Eduardo Gudynas. La Pachamama: Ética ambiental y desarrollo

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    UN DEBATE SOBRE LAS FRONTERAS DE LA DESCOLONIZACIN

    LE MONDE

    diplomatique

    Indianismo, katarismopachamamismo

    el Dipl

    Precio del ejemplar Bs.10

    lugar en el mapa

    Lula media en IrnBrasil juegaen primera

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    INDIANISMO, KATARISMO, PACHAMAMISMO

    La ecologa poltica de la naturaleza

    Por Eduardo Gudynas

    La Pachamama: ticaambiental y desarrolloBolivia pas de la re-

    sistencia al neolibera-

    lismo a la construccin

    de un proyecto poltico,econmico y social

    posneoliberal. En esta

    nueva etapa resulta

    crucial precisar las

    alternativas disponibles

    y encarar seriamente, y

    con honestidad poltica

    e intelectual, la ambi-

    valencia entre desarro-

    llismo, Estado de bien-

    estar, vivir bien yeco-pachamamismo.

    Sin un posicionamiento

    informado y riguroso,

    las crticas al capita-

    lismo y al cambio cli-

    mtico sern desacredi-

    tadas por romnticas y

    simplonas. Y, en el

    mbito interno,

    simplemente

    navegaremos sin saber

    adnde queremos

    llegar.

    Poco a poco, la discusin sobre las concepciones de la Naturaleza estavanzando en Amrica Latina. Una de las expresiones ms recientes es la

    recuperacin de las miradas de los pueblos indgenas y los saberes popula-

    res, y entre ellas ha cobrado notoriedad la invocacin a la Pachamama o

    Madre Tierra.

    Ese tipo de invocaciones tienen enormes potencialidades, sobre todo para

    generar alternativas al desarrollo actual que no persistan en la destruccin

    de la Naturaleza. Pero tambin se cae en exageraciones y dogmatismo, don-

    de las invocaciones a la Pachamama para algunos seran poco menos que

    intiles posiciones, teidas de primitivismo y anclada en viejas mitologas,

    mientras que para otro representaran la vanguardia de un nuevo pensa-

    miento poltico y la antesala de una nueva cultura.

    Ninguno de esos extremos es til, ni resuelve un problema ms acuciante:la necesidad de un anlisis serio y riguroso que permita explorar nuevas

    concepciones sobre el ambiente, y sobre cmo las estrategias de desarrollo

    se articulan con su base ecolgica. Sigue siendo indispensable una aproxi-

    macin que, si bien sea respetuosa, pueda sopesar las distintas facetas de las

    diferentes posturas en conceptos como el de Pachamama.

    Le Monde Diplomatique, No 27, pp 4-6, junio-julio 2010, La Paz (Bolivia).

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    Parecera que estamos en el comienzo de un nue-

    vo debate sobre la Naturaleza.La notoriedad alcan-

    zada por las invocaciones a la Pachamama debe ser

    bienvenida, y adems profundizada. Posiblemente

    sea muy temprano para afirmar que ya existe un

    conjunto de ideas de tal volumen y calidad que

    permitan delimitar un pachamamismo como una

    corriente con identidad propia. En realidad hayvarias posturas que estn dando sus primeros pa-

    sos, y entre ellas se encuentran algunas propuestas

    bolivianas que son comentadas en las lneas que

    siguen.

    Etica ambientalPara poder caracterizar esas visiones, es necesario

    tener presente que uno de los ejes centrales del

    debate contemporneo sobre la Naturaleza se enfo-

    ca en cmo se valora el ambiente; es una discusin

    en el campo de la tica ambiental. Aquellos intere-

    sados en las cuestiones ambientales acuerdan enrechazar las posturas que ignoran a la Naturaleza, y

    desde all se abren diversas corrientes que resuel-

    ven su valoracin de distinta manera. Por lo tanto,

    es necesario preguntarse cul sera la tica ambien-

    tal que se ofrece en las diferentes invocaciones

    ambientalistas de la Pachamama.

