de los excluidos, sino la vinculación de su mundo al grueso de la sociedad menor que, fruto de poseer el poder, los desconoce como mayoría.
Por eso hoy, en la agenda de los educadores populares en tiempos de globalización, es necesario colocar los siguientes temas:
E Preguntarnos cuáles son las desventajas que tienen los pobres en los sistemas educativos modernos.No en vano los procesos de deserción, repitencia, dificultad de logros, acceso a niveles superiores, son más marcados para estos grupos. Y esto va a requerir de nosotros pasar de la acción educativa a procesos de investigación que nos permitan ir encontrando claves para construir la especificidad de los procesos que enfrenten estas desventajas.
2. La pregunta por la manera cómo la escuela estimula y construye la desigualdad. Es decir, vamos a tener que apersonarnos de la manera cómo la dinámica institucional avala niveles de poder presentes en su mundo que no contribuyen al uso y la redistribución democrática de éste. Igualmente, se requiere una mirada sobre los métodos de enseñanza y la manera como sufren una recontextualización de los procesos culturales en los que acontece.
3. Preguntarnos por la manera de ejecutar las reformas educativas en nuestros contextos no es una mera cuestión técnica. Allí los pobres no tienen ninguna capacidad de responder las visiones de las élites (políticas, intelectuales y económicas) elaboradoras de políticas públicas. Los pobres terminan
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siendo simples objetos de esas políticas, muy lejanos de ser coautores y cogestores de esas transformaciones.
4. Preguntarnos por los patrones y modelos con los cuales se estructuran las políticas públicas. Esto es poder entender el modelo como se está construyendo y se está configurando hoy por las dinámicas internacionales (Banco Mundial) las políticas educativas del Continente.
5. Preguntarnos por el papel de la movilización social y de los movimientos sociales en la construcción de las políticas públicas. Significa la capacidad de reconstruir lo público y el tejido social desde la exigencia de una escuela pública de calidad como precondición de democracia real.
6. Tenemos que preguntarnos por el poder institucional y la manera cómo éste moldea la interacción docente-alumno/a construyendo unas relaciones sociales escolares en las cuales los procesos del imaginario patriarcal configuran la vida de las escuelas. Esto significa discutir más allá de los géneros la patriarcalidad de nuestros centros escolares.
7. Significa preguntarnos también por la manera cómo las diferencias regionales no están totalmente superadas en la glo- balización, generando procesos de identidad en donde lo local muchas veces no se disuelve, sino que se fortalece. Es una escuela abierta a lo universal, pero comprometida ética y socialmente con su mundo local.
8. Es preguntarnos por proyectos de futuro transformador, entendiendo que la nueva formación, al ser flexible, nos exige hacerla más global, y en ese dimensionamiento, mantener una perspectiva diferente de necesidad de transformar las nuevas desigualdades gestadas en el capitalismo globalizado.
9. Preguntarnos por cómo cultivar la nueva crítica a las nuevas realidades para reaprender el camino de la indignación y reconstruir las nuevas fuerzas transformadoras de la sociedad.
Por eso, una de las tareas centrales va a ser la reconstrucción de las relaciones sociales escolares en el cotidiano de nuestras escuelas, de cara al mundo real que atendemos, mostrando que nuestro proyecto
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es más fuerte que una simple reorganización y modernización de ia escuela capitalista de final de siglo.
IV. TRANSFORMACIONES TAMBIÉN EN EL CURRÍCULO
Pensar en currículo significa colocarnos en una institución como la escuela que representa en nuestras comunidades de los barrios populares una autoridad cultural y que adquiere en su poder institucional la legitimidad del saber social. En ese sentido, el currículo tradicional va a ser un componente clave del problema de cómo resolvemos el poder en nuestras escuelas, ya que está vivo en las rutinas y en los ritos cotidianos de nuestros centros, y conforman ese proceso por el cual pasa la enseñanza-aprendizaje en nuestros centros.
Cuando hago esta reflexión, no puedo dejar de lado cómo ha sido construido el currículo dominante en nuestras escuelas, desde que la educación de masas se ha organizado en el último siglo a través de la universalización de la escuela básica. Allí está presente una concepción del ser humano, de prácticas culturales y educacionales de hombres europeos y norteamericanos de clase media. Esta forma de ser humano, que durante muchos años acompañó la idea de currículo centralizado, va a significar una deconstrucción larga y por momentos dolorosa para poder construir la simbiosis universalidad-particularidad local, haciendo de nuestra búsqueda un camino mucho más largo que el planteado por la simple adecuación del plan de estudios.
Por eso aprender bien en las escuelas de los pobres va a requerir un cambio para ver la manera como el contenido es determinado por las especificidades de nuestros medios y con una pedagogía que dé cuenta de las particularidades de nuestros alumnos. Esto significa un cambio hacia currículos que se mueven más en el horizonte de la negociación cultural dentro de una práctica escolar más participativa y por tanto con currículos más flexibles y experimentales.
Por eso el proceso no puede ser distribuir el mismo currículo hegemónico en cuanto a quién requiere cuánto, sin hacerse la pregunta por un qué fundamental, y es pensar un currículo del punto de vista de los más pobres que desde esa especificidad sirve para la organización y producción del conocimiento universal en general. Es decir, es la entrada a lo universal desde las lógicas múltiples y
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multiculturales en las cuales se mueven los jóvenes que atendemos en nuestras escuelas.
La idea de R. W. CONNELL (8) de justicia curricular nos ayudaría mucho. Para él esta justicia significa la tendencia de una estrategia educacional para producir más igualdad en el conjunto global de las relaciones sociales, a las cuales el sistema educacional está vinculado a través de las relaciones sociales escolares específicas. El señala dos estrategias para garantizar esto:
• Un criterio de poder epistemológico. Es decir, que a las escuelas deben ir las formas socialmente poderosas del conocimiento, que debaten en el ámbito de las distintas disciplinas (pluralismo) .
• Seguir el criterio de justicia social. Esto es, un currículo que se trabaja en torno a los intereses de los grupos con una mayor desventaja en la sociedad.
Esto va a llevar a que el currículo quede enlazado con la sociedad y no con el simple ejercicio disciplinario. Y como afirman los educadores del Movimiento de los Sin Tierra en el Brasil: «Se enlaza con el movimiento social e incorpora el proyecto de futuro» (9).
Para avanzar en el pensar el currículo desde la educación popular significa levantar una serie de preguntas que nos lleven por otros caminos:
1. Preguntarnos por cómo vamos a desmitificar el currículo único hegemónico haciendo ejercicios en los cuales los docentes y los planificadores entiendan que él constituye apenas uno dentro de las múltiples maneras en las cuales el conocimiento puede ser organizado para su ejercicio en las relaciones sociales escolares (ya los neoconservadores han reaccionado diciendo que se está abandonando el verdadero
(8) CoNNELL, R. W.: «Justicia, Conhecimiento e Currículo na Educa9 ao Contem poránea», en Silva, L. H.; ]. C. A zevedor (org).: Reestructurando Curricular. Teoría de Práctica no Cotidiano da Scola, Petrópolis, Vozes, 1995, págs. 11 a 35.
(9) Sálete Caldart, Roseli: «Forma9 áo de Educadores e Educadoras No MST: um Currículo em Movimiento», en revista Contexto & Educagao, núm. 47, julio-septiembre de 1997, Ijui, Rio Grande do Sul, págs. 35 a 61.
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conocimiento y por tanto la verdadera calidad de la educación).
2. Preguntarnos por la manera como podemos producir una organización diferente de todo el campo del conocimiento como un todo y no quedarnos en un simple cambio de contenidos.
3. Preguntarnos por la manera como vamos a producir una actualización en los campos del saber que nos permita abrirnos a múltiples entendimientos como los que hoy se dan en los campos de la matemática, la física, la biología.
4. Preguntarnos por el lugar de una educación multicultural que formando en la identidad, respete la diversidad y pueda construir para estos tiempos identidades híbridas sólidas.
5. Preguntarnos por cómo formar en el desarrollo de capacidades y competencias para prácticas sociales específicas, incluido el sustento, sin caer en miradas de capacitación laboral o de formación de mano de obra barata.
6. Preguntarnos por los empoderamientos que propiciamos en los procesos de aprendizaje que generamos para constituir a los sujetos de nuestra acción educativa en actores sociales.
7. Preguntarnos por la manera como estamos resituando la educación en los contextos en los cuales operamos, colocándola en un ámbito estratégico de transformación social.
8. Preguntarnos por la comunidad educativa como construcción y empoderamiento de actores.
9. Preguntarnos por la reconstrucción de la pedagogía crítica para estos tiempos, fundada en la tradición de las diversas escuelas pedagógicas.
Pensar desde la educación popular la escuela de los sectores populares significa salir de la idea de servicio educativo que se le distribuye a los pobres, porque, entendida así, ella misma se constituye en una forma de discriminación. Por ello es necesario volver a ganar un planteamiento estratégico sobre la escuela desde la educación popular, que la coloque en el horizonte de las transformaciones éticas requeridas para construir justicia.
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Por ello, repensar el currículo desde la educación popular significa hacerse una serie de preguntas que intentan revertir la hegemonía de los grupos dominantes en el campo de la educación, y esto puede ser posible a través de un currículo democrático.
V. TRANSFORMACIONES EN EL TRABAJO DOCENTE
Al proyecto capitalista construido desde el escenario de la globa- lización se le hace indispensable una metamorfosis de la escuela que la adecúe a las nuevas exigencias del patrón societal fundado en las nuevas maneras de ser del conocimiento y la tecnología. Allí, en esa urgencia, surge la idea de la profesionalización del docente, quien a lo largo del siglo había sido segundo padre o madre, apóstol, asalaria- do/a, y se le ofrece, al terminar el siglo, un estatus de profesional en las relaciones sociales escolares. Es decir, al capitalismo del final de siglo se le hizo indispensable el docente como profesional.
Y en esa profesionalización, el/la docente queda ligado/a a la capacidad de producir currículo. Para ello va a requerir procesos de flexibilidad, creatividad e investigación, lo que significa una deconstrucción de la manera como la profesión de maestro/a había implementa- do una forma de control administrativo heterónoma y un proceso curricular pre-establecido (diseño instruccional). Esto va a significar la capacidad de pensar la profesión de otra manera, recuperando una autonomía que nace en el control de la gestión, tanto en su planea- ción, ejecución, como en su praxis reflexiva posterior.
Una de las particularidades es que el trabajo escolar es una actividad cultural que se constituye en su especificidad a través de las actividades que desarrolla el/la maestro/a, y es allí, en ese mundo concreto de las relaciones sociales escolares, en donde se dan las grandes contradicciones y también las grandes transformaciones. Por eso, pensar el problema de la justicia social en forma global o bajo su especificidad de currículo significa pensar la profesión docente.
Y para nosotros, que nos movemos en el campo de la educación popular, preocupados por las exclusiones y desigualdades, significa aceptar que éstas ocurren a través de lo que los/las docentes hacen, no por culpa o planeación premeditada de ellas, sino por la introyección
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de los procesos sociales y del poder del cual hemos venido hablando en este texto, en sus prácticas específicas de las relaciones sociales escolares. Por ello, la democratización de la vida de la escuela va a pasar por la posibilidad de deconstruir la acción que cada uno de los actores realiza a través de su participación en el mundo escolar.
Por eso van a aparecer unas preguntas que intentan reorientar nuestra intervención con los docentes para reconstruir la profesión de cara a las necesarias transformaciones:
1. Una pregunta por una política de formación de docentes, que abandonando el modelo, basado en el conocimiento de especialista externo que diseña la actividad del/la maestro/a, le devuelva la planeación, ejecución y evaluación a los/las profesores para empoderarlos desde sus prácticas.
2. Una pregunta por cómo desarrollar un pensamiento estratégico en los/las docentes que sacado de la especificidad de la disciplina entienda ésta dentro de una comprensión global de la sociedad.
3. Una pregunta sobre cómo construir comunidad docente de pensamiento y acción, que construyan redes en las cuales la acción sea mutuamente alimentada desde un control de los ejecutantes.
4. Una pregunta por un perfeccionamiento específico para nuestros/as docentes de Fe y Alegría que sepan trabajar la especificidad de las escuelas en los sectores excluidos y desiguales, en un horizonte de escuela pública de calidad.
5. Una pregunta por los/las profesores y sus gremios, para que sean partícipes directos/as en la discusión de las políticas públicas globales, pero para nuestro caso, centrados en las discusiones escuela y pobreza.
6. Una pregunta por la justicia en términos de salarios con nuestros docentes, ya que al vincularnos a acciones neoliberales de cobertura escolar, sacrificamos el nivel cultural requerido por un/a maestro/a de calidad en estos tiempos.
7. Una pregunta por cómo construir sistemas de formación permanente ligados a los desarrollos universales del conoci
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miento y a las particularidades de la desigualdad y exclusión.
El problema está planteado. Es posible una agenda, más allá de la confusión de cierto unanimismo técnico sobre la escuela y el conocimiento que ha propiciado la globalización y el neoliberalismo e este fin de siglo. Pero esta tarea requiere de una opción ética de transformación que esté dispuesta a alimentar en el cotidiano de la escuela una nueva acción y una nueva teoría crítica, que abriéndonos al mundo de lo universal nos mantenga en las particularidades de nuestro mundo local. Por eso, si la cita con la que doy inicio a este texto nos remite a esa universalización, permítanme cerrar con el Popol Vuh, que pertenece a las entrañas de nuestra especificidad latinoamericana, quien bellamente y en una forma más poética sintetiza en un verso lo que yo he tratado de elaborar en largas y aburridoras páginas:
«Arrancaron nuestros frutoscortaron nuestras ramas;quemaron nuestros troncos;pero no pudieron matar nuestras raíces.»
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Algunos elementos para repensar el desarrollo
(Una lectura para pequeños países)Alberto Acosta (*
«Creo que las limitaciones reales de la economía tradicional del desarrollo no provinieron de los medios escogidos para alcanzar el crecimiento económico, sino de un reconocimiento insuficiente de que ese proceso no es más que un medio para lograr otros fines. Esto no equivale a decir que el crecimiento carece de importancia. A l contrario, la puede tener, y muy grande, pero si la tiene se debe a que en el proceso de crecimiento se obtienen otros beneficios asociados a él. (...).
No sólo ocurre que el crecimiento económico es más un medio que un fin; también sucede que para ciertos fines importantes no es un medio m uy eficiente.»
A m artya Sen Premio Nobel de Economía, 1998
El punto de partida de cualquier propuesta alternativa pasa por reconocer que la actual situación socioeconómica y aun política no es deseable para la mayoría de habitantes de los países subdesarrollados y que las transformaciones necesarias no pueden llevarse a cabo de la noche a la mañana. Hay necesidad, es cierto, de respuestas de corto plazo a partir de la compleja realidad actual, pero que tengan siempre en su mira los cambios estructurales necesarios sin perder de vista el horizonte de largo aliento. A modo de ejemplo, la reducción de la inflación no puede darse postergando las tareas de largo aliento.
(*) Economista ecuatoriano. Consultor del Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales (ILDIS-Ecuador) y profesor-investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-Ecuador).
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La transformación del aparato productivo, tanto como la superación de las estructuras concentradoras del poder económico y político, así como de las actuales institucionalidades gubernamentales cen- tralizadoras y excluyentes, que se condicionan mutuamente, están en la base de una alternativa de desarrollo. Alternativa dirigida a establecer los fundamentos sólidos de crecimiento económico, solidaridad social y ecológica, así como de democracia genuina. Y que tendrá que buscar salidas a las actuales formas de dependencia económica caracterizada por una tendencia hacia la reprimarización de las economías subdesarrolladas, cuyos nocivos efectos sobre el ambiente, así como la consolidación de estructuras rentísticas, que esta dependencia provoca, constituyen un freno para el desarrollo.
Indudablemente, el éxito de la reorientación de la economía y la política en cualquier país dependerá de la correlación de las fuerzas internas, de la dinámica económica internacional y, sobre todo, de quienes tengan la responsabilidad de conducir el Estado en ese período. Pero el esfuerzo de reorientación sólo tendrá éxito si los grupos y fracciones perjudicadas por el aperturismo a ultranza (los perdedores de la «globalización») logran organizarse en torno a un proyecto común, no excluyente y que sea concertados
El presente ensayo está inspirado sobre todo en la realidad de un país subdesarrollado relativamente pequeño, como es Ecuador. Aquí, sin embargo, se aborda el tema de una manera más amplia, procurando ofrecer una reflexión válida para países pequeños en general, con menores posibilidades de lograr su desarrollo a partir de estrategias más autotónomas o autocentradas, como podría darse en economías más grandes y como de hecho sucedió en el caso de muchas de las principales economías del mundo.
1. LINEAMIENTOS BÁSICOS DE UNA ESTRATEGIA ALTERNATIVA DE DESARROLLO
Objetivo final de esta estrategia alternativa de desarrollo es la construcción de una sociedad sin excluidos y sin exclusiones, lo que supone la incorporación de toda la población como ente activo de la vida nacional, a partir de un proceso participativo para su conversión en ciudadanos y su acceso a un nivel de vida acorde con sus necesida
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des y satisfactores. Esta incorporación consciente de las masas a procesos en los que sean actores potenciará las fuerzas productivas, generará efectos de encadenamiento internos e incentivará la creatividad y el uso racional de los recursos disponibles y también de los que permanezcan ociosos. Al tiempo que reducirá la dependencia de las exportaciones primarias.
El punto crucial de una alternativa será replantearse el objetivo mismo del desarrollo. No se puede seguir buscando simplemente el aumento cuantitativo de algunas variables macroeconómicas sobre bases de un frágil y hasta imposible equilibrio. Se precisa definir con claridad su objetivo final: el bienestar de la sociedad, a partir de una serie de principios rectores claramente comprendidos: eficiencia económica y social; competitividad sistémica; equidad social, de género e intergeneracional; solidaridad y sustentabilidad ambiental.
Para ponerlo en términos de Amartya S e n , Premio Nobel de Economía de 1998, no cuentan las cosas que las personas puedan producir durante sus vidas, sino lo que las cosas hacen por la vida de las personas: «El desarrollo debe preocuparse de lo que la gente puede o no hacer, es decir, si pueden vivir más, escapar de la morbilidad evitable, estar bien alimentados, ser capaces de leer, escribir, comunicarse, participar en tareas literarias y científicas, etc. En palabras de M a r x , se trata de “sustituir el dominio de las circunstancias y el azar sobre los individuos por el dominio de los individuos sobre el azar y las circunstancias”.» Una convivencia sin miseria, sin discriminación, con un mínimo de cosas y sin tener a éstas como la meta final.
El acento no está tanto en lo que la gente puede «tener», sino en lo que la gente puede «hacer y ser». Hay que revalorizar las cosas, para priorizar la manera de actuar: los «funcionamientos» (functio- nings) de la sociedad y de las personas, según S e n . Cuya preocupación central debe centrarse en lo que las personas y las comunidades pueden hacer en un ambiente de creciente libertad, que permita rescatar conscientemente las «capacidades» (capabilitys) y «derechos» (entitlements) (1) por parte de los individuos y de la sociedad, no la imposición dogmática de algún modelo predeterminado.
(1) Este término también ha sido traducido como «titularidades»
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El desarrollo, visto desde esta perspectiva —planteada por S e n — (2), implica la expansión de las potencialidades individuales y colectivas, las que hay que descubrir y fomentar. No hay que desarrollar a la persona, la persona tiene que desarrollarse. Y para lograrlo, como condición fundamental, cualquier persona ha de tener las mismas posibilidades de elección, aunque no tenga los mismos medios. El Estado corregirá las deficiencias del mercado y actuará como promotor del desarrollo, en los campos que sea necesario. Y si el desarrollo exige la equidad, ésta sólo será posible con democracia —no un simple ritual electoral— y con libertad de expresión, verdaderas garantías para la eficiencia económica y logro del bienestar.
En suma, la alternativa exige rescatar la dimensión ética para que la economía vuelva a ser ciencia. No interesa sólo la evolución de la economía medida en variables cuantitativas, como el PIB, sino cómo la política económica afecta a la vida de la gente: «Por ello —para S e n — , un fenómeno económico como el desempleo tiene una vertiente ética porque es socialmente injusto.»
Planteadas así las cosas, para diseñar una propuesta de desarrollo alternativo, habría que buscar una aproximación realista al contexto histórico del momento presente, despojándolo de sus mitos y falsedades, para desde allí proyectar una estrategia de desarrollo realizable y deseable para el conjunto de la sociedad, que asuma lo que es posible hacer en las actuales condiciones —lo alternativo—, sin perder de vista una necesaria utopía orientadora, aquella ansiada vocación utópica de futuro.
a) Configuración de un mercado doméstico de masas
La transformación del aparato productivo debe estar dirigida a estimular el ahorro interno (ante las crecientes limitaciones del mercado externo para financiar actividades productivas) (3), la inversión
(2) En esta misma línea de reflexión podemos incorporar las ideas del desarrollo a escala humana de M ax-Neef, Elizalde y Hopenhayn, así como las propuestas de desarrollo autocentrado de Jürgen SCHULDT.
(3) Además, el capital externo en ningún caso fue el factor determinante del desarrollo. Este se ha conseguido fundamentalmente con el esfuerzo propio en términos de ahorro interno, de una conveniente utilización de los recursos y capacidades disponibles, así como de una institucionalidad acorde con los objetivos planteados.
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equilibrada y el desarrollo de las fuerzas productivas. Un papel fundamental recae en el mercado interno doméstico, a partir del cual urge procesar una nueva inserción internacional, a fin de modificar la canasta de exportaciones, diversificándola y añadiéndole valor agregado.
Para el desarrollo del mercado interno, las políticas deben tender a hacer coincidir las demandas con las ofertas de bienes finales, intermedios y de capital a su servicio. Y esta oferta, a su vez, debe constituirse sobre la base de la dotación interna de recursos y de tecnologías adecuadas en términos sociales y ecológicos (4).
b) Transferencia de excedentes a los sectores tradicionales
Para superar la baja productividad de los segmentos productores de bienes de masa provenientes de los estratos «tradicionales» (5) —en los que se concentra la mayoría de la población económicamente activa— se requieren inversiones masivas. Pero su financiamiento no puede provenir de ellos mismos, porque prácticamente no generan excedentes (ni se apropian de rentas diferenciales, ni producen ganancias suficientes). Ello obliga a transferir excedentes —al menos por una década— de otros sectores productivos, básicamente de los que explotan recursos naturales (fundamentalmente para el mercado externo) y también de aquellos segmentos modernos urbanos que producen bienes de lujo.
Mientras los segmentos tradicionales no generen ganancias sustanciales, los productores de bienes primarios (primordialmente los exportadores) deben cumplir una función central: otorgar recursos —especialmente divisas— para asegurar la reproducción del sistema, pero también transferir parte de sus excedentes hacia los segmentos
(4) Sigue siendo válido el principio según el cual la división del trabajo viene determinada por el tamaño del mercado interno, que en muchos casos es estrecho no tanto por el número de sus habitantes, cuanto por aquella concentración (excesiva) de la riqueza en pocas manos que conlleva una gran marginación estructural de las mayorías. El olvido de esta realidad probablemente sea el origen de nuestro subdesarrollo. Por tanto, una propuesta como la aquí esbozada tendrá mayor viabilidad en relación directa con el nivel de equidad de una economía.
(5) Segmento urbano tradicional y segmento rural tradicional, compuestos especialmente por pequeñas y medianas empresas del campo y la ciudad, campesinos, artesanos, comerciantes informales, cooperativas, empresas de autogestión, etc.
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tradicionales, de elevada productividad del capital, menos intensivos en importaciones, más intensivos en empleo, encargados de satisfacer la demanda de alimentos y servicios del mercado interno y las más de las veces menos depredadores del ambiente: estos son puntos determinantes para una concepción alternativa. Esa transferencia debe darse en un nuevo marco de organización sociopolítica y cultural de los grupos populares, a efectos de asegurar su constitución en sujetos sociales. Esto permitirá, a su vez, el desarrollo de sus propias fuerzas productivas y su constitución en dinamizadores del proceso sociopo- lítico.
El eje del sistema de acumulación, en términos de gestión estatal, de política económica, así como de reformas jurídico-administrativas y estructural-institucionales, deberá estar concentrado en dos segmentos, que habrán de promoverse en la «fase de transición»: los que producen bienes primarios para la exportación (segmento petrolero, por ejemplo, y segmento rural moderno), con elevadas rentas diferenciales, y los que producen bienes de masas (segmento urbano tradicional y segmento rural tradicional, y, en menor medida, determinadas ramas del segmento urbano moderno).
Un manejo diferente y diferenciador en lo económico exige también cambios en lo social, que no se agotan en el campo de la simple racionalidad económica de las políticas sociales. Su reformulación y orientación deben basarse en principios de eficiencia y solidaridad, fortaleciendo las identidades culturales de las poblaciones locales y regionales, promoviendo la interacción e integración entre movimientos populares y la incorporación económica y social de las masas diferenciadas, las que a su vez pasarían de su papel pasivo en el uso de bienes y servicios colectivos a propulsoras autónomas de los servicios de salud, educación, transporte, etc., impulsados desde la escala local-regional. En lo político, este proceso contribuiría a la conformación y fortalecimiento de instituciones representativas de las mayorías desde los espacios locales y municipales, ampliándose en círculos concéntricos hasta cubrir el nivel nacional, para hacer frente a la dominación del capital financiero y de las burocracias estatales reacias a los cambios.
En la medida que se reduzca la dependencia externa de políticas económicas «recomendadas» por el FMI o el Banco Mundial y orientadas a conseguir en forma acelerada e ingenua una apertura radical
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de estas economías, se profundizará la descentralización de las decisiones políticas.
c) Integración del sector exportador al resto de la economía
En añadidura, a medida que se expande el mercado interno los sectores exportadores (en especial de recursos naturales) tendrán un interés cada vez mayor por vender en el propio país sea bienes finales, sea insumos para la industria orientada a satisfacer la demanda de las masas. Incluso tendrán incentivos para procesar sus productos para ese mercado en expansión, provocada por la creciente capacidad de compra de las masas. Ello hará que, a la larga —y esta es otra meta central de la estrategia alternativa—, el sector exportador se integre completamente a la economía nacional, lo que, a su vez, le permitirá desarrollar líneas de producción de mayor competitividad internacional, una vez explotado el mercado interno o paralelamente. Integración que necesariamente tendrá que redundar en una nueva forma de convivencia con la Naturaleza, como eje potencial de un verdadero desarrollo sustentable.
A medida que se potencia el mercado interno, al aumentar la calidad y cantidad de los productos, éstos pueden ir introduciéndose paulatinamente en el mercado mundial. Esto exige desarrollar las capacidades competitivas internamente para poderlo hacer mejor a nivel internacional.
Al perder su carácter de enclave (6), el sector exportador permitirá generar —a través de los efectos de encadenamiento productivo hacia atrás y hacia adelante, así como encadenamientos de demanda y fiscales— mayores ingresos y empleo en los demás sectores y segmentos de la economía, rompiendo el círculo vicioso que los agobia.
(6) La explotación petrolera constituye un ejemplo preciso de lo que los enclaves representan. Además, la lógica de su funcionamiento está determinada por presiones externas que no se ajustan a las realidades locales, sea porque la demanda de crudo se deriva de las necesidades del mercado mundial antes que por los requerimientos locales, sea por las presiones para incrementar las exportaciones destinadas a sostener la transferencia de recursos por concepto del servicio de la deuda externa o de otras transferencias atadas a los intereses de los capitales internacionales. La elevada renta petrolera, por lo demás, facilita un ambiente rentístico en el cual no urgen cambios profundos en el campo fiscal.
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En cambio, en las estrategias pasadas y actualmente en boga, dirigidas a fomentar casi exclusivamente las exportaciones, se tiende a ahogar, en gran medida, las capacidades (normalmente poco aprovechadas) del mercado interno a través de la contención o disminución de los salarios reales, a fin de mantener o expandir una competitividad internacional espuria para las exportaciones; aquí cabría mencionar la otra vía también equivocada para mejorar la competitividad: el deterioro del medioambiente, provocado por un esquema depredador que da más importancia a los rendimientos cortoplacistas sobre cualquier otra consideración de largo aliento; ejemplos de esta aseveración abundan en los campos petrolero, minero, pesquero, bananero, cacaotero, cafetalero, camaronero...
En todos los casos exitosos de desarrollo de economías a partir de la exportación de bienes primarios (7) resultó crucial la capacidad de generación de tecnologías e innovaciones adaptadas a las condiciones locales. Con el tiempo, al expandirse el sector exportador y sus conexos, a la par que aumentaban los salarios también se fue desarrollando una demanda interna pujante de bienes de consumo masivos y sencillos. Con ello la rentabilidad de las inversiones se incrementó, atrayéndolas hacia la producción de alimentos elaborados, gaseosas, vestimenta, bienes de consumo duradero, etc., sustituyendo las importaciones y estimulando encadenamientos en el consumo. Poco a poco, con el fin de nutrir a las industrias productoras de bienes de consumo, surgieron segmentos de producción de equipo, maquinaria e insumos para cubrir las demandas de aquélla y las necesidades de infraestructura productiva (encadenamientos de la inversión).
Luego de varias décadas de mantener esta estrategia, dichas economías alcanzaron un nivel de «madurez», entendido como una diversificación e interacción Ínter e intrasectorial crecientes. La economía dual, de enclave, fue adquiriendo coherencia interna, con lo que se convirtió en una economía integrada nacionalmente, cuyo desarrollo dinámico provino de un ímpetu interno, endógeno al desarrollo de sus propias fuerzas productivas y por la expansión del mercado interno de masas, lo que contrasta con las economías de plantación o
(7) Dinamarca, Suecia, Finlandia, Canadá o Australia.
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de monocultivo, así como también con las economías sustentadas en la creciente explotación de recursos naturales, por ejemplo, las petroleras.
Definitivamente, no se concibe la expansión del empleo interno (y las consecuentes alzas salariales) como una fase posterior, a ser conseguida luego de alentar las exportaciones en el largo plazo (sobre todo las no tradicionales). Tampoco se puede esperar que la lógica del mercado mundial genere estos encadenamientos virtuosos de manera espontánea. Experiencias históricas muestran que en base a una explotación extensiva e intensiva del mercado interno, se puede acceder al mercado internacional eficaz y competitivamente en materia de bienes procesados.
d) Mecanismos para la transferencia de excedentes
Un aspecto difícil es la transferencia de recursos a los segmentos tradicionales. Ello exige una infraestructura estatal eficiente y altamente descentralizada. Aquí quizá debería asumir la propia «sociedad civil» al menos parte de esa tarea, en especial desde los gobiernos regionales. El mayor esfuerzo recaerá en municipios, organizaciones barriales, comunidades campesinas y urbanas, algunos gremios, organizaciones de consumidores, de artesanos, de medianos y pequeños empresarios, etc. Eos mecanismos para realizar tal transferencia pueden ser varios: impuestos, subsidios, exoneraciones, crédito dirigido, ahorro forzoso, controles de precios, asignación de inversiones, etc. Cabe añadir las políticas de precios, crediticia y cambiaria como mecanismos para hacerlo sin intervención del Estado en los detalles.
En esa dinámica «dual» de acumulación que se propone la economía dependerá del más estable mercado interno (y en la medida de lo posible también de la integración de mercados subregionales ampliados) y no exclusivamente del errático mercado internacional. Ello generaría mejores condiciones para la inversión, tanto por la estabilidad del mercado local, como por su creciente tamaño, el menor riesgo que entraña y los pocos recursos que se necesitarían en cada caso. Ea estructura del mercado se desconcentraría respecto de la dinámica actual, en la que unos pocos oligopolios concentran la acumulación del
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capital en el país y, con ello, la distribución del ingreso nacional y los patrones «nacionales» de consumo. En ese esquema la inversión no sólo permitirá aumentar la productividad «en general» sino la de aquellas ramas para las que se gestarían incentivos, en especial dentro de los sectores tradicionales.
Una mayor (no exclusiva) concentración de la estrategia en un mercado interno masivo y descentralizado, sin menospreciar la exportación de recursos naturales o de sus derivados, asegurará una mejor distribución de la población en el territorio nacional, reforzará los lazos de interacción entre las diversas comunidades geográficas, dina- mizará las ferias locales y regionales, potenciará las iniciativas locales, etc. Ello permitiría que las regiones más pobres retengan los excedentes (financieros y humanos) en mayor cuantía, en vez de que éstos se extraigan de aquéllas, como sucede ahora. La expansión del mercado interno y el desarrollo local-regional irían de la mano.
Este esquema fomentar también, en forma natural, la interrelación creciente entre el segmento urbano tradicional —que podría producir bienes de capital a pequeña escala y bienes manufacturados sencillos— y los sectores rurales, tanto moderno como andino y tradicional, que ofrecen alimentos básicos e insumos para la industria. Esta interrelación se asegurará por el lado de la demanda, porque los patrones de consumo de los que trabajan en esos segmentos son similares, y por el de la oferta, porque el tipo de producto y las tecnologías que usan concuerda mejor con los bajos ingresos de sus respectivas poblaciones.
Pero, además, la acción del Estado —modernizado, no simplemente «privatizado»— debería estar encaminada a reforzar ese encadenamiento aún más (sectorial y regionalmente), toda vez que sería el esquema central y guía para la gestación del mercado nacional de masas. Ello haría posible reducir, poco a poco, la dependencia de estos segmentos de los insumos y bienes finales del segmento urbano moderno, con lo que presumiblemente se generaría una dinámica propia y relativamente autodependiente entre los segmentos dirigidos al mercado interno (segmento rural tradicional y segmento urbano tradicional, así como de parte del segmento rural moderno), lo que a la larga también incorporaría a los sectores exportadores a esa dinámica endógena de la economía nacional.
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f) Integración nacional y competitividad internacional
Un esquema de ese tipo llevaría en forma relativamente rápida a un adecuado empleo de la fuerza de trabajo, con lo que las remuneraciones irían en ascenso, al ritmo que aumenta la productividad. Es en ese momento cuando se pondrá a prueba la creatividad de los pequeños y medianos empresarios y campesinos, que se verán obligados a incorporar innovaciones ahorradoras de trabajo (8). Pero en este caso, la innovación —en especial cuando se trata de pequeñas empresas— se haría de conformidad con las disponibilidades de recursos de cada país.
En los primeros años el crecimiento del PIB no sería muy importante (medido a nivel nacional). No se registrarían espectaculares tasas de expansión del segmento urbano moderno. Pero el impacto de las tasas elevadas de crecimiento del segmento rural tradicional y del segmento urbano tradicional tendría un efecto contundente a escala de los propios segmentos tradicionales, que es lo que finalmente interesa.
El segmento urbano moderno sobreviviría en la medida en que tenga la capacidad de ajustar sus procesos de producción —hoy muy intensivos en importaciones— a las nuevas demandas de la población (paulatinamente habrá que impulsar un nuevo estilo de vida acorde con el equilibrio ecológico) y a los modificados precios relativos, lo que probablemente obligaría a las empresas más grandes y modernas a reducir el margen de ganancia tan elevado que tienen actualmente y a buscar mejoras estructurales en el campo de su productividad.
Desde esta perspectiva «sistémica», la competitividad internacional sólo podrá alcanzarse a partir de la integración nacional (en lo económico, político y social), es decir, sobre la base de una «competitividad nacional», en primera instancia. Competitividad necesariamente sustentada en una fuerte e interrelacionada articulación de actores y procesos socioeconómicos, que se moldean unos a otros en el transcurso de su evolución, incluyendo los efectos recíprocos de y sobre las diversas estructuras sociales nacionales.
(8) Una respuesta duradera al tema del desempleo y subempleo, sin embargo, exige pensar, más temprano que tarde, en recortes del tiempo de trabajo y en cambios en los patrones de consumo; esto representa una profunda transformación en el propio estilo de vida. Una posibilidad lejana en países subdesarrollados, en la medida que persiguen todavía esquemas comparables a los existentes en las naciones más desarrolladas y que, por tanto, no despierta preocupación alguna en sus líderes.
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Esto requiere por lo menos de una generación para que se establezcan las Bases de una auténtica gestión autónoma para un mayor «control nacional de la acumulación» (Samir A min). Este camino, que debe ser adecuadamente planificado, es relativamente lento desde la perspectiva bancomundialista en términos de resultados cuantifica- bles, pero muy veloz y eficiente en una visión nacional de largo alcance, en función de expandir las capacidades productivas y organizativas de una sociedad.
En materia de reestructuración productiva, los objetivos y criterios para esbozar (y evaluar) las transformaciones deben, por tanto, estar orientados a:
1. Explotar el potencial subutilizado que ofrece el mercado interno y los recursos locales disponibles.
2. Contribuir a modificar los patrones de consumo de la población (actualmente sobreinfluenciados desde y hacia afuera).
3. Redistribuir ingresos y activos, reorientar y descentralizar el capital y reforzar la pequeña y mediana propiedad.
4. Estimular el ahorro interno (privado y público) y también el externo (pero sin confiar exclusivamente en éste), buscando disponer de financiamiento interno para los programas básicos de desarrollo más que para pagar la deuda externa, repatriar utilidades y pagar regalías.
5. Reorientar los flujos de inversión, utilizar plenamente los recursos productivos, convencionales o no, y establecer una concatenación dinámica entre sectores —especialmente entre el agro y la industria— y entre sectores productivos domésticos —en particular de los segmentos rural y urbano tradicionales— que, a su vez, refuerce los efectos multiplicadores y aceleradores de la inversión.
6. Plantear una política de reordenamiento espacial, que integre programas de vivienda y generación de empleo, transporte y suministro de energía, sistemas de comunicación y reasentamiento de empresas en diversas zonas del país, y no prioritariamente en los polos de desarrollo existentes.
7. Reestructurar y usar racionalmente las fuentes de energía, particularmente las renovables, incluidas las no tradicionales.
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8. Adoptar una adecuada mezcla tecnológica, que incremente la productividad de los factores productivos y que permita el uso óptimo de los recursos escasos, en armonía con la Naturaleza. Este punto es especialmente importante para armonizar los requerimientos de competitividad y de generación de empleo.
9. Contener el poder económico del Estado y, en especial, de los grupos económicos de poder, estimulando una mayor competencia interempresarial al interior de los sectores y los segmentos productivos y en sus relaciones con el poder establecido, con una activa e informada participación de la «sociedad civil».
10. Desestimular la migración (sobre todo de los jóvenes) del campo y los pequeños poblados a las grandes urbes, privilegiando el desarrollo de las ciudades intermedias y dando respuestas concretas a los problemas rurales, que no se agotan en temas agrarios.
11. Proponer con creciente fuerza un replanteamiento de la cuestión energética para comprender el suministro adecuado de recursos y materiales, y también enfrentar el tema de los residuos de una manera no contaminante, dentro de un análisis intergeneracional y que tampoco descuide la existencia de otras especies no humanas; todo en un ambiente de masiva internacionalización de las externalidades ambientales, como otro de los factores que complica aún más a la «globalización».
12. Replantear la situación del endeudamiento externo (e interno) que, en la actualidad, representa un peso insostenible para las finanzas públicas; esto implicaría la construcción de una estrategia agresiva y creativa, destinada a reducir drásticamente el servicio de la deuda, que, además, incluya propuestas para el manejo y contratación de créditos externos (9). Como complemento al tratamiento de la deuda (financiera) externa cabe incorporar el reclamo de la deuda ecológica.
(9) A pesar de las limitaciones formales en este campo, en realidad se puede pensar en innovadores mecanismos para enfrentar este reto: nuevos esquemas de renegociación, compra de papeles de deuda, posibles créditos-puente o hasta en una moratoria concertada de la deuda. Los límites están señalados por la creatividad de las propuestas, la claridad de las metas y, por supuesto, por la voluntad política para salir del atolladero de la «deuda eterna».
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g) Una concepción estratégica para participar en el mercado mundial
La búsqueda de un nuevo régimen social de acumulación es esencial para enfrentar la inflación, la recesión y los demás problemas que enfrenta la mayoría de sociedades subdesarrolladas. Lo cual conduce a diseñar una concepción estratégica de participación en el mercado mundial, como parte del proceso nacional-local de desarrollo. Una concepción que por igual tiene que tener presente consideraciones económicas, así como también sociales y culturales. Debe ser una programación que guíe y ofrezca una serie de criterios tanto para el corto plazo como para los medianos y largos plazos.
Por tanto, esta estrategia tendrá que ser suficientemente flexible para enfrentar las turbulencias del mercado mundial, las transformaciones que se deriven de la nueva revolución tecnológica, la complejidad creciente de fenómenos geopolíticos a nivel mundial y aun los complejos retos internos. En este empeño cabe aprovechar todas las capacidades disponibles, así como desarrollar ventajas comparativas dinámicas, en especial si se tiene presente la serie de limitaciones y dificultades que se derivan de una globalización, que no es global, y que presenta un creciente antagonismo de los intereses del Norte y del Sur, que se reproduce aún dentro de los países subdesarrollados. En un ambiente donde afloran, de una manera abierta o solapada, las intromisiones imperiales y transnacionales.
Se requiere una visión integradora que reconozca los probables escenarios nacionales e internacionales de conflicto y demandas reales de seguridad, tanto como posibles espacios para potenciar el desarrollo. Urge una concepción de desarrollo que considere el momento histórico, la realidad política, económica y cultural de cada país y del mundo. Es cada vez más apremiante una reformulación del proceso de integración en marcha, para ampliar el campo de acción de sus aparatos productivos a partir de profundas reformas internas que potencien sus mercados domésticos y que permitan un accionar más inteligente en el concierto internacional.
Con esta propuesta sólo se busca ilustrar una posibilidad para la discusión, más que proponer un conjunto específico y bien aquilatado de medidas. Lo importante es resaltar la viabilidad (la necesidad es más que obvia) de una alternativa específica a las actuales políticas económicas para estabilizar y reactivar una economía, procurando si-
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multáneamente participar activa y creativamente en los ricos y complejos procesos de cambio universal. Porque hoy en día desafortunadamente todos parecen estar convencidos de que existe una sola opción para participar en el mercado mundial: la neoliberal, como fin último de todos los esfuerzos para lograr el desarrollo.
Por otro lado hay que salirse de la trampa planteada por quienes creen que el problema para lograr el éxito de las políticas neoliberales es de «gobernaSilidad», entendida ésta como un esquema que facilite la consolidación del nuevo régimen social de acumulación en ciernes, sostenido en una mayor orientación hacia el mercado mundial —con una apertura y liberalización a ultranza— y en una menor injerencia de propuestas de inspiración nacional. Esta visión neoliberal exige una creciente concentración de la riqueza con miras a promover el ahorro que financie nuevas inversiones, que ofrezca nuevos beneficios y garantías al capital externo, que acepte una mayor flexibilización laboral y un menor peso de la organización sindical y social en general. Además, provoca el fortalecimiento del gran empresariado privado (nacional y transnacional) en detrimento de la pequeña y mediana empresa, así como de los espacios empresariales comunitarios. Todo lo cual desemboca en un acrecentamiento del poder en manos de pocas personas: el hiperpresidencialismo, viable sobre bases de creciente autoritarismo y debilitamiento democrático.
2. LA EQUIDAD COMO BASE Y MOTOR PARA EL DESARROLLO
Las reformas institucional-estructurales básicas deben estar dirigidas especialmente a mejorar la distribución del ingreso y los activos, para de esta forma potenciar aún más la constitución de mercados internos. Esta es una tarea que conduce a mercados más competitivos, eficientes y transparentes, en tanto incorpora a una creciente masa de consumidores y contribuye a una mejor distribución de las hasta ahora excesivas utilidades. El Estado, con una creciente participación de la propia «sociedad civil» (10), será el encargado de procurar la distri-
(10) Con la refoma del Estado se crean las condiciones para la reforma de la sociedad. Sin embargo, no es el Estado el que define el papel de la sociedad y de sus organizaciones, son éstas las que deben definir el papel del Estado. Las soluciones no vendrán desde arriba y tampoco desde afuera.
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budón más amplia posible del patrimonio y de consolidar cuantitativa y cualitativamente los servicios sociales de educación, salud, seguridad social y vivienda, incorporando criterios de equidad económica, social, cultural y por supuesto geográfica.
Aquí se mencionan algunas reformas y medidas consideradas como las más importantes, presentadas en un orden que no necesariamente las prioriza:
1. Amplio combate a la corrupción. Si realmente se desea impulsar un nuevo estilo de desarrollo, se necesita superar la corrupción generalizada y sus complejas secuelas. El enfoque meramente moral y jurídico del problema no es suficiente. Es preciso descubrir e individualizar las prácticas corruptas, que dependen de mecanismos que les garantizan no sólo la necesaria funcionalidad sino también el oculta- miento, la temida impunidad. Hay que reforzar la idea que en la medida en que se fortalezca la transparencia y la participación ciudadana, se robustecen los espacios para combatir la corrupción.
2. Reforma agraria y reforma urbana. Estos son instrumentos orientados a prohibir el acaparamiento de tierras agrícolas o urbanas, con el fin de optimizar las potencialidades productivas y culturales que se derivarán de su redistribución. Además, en estos procesos cabe incorporar la variable ambiental con el fin de impedir concentraciones de tierra que favorezcan situaciones que generan una depredación sistemática, como podrían ser las plantaciones de monocultivo.
3. Reforma educativa. En este campo se precisa cambios radicales en términos cuantitativos y particularmente cualitativos, así como la constitución de un sistema científico-tecnológico integrado acorde con la estrategia propuesta.
4. Reforma tributaria. Este es otro tema prioritario, que reclama una amplia transformación incorporando bases reales de igualdad, proporcionalidad, simplicidad y sostenibilidad. Para mejorar la calidad de la incidencia estatal se precisa mejorar la calidad del instrumentarlo fiscal utilizado e incrementar los índices de tributación con el fin de ampliar la disponibilidad de recursos con miras a atender las crecientes de
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mandas sociales. De allí se desprende que el combate a la evasión tributaria y a la corrupción en el manejo de la cosa pública es, pues, un tema crucial. Los criterios ambientales no pueden estar ausentes de esta reforma.
5. Reforma del Estado y de los mercados. Un nuevo y vigoroso aparato estatal, conjuntamente con el mercado y la «sociedad civil», deberán ser pilares del desarrollo; sin negar la vigencia del mercado, lo intolerable es su transformación en el eje central de la economía y de la sociedad, como pretenden los neoliberales. En ese sentido hay que transformar los mercados sobre la marcha, poniéndolos al servicio de las prioridades sociales, en base a una creciente y consciente participación popular, con el fin de fomentar sus potencialidades de información, conocimiento y cultura. El acceso de los sectores mayoritarios a los mercados capitalistas será un reto de difícil (quizá imposible) (11) solución, en la medida que son sumamente desiguales las posibilidades existentes en ellos. Además, se debe tener presente que el Estado debe ser profundamente transformado, puesto que él jugará un papel destacado en un camino alternativo de desarrollo, tal como sucedió en todos los casos de desarrollo exitoso, siendo mucho más decisiva su intervención en los países pequeños y en los que más tarde incursionaron en el mercado mundial. A contrapelo de las lecturas dominantes y después de haber considerado al Estado únicamente corno problema, es hora de enfocarlo como solución.
6. Regionalización del país. Esta es una tarea compleja e indispensable si se quiere superar los estrechos y en parte anacrónicos límites departamentales, provinciales o cantonales existentes en muchos países subdesarrollados. En este empeño recaen los esfuerzos para lograr una adecuada distribución espacial, así como la descentralización, procurando, en todo
(11) El mercado capitalista, además, carece de un horizonte adecuado de tiempo, prioriza los caprichos de grupos privilegiados sobre los satisfactores básicos y sinérgicos, distribuye mal o llega incluso al despilfarro, y hasta se ha convertido en motor de la degradación ambiental. Una situación hasta comprensible si se acepta que el capitalismo es «un sistema de valores, un modelo de existencia, una civilización: la civilización de la desigualdad» (Joseph Schumpeter).
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momento, que la integración internacional no ahonde la desintegración nacional.
7. Reformas con enfoque de género y étnico-culturales. En este ámbito urgen propuestas que respeten las diferencias, ofrezcan igualdad de oportunidades y promocionen acciones positivas para superar la discriminación, el racismo y la subordinación existentes en muchos países.
En este camino, largo y complejo, habrá que arriesgarse con acciones propias y concertadas, discutiendo y proponiendo salidas en los temas planteados, así como en otros igualmente importantes, como podrían ser la democracia, la planificación, el papel de las Fuerzas Armadas, el deterioro ambiental, los medios de comunicación y la acción de la «sociedad civil», la calidad y el respeto al consumidor.
Este esfuerzo para impulsar la equidad deberá complementarse con respuestas políticas que generen espacios y formas de participación igualitaria para los segmentos de la población actualmente marginados en las diversas instancias de poder político y económico, tanto público como privado. Seguir una estrategia de desarrollo de este tipo pondrá a un país pequeño en condiciones de plantear un esquema diferente de acumulación, ajustado a sus necesidades y especificidades (que además podría ser decidido democráticamente).
La ingenuidad de las actuales estrategias del Banco Mundial y, también, de la CEPAL radica precisamente en la creencia de que toda la economía puede, de la noche a la mañana, incorporarse activamente a la «nueva» división internacional del trabajo, cuando en realidad la «globalización» en marcha margina en forma estructural a la mayoría de la población y a partes sustantivas del propio aparato productivo. El camino debe ser otro, aceptando el tránsito por un proceso paulatino, que requiere de un horizonte de preparación y bases de equidad, incluso para que los mercados «funcionen».
No se trata de estimular el desarrollo de todas las ramas productivas y de cada uno de esos sectores, sino preferentemente de aquellos que —vertical y horizontalmente integrados— permitan configurar varios núcleos económico-tecnológico-financieros. Esos núcleos, endógenamente constituidos, surtirían tanto bienes de consumo masivo, como equipo, insumos y bienes de capital, integrados a aquéllos.
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Se trata, por ende, de una reconversión industrial y agrícola —en un sentido muy amplio— dirigida sustancialmente a revitalizar el mercado interno y a garantizar una creciente inserción de las actividades exportadoras en la economía nacional. Esto permitiría generar un crecimiento endógeno de la economía, evidentemente sin menospreciar las exportaciones, que necesitan ser diversificadas e integradas a otras ramas locales.
Esta tarea implica un esfuerzo de largo aliento y de profundas transformaciones, cuyas connotaciones adquirirán una creciente urgencia en la medida que se profundicen las condiciones críticas desatadas internacional y nacionalmente, en el campo social, ecológico y hasta económico. Paulatinamente se perfila la necesidad de revisar el estilo de vida vigente a nivel de las élites y que sirve de marco orientador (inalcanzable) para la mayoría de la población; una revisión que tendrá que procesar, sobre bases de real equidad, la reducción del tiempo de trabajo y su redistribución, así como la redefinición colectiva de las necesidades en función de satisfactores ajustados a las disponibilidades de la economía y la naturaleza (12). Más temprano que tarde, aún en los mismos países subdesarrollados (no se diga en los desarrollados), tendría que darse prioridad a una situación de suficiencia, en tanto se busque lo que sea bastante en función de lo que realmente se necesita, antes que de una siempre mayor eficiencia —sobre bases de una incontrolada competitividad y un desbocado consumismo— que terminará por hacer imposible el sostenimiento de la Humanidad sobre el planeta.
Como se ve, el desafío es elaborar propuestas que sean viables en tanto beneficien a las mayorías —y con la participación activa de las propias mayorías—, desde posiciones muchas veces tremendamente débiles, procurando construir una sociedad sin excluidos y sin exclusiones, al tiempo que se consideran los retos existentes en el escenario mundial y en el subdesarrollo nacional. Propuestas que, sumadas a lo largo de un proceso continuado, permitan a los sectores populares apropiarse gradualmente de su futuro, de lo que viene por delante.
(12) Las necesidades son limitadas y finitas, los satisfactores son ilimitados (ver Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn).
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BIBLIOGRAFÍA
De la amplia literatura disponible sobre la cuestión del desarrolloproponemos una selección mínima, que ofrece a los interesados adentrarse en este fascinante terreno:
Altenburg, Tilman; Hein, Wolfgang, y W eller, Jürgen: El desafio económico de Costa Rica-Desarrollo agroindustrial autocentrado como alternativa, Departamento Ecuménico de Investigaciones, San José, Costa Rica, 1990.
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CO RAGGIO , José Luis: Economía urbana. La perspectiva popular, Serie Propuesta, Abya-Yala, FLACSO e ILDIS, Quito, 1998.
De Roux, Francisco: «Esbozo de un marco general de estrategias alternativas», en VARIOS AUTORES: Escenarios y caminos para América Latina, FONDAD, Bogotá, 1993.
Fajnzylber, Fernando: «Sobre la impostergable transformación productiva de América Latina», en Pensamiento Iberoamericano, núm. 16, Madrid, julio-diciembre de 1989.
Ig u i ÑIZ, Javier: «Hacia una alternativa de desarrollo», en VARIOS AUTORES: Escenarios y caminos para América Latina, FONDAD, Bogotá, 1993.
Lefeber, Louis: «¿Qué permanece aún de la teoría del desarrollo?». Revista Desarrollo Económico, volumen 31, núm, 122, julio-septiembre de 1991.
Martínez A lier, Joan: De la economía ecológica al ecologismo popular, Nor- dan Comunidad e ICARIA, Montevideo, 1995.
Max-Neef, Manfred; Elizalde, Antonio, y HoPENFiAYN, Martin: «Desarrollo a escala humana-Una opción para el futuro», en Development Dialogue, número especial, CEPAUR y Fundación Dag Hammarskjold, 1986.
Portes, Alejandro, y KlNCAID, A. Douglas (editores): Teorías del desarrollo nacional. Editorial Universitaria Centroamericana, San José, 1991.
Quijano, Aníbal: La economía popular y sus caminos en América Latina, Editorial Mosca Azul, Lima, 1998.
SCFiULDT, Jürgen: Repensando el desarrollo: Hacia una concepción alternativa para los países andinos, CAAP, Quito, 1995.
SCHULDT, Jürgen, y A costa, Alberto: Infiación-Enfoques y políticas alternativos para América Latina y el Ecuador, Colección Ensayos, Libresa-ILDIS, Quito, 1995.
Sen Amayrta: «Los bienes y la gente», en la revista Comercio Exterior, volumen 33, núm. 12, México, diciembre de 1983.
— «Cuál es el camino del desarrollo», en la revista Comercio Exterior, volumen 35, núm. 10, México, octubre de 1985.
— Sobre ética y economía. Alianza Editorial, Madrid, 1989.
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— Nuevo examen de la desigualdad, Alianza Editorial, Madrid, 1995.Senghaas, Dieter: Aprender de Europa, Editorial Alfa, Barcelona, 1988.SUNKEL, Osvaldo (editor): Desarrollo desde dentro. Fondo de Cultura Econó
mica, México, 1991.
Nota: Estas líneas recogen algunas reflexiones planteadas dentro de un proceso inconcluso, en tanto cualquier propuesta alternativa requiere ser repensada permanentemente, al tiempo que exige un amplio y sostenido debate. Una primera aproximación al tema la hizo el autor, conjuntamente con Jürgen SCHUEDT, en 1995.
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Reflexiones sobre la cooperación al desarrollo en América Latina
Agustín Gutiérrez SellerResponsable en América del Sur
Cáritas Española
La palabra desarrollo y cooperación aparecen muy marcadas en los últimos tiempos, muy especialmente en el contexto de América Latina, con una evolución despareja y desigual, definida por ámbitos internacionales, por la existencia de emergencias y la persistencia de fenómenos políticos estructurales. Lo que pretende el artículo siguiente es ofrecer unas pautas de reflexión en clave de diálogo, sin que supongan un marco rígido, sino abierto, lo mismo que la evolución, de lo que estamos intentando analizar.
La cooperación con América ha destinado cantidades de recursos. Desde esa realidad nos asomaremos a los conceptos y a las realidades en esta región, partiendo de los análisis macros ya realizados por otras agencias de desarrollo y organismos bilaterales de cooperación.
LA COOPERACIÓN AL DESARROLLO
En este contexto hablamos de cooperación o de políticas que generan desarrollo local y sostenible. El desarrollo es una de esas palabras a delimitar. Algunas acepciones surgen de convicciones del tema o de experiencias concretas tenidas sobre el terreno; otras acepciones nacen de modelos concretos de investigación.
Desarrollo no sólo ha sido asistencia material a alguien o a algún colectivo para cubrir una determinada carencia.
Desarrollo se ha expresado en dotación, medios, infraestructura, personal, formación y capacitación ad hoc..., son elementos que se
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han hecho imprescindibles dentro del sistema actual y de términos necesarios en todo tratamiento sensato sobre el tema.
Como en respuesta a la situación de marginación es necesario reconocer que es un acercamiento a una situación límite (1). Situación en la que no valen los modelos tradicionales y donde además, por su carácter de límite, los ritmos se alteran; tiempo y espacio son percibidos deformados. Por tanto el parámetro de lo normal no vale.
Nuestra acción-evaluación se realiza desde lo normal, observando lo otro como situación anormal. Tiene por tanto que darse un determinado acoplamiento de lo normal en lo diferente. Concepto de diferente que viene caracterizado por emergencia, catástrofe, violencia civil (guerra). Detrás no hay que olvidar en este tratamiento que es marginación y con un determinado origen que no conviene perder de vista.
El desarrollo no es acción puntual ante un desencadenante, es una acción inserta en una secuencia que ha originado un pasado y que ahora muestra una cara del proceso. El desarrollo por tanto es respuesta en un contexto más amplio. Sacado del contexto no es más que un parche en el conjunto de medidas fuera de aquello que lo ha originado.
Por tanto es una acción que pretende ir a la raíz porque a esa acción atendida o paliada en solitario sucederá otra manifestación, con igual o mayor virulencia, sin que además se haya resuelto el problema.
Cooperación al Desarrollo implica correcta gestión, como una de las variables necesarias a tener en cuenta. A menudo el desarrollo se ha identificado plenamente con la dotación de medios e infraestructura externa, a un contexto más necesitado. Digamos que este ha sido un modelo concreto de desarrollo
Desde una perspectiva histórica de la gestión de la infraestructura se detecta en los análisis que se han realizado fallas tanto en la evolución como en la consolidación de procesos, determinados por la existencia de factores que no tienden a conservar y mantener lo que se ha construido.
(1) Antes se hacia referencia al límite como espacio y contexto diferente, en el cual se produce lo inespecífico y lo marginal, como concepto opuesto al orden y normalidad.
El límite además no sólo se puede circunscribir a la situación, significa además que todo lo que sucede dentro del tiempo, capacidad de intervención, de reacción..., se consolida y se desarrolla de manera diferente.
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Influye la ausencia de patrones de formación específica, de capacitación o de carencia de recursos locales para el mantenimiento. Este elemento no es algo superfino. Gran parte de las inversiones que se han realizado en infraestructuras locales de desarrollo (maquinaria, instrumental, componentes...) se han perdido o son infrautilizados porque pierden parte de su capacidad y capital de funcionamiento.
Incluso se desaprovecha claramente toda la política inversionista que se genera en la misma infraestructura tanto en su fase de mantenimiento como de ampliación.
Una explicación de esta desviación del desarrollo se ha debido a un conjunto de factores, entre ellos la falta de cuadros medios que puedan hacer frente y responder de las inversiones. Junto a esto existe una ausencia de educación, una ausencia de cuadro mental de inversión y de mantenimiento. Traspolación total de nuestro modelo y ritmo de actuación al suyo propio.
En este breve recorrido sobre la cooperación al desarrollo un punto fundamental en las inversiones sociales lo constituye la infraestructura de tipo social, expresado en clave de servicio público (bienes elementales, agua, luz, alcantarillado, recogida de desechos, transporte). La consolidación y el propio mantenimiento del país y sobre todo su autoorganización es el factor esencial a la hora de su desarrollo. La infraestructura como tal, por tanto, afecta a:
— Diversificación de la producción de un país.— Expansión del propio comercio.— La capacidad de poder controlar la demografía y sus osci
laciones.— La reducción de la pobreza y las condiciones medio ambien
tales.
Está claro que el aumento y desarrollo de la infraestructura corre parejo al desarrollo y crecimiento económico.
CONTEXTO INTERNACIONAL
La cooperación aparece en un mundo en cambio marcado por una transición y nueva acomodación del conjunto de relaciones inter
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nacionales. El fin de una «guerra fría» sumado a un reparto multipo- lar de funciones y de roles internacionales, marca y define su panorama actual. No hay que perder de vista que la cooperación al desarrollo se enmarca en el contexto de las relaciones internacionales como expresión a veces solidaria y a veces, y según la experiencia, acompañada de intereses comerciales.
Rasgos que definen el panorama mundial serían:Neoliberalismo. Quizá sea esta la realidad y sistema que azota y
marca el contexto mundial. Su acomodación al Estado liberal o de mercado supone una serie de costos que habría que evaluar y que se expresan seguidamente.
La privatización y la desaparición y debilitamiento de mecanismos compensatorios de la riqueza social en el Estado, como agente compensador y mediador de la renta o generador de prestaciones sociales (desaparición de un segmento de pequeñas capas sociales intermedias); eliminación de programas e iniciativas de redistribución; aperturas de fronteras comerciales; subordinación de los programas sociales a los macroajustes de la economía internacional, ya sea en pago de deuda de las políticas marcadas por centros internacionales de decisión económica o reducción de barreras arancelarias, sobre todo afectando a los productos de tipo manufacturado, son algunos anacolutos así expresados los que determinan el panorama económico.
En un plano de comercio internacional el proteccionismo del Norte se puede medir en barreras no arancelarias, en especial en las regulaciones de homologación, que suponen que los países del Sur no pueden exportar toda la cantidad que ellos producen.
Otro aspecto es la globalización y la concentración transnacional, sobre todo en las fases de transformación y comercialización, verdadero potencial operativo del Norte. Los monopolios de productos como café, cacao, trigo, algodón o tabaco garantizan la prosperidad del Norte.
La cooperación que se ha efectuado en diferentes contextos geográficos y quizá en especial en América Latina supone el conocimiento de su realidad social, económica y política y, por tanto, de su reparto.
Su existencia está ligada claramente a la permanencia de brechas económicas y a una coexistencia de una geografía económica desigual
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que implica la persistencia de colectivos en pobreza extrema o severa. Colectivos que ahora y tras las últimos evoluciones se encarnan en naciones y casi en continentes.
Si se hace un primer balance es necesario reconocer cómo la transferencia de ayuda Norte-Sur no ha sido tan sólida como para poder decir que ha desaparecido parte de su brecha de pobreza. Según los informes del PNUD brechas tradicionales como infraestructuras sanitarias, educativas, vivienda han bajado su margen de pobreza, pero se abren otras más profundas y estructurales en aspectos como la formación, comunicación, investigación y nuevas tecnologías y en especial el consumo.
En el contexto económico y muy al contrario, tal y como los índices macro señalan, los flujos de capital y materias primas han crecido en volumen y riqueza. Lo mismo para los flujos igualitarios en transferencia y reparto de riqueza. En este ámbito la política de desarrollo en América Latina, como en otras zonas geográficas, tal y como ha evolucionado, ha generado dependencias de tecnología y recursos no presentes dentro del conjunto de factores autóctonos de un país o región, suponiendo una fuerte alteración de la propia dinámica económica y productiva de una región, introduciendo flujos de capital público al estado local que no repercuten en la mejora de distribución y de superación de la inequidad social presente. En determinados puntos ha supuesto la destrucción de modos locales de trabajo y de recursos propios. En algunos casos pone de manifiesto a la existencia de una cierta desintegración y animación social presente en zonas anteriormente vulnerables.
También es preciso apuntar, y como factor paralelo a la cooperación, y en algunos casos sustituyéndola, el creciente nivel de inversiones en cartera y en bonos, que ha ido suplantando y posicionándose como alternativa a la cooperación bilateral. Este tipo de inversiones en determinados países hace peligrar el volumen de los flujos tradicionales de capital que hasta ahora se venían dando en cooperación. Existe ademas un nivel de concentración en países como Chile, Argentina o Brasil que hace empequeñecer y recortar inversiones en otros contextos geográficos afectados por problemas estructurales.
El nivel de desarrollo de estos países viene ahora tamizado en ricas estadísticas productivas de bonos o de recuperación bursátil que
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hace esconder la realidad cruda de la pobreza y de subdesarrollo que colectivos y zonas geográficas viene soportando.
LA AYUDA
Tan sólo aparece en el panorama internacional la palabra ayuda como referencia a un punto de vista más cercano a la realidad de cooperación. Un primer acercamiento a la cooperación bajo el epígrafe de la ayuda al desarrollo (humanitaria-emergencia) supone valorar y enfrentar con rigor lo que ha generado en estos países. Básicamente responde en líneas generales a intereses políticos y geoes- tratégicos. Los países ayudados a menudo son lugares de fuerte concentración económica: Estados Unidos se concentra en Oriente Medio mientras que Japón lo hace en la cuenca del Pacífico y sudeste asiático.
La ayuda hoy crece en porcentajes de emergencia, como clave de acceso rápido y verificable sin largas pretensiones, que no acarreen efectos perversos. En este sentido es importante observar el crecimiento de las oficinas de emergencia con presupuestos detraídos del desarrollo. Esta presencia de efectivos de emergencia supone el descenso de la componente de rehabilitación, con el alejamiento de posibles estrategias que consoliden el desarrollo a un largo plazo.
También es importante ver cómo esta ayuda al mismo tiempo mantiene un componente militarizado tanto por su control desde los agentes donantes como de los países, ya que es zona franca de posible comercio y reutilización de la misma. Ruanda, Somalia... pueden constituir un buen campo de pruebas de esta realidad.
AMÉRICA LATINA. REGIÓN DE COOPERACIÓN
Hablar de cooperación al desarrollo en el contexto latinoamericano supone expresar una alternativa concreta frente a un marco global que ha generado tendencias y mecanismos descompensatorios. Quiero primeramente expresar este marco, no para redundar lo que otros han situado ya, sino para poder tener un punto donde arrancar un modelo de hacer historia, economía y desarrollo alternativo.
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En su situación concreta de Latinoamérica la deuda es quizá unos de los identificativos que los países de la región soportan. Pero la deuda ya no es cobrada en cifras o transferencias, desde hace algún tiempo la deuda viene saldada por otro tipo de compensaciones silenciosas o escondidas que siguen generando riqueza a los países acreedores. Ya no son trampas o impass financieros, sino que ahora esta deuda viene cobrada en otro tipo de intereses, como son:
— Destrucción de medio ambiente por la especulación de zonas y reservas verdes.
— Droga y todo el narcotráfico que la rodea.— Pérdida de empleo y de mercados potenciales en clave inver
sión.
Estamos en un proceso de dinámicas sociales y económicas con multitud de efectos perversos que no son evaluados. Estas dinámicas además se absolutizan y adquieren su legitimación de actuación y trabajo mediante su ideologización, presentadas además como ganadoras y exponentes de un combate contra la economía del muro ya amañado desde el comienzo.
Estos procesos determinan las políticas y los espacios globales en lo social. Su pobreza viene definida por estas razones anteriores en un proceso histórico. Esta prevalencia de estructuras condiciona claramente un espacio de relación y de presencia, con unas condiciones de habitabilidad y de trabajo, que también es necesario conocer.
La permanencia de gran parte de población en el contexto geográfico de América Latina en terrenos marginales, tierras de secano, pantanos, tierras desérticas o en proceso grave de desertificación, regiones donde el nivel de precipitaciones es muy escaso, condiciona un nivel de ingresos. Además hay que añadir la pérdida de terrenos cultivables, erosión y procesos de desertificación.
Si no existe el terreno sobre el cual trabajar, es difícil aglutinar a la comunidad en proyectos e iniciativas de desarrollo local, a veces dispersa en corrientes migratorias o preocupada por la supervivencia cotidiana; claramente se explica así la degradación de estructuras comunitarias que podían hacer de parapeto ante la pobreza o privación de recursos. A esto ha influido la política común de mercado, que concentra su actuación en todo el aprovechamiento de los recursos.
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sin facilitar protección tanto sobre el medio ambiente como sobre las comunidades.
Existe, según lo anterior, una espiral muy clara que unifica la degradación de terrenos, los bajos niveles de productividad agrícola y crecimiento de población en estas tierras marginales.
Estos factores marcan claramente el crecimiento económico y las posibilidades de aprovechamiento de las tierras. Las técnicas actuales y tendencias de maximización agrícola en países de América Latina, más el aumento de población, promueve que intensifique el uso del suelo, la proliferación de más abonos y toda técnica que permita el máximo rendimiento, sin cuidar las consecuencias del mismo.
La explotación agrícola, sumada al crecimiento demográfico, supone un límite sobre la potencialidad y un límite a la misma capacidad de ahorro, el cual disminuye en sus recursos. Este ahorro ante la siguientes generaciones se tiene que destinar a la mejora de la salud y la educación de los hijos. Supone una presión específica sobre los recursos naturales, con una disminución por ausencia de tiempo biológico de recuperación.
Crecimiento económico
Desde una perspectiva de la cooperación y desde los puntos anteriores comentados, es un factor tanto erradicador o generador de pobreza, ya que en su aplicación promueve dinámicas y procesos de tipo exclusión y de ajuste. Como consecuencia hace que parte de la población a beneficiarse sea considerada en patrones de marginalidad. La salida de la pobreza mediante el crecimiento económico supone generación de empleo, formación y aprovechamiento de la mano de obra local, no explotación y reinversión de excedentes... Por supuesto implica una correcta política distributiva de las ganancias al trabajador de modo que pueda elevar el nivel de vida. Estos son los aspectos necesarios a promover en las políticas de cooperación, pero ausentes en las evaluaciones de la realidad sobre el terreno.
El crecimiento económico en perspectiva de una correcta cooperación ayudaría al descenso de tasas de pobreza, sobre todo en la pobreza de ingresos económicos (potenciando los factores y posibilidades de una economía-consumo directo básico). Esto como tal en el
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contexto latinoamericano no se ha producido, agravando las brechas de consumo y de inequidad social.
En este punto la deuda externa y social sigue suponiendo un recorte en las prestaciones y desarrollo humano de los propios países, en los que sectores como educación y sanidad son los más perjudicados, por lo que siguen constituyendo una franja infranqueable para el desarrollo.
Sumemos la ausencia concreta en los Gobiernos de políticas propositivas sobre la erradicación de la pobreza en sus programas. Este debe ser un objetivo claro en la política y cooperación al desarrollo; no quedarse en una incidencia práctica, por medio de proyectos o programas; existe una necesidad de incidir en las estructuras que residen y permiten la prolongación de la desigualdad. Algunas medidas claras que ayuden a esta salida están en lo siguiente:
— Aumento de la productividad agrícola a pequeña escala (ya que genera empleo y reducción de precios al consumo de los productos básicos; esto supone una política amplia de tecnología agraria y al mismo tiempo un acceso a la tierra como factor productivo. Implica al mismo tiempo introducir huecos en los mercados locales y nacionales para consumo y redistribución de renta y riqueza.
— Industrialización con densidad en mano de obra. Significa, como la experiencia histórica ha revelado, la concentración en sectores de producción de bienes con un alto porcentaje de población laboral (alta densidad de mano de obra). La inversión fue global a los intereses nacionales.
— Fomento de microempresas y cooperativas. Este ha sido uno de los motores clave en el despegue económico y en la supervivencia de muchas comunidades en el Tercer Mundo. La clave de las políticas que ha desarrollado esta actividad con éxito (sudeste asiático) ha residido en la dotación de créditos de bajo costo y en un encauzamiento de la producción a los intereses de la economía global del país.
AJUSTES ESTRUCTURALES
Bajo este epígrafe es necesario anotar algo de las políticas o consecuencias de los famosos ajustes como elemento equilibrador del
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desarrollo. Los ajustes han significado políticas de estabilización, con la consiguiente contracción de la capacidad productiva, cuando el tejido productivo de la estructura gubernamental (sector público) es muy amplio. Tampoco la liberalización de diferentes mercados ha sido la solución ya que implica unas condiciones desfavorables al acceso a los mismos.
Como consecuencia ha emergido un nuevo tipo de pobreza condicionada por el factor formación, nuevas pautas del comercio y la desregulación financiera. Factores como éstos repercuten en el empleo concreto, ahora más flexible y movible, con rankings altos de capacidad de formación rápida. Esto implica un creciente número de desempleados que engrosan las estadísticas de los excluidos sociales.
El fundamento sobre la globalización en relación con estas políticas, reside en la liberalización de los mercados nacionales y exteriores, en la esperanza de que las corrientes de comercio, finanzas e información promoverán el mejor bienestar humano.
Ese principio ya cae en cuanto se parte de la realidad concreta de no haber una paridad e igualdad tanto en oportunidades como en posibilidades de reparto. El principio sería más justo en cuanto se permitiera participar a los colectivos más desfavorecidos en igualdad de condiciones en los mercados.
Una simple exposición de acuerdos de mercado arancelarios supone tener en cuenta los siguientes elementos como consecuencias negativas del sistema.
— Pérdidas de tipo de cambio.— Disminución de los ingresos provenientes de importaciones.— Aumento de dependencia.— Merma del ingreso por comercio.— Reducción de capacidad para sostener mercados locales de
producción.
A estos factores hay que añadir el cada vez más extendido comercio de armas y los escándalos internacionales que salpican la política de países europeos sobre este tráfico. Esto añade redes de trafico y deterioro de estructuras sociales medias.
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EVOLUCIÓN DE COOOPERACIÓN EN AMÉRICA LATINA
Algunas notas referenciales
La política de cooperación en América Latina ha pasado por diferentes fases: la cooperación como forma heredada en un sentido de presencia o de dominio. La «guerra fría» supuso la presencia de un contexto geopolítico que acabó generando un tipo de cooperación en función de consideraciones geoestratégicas, de las cuales América Latina no fue ignorada.
Tras la evolución y caída del «muro» el reparto de polos y roles transformó la propia cooperación y afectó a las visiones de la misma. El paso necesario para una cooperación técnica, aupado por las antiguas potencias coloniales, mezclados con intereses comerciales, constituyen mecanismos ocultos de tasa de retorno, ya sea con importaciones anexas de material de consumo y de producción, ya sea con la necesidad de una formación o mantenimiento de infraestructuras recién creadas.
O una cooperación que ha supuesto la presencia de planes de formación o becas a estudiantes que nunca regresan y que los productos de su formación no vuelven a sus países de origen sino que engrasan los mecanismos de los países del Norte desarrollado.
Finalmente ha pasado por periodos de concentración de la ayuda o del desarrollo en regiones con fuerte activismo político; grandes sumas han ido a apoyar movimientos de todo tipo. La experiencia en este sentido ha sido rica y variada, quedando como objetivo el apoyo a la propia sociedad civil. Lo político quedaba como apoyo a la formación política de comunidades y líderes, quedando algunos en el camino y otros constituyendo la alternativa más o menos viable a lo oficial. En este aspecto las asociaciones europeas o comités solidarios se han encargado de elaborar una información plural y tamizada por la voz de lo no oficial, fuera cual fuese su color.
COOPERACIÓN AL DESARROLLO (FUTURO)
La cooperación está sufriendo cambios; uno de los más claros es el traslado de proyectos de micro a macro, enmarcados en programas
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o acciones globales de claro corte plurianual. Son acciones que deben transformar las condiciones económicas y sociales de las regiones en las que se interviene. Estas regiones están definidas dentro de los índices de desarrollo humano, pero en muchos casos definidos y marcados, según hemos visto, bajo criterios geopolíticos y económicos. La cooperación ha sido subsidiaria de los Ministerios de Exteriores y de Economía, como una prolongación de actividades en el exterior.
Estos proyectos deben transformar el marco donde se van a desarrollar, favoreciendo especialmente las condiciones económicas en el nivel micro, con la intención de impactar claramente dentro de los mercados.
Un rasgo fundamental en la evolución y que determina el futuro es la sustitución de los plazos administrativos por procesos y mediciones de transformación medible. Es preferible la financiación de planes de desarrollo comunitario basados en los criterios económicos de recapitalización marcados y definidos desde «allí», que los recortados planes de formación o la animación de comunidades o asociaciones u otras actividades. Pero esta transformación impacta sólo en mercados de pequeña escala más que en el descubrimiento y consolidación en canales amplios que puedan hacer frente a políticas arancelarias ya determinadas.
Hay que tener en cuenta que el propio desarrollo va a seguir las propuestas concretas que las Cámaras de Comercio o políticas comerciales de los países miembros determinen. Por detrás reside la preocupación por la tasa de retorno o recuperación de capital operativo-in- versionista. Uno invierte y por esa inversión u apoyo «altruista» recibe una compensación secundaria.
En el caso español estas medidas son claramente definidas por cambios dentro de la política española, ya sea en la redacción de bases de regulación de proyectos de desarrollo como en el proyecto de Ley de Cooperación, con marco amplio y sin control claro a pautas comerciales. El Gobierno pretende determinar y sellar concesiones a firmas y empresas para que sus productos vayan contando con una cota de mercado con su espacio correspondiente.
Esta política no siempre significa medidas de apoyo estructural a procesos de transición a espacios democráticos o normalización de estructuras de gobierno. Estas no desaparecerán, pero sí se van a ver mermadas o muy condicionadas. Desde las propias agencias locales se
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llega a la convicción de que la época floreada ya ha pasado; los grandes donantes tradicionales están contando con regulaciones internas que acotan espacios y fondos concretos a invertir. Regulaciones que incluso especifican a las ONGs los espacios de intervención.
Este temor está presente en donantes nuevos como España, con la convicción de que este recorte terminaran apareciendo en el país. La novedad es que el proceso está tamizado por la presencia de nuevos elementos, como son los ya referidos antes (comercio).
Junto a lo anterior se hace necesario apuntar los criterios de la elegibilidad, que se están definiendo y que afectan tanto a las acciones concretas como a las ONGs. Los criterios que afectan a las ONGs se mantienen como los anteriores con algunas reformas, tanto en las partidas de desarrollo como en la emergencia. Especialmente se refuerzan la experiencia en desarrollo, su capacidad de gestión en estas acciones y la gestión administrativa de la misma.
Las condiciones de las acciones serían:— Gapacidad de desarrollo endógeno.— Participación de los beneficiarios.— Fines determinados en plazo razonable.— Cronograma concreto.— Glaro estudio de viabilidad económica y social.— Autogestión concreta de los beneficiarios.
Especialmente se valora la coordinación con las líneas concretas tanto económicas y de desarrollo que los países PVD hayan determinado.
Junto a esto las acciones se conciben como multidisciplinares de carácter integral, enmarcadas en un programa macro de desarrollo local.
NUEVAS FUERZAS
En la evolución de la cooperación al desarrollo de América Latina y de cara al futuro es importante la identificación de nuevos elementos que pueden contribuir a la modificación del panorama del desarrollo. Algunos factores más destacados son:
— Nuevas tecnologías.— Mayor papel del sector privado.
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Mayor preocupación por temas nuevos, como ecología y me- dioambiente.
Las estructuras básicas se pueden ver afectadas por un factor como es el proceso cada vez mayor de arrendamiento de infraestructura. Muchos países de la región han hipotecado mediante el alquiler de determinados servicios o explotación de materias primas a cambio de porcentajes en rendimiento y bienes ya facturados en el caso de materias primas. En algunos casos estos servicios son auténticos monopolios y fuentes de riqueza masiva, como, por ejemplo, fuentes de energía (petróleo, carbón), capital humano, en transferencia de recursos que no están repercutiendo de manera trasformadora en la evolución y superación de sus brechas de pobreza.
Estos alquileres, una vez acabados, no han supuesto que la mano de obra que los vaya a sustituir pueda explotar con total rendimiento la infraestructura. Dichos alquileres se han ido complementando con determinados contratos de mantenimiento a empresas privadas, como una prolongación de ese dominio. Estas empresas contribuyen de manera clara a nuevas formas de dominio-explotación y sobre todo dependencia.
Por contra lo que se puede hacer como opción de futuro es consolidar fuerzas y mantener aperturas al mercado mediante la libre explotación y vías de mercado donde poder ofrecer productos competitivos. Este último aspecto como es el mercado está cerrado dado que está presidido por compañías con poderosos intereses dentro de los países mediante contrato de alquiler y de mantenimiento.
El desarrollo tiene que abocar a modelos de mercado.Un planteamiento surge de esta aproximación a la palabra desa
rrollo, y es que su no consolidación en políticas y fuentes alternativas claramente depende de la misma estructura de mercado.
LOS ACTORES DE LA BALANZA
Paralelo a las nuevas fuerzas es preciso aproximarse al futuro de los agentes de cooperación. Su evolución y retos afectan al tipo de cooperación con América Latina En especial las ONGs o las organizaciones surgidas del Tercer Sector.
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Estas organizaciones de sociedad civil proceden en parte de las reflexiones y actuaciones en cooperación de diferentes campos y ámbitos:
— Iglesia.— Sindicatos y partidos políticos.— Movimientos humanistas.— Organizaciones profesionales (colectivos profesionales).
Sin embargo, el porcentaje y procedencia de las organizaciones en cooperación es más amplio en comunidades de vecinos, centros universitarios, colegios profesionales, grupos de base y organizaciones no gubernamentales. Es en estos ámbitos donde las nuevas ideas y esquemas de la cooperación descentralizada toman fuerza y nueva trascendencia.
Lo que define y caracteriza ahora y en perspectiva de futuro a todas es su núcleo de actuación y de implicación, ya sea en la sensibilización o en la ejecución directa de programas o proyectos de desarrollo.
Pero en el panorama se define una tendencia o camino sutil hacia un sello y una separación entre nuevas organizaciones de sociedad civil y ONG. El camino de estas últimas ha sido el sello de independencia, ya sea por motivos de prestigio o por motivos de funcionamiento y fmanciamiento.
Las ONGs, en su reflexión y en sus posibles esquemas de trabajo, suponen partir de un estudio diferente sobre su nacimiento y trayectoria de trabajo, reconociendo sus estrategias de actuación y los enfoque de la cooperación, que pueden ser diversos, manteniendo unos parámetros comunes en cuanto a idea de solidaridad, justicia social, reparto o temas fundamentales, como comercio justo, deuda externa, necesidad de recuperación económica y social de países en vías de desarrollo...
Sí que existe una convergencia directa y real entre los diferentes movimientos y ONGs que trabajan. La profesionalización, sistemas de organización, sistemas de ejecución de programas, incluso el tipo de actividades, ya no supone un abanico inmenso, ya que entre las grandes ONGs de cooperación las acciones se han generalizado, atendiendo a emergencias lo mismo que al desarrollo en forma de proyectos o de programas marco.
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Estos nuevos puntos de trabajo y de estructuras de profesionali- zación están determinando los objetivos y los roles de presencia. De como enfoquen esta evolución surgirán nuevos esquemas o tipos de cooperación al desarrollo, sea cual sea el marco o región de trabajo.
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Nuevas búsquedas para una misma búsqueda
Patricio Donoso
PRESENTACION
Las líneas que aquí se inician son el resultado de una petición expresa de Francisco Salinas, editor de esta revista. Su pedida concreta es que me haga cargo de lo que ha estado pasando en América Latina en relación a los Derechos Humanos en la última década.
Mi primera reacción fue, ciertamente, la de agradecer su invitación pero, al mismo tiempo, de rechazarla por la magnitud de la tarea. ¿De qué modo dar cuenta de una región con las complejidades de la nuestra en sólo 12-15 páginas y en un tema con rostro propio en cada país? ¿Desde dónde posicionarse? ¿Qué nivel de información manejarán los lectores de estas páginas? ¿Cuáles serán sus expectativas? Me imaginé que preguntas y zozobras similares tendrían los otros autores invitados, pero presentí que estarían ya en la tarea encomendada por el editor en el tema que se les asignó. Cómo asumirá cada autor su tema, el lector podrá saberlo a lo largo de esta Revista. En mi caso, me he propuesto contribuir con algunas reflexiones para que el lector español se acerque a comprender mejor lo que justifica el nombre de este artículo.
En efecto, nuestra región vive tensiones de crecimiento cívico y ciudadano. En términos muy generales es posible afirmar, sin grandes riesgos de caer en exageraciones, de que somos sociedades en búsqueda de caminos que nos conduzcan a estabilizar una cultura ciudadana inspirada en los Derechos Humanos. Desde esa óptica, no son muy diferentes nuestros desafíos a los de otras regiones del mundo. Es, por tanto, la búsqueda común en esta «aldea global».
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Diferentes, sin embargo, son los senderos y los kilómetros recorridos. Diversos escenarios conceptuales, filosóficos, valóricos y culturales iluminan esta búsqueda y abren a los ciudadanos hacia nuevas estrategias y le aportan nuevos impulsos. O como lo decimos más arriba, se está permanentemente en nuevas búsquedas para una misma búsqueda. Y esto es, a mi parecer, lo que podría ser interesante para el lector español.
Es decir, dar cuenta en breves páginas de preguntas del tipo: ¿de qué modo algunos autores latinoamericanos aportan, desde sus propias experiencias, a aquellos que comparten la misma búsqueda en otras regiones del mundo?, ¿hay algo propio de nuestra región? Y digo autores y no corrientes ni escuelas de pensamiento latinoamericano por cuanto es difícil dimensionar el carácter regional de estas miradas. Sobre los autores mismos, además, cabe preguntarse ¿cuán latinoamericanos pueden ser considerados en su pensamiento en esta época de puertas abiertas y de globalización cultural?
Sea como sea, voy a asumir el riesgo de esta opción en este artículo y compartir con nuestro lector español mi propia lectura de una pujante etapa en nuestra región.
LA BÚSQUEDA
Difícilmente un latinoamericano, medianamente consciente de lo que está pasando en nuestra región, puede rubricar la afirmación de que estamos en una región respetuosa de los DDHH. Difícil se hace, también, negar de que estamos en una etapa diferente a la de décadas recientes y que se evidencian compromisos mayores por intencionar estrategias que nos acerquen a los ideales de la Declaración Universal.
Frescas están aún en nuestras memorias las atroces violaciones a estos Derechos que hemos vivido, en distintos grados de intensidad, en nuestros países. Informes diversos (nacionales, internacionales, regionales, etc.) dan cuenta de la intensidad de estas violaciones, de las motivaciones de sus autores, de las defensas de las víctimas, de las estrategias de ocultamiento, de la creatividad macabra de los torturadores, etc. Sobre ello nuestro lector debe tener ya abundante literatura y documentación.
Difícil es también lograr una mirada panorámica sobre la actualidad de estas violaciones y arriesgado es afirmar que Latinoamérica
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vive ya un período con una curva decreciente de violaciones a los DDHH de sus habitantes. Sin embargo, la década de los noventa no es, por cierto, la década de los ochenta ni ésta la década de los setenta. Y esto es válido tanto para el análisis cuantitativo de estas violaciones como para su análisis cualitativo.
El perfil registrado de estas violaciones en las décadas pasadas vinculaban estas violaciones, principalmente, a hechos de violencia física y de eliminación física. La cultura ciudadana se vio fuertemente sacudida por esta violencia, por su intensidad y su recurrencia. Tal vez por ello este impacto no menor a nuestro imaginario cultural occidental cristiano ha ido permitiendo no sólo reencauzar el diálogo ciudadano por vías menos violentas sino que, además, abrirse a una mirada más integral de estos derechos. De este modo empiezan a visibilizarse un conjunto de otras violaciones, centenariamente desatendidas y reivindicadas, vinculadas a las nuevas generaciones de DDHH: los derechos de la segunda y de la tercera generación, los llamados derechos de la igualdad y los derechos de la solidaridad.
Sólo algunos datos para recordarnos de qué región estamos hablando: según recientes datos del Informe de Desarrollo Humano (1995) de PNUD, en América Latina sólo el 56% de la población rural tiene acceso a agua apta para el consumo, en comparación con el 90% de la población urbana. En educación, menos de la mitad de quienes ingresan al primer grado egresan del quinto grado; en la enseñanza secundaria, casi 20 millones de hombres y mujeres no asisten a un establecimiento educacional. Por otro lado, más de la mitad de quienes no asisten a la escuela secundaria son muchachas. Asimismo, en algunas metrópolis de América Latina hay más de 100.000 niños que viven en las calles. En 1990, había unos 110 millones de personas por debajo del límite de pobreza. En muchos países, la participación en el ingreso del 20% más rico de la población es 15 veces superior a la participación del 20% más pobre.