    Comenzar a responder esa pregunta no siempre

    resulta sencillo, ya que si bien se habla mucho de

    Pachamama y de otras alternativas ambientales, no

    es raro que las formulaciones sean genricas y

    vagas. Adems, asoman ms de una posicin en

    juego. Parece evidente que, en la actualidad, el

    debate ms intenso sobre el pachamamismo giraalrededor de declaraciones y posiciones del presi-

    dente Evo Morales y su canciller, David Choque-

    huanca, sobre la Madre Tierra y la Pachamama, y

    cuenta con varios apoyos. Por esas razones, y para

    ser mas preciso, llamar a esa postura la perspecti-

    va Morales-Choquehuanca. En tanto es una co-

    rriente con varios adherentes, y para que esto no

    sea interpretado como un debate personal, usar la

    sigla M-C para esa postura.

    Una primera respuesta sobre la tica ambiental

    de esa perspectiva la ofrece Choquehuanca cuando

    dice: Para nosotros, los indgenas, lo ms impor-

    tante es la vida, el hombre est en el ltimo lugar,

    para nosotros lo ms importante son los cerros,

    nuestros ros, nuestro aire. En primer lugar, estn

    las mariposas, las hormigas, estn las estrellas,

    nuestros cerros y en ltimo lugar est el hombre

    (21 abril de 2010).

    Es una posicin extrema y sorpresiva, que debe

    ser analizada. Por un lado, parecera que se acerca

    a las corrientes que defienden valores propios (in-

    trnsecos) en la Naturaleza, los que son indepen-

    dientes de sus utilidades para el ser humano. Esa es

    una mirada muy distinta de la actual, donde la Na-

    turaleza es objeto de valores y derechos otorgados

    por el ser humano. Ese tipo de valoracin casi

    siempre est vinculada a su potencial utilidad, y se

    la expresa como una valoracin econmica (valo-

    res de uso o de cambio). En cambio, el reconoci-miento de valores propios en la Naturaleza, la lla-

    mada postura biocntrica, es una perspectiva muy

    distinta y desemboca en novedades como que sta

    pueda ser sujeto de derechos.

    Amparndose en el reconocimiento de los valo-

    res propios, una serie de analistas han defendido

    una igualdad sustancial entre todas las formas de

    vida (igualitarismo biocntrico), que algunos inte-

    lectuales y militantes radicales llevaron a un ex-

    tremo, defendiendo especies peligrosas o virus.

    Bajo esa posicin radical del igualitarismo biocn-

    trico, una hormiga valdra tanto como una persona.

    Pero esa posicin nunca fructific. Los defensores

    del biocentrismo reconocen los valores propios de

    la Naturaleza y de todas las formas de vida, pero

    tambin aclaran que stos no son iguales, y no es

    lo mismo una persona que una hormiga. Adems,

    la postura biocntrica genera derechos que no se

    enfocan en individuos, sino en las especies o

    ecosistemas. Su preocupacin es la sobrevida de

    las poblaciones y la integridad de los ecosistemas,

    con lo cual se permite el uso de los recursos natu-

    rales aunque bajo dos condiciones: por un lado,

    asegurando la persistencia de esas formas de vida,

    y por el otro, que ese aprovechamiento permitasatisfacer la calidad de vida de las personas. Esta

    es una posicin exigente desde la tica ambiental,

    pero que no rechaza los usos humanos del ambien-

    te, sino que los condiciona a asegurar la conserva-

    cin de los dems seres vivos.

    Pero no conozco a ninguna corriente biocntrica,

    o dentro de ambientalismo, que llegara al extremo

    de Choquehuanca de sostener que es ms valiosa

    una hormiga que un ser humano. Hubieron algunas

    posturas personales, aisladas, que llegaron a ese

    extremo, pero eso nunca desemboc en una co-

    rriente de pensamiento organizada. Sin embargo, el

    Canciller incluso redobl la apuesta, diciendo queser ms importante hablar sobre los derechos de

    la madre tierra que hablar sobre los derechos

    humanos (La Razn, 31 enero 2010). Ni siquiera

    los defensores de los derechos de los animales (o

    de la llamada liberacin animal), apoyaran esa

    postura.

    Otra incomodidad se debe a que la postura de

    Choquehuanca es en realidad la de una desigual-

    dad biocntrica, donde algunas especies no-hu-

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    manas valdran ms que las personas, bajo un cier-

    to fatalismo sobre el papel del ser humano en el

    planeta. Los problemas con esa posicin son feno-

    menales: cul sera la tica ambiental que sostiene

    que los seres vivos no-humanos valen ms que

    nosotros? Tambin se dejan abiertas muchas dudas

    sobre cmo se construyen esas jerarquas (cul es

    la escala donde uno vale ms que otro?). Frente aesta estado de cosas, al menos por ahora, la defen-

    sa de las hormigas en la perspectiva M-C, se aleja

    del espritu verde.

    Etica ambiental y derechosde la NaturalezaAsumamos por un momento que el llamado a la

    primaca de las hormigas surgi bajo el calor de

    una tribuna poltica, y que en realidad la sensibili-

    dad de la postura de MC apunta hacia un biocen-

    trismo clsico, defendiendo todas las formas de

    vida, sin poner una sobre otra.La consecuencia inmediata de esta postura es re-

    conocer los derechos de la Naturaleza. Con ello, se

    establece que los seres vivos y los ecosistemas

    tienen valores que le son propios, y por lo tanto, el

    ambiente pasa a ser sujeto de derechos. En cambio,

    el sistema clsico de derechos, como relacin mu-

    tua entre el Estado y los ciudadanos, incorpora la

    cuestin ambiental dentro de los derechos de terce-

    ra generacin. Est claro que los llamados dere-

    chos a un ambiente sano, en realidad, responden a

    cuestiones como la salud humana o la propiedad

    individual, y por lo tanto all persiste una tica

    antropocntrica.

    Las invocaciones de M-C a la Madre Tierra son

    valiosas, pero no est claro si en realidad estn

    reconociendo derechos de la Naturaleza. Ese tipo

    de nuevos derechos, defendiendo los valores pro-

    pios en el ambiente, estn clara y explcitamente

    reconocidos en la nueva Constitucin de Ecuador.

    Pero no en la de Bolivia. La Constitucin ecuato-

    riana de 2008 mantiene, por un lado, el sistema

    clsico de derechos a un ambiente sano anclado en

    los derechos humanos de tercera generacin, pero,

    simultneamente y en paralelo, reconoce los dere-

    chos de la Naturaleza, y dando un paso ms, agre-ga que sta tambin tiene derechos a una restaura-

    cin integral (1).

    Estas formulaciones no aparecen en el caso bo-

    liviano. Por el contrario, la nueva Constitucin

    apoyada por el MAS tiene muchos claroscuros en

    el terreno ambiental y es muy dudoso que, en com-

    paracin a otros marcos constitucionales latinoa-

    mericanos, pueda ser defendida como un paso ade-

    lante. Mantiene un abordaje clsico al colocar el

    tema ambiental entre los derechos de tercera gene-

    racin, pero en otros artculos se establece entre los

    deberes estatales la industrializacin de los recur-

    sos naturales. Por ejemplo, entre los fines y fun-

    ciones esenciales del Estado se presenta impulsar

    la industrializacin de los recursos naturales (art.

    9), y esto se llaga a calificar como una prioridad

    (art. 355). Ello genera unos problemas potencialesenormes, ya que las medidas para proteger la Ma-

    dre Tierra podran ser inconstitucionales si, de

    alguna manera, impiden, por ejemplo, la extraccin

    e industrializacin de hidrocarburos.

    Si las posturas M-C estuvieran recostadas efec-

    tivamente en la perspectiva ambiental habra que

    ver cmo manejaran esas contradicciones. Es ms,

    siguiendo los llamamientos a la Madre Tierra, sera

    esperable que organizaran una reforma constitu-

    cional para clarificar los contenidos ambientales de

    la Constitucin, y se le sumaran uno o ms artcu-

    los reconociendo los derechos de la Naturaleza.

    Asimismo, la invocacin a la Pachamama como

    una conceptualizacin alterna de la Naturaleza es

    muy importante. Pero una vez ms, el paso ms

    concreto para incorporar esa idea y jerarquizarla,

    tuvo lugar en Ecuador. En la nueva Constitucin se

    usan los dos trminos, indicando una cierta equiva-

    lencia entre ellos.