Frente a este cuadro, América Latina se está proponiendo tener una expresión propia y concertada para enfrentarse al nuevo y dinámico contexto mundial. Este, como es sabido, ha sido caracterizado por sus profundas transformaciones tecnológicas, científicas y productivas, por sus tendencias a la globalización, por ser interdependiente en lo económico y multirregional en lo productivo y en el consumo.
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Este complejo panorama ofrece a los gobiernos democráticos de la región varios desafíos, entre los cuales destacan los siguientes:
• Adecuar políticas para el crecimiento económico, en consonancia con la factibilidad de encontrar vías para un desarrollo sostenible y sustentable y que permita la superación de la pobreza y encontrar la equidad social.
• Dinamizar y profundizar los procesos de integración regional que deben abarcar, además de los económicos, los aspectos culturales, sociales y políticos.
• Crear un ambiente adecuado para el desarrollo de una mejor práctica ciudadana.
Fundamentalmente, estos procesos deben estar encaminados a permitir que los países puedan cumplir con sus metas económicas, satisfaciendo el conjunto de aspiraciones sociales de bienestar y de calidad de vida que anhelan sus ciudadanos. El éxito de estas acciones para lograr un desarrollo equitativo, significaría aumentar la efectividad de los sistemas democráticos a los ojos de los ciudadanos, especialmente en los sectores populares.
En este sentido, la gran búsqueda de nuestras sociedades y el principal desafío de la sociedad latinoamericana y sus gobiernos es consolidar los sistemas políticos por medio de una educación para la democracia como soporte para validar una institucionalidad moderna respetuosa de los derechos ciudadanos. Tanto las escuelas como los espacios educativos no formales son lugares de formación y de apropiación de la responsabilidad social y de las competencias necesarias para participar en una vida pública cuyo lenguaje principal ha de ser la solidaridad, la cooperación y los valores democráticos.
LOS NUEVOS ESPACIOS DE LA BÚSQUEDA
En consecuencia con lo anterior se abren nuevas posibilidades de intervención ciudadana desde las cuales recrear y refundar una nueva cultura democrática. Se empieza a configurar una estrategia articulada en torno a un fuerte componente educativo. Se posiciona, de este modo, una concepción de educación para el ejercicio de la ciudadanía que, entre otras cosas, implica:
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• Plantearse la desconstrucción de las relaciones de poder tanto en las instituciones educativas como en la sociedad misma, vi- sibilizando las narrativas, discursos y prácticas autoritarias y discriminatorias, y creando dispositivos pedagógicos de democratización.
• Revitalizar la democracia como horizonte cultural y como un conjunto de procedimientos para la resolución pacífica de los conflictos y diferencias.
Las relaciones de cooperación deben formar parte activa de las prácticas y acciones educativas.
La acción educativa debe ser permanentemente recontextualiza- da, construyendo lenguajes de articulación entre actores, promoviendo redes de intercambio de experiencias profesionales y de producción de conocimientos.
Estas políticas públicas en formación ciudadana, en términos generales, recogen un fuerte impulso de las posturas que desde la CE- PAL y la UNESCO se han venido haciendo para modernizar al conjunto de los países de América Latina. En un documento elaborado por estos organismos se sostiene que:
«La educación, igual que la generación y el uso social de los conocimientos, están llamados a expresar una nueva relación entre el desarrollo y la democracia. Deben operar como elementos de articulación entre ambos, en función de la participación ciudadana y del crecimiento económico. De hecho, ambos factores están estrechamente ligados en la actual fase de desarrollo.
La experiencia histórica muestra que sin participación ciudadana no hay posibilidades de crecimiento económico sostenido. Pero dicha experiencia demuestra también que el crecimiento y la competitividad son, a su vez, la base económica que hace posible el ejercicio de la ciudadanía. La estrategia propuesta se basa en el supuesto según el cual la reforma educativa y la incorporación y difusión del progreso técnico contribuyen a compatibilizar el ejercicio de la ciudadanía y la solidaridad con los requerimientos que plantea la transformación productiva.»
La cultura ciudadana lograda en cada sociedad explícita el nivel de la conversación establecido entre los actores que se proponen pro
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fundizar su hábitat democrático. La formación cultural para una nueva ciudadanía pone en la agenda del día la pregunta sobre el tipo de ciudadanos y de ciudadanas que la sociedad necesita para el futuro inmediato. Y aquí la historia de los DDHH en nuestra región hace caer todo su peso. En efecto, tal como señaláramos más arriba, la formación para una cultura ciudadana se funda en el reconocimiento, aceptación y promoción de esta carta de navegación que las nuevas generaciones han de seguir. Éstas están llamadas a hacer un aporte fundamental para proteger y promover el desarrollo cívico y económico de las personas y de las comunidades, y constituir un elemento regulador de las tendencias extremadamente economicistas y pragmáticas que se introducen a la educación ciudadana como resultado de los procesos de modernización de la sociedad.
La ratificación de esta Declaración por tantos Estados legitima la universalidad de la misma y proporciona una base para una estrategia transcultural reguladora de potenciales y reales conflictos. Y la historia de este desarrollo conceptual, valórico y práctico de la Declaración continúa hasta nuestros días. En este evolución se asume, cada vez más, una visión integradora y holística de los derechos humanos, puesto que se reivindican, en el mismo orden de preocupación, tanto los derechos políticos y civiles, como los económicos, sociales y culturales y los derechos de solidaridad entre los pueblos. La interdependencia entre estos derechos es parte de esta visión, de suerte que, por ejemplo, tanto el derecho a consolidar la democracia participativa, como el promover el desarrollo sustentable, así como el crear las bases para una ética de la responsabilidad solidaria, son parte integral de esta conceptualización de los derechos humanos. En este sentido, hay una aproximación a los derechos humanos no sólo de la óptica liberal-individualista y jurídica sino que se preferencia una visión solidaria e interdisciplinaria.
Se visualizan, además, los derechos humanos como parte inseparable del proyecto político, económico, social, cultural y educacional, que las sociedades están formulando en la actual etapa de modernización y reforzamiento de la democracia. En este sentido, se afirma que los derechos humanos son el referente ético que debe orientar el proyecto de cambio que están viviendo las sociedades y que, además, deben ser el hilo conductor de las acciones cotidianas en que el proyecto de cambio se concretiza.
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La formación cultural ciudadana tiene una postura intencionalmente valórica y por tanto no es neutra. Al ser los derechos humanos un referente valórico, conforman un cuerpo normativo estándar que orientan una moral. Por consiguiente, una nueva cultura ciudadana se pronuncia explícitamente por valores como el respeto irrestricto a la vida y a la dignidad humana, por la tolerancia y la no-discriminación, por la valoración del pluralismo, la apertura solidaria a la diversidad y a la diferencia; por la construcción de criterios racionales para la resolución de los conflictos en que el diálogo, la comunicación, la solidaridad y la razón deliberativa se anteponen a la lógica del enfrentamiento, la competitividad y el desencuentro. La formación en estos valores favorece, ciertamente, la creación de una sociedad más justa, equitativa y solidaria.
La formación para una cultura ciudadana es una formación caracterizada por las visiones y tensiones propias de la formación valórica. En efecto, al intencionar formar ciudadanos en una cultura de respeto y de colaboración recíproca, entramos en un terreno de gran complejidad pedagógica. El ser coherentes con estos derechos requiere de los ciudadanos gran capacidad negociadora entre la visión que les da fundamento y las tensiones que su concreción generan. Por ello, numerosas son las tensiones que el proceso de formar una cultura ciudadana debe enfrentar. Entre ellas las siguientes:
• La formación para una cultura ciudadana cumple el doble objetivo de mirar hacia atrás para reconocer la historia vivida y mirar hacia adelante para proyectar esta historia hacia la construcción de un tiempo mejor. De ahí que esta tarea asume el doble desafío de enfrentar las heridas que el pasado dejó abiertas y, a la vez, tratar de afrontar los retos del presente, difundiendo la creencia de que la brecha entre una nueva cultura ciudadana y la realidad pasada y presente que la conculca puede desaparecer.
• Existe una tendencia a creer que la tecnología, la productividad, el consumo son los elementos fundamentales que el país requiere para su futuro. Sin embargo, una nueva cultura ciudadana nos desafían a construir una sociedad moderna donde no se confundan los medios con los fines. La tecnología, la productividad y el consumo no son fines, sino medios. El fin es la dignidad de la persona humana y de los pueblos. La ten
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sión surge precisamente por la tendencia cada vez más marcada que se observa por absolutizar los esquemas científico-tecnológicos en detrimento de los procesos de formación humanista.
• La experiencia ha demostrado que al intencionarse la formación para una nueva cultura ciudadana, quiérase o no, se asume una actitud crítica y cuestionadora que plantea la necesidad imperiosa de producir cambios en el conjunto social. Irremediablemente se interroga y cuestiona la práctica social, la naturaleza de las interacciones entre sus actores, el autoritarismo tan enraizado en las instituciones públicas, etc. Se intenta conocer los mensajes subyacentes en la cultura dominante, los mecanismos que se utilizan para la reproducción de las desigualdades sociales y la distribución disímil del conocimiento, etc. Se impone, por tanto, la necesidad de entrar a negociar entre la mantención y el cambio, entre la transformación total y las modificaciones progresivas. Por ello es que resulta fundamental la incorporación, en la formación ciudadana, del desarrollo de destrezas que habiliten a los actores educativos a la reflexión, al debate y al compromiso en la acción, de manera de ir introduciendo pausadamente alternativas a una cultura dominante poco abierta a la participación
En este sentido, la formación para una cultura ciudadana, en su búsqueda de resolver los conflictos reguladamente, es un referente va- lórico capaz de establecer los límites entre una educación excesivamente instrumental y una educación formadora en lo axiológico. A través de ella, se potencia el desarrollo de muchas de las capacidades que se requieren para vivir en una sociedad moderna. Entre éstas podemos identificar las capacidades de autoconocimiento, de autonomía y autorregulación, de diálogo, de comprensión crítica, de empatia social, de razonamiento moral, de liderar y emprender transformaciones, etc.
En definitiva, la formación cultural ciudadana ha de estar presente transversalmente en todos los esfuerzos educativos de la sociedad, sean éstos formales, no formales o informales. Este tipo de educación debe estar destinado, en primer lugar, a lograr la plena consolidación de las actuales democracias, haciéndolas más eficientes, participativas
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y transparentes, con el objetivo de fortalecer la convicción en sus propios principios intrínsecos, entre los cuales se destacan: la independencia de los poderes, el compromiso de un control mutuo entre éstos, la adecuada representación social, la participación proporcional de mayorías y minorías, la libertad de expresión, asociación y reunión, y el ejemplarizante valor democrático que posee la ejecución de elecciones libres, periódicas y transparentes de los gobernantes.
NUEVAS MIRADAS EN LA BÚSQUEDA
Mirada nuestra época desde esta perspectiva es posible comprobar que en la actualidad el clima de la convivencia social está siendo progresivamente atravesado por incertidumbres que antaño o no existían o poseían un menor perfil. Para muchos ya no es tan claro cómo es deseable convivir, ni qué valores han de regir nuestras vidas, ni qué formas de convivencia permiten conquistar lo deseado. Para otros, los patrones de convivencia social están claros y precisos, vienen de la tradición y, por tanto, se trata de que la sociedad los asuma sin vacilaciones.
La coexistencia de estas incertidumbres y de estas certezas configuran un cuadro de diversidad cultural que, a juicio de algunos, es similar a una crisis moral y valórica, y, a juicio de otros, signo de un cambio epocal ya que, sin lugar a dudas, estamos enfrentados a una búsqueda por nuevos paradigmas al interior de la sociedad en su conjunto. Para estos últimos, entre los cuales me incluyo, el paradigma que está hoy en vías de cambio —y que privilegia una concepción racionalista del ser humano— ha dominado nuestra cultura y nuestra convivencia social por siglos. Este paradigma, más allá de sus evidentes aportes al desarrollo científico tecnológico, ha conducido a un profundo desequilibrio entre lo racional y lo emocional, entre los valores y el comportamiento cotidiano.
Es en este escenario donde se enmarcan las nuevas miradas. Para los efectos de este artículo me interesa destacar al menos dos de ellas: la de Humberto M aturana y la de Rafael ECHEVERRÍA. La primera por cuanto nos recuerda nuestra dimensión biológica, y la segunda, nuestra dimensión lingüística. Y el conjunto de ambas, por cuanto nos permite refundar y levantar nuevas estrategias conducentes a la
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construcción de una cultura ciudadana basada en el respeto recíproco y la solidaridad.
LA BIOLOGÍA... Y EL RESPETO AL OTRO
Largo, extenso y complejo ha sido el recorrido científico de este biólogo chileno y, por tanto, no fácil de sumariar en pocas páginas. En estas líneas me interesa destacar el hecho de que desde una de las llamadas «ciencias duras» —la Biología— llega a remirar los fundamentos que hacen posible la convivencia humana y a proponer una refixnda- ción de ésta sobre la base de lo que él llama la biología del amor.
A partir de la imposibilidad de distinguir en la experiencia entre ilusión y percepción, M aturana afirma que carece de fundamento el pretender apoyarse en el objeto externo o realidad objetiva en la validación del conocimiento. Con esta tesis, el autor nos relaciona de inmediato con el tema del respeto al otro. En efecto:
«Yo no puedo distinguir en la experiencia entre ilusión y percepción porque tal distinción es a posteriori. Sí podemos ponernos de acuerdo. Y todos sabemos cotidianamente que el mundo en el que vivimos es un mundo de acuerdos de acciones. Y que cada vez que el otro no sabe algo, uno se lo puede enseñar, generando un acuerdo de acciones. El problema no está en el darse cuenta de que no podemos hacer referencias a una realidad independiente. El problema está en la creencia de que podemos hacer esa referencia; en el apego a ella a través de creer que uno puede dominar a los otros reclamando para sí el privilegio de saber cómo son las cosas en sí. Y esto, que es el fundamento de la teoría que explica la biología del conocer, es accesible para cualquier persona.»
Sitúa sus investigaciones en la epistemología genética y en la propuesta de ésta de avanzar hacia la comprensión del fenómeno del conocer y del convivir desde la perspectiva del operar biológico del ser vivo. Desde esta perspectiva se hace posible enfrentar la clásica distinción binaria entre espíritu, conciencia y conocimiento, por un lado, y cuerpo y biología, por otro. En palabras de M atURANA:
«Al declararnos seres racionales, vivimos una cultura que desvaloriza las emociones y no vemos el entrelazamiento entre razón
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y emoción que constituye nuestro vivir humano, y no nos damos cuenta de que todo sistema racional tiene un fundamento emocional.»
El sistema social humano está conformado por seres que lo realizan mediante sus conductas. Para que un sistema social se produzca es fundamental que hayan interacciones recurrentes basadas en la cooperación y la confianza. Lo constituyente de los sistemas sociales es, como lo indicamos más arriba, la biología del amor. El amor es la emoción fundacional de los seres humanos, de modo que éste podrá llamarse así en la medida en que sus interacciones recurrentes tengan lugar dentro del marco de la emoción implícita del reconocimiento mutuo. En caso contrario, estamos frente a un sistema en que los seres humanos no son aceptados sino instrumentalizados.
«Los seres humanos de la cultura patriarcal europea vivimos permanente o recurrentemente en esta contradicción de nuestra vida adulta: aprendemos a amar en la infancia y debemos vivir en la agresión como adultos. Por esto el amor para nosotros se ha vuelto literatura o, lo que es lo mismo, una virtud, un deber, un bien inalcanzable o una esperanza. Para vivir en la biología del amor tenemos que recuperar la vida matrística de la infancia, y para ello tenemos que atrevernos a ser nosotros mismos, atrevernos a dejar de aparentar, atrevernos a ser responsables de nuestro vivir y no pedirle a otro que dé sentido a nuestro existir. Pero hacer todo eso, en verdad, no es tan difícil si damos el primer paso recuperando nuestra dignidad al aceptar la legitimidad del otro, quienquiera que éste sea.»
El acaecer del vivir, propio de los seres vivos, se diferencia, en el caso de los seres humanos, de la explicación que hacemos de este acaecer, explicación que es sólo posible en el lenguaje. Como fenómeno biológico, el lenguaje es una dinámica de coordinaciones conduc- tuales recursivas. En tanto seres humanos, existimos en el lenguaje, y podemos hablar de las cosas porque somos nosotros quienes generamos las cosas de las cuales hablamos en el acto de hablar de ellas.
«El lenguaje no fue nunca inventado por un sujeto solo en la aprehensión de un mundo externo, y no puede, por tanto, ser usado como herramienta para revelar un tal mundo. Por el contra
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rio, es dentro del lenguaje mismo que el acto de conocer, en la coordinación conductual que el lenguaje es, trae un mundo a la mano. Nos realizamos en un mutuo acoplamiento lingüístico, no porque el lenguaje nos permita decir lo que somos, sino porque somos en el lenguaje, en un continuo ser en los mundos lingüísticos y semánticos que traemos a la mano con otros.»
El lenguaje se nos presenta, de este modo, como el principal protagonista que nos conduce hacia una mejor comprensión de las encrucijadas en que nos encontramos los seres humanos en nuestros días. En esta dirección apuntan, como veremos, las contribuciones aportadas por el otro autor seleccionado para este breve artículo.
HACIA UNA COMUNICACIÓN ENTRE PERSONAS
Inspirado en importantes filósofos contemporáneos (Heiddegger, N ietzche, Searle, etc., entre otros) y, de una manera muy determinante, en M aturana, Echeverría nos propone una nueva mirada orientada a recuperar nuestra dimensión lingüística en la constitución de nosotros mismos, de nuestro mundo, de nuestros valores y derechos.
Este autor se propone una nueva interpretación de lo que significa ser humano y por ello se mueve en el terreno de la ontología. El significado que se le asigna a este concepto se funda en Heidegger quien, como es sabido, cuestiona la tradición metafísica imperante y postula una ontología que hace referencia a la comprensión genérica de nuestra particular forma de ser.
Ha habido una larga historia marcada por la mirada que subordina el devenir y el lenguaje al ser inmutable y ahistórico de los meta- físicos. Esta mirada es cuestionada por no dar cuenta del ser que somos en-el-mundo. En este cuestionamiento se inserta el texto que nos preocupa con su nueva concepción ontológica del ser humano. En esta nueva ontología, el lenguaje juega un rol fundamental. Postulados básicos de este planteamiento son los siguientes:
• Interpretación de los seres humanos como seres lingüísticos. El lenguaje es, por sobre todo, lo que hace de los seres humanos el tipo particular de seres que son, seres lingüísticos, seres que viven en el lenguaje. A pesar de que se distingue el domi
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nio del cuerpo, de la emocionalidad y del lenguaje, la experiencia humana se realiza en el lenguaje.
• El lenguaje es generativo. La concepción tradicional del lenguaje lo concibe como descriptor de la realidad y cumpliendo un rol «contable». Sin embargo, el lenguaje no sólo permite describir la realidad sino crear realidades y, desde esa óptica, se afirma que el lenguaje es acción. Por medio de él, participamos en el proceso continuo del devenir, en el modelaje de nuestra identidad y del mundo en que vivimos.
• Los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él. La vida no es, para esta concepción, el espacio donde el ser se revela y se despliega, sino el espacio en que los individuos se inventan a sí mismos. En palabras de ÑlETZCHE, «el creador y la criatura se unen». Los seres humanos, al habitar en el lenguaje, se inventan a sí mismos en el lenguaje. Por ello, el foco de la Ontología del lenguaje está en el ser humano y no en el lenguaje, como es el caso de la Lingüística y de la Filosofía del lenguaje.
A estos postulados se añaden los siguientes principios que fundamentan una concepción no metafísica de los seres humanos:
«No sabemos cómo las cosas son; sólo sabemos cómo las observamos o cómo las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos.» Para la tradición metafísica, verdad y ser se identifican. Sin embargo, la epistemología moderna pone en cuestión esta aseveración e instala en el debate filosófico la cuestión de la inviabilidad de la certeza. Negar la posibilidad de conocer las cosas como son no invalida el hecho de la existencia de las cosas. Sólo afirma que lo que sabemos de ellas es nuestra interpretación de las mismas. De este modo, la verdad, para la lógica moderna, no es más que la coherencia interna entre dos proposiciones en un sistema dado. Sin embargo, no toda interpretación es igual a otra. Lo que permite discernir entre diferentes interpretaciones es el juicio que podamos efectuar sobre el poder de cada una de ellas, capacidad que permite abrir o cerrar posibilidades de acción en la vida de los seres humanos. El sentido común constituye el núcleo de supuestos que nos parecen obvios y que, por tanto, nuestro preguntar se detiene. El consenso se logra allí donde los participantes comparten las mismas interpretaciones.»
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«No sólo actuamos de acuerdo a como somos, también somos de acuerdo a cómo actuamos. La acción genera ser. Uno deviene de acuerdo a lo que hace.» La acción es la manifestación de un ser que se despliega en el mundo y es una posibilidad de trascenderse a sí mismo.
«Los seres humanos actúan de acuerdo a los sistemas sociales a los que pertenecen. Pero a través de sus acciones, aunque condicionados por estos sistemas sociales, también pueden cambiar tales sistemas sociales.» Los individuos son componentes de un sistema social más amplio: el sistema del lenguaje. Su posición dentro de ese sistema es lo que los hace ser los individuos particulares que son. La dinámica del devenir se produce en la relación entre el sistema social y el individuo, de modo que el sistema constituye al individuo del mismo modo en que el individuo constituye al sistema social.
Al conectar el lenguaje con la acción, la Ontología abre las posibilidades de observar aquellas acciones que son los actos lingüísticos, acciones que por lo general no han sido suficientemente reveladas. Ello permite elegir las acciones que nos acercan al ser que hemos escogido ser y crear en nuestras vidas. Los actos lingüísticos básicos son las afirmaciones y las declaraciones.
En las primeras, las palabras se adecúan al mundo; en las segundas, el mundo se adecúa a las palabras. Las primeras describen el mundo de acuerdo a nuestras interpretaciones; las segundas adscriben al mundo nuestras interpretaciones. Los seres humanos observamos la realidad de acuerdo a las distinciones que poseemos. El hablar nunca es inocente. Cada acto lingüístico se define por caracterizar compromisos sociales diferentes. En el caso de las afirmaciones, se trata de que la palabra cumpla con la exigencia de adecuarse a las observaciones que hacemos sobre el estado del mundo. Basándose en esta capacidad común de observación es que es posible distinguir entre afirmaciones verdaderas y falsas, dependiendo de si podemos proporcionar un testigo que pueda apoyarlas o no.
Cuando hacemos declaraciones, no hablamos acerca del mundo sino que generamos un nuevo mundo para nosotros. Ellas son válidas o inválidas según el poder de la persona que las hace. Toda persona tiene el poder de efectuar determinadas declaraciones en el ámbito de la propia vida personal, y en cuanto ejerza tal poder asienta su dignidad como persona.
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Los juicios pertenecen a las declaraciones. Con ellos se crea una realidad nueva, una realidad que sólo existe en el lenguaje. La realidad que generan reside totalmente en la interpretación que proveen. El juicio siempre vive en la persona que lo formula y, por ello, contribuye a formar su identidad. El fundamento de los juicios tiene que ver con la forma en que el pasado es traído al presente cuando se emiten los juicios. También hablan acerca del futuro, ya que emitimos juicios porque el futuro nos inquieta. Siempre emitimos juicios en relación algunos estándares que pueden cambiar con el tiempo. Al decir de EpicTETO:
«No es lo que ha sucedido lo que molesta a un hombre dado que lo mismo puede no molestar a otro, es su juicio de lo que ha sucedido.»
No hay relación humana que pueda desarrollarse adecuadamente cuando no existe la confianza. La Ontología del Lenguaje se sustenta en una determinada ética de la convivencia basada en el respeto mutuo. Al ocuparse de la comunicación humana, el asunto de la confianza y del sentido son primordiales. Y es también un aspecto fundamental del acto de escuchar. En palabras de M atURANA, el fenómeno de la comunicación no depende de lo que se entrega sino de lo que pasa con el que recibe. Cuando escuchamos, nos preguntamos qué lleva a alguien a decir lo que dice. El escuchar es oír más interpretar. Escuchamos el porqué las personas realizan las acciones que realizan.
¿Y por qué escuchar? Ser humano significa hacerse cargo en forma permanente del ser que se es. Lo que es esencial en nosotros es el estar siempre constituyéndonos. Como individuos somos, por un lado, todos iguales en cuanto a nuestro ser ontológico, ya que compartimos las formas básicas de ser que nos hacen a todos humanos; y por el otro, somos diferentes, somos personas, tipos particulares de ser humanos. Y por ello estamos abiertos al escuchar. Todo otro refleja un alma diferente en el transfondo de nuestro ser común.
Escuchamos desde nuestro trasfondo histórico. Los discursos históricos son campos de generación de sentido. No tenemos la responsabilidad de ser la encarnación de ellos, pero sí de reconocerlos en su particularidad. Las prácticas sociales son formas recurrentes de actuar
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de las personas, son formas establecidas de hacernos cargo de nuestras inquietudes.
Aunque veamos con nuestros ojos observamos, sin embargo, con nuestras distinciones. La gente con diferentes conjuntos de distinciones vive mundos diferentes. Muchas distinciones no tienen bases biológicas sino, más bien, morales, políticas, culturales. Una conversación es la danza que tiene lugar entre el hablar y el escuchar y entre el escuchar y el hablar.
Las emociones y los estados de ánimo son predisposiciones para la acción. Dependiendo del estado de ánimo en que nos encontremos, ciertas acciones son posibles y otras no. Condiciona también la forma en que efectuaremos esas acciones. Los estados de ánimo especifican un futuro posible y generan un determinado mundo. Son, por lo general, transparentes para nosotros y, por tanto, juzgamos que lo que pertenece a nuestro estado de ánimo es propiedad de nuestro mundo.
Aunque no somos responsables del estado de ánimo en que nos encontramos, somos responsables de permanecer en él. Por ello es posible adoptar una posición activa en lo que respecta a nuestros estados de ánimo personales y sociales en los cuales participamos. Al modificar nuestro horizonte de posibilidades, modificamos nuestro estado de ánimo. Igualmente, al modificar nuestro estado de ánimo, modificamos nuestras posibilidades.
El poder del lenguaje está en generar nuevos estados de ánimo que, a su vez, generan el lenguaje del poder. La concepción tradicional considera al poder como una sustancia, como algo que está allí, independiente de los individuos que lo observan. El postulado central de la Ontología del Lenguaje es la caracterización del poder como un fenómeno que emerge de la capacidad del lenguaje, ya que sin éste el fenómeno del poder no existe. Sin un observador provisto de lenguaje, el poder como tal no se ve. Y ello por cuanto es el propio observador quien lo constituye como el fenómeno que es.
Desde esta perspectiva, el poder es una facticidad histórica que existirá allí donde existan los seres lingüísticos que somos. Ello hace del poder algo que no ha de ser ni evitado ni condenado, sino reconocido como un espacio de aprendizaje. El aprendizaje es un juicio que emitimos cuando comprobamos que lo que podemos hacer en el presente no podíamos hacerlo en el pasado.
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Estos aprendizajes pueden ser inducidos y facilitados precisamente por esta nueva concepción del ser lingüísticos que somos. Y en ello radica toda la riqueza de la Ontología. En palabras del autor:
«Postulamos que la Ontología del lenguaje nos ofrece una poderosa herramienta para lidiar con uno de los rasgos más sobresaliente de nuestro tiempo: la crisis de sentido de la vida a la que hoy nos enfrentamos...
La Ontología del lenguaje nos confronta con el hecho de que no podemos esperar siempre que la vida genere, por sí misma, el sentido que requerimos para vivirla. Pero, simultáneamente, nos muestra cómo generamos sentido a través del lenguaje: mediante la invención de relatos y mediante la acción que nos permite transformarnos como personas y transformar nuestro mundo.»
LINEAS FINALES
Los aportes de estos autores nos introducen en nuevas zonas de nuestra convivencia muy poco exploradas. Al observarnos desde el ser biológico que somos y desde el mundo que construimos en nuestro lenguaje y del cual somos responsables, se nos abren nuevas posibilidades para la comprensión del otro y para el respeto recíproco. Permite, además, recuperar lo que el filósofo colombiano Luis Carlos Restrepo llama el derecho a la ternura. Para este autor,
«Tanto el hombre como la mujer, el chico o el anciano, están tentados por símbolos culturales enemigos del encuentro tierno, que al reglamentar sus conductas, aspiraciones y convicciones, los llevan a aplicar en la vida diaria la lógica arrasadora de la guerra. Más que una atribución de género, la ternura es un paradigma de convivencia que debe ser ganado en el terreno de lo amoroso, lo productivo y lo político, arrebatando palmo a palmo territorios en que dominan desde hace siglos los valores de la vindicta, el sometimiento y la conquista.»
En una dirección similar se pronuncia la UNICEF en el marco de la VI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, cuando afirma que:
«Si se aceptan los presupuestos evolutivos del ser humano, se puede convenir en que la democracia sólo puede sostenerse en re
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laciones matrísticas de afecto, confianza y respeto mutuos (en los ámbitos familiares, sociales y políticos de la cultura) y comprensivas de todas las etapas de la vida. El logro de este difícil objetivo implica actuar simultáneamente en varias dimensiones de la vida pública y privada.»
De este modo, la búsqueda en la que estamos comprometidos los ciudadanos de esta región adquiere nuevos impulsos, nuevas estrategias, nuevas nomenclaturas conceptuales y valóricas y, por sobre todo, nuevas convicciones que refrendan y validan la sabiduría acumulada por la Humanidad y expresada en la Carta Universal de los Derechos Humanos.
BIBLIOGRAFÍA
CEPAL-UNESCO: El conocimiento: eje de la transformación productiva con equidad, Santiago, 1991, pág. 142.
M a t URANA, Humberto: El sentido de lo humano, Dolmen, Santiago de Chile, 1994, pág. 24.
— Emociones y lenguaje en educación. Domen, Santiago de Chile, 1990, pág. 21, op. cit., pág. 53.
M aTURANA, Humberto, y VARELA, Francisco: El árbol del conocimiento. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1984, pág. 155.
Echeverría, Rafael: Ontología del lenguaje. Dolmen, Santiago de Chile, 1995, op. cit., pág. 63.
Restrepo, Luis Carlos: El derecho a la ternura, Arango Editores, Bogotá, Colombia, 1994, pág. 17.
UNICEF: La niñez en el marco de la gobernabilidadpara una democracia eficiente y participativa, Santiago de Chile, 1996.
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Chiapas: Una imagen sobre un espejo convexo
José Manuel López RodrigoTécnico de Caritas Española
Han pasado más de cinco años desde que el 1 de enero de 1994 el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levantara en armas, haciendo caer el escaparate que tanto le había costado montar al Gobierno de Carlos Salinas de Gortari y al de su predecesor Miguel de la Madrid. Ningún observador, por más miope que sea, puede pasar por alto la importancia de la fecha si se quiere entender la actual situación mexicana. Y es que el 31 de diciembre de 1993 México era ante el mundo, junto con Chile, el Estado-paradigma latinoamericano: una economía saneada basada en aplicar las directrices del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM), unos índices macroeconómicos envidiables, un Gobierno fuerte y una imagen internacional de gran estabilidad. Todo esto iba a culminar con la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) que le iba a introducir en una aventura comercial junto a Estados Unidos y Canadá. Era la puerta al Primer Mundo. Un día después el panorama era muy distinto, se conocía a nivel internacional la precaria situación de los indígenas mexicanos y se caía por los suelos la imagen de estabilidad. México dejaba de ser el paraíso de la inversión extranjera. Lo que iba a ser una integración con los «grandes» se convirtió en una crisis económica producida por la huida del capital financiero, que le costó al país hipotecar su principal recurso, el petróleo, para poder optar a un multimillonario crédito. Fue el famoso «efecto tequila», que se dejó sentir en todas las economías latinoamericanas y que puso de manifiesto la fragilidad de un sistema basado en la dependencia de fondos del exterior. Posteriormente salieron a la luz los escándalos políticos y luchas internas dentro del gobernante PRI, que terminaron con la muerte de
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dos posibles candidatos presidenciales y la inculpación de Carlos Salinas de Gortari y su familia.
Así comenzó una avalancha de acontecimientos que se han prolongado hasta el día de hoy, donde todavía resuenan los disparos de las intervenciones del ejército federal en Chava]eval y Unión Progreso. Ahora es necesario hacer un esfuerzo por analizar, no ya lo que ha provocado la aparición del EZLN y el movimiento que trae consigo, sino cuál es su propuesta y sobre todo qué repercusión está teniendo en el espacio internacional y en concreto en España.
PARA QUE NOS VIERAN NOS TAPAMOS EL ROSTRO
Si nos situamos en el contexto que viven los pueblos latinoamericanos, se puede decir que conocer la propuesta que se ha hecho desde Chiapas es clave para entender los procesos políticos y sociales del último lustro. Las duras condiciones sociopolíticas que sufrieron la mayor parte de los países de América Latina durante la segunda mitad del siglo, fueron el espacio adecuado para el nacimiento de decenas de movimientos de liberación, casi todos de carácter marxista, en especial tras el triunfo de la revolución cubana. Enmarcados en estos parámetros ideológicos sólo se concebía la dualidad mercado-Estado, por lo que la única estrategia que las guerrillas se planteaban para la transformación social era la toma del poder; el cambio sólo podía venir desde el control del Estado. A este planteamiento se sumaba una característica más, el internacionalismo y que fue impulsado, fundamentalmente, por los movimientos de liberación guevaristas a partir de los años sesenta.
La caída del «muro» de Berlín y el hundimiento del socialismo real supuso un duro golpe para los movimientos de liberación del continente, que vieron desaparecer un referente ideológico. A esto se sumaron los cambios políticos de los años ochenta, que llevaron a la mayoría de los países a abrazar una democracia formal que ya generaba frustración a comienzos de los noventa. Latinoamérica llega a esta década en plena crisis de utopia. Una crisis que es un compendio de económica, política y social, pero que es algo más que la suma de las tres. En lo económico la globalización ha cambiado la estructura productiva de los países, entra en juego el factor financiero y el consi-
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guíente viaje del capital de unos países a otros, que genera inestabilidad. En lo político la representatividad se ve reducida al mínimo por la subordinación al poder económico y por la falta de respuestas del aparato político a las expectativas que, tras tantos años de dictaduras, se habían depositado en los nuevos gobiernos. En lo social aparece un nuevo elemento, la exclusión, que toca a casi todos y fragmenta la sociedad. Pero sin lugar a dudas la característica fundamental de la crisis es la falta de visión de una posible salida. No hay elementos ideológicos o estructurales a los que asirse, la perplejidad es el estado general de cuantos antes sabían qué hacer.
Es en esta situación donde hay que contextualizar el movimiento en Chiapas. Propuesta que se presenta introduciendo un postulado que la hace ser diferente de cualquier proceso de liberación anterior: e l EZLN no plantea una lucha p o r elpodery simplemente exige justicia ; sus reivindicaciones se centran en que se reparta mejor la tarta y no en ser ellos los que la reparten. Esto significa ubicarse fuera de la dualidad Estado-mercado; es la puesta de largo del tercer sector, de la sociedad civil, espacio en el que se sitúan los zapatistas. Parten más de la resolución de los problemas cotidianos que de un modelo ideológico fuertemente estructurado. Es importante resaltar que, frente a la posición tradicional donde hay una incompatibilidad de actores —los movimientos de liberación intentan tomar el Estado para engullir el mercado, mientras la corriente neoliberal toma el mercado para hacer desaparecer el Estado—, la nueva propuesta parte únicamente de la necesidad de los excluidos de recuperar protagonismo y sobre todo de un reparto más justo de los recursos. La sociedad civil exige participar al igual que lo hacen mercado y Estado. Con esta premisa clara la vía militar elegida por los zapatistas debe ser interpretada como un elemento más táctico que estratégico, cuyo objetivo ha sido poder saltar a la agenda pública internacional y mantener la capacidad de negociación durante un tiempo prolongado.
Placiendo un ejercicio de empatia hacia los indígenas y campesinos de cualquier lugar entre el Río Grande y la Patagonia, es fácil darse cuenta del rápido calado que en ellos tiene esta nueva idea. La profunda marginación que sufre un indígena chiapaneco, en relación a los procesos políticos de su país y a la construcción de su sociedad, es el elemento clave para entender la situación. Su cultura está anula
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da y su única forma de integrarse al modelo oficial es renunciando a ella. A esto se suma que desde el punto de vista económico su actividad no es muy rentable: la inmensa mayoría de los pueblos indígenas se dedican a la agricultura de subsistencia, con vistas al mercado interno, actividad que no parece tener interés de cara a los índices ma- croeconómicos que se nutren de las exportaciones. Sufren además una exclusión política puesto que ya casi ninguno de ellos participa en las elecciones —de candidato, se entiende—, pasando este plano a una esfera lejana de su realidad cotidiana. Esta exclusión tiene además de un carácter personal, una componente geográfica. Ya no sólo es el indígena el que está excluido por su condición, sino que es toda la zona en que vive la que resulta ineficaz para el mercado y por consiguiente no es apoyada desde el Estado con infraestructuras viales, escuelas o centros de salud. Los pueblos indígenas se sitúan, por tanto, en el espacio más profundo de la exclusión cultural, económica y política.
Partiendo de este análisis es fácil entender que una propuesta cuyo centro es la recuperación de la palabra, del orgullo de ser indígena, que se presenta como la única puerta para salir de la exclusión sin tener que renunciar a la propia identidad y que además proviene de ellos mismos, sea asumida con tanta fuerza. A esto hay que sumar que existen en Chiapas otros factores que también están contribuyendo a fortalecer la identidad indígena, entre los que hay que destacar el desarrollo de una Iglesia fuerte y participativa, elemento estructu- rador de cualquier sociedad campesina latinoamericana, en la que la organización religiosa y civil se entremezclan muchas veces.
Un tercer elemento clave es desde dónde se hace la propuesta: e l espacio de la sociedad civil. En un país donde la corrupción del Estado alcanza unos niveles desorbitados y en el que el libre mercado hace verdaderos estragos entre la población —espaldas mojadas, maquila...— había una oportunidad para potenciar un espacio distinto, un tercer sector que incidiese en el camino que la construcción del país estaba tomando. Esta oportunidad ha sido aprovechada por los zapa- tistas, que además han sabido impulsar nuevas formas de política: política sin Parlamento, política por la vía de los hechos que se ha traducido en la formación de Ayuntamientos paralelos que se organizan participativamente, política que obliga al Congreso mexicano a realizar cambios en la Constitución. En todos los casos se trata de nuevas
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fo rm a s d e p ro fu nd iza ción d e la d em ocra cia que no son contempladas por el sistema formal y que, por tanto, se sitúan en la mayoría de las ocasiones fuera de la legalidad.
La oportunidad incluía la posibilidad de capitalizar la creciente inquietud social hacia la situación general del país. En este sentido, las bases de la propuesta han ido más allá del espacio rural, llegando a las ciudades, donde algunas Asociaciones de Vecinos, ONGs, grupos de mujeres y otros espacios de la sociedad civil organizada las han interiorizado y adaptado al espacio urbano. Pero su verdadera importancia está en haber interesado a los ciudadanos no organizados, a los que podríamos llamar «normalizados», no politizados, que se han sentido identificados, no ya con la problemática indígena, sino con su propio estado de exclusión. Así se entiende que casi un millón de personas de todo el país participaran en el referéndum que el EZLN planteó para decidir su incorporación a la vida política, si bien es cierto que la gran presión mediática y en ocasiones una mala planificación han hecho que las expectativas generadas no se hayan satisfecho.
Finalmente, hay un último elemento que es el que ha generado mayor impacto, no sólo en el país, sino a nivel internacional. Los za- patistas constatan que s í se p u ed e ha cer algo, frente a lo que nos traen las corrientes del pensamiento único en torno al fin de la historia, la mercantilización de la sociedad y a la imposibilidad de actuación sobre los nuevos niveles de decisión. Un grupo de indígenas mal armados, de una zona desconocida hasta por los propios mexicanos, han sido capaces de poner un país en estado de crisis social y de darse a conocer en todo el mundo. Esto es algo que de no haberse producido era difícil de imaginar, sobre todo cuando el sentir general es de clara impotencia e indefensión ante una realidad que supera lo visible y que se conforma en espacios desconocidos e intangibles; podríamos decir, con FREIRE en la cabeza, que Chiapas se presenta como un in é d ito v iab le —una posibilidad de transformación viable, pero que no había sido percibida hasta ahora— .
En América Latina el fenómeno Chiapas ha tenido importantes repercusiones y ha venido a catalizar procesos que ya marchaban en similar dirección. El más importante es sin duda el del Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Brasil, que lleva ya varios años utilizando la misma lógica que los zapatistas para la resolución de sus problemas
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vitales más acuciantes. En este sentido, y como ejemplo de la aplicación de la política de los hechos, es muy ilustrativo ver los pasos que ha seguido la Reforma Agraria en Brasil. Un problema debatido en el Congreso durante años se ha solucionado en poco tiempo por la vía de las tomas de tierras. Las tomas protagonizadas por el MST, que han sido acciones completamente ilegales, eran consideradas tan legítimas por la opinión pública que el Gobierno se ha visto forzado a emprender una reforma que iba siempre unos pasos detrás del último campesino. De esta manera se ha legalizado lo que ya era una realidad, a la vez que el Movimiento se ha convertido en un actor de peso en los procesos del país. Algunos analistas incluso llegan a afirmar que el MST ha conseguido más —no sólo cuantitativamente, sino en cuanto a regeneración social— por la vía de las tomas ilegales que el Partido del Trabajo (PT) de Lula en años de trabajo electoral. Protagonismos de la sociedad civil similares se producen en otros países, como Ecuador, donde el Movimiento Pachakutik ha sido capaz de integrar a indígenas, campesinos, profesores, sindicalistas y asociaciones de derechos humanos y de impulsar la destitución, en febrero de 1997, del presidente Abdalá Bucaram, cuya política económica de privatizaciones estaba afectando gravemente la situación vital general.
En Bolivia, por otro lado, la Central Obrera Boliviana (COB) se ha abierto a otros colectivos, como los maestros o los campesinos co- caleros del Chaparé, y ha recuperado la representatividad social que tuvo en los tiempos de la dictadura, siendo hoy un freno a la política neoliberal del Gobierno de Hugo Bánzer.
NUEVOS TIEMPOS, NUEVAS ARMAS
No sólo es novedosa la guerrilla zapatista en sus contenidos, sino también en sus formas. No podía haber sido de otra manera, una propuesta que quiere dar respuesta a lo local y lo global tenía que utilizar nuevos medios, si se quiere, más adecuados a los tiempos. De esta manera el EZLN eligió la comunicación como principal arma en su lucha. El uso de los medios de comunicación, nacionales e internacionales, ha sido la clave para alcanzar la relevancia que Chiapas ha adquirido en el mundo. Escoger el arma en los duelos es de vital importancia, por lo que la elección de la «espada mediática» deja traslucir algo más que aleatoriedad. Un primer vistazo nos lleva a confir
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mar lo ya apuntado anteriormente, que la violenta puesta en escena del EZLN es más una táctica que una estrategia. Los zapatistas eran conscientes de su debilidad militar frente al poderoso ejército federal, aunque fueron capaces de mantener con él un pulso lo suficientemente duradero como para asegurarse el reconocimiento de la opinión pública internacional. De no haber sido así es probable que el aparato militar mexicano hubiera operado hace tiempo, terminando con el nuevo movimiento. Basta con observar cómo se van desarrollando los acontecimientos en el Estado de Guerrero, donde el Ejército Popular Revolucionario (EPR), un movimiento que vio la luz en 1995, está siendo reprimido con relativa facilidad y sin repercusión exterior. Pero, aun siendo la introducción de la comunicación un elemento novedoso en la práctica tradicional de los movimientos de liberación latinoamericanos, no se pueden olvidar otras que, aunque más habituales, forman parte de la estrategia del EZLN. Concretamente sobresale la componente organizativa, algo irrenunciable sobre todo hablando de un movimiento de base indígena. Los zapatistas han tardado casi diez años en darse a conocer en público, tiempo durante el cual la organización local se ha ido fortaleciendo.