    Pachamama como expresin pluralUna vez aceptado el uso del trmino Pachamama,

    es necesario analizar y comprender sus distintos

    significados e implicancias. En este terreno, hay

    varios puntos clave para tener presente: por un

    lado, su filiacin es claramente andina, y por el

    otro, debe ser entendido como un concepto plural,

    ya que asoman distintos contenidos que reflejan

    diferencias tanto culturales como territoriales. No

    se puede usar la etiqueta Pachamama sin tener

    presente esa densidad antropolgica, que alberga

    interpretaciones sobre el ambiente, pero tambin

    con sentidos ms amplios, como la madre cos-

    mos. Asimismo, los vnculos tambin son diver-

    sos, ya que el ser humano se relaciona y dialoga

    con ella, pero a la vez est inmerso en ella (2).

    Por lo tanto, hay que ser muy cuidadoso con lastraslocaciones indebidas de los conceptos. No se

    puede pretender que a todas las luchas ambientales

    indgenas en Amrica Latina se les pueda aplicar

    un sello de pachammicas. En sentido estricto,

    ese trmino por ahora est cultural y ecolgica-

    mente atado a los Andes.

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    Otras tensiones entre

    ambiente y desarrollo

    Existe otra perspectiva para evadir las contradicciones entre

    ambiente y desarrollo. Esa postura en realidad se basa en mi-nimizar o negar esas tensiones al asumir que stas no sonrelevantes en el actual momento histrico boliviano. Las priori-dades estn en el crecimiento econmico, el ataque econmicoa la pobreza y la creencia en una enorme disposicin a recursosnaturales que deberan ser aprovechados.

    Posiblemente en esa lnea estn el vicepresidente AlvaroGarca Linera y el ministro de economa y finanzas, Luis Arce,quienes apuntan a maximizar el crecimiento econmico delpas, promover el ingreso de inversiones, aumentar las exporta-ciones y captar mayores proporciones de excedentes para sos-tener los planes y bonos sociales de lucha contra la pobreza.Aqu hay un fuerte papel del Estado, cuyos programas socialesno slo tienen el positivo efecto de reducir la pobreza, sino quelegitiman al gobierno como integrante de la tradicin histrica dela izquierda. Por lo tanto apuntan a una justicia econmica yredistributiva, pero no hay mucho lugar para una justicia ambiental,y menos para una justicia ecolgica. Es una izquierda clsica,tpica de mediados del siglo XX, y por lo tanto defensora deldesarrollo como progreso material, que suea con muchostractores y decenas de chimeneas.

    Bajo esa lnea, las cuestiones ambientales pueden ser consideradasun obstculo (no seremos guardabosques, ha dicho Garca Linera) o bienpodran ser manejadas tecnocrticamente, ingresando la Naturaleza almercado (como la venta de bonos de carbono). Pero no se aceptan losvalores intrnsecos de la Naturaleza, ni un sistema de derechos y justicia ecolgica.

    Entretanto, como la perspectiva M-C no est suficientemente elaborada,y se saltea la escala nacional para enfocarse en la planetaria, deja de ladolas contradicciones ambientales de sus estilos de desarrollo. Unos defendiendoa las hormigas, y otros defendiendo a la estabilidad macroeconmica, yrecorriendo caminos distintos, llegan al mismo puerto de destino desarrollista.

    Asimismo, hay nfasis, cambios, modificaciones y

    distintas expresiones de la Pachamama, por ejem-

    plo entre Ecuador, Per y Bolivia, y an dentro de

    esos pases entre un sitio y otro. Cul es la postura

    que defiende la perspectiva M-C? No est claro.

    En general, la Pachamama tiene enormes poten-

    ciales para generar una visin alterna del ambiente

    donde los seres humanos no estn separados, sino

    que estn inmersos dentro de ella. Pero en algunas

    de sus expresiones tiene limitaciones, ya que con-

    cibe una Naturaleza que ha dejado de ser silvestreo salvaje, para ser modelada y ordenada por el ser

    humano.

    Esto genera tensiones y contradicciones: si se

    aceptan los valores propios en la Naturaleza, y ella

    es mi madre, hasta dnde puedo modificarla,

    alterarla y aprovecharla? Es as que en muchas

    expresiones, la Pachamama est ms relacionada

    con paisajes humanizados que con la imagen de

    una Naturaleza intocada o silvestre. Esto es total-

    mente comprensible en el espacio andino, donde

    las relaciones entre los grupos humanos y el am-

    biente estn mediadas particularmente por la agri-

    cultura, y por lo tanto no puede transplantarse esa

    perspectiva, por ejemplo, a los ecosistemas y pue-

    blos amaznicos. La vivencia amaznica es de una

    Naturaleza mucho menos intervenida, ms silves-

    tre, y con menor impacto humano.

    Justicia ambiental

    Las posturas en tica ambiental y el sistema de

    reconocimiento de derechos determinan los abor-

    dajes de la justicia. Si hay una tica ambiental, es

    necesaria por lo menos una justicia entre humanos

    afectados por impactos como la contaminacin

    (llamadajusticia ambiental). Pero, si se postulan

    los derechos de plantas y animales, entonces debe-

    ra existir unajusticia ecolgica, que es distinta de

    la anterior, en tanto es una justicia que se extiende

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    a los dems seres vivos. Su enfoque es asegurar los

    derechos de vida de las diferentes especies, y se

    desenvuelve en paralelo a aquella justicia ambien-

    tal basada en los derechos humanos de tercera ge-

    neracin.

    Una y otra perspectiva, la justicia ecolgica y la

    justicia ambiental, rechazan las formas de segrega-

    cin social, cultural, econmica y racial entre laspersonas, lo cual est en total consonancia con los

    postulados sobre la Buena Vida que defiende Cho-

    quehuanca. Pero la justicia ecolgica agrega el

    compromiso de defender la Naturaleza, y requiera

    de alguna forma de representacin de los derechos

    de otros seres vivos. No es una tarea sencilla, y esa

    tarea recin est comenzando en Ecuador, como

    resultado de haber reconocido los derechos de la

    Naturaleza.

    Bajo este contexto, las preguntas que inmedia-

    tamente emergen son: cmo vincular una justicia

    ambiental y ecolgica con la perspectiva M-C? Si

    se admite que no reconocen explcitamente los

    derechos de la Naturaleza, entonces se contentaran

    con una justicia ambiental. Pero si se asume que

    los aceptan, entonces es necesario comenzar a

    construir una justicia ecolgica. Estas cuestiones

    por ahora no estn claras. Las dudas aumentan por-

    que la gestin gubernamental del MAS no se ca-

    racteriza por tener un potente programa en justicia

    ambiental en su sentido clsico, y mucho menos

    por uno en justicia ecolgica. Si esos programas

    estuvieron en pie, y fueran efectivos, no existiran

    protestas de comunidades locales o grupos indge-

    nas contra proyectos extractivistas.Tambin hay sorpresivas implicancias en la pol-

    tica y la gestin que resultan de una mezcla tal vez

    apresurada del concepto originario de Pachamama

    con ideas occidentales. Por ejemplo, Ral Prada, al

    defender la Madres Tierra, la describe en equi-

    librio, donde los impactos seran desequilibrios

    (4). El problema que esa concepcin del funciona-

    miento del ambiente es propio de las viejas ideas

    de la ecologa occidental de mediados del siglo

    XX, y derivaban en una gestin instrumental, apo-

    yada en las ingenieras y tecnocrtica, sin necesi-

    dad de una justicia ecolgica. Algo que evidente-

    mente est lejos del espritu de la Pachamama. Lasposiciones ms recientes en la ecologa contempo-

    rnea sostienen que sta es ms desordenada y

    catica de lo que se sospechaba, pasando por suce-

    sivas fases de equilibrio y desequilibrio. No es un

    tema menor que estas nuevas ideas se deban en

    muchos casos a estudios realizados en ecosistemas

    andinos y amaznicos. Esta nueva concepcin

    ecolgica de la Naturaleza tiene ms de un punto

    de encuentro con algunos defensores de la Madre

    Tierra.