Por otro lado, si miramos más en profundidad se percibe una segunda idea, que los zapatistas han explicitado en su discurso en numerosas ocasiones y que se podría resumir en: contra la globalización se lucha con globalización. Nuevos tiempos, nuevas armas. Aunque parece algo sencillo, es posible que sea la primera experiencia desde la sociedad civil que desarrolle una salida global con medios globales. Esta forma de enfocar la situación permite ganar nuevos espacios. De hecho, Chiapas no ha pasado a la agenda internacional como lo han hecho otros conflictos —Timor, Afganistán...—, lo ha hecho generando debate sobre sus propuestas. En este sentido, presenta un espíritu más globalizador que intemacionalista. La difuminación del Estado-nación no pasa inadvertida a los zapatistas y se intuye una propuesta de creación de una comunidad de sentido más amplia. Así, en la introducción de la V Declaración de la Selva Lacandona se puede leer: «...llamamos al pueblo de México y a los hombres y mujeres de todo el planeta a unir con nosotros sus pasos y sus fuerzas en esta etapa de la lucha por la libertad, la democracia y la justicia...».
La estrategia comunicativa fue en un primer momento un verdadero éxito —de otro modo es posible que este artículo no hubiera
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visto nunca la luz—, no sólo por la facilidad y la rapidez con que se distribuyó el discurso y la simpatía que generó en todo el mundo, sino porque además supo mantenerse en la agenda casi permanentemente. En principio, permitió parar la ofensiva del ejército, que comenzaba a movilizar grandes contingentes de tropas en la región y cuya primera intención era terminar de forma expeditiva con la revuelta. En paralelo se hizo un planteamiento del conflicto que huía de lo bipolar: guerrilla contra ejército. Se presentaron todos los actores sociales que intervenían, desde la Iglesia hasta los terratenientes, pasando por las diferentes etnias de la zona o los gobiernos locales del PRI. De manera sencilla podríamos decir que se complejizó el conflicto, se mostró como una red de causas y efectos donde no había nada que se produjese por azar y donde la modalidad de tonos grises era enorme. Esto permitió a la opinión internacional tener una idea de conjunto de cuál era el problema de fondo. El escenario superaba los espacios local y nacional, entrando en juego otros factores de ámbito internacional como los intereses de empresas transnacionales que querían poner maquilas en la zona o los efectos que sobre la población indígena habían tenido las mismas políticas de modernización impulsadas por el BM y el FMI, que habían puesto a México al borde del Primer Mundo. Y esto fue posible porque durante los primeros meses la estrategia descolocó tanto al ejército como al Gobierno mexicano, que estaban preparados para un enfrentamiento militar pero no para uno mediático, para un conflicto nacional pero no para uno que rebasara sus fronteras. Es sintomático que durante el año 1995 una de las prioridades del ejército federal fuese cortar el suministro eléctrico a las comunidades indígenas para que el subcomandante Marcos no pudiera recargar las baterías de su ordenador portátil y de su teléfono móvil, con los que mandaba comunicados a periódicos de todo el mundo.
El riesgo que conllevó esta estrategia se valora mejor conociendo el espacio comunicativo del país. México tiene uno de los aparatos mediáticos más concentrado y cercano al partido en el Gobierno de toda Latinoamérica, en especial en lo que a televisión se refiere. No es nuevo el uso militar y político de técnicas de desinformación característica en los conflictos de baja intensidad. Sin embargo, la rápida puesta en escena del EZLN pareció dejar sin respuesta a los medios de comunicación. No hubo en los primeros meses una estrategia uniforme, lo que hacía que las informaciones llegasen a ser contra
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puestas. Esta coyuntura favoreció la capacidad de entrada en los medios de los zapatistas, que sí tenían una táctica bien definida. En lo que respecta a los medios internacionales el impacto fue grande. En la primera semana el levantamiento ya ocupaba portadas en los principales diarios europeos, despertando un interés tan grande que ha permitido su mantenimiento en la agenda informativa durante mucho tiempo.
Pero lo que en principio fue un éxito, con el tiempo se descubrió como un arma de doble filo. Pensar que los grupos multimedia internacionales iban a ser neutros a la hora de difundir los postulados zapatistas puede calificarse de ingenuo, sobre todo teniendo en cuenta que se encuentran insertos en complicados engranajes financieros y de poder que superan el nivel nacional. Así, lo que en principio fue permisividad —el subcomandante Marcos ha publicado artículos en las secciones de opinión de los principales diarios españoles— se volvió un control férreo y un desprestigio permanente de las posturas del EZLN. Sólo tendríamos que seguir la evolución de las fuentes informativas para darnos cuenta de los cambios. En enero de 1994 no había corresponsales en Chiapas, la repentina noticia fue cubierta por enviados especiales que llegaron precipitadamente o incluso por periodistas que casualmente se encontraban en la zona y que hicieron funciones de improvisados corresponsales para algunos diarios. Esta situación facilitó la difusión de todo tipo de noticias que fluían por las redacciones sin ningún control. Tras esta fase se estabilizaron las corresponsalías en previsión de un largo conflicto. Dentro de México ocurrió algo parecido. El asombro inicial fue desapareciendo para dar entrada a un fuerte control mediático, que ha tenido su ejemplo más claro en el cerco informativo a los movimientos en el Estado de Guerrero que han pasado prácticamente inadvertidos a la opinión pública. En la actualidad, apenas algunos medios escritos mexicanos —La Jornada^ Proceso— mantienen la independencia frente a la línea informativa oficial.
UNA IMAGEN DEFORMADA
Estos cambios en el tratamiento informativo del conflicto han marcado la visión que la sociedad española tiene de él. El Ghiapas que se nos presenta ahora es sólo, utilizando términos del propio sub
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comandante Marcos, una imagen reflejada en un espejo convexo. Si analizamos la entrada en los medios de comunicación españoles de los zapatistas y su pluma estrella, el subcomandante Marcos, vemos primero una gran afluencia de noticias entre las que hay incluso comunicados y artículos de opinión del propio EZLN. Sin embargo, la avalancha inicial va cambiando de rumbo con el tiempo. Siguen entrando gran cantidad de informaciones pero ya no en «bruto»; se van introduciendo noticias más elaboradas y otras opiniones que empiezan a generar confusión y que van transformando la opinión inicial que la ciudadanía española se había formado. Este proceso va avanzando hasta que el nivel de desinformación es ya patente. En el día a día no es fácil apreciarlo, pero si vamos a la hemeroteca y comparamos el tratamiento dado entre el levantamiendo en enero de 1994 y la masacre de Acteal en 1998, el cambio en la línea informativa es notable. En este último caso, por ejemplo, haciendo el seguimiento de los diarios de mayor tirada nacional durante las dos semanas siguientes al hecho —después desapareció de la agenda— se construía el siguiente hilo argumental: el primer día se trataba de un grupo de paramilitares del PRI que habían atacado una aldea ocupada por indígenas pertenecientes a un grupo de apoyo zapatista; poco después esta primera impresión se fue matizando con otras informaciones de segundo orden: que había un gran componente de odios familiares o que los indígenas prozapatistas habían asesinado durante todo el año a muchas personas y no había salido en la prensa; las últimas informaciones apuntaban más a una lucha de dos ejércitos en medio de la cual se encontraban atrapados los indígenas, que ante la situación se veían obligados a huir. Al final la suma de informaciones contradictorias impidió conocer qué es lo que realmente pasaba.
Un elemento a destacar en este proceso es el sistemático descrédito al papel de la Iglesia en la zona. Monseñor Samuel Ruiz, obispo de San Cristóbal de las Casas, es desde el comienzo blanco de todo tipo de críticas y ataques. En el fondo de esta campaña de desprestigio se encuentran dos fuertes razones. La primera, es el importante papel organizativo y de recuperación de la identidad que la Iglesia local, muy cercana a la Teología de la Liberación, ha tenido en los últimos años y que con tan malos ojos ha sido vista por la oligarquía ganadera chiapaneca, la cual ha visto alterado el orden tradicional basado en la supremacía de la cultura criolla frente a la indígena. La segunda, es la molesta mediación de la CONAI (Comisión Nacional de Intermediación) en el con
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flicto. Este organismo, nacido de la sociedad civil, ha estado presidido desde el principio por monseñor Ruiz y su objetivo ha sido plantear una salida pacífica y justa a la situación. La función de la CONAI ha sido siempre contraria a la aparente estrategia del Gobierno y del ejército, que es una intervención militar abierta. Las fuertes presiones y el debate interno dentro de la propia Conferencia Episcopal Mexicana, que no ha permitido un apoyo fuerte al papel mediador de la Iglesia local, han terminado con la disolución de la CONAI, aunque esto no haya supuesto el fin de los ataques a monseñor Samuel Ruiz.
Valdría citar, como ejemplo, la reciente edición en nuestro país del libro Marcos^ la gen ia l impostura (El País, Aguilar, 1998), publicado por uno de los grupos mediáticos más importante de España —que por cierto tiene importantes intereses económicos en México a través del grupo La Prensa—. En este libro, entre otras cosas, se hacen referencias explícitas al presunto papel protagónico de monseñor Ruiz en el levantamiento, llegándose a insinuar que es el cerebro del EZLN y que se le conoce como comandante «Germán»; acusaciones éstas curiosamente similares —tratándose de un trabajo de investigación— a las difundidas por el Gobierno y la inteligencia militar desde el inicio del conflicto a través de la Dirección General de Radio Televisión y Cinematografía (RTC) y del Centro de Producción de Programas Informativos y Especiales (CEPROPIE).
En los últimos meses se ha producido además una progresiva salida de Chiapas de la agenda internacional, en parte debido a los intereses de los grupos mediáticos, en parte a la dificultad de mantener la tensión informativa durante tanto tiempo sin haber conseguido el EZLN una victoria política lo suficientemente patente y sin haber sabido —o podido— canalizar las expectativas que se habían generado en la sociedad en general.
El efecto final que ha producido toda esta mediación informativa —el espejo convexo— es una imagen deformada de la propuesta inicial:
— El despertar de la sociedad civil se refleja en el espejo como una más de las luchas por la toma del Estado de corte marxista.
— La búsqueda del protagonismo de los indígenas en lo que a participación política, económica y cultural se refiere se refleja como una profundización de la exclusión —tienen que huir de una lucha que no parecen entender.
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— La Iglesia y su mediación pacificadora se refleja como una más de las partes beligerantes.
— El Gobierno mexicano, responsable de la situación del Estado de Chiapas, con diferencia el más pobre del país, se refleja como el mediador entre las partes.
— El ejército federal, responsable de masacres y violaciones sistemáticas de los derechos humanos en la zona, se refleja como una fuerza de paz.
— Los grupos paramilitares, fomentados y apoyados por los terratenientes y los militares, se reflejan como clanes familiares con odios ancestrales.
La superficie del espejo se va curvando cada día más por la presión y la imagen que tenemos hace muy difícil poder reconocer en ella los contornos y las formas.
EL REFLEJO DEL REFLEJO
La conceptualización que la sociedad española ha hecho del conflicto en Chiapas no puede separarse de la visión que han dado, y sobre todo que siguen dando, los medios de comunicación; pero tampoco es ajena a los procesos sociales que se están dando en España. Por esta razón, la borrosa imagen final que nos llega no es sino el reflejo de un reflejo.
Aunque es cierto que el movimiento en Chiapas no ha pasado inadvertido, su calado no ha sido tan profundo como se podía esperar ante la coyuntura social existente en nuestro país. El cambio que en los últimos años han sufrido los movimientos sociales en España (1), tal y como los entendíamos durante la transición, ha dejado espacios vacíos que están siendo llenados con nuevas e incipientes propuestas de la sociedad civil. El auge de las ONGs, de la solidaridad.
(1 ) Las claves de este cam b io se en c u e n tra n desarro llad as, e n tre o tro s, p o r J. Cas- QUETTE {Política, cultura y movimientos sociales, Bakeaz, B ilb ao, 1 9 9 8 ) , A . JEREZ (Trabajo voluntario o participación, T ecnos, M a d rid , 1 9 9 7 ) e I. ZUBERO {Movimientos sociales y alternativas de sociedad, H oac, M a d rid , 1 9 9 6 ) .
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del voluntariado, es la consecuencia más visible de la formación de un nuevo espacio. Nos encontramos, por tanto, ante una oportunidad cultural que se muestra como un malestar esperanzado ante la situación que la globalización y la economización de la sociedad están produciendo. Se percibe, o al menos se intuye, la necesidad de plantear, desde este nuevo espacio, alternativas que rompan el monopolio ideológico que se nos vende como el «fin de la historia». Esta oportunidad cultural, si bien es extensible a un sector muy amplio de la sociedad española, está protagonizada principalmente por lo que podríamos denominar la generación CHASP (Ciudadanos Honestos Aunque Suficientemente Preocupados), que se conforma con todos aquellos ciudadanos que, sin ser «militantes», sienten el riesgo que genera el pensamiento único: empiezan a sospechar de la veracidad de la información que les llega por los medios de comunicación, se preocupan por la situación en otros países, se indignan ante los muertos en las pateras, son voluntarios o socios de alguna ONG, están desencantados de la política tradicional y se incomodan al ver los efectos que la aplicación del neoliberalismo tiene en la vida cotidiana. La generación CHASP, en la que se incluyen más personas cada día, no está claramente estructurada y en la mayoría de los casos no forma parte del tejido asociativo; sus señas de identidad hay que buscarlas en la percepción de la situación y no en la existencia de un proyecto común. Son precisamente estas características las que permiten que hablemos de la existencia de una oportunidad cultural. Oportunidad que se mantendrá mientras que haya búsqueda de una propuesta común; después, si es que se encuentra, podríamos asistir al nacimiento de un movimiento social.
Tenemos ahora un rompecabezas de dos piezas: una la constituye el fen óm en o ChiapaSy que se presenta como lo que habíamos llamado un in éd ito v iab le —aunque no el único posible—, una propuesta original y factible, que ha servido para revitalizar los movimientos sociales de gran parte de América Latina. La otra es una op ortu n idad cu ltu ra l que parece ganando espacio en nuestra sociedad. Un observador que aplicase la más estricta lógica podría caer en la tentación de casarlas directamente, y si bien es probable que no ajustaran perfectamente, sí permitirían al menos hacerse una idea muy aproximada del dibujo del puzzle. Sin embargo, la realidad nunca es tan simple y está repleta de complejas interacciones, entre las que hay que destacar, sin lugar a dudas, la ya analizada influencia mediática.
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De hecho, la cara que de Chiapas están presentando los medios de comunicación ha conseguido «marginalizar» la propuesta zapatis- ta. Lo que en México, y en general en Latinoamérica, se entiende como una llamada dirigida a la población en general, a la gente de «a pie» —indígenas, obreros, amas de casa, parados, jóvenes...—, aquí ha sido encajada en posiciones de izquierda cuasi extrema. Se ha «politizado» —en el sentido de incluirse en el abanico político tradicional derecha/izquierda— lo que estaba pensado para ser «socializado», es decir, debatido en el seno de la sociedad civil. Los CHASP han visto pasar por delante de ellos una idea que en principio les era empática, pero que se ha radicalizado siendo abrazada por algunos grupos de izquierda, tradicionalmente marginalizados del espacio político de las urnas. Un ejemplo es suficiente para ilustrar este fenómeno. En 1997 se celebró en España el II Encuentro Intergaláctico contra e l Ne- oliberalismo; promovido por los zapatistas, pretendía ser una forma de exportar el debate que el año anterior se había producido en la comunidad de La Realidady en lo profundo de la Selva Lacandona, y en el que habían participado intelectuales de renombre y líderes de movimientos sociales de todo el mundo. Sin embargo, el cambio de escenario y la apropiación del espacio por los grupos antes descritos, produjo que el evento pasara prácticamente inadvertido a la sociedad en su conjunto e incluso a las organizaciones del tercer sector que participaron en un número muy reducido. Una imagen ilustrativa del marco en el que se realizó el Encuentro es la pregunta que un niño de unos siete años le hacía a su padre en la concentración que abría los actos: «Papá, ¿por qué nadie va vestido normal?» Podríamos dedicar un tiempo a debatir sobre su concepto de «normal», pero su percepción da idea de los sectores sociales que se encontraban allí. Esta apreciación no hace más que cerrar el círculo trazado por los medios de comunicación. Se produce así una identificación entre el discurso mediático, que nos retrotrae a los movimientos marxistas de otros tiempos, y los espacios sociales y políticos que representan aparentemente en la sociedad española la defensa de Chiapas. Por este lado, el reflejo del reflejo ha rebotado con un ángulo tan grande que tan sólo ha tocado tangencialmente a los CHASP, haciendo muy difícil el encajar las dos piezas del rompecabezas.
Sin embargo, paralelamente se ha producido un fenómeno singular que ha facilitado que se forme un segundo grupo, relativamente importante, que se ha acercado a la propuesta de EZLN. Si la apuesta
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zapatista por los medios de comunicación convencionales ha resultado un arma de doble filo, no ha ocurrido lo mismo con su despliegue en el ciberespacio. El uso de Internet, además de ser un elemento novedoso como táctica de insurgencia, ha permitido la comunicación directa entre el movimiento zapatista y parte de la sociedad civil, no sólo de nuestro país, sino también del resto de Europa y Estados Unidos —por algo es que la w eh del EZLN se puede consultar en varios idiomas—. Parte del éxito se debe también a la coincidencia del levantamiento con el «boom» del uso doméstico de Internet, siendo muchas las personas que han terminado atrapadas por la propuesta a través de la red. En general, éstas pertenecen a grupos preocupados por algunos aspectos sectoriales, pero que han terminado confluyendo en un mismo punto. Entre ellos encontramos interesados en asuntos indígenas, en derechos humanos, en cuestiones feministas, en autogestión, en asuntos de paz, en América Latina y sobre todo aquellos que siguen la agenda de noticias internacional y gustan de profundizar en ella. Se ha formado una com u n id a d d e sen tido v ir tu a l que responde perfectamente a la estrategia globalizadora de Chiapas, que ha sido capaz de adaptar e impulsar, en pequeños espacios «reales» aunque en su mayoría no generadores de opinión pública, el inédito viable que les había llegado por la línea telefónica. Esta comunidad virtual está formada por personas con un nivel de militancia y motivación social alto, lo que les hace situarse en los espacios más comprometidos del tercer sector. Podrían considerarse incluso un pequeño núcleo duro dentro de lo que hemos denominado la gen era ción CHASE
Al lado de estos dos grupos —la izquierda marginalizada y la comunidad de sentido virtual— se ha quedado el espacio de la oportunidad cultural, el hueco vacío en el que probablemente encajaba mejor la pieza. No sería correcto decir que el ciudadano de la calle no conoce el conflicto de Chiapas porque, a pesar del espejo mediático, es sin lugar a dudas uno de los temas internacionales informativamente más recurrente. Sin embargo, la imagen del espejo convexo es tan deforme que habiendo conseguido generar simpatía, no ha permitido que ésta se transformara en identificación.
Por último, es conveniente hacer un apunte final. Si analizamos el estado del m ercado in tern a cion a l d e propuestas y esperanzas vemos que América Latina está siendo en la década de los noventa una de las
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mayores productoras de inéditos viables, tal y como lo fue en los años cincuenta y sesenta. Además de Chiapas y los movimientos ya mencionados del MST en Brasil, Pachakutik en Ecuador o la COB en Bolivia, habría que sumar, entre otros, la gran cantidad de experiencias de poder popular a nivel municipal que hay en Colombia, Brasil, Venezuela y México, o la red satelital ALRED —perteneciente a la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER)— que está haciendo comunidad sentido a través de más de 150 emisoras comunitarias del continente. Muchos de ellos son desconocidos y probablemente lo seguirán siendo, teniendo en cuenta el premeditado vacío al que son sometidos por el control mediático. La difusión internacional que el movimiento zapatista ha tenido es fruto de la sorpresa y la novedad que su estrategia produjo en un principio y del efecto de la red Internet. Sin embargo, es muy difícil que se vuelva a repetir porque el efecto sorpresa ya no es tal y porque las maniobras desde el mercado hacia el control de Internet no le auguran un futuro muy «libre». Por esta razón hay que hacer una reflexión sobre la necesidad de disponer de espacios comunicativos que permitan la distribución de inéditos viables, de propuestas de la sociedad civil. Si el tercer sector no es capaz de construir sus propios espejos para tener imágenes más claras de la realidad internacional y poder difundirlas en el espacio nacional y local, la posibilidad de aprovechar la oportunidad cultural será muy reducida, y el caso que nos ocupa es un ejemplo claro.
No parece lógico que cuando se están buscando propuestas sociales alternativas se dejen pasar ideas que podrían ser útiles para su construcción, en especial teniendo en cuenta que los tiempos éticos e ideológicos que corren no son propicios para el despilfarro. La tarea no es fácil y requiere de mucha imaginación; además habrá que comenzarla cuanto antes porque la propia deformación del espejo puede ser, a medio plazo, la pérdida del seguro de vida que el movimiento zapatista tiene en su imagen internacional y que facilitaría una intervención militar y el consiguiente fin de este inédito viable. Entonces sólo nos quedará esperar que alguien nos haga llegar otra pieza que sirva a nuestro rompecabezas.
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Las mujeres latinoamericanas en el fin de siglo
Teresa Valdés (*
Sin duda, una de las transformaciones culturales y políticas más significativas del siglo que termina —en el mundo y en América Latina en particular— está referida a la posición que ocupan las mujeres en todos los ámbitos de la vida social. Sucesivas olas y movimientos sociales liderados por mujeres las sacaron de la relegación y margina- ción en que se encontraban transformándose en ciudadanas, fuerza de trabajo, actoras políticas y sociales y creadoras culturales. Estas fuerzas fueron el sufragismo y el feminismo, que, mirados en una perspectiva histórica, se revelan como poderosas fuerzas de cambio. Estas fuerzas, articuladas a una comprensión cada vez más profunda de los Derechos Elumanos, han contribuido y lo seguirán haciendo a la materialización del anhelo democrático y humanista. Han hecho visible e impugnado el orden patriarcal, este sistema de sexo/género que subordina a las mujeres y consagra profundas desigualdades entre mujeres y hombres.
Las democracias latinoamericanas concedieron el derecho a voto a las mujeres —en su mayoría— entre 1945 y 1955, tras largos años de lucha muchas de ellas. Desde entonces se incorporaron —con lentitud— a la función pública, a los distintos poderes de Estado y a todos los ámbitos del quehacer nacional, representando hoy día en casi todos los países algo más de la mitad del electorado. Ello da cuenta de uno de los procesos más significativos con que finaliza el milenio y que sintetiza otros procesos —económicos, sociales y culturales— que convergen hacia un concepto de ciudadanía universal.
(*) Socióloga, subdirectora académica de FLACSO-Chile.
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basado en los derechos humanos reconocidos por todos los países del planeta.
A contar de los años cincuenta, la vida de las mujeres latinoamericanas experimentó profundas transformaciones. Destacan, entre otras, el aumento de la esperanza de vida femenina, que varió desde los 53,5 años en el quinquenio 1950-1955, a una proyección de 71,4 años para los años 1990-1995, alterando la percepción subjetiva y la experiencia de la vida individual así como la organización de las familias; la reducción del número promedio de hijos, de 5,9 hijos por mujer en 1960 a 3,1 en 1992; el mayor nivel educacional y la disminución del analfabetismo; la creciente incorporación y permanencia femenina en el mercado de trabajo que, en algunos países, supera el 40% de las mujeres en edad de trabajar; el mejoramiento de los indicadores de salud y la utilización masiva de anticonceptivos modernos que separan el ejercicio de la sexualidad de la reproducción, y el aumento de la jefatura de hogar femenina, que alcanza a un cuarto de los hogares.
Sin embargo, un examen detenido de las investigaciones y estadísticas disponibles devuelven una imagen de polaridades, heterogeneidad y enormes diferencias entre las propias mujeres, con grandes distancias entre los diferentes países y al interior de cada uno de ellos, particularmente entre las áreas urbana y rural, entre sectores sociales, etnias y generaciones. La mortalidad materna e infantil se mantienen altas en algunos países, especialmente en las áreas rurales de toda la región. Asimismo sucede con la esperanza de vida al nacer, varios años inferior en zonas rurales y poblaciones indígenas; la fecundidad se mantiene elevada en esos mismos ámbitos y el analfabetismo femenino, que inhibe la plena integración a la sociedad y la cultura, aún muestra valores muy superiores en áreas rurales y grupos étnicos, superando en varios puntos a los varones. Las mujeres de los pueblos originarios sufren peores condiciones de discriminación y pobreza, reuniendo en su vida las subordinaciones de raza, género y clase. La incorporación al mercado de trabajo está denegada o es más precaria para las mujeres de los sectores más pobres, quienes mayor necesidad tienen de contar con ingresos, pero no logran compaginar familia y trabajo al no contar con apoyo a sus tareas reproductivas ni encontrar trabajos dignamente remunerados. Las jóvenes de hoy, con niveles importantes de escolaridad, no encuentran puestos de trabajo acordes
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con ellas, situación que los varones sufren en una menor proporción. Las mujeres en edad fértil son discriminadas por los empleadores aduciendo mayores costos por maternidad.
Estos cambios y las heterogeneidades mencionadas tienen raíces culturales e históricas profundas, pero se ven agudizados por una diversidad de procesos que se despliegan tanto a nivel nacional como internacional.
En lo económico, la «modernización» que recorre el mundo ha sido vivida en América Latina en forma desigual. Las crisis de las últimas décadas, especialmente la de los ochenta, causaron estragos en los diferentes países. Los gobiernos reaccionaron poniendo en práctica sistemas de ajuste económico que han extendido la indigencia, acentuado las diferencias entre ricos y pobres y obligado a buscar nuevas formas de sobrevivencia, en las que se involucran mayoritaria- mente las mujeres. Las fórmulas políticas y económicas implementa- das por los gobiernos varían y así también los resultados y el impacto en la situación y en su vida. Ellas han debido reemplazar en una medida importante la labor del Estado en los servicios, asumiendo el costo de esas crisis, organizándose, actuando individual o colectivamente y creando estrategias de subsistencia. El resultado es la amplia red de organizaciones de base que se multiplican al ritmo de la necesidades en cada comunidad, barrio, población, villa o pueblo. Más allá de los mandatos tradicionales que las relegan a la maternidad y la familia, miles de mujeres han roto con la reclusión doméstica e incorporado, en virtud de esos mismos mandatos de velar por su familia, a diversas actividades económicas o de servicios. Estas actividades las han cambiado a ellas, han transformado su vida y la de su grupo familiar.
La expansión de los mercados a que asistimos ha requerido —en todo el mundo— una mayor incorporación femenina a la fuerza laboral, abriendo oportunidades de trabajo de diverso tipo. La consagración de las economías de corte neoliberal, sumada a las consecuencias de la crisis económica de los años ochenta y los programas de ajuste estructural, ha colocado a las mujeres en un rol estratégico para el mejoramiento de las condiciones de vida en extensos sectores de la población empobrecida y excluida. Crecientemente es su integración a actividades remuneradas lo que permite a aquellas familias satisfacer sus necesidades básicas, como lo revelan algunos estudios, especial
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mente los de la CEPAL. Ello se relaciona tanto con el aumento de ingresos, como con el hecho que —en su mayoría— las mujeres destinan la totalidad de sus ingresos al bienestar familiar.
En el ámbito político, la emergencia —en los años setenta y ochenta— de guerras civiles y regímenes autoritarios o dictatoriales en buena parte de la región, con su secuela de inseguridad, represión, muerte, desplazamientos y exilio, afectó la situación sociopolítica general y la acción colectiva de las mujeres, en particular. Bajo la vigencia de estos regímenes, cientos de mujeres buscaron a sus familiares detenidos y desaparecidos y defendieron los derechos humanos, conformaron movimientos sociales para su defensa y promoción, colaboraron activamente a la paz y la restauración democrática. Muchos de estos movimientos se mantienen vigentes hasta el día de hoy dando seguimiento a estas luchas. Destacan, entre otros, las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo de Argentina y la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Chile.
Los años ochenta vieron el auge de los movimientos de mujeres, conformados por innumerables iniciativas colectivas —grupos y organizaciones sociales, organismos no gubernamentales, redes, etc.— de vertientes diversas, que fueron confluyendo, en muchos países, en un movimiento amplio de mujeres. Este movimiento se reveló como un nuevo actor social y político que demandaba cambios hacia la equidad y la justicia social. Su aporte a las luchas democrática es indiscutible y se tradujo en la incorporación de su agenda a los programas de los nuevos gobiernos con prioridades y políticas públicas destinadas a mejorar la condición femenina.
Todos estos procesos han ido acompañados por poderosos cambios en el ámbito de las identidades y proyectos de vida de las mujeres latinoamericanas. Desde una identidad centrada en la maternidad y en los roles reproductivos tradicionales, han desarrollado crecientemente nuevas maneras de ser/hacer mujer, explorando otros proyectos, más allá de la formación de una familia. El desarrollo personal, laboral y profesional, el desarrollo comunitario, la participación social y política pasan a articularse con el proyecto maternal, influyendo poderosamente en la reducción de la fecundidad y el número de hijos que se desea tener. Un nuevo concepto de ser mujer —para sí misma y no sólo para otros— y la aspiración a cierta calidad de vida o el anhelo de una vida más placentera, se suman a las duras exigencias que
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la situación económica impone hoy día a una gran mayoría. La experiencia de participación en espacios públicos —trabajo, organizaciones sociales, actividades políticas— ha tenido como resultado la elevación de la autoestima en muchas mujeres, una mayor autonomía —no siempre en lo económico— y una nueva percepción de poder personal (empoderamiento). Ello ha favorecido la multiplicación de iniciativas y búsquedas de las mujeres, siempre deseosas de aprender y de contribuir al mejoramiento de la calidad de vida de sus seres queridos.
Muchas mujeres han ampliado su ámbito de acción, desempeñando nuevos papeles en el quehacer comunitario y social. Si tradicionalmente fueron el pilar de la familia, muchas ahora aportan a otras esferas de la sociedad, extendiendo su quehacer y responsabilidad social. Las redes familiares y comunitarias, que muchas veces reemplazan la protección social del Estado, se sustentan en el quehacer de las mujeres. A nivel familiar, son muchas las proveedoras únicas o principales y otras contribuyen en forma decisiva al sustento del hogar.
No obstante, las exigencias objetivas y subjetivas que hoy día enfrentan las mujeres tienen consecuencias en su salud psicológica. Se ha hecho frecuente el estrés y diversas conductas asociadas a éste, como son el tabaquismo, el consumo de tranquilizantes y las depresiones.
Por otra parte, la modernización avanza —año tras año— más allá de la economía y de los acuerdos de los gobiernos, penetrando la sociedad y la cultura. Con ello, nuevos patrones culturales y posibilidades de consumo inundan los medios de comunicación globalizados junto a las modernas tecnologías —a las que van accediendo crecientes segmentos de la población— ofreciendo alternativas de conductas y relaciones sociales. Estos presionan también a las mujeres, que se han vuelto consumidoras por excelencia y a quienes está dirigida en gran medida la propaganda comercial.
Se producen así cambios valóricos, de significados e identidades, a nivel de las personas y en las familias. Ha aumentado con ello la tensión en la tradicional «división sexual del trabajo»: los varones, proveedores, a cargo de las actividades productivas, actuando en el mundo público, y las mujeres, madres, esposas y dueñas de casa, a cargo de las actividades reproductivas, preferentemente en el mundo
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privado. Este ordenamiento, que ha dejado a las mujeres en una situación de desventaja por decenios, se ve cuestionado por la creciente presencia de mujeres en los espacios y tareas tradicionalmente masculinos y por el surgimiento de cursos de acción alternativos para ambos sexos. La globalización cultural favorece una revisión de estos patrones, toda vez que las experiencias de los países del Norte, en especial los nórdicos, muestran notables niveles de participación femenina en todos los ámbitos de la vida social, así como la incorporación masiva de los varones a tareas consideradas privativas de las mujeres hasta hace poco tiempo.
La integración femenina al trabajo remunerado ha obligado a cierto reacomodo de las tareas asignadas tradicionalmente por la sociedad y la cultura a mujeres y hombres: varones en la producción y el poder y las mujeres en la reproducción, pero este proceso no ha traído consigo en forma automática un mejoramiento de la situación de las mujeres en la sociedad, ni un cambio en las relaciones entre mujeres y hombres, las que mantienen el mismo patrón de subordinación desde hace siglos. Compartir la crianza y cuidado de los hijos es una aspiración creciente de las mujeres, que se hace efectiva en las generaciones más jóvenes de sectores medios. Esta se ve fortalecida por las imágenes que proyectan otras sociedades a la cultura global.
En los países latinoamericanos la forma dominante de vivir la masculinidad deviene en una poderosa barrera al cambio de la posición de las mujeres: el poder y el trabajo son territorios en los que se validan las identidades masculinas. El ingreso creciente de las mujeres a estas esferas pone en cuestión las bases de la autoridad masculina, en especial a nivel doméstico. La violencia doméstica y sexual no es sino la expresión extrema de las fuertes tensiones que viven las relaciones entre los géneros. El machismo pierde terreno en los discursos varoniles y como elemento de identificación, pero en la percepción de las mujeres continúa siendo el patrón principal de conducta de la mayoría de ellos. Los cambios que se observan en sectores de varones son incipientes, mientras las mujeres avanzan a grandes trancos en un proceso individual y colectivo que cruza sus expectativas, proyectos y acciones en todos los sectores sociales.
En el ámbito internacional, el proceso impulsado por Naciones Unidas desde 1975, con la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, también ha alimentado las transformaciones mencionadas.
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Esta acción ha apuntado hacia la «eliminación de toda forma de discriminación contra las mujeres», tarea a la que se han comprometido todos los países de la región al ratificar la Convención del mismo nombre (1979), y también a la plena incorporación de las mujeres en el desarrollo. Dicha Convención fue elaborada al comprobarse que, a pesar de la vigencia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), las mujeres seguían siendo objeto de importantes discriminaciones, violándose sus principios y normas. Ello dificulta la participación de las mujeres en igualdad de condiciones con el hombre en la vida política, social, económica y cultural de cada país, constituye un obstáculo al aumento del bienestar en la sociedad y entorpece el pleno desarrollo de las capacidades de las mujeres para aportar a su país y a la Humanidad, aporte indispensable para el desarrollo integral de los países.
Las Conferencias y Cumbres de los años 1994 y 1995 culminaron con la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing), que sintetizó el conjunto de compromisos adquiridos en todas las anteriores, plasmándolos en una Plataforma de Acción Mundial. Contó con la más alta participación conocida en la historia de estos eventos y en ella se hicieron presentes tanto los gobiernos como un poderoso movimiento de mujeres que logró, de distintas maneras, la inclusión de su propia agenda política en dicha Plataforma. Las mujeres latinoamericanas jugaron un rol importante en esos eventos, haciendo visible los problemas de la pobreza, la falta de recursos para la promoción de más mujeres y los déficits de participación en la toma de decisiones.
Ello es una expresión de que la lucha de las mujeres por el mejoramiento de su condición no ha cesado en América Latina. Más bien ha adquirido características nuevas a partir de los avances logrados en las últimas dos décadas. El reconocimiento de la discriminación y de las limitaciones que sufren grandes contingentes de mujeres forma parte del sentido común en la mayoría de las países. También está en la agenda pública, en los programas y actividades de los gobiernos nacionales y locales. Asimismo, se instalan los estudios de género en las Universidades. Todo ello es expresión de la apertura de nuevos espacios de reflexión y acción en beneficio de las mujeres.
Al mismo tiempo, la acción organizada de mujeres a través de redes temáticas y coordinaciones ha ido cobrando una importancia creciente y nuevos sectores se han articulado en su acción colectiva.
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Nuevas redes, tanto a nivel de los países como en la región, han adquirido fuerza en los últimos años, como las mujeres indígenas, las trabajadoras del hogar y las mujeres de color.
En este sentido, las mujeres constituyen un pilar fundamental del tejido social que alimenta una democracia sana. Un problema tan agobiante para las mujeres como ha sido la violencia doméstica y sexual ha sido puesto en la agenda pública internacional y de los países por las mujeres organizadas y por las redes contra la violencia que han creado en los países de la región. Su capacidad de acción e interlocución con los gobiernos y parlamentarios ha dado origen a gran número de leyes que penalizan la violencia doméstica. La Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Belem do Pará, 1994) vino a coronar la acción constante y eficaz de miles de mujeres de la región.
De este modo, el mejoramiento de la situación de las mujeres ha llegado a formar parte de la agenda pública de todos los países y se formulan políticas e introducen modificaciones a la legislación destinadas a lograr los mayores avances en el menor tiempo. Los Planes de Igualdad de Oportunidades dictados por numerosos gobiernos constituyen un instrumento gubernamental eficaz para dar pasos en ese sentido. Asimismo, las comisiones parlamentarias que abordan los temas de mujer y familia han contribuido crecientemente a los avances existentes.
Sin embargo, a pesar de las notables luchas y contribuciones que hacen las mujeres a la sociedad, se mantienen —-en todos los países y con rasgos semejantes— la desigualdad, la discriminación, la invisibilidad y desvalorización del aporte de las mujeres al quehacer social. El sistema de desigualdades de género vigente en la región se refleja en los indicadores. Esta condición empeora conforme se desciende en la escala socio-económica y también en el caso de las mujeres rurales e indígenas.
Por ejemplo, y como lo revelan las cifras disponibles, el aporte que realizan las mujeres al desarrollo económico y en los distintos ámbitos permanece bastante invisible y no se condice con su pobre presencia en las esferas de poder, a pesar de observarse un discreto y sostenido incremento. Una situación a destacar es el impacto de las leyes de cuotas o de cupo que obligan a los partidos políticos a incluir
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mujeres en sus listas de candidatos para actos electorales. Argentina ha llevado la delantera, pero paulatinamente aumenta el número de países que incorporan a su legislación mecanismos de acción afirmativa (Brasil, Bolivia, Perú y Costa Rica, entre ellos).
El acceso al mercado laboral permanece condicionado por la segmentación que se produce ya en el sistema educacional, en el que se reiteran prácticas sexistas que refuerzan una socialización temprana en roles «femeninos» tradicionales. Los mayores niveles educativos de la población femenina económicamente activa no se han traducido en una reducción de la brecha salarial, ni en el acceso a puestos de mayor jerarquía laboral. Más bien se han acentuado las diferencias cuando la calificación aumenta. Además, grandes contingentes femeninos se han incorporado al mercado de trabajo informal, caracterizado por malas condiciones de trabajo, inestabilidad, bajas remuneraciones y desprotección social. Si bien las mujeres se sienten orgullosas y empoderadas por estas experiencias, muchas veces las malas condiciones en que desempeñan su labor y las bajas remuneraciones por sus tareas las desaniman y restringen en su posibilidad de acción.
Todo esto representa renovados desafíos que deben enfrentar tanto las mujeres como los actores sociales y políticos comprometidos con la equidad y la justicia social. Una vez más, es tarea de las mujeres en movimiento desplazar el horizonte de lo posible y avanzar en la materialización de las utopías democráticas, todavía parte de los sueños al terminar el milenio.
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Los niños de la calle en Latinoamérica
(Esperanzas y amenazas de los niños de la calle)
M an u el Jim énez Tejerizo
En América Latina, como en los países en vía de desarrollo, cada vez más aumenta y se agudiza el problema social de los niños de la calle. Es en la forma de vida y bienestar de los niños la realidad que nos permite visualizar el enfoque, la inversión del Estado y la visión que la misma sociedad tiene acerca del bienestar de sus habitantes y de su futuro. Los niños que en su deber ser tendrían como tarea básica el juego, la educación y como conductas permanentes la alegría, atención, el afecto, la protección..., en Colombia, como en los países de América Latina, se desconectan o desvinculan de su ser de niños para convertirse en los adultos enanos que, sin derechos, tienen que aprender desde muy corta edad a resolver la cotidianidad de la vida enfrentándose a un sinnúmero de dificultades que cada vez más lo lleva por el camino de la despersonificación, del abandono y del deterioro.
Cada vez más la estructura económica, social y política por la que atraviesan nuestros países en donde existen un aumento considerable de desempleo, una baja inversión en la industria y la generación de alternativas laborales, desplazamientos, en unos casos voluntarios, migración permanente hacia las ciudades en busca de oportunidades y en otros, como en el de Colombia, desplazamientos forzados a partir del enfrentamiento existente entre las distintas fuerzas en conflicto, margina normalmente a los más desprotegidos: la mujer, los niños y la población civil, en general, que no toma partido activo en el enfrentamiento. La familia, reflejo de lo que sucede, cada vez menos estable y menos presente en la vida afectiva y formativa de las personas, condicionada por los vaivenes del desarrollo social y económico, obliga a todos sus miembros a ser parte y consecuencia de su problemática, caracterizada por des
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integración parcial o total, cimentada en relaciones de violencia y maltrato generalizado entre sus distintos sistemas, sin raíces firnies en su iniciación y con lazos afectivos cada vez más débiles que hacen que sus individuos presenten distintas patologías y busquen desde muy temprana edad alternativas de huida más válida que la permanencia en el núcleo familiar. Las condiciones económicas que exigen la participación de todos y cada uno de los miembros del grupo familiar en la generación del ingreso sin distinción de género, edad, actividad económica y derechos, con jornadas que exceden las normales para los adultos, con actividades no aptas para la edad del niño (a) y con una exposición permanente al tráfico y consumo de drogas, a las actividades delictivas asociadas a la misma.
Todo esto, unido a la falta de oportunidades y acceso a servicios básicos de salud, recreación, educación, vivienda y salubridad en calidad y oportunidad se van constituyendo para estos grupos pobla- cionales y sociales en un problema que, como ya se dijo, presenta cada vez más dimensiones alarmantes, que conllevan a futuros problemas relacionados con el bienestar de las sociedad y la salud pública.
Los niños, producto de estas situaciones, van desde muy temprana edad buscando alternativas que logren dar respuestas a sus vida y cubrir las necesidades básicas de alimento, seguridad, afecto, sustento económico, etc. Para ello inician procesos de vida en las calles a partir de la posibilidad que les brinda el medio familiar de participar en la generación de ingresos, y es así como empiezan a abordar espacio amplios de interrelación en donde se exige a estos pequeños competencias y destrezas básicas que va adquiriendo a lo largo de su experiencia en calle. En esta primera fase de relación con la calle, mediada por el trabajo, va iniciando el desprendimiento del grupo familiar y de la estructura de relaciones comunitarias e infraestructurales, hasta que llega en un tiempo relativamente corto a asumir de forma total la calle: este espacio público, lugar donde se hace posible el encuentro cotidiano entre las personas, quienes mediante su acción van creando su propia historia y cultura y satisfaciendo allí mismo sus necesidades individuales y colectivas, compartiendo derechos y deberes construidos para su beneficio y para su defensa de los demás que la sociedad establece, empieza a ser parte del cotidiano de la vida de los niños; constituido por calles.
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parques, andenes, centros de mercado, avenidas, zonas naturales, etc., construido para los habitantes de las ciudades con el objeto de regular la convivencia y bienestar de toda la sociedad y de regular el desempeño de todos sus miembros es, para los habitantes de las calles, su vida misma, es desde allí que se goza y se sufre, se ama o se odia, se violenta o se acompaña. Es desde allí que los niños empiezan a construir un proyecto de vida, mediado éste por el dolor, la desesperanza, el hambre, el frío, la intolerancia, la inexistencia de derechos, aunque nuestras Constituciones y acuerdos internacionales desplieguen literaturas que defienden el menor y le posibilitan una vida digna, es desde la calle que el menor empieza a sentir el sinsentido de la ley, de la sociedad y el valor de sí mismo. El recordar sus historias demarcadas por abandono, la violencia, el desamor, el desprecio, aunando a ello lo que van conociendo del presente frío de las calles, no les deja otra alternativa que refugiarse y defender desde donde se encuentran lo que consideran que les pertenece verdaderamente: su aspecto físico, propios de su condición de abandono, en donde la talla, la marca, el color, la combinación, el aroma del cuerpo o del traje no importan; la posibilidad de conseguir una alimentación adecuada a la edad, al género, a la actividad que desarrollan, es reemplazada por lo que se logre encontrar en la «caneca» de la basura, en los restaurantes o en la caridad de las personas que aún sienten en su corazón la solidaridad por el necesitado. Esta falta permanente de alimentación, estar en el desaseo, sin normas básicas de limpieza, les lleva a presentar un estado de salud deficiente, como desnutrición severa, estatura baja con relación a la edad y al peso, manchas en la piel, enfermedades permanentes de tipo estomacal, bronquial, viral, de transmisión sexual y tuberculosis.
Como toda sociedad, los niños que habitan las calles de las ciudades conforman grupos humanos organizados con una estructura que, aunque no la comparta la sociedad, tiene validez para quienes conforman ese otro mundo de marginalidad al cual se ven abocados. Algunas de las características que presentan estos grupos son las siguientes:
• Se encuentran en las calles generalmente más hombres que mujeres, de diversas edades, procedencias y con historias y culturas diversas. Todos llegan a un mismo espacio, las calles de las ciudades.
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Delimitación de un espacio físico determinado, seleccionado previamente o por experiencia propia y por tradición oral entre los distintos miembros de las «galladas» sobre la base de suplir las necesidades básicas de los mismos, a través de las ofertas que el medio proporcione de comida, agua, dinero y compra de las sustancias que consumen.Definición de unas normas básicas de convivencia desde las cuales se determina el comportamiento de los que la constituyen: vocabulario, códigos usados, valores, símbolos e interpretaciones y representaciones de las cosas y hechos desde donde igualmente se toman decisiones y se asumen posturas, validando o no las reacciones y acciones del marco socialmente establecido.Organizan formas de sustentación económica basadas en la mendicidad, limosna o «retaque» de productos, o principalmente dinero, que se destina con el objetivo básico de conseguir las dosis de drogas requeridas diariamente. Cuando no se logra despertar la compasión de la sociedad y, por el contrario, se evidencian a los menores como un peligro social, la mendicidad se transforma en delincuencia, estrategia a través de la cual se crean relaciones de igualdad entre lo que el menor siente que no tiene y que requiere conseguir de cualquier forma y lo que el otro ciudadano posee y el de calle considera le debe dar, por ser sujeto en desventaja y con derechos. Cuando una ciudad carece de oportunidades para el habitantes de calle, le cierra espacios de presencia, los violenta o limita, se aumentan de forma considerable las situaciones de delincuencia y de maltrato de y hacia los habitantes de la calle.A pesar de las normas y de los esfuerzos de distintas organizaciones gubernamentales y no gubernamentales es muy común encontrar cómo a estos menores se les maltrata permanentemente por medio de los organismos militares, paramilitares o de sociedad civil, que ven al menor como una causa de los problemas de la sociedad, y el problema del habitante de la calle, como el que afea la ciudad; por ello es muy frecuente observar que en muchas ciudades se usan escuadrones de la muerte para asesinar menores o indigentes con la excusa de seguridad y bienestar. Muchos niños en toda nuestra América han muerto bajo las armas de los militares sin que el Estado ni las leyes
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realmente investiguen ni castiguen a los culpables, en el entendido de que no existe para ellos un doliente que reclame sus derechos ni vele por la dignidad a la cual tienen derecho.
• Estos menores han roto totalmente las relaciones con el grupo familiar, terminando o en algunos casos iniciando su proceso de socialización a partir de la calle. Esto afecta la estructura de personalidad del menor, ya que carece de modelos unificados y positivos de referencia, va creando patrones de comportamiento y de valores dados a partir de la marginalidad, de modelos difusos, incoherentes y sin una clara definición de futuro. No es posible para estos menores proyectarse en el tiempo. Viven al día, al momento. A cada hora se juegan la vida. Son presente permanente, con principio y fin para cada actividad diaria.
• La cotidianidad de los menores gira entre el uso de drogas y el rebusque del sustento, en forma individual y/o colectiva. Los pares o parejas es la forma más frecuente en que se les encuentra para transcurrir el diario vivir. En el compartir existe una dimensión de los grupal, con rasgos de solidaridad y ayuda mutua.
• Uno de los problemas a los cuales se ve abocado el menor que habita en las calles de la ciudad es el consumo de drogas. Este se constituye en un patrón de identificación y aceptación entre quienes conviven en las calles de las ciudades. Las drogas son utilizadas en primera instancia como exigencia a la pertenencia grupal y posteriormente son el centro de la vida. Existen patrones de consumo establecidos, frecuencias de uso permanente y uso de diversas drogas a diversas edades y con intencionalidad diversa. Unido a ello se añaden otras problemáticas, como la prostitución, el verse vinculado a las infracciones de la ley y otras que les apartan cada vez más de lo socialmente establecido.
Ante este panorama, los distintos Gobiernos han realizado acciones que intentan dar respuestas de diversos tipos: asistenciales, represivas, eliminatorias, etc., postura que igualmente comparte la sociedad con el abordaje que hace al problema: se convierte en auspiciadora indirecta del problema, ofreciendo ayudas que no obedecen a ningún proceso, sin niveles de exigencia ni sentido para el menor, lo que refuerza aún más la vida que el mismo lleva en la calle. Otras de las posturas encontradas tienen que ver con la eliminación que se hace del menor y el des
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precio que sectores de la sociedad ejercen sobre el mismo utilizando sus estructuras represivas y ejerciendo la violencia y maltrato.
Ninguna de las dos posturas es recomendable ni válida, se requieren alternativas afectivas, efectivas y humanas que respondan a las necesidades e intereses de los menores. Paz y Cooperación, reconociendo el problema desde una perspectiva humanista que intenta explicar los factores multicausales y las consecuencias para el ser y la sociedad, desarrolla igualmente con una visión holística procesos de atención fundamentados en unos principios básicos que permitan articular una visión integral desde lo humano, una correlación desde lo social y una intervención interdisciplinaria que logre no solamente construir y desarrollar con el niño(a) o joven un proyecto integral de vida, sino también posibilite en el marco de la sociedad espacio de sensibilización, crecimiento, aceptación, convivencia y solidaridad entre los dos mundos: el marco socialmente establecido y los diversos grupos marginales. No podemos pensar en un proceso de resocialización o rehabilitación social a expensas de la sociedad. Sólo en la medida en que la sociedad se abra al menor y le posibilite dentro del marco de la vida cotidiana espacios de interrelación, oportunidades y confianza se puede pensar en la construcción de un espacio sincero y válido para el reingreso del menor. En forma aislada del desarrollo social no sólo no podemos esperar que los menores adquieran las normas, valores, formas de relación y comportamientos que la sociedad en su conjunto exige, sino que seguirá sintiéndose marginado, atentará permanentemente contra el orden establecido y será presa fácil de los grupos al margen de la ley.
Por otro lado, la complejidad del problema y la incapacidad económica, de infraestructura, pedagógica, etc., de las instituciones para solucionarlos exige una interrelación y trabajo interinstitucional de las ONG y organismos gubernamentales encargados por ley de dar respuesta a estos problemas. Es fundamental involucrar al Estado desde todas sus estructuras, sectores, recursos y leyes a fin de poder llegar de forma eficaz a la solución, de aprovechar de forma eficiente los recursos tanto financieros, de servicios como de infraestructuras existentes y poder cubrir no sólo a quienes ya se encuentran en las calles sino también a quienes van iniciando el recorrido de «callejización» y adicción a drogas.
Para todo lo anterior Paz y Cooperación fundamenta su trabajo en cinco principios fundamentales:
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1. CONCEPCIÓN DEL MENOR• Entendemos al menor como el resultado de una gran proble
mática social y no como la causa de los problemas de la sociedad.
• Vemos al menor desde su ser de niño o joven en dificultad y no desde el deterioro bio-psico-social que presenta.
• Anteponemos en nuestra visión sus potencialidades más que sus defectos o limitaciones.
• Priman los derechos y necesidades del menor sobre los derechos y necesidades de los demás.
• Concebimos al menor en circunstancias especialmente difíciles, como el resultado de una suma de consecuencias de tipo sicólogo, social, familiar que han provocado un mayor o menor grado de deterioro en su proceso de desarrollo psicoso- cial.
• Entendemos al menor, por la etapa de vida en que se encuentra (la adolescencia), como ser humano integral, bio-psico-social y no ético, sujeto protagonista de su propia vida, con una historia personal en permanente cambio y en interacción con su medio; lleno de potencialidades y de limitaciones y en continua búsqueda de la satisfacción de sus necesidades básicas y de la realización de su proyecto de vida.
• Asumimos el problema del menor a partir de las problemáticas propias de la familia, y para ello abogamos por acciones que tiendan a su fortalecimiento, reconociendo en la familia la base de la sociedad y de la construcción de procesos educativos y de valores sociales.
2. PRINCIPIOS
• La individualidad
Como eje fundamental del Proyecto, entendiendo que a cada menor le corresponde una historia diferente, un proceso particular y una propia expectativa de vida. Frente a ello el programa pretende en lo posible dar respuestas individuales a las necesidades, capacidades.
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potencialidades, limitaciones y proyectos de vida al cual tiene derecho el menor como sujeto activo del proceso de cambio.
• Libertad
Es el punto de partida de nuestra visión. La Libertad como elemento esencial para asumir o no propuestas que al menor se le presentan y como fundamento del Compromiso que el menor adquiere para consigo mismo, el grupo y el programa.
El Proyecto debe elaborar un proceso de aprendizaje por el cual el niño tome conciencia de las nuevas alternativas que se le abren en la vida y va descubriendo y escogiendo la mejor para su crecimiento personal.
• La democracia
El menor, partiendo de su individualidad, participa con sus compañeros de una construcción colectiva de relaciones sociales, en las cuales el Proyecto fomenta la democracia participativa, como la estrategia que facilita la definición de prioridades, la búsqueda conjunta de una identidad social, la conformación de unos valores sociales y establecimiento de unas normas que faciliten la convivencia y el desarrollo integral de cada uno de sus integrantes. •
• Vinculación y participación comunitaria
El programa no pretende institucionalizar al menor sino vincularlo paulatinamente a medios comunitarios que le aceptan y le ayudan a participar activamente de sus relaciones, espacio, instancias y grupos establecidos. Creemos que sólo si la comunidad apoya al menor le ayudará a que éste pueda establecer nuevas relaciones sociales y empiece a borrar el resentimiento y rechazo del que ha sido objeto. Además facilita y promueve la participación del menor en instancias de decisión personal y de grupo a través de los distintos grupos existentes en las instancias del programa, en los hogares y en la comunidad.
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• La cotidianidad
Como elemento esencial de formación, entendiendo que en la vida diaria, en nuestra relación con los demás seres, grupos e inclusive con las cosas, ejecutamos procesos de aprendizaje que amplían cada día el marco de referencia y visión del todo y da los elementos necesarios para ir construyendo la vida y la nueva sociedad.
• Aprender haciendo
Metodológicamente el Proyecto se sustenta sobre el aprender haciendo, estrategia que le permite al menor sobre la cotidianidad, ir construyendo el marco de exigencias que el entorno plantea e ir a la vez participando en la reformación de las distintas esferas del programa.
• Dinámica de grupo
En las diferentes alternativas que le ofrece la calle, el menor se ha encontrado con grupos que son en el medio un factor pseudoprotec- tor y el reemplazo del grupo familiar, y desde allí se marcan las distintas normas de comportamiento y valores que el menor posteriormente desarrolla basados en el valor que representa el grupo para los menores.
Se ha tomado la Dinámica de Grupo como la metodología a través de la cual se puedan construir nuevas formas de relación y de entendimiento de transcurrir social, se cimiente en un contexto afectivo, solidario, participativo y democrático, proyecto de vida, que les permitan posteriormente asumir su individualidad y aportar su experiencia para ayudar a otros menores en condiciones iguales.
Apoyados en el grupo como elemento psicológico de la adolescencia se refuerza el trabajo con el mismo como espacio de apoyo personal, comunicación grupa!, confrontación y desarrollo del sentido comunitario.
En el grupo de iguales, compartiendo las mismas experiencias, dificultades y la misma vida, y a través del mismo, el joven puede: asu
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mir responsabilidades, autoconocimiento, respeto, manejo de sentimientos, facilidad para aceptar críticas... El propio grupo se convertirá en apoyo en el proceso de maduración y desarrollo personal adecuado de cada uno de los integrantes. El grupo será el espacio en el que el joven sienta el apoyo de los compañeros, como factor protector, y alcance la fortaleza para mantenerse firme permanecer en el Proyecto.
3. ORGANIZACIÓN INSTITUCIONAL
Paz y Cooperación es una ONG de carácter privado sin ánimo de lucro que trabaja en la ciudad de Bucaramanga (oriente de Colombia) en la atención de niñas, niños y jóvenes de la calle, que han tenido en sus medios familiares diversas carencias, maltratos y otros problemas que les han llevado a tomar la decisión de vivir en las calles. Desde hace cerca de siete años iniciamos nuestro trabajo contactando a los menores que vivían en espacios baldíos de la ciudad a merced de la limosna, del maltrato y rechazo de la sociedad, por las condiciones en las cuales se encuentran.
Sensibilizados por la situación encontrada, empezamos a realizar gestiones con las entidades del Estado y sociedad en general con el fin de poder buscar alternativas que dieran respuestas a las condiciones que estos menores presentaban. Allí surgió lo que hoy son diversos procesos que permiten al menor encontrar una mano amiga, un camino, un proyecto de vida y una forma de pensar en que el futuro existe, que él es eje fundamental del desarrollo social y que como ciudadano tiene derechos inviolables, respetables por todos y exigibles desde instituciones como la nuestra.
Hoy contamos con:PROCESO RESCATE: Es el trabajo que realiza un grupo de per
sonas entre voluntarios y empleados que llenos de sensibilidad y mística se sumergen en el medio de las «galladas» y las calles, a fin de intentar mostrar al niño que existe para ellos una esperanza, una oportunidad distinta a la vida callejera y al consumo de drogas. El menor que ha sido rescatado es invitado a participar paulatinamente de la vida del centro de servicio, en donde puede encontrar un lugar de referencia para bañarse, lavar sus ropas, alimentarse, resolver sus dificul
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tades de salud y encontrar a alguien con quien compartir, jugar, hablar o simplemente descansar o reposar de la dureza del asfalto.
CENTRO DE RECEPCIÓN Y REMISIÓN: Es un espacio físico de referencia para el niño, niña o joven que ha sido contactado, motivado y orientado para participar de un programa de atención que le desvinculará progresivamente del medio callejero, le posibilita la adaptación a las normas socialmente establecidas, a las relaciones interpersonales, a su recuperación fisiológica y nutricional y a la creación de una conciencia de cambio. Esta fase dura un mes, con un programa de cuatro semanas, es una fase de transición para las siguientes instancias del proceso. El menor es atendido por un equipo profesional: Psicólogos, trabajadores sociales, pedagogos, médicos, odontólogos, nutricionistas, terapeutas ocupacionales y educadores; personal que en conjunto elabora mediante un programa completo de actividades un diagnóstico integral, que permite clarificar las potencialidades, dificultades, limitaciones y posibilidades de cada menor, para posteriormente ser remitido a un proceso de atención.
HOGARES DE ACOGIDA EMAÚS: Son siete estructuras físicas, que se han construido especialmente para la atención de los menores ubicados en una zona de un barrio de la ciudad. Estos una vez diagnosticados en el Centro de Recepción y Remisión, son enviados a este proceso, que consta de dos niveles: Casa de Normalización y Hogar de Acogida. Este proceso es de tipo abierto, inserto en el medio comunitario del barrio, y desde esta perspectiva se posibilita al menor el restablecer los lazos sociales, la relación comunidad-menor y viceversa, a utilizar los espacio públicos y a reaprender a comportase con otros iguales de la sociedad que ellos han abandonado.
En este proceso el menor se va vinculando paulatinamente a la escolaridad en escuelas del sector, al uso del centro de salud comunitario, a la biblioteca comunitaria, etc., que le facilitan los medios necesarios para reconstruir sus relaciones, normas de convivencia y formación personal. Igualmente es atendido por el grupo de profesionales ya descrito, que intensifican su impresión diagnóstica y establecen con el menor un plan de tratamiento, un plan de trabajo a seguir y la construcción de un proyecto de vida.
Cada Hogar esta conformado por diez menores y un educador, con los cuales planean un diario vivir, que debe responder a las nece
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sidades, intereses y expectativas de cada grupo (cada grupo es homogéneo, en edades próximas). Se distribuyen responsabilidades a cada menor, en relación consigo mismo y con los demás con los cuales convive (asear la casa, hacer la comida, lavar su ropa, mantener la cocina y sus enseres, arreglar las camas y cuidar las pertenencias de cada uno y las de la casa).
A medida que avanza el menor en el proceso, va perfeccionándose en su formación personal y en el cumplimiento de los logros asignados; se va vinculando a actividades prelaborales, vocacionales y laborales que le vayan preparando y adiestrando, de acuerdo a sus intereses, habilidades y posibilidades, para construir su proyecto de vida y su ubicación laboral definitiva que le permita desvincularse del programa. Estos menores más avanzados van a los Talleres Productivos Apis, que cuentan con una panadería, un taller de imprenta y una productora de papel hecho con fibra de hoja de piña y otros reciclados. Por su participación en los mismos se les suministra un estímulo mensual, el cual es distribuido entre: gastos personales (lo gasta el menor en lo que él desea), ahorros (los guarda el Programa y los entrega a los menores según solicitud por escrito realizada, estudiada y aprobada por el Comité Directivo del Fondo de Ahorro, que son menores del Programa elegidos por ellos mismos, y un representante del Programa), Fondo del Hogar (es un dinero que es aportado por cada menor con un 10%, y con el cual el grupo decide qué hacer: ir a cine, comprar gaseosas, helados, etc.) y Fondo de Solidaridad, desde el cual se cubren cosas extraordinarias de beneficio para el colectivo (viaje a la costa, una operación especial de algún menor, etc.).
COMUNIDAD TERAPÉUTICA EAS: Es un proceso puntual de 15 meses, de tipo terapéutico, que atiende a los niños y jóvenes de la calle que presentan problemas con el uso o abuso de drogas. Tiene una estructura física diferente, es de tipo rural, construida especialmente para estos menores. El proceso de divide en seis fases: Aceptación, Casa de encuentro. Comunidad residencial. Proyecto de vida. Reinserción y Seguimiento. A los menores que ingresan se les motivan para que continúen en el proceso y acepten que tienen un problema más grave y es el relacionado con el consumo de drogas. Se trabajan mediante un sistema de terapias, grupos de apoyo, atención multipro- fesional y terapias ocupacionales. Una vez termine el proceso y con proyecto de vida en la mano se le da la oportunidad al joven, si es me-
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ñor de 18 años, de continuar y realizar su proyecto en los Hogares Emaús, los Hogares de Egreso o, si se ha logrado contactar en la familia, en su medio familiar. Este proceso es en su mayoría financiado por la Institución, los menores aportan su esfuerzo y participación en las labores de la finca: jardinería, cuidado de algunas especies menores, cultivo de lombriz, conejos y riego y siembra de hortalizas.
HOGARES DE EGRESO SHANTI: Son hogares (dos en la actualidad) que se están terminando de construir y que darán la posibilidad a los menores que han terminado su proceso en Hogares Emaús o Comunidad EAS para que cuenten con apoyo hasta que logren por sí mismos generar los ingresos necesarios para lograr su autonomía económica, desprendimiento total del Programa e independencia de la Institución. La financiación del Hogar corre por cuenta de los jóvenes. Paz y Cooperación apoyará con una persona que hará las veces de orientador y facilitador del grupo de jóvenes que han elegido esta alternativa de desprendimiento.
TALLERES PRODUCTIVOS APLS: Son una alternativa de capacitación laboral, formación en hábitos y actitud de trabajo para los menores y producción de bienes y servicios para la comunidad en general. Se busca a través de la inmersión del menor en el taller que éste logre a partir de su relación con la empresa en todos sus procesos el entendimiento y el aprendizaje necesario para desempeñarse en un trabajo, manejo de autoridad, formar hábitos de trabajo y asumir de forma responsables pequeñas o grandes tareas.
Se cuenta con tres talleres:Panadería: Permite el aprendizaje del menor en el ramo de ali
mentos, en especial de pan, tortas y ponqués. Cuenta con los equipos y maquinaria adecuadas: Un horno de 14 latas, escabiladrero, latas, una rollera, una amasadora, una batidora industrial y otros para el proceso productivo. Se cuenta además con dos puntos de ventas y una comercialización, que cada vez va creciendo más. Los menores participan de todo el proceso, incluyendo el de contactos de clientes y ventas.
Imprenta: Desarrolla trabajos de impresión litográfica y tipográfica, además de encuadernación, empastes, fotocopias, diseño gráfico y publicitario. Cuenta con maquinaria que permite hacer trabajos de calidad, como: dos máquinas litográficas, una tipográfica, una com
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putadora para diseño gráfico, guillotina y pasadora de planchas. Desde este taller se coordina, comercializa y trabaja el papel ecológico.
Productora de Papel Ecológico: Es una empresa que hace cerca de un año se ha instalado y puesto en funcionamiento. Produce papel artesanal hecho a mano con fibra de la hoja de la piña, producto que se siembra y cosecha en nuestra región (Santander), además de papel hecho con papeles reciclados, en diversos gramajes y estilos: con hilos, color, pedazos de desechos vegetales, etc.
De esta forma cantidades de ONGs en las ciudades latinoamericanas se esfuerzan por dar una respuesta afectiva y efectiva a estos menores a los que la vida les negó una oportunidad lanzándoles a la desesperanza y deterioro continuo, ofreciéndoles «una mano amiga», calurosa y cercana, y junto al calor y la humanidad, un sinnúmero de oportunidades en las que los menores van entretejiendo su futuro, recobrando el brillo de sus ojos y la dulzura de su sonrisa y convirtiéndose en un ser activo, ser social, capaz de dar su aporte social. Por eso podemos que afirmar que las calles de nuestras ciudades están llenas de desesperanzas y esperanzas, de desilusión e ilusión, de oscuridad y luminosidad..., pero por desgracia la definición de estas fuerzas opuestas no depende de la debilidad de los menores sino de la fortaleza de nosotros, de los mayores...., de ti, de mí, de nosotros..., porque preocuparse de los derechos de los más pequeños es cuestión de GRANDEZA, partiendo del principio de que el derecho de los menores está por encima del nuestro.
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Nuevo panorama, nuevos movimientos religiosos
en América LatinaCristian Parker G. (*)
Hace unas tres décadas el panorama religioso en América Latina estaba en ebullición. Junto a las profundas renovaciones eclesiales provocadas en el catolicismo por el Concilio Vaticano II, surgían grupos de cristianos revolucionarios y la propia Jerarquía de la Iglesia iniciaba, con Medellín (1), una opción por los pobres y su liberación integral. Ante el auge de los movimientos populares surgían en los años setenta los «cristianos por el socialismo», y en el plano teológico la «Teología de la liberación» —desde vertientes católicas y protestantes— inauguraba un nuevo paradigma de interpretación que desde la fe miraba a la realidad de subdesarrollo y dependencia del continente y propiciaba una praxis de liberación. Era la época en que la crisis del desarrollismo, el proceso cubano emergente y el contexto de la «guerra fría», así como las aspiraciones de cambio social, empujaban a los pueblos latinoamericanos hacia procesos sociales de extensa movilización ubicando el campo político e ideológico en el primer plano del acontecer social. Las Iglesias y los propios movimientos religiosos emergentes estaban consecuentemente embebidos de esos «signos de los tiempos» y el surgimiento de un compromiso cristiano de fuerte contenido social era su natural proyección.
A fines de los noventa e inicios del siglo XXI, fin del milenio, no estamos precisamente presenciando la multiplicación exorbitante y fabulosa de movimientos milenaristas de tipo religioso como muchos
(*) Chile, doctor en Sociología, investigador del Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Santiago de Chile.
(1) Conferencia General del Episcopado Latinoamericano desarrollada en Medellín, Colombia, en 1968.
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analistas han presagiado —aun cuando hay presencia levemente creciente de movimientos como los Adventistas, Testigos de Jehová, mormones y similares.
El panorama religioso latinoamericano está ahora caracterizado por la persistente expresión religiosa de las multitudes, por el creciente pluralismo de Iglesias, movimientos y espiritualidades y la batida en retirada de ideologías secularistas, laicistas o ateas.
Todo indica que el campo religioso latinoamericano ha sufrido el impacto de los cambios culturales caracterizados por los procesos de globalización y la inserción de las economías latinoamericanas en el mercado capitalista transnacional en tránsito hacia una sociedad global postindustrial. Procesos que han sido resultado, entre otras causas, de la crisis de los regímenes socialistas, la ausencia de alternativas visibles al capitalismo de mercado y la subsecuente crisis de la política en el mundo occidental y de sus repercusiones en la sociedad latinoamericana.
Luego de la superación de los regímenes de Seguridad Nacional, frente a los cuales la Iglesia católica, y ¿gunas Iglesias protestantes, reaccionaron defendiendo los derechos humanos violentados, los países latinoamericanos fueron superando la crisis de la deuda externa de los ochenta (la «década perdida», al decir de la CEPAL), e iniciaron durante los años noventa procesos de democratización: Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Perú y Chile. En Centroamérica luego de los acuerdos de Esquipulas a fines de los ochenta, se abrieron procesos de pacificación en Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala.
Las Iglesias, que durante los regímenes autoritarios cumplieron un rol importante en la rearticulación de la sociedad civil, volvieron a retomar su rol específico en el campo religioso. Sin embargo, durante la última década hay que destacar el rol mediador jugado por sectores eclesiales. En los procesos de pacificación en Centroamérica, en los procesos de diálogo entre fuerzas de guerrilla y autoridades del Gobierno, en Colombia, Perú, México y otros países, e incluso en procesos de negociación entre grupos de narcotraficantes y Gobiernos, como en Colombia. Con todo, la Iglesia católica no ha dejado de lado del todo la defensa de los derechos humanos y está abogando por su respeto, tanto en procesos de transición de períodos convulsivos a períodos democráticos, como en Chile, El Salvador y Guatemala, como en proce
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sos sociopolíticos donde se defienden los intereses de los pobres, como en Argentina, Bolivia, Venezuela y Paraguay. Al respecto debemos traer a la memoria los casos paradigmáticos de monseñor Samuel Ruiz y de monseñor Juan Gerardi. El primero, habiendo ejercido un rol importante en las negociaciones de la crisis de los guerrilleros indígenas en Chiapas con el Gobierno mexicano, y el último, reciente obispo mártir en Guatemala, defensor de la búsqueda de la verdad de los crímenes contra los derechos humanos cometidos por fuerzas militares y paramilitares y ferozmente silenciado con el precio de su propia vida.
Pero lo más notable del nuevo panorama religioso contemporáneo en América Latina proviene, como hemos dicho, precisamente del fortalecimiento de expresiones, movimientos y espiritualidades religiosas. Esto se está dando en el marco de una crisis de representación de la política tradicional, con creciente desafección de la ciudadanía por la participación cívica, y crisis de los partidos políticos en prácticamente todos los países del continente. Ella ha debilitado obviamente la gobernabilidad democrática, dejando esas sociedades al amparo de corrientes neopopulistas (como las encabezadas por líderes carismáticos como Menem, Fujimori, Bucarám, etc). La importancia creciente de los medios de comunicación, amplificado su rol por la revolución tecnológica-electrónica, ha cambiado el propio carácter y naturaleza de la política, transformándola en un «espectáculo» ( C a s -
TELLS, 1998) mediático que ciertamente tiene menos fuerza que la vitalidad de los rituales masivos de las Iglesia pentecostales, de los cultos afroamericanos o de las masivas fiestas del catolicismo popular.
Los nuevos movimientos religiosos salen ahora fortalecidos y afianzan sus opciones espirituales, que se presentan como medios de salvación frente a la crisis moral y de representación de la sociedad civil, tanto como frente a la persistencia de la miseria, la pobreza, el alcoholismo, las drogas y la violencia familiar y social en vastos medios populares de los diferentes países que los procesos de recuperación y ajuste económico no han logrado superar.
Los movimientos espirituales, católicos, pentecostales, afroamericanos, sincréticos, van así llenando el espacio vacío que dejó la crisis de los movimientos militantes de cristianos comprometidos, tanto como el espacio no penetrado por la extensión de las comunidades eclesiales de base de la Iglesia católica durante la década de los ochenta. Si otrora el compromiso revolucionario movilizaba masivas mani
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festaciones populares, ahora las grandes plazas y avenidas son ocupadas por romeros y peregrinos que masivamente se dirigen a algún santuario o lugar de culto popular católico y/o sincrético o bien hacia un gran estadio en que algún pastor evangélico imparte la sanación espiritual. Los viajes del Papa a casi todos los países del continente, incluyendo su reciente y significativa visita a Cuba, su carismática figura «mediática», así como la mayor presencia de espacios religiosos en medios sociales de comunicación han contribuido a este cambio; tanto como las campañas televisivas y las giras de pastores «teleevangelistas» por todo el continente.
El campo religioso se ha transformado, pero en términos de un «reencantamiento» del mundo, que es ambivalente por cuanto, por una parte, promueve vertientes militantemente integristas y antimodernistas; por otra, vertientes espiritualistas descomprometidas con el mundo (promueven el «apoliticismo»), y, por último, movimientos religiosos que buscan recuperar el sentido social del cristianismo e insertarlo en el marco de las reivindicaciones de los nuevos movimientos sociales de los noventa: indígenas, mujeres, barrios, jóvenes, medio ambiente y ecología, y movimientos de democratización de la sociedad civil. En este contexto la crisis de la Teología de la liberación (B a r r e r a , 1996), crisis de mesianismo, de los conceptos analíticos para interpretar la realidad, crisis de praxis solidaria y liberadora, de paradigmas y referentes, es al mismo tiempo la búsqueda de nuevas opciones y compromisos con los nuevos excluidos del sistema globa- lizado que emerge.
Un creciente malestar ético se extiende desde las Iglesias y en la sociedad civil, frente al fracaso del neoliberalismo, que en el marco de la globalización capitalista se muestra como incapaz de superar los mas graves problemas y demandas de los pueblos latinoamericanos (2). Pero generalmente esos movimientos éticamente inspira-
(2) Ver, a modo de ejemplo, en A A .W . (1998): Carta sobre el Neoliberalismo de Superiores Jesuitas de América ú itin a, de 1996, y Normas Morales sobre los ajustes estructurales y las medidas de reforma económica, del Grupo Religioso Ecuménico de Trabajo sobre el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, mayo de 1997. Ver también PARKER, 1998.
La bibliografía reciente sobre religión en América Latina es numerosa. Pueden consultarse los siguientes números de Social Compass, 39/3, 39/4, sobre el desarrollo del Protestantismo; sobre los 500 años del Cristianismo en el continente; 41/3, con artículos sobre la investigación y la enseñanza de la sociología de la religión en América Latina; 41/4, sobre religión y política en Brasil, y 42/3, sobre sociología de la religión en Chile.
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dos se articulan mal con las expresiones más masivas del misticismo popular (católico o pentecostal).
Desde hace más de una década los estudios de Sociología y Antropología de la religión sobre América Latina se han multiplicado de manera significativa y la tendencia a que los propios latinoamericanos investigen su realidad es creciente. Pero existen escasos estudios que abarquen el panorama religioso mirado globalmente y en perspectiva sociohistórica. En un estudio sobre la evolución y dinámica de las religiones populares sometidas a los procesos de modernización capitalista (Parker , 1993) desarrollamos algunas tesis que pueden generalizarse a los procesos actuales que vive el continente. Actualmente, en efecto, se sigue acumulando la evidencia que, en lo sustancial, validan esas tesis, algunas de las cuales pueden ser reproducidas sucintamente en este artículo:
1. Se constata, en primer lugar, que no ha]/ procesos directos de secularización provocados por la modernización. Esta no conduce inevitablemente a la pérdida del peso significativo del campo religioso, cuanto mucho más a su transformación. De hecho las ideologías secu- laristas y el ateísmo se baten en retirada, el laicismo pierde terreno, como lo han mostrado con evidencias el caso mexicano, uruguayo, chileno y cubano, y la religión es un hecho mucho más respetado y aceptado por las élites y el Estado que en épocas pasadas enarbolaran las banderas del liberalismo anticlerical y el racionalismo antirreligioso.
La transformación de lo religioso va adquiriendo características propias de acuerdo a la dinámica histórica, los condicionamientos estructurales y a las propias tradiciones, evoluciones y construcciones simbólico-religiosas de la cultura y del pueblo latinoamericano.
El hecho más claro en la evolución histórica del campo religioso latinoamericano es con certeza la disminución progresiva de la hegemonía del catolicismo y el incremento del protestantismo. Ello significa la entrada de nuevos actores e instituciones religiosas en los espacios públicos y en las relaciones Estado-sociedad (BASTIAN, 1992).
Las Iglesias evangélicas, en tanto minorías religiosas que dejan de serlo y buscan legitimarse en la sociedad global, se van convirtiendo en actores sociales relevantes y en interlocutores del campo político con evidente peso, como lo han mostrado los casos de Brasil y Perú en elecciones presidenciales y parlamentarias decisivas.
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2. Una segunda tendencia, muy vinculada a la anterior, es a la pluralización de alternativas religiosas. En este «abanico que se abre» (Parker, 1993, cap. 7) no sólo se trata del surgimiento de nuevas religiones populares urbanas sino de viejas que se revitalizan y de nuevos sincretismos que emergen. En este marco no es sorprendente observar un creciente pluralismo institucional que se expresa en el florecimiento de Iglesias evangélicas y de su fortalecimiento en cuanto instituciones competitivas (cfr. Mariz y Das D ores Campos, 1998); en el incremento de nuevos movimientos religiosos y en su descalificación como «secta» por parte de las instituciones religiosas ya establecidas (Frigerio, 1998), y en el fortalecimiento y difusión de los diversos cultos afroamericanos en diversos países del continente: Caribe, incluyendo Cuba, Brasil (Prandi, 1996) e incluso en países modernos y urbanizados como Uruguay y Argentina.
Los censos y estadísticas de los diversos países de América Latina, y más precisamente de los diversos países de Iberoamérica, nos indican que por todas partes la adhesión al catolicismo ha bajado en los últimos cincuenta años y que, por el contrario la adhesión a otras religiones, protestantes o evangélicos, religiones sincréticas de origen autóctono, como las afroamericanas, nuevos movimientos religiosos, o nuevas expresiones de características místicas o esotéricas, ha crecido y también se ha presenciado la revitalización de muchas religiones indígenas. Estas últimas, en buena medida, son también el reflejo de los procesos de reetnificación de los movimientos indígenas que, en algunos casos más fundamentalistas, comienzan a cuestionar al cristianismo dado su carácter de religión colonial de origen occidental.
El crecimiento explosivo de los evangélicos, especialmente de los pentecostales, puede ser interpretado en el contexto de las contradicciones que provocan los procesos de modernización en Latinoamérica. Actualmente sigue vivo el debate acerca del carácter «protestante» de la expresión mayoritaria del protestantismo latinoamericano: el pentecostalismo (Freston, 1998). Éste aparece como una nueva forma de religión popular que viene a competir con las antiguas formas del catolicismo popular, pero en sus versiones más recientes, con las revitalizadas expresiones de religiones afroamericanas, como es el caso de la «guerra religiosa» larvada entre Iglesias neopentecostales en Brasil y Uruguay, su condena de la magia y la superstición tanto como de los
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neo-esoterismos (Cecilia M ariz y María DAS DORES CAMPOS, 1998; CiSNEROS, 1995).
3. Una tercera tendencia es a la diversificación del catolicismo y lo que llamamos la «fragmentación del campo católico» (PARKER, 1993, cap. 6). Tanto las transformaciones sociohistóricas como la renovación y cambios en el propio catolicismo latinoamericano desde la década de los años sesenta han venido desestructurando el catolicismo oficial fuertemente influido por el modelo de cristiandad o de neo- cristiandad —es decir, como campo religioso cerrado y autorreferi- do— y han pluralizado no sólo las opciones éticas y políticas entre los católicos, sino las expresiones religiosas mismas. Se dan hoy, en contextos muy distintos —centro o sudamericanos—, dinámicas similares de fuerte interacción y en ocasiones competencia interna que se establece en el contexto de parroquias católicas entre movimientos, comunidades y tendencias católicas de distinta sensibilidad y opción espiritual, social y religiosa (Ana Peterson, 1998, y Aldo A meigei- RAS, 1998).
Si bien todavía las tensiones podrían comprenderse horizontalmente entre «conservadores» y «progresistas», ya las propias fronteras valóricas de lo que hace algún tiempo se consideraban esas posturas se han desdibujado por tensiones transversales y diagonales. Tal es el caso de la competencia entre movimientos como los Cursillos de Cristiandad, Neocatecúmenos, Focolares, Schoentat, Opus Dei, Cristianos para una Ciudad Nueva, Legionarios de Cristo Rey, Comunidades de Vida Cristiana, Vicentinos, etc., y los grupos parroquiales de catequesis, scouts, sacramentos, cofradías, pastorales juveniles, etc. La propia tensión muchas veces se establece entre las CEB (Comunidades Eclesiales de Base) y las cofradías del catolicismo popular. La apertura de alternativas religiosas en espacios urbanos —tipo parroquias o territorios— plantea un problema en la vida cotidiana para los actores sociales respecto de la aceptación o rechazo de las otras «presencias religiosas», favoreciendo la existencia de prejuicios generadores de intolerancia, o, por el contrario, aportando a la instalación de actitudes tolerantes y pluralistas.
Las corrientes de transformación en un lado del campo religioso —aun a pesar de que las instituciones suelen cerrar filas en torno a la delimitación de sus propias fronteras simbólico-religiosas tendiendo a reafirmar la respectiva ortodoxia— van influyendo en el lado opuesto
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y viceversa. No es casualidad que en el campo evangélico no sean los protestantismos históricos (de cultura nordatlántica reformada) los que se ven incrementados, sino los pentcostalismos y los neopenta- costalismos..., movimiento que es paralelo al interesante incremento en todo el continente del movimiento carismático católico. Este último significa un proceso de «pentecostalización» de la Iglesia católica, donde, al contrario de lo que generalmente se supone, no significa necesariamente una tendencia al incremento de corrientes religiosas conservadoras al interior del catolicismo. El caso de Curazao muestra que el carismatismo católico, cuando está enraizado en medios populares, no es necesariamente alienante, sino que incluso es compatible con un sentido de lucha social (Lampe, 1998).
4. Una cuarta tendencia, consecuencia lógica de las anteriores, es al incremento de la competencia interinstitucional entre Iglesias y movimiento en e l campo religioso latinoamericano. Mucho se ha escrito acerca del incremento explosivo de las mal llamadas «sectas» —incremento que de hecho se ha magnificado—, pero más convendría analizar esta dinámica en el marco de los nuevos movimientos religiosos (con carácter sectario o no) que entran a competir en las ofertas de salvación con Iglesias ya establecidas y legitimadas.
El incremento de las ofertas institucionales en el campo religioso conduce inevitablemente a una competencia de parte de las instituciones eclesiales por la captación o retención de los fieles. La «guerra religiosa» larvada se traduce, pues, en el intento de deslegitimación del adversario. Deslegitimación que se hace sacralizando la propia verdad y demonizando, por medio del «labeling» ( Frigerio, 1998), la alternativa que se busca descalificar. Lograr imponer la etiqueta de desviante al adversario constituye una estrategia de movilización de recursos, mediante la cual los grupos intentan obstaculizar el accionar de sus adversarios y favorecer el propio. Así en el Gran Buenos Aires, como en tantas otras grandes metrópolis latinoamericanas, se observa esta descalificación de las «sectas» por parte del discurso oficial de sacerdotes y pastores. En el caso del catolicismo surge el desafio planteado por la cuestión identitaria: son numerosos los procesos de reconstrucción étnica —especialmente en poblaciones indígenas o mestizas de Mesoamérica y los Andes, o en poblaciones con antecedentes africanos del Caribe y de Sudamérica— que se dan sobre la base de la afirmación de nuevos sincretismos religiosos. Con todo, las Iglesias
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todavía no logran interpretar en forma adecuada las identidades y demandas étnicas de los grupos afroamericanos —y prueba de ello son las conflictivas relaciones de la Iglesia católica y los negros en Brasil (Valente, 1998)—, que más bien se sienten interpretados por el resurgir de sus propios movimientos y cultos como la Umbanda, el Candomblé, la Santería, la Macumba, etc., en toda la zona americana de la cuenca del Caribe desde Brasil hasta el Golfo de México, pasando por las Antillas.
Estas tendencias nos hablan de un nuevo panorama religioso. Todas estas transformaciones religiosas se han dado en el marco de los cambios de las sociedades latinoamericanas de estas últimas décadas. Por efecto de la globalización, el capitalismo se ha modernizado com- plejizando la estructura social, diversificando las clases y los grupos sociales, incrementando nuevas culturas y subculturas, sometidas a la hegemonía de la cultura consumista que acarrea la internacionalización de los mercados bajo el neoliberalismo. Sin embargo, estos procesos de modernización no sepultan la lógica simbólica y ritual propia de las culturas latinoamericans, esa «otra lógica» presente de manera privilegiada en las clases, grupos y mayorías populares. El campo religioso muta de campo religioso cerrado hegemonizado por el catolicismo, a campo religioso abierto con dilución de antiguas Fronteras, competencias interinstitucionales, nuevas adhesiones y nuevos reacomodos de los actores eclesiales y de los grupos de fieles. Cuando por efectos de la globalización las fronteras se tienden a diluir, las instituciones las tienden a remarcar, lo que explica en buena medida las respuestas restauradoras de Iglesias como la católica..., y el mayor peligro resulta ser las diversas formas de religiones en competencia y las nuevas formas de sincretismos y de religiones difusas (cfr. O ro , Steil, 1997).
En efecto, la inserción de la América Latina al capitalismo globali- zado en estas últimas décadas va transformando la estructura social y la cultura latinoamericana..., no en el sentido que lo hace con EE.UU. o Europa sino sobre la base de los antecedentes culturales y religiosos del pueblo latinoamericano. A diferencia del Norte, en que las transformaciones del campo religioso se dan sobre la base de una sociedad que desde la Reforma es ya multirreligiosa, muy expuesta a una cultura ilustrada y racionalista, y en las cuales el ethos protestante constituye una de las matrices culturales que tiene afinidad electiva con el espíritu capitalista, como sugiriera Weber, en América Latina la transformación reli
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giosa se da sobre la base de una estructura cultural y religiosa simbóli- co-ritual de fuerte connotación ibero-católico-indígena-afro, donde los sincretismos característicos de las religiones populares latinoamericanas operan como «otra lógica» a partir de la cual se van reconstruyendo las viejas tradiciones y van emergiendo las nuevas.
Se incrementan así corrientes mágico-religiosas, en algunos casos incorporando abiertamente la Nueva Era con sincretismos que incluyen rasgos de religiones orientalistas, de autocontrol y superación espiritual; las religiones populares se ven fortalecidas y multiplicadas; se diversifican las opciones al interior del catolicismo y se extienden los cultos evangélicos como hemos afirmado (pentecostalismos con rasgos ascéticos, pero enfatizando la sanidad, tanto como la expresión ri- tualística y simbólica).
Las corrientes disciplinariamente ascéticas, por su parte —de tendencia fundamentalista o integrista, protestante o católica—, se defienden: se incrementan así los conservadurismos religiosos, fenómeno éste que se da preferentemente en clases medias y altas.
Por otra parte, persisten tradicionalismos, pero surgen nuevos movimientos de corrientes religiosas, desde vertientes milenaristas, hasta próximas a la parapsicología, la cientología y el esoterismo, que influyen en nuevos sincretismos populares que se autonomizan relativamente de los dictados de sus Iglesias oficiales, así como en la modificación de las tradicionales adhesiones de las clases medias a sus respetables Iglesias: la globalización tiende, pues, a sincretizar aún más el campo religioso (Pace, 1997).