    Poltica y gestin

    Otro flanco que se debe discutir son las polticas

    ambientales que resultan de la posicin pacham-

    mica de la corriente M-C. Si los seres vivos esta-ran incluso por encima de los humanos, la poltica

    ambiental debera poner en primer lugar a la pro-

    teccin de las reas naturales y sus plantas y ani-

    males. Se llegara a una postura de preservacio-

    nismo radical, donde incluso podra argumentarse

    que la Naturaleza debera permanecer intocada, se

    deberan suspender todas las concesiones mineras

    y forestales, cerrar los pozos de petrleo y abando-

    nar las reas agrcolas.

    Es obvio que el gobierno del MAS no sigue ese

    camino. Por el contrario, bajo la administracin

    Morales se mantienen muchos viejos problemas

    ambientales, y se han sumado otros tantos debido a

    la profundizacin extractivista. Una vez ms, ese

    discurso verde se separa de las corrientes ambien-

    talistas, ya que ninguna de ellas predica una Natu-

    raleza intocada. El debate reside en cmo adminis-

    trar social y ecolgicamente la apropiacin de la

    Naturaleza. De nuevo, aparecen las cuestiones del

    desarrollo sostenible en sus diversas corrientes.

    Incluso, algunos podran decir que esa conse-

    cuencia lgica de una Naturaleza que no puede ser

    manipulada, est en contradiccin con la propia

    idea de Pachamama. En efecto, en casi todas las

    formulaciones de ese concepto no se alude a am-bientes intocados, sino que es una Naturaleza con

    humanos, y humanos que son parte de ella.

    Cmo salir de estas contradicciones? En la ri-

    tualidad de la Pachamama habra una salida, ya

    que es muy comn la ceremonia de la challa,

    donde se da las gracias o se le retribuye a la Natu-

    raleza por los bienes que se recibe de ella. Dicho

    de otro modo, como en la cosmovisin andina se

    transforma el ambiente, esa ceremonia es para

    pedirle perdn o retribuirle por esos cambios, pero

    no para impedirlos.

    Por lo tanto, aqu habra un escape para la con-

    tradiccin ante la cual se debe estar alerta: se po-dran aprobar proyectos mineros y gasferos, con

    una clara destruccin de la Naturaleza, pero basta-

    ra pedirle perdn a la Pachamama para justifi-

    carlos ecolgicamente.

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    Otra salida est en desvincular el discurso de las

    realidades locales y nacionales: las demandas de

    defensa de la Madre Tierra se enfocaran en el

    planeta como un todo, en una escala global, mien-

    tras que esas exigencias no se aplicaran en las

    prcticas propias dentro de Bolivia. Hubo mucho

    de esto en la conferencia del cambio climtico en

    Cochabamba de abril pasado. Ese camino, por lo

    tanto, redefinira a la Pachamama como otra forma

    de encarar la bisfera, y tendra ms de un encuen-

    tro conceptual con la hiptesis de Gaia, de J. Love-

    lock, del planeta como una unidad viviente (5).

    Nadie puede dudar de la importancia de los te-

    mas ecolgicos planetarios. Pero tampoco se puede

    olvidar los dramas ambientales locales y naciona-

    les. Justamente, en este frente hay otro problema

    serio, ya que el discurso gubernamental no incor-

    pora las demandas locales de una pausa eco-lgica, sino que muchas de ellas son ignoradas,

    rechazadas o combatidas. Usualmente se justifica

    la destruccin ambiental local como inevitable o

    necesaria para obtener financiamiento y alimentar

    el crecimiento econmico.

    Otra cara del mismo asunto est atada a identifi-

    car cules son las contribuciones bolivianas al

    cambio climtico global. Si se siguiera aquel nfa-

    sis planetario de la perspectiva M-C, entonces se

    deberan atacar decididamente las emisiones de

    gases con efecto invernadero que parten de Boli-

    via. Pero estas se deben sobre todo a cambios en el

    uso del suelo, deforestacin, incendios forestales(chaqueo) y prcticas agropecuarias. Entonces, el

    debate ambiental global de Bolivia est estre-

    chamente ligado a sus estrategias de desarrollo

    rural y agrcola. Pero esos elementos clave no es-

    tn contemplados en la actual discusin. Es ms,

    ese plan, o al menos la versin brindada por el

    Viceministerio del Ambiente, aparece como uno de

    los ms dbiles de Amrica del Sur.