La religión cumple un papel ambiguo: puede ser funcional al capitalismo globalizado, conservadora y promotora de la ética ascética y de la salvación individualista, pero también puede servir de identidad religiosa —raíz cultural— antimercantilista, contracultura de la sociedad de consumo y de la cultura hegemonizante internacional que desenraíza y desterritorializa las identidades culturales.
Los rasgos de este nuevo panorama religioso, con estas nuevas corrientes y movimientos, que hemos esbozado, por cierto no cubren toda la multifacética y rica realidad religiosa del continente. Pero indican tendencias indesmentibles que permiten hacerse una idea de conjunto.
Hemos enfatizado el incremento del pluralismo religioso, las influencias cruzadas, las conflictivas relaciones interinstitucionales y la
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emergencia de nuevas corrientes en el campo religioso global. No hemos profundizado en la descripción de todos y cada uno de los movimientos, ni en las corrientes de religión difusa, esotérica, orientalista o influidas por la New Age; como tampoco en las relaciones de las Iglesias con el Estado y la relación entre religión y política. Con todo, hay que destacar el hecho de que no debe pensarse que se está desvaneciendo la presencia de las Iglesias. Estas siguen teniendo un peso específico en las sociedades latinoamericanas —destacando todavía el catolicismo, que sigue siendo mayoritario—, y si bien están hoy mucho más volcadas a sus propias preocupaciones de tipo evangelizador y pastoral, no es menos cierto que buscan también, de diversa manera, revitalizar el sentido social que ha caracterizado distintivamente y durante décadas el compromiso de los cristianos latinoamericanos. Claro que ahora el compromiso social se practica en el contexto de los cambios culturales y la globalización, de las contradicciones del neoliberalismo criollo, por lo que ya no puede esperarse que se reediten esos movimientos cristianos de «liberación» por los cuales se identificaba hace tres décadas a los cristianos latinoamericanos.
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Cáritas hoy y mañana en América Latina
E quipo de Investigación del Secretariado N acional de Pastoral Social (C olom bia)
La organización Cáritas ha tenido desde su fundación una significativa presencia para atender las necesidades especialmente de los países en desarrollo, en los que se encuentran los países latinoamericanos, donde la situación nos muestra un creciente empobrecimiento, el aumento de la violencia y de los conflictos, el aumento creciente de la deuda externa, que se convierte en impagable, pero al mismo tiempo donde existe una gran riqueza humana, de recursos naturales, de diversidad cultural, etc.
Es en este contexto que Cáritas debe desempeñar hoy su misión, en el marco de una Nueva Evangelización y de la celebración del Gran Jubileo del año 2000. Estos años preparatorios para la celebración del Gran Jubileo deben ser para Cáritas la oportunidad de renovar su compromiso en favor de los más pobres y marginados. Como lo afirmaba monseñor Príamo Tejeda Rosario, Presidente del SELACC, en el XIV Congreso de América Latina y el Caribe, de Cáritas: «Un tiempo especial dedicado a Dios, de emancipación de todos los que carecen de libertad, de restablecimiento de las igualdades; un Jubileo 2000 donde la soberanía de toda la Creación y de modo particular la soberanía sobre la tierra pertenece sólo a Dios, que El en su providencia la ha entregado a sus habitantes y pertenece a todos.»
El objetivo fundamental de la red de Cáritas de ayudar a sus miembros a irradiar la Caridad y la justicia social en el mundo tiene cada día nuevos retos en nuestra sociedad latinoamericana, entre los cuales podemos resaltar: el empobrecimiento cada vez más creciente
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de nuestros pueblos, la violación y desconocimiento de los derechos humanos, el creciente deterioro del medio ambiente, el desplazamiento forzoso de miles de personas de sus territorios y la exclusión de cantidad de personas al acceso a los medios científicos y tecnológicos del mundo contemporáneo.
El papel de Cáritas hoy en el mundo debe tener una fuerte dimensión profética, que nos convierta en testigos auténticos del Evangelio, en cuanto hacemos nuevas propuestas, denunciamos con valentía el mal, corregimos con caridad fraterna y ayudamos a interpretar los signos de los tiempos; Cáritas ha de realizar una evangelización integral, capaz de penetrar y transformar el mundo, personas y estructuras, y construir así un continente nuevo que promueva cada vez más los valores del Reino de Dios.
Cáritas está llamada hoy a ser la gran servidora de la Humanidad, optando claramente por los más empobrecidos, impulsando desde la Iglesia una participación efectiva y restaurando la esperanza de muchos que son excluidos y considerados «desechables» de la sociedad.
Uno de los principales retos para Cáritas en América Latina es lograr la equidad. La inequidad se expresa en la carencia de amor cristiano, en la falta de solidaridad y en los desequilibrios que genera un capitalismo salvaje, permitiendo que unos pocos ricos tengan todas las comodidades que el mundo moderno ofrece y una mayoría pobre no posea nada o tenga muy poco para subsistir. El trabajo de Cáritas sería por una sociedad más equitativa: equidad en los modelos de desarrollo, equidad entre los países ricos y los pobres, equidad en la distribución del ingreso, equidad en el acceso a los conocimientos y a los nuevos saberes.
Hacia el futuro Cáritas debe hacer una revisión en lo que la Iglesia ha hecho en favor de los pobres, confrontando siempre con el mensaje vivo del Evangelio las nuevas realidades. Debe contribuir, con profundidad y sencillez, a la búsqueda y establecimiento de un nuevo orden socioeconómico, denunciando las situaciones de pecado personal y estructural, acompañando los procesos que los hombres y las comunidades llevan adelante y apoyando las propuestas que buscan un mundo más justo, solidario y fraterno.
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RECUPERAR EL SENTIDO Y EL SIGNIFICADO DE CARIDAD: UNA TAREA DE CÁRITAS
Hoy la caridad ha perdido el auténtico sentido y significado, ya no quiere decir amor, «ágape», sino beneficencia, reparto, limosna. Una acción importante de Cáritas es recuperar el verdadero sentido que debe tener hoy la caridad en el mundo y particularmente en América Latina y el Caribe.
Se hace necesario trabajar en la formación de la conciencia de hombres y mujeres para redescubrir el valor de la caridad, como virtud teologal y como valor insustituible, dentro del proceso evangeli- zador y de construcción del Reino de Dios que la Iglesia realiza. Rescatar el ministerio de la caridad, desde Cáritas, dentro del proceso de Nueva Evangelización de la Iglesia, es una oportunidad para reflexionar seriamente sobre su quehacer en el mundo.
Cáritas debe ser promotora y gestora de una auténtica cultura de la solidaridad y la participación. La realidad actual de América Latina, a nivel socioeconómico y sociopolítico, muestra unas profundas realidades de insolidaridad y ausencia de participación. Para superar dichas situaciones se hace necesario un compromiso serio de Cáritas con los procesos de cambio que se vienen generando desde las pequeñas comunidades y desde las parroquias.
Existen unas urgencias en América Latina y el Caribe que Cáritas Internationalis debe apoyar, como son: impulsar el protagonismo y la promoción de la mujer; educar y formar una conciencia crítica de los cristianos para que ellos mismos sean los gestores de su propio desarrollo; acompañar y animar alternativas de economía solidaria; respetar, acompañar y defender las minorías étnicas y sus culturas autóctonas; evangelización de las relaciones sociales para promover la justicia y la paz; promover el conocimiento, respecto y promoción de los derechos humanos como un nuevo signo de los tiempos; capacitación para la participación política y la construcción de una democracia participativa.
América Latina y el Caribe necesitan formar hombres y mujeres más productivos y subsidiarios en lo económico; más solidarios en lo social; más humanos frente al noeliberalismo; más participativos, democráticos y tolerantes frente a lo político; más respetuosos en los de
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rechos humanos y, por tanto, más pacíficos en sus relaciones con sus semejantes; más conscientes del valor de la Naturaleza y de la necesidad de un equilibrio ecológico y por ello menos depredador; más integrado en lo cultural, respetando el desarrollo de los pueblos y por tanto más orgullosos de su propia idiosincrasia.
Formar el anterior ciudadano requiere el esfuerzo conjunto, no sólo de Cáritas y de la Iglesia católica sino de muchas instituciones gubernamentales y no gubernamentales. Por tanto, Cáritas puede impulsar y fortalecer un trabajo interinstitucional, apoyando iniciativas de las comunidades que desean y programan un cambio en dicho sentido.
Frente a la globalización de la pobreza y de la miseria en América Latina y el Caribe, Cáritas podría impulsar la construcción de una cultura de la solidaridad. La solidaridad es uno de los valores y una de las actitudes más nobles de la convivencia humana. Esta exige de todos una decisión seria, un compromiso profundo para trabajar por el bienestar de todos. La solidaridad nos recuerda que todos y cada uno de nosotros somos responsables de los demás.
Frente a las situaciones de aislamiento e incomunicación, Cáritas puede fortalecer un sistema de información y comunicación que permita el intercambio de experiencias de pastoral social, a nivel local, regional, nacional e internacional. Los nuevos avances de la ciencia y la tecnología hay que ponerlos al servicio de la evangelización de las relaciones sociales de la Iglesia católica y, particularmente, de Cáritas en el continente americano.
Las tradicionales formas de evangelización y de asistencia social necesitan ser renovadas. Están haciendo falta metodologías más dinámicas y participativas. Las comunidades implicadas en el desarrollo y la promoción humana deben aprender a elaborar sus propios diagnósticos, planear acciones y programaciones, ejecuciones y evaluaciones, de manera participativa, con miras a generar desde las bases un verdadero cambio de sus propias situaciones.
Existen en el continente americano índices de impunidad, corrupción y violación de los derechos humanos que son escandalosos a nivel mundial, en un Occidente de mayoría católica. Por tanto, Cáritas y la Iglesia hoy no pueden contentarse con hacer asistencia social, con recurrir a la conciencia de las personas y a la moralización de las situaciones injustas.
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Es urgente llegar e impactar en los centros de decisión donde existe el poder y se toman las decisiones que están permitiendo que los países y las regiones se estanquen, retrocedan o avancen en el desarrollo humano integral.
No podemos seguir dejando que las nuevas riquezas, las posibilidades y las oportunidades sigan siendo tomadas por personas que sólo buscan el beneficio personal, sacrificando el bien común y la solidaridad nacional e internacional. Es urgente difundir la Doctrina Social de la Iglesia en este continente.
Está haciendo falta en el continente una nueva evangelización de los pueblos, capaz de penetrar y transformar las situaciones personales y estructurales que están generando injusticias sociales, para construir desde las comunidades y desde los centros de poder una sociedad, unos países y unas regiones, según los designios de Dios, en este «Continente de la Esperanza».
Eenómenos como la globalización, la imposición de las democracias con un alto índice de presidencialismo, el neoliberalismo y la imposición del mercado en todos los ámbitos de la sociedad, nos están preocupando, afectando e impactando de manera negativa, convirtiendo a la mayoría del Pueblo de Dios en víctimas de un «subdesarrollo» deshumanizante.
Dichas situaciones retan a los cristianos para buscar y desarrollar alternativas más dignas de la persona humana, donde se viva la justicia y la solidaridad como hijos de Dios.
Estas nuevas realidades que nos vienen afectando siguen siendo desafíos para los que nos llamamos cristianos y católicos; son una invitación a seguir a Jesucristo y a construir el Reino de Dios en medio de los hombres, especialmente en los rostros de los más necesitados y estamos llamados, como Cáritas, a realizar una presencia profética en medio de los hombres y mujeres de nuestros pueblos, que requieren tomar parte activa en el banquete de la Creación para realizarse como personas.
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Educación desde la cooperación en la Confederación de Cáritas
D avid López A rro yoDirector de Cooperación Internacional de Cáritas
En la Confederación Cáritas trabajar por sensibilizar y educar supone el trasladar a la sociedad la siguiente idea:
«ES PRECISO COOPERAR DESDE LA REALIDAD.»
Por tanto la pregunta que nos podemos hacer es la siguiente: ¿Qué significa esto?
Cáritas, a través de su propia constitución local, hace posible un trabajo de cooperación basado en la participación activa de las personas del lugar geográfico en donde se desarrolla la cooperación.
Cáritas, desde su propia dinámica universal, trata de establecer un proceso basado en la sensibilización, educación y el compromiso concreto.
Este proceso marca y define el basamento de la pedagogía de trabajo en su ser cooperante. Nuestra identidad nos dirige a acompañar procesos para que sean las propias personas locales las que puedan generar una verdadera transformación de sus países.
La cooperación para Cáritas se enmarca dentro de un proceso ligado a su propia historia, y como todo proceso conlleva un camino que ha ido evolucionando hacia una cooperación que podemos denominar fraterna por cuanto se da entre organizaciones con objetivos comunes.
Esto significa que el trabajo de cooperación para Cáritas se fundamenta en un estilo diferente, que voy a tratar de sistematizar en los siguientes aspectos:
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TRANSFORMACIÓN SOCIAL
Existe un mundo de injusticia, el cual desea cambiar Cáritas. Cá- ritas parte de los análisis de la realidad y elabora el diagnóstico pertinente. Entiende que el llamado problema del desarrollo, en donde hay infinidad de seres humanos «condenados» a una vida carente de todo, se fundamenta en los propios sistemas políticos y económicos, no únicamente del lugar que sufre esta «condena» sino del espacio universal.
Es decir, se da una constante que podemos denominar dinámica estructural d el sistema. Esto conlleva que nuestro trabajo de cooperación no puede ser entendido como una acción concreta a desarrollar en lo que denominamos Tercer Mundo. Esto supondría un grave error para nuestro trabajo de cooperación y ya no sería cooperación desde la realidad.
La acción o el trabajo cooperante para Cáritas empieza en su propio espacio local, es decir, en lo que llamamos Cáritas de Base. Sólo de esta forma podremos empezar un camino de transformar la realidad aportando elementos serios y veraces que ayuden a dar la vuelta a lo que se ha señalado más arriba como dinámica estructural del sistema. Lo que conocemos como subdesarrollo sólo puede empezar a cambiar si comenzamos a cumplir lo anterior en nuestro propio medio.
COMPRENSIÓN Y SUPERACIÓN DEL CONCEPTO TERCER MUNDO
«No es ni una tercera parte del mundoy ni un mundo de tercera clase o categoría, sino e l conjunto, muy heterogéneo y complejo, de pueblos y países de Africa, Asia y América Latina, que habiendo sido conformados histórica y estructuralmente p o r los procesos de colonización y, posteriormente, p o r diferentes formas de neocolonialismos, se encuentran con sociedades, culturas, espacios y tejidos económicos, mercados, Estados, estructuras, regímenes y gobiernos sobredependientes y, consecuencialmente, sobredeterminados p o r los centros de pod er d e l Norte; sobre-dominados y sobrexplotados p o r e l ju ego de relaciones de intercambio desigual, en el terreno comercial, técnico, financiero, cultural, y, como efecto directo, masas enteras con hambre, empobrecidas y sin ninguna posibilidad real de salir de dicha situación a partir de las condiciones dadas.»
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La transformación a la que se aludía en el punto anterior necesariamente tiene que suponer la verdadera comprensión del concepto, así como la superación de esta realidad.
Entender y trabajar por devolver a nuestros hermanos la dignidad es trabajar desde los principios propios de nuestro ser y de nuestro quehacer, aspectos a los que he hecho referencia en puntos anteriores.
El trabajo para Caritas Española debe articularse reconociendo que nuestro trabajo también pasa por no obviar lo evidente de nuestra realidad mundial.
Esto nos lleva a la necesidad de articular un proceso compartido y diseñado conjuntamente con aquellas Cáritas hermanas ubicadas en los países conocidos como países del Tercer Mundo. Tenemos que atender a sus verdaderas necesidades y éstas, por la pedagogía y la metodología de Cáritas, son diagnosticadas por las propias Cáritas locales. Solamente si nuestro trabajo se fundamenta desde esta perspectiva podremos decir que hemos empezado a saber entender y comprender el significado y el significante de lo que conocemos como TERCER MUNDO.
RECONOCIMIENTO DE LA IDENTIDAD
Esto que se da por algo completamente obvio en nuestra sociedad española, sin embargo no es tan claro con respecto a terceros países y máxime si éstos pertenecen a los clasificados como países en vías de desarrollo.
La identidad es una riqueza antropológica que la gran mayoría de los países en donde se ejerce lo que llamamos COOPERACIÓN AL DESARROLLO tienen mermada o «empequeñecida». El nivel de injerencia de algunos países del Norte es alarmante y esto hace que no puedan desarrollar procesos coherentes de desarrollo. La mayoría de las veces las «necesidades» les son impuestas sin ningún tipo de pudor por los países conocidos como desarrollados.
Cáritas Española, en su opción de trabajo desde y con las Cáritas hermanas entiende que el trabajar y el colaborar por «devolver» la identidad de nuestros hermanos supone un reto a nuestro trabajo de
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cooperación. Se trata de un esfuerzo relacionado con los dos puntos anteriores, ya que la determinante histórica de las necesidades de los países del Tercer Mundo no se debe a la ignorancia de sus gentes sino a la «influencia» negativa de países más poderosos desde el punto de vista económico.
Si tuviéramos tiempo para analizar cómo fueron los procesos de independencia de las colonias y cómo cayeron acto seguido en una dependencia económica nos percataríamos en dónde radican verdaderamente las «causas» de sus «desgracias». Esto llevó a romper la única posibilidad que tenían de «volver» a articular su organización social desde sus propias necesidades y realidades. La mayoría de nuestras Cáritas hermanas están desempeñando una gran labor desde sus propias acciones; por esta razón nuestro trabajo no puede ser nunca desde la injerencia y desde nuestros propios análisis.
AYUDAR A SUPERAR O A SALIR DE LA «NECESIDAD»
El término «necesidad» se define de la siguiente manera: Se trata de una percepción perfectamente manipulable, por cuanto cualquier sujeto puede ser inducido a necesitar algo que verdaderamente no es necesario para su proceso vital como persona. Esto ha pasado con la mayoría de los países del Tercer Mundo.
Si queremos verdaderamente cooperar tenemos que diseñar nuestro trabajo y, además de tener en cuenta lo anterior, intentar ayudar a estructurar conjuntamente el sistema que genera una dependencia «enfermiza» y nada fraterna de estos países hacia el Norte. Son países con grandes recursos; sin embargo, no pueden ser «dueños positivos» de los mismos. Están sometidos a intereses intermedios que nunca les facilitarán salir de la situación de «necesidad» que tienen. La mayoría de nuestras Cáritas hermanas (sobre todo en América Latina) están en grado de aportar ideas y soluciones a sus propios países. Nuestra misión en estos casos es apoyar estas posibilidades. Los PROYECTOS de COOPERACIÓN deben de responder a las pautas que nos indiquen nuestras Cáritas hermanas. Tenemos que ser profundamente respetuosos porque de otra forma podemos «romper procesos» y «alternativas» generadas por las propias Cáritas locales de los países llamados del Tercer Mundo.
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TRABAJAR DESDE LA COORDINACION
La cooperación no puede darse desde la descoordinación. Esto puede llevar a «generar» procesos serios de descoordinación que lleven más a «luchar» por tener proyectos que a comprometerse con procesos de trabajo y de transformación.
Los PROYECTOS son positivos si aportan verdaderamente elementos que ayuden o colaboren a los cambios pertinentes para que nuestros hermanos superen el concepto «Tercer Mundo» y nosotros no los tengamos «estigmatizados» por ello.
Eos conocidos como fondos descentralizados para la cooperación pueden hacer mucho daño porque han generado la posibilidad de que muchas ONGD tengan como punto central el «captar» PROYECTOS. La Acción Cooperante de la Confederación Cáritas en España puede ayudar a optimizar recursos sin perder el HORIZONTE de su misión que es la de ACOMPAÑAR PROCESOS,
Responder a estas preguntas nos puede conducir al siguiente objetivo, que podemos denominar como objetivo «MARCO» de nuestra Cooperación'.
Pretendemos lageneración de una implicación social que lleve
mediante la administración de recursos y actividades a una satisfacción de los deseos y necesidades de los países del Sur,
en donde la «dignidad» personal y social sea la constante de sus vidas.
Nuestra metodología conlleva:1. Identificar las oportunidades y necesidades reales de los paí
ses del Sur.2. Trabajar por la acción de un plan conjunto {Sur-Norte/Norte-Sur).3. Definir los objetivos, programas, estrategias y procedimientos
A plan conjunto.4. Servir como instrumento de comunicaciones integrando, de
manera coherente y equilibrada, todos los aspectos, acciones y planes de los puntos anteriores.
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Teniendo en cuenta la anterior perspectiva podemos decir que el método de Sensibilizar y Educar de Cdritas parte de un punto:
Desde las propuestas de los países del Sur
Por esta razón las preguntas de Caritas para iniciar un proceso de educación y sensibilización son las siguientes:
¿Qué quieren los países del sur?
¿Cuándo lo quieren?
¿Dónde lo quieren?
¿Cómo desean que se realice su petición?
¿Por qué desean «nuestra» solidaridad?
1.
2 .
3.4.
5.
Esta metodología nos ha llevado a confeccionar un plan que se titula:
Plan de sensibilización para la educación en los países del Norte sobre la realidad de los países del Sur.
Este plan consta de los siguientes apartados:1. Misión y propósitos d e la sensibilización (aquí se tiene en
cuenta lo señalado en las primeras páginas de esta ponencia).
2. Datos básicos de la realidad que se quiere transformar.3. Análisis de los problemas y de las oportunidades de la socie
dad sobre la que se desea ser solidarios.4. Definición de los objetivos específicos que se desean alcanzar.5. Formulación d e los programas d e acción para involucrar a
las sociedades del Norte en la realidad de las sociedades del Sur,
6. Desarrollo de las estrategas para lograr un cambio en las relaciones Norte-Sur.
7. Establecimiento de los elementos de evaluación para medir el impacto positivo en la sociedad en que se desarrolla el plan de educación.
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«Yo, como tú, creo en la poesía de todos» ¿Será posible
un mundo no excluyente?(Pistas para la construcción
de una nueva sociedad latinoamericana)A n to n io E lizalde H evia
«Un niño de 11 años murió ayer en las afueras de la capital argentina tras dispararse un tiro en la sien por no haber realizado su tarea escolar. “Papá, lo hice por no haber hecho los deberes y por tener una familia que no merezco. Los amo a todos’’, dijo el menor en una carta de despedida. El pequeño, cuyo nombre no se reveló por razones legales, se suicidó en su casa de Lomas de Zamora, al sur de Buenos Aires, con una pistola de su padre, al culminar las dos semanas de vacación invernal.»
(Agencia EFE, 5 de agosto de 1998)
«En un pueblo llamado Tristeza todos los días mataban gente, secuestraban niños y otras cosas muy trágicas, por eso se le puso ese nombre. En ese pueblo había un grupo de niños del cual el mayor era el líder y se llamaba Pedro.
Un día como era de costumbre se presentó una guerra entre guerrilla y ejército. La gente salía de sus casas corriendo y gritando con sus niños, dejaban en sus casas las cosas materiales porque ellos sólo querían salvar su vida.
Un grupo de niños había hecho un pacto de amigos que decía que no se iban a separar nunca. Pero en esa ocasión muchos de ellos salieron a buscar fo rtuna con sus padres. De este grupo sólo quedó Pedro y su mejor amigo, Diego.
La guerra seguía y en un momento Pedro y Diego salieron corriendo por la mitad de una calle muy angosta en donde más se concentraba la guerra. Una bala pasó volando y le cayó en el pecho a Pedro. Al instante cayó y lo único que dijo fue: “Qué bueno sería morir de viejo y no por las balas de la violencia. ”»
(Javier Fernando Ramírez López, niño colombiano de diez años de edad)
«Hace algunos años, en un vuelo desde Santiago me tocó viajar sentado al lado de un empresario chileno. En la conversación hablé de las consecuencias de los ajustes estructurales en América Latina y de la creciente destrucción del ambiente y de la expulsión y pauperización de una parte creciente de la población
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como su resultado. El me contestó: "‘Todo eso es cierto. Pero usted no puede negar que la eficiencia y la racionalidad económicas han aumentado. '>>
(F r a n z H in k e l a m m e r t , El Mapa del Emperador, DEI, San José de Costa Rica, 1996, pág. 12)
INTRODUCCIÓN
Escribir sobre América Latina y el Caribe es una tarea difícil, más aún intentar describir de una manera breve nuestra realidad y orientada a un lector medianamente informado sobre ella y agobiado por la masa de información que habitualmente en el mundo de hoy está disponible para todo aquel que quiera acceder a ella.
Las citas que presento inicialmente apuntan a contextualizar la reflexión que quiero compartir con ustedes, aprovechando como pretexto este artículo.
Estamos plagados de declaraciones grandilocuentes propias de los organismos internacionales, de los gobiernos y de las autoridades de todo tipo que hacen mención a que «los niños son el futuro de la Humanidad», son la «esperanza de nuestros pueblos», son el eje central del quehacer de gran parte de nuestras instituciones: la familia, la escuela, la televisión. Sin embargo, a nuestros niños, en nuestro continente «occidental y cristiano», se les asesina diariamente en nuestras sociedades. Lo dice la carta de ese niño suicida, ¡a los once años de edad!, por su incapacidad para soportar la culpa que le hemos hecho sentir por no haber hecho su tarea escolar; o el cuento escrito por ese niño que describe la violencia y la muerte en que se despliega su existencia cotidiana en su país.
Pero a la vez, aquellos quienes toman las decisiones que afectan a muchas personas, a muchas vidas, piensan que lo que vale en definitiva es la eficiencia y la racionalidad. ¡No importando a qué costos! Lo que debe primar para algunos será la razón de Estado, para otros, la lógica implacable del mercado.
América Latina ha estado y continúa enferma de autoritarismo, de violencia, de ceguera, de negación de sí misma y de insensibilidad. Tal vez sea por esa razón que continuamos siendo, como afirman las malas lenguas, el continente del futuro. Que cual una broma del des
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tino parece condenada a ser siempre un proyecto que no alcanzará nunca su culminación.
Un mirada a vuelo de pájaro de nuestra realidad latinoamericana, a modo de presentación preliminar, nos permite discernir algunas de las tendencias más significativas de la actual situación, las cuales son las siguientes:
En el plano económico
Si bien en casi todos los países se ha producido un fortalecimiento de la estabilidad macro-económica, gracias a la reducción de la inflación, ello se ha hecho en un contexto de apertura generalizada al comercio internacional y de aplicación de los principios y valores neoliberales, donde se ha reducido significativamente el rol que históricamente jugaba el Estado en la economía y como contrapartida se han fortalecido los mecanismos de mercado y el sector privado; sin embargo, lo anterior ha conducido a una profundización y expansión de los fenómenos estructurales de pobreza y de miseria, como asimismo a un crecimiento de las diferencias económicas tanto en términos sociales como territoriales.
En el plano social
En los años recientes se han levantado y reducido muchas de las barreras políticas y militares que obstaculizaban la plena participación social, lo cual ha posibilitado un incremento lento pero paulatino de la participación social, así como una apertura creciente de los espacios ciudadanos. Paralelamente se ha generado un importante desarrollo de una nueva conciencia respecto al daño ambiental y a la necesidad de perseguir un desarrollo sustentable; sin embargo, simultáneamente hay una persistencia de la pobreza como un problema significativo pese a los logros macro-económicos, generando las condiciones para una inestabilidad política eventual como producto de la creciente situación de empobrecimiento de la población. Por otra parte se aprecia la existencia de una profunda crisis de valores, la cual se hace manifiesta en la expansión de la corrupción tanto en el sector público como privado y en un creciente vacío de autoridad moral de
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los líderes políticos y públicos que produce una pérdida de confianza de la gente en las instituciones.
En el plano político
Existe un debilitamiento del autoritarismo militar, así como un desarrollo de nuevas prácticas democráticas; se ha producido una generalización del uso del diálogo y de la negociación como métodos usados en mayor grado para la resolución de conflictos. Por otra parte, se aprecian el desarrollo de reformas del Estado apuntado hacia su modernización, sumados a esfuerzos por su descentralización y re- gionalización; sin embargo, se observa, pese a lo anterior, la subsistencia de burocracias excesivas, una incapacidad para resolver eficazmente los problemas de las comunidades debido a vacíos de gober- nabilidad, una subsistencia de procesos poco transparentes en la toma de decisiones y la implementación de decisiones sin consultar a la gente.
Asimismo hay un incremento de la conciencia en las sociedades civiles de su responsabilidad histórica en la construcción de un nuevo orden democrático, un aumento de sus actividades autónomas y una creciente necesidad de actuar dentro de un marco de referencia democrático; aunque por otra parte se mantiene e incluso incrementa la división de la sociedad civil junto con una construcción muy lenta de coordinaciones y alianzas; se evidencia una voluntad clara de negociar con las instituciones gubernamentales, pero se aprecia la ausencia de experiencia y de capacidades para hacerlo.
EN BÚSQUEDA DE UN DIAGNÓSTICO INTENCIONADO: UNA SEMIOLOGÍA DE NUESTRA CRISIS
No obstante, no basta con describir «objetiva» y «justipreciada- mente» la realidad que nos rodea y que nos deshumaniza, es imprescindible tomar conciencia y al hacerlo así tomar partido respecto a esta situación de muerte, violencia y destrucción que constituye el pan nuestro de cada día para la mayor parte de los latinoamericanos, así como para las mayorías pobres del mundo actual.
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Latinoamérica, a pesar de su «independencia» política obtenida hace casi ya dos siglos, continúa prisionera o cautiva en un esquema de relaciones de poder internacional conformado hace ya varios siglos, el cual pese a haber ido mutando sus características mantiene su naturaleza desigual, explotadora y biocida.
Nuestra existencia como Estados-naciones modernos surgió asociada a la consolidación de este modelo de organización del mundo: modernización dicen algunos, occidentalización otros. Como bien acota Salvador G iN E R: «La mundialización es una consecuencia más de la modernidad. Es una de sus facetas, y no la menor. Mundialización es, esencialmente, modernización a escala planetaria» (en W a -
LLERSTEIN, 1997, 15).W a l l e r s t e in habla del surgimiento del moderno sistema-mun
do, del cual todos hoy formamos parte, pero que muy bien sabemos que no significa lo mismo para todos. Para unos pocos, los integrados, ese es el sistema que ha alcanzado «el fin de la historia», que está casi a punto de culminar la aventura humana. Para la mayoría excluida, significa algo absolutamente distinto...
«Elproblema es estructural. En un sistema social histórico que está basado en la jerarquía y la desigualdad, como es el caso capitalista, el universalismo como descripción o ideal u objetivo puede sólo ser a largo plazo universalismo como ideología, ajustándose a la fórmula clásica de Marx, según la cual las ideas dominantes son la ideas de la clase dominante... El universalismo es un 'regalo” de los poderosos a los débiles que enfrenta a estos últimos con un vínculo paradójico: rechazar el regalo es perder, aceptar el regalo es perder. La única reacción plausible de los débiles es ni aceptarlo ni rechazarlo o aceptarlo al tiempo que se rechaza, en pocas palabras, el zigzagueante camino emprendido por los débiles tanto en el terreno cultural como político, de apariencia irracional, y que ha caracterizado la historia de la mayor parte del siglo XIXy especialmente del siglo XX» (1997, 22).
Una posición similar sustentan Héctor S e je n o v i c h y Daniel Pa -
NARIO, quienes afirman que:«En una nueva mirada al concepto de desarrollo, aparece como una profun
da contradicción la crisis actual —natural y social— y la riqueza que encierra tanto la potencialidad de nuestros ecosistemas, como la capacidad de la sociedad para su transformación» (1996, 20).
Por otra parte, Eduardo G r ie e o F e r n a n d e z pone de manifiesto cómo
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«En la actualidad, de manera oficial, el desarrollo no es otra cosa que el quehacer concreto de la empresa mundial montada por el imperialismo, después de la Segunda Guerra Mundial y bajo el liderazgo de EE.UU., específicamente para homogeneizar al mundo con el propósito de explotarlo y controlarlo más fá cilmente... Para el efecto se dispone Re toda una convincente doctrina basada en dos principios. El primero afirma que todos los pueblos sin excepción conformamos un mundo único en el que sólo cabe un único orden posible y correcto y al que le es inherente un solo proyecto universal que, por supuesto, es el de la propiedad privada y el mercado, que ha llevado a un puñado de países a encumbrarse sobre los demás y que, desde luego, requeriría del liderazgo y de la asistencia técnica de los «eficientes» países imperialistas. El segundo principio asegura que el desarrollo es una cualidad homogénea entre todos los pueblos del mundo sin excepción alguna» (1996, 4).
«... Al poner las cosas de esta manera, se trata de consagrar la legitimidad del paradigma evolutivo del desarrollo a la vez que se impone la forma de vida propia de las circunstancias específicas de EE. UU. como el modelo a imitar. Siendo que se postula doctrinariamente que el desarrollo es una cualidad homogénea entre todos los pueblos y, sin embargo, se constata 'Empíricamente'' diferencias abismales entre unos países y otros, es obvio que los que ocupan las mejores posiciones lo deberían a sus propios méritos, a su capacidad de creatividad, de trabajo, de disciplina, etc. Por eso es que serían ejemplo para la Humanidad. Por otra parte, al constatar la existencia de muchos países subdesarrollados, se haría evidente que su situación actual se origina en sus deficiencias, en su incapacidad para hacer a un lado los obstáculos que fueron apareciendo en su camino, y es por eso que se fueron quedando rezagados. Quedaría claro entonces que estos países "subdesarrollados" requerirían de la ayuda de la ciencia y la tecnología de los "desarrollados"porque son precisamente estas capacidades las que les habrían permitido alcanzar la situación de privilegio de la que "merecidamente" gozan.
Asimismo, como por doctrina también somos Un Mundo, hay pues que dar la imagen consecuente de un mundo solidario a pesar del abismo que separa económicamente a los "desarrollados" de los "subdesarrollados". Hay que mostrar algún empeño para lograr una situación más "justa". De esta manera el desarrollo deviene en una tarea global. Los "desarrollados" acuden a la tarea como benefactores con los honores y privilegios debidos a su generosidad y los "subdesarrollados" acuden como beneficiarios con la poquedad y sumisión de los necesitados, de los rezagados, de los incapaces. Así pues, la forma de acudir a esta tarea global reproduce una vez más las condiciones del poder. Con estos procedimientos el imperialismo ha logrado que la única reivindicación legítima de los pueblos sea la de reclamar desarrollo, lo que significa aceptar su poquedad y aceptar la excelencia de la vida propia de Occidente moderno. Los pueblos del mundo sólo pueden reclamar legítimamente que su forma de vida se parezca a la de EE. UU.
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De esta manera el imperialismo se da maña para tratar de ocultar que el saqueo de otros pueblos está en la base de su situación de privilegio, presentándose como un hábil empresario. Pero sobre todo el imperialismo, al impulsar el desarrollo, hace aparecer como si tuvieran vigencia universal las características que le son específicas al mundo occidental moderno, como, por ejemplo, el predominio de lo económico en la vida de las personas y de los pueblos, así como el afán competitivo en la “carrera profesional” entre las personas y la competencia por los mercados entre las empresas. Sin embargo, los pueblos con cultura propia, como el andino, no compartimos esos afanes economicistas ni competitivos. Cuando esta diferencia de nuestro modo de ser se hace evidente, se dice que “hacemos resistencia” al desarrollo y que el atraso en que vivimos nos embrutece hasta el extremo que ni siquiera seamos sensibles a las indiscutibles ventajas de la modernización. Y en esto también el imperialismo cuenta con el apoyo mcondi- cional de los académicos universitarios y de todos los funcionarios (estatales o no) de la educación. La empresa del desarrollo propicia un tipo de educación que inculca en las sucesivas generaciones de los pueblos la convicción de la superioridad, en todos los aspectos, de la forma de vida propia del Occidente moderno. De este modo la educación facilita la homogeneización del mundo mediante la destrucción de las cidturas originarias» (1996, 5-6).
¿MESTIZOS O HETEROGÉNEOS? LA TENSION ENTRE NUESTRAS IDENTIDADES DE ORIGEN Y DE PROYECTO
La nuestra es una cultura que se ha ido construyendo históricamente sobre la base de la destrucción de las culturas aborígenes preexistentes por parte de Occidente, no sólo en el momento inicial del «Descubrimiento» y la posterior colonización, sino a lo largo de toda nuestra historia como Estados-naciones. Al igual que otros continentes y otros pueblos hemos sido dominados y conducidos a vivir en forma inhumana. Porque la inhumanidad y la violencia no sólo la vive quien la sufre, sino que también frente a la miseria y al dolor del otro no es capaz de humanidad.
Como lo sostiene Franz HiNKELAMMERT (1989, 9):
«La sociedad occidental se forma durante la Edad Media europea, en especial a partir del siglo XI. Pasa a ser sociedad burguesa en especial a partir de la Reforma y las revoluciones burguesas de Lnglaterra y Francia. Se transforma a partir del siglo XV en la sociedad que domina el mundo entero y coloniza a los demás continentes. Transforma a Africa en un campo de caza de esclavos y erige
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a América en el mayor imperio de trabajo forzoso esclavista de la historia humana, el cual dura más de cuatro siglos. La sociedad occidental conquista Asia, la transforma en un simple productor de materias primas para sus centros y destruye su producción tradicional
La sociedad occidental desarrolla un racismo no conocido por ninguna sociedad anterior. A partir del siglo XVI considera a la población de sus centros como una raza blanca superior. Su imperio de esclavitud es un imperio de esclavitud racista, donde el color de la piel determina quién puede ser esclavo o no, quién puede ser obligado a trabajo forzoso y quién no...
La sociedad occidental ha producido sistemas de dominación tan extremos que no tienen antecedentes en ningún periodo histórico anterior ni en ninguna otra parte del mundo. Sistemas de exterminio de poblaciones enteras. La sociedad occidental ha inventado también los hoyos negros de los servicios secretos, donde el hombre es deshumanizado hasta niveles insuperables. En todas partes, en todas las líneas ideológicas que han aparecido en esta sociedad, se han dado las peores formas de deshumanización.
La sociedad occidental ha desarrollado fuerzas productivas nunca antes vistas. Pero las ha desarrollado con tanta destructividad, que ella misma se encuentra en el límite de su propia existencia y de la posibilidad de existencia del propio sujeto humano.»
Nuestra identidad latinoamericana se ha constituido sobre la base de la negación de sí misma, la nuestra es una cultura que ha negado sistemáticamente su carácter híbrido. Que ha sido incapaz de asumir su condición mestiza. Nos hemos debatido entre referencias a nuestra naturaleza indiana o europea, blanca o africana, sin asumir que somos un crisol de razas, de lenguas, de cosmovisiones y que lo que nos enriquece como pueblos es nuestro mestizaje, ya que las identidades puras se han disipado durante la no tan larga historia vivida en los períodos de conquista, colonia y de repúblicas independientes. En tal sentido este mestizaje no se expresa sólo al nivel de sincretismos religiosos, sino en casi todos los otros planos de la cultura.
Luis Carlos Restrepo y Manuel ESPINEL (1996, 316-318) afirman que:
«A lo largo de nuestra historia hemos sido testigos de un doble proceso: por un lado, el resquebrajamiento y posterior desplome del mundo de la vida cotidiana de comunidades indígenas y negras, que no pudieron ampliar su horizonte para dar cabida al arrollador flujo de significados y representaciones que acompañaron al proceso de conquista y colonización española y portuguesa, y por otro
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lado, la resistencia e hibridación cultural producida a partir de fragmentos cuh turales relativamente intactos, que permitieron enfrentar las contingencias que los nuevos imperativos culturales y lingüísticos impusieron.
Es claro, sin embargo, que para la burguesía criolla de los albores de la independencia el ideario libertario estaba cargado de imágenes provenientes de Inglaterra como ejemplo de capitalismo floreciente y exitoso, de Francia como ejemplo político y social, y de Estados Unidos como joven país democrático recientemente independizado. Ideario de nuestras élites que no se ha visto alterado substancialmente a pesar de las vicisitudes y las múltiples luchas políticas que han caracterizado la formación de los Estados latinoamericanos.
La construcción de las naciones-Estado, meta de las élites criollas, se caracterizó por la superposición y yuxtaposición del ideario ilustrado con formas coloniales de caciquismo, latifundismo y prácticas clientelistas, y, además, por la incorporación a través de medios violentos de sectores indígenas, campesinos y negros, al proceso de creación y desarrollo de una identidad nacional. A nivel local y rural perduraron expresiones culturales prehispánicas y coloniales mezcladas con formas de ritualidad y simbolismo propias de este proceso incipiente de modernización, prácticas culturales que se fueron incorporando a la vida urbana como resultado de la migración a las ciudades. Los países latinoamericanos son actualmente el resultado de la superposición, yuxtaposición y entre cruzamiento de tradiciones culturales indígenas y negras con el hispanismo colonial católico; de prácticas y tradiciones políticas de corte hacendista y semioligárquicas con una burguesía incipiente promotora de una economía capitalista semindustrial; de luchas armadas promovidas por movimientos sociales semitransformadores, con estilos de vida consumistas promovidos por los medios masivos de comunicación. Pese a los intentos de la burguesía criolla por crear un proyecto político, social, cultural y económico homogéneo, a imagen y semejanza del mundo europeo y norteamericano, replegando a indígenas, negros, mulatos y zambos a sectores populares principalmente campesinos, un mestizaje interclasista ha generado y sigue propiciando formaciones híbridas en todos los estratos sociales.
Este proceso de amalgamamiento, entre cruzamiento e hibridación de tradiciones culturales, espacios sociales, tiempos históricos y competencias lingüísticas y comunicativas propias del indio, del negro y del hispano, dentro de un mercado internacional de libre circulación de mensajes, bienes y servicios, produce una marcada heterogeneidad sociocultural que no debemos confundir con una multiplicidad de culturas diversas. Esta heterogeneidad se refiere más bien a una participación segmentada y diferencial en el mercado internacional de signos que penetra por todos lados y de manera inesperada en el entramado local de la cultura, llevando a una verdadera implosión de los sentidos consumidos, producidos y reproducidos, y a la consiguiente desestructuración de representaciones colectivas, parálisis de la imaginación creadora, pérdida de utopías, atomización de la historia local y obsolescencia de tradiciones.
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Nuestra heterogeneidad cultural se proyecta como un verdadero collage o pastiche de injertos y retazos producidos por la participación parcelada en el mercado internacional de símbolos, bienes y servicios, con una apropiación segmentaria y diferencial a partir de códigos locales de recepción.»
Restrepo y Espinel (1996, 319-320) continúan diciendo que:
«En estas circunstancias, como señala J. B run n er , nos encontramos condenados a vivir en un mundo donde las imágenes vienen de afuera y se vuelven obsoletas antes de alcanzar a materializarse. América Latina es un proyecto de ecos y fragmentos, de utopías y pasados, cuyo presente sólo podemos percibir como una crisis permanente. Vivimos y pensamos en medio de una modernidad en proceso de construcción cuya dinámica aumenta cada día las heterogeneidades de nuestras percepciones, conocimientos e información. 'El futuro de América Latina —dice B ru n n e r— no será por lo mismo demasiado distinto a su presente: el de una modernidad periférica, descentrada, sujeta a conflictos, cuyo destino dependerá en parte de lo que las propias sociedades logren hacer en el proceso de producirse a través de su compleja y cambiante heterogeneidad. ''
Reconocernos inmersos en un contexto sociocultural heterogéneo, desdibujado, fragmentado y contradictorio, de acceso desigual y segmentado al mercado de mensajes, bienes y servicios, de participación diferencial según códigos locales de recepción de esos símbolos y de esos bienes, no significa otra cosa que admitir mi- crocontextos polisémicos y plurisemánticos donde el esfuerzo comprensivo, interpretativo y de producción de sentido tiene que ser la prioridad que oriente nuestras acciones y expresiones. En otras palabras, sin desconocer e l impacto que ha tenido y sigue teniendo la reproducción y transformación simbólica del mundo de la vida a través de ordenadores éticos, estéticos y culturales, se convierte en un reto inaplazable. Es dentro de esta perspectiva donde conceptos como desarrollo, gestión, salud y producción, adquieren un sentido diferente al que las reglas eco- nomicistas del mercado pretenden imponer.»
Desde una mirada sobre nuestra cultura propia de la economía, Sejenovich y Panario destacan:
«La riqueza que encierra la heterogeneidad de nuestras culturas se ve estimulada por la articulación de un cierto grado de homogeneidad idiomática y por problemas ecológicos, económicos y sociales comunes, hecho que mejora las posibilidades de un planteo regional. Sin embargo, la ideología dominante del desarrollo nos ha enseñado durante décadas que somos pobres, que sólo podemos aspirar a la explotación de muy pocos recursos que ganen ventajas comparativas a nivel mundial y que sólo de esta forma obtendríamos los recursos que mejorarían nuestra situación» (1996, 21).
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Pese a la profunda validez y sugerente propuesta implícita en los párrafos antes citados, hay quienes, no obstante, afirman que aún tenemos una tradición cultural de una enorme riqueza y con capacidad suficiente para enfrentar la violencia y la destrucción que nos rodea (Rengifo, 1996, 17-21):
«En la cultura andina la diversidad de formas de vida tiene sus propias particularidades. En primer lugar la diversidad es holística o totalizadora, es decir, incluye a todo cuanto existe. Los miembros de la comunidad humana (runakuna en quechua) aprecian que no sólo es viva una alpaca o una planta de maíz. El río, las piedras, las estrellas, el viento, que la biología podría caracterizar como seres incapaces de producirse a sí mismos, son también apreciados como formas de vida, con la peculiaridad de que al andino le es ajena la noción de auto-poiesis. En su visión del mundo ninguna forma de vida en el Pacha es autónoma en cuanto a su propia producció?i.
Las actividades que realizan cualesquiera formas de vida no son apreciadas como surgiendo de decisiones autónomas sino como la participación equivalente de todas ellas... La consecuencia de una posición de este tipo es que toaos tenemos que ver con la vida de todos y que todos estamos comprometidos en la regeneración del mundo.
En segundo lugar, la diversidad es apreciada como fruto de la crianza. Para los andinos cada forma de vida llámese papa hauyro, maíz chullpi, Willka Mayu o Antonio Mamani, es un criador, siendo ella misma apreciada como fru to de la crianza recíproca entre las diversas formas de vida... Lo que equivale a decir que una forma de vida, cualquiera sea su naturaleza, cría y es criada no sólo por sus congéneres sino por toda otra forma de vida.
En tercer lugar..., en los Andes, hablar de la cultura de la diversidad es hablar de la cultura de la abundancia. Todo es vivo y singular a la vez. Una chacra como una semilla no es igual a otras. Vivimos el mundo de la heterogeneidad que cría a la heterogeneidad. Ajenos a toda conducta evolutiva por la que las formas de vida son divididas en inferiores y superiores, los andinos respetan y tienen un cariño por todas las formas de vida. No clasifican a éstas por algún atributo en más evolucionadas y en menos evolucionadas, en mejores y en peores. Sabemos que aquellos que hacen estas divisiones tienden a simplificar la diversidad eliminando las consideradas inferiores. Por esta vía la diversidad se va estrechando y la vida se queda sin alternativas.
En cuarto lugar, podríamos decir que la diversidad se cría en la chacra y en la Naturaleza. La agricultura andina no ha surgido para oponerse a la Naturaleza reemplazando a la diversidad natural por monocultivos, sino como un modo ritual de acompañarla en la recreación de la diversidad. Es por ello que se puede contar en los Andes hasta 3.000 variedades de papas criadas, que la comunidad humana ha sabido hacer brotar de las papas que la propia Naturaleza cría. Así
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como en la propia Naturaleza las formas de vida tienden a conservarse y ampliarse, así también en la chacra la comunidad humana ''imita' esta conducta contribuyendo a que la vida sea plena para todos.
En quinto lugar, el atributo de la diversidad andina es expresión de la vida en ayllu. En los Andes todos somos familia. La Pachamama es nuestra madre, las papas son nuestras hijas cuando las sembramos, los Apus nuestros abuelos. Todos, pues, estamos emparentados. La crianza de la diversidad se hace así en familia, con el cariño y la consideración que nos merecen cada uno de los que la integran. »
LAS AMENAZAS A LA BIODIVERSIDAD.¿PODREMOS PRESERVAR LA VIDA?
En el plano ambiental, América Latina y el Caribe es la región biológicamente más rica de la Tierra. Con base en inventarios florís- ticos existentes o en proceso de elaboración en la zona, es posible afirmar hoy que existirían en la región 120.000 especies de plantas con flores. Varios de nuestros países son los que tienen la mayor diversidad de aves, de reptiles, de batracios, etc., en el mundo. Pero esta enorme riqueza de biodiversidad se ve acosada por un inminente riesgo de destrucción, como lo manifiesta Fernando M iR E S (1990, 130131):
«Podríamos extendernos hasta el infinito enumerando los aspectos no considerados en la contabilidad de la "Economía del crecimiento”. Limitémonos a señalar apenas algunas de las implicaciones ecológicas más sobresalientes. Y en el caso de nuestro ejemplo, el modo de producción amazónico, la que más resalta de todas es la destrucción de los bosques. Por cierto, la destrucción de los bosques no es una especialidad brasileña o de otros países latinoamericanos. El caso amazónico es sólo un ejemplo en América Latina. Ni siquiera es el más significativo. Por ejemplo, se sabe que la más alta tasa de deforestación en nuestro continente la tiene Costa Rica. Lo que sí parece estar ocurriendo es que en la Amazonia se encuentra el último eslabón de una larga cadena. De acuerdo con datos proporcionados por las Naciones Unidas:
Los bosques tropicales cubren un 20% de la superficie terrestre. Pero están desapareciendo con gran rapidez; los bosques tupidos al ritmo de 7,5 millones de hectáreas anuales, y los bosques ralos, al de 3,8 millones de hectáreas al año.
Al llegar al presente siglo, los bosques tropicales cubrían 16 millones de knP de la superficie mundial. Hacia la década de los ochenta, quedaban solamente 900 millones de hectáreas.
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Con la desaparición de los bosques tropicales se está poniendo término a un desarrollo botánico y biológico que ha tardado millones de años en reproducirse. El 58% de los bosques que hoy sobreviven están concentrados en América Latina, dentro de los cuales el 60% corresponde a la Amazonia brasileña, poseyendo Brasil el 33%o de la superficie boscosa tropical del mundo (al resto de América Latina le corresponde un 25%o). Según el citado informe de las Naciones Unidas, al ritmo actual, nueve de los llamados países en desarrollo habrán perdido sus bosques de hojas anchas en los próximos 25 años, y otros 13 en los próximos 50; 33 países en desarrollo son exportadores netos de productos forestales, no obstante, sólo 10 lo serán en el año 2000. El índice actual de destrucción del bosque tropical equivale a unas 21,5 hectáreas por minuto. Cada año desaparece un área de bosque tupido del tamaño de Sierra Leona. Tales cálculos parecen incluso ser optimistas si se toma en cuenta que únicamente en el territorio amazónico, entre 1975-1980 la superficie sobre la cual se realizaron las destrucciones de bosques alcanzó a 12,4 millones de hectáreas. Sólo en una hacienda del consorcio Volkswagen fueron desmanteladas 70.000 hectáreas.
Que en la actualidad, en distintos países del mundo, se levanten voces de protesta en contra de la devastación de los bosques, prueba que el recurso ecológico ha sido introducido en un tipo de pensamiento que hasta hace poco lo excluía totalmente, produciéndose así una transformación en la esfera cultural, la que progresivamente invade los territorios de la política. A la inversa, la acelerada destrucción de las zonas boscosas de tipo tropical prueba la absurda lógica de la ‘Economía del Crecimiento’'. Por esas razones, una segunda crítica a la Economía Política tendrá, tarde o temprano, que tomar como una de sus referencias lo que ha ocurrido en la Amazonia en los últimos años. En efecto, lo que hoy sucede en la Amazonia es el resultado, aunque también la radicaliza- ción, de un tipo de pensamiento que se articuló durante todo el período de la modernidad, basado en una creencia ciega en las llamadas fuerzas del progreso”. Por eso, para diversos sectores político-culturales, en los más distintos países del planeta, la defensa de la Amazonia ha pasado a ser un símbolo.»
Desde una perspectiva de desarrollo sustentable, Héctor S e je n O -
VICH y Daniel P a n a r i o , presentan un inventario global que da cuenta de la enorme riqueza de recursos naturales con que cuenta nuestro subcontinente:
«Sólo contamos con el 8%o de la población mundial, pero concentramos el 23%o de la tierra potencialmente arable, un 12%) del suelo cultivado, un 17%o de la tierra para crianza de animales, un 23%o de los bosques (46%o de las selvas tropicales) y un 31 %o del agua superficial utilizable. Nuestro potencial energético también es excedentario, teniendo el 3 %o de las reservas —probadas— de combustibles fósiles y el 19,5% del potencial hidroeléctrico mundial utilizable» (G a l l o p ín , W in o g r a d y G ó m e z , 1991) (1996 : 20).
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Pero no basta con disponer de recursos si es que ellos no son usados sustentablemente. Lo cual nos requiere enfrentar los temas de la pérdida de biodiversidad, la sobreexplotación de nuestros recursos naturales y el de los crecientes costos ambientales del estilo de desarrollo dominante.
Sin embargo, nuestros pueblos indígenas siempre llevaron a cabo un uso sustentable de sus recursos naturales, como lo afirma Shapion N o n i n g o , líder indígena de la Amazonia peruana, en un artículo para la Revista Tierra América:
«Los pueblos indígenas reivindicamos el uso sustentable de nuestros recursos naturales, es decir, el tipo de uso que hemos realizado históricamente.
En la agricultura, por ejemplo, cultivamos siempre varias especies, hacemos turnos para que la tierra descanse, no es costumbre nuestra abrir grandes extensiones de terreno para sembrar un solo cultivo, como quiere el Estado. Sabemos que eso mata la tierra y no queremos acabar con nuestra selva. Son, pues, dos formas muy distintas de uso de la tierra.
Erente a la presión de las grandes multinacionales farmaceúticas, intentamos defendernos mediante convenios para ponerles condiciones. No queremos que pase con esta riqueza lo mismo que ocurrió con el petróleo o el oro, y que nos veamos obligados a denunciar a nivel mundial un nuevo despojo.
Pedimos un beneficio que sea equitativo. Si se descubre algún bien o se requiere nuestro conocimiento sobre las plantas u otros recursos, exigimos un pago justo.»
Dicha forma de relación no destructiva con el medio ambiente es la que caracteriza las formas de explotación propias de las culturas indígenas de la Amazonia, así lo indica Fernando M iR E S (1990, 139):
«Las técnicas de cultivo y de aprovechamiento económico del bosque practicadas por los indígenas, recién están siendo conocidas. Como ya ha sido visto, la recurrencia que hacen los indígenas del factor ecológico”puede considerarse una actividad, en última instancia, científica. Esa actividad científica les ha permitido no sólo sobrevivir durante siglos, sino acumular, además, un tesoro de conocimientos que para la reformulación de la Economía Política (y de otras ciencias) constituyen aportes insustituibles. Ahora bien, si la 'economía del crecimiento” realizara prospecciones ecológicas que tomaran en cuenta apenas algunas de las consecuencias que producen, hablemos en plazos cortos, la destrucción de los bosques, ¿cuál es, aún desde su propia lógica, el gran negocio que están realizando?»
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Pero aún más, en la cultura andina la relación con la Naturaleza es armónica e incluso amorosa, como nos lo describe Eduardo G r il l o (1996, 40-45), allí la crianza es una expresión de amor al mundo y hay una simbiosis, en una comunidad donde lo heterogéneo es valorado y acogido:
«El mundo andino somos todos nosotros: quienes vivimos aqid en los Andes criando y dejándonos criar, formando familia.
Somos un inundo vivo y vivificante en el que nadie es ajeno a la vida, ya se trate de un hombre, de un árbol, de una piedra. Somos un mundo en el que no hay lugar para la inercia o la esterilidad. Tampoco hay lugar aquí para la abstracción ni para la separación y oposición de sujeto y objeto y de fiines y medios: no somos un mundo de conocimiento porque no queremos transformar al mundo sino que lo amamos tal cual es.
Somos un mundo de la inmediatez de la caricia, de la conversación, del juego, de la sinceridad, de la confianza. Somos un mundo de amor y engendramiento.
La crianza es la afirmación incondicional de la vida y del amor a la vida. La crianza, tanto para quien cria como para quien es criado, es la fo r ma de facilitar la vida, es la foí^ma de participar a plenitud en la fiesta de la vida.
Enfatizamos que la cultura andina es una cultura de crianza porque la crianza no puede ocurrir en cualesquiera condiciones ni todos somos capaces de criar ni de dejarnos criar. En un mundo de competencia y de desconfianza, como el de Occidente moderno, los individuos que viven en sociedad no crían ni se dejan criar porque tratan de ser lo más independientes que sea posible en la lucha por imponer sus intereses. Allá más bien cada quien se cría a sí mismo tratando de adquirir conocimiento teórico y conocimiento práctico en cada una de las opciones que va tomando a lo largo de su vida en defensa de sus intereses y en ejercicio de su libre albedrío y de sus derechos de ciudadano. En estas condiciones cada opción le deja una experiencia y una huella. Considérese, por ejemplo, que en Inglaterra el procedimiento técnico aconsejado cuando nace un niño consiste en separar de la madre al recién nacido y colocarlo en una cuna aparte, y ocurre que con frecuencia mueren los recién nacidos aparentemente sin causa clínica alguna. Estudios minuciosos han concluido que los recién nacidos mueren porque les falta la inmediatez de su madre (The Economist, vol. 326, núm. 7.799; 20 de febrero, 93, 81-82). Claro que estos estudios llevan a la corrección de la técnica, pero la crianza es asunto de actitud hacia la vida, como señala la cita de JUNGK que se ha hecho anteriormente.
El mundo andino es un mundo vivo y vivificante, es un mundo sumamen
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te diverso en cuanto a especies biológicas, ecologías, climas, geología, geografía, etc. Es un mundo dándose en el que la arm onía no está dada sino que ella es criada en cada momento con la participación diligente de todos quienes somos este mundo. Este es un mundo com unitario, un mundo de amparo, que no excluye. Cada quien (ya sea hombre, árbol, piedra) es tan «im portante» como cualquier otro en la crianza cotidiana de la arm onía. La crianza de la arm onía ocurre po r la conversación, la reciprocidad, la danza entre todas las form as de vida existentes para que ninguna quede excluida de la fiesta de la vida en un mundo enteramente vivo. Justam ente es en esta fiesta jubilosa y cotidiana del mundo vivo en donde se va criando la arm onía, a l ir logrando la comple- m entariedad entre todos, a l comprobar que la vida de cada quien sólo es posible por la presencia y colaboración de todos los otros. Vivimos un mundo de simbiosis.
Veamos un caso. Refirámonos a la arm onización de la reproducción de las diferentes form as de vida en los Andes con el clim a de cada año y de un p eríodo de años. Se trata de la arm onización de la cuantía de la población de los anim ales (incluido el hombre) con la población vegetal del año o del período, que a su vez depende de las lluvias. E l clim a es en los Andes el asunto p rin cip al en la conversación, en la reciprocidad, en la danzzL tanto dentro de las comunidades humanas (runas) como entre las comunidades humanas (runas), las comunidades de la ''naturaleza'' (sallqa) y las comunidades de las "deidades" (huacas).
La form a y el momento de floración de las plantas, el lugar y el modo de anidar de las aves, el comportamiento de las vicuñas, de los zorros, el modo de presentarse de las constelaciones estelares, etc., nos van diciendo si las lluvias serán abundantes o escasas, adelantadas o atrasadas, en el año venidero.
Voy a presentar un caso. En el altiplano puneño los criadores de llam as y a lpacas observan con atención los nidos de una ave pequeña llam ada chijta que pone, según las condiciones en que van a v iv ir sus crías, de uno a tres huevos. Los pastores se orientan, entre otros muchos acontecimientos, por esta ave para la crianza de sus animales. S i pone tres huevos entonces va a haber abundante pasto el año venidero, y se tratará de que las hembras sean preñadas para tener tantas crías como sea posible así como también se reservará a los machos para engordarlos con los buenos pastos. S i sólo pone un huevo, entonces se procede de in mediato a "carnear" a los machos porque no habrá pasto para mantenerlos. H abrá que reducir el hato y se tendrá pocas crías: se procurará que sólo las hembras más fuertes sean preñadas por los machos más vigorosos para asegurarse pocas crías, pero de gran vitalidad» (C hambi, Q uiso y T ito, 1992 , 10).
Frente a esta concepción del mundo absolutamente «sustentable» se nos impone el carácter absolutamente destructivo y ecocida de ese
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estilo de desarrollo que Fernando M iR E S llama «Economía del crecimiento»:
«Las especies vegetales y animales son también parte de la riqueza no cuan- tificada de los bosques tropicales. Entre un 40y un 50% de todas las especies vivas del mundo se encuentran en los trópicos. Eso significa que la mitad de la variedad genética del planeta está concentrada en un 6% de su superficie. Además, hay que considerar la cantidad no pequeña de especies tropicales que todavía no son conocidas por los científicos. Hasta ahora, de un total de 500.000 tipos de plantas, solamente menos de 150 han llegado a tener importancia económica para el ser humano. Menos de 20 especies proveen el 90% de la alimentación humana. Muchas de ellas provienen de los trópicos húmedos. La pérdida de semejante riqueza genética implicaría daños incalculables en los campos de la alimentación y de la medicina humana. Ahora bien, ese es el camino por donde nos lleva la ‘Economía del crecimiento''. El United Nations Environment Program- me calcula, por ejemplo, que hacia el año 2000 un millón de especies desaparecerán para siempre de la tierra. ¿Cuál será el precio que habrá que pagar en el mercado por la última mariposa sobreviviente? Quizá los coleccionistas de insectos de hoy serán los millonarios del mañana.
Los primeros seres humanos que pagan las consecuencias de la destrucción de los bosques son naturalmente sus habitantes. Por eso hemos insistido tanto en que en América Latina el tema ecológico no puede ser separado de la “cuestión étnica". La desaparición de zonas boscosas significará la desaparición de etnias y grupos culturales, cuyos conocimientos y experiencias relativas a la Naturaleza tienen un valor incalculable. A la inversa, el compromiso a favor de los pueblos amenazados “debe ser siempre un compromiso por la mantención intacta de los medios ambientes naturales". Ni la destrucción de la Naturaleza es una condición para la mantención del ser humano, ni la destrucción del ser humano es una condición para la mantención de la Naturaleza» (1990, 138).
Pero a la vez M iR E S sostiene que este estilo de desarrollo de la «Economía del crecimiento» es algo que tiene un origen histórico desde los inicios de nuestra relación como pueblos con Occidente:
«La tesis arriba expuesta se prueba al observar cómo los presupuestos más “modernos" de la “Economía del crecimiento"ya formaban parte del estilo de pensamiento hispano-lusitano a la hora de la Conquista. Efectivamente: la conquista de América se fundamentó en creencias que hasta ahora son consideradas indiscutibles dentro de la “ideología del crecimiento". Ellas son: 1) La creencia eurocentrista de acuerdo con la cual las pautas del desarrollo histórico europeo tienen una validez universal. 2) La creencia en la infinitud de los recursos naturales de las tierras descubiertas. 3) La creencia de que las cosas de este mundo tienen un valor que trasciende al de su uso inmediato o previsto. 4) La creencia
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de que el centro de la vida económica y cultural solamente puede residir en las ciudades» (1990 , 154).
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MODERNIZACIÓN CON (SIN) DEMOCRACIA NI EQUIDAD
Desde hace ya más de una década el principal agente impulsor de las políticas desarrollistas en América Latina y el Caribe, la CEPAL, ha venido sosteniendo como un eje central de su propuesta de desarrollo socioeconómico para los países del subcontinente la idea fuerza de la «transformación productiva con equidad».
Dicho concepto ha pretendido resumir en una afirmación los contenidos de la propuesta desarrollista para el subcontinente. La idea de trasfondo es que tenemos un déficit de modernización, en relación al resto del mundo, que se expresa principalmente en el ámbito económico, de allí entonces la necesidad de la transformación productiva; es ella la que nos permitirá integrarnos de mejor forma en las economía globales que se han ido constituyendo sobre la faz del planeta.
Según el documento CEPAL/UNESCO «Educación y conocimiento: eje de la transformación productiva con equidad», el nuevo modelo de desarrollo se basa en (i) apertura de las economías nacionales a la competencia internacional; (ii) inversiones nacionales con financiamiento internacional; (iii) mantención de equilibrios ma- croeconómicos; (iv) liberalización de las economías y de los mercados laborales; (v) transferencias tecnológicas (e incluso innovaciones), así como (vi) gobiernos democráticos; (vii) reducción de la desigualdad y de la extrema pobreza y (viii) creación de la capacidad nacional necesaria para mantener la competitividad del país.
El alcanzar mayores niveles de desarrollo con este tipo de modelo económico depende en último término de unidades más eficientes de producción, con poder de decisión en cada nivel de la organización, lo que exige una fuerza laboral mejor educada, para lo cual hay que asegurar una mejor distribución del acceso a una educación de calidad —aunque se admita que factores exógenos tales como súbitas devaluaciones en grandes países generan incertidumbres y obligan a ajustes con altos costos sociales—. Para competir internacionalmente.
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los empresarios privados necesitan una fuerza laboral capaz de: (i) adaptarse a los continuos cambios tecnológicos más que de memori- zar conocimientos y dominar destrezas específicas; (ii) absorber continuamente nueva información, métodos e ideas durante su vida laboral; (iii) trabajar con efectividad en un contexto de creciente autonomía, así como (iv) trabajar en grupos para estudiar y poner en práctica nuevas maneras de organizar funciones y tareas.
Sin embargo, también nuestro subcontinente presenta otros profundos rezagos o déficits, y éstos se sitúan en el plano de la equidad y de la democracia como bien lo apunta el análisis de la CEPAL. Formamos parte como conjunto de las sociedades más inequitativas existentes en la actualidad; en nuestras sociedades los beneficios derivados del crecimiento económico, el bienestar y la calidad de vida no fluyen fácilmente y tienden más bien a concentrarse en pocas manos.
Luis Maira, ministro de Planificación de Chile, señalaba que:
«Por un fenómeno del que no siempre hemos tenido una adecuada sensibild dad, los modelos políticos y económicos aplicados en la década de los ochenta y las visiones del nuevo pensamiento liberal, originaron espacios significativos de modernidad en los principales países latinoamericanos. Pero, al mismo tiempo, acentuaron la desigualdad y colocaron en condiciones de mayor pobreza a todos los que no fueron capaces de hacerse parte de estos pequeños circuitos de modernización. En la gráfica expresión del economista brasileño Winston Frish, nuestros países se convirtieron en 'Pelindias” - pedazos chicos de Bélgica, pedazos grandes de la India - mezclando en un mismo espacio territorial —a modo de un patch- work— la modernización y el atraso, sin que nunca se juntaran. Construimos circuitos independientes de atraso y modernidad. En estos espacios de la modernidad pueden manifestarse la complacencia del disjrute de todas las ventajas y oportunidades del desarrollo de nuestros sectores económicos favorecidos (el primer quintil o algo menos de eso en la distribución del ingreso de nuestros países). Pero en las zonas de retraso, de la pobreza acentuada, de la marginalidad, se debate también una parte que nunca es menor que el 50% de la gente en la mayoría de nuestros países. Entonces, las nociones de Norte y Sur, de mundo rico y mundo pobre, de prosperidad y atraso, que eran nociones planetarias en los años setenta, se convierten en nociones regionales a principios de los años noventa, pero a medida que la década avanza y como producto de los sectores de modernidad que se establecen en nuestros países, han pasado a ser también nociones nacionales... Dos ejemplos notables son los países más grandes de América Latina, México y Brasil Brasil es la patria de la desigualdad, y en los indicadores de diferenciales de ingreso de los países del Tercer Mundo está a la cabeza: la renta del 5% más acomodado es 33 veces mayor que la del 5 %o más pobre de la población. En ninguna
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parte los ricos ganan tanto más que los pobres y en ninguna parte las regiones presentan tantas diferencias productivas» (Maira, 1994, 32).
Nuestros países son sociedades de carácter absolutamente dual, son países bicéfalos con dos sociedades en una: una sociedad con los niveles de vida del Sur, donde predominan condiciones de vida africana, donde la gente no come más de una vez al día, donde no tienen acceso a agua potable, a la educación ni a la salud moderna; y otra una sociedad del Norte, con telefonía celular, con ordenadores personales, con cajeros automáticos, con televisión por cable. Es decir, con niveles de vida similares a los de los países más desarrollados.
Pero es necesario preguntarse si el origen de esta profunda desigualdad y de la pobreza que agobia a una enorme proporción de los habitantes de nuestros países es algo reciente o tiene una larga data histórica. Al respecto Pablo T hai-H op señala que:
«En América Latina, por la depresión económica, la crisis de la deuda externa, elfracaso del populismo y la presión de los organismos internacionales, se aplicó medidas de ajuste estructural de corte neoliberal, conocidas también como el ''consenso de Washington'. A pesar de algunos resultados positivos en la lucha contra la inflación y en la esfera financiera, es innegable que la región tiene hoy más pobres que a comienzos de los años ochenta, tanto en números relativos como absolutos.
La política de "ajuste con recesión' se ha convertido en muchos países en una crisis crónica de "inflación con recesión". Como consecuencia, ha aum entado el desempleo, el subempleo y la pobreza crítica, deteriorando drásticamente las condiciones de vida y salud de la población. Lewis Preston, presidente del Banco M undial, reconoce que "los años de crisis tuvieron un costo particu larmente alto para los pobres". Los ingresos promedio por habitante se redujeron en cerca del 10% durante el decenio 1 9 8 0 -19 9 0 ; una cuarta parte de la población está luchando por sobrevivir con menos de dos dólares por día, y se estima que 1 0 millones de niños sufren de m alnutrición. Hay altas concentraciones de pobreza especialmente en los países andinos, en Am érica Central y en el Caribe. Sin duda, debido a l excepcionalmente alto nivel de desigualdad de ingresos en la región, los contrastes entre la riqueza y la pobreza son probablemente más evidentes que en ningún otro lugar del mundo en desarrollo.
La CEPAL estima que, en 19 9 0 , Am érica Latina y el Caribe tenía 1 9 6 millones de personas bajo la línea de pobreza, lo que significa un 46%o del total de la población. En los países más pobres de la región, este porcentaje llegaría a más del 50% . Lo cual demuestra el carácter masivo de la pobreza en la región. Se nota, además, una clara «asimetría» en la evolución de la pobreza, con un aumento de un 2 ,5 % entre 1 9 8 6 y 1990 . Lncluso en algunos países que lograron
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un significativo crecimiento económico, el crecimiento del ingreso nacional no ha significado un aumento automático del bienestar de los pobres. La disminución de los índices de pobreza fu e muy lenta, puesto que la distribución de ingresos y activos suele ser desigual.
Según el documento ‘'Reforma social y pobreza. Hacia una Agenda integrada de Desarrollo”, que sirvió de base para las discusiones y reflexiones del Foro, organizado por el BID y el PNUD, esa pobreza tiene causas muy profundas e históricas, cuyas raíces se derivan de (i) una tradicional estructura socioeconómica donde prevalecen patrones injustos en la distribución de la riqueza; (ii) de la insuficiencia en la generación de excedentes económicos como consecuencia lógica de una economía subdesarrollada. Dicho de otra manera, si hay tanta pobreza en la región es porque la débil inversión y las empresas con tecnologías atrasadas no generan suficientemente trabajos y/o sólo trabajos de baja productividad e ingresos; ( iii) y finalmente, como consecuencia de las medidas de estabilización y de ajuste neoliberales, que perjudican no solamente a los pobres sino también a amplios segmentos de las capas medias, deslizándolos por debajo de la línea de la pobreza.
Siendo la pobreza el resultado de un conjunto de factores estructurales, históricos y socioeconómicos, que atormentaron a América Latina desde su nacimiento, el documento sostiene que sería un error considerar que su actual situación “obedece exclusivamente a la crisis que se precipitó en los años ochenta y a los ajustes y reformas económicas que se pusieron en marcha para enfrentarla’. Sostiene incluso que “sin estos programas (de ajuste) la situación hubiera empeorado”» (T h a i-H o p , 1994).
Gustavo W iL C H E S C h a u x señala, refiriéndose a los colombianos, cuestión plenamente válida para todos los latinoamericanos y caribeños, que:
... «Laprincipal tarea que nos corresponderá afrontar como pueblos durante el próximo siglo consistirá en garantizar, en un escenario de democracia y de paz integral, las condiciones que permitan satisfacer las necesidades de nuestra población en aumento, en términos de ser, tener, hacer y estar, así como de subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad.
Existe casi consenso en el sentido de que el crecimiento económico y la redistribución de los beneficios del desarrollo constituyen requisitos sin los cuales será imposible superar los niveles crecientes de pobreza y marginalidad que hoy caracterizan nuestra realidad.
Sin embargo, está demostrado, tanto a nivel nacional como mundial, que el desarrollo tal y como está siendo concebido y ejecutado no solamente no permite satisfacer las necesidades humanas y reducir las enormes y cada vez más grandes
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brechas existentes entre los ricos y los pobres, sino que genera nuevas formas de pobreza (cultural, ambiental, espiritual), nuevas amenazas y nuevas vulnerabilidades.
Es decir, que vista la Humanidad como conjunto, el desarrollo no está conduciendo ni a una mejor calidad de vida ni a una mayor felicidad humana, como tampoco a unas relaciones más armónicas entre nuestra especie y otras especies vivas, ni a formas más adecuadas de interacción con el entorno, y mutuamente más seguras tanto para los ecosistemas como para los seres humanos.
Nuestro reto entonces consiste en redirigir el desarrollo (y con él el crecimiento económico) hacia lo que en los últimos años se ha venido a denominar sostenibilidad, en todas las dimensiones...»
GLOBALIZACIÓN O GLOBALIZACIÓN. ¿EXISTEN REALMENTE OPCIONES PARA ALGÚN GRADO DE AUTONOMÍA?
Sin embargo, Latinoamérica tiene hasta ahora una condición absolutamente subordinada y dependiente en el orden económico internacional, que se ha ido constituyendo en el mundo a partir del derrumbe del bloque socialista y de la desaparición del ordenamiento producto de la «guerra fría».
En el año 1993 el Producto Interno Bruto de América Latina y el Caribe era 1.405.795 millones de dólares, frente a los 6.259.899 millones de dólares de USA en 1993 y a un Producto Interno Bruto Mundial de 23.565.932 millones de dólares.
Nuestra población era de 210 millones en 1960, entre 3.000 millones de habitantes del planeta, es decir, un 7% de la población mundial, llegando a ser 450 millones en 1992 entre 5.450, lo cual incrementó nuestro peso demográfico a nivel mundial hasta un 8,26%. Al año 2000 alcanzaremos a ser 520 millones en 6.330 millones de habitantes, lo cual nos significará constituir un 8,21% de la población total del planeta.
De los datos anteriores podemos concluir que la importancia tanto demográfica como económica de Latinoamérica y el Caribe es relativamente pequeña en el mundo actual, menos del 10% de la población del planeta y del orden del 6% del Producto Mundial.
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Según datos de W a t e r s , B a k e r & C o g g a n (Financial TimeSy 29-89) la participación de Latinoamérica y el Caribe en el producto bruto global asciende a un 6,1%, frente a Europa con un 29,3%, Estados Unidos con un 25,2% (7,26 billones de dólares), Japón con un 17,4% (4,6 billones de dólares), Asia y el Pacífico con un 10,6%.
Hasta Alemania, la tercera potencia geoeconómica planetaria, con un producto bruto interno de 2,36 billones de dólares, que representa un 6,6% del producto bruto mundial de 1995, tiene un peso mayor que la totalidad de nuestro subcontinente.
«Cuando pase el huracán sobre los mercados emergentes latinoamericanos será conveniente retener la respiración para establecer la lista de daños y damnC ficados del naufragio provocado por la globalización financiera especulativa... Todo parece indicar, de acuerdo a las tendencias del mercado libre y espontáneo, que Latinoamérica (incluido el Caribe, que representa el 6,1% del producto bruto planetario, o sea, menos que el producto bruto de Alemania sola), será asimilada por una de las hegemonías de la tripolaridad geoeconómica, al menos que suceda algo impensable.» Alfredo Jalife-Rahme (edición especial de Visión, octubre de 1998, volumen 91, núm. 7, pág. 35).
Si en conjunto nuestro peso demográfico y económico es tan pequeño, frente a sociedades y economías crecientemente integradas en el resto del mundo, se torna absolutamente exiguo e incluso insignificante si pretendemos vincularnos a los niveles globales como países en forma aislada, de allí la necesidad de avanzar rápidamente hacia mayores niveles de integración política, económica y cultural
Por otra parte, según informes de la UNCTAD, la participación de América Patina en las exportaciones mundiales ha descendido significativamente. En 1950 exportaba el 11% del total mundial; en 1970, un 4,8%, y en 1990, un 3,6%. En contraste los países de reciente industrialización del Asia Pacífico (Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong y Singapur, con una población en conjunto de alrededor de 50 millones de habitantes, participaban al año 1990 con un 8% del total de las exportaciones mundiales.
Oscar U g a r t e g h e (1997, 202) señala agudamente que las exportaciones, sin embargo, en las actuales condiciones no nos están aportando mucho a nuestro desarrollo.
«El surgimiento de una doctrina de ‘‘exportar o m orir’ está dando como resultado en América Latina un proceso de reprimarización de las economías y un
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acelerado proceso de internacionalización de la banca, siguiendo un patrón similar al de fines del siglo XIX y mediados del siglo XX, cuando se observó este f e nómeno. El resultado, en el primer lustros de la década de los noventa, es déficits externos crecientes financiados en esta oportunidad por capitales de corto plazo y por la venta de empresas públicas. La puesta es una reconversión productiva que aún no se observa.»
Ello porque se ha dejado a los mercados operar sin ningún tipo de orientación ni regulación, dejando al Estado reducido a un mero proveedor de servicios:
«En América Latina, el papel del Estado ha sido reducido a recaudador de fondos, promotor de educación y proveedor de infraestructura, con el argumento de que los mercados se articulan mejor cuando existe la infraestructura fisica y la educación permite mejorar las oportunidades de los ciudadanos para ingresar al mercado. Al mismo tiempo, en el sudeste asiático el Estado cumplió y sigue cumpliendo un papel determinante en los procesos de asimilación tecnológicos y de inducción en las modificaciones de los patrones productivos exportadores. En Estados Unidos, la Unión Europea y Japón coexiste un nuevo mercantilismo que protege y fomenta actividades con un discurso de libre mercado; ya la firma de la Organización Mundial de Comercio, que debe llevar a la reducción de las barreras pre-arancelarias, es la manera como se expresa este nuevo mercantilismo, parafraseando a Joan Robinson» (U g a r t e c h e , 1997, 202)
Pero, ¿es posible hacer algo? o ¿tiene algún sentido hacerlo?, cuando el contexto internacional en el cual operan nuestras economías es el que nos describe Alfredo Jalife-Rahme (edición especial de Visión, octubre de 1998, volumen 91, núm. 7, pág. 32):
«¿Por qué sucede el desacoplamiento entre la economía real y la explosión f i nanciera?... Este fenómeno resulta incomprensible si no se explora el mundo de los derivatives market que, aunque suene increíble, no aparecen en la contabilidad formal... Bernard Baumohl los catalogó como %n género de instrumentos f i nancieros nucleares'' que operan en un sistema bancario altamente especulativo que les provee su plataforma de lanzamiento globalizador y que se dedican, por medio de fórmulas matemáticas sofisticadas y el software computacional, a obtener suculentas ganancias en un ambiente de mayor riesgo... En un planeta que padece insomnio y adicción especulativa circulan 5,5 veces más de papel piramidal invisible que el producto bruto del planeta. Pero no cualquiera tiene acceso al mundo cerrado y selecto de la alta especulación financiera... Lo que no puede conseguir en créditos el país más grande del planeta y superpotencia nuclear (Rusia), ni el cuarto país más poblado del planeta (Lndonesia), un solo megaespecu- lador (George Soros) por medio de su empresa Quantum Eunds, con un capital
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de 10.000 millones de dólares, lo obtiene mediante un teclazo de computadora de los bancos aliados que le apalancan (el leverage financiero) sus activos hasta 100 veces. Es decir, Soros juega con 100.000 de millones de dólares contra las ra- quiticas reservas de países endebles, denominados “mercados emergentes”.
Es un juego desigual con todas las ventajas para los jugadores de derivados superapalancados, firente a las reservas inamovibles de los países valetudinarios. Baste señalar como ejemplo al superlativo jugador bancario del mundo de los derivados, el banco estadounidense Chase Manhattan. Su valor en acciones es de 21.000 millones de dólares, sus activos representan 323.000 millones y su tenencia de derivados invisibles suman 5,56 billones. En derivados posee 264 veces más que el valor de sus acciones y más de 17 veces el valor de su paquete de activos.
¿Cómo se protege un país como Venezuela con reservas de 14.000 millones de dólares, firente a un solo megaespeculador muy bien cobijado en las inalcanzables plazas off-shore?
Sucede, entonces, que la brusca salida de capitales de corto plazo, precipitada por la sincronizada (des)calificación de Moodys y Standar & Poors genera una devaluación irremediable de las divisas. Luego, los mismos megaespeculado- res reaparecen sobre el país devaluado para llevarse a precios de remate sus mejores joyas tecnoindustriales y sus materias primas estratégicas.»
¿Qué sentido tienen los enormes esfuerzos desplegados por la gente de nuestro continente para ajustar sus economías, restringir sus gastos, ahorrar e invertir, etc., cuando el peso de las economías de nuestros países, salvo dos o tres excepciones, es inferior al de muchas multinacionales y de los jugadores apalancados del mundo de los derivados por el sistema financiero internacional?
Sin embargo cuesta explicarse el por qué si estos datos que están disponibles para todos aquellos que toman decisiones políticas y económicas en nuestro continente, no se traducen en criterios de actuación que nos alejen o al menos protejan de los enormes riesgos que implican para nuestros países jugar en el «casino global». Posiblemente una explicación a ello la podemos encontrar en lo que U g a r t e c h e
afirma en el párrafo siguiente:
«No obstante que no se puede hablar de América Latina como una región económica, ciertamente es una región donde los mismos argumentos se escuchan y se leen en el campo económico y donde los agentes políticos hacen la misma práctica del discurso económico. El nuevo liberalismo económico propone la universalización de las leyes económicas y la exigencia de la internacionalización de las
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economías para la modernización de las sociedades, mientras se establece como políticamente conservador en todos los países de la región. Esto no lo haría reconocible a los liberales de los siglos XVIII y XIX, en especial a los ingleses, que fueron anticlericales e irreverentes. Esos liberales de los siglos XVIII y XIX abogaron por la tolerancia, por dejar hacer y dejar pasar, mientras en lo económico el Estado desintervenía para mejora del bien común. Los nuevos liberales no consideran el bien común, mejor dicho, el bien común no existe, sólo existe el bien propio. Si el progreso es conservador, ser liberal en lo económico en América Latina es ser conservador en lo político. Algo está al revés. Lo moderno es no estar con los partidos, denostarlos, como Primo de Rivera en los años veinte en España. Un nuevo liberal de buena línea en América Latina aboga por la privatización de los servicios públicos (cuando fueron justamente los liberales los que introdujeron la educación pública en Lnglaterra y en Estados Unidos). (Ugarteche, 1997, 20.)
¿EXISTEN ALTERNATIVAS?
Franz HiNKELAMMERT, en un análisis crítico de un trabajo de Karl-Otto A pe e le reprocha a éste la descalificación que hace de la teoría de la dependencia como una simplificación metafísico-retórica y que no se pregunte... «tambiénpor aquellas tradiciones culturales que se resisten a l desarrollo de un sistema tal y p or su capacidad de fom entar alternativas?»... (1996, 227) y a que éste atribuya el empobrecimiento de África... «en parte de los errores inevitables de la política de desarrollo, en parte también de experimentos socialistas y las guerras civiles posteriores..., pero en general de la predisposición sociocultural insuficiente de las sociedades tribales para e l marco de condiciones de la form a económica capitalista...» (1996, 228), y se pregunta si aquellas sociedades incapaces de satisfacer los marcos condicionantes para el funcionamiento del capitalismo, deberían por tanto ser destruidas o deberían tener la posibilidad de desarrollar alternativas.
«Un problema muy similar tienen hoy las culturas indígenas de América Latina que todavía sobreviven. En la Amazonia, donde las tribus existentes tienen la menor capacidad para satisfacer los marcos condicionantes del capitalismo, ellos simplemente son aniquilados. ¿Si un sistema es así, no se debe siquiera hablar de eso? ¿No es científico hacerlo?» (1996, 228).
En su libro Cultura de la Esperanza y Sociedad sin Exclusión, H iN KELAMMERT plantea tres tesis respecto a las relaciones entre el Primer y Tercer Mundo. La primera afirma que el capitalismo vuelve a ser un
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capitalismo desnudo; ya no teme que haya alternativas y, por ende, ya no busca compromisos. La segunda sostiene que para los países del centro el Tercer Mundo es económicamente necesario, pero no se necesita su población. Y en la tercera tesis señala que los países del centro consideran una amenaza un desarrollo basado en la integración industrial en el mercado mundial; la deuda externa del Tercer Mundo les sirve como instrumento para regular, controlar y, eventualmente, impedir este tipo de desarrollo.
Afirma también que «las fu erz a s com pu lsivas d e los h echos ha cen im posib le una so cied a d en la qu e todos quepan» (1995, 309) y se pregunta si podemos darnos el lujo de mantener tantas riquezas concentradas si queremos asegurar la dignidad humana en los tiempos actuales.
Para enfrentar esta situación éticamente inaceptable presenta las siguientes cuatro tesis.
La primera tesis: Un proyecto de liberación hoy tiene que ser un proyecto de una sociedad donde todos quepan y de la cual nadie sea excluido.
«Hoy está surgiendo en América Latina una concepción de una nueva sociedad y de la justicia, que se distingue claramente de concepciones anteriores. Por lo mismo se vincula también con nuevas formas de praxis social.
Cuando periodistas preguntaron a los zapatistas rebeldes de la provincia mexicana de Chiapas cuál era el proyecto que imaginaban para México, ellos contestaron: “una sociedad en la que quepan todos’’. Un proyecto de esta índole implica una ética universal. Pero no dicta principios éticos universalmente válidos. No prescribe ni normas universalistas generales ni relaciones de producción determinadas universalmente válidas» (1995, 311).
La segunda tesis: La lógica de la exclusión que subyace a la sociedad moderna puede ser comprendida como resultado de la totalización de principios sociales universalistas. En el capitalismo se trata de leyes del mercado y su totalización y globalización.
«Este “capitalismo total” se hace presente como globalización y homogeneiza- ción del mundo, por tanto como totalización del mercado y de la privatización de las funciones públicas en nombre de la propiedad privada... Estamos desatando un proceso de destrucción que subvierte los fundamentos de nuestra vida, sin embargo celebramos la eficiencia y la racionalidad con las cuales éste se lleva a cabo... Se
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pierde toda posibilidad de una ética de la responsabilidad y se funda una ética de la más pura irresponsabilidad justificada en nombre de la eficiencia... La empresa orientada por el cálculo de dinero y ganancia racionaliza sus procedimientos, pero esta racionalización es el origen de un proceso irracional de destrucción del ser humano y la Naturaleza... Es como el siguiente cuento: una bruja envenenó la fuente del pueblo, de la cual todos tomaban agua. Todos enloquecieron. Excepto el rey, quien no había bebido. El pueblo sospechó de él y lo buscó para matarlo. El rey, en apuros, también bebió y enloqueció. Todos lo celebraron, porque había entrado en razón... Kindlenberger, un economista de EE. UU. que ha investigado de manera exhaustiva los pánicos y colapsos de la bolsa financiera, resume adecuadamente el resultado al cual todos llegamos: ''Cuando todos se vuelven locos, lo racional es volverse locos también’» (1995, 317).