    Un debate necesario

    La escala de problemas ambientales, tanto naciona-

    les como globales, hacen que la discusin sobre

    ambiente y desarrollo guarde una enorme impor-

    tancia. Es evidente que es necesario un cambio enlas concepciones de la Naturaleza, y la recupera-

    cin y atencin a ideas como la de la Pachamama

    son de una enorme importancia.

    Su relevancia es tan grande, y son tan necesarios

    esos tipos de aportes, que merece una reflexin

    mucho ms profunda que la actual, y se deben

    profundizar los debates. Si se defiende una cierta

    concepcin de la Pachamama habr que precisar

    cul es su base tica, y adems clarificar la poltica

    y la gestin ambiental que se derivan de ella. En

    ausencia de ese debate, las medidas instrumentales

    de crecimiento econmico y expansin de las ex-

    portaciones toman el control de la poltica pblica,

    y las invocaciones a la Pachamama sern apenas

    declaraciones de intensiones.

    El posicionar el debate sobre la Pachamama en

    un primer plano tiene enorme valor al abrir las

    puertas a otras perspectivas que han estado margi-

    nadas, y tiene enormes potenciales en fortalecer

    una mirada ambiental. Pero en ese camino, no se

    debe caer en las clsicas distorsiones. Unas, que

    rechazan el debate afirmando que en realidad son

    ataques polticos. Esta posicin no tiene mucho

    fundamento, ya que casi todo el ambientalismo es

    parte de las opciones de cambio, y quienes defien-den la justicia ecolgica tambin apuestan a otro

    desarrollo. Otros evitan el debate, o no se esfuer-

    zan en mejorar sus argumentos, indicando que

    cualquier cuestionamiento es un nuevo colonialis-

    mo que no comprende al mundo indgena. Esta

    postura tambin es insostenible, ya que no est de

    ms recordar que el ambientalismo tuvo un papel

    pionero recuperando el saber indgena y local, y ha

    actuado hombro con hombro con organizaciones

    indgenas en toda Amrica Latina. Una real actitud

    decolonial es clarificar ms y mejor las perspecti-

    vas en esos otros conocimientos.

    A mi modo de ver, el debate sobre la tica am-biental y la ecologa poltica de la Madre Tierra, no

    slo es importante sino que es urgente. Como los

    problemas ambientales siguen su marcha, las de-

    fensas simplistas y contradictorias de la Pachama-

    ma en muchos casos terminan abonando esa idea

    tan comn de entender las alternativas al desarrollo

    como algo que carece de esencia y es difcilmente

    aplicable. Si deseamos ampliar la base social que

    demanda cambios polticos en el desarrollo con-

  • 8/9/2019 Eduardo Gudynas. La Pachamama: tica ambiental y desarrollo

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    temporneo, debemos brindar propuestas mas rigu-

    rosas, ms detalladas, y que sean sentidas y valora-

    das por su relevancia y aplicabilidad.

    1 E. Gudynas, El mandato ecolgico. Derechos dela Naturaleza y polticas ambientales en lanueva Constitucin, AbyaYala, Quito, 2009.

    2 Un ejemplo de esa diversidad son las precisio-nes en J. Estermann, Filosofa andina. Sabidu-ra indgena para un mundo nuevo, ISEAT, LaPaz, 2006; los ensayos en H. van den Berg yN. Schiffers (comps), La cosmovisin aymara,UCB Hisbol, La Paz, 1992, y el estudio de R.L.Capar, Racionalidad andina en el uso del es-

    pacio, Pontificia Universidad Catlica del Per,Lima, 1994.

    3 Ral Prada Alcoreza, La revolucin mundial delVivir Bien, mayo de 2010 [circulacin va e-mail].

    4 Ral Prada Alcoreza, Madre Tierra versus Capi-talismo, abril de 2010 [circulacin va e-mail].

    5 J. Lovelock, La venganza de la Tierra, Planeta,

    Barcelona, 2007.

    ___________________________

    *Investigador del Centro Latino Americano deEcologa Social (Claes)http://www.ambiental.net/claes/

    Le Monde d ip lomat iq ue , edicin boliviana.