La tercera tesis: La eficiencia que subyace al mecanismo de competencia crea fuerzas compulsivas que absolutizan el mecanismo de destrucción.
«El mecanismo de competencia resulta destructor por el hecho de que destruye los fundamentos de la vida en la tierra. Peor, transformado en omnipotencia, se impone a todo el mundo. Ya nadie puede vivir sin integrarse en él y, por tanto, sin participar en la misma destrucción de estos fundamentos de la vida... Esta omnipotencia es la capacidad de poner el cálculo medio-fin por encima de cualquier racionalidad de reproducción de la vida humana. Ha aparecido un sistema que tiene esta capacidad. No obstante no puede renunciar a ella. Está entregado sin remedio a su propia omnipotencia. Ya no puede dar ninguna dirección al proceso que está en curso. La clase dominante no domina, sino que deriva su poder de su sometimiento a las fuerzas compulsivas de los hechos...» (1995, 319).
«Si queremos detener este viaje mortal, tenemos que hablar sobre las fuerzas compulsivas de los hechos. Se trata entonces de la pregunta acerca de cómo liberarnos de estas fuerzas compulsivas y de saber hasta qué grado eso será posible...» (1995, 321)
La cuarta tesis: No es posible superar la irracionalidad de lo racionalizado, a no ser mediante una acción solidaria que disuelva las fuerzas compulsivas de los hechos que nos dominan.
«...Por eso, la racionalidad que responde a la irracionalidad de lo racionalizado, solamente puede ser la racionalidad de la vida de todos, que sólo se puede fundar en la solidaridad de todos los seres humanos... En este sentido, la solidaridad es el medio para disolver la fuerza compulsiva de los hechos. Esas fuerzas, que nos imponen hoy un proyecto de destrucción del ser humano y de la Naturaleza, no son leyes naturales invariables. Surgen de la acción humana como sus
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efectos no-intencionales, por tanto fuera del alcance y el discernimiento de los actores, en cuanto éstos someten su acción exclusivamente a un cálculo medio-fin... La solidaridad es la condición de disolución de estas fuerzas compulsivas, no obstante su surgimiento presupone la resistencia en contra de las medidas legitimadas en nombre de estas fuerzas compulsivas. Pero la resistencia en contra de estas fuerzas compulsivas no es el resultado de una falta de realismo, sino la única expresión posible para enfrentarse a la irracionalidad de lo racionalizado... Como la sociedad de la totalización de las fuerzas de las fuerzas compulsivas de los hechos descansa sobre la ética del mercado —garantía de la propiedad y cumplimiento de contratos— la disolución de estas fuerzas descansa sobre una ética de la solidaridad. Una sociedad en la cual todos quepan solamente puede aparecer si entre estos polos resulta una mediación tal que la ética del mercado sea subordinada a la ética de la solidaridad. La solidaridad se ha transformado en condición de posibilidad de la sobrevivencia humana, y por ello también en condición de posibilidad de la acción racional» (1995, 324-325).
El camino de propuesta que nos sugiere W a l l e r s t e in , es experimentar seriamente con las alternativas, para afrontar el esquema general de una transición que nos haga romper con la creencia implantada en nosotros por la Ilustración de que el cambio posible sólo lo será y de modo óptimo mediante la planificación social racional.
«Quizá tendríamos que deconstruir sin erigir estructuras para deconstruir, que acaban siendo estructuras para mantener lo viejo bajo el disjraz de lo nuevo. Quizá tendríamos que tener movimientos que movilicen y experimenten, pero no movimientos que busquen operar dentro de las estructuras de poder de un sistema-mundo que están intentando deshacer. Quizá tendríamos que entrar de puntillas en un futuro incierto, intentando recordar meramente en qué dirección estamos yendo. Quizá tendríamos que re-evaluar constantemente si de hecho lo que estamos haciendo es deconstruir un sistema desigualitario o reforzarlo» (1996, 39).
«En cualquier caso, la nueva práctica social debe construirse con claridad a partir de una familia de movimientos que abarca la sabiduría y los intereses de todos los sectores que han sido dejados de lado y marginalizados en nuestro sistema social. Una familia incluyente de movimientos no sólo será numéricamente más fuerte sino que también tendrán la ventaja de sus variadas experiencias y, por tanto, la mayor posibilidad de descubrir los caminos correctos» (1996, 39-40).
Leonardo B o f e (1996, 146), en una lúcida reflexión respecto a nuestro futuro, señala que:
«Dos grandes problemas van a ocupar las mentes y los corazones de la Humanidad de aquí en adelante: ¿cuál será el destino y el futuro del planeta Tierra
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si prolongamos la lógica del pillaje a la que nos han acostumbrado el modelo de desarrollo y de consumo^ ¿Cuál es la esperanza del mundo, de esos dos tercios de pobres de la Humanidad? Existe el riesgo de que la ‘‘cultura de los satisfechos’' se cierre en su egoísmo consumista e ignore cínicamente la devastación de las masas pobres del mundo. Como también existe el riesgo de que los “nuevos bárbaros” no acepten ese veredicto de muerte y se lancen a una lucha desesperada por la supervivencia, amenazando todo y destruyendo todo. La Humanidad podrá entonces tener que enfrentarse a niveles de violencia y destrucción nunca vistos sobre la faz de la Tierra. A menos que colectivamente decidamos cambiar el curso de la civilización, desplazar de su eje la lógica de los medios al servicio de la acumulación excluyente y trasladarlo hacia una lógica de los fines en función del bienestar común del planeta Tierra, de los humanos y de todos los seres, en el ejercicio de la libertad y de la cooperación entre los pueblos.
Ahora bien, estas dos cuestiones, con acentos diversos, son preocupaciones comunes del Norte y del Sur del planeta. Y ellas constituyen el contenido central de la teología de la liberación y de la reflexión ecológica. Estas dos vertientes del pensamiento permiten el diálogo y la convergencia en la diversidad entre los polos geográficos e ideológicos del mundo. Ellas deben ser una mediación indispensable en la salvaguarda de todo lo creado y en la recuperación de la dignidad de las mayorías pobres del mundo. Por eso la teología de la liberación y el discurso ecológico se exigen y se complementan mutuamente.»
Una aproximación similar a la anterior, aunque desde otra perspectiva, es la nos señala Fernando MiRES (1990, 157) cuando afirma que:
«Por cierto, la Ecología no dictará las pautas de la acción política. Por el contrario, la apelación a la Ecología es parte de una acción política preestablecida, que a la vez surge como consecuencia de una nueva radicalidad social que se forma como negación, aunque también en continuidad, con discursos existentes. Se trata, como ha sido insinuado, de una radicalidad social que no se superpone a la acción de los actores existentes y reales, sino que surge de la presencia y actividad práctica de ellos mismos. Esa radicalidad social no nos dice todavía cómo será el futuro. Pero sí señala cómo no queremos que sea y, en relación al tema ecológico, nos enseña que una vida sin Naturaleza no solamente es indeseable, sino que además imposible.»
Eduardo G r i l l o , (1996) nos confirma desde una mirada similar una propuesta de recuperación de la armonía de la vida:
«La violencia que es propia de Occidente moderno no brota de la vida misma... Si alguien quiere liberarse de esa construcción de y para la violencia que el Occidente moderno, debe incorporarse a algunas de las culturas de la armo
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nía, que son todas las culturas originarias que han brotado de la vida misma, es decir, debe volver a la vida... Esto exige, a mi modo de ver, una conversión... creo que sólo se puede convertir de la violencia a la armonía, de individuo a comunero quien se enamora de la armonía y de la vida simple...»
Franz HiNKELAMMERT, asimismo plantea la urgencia de occiden- talizar el mundo en que vivimos, exigencia que debería transformarse en un esfuerzo personal y social por «desoccidentalizarnos» a nosotros mismos.
«Frente a la sociedad occidental, tenemos que recuperar algo muy simple que resulta ser extremadamente difícil: el derecho y la posibilidad del hombre de poder vivir dignamente. Poder comer, tener una casa, tener educación y salud, y eso en una sociedad que permita asegurar tales elementos a largo plazo, por tanto sin destruir la Naturaleza misma. Cualquier respeto por el hombre empieza por allí. La sociedad occidental, en cambio, desprecia estos elementos tan simples de la vida humana. Quiere cosas más importantes, pero que a la postre destruyen el mundo mismo en el cual ella también tiene que existir. La sociedad occidental habla siempre de un hombre tan infinitamente digno, que en pos de él y de su libertad el hombre concreto tiene que ser destruido. Que el hombre conozca a Cristo, que salve su alma, que tenga libertad o democracia, que construya el comunismo, son tales fines en nombre de los cuales se han borrado los derechos más simples del hombre concreto. Desde la perspectiva de estos pretendidos valores, esos derechos parecen simplemente fiines mediocres, metas materialistas en pugna con las altas ideas de la sociedad. Evidentemente, no se trata de renunciar a ninguno de estos fiines. De lo que se trata es de arraigarlos en lo simple e inmediato, que es el derecho de todos los hombres a poder vivir. Estos fiines tienen que ser mediatizados por esta condición central, sin la cual ninguno de ellos vale en lo más mínimo.
Desoccidentalizar el mundo, eso es esta tarea. Desoccidentalizar la Iglesia, desoccidentalizar el socialismo, desoccidentalizar la peor fiorma de Occidente, que es el capitalismo, desoccidentalizar la misma democracia. Pero eso implica reconocer que el mundo es el mundo de la vida humana en la cual todos tienen que poder vivir. Este reconocimiento constituye la superación de Occidente»(1989 , 1 1 -12 ) .
Por otra parte, Oscar U g a r t e c h e , presenta el problema en términos de nuestra vinculación a los espacios globales y señala que:
«...El espacio de los debates contemporáneos se abre entre globalización y desconexión, liberalismo y mercantilismo y Estado y Mercado. El debate capitalismo-socialismo ha desaparecido. No son sinónimos de Estado y socialismo ni mercado y capitalismo. Tampoco lo son globalización, mercado y liberalismo, ni
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desconexión, Estado y mercantilismo. Pero a veces se necesitan los unos a los otros» (1997, 23).
En ese debate entre globalización y desconexión parece fundamental recurrir a los dos principales proponentes teóricos de cada propuesta.
Veamos en primer lugar la propuesta de la «desconexión» presentada por Samir A min. El parte de las categorías de centro y periferia acuñadas en la teoría de la dependencia y señala que el centro es un producto de la Historia.
«...En algunas regiones del sistema capitalista, la Historia ha permitido el establecimiento de una hegemonía de la burguesía nacional y un Estado capitalista nacional La burguesía y el Estado burgués son indivisibles. No existe capitalismo abstraído del Estado. El Estado burgués es nacional cuando controla el proceso de acumulación, dentro de los límites externos que existen siempre, pero estas restricciones se tornan en muy relativas en virtud de la propia capacidad del Estado de reaccionar frente a su acción o participar en su creación.
«Las 'periferias’’ se definen en términos negativos: son las regiones que dentro del sistema capitalista mundial no se establecen como centros. Son los países y regiones donde no hay control nacional sobre el proceso de acumulación del capital, el cual se define esencialmente por las restricciones externas. Las periferias no están "estancadas”, aunque su desarrollo no es similar al de los países capitalistas avanzados en las sucesivas etapas de expansión del capitalismo. La burguesía y el capital nacionales no están necesariamente ausente y no son sinónimo de sociedades precapitalistas. El Estado puede existir, pero su existencia formal no lo convierte en un Estado capitalista nacional, mientras no controle el proceso de acumulación...
...El interrogante, para ÁMIN, es si las periferias están en proceso de convertirse en nuevos centros. La tesis de que la contradicción centro/periferia es inmanente al sistema capitalista mundial lleva a una conclusión. Si la formación de un Estado burgués nacional y la construcción de una economía capitalista auto- centrada son imposibles en ía periferia, es necesario otro patrón de desarrollo: la desconexión y el socialismo. El desarrollo autocentrado se define como el control nacional de la acumulación en los términos indicados arriba. La desconexión no es sinónimo de desarrollo autocentrado. Es un requisito del desarrollo autocentrado. El concepto es «desconectar» los criterios de la racionalidad de la selección económica interna de aquellos que gobiernan el sistema mundial Los ejemplos reales los han dado China y la Unión Soviética. La transnacionalización (lo que rebasa las naciones) no es más que la expresión de la sujeción de los diversos segmentos que constituyen el capitalismo realmente existente a la ley del valor existente a escala mundial (ÁMIN, 1990b). Se ha iniciado la ruptura de la relación entre los
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sistemas productivos nacionales y el Estado burgués nacional establecido. Esta ruptura opera en el marco de una triple yevolución) cibernética, cultural y militar. En este marco hay tres direcciones posibles para el desarrollo del sistema global: 1) seguir los nuevos patrones establecidos por las estrechas demandas del capital a escala mundial; 2) el colapso del sistema; 3) su reconstitución sobre una nueva base policéntrica regionalizada» ( 1 9 9 7 , 2 3 -2 4 ) .
La segunda propuesta es la de la globalización presentada por O h m a e , en su libro El mundo sin fronteras. Esta no es propiamente una teoría, sino más bien una propuesta ideológica a partir de la constatación de lo que está pasando con las comunicaciones y las empresas multinacionales, básicamente en los países ricos. Como lo señala U g a r t e c h e :
«Esto puede ser una realidad para los europeos del Oeste, los americanos del Norte y los japoneses, pero das fronteras crecientes’’podría ser el título de un libro sobre todo el resto del mundo» ( 19 9 7 , 23).
La propuesta liberal más extrema, en términos de funcionamiento de una economía globalizada y operando con las 'huevas reglas” de juego, se presenta en el trabajo de O h m ae (1990). Esta vendría a ser la teoría dominante de Id globalización. El argumento es que las grandes empresas tienen que volver a aprender el arte de la invención, pero esta vez deben hacerlo en industrias y negocios que son globales, donde se deben efectuar economías de escala mundial con productos hechos a la medida del consumidor de los mercados claves. Las compañías deben hacer esto porque más clientes informados y exigentes se están concentrando en los países desarrollados. Ellos tienen el poder y no la organización que los vende. Todavía hay quienes piensan que las transnacionales son las que imponen los productos y seleccionan los países donde van a operar, pero el nuevo orden económico está regido por los consumidores, quienes son cada vez más exigentes. El nuevo rol del Estado es proteger el medio ambiente, educar a la fuerza de trabajo y construir una infraestructura social cómoda y segura. Los gobiernos no entienden que su papel ha cambiado, de proteger a la población y sus recursos naturales de amenazas externas a asegurarles a los ciudadanos la gama más amplia de alternativas entre los mejores y más baratos productos y servicios alrededor del mundo. Los Estados aún son mercantilistas y por eso desincentivan la inversión y fomentan el empobrecimiento de su población. Hay poca conciencia de que una isla está emergiendo, que es mayor que un continente y que ha cambiado las reglas del juego. La Inter Linked Economy (ILE), formada por la tríada (Estados Unidos, Europa y Japón), adheridos por economías agresivas como Taiwan, Hong-Kongy Singapur, ha cambiando la teoría macroeconómica y el funcionamiento de la macroeconomía. Si un economista keynesiano espera ver un crecimiento del empleo como resultado del crecimiento económico, ahora puede no verlo porque el empleo puede ser creado en otra parte. Si el gobierno ajusta la oferta monetaria, los créditos internacionales reem-
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plazardn al crédito interno. Si el banco Central sube la tasa de interés, créditos internacionales más baratos lo reemplazan. Para los fines del caso, la ILE ha convertido en obsoletos los instrumentos tradicionales de la banca central.
En la ILE, la población es de mil millones de personas, aproximadamente, con un ingreso per cápita de 10.000 dólares anuales; se crea, consume y redistribuye la mayor parte de la riqueza del mundo, y no hay ganadores ni perdedores absolutos. Un perdedor se vuelve atractivo conforme su moneda se debilita y el desempleo en su país hace que su mano de obra sea deseable. La ILE va a crecer más rápidamente y va a incluir a la mayor parte de los países de Europa del Este, casi todos los nuevos países industrializados del Este asiático y algunos de América Latina. Las interdependencias de las economías crean seguridad y ése va a ser el pensamiento en curso en la ILE, en oposición a la seguridad basada en los ejércitos.
O h m a epropone un planteamiento de liderazgo de la economía global donde las economías más ricas están interrelacionatias, y los otros países no tienen más remedio que adherirse a ésta con reglas de juego de libre comercio o fenecer detrás de lo que queda de comercio internacional fuera de la ILE, que es la menor parte. Los mere antilistas, que están mirando los espacios dentro de sus naciones, están desencontrados con una realidad económica que ha hecho de la dinámica de la economía global una dinámica única para un bloque de países ricos que lideran la marcha de la economía del mundo» (1997, 25-26).
El dilema es entonces: u optamos por la desconexión propuesta por Amin, de la cual incluso aquellos que algún día optaron por ella vienen de vuelta, o nos quedamos sin hacer nada en una actitud pasiva y crédula, esperando que algún día algunos de nosotros podamos integrarnos al club de los privilegiados, lo cual tampoco asegura nada en el mundo de hoy.
, U g a r t e c h e (1997, 203-204) plantea frente a ese «dilema del prisionero» una propuesta intermedia, que transita por un nuevo rol del Estado:
«Una alternativa en torno a los planteamientos de autocentramiento entendido como desconexión es el autocentramiento abierto, donde el mercado interno sea la base de la producción exportadora y el Estado desempeñe un papel activo en la promoción de actividades ae eslabonamiento tecnológico y complementariedad en las economías de ámbito. La propuesta es que sea un Estado bisagra: que articule además los intereses privados con los intereses nacionales, mayores; invierta en innovación, adaptación y difusión tecnológica a través de las Universidades y centros de investigación, en colaboración con el sector privado, y al mismo tiempo, que protege industrias infantes y estimula a las industrias maduras a colocar sus bienes en el exterior, al estilo del sudeste asiático. Sin embargo, debe tener un pa-
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peí redistributivo necesarianaente, no sólo en el gasto de infraestructura sino en la determinación de precios, para compensar a los sectores más pobres. Los programas de compensación sociales focalizados son un reconocimiento de la falta de fondos públicos. No obstante, focalizar programas sociales cuando una parte sustantiva de la población está debajo de la línea de pobreza es tapar el sol con un dedo.
El dilema exportar o morir olvida los requisitos del desarrollo: mejorar las condiciones de vida de la población en su conjunto, articular la sociedad y modernizar el conjunto social sin exclusión alguna. El mercado no lo va a hacer porque no lo puede hacer. No es competencia del mercado sino del Estado actuar como cadena de transmisión de la modernización. El mercado actuará únicamente allí donde sea rentable. El resultado del modo como se atiende el mercado es importar y vivir (con crédito internacional y grandes déficits externos), lejos de las metas planteadas de exportar o morir.
Einalmente, el elemento de la cultura de los agentes económicos debe ser tomado en cuenta. Sin ser un determinista cultural es preciso que los agentes actúen racionalmente y no asuman el Estado como supremo protector de la ineficiencia. La protección no debe dirigirse a la ineficiencia sino a la novedad, y esto, por un período claramente determinado, no puede ser eterno. El mercado está actuando sobre la base de ineficiencias y las utilidades salen de las ineficiencias ajenas, no de las mejoras absolutas en la productividad ni en la búsqueda de mercados nuevos para productos nuevos. Si bien el Estado debe asistir a dicho proceso, debe impedir que se recree la mentalidad rentista que ha caracterizado a los empresarios latinoamericanos durante los últimos cuarenta años, salvo excepciones notables.»
Dicha aproximación es una propuesta que podría ser asumida para evitar tener que pagar costos tan altos como los que han pagado aquellas sociedades, como la cubana, que han intentado optar por formas de desarrollo «independiente», pero que están teniendo que retornar obligadamente al redil del capitalismo global.
Para confrontar los procesos de globalización y sus destructivos efectos sobre los sectores populares de nuestros países, José Luis Co- RAGGIO (1998) elabora una sugerente propuesta desde la perspectiva popular para los espacios urbanos, enfatizando el accionar en y desde los espacios locales apuntando a desarrollar procesos de democratización simultánea en el plano económico y político:
«En resumen: a menos que se constituya como parte de un proceso de reforma del sistema político y efe los sistemas de reproducción económica y cultural, la descentralización puede ser sólo un divertimento y no un instrumento efectivo de democratización. Advertir esto y operar estratégicamente requiere un movi
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miento político-cultural de orden nacional. En esa medida más que fragmentar la sociedad en búsqueda de nuevos sujetos sociales o políticos^ es necesaria una radical re articulación de lo local, lo sectorial y lo nacional, de la comunidad, la sociedad y el Estado.
Así como se están recomponiendo las fuerzas económicas a nivel global, es fundamental recomponer creativamente las fuerzas políticas y sociales nacionales. Esto supone redefinir la relación entre política, economía y cultura, posibilitando el desarrollo de sujetos que, fundados en las prácticas participativas desde lo local, fortalezcan su capacidad para ser interlocutores en la búsqueda de nuevos balances y nuevos sentidos universales.
La desnacionalización del poder político (en el sentido de dejar de ser un poder de ámbito nacional) debe abarcar un doble movimiento: por un lado, sí, la descentralización, pero de modo que implique una mayor articulación de la sociedad, del poder social y del poder político, y que dé fuerza adicional antes que debilite al poder político nacional, si éste es un poder político legítimo. Esto implica advertir que en los procesos de conformación del poder no hay una suma-cero; que limitar el poder del Estado nacional no sólo no es la única forma de potenciar a los Estados locales, sino que incluso puede debilitarlos; que el poder de ambos —o sea, la capacidad de decidir, incidir y autodeterminarse— puede y debe crecer al mismo tiempo, so pena de dejar a los poderes locales inermes ante el poder global.
Por la misma razón, mientras por un lado toma cuerpo una descentralización democratizante a nivel nacional, por otro hay que avanzar hacia un nivel de re- gionalización supranacional, construyendo una voluntad política común de las sociedades locales y nacionales de diversos países, como interlocutor colectivo en la escena política mundial Porque es en la escena global donde se resignifican regresivamente las mejores propuestas de descentralización. Si no podemos volver a ser interlocutores válidos, dejar de ser meros tomadores de opciones en el orden mundial, será diflcil lograr la democracia desde lo local El error aquí sería creer que hay que optar» (1998, 152-153).
Su propuesta asume de una manera muy realista que sólo podemos movernos en los espacios de actuación que nos permite la realidad del sistema capitalista globalizado, y dentro de ese contexto, debemos intentar superar las situaciones extremas de exclusión, apuntando a la vez al desarrollo de una nueva lógica: la de la economía popular.
«Sin utopías moviliz,adoras, sin paradigmas creíbles, debemos buscar en ese campo de contradicciones un nuevo rumbo para nuestras ciudades, que no puede ya ser el que fuera deseable bajo el modo de desarrollo industrial Se requieren proyectos sociales que —aceptando responsablemente la fuerza y perduración previsible de las tendencias a la globalización— tiendan a desarrollar el espacio
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de lo posible desde la perspectiva del interés de las mayorías urbanas, un espectro amplio que no se limita a los segmentos de pobreza absoluta.
No se trata entonces de ubicarse fuera del sistema global o del espacio de ideas que el mismo admite. Por eso no se propone pensar una alternativa al sistema capitalista —eufemísticamente llamado ‘de mercado''— sino avanzar en la superación de situaciones moral y politicamente insostenibles, desde el interior de los amplios espacios sociales y políticos que abre la misma exclusión económica y política. Por eso se habla de un tercer polo o subsistema: la economía popular, en contradictoria interacción con la economía empresarial capitalista y la economía pública. Por eso no asumimos una perspectiva meramente económica, sino también política, rechazando la opción dicotómica entre Estado o sociedad» (pág. 156).
Una perspectiva más utópica nos la plantea Luis R a z e t o , quien sugiere la construcción de una economía de la solidaridad, j parte haciéndose la pregunta si se pueden juntar economía y solidaridad y nos responde:
«La separación entre la economía y la solidaridad radica en el contenido que suele darse a ambas nociones. Cuando hablamos de economía nos referimos espontáneamente a la utilidad, la escasez, los intereses, la propiedad, las necesidades, la competencia, el conflicto, la ganancia. Y aunque no son ajenas al discurso económico las referencias a la ética, los valores que habitualmente aparecen en él son la libertad de iniciativa, la eficiencia, la creatividad individual, la justicia distributiva, ■ la igualdad de oportunidades, los derechos personales y colectivos. No la solidaridad o la fraternidad; menos la gratuidad.
Podemos leer numerosos textos de teoría económica de las más variadas corrientes y escuelas sin encontrarnos nunca con la solidaridad. A lo más, comparece en ocasiones la palabra cooperación, pero con un significado técnico que alude a la necesaria complementación de factores o intereses más que a la libre y gratuita asociación de voluntades. Una excepción a eso se da en el discurso y la experiencia del cooperativismo; pero éste, confirmando lo dicho, ha encontrado grandes dificultades para hacer presente su contenido ético y doctrinario al nivel del análisis científico de la economía. Charles GuiDE expresó muy bien esta ausencia ya en 1921 en un célebre artículo titulado precisamente Por qué los econom istas no am an la cooperación.
... Sin embargo, desde la ética del amor y la fraternidad la relación con la economía no ha sido simple ni carente de conflictos. Como en las actividades económicas prima el interés individual y la competencia, la búsqueda de la riqueza material y del consumo abundante, quienes enfatizan la necesidad del amor y la solidaridad han tendido a considerar con distancia y a menudo sospechosamente la dedicación a los negocios y actividades empresariales. Desde el discurso ético, espiritual y religioso lo eomún ha sido establecer respecto de estas ac-
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tividades una relación ‘desde fuera': como denuncia de las injusticias que se generan en la economía, como ejercicio de una presión tendiente a exigir correcciones frente a los modos de operar establecidos, o bien en términos de acción social, como esfuerzo para paliar la pobreza y la subordinación de los que sufren injusticias y marginación, a través de actividades promocionales, organizativas, de concientización, etc.» 11-13).
Afirma más adelante que es necesario que:.. la solidaridad se introduzca en la economía misma, y que opere y actúe
en las diversas fases del ciclo económico, o sea, en la producción, circulación, consumo y acumulación. Ello implica producir con solidaridad, distribuir con solidaridad, consumir con solidaridad, acumular y desarrollar con solidaridad. Y que se introduzca y comparezca también en la teoría económica, superando una ausencia muy notoria en una disciplina en la cual el concepto de solidaridad pareciera no encajar apropiadamente» (1993, 15).
Continúa señalando que:«Por un lado, habrá economía de solidaridad en la medida que en las dife
rentes estructuras y organizaciones de la economía global vaya creciendo la presencia de la solidaridad por la acción de los sujetos que la organizan. Por otro lado, identificaremos economía de solidaridad en una parte o sector especial de la economía en aquellas actividades, empresas y circuitos económicos en que la solidaridad se haya hecho presente de manera intensiva y donde opera como elemento ar- ticulador de los procesos de producción, distribución, consumo y acumulación.
Distinguiremos de este modo dos componentes que aparecen en la perspectiva de la economía solidaria: un proceso de solidarización progresiva y creciente de la economía global y un proceso de construcción y desarrollo paulatino de un sector especial de economía de solidaridad.
Ambos procesos se alimentarán y enriquecerán recíprocamente. Un sector de economía de solidaridad consecuente podrá difundir sistemática y metódicamente la solidaridad en la economía global, haciéndola más solidaria e integrada. A su vez, una economía global en que la solidaridad esté más extendida, proporcionará elementos y facilidades especiales para el desarrollo de un sector de actividades y organizaciones económicas consecuentemente solidarias.
En uno y otro nivel la economía nos invita a todos. Ella no podrá extenderse sino en la medida que los sujetos que actuamos económicamente seamos más solidarios, porque toda actividad, proceso y estructura económica es el resultado de la acción del sujeto humano iridividual y social.
... pensamos la economía de solidaridad como un gran espacio al que se converge.desde diferentes caminos, que se originan a partir de diversas situaciones y
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experiencias; o como una gran casa a la que se entra con distintas motivaciones por diferentes puertas. Diversos grupos humanos comparten esas motivaciones y transitan esos caminos, experimentando diversas maneras de hacer economía con solidaridad.
Esas distintas alternativas se van encontrando en el espacio al que convergen: allí se conocen, intercambian sus razones y experiencias, se aportan y complemen' tan recíprocamente, se enriquecen unas con otras, los que llegan por un motivo aprenden a reconocer el valor y la validez de los otros, y así se va construyendo un proceso en el cual la racionalidad especial de la economía de la solidaridad se va complementando, potenciando y adquiriendo creciente coherencia e integralidad. Conociendo esos motivos y caminos, esas búsquedas y experiencias, iremos comprendiendo cada vez más amplia y profundamente qué es la economía de solidaridad y encontraremos abundantes razones para participar en ella» ( 19 9 3 , 18 -19 ) .
Nuestro subcontinente ha vivido sumergido durante décadas en grandes luchas políticas y sociales, que han derramado la sangre de muchos latinoamericanos que soñaban con un mundo incluyente, en el cual todos pudiésemos vivir, donde todos tuviésemos espacio para las cosas simples de la vida: amar, llorar, reír, compartir el pan, creer en un mundo mejor. Roque D a l t o n , poeta militante salvadoreño muerto en la tragedia vivida por ese pueblo hermano, nos describió en su poesía ese horizonte primordial de amor y de lucha por la vida:
«Yo, como tú,amo el amor, la vida, el dulce encanto de las cosas, el paisaje celeste de los días de enero.
También mi sangre bulle y río por los ojosque han conocido el brote de las lágrimas.Creo que el mundo es bello,que la poesía es como el pan, de todos.Y que mis venas no terminan en mí sino en la sangre unánime de los que luchan por la vida, el amor, las cosas,el paisaje y el pan, la poesía de todos.»
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Situación: Situación Latinoamericana: informe de coyuntura económica, política y social, Fundación CEDEAL, núm. 37, tercer trimestre, 1998, número monográfico.
Societé: La Societé civile en Amerique Latine: quedes relations avec la societé civiel europeenneí. Ivano Casella... \et al\, Bruselas, CERCAL, DL, 1997.
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Yakowitz, Marilyn: Desarrollo sustentable: estrategias de la OCDEpara el siglo XXI, París, OCDE, 1997.
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5 •
ARTE Y SOCIEDAD(Núm. 107, abril-junio 1997)
Presentación.
15 • 1 Sobre la consideración de las artes y el artista en el mundorenacentista.
José Ramón Panlagua Soto
31 • 2 El hecho artístico en su contexto histórico. Cartografía disciplinar de un nudo de relaciones.
Jaime Brihuega
53 • 3 Arte y Publicidad (Acotaciones a un matrimonio irreverente,pero eficaz).
Rodrigo González Martín
83 • 4 Exposiciones y público en el siglo XIX en España.Jesús Gutiérrez Burón
95 • 5 El impacto de los nuevos medios en las formas de producción artística.
Ismael Casal Timón
111 • 6 La violencia en el arte de vanguardia: figuraciones del conflicto.
Eduardo Pérez Soler
127 • 7 El arte como fenómeno social.Carlos Giner de Grado
137 • 8 La crisis del arte: modernidad y posmodernidad.Salomé Ramírez
157 • 9 El arte y las personas sin hogar.Garmen Cortés Pizarro
173 • 10 Experiencias de expresión artística.Siró López
191 • 11 Bibliografía.
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INFORMÁTICA INFORMACIÓN Y COMUNICACIÓN
(Núm. 108, julio-septiembre 1997)
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Presentación.La Edad de la Informática. La cibersociedad.
Víctor Martín GarcíaCiberespacio, cibercultura y realidad virtual.
Luis Rodríguez Baena Implicaciones sociales del marketing del comercio electrónico ante el siglo XXI.
Miguel A. Ballesteros Martín La galaxia Internet: La última utopía. Condicionantes y apuestas.
Luis Joyanes AguilarTécnica e Informática. Glosario digital.
Luis Joyanes AguilarFactores y mecanismos del cambio: La sociedad postindustrial.
José Sánchez Jiménez La Sociedad de la Información: su imagen, su proceso, sus logros y sus inconvenientes.
Santiago LorenteLa revolución del conocimiento y la nueva cultura digital.
Javier Bustamante Donas El crecimiento sin empleo: Trabajo y empleo en la nueva sociedad.
Francisco Ortiz Chaparro Sociocibernética: El escondite de lo real.
Pilar Llácer Centeno De «la sociedad opulenta» a la incertidumbre del fin de siglo.
Javier M. Donézar Diez de Ulzurrun Las nuevas tecnologías al servicio de la «comunicación».
Luis Buceta PacorroAlgunas consecuencias sociales de la implantación de las nuevas tecnologías de la información y comunicación a finales del siglo XX.
Miguel RoizSocio-ética de la comunicación: Información, comunicación y comunión en el desarrollo humano integral e integrado.
Fernando Fernández Fernández
José Sánchez JiménezBibliografía.
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TRABAJANDO POR LA JUSTICIA(Núm. 109, octubre-diciembre 1997)
5 • Presentación.11 • 1 Un siglo de Acción Social en España (1840-1940).
M.^ Dolores A. de la Calle Velasco 31 • 2 Realidades sociales y políticas de transformación (España,
1940-1980).José Sánchez Jiménez
59 • 3 Acercamiento a la acción social.Demetrio Casado
73 • 4 La prensa católica denuncia las injusticias sociales y se enfrenta al régimen franquista.
Carlos Giner de Grado95 • 5 La acción social de Caritas (1947-1997).
Francisco Salinas Ramos121 • 6 Explicar para actuar: los estudios e investigaciones en
Caritas.Víctor Renes
147 • 7 Animación en educación de adultos: de la animación alreconocimiento de aprendizajes.
Tomás Díaz González167 • 8 Colectivo inmigrantes.
José Manuel Herrera Alonso 187 • 9 50 años caminando con los que viven sin hogar, sin trabajo,
sin voz...José Ramón Solanillas Vilá
201 • 10 El mundo rural y los temporeros agrícolas.Purificación Marcos Monge,
Salvador Hortal, Macarena Luque y José Carrión
227 • 11 Algunas notas. Historia y Evolución de la Cooperación Internacional en Cáritas Española.
Andrés Aganzo y Luis de Cos247 • 12 Acción educativa y transformación social.
Germán Jaraíz y Fidel García
277 * 1 3 El Voluntariado Social en Cáritas.Sebastián Mora
y Luis A. Aranguren297 • 14 Testimonio sobre Cáritas.
Alicia Maté305 • 15 Bibliografía.
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EDUCACIÓN Y TRANSFORMACIÓN SOCIAL Homenaje a Paulo Freire
(Núm. l i ó , enero-marzo 1998)
5 • Presentación.13 • 1 El Pablo que yo conocí.
Carlos Núñez Hurtado27 • 2 La intrahistoria de un pensamiento imperfecto.
José Antonio Fernández43 • 3 Paulo Freire, filósofo de la transformación de la historia.
Óscar Jara Holliday53 • 4 Freire: una herencia para el futuro (Aportaciones de P. Freire
a la acción socioeducativa de nuestro tiempo).M. Jesús Virón de Antonio
67 • 5 Educación y práctica transformadora.Raúl Leis
81 • 6 Aportaciones de Paulo Freire a la educación y las ciencias sociales.
Ramón Flecha y Lidia Puigvert 93 • 7 Paulo Freire: educación y proyecto ético-político de trans
formación.José Luis Rebellato
109 • 8 Paulo Freire: atreverse a nombrar la realidad en una sociedad científico-técnica.
Tusta Aguilar y Carmen González Landa 125 • 9 «Pedagogía de la indignación», «existencia indignada»: los
estilos creativos con y por los movimientos sociales.Tomás Rodríguez Villasante
145 • 10 Seis paisajes con Paulo Freire al fondo.Fernando de la Riva
159 • 11 La Animación comunitaria en el marco de los grupos de Acción Social.
Germán Jaraiz Aroyo173 • 12 Los nietos de Paulo Freire (Reflexiones en torno a una expe
riencia de educación popular en Ecuador).Francisco Aperador Garza
187 • 13 Aportaciones de P. Freire en la construcción del futuro.Heinz Schulze
197 • 14 ECOE (1985-1998): Una experiencia de educación y comunicación popular.
Javier Malagón215 • 15 Biografía, ideas y textos de Paulo Freire.
Jesús Javier Gómez Alonso e Ignacio Santa Cruz
Esther González Rodríguez231 • 16 Bibliografía.
lOíndice
LA ESPAÑA QUE VIENE(Núm. 111, abril-junio 1998)
5 • Presentación
9 • 1 Con motivo del 98: la sociedad que viene.José Sánchez Jiménez
31 • 2 Transición frente a 98: Amnesia histórica, mixtificación de presentes y denegación de futuro.
Alfonso O rtí
39 • 3 Europeización de España/españolización de Europa: el dilema histórico resuelto.
Juan Carlos Pereira Castañares
59 • 4 Perspectivas del empleo en el siglo XXI (Europa y España).Francisco Alonso Soto
87 • 5 Descubriendo oportunidades para la intervención social: resituando nuestros espacios de participación.
Imanol Zubero
121 • 6 Educación, cultura y nuevas tecnologías.Santiago Lorente
141 • 7 Tendencias y emergentes de la cultura del consumo.José M iguel Marinas
155 • 8 Los nuevos movimientos sociales en el umbral del año 2000.Luis Enrique Alonso
179 • 9 Los nuevos agentes del cambio social.Carlos G iner de Grado
195 • 10 Globalización, territorio y medio ambiente.Ramón Fernández D urán
219 • 11 Subvenciones al consumo de servicios a domicilio. Experiencias europeas.
M.^ Isabel M artínez M artín y José A ntonio Pérez Rodríguez
233 • 12 Inmigración y diversidad social en la España de fin de siglo.Colectivo lO E (W alter Actis, Carlos Pereda
y Miguel Angel de Prada)
249 • 13 Bibliografía.José Sánchez Jiménez
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LAS PERSONAS MAYORES(Núm. 112, julio-septiembre 1998)
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18
1920
21
22
Presentación.
Los m ayores: un fu tu ro p o r delante. Bernardo López M ajano y M ax Ebstein
La Europa de los mayores. A lan W ark er
El p ro b lem a de la d ep en d en cia en las p erson as m ayores.Pilar Rodríguez Rodríguez
Los Servicios sociales públicos para m ayores. Balance y prospectiva.M anuel A znar López
E volución de la salud y coord inación sociosanitaria en el anciano.Rafael Peñalver C astellano
Los m ayores y el m un d o rural. B enjam ín G arcía Sanz
Vejez y m igración . N icole Fuch y M iguel A ngel M illán
Españoles de la Tercera Edad en A lem an ia . Isaac Berm ejo Bragado
V id as deshechas. O rnar Sam aoli
Personas m ayores e inm igración en la D iócesis de M ilán .Fabrizio G iunco
Las personas m ayores ante la exclusión social: nuevas realidades y desafíos.Rosalía M ota López y Ó scar López M aderuelo
La protección social de las personas m ayores: presente y futuro.A d o lfo Jim énez Fernández
Balance de las políticas sociales con los m ayores en España. Los planes geron- tológicos. A nálisis y perspectivas. José A n to n io M iguel
La cond ición residencia l de las personas m ayores.Luis C ortés A lcalá y M.^ Teresa Laínez R om ano
O portunidades de em pleo en el ám bito de los servicios a personas m ayores dependientes. José Javier M iguel
Los m ayores com o yac im ien to de em pleo . Lorenzo C achón Rodríguez
C uidadores de personas m ayores. Perspectivas del apoyo in form al en España.C olectivo lO E
P rotagon ism o y p artic ipación de los m ayores. R ealidad y perspectivas.O lida M on to ya Zárate
M ayores y vo lu n ta riad o . Luis A . A ranguren G onzalo
A p ren d er de m ayores: la U niversidad de la E xperiencia.S indo Froufe Q uintas
U nidades de convivencia : u na a lte rn ativa residencia l p ara las personas dependientes.
José Javier Yanguas Lezaun y Francisco Javier Leturia A rrazo la
La esperanza de v iv ir y cóm o a fro n ta r la m uerte. M anuel G óm ez O rtiz
Las N aciones U nidas ante las personas m ayores. A ñ o In ternacional de las Personas M ayores. Francisco Salinas Ram os
La acción de C áritas con las personas m ayores.M iguel Á ngel M illán y Francisco Salinas Ram os
Bibliografía.
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ULTIMOS TITULOS PUBLICADOS
P R E C IO
N.°91 Europa, realidad y perspectivas ................................................. 1.200 ptas.(Abril-junio 1993)
N.° 92 La investigación, acción participar! /a ...................................... 1.200 ptas.(Julio-septiembre 1993)
N.° 93 El futuro que nos aguarda .......................................................... 1.200 ptas.(Octubre-diciembre 1993)
N.° 94 Mundo asociativo ......................................................................... 1.200 ptas.(Enero-marzo 1994)
N.° 95 los jóvenes......................................................................................... 1.200 ptas.(Abril-junio 1994)
N.“ 96 La pobreza en España h o y .......................................................... 1.200 ptas.(Julio-septiembre 1994)
N.° 97 La interculturalidad ..................................................................... 1.200 ptas.(Octubre-diciembre 1994)
N.° 98 La familia.......................................................................................... 1.300 ptas.(Enero-marzo 1995)
N.“‘ 99-100 España de los 90 ................................................................... 1.600 ptas.(Abril-septiembre 1995)
N.° 101 V Informe Sociológico Síntesis .............................................. 2.500 ptas.(Octubre-diciembre 1995)
N.° 102 Humanidad y Naturaleza.......................................................... 1.400 ptas.(Enero-marzo 1996)
N.° 103 Tercer Sector................................................................................. 1.400 ptas.(Abril-junio 1996)
N.° 104 Voluntariado................................................................................. 1.400 ptas.(Julio-septiembre 1996)
N.“ 105 Mujer............................................................................................... 1.400 ptas.(Octubre-diciembre 1996)
N.° 106 Políticas contra la exclusión social........................................... 1.500 ptas.(Enero-marzo 1997)
N.“ 107 Arte y sociedad.............................................................................. 1.500 ptas.(Abril-junio 1997)
N.° 108 Informática, información y comunicación........................... 1.500 ptas.(Julio-septiembre 1997)
N.° 109 Trabajando por la justicia.......................................................... 1.500 ptas.(Octubre-diciembre 1997)
N.° 110 Educación y transformación social......................................... 1.590 ptas.(Enero-marzo 1998)
N.° 111 La España que viene.................................................................... 1.590 ptas.(Abril- junio 1998)
N.° 112 Las personas mayores.................................................................. 1.590 ptas.(Julio-septiembre 1998)
N.° 113 El despertar de América Latina............................................... 1.590 ptas.(Octubre-diciembre 1998)
tníndice
DOCUM6NTACI0NSOCIAL
PUEDE LEER EN ESTE NÚMERO LOS SIGUIENTES ARTÍCULOS;
Presentación.
Pensando la textura antropológico-cultural de los pueblos latinoamericanos.
La deuda externa de América Latina: origen, evolución y aiternativasde soiución.
Conversión de la deuda externa por desarrollo social.
Los países bolivarianos y las Cáritas nacionales de la región en el marco de la Campaña sobre la deuda externa.
La educación y la escuela como reconstructora de equidad.
Algunos elementos para repensar el desarrollo.
Reflexiones sobre la cooperación al desarrollo en América Latina.
Nuevas búsquedas para una misma búsqueda.
Chiapas. Una imagen sobre un espejo convexo.
Las mujeres latinoamericanas en el fin de siglo.
Los niños de la calle en Latinoamérica.
Nuevo panorama, nuevos movimientos religiosos en América Latina.
Cáritas hoy y mañana en América Latina.
Educación desde la cooperación en la Confederación de Cáritas.
«Yo, como tú, creo en la poesía de todos»¿Será posible un mundo no excluyente?
Bibliografía
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